Baby Human Hablar
Baby Human Hablar
Baby Human Hablar
Resumen:
Este vídeo nos muestra la evolución del lenguaje en los niños desde antes del nacimiento hasta los
dos años de edad aproximadamente, a través de diferentes investigaciones.
Los seres humanos somos la única especie animal capaz de comunicarse mediante la palabra.
Durante los dos primeros años de vida, el bebé explora, realizando experimentos de comunicación:
escucha e imita todos los sonidos hasta que es capaz de articular palabras completas.
El proceso de adquisición del lenguaje oral comienza antes del nacimiento, ya que el feto
experimenta todo tipo de sensaciones en el útero materno: a las 24 semanas, su oido interno se ha
desarrollado y puede escuchar los latidos del corazón de su madre. También sonidos del mundo
exterior, incluida la voz de la madre. En los meses siguientes, el bebé se familiariza con las voces de
sus progenitores.
La comunicación, que va a ser constante entre el bebé y el mundo exterior, se inicia mediante el
llanto, un acto involuntario con el cual obtiene una respuesta inmediata, ya que no puede emitir otros
sonidos porque su sistema para la emisión de palabras no está desarrollado.
Se sabe que durante los primeros días de vida, el bebé prefiere la voz humana a cualquier otro sonido,
y sorprende lo acostumbrado que está al lenguaje. De entre las voces humanas, prefiere la entonación
del idioma materno, antes que un idioma desconocido.
Esto se ha estudiado mediante el experimento del chupete, realizado horas después del nacimiento.
Se coloca al bebé un chupete conectado a un ordenador que mide la frecuencia e intensidad con que
succiona y se le pone una grabación con dos idiomas, el materno y el desconocido, reaccionando más
en el caso del primero.
Con el mismo experimento se ha comprobado que los bebés desde el nacimiento son capaces de
distinguir las palabras que transmiten significado de las que no.
A las seis semanas, el bebé discrimina entre diferentes sonidos (por ejemplo el de una cuchara o la
tos). A los tres meses, como su laringe ha bajado, el bebé es capaz de vocalizar y reaccionar con
sonidos a lo que le dice su madre. No sólo intercambian palabras y sonidos, sino también miradas y
expresiones faciales, de las cuales algunas se imitan. Con esto se establecen los elementos básicos
de la comunicación, que los bebés entienden de manera precoz, siendo conscientes de que las
emociones se expresan tanto con la cara como con la voz, deben mostrar el mismo estado de ánimo.
Asimismo, entienden que la mirada es una de las formas de captar el interés y mantener una relación,
de manera que si no hay contacto visual, el bebé intenta recuperarlo y se disgusta. Algo tan
insignificante como los ojos, juega un papel esencial en la comunicación.
Los bebés nacen con facilidad para aprender cualquier idioma, pero se especializan en uno. A los 6
meses, son oyentes universales, capaces de distinguir todos los sonidos. A los 10 meses, se pierde
esta cualidad y como los adultos, ya no notan la diferencia entre dos sonidos de diferentes idiomas.
Esto es porque su cerebro va clasificando los sonidos y seleccionando los de su idioma, descartando
aquellos que no escucha en su entorno.
Si durante dicho periodo sensible se le expone a un segundo idioma, los bebés se acostumbran a él y
son capaces de absorber algo del mismo. Por tanto, si son criados con más de un idioma, pueden
aprender los sonidos de ambos, pero es su capacidad de reproducir sonidos la que estimula la
siguiente etapa hacia el habla. El uso por parte de las madres de un idioma infantil, de tono cantarín,
voz aguda y frases cortas permite a los bebés responder claramente al sonido de este lenguaje,
haciendo un mapa acústico del lenguaje materno. La repetición y énfasis de las palabras más
importantes, alargando las vocales, ayuda a que el bebé aprenda lo esencial del idioma. Los bebés
tienen desde que nacen el potencial para hablar, pero su desarrollo también depende de la
estimulación que reciban.
Respecto al balbuceo, al principio todos los bebés balbucean los mismos sonidos, pero a partir de los
9 meses, los sonidos se van limitando a los de su idioma materno, de su entorno, los cuales practican
escuchándolos, imitándolos y repitiéndolos, aspectos clave para aprender un idioma.
Los bebés saben que otro modo de expresarse además del balbuceo son los gestos, que transmiten
emociones, sentimientos y deseos. El gesto fundamental y único de los humanos es señalar, y lo
aprenden cuando empiezan a gatear y quieren atraer la atención sobre algo. Este gesto les permite
también aprender cómo se llaman las cosas.
Las investigaciones han demostrado que para aprender nuevas palabras el bebé tiene que guiarse por
el dedo señalando y por la mirada de la persona hacia el objeto que señala. Algo que se constata
especialmente en el caso de hijos de padres sordos.
Es más fácil realizar gestos que articular palabras. Los centros del cerebro que controlan los
movimientos físicos se desarrollan antes que los centros del habla.
La imitación juega un papel muy importante en el aprendizaje de un idioma. Cerca del año de vida, los
bebés ya han aprendido a interpretar expresiones faciales y gestos para mantener los canales de la
comunicación, pero su motor principal de aprendizaje es la imitación, la clave para aprender un idioma.
Es la primera vía de comunicación entre el niño y el adulto. El adulto realiza una acción, y en su turno
de comunicación, el niño la imita.
El bebé aprende además otras señales que implican comunicación. Con un experimento denominado
el robot, la investigadora establece una comunicación con una marioneta. Cuando ésta se va, el bebé
interactúa con la marioneta y esta responde. Puede comunicarse con ella porque los niños desde
pequeños reconocen los turnos en una conversación.
A partir del año, el bebé puede pronunciar palabras completas. En los primeros 18 meses tiene un
vocabulario de entre 50 y 100 palabras, principalmente nombres de objetos, alimentos y partes del
cuerpo, pero entienden mucho más de lo que saben decir. Pueden responder a preguntas y realizar
ordenes sencillas. Además hay varios términos universales a esta edad, como “ya no está”, “oh,oh” y
“oh,no”.
En esta etapa, para intentar comprender el lenguaje, el cerebro está ocupado asociando sonidos con
palabras y éstas con significados.
Entre los 18 meses en los 3 años el bebé pasa a la niñez cuando de repente toma la rienda del mundo
de las palabras. Ha aprendido que todo tiene un nombre y aparece la expresión “qué es eso?”, lo que
supone un gran avance. A este fenómeno se le llama “explosión del lenguaje” y con él los niños
aprenden una palabra nueva cada 90 minutos.
Para saber en qué se fija el bebé para acelerar el aprendizaje de nuevas palabras, se le muestran a
un bebé de 17 meses objetos a los que han puesto un nombre inventado. Todos tienen la misma
forma pero son de materiales y colores distintos. Los investigadores quieren comprobar si la forma
ayuda a aprender nuevas palabras. Se confirma que el bebé presta atención a la forma y gracias a
esta es capaz de identificar de entre varios un objeto que le nombran. De hecho, el vocabulario de los
niños que se educaban para atender a la forma era 3 veces mayor que el de otros niños.
Durante la explosión del lenguaje, los niños pasan de las palabras aisladas a las mini-frases, con una
pronunciación aún deficiente que cuesta interpretar. Sus juegos se transforman en la imitación de los
actos de los adultos y de sus palabras. Cuando usan las palabras en el juego, su imaginación aumenta
y su mundo interior se hace visible.
A partir de los 24 meses, su repertorio es ya de unas 300 palabras y entienden cerca de 1000. Estos
primeros años son críticos para aprender un idioma y los padres un elemento clave para su
comunicación. En dos años han pasado de hacer sonidos a balbucear, y después a articular palabras y
formar frases jugando con el lenguaje.
El lenguaje es fundamental para el ser humano, porque permite mostrar sentimientos, recordar el
pasado e imaginar el futuro. En definitiva, relacionarnos con nuestro entorno y otras personas.
Opinión personal.
El ser humano tiene un potencial impresionante. Nacemos para comunicarnos y vivir en sociedad, y
para ello es preciso disponer de las herramientas adecuadas, entre las que, sin duda alguna, está la
imitación. Es increíble como, nada más nacer, ya manifestamos nuestras necesidades mediante el
llanto, y establecemos de esta manera los primeros turnos de nuestra vida en el acto comunicativo. La
curiosidad por aprender y la necesidad de establecer vínculos aparece prácticamente de forma innata,
y demuestra la complejidad de nuestra mente.
Pero por supuesto, además de disponer de las herramientas idóneas, tanto la imitación, como los
gestos, el señalar, etc., es necesario tener un entorno estimulante que responda para que los canales
de la comunicación sean fluidos. Sin las dos caras de la moneda, no es posible forjarse como seres
humanos completos, con el don de la palabra.