Fotosfera
Fotosfera
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La fotosfera es la zona visible donde se emite luz visible del Sol. La fotosfera se considera
como la «superficie» solar y, vista a través de un telescopio, se presenta formada por gránulos
brillantes que se proyectan sobre un fondo más oscuro. A causa de la agitación de nuestra
atmósfera, estos gránulos parecen estar siempre en agitación. Puesto que el Sol es gaseoso,
su fotosfera es algo transparente: puede ser observada hasta una profundidad de unos
cientos de kilómetros antes de volverse completamente opaca. Normalmente se considera
que la fotosfera solar tiene unos 100 o 200 km de profundidad.
Esquema de la estructura de anillo de una llamarada solar y su origen causado por la deformación de
las líneas del campo electromagnético
Aunque el borde o limbo del Sol aparece bastante nítido en una fotografía o en la imagen solar
proyectada con un telescopio, se aprecia fácilmente que el brillo del disco solar disminuye
hacia el borde. Este fenómeno de oscurecimiento del centro al limbo es consecuencia de que
el Sol es un cuerpo gaseoso con una temperatura que disminuye con la distancia al centro. La
luz que se ve en el centro procede en la mayor parte de las capas inferiores de la fotosfera,
más caliente y por tanto más luminosa. Al mirar hacia el limbo, la dirección visual del
observador es casi tangente al borde del disco solar por lo que llega radiación procedente
sobre todo de las capas superiores de la fotosfera, menos calientes y emitiendo con menor
intensidad que las capas profundas en la base de la fotosfera.
Un fotón tarda un promedio de 10 días desde que surge de la fusión de dos átomos de
hidrógeno, en atravesar la zona radiante y un mes en recorrer los 200 000 km de la zona
convectiva, empleando tan solo unos 8 minutos y medio en cruzar la distancia que separa la
Tierra del Sol. No se trata de que los fotones viajen más rápidamente ahora, sino que en el
exterior del Sol el camino de los fotones no se ve obstaculizado por los continuos cambios,
choques, quiebros y turbulencias que experimentaban en el interior del Sol.
Los gránulos brillantes de la fotosfera tienen muchas veces forma hexagonal y están
separados por finas líneas oscuras. Los gránulos son la evidencia del movimiento convectivo y
burbujeante de los gases calientes en la parte exterior del Sol. En efecto, la fotosfera es una
masa en continua ebullición en el que las células convectivas se aprecian como gránulos en
movimiento cuya vida media es tan solo de unos nueve minutos. El diámetro medio de los
gránulos individuales es de unos 700 a 1000 km y resultan particularmente notorios en los
períodos de mínima actividad solar. Hay también movimientos turbulentos a una escala
mayor, la llamada «supergranulación», con diámetros típicos de unos 35 000 km. Cada
supergranulación contiene cientos de gránulos individuales y sobrevive entre 12 a 20 horas.
Fue Richard Christopher Carrington (1826-1875), cervecero y astrónomo aficionado, el
primero en observar la granulación fotosférica en el siglo XIX. En 1896 el francés Pierre Jules
César Janssen (1824-1907) consiguió fotografiar por primera vez la granulación fotosférica.
El Sol con algunas manchas solares visibles. Las dos manchas en el medio tienen casi el mismo
diámetro que la Tierra.
El signo más evidente de actividad en la fotosfera son las manchas solares. En los tiempos
antiguos se consideraba al Sol como un fuego divino y, por consiguiente, perfecto e infalible.
Del mismo modo se sabía que la brillante cara del Sol estaba a veces nublada con unas
manchas oscuras, pero se imaginaba que era debido a objetos que pasaban en el espacio
entre el Sol y la Tierra. Cuando Galileo (1564-1642) construyó el
primer telescopio astronómico, dando origen a una nueva etapa en el estudio del Universo,
hizo la siguiente afirmación: «Repetidas observaciones me han convencido, de que estas
manchas son sustancias en la superficie del Sol, en la que se producen continuamente y en la
que también se disuelven, unas más pronto y otras más tarde». Una mancha solar típica
consiste en una región central oscura, llamada «umbra», rodeada por una «penumbra» más
clara. Una sola mancha puede llegar a medir hasta 12 000 km (casi tan grande como el
diámetro de la Tierra), pero un grupo de manchas puede alcanzar 120 000 km de extensión e
incluso algunas veces más. La penumbra está constituida por una estructura de filamentos
claros y oscuros que se extienden más o menos radialmente desde la umbra.
Imagen detallada de un conjunto de manchas solares observadas en el visible. La umbra y la penumbra
son claramente discernibles así como la granulación solar.
Ambas (umbra y penumbra) parecen oscuras por contraste con la fotosfera, simplemente
porque están menos calientes que la temperatura media de la fotosfera. Así, la umbra tiene
una temperatura de 4000 K, mientras que la penumbra alcanza los 5600 K, inferiores en
ambos casos a los 6000 K que tienen los gránulos de la fotosfera. Por la ley de Stefan-
Boltzmann, en que la energía total radiada por un cuerpo negro (como una estrella) es
proporcional a la cuarta potencia de su temperatura efectiva (E = σT4, donde σ =
5,67051·10−8 W/m²·K4), la umbra emite aproximadamente un 32% de la luz emitida por un área
igual de la fotosfera y análogamente la penumbra tiene un brillo de un 71% de la fotosfera. La
oscuridad de una mancha solar está causada únicamente por un efecto de contraste; si
pudiéramos ver a una mancha tipo, con una umbra del tamaño de la Tierra, aislada y a la
misma distancia que el Sol, brillaría una 50 veces más que la Luna llena. Las manchas están
relativamente inmóviles con respecto a la fotosfera y participan de la rotación solar. El área de
la superficie solar cubierta por las manchas se mide en términos de millonésima del disco
visible.
Cromosfera[editar]
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Corona solar[editar]
Manifestación de la naturaleza filamentaria del plasma al conectar dos regiones con diferente polaridad
magnética. Imagen tomada por el Telescopio Óptico Solar Hinode, el 12 de enero de 2007.
La corona solar solamente es observable desde el espacio con instrumentos adecuados que
anteponen un disco opaco para eclipsar artificialmente al Sol o durante un eclipse solar natural
desde la Tierra. El material tenue de la corona es continuamente expulsado por la fuerte
radiación solar dando lugar a un viento solar. Así pues, se cree que las estructuras
observadas en la corona están modeladas en gran medida por el campo magnético solar y las
células de transporte convectivo.
En 1970 el físico sueco Hannes Alfvén obtuvo el premio Nobel. Él estimó que había ondas que
transportaban energía por líneas del campo magnético que recorre el plasma de la corona
solar. Pero hasta hoy no se había podido detectar la cantidad de ondas que eran necesarias
para producir dicha energía.
Pero imágenes de alta definición ultravioleta, tomadas cada ocho segundos por el satélite de
la NASA Solar Dymanics Observatory (SDO), han permitido a científicos como Scott
McIntosh y a sus colegas del Centro Nacional Estadounidense de Investigación Atmosférica,
detectar gran cantidad de estas ondas. Las mismas se propagan a gran velocidad (entre 200 y
250 kilómetros por segundo) en el plasma en movimiento. Ondas cuyo flujo energético se
sitúa entre 100 y 200 vatios por kilómetro cuadrado «son capaces de proveer la energía
necesaria para propulsar a los rápidos vientos solares y así compensar las pérdidas de calor
de las regiones menos agitadas de la corona solar», estiman los investigadores.
Sin embargo, para McIntosh esto no es suficiente para generar los 2000 vatios por metro
cuadrado que se necesitan para abastecer a las zonas activas de la corona. Es por esto que
se requiere de instrumentos con mayor capacidad temporal y espacial para estudiar todo el
espectro de energía irradiada en las regiones activas de nuestra estrella.
Heliosfera[editar]
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La heliosfera sería la región que se extiende desde el Sol hasta más allá de Plutón y que se
encuentra bajo la influencia del viento solar. Es en esta región donde se extienden los efectos
de las tormentas geomagnéticas y también donde se extiende el influyo del campo magnético
solar. La heliosfera protege al sistema solar de las radiaciones provenientes del medio
interestelar y su límite se extiende a más de 100 UA del Sol, límite solo superado por los
cometas.