La República Libro Viii - Más Completo El Resumen

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LA REPÚBLICA LIBRO VIII-PLATÓN

Habla del Estado perfecto y de otras formas de gobierno defectuosas. El primero y más
alabado es el de Creta y Lacedemonia. El segundo, que ocupa también el segundo rango, es la
oligarquía, gobierno expuesto a un gran número de males. El tercero, poco estimado, es la
democracia. En seguida viene la tiranía, que no se parece a ninguno de los otros tres
gobiernos, y que es la mayor enfermedad que puede padecer un Estado.

Y puesto que hay 5 cinco especies de gobiernos, debe haber cinco caracteres del alma que
corresponden a aquellos. Ya hemos tratado del carácter que corresponde a la aristocracia, y
hemos dicho que es bueno y justo.

Ahora tenemos que recorrer los caracteres viciados; en primer lugar, el que es celoso y
ambicioso, formado según el modelo del gobierno de Lacedemonia; y en seguida los caracteres
oligárquico, democrático y tiránico. Cuando hayamos reconocido cuál es el más injusto de
estos caracteres, le pondremos frente a frente del más justo, y comparando la justicia pura con
la injusticia pura, concluiremos por ver hasta qué punto la una y la otra nos hacen dichosos o
desgraciados, y si deberemos acogernos a la injusticia, siguiendo el consejo de Trasimaco, o
rendirnos a la fuerza de las razones, que nos precisan a abrazar la justicia.

Procuremos explicar de qué manera puede tener lugar el paso de la aristocracia a la


timocracia. ¿No es cierto, en general, que los cambios de todo gobierno político tienen su
origen en el partido que gobierna, cuando se suscita en él alguna escisión, y que por pequeño
que se suponga este partido, mientras mantenga en su seno la armonía, es imposible que
tenga lugar alguna innovación en el Estado?

como todo lo que nace está destinado a perecer, vuestro sistema de gobierno no subsistirá
eternamente, se disolverá algún día. Vuestros magistrados, por hábiles (virtuosos) que sean y
por mucho que los auxilien la experiencia y el cálculo, podrán no fijar exactamente el instante
favorable a la propagación de su especie. Vuestros magistrados harán contraer en épocas
indebidas matrimonios de los que nacerán hijos de mala índole.

Sus padres los escogerán para que ocupen su lugar; pero como serán indignos de sucederles
en sus puestos, apenas se vean elevados, cuando ya comenzarán a despreciarnos, no haciendo
de la música el caso que debieran, y despreciando en igual forma la gimnasia, de donde
resultará que la educación de los jóvenes será mucho menos perfecta. Y, no tendrán el talento
de discernir las razas de oro, de plata, de bronce y de hierro. Llegando, pues, a mezclar el
hierro con la plata y el bronce con el oro, resultará de esta mezcla una falta de armonía,
defecto que engendra siempre la guerra. Este es el origen de la escisión.

El nuevo gobierno será un término medio entre aristocracia y oligarquía, pero ¿cuál será la
forma de este nuevo gobierno? ¿No es evidente, que retendrá algo de lo antiguo y que tomará
algo del gobierno oligárquico y que tendrá algo distintivo? Conservará de la aristocracia el
respeto a los magistrados, la aversión de los guerreros, a la agricultura, a las profesiones
lucrativas, la costumbre de las comidas públicas y el cuidado de practicar los ejercicios
gimnásticos.

Lo que tendrá de propio será el temor de elevar a los sabios a los de virtud sencilla; el elegir
para el mando espíritus poco ilustrados, dominados por la cólera, y nacidos más para la guerra
que para la paz. Hombres de esta condición estarán ansiosos de riquezas, como en los Estados
oligárquicos.
Serán, pues, avaros de su dinero, porque lo aman y lo poseen clandestinamente, y al mismo
tiempo serán pródigos de los bienes de los demás a causa del deseo que tienen de satisfacer
sus pasiones. Entregados en secreto a todos los placeres, se ocultarán de la ley; y todo esto,
gracias a una educación fundada en la fuerza, por haber despreciado la filosofía, y por haber
preferido la gimnasia.

OLIGARQUÍA: forma de gobierno donde los ricos ejercen el mando sin que los pobres
participen de él. Se debe decir como la timarquía se convierte en oligarquía.

Estas riquezas, acumuladas en los cofres de cada particular, son causa de la ruina de la
timarquía. Su primer efecto es arrastrar a cada ciudadano a gastar en lujo para sí y para su
mujer, y, por consiguiente, a desconocer y eludir la ley. En seguida, excitados los unos con el
ejemplo de los demás y queriendo imitarles, en poco tiempo el contagio se hace general. En
fin, se dejan dominar más y más por la pasión de amontonar riquezas, y cuanto más aumenta
el crédito de éstas, tanto más disminuye el de la virtud.

Por consiguiente, la virtud y los hombres de bien son menos estimados en un Estado donde se
estiman más los ricos y las riquezas. Por consiguiente, en la timarquía los ciudadanos, de
ambiciosos que eran, concluyen por hacerse avaros y codiciosos. Reservan todos sus elogios y
toda su admiración para los ricos; los empleos son para ellos solos, y basta ser pobre para
verse despreciado.

Entonces se fijan por una ley las condiciones necesarias para participar del poder oligárquico, y
estas condiciones se resumen en la cuota de la renta. La cuota, que se requiere, es más o
menos grande y está prohibido aspirar a los cargos públicos a todos aquellos cuya renta no
ascienda a la tasa señalada. Los ricos hacen que pase esta ley valiéndose de la fuerza.

¿Pero cuáles son sus costumbres y cuáles los vicios que nosotros le echamos en cara? El
primero es el principio mismo de este Estado. Si en la elección de un piloto se atendiese
únicamente al censo, y se excluyese del gobierno del timón al pobre a pesar de su experiencia,
¿qué resultaría? Que las naves serían mal gobernadas.

Otro defecto: este Estado no es uno por su naturaleza, sino que encierra necesariamente dos
Estados, uno compuesto de ricos y otro de pobres, que habitan el mismo suelo y que se
esfuerzan sin cesar en destruirse los unos a los otros. Tampoco es una gran ventaja para este
gobierno la impotencia en que está de hacer la guerra, porque necesita para ello o armar la
multitud a la que tiene que temer más que al enemigo, o no servirse de ella y entrar en lucha
con un ejército verdaderamente oligárquico, teniendo en cuenta de que los ricos se niegan por
avaricia a pagar los gastos de la guerra. Además, ¿los ciudadanos son a la vez en este gobierno
labradores, guerreros y comerciantes? ¿Y no hemos proscrito esta acumulación de muchos
oficios en manos de un solo individuo?

Pasemos ahora al hombre oligárquico. Veamos cómo se forma y su carácter. El hijo quiere, por
lo pronto, imitar a su padre y seguir sus pasos; pero viendo después que su padre se ha
estrellado contra el Estado; que después de haber prodigado sus bienes y su persona es
conducido delante de los jueces, calumniado por impostores, condenado a muerte, al
destierro, a la pérdida de su honor o de sus bienes. Viendo caer sobre su padre tantas
desgracias, que también llegan a él; despojado de su patrimonio, y temiendo por su propia
vida, arroja aquella ambición por el trono y ya no piensa sino en amontonar bienes de fortuna.
Este hombre no ha pensado en instruirse. Por falta de esta educación ha hecho nacer en él
deseos que corresponden a la naturaleza de los zánganos, inclinados siempre a obrar mal.
Mostrará esos deseos maléficos en aquellas ocasiones en que tenga libertad de obrar mal. En
otras circunstancias pasa por un hombre de honor y de probidad, si contiene sus malos deseos
y los oculta bajo el velo de la equidad y de la moderación, y no lo hace ni por virtud ni por
exigencias de la razón, sino por necesidad o por temor de perder sus bienes, al querer
apoderarse de los de los demás.

DEMOCRACIA: Se pasa de la oligarquía A la democracia a causa del deseo insaciable de estas


mismas riquezas, que se miran como el primero de todos los bienes en el gobierno oligárquico.

Los jefes, que deben los cargos que ocupan a las inmensas riquezas que poseen, se guardan de
reprimir mediante la severidad de las leyes el libertinaje de los jóvenes corrompidos, y de
impedir que se arruinen con sus despilfarres, porque su plan es comprarles los bienes, hacerles
préstamos con intereses, y aumentar por este medio sus riquezas. Así es que los magistrados
en las oligarquías han reducido muchas veces a la indigencia a hombres bien nacidos.

Esto da origen a que haya en el Estado oprimidos con las deudas, y algunos que han perdido a
la vez los bienes y el honor, todos los que se hallan en permanente hostilidad contra los que se
han enriquecido con los despojos de su fortuna y no aspiran más que a una revolución en el
gobierno.

Así se ven los ciudadanos reducidos a este triste estado por culpa de los gobernantes, y como
una consecuencia necesaria, estos mismos se corrompen y corrompen a sus hijos, los cuales,
pasando una vida voluptuosa sin ejercitar su espíritu ni su cuerpo, se hacen débiles e incapaces
de resistir al placer y al dolor.

El gobierno se hace democrático cuando los pobres, consiguiendo la victoria sobre los ricos,
degüellan a los unos, destierran a los otros, y reparten con los que quedan los cargos y la
administración de los negocios, reparto que se arregla de ordinario por la suerte.

¿Cuáles serán las costumbres, la constitución de este nuevo gobierno? Todo el mundo es libre
en este estado; se vive libre de toda traba; cada uno es dueño de hacer lo que le agrada. En
este estado, mi querido amigo, puede cada uno buscar el género de gobierno que le acomode.
¿No es una condición agradable y cómoda en semejante gobierno el no poder ser uno obligado
a desempeñar un cargo público, aunque tenga méritos para ello? ¿el no estar sometido a
ninguna autoridad, si no se quiere? ¿el no ir a la guerra cuando los otros van?

¿No tiene también algo de admirable la dulzura con que se trata a algunos penados? ¿No has
visto hombres condenados a muerte o al destierro permanecer y pasearse en público, con una
desenvoltura de héroes?

Ahora la manera en que se forma: El hombre avaro y oligárquico tiene un hijo que educa en
sus mismas ideas. Este hijo, a ejemplo de su padre, domina por la fuerza los deseos, que
podrían conducirle al despilfarro y que son enemigos de la ganancia, los deseos superfluos. No
hay razón para llamar deseos necesarios a aquellos que no podemos reprimir, y cuya
satisfacción por otra parte nos es útil porque evidentemente estos deseos son necesidades de
nuestra naturaleza. En cuanto a aquellos de que es fácil deshacerse, y cuya presencia nos
causa muchas veces grandes males, son superfluos.

Cuando un joven mal educado, en la forma que hemos dicho, y alimentado en el amor del
lucro, llega a gustar la miel de los zánganos, y a vivir en relación con estos insectos ávidos y
hábiles para excitar en él deseos de todas clases, sufre el gobierno interior de su alma un
cambio, pasando de oligárquico que era a democrático.

Por último, se apoderan de la ciudadela del alma de este joven, después de haber visto que
estaba vacía de ciencia, de nobles costumbres, de máximas verdaderas, que son la
salvaguardia más segura y más fiel de la razón de los mortales amados de los dioses.

Después de haber creado este vacío en el alma del desgraciado joven, que se ve sitiado de esta
manera, suponen que le inician en los más grandes misterios y para ello introducen en su alma
la insolencia, la anarquía, el libertinaje y la desvergüenza, de los que hacen mil elogios,
encubriendo su fealdad con los nombres más preciosos, la insolencia, con el de cultura; la
anarquía, con el de libertad; el libertinaje, con el de magnificencia; la desvergüenza, con el de
valor. Si alguno llega a decirle que hay placeres de dos clases, unos que son resultado de
deseos legítimos, y otros, de deseos criminales y prohibidos, y que es preciso buscar los
primeros, reprimir y domar los segundos, cierra todas las avenidas de la ciudadela a estas
sabias máximas, y sostiene que todos los placeres son de la misma naturaleza y merecen ser
satisfechos.

TIRANÍA: para la democracia, la causa de su ruina es el deseo insaciable de lo que mira como
su verdadero bien: la libertad. Este amor a la libertad, llevado hasta el exceso y acompañado
de una indiferencia extremada por todo lo demás, lo que le da fin a este gobierno y hace la
tiranía necesaria. ¿Cómo? los padres se acostumbran a tratar a sus hijos como a sus iguales y si
cabe a temerles; éstos a igualarse con sus padres, a no tenerles ni temor ni respeto, porque en
otro caso padecería su libertad.

Y si bajamos más la mano, encontraremos que los maestros, en semejante Estado, temen y a
sus discípulos; éstos se burlan de sus maestros. En general los jóvenes quieren igualarse con
los viejos, y pelearse con ellos ya de palabras ya de hecho. Pero el abuso más intolerable, que
la libertad introduce en este gobierno, es que los esclavos de ambos sexos son tan libres como
los que los han comprado. ¿No ves cómo se hacen suspicaces los ciudadanos hasta el punto
de rebelarse a la menor apariencia de coacción? Y por último llegan hasta no hacer caso de las
leyes. De esta forma de gobierno tan bella y tan encantadora es de donde nace la tiranía.

Y es que puede decirse con verdad que no se puede incurrir en un exceso sin exponerse a caer
en el exceso contrario. Por consiguiente, lo mismo con relación a un Estado, la libertad
excesiva debe producir, tarde o temprano, una extrema servidumbre.

En los primeros días de su dominación sonríe a todos, no dice que piensa ser un tirano, hace
las más pomposas promesas en público, libra a todos de sus deudas, reparte las tierras entre el
pueblo y sus favoritos y trata a todos con dulzura de padre. Siempre tiene cuidado de
mantener en pie semillas de guerra, para que el pueblo sienta la necesidad de un jefe. Y, sobre
todo, para que los ciudadanos, empobrecidos por los impuestos que exige la guerra, sólo
piensen en sus diarias necesidades, y no se hallen en estado de conspirar contra él. Pero,
semejante conducta lo hará odioso a sus súbditos. Y algunos de los que contribuyeron a su
elevación, y que son los que, después de él, tienen mayor autoridad, irán a quejarse con él. Es
preciso que el tirano se deshaga de ellos, si quiere reinar en paz; y que sin distinguir amigos de
enemigos, haga que desaparezcan todos los hombres de algún mérito. Quiera o no se ve
obligado a hacer la guerra a todos. Tendrá que recurrir a una guardia extranjera. Para su
sostenimiento usará los bienes de su padre; o sea, el pueblo que ha engendrado al tirano, le
alimentará a él y a los suyos. Pero si el pueblo se cansase al fin, y le dijese que no es justo que
un hijo ya grande sea una carga para su padre. El tirano se atrevería a usar la violencia. Por
consiguiente, el tirano es un parricida.

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