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(SP-SCRM-2002-B1-001)
UNIDAD 1.
Actividad 1. Principios Rectores
En aquel entonces revestía gran novedad en nuestro país, como en casi todos los países de
América Latina, lo que se había dado en llamar la “lucha de escuelas”; por una parte, estaba
la escuela positivista y, por otra, la llamada escuela clásica, de cuyos pensamientos los
penalistas y, sobre todo, los legisladores se han visto ampliamente influenciados. El análisis
del contenido del Código Penal de 1931 se encuentra que el legislador necesariamente tuvo
que tomar en cuenta tanto las elaboraciones teóricas de la escuela clásica como las de la
escuela positivista y que se encuentran vinculadas con concepciones filosóficas y políticas
determinadas, que tienen que ver con los límites del poder punitivo del Estado y con el
reconocimiento y respeto de los derechos del hombre.
Los criterios planteados por la escuela positivista, en cambio (entre las cuales se encuentran
el de autor en vez del de acto, y el de peligrosidad o temibilidad, en lugar del de
culpabilidad), se corresponden más con un sistema penal de un Estado autoritario o
totalitario, en virtud de que por partir de una concepción distinta del hombre no garantizan
una mayor limitación de la potestad punitiva, sino que posibilitan su ejercicio ilimitado, y
tampoco reconocen ni respetan de manera considerable los derechos del hombre.
Es incuestionable que los criterios desarrollados por la escuela clásica garantizan con mayor
amplitud los derechos del hombre, como se observa de los principios que fueron acuñándose
desde la segunda mitad del siglo XVIII, que se corresponden con la nueva concepción del
Estado, que es el Estado de derecho o, más concretamente, del Estado democrático de
derecho; entre tales principios resaltan: el principio de legalidad, el principio de legitimidad,
el principio del bien jurídico, el principio de acto, el principio de culpabilidad y el de
presunción de inocencia.
No hay duda de que el Código Penal federal de 1931 receptó en sus aspectos
fundamentales, de manera prioritaria, las orientaciones de la escuela positivista; lo que
quiere decir que el legislador de entonces no tomó tanto en consideración los lineamientos
filosóficos y políticos que se desprenden de la Constitución política, sino que se guío más por
las Corrientes de pensamiento que estaban de moda, no obstante que no compaginaban
con la ideología constitucional.
1. Principio De Legalidad: Establece que el Estado en ningún caso podrá imponer pena
o medida de seguridad alguna si no es por la realización de una conducta que
previamente ha sido descrita en la ley como delito o sin que la sanción esté igualmente
establecida en la ley, expresada en la fórmula latina nullum crimen nulla poena sine lege.
Exige que los órganos del Estado ajusten el ejercicio de su poder a lo establecido por la
ley, así mismo también que la propia ley penal que se origina en el ejercicio de ese poder
penal esté diseñada con claridad y precisión, de suerte que de su contenido se derive
seguridad jurídica para los individuos.
3. Principio del Bien Jurídico: Establece, por una parte, que en ningún caso deberá
imponerse pena alguna si no es por la realización de una conducta que haya lesionado o,
por lo menos, puesto en peligro un determinado bien jurídico; premisa que, por otra
parte, a nivel legislativo, exige al legislador que en sus regulaciones penales no deberá
prohibir u ordenar conductas si no existe de por medio un bien jurídico que proteger. Es
decir, los tipos penales sólo se justifican en la medida en que con él se trata de proteger
un determinado bien jurídico. Por ello, la consideración del bien jurídico constituye la
razón de ser de los tipos penales y de todo el derecho penal. Este principio tiene que ver
nada menos que con la función que tiene el derecho penal, que es la protección de
bienes jurídicos, sean individuales o colectivos. Pero, por otro lado, no cualquier bien
jurídico justifica la intervención penal para su protección, sino únicamente los bienes
jurídicos que son de fundamental importancia para la vida ordenada en comunidad, cuya
protección no puede lograrse por otro medio jurídico; bienes de poca importancia, por
tanto, deben ser atendidos por otra área del derecho distinta a la penal; lo que está
acorde con la exigencia del “principio de intervención mínima” del derecho penal, de que
a éste no se le debe utilizar para cualquier fin.
4. Principio de Acto: Establece que las normas penales únicamente pueden prohibir u
ordenar conductas humanas (acciones u omisiones), por lo que al sujeto sólo podrá
imponérsele una pena o medida de seguridad “por lo que él hace” y no “por lo que él es”;
se rechaza, por tanto, que las normas prohíban u ordenen meros estados o situaciones
de la persona o formas de conducir su vida. Esto garantiza que a nadie se le impondrá
pena o medida de seguridad alguna por su mera situación personal o forma de conducir
su vida.