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Padres de La Iglesia

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PADRES DE LA IGLESIA

Los padres de la Iglesia


Los Padres de la Iglesia son los autores de los primeros escritos cristianos y los pastores
de la Iglesia de los primeros siglos, cuyas enseñanzas, en sentido colectivo, son consideradas
por la Iglesia como el fundamento de la doctrina ortodoxa cristiana.
Origen de la palabra "Padre"

El nombre de Padre es de origen puramente eclesiástico, y significa la expresión


del amor y de la veneración de las comunidades cristianas hacia sus obispos, ya que a éstos
correspondía el oficio de enseñar la doctrina de la Iglesia. Por esto el título de Padre fue
aplicado inicialmente a ellos.

Este nombre se daba en el siglo V en general sólo a los obispos, pero San Agustín de
Hipona rompió esta barrera al citar un escritor eclesiástico que no fue obispo, San Jerónimo,
teniendo en cuenta su doctrina y santidad de vida. Unos años más tarde, el Papa Gelasio I hace
el primer elenco de los autores cristianos que tienen derecho al apelativo de Padres.

Definición de Patrística y Patrología

El estudio de los Padres se llama PATROLOGÍA O PATRÍSTICA. El término PATROLOGÍA fue


creado en 1653 por el luterano Jean Gerhard. Designa el estudio de las literaturas cristianas
antiguas. El acento recae sobre la historia literaria: biografía, obras, valoración crítica.
PATRÍSTICA es en su origen un adjetivo que caracteriza la teología. Generalmente se reserva el
término para el estudio doctrinal y la historia de las ideas.

Al estudio de los Padres se le llama Patrística cuando está centrado en el contenido


teológico de sus escritos, como fuentes de gran valor para los dogmas. Y Patrología cuando se
centra en su vida y obras, desde el punto de vista literario e histórico.

Características de los Padres de la Iglesia y Doctores de la Iglesia

Para que un escritor sea considerado Padre de la Iglesia debe tener estas


características:

 Haber pertenecido a la edad antigua de la Iglesia.

 Santidad de vida.

 Aprobación eclesiástica.

 Doctrina ortodoxa, es decir, fiel comunión doctrinal con la Iglesia.

Entre los santos Padres, algunos adquieren un destacado relieve por haber iluminado


ampliamente todo el campo de la revelación, y haber abierto nuevos caminos a la teología de
los siglos posteriores. La Iglesia reconoce en ellos a los intérpretes autorizados de su doctrina y
los honra con el título de Doctor de la Iglesia o Doctor eclesiástico.

Este título fue atribuido oficialmente en 1298 por el Papa Bonifacio VIII a los cuatro
grandes Padres occidentales o latinos, que son: San Ambrosio, San Agustín, San Jerónimo y San
Gregorio Magno. Más tarde son contados también entre los Doctores de la Iglesia otros Padres
latinos, que fueron: San Hilario de Poitiers, San Pedro Crisólogo, San León Magno y San Isidoro
de Sevilla.

También en la Iglesia de Oriente les fue atribuido este título a: San Basilio, San
Gregorio Nacianceno y San Juan Crisóstomo. A esto se añadió después San Atanasio, formando
así el grupo de los cuatro grandes Padres de la Iglesia oriental. Más tarde, en 1883 y 1890, el
Papa León XIII declaró Doctores de la Iglesia a otros Padres Orientales: San Cirilo de Jerusalén,
San Cirilo de Alejandría y San Juan Damasceno.

Pero el título de Doctor de la Iglesia no se da sólo a los Padres. La Iglesia ha continuado


dando este título a escritores eclesiásticos de todos los tiempos, quienes se han distinguido
por su santidad de vida y su eminente erudición. He aquí algunos ejemplos: San Beda el
Venerable, San Pedro Damián, San Anselmo, San Bernardo de Claraval, Santo Tomás de
Aquino, San Buenaventura, San Antonio de Padua, San Alberto Magno, San Pedro Canisio, San
Roberto Belarmino, San Lorenzo de Brindisi, San Francisco de Sales, San Alfonso María de
Ligorio, Santa Catalina de Siena, Santa Teresa de Ávila, San Juan de la Cruz y Santa Teresita del
Niño Jesús.

Así pues, el título de "Doctor" representa la recomendación que la Iglesia hace a sus
hijos sobre la doctrina de estos santos, sobre todo en orden a la enseñanza.

Lengua de los Padres de la Iglesia

A comienzos de la era cristiana, tanto en Oriente como en Occidente, el griego era la


única lengua de la Iglesia, y esta situación se prolongó durante siglo y medio. Esta lengua, dado
el alto grado de su desarrollo y su riqueza de vocablos y de formas, constituía el órgano más
apto para dar a conocer las grandes verdades con las que nos iluminaría el cristianismo. Tanto
los autores del Nuevo testamento como los Padres del primer período patrístico escribieron,
no en el griego clásico, sino en un griego popular, que era la lengua corriente. Será después
Clemente Alejandrino quien comenzará a escribir según las formas clásicas, distanciándose de
la lengua popular. Más tarde, en el mismo Oriente, el griego fue sustituido en parte por los
idiomas de los diversos pueblos, especialmente por el siríaco y el armenio.

La necesidad de una literatura en lengua latina comenzó a sentirse cuando en la


segunda mitad del siglo II, el cristianismo se había difundido en Occidente entre personas que
no hablaban el griego. Para adecuarse a esta nueva circunstancia, los Padres en Occidente
comenzaron a escribir en latín vulgar, hasta dejar más tarde por completo, el griego. Es así
como encontramos ejemplos de célebres escritores latinos, como San Jerónimo, quien tradujo
las Sagradas Escrituras de sus lenguas originales: hebreo, griego y arameo al latín vulgar,
creando así la traducción conocida como "La Vulgata".

De esto se desprende la clasificación que se ha dado a los Padres en griegos y latinos.

Era Patrística

¿Qué período abarca el estudio de los Padres de la Iglesia? La era Patrística comienza
inmediatamente después del período apostólico, y abarca los 8 primeros siglos de la era
Cristiana, coincidiendo casi con la edad antigua de la Iglesia. Isidoro de Sevilla, quien murió en
el año 636, fue el último de los Padres latinos, y San Juan Damasceno, en el año 749, el último
de los Padres griegos.

Clasificación de los Padres de la Iglesia

En orden a la antigüedad de los Padres, identificamos tres períodos:


 El de los Padres Apostólicos, quienes vivieron en el siglo I y parte del II, y que fueron
discípulos de los apóstoles.

 El de los Padres Apologistas, quienes vivieron desde mediados del siglo II hasta finales
del siglo III.

 La Edad de Oro de los Padres, que es el período comprendido entre el siglo IV y el VIII.

Marco Histórico de la edad sub-apostólica y período

En el año 70, con la destrucción de Jerusalén por orden del emperador Romano Tito
(sucesor de Nerón), se marca el fin del judaísmo político. La Iglesia se dispersa, sobre todo por
el Asia Menor, en donde se forman pequeñas comunidades seguidoras de las enseñanzas de
Jesús.

La separación con el judaísmo se va haciendo cada vez más radical y evidente, por
ejemplo, los cristianos ya no observan el sábado, sino el Día del Señor (Dominus Dei o
Domingo).

Por otra parte, en las regiones dominadas bajo el imperio romano, en un principio y de
manera providencial el cristianismo pudo extenderse sin mayores dificultades debido a
la tolerancia y la libertad religiosa de la cultura romana.

Por los años 70 los apóstoles habían desaparecido ya casi todos, dejando a las
comunidades fundadas por ellos la responsabilidad de mantener íntegra la fe recibida y vivir
auténticamente el compromiso que deriva de ella.

Las comunidades abrazaban la fe con gran fervor y entusiasmo religioso, pero no


faltaban los problemas internos causados por los errores y discordias entre sus componentes.
Para responder a los peligros se hizo necesario exhortar al orden a los cristianos y sobre todo
dar una organización más rígida a las comunidades.

Quiénes son los Padres Apostólicos

Durante este período, es decir, desde el año 70 al año 140, surgen los Padres
Apostólicos a quienes grandes evidencias los señalan como discípulos y sucesores directos de
los Apóstoles. Hasta hoy se conservan algunos de los escritos de quienes, además de haber
fortificado la fe de las primeras comunidades cristianas, fueran los primeros depositarios de la
Tradición Apostólica.

Principales Padres Apostólicos

En un principio no fueron más que cinco los escritores a los que se les dio el título
de Pater Eavi Apostolici, publicando sus obras. Tales escritores eran: El autor de la Carta de
Bernabé, San Clemente de Roma, San Ignacio de Antioquía, San Policarpo de Esmirna y el
Pastor de Hermas. Más tarde se añadieron también a éstos: Papías de Hierápolis y los autores
de la Didaké.

Escritos de los Padres Apostólicos


Los escritos de los Padres apostólicos, por su contenido y expresión, demuestran
íntimas relaciones con la Sagrada Escritura y, sobre todo, con las cartas de los apóstoles. A
semejanza de éstas, están redactados en griego y tienen, en general, la forma epistolar; por
esta razón pueden clasificarse bajo la denominación general de literatura pastoral de la Iglesia
primitiva. La gran unidad y relación entre todos estos escritos se debe a su origen: un mismo
Espíritu es quien dicta.

Los autores se esfuerzan por explicar a los fieles, con palabras claras y sencillas, la
magnificencia de la obra salvífica de Cristo; inculcan el deber de la obediencia hacia los
superiores eclesiásticos, y previenen contra el peligro de la herejía y del cisma. Pero aún está
distante de los Padres apostólicos el pensamiento de formular los principios fundamentales
del cristianismo en forma teológica, o la doctrina de un dogma particular; esto será obra de los
apologistas del siglo II.

Los escritos que hasta hoy se conservan de los Padres apostólicos son:

 La Didaké,

 La Epístola de San Clemente de Roma a los Corintios

 Las siete cartas de San Ignacio de Antioquía

 Los fragmentos de Papías de Hierápolis

 La Epístola de San Policarpo de Esmirna a los Filipenses

 El Pastor de Hermas

 La Epístola de Bernabé.

Biografía de los Padres Apostólicos, sus obras y sus aportes a la Iglesia

Presentaremos a continuación una breve reseña de los Padres Apostólicos, sus obras,
sus escritos y sus aportes a la Iglesia.

La Didaké o Doctrina de los doce apóstoles

Aunque no conocemos su autor, la Didaké figura por derecho propio en las colecciones


de los Padres apostólicos ya que varios de ellos, en sus escritos, la mencionan y la citan. Es el
escrito cristiano no canónico, más antiguo que conocemos, anterior incluso a algunos libros del
Nuevo Testamento. La obra estuvo perdida durante varios siglos y sólo se conocían algunos
fragmentos, hasta que en el año 1873 fue descubierta en una biblioteca de Constantinopla por
el arzobispo Filoteo Briennios. Su fecha de composición es aproximadamente entre los años 70
y 165. Dada la importancia de este escrito, en el siglo III llega hasta ser citada por Clemente de
Alejandría como escritura divinamente inspirada.

La Didaké consta de 16 capítulos que podemos dividir en tres partes: La primera


comprende los seis primeros capítulos, y contiene lo que se llama el documento de los dos
caminos, según el cual hay dos caminos, el de la vida y el de la muerte (en términos de
salvación). La segunda parte contiene una serie de instrucciones litúrgicas, y la tercera
contiene una especie de manual de disciplina. (Pueden ver en este mismo blog el artículo
completo de "La Didaké").

San Clemente de Roma

Fue el cuarto obispo de Roma entre los años 92 y 101, después de San Pedro, San Lino
y San Anacleto. Gozó de gran fama en la antigüedad cristiana, a pesar de no conservarse más
que una de sus obras: La  Carta  a los Corintios, que escribió en el año 96, y que la Iglesia siríaca
la consideró canónica.

Su carta a los corintios exhala en ella piedad y bondad y logra sus fines: reconciliar a los
fieles de Corinto (Grecia) con sus pastores. Es el primer documento en el que se ve a la Iglesia
romana intervenir con autoridad en los asuntos de otra Iglesia. Dos puntos importantes se
destacan en este escrito: el primero es la exhortación a los cristianos de Corinto contra la
envidia y los celos, recomienda la humildad y la obediencia, y remite a los modelos del Antiguo
Testamento. El segundo punto es la exposición del orden querido por Dios para la Iglesia, que
estaba prefigurado ya en el Antiguo Testamento y establecido para nosotros por Cristo y los
apóstoles. Habla de la jerarquía eclesiástica y muestra la necesidad de estar sometidos a la
autoridad de los presbíteros.

San Ignacio de Antioquía

Nació en Siria y, siendo obispo de Antioquía, fue conducido de Siria a Roma para ser
despedazado por las bestias en el anfiteatro. Durante este viaje escribió siete cartas: tres
desde Tróade y cuatro estando en Esmirna. Desde Tróade escribió a la Iglesia de Esmirna, a su
obispo Policarpo, y a la Iglesia de Filadelfia. Desde Esmirna escribió a las comunidades de Asia
menor: Éfeso, Magnesia y Tralles, con objeto de darles las gracias por haberle enviado una
delegación para saludarle en el viaje hacia el martirio. Y luego escribió otra carta a los romanos
suplicándoles que no hiciesen diligencia alguna ante el emperador para alcanzar su libertad, si
no que por el contrario, le permitiesen ser imitador de la pasión de Cristo. Dice: "Por lo que a
mí me toca, escribo a todas las Iglesias y a todas les encarezco que yo estoy pronto a morir de
buena gana por Dios, con tal de que vosotros no me lo impidáis. Yo os suplico: no mostréis para
conmigo una benevolencia oportuna. Permitidme ser pasto de las fieras, por las que me es
dado alcanzar a Dios. Trigo soy de Dios, y por los dientes de las fieras he de ser molido, a fin de
ser presentado como pan inmaculado de Cristo". Murió en el año 107, bajo la persecución del
emperador Trajano.

San Ignacio de Antioquía fue el primero en emplear la expresión: Iglesia Católica.


Después de San Pablo y de San Juan, San Ignacio es uno de más antiguos teólogos, junto con
San Ireneo de Lyon, lo cual nos hace venerable esta voz no es tanto su antigüedad, sino el
tono personal, apasionado y penetrante que la distingue entre todas las demás; voz que no ha
dejado de resonar a lo largo de los siglos.

Papías de Hierápolis

Nació cerca de los años 70. Fue alumno de San Juan y más tarde llegó a ser obispo de
Hierápolis, al Este de Éfeso. Pudo haber conocido a Felipe, de quien dice la tradición que murió
en esa ciudad. Papías escribió hacia el año 130 cinco libros titulados: Explicación de
los  discursos  del Señor, en el cual dice que cuidó de preguntar a los antiguos las palabras
exactas de Jesús. De sus obras no quedan más que pequeños fragmentos, uno de los cuales se
refiere al origen de los dos primeros Evangelios, y otros a sus grandes personajes, en los que
menciona dos veces a San Juan. Otros fragmentos contienen narraciones, como por ejemplo,
la de José, llamado Bernabé, que bebió el veneno sin que le hiciese el menor daño, y la del fin
miserable del traidor Judas. Murió aproximadamente en el año 155.

San Policarpo de Esmirna

Nació aproximadamente en el año 69 o 70 y recibió el bautismo en la infancia. San


Ireneo afirma que Policarpo recibió las enseñanzas de los apóstoles, y que éstos lo
constituyeron obispo de Esmirna hacia el año 110. Ignacio reconoció a Policarpo como varón
apostólico y le recomendó su rebaño.

Policarpo fue de un temperamento suave y moderado, amigo de la paz y de la


mansedumbre, y así debieron ser sus homilías al pueblo. Hay un solo pasaje en su carta en el
que muestra dureza: "El que niegue a Jesús y no lo admita en el testimonio de su cruz, y el que
tergiverse sus palabras para satisfacer sus concupiscencias, procede del diablo y es el
primogénito de Satanás".

Policarpo remitió a la Iglesia de Filipos las cartas de San Ignacio y adjuntó la presente
suya, de las cuales decía: "podréis sacar gran provecho, pues están llenas de fe, de paciencia y
de toda edificación en nuestro Señor".

Meditó muchas veces el Evangelio, las cartas de San Pablo, de San Juan y de San Pedro,
y hasta leyó las de San Clemente de Roma, y con citas de todas ellas entretejió sus
recomendaciones a los fieles de Filipos.

En el año 154 viajó a Roma para discutir con el Papa Aniceto sobre la fijación de la
fecha de la pascua cristiana; y en la persecución del emperador Decio fue arrestado y llevado
ante el gobernador y, al serle ofrecida la libertad si maldecía a Cristo, contestó: "Ochenta y seis
años he servido a Cristo y Él nada me ha hecho, sino el bien. ¿Cómo pues, podría yo maldecirle
a Él, mi Señor y Salvador?". Fue quemado vivo, y como las llamas lo lamían sin querer
quemarlo, fue preciso apuñalarlo en la hoguera para terminar de darle muerte el 23 de febrero
del año 155.

El Pastor de Hermas

Entre los Padres apostólicos se incluye también una obra de carácter apocalíptico que
se conoce como El Pastor de Hermas, y es la más extensa en este grupo de escritos. Al parecer,
Hermas vivió a finales del siglo I y durante la primera mitad del siglo II. Su obra consiste en una
recopilación de materiales procedentes de distintos períodos en su labor como profeta o
predicador de la Iglesia romana. La principal preocupación de Hermas parece haber sido la
falta de celo y dedicación de algunos hermanos, pero sobre todo el problema de los pecados
post-bautismales, es decir, de aquellos pecados cometidos después de la conversión y el
bautismo, pues eran muchos los que habían caído en apostasía a causa de las persecuciones,
aunque que luego se habían arrepentido sinceramente de sus flaquezas.

Para Hermas, el cristianismo parece ser antes que nada una serie de preceptos que
debemos seguir. Así, toda su obra, inclusive sus visiones y sus parábolas, tiene el carácter de
mandamiento práctico. Aparece en Hermas un gran énfasis en el pensamiento cristiano sobre
la doctrina de si "es posible hacer más de lo que requiere el mandamiento de Dios, y así lograr
una mayor gloria". (Pueden ver en este mismo blog el artículo completo de "El pastor de
Hermas").

La Carta de Bernabé

Se asignó en un principio a San Bernabé y gozó de mucho prestigio durante y dentro de


la comunidad primitiva. Sólo las investigaciones posteriores han dejado claro que no se trata
de Bernabé, y por lo tanto es de autor anónimo. La carta fue redactada en Alejandría, entre los
años 130 y 131, ya que su estilo literario de tendencia alegórica es muy propia de los
ambientes alejandrinos de aquellos tiempos.

Esta carta es un breve tratado destinado a poner en guardia a los cristianos frente a los
peligros de los judaizantes, aquellos cristianos convertidos del judaísmo que añoraban las
prácticas de la ley mosaica, y que pretendían exigirlas también a los seguidores de la nueva ley.
Con este motivo, el autor se detiene en la primera parte a desentrañar las prefiguraciones de
Jesucristo y su misión, que estaban depositadas a manera de ejemplos en el Antiguo
Testamento, como por ejemplo: Jesús prefigurado en Moisés, en Isaac y en la serpiente de
bronce levantada en el desierto. Hace además un gran énfasis en el sentido que Dios quiso dar
a las Escrituras y a la ley, que era sobretodo el sentido espiritual y no el material y carnal, como
lo tomaron los judíos apartándose así del verdadero Espíritu que contenían estos mandatos,
por ejemplo, "la verdadera circuncisión es la de los oídos y la del corazón". En la segunda parte
habla de la doctrina de los dos caminos, lo cual parece tomado de la Didaké, a menos que
ambos escritos tengan como fundamento una misma fuente anterior.

Los Padres Apologistas: el marco histórico

Desde la mitad del siglo II hasta finales del siglo III surgen en la Iglesia los Padres
Apologistas. Fueron los primeros defensores públicos de la fe. Eran sabios cristianos que con
sus escritos defendieron la doctrina de la Iglesia y el culto cristiano. Y así pusieron de
manifiesto la Santidad de la Iglesia.

Se trata de una época especialmente interesante, puesto que estos hombres tuvieron
que hacer frente a grandes peligros que amenazaban, cada uno a su modo, la existencia misma
de la Iglesia. Un doble peligro, de carácter externo, está representado por el rechazo del
Evangelio por parte de los judíos y por las cruentas persecuciones de las autoridades civiles.

Los primeros cristianos tenían la conciencia de ser los continuadores del verdadero


Israel y de ser, a su vez, el grupo en el cual se habían realizado plenamente las antiguas
promesas. San Justino dice acerca de los cristianos: "Esta raza es nueva y antigua: es antigua,
porque cuantos han vivido antes de Cristo la han prefigurad;, es nueva porque todo aquello
que Dios había establecido comienza a realizarse". Las primeras persecuciones de la Iglesia en
Palestina fueron causadas por el odio de los judíos hacia los cristianos, y en este período el
judaísmo conservaba su antigua actitud de enemistad, al mismo tiempo que su doctrina y sus
costumbres fueron penetrando en el campo cristiano, haciéndose necesaria una actividad de
defensa y clarificación.
Por otra parte, se habían difundido entre los gentiles perversas calumnias contra los
cristianos acusándolos de ateísmo, canibalismo, infanticidio, incesto, hechicería, y muchas
otras cosas, puesto que los consideraban como un grupo cerrado en sí mismo y practicante de
extraños ritos, rígidos en su vida moral y obstinados en el rechazo del culto a los dioses, por lo
cual atraían sobre sí la ira, el desprecio, el odio y las calumnias del pueblo. Es así como en
el ambiente intelectual de la época, algunos filósofos y escritores paganos, habiendo conocido
mejor la naturaleza del cristianismo, tomaron posición contra él, como por ejemplo, el De
morte peregrini, de Luciano de Samosata, que es una caricatura de la situación de los
cristianos, en tono satírico, reduciendo a los cristianos a una secta de ingenuos y de tontos que
se dejan engañar de unos cuantos embaucadores.

Además de la persecución externa, otro peligro más insidioso y mucho más grave fue
la aparición de herejías en el seno mismo de la Iglesia. Se trata fundamentalmente de dos
errores: el gnosticismo y el montanismo. El gnosticismo trataba de dar una explicación racional
de la fe, adaptándola a la cultura de su tiempo y acogiendo los mitos de
las religiones orientales. Para esto no dudan en mutilar gravemente los libros sagrados,
rechazan arbitrariamente los pasajes que les estorban, y se inventan revelaciones de las que
sólo ellos serían depositarios. El montanismo, que es llamado así por su fundador, Montano,
esperaba de un momento a otro el fin de todas las cosas y proponía a los cristianos el
alejamiento completo del mundo, concebido como lugar de perdición. Se mostraban muy
rigurosos frente a los que habían pecado, y quienes no se adherían a sus ideas eran
considerados como extraños a la Iglesia.

¿Quiénes son los Padres Apologistas y cuáles son sus escritos?

En estas circunstancias, el Espíritu Santo, que asiste invisiblemente a su Iglesia según la


promesa de Cristo cuando le dijo a Pedro: "Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi
Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella" (Mt. 16, 18), impulsó a algunos
hombres cristianos que defendieran la fe de la Iglesia con sus apologías, que eran escritos con
el propósito de deshacer las calumnias que se propagaban acerca del cristianismo y de
informar acerca de la verdadera naturaleza de esta nueva religión. A diferencia de los escritos
de los Padres apostólicos, que iban dirigidos a las comunidades cristianas para su instrucción y
edificación, estas apologías iban dirigidas generalmente a un público no cristiano.

Estos autores se suelen agrupar bajo el nombre de Apologetas, aunque no siempre su


intención se limitaba a la simple apologética o defensa del cristianismo: en muchos de estos
escritos hay además una verdadera intención misionera y catequética, con el propósito de
ganar adeptos para el cristianismo entre aquellas personas que se interesaban por el peculiar
modo de vida de los cristianos.

La apología se presenta en dos formas: en escrito defensivo, dirigido directamente a


las autoridades políticas y al mismo emperador, e indirectamente a la opinión pública, sobre
todo a los paganos cultos; y también en forma de diálogo, para resaltar las diferencias entre el
judaísmo y el cristianismo, y la superioridad de este último.

Los apologistas, al pretender expresar el mensaje cristiano de una manera clara y


atractiva para los no cristianos, lo hacen en lo posible según las características mentales de la
propia época. La apologética representa así el primer intento de verter el cristianismo a los
modos de pensar de la cultura griega. En este intento de adaptar el cristianismo a la
mentalidad grecorromana, se les da prioridad a aquellos aspectos que podrían ser
comprendidos con mayor facilidad dentro de esa mentalidad, como por ejemplo, la bondad de
Dios manifestada en el orden del universo, su unicidad, la excelencia moral de la vida cristiana
y la esperanza de la inmortalidad. Por esta razón, los misterios de la salvación por Cristo
crucificado y resucitado, que los paganos más difícilmente podían comprender, quedan como
en un segundo plano. De ahí que la aportación más importante de la apologética cristiana
primitiva es la de que Dios es el Dios universal y salvador de todos los pueblos, sin que ante Él
exista la distinción entre judíos y griegos. Los apologetas, al recoger la doctrina del Dios único y
salvador de todos los hombres, aseguraron el triunfo definitivo del cristianismo frente al
politeísmo pagano.

Principales Padres Apologistas

Entre los Principales Padres Apologistas tenemos a: San Justino, San Teófilo de
Antioquía, San Ireneo de Lion, y San Cipriano. A continuación detallamos una pequeña reseña
de San Justino, San Teófilo de Antioquía, San Ireneo de Lion y San Cipriano.

San Justino

Nació en el año 100, descendiente de una familia helénico-pagana. Fue llamado


el filósofo y mártir por Tertuliano y otros escritores antiguos. Filósofo, por su amor apasionado
a la verdad. Mártir, porque aceptó con absoluta fidelidad la revelación divina y dio testimonio
de ella con la vida, con la palabra y después con su sangre. Es considerado como el más grande
apologista del siglo II. Fundó una escuela en Roma, en la que tuvo por discípulo a Taciano.

Justino estaba convencido de que el cristianismo era odiado y perseguido porque era
desconocido o mal conocido, por eso buscó exponer la doctrina cristiana, y en sus dos
apologías, dirigidas una al emperador Antonino Pío y otra a sus sucesores Marco Aurelio y
Lucio Vero, suplicaba que cuando juzgara a los cristianos se dejara llevar por la justicia, la
piedad y el amor a la verdad.

San Justino también escribió el Diálogo de Trifón, dirigido a los judíos que eran hostiles
a la religión cristiana, a la cual consideraban como una deformación de la religión judía.
Basándose en el Antiguo Testamento, Justino buscó demostrar a los judíos que su religión,
aunque no es errónea, es incompleta, porque no reconocieron en Jesucristo al Mesías
prometido. Fue decapitado junto con otros seis mártires en Roma hacia el año 165 por orden
de Junio Rústico.

San Teófilo de Antioquía

Nació junto al río Éufrates y fue educado en la cultura helénica. Se convirtió ya adulto
al cristianismo y llegó a ser después obispo de Antioquía. Escribió tres libros a Autólico, en los
que intenta mostrar a su amigo la verdad del cristianismo. En el primer libro trata de la esencia
de Dios, de la providencia, de la fe en la resurrección y de la necedad de la idolatría; en el
segundo de la interpretación del Antiguo Testamento; y en el tercero habla de la excelencia
moral del cristianismo. Según Teófilo, sólo el alma pura puede conocer a Dios. "El alma
del  hombre  es como un espejo, que sólo cuando está limpio refleja la  imagen  de quien se
coloca frente a él". De los demás libros que escribió no se conserva ninguno. Fue el primero
que utilizó la palabra Trinitas aplicándola a la divinidad, y el nombre de Madre como título de
la Iglesia. Murió en el año 180.

San Ireneo de Lion

Nació cerca del año 130. Es uno de los Padres más importante de los tres primeros
siglos. Fue discípulo de San Policarpo de Esmirna y, siendo presbítero de la Iglesia de Lion, fue
enviado a Roma para tratar con el Papa San Víctor I algunas cuestiones relativas al
montanismo. A su regreso a Lion encontró que Potino, su obispo, había sido víctima de la
persecución junto con otros conciudadanos, y fue nombrado para sucederle como obispo de
esa ciudad.

San Ireneo ha sido considerado como uno de los primeros teólogos de la Iglesia, ya que
fue uno de los primeros escritores de la antigüedad cristiana que reflexionó con una cierta
sistematización los temas fundamentales de la fe cristiana y elaboró una primera síntesis de la
doctrina cristiana. Se le conoce especialmente por sus escritos contra los gnósticos. Escribió
muchos libros, pero sólo dos de ellos han llegado a nosotros: Denuncia y refutación de la falsa
gnosis, llamada comúnmente Adversus Haereses; y Demostración de la predicación apostólica,
llamada también Epídeixis. Murió en el año 200.

San Cipriano

Nació en Cartago, África, en el año 205. Después de su conversión al cristianismo, hacia


el año 246, decidió llevar una vida austera; distribuyó sus bienes entre los pobres y se hizo
sacerdote. Fue elegido obispo cuando estaba a punto de estallar la persecución de Decio en el
año 250, por lo cual tuvo que huir a un lugar seguro para continuar dirigiendo a
su comunidad a través de sus escritos y acciones. Se opuso a la validez del bautismo
administrado por los herejes. Escribió muchas obras, entre las más importantes están: Ad
Donatum, Ad Demetrianum, De Ecclesiae unitate, De Lapsi, y alrededor 83 cartas.

El mayor aporte que Cipriano nos dio es su doctrina sobre la Iglesia, a la cual
consideraba como el único camino de salvación, y la compara con el arca de Noé y también
con la multitud de granos que forman un sólo pan Eucarístico. Sufrió el martirio durante la
persecución de Valeriano en el año 258.

Escritores Eclesiásticos Apologistas

Existen también apologistas que no cumplen con las cuatro condiciones para ser
considerados Padres de la Iglesia y son llamados escritores eclesiásticos, ya que ayudan de gran
manera a esclarecer el misterio de Cristo, como por ejemplo: Tertuliano, Orígenes, Clemente
de Alejandría, Lactancio, Eusebio de Cesarea y Taciano, entre otros. Entre estos sobresalen
Clemente de Alejandría, Tertuliano y Orígenes.

Clemente de Alejandría

Nació en el año 150 en Alejandría, Egipto o, según otros, en Atenas. Era hijo de padres
paganos. Buscando algo que apagara su sed de conocer la verdad, abrazó el cristianismo y
viajó por Grecia, Italia, Siria, Palestina y Egipto, estableciéndose por fin en Alejandría,
cautivado por un gran maestro de la doctrina cristiana, San Panteno, jefe de la famosa Escuela
Catequística de aquella ciudad. Allí recibió la ordenación sacerdotal, y al partir su maestro para
las Indias, Clemente le sucedió en la dirección de aquella primera escuela cristiana en el año
189. Entre sus discípulos se encontraba Orígenes, al que puso a cargo de la Escuela cuando
tuvo que huir bajo la persecución de Septimio Saverio. Escribió la obra Exhortación a los
griegos, a los cuales se propone convencer para inducirlos a la verdadera religión, haciéndoles
ver la estupidez de las creencias paganas. Murió en el año 215.

Tertuliano

Nació alrededor del año 150, de padres paganos, en Cartago, África. Llegó a ser un
abogado famoso en Roma y conocía perfectamente el latín y el griego. Convertido al
cristianismo a la edad de 40 años, regresó a Cartago y allí se dedicó a la labor literaria
poniendo todo su talento al servicio de la nueva fe y defendiéndola de los ataques de los
perseguidores y de los herejes. Es el primer escritor latino cristiano y fundador de la teología
latina. Con Tertuliano comenzó a forjarse el vocabulario teológico que pasó a
ser patrimonio de la Iglesia Occidental. Defiende sin concesiones la pureza de las costumbres
cristianas, pero luego abandonó la comunión con la Iglesia católica para hacerse montanista,
que respondía a su cristianismo muy rígido. Murió en el año 220.

Orígenes

Nació en el año 185 en Alejandría, en donde su padre Leónidas padeció el martirio, y


durante treinta años dirigió la célebre Escuela Catequística de Alejandría, llevándola a su
mayor florecimiento. Es, después de San Agustín, el máximo representante de la antigua
literatura cristiana. Fue un prolífico escritor que ocupaba a veces hasta veinte copistas. San
Epifanio le atribuye 6000 libros, Eusebio más de 2000 y San Jerónimo cita más de 800. Entre
los más importantes tenemos: Contra Celso, De principiis y Exhortación al martirio, dirigida a
dos amigos a quienes exhortaba a resistir con constancia. Orígenes murió en Palestina como
resultado de su encarcelamiento y tortura bajo el emperador Decio, en el año 253.

Marco Histórico de los Padres de la Iglesia del Siglo IV y V: la edad de oro

El fin de la época de los Padres apologistas comienza con un período de florecimiento


que se inicia con el Concilio de Nicea en el año 325, y concluye con el concilio de Calcedonia en
el año 451. Es la época de un gigantesco esfuerzo por la completa evangelización del mundo
antiguo, a la cual se le llama Edad de oro de los Padres.

A comienzos del siglo IV nuevos panoramas se abren a la vida de la Iglesia. Después de


casi tres siglos de persecuciones comienza un largo período de paz que facilitó
extraordinariamente la expansión y el desarrollo del cristianismo. La fecha clave de
este cambio se sitúa en el año 313, cuando el emperador Constantino, agradecido al Dios de
los cristianos por la victoria militar que le aseguró el dominio del Imperio romano, promulgó
el edicto de Milán con el que quedaron revocadas las leyes contrarias a la Iglesia. A partir de
entonces, el cristianismo quedaba reconocido como religión y se le permitía a sus adeptos
trabajar en las estructuras del estado. Más tarde, el emperador Teodosio, en el año 380,
prohibió el culto pagano y el cristianismo fue declarado como religión oficial del imperio
Romano.

Con la llegada de la paz religiosa, los cristianos pudieron edificar sus propias iglesias.
Fueron levantadas las grandes basílicas en Roma, como las de San Juan de Letrán, San Pedro y
San Pablo; y en Palestina, la basílica de la Natividad en Belén, y las del Santo Sepulcro y Monte
de los Olivos, en Jerusalén. Al mismo tiempo se emprendió la evangelización progresiva de la
gente del campo. En esta obra de evangelización destacaron los monjes, como San Antonio
Abad y San Benito.

También fuera de los territorios sometidos al Imperio Romano se propagó


con fuerza el cristianismo, pero luego se frenó por la proliferación de herejías en torno a los
dos grandes misterios centrales de la fe: el de la Santísima Trinidad y el de la Encarnación.

El misterio de la Santísima Trinidad se discute en el siglo IV y comienzos del siglo


siguiente contra el arrianismo, el cual negaba la igualdad substancial entre el Padre y el hijo,
poniendo a Jesucristo inferior al Padre. Esta herejía fue combatida en el Concilio de Nicea y en
el de Constantinopla I en los años 325 y 381.

El misterio de la Encarnación, se discute en el siglo V contra el nestorianismo y el


monofisismo. El nestorianismo hacía de Jesucristo un hombre perfectísimo, habitado por la
divinidad, pero solo hombre. Esta herejía fue condenada en el Concilio de Éfeso, en el año 431,
en donde se declara la divinidad de Jesús y la maternidad divina de María.

El monofisismo afirmaba que tras la unión del Verbo con la carne, la naturaleza
humana de Cristo había sido absorbida por el Verbo, o al menos disminuida, lo cual es
condenado en el Concilio de Calcedonia del año 451, en donde se declara el dogma de la unión
hipostática de las dos naturalezas de Cristo: humana y divina, en la segunda persona de la
Santísima Trinidad.

Casi todas las grandes controversias teológicas se originaron en el Oriente cristiano y


allí, en efecto, se resumieron en los cuatro primeros Concilios ecuménicos. La única discusión
teológica desarrollada en occidente fue promovida por Pelagio, que negaba la existencia del
pecado original y afirmaba que la gracia no era necesaria para hacer el bien. Esta herejía fue
rebatida por San Agustín, la cual fue condenada por un Concilio provincial.

Gracias al influjo del Espíritu Santo sobre los Santos Padres, de manera que pudieran
cumplir con la misión de defender y exponer la genuina fe de la Iglesia, y a los Concilios
ecuménicos en los que los obispos se reunieron para dilucidar tan graves cuestiones
teológicas, la fe de la Iglesia salió indemne y fortalecida e hicieron que fuera más consciente y
vívida en la práctica.

Los Padres Orientales

Son muchos los Padres de la Iglesia en este período, pero los más importantes son
aquellos a los que se les atribuye el titulo de Doctor eclesiástico, tanto Padres Orientales como
Padres Occidentales o Latinos.

Los considerados como más destacados son los siguientes:

San Basilio Magno

Nació en Cesarea de Turquía el año 329. Basilio significa Rey y perteneció a una familia
de santos. Estudió en Atenas y Constantinopla. Fue retórico, monje y obispo de Cesarea; un
gran predicador e interprete de la Biblia, maestro de ascética y legislador del monacato
Oriental; por esto se le considera como el precursor de la vida monástica en Oriente.

Después de haber recibido la ordenación Sacerdotal, Basilio fue llamado a regir la


diócesis de Cesarea de Capadocia y tuvo que dedicarse a defender el dogma cristiano contra el
arrianismo, que se había vuelto poderoso por el apoyo del emperador Valente. Basilio, al igual
que San Atanasio, supo apoyarse en la autoridad del Romano Pontífice para desenmascarar
este error.

El tema que trataba con más frecuencia y con más fuerza era el de la caridad y el de la
ayuda a los hermanos necesitados. De San Basilio son aquellas famosas palabras: "Óyeme
cristiano que no ayudas al pobre: tú eres un verdadero ladrón si pudiendo ayudar no ayudas".
Pero no se contentaba sólo con las palabras: en las puertas de Cesarea dio vida a una autentica
ciudad de la caridad con hospicios, orfelinatos, hospitales, laboratorios y escuelas artesanales.
Basilio murió en Capadocia, Turquía, en el año 379.

San Gregorio Nacianceno

Nació en el mismo año de San Basilio, en el 329. Fue un alma contemplativa llevada, a


pesar suyo, al campo de la acción. Y un hombre estudioso y poeta que tanto por su excelente
doctrina y como por su elocuencia, mereció el apelativo de teólogo. Proclamó abiertamente la
divinidad del Espíritu Santo y trazó los primeros rasgos de la Cristología que luego se
desarrollaría en el siglo V. Su apasionado discurso de despedida cuando tuvo que abandonar
Constantinopla, de la que era obispo desde el año 381, a causa de los diversos bandos que
dividían a su Iglesia, es muy famoso. En sus poemas morales decía: "todo es inestable, para
que amemos las cosas estables". Gregorio se retiró a Nacianzo, en donde murió el 25 de enero
del año 389 o 390.

San Juan Crisóstomo

Nació en Antioquía, probablemente en el año 349. En sus años juveniles llevó una vida
monástica en su propia casa, y luego, cuando murió su madre, se retiró al desierto en donde
estuvo durante 6 años. De allí fue llamado a la ciudad y fue ordenado diácono y después de 5
años fue ordenado sacerdote, convirtiéndose en un celoso colaborador en el gobierno de la
Iglesia de Antioquía.

La especialización pastoral de Juan era la predicación, en la que sobresalía por sus


cualidades oratorias y su profunda cultura; de allí el sobrenombre de Crisóstomo, que
significa boca de oro, que le fue dado después por los bizantinos. Fue llamado a suceder al
patriarca Netario en la catedral de Constantinopla. Emprendió inmediatamente una actividad
pastoral y organizativa que suscitó admiración y desconcierto. Juan era un predicador
insuperable, pero no era diplomático y por eso no se cuidó de las intrigas de la corte bizantina.
Fue depuesto ilegalmente por un grupo de obispos dirigidos por Teófilo, obispo de Alejandría,
y desterrado con la complicidad de la emperatriz Eudosia Inmediatamente después fue
llamado por el emperador Arcadio, pero luego de dos meses fue nuevamente desterrado.
Durante este último viaje, el 14 de septiembre del año 407, murió. De sus numerosos escritos
se tiene un pequeño volumen sobre el sacerdocio, que es una obra clásica de la espiritualidad
sacerdotal.
San Atanasio

Nació en Alejandría de Egipto en el año 295, y es la figura más dramática y


desconcertante de la rica galería de los Padres de la Iglesia. Empeñado en defender la doctrina
ortodoxa durante la gran crisis arriana, inmediatamente después del concilio de Nicea pagó su
heroica resistencia a la herejía con cinco destierros decretados por los emperadores
Constantino, Constancio, Julián y Valente.

Arrio, un sacerdote salido del seno de la iglesia de Alejandría, amenazaba con atacar
el corazón mismo del cristianismo, y es por eso que San Atanasio dice: "si Cristo no es Hijo de
Dios y Él mismo no es Dios, ¿a qué queda reducida la redención de la humanidad?". "Si el Verbo
de Dios no es Dios, igual en todo a su Padre, ¿cómo podrá divinizarnos?". San Atanasio en su
primera obra, que es una apología contra los paganos, esboza acerca de la Encarnación del
Verbo las grandes líneas de su Cristología: "El Verbo de Dios se hizo hombre para que nosotros
nos hagamos Dios". Aparte de escritos de circunstancias, como la Apología a
Constancio, Apología contra los Arrianos,  Historia  de los Arrianos para los Monjes, los decretos
del Concilio de Nicea, los Sínodos y otras más, su obra principal es un tratado en
tres libros contra los Arrianos. Hacia el fin de su vida diseña una teología del Espíritu Santo en
sus cuatro cartas a Serapión. Una vida de San Antonio Abad y un tratado de la virginidad,
hacen de San Atanasio el doctor del ascetismo y un maestro de la perfección cristiana. Murió
en el año 373.

San Cirilo de Jerusalén

Nació de padres cristianos en el año 315. Tuvo alguna simpatía por los arrianos, pero
se separó de ellos muy pronto y se adhirió a los semi-arrianos, a los cuales también abandonó
adhiriéndose a la doctrina ortodoxa de Nicea. Más tarde combatió repetidas veces la doctrina
de los arrianos, hablando de este modo sobre la Trinidad: "Nuestra esperanza está en el Padre,
el Hijo y el Espíritu Santo. No predicamos tres Dioses. No admitimos en la Trinidad ni confusión,
ni separación como lo hacen otros". Estas últimas palabras son sin duda una alusión evidente a
los partidarios de Arrio. Por este motivo fue varias veces desterrado, bajo los emperadores
Constancio y Valente, y el primer Concilio Ecuménico de Constantinopla, en el que participó
Cirilo, reconoció la legitimidad de su episcopado. Las primeras incertidumbres de
su pensamiento teológico, demoraron en occidente el reconocimiento de su santidad.

En efecto, su fiesta fue instituida sólo hasta 1882. El Papa León XIII le concedió el título
de Doctor de la Iglesia por las 24 Catequesis que Cirilo compuso probablemente a comienzos
de su episcopado y que él dirigía a los catecúmenos que se preparaban para recibir los
sacramentos. De las primeras 19, trece están dedicadas a la exposición general de la doctrina,
y cinco, llamadas mistagógicas, es decir, que iniciaban en el misterio de la religión cristiana,
están dedicadas al comentario de los ritos sacramentales de la iniciación cristiana. Las
catequesis de San Cirilo las comunicaba a la comunidad cristiana en los tres principales
santuarios de Jerusalén, es decir, en los mismos lugares de la redención, en los que, según la
expresión del predicador, no sólo se escucha, sino que "se ve y se toca". San Cirilo de Jerusalén
dirigió su Iglesia desde el año 350 hasta su muerte, en el año 386.

San Cirilo de Alejandría


Nació en el año 370, y desde el año 412 tuvo firmemente en sus manos las riendas de
la Iglesia de Egipto. Cierra gloriosamente la edad de oro de la literatura Patrística en Oriente.
Fue un fuerte adversario de Nestorio, a quien hizo condenar en el Concilio que presidió en
Éfeso, y es el gran teólogo de la Unión Hipostática.

Además de ser el defensor del Verbo encarnado y de la maternidad divina de María, el


título de gloria para el obispo de Alejandría fue el haber elaborado en esta ocasión una
autentica y clara teología de la Encarnación. Afirma que "el Emanuel tiene con  seguridad  dos
naturalezas: la Divina y la Humana. Pero el Señor Jesús es uno, único verdadero hijo natural de
Dios, al mismo  tiempo  Dios y Hombre; no un Hombre deificado, semejante a los que por gracia
se hacen participes de la divina  naturaleza, sino Dios Verdadero, que por nuestra salvación
apareció en la forma humana". De particular interés ésta es la cuarta de las siete homilías que
pronunció durante el Concilio de Éfeso.

En un importante ejemplo de predicación mariana, que da comienzo a un rico


florecimiento de la literatura en honor de la Virgen, Cirilo celebra las grandezas divinas de
la misión de María, que es verdaderamente Madre de Dios, por la parte que tuvo en la
concepción y en el parto de la humanidad del Verbo hecho carne. En efecto, además de sus
trabajos exclusivamente doctrinales, tenemos de él 156 homilías sobre San Lucas,
de carácter pastoral y práctico, y las más conocidas cartas pastorales, que se encuentran en 29
Homilías pascuales. Murió en el año 444.

San Juan Damasceno

Nació a mediados del siglo VII de una familia árabe cristiana, y murió en el año 749. Es
considerado el último representante de la patrología griega por sus obras monumentales,
como La fuente del conocimiento. Su actividad literaria es multiforme; pasa con autoridad de
la poesía a la liturgia y de la elocuencia a la filosofía y la apologética.

En el período del emperador de Bizancio, León XIII Isáurico inauguraba


la política iconoclasta; es decir, el destierro de todas las imágenes sagradas, cuyo culto era
considerado como un acto de idolatría. Desde Jerusalén, bajo el dominio árabe, se hizo oír una
voz en favor del culto de las imágenes, la del entonces desconocido monje Juan Damasceno o
de Damasco, que con sus tres discursos en favor de las sagradas imágenes, impuso
inmediatamente la atención del mundo cristiano. El emperador, no pudiendo atacar
directamente al monje, recurrió vilmente a la calumnia haciendo falsificar una carta de Juan en
la que éste supuestamente habría tramado una conjuración para restituir al emperador
bizantino.

En esta disputa, Juan pudo demostrar toda su preparación teológica puesta al servicio,
no sólo del patriarca de Jerusalén, sino de toda la Iglesia. En efecto, el segundo Concilio de
Nicea, en reparación de las injurias recibidas por el defensor de la ortodoxia, proclamó no sólo
su ciencia, sino también su santidad.

Los Padres Occidentales o Latinos:  Biografías  y aportes a la Iglesia

A continuación se incluyen las breves reseñas de los principales Padres Occidentales o


Latinos: San Hilario de Poitiers, San Ambrosio, San Jerónimo, San Agustín, San León Magno,
San Pedro Crisólogo, San Gregorio Magno y San Isidoro de Sevilla.
San Hilario de Poitiers

Nacido en el año 315, es llamado el Atanasio de Occidente. Luchó con igual ardor
contra los arrianos y resistió con firmeza al emperador Constancio. Desterrado a Frigia durante
4 años, llegó a las Galias (Francia), en donde se puso al corriente de la doctrina de los Padres
griegos, y compuso el De Trinate, que defiende, con el testimonio de la Escritura, la divinidad y
la generación eterna del Verbo.

La obra Hilario ejercerá mucha influencia sobre el De Trinate de San Agustín. Fue
azotado públicamente varias veces, y reanimó la fe de los católicos débiles y vacilantes
de Asia Menor. A su regreso a las Galias, Hilario restauró allí la ortodoxia. En su
obra Exegética comenta a San Mateo y los Salmos y explica los misterios del Antiguo
Testamento. Él afirmaba la unidad de la naturaleza divina, así como la distinción personal del
Padre y del Hijo: "Lo que los hace diferentes es la relación de origen, pues el Padre ha
engendrado al Hijo sin disminución de su ser, y el Hijo recibe en sí todo del Padre, siendo
totalmente igual a El". San Hilario murió en el año 368.

San Ambrosio

Nació en Tréveris, en el año 340. Pertenecía a la nobleza romana y era gobernador de


las provincias del Norte de Italia. Sólo era un catecúmeno cuando el pueblo de Milán lo eligió
como obispo por aclamación en año 374. Destacó no sólo como predicador y poeta, sino como
defensor intrépido de la fe. Su influencia fue decisiva en la situación religiosa de su tiempo y
dio el golpe de gracia al paganismo agonizante. Promovió con afán la piedad cristiana, luchó
con denuedo contra los arrianos, e impidió el restablecimiento de la idolatría en el senado
de Roma.

San Ambrosio contribuyó mucho a la conversión de San Agustín. Dejó muchas homilías
y tratados, entre ellos el de la Virginidad, y varios himnos que aún se cantan en la iglesia.
Murió en el año 397.

San Jerónimo

Nació en el año 343, y estudió las letras humanas en Roma. Recorrió las Galias
(Francia) y Palestina, en donde trató con los doctores más eruditos de los hebreos. Durante
algún tiempo fijó su residencia en Antioquía, en donde el obispo Paulino le ordenó de
sacerdote. De allí fue llamado a Roma por el Papa San Dámaso y, por orden suya, preparó
la edición latina de la Biblia, a la que se llamó la Vulgata, y que hasta hoy sirve de texto en la
Iglesia.

A la muerte del Papa, Jerónimo volvió a Palestina donde continuó y concluyó la versión
latina de las Sagradas Escrituras en su monasterio de Belén. Con sus vastos conocimientos en
las lenguas griega, caldea y hebrea, pudo como ninguno en su tiempo penetrar el sentido de
los textos sagrados. Además de la Vulgata, San Jerónimo dejó muchas y preciosas obras
dogmáticas e históricas y un gran número de cartas importantísimas. Murió en el año 420.

San Agustín

Nació en el año 354. Es considerado el máximo Doctor de la Iglesia de aquellos


tiempos. Moldeó las doctrinas de la Iglesia de la Edad Media. Vivió en el pecado y la herejía
hasta la edad de 33 años. Se convirtió gracias las oraciones de su madre, Santa Mónica, y a las
exhortaciones de San Ambrosio, el cual lo bautizó. Después de la muerte de su incomparable
madre, distribuyó sus bienes a los pobres y se retiró a la soledad. Fue consagrado Obispo de
Hipona, en el Norte de África, a los 40 años. Es el padre de los religiosos agustinos.

Incansable escritor, combatió sin tregua el maniqueísmo, que enseñaba que existen
dos principios eternos: el bien y el mal, la luz y las tinieblas, en lucha permanente. Luchó
también contra el donatismo, que enseñaba que la Iglesia no debe perdonar a los pecadores, y
que como católicos, solamente pueden ser admitidos los que son totalmente puros. San
Agustín fue llamado el Doctor de la Gracia por sus luchas contra el pelagianismo. Su obra más
célebre es La Ciudad de Dios, que es la más excelente apología de la antigüedad cristiana, y
uno de los más profundos ensayos de la filosofía de la historia. También es muy reconocida su
autobiografía, llamada Las Confesiones, en la que desnuda su alma con sinceridad y candor.

En la sincera adhesión a la verdad cristiana y en la multiforme actividad pastoral,


encuentra la paz del corazón que anhelaba su espíritu atormentado por los afectos terrenos y
por la sed de la verdad, como él mismo afirma: "Nos has creado para ti, Señor, y nuestro
corazón está inquieto mientras no descanse en ti". Murió en el año 430.

San León Magno

Nació en Toscana a Finales del siglo IV. Es recordado en los textos de historia por el
prestigio moral y político que demostró ante la amenaza de los hunos de Atila y de los
vándalos de Genserico. Habiendo sido elegido Papa en el año 440, León, en sus veintiún años
de pontificado, llevó a cabo la unidad de toda la Iglesia alrededor de su sede, impidiendo
usurpaciones de jurisdicción, arrancando de raíz los abusos de poder y frenando las
ambiciones del patriarcado constantinopolitano y del vicariato de Arles. Sus ciento cuarenta y
una epístolas tratan importantes asuntos de disciplina y fe. Sus señaladas victorias sobre los
maniqueos, los arrianos, los nestorianos, los monofisitas, los donatistas y los novatianos, que
iban en contra de la potestad de la Iglesia para readmitir a los pecadores y perdonar los
pecados mortales, dan prueba de su celo.

De espíritu muy comprensivo y previsor, no se detiene en los asuntos particulares de


una cuestión doctrinal y, sin embargo, participa activamente en la elaboración dogmática del
grave problema teológico tratado en el Concilio ecuménico de Calcedonia, pedido por el
emperador de Oriente para condenar el monofisismo, que negaba la naturaleza de Cristo. León
fue el primer Papa que recibió para la posteridad el epíteto de Magno, es decir, el grande, no
sólo por sus cualidades literarias y la firmeza con la que mantuvo en su vida ante el decadente
imperio de Occidente, sino por la solidez dogmática que demuestra en sus cartas, en sus
sermones y en las oraciones litúrgicas de la época. El Papa San León Magno murió en el año
461.

San Pedro Crisólogo

Nació en Imola en el año 380. Mereció el apelativo de Crisólogo, es decir, hombre de la


palabra de oro, por ser el autor de destacados sermones, ricos en doctrina. De él se conservan
176 homilías breves, de estilo popular y muy expresivo, en las que explica el Evangelio y el
Padre Nuestro, o muestra ejemplos de santos para imitarlos y exaltar las virtudes del
verdadero cristiano. Elegido obispo de Rávena en el 424, Pedro Crisólogo se mostró
inmediatamente como un buen pastor, prudente y sin ambigüedades doctrinales. Escuchaba
con igual condescendencia y caridad tanto a los humildes como a los poderosos.

En el momento histórico en el que a los desgarramientos del Imperio romano, dividido


internamente y atacado exteriormente por las migraciones bárbaras, se unían las protestas de
la iglesia de Constantinopla, que pretendía el primado jerárquico, negando naturalmente el de
Roma, la respuesta del obispo de Rávena es una clara profesión de fe. Murió en el año 450.

San Gregorio Magno

Nació en el año 540. Se le ha llamado el fundador de la Edad Media y es uno de los más
grandes pontífices de la Iglesia. Fue prefecto de su ciudad natal, pero renunció a todos los
honores del mundo para consagrarse como monje al servicio de Dios. Fue aclamado Papa por
el pueblo, y su pontificado de 14 años fue uno de los que más ha dejado huella en la historia
de la Iglesia. Trabajó activamente por la conversión de los lombardos, que habían ocupado el
norte de Italia, y logró mantener la inestable paz entre los bizantinos, dueños del centro y sur
de la Península. Fue el verdadero padre de Roma en las calamidades que padeció esta ciudad.

Su obra litúrgica aún perdura, y dio gran desarrollo al canto litúrgico


llamado Gregoriano. Murió en el año 604.

San Isidoro de Sevilla

Nació en el año 560. Es el último de los padres latinos, y resume en sí todo


el patrimonio de adquisiciones doctrinales y culturales que la época de los Padres de la Iglesia
transmitió a los siglos futuros. Se formó con la lectura de San Agustín y San Gregorio Magno.
Fue un escritor enciclopédico muy leído en la Edad Media, sobre todo por sus obras
etimológicas, que constan de 20 libros de cultura clásica y patrística.

Su principal preocupación como obispo fue la de lograr una madurez cultural y moral
del clero español. Para esto fundó un colegio eclesiástico, prototipo de los futuros seminarios.
Fue autor de muchos libros que tratan de todo saber humano, desde la agronomía hasta
la medicina, de la teología hasta la economía doméstica. Fue el obispo más popular y
autorizado de su tiempo. Presidió el cuarto Concilio de Toledo en el año 633, y murió en el año
636.

Conclusión

Después de este breve resumen, resulta impresionante comprobar cómo los Santos
Padres de principios del cristianismo supieron fecundar con el mensaje evangélico la cultura
griega y latina. En algunos casos fueron creadores de culturas, como en Armenia, en Etiopía y
en Siria, y sentaron las bases para la gran floración de la época medieval, pues prepararon la
inserción de los pueblos germánicos en la raíz del evangelio, pertenecientes a una tradición
cultural completamente diversa.

Si quisiéramos resumir las razones que nos motivan a estudiar las obras de los Padres,
podríamos decir que ellos fueron, después de los apóstoles, como dijo San Agustín, los
sembradores, los regadores, los constructores, los pastores y los alimentadores de la Iglesia,
que pudo crecer gracias a su acción vigilante e incansable. Para que la Iglesia continúe
creciendo es indispensable conocer a fondo su doctrina y su obra, que se distingue por ser al
mismo tiempo pastoral y teológica, catequética y cultural, espiritual y social, y se puede
denominar como única con respecto a cuanto ha sucedido en otras épocas de la historia.

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