Serranas Lba PDF
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Jesús Botello
U N I V E R SI T Y O F D E L AWA R E
1 Para un resumen, ver Haywood (“Juan Ruiz and the Libro de Buen Amor” 36–7).
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“A L L Í P R O V É Q U E E R A M A L G O L P E E L D E L O Í D O ”
4 Marcelino Amasuno en “El saber médico tras el Prólogo del Libro de buen amor” ha dedicado
el único ensayo monográfico sobre la medicina y el LBA. Amasuno examina el Prólogo del
LBA y su relación con dos conceptos en su opinión afines: el loco amor y el amor hereos,
variante patológica del amor carnal. Por otra parte, en su edición del Lilium medicinae, Cull
y Dutton proponen una relación directa entre esta obra de Gordonio y el LBA. Existen otros
trabajos que analizan la relación entre el LBA y esta ciencia, aunque sólo tangencialmente. Por
ejemplo Peter Dunn (“De las figuras del Arcipreste”) estudia la representación del Arcipreste
a la luz de la ciencia fisiognómica –rama de la medicina que examina la correspondencia
entre las características físicas y las morales. Luce López–Baralt (“Sobre el signo astrológico
del Arcipreste de Hita”) analiza el cuento del rey Alcaraz a la luz de la astrología, rama del
conocimiento que en la época medieval era afín a la medicina.
5 En el presente trabajo me limitaré al estudio de la Chata, Gadea y Menga. Desde un punto
de vista narrativo, son las que más desarrollo poseen y sus historias forman una unidad
coherente y hasta cierto punto independiente de la cuarta serrana, la monstruosa Alda.
6 Louise Vasvári es la única estudiosa que relaciona dicho pasaje con la literatura medicinal.
En su excelente “Semiotics of Phallic Agression” menciona en una nota que el “çurrón” vacío
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cierto punto, como un contra ars amandi paródico y muy sui generis, puesto
que se presenta como un manual de amor cuyo protagonista demuestra una
sistemática incapacidad para (man)tener relaciones sexuales.
mencionado tras el violento encuentro con La Chata quizá aluda a una orquidoctomía, término
médico que designa la castración de los animales domésticos pero también la amputación
quirúrgica de un testículo humano del escroto, y que por tanto sugiere la castración del
protagonista (146). Las ideas de Vasvári sobre la castración confirman de manera indirecta la
tesis de nuestro trabajo, como se señalará posteriormente.
7 El amor hereos es una variante patológica del amor. Así lo define Arnau de Vilanova en
su tratado De amore eroico: “Vehemens et assidua cogitatio supra rem desideratam, cum
confidentia obtinendi delectabile apprehensum ex ea” [“un pensar vehemente y asiduo sobre
la cosa deseada, con la esperanza de conseguir el placer que de ella se deriva”] (III, 46).
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8 A Hipócrates de Cos se le atribuyen unos sesenta tratados médicos escritos entre el 430 y el
330 a.C., –el llamado Corpus hipocrático–, que influyeron en el pensamiento médico europeo
hasta época relativamente reciente (Lloyd 9). Con Galeno (130–200 d.C.) la medicina griega
alcanzó su época de esplendor. Sintetizó en su vasta obra el pensamiento griego anterior a él y
realizó contribuciones fundamentales en numerosos campos de la medicina, particularmente
en el de la anatomía, donde su influencia perduró durante siglos, hasta Vesalio (Siarisi 4).
9 Además de Avicena, existen otros autores árabes de importancia, que por razones de
espacio sólo serán mencionados: Razes (841–926), cuya obra principal fue traducida al
latín por Gerardo de Cremona con el título “Liber ad Almansorem”. Tuvo gran popularidad
durante toda la Edad Media, siendo uno de los nueve libros que componían la eximia –para
estándares modernos– biblioteca de la Facultad de Medicina de París en 1395 (Riesman 52);
Abulcasis (1013–1106), cuya obra de cirugía, traducida también por Gerardo de Cremona,
fue de referencia obligatoria durante varios siglos (Riesman 59). Asimismo, merecen ser
mencionados Averroes (1126–98) y Maimónides (1135–1208) cuyas obras, traducidas al latín
y a varias lenguas vernáculas, alcanzaron gran difusión e influencia en el panorama médico
europeo.
10 De la pujanza de la medicina árabe da cuenta las numerosas traducciones de Gerardo
de Cremona, traductor de unos 75 autores árabes, según el manuscrito del Vaticano 2392,
descubierto en el siglo XIX por el Príncipe Boncompagni, y otro manuscrito encontrado en
la Bibliothèque nacionale de Francia: “Voyant que les Arabes avaient une abondance de livres
dans toutes les sciences, déplorant la pouvreté des Latins, apprit l’arabe pour se consacrer aux
traductions jusqu’à sa mort en 1187” (cit. en H. Harant y Y. Vidal 66). Cremona tradujo, entre
otros muchas obras, el Canon de Avicena, de Galeno, el Libro de los elementos, Los comentarios
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versión (llamada el Avicenna latinus) era de más fácil acceso que el original
árabe, por lo que se convirtió en el manual de consulta imprescindible
en el panorama médico bajomedieval, en particular en Bolonia, París y
Montpellier. En esta última ciudad fue traducido de nuevo del árabe al latín
por Arnau de Vilanova. Según Amasuno el texto fue desconocido en España
entre el clero secular castellano (260–61), aunque en este sentido, Márquez
Villanueva postula la necesidad de reconsiderar el asunto de la transmisión
de muchos tratados médicos traducidos del árabe al romance durante la
Edad Media: “Los nombres de Avicena, Averroes, alrāzī se multiplican entre
las páginas de cualquier obra medieval castellana sobre temas médicos,
y fuerzan a deducir la existencia y circulación de una gran cantidad de
traducciones hoy desconocidas” (Orígenes y sociología del tema celestinesco
31–32). Por ejemplo, Márquez Villanueva ve en la admonición de Juan Ruiz
contra el vino (estrofas 543–48) una evidencia de su familiaridad con textos
médicos arábigos hispanos, aunque reconoce la dificultad de establecer con
claridad si Juan Ruiz se vale de fuentes originales árabes o de intermediarios
latinos (33). Además de los tratados aristotélicos, del Corpus Hipocrático,
el Canon y las obras de Galeno, debe citarse el famoso Practica dicta Lilium
medicine o Lilio de Medicina de Bernardo Gordonio (1318–1320?), doctor y
maestro de Studium de Montpellier, sede de la más renombrada Facultad de
Medicina de Europa. El Lilium se convirtió en manual imprescindible para
todo estudiante o practicante de medicina en Europa –fue texto obligatorio
en la facultad de medicina de Montpellier tras 1490, y en la de Viena en
1520– puesto que compendiaba de forma muy práctica todo el saber médico
de la época, desde Aristóteles hasta el Canon de Avicena.11 Su enorme
éxito editorial atestigua su popularidad dentro y fuera de las aulas: el texto
latino se conserva en más de cincuenta manuscritos y cinco ediciones, y
fue traducido al alemán, francés, hebreo y provenzal durante el siglo XIV, y
a Hipócrates, El libro de los secretos, El libro de las complexiones; y del mencionado Razes, El
libro de Almanzor y la Introducción a la medicina.
11 Las numerosas menciones a Gordonio en la época son evidencia de la popularidad de
este compendium. Chaucer menciona a Gordonio en el Prólogo de los Canterbury Tales,
compuestos apenas un siglo después de su muerte (Demaitre 1). Parece que el manuscrito
circuló por numerosas bibliotecas privadas, y prueba de ello es que Arnau de Vilanova, colega
y amigo de Gordonio en Montpellier, conservase una copia en la suya (Demaitre 52).
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Esterilidad e impotencia
Al igual que otros tratados medicinales, Gordonio dedica varios capítulos
a problemas del ámbito sexual, y uno en específico a la esterilidad, lo que
revela la importancia que en el ámbito de la medicina medieval se le concedía
al tema. En este sentido, debe apuntarse que durante la Edad Media, los
términos esterilidad e impotencia hacían referencia a un variado conjunto
de patologías tanto de índole psíquico como físico, y tanto en la teoría como
en la práctica, los términos eran usados con poca consistencia y a menudo
podían ser intercambiables. Así, el capítulo VII del Lilium, dedicado a la
esterilidad, es poco consistente en la definición y diferenciación de las
varias dolencias que afectan a la procreación. El médico de Montpellier se
hace eco de Avicena y Aristóteles para afirmar que el ser perfecto debe ser
capaz de tener relaciones sexuales y procrear. La esterilidad como tal no la
define, pero puede deducirse de su pintoresca explicación de los elementos
necesarios para la gestación: “cum enim masculus appetit naturaliter propter
feminis multitudinem aggregatam, et digestio et hepatis est completa, et
tertia mediata, et nullum aliud extrinsecum, nec intrinsecum impedit” (594)
[“quando el macho cobdicia naturalmente por causa de la muchedumbre
de la materia que está allegada, e la digestión del estómago e del fígado es
acabada e la tercera digestión es demediada, e ninguna cosa de parte de
fuera ni de dentro lo estorva”] (301). Si todos estos elementos funcionan
adecuadamente, “fit conceptio” [“se causa la preñez”]. Todo elemento que
altere esta situación, ya provenga de causas internas o externas, del hombre
o la mujer, se considera causa de esterilidad. El Tractatus de sterilitate,15
–obra anónima de mediados del XIV adscrita al círculo de Montpellier–
recordando ideas de Aristóteles, Avicena y el Génesis, define la esterilidad
como “virtutem generativam ut qui in se salvari non poterat, in suo simili
salvaretur” [“facultad generativa por la que el que no pudiese pervivir en sí
traducción en castellano data de 1495, cuya edición princeps es un incunable sevillano salido
de la imprenta de Meinardo Ungut y Estanislao Polono (Carlos Alvar 150 n281).
15 El Tractatus ha sido atribuido a Arnau de Vilanova, Raimundo de Moleris y Juan de Turre,
y que evidencia una deuda evidente con el Lilium, en particular con los capítulos dedicados a
la esterilidad. Montero Cartelle ha logrado localizar y reunir el testimonio de 20 manuscritos,
evidencia de su notable difusión (39).
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Una misteriosa vieja (quizá una alusión a la vieja del De Vetula de Pseudo–
Ovidio) viene entonces a ver al Arcipreste, quien al verlo en la cama enfermo
e inactivo, lo impreca y se burla descaradamente “de mano”, esto es, sin
mediar palabra:
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De esta estrofa se deduce que nos encontramos ante una inversión del
20 El refrán “más vale el ruido que las nueces”, proferido por la vieja, es recogido
posteriormente en La Celestina. Lucrecia le pide a Celestina que remedie el dolor de corazón
de Melibea. La alcahueta le asegura que “Hija, de estos dolorcillos tales, más es el ruydo que
las nuezes” (423).
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21 Vasvári destaca cómo la estructura tradicional del episodio de las serranas suele asociarse
al tiempo y al agua fríos (1554). Debe mencionarse que en la poesía del Renacimiento, dicha
asociación encuentra su máxima expresión en la poesía de Garcilaso de la Vega. Recuérdense
las estilizadas quejas de Salicio, al comienzo de la “Égloga primera”: ¡Oh más dura que
mármol a mis quejas / y al encendido fuego en que me quemo / más helada que nieve,
Galatea!” (57–59).
22 No es casualidad que en el Amadís de Gaula, su protagonista se muestre temeroso durante
el invierno, la estación menos propicia para las aventuras amorosas caballerescas. Como
recuerda Juan Manuel Cacho Blecua, editor de la obra, “casi toda su actividad [la de Amadís]
se desarrolla durante el verano” (1083). Asimismo, no es casualidad que la primera salida de
don Quijote sea en “uno de los [días] calurosos del mes de julio” (45). Como puede verse,
aunque se trate de obras muy diferentes en cuanto a su género y su contexto de producción,
estos ejemplos sirven para mostrar la existencia de la asociación tradicional entre el frío y la
castidad, y el calor como su contrario, como un elemento propiciatorio de la actividad sexual.
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23 Como argumenta Vasvári, el término posada “siempre alude al refugio sexual del triángulo
erótico femenino” (“Pornografías” 1566).
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24 La primera referencia a esta idea proviene del tratado de Hipócrates Sobre los aires, aguas y
lugares. Aquí se dice que era una costumbre de los escitas. Estos pasaban montados a caballo
gran parte del año, con lo que desarrollaban varices en las piernas que intentaban curar
mediante el método referido, cortando las venas detrás de las orejas (Hippocratic Writings
166).
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25 A continuación el Arcipreste incluye dos líneas que parecen requerir dos niveles de lectura,
uno literal y otro metafórico. El protagonista dice estas palabras a Gadea de Riofrío:
Sacóme de la choza, e llegóme a dos senderos
amos son bien usados e amos son camineros.
Andé lo más que pud aína los oteros;
llegué con sol temprano al aldea de Ferreros. (985)
Vasvári sugiere que los dos senderos son los dos orificios sexuales que la serrana le muestra,
“el camino vaginal y el rectal, ambos […] bien usados”, sugiriendo que hay ayuntamiento
carnal entre ambos (1570). Esta interpretación es muy imaginativa, aunque los problemas
amatorios del protagonista inclinan a pensar que el Arcipreste no ha tenido una relación
sexual con la muchacha.
26 El LBA exhibe un fuerte componente oral residual (Jeremy Lawrance 48–49), quizá restos
de un proceso de creación colectiva típico de la literatura oral (Criado de Val ix).
27 Cabe conjeturar que la amenaza y el subsiguiente ataque a la integridad sexual del
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Imágenes de castración
Por otra parte, complementando las referencias médicas a la impotencia
del Arcipreste, en la escena del ataque con el cayado, el arma arrojadiza
que utiliza Gadea de Riofrío tiene además la forma simbólica de un falo,
utilizado burlonamente por una mujer para sesgar la zona corpórea
encargada de regular la virilidad del Arcipreste. El cayado alude, por un
lado, a la autoridad del que lo porta, pero también a la apropiación de lo
masculino. Por tanto, y de forma subsidiaria con respecto a la influencia
del primero, el cayado alude a un complejo de castración simbólica del
narrador, que proyecta en estos monstruosos personajes femeninos un
imaginario psíquico masculino plagado de incertidumbres y aprensiones,
manifestándose en significativas imágenes que aluden a la amputación del
miembro masculino. Esta alusión al cayado como elemento cercenador de
la virilidad masculina está precedida por otra alusión a la castración del
protagonista. La primera serrana –la Chata– después de golpearlo con el
enorme cayado, se lo cuelga al cuello para llevarlo a su hato:
Tomó me rrezio por la mano
en su pescueço me puso
commo a çurrón liviano
e levom la cuesta ayuso. (967)
Vasvári postula que el “zurrón vacío [en realidad el texto dice “liviano]30
que se infla y desinfla con regularidad, connota el escroto vacío de semen”
(“Peregrinaciones” 1567). Es una interpretación ciertamente sugerente
y que corrobora nuestra lectura del episodio como el de una castración
figurativa del protagonista masculino. Mas las alusiones a los ataques contra
la integridad sexual del Arcipreste no acaban aquí. La imagen castradora
del cayado se recupera y se reformula posteriormente, de manera menos
30 En su Tesoro de la lengua española, Covarrubias define liviano como “toda cosa que tiene
en sí poco peso” para asimismo añadir: “sinifica el hombre inconstante y que fácilmente se
muda” (1206), lo cual no deja de ser aplicable al Arcipreste, quien se muestra “inconstante”
(plano sexual) y “mudable” (diferentes personalidades o alter egos) a lo largo de la obra, y en
particular en los episodios de las serranas.
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34 Esta sugerencia no debe ser considerada como un intento para convertir la vida de Juan
Ruiz, que es un total misterio para el lector moderno, en un objeto de análisis psicológico.
No obstante, podría argüirse que la entidad narrativa masculina ha proyectado ciertos
contenidos de carácter misógino en estas figuras monstruosas.
35 Posteriormente, el Arcipreste se burla descaradamente de la tercera serrana, la cándida
Menga Llorente, quien está dispuesta a casarse de buen grado con el protagonista, con tal
de que demuestre que sabe cómo desenvolverse en la sierra. Este encuentro es de tono muy
distinto al de las otras serranas. En primer lugar, la introducción (993–996) es la de menor
extensión de las cuatro serranas. Asimismo, la cántica, leída aisladamente, carece del elemento
grotesco de las anteriores (R.B. Tate 220). Otros detalles específicos revelan otras diferencias:
el Arcipreste no se ha perdido como en los anteriores casos; no existe intimidación de
ningún tipo, ni física ni psicológica; de manera significativa, la temperatura reinante en la
sierra ha subido (“Façía tiempo muy fuerte, pero era verano”), lo que sugiere que ya no nos
encontramos en un gélido locus eremi. A diferencia de las otras muchachas, Menga no solicita
favores sexuales fuera del matrimonio (loco amor) sino que el Arcipreste acceda a casarse con
ella (amor sancionado por el sacramento del matrimonio). La explicación más probable para
estas diferencias es que el autor haya optado por dotar a su narración de una cierta varietas
en la narración, como un medio para mantener la atención del lector u oidor y evitar así el
temido tedium.
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menos una familiaridad significativa) del autor del LBA con los manuales
y tratados de medicina, y en concreto, con los capítulos dedicados en este
tipo de textos a los diferentes obstáculos (por parte de la mujer o el hombre)
para la consecución de las relaciones sexuales. Como se ha indicado, los
manuales médicos más autorizados precisan que dicha incisión conllevaba
una esterilidad definitiva (que sólo podía ser curada mediante una
intervención divina), por lo que el incidente necesariamente debe traducirse
en una incapacidad por parte del protagonista para (man)tener cualquier
tipo de relación sexual.
Segundo, la inclusión del incidente del corte de las venas (sofisticado
conocimiento médico de una cultura letrada) no sólo sugiere una cierta
familiaridad con los manuales y tratados de medicina de la época, sino que
es prueba del dialogismo cultural entre cultura tradicional y cultura letrada
en el episodio y, por extensión, en el LBA. Este punto es especialmente
relevante. Las serranas, representantes de la cultura tradicional, se erigen en
portadoras y transmisoras de conocimientos médicos típicos de un espacio
de conocimiento que en principio les es ajeno. Frente a éstas, se contrapone
el protagonista masculino, representante de una cultura clerical letrada que
sin embargo hace alarde de un profundo desconocimiento de los códigos de
la sierra.
Por último, el cuestionamiento de la sexualidad en el LBA (obra en la que uno
de los temas principales y explícitos es el sexo), leída dentro del contexto de
los saberes médicos medievales, problematiza y erosiona la autoridad moral
de la voz narrativa, su ethos. Hacen, además, que el LBA pueda considerarse,
hasta cierto punto, como un contra ars amandi paródico y muy sui generis,
puesto que la obra del Arcipreste se formula y se presenta –siempre dentro de
su gran heterogeneidad genérica y temática– como una pseudo autobiografía
amorosa cuyo protagonista demuestra una sistemática incapacidad –física
y psicológica– para obtener relaciones sexuales satisfactorias. Ya lo dice
con sorna el autor al comienzo de su obra: “Do coidares que miente, dize
mayor verdat; / en las coplas pintadas yaze la falsedat” (69ab). El LBA es,
por tanto, todo lo contrario de lo que propone en principio: es un canto al
fracaso amoroso. Considerado normalmente dentro de la tradición de los
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