Resumen Penal de La Siglo 21
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1Conceptos+fundamentales+del+Derecho+Penal 2
2Derecho+Penal+y+Constituci%C3%B3n+%E2%80%93+Garant
%C3%ADas+Constitucionales 22
3La+evoluci%C3%B3n+hist%C3%B3rica+de+las+ideas+penales 33
4La+Ley+Penal 45
5El+tipo+-+primera+parte 67
6El+tipo+-+segunda+parte 90
7Introducci%C3%B3n+-+La+acci%C3%B3n 144
8La+antijuridicidad 165
9Causas+de+justificaci%C3%B3n 178
10Etapas+de+realizaci%C3%B3n+del+delito 187
11La+culpabilidad 195
12Participaci%C3%B3n+criminal 230
13Unidad+y+pluralidad+delictiva 243
15La+determinaci%C3%B3n+de+la+pena 250
16La+ejecuci%C3%B3n+penal 266
17Las+penas 299
18Punibilidad 313
Conceptos
fundamentales del
Derecho Penal
Derecho
Penal I
1
Conceptos fundamentales del
Derecho Penal
Introducción: nociones básicas.
El cuadro que mostramos a continuación nos presenta al derecho penal como una de las
ramas del derecho público:
La construcción de una idea que intente mostrar qué es el Derecho Penal, no es de fácil
diagramación, ni siquiera para los que han dedicado su vida al estudio de la materia. La
expresión Derecho Penal, aparece como una expresión multívoca, de la cuál se pueden
predicar muchas significaciones. En el tratamiento de los denominados conceptos
fundamentales se estudia la definición que involucra la expresión Derecho Penal.
Así veremos que el Derecho Penal es: la rama del ordenamiento jurídico que regula la
potestad estatal de castigar determinando lo que es punible y sus consecuencias.
Desde esta definición puede verse que el poder punitivo del estado no es absoluto sino
que su ejercicio está necesariamente revestido de una serie limitaciones contenidas en el
texto de la constitución, en las formas procesales, en la jurisdicción supraestatal, y que
gran parte de estas limitaciones son explicadas y desarrolladas por sus diferentes
elaboraciones dogmáticas.
Esta potestad limitada de punición implica que -ante la lesión de un bien considerado
merecedor de protección por parte de la ley penal- el Estado –a través de los organismos
preparados a tal efecto- tiene la posibilidad de aplicar penas y/o medidas de seguridad al
infractor.
Derecho Penal y Control Social.
Diversas acepciones de Derecho Penal.
1era.) Acepción “Derecho Penal” como ciencia o dogmática jurídico penal: aquí estamos
haciendo referencia a la disciplina que interpreta y desarrolla los preceptos legales y las
opiniones científicas en el ámbito de la materia.
2da.) Acepción “Derecho Penal” en sentido subjetivo: aquí estamos haciendo referencia a
facultad estatal de castigar.
3era.) Acepción “Derecho Penal” en sentido objetivo: aquí estamos haciendo referencia a
las normas del derecho positivo que regulan aquella potestad punitiva.
Las “formas de control social” pueden dividirse en informales y formales. El derecho está
entre las segundas. Dentro de las primeras pueden mencionarse por ejemplo el sistema
educativo, el medio laboral en que el ciudadano se desenvuelve, su sistema moral, su
sistema religioso, etc.
Todos estos sistemas intentan evitar o disminuir hechos que serían considerados por la
sociedad como ofensivos, irritantes o lesivos. También prevén sanciones para las
conductas que transgreden los límites que intentan imponer (ej. una mala conducta en la
escuela puede provocar la imposición de amonestaciones, las que pueden tener varias
finalidades, castigar al autor, incentivarlo para que no vuelva a cometer infracciones, e
incentivar a sus compañeros para que no cometan el mismo acto, etc.). El derecho penal
–en otro nivel- intenta –conjuntamente con otras finalidades- lograr objetivos similares.
Funciones del derecho Penal:
Existen en este tema fundamental del derecho penal una especial disparidad de criterios
u opiniones sobre cuáles son –o deberían ser- las funciones del derecho penal. A
continuación expondremos brevemente las más relevantes.
Conviene en este punto destacar la opinión de Díez Repollés quien señala que el
concepto de bien jurídico, surgido de la profundización en la idea de la antijuricidad
material frente a la mera antijuricidad formal propia del más estricto positivismo jurídico,
se ha configurado en los últimos tiempos como un instrumento técnico-jurídico de
primordial importancia en la determinación penal de los presupuestos esenciales para la
convivencia social. Por medio de él se dota al Derecho penal de un catálogo de bienes
con las cualidades necesarias para acomodarse a los principios estructurales de la
intervención penal, singularmente al de lesividad, y capaces por otro lado de configurar,
en su entorno, preceptos que describan conductas que los lesionen o pongan en peligro.
En palabras de Ferrajoli “el problema del bien jurídico no es otra cosa más (y nada
menos) que el problema de los fines del derecho penal”.
1
Jiménez de Asúa señala que en realidad el primero que expuso estas ideas fue Carlos Tittmann (“Versch
über die wissenschafiliche Bebandlung des peinlichen Rechts, Leipzig, 1798). Zaffaroni señala que “Se
atribuye el nombre, aunque entendido como objeto material afectado, a Birnbaum. Ver: Zaffaroni-Aliaga-
Slokar . Derecho Penal Parte General. Ed. Ediar, Bs. As. 2000. Pág. 463, nota 5°.
2
Citado textualmente por Bustos Ramírez, Juan; Manual de Derecho Penal Español, Parte General. Ed.
Ariel Derecho 1984. Barcelona, pág. 51.
3
Citado por Beraun Sánchez, David, pág. 646, “El Bien Jurídico en el Derecho Penal” Revista Peruana de Ciencias
Penales N° 9. Año V. 1999
identificada con la lesión de un derecho subjetivo) generó la réplica casi inmediata de
Birnbaum, para quien el delito no lesionaba derechos subjetivos sino directamente
bienes, que le habían sido otorgados al hombre por la naturaleza o por la sociedad y
estarían colocados en la esfera prejurídica de la razón o de la naturaleza de las cosas 4.
De motivación:
Una de las funciones del derecho penal es la de intentar motivar a la sociedad para que
mantenga una conducta conforme a derecho. En este sentido puede decirse que cumple
una función de “prevención general positiva”, esto decir, envía un mensaje al ciudadano
que mantiene una conducta fiel al derecho haciéndole saber que no será sancionado, y
para quien opte por transgredir la norma, envía una amenaza de aplicación de la pena o
sanción que el ordenamiento prevé de antemano para tal conducta. La intención es que
la sociedad logre una conformación uniforme y de respeto frente al derecho, ya sea por
miedo a la amenaza de sanción (prevención general negativa), o mediante el refuerzo de
la creencia en el sistema (prevención general positiva).
El autor de que representó esta teoría (es decir que el derecho penal protege “valores
éticos sociales”) fue Hans Welzel (1997). Este importantísimo autor señalaba “El derecho
penal quiere proteger antes que nada determinados bienes vitales de la comunidad
(valores materiales), como por ejemplo, la integridad del Estado, la vida... (Los llamados
4
Fernández Gonzalo, Ensayos sobre Culpabilidad, Colección Jurídica y Social Nº 32, Sec. De Postgrado y Ss. A
Terceros, FCJS, UNL, Santa Fe, 1994, pág. 53.
5
Trabajo elaborado por el Dr. José Manuel Núñez, “Enciclopedia Jurídica Omeba”, Tomo II, B-Cla, Ed. Bibliográfica
Argentina.
bienes jurídicos), de ahí que impone consecuencias jurídicas a su lesión (al desvalor de
resultado). Esta protección de los bienes jurídicos la cumple en cuanto prohíbe y castiga
las acciones dirigidas a la lesión de bienes jurídicos. Luego, se impide el desvalor
material o de resultado mediante la punición del desvalor de acto. Así asegura la vigencia
de los valores de acto ético-sociales de carácter positivo, como el respeto a la vida ajena,
a la salud... La misión central del Derecho Penal reside pues en asegurar la vigencia
inquebrantable de estos valores de acto, mediante la conminación penal y el castigo de la
inobservancia de los valores fundamentales del actuar jurídico manifestados
efectivamente... Al castigar el derecho la efectiva inobservancia de los valores de la
conciencia jurídica, protege al mismo tiempo los bienes jurídicos a los que están referidos
aquellos valores de acto... Sin embargo, la misión primaria del derecho penal no es la
protección actual de bienes jurídicos, esto es, la protección de la persona individual, de
su propiedad, etc. Pues cuando entra efectivamente en acción, por lo general ya es
demasiado tarde. Más esencial que la protección de determinados bienes jurídicos
concretos es la misión de asegurar la real vigencia (observancia) de los valores de acto
de la conciencia jurídica; ellos constituyen el fundamento más sólido que sustenta al
Estado y la sociedad. La mera protección de bienes jurídicos tiene sólo un fin preventivo,
de carácter policial y negativo. Por el contrario la misión más profunda del Derecho Penal
es de naturaleza ético-social y de carácter positivo. Al proscribir y castigar la
inobservancia efectiva de los valores fundamentales de la conciencia jurídica, revelan en
la forma más concluyente la disposición del Estado, la vigencia inquebrantable de estos
valores positivos de acto, junto con dar forma al juicio ético-social de los ciudadanos y
fortalecer su conciencia de permanente fidelidad jurídica6”. Para Welzel asegurar el
respeto por los bienes jurídicos (esto es: la vigencia de los valores de acto) era más
importante que lograr un efecto positivo en el caso particular actual. Ejemplificaba de esta
forma: detrás de la prohibición de matar está primariamente la idea de asegurar el
respeto por la vida de los demás, en consecuencia la protección de un valor de acto, y
justamente por esto, también es asesino quien destruye arbitrariamente una vida humana
sin valor social, como la de un delincuente condenado a muerte. Señalaba que “el valor
de acto es relativamente independiente del valor material (bien jurídico). Sólo asegurando
los elementales valores sociales de acción se puede lograr una protección de los bienes
jurídicos realmente duradera y eficaz”. Concluye señalando que “la misión del derecho
penal consiste en la protección de los valores elementales de conciencia, de carácter
ético-social, y sólo por inclusión la protección de los bienes jurídicos particulares”, no
obstante en la misma página indica: “misión del derecho penal es la protección de los
bienes jurídicos mediante la protección de los elementales valores de acción ético-
sociales”.
Indicó que bien jurídico era todo estado social deseable que el derecho quiere resguardar
de lesiones, y que la suma de los bienes no constituye un montón atomizado, sino el
orden social, y por eso, la significación de un bien jurídico no ha de apreciarse
aisladamente con relación a él mismo, sino sólo en conexión con todo el orden social. La
6
Hans Welzel. Derecho Penal Alemán. Parte General, 11ava. Edición, Ed. Jurídica de Chile, 1997, pág. 2-7.
protección se efectúa del siguiente modo: mandando o prohibiendo acciones
configuradas de determinada manera. Detrás de estas prohibiciones o mandatos se
hallan los elementales deberes ético-sociales (valores de acto), cuya vigencia asegura
conminando con pena su lesión7.
En consecuencia para Welzel el Derecho Penal no debía proteger bienes jurídicos, sino
más bien, valores éticos sociales. De esta manera se protegerían indirectamente bienes
jurídicos particulares (mediatización).
Zaffaroni (2000) señala que para Jakobs el bien jurídico penal es la validez fáctica de las
normas que garantiza que se pueda esperar el respeto a los bienes, los roles y la paz 9.
Lo enrola en las teorías que llevan a una minimización de la importancia del bien jurídico
en la teoría del delito, y señala: “...llega a esta posición como resultado de su teoría de
los roles, pero también porque admite que hay delitos sin afectación al bien jurídico, como
serían ciertos delitos de deberes especiales, que define sólo como la violación de un rol.
Se refiere a los delitos en los que el autor incumple obligaciones –funcionales por
ejemplo-, donde el incumplimiento del rol significaría la no producción del bien jurídico...”.
Niega de esta forma que el núcleo de todos los delitos sea la afectación a un bien
jurídico. Afirma el autor que no obstante los esfuerzos de Jakobs no puede ignorarse que
cada vez que se enuncia el concepto de bien jurídico por una generalidad, como la
validez de las normas y análogas, se produce una reducción de todos los bienes jurídicos
7
Muchos autores critican severamente a Welzel –entre ellos Bustos- para quien su teoría mediatizaba el concepto de bien
jurídico, y le asignaba una función no autónoma y carente de relevancia propia (sólo lo eran la norma y los deberes ético-
sociales); así como Fernández para quien la teoría de Welzel fue tildada de modelar una versión etizante e inadmisible del
derecho (Obras citadas, pág. 57 y 55, respectivamente). Jiménez de Asúa afirma que “... con independencia del
pensamiento de su autor, sus teorías se prestaban a ser explotadas por los juristas del III Reich.” (Tomo III, pág. 68).
8
“Bien jurídico en el pensamiento de Günther Jakobs”, Carlos Parma.
9
Cita: Jakobs, Günther . “La imputación objetiva”, Angel editor 2001. pág. 58.
a un bien único, ensayo que fue llevado a cabo por Hegel al caracterizarlo como lesión a
la voluntad general10.
Fundamentación antropológica:
El Derecho Penal debe fundarse en el hombre considerado como sujeto libre y capaz de
autodeterminación, y es a esto a lo que se refiere la fundamentación antropológica del
derecho penal. Este tema de importantes connotaciones filosóficas es desarrollado
profusamente entre nosotros por Zaffaroni (1987)11
En este punto nos remitimos al desarrollo realizado por el Dr. Lascano, página 25 /27 del
Manual. Los temas que se ubican en este acápite serán ampliados en las unidades 13,
22 y 23.
En este punto nos remitimos al desarrollo realizado por el Dr. Lascano, página 25 /27 del
Manual. Los temas que se ubican en este acápite serán ampliados en las unidades 13,
22 y 23.
10
Zaffaroni, Eugenio Raúl-Alagia Alejandro-Slokar Alejandro. Derecho Penal-Parte General, Ed. Ediar, Bs. As, 2000.
11
Zaffaroni, Eugenio R. Tratado de Derecho Penal. Parte General, Editorial Ediar, Buenos Aires, 1987, t. II, pág. 487.
Concepciones del Derecho Penal.
Un derecho penal liberal implica adoptar la Un derecho penal autoritario implica adoptar la
concepción “Derecho Penal de hecho” concepción “Derecho penal de autor” (1.4.2). En
(1.4.1). Desde este punto de vista lo este supuesto el hecho sólo tiene un valor como
importante es la conducta cometida, y que síntoma de la personalidad peligrosa del autor
éste sea subsumible en una tipo penal (1.4.4). Se lo castiga por ser homicida más que
abstracto. por haber cometido un homicidio (es más
importante lo que el autor es, que lo que hizo en
concreto).
Excluye el castigo de ideas y sentimientos Permite extender el derecho penal a esos ámbitos
(art. 19 CN). que en un sistema penal liberal estarían vedados.
El Derecho Penal:
Concepto
El derecho penal es la rama del ordenamiento jurídico que regula la potestad estatal de
castigar, determinando lo que es punible y sus consecuencias, que no se agotan en las
penas, sino que también comprenden las medidas de seguridad.
Caracteres
Derecho Público
Exterioridad
Este carácter consiste en hacer depender la punibilidad de la
Exterioridad
constante exigencia de una actuación externa.
La violación de una norma transcurre en el mundo del ser, es la
destrucción o la disminución de un bien.
El derecho penal se caracteriza como un conjunto de ilicitudes
definidas que tienen por objeto la prohibición de acciones
determinadas.
Lo interno, las ideas, los pensamientos, se encuentran amparados
por la garantía del art. 19 CN.
Judicialidad
Sancionatorio
Lo que hace que una ilicitud sea del derecho penal, no es una
característica sustancial, sino el carácter peculiar de la sanción
penal que la distingue de todas las otras consecuencias jurídicas
Sancionatorio del acto ilícito.
La función típica de la ley penal es la de crear tipos de acción que
acarrearán una pena cuando sean ejecutados antijurídicamente.
Se considera generalmente, que el derecho penal protege bienes
jurídicos que recibe derivados de otras ramas del derecho, no
obstante, nada impediría a que su protección ingrese directamente
en su ámbito.
Fines
Eficacia
Garantía
H
O Con el Derecho Administrativo:
Las relaciones entre estas dos ramas del derecho son de muy diverso orden.
P El CP en la parte especial prevé bajo el Título XI un catálogo de delitos contra la administración
E pública (arts. 248, 256, 261 y 269 del CP).
Para la realización del derecho penal, en la etapa denominada de instrucción penal, la justicia
N
requiere de la colaboración policial, entre otras instituciones también de orden administrativo.
A Por último, existe como una de las divisiones del derecho penal, de acuerdo a su contenido, el
L derecho penal administrativo o contravencional.
Legitimación y Límites
Clasificación de los límites al ejercicio de la potestad de castigar que tiene el Estado, a los fines de
evitar arbitrariedad por su parte:
Cada una de las fuentes represivas funciona, en lo que atañe a la Parte Especial,
entendido este como el catalogo de infracciones y penas, en forma autónoma.
Con relación a la Parte General, esto es, lo que respecta a las disposiciones generales
reguladoras de la imputación delictiva y la pena, las necesidades prácticas exigen una
armonía general, expresada por un fondo común legislativo, con validez en todo el país o
en los respectivos ámbitos territoriales provinciales, respecto de todas las fuentes del
mismo orden jurisdiccional de la legislación represiva.
El art. 4 del Código Penal cumple una función general ordenadora del sistema jurídico, y
junto con el art. 31 de la CN determina la existencia de un sistema común de legislación
penal para todo el país.
Cabe aclarar que, mientras no este de por medio una garantía constitucional, las
provincias, en la esfera de derechos que les corresponden, pueden sancionar principios
no coincidentes con los de la parte general del Código Penal, sin embargo, no pueden ir
muy lejos, porque las garantías constitucionales están siempre muy cerca de las
disposiciones penales.
El art. 4 del Código Penal, debe ser considerado aplicable no solamente a las leyes del
Congreso, sino también a las que dictan las provincias en materia contravencional.
Esta norma hace extensiva la aplicación de los contenidos de la parte general del Código
Penal a las leyes penales que no la poseen.
Las disposiciones generales del Código Penal rigen en virtud de su art. 4° como derecho
supletorio, sólo respecto de las leyes del Congreso, con alcance para los territorios
nacionales. Esta vigencia supletoria, no funciona cuando esas leyes disponen lo
contrario.
Contravencional (2.3.4.2):
Es el conjunto de disposiciones que garantiza bajo amenaza penal el
cumplimiento de un deber de los particulares frente a la Administración.
También protege la seguridad jurídica, reprimiendo aquellas acciones que
transgreden, al no cooperar, la actividad administrativa, cuyo objeto es la
prosperidad social o el bienestar colectivo.
Disciplinario (2.3.4.3):
Es el conjunto de preceptos y principios punitivos reguladores del orden de la
sujeción publica.
Potestad pública que regula la acción disciplinaria de los organismos del
Estado o de cuerpos privados a cuyo cargo está la realización de actividades
públicas o vigiladas por la potestad pública, como son los colegios
profesionales y los sindicatos legalmente investidos del gobierno de la
matricula o de la afiliación respectivamente.
Se trata de la acción de los órganos judiciales y legislativos tendientes a
proteger su propio desenvolvimiento funcional, frente a desórdenes que
lesionan el ámbito de respeto necesario para la actuación material del
órgano estatal.
Delito político Criterio objetivo: aquellos tipificados por el Código Penal bajo el Título
X, Delitos contra los Poderes Públicos y el orden constitucional.
Criterio subjetivo: se tiene en cuenta los fines, móviles o intenciones de
los autores.
Existen autores que sostienen que el derecho penal reúne los caracteres necesarios para
ser considerado una “ciencia”. Este fenómeno puede ser analizado desde distintos
ángulos.
La dogmática penal
Estos estudios se caracterizan por el objeto sobre el que versan, es decir un derecho
positivo, y por los materiales que manejan, esto es, un conjunto de leyes, un sistema de
normas vigentes cuyos contenidos elaboran.
La explicación científica del derecho penal, sólo es posible mediante el método dogmático
que consiste en tomar el conjunto de preceptos vigentes y construir un sistema con ese
material.
La política criminal
La política criminal tiene por finalidad adecuar la legislación penal a las necesidades de la
defensa de la sociedad frente al delito, mediante la configuración del elenco de los
delitos, las penas y las medidas de seguridad y las reglas que los rigen, así como el
mejoramiento del procedimiento penal y de la ejecución de las penas y de las medidas de
seguridad y corrección.
Para ello se vale de los datos de la criminología y de todos aquellos aportes que, como
los de la jurisprudencia y doctrina penales, de la experiencia carcelaria, de la política
social, etc., considera útiles para cumplir su cometido.
La criminología
Derecho
Penal I
1
Derecho Penal y Constitución –
Garantías constitucionales
Principio de legalidad
Este principio se vincula a la función de garantía individual que tiene la ley penal frente al
poder del Estado, y se expresa en su aspecto formal con la máxima romana "nullum
crimen, nulla poena sine lege”
Este aforismo consagra a la ley penal previa como única fuente del derecho penal.
Este principio no es sólo una exigencia de seguridad jurídica sino además una garantía
política, limitadora de la ley penal.
El art. 18 de la CN consagra esta garantía penal cuando reza: “Ningún habitante de la
Nación puede ser penado sin juicio previo fundado en ley anterior al hecho del proceso...”
PRINCIPIO DE LEGALIDAD
↓
Art. 18 de la CN “ningún habitante de la Nación puede ser penado sin juicio previo
fundado en ley anterior al hecho del proceso...”
↓
Garantías derivadas del principio de legalidad
1) Garantía “criminal” exige que el delito se encuentre determinado por una ley (nullum
crimen sine lege)
2) Garantía “penal” requiere que la ley señale la pena que corresponde al hecho (nulla
poena sine lege)
3) Garantía “jurisdiccional o judicial” exige que la existencia del delito y la imposición
de la pena se determinen por medio de una sentencia judicial y según un
procedimiento legalmente establecido
4) Garantía “de ejecución” requiere que el cumplimiento de la pena o medida de
seguridad se sujete a una disposición legal
Se hace la aclaración que, estas mismas garantías también deben exigirse para la
imposición de medidas de seguridad.
Con relación a la ley reguladora del hecho ilícito y su sanción debe cumplir los requisitos
de:
Escrita: Al requerirse una ley escrita, queda excluida la costumbre como posible fuente
de delitos y penas.
Es imperioso que se trate de una ley emanada del poder legislativo, no pudiendo ser
delegada la función legislativa a los poderes ejecutivo o Judicial (art. 76 y 99 inc. 3° de la
CN) = Indelegabilidad legislativa.
2 cuestiones:
- Facultad reglamentaria del Poder Ejecutivo (art. 99 inc. 2° CN).
- Problema de las leyes penales en blanco y tipos penales abiertos.
Principio de reserva
Principio consagrado por el 2° párrafo del art. 19 CN que reza: “Ningún habitante de la
Nación será obligado a hacer lo que la ley no manda, ni privado de lo que ella no prohíbe”
Implica la idea política de reservarles a los individuos, como zona exenta de castigo, la de
aquellos hechos que no están configurados y castigados por una ley previa a su acaecer
Este principio exige que la punibilidad de un hecho, sólo puede ser establecida por una
ley anterior a su comisión.
Se trata de una garantía individual que debe estar claramente trazada, lo que se logra
mediante la enumeración taxativa por la ley, de los hechos punibles y de las penas
pertinentes, estableciendo de manera tal, un catalogo legal de delitos y penas
absolutamente circunscripto = numerus clausus
Principio de subsidiariedad
Con el fin de proteger los derechos fundamentales, el Estado debe, antes de acudir al
Derecho Penal, agotar los medios menos lesivos. Sólo cuando ninguno de estos medios
sean suficientes, estará legitimado el recurso de la pena o de la medida de seguridad.
Principio de fragmentariedad
Este principio, al igual que el de subsidiariedad, deriva de la limitación del derecho penal
a lo estrictamente necesario.
Principio de proporcionalidad
Este principio limitará la especie y medida de la pena a aplicar a cada caso concreto.
Ejemplo de desproporción: castigar con la misma pena un hurto simple que un homicidio
agravado.
Principio de lesividad
En virtud de este principio, se impide prohibir y castigar una acción humana, si ésta no
perjudica o de cualquier modo ofende los derechos individuales o sociales de un tercero,
la moral o el orden públicos.
De esta forma, sólo se justifica la limitación de la esfera de las prohibiciones penales a las
acciones reprobables por sus efectos lesivos para terceros, imponiendo la tolerancia
jurídica de toda actitud o comportamiento que no posean esta consecuencia.
Este principio configura la base del derecho penal liberal (art. 19 CN).
Principio de acción–exterioridad
No acción NO delito
Una sanción sólo puede ser impuesta a una persona por algo realmente realizado,
exteriorizado, y no por algo sólo pensado, deseado o propuesto.
Sólo mediante una acción externa, se puede provocar lesiones a un bien jurídico.
Principio de privacidad
Este principio consagra una zona de intimidad, que no puede ser amenazada ni lesionada
por el poder estatal.
Esta garantía tiene su fuente en lo preceptuado por la primer parte del art. 19 de la CN
que expresa: “Las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al
orden y a la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas a Dios y
exentas de la autoridad de los magistrados”.
Principio de judicialidad
Tribunales Judiciales
A su vez, la realización judicial de la ley penal, exige, de conformidad a lo prescripto por
el art. 18 de la CN:
- un juicio previo fundado en ley anterior al hecho del proceso,
- este juicio debe observar las formas sustanciales de acusación, defensa, prueba y
sentencia dictada por jueces naturales del imputado,
- inviolabilidad de la defensa de la persona y sus derechos.
Además de estos tratados, este principio, por el cual se prohíbe perseguir penalmente a
una persona más de una vez por el mismo hecho, puede ser considerada una derivación
del principio de inviolabilidad de la defensa (art. 18 CN).
Se prohíbe un nuevo juzgamiento tanto, cuando en uno anterior, sobre los mismos
hechos, ha recaído absolución o condena.
A los efectos procesales, esta garantía se aplica cuando hay concurrencia de las tres
identidades, a saber:
persona
causa y
objeto
Principio de humanidad:
En nuestros días, se observa una evolución del sistema de penas, apuntada a una
progresiva sustitución de las penas privativas de la libertad por otras menos lesivas. De
igual manera se advierte la tendencia a la despenalización de ciertas conductas antes
punibles, como así también, la atenuación, en algunos casos, de la gravedad de la pena
prevista para ciertos delitos, incluso, se busca disminuir los límites máximos de las penas
privativas de la libertad
Principio de personalidad:
Este principio, que impide castigar a alguien por un hecho ajeno, esto es, producido por
otro, es una consecuencia del principio de culpabilidad. Esta garantía, excluye toda
posibilidad de extender formas de responsabilidad penal a grupos sociales en conjunto, o
a afirma la posibilidad de imponer penas sobre personas no individuales.
Principio de resocialización
Este principio reclama al derecho penal que se evite toda marginación de los
condenados, en virtud de la exigencia democrática de que sea posible la participación de
todos los ciudadanos en la vida social.
Es preferible, en la medida de lo posible, que las penas no impliquen la separación del
individuo de la sociedad. Pero, cuando la privación de la libertad sea inevitable, habrá
que configurarla de tal forma que evite, en lo posible, sus efectos desocializadores,
fomentando la comunicación con el exterior, y facilitando una adecuada reincorporación
del recluso a la vida en libertad.
La finalidad de la ejecución de las penas privativas de la libertad es la resociabilización.
No obstante, esta no puede estar orientada a imponer un cambio en el sujeto, en su
personalidad y en sus convicciones, a fin de obligarlo a adoptar el sistema de valores que
el Estado tiene por mejor.
En el texto obligatorio se explica cómo nuestro proceso de codificación –al igual que en
los demás países de la región- se conforma en gran parte por la recepción o imitación de
legislación extranjera. A los fines del estudio de este acápite resulta suficiente la lectura
del punto “3” página 125/126 del Manual.
El proyecto Tejedor
A los fines del estudio de este acápite resulta suficiente la lectura del punto “3.1” página
126/127 del Manual.
El proyecto de 1881
A los fines del estudio de este acápite resulta suficiente la lectura del punto “3.2” página
127 del Manual.
El proyecto de 1886
A los fines del estudio de este acápite resulta suficiente la lectura del punto “3.3” página
127/128 del Manual.
El proyecto de 1891
A los fines del estudio de este acápite resulta suficiente la lectura del punto “3.4” página
128/129 del Manual.
El proyecto de 1906
A los fines del estudio de este acápite resulta suficiente la lectura del punto “3.5” página
129/130 del Manual.
El proyecto de 1917
A los fines del estudio de este acápite resulta suficiente la lectura del punto “3.6” página
130 del Manual.
A los fines del estudio de este acápite resulta suficiente la lectura del punto “3.7” página
130/131 del Manual.
A los fines del estudio de este acápite resulta suficiente la lectura del punto “3.8” página
131/135 del Manual.
La evolución
histórica de las
ideas penales
Derecho
Penal I
1
La evolución histórica de las ideas
penales
Breve reseña histórica del pensamiento penal
Derecho Romano
Para el estudio de este tema remitimos al texto obligatorio (páginas 65/66). El mismo no
represente ninguna complejidad y no requiere ampliaciones.
Derecho Germánico
Para el estudio de este tema remitimos al texto obligatorio (páginas 66/67). El mismo no
represente ninguna complejidad y no requiere ampliaciones.
Derecho Canónico
Para el estudio de este tema remitimos al texto obligatorio (páginas 67/68). El mismo no
represente ninguna complejidad y no requiere ampliaciones.
1) Principio de legalidad de los delitos y las penas: delito y castigo sólo si existe ley
previa.
2) Prohibición de interpretación por parte del juez (seguridad jurídica).
3) División entre delito y pecado. Independencia del poder civil.
4) Relación proporcional entre el delito y la pena.
5) El sentido de la represión penal era salvaguardar la sociedad.
6) Pena como prevención especial (que el delincuente no cometa nuevos delitos) y
prevención general (desincentivar a los demás de cometer delitos), y no
atormentar al delincuente.
7) Eliminación de los proceso secretos-Introducción de un sistema acusatorio.
8) Eliminación de la tortura como método de confesión. La confesión deja de ser la
prueba más importante.
9) Eliminación de las diferencias entre ciudadanos en razón de su clase social o
económica.
10) Postura negativa ante la pena de muerte; subsistencia para casos excepcionales.
La Escuela Toscana
La Escuela Toscana
Deja de lado la tesis contractualista y afirma que existe una ley moral anterior y superior a
las leyes positivas. Reconoce el principio de causalidad, entiende al hombre como un ser
inteligente y libre.
Fuerza FISCA subjetiva: representa la acción humana, acto externo del hombre.
Fuerza FISICA objetiva: representa la antijuridicidad, es decir, acción contraria al
ordenamiento del Estado.
Fuerza MORAL subjetiva: equivale a la culpabilidad, acción moralmente imputable a la
persona que se presume libre.
Fuerza MORAL objetiva: debe existir una lesión, un daño, que representa el mal
ejemplo que el delito produce en terceros (razón política del castigo)
El positivismo criminológico y sus manifestaciones.
Principales expositores
Cesare Lombroso
Nace en Verona el 6 de noviembre de 1835, sus padres Zefora
Levi y Aarón Lombroso, comerciantes israelitas, estudia medicina
en Pavia, tiempo después continúa sus estudios en Padova y
Viena, finalmente se titula en Pavia en 1858; un año después se
convierte en cirujano por la Universidad de Génova y en el mismo
año entra al ejército como médico militar. Los años posteriores
entre la milicia, los primeros escritos y participaciones en clínicas
e institutos contra la delincuencia recibe en 1867 el premio del
Real Instituto Lombrado de Ciencias y Letras. Se casa con Niña
Debenedetti en 1870 año en el que descubre el atavismo en el
cráneo del ladrón Villela, en 1878 su libro Genio y locura está en
la tercera edición, y el Hombre delincuente tiene un éxito internacional, es profesor de la
Universidad de Génova. En 1880 funda con Garófalo el Archivo de psiquiatría,
antropología criminal y ciencias penales. En los siguientes diez años aumenta su
producción literaria: La mujer delincuente, Grafología, El delito político, Demasiado presto
(críticas al código penal Zanardelli). En 1896 es nombrado profesor de psiquiatría en
Turín. En el año de 1906 se celebra el IV Congreso de Antropología Criminal que festeja
los éxitos de Lombroso. Muere el 19 de octubre de 1909 dejando escrito en su
testamento que sus restos podrían ser donados a un museo. Flavio Carola cuenta como
un estudio al cráneo de Lombroso demostró que éste entraba en los parámetros que él
mismo había fijado para el delincuente nato (cfr. Carola, Flavio, Storia della
fisiognoamica: arte e psicología di Leonardo a Freud, Milano, Leonardo, 1995) 12:
Enrico Ferri
Nace en 1856, el discípulo más fiel de Lombroso y menor que el
maestro (21 años). Se titula en 1877 en la Universidad de
Boloña con una tesis en derecho donde asegura que el
delincuente no actúa a por libre albedrío y no está obligado
moralmente a su propio comportamiento pero si es imputable
legalmente y debe responder a la sociedad. En 1879 conoce a
Lombroso en Turín y un año más tarde lo ayuda a fundar el
Archivo di psichiatría, antropología criminale e scienze penali.
Dista del maestro por su falta de sistematización en las
definiciones de los delincuentes por lo que se crea una escala
con diferentes tipos de estatus criminales de acuerdo con su
peligrosidad, escala que influirá en Lombroso, Ferri llamará a
esta escala o sistema `sociología criminal´. En 1891 fundó la
revista Scuola positiva. Miembro del Partido Socialista Italiano al cual se inscribió en
1893. Recorrió América Latina impartiendo conferencias en 1908 y en 1910. En 1912
fundó en la Universidad de Roma la Scuola d´applicazione giuridico-criminale. Murió
algunos años después 13:
12
Datos extraídos de “http://www.juridicas.unam.mx/publica/rev/hisder/cont/17/cnt/cnt10.htm”.
13
Datos extraídos de: “http://www.juridicas.unam.mx/publica/rev/hisder/cont/17/cnt/cnt10.htm”.
Tipología elaborada por Lombroso:
14
Datos bibliográficos extraídos de la página: “http://www.robertexto.com/archivo8/criminolog.htm”.
Las Escuelas Dogmáticas
La teoría del delito media entre el caso y el derecho aplicable, permitiéndole al juez
realizar el “ejercicio de subsunción”, es decir, comprobar si la conducta reprochada puede
ser encuadrada en la norma general y abstracta contenida en la norma.
El método de análisis de la “Teoría del delito” puede ser representado de distintas formas.
Podríamos imaginarlo como un rectángulo separado por distintos segmentos (acción-tipo-
antijuridicidad-culpabilidad) por donde debe transitar la conducta para ser considerada
delito. Si la conducta no logra atravesar un segmento se detiene el análisis en ese
estadio. Por ende –a grandes rasgos- una conducta puede ser atípica, o típica, y no
antijurídica (justificada), o típica y antijurídica pero inculpable, o típica, antijurídica y
culpable).
CONDUCTA
ACCIÓN
TIPO
ANTIJURIDIDAD
CULPABILIDAD
DELITO
Escuelas
Se desarrollaron a través de la historia del derecho penal distintas “escuelas dogmáticas”,
cada una de las cuales, si bien respetando básicamente los segmentos de análisis,
fueron variando paulatinamente sus contenidos.
Se destacan
POSITIVISMO JURÍDICO
NORMATIVISMO O NEOKANTISMO
FINALISMO
FUNCIONALISMO
NORMATIVISMO Acción: conducta humana Paralelamente, en la faz típica El dolo y la culpa no son formas
(1.3.4.2) determinable por la analizaron las causas de de culpabilidad sino tan solo
(1907 Frank). voluntad, es decir, justificación a las que llamaron elementos de ella. Estos, junto a
Planteaba la conducta valorizada de elementos negativos del tipo. El otros (imputabilidad y
distinción entre determinada manera. Se tipo quedó integrado entonces circunstancias concomitantes),
ciencias naturales – detectaron los elementos como tipo de injusto o constituyeron el objeto del juicio
cuyo objeto de normativos y subjetivos antijuridicidad tipificada, a no ser de reproche. Es decir el sujeto
análisis era neutro a del tipo. Se mantuvieron el que operaran los elementos sólo era culpable cuando -
la valoración- y dolo y la culpa ya no como negativos del tipo. Entonces la actuando con dolo o culpa- era
ciencias del espíritu formas de culpabilidad, antijuridicidad tipificada agostaba imputable, existía normalidad de
o culturales que sino como uno sus la antijuridicidad formal, al incluir las circunstancias
refieren su objeto a elementos. Se mantiene la las causas de justificación en el concomitantes (por ej. no haya
15
valores) relación causal para unir tipo . Se impuso en forma coacción o error) y además,
la conducta del sujeto con paralela una concepción material todo ello podía serle reprochado
el resultado. de antijuridicidad, entendida como y exigida otra conducta
violación al bien jurídico (análisis (conforme a derecho), debido a
de lesividad). que podía obrar de otro modo.
Se critica la relación psicológica
argumentando que en la culpa
inconsciente ésta no existe, y se
avanza sobre una relación
normativa. La culpabilidad era
considerada como valorativa y
no sólo descriptiva. La culpa era
15
Humberto S. Vidal. “Derecho Penal – Parte General, Ed. Advocatus, 1992, pág. 72 y ss.
definida como una infracción al
deber de cuidado.
Este autor es ubicado entre los teóricos “funcionalistas” del derecho penal. Fuertemente
influenciado por corrientes sociológicas, y con profundas raíces filosóficas, traspasa las
barreras donde se había estacionado el finalismo, proponiendo un cambio de paradigma
que trastoca no sólo la ubicación sistemática de los elementos que tradicionalmente
componen la “teoría del delito”, sino también su significación y alcance.
Derecho
Penal I
1
La Ley Penal
Fuentes del Derecho Penal
De Producción y de Conocimiento
LA LEY
Otras fuentes del derecho:
La costumbre
No es fuente del derecho penal argentino. Los principios de legalidad y reserva exigen la
existencia de una ley escrita y previa a la comisión del supuesto hecho delictivo (arts. 18
y 19 de la CN). Sin embargo, puede utilizarse a los de interpretar elementos normativos
(jurídicos o culturales) de algunos tipos penales.
Tampoco son fuente de conocimiento en el ámbito penal, pero al igual que la costumbre,
pueden ser utilizados por el juez como elemento de ayuda para la interpretación de
ciertos términos.
La jurisprudencia
En la actualidad se abarca en este grupo a un numeroso conjunto de fallos o sentencias
dictados en un mismo sentido. Se utilizan así como modelos a seguir (precedentes)
determinadas decisiones emanadas -por ejemplo- de la Corte Supera de Justicia de la
Nación o la Cámara Nacional de Casación Penal. No obstante ello, no puede ser
considerada -bajo ningún punto de vista- como fuente del derecho penal.
La analogía
Este principio no puede tener aplicación en el derecho penal si es utilizado “en contra del
imputado”. Se prohíbe al juez -en nuestro sistema legal penal- llenar los vacíos de
punición mediante la aplicación de una norma creada para un caso similar, pero que no
se adecua al que tiene bajo estudio. La conducta que no está expresamente prohibida en
el ámbito penal, se encuentra fuera de su alcance.
Ley Penal.
Concepto
Encuadran en el concepto de “ley penal” las normas emanadas del órgano legislativo –
único facultado constitucionalmente a tales fines- que respecta las siguientes
características: escrita, general, abstracta, y que describe la conducta que de ser
desplegada o desarrollada por el eventual infractor (o de no ser desarrollada o
desplegada cuando es mandada), podrá ser pasible de ser considerada como delito, y –
posiblemente- susceptible de ser sancionada.
Elementos
Elementos de la Ley Penal
• Supuesto de hecho, precepto o antecedente (tipo penal)
• Consecuencia jurídica o sanción (pena o medida de seguridad)
Toda norma penal –al igual que las demás del ordenamiento- está conformada por dos
elementos: un supuesto de hecho y una consecuencia jurídica. EJEMPLO: “art. 183. Será
reprimido con prisión de quince días a un año, el que destruyere, inutilizare, hiciere
desaparecer o de cualquier modo dañara una cosa mueble o inmueble o un animal, total
o parcialmente ajeno, siempre que el hecho no constituya otro delito más severamente
penado” (Daño).
Supuesto de hecho (identificado con el tipo penal): “…el que destruyere, inutilizare,
hiciere desaparecer o de cualquier modo dañara una cosa mueble o inmueble o un
animal, total o parcialmente ajeno…”.
Caracteres
Caracteres de la ley penal:
• ESCRITA
2 |
• ESTRICTA (precisa) – (5.2.3.1).
• EXCLUSIVA: sólo mediante ella se pueden crear tipos penales y sus
consecuencias jurídicas (5.2.3.2).
• OBLIGATORIA (5.2.3.3).
• IRREFREGABLE: no pierde vigencia por el desuso, sólo otra ley de igual jerarquía
puede derogarla o modificarla (5.2.3.4).
• IGUALITARIA: su aplicación es indiferente a la persona del destinatario (5.2.3.5).
• CONSTITUCIONAL: debe respetar los principios y directrices emanadas de la CN
(5.2.3.6).
• DESCRIPTIVA DE TIPOS NO COMUNICABLES ENTRE SI: no pueden integrarse
tipos penales con otros preceptos de la ley penal (analogía legal) (5.2.3.7).
1) Leyes penales comunes (art. 75 inc. 12 de la CN), tales como el código penal y sus
leyes complementarias.
2) Leyes penales especiales (federales o nacionales) –art. 75 inc. 1, 2, 10, 14, 18 y 32
CN-: leyes dictadas por el Congreso de acuerdo a sus facultades constitucionales. Ej.
Ley de Estupefacientes (Nº 23.737), Ley Penal Tributaria (Nº 24.769), etc.
Ejemplos:
1) En sentido amplio. El art. 206 del CP señala “Será reprimido con prisión de uno a seis
meses el que violare las reglas establecidas por las leyes de policía sanitaria animal”.
Para poder encuadrar la conducta del supuesto autor, el juez debe recurrir a la “ley de
policía sanitaria animal”, y sólo así podrá afirmar que esas reglas fueron violadas. La
conducta prohibida es “violar las reglas”, pero “las reglas” están especificadas en
otra norma de igual jerarquía.
3 |
2) En sentido estricto. El art. 14 de la Ley 23.737 (Ley de Estupefacientes) señala que
“Será reprimido con prisión de uno a seis años… el que tuviere en su poder
estupefacientes”. El art. 77 del CP señala que el término “estupefaciente” comprende los
estupefacientes, psicotrópicos y demás sustancias susceptibles de producir dependencia
física o psíquica que se incluyan en las listas que se elaboren y actualicen
periódicamente por decreto del PEN. La conducta prohibida es “tener
estupefacientes”, pero las sustancias que son consideradas “estupefacientes” son
las que el PEN mediante decreto consigna como tales.
Ejemplo:
El art. 84 del CP establece “Será reprimido con prisión de seis meses a cinco años e
inhabilitación especial, en su caso, por cinco a diez años, el que por imprudencia,
negligencia, impericia en su arte o profesión o inobservancia de los reglamentos o
deberes a su cargo, causare a otro la muerte…”.
A los fines de llevar adelante el estudio de este acápite deberán recurrir a la bibliografía
obligatoria de la materia, “Derecho Penal - Parte General”, Carlos J. Lascano (página
163/174 de la edición 2005). Esto debido a que el desarrollo de estos temas -
íntegramente teórico/filosófico- hace necesario este mecanismo de estudio. No obstante
ello, mencionaremos algunas cuestiones meramente aclaratorias.
4 |
A continuación, en la bibliografía obligatoria, se exponen las distintas teorías que explican
la naturaleza jurídica de la norma penal.
Teoría dualista
Para este autor, en oposición a Binding, todas las normas jurídicas poseen una estructura
idéntica. Básicamente impone al ciudadano un deber u obligación y luego una
amenaza de sanción ante la posibilidad o eventualidad de un incumplimiento.
Remitimos a lo expuesto en el Manual, página 167/168.
5 |
Leyes penales incompletas
Son las que contienen sólo uno de estos elementos (precepto o sanción). Parte de la
doctrina las divide en “sancionatorias”, cuando sólo establece la sanción, y preceptivas,
cuando sólo contiene el precepto.
A los fines de llevar adelante el estudio de este acápite deberán remitirse al punto 1.1.2
“Formas de control Social”, de la unidad 1 y a la bibliografía obligatoria de la materia,
“Derecho Penal - Parte General”, Carlos J. Lascano (página 169/172 de la edición
2005). Esto debido a que el desarrollo de estos temas -íntegramente teórico/filosófico-
hace necesario este mecanismo de estudio.
Interpretación de la ley
penal según el sujeto
que la realiza
1
Núñez, Ricardo. “Manual de Derecho Penal. Parte General”, página 78 y ss. Ed. Córdoba. 1999
Validez Temporal de la Ley Penal
Analizar la validez temporal de la ley penal implica determinar si existen excepciones que
extiendan la vigencia de la ley más allá de su vida legislativa.
Principio general
Principio de Irretroactividad:
En virtud de este principio, que deriva del de legalidad, rige la ley que estaba vigente al
momento de la comisión del hecho delictivo.
Las leyes penales sólo alcanzan a los hechos cometidos después de su entrada en vigor
y hasta el momento de su derogación.
Esta exigencia no sólo se refiere a la tipificación del hecho punible, sino que también
incluye la amenaza de pena, las medidas de seguridad y las consecuencias accesorias
del delito.
Consecuencias
El autor mediato –que utiliza a un tercero como un elemento para cometer un delito-
realiza la acción en el mismo momento en que comienza a valerse del instrumento.
El coautor y el cómplice, en el momento de hacer su primer aporte.
En los delitos continuados: la acción se realiza desde el primero hasta el último hecho
2
Bacigalupo, Enrique: “Derecho Penal. Parte General”, 2ª Edición totalmente renovada y ampliada, pag. 189
Bs. As., 1987.
Ejemplo: hurto de un collar de perlas, para facilitar el despojo, va sustrayendo día a día
cada una de las perlas.
El delito no está concluido con la realización del tipo, sino que se mantiene por la
voluntad delictiva del autor tanto tiempo como subsiste el estado antijurídico creado por el
mismo.
Hipótesis: puede suceder que en el lapso en que se está desarrollando una privación
ilegítima de la libertad (delito permanente ya que sus efectos se prolongan mientras el
autor persista en su acción), por ejemplo, se dicte una ley que agrave la figura básica en
los casos en donde ésta se prolonga por más de 20 días.
Principio de Excepción:
El principio de irretroactividad no es absoluto, sino que presenta excepciones.
Determinación.
A los fines de la aplicación de una ley, frente a una sucesión de leyes penales en el
tiempo, resulta imprescindible determinar cuál de las leyes en juego es la más benigna,
lo que implica un sistema de cotejo entre las normas intervinientes.
Algunas hipótesis pueden presentarse simples o sencillas, como por ejemplo, si un delito
que estaba castigado con una escala penal de 4 meses a 6 años de prisión, luego es
sustituido por una ley que mantiene la misma figura penal pero conminada con una pena
de prisión de 3 meses a 2 años, se aplica la ley que beneficia al imputado con una escala
penal menor.
No obstante, pueden darse casos en los cuales no es tan simple determinar qué es más
beneficioso para el imputado. Puede suceder que una ley sea parcialmente más grave
que la otra y más benigna en algún aspecto.
En primer lugar, resulta necesario advertir que no existen criterios generales y uniformes
para determinar la mayor benignidad de una ley sobre otra, sino que, deberá ser, en cada
caso particular, el juez quien determine qué ley aplicar, debiendo tomar en cuenta las
3
Núñez, Ricardo C., “Derecho penal argentino. Parte General”, T.I, p. 132. Ed. Bibliográfica. Buenos Aires. 1978
penas principales, las consecuencias accesorias, las modificaciones del tipo penal y de
las reglas de la parte general, etc.
Cabe señalar que el juez no puede realizar una combinación entre los aspectos más
favorables de las dos leyes, sino que debe aplicar una sola ley, porque de otra forma
estaría construyendo una nueva ley, lo que está prohibido.
Excepción → art. 3 del Código Penal que hace referencia al cómputo de prisión
preventiva, en donde le está permitido al juez combinar dos leyes, porque la ley
expresamente lo autoriza.
La cosa juzgada:
La retroactividad y la ultraactividad de la ley penal posibilitan a que una sentencia
firme pueda ser modificada por una ley posterior más benigna.
La sentencia firme, pasa a ser lo que se denomina Aquella resolución que, por
cosa juzgada. haberse agotado –o no utilizado-
las vías recursivas, no puede ser
objeto de impugnación.
Posiciones:
• Algunos sostienen la intangibilidad de la cosa juzgada y en consecuencia se oponen
a la posible modificación de una sentencia firme. Ej: El Proyecto Tejedor en su art. 7° no
establecía la posible retroactividad de la ley penal más benigna frente a una conducta.
Esta prevalecencia de la ley más benigna, opera de pleno derecho (art. 2 del Código
Penal), sin que resulte necesario la petición del condenado para que su aplicación.
Fundamento: si bien es una medida correctiva, se parte de la hipótesis que la nueva ley
recepta los últimos y más adecuados medios para el tratamiento del imputado, logrando
de esta manera su recuperación o educación.
La máxima validez general de la ley penal con relación a las personas, constituye un
derivado del postulado de igualdad, e implica el imperio de la norma penal para todas las
personas por igual.
No obstante ello, no toda excepción personal a la validez general de la
ley penal importará, necesariamente, una restricción al principio de igualdad.
Excepción al postulado de validez general del derecho penal con relación a las
personas
• Procedencia:
Es necesario además que dichas opiniones sean vertidas como parte de la actividad
funcional del legislador.
Características:
Alcances:
Inicialmente, esta garantía constitucional se dirigía sólo a los legisladores.
Actualmente, su campo de acción se ha ampliado y comprende:
- Diputados y Senadores nacionales y provinciales.
- Candidatos a legisladores de Córdoba.
- Convencionales constituyentes nacionales y provinciales.
- Defensores del Pueblo de la Nación.
- Gobernador y Vicegobernador de la provincia de Córdoba y los candidatos a esos
cargos.
- Ministros de la provincia de Córdoba.
No constituye una verdadera excepción al imperio general de la ley penal con relación
a las personas.
Obstáculos:
• Inmunidad de arresto: art. 69 CN.
• Desafuero: art. 70 CN.
• Juicio Político: arts. 53, 59 y 60 CN.
• Jurado de enjuiciamiento de miembros del Poder Judicial: art. 115 CN.
• Principio
territorial.
• Principio real o de defensa.
• Principio de personalidad
• Principio universal
Estos puntos de vista suelen combinarse para posibilitar una lucha eficaz contra el delito.
No obstante, siempre hay uno de ellos que predomina.
Principio territorial:
No interesa:
• donde deba producir sus efectos.
• la nacionalidad del autor o del sujeto pasivo.
Territorio:
Este concepto abarca tanto el territorio físico de nuestro país como así
también, los lugares sometidos a la jurisdicción nacional.
Estos son:
• Las sedes diplomáticas argentinas en el extranjero.
• Los territorios enemigos ocupados por tropas argentinas en tiempos de guerra.
• Las naves y aeronaves públicas argentinas que se encuentren en territorio extranjero.
• Las naves privadas argentinas que se encuentren en aguas o atmósferas libres o
neutras.
• Las aeronaves privadas argentinas en territorio extranjero, cuando los delitos
cometidos a bordo de ellas, hubiesen lesionado un interés legítimo del Estado
argentino, de personas domiciliadas en él, o se hubiese realizado en el país el primer
aterrizaje posterior al delito.
Lugar de comisión del delito: Teorías.
• Del resultado: sólo tiene en cuenta el lugar en el que se produce el resultado material
del delito, omitiendo toda consideración del comportamiento.
Otra cuestión que genera problemas es la de los delitos de tránsito → que son aquellos
en los que el proceso ejecutivo recorre más de una jurisdicción, por ejemplo, el caso de
un secuestro en donde la víctima es trasladad por distintas jurisdicciones.
Si una parte del estado consumativo se concretó en nuestro país, resultará aplicable
la ley penal argentina en virtud del principio de territorialidad.
Este principio propone la validez de la ley penal nacional para los delitos cometidos en
el extranjero, cuando éstos deban afectar bienes jurídicos cuya titularidad ejerza el
Estado Nacional y puedan incidir en su integridad como tal.
Este criterio sólo opera en forma subsidiaria, frente a la regla general que es el
principio de territorialidad.
Postula como criterio de validez: la nacionalidad del sujeto activo del delito.
No importa el lugar de comisión o del resultado del ilícito, ni la nacionalidad del
sujeto pasivo.
Fundamento: la ley penal del país debe seguir al súbdito donde quiera vaya atento
las implicancias que se asignan al vínculo de nacionalidad que une al autor del delito
con su Estado.
Principio universal
Propone la validez de la ley penal de un Estado para todos los casos, sin importar el lugar
de comisión o en el que deba producir sus efectos el delito, o la nacionalidad del sujeto
activo de éste.
Como consecuencia: rige solamente para los llamados delitos contra el derecho de
gentes.
Este principio encuentra acogida en art. 118 de la CN que hace alusión a delitos
cometidos fuera de los límites de la Nación contra el derecho de gentes.
La validez de la ley penal argentina sólo se explica, en estos casos, en cuanto representa
a la extranjera que rige en el lugar de comisión del hecho punible.
La extradición:
Concepto
La extradición es el acto por el cual un Estado entrega a un individuo a otro Estado que lo
reclama para sí, con el objeto de someterlo a juicio penal o a la ejecución de una pena,
conforme a normas preexistentes de validez interna o internacional.
Clases de extradición
• Activa: procedimiento previsto para posibilitar la entrega al Estado Nacional de un
delincuente que se encuentra en un extranjero.
Cuando refiere al Estado que demanda al delincuente.
La primera fuente legal relativa a la extradición esta constituida por los tratados
internacionales y en segundo lugar, de manera subsidiaria, rige la Ley 24.767 de
Extradición.
Condiciones relativas:
La Ley 24.767 establece las siguientes condiciones respecto de la extradición pasiva:
No habrá extradición:
- En razón de delitos políticos.
- En razón de delitos previstos exclusivamente por la ley militar (art. 8).
Aun cuando el delito cayere bajo la jurisdicción argentina, el Poder Ejecutivo podrá
autorizar la extradición si este integra una conducta punible significativa más grave,
ajena a la jurisdicción argentina o en el que sea competente el Estado requirente (art. 23
inc.a).
(Podrá optar por ser juzgado por nuestros tribunales, mientras no medie tratado que
obligue su extradición (art. 12))
Cabe señalar que, aún cuando el delito cayera bajo la jurisdicción argentina, el PE, exista o no
tratado, podrá dar curso a la extradición si el Estado requirente tuviese facilidades
notoriamente mayores que nuestro país para conseguir las pruebas (art. 23 inc. b).
El Poder Ejecutivo, como encargado de relaciones exteriores del Estado, puede revocar
la decisión atendiendo a los siguientes criterios de conveniencia política:
- que no exista ofrecimiento de reciprocidad (art. 3)
- que existan razones de soberanía nacional, seguridad u orden público, y otros
intereses nacionales esenciales que lo tornen inconveniente (art. 10).
El tipo - primera
parte
Derecho
Penal I
1
El tipo - primera parte
El tipo delictivo no es el hecho punible, sino uno de sus elementos, pues el hecho punible
comprende:
- el hecho como soporte real del delito y,
- todos los caracteres que lo convierten en el presupuesto legal de la aplicación de la
pena.
No debe confundirse
Con Hegler quedó sentado que no se podía prescindir de elementos subjetivos para el
tipo penal, los cuales, en el año 1930 se impusieron.
Mayer admite la separación de los elementos del delito pero sin negar la relación entre
ellos.
Mezger, con su teoría del tipo de injusto dio el paso decisivo para consolidar el injusto
como categoría independiente y hacer desaparecer las diferencias entre tipicidad y
antijuridicidad.
valorativamente neutro.
El concepto ontológico de acción como ejercicio de una actividad final, determina que en
la descripción típica se incluyan tanto los componentes:
El tipo vuelve a ser indiciario de la antijuridicidad, cuyo elemento central pasa a ser la
actitud anímica de desobediencia a la prohibición o al mandato contenidos en la norma
de determinación generando el sistema de injusto personal que comprende tanto:
Tipo Garantía
Es el que contiene la totalidad de los presupuestos que condicionan la aplicación de una
pena.
Esta función del tipo, en sentido amplio, deriva del principio de legalidad, que asegura
que sólo los comportamientos descriptos previamente en la ley penal serán sometidos a
castigo.
Este postulado exige al legislador:
Precisión y uso adecuado del lenguaje en la redacción de la ley penal;
Incriminación de conductas específicas.
Afectación de bienes jurídicos.
Tipo Sistemático:
Es el que describe la conducta prohibida por la norma.
Bacigalupo: este tipo se obtiene mediante una delimitación de sus elementos respecto
de los de la antijuridicidad, por ello, la falta de antijuridicidad no excluye la tipicidad,
siendo la tipicidad un indicio de esta última.
Esta posición se enmarca dentro de la estructura tripartita del delito que se contrapone
a la teoría de los elementos negativos del tipo.
Quienes afirman el valor indiciario del tipo penal sostienen que hay conductas típicas que
no son antijurídicas porque concurre una causa de justificación.
Vinculante: el delito - tipo al que hacia referencia Beling para las figuras
autónomas de delito de que se trata en cada caso, tenia el significado de un esquema
regulador. En cada caso concreto debía advertirse que no era cualquier antijuridicidad
sino la que correspondía precisamente a ese delito – tipo. Lo mismo sucedía con la
culpabilidad.
También es vinculante para las formas delictivas accesorias como la tentativa y la
participación, en las cuales resulta imposible prescindir del concepto tipificante.
Didáctica: la exigencia del tipo implica que los destinatarios de la ley penal deben
tener la posibilidad de conocer previamente a ejecutar una determinada conducta, si la
misma está o no prohibida y amenazada con una pena.
Esta función junto a la pena, sirven para motivar a todas los individuos que integran la
comunidad a abstenerse de realizar el comportamiento prohibido.
(Prevención general)
Limitadora: al momento de la sanción de la ley penal, el legislador selecciona de entre
un conjunto de comportamientos antijurídicos aquellas conductas que atentan más
gravemente contra los bienes jurídicos con mayor trascendencia y las sanciona con pena.
El tipo complejo
La construcción del tipo complejo se efectúa mediante la descripción
objetiva
subjetiva
de la conducta
El tipo objetivo
Comprende → el aspecto externo del comportamiento humano prohibido por la norma
que abarca no sólo su descripción abstracta, sino también valoraciones de distinta índole.
Queda excluido → lo que se encuentra situado dentro de la esfera anímica del autor.
Ello corresponde al tipo subjetivo.
El núcleo del tipo objetivo está constituido por la conducta o la acción descripta por el
verbo.
Ejemplo: matar, defraudar, hurtar, falsificar, etcétera.
Son aquellos que sólo requieren el comportamiento del autor, sin exigir un resultado
separable de aquél.
Ejemplo: violación de domicilio prevista y penada por l art. 150 del Código Penal.
Tipos de Resultado
Aquellos en donde la modificación sensible del mundo exterior, está separada espacial y
temporalmente de la acción del sujeto.
Ejemplo: para que se configure el homicidio el tipo exige como resultado la muerte de la
víctima, no bastando la conducta del autor tendiente a privar e la vida a otra persona.
El resultado puede consistir en:
Lesión
Puesta en peligro del bien jurídico.
Tipos de Lesión
Son aquellos en que la conducta debe haber producido una lesión del bien jurídico
mediante el daño o la modificación del objeto material sobre el cual recae.
Ejemplo: el aborto requiere como resultado la muerte del feto.
Tipos de Peligro
Resulta suficiente que el bien jurídicamente protegido haya sido puesto en riesgo de sufrir
la lesión que se quiere evitar.
El peligro puede ser:
Concreto: se produce la posibilidad real y efectiva de lesión al bien jurídico.
Ejemplo: disparo de arma de fuego.
Abstracto; el tipo se limita a describir un comportamiento que generalmente representa
en sí mismo un peligro para el bien jurídico.
Ejemplo: envenenar o adulterar aguas potables.
Elementos Normativos
Los tipos de lesión requieren que la acción y el resultado se encuentren en una relación
que permita afirmar que:
El resultado es producto de la acción.
Punto de vista clásico → un resultado era el producto de una acción cuando ambos
estaban unidos por una relación de causalidad en sentido natural.
Se hace uso de la doctrina de la conditio sine qua non para verificar si la condición que se
ha enumerado como causa efectivamente ha contribuido a la producción del resultado.
Esta teoría no permite resolver los problemas derivados de los cursos causales
hipotéticos o de doble causalidad, toda vez que la supresión mental de una condición no
hace desaparecer el resultado, puesto que existe otra condición que ha cooperado
simultáneamente y con la misma eficacia en su producción.
Ejemplo: un camión se adelanta a un ciclista ebrio sin respetar la distancia reglamentaria.
En ese momento el ciclista gira su bicicleta en dirección del camión y muere a causa del
impacto sufrido.
Otros autores consideraron que no todas las condiciones son causas del resultado, sino
solamente aquellas que, de acuerdo con la experiencia general, habitualmente producen
el resultado.
Crítica que no pudo ser superada → según la experiencia general, también los
comportamientos inadecuados producen resultados no habituales20.
Ejemplo: la relación causal importante para el tipo del homicidio previsto y penado por el
art. 79 del Código Penal, no es la existente entre la muerte y otros hechos que de algún
modo posibilitaron que la víctima muriera en tales circunstancias, como puede ser la cita
de un tercero.
Por el contrario, la relación causal captada por el tipo de homicidio es la que demanda el
concepto de matar socialmente aceptado como atentado criminal contra la vida de otro.
Al igual que la teoría de la adecuación, esta teoría es clasificada como precursora de una
concepción integral de la imputación.
20
Bacigalupo, “Lineamientos de la teoría el delito”, 3ª edición renovada y ampliada, Hammurabi, Bs. As.
1994, pag. 72.
La imputación objetiva del resultado.
Conforme esta teoría que expuso Roxin, se intenta establecer ciertos criterios valorativos
que permitan esclarecer cuándo una causación se puede calificar como acción típica
desde el punto de vista objetivo → imputación objetiva.
Para esta concepción existen dos categorías sucesivas e independientes en el tipo penal:
Otro ejemplo conocido es el del sobrino que, con el deseo de heredar a su tío lo induce a
viajar en avión con la esperanza que éste se estrelle.
Nos encontramos frente a un curso causal irregular donde el riesgo creado no está
jurídicamente desaprobado.
Ejemplo: caso del comerciante que, cumpliendo los recaudos legales, vende un revólver
a un comprador que aparenta ser normal y que luego comete un homicidio con el arma
adquirida.
El momento en que debe hacerse el juicio sobre el peligro para el bien jurídico es aquel
en que el autor ha obrado, pues en ese momento – ex ante- deben tomarse en
consideraron los conocimientos de que disponía el agente.
El tipo subjetivo
Según la actitud subjetiva del autor con relación al bien jurídico y la dirección de voluntad,
se pueden distinguir dos diferentes clases de conductas lesivas para los bienes
protegidos legalmente.
Los tipos culposos constituyen la excepción. Ello se advierte en la Parte Especial del
ordenamiento citado, en donde las conductas que contienen esa exigencia subjetiva son
menos.
El Dolo. Concepto
Teorías tradicionales sobre su ubicación sistemática
El sistema causalista → había adoptado el concepto romano de dolo malo, que estaba
compuesto por dos elementos:
- intención de realizar el hecho.
- conocimiento de su carácter ilícito. (Querer algo que se sabe malo o ilícito)
Que no es decisivo para la culpabilidad atento que existen casos como el estado de
necesidad que no obstante exigir dolo, se excluye la culpabilidad.
El traslado del dolo al tipo de injusto lo dio Welzel cuando → se dio cuenta de la
dificultad sistemática de colocar en un mismo plano la valoración y el objeto valorado.
El dolo eventual es convertido en un dolo de peligro, para el cual basta que el sujeto haya
obrado con conciencia de peligrosidad de la acción en sí misma, aunque no acepte sus
consecuencias, prescindiendo de esta forma del elementos volitivo.
Otra consecuencia es que desaparece la idea de una culpa consciente diferente del dolo
eventual, quedando la culpa reducida a la inconsciente, es decir, sin representación, y
sólo se da en caso de error evitable.
Dolo Directo:
Cuando la acción o el resultado típico constituyen el objetivo perseguido por el sujeto.
Ejemplo: el sujeto quiere matar a otro y mata.
Dolo Indirecto
Esta clase de dolo abarca los resultados no queridos directamente por el autor, pero que
aparecen unidos de modo necesario e ineludible al resultado comprendido en la intención
del sujeto.
Dolo Eventual
Cuando el sujeto que realiza la conducta conoce que probablemente se produzca el
resultado típico, y no deja de actuar por ello.
No importa la actitud interna del autor, sino su intención de seguir actuando a pesar de
conocer el grave peligro de realización del resultado como consecuencia de su obrar.
Esta teoría resulta preferible.
Varios tipos delictivos de la Parte Especial de nuestro Código Penal contienen la expresa
exigencia de ciertos contenidos especiales de índole subjetiva diferentes del dolo.
Dolo
Nuñez: es más abarcativo, pues afirma que representa un elemento subjetivo del tipo
todo elemento suyo que aluda a una situación anímica del autor del delito, cualquiera
que sea su naturaleza.
El tipo doloso de omisión
La distinción entre las formas que puede revestir la acción en sentido amplio, ha dado
lugar a diferentes conceptos.
Concepto natural de omisión.
Concepto normativo de omisión.
Concepto Natural:
Esta tesis que sostiene que la acción es en si misma, ajena a toda valoración, es
congruente con la concepción natural de la acción adoptada inicialmente por el
positivismo jurídico o científico, y pretendió encontrar un sustrato fáctico a una y otra
modalidad, lo que implicaba la necesidad de distinguirlas.
Este criterio naturalista, también fue impulsado por la vinculación que se hizo de esta
cuestión con el presupuesto de un derecho penal fundado en el hecho cometido y no en
el autor, lo que llevó a rechazar la idea de que la omisión pudiera constituir una simple
creación del derecho.
Esta visión naturalista, que prescinde de toda valoración, no parece contundente, toda
vez que, según este concepto, tanto en la acción como en la omisión existe una
manifestación de voluntad equivalente, no siendo posible de esta manera diferenciarlas a
partir de ello.
Concepto normativo:
Mezger → omitir no implica no hacer nada, sino no hacer algo que el derecho esperaba y
exigía que hiciese.
La doctrina dominante entiende que tanto la acción cuanto la omisión no pueden captarse
sino a través de la instancia valorativa, y que solo es factible distinguir una de otra
mediante la regulación de la norma rectora del caso.
Atento a que la voluntad de la norma sólo puede expresarse ordenando no hacer esto, o
hacer aquello, necesariamente habrá de adoptar la forma de mandatos o prohibiciones.
Con este mecanismo es posible diferenciar los tipos de omisión de los de comisión.
La distinción entre tipos de acción y tipos de omisión, se extrae del sentido prohibitivo o
prescriptivo de la norma, siendo de esta forma, una distinción normativa.
Premisas
La acción y la omisión no dependen de que la conducta del sujeto haya expresado actividad o
inactividad.
Los tipos de comisión se distinguen de los de omisión según que la norma prohíba desarrollar
determinada conducta (comisión) o que ordene cumplirla (omisión).
El carácter prohibitivo o prescriptivo se infiere invirtiendo el sentido de las conductas descriptas
en los tipos delictivos.
Clases de Omisión
Aspecto Objetivo:
A diferencia de lo que sucede con los delitos de comisión, en los delitos de omisión,
habitualmente se hace preciso:
Calificar al sujeto activo del delito, para referir la omisión a la observancia de ciertas
obligaciones a su cargo, o bien definir la situación típica en que se impone cumplir una
determinada conducta o bien ambas cosas.
La descripción apropiada de cuál es la conducta ordenada.
La atribución de la omisión que configura el delito, exige que el sujeto haya podido
realizarla.
.
Ejemplo: art. 108 del Código Penal → omisión de auxilio.
Aspecto Subjetivo:
Mir Puig → rechaza las posiciones que sostienen la peculiaridad en el dolo en esta clase
de delitos, argumentando:
Tampoco los delitos de acción requieren invariablemente el dolo directo, atento a que
el tipo subjetivo frecuentemente se satisface con aceptar o asentir el resultado.
Tanto en los delitos de acción como en los de omisión es necesario decidir realizar
una conducta, motivo por el cual, el dolo no registra ninguna alteración.
Estas cláusulas establecen cuando una comisión por omisión equivale a una acción,
determinando las condiciones necesarias a tales efectos.
En nuestra legislación no hay una disposición genérica de equivalencia, sin perjuicio que
existan algunas normas que la establezcan para ciertos casos.
Las fuentes del deber de actuar – La posición de Garante
Ello dio origen a tres fuentes en que puede encontrar su origen la posición de garante o
también llamada la obligación de resguardo, las cuales siguen la orientación de la
llamada teoría formal del deber jurídico:
Fuentes:
Ley: Se restringe a los casos en que, atendiendo a una particular relación o situación que
vincula a una persona con el bien jurídico que demanda resguardo, se lo impone
individualizadamente.
Constituyen vínculos de este tipo, los derivados de la patria potestad y demás relaciones
de familia, tutela y curatela, y de los deberes de aquellos que ocupan cargos públicos
para los bienes que les fueron confiados en el marco de sus funciones.
Contrato: Debe tratarse de una relación contractual por la que el agente asuma ciertas
obligaciones de las que depende la preservación del bien jurídico.
Ejemplo: enfermera que no suministra la medicación vital al enfermo.
Conducta Precedente: Supone que por un acto inocente o culposo, el agente ha creado
la situación de riesgo para el bien jurídico.
Se diferencia de la omisión simple porque el agente ha sido creador del peligro que
deberá conjurar actuando en salvaguarda
La teoría formal del deber jurídico, luego fue considerada insuficiente atento a atender
solamente a las fuentes del deber de obrar, de modo que se propició su sustitución por la
teoría de las funciones de Kaufmann, que procuró determinar los requisitos
substanciales que hacen a la posición de garante.
Por otra parte, la visión funcional ha realizado un gran aporte. Así, Mir Puig, propuso
dos nociones fundamentales:
La creación o aumento, en un momento anterior, de un peligro atribuible a su autor.
Que tal peligro determine, en el momento del hecho, una situación de dependencia
personal del bien jurídico respecto de su causante.
Asimismo, el citado autor, distingue las hipótesis de posición de garante según medie un
deber de protección del bien jurídico o de control de una fuente de peligro.
Otros autores, consideran que la posición de garante requiere que el agente haya
contribuido eficazmente, aunque de un modo mediato y particular, a la verificación del
hecho (manual del Dr. Carlos Lascano).
Bacigalupo estima que la omisión de impedir un resultado es típica en la forma de un
delito impropio de omisión si el omitente era garante, ostentando esta posición quien se
encuentre en alguna de las siguientes situaciones:
Cuando el omitente tiene a su cargo el cuidado de una fuente de peligro frente a la
generalidad de los bienes jurídicos.
Cuando el omitente tiene a su cargo el cuidado de bienes jurídicos frente a peligros
que puedan amenazarlo.
Omisión del
Garante Resultado
Para algunos funcionalistas es suficiente que medie una segura disminución del riego,
mientras que otros requieren que se compruebe al menos con práctica seguridad que el
resultado se habría evitado mediante la intervención omitida.
La posibilidad de evitación se excluirá cuando las demandas del caso excedan lo que el
garante pudo hacer materialmente.
El tipo -
segunda parte
Derecho
Penal I
1
Tipo Culposo
Introducción:
Introducción y breve repaso de conceptos fundamentales a los fines de facilitar que el
alumno se ubique metodológica y conceptualmente.
Concepto de culpa o imprudencia. Con ese objeto, se diferenciará esto con el concepto
de dolo, se realizará una contraposición entre ambos mediante ejemplos simples y claros
a los fines de zanjar las diferencias de conceptos.
Clases de imprudencia: Por su representación por parte del autor: culpa consciente y
culpa inconsciente. Distinción entre dolo eventual e imprudencia (distinción entre dolo y
culpa). Por su gravedad: culpa grave y culpa leve. Culpa insignificante. Por su modalidad:
negligencia, impericia, imprudencia y violación de reglamentos.
Vamos a iniciar el estudio del tipo culposo con una distinción básica y de sentido común a
la cual luego iremos agregando elementos técnicos jurídicos hasta llegar al concepto que
es lo que nos interesa. Luego haremos una breve introducción y un mínimo repaso de
conceptos básicos para conformar una plataforma donde podamos asentar firmemente
los nuevos conceptos que vamos a ver en esta clase.
Ejemplo de muerte “querida”: JUAN dispara con un arma de fuego mecánicamente apta
contra PEDRO y lo mata. Ejemplo de muerte “no querida”: JUAN conduce su vehículo por
Av. Colón a una hora pico y a 100 km. por hora. En esas circunstancias, y cruzando un
semáforo en rojo, atropella a PEDRO y lo mata.
En este segundo supuesto, en donde lo que JUAN quiere en realidad es llegar rápido a
algún lugar, o no perder la onda verde, o sobrepasar un colectivo que lo venía
molestando hace varias cuadras (pero nunca causar la muerte de nadie) ¿Cómo se
define su conducta desde el punto de vista del DP?
Desde el punto de vista de nuestra materia, lo que JUAN hace es infringir un deber de
cuidado, con lo cual pone en peligro un bien jurídico, superando con su conducta el
riesgo permitido, causando así un resultado (muerte de PEDRO) que podría haber
previsto y evitado.
JUAN provoca la lesión del bien jurídico vida por desarrollar un actuar descuidado o
negligente.
La conducta de JUAN puede entonces ser definida desde el punto de vista del DP como
culposa.
En la introducción a la materia dijimos que el derecho penal era una de las ramas del
derecho público, y que estaba a su vez integrado por dos grandes vertientes: una
sustantiva y otra adjetiva. La segunda estaba compuesta por el derecho procesal penal,
materia que verán próximamente. La primera -a su vez- estaba dividida en grandes
segmentos, uno el derecho penal parte general y otra el derecho penal parte especial. La
parte especial estaba conformada por todas las conductas que el sistema legal argentino
prohíbe desarrollar, amenazando con la aplicación de una sanción penal al eventual
infractor. Como sabemos nuestro ordenamiento prevé un sistema de clausura basado en
la previsión del art. 18 de la CN, es decir, que las conductas que no están expresamente
prohibidas, están permitidas. En consecuencia la parte especial está conformada por
todos los tipos penales que conforman lo que se denomina el núcleo duro del CP (robo,
hurto, defraudación, homicidio, etc.) sumados a los previstos en leyes especiales que se
agregan a su continuación.
La parte general que estamos llevando adelante este año, consta, desde nuestro punto
de vista, de dos pilares fundamentales: la teoría del delito y la teoría de la pena.
Recordemos que la teoría del delito tiene que ser vista por nosotros, por los operadores
judiciales (jueces, fiscales y defensores) como una herramienta que media entre el caso
(ejemplo JOSE se apodera sin violencia y en forma ilegítima del celular de MARIELA) y el
texto legal (delito de hurto art. 162 del CP).
Esta herramienta nos permite determinar con la mayor precisión posible si una conducta
(una acción o una omisión) encuadra en alguno de los tipos previstos en la parte
especial. Esto es lo que hace a este tema, dentro del programa, uno de los más
importantes, principalmente porque podemos utilizar esta teoría como una fórmula
aplicable –que funciona- con relación a todos los tipos que conforman la parte especial.
Es por esto también que dijimos que este tema resulta fundamental para poder
comprender acabadamente la materia Derecho Penal II que verán también el próximo
año.
Entonces, retomemos –y es importante que retengan ésta idea- la teoría del delito es una
herramienta. La podemos representar como una máquina de forma rectangular, dividida
en distintos segmentos, cada uno de ellos separado por un tamiz. En el extremo que
forma el inicio de la máquina imaginaria podemos introducir una conducta, y hacerla
recorrer todos los segmentos que la conforman. El primer segmento es el de la tipicidad,
el segundo es el de la antijuridicidad y el tercero el de la culpabilidad. Si esta conducta
que nosotros introducimos logra atravesar todos los tamices que separan los segmentos
de la máquina tendremos como resultado una conducta delictiva. Caso contrario
podremos tener una conducta atípica, una conducta típica pero justificada (no
antijurídica), o una conducta típica y antijurídica, pero inculpable.
Otra misión importante de la teoría del delito es la de servir como límite al poder punitivo
del Estado. El Estado a través de sus distintos organismos va reconociendo
determinados bienes que son considerados de valor por la sociedad. Estos bienes –
merecedores de una protección especial- ingresan al sistema jurídico, generalmente a
través de otras ramas del derecho, debido su carácter subsidiario. Cuando el Estado
considera que ese bien ya reconocido legal y jurídicamente merece una protección aún
mayor –más fuerte- redacta o crea –a través del Poder Legislativo- una fórmula en donde
se amenaza con sancionar –mediante algún tipo de pena- la conducta que intente
lesionarlo. Este examen de lesividad forma parte de uno de los pasos que debe recorrer
esa conducta que habíamos introducido en nuestra máquina a los fines de determinar si
reunía todos los requisitos necesarios para considerarla delictiva. En consecuencia el
juez a través de este elemento –teoría del delito- cuando se encuentra ante una conducta
que en apariencia podría constituir un delito dice: previo a arribar a esa conclusión voy a
someter la conducta a una serie de análisis y recién después voy a poder determinar si
esta conducta que la administración (policía, aduana, DGI, gendarmería, o cualquier
fuerza de seguridad) trae a mi despacho para mi consideración conforma un delito.
Repaso: debemos tener siempre presente las distintas teorías que hemos visto y sus
segmentos, así como elementos que componían cada una de las categorías.
Especificamos cuáles eran estas teorías: positivismo jurídico, normativismo, finalismo, y
funcionalismo. Vamos a dibujar nuevamente el esquema de las distintas teorías y sus
componentes, enfocándonos esta vez en la culpa, y vamos a repetir esta especie de
ejercicio en todos los temas a desarrollar. Esto se debe a que este esquema nos va servir
como un mapa en donde nos podremos ubicar histórica, teórica y metodológicamente.
Debemos señalar además que el concepto de culpa va depender de la teoría del
delito en la que nos situemos. Comencemos:
Finalismo: preparado el campo por el normativismo, es decir comprobado que del lado
del ilícito (tipo y antijuridicidad) existían elementos subjetivos normativos, y que la
culpabilidad era fundamentalmente un concepto normativo no subjetivo, aparece la teoría
finalista. Esta precedida por un importante trabajo elaborado en 1930 (Engisch) en donde
se advierte que “la inobservancia del cuidado debido”, característica fundamental de los
delitos culposos, debía ser considerada como un elemento del tipo, pues nunca una
conducta conforme a la norma de cuidado podía ser ilícita. Para Welzel –autor de la
teoría final- nunca la pura causación del resultado podía ser penalmente relevante. Según
este autor lo fundamental en orden a considerar ilícita una conducta es el desvalor de
acción y no el de resultado. La presencia del dolo o la culpa en la acción del sujeto es lo
que determina que la conducta en sí, más allá del resultado, sea jurídico-penalmente
desvalorado. Entonces, si el dolo y la culpa cumplen un valor tan determinante en la
constitución del desvalor de acción, es claro que debían ser trasladados del ámbito de la
culpabilidad al del ilícito (1940). La culpa entonces constituye un especial tipo delictivo, el
tipo culposo.
Funcionalismo: nuevas corrientes surgidas después del finalismo -1960- aceptaron que
la culpa tiene su lugar sistemático en el tipo, pero justificaron esta conclusión con
fundamente completamente diferentes. Cabe aclarar que en realidad bajo el título de
funcionalistas se agrupan autores con pensamientos tan disímiles como Roxín y Jakobs.
El primero de los autores citados es el fundador de una corriente moderada de
funcionalismo que todavía mantiene casi todos los elementos de la teoría del delito
intactos, no solo en su nombre sino también en su contenido. Por el contrario, Jakobs, y
la mayoría de sus discípulos no sólo varían la mayoría de las denominaciones utilizadas
para los elementos analíticos de la teoría, sino que también varían su contenido. Es por
ello que resulta más difícil seguir sus conceptos, esto sumado a un lenguaje nuevo
importado de teorías funcionalistas sociológicas.
Estos fundamentos tienen su base en la teoría de la imputación objetiva. Para esta teoría
sólo es culposa la conducta que crea un riesgo no permitido que a su vez se realiza en el
resultado. Por ende, lo que está amparado por el riesgo permitido no es culposo. El
actuar dentro del riesgo permitido no sólo disculpa al autor sino que además saca su
conducta del margen de la tipicidad. La conducta por ende constituye un problema de
tipo.
Este sistema fue el seguido por ejemplo por el código penal español y
que fue abandonado aproximadamente en 1995 debido principalmente a que
atentaba contra principios de legalidad. En efecto, quedaba un poder amplísimo en
manos de jueces o fiscales que debían decidir en cada caso concreto si una
conducta podía o no ser cometida en forma culposa. Esto presentaba en la
práctica graves contradicciones e inconvenientes y de hecho podría ocurrir que
existieran diferencias entre la interpretación de distintos magistrados, resultando -por
ejemplo- posible que una parte -o uno de ellos- considerara una conducta como delictiva
y otros la consideraran atípica.
Por otra parte el que actúa representándose la posible lesión al bien jurídico
pero confiando que por X circunstancia que ella no ocurrirá, actúa con culpa
consciente. Ejemplo: otro conductor, pero ésta vez uno más intrépido, conduce por una
Av. a 120 km. por hora cuando el límite de velocidad es de 30. En ese curso atraviesa
un semáforo en rojo, sin intentar frenar, y pudiendo observar que desde el otro carril los
automóviles que tenían paso habían comenzado su marcha. A esa velocidad impacta
contra dos vehículos produciendo la muerte instantánea de tres personas. En este
caso, podemos observar que el conductor previó la posibilidad del resultado lesivo,
pero confiando en algo –que bien podría ser en su pericia como conductor, en la
suerte, en que los demás autos iban a verlo e iban a frenar, o lo que sea- creyó que
éste no se produciría. El conductor no quería causar la muerte de nadie, en realidad,
quería llegar velozmente a algún lugar, no obstante el hecho ocurrió por su
responsabilidad.
DOLO DIRECTO
INDIRECTO
EVENTUAL
CULPA
CONSCIENTE
INCONSCIENTE
A los fines de clarificar este punto vamos a repetir necesariamente algunos conceptos
que ya tratamos. La actitud subjetiva del autor se analiza en el segmento del “tipo
subjetivo”. Esta actitud puede variar desde su grado máximo –dolo directo- hasta la culpa
inconsciente –su grado mínimo-. En el ínterin el autor puede vivir distintas actitudes
subjetivas: dolo indirecto, eventual y culpa consciente. Vamos a señalar las
características de cada uno de ellos para marcar de forma más precisa las diferencias.
Dolo directo: la acción y el resultado típico constituyen el objeto perseguido por el sujeto:
quiere matar a otro y lo mata.
Dolo indirecto: abarca los resultados que, aunque no queridos directamente por el autor,
aparecen unidos de modo necesario e ineludible al resultado comprendido en la intención
del sujeto: poner una bomba en un lugar donde hay varias personas para matar una de
ellas, sabiendo que matará al resto.
Entonces podemos decir que en las tres representaciones del dolo la representación del
hecho en cuanto a la comprensión de la criminalidad del acto es más o menos semejante.
Lo que varía es la aptitud anímica: en el dolo directo el autor desea el acto y dirige su
conducta hacia él, quiere el hecho representado; en el dolo indirecto el autor, si bien no lo
desea, lo admite resignadamente por su vinculación necesaria con el hecho principal
directamente querido; en el dolo eventual el autor tiene la comprensión de la criminalidad
del acto, y ante la eventualidad asume una actitud de menosprecio, desdén o indiferencia
respecto del eventual resultado lesivo (ejemplo cazador/ciervo/hombre: un grupo de
cazadores se organizan para ir de campaña. En un atardecer se encuentra diseminados
por el bosque a la caza de alces. Uno de ellos divisa entre la maleza una forma que
aparenta ser un alce, pero también por momentos parece tener alguna forma humana.
Ante ese hecho el cazador decide disparar, matando así a su compañero de hazaña).
En los tipos culposos el agente no pretende lesionar el bien jurídico, pero su conducta
descuidada produce su afectación. Aquí la conducta no está dirigida por la voluntad del
autor contra la norma que le prohíbe dañar el bien jurídico, y muy por el contrario, se
limita a infringir una norma de cuidado. Estos comportamientos –los culposos- tienen una
gravedad diferente a la de los dolosos, circunstancia que se traduce en la intensidad de la
pena a aplicar a los infractores, generalmente inferior a la prevista para los culposos.
Ejemplo: la figura básica del homicidio doloso tiene una escala penal en abstracto que va
de 8 a 25 años de prisión o reclusión; por su lado, la figura básica del homicidio culposo
tiene una escala penal en abstracto que va de 6 meses a 5 años de prisión o reclusión.
Ejemplo del conductor con culpa consciente: sabe que va en exceso de velocidad, y sabe
que puede ocasionar la lesión o la muerte de unos transeúntes que están cruzando la
calle a 40 metros de distancia de su inminente recorrido, se representa como posible ese
resultado, pero está convencido –por ejemplo- de que éstos advertirán su paso y se
abstendrán de continuar caminando. Los peatones no advierten el paso del automóvil y
son atropellados.
¿Qué criterios se deben tener en cuenta para determinar cuándo estamos ante una culpa
grave o una culpa leve? Se señala generalmente que debe prevalecer la valoración sobre
el desvalor de acción y no sobre el desvalor de resultado. Concretamente una parte de la
doctrina señala que no debe estarse al resultado causado (es decir a la cuantía del daño
causado) por la conducta sino a las características de la conducta en sí. A su vez se dice
que, con respecto la desvalor de acción lo que debe tomarse en cuenta no es la actitud
interna del sujeto sino el nivel objetivo de peligrosidad de la acción.
Una misma conducta a su vez puede encuadra en varios de los supuestos mencionados.
Por ejemplo: un médico cirujano pero no especializado en cardiocirugia, decide realizar
una operación vascular. Esta persona obra con impericia (porque evidentemente no tiene
pericia para realizar el acto en concreto), pero al asumir una responsabilidad que
sobrepasa su capacidad obra culposamente, y viola con ello reglamentos médicos
específicos.
11 |
Criterios para la determinación de la creación del riesgo.
Como final del análisis corresponde señalar que esta conducta que ha superado el riesgo
permitido debe verse realizada en el resultado, ya que, puede haber conductas riesgosas
que no provoquen un resultado perjudicial, o que de provocarlo, no puedan ser vinculadas con
ella.
Diferente es el caso cuando alguien no disminuye el riesgo, sino que lo sustituye por otro, cuya
realización es menos dañosa para el sujeto que lo que hubiera sido el peligro inicial. Ejemplo: Se
tira a un niño por una ventana de una casa que sufre un incendio. En este caso, el autor
realiza acciones típicas que son imputables como realización del tipo, pero se encuentra
justificado por consentimiento presunto o por estado de necesidad.
1
Desde este acápite y hasta el final de la lectura, los puntos desarrollados son parte de un trabajo realizado
por el Dr. José Lago, docente de DP I y II de la UE Siglo 21.
Para la causalidad los cursos causales hipotéticos son irrelevantes por regla general, no
obstante, ello no impediría atribuirles efectos excluyentes de la imputación. Sin embargo,
existe unanimidad en la idea de que la imputación del tipo no puede excluirse porque
estuviera dispuesto un autor sustituto, que en caso de fallar el agente hubiera asumido el
hecho: principio de asunción. Ejemplo: los casos de fusilamientos. Fundamento: El
ordenamiento jurídico no puede retirar sus prohibiciones porque hubiera otro que también
estuviera dispuesto a infringirlas. El resultado es la realización de un peligro creado
exclusivamente por el autor.
Todo ello también es válido para el caso de que el autor sustituto hubiera actuado
jurídicamente. Ello es así, puesto que el legislador sólo le permite una acción típica a
determinadas personas o funcionarios, por lo que la prohibición se mantiene incólume
frente los demás.
En cambio, la imputación se excluye cuando el autor modifica una causalidad natural, sin
empeorar la situación de la víctima. Ejemplo: "A" se va a estrellar con su locomotora de
forma irremediable sobre unas rocas producto de un desprendimiento; si "B" realiza un
cambio de vías de manera que la locomotora se estrellará en la otra vía por el mismo
desprendimiento que también la bloquea. Parte de la doctrina no comparte esta postura,
razonando que en le caso planteado “B” lleva adelante una conducta que supera el riesgo
permitido y que ello se ve reflejado en el resultado. A ello le suman cuestiones de orden
netamente naturalísticas, ya que “B” tiene el manejo del curso causal del “nuevo
acontecimiento”.
Roxin entiende por riesgo permitido una conducta que crea un riesgo jurídicamente
relevante, pero que de modo general (independientemente del caso concreto) se
encuentra permitida. Por ello, y a diferencia de las causas de justificación, se excluye la
imputación al tipo objetivo. Prototipo del riesgo permitido es la conducción automovilística
observando todas las reglas del tráfico. No se puede negar que el tráfico constituye un
riesgo relevante para la vida, la salud y los bienes, sin embargo, el legislador permite el
tráfico viario (en el marco de determinadas reglas de cuidado), porque lo exigen intereses
preponderantes del bien común. Si alguien mata a otro pese a observar el cuidado
necesario en el tráfico, ciertamente habrá causado la muerte, pero no lo ha matado,
porque no ha contravenido la norma. No es que haya matado sin dolo ni culpabilidad,
sino, que no ha matado en el sentido del tipo objetivo, ya que el tipo no prohíbe conducir
conforme a las reglas de tráfico, y ello, con independencia de cuál sea la representación psíquica
del
autor. Sólo el hecho de rebasar el riesgo permitido crea un peligro cuya realización
hace imputable el resultado como acción típica.
Se debe tener presente que la regulación normativa de precauciones de seguridad dentro del ámbito
de que se trate, es prueba de la existencia de un riesgo jurídicamente relevante.
También es atípica la provocación de cursos causales dentro del marco del riesgo
permitido. Ejemplo de quien persuade a otro para que realice un viaje en avión con la
esperanza que se estrelle, algo que luego efectivamente se cumple. Lo mismo sucede en el caso
de quien persuade a otro para que realice deportes de alto riesgo. Por mucho que se tengan malas
intenciones, ello no es jurídicamente abarcable.
Este tema, que represente alguna complejidad, se encuentra claramente desarrollado en el texto
obligatorio, al cual remitimos (página 351 y ss.).
El principio de confianza.
Este tema, que represente alguna complejidad, se encuentra claramente desarrollado en el texto
obligatorio, al cual remitimos (página 352/3).
La prohibición de regreso.
Este tema, que represente alguna complejidad, se encuentra claramente desarrollado en el texto
obligatorio, al cual remitimos (página 353/4).
En el caso del ejemplo, Roxin mantiene la imputación porque una conducción correcta
probablemente habría salvado la vida del ciclista, y por ello, la superación del riesgo permitido
por no guardar la distancia de separación lateral, ha incrementado de modo
jurídicamente relevante la posibilidad de un accidente mortal.
Se critica esta posición de Roxin, porque como no es seguro que con la
conducta alternativa conforme a derecho se hubiera evitado el resultado, se
estaría violando el principio in dubio pro reo.
Otro caso analizado por Roxin, es el del automovilista que atropella a un motociclista.
El automovilista conducía ebrio a una velocidad aún permitida. El BGH
condenó por homicidio imprudente, argumentando que en su estado, el
automovilista debería haber ido a una velocidad tal, que le permitiese cumplir sus
obligaciones del tráfico. Roxin critica esta solución porque si el automovilista se
encuentra inhábil para conducir, ya no existe una velocidad adecuada par él, y que lo
que ocurría, era que un conductor sobrio, debido a su mejor capacidad de reacción,
habría tenido una posibilidad mucho mayor de dominar la difícil situación de tráfico.
Por ello, el autor ha incrementado considerablemente el riesgo (aún permitido),
y por eso se le debe imputar el resultado.
La teoría del nexo o de la evitabilidad.
Roxin sostiene que el fin de protección de la norma (en el caso del ciclista), es guardar
una cierta distancia que pretende minimizar el riesgo de choque para todos los ciclistas,
jóvenes y viejos, sobrios y alcoholizados, serenos y asustadizos. Que ello se consiga en
mayor medida con los buenos ciclistas, no cambia el hecho de que la distancia
de separación debe brindar protección a todos. Por ello, si es infringida, las reacciones de la
víctima condicionadas por su embriaguez también están abarcadas por el fin
de protección de la regulación.
El alcance del tipo
Sin embargo, en el caso concreto puede faltar la imputación debido a que el fin
de protección de la norma (o sea, la prohibición de matar, lesionar, dañar, etc.) no abarca la
clase de resultados producidos, puesto que el tipo no está destinado a impedir tales
sucesos.
Esta problemática tiene importancia en los delitos imprudentes, puesto que si alguien
provoca dolosamente la lesión de un bien jurídico mediante un peligro creado por él,
normalmente el resultado le será imputado. Pero ello no siempre es así.
En los hechos dolosos son importantes tres grupos de casos en los que rige algo distinto: la
cooperación en una autopuesta en peligro dolosa; la puesta en peligro de un
tercero consentida por éste; y la imputación del resultado a un ámbito
de responsabilidad ajeno.
Dice el BGH: Las autopuestas en peligro queridas y realizadas por propia responsabilidad no
son subsumibles en el tipo de un delito de lesiones o de homicidio si se realiza e
riesgo conscientemente corrido con la puesta en peligro Quien meramente
incita, posibilita o facilita tal autopuesta en peligro, no es punible por un delito de lesiones
o de
homicidio". Siempre debe estar presente la capacidad de decisión, puesto que si la
persona a quien se incita es inimputable, no puede tomar una decisión responsable.
Más recientemente se ha dicho que el sujeto debe ser consciente de del riesgo en la
misma medida que el cooperador, y si el promotor se da cuenta que la víctima no es
consciente del alcance de su decisión, crea un riesgo que ya no está cubierto por la
voluntad de la víctima, y cuya realización debe imputársele al cooperador.
También se debe rechazar la imputación del resultado, cuando la víctima de una lesión
se niega a recibir auxilio que aún era posible, con plena conciencia del riesgo. Ejemplo:
Luego de haber sufrido un accidente, la persona lesionada rechaza una transfusión por
razones religiosas, si muere, el autor sólo será castigado por lesiones.
b) La puesta en peligro de un tercero aceptada por éste (3.12.5.2.5.2. Puesta en peligro
aceptada por la víctima).
La persona no se coloca dolosamente en peligro así misma, sino que se deja poner en
peligro por otro con conciencia del riesgo.
Ejemplo 1: Quien quiere que el barquero lo lleve en medio de una tempestad, a pesar que
el barquero lo desaconseja.
La opinión dominante intenta solucionar estos casos con la figura del consentimiento del
posteriormente lesionado, y se sostiene que el consentimiento no se refiere al resultado,
sino a la puesta en peligro. Roxin critica esta postura porque considera que nadie
consentirá el resultado, ya que quien se expone al riesgo confía en un final feliz.
1) El daño debe ser consecuencia del riesgo corrido y no de otros fallos adicionales.
2) El sujeto puesto en peligro ha de tener la misma responsabilidad por la actuación
común que quien le pone en peligro.
3) El sujeto puesto en peligro (al igual que ocurre con la autopuesta en peligro), debe ser
consciente del riesgo en la misma medida que quien le pone en peligro.
En este campo de la puesta en peligro por parte de un tercero aceptada por éste, habrá
que encuadrar también el caso de quien tenga contactos sexuales con riesgo de sida.
c) La atribución a la esfera de responsabilidad ajena.
Por último, el fin de protección del tipo tampoco abarca aquel resultado cuya evitación
cae dentro de la esfera de responsabilidad de otro.
Ejemplo: Camionero sin luces traseras es detenido en la ruta y la patrulla coloca una
baliza a efectos de seguridad. Posteriormente, la policía le indica que siga su marcha
hasta la próxima gasolinera para lo cual la patrulla marchará detrás del camión para
evitar accidentes. Pero antes que el camionero arrancara, el policía retira la baliza de la
calzada y el camión sin alumbrado es embestido por otro camión.
Una vez que la policía asumió la seguridad del tráfico, el suceso ulterior entraba dentro
de su esfera de responsabilidad, y ya por esa razón no se puede imputar al camionero. El
alcance del tipo ya no abarca el suceso posterior.
Esto tiene importancia práctica para las actividades que sirven para combatir peligros,
como son las ejercidas por los bomberos, el servicio de vigilancia de montaña o acuática,
por policías, o en su caso por soldados.
El caso en que la víctima solamente lesionada por el autor inicial muere a causa de una
fallo médico, se deberá considerar en primer lugar, si la conducta médica desplaza el
peligro creado por el autor, pues si la víctima muere por un peligro añadido por el fallo
médico, entonces, el médico habrá sustituido (desplazado) el riesgo originario por otro
que entra exclusivamente en su esfera de responsabilidad.
Lectura complementaria:
PRIMERA PARTE
I. - COLOCACION SISTEMATICA DE LA CULPABILIDAD EN LA TEORIA GENERAL
DEL DELITO
La culpabilidad, conforme a la concepción general de este problema cuyas raíces se
remontan ya al pensamiento clásico, es concepto que hace referencia esencial a todos
aquellos presupuestos de la pena, elementos o aspectos del delito (como quiera
llamárseles), situados en el alma del autor. Por tanto son, en primer término,
presupuestos de la pena de carácter psicológico, es decir, subjetivo, que aluden no sólo a
la participación sino -y adviértase esto con claridad- a la actitud anímica del autor frente a
su propio acto. Esto distingue ya, sin dificultad, la culpabilidad del tipo y de la
antijuridicidad. Una acción es típica cuando realiza externa, objetivamente, la acción
descripta por la ley penal. Lo es, así, frente al art. 79 del cód. penal, la de quien
externamente ha realizado la acción de matar a un hombre. A su vez una acción es
antijurídica con arreglo a criterios igualmente objetivos. El carácter antijurídico de una
conducta supone el contraste exterior entre esta conducta -objetivamente examinada- y
algo igualmente objetivo: norma, valor, etc. Lo típico y lo antijurídico son, por tanto,
eminentemente objetivos; la culpabilidad es, ante todo, psicológica y, por tanto, subjetiva.
Sobre esto no hay dificultad. La hay, en cambio, frente al concepto de imputabilidad que,
como es sabido, es también un conjunto de presupuestos de la pena situados en la
persona del autor. La vieja teoría penal, por razones que no hacen al caso, no se sintió
urgida por la necesidad de distinguir entre imputabilidad y culpabilidad. Así, la teoría de
Francisco Carrara, el criminalista más grande de todos los tiempos, relativa a las fuerzas
del delito (fuerza física y fuerza moral) engloba ambos conceptos dentro del de fuerza
moral. La distinción se debe, fundamentalmente, a una larga y cuidadosa elaboración de
la dogmática alemana que en esto, como en muchísimas otras cosas, ha marcado el
rumbo del pensamiento penal contemporáneo. Y bien, la diferencia consiste,
esencialmente, en que mientras la imputabilidad es un estado bio-psicológico -recalco la
palabra estado que da una idea de cierta permanencia- que supone determinada calidad
o aptitud de dicha índole en la persona responsable: se es imputable cuando en virtud de
un estado de equilibrio de la personalidad bio-psíquica se tiene la aptitud de comprender
la criminalidad de la acción y de dirigir la propia conducta conforme a esa comprensión;
en cambio la culpabilidad consiste en una actitud psicológica, en una posición actual -y,
por tanto, momentánea- que adopta el autor respecto de la acción delictiva que comete.
La culpabilidad no es, pues, una aptitud o calidad de la persona penalmente responsable.
Por esto se es imputable en general, frente a cualquier especie de delito; pero sólo se es
culpable en concepto, es decir, con referencia a un determinado delito y no a otro que
puede cometerse, incluso contemporáneamente, en forma no culpable. La diferencia se
percibirá con mayor claridad cuando tratemos de las causas de no culpabilidad, por
oposición a las de inimputabilidad: éstas excluyen la responsabilidad por cualquier delito
cometido en estado de inimputabilidad; aquéllas, como el error, sólo por el delito concreto
a que la inculpabilidad se refiere, pudiendo realizar, la misma persona y al mismo tiempo,
otros delitos culpables.
Una distinción más es necesaria. El Profesor Peco, cuando estructuró el programa de la
materia colocó como título de la Bolilla las palabras "imputabilidad, culpabilidad,
responsabilidad". Y no lo hizo inadvertidamente. Hay una gradación sucesiva entre esos
conceptos, dos de los cuales acabamos de diferenciar. Dos palabras más para distinguir
culpabilidad y responsabilidad. Algunas veces en tratados de técnica más o menos
deficientes se usan de un modo indistinto las palabras "culpabilidad", "responsabilidad",
para referirse a una misma cosa. Ello ocurre también en ciertas leyes. Si se abre el
código de procedimiento penal de la provincia obsérvase que un artículo dispone que la
acusación está obligada a probar la "culpabilidad" del procesado y, en otra parte, se dice
que para decretar la prisión preventiva es necesario que exista al menos semiplena
prueba de esa "culpabilidad". El término no se usa aquí con rigor técnico y significa lisa y
llanamente "responsabilidad". La responsabilidad es, en síntesis, y basta esto por ahora,
un concepto que hace alusión a las consecuencias jurídicas resultantes de la comisión de
un delito preexistente. Por tanto es la consecuencia del delito a la cual se vincula la
aplicación de la pena; está, pues, fuera del delito mismo. Ya hemos visto, en cambio, que
la culpabilidad es un presupuesto de la pena y, por tanto, es el delito mismo en uno de
sus aspectos.
III. - EL PROBLEMA
A- El concepto tradicional de la culpabilidad
Tradicionalmente la culpabilidad ha sido concebida como un "hecho de naturaleza
puramente psicológica". Adviértase que digo "puramente psicológica" utilizando
textualmente expresiones de uno de los defensores de este punto de vista a quien me he
de referir a menudo, porque en esto está el meollo de esta concepción. La dicotomía
carrariana que concebía el delito como la resultante de dos fuerzas (fuerza moral y fuerza
física), y que, dentro de la fuerza moral no distingue entre imputabilidad y culpabilidad, ya
concebía esta última de un modo puramente psicológico. Posteriormente cuando esa
dicotomía fue substituida por la tricotomía, por obra de la técnica alemana, el concepto de
culpabilidad no sufrió modificación substancial ninguna y el criterio psicológico llegó a ser,
hasta nuestros días, preponderante en la doctrina.
Según este punto de vista la culpabilidad se agota totalmente con la consideración de los
presupuestos psicológicos de la pena comprendidos en el dolo o en la culpa que son
meras formas del actuar culpable. Por tanto, ser un hombre culpable significa
simplemente haber obrado con dolo o por culpa: la culpabilidad es un mero hecho
psicológico cuyo teatro de acción es el alma del autor en el momento del delito.
Por esto Ricardo C. Núñez, el notable discípulo de Soler define a la culpabilidad como "el
comportamiento psíquico que la ley penal exige en el autor material de un delito para que
responda de él". Concepto que, en esencia, es el de cualquier psicologista. Como es
natural, la doctrina argentina, desde Tejedor hasta los autores citados en último término
han adoptado esta postura como la única compatible con el sistema positivo de nuestro
derecho.
En cierto modo el psicologismo participa de un presupuesto filosófico hoy superado y que
afectó, con su secuela de errores ontológicos y metodológicos, durante el siglo XIX y
comienzos del presente, todo el horizonte del pensamiento humano: el positivismo. Es
más aun, la concepción psicologista supone una especie particularmente perjudicial de
ese positivismo: el positivismo naturalista. Es en virtud de él, en efecto, que se ha
concebido a la acción humana como un mero hecho de la naturaleza. Por ello el delito,
que es acción humana, se ha escindido en dos hechos que vienen a componer el hecho
delictivo: un hecho externo y material que produce la lesión prevista y castigada en la ley;
otro hecho interno y psicológico que constituye la culpabilidad. Dualismo naturalista que
recuerda la escisión cartesiana entre cuerpo y alma y que lo recuerda tan de cerca que
hay quien ha hablado de la culpabilidad como del "alma" del delito y de la conducta
externa como del "corpus delicti". Pero esta concepción de la conducta del hombre ha
sido ya abandonada por el pensamiento contemporáneo, no obstante lo cual se sigue
creyendo por algunos -y aun por quienes abominan del positivismo naturalista en el
ámbito del derecho, como Soler y Núñez- que la culpabilidad se agota en un hecho de
índole psicológica.
B- La concepción normativa
Frente a esta teoría la conceptuación normativa, denominada también "teoría normativa
de la culpabilidad", sostiene que ésta no se agota con los elementos psicológicos
contenidos en el dolo o en la culpa y que la culpabilidad no es un hecho de ninguna
especie sino un juicio normativo, un juicio de valor sobre una situación de hecho,
"ordinariamente" psicológica. La culpabilidad, según ello, es el conjunto de aquellos
presupuestos de la pena que fundamentan, frente al autor, la reprochabilidad de la
conducta antijurídica. La acción aparece, así, como expresión jurídicamente desaprobada
de la personalidad del agente (Edmundo Mezger). No basta para que un ser humano sea
penalmente culpable con investigar si ha realizado su acción con los elementos
psicológicos que constituyen el contenido del dolo o de la culpa; es necesario que sobre
esos elementos psicológicos y sobre otros que ya veremos, el juez realice un juicio de
valor. Este juicio de valor consiste, en esencia, en lo siguiente: una acción antijurídica es
reprochable, es decir culpable, cuando el autor imputable -o sea con capacidad
biopsicológica de comprender la criminalidad del acto y de dirigir sus acciones- ha obrado
con dolo o por culpa y además -obsérvese esto cuidadosamente- el derecho podía
exigirle otra conducta conforme al derecho y por tanto distinta de la realizada. En esto de
"poder exigirle", o sea, en el concepto de exigibilidad radica la esencia del concepto de la
culpabilidad normativa. La exigibilidad es fundamento del juicio de reproche o
reprochabilidad: el acto doloso de un hombre imputable es reprochable cuando le era
exigible otra conducta conforme al derecho.
Como se ve el concepto de exigibilidad está en el núcleo de la teoría y no es de índole
psicológica sino que da pie al juicio de valor en que consiste la culpabilidad. Los
elementos psicológicos siguen siendo, ahora como en la teoría tradicional, el dolo y la
culpa.
Ahora bien, ¿cuándo existirá la exigibilidad? Haciendo un esfuerzo por expresar con
claridad el concepto pudiera decirse que la exigibilidad existe, dando fundamento al juicio
de reproche, cuando el imputable que ha obrado dolosamente o por culpa, lo ha hecho en
circunstancias tales que le han permitido al autor una motivación normal (he aquí una de
las razones para adjetivar de "normativa" a la teoría). Dicho en otras palabras: esas
circunstancias no han de impedir el normal juego de los motivos que impulsan de una
parte a actuar, de otra a abstenerse: por un lado la representación del resultado (querido
en el dolo), por otro la representación de que lo querido es delictuoso y por tanto
prohibido por la ley. Existen, en efecto, circunstancias externas, independientes del autor,
que al convertir en anormal el proceso de motivación que ha conducido al autor a realizar
dolosa o culposamente el acto antijurídico, no le han permitido otra conducta en que
prevaleciera el motivo de obediencia a la ley. En estos casos no se le puede exigir otra
conducta conforme al derecho y, por consiguiente, el juicio de reproche no tiene lugar;
entonces la culpabilidad no existe a pesar de que el autor ha obrado con los elementos
psicológicos constitutivos del dolo o de la culpa en los cuales para el psicologismo se
agota la culpabilidad.
En suma, para el normativismo existe una norma de deber derivada de la ley en cuya
virtud el autor debió detenerse por la representación de que lo que iba a realizar era
punible. Cuando no obstante no se detiene, es decir, cuando no convierte la prohibición
en motivo o mejor, en contramotivo de su conducta, aquél es culpable siempre que el
juego de motivos haya sido normal, porque le era exigible otra conducta conforme al
derecho. El homicidio presupone la norma "no matarás"; esta norma, en la faz objetiva,
da lugar a que objetivamente se juzgue como desvaliosa la conducta de quien mata,
juicio que origina la antijuridicidad; pero esa misma norma, en su faz subjetiva, exige
convertirse para el autor en deber: debe ser motivo para abstenerse de matar; si a pesar
de ello no se ha convertido en tal motivo da pie al juicio de culpabilidad, es decir, a la
reprochabilidad, cuando las circunstancias permitían exigir al autor que hiciera prevalecer
en la intimidad de su conciencia el motivo de la ley al motivo que le impelía a delinquir.
La exigibilidad de otra conducta conforme al derecho, núcleo de la teoría normativa parte,
pues, del concepto de que el autor debió obrar de otra manera; debió optar por un
comportamiento distinto al que realizó. Pero es obvio que el concepto de deber
presupone el concepto de poder. Ordinariamente la exigibilidad existe y por tanto la
reprochabilidad, cuando el sujeto pudo y por ello debió obrar de otra manera. Cuando ese
poder no existió la culpabilidad desaparece.
Mas ese poder o no poder puede ser de distintas especies. He aquí tres ejemplos que
ilustrarán mejor que los meros conceptos:
a) Si un demente precoz realiza un delito, no cabe hablar de autor culpable de ninguna
especie. La demencia, síndrome de alienación mental, quita al sujeto la posibilidad de
comprender la criminalidad del acto y de dirigir sus acciones; carece de aptitud para
hacer de la prohibición legal motivo o contramotivo de su conducta. No puede obrar de
otra manera y por tanto no es reprochable. Mas, obsérvese que aquí el "no poder" es de
orden bio-psíquico, deriva de condiciones naturales, exactamente como el ciego de
nacimiento no ve los colores porque carece del sentido de la vista.
b) Pero tampoco puede obrar de otra manera quien realiza un delito en la firme creencia
de que ejecuta un acto inocente y lícito (error de hecho no imputable). Quien ignora, de
un modo insuperable, que lo que ejecuta es ilícito no puede hacer un deber de una
representación de que carece. Trátase de una imposibilidad transitoria de orden
puramente psíquico.
c) Mas, a veces, el no poder obrar de otra manera no deriva de una tosca circunstancia
natural, o de una imposibilidad radical de motivación contraria. Por excepción ese "no
poder" puede ser la resultante de una valoración consciente en cuya virtud el sujeto no
pudo humanamente obrar de otra manera, porque debieron prevalecer en su conciencia
motivos que para él eran necesariamente superiores al deber de motivarse por la
representación del contenido de la norma. Si a mi me dicen que seré sancionado con la
pena de muerte si es que no entrego a mi hijo al verdugo que le ha de arrebatar la vida
en cumplimiento de la ley, yo no puedo hacer de la representación de la norma que a ello
me obliga un motivo preponderante al motivo de salvar la vida de mi hijo, aun a costa de
la mía. En tal hipótesis el derecho no puede exigirme la conducta conforme al derecho, es
decir, la entrega de mi hijo, y, si no lo entrego, no puede jurídicamente reprocharme mi
conducta.
En los tres ejemplos que anteceden no existe el poder de obrar conforme a la norma de
deber; pero es en el tercero en que la teoría normativa cobra un interés superlativo. En
efecto, en tal hipótesis, una pura construcción psicologista de la culpabilidad se hallaría
sin salida puesto que el agente es imputable (posee la aptitud de motivarse por la
representación del contenido de la norma) y la relación de índole psicológica con su
propio acto (actitud psíquica) reúne todos los requisitos psicológicos del dolo. La teoría
normativa, en cambio, excluye la culpabilidad en base al juicio de valor: no existe la
exigibilidad de otra conducta conforme a derecho y está ausente, por tanto, la
reprochabilidad (culpabilidad) del acto realizado.
Cuanto acaba de decirse es un esquema elemental, y por ello muy imperfecto, del
concepto de la culpabilidad normativa que tiende a demostrar que la culpabilidad no se
agota con la consideración de los presupuestos psicológicos de la pena contenidos en el
dolo y en la culpa. Pero no es más que un esquema elemental, que prescinde, por ello,
de todos los detalles, sumamente complejos, de dicha teoría.
Se dijo ya que, en el fondo, la teoría psicológica resulta tributaria del positivismo
naturalista para el cual el delito, como conducta humana, participa de los caracteres de
los objetos naturales. La teoría normativa, por el contrario, cae bajo el influjo de las ideas
provenientes de la filosofía de los valores que con Windelband y Rickert, sobre todo, han
escindido el mundo de la realidad en naturaleza y cultura (para nosotros, aquí, naturaleza
y conducta). Para tal punto de vista, la conducta humana tiene un sustrato natural,
fáctico, de hecho (los elementos psicológicos son un aspecto de ese sustrato), mas, la
esencia de la conducta humana consiste en que ese sustrato es portador de un sentido
valioso o disvalioso. Por esto la situación de hecho psicológica de la culpabilidad sólo se
convierte en culpabilidad a través de un juicio de valor en virtud del cual la conducta
aparece como expresión jurídicamente desaprobada de la persona del autor.
Bastan estas nociones para lo que aquí nos proponemos. La claridad, difícil de lograr
sobre tema tan arduo se ha de ver grandemente favorecida cuando más adelante
tratemos de las causas que excluyen la culpabilidad ya que ellas son, precisamente, las
circunstancias que al convertir en anormal la motivación del autor excluyen la exigibilidad
y, por consiguiente, el reproche y la culpabilidad.
La necesidad de la síntesis y acaso también la falta de utilidad han reducido la cita de
autores al mínimo, tanto más cuanto que la doctrina tiene muchos matices en cada uno
de sus partidarios y lo que queda dicho es una especie de resumen de lo que es común o
más o menos común en todos. Sin embargo, no puede dejar de señalarse que el primer
autor que emprende una revisión en este sentido es Reinhard Frank, un notable técnico
alemán, en 1907, al que le siguen luego James Goldschmidt, Freudenthal, Mezger, etc.,
y, luego, en Italia, Bettiol, en su reciente "Parte Generale" (1945), Musotto y, entre
nosotros, Jiménez de Asúa.
C- El problema en nuestro derecho
Un problema fundamental para nosotros es saber si -como sostienen los que como
Núñez se han opuesto a la recepción de la doctrina- en nuestro derecho existen
obstáculos legales insuperables para concebir normativamente la culpabilidad la que, por
otra parte, obedecería a insuficiencias del derecho alemán inexistentes en el nuestro.
En la segunda parte nos ocuparemos extensamente de ese problema haciéndonos cargo
de los argumentos y exponiendo los que a nosotros nos parecen decisivos en refutación
de esa tesis.
Por ahora recordemos que la doctrina normativa, aceptada por el Tribunal del Reich en
sentencias hoy clásicas -a las cuales retorna hoy la jurisprudencia germánica después del
episodio nazi- también ha tenido cabida, si bien parca, en tribunales argentinos. En
Alemania fueron notables los casos conocidos por el de "La cigüeña ante los jurados" y el
del "Leinenfänger" o caballo que no obedece a la rienda. En el primero una empresa
minera había resuelto que el día en que la mujer de un obrero tuviese un hijo, el padre
quedaría eximido de la obligación de trabajar sin pérdida del sueldo respectivo. Los
obreros para aprovechar esta circunstancia obligaron a la partera que allí atendía a sus
mujeres a declarar como nacidos en día hábil los niños que nacieran en domingo,
amenazándola en caso de que así no lo hiciera con no contratar más sus servicios. La
partera, temerosa de verse sin trabajo, se hizo, así, responsable del delito de
inscripciones falsas en el Registro. En el caso del "Leinenfänger" el dueño de un caballo
indócil y peligroso había ordenado al cochero que lo enganchase para prestar servicio. El
cochero justamente alarmado y previendo un accidente se resistió, pero el dueño le
amenazó con despedirle. El cochero obedeció entonces y el animal, que se desbocó,
produjo lesiones a un transeúnte. El Reichgericht resolvió, en ambos casos, que no podía
exigírseles a los acusados otra conducta conforme al derecho. No podía exigírseles que
por hacer de la norma de deber una motivación preponderante de su conducta perdieran
sus medios de vida, es decir, "su colocación y su pan". Entre nosotros Jiménez de Asúa,
en el artículo ya aludido sobre la no exigibilidad de otra conducta señala varios casos de
recepción de la doctrina en la Argentina. Pero acaso más interesante aun resulta una
sentencia muy anterior a la época en que en nuestro país se debaten estos temas y que
por eso demuestra el contenido de verdad que tiene la concepción normativa. En dicho
fallo, fechado en Paraná, el 19 de junio de 1939, confirmado por el Supremo Tribunal de
Entre Ríos, el juez absuelve sin texto expreso de ninguna clase que prevea el caso,
aparentemente por analogía del art. 278 del cód. penal que se refiere al ocultamiento de
próximos parientes. Pero, en realidad, por no exigibilidad de otra conducta conforme al
derecho. El fallo está estractado por García Quiroga en su obra sobre el código de
procedimiento penal de la Provincia de Buenos Aires.
Dejando por ahora el problema dogmático, sobre el que nos ocuparemos más adelante, y
las inconsecuencias e incongruencias del psicologismo, incluso cuando él se expone por
maestros de la talla de Sebastián Soler o de su discípulo Ricardo C. Núñez, es preciso,
aquí, completar, en breve esbozo, las nociones ya dadas sobre la teoría normativa.
D- Los problemas del normativismo
Una de las objeciones que suelen hacerse al normativismo consiste en que sus
partidarios no han llegado a un perfecto acuerdo sobre puntos fundamentales de la
teoría. Esto es cierto. Así, y para no referirnos sino a lo más importante: a) algunos
sostienen que la culpabilidad normativa presupone la existencia de una norma de deber o
"norma de motivación", autónoma e independiente de la norma de valoración que daría
base al juicio de antijuridicidad: Goldschmidt; otros, en cambio, como Mezger sostienen
que se trata de una única norma y no de dos. Dicha norma, en su aspecto objetivo es
norma de valuación y origina el juicio de antijuridicidad; en su faz subjetiva es "norma de
determinación" y se vincula a la culpabilidad; b) tampoco hay acuerdo en cuanto a la
estructura misma de la culpabilidad. ¿Es pura reprochabilidad como sostiene
Goldschmidt, y el dolo y la culpa, la imputabilidad y las causas de no culpabilidad son
meros presupuestos de hecho de la culpabilidad, o bien, como creen Frank-Mezger,
todos estos son elementos del juicio de culpabilidad? La consideración de estos
problemas nos llevaría muy lejos y complicarían en extremo estos conceptos
elementales. Algo de ello veremos, sin embargo, en seguida, al referirnos a las
consecuencias dogmáticas del normativismo.
E- Consecuencias dogmáticas
del normativismo
Tres son los aspectos fundamentales en que, como consecuencia de su respectivo
planteo inicial, discrepan el naturalismo psicologista y la teoría normativa: a) estructura de
la culpabilidad; b) función de la misma; c) causas excluyentes de la culpabilidad.
a) Estructura de la culpabilidad: como hemos visto el psicologismo sostiene que la
culpabilidad se agota en sus formas: dolo y culpa, cuyo contenido es "puramente"
psicológico. De ahí que la imputabilidad, estado biopsíquico al que ya hemos aludido es,
simplemente, presupuesto subjetivo de la culpabilidad, así como la antijuridicidad es su
presupuesto objetivo. Imputabilidad y antijuridicidad yacen, como sus presupuestos, fuera
de la culpabilidad. A su vez, las causas de inculpabilidad constituyen la faz negativa de la
culpabilidad; por tanto son también de índole psicológica (Núñez dice que se trata de
"estados psicológicos". Prescindiendo de que la palabra "estados" se ajusta más a la
esencia de la imputabilidad, usándola en singular, he aquí el reconocimiento expreso de
la índole de dichas causas conforme a la concepción psicologista). Frente a esto, para la
teoría normativa, en general, forman parte de la culpabilidad, como sus elementos, todos
aquellos presupuestos de la pena que hacen posible el juicio de reproche. Por tanto es
elemento -y no presupuesto de la culpabilidad-, la imputabilidad, al lado del dolo o de la
culpa y de las circunstancias que excluyen la culpabilidad, es decir, aquellas
circunstancias que al convertir en anormal el proceso motivador hacen que no hubiera
podido exigirse al autor otra conducta conforme al derecho. En la enumeración de esos
elementos estas circunstancias excluyentes de culpabilidad suelen formularse aludiendo,
al lado de la imputabilidad, del dolo y de la culpa, a la ausencia de motivos de
inculpabilidad. La sistemática de la materia varía, pues, fundamentalmente, según sea la
posición adoptada, como bien lo ha señalado Núñez comparando los Tratados de Mezger
y Soler.
b) Función de la culpabilidad: también divergen aquí las dos concepciones. Para el
psicologismo, en el cual, repito, la culpabilidad supone la simple verificación de la
existencia o inexistencia del nexo psicológico entre acto y autor, la culpabilidad no es
susceptible de medida, de un más o un menos; es un hecho, y, como tal, o existe o no
existe. Para el normativismo -sobre todo en base a los motivos y otros elementos- la
culpabilidad es susceptible de grados y esa gradación influye en la medida de la pena:
mayor o menor deber, mayor o menor exigibilidad y reprochabilidad: mayor o menor
pena.
c) Causas excluyentes de la culpabilidad (causas de inculpabilidad): Es aquí donde se
aprecian con mayor claridad las diferencias así como la fecundidad de la concepción
normativa frente a la teoría psicológica.
Para la teoría psicológica estas causas constituyen un catálogo cerrado expresamente
previsto en los códigos. En nuestro caso dichas causas no son, ni pueden ser más de dos
o tres: error de hecho no imputable, coacción moral y, en ciertos casos, obediencia
debida. En cambio para el normativismo no se trata de un catálogo cerrado y, por
consiguiente, rígido, formal e inflexible, sino de una mera enumeración no exhaustiva.
Las causas legalmente formuladas son, por esencia, simples ejemplificaciones
particulares del principio de la no exigibilidad de otra conducta conforme al derecho. Al
margen de ellas, es decir, más allá de la ley, suprajurídica, pero no más allá del derecho,
metajurídica, existe la causa supralegal de no exigibilidad. Esta hará posible el juicio de
valor individualizado en cada caso, en virtud del cual la culpabilidad se excluye y, por
tanto, la pena, cuando la valoración hubiere demostrado que no podía, en el caso
concreto, exigírsele al autor otra conducta conforme al derecho. De este modo el derecho
penal, a semejanza de lo que ocurre en materia de antijuridicidad, con la admisión de
causas supralegales de justificación, pierde la rigidez desvitalizada del formalismo
jurídico, para convertirse en algo vital y elástico, permitiendo la individualización de la
responsabilidad criminal en contacto con la palpitante realidad de la vida.
Preguntémonos, en efecto, qué haría el psicologismo frente al clásico náufrago de la
tabla de Carneades que para salvar su vida en peligro se apodera, en medio del mar, del
madero en que otro infeliz pugna dramáticamente por arrebatar su existencia a una
muerte segura e inmediata y que sólo puede contener el peso de una persona. En rigor
tendríamos que castigarle porque ninguna norma del código argentino contempla
expresamente el caso. No existe, en efecto, como se afirma con inconsecuencia, un
estado de necesidad del art. 34, inc. 3°, pues ambos bienes son de igual jerarquía
objetiva para el derecho y ese artículo exige la preeminencia valorativa del bien que se
salvaguarda sacrificando el bien inferior. ¿Qué otra eximente aplicaríamos, pues?
Ninguna. Y sin embargo no podemos castigarle. Creer aquí que la ley quiere castigar a
quien no se resuelve a morir en aras de la vida de su prójimo y que esto le es exigible
jurídicamente, es tan absurdo como creer que la ley podría disponer, de un modo eficaz y
vigente, que las aguas de un río remonten su curso en sentido inverso. En ambos casos
la norma que lo pretendiese se limitaría a una validez puramente formal, sin contenido
vital y, por tanto, jamás sería, en realidad, norma vigente. La moral puede exigirme el
sacrificio y el heroísmo, nunca el derecho. Este es una norma práctica de vida y no puede
trasmutar el rigor de las leyes físicas que gobiernan el mundo natural ni los impulsos
entrañables de la humana naturaleza. El hombre no se ha de decidir al heroísmo porque
así se lo mande la ley, o lo suponga. El derecho no se formula para héroes ni para
santos, sino para seres humanos comunes, con todas sus debilidades y pasiones, con
todos sus impulsos, sentimientos y esperanzas.
Supongamos, no obstante, que el derecho me exige el máximo sacrificio bajo amenaza
de pena severísima. ¿Serán alguna vez satisfechas sus exigencias? Y si esto no ocurrirá
nunca, ¿a qué queda reducida la vigencia de la norma? Supongamos más aún, que la
pena se ha de descargar tan irracionalmente que se ha de prescindir de verificar si el
autor concreto podía humanamente plegarse a su mandato o, por el contrario, había de
preferir, en todo y de hecho, someterse a la pena antes que doblegarse a la norma. ¿A
qué se habría reducido, entonces, el fin de prevención general y especial de la pena?
Es que el legislador no es omnipotente. No puede exigir, ni suponer, que el hombre haga
cosas extraordinarias para plegarse a sus designios. Cada vez que pretenda dirigirse a
santos o héroes se encontrará burlado por seres de carne y hueso, que han preferido la
pena a la santidad o al heroísmo que pretende exigirles en nombre de los intereses
generales representados por la ley que son, en el caso concreto, contrarias a la ley de su
naturaleza.
El derecho penal no puede, en consecuencia, castigar al náufrago que se salva a costa
de la muerte de su desdichado compañero. Noventa y nueve de cada cien preferirían
sufrir la pena, incluso la de muerte, que en el momento de la acción es, al fin y al cabo,
una amenaza remota y eventual, para salvar, aunque fuese para perderla después, su
propia vida. La teoría normativa de la culpabilidad nos da la solución para este y para
otros casos semejantes que la vida nos presenta con su dramatismo multiforme y
cotidiano, como lo veremos a continuación.
SEGUNDA PARTE
Expuesto, así, de un modo elemental, el concepto de la culpabilidad psicológica y el de la
teoría normativa, veamos ahora la posición crítica de ambas teorías y, especialmente, las
inconsecuencias y contradicciones de la teoría psicologista, así como la fecundidad
dogmática que encierra el normativismo. Planteemos el problema con referencia al
derecho vigente y situémoslo, finalmente, en el ámbito de las causas que excluyen la
culpabilidad, principalmente en el de la coacción moral para demostrar que ésta no es la
faz negativa de índole también psicológica del dolo o de la culpa -aspecto psicológico
positivo en que para el psicologismo consistiría la culpabilidad-, sino que dicha causa de
no culpabilidad, legislada en el inc. 2° del art. 34, implica la recepción legal de la teoría
normativa.
A- Incongruencias e inconsecuencias de los psicologistas
La postura psicologista nos muestra, de entrada, notables contradicciones consigo
misma, es decir, con su pretensión de que la culpabilidad es un hecho de naturaleza
puramente psicológica. Veamos.
1. - Los propios psicologistas, al construir la teoría del dolo y de la culpa superan, con
contradicción, el fundamento naturalista que han comenzado por asignar a la
culpabilidad. En efecto. Si la culpabilidad se agotase con los presupuestos psicológicos
contenidos en el dolo o en la culpa, no habría inconveniente en afirmar que el que se
defiende legítimamente de la agresión de un tercero, causándole la muerte, ha obrado
con dolo. El sujeto activo de la legítima defensa obra, en efecto, poniendo en su acción
todos los ingredientes psicológicos que integran el dolo. Pero esto es absurdo puesto que
quien se defiende obra secundum jus y el juicio de culpabilidad presupone un acto
antijurídico. Por esto ningún psicologista afirma que hay dolo en quien se defiende. Pero
esto demuestra ya, abinitio, que la culpabilidad no es un mero hecho psicológico -hecho
natural- sino algo fáctico pero referido a una valoración, es decir, a una norma. Los
mismos psicologistas se apresuran a enseñarnos que los conceptos de dolo y culpa no
son puramente psicológicos sino jurídicos y por tanto normativos.
2. - La inconsecuencia de la posición psicologista se denuncia a sí misma en la
terminología empleada habitualmente. Siempre que se alude al dolo o a la culpabilidad
con términos semejantes a voluntad culpable, voluntad viciada, o se hace referencia a
una voluntad libre o espontánea, por oposición a la voluntad constreñida, etc., etc., se
está adosando al concepto algo que no es ya puramente psicológico, sino, muchas
veces, normativo. Así, el término "culpable" denuncia de inmediato la valoración, la
referencia normativa (al derecho, a la moral, etc.), y no una mera situación de hecho,
psicológica. Quienes emplean el adjetivo no se percatan que su léxico es normativo por
antonomasia; el vocablo "culpable" no puede tener jamás un puro sentido naturalista: en
la naturaleza pura no hay valor, no existe ni lo bueno ni lo malo, lo justo ni lo injusto, lo
culpable ni lo inocente. Igual cosa sucede con los términos: consentimiento viciado
(derecho civil) o voluntad viciada (derecho penal) con los que suele aludirse a los efectos
que sobre la voluntad en el delito o sobre el consentimiento en el contrato ejerce la
amenaza, el engaño, etc., de un tercero. La palabra "viciado" implica referencia a una
norma: la voluntad para ser válida (he aquí el valor) debió ser de otra manera.
3. - Pero las inconsecuencias son más graves y trascienden los problemas de léxico. En
una concepción "puramente" psicologista no cabe en absoluto aceptar como causa de no
culpabilidad ninguna especie de "no exigibilidad". El concepto es incongruente con la
estructura puramente psicológica de la culpabilidad. Sin embargo caen en él los más
conspicuos y autorizados psicologistas. Así Soler, partidario declarado del psicologismo
acepta para excluir la culpabilidad del agente el principio de la no exigibilidad en
situaciones en que el psicologismo debiera postular la pena si es consecuente consigo
mismo. Por esto ha podido reprocharle Núñez, discípulo ilustre del maestro de Córdoba,
inconsecuencia con las premisas de su propio pensamiento.
4. - Cuando el psicologismo acude a circunstancias o criterios totalmente extraños al
nexo psicológico entre la mente del autor y su acto y hace de ellos indicios de
culpabilidad "una concepción psicológica, volenti o nolenti, está ya superada" (2).
Tal ocurre con Núñez cuando éste afirma que la esencia de la culpa no radica en la
posibilidad de prever el resultado o en el de haberlo previsto pero no consentido
(concepción tradicional) sino en la violación de una norma de deber o precaución. Esto es
reconocer que la culpabilidad culposa no radica en alguna de naturaleza sólo psicológica
sino -primordialmente- en el contraste con una norma de deber y, por tanto, en algo
eminentemente normativo. La construcción de Núñez es paradojal.
Mas la contradicción está igualmente latente en cualquier otra concepción de la culpa,
porque esta forma de la culpabilidad -y esto no lo han podido destruir jamás los
psicologistas- es concepto de esencia normativa. En efecto, si, con la posición tradicional,
decimos que la culpa consiste en la posibilidad de prever el resultado que sin embargo no
se ha previsto, se nos está diciendo que la pena se descarga porque pudiendo prever, se
debió prever (elemento normativo) y de hecho la previsión ha faltado. La normatividad es,
por consiguiente, de la esencia de la culpa. Implica violación de una norma de deber; una
exigibilidad de orden jurídico. Si yo manejo imprudentemente mi automóvil a gran
velocidad en lugar muy poblado y como consecuencia mato a un transeúnte, ¿por qué
me castiga el derecho? Porque pude prever que podía matar y sin embargo no tuve
previsión (el derecho me exige tenerla) o porque, teniendo previsión, debí detenerme o
manejar más despacio. En suma, se me castiga porque el derecho me exige prever que
voy a matar o, si preveo, me exige detenerme. En definitiva porque violo una norma de
deber.
No es posible negar, frente a esto, que la culpa implica un momento normativo y que no
se agota en una pura conceptuación psicológica.
B- El problema dogmático. Las objeciones en el Código
Los opositores del normativismo en nuestro país afirman que su recepción encuentra
trabas legales irreductibles. Dice Ricardo C. Núñez que el carácter retributivo de la pena
que presupone un destinatario consciente que actúe como tal al cometer el delito que
aquella retribuye, fundamenta políticamente que la responsabilidad se base en la
culpabilidad y que el fundamento de la culpabilidad sea la autoría moral que se satisface
con que el autor obre voluntaria o culposamente sin condición ninguna de índole
normativa.
Pero aquí se olvida que la pena no tiene un carácter puramente retributivo; le inspira,
igualmente, una finalidad de prevención (prevención especial en cuanto se refiere al
propio sujeto que delinque). Pero a su vez esta prevención especial presupone que el
autor ha podido -y debido- obrar de otra manera. Si así no fuese esa prevención especial
no tendría sentido. Es de toda evidencia que el derecho, cuando aplica la pena, supone
que el autor, en las concretas circunstancias en que ha actuado, ha podido obrar en el
fondo de su conciencia de otra manera, y el derecho ha esperado -y exigido- que obre de
ese modo. Si al derecho le fuese indiferente este momento normativo y castigara
siempre, aunque el autor, en un futuro cercano o remoto, puesto en circunstancias
idénticas volvería a delinquir porque, como ahora, no podía obrar de otra manera, se
habría aniquilado el fin de prevención especial, ínsito a la pena... simplemente porque el
autor volvería a delinquir, a pesar de la sanción.
Y que nuestro derecho no es puramente retributivo, lo que implicaría descargar la pena
todas las veces que existe un actuar voluntario, típicamente antijurídico, se demuestra
por el hecho de que excluye la pena, como veremos más adelante, aunque se den
aquellos requisitos, cuando el sujeto no hubiese podido humanamente actuar de otra
manera.
Es que en realidad está latente en el sistema -a veces de un modo explícito- la idea de
que ser culpable supone el poder obrar conforme a la norma y en virtud de ello el derecho
puede exigir que se obre de ese modo y no se cometa el delito.
He aquí los fundamentos de esta afirmación:
a) Náufragos. Necesidad y conflicto de bienes de idéntica jerarquía valorativa: Aludimos
ya anteriormente al conflicto posible entre dos bienes objetivamente de igual jerarquía y
en el cual necesariamente se ha de destruir uno para salvar el otro. La hipótesis procede
de la más remota antigüedad (Cicerón y el filósofo griego Carneades).
Soler resuelve el problema lisa y llanamente aplicando el estado de necesidad del art. 34,
inc. 3°.
Discrepamos con el parecer del maestro de Córdoba, pues tal solución parécenos
triplemente inconsecuente.
Quien como él ha construido con elegancia y corrección dignas de su jerarquía científica,
la teoría de la antijuridicidad, concibiéndola de un modo eminentemente objetivo, hace
aquí una inadmisible concesión al subjetivismo que hace saltar, hecha añicos, su propia
elaboración doctrinaria. Si lo antijurídico es un juicio que recae sobre la faz objetiva,
externa, de la conducta, en virtud del cual se contrasta esta conducta con la norma, que
es igualmente externa al alma del autor, no se comprende porque en este caso la
juridicidad o antijuridicidad de una conducta típica se ha de resolver conforme al punto de
vista del autor, es decir, subjetivamente, ya que una valoración objetiva nos muestra
inmediatamente la idéntica jerarquía de los bienes en conflicto: una vida humana frente a
otra vida humana. ¿Conforme a cual criterio vendría a resultar para el derecho superior -a
posteriori- la vida que se salva a costa de la vida del otro náufrago inocente?
La solución es tanto más sorprendente cuanto que la propia ley se inspira, aquí, en el
principio del interés preponderante; nos habla del "mal mayor a que ha sido extraño".
Según este artículo sólo está legitimado por el estado de necesidad, la salvaguarda del
bien de mayor entidad a costa del bien de rango inferior, conforme a una escala de valor
que nada tiene que ver con la subjetividad de ninguno de los dos protagonistas.
Mas la cosa no para aquí. La causa de justificación convierte el hecho en legítimo. ¿Pero,
es que podemos creer, con justicia, que hay derecho a matar a un náufrago inocente y
que su muerte es considerada como legítima? Basta pensar en las consecuencias civiles:
de un hecho legítimo, conforme al derecho, no cabe deducir ninguna especie de
responsabilidad, ni siquiera la indemnización del daño ex delicto. La solución resulta, así,
de paladina injusticia y sus resultados vienen a exaltar al rango de derecho las veleidades
del azar, cuando no el brutal hecho de la fuerza.
Más aun, si estuviésemos frente a un genuino estado de necesidad la intervención de
terceros sería igualmente legítima (como en toda justificante). Y preguntémonos,
entonces, con Alimena: "¿no es profundamente repugnante que un transeúnte que ve dos
hombres sobre una tabla que no puede sostener a ambos y que van a caer en el abismo,
saque su revólver y tranquilamente, como si tirase al blanco, asesine a uno de ellos? ¿No
sería mejor que estos desgraciados siguieran su suerte antes que dar el espectáculo de
semejante crueldad?". No obstante ello, si consideramos aplicable el inc. 3° no podemos
evitar este resultado: siempre que el agente obre legítimamente cualquiera puede, con
idéntico derecho, ayudarle.
Pero no es esto todo. Piénsese en lo siguiente: imaginemos un estado de necesidad en
que colisionan, igualmente, dos vidas humanas, con la diferencia de que ese estado
proviene de la amenaza de un tercero. Como Soler nos enseña que no podemos aplicar
el inc. 3° aludido, porque sólo se refiere a hechos ajenos a la acción humana (un
naufragio, por ejemplo), nos vemos forzados a aplicar el inc. 2°, que regula la coacción
moral. Pero adviértase que la coacción moral no legitima el acto que permanece contrario
al derecho, es decir, antijurídico, puesto que sólo excluye la culpabilidad (el agente no es
culpable), a diferencia del inc. 3° en que su conducta es legítima. Pues bien, en ambos
supuestos existe un estado de necesidad que pone en conflicto dos vidas humanas
igualmente inocentes; sin embargo, sacrificadas éstas, el agente obró en un caso contra
el derecho, en otro conforme al derecho. Una circunstancia puramente fortuita: que el
estado de necesidad provenga de la amenaza de un tercero decide sobre la
antijuridicidad o legitimidad de la acción. Ahora bien, es absurdo pensar que el derecho
resuelve de un modo tan distinto dos situaciones substancialmente idénticas desde el
punto de vista del valor. O ambos casos son legítimos o los dos son antijurídicos. El
derecho argentino resuelve congruentemente ambas hipótesis, al menos desde el punto
de vista del art. 34, inc. 3°: la muerte necesaria de un inocente para salvaguardar la vida
de otro inocente es antijurídica. Trátase de casos de mera inculpabilidad y no de
justificación.
Pero ahora preguntémonos, ¿si no podemos aplicar el art. 34, inc. 3° al caso de los dos
náufragos qué otro aplicamos para absolverle? Evidentemente, ninguno. Esto demuestra
que, o se castiga al infeliz que salvó su vida en alta mar a costa de la vida del otro, tan
inocente como él, o se recurre a la no exigibilidad de otra conducta. El derecho no puede
exigir el heroísmo. Esto, por de pronto, nos demuestra dos cosas: el derecho argentino
no es tan perfecto como sostienen los psicologistas; el derecho argentino exige la
recepción de la teoría normativa de la culpabilidad.
Si resumimos lo dicho respecto de la tesis de Soler tenemos: a) resolver la situación
conforme al inc. 3° (estado de necesidad) no guarda congruencia con una construcción
objetiva de la antijuridicidad como la que correctamente postula Soler; b) desde un punto
de vista dogmático vulnera dicho inciso en cuanto exige que el bien salvaguardado sea,
objetivamente, de mayor jerarquía valorativa; c) la solución es injusta; d) es cruel y
repugnante en cuanto no es posible evitar la legítima intervención de terceros; e) es
inconsecuente porque si el mismo estado necesario proviene de un tercero y no de un
hecho de la naturaleza, la misma situación no es legítima sino meramente inculpable; f)
consagra, en definitiva, la legitimidad del azar, cuando no el derecho brutal de la fuerza.
b) Hipótesis que caen fuera del art. 34, inc. 2° (coacción moral): Todo cuanto acaba de
decirse cobra nueva fuerza frente a otras hipótesis que, conforme a la propia
construcción dogmática de Soler y de Núñez, escapan al inc. 2° del art. 34 y que, por
tanto, exigen una concepción normativa de la culpabilidad, en base a que no hay para
ellas solución en el código.
He aquí como construyen -probablemente con toda corrección- tanto Soler como Núñez,
la causa de no culpabilidad de dicho inciso: no es punible el que ha obrado "por amenaza
de sufrir un mal grave e inminente". Según ambos la amenaza de dicho artículo alude a la
que hace una persona a otra con el fin específico de que ésta realice un delito y exime de
culpabilidad por este delito, cometido bajo el imperio de la amenaza. He aquí la hipótesis
exacta: un asesino quiere vengarse de su enemigo y quiere, a su vez, que un sujeto
determinado ejecute su muerte; para ello amenaza a éste en forma grave e inminente con
quitarle la vida o hacerle sufrir un daño semejante si no obedece a sus exigencias
(adviértase que por hipótesis el caso excede a la legítima defensa: no hay agresión sino
amenaza actual de un mal grave e inminente). Si en esta hipótesis el amenazado realiza
el delito exigido bajo amenaza, y mata, a su vez, al tercero inocente, la pena se excluye,
no es culpable por aplicación del inc. 2°. No se olvide que el caso, conforme a las
enseñanzas de Soler cae fuera del ámbito del inc. 3° (genuino estado de necesidad)
porque es producto de la amenaza de un tercero (ello da lugar a la inconsecuencia
señalada en el número anterior). Ahora deformemos un poco la hipótesis y supongamos
que el amenazado en vez de dar muerte al tercero inocente se da maña, favorecido por
las circunstancias excepcionales, y mata al delincuente. ¿Absolvemos a este sujeto?
¿Cómo le absolvemos? El caso no es una imaginaria construcción de laboratorio:
erróneamente lo resolvió no hace mucho tiempo -aunque hubo de absolver- la Cámara
Tercera de Apelaciones de La Plata. ¿Aplicamos el inc. 3°? No, por cierto, porque el
estado necesario proviene de un tercero. ¿El inc. 2°, entonces? Menos, porque la
coacción moral libera por la comisión del delito exigido y no por el delito cometido, como
reacción, sobre el que amenaza. ¿Buscaremos la solución en el inc. 6°? Tampoco, pues
hemos dicho que no hay agresión. Y si no podemos servirnos del genuino estado de
necesidad, de la coacción moral ni de la legítima defensa, estaremos constreñidos a
castigar, aunque sea atenuadamente? Soler y Núñez debieran responder
afirmativamente.
Pero la injusticia y la incongruencia serían tremendas. ¿Cómo absolveríamos e incluso
legitimaríamos la muerte de un náufrago inocente por obra de otro náufrago inocente (así
lo quiere Soler: inc. 3° del art. 34), y eximiríamos igualmente de pena -aunque esta vez
no legitimemos- la muerte dada en virtud de una orden bajo amenaza hecha por un
delincuente, a un tercero tan inocente como los náufragos, y en cambio debamos castigar
cuando el estado necesario se resuelve dando muerte al verdadero asesino? En idénticos
conflictos, en que colisionan dos vidas humanas, ¿cómo puede el derecho absolver
cuando el estado necesario se resuelve sacrificando la vida de un inocente y castigar
cuando se conjura dando muerte al genuino delincuente?
Pero no hay otra alternativa. Si aceptamos la construcción de Soler sobre el estado de
necesidad, y la que postula -esta vez acompañado por Núñez-, respecto de la coacción,
al mismo tiempo que la concepción psicologista en que militan ambos, estamos
constreñidos a castigar. He aquí las consecuencias de un psicologismo intransigente.
Nosotros no podemos aceptar esta consecuencia. Si el derecho renuncia a la pena
cuando en idéntico conflicto se sacrifica al inocente, con mayor razón ha de absolver si el
sacrificado es un vil asesino, mientras es inocente, en todos los casos, quien ejecuta la
muerte. Esto no es posible si el elenco de las eximentes es cerrado y exhaustivo como lo
postula el psicologismo; si lo es si la culpabilidad es normativa: en todos los casos no se
le puede exigir a quien mata otra conducta conforme al derecho.
He aquí, por segunda vez, un caso no resuelto expresamente en el código penal
argentino. Es que este código, como el alemán, o cualquier otro, será siempre imperfecto
para atrapar en sus mallas la inmensa riqueza de la vida, obligándonos a romper el
formalismo para construir la culpabilidad sobre bases normativas.
c) El ocultamiento de próximos parientes: Hasta aquí hemos debido recurrir a hipótesis
más o menos complicadas para demostrar que su solución correcta exige una
concepción normativa de la culpabilidad. Pero hemos dicho que la idea normativa está
explícitamente consagrada en el código. Esto es lo que ocurre en el art. 278 ya aludido
anteriormente: si un hijo mío comete un delito y yo le oculto para que no le castiguen,
cometo encubrimiento; no obstante, el artículo citado me exime de pena. La naturaleza
de esta eximente ha sido revelada entre nosotros por Jiménez de Asúa; hasta entonces
era concebida como una simple excusa absolutoria, o sea, como una causa de no
punibilidad. Algunas frases de Francisco Carrara apuntaban ya, accidentalmente, hacia
este camino. Ahora bien, no cabe duda que el padre está aquí exento de pena por el acto
típicamente antijurídico (encubrimiento) porque humanamente no se le puede exigir la
entrega del hijo: no se le puede exigir que en su conciencia el motivo de obediencia a la
ley sea preponderante al motivo de liberar a su hijo de un mal inevitable -acaso la pena
de muerte-. Y esta motivación debe ser respetable para el derecho si no se quiere
instaurar el más crudo despotismo. Quien pone a su hijo en las manos del verdugo,
porque así se lo manda el derecho, o se dispone a ejecutar la orden por sí mismo, como
en el bíblico mandato, podrá ser un campeón deshumanizado y monstruoso del fanatismo
de la ley; pero, por fortuna para la humanidad, estos sujetos sólo existen en la frontera
gris de la locura o en el mundo fabuloso del mito.
Con esta recepción expresa de la idea inspiradora del normativismo "caen todas aquellas
objeciones" (Bettiol), fundadas en que la ley no acepta el principio normativo, puesto que
nos demuestran que es inmanente al sistema del derecho positivo, con una inmanencia
explícita y categórica.
C- Las causas de no culpabilidad. Nuevas inconsecuencias
Si examinamos ahora las causas de no culpabilidad legisladas en el código,
singularmente el error no imputable y la coacción moral (art. 34, incs. 1° y 2°), hallaremos
aun nuevas inconsecuencias del psicologismo.
Ya sabemos que para la teoría psicológica tales causas constituyen la faz negativa del
dolo y de la culpa. Evidentemente esto exige construirlas también de un modo puramente
psicológico como la propia culpabilidad que se agota en el actuar doloso o culposo.
La tesis no hallaría mayores obstáculos si sólo se tratase del error de hecho no
imputable. Este podría, hasta cierto punto, construirse de un modo puramente psicológico
y como aspecto negativo del dolo y aun de la culpa. En efecto, el contenido psicológico
de ambas "formas" de la culpabilidad comprende elementos intelectuales y elementos
volitivos o emocionales. Los elementos intelectuales consisten, en esencia, en la
representación mental de que aquello que se realiza es, efectivamente, una conducta que
se corresponde con la acción delictiva: quien mata debe saber que mata a un hombre.
Pues bien, el error destruye el elemento psicológico de la representación; el sujeto obra,
en tal hipótesis, bajo la errónea e insalvable creencia de que su acción no es delictiva: el
que da muerte a otro propinándole arsénico cree, por error insalvable, que ha
suministrado agua con azúcar. Evidentemente esta situación psicológica de error podría
considerarse como el reverso, la negación de la culpabilidad también psicológica: cuando
hay error sobre una cosa no existe representación sobre la índole real de la cosa.
Pero la teoría falla al aplicarse a la coacción moral del inc. 2°. En efecto, si la coacción
fuese en verdad algo puramente psicológico, negativo del contenido psicológico del dolo
o de la culpa ¿cuál sería ese elemento psíquico que vendría a negar o excluir de
antemano? No, por cierto, el elemento intelectual o representativo. ¿Será, pues, el
volitivo? No tal. Ya los romanos decían coactus voluit y lo siguen diciendo los
psicologistas. El que comete el delito por coacción moral no carece de volición. Muy al
contrario: en la coacción moral la voluntad del agente toma posición consciente respecto
del resultado punible; el autor quiere, con un querer de primera fila que es lo propio del
dolo directo: el resultado típicamente antijurídico. Frente al conflicto que le plantea la
amenaza opta voluntariamente por salvaguardarse de ella cometiendo el delito; esto es
tan evidente que si se tratase de un hombre excepcional preferiría el sacrificio voluntario
a incurrir en el delito. Hay, pues, un querer, una voluntad; si se quiere una mala voluntad,
una voluntad sin deseo (el dolo es representación y voluntad; no representación y deseo),
pero querer y voluntad al fin, suficientes para considerar psicológicamente integrados los
elementos intelectivos y volitivos del dolo.
No podemos, pues, afirmar, que la coacción es la faz psicológica negativa de la
culpabilidad, concebida también de un modo puramente psicológico. Pero si la coacción
moral deja intactos los elementos psicológicos del dolo, ¿por qué es una causa de no
culpabilidad? Esto, para el psicologismo, carece de respuesta, al menos de respuesta
satisfactoria.
Por esto nos permitimos creer que no está en lo cierto Núñez cuando afirma que el inc. 2°
no exige el abandono de la teoría psicológica de la culpabilidad, reprochándonos el haber
sostenido lo contrario en un artículo sobre la teoría del delito. Es de toda evidencia, aquí,
un cierto afán de mantener a toda costa el psicologismo y sus consecuencias, entre ellas
la de querer construir las causas de no culpabilidad como la faz negativa -de índole
psicológica- de la culpabilidad.
Y adviértase que la objeción no se salva sino que se la escamotea diciendo que los
"estados psicológicos" de no culpabilidad no destruyen un estado preexistente de
culpabilidad sino que en vez de uno positivo se presenta un estado negativo que, en
realidad, "descarta de antemano la posibilidad de existencia de aquél". Tampoco se nos
dice nada decisivo afirmando que el coacto no es responsable porque "no ha sido la
causa moral del delito, porque le ha faltado la libre determinación de su voluntad". En un
plano puramente psicológico ¿qué sentido tiene eso de "causa moral" del delito y de "libre
determinación" de la voluntad? ¿La pura psicología nos aclara estos conceptos? ¿La
voluntad, puramente psicológica, deja, por ello, de ser auténtica voluntad?
Es que, en verdad, lo que en tal supuesto acontece es que el derecho admite, por
segunda vez de un modo expreso, la idea de la no exigibilidad: no se le puede exigir al
amenazado el sacrificio personal grave e inminente para no cometer el delito que se le
exige bajo amenaza; no se le puede exigir jurídicamente al cajero que se deje matar para
no entregar el depósito que se le ha entregado; no se le puede exigir la ofrenda de su
vida en holocausto del patrimonio de su patrón. He aquí, pues, en el propio código, una
vez más -¡y ya son varias!- la idea de la culpabilidad normativa.
Señalemos, para terminar, una última incongruencia. Recordamos ya que Núñez
reprocha a Soler -con sobrada razón, puesto que éste también es psicologista- echar
mano de la no exigibilidad para la solución de algunos casos. Trátase de supuestos muy
semejantes a los del Leinenfänger resuelto por el Reichgericht. Por razones accidentales
el motorman de un tranvía es obligado a seguir trabajando no obstante su evidente fatiga,
bajo amenaza de expulsión. En esta situación se produce el accidente con resultados
dañosos para terceras personas. A su vez Núñez refiere el caso del maquinista de un
vapor, igualmente fatigado por el exceso de trabajo, obligado a trabajar por su patrón bajo
amenaza de despido y no obstante haberle advertido del consiguiente peligro. Soler
recurre a la no exigibilidad y, en verdad, de no exigibilidad se trata.
Mas, ¿qué hace Núñez? Caer, una vez más, en inconsecuencia semejante a la que
reprocha, pues resuelve tales hipótesis aplicando el inc. 2° del art. 34. Pero adviértase
que él nos ha enseñado insistentemente que el inc. 2° aludido (coacción moral) alude al
caso del sujeto que quiere la comisión de un delito y lo exige por medio de la amenaza a
un tercero (el agente de la amenaza "quiere el delito"; el delito es "exigido"; el fin de la
amenaza es lograr que la víctima "cometa un delito", se la hace "para que delinca", se
pone "especialmente en juego para lograr de él una actividad delictuosa", para "inducirlo
a la ejecución de un delito", etc., etc.). Ahora yo me pregunto si el patrón del motorman o
del maquinista quieren el accidente y exigen que se realice, bajo amenaza de despido, o,
por el contrario, sólo quieren la prestación del servicio, esperando que el accidente no se
realice. En verdad nadie quiere y persigue, con la amenaza, la comisión del delito que,
por hipótesis, es culposo. Lo que se busca es la prestación del servicio en situaciones de
peligro imprudente y no -¡por cierto!- los daños o el accidente culposos que de ello
resulta. Quiere decir, pues, que la forma en que Núñez construye machacona, aunque
correctamente, esta causa de no culpabilidad, impide su aplicación a las hipótesis de
delitos culposos como los que se señala. No nos queda, pues, aquí también, otra salida
que la no exigibilidad de otra conducta, como lo postula Soler, en tácito reconocimiento
de la verdad de la teoría normativa.
Por todo lo dicho nos parece que es preciso concluir, a pesar de la autoridad de Soler y
de su discípulo Ricardo Núñez, por quienes sentimos el máximo respeto, que el
psicologismo no tiene razón en su oposición a la teoría normativa, exigida y consagrada
por el propio código penal.
Los argumentos de tipo dogmático que hemos señalado no sólo destruyen el
psicologismo au trance de muchos escritores sino que reducen a la nada -según
creemos- las objeciones hechas al normativismo.
Soler dice que todo esto es un "equívoco verbal"; que sostener que la culpabilidad es
reprochabilidad es como afirmar que la virtud es aprobación. Pero esto es no decir nada.
Detrás de este "equívoco verbal" está, no obstante, la solución correcta de las hipótesis
que él resuelve al margen del sentido de la propia ley y poniendo en jaque su propia
dogmática; están aquellas que él no resuelve de ninguna manera y está la aceptación de
la no exigibilidad que se cuela en su sistema de un modo ciertamente asistemático.
Menos vale aún la objeción de De Benedetti, el Profesor del Litoral, que sostiene que la
teoría normativa implica el triunfo del egoísmo sobre el altruismo (?). ¿Quién ha dicho
que la pena es el cancerbero de la pureza interior? ¿Es que con tan "tosco instrumento"
hemos de enseñar a los hombres a ser mejores? ¿No es también el egoísmo el que
triunfa y se legitima en un genuino estado de necesidad o se exime de pena en la
coacción moral? No menos inconsistente, aunque más espectacular porque se adorna de
ribetes jusfilosóficos, es la afirmación de que el normativismo, con su secuela: la no
exigibilidad de otra conducta, vulnera el principio, valioso para el derecho, de la seguridad
jurídica. Bettiol ha respondido a esto con éxito diciendo que cuando la certeza jurídica es
obstáculo a la libre irrupción de una exigencia psicológica y ética en el sector de las
excusantes, cuando viene a interponerse entre el acusado y su libertad, es un principio
embarazoso. Yo me atrevería a añadir algo más: nadie puede negar el valor jurídico de la
seguridad cuando fundamenta la justicia; no cuando la destruye. La seguridad no es más
que un rótulo vacío, un principio fantasmal, que debe rechazarse con violencia, cuando
deshumaniza al hombre al extremo de exigir su castigo por no haber podido comportarse
como un héroe o como un santo.
En definitiva, la concepción normativa de la culpabilidad hará más flexible nuestro
derecho; lo convertirá en algo más vital y menos formalista, es decir, más humano y más
justo. Y no olvidemos que la Justicia es, quiérase o no, la estrella polar del derecho -
aunque a veces, en épocas de crisis, estemos tentados de ponerlo en duda.
Especial para La Ley. Derechos reservados (ley 11.723)
Limitadora.
Tema desarrollado a continuación. También debe consultarse el texto obligatorio página
395 a 401.
1
Unidad desarrollada en base a la tesina final presentada para la Carrera de Especialización en Derecho
Penal, titulada ¿Bien jurídico protegido vs vigencia de la norma?, Maximiliano Davies (Carrera de
postgrado, acreditada por CONEAU, Res. 469/99), dirigida por los Dres. Enrique U. García Vitor y Carlos J.
Lascano (h) – Titulación conjunta: Universidad Nacional de Córdoba y Universidad Nacional del Litoral (2004),
resolución decanal nro. 701/06.
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DESARROLLO:
Juan Bustos Ramírez2, tratando de evacuar el interrogante, considera que es así porque
el principio de la necesidad de la pena correría serio peligro de tornarse demasiado vago
y abstracto sino se señala qué es lo protegido. A esto puede sumarse que, ubicado y
delimitado el bien que justifique la sanción de la norma penal 3, es indispensable
establecer ante una concreta agresión, su magnitud, para así poder lograr –en la medida
de lo posible y teniendo en cuenta el criterio de medida de la pena en razón de la
culpabilidad- imponer una sanción ajustada al hecho concreto.
La teoría del bien jurídico, tal como la conocemos actualmente –luego de un largo
desarrollo, de idas y vueltas- nació con la formulación de Birnbaum. Antes de asomarnos
a sus ideas veamos qué se sostenía con anterioridad.
Para los autores del siglo XIX el derecho penal defendía derechos, siendo el delito la
lesión de un derecho. Las distintas corrientes enroladas en esta doctrina partían desde:
a) el contrato social: en donde el sujeto tenía derecho a ser respetado y el deber de
respetar, siendo el delito la lesión de ese derecho subjetivo5; b) la concepción de un
derecho de carácter natural (del cual surge el derecho positivo): el delito era la lesión de
un derecho surgido del derecho positivo, siempre y cuando éste estuviese en
coincidencia con el derecho en la ley natural. Son representantes de esta teoría:
Feuerbach6, Rossi, Carrara, Groizard y Gómez de la Serna. Tomaré uno de estos
referentes a los fines de desarrollar mínimamente los caracteres generales de la doctrina.
Francesco Carrara7: El maestro indica que el delito como hecho tiene origen en las
pasiones humanas, las cuales impulsan al hombre a lesionar los derechos del semejante.
2
Juan Bustos Ramírez, “Manual de Derecho Penal Español”, Ed. Ariel, Barcelona, 1984.
3
Aclaro que en el desarrollo del presente utilizaré el término norma en sentido general.
4
Para conocer el surgimiento de este concepto y rastrear anteriores intentos de definición, puede leerse
Jiménez de Asúa (“Tratado...) Tomo III, pág. 15 y ss.
5
Representante del contractualismo: Cesare Bonesana –Marqués de Beccaría- “Las Leyes son las
condiciones con que los hombres vagos e independientes se unieron en sociedad, cansados de vivir en un
continuo estado de guerra, y de gozar una libertad que les era inútil en la incertidumbre de conservarla.
Sacrificaron por eso una parte de ella, para gozar la restante en segura tranquilidad. El complejo de todas
estas porciones de libertad, sacrificadas al bien de cada uno, forma la Soberanía de una Nación...” (“Tratado
de los Delitos y de las Penas”, Capítulo I, Origen de las Penal. Primera aparición en el año 1764).
6
Feuerbach (iusnaturalista) sostiene la tesis de la lesión de un derecho subjetivo (individual y social)
originarios del hombre y del ciudadano y que el Estado, creando los medios adecuados para su protección,
protegerá e impedirá las lesiones jurídicas. Textualmente indica: “... una acción será más punible: 1) cuanto
más importante sea el derecho que con la misma se haya lesionado o a cuya lesión se haya dirigido (regla I,
§ 104)...”, “Tratado de derecho Penal común vigente en Alemania”, Paul Johann Anselm Ritter Von
Feuerbach (Giessen, 1801).Traducción al castellano de la 14ava. Edición alemana (Giessen, 1847), por
Eugenio Raúl Zaffaroni e Irma Hagemeier, Ed. Hammurabi SRL, 1989; pág. 115, § 107. Hassemer señala que
el concepto de bien jurídico es obra del pensamiento de la ilustración, fundamentado y formulado por
Feuerbach como arma contra una concepción moralizante del derecho penal (“Fundamentos del Derecho
Penal”, Barcelona, España, Ed. Bosch, 1984).
7
Francesco Carrara, “Programa del curso de Derecho Criminal”, dictado en la Universidad de Pisa, Ed.
Depalma Bs. As., 1949. Primera edición: 1859.
El delito se persigue no como hecho material sino como ente jurídico. La acción material
tendrá por objeto la cosa o el hombre; el ente jurídico no puede tener por objeto más que
una idea, el derecho violado que la ley protege con su prohibición. Objeto del derecho no
puede ser mas que un derecho al cual la ley haya acordado expresamente su tutela con
una prohibición y con una sanción. La ley protectora y el derecho protegido se
compenetran para formar la idea que viene a constituir el objeto con relación al ente
jurídico llamado crimen o delito, no porque ofende al hombre o a la cosa, sino porque
viola la ley. Todo lo que sirve de instrumento material, activa o pasivamente para la
violación, es el sujeto, activo o pasivo, de la violación misma. El delito consiste en el
choque entre un hecho humano y un derecho; el delito puede unas veces atacar
inmediatamente solo a un individuo o a algunos individuos en sus derechos particulares,
y otras veces ofender directamente a todos los coasociados, no en los derechos que
tienen como hombres, sino en los derechos que tienen como ciudadanos de aquel
estado8.
Con una claridad imposible de superar enseña “Los hombres, en efecto, viven tranquilos
en sociedad en la confianza de que sus derechos están protegidos contra las pasiones de
los malvados, por la autoridad y por la ley penal. Una ofensa que ocurra para el derecho
de alguno a pesar de tal protección es un destello que revela la impotencia de la
protección. Todos, al oír que no obstante la prohibición, la acción prohibida ha sido
cometida, sienten que las pasiones malvadas rompen el freno de la ley; dudan, con
razón, de la eficacia de este freno, y aunque no se haya disminuido actualmente la propia
seguridad, se sienten menos seguros, porque prevén que, cuando una pasión impulse a
algún perverso a planear una ofensa semejante en contra de ellos mismos, la ley
represiva no será para ellos tutela suficiente, como no ha sido para el que ya fue víctima
del delito ejecutándolo”9. Para él el fin de la pena era el siguiente: “...no es que se haga
justicia, ni que el ofendido sea vengado, ni que sea resarcido el daño padecido por él, ni
que se amedrenten los ciudadanos, ni que el delincuente expíe su delito, ni que se
obtenga su enmienda. Todas esas pueden ser consecuencias accesorias de la pena y
algunas de ellas ser deseables; pero la pena continuaría siendo un acto no criticable, aún
cuando todos esos resultados faltasen. El fin primario de la pena es el restablecimiento
del orden externo de la sociedad. El delito ha ofendido materialmente a un individuo, o a
una familia, o a un número cualquiera de personas. Ese mal no se repara con la pena.
Pero el delito ha ofendido a la sociedad violando sus leyes; ha ofendido a todos los
ciudadanos, disminuyendo en ellos la opinión de la propia seguridad y creando el peligro
del mal ejemplo. Por desgracia el peligro del ofendido ha pasado, ya puesto que se ha
convertido en mal efectivo. Pero el peligro que amenaza a todos los ciudadanos ha
comenzado ahora... Esto provoca, naturalmente, el efecto moral de un temor, de una
desconfianza en la protección de la ley, en todos los asociados que alimentan a la
sombra de la misma la conciencia de su libertad. Este daño enteramente moral (§ 118),
crea la ofensa a todos en la ofensa de uno solo, porque turba la tranquilidad de todos. La
pena debe reparar este daño con el restablecimiento del orden, conmovido por le
desorden del delito.”.
Esta concepción fue duramente atacada. Señala Jiménez de Asúa que la crítica se
descargó bien pronto, logrando en Alemania, verlas reemplazadas por las del interés o
bien protegido. Señala que Rocco10 recogió estas censuras y las aumentó con
8
Obra citada, Tomo I, capítulo II, pág. 41 (§ 21).
9
Obra citada, Tomo I, pág. 100/01 (§ 119).
10
Rocco, Arturo, “L´Oggetto del reato e della tutela giuridica”, Turín, 1913, pág. 49-59, 61-92, etc.
argumentos propios. A su juicio, el derecho subjetivo sólo podía existir cuando la norma
lo declarara, pero existían delitos que ofendían intereses no protegidos en forma de
derechos subjetivos y cuya tutela penal no les daba tampoco ese carácter (obra citada
pág. 101).
La sola idea del delito como una infracción a un bien jurídico era limitadora de las teorías
que buscaban dicha infracción en normas éticas, morales o divinas.
11
Jiménez de Asúa señala que en realidad el primero que expuso estas ideas fue Carlos Tittmann (“Versch
über die wissenschafiliche Bebandlung des peinlichen Rechts, Leipzig, 1798). Zaffaroni señala que “Se
atribuye el nombre, aunque entendido como objeto material afectado, a Birnbaum... (obra: “Derecho Penal
Parte General”, Zaffaroni-Aliaga-Slokar, Ed. Ediar, Bs. As., 2000), pág. 463, nota 5°.
12
Citado Citado textualmente por Bustos Ramírez, Juan; Manual de Derecho Penal Español, Parte
General. Ed. Ariel Derecho 1984. Barcelona. Pág. 51.
13
Beraun Sánchez, David, pág. 646, “El Bien Jurídico en el Derecho Penal” Revista Peruana de Ciencias
Penales N° 9. Año V. 1999
14
Fernández Gonzalo, “Ensayos sobre Culpabilidad”, Colección Jurídica y Social Nº 32, Sec. De
Postgrado y Ss. A Terceros, FCJS, UNL, Santa Fe, 1994, pág. 53.
15
Trabajo elaborado por el Dr. José Manuel Núñez, “Enciclopedia Jurídica Omeba”, Tomo II, B-Cla, Ed.
Bibliográfica Argentina.
Concepción inmanente jurídico-positiva. Binding16.
Sostiene Olaechea que el planteamiento de Karl Binding “... tiene como presupuesto la
existencia de un “derecho subjetivo”. A diferencia de Feuerbach que los concebía como
derechos subjetivos de los particulares o del Estado, en Binding éste sólo le pertenece al
16
Habiendo desarrollado su teoría de las normas, Binding afirmó que el delincuente no viola la ley penal sino
por el contrario, la cumple, lo violado es la norma prohibitiva u ordenatoria que subyace dentro de la norma
penal. Objeto de análisis del jurista es el derecho positivo, excluyendo toda valoración metajurídica.
17
Bustos Ramírez, obra citada, pág. 52.
18
La proclamación del II Imperio Alemán tuvo lugar en Versalles (Francia) en enero de 1871, cuando la
antigua Confederación de Alemania del Norte y los cuatro estados germánicos del sur (Baviera, Baden,
Hesse y Württemberg) acordaron constituirse en una unión federal permanente cediendo la mayoría de sus
derechos de soberanía al nuevo Imperio. El rey de Prusia, Guillermo I, fue proclamado emperador alemán.
Otto von Bismarck, primer ministro y ministro de Asuntos Exteriores de Prusia y artífice de la unificación
alemana, pasó a presidir la nueva organización política como canciller imperial. Bismarck tuvo el control de la
política interior y exterior de la nueva Alemania. El nuevo Imperio era una verdadera autocracia en la que el
Reichstag (cámara baja del Parlamento), constituido por cuatrocientos diputados elegidos por sufragio
universal masculino, votaba el presupuesto y las leyes que debían ser ratificadas en el Bundesrat o Consejo
Federal con representación de todos los estados, pero dominado por Prusia. El poder real del Imperio lo
ejercía la clase que tradicionalmente había gobernado en Prusia, los junkers (aristocracia terrateniente),
quienes se aliaron con los industriales acaudalados para salvaguardar sus privilegios en el Imperio frente a
las nuevas fuerzas socialistas y progresistas surgidas a raíz de la industrialización y la modernización de
Alemania.
19
“Crisis de legitimación de la Política Criminal, del Derecho Penal y Procesal Penal”, José Cafferata
Nores, Eugenio Raúl Zaffaroni, Ed. Advocatus, Córdoba, 2002, pág. 63.
20
Berdugo Gómez de la Torre, Ignacio, “Reflexiones sobre la problemática del bien jurídico en Temas
de Derecho Penal”, 1ª ed. Lima - Perú, Cultural Cuzco S.A. Editores, 1993, citado por José Olaechea.
Estado. El derecho subjetivo del Estado es un derecho a mandar, capaz de exigir
obediencia y ejercer el imperio. El rehusar la obediencia es, por lo tanto, siempre
negación del poder público, siempre contravención de un derecho público establecido
exclusivamente a favor del Estado. El bien jurídico en Binding debe reflejar “todo lo que a
los ojos del legislador tiene, como condición de la vida sana de la comunidad jurídica,
valor para la misma”... La valoración del legislador quedará expresada en la norma. Cada
norma lleva en sí su propio bien jurídico, esto es, el objeto del delito que es un producto
de la decisión política del Estado y que su lesión constituye una infracción al derecho
subjetivo de obediencia que el Estado puede exigir a sus súbditos. La norma no necesita
ningún otro presupuesto que el de ser expresión de la soberanía del Estado21. La teoría
de Binding, por su contenido, absorbe el bien jurídico en aras de la teoría de la
desobediencia. En palabras de Bustos, en el planteamiento de Binding, el bien jurídico
pierde su carácter limitador y autónomo y depende del carácter limitador de la norma... en
el fondo no hay más límite que el que surge de la propia voluntad del Estado (de
derecho). La crítica a Binding y a su concepción es la total desprotección en que queda la
persona frente al Estado...”. Concebida la norma como un precepto objetivo autónomo,
Binding atribuye al Estado un derecho subjetivo para exigir la obediencia al imperativo
contenido en dicha norma. La infracción de ese derecho subjetivo estatal, hace surgir lo
injusto o antijurídico, cuya esencia consistirá por tanto, en la mera violación del derecho;
el acto que es simple violación, es un Delikt. En cambio, la ley penal atribuye al Estado un
derecho subjetivo que le autoriza a castigar. En tal caso la violación de la norma lleva
aparejada una sanción penal y constituye ya una infracción punible: un Verbrechen22.
Tratando de comprimir la idea que nos brinda Juan Bustos, se podría decir que para
Binding la norma establece el bien jurídico que quiere proteger, y que, desobedecida la
norma, se lesiona al mismo tiempo ese bien que es su núcleo. Negar la obediencia que
impone la norma es negar la autoridad (entendida como un derecho subjetivo) del
Estado. En consecuencia desobedecer la norma (entendida como imperativo prohibitivo o
de mandato) es lesionar el derecho subjetivo del Estado al sometimiento, y al mismo
tiempo, esa lesión implica la lesión del bien jurídico que cada norma posee. El bien
jurídico gira en torno al estado y no al hombre (opuesta a Birnbaum en donde este último
era el bien máximo). Finaliza el punto citando a Binding: “... el bien jurídico aparece
formalizado, es consustancial a la desobediencia y por tanto a la norma, lo que está más
allá del derecho y de esta lesión del derecho subjetivo del Estado no interesa... lo
importante es lo formal de la norma, que es una regla de obediencia, y por tanto también
lo formal de su lesión, que siempre es una desobediencia, luego en que medida esas
lesiones dañan a la sociedad, menoscaban o no sus bienes, queda totalmente fuera de
consideración...(Normen, I, p. 186)”.
Según la concepción de von Liszt, el bien jurídico es una creación de la vida, y como tal,
un interés vital del individuo o de la comunidad, al que la protección del derecho le da la
categoría de bien jurídico, apartándose así diametralmente de Binding. Todos los bienes
jurídicos son intereses vitales, intereses del individuo o de la comunidad. Todo derecho
existe para el hombre, tiene por objeto la defensa de los intereses de la vida humana
21
Hormazabal Malarée, Hernán, Bien Jurídico, Ob. cit. p. 46).
22
Luis Jiménez de Asúa, “Tratado de Derecho Penal”, Ed. Losada S.A., 1950; Tomo II, pág. 314.
(lebensinteressen). El derecho es, por su naturaleza, la protección de los intereses; la
idea de fin da fuerza generadora al Derecho23.
Zaffaroni indica que von Liszt se percató de que era necesario poner un límite al
pensamiento policial en derecho penal (proveniente del “modelo ferriano del siglo XIX”), lo
que consigue al intuir que la política criminal (poder punitivo) y el derecho penal se
hallaban enfrentados. Si por política criminal se entiende la acción represiva del Estado,
es claro que el derecho penal es el que debe acotarla y esto lo percibió claramente. Por
ello –dice el autor- mantuvo el esquema policial pero tratando de dotarlo de cierta
racionalidad mediante el requisito de la antijuridicidad material y formal, y la introducción
del concepto de bien jurídico como criterio teleológico de interpretación de los tipos
penales. El momento político de von Liszt fue otro: el que corre desde el ocaso del
Príncipe de Bismarck hasta la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Era el primer ensayo
mundial de Estado providente, para cuya consolidación no podía prescindirse de la
represión policial, pero no podía tampoco dejársela operar sin límite alguno, de forma tal
que ésta destruyese lo que el propio Estado estaba construyendo 24. Señala Bustos que
“... el autor que viene a marcar una nueva vía en la investigación sobre el bien jurídico, de
una gran fecundidad hasta hoy, es Franz v. Liszt, para quien ‹Todos los bienes jurídicos
son intereses vitales, intereses del individuo o de la comunidad›. No es el ordenamiento
jurídico el que generó el interés; sino la vida, pero la protección jurídica eleva el interés
vital a bien jurídico (Str., 4° p.4)”.
Decía v. Liszt que el acto contrario al derecho es un ataque a los intereses vitales de los
particulares o de la colectividad, protegidos por las normas jurídicas; por consiguiente una
lesión o riesgo a un bien jurídico. Pero esta regla –insistía- debe ser interpretada
restrictivamente. La protección de los intereses vitales es el primer deber de las normas
jurídicas, pero por muy cuidadosa que sea la delimitación de estos intereses –que son
elevados a bienes jurídicos por la protección que el derecho les otorga- no pueden ser
totalmente impedidos los conflictos (de los intereses) y las colisiones (de los bienes
jurídicos). Agregaba el autor: “...en tanto que acto, un delito solo es concebible en contra
de los objetos del mundo sensible, en contra de las personas o de las cosas. Estos deben
estar, pues, en una relación cualquiera con un bien jurídico, aparecer como emanaciones
de este último para que el acto cometido contra ellos pueda ser contrario al derecho. Esta
idea expresada por Birnbaum, en 1834, y por Schütze en 1869, y hecha notar
especialmente por mí constituye el objeto de la obra de Oppenheim y Hirschfeld...” (Liszt,
obra citada, pág. 324). Sostenía que los bienes jurídicos estaban más allá del
ordenamiento, estaban en la vida, surgían de ella, por eso el derecho estaba en razón de
la vida, del hombre, estaba guiado por un pensamiento final, y el fin era la tarea de la
política, y como se trataba de los delitos y de las penas, de la política criminal. Retomaba
los lineamientos de Birnbaum, pero despojados de jusnaturalismo y racionalismo (textual:
“....no es un problema de la naturaleza de las cosas ni de lo que señala la razón pura,
sino una cuestión de la vida y de la política, en cuanto se trata de vida organizada, y
porque la organización ha de tener por finalidad de vida, el hombre...)”25.
23
Franz von List “Tratado de Derecho Penal”, traducida dela 20ava. Edición alemana por Luis Jiménez de
Asúa, Ed. Raus (S.A.)-Preciados, 1 y 6-Madrid, 1927, Tomo II, pág. 2.
24
“Crisis de legitimación de la Política Criminal, del Derecho Penal y Procesal Penal”, José Cafferata
Nores, Eugenio Raúl Zaffaroni, Ed. Advocatus, Córdoba, 2002, pág. 62/64.
25
Bustos Ramírez, obra citada, pág. 54.
Indica Bustos que v. Liszt, como ningún otro autor, intentó dar un contenido preciso al
bien jurídico que sirva como límite al ius puniendi y a su vez, como punto de unión entre
las diferentes disciplinas que se preocupaban del delito y de la pena. Al definir al bien
jurídico como el "interés jurídicamente protegido", se ve en la necesidad de diferenciar
entre bien e interés. “Interés” era el valor de producción o no-producción de una
determinada transformación para el sujeto, y “bien”, era aquello para lo cual tal
transformación era de valor. Los problemas surgieron posteriormente a causa de una
larga controversia que terminó en una “espiritualización” del concepto de bien jurídico,
que lo tornó vago e impreciso. Los inconvenientes señalados por Bustos fueron los
siguientes: 1) no quedaba claro la diferencia entre “bien” e “interés”, utilizando von Liszt
ambas expresiones indistintamente; 2) al colocar el bien jurídico en la lógica abstracta,
aunque sea en su límite, lo desposeyó de toda concreción y paradójicamente de toda
realidad social, a pesar que surgía de la vida (de la realidad social); 3) a causa de esto se
dificultaba su precisión y se tendía a su espiritualización.
Señala Zaffaroni que el modelo de Liszt se había hecho insostenible después de la Gran
Guerra (era -según el autor- no solo falso, sino disfuncional). Frente a la caída del
imperio, el judicial imperial se conservó como una burocracia intacta en vigencia de la
Constitución de Weimar26 y para ello, nada mejor que mostrar su tecnicismo con un fino
esquema de análisis y decisión de casos, delicadamente elaborado, montado sobre una
teoría del conocimiento idealista que lo preservaba de todo contacto con datos del saber
empírico (de la realidad social). La peligrosidad ya no era el criterio para determinar la
magnitud de las penas, pues se la reemplazaba por un concepto espiritualizado de
culpabilidad que, tergiversando la ética aristotélica, encomendaba a los jueces un juicio
de valor sobre toda la elección existencial de los ciudadanos. Este modelo permitió a una
burocracia judicial proveniente del imperio pasar por la República de Weimar27, contribuir
a quebrar su legalidad con su benignidad hacia los delitos del nazismo en ascenso y
continuar legitimando los crímenes del régimen sin grandes cambios. Sostiene el autor
que contra lo que usualmente se afirma no fue el derecho penal del nazismo el de la
Kielerschule, sino el neokantismo (“...los de Kiel fueron políticos u oportunistas políticos
26
El II Imperio Alemán se disolvió ante el completo fracaso militar sufrido en el campo de batalla y la
revolución interna a la que se tuvo que hacer frente. Guillermo II abdicó el 9 de noviembre de 1918 y buscó
refugio al día siguiente en los Países Bajos. Ese día 9 se proclamó la República en Berlín. En febrero del año
siguiente se reunió en la ciudad de Weimar la nueva Asamblea Nacional Constituyente: había comenzado la
llamada República de Weimar que vino a suceder al II Imperio Alemán. La República fue proclamada el 9 de
noviembre de 1918 (razón ésta por la que se podría considerar que la República de Weimar comenzó su
existencia en dicho año), después de que los trabajadores y las tropas del II Imperio Alemán se sublevaran
contra el gobierno a comienzos de ese año por negarse éste a entablar conversaciones que pusieran fin a la I
Guerra Mundial. La nueva Asamblea Nacional Constituyente Alemana se reunió en Weimar (Turingia) en
febrero de 1919 y redactó una Constitución según la cual Alemania pasaba a ser una república federal
democrática con dos cámaras parlamentarias, el Reichstag (cámara baja legislativa) y el Reichsrat (cámara
de representación federal). Las medidas democráticas de la Constitución (sufragio universal femenino,
representación proporcional, iniciativa legislativa popular) y otras de carácter social (jornada laboral de ocho
horas) no estuvieron acompañadas de otras que hubieran supuesto una ruptura completa con la Alemania
imperial: no hubo confiscación de las propiedades de los anteriores dirigentes, y los antiguos funcionarios
imperiales (oficiales del Ejército, agentes de policía, jueces o maestros de escuela) se mantuvieron en sus
cargos.
27
“República de Weimar” se denominó al régimen político, y, por extensión, del periodo histórico que tuvo
lugar en Alemania desde la reunión de la Asamblea Nacional Constituyente, en 1919 ya mencionada, hasta la
derogación de la Constitución y la consiguiente asunción del poder efectuada por el dirigente del Partido
Nacionalsocialista Alemán del Trabajo Adolf Hitler, en 1933.
que escribieron algunos trabajos de muy poco o ningún valor teórico, pero que no servían
en absoluto para que los jueces decidiesen... La jurisprudencia se orientó mucho más por
Edmund Mezger que por Georg Dahm o Friedrich Schafftein...”)28.
Justamente para Mezger, la forma de penetrar en el sentido más profundo del tipo
particular era mediante la consideración del bien jurídico por él protegido. Este bien era
tanto objeto de protección como de ataque, y lo definía como una figura ideológica, la
valoración objetiva en su forma más sencilla. Decía el autor “... no hay que quedar atados
a ideas materialistas o negar una “espiritualización” de este concepto de bien jurídico...”29.
Bustos señala que la espiritualización del bien jurídico se produce por dos factores: 1°)
por la colocación por v. Lizst del bien jurídico en la “lógica jurídica abstracta”, y 2°) -pero
más importante- por la influencia del neokantismo en la doctrina penal alemana, en
especial de la Escuela Sudoccidental alemana (y en menor medida de la escuela de
Marburgo). La primera para superar al positivismo –y su traslación mecánica de los
conceptos y métodos de las ciencias naturales a las ciencias del espíritu- colocaba como
fundamento de estas últimas a la filosofía de los valores. Entre los autores que llevan a
cabo esta tarea Bustos señala a Höning, Schwinge y Zimmerl, destacando su importancia
porque sobre ellos recayó la tarea de sostener la controversia con la escuela de Kiel, de
corte nacionalsocialista, que propugnó la desaparición del concepto de bien jurídico.
Conozcamos directamente el pensamiento de Hönig –citado por Bustos- “El bien jurídico
es el fin reconocido por el legislador en los preceptos penales individuales, en su fórmula,
más sucinta”, o bien “como una síntesis de categorías con la cual el pensamiento jurídico
se esfuerza en captar el sentido y el fin de cada una de las prescripciones penales
particulares”. Deja así desprovisto al concepto de bien jurídico de todo contenido real y
concreto, es puro pensamiento jurídico teleológico, simple ratio legis de los preceptos,
luego una fórmula vacía a llenar con el correspondiente pensamiento jurídico específico,
en definitiva quedaba reducido a una categoría interpretativa, perdiendo todo su carácter
garantista y, consecuentemente su carácter de fundamento material del injusto. Para
Schwinge y Zimmerl el bien jurídico es solo una categoría lógico-formal, su función es
solo interpretativa, con lo cual pierde toda su autonomía y trascendencia dentro del
derecho penal (obra citada pág. 55).
De esta forma el concepto de bien jurídico deja nuevamente de ser el límite del ius
puniendi, adquiriendo el carácter de mero instrumento de interpretación jurídica mediante
valoraciones espirituales.
Así al “espiritualizar” el contenido del concepto “bien jurídico”, éste deja de ser un interés
vital, para convertirse en el fin de los preceptos penales concretos, consiguiendo así
solamente reducir su función limitadora. Los neokantianos sostenían que la función
exclusiva que tenía la ley penal, era la de proteger valores culturales, y que uno de los
productos de dichos valores culturales era el bien jurídico. Estos valores estaban más allá
del ordenamiento jurídico, debido a que ellos se encontraban en la cultura, viéndose el
delito configurado solo cuando se hubiesen transgredido valores culturales o del mundo
espiritual.
Señala Bustos que éste es el punto de partida y ataque utilizado por la escuela de Kiel,
su argumento: la poca o nula utilidad de seguir manteniendo un concepto que queda
28
“Crisis de legitimación de la Política Criminal, del Derecho Penal y Procesal Penal”, José Cafferata
Nores, Eugenio Raúl Zaffaroni, Ed. Advocatus, Córdoba, 2002, pág. 64/65.
29
“Derecho Penal”, Edmund Mezger, Ed. Bibliográfica Argentina, §36.
absorbido dentro de la lógica jurídica en general o bien dentro de una teoría general de la
interpretación. Para Dahm (quien utiliza el concepto de traición) y Schafftein (quien utiliza
el de infracción del deber) el concepto de bien jurídico era no solo inútil, sino que por su
carácter liberal individualista (es decir por centrarse en el sujeto y en su libertad), ponía
límites al pueblo y al Estado.
Pasamos así a la fase más difícil que tuvo que sortear el concepto de bien jurídico a lo
largo de su historia.
La construcción dogmática que concibe al delito como la lesión de un bien jurídico fue
motivo de una tenaz y enconada disputa: “... El advenimiento del estado autoritario dio
origen en Alemania a una nueva corriente en el derecho, dentro de la cual el criterio
decisivo para la punibilidad ya no lo da la producción de un resultado lesivo del “bien
jurídico”, sino la violación de un deber de obediencia y fidelidad hacia la comunidad
popular y nacional (Pflichtverletzung). Dentro de esta tendencia subjetiva (derecho penal
de la voluntad) lo que determina la responsabilidad criminal no es el resultado dañoso,
sino la exteriorización de una voluntad delictiva. Esta corriente encuentra su máxima
expresión en la Escuela de Kiel (Kieler Richtung) a través, principalmente, de Schaffstein
y Dahn...”30.
El concepto de delito “... fue profundamente alterado por los nacionalsocialistas alemanes
del Tercer Reich: Georg Dahm, representante del más agudo extremismo, aplicó sus
ideas a demoler el concepto de tipicidad... También la antijuridicidad había de quedar
profundamente afectada por las nociones del sano sentimiento popular que aplicó a lo
injusto Hans Frank... No solo el tipo legal y la antijuridicadad sino toda la construcción
dogmática del Derecho penal de la Alemania científica, estorbaba a los nazis... Federico
Schasfftein, que antes de la asunción de Hítler había trabajado con acierto en problemas
histórico-penales, luego con Georg Dahm, postuló de los primeros el Derecho penal
totalitario, se ha ocupado también del delito como “lesión del deber” y ha tratado de
acabar con el “dogma del bien jurídico” y con la separación entre antijuricidad y
culpabilidad. Igualmente Siewert ha querido buscar la esencia de la infracción en aquellos
principios de comunidad del pueblo racialmente concebido”31.
Hans von Henting35, señalaba como los predecesores del derecho penal autoritario a
Hellmuth Nicolai, Dahm, Schafftein, H. D. Freiherr von Gemminger y Sauer, además de
Gleispach y A. E. Günther, todos empeñados en reemplazar el derecho penal liberal por
otro de índole autoritaria. A ellos deben sumarse Eric Wolf, filósofo del nacionalsocialismo
punitivo, y F. Flandrak, Ulrich Stock, Leissling, Luetgebrune, Karl Siegert, Freisler,
Thierack Strauss, Shoentensack, Schwartz, y Seyfarth, entre otros36. Federico Oetker se
ocupa no solo en la reforma penal hitleriana sino en la del derecho procesal penal.
Henkel, examina el papel del juez y de la ley en el “nuevo Estado”, así como Ostwald se
ocupa en el “reinado del juez, principio del Conductor (Führer) y estructura del derecho”.
Nicolai alude a una “teoría jurídica de razas”, en la que la pena se considera como medio
de selección, cuyo fin –y no el método- es lo que importa. Gemminger trata de deducir de
las opiniones y discursos de Hitler consecuencias jurídico penales que forman el “espíritu
jurídico penal del conductor”, y dice que el Estado debe aspirar a la “retribución por medio
del agente, aunque esto no reporte provecho alguno a la sociedad aún cuando signifique
un aniquilamiento sin sentido”. Textualmente Jiménez de Asúa señala “...el
Reichsrechtsfürer, Hans Frank, en su discurso del 28 de octubre de 1938...traza las
líneas directrices de la Política criminal nacionalsocialista, en un todo de acuerdo con el
pensamiento del “Partido”. A juicio de Frank no debe considerarse ya el derecho penal
como único instrumento de combate contra el crimen... En la busca de las causas del
delito halla, como de inmenso valor, la “degeneración”, y añade: “La Biología criminal es,
para nosotros nazis, la doctrina de la relación entre la decadencia racial y las
manifestaciones delictivas”. Menciona que Mezger ha tratado también la conexión entre
el derecho penal nacionalsocialista y la biología, en su trabajo inserto en Geits der Seit
(abril-1942), y que A. Rosenberg concibe el derecho como “lo que los arios consideran
como tal; lo injusto, lo que rechazan”, estimando la pena como instrumento selectivo y
eliminador. Hellmuth Mayer publica a mediados de 1936 una obra en la que trata de
hallar las bases filosóficas del derecho penal nacionalsocialista, siendo sus tres
33
Carl Schmitt (1888-1985), fue profesor de Derecho en las universidades de Bonn, Berlín y Colonia. En
1933, tras el ascenso al poder en su país de Adolf Hitler, se adhirió al nacionalsocialismo y elaboró las líneas
maestras y los principios jurídicos del nuevo régimen. En 1945 fue arrestado por las fuerzas de ocupación
aliadas y, posteriormente, procesado. Aunque fue absuelto, se le obligó a abandonar la docencia. Frente a la
escuela del positivismo jurídico, que de la mano de Hans Kelsen había reducido el Derecho a la norma y
sentado las bases de la doctrina liberal del Estado de Derecho, Schmitt recondujo la génesis del
ordenamiento jurídico al momento de la “decisión”, entendida como elección fundada en la esfera política.
Según el “decisionismo político” de Schmitt, la validez de toda norma jurídica se apoya en la soberanía del
Estado, el cual a su vez está legitimado para actuar ante la posibilidad de “situaciones” susceptibles de
generar un conflicto crítico que no puede resolverse a partir de un sistema de normas preexistente, sino
gracias a una decisión nueva y específica. La política, por tanto, se funda en la excepción, en el riesgo
permanente de la guerra y en la distinción original entre “amigo” y “enemigo”, que paradójicamente crea las
condiciones de “normalidad” en las que el Derecho adquiere eficacia.
34
“El Estado Nacional-Socialista Alemán”, por Arturo Enrique Sampay, pág. 146/147, L.L. Tomo 18, 1940
35
Profesor de derecho penal que –siendo catedrático en Kiel- tuvo que exiliarse en los Estados Unidos de
Norteamérica (Jiménez de Asúa, “Tratado...”, Tomo II, pág. 177).
36
Dice el autor: “... muchos de estos escritores son penalistas improvisados, que del campo político de la
“vieja guardia nazi”, saltan al palenque científico.”. Destacando por su mejor formación científica a Eric Wolf.
Esta corriente se expandió también a España siendo allí su sostenedor Juan del Rosal, y a Italia en donde
más tenuemente fue discutido por Antolisei (tomo I, pág. 37).
supuestos fundamentales: territorio, comunidad de sangre suficientemente homogénea y
armonía anímica creada por la lengua materna común. Para este autor el derecho penal
se origina del espíritu del pueblo.
Señala Bustos que para estos autores (Dahm y Schafftein) lo fundamental era el pueblo,
como un ser con vida propia, el pueblo como totalidad real (de sangre, suelo,
generaciones pasadas, presentes y futuras), por lo cual no se podía separar realidad y
valor como hacían los liberales, positivistas o neokantianos, “... por eso el derecho es el
ordenamiento de la vida del pueblo... surge del pueblo mismo, del “espíritu del pueblo”.
Derecho y vida no constituyen conceptos contrapuestos, sino que el derecho es la
realidad plena de sentido, no empírica.”. La sociedad es portadora en sí misma de su
propia ley, y por esto “el espíritu del pueblo” es la fuente del derecho, siendo el Estado
solo un mero intérprete. Entonces si el derecho es un orden concreto del pueblo, el delito
equivale a un concreto contraste con él, y por ende a la fidelidad del individuo con su
pueblo. Es justamente por esto que el delincuente es siempre un traidor, lo que sigue
entonces es realizar una tipología de los traidores, siendo lo esencial del delito la lesión
del deber de fidelidad. Resultado: el delito no es lesión de un bien jurídico, es lesión de
un deber (el del individuo con su pueblo). Finaliza el autor señalando que lo único que
interesa es lo social, el pueblo, no el individuo, e intérprete del espíritu del pueblo es el
Estado y en definitiva el Jefe de Estado, que es el conductor del pueblo, situación que
termina confundiendo voluntad del pueblo con la del Jefe (führer) del Estado “... no hay
pues ninguna limitación a su voluntad.”37.
No obstante el denso ambiente teórico existente, se dio durante el transcurso del mismo
régimen una lucha entre escuelas penales. La de Marburgo, representada por Zimmerl y
Schwinge, que intentaba sostener la tesis de que la esencia del delito y del derecho penal
estribaba en la lesión de un bien jurídico, concebido como “fin” de los delitos in species,
contra la de Kiel (Dahm y Schafftein), que propugnaban en su lugar “la lesión del deber”,
es decir la obligación hacia la comunidad popular como esencia del acto punible.
Señala Jiménez de Asúa que cuando Alemania fue vencida en la Segunda Guerra
Mundial38, cayeron con su régimen autoritario cuantas instituciones había elaborado,
indicando que uno de los primeros que, en el orden penal, recurre a poner remedio a la
destrucción de la dogmática consumada por los nazis fue Aldolfo Schönke, quien
comienza por definir el delito así: “acción antijurídica y culpable, que se determina en un
especial tipo legal y que se declara como punible. Según su esencia es lesión de un bien
jurídico y lesión del deber (Strafgesetzbuch, pág. 9)” - (obra citada, pág. 72). En el camino
de la restauración, Bustos destaca que con mucha claridad Welzel vuelve a colocar el
bien jurídico más allá del derecho y del Estado, quizá todavía con más precisión que el
propio v. Liszt, poniendo nuevamente un límite liberal a la intervención de este, ya que al
igual que en Birnbaum y v. Liszt, Welzel sostenía que el orden social giraba en torno al
hombre, a la dignidad de la persona humana. El bien jurídico vuelve a cumplir, en
principio, una función fundamentadora y garantizadora (obra cit. Pág. 56/57).
37
Bustos, obra cit. pág. 56.
38
El III Reich desapareció tras la rendición de las Fuerzas Armadas alemanas en abril de 1945, fecha en la
que Hitler se suicidó.
Para Welzel el Derecho Penal no debía proteger bienes jurídicos, sino más bien, valores
éticos sociales. De esta manera se protegerían indirectamente bienes jurídicos
particulares (mediatización). Estos bienes jurídicos no van a constituir un montón
atomizado, sino el orden social, que el derecho quiere proteger a través de sus
mandatos o prohibiciones. El mecanismo adecuado para esta teoría fue punibilizar el
desvalor de la acción (con su teoría final de la acción), con lo cual se protegía y se
aseguraba la vigencia de estos valores éticos-sociales.
Indica Zaffaroni que el renacimiento del derecho natural en los primeros años de la última
posguerra tuvo varias versiones, y la más modesta en cuanto a sus pretensiones fue la
de Welzel con su teoría de las estructuras lógico reales. Citando a Engisch, menciona
que la teoría de Welzel no pretendía decir como debía ser el derecho, sino sólo lo que no
era derecho. A diferencia del neokantismo, para el cual el valor era lo que ponía orden en
el caos del mundo y lo hacía disponible, para el ontologismo welzeliano el mundo tiene
varios órdenes a los que el legislador se vincula por las estructuras lógico objetivas con la
realidad, y cuando las ignora o quiebra, el derecho pierde eficacia. La tónica etizante y de
derecho natural mínimo o negativo se inscribe dentro de la experiencia política de los
primeros años de posguerra. Señala el autor que se salía de la catástrofe, y que
Alemania estaba destruida, y hasta poco antes de la segunda guerra podía sostenerse
que toda ley era derecho, pero luego se hacía urgente ponerle límites al legislador. Es en
este contexto en el que floreció el finalismo welzeliano, su originalidad no fue cambiar de
lugar al dolo, sino darle forma a su teoría con un marco cultural, filosófico y político
(reconstrucción del estado de bienestar por la Bundesrepublik)39.
Recapitulación: simplificando al máximo esta evolución -en donde por supuesto faltan40,
no solo etapas intermedias (y por supuesto distintas posturas de escuelas penales
alemanas e italianas –por ejemplo-, y obviamente, las distintas líneas nacionales), sino
también opiniones individuales que sería interesante mencionar-, se podría decir que en
una primera fase se sostuvo que lo protegido por la norma eran los derechos subjetivos
(siglo XIX) de la persona. Con la aparición de la tesis de Birnbaum, que
fundamentalmente cambia en relación con el posible objeto de lesión –y por ende de
protección-, de derechos subjetivos pasamos a bienes que adquieren carácter de
jurídicos al estar protegidos por el ordenamiento. Birnbaum decía que el “derecho” no
podía ser disminuido ni sustraído, esto solo era posible respecto a lo que es “objeto de
derecho”, es decir, un “bien” que jurídicamente nos pertenece. Estos bienes no eran
“creados” sino “reconocidos” por el Estado, fruto de la naturaleza o del desarrollo mismo
de la sociedad. Esta teoría vendría a ser limitadora del poder estatal ya que los bienes
protegidos estarían más allá del derecho mismo. Luego Binding –como consecuencia
lógica de su teoría de las normas- sostiene la idea que el bien jurídico queda
“establecido” en el contenido mismo de la norma (al momento de su sanción). En
consecuencia se deja en manos exclusivas del legislador la “creación” de los bienes
jurídicos que se generaban inmediatamente con la sanción de la norma. Se podría decir
entonces que el bien jurídico “se pierde” en la norma y abandona su carácter limitador y
autónomo, depende en definitiva del carácter limitador de la norma, no hay mas voluntad
que la que surge del Estado. Luego de ellos von Liszt le devuelve el carácter limitador
39
“Crisis de legitimación de la Política Criminal, del Derecho Penal y Procesal Penal”, José Cafferata
Nores, Eugenio Raúl Zaffaroni, Ed. Advocatus, Córdoba, 2002, pág. 66/67.
40
Como lo señala Zaffaroni “... el concepto de bien jurídico fue desplazado tanto por los totalitarismos, y aún
antes en el idealismo hegeliano y en el positivismo biológico policial...” (obra: “Derecho Penal Parte General”,
Zaffaroni-Aliaga-Slokar, Ed. Ediar, Bs. As., 2000), pág. 463, nota 5°.
que había perdido el concepto de la mano de Binding. Liszt definía a los bienes jurídicos
como los intereses protegidos por el Derecho, bien jurídico es el interés jurídicamente
protegido. Todos los bienes jurídicos eran para el autor intereses vitales, intereses del
individuo o de la comunidad. No era el ordenamiento jurídico el que había generado el
interés, sino la vida, pero la protección jurídica eleva el interés vital a bien jurídico. Los
bienes jurídicos vuelven a estar más allá del ordenamiento. Vuelve a dar un contenido
preciso al bien jurídico que le sirve como límite al ius puniendi, y a su vez, como punto de
unión entre las diferentes disciplinas que se preocupaban del delito y de la pena. A
continuación comienza lo que varios autores denominan como “la espiritualización del
concepto de bien jurídico”. Coincide esta etapa con los planteamientos de los autores
neokantianos. Estos –que paradójicamente habían logrado llevar al concepto al estado en
que se hallaba, y que consideraban que debía ser mantenido-, habrían sostenido una
enervada discusión con los representantes de la Kielerschule, para quienes el bien
jurídico era un concepto inútil (un estorbo) y contrario a los fines perseguidos por el
régimen nacionalsocialista. No obstante, según Zaffaroni, esta batalla teórica, no se
trasladó a la jurisprudencia alemana de la época, la que más bien se valió del sistema
que proporcionaban normativistas como Mezger, para quien la forma de penetrar en el
sentido más profundo del tipo particular era mediante la consideración del bien jurídico
por el protegido, definido como una figura ideológica, sin ataduras a ideas materialistas
(“espiritualización”). El avance de los teóricos del régimen nazi, acompañado de
diferentes medidas político criminales y la modificación de la legislación imperante, fue
cercando al concepto de bien jurídico, logrando destronarlo de su función teórico
dogmática. Con posterioridad a la segunda guerra mundial (habiendo resurgido el
concepto trascendente en Alemania poco tiempo antes -si bien no debemos olvidar que
nunca fue abandonado por la mayoría de la doctrina-) renació en forma amplia la teoría
del bien jurídico y tuvo una extraordinaria difusión y aceptación41.
Tendencias actuales42.
Señala Bustos que entre estas tendencias se pone de relieve que hay dos ordenes de
valores dentro del ordenamiento jurídico, uno estaría fijado en la Constitución y otro en la
legislación penal. El orden de valores de lo penal solo coincidiría con los valores
constitucionales en lo nuclear “... vida, libertad, patrimonio, etc.), pero habría otros que no
estarían estructurados como tales en la constitución. Sin embargo, y en todo caso, la
constitución fijaría la orientación básica del jus puniendi (así Walter Sax). En este orden
existen otras concepciones (entre las que se destacan Escrivá, González Rus, Rudolphi,
41
Bustos, obra citada pág. 57.
42
Podría igualmente desarrollar las posiciones actuales dividiendo su tratamiento en “teorías personales” y
“teorías funcionalistas”. Las teorías personalistas toman como punto de partida un principio antropocéntrico,
donde, si bien se distingue entre bienes jurídicos universales y particulares, a los primeros le reconoce
fundamento solo en la medida que se corresponden con los intereses del individuo. Su principal sostenedor
es Winfried Hassemer.
Roxín, Marx, Bricola), que plasman expresamente la existencia prepositiva (antes de la
Constitución) de los bienes jurídicos”.
Para Roxin43 la única restricción previamente dada al legislador, se encuentra en los
principios de la Constitución: "El texto constitucional engloba las valoraciones esenciales
para la elaboración del concepto de bien jurídico que, por tanto, será previo a la
legislación penal y vinculante para ella". Sostiene que los bienes jurídicos son
"circunstancias dadas o finalidades que son útiles para el individuo y su libre desarrollo en
el marco de un sistema social global estructurado sobre la base de esa concepción de los
fines o para el funcionamiento del propio sistema”. Esta definición, al atender a
"circunstancias dadas y finalidades" en vez de a "intereses" de modo general, quiere
expresar que este concepto de bien jurídico abarca tanto los estados previamente
hallados por el Derecho como los deberes de cumplimiento de normas creados sólo por
él mismo, o sea que no se limita a la primera alternativa. De ese concepto de bien jurídico
"que le viene previamente dado al legislador penal, pero que no es previo a la
Constitución", se pueden derivar una serie de tesis concretas: las conminaciones penales
arbitrarias no protegen bienes jurídicos, las finalidades puramente ideológicas no
protegen bienes jurídicos, etc.44.
43
Criticado por Juan Bustos, obra citada pág. 58/59.
44
Roxín Claus, “Derecho Penal, Parte General, Tomo I. Fundamentos. La estructura de la teoría del
delito”, Madrid, 1997, p. 55 y s.s..
45
Bustos, obra citada pág.59/60.
jurídicos... proceden del acuerdo social basado en la experiencia...” 46. En general –indica
Bustos- todas estas tendencias sociológicas o sociales, ya sea funcionalista o bien
interaccionista simbólica, tienden solo a señalar determinadas condiciones para la
existencia de un bien jurídico, ya sea en general o en concreto, dentro de una sociedad
democrática, o bien a intentar precisar su función garantizadora general47.
3°) Cambio de paradigma: fin del derecho penal como protección de la vigencia de
la norma. Günther Jakobs (funcionalismo sistemático).
Como adelantáramos, Zaffaroni indica que para Jakobs el bien jurídico penal es la validez
fáctica de las normas que garantiza que se pueda esperar el respeto a los bienes, los
roles y la paz49. Lo enrola en las teorías que llevan a una minimización de la importancia
del bien jurídico en la teoría del delito50.
Lascano señala que “la función del Derecho Penal para Jakobs es restablecer en el plano
de la comunicación la vigencia perturbada de la norma, cuando existe un procedimiento a
causa de la infracción misma. La protección y confirmación de las normas, que configuran
la identidad social, se logra a través de la pena, que sirve para ejercitar a los ciudadanos
en la confianza hacia la norma, a tener fidelidad al derecho y a aceptar las consecuencias
de la infracción a sus preceptos.
Jakobs señala que "Lo que constituye una lesión de un bien jurídico penal no es la
causación de una muerte (ésta es simplemente lesión de un bien), sino la oposición a la
norma subyacente en el homicidio evitable. El homicidio evitable tiene el sentido de una
oposición a la norma subyacente en los delitos de homicidio, porque al autor se le hace
responsable, a causa de su conocimiento (dolo) o cognoscibilidad (imprudencia), de
haber elegido realizar el comportamiento que acarreará consecuencias en lugar de la
alternativa inocua. "La norma obliga a elegir la organización a la que no siguen daños,
pero el autor se organiza de modo que causa daño imputablemente: su proyecto de
conformación del mundo se opone al de la norma". Considera además que los aportes de
46
Fernández Gonzalo, obra citada, pág. 56.
47
Bustos, pág. 60, con crítica a estas posturas en general.
48
“Bien jurídico en el pensamiento de Günther Jakobs”, Carlos Parma.
49
Cita: Jakobs, “La imputación objetiva”, pág. 58.
50
Zaffaroni Eugenio Raúl-Alagia Alejandro-Slokar Alejandro, obra: “Derecho Penal-Parte General”, Ed. Ediar,
Bs. As, 2000.
la teoría del bien jurídico son mínimos y que lo propio para el Derecho penal se desarrolla
bajo la teoría de la validez de la norma51.
La adecuación social.
Señala Bacigalupo que “[…] También el tipo penal ha experimentado una fuerte
transformación respecto al estado que había alcanzado con el finalismo. En realidad, la
teoría finalista no modificó sustancialmente el tipo objetivo, causalmente concebido por
las teorías positivistas y neokantianas, sino que en el delito doloso lo completó mediante
el tipo subjetivo, que operaba –como se vio- como un elemento limitador de la extensión
de la causalidad. En el caso del tipo imprudente, por el contrario, la limitación del aspecto
causal de la infracción del deber de cuidado se logró mediante reglas incipientes de
imputación objetiva52. Pero, la innovación fue más profunda. Welzel introdujo, además, un
elemento común a ambas especies de tipos: la adecuación social53. De esta manera, no
obstante la aparente diferencia existente entre los tipos del delito doloso y del
imprudente, ambos tenían una función común: alcanzar sólo las conductas incompatibles
con el orden jurídico. Socialmente adecuada es toda conducta ejecutada dentro de los
límites del riesgo permitido, con palabras de Welzel: una conducta que se desarrolla en
“el marco de la libertad de acción”54 […]”. Indica que desde ese momento Welzel se
plantea la necesidad dogmática de distinguir entre la autorización de acciones peligrosas
excluyentes de la tipicidad y las autorizaciones de acciones típicas (por lo tanto
peligrosas) pero permitidas, es decir, entre autorizaciones que excluyen la tipicidad y
autorizaciones que excluyen la antijuricidad (causas de justificación)55.
Algunos autores consideran que la “adecuación social” más que una teoría, es un criterio
general de interpretación que le permitía al autor resolver casos que planteaban un
significativo grado de complicación o bien que -sin ser complicados- presentaban en su
solución un resultado poco ajustado a derecho.
51
Párrafo extraído de la publicación “El Bien Jurídico”, de José Urquizo Olaechea, Profesor de Derecho
Penal en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y Universidad Inca Garcilazo de la Vega.
52
Confr. H. Welzel, loc. cit. p. 131.
53
Ibidem, p. 55 y ss., 132 y ss. Welzel consideraba que la noción de adecuación social “tenía efectos sobre
la interpretación de los tipos, que bajo el influjo de la teoría causal de la acción, que quedaba corta al ver la
esencia del tipo penal en la causación de una lesión del bien jurídico” (p. 55). Confr. C. Roxin, en Fest. f. U.
Klug, II, 1983, p. 303 y ss.
54
Ibidem, p. 56.
55
La supuesta identidad de la adecuación social y la justificación se utilizó ocasionalmente para combatir la
teoría estricta de la culpabilidad en el error de prohibición.
principio teórico que de interpretación del tipo. Ejemplo clásico de conducta socialmente
adecuada aunque subsumible pirma facie en el tipo penal era el presente simbólico
recibido empleados estatales en momentos determinados, por ejemplo los carteros o
recogedores de basura en época de navidad.
Principio de insignificancia.
Remitimos para el tratamiento del tema del acápite al texto obligatorio, página 404 a 406,
teniendo en cuenta que no requiere de un desarrollo especial o complementario.
Introducción -
La acción
Derecho
Penal I
1
Introducción - La acción
Introducción a la teoría del delito
Introducción:
Esta unidad realiza una introducción de orden histórico a la teoría del delito, ya que se
explica cómo se fueron modificando e incorporando los distintos elementos a cada uno de
los segmentos que la componen (acción-tipo-antijuridicidad-culpabilidad), en el
positivismo, normativismo, finalismo, y funcionalismo. Si bien fue suprimida en el texto
obligatorio edición 2004, se decidió mantenerla por su utilidad para el alumno de grado
que se inicia en la materia. El texto -en original- se encuentra a su disposición en las
unidades de estudio correspondientes.
Concepto analítico.
La teoría del delito representa un concepto analítico que proporciona un método
sistematizado en niveles, a los fines de determinar si una conducta constituye un delito
(acción-tipo-antijuridicidad-culpabilidad).
El fin que el autor le asignó al hecho, la actitud en que lo cometió, los deberes que lo
obligaban a este respecto; todo esto determina lo injusto del hecho junto a la eventual
lesión del bien jurídico. La antijuridicidad es siempre desaprobación de un hecho referido
a un autor determinado. Lo injusto, es injusto de la acción referida al autor, constitutivo
del "injusto personal". Por ello, lo injusto de un mismo hecho puede tener diversa
gravedad para los diferentes concurrentes (relacionado con la participación).
Teoría del injusto personal (Welzel): El injusto es injusto personal: Desvalor de acción y
desvalor de resultado. La causación del resultado (lesión del bien jurídico) desvinculada
en su contenido de la persona de autor, no agota el injusto, sino que la acción sólo es
antijurídica en tanto sea obra de un determinado autor. En este segmento analítico ya no
sólo importa lo que hice, sino que también importa lo que quise. Por ello, desvalor de
acción y desvalor de resultado son componentes del injusto personal.
POSITIVISMO Acción: manifestación causal de la Lo antijurídico era entendido I Dolo (dolo malo: elemento
JURÍDICO voluntad. Existía una relación en sentido formal como M volitivo –querer- y conocer que
(situada a fines del causal hacia el resultado. Se unía acción típica no amparada P lo realizado es antijurídico –
siglo XIX, basada en el movimiento corporal y el por una causa de U saber-) y culpa eran formas de
un método científico resultado a través del nexo de justificación. T culpabilidad (fines del siglo XIX).
naturalista y causalidad. El tipo era concebido A La culpabilidad en sí era vista
experimental –división objetivamente como una B como una relación subjetiva
delito en categorías descripción de sus elementos I entre el hecho y su autor, y sus
obj-externo y subj- componentes, y era un indicio de L formas, el dolo o la culpa. La
interno) antijuridicidad. Se entendía I imputabilidad del autor sería un
objetiva y descriptivamente como D presupuesto de la culpabilidad.
una relación de contradicción con A LA CULPA ERA DEFINIDA
el ordenamiento jurídico. D COMO UNA INFRACCIÓN AL
DEBER DE DILIGENCIA. Se
considera en definitiva a la culpa
como una forma menos grade
de la culpabilidad.
NORMATIVISMO Acción: conducta humana Paralelamente, en la faz típica El dolo y la culpa no son formas
(1907 Frank. determinable por la voluntad, es analizaron las causas de de culpabilidad, sino tan solo
Planteaba la decir, conducta valorizada de justificación a las que llamaron elementos de ella que juntos a
distinción entre determinada manera. Se elementos negativos del tipo. El otros (imputabilidad y
ciencias naturales – detectaron los elementos tipo quedó integrado entonces circunstancias concomitantes)
cuyo objetivo de normativos y subjetivos del tipo, si como tipo de injusto o constituían el objeto del juicio de
análisis era nuestro a bien se mantuvieron el dolo y la antijuridicidad tipificada, a no ser reproche. Es decir el sujeto sólo
la valoración- y culpa ya no como formas de que operaran los elementos será culpable cuando actuando
ciencias del espíritu o culpabilidad sino como elementos negativos del tipo. Entonces la con dolo o culpa, sea imputable
culturales que refieren de la misma. Se mantiene la antijuridicidad tipificada agostaba y exista normalidad de las
su objeto a valores) relación causal para unir la la antijuridicidad formal, al incluir circunstancias concomitantes
conducta del sujeto con el las causas de justificación en el (por ej. no haya coacción o
resultado. tipo. Se impuso en forma paralela error) sino cuando además, todo
una concepción material de ello le pueda ser reprochado o le
antijuridicidad, entendida como pueda ser exigida otra conducta,
violación al bj (análisis de porque aquél pudo obrar de otro
lesividad). modo. Se critica la relación
psicológica argumentando que
en la culpa inconsciente ésta no
existe, y se avanza sobre una
relación normativa. La
culpabilidad es algo valorativo y
no descriptivo. LA CULPA ERA
DEFINIDA COMO UNA
INFRACCIÓN AL DEBER DE
CUIDADO.
Sostiene Bacigalupo que “[…] Hasta ahora es posible considerar dominante como idea
central del sistema a aquélla según la cual el punto de partida es la distinción entre el
comportamiento de un sujeto, es decir, la acción u omisión, por un lado, y las reglas
jurídicas aplicables al caso por otro lado. Dicho en términos neokantianos: entre objeto de
la valoración y valoración del objeto2… la aplicación de la norma depende de la
comprobación de un hecho, una acción o una omisión y luego de su valoración como
típica, antijurídica y culpable” […]”.
Señala el autor que el sistema, entonces, tiene como punto de partida la acción, y que
esta “[…] premisa ha sido compartida tanto por el sistema causal (v. Liszt/Beling), como
por el final (Welzel/Armin Kaufmann) y por el racional funcionalista (Roxin/Schünemann).
Está apoyada en la suposición de que acción y omisión son especies de un mismo
género. Lo que varía en estos tres sistemas es el método con el que se establece la
relación entre la norma y el objeto3. Causalistas y finalistas, desde puntos de vista
diferentes, hicieron depender la configuración de las categorías normativas de
consideraciones prenormativas: la causalidad o la lógica del objeto de las normas. La
diferencia fundamental consistió en la noción del hecho constitutivo del delito: las teorías
causales partían de un hecho natural y la teoría final partía de un hecho personal
humano4 […]”.
El autor rescata la postura de Radbruch (1904) quien señalaba que no existe un elemento
básico común del sistema de la teoría del delito5, el sistema de la acción y el sistema de
la omisión debían tener diversos fundamentos. Señalaba esto al estar convencido que la
acción y la omisión no podían ser resumidas en un concepto común que las abarcara.
1
Introducción extraída del trabajo ¿Subsistirá la Teoría del delito actual? - (Universidad de Córdoba,
Argentina, 13 de junio de 2007); Enrique Bacigalupo, Catedrático de Derecho Penal, Magistrado del Tribunal
Supremo de España.
2
Confr. A. Graf zu Dohna, Der Aufbau der Verbrechenslehre, 4ª edición 1950, pp.11, 27. Sobre la distinción
entre idea del derecho y materia del derecho que justifica esta distinción básica ver: G. Radbruch,
Rechtsphilosophie, 6ª edición 1963, p. 97; también C. Roxin, en Gedächtnisschrift für G. Radbruch, 1968, p.
260 y ss.
3
Aunque Welzel introdujo una importante variante metodológica respecto de la neokantiana de Radbruch y
Dohna al conectar los ámbitos del valor y el objeto de la valoración (confr. GS 103 [1933] y Naturalismusund
Wertphilosophie, 1935).
4
La base filosófica de esta diferencia reside, en última instancia, en la concepción del ser humano que está
detrás: mientras los causalistas concebían al ser humano como el producto final de una evolución natural
dentro del reino animal, los finalistas lo entendía como un ser racional y auto-conciente en el sentido de la
filosofía griega (confr. M. Scheler, Die Stellung der Menschen im Kosmos, 1928, p. 9 [edición de M. Frings,
1998]).
5
Confr. Der Handlungsbegriff in seiner Bedeutung für das Strafrechtssystem, 1904, p. 140.
Indica Bacigalupo que a esta misma conclusión arribo Armin Kaufmann6, al señalar que:
“la capacidad de acción (…) –como toda capacidad- es una propiedad del ser humano”7.
La base real de estas teorías del delito, en suma, tendría que ser doble: por un lado
capacidad del autor, manifestada en la realización de una acción, y por otro lado la
capacidad del autor de haber realizado una acción omitida8.
Ahora bien, a continuación aclara que “[…] en verdad, estas teorías no partían de la
distinción fáctica entre acción y omisión, sino que se veían obligadas a ello a partir de la
comprobación de que el sistema normativo contenía prohibiciones y mandatos. Si el
sistema normativo no estuviera compuesto por prohibiciones y mandatos 9, los conceptos
de acción y omisión carecerían totalmente de sentido. La determinación del objeto de las
prohibiciones y de los mandatos, consecuentemente, era un problema generado por el
sistema normativo. La afirmación de Armin Kaufmann de que “los mandatos y las
prohibiciones se diferencian por su objeto”10 es una prueba de lo antedicho. Lo
problemático es que los mandatos y la prohibiciones son sólo formas idiomáticas para
expresar una misma función: “mandar y prohibir –decía H. Kelsen11- no son dos funciones
diferentes de orden impuesto por una autoridad, sino que ambas tienen la misma
naturaleza; la prohibición puede ser formulada como mandato y el mandato como
prohibición (…) una acción mandada es una omisión prohibida y el mandato de omitir es
una prohibición de acción” […]”.
Lo decisivo sería “el deber de garante y la evitabilidad”, lo que significa que “también el
autor activo debe ser contemplado como garante”, porque es indiferente producir un
daño o no impedirlo, lo importante es si el autor tenía el deber de evitarlo y si ello era
posible13. Con tales premisas sería posible pensar que el concepto básico de la teoría
del delito debería ser la omisión. Sobre todo cuando se admite que “todas las acciones
pueden ser reformuladas como omisiones (aunque a la inversa no todas las omisiones
puedan serlo como acciones)”14 […]”.
6
Loc. cit..
7
Ibidem, p. 40.
8
Armin Kaufmann, percibió el problema y propuso como solución unificar la base prejurídica del sistema en la
capacidad de acción como elemento esencial del comportamiento activo, loc. cit. p. 83.
9
Es mérito de la teoría de los imperativos y de la elaboración K. Binding, Die Normen und ihre Übertretung,
4ª edición, 1922, 36 y ss.; Handbuch des Strafrechts, 1885, p. 166 y ss., haber distinguido ambas formas de
normas y haberles dado un significado dogmático: “El legislador tiene que prohibir todas las acciones
incompatibles con el orden jurídico, y, por el contrario, ordenar todas las acciones que impulsen el derecho”
(Handbuch, p. 166).
10
Loc. cit. p. 6.
11
Hauptprobleme der Staatsrechtslehre, 1911, p. 669.
12
R. D. Herzberg, Die Unterlassung im Strafrecht und das Garantenprinzip, 1972, p. 172 y ss.
13
Ibidem, p.173. Ver también: H.-J. Beherendt, Die Unterlassung im Strafrecht, 1979, que también considera
que el concepto fundamental del sistema dogmático del delito es la omisión y ensaya fundamentarlo
psicoanalíticamente. Críticamente sobre el concepto negativo de acción: G. Jakobs, Strafrecht, 2ª edición,
1991, p. 143 y s.
14
G. Jakobs, loc. cit. p. 776. La segunda parte de la afirmación de Jakobs es discutible; cabe pensar en la
teoría del aliud agere.
Indica Bacigalupo que si bien esta teoría fue rechazada dejó huellas que se perciben
especialmente en tres momentos: en la definición de la acción como comportamiento
evitable, en la moderna teoría del tipo penal de los delitos de resultado y en los delitos de
infracción de deber15. Textual “[…] Desde el punto de vista de la definición de la acción
como comportamiento evitable es indiferente si el sujeto podía evitar causar activamente
la muerte de otro (es decir, podía omitir lo que hizo) o si hubiera podido actuar para evitar
la muerte16. En ambos casos lo decisivo es la evitabilidad del suceso […]”.
15
En la dogmática de habla castellana ver: E. Bacigalupo, Principios de Derecho Penal, 5ª edición 1998, p. 372; J.
Sánchez-Vera, Delito de infracción de deber y participación delictiva, 2002; Silvina Bacigalupo, Delitos de infracción de
deber y accesoriedad de la participación (en prensa); Carlos M. González Guerra, Delitos de infracción de un deber,
Buenos Aires, 2006.
16
Confr. G. Jakobs, loc. cit. p. 143.
Concepción causal de la acción
Positivismo jurídico y Normativismo o Neokantismo
Los fundadores de este concepto natural o causal de la acción son von Liszt y Beling, y a
su sistema analítico se lo denomina como “sistema clásico del delito”. Para von Liszt
“acción es la producción, reconducible a una voluntad humana, de una modificación del
mundo exterior”. Acción era una conducta humana que modificaba el mundo exterior. Los
elementos de esta teoría eran –por un lado- la manifestación de voluntad -y por otro- el
resultado. El resultado es -en esencia- el que causa una modificación en mundo exterior,
y este a su vez es causado o proviene de la esa manifestación del sujeto. La vinculación
entre el resultado y la manifestación del sujeto se explica a través del nexo de causalidad
(a modo de causa-efecto). La teoría más representativa de este análisis relacional es la
“Teoría de la equivalencia de las condiciones”, para la que cualquier condición productora
de ese resultado es causa del mismo.
En virtud de ello von Liszt modificó su definición y señaló que “acción era conducta
voluntaria hacia el mundo exterior”, o más exactamente: modificación, es decir, causación
o no-evitación de una modificación (de un resultado) del mundo exterior mediante una
conducta voluntaria. Con ello, la voluntariedad quedaba como supraconcepto.
Por su parte, para Beling “la acción debe afirmarse siempre que concurra una conducta
humana llevada por la voluntad, con independencia en que consista esa conducta”.
Existe acción, si objetivamente alguien ha emprendido cualquier movimiento o no-
movimiento, a lo que subjetivamente ha de añadirse la comprobación de que en ese
movimiento corporal o en esa falta de movimiento animaba una voluntad. En la omisión,
veía esa voluntad en la contención de los nervios motores. RESULTA FUNDAMENTAL
QUE QUEDE CLARO LO SIGUIENTE: los mal llamados “causalistas”, es decir los
positivistas y normativistas, dividían –para decirlo coloquialmente- el análisis de la
conducta en dos grandes secciones. Una eminentemente formal-objetiva y otra
eminentemente subjetiva. La acción era analizada en su aspecto externo, sin
consideración sobre lo que el sujeto quiso realizar, su intención, sus pensamientos, sus
planes, es decir, sin considerar el contenido de esa voluntad –si bien afirmaban que la
acción era voluntaria-. El contenido voluntario de esa acción era analizado en el
segmento o estadio de la culpabilidad, como lo veremos más adelante.
Por su parte, los normativistas si bien definen la acción como “conducta humana
valorizada de determinada manera” (Mezger), e incorporan elementos de valoración en
todas las categorías de la teoría del delito, optan por mantener el análisis del contenido
de esa voluntad en el segmento de la culpabilidad. Sostuvieron que “acción era hacer o
dejar de hacer querido”. Sin embargo, el contenido de lo querido se determina en el
segmento de la culpabilidad. La acción deja de concebirse de manera naturalística,
aunque no dejó de ser causal. Este nuevo concepto valorativo concibió a la acción como
un comportamiento humano, sin embargo, al igual que en el causalismo, lo esencial de la
acción radica en la causación precedente de la voluntad, sin entrar a conocer el
contenido de la misma.
Para Welzel “acción humana” era el ejercicio de la actividad final (concepto ontológico de
la realidad). Este concepto ontológico de acción es preexistente a la valoración jurídica
(concepto prejurídico). Lo que da su carácter “final” a la acción es que el hombre, gracias
a su saber causal, puede -en cierta medida- prever las posibles consecuencias de su
acción, y por ello, fijarse diversos objetivos (proyectar) y dirigir planificadamente su
actuación a la consecución de esos objetivos.
A tales fines –de enlace o vinculo- se deben respetar determinados requisitos: neutralidad
frente al tipo, la antijuridicidad y la culpabilidad; poseer contenido, debe tener suficiente
fuerza expresiva como para poder soportar los predicados de los siguientes elementos
valorativos; debe excluir todo lo que no se considera como acción para un enjuiciamiento
jurídico-penal (ideas, pensamientos, convulsiones, etc.).
En el caso existe acción debido a que se puede constatar una modificación del mundo
exterior (resultado de muerte), producto reconducible a la voluntad del autor. Este
resultado es causado o proveniente de la esa manifestación del sujeto. Existe entre
resultado y acción un nexo de causalidad evidente (la muerte de la desafortunada
“testigo” es producto de la acción de disparo de Boggie). A la teoría no le preocupa –ni se
pregunta- en este estadio, el porqué de la acción de Boggie, si fue planificada, si fue
intencional o voluntaria, etc. Existe acción, más allá de todo ello, ya que objetivamente ha
emprendido cualquier el movimiento corporal animado por su voluntad. El contenido esa
voluntad –subjetivo- será analizado en el segmento o estadio de la culpabilidad. Para un
normativista también existiría acción ya que Boggie habría realizado “algo querido”, sin
embargo, el contenido de lo querido –al igual que en el positivismo- se determinará en el
segmento de la culpabilidad. Se podría decir que para ambas teorías lo fundamental para
determinar si hubo o no acción –en este nivel de análisis y en este caso- sería la
observación de las imágenes objetivamente, sin leer el contenido de las viñetas –lo que
podría ser fundamental para determinar la voluntariedad del acto- ni interpretar lo que
“pasaba por la cabeza del autor” al momento del hecho.
Los teóricos del finalismo también señalarían que en el ejemplo existe acción, pero de
manera distinta. Se podría decir que, gracias a su saber causal Boggie previó las
consecuencias de su acción, y por ello, se fijó el objetivo y dirigió planificadamente –
aunque no de forma muy elaborada- su actuación hacia la consecución de esos objetivos.
En este sistema el análisis la acción está incluido el contenido de esa voluntad que los
positivistas-normativistas postergaban en su análisis para el estadio de la culpabilidad
(por ello su tipo es complejo objetivo-subjetivo). En este esquema si es relevante lo que
Boggie “quiso hacer” al momento de disparar su arma contra la víctima, así como que
conocía perfectamente lo que estaba haciendo.
También habría acción para Roxin ya que la conducta de Boggie es evidentemente una
“manifestación de su personalidad”. Para Jakobs la acción de Boggie también sería una
“expresión de sentido” (evitabilidad individual-causación evitable del resultado), expresión
de sentido que expone un rechazo por parte del autor a la vigencia de la norma que
prohibe matar.
Debe tenerse en cuenta que los fundamentos en los que se basan las teorías del delito
estudiadas, no brindan los elementos suficientes a los fines de analizar sistemáticamente
el actuar de una persona jurídica en el ámbito penal. Esto –fundamentalmente- porque se
parte de un concepto de acción propio de la teoría general del hecho ilícito o del delito,
desde la cual la responsabilidad penal no puede ser distinta de la subjetiva.
En nuestro ordenamiento legal existen numerosas disposiciones en donde directa o
indirectamente se hace referencia a la responsabilidad penal de los entes ideales. El
ejemplo más claro esta previsto en la Ley nro. 22415 (el llamado Código Aduanero), pero
también pueden citarse en el devenir legislativo las siguientes leyes: 12.906 (represión de
monopolios); 12.830 (ley de Abastecimiento); 14.878 (ley de vinos); 15.885 (ley de fondos
comunes de inversión); 18.425 (ley de promoción comercial y desarrollo de los
supermercados); 18.829 (agentes de viaje); 19.359 (Régimen Penal Cambiario); 19.511
(metrología); 20.680 (abastecimiento); 20.974 (identificación del potencial humano de la
Nación); 24.051 (residuos peligrosos); 24.192 (prevención y represión en espectáculos
deportivos); 24.527 (riesgos del trabajo); entre otras.
Señala el autor que la persona jurídica no tiene otro modo de actuar sino a través de sus
órganos, siendo las personas físicas o sus representantes “sólo son brazos de un mismo
cuerpo, modos de aparición de la acción institucional”. Delinea de esta forma un concepto
de “acción institucional”, en donde la voluntad dolosa es denominada “voluntad social
dolosa”. El proceso de formación de la decisión no es psicológico como en la persona
física, pues la voluntad social no es patrimonio de las individualidades que integran el
órgano, sino que la génesis de la decisión es estructural y normativa.
Por su parte, Eugenio Zaffaroni, ha considerado que en el derecho penal “stricto sensu”
las personas jurídicas no tienen capacidad de conducta, desde que el delito que surge de
nuestra ley es una manifestación individual humana: “Si bien hay leyes penales stricto
sensu que sancionan a personas jurídicas, entendemos que tales leyes no hacen más
que conceder facultades administrativas al juez penal, o sea que las sanciones no son
penas ni medidas de seguridad, sino consecuencias administrativas de las conductas de
los órganos de las personas jurídicas”18
Siguiendo ese criterio, siendo Ministro de la CSJN en autos “Fly Machine” 19 tuvo
oportunidad de fallar –voto en disidencia- que:
18
Tratado de Derecho Penal, Ediar, Bs.As., 1981, T.III°, pág.57 – la negrita en cursiva en el original.
19
En dicho expediente se procesó a la persona jurídica “Fly Machine” en orden al delito de “Contrabando agravado”. Las
actuaciones fueron elevadas al Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nro. 1 de Córdoba, cuyos miembros rechazaron el
requerimiento de elevación a juicio, en virtud de negar la posibilidad de la imputación formulada en la instrucción. El fallo
fue cazado por la parte Querellante, y luego de rechazada instancia, fue interpuesto recurso extraordinario ante la CSJN.
en razón de que el fallo cuestionado se apoyaría en una inexacta valoración jurídica toda
vez que, aun aceptando la imposibilidad de juzgamiento en sede penal de una persona
de existencia ideal, no cabría aplicarle pena sin asegurársele previamente el ejercicio del
derecho de defensa en juicio y el debido proceso legal. 4º) Que el recurso extraordinario
resulta formalmente procedente por hallarse en tela de juicio la inteligencia que
corresponde asignar a determinadas normas federales y porque lo resuelto ha sido
contrario al derecho que la recurrente fundó en ellas. A su vez, la decisión objetada
genera para la recurrente un gravamen de imposible reparación ulterior porque el
derecho alegado debe ser amparado en la oportunidad procesal en que fue invocado
habida cuenta de que la declaración de nulidad de todos los actos procesales que
afectaron a la empresa "Fly Machina S.R.L." como imputada implicaría su desvinculación
definitiva del proceso penal. 5º) Que más allá de lo que pueda establecerse en ciertas
leyes de naturaleza penal, el requerimiento de conducta humana como presupuesto
sistemático para la construcción del concepto de delito responde a una mínima exigencia
de racionalidad republicana dentro del método dogmático jurídico-penal y su definición se
halla condicionada por los contenidos que surgen de ciertos postulados de jerarquía
constitucional, entre los cuales se destaca el nullum crimen sine conducta. 6º) Que en tal
sentido, cabe relevar que de las expresiones "hecho del proceso y de la causa" (art. 18
de la Constitución Nacional) y "las acciones" a que refiere el art. 19 constitucional “que a
contrario sensu, serían acciones públicas (o privadas con implicancia pública)” surge el
principio de materialidad de la acción (nulla injuria sine actione) según el cual ningún
daño, por grave que sea, puede estimarse penalmente relevante sino como efecto de una
conducta. Por lo demás, conforme a la incorporación del art. 75, inc. 22, de la
Constitución Nacional, se exige expresamente en varios textos de derecho internacional
de los derechos humanos que sólo pueden configurar delitos las acciones u omisiones
“art. 11, 2º párrafo, de la Declaración Universal de Derechos Humanos; art. 15, párrafo 1º,
del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos; art. 9 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos y art. 40, párrafo 2º, ap. a, de la Convención sobre
los Derechos del Niño”. 7º) Que por lo tanto, la construcción del concepto jurídico-penal
de acción halla un límite concreto en ciertas coordenadas constitucionales en cuya virtud
los delitos, como presupuestos de la pena, deben materializarse en conductas humanas,
describibles exactamente en cuanto tales por la ley penal. 8º) Que, en síntesis, la
operatividad de la máxima constitucional nulla injuria sine actione impone la delimitación
del concepto jurídico-penal de conducta, sobre la base de un hacer u omitir que
reconocería como único sujeto activo al ser humano, respecto del cual puede reaccionar
el Estado con las penas legalmente previstas, excluyendo por ende a las personas
jurídicas de acuerdo con el principio societas delinquere non potest (o universitas
delinquere nequit); el cual salva además los irrenunciables principios de culpabilidad y
personalidad de la pena. 9º) Que en cuanto a las normas federales invocadas, cabe
consignar que, en rigor, no se encuentra cuestionada la interpretación de las
tipificaciones contenidas en los arts. 863, 864, 865, 871 y 872 del Código Aduanero “pese
a lo afirmado por la recurrente”, pues la discusión planteada no atiende a la estructura de
los tipos penales mencionados sino que remite a su no aplicación respecto de un ente
ideal. 10) Que, por su parte, el art. 887 del ordenamiento jurídico aduanero se limita a
establecer una responsabilidad solidaria de las personas jurídicas con sus dependientes
por las penas pecuniarias; mientras que el artículo siguiente, si bien refiere al supuesto
en que un ente ideal resulte condenado por algún delito aduanero, ello no implica per se
el reconocimiento legal de que las personas jurídicas puedan ser autoras de delitos. Ello
es así porque la norma admite una exégesis diferente “que de acuerdo a las
apreciaciones efectuadas sería respetuosa del texto constitucional” que consiste en
relacionar la expresión "fuere condenada" con la condena impuesta en sede
administrativa donde se aplican las penas pecuniarias “interpretación ésta que resulta
extensible a la norma del art. 94, ap. 1, inc. d, 1º, según la remisión que surge del ap. 2º,
inc. "d", del citado precepto legal”. 11) Que más allá de lo expresado en torno al concepto
de acción, existen otras limitaciones que no hacen viable la responsabilidad penal de las
personas jurídicas. En efecto, una de ellas esta configurada por la imposibilidad de
realizar a su respecto el principio de culpabilidad dado que no resulta factible la
alternativa de exigir al ente ideal un comportamiento diferente al injusto “precisamente por
su incapacidad de acción y de autodeterminación”, negando así la base misma del juicio
de reproche. En este sentido asiste razón al fallo apelado cuando afirma que la capacidad
penal de una sociedad implica "la derogación de los principios que rigen la acción, la
imputabilidad, la culpabilidad y la pena". 12) Que tampoco cabe soslayar la circunstancia
de que nuestra legislación carece de una regulación procesal específica que determine el
modo en que debería llevarse a cabo el enjuiciamiento criminal de las personas de
existencia ideal, y que permita también individualizar a los sujetos susceptibles de asumir
una concreta representación en tal sentido. En consecuencia, la práctica judicial
materializada al respecto no halla fundamento en texto positivo alguno, afectando de esta
forma las garantías de legalidad, de defensa en juicio y del debido proceso. 13) Que ello
no implica negar la posibilidad de que las personas de existencia ideal sean sometidas a
sanciones jurídicas que comporten el ejercicio de poder coactivo reparador o
administrativo, pues esta posición sólo se limita a frenar el impulso por dotar a aquellos
entes de capacidad delictiva. 14) Que dicha doctrina armoniza plenamente con la fijada
por esta Corte en Fallos: 321:2926 y 323:637, oportunidades en la cuales se sostuvo que
del ordenamiento aduanero (art. 1026) surge que las sanciones del art. 876, ap. 1, son
accesorias de la pena privativa de la libertad, pues en materia de contrabando la sanción
judicial a aplicar es independiente de la decisión del órgano administrativo…”.
La persona jurídica no tiene capacidad para cometer delitos ni puede ser procesada
ni condena penalmente. Mi posición personal es coincidente con las expuestas por
Vélez Sársfield, Soler y Jiménez de Asúa en nuestro país y por Claus Roxin y Santiago
Mir Puig y el Superior Tribunal Español, entre otros, en el extranjero, siendo del caso
acotar que, en conferencia pronunciada en la Universidad Pompeu Fabra de
Barcelona, el 6/6/01, sobre el tema ¿punibilidad de las personas jurídicas?, Günter
Jakobs se sumó a esta tesis. Asimismo advierto que, en tanto los argumentos de
esta parte de la doctrina se basan en consideraciones de orden estrictamente
científico, la opuesta se funda principalmente en razones prácticas, de defensa del
estado y de política criminal. Tal vez, lo mejor sería que se dictase una norma como el
art. 31 del Código Penal Español, que, sin violentar los principios de la teoría del
delito y del derecho penal liberal, evite la impunidad de los hechos cometidos a
través de las personas de existencia ideal.
Faz negativa de la acción.
La acción puede ser excluida por distintos motivos o factores. Estos factores se dividen
comúnmente entre externos e internos. Al no haber acción jurídico penalmente relevante,
se excluye obviamente la posibilidad que exista.
La
antijuridicidad
Derecho
Penal I
1
La antijuridicidad 1
Hemos visto que la teoría del delito funciona como un sistema de filtros, de manera tal
que sólo cuando comprobamos que una categoría se encuentra presente pasamos a
analizar la próxima.
También hicimos referencia a tres preguntas básicas que debemos hacernos para saber
si nos encontramos frente a un delito:
1) ¿El hecho está prohibido por la norma? A ello lo responde la categoría de la tipicidad.
2) Si el hecho se encontraba prohibido por la norma, en las circunstancias en que se
realizó, ¿Estaba autorizado por algún precepto legal?. A ello lo responde la categoría
antijuridicidad.
3) Si el hecho estaba prohibido por la norma y no se encontraba autorizado por un
precepto legal, el autor, ¿Es responsable de ese hecho?. A ello lo responde la
culpabilidad.
De este modo, al constatar que un hecho es típico sólo hemos comprobado que se ha
violado la norma primaria deducida del tipo. Sin embargo, la violación de esa norma
primaria (que implica la realización del tipo) no es suficiente para establecer la ilicitud del
comportamiento, porque para que exista ilicitud se requiere que la realización del tipo no
se encuentre jurídicamente autorizada.
Ello es así, porque el ordenamiento jurídico no sólo contiene normas prohibitivas, sino
que también existen permisos otorgados por el legislador para realizar un hecho típico.
Estos permisos se conocen como causas de justificación y serán tratados en la unidad
15.
Resumiendo: Una conducta es típica si con ella se infringe una norma, y será antijurídica
si no está justificada por una causa de justificación.
Entonces, y como una primera aproximación, diremos que una conducta es antijurídica si
no existe una causa de justificación que excluya la antijuridicidad del comportamiento. Sin
embargo, la admisión de una causa de justificación no implica afirmar que la conducta
deba valorarse positivamente, sino sólo que la conducta no es desaprobada por el
ordenamiento jurídico y que es aceptada por éste, pero realizar otros juicios de valor
sobre el hecho excede los cometidos del derecho penal. Así, matar en legítima defensa
justifica el hecho de matar a otro, pero la muerte de una persona por otra sigue siendo un
acontecimiento que no puede valorarse como algo valioso.
1
Unidad elaborada por el Dr. José Lago, docente de la UE Siglo 21, en las materias Derecho Penal 1 y
Derecho Penal 2.
Concepto
No existe un concepto uniforme sobre antijuridicidad, ya que la construcción del mismo
dependerá de la escuela dogmática a la que adscribamos.
Cuando se hace referencia a “calidad del hecho”, se está indicando que al hecho típico se
le asigna una cualidad o característica especial: su oposición con el derecho, y ello es la
antijuridicidad misma.
Unidad de la antijuridicidad
La doctrina mayoritaria afirma que el juicio de antijuridicidad es un juicio unitario que hace
referencia a todo el orden jurídico. Ello significa que cuando una conducta es considerada
lícita en un ámbito del derecho (civil, penal, administrativo), no puede ser considerada
ilícita en otro. Para quienes sostienen que la antijuridicidad es una oposición del hecho
con todo el ordenamiento jurídico no existe una especial antijuridicidad penal.
Se postula que ésta unidad resulta necesaria en aras de la armonía del orden jurídico a
los fines de excluir toda posible contradicción; contradicción que podría presentarse si
una conducta es considerada lícita por una rama del derecho, e ilícita por otra.
Ésta postura sostiene que si el derecho posee unidad y congruencia se debe deducir que
lo ilícito en algún sector del derecho lo será para todo el ámbito del derecho. De este
modo, la ilicitud surgida en cualquier área del derecho (civil, penal, comercial, etc.),
trasciende a todos los restantes. Sin embargo, ello no significa que todo hecho ilícito sea
castigado por todas las ramas del ordenamiento jurídico.
Tal como venimos planteando el tema, el ejemplo nos llevaría a concluir que la ilicitud del
hecho se extiende a todo el orden jurídico. Sin embargo, ese hecho, que como dijimos es
un hecho antijurídico, no genera consecuencias penales. Ello es así, porque en el
derecho penal se exige la tipicidad, y el delito de daños no se encuentra tipificado en
forma culposa en nuestro código penal, que sólo lo prevé en forma dolosa (art. 183).
Por lo tanto, si aplicamos una pena a quien embiste a otro vehículo en forma imprudente,
estaríamos violando el principio de legalidad previsto en el art. 18 de la Constitución
Nacional. De todos modos, la calidad de ilícito del hecho subsiste aunque el derecho
penal no imponga sus graves sanciones.
La categoría de la antijuridicidad penal exige una ilicitud típica, es decir que el hecho,
además de ser ilícito, debe encontrarse receptado en el código penal. No todo lo ilícito es
delictivo, pero todo lo delictivo es ilícito.
Todo ello conduce a ésta postura a sostener que entre tipo y antijuridicidad existe
independencia; puede existir antijuridicidad sin tipo y puede existir tipo sin antijuridicidad
(cuando concurre una causa de justificación).
La postura divergente. (antijuridicidad general vs. antijuridicidad penal)
Se razona que el principio de unidad del orden jurídico no debe hacer olvidar que cada
uno de los sectores de éste, además de atender a una finalidad general que garantice las
condiciones de existencia de la comunidad, ha de satisfacer fines derivados de la materia
que regulan. En este sentido, el derecho penal posee referencias teleológicas específicas
y no le corresponde una función configuradora del orden social, sino una más limitada
centrada en la protección de determinados bienes jurídicos, aplicando a las conductas
que los lesionan las consecuencias más graves de las que dispone el ordenamiento
jurídico.
Se dice que el modelo de referencia para realizar ésta ecuación jurídica ha de ser el tipo:
Del mismo modo que la concurrencia de determinados elementos en el tipo lo gradúan
aumentándolo, la presencia parcial de causas de justificación disminuyen el injusto, por lo
que deberían conducir a la exclusión de la antijuridicidad penal.
Frente a ello, la doctrina que pregona la unidad de la antijuridicidad considera que las
disminuciones referidas al injusto sólo pueden tenerse en cuenta al margen de la
estructura del delito, ya sea en la medición de la pena, ya sea mediante el uso de
principios como el de intervención mínima, el de mínima suficiencia, y el de
proporcionalidad, entre otros.
Criterios clasificadores
En un intento por establecer cual es el contenido de la antijuridicidad, la doctrina elaboró
una serie de criterios clasificadores determinando que la antijuridicidad puede ser:
Objetiva-subjetiva (se refiere al hecho), y formal-material (se refiere al derecho), criterios
que pueden combinarse entre sí.
Antijuridicidad objetiva
Es el simple choque objetivo del hecho con el derecho, prescindiendo de todo elemento
subjetivo como serían las intenciones del sujeto. Es una concepción positivista.
Este criterio aprecia el hecho en forma independiente de la voluntad del autor, la cual
será analizada en la culpabilidad. Así, se señala que el juicio de antijuridicidad es objetivo
porque se refiere al hecho con independencia de la persona que lo ha ejecutado.
Antijuridicidad subjetiva
Ésta postura parte de la concepción finalista, y sostiene que como el hecho está dirigido
por la conducta del autor, y el núcleo de esa conducta es la acción (que es una acción
final), en el actuar del sujeto existe una intención.
A partir de ello, se razona que la ilicitud es insostenible sin aportes subjetivos, y por ello la
antijuridicidad subjetiva es intención contraria a la norma primaria (no matarás) dirigida al
individuo. Esa intención es manifestada a través del hecho externo.
Antijuridicidad formal
Este criterio sostiene que sólo el derecho positivo mediante la formulación de los tipos y
las reglas de las causas de justificación constituye la fuente de la antijuridicidad. Es decir,
existe antijuridicidad cuando el hecho ha sido cometido contrariando la norma del tipo
(sea comisión u omisión), sin que concurra una causa de justificación.
Antijuridicidad material
Ésta posición es elaborada por el normativismo, que como señalamos en la unidad nº 3,
plantea que el derecho penal posee un contenido material ya que por medio de él se
expresan valoraciones del hecho.
A partir de esas premisas es fácil advertir que estas tesis encuentran la materia de la
antijuridicidad en criterios ajenos al derecho positivo, en franca violación al art. 19 de la
C.N., el cual reconoce la autonomía del individuo frente a lo que no esté prohibido o
mandado por las leyes.
Es éste uno de los pocos aspectos de la teoría del delito en que positivistas y finalistas
están de acuerdo. Así, el positivismo sostiene un tipo valorativamente neutro con relación
a la antijuridicidad, concluyendo que aquél tiene un carácter puramente descriptivo y es
sólo indicio de la antijuridicidad; mientras que el finalismo argumenta que si el autor
realizó en forma objetiva y subjetiva el hecho típico, ha actuado en forma antinormativa.
Esa tipicidad y la consiguiente antinormatividad, es un indicio de antijuridicidad del hecho.
Uno de los primeros ejemplos utilizados para ilustrar la adecuación social, es aquel en
que una persona envía a su tío en un viaje en avión con la esperanza que se produzca un
accidente para de éste modo heredar su fortuna. Respecto a éste ejemplo, se dice que
enviar a una persona en un viaje en avión es una conducta socialmente adecuada que no
puede ser atrapada por el tipo del homicidio. Modernamente, la doctrina considera que
éste tipo de comportamientos no supera el análisis de la imputación objetiva, porque el
hecho no supera el riesgo permitido, salvo que se tengan conocimientos especiales,
como por ejemplo, saber que en el avión se colocó una bomba.
El otro supuesto en que se percibe un límite al efecto indiciario de la tipicidad es el de los
tipos abiertos. Recordemos que los tipos abiertos son aquellos que no describen
suficientemente la conducta prohibida, debiendo ser completados para su aplicación por
el juez. El clásico ejemplo lo brinda el delito de coacción descripto por el segundo párrafo
del art. 149 bis del C.P. Amenazar a alguien para que haga algo no es por sí solo un
comportamiento que caiga fuera del orden social. Así, quien amenaza a sus compañeros
con no concurrir a una partida de naipes si no comienzan una hora más tarde de lo
programado, no coacciona a pesar de su adecuación formal a la conducta descripta por
el tipo. Ello es así, porque falta la reprochabilidad de la amenaza con relación al fin
perseguido. Distinta sería la situación si quien quiere retrasar la partida de naipes
amenaza con poner una bomba en caso que no se acepte su pretensión, porque en este
caso, el uso de la amenaza implica el anuncio de un daño de carácter ilegítimo, idóneo y
futuro, mientras que en el primer caso no se dan esas características.2
El tipo total de injusto -La teoría de los elementos negativos del tipo-
En este orden de ideas, se postula que las circunstancias de una causa de justificación
forman parte del tipo penal como elemento negativo del tipo. Así, el tipo penal está
compuesto por elementos positivos (la acción de matar a otro, el resultado muerte, y la
imputación objetiva del resultado) y elementos negativos (circunstancias de la legítima
defensa).
Mientras la doctrina tradicional construye la teoría del delito a partir de tres categorías
estratificas secuencialmente: tipo, antijuridicidad y culpabilidad; la teoría de los elementos
negativos del tipo estima que la teoría consta de dos partes: Un tipo total de injusto y
culpabilidad.
El tipo total de injusto consta de dos momentos, lo que no significa dos estratos
diferentes, sino todo lo contrario. El primer momento corresponde a la parte positiva:
Concurrencia de los elementos que configuran la conducta típica (la acción de matar a
otro en el homicidio, el apoderamiento en el hurto, etc.); mientras que el segundo
momento corresponde a la parte negativa: ausencia de causas de justificación. En
nuestro ejemplo, que no se haya matado en legítima defensa, ni se haya hurtado en
estado de necesidad.
2
Ejemplo utilizado por Bacigalupo.
Corolario de la teoría de los elementos negativos del tipo sería el siguiente: Si bien las
causas de justificación se encuentran en la parte general por razones de técnica
legislativa, al tipo del homicidio previsto por el art. 79 del C.P. habría que leerlo del
siguiente modo: Se aplicará prisión de 8 a 25 años al que matare a otro, salvo que obre
en legítima defensa.
Ante éste análisis, la doctrina mayoritaria replica que lo prohibido es dar muerte a una
persona, y que la legítima defensa no anula la prohibición sino la antijuridicidad de la
conducta típica. Si como producto de una causa de justificación anulamos la tipicidad,
desaparecerían las diferencias esenciales de valor entre lo permitido (matar a una
persona en legítima defensa) y lo jurídicamente irrelevante (matar a un mosquito).
Sin duda que en la mayor parte de los delitos es esencial una lesión o puesta en peligro
de un bien jurídico, sin embargo ello sólo constituye un momento parcial de la acción
antijurídica, pero nunca en el sentido de que la lesión del bien jurídico caracterice
suficientemente lo injusto del hecho. La lesión del bien jurídico (desvalor de resultado)
tiene relevancia en el derecho penal sólo dentro de una acción personalmente antijurídica
(desvalor de acción).
Y ello es así, porque el desvalor de resultado puede faltar en el caso concreto sin que
desaparezca el desvalor de acción. (Ejemplo: tentativa inidónea o delito imposible
previsto en el art. 44 última parte C.P.).
El fin que el autor le asignó al hecho, la actitud con que lo cometió, y los deberes que lo
obligaban a respetar el bien jurídico, determinan lo injusto del hecho junto a la eventual
lesión del bien jurídico. La antijuridicidad es siempre desaprobación de un hecho referido
a un autor determinado. Lo injusto es injusto de la acción referido al autor, es "injusto
personal". Por ello, lo injusto de un mismo hecho puede tener diversa gravedad para los
diferentes concurrentes, como ocurre en la participación criminal.
Como corolario de ésta postura se elaboró el concepto personal de lo injusto: La acción
es antijurídica como obra de un autor determinado. Ese autor le asignó una finalidad a su
hecho, y esa finalidad es ilícita, por ello, lo injusto es injusto personal.
Así, la tipicidad de un hurto no se agotará en el desapoderamiento de una cosa ajena
como sostiene el positivismo, sino que se deberá establecer que el autor quiso realizar la
acción (desvalor de resultado y desvalor de acción). Asimismo, la justificación requiere no
sólo la autorización legal para lesionar un bien jurídico, sino también, que el autor haya
conocido esas circunstancias. Ejemplo: Si una persona mata a otra sin saber que ésta
última la estaba agrediendo antijurídicamente, la teoría causal de lo ilícito admitirá un
acción en legítima defensa porque el resultado estaba objetivamente autorizado (valor de
resultado); mientras que la teoría personal del injusto no apreciará la concurrencia de una
causa de justificación porque el autor desconocía las circunstancias que excluyen la
antijuridicidad.
Sólo realizaremos un breve repaso de ésta temática, atento a que la misma fue abordada
en la unidad cinco.
Existe acuerdo doctrinal en que la norma secundaria es una norma imperativa porque le
ordena al juez lo que debe hacer. La discusión se plantea respecto a la norma primaria.
¿Es una norma de determinación o una norma de valoración?
Una norma es sólo de valoración cuando se limita a expresar un juicio de valor sin
imponer ningún imperativo a su destinatario (es buena la vida, es malo matar). No
pretende determinar la conducta de sus destinatarios.
Dado que vivimos en sociedad, es preciso que la misma funcione sin conflictos,
respetando a todos sus componentes. Por ello, se considera que la función de la norma
primaria es de determinación. Sin embargo, y al mismo tiempo, el derecho juzga como
objetivamente desacertada la conducta del autor que viola la norma primaria, por lo que
realiza una valoración de esa conducta.
Finalmente, no debe olvidarse que el delincuente no viola le ley penal, sino que actúa
conforme a ella, porque para ser castigado debe realizar algo que se ajuste a la
descripción. La descripción del tipo (el que matare a otro) no es una norma, pues ésta
expresa: "no matarás". Conclusión: Lo violado por el homicida no es la ley penal, sino la
norma jurídico penal, norma que se diferencia de las restantes normas que componen el
orden jurídico porque posee la característica de amenazar con pena a quien la viole. Por
ello, no es la violación de la ley penal, sino la de la norma penal la que imprime al hecho
su carácter de ilícito.
Consideraciones finales:
A lo largo del presente trabajo no he adherido a una determinada postura sobre el tema
tratado, lo que no significa que no tenga posición tomada. Mi aparente imparcialidad es
adrede (a propósito), porque mi intención es que cada uno escoja su propia posición,
luego de conocer como trata cada teoría a la categoría de la antijuridicidad. No creo en
aquellos postulados que rezan: “la postura correcta”
En derecho penal no existe postura correcta, alguna será preferible, y ello dependerá de
la ideología que cada uno tenga, cercenar esa ideología procurando que el alumno
suscriba a una determinada posición, es cercenar el espíritu crítico con que debe
formarse un profesional universitario.
Derecho
Penal I
1
Causas de Justificación
Causas de justificación en general
Nociones Generales.
Verificada la existencia de un hecho típico, es necesario analizar si esa conducta se
contrapone al derecho. Para ello debe considerase si existe un permiso legal que autorice
dicho comportamiento, es decir, si nos encontramos ante una causa de justificación.
Los Código Penal suelen contener una serie de disposiciones en las que se especifica
cuando un comportamiento típico no debe sancionarse con una pena.
Sin embargo, no todas esas circunstancias tienen el mismo carácter. Mientras unas dejan
la acción típica impune, porque excluyen lo ilícito, otras, provocan la impunidad porque
eliminan la culpabilidad y otras por determinar una renuncia a la pena, como es el
desistimiento de la tentativa
Concepto.
Las causas de justificación son: situaciones de hecho y de derecho cuyo efecto es excluir
la antijuridicidad de un hecho típico.
También pueden definirse como: permisos concedidos por la ley para cometer en
determinadas circunstancias, un hecho penalmente típico.
Las fuentes de las causas de justificación son dos:
La ley.
La necesidad.
Sin embargo, es preciso reconocer que de los dos desvalores que caracterizan lo ilícito
(desvalor de acción y de resultado), solo se da, en este supuesto, el desvalor de acción,
faltando completamente el de resultado.
Aquí se presentaría una situación similar a la tentativa.
Naturaleza.
Remitimos al texto obligatorio del Manual, página 414 (unidad 12).
Fundamento.
El fundamento básico de una causa de justificación es –ante una situación de conflicto o
colisión- la preponderancia del interés jurídicamente más relevante para el derecho
positivo (ver página 414/416 del texto obligatorio).
Efectos.
Pueden mencionarse efectos penales (impunidad del hecho) y civiles (exclusión de la
responsabilidad civil – salvo casos de enriquecimiento ilícito).
Legitima defensa.
Fundamento.
Bienes defendibles.
Todos los bienes jurídicos pueden ser objeto de agresión, y por ende, defendibles en
forma justificada.
Legítima defensa
De la propia persona o de sus derechos: Art. 34 inc. 6.
De un tercero o de sus derechos: Art. 34 inc. 7.
Requisitos:
a) Agresión ilegítima:
Es un ataque contra la persona o cosas que puede consistir en hechos, palabras o
advertencias de repetir un daño ya comenzado.
No es necesario que el agresor embista o que la acción sea violenta por lo tanto, puede
ser activa o incluso omisiva.
Puede ser intencional o negligente y provenir de un inimputable o un inculpable, pues
tiene naturaleza objetiva.
La agresión debe ser ilegítima, es decir que el agredido no debe estar obligado a
soportarla.
Solo la agresión antijurídica de una persona a los bienes de otra, posibilitan la legitima
defensa, la cual esta excluida cuando la agresión se mantuvo dentro del riesgo permitido.
4 |
medios de ataque y los de defensa. La huida para alejarse del peligro como medio menos
gravoso no es exigida por el derecho.
El medio defensivo debe utilizarse para impedir o repeler la agresión, por lo tanto debe
ser oportuno, es decir, que se emplea para repeler una agresión inminente o actual.
Defensa
que se anticipa: es agresión.
tardía: es venganza.
Esta clase de legítima defensa esta prevista en el Art. 34 inc. 7 del Código Penal, que
establece que, concurre esta causas de justificación cuando, la persona o derechos de
otro, sean parientes o extraños, es objeto de una agresión ilegitima y el autor emplea un
medio racionalmente necesario para impedirla o repelerla, siempre que el agredido no
haya provocado suficientemente la agresión o, en caso contrario, que no haya participado
en ella el tercero defensor.
Importa que el tercero quiera ser defendido. Si no hay datos para suponer una voluntad
contraria, se supone que el agredido quiere ser defendido dentro de los límites de lo
necesario.
Estado de Necesidad.
Fundamentos.
Clases:
Estado de Necesidad:
Justificante cuando se afecta un interés objetivamente menor al que se salva.
Exculpante cuando el valor relativo de los bienes es igual, o cuando el bien que se
afecta es de mayor valor, la conducta no se considera justificada con arreglo al criterio de
la colisión, sino que será disculpada, si no le era exigente al agente que soporte esa
lesión.
Requisitos:
El Art. 34. del Código Penal, que reza “No son punibles..., establece en su inc. 3:
- El que causare un mal por evitar otro mayor inminente a que ha sido extraño.
El mal que evitado debe ser mayor. Para determinar el valor relativo de los bienes, debe
partirse de las escalas penales de la Parte Especial del Código Penal.
El mal debe ser inminente, es decir actual, que esté próximo a suceder.
Es decir, el estado de necesidad por colisión de deberes, puede darse cuando a una
persona le incumbe el cumplimiento de dos deberes a la vez, que le imponen la
obligación de realizar comportamientos que son excluyentes.
Ejemplo: como testigo en un proceso el Dr. Juan tiene la obligación de declarar lo que
sabe, mientras que como médico, tiene también la obligación de guardar secreto.
Mientras que en el estado de necesidad por colisión de intereses, la justificación depende
de que entre los intereses en conflicto haya una diferencia valorativa esencial a favor del
interés que se salva, en el estado de necesidad por colisión de deberes habrá
justificación cuando ante un conflicto de deberes de igual jerarquía se cumpla con uno de
ellos incumpliendo con el restante.
El fundamento reside en que el que cumple con uno de los deberes que le incumbe,
cumple de todos modos con el derecho, y cumplir con el derecho no puede ser
antijurídico.
Autorizaciones especiales.
Obediencia debida.
Se resume en el cumplimiento de una orden que se da en el marco de las relaciones de
sujeción pública (carácter discutido), siempre dentro del marco legal o de derecho. Por no
presentar mayor dificultad, remitimos al texto obligatorio (página 454/457 del texto
obligatorio).
El Consentimiento.
El consentimiento sólo tiene relevancia allí, donde la lesión recae sobre un bien jurídico
sobre el cual el sujeto pasivo tiene derecho de disposición.
Ejemplo: nadie tiene derecho a disponer de su propia vida.
Motivo por el cual, cuando se trata de bienes disponibles, como ser la propiedad, la
realización del tipo requerirá siempre una lesión de la autodeterminación del sujeto
pasivo o de su ámbito de dominio autónomo.
En consecuencia, donde el consentimiento ser relevante excluirá en todos los casos la
tipicidad por eliminación de la imputación objetiva.
La eficacia del consentimiento depende de las siguientes condiciones:
o El sujeto que lo presta debe ser capaz de comprender la situación.
o El consentimiento debe ser anterior a la acción.
o El consentimiento no debe provenir de un error, ni haber sido obtenido mediante
engaño o amenaza.
Derecho
Penal I
1
Etapas de realización del delito
El iter criminis.
Concepto.
El iter criminis es la senda que transita una persona a los fines de cometer una
conducta delictiva
Etapas internas y externas.
Este camino consta de dos etapas: internas y externas. La faz interna comienza
generalmente con una idea, un pensamiento, una planificación o proyección, etc. Todos
estos elementos que pasan por “la cabeza” del sujeto son impunes si no trascienden esta
su esfera interna. Cuando esos elementos trascienden su mente nos encontrarnos con
las etapas externas, y aquí se analizan los actos que indiscutiblemente demuestran que
el sujeto puso en marcha ese plan delictivo. Estas se van desarrollando hasta concretar
el hecho que luego será punible, descartándose los actos que no expresen o representes
claramente esa voluntad criminal a desplegarse.
La tentativa punible.
Fundamento de su punición.
Punir con una escala penal en abstracto menor los actos que no llegan a consumarse
por circunstancias ajenas a la voluntad del autor (tentativa) es una decisión o elección de
política criminal.
Si se tiene en cuenta que la “no consumación” del delito ocurre por cuestiones que no
guardan ninguna relación con lo que el autor quiso, puede imaginarse perfectamente un
sistema en donde este autor –descuidado, inoperante, inexperto, etc.- no sea premiado
con una eventual pena menor. Se podría decir que la víctima “corrió con suerte” al no
verse afectada –al menos con la intensidad planificada por el sujeto que desplegó la
conducta en su contra- y que este sujeto aprovecha esa suerte.
Nuestro propio sistema legal contiene una excepción al principio establecido en el art. 42
del CP. En el llamado Código Aduanero (Ley 22.415) se señala: “La tentativa de
contrabando será reprimido con las mismas penas que corresponden al delito
consumado” (art. 872).
En este caso las reglas de los artículos 42 y 44 del Código Penal (tentativa) se
encuentran desplazadas de conformidad con lo dispuesto en los artículos 4 del mismo
1
Núñez Ricardo, “Tratado de Derecho Penal”, Tomo II, Cap. XI “Tentativa -Imputación Delictiva Imperfecta-”,
pag. 315 y s.s.).
cuerpo legal, 861 y 872 del Código Aduanero. Recordemos que el referido artículo 4 del
Código de Fondo claramente establece que las disposiciones generales de dicho
ordenamiento “... se aplicarán a todos los delitos previstos por leyes especiales, en
cuanto éstas no dispusieran lo contrario... ”; mientras que el artículo 861 de la ley 22.415
dispone que “siempre que no fueran expresa o tácitamente excluidas, son aplicables a
esta Sección las disposiciones generales del Código Penal” (los resaltados son
nuestros). Por ello, al regular el Código Aduanero en forma específica los supuestos de
tentativa de contrabando (ver Sección XII, título I, Capítulo tercero de dicho cuerpo),
pierden vocación práctica para el supuesto en estudio las disposiciones cuya aplicación
se reclama2.
En nuestro sistema legal se punen conductas que lesionan bienes jurídicos considerados
merecedores de protección, y que causan un perjuicio. En efecto, la lesión o el perjuicio
de este bien jurídico puede ser causada por un delito consumado, pero también por uno
tentado.
Estos actos que no son perfectos –no constituyen la consumación de un delito- son
abarcados aún cuando no se hayan completado íntegramente los elementos del tipo
objetivo.
Elementos constitutivos
SUBJETIVOS: fin del autor
OBJETIVOS: comienzo de ejecución
2
Este criterio ha sido convalidado por la Corte Suprema de Justicia de la Nación (“Senseve Aguilera, Freddy
y otro s/contrabando”, Fallos 310:495); y es el que mantiene la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Penal
Elida Haydee s/ contrabando de estupefacientes -inc. de
excarcelación- ”, Reg. 213/99, Rta. el 05/04/99).
Aspecto objetivo. El comienzo de ejecución y su distinción de los actos
preparatorios.
Comienzo de ejecución Falta de consumación por circunstancias ajenas a la voluntad del autor
Tentativa (art. 42 CP)
3
Núñez, Ricardo, “Manual de Derecho Penal “, Parte General 4ta. Ediciòn actualizada por Roberto E. Spinka
y Félix González, 1999, Ed. Lerner, pág. 228.
analizar los elementos que rodean el suceso, vg. que el sujeto haya desnudado a la
víctima y luego arrojado al suelo disponiéndose a hacer lo mismo.
d) Teoría individual objetiva:
teoría propia de autores que hacen primar la subjetividad, sostiene que lo que
determina el comienzo de ejecución está
determinado por la representación del autor, de acuerdo a su planificación. El análisis se
realiza desde el momento en que comienza a ejecutarse la conducta y se gradúa de
acuerdo a su cercanía con la lesión del bien jurídico que se intentaba proteger. La
ponderación de la proximidad entre la conducta y la posibilidad de lesión se realiza en
forma objetiva y de acuerdo a parámetros preestablecidos.
Elemento subjetivo: la finalidad del autor
El aspecto subjetivo se deriva directamente del texto del art. 42 del CP “… el que con la
finalidad de cometer un delito determinado…”. Es por esto que se descarta la posibilidad
de una tentativa en los delitos culposos –en el mismo sentido los preterintencionales-,
obviamente, porque en ellos el autor no obra con la finalidad de cometer el delito que en
definitiva se termina desarrollando. También es sumamente discutida la posibilidad de
tentativa en delitos cometidos con dolo eventual, principalmente por sus características
definitorias.
Falta de consumación.
Estas “circunstancias ajenas a la voluntad del autor” deben haber devenido ocasionando
un peligro real para el bien jurídico. Si ese bien jurídico nunca corrió peligro –caso de
inidoneidad- el análisis se traslada de tentativa a delito imposible.
La pena de la tentativa.
El desistimiento voluntario.
El autor de tentativa no estará sujeto a pena cuando desistiere voluntariamente del delito
En estos supuestos el legislador optó por eximir de pena al autor de una tentativa cuando
abandona (contenido subjetivo: debe ser voluntario) su conducta. Debe existir “comienzo
de ejecución” debido a que el código indica que es el autor de tentativa el que puede
desistir, y para que exista tentativa –obviamente- debe haberse iniciado la conducta
criminosa. La decisión de desistir debe ser libre. Debe subsistir la posibilidad real de
lograr el objetivo. Desiste no sólo el que abandona la conducta en marcha, sino también
el que interfiere en el curso ya iniciado, impidiendo que se logre el resultado. No es
considerado desistimiento voluntario el que realiza el autor ante la seguridad del autor de
no poder lograr su objetivo.
Desiste por ejemplo quien retira el plato con alimentos envenados del que estaba por
alimentarse su víctima. Como puede verse, en casos de “tentativa acabada” se requiere
que el autor realice una conducta positiva para que el resultado no se produzca y así
obtener el beneficio de la eximición de pena. En el ejemplo, se requiere -a los fines de
que sea aplicable el beneficio- que “el arrepentido” no haya sido descubierto, es decir
que tenga posibilidad de consumar su acción sin impedimentos externos.
4
“Derecho Penal – Parte General”, dirigido por Carlos Lascano (h), Editorial Advocatus, 2005, lección 14,
511/514, autor: Dra. María Inés Despontín.
Núñez señala que el castigo del autor de tentativa se excluye solo por su desistimiento
voluntario impeditivo de la consumación, pues es el único caso en que ésta no puede
atribuirse a circunstancias ajenas a su voluntad. El desistimiento es un apartamiento
intencionalmente realizado de la idea que impulsó a la acción. Toda tentativa significa en
mayor o menor medida dejar a mitad de camino la delincuencia que se ha emprendido,
pero no siempre es una renuncia a la finalidad propuesta. Esta renuncia no concurre si la
no prosecución del intento se debe a que el autor hizo lo que creyó necesario hacer (ej.
creer que el único disparo es mortal), o a que no pudo proseguirlo (ej. se le acabó la
carga del revólver, o le impidió continuar la intervención de personas o un acontecimiento
extraño), o si la no prosecución del intento se debe a impotencia circunstancial del medio
empleado etc. (obra citada pags. 334 y s.s.).
El desistimiento tiene que ser voluntario, no forzado (-y debemos agregar que en este
caso además fue expreso-). El autor es forzado a desistir cuando el cambio de opinión
que lo lleva a renunciar a su propósito le es impuesto. Esta imposición puede provenir de
las más distintas causas, por ej.: la amenaza que atemoriza al autor o el temor de ser
descubierto (obra citada pag. 336 y s.s.). Dejemos en claro además que nuestro código
no presume la voluntariedad del desistimiento como lo hacían sus precedentes
nacionales.
En estos supuestos en donde más se denota que el desvalor de resultado puede faltar en
el caso concreto, sin que por ello desaparezca el desvalor de acción.
Este punto debe ser estudiado del texto obligatorio, página 362/363, acápite 6.1.5
“¿Tentativa y participación en el delito culposo?”, lección nro. 10.
7 |
La
culpabilidad
Derecho
Penal I
1
Culpabilidad.
Concepto1
“[…] imputabilidad es un estado bio-psicológico -recalco la palabra estado que da una idea de
cierta permanencia- que supone determinada calidad o aptitud de dicha índole en la persona
responsable: se es imputable cuando en virtud de un estado de equilibrio de la personalidad bio-
psíquica se tiene la aptitud de comprender la criminalidad de la acción y de dirigir la propia
conducta conforme a esa comprensión … se es imputable en general, frente a cualquier especie
de delito; pero sólo se es culpable en concepto, es decir, con referencia a un determinado delito
y no a otro que puede cometerse, incluso contemporáneamente, en forma no culpable […]”
Según el Dr. Frías Caballero la diferencia entre imputabilidad y culpabilidad se percibe con
mayor claridad al tratar las causas de no culpabilidad, por oposición a las de inimputabilidad:
éstas excluyen la responsabilidad por cualquier delito cometido en estado de inimputabilidad;
aquéllas, como el error, sólo por el delito concreto a que la inculpabilidad se refiere, pudiendo
realizar, la misma persona y al mismo tiempo, otros delitos culpables.
Nuestro código adopta el método mixto: biológico-psicológico (Art. 34 inc. 1º del CP).
Presupuestos biológicos.
1) Madurez mental (16.1.2.1.1): es el desenvolmiento intelectual y volitivo suficiente para
comprender la criminalidad del acto ejecutado y dirigir las propias acciones3. Esta establecida en
la Ley 22.278 (Art. 1ero). Establece distintas categorías:
a) Menor de dieciséis años, es considerado -sin admitir prueba en contrario- inimputable.
1
Definición extraída del artículo “Notas sobre la teoría normativa de la culpabilidad”, del Dr. Frías Caballero, Jorge,
publicado en LL “Páginas del ayer” 2005-1, 26 (© La Ley S.A. 2008).
2
Nuñez Ricardo, “Manual de Derecho Penal – Parte General”, 4ta. Edición actualizada por Roberto E. Spinka y Félix
González, 1999, Ed. Marcos Lerner, pág. 181 y ss.
3
NUÑEZ, Ricardo C.; “Manual de Derecho Penal – Parte General”, 4ª edición actualizada por Roberto Spinka y Felix
Gonzalez; Marcos Lerner Editora Córdoba; Córdoba; año 1999., pág. 183.
1 |
b) Menor de entre 16 y 18 años: es considerado imputable con relación a delitos de
acción privada o reprimidos con pena privativa de la libertad que no exceda de dos años,
con multa o con inhabilitación.
c) Mayor de 18 años: es considerado imputable.
2) Salud mental : el autor goza de salud mental cuando no se encuentra afectado por
ninguno de los estados mencionados en los a, b y c del “presupuesto biológico”. Esta falta de
salud mental le impide al sujeto comprender la criminalidad del acto y la posibilidad de dirigir sus
acciones.
Supuestos:
a) Insuficiencia de las facultades mentales: es entendida como una deficiencia
mental u oligofrenia que impide el desarrollo de esas facultades (imbecilidad,
debilidad mental, etc.). Núñez la explica como la detención, preferentemente intelectual,
del desarrollo psíquico del individuo.
b) Alteración morbosa de las facultades: comprende las enfermedades de la mente que alteran o
transforman las facultades –mentales- ya desarrolladas por el sujeto. Abarca todo
tipo de perturbaciones patológicas de la vida mental.
Presupuestos psicológicos.
La imposibilidad de comprender la criminalidad del acto sólo concurre cuando el autor que
sufre alteración morbosa de sus facultades mentales o estado de inconsciencia, aún tiene
posibilidad de contactar con la norma. Este contacto no será causa suficiente para motivar
al autor en la norma (carece de eficiencia a tal efecto), debido –justamente- a falta de
normalidad en sus capacidades psíquicas que provocan una deficiente comprensión de la
ilicitud del hecho.
2) Posibilidad de dirección de la conducta. La presencia de las alteraciones
morbosas de las facultades mentales o estado de inconsciencia, provoca la imposibilidad
del sujeto de dirigir sus acciones. El autor en circunstancias “normales” podría haber sido
motivado a los fines de no infringir la norma, pero cuando concurren estos supuestos
los procesos de motivación impactan en él de forma anormal, distorsionando o deformando su
voluntad.
2 |
INIMPUTABILIDAD:
Para que pueda decirse que el sujeto es “inimputable” (es decir, que carece de capacidad para
ser penalmente responsable) se exige:
1) Ausencia de alguno de los elementos que componen el presupuesto biológico:
a) Insuficiencia de sus facultades mentales o
b) Alteraciones morbosas de sus facultades mentales o
c) Estado de inconciencia (que la conciencia esté de alguna forma alterada, pero que no sea
eliminada debido a que si esto ocurre no puede decirse que hubo “acción”).
Pero ello no es suficiente, sino que además se requiere que la ausencia del presupuesto
biológico incida sobre el presupuesto “psicológico”, de manera que, que le impida al sujeto, en
el momento del hecho, comprender la criminalidad del acto o dirigir sus acciones.
Concepción psicológica.
Positivismo jurídico: teoría muy criticada en la actualidad, y que aún cuenta con muchos
adeptos, tanto en doctrina como en el ámbito del análisis jurisprudencial, y a decir verdad,
mucho más en este último. Debe destacarse que nuestra ciudad era considerada no hasta hace
mucho tiempo como uno de los últimos bastiones del positivismo. A decir verdad esta teoría se le
achacan varios vicios -o si se quiere defectos- que conllevan todas las teorías que inician lo que
se considera una materia novedosa. Por supuesto, ahora a la distancia, las críticas que pueden
hacerse son muchas. Lo cierto es que antes del positivismo el análisis que se realizaba sobre las
conductas que se consideraban posiblemente delictivas era asistemático y no respetaba una
ilación coherente y estructurada. En el positivismo jurídico todos los elementos objetivos eran
analizados en los segmentos del tipo y la antijuridicidad. Los elementos subjetivos por su parte
eran ubicados en la culpabilidad, y las causales de imputabilidad eran estudiadas como una
especie de paso intermedio entre lo antijurídico y lo culpable. El dolo y la culpa eran diferentes
formas de lo subjetivo, y por lo tanto diferentes formas de culpabilidad. El dolo o la culpa eran las
formas subjetivas en que el autor se relacionaba con el hecho, representaba la relación
psicológica entre el hombre y su conducta. El positivismo jurídico fotografiaba el hecho, lo
congelaba, y seccionaba y lo analizaba parte por parte, iniciado por las partes objetivas, es decir
sin entrar a valoras aspectos subjetivos de la acción. Utilizaba para ello un método copiado de
las ciencias naturales, con pretensión de perfección e infalibilidad.
Concepciones funcionalistas.
Se abarcan distintas variantes o teorías que responden o representan a distintos
autores relevantes del derecho penal. Entre ellos, se mencionan como exponentes
máximos del funcionalismo –por diferentes motivos- a Roxín y a Jakobs.
Material adicional:
4
Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología ARTÍCULOS ISSN 1695-0194 RECPC 05-01 (2003)
RECPC 05-01 (2003) _ http://criminet.ugr.es/recpc _ ISSN 1695-0194, “EVOLUCIÓN DEL CONCEPTO JURÍDICO
PENAL DE CULPABILIDAD EN ALEMANIA Y AUSTRIA”, Hans-Heinrich Jescheck Catedrático emérito de
Derecho penal Director emérito del Instituto Max-Planck de Derecho Penal Extranjero e Internacional. Freiburg im
Breisgau Traducción de Patricia Esquinas Valverde
“[...] La culpabilidad es el fundamento para poder responsabilizar personalmente al autor por la
acción típica y antijurídica que ha cometido mediante una pena estatal. Es al mismo tiempo un
requisito de la punibilidad y un criterio para la determinación de la pena 1. En este doble sentido
se habla de la culpabilidad como principio. Ambos aspectos de dicho principio son Derecho
positivo tanto en Alemania como en Austria. En Alemania la culpabilidad constituye, según el
parágrafo (§) 46, apartado 1, 1 del StGB, una “base para la determinación de la pena”; lo mismo
expresa en Austria el § 32, apartado 1 del StGB. En el Código penal alemán no se dice
expresamente, sin embargo, que la culpabilidad sea también en cualquier caso un requisito de la
punibilidad, si bien se deduce del contexto. A la culpabilidad como tal requisito se ha referido
precisamente el Tribunal Constitucional Federal en su famosa cita: al principio de culpabilidad “le
corresponde un rango constitucional. Su fundamento está en el mismo principio del Estado de
Derecho” (BVerfGE 20, 323, 331). 2. En Austria se reconoce de igual modo la culpabilidad como
base de la pena, en la propia ley, a través del siguiente lema: “Sólo se puede castigar al que
actúa culpablemente” ( § 4 del StGB). Con ello se quiere decir que el ordenamiento jurídico
responsabiliza mediante una pena al imputable únicamente por el injusto que haya causado
culpablemente, y lo mismo ocurre en Alemania. Por tanto, en ambos países se considera, por un
lado, que la pena exige en todo caso la culpabilidad, de tal manera que al que actúe sin culpa no
puede imponérsele una sanción; por otro lado, la pena no podrá en ninguna ocasión sobrepasar
la medida de la culpabilidad (nulla poena sine culpa). El Derecho penal es por consiguiente en
ambos países, como se suele decir, un “Derecho penal de la culpabilidad”. Mientras que el
principio de culpabilidad –ninguna pena sin culpa, pena sólo en la medida de la culpabilidad- rige
en Alemania y en Austria desde el siglo XIX, el concepto de culpabilidad se ha visto sometido a
diversas transformaciones y sigue siendo aún hoy especialmente discutido. Aquí se trata de la
siguiente cuestión: en qué medida se puede conectar la imputación subjetiva de una conducta
típica y antijurídica a las características psíquicas y a las emociones del autor y, especialmente,
cómo una pena basada en la culpabilidad del autor se puede justificar como reacción
proporcionada del Estado frente al hecho cometido... I. En el desarrollo histórico - dogmático del
concepto de culpabilidad se pueden distinguir tres etapas. 1.- El concepto psicológico de la
culpabilidad, dominante hasta comienzos de nuestro siglo, surgió a partir de la corriente jurídica
del Positivismo científico. Esta concepción tan antigua, aún absolutamente formal de
culpabilidad, se detenía en el estado mental del autor del delito, sobre la base de aquellos
hechos que fueran reconocibles por medio de la observación y accesibles a una descripción. De
esta forma, algunos autores alemanes relevantes del pasado entendieron la culpabilidad como
un hecho psíquico. Según Franz v. Liszt, la culpabilidad consiste en la imputabilidad del autor y
en las dos formas de la culpa, el dolo y la imprudencia; para Gustav Radbruch, sólo en ambas
formas de la culpabilidad, cuando hayan sido en verdad aprehendidas psicológicamente; para
Erns Beling, en “la relación psíquica del autor con el hecho”... 2.- El alejamiento del Positivismo
científico y el viraje hacia el Neokantismo, que se inician en torno al final del siglo XIX,
condujeron a que también en el Derecho Penal, en lugar del método de las ciencias naturales
consistente en observar y describir, apareciera de nuevo un método propio de las ciencias
humanas consistente en comprender y valorar. En el transcurso de esta evolución, la
interpretación psicológica de la culpabilidad fue sustituida por una concepción normativa, de la
cual se considera fundador a Reinhard Frank. Para él la culpabilidad era “la reprochabilidad” del
hecho y, en concreto, referida a un comportamiento que se caracterice por la imputabilidad del
autor, la relación psíquica de éste con tal hecho -en forma de dolo o de imprudencia-, y la
normalidad de las circunstancias concurrentes. La concepción normativa de la culpabilidad
alcanza en Alemania su forma definitiva con James Goldschmidt y Edmund Mezger. Goldschmidt
le otorga un contenido material unitario mediante la idea del deber de observancia de la norma:
un deber que emana de la exigencia de obediencia que ésta encierra. También para la
imprudencia halló Goldschmidt en el moderno concepto de la infracción de un deber de cuidado
aquella desobediencia de un deber jurídico que fundamentara la culpabilidad. A su vez, para
Mezger ésta era el conjunto de los requisitos en que se basa la reprochabilidad personal de la
conducta antijurídica. Más concretamente: para él se trataba de un comportamiento psicológico
culpable y del juicio de valor normativo de ese comportamiento, en una sola cosa. La conducta
antijurídica aparece de esta forma como una manifestación de la personalidad del que actúa que
es desaprobada por el Derecho. Con esta formulación, Mezger estaba tendiendo ya un puente
hacia la “concepción caracteriológica de la culpabilidad”, que había surgido antes en Austria y
que se había convertido en determinante para el derecho positivo de nuestro país vecino, ya que
este penalista, al hablar de “personalidad” no se está refiriendo al autor individual, sino a “la
personalidad dada conforme a la experiencia”. 3. La teoría del Finalismo representa en Alemania
una evoluc ión distinta de la concepción normativa de la culpabilidad. La fundamentación
ontológica del concepto de delito llevada a cabo por Hans Welzel condujo al consabido resultado
de que el dolo típico y la lesión objetiva del deber de cuidado en el caso de la imprudencia fueron
extraídos del concepto de culpabilidad y atribuidos al tipo de injusto, de tal modo que en aquel
concepto permanecieron únicamente auténticos elementos normativos –conciencia de la
antijuricidad y exigibilidad de la conducta adecuada a la norma-. Para Welzel la culpabilidad es
ya sólo “la parte de responsabilidad del autor por su determinación antijurídica”. No obstante
Welzel tampoco llega a explicar cómo puede fundamentarse la responsabilidad del culpable por
su decisión de cometer el hecho. De acuerdo con este autor, es imposible conocer de qué forma
la persona evita el delito y utiliza en efecto su autocontrol con la finalidad de actuar conforme al
Derecho: esto continúa siendo el “misterio” del libre albedrío ... En Alemania, sin embargo, la
evolución ha sido más abierta, ya que el Código penal en su nueva versión de 1975, resultado
de la gran reforma del Derecho penal, no ha establecido un concepto de culpabilidad, sino que
ha confiado su precisión a la doctrina y a la práctica jurídica. La dogmática dominante en la
actualidad viene marcada esencialmente por los principios expuestos por Wilhelm Gallas en las
Jornadas de Profesores de Derecho penal celebradas en 1954 en Tübingen 31 y en 1967 en
Münster 32. II. Después de esta retrospectiva histórica, me gustaría en la segunda parte de mi
exposición señalar las distintas formas del concepto de culpabilidad actualmente existentes en
Alemania ... 2. En Alemania, el concepto de culpabilidad hoy en día predominante viene
determinado por un principio al que dio expresión Wilhelm Gallas 48 en su conferencia
pronunciada en Münster con ocasión del Congreso de Profesores de Derecho penal de 1967, a
propósito de la crítica sobre la regla –estrictamente preventiva- de determinación de la pena del
Proyecto alternativo de 1966. En el lugar más elevado, a su juicio, se sitúa el convencimiento en
torno a “la responsabilidad del autor por su hecho, como una realidad de nuestra conciencia
social y moral”. Sólo aquella pena “que trate al autor según sus méritos”, así continúa explicando
Gallas, podrá desarrollar una eficacia preventiva en orden a educar a la población en la “fidelidad
al Derecho” y “como mecanismo de advertencia, de autoconocimiento y de autoliberación para el
autor”. La pena, por consiguiente, exige tanto en su justificación como en su medida la
constatación de la culpabilidad individual del autor, no sólo como expresión de la imparcialidad
aplicada con respecto a la persona del autor sino igualmente como medio para la prevención
especial y general. Con ello, si bien no se está afirmando que la libertad de decisión en el caso
concreto sea una evidencia empíricamente demostrable, sí se está haciendo uso de ella como
un componente irrenunciable de nuestra cultura social. También Hans Joachim Hirsch secunda
esta línea general. La ciencia jurídica ha de “orientarse por los acontecimientos de la vida social”.
Sin embargo, puesto que la persona se siente básicamente libre, debe “este fenómeno constituir
el punto de partida”. El Derecho, erigido por el ser humano, “no puede situarse en contradicción
con la lógica general en la que se mueven sus destinatarios. No le queda otra posibilidad que
basarse en la imagen del mundo que éstos tienen y, de ese modo, asumir la representación ideal
del libre albedrío, no éste mismo, como fundamento generalmente aceptado del concepto que el
ser humano posee de sí mismo”... 3. El refinamiento de la dogmática de la culpabilidad ha
avanzado en Alemania incluso algún paso más que en Austria. Günther Jakobs ha desarrollado
una “concepción funcional de la culpabilidad”, construida sobre la teoría sociológica de la
formación del Derecho a cargo de Niklas Luhmann. Entre nosotros han seguido a Jakobs los
autores Hans Achenbach y Franz Streng.. Aquí la culpabilidad reside en “un déficit en la
motivación jurídica del autor”. Esa culpabilidad depende de las exigencias de la prevención
general, no del grado de responsabilidad personal del autor por su acción. Jakobs designa la
culpabilidad casi como un “derivado de la prevención general”. El objetivo de la sanción sería la
estabilización de la vigencia de la norma y la ejercitación de la confianza en el Derecho por parte
de la sociedad, y no la confrontación con el autor. La dependencia de la culpabilidad con
respecto a las demandas de la prevención general alcanza una expresión evidente en el hecho
de que a la hora de establecer el contenido de la culpabilidad resulta decisivo “el estado en que
se encuentra la sociedad en cada caso”. Como indica Jakobs, los propios implicados “deberán
negociar con cuántas restricciones sociales podrá ser cargado el autor alcanzado por la
atribución de culpabilidad, y cuántas características desagradables de éste tendrán que ser
aceptadas por el Estado y por la sociedad”. El reproche de culpabilidad, pues, no se refiere a la
lesión dolosa o imprudente de un bien jurídico por parte del autor, sino que se vincula a una
carencia en el “ámbito de organización” propio, carencia de la cual el mismo autor es
responsable. La culpabilidad es la “parte de responsabilidad” del sujeto por su falta de
disponibilidad a “a dejarse motivar por la norma correspondiente” 81, cuando “ese déficit no
pueda hacerse comprensible bajo la afirmación de que no afecta la confianza general en la
norma”. El concepto de la “parte de responsabilidad” o “competencia”, que es de lo que aquí se
trata, no recibe aclaración por parte de Jakobs. En Alemania, esta concepción de la culpabilidad
se ha encontrado sobre todo con protestas. La crítica se dirige en primer lugar contra la
preponderancia que Jakobs otorga a la prevención general por encima de la compensación de la
culpabilidad por el delito mismo, siendo éste en realidad lo primero que justifica la intervención
penal. Al parecer, las normas deberían “ser reafirmadas en su propia existencia como un fin en
sí mismas”, mientras que el autor, por el contrario, tiene derecho a esperar y espera sobre todo
una respuesta al hecho injusto y culpable que ha cometido. De este modo se desvanece, en
perjuicio de la justicia individual, la orientación del Derecho penal hacia la responsabilidad
personal del autor por su acción. Sin embargo la culpabilidad y la prevención residen, visto
correctamente, en planos distintos. En cuanto a la culpabilidad, se trata de responder a la
pregunta acerca de si y en qué medida el hecho puede ser reprochado personalmente al autor,
así como cuál es la pena que merece por ello. Sólo entonces se plantea la cuestión totalmente
distinta de la prevención. Aquí hay que decidir qué sanción parece apropiada para introducir de
nuevo al autor en la comunidad y para influir en esta misma en un sentido social-pedagógico. Y
no es sino llegado este punto cuando podrá expresarse la preocupación en torno a la pervivencia
del conjunto del sistema según el planteamiento de Luhmann... 4. Por último ha obtenido notable
relevancia en Alemania una interpretación que pretende conceder al principio de culpabilidad
exclusivamente la función de límite superior de la sanción, mientras que para precisar la pena
concreta sólo los aspectos preventivos deberían ser decisivos. Así se indica ya en el § 59,
apartado 1° del Proyecto alternativo de 1966 que “la culpabilidad por el hecho determina el límite
superior de la pena”, mientras que su cuantía en el caso particular se rige únicamente por
objetivos de prevención (apartado 2°). A modo de justificación los redactores del Proyecto
apuntan sólo, de forma negativa, que “se quiere prevenir la idea de retribución”. El Código penal
alemán, sin embargo, no ha seguido este Proyecto, sino que convierte la culpabilidad en el § 46,
apartado 1°, párrafo 1° en “fundamento para la fijación de la pena” y, con ello, no sólo en frontera
superior de su cuantía sino también en principio decisivo para la pena concreta en el supuesto
individual. La razón de esta decisión del legislador consiste en que la pena no sólo debe estar al
servicio de finalidades preventivas sino, en primer lugar, al servicio de la compensación de la
culpabilidad; es decir, que dicha sanción está marcada por el pensamiento de que a través de
ella “el autor experimenta la merecida respuesta desaprobatoria de la comunidad jurídica al
hecho injusto y culpable por él cometido”... La restricción del principio de culpabilidad a la función
de “medio para la limitación de la pena” es el punto central en la influyente interpretación de este
concepto aportada por Claus Roxin. De ese modo, dicho autor pretende hacer la teoría jurídico-
penal de la culpabilidad “independiente del libre albedrío”. A su vez, tal concepto de la
culpabilidad restringido al papel de margen superior de la pena es el fundamento de su nueva
categoría sistemática de “responsabilidad”, en la cual ha fundido la culpabilidad del autor con la
necesidad preventiva de la pena. A esto se puede objetar en primer lugar que la culpabilidad, si
es el límite superior de la pena, también debe ser codecisiva para toda determinación de la
misma que se encuentre por debajo de aquella frontera. Pero fundamentalmente, al limitarse la
fijación concreta de la pena a fines preventivos, la resolución del juez pierde el punto de
conexión con la calificación ética del hecho que ha de ser enjuiciado, y la pena, con ello, pierde
también después de todo su posibilidad de influir en favor de aquellos objetivos de prevención.
Porque sólo apelando a la profundidad moral de la persona se puede esperar tanto la
resocialización del condenado como también una eficacia socio-pedagógica de la pena sobre la
población en general. La renuncia al criterio de la culpabilidad para la pena concreta resulta ser
un precio demasiado alto por eludir el problema de la libertad en la teoría de la culpabilidad. En
Austria, debido a esta razón, la idea de la reducción de la culpabilidad a la función de límite
superior de la pena no ha conseguido nunca consolidarse. Aquí, tanto la prevención general
como la especial se presentan en cualquier caso como fines de la pena; sin embargo, ésta se
considera medio apropiado para la prevención sólo si se basa en la escala de la culpa. En tal
sentido, la culpabilidad se puede entender desde luego “generalizando”, pero la pena tiene que
ser merecida también de acuerdo con aquel criterio [...]”.
La teoría del error.
Error in objeto y error in persona : este tipo de error recae sobre elementos
accidentales del tipo, y por ende, carecen de importancia o no poseen la
entidad suficiente para suprimir el dolo. Es decir, que un sujeto haya querido
estafar a Héctor, logrando en realidad estafar a Miguel o que haya querido
robar la billetera de Marcos, cuando en realidad se trataba de la de Marcela, carece
de relevancia a los fines de analizar si obró dolosamente. Si Miguel al intentar
matar a Mirta, mata a Josefina, confundiendo la víctima, ello no constituye un
elemento de eficacia a los fines de excluir el tipo subjetivo, ya que la norma prohibe
2 |a
matar a otro, y tanto Josefina como Mirta “son otro”. Miguel quiso matar a otro y mato
otro, razón por la cual, la estructura dolosa de la conducta se mantiene intacta.
Error sobre el nexo causal: al igual que los anteriores supuestos, los errores sobre el
nexo causal carecen de importancia o no poseen la entidad suficiente para
suprimir el dolo. Se trata por lo general de errores de cálculo del autor, y por ende,
puros accidentes o fallas en la planificación o puesta en marcha de la conducta dolosa.
Modalidades.
(1) Puede recaer sobre una elemento básico del tipo (ejemplo: creo estar transcribiendo
párrafos de un autor sin citarlo correspondientemente -violación a la ley de
propiedad intelectual-, sin advertir que la publicación de la cual extraigo los conceptos de
mi autoría) o sobre una circunstancia agravante o atenuante (2). En este último caso:
Juan mata a Carla, sin conocer que esta persona es en realidad su hija. En este
caso sólo se excluiría -en virtud del error- la agravante o el tipo especial previsto
para estos supuestos, no así la figura básica, en este caso el homicidio (error
accidental).
Esencial e invencible: para que el error de tipo excluya el dolo y la culpa éste debe
ser esencial e invencible. El error esencial pero vencible, tiene como efecto eliminar el
dolo, no obstante, deja subsistente la culpa, cuando la conducta se encuentra
prevista de manera culposa. Para poder afirmar que el autor no pudo vencer el
error se utilizan parámetros de medición objetivos de conducta, por
ejemplo, el de “una persona cuidadosa y diligente” puesta en las mismas
circunstancias que rodearon al autor. El análisis es realizado en cada caso
particular por el juez que debe valorar la conducta y las circunstancias del hecho
concreto.
Error sobre elementos normativos (valoraciones jurídicas, culturales o
científicas) y normas penales en blanco: estos también son considerados errores
de tipo. Pueden ser considerados también error de tipo los que recaen sobre
elementos normativos jurídicos -que no adelantan una valoración sobre la
antijuridicidad- y que remiten a normas extrapenales (ley penal en blanco). Recordemos
que en estos casos en donde por una cuestión necesaria de técnica legislativa el tipo
recurre o remite a otras normas para lograr completitud. Esta complementación podía
darse con leyes del mismo nivel o con otra norma jurídica emanada de distinta
instancias legislativa, por ejemplo un decreto del Poder Ejecutivo (ley penal en
blanco en sentido estricto). Este tema está relacionado con el tratado anteriormente
sobre el concepto "error de derecho", en donde se distinguía entre éste (error de
derecho) y error de derecho extrapenal, no excusando el primero, y sí el segundo
(equivalente a un error de hecho). Por error de derecho extrapenal se
entendió a aquél que recaía sobre una ley de cuyo conocimiento dependía la conciencia
de lesionar el derecho ajeno. Más claramente, el que incidía sobre una ley, reglamento o
precepto jurídico de cualquier naturaleza pero no penal, cuando únicamente mediante su
conocimiento puede el autor comprender el acto objeto de la imputación y actuar
dolosamente. Este tipo de error se plantea generalmente con leyes
que
reglamentan los denominados “delitos de índole penal económico”. Un ejemplo local
es dado por la Ley 24.769 que trata los denominados “delitos tributarios”. En ella se
incluyen los tipos de evasión de tributos nacionales y provinciales. Para determinar
qué tipos de tributos si estamos frentes a tributos nacionales o provinciales
debemos recurrir a otra ley, y a su vez para conocer cómo se tributan esos
impuestos, a otra ley o reglamento, etc., y así sucesivamente.
Ejemplo: Mónica, turista europea, trajo entre sus pertenencias 200 gramos de marihuana,
a los fines de autoabastecerse en su estadía, debido a que realmente disfrutaba fumando
esa hierba. En su país esa conducta se encuentra permitida. Mónica fue detenida –dos
días después de su llegada a nuestro país- en un restaurante mientras disfrutaba
fumando marihuana en la sobremesa. Mónica sabía perfectamente lo que estaba
haciendo, y se podría decir que era experta en el armado del cigarrillo de marihuana,
pero no estaba al tanto de la prohibición local. Mónica no sabía que el consumo de
estupefacientes era considerado un delito en nuestro país. Al igual que en el error de tipo,
la vencibilidad o invencibilidad del error se analiza en cada caso en particular.
El error de prohibición se define entonces como el saber o poder saber que la conducta
se encuentra prohibida (conocimiento o posibilidad de conocimiento de la antijuridicidad).
4 |
Teoría del dolo - Teoría de la culpabilidad.
Tanto la teoría del dolo como la de la culpabilidad intentan explicar cómo incide el error –
ya sea de tipo como de prohibición- en el análisis que se realiza de la conducta del autor
mediante la sistemática que proporciona la teoría del delito.
La “teoría del dolo” coincide histórica y sistemáticamente con las teorías que ubican el
dolo (dolo malo: saber y querer, y además, conocer que lo querido y sabido se encuentra
prohibido -conocimiento de la antijuridicidad-), en el segmento de la culpabilidad. En
consecuencia los casos de error eran analizados exclusivamente en ese segmento, y de
existir un error inexcusable, ya fuese de tipo o de prohibición, se eliminaba ese elemento
subjetivo -dolo-. Si el error era vencible se eliminaba el dolo pero subsistía la culpa,
básicamente porque el autor podía salir de su error, y en consecuencia había sido
descuidado o negligente. Por supuesto, debía existir el respectivo tipo culposo que
abarcara esa conducta, caso contrario, el autor era inculpable.
El error sobre las causas de justificación: teniendo en cuenta que este tema fue
elaborado por un docente de la UES21, el Dr. José Lago, titular de la Cátedra
“A” de Derecho Penal, y que a través de su trabajo logró presentar al alumno
un tema de tamaña complejidad de forma sumamente accesible, consideramos
apropiado adosar el trabajo de mención, en forma nomenclada a los fines de un mejor
aprovechamiento para el estudiante. Por estas consideraciones continuamos con el texto
citado (“El error en las causas de justificación: Un tratamiento diferenciado”).
El error en las causas de justificación: Un tratamiento
diferenciado
Advertencia previa
Antes de abordar la lectura del presente trabajo, es conveniente comprender
acabadamente el funcionamiento y consecuencias del error de tipo y el error de
prohibición, atento a que la disputa doctrinaria en orden al error sobre las causas de
justificación, gira en torno a la postura asumida respecto al error sobre los presupuestos
1
Trabajo titulado “La evitabilidad del error de prohibición”.
objetivos de una causa de justificación. Es decir, si ese error debe ser tratado como error
de tipo, o como error de prohibición.
En otro orden, y a los fines que cada uno asuma la postura que
considere más conveniente, he intentando ser lo más objetivo posible en la
exposición, y para ello seleccioné los trabajos de dos doctrinarios que asumen
posiciones contrapuestas:
Finalmente, la temática será abordada desde aquellas posturas que sostienen que el dolo
es un elemento que pertenece al tipo (teorías de la culpabilidad), atento a que es en ellas
en las que se advierte la discrepancia sobre el tratamiento que se debe otorgar a
los errores sobre los presupuestos objetivos de una causa de justificación, y
no así en aquellas que entienden que el dolo es un elemento de la culpabilidad.
Ello es así, porque las teorías de dolo conciben que el dolo (ubicado sistemáticamente en
el ámbito de la culpabilidad), deberá comprender y querer todos los elementos
que componen los estratos sistemáticos del tipo y de la antijuridicidad, y ello nos
conduce a idénticas consecuencias cualquiera sea el error de que se trate: Los errores
esenciales e invencibles excluyen la culpabilidad por ser ésa la posición sistemática del
dolo, en tanto, los errores vencibles conducen al respectivo tipo imprudente, si la
conducta se encuentra prevista de esa forma en la ley, caso contrario, la conducta es
impune.
En estos casos, el sujeto cree que concurre algún presupuesto fáctico justificante;
cree saber de la agresión ilegítima a que lo estaría sometiendo otro sujeto, cuando en
realidad nadie lo está atacando.
El error sobre los presupuestos objetivos de la justificación fue el centro de debate entre
la teoría estricta y limitada de la culpabilidad. Si como lo entendía el
finalismo, el contenido del dolo se restringe a la voluntad de realizar el tipo
objetivo, un error sobre cualquier elemento que corresponda a una causa de
justificación tenía que conducir a los efectos del error de prohibición. El autor ya no
tendría aquí un error sobre lo que hace, sino sobre si lo que hace está prohibido o no.
Esta teoría sostiene que deben tratarse como error de prohibición, tanto
aquellas hipótesis en que el sujeto admite erróneamente la existencia
de una causa
de justificación que la ley realmente no admite, o va más allá de los límites
permitidos por ésta, como aquellas en las que el sujeto cree equivocadamente
que se dan los presupuestos objetivos de una causa de justificación.
Así, si se considera que el error sobre los presupuestos objetivos de las causas
de justificación en ningún caso afecta el dolo típico, dejando intacto el tipo de
injusto del delito en cuestión, cabría reaccionar en legítima defensa; el partícipe
respondería por complicidad del hecho doloso de quien se defiende putativamente; y en
caso de que no se consumara el propósito de matar o lesionar, cabría apreciar
tentativa del respectivo tipo doloso.
Resumiendo, ésta teoría razona del siguiente modo: Si las causas de justificación
son permisos otorgados por el legislador para realizar hechos típicos, el error
sobre cualquier aspecto de la existencia del permiso debería ser tratado del mismo modo
que los errores sobre la existencia de la prohibición.
Consecuencias sistemáticas de la teoría estricta de la culpabilidad: Cualquier error sobre una
causa de justificación (al ser error de prohibición), si es invencible excluye la
culpabilidad, mientras si es vencible, la conducta seguirá siendo dolosa (el dolo quedó
“fijado” en el tipo), en tanto existirá un menor reproche culpabilístico que será merituado al
momento de imponer la pena. Recordemos que el conocimiento de la prohibición es un elemento
de la culpabilidad.
Esta teoría se denomina limitada porque “limita” los errores sobre las causas
de justificación que deben ser tratados como errores de prohibición.
Para ésta concepción, es necesario diferenciar los supuestos sobre la existencia o límites de las
causas de justificación de aquellos que se refieren a los presupuestos objetivos de las mismas,
y otorgarles un tratamiento diferenciado.
El error sobre la existencia o límites de una causa de justificación debe ser tratado como error
de prohibición (coincidiendo con la teoría estricta de la culpabilidad), por lo que sus
consecuencias coinciden en su totalidad con la teoría estricta de la culpabilidad.
Explica Álvarez que, así como la existencia de los presupuestos objetivos de una causa de
justificación desconocidos para el agente compensa o excluye el desvalor de resultado (quiero
matar a otro sin voluntad de defenderme, desconociendo que me está agrediendo
ilegítimamente, lo que otorga un derecho a reaccionar en legítima defensa), la sola
voluntad justificante, sin contención objetiva (ausencia de presupuestos objetivos)
suprime, o al menos disminuye, el desvalor de acción, originando una respuesta culposa si
ésta se encuentra prevista (quiero matar a otro con voluntad de defenderme,
desconociendo que no me está agrediendo ilegítimamente, lo que no me otorga un
derecho a reaccionar en legítima defensa).
Así se expresa la teoría limitada de la culpabilidad, la que análoga el tratamiento entre los
errores de tipo y de tipo de permisión, pues, quien reacciona impulsivamente frente a lo que
supone una agresión ilegítima y lesiona o mata, ha examinado con descuido la
situación, como quien obra ignorando las exigencias del tipo de forma evitable.
Álvarez sostiene que ésta solución es la político criminalmente correcta, pues es injusto
condenar a alguien como infractor doloso cuando sus representaciones se corresponden con
las normas jurídicas. Cuando alguien realiza una acción de defensa porque
erróneamente se cree atacado, no se le puede increpar una falsa actitud de respeto del
derecho, sino a lo sumo, un descuido; y por ello, no merece más que una pena por culpa, aún
cuando la defensa errónea sea una lesión corporal o una muerte dolosa.
Resumiendo, ésta teoría razona del siguiente modo: Si en los delitos dolosos de comisión
el autor conoce y quiere los elementos del tipo objetivo (dolo), y un error sobre algún
elemento del tipo objetivo conduce al tipo culposo; en las causas de justificación el autor
debe conocer y querer los elementos estructurales de las mismas (sus presupuestos
objetivos), por lo que un error sobre ellos debe ser tratado como un error de tipo.
Aunque en el error sobre los presupuestos de las causas de justificación el hecho sigue
siendo doloso, conviene que sea tratado con la pena del delito imprudente, basándose en
consideraciones de justicia material que permite una corrección a la rígida concepción de
la teoría estricta de la culpabilidad.
Muñoz Conde advierte que contra la teoría limitada de la culpabilidad que remite a la
consecuencia jurídica del error de tipo (cuando se yerra sobre presupuestos objetivos de
las causas de justificación), se pueden también formular objeciones que se centran en
que se castiga un hecho doloso con la pena de delito imprudente. Es decir, presenta los
mismos problemas que la teoría del dolo. La persona que dispara en la oscuridad contra
quien considera erróneamente su agresor actúa dolosamente, sabe que puede matarla y
quiere matarla, y en éste sentido, actúa dolosamente. Castigarla con la pena prevista
para el delito imprudente (en caso de que el error sea vencible), es negar que en este
caso exista dolo.
Pero lo más grave no es esto, sostiene Muñoz Conde, sino que se niega la posibilidad de
legítima defensa (esta sí real) a las víctimas de las acciones realizadas en situación de
justificación putativa, con lo que se produce una indeseable desprotección de personas
que no tienen porque soportar los errores ajenos por fundados que sean. Así, si la
invencibilidad del error convierte a la legítima defensa putativa en legítima defensa real y,
por tanto, en causa de justificación, se está negando a la víctima de la acción realizada
en situación de justificación putativa la posibilidad de defenderse legítimamente.
De lo que se trata es de si el error sobre los presupuestos de las causas de justificación
puede convertir en lícitas esas actuaciones. La única forma de impedirlo, enfatiza Muñoz
Conde, es considerar que el error sobre los presupuestos de las causas de justificación
no puede tratarse sistemáticamente en el ámbito del tipo de injusto, como error de tipo,
sino, en el ámbito de la culpabilidad, como error de prohibición.
Ello además posibilita un tratamiento conjunto de todos los errores posibles sobre las
causas de justificación, bien sea sobre sus límites, su existencia, o sobre sus
presupuestos, y ello es así, puesto que en todos los casos existe una creencia errónea de
estar obrando lícitamente.
Esta postura razona que el tipo penal de homicidio debería leerse del siguiente modo: Se
aplicará reclusión o prisión de 8 a 25 años, al que matare a otro; salvo que se obrare en
defensa propia o amenazado de sufrir un mal grave e inminente.
Diferente es el caso en el que el agente quiere agredir sin conocer que se dan los
presupuestos objetivos de la causa de justificación, ya que en estos casos existe un error
en el aspecto subjetivo de la justificación: no quiere defenderse, sino agredir. Éste es el
error de antijuridicidad al revés.
La teoría del error.
Error in objeto y error in persona : este tipo de error recae sobre elementos
accidentales del tipo, y por ende, carecen de importancia o no poseen la
entidad suficiente para suprimir el dolo. Es decir, que un sujeto haya querido
estafar a Héctor, logrando en realidad estafar a Miguel o que haya querido
robar la billetera de Marcos, cuando en realidad se trataba de la de Marcela, carece
de relevancia a los fines de analizar si obró dolosamente. Si Miguel al intentar
matar a Mirta, mata a Josefina, confundiendo la víctima, ello no constituye un
elemento de eficacia a los fines de excluir el tipo subjetivo, ya que la norma prohibe
2 |a
matar a otro, y tanto Josefina como Mirta “son otro”. Miguel quiso matar a otro y mato
otro, razón por la cual, la estructura dolosa de la conducta se mantiene intacta.
Error sobre el nexo causal: al igual que los anteriores supuestos, los errores sobre el
nexo causal carecen de importancia o no poseen la entidad suficiente para
suprimir el dolo. Se trata por lo general de errores de cálculo del autor, y por ende,
puros accidentes o fallas en la planificación o puesta en marcha de la conducta dolosa.
Modalidades.
(1) Puede recaer sobre una elemento básico del tipo (ejemplo: creo estar transcribiendo
párrafos de un autor sin citarlo correspondientemente -violación a la ley de
propiedad intelectual-, sin advertir que la publicación de la cual extraigo los conceptos de
mi autoría) o sobre una circunstancia agravante o atenuante (2). En este último caso:
Juan mata a Carla, sin conocer que esta persona es en realidad su hija. En este
caso sólo se excluiría -en virtud del error- la agravante o el tipo especial previsto
para estos supuestos, no así la figura básica, en este caso el homicidio (error
accidental).
Esencial e invencible: para que el error de tipo excluya el dolo y la culpa éste debe
ser esencial e invencible. El error esencial pero vencible, tiene como efecto eliminar el
dolo, no obstante, deja subsistente la culpa, cuando la conducta se encuentra
prevista de manera culposa. Para poder afirmar que el autor no pudo vencer el
error se utilizan parámetros de medición objetivos de conducta, por
ejemplo, el de “una persona cuidadosa y diligente” puesta en las mismas
circunstancias que rodearon al autor. El análisis es realizado en cada caso
particular por el juez que debe valorar la conducta y las circunstancias del hecho
concreto.
Error sobre elementos normativos (valoraciones jurídicas, culturales o
científicas) y normas penales en blanco: estos también son considerados errores
de tipo. Pueden ser considerados también error de tipo los que recaen sobre
elementos normativos jurídicos -que no adelantan una valoración sobre la
antijuridicidad- y que remiten a normas extrapenales (ley penal en blanco). Recordemos
que en estos casos en donde por una cuestión necesaria de técnica legislativa el tipo
recurre o remite a otras normas para lograr completitud. Esta complementación podía
darse con leyes del mismo nivel o con otra norma jurídica emanada de distinta
instancias legislativa, por ejemplo un decreto del Poder Ejecutivo (ley penal en
blanco en sentido estricto). Este tema está relacionado con el tratado anteriormente
sobre el concepto "error de derecho", en donde se distinguía entre éste (error de
derecho) y error de derecho extrapenal, no excusando el primero, y sí el segundo
(equivalente a un error de hecho). Por error de derecho extrapenal se
entendió a aquél que recaía sobre una ley de cuyo conocimiento dependía la conciencia
de lesionar el derecho ajeno. Más claramente, el que incidía sobre una ley, reglamento o
precepto jurídico de cualquier naturaleza pero no penal, cuando únicamente mediante su
conocimiento puede el autor comprender el acto objeto de la imputación y actuar
dolosamente. Este tipo de error se plantea generalmente con leyes
que
reglamentan los denominados “delitos de índole penal económico”. Un ejemplo local
es dado por la Ley 24.769 que trata los denominados “delitos tributarios”. En ella se
incluyen los tipos de evasión de tributos nacionales y provinciales. Para determinar
qué tipos de tributos si estamos frentes a tributos nacionales o provinciales
debemos recurrir a otra ley, y a su vez para conocer cómo se tributan esos
impuestos, a otra ley o reglamento, etc., y así sucesivamente.
Ejemplo: Mónica, turista europea, trajo entre sus pertenencias 200 gramos de marihuana,
a los fines de autoabastecerse en su estadía, debido a que realmente disfrutaba fumando
esa hierba. En su país esa conducta se encuentra permitida. Mónica fue detenida –dos
días después de su llegada a nuestro país- en un restaurante mientras disfrutaba
fumando marihuana en la sobremesa. Mónica sabía perfectamente lo que estaba
haciendo, y se podría decir que era experta en el armado del cigarrillo de marihuana,
pero no estaba al tanto de la prohibición local. Mónica no sabía que el consumo de
estupefacientes era considerado un delito en nuestro país. Al igual que en el error de tipo,
la vencibilidad o invencibilidad del error se analiza en cada caso en particular.
El error de prohibición se define entonces como el saber o poder saber que la conducta
se encuentra prohibida (conocimiento o posibilidad de conocimiento de la antijuridicidad).
4 |
Teoría del dolo - Teoría de la culpabilidad.
Tanto la teoría del dolo como la de la culpabilidad intentan explicar cómo incide el error –
ya sea de tipo como de prohibición- en el análisis que se realiza de la conducta del autor
mediante la sistemática que proporciona la teoría del delito.
La “teoría del dolo” coincide histórica y sistemáticamente con las teorías que ubican el
dolo (dolo malo: saber y querer, y además, conocer que lo querido y sabido se encuentra
prohibido -conocimiento de la antijuridicidad-), en el segmento de la culpabilidad. En
consecuencia los casos de error eran analizados exclusivamente en ese segmento, y de
existir un error inexcusable, ya fuese de tipo o de prohibición, se eliminaba ese elemento
subjetivo -dolo-. Si el error era vencible se eliminaba el dolo pero subsistía la culpa,
básicamente porque el autor podía salir de su error, y en consecuencia había sido
descuidado o negligente. Por supuesto, debía existir el respectivo tipo culposo que
abarcara esa conducta, caso contrario, el autor era inculpable.
El error sobre las causas de justificación: teniendo en cuenta que este tema fue
elaborado por un docente de la UES21, el Dr. José Lago, titular de la Cátedra
“A” de Derecho Penal, y que a través de su trabajo logró presentar al alumno
un tema de tamaña complejidad de forma sumamente accesible, consideramos
apropiado adosar el trabajo de mención, en forma nomenclada a los fines de un mejor
aprovechamiento para el estudiante. Por estas consideraciones continuamos con el texto
citado (“El error en las causas de justificación: Un tratamiento diferenciado”).
El error en las causas de justificación: Un tratamiento
diferenciado
Advertencia previa
Antes de abordar la lectura del presente trabajo, es conveniente comprender
acabadamente el funcionamiento y consecuencias del error de tipo y el error de
prohibición, atento a que la disputa doctrinaria en orden al error sobre las causas de
justificación, gira en torno a la postura asumida respecto al error sobre los presupuestos
1
Trabajo titulado “La evitabilidad del error de prohibición”.
objetivos de una causa de justificación. Es decir, si ese error debe ser tratado como error
de tipo, o como error de prohibición.
En otro orden, y a los fines que cada uno asuma la postura que
considere más conveniente, he intentando ser lo más objetivo posible en la
exposición, y para ello seleccioné los trabajos de dos doctrinarios que asumen
posiciones contrapuestas:
Finalmente, la temática será abordada desde aquellas posturas que sostienen que el dolo
es un elemento que pertenece al tipo (teorías de la culpabilidad), atento a que es en ellas
en las que se advierte la discrepancia sobre el tratamiento que se debe otorgar a
los errores sobre los presupuestos objetivos de una causa de justificación, y
no así en aquellas que entienden que el dolo es un elemento de la culpabilidad.
Ello es así, porque las teorías de dolo conciben que el dolo (ubicado sistemáticamente en
el ámbito de la culpabilidad), deberá comprender y querer todos los elementos
que componen los estratos sistemáticos del tipo y de la antijuridicidad, y ello nos
conduce a idénticas consecuencias cualquiera sea el error de que se trate: Los errores
esenciales e invencibles excluyen la culpabilidad por ser ésa la posición sistemática del
dolo, en tanto, los errores vencibles conducen al respectivo tipo imprudente, si la
conducta se encuentra prevista de esa forma en la ley, caso contrario, la conducta es
impune.
En estos casos, el sujeto cree que concurre algún presupuesto fáctico justificante;
cree saber de la agresión ilegítima a que lo estaría sometiendo otro sujeto, cuando en
realidad nadie lo está atacando.
El error sobre los presupuestos objetivos de la justificación fue el centro de debate entre
la teoría estricta y limitada de la culpabilidad. Si como lo entendía el
finalismo, el contenido del dolo se restringe a la voluntad de realizar el tipo
objetivo, un error sobre cualquier elemento que corresponda a una causa de
justificación tenía que conducir a los efectos del error de prohibición. El autor ya no
tendría aquí un error sobre lo que hace, sino sobre si lo que hace está prohibido o no.
Esta teoría sostiene que deben tratarse como error de prohibición, tanto
aquellas hipótesis en que el sujeto admite erróneamente la existencia
de una causa
de justificación que la ley realmente no admite, o va más allá de los límites
permitidos por ésta, como aquellas en las que el sujeto cree equivocadamente
que se dan los presupuestos objetivos de una causa de justificación.
Así, si se considera que el error sobre los presupuestos objetivos de las causas
de justificación en ningún caso afecta el dolo típico, dejando intacto el tipo de
injusto del delito en cuestión, cabría reaccionar en legítima defensa; el partícipe
respondería por complicidad del hecho doloso de quien se defiende putativamente; y en
caso de que no se consumara el propósito de matar o lesionar, cabría apreciar
tentativa del respectivo tipo doloso.
Resumiendo, ésta teoría razona del siguiente modo: Si las causas de justificación
son permisos otorgados por el legislador para realizar hechos típicos, el error
sobre cualquier aspecto de la existencia del permiso debería ser tratado del mismo modo
que los errores sobre la existencia de la prohibición.
Consecuencias sistemáticas de la teoría estricta de la culpabilidad: Cualquier error sobre una
causa de justificación (al ser error de prohibición), si es invencible excluye la
culpabilidad, mientras si es vencible, la conducta seguirá siendo dolosa (el dolo quedó
“fijado” en el tipo), en tanto existirá un menor reproche culpabilístico que será merituado al
momento de imponer la pena. Recordemos que el conocimiento de la prohibición es un elemento
de la culpabilidad.
Esta teoría se denomina limitada porque “limita” los errores sobre las causas
de justificación que deben ser tratados como errores de prohibición.
Para ésta concepción, es necesario diferenciar los supuestos sobre la existencia o límites de las
causas de justificación de aquellos que se refieren a los presupuestos objetivos de las mismas,
y otorgarles un tratamiento diferenciado.
El error sobre la existencia o límites de una causa de justificación debe ser tratado como error
de prohibición (coincidiendo con la teoría estricta de la culpabilidad), por lo que sus
consecuencias coinciden en su totalidad con la teoría estricta de la culpabilidad.
Explica Álvarez que, así como la existencia de los presupuestos objetivos de una causa de
justificación desconocidos para el agente compensa o excluye el desvalor de resultado (quiero
matar a otro sin voluntad de defenderme, desconociendo que me está agrediendo
ilegítimamente, lo que otorga un derecho a reaccionar en legítima defensa), la sola
voluntad justificante, sin contención objetiva (ausencia de presupuestos objetivos)
suprime, o al menos disminuye, el desvalor de acción, originando una respuesta culposa si
ésta se encuentra prevista (quiero matar a otro con voluntad de defenderme,
desconociendo que no me está agrediendo ilegítimamente, lo que no me otorga un
derecho a reaccionar en legítima defensa).
Así se expresa la teoría limitada de la culpabilidad, la que análoga el tratamiento entre los
errores de tipo y de tipo de permisión, pues, quien reacciona impulsivamente frente a lo que
supone una agresión ilegítima y lesiona o mata, ha examinado con descuido la
situación, como quien obra ignorando las exigencias del tipo de forma evitable.
Álvarez sostiene que ésta solución es la político criminalmente correcta, pues es injusto
condenar a alguien como infractor doloso cuando sus representaciones se corresponden con
las normas jurídicas. Cuando alguien realiza una acción de defensa porque
erróneamente se cree atacado, no se le puede increpar una falsa actitud de respeto del
derecho, sino a lo sumo, un descuido; y por ello, no merece más que una pena por culpa, aún
cuando la defensa errónea sea una lesión corporal o una muerte dolosa.
Resumiendo, ésta teoría razona del siguiente modo: Si en los delitos dolosos de comisión
el autor conoce y quiere los elementos del tipo objetivo (dolo), y un error sobre algún
elemento del tipo objetivo conduce al tipo culposo; en las causas de justificación el autor
debe conocer y querer los elementos estructurales de las mismas (sus presupuestos
objetivos), por lo que un error sobre ellos debe ser tratado como un error de tipo.
Aunque en el error sobre los presupuestos de las causas de justificación el hecho sigue
siendo doloso, conviene que sea tratado con la pena del delito imprudente, basándose en
consideraciones de justicia material que permite una corrección a la rígida concepción de
la teoría estricta de la culpabilidad.
Muñoz Conde advierte que contra la teoría limitada de la culpabilidad que remite a la
consecuencia jurídica del error de tipo (cuando se yerra sobre presupuestos objetivos de
las causas de justificación), se pueden también formular objeciones que se centran en
que se castiga un hecho doloso con la pena de delito imprudente. Es decir, presenta los
mismos problemas que la teoría del dolo. La persona que dispara en la oscuridad contra
quien considera erróneamente su agresor actúa dolosamente, sabe que puede matarla y
quiere matarla, y en éste sentido, actúa dolosamente. Castigarla con la pena prevista
para el delito imprudente (en caso de que el error sea vencible), es negar que en este
caso exista dolo.
Pero lo más grave no es esto, sostiene Muñoz Conde, sino que se niega la posibilidad de
legítima defensa (esta sí real) a las víctimas de las acciones realizadas en situación de
justificación putativa, con lo que se produce una indeseable desprotección de personas
que no tienen porque soportar los errores ajenos por fundados que sean. Así, si la
invencibilidad del error convierte a la legítima defensa putativa en legítima defensa real y,
por tanto, en causa de justificación, se está negando a la víctima de la acción realizada
en situación de justificación putativa la posibilidad de defenderse legítimamente.
De lo que se trata es de si el error sobre los presupuestos de las causas de justificación
puede convertir en lícitas esas actuaciones. La única forma de impedirlo, enfatiza Muñoz
Conde, es considerar que el error sobre los presupuestos de las causas de justificación
no puede tratarse sistemáticamente en el ámbito del tipo de injusto, como error de tipo,
sino, en el ámbito de la culpabilidad, como error de prohibición.
Ello además posibilita un tratamiento conjunto de todos los errores posibles sobre las
causas de justificación, bien sea sobre sus límites, su existencia, o sobre sus
presupuestos, y ello es así, puesto que en todos los casos existe una creencia errónea de
estar obrando lícitamente.
Esta postura razona que el tipo penal de homicidio debería leerse del siguiente modo: Se
aplicará reclusión o prisión de 8 a 25 años, al que matare a otro; salvo que se obrare en
defensa propia o amenazado de sufrir un mal grave e inminente.
Diferente es el caso en el que el agente quiere agredir sin conocer que se dan los
presupuestos objetivos de la causa de justificación, ya que en estos casos existe un error
en el aspecto subjetivo de la justificación: no quiere defenderse, sino agredir. Éste es el
error de antijuridicidad al revés.
Participación
criminal
Derecho
Penal I
1
Participación criminal
Concepto amplio y restringido.
Se señala como partícipes de un delito, en sentido amplio, a todos los que concurren en
él, en el carácter que fuere. En sentido restringido se reserva el término para quienes, sin
ser autores (o coautores), toman participación –de cualquier tipo- en el delito en cuestión
(cómplices necesarios, secundarios e instigadores).
La idea de la participación nos coloca frente a un hecho en donde intervienen más de
dos personas, en donde todos los que participan aportan un fragmento del hecho total
(por ejemplo: mientras se desarrolla un robo a un banco, uno de los intervinientes
amenaza y controla al personal de la entidad, otro desconecta las líneas telefónicas y la
alarma, y un tercero abre la caja de seguridad y extrae el dinero). Todos contribuyen al
hecho común, ya sea en forma material o intelectual (Ej. instigadores). No se trata de
supuestos en donde se requieren necesariamente de dos o más personas para
desarrollarlo (por ejemplo el adulterio –actualmente derogado-, el duelo, etc.). Estas
figuras son denominadas “de codelincuencia” y requieren para su existencia de dos o
más personas.
Exterioridad.
Sólo se puede participar en un hecho exteriorizado (Art. 19 CN).
Comunidad de hecho.
En estos supuestos debe existir un hecho en común en el que contribuyan o presten
participación varias personas. Esta “comunidad” de hecho es la base de la participación.
Ahora bien, este hecho común no debe ser necesariamente unitario desde el punto de
vista jurídico. Los cómplices o partícipes pueden concurrir al hecho común pero su
concurrencia puede ser calificada en forma distinta al autor o a otros cómplices.
Convergencia intencional.
Para que exista participación debe existir una contribución consciente hacia un a un
hecho en común (hecho visto “en comunidad”, conforme lo consignamos anteriormente).
Ejemplo: si dos personas al mismo tiempo disparan contra un tercero, sin estar de
acuerdo en producir conjuntamente su muerte, serán autores –si el tercero fallece- pero
no existe esa convergencia que exige la participación. Esta “convergencia” puede darse
en forma concomitante al desarrollo mismo del hecho, o haberse dispuesto con
anterioridad, pero nunca con posterioridad. La adhesión posterior al hecho delictivo,
cuando concurren además otros requisitos que no vienen al caso mencionar, se
denomina en nuestro ordenamiento “encubrimiento” (Art. 277 del CP).
Irreductibilidad.
Las características de la participación se reducen a cooperar o colaborar en un hecho
jurídicamente unitario y de forma intencional. En estos límites debemos analizar la
participación de cada uno de los partícipes de acuerdo a nuestra clasificación legal, es
decir, autor, coautor, instigador, partícipe primario o secundario. Es importante señalar
además que nuestra ley establece un castigo diferenciado entre las distintas categorías
de participe, no obstante, esta diferencia punitiva es parcial ya que solo los cómplices o
partícipes necesarios se benefician con una reducción en la escala penal aplicable al
delito ante el caso concreto. Será entonces el juez quien estará a cargo de establecer la
medida de pena correspondiente a cada partícipe, aunque la escala penal en abstracto
sea idéntica por ejemplo para un partícipe necesario que para un autor.
2) Teorías diferenciadoras:
a) Teoría subjetiva. Íntimamente vinculada a la concepción causa de la
equivalencia de las condiciones –como un intento limitador-, sostiene que es autor quien
contribuye causalmente al hecho, y carecerá de tal carácter, el que aporte o contribuye al
hecho pero en forma no causal. Sostiene Núñez que esta teoría se mantiene
fiel al principio de la equivalencia causal de los aportes en cuanto objetivamente no
distingue entre el valor del aporte hecho por el autor y el hecho por el cómplice. La
distinción se realiza subjetivamente, teniendo en cuenta la dirección de sus voluntades: el
autor quiere el hecho como propio, el cómplice quiere el hecho ajeno.
c) Teoría material-objetiva: esta teoría no toma en cuenta la forma del aporte a los fines
de distinguir cómplices de autores, sino su valor en sentido de importancia.
“[…] corresponde esclarecer, en primer lugar, cuáles son los criterios usuales para
distinguir entre las personas que intervengan en el delito, y luego determinar las normas
de derecho positivo que resultan de aplicación al caso.
a) La tesis del concepto único del autor, según la cual toda contribución causal al
resultado típico importa autoría (seguida por el art. 110 del Código Italiano), no encuentra
en la actualidad adherentes, pues se está de acuerdo en la necesidad de diferenciar el
papel que cumplen las personas que concurran a la comisión de un delito. En este
sentido, se separan los roles que se entienden centrales (autor y coautor), de los que se
consideran accesorios de éstos (cómplices o instigadores).
Partiendo de la idea de que era posible seleccionar en el plano causal, dentro de todas
las condiciones del resultado la que lo había "causado", aparecieron en el siglo pasado
distintas teorías que sostenían que autor era el que había puesto la "causa", mientras que
el partícipe sólo había colocado una "condición". Estas teorías reconocen una naturaleza
objetiva-material, pues analizan aspectos externos de la conducta sobre la base de
criterios materiales.
Sucedió a estas concepciones la llamada teoría formal-objetiva, que ve como autor a
quien ejecuta por sí mismo, total o parcialmente, las conductas descriptas en los tipos
penales; las demás personas que intervengan en el delito son sólo cómplices o
instigadores.
La denominada teoría subjetiva (largamente seguida por la jurisprudencia alemana)
intentó efectuar el deslinde entre autor y partícipe no ya por su aporte objetivo, sino por la
dirección de su voluntad. Será así autor quien obre con "animus autoris" y partícipe el que
lo haga con "animus socii".
Todas estas teorías han sido objeto de graves críticas. Respecto de las antiguas
materiales-objetivas, pese a que tuvieron gran influencia en muchos códigos penales, se
las ha desechado por su indeterminación e imprecisión acerca de que debía entenderse
por causa del resultado2.sin que la alusión a ciertas expresiones como "eficaz",
"inmediata", "directa", "hábil", ayudara a superar el obstáculo. La forma-objetiva, que tuvo
muchos seguidores en sus inicios, ha sido descartada ante la incapacidad en que se
encuentra para fundar razonablemente los casos de autoría mediata, es decir cuando
alguien se vale de otra persona -que actúa como instrumento- para realizar la acción
típica, y aquéllos supuestos de coautoría por división de funciones en los que alguno de
los concertados no ejecute actividad típica. Por último, Ia teoría subjetiva ha sufrido
importantes objeciones, al considerarse que importa una extensión indebida del concepto
de autor que afecta la función de garantía del tipo penal, dado que la sola actividad
interior del autor no puede sustituir la realización de la acción ejecutiva del delito.3
Puede hoy considerarse dominante en doctrina la concepción del dominio del hecho,
como idóneo para caracterizar al autor. Prescindiendo de sus antecedentes (Hegler,
1
Vidal Humberto, “Derecho Penal – Parte General”, pág. 411.
2
Gimbertnat Ordeig, Enrique "Autor y cómplice en el derecho penal", Madrid 1966, pág. 115 y sigts.
3
v. entre muchos, Jescheck, Hans Heinrich "Tratado de Derecho Penal" trad. Mir Puig y Muñoz Conde,
Barcelona 1981, vol. II, pág. 896; Bacigalupo, Enrique "Manual de Derecho Penal", Bogotá 1984, pág. 183).
Bruns, von Weber, Schmidt) se indica a Hans Welzel como quien desarrolló más
firmemente su contenido4. Autor es, según Welsel, aquél que mediante una conducción
consciente del fin, del acontecer causal en dirección al resultado típico, es señor sobre la
realización del tipo5, quien dolosamente tiene en sus manos el curso del suceso típico,
esto es, no la voluntad del dominio del hecho, sino el voluntario moldeado del hecho6
En la República Argentina, si bien un número importante de autores siguió los
lineamientos de la teoría formal-objetiva en materia de autoría7, se advierte un notable
giro de la doctrina más moderna hacia la teoría del dominio del hecho lo que permite
suponer su definitiva aceptación, especialmente en punto a la autoría mediata.8
Luego concluyen los magistrados –en cuanto al tema que aquí interesa- de la siguiente
forma:
En efecto, si bien se ha objetado a la autoría mediata por entender que supone una
extensión del concepto legal de autor que choca contra el dogma de la legalidad de la
incriminación (v. Fernández de Moreda, Francisco Blasco "Problemas básicos de la
participación y de la autoría..." en Jornadas Internacionales de Derecho Penal "Actas,
Relatos, Ponencias y Conclusiones", Bs. As. 1973, pág. 229), la doctrina argentina
corriente admite esta forma de participación sin vacilaciones9, incluyéndola en la primera
parte del art. 45 del Código Penal cuando se refiere a los que "tomasen parte en la
ejecución del hecho", argumentándose que la eliminación del requisito de tomar parte
"directa" (como lo exige el art. 14, inc. 1º, del Código Español y lo hacía el art. 21, inc. 1º,
del Código de 1886) determina que puedan realizarse actos ejecutivos por medio de
otro.10
Sin embargo, del estudio de los antecedentes históricos del citado art. 45 se desprende
que la autoría mediata encuentra alojamiento en otra parte de la misma disposición, que
le brinda mejor sustento dogmático.
El Proyecto de Carlos Tejedor (Bs. As. 1866, tomo I, pág. 35 y sgts.) consideró autores
principales a quienes ejecutaran el delito directamente por su propio hecho, a los que
prestaran un auxilio o cooperación al ejecutor sin el cual el hecho no habría podido tener
lugar, y a quienes determinan a otro a cometer y consumar el crimen o delito (art. 1º del
Título 4º). A los dos primeros los denomino autores directos y a los últimos, autores
indirectos, explicando en el artículo 2º del mismo Título que eran aquellos que habían
determinado al autor material a ejecutar el hecho o confirmado en la resolución ya
adoptada, por medio de consejos formales, comisión, promesa de recompensa, dádivas,
4
(conf. Roxín Claus "Täterschaft und Tätherrschaft", 1975, pág. 60 y sigts.)
5
(conf. "Derecho Penal Alemán", trad. Bustos Ramírez Yáñez Pérez, Santiago 1970, pág. 143)
6
(conf. Maurach, Reinhart, trad. Córdoba Roda, Barcelona 1962, T.II pág. 343).
7
(v. Soler, Sebastián, "Derecho Penal Argentino", Bs. As. 1978, t.II, pág. 244; Núñez, Carlos "Derecho Penal
Argentino", Bs. As. 1960, t. II, pág. 280; Fontán Balestra, Carlos "Tratado de Derecho Penal", Bs. As. 1966,
pág. 414; Jiménez de Asúa, Luis "La ley y el delito" Bs. As. 1980, pág. 501; Terán Lomas, Roberto "Derecho
Penal", Bs. As. 1980, t. II pág. 147; Fierro, Guillermo "Teoría de la participación criminal" , Bs. As. 1964, pág.
211)
8
(conf Bacigalupo, Enrique "La noción de autor en el Código Penal" Bs. As. 1965, pág. 45; Tozzini, Carlos "El
dominio final de la acción en la autoría y en la participación", en Revista de Derecho Penal Criminología 1968
Nº 3, pág. 81; Herrera, Lucio Eduardo, "Autoría y participación", en Revista de Derecho Penal y Criminología
1971, Nº 3, pág. 342; Sierra, Hugo M. "La autoria mediata", en La Ley 1978-B-789; Zaffaroni, Eugenio
"Tratado de Derecho Penal" Bs. As. 1982, t. IV, pág. 305) […]”.
9
v. entre otros, Soler, Sebastián "Derecho Penal..."'cit. T. II, pág. 245; Núñez, Ricardo ob. cit., T. II, pág. 280;
Fontán Balestra, Carlos ob. cit., T. II, pág. 417; Fierro, Guillermo "Teoría de la participación..." cit., pág. 216)
10
(conf. Herrera, Lucio Eduardo "La autoría mediata", en Jornadas Nacionales de Derecho Penal,
Universidad de Belgrano 1973, pág. 36).
violencia, amenaza u orden, induciéndolo en error o aprovechándose del error en que se
hallaba.
Resulta claro que en esa enumeración se incluyen como autores no sólo al ejecutor y al
cómplice primario, sino también al instigador y al autor mediato. Tejedor sigue las ideas
de Feuerbach plasmadas en el Código de Baviera y las concepciones imperantes en esa
época respecto de la participación criminal.
Como se ha dicho anteriormente, durante el siglo XIX predominaron distintas teorías de
naturaleza material-objetiva, que partiendo de un punto de vista estrictamente causal
distinguen entre las condiciones que originan el resultado para seleccionar la que es
"causa" determinante, eficaz, directa o inmediata de éste. Dentro de una gran cantidad de
criterios mixtos, se suele mencionar11, a la teoría de la necesidad de la contribución
causal que diferenciaba entre participación principal y accesoria o secundaria, a la teoría
de la contemporaneidad que distingue entre la participación previa, coetánea y
subsiguiente al hecho, y la teoría de la causalidad física o psíquica.
A grandes rasgos, puede decirse que en general se hablaba de quienes eran causa
directa del hecho, esto es, los que contribuían de modo inmediato o eficaz y que eran
considerados autores principales, de quienes sólo concurrían de manera indirecta al
hecho, que eran llamados cómplices. A su vez, los autores principales comprendían a los
ejecutores, a los cooperadores necesarios y a los provocadores, inductores, o
determinadores. Estos últimos eran la causa moral del delito a través de la orden, el
consejo, el mandato, el engaño, etc. En esta categoría de autores morales se incluían los
actuales supuestos de instigación y de autoría mediata.12
Como se ha visto, Carlos Tejedor no era ajeno a estas ideas13 y tampoco lo fueron el
Proyecto de Villegas, Ugarriga y García (Bs. As. 1881, art. 16), y el Código Penal de 1886
que en su art. 21 disponía: "Se consideran autores principales: 1º) el que ejecuta el delito
directamente por su propia acción; 2º) el que antes o durante la ejecución, presta al
ejecutor con el intento de asegurar la consumación del delito, un auxilio o cooperación,
sin los que el hecho no habría podido tener lugar; 3º) el que con voluntad criminal
determina al autor material a ejecutar el hecho, sea por medio de consejos, orden,
comisión, promesa de recompensa, dádiva, violencia irresistible física o moral, o sea
induciéndolo intencionalmente en error o confirmándolo".
Este texto legal sigue las corrientes legislativas de la mayoría de los Códigos de la época,
en cuanto a considerar autores al ejecutor, al cooperador necesario y al determinador o
inductor, y a incluir en esta categoría, como ya se ha dicho, a supuestos de autoría
mediata. En tal sentido, pueden citarse al Código Español de 1822 (art. 13) y al de 1848,
1850 y 1870 (art. 13); al de Austria de 1852 (parágrafo 5º); al de Bélgica de 1867 (art.
66); al de Méjico de 1872 (art. 49); al de Perú de 1873 (arts. 12 y 13); al de Chile de 1874
(art. 15); al de Paraguay de 1880 (arts. 31 y 34); al de Portugal de 1886 (arts. 20 y 21); al
de Uruguay de 1889 (art. 21); al de Brasil de 1890 (art. 18) y al de Colombia de 1890
(art.22)… De lo hasta aquí expuesto, pueden sentase dos conclusiones. Una, que el
sistema, siguiendo el criterio imperante, incluía en el concepto de autor al cómplice
primario y al determinador. La otra, que esta última categoría comprendía no sólo al
instigador sino también a supuestos de autoría mediata.
11
(v. Roxin, Claus "Täterschaft...", cit., pág. 38 y sgts.),
12
(v. Rossi, Pellegrino "Tratado de Derecho Penal", trad. Cayetano Cortés, Madrid 1839, pág. 163 y sgts.;
Carmignani, Giovanni "Elementos de Derecho Criminal", trad. Otero, Bogotá 1979, pág. 100 y sgts.; Pessina,
Enrique, "Elementos de Derecho Penal", trad. González del Castillo, Madrid 1936, pág. 486 y sgts.; Pacheco,
Francisco ob. cít, T. I, pág. 258 y sgts.; Azcutía, Manuel "La Ley Penal", Madrid 1876, pág. 274 y sgts.;
Groizard y Gómez de la Serna, Alejandro "El Código Penal en 1870", Madrid 1902, T. I, pág 589 y sgts.)
13
(v. también "Curso de Derecho Criminal", cit., pág. 25 y sgts.)
Buena prueba de ello, son las propias palabras de Rodolfo Moreno (h), comentando el
actual art. 45 del Código Penal cuando sostiene: "el código antiguo admitía, como todas
las leyes, el principio del artículo que considera autor del delito al que dispone su
consumación sin participar en su materialidad pero siendo el eje alrededor del cual se
produce; y al referirse al que determina a otro señalaba los diferentes medios que podían
usarse para tal determinación. Hablaba así de consejo, orden, comisión, promesa de
recompensa, dádiva, violencia irresistible física o moral, inducción en error y confirmación
en el mismo. El código ha suprimido las enumeraciones que son innecesarias, desde que
el concepto genérico es bien claro"14
Las primeras interpretaciones del Código vigente siguieron este rumbo, entendiendo que
en la última del art. 45 se hallaban los distintos modos de determinar a un tercero -
dádivas, consejos, mandato, orden, error, etc15, clasificando a los autores en materiales -
ejecutores y cooperadores- y morales -determinadores-16, y afirmando que el legislador
había suprimido las enumeraciones casuistas del art. 21 del Código de 188617 Los
antecedentes reseñados resultan elocuentes en demostrar que la expresión "determinar a
otro" tiene un alcance más vasto que la mera instigación18, y que resulta un
sustento dogmático mucho más firme de la autoría mediata que la primera parte del art. 45
[…]”.
14
(ob. cit., pág. 36).
15
(v. González Roura, Octavio "Derecho Penal", Bs. As. 1922, T. II, pág. 150),
16
(conf. Malagarriga, Carlos "Código Penal Argentino" Bs. As. 1927, T. I, pág. 316)
17
(conf. Ramos, Juan P. "Curso de Derecho Penal", Bs. As. 1928, T. IV, pág 473).
18
(conf. Zaffaroni, Raúl E. "Tratado de Derecho Penal", Bs. As. 1982, T. IV, pág. 296 y sgts.),
19
Bacibalupo, Enrique, ¿Subsistirá la teoría del delito actual? (Universidad de Córdoba, Argentina, 13 de
junio de 2007), Enrique Bacigalupo, Catedrático de Derecho Penal Magistrado del Tribunal Supremo de
España.
20
Es la fecha de la publicación de 1ª edición del Strafrecht de Jakobs.
21
Armin Kaufmann, Die Dogmatik, p. 3; Lebendiges und Totes in Bingings Normentheorie, 1954, p. 103;
sobre la tesis de Kaufmann, A. Hoyer, Strafrechtsdogmatik nach Armin Kaufmann, 1997, p. 364 y ss.
22
Loc. cit. p. 220. Ver también: M. Pawlik, Das unerlaubte Verhalten beim Betrug, 1999.
23
Confr. G. Jakobs, loc. cit. p. 783. J. Sánchez-Vera, loc. cit.
basada en el simple abuso de la libertad24. … en una sociedad basada en el libre
desarrollo de personalidad, la libertad sólo puede ser limitada legítimamente de dos
maneras diversas: por un lado a través del deber general de garante que surgen como
contrapartida de la libertad, que se extiende hasta donde comienza el derecho de los
otros, y, por otro lado, mediante deberes de garante que surgen de la posición jurídica del
sujeto en el marco de una institución y que limitan la libertad por razones de solidaridad.
Esta diversa configuración de los deberes tiene consecuencias dogmáticas que se
manifiestan, en primer lugar, en la noción de autoría. En los delitos de abuso de la
libertad, que infringen el neminem laede la autoría se define por el dominio del hecho
(dominio de la propia organización, es decir de la forma en la que el autor se relaciona
con el mundo de los demás), se trata de delitos de dominio. En los delitos de
incumplimiento de deberes institucionales la autoría se define por la infracción del deber:
son delitos de infracción de deber25. Ambas categorías deben tener un régimen especial
de accesoriedad: mientras en los delitos de dominio la participación es accesoria del
hecho del que obra con dominio del hecho, en los delitos de infracción de deber la
participación es accesoria del hecho del titular del deber que lo infringe, aunque éste no
tenga el dominio del hecho que produce materialmente el resultado26. En segundo lugar
la distinción entre delitos de dominio y delitos de infracción de deber implica una
diferenciación de las fuentes de los deberes en los delitos de omisión. En estos delitos la
responsabilidad se configura restrictivamente: requieren un fundamento jurídico especial,
es decir, un expreso mandato de acción. Estos mandatos de acción también deben ser
distinguidos según que sean consecuencia del neminem laede o de la solidaridad. En
todo caso, la responsabilidad, por acción o por omisión, tiene un mismo fundamento
jurídico; que quien tiene la obligación jurídica de alimentar a otro tenga prohibido quitarle
los alimentos o esté obligado a proporcionárselos, “no es una cuestión del fundamento
jurídico, sino un estado casual de la exterioridad de las cosas”27. Los deberes de actuar
que provienen del neminem laede no se fundamentan en la solidaridad, sino, como en
los delitos de dominio, en la consideración y el respeto que merecen las otras personas28.
Por consiguiente, en el ámbito de los delitos de dominio los deberes de actuar surgen,
por un lado, del deber general de evitar o de controlar peligros generados por los objetos
propios, las propias empresas etc. (se trata de deberes generales de seguridad de los
bienes ajenos en las relaciones con otros sujetos de derecho). Por otro lado, el deber de
actuar se fundamenta en la ingerencia, es decir en la obligación que genera haber creado
con la propia conducta un peligro para bienes ajenos29. No todas las instituciones en un
sentido jurídico corriente fundamentan imperativos cuya infracción da lugar a delitos de
infracción de deber. Aquí se señalan en primer término los deberes estatales, algunos de
los cuales tienen cierto paralelismo con el neminem laede, es decir con el cuidado que el
que ejerce las funciones del Estado debe observar respecto de los bienes ajenos. Pero,
en general se trata de deberes de garantía de la institución, por ejemplo, la justicia, en
cuyo ámbito destacan deberes como los que fundamentan el delito prevaricación.
Asimismo se consideran en este ámbito los deberes recíprocos que caracterizan la
24
Confr. G. Jakobs, Die strafrechtliche Zurechnung von Tun und Unterlassung, 1996, p. 32, entre otras publicaciones del
autor. Similar es el esquema normativo propuesto por U. Kindhäuser, Strafrecht, BT II, 1, 1998, p. 33 y ss.
25
La categoría de los delitos de infracción de deber ha sido formulada por primera vez por C. Roxin, Täterschfat und
Tatherrschaft, 1ª edición 1963. 2ª edición 1967, p. 352 y ss. Roxin definió los delitos de infracción de deber como aquellos
que los que el tipo penal contiene la infracción de un deber extra-penal. Jakobs por el contrario, los define como delitos en
los que el autor infringe un deber institucional, independientemente de la estructura del tipo (confr. Sánchez-Vera, loc. cit.
p. 27 y ss., 37 y ss; S. Bacigalupo, loc. cit.)
2626
Confr. S. Bacigalupo, loc. cit.
27
G. Jakobs, Die strafrechtliche Zurechnung…, p. 37.
28
Confr. G. Jakobs, Strafrecht, cit. p. 782 y 783.
29
Ibidem, p. 802 y ss.
relación padres e hijos y los casos de relaciones basadas en una especial confianza.
Entre estas cuenta ejemplificativamente la relación del médico y su paciente, así como
casos en los que rige un mandato de “comportamiento conforme al rol”30 […]”.
Muñoz Conde, comentando la tesis de Roxin señala “[…] Para resolver este problema
y en relación concretamente con los crímenes contra la humanidad y genocidios
cometidos por los miembros, altos cargos y funcionarios del aparato de
poder del Gobierno nacionalsocialista alemán en el período de 1993 a 1945, Claus
Roxin desarrolló en 1963 (3) una sugestiva teoría, conforme a la cual podía
fundamentarse una autoría mediata de quienes, sin haber intervenido directamente
en la ejecución de tan horribles hechos, dominaban su realización sirviéndose
de todo un aparato de poder de organización estatal que funcionaba como una
máquina perfecta, desde la cúpula donde se daban las órdenes criminales, hasta los
meros ejecutores materiales de las mismas, pasando por las personas intermedias
que organizaban y controlaban el cumplimiento de estas órdenes… Es
ciertamente anómalo considerar como autoría mediata estos casos de "autor tras
el autor" (4), pero Roxin le da a su tesis una convincente fundamentación, que ha hecho
que su posición no sólo haya sido aceptada por muchos otros autores que le han
seguido tanto en Alemania, como fuera, sino también por los Tribunales de otros
países y concretamente en Alemania por el Tribunal Supremo de aquel país que en
una sentencia trascendental (5) se sirvió de esta teoría para fundamentar la
responsabilidad de los Altos Cargos del Gobierno de la antigua República Democrática
Alemana por los disparos realizados en el Muro de Berlín por los Guardias Fronterizos
contra las personas que intentaron pasar a la República Federal de Alemania. También en
Argentina, la Corte Suprema se sirvió de esta teoría de Roxin para fundamentar la
condena de los Generales de la Dictadura de Videla que dirigieron y organizaron las
ejecuciones y "desapariciones" de tantos miles de ciudadanos argentinos, por más
que después una discutida Ley de Punto Final dejara sin efecto dichos condenas,
que ahora vuelven a actualizarse contra
Videla por el secuestro de los hijos de los "desaparecidos" y asesinados durante aquel
terrible período de la vida aquel país hermano. En este caso, tampoco se puede decir que
Videla o sus secuaces llevaran a cabo personalmente esos secuestros o los asesinatos
que, sin duda, ejecutaron materialmente otros, pero, con una fundamentación o con otra,
lo que nadie discute es que también deben ser considerados los principales responsables
y, por tanto, también, autores (mediatos o no) de tales hechos. Para Roxin, la clave que
sirve para fundamentar en estos casos la autoría mediata de los que están detrás de los
autores inmediatos o ejecutores materiales de los hechos, es la fungibilidad de los
mismos, ya que, en definitiva, se trata de personas carentes de autonomía, que ni
siquiera son conocidas personalmente por el que da las órdenes. Se trata, pues, de
meros ejecutores anónimos que si por cualquier motivo no quieren o no pueden realizar
en el caso concreto el hecho que se les ordena, pueden ser sustituidos por otros, sin que
por eso fracase el resultado final, que dominan otros, sean Eichmann, Hitler, Videla, o el
Sr. X de cualquier otro aparato de poder estatal o paraestatal […]”.
Roxin señala que “...mientras que normalmente un partícipe cae más y más al margen de
los acontecimientos, hasta quedar excluido de la autoría cuanto más lejos esté de la
víctima y los hechos inmediatos, sucede en estos casos –aparatos organizados de poder-
exactamente lo contrario, puesto que la pérdida en proximidad a los hechos por parte de
las esferas de conducción del aparato se ve compensada crecientemente en dominio
organizativo...” (Roxin, Claus, Voluntad de dominio de la acción mediante aparatos de
poder organizados, pub. en Doctrina Penal, Año 8, julio/setiembre de 1985 N° 31,
Depalma, p. 405).
Derecho
Penal I
1
Unidad y pluralidad delictiva
TITULO IX
CONCURSO DE DELITOS
ARTICULO 54.- Cuando un hecho cayere bajo más de una sanción penal, se aplicará
solamente la que fijare pena mayor.
ARTICULO 55.- Cuando concurrieren varios hechos independientes reprimidos con una
misma especie de pena, la pena aplicable al reo tendrá como mínimo, el mínimo mayor y
como máximo, la suma aritmética de las penas máximas correspondientes a los diversos
hechos.
Sin embargo, esta suma no podrá exceder de (50) cincuenta años de reclusión o prisión.
(Artículo sustituido por art. 1° de la Ley N° 25.928 B.O. 10/9/2004)
ARTICULO 56.- Cuando concurrieren varios hechos independientes reprimidos con
penas divisibles de reclusión o prisión se aplicará la pena más grave, teniendo en cuenta
los delitos de pena menor.
Si alguna de las penas no fuere divisible, se aplicará ésta únicamente, salvo el caso en
que concurrieren la de prisión perpetua y la de reclusión temporal, en que se aplicará
reclusión perpetua. La inhabilitación y la multa se aplicarán siempre, sin sujeción a lo
dispuesto en el párrafo primero.
ARTÍCULO 57.- A los efectos del artículo anterior, la gravedad relativa de las penas de
diferente naturaleza se determinará por el orden en que se hallan enumeradas en el
artículo 5º.
ARTICULO 58.- Las reglas precedentes se aplicarán también en el caso en que después
de una condena pronunciada por sentencia firme se deba juzgar a la misma persona que
esté cumpliendo pena por otro hecho distinto; o cuando se hubieren dictado dos o más
sentencias firmes con violación de dichas reglas. Corresponderá al juez que haya
aplicado la pena mayor dictar, a pedido de parte, su única sentencia, sin alterar las
declaraciones de hechos contenidas en las otras.
Cuando por cualquier causa la justicia federal, en autos en que ella haya intervenido, no
pueda aplicar esta regla, lo hará la justicia ordinaria nacional o provincial que conoció de
la infracción penal, según sea el caso.
Especialidad.
a) Especialidad: un tipo genérico es desplazado por uno específico aún cuando poseen
un núcleo común debido a que el segundo describe el comportamiento con más detalle
que el primero.
Implicación.
b) Implicación: esta relación se da cuando un tipo implicante contiene necesariamente a
otro (implicado). El primero desplaza al segundo (ej. robo-daño).
Absorción.
c) Absorción: el tipo absorbente desplaza al tipo “absorbido” cuando aprehende al hecho
en análisis (ver texto obligatorio: página 560 a 561).
Concurso ideal de delitos: Concepto.
La definición se desprende de lo dispuesto en el art. 54 del CP. Allí se señala que
“…Cuando un hecho cayere bajo más de una sanción penal, se aplicará solamente la que
fijare pena mayor…”.
Unidad de fin, propósito o designio del autor. Ver desarrollo en el texto obligatorio
página 563/569 Prestar especial atención a la diferenciación -y cuadro ejemplificativo- allí
expuesto.
Teoría del nexo ideológico de medio a fin. Ver desarrollo en el texto obligatorio página
563/569 Prestar especial atención a la diferenciación -y cuadro ejemplificativo- allí
expuesto.
Teoría del exceso de dolo. Ver desarrollo en el texto obligatorio página 563/569 Prestar
especial atención a la diferenciación -y cuadro ejemplificativo- allí expuesto.
Unidad de hecho. Ver desarrollo en el texto obligatorio página 563/569 Prestar especial
atención a la diferenciación -y cuadro ejemplificativo- allí expuesto.
Penalidad.
Nuestro sistema legal se adhirió al principio de absorción (art. 54 del CP). En caso de
concurrir concurso ideal, el juez deberá aplicar la pena mayor. Si las penas son de la
misma naturaleza, es la mayor la que tiene el máximo superior. Si los máximos son
iguales, la que posea un mínimo más elevado. Si coinciden ambos, máximo y mínimo,
será mayor la que sea conjunta.
Si las penas son de diferente naturaleza, será la mayor la más grave de acuerdo a lo
dispuesto en el art. 5to del CP.
ARTÍCULO 5º.- Las penas que este Código establece son las siguientes: reclusión,
prisión, multa e inhabilitación.
Dependencia de los hechos entre sí. Estos “varios” hechos deben concurrir o proseguir
con relación a una sola y misma delincuencia (homogeneidad delictiva). El ejemplo
clásico es el del ladrón que en roba un collar de perlas, de a una o varias, pero en forma
discontinúa (ver texto obligatorio página 573/4).
Sometimiento a una misma sanción legal. Para que concurra este requisito, la totalidad
de los hechos que componen la conducta deben merecer –entre otros- la misma
calificación legal (complementar con lo señalado en el texto obligatorio página
575, acápite 2.3.1.3).
Consecuencias jurídicas. Los hechos plurales son sancionados con una sola pena
(unidad de culpabilidad).
Pluralidad delictiva.
El caso de pluralidad de hechos –pluralidad delictiva- responde al concurso real de
delitos. Ver desarrollo en el texto obligatorio página 576/577 Prestar especial atención a
la diferenciación -y cuadro ejemplificativo- allí expuesto.
Independencia de los hechos entre sí. La conducta del autor se traduce materialmente
en varios hechos independientes entre sí. De esta forma, si se suprime cualquiera de
estos hechos materialmente distintos, el resto subsistiría (ver texto obligatorio, página
578).
Reiteración homogénea. Por no representar el tema del acápite ninguna dificultad, ver
texto obligatorio, página 579.
Reiteración heterogénea. Por no representar el tema del acápite ninguna dificultad, ver
texto obligatorio, página 579.
Enjuiciamiento en el mismo proceso judicial. Para que esto suceda no puede haber
existido juzgamiento sobre alguno de estos hechos materialmente independientes que
conforman el concurso (ver texto obligatorio, página 579).
La pena única fija una escala en abstracto a los fines de graduar el monto, todo ello en
base a los parámetros establecidos en los arts. 40 y 41 del CP.:
40.- En las penas divisibles por razón de tiempo o de cantidad, los tribunales fijarán la
condenación de acuerdo con las circunstancias atenuantes o agravantes particulares a
cada caso y de conformidad a las reglas del artículo siguiente.
41.- A los efectos del artículo anterior, se tendrá en cuenta:
1º. La naturaleza de la acción y de los medios empleados para ejecutarla y la extensión
del daño y del peligro causados;
2º. La edad, la educación, las costumbres y la conducta precedente del sujeto, la calidad
de los motivos que lo determinaron a delinquir, especialmente la miseria o la dificultad de
ganarse el sustento propio necesario y el de los suyos, la participación que haya tomado
en el hecho, las reincidencias en que hubiera incurrido y los demás antecedentes y
condiciones personales, así como los vínculos personales, la calidad de las personas y
las circunstancias de tiempo, lugar, modo y ocasión que demuestren su mayor o menor
peligrosidad. El juez deberá tomar conocimiento directo y de visu del sujeto, de la víctima
y de las circunstancias del hecho en la medida requerida para cada caso.
Art. 55.- Cuando concurrieren varios hechos independientes reprimidos con una misma
especie de pena, la pena aplicable al reo tendrá como mínimo, el mínimo mayor y como
máximo, la suma aritmética de las penas máximas correspondientes a los diversos
hechos.
Sin embargo, esta suma no podrá exceder de (50) cincuenta años de reclusión o prisión.
(Artículo sustituido por art. 1° de la Ley N° 25.928 B.O. 10/9/2004)
Art. 56.- Cuando concurrieren varios hechos independientes reprimidos con penas
divisibles de reclusión o prisión se aplicará la pena más grave, teniendo en cuenta los
delitos de pena menor.
Si alguna de las penas no fuere divisible, se aplicará ésta únicamente, salvo el caso en
que concurrieren la de prisión perpetua y la de reclusión temporal, en que se aplicará
reclusión perpetua. La inhabilitación y la multa se aplicarán siempre, sin sujeción a lo
dispuesto en el párrafo primero.
Art. 57.- A los efectos del artículo anterior, la gravedad relativa de las penas de diferente
naturaleza se determinará por el orden en que se hallan enumeradas en el artículo 5º.
Complementar con el desarrollo del acápite 3.4 “Sistemas de punición”, página 579/581.
Texto:
Art. 58.- Las reglas precedentes se aplicarán también en el caso en que después de una
condena pronunciada por sentencia firme se deba juzgar a la misma persona que esté
cumpliendo pena por otro hecho distinto; o cuando se hubieren dictado dos o más
sentencias firmes con violación de dichas reglas. Corresponderá al juez que haya
aplicado la pena mayor dictar, a pedido de parte, su única sentencia, sin alterar las
declaraciones de hechos contenidas en las otras. Cuando por cualquier causa la justicia
federal, en autos en que ella haya intervenido, no pueda aplicar esta regla, lo hará la
justicia ordinaria nacional o provincial que conoció de la infracción penal, según sea el
caso.
La determinación
de la pena
Derecho
Penal I
1
La determinación de la pena
Individualización de la pena. Concepto.
Para esto, para aplicar la norma penal general y abstracta al caso concreto, el Juez debe
tener en cuenta una serie de elementos. A este ejercicio se lo denomina individualización
judicial de la pena. La ley determina la pena (tipo y escala) y el juez la individualiza
(eligiendo tipo y monto).
Este tema puede entenderse como “las tesis cronológicas relacionadas a la pena”,
es decir: conminación, individualización, y ejecución de la pena.
Ellos son:
1
Bacigalupo, Enrique, “Lineamientos de la teoría del delito”, 3era. Edición renovada y ampliada, Ed.
Hammurabi, 1994, página 133 y ss.
integran la capacidad, en lo que se funda la culpabilidad son: posibilidad de conocimiento
de la desaprobación jurídico-penal del acto; y la posibilidad de motivarse de acuerdo con
ese conocimiento.
Prevención:
Prevención General:
El juez al momento de fijar la pena que impondrá al autor del hecho puede tener en
cuenta cuestiones que escapan a ese autor y a ese hecho en sí. En este sentido, la pena
puede estar compuesta por elementos de tipo preventivo –general-, en donde se intenta
enviar un mensaje al la sociedad. Este mensaje enviado a la sociedad puede tener la
finalidad de acallar el clamor social que un hecho (o un tipo de hechos o conductas)
generan en su seno.
La norma se dirige a los ciudadanos, pero según la concepción preventista que se tenga,
la misma tendrá como destinatarios a la sociedad en general, o a los autores o
potenciales autores de hechos delictivos.
Como ya lo pusiéramos de manifiesto, a partir de los años 70, con la obra de Roxin
"Derecho Penal y Política Criminal", se dio un resurgimiento de la prevención especial;
una perspectiva resocializadora que tuvo como principales destinatarios a quienes no
sabían convivir en sociedad. Roxin modificó el segmento de la “culpabilidad”,
incluyéndolo en una categoría que denominó “responsabilidad”. Los elementos de la
responsabilidad penal son:
Una actuación culpable precisa de sanción penal también por razones preventivas.
Tomemos contacto con la práctica en forma directa, y veamos cómo fijan en un caso real
el monto de la pena los jueces de una Cámara del Crimen de esta Provincia por un caso
de homicidio agravado por le vinculo, que presentaba complicaciones importantes. Las
complicaciones surgían en primer lugar porque se trataba de un caso en donde
participaban jurados populares, y en segundo lugar, porque la pena conminada es de
aquellas denominadas indivisibles (prisión o reclusión perpetua), presentándose en el
caso planteado como excesiva, aún cuando existían elementos suficientes que permitían
considerar al acusado como autor del hecho.2
Textual: “[…] A la tercera cuestión planteada, el sr. Vocal Dr. Nereo Héctor Magi, dijo: En
esta cuestión se toca la relación entre el delito y su consecuencia jurídica, la pena.
Entendemos que ésta no puede ser una venganza por el mal causado, sino que deberá
tener como fundamento y finalidad la prevención y la resocialización, pues esa es la
posición receptada por la Constitución Nacional y los Tratados internacionales que la
integran desde la reforma de 1994 (CN arts. 18 y 75 inc. 22). Expresamente el
denominado Pacto de San José de Costa Rica (art. 5 inc. 6to.) y el Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos (art. 10 inc. 3ro.), establecen que la finalidad esencial de la
pena, es la readaptación social de los condenados. Ello implica en palabras de Marcos
Salt (“Los derechos fundamentales de los reclusos en España y Argentina”, Ed. del
Puerto, 1999, p. 177) “una obligación impuesta al estado (“derecho” por lo tanto para las
personas privadas de su libertad) de proporcionar al condenado, dentro del marco del
encierro carcelario, las condiciones necesarias para un desarrollo personal adecuado que
favorezca su integración a la vida social al recobrar la libertad”. De allí que la tarea de
individualizar la pena sea quizás la más ardua y la que más dificultades plantea, porque
no se trata de cuantificar la cantidad de bienes jurídicos de los que habrá que privar al
penado, sino de establecer cual será el tratamiento resocializador al que debe
sometérselo. En ese sentido indica la Ley Penitenciaria (art. 1º) “Finalidad de la Pena”:
“La ejecución de la pena privativa de libertad, en todas sus modalidades, tiene por
finalidad lograr que el condenado adquiera la capacidad de comprender y respetar la ley
procurando su adecuada reinserción social, promoviendo la comprensión y el apoyo de la
sociedad”. En función de lo expuesto se debe hacer alusión a un suceso que si bien no
está contemplado por la ley, no puede desecharse sin mayores argumentaciones, porque
proviene del sentido común y la firme convicción. En la deliberación, los diez jurados
populares (ocho titulares y dos suplentes), plantearon serios reparos -aún a sabiendas
que no era materia de su competencia- en relación a la pena de “prisión perpetua” para
los acusados de este hecho concreto. En sus frases más sentidas, hicieron conocer que
el “todo o nada” (pena de prisión perpetua pedida por el Fiscal o absolución solicitada por
la Defensa) repugnaba al sentido común y por ende a su condición de soberano. A su vez
se preguntaron cuales eran las razones por las que no había para esta causa, un mínimo
2
SENTENCIA NUMERO: 39, dictada el 02/11/07 en autos caratulados “BACHETTI SEBASTIÁN
ALEJANDRO Y OTRA p.ss.aa de Homicidio calificado por el vínculo " (Expte. letra “B” nº 135579, año
2006, Secretaría Nº 21), radicados en esta Excma. Cámara Undécima en lo Criminal, bajo la Presidencia del
Dr. Nereo Hector Magi, e integrada por los Sres. Vocales Dres. Graciela Bordoy y Daniel Ernesto Ferrer
Vieyra, y los Sres. Jurados Populares Titulares Maria Jose Nieto, Yrma Angelica LUJAN, Deolinda María
CORTEZ, Maria Cristina Teresa MOURE, Oscar Alfredo FARIAS, Juan Carlos COLAZO, Juan Daniel
PASTORI y Humberto RONCAGLIA.
y un máximo como en el catálogo de la mayoría de los tipos penales, que permitiera a los
Jueces valorar en el caso concreto, el tenor del injusto, la culpabilidad y en definitiva, el
tratamiento a imponer, percibiendo en referencia a Bachetti y Santa Cruz, que cumplir un
mínimo de treinta y cinco años de prisión para obtener la posibilidad de libertad, era
excesivo. Las consideraciones de los jurados populares y lo planteado por la Defensa,
nos colocan en la obligación de reformularnos la razonabilidad de la pena a prisión
perpetua prevista para el homicidio agravado por el vínculo parental, pues en efecto, tras
la desafortunada reforma al Código Penal, conocida como “ley Blumberg”, los penados
por este delito, siendo primarios, deberán pasar treinta y cinco años en prisión, para que,
gozando de buena conducta y concepto y con informes criminológicos favorables, puedan
acceder a la libertad condicional. Es por ello entonces, que intentando alcanzar la
armonía de la pena con la equidad, compañera constante de la justicia, nos debemos
replantear la cuestión constitucional del precepto legal, para arribar a la aplicación de una
pena justa. Enseñaba el Prof. Ricardo Nuñez, que “tratándose de materia penal, que está
al margen de los intereses puramente individuales y corresponde a la esfera del interés
público, los tribunales pueden, en los casos sometidos a su conocimiento, examinar por
propia iniciativa la constitucionalidad de las normas en cuestión y negar la aplicación de
las que consideren inconstitucionales” (Tratado de Derecho Penal, Ed. Lerner, T. I, p. 91).
Y no se trata de controvertir por los jueces de mérito, la conveniencia o discrecionalidad
de los legisladores en la fijación de las escalas penales, sino de reparar el error a través
del remedio con que el Poder Judicial cuenta para restablecer los principios
constitucionales en juego (Cfme. TSJ, Sala Penal, Sent. 56 del 8/7/02, autos “Zabala”).
Puntualiza Bidart Campos que “el control de constitucionalidad hace parte esencial e
ineludible de la función judicial de interpretación y aplicación del derecho vigente para
cada proceso..” y agrega: “...por eso debe hacerse por el juez aunque no se lo pida la
parte, porque configura un aspecto del iura novit curia...”. “Es obligación del juez suplir el
derecho invocado, y en esa suplencia puede y debe fiscalizar de oficio la
constitucionalidad dentro de lo más estricto de su función. Negar aplicación a una norma
inconstitucional sin petición de parte es solo y exclusivamente cumplir con la obligación
judicial de decidir un “conflicto de derecho”, entre normas antagónicas y rehusar la
utilización de la que ha quebrado la congruencia del orden jurídico...” (María Mercedes
Serra, “Procesos y Recursos Constitucionales”. Ed. Depalma, pags. 128 y sgte.). Para
mayor abundamiento y siguiendo el pensamiento de Ricardo Haro en su “Control de
Constitucionalidad” (Ed. Zavalía, pags. 56 y sgtes.) corresponde decir que receptado el
principio de supremacía constitucional, solo falta recordar que en nuestro régimen
siguiendo al constitucionalismo de Estados Unidos, el control de constitucionalidad ha
sido confiado a todos los jueces de cualquier jerarquía o fuero (sistema difuso)
estableciendo como interprete final a la Corte Suprema de Justicia (art. 116 C.N.). Claro
que con la necesaria prudencia que exige toda atribución a los órganos de poder de
carácter excepcional. Es pues en ese entendimiento, que el examen de la cuestión nos
permite afirmar, que en este caso se encuentra afectado el principio constitucional de
proporcionalidad de la pena en relación a la culpabilidad del agente, principio que emerge
del propio estado democrático de derecho y que impide la utilización de medios
irrazonables para alcanzar determinados fines (art. 1 de la CN). Explica el Dr. Zaffaroni
“...El principio de irracionalidad mínima de la repuesta punitiva requiere que la pena
guarde proporción con la magnitud del delito, lo que demanda cierta flexibilidad que
posibilite su adecuación a cada caso concreto en el juicio de determinación” (Zaffaroni-
Alagia- Eslokar; “Derecho Penal- Parte General”, p. 712). Más adelante agrega “cuando
la aplicación del mínimo de la escala penal del delito de que se trate diese por resultado
una pena que no guarde un mínimo de proporción con el grado de culpabilidad del
agente, el tribunal debe apartarse del mínimo hasta lograr una pena adecuada a la
culpabilidad del hecho” (Zaffaroni, Eugenio R. y otros; “Derecho Penal- Parte General”,
Ed. Ediar, p. 955). En el mismo sentido, la Corte Suprema de Justicia de la Nación ha
expresado (causa “Gramajo, Marcelo E.”, fallo del 5/9/06) que toda medida que se
traduzca en una privación de derechos debe guardar proporcionalidad con la magnitud
del contenido ilícito del hecho, o sea, con la gravedad de la lesión al bien jurídico
concretamente afectado por el hecho, porque las previsiones legales expresan tales
magnitudes a través de las escalas penales (voto de los Dres. Higthon de Nolasco,
Maqueda, Zaffaroni), agregando que en el contexto de un derecho penal fuertemente
atado por la Constitución Nacional al principio de culpabilidad por el hecho, ya la sola
posibilidad de imponer sanciones desvinculadas de la responsabilidad por el propio
hecho plantea serias dudas en cuanto a sus posibilidades de legitimación (voto del Dr.
Petracchi). En definitiva, la aplicación de la pena al caso concreto no podrá hacerse
prescindiendo de los principios de razonabilidad, proporcionalidad, culpabilidad,
prohibición de exceso y mínima suficiencia, pues claramente el art. 28 de la Constitución
Nacional establece que “Los principios, garantías y derechos reconocidos en los
anteriores artículos, no podrán ser alterados por las leyes que reglamenten su ejercicio”.
En relación al art. 80 inc. 1º -homicidio calificado por el vínculo-, ya hace tiempo que se
han puesto de manifiesto sus diferencias con el resto del catálogo de homicidios
calificados. Se trata de una figura muy especial que engloba particulares relaciones de
familia, con un fuerte componente emocional y en muchos casos – como indica la
experiencia común- también pasional. Ello llevó en 1967, a la puesta en vigencia del
decreto-ley 17.567, que incorporó como último párrafo de dicha norma las llamadas
circunstancias extraordinarias de atenuación, con aplicación exclusiva para el parricidio,
aditamento que tuvo como propósito librar al juez del estrechísimo marco constituido por
las dos penas perpetuas, las que en determinados casos podrían tornarse injustas (cfr.
Della Vedova, Mario, "Estudios de las figuras delictivas", T. I., p. 54, Ed. Advocatus, Cba.
junio 1994), cuando no mediara un estado de emoción violenta. Es que el fundamento de
la disminución de la pena se encuentra en la me nor culpabilidad del autor y entendemos,
que eso es lo que se ha acreditado en los acusados Bachetti y Santa Cruz, a quienes
finalmente no se les ha reprochado el deliberado propósito de dar muerte a su hija y si
haber desarrollado la madre conductas violentas sobre la niña, consentidas por el padre.
La dinámica de los hechos que han sido juzgados, conforme lo escuchado en el debate,
es lo que nos ha llevado a considerar excesiva para estos padres la pena de prisión
perpetua, partiendo, como ya anticipáramos, además de la culpabilidad, del presupuesto
constitucional de proporcionalidad de la pena, que surge “del propio estado democrático
de derecho (CN, art. 1) y se irradia vedando la utilización de medios irrazonables para
alcanzar determinados fines” (TSJ, Sala Penal, autos “Zabala”, ya cit.). En el caso motivo
de esta sentencia, entendemos que la pena de prisión perpetua, única que admite el C.
Penal para los delitos del art. 80 –a excepción de cuando median circunstancias
extraordinarias de atenuación o emoción violenta para el homicidio calificado por el
vínculo- resulta desproporcionada con la culpabilidad acreditada de Bachetti y Santa
Cruz, en comparación con las conductas de las otras hipótesis de homicidios agravados
que ese mismo artículo contempla. No es equitativo, por lo escuchado y vivido en este
largo juicio, asimilar los actos de estos justiciables –que actuaron como ya se vio con dolo
eventual, es decir, indiferencia ante el resultado- con los de aquellos otros contemplados
en el mismo artículo en que se mata por placer, odio racial o religioso, para preparar,
facilitar o consumar otro delito, por precio, con alevosía, etc., mediando dolo directo e
incluso premeditación. Y es esta sustancial diferencia entre conductas que están
reprimidas con la misma pena, la que nos lleva a tomar una posición que, si bien en este
caso favorecerá a los acusados, ya ha sido expuesta tanto en la jurisprudencia como por
los tratadistas de derecho penal, tanto de nuestro país como del exterior. Compartimos,
en relación al principio que abordamos, lo expuesto por Santiago Mir Puig cuando señala
dos exigencias que hay que distinguir cuando se aborda el tema de la proporcionalidad.
Por una parte, “la necesidad misma de que la pena sea proporcionada al delito; por otra
parte, la exigencia de que la medida de proporcionalidad se establezca en base a la
importancia social del hecho (su nocividad social). La necesidad misma de la proporción
se funda en la conveniencia de una prevención general no solo intimidatoria, sino capaz
de afirmar positivamente la vigencia de las normas en la conciencia colectiva (prevención
general positiva). Esta afirmación de las normas aconseja apoyar con mayor pena las
más importantes que las que lo son menos, con objeto de evitar que aquellas se
devalúen. Pero un estado democrático debe exigir, además, que la importancia de las
normas apoyadas por penas proporcionadas, no se determine a espaldas de la
trascendencia social efectiva de dichas normas; se sigue de ello que un derecho penal
democrático debe ajustar la gravedad de las penas a la trascendencia que para la
sociedad tienen los hechos a que se asignan, según, el grado de nocividad social de
ataque al bien jurídico” (Mir Puig, Santiago; Derecho Penal, Parte General, 7ª. edición, p.
137). Ahora bien, teniendo como marco todo lo expuesto supra, queda fijar la escala
penal a aplicar a Bachetti y Santa Cruz. Para ello, deberemos examinar las escalas de
otros tipos con los que existirían similitudes, a fin de lograr un punto de partida. Fácil
hubiera resultado nuestra tarea si se hubieran acreditado circunstancias extraordinarias
de atenuación, pero ello no ocurrió, y lo que resulta obvio, menos aún existió emoción
violenta. Así, repasando las descripciones de las conductas penales, puntualizamos que
la escala para el homicidio calificado por el vínculo, mediando circunstancias
extraordinarias de atenuación, cuenta que una pena que va de ocho a veinticinco años de
prisión o reclusión. Asimismo, en lo previsto en el art. 82, en función de lo dispuesto en el
artículo anterior, inciso “b”, se expresa “al que con el propósito de causar un daño en el
cuerpo o en la salud, produjera a otro la muerte, cuando el medio empleado no debía
razonablemente ocasionarla” y se tratare de un ascendiente, descendiente o cónyuge,
sabiendo que lo son, la pena será de prisión o reclusión de diez a veinticinco años. Este
es el homicidio preterintencional agravado por el vínculo, que subjetivamente requiere
dolo directo, indirecto o eventual en la intención lesiva y se produce una muerte que
excede las intenciones del autor (Cfr. Nuñez, Ricardo C.; Tratado de Derecho Penal, T.
III, p. 103.- Fontán Balestra, Tratado, T. IV, p. 144.- Creus, T. I, p. 52). Al tratar las
cuestiones anteriores, ya ha quedado sentado que los traídos a proceso no tuvieron dolo
directo de homicidio, dicho en términos más sencillos, no tuvieron intención de matar,
pero si, que debieron representarse como posible que sus conductas, activa en el caso
de la madre y omisiva en el caso del padre, podrían derivar en resultados mortales,
teniendo sobre todo en cuenta que su hija no llegaba a los cinco meses de vida. Este
dolo eventual o dolo condicionado, está subjetivamente muy próximo a la culpa grave o
culpa consciente, donde se actúa reconociendo el peligro de la situación, pero se confía
en que no dará lugar al resultado. Las acciones desplegadas en el hecho que terminó con
la vida de Ludmila Bachetti, las lesiones que causaron su muerte, nos permiten afirmar
que ambos padres aceptaron, se conformaron con la posibilidad de ese resultado, si bien
no lo desearon, ni aprobaron. Así las cosas, llegamos a la conclusión que la valoración
del componente subjetivo que hemos analizado nos permite, tomando las penas mínimas
y máximas previstas para el homicidio agravado por el vínculo mediando circunstancias
extraordinarias de atenuación, que es la misma que la del homicidio simple –8 a 25 años-
y las establecidas para el homicidio preterintencional agravado por el vínculo –10 a 25
años-, como asimismo la fijada en el Ante-proyecto de Código Penal elaborado por la
Comisión para la elaboración del Proyecto de Ley y Actualización Integral del Código
Penal (Resoluciones M.J. y D.H. Nº 303/04 y Nº 136/05) -Texto final al 12-05-06- que va
de 10 a 30 años de prisión, estimar la pena que corresponde aplicar efectivamente en
esta caso de homicidio calificado por el vínculo, cometido con dolo eventual, y en base a
las consideraciones efectuadas estimamos que se debe precisar entre 12 (doce) y 30
(treinta) años de prisión. Fijada la escala, a fin de cuantificar el tratamiento penitenciario a
imponer, debemos decir que las leyes se han encargado de establecer pautas objetivas y
subjetivas, que han sido contenidas por los arts. 40 y 41 del C.P., a los fines de la
individualización de la pena. Para ello deberá tenerse especialmente en cuenta: la
naturaleza de las acciones: que denotan a los imputados como dos personas, Santa
Cruz, actuando con desmesurada reacción ante el llanto de su pequeña hija y Bachetti
asintiendo irresponsablemente sobre el trato brindado a su hija, omitiendo intervenir; los
medios empleados para llevarla a cabo: la utilización de la violencia como medio de
supresión del llanto, a través de zamarreos, golpes, gritos, por parte de Santa Cruz y la
omisión deliberada de su pareja, que no intervenía para que los hechos cesaran o que
llegaran –como aconteció- a consecuencias sin retorno; la extensión del daño causado:
que es inconmensurable. Una pequeña de tan solo cuatro meses y días de vida,
castigada por su joven madre, mientras que su padre distraído no ponía coto a las
actitudes violentas, y que como consecuencia de semejante accionar perdió la vida. Que
mas se puede agregar: que éste tipo de sucesos debe alertar al máximo a las
autoridades que están a cargo de la protección del menor (jueces, médicos, psicólogos,
trabajadores sociales, etc.) para que de una vez por todas sean desterrados. Ese es el rol
del Estado, que desde su organización a través de sus poderes, debe tener una
incidencia mayúscula, no tan solo receptando las denuncias de mal trato, sino
concretando políticas educativas (para eso están los medios masivos de comunicación),
que prevengan sobre este tipo de actitudes y sus consecuencias, además de brindar
apoyo a aquellos padres muy jóvenes y su entorno con dificultades, que les permitan
superar situaciones como las de la presente causa. Las pericias sicológicas sobre
Estefanía Santa Cruz y Sebastian Bachetti han puesto de manifiesto sus conflictos de
personalidad y la urgencia –para ambos- de un tratamiento psicológico. A la luz de los
informes producidos por las Licenciadas Cuenca y Scarafia, que en el caso de Estefanía
Santa Cruz, advierten sobre la existencia de mecanismos defensivos que datan de su
primera infancia y que la llevan a desvincularse de lo afectivo, lo emocional, impidiéndole
crear lazos afectivos comprometidos; por su parte la pericia de Bachetti nos describe una
personalidad caracterizada por un patrón conductual pasivo -dependiente,
emocionalmente inmaduro y negador, lo que podría llevarlo a adoptar conductas
negligentes por su dificultad para producir cambios en su vida y en las vidas de las
personas que lo rodean, dificultad que incluye también su tendencia a la idealización de
los vínculos y negación de los conflictos. Todo ello nos revela la necesidad de practicar
un tratamiento psicológico adecuado y en ese sentido deberá oficiarse a las autoridades
penitenciarias; la edad, educación y costumbres: que los muestran como dos personas,
una con avanzada educación universitaria, y la otra con un ciclo secundario no terminado
pero ambos en indudables condiciones de apreciar el disvalor de sus conductas, lo que
opera negativamente, ya que estaban en situación de representarse los daños que
podían causar sus actos u omisiones; por otro lado la extrema juventud de ambos alienta
un proceso de resocialización concreto, que obviamente deberá ser acompañado por el
sistema que los contenga, extremando las medidas correspondientes para devolver a la
sociedad dos personas con posibilidades ciertas de reinserción; la calidad de los motivos
que los llevaron a delinquir: se hace difícil en este particular caso, describirlos. No
obstante están a la vista: durante el debate todas las partes pudieron apreciarlos: la
escasa tolerancia a cualquier tipo de frustración, la reacción desproporcionada ante el
llanto permanente –según coincidieron los testigos- de la pequeña, la vida en si misma
con su carga emotiva y que de alguna manera se empeña a develarnos la realidad
cotidiana; la miseria o dificultad para ganar su propio sustento o el de los suyos: que en
éste caso, sin bien no con características extremas, hemos descripto que al ser
despedido Bachetti de su trabajo, el mantenimiento de la pareja y su pequeña hija
dependía del dinero que ambos abuelos proporcionaban, lo que si bien no constituía un
caos, se erigía en un elemento determinante; la conducta precedente: que muestra a
ambos imputados como personas sin antecedentes penales, lo que opera de manera
muy favorable, ya que obviamente no se puede hablar de conductas reiterativas en el
campo del delito, con las particularidades que ya se han señalado supra. En base a todas
estas pautas estimo justo que corresponde aplicar para el tratamiento penitenciario de
Estefanía Santa Cruz y Sebastian Alejandro Bachetti la pena de dieciocho años de
prisión, con adicionales de ley y costas (arts. 5, 9, 29 inc. 3°, 40 y 41 del C.P. y 550/551
del C.P.P., art. 1° Ley 24.660 y art.1° ley Pvcial. 8878). Así voto esta cuestión.- A la
tercera cuestión planteada los Sres. Vocales Dres. Graciela María Bordoy y Daniel Ferrer
Vieyra, Dijeron: Que estando de acuerdo con la solución propiciada por el Sr. Vocal de
primer voto y compartiendo sus razones, emitían su voto en forma coincidente al mismo.-
Por el resultado del acuerdo que antecede y por el voto unánime, SE RESUELVE: I)
Declarar a ESTEFANIA SANTA CRUZ, de condiciones personales obrantes en autos,
autora responsable de los delitos de Homicidio calificado por el vinculo, lesiones graves
calificadas por el vinculo y lesiones leves calificadas por el vinculo, todo en concurso real
(arts. 80 inc. 1º segundo supuesto, 90 en función del 92 y 80 inc. 1ro 2do. supuesto, 89
en función del 92 y 80 inc. 1ro 2do. supuesto y 55 del C. Penal).- II) Declarar a
SEBASTIAN ALEJANDRO BACHETTI, ya filiado, participe necesario de los delitos de
Homicidio calificado por el vinculo, lesiones graves calificadas por el vinculo y lesiones
leves calificadas por el vinculo, todo en concurso real (arts. 45, 80 inc. 1º segundo
supuesto, 90 en función del 92 y 80 inc. 1ro 2do. supuesto, 89 en función del 92 y 80 inc.
1ro 2do. supuesto y 55 del C. Penal).- III) Declarar la inconstitucionalidad de la pena de
prisión perpetua prevista para el delito de homicidio calificado por el vinculo (art. 80 inc.
1ro. del C.P.) y en consecuencia imponer ESTEFANIA SANTA CRUZ y SEBASTIAN
ALEJANDRO BACHETTI, para su tratamiento penitenciario, la pena de dieciocho años de
prisión, adicionales de ley y costas (arts. 5, 9, 12, 29 inc. 3º, 40 y 41 del C. Penal; 550 y
551 del CPP, art. 1ro. de la Ley 24660, y 1ro. de la Ley Provincial 8878). IV) Disponer que
ESTEFANIA SANTA CRUZ y SEBASTIAN ALEJANDRO BACHETTI sean sometidos a un
tratamiento psicológico acorde a las conclusiones de sus pericias psicológicas.
PROTOCOLÍCESE Y HÁGASE SABER […]”.
23.4.1.1. Sistema del código penal. Leer art. 5to del Código Penal (ver texto obligatorio,
página 707/8).
23.4.1.1.1. Tipos en que se prevé una sola especie de pena. Leer por ej. arts. 87 y 89
del Código Penal (ver texto obligatorio, página 708).
Tipos en que se han previsto penas alternativas. Leer por ej. arts. 94 y 119 del
Código Penal (ver texto obligatorio, página 708/9).
Tipos con penas conjuntas. Leer por ej. arts. 242 y 249 del Código Penal (ver
texto obligatorio, página 709/10).
Los concursos de delitos. A los fines del estudio de este tema el alumno
deberá recurrir al texto obligatorio, página 710.
Las agravantes genéricas. A los fines del estudio de este tema el alumno deberá
recurrir al texto obligatorio, página 710/1.
La reincidencia.
Concepto.
Puede entenderse por reincidencia a la reiteración o repetición de conductas
delictivas. Esta es la idea básica del instituto, aunque para que el
condenado sea considerado reincidente deben reunirse además otros requisitos.
Reincidencia ficta y real. A los fines del estudio de este tema el alumno
deberá recurrir al texto obligatorio, página 714.
Reincidencia genérica y específica. A los fines del estudio de este tema el alumno
deberá recurrir al texto obligatorio, página 714.
Efectos. A los fines del estudio de este tema el alumno deberá recurrir al texto obligatorio,
página 715.
Régimen legal. Leer art. 14, 27, 40, 41 50 y 52 del CP. A los fines del estudio de este
tema el alumno deberá recurrir al texto obligatorio, página 716/7.
El antecedente. El antecedente es el registro estatal sobre los procesos
penales de los ciudadanos que cometieron un hecho delictivo. Las pautas que hacen
al manejo y administración de esta información se incluyen en la ley
22.117 que a continuación se transcribe:
Artículo 1º.-
El Registro Nacional de Reincidencia y Estadística Criminal creado por ley
11.752 funcionará bajo la dependencia del Ministerio de Justicia de la Nación y
centralizará la información referida a los procesos penales sustanciados en
cualquier jurisdicción, conforme al régimen que regula esta ley.
Artículo 3º.-
Las unidades penitenciarias del país comunicarán al Registro, dentro de los cinco días, el
egreso de todo condenado por delito.
Cuando el egreso se produjere por haberse acordado al libertad condicional, se
indicara el tiempo de privación de libertad cumplido y el que faltare cumplir.
En ambos casos deberán informar la fecha de la sentencia, el tribunal que la dictó y el
número de causa.
Artículo 4º.-
La Policía Federal Argentina, hará saber al Registro, dentro de los cinco días, los pedidos
de captura que le hayan sido dirigidos por la organización internacional de policía criminal
y las comunicaciones que les dejen sin efecto.
Artículo 5º.-
Todos los tribunales del país con competencia en materia penal, antes de dictar
resoluciones en las cuales, según las leyes deban tenerse en cuenta los antecedentes
penales del causante, requerirán del Registro la información correspondiente, dejando
copia en la causa del pedido respectivo, el que deberá contestarse en el término de cinco
días. El término será de veinticuatro horas cuando del informe dependiere la libertad del
causante, circunstancia que se consignará en el oficio, en el cual podrá solicitarse la
respuesta por servicio telegráfico o de télex.
Artículo 6º.-
Con las comunicaciones y los pedidos de informes remitidos al Registro, se acompañará
la ficha de las impresiones digitales de ambas manos del causante, y se indicarán las
siguientes circunstancias:
a) Tribunal y secretaría interviniente y número de causa.
b) Tribunales y secretarías que hubieren intervenido con anterioridad y número de causas
correspondientes.
c) Nombres y apellidos, apodos, pseudónimos o sobrenombres.
d) Lugar y fecha de nacimiento.
e) Nacionalidad.
f) Estado civil y, en su caso, nombres y apellidos del cónyuge.
g) Domicilio o residencia.
h) Profesión, empleo, oficio u otro medio de vida.
i) Números de documentos de identidad y autoridades que los expidieron.
j) Nombres y apellidos de los padres.
k) Números de prontuarios.
l) Condenas anteriores y tribunales intervinientes.
m) Fecha y lugar en que se cometió el delito, nombre del damnificado y fecha de
iniciación del proceso.
n) Calificación del hecho.
Artículo 7º.-
Las comunicaciones y fichas dactiloscópicas recibidas de conformidad con lo establecido
en los artículos 2º, 3º, 4º, 6º y 11, integrarán los legajos personales, que bajo ningún
concepto podrán ser retirados del Registro.
Estos sólo serán dados de baja en los siguientes casos:
a) Por fallecimiento del causante.
b) Por haber transcurrido cien años desde la fecha de nacimiento del mismo.
Artículo 9º.-
Los informes del Registro harán plena fe, pudiendo ser impugnados sólo judicialmente
por error o falsedad.
Artículo 10.-
El Poder Ejecutivo nacional promoverá el intercambio de información con países
extranjeros sobre antecedentes penales de las personas.
Artículo 11.-
Los representantes de Ministerio Público ante los tribunales con competencia en materia
penal de todo el país, tendrán a su cargo vigilar el cumplimiento de la presente ley, a
cuyo efecto deberán ser notificados, en todos los casos, antes de la remisión al archivo
de los procesos.
Los respectivos tribunales de superintendencia dispondrán que no se admitan en sus
archivos judiciales procesos penales en los cuales no existan constancias de haberse
efectuado las comunicaciones a que se refiere el artículo 2º.
Artículo 12.-
El Registro Nacional de Reincidencia y Estadística Criminal y Carcelaria percibirá como
tasa por cada información que suministre en cumplimiento de lo dispuesto por el inciso e),
del artículo 8º, la suma de cinco mil pesos más la de trescientos pesos por cada fotocopia
que se anexe al informe.
En el supuesto del inciso f) del artículo 8º la suma será de diez mil pesos por informe con
más la de trescientos pesos por cada fotocopia que se anexe a él.
Facúltase al Ministro de Justicia para establecer el sistema de recaudación de las tasas
precedentes y actualizarlas cada seis meses en función de la variación del índice de
precios al por mayor nivel general que publique el Instituto Nacional de Estadística y
Censos.
Artículo 13.-
Sobre la base de las comunicaciones que se le remitan el Registro confeccionará
anualmente la estadística general de la criminalidad en el país.
Artículo 14.-
Esta ley se tendrá como complementaria del Código Penal.
Artículo 15.-
Derógase la ley 11.752.
Artículo 16.-
Esta ley comenzará a regir a los ciento ochenta días de su publicación.
Artículo 17.-
Comuníquese...
Caducidad de los registros penales. Leer art. 51 del CP. A los fines del estudio
de este tema el alumno deberá recurrir al texto obligatorio, página 718/9.
Multireincidencia. Leer art. 52 y 53 del CP. A los fines del estudio de este tema el
alumno deberá recurrir al texto obligatorio, página 719/20.
Pautas aplicables a las penas divisibles. Leer art. 40 del CP. A los fines del
estudio de este tema el alumno deberá recurrir al texto obligatorio, página 720.
El sistema formado por los arts. 40 y 41 del código penal. Leer art. 40 y 41 del CP. A
los fines del estudio de este tema el alumno deberá recurrir al texto obligatorio, página
720/21.
Función del juicio de peligrosidad. Leer art. 41 del CP. A los fines del
estudio de este tema el alumno deberá recurrir al texto obligatorio, página 722.
Fundamentos. A los fines del estudio de este tema el alumno deberá recurrir al texto
obligatorio, página 723/24.
Situación del condenado condicionalmente. A los fines del estudio de este tema el
alumno deberá recurrir al texto obligatorio, página 725.
Reiteración del beneficio. Leer arts. 26 y 27 del CP. A los fines del estudio de este
tema el alumno deberá recurrir al texto obligatorio, página 726.
El rol de los jueces de ejecución penal. Ver art. 3ero. de la Ley 24.660. Esta etapa
será desarrollada en al unidad siguiente. No obstante, el alumno deberá recurrir al texto
obligatorio, página 726.
La ejecución
penal
Derecho
Penal I
1
La ejecución penal
Aclaración: los temas de esta unidad pueden estudiarse sin complicaciones del texto
obligatorio (lección 20, páginas 731/753). Se recomienda al alumno tener un ejemplar de
ley 24.660 mientras se estudia la unidad, a los fines de poder seguir la secuencia de la
normativa, ya que, básicamente, la esencia de la temática es lograr que se tome contacto
con el mecanismo de la ley de ejecución penal.
Períodos:
1
“Algunas cuestiones de derecho de ejecución penitenciaria”, Cesano Daniel, Doctor en Derecho y Ciencias
Sociales (por la Universidad Nacional de Córdoba). Profesor invitado de la Cátedra de Derecho Penal I de la
Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba.
De tratamiento. Leer art. 14 de la ley. Comienza con una actividad efectiva sobre el
condenado, puede implicar el trabajo en fases.
Ejecución.
La multa se encuentra prevista en el art. 21 del CP. (ver desarrollo del tema en página
743/4, del texto obligatorio).
Conversión: procedimientos. Si el condenado en multa incumple con el pago, la multa
se transforma en prisión. El procedimiento se desprende de los artículos 21 a 24 del
CP (ver desarrollo del tema en página 747/9, del texto obligatorio).
Inhabilitación especial. Leer art. 20 del CP (ver desarrollo del tema en página
752/3, del texto obligatorio).
Rehabilitación. Leer art. 20 ter del CP. Es en definitiva una forma de ponerle
coto a la pena de inhabilitación, antes del tiempo fijado en la sentencia
codenatoria (ver desarrollo del tema en página 753/5, del texto obligatorio).
LEY 24660
PODER LEGISLATIVO NACIONAL (P.L.N.)
Nacional
Voces
CARCEL ~ CUMPLIMIENTO DE LA PENA ~ ENFERMEDADES ~ LEY DE EJECUCION
DE LA PENA PRIVATIVA DE LA LIBERTAD ~ PENA ~ PENA PRIVATIVA DE LA
LIBERTAD ~ SERVICIO PENITENCIARIO ~ SERVICIO PENITENCIARIO PROVINCIAL
Norma: LEY 24660
Emisor: PODER LEGISLATIVO NACIONAL (P.L.N.)
Sumario: Ley de ejecución de la pena privativa de la libertad -- Derogación del dec.-ley
412/58.
Fecha de Sanción: 19/06/1996
Fecha de Promulgación: 08/07/1996
Publicado en: Boletín Oficial 16/07/1996 - ADLA 1996 - C, 3375
Concepto.
Las medidas de seguridad son los mecanismos con que cuenta el Estado para impartir
justicia y cumplir fines preventivos especiales (dirigidos directamente al autor del hecho),
diferentes a la pena.
Integrar el contenido con la lectura de los artículos citados en el presente texto y el texto
obligatorio. Leer del citado manual las páginas 776 a 784.
El régimen de menores.
De acuerdo al sistema establecido por la Ley 22.278, coexisten en nuestro sistema legal
tres regimenes a tener en cuenta cuando se analiza la conducta delictiva de un sujeto
menor de edad.
Menor de 16 años: no punible (art. 1ero. Ley 22.278).
Para el complemento del acápite y demás generalidades del tema, leer el texto obligatorio
página 784/790. Resulta fundamental a los fines de comprender acabadamente el tema,
acompañar el estudio con un ejemplar de la ley 22.278.
Asimismo, se deberá tener presente la reforma introducida al Código Civil mediante el
dictado de la ley 26.579, ley que fijó la edad de 18 años para alcanzar la mayoría de
edad, razón por la cual, el art. 10 de la ley penal de la minoridad se encuentra
tácitamente derogado.
En este contexto se debe tener presente lo siguiente: Cualquier ley que refiera a la
mayoría de edad, nos obligará a acudir al C.C. a los fines de conocer a que edad se
alcanza esa mayoría de edad. Sin embargo, cuando la ley fija edades, por ejemplo, si
dice mayor de 20 años, no nos interesará a que edad se alcanza la mayoría de edad,
puesto que la ley no refiere a ello, sino a una edad determinada que no variará por que se
modifique el C.C.
La ejecución de las medidas de seguridad.
Las medidas de seguridad son por naturaleza no determinadas temporalmente. Por ello
debe tenerse en cuenta de qué tipo de medida se trata, de su naturaleza y de la finalidad
que se supone debe cumplir.
Complemento:
LEY 22.278
Régimen penal de la minoridad
Artículo 1º - No es punible el menor que no haya cumplido dieciséis (16) años de
edad. Tampoco lo es el que no haya cumplido dieciocho (18) años, respecto de delitos
de acción privada o reprimidos con pena privativa de la libertad que no exceda de dos
(2) años, con multa o con inhabilitación.
Si existiere imputación contra alguno de ellos la autoridad judicial lo dispondrá
provisionalmente, procederá a la comprobación del delito, tomará conocimiento directo
del menor, de sus padres, tutor o guardador y ordenará los informes y peritaciones
conducentes al estudio de su personalidad y de las condiciones familiares y
ambientales en que se encuentre.
En caso necesario pondrá al menor en lugar adecuado para su mejor estudio durante
el tiempo indispensable.
Si de los estudios realizados resultare que el menor se halla abandonado, falto de
asistencia, en peligro material o moral, o presenta problemas de conducta, el juez
dispondrá definitivamente del mismo por auto fundado, previa audiencia de los padres,
tutor o guardador.
Art. 2º - Es punible el menor de dieciséis (16) a dieciocho (18) años de edad que
incurriere en delito que no fuera de los enunciados en el art. 1º.
En esos casos la autoridad judicial lo someterá al respectivo proceso y deberá
disponerlo provisionalmente durante su tramitación a fin de posibilitar la aplicación de
las facultades conferidas por el art. 4º.
Cualquiera fuese el resultado de la causa, si de los estudios realizados apareciera que
el menor se halla abandonado, falto de asistencia, en peligro material o moral, o
presenta problemas de conducta, el juez dispondrá definitivamente del mismo por auto
fundado, previa audiencia de los padres, tutor o guardador.
Art. 3º - La disposición determinará:
a) La obligada custodia del menor por parte del juez, para procurar la adecuada
formación de aquél mediante su protección integral. Para alcanzar tal finalidad el
magistrado podrá ordenar las medidas que crea convenientes respecto del menor, que
siempre serán modificables en su beneficio;
b) La consiguiente restricción al ejercicio de la patria potestad o tutela, dentro de los
límites impuestos y cumpliendo las indicaciones impartidas por la autoridad judicial, sin
perjuicio de la vigencia de las obligaciones inherentes a los padres o al tutor;
c) El discernimiento de la guarda cuando así correspondiere:
La disposición definitiva podrá cesar en cualquier momento por resolución judicial
fundada y concluirá de pleno derecho cuando el menor alcance la mayoría de edad.
Art. 3º bis - En jurisdicción nacional la autoridad técnico administrativa con
competencia en el ejercicio del Patronato de Menores se encargará de las internaciones
que por aplicación de los artículos 1º y 3º deben disponer los jueces.
En su caso, motivadamente, los jueces podrán ordenar las internaciones en otras
instituciones públicas o privadas.
Art. 4º - La imposición de pena respecto del menor a que se refiere el art. 2º estará
supeditada a los siguientes requisitos:
1º Que previamente haya sido declarada su responsabilidad penal y la civil si
correspondiere, conforme a las normas procesales.
2º Que haya cumplido dieciocho (18) años de edad.
3º Que haya sido sometido a un período de tratamiento tutelar no inferior a un (1)
año, prorrogable en caso necesario hasta la mayoría de edad.
Una vez cumplidos estos requisitos, si las modalidades del hecho, los antecedentes del
menor, el resultado del tratamiento tutelar y la impresión directa recogida por el juez
hicieren necesario aplicarle una sanción, así lo resolverá, pudiendo reducirla en la
forma prevista para la tentativa.
Contrariamente, si fuese innecesario aplicarle sanción, lo absolverá, en cuyo caso
podrá prescindir del requisito del inc. 2º.
Art. 5º - Las disposiciones relativas a la reincidencia no son aplicables al menor que
sea juzgado exclusivamente por hechos que la ley califica como delitos, cometidos
antes de cumplir los dieciocho (18) años de edad.
Si fuere juzgado por delito cometido después de esa edad, las sanciones impuestas por
aquellos hechos podrán ser tenidas en cuenta, o no, a efectos de considerarlo
reincidente.
Art. 6º - Las penas privativas de libertad que los jueces impusieran a los menores se
harán efectivas en institutos especializados. Si en esta situación alcanzaren la mayoría
de edad, cumplirán el resto de la condena en establecimientos para adultos.
Art. 7º - Respecto de los padres, tutores o guardadores de los menores a que se
refieren los arts. 1º y 2º, el juez podrá declarar la privación de la patria potestad o la
suspensión, o la privación de la tutela o guarda, según correspondiere.
Art. 8º - Si el proceso por delito cometido por un menor de dieciocho (18) años
comenzare o se reanudare después que el imputado hubiere alcanzado esta edad, el
requisito del inc. 3º del art. 4º se cumplirá en cuanto fuere posible, debiéndoselo
complementar con una amplia información sobre su conducta.
Si el imputado fuere ya mayor de edad, esta información suplirá el tratamiento a que
debió haber sido sometido.
Art. 9º - Las normas precedentes se aplicarán aun cuando el menor fuere
emancipado.
Art. 10. - La privación de libertad del menor que incurriere en delito entre los
dieciocho (18) años y la mayoría de edad, se hará efectiva, durante ese lapso, en los
establecimientos mencionados en el art. 6º.
Art. 11. - Para el cumplimiento de las medidas tutelares las autoridades judiciales de
cualquier jurisdicción de la República prestarán la colaboración que se les solicite por
otro tribunal y aceptarán la delegación que circunstancialmente se les haga de las
respectivas funciones.
Art. 12. - Deróganse los arts. 1º a 13 de la ley 14.394 y el art. 3º de la ley 21.338.
Art. 13. - Comuníquese, etc.
Las penas
Derecho
Penal I
1
Las penas
Concepto.
Los fines del derecho penal y los fines de la pena son temas que generalmente se tratan
paralelamente, y algunos autores señalan que son coincidentes. Se puede apreciar
inclusive que la nominación misma de nuestra materia (derecho penal) ya posee una
carga implícita, es decir, da a entender o adelanta que trata sobre “la pena”, la sanción o
el castigo.
Hay que agregar además que al referirnos a la sanción penal, se pueden distinguir tres
momentos:
¿Y cuál es el fundamento o el fin del derecho penal? (interrogante inseparable del que se
pregunta por los fines de la pena o sanción penal). Se citan muchos argumentos a los
fines de explicar esta cuestión, no obstante, se coincide en que la primera razón o
fundamento se encuentra en la misma naturaleza humana y en la vida en sociedad. El
ser humano -organizado socialmente- acuerda que determinados bienes son
merecedores de protección legal, y ya sea que adhiramos a posturas contractualistas o
no, la mayoría de nosotros acordaría en que lo que hoy es “el derecho penal” (así como
el derecho en general) se originó con el objeto de limitar el ejercicio de la justicia por
mano propia (privada) - (la venganza). Se trasladó esta tarea a manos del Estado, y este
-luego de una larga evolución- la delegó en órganos profesionales, los que -de a poco-
comenzaron a realizarla con cierta objetividad.
Es por esto que -no obstante lo señalado- también muchos autores sostienen que no es
exactamente lo mismo el fundamento o fin del derecho penal que el fundamento o fin de
la pena, o por lo menos la finalidad que ésta debería cumplir. Para comprender mejor la
deferencia trataremos las distintas “teorías de la pena”.
Teorías.
Estas teorías pueden dividirse en tres grandes grupos:
1) T. Absolutas o Retributivas;
2) T. Relativas o Preventivas; y
3) Mixtas.
1) T. Absolutas o Retributivas :
Ventajas:
1) Impone un límite claro y firme para el castigo. La pena debe medirse en relación a la
gravedad del injusto y de la culpabilidad del autor (proporcionalidad). La sanción no
puede ser mayor que la gravedad del delito.
Desventajas:
1) La imposición de un mal no es un medio adecuado de lucha contra la delincuencia (en
realidad el medio adecuado de lucha contra la delincuencia es la tarea de prevención,
pero entendida en otro sentido, en sentido amplio; se le pide al derecho penal una
finalidad que no es de su naturaleza).
2) La culpabilidad está ligada a la libertad (libre albedrío), que es indemostrable (tan
indemostrable como el determinismo).
Para este grupo de teorías, la pena deja de ser vista como un fin en si mismo, y pasa a
ser un medio para algo. El fin es social y va más allá del castigo, busca prevenir el delito,
y la pena ya no solo mira al pasado sino al futuro (objetivo: que no se vuelva a delinquir).
b) Prevención Especial :
3) T. Mixtas ):
Clases de penas.
De la dignidad humana
De humanidad
De personalidad de la pena
El fin resocializador como finalidad de la pena
Garantías para la ejecución penitenciaria
Prohibición de la prisión por deudas
Principio de legalidad (nulla poena sine lege)
Garantías procesales
-Por su divisibilidad
a) Indivisibles: ejemplo “prisión perpetua”.
b) Divisibles: ejemplo de 8 a 15 años de prisión.
-Por su duración
a) Perpetuas.
b) Temporales.
Esta idea básica choca con otros institutos procesales que también tienen vigencia. En
este sentido Vélez Mariconde se pregunta ¿Cómo y hasta qué punto se pueden autorizar
medios coercitivos que afectan a una persona no declarada culpable? Y concretamente
¿Cómo justificar la detención provisional?
Se han intentado muchas explicaciones, y todas rondan sobre la idea que no existen
derechos absolutos, ni siquiera los mencionados, y que el legislador debe
realizar siempre -en su actividad productora- una ponderación de los intereses sociales
–luego jurídicos- que están en juego. En el avance y estudio de estas ideas se ha logrado por
lo pronto una especie de equilibrio: la satisfacción del interés represivo de la sociedad como el
más leve menoscabo de la libertad personal, y en este sentido, existen una serie de
medidas de coerción que van desde la citación –la más leve- hasta la prisión preventiva –
la más severa-.
Afectan, por regla general, al imputado, pero pueden también afectar a terceros, por
ejemplo, al testigo que se ve obligado a comparecer.
Específicamente las coerciones personales son limitaciones a la libertad y solo deben
aplicarse cuando sea indispensable para asegurar que el proceso pueda desenvolverse sin
obstáculos hasta su finalización. Afectan directamente el derecho de libertad
ambulatoria del art. 14 CN, y por ende, las medidas de coerción también deben fundarse
y estar previstas en leyes fundamentales y reglamentadas en los ordenamientos
procesales (art. 31 CN).
Estas medidas tienden a impedir que el imputado, por estar en libertad, haga imposible la
actuación de la ley penal, impidiendo por ej. el avance de la investigación o eludiendo el
accionar de la justicia ¿Porqué? Primer argumento: porque es fundamental que no
despliegue estas actividades para así lograr descubrir la verdad; Segundo argumento:
para asegurar su presencia y así poder desarrollar el proceso ya que no está previsto el
juicio en rebeldía. Se sacrifica libertad y con ello se pretende evitar que el delincuente
burle o evada la ley.
Las normas que regulan este instituto se encuentran incluidas en los sistemas procesales
penales provinciales y en el Código Procesal Penal de la Nación (CPPN). En este último
sistema, siempre junto al procesamiento, de así proceder –y siempre que al imputado no
se le hubiese otorgado con anterioridad la libertad provisional- deberá dictar además la
prisión preventiva (art. 312). Caso contrario (procesamiento sin prisión preventiva -art.
310-), la detención deberá cesar, correspondiendo liberar al detenido.
Introducción.
"El derecho penal de un Estado se basa en decisiones de política criminal que nutren la
puesta en vigencia global y la manifestación puntual de ese derecho. Se trata de un
poder de inigualable magnitud, un poder que refleja la manifestación de violencia legítima
del Estado de mayor trascendencia. El defiende los intereses más esenciales de una
sociedad (vida, libertad, propiedad, honor, etc) Ese poder penal del Estado, a través de la
política criminal, es absolutamente permeable a las valoraciones. Se valora en el
momento en que el legislador determina qué acciones serán consideradas delito, se
valora en el momento de decidir qué acciones investigadas lo serán con el individuo en
libertad, se valora en el sistema de investigación policial, y se advierten valoraciones
cuando se sabe que no toda conducta ilícita ingresa al sistema penal." (1)
Las valoraciones se hacen no desde un sentido de justicia o equidad único, sino
fundamentalmente de acuerdo a la cultura, a las prácticas y a los demás intereses de una
sociedad. Las comunidades indígenas, como modo de organización humano, sin la
estructura institucional con la que cuenta un Estado, también realizan estas valoraciones
y estructuran un modo de resolución de conflictos ante un ataque a los bienes jurídicos
tutelados. Entender estos es fundamental para la comprensión de relevancia que este
sistema tiene sobre los individuos y de cuán violento puede ser la aplicación de un
sistema penal a un individuo que no comparte estas valoraciones, este caso
habitualmente se produce en países como el nuestro en donde el sistema penal es
establecido por un determinado contexto cultural predominante (2) pero dentro de otros
que siendo minoritarios tienen derecho a ser respetados para no caer en un totalitarismo
contrario a nuestra Carta Fundamental. Es importante destacar que las distintas
comunidades indígenas de nuestro país estructuran su derecho punitivo de un modo
propio, pero con muchos rasgos comunes entre sí, porque parten de una misma
cosmovisión del mundo.
Algo relevante para poder definir el derecho indígena es analizar acerca de las
sanciones, si bien dijimos que las sanciones están claramente definidas, existe la
necesidad de articular entre las sanciones indígenas y las sanciones oficiales, también
resulta imprescindible delinear un limite preciso que se encuentra en la no vulnerabilidad
de los derechos fundamentales.
Un camino posible seria la comparación de la lesividad de las sanciones impuestas por
ambas justicias para el mismo delito.
La idea es que cada uno de los derechos consuetudinarios se compatibilice con el
derecho penal nacional de un modo escrito, es decir que sea el propio código penal el
que recepte que ante un conflicto penal miembros de la comunidad éste pudo ser
solucionado del modo tradicional, realizado por sus autoridades.
Consideraciones preliminares.
Derecho penal: Esta dado por el comportamiento criminal y por las consecuencias
jurídicas prevista para ellos. Cuando hablamos de comportamiento criminal hablamos de
conductas que tengan algún tipo de pena (5).
1
Zamudio, Teodora. http://www.indigenas.bioetica.org/inves38.htm
Última actualización: 11 de Mayo de 2008
Le corresponde al Estado litigar sobre los diferentes delitos, esto es consecuencia del
estado de derecho en el cual estamos insertos.
El principal medio frente a los delitos es la pena, que seria el restringir los derechos del
responsable a través de una decisión en forma activa por los órganos competentes.
Además en nuestro derecho tenemos las llamadas Medidas de Seguridad que tienden a
paliar o eliminar el uso de penas que no resulten pausibles.
Cuando en nuestro derecho hablamos de delitos estamos hablando de un
comportamiento contrario a la norma.
Cuestión Normativa.
Nuestro país tiene una tendencia pluralista (lo que significa crear un modelo
constitucional que legitima los sistemas indígenas, modificando el carácter etnocéntrico
de derecho al otorgar reconocimiento a sus derechos consuetudinarios, surge respetando
los principios y garantías constitucionales).
Ya con la reforma de la constitución en 1994 en su art. 75 inc.17 se establece.
"Garantizar el respeto a su identidad y el derecho a una educación bilingüe e intercultural;
reconocer la personería jurídica de sus comunidades y la posesión y propiedad de las
tierras que ocupan". Lo importante de todo esto es que este articulo fue aprobado por la
Asamblea Constituyente por unanimidad y tuvo el consenso de varios pueblos indígenas
ya que se encontraban presentes comunidades como los Pilagás, los Vichíes, los Tobas,
Los Mocovíes, Guaranñies, los Mapuches, Onas, Huarpes, Chaiés, Tapietes y
Chorotes.(6)
A su vez la ley 24071 introdujo dentro de nuestro derecho interno el convenio 169 O.I.T.,
en donde se le reconoce a los pueblos indígenas y Tribales asumir el control de sus
propias instituciones, forma de vida, desarrollo económico, mantener y fortalecer su
identidad, lengua y religiones dentro del marco de los estados en que viven.
La primera consecuencia del reconocimiento " jurisdiccional" de la diversidad cultural es
que pasa a formar parte de los principios fundamentales que dan contenido a la política
criminal del estado como base ideológica del sistema penal. El derecho penal de un
estado pluricultural debe incorporar el presupuesto fundamental de que no se sancionará
la diversidad cultural, que dentro del marco de los derechos humanos será tenido en
cuenta el derecho consuetudinario, que será respetado las distintas valoraciones sobre
las conductas que provengan de parámetros culturales diversos y preexistente a la
cultura oficial y que los jueces tomarán para la resolución de sus casos otros datos
esenciales del contexto social en el que se desenvuelven. Un caso interesante ocurrió en
Guatemala con la Firma en 1995 del " Acuerdo sobre identidad y derecho de los pueblos
indígenas" entre el Gobierno de Guatemala y la Unidad Revolucionaria Nacional
Guatemalteca, que contó con la mediación de Naciones Unidas, este acuerdo establece
que, para aquellos casos en que se requiera la intervención de los tribunales en materia
penal, se deberá tener plenamente en cuenta las normas tradicionales que rigen en las
comunidades.
Derecho indígena.
El derecho indígena es un conjunto de normas propias, que regulan el desarrollo
armónico de la vida de las comunidades de los pueblos. Uno de los rasgos relevantes es
la no normativizacion, esto significa que el derecho indígena no puede ser reducido a un
conjunto de normas escritas, porque se apoya fundamentalmente en la tradición oral.(7)
El sistema penal indígena presenta un sistema de autoridad claramente definida y sus
reglas son aceptadas por los miembros de la comunidad contando con un sistema de
sanciones para quienes se desvíen de las reglas.
Tipicidad
"La tipicidad implica relevancia social y, por ello, toda vez que las acciones o conductas
analizadas impliquen una perfecta subsunción del caso a la norma, pero, sin embargo, no
signifiquen en la vida real una perturbación social comprobada, no deben ser
consideradas típicas."(3) las razones para ello pueden ser numerosas, tradicionalmente la
ciencia del derecho penal ha hecho mención de dos, que a su vez se han fundado dos
elementos -de creación hermeneútica - "negativos del tipo", En primer lugar, esta
ausencia de relevancia social se puede dar por la magnitud del daño que no llega a
representar una verdadera perturbación desde el punto de vista social, nos referimos a
los clásicos casos de insignificancia.
En segundo lugar, se puede dar que las acciones no representen relevancia social por
manifestar una contravaloración entre la ley y el contexto social en el cual la norma y el
caso se desenvuelven. Este es el supuesto de adecuación social que puede ser
verdaderamente útil en la solución judicial de supuestos de diversidad cultural. Se trata,
indudablememente, de casos en los cuales la acción supuestamente típica, es aceptada
socialmente en el contexto de la comunidad indígena (4)
Confrontando culturas y tipos penales
Cuestionario
Realizamos un cuestionario que fue contestado por autoridades de distintos orígenes y
comunidades que nos permite tener una visión global del derecho penal en los distintos
ordenamientos étnicos, el cual transcribimos a continuación:
1- Cuál es su nombre completo, origen y comunidad.
2- ¿Cuál es la función de la pena? (resociabilizar/punir/expiar).
3- ¿Quién imparte justicia? (juez/cacique/sacerdote)
4- ¿Quién es el encargado de velar por la ejecución de la pena? (la comunidad/ una
autoridad familiar/ una autoridad de la comunidad)
5- Qué tipos de penas se establecen (privativas de la libertad/ medida de seguridad/
trabajo comunitario)
6- ¿Cuáles son las circunstancias que se toman como eximentes, atenuantes o
agravantes de los delitos?
7- ¿Qué es el homicidio?
8- ¿Qué es el robo?
9- ¿Qué es el hurto?
10- ¿Su comunidad tiene algún tipo de delito que Ud. entiende que no está contemplada
en el código penal?
Entrevistas
Pueblo Colla
La primera entrevista que realizamos fue al Sr. Eulogio Frites. Él nos dijo que pertenecía
a la comunidad indígena del pueblo Coya de Iruya, Salta.-
Según nos informó, en su comunidad, el derecho penal está implícito en la conciencia del
pueblo. Tal derecho no es escrito sino que se conoce y se transmite de manera oral, de
generación en generación. Lo que está bien y lo que está mal se diferencia por lo que les
dice su conciencia, por lo aprendido en la comunidad, ya que las normas a seguir se
deducen del propio comportamiento de los integrantes del pueblo.-
El encargado de impartir justicia es el "Comunero" y de él depende el "Consejo de
Ancianos". Todos llegan a ocupar sus cargos de manera democrática, siendo elegidos
por los restantes integrantes de la comunidad. Es importante que cada uno haga un buen
desempeño de la función que debe ejercer, ya que de eso depende el orden del pueblo.
Si tal desempeño fue correcto, entonces se permite la reelección.-
Los atenuantes y los agravantes de las penas son los mismos que figuran en el Código
penal. No obstante ello, tienen penas particulares que no se saben de antemano. Pueden
deducirse de otros casos similares ocurridos con anterioridad pero no surgen de ninguna
norma escrita. En general, las penas que se aplican son graves y tienen como finalidad,
además de castigar a quien incumplió algún deber de la comunidad, servir como ejemplo
para el resto de los integrantes. Por ejemplo, ante el robo se suelen cortar los dedos de
las manos. Con ello, se castiga a quien cometió el acto de robar, se lo marca para que
todos sepan el error que cometió y para que otros aprendan que si realizan ese mismo
hecho serán penados. La pena más grave que se aplica es el "ostracismo": ello implica
la expulsión de la comunidad.-
Las figuras de robo, hurto y homicidio son entendidas igual que en el Código penal y el
encargado de aplicar la pena será el Consejo de Ancianos. En los últimos tiempos,
quienes se fueron adueñando de las fincas intentaron impartir justicia pero esta situación
está tratando de ser revertida día tras día para que el sistema de la comunidad no se
modifique ni pierda su esencia.-
Para defender sus derechos y su modo de vida en general están formando una red de
abogados y profesionales preparados para enfrentar la evolución del mundo y poder
adaptarse a él. Con el correr del tiempo se han visto avances importantes, como por
ejemplo: Para poder ser juzgados es requisito fundamental que tengan conciencia
respecto de la criminalidad del acto. Para que un individuo integrante de la comunidad
Coya sea juzgado en un Tribunal común, se requiere que se le hable en su idioma para
que pueda comprender el trámite del proceso y defenderse de lo que crea necesario.-
Pueblo Mapuche
La entrevista que le realizamos a un integrante del pueblo Mapuche fue más breve: dijo
llamarse Jorge Ñancucheo. Él nos contó que en su comunidad existe un derecho penal
con normas particulares que los ancianos conocen pero que ya no se aplican porque no
son reconocidas a nivel nacional. Hoy se rigen por el Código Civil, el Código penal y
demás leyes de la República.
Pueblo Toba
El Sr. Víctor Daniel González pertenece a la comunidad Toba. Allí el derecho penal no es
escrito sino que se va transmitiendo a través de las generaciones. El órgano encargado
de impartir justicia es "El Consejo".-
Cuando algún integrante del pueblo ve que se comete un delito o se incumple un deber,
debe comunicarlo de inmediato al Consejo para que éste actúe. Las penas que puede
aplicar dependen de cada caso en particular y la más grave es la expulsión de la
comunidad.-
Según nos cuenta, entre los Tobas el hurto, el robo y el homicidio no existen. Son figuras
que no se ven.-
Norma Monterrico es de la comunidad Villa aborigen y su origen es abaguaraní aunque
manifestó que no era una erudita en el tema se mostró accesible y nos explicó que las
penas que imponen nunca son privativas de la libertad, sino que buscan que esa persona
dé algo a la comunidad en procura de reestablecer el orden perturbado por su acción, el
fin de la pena es la resociabilización, aquellos encargados de aplicar la pena nos
respondió que los ancianos, es decir las personas mayores sin ningún tipo de distinción,
es decir que la edad es una manifestación de sabiduría y respeto que debe ser
escuchada, quien vela por el cumplimiento de la pena es el cacique que es la autoridad
comunitaria. Cuando le preguntamos sobre los eximentes o agravantes de los que tenga
conocimiento nos habló del lavado de cerebro que ciertos punteros políticos realizan
luego de insertarse en la comunidad y que provocan que los miembros realicen
insensateces, en estos casos se entiende que la persona actuó sobre su influencia y no
es penada. nos sorprendió enterarnos que no podía darnos una definición de homicidio,
robo o hurto porque estas cosas no suceden en su comunidad por lo que nunca hubo que
definirlas. Respecto de delitos que la comunidad pena y que no están contemplados en el
código penal se refirió a que en la actualidad puede ser que se dé pero ya que está
altamente normativizada pero que ella no está al tanto de esto.
La pena máxima es la expulsión de la comunidad, y respecto a la reintegración a ella se
contempla el caso concreto (si tiene familia en la comunidad, etc.) esta decisión la toma
el cacique junto con los padres del imputado.
Conclusiones
De todas estas entrevistas destacamos la íntima conexión que tiene la moral con el
derecho penal, como establecimos al principio del trabajo, así como la importancia que
tiene para estas comunidades la pertenencia a ella, ya que la pena máxima no es la pena
de muerte, ni la reclusión, sino algo mucho más íntimamente vinculado con la identidad,
el destierro, si no cumplís con estas normas que son primeramente morales y por las
cuales vela la comunidad toda no podés ser considerado un miembro. También es un
derecho dinámico, tal vez por la inmediatez entre el juzgador y el juzgado que permite
que a la luz del caso concreto se permita la reincorporación con intervención de la familia,
organización intermedia entre el individuo y la comunidad que es definitoria para valorar
la necesidad de ese individuo de volver a ella. Asimismo como surgió de los dichos de
varios de los entrevistados, este derecho se ve reformado por el derecho nacional lo que
nos hace ver que esta compatibilización lejos de ser traumática es un camino deseable y
posible para un país que está consolidando su democracia.
Bibliografía
1) Becerra Nicolás- Derecho penal y diversidad cultural- La cuestión indígena- Ed. Ciudad
Argentina Buenos Aires Argentina, 1966 pag. 13.-
2) Becerra Nicolás op. Cit. Pag. 15.
3) Becerra Nicolás op. Cit. Pag. 26.
4) Becerra Nicolás op. Cit. Pag.
5) Derecho penal. Righy/ Fernandez
6) Ciclo de conferencia sobre “Sistema oenal y Derechos Humanos” Becerra Nicolas.
7) Diversidad cultural y sistema penal. Necesidad de un abordaje multidiciplinario. Silvia
Rodridrez
8) Convenio de la O.I.T.
9) Codigo penal.
Derecho
Penal I
1
La punibilidad
Ubicación sistemática.
Concepto.
Como una primera aproximación, podemos decir que la punibilidad es la posibilidad, o no,
de aplicar pena a un hecho delictivo. Y hablamos de un hecho delictivo, porque la
conducta analizada ya superó cada una de las categorías sistemáticas que integran la
teoría del delito, esto es, la tipicidad, la antijuridicidad, y la culpabilidad.
• Punibilidad en sentido amplio → todas aquellas condiciones de las que la ley hace
depender el castigo penal, comprendiendo las categorías que integran el concepto
analítico de delito. Estas nociones sólo permiten examinar las condiciones relativas al
merecimiento de pena.
Caracteres.
• Carácter subjetivo ´ sólo se refieren a la posibilidad de sancionar a determinados
intervinientes en el delito, sin afectar su objetiva relevancia jurídico-penal.
• Su concurrencia no afecta la existencia del delito, porque aunque no se pueda aplicar
la sanción penal merecida, no deja de haber una acción típica, antijurídica y culpable.
• Se inspiran en criterios político-criminales.
• Algunos autores consideran que debe situarse antes de la teoría de las consecuencias
del delito. Incluyen a la punibilidad como una categoría de la teoría del delito.
Condiciones de operatividad
Condiciones de carácter penal (21.4.1):
Pueden ser:
• Causas personales de exclusión de la pena → circunstancias que impiden que la
coerción penal se ponga en funcionamiento con relación a determinados intervinientes en
el delito.
• Causas personales de levantamiento de la pena → condiciones que cancelan una
penalidad que inicialmente gozó de operatividad con relación a determinados participes
en el hecho.
Ubicación:
Consideramos que estas condiciones integran la tipicidad → si el tipo penal sirve para
seleccionar los hechos penalmente relevantes, deben constituir materia suya todos los
elementos que condicionan la objetiva punibilidad de un evento y no solamente aquellos
que hacen a la infracción de la norma primaria.
Efectos:
Operan restringiendo la punibilidad en sentido amplio.
Concepto
Acción penal → forma jurídica mediante la cual se excita el deber del Estado de aplicar
la sanción establecida por la ley al partícipe de un hecho típico y antijurídico.
La acción publica
La acción pública promovible de oficio.
Caracteres:
• Oficiosidad
→ exige que la promoción de la acción sea de oficio por el órgano del
Estado habilitado a tal fin.
Caracteres:
• La instancia una vez incoada es irretractable.
• Es divisible objetivamente, en tanto concurran en el mismo contexto distintos hechos
subsumibles en delitos de acción de ejercicio público promovibles a instancia de parte.
Una vez ejercida es indivisible subjetivamente, respecto del hecho por el cual se impetró.
Acción privada
Son acciones de ejercicio privado aquellas en las que el interés social en la persecución y
represión del delito se encuentra identificado con el interés del ofendido.
Caracteres:
• Carece del carácter de oficiosidad → en tanto no existe promoción de oficio ni
tampoco su articulación es inevitable.
Amnistía
La amnistía es un acto de soberanía interna del Estado por el que, fundado en graves
razones de orden público cuya existencia y oportunidad sólo al Poder Legislativo le
compete valorar, por medio de una ley con efecto retroactivo, declara el olvido de
infracciones de naturaleza penal (delitos comunes o políticos e infracciones
contravencionales o disciplinarias), ocurridas con anterioridad, produciendo la extinción
de todas sus consecuencias represivas, sin individualizar a los destinatarios del beneficio,
quienes no pueden renunciarlo, y resulta irrevocable, una vez reconocido por una
resolución judicial pasada en autoridad de cosa juzgada.
La amnistía implica un acto de renuncia por parte del Estado a su potestad punitiva,
fundada en la necesidad de alcanzar la pacificación y tranquilidad de la comunidad.
Naturaleza jurídica:
• Para la mayoría de la doctrina, la concesión de amnistía reviste la calidad de un acto
de gobierno de naturaleza esencialmente política.
• Otros consideran que, sin dejar de ser un acto privativo del gobierno, de alto contenido
político, la amnistía conlleva en sí el ejercicio de una función jurisdiccional.
Fundamento y Finalidad
Al ser la amnistía un acto de gobierno con forma de ley, los órganos facultados para la
sanción de las leyes, según la competencia que por el régimen federal les corresponde,
han sido investidos por la Constitución Nacional de la facultad de conceder esta
medida de clemencia.
Caracteres:
- Generalidad→ único carácter consagrado expresamente por la CN como requisito
ineludible que deberá observar el congreso para su concesión: es decir, que tal medida
sea general (art. 75 inc. 20 de la CN).
Es el único cuya inobservancia puede dar lugar, en cada caso concreto, a la
declaración de inconstitucionalidad de la ley que la concede
- Totalidad → alcanza a todos los hechos en ella comprendidos, cualquiera sea su tipo o
especie delictivos. Prohibición constitucional de individualizar a los sujetos que se verán
beneficiados con la medida.
Prescripción
Concepto:
La prescripción de la acción penal, es una causa de extinción de la pretensión represiva
estatal que opera por el mero transcurso del tiempo tras la comisión del delito, según
los
plazos que fija la ley, impidiendo la iniciación o prosecución de la persecución penal de
los supuestos responsables a quienes beneficia, dejándola subsistente con respecto a los
demás.
Fundamento:
• Algunos autores refieren un enfoque procesal → aludiendo a las dificultades
probatorias que se derivan del transcurso del tiempo, pues éste hace desaparecer los
rastros del delito.
• Otros, consideran que la prescripción es una institución que sirve para fortalecer la
necesaria seguridad jurídica, atento que elimina una situación de incertidumbre en las
relaciones jurídico – penales entre el delincuente y el Estado.
• Otros, estiman que el paso del tiempo hace cesar el daño social, por lo que,
desaparecido el daño político, se torna inútil la reparación penal.
Naturaleza Jurídica:
La discusión sobre la naturaleza jurídica de la prescripción, está referida al carácter:
- Sustantivo.
del instituto en
- Procesal. cuestión
- Mixto
Nos inclinamos por la primera solución, siendo su consecuencia más importante que, las
modificaciones legislativas de los plazos o condiciones de la prescripción no pueden
aplicarse en forma retroactiva si perjudican al imputado.
Caracteres: •
Personal → elimina la punibilidad sólo en relación a los partícipes a quienes beneficia,
dejándola subsistente para los demás.
Causales:
Las primeras causales de suspensión de la prescripción fueron introducidas por la Ley
13.569, y fueron las llamadas cuestiones previas (art. 19 y 20 del Código Procesal Penal
de la Nación) y las cuestiones prejudiciales.
La Ley 16.648 agrego como segundo párrafo del art. 67 del Código Penal, otra causal de
suspensión de la prescripción de la acción penal, “mientras cualquiera de los que hayan
participado en ciertos delitos contra la administración pública se encuentre
desempeñando un cargo público”.
La ley 23.077 incorporó como tercer párrafo del art. 67 del Código Penal, que el curso de
la prescripción de la acción penal correspondiente a los atentados al orden constitucional
y a la vida democrática previstos en los arts. 226 y 227 bis, se suspenderá para todos los
partícipes hasta que se produzca el restablecimiento del orden constitucional.
La ley 24.316, agrega al Código Penal el art. 76 ter, que establece que el tribunal, según
la gravedad del delito, deberá fijar el tiempo de suspensión del juicio, entre uno y tres
años, prescribiendo en su segundo párrafo que, durante ese tiempo se suspenderá la
prescripción de la acción penal.
Efectos:
• Sólo perjudica al renunciante y a sus herederos. La renuncia no puede hacerse
extensiva a las demás personas ofendidas.
• Es irretractable por el renunciante e irrenunciable por el beneficiario.
• A pesar que la renuncia no exige el consentimiento del favorecido, si se introduce
durante el curso del proceso y el querellado no presta su consentimiento, el supuesto
ofendido deberá cargar con las costas procesales.
Se trata de una forma de extinción de la acción penal que hace cesar la facultad de
perseguir y juzgar un hecho delictuoso supuestamente ya ocurrido, impidiendo así que el
órgano jurisdiccional concluya el proceso con un procedimiento condenatorio.
La causal tiene carácter personal, por lo que si el delito ha sido obra de varios participes,
extingue la acción sólo respecto de aquel que hizo el pago.
Presupuestos:
• Solo es viable cuando se tratare de delitos reprimidos exclusivamente con multa.
• La acción penal puede ser promovible de oficio, a instancia de parte o de ejercicio
privado.
• La oblación es procedente si el delito imputado satisface la exigencia legal para
admitirla. Esta es una cuestión procesal.
• Existe consenso respecto de que la causal de extinción sólo funciona en el ámbito de
los delitos reprimidos únicamente con multa.
Oportunidad:
La regla prevé dos oportunidades y los montos que en cada una de ellas debe abonar el
imputado para hacer operativo el beneficio.
1. La acción penal se extingue en cualquier estado de la instrucción y mientras no se
haya iniciado el juicio. La acción penal se extingue por el pago mínimo de la multa
correspondiente.
2. Si se hubiese iniciado el juicio debe pagarse el máximo de la multa.
Efectos:
La oblación voluntaria de la multa implica la extinción de la acción penal. Por esto, la
resolución que la recepta no produce los efectos de una sentencia condenatoria a los
fines de la reincidencia, de la concesión de la condena condicional o de su revocación,
de
la revocación de la libertad condicional, de la medida de la pena o de la interrupción de la
prescripción.
Requisitos
El primer párrafo del art. 76 ter del Código Penal establece que el tiempo de suspensión
del juicio será fijado por el tribunal entre uno y tres años, según la gravedad del delito;
agrega que también establecerá las reglas de conducta que deberá cumplir el imputado
según las previsiones del art. 27 bis.
El párrafo cuarto del mismo artículo, expresa que, si durante el tiempo fijado por el
tribunal el imputado no comete un delito, repara los daños en la medida ofrecida y cumple
con las reglas de conducta establecidas, se extinguirá la acción penal.
Excusas absolutorias
Concepto y Fundamentos
Son aquellas causas de operatividad de las consecuencias del delito de carácter penal
sustantivo, que fundadas en razones político criminales de diversa naturaleza, actúan
como causas personales de exclusión o de levantamiento de la pena merecida por un
hecho típico, antijurídico o culpable.
Supuestos
Se las puede agrupar de la siguiente manera:
• Operan como causas personales que excluyen la penalidad:
Atendiendo a la calidad del autor o a circunstancias relacionadas a su persona:
- Los casos de impunidad de la mujer embarazada por la tentativa de su aborto.
- De los familiares enunciados en el art. 185 del Código Penal con respecto de los hurtos,
daños o defraudaciones que recíprocamente se causaren.
- Del autor del encumbrimiento en los casos y en las condiciones previstas en el art. 277
inc. 4º del Código Penal.
Relacionadas con las particulares circunstancias en que el autor comete el delito:
La impunidad de las injurias proferidas por los litigantes, apoderados o defensores en
sus escritos, discursos o informes, producidos ante los tribunales y no dados a publicidad.
• Operan como causas personales que cancelan una penalidad que inicialmente gozó
de operatividad:
Las referidas a una actividad del autor posterior al comienzo o aun en la consumación
de la conducta delictiva.
Desistimiento voluntario de la tentativa.
Retractación pública previa o concomitante a la contestación de la querella en los delitos
contra el honor.
Las que dependen de la actividad de terceros.
Es el caso de la exención de la pena en las injurias reciprocas previstas por el art. 116 del
Código Penal.