Antologia E. Especial
Antologia E. Especial
Antologia E. Especial
Se cree que alrededor del 20% de los niños necesitan algún tipo de educación especializada
a lo largo de su escolarización. La gran mayoría de ellos tienen problemas que se resolverán
dentro de las escuelas ordinarias; sólo una pequeña minoría de las ayudas educativas
especializadas pueden requerir, por su mayor exigencia y complejidad, la existencia de
medios, centros y un conjunto de servicios que permitan asegurar que la evaluación se
ajuste a las necesidades de esos niños.
Se considera que un niño tiene una dificultad especial si muestra una mayor dificultad para
aprender que el resto de los niños de su misma edad; si tiene una disfunción que le impide o
dificulta hacer uso de las facilidades educativas de un cierto nivel proporcionadas a los de la
misma edad en las escuelas de su zona y nivel.
El concepto 'educación' denota los métodos por los que una sociedad mantiene sus
conocimientos, cultura y valores y afecta a los aspectos físicos, mentales, emocionales,
morales y sociales de la persona. El trabajo educativo se desarrolla por un profesor
individual, la familia, la Iglesia o cualquier otro grupo social. La educación formal es la que se
imparte por lo general en una escuela o institución que utiliza hombres y mujeres que están
profesionalmente preparados para esta tarea.
UNIDAD DE APRENDIZAJE. 1
Pueblos Primitivos:
Los miembros del clan o tribu con menos fuerza y habilidades físicas (niños, viejos, personas
con dificultades sensoriales o físicas) Representaban un obstáculo para la supervivencia del
grupo; ante la falta de alimento y necesidad de desplazarse y el enfrentamiento a otros
grupos, eran eliminados intencionalmente o abandonados a su suerte.
Se les atribuían facultades divinas; se les consideraba “protegidos de los Dioses”. Asimismo
se les relacionaba con poderes demoniacos “malditos de los Dioses” o formaban parte de la
sociedad común, sin atribuir dotes sobrenaturales.
Edad Media:
La Iglesia Cristiana, estableció los valores cristianos de respeto a la vida humana. Eran
considerados impedidos por lo que se crearon hospitales y casas para alojarlos y darles
protección. Existía la compasión, caridad, así como la condena del infanticidio.
Fue creada la primera Escuela pública para atender 12 niños sordos mediante el Método
Oral de Pedro Ponce de León (Siglo XVI) Este trabajo es reconocido como el origen de la
Educación Especial, entendida como la “práctica intencionada” de los niños con
discapacidad.
Siglo XIX
Edouard Séguin fue considerado el “Apóstol de los idiotas”. Creó la Pedagogía para la
enseñanza de personas con discapacidad Intelectual.
Johann Wilhelm Klein; establece que los niños ciegos deben ser educados en el Hogar y en
la escuela de su comunidad.
A finales del Siglo Alexander Graham Bell, brinda clases especiales en las escuelas públicas.
Siglo XX
A principios del siglo XX, Alfred Binet y Theodore Simon desarrollan test psicométricos con la
finalidad de determinar la normalidad en términos de redimiento.
Se genera la homogenización de los grupos escolares a partir de la evaluación de la
inteligencia y se establece el concepto de “anormalidad” en función con la distancia con el
promedio intelectual.
Surge una “corriente normalizadora” que defiende el derecho de las personas con
discapacidad a llevar una vida común como el resto de la población e inicia una Estrategia
Filosófica “Integración Educativa”.
Corriente Normalizadora
Establece la necesidad de aceptar las diferencias y de poner al alcance de cada persona los
mismos beneficios y oportunidades para tener una vida normal.
Una persona con discapacidad, al igual que otros ciudadanos tiene derecho a una
educación de Calidad. Para ello es necesario primero, se le considere persona y después
como sujeto que necesita atención especial. La integración educativa es un derecho de cada
alumno con el que se busca la igualdad de oportunidades para ingresar a la escuela.
Se asegura que todos los niños aprendan, sin importar sus características.
Se preocupa por el progreso individual de los alumnos, con un currículo flexible que
responda a diferentes necesidades.
Cuenta con los servicios de apoyo necesarios.
Reduce los procesos burocráticos.
Favorece la formación o actualización más completa de los maestros.
Entiende de manera diferente la organización de la enseñanza. El aprendizaje es un
proceso que construye el propio alumno con su experiencia cotidiana, conjuntamente
con los demás.
1. Normalización:
2. Sectorización:
Implica que todos los niños puedan ser educados y recibir los servicios de apoyo necesarios
cerca del lugar donde viven. Para ello es necesario descentralizar los servicios educativos.
3. Individualización de la Enseñanza.
Según esto los alumnos con necesidades educativas especiales (NEE) deben ser educados
cerca de sus casas, en un ambiente lo más normal posible, con las adaptaciones necesarias
para que puedan acceder a todas las experiencias educativas, y de esta manera, integrarse
a la sociedad en todos los ámbitos.
Declaraciones Internacionales
La Declaración de la ONU sobre Los Derechos del Deficiente Mental de 1971. Que
establece los derechos de una persona con discapacidad a recibir atención médica
adecuada, educación, formación y readaptación.
La Declaración Mundial sobre Educación para Todos 1990. Toda persona debe
contar con las posibilidades educativas para satisfacer sus necesidades de
aprendizaje básico.
Las Normas Uniformes sobre la Igualdad de Oportunidades para las personas con
discapacidad de 1993. Los Estados deben reconocer el principio de igualdad de
oportunidades de educación en los niveles primario, secundario y superior para niños,
jóvenes y adultos con discapacidad.
El eje central y organizador del apoyo – humano, teórico, metodológico, material y didáctico-
de la USAER a la escuela regular, se inscribe en la importancia del derecho a la educación
de todos los alumnos y las alumnas con énfasis en su aprendizaje y principalmente de su
aprendizaje a lo largo de la vida.
La atención educativa en el CAM está dirigida a las alumnas y los alumnos con discapacidad
intelectual, visual (ceguera, debilidad visual), auditiva (sordera, hipoacusia) o motriz,
discapacidad múltiple o trastornos graves del desarrollo que enfrentan, en los contextos
educativos –escolar, áulico y socio-familiar-, barreras para el aprendizaje y la participación,
por lo cual necesitan de recursos especializados de manera temporal o permanente. Es
decir, en el CAM se atiende a niños, niñas y jóvenes todavía no incluidos en las escuelas de
educación regular, para proporcionarles una atención educativa pertinente y los apoyos
específicos que les permitan participar plenamente y continuar su proceso de aprendizaje a
lo largo de la vida
También se consideran como sujetos beneficiarios del servicio, a las familias de los alumnos
asistentes al CAM, así como al personal de educación regular y especial que reciben
orientaciones, asesoría o participan en los talleres y las conferencias presentadas en este
espacio educativo
Los alumnos de CAM reciben atención en los diferentes niveles educativos: inicial,
preescolar, primaria y secundaria, acorde con los Lineamientos Generales para la
Organización y Funcionamiento de los Servicios de Educación Inicial, Básica, Especial y
para Adultos en el Distrito Federal , además de formación para la vida y el trabajo en el
llamado CAM Laboral.
La integración educativa es un proceso que plantea que los niños, las niñas y los jóvenes
con necesidades educativas especiales, asociadas con alguna discapacidad, aptitudes
sobresalientes u otros factores, estudien en aulas y escuelas regulares, con los apoyos
necesarios para que gocen de los propósitos generales de la educación.
¿La inclusión sólo hace referencia a niños, niñas y jóvenes con discapacidad?
Al hablar de inclusión se hace referencia al proceso que implica apoyos especiales a los
alumnos y las alumnas que los requieren para acceder a los contenidos, competencias,
propósitos educativos y puedan hacerlo en las mejores condiciones posibles.
Las necesidades educativas especiales que presente el alumno pueden ser temporales o
permanentes y estar o no asociadas a una discapacidad.
El respaldo al que la escuela puede recurrir para asegurar la inclusión de los alumnos y las
alumnas con discapacidad son los servicios de apoyo de educación especial (Unidad de
Servicios de Apoyo a la Educación Regular —usaer— o similar), si se contara con ello.
Otros apoyos son los Centros de Recursos e Información para la Integración Educativa
(crie), los Centros de Rehabilitación, el DIF y las organizaciones de la sociedad civil que
atienden a personas con discapacidad, además de la instancia estatal de educación
especial.
De la misma manera, la escuela podrá recurrir a los asesores de la zona escolar y del
Programa Escuelas de Calidad para solicitar información acerca de otras escuelas que
experiencias.
No obstante, el mayor apoyo que la escuela tendrá para garantizar la inclusión de estos
alumnos es la escuela misma; es decir, la planeación y la organización que establezca, en
función de asegurar la participación y el aprendizaje de los alumnos y las alumnas con
discapacidad: el trabajo conjunto entre todo el personal de la escuela; el intercambio de
ideas, experiencias y sugerencias; el trabajo con las familias; la búsqueda de información
específica y la vinculación con otras instancias.
¿Cuáles son las condiciones que deben promoverse para facilitar la inclusión de los
alumnos con discapacidad?
Las escuelas deben procurar ser centros donde se busque constantemente eliminar los
obstáculos y las barreras para la participación plena y el aprendizaje de los alumnos y las
alumnas con discapacidad. Por esta razón, debe enfocarse en conseguir lo siguiente:
UNIDAD DE APRENDIZAJE N° 2
La medicina de rehabilitación tuvo un explosivo crecimiento en la segunda parte del siglo XX,
cuando los sencillos servicios de fisioterapia pasaron a ser grandes unidades o servicios
especializados en el tratamiento de la discapacidad; incorporando rápidamente los más
recientes avances en la tecnología dirigida a la disminución de la discapacidad.
En México existe una tradición de ayuda a las personas con discapacidad. Desde la época
prehispánica las personas con deformidades y lesiones de guerra se trataban con respeto y
hasta veneración. No se limitaba su participación en la sociedad. Los aztecas consideraban
a los inválidos como si fueran dioses. La invalidez existe en México desde siempre.
Durante la segunda parte del siglo XX se enriqueció la especialidad, incorporando los más
recientes avances en la tecnología dirigida a la disminución de la discapacidad.
La medicina del paciente discapacitado apunta a tres aspectos del proceso mórbido. Un
primer aspecto que se refiere a las secuelas patológicas a nivel de un órgano, como por
ejemplo pérdida de una extremidad o cierto déficit sensorial, es lo que llamamos la
Deficiencia. Un segundo aspecto funcional, la Discapacidad, que es la restricción o ausencia
(secundario a la deficiencia) de la habilidad de una persona para realizar una tarea o
actividad dentro de un rango considerado humanamente normal (discapacidad de marcha,
de vestuario, de traslado, etc). Un tercer aspecto social, que se refiere a la pérdida de roles
en relación a la discapacidad (por ejemplo el rol laboral).
Los métodos de manejo son los agentes físicos, los métodos de retroalimentación,
infiltraciones, estimulación neuromuscular, ortesis, prótesis, prescripción de ejercicios
terapéuticos, tecnología asistiva, farmacoterapia específica, nutrición, otros.
Los grandes problemas en rehabilitación son los cuidados primarios del paciente
discapacitado, la rehabilitación del paciente pediátrico, los adultos y niños con
discapacidades congénitas, la rehabilitación geriátrica, la espasticidad, la inmovilización, las
alteraciones del movimiento, las escaras, la disfunción neurógena vesical e intestinal,
discapacidad y sexualidad, emergencias en rehabilitación, problemas vocacionales.
Por último, el término minusvalía hace referencia a las desventajas que el individuo padece
como consecuencia de una enfermedad y que afecta al desempeño del rol social que le es
propio. Se trata de una barrera social que le limita o impide la participación normal en la
sociedad de la que es parte.
Esta conceptualización propuesta por el CIDDM-1 el día de hoy ha sido criticada por su
carácter lineal. El desarrollo de la sociedad, la complejidad de la misma y una mayor
evolución en el estudio e investigación de este sector así como una paulatina conciencia
social de estas realidades, se dio lugar a una nueva propuesta por la OMS. La CIDDM-2
presenta estos conceptos desde el enfoque del modelo biopsicosocial, planteando la
existencia de tres niveles a los que referir la valoración: el nivel biológico, el nivel de la
persona y el nivel social.
Por otro lado, la concepción de estos términos buscó cualidades que la identifiquen
positivamente, ya que muchas fueron las voces que se alzaron en contra de la clasificación
que el CIDDM-1 proponía, enumerando las situaciones limitantes, restrictivas y de
desventaja. Esta perspectiva condujo a una nueva revisión de la terminología empleada. En
la nueva clasificación, revisada durante casi una década caracterizada por un amplio
esfuerzo de participación global y con diversas metodologías, se hablan de tres realidades
que son consecuencia de la enfermedad:
Esta nueva clasificación recibe las siglas de C.I.F., Clasificación Internacional del
Funcionamiento, de la Discapacidad y de la Salud, realiza un amplio esfuerzo en dotar al
campo que estudiamos un lenguaje unificado y estandarizado que sirva para ubicar cada uno
de los fenómenos que esto conlleva, así como una búsqueda desde el enfoque psicosocial.
Esta nueva clasificación establece una dinámica de interacciones y no tanto un proceso del
funcionamiento y de la discapacidad, más cercano a la visión lineal de la anterior CIDDM – 1:
Una vez estudiados brevemente los términos y teniendo claro cómo se ha llegado a formar
estos conceptos intentando que fuesen universales, nos asomamos a la realidad concreta de
nuestro país y España desde el enfoque legislativo.
Desde esta percepción, la ley se hace eco de los avances en la terminología que
paralelamente se iba elaborando a nivel internacional como anteriormente hemos citado.
La ley completa así una serie de mecanismos y escenarios en los que es necesario regular
el desarrollo personal y social de los deficientes, siendo éstos el campo de la rehabilitación,
la educación o la recuperación profesional.
Este desarrollo atiende, especialmente, que los minusválidos adquieran su máximo nivel de
desarrollo personal y su integración en la vida social. Esto, se entiende, que pasa por la
rehabilitación, la recuperación médica, el equilibrio psicológico, la educación especializada y
la consecución de un trabajo digno.
Está claro que a pesar del tardío desarrollo del Estado de Bienestar en nuestra sociedad,
España pretendió desde el inicio de la democracia modernizarse también en este sector de
la sociedad. En cuatro años, tras entrar en vigor la Constitución, ya es promulgada la Ley de
Integración Social de Minusválidos. La LISMI no deja de ser un reflejo de una situación que
exigía una regularización y un reconocimiento en ése momento social. Adaptar las
estructuras para que éstas velaran por la igualdad de oportunidades de sus ciudadanos,
independientemente de la condición y características del mismo. Porque no dejan de ser
personas que pueden desempeñar su propio papel en este compleja sociedad.
En 2006 aparece una nueva ley que amplía la atención, los derechos y el reconocimiento
social para los minusválidos. La llamada Ley de Promoción de la Autonomía Personal y
Atención a Personas en Situación de Dependencia asentará las bases de, en un futuro,
asumir los servicios de aquellas personas que vivan en condiciones de dependencia.
Fundamentalmente, existen dos casos: enfermedad o accidente que invalide y vejez. Esta
ley nace como respuesta de regulación de las condiciones básicas que garanticen la
igualdad en el ejercicio del derecho de ciudadanía a la promoción de la autonomía personal y
atención a las personas en situación de dependencia.
Estos dos documentos oficiales han tenido y siguen teniendo un gran peso en la legislación
española, ya que articulan el marco legal en el que se reconocen y se reflejan una parte de
la sociedad que vive con estas características. Es fundamental el esfuerzo internacional
realizado por la OMS para dar el impulso al resto de país en una mayor concreción de su
legislación que responde a las realidades de estos colectivos.
UNIDAD DE APRENDIZAJE N° 3
(falta nombre)
Daño Cerebral
Entendemos por daño cerebral cualquier lesión que se produce en las estructuras cerebrales
de una persona, lesiones en el mismo como consecuencia de un accidente o una
enfermedad.
Se utiliza, por tanto la definición de lesión cerebral cuando hay un problema suficientemente
importante que afecta al cerebro, dañándolo de forma permanente.
Las causas del daño cerebral son diversas como lo son los distintos tipos de daños
cerebrales.
Podemos distinguir las causas en dos tipos.
Causas externas, dentro de las cuales están los daños cerebrales adquiridos, como son los
accidentes de circulación, accidentes laborales, anestesias... o cualquier accidente o
negligencia externo que provoque la limitación de las funciones cerebrales.
Causas internas, como son las enfermedades genéticas y neurodegenerativas, que afectan
al cerebro por un hecho no accidental o negligente.
Casos intermedios, existen otros casos, como la parálisis cerebral en el nacimiento que
puede englobarse en las anteriores, ya que según el caso puede incluirse dentro del
accidente, de la negligencia o ser una causa innata en la persona.
Trastornos motores: Hemiplejia, alteraciones del equilibrio (ataxia), alteraciones del tono
muscular (hipotonía-hipertonía), problemas para tragar (disfagia), problemas de
articulación del habla, etc.
Los déficit físicos o sensoriales: visual, auditivo, olfativo, sensibilidad...
UN MODELO DE NEUROREHABILITACIÓN
Cuando esta fase se supera y el paciente se encuentra médicamente estable (fase sub
aguda), es necesario continuar con el tratamiento siendo este habitualmente de carácter
ambulatorio. El objetivo de la rehabilitación en esta fase es reducir al máximo las secuelas
definitivas y discapacidades para preparar al paciente, en la medida de lo posible a afrontar
una mejor incorporación a la vida socio familiar y profesional.
El equipo multidisciplinar, con apoyo de la familia, decidirá el plan terapéutico a seguir, así
como su fin o falta de conveniencia.
DEPENDENCIA
VS
Neurólogo
AUTONOMIA E
INCORPORACIÓN A LA
VIDA SOCIAL Terapeuta
ocupacional
Logopeda Fisioterapeuta
Generalmente la duración media del tratamiento en un lugar especializado como una Unidad
de Daño Cerebral es de dos años.
Tras la fase aguda, la mejoría más evidente se da en el plazo de unos seis meses. A partir de
ese momento siguen apareciendo progresos aunque menos significativos.
Parálisis Cerebral
Definición:
La parálisis cerebral no es producida por una sola causa, más bien, es un grupo
de trastornos relacionados entre sí, que tiene causas diferentes. Cuando los
médicos tratan de descubrir la causa de la parálisis cerebral en un niño en
particular, ellos observan el tipo de parálisis cerebral, el historial médico de la
madre y del niño, y el inicio del trastorno. Además los síntomas son tan
diferentes de un niño a otro que la clasificación de un niño como “paralítico
cerebral” es de escasa información para un ulterior pronóstico, ya que existen
casos muy graves y casos muy leves.
Lesión de más de una parte del cerebro: habitualmente los enfermos padecen
afecciones mixtas, por lo que es normal encontrar casos en los que la afección
cerebral está situada en más de un lugar, con afecciones mixtas.
Problemas de crecimiento.
Dificultad en la alimentación.
Hay algunos tipos diferentes de parálisis cerebral, incluyendo espástica, discinética, atáxica,
hipotónica y mixta.
CAUSAS
Las causas que producen la parálisis cerebral varían de un caso a otro, aunque
todos los casos tienen como denominador común la afección del sistema nervioso
central y por tanto la alteración de las funciones del sistema motor.
La parálisis cerebral es causada por lesiones o anomalías del cerebro. La mayoría de estos
problemas ocurre a medida que el bebé crece en el útero, pero se pueden presentar en
cualquier momento durante los primeros dos años de vida, mientras el cerebro del bebé aún
se está desarrollando.
En algunas personas con parálisis cerebral, partes del cerebro se lesionan debido a los bajos
niveles de oxígeno (hipoxia) en el área, pero no se sabe por qué ocurre esto.
Los bebés prematuros tienen un riesgo ligeramente más alto de desarrollar parálisis cerebral,
la cual puede ocurrir también a comienzos de la lactancia como resultado de diversas
afecciones como:
Sangrado en el cerebro
Infecciones cerebrales (encefalitis, meningitis, infecciones por herpes simple)
Traumatismo craneal
Infecciones en la madre durante el embarazo (rubéola)
Ictericia severa
SÍNTOMAS
Los síntomas de parálisis cerebral pueden ser muy diferentes entre personas con este grupo
de trastornos. Los síntomas pueden:
Los síntomas por lo regular se observan antes de que un niño cumpla dos años de edad y,
algunas veces, empiezan incluso a los 3 meses. Los padres pueden notar que su hijo está
retrasado en su capacidad para alcanzar algo y en las fases de desarrollo como sentarse,
girar, gatear o caminar.
Hay varios tipos diferentes de parálisis cerebral y algunas personas tienen una mezcla de
síntomas.
Músculos que están muy tensos y no se estiran. Incluso se pueden tensionar aún
más con el tiempo.
Marcha (caminar) anormal: brazos metidos hacia los costados, rodillas cruzadas o
tocándose, piernas que hacen movimientos de "tijeras" y caminar sobre los dedos
Articulaciones rígidas y que no se abren por completo (llamado contractura articular)
Debilidad muscular o pérdida del movimiento en un grupo de músculos (parálisis)
Los síntomas pueden afectar un brazo o la pierna, un lado del cuerpo, ambas piernas
o ambos brazos y piernas
Movimientos anormales (torsiones, tirones o contorsiones) de las manos, los pies, los
brazos o las piernas estando despierto, lo cual empeora durante períodos de estrés
Temblores
Marcha inestable
Pérdida de la coordinación
Músculos flojos, especialmente en reposo, y articulaciones que se mueven
demasiado alrededor
Otros síntomas:
PRUEBAS Y EXÁMENES
Exámenes de sangre
Tomografía computarizada de la cabeza
Electroencefalografía (EEG)
Examen audiométrico
Resonancia magnética de la cabeza
Examen oftalmológico
TRATAMIENTO
No hay ninguna cura para la parálisis cerebral. El objetivo del tratamiento es ayudar a la
persona a ser lo más independiente posible.
Se recomienda llevar al niño a escuelas regulares, a menos que las discapacidades físicas o
el desarrollo mental lo imposibiliten. La educación o adiestramiento especial puede ayudar.
Gafas
Audífonos
Dispositivos ortopédicos para músculos y huesos
Ayudas para caminar
Sillas de ruedas
El estrés y el desgaste entre los padres y otros cuidadores de pacientes con parálisis
cerebral son comunes y se deben vigilar.
Afasias
Las afasias afectan a un número importante de personas, sin embargo es una enfermedad
poco conocida tanto en definición como en sus características. En este artículo definimos las
afasias, las causas y los distintos tipos de afasias con sus consecuencias para el lenguaje.
Las afasias se definen como una alteración del lenguaje debido a lesiones cerebrales
producidas después de la adquisición del lenguaje o en el transcurso del mismo.
Para efectos de diferenciar la afasia de otros trastornos, es preciso que exista una lesión del
sistema nervioso central que afecte al lenguaje, la lesión cerebral se produce generalmente
en las áreas fronto-temporo-parietales del hemisferio dominante- normalmente el izquierdo -
por una encefalopatía, un accidente cardiovascular traumatismo craneoencefálico o un
tumor.
Tipos de afasias
● Afasia de Wernicke:
● Afasia acústico-amnésica
Es una variante de la afasia de Wernicke, donde se presentan dificultades para retener
algunos rasgos auditivos del lenguaje. El paciente puede repetir sonidos y palabras aisladas,
pero no puede repetir series de tres o cuatro palabras seguidas o secuencias sonoras
aceleradas.
● Afasia motora
De acuerdo a la localización de la lesión, estas se pueden clasificar en:
• Afasia motora aferente: existe una imposibilidad de hallar la combinación de movimientos
necesarios para emitir los fonemas o cadenas sonoras que forman las palabras o frases;
esto, debido a la dificultad para percibir sus órganos fonatorios y la posición exacta en que
estos deben estar para realizar un fonema. En casos graves la persona no puede emitir
ningún sonido, en tanto que en las formas más leves podrá hacerlo, pero confundiendo
aquellos que sean similares en su forma de articulación.
• Afasia motora eferente o de Broca: se produce por una lesión en la zona premotora del
área del lenguaje. Ocasiona una falta de fluidez en la articulación, una incapacidad para
encadenar distintas articulaciones en un orden gramático correcto, aunque el proceso en sí
no se ve afectado.
● Afasia dinámica: es causada por una lesión en el área inferior del lóbulo frontal del
hemisferio izquierdo, presentándose dificultades para organizar las ideas y transformarlas en
verbalizaciones. Se observan en los sujetos déficit en la iniciativa de expresarse
espontáneamente, siendo las expresiones estereotipadas.
Afasia semántica: En este tipo de afasia los sujetos tienen dificultad en establecer el
significado de una frase de acuerdo a las posiciones de las distintas palabras dentro de la
estructura gramatical. Además, se pueden dar otros casos de anomia, en la cual el sujeto no
puede encontrar el nombre de los objetos.
● Afasia pragmática: Las palabras informativas aparecen con la sintaxis adecuada pero los
nexos son inadecuados. El mensaje es desordenado y caótico y muestran restricción de
vocabulario.
● Afasia global o total: Se denomina así cuando el lenguaje oral está prácticamente abolido
en todos sus aspectos: sensoriales, prácticos y motores. Es denominada por afasia de Broca
y Wernicke. Generalmente este trastorno va asociado a una hemiplejía y el pronóstico suele
ser severo.
UNIDAD DE APRENDIZAJE N° 4
La atención de la Discapacidad en Educación Especial
Discapacidad Motora
La discapacidad motora se define como la dificultad que presentan algunas personas para
participar en actividades propias de la vida cotidiana, que surge como consecuencia de la
interacción entre una dificultad específica para manipular objetos o acceder a diferentes
espacios, lugares y actividades que realizan todas las personas, y las barreras* presentes en
el contexto en el que se desenvuelve la persona.
Las barreras, son de distinto tipo, por ejemplo, si la dificultad de un niño o niña se refiere
a la movilidad de sus extremidades inferiores, no podrá acceder autónomamente, a las
dependencias de edificios o viviendas que no tengan rampas o ascensores adecuados, no
podrá usar los servicios higiénicos que no estén habilitados, no podrá acceder a los medios
de transporte público, difícilmente podrá practicar deportes si no están adaptados, o
simplemente, trasladarse cómodamente por las calles de la ciudad las que están llenas de
obstáculos. Así, más allá de sus limitaciones o dificultades físicas efectivas, las barreras de
un entorno hecho por y para personas sin discapacidad, condicionarán en el niño o niña, una
percepción alterada de sus posibilidades reales, y una dependencia absoluta de los otros u
otras.
Existen una serie de ideas en torno a las dificultades motoras que se deben revisar, de modo
de conocer de mejor forma a los niños y niñas que la presentan. Para ello se analizarán a
continuación las siguientes afirmaciones:
Todas las personas con discapacidad motora tienen el mismo grado de dificultad para
moverse o desplazarse y deben usar silla de ruedas o bastones Esto no es efectivo, existen
diferentes grados de compromiso motor y no todas las personas
tienen la misma dificultad para moverse o desplazarse.
En otros casos, existe un compromiso motor más severo que impide el movimiento o el
desplazamiento en forma independiente y, por tanto, se requerirán ayudas técnicas para
desplazarse o moverse. También, pueden evidenciar problemas de comunicación a nivel
expresivo o problemas de manipulación. Por ello, independientemente del grado de
compromiso motor, el desafío en el ámbito educativo, debe centrarse en las estrategias
pedagógicas que se usarán para dar respuesta de la mejor manera posible a las
necesidades de desarrollo y aprendizaje de los niños y niñas con dificultad motora.
Las personas con discapacidad motora también tienen problemas para comunicarse.
El habla es una actividad básicamente neurofisiológica que puede verse afectada por
cualquier trastorno del sistema neuromuscular, por lo que algunos niños que presentan
dificultades motoras tienen también problemas para comunicarse.
No poder comunicarse con los alumnos o alumnas, es una de las situaciones que mayor
angustia produce en los profesionales de la educación, como también en las familias de los
niños y niñas. Desde el punto de vista de los niños con problemas de habla, el no poder
comunicar sus necesidades, sentimientos, pensamientos, etc., es también altamente
angustiante para ellos.
Bibliografía
1 Crickmay, M.: Logopedia y enfoque Bobath. Científico médica.
pág.10
En algunos casos puede haber ausencia de lenguaje oral, especialmente en aquellos casos
de problemas motores más complejos (tipos de parálisis cerebral). La ausencia de lenguaje
oral puede ser debida a múltiples causas o razones, como por ejemplo: severas dificultades
de articulación (anartria o grave disartria); por déficit cognitivo o nivel de maduración que no
permite la emisión del habla con intencionalidad comunicativa; por problemas de la
codificación de la información a nivel central (afasia); por problemas de audición asociados
(hipoacusia, sordera); por problemas de interacción con el medio.
Por esta razón, el desafío para la práctica pedagógica de educadoras y educadores, cuando
tienen entre sus estudiantes a un niño o niña que presenta dificultades de expresión oral
como consecuencia de un problema motor, es favorecer en todo momento, el desarrollo de
sus habilidades comunicativas a través de diversas vías. Este hecho es de suma relevancia,
ya que los problemas de comunicación y comprensión, pueden llevar a niños y niñas al
fracaso en sus aprendizajes no por problemas de sus capacidades, sino por falta de
comunicación en la interacción con los demás.
Es importante realizar un diagnóstico temprano, el que debe ser realizado por un equipo
de especialistas en dónde participen médicos de distintas especialidades: Neurólogo, Médico
Fisiatra, Pediatra.
El déficit motor más común es la Parálisis Cerebral, la que se puede clasificar segúnel
compromiso motor:
Distonías: se caracterizan por mantener una postura anormal fija por tiempo prolongado
y/o variabilidad del tono que va de hipo a hipertono.
Atáxicas: existe una incoordinación del movimiento y alteraciones del equilibrio. Muchas
veces se manifiesta en alteraciones de la motricidad fina.
El compromiso topográfico:
(MISMO LADO)
DIPLEJIA DOS MIEMBROS DIPARESIA
(CONTRALATERALES)
PARAPLEJIA MIEMBROS PARAPARESIA
1.- El tono muscular: Puede estar aumentado, disminuido o fluctuando. El tono muscular es
el estado normal de contracción del músculo en reposo; cuando este tono está aumentado
se le llama hipertono, cuando esta disminuido hipotono.
2.- La postura, debido a que existe una alteración en el tono, el equilibrio muscular que debe
existir en el cuerpo, se ve afectado, provocando una mala postura. La alineación de la
columna vertebral se ve alterada y con esto los diferentes segmentos corporales.
NORMAL ANORMAL
Línea media: es la línea imaginaria que divide al cuerpo en dos partes, guardando una
simetría entre estas.
3.- El equilibrio Debido a que la línea media se altera, nuestra postura se modifica,
provocando dificultad para mantener el equilibrio del cuerpo en sus diferentes posiciones.
Un movimiento coordinado se logra teniendo control voluntario del tono muscular realizando
así movimientos gruesos y finos en las diferentes posturas que mantiene el cuerpo humano
en las actividades que realiza a diario.
Es indispensable el conocimiento del desarrollo motriz normal de niño, mismo que desarrolla
en dirección céfalo-caudal (cabeza-pies) y próximo-distal, (de lo más cercano a lo más
lejano).
Leve (30% de compromiso funcional): logra caminar solo, logra independencia en las
actividades de la vida diaria, lenguaje normal. Coeficiente Intelectual normal o déficit
cognitivo en los distintos grados. Se integra a la vida normal sin mayores tratamientos.
Todos los niños y niñas pueden y deben participar junto con otros niños de su edad “La
Educación es para Todos”. A la hora de plantearse esta situación es necesario considerar los
elementos que deben adecuarse a las características de ese niño o niña para otorgarle la
respuesta educativa que requiere: sensibilización de la comunidad educativa, capacitación
del personal a cargo de la educación, equipamiento con el material didáctico y las ayudas
técnicas que favorezcan su desarrollo, participación y aprendizaje junto a los demás niños y
niñas.
Que no exista contraindicación médica para que el niño o niña se integre al sistema de
educación correspondiente. Tener claridad del diagnóstico motor que tiene el niño o niña,
para brindar los cuidados necesarios que eviten riesgos, por ejemplo, evitar las caídas en un
niño que tiene osteogénesis imperfecta, por el riesgo de fracturarse con leves golpes.
El niño con NEE asociadas a déficit motor, es ante todo niño o niña y necesita para su
desarrollo:
Si se observa alguna dificultad en su desarrollo psicomotor, hay que comenzar a trabajar con
el niño o niña cuanto antes. Trabajar con un bebé o un niño/a pequeño significa saber
manejarlo desde el punto de vista motor, saber estimularlo, ayudarlo a tomar contacto con su
entorno, trabajar directamente con los padres, para apoyarlos y aportarles conocimientos y
estrategias que ellos puedan utilizar en el hogar, de manera que la estimulación sea
continua, sólo así se puede lograr mejores resultados en el proceso de rehabilitación y en el
proceso educativo.
Para detectar aspectos importantes de la conducta motriz de un niño o niña, se incluye una
pauta de observación para ser utilizada por educadores. Esta pauta entrega información
necesaria para conocer las características de desarrollo de las distintas áreas:
características motoras del niño o niña, las adaptaciones de acceso al currículo que
requieren, nivel de independencia que alcanza en las actividades de la vida diaria, el
contexto familiar en el que se desenvuelve, el apoyo que recibe de profesionales del área de
la rehabilitación, institución o instituciones a las que asiste para este fin, las que pueden ser
redes importantes de apoyo a la integración. Esta información es de utilidad a la hora de
planificar las actividades pedagógicas.
Para conocer más al respecto, se adjunta pauta de desarrollo psicomotor normal de los dos
primeros años de vida:
DAR GIROS
GATEO
Estático
9-10 meses Gateo, asume cuatro puntos al gatear, usa una rotación
Completa
10-11 meses Gateo, usa una rotación parcial al sentarse, luego asume
SENTADO
DE PIE (PROCESO)
Discapacidad Intelectual
1
Joan J. Montaner. La persona con retraso mental bases para su inclusión social y educativa. Málaga 2001.
2
Pobreza y deprivación socio-cultural: Mala alimentación, enfermedades con cuidados
médicos inadecuados y condiciones ambientales que afectan la salud, falta de estimulación.
Las personas con discapacidad intelectual pueden presentar algunas características, que a
continuación se mencionan:
Dificultad que experimentan para aprender, en mayor o menor grado y más o menos
generalizada; afectando a todas las facetas del desarrollo: autonomía, cognición,
lenguaje, interacción social y motricidad.
Atención dispersa y dificultades para mantenerla.
Percibir y discriminar en forma clara los aspectos relevantes que han de ser aprendidos.
Realizar aprendizajes con significado y retener la información.
Simbolización y abstracción
Generalizar los aprendizajes a otros contextos y situaciones.
Adecuación de la edad -No se debe tratar a los alumnos como si fueran de menor
edad, por el contrario se debe tener presente que en otras
cronológica
áreas del desarrollo (Orgánico, sexual, emocional,
afectivo. . .) Se acomodan a su edad cronológica. Se debe
acudir a los mismos elementos de motivación que para los
alumnos de su edad.
Aprendizaje cooperativo -Las estrategias didácticas derivadas de este tipo de
aprendizaje son facilitadoras para alumnos con DI. La
interacción con los compañeros proporciona apoyos,
oportunidades y modelos para desarrollar conducta social y
autonomía.También se hace posible el aprendizaje de
actitudes, valores y habilidades.
Partir de lo concreto
Pueden comunicarse haciendo uso del lenguaje tanto oralmente como por escrito, si bien,
presentarán déficits específicos o problemas (dislalias) en alguna área que precisará de
refuerzo. Con los adecuados soportes pueden llegar a la Formación Profesional o incluso a
Secundaria.
En cuanto a aspectos de la personalidad suelen ser obstinados, tercos, muchas veces, como
forma de reaccionar a su limitada capacidad de análisis y razonamiento. La voluntad puede
ser escasa y pueden ser fácilmente manejables e influenciados por otras personas con
pocos escrúpulos y, por tanto, inducidos a cometer actos hostiles.
Como se siente rechazados, con frecuencia prefieren relacionarse con los de menor edad a
los que pueden dominar. Los de mejor nivel intelectual, al ser más conscientes de sus
limitaciones, se sienten acomplejados, tristes y huraños. En la vida adulta pueden manejarse
con cierta independencia, trabajando en diferentes oficios con buen rendimiento en las
tareas manuales.
Etiología
Existe una gran dificultad para saber con certeza la causa exacta del R.M. ya que pueden
deberse a una gran cantidad de factores:
Trastornos Hereditarios
Anomalías Cromosómicas:
A partir de los 4 años (WPPSI), podemos empezar a evaluar el C.I. con las diversas escalas
de David Wechsler (WISC-R, WISC-IV). Éstas nos van a proporcionar un valor de C.I muy
fiable si la prueba se ha efectuado correctamente. En niños con dificultades en la parte
verbal, es importante complementar con pruebas meramente manipulativas o que estén
libres de la influencia del lenguaje. Se pueden utilizar, por ejemplo, el Toni-2 o las llamadas
de factor “g” (Cattell).
Estimulación precoz
Es un tratamiento educativo que debe iniciarse lo antes posible, en los primeros días o
meses de vida, para mejorar o prevenir los déficits del desarrollo psicomotor de niños con
riesgo de padecerlo, tanto por causa orgánica como ambiental. Consiste en crear un
ambiente estimulante adaptado a las capacidades de respuesta de cada niño para que éstas
vayan aumentando progresivamente y su evolución sea lo más parecida al niño normal. El
programa consiste en unas normas generales que se dan a los padres sobre las actitudes
hacia el niño. Sus objetivos se centran en la estimulación de las áreas: motora, cognitiva,
lenguaje y personal-social. El diagnóstico y orientación estará a cargo de un equipo
multidisciplinar, formado por: neuropediatra, psicólogo, logopeda, fisioterapeuta, estimulador,
etc. Y la realización por los correspondientes profesionales en varias revisiones semanales
que se completan con los programas desarrollados por los padres. Esta terapia es eficaz
cuantitativamente porque se ha comprobado la mejoría de su C.D. en relación con niños que
no la reciben. Desde el punto de vista cualitativo es beneficioso por la colaboración de los
padres y el estímulo sobre ellos que así son más realistas y conscientes de la deficiencia y
valoran mejor el progreso obtenido.
Discapacidad Auditiva
DD iiss ccaa pp aa cciidd aa dd AA uu dd iitt iivv aa
Generalidades del Aparato Auditivo
Còclea
Yunque
Conducto auditivo
Estribo
Martillo
Membrana timpánica
El oído es el órgano de la audición que recibe las ondas sonoras del exterior (energía
mecánica); las amplifica y convierte en energía bioeléctrica para que el cerebro las procese y
entienda. Cuando el oído no funciona debidamente, envía señales débiles o distorsionadas
al cerebro, lo que produce una pérdida auditiva.
Al trabajar con alumnos con pérdida auditiva es necesario conocer su audición residual, su
contexto familiar y las expectativas de los padres, pues de ello dependerán las
oportunidades educativas a las que se le enfrentará. Para esto se debe revisar el reporte de
audiometría, la cual indica el nivel de pérdida que tiene el alumno
¿Qué es audiometría?
Es un conjunto de técnicas, tests o pruebas que nos sirven para investigar la audición de un
individuo. Para esto se usan los audiómetros, aparatos que emiten una serie de sonidos a
diversas intensidades y frecuencias; con ello se determinan los umbrales de la audición.
Asimismo cuenta con unos auriculares (para la vía aérea) y vibradores (para la vía ósea); por
lo tanto la audiometría nos indica cuánto y qué puede oír un individuo de los sonidos
ambientales y lo apartado que puede estar de la zona del lenguaje.
El identificar el tipo de pérdida auditiva que tienen nuestros alumnos nos permite ofrecerle un
ambiente óptimo de aprendizaje y crear expectativas reales en su familia. Existe una
variedad de clasificaciones, sin embargo y de acuerdo a la institución donde laboramos se
retoma la descrita en el Cuestionario Anexo de la serie 911 Fin de Cursos 2004-2005
empleado por la Secretaría de Educación Pública, donde se definen los términos
Hipoacusia y Sordera.
El auxiliar auditivo es un aparato que mejora la capacidad auditiva, está integrado por:
micrófono (recibe el sonido), amplificador (aumenta la intensidad del sonido), receptor
(transforma la energía eléctrica en sonido), pila o batería (fuente de energía) y molde (une el
auxiliar auditivo al oído).
Una vez diagnosticado el tipo de pérdida, el audiólogo prescribe el auxiliar auditivo que
mayor ganancia ofrezca al sujeto. El aparato se adapta a través de una calibración exacta.
La familia y el docente deberán estar al pendiente de cualquier situación que altere el
funcionamiento óptimo del auxiliar (pilas bajas, molde pequeño y sucio), asimismo es
necesario realizar revaloración audiométrica una vez al año.
Es un sistema electrónico que substituye la función de las células que se encuentran dentro
del caracol. Se implanta a través de una cirugía y se complementa con un microprocesador
de palabras de uso externo. Requiere de un trabajo sistemático y sustentado en la
estimulación auditiva, ya que el sujeto implantado tiene todas las posibilidades de contar con
un lenguaje oral competente. Para el trabajo se sugiere el Programa de Adiestramiento y
Evaluación de la Percepción Auditiva (PAEPA), del Instituto Mexicano de la Audición y el
Lenguaje (IMAL)
1. Para conversar con otra persona, debe escoger el mejor lugar o, en su caso, el mejor
asiento;
2. Estar de frente a la persona con quien se habla, favoreciendo siempre al oído donde
usa el auxiliar auditivo o, si no cuenta con uno, al mejor de los dos oídos.
3. Prestar atención a la persona que le habla. Mirar su boca y su cara. Esto le dará
claves visuales de la conversación.
4. Hacer saber cuando no entiende. En ese caso, pida que le repitan lo que no entendió.
5. Anticipar posibles interferencias.; en general, evitar lugares ruidosos.
6. Explicar a familiares y amigos lo que tienen que hacer para que los entienda mejor.
Decir de qué lado oye mejor. Pedir que le hablen de frente e indicar qué tan fuerte y
rápido deben hablar.
7. Tratar de tener papel y lápiz siempre a la mano para que le escriban las palabras
que, a pesar de habérselas repetido no logra entender. Esto evita que se pierda el
hilo de la conversación al interrumpir constantemente a su interlocutor
El método oral tiene como propósito dotar al alumno con pérdida auditiva de una
comunicación oral que le permita ser competente al interactuar con oyentes; para ello se
necesita desarrollar los siguientes aspectos: estimulación auditiva, lectura labio facial,
articulación y estructuración del lenguaje (uso de las claves GIEH); sin dejar de lado el
acercamiento a temprana edad de la lectura y la escritura.
Estimulación Auditiva
Lectura Labiofacial
Articulación
Cuyo propósito es propiciar la obtención de los fonemas del Español, incluye la imitación de
movimientos labiales, expresión del balbuceo, trabajo de rasgos suprasegmentales (ritmo,
intensidad y tono). Para ello se realizan ejercicios de respiración, voz, labios, lengua y
paladar. El trabajo de articulación inicia con la obtención, ejercitación e integración de
fonemas al lenguaje espontáneo del alumno; se recurre al uso de sílabas, palabras y
enunciados.
Los siguientes ejercicios tienen por objeto: Mejorar la atención del alumno, desarrollar la
habilidad para imitar movimientos de los órganos de fonación y desarrollar la destreza del
alumno para pasar de una posición a otra.
La educación bilingüe para los niños sordos está dirigida al cumplimiento de cuatro objetivos
generales:
2.-Al desarrollo socio-emocional íntegro de los niños sordos, a partir de su identificación con
adultos sordos.
3.-A la posibilidad de que estos niños desarrollen una teoría sobre el mundo sin
condicionamientos de ninguna índole.
4.-Al acceso completo a la información curricular y cultural. (Skliar, Massone y Veingerg 1995
p1)
El bilingüismo como propuesta educativa plantea que la primera lengua para los sordos es la
lengua de signos porque la pueden adquirir espontáneamente si se desarrolla en un medio
ambiente que la utilice, del mismo modo que los oyentes adquieren la lengua oral. Esta
última ocupa el lugar de segunda lengua que aprenderán sobre la base y fundamento de la
lengua de señas (Volterra V. Taeschner, T y Casselli C. 1989)
Estrategias para favorecer el Bilingüismo en el aula
B) Utilizar la visualización como una estrategia que las personas sordas utilizan
cotidianamente y en el proceso de aprendizaje. Para esto el dibujo se emplea como una
herramienta para el acceso al lenguaje y a la comprensión de la lectura; por ejemplo:
C) Promover la identificación del niño con las personas que están a su alrededor, los
cuales le sirven de referentes y modelos; por lo que es necesario para los padres aprender
LSM.
Las inflexiones verbales son direccionales, los verbos y todas las formas de decirlos.
Los adjetivos son descripciones de las características de una persona.
adverbios están en la expresión facial.
La estrategia para los niños que no han tenido ninguna lengua es:
ver +hacer+utilizar=adquisición
El uso del deletreo manual es a partir de nombres cortos, simples o cuando se desconoce el
ideograma.
La comunicación con los sordos se realiza en tres puntos: la persona que habla, a quien se
dirige y de qué o quién se habla; por lo tanto el maestro debe atraer su atención a partir
del interés y del uso de éste triángulo de comunicación.
Discapacidad Visual
La visión es la capacidad del ojo para percibir el sentido de la forma, el sentido cromático y
el luminoso.
Agudeza visual: capacidad para distinguir los objetos con nitidez a determinada distancia.
Campo visual: corresponde al campo de visión, es decir la porción de espacio que alcanza
a percibir la persona al tener la vista fija en un objeto. Para un ojo normal es de 180º
horizontal y 140º vertical.
La agudeza visual lejana se mide a través de tablas estandarizadas con optotipos o letras y
se expresa a partir de una fracción en la que el numerador es la distancia en que está el
sujeto de los optotipos o letras y el denominador representa la distancia en que un objeto es
visto por un ojo normal. Por ejemplo, si el sujeto está a una distancia de cinco metros y
puede ver la fila de la tabla que es vista por un ojo normal a una distancia de 5 metros, el
sujeto entonces tiene una visión normal y se representa como 5/5 o 1. Cuando un niño, ya
con lentes no ve a 5 m la fila que se ve normalmente a 50 m, se acorta la distancia hasta
que pueda apreciarlos de forma correcta. Por ejemplo si distingue letras o signos que son
vistos a 50 m y el los ve a 2 m de distancia la agudeza visual lejana será de 2/50 ó .04.
Prenatales
Perinatales
Postnatales
Traumatismos Ulceración o cicatrices Visión ocluida, como si tuviera una cortina que
o infecciones de la córnea tapa parte de la visión
Desprendimiento de
retina
Atrofia óptica (tumor,
glaucoma)
La mayor cantidad de información llega al ser humano a través del sentido de la vista, por lo
que “un ciego tiene unas peculiaridades específicas y unos handicaps innegables respecto al
vidente”3 La ceguera produce una limitación importante de acceso a la información
procedente del medio y limita el desarrollo del aprendizaje por imitación, que es una de las
fuentes de aprendizaje humano.
Los niños con ceguera suelen tener en los primeros años, un retraso en su desarrollo
psicomotor, del lenguaje, cognitivo y social. El retraso termina por superarse dependiendo
de los estímulos que se le proporcionen al niño. Es importante considerar que la calidad del
ambiente en que se desenvuelve el niño ciego, marca una diferencia notable en sus
procesos de desarrollo. Un niño ciego expuesto a un ambiente con estímulos enriquecidos,
que ayuden a desarrollar sus canales sensoperceptuales (tacto, oído, gusto, olfato) tendrá
mejores oportunidades para su desarrollo. Se debe considerar que estos canales
sensoperceptuales no se desarrollan por sí solos, que es preciso estimularlos y educarlos
para un mejor funcionamiento.
INDEPENDENCIA PERSONAL
HIGIENE VESTIDO
Peinarse Etc.
3
ACTIVIDADES DE RELACIÓN
ACTIVIDADES DE RECREACION
Uso de triciclos
Uso de bicicletas
Patines
Manejo de dinero
ORIENTACIÓN Y MOVILIDAD
El uso de las manos como herramienta para manipular objetos es generalmente guiada por
la visión. La percepción háptica (tacto y movimiento) es de naturaleza cualitativamente
diferente a la que tenemos cuando solo empleamos la percepción visual.
Utilización de puntos de referencia: son elementos familiares (sonidos, olores, texturas, etc.)
permanentes en el tiempo y en el espacio y fácilmente localizables.
Técnicas de protección personal: Alta: para proteger la parte superior del cuerpo (cabeza,
cara) con su brazo y mano. Baja para proteger desde el pecho hasta la zona pélvica.
Guía vidente: la persona invidente situarse siempre un poco atrás del guía vidente y o
tomará del brazo o del hombro
Con bastón: seguir con el bastón un movimiento por delante del cuerpo, marcando un arco a
poca altura del suelo cuya abertura sea aproximadamente la anchura de hombros de quien
lo usa.
Perro guía: sólo sugerido para invidentes adultos jóvenes (no niños ni adultos mayores).
Ábaco Crammer
En el ábaco los números representan por medio de las cuentas colocadas en los ejes. Las
cuentas que se encuentran en la parte superior de la barra transversal tienen un valor
absoluto de cinco. Las que se encuentran en la parte inferior a la barra su valor absoluto es
de uno. Las cuentas adquieren valor cuando se encuentran en contacto con la barra
transversal o con otra cuenta que esté en contacto con ella.
¿En qué grado escolar se inicia el trabajo con el Ábaco Crammer?
A partir del tercer grado se sugiere que principie el trabajo con la adición y sustracción en
forma simultánea.
Clasificar objetos, seriar, agrupar, identificar figuras geométricas, contar elementos utilizando
objetos que puedan ser fácilmente abarcados por la mano o que permanezcan sobre un eje
(ábaco, un pivote con figuras agujeradas, etc).
El niño debe dominar su espacio inmediato a través de sus manos para centrarse en las
consignas que se le den. Siempre colocar los objetos del mismo lado de la mesa, contar en la
misma dirección,, separa los que cuenta de los que aun no.
Cada signo o letra se representa por una combinación de puntos contenidos en una celdilla.
La separación de palabras es a través de una celdilla
Para representar los números se emplean los signos de la primera serie, anteponiendo la
combinación de puntos (3,4,5,6) “prefijo de número”, sin espacio que los separe.
Los diferentes tipos de lesión ocular permiten identificar cuatro grandes grupos:
Alumnos con problemas de campo visual (visión central): presentan reducción del
campo visual (10º) esto solo les permite ver un pequeño número de letras. Debe
aprender a mover los ojos a distancias cortas y también mantener los ojos quietos
mientras mueve el texto hacia su campo visual.
Es importante recordar que la baja visión aun después de tratamiento y/o corrección
tiene una agudeza visual de 6/18 y un campo visual de 10º y se caracteriza por la
capacidad, cuando menos para la percepción de masas, colores y formas y por una
limitación para ver de lejos, aunque con posibilidad para identificar objetos y materiales
situados en el medios próximo a centímetros o a pocos metros. El resto visual puede
permitir la lectura de grandes carteles o lectura en tinta con apoyos específicos. En
condiciones adversas requiere el uso de las técnicas específicas de ciegos.
Si el niño presenta algunos de los comportamientos antes señalados pero aun no tiene
lentes o corrección, no puede considerársele como de baja visión. Es importante
enviarlo a revisión y esperar el diagnóstico del especialista, y observar el comportamiento
del niño ya con sus lentes.
Multidiscapacidad
Es cuando una misma persona se ve afectada por dos o más limitaciones, con diversas
combinaciones, entre las cuales encontramos: auditiva y visual, motora y visual, auditiva y
motora, visual, auditiva o motora e intelectual, etc.
Dado que las deficiencias se presentan en diferentes grados de severidad, que van de leve a
profunda, la multidiscapacidad no constituye la suma de las discapacidades sino la severidad
de una de ellas incidiendo en la otra u otras.
Con el documento de diagnóstico emitido por alguna institución o por su médico tratante.
Dado que la detección implica un trabajo multidisciplinario.
Para el diagnóstico temprano de las alteraciones del desarrollo no es suficiente con un solo
tipo de evaluación ni una valoración múltiple realizada en una sola ocasión. En caso de
sospecha auditiva o visual es conveniente realizar potenciales evocados auditivos o visuales
y somato sensoriales del tallo encefálico.
o Postura anormal.
o Movimientos espontáneos disminuidos.
o Respuesta deficiente a estímulos visuales, auditivos o táctiles.
o Reflejo tónico asimétrico (volteado hacia un solo lado persistentemente.
o Movimientos asimétricos (postura del esgrimista).
o Alteraciones en el tono muscular (hipo o hipertonia).
o Presencia de movimientos anormales (temblores, espasmos o convulsiones.
o Ausencia de reflejos primitivos (succión, deglución, de búsqueda de la alimentación,
prensión, de Moro: reacción de alerta al escuchar un sonido fuerte o anticipar una
caída).
o No hay arrastre.
o No se mantiene sentado o en posición de cuatro puntos (gateo).
o No utiliza dedos índice y pulgar para la prensión fina.
o Realiza gateo asimétrico con una o ambas manos cerradas.
Enfermedades
metabólicas: Condiciones
diabetes, insalubres.
hipertensión,
nefropatías.
Deficiencia de ácido
fólico.
¿Cómo brindar atención a los alumnos con Multidiscapacidad o Discapacidad Severa?
Primordialmente se debe respetar el ritmo vital del niño, sin forzar su avance en el transcurrir
de las etapas de su desarrollo.
Los sistemas sensoriomotores son considerados como instrumentos mediante los cuales el
niño organiza y controla su potencial corporal en interacción con el medio ambiente
posibilitando así, la adquisición de aprendizajes superiores.
El propósito es que los docentes realicen actividades que les permitan, mediante una
diversidad de experiencias, desarrollar, ampliar y enriquecer el repertorio de movimientos y
sensopercepciones de los alumnos para propiciar el despliegue de habilidades que le
permitan un desempeño funcional en su contexto inmediato (socio familiar).
Didáctica Multisensorial
Es una técnica que propone la estimulación de todos los sentidos para lograr una percepción
más amplia del entorno natural, ya que todos ellos constituyen un canal de entrada de
información, que tiene como destino común al cerebro, donde es procesada y adquiere un
significado único en función de las experiencias vividas.
El primer psicólogo que utilizó la palabra “superdotado” fue el estadounidense Lewis Terman
(1.932) para referirse a los sujetos que estén en la franja superior del 1% en los resultados
de inteligencia general evaluada mediante las escalas Stanford-BinetMás adelante fue
cogiendo relevancia el concepto de C.I. (Cociente Intelectual), para considerar al
superdotado como el sujeto que obtenía una puntuación igual o superior a un valor de 130.
Lo que sí parece claro es que los niños superdotados exhiben un talento precoz. Así asumen
anticipadamente la capacidad para emitir frases completas cuando otros niños de su edad
están en el período de emisión de palabras sueltas. Igualmente pueden percibir detalles del
entorno en los que ni siquiera los adultos reparan o mostrar una sensibilidad hacia ciertos
temas exagerada por su edad. No obstante, no todo es positivo, ya que al aprender rápido
pueden llegar a hacerse pesados y agotar literalmente a padres y maestros ante una
avalancha de preguntas incesantes y la necesidad de profundizar en cualquier tema que les
llame la atención.
Entre otras características, los niños superdotados de edades comprendidas entre 2,6 y 5,6
años presentarían las siguientes:
Interés por el aprendizaje: El aprendizaje se asume con gran facilidad. Su gran memoria
les permite absorber literalmente cualquier tipo de información. Pueden mostrar áreas de
interés concreto sobre temas sociales, de la naturaleza, sobre el universo u otros buscando
activamente información.
Alto nivel de actividad: Suelen ser niños inquietos, a veces hiperactivos, con necesidades
de sueño reducidas. Realmente agotadores para los padres dada su incesante búsqueda de
explicaciones.
Precaución y temores: Debido a su carácter analítico y necesidad de ir más allá, los niños
con superdotación pueden mostrarse cautelosos ante nuevas situaciones. En estos casos,
antes de actuar, analizarán el entorno y trataran de minimizar el riesgo de fracaso ante
cualquier reto que se pueda generar. Su patrón de actuación es primero observar y después
actuar según un plan lógico derivado de su análisis previo. Suelen sentir mucho temor ante
la posibilidad de un posible fracaso.
Por su parte las adquisiciones motrices pueden desarrollarse más tarde y, por tanto, no
corresponder sus habilidades intelectuales con sus destrezas manuales (dibujo, escritura…)
Capacidad precoz para diferenciar entre realidad y fantasía: Otra de las características
de este colectivo es el planteamiento temprano de cuestiones como la inevitabilidad de la
muerte y preguntas recurrentes acerca de historias o cuentos para asegurarse de lo que
puede o no ser real o suceder.
Es muy importante que a estos niños no se les organice constantemente y que dispongan de
su propio espacio para organizar y crear sus propias cosas.
Cuando no alcanzan las metas u objetivos que se han propuesto, suelen frustrarse y sentir
gran desasosiego y ello puede conducirles a rehusar o abandonar la tarea antes que a
rebajar el objetivo que se han impuesto.
Otro problema que cabe exponer y aclarar es que la medición del CI no supone una medida
estable a lo largo del ciclo evolutivo del niño. Es decir, es más inestable a medida que
reducimos la edad del niño evaluado. Así el valor del CI de un niño de 4 años puede sufrir un
margen de variación significativo como consecuencia del propio proceso madurativo del niño.
Por el contrario a partir de la adolescencia los valores presentan mayor estabilidad. En
general podemos afirmar que hasta los 12 o 13 años debemos ser prudentes en la
identificación de estos niños. Debemos saber diferenciar al “superdotado” de niños
denominados “con maduración precoz” (consiguen ciertos hitos evolutivos antes de tiempo
pero luego siguen un curso normal); “el niño con talento” (consigue destacar en un
determinado aspecto cognitivo, en un área de conocimiento específica, pero no lo hace en
otras); “el niño brillante” (caracterizado por una buena inteligencia y rendimiento
académico pero no presentan otras peculiaridades como perfeccionismo, aburrimiento,
curiosidad extrema, capacidad razonamiento, etc.).
Respecto a las pruebas para verificar el CI que no la superdotación tal como hemos insistido,
destacamos las siguientes:
K-ABC: Batería Evaluación de Kaufman para niños (de 2,5 a 12,5 años)
WPPSI-III: Escala de inteligencia para preescolar y primaria (2,5 a 7,3 años)
WISC-IV: Escala de inteligencia de Wechsler para niños (6 a 17 años)
Otras pruebas complementarias para evaluar las diferentes capacidades, estilos
cognitivos, potencial de aprendizaje o conducta:
o DAT-5: Test de aptitudes diferenciales. Analiza 7 aptitudes básicas:
Razonamiento verbal; Razonamiento numérico; Razonamiento abstracto;
Aptitud espacial; Comprensión mecánica; Atención y dotes perceptivas y
Ortografía.
o EFAI: Prueba colectiva para la evaluación factorial de las aptitudes
intelectuales. Aplicable a partir de los 8 años.
o BAS-II: Prueba individual. Evalúa en profundidad la capacidad intelectual y las
habilidades importantes implicadas en el aprendizaje. Aplicable de 2 a 17
años
o EPA-2: Para evaluación del potencial de aprendizaje. A partir de 5 años y
aplicable colectivamente en pequeños grupos.
o BASC: Prueba para la evaluación en niños y adolescentes de los aspectos
adaptativos e inadaptativos de su conducta. Según edad contiene diferentes
modelos (autoinforme, forma para padres y para maestros). Nos proporciona
un perfil con el que podemos detectar la presencia de factores emocionales
(retraimiento, somatizaciones, etc.) y de conducta (habilidades sociales,
agresividad, atención, etc.).
El lenguaje es una función superior de nuestro cerebro. Es, por tanto, una adquisición
específica de la especie humana, siendo su expresión más habitual el lenguaje oral, aunque
éste no es la única forma de manifestarse. Según la teoría de Noam Chomsky, existe una
gramática universal que forma parte del patrimonio genético de los seres humanos. Es
decir, los seres humanos venimo Aún cuando el docente y el alumno desconozcan la LSM, la
comunicación se podrá establecer a partir de señas convencionales, dramatizaciones,
ilustraciones y dibujos. A continuación se presentan algunas estrategias para la introducción
y uso de la Lengua de Señas Mexicanas s al mundo dotados con una capacidad innata,
codificada en nuestros genes y que constituyen un patrón lingüístico básico y universal. Se
trata de la base sobre la que se construye y amolda cualquier lengua.
Esta capacidad singular es propia de la especie humana y el uso corriente del lenguaje
evidencia las enormes posibilidades del potencial creativo de la humanidad. Algunos
experimentos efectuados durante la gestación señalan que el inicio del aprendizaje de la
lengua por el ser humano se produce ya durante el tercer trimestre de la gestación. Los
primeros sonidos del lenguaje exterior llegarían al feto a través del líquido amniótico que lo
envuelve. Para entonces, el oído ya está suficientemente desarrollado para percibir los
primeros sonidos y el proceso de aprendizaje puede darse por iniciado en condiciones
normales.
Cuando el espectacular desarrollo del lenguaje no sigue el patrón habitual que la naturaleza
ha diseñado para el ser humano es cuando podemos estar delante de un Trastorno del
lenguaje. En esta página intentaremos explicar algunas de sus formas, características,
evaluación y tratamiento.
Etapa prelingüística (del primer mes hasta el año): En esta primera etapa ya se
adquieren formas de comunicación temprana como el llanto, la sonrisa o las
vocalizaciones que intercambian con el adulto, adquiriendo éstas significado en la
interpretación que el adulto da a tales manifestaciones. Antes de los 6 meses ya da
muestras de una audición selectiva respondiendo a determinados sonidos e
ignorando otros.
Primeras palabras (entre los 12 y 18 meses): A esta edad empiezan a surgir las
primeras palabras aisladas con intención comunicativa. Estas palabras suelen ir
acompañadas todavía por gestos y entonaciones que amplían su capacidad para
expresar intenciones y pensamientos en una sola emisión. Es en esta etapa donde se
produce lo que Piaget denominó “lenguaje egocéntrico” ya que el niño dirige sus
emisiones en voz alta hacia sí mismo.
Combinación de dos palabras (18 a 24 meses): Las palabras sueltas de la etapa
anterior empiezan a combinarse. Normalmente esto sucede cuando su vocabulario es
ya de unas 50 palabras aproximadamente. La comprensión del lenguaje aumenta si
bien suele repetir partes de las emisiones de los adultos (ecolalias).
Etapa de la frase simple (2 a 3 años): En este período se empiezan a construir las
primeras oraciones de 2 o 3 palabras a los que se van incorporando determinados
morfemas o inflexiones. Es el inicio de la conversación real, disminuyendo el lenguaje
dirigido a sí mismo y asumiendo el aprendizaje de las normas que rigen la
comunicación social del lenguaje.
Desarrollo gramatical (3 a 4 años): Es una etapa de grandes avances en la
evolución del lenguaje, especialmente en el dominio de la gramática con oraciones
cada vez más complejas. Aproximadamente aparecen 1.000 palabras nuevas en el
vocabulario. También se adquiere conceptos espaciales y temporales, comenzando a
describir hechos presentes, pasados y futuros.
Desarrollo posterior (a partir de los 4 años): Ahora el sistema lingüístico se va
perfeccionando y se cometen menos errores gramaticales. Aumenta
considerablemente su capacidad para comprender los sentidos figurados,
distanciándose del significado literal. Su lenguaje va madurando y adaptándose al
interlocutor y al contexto donde se produce.
Los trastornos del lenguaje representan un conjunto de problemas que son aún poco
comprendidos, poco diagnosticados y suelen inducir a confusión dado que no existe una
conceptualización de los mismos aceptada unánimemente. Además un mismo trastorno
puede recibir diferentes nombres y suelen confundirse los problemas del lenguaje con los del
habla. También cabe destacar que en los entornos escolares, debido quizás a un
desconocimiento en profundidad del tema se tiende a atribuir a los niños con estos trastornos
etiquetas como: “no se esfuerza en hablar”, “quiere llamar la atención”, “puede hacer más si
se esfuerza…”
En la exposición de los trastornos del lenguaje vamos a seguir la clasificación multiaxial del
CIE-10 que los contempla en su eje 2 (trastornos específicos del desarrollo), epígrafe F.80:
El Trastorno específico del desarrollo del habla y del lenguaje.
Trastornos de la pronunciación
Características clínicas:
Este trastorno se caracteriza principalmente en que el niño omite o pronuncia los fonemas de
forma inadecuada (distorsiones, sustituciones) para su edad mental aunque tenga un nivel
normal para el resto de las funciones del lenguaje.Este trastorno ha recibido diferentes
denominaciones a lo largo de los años: Dislalia, Trastorno del desarrollo fonológico,
Trastorno funcional de la articulación, etc.
Diagnóstico: El diagnóstico sólo debe hacerse cuando se cumplen los siguientes requisitos:
La gravedad del trastorno excede los límites normales teniendo en cuenta la edad
mental del niño.
La Inteligencia no verbal es normalLas funciones del lenguaje expresivo y receptivo
está dentro de los límites normales.
Las anomalías de la pronunciación no se pueden atribuir directamente a una
anomalía sensorial, estructural o neurológica.
Los fallos de la pronunciación son claramente anormales en el contexto de los usos
coloquiales del entorno sociocultural del niño.
Diagnóstico diferencial: Para este diagnostico deberemos también asegurarnos de que las
alteraciones en la articulación son lo suficientemente graves para considerarlas anormales y
diferenciarlas de aquellas que pueden ser propias en niños pequeños. También debemos
descartar la presencia de enfermedad física o psíquica como causa de los problemas de
articulación. Es el caso de la Disartria (Trastorno articulatorio secundario a un déficit
neurológico, la Disglosia (Trastorno de la pronunciación determinada por problemas
estructurales del aparato bucofonatorio) o la Disfemia o tartamudeo (Trastorno del habla
caracterizado por tropiezos, espasmos y repeticiones debido a una imperfecta coordinación
de las funciones ideomotrices cerebrales).
Evolución y pronóstico: En términos generales, suele producirse una mejora total cuando
el problema se reduce a unos pocos fonemas. Los niños con más de 5 años, en los que
persiste el problema, deben ser evaluados a fondo para descartar algún trastorno asociado.
Si el problema persiste más allá de los 8 años su solución total es más compleja.
Aunque hay una considerable variación individual en el desarrollo normal del lenguaje, la
ausencia de palabras simples (o aproximaciones de palabras) alrededor de los dos años y el
fracaso de frases sencillas de dos palabras hacia los tres años, deben ser entendidos como
indicadores significativos de un retraso. Más tarde se presenta una limitación del desarrollo
del vocabulario, un uso excesivo de un número limitado de palabras, dificultades en la
elección de las palabras adecuadas, sustitución de unas palabras por otras, utilización de
frases cortas, estructuración inmadura, errores sintácticos (en especial omisiones de finales
de palabras o prefijos) y errores u omisiones de elementos gramaticales concretos, como
preposiciones, pronombres, artículos, etc.
Es frecuente que los déficits del lenguaje hablado se acompañen de retrasos o anomalías en
la pronunciación de los fonemas que forman las palabras.
Diagnóstico: El diagnostico debe hacerse únicamente cuando la gravedad del retraso del
desarrollo de la expresión del lenguaje exceda los límites de la variación normal para la edad
mental del niño, siendo la comprensión del lenguaje normal (aunque frecuentemente el
lenguaje receptivo puede estar en algunos aspectos por debajo de lo normal). El recurso de
signos no verbales (como sonrisas y gestos) y del lenguaje interior (imaginación y juegos de
fantasía) está relativamente intacto, así como la capacidad para la comunicación social de
forma no verbal. A pesar del déficit del lenguaje, el niño intenta comunicarse y tiende a
compensar la carencia lingüística mediante el uso de gestos, mímica y vocalizaciones no
lingüísticas. En este colectivo no son raras las dificultades con los compañeros, problemas
emocionales, conductas disruptivas y/o déficit de atención e hiperactividad.
En una pequeña parte de los casos puede presentarse una pérdida auditiva parcial (a
menudo selectiva) concomitante, pero ésta no es de una gravedad suficiente como para
justificar el retraso del lenguaje.
Diagnóstico diferencial: Debe hacerse con el retraso mental, trastornos mixtos (receptivo-
expresivo), trastornos generalizados del desarrollo, la afasia o disfasia (tipo receptivo) y
también del mutismo selectivo. Mientras que los niños con retraso mental tienen un
deterioro generalizado de todo el funcionamiento intelectual, los niños con trastornos de la
expresión tienen una inteligencia no verbal dentro de la normalidad (por ejemplo, medido con
el WISC-IV, el C.I. no verbal se situaría por encima de 80).
La diferenciación respecto a los TGD o TEA, consiste en que éstos presentan ausencia de
lenguaje interno, juego simbólico, intención comunicativa y, por tanto, hay problemas de
relación social significativas que no presentan los niños con trastorno del lenguaje expresivo.
Hay también que diferenciar los niños con afasias o disfasias adquiridas ya que éstos
presentan un desarrollo evolutivo normal y el deterioro ha tenido lugar después de
enfermedad o traumatismo encefálico u otros trastornos de origen neurológico
Son más frecuentes en niños que en niñas con una prevalencia de entre el 3 y 5% respecto
a la población general. Por último señalar que este tipo de trastornos suele tener una
etiología principalmente de origen genético. Numerosos estudios describen antecedentes
familiares en niños con el problema.
La gravedad del retraso excede los límites de la variación normal para la edad del
niño
La inteligencia no verbal esté dentro de los límites normales (CI>80).
No se satisface las pautas de trastorno generalizado del desarrollo, autismo o retraso
mental.
Se excluyen causas de tipo orgánico o neurológico (pérdida de audición, hendidura
palatina u otras anomalías estructurales u otros).
Deben tenerse en cuenta, también, los siguientes indicadores de retraso: un fracaso para
responder a nombres familiares (en ausencia de claves no verbales) hacia el primer año de
vida; incapacidad para reconocer los nombres de al menos algunos objetos corrientes a los
18 meses, o para llevar a cabo instrucciones simples y rutinarias a la edad de dos años. Más
tarde se presentan otras dificultades, como la incapacidad de comprender ciertas formas
gramaticales (negativas, interrogantes, etc.) y los aspectos más sutiles del lenguaje (tono de
voz, gestos, etc.
Evolución y pronóstico: Cuando se diagnostica en los niños más pequeños suele ser
porque los síntomas son muy evidentes y, por tanto, pueden indicar una mayor gravedad de
los mismos, aunque no siempre. Cuando los síntomas son leves no se hacen patentes hasta
más tarde y suelen ser más manejables y de mejor pronóstico. De todas formas, la evolución
dependerá del momento de inicio del tratamiento, la naturaleza y gravedad del problema así
como otras circunstancias del entorno del niño.
Evaluación
La evaluación psicológica ante la sospecha de la presencia de trastornos del lenguaje
comprende diferentes instrumentos y estrategias. Deberemos obtener una visión global de
de todos los elementos y factores que pueden estar influyendo en la génesis y
mantenimiento del problema.
En primer lugar es necesario recoger exhaustivamente los datos evolutivos del niño/a desde
el embarazo hasta la actualidad. También la estructura de la familia mediante un
organigrama (padres, hermanos, abuelos, etc.) y las actuales circunstancias del entorno.
Todo ello puede llevarse a cabo mediante entrevista a los padres.Necesitaremos información
acerca del rendimiento escolar actual (notas, informes) y su historia de aprendizaje.
De todas formas, con frecuencia, es complicado el diagnóstico diferencial dado que pueden
darse factores añadidos que pueden alterar la medición del C.I. real del niño. Por ejemplo, la
mayor parte de las pruebas de inteligencia precisan en un u otro grado del uso (expresivo o
comprensivo) del lenguaje y, por tanto, estos niños están en desventaja. Una solución
habitual consiste en la aplicación de pruebas libres de la influencia del lenguaje como
pueden ser las subescalas del WISC-IV: matrices, conceptos, claves, etc. También el
Toni-2, las de Raven, etc, en las que el niño sólo tiene que ver imágenes y señalar la
respuesta correcta. Si en estas pruebas no se detecta una discapacidad significativa, no
estaría justificado un diagnóstico de Retraso Mental y, por tanto, podemos sospechar un
trastorno del lenguaje.
Para niños pequeños la nueva batería Merrill Palmer-R (de 0 a 6 años y medio) en su escala
desarrollo cognitivo y lenguaje y comunicación puede resultar útil para la detección
temprana. Señalar también que otro problema añadido lo podemos tener en niños que
vienen de otras culturas, con poca estimulación temprana, poco dominio de nuestra lengua y,
a veces, inmersos en dos o más lenguas simultáneamente. Todo ello deberá valorarse. Una
vez evaluadas las capacidades generales hay que proceder a la aplicación de pruebas más
específicas según el perfil y síntomas del niño. A continuación se muestran algunas de ellas:
Tratamiento
Los métodos de intervención en el lenguaje han variado desde el trabajo directo con el niño,
en situaciones estructuradas, a otras formas más naturales basadas en el juego y en su
propio ambiente con implicación de los familiares. Como objetivo general siempre hay que
buscar estimular y motivar al niño para que participe activamente. Desde este punto de vista
no se trata tanto de insistir en que el niño hable o comprenda adecuadamente, sino de crear
las condiciones para que el lenguaje tenga lugar de forma espontánea.
Respecto a los otros trastornos del lenguaje (expresión, comprensión o mixto) parece que la
mejor opción, en general, pasa por combinar el tratamiento logopédica individual con la
intervención mediada por la familia. En este último caso, el logopeda o profesional, tras
identificar el problema y marcar los objetivos, instruye a los padres en diferentes habilidades
para aplicarlas en casa con el niño.
Deben producirse las correspondientes adaptaciones curriculares. Obligarles a leer los textos
que les corresponden por curso y comprenderlos, no ayudará a su mejora.
Es posible dada la alta comorbilidad de los trastornos del lenguaje que debamos actuar
también sobre otros síntomas conductuales (hiperactividad, rabietas, déficit de atención, etc.)
y emocionales (baja autoestima y motivación). No obstante deberemos tener en cuenta que
éstas serían secundarias al trastorno del lenguaje y que la mejor forma de tratarlas es
mejorando las competencias comunicativas del niño.
Para poder programar los diferentes objetivos de tratamiento deberemos tener en cuenta el
nivel actual de desarrollo del niño y empezar desde ese nivel utilizando los materiales y
actividades adecuadas.
Instruir a los padres para que se involucren en conversaciones adecuadas a las necesidades
de su hijo. Normalmente, los adultos cuando se dirigen a los niños modifican su expresión y
utilizan un lenguaje simplificado, sencillo y directo. Es necesario regular estas
comunicaciones de acuerdo a las pautas que nos interesen establecer y mantenerlas
habitualmente.
Normalmente hay que hablar lentamente y utilizar estructuras redundantes, así como
manejar pausas prolongadas entre emisiones. De la misma forma, el contenido fonológico
debe caracterizarse por palabras sencillas y de fácil reproducción para el nivel que muestra
el niño.
Hay que evitar en las escuelas la marginación entre sus compañeros y actuar con firmeza si
detectamos algún tipo de acoso. Estos niños, según características y gravedad del trastorno,
pueden ser objeto de burla fácil.
UNIDAD DE APRENDIZAJE N° 5
La Terapia Conductual puede ser definida como: “la aplicación sistemática de los principios
y técnicas del aprendizaje en la modificación de la conducta humana”. Es algo parecido a la
enseñanza por medio de repetición con premios y castigos.
A esta terapia se le han dado diversos nombres como: Modificación de conducta, Terapia del
Condicionamiento, Manejo Conductual, Análisis Conductual, etc. En los Estados Unidos han
preferido llamarla Terapia conductual, ya que es el término usado por Skinner, uno de los
principales precursores de esta técnica.
El inicio de la Terapia conductual se sitúa en los experimentos del filósofo Ruso Ivan Pavlov
(1927), aunque lo anteceden en América los estudios de Thorndike acerca del aprendizaje
por “causa y efecto” en 1913, pero no fue sino hasta 1924 cuando el psicólogo
estadounidense John B. Watson, realizara contribuciones sobre el aprendizaje en los niños.
Fue en la década de los 50’s cuando Federic Skinner realizó valiosas aportaciones de
investigaciones individuales sobre Programas de Reforzamiento (1950-1954).
Cada día es mayor la tendencia al refuerzo (premio) de conductas deseables que aplicar el
castigo. De hecho, muchos terapeutas presentan al niño la oportunidad de jugar y ganar
premios en lugar del escenario de “trabajar”. Existe una diversidad de terapias muy efectivas
para el autismo, como lo es el Teacch, sin embargo, esta técnica provee al niño del
repertorio básico para el aprendizaje: atención, seguimiento de instrucciones e imitación. Aún
cuando considere otros tipos de tratamientos, es recomendable iniciar con la Terapia
Conductual, especialmente cuando se trate de niños pequeños menores de 10 años (aunque
también es efectivo en otras edades), ya sean autistas o aspergers.
Existen reglas generales para la aplicación de la Terapia conductual que el terapeuta debe
tener presente antes de iniciar la modificación de conducta:
Es indispensable tener una impresión diagnóstica del paciente. El niño debe ser
visto por un neurólogo y ser valorado por un psicólogo de manera que se conozcan
las necesidades a tratar en el niño. Si los padres no están conforme con el
diagnóstico, deberán buscar una segunda y hasta una tercera opinión.
Cada niño es un individuo único. Semejante a todos los demás en muchos
aspectos y diferente a la vez en todos ellos. Por ello, las necesidades, avances y
logros son también individuales y nunca deben ser comparados con otros niños.
No existen terapias universales. Cada niño, en su individualidad, requiere de
terapias específicas a sus necesidades y sus avances serán conforme sus
capacidades. Ningún programa, por bien diseñado que esté, funcionará igual para
todos los niños.
Programación acorde a las necesidades individuales. No existe receta de cocina
para aplicar. La programación debe basarse en las necesidades individuales del niño
y para cada uno es diferente.
Ambiente que rodea al niño. Se debe designar un escenario conductual adecuado
de acuerdo a las características y necesidades del niño, el cual debe de estar libre de
ruidos y distracciones. No se puede utilizar un cuarto con la televisión prendida o con
muchas imágenes en las paredes que distraigan al niño.
Salud del niño. El estado físico del niño debe ser tomado en cuenta diariamente, ya
que esto es una variable que influye fuertemente en el desempeño del paciente. Un
niño enfermo o cansado siempre bajará sus porcentajes en la terapia.
Trabajo en equipo. El terapeuta deberá involucrar a los padres y maestros en el
tratamiento del niño. De nada sirve tres horas de trabajo durante la semana si las
otras 95 horas se retrocede o se deja libre al niño. Se debe tener el acercamiento
constante y la comunicación entre todos aquellos que interactúen en el desarrollo del
niño.
Constancia. Punto clave e indispensable para la adquisición de nuevas habilidades.
La programación establecida debe seguirse en forma continua tanto en casa por los
padres como en la escuela por los maestros. La terapia conductual debe ser 7 días a
la semana los 365 días del año.
Disciplina. Se debe tener siempre estricto apego en la aplicación de los programas y
procedimientos establecidos para la terapia, sin variaciones. No se vale “descansar
los fines de semana” y dejar que el niño desate sus conductas, pues eso implica
retroceso en su aprendizaje. El tiempo de estos niños vale oro.
El control por el estímulo se presenta cuando es probable que ocurra una conducta
después de un evento antecedente particular, pero no después de otros estímulos.
En otras palabras, una conducta está bajo el control de estímulos si ocurre después
de ciertos estímulos, pero no después de otros.
Términos técnicos
El control por el estímulo también se conoce como control de estímulos. Cualquiera de los
dos usos es correcto. Para que la conducta se encuentre bajo el control de estímulos, el
individuo debe discriminar entre los diferentes estímulos. Es decir que el individuo debe
responder de manera diferente a diferentes estímulos.
Por ejemplo, levantar el teléfono es una conducta que está bajo el control de un estímulo: el
timbre del teléfono. ¿Cuántas veces que no vas a hacer una llamada levantas el teléfono sin
que timbre? Seguramente pocas, si tienes más de tres años... si tienes menos de tres años,
entonces... felicidades por ser capaz de leer esta web!
Muchos niños pequeños acostumbran a levantar el teléfono y simular que conversan con
alguien, imitando a sus padres. En esos casos, la conducta de levantar el teléfono no está
bajo el control del timbre telefónico, sino de otros estímulos. A medida que crecen, dejan de
levantar el teléfono en cualquier momento, y solamente lo hacen cuando suena el timbre. En
ese momento, la conducta de levantar el teléfono se ha puesto bajo control de un estímulo
en particular.
Otro ejemplo típico de control por el estímulo ocurre en las aulas escolares. Si el profesor
está en el aula, los niños se sientan en sus pupitres y prestan atención... o por lo menos
duermen (viejos recuerdos). Pero si el profesor sale del aula, los niños se levantan, juegan,
corren, etc. En este caso, la conducta de los niños está controlada por la presencia o
ausencia del profesor.
Encadenamiento
Si una chica quiere prepararse para salir a la calle tendrá que realizar distintas conductas
como ducharse, vestirse, peinarse…De manera que cada uno de estos actos funciona como
estímulo discriminativo del siguiente (si ya me duché, ahora tengo que vestirme) y como
reforzador de anterior (poder peinarme es el reforzador de haberme vestido, que a su vez es
el reforzador de haberme duchado).
Fundamentos
Consiguientemente, hay que contar de entrada con conductas que vienen a ser
«fragmentos» de la que vaya a resultar. En términos técnicos, se diría que cada
conducta del complejo resultante tienen una doble función como estímulo. Esto es,
funcionaría, por un lado, en calidad de estímulo discriminativo para la siguiente y, por
otro, como estímulo reforzante de la anterior. Finalmente adquiriría la unidad
funcional a que se ha aludido. Este encadenamiento entre estímulos discriminativos
(ed), que en realidad son respuestas ya dadas, y respuestas (r), que, además de ser
estímulos reforzantes para las anteriores son también ed para la siguiente, se suele
esquematizar así:
Aplicación
La instrucción académica también cuenta con situaciones a las que les conviene este
procedimiento. Por ejemplo en la organización del discurso (escrito o hablado) en
función de los efectos que se pretendan. La cuestión es que los argumentos pueden
exponerse de una u otra manera, cuyo encadenamiento es importante cara a alguna
función pretendida. Se tiene un contenido temático, dado quizá en varias «unidades»,
desde proposiciones o frases, hasta párrafos o capítulos, y se trata de darle forma.
Una vez que se sabe lo que se va a decir, se ordenarán las ideas con gran diligencia.
El asunto de interés aquí es que las estrategias de composición de textos, y la
oratoria, se pueden enseñar, y ello supone, además de la habilidad expositiva, un
adiestramiento en la forma de aprender. Hacerse cargo de la lógica expositiva de un
texto, si es que no reorganizar su contenido, es una destreza del oficio de estudiante.
Por supuesto, también se puede aplicar a la enseñanza de la aritmética.
Hay otros supuestos que por su heterogeneidad se ofrecen como miscelánea. Uno
puede verse en la estrategia seguida a veces en el mutismo selectivo y otro supuesto
(bien distinto) tiene que ver con la rehabilitación de la memoria para la vida cotidiana
en pacientes que han sufrido daños neurológicos. De lo que se trata es de aliviar los
problemas debidos al deterioro de la memoria, más que de su restauración
propiamente.
La Modificación de la Conducta
Orígenes
Características Generales
Sin duda, fue Burrhus Frederic SKINNER (1.904-1.990) quien dio un mayor impulso al
modelo conductual, a partir de los años 40-50 con su teoría del Análisis Funcional de la
Conducta, y su teoría sobre el Condicionamiento Operante, introduciendo conceptos y
términos actualmente vigentes como los de refuerzo, extinción, castigo, etc.
Condicionamiento Operante:
Reforzador
Reforzador positivo
Reforzador negativo
Reforzamiento
Castigo
El término castigo se refiere a una clase de situaciones en las que existe una contingencia
positiva entre la respuesta y un estímulo desagradable. Si el sujeto efectúa la conducta
recibe el estímulo aversivo. Por ejemplo, un profesor puede suspender a un alumno por un
mal examen o una madre reñir a su hijo pequeño por correr por la calle. Todas estas
consecuencias negativas y contingentes a la aparición de la conducta no deseada tienden a
reducirlas. El castigo, pues, se produce por la aparición contingente a la conducta no
deseada de un estímulo aversivo (reprimenda, suspenso, expulsión, etc...), pero también
puede aplicarse mediante la retirada de un reforzador positivo (ver "coste de la respuesta").
Así a un niño se le puede castigar dejándole sin poder hacer alguna actividad de su interés
(salida con amigos, juegos ordenador, etc...). Este último sistema siempre es más
aconsejable.
Sobrecorrección
Consiste en pedir a un individuo no sólo que rectifique lo que ha hecho mal, sino que corrija
los efectos de la falta. Por ejemplo un niño que se ha metido algo inadecuado en la boca, se
le puede pedir que saque el objeto y, además, que se lave la boca con algún antiséptico. En
situación de aula, si un niño presenta una conducta disruptiva de lanzamientos de objetos
deberá, después de haber recogido los mismos, ordenar la clase según criterio del maestro.
La idea general es que el coste del acto disruptivo vaya más allá de la simple reposición del
daño hecho.
Moldeamiento e imitación
Extinción.
Se trata del método operante más utilizado para disminuir la conducta. Consiste en disminuir
la probabilidad de una respuesta reforzada dejándola de reforzar. En primer lugar deberemos
determinar qué es lo que está reforzando la conducta objetivo (la que queremos eliminar,
rabietas, desobediencia, etc...) y seguidamente eliminar ese reforzamiento. Si dejamos de
prestar atención (refuerzo) a una conducta disruptiva (rabietas, llantos...) es probable que
disminuyamos la frecuencia e intensidad de la misma (ver técnica del "tiempo fuera"). En
muchas ocasiones nos encontramos con conductas realmente extrañas que se mantienen
debido a que consiguen captar la atención de los demás y resultan extraordinariamente
reforzantes para el individuo que las realiza. Esto puede ser especialmente notorio en niños
que presentan discapacidades cognitivas de lenguaje o comunicación que les lleva a
desarrollar sistemas inadecuados y alternativos de de interacción con los demás que se ven
reforzados por la atención que se les presta.
Además de reducir la conducta, la extinción tiene varios efectos importantes que hay que
tener en cuenta:
Generalización
El Modelo Cognitivo-Conductual
Otras características:
1. Son activas en cuanto se supone que el paciente tiene que hacer algo respecto a la
postura de que algo ocurre en ellos.
2. Se centran en el problema como objetivo a resolver sin suponer la necesidad de otros
cambios "estructurales".
3. Sitúa el análisis y solución del problema en el aquí y ahora, es decir, en el presente,
en contraposición a otras teorías que necesitan seguir el hilo evolutivo de ciertos
signos y síntomas en el pasado.
4. La relación terapéutica se construye desde una relación colaboradora y de
participación activa con el paciente. No es, por tanto, una relación directiva en la que
se produzca la imposición de un determinado camino.
5. Finalmente, el cliente de una terapia psicológica puede ser un individuo, una pareja,
una familia o un grupo.
Numerosas son las consultas que recibimos acerca de las multi problemáticas conductuales
que se dan diariamente en nuestras aulas. El maestro o educador con frecuencia se siente
sólo ante grupos de alumnos que colectiva o individualmente pueden presentar conductas
disruptivas y arrastrar a otros. Pese a que las escuelas suelen disponer de equipos
multidisciplinares de asesoramiento e intervención, se hace necesario dotar a los docentes
de herramientas prácticas, inmediatas, centradas en el aquí y ahora, para optimizar su
trabajo y afrontar con mayor éxito el reto diario que supone intentar educar en la sociedad
actual.
Insistimos en que no se trata de que el maestro haga de psicólogo sino que aproveche
algunas de las herramientas de que dispone la Psicología de Modificación de la Conducta y
ensanche su propio repertorio de estrategias para aplicarlas en clase si lo cree necesario.
Muchas de las técnicas que se exponen ya son ampliamente utilizadas y, de hecho, muchos
profesores disponen de gran experiencia al respecto.
Debemos recordar, pero, que cada docente o profesional debe valorar en función de las
peculiaridades de su alumnado, colegio u otras circunstancias la idoneidad de su aplicación
o la adaptación de las mismas. En esta página sólo se exponen sugerencias generales.
A modo de ejemplo podemos citar su uso por parte de educadores o maestros dentro de la
clase. Es evidente que delante un colectivo numeroso de niños, el maestro necesita pautas
de actuación concreta delante de episodios de desobediencia, agresividad, etc. En esos
momentos no hay tiempo para un análisis pormenorizado de las circunstancias de cada niño
y se imponen medidas concretas. Es aquí donde las técnicas conductuales cobran mayor
importancia.
Destacar también que hay que conceptualizarlas como herramientas puntuales (para su uso
por parte de maestros, educadores o padres en situaciones concretas) pero que a nivel de
intervención psicológica el uso de dichas técnicas debe ser complementado con un análisis
más detallado del caso en la que se incluyan todos los factores de riesgo para su debido
tratamiento psicológico.
Recordemos que, ante conductas más severas, persistentes y/o con presencia de
agresividad, éstas técnicas no deben ser aplicadas sin la evaluación previa de un
profesional de la salud infantil.
Retirada de la Atención
Sinceramente creo que se trata de una de las técnicas más eficaces para el control
de la conducta infantil, en especial, para aquellas conductas que se manifiestan con
rabietas, pataletas, lloros, pero sin manifestaciones agresivas. La técnica no puede
ser más sencilla en su concepción: Se trata de que, ante las manifestaciones de
gritos, rabietas u otros, dejemos automáticamente de prestar atención al niño. Este
modo de actuar se justifica bajo la hipótesis de que el niño efectúa tales
manifestaciones para reivindicar ciertas demandas o llamar la atención del adulto. El
niño puede estar acostumbrado a conseguir lo que desea mediante este
comportamiento (refuerzo positivo). Así, puede haber aprendido que si efectúa
cualquier petición acompañada de lloros o pataletas, la atención de los padres es
mucho mayor y es atendido antes en sus peticiones. Esto llega a convertirse en un
hábito, en un círculo vicioso que crea malestar en la familia.
Antes de poner en marcha esta técnica, hay que analizar la situación con tranquilidad
y verificar que se está produciendo realmente la conducta del niño por la supuesta
demanda de atención. Para ello podemos valorar como reaccionamos nosotros ante
la demanda, en qué momentos sucede y qué es lo que ocurre. ¿Le presta la atención
y el tiempo que necesita el niño? ¿Normalmente cede ante sus demandas? ¿Se
dirige con frecuencia a él cuando se porta "bien" para decírselo y premiarlo o sólo lo
hace cuando lo castiga? Los episodios de rabietas, desobediencia, etc, son, en gran
medida aprendidos y, por tanto, podemos efectuar un desaprendizaje.
Esta técnica no es aplicable en conductas que cursen con fuerte agresividad verbal o
física, con episodios de lanzamientos de objetos o, en general, para aquellos
comportamientos que signifiquen peligro potencial para el niño u otros. En estos
casos consulte siempre a un especialista antes de actuar. Para utilizar la técnica
debemos tener claros los objetivos y el método que debemos utilizar:
OBJETIVO: Enseñar al niño que efectuando las peticiones de forma inadecuada (rabietas,
lloros, etc.) no va a conseguir nada.
FORMA: ¿Cómo hay que hacerlo? Cuando aparezcan las conductas inapropiadas actuar
de la siguiente manera:
Una vez calmado puede entonces intentar explicarle (si el niño tiene suficiente capacidad de
comprensión verbal), y sin recriminaciones, lo que ha sucedido en tono calmado.
La idea no es transmitirle: "Te has portado mal, te desprecio y paso de ti", sino:
"Puedes conseguir algunas cosas si lo pides de otra forma".
Una vez que la conducta empiece a bajar de tono puede progresivamente prestarle atención
de nuevo.
Se trata de una técnica que produce efectos de mejoría de forma progresiva. Nos llevará
cierto tiempo (dependiendo de las variables propias del niño y su entorno) el conseguir
resultados claros.
Consideraciones
Se está utilizando técnicas para conseguir que el niño desaprenda hábitos mal adquiridos y
este proceso llevará un tiempo. Paralelamente debemos trabajar y potenciar las conductas
alternativas que nos interesa que el niño utilice. Insistimos en que los padres intenten
mantener la calma ya que el niño va interiorizando estos estados emocionales. Si la
respuesta a sus malas conductas es sólo más ruido y reproches fuera de tono, es muy
probable que esto nos venga devuelto al ir el niño interiorizando estos patrones.
Hay una creencia extendida de que ciertas conductas infantiles son propias de la edad y que
con el tiempo tienden a desaparecer. Ciertamente, así puede suceder en muchos casos. Sin
embargo, es muy arriesgado pasar por alto ciertos comportamientos con la esperanza de
que el tiempo lo mejorará. Una intervención en la etapa infantil, no hecha a tiempo, puede
suponer la consolidación, perpetuación y agravamiento del problema en la adolescencia. Las
normas, valores y referentes deben construirse desde la temprana infancia. Es una
irresponsabilidad dejarlo en manos del futuro para evitarnos los costes del presente.
Esta técnica supone una variación de la anterior en tanto es una técnica que utiliza
básicamente la retirada de atención, por lo que muchos de los principios allí expuestos son
válidos aquí pero con algunas matizaciones.
Delante episodios de lloros, rabietas o travesuras más subidas de tono (por ejemplo, cuando
se produce el descontrol), puede utilizarse la técnica de "tiempo fuera", en el que el niño se
le retira físicamente del espacio actual para trasladarlo a su habitación u otro lugar, por un
breve espacio de tiempo. También pueden ser los padres los que se retiran del lugar donde
esté el niño (cuando es posible, p.e. en el comedor de la casa).
Orientaciones
El sitio al que lo retiremos temporalmente debe ser un sitio en el que no tenga al alcance
juegos u otras compañías para entretenerse. No se trata de buscarle un sitio hostil sino un
sitio que sea aburrido con escasas posibilidades de que pueda hacer algo para pasar el
tiempo.
No discuta con él, no entre en recriminaciones ni calificativos despectivos como: "Eres muy
malo y te voy a castigar" o "Me tienes harta, no tienes remedio... "Sí puede explicarle, con un
tono calmado pero seguro y imperativo, el motivo de su retirada. Para ello dígaselo
concretando su queja "Como has pegado a tu hermanito no vas a poder jugar con él". Haga
caso omiso de sus protestas o promesas. Recuerde que debe mostrarse enfadada pero no
fuera de control. La idea es lanzarle un mensaje muy claro de que ha hecho algo mal y que
estamos disgustados con él. Al respecto y de forma muy breve puede también decirle
(ajustando el mensaje a la edad del niño) algo así como: "me has decepcionado tanto que,
en estos momentos no quiero estar contigo. Me siento muy triste".
No permita que salga antes de tiempo del lugar de aislamiento. Si lo hace adviértale de
consecuencias más negativas como que deberá estar más rato en esta situación.
El tiempo de aislamiento normalmente se calcula en base a un minuto por año del niño con
un máximo de 20 minutos. Sin embargo, esto debe ser valorado por los padres. No se
aconsejan tiempos más largos ya que pueden producir la conducta contraria a la que
queremos eliminar.
Si cuando lo vamos a buscar nos vuelve a regalar con conductas inadecuadas, hay que
advertirle que si quiere salir deberá estar al menos 15 segundos sin efectuarlas. Manténgase
firme en la decisión. Si pasa la prueba es muy posible que los episodios remitan, si cede
aumentarán con toda probabilidad.
Debemos tener cuidado que esta retirada física no comporte algún tipo de beneficio indirecto
al niño. Por ejemplo si el niño consigue dejar de estudiar o evitarse comer algo que no le
gusta, lo que haríamos es reforzar la conducta inadecuada. Ésta técnica suele ser muy
efectiva si se utiliza adecuadamente y con decisión. La efectividad de la técnica,
independientemente de que le estamos retirando la atención, es que estamos despertando,
contingentemente con la aparición de las conductas no deseadas, uno de los "fantasmas
infantiles" más presentes en la etapa infantil: la ansiedad de separación. Aunque el niño
tenga suficiente edad para saber que no será abandonado realmente, el hecho de hacerle
revivir esta ansiedad puede dispararle interiormente ciertas alarmas. Lo que ahora puede
temer no es la separación física sino la emotiva. De tal forma que el niño corregirá su
conducta actual y futura no por las razones de los padres sino por las suyas (temor a perder
el respaldo emocional de los padres).
Como en todas las técnicas basadas en la retirada de atención, recuerde que deben
introducirse momentos de atención hacia el niño contingentemente a la aparición de
conductas deseadas. El refuerzo verbal y físico (halagos, abrazos, manifestación de alegría,
entrega de algún premio, etc.).
Resumen de la técnica:
Ámbito de aplicación: Su principal objetivo es motivar al niño en la ejecución de
determinados aprendizajes y también fomentar la aparición de
conductas positivas, controlando o eliminando las disruptivas.
Edad: Cambiando los reforzadores y adecuándolos a la edad
evolutiva correspondiente, podemos utilizarlo en
prácticamente todos los niveles de edad. Muy útil en
Educación Especial y también en la escuela ordinaria para
conseguir objetivos específicos.
Puntos fuertes: Técnica simple, de fácil comprensión por los niños y
altamente motivante (si se construye y utiliza
adecuadamente).
Limitaciones: Hay que saber escoger los reforzadores en función del niño o
del grupo. Los niños que no alcancen el premio pueden
frustrarse o desistir del método. Hay que asegurar, al menos
al principio, unos primeros éxitos.
Fundamentos teóricos
No obstante, los creadores de esta técnica como tal fueron Ayllon y Azrin en 1.968. Fue la
necesidad de encontrar una nueva vía para motivar a los pacientes mentales
institucionalizados crónicamente y conseguir que actuaran de modo más competente, lo que
les llevo a su creación y sistematización.
PASOS A SEGUIR:
Conocer al grupo
El paso previo para la instauración de una economía de fichas en el aula pasa por conocer
las peculiaridades de nuestro grupo. La edad, las características personales de cada niño,
sus áreas de interés, su ámbito social, etc, pero también la propia personalidad del grupo, es
decir, si se trata de un grupo homogéneo o, por contra, es muy heterogéneo y nos
encontramos con niños de diferentes orígenes y culturas. En este último caso puede que sea
un poco más complejo encontrar reforzadores adecuados en especial con los más mayores.
Es muy probable que cuando decidamos introducir una economía de fichas en el aula (en
especial cuando se trata de controlar la conducta) lo hagamos por la necesidad de actuar
sobre los niños “problemáticos”. Normalmente en cada clase hay niños que siempre se
portan o trabajan bien y, por tanto, no necesitan de premios especiales para hacerlo. No
obstante, ahora todos quedan sujetos a los posibles premios en caso de darse las
condiciones marcadas y deberemos estar atentos en asegurar, al menos en inicio, de que el
colectivo que lo tiene más difícil, pueda asegurarse algún pequeño éxito de entrada. No se
trata de regalar premios sino bajar el listón de la demanda al comenzar el programa para
situarlo al alcance de la mayoría de los alumnos e ir subiéndolo progresivamente.
Definir el ámbito de actuación.
Podemos tener necesidad de actuar para fomentar la motivación hacia ciertas asignaturas
y/o actividades o también sobre determinadas interacciones conductuales desadaptadas
entre iguales (peleas, riñas, desobediencia, negativismo...).
Una vez definidos los objetivos prioritarios, debemos transmitirlos de forma concreta y
entendible para todo el grupo. Por ejemplo, no podemos marcar como objetivo el conseguir
que los alumnos se porten bien ya que esto supone una valoración subjetiva que puede
variar según el observador.
Hay que especificar (si queremos modificar conductas) con frases como: “no pelearse”; “no
contestar al maestro”; “hacer el dictado”... Si son varias las conductas que hay que modificar,
se aconseja crear un listado de las mismas y un orden de prioridad teniendo en cuenta las
necesidades de la propia escuela o aula. Empezar por la conducta u objetivo elegido y
aplicar el procedimiento hasta que se consiga la mejora adecuada. Progresivamente pueden
irse introduciendo otras. La idea es no intentar un cambio sobre muchos aspectos a la vez ya
que puede tener un efecto contrario al deseado.
Concretar la metodología
Este es un aspecto clave. Ahora debemos delimitar las medidas necesarias para aplicar el
procedimiento en la práctica. Esto requiere varios pasos:
Aplicación y seguimiento
Finalmente debemos poner en marcha el procedimiento en base a los objetivos y reglas que
hemos establecido. Es importante que su aplicación sea lo más simple posible y que todos
los niños tengan claras las normas de funcionamiento sin contradicciones.
Es muy probable que las cosas no funcionen del todo bien los primeros días y/o semanas de
la implantación del sistema. Debemos de ser constantes en su aplicación para empezar a
obtener resultados positivos y que los niños se convenzan de que es un sistema con el que
pueden obtener beneficios extra.
Otro problema con el que nos podemos encontrar es que algunos niños se frustren de
entrada al no conseguir el premio como otros y se desmotiven. Por todo ello, la Economía de
Fichas, debe plantearse como un sistema abierto y susceptible de introducir variaciones o
modificaciones sobre la marcha si se consideran necesarias.
Finalmente apuntar que estas técnicas no pretenden enseñar al grupo a funcionar siempre a
base de premios sino de darle, en un momento dado, motivos para iniciar un cambio en sus
conductas o motivaciones. Lo que se espera en el futuro es que las conductas adecuadas se
mantengan no por los premios sino por lo que llamamos "reforzadores naturales". Por
ejemplo, un niño puede empezar a no efectuar determinadas conductas disruptivas por
ganarse el premio, pero este cambio de comportamiento puede hacer que funcione mejor
con sus amigos y esto convertirse a medio plazo en un reforzador más potente que el premio
inicial. Las conductas pasan a ser controladas por las consecuencias positivas que se
generan en su entorno.
Economía de fichas. Coste de la respuesta
No nos ayuda nada que el niño obtenga regalos o juguetes de forma fácil pese a que
presenta comportamientos disruptivos o desobedientes. Formando parte de un tratamiento
más global, la técnica de denominada de "economía de fichas" suele funcionar muy bien
para regular los refuerzos que recibe el niño. Para obtener un premio (juguete, salida a
parque temático, excursión, etc...) deberá efectuar una serie de conductas deseadas (o dejar
de hacer otras) que deben concretarse (portarse bien, obedecer, estudiar, ordenar sus
cosas, etc...).
Tras efectuar esta conducta se le dará inmediatamente un reforzador (puntos, fichas...) que
el niño ira recogiendo hasta llegar a una determinada cantidad, momento en el que se le
entregará el premio final. También se pueden pactar pequeños premios inmediatos para
ciertas conductas deseadas al tiempo que se acumulan puntos para el premio mayor
(refuerzo demorado). Lo importante es conseguir que el niño se dé cuenta que obtiene
mayores beneficios y privilegios actuando de forma correcta.
Puntos clave:
Dichos premios deben estar pactados de antemano, ser claros y atractivos para el
niño. Busque realmente cosas que le gusten (no sirve pretender que se gane algo
que necesita, por ejemplo, unos nuevos lápices para el colegio).
Asegúrese de que al principio puede ganarlos más fácilmente para motivarle. La
entrega de estos premios debe ir acompañada de un halago sincero "estoy muy
contento", "lo haces muy bien...." y, evidentemente, nunca deben ir acompañados de
verbalizaciones negativas del tipo "a ver cuanto dura..." Cuanto más pequeño sea el
niño o más inquieto, más cortos deben ser los períodos en los que se evalúa la
conducta (no funcionará prometerle algo si aprueba el curso dentro de tres meses).
En el caso de niños hiperactivos tenga en cuenta que hay especial dificultad para
posponer las cosas. En todos estos casos, si se entrega una ficha como reforzador,
ésta podrá ser intercambiada (al menos al principio) inmediatamente por algún objeto
de su deseo (pequeño juguete, golosinas, etc...). Deberá procederse de igual modo
con niños que presenten discapacidad intelectual.
Es importante que se cree una lista o cartel donde se puedan visualizar el estado de
los puntos obtenidos y los que le faltan para llegar al premio, cuando éste se demora
según el plan establecido. En caso de la aparición de mala conducta puede también
utilizarse la retirada de alguno de los puntos (coste de la respuesta).
Sea constante en la aplicación de ésta técnica y no se deje llevar por la frustración en
el primer contratiempo. Se necesita tiempo para cambiar hábitos mal adquiridos y no
hay soluciones mágicas al respecto.
Recuerde que cuando dé instrucciones a su hijo, debe hacerlo de forma clara y
concreta, sin contradicciones y de forma que sean comprensibles para su edad.
Procure no hacerlo acompañado de contacto físico instigador (la utilización de la
instigación ha demostrado ser un gran potenciador del incumplimiento).
Estas técnicas suelen ser muy efectivas para el control de las conductas tanto en el
ámbito familiar como en el escolar. No se trata de que el niño aprenda a funcionar
siempre a base de premios sino de darle, al principio, motivos para iniciar un cambio
en sus conductas. Lo que se espera en el futuro es que las conductas adecuadas se
mantengan no por los premios sino por lo que llamamos "reforzadores naturales". Por
ejemplo, un niño puede empezar a no efectuar determinadas conductas disruptivas
por ganarse el premio, pero este cambio de comportamiento puede hacer que
funcione mejor con sus amigos y esto convertirse a medio plazo en un reforzador
más potente que el premio inicial. Las conductas pasan a ser controladas por las
consecuencias positivas que se generan en su entorno.
La intención paradójica
Es una técnica que bien utilizada puede tener un efecto fulminante sobre la conducta que
queremos cortar. Explicado en pocas palabras se trataría de pedrirle al niño o al alumno que
haga aquello que precisamente queremos evitar. Imaginemos una situación en un aula
donde un niño se niega sistematicamente a efectuar cualquier actividad escolar. El niño cada
día entra en una dinámica de provocación hacia al maestro, sometiéndolo a una dura prueba
de paciencia.
Unas instrucciones de este tipo pueden crear en el niño una situación de perplejidad, aunque
al principio pueda vivirlo de forma gratificante. El hecho de que se inviertan los roles, es
decir, siempre la desobediencia se producia para dejar de hacer la actividad concreta. Ahora
para no hacer la actividad debo de obedecer las instrucciones, con lo cual el niño pasa a
perder su papel de desobediente.
Para este día podemos planificar unas actividades gratificantes para el resto de los niños y
en las que no podrá participar el niño que tenemos bajo las instrucciones de "no hacer nada".
Debemos procurar que se aburra lo máximo posible e incluso si interviene en alguna atividad
recordarle que él no puede hacer nada ese día.
Con esta actuación es de esperar que el niño haga un cambio de planteamientos y que sus
conductas negativistas en el aula disminuyan. Evidentemente la técnica tiene sus
limitaciones y debe valorarse antes su idoneidad según el perfil del niño. Suele funcionar
bien en niños de entornos problemáticos pero con un perfil cognitivo normal.
Resumen de la técnica:
Ámbito de aplicación: Comprenden un conjunto de técnicas que utilizadas individual
o colectivamente pueden aplicarse en gran diversidad de
situaciones y trastornos. Se ha utilizado ampliamente en
educación, en trastornos graves de conducta (autismo,
retraso, esquizofrenia, etc.) y también en el mundo de la salud
y el deporte, entre otros.
Edad: Abarcan todos los niveles de edad y cursos escolares.
Especialmente útiles en el ámbito de la educación especial.
Puntos fuertes: Técnicas muy concretas, centradas en el aquí y ahora.
Basadas en el análisis funcional de la conducta y su
modificación. Ideal para entornos educativos donde se
necesiten respuestas inmediatas para controlar ciertas
conductas.
Limitaciones: Las técnicas actúan sobre la conducta manifiesta y no tienen
en cuenta otros factores como los emocionales, genéticos o
ambientales que pueden ser también origen de las conductas
disruptivas.
Fundamentos teóricos
Podemos afirmar que métodos operantes han existido de una u otra forma a lo largo de toda
la historia y, probablemente, se retrotraigan a épocas prehistóricas, cuando los humanos se
dieron cuenta, por primera vez, que podían controlar la conducta por medio de la
recompensa y el castigo.
Fue, no obstante, B. F. Skinner (a partir 1938) quien formula los fundamentos conceptuales
y empíricos de los métodos operantes a partir de los principios del Condicionamiento
Operante o Instrumental.
Procedimiento básico
No está especificado el tiempo que tiene que tardar el reforzador en seguir a la respuesta
con el fin de aumentar su probabilidad de ocurrencia; sin embargo, normalmente se supone
que la efectividad de un reforzador decae rápidamente conforme aumenta el tiempo que
transcurre entre la respuesta y el reforzador. Esto es especialmente cierto a medida que los
niños son más pequeños o presentan déficits cognitivos más severos (retraso mental,
autismo, etc...).
Un reforzador puede ser verbal en forma de halago (“lo has hecho muy bien”; “estoy muy
contento de tu comportamiento”...) o puede concretarse con la entrega de algún objeto del
agrado del niño (golosinas, pequeños juguetes, cromos, etc.). Muchas veces no es suficiente
sólo con las palabras pero éstas siempre deben acompañar la entrega de un reforzador.
Hay otros tipos de reforzadores que también podemos utilizar en la escuela (dependiendo
del perfil de los alumnos) como son el negociar un aumento extra de la nota, disponer de
más tiempo en ciertas actividades de su interés, etc. El “parte positivo” puede ser también un
buen reforzador. Se trata de una comunicación escrita del maestro y/o educador dirigida
normalmente a la dirección de la escuela y en la que se explican conductas positivas
llevadas a cabo por un niño o grupo. Estas comunicacciones pueden también, a criterio de
cada colegio, comportar algún tipo de beneficio extra para los alumnos que los obtengan.
De todas formas, debemos tener muy claro que un reforzador lo es en función de que
motiva a la persona o grupo que lo recibe a modificar su conducta en el sentido
deseado.
En general, siempre es más aconsejable la utilización del reforzador positivo que el negativo
ya que este último implica la inclusión de elementos aversivos, sin embargo, muchas veces
es necesaria su utilización para el control de conductas disruptivas en el aula.
No siempre los reforzadores positivos o negativos están controlados por la voluntad de las
figuras educativas o parentales. Hay situaciones en la que se pueden presentar reforzadores
positivos no controlados y que pueden mantener las conductas desadaptadas. Es el caso de
ciertos niños que con sus conductas logran ser el centro de atención de los demás. El
sentirse protagonista, aunque sea de forma no adecuada, puede tener cierta capacidad de
reforzamiento para ese niño que no puede lograrlo por otros medios. Una forma de actuar en
estos casos es mediante la técnica de la
La Extinción
Sea como fuere si identificamos qué es lo que realmente mantiene la conducta podremos
controlarla mejor. Las técnicas basadas en la extinción además de disminuir la conducta
suele tener varios efectos importantes que debemos conocer:
Esta técnica supone una aplicación del principio de extinción, en especial para aquellas
conductas que se manifiestan con desobediencia, desafío o también (en niños más
pequeños) con rabietas, pataletas, lloros, etc. pero sin llegar a ser manifestaciones
excesivamente agresivas.
Por ejemplo, un niño pequeño que está acostumbrado a ser el protagonista (todos los
adultos le prestan atención) cuando efectúa una rabieta, es muy probable que si se le deja
de prestar atención (salvo caso de fuerza mayor) y su escenificación pasa por no tener
espectadores, dicha conducta tienda a reducirse o a desaparecer.
Muchos niños en clase pueden desarrollar recursos desadaptados para llamar la atención
del maestro/a. En caso de conseguirla éste quedará muy reforzado. Es posible que se trate
de niños con carencias afectivas y que demanden mayor atención sin saber manifestarlo de
otra forma. La mejor solución es obviar las conductas no deseadas (dentro de lo posible) con
la retirada de atención para ir dándosela a medida que la conducta vaya mejorando.
La idea no es transmitirle: "Como te portas mal no me interesas”, sino: "Si haces las cosas
correctamente puedo estar más contigo.".
Este tipo de actuaciones puede tardar un tiempo en surtir efecto y suelen cursar, en un
primer momento, con el aumento de la conducta que queremos controlar. No obstante, ello
significa que vamos por el buen camino siempre y cuando seamos capaces de prestar
atención debida a las conductas deseadas.
Hay situaciones en las que la retirada de atención, tal como se ha planteado, no puede ser
aplicable dado que van acompañadas de conductas más subidas de tono como
lanzamientos de objetos o deambulación por el aula. En ese caso deberán complementarse
con otras medidas como el tiempo fuera, el castigo y, evidentemente, las medidas
disciplinarias y/o correctoras establecidas en el centro educativo.
De todas formas, en general, el mantener la compostura durante un incidente, sin prestar
atención a las conductas disruptivas (salvo necesidad de contención o riesgo para terceros),
emplear un tono de voz calmado pero firme, sin estridencias, es una buen método para
ayudar a su extinción (el niño no encuentra respuesta emocional en el adulto en base a su
conducta).
El Castigo
Probablemente el castigo es uno de los métodos tradicionales que antes asoman en la
mente de personas que tienen ante sí la necesidad de reducir o eliminar conductas en niños.
Se trata de un método controvertido que tiene defensores y detractores pero que, sin duda,
debería estar en la cola de las diferentes posibilidades de respuesta ante conductas
disruptivas. A pesar de ello, parece haber algunas situaciones en las que tiene que recurrirse
al castigo, ya que otros procedimientos no funcionarán con la suficiente rapidez. Es el caso
de conductas que cursan con violencia, agresividad verbal o física hacia otros compañeros o
maestros. En estos casos necesitamos de procedimientos inmediatos y contundentes. En
general, hay dos clases de castigo:
Evidentemente no podemos aconsejar el uso del castigo físico, si bien, debemos estar
especialmente atentos, cuando vayamos a responder con el castigo a una conducta no
deseada, de encontrar aquello que para el niño es realmente desagradable.
No resulta cómodo para el niño tener que ir al despacho del director o recibir lo que se
denomina “parte negativo”, es decir, una comunicación por escrito a sus padres de su mal
comportamiento en la escuela y la posibilidad de apertura de un expediente disciplinario. Ello
puede comportarle otras consecuencias no deseadas.
Cada niño tiene sus debilidades al respecto y el castigo será más efectivo cuanto más
doloroso sea para el niño las pérdidas que le produzca.
Tiempo Fuera:
Esta técnica supone una retirada física del niño a un lugar que esté exento de cualquier tipo
de reforzador. Cuando un maestro expulsa del aula a un alumno o lo ubica en un lugar de la
clase separado de sus compañeros está utilizando esta técnica. En los casos de niños con
trastornos más severos en centros de internamiento puede producirse su aislamiento
temporal en habitaciones habilitadas al respecto.
Lo que se intenta con este modo de proceder es retirar al niño a un espacio poco interesante
y alejado de otras actividades. Lo ideal sería que fuera un lugar en el que el niño no tuviera
ningún otro tipo de posibilidad que no fuera aburrirse soberanamente. Se trata de aislarlo de
posibles refuerzos positivos (hablar con sus compañeros, dejar de hacer alguna actividad
interesante, etc...).
Hay algunas discrepancias entre diferentes especialistas de la conducta acerca de cual debe
ser el tiempo máximo del aislamiento del niño. Es evidente que ello dependerá, entre otros,
de la gravedad y tipo de conducta castigada, la edad del niño y posible trastorno que
padezca. No es lo mismo corregir mediante estas técnicas las rabietas de un niño autista que
las de un niño sin trastorno pero desobediente.
En general, para niños del espectro autista o niños pequeños (hasta 5/6 años de edad) los
tiempos de aislamiento son menores y se situarían alrededor de 5 o 6 minutos máximo y en
los que se fija el criterio de que, al menos, durante los últimos 30-60 segundos deberá
permanecer tranquilo (en caso de que se castigue una rabieta).
Coste de la Respuesta:
Cuando se producen conductas disruptivas en clase, éstas deben generar consecuencias
para el autor o autores de los hechos. Podemos discutir acerca del tipo de actuaciones más
idóneas pero nunca pasar los hechos por alto si no queremos perpetuarlos.
Una forma de introducir consecuencias negativas ante una conducta no deseada es el
llamado Coste de la Respuesta. El principio es simple: Contingentemente a la aparición de la
conducta se aplica una consecuencia inmediata (la conducta va a tener un coste para el
niño). A diferencia del castigo, aquí no introducimos un estímulo aversivo sino que retiramos
total o parcialmente un reforzador. La consecuencia para el niño que efectúa la conducta es
la pérdida de algo positivo y que ahora ya no está disponible. Por ejemplo para un niño
puede resultar muy desagradable quedarse sin patio durante unos días, no poder jugar a
fútbol con su equipo del colegio o perderse la clase de informática para repasar
matemáticas. Una conocida técnica con la que también puede aplicarse el coste de la
respuesta es la Economía de Fichas, donde al niño se le retiran algunos puntos o fichas
que son intercambiables por reforzadores naturales (golosinas, juguetes, etc...).
1. El castigo sólo se puede utilizar para suprimir la conducta, es decir, para indicarle
aquello que no tiene que hacer, pero no introduce explícitamente una enseñanza
acerca de lo que sí se tiene que hacer. Por tanto, es importante que el castigo se
utilice conjuntamente con el refuerzo positivo para indicar al niño el camino correcto.
2. Otro de los problemas que presenta el castigo es que convierta en aversiva no tan
sólo la conducta castigada sino la situación. Es decir, un niño castigado
reiteradamente por una determinada conducta puede finalmente desarrollar una
aversión hacia la propia escuela, aula o actividad.
3. Todo castigo implica consecuencias emocionales para quien lo sufre. En algunos
niños especialmente sensibles o con antecedentes de malos tratos o carencias
afectivas pueden generar una exaltación de las conductas a combatir.
Por ejemplo, el niño que se dedica a efectuar pintadas en la fachada de la escuela podría
someterse a un determinado plan de dibujo sobre papel. Al que rompa libros se le puede
asignar la lectura obligada de algunos de ellos.
El niño que suele insultar se le puede concretar un plan para que pida perdón a todas las
personas presentes.
Aplicación:
5. Un problema con el que podemos encontrarnos es la negación por parte del niño de
efectuar la sobrecorrección. En este caso deberá valorarse la estrategia a seguir
según el caso.
Ventajas:
Sin duda, las más importantes son la posibilidad de aplicarlas inmediatamente para dar
respuesta a conductas indeseadas o disruptivas. Son técnicas basadas en el aquí y ahora
sin entrar en especulaciones acerca de los posibles orígenes de las mismas. Ello las hace
especialmente interesantes para ser utilizadas en entornos institucionalizados (escuelas,
centros de educación o asistenciales, talleres ocupacionales, etc...)
Inconvenientes:
1. La crítica más frecuente hace referencia a que los modelos operantes ignoran o no
conceden suficiente importancia a los aspectos subjetivos de los humanos en
general, y a la propia identidad personal de cada individuo, en particular, limitándose
a estudiar la conducta externa.
2. Otra crítica hace referencia a que el modelo operante y/o conductual sólo es aplicable
o válido para solucionar problemas relativamente simples y restringidos a ciertas
manifestaciones de la conducta.
3. Finalmente, señalar la crítica centrada en la aplicabilidad de muchos de los principios
del modelo conductual, derivados de investigaciones en laboratorio con animales a la
explicación y modificación de conducta humana. A este respecto, hoy en día, no
existe ninguna duda, que la modificación de conducta ha dotado a la Psicología
Clínica de valiosos instrumentos de intervención aplicada que son realmente útiles en
diferentes ámbitos si no los únicos que nos pueden ser realmente útiles en el día a
día de muchos trastornos.
Las orientaciones generales que aportamos a continuación están dirigidas a los diferentes
profesionales de la enseñanza y tratan de aportar algunas pistas que sean de utilidad en el
control y modificación de conducta en el ámbito escolar.
Consideramos que los maestros o educadores no tienen por qué hacer de psicólogos. No
obstante, sí que pueden aprovechar algunos de sus principios aplicados para desempeñar
su labor con mayor eficiencia y capacidad. El objetivo es poder minimizar las conductas
disruptivas que suponen para el maestro un gran desgaste y para la clase una alteración del
rendimiento.
Con cierta frecuencia asistimos a grandes propuestas teóricas acerca de cómo debe ser o no
la Educación o la Enseñanza, sin embargo, olvidamos un aspecto esencial: dotar de
instrumentos aplicados, orientados en el aquí y ahora, en el contexto diario del aula, donde
maestros y educadores tratan de trabajar con un grupo cada vez más heterogéneo e inmerso
en una sociedad en constante cambio.
Esperamos que la información aquí expuesta supongan una pequeña aportación al respecto.
Identificar
El primer paso que planteamos para afrontar las conductas disruptivas en el aula supone la
identificación de los agentes disruptivos.
En este último caso se hace necesario el análisis de sus diferentes componentes. ¿Se trata
de individuos que comparten similitudes (cultura, raza, etnia...) o es un grupo hetereogeneo?
¿Qué beneficios pueden comportarles las mencionadas conductas: reafirmación ante el
grupo, desgaste y manipulación del maestro, no realizar ciertas actividades..? Si desciframos
algunas de estas claves podremos actuar con mayor eficacia.
Conocer
Interpretación resultados:
Los niños en los que predominan estos factores presentan conductas persistentes, con
mayor dificultad para su extinción o control. Suelen precisar medicación para optimizar los
resultados. En la escuela, las mejores técnicas para su control son los procedimientos
operantes. No soportan que se les lleve la contraria y presentan muy baja tolerancia a la
frustración. Tampoco que se les levante la voz o se les amenace con castigos o
consecuencias negativas debidas a su conducta.
Entablar discusiones acaloradas con ellos supone entrar en su terreno y podemos propiciar
una mayor activación. Todo ello no quiere decir que debemos ser tolerantes ante sus
conductas o no castigarles sino que cuando lo hagamos sea con firmeza, con seguridad,
pero sin estridencias.
El niño debe saber que deseamos ayudarle pero que hay ciertos límites que no pueden
sobrepasarse.
Se trata también de factores que ejercen una notable influencia sobre la conducta. En
combinación con los anteriores pueden agravar los problemas significativamente. Cuando
hay un predominio de estos factores resulta muy útil combinar los procedimientos operantes
con la práctica de habilidades sociales y también las pautas educativas de prevención de
riesgos.
Los niños que provienen de entornos marginales pueden haber observado y aprendido
modelos de interacción con los otros basados en la amenaza, la ley del más fuerte o en
valores que se apartan de las normas sociales básicas. Muchos de ellos presentarán un
retraso significativo en los diferentes aprendizajes debido a que han crecido en un ambiente
poco estimulante y propicio.
En la adolescencia configuran una población de alto riesgo para consolidar conductas
violentas o adictivas. Parte de la interacción con ellos debe basarse, pues, en ofrecerles
modelos alternativos. Probablemente no podremos cambiar su entorno pero sí intentar darles
una perspectiva diferente siempre desde el respeto a sus orígenes y creencias.
Configuran una población hetereogénea en la que se incluyen todos los niños que durante su
infancia han sufrido abusos, malos tratos físicos o psíquicos, negligencia o abandono por
parte de los padres o pérdida de alguno de los progenitores. También pueden incluirse
aquellos niños que, pese a pertenecer a familias de clase media sin problemas aparentes,
han padecido algún tipo de restricción afectiva (vínculo apego mal establecido, niño no
deseado, niño sobreprotegido, etc...).
Cuando predominan estos factores en un niño que presenta conductas disruptivas en el aula,
es posible que lo haga para llamar la atención del maestro. Frecuentemente puede
interpretarse como una demanda de ayuda desadaptada a pesar de que el niño no sea
capaz de identificar con claridad qué le ocurre. Muchos niños viven con cierta "normalidad"
sufrir malostratos por parte de personas allegadas dado que no han conocido otra cosa.
Destacar que, en general, los niños que han sufrido importantes carencias afectivas,
dependiendo de la presencia de otros factores de riesgo, pueden desarrollar tanto conductas
externalizantes (conductas disruptivas, agresivas, violencia...) como internalizantes
(depresión, retraimiento, etc..), también una mezcla de ambas. El trato con este colectivo
debe basarse en encontrar un equilibrio entre marcar los límites y proporcionar un apoyo
afectivo que les permita desenvolverse con mayor seguridad en el entorno escolar. Es un
juego de equilibrios no siempre fácil de poder regular en nuestro medio.
Acciones
En este apartado vamos a tratar de orientar la actuación según la información recogida hasta
ahora. En un primer momento se ha procedido a la identificación del individuo o grupo
problemático, posteriormente hemos aportado pistas acerca de las características generales
de la actuación dependiendo del tipo de factores de riesgo predominantes en un individuo
concreto. Ahora es necesario elegir cual es el plan de actuación o estrategia a seguir.
UNIDAD DE APRENDIZAJE N° 7
Alumnos con Trastornos Generalizados del Desarrollo (T.G.D). o espectro autista, Trastorno
de Asperger en Educación Especial
En estos ámbitos las técnicas más utilizadas son los procedimientos operantes. En
particular el Refuerzo positivo y negativo, el Modelado, el Tiempo Fuera, la Retirada de
Atención o el castigo en algunas de sus variantes.
Autismo
En general, los niños con T.G.D. comparten muchos de los síntomas de disfunción social y
comunicativa que presentan los del Trastorno Autista. No hay una única terapia que funcione
bien para todos los niños. La mayoría de profesionales y familias utilizan un conjunto de
métodos que incluyen la modificación de conducta, educación estructurada, medicación de
algún tipo, etc... En conjunto todas estas técnicas van encaminadas a minimizar el impacto
de los comportamientos negativos que interfieren en el aprendizaje del niño, al tiempo que
procuran estimular las conductas más normalizadas.
En general podemos afirmar que, el tratamiento o la intervención en los T.G.D. debe hacerse
en función de los síntomas y características de cada persona y no en función del diagnóstico
en sí mismo. Hemos explicado en la evaluación de los T.G.D la diversidad de
manifestaciones y la singularidad de cada caso, planteando la necesidad del enfoque de
caso único.
A medida que aprendemos a anticipar ciertos estados o situaciones del niño, las conductas
pueden mejorar. No negaremos que, con frecuencia, estas conductas pueden ser el
resultado de una mezcla entre una demanda que hay que interpretar pero también el fruto de
unos malos hábitos aprendidos.
Con demasiada frecuencia, la familia sufre excesivamente y como parte de esta situación
desagradable se crean y mantienen nuevos sistemas de relación familiar. La familia busca su
propio equilibrio y en esta necesidad surgen autolimitaciones en su vida cotidiana. Algunas
familias, ante las conductas disruptivas, agresivas o desadaptadas pueden renunciar a
ciertas salidas o visitas a lugares o personas conocidas con tal de evitarse males mayores.
Las relaciones con los hijos pueden derivar a una relación coercitiva en la que el niño ejerce
de verdadero tirano contra sus padres si no se han sabido poner los límites a tiempo. La
presencia de una diagnosis clínica, de un trastorno psicológico, por muy severo que sea, no
debe ponernos trabas a la hora de intervenir a nivel psicológico, si con ello logramos
minimizar o normalizar tales conductas.
El mensaje positivo que cabe lanzar es que cada niño dentro de los T.G.D. tiene su propio y
peculiar potencial de aprendizaje. Es el deber de los diferentes profesionales el encontrarlo
para llevarlo al máximo de su nivel de funcionamiento en todos los ámbitos.
Objetivos de la intervención:
En la evaluación de los T.G.D. se han delimitado las áreas de interés en las que debemos
recoger datos para trazar el correspondiente plan de intervención psico-educativo. Ahora hay
que delimitar cómo vamos a intervenir:
Sistemas alternativos de comunicación
Sin duda, la comunicación es uno de los objetivos más importantes a trabajar con los niños
con T.G.D. Éstos procesan mucho mejor la información visual, espacial y concreta, teniendo
más dificultades para manejar la información no visible, temporal y abstracta, estas tres
últimas características son las propias del lenguaje convencional, área en la que tienen su
principal escollo.
Se insiste en que es el sistema el que debe adaptarse a cada niño y no al revés. Es probable
que se necesite probar o experimentar diferentes procedimientos antes de encontrar el que
nos funcione con un niño particular.
Los sistemas de signos, suelen ser adquiridos con cierta facilidad por muchos de los niños.
La expresión oral con la que acompañaremos la producción de signos al comunicarnos con
el niño, pueden proporcionarle una información adicional que, en muchos casos, asimila y
memoriza, identificando perfectamente las demandas verbales aún no siendo capaz de
producirlas.
Los sistemas de signos se van incorporando progresivamente mediante técnicas de
modelado y aproximaciones sucesivas. Cada niño tendrá su propio ritmo para aprender. En
los casos de mayor afectación es posible que el que el lenguaje de signos tampoco acabe de
funcionar. Es entonces cuando los sistemas meramente visuales se convierten en los
elementos de elección.
Estos pictogramas, con el entrenamiento adecuado, pueden utilizarse en dos sentidos muy
concretos:
o Que el niño pueda efectuarnos una demanda señalando el objeto adecuado (por
ejemplo ir al baño o pedir agua).
o Anticiparle al niño una situación concreta (por ejemplo que es hora de comer, que
tiene que ir a la escuela, etc.).
o Muchos niños tienen la capacidad para asociar un pictograma con un objeto o acción
determinado, sin embargo, puede que se produzca una cierta indiferencia hacia el
sistema, en especial, en aquellos niños que son relativamente autónomos y que en
espacios conocidos son capaces de satisfacer sus necesidades primarias (comida,
etc.) por sí solos. En las situaciones desconocidas o espacios nuevos es dónde
realmente se puede poner a prueba si el niño ha interiorizado el significado de los
pictogramas.
Finalmente señalar que hay casos en los que el sistema pictográfico con dibujos, cuando es
demasiado abstracto, puede no funcionar para algunos niños. Es el momento para probar
con imágenes reales. Puede empezarse con imágenes de objetos muy conocidos para el
niño (alimentos preferidos, objetos de su vida diaria referidos al aseo, cocina, clase, casa,
etc.) para pasar luego a las imágenes de lugares o situaciones concretas y habituales.
Los fines a conseguir serán los mismo que hemos descrito con los pictogramas, es decir,
dotarle de una vía comunicativa para que él pueda efectuar demandas pero también que le
podamos anticipar una situación o requerirle algo.
El Sistema PECS: Este sistema funciona muy bien y parece que los niños aprenden con
cierta rapidez. El sistema consiste en consolidar un intercambio. Éste se ejecuta a partir de
coger un símbolo (objeto real, foto, etc.) de un panel y entregarlo al adulto en señal de
demanda. Así si un niño aprende a que tras la presentación del objeto se deriva una
consecuencia. Estos objetos están adheridos al panel con velcro para facilitar su manejo.
Forma parte fundamental del proceso averiguar el nivel de discriminación del niño. Es decir,
averiguar si entiende los símbolos o debemos funcionar con imágenes u objetos reales.
Potenciando este tipo de asociación e incrementando progresivamente el número de objetos
podemos ir construyendo un vínculo comunicativo más eficaz.
Para establecer estos sistemas hace falta constancia y la complicidad de los padres que
garanticen su práctica también en casa, sólo así los resultados serán óptimos. Nuestro
objetivo es dotar al niño de herramientas que pueda utilizar para comunicarse en cualquier
situación.
El Método ABA
ABA son las siglas de "Applied Behavioral Analysis" (Análisis Conductual Aplicado). Este
método fue introducido por el psiquiatra Ivar Lovaas en la Universidad de UCLA. Se trata de
un tipo de análisis de comportamiento aplicado, y por tanto, utiliza los métodos de la
modificación de conducta adaptada para su uso en los T.G.D y Autismo, principalmente en
niños de edad pre-escolar. La intervención se dirige a la mejora de las habilidades
comunicativas pero también hacia aquellas conductas que deben corregirse o minimizarse.
El moldeamiento paso a paso, el refuerzo, la retirada de atención, etc. constituyen los
elementos claves. En su forma original, la terapia es intensiva comprendiendo de 30 a 40
horas semanales.
El método divide las diferentes tareas, aún complejas como el lenguaje comunicativo, en una
serie de pasos jerárquicos; cada uno de los cuales prepara el camino para el próximo. De
forma coordinada y conjunta, terapeutas y padres trabajan para crear un medio ambiente
estructurado, con actividades planificadas y una forma coherente de aprendizaje. El niño es
reforzado (premiado) por la superación de cada pequeño paso. Gradualmente los niños van
interiorizando lo aprendido siendo capaces de integrar toda la información aprendida.
Lovaas (2000) afirma que el ABA emplea métodos que se basan en principios científicos del
comportamiento: los niños autistas no aprenden de forma natural en los ambientes típicos,
como lo hacen los demás niños. Se hace entonces necesario la construcción de un entorno a
medida del niño para que seamos capaces de enseñarle comportamientos socialmente útiles
al tiempo que reducimos los problemáticos.
Algunos estudios afirman que se han producido mejoras muy notables en más del 50% de
los casos tratados con el método, si bien, como ocurre casi siempre, necesitamos más
estudios y un mayor control sobre las diferentes variables para establecer su eficacia.
En los primeros contactos, la persona extraña en el entorno del niño puede causarle cierto
desasosiego. El terapeuta debe limitarse a observar en el entorno natural del niño, qué hace
y cómo, qué le gusta, qué habilidades tiene....En la primera aproximación puede utilizarse
algún elemento de interés para el niño (una actividad que le guste, la música, un juego
determinado). Hay que ser paciente. No forzar la situación. Ir poco a poco. El niño debe
familiarizarse primero con nuestra presencia, luego intentaremos dar un paso más y
consolidar algún canal de interacción. En el establecimiento de éste canal habrá pasos
adelante y atrás, esto forma parte del proceso. No podemos llegar, sentarnos al lado de él y
pedirle que trabaje cuando nosotros queramos. Siempre son ellos los que tienen la llave para
abrirnos su puerta y darnos permiso para interactuar con ellos.
Son selectivos con las personas. Evidentemente, las primeras actividades serán restringidas,
peculiares y estereotipadas, pero pueden servirnos para romper, en un primer momento, la
barrera. Hay niños que disfrutan de juegos motrices con una pelota u objeto determinado.
Mejor que establezcamos una rutina previsible. Posteriormente y ya establecido un vinculo
mínimo se deberá proceder al planteamiento de la intervención.
o Insistir en que cada caso es único. Lo que funcione bien a un niño, no tiene por qué
funcionar en otro. Los programas serán personalizados.
o Estos niños tienen problemas para generalizar de una situación a otra, por ejemplo,
algo aprendido en la escuela no se pondrá en práctica en casa o viceversa.
o Hay que ser constantes en la aplicación del tratamiento de los diferentes problemas.
Tiene que darse una complicidad y coordinación total entre la familia y los demás
profesionales que intervienen, tanto en la escuela, en casa, como en otros entornos.
o Estos niños funcionan mejor en un ambiente previsible y estructurado. Los cambios
deben ser anticipados y, en todo caso, introducidos, a ser posible, de forma gradual.
o Las técnicas de modificación de conducta han demostrado ser altamente eficaces en
la eliminación o creación de conductas. Comportamientos agresivos, impulsivos o
desafiantes pueden ser corregidos. No obstante deberemos ajustar las técnicas a las
peculiaridades de cada niño. El método ABA ha demostrado una alta eficacia en este
sentido con sesiones y asesoramiento intensivos.
o A nivel de comunicación y relación social pueden beneficiarse mucho de programas
estructurados como los descritos con los SCP o PECS.
o Incorporar sistemas visuales de apoyo con diferentes grados de abstracción.
Encontrar el punto de funcionamiento del niño con ellos. Si el niño no acaba de
comprender la simbología abstracta hay que probar con imágenes de fotos reales.
o Respete sus tiempos. Algunos niños se muestran especialmente "desconectados" de
su entorno inmediato en ciertos momentos o situaciones. Cuando ello ocurre se hace
especialmente difícil poder interactuar con ellos. Debemos buscar un equilibrio entre
respetarle unos tiempos de desconexión con otros en los que debe trabajar.
o Establecer metas a corto, medio y largo plazo. Ir paso a paso, debemos ser capaces
de conseguir pequeños logros siendo conscientes de la grandeza de estos pequeños
pasos. Concretar los objetivos. Por ejemplo, a nivel conductual, podemos intervenir
para tratar de establecer el control de esfínteres, si no está establecido, antes de
centrarnos en conseguir grandes cambios.
o Insistir en la necesidad de la intervención multidisciplinar (psicólogo, neurólogo,
pediatra, logopeda, fisioterapeuta, maestros especializados, etc.), su correcta
coordinación y la complicidad de la familia con todos ellos en un clima favorable. El
colegio de Educación Especial o, en el mejor de los casos, la Escuela Ordinaria serán
también elementos vitales en la intervención psicoeducativa.
Asesoramiento a padres
El asesoramiento psicológico a las familias con niños T.G.D. es, pues, fundamental.
Trazadas las líneas de intervención en los diferentes aspectos que sean requeridos, el
asesoramiento supone una búsqueda de complicidades y coordinación entre todos los
agentes implicados en el tratamiento del niño. La familia debe ser entrenada para que sea
capaz de manejar convenientemente todos las técnicas psicológicas precisas para su
aplicación en el ambiente familiar.
Algunos padres muestran ciertos temores o dudas en cómo reaccionar cuando se producen
conductas agresivas o disruptivas. En ocasiones, no son capaces de distinguir entre lo que
es consecuencia de su propio trastorno o de un hábito mal aprendido. Otras veces pueden
aflorar sensaciones de pena y una falsa creencia en que deben tolerarse ciertas cosas
debido a los problemas que presenta el niño. También puede ocurrir cierto cansancio o
sensación de que no hay remedio a pesar de haber probado muchas cosas. Las
consecuencias de una sobre-protección o tolerancia excesiva ante ciertos comportamientos
pueden ser muy negativas.
Los estilos de afrontamiento: Cada grupo familiar, cada pareja con un hijo que presenta el
trastorno tiene su propia forma de encajar y vivir el problema. El proceso de duelo, que
acompaña desde el mismo momento del diagnóstico, toma diferentes caminos. Algunos
padres, tras el peregrinaje a los diferentes especialistas, adoptan un postura activa
implicándose en la recopilación de información, agotando todas las posibles vías de solución
y creando o dando soporte de forma activa a asociaciones con intereses comunes. Estos
padres se convierten en verdaderos especialistas sobre el tema y configuran así su propio
proceso de aceptación del problema.
En el otro extremo hay personas que ven las cosas más oscuras y tienen verdaderas
dificultades para explicarse el porqué les ha tocado a ellos. La culpabilidad o la
desesperanza son malos compañeros de viaje y deberían tratarse aparte si aparecen. Hay
que aprender a vivir con el problema y ello quiere decir no renunciar a nada de lo que la vida
nos ofrece. El problema no está en que debamos renunciar a parte de nuestros espacios
personales o lúdicos, sino como hacerlo compatible dentro de nuestras posibilidades y
circunstancias.
La evaluación de los niños con T.G.D. deberá efectuarse desde un enfoque multidisciplinar.
En primer lugar la evaluación médica y neurológica debe aportar una historia detallada desde
el nacimiento, su desarrollo, exámenes o pruebas físicas y neurológicas. En algunos casos
será necesaria la realización de estudios del cariotipo para detectar posibles anomalías
cromosómicas como el Síndrome X Frágil.
Evaluación psicológica
Sin duda constituye un reto profesional el abordar la evaluación y/o intervención a niños con
Trastornos Generalizados del Desarrollo. Las dificultades son múltiples y vienen siempre
condicionadas por el patrón desigual e irregular del trastorno. La expresión oral, la
motricidad, la capacidad sensorial y cognitiva, son sólo algunas de las áreas que pueden
presentar disfunciones importantes.
Las diferentes pruebas psicológicas con las que habitualmente trabajamos con niños que no
presentan el trastorno, pueden resultar inaplicables o darnos unos resultados que no están
de acorde a la realidad del niño. Pruebas de capacidad intelectual como las escalas
Weschler (WISC-R, WISC IV) deben utilizarse con precaución y sólo en aquellos casos que
la expresión oral esté algo preservada. La mayoría de pruebas se han baremado con
población normal (no clínica), por tanto, en el caso de que se apliquen debemos ser
cautelosos con la información resultante.
Existen diferentes baterías, inventarios y escalas del desarrollo (Gesell, Battelle, Bayley...)
que pueden proporcionarnos una información valiosísima, ya que nos señalan el punto
donde se encuentra el niño dentro de cada una de las diferentes áreas propuestas (en las
baterías Battelle: áreas personal, social, adaptativa, motora, comunicación y cognitiva). Esto
se lleva a cabo determinando una edad (según baremos) para cada área. Así un niño de 5
años con alta afectación en la área motriz puede dar una edad de desarrollo en esa área de
tan sólo 2 o 3 años, ello nos da una idea del retraso que presenta siempre comparado con el
grupo normativo.
Hay pruebas más específicas para el Autismo como la ADI-R, publicada por Tea Ediciones.
Estas pruebas son básicamente entrevistas estructuradas y se basan en la información
proporcionada por los padres, maestros o el propio psicólogo.
Objetivos de la Evaluación
La pregunta que muchas personas se hacen a la hora de evaluar a nivel psicológico un niño
T.G.D. es precisamente:
¿Qué evaluar?: El paso previo para una evaluación exhaustiva en los T.G.D. pasa por una
comprensión clara de lo que son los diferentes trastornos del espectro y un conocimiento de
sus diversos modelos teóricos (Teoría de la Mente, etc..). Pero no basta con conocer la
teoría, los T.G.D. requieren de un acercamiento con una mentalidad abierta. Debemos ser
especialmente sensibles a la realidad de cada niño, su forma peculiar de funcionamiento, su
margen de movimiento o potencial de aprendizaje.
Vamos a evaluar todo aquello que preocupa a los padres en su comportamiento, en lo que
hace y también en lo que deja de hacer, sin olvidar aquello que quizás aún no es visible
todavía o no se le da importancia.
Muchos de estos niños, sobre todo los que mantienen conservadas parte de sus
capacidades intelectuales, pueden adaptarse al mundo y desarrollar estrategias para
compensar sus limitaciones, es por ello que se hace necesario una evaluación a medida y el
ofrecimiento de ayudas por parte de los diferentes profesionales implicados a lo largo de
todo su ciclo vital.
Se han señalado 4 áreas importantes en las que centraremos nuestra atención:
Es preciso conocer y explorar las diferentes capacidades sensoriales (oída, vista e incluso
tacto) para tratar de potenciar el canal comunicativo más eficaz.
Estas y otras muchas preguntas deben ser planteadas durante la evaluación. Necesitamos
además mucha capacidad de observación, constancia, trabajo y mucho sentido común.
Ayudará el conocer cuáles son sus objetos, juegos o actividades preferidas para utilizarlas
como motivadores para las tareas de evaluación.
Para evaluar todas estas cuestiones se utilizará la entrevista con los padres y un registro de
todos los hábitos asumidos o no por el niño. Es también necesario conocer el historial
médico y si el niño presenta problemas a nivel orgánico (crisis epilépticas, complicaciones
oftalmológicas, problemas en la deglución o asimilación de ciertos alimentos, trastornos
motrices, etc...). A partir de estos datos se puede configurar el plan de intervención en base
al registro de conductas y posteriores técnicas de modificación de conducta, si procede.
El registro detallado de cada una de estas manifestaciones así como sus antecedentes ¿qué
ocurre antes de efectuar la conducta? ¿Dónde se produce o delante de quién? o
consecuentes ¿qué le ocurre al niño cuando efectúa la conducta? ¿es castigado, se le
consiente? Estos datos deberán ser recogidos mediante registros y serán claves para trazar,
si procede un plan de intervención.
Las primeras conductas sobre las que se debe intervenir son las que suponen un riesgo para
el propio niño u otros. También aquellas de las que se deriven un malestar acusado en el
seno de la familia. Hay que eliminar o minimizar conductas pero también deberemos
proceder a incorporar nuevas conductas que no están presentes o lo están de forma
intermitente. Enseñar o modelar conductas para mejorar aspectos de los hábitos cotidianos
mencionados anteriormente (comida, higiene, control esfínteres, etc...) o enseñar habilidades
de relación con los otros o técnicas de autocontrol para niños que cursan con hiperactividad.
Por tanto, deberemos registrar también aquellas conductas que queremos establecer pero
que actualmente no están presentes en el repertorio del niño.
Otras áreas
Otras áreas de interés a la hora de evaluar son la familiar y la escolar. En la primera hay que
conocer cuáles son las necesidades de la familia, cómo les ha alterado su vida cotidiana,
cómo han aceptado el diagnóstico y, en el caso de que haya hermanos, cómo se lo han
explicado.
Si el niño asiste a una guardería o escuela se deberá también recoger información acerca de
su funcionamiento en estos lugares mediante entrevista a los maestros o cuidadores y
estableciendo también registros conductuales si son necesario.
Síndrome de Asperger
Parece muy claro, que su incidencia en la población es bastante más frecuente que la del
autismo clásico. En cuanto al sexo de los afectados, es en los varones en los que se
manifiesta con mayor proporción. Según datos de la Federación Asperger de España la
incidencia del S.A. en nuestro país se sitúa de 3 a 7 niños por cada 1.000 (de entre 7 a 16
años). Estos datos suponen que la prevalencia del autismo tipo Asperger es muy superior
respecto a la del autismo clásico.
Características Generales
Hans Asperger, ya en sus primeras descripciones, hablaba de unos niños con sociabilidad
disminuida por su falta de interés por las ideas, sentimientos de otras personas o por el juego
de otros niños (niños solitarios, en su mundo, egocéntricos) o con una sociabilidad anómala
ya que, cuando entraban dentro de la relación social, lo hacían de una forma que los otros
etiquetaban de extraña.
Estos niños suelen utilizar un lenguaje pedante, como profesores, con tecnicismos, a veces,
con una entonación peculiar, que los hace extremadamente raros, haciendo que parezcan
personas mayores. En ocasiones, su lenguaje es acompañado de ideaciones mentales o
palabras inventadas, que no se ajustan a la realidad. Al ser preguntados por las mismas
suelen tolerar muy mal que se les corrija, contradiga, o que se les interrumpa en su
exposición. Ello puede provocar una reacción airada o fuera de tono del niño que
simplemente "no comprende que no le comprendan".
Otra característica a destacar es la restricción en sus áreas de interés. Estos intereses son
únicos e intensos, de tal forma que dominan totalmente su vida. Las ciencias naturales,
números, tecnología, trenes, etc...son algunas áreas de su interés y en los que pueden llegar
a ser verdaderos expertos en la materia y aplicar en ella una creatividad inusitada. La
memoria puede estar extremadamente desarrollada para áreas específicas de su interés.
Son niños que pueden tener un nivel de inteligencia dentro de la normalidad, incluso superior
(en áreas concretas), aunque presentan, a menudo, alguna alteración en el uso del lenguaje.
No entienden el lenguaje metafórico y difícilmente los chistes. El tono de la voz es plano sin
ningún atisbo emocional. Tienen un sentido del humor especial, diferente. A diferencia de los
autistas clásicos, los Asperger suelen expresar el deseo de adaptarse socialmente y tener
amigos, al menos, desde el momento que empiezan a ir a la escuela. Sin embargo, pronto se
suelen sentir profundamente frustrados y desilusionados por sus dificultades sociales. El
problema no es tanto una falta de deseo de interacción sino una falta de efectividad para
establecer o mantener relaciones.
Sencillamente no saben cómo "conectar" socialmente con sus iguales. Pese a todos estas
limitaciones, cuando un sujeto con S.A. logra establecer un vínculo de amistad con otro
compañero y se siente comprendido, suele mostrarse como un amigo incondicional, fiel y
honesto. Sin embargo, difícilmente entenderán que este amigo pueda compartir también la
amistad o el tiempo con una tercera persona. Los sujetos con S.A. siempre dicen lo que
piensan aunque sea "socialmente
Inadecuado, incorrecto o inoportuno" y no entienden por qué no debe ser así. Como ocurre
con otros trastornos que cursan con déficits de las habilidades sociales o de la capacidad
intelectual, no existen dos niños iguales y cada caso puede presentar peculiaridades
específicas, si bien todos ellos presentan desviaciones o anormalidades en estos tres
aspectos del desarrollo:
Es importante destacar que el S.A. tiene una alta comorbilidad con otros trastornos del
desarrollo :
Dada esta comorbilidad, suele ocurrir, debido todavía al desconocimiento del trastorno, que
algunos niños presenten diagnósticos erróneos con las limitaciones que ello supone para su
correcta intervención. Es frecuente que niños diagnosticados de S.A. lo hayan sido antes de
T.D.A.H. Probablemente habrá que tratar la sintomatología de la hiperactividad, pero sin
perder de vista que ésta es sólo una manifestación más de un trastorno más complejo.
El niño preescolar: No existe un cuadro único y uniforme del síndrome en los primeros 3 o
4 años. El cuadro temprano puede ser difícil de distinguir del autismo más típico. Algunos
niños pueden tener retrasos en el desarrollo temprano del lenguaje, con una "recuperación"
rápida entre los tres y los cinco años. Hay que tener en cuenta que algunos de estos niños,
en general, los más inteligentes, pueden no presentar ningún retraso en su desarrollo
temprano a excepción de cierta torpeza motora.
El niño en Primaria: Es frecuente que en esta etapa el niño no haya sido todavía
diagnosticado adecuadamente. Ya se ha presentado cierta problemática conductual
(hiperactividad, falta de atención, agresión, rabietas...). Probablemente a estas alturas, el
niño ya habrá sido catalogado como "inmaduro" por sus escasas habilidades sociales y su
forma "especial" de comportarse. Sin embargo el niño puede ir consiguiendo progresos
importantes en la escuela en ciertas áreas como la lectura mecánica o el cálculo. El profesor
se sorprenderá probablemente al ver las áreas de interés obsesivas del niño que, a menudo,
entorpecerá el curso normal de la clase pero en las que puede ser sobresaliente. Pueden
tener gran memoria para recordar la información que es de su interés.
La mayoría de niños Asperger mostrarán algún interés especial en hacer alguna amistad.
Puede ser un niño o un grupo en concreto, pero tendrá dificultades en mantenerlas ya que el
contacto será superficial. La falta de empatía, de percibir las emociones de los otros, de
comprender las claves sociales será un obstáculo duro.
En este punto la cosa puede complicarse ya que el niño suele ser marginado e incluso ser
objeto de burlas por parte de sus compañeros que lo ven como un "bicho raro". Tiene
también dificultades en la toma de decisiones y, cuestiones banales para cualquier joven,
pueden ser para él motivo de gran angustia. En esta etapa pueden aparecer episodios de
depresión en parte debido a la frustración por no entender el mundo que les rodea.
El adolescente asperger puede establecer amistad con otros estudiantes siempre que
compartan sus intereses en áreas tales como los ordenadores, matemáticas, ciencias
naturales, etc...Con un tratamiento adecuado los asperger pueden desarrollar una serie de
capacidades y habilidades de adaptación que les haga un poco más fácil su camino. Muchos
asperger se han convertido de adultos en brillantes catedráticos, científicos, etc..., llevando
una vida bastante "normal", si bien los problemas sociales ahora se pueden trasladar al
terreno emocional y de relación con la pareja.
A pesar de que son las personas diagnosticadas de Trastorno de Asperger las que
sufren mayor demora diagnóstica (en general, de algo más de 5 años), son estas
familias las que valoran el proceso diagnostico más positivamente.
Son las familias de personas dentro de la categoría de "Sospecha de autismo o
T.G.D.", las que más insatisfechas se muestran con el proceso diagnóstico (a pesar
de que la demora de este subgrupo sea de dos años y tres meses de media)
Estas diferencias se mantienen en todos los aspectos valorados; es decir, siempre
son las familias de personas diagnosticadas de Trastorno de Asperger las que mejor
valoran cada uno de los aspectos relacionados con el diagnostico; igualmente,
siempre son las familias de personas dentro de la categoría de "Sospecha de
Autismo" las que peor los valoran.
Estrategias de intervención
Hemos descrito al niño con S.A. con una peculiar forma de entender el mundo y de
relacionarse con sus iguales. Ello no es fruto del capricho o las circunstancias ambientales
del entorno del niño, sino de un funcionamiento neuropsicológico del que nos falta mucho por
desvelar. Intentar entender este funcionamiento es vital para afrontar con éxito la elaboración
de un programa educativo y conductual adecuado. El S.A. supone limitaciones en áreas
como la social, pero no olvidemos sus puntos positivos que son bastantes. Su conocimiento
es vital para trazar un plan de intervención eficaz.
las estrategias pueden concretarse en:
A nivel de tratamiento médico, no existe ningún fármaco específico para el S.A., sin embargo
puede resultar necesario tratar los síntomas, por ejemplo, como en el caso de que exista
hiperactividad excesiva. Cada niño es distinto y cada edad merece unas pautas concretas.
El Mutismo Selectivo
El mutismo selectivo es un problema de inhibición del habla que suele tener su inicio en la
etapa preescolar. El trastorno se caracteriza porque el sujeto, pese a tener la capacidad del
habla conservada, inhibe selectivamente la respuesta verbal delante de determinadas
situaciones sociales o lo restringe a ciertas personas “de confianza” de su entorno familiar
(normalmente padres y hermanos).
Los que hemos trabajado con niños que presentan mutismo selectivo, sabemos de la gran
variabilidad que pueden presentan en sus interacciones sociales. Algunos de ellos disfrutan
activamente del contacto con los demás y juegan sin mayores problemas, sin embargo,
permanecen en silencio. Hay otros que desarrollan con el amigo más cercano estrategias de
comunicación alternativa (signos, miradas, gestos, etc.). Hay también otro grupo que
considera la mayor parte de las interacciones sociales incomodas y no participan en
absoluto. Por tanto, estamos delante un mismo trastorno que puede tomar diferentes niveles
de expresión y afectación social.
Algunos estudios parecen avalar la hipótesis de una posible relación entre mutismo selectivo
en la niñez con fobia social en la etapa adulta, lo que les lleva a plantear una misma base
común que tomaría formas diferentes. Esta base la constituirían factores de tipo ansiógeno
ante situaciones sociales. No obstante, siguiendo a algunos autores, parece razonable
considerar que el mutismo selectivo y la fobia social pueden compartir el supuesto de estar
definidos por patrones de respuestas de ansiedad y, en este sentido, constituir el primero un
factor de vulnerabilidad en relación con el segundo en determinadas circunstancias, pero sin
olvidar que entre ambos existen notables diferencias tanto en el contexto evolutivo como en
relación con el sistema cognitivo.
Según los criterios diagnósticos del DSM-IV-TR, el mutismo selectivo debe presentar las
siguientes características:
Criterios DSM-IV-TR:
Epidemiología
Muchos de estos niños han mostrado, en algún momento de su desarrollo, formas leves o
moderadas de ansiedad de separación. También timidez excesiva, aislamiento y retraimiento
social, negativismo, tartamudeo, enuresis y conducta oposicionista o manipuladora en el
hogar.
Hay que destacar que, en algunos casos, el inicio del problema se da a edades tempranas
como consecuencia de los factores antes señalados de timidez o ansiedad. No obstante, el
problema puede prolongarse más allá de la edad de inicio debido, también, a factores
familiares como un exceso de protección y la acomodación a sistemas alternativos no
verbales que se consolidan.
Igualmente. una excesiva atención a estos comportamientos silenciosos por parte de los
padres o algunos familiares pueden reforzar en el niño dichas conductas al obtener una
atención “extra”. Esto puede ser especialmente cierto cuando además se dan circunstancias
especiales de tipo afectivo como puede ser la presencia de un hermano más pequeño (celos
y necesidad de tener más protagonismo).
Modelos explicativos
Se han propuesto diferentes variables explicativas que pueden estar en la base del mutismo
selectivo y que se engloban en uno u otro de los dos grandes modelos que se exponen a
continuación.
En primer lugar, la perspectiva biologicista plantea la hipótesis de que existe una base
orgánica en la etiología del mutismo. Algunos investigadores han hallado relaciones entre
este trastorno y determinadas alteraciones cromosómicas tales como el Síndrome X Frágil
o la alteración en el cromosoma 18. No obstante no se ha llegado a conclusiones definitivas
y los estudios sólo sugieren una posible relación pero, no queda probada ninguna relación
causa-efecto.
Parece más probado el hecho de una mayor presencia de antecedentes de ansiedad, fobias
y depresión en familiares directos del grupo de sujetos con mutismo selectivo frente a grupos
de control. Esto podría indicar la presencia de ciertos factores de vulnerabilidad transmitidos
genéticamente, sin menoscabo de la influencia que puede ejercer en los niños la
observación directa de ciertos modelos familiares.
Evaluación
La evaluación psicológica en casos de mutismo selectivo comprende diferentes instrumentos
y estrategias. El objetivo es obtener un retrato de todos los elementos y factores que pueden
estar influyendo en la génesis y mantenimiento del problema.
En primer lugar es necesario recoger exhaustivamente los datos evolutivos del niño/a desde
el embarazo hasta la actualidad. También la estructura de la familia mediante un
organigrama (padres, hermanos, abuelos, etc.) y las actuales circunstancias del entorno.
Todo ello puede llevarse a cabo mediante entrevista a los padres.
En el BASC, los niños con mutismo selectivo (según datos recogidos en nuestro gabinete
con varios casos) suelen puntuar significativamente alto en la Escala de somatizaciones y
bajo en la de Habilidades adaptativas.
Complementariamente puede resultar útil introducir test proyectivos (familia, casa, etc.). En
algunos casos será necesaria la observación estructurada, por parte del profesional, en los
ámbitos naturales del niño. También son de gran utilidad filmaciones en video facilitadas por
la familia.
Intervención y tratamiento
El tratamiento del mutismo selectivo comprende una serie de actuaciones que deben afrontar
al menos tres problemas básicos que suelen darse paralelamente al mutismo propiamente
dicho:
En general, se admite la eficacia del tratamiento conductual del mutismo selectivo cuando el
sujeto todavía habla a una o más personas (normalmente padres y hermanos). Las
estrategias a seguir generalmente conllevan la exposición del sujeto a las situaciones en las
que éste inhibe el habla.
Automodelado
El AGFT consiste en la exposición del sujeto a una jerarquía filmada de secuencias de auto
moldeamiento (previamente trucada) que progresa a lo largo de cinco fases, que incluyen
desde la respuesta monosilábica hasta el comportamiento final deseado (preguntar y
contestar espontáneamente a preguntas realizadas al conjunto de los sujetos en situación
grupal).
Reestructuración Cognitiva: Esta técnica cognitiva puede ser muy útil para trabajar y
reducir los pensamientos negativos, irracionales o exagerados que acompañan a estos niños
y como estrategia complementaria a las otras técnicas apuntadas.
Apuntes finales:
En niños hiperactivos o con sintomatología T.D.A.H. las técnicas habituales de elección son la
economía de fichas y las restantes técnicas operantes. Las estrategias paradójicas pueden
utilizarse puntualmente (en caso de rabietas u otras conductas disruptivas) y como parte de un
sistema más completo de actuación. En niños a partir de 8 o 9 años y con suficiente nivel
cognitivo puede también utilizarse el Principio de Premack.
Este tipo de trastorno es uno de los más estudiados dentro del ámbito del comportamiento.
Se trata de un cuadro clínico que afecta mayoritariamente a niños en edad escolar y en
niveles de primaria o elemental. El trastorno hipercinético es el trastorno infantil más
frecuente. Se considera que alrededor del 50% de los niños remitidos a salud mental infanto-
juvenil son diagnosticados en algún u otro grado de T.D.A.H. Aunque la máxima incidencia
se da entre los 6 y 9 años, el pico de los trastornos hipercinéticos suele producirse hacia los
3 años. Lo que ocurre es que el diagnóstico no suele efectuarse hasta que el niño comienza
la primaria y la situación de aprendizaje formal requiere unos patrones estructurados de
atención y concentración que no se hallan presentes en el repertorio del niño. Es entonces
cuando el trastorno se pone de relieve por las alteraciones que produce en el ritmo del
aprendizaje.
Características Generales
1. Los Trastornos hipercinéticos, suele darse con mayor frecuencia entre los primeros
hijos de la pareja. Los primeros síntomas pueden aparecer muy tempranamente. La
madre puede referir que el feto presentaba movimientos "excesivos" durante la
gestación y comparándolo a embarazos anteriores. Alrededor de 1/3 de las madres
de niños T.D.A.H. comentan que el niño empezó a presentar dificultades desde el
primer año de vida y que éstas se intensifican con la llegada de la deambulación.
2. Repasando los antecedentes familiares de niños con T.D.A.H., es frecuente encontrar
una incidencia de psicopatología superior a la normal. Esto incluye antecedentes de
hiperactividad, trastornos antisociales de la personalidad, abuso de alcohol u otros,
problemas matrimoniales, familiares, divorcios y, en algunos casos, negligencia en la
debida atención y cuidado hacia el niño.
3. El examen neurológico puede detectar inmadurez o determinadas alteraciones en la
percepción viso-motora o en la discriminación auditiva, si bien, sin signos importantes
de alteración de la agudeza visual o auditiva. Pueden presentar también alteraciones
de la coordinación motora en movimientos alternativos rápidos, en la discriminación
derecha - izquierda y, con cierta frecuencia, lateralidad cruzada o ambidestreza. En
ocasiones y en función de los síntomas presentados puede requerir, si aún no se ha
efectuado, una evaluación neurológica.
4. En general los niños con T.D.A.H. presentan las siguientes manifestaciones:
5. Una actividad excesiva o inadecuada no relacionada con la tarea o actividad que se
está realizando. Normalmente esta actividad es vivida como molesta o intrusiva por
parte de los que están con el niño.
6. Atención sostenida deficiente. Incapacidad para atender cualquier tarea durante un
espacio de tiempo mínimo.
7. Dificultades en el control o inhibición de impulsos en la conducta social o en tareas
cognitivas.
8. Problemas en el ámbito de la relación social con sus iguales y adultos, creando
impopularidad y rechazo.
9. Bajo rendimiento escolar. Difícilmente puede conseguir avanzar en el aprendizaje.
10. Autoestima baja. Las consecuencias de su poco autocontrol les hace muy
predispuestos s meterse en líos y situaciones conflictivas con sus iguales. Entre los
compañeros es impopular y esto acrecienta los sentimiento de baja auto-estima.
La atención selectiva se ha utilizado para medir el factor de "distraibilidad". Los niños suelen
interrumpir la tarea que están efectuando para prestar atención a estímulos irrelevantes para
la mayor parte de sus compañeros en una situación de clase. Esta capacidad de distracción
suele darse en situaciones muy rutinarias. Contrariamente, el niño, sí que puede ser capaz
de atender selectivamente aquellos estímulos que resulten de su interés o que le motiven.
Sería el caso de algunos juegos, actividades en el ordenador o deportes. Todos estos
aspectos deben ser clarificados antes de proceder a la intervención psico-educativa.
La Impulsividad
La impulsividad es el síntoma más persistente a medida que los niños hipercinéticos crecen
y el que mayores problemas pueden producirle, en especial, en la relación con sus
compañeros. Su impulsividad refleja un déficit evidente en el control de demora de la
respuesta. Este patrón obedece a un comportamiento Estimulo-Respuesta sin aparente
funcionamiento de los procesos inhibitorios.
Hay que señalar que el T.D.A.H. parece tener su origen en el desarrollo neurológico. Pero,
que dicho trastorno derive, cuando el niño se haga mayor, a problemas disociales,
dependerá más de los factores de riesgo familiares, sociales, culturales y económicos que
del propio trastorno neurológico.
Para conocer más acerca del control de niños con impulsividad visite este enlace.
Comorbilidad
Los trastornos hipercinéticos presentan una elevada tasa de comorbilidad con diversos
trastornos de conducta, trastornos de ansiedad, del humor, etc... En el área del aprendizaje
es donde se generan más problemas específicos como, el retraso en la adquisición de la
lectura, la escritura o las matemáticas (cálculo), que precisan de una atención sostenida.
Contrariamente a lo que se pueda creer, los niños T.D.A.H., pese a todas estas dificultades,
suelen tener un cociente intelectual dentro de la media y su incompetencia no sería tanto por
una carencia de las capacidades cognitivas básicas sino por una mala regulación de las
mismas.
Hay que separar, por tanto, a nivel diagnóstico, los niños que presentan la sintomatología del
T.D.A.H., con un cociente medio, de los niños cuyo cuadro del T.D.A.H. está asociado a
otros trastornos como el Retraso Mental o cualquiera de los síndromes genéticos que cursan
dentro de su cuadro clínico, también con estos síntomas.
Actualmente todo y que se siguen barajando diversas hipótesis, no parece haber un único
modelo explicativo que dé cuenta de modo satisfactorio de todos los casos de T.D.A.H. Es
decir, un caso particular puede ser causado por un factor distinto al que ha producido otro, o
dentro de un mismo caso clínico haber diferentes factores desencadenantes en diferente
grado. El trastorno, pues, debe conceptualizarse como la expresión final o vía común de
diversos factores de riesgo:
Diversas lesiones cerebrales se han asociado con un alto riesgo de presentar el trastorno
(pero no en todos los casos). Entre los posibles factores causales esteraría la hipoxia
(privación de oxigeno) perinatal y neonatal, otras complicaciones en el momento de nacer,
infecciones intrauterinas, parasitarias, meningitis, encefalitis, deficiencia nutricional,
traumatismo craneoencefálico y/o exposición a toxinas antes o después del parto. A este
respecto se han efectuado estudios (Thompson 1.989) en los que parece producirse una
cierta correlación positiva entre la presencia de altos niveles de plomo en sangre y trastornos
cognitivos y de conducta. Sin embargo, estos estudios no son concluyentes debido a que los
niños que presentaban los altos niveles de plomo pertenecían a los entornos más
desfavorecidos social y económicamente y, por tanto, con mayor posibilidades de presentar
otros factores de riesgo no controlados.
Un factor de riesgo muy conocido es el llamado síndrome alcohólico fetal que cursa, entre
otras, con hiperactividad, impulsividad, desatención y anomalías físicas. El síndrome se
presenta en las mujeres que cometen excesos o abusos del alcohol durante el embarazo.
Dietas: Algunos estudios han intentado someter a prueba la hipótesis de que ciertas dietas
pueden causar el trastorno. Hay dos vías de investigación, las llamadas dietas de inclusión y
las de exclusión. Las primeras suponen que la inclusión de ciertos elementos en la dieta del
niño tales como vitaminas o hierro pudieran mejorar la sintomatología. Estas afirmaciones se
basan en la sospecha de que ciertas carencias de estas sustancias podría estar implicadas
en la raíz del problema. Al respecto hay que volver a señalar que no hay conclusiones claras
al respecto y aunque no es descartable cierta mejoría en niños con carencias específicas, no
puede establecerse de forma rigurosa una relación de causa-efecto en todos los casos.
Factores de base orgánica: Se han efectuado diversos estudios buscando el origen del
trastorno en alteraciones orgánicas. Una de la líneas de investigación, actualmente vigente,
se centra en hipótesis bioquímicas de disfunción o desequilibrios en diferentes
neurotransmisores. Actualmente disponemos de datos que señalan una disminución de los
niveles de dopamina en el líquido cefalorraquídeo. Recientemente también se ha implicado a
la noradrenalina y la serotonina. Sin embargo, no podemos establecer hasta la fecha, una
relación causal entre las alteraciones bioquímicas y las conductas hiperactivas. Estos
desajustes en los neurotransmisores podrían indicar la presencia del trastorno pero sin poder
determinar si son causa o consecuencia del mismo.
En la etapa escolar la conducta del niño y su bajo rendimiento escolar es un agravante más,
suponiendo un estrés adicional a la familia, generando el temor a que el niño no sea capaz
en la etapa adulta de encontrar un empleo. Al mismo tiempo, con el aumento de las tasas de
divorcios, separaciones, familias monoparentales, familias mixtas, jornadas de trabajo
intensivas, se dispone de menos tiempo y, por tanto, de menos recursos afectivos para
atender debidamente a un niño hiperactivo. Todas estas situaciones tienen un impacto claro
en la génesis, desarrollo y mantenimiento del problema.
Como conclusión final señalar que, pese a las actuales investigaciones, no disponemos de
un factor clave como responsable único del T.D.A.H. Sí sabemos que probablemente en la
génesis del problema se encuentre un cruce de diversos factores de riesgo que en mayor o
menor grado van a generar la sintomatología. Es por eso que, previo a la intervención
psicológica, se hace necesaria una evaluación a fondo de todos los factores de riesgo antes
señalados.
Disponemos de diferentes herramientas para evaluar la presencia del T.D.A.H. Tres son las
vías fundamentales:
Las entrevistas.
Con menor relevancia para la diagnosis del problema se encontrarían las diferentes pruebas
tests de inteligencia que en todo caso nos aportarían la sospecha de un déficit atencional o
presencia de impulsividad pero sin valor diagnóstico por sí solas.
Intervención y tratamiento
Tratamiento Farmacológico
Recordamos que siempre debe ser el pediatra o médico, quien efectue la prescripción del
medicamento y su control. Este tipo de medicación no puede ser incorporada y retirada de
forma caprichosa por lo que se insiste en el asesoramiento profesional.
Actualmente se afirma que los mejores resultados terapéuticos se han conseguido cuando
se ha combinado el uso de medicación con la intervención psicológica a nivel conductual. La
eficacia de esta combinación se ha demostrado superior a un tratamiento basado sólo en el
fármaco o sólo en técnicas psicológicas.
Tratamiento psicológico
Actualmente la intervención psicológica en la hiperactividad supone la puesta en marcha de
diferentes estrategias y técnicas multicomponente. Algunas de ellas son específicas para el
niño y otras están destinadas a entrenar y formar a padres y educadores tanto en el ámbito
escolar como en el familiar. La implicación de padres y educadores es fundamental para
conseguir soluciones generalizadas y mantenidas.
Las técnicas de elección han sido clásicamente las técnicas de modificación de conducta
(refuerzo positivo y negativo, economía de fichas, coste de la respuesta, tiempo fuera,
contratos, etc..). Hoy en día se han añadido técnicas provenientes de la psicología cognitiva
como las autoinstrucciones o solución de problemas. Respecto a los padres se han creado
diferentes modelos del llamado "Entrenamiento de padres", en los que se les enseña a
manejar todo este repertorio de estrategias conductuales con sus hijos.
El uso de la relajación mediante juegos apropiados es buen sistema para intentar controlar
la impulsividad.
Una técnica muy utilizada con los niños es la denominada "Técnica de la tortuga". Se aplica
individualmente o en grupo y se intenta que el niño se identifique con el personaje (la
tortuguita), la cual tiene numerosos problemas en el colegio por su impulsividad. Otro
personaje, la tortuga sabia, le va dar la solución a su problema, que consiste en meterse en
su caparazón cuando algo le da rabia y buscar allí la mejor solución. La puesta en escena de
esta representación pretende enseñar al niño a contener la impulsividad (autocontrol). Para
ello la tensión generada cuando se presente una situación conflictiva se escenifica pegando
los brazos al cuerpo, apretando la barbilla al pecho y "encerrándose en su caparazón"
permaneciendo así hasta contar 10. Una vez dominada por el niño esta técnica, se busca la
generalización y consolidación de las mismas en el ambiente natural.
En general podemos afirmar que atender principalmente a los comportamientos que el niño
ha de aprender tanto en el ámbito académico, como en el de la interacción social o en casa
constituyen la mejor forma de reorientar los estilos comportamentales de estos niños.
Indudablemente todos este nuevo repertorio conductual alternativo debe edificarse desde
unos niveles adecuados de motivación. De esta forma debemos empezar con la introducción
de elementos reforzadores artificiales (fichas, puntos....) para que progresivamente sean los
reforzadores naturales los que tomen el mando de las conductas deseadas. Por reforzadores
naturales entendemos aquellos que se producen en el ambiente natural del niño. Por
ejemplo, un niño que empieza a modificar su conducta impulsiva para obtener ciertos
premios (los reforzadores artificiales), es probable que también consiga el que sus
compañeros lo acepten mejor en los juegos y este hecho se convierta también en un premio
deseable para el niño (reforzador natural) y, por tanto, ayude a mantener dicha conducta.
Impulsividad
No obstante, hoy en día, la impulsividad en muchos niños se manifiesta con una gran
intensidad y frecuencia, llegando a alterar la convivencia y condicionar la vida de los padres
que la sufren. Es un hecho evidente que, además, la impulsividad parece manifestarse en
niños cada vez más pequeños, si bien, esto puede atribuirse, en parte, a los actuales estilos
de vida modernos (ambos padres con largas horas de trabajo) y también, en algunos casos,
a una falta de recursos o conocimientos por parte de los padres o educadores que
simplemente se ven desbordados y no saben cómo afrontarlo. Por ello, es cada vez más
frecuente, buscar ayuda profesional.
El niño impulsivo
Veamos a continuación las características nucleares que presentan los niños que
denominamos “impulsivos”. Estas manifestaciones, hemos comentado ya, se están
presentando a edades cada vez más avanzadas (2, 3 años), y pueden suponer para la
familia una alteración significativa en la vida cotidiana si se desconocen los motivos y la
forma correcta de actuar.
Algunas pistas para detectar el niño impulsivo:
Estas son algunas de las manifestaciones que podríamos incluir dentro del concepto de
“impulsividad”. Algunos padres, simplemente definen al niño impulsivo, como un niño que
tiene un fuerte carácter o temperamento. La impulsividad, actualmente, se detecta y
diagnostica como parte nuclear del T.D.A.H. (Trastorno Déficit de Atención con
Hiperactividad). Si bien, los manuales que contienen los criterios diagnósticos (DSM-V o
anteriores) permiten hacer el diagnóstico de T.D.A.H. con predominio o no de alguno de los
tres factores nucleares: la mencionada Impulsividad, el Déficit de Atención o la
Hiperactividad.
Sea como fuere, creo que la impulsividad como factor psicológico independiente o no,
precisa de un tratamiento más detallado y un abordaje más explícito. Las razones son
obvias. La impulsividad tiene repercusiones directas sobre las interacciones familiares,
pudiendo alterar el desarrollo adecuado de vinculación afectiva y el equilibrio emocional.
También deteriora seriamente la capacidad de aprendizaje del niño y su buena adaptación a
la escuela y compañeros. Finalmente una impulsividad no trabajada a tiempo y que se
manifiesta en un entorno desestructurado, es el camino más directo para conductas violentas
o delictivas en el futuro.
Aproximación a la impulsividad
En principio, la impulsividad podríamos definirla como un estado de activación neurobiológica
o déficit de control inhibitorio. Los dos términos en cierta manera ponen de relieve la más
que posible mediación de factores orgánicos en la génesis de la impulsividad. Esta
activación supone la liberación de una serie de sustancias internas (neurotransmisores,
hormonas) que preparan al cuerpo para una reacción motriz inmediata. Es una energía que
está ahí y debe “liberarse” de alguna manera. La más habitual (según edad): las rabietas, los
gritos, las huidas, etc.
Regularmente los niños con TDAH o, simplemente, con síntomas de impulsividad, tienen
antecedentes familiares de primer grado que manifestaron o manifiestan el mismo problema.
Por tanto, la vía genética o herencia determina cierta predisposición a manifestar los
síntomas en hijos de padres también con caracteres fuertes, impulsivos o con poca
tolerancia a la frustración.
Pero la impulsividad no es tan sólo un factor que podemos heredar sino también una
manifestación cognitiva y conductual que puede potenciarse o disminuir en función del
entorno.
Por lo comentado hasta ahora parecería que la impulsividad es algo no deseable y que, en
todo caso, comporta sólo problemas. Este planteamiento es muy simple y no obedece a la
realidad de un tema mucho más complejo. Hoy en día sabemos que muchos de nuestros
mejores atletas fueron de pequeños diagnosticados, en un grado u otro, de Hiperactivos, con
Déficit de Atención, Impulsivos, etc. La cuestión es que cuando esa energía desbordante de
fácil activación fue canalizada hacia actividades deportivas u de otro tipo reguladas, se
convirtió en un buen aliado.
Explicaciones neurobiológicas
En psicología se utiliza un término hipotético denominado “arousal” que trata de describir los
procesos que subyacen en el control de la alerta, la vigilia y la activación.
El concepto de arousal admite varios significados. Así se habla de arousal comportamental
para significar lo mismo que nivel de actividad. Pero se puede hablar también de arousal
cortical, en cuyo caso la referencia es a la activación de las neuronas corticales a través del
Sistema Activador Reticular (SAR) e implicaría también la activación autónoma. Sin entrar
en más tecnicismos, lo que nos interesa resaltar ahora es que cuando los fármacos
estimulantes, que normalmente incrementan tanto el arousal comportamental como el
fisiológico, producen en muchos hiperactivos (y o impulsivos) un descenso en su nivel de
actividad, es que, por paradójico que parezca, está reduciendo tanto el arousal conductual
como el fisiológico. Según algunos investigadores (Mc. Mahon, 1.984) la explicación reside
en que los niños T.D.A.H. se benefician de los efectos de los estimulantes dado que son
deficitarios en arousal cortical y autónomo. Por tanto, la hipótesis planteada es que la
disfunción primaria hallada en niños impulsivos y/o hiperactivos se debería a una
infraactivación del SAR más que a una sobreactivación.
Por otro lado se conoce el importante papel que tienen los lóbulos frontales como
reguladores y organizadores del lenguaje y, por consiguiente, de los actos voluntarios del
individuo. Los mecanismos fisiológicos responsables de esos actos están aún lejos de ser
descubiertos pero se sabe que maduran en el niño “normal” hacia los cuatros años de edad.
Respecto a la regulación motora y de la acción por parte de los lóbulos frontales, Luria
subrayó su papel en la programación de las más altas formas de actividad humana
organizada. Todo esto sugiere que (siguiendo exposición de Luria 1.980): Los lóbulos
frontales pueden y deben ejercer un papel decisivo en la preservación y realización de los
programas de todas las formas complejas de actividad; ellos mantienen el papel dominante
del programa e inhiben acciones irrelevantes e inapropiadas. Presumiblemente, por tanto,
cuando una lesión en los lóbulos frontales lleva a rebajar el estado de actividad, se
deteriorará sustancialmente la ejecución precisa de los programas motores, dejarán de
ocupar un papel dominante las acciones y movimientos selectivos para la tarea, y así
surgirán fácilmente acciones irrelevantes e inadecuadas que ya no podrán ser inhibidas.
Resumiendo, una baja activación del SAR o una lesión en lóbulos frontales pueden ser
algunos de los factores relevantes en la génesis de la sintomatología impulsiva y/o
hiperactiva. En el primer caso la medicación (normalmente: metilfenidato) podría compensar
parcialmente el déficit.
Hemos también comentado la activación fisiológica que se produce en los brotes impulsivos
como consecuencia de la activación del sistema autónomo. En estos episodios se producen
cambios endocrinos y secreciones hormonales que preparan al cuerpo para responder ante
lo que el niño percibe como una amenaza inminente (puede ser simplemente que se le
frustre en alguna de sus demandas). Otro elemento importante en el nivel de activación lo
constituye la forma en que el niño percibe la situación a nivel emocional. Elevados niveles de
adrenalina y noradrenalina en sangre y orina aparecen antes y después de sucesos
estresantes o enérgicos que cursan con gran carga emocional e incluso agresión. Sea como
fuere, cuando el niño con impulsividad, se ha activado, difícilmente tendrá el control
voluntario sobre sus actos en los primeros momentos de mayor activación.
Más adelante explicaremos como trabajar estos aspectos.
Hay que insistir en la necesidad de mostrarnos tranquilos delante del niño cuando queramos
corregir sus actos. Si éste percibe en nosotros inseguridad, incerteza o discrepancias entre
los padres u otros, percibirá que tiene mayor control sobre nosotros y las rabietas u otras se
incrementarán. Nunca debe vernos alterados emocionalmente (chillando, llorando o fuera de
control). Tampoco debe cogernos en contradicciones, es decir: No podemos pedirle a
gritos a un niño impulsivo que se esté quieto y callado.
No basta con saber contestar adecuadamente a sus conductas impulsivas. Estos niños
requieren también que les expliquemos qué es lo que les pasa y qué puede hacer (más
adelante se dan algunas pistas). Las reflexiones sobre los hechos nunca deben ser hechas
en caliente sino en frío cuando las cosas se han tranquilizado. Un buen momento es por la
noche antes de acostarse.
Para los más pequeños (hasta 5 o 6 años) ante las manifestaciones impulsivas (rabietas,
gritos, lloros, etc.) deberemos aplicar la retirada de atención física y afectiva tal como hemos
explicado anteriormente y, si procede (según intensidad o características del episodio),
aplicar algún correctivo. No basta con saber establecer límites o castigar, deberemos
completar el trabajo con ejercicios de de vinculación afectiva como leerles cuentos, efectuar
ejercicios de relajación por la noche antes de dormir, etc. En estos momentos es cuando
podemos razonar con ellos y analizar lo que ha pasado, siempre, pero, a medida de la edad
y capacidad del niño. A los más pequeños les costará entender los razonamientos basados
en la lógica o moral adulta, por tanto, evitar excesivas explicaciones.
Es importante, también, que empecemos a trabajar con ellos las sensaciones internas que
preceden a las manifestaciones impulsivas. Si el niño va tomando conciencia de ello podrá
más fácilmente aplicar en el futuro técnicas de autocontrol. Dicho de otra forma: Si el niño
logra detectar su estado de activación fisiológica previa al episodio disruptivo, podrá poner
en marcha alguna de las estrategias incompatibles con el estallido impulsivo y, por tanto,
evitar su manifestación. Veamos algunas formas de hacerlo a continuación.
El objetivo fundamental de toda intervención con niños impulsivos es dotarles de
herramientas que les permitan por ellos mismos regular, en la medida de lo posible, su
impulsividad.
El Volcán
Muchos niños identifican la sensación que viven justo antes de “explotar” como una especie
de calor interior intenso e incontrolable acompañado de fuertes emociones que no pueden
reprimir y preceden irremediablemente al episodio disruptivo.
Una buena estrategia para que el niño empiece a tomar conciencia del problema y pueda
comenzar a controlarlo, consiste en hacerle visualizar todo el proceso en forma de imágenes.
Podemos ayudar al niño a imaginarse que en su interior hay un volcán que representa toda
su fuerza y energía, pero, a veces, se descontrola y se produce la erupción. Cuando
empieza a enfadarse, el volcán (que estaría situado de forma imaginaria en la zona del
estómago) se calienta y empieza a producir lava caliente hasta el punto que, si no lo
controlamos, estalla.
De lo que se trata es de ayudar al niño a que identifique las propias sensaciones internas
previas al estallido y, así, poder controlarlo. Una vez que el niño se ha ido familiarizando con
estas sensaciones podemos motivarle a que ponga en marcha recursos para parar el
proceso.
Debemos, pues, encontrar también, cuales son las estrategias que funcionan mejor con cada
niño a la hora de hacer frente a la impulsividad y autocontrolarse. Hay estrategias muy
simples que consisten en enseñarle a que cuando note la activación intente respirar varias
veces profundamente al tiempo que se da interiormente autoinstrucciones (Para, Stop,
Tranquilizate, Controlate, etc.). Esta técnica suele ser muy eficaz si, además, hemos
trabajado con el niño alguna técnica de relajación.
Para niños muy impulsivos, es probable que les cueste cierto tiempo y práctica desarrollar
estos hábitos. En estos casos, podemos darles también la instrucción de que cuando se
noten muy activados intenten separarse físicamente de la situación como método para tratar
de evitar el episodio (apartarse de un niño que le insulta, ir a su habitación ante una
reprimenda, etc.). Todo ello debe llevarse a cabo bajo supervisión del adulto y teniendo en
cuenta la edad del niño. Los niños más pequeños (menos de 5 años) tendrán más
dificultades para trabajar con autoinstrucciones.
El Semáforo
Uno de los problemas recurrentes que nos encontramos cuando trabajamos con niños
impulsivos y/o hiperactivos es que no son conscientes de su estado de activación y eso les
conduce irremediablemente al conflicto. Esto es especialmente problemático en la escuela.
Una estrategia que empleamos a menudo y suele funcionar, es la técnica del semáforo. La
estrategia es simple: se trata de avisar al niño o grupo de alumnos (proporcionarles
feedback) cuando se están empezando a activar.
Imaginemos la siguiente situación: Juan es un niño de 8 años muy impulsivo e hiperactivo.
Difícilmente aguanta quieto en su sitio más de 5 minutos en clase. La maestra lo ha
castigado sistemáticamente pero el niño parece ya insensible al castigo. Tampoco sabe
decirnos el motivo que le impulsa a levantarse y, a veces, molestar a los compañeros con los
que acaba entrando en conflicto.
En este caso, la maestra, puede decirle al niño privadamente que como no desea castigarle
más y quiere ayudarle a controlarse, van a establecer una especie de “pacto secreto”: Voy a
colocar en la pizarra ( pared, panel u otro) un papel (o cartulina cortada en redondo) que irá
cambiando de color según como tu estés. Cuando veas la verde es que todo va bien. Si ves
la amarilla: ¡Precaución! debes tener cuidado ya que eso indica que estás empezando a
hacer cosas y estás en peligro de llegar al castigo. Finalmente, si colocamos la roja, quiere
decir que deberá cumplir un correctivo al no conseguir controlarse.
Aconsejamos utilizar el código visual cuando se trata de niños con necesidades educativas
especiales. En la escuela ordinaria, puede ser más adecuado utilizar como señal de aviso
(en lugar del color amarillo) algún movimiento concreto del maestro/a. Este método es más
discreto y tiene la ventaja que suele pasar desapercibido por el resto del grupo. Por ejemplo:
“Cuando veas que te miro y doy dos golpecitos con mi bolígrafo o cuando me toque la nariz,
etc…”
La Relajación
Uno de los mejores aliados en nuestra lucha por ayudar a los niños impulsivos, lo
constituyen, sin duda, los diferentes métodos de relajación. Podemos utilizar técnicas
adaptadas a las diferentes edades y necesidades. Además la relajación, bien efectuada, no
presenta ningún tipo de contraindicación y puede ser aplicada a la mayor parte de la
población.
Canalizar la energía
La impulsividad, hemos ya comentado, que podemos interpretarla como un estado de
activación que nos prepara, a nivel orgánico, para una respuesta inmediata ante una
situación que no toleramos o interpretamos como hostil a nuestros intereses o hacia nosotros
mismos. No obstante, esta pronta activación, puede ser especialmente útil si se canaliza en
forma de actividades reguladas. Por ejemplo, en cualquier actividad deportiva, los niños
impulsivos pueden beneficiarse si aprenden a canalizar esta activación para potenciar sus
destrezas. Las artes marciales que combinan concentración y despliegue de fuerza
inmediata pueden ser especialmente útiles para aprender a controlar impulsividad (salvo en
el caso de niños que, además, presente un componente antisocial o de agresividad con las
personas).
El niño impulsivo no tan sólo presentará problemas en su conducta sino que su perfil de
funcionamiento, le acarreará dificultades en aquellas tareas que requieren de atención
sostenida (lectura) o coordinación visomotriz fina (escritura). Por tanto, resulta de suma
importancia trabajar, también desde casa, con ejercicios para mejorar estos aspectos. Al
respecto, recomendamos ejercicios de papel y lápiz como (según edad), el pintado de
mandalas, los laberintos, ejercicios de discriminación de las diferencias, etc.
Podemos también trabajar con diferentes juegos en el ordenador siempre y cuando la
actividad priorice la atención sostenida y la organización del material presentado visualmente
bajo algún criterio antes de efectuar la respuesta. Es decir, no nos interesan los juegos
demasiado movidos o que priorizan los reflejos visuales más que los racionales. El niño
primero debe pensar y organizar antes de ejecutar la respuesta (demora de la respuesta =
control de la impulsividad).
Otro recurso que nos puede ayudar son los juegos de mesa. Recomendamos especialmente
el juego de Damas y el Ajedrez. En ambos, es necesario pensar antes de responder (lo
contrario a la impulsividad), además, los niños, deben situarse en unas coordenadas
espaciales para mover las fichas, lo que incrementa su capacidad visomotriz.
Finalmente, señalar un último recurso que podemos aplicar en casa para ayudar a los niños
que tienen dificultades con la grafía o la escritura. Frecuentemente, el niño impulsivo,
presenta dificultades para escribir correctamente y suele agrandar la escritura o deformarla
significativamente con escaso control sobre las coordenadas espaciales. En estos casos,
podemos trabajar con el niño utilizando los mandalas, laberintos u otros pero teniendo
especial cuidado en que primero aprenda a relajar el brazo y la mano. El niño impulsivo
cuando coge el lápiz lo hace de forma rígida y suele tensar todo el brazo. Deberemos darle
instrucciones para que, antes de empezar a dibujar o escribir, el brazo deje de estar tenso.
Para ayudarle podemos, por ejemplo, decirle que deje el brazo completamente muerto
(podemos alzárselo con nuestra mano e indicarle que cuando soltemos, el brazo debe caer a
plomo. Si es así el brazo está relajado). Una vez relajado podemos situar nuestra mano
encima de la suya y ser nosotros los que vayamos escribiendo (dibujando o coloreando) al
tiempo que el niño procura seguir teniendo el brazo relajado. Una vez más, lo importante es
que el niño vaya discriminando entre tensión y distensión (activación versus relajación).
Niños desobedientes
Sin duda conforman uno de los grupos con mayor riesgo de presentar conductas disruptivas
persistentes y de difícil tratamiento. En general se caracterizan por un bajo nivel de
tolerancia a la frustración y cualquier pequeño incidente puede convertirse en el estímulo que
desencadene un episodio de violencia verbal o física.
En cualquier intervención conductual con este tipo de niños deberemos tener en cuenta de
no caer en la trampa de abrir una discusión abierta acerca de sus razones. Ellos se
encuentran en su terreno cuando son recriminados en voz alta, en especial, si el educador o
maestro pierde los nervios ya que ello puede agravar el episodio. Dentro de lo posible es
recomendable que el niño perciba seguridad en el adulto que le impone las medidas
correctoras con un tono firme pero no amenazante.
Fundamentos teóricos
Descripción
Vamos a explicar un poco mejor el principio. Lo que hizo Premack es observar en una
situación experimental las opciones naturales que los niños preferían al ofrecérseles dos
opciones. La primera era jugar a maquinitas (en aquel entonces jugar al pinball, hoy podría
ser cualquier tipo de juego al ordenador) y la segunda comer golosinas o “chuches”.
En los niños que prefirieron jugar al pinball se estableció que esa era la respuesta reforzante,
igualmente para los que prefirieron las golosinas, mientras que la otra opción pasaría a ser
una conducta menos probable o apetecible en una situación de libre elección.
Aplicación
Para no extendernos en más consideraciones técnicas, lo que se deduce a efectos prácticos
es que, si sabemos cuales son las actividades que más le gustan al niño, podemos utilizar
éstas para reforzar la presencia de otras que le son menos agradables. Por ejemplo:
imaginemos un niño que le encanta dibujar en clase pero no soporta las matemáticas. En
ese caso lo que podemos hacer es darle la oportunidad al niño de que efectúe su actividad
preferida por más tiempo (actividad reforzante) contingentemente a aumentar el tiempo de
dedicación a las matemáticas (actividad menos preferida).
Orientaciones generales:
Hay que ser creativos en su aplicación y el secreto está en encontrar la conducta de alta
frecuencia que nos sirva como reforzador adecuado en cada caso.
En algunos casos, suele funcionar muy bien apoyarse con registros o gráficos visuales
(especialmente en el ámbito de la educación especial) en donde el niño pueda ver que tiene
a su disposición la actividad reforzante.
Igual como ocurre en la aplicación de otras técnicas, es necesario asegurarnos que el niño
consiga algunos pequeños logros al principio para que no se nos desmotive.
A nivel de grupo señalar que, tras la planificación previa, podemos mejorar aspectos del
funcionamiento del mismo dentro del aula. A tal efecto puede crearse un registro colectivo
donde la consecución de los objetivos marcados comporte beneficios para el grupo en forma
de tiempo libre extra, cambios a actividades más gratificantes (aumentar tiempo de juego), o
mejorar colectivamente la nota con un plus pactado con anterioridad.
Las posibilidades son muchas y sólo dependen de la imaginación de las personas que la
aplican y las limitaciones o posibilidades del grupo o escuela.
Con el tiempo, se espera que las nuevas conductas que han tenido que ser reforzadas al
principio con actividades gratificantes, vayan progresivamente consolidándose y finalmente
no necesiten ya del refuerzo inicial para seguir en el repertorio del niño. En definitiva,
podemos aplicar el Principio de Premack para aumentar la motivación hacia el trabajo pero
también para fomentar aspectos de la relación entre iguales, mejorar la cohesión del grupo o
mejorar la conflictividad en o entre alumnos concretos.
La conducta de oposición puede tomar diferentes formas, desde la pasividad extrema (no
obedecer sistemáticamente mostrándose pasivo o inactivo) a sus formas más extremas, es
decir, verbalizaciones negativas, insultos, hostilidad o resistencia física con agresividad hacia
las figuras de autoridad, ya sean los propios padres, maestros o educadores.
Por todo ello, no se trata de un trastorno más, sino uno de los problemas de conducta
clínicos más serios en niños. De no abordarse de forma rigurosa y eficaz, condena a quien lo
sufre a una probable carrera de problemas sociales, legales y de marginación.
La hostilidad puede dirigirse hacia las figuras de autoridad pero, también, hacia los
compañeros. Se manifiesta molestando deliberadamente a los otros sin causa aparente o
por motivos insignificantes. En estos episodios suelen aparecer insultos o palabras
despectivas hacia las otras personas pero sin llegar aún a la agresión física. En el caso que
se supere este umbral y se produzcan conductas abiertas de agresión a otro, estaríamos,
probablemente ante un trastorno disocial.
Pese a que puede darse una evolución desde el TDO en la infancia hacia un trastorno
disocial en la adolescencia, ambos trastornos se consideran independientes a pesar de que
existe entre ellos un evidente solapamiento y una relación evolutiva y jerárquica. Los
síntomas del TDO, suelen ser más evidentes en las interacciones con personas a quienes el
sujeto conoce bien (familiares, compañeros, etc.), por lo que pueden no manifestarse
durante la exploración clínica. Por otra parte, los sujetos con este trastorno suelen no
considerarse a sí mismos negativistas o desafiantes, sino que justifican su comportamiento
como una respuesta a exigencias o circunstancias externas no razonables. Debe tenerse en
cuenta, pero, que el diagnóstico de TDO no debe hacerse si los síntomas ocurren
exclusivamente durante el transcurso de un episodio psicótico o del estado de ánimo.
Destacar, también, que el TDO presenta una alta comorbilidad con el T.D.A.H. Las
directrices del DSM-IV, especifican que debería considerarse este diagnóstico cuando las
conductas de oposición son secundarias a los problemas de falta de atención e impulsividad.
Etiología
Como ocurre en la mayoría de los trastornos clínicos, no existe una etiología clara y que
explique de forma inequívoca el T.D.O. Parece razonable pensar, y así lo demuestran
algunos estudios, que podrían estar implicados diversos factores. Entre ellos destacan los
que sitúan el peso en la naturaleza de los primeros intercambios recíprocos que se producen
entre el niño y los adultos significativos de su entorno, en especial, los padres y otras figuras
con autoridad (maestros, etc.).
De esta forma, cuando los niños actúan de forma desafiante, oposicionista, negativista o
agresiva hacia sus padres, dicha conducta puede suponer consecuencias positivas
inmediatas para las partes. Por un lado, terminan las demandas y la coacción (hacia los
padres) y supone la obtención de algo deseado por el niño. El resultado es que estas
conductas se fortalecen y entran en una escalada de frecuencia y magnitud en su
ocurrencia.
Respecto a las variables de los padres, la inmadurez, la falta de experiencia con respecto a
la educación o unos modelos coercitivos y violentos suelen estar presentes en las familias de
estos niños. También se señalan, los conflictos maritales (en especial si hay malos tratos), la
labilidad emocional, la depresión materna y presencia de psicopatología parental.
Por otra parte, su mayor prevalencia en el grupo masculino, hizo pensar a muchos
investigadores su posible relación con los niveles de testosterona. Si bien existe esa
relación, no ha podido establecerse en niños prepúberes.
Evaluación
La evaluación a nivel psicológico del T.D.O. comprende distintos instrumentos con el objetivo
de cribado diagnóstico, determinación de la gravedad de las manifestaciones conductuales y
poder establecer una línea base sobre la que comparar los resultados de una posible
intervención.
Evidentemente debe comprender medidas del funcionamiento del niño en su medio natural,
es decir, casa, escuela, etc. A tal efecto son necesarios cuestionarios específicos para
padres, maestros y, también, según la edad del niño, los autoinformes.
Tratamiento
Pese a que la mayor parte de los estudios publicados, respecto al tratamiento del trastorno
que nos ocupa, se han centrado en las técnicas conductuales y/o cognitivo-conductuales, no
disponemos de resultados concluyentes al respecto, si bien, están documentadas mejoras
sustanciales respecto a la situación de no tratamiento o placebo.
Debemos avanzar desde unos principios generales hacia una perspectiva más individualista
que nos haga entender las circunstancias especiales, únicas, que generan las respuestas
particulares de cada caso.
Los grandes ejes que tenemos que valorar, antes de intervenir, comprenden desde los
antecedentes de salud mental de los padres biológicos, los estilos educativos y de relación
en el seno de la familia, y la consideración de factores sociales de riesgo pasados y
presentes (familias desestructuradas, entornos marginales, abandono o desatención en la
infancia).
Entrenamiento de padre
Intervención con el niño
Entrenamiento de padres
Es evidente que los primeros en padecer las consecuencias del trastorno son los propios
padres. El malestar que se genera suele ser importante y se consolidan métodos de
interacción coercitivos o negativos. No es de extrañar, pues, que parte del tratamiento se
dirija a proporcionar recursos a los padres para regular y atenuar toda la sintomatología
disruptiva.
El entrenamiento no tan solo comprende la enseñanza de estrategias para controlar las
conductas negativas sino también de reforzar las positivas. En definitiva, se trata de
aprender a ser más eficientes con el niño desarrollando nuevas habilidades y eliminando los
métodos ineficaces.
Puede ser necesario también, en algunos casos, proporcionar recursos a los padres para
mejorar la vinculación con sus hijos (ver: Trabajando la vinculación afectiva con nuestros
hijos).
Hay que tener cuenta, pero, que uno de los retos más importantes durante y después de la
terapia, será que los niños entrenados en estas técnicas sean capaces de generalizarlo o
aplicarlo en el ambiente exterior. Para asegurar el éxito de su aplicación externa, conviene
incluir en el programa de tratamiento, la práctica en vivo (Kazdin, 1.990). Se trata en
definitiva de motivar al niño para que utilicen sus habilidades recién adquiridas en
situaciones de la vida real. Para ello deberemos contar con la complicidad y ayuda de los
padres, el propio terapeuta y de otras personas externas.
Es importante asegurar unos primeros éxitos para mantener un buen nivel de motivación en
el niño y su interés para seguir intentando aplicar recursos alternativos a los que le han
creado problemas.
Trastornos de Conducta
Evolución
30 a 36 meses Se reducen las conductas agresivas que tienen como finalidad obtener
alguna cosa y en su lugar empieza a aparecer la agresividad verbal y las
amenazas.
Existen evidencias que los trastornos de conducta severos que presentan los preescolares
sitúan a estos niños en un alto riesgo de presentar trastornos de conducta en edad escolar,
adolescencia y edad adulta. Lo cual indica la importancia de una detección e intervención
precoz.
Según estudios epidemiológicos, la prevalencia de trastornos de conducta severos (clínicos)
en la etapa preescolar se sitúa alrededor del 4 al 9% de la población.
Etiología
Los Trastornos de conducta no son una entidad simple, sino el resultado de la interacción de
diferentes tipos de vulnerabilidad psicobiológica y de muchos tipos diferentes de estresores
ambientales.
Los factores ambientales son igualmente importantes. Los abusos y el maltrato se apuntan
como factores de alto riesgo para la génesis de los T.C. Las carencias afectivas severas en
la infancia apuntan hacia el mismo sentido. Finalmente señalar la influencia de los modelos
inadecuados (padres delincuentes, maltratadores, alcohólicos, etc).
Pautas de intervención
Los Trastornos de Conducta (T.C.), conforman un conglomerado de síntomas que van desde
la desobediencia, el insulto verbal, con menosprecio de las personas, a manifestaciones
comportamentales de agresividad física extrema. Se ha comentado ya la multiplicidad de
factores, internos y externos, decisivos en su génesis y expresión. Hoy por hoy, el
tratamiento que ha demostrado mayor efectividad, según muchos estudios, es la
combinación del tratamiento farmacológico con la psicoterapia (en aquellos casos que la
medicación está indicada). Se han utilizado, según la gravedad, los psico-estimulantes
(metilfenidato) o anti-psicóticos. La medicación, aunque puede mejorar muchos de los
síntomas positivos (impulsividad, hipercinesia, agresividad, falta de atención...) no mejora los
aspectos relacionados con las habilidades comunicativas o sociales. Las técnicas cognitivo-
conductuales son las más utilizadas en la modificación de comportamientos disruptivos y/o
agresivos.
Con los niños que presentan T.C. la conversación no es fácil ni por parte de los padres, de
maestros o incluso el terapeuta. Están acostumbrados a que sus intercambios verbales se
realicen de una forma conflictiva, de oposición a los interlocutores. En el proceso de
escolarización de estos alumnos suele producirse aquello que Tanen (1994; 2004) define
como "ritualización del conflicto". Ello hace referencia a que se da una cierta cristalización de
las representaciones, actitudes y presuposiciones que cada uno de los interlocutores tiene
sobre el otro (niños T.C./Profesores, educadores, padres). Las propias posiciones subjetivas
(los respectivos marcos de referencia personal y situacional), de los participantes los empuja
hacia la confrontación. Las representaciones que tienen de sí mismos y del otro llevan a
cada uno de los interlocutores a definir e interpretar la situación sobre la base de sus propias
sospechas y perjuicios, percibiendo que atentan a su imagen y sentimientos. En definitiva se
obstaculiza el establecimiento de bases contextuales comunes y, en consecuencia, se
imposibilita la construcción de un marco de referencia compartido por las dos partes.
Al hablar con un niño con T.C. siempre deberemos tener presente este substrato subjetivo,
pues, los participantes al hablar, se comportan de acuerdo con sus interpretaciones,
conocimientos y sentimientos vitales que constituyen sus marcos de referencia personal.
Suele ser frecuente que nos encontremos con niños o niñas que no respeten una mínima
estructura de participación. Voces superpuestas entre los interlocutores, interrupciones,
bloqueos y rupturas que se manifiestan de muchas maneras (negativa a hablar en un primer
momento, tonos de voz elevados hasta llegar a chillar, silencios.....). De esta forma se crea y
se consolida un contexto de conflicto, hipotecando cualquier posibilidad de generar acuerdos
y elementos compartidos. Por tanto se cierra la oportunidad a la confianza mutua.
Así pues, el reto principal para padres, educadores o maestros será encontrar las formas y
los medios mediante los cuales podamos transformar este contexto de conflicto, donde
imperan los puntos de referencia de cada una de las partes, por un contexto mental donde la
experiencia común sirve de base para establecer un sistema de interpretación e interacción
más compartido.
1-Moldeamiento de la conducta.
2-Economía de Fichas.
3-Coste de la respuesta.
Puede aplicarse conjuntamente con la economía de fichas. Consistiría en la retirada de
alguno de los reforzadores entregados contingentemente a la aparición de la conducta no
deseada y previo acuerdo por las partes.
4-Tiempo Fuera.
Mediante estas técnicas se pretende dar un nuevo significado a las situaciones problema. Se
enseña al niño a controlar y modificar las órdenes verbales interiorizadas que pueden estar
formando parte de la génesis del problema. Para que el niño aprenda a comportarse de
forma más apropiada necesita estar convencido de que la nueva forma de comportarse le
traerá mayores beneficios.
6-La Relajación.
La relajación puede ser útil, en algunos casos, como complemento del tratamiento
terapéutico. Se enseña al niño estrategias cuyos resultados contrarrestan los elevados
niveles de activación fisiológica que suelen preceder a la conducta agresiva.
7-Contrato Familiar.
Especialmente útil para casos de adolescentes que viven en un constante conflicto con sus
padres y otros familiares (hermanos, abuelos, etc...). Cuando las cosas están muy difíciles
en las interacciones familiares, el Contrato Conductual, establecerá por escrito una serie de
acuerdos, pactados de común acuerdo por las partes (adolescente y resto familia) y que
regulará nuevas formas de interacción. El adolescente puede obtener así una serie de
beneficios (p.e. llegar un poco más tarde el fin de semana sin recibir broncas) pero tendrá
que comprometerse a mantener limpia su habitación o a estudiar un determinado tiempo. El
Contrato debe especificar claramente todas estas circunstancias y deberá ser firmado por las
partes, entregando una copia al terapeuta.
8-Habilidades Sociales.
Según Javier Urra (Psicólogo de la Fiscalía de Menores de Madrid y autor del libro "El
pequeño dictador"), "si tienes un niño pequeño que hace lo que quiere, que piensa que todos
a su alrededor son unos satélites, que a los dos años no ayuda a recoger los juguetes, que
jamás se pone en el lugar del otro, aprende que la vida es así y la madre es una bayeta que
sirve para ir detrás de él. Si eso no se frena, cuando tiene 16 o 17 años se desborda: exige
mucho dinero y cuando la madre un día le dice no, no lo tolera. Lleva 17 años oyendo que sí
a todo. ¿Cómo que no?, dice. Entonces la empuja contra la pared, le tira la comida a la cara,
la amenaza".
Hoy en día y gracias a los avances de la genética sabemos que, en casos concretos, los
episodios de conductas disruptivas son consecuencia de un trastorno genético subyacente
(p.e. Síndrome X Frágil) y no siempre todo puede explicarse en términos de educación. Es
habitual también encontrar niños especialmente agresivos entre el colectivo que a sufrido
carencias afectivas en la infancia y han crecido sin la presencia de sus padres o unos
modelos de referencia adecuados.
Pese a ello, una adecuada educación temprana, puede influir en gran medida en la
expresión final de esta conducta. Niños que presentan un escasa empatía o reciprocidad
emocional hacia otras personas pueden ser adiestrados en técnicas de autocontrol y mejorar
su repertorio violento.
En esta página vamos a analizar algunos problemas de conducta que pueden iniciarse en la
Infancia durante el ciclo evolutivo "normal". Para trastornos de la conducta específicos
(Hiperactividad, etc...) pueden visitar nuestra Área Clínica (Trastornos de Conducta).
Las conductas infantiles inadecuadas pueden presentar cierta "normalidad" en
determinadas etapas del ciclo vital. Sin embargo, cuando la magnitud, frecuencia o
perseverancia en el tiempo de las mismas son excesivas, pueden necesitar la intervención
de un profesional de la salud para corregirlas a tiempo.
El niño desobediente
La mayoría de padres no tendrá dificultad para definir o expresar lo que entienden como
"desobediencia". De hecho es un problema al que con cierta frecuencia deben enfrentarse
tanto ellos como educadores. A pesar de que todos conocen el término, no es sencillo
delimitar lo que constituye un acto de desobediencia. Según algunos autores, se podría
definir la conducta de desobediencia como : La negativa a iniciar o completar una orden
realizada por otra persona en un plazo determinado de tiempo (5 a 20 segundos). Esta orden
puede hacerse en el sentido de "hacer" o en el sentido de "no hacer", de detener una
determinada actividad. Sin embargo, esta definición no comprende otras situaciones que son
también consideradas como desobedientes por los padres. Por ejemplo si establecen como
norma el hacer la cama al levantarse o llegar a casa a una determinada hora, los padres
suelen entender que se produce una conducta desobediente si no se cumple dicha norma
aun cuando no se lo indiquen cada vez que se levante por la mañana o salga de casa.
Los episodios de desobediencia pueden forman parte de un desarrollo "normal" del niño en
ciertas edades. Por ejemplo hay autores (Achenback y Edelbrock 1.981) que encuentran que
a la edad de 5 a 6 años un porcentaje elevado de padres (50%) se quejaban de conductas
de desobedecer ordenes o destruir objetos, bajando el porcentaje a los 16 años (20%). Para
establecer el punto de corte entre la normalidad y la patología deben tenerse en cuenta la
frecuencia de estas conductas y su gravedad.
Las rabietas podríamos calificarlas como de expresiones agresivas con las que algunos
niños muestran su desacuerdo u enfado con alguna situación concreta y normalmente
durante la interacción con algún adulto significante (padres, abuelos, etc...). Las rabietas son
un fenómeno normal en un determinado estadio evolutivo del niño (alrededor de los dos o
tres años) y deberían ir remitiendo a medida que el niño se hace mayor para desaparecer
completamente hacia los cinco o seis años de edad. Sin embargo, algunos niños, ya con
cierta edad, saben que tener rabietas supone una forma rápida y eficaz para alcanzar sus
deseos o caprichos. Por su parte, los padres saben que satisfaciendo al niño, éste se calma
rápidamente y se evita el bochorno de la pataleta, especialmente si se produce en algún
lugar público. Evidentemente, a la larga, este tipo de actuación por parte de los padres sólo
consigue perpetuar el problema.
Pautas a seguir en caso de rabietas puntuales: El consejo general es hacer caso omiso
cuando se produce la rabieta y retirarle la atención inmediatamente. Es importante que los
padres, en ese momento, no pierdan la calma y que actúen con firmeza, negando el capricho
o la demanda, pero a la vez sin alterarse, sin gritar ni reñir. En caso de que los padres se
enzarzaran en una recriminación mutua o con el niño a gritos, éste percibirá que en cierto
modo sigue teniendo el control sobre la conducta de sus padres. Si la rabieta ha sido de
cierta magnitud puede utilizarse la técnica del "coste de respuesta" o "tiempo fuera" en la que
el niño recibe una consecuencia negativa por su acto (retirada de algún reforzador o se le
aparta por un breve tiempo, por ejemplo, a su habitación). Posteriormente, una vez calmado,
se puede hablar con el niño y explicarle que por ese camino no va a conseguir nada, al
tiempo que se establecen las situaciones en las que sí podrá recibir sus demandas (cuando
efectúe ciertas tareas o comportamientos adecuados).
Para tener un mayor control sobre el comportamiento, es muy importante que los padres y
otros familiares cercanos (abuelos, hermanos mayores, etc...) actúen de igual forma ante las
demandas excesivas del niño. La complicidad y perseverancia de los padres en su
interacción con el niño es esencial para su control.
El niño negativista
Entendemos como tal aquel tipo de niño que muestra una oposición activa pero no agresiva.
Sería el niño que "siempre dice no". Probablemente el negativismo sea una forma segura de
llamar y mantener la atención de los otros sobre uno mismo. Una de las posibles causas de
tal comportamiento, reside en el hecho de que el niño ha aprendido a que negándose a
colaborar o a obedecer ordenes puede evitar la realización de tareas que no son de su
agrado. El niño se da cuenta de que sólo se trata de ser más perseverante en su conducta
(negativismo) que los mayores. Al igual que sucedía con el "niño de las rabietas" el resultado
de su conducta (el librarse de hacer aquello que no le gusta) no hace más que reforzar dicho
comportamiento, aumentando su probabilidad de ocurrencia y por tanto la cronificación del
problema.
Muchos padres dan por sentado que su hijo ha nacido así : "que le vamos a hacer..." e
incluso son capaces de establecer paralelismo con otros miembros de su familia : "ha salido
como su abuelo...". Todo ello parece denotar la sensación de impotencia para controlar la
conducta por parte de los padres, situando el origen del problema en factores externos a
ellos mismos . Lo que ignoran es que, habitualmente, conductas como la desobediencia
están fuertemente controladas por varias variables de las que no son ajenas los propios
padres.
Consecuencias
Una de las variables más importantes son las consecuencias que tiene para el niño la
ejecución de una determinada conducta. Patterson (1.982,1.986) desarrolló lo que
denominó "hipótesis de coerción" y que ilustra perfectamente este punto. El autor explica que
algunas conductas como el llorar, gritar, patalear, etc.., son conductas instintivas en el recién
nacido. En esta primera etapa dichas conductas tendrían un valor de supervivencia, ya que
el bebé puede controlar la conducta de su madre en vistas a poder satisfacer sus
necesidades más vitales (comida, calor..). De esta forma, si llora, la madre acudirá. Cuando
va creciendo, el niño va sustituyendo estas conductas rudimentarias por nuevas habilidades
de comunicación (p.e.: expresar verbalmente la petición). Sin embargo en determinadas
circunstancias, los padres pueden favorecer que el niño siga utilizando las estrategias
rudimentarias de la primera infancia (rabietas, gritos, lloros...) como forma para controlar el
comportamiento de la madre, en lugar de utilizar conductas más adecuadas. Es el caso de
cuando los padres en vez de prestar la debida atención a las conductas adecuadas a la edad
del niño (mediante alabanzas o premios) sólo parecen reaccionar y atenderle cuando éste
expresa su demanda en forma de rabieta o pataleta, momento en el que la madre acude
presta y normalmente cede ante sus exigencias. El hecho de atender rápidamente sólo a
este tipo de comportamiento hace que estas conductas coercitivas de control, por parte del
niño, se mantengan y perpetúen.
Dentro de este capítulo se incluirían las diferentes habilidades de los padres tales como su
nivel de comunicación, de control o forma de solucionar problemas. Hoy en día, uno de los
peores enemigos a la hora de establecer un buen vínculo afectivo (vínculo de apego) con
los hijos es la poca disponibilidad de tiempo por parte de los padres. Las jornadas de trabajo,
normalmente ocupan a ambos padres todo el día, ello puede repercutir negativamente tanto
en la cantidad como en la calidad de la interacción padres-hijos tan necesaria a lo largo de
todo el desarrollo del niño. Un escaso tiempo de dedicación determina en algunos niños la
aparición de conductas no adecuadas, de desobediencia o incluso somáticas (dolores,
enfermedades sin causa orgánica aparente).
Cada niño es diferente y sus necesidades de atención por parte de los padres pueden variar
de unos a otros, es por ello que no pueden establecerse pautas generales para todos. Sin
embargo, la aparición de conductas problemáticas es un síntoma inequívoco que debe
ponernos en guardia y hacernos más sensibles hacia las posibles demandas afectivas que
reclama el niño y no satisfacemos.
Otro factor importante a tener en cuenta son los estilos educativos de los padres. Hoy
sabemos que los padres que combinan el afecto emocional alto hacia los hijos, pero también
su control, son los que obtienen los mejores resultados en cuanto al funcionamiento afectivo
e intelectual de sus hijos con un mínimo de problemas de conducta. Este estilo educativo
denominado "democrático" y considerado como el óptimo, según algunos estudios, se
caracteriza por que el niño se siente amado y aceptado, pero también comprende la
necesidad de las reglas de conducta y las opiniones o creencias que sus padres consideran
que han de seguirse. Como padres debemos saber ser generosos pero, a la vez, es
imprescindible establecer límites claros a las conductas y demandas de nuestros hijos. Si así
no se hace, las demandas aumentarán y la percepción del niño será de que tiene el control
sobre nosotros y que sus solicitudes son derechos reales a los que no tiene por qué
renunciar.
Los modelos basados en una autoridad inflexible o los excesivamente permisivos, han
demostrado ser menos adecuados y eficientes en el establecimiento de vínculos afecticvos
adecuados, así como en la aparición de conductas disruptivas.
Factores como el temperamento parecen ser también muy relevantes. A pesar de que la
personalidad del bebé no presenta todavía muchos de los componentes que son evidentes
más tarde (como creencias, actitudes, etc.) sí está presente en forma de expresividad
emotiva y de sus reacciones ante la estimulación del entorno. Ante una misma actividad o
juego (p.e : subirse a un columpio) un bebé puede reaccionar gritando de alegría mientras
otro reacciona de forma más tranquila o incluso llorando. En la base se estas diferencias
individuales estaría el temperamento particular que conforma la personalidad temprana del
bebé.
En definitiva, es preciso tener en cuenta, que los problemas de conducta que presentan los
niños son el resultado de una multiplicidad de factores que es necesario evaluar y tratar para
corregir.
En último lugar, destacar que ejercen una particular influencia en las conductas de nuestros
hijos factores externos al propio niño como pueden ser:
Los vínculos emocionales con los miembros de la familia.
Sabemos que muchas de estas conductas son consecuencia de la llamada de atención por
parte del niño a los padres que quizás de otra forma no le prestan. Es importante compartir
con el niño tiempo suficiente para establecer dichos vínculos.
Para una buena progresión emocional-conductual del niño, es muy positivo que los padres,
no tanto no tengan trastornos emocionales, sino que el niño no los perciba de forma
angustiosa. Esto puede resultar difícil en caso de situaciones de maltrato o separaciones
traumáticas. Sabemos que existe una alta correlación entre madres deprimidas y trastornos
de conducta en los hijos.
Los problemas de conducta no son patrimonio de ninguna clase social. Se dan en todas
ellas. Es evidente que un nivel cultural muy bajo unido a una situación de precariedad laboral
y económica es un sustrato muy fuerte para generar conductas no deseadas y que pueden
desembocar en la delincuencia. Sin embargo, estamos asistiendo a la aparición de
conductas delictivas e incluso criminales en sectores de población joven de clase
acomodada.
Los Modelos
Hasta que no está cercana la adolescencia, los principales modelos a seguir, en todas sus
facetas, suelen ser los propios padres o hermanos mayores. De nada servirá que le digamos
que se comporte de una determinada manera, si los modelos que tiene a su alrededor no
son coherentes con lo que le pedimos. Sabemos de la impotencia de muchos centros
escolares, que hacen una labor educativa impecable pero que su labor no se ve
complementada por los modelos familiares.
Otro modelo a valorar es el que ofrecen los medios como la Tv., Internet, Videojuegos, etc....
Hay todavía un gran debate acerca de la influencia de ciertos programas violentos sobre la
conducta de los niños. Las conclusiones apuntan en el sentido de que no puede
establecerse relación directa causa-efecto. El factor realmente importante es el entorno
donde el niño ve estos contenidos. Si éste es ya conflictivo (familias desestructuradas,
presencia de malos tratos, entorno marginal, amigos violentos, etc...) sí que puede tener una
repercusión en la magnitud o frecuencia de las conductas inadecuadas. No sucedería en el
caso de que un contenido violento se produjera en un entorno estable, controlado por los
padres, y en el que los niños pueden perfectamente discriminar entre ficción o realidad.
Mala lateralización
Diferentes estudios efectuados comparando el porcentaje de disléxicos de la población
general con el porcentaje en grupos de zurdos manuales, de individuos con lateralidad
cruzada o de zurdos de la mirada, dan como resultado un mayor porcentaje en estos grupos
que en población normal.
Psicomotricidad
Los niños disléxicos pueden presentar problemas en esta área asociadas o no a
lateralidades mal establecidas. Hacia los 6 o 7 años suele apreciarse un retraso en la
madurez de ciertas funciones como: inmadurez psicomotriz, torpeza parcial manual o
generalizada, tono muscular escaso o excesivo, falta de ritmo, respiración irregular. También
dificultad en mantener el equilibrio tanto estático como dinámico; conocimiento deficiente del
esquema corporal lo que les dificulta la estructuración espacial del propio cuerpo y, en
consecuencia, el establecimiento de los puntos de referencia a partir de los cuales localizar
objetos.
Problemas perceptivos
Para los niños disléxicos los conceptos derecha-izquierda, arriba-abajo, delante-detrás,
referidos a sí mismos, los adquieren con dificultad, lo que les impide transferirlos a un plano
más amplio. Concretamente a la lecto-escritura para cuyo aprendizaje es necesaria la
capacidad de codificación de signos y la secuenciación en los ejes espacio-tiempo. Si el
niño no distingue bien entre arriba y abajo, tendrá dificultad para diferenciar letras como la
“b”, la “p”, la “d”, etc...
Con respecto a la distinción delante-detrás su alteración se manifestará más bien en un
cambio de letras dentro de las sílabas, como, por ejemplo: “le” por “el” o “se” por “es”.
Además de los trastornos perceptivos hay que reseñar también los relativos a la percepción
auditiva y visual. No se trata específicamente de una deficiencia, sino de una alteración
cualitativa. No existe una pérdida de audición o visión, pero sin embargo, los sonidos no se
discriminan con suficiente precisión y se confunden unos con otros. Respecto a la
percepción visual puede producirse la confusión entre colores, formas y tamaños.
Alteraciones en el lenguaje
En esta área se suceden múltiples alteraciones como dislalias, bajo nivel de vocabulario,
lenguaje con formas indebidas, inversiones orales con mala colocación de las sílabas,
empleo incorrecto de las formas verbales y uso adecuado de conceptos contrarios (p.e. abrir-
cerrar).
La dificultad en la correcta construcción de los fonemas va a ser un escollo importante para
consolidar el avance en el aprendizaje de la lectura.
Los trastornos antes mencionados pueden manifestarse en forma conjunta, pero lo habitual
es que prevalezca el dominio de alguno de ellos. Algunos autores establecen una distinción
entre Dislexias con predominio de alteraciones viso-espaciales y motrices cuyas
características serían : escritura en espejo, confusiones e inversiones al escribir, torpeza
motriz y disgrafía, con otro tipo caracterizado por alteraciones fundamentalmente verbales y
de ritmo que se caracterizarían por: dislalias, pobreza de expresión, poca fluidez verbal, baja
comprensión reglas sintácticas, dificultad para redactar, etc...
Comorbilidad
Es importante resaltar la alta comorbilidad del trastorno lector con el T.D.A.H. Según algunos
estudios, entre el 30 y 35% de los niños con trastornos de la lectura presentarían también un
cuadro de T.D.A.H. Algunas explicaciones al respecto exponen que el niño con dificultades
en los procesos lectores está más predispuesto a la desatención. Esto se justifica por el
mayor esfuerzo que tiene que realizar por controlar unos procesos de codificación-
decodificación que escapan a su voluntad.
Etiología y prevalencia
El origen exacto de los trastornos lectores sigue siendo objeto de controversia. No hay duda
que existen claros indicios que señalan a causas neurobiológicas pero no se han hallado
todavía marcadores concretos y específicos para la dislexia. Parte del problema reside en la
presencia concurrente de diversas alteraciones perceptivas, lingüísticas, de lateralidad pero
también emocionales, familiares, sociales y escolares.
Sí está más clara la influencia del factor hereditario. Algunos estudios sitúan en un 40% el
porcentaje de hermanos de niños disléxicos que presentan el mismo problema, siendo de un
30-40% en el caso de los padres. No obstante, no se conocen exactamente los marcadores
genéticos implicados.
Otro error consiste en una inversión dinámica, es decir, la alteración en el orden de las
letras o sílabas. También se pueden dar omisiones o reiteraciones de las mismas, por
ejemplo “Barlona en lugar de Barcelona” o “quero en lugar de quiero”.
A nivel más general se observa la lectura lenta, mecánica, sin ritmo ni entonación adecuado
al nivel de desarrollo del niño, frecuentes saltos de línea y distracción fácil.
Etapa escolar
Se mantienen las dificultades antes mencionadas especialmente en la escritura como
disgrafías, escritura en espejo y disortografías. En una etapa más avanzada, el disléxico se
suele estacionar en una lectura vacilante, no siempre del todo comprensiva, escritura
irregular, disortografía y factor verbal comprensivo-expresivo bajo. La superación de estos
aspectos está condicionada por las posibilidades intelectuales, la gravedad del trastorno y el
adecuado y temprano diagnóstico e intervención psicopedagógica.
Evaluación psicopedagógica
Teniendo en cuenta la edad del niño y los datos hallados mediante entrevista se efectuará la
correspondiente evaluación individual. Dicha evaluación debe comprender aspectos
específicos de los procesos lectores pero también áreas más generales como la inteligencia
o la personalidad. A continuación se exponen las diferentes factores a evaluar:
Nivel intelectual
Se utilizan pruebas verbales como el Wisc-R (o su actualización el Wisc IV), también el K-
ABC de Kaufman. En cuanto a las no verbales puede aplicarse el Test de Matrices
Progresivas de Raven o el Toni-2. Los resultados obtenidos con estas pruebas suponen una
medida de la capacidad intelectual del sujeto globalmente, pero también proporcionan un
perfil de los diferentes factores mentales implicados. Recordemos que para el diagnóstico de
un trastorno específico de la lectura debemos descartar la presencia de Retraso Mental.
Análisis específico lecto-escritura: Algunos de los instrumentos adecuados son:
1-El TALE (o TALEC en versión catalana) construido para investigar con rapidez y
detalle el nivel general y las características esenciales del aprendizaje de la lectura y
escritura. Comprende dos partes (Lectura y Escritura) cada una de las cuales está
integrada por varias pruebas (Tea Ediciones).
2- EDIL. Se trata de una prueba para la exploración de las dificultades individuales de
la lectura. Evalúa tres aspectos: Exactitud, Comprensión y Velocidad.
3- PLON- R (Prueba de Lenguaje Oral de Navarra). Es un test que sirve de screening
o detección rápida del desarrollo del lenguaje oral. Edad de aplicación: 3 a 6 años.
4- PROLEC-R. Evaluación de los procesos lectores. Se obtiene una puntuación de la
capacidad lectora de los niños e informaciñon sobre las estrategias que cada niño
utiliza en la lectura de un texto, así como de los mecanismos que no están
funcionando adecuadamente y por lo tanto no le permiten realizar una buena lectura.
Edad de aplicación: cursos de 1º a 6º de Educación Primaria.
5- PROLEC- SE. Evalúa los principales procesos implicados en la lectura: léxicos,
sintácticos y semánticos. Edad de aplicación: de 1º a 4º de ESO.
6- PROESC. Evaluación de los procesos de la escritura. Evaluación de los principales
procesos implicados en la escritura y la detección de errores. Edad de aplicación: De
3º de Educación Primaria a 4º de Educación Secundaria.
7- DST-J. Test para la detección de la Dislexia en niños. Aplicable en niños entre 6
años y medio y.
A pesar de estas consideraciones resulta de vital importancia que el niño disléxico reciba,
desde la manifestación de los primeros síntomas, una intervención psicopedagógica con el
fin de minimizar las consecuencias y llevar al máximo nivel de competencia posible sus
propios recursos lecto-escritores.
Estos juegos adquieren diferentes formas pero van encaminados a trabajar diferentes
aspectos que son cruciales a la hora de potenciar en estos niños las habilidades de
descodificación lectora y orientación espacio-temporal.
Resumen conclusiones:
1- La dislexia o trastorno específico de la lectura, a pesar de que son varios los
factores que pueden influir en su aparición y desarrollo, tiene un claro origen
neurobiológico y, por tanto, no obedece al capricho, desmotivación o mala
actitud del niño hacia la lectura.
2- No está causada por un bajo nivel de Inteligencia. Los niños disléxicos, en
general, tienen buenas capacidades intelectuales fuera de los procesos
específicos de la lectura y escritura.
3- Los niños disléxicos, tienen su propio ritmo de aprendizaje y parten con clara
desventaja respecto a los niños que no tienen estos problemas. No ridicularizar
delante de otros ni hacerle sentir culpable. Se trata de un trastorno que el niño
debe saber que conocemos para poder ayudarle adecuadamente.
4- Darle todo el soporte en clase: Efectuar la evaluación academica oralmente
siempre que sea posible. Valorar ante todo su esfuerzo e interés más que sus
resultados respecto al nivel del resto de la clase. Proporcionarle un entorno físico
adecuado, con pocos elementos distractores (ventanas, sitios de paso, etc.).
Dotarle de ayudas para corrección de textos y/o calculadoras para problemas de
cálculo si le pueden ayudar. Necesitará más tiempo que sus compañeros para
efectuar el mismo trabajo.
5- Evitar agobiarlo con el exceso de trabajo. El niño disléxico tiene mucha más
dificultad para centrar y mantener la atención. Procurar graduar el tiempo de
trabajo y ser flexible según las necesidades del niño. Reforzarlo adecuadamente y
desdramatizar las situaciones. No hacerle repetir trabajos por haberlo hecho mal
salvo situaciones excepcionales. Buscar ejercicios que le resulten lúdicos y le
puedan asegurar, al menos de inicio, algún éxito.
6- Probablemente necesitará atención individualizada por parte de profesionales
especializados. Como material de refuerzo y según la edad pueden introducirse
juegos lúdicos mediante el ordenador u otros ajustados a su nivel. Existen en el
mercado diferentes modelos para trabajar letras, sílabas y las diferentes
combinaciones de grafías para trabajar con los padres en casa.
7- Se trata de un trastorno crónico y, por tanto, las dificultades estarán siempre
presentes aunque con diferentes consecuencias. En la etapa escolar es cuando se
produciran los mayores conflictos al no poder seguir el ritmo de sus compañeros.
En la etapa adulta persistirá un cierta dificultad en la fluidez y comprensión lectora
pero sin mayores consecuencias. En todo caso, dependerá de la correcta atención
y tratamiento recibido en la infancia.
Al igual que sucede con la dislexia, se plantea el problema de delimitar a los sujetos que
presentan un trastorno de la escritura. En primer lugar nos encontramos con niños que
muestran dificultad para escribir palabras con buena expresión oral; en segundo lugar, niños
que escriben incorrectamente las palabras y que tienen dificultades en la expresión oral, y,
en tercer lugar, niños que escriben correctamente las palabras y que tienen dificultad en la
expresión oral.
Los problemas con la escritura se pueden presentar a dos niveles: en la escritura con
palabras o en la redacción-composición, aludiendo a problemas en los niveles superiores de
organización de ideas para la composición escrita.
Estas dificultades para la escritura de palabras pueden estar originadas por problemas en las
rutas fonológicas (ruta indirecta, no léxica, que utiliza la correspondencia fonema-grafema
para llegar a la palabra escrita) en palabras desconocidas y pseudopalabras, o en las rutas
léxicas (llamadas también ortográficas, directas o visuales, que utilizan el almacén léxico-
ortográfico, en el que se encuentran almacenadas las representaciones ortográficas de las
palabras procesadas con anterioridad).
En la redacción, los problemas pueden estar causados por la incapacidad de generar ideas,
de organizarlas coherentemente o escribir utilizando correctamente las reglas gramaticales.
Por último pueden presentarse problemas motores debidos a una deficiente coordinación
visomotora que impide la realización de movimientos finos o problemas en los programas
motores responsables de la realización de letras.
La Escritura es, por tanto, una conducta muy compleja y en la que intervienen diferentes
procesos y estructuras mentales, pero también factores de tipo emocional. Este complejidad
ha propiciado el uso de diferentes nombres para agrupar las diversas manifestaciones del
trastorno aunque guardan entre ellas una estrecha relación.
Disgrafía y Disortografía.
Disgrafía
Disortografía
Hasta hace poco se creía que las deficiencias en escritura no se presentaban en ausencia
de un trastorno de la lectura, ahora se sabe y se efectúa el diagnóstico diferencial.
El DSM-IV-TR (2.000) agrupa las dificultades de escritura bajo la denominación de
“Trastorno de la expresión escrita”, si bien, no hace una diferencia explícita entre
trastornos disgráficos y disortográficos. A continuación se exponen los criterios diagnósticos:
Criterios diagnósticos DSM-IV-TR:
A) Las habilidades para escribir, evaluadas mediante pruebas normalizadas
administradas individualmente (o evaluaciones funcionales de las habilidades para
escribir), se sitúan sustancialmente por debajo de las esperadas dados la edad
cronológica del sujeto, su coeficiente de inteligencia evaluada y la escolaridad
propia de su edad.
B) El trastorno del criterio A interfiere significativamente el rendimiento académico o
las actividades de la vida cotidiana que requieren la realización de textos escritos
(p.e., escribir frases gramaticalmente correctas y párrafos organizados).
C) Si hay un déficit sensorial, las dificultades en la capacidad para escribir exceden
de las asociadas habitualmente a él.
Se cree que afecta entre un 3 y un 10% de los niños de edad escolar; existen evidencias de
que los niños que sufren este trastorno pertenecen con frecuencia a familias con
antecedentes del mismo.
Evaluación psicopedagógica
Teniendo en cuenta la edad del niño y los datos hallados mediante entrevista se efectuará la
correspondiente evaluación individual. Dicha evaluación es muy similar a la planteada en la
dislexia ya que muchas de las pruebas específicas están dirigidas a los procesos lecto-
escritores.
Tratamiento psicopedagógico
El tratamiento debe centrarse en aquellos aspectos deficitarios detectados en la evaluación
previa. No obstante, La reeducación no sólo hay que hacerla sobre el síntoma identificado
sino entendiendo al niño como expresión de un conjunto único de diferentes factores
culturales, familiares, emocionales, etc.
El tratamiento debe estructurarse como un proceso continuo de mejora, desde los aspectos
más simples a los más complejos, para facilitar la reorganización del proceso o procesos
deteriorados. A este respecto normalmente suele ser conveniente empezar por corregir,
desde los inicios de la escritura, la postura junto con una adecuada prensión y presión del
lápiz sobre el papel.
Las posibles actividades se centrarán en realizar círculos con el brazo a distintos ritmos;
lanzamientos de objetos (canasta, diana...); flexión y extensión de la muñeca, botar una
pelota, ensartar bolas u objetos, trabajar con plastilina o un punzón, etc
Una vez conseguida esta independencia se trabajará sobre los aspectos grafomotores que
permitirán el control del gesto y de la grafía. Para ello suelen utilizarse ejercicios de control
de líneas rectas (para controlar el frenado) y ejercicios de control sobre líneas onduladas y
curvas (distintos tipos de bucles). A este respecto se recomienda la utilización de los
ejercicios de Frosting.
Suele resultar muy útil para mejorar el rendimiento, utilizar ejercicios de relajación. Pueden
incorporarse como juegos introductorios a la sesión y tienen como objetivo ayudar al niño a
entender la idea de tensión-distensión muscular (p.ej. podemos pedirle que se imagine que
es una barra de hielo inmovil y que progresivamente se va derritiendo...)
En muchos casos es necesario mejorar la grafía de muchas letras para conseguir una
escritura legible, que pueda realizarse rápidamente y con relativa poca atención. La
intervención de estos aspectos debe ser multisensorial, es decir, la información debe llegar al
niño por diversos sentidos. En el mercado existen numerosos cuadernos de práctica para
conseguir una escritura rápida y automatizada, pero sin afectar a la legibilidad de la misma.
Estas actividades deben ser supervisadas y corregidas por el niño.
Es también importante enseñar al niño a formar una correcta imagen visual de las palabras,
simultaneando la escritura de las letras con su pronunciación.
El estudio de este trastorno comenzó a finales del siglo XIX, como muestra la cantidad de
términos que se le han aplicado (“Síndrome de Gertsman”, “discalcúlia”, “acalcúlia”,
“trastorno del desarrollo aritmético”).
Sintomatología
Las dificultades fundamentales se centran en torno a la simbolización y a la estructura
espacial de las operaciones. Sus síntomas más característicos se manifiestan del modo
siguiente:
No memoriza el grafismo de cada número y, por tanto, le cuesta reproducirlo. Los hace en
espejo, de derecha a izquierda, y con la forma invertida.Confunde los dígitos cuyo grafismo
es de algún modo simétrico (p.e. 6 y 9). Le cuesta hacer seriaciones dentro de un espacio
determinado y siguiendo la dirección lineal izquierda-derecha.
En las operaciones:
Suma: Comprende la noción y el mecanismo, pero le cuesta automatizarla, no llega a sumar
mentalmente ya que necesita una ayuda material para efectuarla, como contar con los
dedos, dibujar palitos, etc. Relacionadas con la dificultad para entender los sistemas de
numeración y su expresión gráfica espacial, están la mala colocación de las cantidades para
efectuar la operación, y la incomprensión del concepto “llevar”.
Resta: Exige un proceso mucho más complejo que la suma, ya que además de la noción de
conservación, el niño debe tener la de reversabilidad. La posición espacial de las cantidades
es, quizás, lo más difícil de asimilar por algunos niños, que restan simplemente la cifra menor
de la mayor, sin tener en cuenta si está arriba o abajo. Cuando tiene que llevar, se pierden
en el lugar dónde deben añadir lo que llevan. Del mismo que en la suma, empiezan por la
izquierda y colocan mal las cantidades. Es frecuente que confundan los signos y, por tanto,
la operación, haciendo una por otra, e incluso, a veces, mezclan las dos (suma y resta).
Multiplicación: Es una operación directa que no entraña tantas dificultades como la anterior.
Aquí el problema reside en la memorización de las tablas y el cálculo mental.
División: En ella se combinan las tres operaciones anteriores por lo que de su buena
ejecución dependerá el dominio de las anteriores. Las dificultades principales están, como en
las anteriores, en su disposición espacial: en el dividendo, el niño no comprende por qué
trabajar sólo con unas cifras, dejando otras para más adelante, y de aquellas no sabe por
dónde empezar, si apartando unas a la derecha o a la izquierda. En el divisor le cuesta
trabajar con más de una cifra, y es probable que lo haga sólo con una.
Curso y pronóstico
Por lo general los primeros problemas con el cálculo aritmético se hacen evidentes hacia los
8 años, si bien, en algunos niños, ya muestran síntomas hacia los 6. En otros no se detecta
hasta los 9 o 10 años o después.
La Evaluación psicopedagógica
La evaluación psicológica debe dirigirse a dos ámbitos principales:
La Inteligencia.
Desarrollo psicomotriz.
En el primer caso, debe comprender un análisis tanto cuantitativo como cualitativo de los
diversos factores de la inteligencia. A partir de las pruebas Weschler (Wisc-R, Wisc-IV)
podemos obtener los diferentes resultados para las áreas verbal y manipulativa. Dichas
pruebas contienen un subtest de aritmética. Son también especialmente relevantes los
subtest de series numéricas y las que precisan de atención y memoria.
En lo referente al cálculo propiamente dicho hay una serie de ejercicios a efectuar que
pueden darnos pistas acerca de la presencia del trastorno:
Lectura de números: en voz alta por el propio sujeto o reconocimiento de los que lee
el evaluador.
Escritura de números: copia y dictado
Noción de cantidad: de forma oral y escrita. Valorar distintas cantidades dadas
numéricamente (¿Qué es mayor 16 o 12, etc.?).
Seriaciones, empezando por contar de forma correlativa, en sentido ascendente y
descendente (de 1 a 30, y al revés; de 2 en 2, de 3 en 3, etc.)
Cálculo mental.
Operaciones escritas. Dándoselas escritas y dictadas.
Cognitiva:
Cálculo concreto, escrito, mental: primero, contar, unir, separar, clasificar, etc., con
objetos, luego con dibujos, escritura de números, sistemas de numeración, realización de
operaciones con apoyos materiales. Iniciación al cálculo mental con cantidades pequeñas.
Lateralidad Cruzada
Sea como fuere, no hay duda que una lateralidad bien establecida es un factor facilitador de
los diferentes aprendizajes (a partir de los 4-5 años), siendo un factor de riesgo en caso
contrario.
Dominancia Manual: Preferencia o mayor facilidad para utilizar una de las manos
(derecha o izquierda) para ejecutar acciones como coger objetos o escribir.
Dominancia Podal: Nos indica el pie dominante para efectuar acciones como chutar
una pelota, mantenerse en pie con sólo una pierna, etc...
Dominancia Ocular: Aunque los dos ojos son necesarios para configurar una
imagen correcta, hay uno que se prefiere para mirar por un catalejo o apuntar con
una carabina, se trata del ojo dominante.
Dominancia Auditiva: Se refiere a la preferencia o tendencia a escuchar más por un
oído que por el otro, por ejemplo, al coger un auricular, un teléfono móvil.
Hablamos de lateralidad homogénea cuando mano, pie, ojo y oído ofrecen una
dominancia en el mismo lado ya sea en el lado derecho (diestro) o izquierdo (zurdo).
Estamos ante una lateralidad cruzada cuando existe una lateralidad distinta de la
manual para pies, ojos u oídos (por ejemplo mano derecha dominante con dominio
del ojo izquierdo). En estos casos también se habla de “asimetría funcional”.
La lateralidad cruzada mano-ojo, ha sido una de las más estudiadas y con frecuencia
es sinónimo de problemas en el aprendizaje, en especial en los procesos de lectura y
escritura.
En ocasiones se utiliza el concepto de lateralidad contrariada para expresar que el
niño ha invertido en algún o algunos miembros su tendencia natural (por ejemplo niño
zurdo que se le ha forzado ha aprendido a escribir con la derecha).
Hay también otras posibilidades como la denominada lateralidad mixta que se utiliza
para designar a aquellos individuos que presentan heterogeneidad en alguna o todas
las lateralidades (p.e. algunas actividades se realizan con una mano y otras con la
contraria), también el ambidextrismo que señala a aquellos sujetos que son
igualmente hábiles con cualquiera de las dos partes del cuerpo (derecha-izquierda)
para efectuar algunas actividades.
Desarrollo
Hasta los 4 o 5 años no tiene demasiada importancia conocer donde están la derecha y la
izquierda. El niño va desarrollándose según su curso evolutivo y todavía resulta innecesario
el conocimiento del espacio codificado según las coordenadas derecha-izquierda. El espacio
lo percibe el niño directamente.
Una de las actividades donde más se refleja la influencia social es en la escritura manuscrita.
En las sociedades más conservadoras, en las que se prohíbe la escritura con la mano
izquierda, el porcentaje de zurdos puede situarse entorno al 4 o 5%.
Lateralidad y Aprendizaje
Los niños que presentan una lateralidad homogénea ( mano, pie, ojo, oído dominantes en el
mismo lado), tradicionalmente se ha creído que tienen una mejor disponibilidad para el
aprendizaje al poder integrar de forma más eficaz la diversa información sensorial. Esto
puede resultar cierto en muchos casos pero no en todos. No puede establecerse de manera
concluyente una relación efecto-causa entre la presencia de una lateralidad no homogénea y
la de trastornos del aprendizaje. Sin embargo, debe evaluarse la lateralidad como un factor
de riesgo añadido a otros factores.
Diferentes estudios efectuados comparando el porcentaje de disléxicos de la población
general con el porcentaje en grupos de zurdos manuales, de individuos con lateralidad
cruzada o de zurdos de la mirada, dan como resultado un mayor porcentaje en estos grupos
que en población normal.
Es a partir de la Educación Primaria cuando el niño con una lateralidad mal establecida
puede presentar dificultades específicas en el aprendizaje. A continuación se muestra un
resumen de los síntomas en los diferentes ámbitos.
La lateralidad suele evaluarse a partir de los 5/6 años y coincidiendo con los primeros
aprendizajes que precisan de códigos escritos. Debemos tener en cuenta que a estas
edades la lateralidad probablemente aún está en construcción y es normal encontrar
datos contradictorios. El fin de la evaluación debe ser intentar descifrar la lateralidad
natural del niño para corregir a tiempo si se detectan cruzamientos.
El problema no es ser diestro o zurdo sino que las diferentes dominancias estén
organizadas en el mismo lado, especialmente en lo que se refiere a la mano, ojo y
pie.
Aconsejamos para una evaluación correcta el uso de pruebas específicas como el Test de
Dominancia Lateral de Harris.
A modo de una primera aproximación se exponen algunas de las pruebas comunes para la
valoración de la dominancia lateral en sus diferentes modalidades:
Dominancia manual:
Pedir al niño que coja un lápiz de la mesa y que escriba una serie de números (p.e.
del 1 al 10). Se observa la mano con la que coge el lápiz y escribe. En condiciones
normales, ésta será la mano dominante. Se debe también pedirle que coja diferentes
objetos (peine, cepillo de dientes...) y comprobar si sigue utilizando la misma mano o
no.
Podemos luego solicitarle que trate de escribir la misma serie de números pero con la
otra mano. Un niño diestro bien organizado debería presentar gran dificultad para
efectuar los números con la mano izquierda presentando inversiones frecuentes.
Otras pruebas de verificación: descorchar una botella, pegar etiquetas, manejar
herramientas, cortar con tijeras, encaje de puzzles...
Dominancia ocular:
Una de las pruebas clásicas es la del papel perforado. Puede utilizarse cualquier material
que pueda manejar el niño y que tenga un pequeño agujero central. Se le pide que en
posición de pie sostenga con los brazos estirados el papel perforado. A esta distancia se le
dice que trate de mirar a través del agujero algún punto situado detrás (puede ser el propio
evaluador). La siguiente instrucción es que vaya acercando poco a poco el papel a la cara
hasta tocar la misma. Esto debe hacerlo sin dejar de mirar por el agujero enfocando al punto
fijado. Una vez que el papel llega al rostro el niño ha situado el agujero frente al ojo
dominante.
Puede también evaluarse la dominancia ocular con calidoscopios o tubos pidiendo al niño
que mire a través de ellos. El ojo en el que se sitúa el objeto es el dominante.
Intervención
Sigue siendo muy controvertida la idoneidad de la intervención sobre la lateralidad a efectos
de corregir ciertas irregularidades. Hay autores que defienden la intervención temprana para
evitar los posibles efectos posteriores sobre el aprendizaje y otros, por su parte, minimizan
las consecuencias y defienden el desarrollo natural del proceso limitando la intervención a
potenciar en el niño las dominancias establecidas. Cada niño es un caso diferente con sus
propias peculiaridades y no podemos generalizar en cuanto a la necesidad de intervenir.
En todo caso, el paso previo para cualquier intervención requiere de una correcta evaluación
psicomotriz, de estudiar la historia evolutiva del niño, el conocimiento de la existencia de
posibles trastornos orgánicos o secuelas de accidentes y también de los resultados del
examen oftalmológico.
La mala lateralidad puede manifestarse de diferentes formas siendo la más corriente la que
suele denominarse como cruce lateral simple en el que el niño utiliza habitualmente su ojo
dominante y escribe con la mano subdominante, es decir, es el caso de niños diestros de pie
y mano pero con dominancia en el ojo izquierdo o a la inversa.
En estos casos se aconseja que, si se decide la corrección de la lateralidad, actuar sobre el
cambio de la dominancia de la mano antes que con la del ojo. Esto se justifica dado que
es menos complicado y actuamos a favor de la tendencia neuro-biológica del niño.
No hay que olvidar que la tendencia lateral induce una distribución de funciones entre los dos
hemisferios y, por tanto, aplicar un programa en contra del diseño neurobiológico supone
complicar bastante la red de conexiones interhemisféricas. Contrariamente, aplicar un
programa a favor de esta tendencia simplifica el proceso y optimiza los resultados. En el
caso de aplicarse un cambio de dominancia visual debe contarse con las directrices de un
especialista en optometría que dirija el tratamiento.
Normalmente el tratamiento consiste en un programa de entrenamiento visual que implica la
obturación del ojo que debe ceder la dominancia o el trabajo con filtro rojo. Las diferentes
actividades que debe realizar el niño han de ser determinadas por el optometrista.
Glosario
2 Anartria: Trastorno del “habla”, ausenciatotal de articulación oral.
3 Disartria: Dificultades en la expresión del lenguaje, debido a trastornos del tono y
del movimiento de los músculos fonatorios, secundarios a lesiones del sistema
nervioso.
4 Afasia: Trastorno del lenguaje que se produce cuando hay una alteración del
hemisferio cerebral cuya función primordial es el procesamiento del código del
lenguaje.
7 Espina Bífida: Defecto del normal cierre del canal óseo de la columna vertebral,
producido en la etapa embrionaria, frecuentemente se localiza en la región
lumbosacra.
8 Amputación: Pérdida total o parcial de un segmento del cuerpo, puede ser
adquirido o congénito.
12 Osteogénesis Imperfecta.
GUIAS DE TRABAJO
TIPO DE GUIA: No. De Guía
1
Nivel: Materia:
Unidad: 1 Tema:
Objetivo:
Documento Base:
Instrucciones:
Forma de trabajo:
Materiales a utilizar:
Pasos a seguir:
Evaluación final:
GUIAS DE TRABAJO
TIPO DE GUIA: No. De Guía
1
Nivel: Materia:
Unidad: 1 Tema:
Objetivo:
Documento Base:
Instrucciones:
Forma de trabajo:
Materiales a utilizar:
Pasos a seguir:
Evaluación final: