RAMOS - Desencuentros de La Modernidad (Caps. 4 y 5)

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(Sem. Blanco)

© Julio Ramos
© Fundación Editorial El perro y la rana, 2009
Centro Simón Bolívar
Torre Norte, piso 21, El Silencio,
Caracas - Venezuela, 1010.
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Desencuentros de la modernidad
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Edición al cuidado de:

Xoralys Alva
en América Latina
Ybory Bermúdez Literatura y política en el siglo XIX
Yesenia Galindo

Joyce Ortiz

Hecho el Depósito de Ley

lf 40220098002548
ISBN 978-980-14-0605-1

Julio Ramos
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Serie Clásicos
Obras claves de la tradición del pensamiento humano, abarcando
la filosof ía occidental, oriental y nuestramericana.
Serie Crítica emergente
Textos y ejercicios reflexivos que se gestan en nuestra
contemporaneidad. Abarca todos aquellos ensayos teóricos del
pensamiento actual.
Serie Género-s
Una tribuna abierta para el debate, la reflexión, la historia y la
expresión de la cuestión femenina, el feminismo y la diversidad
sexual.
Serie Aforemas
Entre el aforismo filosófico y lo poético, el objeto literario y el … nuestra lectura se propone articular un
objeto reflexivo son construidos desde un espacio alterno. doble movimiento: por un lado, la exploración
La crítica literaria, el ensayo poético y los discursos híbridos de la literatura como un discurso que intenta
encuentran un lugar para su expresión. autonomizarse, es decir, precisar su campo
de autoridad social; y por otro, el análisis
Serie Teorema de las condiciones de imposibilidad de su
El discurso matemático, el f ísico, el biológico, el químico y demás institucionalización. Dicho de otro modo,
visiones de las ciencias materiales, concurrirán en esta serie para exploraremos la modernización desigual de la
mostrar sus tendencias. literatura latinoamericana en el período de su
emergencia.
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Julio Ramos

and Lyotard on Postmodernity”, en Habermas and Modernity,


R. J. Bernstein (editor) (Cambridge: MIT Press, 1985), pp. 161-175.
66 Sobre las “ontologías débiles”, contaminadas, de los discursos pos-
modernos, véase el libro de Gianni Vattimo, El fin de la moderni-
dad: nihilismo y hermenéutica en la cultura posmoderna, traduc-
ción de A. L. Bixio (Barcelona: Gedisa, 1986). También véase E.
Subirats, “Transformaciones de la cultura moderna”, en J. T. Mar-
tínez (editor), La polémica de la posmodernidad (Madrid: Edicio-
nes Libertarias, 1986), pp. 103-118.

IV. Límites de la autonomía:


periodismo y literatura
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Al postular la heterogeneidad del sujeto literario latinoame-


ricano en función de su modernización desigual, nos exponemos a
varias críticas. El primer problema, sospechamos, tiene que ver con
el riesgo de incidir en cierta lógica binaria que tiende a definir la dife-
rencia latinoamericana en términos de su desplazamiento, a veces
paródico, de los modelos europeos: –en vez de Ariel, Calibán– en
una lógica en que lo latinoamericano vendría a ocupar un margen
ideologizado. El problema con este tipo de lectura, bastante común
en nuestros días, radica en la suposición de que “lo europeo” u “occi-
dental” configura la inscripción de un origen, con un alto grado
de pureza y homogeneidad. Lo latinoamericano (o “tercermun-
dista”), desde la carencia del poder, vendría a desplazar y desman-
telar la pureza originaria, en el mismo gesto (a veces involuntario)
de representar, recitar o simular el funcionamiento de los códigos
“primermundistas”.

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Julio Ramos Desencuentros de la modernidad en América Latina Primera parte
¿No sería posible pensar el origen (europeo), el referente des- Si incluso en Europa, según el programa de Deleuze y Guattari, es
plazado por la representación paródica (latinoamericana), como un posible escribir como tercermundista2, si también cada Norte, en el
lugar desde siempre atravesado por contradicciones, donde la lite- riñón de su territorio, consigna marcas de su propio Sur (su South
ratura, por ejemplo, desde su emergencia, no estaba regida por una Bronx, digamos), entonces, ¿cómo seguir postulando la diferencia?3
homogeneidad institucional, sino en cambio por un impulso crítico Ahora bien, incluso si aceptáramos la heterogeneidad como un
de la “verdad” y la disciplina? rasgo del sujeto literario europeo, incluso si aceptáramos e ideolo-
En este sentido, aun para nosotros en el capítulo anterior, resul- gizáramos un concepto de la literatura, en Europa, como crítica de
taba demasiado fácil la lectura de Peter Bürger1. La lectura “institu- la verdad (siguiendo a otros críticos europeos)4, aun así habría que
cionalista” de Bürger nos permitía oponer la emergencia del sujeto insistir en la extrañeza irreductible de la literatura latinoamericana.
literario latinoamericano, en su doble juego de voluntad autonómica Evitaremos, entonces, el binarismo de la parodia y su tendencia a
e imposibilidad institucional, a la estabilidad o “pureza” del sujeto ideologizar el “margen”, pero a la vez intentaremos precisar las con-
literario que particularmente en Francia (según Bürger) lograba diciones históricas de algunas diferencias.
dominar las interpelaciones externas, instituyendo y purificando En este capítulo nos proponemos un análisis de la relación entre
su campo “interior”. Ahora nos preguntamos: ¿se dio, incluso en el periodismo y la literatura en las últimas décadas del siglo XIX5.
Francia, esa “pureza” de que habla Bürger, esa estabilidad institu- Particularmente exploraremos la transformación del lugar de la lite-
cional que el arte postaurático vanguardista vendría a desmantelar? ratura en uno de los periódicos principales de la época: La Nación

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¿O es que Bürger, para enfatizar el momento crítico de la vanguar- de Buenos Aires, cuyos corresponsales de prensa en el extranjero
dia, elude las contradicciones del sistema (institucional) anterior? –Martí y Darío, entre otros– fueron claves en el desarrollo de la cró-
¿No sería válida la lectura de Flores del mal (que Bürger, por cierto, nica modernista. Nos proponemos ver, primeramente, cuáles son las
casi no menciona) como una fisura fundamental, de ningún modo condiciones que llevan la literatura a depender del periódico, y cómo
menor, en la superficie misma del sujeto “puro” institucionalizado? este limita así su autonomía; la crónica, en este sentido, será un lugar
¿No proyecta Baudelaire o luego Rimbaud, en sus paseos-esquizos, privilegiado para precisar el problema de la heterogeneidad del sujeto
una salida violenta del territorio estético, una fuga de las segmen- literario. Nos preguntaremos luego sobre la función del discurso
taciones (y privatizaciones) distintivas del mapa de los discursos e literario en el periodismo finisecular y, sobre todo, la importancia
instituciones modernas? ¿No presuponen esas fracturas, desde el de cierta noción de “lo estético” como modo de representar, decorar
comienzo, una crítica intensa a la mutua exclusividad de los térmi- y domesticar las cambiantes ciudades del fin de siglo en un proceso
nos “arte” y “vida”, esa antítesis matriz, según Bürger, de la autono- en que la “marginalidad” y la crítica a la modernización de algunas
mización e institucionalización estética? formas literarias fueron incorporadas y promovidas por la emergente
Dicho de otro modo, el “origen” parecería contener marcas pro- industria cultural, basada en el nuevo periodismo de la época.
tuberantes de la “derivación” “paródica” o “antiestética”. Lo que nos
lleva a cuestionar ese tipo de narrativa histórica (lineal) incluso en El problema del público. Entre otras cosas, por más contra-
Europa. Para nosotros la distinción es clave porque nos obliga a recon- dictorio y “marginal” que efectivamente fuera, es evidente que
siderar la postulación de la diferencia latinoamericana como efecto en Europa el discurso literario tuvo soportes institucionales,
de la parodia de una plenitud (nunca comprobable) primermundista.
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Julio Ramos Desencuentros de la modernidad en América Latina Primera parte

particularmente en la educación y en el mercado editorial. En sistencia de los intelectuales norteamericanos, muchos de ellos
América Latina ese desarrollo fue muy desigual, limitando la ya profesionalizados:
voluntad autonómica y promoviendo la dependencia de la litera-
tura de otras instituciones. Por ejemplo, el desarrollo de la novela Y ¡qué variedad inmensa de materias las que tratan los lecturistas
en Inglaterra y Francia desde fines del siglo XVIII fue concomi- –y qué modo tan honesto de vivir proporcionan a las gentes las
tante a la emergencia de un público lector en una época de relativa letras–, y qué provecho tan abundante y tan agradable sacan los
democratización de la escritura; público, en el sentido moderno concurrentes a las lecturas! Bien que lo pudieran hacer en Caracas,
(ligado al mercado), que a su vez fue inicialmente fomentado por los arrogantes poetas, estudiosos letrados, y críticos severos; e irían
la prensa y luego por una industria editorial, cuya creciente auto- las gentes a oírlos, porque a poca costa adquirían ciencia útil […]
nomía del periódico se cristaliza en el mercado del libro, en la (OC, IX, p. 47, escrito para La Opinión Nacional de Caracas).
segunda mitad del siglo XIX. En América Latina, hasta comienzos
del siglo XX no se establece el mercado editorial. De ahí que algu- Para entender la problemática del público y la respuesta mer-
nas funciones de la novela en Europa –como la representación (y cantilista y profesionalista que frecuentemente proponen los
domesticación) del nuevo espacio urbano– en América Latina nuevos literatos, hay que situarlas en el interior del campo inte-
fueran cumplidas por formas de importancia menor en Europa, lectual en que operan para no imponer sobre ellas nuestra visión
como la crónica, ligadas generalmente al medio periodístico. actual del mercado y la profesión. Muchos de ellos provienen de
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La falta de público constituye una preocupación fundamental las nuevas clases medias, sin un “capital simbólico” (o efectivo)
en el campo literario del fin de siglo. En Amistad funesta, folle- garantizado por filiación oligarca, los escritores finiseculares
tín escrito por Martí para El Latino Americano de Nueva York en (Martí, Gutiérrez Nájera, Casal, en los ochenta) que defendían
1885, señala el narrador: la alternativa del mercado y la profesionalización, se situaban en
contra de la zona más reaccionaria del campo, que manejaba aún
A manejar la lengua hablada y escrita les enseñan, como único un concepto civil de la literatura. Un buen ejemplo de la zona más
modo de vivir, en pueblos en que las artes delicadas que nacen del conservadora del campo, en el contexto argentino, se encuentra
cultivo del idioma no tienen el número suficiente, no ya de consu- en Calixto Oyuela, cuya crítica a la profesionalización consigna
midores, de apreciadores siquiera, que recompensen con el precio una ideología aún bastante generalizada en el fin de siglo:
justo de esos trabajos exquisitos, la labor intelectual de nuestros
espíritus privilegiados (OC, XVIII, p. 198). El escritor, el artista, el hombre de ciencia, si han de serlo de veras
[…] deben inscribir ante todo en su corazón el musarum sacerdos
En efecto, ¿cómo podría haber un sujeto literario si la misma de Horacio, tan opuesto a las vulgares tendencias de la muche-
sociedad no reconocía la especificidad de su autoridad? No es dumbre literaria […].
casual, en ese sentido, que el propio Martí, en Nueva York, mani- Sin negar, ni mucho menos, lo que hay de legítimo en la vigilancia y
festara un interés constante en el desarrollo del mercado editorial defensa de los derechos e intereses de autores, creo que las asocia-
(incluso para la poesía), así como en los diferentes medios de sub- ciones de estos con ese exclusivo objeto se traducen, por pendiente
natural de las cosas, en una degeneración y adulteración del ideal
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Julio Ramos Desencuentros de la modernidad en América Latina Primera parte
y de las obras intelectuales, así como en funesta propagación de Sin embargo, ese otro lugar de enunciación, concomitante a
una detestable plaga moderna: la literatura industrial […]. la emergencia de un nuevo tipo de autoridad intelectual, era aún
[El] verdadero artista debe distinguir siempre profundamente muy vulnerable a comienzos de los ochenta. En México, por ejem-
entre su musa y su negocio […]6. plo, Gutiérrez Nájera señala en 1881:
Por supuesto, también Martí, Gutiérrez Nájera, o luego Darío, La literatura es en Europa una carrera en toda forma, tan discipli-
se distanciarían de la otra posición clave en el campo finisecu- nada como la carrera militar, puesto que en ella se asciende por
lar: la literatura propiamente “industrial”, que muchos literatos rigurosa escala, desde soldado raso, con excepción de aquellos
relacionarían con la emergencia de un nuevo tipo de periodista, que en la milicia, lo mismo que en las letras, comienzan a ceñir la
escritor de noticias y folletines. Por eso, Julián del Casal, si bien banda azul. Los escritos, como todas las mercancías, sufren la ley
presupone el mercado como medio inevitable del nuevo literato, de la oferta y la demanda8.
se distancia de otro tipo de intelectual, dominado por la orienta-
ción de la “industria”: Para Gutiérrez Nájera, dada la falta de un público capaz de sos-
tener la “demanda” de la nueva “mercancía”, “es indispensable que
Los artistas modernos están divididos en dos grandes grupos. El el gobierno atienda con medidas justas y discretas al desenvolvi-
primero está formado por los que cultivan sus facultades, como miento de las ciencias y las letras” (p. 66). Conviene añadir que el

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los labradores sus campos, para especular con sus productos, reclamo de protección iba dirigido al gobierno de Porfirio Díaz.
vendiéndolos siempre al más alto postor. Éstos son los falsos Los testimonios, tanto del deseo como de las limitaciones del
artistas, cortesanos de las muchedumbres, especie de merca- mercado editorial, se multiplican a fin de siglo9. Nuevamente: aun-
deres hipócritas, a quienes la posteridad –nuevo Jesús– echará que no nos proponemos reducir la problemática de la emergencia
un día del templo del Arte a latigazos. El segundo se compone de del sujeto literario (en tanto campo discursivo) a una cuestión de
los que entregan sus producciones al público, no para obtener los empleos, igualmente reductor resultaría eludir el impacto que el
aplausos, sino el dinero de éste, a fin de guarecerse de las miserias mercado –o su ausencia– ejerció sobre la disposición misma del
de la existencia y conservar un tanto la independencia salvaje, que discurso literario, según ha sugerido S. Molloy con respecto a la
necesitan para vivir y crear. Lejos de adaptarse a los gustos de la imagen del público que opera en la poesía de Darío, condicionando
mayoría, tratan más bien de que ésta se adapte a la de ellos7. su trabajo sobre la lengua10.
De modo que la posición “profesionalista” responde a un Martí en Nueva York: el mercado de la escritura. En cuanto a
doble frente de lucha: por un lado, se distancia del escritor estric- la problemática del público es significativa la situación de Martí
tamente mercantil del periódico, pero a la vez reconoce en el en Nueva York, particularmente en los primeros años de la década
mercado, no sólo un medio de subsistencia, sino la posibilidad de de 1880. Recordemos la carta a Manuel A. Mercado, en que Martí,
fundar un nuevo lugar de enunciación y de adquirir cierta legiti- explicando sus razones para permanecer en Nueva York, señala:
midad intelectual insubordinada a los aparatos exclusivos, tradi-
cionales, de la república de las letras.
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Julio Ramos Desencuentros de la modernidad en América Latina Primera parte

Todo me ata a Nueva York […]. A otras tierras, ya sabe usted por Ya va apresuradamente dicho en mi mesa de empleado de
qué no pienso ir. Mercado literario no hay en ellas, ni tiene por comercio –que es profesión nueva a que entro–, por no dar en la
qué haberlo [...]. [Mis] instrumentos de trabajo, que son mi lengua vil de desterrado sin ocupación, y ayudar a la amargura de culti-
y mi pluma, o habrían de quedarse en el mismo encogimiento en vador de las letras españolas (CMM, p. 74).
que están aquí, o habrían de usarse en pro o en contra de asuntos
locales en que no tengo derecho ni voluntad de entrar […]11. En otra carta añade:

Es necesario insistir en ese aspecto mundano de la vida de No sé si he dicho ya a [Ud.] que vivo ahora de trabajos de comercio,
Martí. La representación de Martí como héroe –aura a la que él y que, como me faltan dineros, aunque no me faltan modos, para
sin duda contribuyó– frecuentemente impide el conocimiento de hacer lo propio –sirvo en lo ajeno, lo que equivale en New York a
su propia vida. Y más importante para nosotros, el aura heroica trocarse, de corcel del llano en bestia de pesebre: ¡pero qué alegre
limita la explicación de las condiciones de posibilidad de su dis- vuelo a mi casa cada día–, guardando con sigilo porque nadie los
curso y de su misma politización. Politización, ya vimos, que pre- vea, los terrores del alma […] (CMM, p. 77).
supone el contacto de Martí con el régimen del mercado, con el
trabajo, con la fragmentación urbana, que por momentos lo lleva Casa/trabajo alienado: la oposición registra un corte en la
a afiliarse con las zonas marginales de la cultura capitalista y a historia de la noción de la privacidad importante para la litera-
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transformar su concepto del “interior” estético. tura. La literatura se repliega en ese interior, opuesto al mundo
Fueron muchas, y a veces inverosímiles, las ocupaciones de reificado del trabajo. Recordemos que en el discurso de los patri-
Martí en Nueva York. Especialmente en los primeros años des- cios iluministas escribir era convocar al trabajo. Para Martí, en
pués de su llegada en 1881, hasta 1887 aproximadamente, cuando cambio, precisamente en el período de las cartas citadas, la poesía
su labor periodística ya estaba suficientemente establecida como delimita su espacio en oposición a ese afuera del trabajo:
para garantizarle un sueldo, la brega diaria del escritor exiliado
fue ardua. El desplazamiento martiano en Nueva York, su relativa Ganado tengo el pan: hágase el verso,
proletarización, incluso, se explica en parte, sólo en parte, por las y en su comercio dulce se ejercite
condiciones del exilio. Porque también Gutiérrez Nájera, o Julián la mano, que cual prófugo perdido
del Casal, en sus respectivos países, confrontaron un proceso entre oscuras malezas, o quien lleva
similar y se autorrepresentaron, frecuentemente, como exiliados. a rastra enorme peso, andaba ha poco
Es cierto, por otro lado, que el exilio neoyorquino radicali- sumas hilando y revolviendo cifras12.
zaba la situación de Martí, quien por varios años (en contraste a
Gutiérrez Nájera o Casal) no pudo vivir de la escritura. En 1882, La poesía es el lugar del otro comercio. Resulta emblemático,
Martí le escribe a Mercado, su corresponsal en México, que más además, que en esos años la poesía martiana represente la escena
tarde le conseguiría un espacio en el periódico de Porfirio Díaz, El de la escritura, insistentemente, en la noche, en un interior, siem-
Partido Liberal: pre después del trabajo. Ese desprendimiento implica la auto-
nomía o voluntad autonómica del sujeto literario, es decir, su
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distanciamiento del imperativo racionalizador, utilitario, distintivo lo propio, y venderse, en México principalmente, con un margen
del orden social moderno. De ahí que para entender la densidad y de escasísimo provecho (CMM, p. 111).
especificidad que reclama el interior, haya que precisar el afuera que
por momentos la escritura busca obliterar: la crónica, el encuentro El proyecto, para Martí, representaba la posibilidad de desa-
del poeta con los “exteriores” de la ciudad, nos permitirá considerar rrollar una industria editorial autónoma, “fuera de las manos de
lo que el “interior” borra, según veremos pronto. editores rapaces” –la Appleton, hay que sospechar. Aunque el
Por ahora digamos que en oposición al trabajo “alienado” en la proyecto no llegó muy lejos, el primer libro que lanzó el nuevo
mesa de comercio, Martí, en esos primeros años de la década de los empresario fue Ramona, traducción de la novela de Helen Hunt
ochenta, exploró la alternativa del mercado de la escritura. Fue pro- Jackson: “Muy interesante me es Ramona, y tal vez base de mi
moviéndose como intermediario entre los Estados Unidos y varios independencia” (CMM, p. 158). Antes de la publicación del libro
grupos latinoamericanos, especialmente en México, Venezuela y la en 1888, Martí había logrado vender 2.000 ejemplares en Buenos
Argentina. La función del mediador se comprueba ya en sus traduc- Aires (CMM, p. 147). Publicó una segunda edición ese año que
ciones para la Casa Appleton que, ante el vacío editorial latinoame- también se agotó rápidamente.
ricano, producía libros para el creciente público hispano, no sólo de Por otro lado, el modo más eficaz de subsistencia mediante
Nueva York, sino también de México y La Habana13. la escritura era el periodismo. Desde comienzos de los ochenta,
En función de las estrategias del intermediario-traductor tam- mediante sus correspondencias a La Opinión Nacional de Cara-

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bién podemos leer el trabajo de Martí para el periódico La Amé- cas (entre 1881 y 1882) y a La Nación de Buenos Aires (1882-1891),
rica, entre 1883 y 1884. La América, según confirma la variedad de Martí había reconocido el interés que la nueva prensa latinoame-
las contribuciones martianas, se publicaba en Nueva York para la ricana tenía por los Estados Unidos en esa época de aperturas de
comunidad hispana, pero también constituía un proyecto comer- las economías latinoamericanas. Así le describe Martí a Mercado
cial más amplio. Circulaba en varios países latinoamericanos, donde su “mercancía útil y superior por su importancia”, la crónica:
servía de vitrina de los adelantos más recientes de la tecnología nor-
teamericana y de liason general en una red de exportación/impor- he imaginado sentarme en mi mesa a escribir, durante todo el
tación14. Esto lo podemos comprobar, por ejemplo, en los anuncios mes, como si fuese a publicar aquí una revista: sale el correo de
de los más variados y a veces extraños artefactos que redactó Martí Nueva York para un país de los nuestros: escribo todo lo que en
para el periódico15. Era previsible que Martí no durara mucho en éste haya ocurrido de notable: casos políticos, estudios sociales,
esas funciones: en 1884 tuvo conflictos con los editores y nueva- noticias de letras y teatros, originalidades y aspectos peculiares de
mente se dedicó a buscar alternativas. esta tierra [...] En fin, una revista, hecha desde Nueva York sobre
En 1886 le escribe a Manuel Mercado: todas las cosas que puedan interesar a nuestros lectores cultos,
impacientes e imaginativos, pero hecha de modo que pueda publi-
tengo el pensamiento de hacerme editor de libros baratos y útiles, carse en periódicos diarios [...] Por poco me propongo dar mucho;
de educación y materias que la ayuden, cuyos libros puedan que no por mío ha de valer, sino porque será de cosas de interés,
hacerse aquí [en Nueva York] en armonía con la naturaleza y nuevas y vivas (CMM, p. 93).
necesidades de nuestros pueblos, y economía de quien trabaja en
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La crónica surge como una crónica de la vida moderna, produ- Periodismo y nacionalidad. Esa heterogeneidad –aun en el
cida para un lector “culto”, deseoso de la modernidad extranjera. periodismo literario finisecular– no debe confundirse con una hete-
Por cierto, ese gesto publicitario de “lo moderno”, ligado a la ideo- ronomía discursiva. Lo significativo de la crónica modernista es que
logía y a la forma del viaje importador (género popularísimo entre si bien manifiesta la dependencia literaria del periódico, constituye,
los patricios), no define del todo a Martí, quien llevará la crónica a más que una “hibridez” desjerarquizada, un campo de lucha entre
zonas inesperadas, convirtiéndola en una crítica del viaje importa- diferentes sujetos o autoridades, entre los cuales es enfática –a veces
dor, modernizador. Sin embargo, la mediación entre la modernidad más enfática que en la poesía misma– la tendencia estetizante de la
extranjera y un público deseante de esa modernidad es la condición voluntad autonómica. Es decir, tampoco aquí deberemos confundir
que posibilita la emergencia de la crónica, incluso en Martí. la autonomización desigual de la literatura con un discurso (hete-
Ahora bien, ya en la cita anterior encontramos ciertos índices de rónomo) tradicional, porque es indudable que la autoridad estética
un conflicto fundamental: la escritura, en el periódico, “no por [mía] es una de las fuerzas generadoras de la crónica finisecular, por más
ha de valer”. La poesía se proyectará, por el reverso del periódico, que otras autoridades y funciones limiten su autonomía. Más aún,
como el “refugio del proscrito”16. Es decir, ya en Martí, en contraste habría que pensar el límite que representa el periodismo para la lite-
con los letrados iluministas, el trabajo periodístico resulta conflic- ratura –en el lugar conflictivo de la crónica– en términos de una
tivo, opuesto al valor más “alto” y “subjetivo” del discurso poético. doble función, en varios sentidos paradójica: si bien el periodismo
Pero a la vez, el periódico representaba un modo de vida más cer- relativiza y subordina la autoridad del sujeto literario, el límite asi-
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cano que el comercio (o el gobierno) a los “instrumentos de trabajo, mismo es una condición de posibilidad del “interior”, marcando la
que son […] [la] lengua y [la] pluma”. Y ya para 1887 son veinte los distancia entre el campo “propio” del sujeto literario y las funciones
diarios que le publican a Martí, aunque al parecer no todos respeta- discursivas otras, ligadas al periodismo y a la emergente industria
ban los derechos de autor que él exigía17. cultural urbana. En oposición al periódico, en el periódico, el sujeto
Si hemos subrayado este aspecto mundano de la vida de Martí, literario se autoconsolida, precisamente al confrontar las zonas
ha sido con un doble propósito: señalar el hecho de que en la moder- “antiestéticas” del periodismo y la “cultura de masas”. En ese sentido,
nidad hasta los héroes están sujetos a las leyes del intercambio. Y la crónica fue, paradójicamente, una condición de posibilidad de la
también que, frecuentemente, como en el caso de Martí, es preci- modernización poética: si la poesía para los modernistas (inclusive
samente esa sujeción lo que posibilita un discurso crítico que bien en momentos para Martí) es el “interior” literario por excelencia, la
puede asumir el aura de la pureza y el heroísmo. Pero más impor- crónica representa, tematiza, los “exteriores”, ligados a la ciudad y al
tante aún, hemos querido indicar la fragilidad de las bases institu- periódico mismo, que el “interior” borra18. De ahí que el conflicto de
cionales del campo literario finisecular. Fragilidad que obliga a la autoridades que constituye la crónica pueda leerse como el proceso
literatura (no sólo al literato) a depender de instituciones externas de producción de ese “interior” ya reificado, purificado, en la poesía.
para consolidar y legitimar un espacio en la sociedad, lo cual nos Ahora bien, el lugar dependiente de la literatura en el periódico
lleva, nuevamente, a la heterogeneidad de la literatura latinoameri- podría sugerir algún tipo de continuidad con respecto al campo
cana, particularmente en el fin de siglo. anterior al 80 –la República de las Letras– en que efectivamente
el periodismo había sido un medio fundamental. Presentimos la
siguiente pregunta: ¿no comprueba la intensa participación de los
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escritores finiseculares en el periodismo (que en Martí sobrepasa identidad, un sujeto nacional, inicialmente inseparable del público
en importancia a cualquier otro tipo de lugar de enunciación), el lector del periódico. En América Latina, para Anderson, la falta de
carácter “civil” de su escritura, su integridad y organicidad respecto una red de comunicación entre las diferentes zonas del continente
de la vida pública y, finalmente, su cercanía al modelo tradicional –el hecho de que los periódicos localizaran, reducidamente, su ima-
del escritor letrado o “publicista”? Además, según señalamos ante- gen del público– explica en parte la imposibilidad del proyecto de
riormente, la diferencia entre el campo letrado y el campo literario unificación del continente bajo un Estado común en contraste con
posterior al 80 no puede establecerse, estrictamente, en función del los Estados Unidos.
factor-mercado, pues mucho antes del fin de siglo, decíamos, ya la También en otro sentido, entre 1820 y 1880 (aproximadamente),
escritura (en el periódico) estaba sujeta a las leyes del intercambio el periódico fue una matriz de los nuevos sujetos nacionales. El
económico19. ¿Cómo se diferencia, entonces, el periodismo martiano periódico no sólo cristalizaba la “racionalidad”, el orden que se iden-
y la crónica modernista del sistema de la “publicidad” anterior? tificaba con la estabilidad y delimitación nacional, sino que permi-
¿Qué había sido el periodismo anteriormente? Brevemente, tía extender ese orden a las zonas insubordinadas de la “barbarie”.
digamos que el periodismo, entre el período de la emancipación y Convertir al “bárbaro” en lector, someter su oralidad a la ley de la
la consolidación de los estados nacionales, hacia el último cuarto escritura –ya lo vimos en Bello y Sarmiento– era uno de los proyec-
de siglo, había sido el medio básico de distribución de la escritura. tos ligados a la voluntad de ordenar y generar el espacio nacional. El
Y según vimos en la lectura de Sarmiento y Bello, la escritura era el periodismo era un dispositivo pedagógico fundamental para la for-

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modelo, en su misma disposición ordenada del sentido, de una vida mación de la ciudadanía. Aunque escritas en la coyuntura colonial
pública racionalizada. De ahí que el periodismo no representara un cubana, las páginas de J. A. Saco sobre el periodismo, en La vagancia
conflicto para la “literatura”, dada precisamente, la inoperancia de en Cuba, son iluminadoras. Recordemos que para Saco la escritura
una autoridad específicamente estética con algún grado de autono- era un dispositivo de la racionalización del trabajo, otra condición de
mía. El periodismo, en el sistema de la República de las Letras, era posibilidad de la modernización. Saco señala:
el lugar donde se debatía la “racionalidad”, la “ilustración”, la “cul-
tura”, que diferenciaba la “civilización” de la “barbarie”. De ahí que Cuando se reúnan los fondos necesarios, y la educación se difunda
sea posible pensar el periodismo de entonces como el lugar donde se por toda la isla, ¡cuán distinta no será la suerte de sus habitantes!
formaliza la polis, la vida pública en vías de racionalización. Entonces, y sólo entonces podrán popularizarse muchos cono-
El periodismo había sido muy importante para la produc- cimientos, no menos útiles a la agricultura y a las artes, que al
ción de la imagen de la nacionalidad, de lo que Benedict Anderson orden doméstico y moral de nuestra población rústica. No pediré
llama una comunidad imaginada20. En su historia de la formación yo para esto, que se erijan cátedras ni profesores en los campos.
de los sujetos nacionales, B. Anderson enfatiza la importancia de la Un periódico, que quizá por vía de ensayo pudiera ya estable-
escritura para la regulación y delimitación del espacio nacional. El cerse en algún paraje, un periódico, repito, en que se publicasen
periodismo produce un público en el cual se basan, inicialmente, las máximas morales y buenos consejos sobre economía doméstica,
imágenes de la nación emergente. El periódico no es sólo un agente los descubrimientos importantes, las máquinas y mejoras sobre
consolidador del mercado –fundamental para el concepto moderno la agricultura, los métodos de aclimatar nuevas razas de animales
de la nación–, sino que también contribuye a producir un campo de y de perfeccionar las que ya tenemos; en una palabra, todo lo que
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se considere necesario para el progreso de los ramos que consti- del poeta gauchesco en la Argentina, donde la poesía producida por
tuyen nuestra riqueza, contribuiría sobremanera a la prosperidad letrados se convirtió en periódico de iletrados: periódico de “bár-
de la isla. […] baros” interpelados –en las diferentes coyunturas que sobrede-
Siendo un periódico de esta naturaleza el vehículo más seguro terminan el desarrollo del género, de Hidalgo a Hernández– por
para difundir los conocimientos, y mejorar las costumbres de la diferentes sujetos que buscaban dominar el emergente campo de la
población rústica, no cabe duda en que debiera estar bajo los auspi- identidad nacional.
cios de los ayuntamientos y sociedades patrióticas. Su redacción Hacia el último cuarto del siglo cambia el lugar del periódico
pudiera encomendarse a dos o más individuos de su seno, o fuera en la sociedad, en el interior de una transformación más amplia del
de él, costeando de sus fondos la impresión, y haciendo repartir ámbito de la comunicación social. A medida que se consolidaban
gratuitamente entre la gente del campo, el número competente de las naciones, autonomizándose la esfera de lo político en los nue-
ejemplares [...]. vos Estados que generalizaban su dominio, el concepto de lo público
Es cierto que la distribución de este papel sería embarazosa; sufre notables transformaciones. Se trata, en parte, de los efectos de
pero la dificultad quedará allanada, valiéndose de la mediación una nueva distribución del trabajo, concomitante a la transforma-
de los curas rurales, o de los capitanes de partido, quienes fácil- ción de los lazos que articulaban el tejido discursivo de lo social. Tal
mente podrán repartirlo los domingos en la parroquia donde se reestructuración, como señala Habermas, afectó particularmente
congregan los feligreses. Sería útil, que después de la misa se leyese la relación entre lo público y lo privado22. La emergencia de un nuevo
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fuera de la iglesia en voz alta, por una persona respetable, porque campo de la privacidad, que comienza a oponerse a la comunica-
así se le daría más interés; sería el tema de las conversaciones; los ción “reificada” de lo “social”, fue clave para la emergente literatura
más instruidos aclararían las dudas de los menos inteligentes; moderna.
y absorbida la atención en tan recomendable objeto, muchos de En el interior de esa transformación de lo público y lo privado el
nuestros campesinos no pasarían ya los domingos alrededor de periodismo cumplió un papel fundamental. También el periodismo
una mesa de juego, o entregados a otras diversiones peligrosas21. racionalizaba su medio, diferenciando sus funciones de lo político-
estatal. Si anteriormente el periódico había cristalizado la voluntad
El periódico era un medio de incorporar al otro, un medio de racionalizadora, cumpliendo una función estatal, aunque ahora no
racionalizar el trabajo. Nuevamente es notable ahí el imaginario deja de ser ideológico, ni de asumir posiciones políticas (a veces abier-
arquitectónico de Saco. La iglesia y sus intelectuales tradicionales, tamente partidistas), es notable su tendencia a distanciarse de la vida
claro, son ahí refuncionalizados, contribuyendo a la extensión de pública, ya propiamente estatal23. En cuanto al itinerario (por otro
la modernidad. También es significativo lo que Saco señala sobre la lado desigual) del distanciamiento del periodismo del Estado, con-
distribución del periódico. Si el analfabetismo era un rasgo del “bár- viene detenerse en el caso de La Nación de Buenos Aires, sin duda
baro”, ¿cómo incorporarlo al “público”, a la escritura? Ahí aparece la el periódico más moderno y modernizador de la época, donde tanto
función del mediador, tipo de educador que lee el periódico para la Martí como Darío, entre otros, publicaron gran parte de sus crónicas.
comunidad analfabeta. Gracias a esos intermediarios, la escritura Esto nos permitirá luego precisar el lugar de la literatura en el perio-
sería capaz de extender su dominio más allá del reducido mundo dismo finisecular de la época y retomar la problemática de su hetero-
del público urbano. Esa fue, por cierto, una de las funciones claves geneidad en la crónica.
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Julio Ramos Desencuentros de la modernidad en América Latina Primera parte
La Nación de Buenos Aires. En las sociedades contemporáneas, sociedades. Sin embargo, es notoria la ausencia de historias más o
articuladas por tecnologías de la comunicación tan complejas y refi- menos rigurosas del periodismo, cuyo desarrollo más bien ha sido
nadas, tal vez resulte difícil comprender la importancia que un simple objeto, por lo general, de las narrativas y anecdotarios de los mismos
periódico podía tener en la organización del mundo-de-vida de las periodistas. Aun así es posible argüir que el desarrollo de la prensa
sociedades finiseculares. Por ejemplo, hoy podría parecernos inve- en el siglo XIX –como ya preveían los patricios modernizadores–
rosímil el itinerario de viaje de cualquier noticia entre Londres, París fue una condición de posibilidad de modernización y reorganiza-
y Buenos Aires antes de 1887. Ese año, en Buenos Aires, La Nación ción social que caracteriza al fin de siglo. En términos de nuestros
inauguraba un servicio telegráfico, afiliado a la Agencia Havas de objetivos, es conveniente que nos limitemos a un aspecto de tal
París, anunciando, en letras grandes, que la distancia entre Europa reorganización, particularmente en lo que concierne al cambio
y la Argentina se reducía para siempre. Anteriormente, la informa- que sufre la relación entre el periódico y la vida pública. Así podre-
ción, inclusive la comercial, llegaba en forma de cartas, por barco, mos ver luego por qué el periódico, a medida que racionalizaba sus
quince días después de su partida de Portugal, haciendo escala en medios, fomentó –paradójicamente– el desarrollo de cierta litera-
Río de Janeiro y Montevideo antes de llegar a Buenos Aires24. Pocos tura ligada a la crónica modernista.
años después de la instalación del servicio telegráfico, los editores La Nación fue fundada en 1870 por Bartolomé Mitre, dos años
del periódico señalan: después del término de su presidencia. Hasta cierto punto, el perió-
dico continuaba el proyecto de su antecesor, La Nación Argentina,

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Hace seis años, antes que La Nación inaugurara el primer servicio editado por José María Gutiérrez. Durante la presidencia de Mitre,
de telegramas europeos que haya existido en el Río de la Plata, los La Nación Argentina había sido un órgano prácticamente oficial del
acontecimientos de países europeos, de cuya vida participamos Partido Liberal, hasta el 68 dominado por el mitrismo. Es necesa-
tan íntimamente, por la comunidad de la sangre [...], de pensa- rio enfatizar la función estatal de La Nación Argentina, porque en
miento, no menos que por los intereses recíprocos del comercio y 1870 Mitre –ya bajo Sarmiento en la presidencia– funda el nuevo
la industria, venían a nosotros cuando había transcurrido más del periódico precisamente con el objetivo de iniciar una prensa inde-
tiempo necesario para que fueran olvidados [...]. pendiente o autónoma del Estado. Así explica Mitre la necesidad de
Hoy no sucede eso: las formaciones que afectan de un modo u otro reformular el rol de la prensa:
los intereses intercontinentales llegan en el momento preciso en
que son requeridas [...]25. Hoy el combate ha terminado. Ha terminado, sí, y estamos triun-
fantes en todas las cuestiones de organización nacional que han
En general, los historiadores del período –época de incorpo- sido resueltas o que marchan en una vía de solución que no puede
ración de América Latina al mercado internacional, al decir de T. cambiar. La nacionalidad es un hecho y un derecho indestructible,
Halperin Donghi–26 no prestan atención a la importancia que los aceptado y aplaudido por sus mismos adversarios de otros tiempos
medios de comunicación tuvieron en términos de la modernización [...] La gran contienda está terminada [...] La Nación Argentina fue
social en la época. Se sobreentiende que la prensa contribuyó a arti- una lucha. La Nación será una propaganda. [...]
cular los mercados locales, e incluso internacionales, y que de algún Fundada la nacionalidad es necesario propagar y defender los
modo permanece como un archivo de la vida cotidiana de aquellas principios en que se ha inspirado, las instituciones que son sus
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bases, las garantías que ha creado para todos, los fines prácticos En 1875, a raíz del encarcelamiento de Mitre y de la conse-
que busca, los medios morales y materiales que han de ponerse al cuente clausura de La Nación, tras un frustrado golpe de Estado
servicio de esos fines27. contra Avellaneda, el periódico sufre una transformación nota-
ble: en 1883 un redactor del periódico recordaba aquella época de
El territorio nacional, en efecto, se encontraba relativamente cambio:
consolidado bajo el poder de una ley central, estatal, cuya autori-
dad, al menos en principio, era aceptada por los distintos grupos Desde [la clausura en 1875] tomó La Nación la delantera de todos
dominantes. La prensa, que hasta el momento había sido un dis- los demás periódicos de Buenos Aires. La administración dio a la
positivo de la centralización y limitación nacional, ligada así a lo empresa, exclusivamente política hasta aquella fecha, un carácter
político-estatal, debía ahora reformular sus funciones. Es evidente comercial, y el diario, sin dejar de mantener su bandera, entró en
que La Nación, particularmente hasta el 1874, seguiría siendo un un terreno más sólido, encauzándose en la corriente de avisos
buen ejemplo de periodismo político o de opinión (tipo de perio- de que estaba apartado, y que es la principal fuente de que vive el
dismo característico de la vida pública tradicional). Inicialmente periodismo28.
constituyó, a pesar de lo que señalaba Mitre en aquel primer edi-
torial, un órgano de partido: medio de la disidencia antisarmien- Enrique de Vedia, sobrino de Mitre, pasó a ser el nuevo gerente
tina en el Partido Liberal, que llevaría a Mitre a intentar un golpe del periódico. Vedia reconocía que el periódico –para sobrevivir
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de Estado contra N. Avellaneda, poco después de las elecciones de como empresa– debía autonomizarse de la política más inme-
1874. El periódico se convirtió en el órgano del emergente Partido diata. Si el periódico, según proyectaba el propio B. Mitre, debía
Nacionalista, tras la eventual fractura del Partido Liberal (entre ser un agente modernizador, tenía entonces que rebasar la esfera
mitristas y alsinistas-autonomistas de Buenos Aires). Aun el permitida del partido. El periódico debía llegar a un público cada
periódico era interpelado por las instituciones del campo político, vez más heterogéneo, tenía que convertirse asimismo en agente
relativizada su autonomía y especificidad institucional. publicitario de sectores que políticamente bien podían ser con-
A lo largo de las próximas dos décadas la función política y tradictorios. El periódico comenzaba entonces a proclamar su
partidista del periódico continuaría siendo fundamental. Sin “objetividad” en una estrategia de legitimación distintiva de su
embargo, igualmente notable, en ese período, sería su moderniza- voluntad de autonomía y modernización.
ción progresiva, tanto en términos de la tecnología del periódico A partir de la administración de Vedia, el periódico se somete
como de la racionalización y especificación de sus nuevas funcio- a una nueva división del trabajo. Inicialmente, el propietario-
nes sociales, sobre todo ligadas a la información y a la publicidad editor, Mitre, era gerente y redactor, a la vez que supervisaba
comercial. Aunque esas nuevas funciones del periódico, concomi- personalmente la impresión misma del periódico en una organi-
tantes a la emergencia de nuevos discursos (y escrituras) periodís- zación típicamente artesanal. Por cierto, resulta emblemático el
ticas, no desplazarían del todo la función tradicional, partidista, de hecho de que la producción del periódico se llevara a cabo en la
la prensa, la modernización del periódico requería cierta autono- propia casa de Mitre (hasta 1885), lo que sugiere que los espacios
mización de lo político. de la privacidad y del trabajo no se encontraban aún diferencia-
dos, en contraste al período de la profesionalización posterior,
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Julio Ramos Desencuentros de la modernidad en América Latina Primera parte
marcado por una notable fractura entre la vida privada y la vida Para Habermas, el paso de una prensa de opinión, que mate-
pública del sujeto. rializaba al “raciocinio”, la “discusión”, la “privacidad insertada
Durante la administración de Vedia –miembro de la familia, en público” de la era liberal, a una prensa propiamente comercial,
por otro lado–, las tareas comienzan a especializarse y a especificar orgánica a la emergente sociedad de consumo, marca un cambio
sus medios. Esto es notable en la distribución –y en los lenguajes fundamental en la historia del capitalismo. El cambio en la prensa
mismos– del trabajo periodístico. Progresivamente la información cristaliza y promueve una transformación radical entre lo pri-
adquiere importancia en el periódico, así como se expande y técni- vado y lo público en una sociedad cada vez más dominada por la
camente se moderniza el espacio de los reclamos publicitarios. emergente “industria cultural”, y por un concepto de “lo público”
Todavía en 1887, B. Mitre podía publicar, por entregas, su His- que excluye la discusión y la participación que, para Habermas,
toria de Belgrano, ocupando una tercera parte de la inmensa pri- caracterizaba la comunicación en el período liberal de las burgue-
mera plana, en la sección Folletín del periódico. Pero ese tipo de sías europeas. La comunicación social, el ámbito de lo público, se
indiferenciación discursiva del periodismo ya empezaba a trans- constituye así como la suma de “seudoprivacidades”, en un mun-
formarse. También disminuye el predominio de los editoriales do-de-vida fragmentado y reificado30.
(partidistas) en los ochenta, particularmente tras la emergencia del La historia de Habermas del concepto de “lo público”, en su
nuevo discurso informativo en que ya comenzaba a especializarse cambiante relación con el ámbito “privado”, es muy valiosa, par-
el periódico. ticularmente por su disposición teórica (excepcional, sobre todo,

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Se trata, hasta cierto punto, del proceso de autonomización de entre el empirismo que domina la historiografía del periodismo).
la prensa de lo político-estatal en el interior de una transforma- Sin embargo, en su voluntariosa crítica a la “industria cultural”,
ción más amplia del tejido de la comunicación social. Esa trans- tan típica de la década de los sesenta (y de la tradición del Insti-
formación del tejido social se cristaliza, precisamente, en la emer- tuto de Frankfurt de que parte Habermas), es notoria su nostál-
gencia de la prensa como medio de una nueva cultura de masas, gica idealización de la comunicación social en la era liberal del
en oposición a su anterior funcionalidad política. Así describe J. capitalismo. La pregunta sería la siguiente: ¿qué agente social
Habermas la autonomización y relegitimación de la prensa: determinaba el “consenso”, el “raciocinio”, en los “espacios de dis-
cusión” (i.e. la prensa, los clubes) de la era liberal? ¿En función de
Sólo con la consolidación del Estado burgués de derecho y con la qué ejercicio del poder –para quién– operaba el consenso? ¿A qué
legalización de una publicidad políticamente activa se desprende grupos sociales –e incluso, a qué otros “juegos comunicativos”–
la prensa raciocinante de la carga de la opinión; está ahora en excluía, o aplastaba, el “raciocinio”?
condiciones de remover su posición polémica y atender a las Por otro lado, la transformación de la comunicación social fue
expectativas de beneficio de una empresa comercial corriente. muy desigual en América Latina; nos equivocaríamos si asumié-
Esa evolución que lleva a la prensa de opción a convertirse en una ramos el modelo europeo del paso de la “era liberal” al “capita-
prensa-negocio se produce casi simultáneamente en Inglaterra, lismo avanzado” para explicar las transformaciones finiseculares.
Francia y Estados Unidos durante la década de los años treinta del Por ejemplo, aún a lo largo de las últimas dos décadas del siglo, La
siglo pasado. La inserción de anuncios da un nuevo fundamento Nación continuó siendo un periódico muy híbrido, que mantenía
al cálculo empresarial [...]29. vestigios del periodismo tradicional, a la par que modernizaba
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Julio Ramos Desencuentros de la modernidad en América Latina Primera parte

radicalmente su organización discursiva. Más en la tradición del Dedicose el viajero a estudiar el periodismo inglés [...] y poco a
periodismo francés que del emergente “amarillismo” norteame- poco fue introduciendo en el gran diario argentino las reformas
ricano, La Nación nunca limitó sus funciones a la información que él creyó necesarias [...] Espíritu práctico, como Vedia, Emilio
noticiera. Tampoco puede hablarse de su organización discur- Mitre ha puesto de lado la hojarasca para reemplazarla con
siva en términos de una “industria cultural”, distintiva del capi- sustancia, dando a la noticia la importancia que merece31.
talismo avanzado. Sin embargo, tampoco podemos subestimar la
modernización que el periódico precisamente proponía, no sólo Esa especialización, a su vez, tendió a problematizar la legi-
como su proyecto empresarial, sino como un modelo de transfor- timidad de las letras en el nuevo periodismo. Según señala otro
mación general para la Argentina, muy en la línea de la ideología redactor del periódico:
desarrollista del propio Mitre.
En términos de la racionalización de los lenguajes periodís- El periodismo y las letras parece que van de acuerdo como el diablo
ticos, la inauguración del servicio telegráfico en 1877 resulta y el agua bendita. Las cualidades esenciales de la literatura, en
fundamental. El telégrafo le permitía a la comunidad de lecto- efecto, son la concisión vigorosa, inseparable de un largo trabajo,
res autorrepresentarse como una nación insertada en un “uni- la elegancia de las formas [...]. El buen periodista, por el contrario,
verso” articulado mediante una red de comunicación que con- no puede permitir que su pluma se pierda por los campos de la
tribuyó mucho a la sistematización del mercado internacional en fantasía32.
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la época. En La Nación, el servicio telegráfico pronto comenzó a
incluir comunicaciones comerciales, complementadas a partir A primera vista, la antítesis entre el periodismo y la literatura
de 1878 por boletines quincenales que anunciaban los productos hoy podría parecernos un lugar común. En la década de los ochenta,
listos para exportarse a Europa. Asimismo, sus novedosos avisos sin embargo, esa diferenciación entre la literatura y un uso del len-
que cubrían en 1880 casi la mitad del periódico servían de vitrina guaje específicamente periodístico era relativamente nueva. La
de las más modernas maquinarias agrícolas y de objetos de lujo antítesis registra la fragmentación de las funciones discursivas pre-
de firmas inglesas, francesas y norteamericanas. El periódico se supuesta por la emergencia del sujeto literario moderno: el “campo
convertía así en un intermediario fundamental entre el capital de la fantasía”, la “elegancia de las formas”. Es decir, en el sistema
extranjero y los grupos comerciales de Buenos Aires, cada vez anterior, el intelectual era un “publicista” y el periódico era el lugar
más poderosos. de las letras, operando en función de la extensión del orden de la
La capacidad informativa del telégrafo también tuvo efectos escritura. Pero ya en 1880 aquella indiferenciación comienza a cues-
notables sobre la racionalización de los lenguajes periodísticos. El tionarse a medida que las letras y la escritura estallan en prácticas a
telégrafo estimuló la especialización de un nuevo tipo de escritor, veces antagónicas que compiten por autoridad en el interior de una
el repórter, encargado de un nuevo “objeto” lingüístico y comer- nueva división del trabajo sobre la lengua. También se disolvía, rela-
cial: la noticia. “Sansón Carrasco”, al recordar los cambios del tivamente, la exclusividad clasista de la escritura, en un sistema en
periódico bajo la administración de Vedia, señala refiriéndose a que proliferaban –gracias al mercado, en parte– los escritores de las
Emilio Mitre (hijo de Patricio): nuevas clases medias33. Se trata de un proceso de democratización
relativa de la escritura, descrita así por Martí en 1882:
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Julio Ramos Desencuentros de la modernidad en América Latina Primera parte
Con el descenso de las eminencias suben de nivel los llanos, Y Darío:
lo que hará más fácil el tránsito por la tierra. Los genios indivi-
duales se señalan menos, porque les va faltando la pequeñez de los La tarea de un literato en un diario es penosa sobremanera.
contornos que realzaban antes tanto su escritura. Y como todos Primero, los recelos de los periodistas. El repórter se siente usur-
van aprendiendo a cosechar los frutos de la naturaleza y a estimar pado, y con razón. El literato puede hacer un reportaje: el repórter
sus flores, tocan los antiguos maestros a menos flor y fruto, y a más no puede tener eso que se llama sencillamente estilo [...] En
las gentes nuevas que eran antes cohorte mera de veneradores de resumen: debe pagarse [...] al literato por calidad, al periodista por
los buenos cosecheros. Asístese como a una descentralización de cantidad; sea aquélla de arte, de idea; ésta de información37.
la inteligencia. Ha entrado a ser lo bello dominio de todos34.
Julián del Casal:
A diferencia de muchos de sus contemporáneos (acaso en com-
pañía, nuevamente, de González Prada), Martí frecuentemente ¡Sí! el periodismo, tal como se entiende todavía entre nosotros,
veía con optimismo esa reorganización y apertura de los espacios es la institución más nefasta para los que, no sabiendo poner su
intelectuales. Pero en general, su visión positiva del periodismo no pluma al servicio de causas pequeñas o no estimando los aplausos
fue la norma en el campo literario de la época. Aunque la literatura efímeros de la muchedumbre se sienten poseídos del amor del

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latinoamericana finisecular dependió, para su distribución, de la arte, pero del arte por el arte, no del arte que priva en nuestra
prensa, los nuevos literatos, incluso en el periódico, frecuentemente sociedad38.
autorrepresentaron su discurso y su autoridad en oposición a los
usos de la escritura que el periodismo instituía. Más aún, con fre- El mismo González Prada, anticipando algunos de los tópicos
cuencia representaban el periodismo como una de las causas funda- de la crítica de la cultura de masas que aún hoy legitima mucha
mentales de la “crisis” de la literatura. Justo Sierra señala: “El perió- producción intelectual “alta”, señala:
dico [es el] matador del libro (el matador de Notre Dame), que va
haciendo de la literatura un reportazgo, que convierte a la poesía en Para la multitud que no puede o no quiere alimentarse con el
el análisis químico de la orina de un poeta [...]”35. libro, el diario encierra la única nutrición cerebral: miles y miles
de hombres tienen su diario que aguardan todos los días, como el
Gutiérrez Nájera: buen amigo, portador de la noticia y del consejo. Donde no logra
penetrar el volumen, se desliza suavemente la hoja. [...]
En esta vez, como en muchas, el telégrafo ha mentido. Ese gran Sin embargo, el periodismo no deja de producir enormes daños.
hablador, ese alado y sutil repórter, no espera a que la noticia se Difunde una literatura de clichés o fórmulas estereotipadas, favo-
confirme para transmitirla [...] y no repara en los males que rece la pereza intelectual de las muchedumbres y mata o adormece
pueden producir sus balbuceos, sus equivocaciones, su mala orto- las iniciativas individuales. Abundan cerebros que no funcionan
grafía. Es industrial, comerciante. [...] El telegrama no tiene litera- hasta que su diario les imprime la sacudida: especie de lámparas
tura, ni gramática, ni ortografía. Es brutal36.
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eléctricas, sólo se inflaman cuando la corriente parte de la oficina parecería ser una forma residual, ligada aún al sistema anterior
central39. de las letras, desplazado en parte por el emergente mercado de
la información en el periódico. Lo que nos llevaría nuevamente
Hasta cierto punto el nuevo antagonismo es efecto de la com- a plantear la relación entre la literatura y el mercado (en el perió-
petencia instaurada por el surgimiento de nuevas autoridades dico) en términos de una “crisis”, según la propia autorrepresen-
escriturarias y de la pugna de los intelectuales “tradicionales” (en tación de los literatos finiseculares. Gutiérrez Nájera:
el sentido gramsciano) contra los escritores “orgánicos” del nuevo
mercado de la información. En términos de J. Habermas, es la La crónica, señoras y señoritas, es, en los días que corren, un anacro-
lucha entre “el periodismo de los escritores privados” contra los nismo. [...] La crónica –venerable Nao de China– ha muerto a manos
“servicios públicos de los medios de comunicación de masas”: del repórter.
La pobre crónica, de tracción animal, no puede competir con esos
La actividad de la redacción había dejado de ser ya (hacia mediados trenes-relámpago. ¿Y qué nos queda a nosotros, míseros cronistas,
del XIX) –bajo la presión del progreso técnico en el modo de contemporáneos de la diligencia, llamada así gratuitamente?41
obtener noticias– una mera actividad literaria para especiali-
zarse en sentido periodístico. La selección del material llega a ser En efecto, son sistemáticas las quejas de los literatos en los nue-
más importante que el artículo editorial; la elaboración y enjui- vos periódicos finiseculares. Tales lamentos son formulados, gene-
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ciamiento de las noticias, su corrección y disposición, más apre- ralmente, en términos de la crisis de la literatura en la sociedad
miante que la prosecución literariamente eficaz de una “línea”. regida por la productividad, la eficiencia, que encuentra emblema
Sobre todo a partir de los años setenta se configura una tendencia en el poder del nuevo “monstruo”: la tecnología42. La “crisis” hasta
a desplazar de las primeras jerarquías del periódico a los grandes cierto punto correspondía a una reorganización efectiva del campo
periodistas, para sustituirlos por administrativos de talento. La intelectual y a una redistribución de los poderes de diferentes dis-
editorial contrata a los redactores para que, de acuerdo con opor- cursos sobre el tejido de la comunicación social. Pero según hemos
tunas indicaciones, y atados a ellas, trabajen para los intereses señalado antes, la “crisis” a la vez fue una retórica legitimadora de la
privados de una empresa lucrativa40. emergencia de nuevos escritores en el interior de las transformacio-
nes del campo intelectual.
Podría pensarse, inicialmente, que ese progresivo desplaza- En cuanto al periodismo habría que preguntarse si hubo real-
miento de los escritores “altos” de su lugar central en el periódico mente un desplazamiento de la autoridad literaria en el periódico
es la causa de la tensión entre el nuevo periodismo en vías de espe- y el nuevo mercado, o si en cambio esa autoridad literaria, aunque
cialización de la década de los ochenta, y los literatos, sobre todo limitada por otras funciones discursivas del periódico, proliferó en
los cronistas que siguieron dependiendo del periódico. la prensa finisecular, frecuentemente como crítica del mercado y de
En ese sentido, en América Latina, a primera vista pareciera la emergente cultura de masas.
que el periodismo literario en las últimas dos décadas del siglo es En términos del lugar de las “letras” en La Nación es notable
instancia de un discurso y de una autoridad tradicional, venida a el desplazamiento de ciertas formas tradicionales a medida que el
menos en el período de la modernización del periódico; la crónica periodismo moderniza sus medios y sus lenguajes, ya relativamente
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orientados a la publicidad comercial y a la información. Por ejem- de La Nación, será difícil encontrar en el periódico aquel tipo de
plo, a lo largo de la década de los setenta (1870), las crónicas o “con- “literatura casera”.
versaciones” de “Aben Xoar” habían ocupado un lugar privilegiado Sin embargo, la literatura no desaparece del periódico. Por el
en la primera plana del periódico. Esas crónicas, enraizadas en el contrario, La Nación progresivamente se convierte en una nueva
costumbrismo, también eran un espacio que incluía textos litera- “vitrina” de la producción intelectual más reciente de Europa.
rios locales así como traducciones, menos frecuentes, de los clásicos Sus páginas incluirán, a lo largo de los ochenta y noventa, con-
europeos, según las normas del gusto dominante en la (aún) “gran tribuciones de los escritores latinoamericanos (no sólo argenti-
aldea” de Buenos Aires. Es innegable que ese tipo de escritura –tam- nos) más “nuevos” de la época, de Martí a Darío. Por supuesto,
bién ligada al mundo oprimido del club, en tanto institución fun- es imposible precisar la ideología literaria del periódico, siempre
damental del sistema tradicional de las “letras”– deviene en “crisis” híbrido. En los ochenta, por ejemplo, Hugo, Lamartine, Gautier,
en la etapa de modernización del periódico. Ya a comienzos de la Heine, E. de Amicis, A. Dumas y luego E. Zola, serían autores fre-
década de los ochenta, el espacio de “Aben Xoar” (o de formas simi- cuentados. Pero ya en 1879 la primera plana del periódico incluye
lares a su costumbrismo localista) disminuye a medida que cobran una traducción de E. A. Poe (“Berenice”), que hasta el momento
importancia tanto la información periodística como nuevas formas era prácticamente desconocido en el continente. Y unos años des-
de literatura y las nuevas traducciones de autores europeos, que pués, en 1882, ocupando más de una tercera parte de la inmensa
comprueban un cambio en la orientación literaria del periódico y “sábana” de La Nación, Martí publicaba su “Oscar Wilde”, descri-

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sus lectores. En 1884, uno de los redactores de La Nación comenta: biendo precisamente la emergencia de una “nueva” literatura en
Inglaterra y Europa44. En efecto, La Nación se convertía, aunque
La pseudopoesía casera en las columnas de un diario –no hay desigualmente, en el lugar de la “vanguardia” literaria de la época
que confundirla con las inspiraciones del genio. Su vida limitada con el mismo movimiento en que tecnologizaba su producción
al estrecho círculo del Club: “Hoy por ti mañana por mí”, dura el material y discursiva, cristalizando, en más de un sentido, el pro-
tiempo que los cronistas [al estilo de Aben Xoar, distinguimos] la ceso de modernización del Buenos Aires finisecular.
recuerdan... Ahora bien, podría pensarse que a pesar de la evidente promo-
Esta literatura ataca el organismo humano, paralizando la circu- ción de la “nueva” literatura en el periódico, la relación fue una de
lación de la sangre. estricta exterioridad y que el periódico era sólo un medio de distri-
Su lectura nos hace compadecer a Byron, Schiller y Hugo que los bución de la literatura carente de bases institucionales. En parte así
inspiraron, los que no se imaginan les hayan salido semejantes fue, según hemos indicado antes. Pero a la vez la relación es mucho
nietos [...]43. más compleja y constituye un objeto privilegiado para el análisis
de la relación entre la literatura –ya en vías de autonomización–,
Este tipo de debate, lanzado desde la redacción del periódico el mercado y los nuevos lenguajes de la ciudad moderna, entre los
contra la institución y el gusto tradicional del club, es fundamen- cuales se distingue el periodismo.
tal para entender el cambio del lugar de las “letras” en la época. Por ejemplo, en el caso de Darío, para quien el periodismo
En efecto, ya a partir de 1883, cuando desaparece “Aben Xoar” constituía claramente un problema, La Nación no fue simplemente
el medio de acceso a un nuevo público, e incluso a un sueldo que le
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posibilitaría cierta autonomía económica de lo público-estatal. La ¿Cuál era el lugar de los nuevos escritores en el periódico? ¿Por
Nación, según recuerda Darío en su Autobiografía, era un taller de qué el periódico promueve, en plena época de racionalización de
experimentación formal: sus medios y discursos, la proliferación de la literatura moderna
en ese período finisecular?
Antes de embarcar a Nicaragua [1889] aconteció que yo tuviese Los corresponsales. Conviene recordar, brevemente, la entrada
la honra de conocer al gran chileno don José Victorino Lastarria de Martí a La Nación de Buenos Aires en 1882. Como anterior-
[en Valparaíso]. Y fue de esta manera: yo tenía, desde hacía mucho mente en La Opinión Nacional de Caracas, Martí se incorpora a
tiempo, como una viva aspiración el ser corresponsal de La Nación la redacción del periódico argentino en función de corresponsal
de Buenos Aires. He de manifestar que es en ese periódico donde de prensa desde Nueva York. Como en el caso de Martí, muchos
comprendí a mi manera el manejo del estilo y que en ese momento de los literatos finiseculares, en especial los cronistas, encontra-
fueron mis maestros de prosa dos hombres muy diferentes: Paul ron un espacio en la nueva prensa de la época redactando “cartas”
Groussac y Santiago Estrada, además de José Martí45 (énfasis desde ciudades extranjeras, que luego algunos editaron en forma
nuestro). de libros de “crónicas”. Tal fue la situación de Darío, también en
La Nación, desde fines de la década de 1880, de Gómez Carrillo,
Resulta casi imposible imaginarse a Darío como un cruce el cronista por excelencia de la época, y también de Amado Nervo
entre Groussac, Estrada y Martí. En todo caso, de ese recuerdo nos en México. Muchos cronistas, es cierto, no fueron corresponsa-
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interesa más lo que señala Darío sobre el periódico como lugar de les. Sin embargo, incluso en sus propias ciudades la retórica del
aprendizaje de manejo del estilo. Recordemos que el “estilo” es pre- viaje (la mediación entre el público local y el “capital” cultural
cisamente el dispositivo especificador de lo literario en la época, extranjero) en varios sentidos autoriza y modela muchas de sus
frecuentemente en oposición a los lenguajes desestilizados, mecá- crónicas, según podría comprobarse en los otros dos cronistas
nicos, de la modernización (Darío: “el repórter no puede tener eso fundamentales de la época: Gutiérrez Nájera y Casal. De ahí que
que se llama sencillamente estilo”). De modo que la relación entre la explicación de las condiciones en que emergen y operan los
el periódico y la nueva literatura no fue estrictamente negativa, corresponsales contribuya a elucidar las condiciones de posibili-
según postulaba el discurso de la crisis de los cronistas. El perió- dad de la crónica modernista en general.
dico fue una condición de posibilidad de la modernización litera- Martí no fue el primer corresponsal de prensa de La Nación.
ria, aunque también materializaba los límites de la autonomía. Según los redactores del periódico, el primer corresponsal pro-
De ahí que el periódico finisecular (sobre todo La Nación) sea piamente moderno fue Emilio Castelar desde España, justo en la
un lugar privilegiado para estudiar las condiciones de la moderni- época en que el periódico ampliaba su red internacional de comu-
zación literaria, no sólo por su relación positiva con los “nuevos” nicación, con el nuevo servicio telegráfico:
escritores, que allí encontraron un lugar alternativo a las institu-
ciones tradicionales, así como un medio de contacto y formación El telégrafo eléctrico, que por medio del cable trasatlántico nos
de un nuevo público; es un objeto privilegiado porque a la vez anticipa día a día el índice de la crónica universal, ha sido por
condensa las aporías irreductibles de la voluntad autonómica en primera vez aplicado por La Nación a la prensa diaria en el Río de
América Latina. la Plata. Y hoy, la palabra autorizada y elocuente de Castelar [...]
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Julio Ramos Desencuentros de la modernidad en América Latina Primera parte
relata, amplía y comenta en estilo abundante y rico de ideas, los También son significativas, en términos del rol del correspon-
sucesos que el telégrafo nos transmite en lenguaje rápido y seco46. sal, las otras lecturas que hizo Sarmiento de las crónicas martia-
nas en La Nación (ahí la “ansiedad de la influencia”, por cierto, es
El valor de esta nota de la redacción no es simplemente docu- notable, aunque desde la perspectiva del “padre” o modelo ante
mental. Nos permite constatar, nuevamente, un alto grado de un sujeto emergente):
diferenciación y especialización en el concepto del trabajo sobre
la lengua y la escritura en la misma administración del periódico. Una cosa le falta a don José Martí para ser un publicista, ya que se
En oposición al lenguaje maquínico del telégrafo (recordemos está formando el estilo más desembarazado de ataduras y formas,
las quejas citadas de Gutiérrez Nájera et ál.), el mismo periódico precisamente porque hace uso de todo el arsenal de modismos y
fomenta la proliferación de otros lenguajes, que vendrían a suple- vocablos de la lengua, arcaicos y modernos, castellanos y ameri-
mentar la información telegráfica. canizados, según los requiere el movimiento más brusco de las
De ahí que sea imposible asumir, tal cual, la insistencia con ideas, en campo más vasto, más abierto, más sujeto al embate y a
que los literatos culpaban a la información de la “muerte” de la nuevas corrientes atmosféricas.
literatura; versión que por otro lado es instancia de posición Pero fáltale regenerarse, educarse, si es posible decirlo, recibiendo
matriz entre “arte” y “cultura de masas” sumamente ideologizada, del pueblo en que vive [EUA] la inspiración [...]48.
aunque acaso hasta hoy definitoria del sujeto estético moderno.

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Por el reverso de esa postulación de la “crisis” de la literatura en En seguida Sarmiento define las tareas del corresponsal de
el periódico, los cronistas amplían su lugar en la prensa precisa- prensa:
mente en la era telegráfica.
Claro, podría pensarse que Castelar de ningún modo fue un ¿Cómo deberá escribir para la América del Sud un corresponsal
literato en el sentido moderno, y que, por el contrario, ya en 1879 de los Estados Unidos? y adviertan que el corresponsal del diario
era el paradigma del escritor civil que los nuevos literatos –Martí, es todavía algo más elevado que un repórter, otro alto funcionario
Gutiérrez o Casal– vienen a desarmar, sobre todo en términos de de la inteligencia [...] El corresponsal no es nuestro cónsul, para
su proyecto de renovación de la prosa. Pero ya con Martí, bajo la sostener a lo lejos lo que de su patria anda por allí rozando con
administración de Bartolomé Mitre y Vedia, La Nación establece intereses extraños. Debiera ser un ojo nuestro que contemple el
en 1882 un claro precedente, convirtiendo las correspondencias movimiento humano donde es más acelerado, más intelectual,
en el lugar, no sólo de un discurso informativo sobre el extranjero, más libre, más bien dirigido hacia los altos fines de la sociedad,
sino también en el campo de una experimentación formal, litera- para comunicárnoslo, para corregir nuestros extravíos, para
ria. El propio D. F. Sarmiento, en 1887, reconocía en las corres- señalarnos el buen camino (p. 167).
pondencias martianas un nuevo trabajo sobre la lengua, cuando
le pidió a P. Groussac que tradujera al francés las “Fiestas de la Sarmiento define la tarea del corresponsal en función del
Estatua de la Libertad”: “En español nada hay que se parezca a la viaje importador que en varios sentidos había sido la medida de
salida de bramidos de Martí, y después de Víctor Hugo nada pre- autorización de su propio discurso. En efecto, el intelectual, en
senta la Francia de esta resonancia de metal”47. Sarmiento, había sido un viajero, destinado –desde la caren-
20/52 cia de modernidad de su sociedad– a la plenitud extranjera: el
Julio Ramos Desencuentros de la modernidad en América Latina Primera parte

intelectual-viajero define el “buen camino” hacia la modernidad. Respecto a las cartas debo exponerle que desean los lectores –por lo
También el corresponsal, según Sarmiento, debía cumplir el rol común– que sean más noticiosas y menos literarias. [...]
del intermediario, legitimándose así su discurso en términos De las noticias telegráficas de todas partes saque V. partido para
del proyecto modernizador. Pero ya en Martí, según tendremos disertar en diversos sentidos, procurando dividirlas en dos o
ocasión de ver en la lectura de sus Escenas norteamericanas, la más revistas. [...]
modernización resulta problemática. Aunque las crónicas mar- No me conviene el número literario de que V. me habla. Conozco
tianas reconocen en el “viaje importador” una condición de su el país y hace veinte años que soy en él periodista. Conté durante
autoridad y valor en La Nación, constituyen a la vez una constante mucho tiempo con los literatos para realzarlos y tenerlos como un
crítica del proyecto modernizador. Crítica, no sólo de los Estados elemento útil para empresas editoriales en todos los ramos de la
Unidos, como emblema de la modernidad deseada por Sarmiento prensa, y he gastado millares de pesos en el empeño de realizar
(y por el desarrollismo mitrista de La Nación), sino de la legitimi- este propósito [...] No quiero nada con ellos. Es un literataje [...]
dad misma del intelectual patricio que Sarmiento epitomizaba49. que muerde51 (énfasis nuestro).
Por ahora nos interesa concentrarnos en esa aporía funda-
mental en la constitución y materialidad misma del discurso en la Informar/hacer literatura: la oposición es clave y su signifi-
crónica, aunque mediante la crónica el literato encuentra un lugar cado histórico, más allá del fin del siglo, no reduce su campo al
en el nuevo periódico, que incluso fomentaría las nuevas formas lugar de la prensa; es índice, más bien, de la pugna por el poder
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(como otro índice de su modernidad) ahí también el escritor queda sobre la comunicación social que ha caracterizado el campo inte-
sujeto a interpelaciones externas (como las de Sarmiento) que entre lectual moderno desde la emergencia de la “industria cultural”,
otras cosas exacerban su voluntad de autonomía. En la crónica, el de la cual el periódico (antes que el cine, la radio y la televisión)
literato debía informar en el interior de un campo de competencias era el medio básico en el fin de siglo.
discursivas en el que informar constituía ya un ejercicio diferen- Por cierto, Martí rara vez criticó de frente la emergencia de la
ciado y antagónico de la literatura, es decir, aunque ni el telégrafo “información”, en tanto nueva mercancía de la emergente indus-
ni el repórter silenciaron la emergente literatura, es innegable que tria cultural. Incluso escribió por muchos años para Charles
la información, entre los cronistas, constituía una actividad otra de Dana, director del New York Sun52, uno de los antecedentes prin-
la práctica literaria. cipales de la prensa amarillista de Hearst y Pulitzer. Aun así, esa
Por ejemplo, el editor-propietario de La Opinión Nacional de pugna entre autoridades y sujetos discursivos, entre la voluntad de
Caracas, F. T. de Aldrey, le exige a Martí en 1882: “Entre tanto, autonomía y las interpelaciones externas, es definitoria del espa-
debo participarle que el público se muestra quejoso por la exten- cio heterogéneo de sus crónicas. Detengámonos, brevemente, en
sión de sus últimas revistas sobre Darwin, Emerson, etc., pues los un fragmento de una crónica escrita para La Opinión Nacional
lectores de este país quieren noticias y anécdotas políticas, y la que bien puede leerse como autorreflexión sobre las condiciones
menos literatura posible [...]”50 (énfasis nuestro). y las pugnas que definen al género:

En otra carta del mismo año añade: ¿Qué ha de hacer el cable, ni qué ha de hacer el corresponsal, sino
reproducir fielmente, por más que parezca tenacidad de la pluma
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Julio Ramos Desencuentros de la modernidad en América Latina Primera parte
o del afecto, los ecos del país de que la palabra alada surge, serpea representaba el “interior” por excelencia de la literatura finisecu-
por el mar hondo, ve los bosques azules y las llanuras nacaradas del lar (un campo de inmanencia, purificado o purificable de inter-
seno del océano, y viene a dar en las estaciones de Nueva York, donde pelaciones externas), la crónica –en su disposición formal, tan
hambrientas bocas tragan en el piso bajo los telegramas que van a dar conflictiva– representa la pugna de autoridades, la competen-
cada mañana a los lectores nuevas de lo que acontecía algunas horas cia discursiva, presupuesta por el “interior” poético. El interior,
antes en Europa? (OC, XIV, 162). el campo de identidad de un sujeto (literario, en este caso), sólo
cobra sentido por oposición a los “exteriores” que lo limitan, que
Este es un buen ejemplo de un discurso que subvierte su propia lo asedian, si se quiere, pero que a la vez son la condición de posi-
postulación: el corresponsal debe “reproducir fielmente”, infor- bilidad de la demarcación de su espacio. El límite, de este modo,
mar, pero la misma disposición de su escritura niega la norma de no es estrictamente negativo, según decían los modernistas del
“transparencia” del ejercicio referencial o informativo. El objeto espacio “antiestético” del periódico. El límite permite reconocer
del enunciado ya en sí es revelador: Martí “presenta” el proceso de la especificidad del interior: el énfasis del “estilo” (dispositivo de
la comunicación telegráfica, desde Europa a Nueva York. El tema especificación del sujeto literario a fin de siglo) sólo adquiere den-
es la comunicación tecnologizada misma. Sin embargo, la forma sidad en proporción inversa a los lugares “antiestéticos” en que
de la descripción –que desplaza su objeto hasta el final del enun- opera. En ese sentido, la crónica no fue un mero suplemento de la
ciado– es enfática en la estilización, aquello –la literatura– que modernización poética, idea que domina en casi toda la historio-

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Aldrey precisamente quería expulsar de su periódico. grafía del modernismo. La crónica –el encuentro con los campos
Para poder hablar en el periódico, el literato se ajusta a la “otros” del sujeto literario– fue una condición de posibilidad del
exigencia del mismo, informa e incluso asume la información alto grado de conciencia y autorreflexividad de ese sujeto ya en
como un objeto privilegiado de su reflexión. Pero al “informar” vías de autonomización.
sobrescribe: escribe sobre el periódico, que continuamente lee, en
un acto de palimpsesto, digamos, que a la vez proyecta un tra-
bajo verbal sumamente enfático, que la noticia –el objeto leído–
no tenía53. La crónica, entonces, como ejercicio de sobrescritura,
altamente estilizada, en Martí, es una forma periodística al
mismo tiempo que literaria. Es un lugar discursivo heterogéneo
aunque no heterónomo: la estilización –ya notada por Sarmiento
en su lectura de Martí– presupone un sujeto literario, una autori-
dad, una “mirada” altamente especificada. Se trata de una mirada
especificada, pero sin un espacio propio, y sometida, limitada,
por las otras autoridades que confluyen (en pugna) en la crónica.
De ahí que formalmente la crónica represente, y hasta tematice,
tanto la operación de un sujeto literario (la estilización) como los
límites de su autonomía (la información). Si la poesía, idealmente,
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Julio Ramos Desencuentros de la modernidad en América Latina Primera parte

Notas Pérez, La crónica modernista hispanoamericana (Madrid: Porrúa


Turanzas, 1983).
1 Nos referimos a Theory of the Avant-Garde, traducción de M. Shaw 6 Calixto Oyuela, “Asociaciones literarias”, Estudios literarios, frag-
(Minneapolis: University of Minnesota Press, 1984). mento incluido en Jorge B. Rivera (editor), El escritor y la indus-
2 G. Deleuze y F. Guattari, Kafka: por una literatura menor, traduc- tria cultural: el camino hacia la profesionalización (Buenos Aires:
ción de J. Aguilar Mora (México: Biblioteca Era, 1975). Centro Editor de América Latina, 1980), p. 104.
3 Gayatri Spivak señala, en un breve comentario sobre Fernández 7 J. del Casal, “Folletín: Crónica semanal”, Crónicas habaneras, edi-
Retamar, que también el lugar de Calibán quedaba inscrito en una ción de A. Augier (Las Villas: Universidad Central, 1963), p. 148.
obra de Shakespeare, en un campo simbólico perfectamente euro- 8 M. Gutiérrez Nájera, “La protección de la literatura”, Obras. Crí-
peo, en el cual la “otredad” o el “margen” no hace sino consolidar la tica literaria I. edición de E. Mejía Sánchez, recopilación de E. K.
identidad del europeo “civilizado”. Véase su “Three Women’s Texts Mapes (México: UNAM, 1959), p. 65.
and a Critique of Imperialism”, en Race, Writing and Difference, 9 También véase Rubén Darío, “La vida literaria. A propósito de los
número especial de Critical Inquiry (vol. 12, núm. 1), p. 245. últimos dos libros del general Mitre”, Escritos inéditos de Rubén
4 La postulación abstracta, ahistórica, de la literatura como dis- Darío, edición de E. K. Mapes (Nueva York: Instituto de las Espa-
curso antidisciplinario o como crítica de la verdad es una de las ñas, 1958), pp. 66-74.
ideologías claves de diferentes posiciones postestructuralistas, 10 Silvia Molloy, “Conciencia del público y convivencia del yo en el
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deconstructivistas. La inestabilidad del sujeto literario es hiposta- primer Darío”, Revista Iberoamericana, 108-109, 3 (1980), pp. 7-15.
siada y asumida en abstracto, como un modelo absoluto de trans- 11 Martí, Cartas a Manuel A. Mercado (México: UNAM, 1946), p.
gresión. Ese tipo de ideologización del margen literario presupone 112. Adelante abreviaremos: CMM.
que la literatura, más allá de las coyunturas en que históricamente 12 “Hierro”, Versos libres, Obra literaria (Caracas: Biblioteca Ayacu-
ha sido producida, es por definición crítica del poder. Véase, por cho, 1978), p. 54.
ejemplo, la lectura de Mallarmé en J. Derrida, La diseminación, 13 Según le indica Martí a Mercado su traducción de una novela de
traducción de J. M. Arancibia (Madrid: Editorial Fundamentos, Hugh Conway para la Appleton, publicada con el título de Miste-
1975), pp. 431-549. rio, circuló en La Habana y en México: “le envié [...] una novela que
5 Algunos trabajos previos sobre el tema nos han resultado funda- traduje, y en La Habana al menos, la gente ha comprado sin tasa.
mentales: A. Rama, Los poetas modernistas en el mercado econó- [...] Al libro, no le doy más importancia que la que tiene para mí: un
mico (Montevideo: Universidad de la República, 1967; incluido bocado de pan. Podrá ser una grandeza, pero a mí, a pesar de mi
luego en su Rubén Darío); D. Viñas, “De los gentlemen-escritores prosa, me parece una bellaquería. El Nacional lo ha estado anun-
a la profesionalización de la literatura”, en Literatura argentina y ciando con letras grandes” (CMM, 98).
realidad política (Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 14 La Nación de Buenos Aires, por ejemplo, recibía y reimprimía los
1982); N. Jitrik, “La máquina semiótica/la máquina fabril”, en Las artículos de La América escritos por Martí. Hasta hoy no se ha
contradicciones del modernismo (México: El Colegio de México, podido encontrar una colección completa de La América, algunos
1978); Carlos Monsiváis, A ustedes les consta. Antología de la cró- de cuyos números sólo se encuentran en la Biblioteca Nacional de
nica en México (México: Biblioteca Era, 1980); Aníbal González La Habana.
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Julio Ramos Desencuentros de la modernidad en América Latina Primera parte
15 El volumen XXVIII de las OC, publicado en 1975, contiene muchos de que susceptible.” Carta del 26 de septiembre de 1882 incluida
de esos anuncios, interesantísimos, por otro lado, como ejemplos en Papeles de Martí III, edición de E. de Quesada y Miranda (La
de la enfática estilización martiana, operando en los lugares más Habana: Imprenta El Siglo XX, 1935), p. 85.
insospechados. Igualmente notable es la respuesta de Martí: “escribo para gentes
16 Prólogo proyectado para Flores del destierro, Obra literaria, p. 80. que han de amarme” (en Nuestra América, Caracas, Ayacucho,
17 Martí a Mercado: “¡Y pasan de veinte los diarios que publican mis 1977, p. 253). Martí busca borrar –con la retórica del amor– la
cartas, con encomios que me tienen agradecidos, pero todos se sir- impersonalidad del mercado. Pero en realidad escribía, como le
ven gratuitamente de ellas, y como Molière, las toman de donde las recordaba Mitre y Vedia, para “un público lector”, en el interior
hallan” (CMM, p. 146). Conviene añadir que en Nueva York Martí de un juego comunicativo donde los participantes no compartían
siguió de cerca las luchas de Mark Twain (y otros escritores en vías un espacio primario de discusión que no estuviera mediado por el
de sindicalización) por formalizar las leyes internacionales de pro- mercado. Esa será una de las grandes diferencias entre Martí y los
piedad intelectual. Es decir, ya en él opera la noción moderna del periodistas-literatos finiseculares, y los “publicistas” de la repú-
escritor como pensador, como “trabajador de la cultura”, según su blica de las letras. Para éstos el periodismo aún cristalizaba un
propia fórmula. espacio público localizado, relativamente orgánico, materializado
18 En cuanto a esa dialéctica entre el “exterior” –ligado a la emer- en un lenguaje común compartido por el escritor y los lectores.
gente cultura urbana– y el “interior” del sujeto estético, conven- Ahora, en cambio, el “público” comienza a ser una “masa”, y el edi-

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dría recordar el soneto “De invierno” (Azul) de Rubén Darío. Este tor, básicamente, un comerciante.
verso es particularmente interesante: “entro, sin hacer ruido; dejo 20 Benedict Anderson, Imagined Communities: Reflections on the
mi abrigo gris.” La entrada al recinto aparece como un proceso de Origin and Spread of Nationalism (Londres: Verso/New Left
purificación de un sujeto que viene de un “afuera” contaminado. Books, 1983).
La crónica, en cambio, presupone un movimiento inverso a ese 21 J. A. Saco, La vagancia en Cuba, pp. 85-87.
itinerario. 22 J. Habermas, Historia y crítica de la opinión pública. La transfor-
19 Sin embargo, también es cierto que en el fin de siglo la posición mación estructural de la vida pública, traducción de A. Domènech
del escritor en el mercado cambia notablemente. En cuanto a ese (Barcelona: Editorial Gustavo Gili, 1962). Véase particularmente
cambio es sumamente reveladora la carta que le escribe Bartolomé los capítulos V y VI sobre la transformación de lo público en la
Mitre y Vedia, editor de La Nación, a Martí, luego de censurarle segunda mitad del XIX europeo.
su primera correspondencia al periódico argentino: “Habla a Ud. 23 En cuanto al cambio de función de la prensa, véase también J. B.
un joven que tiene probablemente mucho más que aprender de Ud. Alberdi, Cartas sobre la prensa y la política militante de la Repú-
que Ud. de él, pero que tratándose de una mercancía –y perdone blica Argentina (Buenos Aires: Ediciones Estrada, 1957).
Ud. la brutalidad de la palabra, en obsequio a la exactitud– que va 24 La siguiente exploración en la historia de La Nación, de 1870 a 1895,
a buscar favorable colocación en el mercado que sirve de base a se basa sobre todo en una lectura que hicimos del periódico utili-
sus operaciones, trata, como es su deber y su derecho, de ponerse zando los materiales disponibles en Harvard University, el archivo
de acuerdo con sus agentes y corresponsales en el exterior acerca del periódico en la Biblioteca del Congreso Argentino y la Biblio-
de los medios más convenientes para dar a aquélla todo el valor teca Nacional de Buenos Aires en 1983. Además consultamos la
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Julio Ramos Desencuentros de la modernidad en América Latina Primera parte

Historia del periodismo argentino de Oscar Beltrán (Buenos Aires: 35 J. Sierra, Obras completas, tomo VI, Viajes. En tierra yankee,
Editorial Sopena, 1943); y también a J. R. Fernández, Historia del (México: UNAM, 1948), p. 75.
periodismo argentino (Buenos Aires: Librería Perlado, 1943). La 36 M. Gutiérrez Nájera, Obras inéditas: Crónicas de Puck, edición de
guía Artes y letras en La Nación de Buenos Aires (1870-1899), edi- E. K. Mapes (Nueva York: Hispanic Institute), p. 55.
tada por Beatriz Alvarez et. ál. (Buenos Aires: Fondo Nacional de 37 Rubén Darío, “La enfermedad del diario”, en Escritos inéditos, edi-
las Artes, 1968), nos resultó muy útil. También consultamos los ción de E. K. Mapes, p. 151.
números especiales que publicó el periódico en la conmemoración 38 J. del Casal, “Bonifacio Byrne”, en Crónicas habaneras, p. 287.
de su 75 aniversario (1945) y de su centenario (1970). En cuanto al 39 M. González Prada, “Nuestro periodismo”, en Horas de lucha
caso específico de Martí en La Nación es útil el trabajo de Frida (Callao: Tip. Lux, 1924), p. 133.
Weber, “Martí en La Nación de Buenos Aires”, en Archivo de José 40 J. Habermas, Historia y crítica de la opinión pública, p. 213.
Martí (La Habana: Ministerio de Educación, 1953), pp. 458-481. 41 M. Gutiérrez Nájera, Obras inéditas, pp. 10-11.
25 La Nación, 31 de julio de 1883, p. 1. 42 Analizamos la relación literatura/tecnología en el capítulo titulado
26 Cfr. T. Halperin Donghi, “Surgimiento del orden neocolonial” y “Maquinaciones”, en la segunda parte del libro.
“Madurez del orden neocolonial”, en Historia contemporánea de 43 “Recuerdos de la semana: Reflexiones periodísticas”, La Nación, 25
América Latina (Madrid: Alianza Editorial), pp. 207-355. de marzo de 1884.
27 “Nuevos horizontes”, La Nación, 4 de enero de 1870, p. 1. 44 El notable “Oscar Wilde” de Martí se encuentra reproducido en sus
[ 210 ]

[ 211 ]
28 La Nación, 2 de febrero de 1883, p. 1. OC y en Obra literaria, pp. 287-293.
29 J. Habermas, Historia y crítica de la opinión pública, p. 212. 45 Darío, Autobiografías (Buenos Aires: Ediciones Marymar, 1976),
30 En esa línea también es interesante la relación público/privado que p. 63.
hace H. Arendt en The Human Condition (Chicago, 1958). 46 La Nación, 9 de enero de 1879, p. 1.
31 “El coloso de la prensa argentina”, La Nación, 2 de febrero de 1883, 47 Carta de Sarmiento a P. Groussac, La Nación, 4 de enero de 1887,
p. 1. p. 1.
32 “Notas literarias: el periodismo y las letras”, La Nación, 30 de 48 D. F. Sarmiento, Obras. Páginas literarias, vol. 46, p. 167.
noviembre de 1889, p. 1. 49 “Nuestra América” de Martí puede leerse en términos de la crítica
33 En parte, el acceso de nuevos sujetos a la escritura es corolario de lo de ese tipo de legitimidad del intelectual “importador”. Véase el
que Benjamin llamaba la situación del arte en la era de la “reproduc- capítulo sobre “Nuestra América” en la segunda parte del libro.
ción mecánica”. El periódico, en varios sentidos, liquida el “aura” y 50 Carta de F. T. Aldrey a Martí de 1882 incluida en Papeles de Martí,
la exclusividad de la escritura, así como posibilita –según notaba ed. cit., p. 39.
Benjamin– la emergencia de nuevos “autores”. Véase “La obra de 51 Papeles de Martí, pp. 41-42.
arte en la época de su reproductibilidad mecánica”, en Benjamin, 52 Noemí Escandell recientemente ha encontrado (y traducido del
Discursos interrumpidos, traducción de I. J. Aguirre (Madrid: inglés) algunos de los textos sobre arte publicados por Martí en
Taurus, 1973), pp. 15-57. The Sun de Nueva York. Cfr. Escritura, año VI, núm. 12, 1981,
34 Martí, “Prólogo al Poema del Niágara”, en Obra literaria, p. 209. pp. 283-328.

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53 A lo largo de las Escenas norteamericanas, Martí autorrepresenta
y reflexiona sobre la producción de las crónicas. Frecuentemente
el punto de partida es la lectura de los reportajes que aparecen en
los periódicos neoyorquinos. De ahí que muchas de las crónicas
martianas sean montajes de un conjunto de noticias. Las cróni-
cas representan las noticias y al representarlas reflexionan sobre
su relación con el discurso informativo. Una instancia notable de
la crónica como reescritura del discurso informativo es la última
“escena” que escribió Martí para La Nación en 1891, “El asesi-
nato de los italianos”, sobre un caso de violencia étnica en Nueva
Orleans. La crónica martiana es una “cita” deconstructiva de un
reportaje aparecido en el New York Herald el 15 de marzo de 1891,
“Armed Mobs Shoot Down Mafia’s Tools”. Martí invierte el sistema
ideológico implícito en la información, desarmando el reclamo de
“objetividad” del reportaje y postulando la inocencia de las vícti-
mas. Además, estiliza notablemente el reportaje; es decir, lo sobre- V. Decorar la ciudad:
[ 213 ]

[ 212 ]
escribe, acentuando la “mirada” y la autoridad literaria que no crónica y experiencia urbana
tenía el texto citado. Así concluye la crónica: “A Bagnetto lo sacan
en brazos: no se le ve la cara de la herida; le echan al cuello, tibio Con frecuencia, el racionalismo va de la mano del disfrute de la vida,
de la muerte, el nudo de cuerda nueva: lo dejan colgando de una pues, en general, quien piensa racionalmente, descubre asimismo
rama de árbol: ¡podarán luego las ramas vecinas; y las mujeres en que los placeres de la vida deben ser gozados. Por otra parte, el
el sombrero, y los hombres en el ojal, llevarán como emblema las racionalismo exige una visión del mundo sobria y clara, realista y
hojas! Uno saca el reloj: ‘Hemos andado de prisa: cuarenta y ocho desnuda, por lo que el racionalismo no tarda en descubrir que la
minutos’. De las azoteas y balcones miraba la gente, con anteojos crueldad y la abominación impiden el pleno disfrute de la vida: o
de teatro” (OC, XII, 499). bien hay que erigir en bello lo abominable […] para conseguir el pleno
disfrute de la vida, o bien se han de cerrar los ojos a la abominación y
a la crueldad, y seleccionar lo bello para que, convertido en estética-
mente “selecto”, permita un disfrute sin perturbaciones. No obstante,
lo mismo en un caso que en otro –lo mismo en la afirmación de la
crueldad que en su repudio–, se trata siempre, pese a la pretensión
racionalista de autenticidad sin afeites, de un disfrazar estética-
mente lo abominable, de su hipertrofia o de su acaramelamiento: se
trata de un escamoteo mediante la “ decoración”.
H. Broch, Poesía e investigación
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Julio Ramos Desencuentros de la modernidad en América Latina Primera parte

En varios sentidos, para los escritores finiseculares, la crónica emergente sujeto estético, protuberante y enfático (por su ansie-
es una instancia “débil” de literatura. Es un espacio dispuesto a la dad) en la crónica, para la moderna industria cultural?
contaminación, arriesgadamente abierto a la intervención de dis-
cursos que –lejos de coexistir en algún tipo de multiplicidad equili- Retórica del consumo. La crónica –como el periódico mismo–
brada– pugnan por imponer su principio de coherencia. En el capí- es un espacio enraizado en las ciudades en vías de modernización
tulo anterior vimos cómo a pesar de las quejas de los modernistas, del fin de siglo. Esto, primeramente, porque la autoridad (y el
que en general idealizaban la totalidad –autónoma y “pura”– del valor) de la palabra del corresponsal se basa en su representación
libro, la heterogeneidad de la crónica cumplió una tarea importante de la vida urbana de alguna sociedad desarrollada para un desti-
en el proceso de constitución de la literatura. Paradójicamente, el natario deseante –aunque a veces ya temeroso– de esa moderni-
encuentro con los discursos “bajos” y “antiestéticos” en la crónica dad. De ahí, como hemos señalado, la estrecha relación entre la
posibilita la consolidación del emergente campo estético. crónica –y su forma epistolar– y la literatura de viajes, fundamen-
Ahora quisiéramos explorar otros usos de la crónica en el fin tal entre los patricios modernizadores.
del siglo. Veremos cómo la crónica, en tanto forma menor, posibi- Aun en la época de Martí, el relato de viaje, la correspon-
lita el procesamiento de zonas de la cotidianidad capitalista que dencia, en términos temáticos, era sumamente heterogéneo.
en aquella época de intensa modernización rebasaban el hori- Con notable intensidad intelectual, Martí escribía sobre prácti-
zonte temático de las formas canónicas y codificadas. Esto es algo, camente cualquier aspecto de la cotidianidad capitalista en los
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por cierto, que Martí notaba ya en el “Prólogo al Poema del Niá- Estados Unidos, según comprobamos especialmente en sus Esce-
gara” (1882). Para Martí, la modernidad implicaba la experiencia nas norteamericanas. Pero ya en la época en que Darío, Nervo y
de una temporalidad vertiginosa y fragmentaria, que anulaba la Gómez Carrillo, hacia los noventa, son corresponsales modelos,
posibilidad misma de “una obra permanente”, “porque las obras las exigencias del periódico sobre el cronista han cambiado nota-
de los tiempos de reenquiciamiento y remolde son por esencia blemente. En esa época el cronista será, sobre todo, un guía en el
mudables e inquietas”1. “De aquí esas pequeñas obras fúlgidas” cada vez más refinado y complejo mercado del lujo y bienes cul-
(p. 209), que como la crónica, surgidas de la misma fragmenta- turales, contribuyendo a cristalizar una retórica del consumo y la
ción moderna, constituían un medio adecuado para la reflexión publicidad. Veamos:
sobre el cambio.
Sin embargo, no nos proponemos idealizar la “marginalidad” Muebles de todos los estilos –descollante el modern style– certi-
ni la “heterogeneidad” de la crónica. Por el contrario, intentare- fican la rebusca de la elegancia al par que el firme sentimiento de
mos ver cómo la flexibilidad formal de la crónica le permitió con- la comodidad. En todo hallaréis el don geométrico y fuerte de la
vertirse en un archivo de los “peligros” de la nueva experiencia raza y la preocupación del hogar.
urbana; una puesta en orden de la cotidianidad aún “inclasificada” Es la muestra de todo lo logrado en la industria doméstica bajo el
por los “saberes” instituidos. predominio de la preocupación casera […]2.
Retomaremos una pregunta que nos hicimos anteriormente:
¿por qué, en plena época de la racionalización de la prensa, No habría que analizar a fondo la entonación, la disposición
prolifera la crónica modernista? ¿Qué utilidad podía tener el adjetival, la apelación a cierto tipo de destinatario, muy del fin
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Julio Ramos Desencuentros de la modernidad en América Latina Primera parte
del siglo (burgués, refinado y doméstico) para reconocer ahí la Rodeado de un mar de colores y de formas, mi espíritu no
emergencia de una retórica publicitaria. Se trata, por cierto, de encuentra ciertamente en dónde poner atención con fijeza. Sucede
Rubén Darío, muy a gusto en la gran Exposición de París (1900), que, cuando un cuadro os llama por una razón directa, otro y cien
donde percibía la realización de una de las utopías que atraviesan más os gritan las potencias de sus pinceladas o la melodía de sus
al modernismo (acaso sin dominarlo), el ideal de una modernidad tintas y matices. Y en tal caso pensáis en la realización de muchos
capitalista, tecnológica, y a la vez estética: libros, en la meditación de muchas páginas. Mil nebulosos poemas
flotan en el firmamento oculto de vuestro cerebro; mil gérmenes
Más grande en extensión que todas las exposiciones anteriores, se despiertan en vuestra voluntad y en vuestra ansia artística [...]5.
se advierte desde luego en ésta la ventaja de lo pintoresco. En la
del 89 prevalecía el hierro –que hizo escribir a Huysmans una de En la exposición de arte, como en las otras “novedades”, en
sus más hermosas páginas—; en ésta la ingeniería ha estado más infernal competencia los objetos interpelan al consumidor. Ese es
unida con el arte; el color, en blancas arquitecturas, en los pala- el llamado de la mercancía: “cuando un cuadro os llama por una
cios grises, en los pabellones de distintos aspectos, pone su nota, razón directa, otro y cien más os gritan las potencias de sus pin-
sus matices, el cabochón y los dorados, y la policromía que impera, celadas.” El objeto de arte, incorporado al mercado, ya no aparece
dan por cierto, a la luz del sol o al resplandor de las lámparas eléc- como cristalización de una experiencia particularizada y “origi-
tricas, una repetida y variada sensación miliunanochesca3. nal”. Ahí Darío más bien celebra la producción en serie de obje-

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tos bellos, ante los cuales el espectador figura claramente como


La estilización en la crónica transforma los signos amena- un virtual comprador. Y el desliz que sigue al “llamado” de las
zantes del “progreso” y la modernidad en un espectáculo pinto- mercancías es aún más revelador: “en tal caso pensáis en la rea-
resco, estilizado. Obliterada la “vulgaridad” utilitaria del hierro, lización de muchos libros, en la meditación de muchas páginas.
la máquina es embellecida, maquillada, y el “oro” (léxico) moder- Mil nebulosos poemas flotan en el firmamento oculto de vues-
nista es aplicado a la decoración de la ciudad. En la exposición, tro cerebro.” Acaso también la poesía podría producirse en masa,
antecedente directo de la moderna industria del entretenimiento, como los cuadros que buscaban comprador.
se silencia la diatriba del arte contra la mercantilización. En cam- En las crónicas de Gómez Carrillo, el carisma de la mercan-
bio, el cronista es seducido por la promesa de su encuentro con cía, siempre de lujo, es aún más intenso, en una retórica –tan
un nuevo público –masificado–, cuyo contacto la industria cul- actual– en que el fetichismo es explícitamente erótico: “la sun-
tural le facilitaría al arte, porque al menos en la exposición –en la tuosidad de los escaparates, con el perpetuo atractivo de lo lujoso,
escena del entretenimiento y del ocio– el mercado mismo cubría de lo luciente, de lo femenino”6. El sujeto, en el contexto de esa
su rostro utilitario, abriendo incluso un espacio para la “experien- cita, es un paseante en Buenos Aires:
cia” de lo bello en la ciudad. Benjamin señalaba que las “Exposi-
ciones Universales son lugares de peregrinación al fetiche que es Para prolongar el encanto de la hora me dejo guiar por un amigo
la mercancía”4. Habría que añadir, en cuanto a Darío, que el cro- y penetro en una tienda que, desde afuera, no me ha parecido sino
nista es un fervoroso peregrino: enorme. ¡Cuál no es mi sorpresa al hallarme de pronto trasladado
a la verdadera capital de las elegancias! ¿Es el Printemps, con sus
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Julio Ramos Desencuentros de la modernidad en América Latina Primera parte

mil empleados gentiles y su perpetuo frou-frou de sedas ajadas por En Gómez Carrillo, o antes en Darío, la estética del lujo, una
manos aristocráticas? [...] ¿Es el Louvre y su interminable exposi- de las ideologías de la autonomización, bien podía representar
ción de objetos preciosos? [...] Es todo eso junto; es el alcázar de una crítica a la economía utilitaria de la eficiencia y productividad
los ensueños femeninos, es el antro en que las brujas han amonto- distintiva del capitalismo; economía que atraviesa el uso mismo
nado lo que hace palpitar el alma de Margarita; es, en una palabra, de los lenguajes desestilizados, tecnologizados, de la burocra-
el palacio de las tentaciones (p. 67). cia (y la bolsa) moderna. El lujo –la estética del derroche–, en la
economía de la literatura finisecular, podría leerse como una
Luego añade: subversión del utilitarismo de los otros discursos, propiamente
orgánicos del capitalismo (incluida la información). Pero a par-
No es la dulzura desinteresada que proporciona un museo, en tir de ese momento crítico de la voluntad autonómica, el espacio
efecto, lo que en lugares cual éste se nota. Es el temible, el impe- distanciado de lo estético se reifica, se objetiva (en el “estilo”) y
rioso, el titánico deseo. ¿Cómo resistir a todo lo que atrae? En las resulta fácilmente apropiable como actividad consolatoria, afir-
tiendas, en general, los objetos no aparecen ante la compradora mativa, como compensación de la “fealdad” de la modernización.
sino a través de los cristales de las vidrieras [...] Aquí lo más raro La estilización, en la poética del lujo, al rechazar el valor de uso de
y lo más caro, lo más frágil, lo más exquisito [...] está al alcance de la palabra, queda inscrita como la forma más elevada de fetichiza-
las manos. Y las manos, las pálidas manos, nerviosas, se acercan, ción, donde la palabra es estricto valor de cambio, reconociendo
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tocan digo, no, acarician, lo que la coquetería codicia, y poco en la joya (mercancía inútil por excelencia) un modelo de produc-
a poco, al contacto con lo que es tibio y suave, una embriaguez ción. Y esto, ya a fin de siglo, preparaba el camino para el desarro-
verdadera aduéñase del ánimo mujeril (p. 69). llo de un arte kitsch, definitorio de la cultura de masas moderna.
En un trabajo muy lúcido, María Luisa Bastos lee en las crónicas
A medida que la mercancía adquiere vida –en la palpitación de Gómez Carrillo una aplicación del “estilo” modernista a las
erótica, “tibia y suave”–, el consumidor la pierde en su “embria- necesidades del emergente mercado del lujo, y la interpreta como
guez” y pérdida del “ánimo”, ahí celebradas. Esa es, precisamente, una especie de vulgarización de la estética inicialmente “alta”,
la lógica del fetichismo. Más significativo aún, el fetichismo de la autónoma, y acaso radical del modernismo7. En el fondo, coincide
mercancía se representa como experiencia estética. La tienda sus- con la lectura de Rama, Jitrik y Pacheco que veían dos momentos en
tituye al museo como institución de la belleza, y la estilización el modernismo: uno crítico y radical, antiburgués, y una segunda
–notable en el trabajo sobre la lengua– opera en función de la epi- etapa, en que el modernismo, ya a comienzos de siglo, se convertía
fanía consumerista. En Gómez Carrillo, de modo un poco inflado en la estética de los grupos dominantes. Las crónicas de Gómez
y grotesco, encontramos una de las consecuencias extremas de la Carrillo, o mejor incluso, lo que él denominaba su literatura
autonomización de la esfera estética en la sociedad moderna: la aplicada a la moda8, vendría a representar esa segunda etapa (que
separación de lo estético y cultural de la vida práctica predispone Pacheco reconoce, con simpatía, en los boleros de Agustín Lara).
el arte autonomizado, “desinteresado”, al riesgo de su incorpora- No obstante, la lectura de las dos etapas –una inicial de ple-
ción por la misma racionalidad opresiva de la que el arte buscaba nitud, otra involuntariamente paródica o de trivialización en el
autonomizarse. kitsch– establece una cronología que disuelve la complejidad
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Julio Ramos Desencuentros de la modernidad en América Latina Primera parte
misma del momento inicial. Darío, en su ambiguo “El rey bur- esas contradicciones. Y habría que poder hablar de las contra-
gués”, ya en Azul, reflexionaba sobre el peligro que atravesaba, dicciones porque ya en el fin de siglo se debate la ambigua rela-
desde el comienzo, toda su producción: el recinto interior del rey ción entre la literatura (como discurso autónomo) y el poder que
burgués –allí visto con gran desprecio– estaba colmado de obje- caracterizará el siglo XX.
tos de lujo: el poeta, con su maquinita musical, corría el riesgo de El problema radica en pensar la cultura dominante como un
quedar incorporado como un objeto más. bloque homogéneo y estático. El campo del poder, sobre todo en
El propio Martí, que anticipadamente criticó la voluntad la modernidad, es fluido y desterritorializador, lo que tampoco
autonómica, en sus sistemáticas críticas del lujo, definía así uno quiere decir que no establezca redes de dominación. Para explicar
de los posibles usos de la belleza, de lo estético autonomizado: más a fondo esa flexibilidad, y las contradicciones que la misma
presupone para la voluntad de autonomía estética, conviene reto-
El amor al arte aquilata el alma y la enaltece: un bello cuadro, una mar el problema de la crónica en el periódico y la relación entre la
límpida estatua, un juguete artístico, una modesta flor en lindo literatura y la “fealdad” urbana.
vaso, pone sonrisas en los labios donde morían tal vez, pocos Representar la ciudad. ¿Qué significaba, en el fin de siglo, la
momentos ha, las lágrimas. Sobre el placer de conocer lo hermoso, “ciudad”? Para Sarmiento –como para muchos patricios moder-
que mejora y fortifica, está el placer de poseer lo hermoso, que nos nizadores– la ciudad (casi siempre en negrillas) era un espacio
deja contentos de nosotros mismos. Alhajar la casa, colgar de utópico: lugar de una sociedad idealmente moderna y de una vida

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cuadros las paredes, gustar de ellos, estimar sus méritos, platicar pública racionalizada. De ahí que en Sarmiento podamos leer eti-
de sus bellezas, son goces nobles que dan valía a la vida, distrac- mológicamente el concepto de la “civilización” –y de la “política”–
ción a la mente y alto empleo al espíritu. Se siente correr por las en su relación con “ciudad”.
venas una savia nueva cuando se contempla una nueva obra de Hacia el último cuarto de siglo, en parte por el proceso real de
arte. […] Es como beber en copa de Cellini la vida ideal9. urbanización que caracteriza muchas de las sociedades latinoa-
mericanas de la época, el concepto de la ciudad –que en buena
Ahí también la esfera de lo bello, reificada, es incorporada medida sigue legitimando el discurso del cronista– se ha proble-
al mercado como objeto decorativo, compensatorio, crítico del matizado10. En Martí la ciudad aparecerá estrechamente ligada a
utilitarismo, si se quiere, pero en última instancia afirmativo la representación del desastre, de la catástrofe, como metáforas
de la misma lógica de la racionalización (y mercantilización del claves de la modernidad. La ciudad, para Martí y muchos de sus
mundo). La literatura –en la misma crítica de la modernización contempóraneos (particularmente, aunque no sólo, los literatos),
que dispone la voluntad autonómica– es reincorporada al campo condensa lo que podríamos llamar la catástrofe del significante.
del poder como mecanismo decorativo de la “fealdad” moderna, La ciudad, ya en Martí, espacializa la fragmentación –que ella
sobre todo urbana: el escritor modernista como maquillador, misma acarrea– del orden tradicional del discurso, problemati-
cubriendo el peligroso rostro de la ciudad. De ahí que desde la zando la posibilidad misma de la representación:
“primera etapa”, la “radicalidad” de la voluntad autonómica –la
lógica del derroche– fuera sumamente imprecisa y frágil. La cro- En esta marejada turbulenta, no aparecen las corrientes naturales
nología (primero la radicalidad y luego la incorporación) disuelve de la vida. Todo está oscurecido, desarticulado, polvoriento, no se
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puede [distinguir], a primera vista, las virtudes [de] los vicios. Se revolución se está operando a nuestra vida” (p. 347). El desastre,
esfuman tumultuosamente mezclados (OC, XIX, 117). sin duda, podrá ser un fenómeno natural, externo al discurso;
su representación, sin embargo, transforma el acontecimiento
La ciudad, en ese sentido, no es simplemente el trasfondo, el en condensación de los diferentes significados que el “caos” –el
escenario en que vendría a representarse la fragmentación del dis- peligro, el desorden– pueden tener en una coyuntura dada. A lo
curso distintiva de la modernidad. Habría que pensar el espacio largo del XIX (por lo menos) la catástrofe es lo otro por excelencia
de la ciudad, más bien, como el campo de la significación misma, de la racionalidad. En su extremo, condensa el peligro del “caos”
que en su propia disposición formal –con sus redes y desarticu- revolucionario.
laciones– está atravesado por la fragmentación de los códigos Sin embargo, para Sarmiento, en su exacerbada fe en el orden
y de los sistemas tradicionales de representación en la sociedad virtual del discurso (en este caso arquitectónico), el terremoto
moderna. Desde esa perspectiva, la ciudad no sólo sería un “con- cumple una función positiva: desmantela el espacio tradicional,
texto” pasivo de la significación, sino la cristalización de la distri- posibilitando la reorganización y modernización de Valparaíso
bución de los mismos límites, articulaciones, cursos y aporías que y Santiago. La catástrofe problematiza la arquitectura del orden
constituyen el campo presupuesto por la significación. tradicional, y así posibilita la construcción de la nueva ciudad, de
Por cierto, la metáfora de la catástrofe no era nueva en el la modernidad deseada. En el relato sarmientino de la historia, la
momento de su inscripción martiana. Fueron los propios ilumi- catástrofe no constituye una fisura insuperable. Por el contrario,
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nistas los que situaron la metáfora en el centro mismo de su retó- la catástrofe registra el punto de una nueva fundación a partir del
rica. En 1851, por ejemplo, Sarmiento interpreta los efectos de un cual adquiere impulso el devenir del progreso.
terremoto en Chile: En Martí, particularmente en las Escenas norteamericanas,
donde es central su reflexión sobre la modernidad, la catástrofe
Interesa esto tanto más cuanto que el temblor es un buen estimu- también es una figura clave. Sin embargo, la carga de la metáfora
lante para que el público ponga atención en asunto de arquitec- –y su relación con la teleología iluminista– se complica notable-
tura, en cuya solución lleva la vida, el reposo, cuanto no la fortuna. mente. En sus notables crónicas, “El terremoto de Charleston” e
Si la tierra gusta de temblar es éste un perverso gusto de que no “Inundaciones de Johnstown”, por ejemplo, la representación de
debemos culpar ni a la Providencia ni al gobierno. Nuestro único la catástrofe presupone una crítica del iluminismo epitomizado
medio de hacer frente al amago, es extinguir el peligro mejorando por Sarmiento. Notemos, brevemente, el lugar del transporte
la construcción de los edificios, porque si no hubiese de caérsenos (icono del orden iluminista) en la siguiente descripción:
la casa encima, un temblor sería ocasión de admirar sin miedo las
sublimes luchas de la naturaleza. Un temblor es, pues, para los Los ferrocarriles no podían llegar a Charleston, porque los rieles
hombres, una cuestión de arquitectura11. habían salido de quicio, o estallado, o culebreaban sobre sus
durmientes suspendidos.
Es significativo el desliz de la descripción a la inscripción Una locomotora venía en carrera triunfante a la hora del primer
metafórica del desastre: “Interesa todavía este asunto, porque los temblor, y dio un salto, y sacudiendo tras sí como un rosario a los
temblores sobreviven en el momento preciso que una extraña vagones lanzados del carril, se echó de bruces con su maquinista
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muerto [...] Otra a poca distancia seguía silbando alegremente, Hubo “ciudades estancadas”, pero especialmente en las ciudades
la lanzó en peso el terremoto, y la echó a un tanque cercano (OC, puertos, como Río de Janeiro, La Habana, Montevideo, las trans-
XI, 71). formaciones fueron notables. Y sobre todo en Buenos Aires y la
ciudad de México, ejes de la modernización literaria finisecular,
Ahí, evidentemente, la catástrofe no promueve el orden de los cambios fueron intensos, tal como registra –de modo a veces
la ciudad, destruye –insiste Martí– todos los emblemas de la mistificador– toda la literatura urbana del período, particular-
modernidad (sobre todo el mercado). Pero posibilita, mediante la mente en las crónicas y en la ya emergente novela.
destrucción de la ciudad, el retorno al origen que el progreso obli- El proceso de transformación de las ciudades rara vez fue
teraba: “Los bosques aquella noche se llenaron de gente poblana, calculado, aunque particularmente en la Buenos Aires del inten-
que huía de los techos sacudidos, y que se amparaba de los árbo- dente Torcuato de Alvear, y en el México porfirista fue decisiva la
les, juntándose en lo obscuro de la selva para cantar en coro” (OC, influencia del proyecto de racionalización (y previa demolición)
XI, 71). del espacio urbano que el barón de Haussmann realizó en el París
El desastre paradójicamente genera el reencuentro de la de Napoleón III13. Sobre todo en Buenos Aires, al decir de Romero,
comunidad, la reconstrucción del coro. Y son los negros (en plena “se decidió por las demoliciones”, cuyo primer foco fue la renova-
época de conflictos raciales en EUA), los que guían el retorno a ción radical de los centros tradicionales de la “gran aldea”. Estas
lo otro de la ciudad, a la selva; retorno, a su vez, que implicaba la transformaciones, como sugería Lewis Mumford con respecto a

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restitución del poder del mito y la imaginación (lo propio de la las ciudades europeas del siglo XIX, no fueron simplemente “físi-
literatura), interrumpido en la ciudad por el desencantamiento cas” o materiales: la reorganización y racionalización del espacio
racionalizador: “el espanto [del desastre] dejó encendida la imagi- cristalizaba una transformación de los espacios simbólicos de la
nación tempestuosa de los negros” (p. 68). Inventar la tradición, el época14. Observemos, en Apariencias (1892) del mexicano Fede-
origen; “recordar” el pasado de la ciudad, mediar entre la moder- rico Gamboa, los deslices figurativos en la descripción de la ciu-
nidad y las zonas excluidas o aplastadas por la misma: ésa será dad “reconstruida”:
una de las grandes estrategias de legitimación instituidas por la
literatura moderna latinoamericana a partir de Martí, porque en Era una calle en proyecto y como son en su mayoría las calles nuevas,
la literatura, como sugiere Martí en “Nuestra América”, habla el situadas en el rumbo elegante del ensanche de las grandes ciudades,
“indio mudo”, el “negro oteado”. La literatura, en efecto, se legi- que ofrecen un aspecto singular y característico: las aceras, anchas
tima como lugar de lo otro de la racionalización. y recién embaldosadas; las casas en construcción, con su acumu-
Por cierto, no sólo en Nueva York, Londres, o en la misma lamiento de materiales, los huecos, sin andamios, sin marco, de
París (de Baudelaire), la ciudad condensaba la problemática de puertas y ventanas, como cavidades de cráneos antediluvianos; los
“lo irrepresentable”, la “desarticulación”, la “turbulencia”, la cri- andamios, que semejan arboladuras de navíos fantasmas; los solares,
sis de las categorías tradicionales de representación. También cercados con empalizadas irregulares en las que se miran anuncios
en muchas zonas de América Latina el proceso de urbanización multicolores de diversiones públicas y de medicinas de patente;
finisecular fue bastante radical y decisivo. Como señala J. L. a trechos una pequeña hondonada o diminuta prominencia que
Romero, no todas las ciudades cambiaron homogéneamente12. todavía conservan un musgo verde y abatido [...]15 (énfasis nuestro).
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“Conservar”, paradójicamente, ahí es una palabra clave; es el período modernizador del porfiriato es índice de ese impulso
una palabra insertada, como para enfatizar su fragilidad, en ese reconstructor en México. Israel Katzman señala:
paisaje configurado por la retórica del desastre. La ciudad, en
Gamboa, es el reverso de la conservación, es una fuerza que reor- Desde el año de 1880 se empiezan a construir casas de campo en
ganiza el espacio, el mundo-de-vida, con un impulso iconoclasta. el Paseo de la Reforma, y como después se estaba perdiendo el
Esto, literalmente: la ciudad es iconoclasta en tanto desarma los ambiente campestre, en 1889 se decretó exención del impuesto
íconos, los sistemas tradicionales de representación; “destruye” predial por cinco años a los que dejaran al frente de sus casas un
–si se quiere– las figuras, el espacio como figura, de la cultura tra- jardín de ocho metros por lo menos17.
dicional. Ese es también el tema de L. V. López en otra olvidada
novela de la época, La gran aldea: “¡Cómo habían cambiado en También en el Buenos Aires del Intendente Pueyrredón, en
veinte años las cosas en Buenos Aires!”16 Escribir, para López, y los 1870, en plena época de urbanización, se introdujeron muchos
en buena medida para Gamboa, era recordar –o inventar la tra- “espacios recreativos”, “lugares de esparcimiento” en la ciudad
dición– que la fuerza iconoclasta de la modernización desmante- orientada a la productividad y eficiencia tecnológica18. Un notable
laba: la retórica del desastre es sistemáticamente nostálgica, aun- cronista de la época, Eduardo Wilde, comenta sobre la inaugura-
que desde diferentes ángulos y posiciones políticas. ción del novedoso Parque Tres de Febrero en 1875:
Los testimonios finiseculares de la “crisis” generada por la
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urbanización se multiplican. Esos testimonios comprueban las Buenos Aires te reclamaba [...] En el límite de su plantel, ni un
tensiones desatadas por la modernización –al menos para la lite- árbol, ni un jardín, ni un sitio desahogado, ni una ancha avenida;
ratura– y también para los grupos sociales identificados con las en sus pequeñas plazas, ni sombra ni frescura, ni vegetación que
instituciones, los íconos y los espacios simbólicos que la racio- cambiara su vida con el veneno de nuestros pulmones19.
nalización urbana deshacía. Sin embargo, también es notable,
paradójicamente, cómo la modernización, por el reverso de su Aire puro en la ciudad maldita: ahí Wilde no sólo comenta
impulso demoledor, promovió la “reconstrucción” de territoria- sobre la invención de un espacio natural en la ciudad, sino sobre una
lidades, a veces usando las máscaras, los disfraces de una tradi- de las funciones que su propio discurso, en la crónica, cumpliría en
ción reificada. Así como la modernización destruía los modos las décadas finales del siglo. Aunque la modernización demolía
tradicionales de representación e identificación, al mismo tiempo los sistemas tradicionales de representación, causando tensio-
generaba nuevas imágenes, frecuentemente pasatistas, simula- nes sociales, a la vez fomentó la producción de imágenes resolu-
cros de la tradición y del orden social, en respuesta –compensato- torias de esas contradicciones; fomentó, incluso un discurso de
ria– a los cambios violentos que efectuaba. la crisis y densificó la memoria de cierto pasado. Representar la
Este aspecto “reconstructivo” y compensatorio de la moder- ciudad, representar, es decir, lo irrepresentable de la ciudad, no
nización es notable, por ejemplo, en el historicismo monumenta- fue entonces un mero ejercicio de registro o documentación del
lista que domina en la arquitectura del México finisecular. Tam- cambio, del flujo, constituido por la ciudad. Representar la ciu-
bién la importancia que cierta noción de lo natural recobra en dad era un modo de dominarla, de reterritorializarla, no siempre
desde afuera del poder. Así como Haussmann en París, o Alvear
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y Limantour, en Buenos Aires y México, demolieron a la vez que –desterritorializadora– como un espacio social congruente:
reorganizaron los espacios urbanos en función de un monumen- el sujeto urbano experimenta la ciudad, no sólo porque camina
talismo espectacular y pasatista, la industria cultural (en el perió- por zonas reducidísimas, sino porque la lee en un periódico que
dico) pudo encontrar en los nuevos literatos agentes de produc- le cuenta de sus distintos fragmentos. Pero más importante aún,
ción de imágenes reorganizadoras de los discursos que la ciudad nos parece, es el hecho de que el periódico (como las tiendas
–y el periódico mismo, en otras de sus facetas– desmantelaban20. modernas), en su propia organización del lenguaje (o de las cosas),
queda atravesado por una lógica del sentido que también sobre-
Periodismo, fragmentación, narrativización. El periódico determina la disposición del espacio urbano. Lógica del sentido
moderno, como ningún otro espacio discursivo en el siglo XIX, profundamente fragmentaria, desjerarquizadora, constituida
cristaliza la temporalidad y la espacialidad segmentadas distin- por una acumulación de fragmentos de códigos, en que los lengua-
tivas de la modernidad. El periódico moderno materializa –y jes se sobreimponen, yuxtaponen o simplemente se mezclan, con
fomenta– la disolución del código y la explosión de los sistemas discursos de todo tipo y procedencia histórica imprecisable. El
estables de representación21. El periódico no sólo erige lo nuevo periódico, como la ciudad, es un espacio derivativo por excelen-
–lo otro de la temporalidad tradicional– como principio de orga- cia, aunque es cierto que en él también proliferan los intentos de
nización de sus objetos, tanto publicitarios como informativos; recomponer el espacio y de articular la fragmentación.
también deslocaliza –incluso en su disposición gráfica del mate- Por otro lado, como sugiere Benjamin, la fragmentación no

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rial– el proceso comunicativo. En el periódico, la comunicación puede leerse simplemente en términos formales o descriptivos.
se desprende de un contexto delimitado de enunciación, confi- Para Benjamin, la forma del periódico cristaliza la disolución de
gurando un mundo-de-vida abstracto, nunca totalmente expe- lo social –de la “experiencia” comunitaria– que él veía encarnada
rimentado por los lectores como el campo de su existencia coti- en la narrativa tradicional:
diana. En ese sentido, el periódico presupone la privatización de
la comunicación social, así como epitomiza el sometimiento del Las aspiraciones interiores del hombre no tienen por naturaleza
sujeto –en el proceso de esa privatización– bajo una estructura un carácter privado tan irremediable. Sólo lo adquieren después
de lo público que tiende a obliterar, cada vez más, la experiencia de que disminuyen las probabilidades de que las exteriores sean
colectiva. En ese sentido, el periódico hace con el trabajo sobre la incorporadas a su experiencia. El periódico representa uno de
lengua lo que la ciudad hacía con los espacios públicos tradiciona- los muchos indicios de esa disminución. Si la Prensa se hubiese
les. No está de más, por eso, leer el periódico como la representa- propuesto que el lector haga suyas las informaciones como
ción (en la superficie misma de su forma) de la organización de la parte de su propia experiencia, no conseguiría su objetivo. Pero
ciudad, con sus calles centrales, burocráticas o comerciales, con su intención es la inversa y desde luego la consigue. Consiste en
sus pequeñas plazas y parques: lugares de ocio y reencuentro. impermeabilizar los acontecimientos frente al ámbito en que
Se trata, en parte, de que el periódico es una condición de la pudiera hallarse la experiencia del lector. Los principios funda-
“unidad” de la nueva ciudad. Ahí el comerciante, el político y hasta mentales de la información periodística (curiosidad, brevedad,
el literato se comunican con el sujeto privado. En el periódico se fácil comprensión y sobre todo desconexión de las noticias entre
establecen las articulaciones que posibilitan pensar la ciudad sí) contribuyen al éxito igual que la compaginación y una cierta
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Julio Ramos Desencuentros de la modernidad en América Latina Primera parte

conducta linguística (Karl Krauss no se cansaba de hacer constar Imponer la tradición, la experiencia arcaica, la “sensación de
lo mucho que el hábito lingüístico de los periódicos paraliza la infancia” sobre lo moderno, ligado ahí a la tecnología y a la ciu-
capacidad imaginativa de sus lectores) [...] La atrofia creciente de dad: ese será el gesto distintivo del cronista y de la propia indus-
la experiencia se refleja en el relevo que del antiguo relato hace la tria cultural que ahí describe y en la que participa.
información y de ésta a su vez la sensación22. En Martí, por otro lado, el acontecimiento –el fragmento de la
temporalidad urbana– se relaciona directamente con el discurso
Resultaría difícil precisar el lugar histórico de ese tipo de comu- periodístico, informativo. Según sugerimos antes, Martí arma sus
nicación narrativa, nostálgicamente evocada por Benjamin. De crónicas como lecturas de las diferentes noticias que aparecen en
cualquier modo, la lectura de Benjamin de la escritura moderna (en el espacio fragmentado del periódico. Lee la variedad del perió-
Baudelaire y Proust, entre otros), como intento (siempre agrietado, dico y con el mismo movimiento reflexiona sobre la problemática
en la alegoría) de reconstruir un ámbito comunicativo orgánico, es de su fragmentación:
un buen índice de una ideología que de hecho impulsó mucha pro-
ducción intelectual, sobre todo en esa etapa inicial del capitalismo ¿Cómo poner en junto escenas tan varias? Allá en las resplande-
avanzado. cientes soledades del Ártico, doblan al fin sobre su almohada de
La problemática de la fragmentación es fundamental para nieve la cabeza unos expedicionarios valerosos; aquí, en colosal
entender la función ideológica de la crónica en el fin de siglo lati- casa, resuenan ante millares de oyentes absortos, los acordes
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noamericano. La crónica sistemáticamente intenta renarrativi- sacerdotales y místicos de la música excelsa, la más solemne de las
zar (unir el pasado con el presente) aquello que a la vez postula artes humanas. En los árboles, todo es verdor. En los rostros, todo
como fragmentario, como lo nuevo de la ciudad y del periódico. es alegría. En Irlanda, todo es susto. En San Francisco, vencieron
Por ejemplo, si la Exposición de París era el espectáculo de la los enemigos de los chinos. En mostradores de las librerías, luce la
novedad, el gesto de Darío opera por el reverso, viendo en cada obra monumental de un anciano de ochenta y dos años. En torno
acontecimiento un fragmento articulable en la continuidad que a mesa rica, juntarse para celebrar glorias patrias los mexicanos de
la visión impone: Nueva York. Masas enardecidas se reúnen a protestar contra los
asesinos de los ministros ingleses en Irlanda y contra los asesinos de
La moda parisiense es encantadora; pero todavía lo mundano los patriotas de Irlanda por los soldados ingleses. Ha habido festival
moderno no puede sustituir en la gloria de la alegoría o del grandioso. Guiteau entra ya en su celda de muerte. Susúrrase que
símbolo a lo consagrado por Roma y Grecia. [...] Por la noche es va a haber mudanza importante en puestos diplomáticos (OC, IX,
una impresión fantasmagórica la que da la blanca puerta con sus 303).
miles de luces eléctricas [...] Es la puerta de entrada de un país de
misterio y de poesía habitado por magos. Ciertamente, en toda A primera vista pareciera que se trata solo de un problema
alma que contempla estas esplendorosas féeries se despierta una de composición, de la “sintaxis” de la crónica. Pero el problema
sensación de infancia. [...] Aquí lo moderno de la conquista cientí- de la disposición de las noticias en la crónica está ideológica-
fica se junta a la antigua iconoplastia sagrada [...]23. mente sobredeterminado, precisamente porque la información
era un modo de representación, como sugería Benjamin, que
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Julio Ramos Desencuentros de la modernidad en América Latina Primera parte
cristalizaba la problemática del orden y de la comunicación en la En esa representación el espacio se encuentra notablemente
sociedad moderna. Es decir, al reescribir la fragmentariedad del jerarquizado: desde la altura, el sujeto tiende a demarcar la hete-
periódico, el cronista trabaja con la temporalidad segmentada de rogeneidad urbana, condensando su multiplicidad en el cuadro del
la ciudad en un plano estrictamente formal. De ahí que la ciudad, “magnífico espectáculo”. Esa mirada panóptica, al decir de Michel
en la crónica martiana, no sea sólo un “objeto” representado, sino de Certeau, es un núcleo productor de la cartografía profesiona-
un conjunto de materiales verbales, ligados al periodismo, que el lizada por la urbanística en el siglo XIX. Su sentido presupone la
cronista busca dominar en el proceso mismo de la representa- transformación del hecho urbano en un concepto de la ciudad25.
ción. El cronista sistemáticamente busca rearticular los fragmen- No obstante, particularmente a fines del siglo XIX, el concepto
tos, narrativizando los acontecimientos, buscando reconstruir la de la ciudad se problematiza a medida que la ciudad progresiva-
originalidad que la ciudad destruía. mente pasa a ser el espacio del acontecimiento, de la contingencia
A su vez, en la crónica –no sólo las martianas–, esa voluntad instaurada por el flujo capitalista. La mirada panóptica, en la cita
de orden integradora de la fragmentación moderna, se semantiza anterior de Darío, se “fatiga”: su capacidad ordenadora es mínima.
en lo que podríamos llamar la retórica del paseo. Es decir, la narra- Caminar sería un modo alternativo, en la crónica, de experimen-
tivización de los segmentos aislados del periódico y de la ciudad a tar –y dominar– la contingencia urbana26.
menudo se representa en función de un sujeto que al caminar la En el paseo, la crónica representa (y se nutre de) un nuevo tipo
ciudad traza el itinerario –un discurso– en el discurrir del paseo. El de entretenimiento urbano, muy significativo en términos de las

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paseo ordena, para el sujeto, el caos de la ciudad, estableciendo arti- transformaciones que sufre la disposición del espacio en el fin de
culaciones, junturas, puentes, entre espacios (y acontecimientos) siglo. El paseo –la flanería, más bien– era una nueva institución
desarticulados. De ahí que podamos leer la retórica del paseo como cultural. En la Argentina de los ochenta, L. V. López señala:
una puesta en escena del principio de narratividad en la crónica.
En fin, yo, que había conocido aquel Buenos Aires de 1862, patriota,
Paseo y privatización del sujeto urbano. A partir de la cró- sencillo, semi-tendero, semi-curial y semi-aldea, me encontraba
nica sería posible armar una tipología de los diferentes modos con un pueblo con grandes pretensiones europeas que perdía su
de representar la ciudad finisecular. Dos tipos de “miradas” son tiempo en flanear en las calles, y en el cual ya no reinaban generales
dominantes. La primera, totalizadora, presupone la distancia del predestinados, ni la familia de los Trevexo, ni la de los Berrotarán27.
sujeto como condición de la representación. Darío:
Por supuesto, caminar en la ciudad, incluso pasear, era una
Visto el magnífico espectáculo como lo vería un águila, es decir, actividad milenaria, seguramente ligada a la estructura de la
desde las alturas de la Torre Eiffel, aparece la ciudad fabulosa de plaza pública, centro de una ciudad relativamente orgánica y tra-
manera que cuesta convencerse de que no se asiste a la realización dicional. Pero como sugiere López, flanear era un tipo de entrete-
de un ensueño. La mirada se fatiga, pero aún más el espíritu ante nimiento distinto, que él mismo relaciona con la modernización
la perspectiva abrumadora, monumental24. de Buenos Aires.
La flanería es un modo de entretenimiento distintivo de esas
ciudades finiseculares, sometidas a una intensa mercantilización
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Julio Ramos Desencuentros de la modernidad en América Latina Primera parte

que además de erigir el trabajo productivo y la eficiencia en valo- [...]; vaguear basculado por la gente, afianzándose de los cristales
res supremos, instituyó el espectáculo del consumo como un de los escaparates [...] mirando al interior de las casas30.
nuevo modo de diversión. El tiempo libre del nuevo sujeto urbano
también se mercantilizaba. Incómodo entre la muchedumbre, aunque a la vez agotado
En México pintoresco, artístico y monumental (1880), Manuel por los límites del interior, el sujeto privado sale a objetivar, a reifi-
Rivera Cambas señala el carácter de clase del nuevo entreteni- car el movimiento urbano mediante una mirada que transforma
miento que amenazaba, incluso, con desplazar el teatro como la ciudad en un objeto contenido tras el vidrio del escaparate. La
centro de diversión: vitrina, en ese sentido, es una figura privilegiada, una metáfora
de la crónica misma como mediación entre el sujeto privado y la
Actualmente es el paseo vespertino una necesidad para la clase ciudad31. La vitrina es una figura de la distancia entre ese sujeto
social que puede dedicarse al descanso; en otro tiempo no era y la heterogeneidad urbana que la mirada busca dominar, conte-
el paseo sino el teatro, la diversión favorita y solicitada por la niendo la ciudad tras el vidrio de la imagen y transformándola en
sociedad mexicana [...]28. objeto de su consumo.
En Gómez Carrillo, la poética consumerista de la crónica es
La flanería es corolario de la industria del lujo y de la moda en aún más enfática. También en él reencontramos la atracción que
el interior de una emergente cultura del consumo: en el paseante ejerce “la suntuosidad de los escaparates, con el
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perpetuo atractivo de lo lujoso, de lo luciente, de lo femenino”. El
Las calles de Plateros encierran establecimientos con todo lo cronista-flâneur, agobiado por el ruido urbano busca refugio. En
que puede satisfacer el más exigente capricho del gusto o de la las zonas del comercio de lujo (la calle Florida, en Buenos Aires),
moda: grandes aparadores con muestras, tras enormes cristales; encuentra un lugar alternativo:
multitud de damas elegantes recorren esas calles [...]29.
[La calle Florida] está hecha con arte exquisito, de lo que hay en
Por otro lado, la flanería no es simplemente un modo de expe- Europa de más distinguido, de más animado, de más brillante, de
rimentar la ciudad. Es, más bien, un modo de representarla, de más moderno. [...]
mirarla y de contar lo visto. En la flanería el sujeto urbano, pri- Y, en efecto, eso es, con sus innumerables tiendas de amenas
vatizado, se aproxima a la ciudad con la mirada de quien ve un suntuosidades, con sus letreros áureos que corren por los balcones
objeto en exhibición. De ahí que la vitrina se convierta en un anunciando trajes y mantos, [...] con sus escaparates llenos de
objeto emblemático para el cronista. Justo Sierra señala: pedrerías, con sus numerosas exposiciones de arte. Y al mismo
tiempo es otra cosa más risueña y más íntima: es casi un salón en
¿Cómo se traduce en castellano el verbo francés flâner [...]? el cual nadie tiene prisa (El encanto de Buenos Aires, p. 50).
Vaguear caprichosamente con la seguridad de no ser cazado por
el pensamiento interior, como una mosca por una araña; vaguear En el paseo, el cronista transforma la ciudad en salón, en
con la certeza de la perpetua distracción para los ojos, con la espacio íntimo, precisamente mediante esa mirada consumerista
certeza de objetivar siempre, de no caer en poder de lo subjetivo que convierte la actividad urbana y mercantil, como señalamos
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Julio Ramos Desencuentros de la modernidad en América Latina Primera parte
antes, en objeto de placer estético e incluso erótico. Por el reverso La otra cara de esa división del trabajo sobre el espacio urbano
del intento de contener la ciudad, de transformarla en un espacio fue el surgimiento de las nuevas zonas residenciales. En Buenos
íntimo y familiar, la ansiedad del cronista-flâneur es notable. Esa Aires, la primera calle propiamente habitacional o residencial fue
ansiedad en varios sentidos es el impulso que desencadena tanto la Avenida Alvear, hacia 1885. Las zonas residenciales, hacia el
la flanería como la escritura sobre la ciudad en la crónica. La inco- norte de la ciudad, se distinguían por su
modidad del cronista-flâneur en la ciudad presupone la redistri-
bución del espacio urbano de acuerdo con la oposición entre las introversión que traducen sus fachadas y las defensas de sus
zonas de la privacidad y la vida pública y comercial. En el paseo el jardines delanteros. Son mansiones para admirar de lejos [...].
sujeto privado sale de una zona residencial para hacer turismo en Apenas el espectador se acerca a ellas, la espesura férrea de la reja
su propia ciudad, en los centros del espacio público que progresi- italiana o Luis XV, la tapia estriada o la balaustrada de gruesas
vamente se han ido comercializando, convirtiéndose en “extra- pilastras le impiden la visión. La casa puede ser vista de cerca sólo
ños” y “alienantes” para el sujeto privado (burgués)32. El consumo por quien tiene acceso a ella [...]34.
–y los discursos de la cultura de masas que lo sostienen– comen-
zará a mediar entre los dos campos de la experiencia urbana. El interior –fundamental para la literatura finisecular– es el
Conviene remitirse a la historia de esa polarización en la ciu- espacio de una nueva individualidad que presupone la progre-
dad de Buenos Aires: siva disolución de los espacios públicos, comunitarios, en la ciu-

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dad moderna. En el paseo, el sujeto privado –desde la extrañeza


El comercio de Buenos Aires colonial, en gran parte producto que implica su mirada turística sobre el espacio urbano– busca
del contrabando, se realizaba en infinidad de pequeños locales salir del interior en un gesto no necesariamente crítico, que en
incluidos en la misma vivienda, como cuartos que dieran a la calle todo caso comprueba la necesidad de construir y consolidar los
o zaguanes. Al irse extendiendo, este sistema fue tomando una a campos de identidad colectiva, de clase. La propia ciudad (confor-
una de las casas más importantes, por lo que comenzaron a cons- mando la capacidad reterritorializante del poder moderno) pro-
truirse aquellas con locales especiales para alquilar. Pero la inten- veerá los medios para la reinvención de la comunidad. Esa sería
sificación de las actividades y el mayor volumen de mercaderías una de las funciones de la crónica y de la industria cultural en
planteaban problemas de espacio que hicieron correr las viviendas aquella época de entrada a la modernidad.
hacia atrás, y, finalmente, usar todo el edificio como negocio. Las
estructuras de hierro permitían techar los patios, con lo cual se Paseo y reinvención del espacio público. El paseante
conseguía un amplio espacio cubierto e iluminado. Luego vino –sujeto curioso– sale en la crónica a expandir los límites de
el próximo paso, consistente en construcciones especiales para su interioridad. De paseo, no sólo reifica el flujo de la ciudad,
los comercios. Eran característicos de la época los almacenes de convirtiéndola en materia de consumo, e incorporándola a
ramos generales, tanto en la ciudad como en la campaña; tenían ese curioso estuche –o vitrina– que es la crónica. Además, el
vastos depósitos y salones de exposición y venta de productos33. cronista-paseante, en el divagar turístico que lo individualiza y
distingue de la masa urbana, busca –en el rostro de ciertos otros–
las señas de una virtual identidad compartida. En la respuesta a
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Julio Ramos Desencuentros de la modernidad en América Latina Primera parte

la soledad del interior, el cronista investiga la privacidad ajena, ahí es concomitante a la voluntad de recrear (en el chisme) el espa-
convirtiéndose en voyeur: mirón urbano. En Gutiérrez Nájera cio colectivo precisamente desarticulado por la fragmentación
encontramos la gesticulación del voyeur: “He salido a flanear un y dislocación urbana. El narrador, en “La novela del tranvía”, le
rato por las calles [...] Tristes de aquellos que recorren las calles inventa a cada uno de los pasajeros una vida, les inventa tramas en
con su gabán abotonado, mirando por los resquicios de las una impostura –siempre irónica– que enfatiza el desconocimiento
puertas el fuego de un hogar”35. Si la ciudad (y el periódico mismo, de la privacidad del otro, es decir, la creciente dificultad de concebir
como decía Benjamin) fragmentaba y privatizaba la experiencia una esfera vital colectiva, compartida, en la ciudad moderna.
social, la crónica –por el reverso de la fragmentación– genera Dada su brevedad, quisiéramos citar una crónica de Gutiérrez
simulacros, imágenes de una “comunidad” orgánica y saludable. donde el dispositivo del chisme y del voyeur (en respuesta a la sole-
Ésa es, por ejemplo, la función de la oralidad en la crónica, dad urbana) son aún más transparentes:
que entre los discursos mercantilizados y tecnologizados del
periódico, continuaba autorrepresentándose como conversación Una cita
o charla familiar.
“La novela del tranvía”, excelente cuento de Gutiérrez Acostumbro en las mañanas pasearme por las calzadas de los
Nájera, es un buen ejemplo de cómo el cronista, en su paseo por alrededores y por el bosque de Chapultepec, el sitio predilecto de
la ciudad, reinventa un espacio colectivo, en este caso mediante los enamorados.
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el chisme (modo de representación tradicional, antiprivado por Esto me ha proporcionado ser testigo involuntario de más de una
excelencia)36. En esa crónica, el paseante toma un tranvía y se cita amorosa. Hace tres días vi llegar en un elegante coche a una
encuentra en un ámbito radicalmente extraño y desconocido: bella dama desconocida, morena, de ojos de fuego, de talle esbelto
y elegante. Un joven, un adolescente, casi un niño, la aguardaba a
No, la ciudad de México no empieza en el Palacio Nacional, ni la entrada del bosque. Apeóse ella del carruaje que el cochero alejó
acaba en la calzada de la Reforma. Yo doy a ustedes mi palabra de discretamente, acercóse el joven temblando, respetuoso, encar-
que la ciudad es mucho mayor. Es una gran tortuga que extiende nado como una amapola, demostrando en su aspecto todo que
hacia los cuatro puntos cardinales sus patas dislocadas. Esas patas era su primera cita, y fue necesario que la dama tomara su brazo
son sucias y velludas (p. 109). que él no se atrevía a ofrecerle. Echaron a andar ambos enamo-
rados por una calle apartada y sola. Interesóme la pareja y seguílos
La extrañeza, más allá de la ciudad, se proyecta sobre las rela- yo a cierta distancia. Lloraba la dama, la emoción del niño subía
ciones entre la gente misma en el tranvía: “¿Quién sería mi vecino? de punto a medida que se animaba la conversación que entre sí
De seguro era casado, y con hijas” (p. 110). El sujeto, a lo largo de tenían. Algunas frases llegaron a mi oído: no eran dos enamo-
la crónica, no simplemente informa sobre la ciudad; por el reverso rados, eran madre e hijo. Sin quererlo supe toda una historia, una
de la información, conjetura, inventa, haciendo de la crónica, en verdadera novela que me interesó extraordinariamente, que me
última instancia, un relato de ficción37. De nuevo ahí comprobamos hizo ser no sólo indiscreto, sino desleal, porque venciendo mi
el gesto antinformativo de la crónica, que continuamente viola las curiosidad a mis escrúpulos me hizo acercar más y más a la pareja
normas de referencialidad periodística. Más aún, la ficcionalidad que abstraída en la relación de sus desdichas, no me apercibía, no
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oía mis pisadas sobre las hojas secas de los árboles derramadas por En cambio, esa hora es propicia para las pláticas amenas, inten-
el suelo. Aquella mujer era un ángel, un mártir; aquel niño un ser cionadas y… de porvenir. Vuelve a abrirse en vuestras manos, ¡oh
digno de respeto, de interés y de compasión, que se sacrificaba al hechiceras volubles! el abanico [...]39.
reposo y al respeto de la sociedad por su madre. Había en aquella
historia dos infames que merecen estar marcados por el hierro La oralidad –la plática amena– bien puede oponerse al len-
del verdugo: dos hombres que han sacrificado a aquellos dos seres guaje tecnologizado de la información, e incluso proyectarse
desgraciados y dignos de mejor suerte38. como un simulacro de familiaridad, de (cierta) comunidad, en el
interior del ámbito fragmentado del periódico. Pero sobre todo es
Ese “acercarse más y más” al otro es distintivo de la curiosidad una oralidad que interpela –no sin ironía, en Gutiérrez Nájera– a
chismosa. No sólo postula un oír, sino un contar la vida del otro: los lectores de una clase social capaz de identificarse con ese tipo
el deseo de hacerla pública. Su reverso –su referente borrado– es de “comunidad” cristalizada en la plática del club. Es decir, hay
la privacidad urbana, la fragmentación de lo colectivo que hace que evitar la idealización abstracta de los “espacios de discusión”
de la ciudad un cruce de discursos enimágticos, a veces ilegibles, (Habermas), e incluso de sus modelos retóricos, siempre social-
desde la perspectiva del sujeto privatizado. Por cierto, Gutiérrez mente sobredeterminados. La oralidad de la crónica es un proce-
ahí anticipa algunos aspectos de “Las babas del diablo”. Pero si dimiento inclusivo, un dispositivo de formación del sujeto social.
en el cuento de Cortázar el otro finalmente es un objeto perdido Esa inclusión de cierto otro en la crónica tiene su reverso exclu-

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e irrecuperable, en Gutiérrez Nájera se domestica el peligro y la sivo. ¿Qué había en el “exterior”?


sexualidad desatada de la ciudad en la afirmación de la estructura
familiar. La literatura –la ficción, ahí– todavía podía postular la Paseo y representación del “exterior” obrero. En su archivo
reinvención de un espacio orgánico estable, a contrapelo del peli- de los “peligros” de la cotidianidad moderna, la crónica sitúa la
gro de la ciudad, que efectivamente deshacía las formas tradicio- “problemática” de la proletarización en un lugar prominente,
nales de la familiaridad. siempre a la vista del ansioso cronista. Incluso en Martí, quien a
Por otro lado, habría que enfatizar el carácter de clase de la cons- lo largo de 1880 en Nueva York generalmente apoyaba las luchas
titución de cualquier espacio público, en tanto campo de identidad. del activo movimiento sindical, la ambigüedad en la represen-
El “chisme” en última instancia no incluye a “todos”. En la misma dis- tación de las nuevas fuerzas sociales es irreductible: “Tenía el
posición oral de las crónicas, que generalmente, a fin de siglo, siguen Bowery, el Broadway de los pobres, un aire de campaña [durante
organizándose como causeries o conversaciones, es notoria la exclu- una huelga en 1886]: y tanto hombre robusto y sombrío inspiraba
sividad que erige la voz del chisme y los límites ansiosamente prote- respeto, pero daba miedo [...]” (OC, X, 398). Ante otra muche-
gidos de la “comunidad” reconstruida. Gutiérrez Nájera: dumbre obrera, la policía consuela al cronista: “Surgen de entre
la masa negra los cascos pardos de los policías” (OC, XI, 105) y
La pobre crónica, de tradición animal, no puede competir con esos “levántanse por entre la muchedumbre cubiertas de capucha azul
trenes-relámpago. ¿Y qué nos queda a nosotros, míseros cronistas humilde las cabezas eminentes de los policías de la ciudad, que
[...]? Llegamos al banquete a la hora de los postres. ¿Sirvo a usted, ordenan la turba” (OC, IX, 424). Ante la energía física, inconteni-
señorita, un pousse-café? [...]
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ble, de las multitudes, el discurso en la crónica irá constituyendo urbana como uno de los efectos del terror, de la paranoia de una
sus propios mecanismos disciplinarios. clase que en su mismo proyecto modernizador –de erradicar la
Para el cronista, ante la emergente cultura obrera, una opción “barbarie” campesina– había generado nuevas contradicciones,
era la obliteración –mediante el escamoteo decorativo– del peli- que ya a fin de siglo relativizan su hegemonía. La ciudad, no cabe
groso cuerpo del otro. Todavía en la Argentina cercana al Cente- duda, ya en la época de la crónica modernista, era el espacio de
nario, llena de inmigrantes, de un emergente movimiento sindical, esas contradicciones.
muy marcado por el anarquismo, para Gómez Carrillo era posible En respuesta a esas tensiones, la crónica elabora, en la figura
escribir lo siguiente: del paseante, otros modos de representación del “exterior” obrero.
La divagación casi turística hacia los márgenes de la ciudad será
Y si alguna duda me cupiese, no tendría más que ver los lindos otro gesto distintivo del cronista-paseante. En esos paseos el cro-
desfiles de obreritas que marchan, ligeras y rítmicas, en busca de nista emerge nuevamente como un productor de imágenes de la
alguna cercana rue de la Paix [...] Son las mismas de todos los días, otredad, contribuyendo a elaborar un “saber” sobre los modos de
son las de ayer, son las de siempre; son las que, con sus gentiles vida de las clases subalternas y así aplacando su peligrosidad.
coqueterías, alegran las horas en que las damas ricas duermen; Concentrémonos en una crónica de Eduardo Wilde, “Sin
son las tentadoras humildes, que van acariciando visiones de rumbo”, titulada como la novela posterior de E. Cambaceres:
amor y de alegría [...]40. “Caminando, caminando, me fui hasta las orillas de la ciudad,
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cerca de las quintas [...]. Por los alrededores se ven hombres y
En Gómez Carrillo el gesto decorativo es exacerbado. En mujeres que habitaron antes el centro y que la ciudad, en su
cambio, mucha de la literatura argentina, desde los ochenta eterno flujo y reflujo, ha arrojado a las orillas”42. La primera marca
(Cambaceres, J. M. Miró), había relatado el terror que el nuevo de diferenciación del otro es su carencia de propiedad, su carencia
“bárbaro” –según la retórica de la época– producía en el interior del interior que define al sujeto que sale de paseo:
de los grupos dirigentes. Después de describir el lujosísimo inte-
rior de la vivienda de su protagonista, el narrador de La bolsa de Más allá se diseminan las casas pequeñas y los pequeños ranchos,
Julián Martel (J. M. Miró) señala: con sus ventanas microscópicas y dislocadas, por las cuales se ve
un interior vacío y desposeído, donde una familia sin genealogía
gestiona el expediente de su vida hambrienta (énfasis nuestro, p.
del otro lado de la verja de hierro sobredorado, esbozándose en 122).
la tiniebla, bultos de gente [...]; bultos entre los cuales ve el doctor
relumbrar, como los de un gato, dos ojos que quizás pertenecen a Desposesión y carencia de genealogía: por el reverso de la
algún ser hambriento de esos que vagan por las noches [...] con el descripción del otro, se precisa el campo propio de identidad. El
puñal en el cinto41. sujeto va a la “orilla”, al límite de la ciudad, no a ser otro, sino a
constatar su diferencia, es decir, a consolidarse.
El terror no necesariamente contradice el gesto decorativo; Si el otro, por definición, es el exterior del discurso –es lo
en cambio habría que pensar el embellecimiento de la miseria particular-contingente por excelencia– en Wilde encontramos
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(como antes en Sarmiento) la funcionalidad del cuadro, la escena La retórica del paseo, ya formalizada en la crónica, se convir-
generalizadora, que condensa y clasifica la heterogeneidad y el tió en un modo paradigmático de representación de los peligros
peligro: “todos tienen la marca de la miseria y del vicio en la cara de la nueva vida urbana.
y ese modo de mirar limosnero que choca y entristece” (p. 123).
Pero incluso en Wilde la contingencia de lo particular se resiste al Cronistas y prostitutas. Acaso ninguna figura social de la
dispositivo del cuadro estereotipo: época encarne el “peligro” de la ciudad proletarizada como la pros-
tituta. La prostituta es una condensación, en los discursos sobre la
[un mendigo] me abordó, pidiéndome céntimos para completar ciudad (la novela naturalista Santa, de F. Gamboa, sería un ejem-
[...] un capital destinado al sustento de ese día. Yo había salido a plo clásico), de los “peligros” de la heterogeneidad urbana. Como
ver la naturaleza siempre bella y a resolver ideas en mi cabeza, señalaba G. Simmel, la prostitución es el emblema del impacto
mientras recogía con mis sentidos los variados aspectos. El pobre de las leyes del intercambio sobre las zonas más “íntimas” o “pri-
caballero me lo descompuso todo cambiando el curso de mis vadas” de la vida moderna44. Es decir, la prostituta representa la
pensamientos (énfasis nuestro, p. 124). intervención del mercado en las zonas más protegidas del “inte-
rior”. La prostitución –lejos de ser una anomalía– puede verse
El contacto con el mendigo impide el ensimismamiento, des- como modelo de las relaciones humanas en el capitalismo. Los
articulando el “todo” generalizador, el estereotipo, que inventa el discursos sobre la modernidad no cesaron de reflexionar sobre

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paseante, como modo de ordenar el “caos” de la ciudad, cada vez esto, condensando en la prostituta no sólo una amenaza a la vida
más proletarizada. familiar burguesa, y una “figura” de la sexualidad moderna, sino
Es significativo ese aspecto disciplinario, ordenador, del también la “peligrosidad” de la nueva clase obrera.
paseo que pasa a ser, luego, un mecanismo narrativo de cierta cri- En su lúcida lectura de la Olimpia de Manet, el historiador de
minología finisecular. En La mala vida en Buenos Aires (1908), arte T. J. Clark traza la relación entre la cultura burguesa de París,
por ejemplo, escribe Eusebio Gómez, criminólogo: la prostitución y la función ideológica –siempre tensa y contra-
dictoria– del impresionismo. Para Clark, la representación de la
Ahora internémonos en los bajos fondos de la ciudad de Buenos prostituta era un lugar simbólico, donde se reflexionaba sobre una
Aires; veamos cómo operan los “caballeros del vicio” y del delito: experiencia sexual desterritorializada, sumamente problemática
sorprendámoslos en sus siniestros conciliábulos; recorramos para la cultura dominante, no sólo por el hecho de la desnudez (y de
los antros en que se reúnen para deliberar o para gozar de los la prostitución misma), sino porque esa desnudez, a mediados del
beneficios de su parasitismo; escuchemos sus conversaciones; siglo pasado, era un “signo de clase”45. El impresionista, de modo
examinémoslos en todos los detalles de su personalidad. Será muy contradictorio, por su lugar subalterno respecto de la cultura
necesario, para ello, sacrificar muchas conveniencias y, sobre dominante, vendría a cubrir la desnudez, sometiendo su particula-
todo, vencer profundas repugnancias; pero, hagámoslo, y al ridad (y peligro) a las formas canónicas y procesadas del desnudo.
final de la jornada, de seguro que no habrá para aquellos, en lo (Según Clark, la radicalidad de Manet está en la ambigüedad y en
íntimo de nuestro yo, un sentimiento de odiosidad ni un deseo las aporías que confronta la puesta en forma del cuerpo del otro en
de venganza [...]43. esa especie de desnudo irónico que es la Olimpia).
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Julio Ramos Desencuentros de la modernidad en América Latina Primera parte

En el Buenos Aires del fin de siglo, la prostitución comenzaba a inspira “piedad”. A pesar de su “piedad” el sujeto insiste en registrar
ser un problema amenazante, en que se debatía incluso la capacidad la distancia: desde el “observatorio”, la mirada domestica la calle.
disciplinaria de la policía urbana. Las prostitutas –como sugiere el Por otro lado, más “empírica” que esa mirada distanciada, era
propio Gómez Carrillo en El encanto de Buenos Aires– salían a la la salida a las orillas prostibularias. También Gómez Carrillo sale
calle, incontenidas por los lugares institucionales del prostíbulo o la de paseo. En una crónica titulada “El tango” escribe:
casa de citas. De ahí que la prostituta fuera uno de los objetos privi-
legiados de la “ciencia” de la criminología, según comprueba la pro- Es un barrio lejano, sórdido y casi desierto. En el suelo, lleno de
liferación de libros como La mala vida en Buenos Aires de Eusebio agua, las raras luces del alumbrado público se reflejan con livi-
Gómez. Más aún, según señala Ernesto Goldar, ya en el Buenos Aires deces espectrales. Por la acera, verdadera “vereda”, como se dice
finisecular comenzaba el flujo inmigratorio de prostitutas, muchas aquí, marchamos a saltos sobre los charcos [...]
veces traídas involuntariamente por la siniestra organización de Zwi Mas no son muchachas de Francia, no, ni tampoco gracias finas
Migdal que administró la trata de blancas, que estallaría luego en la y estilizadas lo que vamos a ver, sino flores naturales del fango
década de los veinte (y que sería fundamental para Arlt)46. porteño y ondulaciones porteñas48 (énfasis nuestro).
Para nosotros ese trasfondo es significativo: remite a la ciudad
borrada o mejor decorada y domesticada por muchas crónicas No le hacía falta ver al cronista una prostituta estilizada: la
finiseculares. Gómez Carrillo: estilización –carnet de identidad “literario”– es lo que su discurso
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le proveería al mundo representado, dominándolo. Sobre la mise-
Antes de acostarme vuelvo a abrir mi ventana para contemplar el ria despiadada de la ciudad se impone el mapa de la otra ciudad,
espectáculo de la calle expresiva. estrictamente libresca:
[...] El ir y venir lento, tan lento como en todas partes, de las vende-
doras de caricias, sugiere ideas de infinita piedad. ¡Ah! ¡Las corte- Pero lo extraño, lo inexplicable, es que el tango que esta noche veo
sanas de la Avenida de Mayo! [...] ¡Si por lo menos tuvieran algo de en este bajo y vil bouge de Buenos Aires no se diferencia del tango
provocador, algo de perversas, algo de diabólicas! [...] Pero van, las parisiense en ningún detalle esencial. Las bailadoras de Luna-
pobres, una tras otra, sin coqueterías, casi sin aliento, y cuando, Park son, de fijo, más hermosas, más lujosas, más graciosas y más
de trecho en trecho, se detienen para atraer a un hombre que pasa airosas que las de aquí. El baile es el mismo. ¿Consistirá tal fenó-
precipitado o distraído, nótase que el movimiento de su cabeza, meno en que la influencia del refinamiento parisiense ha llegado
que se yergue, es puramente mecánico. Desde mi observatorio no ya hasta tan miserable y lejano arrabal? (pp. 176-177).
veo ni sus miradas ni sus sonrisas. Pero bien sé cómo son [...]47.
Es el cronista quien le impone al miserable arrabal el refina-
Ahí el sujeto no es un flâneur, el lugar de la “mirada” es mucho miento parisiense, la estilización de cierta ciudad literaria. Porque:
más seguro y protegido: un interior desde el cual, nuevamente, se
borra la particularidad del objeto –su aspecto amenazante– y se ¿Dónde está la ciudad? [...] –¿Dónde está la ciudad? [...] Yo también
produce una escena generalizadora. La prostituta es “cortesana” que me lo pregunto cuando, en ciertas tardes tibias, me pierdo

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Julio Ramos Desencuentros de la modernidad en América Latina Primera parte
gustoso, guiando un cochecito minúsculo, sin rumbo fijo, por se amaba con menos interés [...] se dice que los artistas de hoy, los
entre las frondas de las avenidas (p. 233). mismos artistas, no piensan más que en la ganancia [...] (p. 1056).
La ciudad es borrada por el discurso estetizador. De la prostitución a la mercantilización del arte: el desliz, en
Hay muchos encuentros entre cronistas y prostitutas, no Darío, es constante, y nos obliga a sospechar, de entrada, que en
siempre tan sublimados como el de Gómez Carrillo. En sus cróni- la prostituta el cronista proyectaba algunas de las condiciones
cas sobre París (la ciudad ideal), Darío registra cierta ansiedad: de posibilidad de su propia práctica, porque, ¿no es la crónica,
precisamente, una incorporación del arte al mercado, a la emer-
En la orilla derecha, por la enorme arteria del bulevar, los vehículos gente industria cultural? ¿Y no era la mercantilización, según
lujosos pasan hacia los teatros elegantes. Luego son las cenas de los el idealismo profesado por muchos modernistas, una forma de
cafés costosos, en donde las mujeres del mundo que se cotizan alta- prostitución?
mente se ejercen en su tradicional oficio de deslumbrar al pichón. [...] Un extraño paseo –paseo esquizo, habría que añadir– del
Cerca de la Magdalena y de la plaza de la Concordia, está el lugar poeta Fernández en De sobremesa de J. A. Silva, intensifica la
famoso que tentara la pluma de un comediógrafo. Allí esas “damas” sugerencia:
enarbolan los más fastuosos penachos, presentan las más osadas
túnicas, aparecen forradas academias, o traficantes figurines [...] Eran las doce menos veinte minutos cuando salí al bulevar y me

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Por la calle del Faubourg Montmartre y de Notre Dame de confundí con el río humano que por él circulaba. [...] Caminé
Lorette, asciende todas las noches una procesión de fiesteros, durante un cuarto de hora con paso bastante firme y... ¿Cartas
tanto cosmopolitas como parisinos, afectos al Molino Rojo y a las transparentes?, me dijo un muchacho, que guardó el obsceno
noches blancas. Nadie tiene ya recuerdos literarios y artísticos paquete al volverlo a mirar.
para lo que era antaño un refugio de artistas y literatos. Además, La luz de las ventanas de una tienda de bronces me atrajo, y cami-
se sabe de la mercantilización del Arte49 (énfasis nuestro). nando despacio, porque sentía que las fuerzas me abandonaban, fui
a pararme al pie de una de ellas.
¿No podría hablarse, partiendo de esa descripción de las pros- Una mujer pálida y flaca, con cara de hambre, las mejillas y la boca
titutas con “túnicas” y “fastuosos penachos”, de una prostitución teñidas de carmín, me hizo estremecer de pies a cabeza al tocarme
modernista? Por cierto, en esa crónica es notable cómo tras des- la manga del pesado abrigo de pieles que me envolvía, y sonó sinies-
cribir a la prostituta, Darío reflexiona sobre la mercantilización tramente en mis oídos el pssit, pssit, que le dirigió a un inglés obeso
del arte, uno de sus tópicos favoritos. Nuevamente: y sanguíneo. [...] Me fijé luego en la ventana [...] Me pareció que
estaba preso entre dos muros de vidrio y que jamás podría salir de
París nocturno es luz y único, deleite y armonía; y, hélas! delito y allí. [...] Espesa niebla flotó ante mis ojos, una neuralgia violenta
crimen [...] me atravesó la cabeza de sien a sien, como un rayo de dolor, y caí
Sabe que con el oro todo se consigue, en las horas doradas de la desplomado sobre el hielo50.
villa de oro, en donde el Amor transforma ese rincón de alegría,
en donde hace algunos años todavía se soñaba sueños de arte y
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Julio Ramos Desencuentros de la modernidad en América Latina Primera parte

El paseante inicialmente aparece protegido por un parapeto estables de la representación literaria (o artística). Pero, en abs-
que lo “envuelve”, que lo interioriza en ese “pesado abrigo de pie- tracto, no es posible postular el signo político de “lo menor”. Según
les”. Sin embargo, al pie de la vitrina, el contacto con la prostituta hemos visto, en el caso de la crónica la misma indisciplina y flexibi-
estremece –saca de sí– al sujeto, que inmediatamente se contem- lidad formal del género bien podía ser un dispositivo disciplinario,
pla “preso entre dos muros de vidrio”. una puesta en orden de la cotidianidad aún “inclasificada” por las
El desplazamiento metonímico, de la prostituta al yo atra- formas instituidas.
pado en la vitrina, es revelador. Como señalamos anteriormente, Aun así es cierto que la heterogeneidad de la crónica, al menos
la vitrina es uno de los objetos privilegiados por el paseante. La en Martí, le permitió al literato una salida del campo del “arte” y de
vitrina es un objeto que nos remite al consumo, en tanto mediación la “alta cultura”. Esas salidas, en Martí, se resisten a producir una
entre el sujeto urbano y su mundo. Pero a la vez, la vitrina es una imagen decorativa de la ciudad. Por el reverso de la función deco-
metáfora mediante la cual cierta escritura finisecular (particular- rativa que tiende a cumplir la crónica modernista, Martí registra la
mente en la crónica) autorrepresenta su sometimiento a las leyes miseria, la explotación, que las formas entonces más avanzadas de
del mercado. la modernidad (en los Estados Unidos) generaban:
El paseo de Fernández es doblemente significativo: sitúa al
sujeto doblemente “atrapado” por el cristal justo al lado de la pros- De los techos de las casas de vecindad, que son las más en los
tituta que vende sus servicios. Y esto precisamente en una novela barrios pobres, cuelgan racimos de piernas.
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en que el intercambio económico de objetos artísticos y el tema De abajo, de muy abajo, se ve allá, en las alturas de un séptimo piso,
general de la mercantilización son fundamentales. una camisa colorada que empina un jarro lleno de cerveza, como
Fueron muchas las quejas –y las pequeñas obsesiones– de los una gota de sangre en que ha caído otra de leche. La luna da tintes
modernistas contra el dinero. Por el reverso de sus frecuentes y de azufre a las cabelleras amarillas, y vetea de bilis las caras pálidas.
ansiosos reclamos de pureza (en la modernidad incluso la pureza De una chimenea a otra, buscando ladrillos menos calientes donde
es altamente cotizable, como es el caso de inutilidad del lujo), el reclinarse, pasan medio desnudos, como duendes, los trabajadores
poeta figuraba, sobre todo en las crónicas, como trabajador asa- exhaustos, enmarañado el pelo, la boca caída, jurando y tamba-
lariado. Y en el momento en que el escritor –rotos los velos– se leando, quitándose con las manos los hilos de sudor, como si fuesen
reconoce en el interior de la vitrina, comienza a verse como otro destejiendo las entrañas. En la acera donde los niños consuelan el
–como prostituta, a veces– y se complica, entre otras cosas, la vientre sediento echándose de bruces sobre las baldosas tibias, se
disposición decorativa de la belleza. A partir de ese momento el tienden al pie de un árbol canijo o en los peldaños de la escalinata,
literato, incluso el cronista, cesa de ser un fláneur. las madres exangües, desfallecidas por la rutina de la casa, mortal
en el verano: las mejillas son cuevas; los ojos, ascuas o plegarias; de
Martí: crónica y cotidianidad. La crónica es un tipo de lite- si se les ve el seno no se ocupan; apenas tienen fuerzas para acallar el
ratura menor; forma fragmentaria y derivada, pero fundamental alarido lúgubre de la criaturita que se les muere en la falda (OC, XII,
para el campo literario finisecular. Como forma menor, genérica- 22).
mente imprecisa, posibilita el procesamiento de zonas emergentes
de la cotidianidad hasta el momento excluidas de los modos más
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Julio Ramos Desencuentros de la modernidad en América Latina Primera parte
Ahí es comparable la distancia enfática que separa al sujeto
del objeto representado, el cuerpo obrero. Distanciamiento El paseante busca un espacio alternativo en la ciudad, en la
semántica e ideológicamente cargado, notable asimismo en el soledad de la noche. Pero en su búsqueda de un lugar vacío –pro-
estilo grotesco (nada celebratorio) de la descripción. La fragmen- pio– en la ciudad, el sujeto es interpelado por la mirada del otro.
tación, como rasgo del otro, atraviesa la disposición descriptiva Acaso sea posible leer ahí no sólo un encuentro sino una proyec-
misma. Pero igualmente notable es la ausencia de embelleci- ción del sujeto en el otro. Otro que “revela los buenos tiempos
miento de la miseria. El cuerpo del otro –conjunto de fragmen- que hemos tenido y los malos tiempos que comienzan para noso-
tos– aparece en oposición amenazante para el sujeto, pero per- tros”. En buena medida esas palabras describen al propio Martí
manece indomesticado. La miseria ahí no es pintoresca o dócil, exiliado, recién llegado a Nueva York, y desde aquellos primeros
en contraste a la retórica del paseo de Wilde o Gómez Carrillo. La textos sometido al mercado como escritor asalariado. En efecto,
crónica martiana no decora, no resuelve las tensiones de la ciu- a pesar de sus irreducibles contradicciones, en el Martí neoyor-
dad; al contrario –muy por el reverso de los patrones de la prosa quino opera el concepto del escritor como otro, el escritor como
estilizada que domina en la crónica modernista–, parecería que trabajador. La crónica es el lugar donde se pone en práctica ese
la fragmentación del cuerpo del otro contamina, con su violencia, concepto.
el espacio mismo del discurso, el lugar seguro del sujeto que a la Por otro lado, ese acercamiento de Martí a las zonas margina-
vez reclama distancia. das de la ciudad –a la materia “antiestética” de la ciudad– no puede

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Ya hacia 1881, sus primeros textos sobre Nueva York –donde explicarse solamente en términos de una experiencia personal.
Martí por cierto no era un turista– registraban su ambigüa posi- Esa relación está mediada –como indicamos anteriormente– por
ción ante las culturas marginales y obreras de la ciudad. Posi- las luchas en el interior del campo intelectual; pugnas entre dife-
ción de distancia, y hasta de miedo, pero al mismo tiempo de rentes posiciones y conceptos literarios. En Martí, el rechazo del
afiliación: lujo y de la escritura como decoración urbana supone una crítica
de la incorporación de lo estético, como esfera autónoma, por la
Amo el silencio y la quietud. El pobre Chatterton tenía razón industria cultural. Sin embargo, esa crítica a la vez se apoya en las
cuando añoraba desesperadamente las delicias de la soledad. Los formas “bajas” y menores del periodismo para atacar a cierto tipo
placeres de las ciudades comienzan para mí cuando los motivos de intelectual “alto”:
que les producen placer a los demás se van desvaneciendo. El
verdadero día para mi alma amanece en medio de la noche. Mien- La historia que vamos viviendo es más difícil de asir y contar que
tras hacía anoche mi paseo nocturno habitual muchas escenas la que se espuma en los libros de las edades pasadas: ésta se deja
lastimosas me causaron pena. Un anciano vestido en aquel estilo coronar de rosas, como un buey manso: la otra, resbaladiza y de
que revela al mismo tiempo la buena fortuna que hemos tenido y numerosas cabezas como el pulpo, sofoca a los que la quieren
los tiempos malos que comienzan para nosotros, se pasea silen- reducir a forma viva. Vale más un detalle finamente percibido de
ciosamente debajo de un farol callejero. Sus ojos, fijos sobre las lo que pasa ahora, vale más la pulsación sorprendida a tiempo de
personas que pasaban, estaban cuajados de lágrimas [...]. No podía una fibra humana, que esos rehervimientos de hechos y generali-
articular una sola palabra (OC, XIX, 126).
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zaciones pirotécnicas tan usadas en la prosa brillante y la oratoria Notas


[...]
[Cuando] se habla mano a mano en las plazas con el desocupado 1 Martí, Obra literaria (Biblioteca Ayacucho, 1978), p. 207. Sobre
hambriento, en el ómnibus con el cochero menesteroso, en los la relación entre la crónica y la temporalidad moderna, véase la
talleres finos con el obrero joven, en sus mesas fétidas con los valiosa lectura de las Escenas de Fina García Marruz, “El tiempo en
cigarreros bohemios y polacos [...], entonces vuelven a entreverse la crónica norteamericana de José Martí”, en García Marruz et. ál.,
con realidad terrible las escenas de horror fecundo de la revolución En torno a José Martí (Burdeos: Editions Bière, 1974).
francesa, y se aprende que en Nueva York, en Chicago, en San 2 Rubén Darío, Peregrinaciones (París y México: Librería de la Vda.
Luis, en Milwaukee, en San Francisco, fermenta hoy la sombría de Ch. Bouret, 1901), p. 63. Las crónicas sobre París incluidas en
levadura que sazonó con sangre el pan de Francia51. ese libro aparecieron inicialmente en La Nación, como correspon-
dencias de Darío sobre la Exposición de París de 1900.
La crónica le permitió a Martí una salida –desterritoriali- 3 “En París”, Peregrinaciones, en Obras completas, Viajes y crónicas,
zada– a la calle. Le permitió una crítica del libro, así como una t. III, (Madrid: Afrodisio Aguado, S.A., 1950), pp. 382-383.
reflexión, muy avanzada, sobre los riesgos de la voluntad auto- 4 W. Benjamin, “París, capital del siglo XIX”, en Poesía y capitalismo.
nómica de la literatura. Crítica del interior, ya proyectada en sus Iluminaciones II, traducción de J. Aguirre (Madrid: Taurus, 1980),
minuciosos testimonios de la cotidianidad capitalista, hechos a p. 179.
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veces con la misma materia verbal, fragmentada y derivada, de la 5 Darío, “En el gran palacio”, Peregrinaciones, p. 46.
ciudad moderna. 6 E. Gómez Carrillo, El encanto de Buenos Aires (Madrid: Perlado,
Páez y Cía., 1914), p. 32.
7 M. L. Bastos, “La crónica modernista de Gómez Carrillo o la fun-
ción de la trivialidad”, Sur, 350-351, 1982, pp. 66-84.
8 El proyecto de Gómez Carrillo de generar una literatura aplicada,
un arte “útil” para la emergente industria cultural, encuentra una
instancia privilegiada en La mujer y la moda. El teatro de Pierrot
(Madrid: Mundo Latino, 1920). Ahí señala Gómez Carrillo: “La
moda es superior a la lógica, superior a la belleza misma” (p. 50).
9 Martí, “Oscar Wilde”, La Nación, 10 de diciembre, 1882, Obra
literaria, p. 292. En cuanto a la reificación de la esfera estética,
conviene recordar estas palabras de Benjamin: “If the concept of
culture is a problematical one for historical materialism, the desin-
tegration of culture into commodities to be possessed by mankind
is unthinkable for it [...]. The concept of culture as the embodi-
ment of entities that are considered independently, if not of the
production process in which they arose, then of that in which they
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Julio Ramos Desencuentros de la modernidad en América Latina Primera parte
continue to survive, is fetichistic”. One Way Street (Londres: New 18 Cfr. Instituto de Arte Americano. La arquitectura de Buenos Aires
Left Books, 1979), p. 360. (Buenos Aires: Universidad Nacional, 1965), pp. 33-35.
10 Cfr. A. Rama, La ciudad letrada (Hanover, N. H.: Ediciones del 19 E. Wilde, Páginas escogidas (Buenos Aires: Ángel Estrada y Cía,
Norte, 1984), particularmente el capítulo “La ciudad moderni- s.f.), p. 206.
zada”. Véase también Gutiérrez Girardot, Modernismo (Barcelona: 20 En The Painting of Modern Life, T. J. Clark señala: The city was
Montesinos, 1983), particularmente pp. 73-157. eluding its various forms and furnishings, and perhaps what
11 D. F. Sarmiento, “Los temblores de Chile” (1851), Obras, vol. II Haussmann would prove to have done was to provide a framework
(Buenos Aires, 1900), p. 347. in which another order of urban life –an order without an imagi-
12 J. L. Romero, Latinoamérica: las ciudades y las ideas (Buenos nary– would be allowed its mere existence [...]. Capital did not need
Aires: Siglo XXI, Argentina, 1976), especialmente los capítulos to have a representation of itself laid out upon the ground in bricks
“Las ciudades patricias” y “Las ciudades burguesas”. and mortar, or inscribed as a map in the minds of its city-dwellers.
13 La transformación de París posterior a 1848 fue un objeto privile- One might even say that capital preferred the city not to be an image
giado de W. Benjamin en su proyecto (inconcluso) sobre los pasajes –not to have form, not to be accessible to the imagination, to read-
y las arcadas parisinas. Cfr. su “París capital del siglo XIX”, en Poe- ings and misreadings, to a conflict of claims on its space– in order
sía y capitalismo. T. J. Clark estudia la relación entre la “haussman- that it might mass-produce an image of its own to put in place of
nización” de París y los sistemas de representación en The Painting those it destroyed. On the face of things, the new image did not look

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[ 257 ]

of Modern Life: Paris in the Art of Manet and His Followers (Nueva entirely different from the old ones. It still seemed to propose that
York: Alfred A. Knopf, 1985). the city was one place, in some sense belonging to those who lived in
14 Sobre el cambio en la estructura urbana en Europa desde fines del it. But it belonged to them now simply as an image, something occa-
siglo XVI, L. Mumford señala: “[las] nuevas fuerzas favorecían la sionally and casually consumed in places expressly designed for the
expansión y dispersión en todas las direcciones, desde la coloniza- purpose –promenades, panoramas, outings on Sundays, great exhi-
ción de ultramar hasta la organización de nuevas industrias, cuyos bitions, and official parades. It could not be had elsewhere, appar-
perfeccionamientos tecnológicos cancelaban, sin más ni más, ently; it is no longer part of those patterns of action and appropria-
todas las restricciones medievales. La demolición de sus murallas tion which made up the spectator’s everyday lives. I shall call that
urbanas era tanto práctica como simbólica”. La ciudad en la histo- last achievement the spectacle, and it seems to me clear that Hauss-
ria (1961), traducción de E. L. Revol (Buenos Aires: Ediciones Infi- mann’s rebuilding was spectacular in the most oppressive sense of
nito, 1979), p. 555. the word (p. 36).
15 F. Gamboa, Apariencias (Buenos Aires: Jacobo Peuser, 1892), pp. 21 Ese es uno de los temas constantes en Marshall McLuhan. Haroldo
369-370. de Campos señala la importancia que “las técnicas de la espacia-
16 L. V. López, La gran aldea (Buenos Aires: Imprenta de Martín lización visual y los títulos de la prensa cotidiana” tuvieron en
Biedna, 1884), p. 141. Mallarmé. Cfr. H. de Campos, “Superación de los lenguajes exclu-
17 I. Katzman, La arquitectura del siglo XIX en México, vol. I (México: sivos”, América Latina en su literatura, edición de C. Fernández
UNAM, 1973), p. 35. Moreno (México, Siglo XXI, 1979), p. 281.
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22 W. Benjamin, “Sobre algunos temas de Baudelaire”, Poesía y capi- ‘filée’ a partir de celle du magasin, où inversement. Le magasin, c’est
talismo, p. 127. le lieu où se vendent les produits d’un travail, des ‘articles’ (la des-
23 Darío, “En París”, Peregrinaciones (Obras completas, III), pp. 385- cription, nous l’avons déjà noté, est aussi le lieu d’un ‘decoupage’ et
386. En otra crónica sobre la exposición señala: “Y como el espíritu d’un ‘travail’ sur le lexique), magasin de ‘primeurs’, de ‘nouveautés’,
tiende a la amable regresión a lo pasado, aparecen en la memoria ou encore magasin de ‘détail’.
las mil cosas de la historia y de la leyenda que se relacionan con 32 Incluso Sarmiento, para quien la ciudad había sido el lugar de un
todos esos nombres y lugares. Asuntos de amor, actos de guerra, orden público deseado, escribe sobre el problema de la “alienación”
belleza de tiempos en que la existencia no estaba fatigada de prosa del nuevo sujeto urbano hacia 1885 en “Un gran Boulevard para
y de progreso prácticos cual hoy en día”, Peregrinaciones (París, Buenos Aires” (Obras, vol. XLII, Buenos Aires, 1900, pp. 246-253).
1901), p. 43. Citamos: “El viejo Buenos Aires se lo arrendamos a los pulperos, al
24 R. Darío, “En París”, Peregrinaciones (Obras completas), p. 380. gobierno nacional, y los cuarteles, hoteles, aduana, dependientes
25 M. de Certeau, The Practice of Everyday Life, traducción de S. F. y gente ocupada de cosas vulgares, de trabajar como negros, y de
Rendall (Berkeley: University of California Press, 1984), pp. 93-94. otras ocupaciones” (p. 252). Ahí Sarmiento le pedía al intendente
26 En la siguiente exploración del paseo nos han resultado fundamen- T. de Alvear que construyera un nuevo bulevar para conectar los
tales los siguientes trabajos: W. Benjamin, “El flâneur”, en Poesía y barrios residenciales con el centro, para que la gente de “bien”
capitalismo, pp. 49-83; K. Stierle, “Baudelaire and the Tradition of “venga de vez en cuando a darse una vuelta por curiosidad, por ese
[ 258 ]

[ 259 ]
the Tableau de Paris”, New Literary History XI, 1980, 2, pp. 345-361; antiguo Buenos Aires, con gobierno, con aduana, con catedral, y
M. de Certeau, “Walking in the City”, en The Practice of Everyday todo género de negocios, almacenes y pulperías” (p. 252). Esa es la
Life, pp. 91-110; T. J. Clark, The Painting of Modern Life (particular- mirada turística del sujeto privado.
mente el capítulo “The View from Notre-Dame”, pp. 23-78); y Silvia 33 Instituto de Arte Americano, La arquitectura de Buenos Aires,
Molloy, “Flâneries textuales: Borges, Benjamin y Baudelaire”, en p. 65.
la edición de Lía Swartz e Isaías Lerner, Homenaje a Ana María 34 B. Matamoro, La casa porteña (Buenos Aires: Centro Editor de
Barrenechea (Madrid: Castalia, 1984). América Latina, 1977), p. 48.
27 L. V. López, La gran aldea, p. 144. 35 M. Gutiérrez Nájera, “Las misas de Navidad”, en Cuentos de cua-
28 M. Rivera Cambas, México pintoresco, artístico y monumental resmas del Duque Job, edición de F. Monterde (México: Ediciones
(1880) (México: Editora Nacional, 1967, reimp.) vol. I, pp. 258-259. Porrúa, 1966), pp. 37-38.
29 M. Rivera Cambas, p. 198. 36 “La novela del tranvía” aparece reimpresa en C. Monsiváis, A uste-
30 J. Sierra, Obras completas (México: UNAM, 1949) vol. VI, Viajes, des les consta. Antología de la crónica en México (México: Era,
p. 73. 1980), pp. 109-114.
31 Ph. Hamon, Introduction à l’analyse du descriptif (París: Hachette, 37 Es significativo que muchas de las crónicas de Gutiérrez Nájera,
1981). Hamon señala: Une deuxième métaphore court également Rubén Darío, Eugenio Cambeceres, Casal o incluso Martí operen
avec insistance dans le métadiscours sur le texte en général et le en el límite entre la referencialidad y la ficción. La marginalidad
texte descriptif en particulier, celle du texte-magasin. La méta- funcional de la crónica consiste en ese juego con las fronteras del
phore de la fenêtre-vitrine peut d’ailleurs être considérée comme
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Julio Ramos
género. En efecto, muchas de las “ficciones” de estos autores se
publican inicialmente como crónicas.
38 M. Gutiérrez Nájera, “Una cita”, publicada originalmente en El
Nacional el 3 de septiembre de 1882 y reimpreso en Cuentos com-
pletos y otras narraciones, edición de E. K. Mapes (Fondo de Cul-
tura Económica, 1958), p. 307.
39 M. Gutiérrez Nájera, Obras inéditas, edición de E. K. Mapes, p. 8.
40 E. Gómez Carrillo, El encanto de Buenos Aires, p. 28.
41 J. M. Miró, La bolsa (Buenos Aires: Guillermo Kraft, 1956), pp. 62-63.
42 E. Wilde, “Sin rumbo”, Páginas escogidas, edición de J. M. Monner
Sans (Buenos Aires: Angel Estrada y Cía, 1939), pp. 99-105.
43 Eusebio Gómez, La mala vida en Buenos Aires (Buenos Aires: Juan
Roldán, 1908), pp. 39-40.
44 Georg Simmel, “Prostitution” (1907), On Individuality and Social
Forms, edición de D. N. Levine (Chicago: The University of Chi-
cago Press, 1971), pp. 121-126. Segunda parte

[ 260 ]
45 T. J. Clark, “Olympia’s Choice”, The Painting of Modern Life, pp.
78-146.
46 Ernesto Goldar, La “mala vida” (Buenos Aires: Centro Editor de
América Latina, 1971).
47 Gómez Carrillo, El encanto de Buenos Aires, p. 33.
48 “El tango”, en El encanto de Buenos Aires, p. 171.
49 Rubén Darío, “París nocturno”, Obras completas, cuentos y nove-
las, IV (Madrid, Afrodisio Aguado, 1955), pp. 1053-1054.
50 J. A. Silva, De sobremesa (1896) (Bogotá: Editorial de Cromos,
1920), pp. 156-158.
51 Martí, Nuevas cartas de Nueva York, edición de E. Mejía Sánchez
(México: Siglo XXI, 1980), p. 79.
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Julio Ramos

4 Tato Laviera, Mainstream Ethics (ética corriente) (Houston: Arte Índice


Público Press, 1988), pp. 37-9.
5 Arcadio Díaz Quiñones discute la problemática de la lengua en “La Introducción a la edición venezolana 9
política del olvido”, en La memoria rota (Río Piedras: Ediciones Esta edición 31
Huracán, 1993), pp. 137-66. Introducción a la edición chilena 33
6 Tato Laviera, “bochinche bilingüe”, en Mainstream Ethics, p. 36. Prólogo a la edición chilena 43
La crítica de la hispanofilia en la escritura de Laviera no puede Prólogo 47
confundirse con la afirmación de la política colonial que por casi
cuarenta años intentó imponer el inglés como la lengua oficial de Primera parte
la educación en Puerto Rico, ni tampoco con una postura de asi-
milación al inglés oficial en Nueva York. Con la misma intensifica- I. Saber del otro: escritura y oralidad
ción desatada por el cruce lingüístico, la poesía de Laviera escrita en el Facundo de Domingo Faustino Sarmiento 65
en inglés somete la lengua oficial a un trabajo de hibridización y II. Saber decir: lengua y política en Andrés Bello 91
mezcla, particularmente en diálogo con las comunidades negras III. Fragmentación de la república de las letras 117
neoyorquinas: “Melao was nineteen years old/ when he arrived IV. Límites de la autonomía: periodismo y literatura 167
from Santurce/ spanish speaking streets/ / Melao is thirty-nine V. Decorar la ciudad: crónica y experiencia urbana 213
[ 444 ]

years old/ in New York still speaking/ Santurce spanish streets/


/ Melaíto his son now answered/ in black american soul english Segunda parte
talk/ with native plena sounds/ and primitive urban salsa beats/
/ somehow Melao was not concerned/ at the neighborly criticism/ Introducción: Martí y el viaje a los Estados Unidos 263
of his son’s disparate sounding/ talk/ / Melao remembered he was VI. Maquinaciones: literatura y tecnología 275
criticized/ back in Puerto Rico for speaking/ arrabal black spanish/ VII. Esta vida de cartón y gacetilla: literatura y masa 311
in the required english class/ [...] (“Melao”, p. 27). VIII. Masa, cultura, latinoamericanismo 351
IX. “Nuestra América”: arte del buen gobierno 393
X. El reposo de los héroes: poesía y guerra 417
XI. Migratorias 431

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Se terminó de imprimir en
agosto de 2009
en la Fundación
Imprenta de la Cultura
Caracas, Venezuela.
La edición consta de
1.000 eje mpl ares
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