Apuntes Poesía Argentina
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Apuntes Poesía Argentina
3 (2007)
Movimiento y nominación poéticos
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Martín Prieto
Neobarrocos, objetivistas, epifánicos
y realistas: nuevos apuntes para la
historia de la nueva poesía argentina
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Referencia electrónica
Martín Prieto, « Neobarrocos, objetivistas, epifánicos y realistas: nuevos apuntes para la historia de la nueva poesía
argentina », Cahiers de LI.RI.CO [En línea], 3 | 2007, Puesto en línea el 01 julio 2012, consultado el 11 octubre
2012. URL : http://lirico.revues.org/768
Martín Prieto
Poeta, Universidad de Rosario, Argentina
S
i tuviéramos que darle una «fecha de inicio» a la «nueva» poesía
argentina —el adjetivo, «nueva», claro está, es provisorio, obli-
gadamente perecedero y, aun en este caso, un poco anacrónico,
toda vez que estamos hablando de algo que empezó hace ya más de
veinte años—, aun a conciencia de que esa fecha será una línea trazada
sobre la corriente de un río cuyo mismo movimiento corregirá, y dejando
de lado, por lo menos por esta vez, los fastidiosos «antecedentes» (pero
necesarios si pensamos, como pensamos, que toda literatura nacional
es un proceso y en cuyo relato obligadamente deben ingresar asuntos
en definitiva poco importantes, libros, revistas, autores, polémicas, a
los que toca la rigurosa vara de la historia pero no el polvo de oro de
la literatura), si tuviéramos, si pudiéramos por lo menos por esta vez,
deberíamos decir que lo que aun hoy llamamos nueva poesía argentina
empieza a comienzos de la década del 80 del siglo que pasó.
T. Kamenszain, El texto silencioso. Traición y vanguardia en la poesía sudamericana,
México, Universidad Autónoma de México, 1983.
T. Kamenszain, «La nueva poesía argentina: de Lamborghini a Perlongher», en AAVV,
Literatura y crítica. Primer encuentro UNL, Santa Fe, Universidad del Litoral, Cuadernos
de Extensión Universitaria, 1987.
25
El escritor Ricardo Strafacce, el máximo especialista en la obra de Osvaldo Lamborghini,
cuando le escribo para preguntarle sobre los versos de Tuñón en los que estaría pensando
Lamborghini en el reportaje de Rubione, me contesta: «La alusión al albañil y los andamios
no parece provenir de Tuñón sino de Vallejo: “Un albañil cae de un techo, muere y ya no
almuerza / ¿Innovar, luego, el tropo, la metáfora?” Strafacce me recuerda, además, que
Daniel Freidemberg, en su blog, anotó que el verso atribuido por Lamborghini a Tuñón
sería en realidad de Juan Gelman, del poema «Pedro el albañil», de Gotán, cuyo motivo
es un albañil que cae del andamio. Para Daniel García Helder, en cambio, Lamborghini
estaría, en efecto, haciendo referencia a un poema de Tuñón, «Epitafio para la tumba de
un obrero», publicado en Todos bailan, donde habla de un obrero de la construcción y
escribe «Pero estuve pensando en el obrero caído y mi corazón está hecho pedazos».
27
F. Urondo, «En la masvida», publicado originalmente en La Opinión, Buenos Aires, 15 de
agosto de 1971 y reproducido en O. Girondo, Obra completa, Madrid, Archivos, 1999.
C. Fernández Moreno, La realidad y los papeles. Panorama y muestra de la poesía
argentina contemporánea, Madrid, Aguilar, 1967.
28
mediados de la década del 50, tienen sobre todo valor político nacional,
el de la revolución peronista, los grandes poemas argentinos del movi-
miento, como «Argentino hasta la muerte», de César Fernandez Moreno,
El saboteador arrepentido, Al público y Las patas en las fuentes, de
Leónidas Lamborghini, se despegan de inmediato del movimiento
continental para replegarse otra vez hacia la literatura argentina.
«Sobre el neobarroco. Fragmento de una entrevista de Josely Vianna Baptista a José
Kozer», en http://tijuana-artes.blogspot.com/2005/03/neobarroco.html. En 1991, además,
en México se publica Transplatinos (México, El tucán de Virginia, 1991), prologada por
Roberto Echavarren, que es la primera antología continental del neobarroco.
29
D. García Helder, «El neobarroco en la Argentina», en Diario de Poesía, n° 4, Buenos
Aires, Rosario, Montevideo, otoño de 1987.
Es verdad que hoy tal vez no se vean tan tajantes las diferencias entre unos y otros,
pero eso se debe menos a la inexistencia de diferencias conceptuales evidentes que al
hecho de que los poetas que empiezan a publicar en los años 90, lectores simultáneos
y desprejuiciados de Diario de Poesía y de los neobarrocos, construyen una obra tan
tributaria de unos como de otros, con lo que es la herencia la que anula, o apacigua, las
evidentes diferencias de la tradición.
30
D. García Helder, «Giannuzzi», en Diario de Poesía, n° 30, Buenos Aires, Rosario,
1994.
31
10
D. Freidemberg, «Terca persistencia de la especie», en Diario de Poesía, n° 23, Buenos
Aires, Rosario, 1992.
32
11
R. Herrera, La hora epigonal. Ensayos sobre poesía argentina contemporánea, Buenos
Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1991.
33
Ocho años más tarde, en 1999, Herrera convirtió esa lectura inten-
cionada y circunscripta de Diario de Poesía (que excluye, por ejemplo,
las señeras lecturas que el Diario hizo de las obras de Aldo Oliva,
de Hugo Padeletti, del mismo Giannuzzi) llamada Hablar de Poesía
cuyo nombre simétrico con el del Diario (la única palabra no común
entre ambos títulos tiene sin embargo también seis letras) marca, desde
la portada nomás, la manifestación del carácter «especular», así lo
llama Ana Porrúa12, de la publicación de Herrera en relación con la
de Samoilovich, en tanto la de aquel, sigue Porrúa, «llega al campo
literario para instalar ciertos nombres desaparecidos de la tradición
(Banchs, Mastronardi, incluso Molinari), pero también para demoler
—por la amenaza que suponen— aquellas poéticas que el Diario venía
rescatando como linaje propio». Los dossiers dedicados por el Diario
a César Fernandez Moreno, Leónidas Lamborghini y Juana Bignozzi
y las reseñas que Herrera, Javier Ardúriz y de María Julia de Rucchi
Crespo firman de las obras de esos mismos autores conforman, como
señala Porrúa, una «inversión casi perfecta» y donde el Diario ve in-
novación, Hablar ve verborragia, balbuceo, gritos.
12
A. Porrúa, «La novedad en las revistas de poesía: relatos de una tensión especular», en
Orbits Tertius, n° 11, La Plata, 2005.
13
R. Herrera, «Los vencidos», en Hablar de Poesía, n° 4, Buenos Aires, 2002.
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14
L. Soler Cañas, La generación poética del 40, Buenos Aires, Ediciones Culturales
Argentinas, 1981.
15
Véase, porque puede resultar ilustrativa, esta ficha de lectura del número 2 de Hablar
de Poesía, noviembre de 1999: «Luis. O. Tedesco, codirector, firma “La inactualidad
de Carlos Mastronardi”, p. 21-33 —ya ahí nomás, inactualidad como valor— donde
dice: “En aquellos tiempos de nuestra juventud —lo mismo les ocurre a los jóvenes de
hoy— buscábamos adaptarnos al discurso del mundo avanzado. Nadie más lejos que
Mastronardi del mundo avanzado. Sin embargo, su luz de provincia sigue ahí... De esa
desesperada felicidad Mastronardi es hoy, a veinticuatro años de su muerte, la vanguar-
dia, la vanguardia, al menos, de algunos de nosotros”. Esto conecta con la editorial del
mismo número: “Rodeada de indiferencia o un vago prestigio necrosado —y de una
crítica amiguista, arbitrariamente ofensiva cuando el texto escapa a los moldes oficiales,
o frívolamente despectiva frente a la inactualidad de ciertas propuestas—, la escritura
poética ha quedado a merced de convenciones fugaces que le ofrecen su apoyo momen-
táneo y luego la abandonan a su inexistencia, ya que las modas no poseen memoria y
quien adhiere a ellas carece de pasado. Cada vez más vacilante desde que comenzó a
desconfiar del lenguaje, la escritura poética convierte en propios los prejuicios de una
actualidad que en realidad la ignora...” (p. 7). El artículo siguiente al de Tedesco es un
manifiesto de poesía órfica bajo el título “Arturo Marasso y la santidad de la sonrisa”,
firmado por José Isaacson. Allí se lee, por ejemplo: “En el pensamiento y en la obra de
Marasso, religiosidad es vocablo equivalente a religamiento. Se trata del religamiento
del poeta con el cosmos” (p. 36). En el mismo número, un artículo de Luis Gusmán
dedicado a Edgar Lee Masters que lleva el significativo título “Lo indecible: el habla de
los muertos”, termina así: “Como si la vida tuviera un último acabado verbal, suspiros,
lamentos y murmullos son fórmulas para modular los vestigios finales de lo indecible.
Ya no Spoon River, sino la tradición entera (y el presente EN ella) como un gran cemen-
terio”. De allí al estratégico ensayo traducido por María Julia de Ruschi Crespo, de la
poeta italiana Cristina Campo, llamado “Hablemos de la perfección”, que mima sin duda
el nombre de la revista, hablar de poesía es hablar de la perfección, ¿no? y que inicia
sentencioso, como, precisamente, un epitafio: “La pasión por la perfección llega tarde”,
para retomar más adelante: “Feliz espectáculo el poeta ya viejo que, habiendo recorrido
todos los mares, habiéndose topado con todos los atolones, se cierra cada vez más, con
el andar de los días, en formas inaccesibles y puras. Así Boris Pasternak; así William
Carlos Williams, que concluye una vida de pionero literario escribiendo en tercetos”.
¡Qué cita, eh! En la sección reseñas, una de la Obra poética de César Fernández Moreno
(buena elección), a cargo de Ricardo Herrera: “Siempre joven, siempre desprolijo, dio
así origen a una expresión verborrágica, coloquialista, fácil, que en cierta forma se puede
decir que liquidó la poesía entendida como arte de la palabra” (p. 199). En la misma
página, el argumento: “A mi juicio, sin embargo, la comprobable evidencia de que en
poesía se pueden decir cada vez menos cosas no obedece al hecho de que desde Petrarca
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hasta Mallarmé los poetas se hayan empeñado durante quinientos años en considerar a
las palabras como diamantes, sino en el formidable desarrollo que la prosa tuvo a partir
del Renacimiento, desarrollo que corre parejo a la retracción del verso a la prosa”. Fi-
nalmente: “Cuando la identidad de la lírica se ha vuelto indiscernible, poco le cuesta al
lector aceptar como poesía cualquier producto que se le presenta etiquetado como tal,
de modo que (estoicamente) sigue adelante” (p. 201)».
16
O. Aguirre, «Crítica de la razón poética», entrevista a Pablo Anadón, en www.lacapital.
com.ar/2006/04/16/seniales/noticia_285137.shtml
17
R. Gustavo Aguirre y N. Espiro, «Poetas de hoy: Buenos Aires, 1953», en Poesía Buenos
Aires, n° 13 y 14, Buenos Aires, 1953.
36
Como vemos, otra vez, el valor para Anadón es el mismo que instala
Herrera en la poesía argentina: la vejez. Pero la vejez cronológica (y
Anadón hace de la cronología una jerarquía: los primeros de las lista
son los más viejos) es a su vez una metáfora: lo viejo —de la que los
viejos reales son su símbolo— es todo aquello que lo nuevo niega,
obtura, no ve ni deja ver. De hecho, el reclamo de Anadón al sitio de
Alejandro Méndez no es por la ausencia de poetas buenos, o de de-
terminada corriente estética, o de los que conforman, fuera éste cual
fuera, su «gusto» como lector, sino que es su mera ausencia la que los
califica: son los que no se pueden ver, los que no están. Y en una so-
ciedad «juvenilista», emparentando, Anadón, juvenilismo con sesenta
setentismo (suponemos que cuando habla de «funcionarios» se refiere
al kirchnerismo, siguiendo la línea editorial de, por ejemplo, el diario
La Nación, antikirchnerista, antijuvenilista, anti sesenta setentista), lo
ausente es sobre todo lo viejo y lo viejo es sobre todo lo ausente, lo que
la «hegemonía» (otra vez, una palabra de La Nación para referirse al
kirchnerismo) no deja ver.
18
C. Martín Eguía, La plancha de altibajos, Buenos Aires, Paradiso, 2006.
19
R. Herrera, «Del movimiento a la inmovilidad», en Hablar de Poesía, n° 2, Buenos
Aires, 2000.
39
20
O. Bossi, «Diálogo con Alicia Genovese», en Hablar de poesía, n° 11, Buenos Aires,
2004
21
E. Bustos, «Lírica y mesura», en Hablar de poesía, n° 2, Buenos Aires, 2000.
22
P. Anadón, «Prólogo», en Señales de la nueva poesía argentina, Gijón, Libros del
Pexe, 2004.
23
R. Galarza, «Prólogo», en Los poetas interiores (una muestra de la nueva poesía ar-
gentina), Madrid, Amargord, 2005.
40
24
A. Rubio, «Ars poetica», en Monstruos. Antología de la joven poesía argentina, Buenos
Aires, Fondo de Cultura Económica, 2004.
25
D. Samoilovich, «Un suspiro entre dos clichés», en Diario de Poesía, n° 42, Buenos
Aires, Rosario, 1997.
26
S. Mallarmé, «Sobre la evolución literaria», en D. Freidemberg y E. Russo (eds.), Cómo
se escribe un poema, Buenos Aires, El Ateneo, 1994.
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27
M. T. Gramuglio, «El realismo y sus destiempos en la literatura argentina», en Noé Jitrik
(dir.), Historia crítica de la literatura argentina, tomo 6, Buenos Aires, Emece, 2002; H.
P. Agosti, Defensa del realismo, Buenos Aires, Lautaro, 1963; J. C. Portantiero, Realismo
y realidad en la narrativa argentina, Buenos Aires, Procyón, 1961.
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De este modo el realismo, más como lo veía Erich Auerbach, esto es,
como una variable que recorre toda la literatura occidental, que como
un paradigma confinado a la segunda mitad del siglo XIX, traza una
28
O. Paz, Los hijos del limo, Buenos Aires, Seix Barral, 1987.
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