Catequesis Sobre La Confirmación Hoy
Catequesis Sobre La Confirmación Hoy
Catequesis Sobre La Confirmación Hoy
Contenido: 1 Orígenes 2 Desarrollo del rito 3 Elementos teológicos 3.1 Materia 3.2 Signos 3.3 Forma 3.4 El ministro
3.5 El sujeto 3.6 Preparación 4 Teología del sacramento 4.1 Sentido del término confirmación 4.2 Necesidad 4.3
Efectos
Al inicio de la Iglesia católica, cuando se daban largos períodos de catecumenado, los tres
sacramentos de la iniciación cristiana eran recibidos conjuntamente. Hay testimonios
escritos desde Hipólito y su narración de la liturgia hacia el 215 (en su tratado sobre la
tradición apostólica) para la distinción de dos unciones, una dependiente del bautismo y
otra posterior tras la vestición y dentro de la Iglesia. Era conferida por el obispo.
El rito católico actual consiste en que el confirmando, junto con su padrino, se acercan al
obispo o a la persona capacitada por éste para impartir dicho sacramento, quien haciendo
la señal de la cruz en la frente del confirmando con crisma, pronuncia la siguiente frase:
"[nombre], Recibe por esta señal el don del Espíritu Santo" el confirmando responde
"Amen”, y la paz esté contigo", a lo que el confirmando responde "y con tu espíritu"
Materia
En tiempo de los apóstoles, al parecer, era la imposición de manos acompañada por una
oración. Pero la idea de la unción también se abrió paso en el Nuevo Testamento. Desde
el siglo III tanto la imposición de manos como la unción son parte del rito.
Signos
- La imposición de las manos como invocación del Don del Espíritu Santo. - La crismación
unida a las palabras "Recibe por esta señal el Don del Espíritu Santo "que es el rito
esencial de la confirmación. Es el gesto eficaz que confiere el Don del Espíritu Santo, y es
el signo de nuestra participación en la misión de Cristo, profeta, sacerdote y rey y
servidor. - La signación, unida a la crismación, expresa el carácter indeleble con que
hemos sido marcados al recibir la unción del Espíritu, como fruto de la Cruz de Cristo.
Forma
Ha experimentado grandes variaciones a lo largo de la historia. En todos los ritos las
fórmulas expresan directa o indirectamente el doble efecto de la confirmación, a saber, el
carácter y la gracia.
El ministro
En la Iglesia latina el ministro ordinario de la confirmación es el Obispo; pero también
administra válidamente este sacramento el presbítero dotado de facultad por el derecho
universal o por concesión peculiar de la autoridad competente. El canon 885 indica cuáles
son los presbíteros que tienen esa facultad por el derecho universal.
En las Iglesias orientales, incluso las católicas, el ministro ordinario es el presbítero, que
usa óleo santo consagrado por el obispo o por el patriarca (cánones 693-694 del Código
de Cánones de las Iglesias Orientales).
El sujeto
En la Iglesia latina "el sacramento de la confirmación se ha de administrar a los fieles en
torno a la edad de la discreción, a no ser que la Conferencia Episcopal determine otra
edad, o exista peligro de muerte o, a juicio del ministro, una causa grave aconseje otra
cosa" (Código de Derecho Canónico, canon 891). Como es sabido, se presume que quien
tiene cumplidos los siete años tiene uso de razón (canon 96 § 2).
Preparación
El proceso normal de catequesis en una parroquia puede durar entre uno y cuatro años,
dependiendo del contenido. En éste se pueden destacar temas como la Iglesia, María, los
sacramentos, la Biblia, los evangelios, la oración, la Eucaristía, el perdón, la resurrección,
etc. La Iglesia Católica requiere, si el confirmando ha alcanzado la discreción, que su
formación incluya al menos el conocimiento del Padre nuestro, el Ave María, el credo y los
diez mandamientos. El confirmando debe encontrarse en estado de gracia (sin pecado
mortal), pero, aunque es ilícito recibirlo en pecado, el sacramento es válido, si bien sus
efectos sacramentales (los dones del Espíritu Santo) no se disfrutan hasta que se obtiene
la absolución.
Teología del sacramento
En este sacramento, al confirmando, tras recibir una catequesis previa si tiene edad
suficiente, se le pide que acepte de forma libre y consciente las promesas y renuncias
realizadas en el bautismo, normalmente por sus padres y durante su primera infancia.
Tiene por fin que el confirmando (el que es confirmado) se fortalezca con los dones del
Espíritu Santo, completándose la obra del bautismo. Los siete dones del Espíritu Santo,
que se logran gracias a la confirmación, son: sabiduría, entendimiento, consejo, fortaleza,
ciencia, piedad y temor de Dios. El sacramento pretende lograr en el fiel un arraigo más
profundo a la filiación divina, que se una más íntimamente con su Iglesia, fortaleciéndose
para ser testigo de Jesucristo, de palabra y obra, ya que por él será capaz de defender su
fe y de transmitirla, lo que por el sacramento se compromete a hacer activamente.
Necesidad
La confirmación perfecciona la gracia recibida por el bautismo y el carácter sacramental
que otorga desarrolla el sacerdocio común al que pertenece el fiel.
Aunque el código de derecho canónico indica que los «fieles están obligados a recibir ese
sacramento en el tiempo oportuno» (cf. canon 890), su no administración no condiciona la
validez del bautismo ni la del matrimonio aunque sí la del orden sacerdotal.....
Efectos
De acuerdo con el Catecismo de Juan Pablo II, los efectos de la confirmación son: -
introducción más profunda en la filiación divina - unión más firme con Cristo - aumento de
los dones del Espíritu Santo - perfección mayor de nuestro vínculo con la Iglesia.
“De la celebración se deduce que el efecto del sacramento es la efusión plena del Espíritu
Santo, como fue concedida en otro tiempo a los apóstoles el día de Pentecostés”
(Catecismo, 1302).
Además, la Confirmación tiene también otro efecto: “imprime en el alma una marca
espiritual indeleble, el ‘carácter’, que es el signo de que Jesucristo ha marcado al cristiano
con el sello de su Espíritu revistiéndolo de la fuerza de lo alto para que sea su testigo (cf.
Lucas 24, 48-49)” (Id., n. 1304).
I. NOCION
La confirmación es el “don del Espíritu Santo”, y, por ello, un nuevo Pentecostés. Como
sacramento de la consagración en la iniciación cristiana, acaba el bautismo y prepara
normalmente para la plena comunión eclesiástica en la eucaristía. Estos tres
sacramentos de la iniciación cristiana, nos comunican la acción salvífica del Padre, en
el Hijo, por su Espíritu, y deben ser estudiados en su unidad orgánica.
Este sacramento, como todos los otros, fue instituido por Jesucristo, pues sólo Dios
puede vincular la gracia a un signo externo. Existen repetidas predicciones de los
profetas relativas a una amplia difusión del Espíritu divino en los tiempos mesiánicos
(cfr. Is 58,11; Ez 47,1; Joel 2,28) y conocemos el reiterado anuncio por parte de Cristo
de una nueva venida del Espíritu Santo para completar su obra (cfr. Jn 14,16.26;16,13-
15; 1Jn 2,3). Los Apóstoles, hacen constar la institución de un sacramento distinto del
bautismo, para conferir la plenitud del Espíritu (cfr. Hch 8,14 - 17; 19,6; Heb 6,2; Tim
4,14).
Algunos teólogos actuales opinan que la mayor parte de los estudios sobre la
confirmación no llegan a convencernos, pues muy frecuentemente se abordan los
problemas en una perspectiva demasiado estrecha. Desde comienzos de la edad
media los teólogos escolásticos se esforzaron en definir la naturaleza propia de la
confirmación en oposición al bautismo y eventualmente también a la eucaristía, por el
análisis de los frutos de este sacramento.
Hay que partir del hecho de que la confirmación es uno de los tres sacramentos de la
iniciación cristiana, que juntos constituyen la plenitud de la existencia cristiana y por
tanto deben ser estudiados en su unidad orgánica puesto que nos comunican la
acción salvífica del Padre, en el Hijo, por su Espíritu. Por otra parte, respecto de la
confirmación, el NT y la tradición, lo mismo litúrgica que teológica, presentan una
armonía notable en relación con el hecho central de que este sacramento nos
confiere ante todo el “don del Espíritu” y esta verdad debe guiar nuestra reflexión
más que ninguna otra y llevarnos a los dominios de una teología sacramental,
eclesiástica y trinitaria.
3.1.1. La Escritura.
Es evidente que la actividad propia del Espíritu sostiene y mueve toda la existencia
cristiana desde el nacimiento de la fe. I. de la Potterie, recogiendo una tradición muy
antigua, ha hecho ver que la “unción del cristiano” no tiene significación ritual, sino
espiritual, guardando una relación de analogía con la unción de los profetas en el AT y
la unción profética de Cristo (Lc 4,18; Hch 4,27; 10,38; Heb 1,9). Pablo la considera en
su relación con el sello del bautismo, mientras Juan descubre su influencia en todo el
desenvolvimiento de la vida cristiana por la fe que precede (1Jn 5,6), acompaña (Jn 19,
34.35) y sigue (3,5) a la recepción del bautismo cristiano. Esta fe es “confirmada” por el
Espíritu. Si es menester renacer por el agua del bautismo, también hemos de renacer
por el espíritu, es decir, por la fe en la palabra (Jn 3,5; 19,35; 1Jn 5,6-8). Esta doctrina
corresponde perfectamente a la de los sinópticos sobre la necesidad de la fe para la
salvación eterna.
El Espíritu es también la fuente de nuestra caridad, anima nuestra oración, es la fuente
de los carismas por los que “edifica” la Iglesia y la consagra como templo de Dios en la
“comunidad”. El es verdaderamente el alma de toda existencia cristiana. Por la fe está
ya presente en el bautismo y en la eucaristía, tradición que la Iglesia antigua conservó
en la práctica de la epíclesis.
III.1.2. La tradición.
Así pues, parece difícil apoyarse en los Hechos para afirmar un sacramento del
Espíritu separado del bautismo. Si no, ¿cómo explicar el silencio de Pablo y de Juan,
el silencio de los tres primeros siglos, la ausencia de una denominación propia y la
tradición de la unidad, que se ha mantenido en Oriente?
En vez de apoyarse en un texto aislado y separado de su contexto, ¿no habría
motivo para buscar el vínculo que existe entre el Espíritu y la Iglesia, entre el papel
del Espíritu y el misterio de la salvación? La teología de la confirmación habrá de
gestarse partiendo de esta reflexión, enraizada en el cuarto Evangelio y en el
conjunto de los escritos de Lucas y de Pablo.
En los orígenes cristianos, el rito de iniciación, cualquiera que sea su nombre, abarca
el baño de agua y la comunicación del Espíritu. Si el rito del baño es materialmente
invariable, no sucede lo mismo con el don del Espíritu; aquí el rito no está precisado
con igual nitidez. Para el don del Espíritu, no hay que poner en el mismo plano el
efecto y el rito. El efecto es primordial y constante, el rito es secundario y mutable.
- o delegar el poder ordinario del obispo en los sacerdotes, que hasta entonces
bautizaban con el obispo, incluido el rito que sella el bautismo, a riesgo de expresar
menos claramente la unidad visible de la comunidad eclesial;
La primera solución fue adoptada por Oriente y España; la segunda por Roma.
Oriente.
En términos generales, desde los primeros tiempos, Oriente ha venido confiriendo los
sacramentos de iniciación de la vida cristiana en un solo rito, y su preocupación es
subrayar la unidad de toda la iniciación y la acción continua del Espíritu Santo a lo
largo de toda la celebración.
Occidente.
El primer testimonio nos llega no de Roma, sino de África. Tertuliano nos ofrece una
descripción de la iniciación cristiana. La inmersión bautismal va seguida de una
unción con el santo crisma, que expresa la identificación del bautizado con Cristo,
ungido por su Padre. La celebración se termina con la imposición de la mano. Esta
comprende, además de una plegaria, la imposición de la mano del obispo, con una
bendición, en forma de señal de la cruz, sobre la frente. Lo propio de la ceremonia,
que no comprende crismación, es hacer que el Espíritu Santo descienda y tome
posesión del bautizado, reconquistando la sede de su posesión primitiva.
Cipriano cubre una etapa más. Distinguiendo el baño de agua, que hace renacer en
la Iglesia, de la imposición de la mano, que da el Espíritu, habla de “uno y otro
sacramento”, lo cual puede significar, simplemente, uno y otro rito. Pero tiende a
distinguir el baño, cuyo efecto es negativo - la remisión de los pecados - , de la
imposición de la mano, que da el Espíritu. Cipriano aun cuando mantiene la unidad
de la acción bautismal, atribuye un efecto particular a uno y a otro rito.
Hipólito describe la liturgia bautismal como sigue: el obispo inicia la acción bautismal
con la bendición de los dos aceites: el del exorcismo y el de la acción de gracias. Hay
que anotar que la Tradición presenta el bautismo como una concelebración del
obispo con presbíteros y diáconos. Al salir del baño, los bautizados reciben una
unción del aceite de acción de gracias, de manos de un sacerdote. Una vez que se
han vestido, los neófitos son conducidos al interior de la iglesia, donde se halla el
obispo. Este les impone la mano, primero colectivamente haciendo la invocación:
“Señor Dios, tú has hecho a tus servidores dignos de recibir la remisión de los
pecados por el baño de regeneración del Espíritu Santo. Envíales tu gracia, para que
te sirvan según tu voluntad. Pues tuya es la gloria, Padre, Hijo, con el Espíritu Santo
en la Santa Iglesia, ahora y por los siglos de los siglos. Amén.”
Sigue una segunda unción sobre la cabeza, con imposición de las manos, y con la
fórmula: “Yo te unjo con el óleo santo en el Señor, Padre todopoderoso, Cristo Jesús
y el Espíritu Santo”. Terminada la unción, el obispo da el beso de paz. Hasta este
momento, los neófitos pueden participar en la plegaria del pueblo.
En el siglo IV, el rito milanés del bautismo comprende como ritos postbautismales: la
unción de la cabeza, el lavatorio de pies y la invocación del Espíritu por
consignación.
Más que de diferir el bautismo, se introduce el uso de bautizar a los niños, sin
esperar a la imposición de manos del obispo.
Las razones son múltiples: mortalidad infantil, bautismo en las clínicas, multiplicación
de las parroquias rurales sin pilas bautismales, etc.
Calvino, a su vez, rechaza la confirmación: “la cual ni siquiera puede nombrarse sin
ultrajar el bautismo”, pero reconoce una instrucción cristiana por la cual los niños, o
aquellos que hubiesen pasado la niñez, viniesen a exponer la razón de su fe ante la
Iglesia.
V. El Magisterio.
El primer texto conciliar que distingue netamente la imposición de manos del obispo y
el bautismo, administrado por el sacerdote, pertenece al concilio de Elvira (Dz 52). Y
al de Arles, del año 314, el primero relativo al bautismo de los herejes (Dz 53).
VI. 1. Espíritu santo e Iglesia. La Iglesia es creación y don del Espíritu. En ella, el
Espíritu da y se da, en la Palabra y en los sacramentos. Y no da ni se da al individuo
sino en la medida en que da y se da a la Iglesia, por cuya mediación da y se da a los
nuevos miembros.
No es Cristo quien envía el Espíritu, como para que lo reemplace: Cristo pide a su
Padre, a quien debe su misión, que lo envíe “en su nombre”, en cumplimiento de un
mismo designio de salvación. Es necesario que aquellos que han de recibirlo “lleven
el nombre” de Cristo, sean bautizados en su nombre, renovados en el misterio de su
muerte y de su gloria, y que sean incorporados a su cuerpo para recibir el Espíritu.
Sin embargo, otros textos del Nuevo Testamento atestiguan la existencia de un rito
que confiere el Espíritu Santo. (Se trata, en concreto, de Hch 8,4-20; 19,1-7 y Heb
6,1-6).
Estas dos clases de testimonio no implican que sea distinto el Espíritu santo que
reciben los Apóstoles en Pentecostés y que Pedro promete en su discurso a los
aspirantes al bautismo, y el que se otorga con la imposición de manos; se trata, más
bien, de dos hechos distintos pero complementarios entre sí: el bautismo es la
primera donación del Espíritu y la confirmación la donación plena; unidos
representan la completa y total cristificación del creyente, es decir, su total y
completa incorporación a la vida cristiana.
- Que la iniciación a la vida cristiana durante los primeros años del cristianismo
consta de dos ritos: ablución e imposición de manos.
- No existe un término específico para designar al segundo sacramento de la
iniciación.
A) Tertuliano.
Tertuliano describe un esquema de iniciación que coincide con las más primitivas
fuentes de Oriente y Occidente: ablución, unción posbautismal e imposición de
manos del obispo. Este esquema iniciativo no incluye la crismación. El Espíritu Santo
toma posesión de aquellos sobre quienes se impone las manos con una oración
epiclética.
B) La “Tradición Apostólica”.
En la Tradición Apostólica (principios del siglo III) los ritos se han ampliado como
sigue:
a) Ablución bautismal
b) Crismación posbautismal que realiza un presbítero con la fórmula “Yo te unjo con
el óleo santo en el nombre de Jesucristo”.
c) Imposición de manos del obispo sobre todos los neófitos, mientras dice esta
oración: “Señor, que les has hecho dignos de obtener la remisión de los pecados por
el baño de la regeneración, hazles dignos de ser llenados del Espíritu Santo y envía
sobre ellos tu gracia, para que te sirvan según tu voluntad, pues a Ti es la gloria,
Padre e Hijo con el Espíritu Santo, en la santa Iglesia, ahora y por los siglos de los
siglos”.
e) Ósculo (beso) de paz, mientras el obispo dice “el Señor esté contigo” y el neófito
responde “y con tu espíritu”.
a) ablución bautismal.
b) Unción crismal que realiza el presbítero con la fórmula: “Dios omnipotente, Padre
de Nuestro Señor Jesucristo, que te regeneró por el agua y el Espíritu Santo y te
perdonó todos tus pecados, te unja con el crisma de la salvación en Jesucristo,
Señor Nuestro, para la vida eterna” R. “Amén”.
c) Imposición de manos del obispo sobre los neófitos con la fórmula: “Dios
omnipotente, Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que regeneraste a tus hijos por el
agua y el Espíritu y les perdonaste todos sus pecados: envía sobre ellos el Espíritu
Santo Paráclito y concédeles el Espíritu de sabiduría e inteligencia , el Espíritu de
consejo y de fortaleza, el Espíritu de ciencia y de piedad; llénalos del Espíritu de
temor de Dios, en nombre de Nuestro Señor Jesucristo, con el cual vives y reinas,
Dios, junto con el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos”. R. “Amén”.
d) Unción con crisma en la frente en forma de cruz, con la fórmula: “El signo de
Cristo para la vida eterna”. “Amén”.
B) Sacramentario Gregoriano.
4. Los Pontificales.
Los principales documentos que atestiguan esta praxis son los Pontificales Romano-
Germánico, de la Curia del siglo XII; de Durando, (siglo XIII) y el vigente hasta la
promulgación del Ordo Confirmationis.
a) Imposición de las manos del obispo sobre los confirmandos con la oración
“Omnipotente Dios...” del sacramentario Gregoriano.
d) La paz.
e) Recitación sálmica.
f) Oración posconfirmatoria que alude a la colación del Espíritu Santo por medio de
los sucesores de los Apóstoles, y a la permanente inhabitación del Espíritu en
quienes lo reciben: “Oh Dios, que concediste a tus Apóstoles el Espíritu Santo y
quisiste que por ellos y sus sucesores se lo trasmitieran a los demás fieles; mira
benigno nuestro humilde ministerio y concede que, la venida del mismo Espíritu
Santo, perfeccione con su inhabitación, como templos de su gloria, los corazones de
quienes hemos ungido con el santo crisma y marcado con el sello de la cruz”.
Este pontifical deja constancia de que se usa el mismo ritual para los infantes y para
los mayores, con la diferencia de que los primeros son llevados en brazos de los
padrinos al obispo y los segundos “ponen su pie en el de su padrino” en el momento
de la confirmación. Este gesto de origen germánico significa que alguien toma
posesión de otro como cosa suya, con lo cual se indica que el padrino se hace cargo
del confirmado para su educación espiritual.
C) El Pontifical de Durando.
a) Monición episcopal.
f) Unción crismal en la frente, haciendo una triple cruz con esta fórmula: “N. Yo te
signo con la señal de la cruz y te confirmo con el crisma de salvación en el nombre +
del Padre y + del Hijo y + del Espíritu Santo para que recibas la plenitud del mismo
espíritu y consigas la vida eterna”. R. “Amén”.
i) Antífona.
k) Bendición final.
D) Pontifical anterior a 1971. El “De confirmandis” del pontifical Romano.
a) Los infantes son conducidos al pontífice por sus respectivos padrinos. Los
mayores ponen su pie encima del de su padrino (aunque ya se había generalizado el
uso de sustituir ese gesto por el de poner el padrino la mano derecha encima del
hombro derecho del confirmando).
b) Fórmula “el Espíritu Santo venga sobre vosotros y la fuerza del Altísimo os proteja
del pecado”. R. “Amén”
c) Imposición de manos.
g) Antífona.
h) Oración posconfirmatoria.
i) Bendición final.
Ritos introductorios.
Liturgia de la palabra.
Lecturas de la Misa del día o del Leccionario propio, con salmo responsorial y canto
de aclamación al Evangelio.
Sacramento de la Confirmación.
- Homilía.
- Oración.
- Momentos de silencio.
- Crismación en la frente con la fórmula: N, recibe por esta señal el don del Espíritu
Santo.
Liturgia eucarística.
Rito de conclusión.
Como en la misa ordinaria con pueblo. (Puede usarse una fórmula especial de
bendición solemne o la Oración sobre el pueblo).
Rito de entrada.
- Canto.
- Oración.
Liturgia de la palabra.
- Homilía.
- Oración.
- Instantes de silencio.
- Crismación en la frente con la fórmula: N. Recibe por esta señal el don del Espíritu
Santo.
Rito de despedida.
- Canto
VIII. EXPLICACIÓN DEL RITO DENTRO DE LA MISA.
A) Contexto eucarístico.
Desde el punto de vista teológico la confirmación debe ser seguida por la Eucaristía,
ya que en ésta culmina la iniciación cristiana.
Esta vinculación es muy evidente cuando los niños son confirmados en la misa de su
primera comunión y cuando los adultos reciben en la noche pascual los tres
sacramentos de la iniciación.
El rito consta de siete partes íntimamente relacionadas entre sí y que forman una
unidad . Su dinámica es progresiva y culmina en la Eucaristía, por lo tanto exige
respetar el ritmo de cada parte, facilitando así la comprensión del sacramento y la
participación activa y fructuosa.
a) Ritos introductorios
Antífona de entrada. Los dos textos que se utilizan ven la confirmación como el
sacramento de la donación del Espíritu. Ez 36,25-26; Rom 5,5; 8,11
Colecta. La misa de confirmación presenta cuatro oraciones, con la misma idea pero
distintas perspectivas:
1ª. La donación del Espíritu Santo es una realidad permanente que nos convierte en
templos de su gloria.
2ª. En la donación del Espíritu Santo se cumple una promesa divina y una realidad
que convierte al cristiano en testigo valiente del Evangelio de Cristo.
3ª. La donación del Espíritu Santo tiene una dimensión eclesiológica, en cuanto que
posibilita que la Iglesia alcance su plenitud.
4ª. De inspiración joánica, relaciona la donación del Espíritu Santo con la plena
inteligencia del misterio de Cristo.
b) La liturgia de la Palabra.
Antiguo Testamento. De las perícopas del AT tres son isayanas (Is 11,1-4; 42,1-3;
61,1-3 a .6 a .8 b . 9). La primera habla del Mesías Rey, sobre quien reposa el
Espíritu de Dios para realizar la tarea del nuevo y gran David; según ella, la
confirmación es el momento sacramental privilegiado de la efusión del mismo
Espíritu, que comunica al bautizado sus dones multiformes. La segunda se refiere al
Siervo de Yahweh que realiza una misión profética y real por estar poseído del
Espíritu de Dios; la Confirmación comunica ese mismo Espíritu. La tercera es una
profecía sobre Cristo como gran ungido por el Espíritu de Dios para anunciar una
nueva y definitiva liberación de los pobres de Yahweh; por la confirmación el
bautizado es ungido por el mismo Espíritu, que lo vincula a su misión, es decir, lo une
más estrechamente a la Iglesia.
Las lecturas paulinas ven la donación del Espíritu en orden a vivir la caridad (Rom
4,1.2.5-8), la filiación divina (Rom 8, 14-17), la comunión con Dios y la consiguiente
fraternidad cristiana (Rom 8,26.27), la madurez en la fe y la moral evangélica (Gal
5.16.17.22 - 23 a . 24), la libertad responsable y el ejercicio ordenado de los carismas
(Ef 1, 3 a . 4 a . 13 - 19 a). Es también el Espíritu quien confiere sus dones en orden
al crecimiento eclesial (1Cor 12, 4 - 13) y armoniza la multiplicidad y unidad de los
carismas (1Ef 4, 1 - 6).
Según las lecturas de Mateo, el confirmado ha de ser testigo e irradiación del Espíritu
de las bienaventuranzas (Mt 5, 1 - 12 a), incluso con la entrega de la propia vida (Mt
16, 24 - 27). La confirmación es también el sacramento de los frutos del Espíritu (Mt
25, 14 - 30).
El texto tomado de Mc (1, 9 - 11) narra el bautismo del Señor en el Jordán, después
del cual Cristo es ungido oficialmente y se manifiesta públicamente su posesión del
Espíritu. Este texto y el de Pentecostés son básicos en la confirmación cristiana, que
aparece así como una donación permanente del Espíritu después de recibir el
bautismo.
Para Juan, Cristo comunica el Espíritu, fruto de su resurrección, a los que creen en
Él (Jn 7, 37 b - 39), para que conozcan toda la verdad y den testimonio (Jn 14, 15 -
17) ante el mundo (Jn 15, 18 - 21) y posean fuerza y luz para la salvación personal y
eclesial (Jn 14, 23 - 26) y poder para transformar el mundo (Jn 16, 5 b - 7.12.13 a).
d) La Homilía.
La homilía tiene tres puntos de referencia: las lecturas proclamadas, los que han sido
interpelados por ellas y la mediación que el homileta debe realizar para que se
realice el paso de la palabra al rito.
El ritual presenta el texto de una homilía que puede ser leída íntegramente. Su
contenido es tan rico que constituye una verdadera síntesis teológico - litúrgica del
sacramento. Tiene cinco partes:
El primer formulario de tipo genérico es una reproducción casi literal del que se
encuentra en el rito del bautismo, aunque incluye una referencia explícita al don del
Espíritu Santo que confiere la Confirmación y a su identidad con el Espíritu que
recibieron los Apóstoles el día de Pentecostés. Por otra parte, se refiere a los
confirmandos y no a los padres y padrinos como ocurre en el bautismo. El segundo
formulario genérico incluye, en su parte central, el texto anterior, pero se abre con
unas preguntas relativas al compromiso de luchar contra el pecado y vivir la caridad,
y concluye con unas interrogaciones sobre la imitación de Cristo y el apostolado.
h) La oración de los fieles. Las peticiones las formula un diácono, un ministro o uno
de los confirmados. Existen dos formularios, en los dos se ruega por los
neoconfirmados, por sus padres y padrinos, por la Iglesia universal y por las
necesidades del mundo. En la introducción y conclusión del primero se menciona
expresamente al Espíritu Santo y se relaciona la confirmación con Pentecostés,
gracias al ministerio del obispo. La conclusión del segundo formulario relaciona
confirmación con bautismo y testimonio.
j) Otros ritos complementarios. Pueden señalarse: la presentación individual de cada
candidato antes de la crismación, el llamamiento personal del ministro a cada
confirmando y la fórmula de la paz.
C. La liturgia eucarística.
Los textos de la oración sobre las ofrendas son tres. El primero pone de relieve que
la donación del Espíritu Santo es fruto de la Cruz, y que la Eucaristía es estímulo y
fuerza para cumplir los compromisos adquiridos en la confirmación.
Para la oración poscomunión también existen tres formularios. Los dos primeros se
refieren a los sacramentos de la confirmación y de la Eucaristía e insisten en el
testimonio existencial y profético de los confirmados. El tercero se refiere a la
comunidad cristiana y pide para ella el espíritu de caridad.
Al final de la misa se bendice al pueblo no con la fórmula ordinaria sino con una
especial, que consta de tres partes, cada una de las cuales concluye con el amén del
pueblo. La bendición del Padre se fundamenta en la filiación divina recibida en el
bautismo; la del Hijo, en su promesa acerca de su presencia permanente en la
Iglesia; y la del Espíritu Santo, en su donación a los fieles.
A) El sujeto.
B. El ministro.
A partir del siglo III hay que distinguir entre la praxis de Oriente y Occidente. En
Oriente, la multiplicación de las iglesias rurales y la unidad de toda la iniciación
cristiana motivó que los presbíteros confiriesen la confirmación por delegación
permanente de su obispo, por lo que eran considerados ministros ordinarios del
sacramento. En Occidente varía según épocas e iglesias locales. En España, por
ejemplo, el concilio de Elvira (ca. 300) determinó que confirmara el obispo; mientras
que el concilio toledano del año 400 estableció que los presbíteros podían conferir el
sacramento en ausencia del obispo o estando él presente, si lo autorizaba.
C. El padrino.
El Ordo Confirmationis dice que si los confirmandos son niños, les acompañe uno de
los padrinos o uno de los padres y que, en el momento de la crismación, el que
presenta al confirmando coloca su mano derecha sobre el hombro de éste y dice al
obispo el nombre del presentado.
Número.
Naturaleza.
Requisitos.
El sujeto hábil para ejercer el padrinazgo ha sufrido un cambio muy importante, pues,
de la prohibición de ejercerlo quienes lo habían hecho en el bautismo, se ha pasado
a recomendar que el padrino del bautismo sea también el de la confirmación. Con
este cambio se quiere destacar la íntima conexión existente entre bautismo y
confirmación.
Para que alguien pueda ser admitido como padrino, es necesario que: 1. haya sido
elegido por quien va a confirmarse o por sus padres o por quienes ocupan su lugar, o
a falta de éstos, por el párroco o ministro y que tenga capacidad para esta misión e
intención de desempeñarla.
1. Haya cumplido 16 años, a no ser que el obispo diocesano establezca otra edad, o
que por causa justa, el ministro considere admisible una excepción.
X. CONCLUSIÓN
La Iglesia es obra del Espíritu, y no es Iglesia sino en la medida en que es obra del
Espíritu; y cada fiel no realiza en plenitud el misterio de su fe bautismal sino en la
medida en que en él se cumple la obra del Espíritu que intercede, opera, santifica y
realiza.
San Pablo presenta el Espíritu, infundido en el momento del bautismo, como una
presencia, un don, un principio inmanente y constructivo. El Espíritu es el principio y
el agente de la creación nueva, que se desarrolla a imagen de Cristo resucitado,
primicias del mundo nuevo. Desde Tertuliano, los Padres se complacen en
establecer el paralelo entre las dos creaciones, la del universo y la del bautismo. El
Espíritu que se cierne sobre las aguas es la profecía de la obra vivificadora y
santificadora del Espíritu, que lleva la creación entera y a cada uno de los bautizados
a su trasformación y a su transfiguración.
BIBLIOGRAFÍA
Podemos llamar cristiano adulto a quien sabe a asumir sus responsabilidades en el seno
de la Iglesia y toma parte activa en la edificación del Reino de Dios. Por la efusión del
Espíritu Santo, el creyente que ha recibido el sacramento de la Confirmación hace un altar
en cualquier actividad de su vida diaria. Sobre ese altar él se une al sacrificio de Cristo
para introducir en el mundo el amor del Padre. Así, el Espíritu se manifiesta en el cristiano
a través del testimonio activo y lo hace progresar hacia la Eucaristía, culmen del misterio
pascual, con las manos ricas en dones de alabanza.
Por la Confirmación, el Hijo encarnado de Dios nos comunica la misma misión que el
Padre le dio a El: dejarnos guiar por el Espíritu Santo, para hacer visible en este mundo
su amor infinito.
Esto implica que la comunidad sea capaz de hacerle un lugar al confirmado, de reconocer
la acción del Espíritu Santo en él, de darle voz y responsabilidades en el interior de la
comunidad, de escucharle y valorar sus aportaciones.
El Espíritu Santo impulsa una praxis nueva a favor de la justicia, tanto en el bautizado-
confirmado como en la comunidad eclesial.
Los signos que confirman la presencia de la vida nueva de Dios en el mundo son las
obras de la justicia al servicio del amor. Obras que nacen del Espíritu de Jesús que
impulsa a la construcción del Reino.
Es muy importante el hacer eco a la práctica pastoral de los obispos de la Región Pastoral
de Occidente quienes ya no administran este sacramento a niños, aspecto que en nuestra
diócesis se expresaba desde hace tiempo en las conclusiones del II Sínodo Diocesano
(ver II SDG disposición 21) y que en varias ocasiones nuestro Cardenal y Arzobispo nos
ha invitado a celebrar después de los 12 años de edad.
Dicha preparación para la confirmación debe tener como meta conducir al cristiano:
a una unión más íntima con Cristo, a una familiaridad más viva con el Espíritu Santo, su
acción, sus dones y sus llamadas, a fin de asumir las responsabilidades apostólicas de la
vida cristiana (ver CIC 1309).
El sentido de la pertenencia a la Iglesia, tanto universal como parroquial (ver CIC 1309).
“Es de desear que se realice una preparación profunda a este sacramento, que permita a
los que lo reciben renovar las promesas del bautismo con plena conciencia de los dones
que reciben y de las obligaciones que asumen. Sin una larga y seria preparación,
correrían el riesgo de reducir el sacramento a pura formalidad, o a un rito meramente
externo, o, incluso correrían el peligro de perder de vista el aspecto sacramental esencial,
insistiendo unilateralmente en el compromiso moral” (Papa Juan Pablo II, Audiencia
General, 1-IV-92).
La conexión del bautismo con la confirmación se expresa, entre otras cosas, por la
renovación de las promesas bautismales. y su celebración dentro de la eucaristía
contribuye a subrayar la unidad de los sacramentos de la iniciación cristiana.
Metodología
Siendo adolescentes los destinatarios preferenciales de ésta catequesis , el ideal es
seguir una metodología dinámica, motivadora, experiencial, participativa, transformadora y
que los lleve a la integración con la comunidad parroquial. Llegar a una auténtica
experiencia de Cristo y de su Iglesia, en la que predomine un ambiente de acogida, ya
que algunos de los muchachos han estado parcialmente alejados de un proceso de
educación en la fe.
“La Iglesia con su palabra y su testimonio debe ante todo presentar a los adolescentes y
jóvenes a Jesucristo en forma atractiva y motivante, de modo tal que sea para ellos el
camino, la verdad y la vida que responde a sus ansias de realización personal y sus
necesidades de encontrar sentido a la misma vida”.
En este año jubilar que la Iglesia entera ha dedicado al Espíritu Santo y en que también
celebramos un caminar diocesano, a lo largo de 450 años, confiamos nuestros trabajos
por lograr una catequesis que atienda todas las edades y circunstancias de la vida de los
creyentes, a Jesucristo Nuestro Señor, a Nuestra Señora de Zapopan y a nuestros Beatos
y Mártires. Que ellos nos acompañen siempre en éste caminar hacia el Señor.
ACRAMENTODELACONFIRMACIÓNEN