La Centralidad de La Liturgia en La Vida de La Iglesia
La Centralidad de La Liturgia en La Vida de La Iglesia
La Centralidad de La Liturgia en La Vida de La Iglesia
Iglesia
El santo concilio Vaticano II, después de haber escuchado y asimilado el clamor de la
Iglesia, representada por algunos teólogos influyentes, abrió nuevos horizontes
hermenéuticos sobre el sentido auténtico del culto divino como fuente y cumbre en la vida
de la Iglesia, dejando de lado la concepción de liturgia como un simple elemento externo o
como la regulación celebrativa mediante leyes y normas; que reducían su significado más
pleno.
Es por eso que, por medio de estas reflexiones a la luz de la constitución dogmática
Sacrosantum Concilium y la conferencia del presbítero Alejandro Pérez Verdugo, sacerdote
de la Diócesis de Málaga y doctor en Liturgia; se pretende exponer cinco aspectos que se
consideran fundamentales en esa nueva manera de ver la vida litúrgica de la Iglesia.
I. La presencia de Cristo en la liturgia (SC 7)
De manera admirable, para acompañar, guiar y apacentar a su esposa la Iglesia, Cristo está
presente hasta el fin de los tiempos (cfr Mt 28, 20), sobretodo en la liturgia, por eso, no se
puede concebir como sólo el culto que el pueblo dirige a Dios para expresar su fe
(movimiento ascendente), sino también conforme a la santificación que Cristo da al hombre
(movimiento descendente).
En ese sentido, la liturgia es una acción de la Iglesia, que celebra el misterio Pascual con un
hoy perenne, es decir, siempre actual, y de Cristo, que, siendo el centro de toda acción
celebrativa, bendice con su presencia al pueblo que él adquirió con su sangre en el
sacrificio de la cruz.
Esa presencia del Señor se manifiesta de diversas maneras en el culto: La misa, las especies
sacramentales, las palabras, la oración, los ministros, la asamblea, el año litúrgico y,
sobretodo en su Palabra y los sacramentos.
II. La liturgia es cumbre y fuente (SC 10)
De La liturgia, que ocupa un lugar especial en la Iglesia, emana todo el deseo por
comunicar y trasmitir el misterio de Cristo que se revela a los hombres, y tiene su finalidad
en ella pues, toda la actividad de la Iglesia tiene su fundamento en el culto.
Por eso, los ministerios proféticos (anuncio del Evangelio) y pastorales (la catequesis) están
subordinados al litúrgico, porque en él encuentran su máxima expresión y de él extraen su
eficacia. Así ocurre en la vida de Cristo, pues el anuncio del Reino, los milagros y su vida
pública, se plenifican en la cruz, con su sacrificio redentor.
Pero, la liturgia no agota toda la vida de la Iglesia (SC 9), pues para celebrar primero hay
que creer, y la vida espiritual se enriquece con otros elementos como la oración personal y
los actos de piedad popular, que están subordinados a la acción de toda la Iglesia, es decir
al culto, y hallan todo su sentido en él.
III. La participación activa de los Fieles (SC 14)
No se puede concebir a la asamblea litúrgica como simple espectadora de un grupo
reducido que actúan como protagonistas (los ministros de la Iglesia), ya que toda la Iglesia
es sacerdotal desde el bautismo, incluso los laicos que participan del sacerdocio común
Por eso, incluso antes del concilio, se veía la preocupación de una participación más activa
por parte de los fieles, en donde todos se involucren en la acción litúrgica, de tal manera
que el único protagonista fuese el Señor: esa fue un elemento decisivo para la reforma.
Bajo ese horizonte los padres conciliares dieron apertura a esa participación, mediante unas
reformas, a saber: los sacramentos en lenguas vernáculas, la interacción de los fieles, la
participación mediante ministerios, el canto, entre otras cosas.
IV. Una Teología Litúrgica (SC 5)
La liturgia ya no puede ser concebida como un elemento alejado de la historia de la
salvación, pues está indiscutiblemente, insertada en ella por Cristo que es el centro de ella
misma. Pues en los sacramentos, el Señor actualiza su obra de salvación dada a los
hombres, mediante la fe.
Por eso, hay que Celebrar, y celebrar bien, los misterios de la salvación, porque cada vez
que celebramos se actualiza la obra salvadora de Dios. En definitiva, mediante la liturgia,
La Iglesia se inserta en esa historia de la salvación mediante la nueva alianza que Cristo
selló con su sangre
V. Necesidad de la Formación Litúrgica (SC 15 – 19)
Todo lo que se ha dicho hasta ahora, es lo esencial de la reforma, y se llegará a su máxima
comprensión, en la medida en que se creen espacios concretos para la asimilación de esa
realidad, la teología Litúrgica también es fundamento de la fe, y tiene que ser Aprehendida
y amada por los que confiesan a Cristo como su Señor y salvador, bajo esa perspectiva no
es exclusivo de los ministros, sino que debe estar destinada a todo el pueblo de Dios.
Sin embargo, en esta tarea nos hemos quedado cortos, pues no hemos llegado a comprender
con plenitud la riqueza que poseemos en la acción litúrgica que es de la Iglesia. Pero no por
la comunidad de creyentes se debe quedar pasmada, sino que ha de ir en búsqueda de ese
don, para vivir, experimentar y conducir su vida de fe.