02 Sacramento Confirmacion

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El Sacramento de la Confirmación

Francisca Bambach S. - Gabriela Kast R.

Santiago de Chile, 2017.


EL SACRAMENTO
DE LA CONFIRMACIÓN

Francisca Bambach S. - Gabriela Kast R.


INDICE

Los Siete Sacramentos de la Iglesia Católica 7


Sacramentos de Iniciación Cristiana 10
Sacramentos de Sanación 11
Sacramentos al Servicio de la Comunidad 12
El Sacramento de la Confirmación 13
La Confirmación en la Historia de la Salvación 15
Los signos de la Confirmación 17
Liturgia del Sacramento de la Confirmación 18
Efectos del Sacramento de la Confirmación 20
¿Quién puede recibir el Sacramento de la Confirmación? 21
El ministro del Sacramento de la Confirmación 22
La preparación para la Confirmación 23
Condiciones que debe tener el padrino
o madrina de confirmación 24
Anexo 25
Siglas y abreviaturas 26
LOS SIETE SACRAMENTOS
DE LA IGLESIA CATÓLICA

Los sacramentos instituidos por Cristo son siete:

Bautismo

Confirmación

Eucaristía

Penitencia y Reconciliación

Unción de los enfermos

Orden Sacerdotal

Matrimonio.

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Los sacramentos son acciones instituidas por Cristo y confia-
das a la Iglesia, a través de las cuales se nos comunica la gra-
cia del Espíritu Santo. Tradicionalmente, los sacramentos se
han definido como “signos sensibles y eficaces de la gracia, a
través de los cuales recibimos la vida divina”. Con el término
“signos sensibles” se indica que son acciones, palabras o ges-
tos, es decir, que pueden ser captados por los sentidos, para
saber cuando se realiza y reciben las gracias sacramentales.

Por medio de los siete sacramentos, Cristo vive, actúa, habla


y realiza hoy en la Iglesia las mismas acciones salvadoras que
realizó en su vida terrenal. La Iglesia es el sacramento de
Cristo, pues Él la fundó como signo visible de su presencia y de
su acción salvadora. El Concilio Vaticano 11 afirmó que Cristo
está siempre presente en su Iglesia y en los sacramentos, de
modo que cuando alguien bautiza, es Cristo quien bautiza (se 7).

Los sacramentos son de y para la Iglesia, porque son acciones


de la Iglesia y porque la edifican (cf. ccEc 226). Dan vida al alma,
aumentan la fe, curan los efectos de nuestras faltas y
pecados y consagran determinados estados de vida, ayudando
a las personas que los reciben a desarrollarse integralmente en
sus respectivas vocaciones.

Para recibir cualquiera de estos sacramentos, debemos tener


una disposición interior de acogida a la gracia sacramental.
Cada uno de ellos nos renueva interiormente pues es un
encuentro con Cristo. Nos ayudan a transformar nuestra vida
y nos dan fuerza para comprometernos con el Señor y con los
hermanos, en la caridad y fraternidad.

A través de los sacramentos, Dios sale a nuestro encuentro


y nos asiste con su grada en los momentos y etapas más
importantes de nuestra vida. Al comienzo de nuestra vida,
mediante el Bautismo, nacemos a la vida de la gracia y somos
10
recibidos en la Iglesia. Cuando pecamos, el Sacramento de la
Penitencia sana nuestra alma y nos reconcilia con Dios. Jesús se
quedó realmente junto a nosotros en la Eucaristía y, cada vez
que la recibimos, es al mismo Dios a quien recibimos con todo
su amor y todos los dones de su Espíritu. Si debemos defender
y testimoniar nuestra fe, el Señor nos asiste mediante el
Sacramento de la Confirmación. Los varones que son llamados
a consagrar por entero su vida a Dios y a la Iglesia reciben el
sacramento del Orden sacerdotal. Cuando una pareja decide
formar una familia, el Sacramento del Matrimonio eleva y
santifica su amor y le da las gracias necesarias para cumplir
con la misión de formar una familia de acuerdo a los valores
cristianos. Finalmente, cuando la vida se debilita y enferma,
recibe el Sacramento de la Unción de los enfermos (cf. cEc 121O).

Los sacramentos son eficaces y actúan por sí mismo, por el


solo hecho de ser dados o conferidos independientemente
de la santidad personal del ministro pues es Cristo quien
otorga las gracias especiales y propias de cada uno de
ellos. Sin embargo, sus frutos dependen también de la
disposición y cooperación de quienes los reciben (cf. CCEC 229).

En los sacramentos, la Iglesia recibe un anticipo de la vida


eterna, mientras vive “aguardando la manifestación de la
gloria del Dios y Salvador nuestro, Jesucristo” (Tt 2, 13; ccEc 232).

Los sacramentos son necesarios para la salvación. Aunque


no todos se den a cada uno de los fieles. Otorgan la gracia
sacramental, el perdón de los pecados, la adopción de hijos
de Dios, la configuración con Cristo Señor y la pertenencia a la
Iglesia. El Espíritu Santo cura y transforma a quienes lo reciben
(cf. CCEC 230).

11
LOS SACRAMENTOS
SE DIVIDEN EN TRES GRUPOS:

1. SACRAMENTOS
DE INICIACIÓN CRISTIANA

Los sacramentos de iniciación cristiana son: el Bautismo, la Con-


firmación y la Eucaristía. Estos sacramentos son el fundamento de
toda la vida cristiana. El Bautismo nos incorpora a la Iglesia y nos
hace hijos de Dios. La Confirmación nos fortalece con la luz del
Espíritu Santo y nos constituye en discípulos de Jesús. La Euca-
ristía nos hace entrar en plena comunión con el Señor, por lo cual
debemos prepararnos y recibirla con corazón puro, con profundo
respeto y amor (cf. cEc 1212; ccEc 251).

Estos tres sacramentos fundamentan la vocación común de todos


los discípulos de Cristo, que es vocación a la santidad y a la misión
de evangelizar el mundo. Confieren las gracias necesarias para vi-
vir según el Espíritu en esta vida de peregrinos en marcha hacia la
patria definitiva (cf. CEC 1533).

12
2. SACRAMENTOS DE SANACIÓN

Los sacramentos de sanación son: la Penitencia y la Unción de los


enfermos. La vida nueva de hijos de Dios, recibida en los sacra-
mentos de iniciación cristiana, puede debilitarse e incluso per-
derse por el pecado y la enfermedad. Jesucristo, médico del alma
y el cuerpo, quiso que, con la fuerza del Espíritu Santo, la Iglesia
continuara su obra de sanación y de salvación. El Sacramento de
Penitencia y la Unción de los enfermos continúan esta obra inicia-
da por Jesús (cf. CEC 1420-1421, CCEC 295).

13
3. SACRAMENTOS AL SERVICIO DE LA
COMUNIDAD

Los sacramentos al servicio de la comunidad son: el Orden Sacerdo-


tal y el Matrimonio y están ordenados a la salvación de los demás.
Ciertamente contribuyen a nuestra propia salvación, pero esto lo
hacen mediante el servicio que prestan a los demás. Confieren una
misión especial a la Iglesia y sirven a la edificación del Pueblo de
Dios (cf. cEc 1534).

En estos sacramentos, los que ya fueron consagrados al sacerdocio


común de todos los fieles pueden recibir consagraciones particula-
res. Los que reciben el Orden son consagrados para “en el nombre
de Cristo ser pastores de la Iglesia con la palabra y con la gracia
de Dios”. Por su parte, “los cónyuges cristianos, son fortificados y
como consagrados para la dignidad de ese estado por este sacra-
mento especial” (cf. cEc 1535).

En cada sacramento es Dios mismo quien se nos acerca, quien


nos comunica su gracia.

14
EL SACRAMENTO
DE LA CONFIRMACIÓN

Los Apóstoles, que estaban en Jerusalén, oyeron que los ha-


bitantes de Samaria habían aceptado la Palabra de Dios, y les
enviaron a Pedro y Juan. Estos bajaron y oraron por ellos para
que recibieran el Espíritu Santo, pues aún no había venido
sobre ninguno de ellos, sólo habían recibido el Bautismo en el
nombre del Señor Jesús. Entonces les “impusieron las manos
y recibieron el Espíritu Santo”.
Hechos 8, 14-17

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Como toda vida, también la vida cristiana basada en el Bautismo
tiene que crecer y madurar. Este proceso de crecimiento es fruto
de la gracia de Dios, que se fortalece y perfecciona por medio del
Sacramento de la Confirmación (cf. CEC 1285).

Hoy existen muchos cristianos que han sido bautizados y han re-
cibido la Eucaristía, pero que no han sido confirmados. Por eso,
el Catecismo comienza a referirse a la Confirmación afirmando la
unidad de la iniciación cristiana y la necesidad de la Confirmación
para completarla. Es preciso explicar que la recepción de este Sa-
cramento es necesaria para lograr la plenitud de la gracia bautis-
mal (cf. CEC1285).

El Sacramento de la Confirmación une íntimamente a la Iglesia


y regala una fortaleza especial que viene del Espíritu Santo. Los
cristianos confirmados se comprometen a:

ser testigos de Jesucristo con el poder del Espíritu Santo;

propagar y defender la fe con sus palabras y sus obras (cf. CEC


1285).

16
LA CONFIRMACIÓN EN LA HISTORIA
DE LA SALVACIÓN

E
n el Antiguo Testamento, los profetas anuncian que el Espíritu
Santo “reposaría” sobre el Mesías para llevar a cabo su misión
de Salvación. Ese era el signo que identificaba al que había de
venir: el Mesías, el Hijo de Dios (cf. CEC 1286).

El Espíritu Santo no sólo descendería sobre el Mesías, sino también


sobre todo el Pueblo de Dios. En repetidas ocasiones, Cristo pro-
metió la venida del Espíritu; antes de su Ascensión al Cielo dijo
a los Apóstoles: “El Espíritu Santo vendrá sobre ustedes y serán
mis testigos en Jerusalén y hasta los confines de la tierra” (Hch 1, 8).
Esta promesa se cumplió el día de Pentecostés, cuando recibieron
no sólo el Espíritu sino también el poder de transmitirlo. Los que
creyeron en la predicación apostólica y se hicieron bautizar, reci-
bieron, a su vez, este don (cf. CEC 1287).

Desde aquel tiempo, los Apóstoles, en cumplimiento de la voluntad


de Cristo, comunicaban a los neófitos -personas recién convertidas-
el don del Espíritu Santo mediante la imposición de manos, a fin de
completar la gracia del Bautismo. La tradición apostólica ha consi-
derado esta imposición de manos como el origen del Sacramento de
la Confirmación, el cual perpetúa, en cierto modo, en la Iglesia la
gracia de Pentecostés (cf. CEC 1288).

Muy pronto, para significar mejor el don del Espíritu Santo, a la


imposición de manos se añadió la unción con el óleo perfumado
llamado Crisma. El Crisma es una mezcla de aceite y bálsamo que
consagra el obispo en la Misa Crismal del Jueves Santo para toda
la diócesis.
17
El santo Crisma o Myron tradicionalmente se conserva y venera en
un lugar seguro del santuario (cf. CEC1183).

Esta unción con el santo Crisma ilustra o grafica el nombre de


“cristiano”, que significa “ungido” y tiene su origen en el nombre
de Cristo, a quien Dios ungió con el Espíritu Santo (cf. CEC 1297).

La unción con el santo Crisma recibe el nombre de Confirmación,


que sugiere a la vez la “confirmación” del Bautismo, pues comple-
ta la iniciación cristiana y fortalece la gracia bautismal (cf. CEC 1289).

Este Sacramento se llama “Confirmación” no tanto porque el desti-


natario “confirma” su fe o la gracia del Bautismo, sino porque con-
firma y refuerza la gracia bautismal. También se llama Crismación,
pues un rito esencial de este Sacramento es la unción con el santo
Crisma, que las Iglesias Orientales llaman el Santo Miran (cf. CCEC 266).

18
LOS SIGNOS DE LA CONFIRMACIÓN

L
os signos que se destacan en la Confirmación son la imposición
de manos unida a la invocación al Espíritu Santo y la unción
con el santo Crisma (cf. CEC1293). La imposición de manos ex-
presa el gesto bíblico de invocar el don del Espíritu los Apóstoles
(cf. CEC 1299).

La imposición de manos simboliza


la protección de Dios y la presencia
del Espíritu.”1

El Sacramento de la Confirmación, por lo tanto, se confiere me-


diante la unción con el santo Crisma en la frente y la imposición
de manos (cf. CEC 1300).

Al ser signado por la mano del obispo con óleo perfumado, el con-
firmado recibe la marca, el sello del Espíritu Santo. Cristo mismo
se declara marcado con un sello: “Y es Dios quien ( ... ) nos ungió,
y el que nos marcó con su sello...” (Co 1, 22). El sello del Espíritu
Santo es indeleble y marca la pertenencia total a Cristo, el ponerse
a su servicio para siempre; pero indica también la promesa de la
protección divina en esta vida y en la gran prueba escatológica, es
decir, en los últimos acontecimientos de la historia personal y de
la humanidad: por ese sello seremos reconocidos como ungidos por
Dios, como servidores de Cristo (cf. CEC 1296).

1 Ratzinger, Joseph. Dios y el mundo. Buenos Aires, 2005, pg. 380


19
LITURGIA DEL SACRAMENTO DE LA
CONFIRMACIÓN

C
onviene que el Sacramento de la Confirmación se celebre
dentro de una iglesia y durante la Eucaristía; sin embargo,
por causa justa y razonable, puede celebrarse sin Misa y en
cualquier lugar digno (cf. CIC can 881). Esta ceremonia se desarrolla de
la siguiente manera:

Comienza con la renovación de las promesas del Bautismo y la


profesión de fe de los confirmandos, es decir, con el Credo. Así
queda claramente establecido que la Confirmación es una pro-
longación del Bautismo (cf. CEC 1298).

Luego, el obispo extiende las manos sobre todos los confirman-


dos e invoca el don del Espíritu con las siguientes palabras:

“Dios Todopoderoso, Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que rege-


neraste, por el agua y el Espíritu Santo, a estos siervos tuyos y los
libraste del pecado: escucha nuestra oración y envía sobre ellos
el Espíritu Santo Paráclito; llénalos de espíritu de sabiduría y de
inteligencia, de espíritu de consejo y de fortaleza, de espíritu de
ciencia y de piedad; y cólmalos del espíritu de tu santo temor. Por
Jesucristo nuestro Señor” (cf. CEC1299).

El rito esencial de la Confirmación es la unción con el santo Crisma


en la frente, que se hace imponiendo la mano y con las palabras:
“Recibe por esta señal el Don del Espíritu Santo” (cf. CEC 1300; CCEC 267).

20
El Sacramento de la Confirmación

En el rito latino, esta unción se hace sobre la frente; en las Iglesias


Orientales de rito bizantino, la unción con el myron se hace tam-
bién en otras partes del cuerpo (ojos, nariz, oídos, labios, pecho,
espalda, pies) y cada unción va acompañada de la fórmula “Sello
del don de Espíritu Santo” (cf. CCEC 267).

El rito de este Sacramento concluye con el beso de la paz y abrazo


de la paz, que significa y manifiesta la comunión eclesial con el
obispo y con todos los fieles (cf. CEC 1301).

21
EFECTOS DEL SACRAMENTO DE LA
CONFIRMACIÓN

“El confirmado recibe la potestad espiritual para confesar pú-


blicamente con la palabra y como por oficio, la fe de Cristo.”
Santo Tomás de Aquino

El efecto del Sacramento de la Confirmación es acoger con mayor


fuerza al Espíritu Santo con todos sus dones, para ser verdaderos
testigos de Cristo (cf. CEC 1302; CCEC 268):

Induce a un sentimiento filial más profundo: ahonda en noso-


tros la conciencia de ser hijos de Dios (cf. CCEC 268).

Acrecienta la gracia bautismal (CCEC 268).

Une firmemente a Cristo y a su Iglesia (cf. CEC1303; CCEC 268).

Aumenta y fortalece los dones del Espíritu Santo (cf. CEC 1303; CCEC 268).

Da una fuerza especial para testimoniar, extender y defender


la fe cristiana mediante la palabra y las obras, como verdade-
ros testigos de Cristo, y para no sentir jamás vergüenza de la
cruz (cf. LG 11, 12; CEC 1303; CCEC 268).

Se da sólo una vez, pues imprime en el alma una marca espi-


ritual indeleble, que es signo de que Jesucristo ha marcado al
cristiano con el sello de su Espíritu, revistiéndolo de la fuerza
de lo alto para que sea su testigo (cf. CEC 1304; CCEC 268).

Ayuda a vivir heroicamente la caridad, la fe y la esperanza en


plenitud.

22
¿QUIÉN PUEDE RECIBIR EL SACRAMENTO
DE LA CONFIRMACIÓN?

E
l Sacramento de la Confirmación puede y debe ser recibido
por las personas que hayan sido bautizadas. Para que dé todos
sus frutos, hay que estar en gracia de Dios (cf. CCEC 269).

En Oriente, este Sacramento es recibido inmediatamente después


del Bautismo. En la Iglesia latina, se administra cuando la persona
tiene “uso de razón”. Cada diócesis determina cuál es la edad
oportuna, pero en general se fija entre los 16 y 18 años. Sin embar-
go, si existe peligro de muerte, se debe confirmar a los niños aun
cuando todavía no tengan uso de razón (cf. CEC 1307).

En peligro de muerte, cualquier sacerdote puede conferir la


Confirmación (cf. CIC can 8838&3).

23
EL MINISTRO DEL SACRAMENTO DE LA
CONFIRMACIÓN

E
l ministro del Sacramento de la Confirmación es el obispo. Los
obispos son los sucesores de los Apóstoles y han recibido la
plenitud del Sacramento del Orden. Ello pone en relieve que
la Confirmación tiene como efecto unir más estrechamente a la
Iglesia con sus origenes apostólicos y con su misión de dar testimo-
nio de Cristo en la Iglesia y con la Iglesia en medio del mundo (cf.
CEC 1312-1313; CCEC 270).

Si el obispo, por la extensión del territorio de su diócesis, no puede


visitar con la debida frecuencia a cada una de las parroquias, pue-
de también conferir la Confirmación un sacerdote delegado por él,
normalmente un colaborador suyo que tenga una responsabilidad
especial en la diócesis (cf. CEC 1313).

Si un cristiano está en peligro de muerte, cualquier sacerdote pue-


de conferirle la Confirmación. La Iglesia quiere que todos sus hijos,
incluso los más pequeños, salgan de este mundo perfeccionados
por el Espíritu Santo y con el don de la plenitud de Cristo (cf. CEC 1314).

24
LA PREPARACIÓN PARA LA
CONFIRMACIÓN

La preparación para la Confirmación debe tener como meta llevar


al cristiano a una unión más íntima con Cristo, a una familiaridad
más viva con el Espíritu Santo, con su acción, sus dones y sus lla-
mados, a fin de que pueda asumir mejor las responsabilidades que
la Iglesia le pide y logre llevar una vida de fraternidad y generosi-
dad hacia quienes lo rodean (cf. CEC 1309).

La catequesis de la Confirmación debe incentivar el sentido de


pertenencia a la Iglesia de Jesucristo: a la Iglesia universal, dioce-
sana y parroquial. Esta preparación se realiza en la parroquia o en
establecimientos educacionales autorizados (cf. CEC 1309).

Para recibir la Confirmación es necesario estar bautizado y en estado


de gracia, es decir, haber recibido previamente el Sacramento de
la Penitencia, disponiendo así el alma para la llegada del Espíritu
Santo (cf. CEC 131O).

Los padrinos tienen que haber recibido el Sacramento de la


Confirmación y pueden ser hombres o mujeres. Al escoger padrinos
o madrinas, los confirmandos deben elegir personas que los apoyen
en su vida espiritual, que sean buenos ejemplos de vida cristiana;
personas que vivan su fe y ayuden a sus ahijados a cumplir fielmen-
te los objetivos inherentes al Sacramento (cf CEC 1311).
25
CONDICIONES QUE DEBE TENER EL
PADRINO O MADRINA DE CONFIRMACIÓN

Ser elegido por quien va a confirmarse, en caso de que éste


tenga uso de razón (cf. CIC can 874).

Haber cumplido 16 años, a no ser que el obispo diocesano es-


tablezca otra edad, o que, por causa justa, el párroco o minis-
tro consideren admisible una excepción (cf. CIC can 874 a 2).

Ser católico/a, haber recibido los Sacramentos de la Confirmación


y Eucaristía y llevar una vida congruente con la fe y la misión que
va a asumir (cf. CIC can 874).

No estar afectado/a por una pena canónica legítimamente im-


puesta o declarada (cf. CIC can 874).

No ser el padre o la madre del confirmando, salvo excepción


(cf. CIC can 874).

El padrino/a que pertenezca a una comunidad eclesial no


católica,sólo puede ser admitido/a junto a un padrino/
católico/a y exclusivamente en calidad de testigo (cf. CIC can 874).

26
ANEXO

La inscripción en la parroquia debe ser hecha por el párroco en


el libro correspondiente: anotar el nombre del confirmado, del
ministro, de los padres y de los padrinos, el día y lugar de la
Confirmación, además de la anotación que se hace en el libro
de los bautismos, según las normas del derecho (cf. CIC can 896).

A los ancianos deben dárseles todas las facilidades para pre-


pararse brevemente a recibir este Sacramento, sobre todo si
están enfermos o impedidos de acudir personalmente a los en-
cuentros de preparación en la parroquia (cf. DPS 1994, Nº 116).

Los niños en peligro de muerte antes de tener uso de razón de-


ben recibir la Confirmación para no verse privados de los bene-
ficios del Sacramento; en tal caso, ésta puede ser administrada
por el párroco o cualquier presbítero.

Los jóvenes o adultos que tengan dificultades de aprendizaje


también deben celebrar el Sacramento de la Confirmación. Se
les hará previamente una catequesis especial y, si la prepara-
ción es imposible de realizar, igual deben ser confirmados. (cf.
DPS 1994, Nº 117-118).

Es muy recomendable entregar un recordatorio después de la


Confirmación. Puede ser una cruz u otro objeto que simbolice la
gracia y el compromiso que conlleva este Sacramento.
27
SIGLAS Y ABREVIATURAS

CEC Catecismo Iglesia Católica


CCEC Compendio Catecismo Iglesia Católica

28
29
30

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