Las Afasias Según Jackobson
Las Afasias Según Jackobson
Las Afasias Según Jackobson
ISSN 2013-
8539.
"Dos aspectos del lenguaje y dos tipos de trastornos afásicos": Referencia a Roman JAKOBSON -
Morris HALLE, Fundamentals of Language, Mouton, The Hague - Paris - New York, 1956
(Fundamentos del lenguaje, editorial Ciencia Nueva, Madrid, 1967, traducción de Carlos Piera)
Fundamentos del lenguaje es sin duda uno de los títulos más significativos de la literatura
lingüística. Aparecido en 1956, lo firman Roman Jakobson, quien por aquellas fechas era
ya una de las primeras figuras de la ciencia del lenguaje, y Morris Halle, también eminente
y avanzado lingüista y fonólogo, colaborador que sería, asimismo, de Noam Chomsky.
Resultan llamativos algunos aspectos de este opúsculo, aspectos que no estará de más
considerar antes de abordar las cuestiones que más específicamente nos interesan aquí.
Fundamentals of Language fue el título elegido, en la edición original, para inaugurar una
colección de estudios lingüísticos que se llamó Janua Linguarum (esto es, The Gate of
Languages; en castellano, Pórtico de las lenguas, o de los lenguajes), con doble
intención, así pues, en el nombre de la colectánea y en el del libro, de referirse a
cuestiones fundamentales, propedéuticas. Por eso mismo llama la atención la exigüidad
del texto, de menos de cien páginas, que por su título quizás haría esperar un voluminoso
manual de introducción a la lingüística o cuando menos un enjundioso compendio. El
índice reserva sorpresas no menores: la primera parte, de unas cincuenta páginas, está
dedicada por entero a la fonología y la fonética, y la segunda, de apenas una veintena, a
"Dos aspectos del lenguaje y dos tipos de trastornos afásicos".
Sin embargo, y por lo que a la ciencia del lenguaje se refiere, parece bastante menos
evidente el carácter fundamental del estudio de los trastornos del lenguaje -las afasias-
habida cuenta de que en aquellos momentos, como no deja de señalarlo el propio
Jakobson, la cuestión distaba de ser de la competencia de los lingüistas (y, en efecto,
esta segunda parte se abre con una reivindicación de la intervención de los lingüistas en
el estudio de las afasias). Como vamos a ver, la consideración lingüística de las afasias
se justifica plenamente en una obra sobre los fundamentos del lenguaje por sustentarse
en la aplicación de la fundamental dicotomía saussureana entre plano sintagmático y
plano asociativo del lenguaje.1
Nos recuerda Jakobson que el carácter doble del lenguaje (su "doble articulación") se
mantiene en todos sus niveles -fonético, morfemático, léxico, sintáctico y fraseológico- y
consiste en la SELECCIÓN de entidades lingüísticas y en su COMBINACIÓN en un nivel
de complejidad más elevado: seleccionamos determinados fonemas y los combinamos
para formar con ellos los morfemas, con los cuales formamos las sílabas y las palabras;
seleccionamos determinadas palabras para formar con ellas frases, y las frases las
combinamos para crear enunciados más complejos, proposiciones y discursos. Estas dos
operaciones se llevan a cabo según "una escala de libertad creciente", nula por lo que se
refiere a los fonemas y muy grande, potencialmente ilimitada cuando de lo que se trata es
de formar enunciados. Ambos principios o modos de relación (que son ante todo
momentos lógicos, y no temporales stricto sensu), la selección y la combinación, habían
sido descritos por Saussure: los elementos lingüísticos entre los que llevamos a cabo la
selección están ligados por grados de SEMEJANZA, y se hallan disponibles por así decir
en abstracto, o como lo expresaba Saussure, in absentia; su modo de relación es interno
al código lingüístico. La selección lleva aparejada otra operación que le es
complementaria: la sustitución. La segunda operación, la de combinación, consiste en
disponer los elementos seleccionados en una cadena, es decir, formar con ellos un
contexto lingüístico (operación, ésta, que Jakobson denomina "contextura"): dichos
elementos mantienen, pues, entre sí una relación de CONTIGÜIDAD, que se produce,
lógicamente, in praesentia; su modo de relación es externo, ya que se produce en el
mensaje. "Estas dos operaciones -prosigue Jakobson- proporcionan a cada signo
lingüístico dos conjuntos de interpretantes […] y en ambos modos el signo se ve remitido
a otro conjunto de signos lingüísticos, mediante una relación de alternación en el primer
caso y de yuxtaposición en el segundo. Una unidad significativa determinada puede
sustituirse por otros signos más explícitos del mismo código, revelando así su sentido
general, mientras que su significado contextual viene definido por su relación con otros
signos dentro de la misma serie" (p. 79 de la edición española).
Abordar el problema de las afasias a partir de estas premisas, que son ante todo
meramente lingüísticas, permite establecer una tipología doble, según se vea
comprometida la facultad de seleccionar y sustituir signos lingüísticos o bien la capacidad
para combinarlos y contextualizarlos.
Podríamos resumir cuanto antecede citando al propio Jakobson (p. 95): "La afasia
presenta numerosas variedades muy dispares, pero todas ellas oscilan entre uno y otro
de los polos que acabamos de describir. Toda forma de trastorno afásico consiste en una
alteración cualquiera, más o menos grave, de la facultad de selección y sustitución o de la
facultad de combinación y contextura. En el primer caso se produce una deterioración de
las operaciones metalingüísticas, mientras que el segundo perjudica la capacidad del
sujeto para mantener la jerarquía de las unidades lingüísticas.
El primer tipo de afasia suprime la relación de semejanza; el segundo, la de contigüidad.
La metáfora es ajena al trastorno de la semejanza y la metonimia al de la contigüidad."
El estudio de las afasias se demuestra altamente provechoso para el lingüista por la luz
que arroja sobre los procedimientos que, según hemos visto, rigen la constitución de
cualquier discurso, procedimientos que, en última instancia, consisten en las figuras
retóricas de la metáfora y la metonimia: "Dos son las directrices semánticas que pueden
engendrar un discurso, pues un tema puede suceder a otro a causa de su mutua
semejanza o gracias a su contigüidad. Lo más adecuado sería hablar de desarrollo
metafórico para el primer tipo de discurso y desarrollo metonímico para el segundo, dado
que la expresión más concisa de cada uno de ellos se contiene en la metáfora y la
metonimia, respectivamente" (p. 95). Ambos procesos, nos recuerda Jakobson, operan
continuamente y, podríamos añadir, simultáneamente, si bien suele suceder que, por
diversas razones que dependen de los sistemas culturales y de las preferencias
estilísticas individuales, uno de ellos resulte predominante.
Jakobson postula con rotundidad una relación biunívoca entre los dos tipos de afasia y las
figuras retóricas de la metáfora y la metonimia. Hay que indicar, con todo, que la
interpretación que da en clave retórica de algunos de los ejemplos que él mismo aduce es
discutible: no pocos de los definidos como metonimias son en realidad sinécdoques
-figura que la retórica tradicional emparenta con la metonimia pero que no coincide
exactamente con ésta-, y respecto de algún otro cabe preguntarse si no se trata de una
metáfora. Dado que el terreno de las figuras retóricas y, más en general, de los
procedimientos generadores de efectos de sentido es particularmente movedizo, tal vez
convendría, en beneficio de la operatividad, hablar, siguiendo a Jakobson, de desarrollos
metafóricos o metonímicos, más que de metáforas y metonimias, no siempre fáciles de
definir ni de distinguir netamente.
Preguntas parecidas podríamos hacernos respecto de algún otro caso, como el del pasaje
de Uspenskij que Jakobson define como "estilo metonímico": aparte de contener alguna
discreta metáfora, ¿en qué consistiría en este caso "el tránsito de la semejanza a la
contigüidad" o, dicho de otro modo, en base a qué criterio considerar metonímico un
pasaje descriptivo? El propio Jakobson aporta alguna indicación al respecto, al señalar
que los novelistas realistas "siguiendo el camino de las relaciones de contigüidad" pasan
"metonímicamente de la trama a la atmósfera y de los caracteres al encuadre espacio-
temporal"; pero de esta indicación sólo parece posible extraer la idea de que la
contigüidad característica de la metonimia representa un movimiento (o, por decirlo con
Freud y Lacan, un desplazamiento) dentro de un "ámbito" abstracto y general que, vez por
vez, crea las condiciones que permiten pasar del término sustituido al que lo sustituye,
idea que confirmarían las tesis del Grupo . Quedaría por ver si la condensación freudiana,
como quiere Jakobson, es una sinécdoque o una metáfora, como quiere Lacan.
Francisco Amella
Octubre de 2005
Notas:
1. En el párrafo conclusivo del prefacio a la edición original, Jakobson se refiere a las razones
que a su entender justificaban la intervención de los lingüistas en la discusión científica en
torno a las afasias, y el que esta cuestión se tratara en una obra sobre los fundamentos de
la lingüística: "When a quarter of a century separates us from the Prague International
Conference, which broke the ground for general phonology, it is appropriate to survey the
main problems of this discipline in its present stage. On the other hand, it was tempting to
explore, forty years after the publication of Saussure's Cours with its radical distinction
between the "syntagmatic" and the "associative" plane of language, what has been and can
be drawn from this fundamental dichotomy" [Ahora que nos separa un cuarto de siglo de la
Conferencia Internacional de Praga, que abrió el camino a la fonología general, es
oportuno considerar los problemas principales de esta disciplina en el estadio actual de su
desarrollo. Por otra parte, cuarenta años después de la publicación del Cours de Saussure,
con su radical distinción entre los planos "sintagmático" y "asociativo" del lenguaje,
resultaba tentador examinar cuanto se ha extraído y puede aún extraerse de esta
dicotomía fundamental].
2. Suponiendo que, efectivamente, la sustitución de luz de gas por fuego sea verdaderamente
una metáfora y no una sinécdoque, dado que en las lámparas de gas quema, en efecto,
una llama.
3. Conviene advertir que Jakobson toma en consideración las relaciones tipo entre signos
lingüísticos, y no las operaciones fundamentales de sustitución y contextura: por más que
pueda resultar obvio, quizás no estará de más recordar que dándose sustitución, tanto
puede darse metáfora como metonimia y que, viceversa, un enunciado lingüístico (es decir,
una combinación contextualizada de signos lingüísticos) tanto puede contener una
metáfora como una metonimia, o ninguna de las dos (como demuestran los ejemplos
aducidos por el propio Jakobson).
Material capturado de la web para su utilización en la Asignatura Lingüística y Semiótica del 3er
Curso, 2ª Sección de Psicología de la Facultad de Filosofía UNA. Prof. Lic. Gloria Medina