Tema 1 de Geografía para Selectividad 2019 2020

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com Carlos Javier Garrido García

TEMA 17 DE GEOGRAFÍA PARA SELECTIVIDAD

ESPAÑA EN SU CONTEXTO Y SU DIVERSIDAD REGIONAL

ÍNDICE

1. INTRODUCCIÓN

2. EL PROCESO DE ORGANIZACIÓN POLÍTICO-ADMINISTRATIVA DE ESPAÑA


2.1. Orígenes en la Prehistoria y la Edad Antigua
2.2. El asentamiento de la diversidad: la Edad Media
2.3. Tendencias unificadoras en la Edad Moderna
2.4. La alternativa entre centralismo y federalismo en la Edad Contemporánea

3. LAS COMUNIDADES AUTÓNOMAS Y REGIONES

4. DESEQUILIBRIOS REGIONALES

5. ESPAÑA EN LA UNIÓN EUROPEA: POLÍTICAS REGIONALES Y DE COHESIÓN

6. CONCLUSIONES

DESARROLLO DEL TEMA

1. INTRODUCCIÓN
España es un país con un medio físico muy contrastado, lo que ha determinado que presente
una gran diversidad regional. Esta diversidad ha condicionado mucho su evolución
histórica, que ha basculado tradicionalmente entre las tendencias unificadoras y
disgregadoras en lo que a la organización político-territorial se refiere. En este tema vamos a
analizar la evolución histórica de esta organización y sus características actuales en el
Estado Autonómico. Por otra parte, las diversidad del medio físico y la evolución histórica
han determinado unos grandes contrastes y desequilibrios territoriales en el aspecto
socioeconómico, frente a lo cual se han establecido políticas regionales y de cohesión por
parte de las autoridades autonómicas, estatales y europeas, aspectos todos ellos que serán
también analizados en el tema.

2. EL PROCESO DE ORGANIZACIÓN POLÍTICO-ADMINISTRATIVA DE ESPAÑA


Antes de describir la evolución histórica de la organización político-administrativa de
España debemos tener clara la distinción entre tres tipos de Estados dentro de los sistemas
políticos contemporáneos: unitario y centralista, en el que la soberanía u origen del poder
reside en el conjunto de los habitantes del Estado y este es gobernado desde su capital por
un Gobierno Central; el autonómico, en el que existiendo los dos elementos anteriores se
contempla la concesión de autonomía político-administrativa a cargo de instituciones
propias; y el federal, en el que el Estado se compone de estados en los que reside la
soberanía y cuentan con una organización política-administrativa propia y que con un
carácter voluntario ceden parte de su soberanía y competencias a un Estado Federal común.
2.1. Orígenes en la Prehistoria y la Edad Antigua
Desde los primeros asentamientos humanos hasta la conquista romana lo que predomina
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en la Península es la variedad de pueblos con una organización que fue pasando de


tribal a ciudades-estado. A partir del año 1.000 antes de Cristo (a.C.) se producen dos
hechos paralelos: las invasiones de pueblos celtas en el noroeste peninsular y las
colonizaciones fenicias, griegas y cartaginenses en el levante y sur peninsular. Como
consecuencia de ello se originaron tres grandes conjuntos de pueblos organizados en
ciudades-estado o tribus: íberos en las zonas más en contacto con los colonizadores,
celtas en el noroeste y celtíberos en la zona de transición entre los dos anteriores.
La conquista romana a partir del 218 a. C. supuso la primera unificación político-
administrativa de la Península, aunque en este caso dependiente del exterior. La caída
del imperio romano a principios del siglo V a manos de las invasiones bárbaras supuso
el establecimiento del reino visigodo con capital en Toledo, en este caso constituyendo
la primera unificación política autónoma de los territorios peninsulares.
2.2. El asentamiento de la diversidad: la Edad Media
La invasión musulmana en el 711 provocó la pérdida de la unidad política y religiosa de
la Península, dividida a partir de entonces en la zona musulmana o Al-Andalus y los
núcleos de resistencia cristiana que se establecieron en el norte desde Galicia a los
Pirineos. Ambas zonas conocieron una evolución distinta y entablaron entre ambas una
constante disputa en el llamado proceso de "Reconquista".
En cuanto a la evolución de Al-Andalus, sufrió unas constantes tensiones entre las
tendencias unificadoras, favorecidas por las necesidades defensivas ante los reinos
cristianos y por la religión, y las disgregadoras, favorecidas por la diversidad física del
territorio y las tensiones tribales y étnicas. Así, al establecimiento del Emirato
dependiente tras la conquista, del Emirato independiente en el 756 y del Califato en el
929, le sucedió la disgregación en numerosos reinos de Taifas, sólo unificados
temporalmente por las invasiones norteafricanas de Almorávides y Almohades. Esta
disgregación fue uno de los elementos clave para entender el constante avance cristiano
hacia el sur.
Por lo que se refie a los reinos cristianos del norte, el medio físico montañoso y el
predominio de una economía agraria de subsistencia provocaron el establecimiento de
una gran diversidad lingüística y política. Así, el latín fue derivando en las lenguas
romances (gallego, asturiano o bable, castellano, aragonés y catalán), a las que se añadía
la pervivencia del euskera, y se fueron estableciendo el reino Astur-Leones, Castilla,
Navarra, Aragón y los condados catalanes. Debido al contacto con la Europa cristiana,
al desarrollo socioeconómico, a las necesidades defensivas frente a los musulmanes y a
las políticas de enlaces matrimoniales entre las distintas dinastías, se dio una tendencia
unificadora que terminó dando lugar al reino de Castilla-León, el de Navarra y la
Corona de Aragón, funcionando esta última como un estado federal compuesto por los
reinos de Aragón, Valencia, Mallorca y los condados catalanes. Estos reinos, y
especialmente Castilla y Aragón, fueron impulsando el proceso de "Reconquista", lo
que hizo que a mediados del siglo XIII tan sólo perviviera el reino de Granada como
estado musulmán.
2.3. Tendencias unificadoras en la Edad Moderna
El enlace matrimonial entre los Reyes Católicos posibilitó la unión dinástica entre
Castilla y Aragón entre 1476 y 1479 dando origen a la Monarquía Hispánica, un estado
federal compuesto por reinos que conservaban sus fueros (leyes e instituciones propias)
y que tenían en común a los mismos monarcas, de ahí que se hable de sentido
patrimonial de la monarquía (distintos reinos propiedad de un rey). Esto supuso
consolidar la disgregación establecida en la Edad Media, pero surgiendo una potente
tendencia unificadora, favorecida por la política imperial de los Austrias y el
establecimiento de la corte real en Madrid en el siglo XVI. Sin embargo, los intentos de
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unidad político administrativa de la Monarquía siguiendo el modelo castellano, como el


intentado por el conde-duque de Olivares en el reinado de Felipe IV, acabaron
fracasando ante la defensa de sus fueros por cada reino. Fue finalmente la Guerra de
Sucesión (1700-1713) y el consiguiente establecimiento de la dinastía borbónica con
Felipe V, la que permitió el establecimiento de un estado unificado y centralista basado
en las leyes castellanas con los Decretos de Nueva Planta, con la única excepción de las
provincias vascas y Navarra que siguieron conservando sus fueros. Este centralismo no
generó conflictividad a lo largo del siglo XVIII ya que las élites de la antigua Corona de
Aragón se vieron beneficiadas por su acceso a los puestos de la administración del
nuevo estado y a los mercados americanos, hasta entonces monopolio castellano, y
además no se estableció un discurso nacionalista español que generara tensiones.
2.4. La alternativa entre centralismo y federalismo en la Edad Contemporánea
La Guerra de Independencia (1808-1814) ante la invasión francesa supuso un
reforzamiento de las tendencias unificadoras debido al surgimiento de un discurso
nacionalista español y al inicio de la revolución liberal, defensora de principios como la
igualdad ante la ley de todos los ciudadanos del Estado.
La pérdida de las colonias continentales americanas, definitiva en 1824, y el
establecimiento de un Estado Liberal tras la muerte de Fernando VII en 1833
provocaron el nacimiento del nacionalismo periférico, cuya primera manifestación fue
el carlismo, defensor del absolutismo y de los fueros territoriales frente al centralismo
liberal. En cualquier caso, la derrota definitiva del carlismo en 1876 significó la
supresión de los fueros vasco-navarros, pero no el fin de las tensiones territoriales, ya
que a lo largo del siglo XIX surgen los movimientos nacionalistas periféricos,
principalmente el catalán y el vasco, y el republicanismo federal, ambos potenciados por
el fracaso de la industrialización y por el carácter conservador del Estado Liberal
establecido.
La crisis del régimen de la Restauración, provocó una polarización de las posturas
políticas, con un centralismo español cada vez más conservador, que está en la base de
la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), y unas posturas nacionalistas periféricas y
federales cada vez más escoradas a la izquierda y alñ independentismo.
Esta tensión territorial intentó ser solventada por la II República (1931-1936) a través
del establecimiento del llamado "Estado Integral", que intentaba hacer compatible la
existencia de un estado unitario con el reconocimiento de la autonomía de las regiones
que así lo desearan, como fue el caso de Cataluña en 1932. Sin embargo, la polarización
política y social provocó finalmente el estallido de la Guerra Civil (1936-1939) y el
establecimiento de la Dictadura de Franco (1939-1975), un régimen unitario y
centralista y que tuvo entre sus principios ideológicos un nacionalismo español radical.
Tras la muerte de Franco en 1975 se inició el proceso de Transición a la democracia, en
la que el problema territorial fue uno de los fundamentales. Así, los antiguos franquistas
defendían un estado unitario y centralista y la oposición de izquierdas y nacionalista
periférica apostaba por una república federal. Finalmente, en la Constitución de 1978 se
estableció el término medio del Estado Autonómico, que luego analizaremos, aunque
con el problema de posturas nacionalistas periféricas radicales, especialmente en el país
vasco con la banda terrorista ETA. Sin embargo, el problema más grave ha estallado en
Cataluña con el actual proceso independentista como consecuencia de las tensiones
sociales y políticas asociadas a la crisis iniciada en 2008.

3. LAS COMUNIDADES AUTÓNOMAS Y REGIONES


La Constitución de 1978 estableció el Estado Autonómico: unitario pero con derecho a la
autonomía de las nacionalidades y regiones que así lo desearan, completándose la
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organización territorial con las Diputaciones Provinciales y los Ayuntamientos.


Entre 1979 y 1983 se constituyeron un total de 17 comunidades autónomas, a las que se
unieron como ciudades autónomas Ceuta y Melilla en 1995.
Cada comunidad autónoma tiene un Estatuto, aprobado en referéndum por su población y
por las Cortes Españolas, y sus propias instituciones (Parlamento, Gobierno regional y
Tribunal Superior de Justicia), contanto con las competencias que le han ido siendo
transferidas por el Estado Central.

4. DESEQUILIBRIOS REGIONALES
Las distintas comunidades autónomas presentan unas características socioeconómicas muy
contrastadas y desequilibradas. El primer gran contraste es el existente entre el interior
peninsular y la periferia, concentrándose en esta última la población y las actividades
económicas más dinámicas. Por el contrario, el interior peninsular se ha visto muy afectado
del desde el siglo XIX, y de manera acusada desde el "Desarrollismo" de los años 1960 por
el éxodo rural, el envejecimiento de la población y el estancamiento socioeconómico.
Junto con los desequilibrios interior-periferia, hay que destacar también el existente entre el
norte y el sur de la Península, contanto el primero con un mayor Producto Interior Bruto per
cápita y una mayor tasa de actividad.
Ambos desequilibrios, interior-periferia y norte-sur, tienen sus excepciones. Así, en el
interior peninsular las zonas del área metropolina de Madrid y del Eje del Ebro cuentan con
una economía pujante y una población joven, al ser un foco de atracción para la población
en edad laboral, debido, en el primer caso, a su capitalidad y a ser el centro de las redes de
transporte y comunicaciones, y en el segundo debido a sus favorables características físicas
que favorecen las comunicaciones y las actividades agrarias. Por otro lado, en la periferia
Galicia y el litoral Cantábrico (con la excepción del País Vasco, integrado en el Eje del
Ebro) están estancados y presentan una población envejecida, debido a que estas zonas se
vieron muy afectadas por la reconversión industrial iniciada en los años 1980.

5. ESPAÑA EN LA UNIÓN EUROPEA: POLÍTICAS REGIONALES Y DE COHESIÓN


Para intentar mitigar los desequilibrios que acabamos de ver se han potenciado políticas
regionales y de cohesión, tanto por parte de las autoridades españolas como europeas.
En el caso de España, el establecimiento del Estado de las Autonomías entre 1979 y 1983
hizo que cada ente autónomo pusiera en marcha medidas de fomento socioeconómico,
atenuando los desequilibrios. Muchas de estas medidas complementaban o ponían vigor
medidas de la Unión Europea. Esta aplica medidas de cohesión territorial a través de los
denominados fondos estructurales (FSE, FEOGAS), el Fondo de Cohesión establecido por
el Tratado de Maastrcht de 1992, Fondos de Compensanción Interterritorial e Incentivos
Regionales. En cualquier caso, estas políticas han mitigado, pero no eliminado, los
desequilibrios existentes.

6. CONCLUSIONES
Como hemos visto a lo largo del tema, España es un país que tradicionalmente se ha visto
afectado en el terreno político por las tensiones entre tendencias integradoras y
disgregadoras, a la vez que en el terreno socioeconómico predominan los desequilibrios
socioeconómicos. Ambos elementos, tensiones políticas y territoriales y desequilibrios
socioeconómicos, están en la base de la actual puesta en cuestión del Estado Autonómico
por procesos como el soberanista catalán.

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