Padres de La Iglesia
Padres de La Iglesia
Padres de La Iglesia
Este nombre se daba en el siglo V en general sólo a los obispos, pero San Agustín de
Hipona rompió esta barrera al citar un escritor eclesiástico que no fue obispo, San Jerónimo,
teniendo en cuenta su doctrina y santidad de vida. Unos años más tarde, el Papa Gelasio I hace
el primer elenco de los autores cristianos que tienen derecho al apelativo de Padres.
Santidad de vida.
Aprobación eclesiástica.
Este título fue atribuido oficialmente en 1298 por el Papa Bonifacio VIII a los cuatro
grandes Padres occidentales o latinos, que son: San Ambrosio, San Agustín, San Jerónimo y San
Gregorio Magno. Más tarde son contados también entre los Doctores de la Iglesia otros Padres
latinos, que fueron: San Hilario de Poitiers, San Pedro Crisólogo, San León Magno y San Isidoro
de Sevilla.
También en la Iglesia de Oriente les fue atribuido este título a: San Basilio, San
Gregorio Nacianceno y San Juan Crisóstomo. A esto se añadió después San Atanasio, formando
así el grupo de los cuatro grandes Padres de la Iglesia oriental. Más tarde, en 1883 y 1890, el
Papa León XIII declaró Doctores de la Iglesia a otros Padres Orientales: San Cirilo de Jerusalén,
San Cirilo de Alejandría y San Juan Damasceno.
Así pues, el título de "Doctor" representa la recomendación que la Iglesia hace a sus
hijos sobre la doctrina de estos santos, sobre todo en orden a la enseñanza.
Era Patrística
¿Qué período abarca el estudio de los Padres de la Iglesia? La era Patrística comienza
inmediatamente después del período apostólico, y abarca los 8 primeros siglos de la era
Cristiana, coincidiendo casi con la edad antigua de la Iglesia. Isidoro de Sevilla, quien murió en
el año 636, fue el último de los Padres latinos, y San Juan Damasceno, en el año 749, el último
de los Padres griegos.
El de los Padres Apologistas, quienes vivieron desde mediados del siglo II hasta finales
del siglo III.
La Edad de Oro de los Padres, que es el período comprendido entre el siglo IV y el VIII.
En el año 70, con la destrucción de Jerusalén por orden del emperador Romano Tito
(sucesor de Nerón), se marca el fin del judaísmo político. La Iglesia se dispersa, sobre todo por
el Asia Menor, en donde se forman pequeñas comunidades seguidoras de las enseñanzas de
Jesús.
La separación con el judaísmo se va haciendo cada vez más radical y evidente, por
ejemplo, los cristianos ya no observan el sábado, sino el Día del Señor (Dominus Dei o
Domingo).
Por otra parte, en las regiones dominadas bajo el imperio romano, en un principio y de
manera providencial el cristianismo pudo extenderse sin mayores dificultades debido a
la tolerancia y la libertad religiosa de la cultura romana.
Por los años 70 los apóstoles habían desaparecido ya casi todos, dejando a las
comunidades fundadas por ellos la responsabilidad de mantener íntegra la fe recibida y vivir
auténticamente el compromiso que deriva de ella.
Durante este período, es decir, desde el año 70 al año 140, surgen los Padres
Apostólicos a quienes grandes evidencias los señalan como discípulos y sucesores directos de
los Apóstoles. Hasta hoy se conservan algunos de los escritos de quienes, además de haber
fortificado la fe de las primeras comunidades cristianas, fueran los primeros depositarios de la
Tradición Apostólica.
En un principio no fueron más que cinco los escritores a los que se les dio el título
de Pater Eavi Apostolici, publicando sus obras. Tales escritores eran: El autor de la Carta de
Bernabé, San Clemente de Roma, San Ignacio de Antioquía, San Policarpo de Esmirna y el
Pastor de Hermas. Más tarde se añadieron también a éstos: Papías de Hierápolis y los autores
de la Didaké.
Los autores se esfuerzan por explicar a los fieles, con palabras claras y sencillas, la
magnificencia de la obra salvífica de Cristo; inculcan el deber de la obediencia hacia los
superiores eclesiásticos, y previenen contra el peligro de la herejía y del cisma. Pero aún está
distante de los Padres apostólicos el pensamiento de formular los principios fundamentales
del cristianismo en forma teológica, o la doctrina de un dogma particular; esto será obra de los
apologistas del siglo II.
Los escritos que hasta hoy se conservan de los Padres apostólicos son:
La Didaké,
El Pastor de Hermas
La Epístola de Bernabé.
Presentaremos a continuación una breve reseña de los Padres Apostólicos, sus obras,
sus escritos y sus aportes a la Iglesia.
Fue el cuarto obispo de Roma entre los años 92 y 101, después de San Pedro, San Lino
y San Anacleto. Gozó de gran fama en la antigüedad cristiana, a pesar de no conservarse más
que una de sus obras: La Carta a los Corintios, que escribió en el año 96, y que la Iglesia siríaca
la consideró canónica.
Su carta a los corintios exhala en ella piedad y bondad y logra sus fines: reconciliar a los
fieles de Corinto (Grecia) con sus pastores. Es el primer documento en el que se ve a la Iglesia
romana intervenir con autoridad en los asuntos de otra Iglesia. Dos puntos importantes se
destacan en este escrito: el primero es la exhortación a los cristianos de Corinto contra la
envidia y los celos, recomienda la humildad y la obediencia, y remite a los modelos del Antiguo
Testamento. El segundo punto es la exposición del orden querido por Dios para la Iglesia, que
estaba prefigurado ya en el Antiguo Testamento y establecido para nosotros por Cristo y los
apóstoles. Habla de la jerarquía eclesiástica y muestra la necesidad de estar sometidos a la
autoridad de los presbíteros.
Nació en Siria y, siendo obispo de Antioquía, fue conducido de Siria a Roma para ser
despedazado por las bestias en el anfiteatro. Durante este viaje escribió siete cartas: tres
desde Tróade y cuatro estando en Esmirna. Desde Tróade escribió a la Iglesia de Esmirna, a su
obispo Policarpo, y a la Iglesia de Filadelfia. Desde Esmirna escribió a las comunidades de Asia
menor: Éfeso, Magnesia y Tralles, con objeto de darles las gracias por haberle enviado una
delegación para saludarle en el viaje hacia el martirio. Y luego escribió otra carta a los romanos
suplicándoles que no hiciesen diligencia alguna ante el emperador para alcanzar su libertad, si
no que por el contrario, le permitiesen ser imitador de la pasión de Cristo. Dice: "Por lo que a
mí me toca, escribo a todas las Iglesias y a todas les encarezco que yo estoy pronto a morir de
buena gana por Dios, con tal de que vosotros no me lo impidáis. Yo os suplico: no mostréis para
conmigo una benevolencia oportuna. Permitidme ser pasto de las fieras, por las que me es
dado alcanzar a Dios. Trigo soy de Dios, y por los dientes de las fieras he de ser molido, a fin de
ser presentado como pan inmaculado de Cristo". Murió en el año 107, bajo la persecución del
emperador Trajano.
Papías de Hierápolis
Nació cerca de los años 70. Fue alumno de San Juan y más tarde llegó a ser obispo de
Hierápolis, al Este de Éfeso. Pudo haber conocido a Felipe, de quien dice la tradición que murió
en esa ciudad. Papías escribió hacia el año 130 cinco libros titulados: Explicación de
los discursos del Señor, en el cual dice que cuidó de preguntar a los antiguos las palabras
exactas de Jesús. De sus obras no quedan más que pequeños fragmentos, uno de los cuales se
refiere al origen de los dos primeros Evangelios, y otros a sus grandes personajes, en los que
menciona dos veces a San Juan. Otros fragmentos contienen narraciones, como por ejemplo,
la de José, llamado Bernabé, que bebió el veneno sin que le hiciese el menor daño, y la del fin
miserable del traidor Judas. Murió aproximadamente en el año 155.
Policarpo remitió a la Iglesia de Filipos las cartas de San Ignacio y adjuntó la presente
suya, de las cuales decía: "podréis sacar gran provecho, pues están llenas de fe, de paciencia y
de toda edificación en nuestro Señor".
Meditó muchas veces el Evangelio, las cartas de San Pablo, de San Juan y de San Pedro,
y hasta leyó las de San Clemente de Roma, y con citas de todas ellas entretejió sus
recomendaciones a los fieles de Filipos.
En el año 154 viajó a Roma para discutir con el Papa Aniceto sobre la fijación de la
fecha de la pascua cristiana; y en la persecución del emperador Decio fue arrestado y llevado
ante el gobernador y, al serle ofrecida la libertad si maldecía a Cristo, contestó: "Ochenta y seis
años he servido a Cristo y Él nada me ha hecho, sino el bien. ¿Cómo pues, podría yo maldecirle
a Él, mi Señor y Salvador?". Fue quemado vivo, y como las llamas lo lamían sin querer
quemarlo, fue preciso apuñalarlo en la hoguera para terminar de darle muerte el 23 de febrero
del año 155.
El Pastor de Hermas
Entre los Padres apostólicos se incluye también una obra de carácter apocalíptico que
se conoce como El Pastor de Hermas, y es la más extensa en este grupo de escritos. Al parecer,
Hermas vivió a finales del siglo I y durante la primera mitad del siglo II. Su obra consiste en una
recopilación de materiales procedentes de distintos períodos en su labor como profeta o
predicador de la Iglesia romana. La principal preocupación de Hermas parece haber sido la
falta de celo y dedicación de algunos hermanos, pero sobre todo el problema de los pecados
post-bautismales, es decir, de aquellos pecados cometidos después de la conversión y el
bautismo, pues eran muchos los que habían caído en apostasía a causa de las persecuciones,
aunque que luego se habían arrepentido sinceramente de sus flaquezas.
Para Hermas, el cristianismo parece ser antes que nada una serie de preceptos que
debemos seguir. Así, toda su obra, inclusive sus visiones y sus parábolas, tiene el carácter de
mandamiento práctico. Aparece en Hermas un gran énfasis en el pensamiento cristiano sobre
la doctrina de si "es posible hacer más de lo que requiere el mandamiento de Dios, y así lograr
una mayor gloria". (Pueden ver en este mismo blog el artículo completo de "El pastor de
Hermas").
La Carta de Bernabé
Esta carta es un breve tratado destinado a poner en guardia a los cristianos frente a los
peligros de los judaizantes, aquellos cristianos convertidos del judaísmo que añoraban las
prácticas de la ley mosaica, y que pretendían exigirlas también a los seguidores de la nueva ley.
Con este motivo, el autor se detiene en la primera parte a desentrañar las prefiguraciones de
Jesucristo y su misión, que estaban depositadas a manera de ejemplos en el Antiguo
Testamento, como por ejemplo: Jesús prefigurado en Moisés, en Isaac y en la serpiente de
bronce levantada en el desierto. Hace además un gran énfasis en el sentido que Dios quiso dar
a las Escrituras y a la ley, que era sobretodo el sentido espiritual y no el material y carnal, como
lo tomaron los judíos apartándose así del verdadero Espíritu que contenían estos mandatos,
por ejemplo, "la verdadera circuncisión es la de los oídos y la del corazón". En la segunda parte
habla de la doctrina de los dos caminos, lo cual parece tomado de la Didaké, a menos que
ambos escritos tengan como fundamento una misma fuente anterior.
Desde la mitad del siglo II hasta finales del siglo III surgen en la Iglesia los Padres
Apologistas. Fueron los primeros defensores públicos de la fe. Eran sabios cristianos que con
sus escritos defendieron la doctrina de la Iglesia y el culto cristiano. Y así pusieron de
manifiesto la Santidad de la Iglesia.
Se trata de una época especialmente interesante, puesto que estos hombres tuvieron
que hacer frente a grandes peligros que amenazaban, cada uno a su modo, la existencia misma
de la Iglesia. Un doble peligro, de carácter externo, está representado por el rechazo del
Evangelio por parte de los judíos y por las cruentas persecuciones de las autoridades civiles.
Además de la persecución externa, otro peligro más insidioso y mucho más grave fue
la aparición de herejías en el seno mismo de la Iglesia. Se trata fundamentalmente de dos
errores: el gnosticismo y el montanismo. El gnosticismo trataba de dar una explicación racional
de la fe, adaptándola a la cultura de su tiempo y acogiendo los mitos de
las religiones orientales. Para esto no dudan en mutilar gravemente los libros sagrados,
rechazan arbitrariamente los pasajes que les estorban, y se inventan revelaciones de las que
sólo ellos serían depositarios. El montanismo, que es llamado así por su fundador, Montano,
esperaba de un momento a otro el fin de todas las cosas y proponía a los cristianos el
alejamiento completo del mundo, concebido como lugar de perdición. Se mostraban muy
rigurosos frente a los que habían pecado, y quienes no se adherían a sus ideas eran
considerados como extraños a la Iglesia.
Entre los Principales Padres Apologistas tenemos a: San Justino, San Teófilo de
Antioquía, San Ireneo de Lion, y San Cipriano. A continuación detallamos una pequeña reseña
de San Justino, San Teófilo de Antioquía, San Ireneo de Lion y San Cipriano.
San Justino
Justino estaba convencido de que el cristianismo era odiado y perseguido porque era
desconocido o mal conocido, por eso buscó exponer la doctrina cristiana, y en sus dos
apologías, dirigidas una al emperador Antonino Pío y otra a sus sucesores Marco Aurelio y
Lucio Vero, suplicaba que cuando juzgara a los cristianos se dejara llevar por la justicia, la
piedad y el amor a la verdad.
San Justino también escribió el Diálogo de Trifón, dirigido a los judíos que eran hostiles
a la religión cristiana, a la cual consideraban como una deformación de la religión judía.
Basándose en el Antiguo Testamento, Justino buscó demostrar a los judíos que su religión,
aunque no es errónea, es incompleta, porque no reconocieron en Jesucristo al Mesías
prometido. Fue decapitado junto con otros seis mártires en Roma hacia el año 165 por orden
de Junio Rústico.
Nació junto al río Éufrates y fue educado en la cultura helénica. Se convirtió ya adulto
al cristianismo y llegó a ser después obispo de Antioquía. Escribió tres libros a Autólico, en los
que intenta mostrar a su amigo la verdad del cristianismo. En el primer libro trata de la esencia
de Dios, de la providencia, de la fe en la resurrección y de la necedad de la idolatría; en el
segundo de la interpretación del Antiguo Testamento; y en el tercero habla de la excelencia
moral del cristianismo. Según Teófilo, sólo el alma pura puede conocer a Dios. "El alma
del hombre es como un espejo, que sólo cuando está limpio refleja la imagen de quien se
coloca frente a él". De los demás libros que escribió no se conserva ninguno. Fue el primero
que utilizó la palabra Trinitas aplicándola a la divinidad, y el nombre de Madre como título de
la Iglesia. Murió en el año 180.
Nació cerca del año 130. Es uno de los Padres más importante de los tres primeros
siglos. Fue discípulo de San Policarpo de Esmirna y, siendo presbítero de la Iglesia de Lion, fue
enviado a Roma para tratar con el Papa San Víctor I algunas cuestiones relativas al
montanismo. A su regreso a Lion encontró que Potino, su obispo, había sido víctima de la
persecución junto con otros conciudadanos, y fue nombrado para sucederle como obispo de
esa ciudad.
San Ireneo ha sido considerado como uno de los primeros teólogos de la Iglesia, ya que
fue uno de los primeros escritores de la antigüedad cristiana que reflexionó con una cierta
sistematización los temas fundamentales de la fe cristiana y elaboró una primera síntesis de la
doctrina cristiana. Se le conoce especialmente por sus escritos contra los gnósticos. Escribió
muchos libros, pero sólo dos de ellos han llegado a nosotros: Denuncia y refutación de la falsa
gnosis, llamada comúnmente Adversus Haereses; y Demostración de la predicación apostólica,
llamada también Epídeixis. Murió en el año 200.
San Cipriano
El mayor aporte que Cipriano nos dio es su doctrina sobre la Iglesia, a la cual
consideraba como el único camino de salvación, y la compara con el arca de Noé y también
con la multitud de granos que forman un sólo pan Eucarístico. Sufrió el martirio durante la
persecución de Valeriano en el año 258.
Existen también apologistas que no cumplen con las cuatro condiciones para ser
considerados Padres de la Iglesia y son llamados escritores eclesiásticos, ya que ayudan de gran
manera a esclarecer el misterio de Cristo, como por ejemplo: Tertuliano, Orígenes, Clemente
de Alejandría, Lactancio, Eusebio de Cesarea y Taciano, entre otros. Entre estos sobresalen
Clemente de Alejandría, Tertuliano y Orígenes.
Clemente de Alejandría
Nació en el año 150 en Alejandría, Egipto o, según otros, en Atenas. Era hijo de padres
paganos. Buscando algo que apagara su sed de conocer la verdad, abrazó el cristianismo y
viajó por Grecia, Italia, Siria, Palestina y Egipto, estableciéndose por fin en Alejandría,
cautivado por un gran maestro de la doctrina cristiana, San Panteno, jefe de la famosa Escuela
Catequística de aquella ciudad. Allí recibió la ordenación sacerdotal, y al partir su maestro para
las Indias, Clemente le sucedió en la dirección de aquella primera escuela cristiana en el año
189. Entre sus discípulos se encontraba Orígenes, al que puso a cargo de la Escuela cuando
tuvo que huir bajo la persecución de Septimio Saverio. Escribió la obra Exhortación a los
griegos, a los cuales se propone convencer para inducirlos a la verdadera religión, haciéndoles
ver la estupidez de las creencias paganas. Murió en el año 215.
Tertuliano
Nació alrededor del año 150, de padres paganos, en Cartago, África. Llegó a ser un
abogado famoso en Roma y conocía perfectamente el latín y el griego. Convertido al
cristianismo a la edad de 40 años, regresó a Cartago y allí se dedicó a la labor literaria
poniendo todo su talento al servicio de la nueva fe y defendiéndola de los ataques de los
perseguidores y de los herejes. Es el primer escritor latino cristiano y fundador de la teología
latina. Con Tertuliano comenzó a forjarse el vocabulario teológico que pasó a
ser patrimonio de la Iglesia Occidental. Defiende sin concesiones la pureza de las costumbres
cristianas, pero luego abandonó la comunión con la Iglesia católica para hacerse montanista,
que respondía a su cristianismo muy rígido. Murió en el año 220.
Orígenes
Con la llegada de la paz religiosa, los cristianos pudieron edificar sus propias iglesias.
Fueron levantadas las grandes basílicas en Roma, como las de San Juan de Letrán, San Pedro y
San Pablo; y en Palestina, la basílica de la Natividad en Belén, y las del Santo Sepulcro y Monte
de los Olivos, en Jerusalén. Al mismo tiempo se emprendió la evangelización progresiva de la
gente del campo. En esta obra de evangelización destacaron los monjes, como San Antonio
Abad y San Benito.
El monofisismo afirmaba que tras la unión del Verbo con la carne, la naturaleza
humana de Cristo había sido absorbida por el Verbo, o al menos disminuida, lo cual es
condenado en el Concilio de Calcedonia del año 451, en donde se declara el dogma de la unión
hipostática de las dos naturalezas de Cristo: humana y divina, en la segunda persona de la
Santísima Trinidad.
Gracias al influjo del Espíritu Santo sobre los Santos Padres, de manera que pudieran
cumplir con la misión de defender y exponer la genuina fe de la Iglesia, y a los Concilios
ecuménicos en los que los obispos se reunieron para dilucidar tan graves cuestiones
teológicas, la fe de la Iglesia salió indemne y fortalecida e hicieron que fuera más consciente y
vívida en la práctica.
Son muchos los Padres de la Iglesia en este período, pero los más importantes son
aquellos a los que se les atribuye el titulo de Doctor eclesiástico, tanto Padres Orientales como
Padres Occidentales o Latinos.
Nació en Cesarea de Turquía el año 329. Basilio significa Rey y perteneció a una familia
de santos. Estudió en Atenas y Constantinopla. Fue retórico, monje y obispo de Cesarea; un
gran predicador e interprete de la Biblia, maestro de ascética y legislador del monacato
Oriental; por esto se le considera como el precursor de la vida monástica en Oriente.
El tema que trataba con más frecuencia y con más fuerza era el de la caridad y el de la
ayuda a los hermanos necesitados. De San Basilio son aquellas famosas palabras: "Óyeme
cristiano que no ayudas al pobre: tú eres un verdadero ladrón si pudiendo ayudar no ayudas".
Pero no se contentaba sólo con las palabras: en las puertas de Cesarea dio vida a una autentica
ciudad de la caridad con hospicios, orfelinatos, hospitales, laboratorios y escuelas artesanales.
Basilio murió en Capadocia, Turquía, en el año 379.
Nació en Antioquía, probablemente en el año 349. En sus años juveniles llevó una vida
monástica en su propia casa, y luego, cuando murió su madre, se retiró al desierto en donde
estuvo durante 6 años. De allí fue llamado a la ciudad y fue ordenado diácono y después de 5
años fue ordenado sacerdote, convirtiéndose en un celoso colaborador en el gobierno de la
Iglesia de Antioquía.
Arrio, un sacerdote salido del seno de la iglesia de Alejandría, amenazaba con atacar
el corazón mismo del cristianismo, y es por eso que San Atanasio dice: "si Cristo no es Hijo de
Dios y Él mismo no es Dios, ¿a qué queda reducida la redención de la humanidad?". "Si el Verbo
de Dios no es Dios, igual en todo a su Padre, ¿cómo podrá divinizarnos?". San Atanasio en su
primera obra, que es una apología contra los paganos, esboza acerca de la Encarnación del
Verbo las grandes líneas de su Cristología: "El Verbo de Dios se hizo hombre para que nosotros
nos hagamos Dios". Aparte de escritos de circunstancias, como la Apología a
Constancio, Apología contra los Arrianos, Historia de los Arrianos para los Monjes, los decretos
del Concilio de Nicea, los Sínodos y otras más, su obra principal es un tratado en
tres libros contra los Arrianos. Hacia el fin de su vida diseña una teología del Espíritu Santo en
sus cuatro cartas a Serapión. Una vida de San Antonio Abad y un tratado de la virginidad,
hacen de San Atanasio el doctor del ascetismo y un maestro de la perfección cristiana. Murió
en el año 373.
Nació de padres cristianos en el año 315. Tuvo alguna simpatía por los arrianos, pero
se separó de ellos muy pronto y se adhirió a los semi-arrianos, a los cuales también abandonó
adhiriéndose a la doctrina ortodoxa de Nicea. Más tarde combatió repetidas veces la doctrina
de los arrianos, hablando de este modo sobre la Trinidad: "Nuestra esperanza está en el Padre,
el Hijo y el Espíritu Santo. No predicamos tres Dioses. No admitimos en la Trinidad ni confusión,
ni separación como lo hacen otros". Estas últimas palabras son sin duda una alusión evidente a
los partidarios de Arrio. Por este motivo fue varias veces desterrado, bajo los emperadores
Constancio y Valente, y el primer Concilio Ecuménico de Constantinopla, en el que participó
Cirilo, reconoció la legitimidad de su episcopado. Las primeras incertidumbres de
su pensamiento teológico, demoraron en occidente el reconocimiento de su santidad.
En efecto, su fiesta fue instituida sólo hasta 1882. El Papa León XIII le concedió el título
de Doctor de la Iglesia por las 24 Catequesis que Cirilo compuso probablemente a comienzos
de su episcopado y que él dirigía a los catecúmenos que se preparaban para recibir los
sacramentos. De las primeras 19, trece están dedicadas a la exposición general de la doctrina,
y cinco, llamadas mistagógicas, es decir, que iniciaban en el misterio de la religión cristiana,
están dedicadas al comentario de los ritos sacramentales de la iniciación cristiana. Las
catequesis de San Cirilo las comunicaba a la comunidad cristiana en los tres principales
santuarios de Jerusalén, es decir, en los mismos lugares de la redención, en los que, según la
expresión del predicador, no sólo se escucha, sino que "se ve y se toca". San Cirilo de Jerusalén
dirigió su Iglesia desde el año 350 hasta su muerte, en el año 386.
Nació a mediados del siglo VII de una familia árabe cristiana, y murió en el año 749. Es
considerado el último representante de la patrología griega por sus obras monumentales,
como La fuente del conocimiento. Su actividad literaria es multiforme; pasa con autoridad de
la poesía a la liturgia y de la elocuencia a la filosofía y la apologética.
En esta disputa, Juan pudo demostrar toda su preparación teológica puesta al servicio,
no sólo del patriarca de Jerusalén, sino de toda la Iglesia. En efecto, el segundo Concilio de
Nicea, en reparación de las injurias recibidas por el defensor de la ortodoxia, proclamó no sólo
su ciencia, sino también su santidad.
Nacido en el año 315, es llamado el Atanasio de Occidente. Luchó con igual ardor
contra los arrianos y resistió con firmeza al emperador Constancio. Desterrado a Frigia durante
4 años, llegó a las Galias (Francia), en donde se puso al corriente de la doctrina de los Padres
griegos, y compuso el De Trinate, que defiende, con el testimonio de la Escritura, la divinidad y
la generación eterna del Verbo.
La obra Hilario ejercerá mucha influencia sobre el De Trinate de San Agustín. Fue
azotado públicamente varias veces, y reanimó la fe de los católicos débiles y vacilantes
de Asia Menor. A su regreso a las Galias, Hilario restauró allí la ortodoxia. En su
obra Exegética comenta a San Mateo y los Salmos y explica los misterios del Antiguo
Testamento. Él afirmaba la unidad de la naturaleza divina, así como la distinción personal del
Padre y del Hijo: "Lo que los hace diferentes es la relación de origen, pues el Padre ha
engendrado al Hijo sin disminución de su ser, y el Hijo recibe en sí todo del Padre, siendo
totalmente igual a El". San Hilario murió en el año 368.
San Ambrosio
San Ambrosio contribuyó mucho a la conversión de San Agustín. Dejó muchas homilías
y tratados, entre ellos el de la Virginidad, y varios himnos que aún se cantan en la iglesia.
Murió en el año 397.
San Jerónimo
Nació en el año 343, y estudió las letras humanas en Roma. Recorrió las Galias
(Francia) y Palestina, en donde trató con los doctores más eruditos de los hebreos. Durante
algún tiempo fijó su residencia en Antioquía, en donde el obispo Paulino le ordenó de
sacerdote. De allí fue llamado a Roma por el Papa San Dámaso y, por orden suya, preparó
la edición latina de la Biblia, a la que se llamó la Vulgata, y que hasta hoy sirve de texto en la
Iglesia.
A la muerte del Papa, Jerónimo volvió a Palestina donde continuó y concluyó la versión
latina de las Sagradas Escrituras en su monasterio de Belén. Con sus vastos conocimientos en
las lenguas griega, caldea y hebrea, pudo como ninguno en su tiempo penetrar el sentido de
los textos sagrados. Además de la Vulgata, San Jerónimo dejó muchas y preciosas obras
dogmáticas e históricas y un gran número de cartas importantísimas. Murió en el año 420.
San Agustín
Incansable escritor, combatió sin tregua el maniqueísmo, que enseñaba que existen
dos principios eternos: el bien y el mal, la luz y las tinieblas, en lucha permanente. Luchó
también contra el donatismo, que enseñaba que la Iglesia no debe perdonar a los pecadores, y
que como católicos, solamente pueden ser admitidos los que son totalmente puros. San
Agustín fue llamado el Doctor de la Gracia por sus luchas contra el pelagianismo. Su obra más
célebre es La Ciudad de Dios, que es la más excelente apología de la antigüedad cristiana, y
uno de los más profundos ensayos de la filosofía de la historia. También es muy reconocida su
autobiografía, llamada Las Confesiones, en la que desnuda su alma con sinceridad y candor.
Nació en Toscana a Finales del siglo IV. Es recordado en los textos de historia por el
prestigio moral y político que demostró ante la amenaza de los hunos de Atila y de los
vándalos de Genserico. Habiendo sido elegido Papa en el año 440, León, en sus veintiún años
de pontificado, llevó a cabo la unidad de toda la Iglesia alrededor de su sede, impidiendo
usurpaciones de jurisdicción, arrancando de raíz los abusos de poder y frenando las
ambiciones del patriarcado constantinopolitano y del vicariato de Arles. Sus ciento cuarenta y
una epístolas tratan importantes asuntos de disciplina y fe. Sus señaladas victorias sobre los
maniqueos, los arrianos, los nestorianos, los monofisitas, los donatistas y los novatianos, que
iban en contra de la potestad de la Iglesia para readmitir a los pecadores y perdonar los
pecados mortales, dan prueba de su celo.
Nació en el año 540. Se le ha llamado el fundador de la Edad Media y es uno de los más
grandes pontífices de la Iglesia. Fue prefecto de su ciudad natal, pero renunció a todos los
honores del mundo para consagrarse como monje al servicio de Dios. Fue aclamado Papa por
el pueblo, y su pontificado de 14 años fue uno de los que más ha dejado huella en la historia
de la Iglesia. Trabajó activamente por la conversión de los lombardos, que habían ocupado el
norte de Italia, y logró mantener la inestable paz entre los bizantinos, dueños del centro y sur
de la Península. Fue el verdadero padre de Roma en las calamidades que padeció esta ciudad.
Su principal preocupación como obispo fue la de lograr una madurez cultural y moral
del clero español. Para esto fundó un colegio eclesiástico, prototipo de los futuros seminarios.
Fue autor de muchos libros que tratan de todo saber humano, desde la agronomía hasta
la medicina, de la teología hasta la economía doméstica. Fue el obispo más popular y
autorizado de su tiempo. Presidió el cuarto Concilio de Toledo en el año 633, y murió en el año
636.
Conclusión
Después de este breve resumen, resulta impresionante comprobar cómo los Santos
Padres de principios del cristianismo supieron fecundar con el mensaje evangélico la cultura
griega y latina. En algunos casos fueron creadores de culturas, como en Armenia, en Etiopía y
en Siria, y sentaron las bases para la gran floración de la época medieval, pues prepararon la
inserción de los pueblos germánicos en la raíz del evangelio, pertenecientes a una tradición
cultural completamente diversa.
Si quisiéramos resumir las razones que nos motivan a estudiar las obras de los Padres,
podríamos decir que ellos fueron, después de los apóstoles, como dijo San Agustín, los
sembradores, los regadores, los constructores, los pastores y los alimentadores de la Iglesia,
que pudo crecer gracias a su acción vigilante e incansable. Para que la Iglesia continúe
creciendo es indispensable conocer a fondo su doctrina y su obra, que se distingue por ser al
mismo tiempo pastoral y teológica, catequética y cultural, espiritual y social, y se puede
denominar como única con respecto a cuanto ha sucedido en otras épocas de la historia.