En Busca Del Placer Sexual 1
En Busca Del Placer Sexual 1
En Busca Del Placer Sexual 1
Todos los comentarios sobre este pasaje concuerdan en que llegar a ser una
sola carne es un concepto amplio que involucra la totalidad de la vida. El
contexto de Génesis 2 y la enseñanza del resto de la Biblia sobre el
matrimonio lo exigen. Al mismo tiempo, se reconoce generalmente que no hay
otra esfera donde mejor se ilustre o se experimente plenamente este
compartir que en la relación sexual del hombre con su esposa.
Esto solo puede significar que el acto sexual es el medio para lograr una
comunión profunda y compartirlo todo, mediante lo cual el marido y la mujer
llegan a conocerse muy íntimamente.
Además, hay muchas parejas que no llegan al divorcio pero que también
tienen muchos conflictos acerca de sus relaciones sexuales. Mi propia
experiencia como consejero solo ha servido para confirmar el hecho de que
esta es un área de grandes conflictos. Con demasiada frecuencia el acto
matrimonial produce irritación en lugar de satisfacción; es un área de conflicto
en lugar de promover y expresar la unidad.
Una pregunta que surge es, si Dios creó y ordenó las relaciones sexuales
para promover y expresar la unidad en el matrimonio, ¿por qué razón tantas
parejas tienen problemas precisamente en esta área?
Las Escrituras nos advierten que nuestros pecados nos alcanzarán (Nm
32.23). También nos recuerda que tenemos una conciencia que nos «acusa o
excusa» (Ro. 2.15). Usted puede tratar de ignorar su pecado o de encubrirlo y
es posible pensar que lo ha logrado. Pero tenga la certeza de que su pecado
lo alcanzará. Todos tenemos una conciencia que frecuentemente nos
recuerda nuestra desobediencia y nos impide gozar verdaderamente de la
vida presente.
Recuerde la angustia que sufrió David por no tratar con su pecado y culpa
según lo expresa el Salmo 32. Dijo: «Mientras callé, se envejecieron mis
huesos en mi gemir todo el día… se volvió mi verdor en sequedades de
verano» (Sal 32.3–4). Con estas palabras, David describe una horrible
experiencia que vivió como resultado de no confesar su culpa. Había
desobedecido gravemente a Dios y luego procuró ignorar su pecado, pero fue
imposible. Ante su consternación descubrió que ya no podía disfrutar de la
vida como antes. Comprobó con tristeza que la vida había perdido su
entusiasmo y que comenzaban a surgir problemas emocionales, sociales,
físicos y espirituales. ¿Por qué? Porque el desagrado de Dios cayó
pesadamente sobre él, su conciencia constantemente le acusaba y su
pecados lo estaban alcanzando.
R.C. Sproul escribe: «Muchas mujeres llegan al matrimonio con una enorme
carga de culpa que les atormenta por años… Una pregunta que
frecuentemente le hago a los hombres que se quejan de la frigidez de sus
esposas es: "¿Tuvo relaciones sexuales con su esposa antes de casarse?"…
En todos los casos cuando he formulado esta pregunta la respuesta ha sido
afirmativa. Entonces le hago otra pregunta: "¿Diría que su esposa le
respondía sexualmente más antes de casarse?" También en todos los casos
que hice esta pregunta el esposo respondió enfáticamente que en verdad su
esposa le respondía más antes de casarse. Generalmente me miran perplejos
y dicen: "¿Cómo lo sabía usted?" La respuesta es que es un fenómeno
bastante común. Pueden haber muchas explicaciones plausibles de la
evaluación del marido… Pero una explicación debe considerarse seriamente.
Quizá la mujer se siente tan culpable por haber perdido su virginidad antes del
matrimonio que ahora sufre los efectos paralizantes de esa culpa».
(Discovering the Intimate Marriage, pp. 96, 97).
«El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se
aparta alcanzará misericordia» (Pr 28.13).
«En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las
riquezas de su gracia» (Ef 1.7).
«Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay
libertad (emancipación de la esclavitud, liberación). Por tanto, nosotros todos,
mirando a cara descubierta (quizá esto signifique contemplar la Palabra de
Dios o bien reflejarla) como en un espejo la gloria del Señor, somos
transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del
Señor» (2 Co 3.17–18).
«¡Oh, cuanto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación» (Sal 119.97).
Sin embargo, las Escrituras prometen muchos beneficios adicionales a los que
han sido regenerados por el Espíritu Santo y redimidos por Jesucristo. «La
piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de
la venidera» (1 Ti 4.8). «Yo he venido para que tengan vida, y para que la
tengan en abundancia» (Jn 10.10). «El Dios vivo, que nos da todas las cosas
en abundancia para que las disfrutemos» (1 Ti 6.17). Bien ha dicho el poeta al
expresar una verdad bíblica, que para el cristiano: «Por la gracia del Señor, lo
que veo en derredor, tiene hermosuras mil, que sin Cristo nunca vi».
Esto puede parecer una contradicción pero no lo es. Lo que quiero decir es
que una relación sexual deficiente a menudo es como la luz roja en el tablero
de un automóvil.
El Dr. Jay Adams compara los problemas no resueltos de la pareja con valijas.
Por ejemplo, considere el caso de un esposo que no ama a su mujer en la
forma bíblica. Es inconsciente, desconsiderado, severo, ingrato, irritable,
implacable, y contencioso. La domina como si fuese una esclava, o la ignora
como si no existiese, o la trata como si fuera un objeto y no una persona.
¿Cuál es el resultado? Pues las actitudes y acciones del marido comienzan a
pesar sobre su mujer. Medita sobre ellas. Se siente herida, despreciada,
rechazada, descuidada, no amada. Esta realidad llega a ser como maletas
pesadas que la esposa debe cargar todo el tiempo. Están con ella cuando
cocina o limpia pero especialmente cuando se acuesta con su esposo. Son las
maletas de la desconsideración, la severidad, la ingratitud, de un espíritu
implacable, del pecado no confesado del marido contra su esposa.