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AJENA GUATEMALA MíA

LANZAS YLETRAS

Cuando inicié mis estudios universitarios, la Escuela de


Derecho se alojaba en el edificio que fue asiento de la
Universidad de San Carlos de Guatemala después de los
terremotos de 1773, vale decir, después del traslado de la
capital a su nueva sede. Alta bóveda de cañón, apoyada
en recia arquería, cubre los corredores que cierran el
amplio patio cuadrangular. Al centro, la fuente octogonal
Infaltable en los monumentos arquitectónicos de la época.
Entre clase y clase, solía reunirme en esos corredores
con José Antonio MobiJ y Antonio Fernández Izaguirre.
Habitual tertulia a la que generaciones precedentes deno­
minaron "El párrafo". Francisco Luna Ruiz derrochó allí
erudición en historia patria, en heráldica, en arte colonial.
Lo acompañaban Ricardo Cancelo, Javier Duque, Pepe
Hernández Cobos, Mario A1varado Rubio, despilfarradores
de ingenio. Memorable "párrafo" el de entonces, al que nos
aproximábamos tfmidamente como espectadores.
La ocurrencia de crear una revista literaria y polftlca
surgió en el cotidiano ejercicio de "El párrafo". Requerimos
el auspicio de la asociación de estudiantes El Derecho y
logramos contar con él. En la cabecita de algún dirigente
de esa entidad, la idea de que la revista se ocupara de
temas jurídicos. Regresábamos del exilio y pretendíamos
hacer otra cosa.
Dirigido por los tres y Otto René Castillo, apareció el
primer número de Lanzas y letras en mayo de 1958: "Como
su nombre lo indica, quebrará lanzas de critica sana y

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constructiva, para lograr una mayor eficiencia y un mejor
desarrollo de las actividades de la Universidad. en su doble
aspecto estudiantil y docente, y enjuiciará, desde su puntode
vista, el desenvolvimiento de la cosa pública, problema de
capital importancia para nosotros..." "...Hemos sidoabandera­
dosde la protesta contra laopresión y de lasjustasreivindica­
ciones de nuestro pueblo. Con él han marchado nuestros
esclarecidos hombres, y en came propia hemos padecido la
persecución, la tortura, el destierro". "...en el altarde la patria
yacen nuestros mártires".
Organizamos en secciones permanentes el contenido de
la revista: Nuestras páginas, Bengala de poesía, Problemas
económicos, Libros, Ventana. Encargábamos textos inéditos
y reproducíamos firmas de renombre: Enrique Muñoz Meany,
Augusto Monterroso, Juan Rejano, Rosario Castellanos,
Osear Arturo Palencia, Fedro Guillén, Edmundo Guerra
Theilheimer, Huberto Alvarado, Miguel Ángel Asturias, Carlos
IIlescas, Efraín Huerta, Carlos Navarrete, Pablo Neruda, Luis
Cardoza y Aragón, Jorge Zalamea, Roque Dalton, Eli de
Gortari, Volodia Teitelboim, Gregorio Selser, Juan José
Arévalo, JoséMaría LópezValdizón, Mario Monteforte Toledo,
Emesto Mejía Sánchez, LuisEnrique Délano, Joaquín García
Monge, Jean Paul Sartre. La sección económica, en manos
de especialistas: Julio Gómez Padilla y Alfonso Bauer Paiz.
Diseñaban Amérigo Giracca y Dagoberto Vásquez, alguna
vez mi compañero de cárcel.
Rosa Hurtarte Rosal, adolescente aún, se sumó al di­
rectorio en el segundo número. Nos interesó su poesía.
Ariel Déleon, inmediatamente después. Les siguió Carlos
Caal Champney. Las colaboraciones procedentes de Mé­
xico, las solicitaba José Luis Balcárcel. En mayo del 59, al

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retornar a Guatemala tras haber sido expulsado por Casti­
llo Armas, José Luis formó parte del directorio.
Polrtica siempre la nota editorial. Los fundadores y Ariel
nos asignamos la responsabilidad de escribirla. Destacó él
en este trabajo.
Irremediables penurias financieras las de Lanzas y le­
tras. Nadie devengó jamás un centavo. Exiguos aportes de
El Derecho, de alguna autoridad universitaria, de compren­
sivos amigos. Mejoró el diseño gráfico; se encareció la
revista. Al propietario de acogedora taberna frecuentada
por nosotros, admirador de nuestra perseverancia, le su­
gerimos anunciar su establecimiento publicando elogios
del vino y la embriaguez, suscritos por poetas famosos.
Aceptó. Agotadas las fuentes bibliográficas, inventamos
textos y autores. ¿Recuerdas, Tono Mobil, el fragmento
que atribuiste aJean Paul Morand?
Cada número reclamó tiempo y esmero. Febriles no­
ches en espera del parto que Ilegarfa al alba. Tipógrafos y
editores acoqiamos jubilosos la nueva edición.
En total, treinta y un números. Veintiocho en la primera
época y tres en la segunda. Apareció el último en agosto
de 1962.
Son muchos los testimonios sobre lo que significó Lan­
zas y letras. Tomo éste de Roque Dalton, que me releva de
expresar opinión personal: "Lanzas y letras, muy pronto,
sobrepasó los I(mites que sus fundadores se hablan plan­
teado. Revista concebida originalmente como órgano cul­
tural estudiantil, sus páginas fueron de inmediato invadidas
por todas las voces del presente nacional y mundial, pa­
sando a ser una fuente viva de inquietudes, sugerencias.
preguntas, esbozos de respuestas. En Lanzas y letras
aparecen los primeros balbuceos del auto-reconocimiento
de la cultura guatemalteca revolucionaria después de los

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años de absoluto oscurantismo mercenario. la labor de


estapubllcaci6n fue importantísima enesaetapa y trascen­
dl6 hasta los países vecinosde América Central".
Vivíamos el futuro.

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LUIS CARDOZA y ARAG6N

ALya

Hemos vivido bajo el signo de Luis Cardoza y Aragón. En


1944, al iniciarse la revolución guatemalteca, el nombre y
la obra de Luis empezaron a inquietarnos. Recuerdo que
fue Enrique Muñoz Meany, modernista tardlo como lo
llamara César Brañas y primer canciller del gobierno revo­
lucionario quien despertó en nosotros apasionado interés
por la prosa y la poesfa del autor de La nube y el reloj.
Ambos -Muñoz Meany y Luis- orientaban con su ejem­
plo nuestros balbuceos en la polftica y en las letras. Ambos
eran nuestros escogidos maestros.
Propensos al trabajo intelectual, abrimos los ojos para
descubrir el mundo en Revista de Guatemala, fundada y
dirigida por Cardoza y Aragón. La experiencia de Muñoz
Meany, al frente de Studium - revista universitaria editada
en los años veinte - nos parecfa precursora de este esfuer­
zo Incomparable en el país. Con razón o sin ella vinculába­
mos las dos revistas en busca de asidero, de rafces
históricas. El marxismo nos era ajeno. No cumplfamos los
veinte años.
A pesar de sus cafdas - tuvo atrasos y dejó de aparecer
por temporadas - Revista de Guatemala contó con los
mejores colaboradores de habla hispana: Juan Ramón
Jiménez y Alfonso Reyes entre las celebridades. Tropezó
con incomprensiones, con sectarismos propios de nuestro
subdesarrollo. Cultural en su esencia - nunca fue directa
ni explfcitamente polftica -, hizo claridad sobre los proble­

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mas y realidades de la vida guatemalteca. En 1951la revista


habla perdido el apoyo gubernamental de que gozaba. Fue
el congreso de la república - no el gobierno central­
quien superó la crisis autorizando una suma del presu­
puesto de educación para que volviera a salir.
De Revista de Guatemala se publicaron dieciséis núme­
ros en un lapso que comprendió ocho años. Los Jóvenes
-adolescentes la mayor parte- aprendimos mucho en
aquellas páginas. Escuela de veras formadora, nuestro
primer contacto con el exterior. Paralelamente, empezába­
mos a conocer a Luis. En la Casa de Cultura, creada
también por él, vimos por primera vez La nube y el reloj,
Luna Park, El Sonámbulo, Pintura mexicana contemporá­
nea, Pequeña sinfonfa del Nuevo Mundo, Apolo y Coatli­
cue,Orozco -la breve edición de Losada-, Retorno al
futuro. Eran los años del Grupo Saker-ti (Amanecer), enca­
bezado por Huberto A1varado, quizás el único entre los
marxistas Jóvenes identificados con el realismo socialista
que comprendió a Cardoza y Aragón.
El vestlbulo del cine Cervantes acogió la muestra de
reproducciones de la Escuela de Parls que Luis llevó a
Guatemala. Confrontábamos alU nuestras lecturas, nues­
tras nociones recién aprendidas en clase. Ignorábamos a
Zdánov. A Baudelaire.
Al iniciarse la década de los cincuenta, los más afines a
su pensamiento, guiados por sus textos sobre pintura,
descubríamos el México de Orozco, Rivera, Siqueiros,
Tamayo, Agustln Lazo, Julio Castellanos. Supimos de
aquella polémica sostenida por él con la Liga de Escritores
y Artistas Revolucionarios (LEAR), en época de Cárdenas,
para definir posiciones estéticas con base en los clásicos
del marxismo. Si con respecto de Luis pudiera hablarse de
discfpulos guatemaltecos, dirla que en los años cincuenta

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- plenitud de la revolución - varios jóvenes, con preten­
siones de marxistas, reconocimos abiertamente su magis­
terio.
Ese descubrimiento de México al que aludí nos aproxi­
mó a la influyente presencia de Cuadernos americanos,
revista que hace poco cumplió cuatro décadas. El nombre
de Jesús Silva Herzog y su obra me hacen evocar aquellas
palabras-sueños de Alfonso Reyes dichas al nacer estos
Cuadernos de América para los americanos: "...tenemos
que legar a nuestros hijos una tierra maternal, más justa y
más dulce para la planta humana". Es explicable y excusa­
ble por ello la osadía de haber llamado Cuadernos univer­
sitarios a nuestra primera revista.
La Revolución Guatemalteca, obra desenfrenadamente
polftica de Luis - alguien comparó la crudeza, la veracI­
dad, la honradez de estas páginas con las de Martf-, nos
sacudió, nos despojó de pasiones irracionales, nos forta­
leció en la certeza de la victoria final: "Nuestros países
- afirma - pueden y deben resistir, en todos los terrenos.
y pueden triunfar si se organizan, si su táctica es correcta
y si hay capacidad y firmeza en una dirección con criterio
propio".
En Lanzas y letras, en Presencia, toda una generación
se comprometió a combatir a la dictadura y al imperialismo.
Reapareció entonces Revista de Guatemala "conservada
y dirigida - recuerda Luis - por el fervor de jóvenes escri­
tores guatemaltecos, como Huberto A1varado". Lanzas y
letras, Presencia y Revista de Guatemala fueron una sola
trinchera. Desde ahí combatieron Antonio Fernández Iza­
guirre, Víctor Manuel Gutiérrez, Mario Silva Jonama, Hugo
Barrios Klée, Otto René Castillo, José Marfa López Valdi­
zón, Huberto A1varado y otros escritores y dirigentes polí­
ticos asesinados más tarde por el ejército. Por ese mismo

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ejército que Luis ha llamado de ocupación en su propia


tierra.
La evocación que Lanzas y letras hizo de Luis fue
permanente. En sus páginas se difundieron escogidos
textossuyos. Tengopresente unhomenaje quesele rindió
enun momentoen quela dictaduracondecoraba a alguno
de los escritores que la servfan y recuerdo tambiéncómo
concluía el texto de esehomenaje: "Nadie mejorque él - Y
con él toda su obra- paraconfinnarcon hechosla vIgen­
ciade su propiadivisa: -ta poesfa es unaespada ftamCgera
para cantar y defender con pasión el amor a la libertad.
Para cantar y luchar. Una espada. he dicho>."
Al cumplir Lanzas y letras su primeraniversario, varios
intelectuales guatemaltecos exiliados saludaron aquel
acontecimiento. Nos alentaban las palabras de Luis: "La
jlNentud -afirmaba- enciende su antorchaen la noche:
Lanzas y letras. Su voz se empeña en lograr la concordia
guatemalteca y, sobre bases de justicia, una vida digna y
soberana. Se intensifica la luchaanticolonial en el mundo.
en nuestro Continente. Ya se le puso el cascabel al gato.
Nada relacionado con el transitorio eclipse de nuestra
Revolución de Octubreguardavigencia verdadera si no se
la enfocó o sela enfocaintuyendo o tomando en cuentael
deber de luchar. La revolución cubana. epopeya de un
puebloencabezada por CastroRuz, es ejemplo universal.
No pocos de los adversarios de la década 1944-54, hoy
comprenden mejorlo acontecido, lo queperdimos. Lanzas
y letras es un arado que parte la tierra oscura para hacer
cosechas venideras".
La coincidencia entreel maestro y sus lejanos seguido­
res es evidente. Perono faltó la discrepancia. Por anecdó­
tica, quizás le pasó inadvertida: reafirmó en alguna parte
su conocido puntode vistasobreArbenz y Lanzas y letras,

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con exagerado tino. publicó una fotografra del ex presiden­
te derrocado, un mensaje suyo y estas palabras suscritas
por la redacción: "La juventud, que no ve en él al caudillo
sino hace un programa de su idearlo polftico, le recuerda
con respeto. Fresca y viva está su obra. La reforma agraria
y su plan de liberación económica constituyen nuestra
bandera para proseguir la lucha..."
Lanzasy letras comentó en forma constante el apareci­
miento de Guatemala, las Ifneasde su mano. Asf lo revelan
estos fragmentos de la nota que publicó la redacción:
"Desde Landfvar -a quien evoca en lo mejor de su poe­
sfa- no hay páginas más acendradas que las suyas". "Su
último libro, cargado de esa ternura con que escribe siem­
pre el nombre de la patria, llega a nuestra literatura por la
puerta más ancha: Guatemala, las Ifneasde su mano es el
rostro mismo de la tierra".
A partir de 1960, nuestras visitas a Luis - transterrado
en México dirfan los españoles republicanos- son cada
vez más frecuentes. Nos recibfa a todos. A todos nos
escuchaba. Los editores de Lanzas y letras, Presencia y
Revista de Guatemala teníamos en su casa de Coyoacán
un punto seguro de confluencia. Su consejo permanente
fue el de unir a las fuerzas revolucionarias. Y su honestidad
y su clarividencia gufas para la acción. Acudíamos a él para
ofrle. Para que supiera de nuestros pasos.
Cuando la guerrilla era todavía incipiente - julio de
1962- • Lanzasy letras declaraba en la nota editorial de su
penúltimo número: "Para el pueblo, la transición pacffica
- a través de los medios electorales que garantiza la cons­
titución burguesa de 1956- serfa la mejor solución. Pero
está visto que a la reclamación multitudinaria de sus dere­
chos, las clases dominantes han respondido con la violen­
cia, la cárcel y la muerte. Cada vez más, la reacción

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terrateniente y proimperialista cierra el camino pacifico de
las transformaciones económico-sociales para Guate­
mala. Y cada vez son más evidentes las posibilidadesde
un cambio violento de cuyas proyecciones sólo puede
responsabilizarse a las clases que detentan el poder",
"Como lo señalamos en estas mismas páginas - meses
atrás-, una revolución agraria, antimperialista, de conte­
nido nacionaly dirigida por la alianzaobrero-campeslna es
el único camino, la única salida". Sin reservas, estabande
acuerdo el maestro y sus presuntosdiscrpulos: el ejército
habra declarado la guerra a su pueblo. Y éste, encarnado
en su generaciónmásjoven,aceptabaresueltoel histórico
desatro. El genocidio estabaa las puertas.
Nos hallamosen 1967. A petición de la juventud univer­
sitaria, Cardoza y Aragón es nombrado profesor emérito.
Con instrucciones suyas -la represión es cruenta, cre­
ciente- leo su mensaje dirigido a la comunidad académi­
ca: "No he venido a dar consejos. Los consejos no sirven
a los jóvenes creadores. Ellos, bregando con sus propios
demonios, contradiciéndonos y contradiciéndose, en­
cuentran su camino, que siempre es un camino que hay
que abrir con lúcida exaltación cotidiana". Y explicaba en
seguida: "Estoy entre ustedes con mi responsabilidad de
siempre, con severavigilanciade mis palabras, ofreciendo
algunos puntos de vista que someto, con modestia, para
que los discuta, si lo merecen, mi calificadoauditorio. Digo
verdad si digo que busco orientaciones más entre los
jóvenesque entrelos hombresde mi generación. Eltiempo
corre ahora más aceleradamente, y aquellos han acumu­
lado experiencia y tienen muchrsimas crrticas que hacer­
nos: .Yo aprendo más de un joven camarada que de un
viejo maestro. escribió Max Jacob en su Ane poética. No
es en nombre de una experiencia de que carezco, pero sr

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de una conducta, que podría hablar. Sino, más bien, en


nombre de mi empeño en comprender y servir'.
En 1970, se crea Alero, la nueva revista de la Universidad
de San Carlos de Guatemala. Nacida a la luz del ideario
cardoziano, fue toda una época en la historia reciente del
país. En sus páginas caben ocho años de lucha desigual
contra la intransigencia castrense. Ocho años de desaffo
a la matanza.
En uno de sus últimos números -setratade un volumen
totalmente consagrado a Luis- se lee esta dedicatoria: "A
Luis Cardoza y Aragón, la voz más alta de nuestras letras,
este testimonio de reconocimiento a su vida y su obra: a
su vocación de patriota y creador'. Textos suyos y de otros
escritores, documentos y fotograffas caben en las ciento
sesenta páginas de este número.
En 1978, la izquierda universitaria ahonda sus discre­
pancias. ¿Escaramuza interna o asunto de principios?
Renunciamos los directores de Alero.
En pleno mar de sangre, aparece el primer número de
Cuadernos universitarios. Quisimos que la nueva revista.
en la misma ifnea de Alero, se llamara así para insistir en
nuestra devoción por Cuadernos americanos y para volver
los ojos a aquel primer intento de la mocedad. En el
eprgrafe de la presentación hicimos esta advertencia: "Oes­
truiremo... la revista, o nos retiraremos de ella. cuando la
menor intervención pretenda insinuarse contra nuestra
imprescindible libertad". Con estas palabras Luis inauguró
Revista de Guatemala en 1945.
Cuadernos universitarios celebró los setenta y cinco
años de Cardoza y Aragón yel otorgamiento que le hizo el
gobierno mexicano de El Aguila Azteca. Un mensaje de las
autoridades académicas decía: "El pueblo de Guatemala
se siente orgulloso de tener un hijo de la estatura interna­

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cional suya, cuyo paradigma moral, poIftico y literario ha
guiado a generaciones de trabajadoresguatemaltecos. Es
usted un auténtico patriota que ha trascendido el tiempo y
el espacio, colocándose por su pensamiento y su obra en
la vanguardiade los ejércitospopularesque combaten por
la libertad y el florecimientode la cultura".
En 1980, la represióncontra la Universidad cobra nume­
rosas víctimas entre profesionales, profesoresy estudian­
tes. Se desintegra el consejo editorial de Cuadernos
universitarios y sus miembrosnos dispersamos. La revista
deja de existir. No hay más camino que la dandestinldad
o el exilio.
Lafigurade Luiscreceen el exterior. Lasorganizaciones
revolucionarias en armasreconocen en él al hombre capaz
de comprender la urgenciay los alcancesde la unidad. El
gobierno genoclda de Guatemala lo acusa de dirigir la
subversión. Entorno suyo - del idearlorevolucionarlo que
él encarna- seagrupan relevantes patriotas comprometí­
dos en la contienda liberadora. Nunca Luis ha estado más
joven. Más lúcido. A pesar de su modestia -'1"a1 vez
cumpU ya con mi módica cuota antigorila"-, el pueblo
tiene fe inagotable en el Hijo pródigo. Oigamos su voz:

Nad llevado de la mano de Ixquic y de


Helena. Me descuartizaron. Las pinceladas
acudieron a su sitio al ver el paisajecon
lejanía. Y éste irrumpió inaudito y unánime.
Tierra cruel, tierra de ceniza y llanto.
MI respiración no te olvida.
En tí me salvo. En mí te vives. Imaginarios,
Quijote y Dulcinea.
Ridfculos nacionalismos de mitologfa
patriotera. Fascistas de <patria absoluta•.

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El mundo se achicó sin que hayamos crecido.

Ejecutada después del indulto. Si no te

indultan vivirfas.

Cuando vivo en Jerusalén no vivo en Antigua.


Si muero en Nfnive en Guatemala muero.
Es el pueblo más hermoso del mundo.
Es el pueblo más intrépido del mundo.
El Indio guatemalteco es prueba inequivoca
de la resistencia humana.
Es la materia prima riqufsima y renovable
más explotada del mundo.
El hambre engendra la violencia.

He llegado al final. He intentado, tan sólo, dejar un testimo­


nio. Esbozar un recuerdo de Luis: de su presencia cons­
tante en las luchas y afanes de mi generación. He querido
trazar las Ifneas de ese retrato en que lo veo de pie - una
espiga -, como el asta en que ondea imbatible la bandera
de Guatemala.

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ANTONIO FERNÁNDEZ IZAGUIRRE

N o puedo precisar en qué circunstancias conocí a


Antonio Fernández Izaguirre. A Tonfer, como le decíamos
sus amigos más cercanos repitiendo esa suerte de
seudónimo con que lo bautizó Huberto Alvarado.
Recuerdo, sí, que el primer encuentro se produjo en la
Escuela de Derecho, a principios de 1949.
Tonfer y otros compañeros de aulas, más interesados
en las letras que en las disciplinas jurídicas, acudimos
a la Escuela de Derecho ante la falta de horizontes
académicos, ante la posibilidad de inscribirnos en cursos
que tenían alguna correspondencia con nuestra incierta
vocación: literatura, ciencias sociales. Y, por supuesto,
política. Lo que no figuraba en nuestros planes era el
derecho.
Guardo clara memoria de ese grupo tan afín que fue
formando su propia tertulia entre clase y clase. El
comentario sobre libros recién leídos -Ia librena Iberia,
de Pepe Escarrá, extraño personaje español que hablaba
de todo menos de política, nos abastecía de nuevos
títulos-; la charla en torno a las vicisitudes del gobierno
de Arévalo y los destinos de la revolución de octubre
(1944-1954); las cuitas amorosas y la aguda broma
sobre todo y sobre nosotros mismos, resumían nuestro
quehacer cotidiano. Vivíamos todavía en nuestros
hogares -en buena medida éramos "hijos de dominio"­
a expensas del afecto y la economía de nuestros padres.
Para disponer de algunos recursos impartíamos clases
en colegios de señoritas donde, mal pagados, teníamos

115
al menos el consuelo de tormentosos amores de
adolescencia.
Tonfer, a quien los compañeros de curso llamaban
afablemente el poeta Izaguirre, sin duda porque
desdeñaba las asignaturas jurídicas tanto como
proclamaba su franca vocación poética, se lanzó pronto
a la primera aventura intelectual. Fundó y dirigió Vocero
estudiantil, cuyas páginas empezaron a recoger sus
versos. Me habría gustado ojear la colección de esa
revista para que esta remembranza tuviera el atractivo
de sus primicias literarias, pero estoy escribiendo sin
más auxilio que los recuerdos.
Corriendo parejas con esta iniciativa de Tonfer -casi
estoy seguro de que gracias también a una ocurrencia
suya-, nos reuníamos por las noches, en casa de Carlos
Caal Champney, para escuchar música sinfónica y
conversar sobre literatura española. Góngora, Santa
Teresa, Lope, Fray Luis de León, Calderón de la Barca,
Quevedo, eran los autores comentados. Carlos lIIescas
dirigía esta especie de peña, que pronto se orientó al
estudio coloquial del romance y, luego, al más coloquial
aún del corrido. Tonfer tocaba la bandurria y solía
cantar a menudo.
La llegada de Arbenz al gobierno y la promulgación
de la reforma agraria, radicalizaron la lucha de clases en
el país. La Universidad se convirtió en escenario de
enconadas pugnas ideológicas. Nuestro grupo, que no
contaba sino con uno o dos marxistas militantes, abrazó
sin reservas la causa revolucionaria. Al Comité de
Estudiantes Universitarios Anticomunistas -esa era más
o menos su denominación-, opusimos nuestro ideario y
nuestras fuerzas. Vocero estudiantil salió a las calles y
Tonfer se erigió rápidamente en dirigente político.

116
Algunos de nosotros participamos en el Frente
Universitario Democrático, que aglutinó a la mayoría de
los universitarios comprometidos con la revolución.
Ricardo Ramírez de León comandaba ese frente y ejercía
notable influencia en varios miembros del grupo.
Nuestras victorias sobre la derecha fueron inmediatas:
ganamos elecciones decisivas y llegamos a ocupar
altos cargos en la dirigencia universitaria. Electoral­
mente, en la Universidad, la derecha anticomunista
estaba derrotada.
Pero no todo era actividad política. O era política de
otra manera. Logramos convertir la Escuela de Derecho
en una casa de la cultura. La Orquesta Sinfónica Nacional,
orquestas de cámara y solistas famosos acudían a
nuestro llamado. Pintores y escultores hicieron suyos
los corredores del edificio colonial. Organizábamos
ciclos de conferencias y mesas redondas, invitábamos
a escritores y poetas. Tonfer leyó alguna vez sus
propios trabajos.
Idea del grupo fue crear una revista. Así nació
Cuadernos universitarios, auspiciada por la Asociación
de Estudiantes Universitarios, cuyo número uno incluía
colaboraciones de Enrique Muñoz Meany, Carlos
Navarrete, Carlos IIlescas, Humberto Hernández Cobos,
César Brañas, Octavio Méndez Pereira (autor del
proyecto arquitectónico de la Ciudad Universitaria de
Panamá), Miguel Angel Asturias, Carlos Figueroa, José
Castañeda, Harold L. White, Roberto Paz y Paz, Mario
Silva Jonama, Carlos Martínez Durán. Una nota de
presentación, políticamente comprometida y
comprometedora, abría este volumen: "Nace Cuadernos
universitarios bajo el signo de una juventud que no
quiere volverle las espaldas a su pueblo y a la cultura".

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"En esta tarea, mucho se necesita del empuje viril de la


juventud que, a ejemplo de aquella otra que propició la
aurora política del 44, o a ejemplo de la juventud
cordobesa que barrió con los moldes escolásticos de
su universidad clerical, en el 918, o a ejemplo de la
juventud de todos los tiempos que ha sabido colocarse
a la vanguardia de la cultura y las reivindicaciones
sociales, sepa poner el corazón en la actividad que
nuestro tiempo reclama, procurando el desarrollo de las
más ingentes labores con las cuales la Universidad
debe cumplir su misión". Contenía, además, una muestra
de fotografías de arte popular guatemalteco tomadas
por Gey Gruner, y se cerraba con una sección dedicada
a los discursos preparados por los delegados del
gobierno que asistieror. a la Conferencia Interamericana
celebrada en Caracas. Tonfer, José Antonio Móbil, Jorge
Mario García Laguardia, Amérigo Giracca y yo formá­
bamos el Consejo Editorial. Amérigo concibió el diseño
de la edición.
Paralelamente, con Tonfer, publicamos otra revista.
Se llamó El Derecho. Organo de la asociación que lleva
el mismo nombre. Entreveramos allí, para disgusto de
los juristas "puros", estudios sobre varias ramas del
derecho, poesía y letras en general. He olvidado casi
todo el contenido de aquel número inaugural, que a la
postre fue ún ico. Apenas tengo presente el ofrecimiento,
romántica invocación bolivariana, y un ensayo de Mario
Monteforte Toledo: "Qué es y cómo es el guatemalteco".
La intervención norteamericana en Guatemala, en
junio de 1954, y la consiguiente caída de Arbenz, nos
dispersó. Tonfer se quedó en el país, donde, junto a
otros compañeros que tampoco salieron, fundó y dirigió
El estudiante, semanario político de oposición a Castillo

118
Armas. Tras casi dos años de lucha que suscitó el
respaldo del pueblo, los directores de El estudiante
fueron detenidos por la policía secreta del gobierno y
enviados al exilio. Tonfer viajó primero a La Habana y en
seguida se instaló en México.
Jamás perdimos el contacto. Uno aquí, otro allá,
unidos siempre. La permanencia de Tonfer en Cuba fue
determ inante en su vida. Conoció entonces a destacados
dirigentes del Movimiento 26 de Julio y estableció con
ellos vínculos indestructibles.
En 1958, al instaurarse el gobierno de ldíqoras
Fuentes, volvimos del destierro. Nos reagrupamos de
inmediato y empezamos a forjar planes de trabajo. Con
alguna escasa excepción, ya todos éramos militantes
revolucionarios.
Después de nuestro reencuentro fundamos la revista
Lanzas y letras. Tonfer propuso que se llamara Armas y
letras, pensando en El Quijote. Esa fue la idea original.
Pronto, nuestra revista dejó de ser exclusiva expresión
del grupo. Sin perder independencia, decidimos ponerla
al servicio de la lucha política. Junto a intelectuales
guatemaltecos y extranjeros de renombre, escribían los
dirigentes revolucionarios, todos en la clandestinidad.
En tres o cuatro meses, cobró prestigio interno y
externo. A partir del 59, el año de la Revolución Cubana,
Lanzas y letras era, en su género, la publicación más
leída en el país. Al par de los acostumbrados temas,
textos y fotografías procedentes de Cuba llenaban sus
páginas. Ante la trascendencia de aquel suceso, salimos
en su defensa. Defendíamos lo nuestro.
Cuando Lanzas yletrascumplió su primer aniversario,
recibimos mensajes llegados de todas partes. Lo mejor

119
de América nos acompañaba. Mantuvimos la más alta
calidad en sus páginas.
En la vida universitaria, se afirmaba la trayectoria de
Tonfer. Ganó las elecciones y asumió la presidencia de
la Asociación El Derecho. El poeta Izaguirre, que jamás
dejó de ser poeta, dirigía la campaña insurreccional
universitaria.
Las revoluciones china y cubana eran objeto de
inquietud y estudio entre nosotros. Nadie objetó la
lucha armada como última instancia de la lucha política.
Se habían cerrado todas las puertas al debate demo­
crático y pluralista. El Che Guevara influyó considera­
blemente en Tonfer.
El Movimiento 13 de Noviembre, que encabezaron
Marco Antonio Yon Sosa y Luis Augusto Turcios Lima,
y luego la Guerrilla 20 de Octubre, que creó la dirección
nacional revolucionaria, sacudieron ideológicamente a
la organización. Frente a un sector apegado a los
métodos tradicionales de trabajo, fue surgiendo otro,
más joven, que abanderaba la causa de la lucha armada.
Yon Sosa y Turcios Lima -en especial este último- se
vincularon al sector más avanzado y ejercieron sobre él
considerable influencia. Turcios Lima llegó a convertirse
entonces en jefe rebelde. El camino de las armas pasó
a ser el camino del movimiento revolucionario.
Tonfer, que se incorporó a la actividad político-militar,
estuvo muy cerca de Turcios. Su actitud era terminante:
no bastaba la identificación teórica con la lucha armada.
Era preciso actuar. Yeso fue lo que hizo.
Sin estridencias, sin incurrir en el exceso de llamar
"teoriquitos" a abnegados y viejos dirigentes
revolucionarios, Tonfer dio subatalla ideológica y, a la
muerte de Turcios, optó por la disidencia. Él y otros

120

compañeros, igualmente fieles a sus convicciones, se


marcharon a hacer lo suyo.
Me cuesta recordar cuándo vi a Tonfer por última vez
antes de su partida. Creo que fue en 1965 ó 66. En las
semanas precedentes, me dio una sorpresa. De
madrugada, enlodado hasta la frente, lesionado, apareció
en mi casa de Lo de Sran. Cruzó el profundo barranco
para avisarme que algo había caído en poder de la
policía y, suponiendo que esto me afectaba, iba a
prevenirme. Poco tiempo después nos despedimos.
Estuvo en casa, amoroso con los hijos, pequeños aún,
y se fue llevando en sus manos un par de maletas viejas.
Dejamos de vernos en once o doce años. Durante tan
largo período, ni una sola noticia suya. En 1977, Ariel
Déleon se encontró casualmente con él. Esto, por cierto,
me lo confesó mucho después el propio Tonfer. No le
extrañó saber que su viejo colega en Lanzas y letras le
hubiera guardado el secreto.
A fines de 1977 o a principios del 78, recibí un
mensaje escrito. Tonfer quería verme y me planteaba
algunas posibilidades para llevar a cabo la entrevista.
No esperó mi respuesta. Sin que nadie se percatara, se
introdujo a la casa por el jardín. Adentro, se topó con
José León, el segundo de mis hijos, quien lo reconoció.
Cuado llegué, conversaban en la sala.
El reencuentro fue toda una fiesta familiar. La verdad
es que nunca perdí la esperanza de volver a verlo. Para
mí, llegó en el momento más oportuno.
Me contó que era miembro del Ejército Guerrillero de
los Pobres y que a él -y a sus compañeros de lucha- le
preocupaba la suerte de la que otrora fuera su
organización revolucionaria, de nuevo en crisis: el
Partido Comunista. Cuando se marchó, me dijo algo así:

121
"No vine a hacer prosel itismo. Distingo en todo esto dos
posiciones: la correcta y la incorrecta. Y pienso que la
primera, la de principios, debe prevalecer. Hay que
salvar a la organización".
En adelante, nos entrevistamos a menudo. Meexpresó
varias veces su simpatía por Alero, que editábamos con
Carlos Centeno en la Universidad. Hablar de revistas
era viejo tema entre nosotros. También conversamos
sobre su larga experiencia en la montaña como parte de
ese núcleo forjador del Ejército Guerrillero de los Pobres
(1972-76), experiencia que Mario Payeras, uno de sus
quince protagonistas, recogió en Los días de la selva,
relato testimonial rico en enseñanzas políticas y
militares, operativas y estratégicas. Tonfer me habló,
además, de sus poemas. Me prometió llevarlos a la
próxima cita, pero no cumplió lo ofrecido.
La represión crecía en el país. En la capital, los
asesinatos se multiplicaban. Los universitarios -es­
tudiantes y maestros- caían indefensos o eran "desa­
parecidos". A principios de 1979, me vi envuelto en
dificultades. Precipité una postergada intervención
quirúrgica para ganar la necesaria tregua, y me ausenté
del trabajo académico. Durante la convalecencia, Tonfer
me hizo llegar su respaldo y el de sus compañeros.
Logró comprobar que me perseguían y llegó a concebir
la hipótesis de que podrían asesinarme. Tomé en serio
su advertencia, porque el curso de los acontecimientos
la explicaba y justificaba. "Te pido, pues, no exponerte
innecesariamente", me decía. "Necesitamos hablar.
Las horas pueden ser las que tú juzgues convenientes.
y según tu salud. Nosotros discutiremos entre tanto
qué medidas sugerirte que tomes, pues tenemos que
impedir que te maten". Lo que pretendo destacar es el

122

gesto de Tonfer. Si aquellas amenazas eran ciertas, él


me salvó la vida.
En julio del79 salí de Guatemala. Cinco meses estuve
fuera. Pensé, erróneamente, que podría regresar a
cumplir mis tareas al frente de Alero, y volví. En la
Universidad las víctimas se contaban por decenas. No
tomé más precauciones que las mínimas posibles. En
toda esta etapa -diciembre del 79 a junio del 80- dejé de
ver a Tonfer.
EI14 de junio del 80, un día después del asesinato de
mi hijo José León, Tonfer me hizo llegar un mensaje.
"Hemos sentido caer sobre nosotros mismos -dice al
principio- la agresión que la contrarrevolución y el
gobierno de Lucas han descargado contra ustedes en la
persona de José León, en donde el golpe duele más que
si fuera dirigido contra nuestras propias vidas." Y
añade: "El crimen tiene la finalidad de herir y destruir a
Roberto antes de dirigir sus armas contra él."
En el resto del mensaje, Tonfer analizaba la
situación política del momento, aconsejaba asegurar a
la familia -como de inmediato se hizo- y me sugería
"actuar de acuerdo a las posibilidades que nos queden
y adecuar a ellas nuestras aspiraciones individuales".
Finalmente, me pedía no descuidarme, no cerrar "los
ojos ante esta realidad trágica que debe ser cambiada".
Entre agosto, septiembre y octubre de 1980, me reuní
con Tonfer. Me reiteró entonces las opiniones contenidas
en su mensaje de junio.
Nos despedimos en casa de Carlos Caal Champney
una noche de tormentosa lluvia. Bebimos casi hasta el
amanecer, como en los mejores días de aquella bohemia
de juventud que cínicamente llamábamos "revolu­
cionaria". Charla alegre -jamás nos derrotaron ni las

123
penas ni la adversidad-, en la que hicimos memoria de
la vida entera. No me dijo adiós, sino "iHasta la victoria
siempre!" Fue mi último encuentro con Antonio
Fernández Izaguirre, legendario comandante del Ejército
Guerrillero de los Pobres.

124

EL PARTIDO

Cuando Rafael Alberti decidió irse a


vivir a Madrid, un labriego vinculado
a su familia lo despidió así: "Adiós
señorito Rafael y que Dios lo ayude
en eso del comunismo".

E n plena adolescencia, un compañero de estudios me


prestó, forrado en papel kraft, el Manifiesto comunista.
Vivíamos la primera etapa de la revolución guatemalteca
de 1944. La actividad de los grupos marxistas estaba
prohibida. (El presidente Arévalo cerró la Escuela
Claridad, creada por ellos, y expulsó del país a sus
animadores). Hojeé de prisa el libro y lo devolví sin
comprender su importancia.
En la Universidad conocí a Bernardo Alvarado Monzón
y Huqo Barrios Klée, líderes de la juventud comunista.
Admiré en ellos su desafío, su honestidad, atributo éste
que jamás les regateó el adversario. La antigua sede de
la Escuela de Derecho, muestra de arquitectura colonial
neoclásica, supo de sus afanes y proclamas. Hugo
publicó algunas páginas suyas en la revista Forum,
editada por su generación académica.
La izquierda estudiantil fundó el Frente Universitario
Democrático, que llegó a contar con apreciable cantidad
de afiliados. Impulsaba y defendíael proceso renovador.
Me incorporé pronto. Jorge Mario García Laguardia y
yo, editamos el suplemento cultural de Nuestra lucha,
periódico político de esa agrupación. Lo diseñó y
diagramó Amérigo Giracca y lo denominamos Arte y

125
literatura. Aparecieron seis números. Reprodujimos
textos de Muñoz Meany, Cardoza y Aragón, Neruda...
Reseñamos libros y comentamos exposiciones de artes
plásticas, conciertos, cine.
En esa época fui elegido presidente de la Asociación
de Estudiantes Universitarios (Federación, en otros
países) con el respaldo del Frente Universitario
Democrático. Augusto Cazali Avila, irreprochable político
sin partido, y Ricardo Ramírez de León, marxista
militante, me visitaban con frecuencia para cambiar
impresiones sobre el movimiento estudiantil. Hoy,
Ricardo es conocido por su nombre de combate: Rolando
Morán, comandante en jefe del Ejército Guerrillero de
los Pobres y miembro de la comandancia general de la
Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG).
Huberto Alvarado, alumno en la Facultad de
Humanidades, creaba con otros intelectuales el Grupo
Saker-ti (Amanecer) de artistas y escritores jóvenes,
que luego haría suya esta divisa: "Por un arte nacional,
democrático y realista". Culto, de lectura puntual, dueño
de buen humor, enseñaba sin proponérselo. (Lustros
después, siendo miembro de la comisión política y del
secretariado del Partido Comunista, Huberto vivía en La
Florida, poblado que ahora forma parte de la capital. Mis
padres residían en una granja ubicada por ese rumbo,
camino de San Juan Sacatepéquez, y yo los ayudaba a
distribuir huevos, pollos y conejos. Esto me facilitaba
visitarlo pretextando periódicas entregas de huevos a
las que el vecindario se acostumbró. Conscientes del
riesgo habíamos convenido en que una maceta colocada
sobre el muro que cercaba su casa sería señal de
alarma).

126

Dentro del movimiento obrero, Víctor Manuel Gutiérrez


se erigía en ejemplo de abnegación. Maestro de
enseñanza primaria, autor de textos didácticos escritos
para divulgar el materialismo histórico y dialéctico.
Publicó un compendio de El capital. (Escribí en Lanzas
y letras: "¿Acaso no es mejor, ya que hablamos de la
enseñanza de la economía en nuestro medio, estudiar
tanto las corrientes idealistas como las que se fundan
en la observación objetiva de los fenómenos sociales?
¿Por qué no abrir con la misma avidez un libro de
Keynes o un libro de Marx? la cátedra universitaria no
debe ser unilateral". "Antes de tomar partido en la
contienda ideológica de hoy, es necesario conocer,
investigar en las aguas de la ciencia contemporánea.
He aquí, justamente, la importancia de este trabajo del
profesor Gutiérrez, realizado en la soledad de su
destierro").
Otro maestro, nacido en Antigua Guatemala, des­
puntaba con análoga ejemplaridad en la dirección del
Partido Comunista: Mario Silva Jonama. Por el rigor
científico de sus trabajos se le reconoció tempranamente
como teórico. Él y Víctor Manuel incursionaron en el
tema de la nacionalidad y la multinacionalidad en Gua­
temala. (En "El problema indígena en Guatemala"
- Tribuna Ferrocarrilera, números 12 y 14, diciembre,
1949-, Víctor Manuel Gutiérrez resume así sus puntos de
vista: a) las comunidades indígenas prehispánicas
constituian nacionalidades; b) estas nacionalidades se
desarrollaban y marchaban, a largo plazo. hacia la
formación de estados; e) la conquista española impidió
la consolidación del proceso formativo de las
nacionalidades indígenas; d) las nacionalidades
indígenas fueron sometidas a la opresión económica y

127
cultural por los conquistadores; e) esta opresión no
tuvo carácter racial sino social (la clase dominante de la
nación opresora encontró aliados entre la clase
dominante de la nación oprimida); f) los conquistadores,
al someter por la fuerza a las nacionalidades indígenas,
les negaron la posibilidad de organizarse económica,
política y culturalmente; g) durante la colonia se formó
la nacionalidad mestiza o ladina; h) la nacionalidad
mestiza representa el primer brote de movimiento
nacional en las luchas por la independencia, en tanto
tiene, aunque en forma embrionaria, intereses
económicos de clase; i) a partir de entonces, la clase
dominante apela al nacionalismo y habla de lucha por la
autonomía e independencia frente a la agresión y
competencia del exterior, aunque en el interior esta
clase sea agresiva y opresora; j) con la independencia
se modificó la realidad predominante durante la colonia
-que las nacionalidades indígenas estuvieran sometidas
a la opresión- y también los mestizos pasaron a ser
oprimidos; k) de esta manera y con el avance del
capitalismo, el modo de producción funde a los obreros
de distintas nacionalidades en una sola clase social: la
oprimida).
Al salir del país, tras el derrumbe de Arbenz, Gutiérrez
y Silva Jonama marcaban ya mi pensamiento.
Recién llegado a Chile me identifiqué con socialistas
y comunistas: en la Universidad, donde encontré a
Shafick Jorge Handal, comunista salvadoreño que hoy
es miembro de la comandancia general del Frente
Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN); en
la Central Unica de Trabajadores de Chile, presidida por
un cristiano venerable: Clotario Blest. A su lado, Juan
Vargas Puebla, obrero comunista. Poco a poco fui

128
forjando una concepción materialista y dialéctica de la
naturaleza, de la sociedad, concibiendo como propia la
causa del proletariado. Lo he dicho en otra parte: Chile
me enseñó a poner en orden mis ideas.
De la relativa tolerancia chilena -la policía secreta del
presidente Carlos Ibáñez del Campo nos obligaba a
presentarnos semanalmente a sus oflcinas-, partimos
hacia la represión local. Ya en Guatemala, nos
agrupamos los más afines. L1amábannos "chilenos"
por nuestra procedencia. Apareció Lanzas y letras.
Queríamos ser oídos, debatir. Esta imperiosa voluntad
nos impulsó a crear otra publicación: Nosotros
opinamos, periódico mural explícitamente político.
Amérigo Giracca ideó el diseño: liviana estructura
metálica pintada de negro cruzada por gruesas cuerdas
de suave color naranja. Echado hacia la izquierda, el
tablero de palo blanco en que pegábamos los textos.
Una novedad. De noche, acudíamos a los comités
obreros. Ferrocarrileros, tipógrafos, fueron mis colegas.
(En Managua, volví a ver a Elías Barahona, a quien
conocí en uno de esos comités cuando él tenía quince
o dieciséis años de edad. Era dirigente del sindicato de
cajas y empaques. Ahora, periodista de nota. Recién leí
la entrevista que le hizo a un peluquero nicaragüense
cuya navaja pasó por los cuellos de Agustín Lara,
Armando Manzanero, Anastasio Somoza Debayle,
Howard Hughes, Pedro Joaquín Chamorro Cardenal,
Humberto Ortega, Tomás Borge, Antonio Lacayo y otros).
Nos guiaba la noción de frente amplio, de con­
vergencia en asuntos fundamentales. No obstante,
fuimos dogmáticos, sectarios. Rechazamos toda
tendencia conciliadora con el enemigo. ¿Era dable,
acaso, pensar y actuar de otra manera en medio de

129

aquella polución ideológica, proscritos en nuestra propia


tierra?
En 1962, el partido fundó el Movimiento
Revolucionario 20 de Octubre, que organizó dos frentes
guerrilleros, uno de ellos en la Sierra de Chuacús, Baja
Vera paz, y otro en Huehuetenango. Ambos fueron
derrotados, el primero con un saldo de muertos, heridos
y prisioneros. Tras la derrota, Mario Vinicio Castañeda
Paz y yo, junto a Alfonso Ordóñez Fetzer y Roberto
Godoy Dárdano, asumimos la defensa de los guerrilleros
presos en la cárcel de Salamá. Durante quince meses
atendimos ese proceso y logramos poner en libertad a
los detenidos. Entre ellos se hallaba Rodrigo Asturias,
hijo de Miguel'Angel, quien con el nombre de Gaspar
110m comanda ahora la Organización del Pueblo en
Armas e integra la comandancia general de la Unidad
Revolucionaria Nacional Guatemalteca.
Julio César Macías, a quien conocí en la Escuela de
Derecho y apodábamos "Chirís" por su rostro infantil,
se convirtió en el legendario César Montes, comandante
de las Fuerzas Armadas Rebeldes en la Sierra de las
Minas. Nos encontramos más de una vez al bajar él
clandestinamente a la ciudad. Algunas de ellas por
azar. Solía conducir entonces un lujoso Alfa Romeo
blanco. Gato de siete vidas, salió ileso de cuantas
batallas y refriegas debió afrontar. Al cabo de cinco o
seis años integraría la columna Edgar Ibarra, precursora
del Ejército Guerrillero de los Pobres, que se asentó en
las altas tierras del noroccidente guatemalteco. Su
hermano Jorge, miembro del partido, viajó conmigo a
China y los países socialistas europeos. De regreso,
recorrimos París a pie. Bulevares y plazas. Cafés y
salas de espectáculos. Josephine Baker en el Olympia

130
y Orfeo negro en un teatro próximo a L'Etoile. Presas de
la lujuria, las espectadoras abandonaban a sus maridos
y se adueñaban del escenario. Con ellas y los bailarines
brasileños adentro, cerrábase el telón. Jorge fue
secuestrado una noche en su hogar. Torturado y luego
asesinado. Le fracturaron los brazos. A César Montes
volví a verlo en Nicaragua. Días atrás había sido el
comandante Pedro Guerra en la guerrilla salvadoreña y
combatía ahora en las tropas especiales que derrotaban
a la "contra". Repito: gato de muchas vidas.
Luis Augusto Turcios Lima, como Marco Antonio Yon
Sosa, su compañero de armas en el ejército nacional y
después en los frentes guerrilleros, surgió a la vida
política al producirse el alzamiento militar del 13 de
noviembre de 1960. Le prestaba mi casa para sus
reuniones políticas. Con mi mujer y mis hijos
almorzábamos los fines de semana. Al cumplir Miguel
Angel Asturias sus sesenta años, lo llevé a la residencia
de Amadeo García, muy próxima a la mía, donde Turcios
Lima, quien llegó acompañado de César Montes, y
Miguel Angel, se entrevistaron. "No me tienda la mano,
comandante -le dijo Asturias-, permítame abrazar a un
pedazo de la historia de mi patria".
Un mensajero de Mario Silva Jonama me despertó
una madrugada con la noticia de que en la morgue del
Hospital General se hallaba el cadáver de Herbert,
seudónimo del comandante Turcios Lima, muerto esa
noche en un accidente automovilístico. Me pidió
identificarlo. Cumplí la ingrata tarea acompañado de
Mario Vinicio Castañeda Paz. A pesar de las quemaduras
que le partían el rostro y el vientre, reconocí a Herbert
sin vacilar.

131
Dos hechos insólitos ocurrieron durante su sepelio.
Al pasar el ataúd frente a la Escuela Politécnica (nombre
de la academia militar de Guatemala), los cadetes de
guardia le presentaron armas. En el Cementerio de la
Villa, enviado por el viento, apareció el comandante
César Montes. Pronunció la oración fúnebre y se lo
tragó la tierra.
El fortalecimiento de los frentes guerrilleros y las
zonas de resistencia, entre otras causas, dio lugar al
surgimiento de diferencias ideológicas y crisis
orgánicas. Dealguna manera el conflicto chino-soviético
influyó en todo esto. Quizás lo más grave fue el
distanciamiento que se produjo entre la dirección del
partido y la jefatura real de la guerra. No se acoplaban
la concepción política tradicional y la militar. Desatábase
la lucha interna entre dirigentes y dirigidos, entre los
propios combatientes.
Ricardo Ramírez de León me sugirió unirme a su
grupo. La verdad es que sus argumentos eran
convincentes. Marchóse a fundar el Ejército Guerrillero
de los Pobres. Antonio Fernández Izaguirre tomó igual
camino.
Al desaparecer secuestrada la comisión política,
Huberto Alvarado asumió la secretaría general del
partido. En reiteradas ocasiones le dije que ese hecho
sólo podía explicarse como resultado de una infiltración.
Me aseguró que el caso se investigaba. La última vez
que conversamos, cuatro días antes de que su cadáver
apareciera abandonado en una carretera próxima a la
capital, volvió a referirse a esa investigación. Pienso
que confiaba en ella.
¿Qué hacer?

132
Los inconformes con el curso de los acontecimientos
desconocieron a la dirección del partido y crearon otra.
Así surgió el Núcleo de Dirección Naclonal,
El Ejército Guerrillero de los Pobres, las Fuerzas
Armadas Rebeldes, la Organización del Pueblo en Armas
y el Núcleo de Dirección Nacional del Partido
Guatemalteco del Trabajo (Comunista) son las
organizaciones fundadoras de la Unidad Revolucionaria
Nacional Guatemalteca (URNG).

133

EN LA DIRECCION

UNIVERSITARIA: ALERO

la. Universidad de San Carlos de Guatemala. una de las


primeras que Jos españoles fundan en América, nace a la
vida colonial el 31 de enero de 1676. Creada para beneficio
de peninsulares y criollos, da cabida a indios y mestizos en
rnínlma proporción. Universidad clasista, acorde con la
estructura social de entonces. No obstante. permite la
participación de maestros y alumnos en su gobierno.
La independencia nacional merma el poder eclesiástico
en la Universidad. El liberalismo va más allá: la despoja de
sus borlas pontificias. la convierte en institución laica.
Las dictaduras del siglo XX -sólo dos abarcan 34
años- la privan de autonomfa. Ni libertad de cátedra ni
autogobierno. Fábrica de proteslonlstas, distantes de la
problemática nacional.
• 1944. La suerte de la Segunda Guerra Mundial está
echada. Adviene la revolución democrática que pretende
encauzar al país por la senda del desarrollo capitalista.
Estábamos en el semifeudalismo. La Universidad, autóno­
ma ahora. aprueba sus estatutos, elige a su rector, a sus
decanos. Autoridades, maestros y estudiantes, en partes
iguales, conducen los destinos académicos. Un mandato
constitucional faculta a la Universidad para participar en "la
solución de los problemas nacionales". Alentada por los
cambios que impulsa ef movimiento democrático - mar­
chan la legislación laboral y la reforma agraria -. la juven­
tud universitaria se suma al debate ideológico.

135
• Marzo, 1954. Décima Conferencia Interamericana,
celebrada en Caracas. Antesala del patlbulo para Guate­
mala. La Universidad se divide en dos: irreconcUiables
derechae izquierda. Es inminente la caída de Arbenz.
• Junio, 1954. Seconsuma la intervención norteamerI­
cana. Eisenhower y FosterDulles imponenen la presiden­
cia del pars a Castillo Armas, traído de los campamentos
quela United Fruithaorganizado enHonduras. Nose pudo
ir máslejos: "Diez añosde primavera ene! paísde la etema
tiranía". Ahora, "encierro, destierro y entierro". Surge la
resistencia. En e! Cerro de! Carmen, los comunistas enar­
bolan una bandera roja. El Estudiante, periódico universi­
tario, alcanza los 50 mil ejemplares. Orienta la lucha en la
semiclandestinidad. Sobrela dirigenciaestudiantU e! grue­
so de los golpes. La contrarrevolución en el poder.
• En 1956y 1962, los estudiantes san abatidos en las
calles. El Consejo Superior Universitario, encamando as­
piraciones compartidas por sectores opuestosal régimen,
pide la renuncia del presidente Ydfgoras Fuentes, anciano
general. La Universidad en su mira.
• 1970. Coinciden las elecciones nacionales y las uni­
versitarias. En las primeras, talla costumbreque instituirá
e!ejército, ''triunfa'' un coronel:Cartos Arana Osario. Había
comandado la contrainsurgencia en el oriente del pars y
luego representado al gobierno de Julio César Méndez
Montenegro ante Somoza. Las segundas - con más del
ochentapor cientode losvotos-, las ganaRafael Cuevas
del Cid, doctor en derecho, académico notable, hombre
progresista y honesto. Si el término "izquierda" explica
algunascosas, su campaña electoral y su rectoradoagru­
parona la izquierda revolucionaria, incluidoslos comunis­
tas. Electotambién, lo acompañoal frentede la secretaria
general.

136

atto René Castillo y Nora Paiz Cárcamo, víctimas del


ejército durante la represión que dirigió Arana Osorio.
Mucho se ha dicho acerca de la muerte del poeta guerrillero
y su acompañante. Emboscados ambos en la montaña.
Torturados y quemados después en un campamento militar.
Méritos como éste llenan la hoja de servicios del nuevo
presidente.
La Universidad, que denuncia y condena los desmanes
del gobierno, es el centro de la represión. Asesinados
profesores y estudiantes por los escuadrones de la muerte.
Julio Camey Herrera, Adolfo Mijangos (por la espalda, en su
silla de ruedas), Justo Rufino Cabrera, Alfonso Bauer Paiz
(acribillado, logra sobrevivir), Manuel de Jesús Cordero,
entre los primeros. Multitudinarios cortejos fúnebres reco­
rren las calles y desafiantes discursos pronúncianse en el
cementerio. Los atentados a mano armada. los secuestros,
las capturas, amenazas y coacciones ocurren cotidiana­
mente. Vivimos bajo el signo del sobresalto, de la zozobra.
Al producirse el secuestro de Bernardo Lemus y Jaime
Pineda, altos funcionarios de la Universidad amenazados
de muerte, el Consejo Superior pide audiencia al gober­
nante.* Arana afirma que también él está amenaza­

* De la carta dirigida a Bernardo Lemus por sus secuestradores.


transcribo este fragmento: "El dia de hoy tuvo usted una experiencia
magnifica, lo hemos tratado muy bien, aunque no con las comodidades
que hubiéramos deseado. Lamentamos mucho haber tenido que tratar
tan mal a tan inteligente persona, pero con esto le demostramos que
estamos en capacidad de cogerlos en cualquier momento, ya que los
tenemos absolutamente controlados. Sabemos que usted quiere
mucho a su esposa lo mismo que a sus hijos, incluyendo a la pequeña
que tiene problemas. Usted y sus compañeros de Partido: licenciado
Roberto Díaz Castillo, licenciado Jaime Pineda, licenciado Rafael Pie­
drasanta Arandi, licenciado Romeo Alvarado Polanco, licenciado Ra­
fael Cuevas del Cid, son los responsables de todos los problemas que
tiene el país ..."
"Guatemala, 4 de octubre de 1971, 9 pm. Ojo x Ojo".

137
do. "¿De qué se ríe, licenciado?" - me dice de súbito. Le
contesto: "De impotencia, señor presidente". Dormimos de
casa en casa, cambiamos de vehículo. Estudiantes o ami­
gos nos custodian mientras marchamos hacia los sitios de
reunión. Adelante y atrás de nuestros automóviles, breve,
discreta caravana.
¿Cómo explicarse este ensañamiento en contra de la
Universidad y los universitarios?
A Rafael Cuevas del Cid lo conocí en la Escuela de
Derecho. Gozaba de prestigio bien habido. En esa época
solfa distinguirse al mejor estudiante de la Universidad con
un premio que le fue fácil obtener. No militaba en pelltica.
Uegó a la presidencia de la asociación de estudiantes El
Derecho con amplio respaldo, cargo desde el cual se
ocupó de algo más que asuntos jurídicos. Me escogió para
atender la comisión llamada de arte y cultura. Lo que
hadamos aurse denomina hoy extensión universitaria. Más
tarde, recién llegado de Europa donde hizo estudios de
postgrado, fue elegido decano. Óptimos los resultados de
su labor. Confió en mí la edición del boletín y la revista,
publicaciones que aparecieron con puntualidad. Antes de
lanzar su candidatura para la rectoría universitaria, me
pidió formar parte de su equipo de trabajo. Compartimos
éxitos y sinsabores.
¿Qué hicimos, él y sus colaboradores, en la dirección
universitaria? Cumplir un programa de actividades que se
sometió a la consideración del electorado. Hecho inusual,
por cierto. Nos animó siempre la idea de que, aunque "la
revolución no pasa por las aulas de la Universidad", ésta,
en alguna medida, debe contribuir a resolver los problemas
nacionales, a formar parte de la "conciencia critica de la
nación". La Memoria del rector Cuevas del Cid, puntual­
mente cotejada con su programa, al que llamó Pensamien­

138

to universitario, prueba que éste se hizo realidad. En el


ámbito académico - docencia, investigación, extensión­
la cosecha fue abundante. Máxime si se repara en que los
frutos se dieron dentro del marco de una política universi­
taria medularmente orientada a defender la soberanía na­
cional, los derechos humanos, la autonomía. Polftlca que
rechazó las ''facilidades'' y "ayudas" financieras ofrecidas
por el gobierno, entre ellas un préstamo del Banco Intera­
mericano de Desarrollo (BID) cuyo monto se entregaría en
concepto de donación a ésta y otras universidades del
pals, Ni el terror -la Universidad organizó el Frente Nacio­
nal contra la Violencia - ni la coacción doblegaron princi­
pios, conductas. DIJo Rafael Cuevas del Cid al finalizar su
rectorado: "Nadie se retiró de su puesto, nadie varió su
actitud".
Años después, exiliado, Rafael murió en México. Uno de
sus hijos y su nuera fueron secuestrados. Jamás se Supo
de ellos.

De quienes a salto de mata acompañamos a Rafael en


la toma de decisiones -aunque se dice que en éstas
siempre se está solo-, recuerdo a los infaltables: Bernar­
do Lemus y Carias Centeno, economistas, lúcidos estrate­
gas en la hora cero asesinados ambos con un día de
diferencia; Jaime Pineda, director financiero; AUgusto Ca­
zali Avila, asesor en miscelánea de asuntos, paradigma de
integridad; Mario López Larrave, decano de la Escuela de
Derecho. ametrallado al salir de su casa para cumplir algún
compromiso con los trabajadores (era asesor jurídíco la­
boral). No digo que en este círculo se decidiera todo. Rafael
discutía nuestros puntos de vista con muchos otros.

139

Ajero, terco sueño. Rafael comprendió su necesidad.


Nuestro propósito: intentar algo nuevovolviendo los ojos
a un pasado rico en revistas ejemplares: Studium, Revista
de Guatemala, Cuadernos universitarios, Lanzas y letras,
Presencia.
Uonel MéndezDávilay yo nos encargamos del proyec­
to. Al triunfar en las elecciones, la creó el rector. La Univer­
sidad tenía su propia revista, envejecidapor la rutina. Una
lápida.Difuntosenvida sus colaboradores. La convertimos
en anuario.Ajero surgió abiertaa lo mejor del pensamiento
continental.

No juzgaré lo que se hizo en Ajero. A otros compete. Sus


cincuenta y seis números están ahí, repartidos en tres
épocas que comprenden ocho años. Existe un índice ge­
neral que la Universidad publicó recientemente. Gura para
los investigadores. Anteesteinventariode autoresy textos,
reparo en la dimensión de la tarea cumplida y en las
pasajeras contrariedades: acusadode someterlas colabo­
racionesa la censuradel PartidoComunista -dícese felón
de quien comete felonra -, fui absuelto por el Consejo
Superior. Paradójicamente, en nombre de no sé qué dog­
matismosde la izquierdaestridente, funcionariosacadémi­
cos llegados más tarde me conminaron a renunciar. Una
destitución. Con Cartas centeno, destituidotambién - jun­
tos dirigimos la revista durante las dos últimas épocas-,
fundamos pronto Cuadernos universitarios. Quienescola­
boraron en Ajero, lo siguieron haciendo en la naciente
empresa. Estábamos en 1980, el año más duro de la
represión. Las nuevas autoridades universitarias, el rector
a la cabeza, abandonaronsus puestosy se marcharondel
país. A salvo susvidas, intentaronconstituir la Universidad
en el exilio. Nadie los oyó.

140

MI CASA

Pienso que mi casa, mi casa de Guatemala, la empecé a


edificar en la adolescencia, cuando aún vMa junto a mis
padres. Con el sueldo que ganaba como profesor en un
colegio de señoritas hice de mi dormitorio un rincón aco­
gedor para recibir a los amigos, para disfrutar de mis libros
y pertenencias. Una colección de cerámica de Chinautla,
inmortalizada más tarde en las fotogratras de Gey Grüner
que publicó Cuadernos universitarios y que finalmente
hizo añicos el terremoto de 1976, decoraba mi Incipiente
biblioteca. Un óleo de Lorenzo A1egrfas fue mi primer
cuadro. Notable pintura. A Amérigo Giracca, hoyarquitec­
to de renombre, le aseguré entonces que él construirfa mi
casa. y así ocurrió.
A la colección de cerámica de Chinautla se sumaron
escogidas piezas de alfarerfa producidas en otros lugares
del país, tejidos indfgenas, juguetes populares, en fin artes
y artesanías que me han acompañado siempre. De México,
a donde viajé al cumplir los diecisiete años, regresé con
una muestra de objetos artesanales y un par de antigüeda­
des adquiridas en La Lagunilla. De ahf en adelante, al cabo
de frecuentes y a veces prolongados viajes, las casas que
habité se fueron poblando de recuerdos vivientes. Amérigo
solfa decirme que esa utópica casa debfa concebirse no
para mf sino para esos seres aparentemente inanimados
que aguardaban su edificación.
Cuatro años de exilio chileno colmaron mi avidez: estri­
bos de madera tallada, empavonadas espuelas de rodaja

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gigante. charnantos, fajas y ponchos que engalanan a los
huasos del valle central; miniaturas de El Rari antaño
confeccionadas con crin de caballo; cerámica negra bru­
ñida de Quinchamalr y policroma de Talagante. cajuelas y
joyeros elaborados con conchas marinas por los pescado­
res de Valpararso, Cartagena y Coquimbo. Determinante
fue mi experiencia de investigador aliado de Tomás Lago.
quien fundó y dirigió el Museo de Artes Populares de la
Universidad de Chile.
De Bolivia. alto mundo andino que me hizo evocar las
heladas serranías de mi tierra, llevé una réplica, en grande,
de las balsas de totora que cruzan el Titicaca. máscaras
diabólicas de los carnavales, charangos cuyas cajas de
resonancia son caparazones de armadillos, sicus y que­
nas de melancólicas voces que acompañan en su viaje
cordillerano a los arrieros de llamas, alpacas y vicuñas. De
Ecuador y Colombia cargué con espejos diseñados a la
usanza colonial, con telas de lana en que predominan. a
diferencia de los encendidos colores indrgenas guatemal­
tecos, los ocres y negros sobre fondo gris. En China
- coman los años de Mao -, cumpliendo extenso y repo­
sado itinerario, me sedujeron los juguetes de seda - ele­
fantes, leones, gatos-. las muñecas de piel de conejo
hechas en Mongolia Interior, las tintas de U pai-chi, los
pequeños biombos de seda pintada, objetos múltiples de
jade verde y rosa, máscaras de la ópera de Pekrn. pipas
campesinas de bambú con boquillas de alabastro, figuras
recortadas en papel de arroz. En Suiza, Alemania y Che­
coslovaquia, las pipas de madera y porcelana. los basto­
nes. (Hay entre mis pipas una francesa, prolijamente
labrada, de mediados del siglo diecinueve, y otra, de copa
blanca, que usó Luis Cardoza y Aragón en su juventud.
Obsequio suyo).

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Desde niños, mis hijos compartieron estos afanes. Con


frecuencia, José León me traía, al volver del colegio, toda
clase de tiestos y fragmentos de vasijas que se le antojaban
de mi agrado. ProhibCa tocar "los juguetes de papá". Alenka
guió, a él y a Camilo, en el estudio de los instrumentos
musicales del sur. Voces nuevas, conjunto que formaron
al iniciarse en la Universidad, interpretaba tonadas, cuecas,
valsesitos, sambas, marineras.
Al cumplir Pamela los diez años, hicimos juntos un viaje
en automóvil de Guatemala a Michoacán. Antropóloga
ahora, se interesaba ya en la cultura popular. Nos detuvi­
mos lo suficiente en Juchitán, Oaxaca, Veracruz, Puebla,
ciudad de México, Taxco, Toluca, Querétaro, San Juan del
RCo, León, Celaya, Dolores, Guanajuato, San Miguel de
Allende, Pátzcuaro, Santa Clara del Cobre, Morelia. Yo
conocía estos lugares y conocía también a famosos alfa­
reros mexicanos. De los jalicienses hermanos Avalos lle­
gué a tener muestras de vidrio soplado; de Herón MartCnez,
alfarero de Acatlán, Puebla, un asno de gran tamaño mo­
delado en barro negro. ReunC botellones, botellas, frascos
y tapones ornamentales de vidrio soplado procedentes de
Texcoco y Carretones; garrafas de vidrio de "pepita"; lacas
de Pátzcuaro - con aplicaciones de oro de 24 kilates - ,
de Uruapan -llamadas de "embutidos" o "inscrusta­
dos"-, de Olinalá y Chiapa de Corzo -"jicalpextles de
guaJe"-; cerámica vidriada de Ocumicho, Tlaquepaque y
Tonalá; árboles de la vida de Metepec; equipales de Jalisco
y Michoacán. Cotejaba mis lecturas del Doctor Atl -Las
artes populares en México - con mi propia experiencia. A
todo esto, mi trabajo de investigador en el Centro de
Estudios Folklóricos, creado por la Universidad de San
Carlos de Guatemala, me manten Ca vinculado a las tradi­
ciones mexicanas. Asimismo, a los oficios populares de

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Sacatepéquez y nuestro altiplano occidental. Los anima­
doresde esa institución -Amérigo. LuisLujánMuñoz, Ida
Bremé de Santos, Juan José Hurtadoy yo- organizába­
mos exposiciones. dictábamos conferencias, editábamos
monograflas. fundábamos el Museo de Artes y Artesanlas
Populares de Sacatepéquez. en Antigua. Tratéde cerca a
artistas y artesanos en diversas especialidades y gocé de
su amistad.
Cuando Amérigo me mostrólos planos de la casa. nada
hubo que cambiar. La imaginó como yo: aJ centro de
espacioso jardfn. resguardada por blancos e Indinados
murosque remata un cimborrioantigüeño. Feliz confluen­
cia de rasgos prehispánicos y coloniales. Cuatro gárgolas
de lozavidriada saJidas de lostaJleres del maestro Francis­
co Montiel, dejancaerel caudaJ de aguasacumulado enla
terraza. Otra gárgola. solitaria. vierte el agua pluvial sobre
el jardrn interior con el curioso auxilio de una gruesa
cadena de hierro que. como lengua. se le escapa de la
boca.
PocosañosvM am. Mientras esto suceda. fue mi hogar
y el hogar de los amigos.
Lamañana que asesinaron a JoséLeón. la casasellenó
de gente. Tres días después. al marcharse A1enka y los
hijosa Nicaragua. meatrevía llegar. Cada cosaensulugar.
Relampagueaban los rojos pisosde barro cocido pulidos
con cera. Luciacomo en susmejores tiempos. Aguardaba
a quien no volverá.
A doce añosde distancia. leoy compartoestasreflexio­
nesde A1enka contenidas en unacartaa su hermana Paz;
liMas, cuando en mi casa ancha y blanca irrumpieron la
muerte y la sangre, desolando murallas y ladrillos. deján­
dola huérfana de hijos y de voces. entonces. hermana.

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comprendí que el corazón del hombre es la mejor y más


hermosa casa que uno puede habitar".

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MIS POCOS CUADROS

No eran muchos los cuadros en mi casa de Guatemala.


Ni, salvas excepciones, eran comprados. Uegaron a habi­
tar aquellas encaladas paredes de la mano de sus autores.
y se quedaron allf. Tal como recuerdo a los alfareros,
ceramistas, carpinteros, hojalateros, tejedores y herreros
cuyas obras invadieron esa casa, así, las redes de mi
memoria retienen las circunstancias en que me hice de
aquellos cuadros.
De los abuelos maternos de A1enka, españoles de fortu­
na llegados a Chile, son los óleos que sus padres nos
regalaron el dfa de nuestra boda. Viejas telas, sin firmas o
con firmas ilegibles. No ponderaré sus atributos con eprte­
tos. Un caballo blanco, en claroscuro de atardecer o ma­
drugada, me daba la hora.
En La Lagunilla, a donde iba los mañaneros domingos
mexicanos guiado por José Luis Balcárcel y Carlos Nava­
rrete, adquirí una pequeña tela con la imagen de un niño
Dios al que un corazón desproporcionado le estalla en el
pecho. Pintura popular del siglo dieciocho o diecinueve.
No sé cómo, desde lejos, sin apuntes previos, Alberto
Beltrán pudo hacerme un retrato a tinta. El sol, sobre mis
ojos, me conmina a fruncir el entrecejo.
Elmar Rojas, que con paleta de fuego pinta otras cosas,
ilustró una serie de breves textos míos que se publicaron
en AJero: "Cerámica popular de Hispanoamérica: algunas
muestras". Me quedé con los originales.

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Amoldo Ramrrez Amaya - ojos de búho, diabólica plu­
ma-, hizo lo mismo con otras páginas aparecidas en
aquella revista de la que fue director artrstico.
En su casa de Coyoacán, mansión cortesiana que per­
tenecióa la Mallnche,los"Frldos" Rlna Lazoy ArturoGarcra
Bustos me dedicaron dos de sus grabados.
SanJosé - esbeltavarita de nardo en la mano-, óleo
anónimodel siglodieciocho,fue enmarcadopor el maestro
José luis Alvarez en un alarde barroco acorde con la
imagen.
Dela concha en que se hallapintada, emergela Virgen.
Perla en nube de nácar. Oleo del diecinueve guarnecido
por un óvalo de caoba oscura.
Tresexvotosprocedentes de la iglesiade SanFelipe, en
Antigua. Oleos sobre láminade zinc portadoresde sendas
gratitudes.
DeMarcoAugustoQuiroa, unJesúsnazareno enandas,
óleo sobre madera. Tonos metálicos, violáceos, de sema­
na santa. Y Elperraje, bromaque mejugó entintasde vivos
colores:la escoba, el balde, eltrapeador, utensiliospropios
de mi neurótico oficio. Dice la dedicatoria: "Cómo sufre
Piqui Draz, I -gran amante del folklor-, I al mirarte en
estosdrasI convertido en trapeador', En otro lienzo, com­
parte la mitad del espacio con el atonnentado Enrique
Anleu Draz: Los novios. Annonra y contrapunto.
Varias piezasde pintura popular guatemalteca, algunas
de ellas debidas a los pintores de cofres del cantón Vás­
quez, en Totonicapán, a quienes décadas atrás Amérlgo
Giracca les pidió pintar cuadros con los mismos motivos
que decoran sus cofres. Talel origende esa pinturaorlada
de florecillas silvestres. (Uno de esos motivos -el quet­
zal- ilustra la cubierta de Guatemala las lIneas de su

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mano, edición que publicamos en la Editorial Nueva Nica­


ragua).
Entre mis escasas compras, un Tun, pintor indrgena
autodidaeta, urbano, simple, ajeno a las tendencias prlml­
tivistas. Inherente le es la ingenuidad.
De Roberto Cabrera - serie Los desaparecidos -, una
tinta que presagiaba ya la irrupción de la muerte en mi
hogar.
No contaba aún con el Mérida ("A Julio Valle lo dedica
Carlos Mérida") que Julito me obsequió en Managua: liTe
lo doy a vos, porque .este cuadro debe estar en
Guatemala".

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