Cristo Sacerdote y Victima

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CRISTO SACERDOTE        

Jesús tuvo que asemejarse a sus hermanos para llegar a ser Sumo Sacerdote
misericordioso y digno  de confianza en las cosas de Dios, capaz de obtener el perdón
de los pecados del pueblo”. Heb. 2,17-18
 
  Jesús llegó a ser Sumo Sacerdote por medio de sus sufrimientos y de su muerte,
ofrecidos con obediencia filial y solidaridad fraterna.
   En el Misterio Pascual de Cristo, la aceptación completa de la solidaridad humana ha
realizado efectivamente lo que los ritos de consagración sacerdotal, por medio de
separaciones, se esforzaban en vano en obtener, esto es, la elevación del hombre a Dios,
la unión de la naturaleza humana con Dios. Este misterio tiene, por tanto, un pleno valor
de consagración sacerdotal.
   La gloria de Cristo resucitado ha sido reconocida como gloria sacerdotal. La actitud
generosa de Jesús mediador fue la de acoger plenamente la solidaridad humana. El
sufrimiento humano existía; la muerte, el pecado, existían. Jesús descendió hasta el
fondo de esta miseria introduciendo allí su amor y trazando así una vía de salvación.
Hizo del sufrimiento y de la muerte una ocasión de amor extremo. Trazó la vía de la
Nueva Alianza, la vía de comunión con Dios recuperada para nosotros pecadores.                 
     *Card. Albert Vanhoye: “Acojamos a Cristo nuestro Sumo Sacerdote” Pag. 39‐40
 
  “Si soy Redentor, soy también, por este mismo hecho, el Mediador supremo entre los
hombres y la Trinidad, entre la Trinidad y los hombres.¡Qué dicha para los hombres
tener un Dios hombre!, a un Corazón de hombre Dios, que lleva sus mismas entrañas
de amor. ¿Qué haría la humanidad, si el Verbo no hubiera tomado su carne misma?
Sólo por esta ligación del Verbo con el hombre, tiene el hombre derecho al cielo. Sólo
por el Verbo hecho carne, tienen valor sobrenatural los actos. Sólo por el Verbo hecho
carne, tienen vida en abundancia la mortal y la eterna; tienen verdadera vida las
almas, porque Yo soy la Vida. En Mí está la Vida verdadera, la Luz indeficiente, la
Verdad infalible. En Mí está todo, porque soy el lazo divino que une la tierra con el
cielo.”                
* Cuenta de Conciencia Tomo 52,147. 24 de Junio de 1928
 
 “Cierto que soy Dios, pero también soy hombre, y quise cargar las miserias del hombre
para expiarlas; quise sentir como el hombre y llorar como el hombre, y estremecerme
con las mismas penas y gozos del hombre. Así es que aunque esté en el cielo, sé
agradecer, sé sentir y conmoverme,porque la sensibilidad del hombre, afinada y
divinizada, la llevo Yo en mi alma, en mi corazón, en todo mi Ser. Al tomar la
naturaleza humana, tomé el amor al hombre, por llevar la sangre del hombre, la
fraternidad con el hombre; y conjuntas las dos naturalezas, la divina y la humana,
divinicé, con el contacto del Verbo, al hombre, elevándolo de lo terreno para que
aspirara al cielo. Pero entre todos los hombres, distinguí a los que deberían ser míos, a
los sacerdotes otros Yo, que continuaran la misión que me trajo a la tierra, y que fue
llevar a mi Padre lo que de Él salió: almas que lo glorificaran eternamente. Aquí está el
secreto de la atracción del sacerdote para con las almas, de la fecundidad de su
apostolado, de la comunicación de pureza, de unción, de luz, de virtudes, de lo divino a
ellas, porque no es el sacerdote el que vive, sino Yo en él, con todas mis virtudes,
carismas y dones, y aun, esplendores eternos de la Trinidad, comunicados.”                                      
C.C. 50, 199‐200. 11 de Enero de 1928
 
 
CRISTO VÍCTIMA
 
“No quisiste oblación ni holocaustos…pero me diste un      cuerpo…he aquí que vengo
para hacer oh Dios, tu  voluntad.”                                   Heb. 10,7.9
 
  La finalidad del sacrificio es cambiar las disposiciones del hombre, no las
disposiciones de Dios. Su finalidad es la de “hacer perfecto en la conciencia al
oferente”, ofrecer a Dios un corazón purificado y dócil. Hasta que no sea cambiado el
corazón del hombre no es posible una auténtica relación con Dios, y por tanto no se
hace realidad la finalidad del sacrificio.Una aspiración religiosa no basta para cambiar
la conciencia de un pecador. Para dar al hombre pecador el contacto auténtico con Dios
es necesaria una mediación eficaz. El pecador debe ser ayudado por un mediador que no
sea él mismo un pecador y que abra la vía a la comunicación con Dios.Cristo ofreció su
propia vida, afrontando los sufrimientos y la muerte en la perfecta obediencia a la
voluntad salvífica del Padre y con un amor generosísimo a nosotros los hombres. Su
sangre expresa este aspecto de muerte violenta transformada en ofrenda de obediencia
filial y de solidaridad fraterna.               
     * Card. Albert Vanhoye: “Acojamos a Cristo nuestro Sumo Sacerdote” Pags. 115‐
117                               
Habla Jesús:
Yo sabía que iba a morir; que vine a la tierra sólo para santificarla en el amor, y dejar en
ella a mi Iglesia, para conducir con mi doctrina única, a la humanidad hacia el cielo.
Todo un Dios, no encontró manera más propia para satisfacer su sed de acercamiento
con el hombre, que bajar al mundo como hombre, y quedarse en la Eucaristía como
hombre, con corazón y latidos y caricias de hombre, sin dejar de ser Dios. Y mira qué
portento: quiso Dios juntar los polos; la Divinidad con la humanidad culpable, que
necesitaba de una carne pura para purificarse, y de un amor divino para divinizarse.
Yo mismo, Dios hombre, perdonaba y expiaba; redimía y premiaba; pero ¡a costa de
cuántas penas externas e internas!, ¡a costa de cuántos sacrificios, que han pasado y
pasarán desapercibidos para el mundo sensual, y aun para muchos corazones de los
míos!  Jesús, Salvador en la tierra, continúa siendo Jesús Salvador en el cielo,
presentando ante la Divinidad mi Sangre (en cada Misa sobre todo) y mis méritos, mis
llagas, mi amor al hombre, conmoviendo a la Divinidad en favor del hombre. ¡Qué
pocos piensan en mi papel de Redentor como hombre Dios, y de Salvador como Dios
hombre! Y pocos se me hacen los siglos, para seguir ofreciendo a la Divinidad
ultrajada, los méritos del hombre Dios, adquiridos sobre la tierra, asociando a esas
expiaciones voluntarias, los dolores de muchas almas y de muchos cuerpos que,
entrando en mi unidad, se sacrifican en la tierra, completando mi Pasión que nunca se
completa, porque nunca cesan los pecados del hombre.

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