Condicion para El Ejercicio de La Profesion Docente, Seminario de Etca

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CONDICIONES PARA ELEJERCICIO DE LA PROFESIÓN DOCENTE.

1. Amor a los alumnos


El amor a los alumnos ha de ser semejante al de los padres, por lo tanto no
consiste solo en conceder, en dar, en satisfacer los gustos de los educandos; el que
ama también reprende, castiga, cuando la acción del alumno, exige una severa
reprensión o un castigo adecuado. Pero en el modo con que se aplica el castigo o se
da la reprensión, en la proporción de la medida ha de sentir el educando, que el amor
es el que impulsa al docente, a asumir la actitud severa por la falta cometida.
Donde más se evidencia el amor con que se trata al alumno es en la razonable
proporcionalidad con que se gradúan las medidas punitorias. Y esta proporcionalidad
consiste:
- En avisar no una sino varias veces al alumno, que existen disposiciones
severas para quienes quebrantan las órdenes dadas.
- En aplicarle, cuando se ha llegado al límite de una razonable paciencia, leves
sanciones y un tanto espaciadas, para seguir con otras más severas y más
cercanas unas de otras, si el alumno no reacciona favorablemente a las
advertencias que se le hacen.

2. Justicia, docilidad, sagacidad y veracidad


Su obligación es defender la justicia, ponerse de parte de los que sufren la
injusticia y practicar en sus acciones cotidianas la justicia. La injusticia puede ser
material y formal. La justicia material es aquella con la que se lesiona el derecho de un
tercero sin intención, sin advertirlo. La injusticia formal, es la que se comete
deliberadamente, a sabiendas, con clara conciencia de que al obrar se perjudica a otra
persona. El educador no debería cometer nunca un acto de injusticia formal con sus
alumnos: se degradaría a sí mismo si lo hiciera.
En caso de la injusticia material, que ninguno está exento de cometerla, se debe
reparar la injusticia cometida, es una obligación. Reconocer el error, pedir las
disculpas del caso.
La docilidad el educador establece una importante relación ética respecto de sus
superiores. Se puede discrepar con un superior en muchos aspectos que conciernen a
la educación y a la conducción de los alumnos; a veces es oportuno y hasta
obligatorio manifestarle al superior esas discrepancias, en beneficio de los educandos;
pero en la acción conjunta debe haber unidad, y de ningún modo deben trascender al
alumnado las disensiones entre superiores, o entre superiores y docentes.
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La sagacidad es la cualidad intelectual que hace al hombre avisado, prevenido,


prudente en el obrar, atento a posibles y probables contratiempos, a maniobras del
enemigo o competidores, que pueden obstaculizar o retardar los planes de su
empresa. El educador es una persona buena, que trata con buenas intenciones a sus
alumnos y que no pretende otra cosa que hacerles el bien, que no piensa en
engañarlos ni en que ellos lo engañarán. La sagacidad la debe tener y manejar el
educador en el sentido en que la recomendó el Maestro por antonomasia: “Sed
simples como palomas y prudentes como serpientes”.
La veracidad es una relación de conformidad cuyo referente es la palabra de la
persona y cuyo relato es el pensamiento del que habla. Cuando las palabras de un
hombre se adecuan a su pensamiento, entonces ese hombre es veraz, aunque en su
pensamiento resida el error (sin él advertirlo); cuando no se adecuan a su
pensamiento, no es veraz, aunque su pensamiento sea verdadero.

3. Lealtad, benevolencia, paciencia, magnanimidad


La lealtad es la virtud característica en la relación que une a los amigos. Lealtad
significa defensa de uno a otro, apoyo mutuo en los trabajos, en las horas amargas de
la existencia; alegría mutua por los éxitos, sinceridad recíproca, ausencia total, firme,
de todo acto que pueda parecer una traición.
La lealtad no excluye la benevolencia, es decir el bien querer; significa “quiero tu
bien”, “quiero hacerte el bien aunque al principio te parezca que no es un bien para
ti...” La benevolencia y la paciencia trabajan juntas a favor del buen éxito de la
educación y se manifiestan por las buenas palabras y el buen tono de éstas al dirigirse
al alumno. No se entienda que la paciencia es ilimitada, ni que la benevolencia elimina
la severidad y el sano enojo del maestro cuando los hechos lo exigen. La paciencia es
una virtud necesaria para el educador y para el educando. Pero la paciencia no es un
dejar hacer que todo ocurra en el aula.
La magnanimidad, grandeza de alma, debe manifestarse en la generosidad, en la
comprensión de los defectos ajenos, en perdonar las ofensas recibidas sin exigir que
el ofensor solicite el perdón con un rito solemne, en cerrar los ojos ante pequeñas
irregularidades si se cumplen las cosas importantes. La magnanimidad libera al
educador de esos graves defectos del ser humano que son la estrechez de espíritu, el
egoísmo, el detallismo en la exigencia de las obligaciones ajenas, la unilateralidad en
la apreciación de los comportamientos ajenos.
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4. Perseverancia, humildad, integridad, estudiosidad


La perseverancia es una de las obligaciones morales del educador. Debemos
distinguir:
- La perseverancia respecto del curso escolar, la acción educadora debe ser
constante, tanto en lo que concierne a la instrucción intelectual como en lo
referente a la adquisición de hábitos buenos (de aseo, prolijidad, de respeto
en el trato con superiores y compañeros, de servicialidad, etc.) La corrección
de los defectos exige constancia en el educador, mediante advertencias
oportunamente distribuidas y hechas con buenos modales.
- La virtud de la humildad que consiste en estimarse tal como uno es; en
conocerse a fondo, sin engaños, sin dobleces, admitiendo en el foro de su
conciencia los valores positivos y negativos, con el fin de explotar los
primeros y disminuir los segundos. La autenticidad, la sinceridad, virtudes
que tanta fascinación ejercen en la juventud actual, no son sino verdadera
humildad.
- Integridad, con el bagaje de todas estas virtudes, el educador estará en
condiciones óptimas de hacer fructífera su labor en las aulas. Habrá logrado
una integridad en su formación personal, porque no le faltará nada sustancial
para alcanzar su plenitud docente; y esa integridad será una fuerza viva que
impulsará su acción educadora en cualquier establecimiento donde ejerza
sus tareas.
- Además, se aplica con estudiosidad a conocer a sus alumnos, a preocuparse
de sus problemas, de sus inquietudes, de sus proyectos ara el futuro
inmediato. La estudiosidad lo incentivará para ponerse al día, no solo en
cuanto a métodos didácticos, sino también en cuanto a los nuevos problemas
éticos que presenta la era electrónica, la absorción del hombre por la
máquina, la anulación del “yo” individual por los adelantos de la técnica
sofisticada, etc.

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