Lirael de Garth Nix PDF
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Lirael de Garth Nix PDF
Lirael
Abhorsen-2
ePub r1.0
fenikz 19.11.13
Título original: Lirael
Garth Nix, 2001
Traducción: Celia Filipetto
MANDO
FRONTERIZO
EJÉRCITO DEL
NORTE
Queda terminantemente
prohibido salir de la
zona fronteriza.
Se disparará sin previo
aviso a toda persona que
intente cruzarla.
Los viajeros autorizados
deberán presentarse en el
Cuartel General del
Mando Fronterizo.
SE RECUERDA A TODOS
QUE SE DISPARARÁ SIN
PREVIO AVISO.
Querido Sam:
Espero que pronto estés
recuperado y puedas leer estas
líneas. Al parecer, yo me he
recobrado casi del todo, aunque
debo reconocer que los
acontecimientos de nuestra
noche poco corriente están
envueltos en una nebulosa.
Imagino que no te habrás
enterado de que se me metió en
la cabeza que debía ir tras ese
nigromante al que te fuiste a
perseguir no sé dónde. Por
desgracia, entre la oscuridad,
la lluvia y el paso en exceso
vivo, no conseguí otra cosa que
caer al camino hundido y
perder el conocimiento. Los
médicos dicen que fue una
suerte que no me rompiera los
huesos, aunque me han salido
unos morados la mar de
interesantes. ¡No guardo
ninguna esperanza de que las
debutantes de Corvere estén tan
dispuestas a echarles un vistazo
como la enfermera Moulin!
Entiendo que el Ejército ha
conseguido dar con tu padre y
que vendrá para llevarte a casa,
así que no acabarás el
trimestre. Diría que yo tampoco
me voy a molestar en
terminarlo, puesto que ya tengo
plaza en Sunbere. No será lo
mismo sin ti, ni sin el pobre
Harry Benlet. Ni sin Cochrane,
si me apuras. A la mañana
siguiente lo encontraron a cinco
kilómetros de donde nos pasó
todo, al parecer, murmuraba
cosas ininteligibles y echaba
espumarajos por la boca. Me
imagino que lo habrán
internado en el Hospital
Especial de Smithwen. Deberían
haberlo hecho hace años, claro.
Por cierto, estaba pensando
que podría ir a visitarte a tu
misterioso Reino Antiguo antes
de empezar la universidad la
primavera que viene. Debo
reconocer que mi interés
científico se vio azuzado por
esos cadáveres aparentemente
animados y la exhibición de eso
que hiciste, que no tengo la más
remota idea de lo que es. Estoy
seguro de que lo consideras
magia, pero confío en que todo
pueda explicarse aplicando
correctamente el método
científico. Espero ser yo quien
encuentre esa explicación,
claro. Teoría sobre la irrealidad
de Sayre. O ley de la
explicación mágica de Sayre.
El hospital es un
aburrimiento, sobre todo si tu
compañero de sala es incapaz
de mantener una conversación.
Así que tendrás que perdonarme
si me voy por las ramas. ¿Por
dónde iba? Ah, sí, los
experimentos en el Reino
Antiguo. Deduzco que el motivo
por el que no se ha llevado a
cabo antes una investigación
científica en toda regla es por
culpa del Ejército. ¿Quieres
creer que nada menos que un
coronel y dos capitanes vinieron
a verme ayer para que les
firmara una declaración por la
que admitía conocer la Ley de
Secretos Oficiales y por la que
me comprometía a no hablar ni
escribir nada sobre los
recientes y extraños
acontecimientos ocurridos
cerca de la Frontera? Olvidaron
prohibirme el uso de la lengua
de los signos, de modo que,
cuando vuelva, espero poder
informar a un periodista sordo.
No lo haré, claro está. Al
menos hasta que tenga algo
mejor que contarle al mundo…,
algún descubrimiento realmente
grande.
Los oficiales querían que tú
también firmaras, pero como no
estabas para burocracias, se
limitaron a esperar y a pelearse
entre ellos. Entonces les
expliqué que ni siquiera eras
ciudadano de Ancelstierre. Eso
les dio que pensar y se fueron al
pasillo a conferenciar con el
teniente al mando de la guardia.
Algo me dice a mí que la mano
derecha no se entera de lo que
hace la izquierda, puesto que
estos tipos eran del
Departamento de Asuntos
Jurídicos de Corvere y los del
corredor pertenecían al Cuerpo
de Exploradores de la Frontera.
Tuve ocasión de comprobar
algo muy interesante, que estos
últimos profesan esa peculiar
religión tuya, y llevan la marca
de casta o lo que quiera que
lleven en la frente. Me apresuro
a advertirte, sin embargo, que
la sociología está entre mis
intereses.
Bueno, me despido ya. Los
ancianos de mis padres han
enviado a una especie de
subsecretario privado del
supersecretario del chambelán,
más o menos uno de esos
personajes que forman parte de
la comisión asesora de
reconocido prestigio, para que
viniera a recogerme y llevarme
a la corte de Amberne. Al
parecer, mi padre está
demasiado ocupado con el
problema de los refugiados
sureños, las cuestiones que le
plantean en la Cámara y demás,
y tío Edward necesita su
apoyo… y bla, bla, bla… como
de costumbre. Y mi madre,
probablemente estaba
ocupadísima con sus cenas
benéficas o alguna otra
actividad apasionante. Te
escribiré pronto para que
organicemos mi visita. Espero
tenerlo todo a punto dentro de
un par de meses, a lo sumo tres.
¡Ánimo!
NICK, EL MISTERIOSO
PACIENTE X
Sam:
Espero que te encuentres
bien y que sepas perdonarme
por no estar a tu lado en estos
momentos. Por el último
mensaje que tu padre me envió
con un halcón, sé que estás en
condiciones de cabalgar de
vuelta a casa, pero que el
encuentro que tuviste en el
reino de los muertos, ha sido
para ti una durísima prueba. Sé
lo que significa. Y estoy
orgullosa de que te arriesgaras
a adentrarte en el Reino de la
Muerte para salvar a tus
amigos. No sé si yo me atrevería
a hacer lo mismo que tú sin mis
campanas. Ten por seguro que
el paso del tiempo se encargará
de reparar el daño sufrido por
tu espíritu. Está en la
naturaleza de la muerte el
tomar, y en la de la vida, el dar.
Tu valentía me ha
demostrado que ha llegado el
momento de que inicies
formalmente tu preparación
como Abhorsen en ciernes. Es
algo que me enorgullece y me
entristece a la vez, porque
significa que te has hecho
mayor. Son muchas las cargas
del cargo de Abhorsen. Una de
las más pesadas de sobrellevar
es el hecho de que estemos
condenados a perdernos gran
parte de la vida de nuestros
hijos…, de tu vida, Sam.
He ido retrasando tu
aprendizaje porque quería que
siguieses siendo el niñito cuyo
recuerdo surge tan fácilmente
en mi memoria. Sé que hace
muchos años que has dejado de
ser ese niño, que ahora eres un
muchacho y que debo tratarte
como a tal. Para ello, debo
reconocer tu herencia y el papel
esencial que vas a desempeñar
en el futuro de nuestro reino.
Gran parte de esa herencia
se encuentra entre las páginas
de El libro de los muertos, que
ahora tienes en tus manos. Has
estudiado conmigo algunas de
sus páginas, pero ha llegado el
momento de que domines todo
su contenido, en la medida en
que esto es posible. No cabe
ninguna duda de que en estos
días he necesitado de tu ayuda,
pues se ha producido un extraño
renacer de los problemas, tanto
por parte de los muertos como
por parte de los seguidores de
la magia libre, y soy incapaz de
dar con la fuente de ninguno de
ellos.
A mi regreso, seguiremos
hablando de este asunto, por
ahora quiero que sepas que
estoy orgullosa de ti, Sameth.
Tu padre también. Bienvenido a
casa, hijo.
Con todo cariño,
MAMÁ.
El ejército ancelstierrano,
supuestamente bajo las órdenes
del gobierno, ha permitido que
un grupo de «voluntarios»
sureños entren en el Reino
Antiguo por uno de los viejos
pasos fronterizos del Muro,
infringiendo así todos los
acuerdos firmados y todas las
reglas dictadas por el sentido
común. Evidentemente, Corolini
ha conseguido más apoyos, y
ésta sería una puesta a prueba
de su plan de enviar a todos los
sureños al reino.
He impedido lo mejor que
he podido que se produzcan más
cruces de la Frontera y he
reforzado la guardia en
Barhedrin. Por desgracia, no
hay garantías de que los
ancelstierranos dejen de
enviarnos más sureños, aunque
el general Tindall ha
manifestado que tardará en
poner en marcha las órdenes
oportunas y que nos avisará en
cuanto le sea posible.
En cualquier caso, ya han
cruzado algo más de mil
sureños y nos llevan al menos
cuatro días de ventaja. Al
parecer, fueron recibidos por
«guías locales», pero como al
Cuerpo de Exploradores de la
Frontera le estaba prohibido
escoltar refugiados, ni siquiera
sé si se trataba de hombres de
verdad.
Seguiremos en la brecha,
claro está, pero todo este asunto
me huele mal. Estoy seguro de
que al menos un hechicero de la
magia libre está implicado en
nuestro lado del Muro, y el paso
fronterizo utilizado por los
sureños es el más cercano al
lugar donde tú sufriste la
emboscada, Sameth.
El nigromante, pensó Sam mientras
doblaba la carta. Se alegró de que el sol
brillara en el cielo y de estar en palacio,
protegido por guardias y agua corriente.
—¿Malas noticias? —inquirió Brel.
—Noticias, a secas —contestó Sam
sin poder contener un escalofrío.
—Nada que el rey y la Abhorsen no
puedan solucionar —dijo Brel, con
plena confianza.
—Dondequiera que estén —musitó
Sam.
Guardó la carta en el bolsillo del
abrigo y se fue para abajo, a su taller,
para enfrascarse en mil tareas y detalles
que exigían toda su atención y la
destreza de sus manos.
Y a cada paso que daba se repetía
que debía abrir El libro de los muertos.
Para variar, la Abhorsen y
Touchstone regresaron una magnífica
tarde de primavera, mucho después de
que Sam hubiera bajado de la torre y de
que la guardia de Brel hubiese
terminado. El viento había rolado al
Este, el mar de Saere cambiaba de
color, del negro invernal al turquesa
estival, el sol seguía calentando pese a
hundirse en el Oeste y las golondrinas
que vivían en los acantilados robaban
lana para sus nidos de la manta rota de
Sam.
Sabriel fue la primera en llegar, su
papelonave pasó volando bajito sobre el
patio de práctica donde Sam sudaba la
gota gorda repasando en compañía de
Cynel, una de las mejores guardias, los
cuarenta y ocho movimientos de ataque y
defensa. La sombra de la papelonave los
sobresaltó a ambos y le permitió a
Cynel, que se recuperó rápidamente
mientras Sam se quedó como un
pasmarote, hacerse con el punto
definitivo.
Al muchacho le había llegado el día
decisivo, y todos los discursos y cartas
que había preparado se le filtraron del
cerebro, como si su contrincante le
hubiera perforado la cabeza en lugar de
asestarle una estocada triunfal y sonora
con la espada de madera en el casco
acolchado. Sam salió corriendo para
quitarse la armadura de prácticas justo
cuando las trompetas sonaban en la
Puerta Sur. Al principio pensó que
anunciaban la llegada de su madre, hasta
que oyó otras trompetas más lejanas, en
el Patio Occidental, donde debía de
haber aterrizado la papelonave. Por
tanto, las trompetas de la Puerta Sur
debían de estar anunciando la llegada
del rey, el único recibido con una
fanfarria.
En efecto, se trataba de Touchstone.
Sam se reunió con su padre veinte
minutos después en las dependencias
privadas de la familia, una amplia
estancia situada tres plantas más arriba
del Gran Salón, con una única ventana
alargada que daba a la ciudad en lugar
de al mar.
Sam entró y encontró a Touchstone
asomado a la ventana, contemplando
cómo se encendían las luces de su
ciudad. Brillantes luces del Gremio,
luces suaves de las lámparas de aceite,
temblorosas llamas de velas y fuegos.
Era el mejor momento para estar en
Belisaere, una cálida tarde de
primavera, a la hora en que se encienden
todas las luces.
Como de costumbre, Touchstone
tenía aspecto cansado, aunque le había
dado tiempo a lavarse y quitarse la
armadura y la ropa de jinete. Vestía una
bata de baño al estilo de Ancelstierre y
llevaba el cabello ensortijado todavía
húmedo tras el rápido baño. Al ver
entrar a Sam le sonrió y le estrechó la
mano.
—Tienes mejor aspecto, Sam —dijo
Touchstone, al notar los colores que
lucía su hijo tras la práctica de esgrima
—. Aunque me hubiera gustado que este
invierno te hubieses convertido también
en un buen escritor de cartas.
—Hum —dijo Sam.
En todo el invierno sólo le había
enviado a su padre dos cartas y unas
cuantas notas añadidas al final de
algunas remitidas por Ellimere, que era
una corresponsal mucho más fiable. Ni
las cartas ni las notas decían nada
demasiado interesante ni demasiado
personal. Sam había escrito algunos
borradores más profundos, pero al igual
que los dirigidos a su madre, habían ido
a parar a la chimenea.
—Papá, yo… —comenzó a decir
Sam, vacilante, y notó una profunda
sensación de alivio por atreverse al fin a
sacar el tema al que había estado
dándole vueltas todo el invierno—.
Papá, no puedo…
Antes de que pudiese continuar, la
puerta se abrió de par en par y Ellimere
entró como un vendaval. Sam cerró la
boca y la miró ceñudo, pero ella no le
hizo el menor caso, fue directa hasta
Touchstone y lo abrazó con ostensible
alivio.
—¡Papá! No sabes cómo me alegro
de que hayas vuelto —dijo—. ¡Y mamá
también!
—La familia feliz y unida —
masculló Sam entre dientes.
—¿Cómo dices? —preguntó
Touchstone con tono severo.
—Nada —contestó Sam—. ¿Dónde
está mamá?
—En el embalse —contestó su
padre. Enlazó por la cintura a Ellimere
con un brazo y con el otro agarró a su
hijo—. Vamos a ver, no quiero que os
preocupéis, pero ha tenido que ir a los
Pilares Mayores porque la han herido…
—¡La han herido! —exclamaron
Ellimere y Sam al unísono volviéndose
hacia su padre hasta que los tres
formaron un apretado círculo.
—No es grave —se apresuró a
aclarar Touchstone—. La mordió en la
pierna una especie de cosa muerta, no
pudo curarse cuando ocurrió y ahora se
le ha infectado la herida.
—¿Va a… va a…? —preguntó
Ellimere presa de ansiedad mientras se
miraba consternada una pierna.
Por la cara que puso, estaba claro
que le resultaba difícil imaginar a
Sabriel herida y no del todo dueña de sí
misma y de cuanto la rodeaba.
—No, no va a perder la pierna —
afirmó, decidido, el rey Touchstone—.
Ha tenido que bajar hasta los Pilares
Mayores del Gremio porque los dos
estábamos demasiado cansados para
realizar los encantamientos curativos.
Pero podemos acompañarla allá abajo.
Además, es el mejor lugar para que
podamos hablar tranquilamente y
celebrar una conferencia familiar.
El embalse donde se alzaban los seis
Pilares Mayores del Gremio constituía,
en muchos sentidos, el corazón del
Reino Antiguo. Era posible acceder al
Gremio, la fuente misma de la magia,
desde cualquier punto del Reino
Antiguo, pero la presencia de los pilares
corrientes facilitaba mucho la
operación, como si fuesen los conductos
que llevaban al Gremio mismo. Sin
embargo, daba la impresión de que los
Pilares Mayores del Gremio formaban
parte de éste, además de estar
relacionados con él. El Gremio contenía
y describía a todos los seres vivos y
todas las posibilidades, existía en todas
partes, pero su presencia se concentraba
mucho más en los Pilares Mayores, el
Muro y los linajes de la familia real, así
como en los Abhorsen y las Clarvis.
Cuando dos de los grandes pilares
fueron rotos por obra de Kerrigor, y la
familia real sufrió una aparente
dispersión, el Gremio quedó debilitado
y así, la magia libre y los muertos
camparon por sus respetos.
—¿No sería mejor celebrar la
conferencia aquí arriba, cuando mamá
haya realizado el hechizo? —sugirió
Sam.
Pese a la importancia que tenía para
el reino, el embalse nunca había sido
uno de sus sitios predilectos, ni siquiera
antes de que le tuviera tanto miedo a la
muerte. Los pilares de piedra mismos
ejercían un efecto reconfortante,
llegaban incluso a calentar el agua que
los rodeaba, pero el resto del embalse
era frío y horrendo. La madre y las
hermanas de Touchstone habían sido
asesinadas allí por Kerrigor, y mucho
más tarde, en ese mismo lugar, el padre
de Sabriel había encontrado la muerte.
Sam no quería ni pensar en lo que había
sido el mundo en la época en que hubo
dos pilares rotos y Kerrigor acechaba
allí dentro, envuelto en la oscuridad,
acompañado de sus bestias
nigrománticas y sus siervos muertos.
—No —contestó Touchstone que
tenía más motivos que su hijo para
temerle al embalse, pero lo había
perdido hacía años, durante su
prolongado esfuerzo por reparar los
pilares rotos con su propia sangre y
fragmentos de magia recordados a duras
penas—. Es el único lugar donde nadie
nos oirá, además, son demasiadas las
cosas que debéis saber, de las que nadie
más debe enterarse. Trae el vino,
Sameth. Lo necesitaremos.
—¿Vas a ir así? —preguntó Ellimere
cuando Touchstone se dirigió al banco
de la izquierda de la chimenea.
Se volvió mientras su hija le hablaba
y se miró la bata y las dos espadas que
colgaban del cinturón, se encogió de
hombros y siguió su camino. Ellimere
lanzó un suspiro, fue tras él y ambos
desaparecieron en la oscuridad detrás
del fuego.
Sam frunció el ceño, cogió la jarra
de barro llena con ponche de vino y
especias colocada cerca de la chimenea
para que se mantuviera caliente. Siguió
a su padre y a su hermana, con la mano
presionó la parte trasera del banco y las
marcas del Gremio llamearon cuando el
hechizo de defensa le permitió abrir la
puerta secreta. En cuanto la hubo
franqueado, oyó a su padre y a su
hermana bajar ruidosamente los ciento
cincuenta y seis escalones que
conducían al embalse, a los Pilares
Mayores del Gremio y a Sabriel.
Agua pura, piedra
antigua
Querido Sam:
Gracias por conseguirme el
visado para el Reino Antiguo.
No sé por qué vuestro cónsul en
Bain se mostró tan reticente a
otorgármelo. Menos mal que
eres príncipe y consigues lo que
te propones. De este lado no he
tenido problema alguno. Mi
padre llamó a tío Edward y éste
utilizó todas sus influencias.
Prácticamente nadie de Corvere
sabía que se podía obtener un
permiso para cruzar la
Frontera. En fin, supongo que
esto viene a demostrar que
Ancelstierre y el Reino Antiguo
no son tan diferentes. Todo es
cuestión de tener los contactos
adecuados.
En cualquier caso, mi
intención es partir mañana
desde Awengate, y si los
trasbordos de trenes no fallan,
llegaré a Bain el sábado y
cruzaré el Muro el día 15. Sé
que me anticipo a la fecha
convenida, de manera que no
podrás ir a recibirme, pero no
iré solo. He contratado a un
guía, un ex explorador del Paso
Fronterizo con quien me topé en
Bain. Y lo digo literalmente. Él
cruzaba el camino para evitar
una manifestación de los
seguidores del Partido Nuestro
País, chocamos y casi me
voltea. Fue un encuentro
casual, la verdad, el hombre
conoce el Reino Antiguo como
la palma de su mano. Me
confirmó también algo que he
leído sobre el curioso fenómeno
denominado «celada de rayos».
Él lo ha visto y no me cabe duda
de que es digno de ser
estudiado.
De manera que creo que
iremos a echarle un vistazo a
esa celada de rayos de camino a
tu indudablemente encantadora
capital de Belisaere. Por cierto,
a mi guía no pareció
sorprenderle lo más mínimo que
yo te conociera. ¡Tal vez la
realeza lo deje tan frío como a
algunos de nuestros ex
compañeros de estudios!
En cualquier caso, la celada
de rayos se produce,
aparentemente, cerca de un
pueblo llamado Borde que, si no
me equivoco, se encuentra cerca
de la ruta al Norte que
seguiremos para llegar a ti.
¡Sería de agradecer que en tu
tierra confiaran en los mapas
normales y no en la memoria
casi mística ayudada por
papeles en blanco!
Tengo muchas ganas de
verte en tu entorno natal, casi
tantas como de investigar las
curiosas anomalías de tu Reino
Antiguo. Por sorprendente que
parezca, es muy poco lo que se
ha escrito sobre este asunto. La
biblioteca del colegio sólo
dispone de unos pocos textos
antiguos, altamente
supersticiosos, y en la de
Radford tampoco disponen de
mucho más. En los periódicos
tampoco se habla de este
asunto, salvo de pasada, cuando
Corolini desvaría en las
reuniones de la Asamblea sobre
la posibilidad de enviar a
«indeseables y sureños» a lo
que él llama «el extremo
Norte». ¡Espero ser la
avanzadilla de lo que, según sus
términos, es un «indeseable»!
Todo lo referido al Reino
Antiguo parece estar rodeado
por una conspiración de
silencio, de modo que estoy
seguro de que un joven y
ambicioso científico como yo,
encontrará muchas cosas por
descubrir y revelar al mundo.
Espero que te hayas
recuperado por completo. Yo no
acabo de estar fino, he tenido
dolores en el pecho, según
parece, debidos a una especie
de bronquitis. Y aunque resulte
increíble, se agudizan cuando
me encuentro más al Sur, en
Corvere no había modo de
soportarlos, probablemente se
debe a que allí el aire es pura
suciedad. He pasado este último
mes en Bain y casi no los he
notado. Sin duda, tendré
ocasión de mejorar todavía más
en tu Reino Antiguo, donde el
aire debe de ser absolutamente
impoluto.
En cualquier caso, espero
verte pronto, un abrazo de tu
fiel amigo:
NICHOLAS SAYRE
P. D. No me creo que
Ellimere mida casi dos metros y
pese ciento veinte kilos. Me lo
habrías comentado antes.
Q uerido Sam:
Te
siguiendo
escribo
NICHOLAS SAYRE