El Crack Del 29
El Crack Del 29
El Crack Del 29
Desarrollo y origen
Nadie podría afirmar haber previsto lo que ocurrió durante esos seis días, en
octubre de 1929.
Durante varios años, EE.UU. había tenido una buena racha.
Thomas W. Lawson, el multimillonario que reveló los pecados de Wall Street,
murió en la pobreza y popularizó el temor al viernes 13.
A diferencia de las otras naciones industriales, que después de la Primera Guerra
Mundial sufrieron daños graves o estuvieron a punto de estallar económicamente,
EE.UU. emergió relativamente indemne, financieramente hablando, gracias a su
entrada tardía en la guerra.
La siguiente década vio una tremenda transformación, tanto industrial como
cultural, de costa a costa.
El precio del algodón estaba alto. "Los empleos eran abundantes y los sueldos
crecieron constantemente", recordó la periodista financiera de Wall Street Karen
Blumenthal.
"La década de 1920 no solo cantó al ritmo del jazz y bailó al compás del
Charleston. Rugió con la confianza y el optimismo de una era próspera".
Durante "los locos años veinte", industriales y banqueros se convirtieron en héroes
de la nación, además de ser admirados por las riquezas que habían creado.
Y el estadounidense promedio tenía una pequeña fortuna propia. Fue Charles
Mitchell, el presidente del National City Bank -y, por ende, una de estas figuras
admiradas-, quien permitió el acceso a tal prosperidad
Mitchell se inspiró en el éxito de los "bonos de libertad", que se habían emitido al
público durante los últimos dos años de la Primera Guerra Mundial como una
forma de financiar el esfuerzo de guerra aliado.
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negocio en la historia de Wall Street?
Promovido por íconos culturales como Charlie Chaplin y Al Jolson, el público, al
ver ese desembolso como un deber patriótico -especialmente cuando obtenían
hasta un 4,25% de interés-, se introdujo así en la noción de la inversión.
Aunque eran suscritos por el gobierno, el éxito de los bonos de libertad significaba
que, al menos para la opinión pública, poner los ahorros en acciones y
participaciones en el mercado financiero se consideraba respetable, cuando hasta
entonces se había considerado un riesgo.
Mitchell abrió oficinas de corredores en todo el país para satisfacer y alentar aún
más esta incursión en el mercado de valores.
A mediados de la década de 1920, tres millones de estadounidenses eran dueños
de acciones, seducidos por la atracción magnética de enriquecerse de una
manera tan sencilla.
El mercado estaba en ascenso. Por ejemplo, si un inversionista compraba
acciones en la cadena de tiendas Montgomery Ward o en la empresa de servicios
públicos General Electric en marzo de 1928, vería que su dinero se duplicaba en
solo 18 meses.
La fiebre del oro fue irresistible, incluso para hombres de negocios conservadores
y previamente firmes.
"El mercado estaba encantado", dice Blumenthal, "parte de un momento próspero
y emocionante que parecía continuar por siempre. Políticos, profesores y
empresarios proclamaron que esta era una nueva era, donde los viejos altibajos ya
no aplicaban".