Deyermond2 Sobre El Libro de Buen Amor PDF

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 15


,
• 6. EL «LIBRO DE BUEN AMOR»
y LA POEsíA DEL SIGLO XIV

La investigación y la crítica de la poesía del siglo XIV siguen y seguirán


dominadas por el Libro de Buen Amor. La bibliografía comentada en el pre-
sente capítulo es sólo una parte (muchísimo menos de la mitad) de lo que se
ha publicado en los últimos años, aunque es, desde luego, la parte más im-
portante. Puesto que el investigador necesita una bibliografía completa y ac-
tualizada, le resultará muy útil el nuevo proyecto de difusión electrónica de
la bibliografía de Vetterling [1981]; para más detalles, véase C, XVI, 2 (prima-
vera de 1988), p. 118. ¡Ojalá esté siempre al día!
El acontecimiento más significativo en cuanto al texto ha sido la publica-
ción perada con mucha ilusión desde hace aftos de la edición de Gybbon-
Monypenny [1988]. Fruto de toda una vida dedicada al estudio del Libro, la
edición tiene como base el manuscrito S[alanlanca], supliendo las estrofas que
faltan con el ms. G[ayoso]. Demuestra Gybbon-Monypenny un prudente es-
cepticismo ante la posibilidad de una edición crítica neolachmaniana del Li-
bro; sin embargo, además de enmendar el ms. base cuando parece necesario,
recoge en apéndice todas las variantes no meramente ortográficas. Las notas
al texto constituyen un recurso imprescindible; además, la edición cuenta con
una amplia y excelente introducción, una bibliografía clasificada y un glosa-
rio. 1..0 dicho no implica que no haya que considerar el resto de ediciones pu-
blicadas últimalnente, ni mucho menos. La de Blecua [1983], anticipo de una
edición crítica, enmienda con bastante frecuencia las lecciones del ms. base
(S, completado con G) y aporta una introducción y notas muy valiosas. Jau-
ralde Pou [1981] talnbién elige S (más G) como ms. base, pero con muy pocas
enmiendas, ortografía regularizada (no modelllizada) y una versión literal en
castellano moderno con muchas notas útiles. Zahareas [1989], en calnbio, ofrece
una «edición sinóptica»: la nnsma elección del ms. base que las otras edicio-
nes con enmiendas cuando . pero con una indicación al mar-
gen de cada estrofa de los manuscritos en que figura y de cualquier variación
del orden de los versos. Las variantes más significativas, con el correspondiente
comentario textual, se incluyen en apéndice; cuenta talnbién con una amplia
bibliografía clasificada. Se anuncian dos tomos más: un estudio del contexto
13. DEYERMOND, SUP.
178 EDAD MEDIA LA POEsíA DEL SIGLO XIV 179

histórico e ideológico y un comentario de las fuentes, estilo, etc. Girón Alcon- Hernández [1984-1985], una parte de cuyo contenido se relaciona con el Libro
chel [1985] proporciona al alumno una amplia selección del texto (casi la mi- de Buen Amor. Si no se trata de una falsificación temprana (lo que sería difí-
tad) con interesantes comentarios en las notas, que es donde reside, para el cilmente aceptable), parece establecer una identidad casi indiscutible para nues-
lector más avanzado, el verdadero valor del libro. En el volumen de Rodríguez- tro poeta. Digo «casi indiscutible» porque Kelly [1984] sostiene que el Libro
Puértolas [1978], por otra parte, lo que realmente importa y resulta de gran no se compuso ni en 1330 ni en 1343, sino medio siglo más tarde. Su argu-
interés es la extensa introducción, que se ocupa, principalmente, de las fuen- mentación se apoya principalmente en la función histórica de los arciprestes
tes y del significado ideológico del Libro (la selección del texto, relativamente de aquella época y en la fecha de una fuente jurídica del Libro; sin embargo,
corta, proviene de la bastante singular edición de Corominas, 1967). Thmbién hay razones en contra, como se ha apuntado en varias reseñas del trabajo y
radica en la introducción el interés principal de la versión modernizada (aun- en Hernández [1988] (a quien contesta, a su vez, Kelly [1988]). Véanse tam-
que menos literal que la de Jauralde Pou) de Salvador Miguel [1985]. bién la reseña de Hernández [1987], sobre los problemas históricos, y los co-
Además de las ediciones, hay que tener en cuenta la serie de enmiendas mentarios de Joset [1988], cap. 1.
propuestas por Alarcos Llorach [1985, 1986]; la reseña de Blecua [1987] sobre Thmbién se ha discutido bastante sobre la estructura del Libro: Gericke
los problemas de transmisión del texto, las ediciones y la lengua; y lo que apunta [1981] ofrece un balance metodológico de la primera fase del debate. Nuevos
Joset [1988], cap. 2, sobre los problemas textuales. Según Blecua, la hipótesis rumbos se abren con una ponencia aún inédita de Peter Dronke, donde cita
de la doble redacción del Libro de Buen Amor no es imposible, pero sí muy cuatro obras (tres latinas y una anglo-normanda) de estructuras análogas a
poco probable, ya que el análisis textual y codicológico indica que no se trata las del Libro; con las páginas de Nepaulsingh [1986 en cap. 1, supra], pp.
de una versión ampliada, representada por el ms. S, sino de una progresiva 136-142, en las que relaciona la yuxtaposición de elementos contrarios con la
supresión, a cargo de los copistas, de algunas partes del texto. Gracias a Ble- tradición filosófica del Sic et non; con el libro de Marmo [1983], para quien
cua y a otros investigadores, la hipótesis de la redacción única parece más ra- la estructura del Libro se define por la tensión entre la estructura vertical (ar-
zonable hoy que en el pasado; no obstante, resulta difícil creer que el texto gumento narrativo) y la horizontal (secciones líricas y didácticas); con la po-
más extenso lleve, por mera casualidad, la fecha de composición de 1343, o nencia de Walsh [1979], donde apunta un tipo de estructura que evoluciona
sea, trece años más tarde que la del texto supuestamente reducido. Para Walsh paulatinamente; y con el análisis numerológico de De Vries [1989], en parte
[1979], la constitución del texto se explica por una progresiva ampliación: em- acertado y revelador, en parte discutible. Sevilla Arroyo [1988], en cambio, niega
pezaría con un buen número de poesías cortas, destinadas a la representación que haya una estructura global y coherente: se trata para él de una antología,
oral y, tras toda una serie de fases, se llegaría a la redacción ampliada de 1343. no de un libro con estructura propia. Parr y Zamora [1989] se centran en otro
Es realmente lamentable que de esta fundamental aportación -que, aunque tipo de estructura, la profunda, que dependería de un punto de vista y de una
alguna que otra sugerencia sea discutible, en líneas generales convence- se estructura míticos.
haya publicado sólo un breve resumen. Las afmnaciones de Walsh coinciden La notoria ambigüedad del Libro deriva, por una parte, del estilo y de la
en parte con la argumentación de Orduna [1988], para quien el Libro de Buen afición del poeta a la parodia (comentada infra), y por otra, del carácter pro-
Amor ideado por Juan Ruiz empieza con el prólogo en prosa y termina con teico del protagonista-narrador y del empleo igualmente proteico del sintag-
los «Gozos» 3.° y 4.°, en tanto que las poesías que lo preceden y lo siguen, ma clave «buen amor», cuya tradición posterior a Juan Ruiz comenta Joset
aunque del mismo autor, no estaban destinadas a formar parte del Libro. El [1978]. El <<yo» del Libro ha sido estudiado desde perspectivas críticas moder-
texto que nos ha llegado, tanto en la versión más corta (representada por los nas por Rey [1979] y De Lope [1984a] -estudios perspicaces y compatibles;
mss. G y 1101edo]) como en la más larga (ms. 8), «no refleja un estado redac- véase también Seidenspinner-Núñez [1981]-; Nepaulsingh [1986 en cap. 1, su-
cional, sino meramente recepcional de la obra de Juan Ruiz». pra], pp. 134-137, cree que se trata de un recurso didáctico. Joset [1988], cap.
A lo largo de muchos decenios, nada hemos sabido de la biografía de Juan 3, comenta algunos aspectos de la ambigüedad; sin embargo, Gerli [1981-1982]
Ruiz, incluso se había sugerido a veces que el nombre era un mero seudóni- y Brownlee [1985] plantean la cuestión de nuevo y de forma sorprendente, aun-
mo. Una nueva época se ha inaugurado con dos comunicaciones de congreso que fructífera: la del influjo del pensamiento agustiniano (hay que tener en
(véase HeLE, 1, p. 216), que ofrecieron sendas atractivas identidades (se pue- cuenta, con todo, a Jenaro Maclennan [1979-1980], infra). Gerli recuerda que
den conciliar). Una de ellas, la de Juan Rodríguez de Cisneros, nacido en tie- san Agustín, en el De magistro, concluye que la enseñanza no supone la im-
rra de moros, parece ya fatalmente malograda por la falta de documentos; posición de un punto de vista en el alumno, sino que hay que presentarle dos
sin embargo, hay documentos que parecen confirmar la existencia de un Juan posibilidades e inclinarle a escoger la mejor; según Gerli, esta es la táctica de
Ruiz, Arcipreste de Hita, hacia 1330. El más importante fue publicado por Juan Ruiz. Brownlee amplía la lectura agustiniana del libro al considerar que
180 EDAD MEDIA LA POEsíA DEL SIGLO XIV 181
las Confessiones son un subtexto importante de la obra de Juan Ruiz y al sos- Seidenspinner-Núftez [1981], De Lope [1984] y Vasvari [1983-1984], artículo
tener que Ruiz se apoya en la teoría agustiniana de la enseftanza con el fin este último en que analiza y a veces quizá exagera el alcance obsceno de la
de crear una obra intencionadamente polisémica, aunque es más escéptico que lengua del poeta. La posición de Juan Ruiz frente a la sexualidad y al matri-
san Agustín en lo relativo a la posibilidad de influir en el lector (dicha conclu- monio no está nada clara, como demuestra Burke [1986]: varios episodios del
sión suscita una dificultad: si Juan Ruiz tiene dudas serias respecto de la efi- Libro presentan, a veces ambiguamente (como en el episodio de dofta Garo-
cacia moral de la literatura, ¿por qué se toma la molestia de construir un tex- za), otros tantos modelos de la relación hombre-mujer. Para Zahareas
to tan largo y tan complejo con finalidad didáctica?). Otro enfoque agustiniano [1978-1979], dicha ambigüedad es la táctica adoptada por el poeta para plan-
es el de Seidenspinner-Núftez [1981], cap. 2, pues relaciona la presentación de tear dudas en torno a la prohibición del concubinato clerical (uno de los re-
lo narrado desde diversos puntos de vista con el De doctrina christiana; para sultados del IV Concilio de Letrán).
~l posterior desarrollo de las ideas de Seidenspinner-Núftez, véase lo dicho Lawrance [1984] y Rico [1985] estudian las estrofas 71-76 (éste con más
en el capítulo 5, supra, sobre su comparación entre Juan Ruiz y don Juan Ma- amplitud, aquél analizando también las estrofas 1.606-1.617, sobre las «due-
nuel [1988-1989]. Burke [1989 en cap. 5, supra] cree que entre 1330 y 1343 Juan ftas chicas»). Los investigadores coinciden en que la postura de Juan Ruiz en
Ruiz llegó a dudar de la posibilidad de solucionar los problemas del entendi- estas estrofas -la necesidad natural del acto sexual- representa al aristote-
miento e interpretación. Lo apuntado por los investigadores mencionados so- lismo radical o heterodoxo de las universidades de fines del siglo XIII. Rico
bre la responsabilidad del lector constituye el tema principal del importantísi- demuestra que dicha doctrina constituye la introducción teórica a los fraca-
mo libro de Dagenais [de próxima aparición a]. Según Dagenais, los conceptos sos amorosos del protagonista, en tanto que Lawrance revela el frecuente em-
modernos de texto fijo y lectura centrada en el autor no son apropiados para pleo de la terminología escolástica, mal aplicada a propósito; cf. los dos tra-
la lectura de una obra medieval; para él, la experiencia del lector frente a un bajos con el de Dagenais [1989]. Los dos artículos se rematan con una
objeto físico (manuscrito glosado o anotado por él mismo) es central. Estu- comparación entre la postura de Juan Ruiz y la de Jean de Meun en el Roman
dia varios manuscritos de obras latinas y vernáculas para demostrar la impor- de la Rose: resulta evidente que hay que pensar de nuevo, a pesar de la conclu-
tancia del contexto físico (miniaturas, glosas, etc.) y pasa a examinar los ma- sión negativa de Frederick Bliss Luquiens (1907), en la posibilidad del influjo
nuscritos y fragmentos existentes del Libro de Buen Amor, pues suponen del Roman. Thmbién se desprende que el público del Libro -considerando
actitudes muy distintas de los copistas y de los lectores (compárese con lo que el texto en su totalidad, no necesariamente el público de episodios sueltos-
afirma Nepaulsingh [1986 en cap. 1, supra], pp. 212-217, sobre el libro como era culto. A la misma conclusión se llega en una serie de trabajos sobre el pró-
objeto físico). La «glosa mayor» del título es para Dagenais el universo y la logo del Libro. Jenaro Maclennan [1974-1979] identifica en el prólogo las fuen-
experiencia moral del lector medieval, que constituyen el contexto de la obra. tes agustiniana y gregoriana de la teoría de la cognición, y concluye que Juan
Tiene razón en lo referente a la lectura medieval de la obra, pero queda sin Ruiz parece rechazar la doctrina agustiniana y preferir la de San Gregorio (de
resolver el problema de la actitud que adoptamos al leer la obra: el camino lo que se derivan consecuencias -no consideradas hasta el momento- para
apuntado con tanta erudición e inteligencia por Dagenais es el de la historia los trabajos de Seidenspinner-Núftez, Gerli y Brownlee sobre el agustinianis-
de la cultura, que puede ser muy distinta de la crítica literaria. mo del pensamiento del Libro). Asocia Jenaro Maclennan la postura y la for-
Otros trabajos se ocupan del ambiente histórico y cultural del autor y de mación intelectual de Juan Ruiz con las de los averroistas de los siglos XIII
su propósito al escribir la obra. Menéndez Peláez [1980], contraponiendo el y XIV (cf. con las afirmaciones de Lawrance y Rico, comentadas supra, sobre
amor cortés al amor cristiano, sitúa el Libro de Buen Amor en el contexto el aristotelismo heterodoxo). No acepta este autor la explicación, generalmen-
del IV Concilio de Letrán (1215); para él, no hay duda en cuanto al propósito te admitida, de que la forma del prólogo sea análoga a la del sermón erudito
didáctico del poeta. Otras interpretaciones didácticas son la de Prieto [1980], (paródico o no); según él, es más bien una oración meditativa (muy parecida
que sostiene que el título del Libro indica su finalidad, y la de Guzmán [1980], es la opinión de Burke [1980-1981]). Al igual que Rico [1985], p. 169, Dage-
refundición de su libro de (1963), del que mantiene la argumentación esen- nais [1986-1987] remite las ideas literarias que se encuentran en el prólogo al
cial, basada en algunas secciones del texto en las que parece advertir a las accesus académico, pues a menudo se ocupaba de la contradicción entre la
mujeres de los peligros de la seducción (por ejemplo, el episodio de dofta En- doctrina cristiana y el estudio de los autores paganos (para otro aspecto del
drina y el de la «duefta apuesta»); sin embargo, tanto en la nueva versión como interés de Juan Ruiz por algunas cuestiones literarias, véase Deyermond [1980)).
en la original, no toma en consideración otras secciones poco compatibles con Estos trabajos, en el supuesto de que se acepten la mayor parte de sus conclu-
su argumentación. Por ejemplo, no trata de conciliar su hipótesis con el gusto siones -y hay que subrayar que las pruebas a su favor son impresionantes-,
del autor por la parodia, estudiado de diversas maneras por Walsh [1979-1980], nos muestran a un Juan Ruiz muy alejado del poeta ajuglarado de la crítica
182 EDAD MEDIA LA POEsíA DEL SIGLO XIV 183

de antafio; con todo, no debemos olvidar que muchas de sus poesías debieron saber y destreza, condena implícita de su comportamiento inmoral); su méto-
de atraer también al gran público (recuérdese, por ejemplo, lo dicho por Walsh do difiere mucho del de Walsh [1983], que investiga el alcance cómico de los
[1979] y véase Joset [1988], cap. 4.1-2). 41 nombres o apodos de la alcahueta (estrofas 924-927], sugiriendo que gran
Aunque ya se han comentado varios trabajos sobre las fuentes del Libro, parte del humor dependería de ciertos contextos intelectuales y de representa-
hay que agregar el artículo de Martínez 'lbrrejón [1987], que demuestra una ción que hoy desconocemos. Otro personaje muy influyente en la fortuna del
coincidencia estrecha entre los consejos de Don Amor y 1l"otaconventos y el protagonista es Don Amor; Joset [1988], cap. 4.3, estudia un posible origen
Facetus (no sabemos todavía si se trata de un influjo directo o de una fuente mitológico de su representación. El episodio de doña Endrina, el más largo
común de la tradición seudoovidiana). Walsh [1979-1980] va más allá de las del Libro, es también uno de los pocos cuya fuente ha sido identificada con
fuentes particulares para estudiar la relación entre el Libro y el mester de cle- seguridad (aunque no hay duda de la tradición utilizada por Juan Ruiz, en
recía, localizando en la obra de Juan Ruiz el frecuente empleo (a menudo pa- muchos casos no ha sido posible localizar su fuente exacta): Seidenspinner-
ródico) de fórmulas y otras técnicas y temas del mester. El artículo simultá- Núñez [1981], cap. 3, y Phillips [1983], cap. 2, lo comparan detenidamente
neo de Prieto [1980] se sirve de un método distinto para llegar a una conclusión con la fuente, el Pamphilus, pero alcanzan conclusiones algo distintas. Los
parecida a la de Walsh: Juan Ruiz quiere romper con la «monotonía canoni- cuatro episodios de las serranas también han atraído mucho la atención; en
zada» del mester de clerecía con una obra de tono muy personal. De Lope concreto, dos estudios muy interesantes aplican el concepto carnavalesco de
[1984b] analiza la presencia de algunas tradiciones populares en varias partes Mijail Bajtín: De Lope [1984b] (cf. [1985]) y Kirby [19860]. Aquélla estudia
del Libro. Otra faceta de la herencia cultural del poeta, el tan discutido influ- también la batalla entre doña Cuaresma y don Carnal; éste asocia los episo-
jo islámico, reaparece en dos artículos de López Baralt [1984, 1987], más res- dios de las serranas con las romerías y con el calendario litúrgico. Lo dicho
trictivos, más exactos y, por lo tanto, más convincentes que la argumentación por ambos autores sobre estas cuestiones convence, pero no así la asociación
de Américo Castro. No pretende que el Libro sea una obra de inspiración fun- que hace De Lope entre episodios de serranas y viajes al otro mundo, ni la
damentalmente islámica, sino que «el contacto cotidiano del Arcipreste de Hita hipótesis de Kirby sobre una representación cantada del Libro entero (tam-
con lo musulmán es palmario»; hay que tomarlo muy en cuenta. bién sorprende que Lawrance [1984] siga creyendo, a pesar de lo que nos ense-
Los estudios de algunas secciones o elementos narrativos del Libro de Buen ña acerca del público culto, en la representación oral del Libro); véase tam-
Amor son numerosos y a menudo derivados de las recientes tendencias críti- bién Dagenais [de próxima aparición b]. Álvarez [1982-1983] estudia el episodio
cas (para una reseña más amplia de la aplicación de dichas tendencias a la de doña Garoza en tanto que es el único que dramatiza mediante sus protago-
lectura del Libro, véase Deyermond [1987]). A los trabajos sobre el prólogo nistas la oposición entre el buen amor de Dios y el loco amor del mundo. Pa-
en prosa, ya comentados, añádase el de Álvarez [1981]: hace un análisis es- recida oposición, aunque en una parte no narrativa, es el tema elegido por
tructuralista de los prólogos, en prosa y en verso, que complementa su ante- Vasvari [1985-1986]: la lujuria y su castigo eterno en la sección sobre los peca-
rior y más tradicional estudio [1980] de las estrofas 1.626-1.630, donde el poe- dos mortales y a lo largo del Libro. Morreale dedica a diversas partes líricas,
ta se despide de sus lectores (Álvarez indica paralelos entre este epílogo y el con edición crítica y comentario textual, su conocida pericia en la historia lin-
prólogo en verso). El episodio de doña Cruz, uno de los pocos que contienen güística: los Gozos [1983, 1984], la glosa del Ave Maria, los estrofas 1.661-1.667
versos líricos y cuadernavía, ha despertado el interés de varios críticos a causa [1981] y la invectiva contra la Fortuna, estrofas 1.685-1.689 [1980]. Finalmen-
de su compleja ambigüedad erótico-religiosa; la más reciente aportación es te, Marmo [1983], en el curso de su estudio de la estructura, analiza varias
la de Vasvari [1983], que explora las distintas posibilidades eróticas. Tempra- secciones del Libro.
no [1985] hace un análisis global, según el método de Propp, de los cuentos Las imágenes, recurso frecuente y fundamental del estilo de Juan Ruiz,
populares. Otros dos extensos estudios, de características muy distintas, se cen- casi habían sido pasadas por alto hasta que se les dedicó en 1973 una tesis
tran en sendos cuentos en particular: McGrady [1980] compara la historia de doctoral, luego reelaborada en forma de libro (phillips [1983]): concluye que
don Pitas Payas con algunas historias análogas en otros idiomas y concluye los paralelos y contrastes entre imágenes tienen una finalidad didáctica.
que, en vez de ser un cuento oral adaptado por Juan Ruiz, tuvo, probable- Seidenspinner-Núñez [1981], cap. 4, sin embargo, aprecia en ellas otro aspec-
mente, su origen en el Libro de Buen Amor y se difundió por medio de textos to del perspectivismo paródico; aunque Holzinger [1980], basándose princi-
escritos; Morreale [1987] presenta una edición crítica, con comentario textual palmente en las imágenes de la caza, coincide con Phillips en lo relativo a la
y lingüístico, de una de las fábulas esópicas y la compara con la versión latina función didáctica de las imágenes, Vasvari [1988-1989] interpreta de manera
de Walter el Inglés. Kantor [1977] hace un análisis semiótico del papel de 1l"0- erótico-obscena los nombres de las plantas. De Lope [1985] analiza las imagé-
taconventos y de la forma en que nos es presentada (alabanza explícita de su nes del agua en los episodios de las serranas: unas (de origen folklórico) son
184 EDAD MEDIA LA POEsfA DEL SIGLO XIV 185

eróticas; otras, por el contrario, religiosas. Otro tipo de imagen, la de la músi- que aún no se haya publicado. Mientras tanto, Romero Thbar ha publicado
ca, revela también, según Lanoue [1980-1981], la oposición entre el amor mun- dos trabajos muy útiles: una transcripción de un manuscrito del siglo xv, con
dano y el de Dios. Kirby [1986b] comenta brevemente la importancia funda- variantes de otro del siglo XVIII y stemma provisional [1979-1980], y una edi-
mental de las imágenes de la caza y del viaje; sin embargo, la mayor parte ción de la sección dedicada a San Ildefonso de una versión castellana de la
de su artículo se centra en el empleo de dos palabras diseminadas por casi Legendoaurea [1984]. Para fechar la Vida entre 1303 y 1309, Salvador Miguel
todos los episodios, provar y servir, y de sus derivados: «Juan Ruiz utilizó [1982] se vale de datos de diversa índole.
-al nivel de la palabra- la técnica del entrelazamiento para conseguir una Unos decenios más tarde, Rodrigo Yái'íez compuso el Poema de Alfonso
unidad eficaz pero sutil». La conclusión de Kirby supone que hubo una revi- XI, del que esperamos todavía una edición crítica (véase HCLE, 1, p. 221).
sión cuidadosa de poesías independientes en el momento de su inclusión en Ya poseemos, sin embargo, dos nuevas líneas de investigación de gran interés.
el Libro. Vaquero [1988] retoma la cuestión que relaciona el Alfonso XI con el Poema
Muy célebre es la parodia de la épica en la batalla de dofía Cuaresma y da batalha do Salado, del portugués Alfonso Giraldes, y descubre nuevas es-
don Carnal; no obstante, las investigaciones recientes demuestran que la rela- trofas del texto fragmentario de este último [1987] comparando los poemas
ción del Libro de Buen Amor con la épica es mucho más intensa. Cotrait [1978] castellano y portugués con himnos latinos a resultas de la batalla; concluye
redacta un largo inventario de fórmulas épicas en el Libro y compara algunos que los dos poemas vernáculos provienen de una tradición común y que re-
de sus elementos narrativos con los del Libro de Alexandre, el Cantar de Mio presentan un nuevo tipo de épica popular. Lanoue [1986] interpreta que la re-
Cid y el Poema de Fernán González: no es seguro -lo dice el mismo Cotrait- creación de los hechos históricos en el Poema tiene como fin la creación de
que se trate de una serie de préstamos directos, pero sí parece que Juan Ruiz un mito al servicio de la ideología oficial de Alfonso XI.
tuvo un conocimiento bastante profundo de la épica. Th.l conclusión, al igual Los Proverbios morales de Santob de Carrión, a caballo entre los reinados
que la de Walsh [1979-1980], la confirma Girón Alconchel [1984] (aunque, por de Alfonso XI y Pedro, no han sido desatendidos (véase HCLE, 1, p. 222),
desgracia, parece desconocer el artículo de Cotrait), subrayando la importan- pero su estudio se ha ido transformando en los últimos afios, gracias sobre
cia de la oralidad en la lengua de Juan Ruiz e interpretando el uso de la len- todo a T.A. Perry. Su edición [1986] se basa en el ms. M [adrid], apenas consi"
gua épica como un aspecto del plurilingüismo del Libro. En otra ocasión, Gi- derado desde mediados del siglo XIX; se trata de una edición regularizada y
rón estudia la variedad estilística, reflejo (entre otras cosas) de diversos registros en su caso enmendada a partir de otros manuscritos. Aun sin restarle impor-
sociales, «una exhibición del diasistema estilizado» [1986], y analiza el campo tancia al útil glosario, el elemento más notable es el extenso comentario del
semántico de dos palabras en relación con la práctica literaria de Juan Ruiz texto (más de cien páginas), donde se ocupa de cuestiones léxicas, estructura
[1987]. Sobre la lengua, véanse también Read [1983 en cap. 1, supra], cap. 2, temática e ideología. Su estudio crítico [1988], al que adjunta una traducción
y Alvar [1988 en cap. 5, supra]. La métrica, aparte de alguna edición, no ha inglesa del texto, se centra en las imágenes, la doctrina, el subtexto bíblico,
sido muy estudiada, pero conviene sefíalar dos aportaciones interesantes: Yndu- la relación del poeta con la obra y su reelaboración de la tradición filosófico-
ráin [1973] descubre que en un 10 por 100 de las estrofas de cuadernavía del moral. La base de la edición de Shepard [1986] no está muy clara (afirma ba-
Libro el último verso recibe un énfasis especial; Clarke [1984] aprecia en las sarse en los cuatro manuscritos principales); al igual que González Llubera
estrofas 1.508-1.512 un romance temprano. (1947), incluye las variantes. La introducción trata principalmente de la heren-
La Vida de San Ildefonso del Beneficiado de Úbeda ha sido una de las cia cultural judía, incluida la relación con una obra en hebreo del propio San-
obras menos estudiadas de la cuadernavía; no se ha registrado un cambio apre- tob (que, a su vez, estudia detenidamente Colahan [1979]). García Calvo [1983]
ciable: la edición de Alvar Ezquerra [1975], además de la transcripción del revisa el texto de su edición de 1974 y pone al día la introducción. Joset [1980]
único manuscrito entonces conocido (del siglo XIX), incluye un extenso estu- analiza la presentación del yo poético en algunas secciones de los Proverbios
dio y una edición crítica. En [1980] reproduce ambas formas del texto, sin no- y, provisionalmente, concluye que no se trata de la convención ejemplarizante
tas, para facilitar la consulta de las concordancias (establecidas a partir de de su época, sino, en la mayoría de los casos, de una primera persona auténti-
la edición crítica), los índices de frecuencia, la concordancia lematizada, el camente autobiográfica. Colahan y Rodríguez [1983] estudian tres géneros (dos
índice alfabético inverso y la lista de rimas; sólo echamos de menos, en la con- árabes y uno hebreo) que desarrollan dos elementos opuestos para llegar a
cordancia, el contexto de las palabras. El descubrimiento de nuevos textos, un equilibrio. Sostienen que Santob se apoyó en estos géneros para dos de
después de publicado el trabajo de Alvar Ezquerra, abrió la posibilidad de sus obras hebreas y para alcanzar el relativismo de los Proverbios morales (con-
una edición crítica muy distinta. John K. Walsh tiene preparada dicha edi- tra la hipótesis del relativismo, véase, sin embargo, la argumentación de Perry).
ción desde hace afios; es una lástima -y un misterio que no me explico- Una poesía lírica casi contemporánea de los Proverbios morales, «En un tiempo
186 EDAD MEDIA LA POESíA DEL SIGLO XIV 187

cogí flores», atribuida a Alfonso XI, renueva métrica y estilisticamente las de San Gregorio en el pensamiento de López de Ayala a lo largo del Rimado;
convenciones de las cantigas de amor gallego-portuguesa; Beltrán Pepió [1985] Morreale [1983] ofrece una muestra de un futuro estudio monográfico de las
estudia la métrica y el empleo -característicos sólo del siglo XIV- de las imá- fuentes bíblicas de la obra. Otros dos artículos, finalmente, tratan de algunas
genes florales referidas a la dama. secciones del Rimado: Lapesa Melgar [1986] estudia los cuatro poemas peni-
La última gran figura poética del siglo XIV es Pero López de Ayala (sus tenciales y Strong [1984] la sátira de los estados (estrofas 191-371); los dos se
obras en prosa se incluyen en el capítulo lO, ¡"'ra). Aunque ya contábamos ocupan de la impronta personal que dio López de Ayala a la tradición heredada.
con estudios biográficos, Garcia [1983] plantea de nuevo las cuestiones de su Queda aún mucho por hacer en la investigación de la poesía del siglo XIV
vida y ascendencia (subraya la importancia del padre del autor), utilizando (especialmente, una edición crítica del Poema de Alfonso XI), pero en los úl-
fuentes documentales y cronísticas. 'Il'as estudiar las crónicas y las traduccio- timos afios hemos apreciado progresos decisivos, tanto en las ediciones como
nes, pasa a examinar la relación de López de Ayala con la Orden de San Jeró- en los estudios literarios.
nimo y, a continuación, la estructura y la historia de la composición del Ri-
mado de palacio. Un tema omnipresente de este libro imprescindible es la
relación entre las obras, la vida y la personalidad del autor -tema también BIBLIOGRAFíA
del artículo en el que Orduna [1986] asocia las secciones del Rimado redacta-
das en épocas distintas con sus fuentes y con sus propósitos didácticos-o El Alareos Llorach, Emilio, «Minucias sobre el texto de Juan Ruiz», en Estudios Soria
creciente ritmo de los estudios ayalianos precisa de una bibliografía critica com- (1985), 1, pp. 259-265.
pleta; la ya muy amplia publicada hace unos afios (Wilkins [1982-1983]) sigue -, «Notas al texto de Juan Ruiz», en Studia Riquer (1986), pp. 187-200.
siendo útil, pero hay que rehacerla. En la HCLE, 1, p. 222, se comentaron Alvar Ezquerra, Manuel, ed., Beneficiado de Úbeda, Vida de San Ild~onso, Instituto
Caro y Cuervo (Publicaciones del Instituto, XXXVij, Bogotá, 1975.
dos ediciones del Rimado, las de Garcia (1978) y Joset (1978), que subsana-
-, ed., Concordancias e fndices léxicos de la «Vida de San Ild~onso», Univ. de Má-
ron, cada uno a su manera, la falta de una edición crítica. Aunque algún as-
laga, 1980.
pecto sea discutible, ambas supusieron un progreso muy importante en los es- Álvarez Nicolás, Emilio, «El epílogo del Libro de Buen Amoro, en Keller Studies (1980),
tudios textuales del Rimado. La aportación de Orduna [1981a] es aún más pp. 141-150.
notable: descripción minuciosa de los manuscritos y constitución, tras una cui- -, <<Análisis estructuralista del Prefacio del Libro de Buen Amon>, KRQ, XXVIII (1981),
dadosa colación, del stemma; edición critica basada en el ms. [Biblioteca] pp. 237-255.
N[acional], cuyas lecciones a menudo se enmiendan según los criterios que -, «'Loco Amor', goliardismo, amor cortés y 'buen amor': el desenlace amoroso del
se explican; variantes, y más de 220 páginas de notas de comentarios textual, episodio de dolla Garo~ en el Libro de Buen Amon>, JHp, VII (1982-1983), pp.
literario e histórico; sólo se echa de menos un glosario. La edición es el fruto 107-119.
de 17 afios de investigación; sin embargo, es una lástima que, aunque termi- Beltrán Pepió, Vicente, «La cantiga de Alfonso XI y la ruptura poética del siglo XIV»,
nada en 1977, apareciera tres afios después de las de Garcia y Joset, de modo AFE, II (1985), pp. 259-273.
que ninguno de los editores pudo tener en cuenta los logros de lós otros. La Blecua, Alberto, ed., Libro de Buen Amor, Planeta (Clásicos Universales, LVII), Bar-
editio maior fue reducida y convertida en una editio minor [1987]: texto críti- celona, 1983.
-, «Los problemas filológicos del Libro de Buen Amon>, [naula, 488-489 (julio-agosto
co, aunque sin aparato, amplia introducción biográfica y literaria, y muchas
de 1987), pp. 38-39.
notas explicativas. Habida cuenta de estas tres ediciones criticas, José Luis Coy Brownlee, Marina Scordilis, The Status 01 the Reading Subject in the «Libro de Buen
decidió aplazar, y tal vez renunciar, a la publicación de la suya, anunciada Amoro, Univ. of North Carolina (Univ. of North Carolina Studies in Romance
en HCLE, 1, p. 222; reúne, como contrapartida, sus trabajos [1985a] sobre Languages and Literatures, CCIV), Chapel Hill, 1985.
problemas textuales y agrega [1985b] un ensayo sobre la regularidad métrica Burke, James F., <<I'he Libro de Buen Amor and the Medieval Meditative Sermon na-
del Rimado. Otros dos importantes artículos discurren sobre la estructura del dition»,c: IX (1980-1981), pp. 122-127.
Rimado: Orduna [1981b] la estudia centrándose en la redacción final y rela- -, «La cuestión del matrimonio en el Libro de Buen Amon>, en Actas VIII AIH (1986),
cionándola con los temas (cf. Orduna [1986]), en tanto que Coy [1986] se ocu- 1, pp. 285-291.
pa de la primera parte (estrofas 1-704), que se organiza principalmente según Clarke, Dorothy Clotelle, «Juan Ruiz: A Romance viejo in the Libro de Buen Amor
los tratados de teología moral y los manuales para confesores; hay que indi- (la mora)?», KRQ, XXXI (1984), pp. 391-402.
car, con todo, que las rúbricas del ms. N oscurecen a menudo la estructura Colahan, Clark, «Santob's Debate: Parody and Political Allegory», S~arad, XXXIX
(1979) pp. 265-308.
básica. Kinkade [1980] rastrea la influencia del libro de Job y del comentario
FRANCISCO J. HERNÁNDEZ

EL «VENERABLE JUAN RUIZ, ARCIPRESTE DE HITA»

El autor del Libro de Buen Amor (LBA) era un arcipreste de Hita,


en el arcedianato de Guadalajara, diócesis de Toledo; su nombre era
Juan Ruiz, y vivió durante la primera mitad del siglo XIV. Estas fra-
ses resumen lo que sobre él da como seguro la mayoría de los historia-
dores de la literatura hasta el momento. Nunca se ha encontrado prueba
alguna que confIrme estas creencias, de ahí las periódicas dudas cuando
se suponía que el nombre de Juan Ruiz era un seudónimo, o cuando
se afIrmaba que el carácter literario del narrador-protagonista era el
único aspecto de la autoría de la obra digno de consideración. [... ] La
mención de un (<venerabilis Johannes Roderici archipresbiter de Fita»
entre los testigos relacionados al final de un documento judicial pro-
nunciado por un tribunal eclesiástico hacia 1330 nos permite fmalmente
tener seguridad acerca de la auténtica identidad de Juan Ruiz.
[No poseemos el documento original, pero sí una copia que apare-
ce al verso del primer folio de un cartulario de la catedral de Toledo,
llamado Liber priuilegiorum ecc/esie Toletane, conservado en la ac-
tualidad en el Archivo Histórico Nacional, en Madrid.] El documen-
to reproduce el fallo dictado por el magister Lorenzo, canónigo de Se-
govia, que actuaba como árbitro en una disputa entre el arzobispo de
Toledo y la cofradía (o cabildo) de los párrocos de Madrid sobre sus
respectivas jurisdicciones en materia de penitencia eclesiástica. [Más

Francisco J. Hemández, «Juan Ruiz y otros arciprestes, de Hita y aledal'los», La


Coránica, XVI, 2 (1987-1988), pp. 1-31 (5-7,9-10, 15-17); pero los párrafos inicial y fi-
nal están tomados de <<The Venerable Juan Ruiz, Archpriest of Hita», La Coránica,
XIII, 1 (1984-1985), pp. 10-22 (lO, 14-15).

14.-0EYERMOND. SUPo
194 LA POEsíA DEL SIGLO XIV EL «VENERABLE JUAN RUIZ, ARCIPRESTE DE HITA» 195
adelante volveremos a encontrar esta disputa.] Es en las filas de los [Además de sus tareas legales y administrativas, los arciprestes te-
arciprestes rurales, el escalafón administrativo más bajo de la diócesis nían otras obligaciones, de corte inquisitorial, respecto a los clérigos
-arzobispo, arcediano, arcipreste- en donde hay que encuadrar la y fieles de su territorio. Éstas les obligaban a desplazarse a cada lugar
figura de Juan Ruiz. La Primera Partida (PP) nos dice que debían obe- para actuar como prescriben los manuales de visitadores.]
decer a su arcediano-ya su obispo, y que estaban encargados de reali- En cada parroquia, el visitador debía observar el estado físico y
zar una visita pastoral cada año para supervisar a los clérigos y legos económico de la iglesia, la moralidad e instrucción de los clérigos y
del distrito (PP, VI, 9) la situación de los parroquianos. En cuanto a los clérigos, debía averi-
guar si tenían concubinas públicas, así como el número y edad de sus
[En diócesis grandes,] como la de Toledo, los arcedianos podían encargarse
hijos, o si bebían en tabernas, jugaban a los dados, llevaban armas,
de tales visitas o delegarlas en los arciprestes, como sugiere la PP. En el caso
concreto del arciprestazgo de Hita, dado el absentismo endémico del arcedia- practicaban la magia, eran blasfemos o usureros, y, finalmente, si re-
no de Guadalajara en la primera treintena del siglo XIV, tal situación debía sidían en la parroquia (como era su obligación) y cumplían su oficio
ser normal. El arcipreste, por lo tanto, debía mantenerse en contacto con su celebrando las horas canónicas, diurnas y nocturnas, en la iglesia. El
prelado, fuente de instrucción manifestada por escrito a través de constitucio- visitador debía también leer a sus clérigos las constituciones canóni-
nes sinodales o conciliares, o por medio de mandatos ad hoc. [...] Como in- cas mas recientes, enterarse de si obedeCÍan las anteriores e inspeccio-
termediarios entre sede metropolitana y distrito rural, los arciprestes rurales nar los estatutos locales. Si descubría clérigos concubinarios debía con-
adquirieron ese carácter de clérigos itinerantes que, en contextos distintos, nos denarlos y denunciarlos por escrito, dando pelos y señales de los
pintan las fuentes literarias, desde el Poema de Fernán González hasta el LBA. amancebados.
[Además, se les responsabilizaba de la recaudación del diezmo, aunque no
siempre fuesen los colectores materiales del mismo. Por si fuera poco, los ar- [En todo caso, debía reflejar los resultados de su visita en un in-
ciprestes debían emitir ciertos documentos legales, como testamentos, y, al mis- forme escrito en el que constase todo lo que había averiguado. La vi-
mo tiempo, mantener registros sobre esa documentación y sobre las nóminas sita debía tener, por lo tanto, un doble carácter: pastoral e inquisitorial.]
parroquiales, visitas pastorales, pago del diezmo, limosnas para la cruzada y En cierto modo, el LBA es precisamente una parodia de un trata-
otros asuntos.] do sobre la visita pastoral, desde la oración y sermón introductorios
El sínodo de 1323 da atribuciones a los arciprestes para encarcelar malhe- hasta el «informe» final sobre los concubinarios de Talavera. Entre
chores, y la descripción de 1379 indica el coste de los procesos de encarcela- medias, formando el cuerpo del libro, destacan las secciones sobre vi-
ción, entrega al brazo secular o liberación. Para mantenerse a flote entre todo
ese papeleo, los arciprestes solían contar con su propio escribano. [... ] Todo
cios, virtudes, horas canónicas ... , temas recomendados en los trata-
lo anterior refleja una actividad de los arciprestes que presupone una cierta dos de visita para predicar a los visitados, y, por encima de todo, la
pericia legal, tanto en el campo del derecho canónico como en el del derecho confesión seudo autobiográfica de los amores del Arcipreste, similar
civil, dentro del cual convenía que también tuviesen validez testamentos y con- a las confesiones y relatos que Juan Ruiz debía oír en el desempeño
tratos. A veces la realidad no estaba a la altura del ideal. No son raras las de sus funciones eclesiásticas. El LBA es una gran visita y mucho más.
condenas de la ignorancia y extralimitaciones de los arciprestes, desde las cons- [Como vemos, el problema de los sacerdotes amancebados era uno
tituciones del cardenal Gil Torres, a mediados del siglo XIII, hasta los síno- de los que atañían más directamente la labor de los arciprestes. Du-
dos toledanos de la primera mitad del XIV. En los de 1323 y 1326 se les pro- rante toda la Edad Media, concilios y decretos atacaron con mayor
hibió que interviniesen en causas matrimoniales graves, porque, ut iam jactum
nouimus, ignoraban los cánones y el derecho; también se les excluyó de cau-
o menor intensidad esta práctica. En 1292, el arzobispo Gonzalo Pé-
sas criminales que podían caer en la esfera del derecho canónico. La pirotéc- rez (<<Gudiel») volvió a convocar un concilio provincial en Valladolid,
nica exhibición de erudición legal que representa el juicio de don Simio en donde citó a sus obispos sufragáneos para que compareciesen en el
el LBA, es, entre otras cosas, una réplica de Juan Ruiz contra el sambenito mes de abril.] En la primera de dos partes se exigía a todos los benefi-
de ignorantes endosado a los de su gremio por la opinión pública. Lo mismo ciados que no tuviesen órdenes que se presentasen en Toledo para ser
podría decirse de las citas eruditas de libros de derecho canónico en la digre- ordenados el lunes antes del sábado anterior a Navidad, día llamado
sión sobre la penitencia que sigue a la prisión de don Amor. «Sábado de las Órdenes»; la segunda parte era una amonestación a
EL «VENERABLE JUAN RUIZ, ARCIPRESTE DE HITA» 197
LA POESíA DEL SIGLO XIV
~ ~ La diferencia entre la tibieza del arcipreste y el ardor del vicario no es casual;
1 b donasen inJIle lata- estaba así expresada para que lo viese el arzobispo, y refleja la adhesión in-
los clérigos concubinarios ordenándo es que a ~ n que durante los condicional que un vicario debía a su prelado, en contraste con la posición
mente a sus mancebas. [Los informeSl] nos sdugleredel ar~obisPO San- más ambigua del arcipreste, también ligado, y quizá apoyando, a sus clérigos
ron entre os per ones 92 1
casi cuarenta afios que ~as~ IV en 1254 Yla inquisición de lZ ,a rurales. [... )
cho aprobados po~ Alejan ro. no debió hacer más qll~ a~u­ La posición contradictoria en que le colocan sus lealtades, hacia su supe-
legislación reformIsta del temIdo t~gado '1' d d la visIta 10- rior y hacia sus subordinados, es semejante a la que muestra el arcipreste lite-
mular polvo. Después de cuatro ~ecadas de tran~~~~ :o~siderable en rario de la cántica de Thlavera, cuando lleva el mandato arzobispal a sus cléri-
quisitorial de los arciprestes debIÓ causar un r~ Juan Rlliz u otro gos «más con midos que de grado» (1.691b); el punto de vista del propio Juan
. .' t mo para que un Joven Th Ruiz en el LBA también oscila, desde una aparente simpatía hasta una clara
la archidiócesIs. ¿Suflclen e co 'b' la CánticO de - condena, al describir las debilidades de los clérigos. Y la condena menos am-
tt t'
que conociese la Consu a 1 0 . sacerdotum escn lese
á que probab es, y1
bigua ocurre en la digresión sobre la confesión (estr. 1.144-1.161), cuando el
lavera? Esa posibilidad, u otra~~ana~~e~~ s~~'::;c; sea llaIllado don arcipreste ridiculiza transgresiones de los clérigos parroquiales en el campo

~~l ~n':~:~ ~;;;;al~~~:~s~t~is~~ del n;~b;en~e~~~:~ t.~.r~~~~ penitencial, similares a las que, desde 1317, habían intentado los clérigos de
Madrid so la capa de su cabildo. Esto es 10 que desencadenó el largo conflicto
con el primado que terminó, hacia principios de 1330.
personaje en una obra satírica sena o nor l' . 'a toledana que
quizá otras ocasiones en que la clere1a d~ a 'pro:~~c:a toviese desco- [La vista se celebró en Alcalá de Henares, cuyo arcipreste, Álvaro Ruiz,
«tovies man¡;eba, casada nin soltera, qu qUl~.~ almente lo que dice representaba los intereses del arzobispo y donde Gimeno Pérez y Gonzalo Pé-
mulgado era» (LBA, 1693). Pero, si aceptamos 1 er 11 ado papal de- rez actuaban como abogados por la cofradía. El fallo puede dividirse en dis-
la Cántica debió ser escrita antes de ~322, cuandbo.e egeorurn [... ] sus- tintas secciones: la primera reconoce el estatus legal de la cofradía y, en con-
secuencia, su derecho a utilizar un sello y a tener sus propios fondos (archam
, . binarIos ac concu mas
claró que «contra clen~os ~o~cu ligent de cetero». comunem); la segunda describe los limites jurisdiccionalés de la cofradía, ase-
. . et "'"
penslOms -,comumcatlOms poenas non gurando, por encima de todo, la supremacía del arzobispo.] Así acabó, en 1330,
el conflicto entre Madrid y el arzobispo de Toledo. Los encuentros de los jue-
. d la tarea de los
[Uno de los ejemplos más int~res~ntes sobre la actlt:z~bisPOs y las ne- ces eclesiásticos de Madrid continuaron hasta el siglo XVI, cuando se dieron
arciprestes, divididos entre s~s ~bliga~o:;;:::ap~~~sl:ente el conflicto que
nuevos pasos para reforzar la independencia del clero local. Pero esa es otra
historia. Debemos concentrar ahora nuestra atención en el arcipreste de Hita
cesidades más elementales de c ero m , . Madrid) que fue espectador y testigo de este juicio. El <<venerable Juan Ruiz, arcipreste
estalló entre el arzobispo de Toledo Y los cléng?s de . re Gómez no qui- de Hita», es el primero de los ocho testigos nombrados al final del fallo judi-
La rebelión se inició en 1317, cuando el arz:~s~o. G~~~: de cabildo, dere- cial dictado en Alcalá de Henares. Esta es la primera y la única vez que su
so reconocer a la clerecía madrilefia la person a Jun Guadalajara e Hita nombre y su cargo aparecen juntos en un documento histórico, lo que confir-
cho del que hacía tiempo gozaban lugar~s c?,?o ~r;;::~n primer momento ma el parcial carácter autobiográfico del LBA. Los episodios del libro en que
y que probablemente reclamaban con J~s:~~~il~fios por una carta que les se retrata a sí mismo como protagonista pueden muy bien ser completamente
don Gutierre creyó poder someter a 10 . dor de la carta, llamado, ficticios, o basados en modelos literarios más antiguos, pero el uso de su nombre
envió exigiendo obediencia total. El mensajero porta . ro del LIJA, v. 117b), y de su rango eclesiástico auténticos indica que deseaba que se le considerara
por cierto Ferran García (igual que el famoso men~~Jemuy movido. Intentó protagonista de carne y hueso. El LBA parece hacerse eco de algunos de los
He ó a Madrid el 28 de enero de 1317 Y tuvo un la . lesia de San Nico- datos históricos sobre el Arcipreste que se han descrito aquí. [oo.) Siempre se
~ ero leer la carta a la clerecía madrilefia, reunida en ~a 19 marcbaron sin ha reconocido que el tono autobiográfico del LBA era evidente por sí mismo.
r:;mcerca del Alcázar (donde sigue hoy); pero los cléng~ :'it Gon~alo Fer- Lo que ahora se pone de manifiesto es la deliberada fusión entre actos y fic-
' 1 m'ngún caso. Fue luego «a las casas [do) mora en a [)la carta».
h acer ción que se propuso Juan Ruiz. Al proporcionarnos una serie de pistas con-
e fall lo y e fizo leer .. '
nandez, ar~ipreste desse mesmo log~, e o 'escribano. [... ) sistente en su auténtico nombre, su rango y sus actividades, confiaba clara-
Éste prometió obedecerl~ Y fue :t~o d~ l~~!~ :ucasa del vicario, ~uien no
mente en que se le identificara con el protagonista del LBA, en la misma manera
Finalmente, el mensajero Fer . arCl . ue su proPIO «cuer- en que el accessus ad auctores consideró a Ovidio el personaje principal de
ól metió obedecer el mandato, smo que llegó a d~rr q ar~obispo». sus propios poemas.
s o pro . ra a mer~ed e serui~io del dIcho sennor
po e todo lo que aUle e
198 LA POEsfA DEL SIGLO XIV JUAN RUIZ y EL «MESTER DE CLEREZfA» 199

JOHNK. WALSH tonces podría reconocerse sin error una serie irresistible de parodias
tan sutiles como escandalosas. Es bastante obvio que los principales
JUAN RUIZ y EL «MESTER DE CLEREZtA» recursos métricos y estilísticos del Libro de Buen Amor, así como los
temas o, cuando menos, el marco que se ha colocado alrededor de es-
tos temas, proceden del mester de c/erezía: ¿cuántos recursos de Juan
Cronológicamente, el Libro de Buen Amor se sitúa en las postri- Ruiz pueden haber sido referencias alegres o paródicas en lugar de una
merías de un período en que el mester de c/erezía se imponía decidi- simple reliquia cronológica de un modo poético inmensamente popu-
damente como forma poética preferida. Había cumplido muchas fun- lar? [... ]
ciones y contenía la suficiente ligereza con que aliviar los mensajes Entre los poemas de c/erezía hay, en primer lugar, el gran núcleo
instructivos o propagandísticos que parecen haber motivado gran parte de escritos que cabría datar en el tercio central del siglo XIII. Este agru-
del mismo. Sin embargo, el mester de c/erezía siempre había apareci- pamiento incluiría las obras de Berceo, el Libro de A/exandre, el Li-
do limitado -casi regulado- en lo relativo al estilo y al tono. Por bro de Ap%nio y el Poema de Fernán Gonzá/ez. En estos casos, la
otro lado, la ortodoxia de los cultivadores del género era tal, que me- cronología es enteramente fiable y algunos estudiosos incluso han pro-
nudean los problemas de autoría y relación, pues una vez que se está puesto una formación común de los poetas, lo cual explicaría lazos
ligeramente familiarizado con el mester, las palabras rimadas e inclu- tan evidentes como los que se advierten en el tono, el tema y la técni-
so hemistiquios enteros resultan predecibles. Había adquirido tantos ca. Que Ruiz conocía algunos de estos textos y los imitó libremente
recursos y fórmulas indispensables -epítetos para los buenos y los es bastante obvio. La mayoría de las relaciones visibles han sido iden-
malos, para santos, héroes y demonios; rituales fijos para los saludos, tificadas; citaremos unas cuantas de las más obvias.
las apariciones, las plegarias, las partidas, las exclamaciones, los la-
mentos y las maldiciones; frases fijas para introducir parlamentos y Del Poema de Fernán González puede que Juan Ruiz adoptase la invoca-
respuestas, invocaciones Yconclusiones; e incluso estrofas fijas-, que ción. [No sólo capta el espíritu del Poema, sino que también tiene en cuenta
buena parte del trabajo del poeta ya estaba hecha antes de que empe- las fórmulas y algunos pasajes específicos, verbigracia:]
zara un poema.
Esta idea de lo limitado o de lo excesivamente conocido es lo que LBA (invocación) Fernán González (plegaria antes de
1: la batalla) 106:
induciría a pensar que puede extraerse una dosis considerable de pa-
Seftor Dios, que a los judiós, Sennor, tú que libreste
rodia de las múltiples referencias que al mester de c/erezía hace Juan a Davyt del león,
pueblo de perdición,
Ruiz. Si cuando se escribió el Libro una parte del público había oído saqueste de cabtivo, matest al Filisteo
hablar demasiado del mester -había disfrutado con él y, probable- de poder de Faraón; un sobervio varón,
mente, se había aprendido de memoria o por rutina varias partes del a Daniel saqueste quitest a los jodíos
mismo, a la vez que reconocía en él algo atrofiado, tendencioso o cu- del pozo de Babilón: del rrey de Babilón,
riosamente repetitivo-, entonces cabe encontrar fundamento para el saca a mí, coitado, saqua nos e libra nos,
argumento de que se expresaba una nota de parodia cuando se hacían d'esta mala presión. de tan cruel pressyón.
alusiones a él. Si a comienzos del siglo XIV, momento en que algunas
partes del Libro se recitaron por primera vez, el mester todavía era co- Del Alexandre, otrora considerado como la única fuente vernácula «cul-
nocido, o al menos alguna representación tradicional seguía activa, en- ta» de Juan Ruiz, es posible que se adoptaran varios fragmentos. Ejemplos
claros de tal filiación son los de los meses y las estaciones en la tienda de Ale-
jandro y en la de Don Amor (Alex. O 2375-2402, LBA 1270-1297), Y -mera
John K. WaIsh, «Juan Ruiz and the Mester de c/erez{a: Lost Context and Lost Pa- posibilidad- de los pecados mortales (Alex. 02182-233, LBA 217-230). [Thm-
rody in the Libro de Buen Amom, Romance Phi/%gy, XXXIII (1979-1980), pp. 62-86 bién fue el Alexandre el probable modelo de algunos retratos del Libro de Buen
(62-69, 71-74, 76-77, 79-80, 85-86). Amor:]
200 LA POEsfA DEL SIGLO XIV JUAN RUIZ y EL «MESTER DE CLEREZ!A» 201

LBA Alexondre dido servir como parte de una tradición de puente. Hubiese podido espolear
434: 1715: el talento de Juan Ruiz y estimular su recurso a lo paródico y alegre. En los
la nariz afIlada; Era tan a rrazón Castigos, los juegos de palabras y el talento son patentes; en las anteriores
los dientes menudillos; la nariz levantada, piezas de clerez(a, los efectos de esta índole nunca iban mucho más allá de
eguales e blanquillos, que non podría Alelles lo curioso. A decir verdad, los Castigos podrían leerse como un proto-Libro
poquillo apartadillos; deprender la posada; de Buen Amor, o podrían dividirse y meterse en el Libro sin que se notaran
las ennas bermejas, los b~os avenidos, mucho las costuras. Sigue habiendo, no obstante, una importante diferencia
los dientes agudillos; la boca mesurada, de propósito: los Castigos es un libro de inteligencia moral sincera, de los con-
los labros de su boca los dientes por iguales sejos éticos y prácticos que el Seudo-Catón da a su hijo, mientras que el Libro
bermejos, angostillos; brancos cuemo quajada. proporciona consejos prácticos y serios que no es tan fácil ofrecer como éti-
cos. Pese a ello, hay sólo una distancia brevísima desde los proverbios de ani-
El parecido no es tan cumplido como el reflejo en un espejo, pero cabe mada expresión de Catón hasta la apropiación indebida, vacilante o paródica
suponer que Juan Ruiz examinara detenidamente la sugerente imagen que re- de los mismos por parte de Ruiz.
cordaba del Alexondre. En esta relación con el retrato estilizado, sin embargo, Los Castigos, al igual que el LBA, utilizan las fórmulas de clerez(a con
cabe detectar una desviación apropiada, que sería reconocida como humorís- extensión de hemistiquio o el remplissage estándar como recurso estilístico más
tica o paródica en la época en que se recitó por primera vez: aunque Juan constante, pero dan a sus proverbios la forma de repeticiones alegres del tipo
Ruiz recoge la totalidad de los rasgos positivos, idiosincráticos, al mismo tiempo que más adelante parecerán tan conocidos en el LBA. Así, el consejo que da
sus oyentes reciben todos los equivalentes negativos. El cabello de la mujer Catón para ajustar el comportamiento a una situación (Castigos 73) dice:
perfecta ha de ser rubio, pero (433b) «non ... de alhefl.a» (es decir, ni «castafl.o
rojizo tefl.ido» ni «rubio aclarado»). [...] Sey sabido do devieres, e faz toda mesura,
con locos faz locura, e con cuerdos cordura.
Esfué~a.t· quánt pudieres d'aver esta natura:
La mayoría de las restantes obras en quadema v(a ofrecen espino-
adó jugaren juega, adó burlaren burla.
sos problemas textuales que dificultan cualquier intento de establecer
una cronología exacta. Como creo que el principal contexto poético Un eco de esto -¿se trata de una mala aplicación directa?- se advierte
en el que debería leerse el Libro es el de una específica tradición o ci- en la descripción embellecida de Don Melón que la intermediaria le hace a
clo de poemas morales en quadema v(a, probablemente recitados en Dofl.a Endrina (LBA 728 Y sigs.):
la misma clase de funciones en que se ofrecía el Libro, y que parte
de la parodia elemental y ya perdida hacía referencia a ellos, tiendo Thdos quantos en su tiempo en esta tierra nacieron
a suponer que fueron escritos en algún momento anterior a Juan Ruiz. en costumbres e en riquezas tanto como él non crecieron;
[Thl es el caso de los Castigos de Catón, los Proverbios de Salamón, con los locos se faz.e loco, los cuerdos d'él bien dixieron;
el Libro de miseria de omne y los Gozos de la Virgen, que forman manso más que cordero, pelear nunca lo vieron.
un ciclo de poemas morales en quadema v(a.] Al mismo tiempo, cons-
tituyen un puente entre la gran serie de poemas de c1erez(a del siglo [Análogas coincidencias se dan en algunos giros y fórmulas retóricas, en la
XIII y la obra maestra de Juan Ruiz. En este contexto, el Libro de Buen visión y tratamiento de la mujer, etc., incluso parecen calcadas algunas refe-
Amor no sería menos innovador ni ingenioso. Sin embargo, en lugar rencias a Ovidio: LBA, 429 = Castigos, 31.]
Sospecho que otra obra en quaderna v(a que el Arcipreste conocía eran
de aparecer como una obra individualista, aislada y curiosa, sería un los Proverbios de Salamón; lo más probable es que formara parte de un re-
paso pequefio y no menos magistral desde la posición intermedia que pertorio estándar de poesía de clerez(a o en quaderna v(a que se ofrecía den-
proponemos. tro de una representación tradicional a comienzos del siglo XIV. Hay rastros
dispersos de los Proverbios en toda la obra de Juan Ruiz. [... ] En el LBA,
Los Castigos de Catón, que, según se supone, fueron escritos a finales del la monodia empieza con la afirmación (tras la mención específica de la muer-
siglo XIII, son precisamente el tipo de poema en quaderna v(a que hubiera po- te de 1l"otaconventos, 1518-1520):
202 LA POESíA DEL SIGLO XIV AMOR LOCO, AMOR LOBO 203
LBA 1521 Muerte, al que tú fieres, liévaslo de belmez; sible, pues el mester estaba repleto de semejantes confesiones. [... ] Des-
al bueno e al malo, al noble e al rehez, pués de todo, Ruiz estaba en deuda con una precisa búsqueda verná-
a todos los egualas e lievas por un prez; cula de forma: el metro principal, la rima, las fórmulas estaban ahí
por papas e por reys non das una vil nuez. para fundamentarla. Y a menudo lo que llamamos su arte no es la
Puede que este introito del planctus fuera revuelto con los Proverbios en
creación de un idioma enteramente nuevo para una fatigada pauta
la memoria creativa de Ruiz. La rima (una rima complicada) es casi idéntica estrófica, sino peculiaridades de rima y contexto de tal modo que lo
y se comunican sentimientos parecidos: que era tendencioso en la quaderna vía anterior se vuelve retozón y
salaz por medio de la reproducción tanto como de la originalidad. Con
Prov. 61-64 La muert· es cosa fuerte, [e] non tiene belmez; frecuencia el texto del LBA parece un palimpsesto, con la base de
a todos faz· eguales, cada uno [a] su vez. clerezía aún muy evidente. El contacto con una tradición poética acti-
Echa mala ~elada, más nigra que la pez; va, aunque levemente deslustrada -de hecho, la creación del LBA
el que cueyda bevir, ése muere • rrefez. como una obra que debe recitarse alIado de las posteriores piezas en
[Semejantes consideraciones cabe hacer con el Libro de miseria de omne:
quaderna vía- identificaría como parodia a un cierto número de frag-
no sólo se dan coincidencias formularias (entre las que hay que citar las de- mentos donde Juan Ruiz podría parecer, de no ser por ello, muy in-
claraciones de regularidad métrica), sino también paralelos temáticos y con- tencionac;lamente ambiguo.
cordancias rítmicas, incluso similitudes literales; verbigracia:]

LBA,547: Lib. de miseria (<<De ebrietate»),


336:
Adó más puja el vino Demás en el embriago JACQUES JOSET
que el seso dos meajas, es denuesto e varaja,
fazen roído los beudos ca non p~ia a ninguno AMOR LOCO, AMOR LOBO
como puercos e grajas; quanto vale una paja:
por ende vienen muertes, venir vos há a cochillo
contiendas e barajas; por una mala meaja. [Entre los múltiples reproches que el desgraciado protagonista le
el mucho vino es bueno Onde guardad vos de comer echa en cara al Amor, figura el siguiente:
en cubas e en tinajas con él a una tavaja [... ]
De la lo~a fazes muy loca e muy boba;
Así, pues, en medio del flujo de fórmulas de clerezía en el LBA, fazes con tu grand fuego como faze la loba:
puede que algunas de ellas incrementasen el humor de un momento al más astroso lobo, al enatío ajoba,
narrativo. Un público condicionado a un contenido fijo de clerezía para aquél da de la mano e de aquél se encoba (copla 402).
una fórmula hubiera advertido una mala aplicación: quizá la frase que
se reserva para un santo exultante la pronuncia un amante jubiloso. Enatfo es lo mismo que astroso, 'feo', y ajobar vale 'cargarse con (un peso)',
El humor de esta apropiación indebida se parecería al de aplicar un de donde 'acoplarse, juntarse con el peor'. El significado del verso d podría
ser: 'favorece al más feo y de él queda preftada', de acuerdo con los textos
proverbio vulgar después de contar un hecho escabroso. Es posible que
testigos de la anécdota folklórica cuya forma canónica sería: «Siempre la loba
esta corriente de parodia formulaica impregnase el LBA y fuera obvia escoge el lobo más feo», sin alusión explícita al más hermoso. La idea está
para los oyentes del siglo XIV. ¿Thvo su máxima eficacia en la serie largamente documentada bajo forma de historieta o refrán escueto. La exten-
de referencias de Juan Ruiz a sus propias manifestaciones: a la técnica
de su arte, a la exactitud de sus declaraciones o a sus propias emocio- Jacques J05et, Nuevas investigaciones sobre el «Libro de Buen Amor», Cátedra,
nes al proclamar acontecimientos? Aquí la parodia habría sido acce- Madrid, 1988, pp. 91-102.
204 LA POEsíA DEL SIGLO XIV AMOR LOCO, AMOR LOBO 205

sión y variedad de los testimonios garantizan la índole folklórica de la anéc- 3. Los dos microtextos orgánicamente vinculados por la semánti-
dota y su difusión europea sin que sea posible, a mi modo de ver, reconstruir ca y, probablemente, por el tiempo de la escritura se insertan en un
una filiación tipo culta. Pero lo importante para nuestro propósito es que la círculo contextual más amplio: la primera parte de la «pelea» del arci-
alusión a la loba, de procedencia escrita u oral, funciona en el Libro de Juan preste y del Amor, es decir la petición fiscal del yo protagonista (cc.
Ruiz dentro de un sistema referencial tradicional sin conexión con la alegoría
181-442). La etapa siguiente del análisis consiste en verificar la presen-
elaborada de los bestiarios medievales.]
cia de los nexos significativos anteriormente definidos en la totalidad
El comentario literario de un microtexto, como la copla 402 del del discurso contra el Amor.
Libro de Buen Amor, no tiene sentido si no se relaciona estrechamen-
te con las capas profundas de donde surgió su escritura. Por eso tene- La figura del Amor lobo se registra cuatro veces a lo largo de la diatriba
mos que ir a pasos contados retomando en primer lugar los nexos sig- bajo las formas retóricas de la comparación y metáfora: [1] «fazes como el
nificativos del microtexto, verificando luego su presencia en contextos lobo doliente en el vallejo» (251d), [2] «por cobrar la tu fuer~a, eres lobo car-
ni~ero» (291d), [3] «quieres lo que el lobo quiere de la raposa» (320c), [4] <<Th!
de la obra cada vez más amplios.
eres como el lobo, retraes lo que fazes» (372a). 'ftes casos anuncian o conclu-
1. La forma del símil, que es la de la copla 402, proporciona unas yen fábulas ilustrativas de pecados mortales cuya responsabilidad se reprocha
identificaciones inmediatas: la mujer es loba y el Amor, lobo feo. El al Amor: [1] el Amor es avaro (enxienplo del lobo e de la cabra e de la grulla)
discurso callado del yo protagonista completa el esquema de asimila- y [3, 4] hipócrita (el pleito qu'ellobo e la raposa ovieron ante Don Ximio,
ciones y oposiciones. Al lobo feo se opone implícitamente un lobo her- alcalde de Bugía). La metáfora del lobo carnicero [2] introduce la digresión
moso que no puede ser sino el contrincante del Amor. En la raíz de sobre la gula.
la querella están las decepciones amorosas sufridas por el yo en sus Todas las imágenes del Amor lobo, incluidas las de los microtextos de pa-
empresas de conquista. Amor viene a ser representante de todos los tida, remiten a un material folklórico lato sensu, cuentos populares en el caso
amantes, también lobos feos, de las queridas del arcipreste, todas lobas. de las fábulas, frases hechas y refranes en los demás. La homogeneidad se-
2. Los filólogos llamaron la atención sobre las similitudes léxicas mántica de la figura se sobrepone a -y probablemente se explica por- la
entre las coplas 402 y 420: homogeneidad de su material genético: el discurso folklórico en torno al lobo.
Más allá de la función ilustrativa de las fábulas donde interviene el lobo como
So la piel ovejuna traes dientes de lobo, actante, nos interesa el hecho de que en virtud de la identificación Amor =
al que una vez travas liévastelo en robo; lobo, todos los atributos de la fiera en los cuentos populares también lo son
matas al que más quieres, del bien eres encobo, del Amor. Cuanto hace el lobo, lo hace el Amor. Roban y matan, son crueles
echas en flacas cuestas grand peso e gran ajobo (c. 420). hipócritas. Amor, sujeto de las citas siguientes, podría cambiarse por el lobo:
«Eres tan enconado que, do fieres de golpe / non lo sana mengía, enplasto
Las aproximaciones son un poquito más que formales (loba - lobo; ni xarope» (187ab); «de día e de noche eres fino ladrón: / quando omne está
encoba - encobo; ajoba - ajobo, con aliteraciones, repeticiones y para- seguro, fúrtasle el cora~ón» (209cd). Recíprocamente el lobo de los enxien-
lelismos similares a los de la c. 402; palabras en rima). Reaparece la plos es desagradecido (cc. 252-254), hipócrita (c. 322), artero (c. 333), ladrón
figura del Amor lobo ahora con nuevos atributos:- se disfraza de cor- (c. 335), lujurioso (c. 337), como el Amor.
El estudio particular del rasgo narrativo /disfraz del lobo/ realza el proce-
dero, roba, mata con crueldad e hipocresía, es enemigo del bien.
so mediante el cual el corpus folklórico emerge a la superficie textual. La tre-
El mecanismo de producción textual parece ser el siguiente: ta del lobo disfrazado para engañar a su víctima es un cuento de los más co-
- la integración del material folklórico (la elección del lobo feo nocidos todavía hoy. [Piénsese en el cuento de Caperucita roja.] Como vimos,
por la loba) en la argumentación del protagonista contra el Amor im- el Arcipreste echa mano de la variante «lobo disfrazado de cordero» sólo al
plica seguidamente la identificación de éste con el lobo; final de la argumentación contra el Amor (420a). Sin embargo ya estaba pre-
- el reempleo de la metáfora a poca distancia induce la repeti- sente, según creo, en otros lugares del discurso, no referido directamente al
ción de signos lingüísticos y la polarización de rasgos tópicos sacados lobo sino al Amor, su doble. Los predicados del Amor en Viénesme manso
del repertorio folklórico sobre el lobo. e quedo (213b) podrían serlo del lobo vestido con la piel ovejuna. Asimismo
206 LA POEsíA DEL SIGLO XIV AMOR LOCO, AMOR LOBO 207

las continuas acusaciones contra las falsas apariencias del Amor para seducir calmente opuesto al de la primera parte. El nuevo sistema elimina cual-
y luego matar a los humanos evocan la técnica del lobo enmascarado: [«eres quier referencia a la identificación rechazada por lo menos en el nivel
mal enemigo, fázeste amador» (416d); «dezir palabras dulces que traen abe- del enunciado y de sus fuentes. Pero en el de la enunciación global
nen~ia / e fazer malas obras e tener malqueren~ia» (417cd).] de la disputa -y teniendo en cuenta la ambigüedad generalizada del
Libro-, observamos que al negar la argumentación del protagonista,
El proceso de escritura puede ahora reconstruirse hipotéticamen- el discurso del Amor la confirma: para contestar al arcipreste, Amor
te. Al elaborar la diatriba contra el Amor, el Arcipreste se vale del cor- ha vestido «la piel ovejuna».
pus folklórico sobre el lobo, quizá ya en parte mediatizado y recupe- Partiendo de la copla 402, hemos ido ampliando nuestro campo
rado por la cultura «oficial». La operación previa a su inserción en de investigación hasta los límites de la sección del Libro que la abar-
esta parte del Libro de Buen Amor identificó Amor con el lobo de ca: la pelea del arcipreste y del Amor. Nos quedan por examinar las
los cuentos y dichos. A veces la adaptación del material no pasa de articulaciones del discurso folklórico sobre el lobo y sus transforma-
la sencilla integración funcional en la argumentación (los enxienplos). ciones con la capa más profunda -el geno texto la llaman algunos-
Otras veces la inscripción textual es mediatizada por una instancia que de donde, hipotéticamente, surgió.
llamamos el no consciente antes de formularse en términos marcada- El episodio es un «calco discursivo» de la contentio escolástica o
mente folklóricos. Así la anécdota del lobo disfrazado que formaba «debate» ya literaturizado en el partimen, tenso y otras disputas de
parte del corpus folklórico latente, no se declara directamente sino des- las letras europeas medievales. El modelo discursivo teórico podría ser
pués de un proceso de reescritura que oculta el término «lobo» de la un debate sobre los maleficios y beneficios del Amor. El juego ambi-
metáfora dejando sólo paso al término «Amor». guo de Juan Ruiz orienta la pelea al desviar oposiciones de orden ex-
Otras combinaciones pueden darse en el nivel de la mediatización clusivamente moral hacia consideraciones estratégicas: el debate se ins-
por el no consciente. El material folklórico puede permanecer oculto, taura entre el fracaso y el éxito amoroso.
en estado latente. La inscripción textual recorre un camino indirecto El enfrentamiento de argumentos -ley estructural del género-
mediante la equivalencia de los dos términos de la metáfora con un implica el empleo de sistemas referenciales opuestos. Del material
tercero. Así la naturaleza diabólica del Amor pertenece al código an- folklórico, mediatizado o no por la literatura, toma Juan Ruiz la re-
tierótico tradicional que no podía faltar en el discurso del arcipreste: presentación animal que más conviene a la figura del Amor maléfico,
Natura as de diablo (405a) le dice sin más rodeos. La no menos tradi- diabólico. Luego al microsistema del Amor lobo, opone la enorme
cional metáfora del Amor fuego (véase, por ejemplo, c. 197) es pertur- herencia del Amor Ovidio. El genotexto de la pelea convoca dos mo-
bada por la imagen del fuego infernal [cf. 232 cd, 275cd). El discurso delos discursivos correspondientes a las instancias opuestas, tradición
folklórico sobre el lobo registra la aparición del diablo bajo las espe- «popular» y tradición «letrada», lo que no quiere decir, por supuesto,
cies del animal. Sin embargo, en el texto del Arcipreste la figura del que superficialmente ambas partes del debate no ofrezcan, mezclados,
diablo-lobo está ausente. Este dato del corpus folklórico permanece textos de procedencia folklórica y culta, ni que los modelos fuesen
latente y sólo alcanza la superficie textual a través de la identificación percibidos como tajantemente diferenciados por el Arcipreste y su pú-
«Amor lobo». blico. Sencillamente queremos decir que la pista del Amor lobo lleva
4. La inserción de la figura folklórica del lobo y su asimilación al concepto del amor torpe, instintivo, no cortés, que siempre fracasa.
al Amor no salen del sector textual del Libro de Buen Amor cubierto El camino del éxito lo toma el amor fino del letrado.
por el discurso del yo protagonista. La estrategia argumentativa de la Huelga decir que sería atrevido generalizar estas observaciones al
respuesta del Amor (cc. 423 y ss.) consiste precisamente en aniquilar conjunto del Libro. No se podría decir, por ejemplo, que la relación
la identificación de un animal cruel e hipócrita sustituyéndolo por el establecida entre material folklórico y situación de fracaso corre a lo
modelo del letrado ovidiano. Los elementos que estructuran la segun- largo de la obra ni tampoco que la presencia del mismo corpus en el
da parte de la querella forman un sistema semántico-ideológico radi- genotexto siempre infiere valores negativos en la organización textual.
208 LA pOEsÍA DEL SIGLO XIV

Hay que tener en cuenta los conceptos que estructuran fundamental-


mente el Libro de Buen Amor: la ambigüedad y lo que he llamado
transformismo. Vimos, por ejemplo, que in fine, el Amor Ovidio po-
dría ser una máscara del Amor lobo. Asimismo, en vista de la salva-
ción eterna del hombre y de su «buen amOD> -que es el de Dios en
este caso-, el fracaso del Amor lobo es un éxito mientras, por rever-
sión de valores, las conquistas del Amor Ovidio llevan al infierno.

También podría gustarte