Giuseppe Duso - El Ganzes Haus de Brunner y La Práctica de La Historia Conceptual (2018) PDF

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ISSN 2451-7925

Duso, Giuseppe. “El Ganzes Haus de Brunner y la práctica de la histo-


ria conceptual”, Conceptos Históricos 4 (5), pp. 72-98.

RESUMEN
Este artículo aborda el trabajo de Otto Brunner en torno a la Ganzes Haus
desde una óptica histórico-conceptual y filosófico-política. Su objetivo no
es verificar la validez de un presunto modelo, la “casa grande”, en relación
con diversos ámbitos de hechos empíricos, sino echar luz sobre los instru-
mentos críticos que Brunner nos ofrece para comprender el pasado y pen-
sar el presente. En contra de la perspectiva de Reinhardt Koselleck, la cual
establece un plano continuo entre conceptos antiguos y modernos sobre la
base de categorías formales, la historia conceptual de Brunner acentúa ante
todo la Trennung con la antigüedad. La conciencia crítica de la ruptura ra-
dical introducida por la modernidad permite medir los límites de aquellos
conceptos que siguen estructurando todas las ciencias humanas y sociales,
desde la economía hasta la historia, y nos predispone de manera paradójica
a escuchar la lección que nos llega de los antiguos. Mostrando la incapaci-
dad de los conceptos modernos para entender las fuentes pasadas, Brunner
revela al mismo tiempo su insuficiencia para aprehender los problemas de
nuestro presente. Su trabajo histórico hace resurgir, así, cuestiones filosófi-
cas ineludibles, que permiten interrogar el futuro de la política moderna y
abrir, así, el espacio para una reflexión política que tome el riesgo de pensar
la función del gobierno y el lugar de la justicia, más allá del Estado sobera-
no y de la democracia representativa.
Palabras clave: Otto Bruner, Reinhart Koselleck, Trennung,
contemporaneidad de lo no contemporáneo, conceptos modernos, democracia.

ABSTRACT
This paper tackles Otto Brunner’s work about the Ganzes Haus from the
twofold perspective of conceptual history and political philosophy. Its pur-
pose is not to test the validity of a presumed model ―the “whole house-
hold”― in relation to different fields of empirical facts, but to shed light
on the critical tools that Brunner gave us in order to understand the past
and reflect upon the present. Against Reinhart Koselleck’s perspective ―
which sets up a continuous line between ancient and modern concepts on
the basis of formal categories―, Brunner’s conceptual history emphasizes
the Trennung with the classical era above all. The critical awareness of the
radical rupture introduced by Modern Age, allows us to demarcate the
limits of those concepts that still organize all human and social sciences
―from economy to history―, and, paradoxically, it predisposes us to listen
to the lessons that come to us from the Ancients. By showing the incapac-
ity of modern concepts to understand the sources from the past, Brunner
reveals, at the same time, their failure in apprehending the problems of our
present. In this way, his historical work revives some unavoidable philo-
sophical issues that allow us to question the future of modern politics and
to open the field for a political reflection that takes the risk of thinking
government’s function and justice’s place, beyond the sovereign State and
representative democracy.
Key words: Otto Bruner, Reinhart Koselleck, Trennung, Contempora-
neity of the noncontemporaneous, Modern concepts, Democracy.
Recibido el 7/2/18. Aceptado para su publicación el 15/3/18.
CONCEPTOS HISTÓRICOS 4 (5): 72-98

El Ganzes Haus de Brunner


y la práctica de la historia
conceptual1
Giuseppe Duso
Centro Interuniversitario di Ricerca sul Lessico Politico e Giuridico Europeo, Italia
[email protected]

1. Brunner y la historia conceptual

La presente reflexión pretende abordar el famoso


trabajo de Brunner en torno a la Ganzes Haus,2
desde una óptica muy particular. No pretende
tanto verificar la menor o mayor validez de un
presunto modelo en relación con diversos ámbitos
de hechos empíricos verificables en el trabajo histórico, sino echar luz
sobre los instrumentos críticos posibles de obtener por efectos de nues-
tra relación con el pasado, al que llegamos a través de la narración his-
tórica, la cual a su vez implica elementos conceptuales, aunque a veces
estos estén solamente implícitos en las palabras que han sido utilizadas.
Se trata de encontrar qué lección se puede derivar del texto de Brunner
para la crítica de la conceptualidad moderna, no solo como instrumento
para la comprensión de las fuentes del pasado, sino también para com-
prender nuestra realidad y para pensar la política en nuestro tiempo.
Esta no es una tarea nueva, pues la lección de Brunner ha sido pro-
ductiva a lo largo de un trabajo de treinta años en historia conceptual,
lo cual se puede identificar en su especificidad precisamente gracias a

1 Las notas del traductor estarán señalizadas [NdT]. Las demás notas pertenecen al autor.
Traducción de Matías González. Revisión y corrección de Francesco Callegaro, Damián
Rosanovich y Diego de Zavalía.
2 Otto Brunner. “Das ‘Ganze Haus’ und die altereuropäische ‘Ökonomik’”, en Neue Wege der
Verfassung- und Sozialgeschichte. Göttingen, Vandenhoeck & Ruprecht, 1968, pp. 103-127;
trad. esp.: “La ‘casa grande’ y la ‘Oeconomica’ de la vieja Europa”, en Nuevos caminos de
la historia social y constitucional. Buenos Aires, Editorial Alfa, [1968] 1976, pp. 87-124 (en
adelante GH).

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la referencia privilegiada a este autor antes que a Koselleck, quien es


considerado como una guía indiscutida de muchas líneas de investiga-
ción que pretenden inscribirse en el cauce de la Begriffsgeschichte (bg)
alemana.3 Esto puede parecer sorprendente desde el momento en que
el trabajo al cual me refiero se caracteriza por una dimensión filosófica,
y sin embargo, o quizá precisamente por ello, ha encontrado una gran
ventaja sobre todo en la referencia al historiador Brunner (quien, por
su parte, critica el concepto historia) que al más teórico Koselleck.4 Por
este motivo, sin negar el horizonte que los acomuna a una bg –bien
distinta de otras modalidades de hacer historia de las fuentes y del
pensamiento político– ni negar la relevancia de Koselleck, aquí solo
se tratará de reflexionar en torno a la nota crítica que este le dirige a
Brunner, con el fin de hacer entender mejor –radicalizando, incluso,
excesivamente las diferencias entre los dos– por qué las reflexiones crí-
tico-metodológicas, contenidas en Nuevos caminos de la historia social y
constitucional, y específicamente en el ensayo que trata el Ganzes Haus,
son consideradas de una importancia particular para la investigación
histórico-conceptual.
Es precisamente la conciencia brunneriana de la Trennung, determi-
nada por los conceptos nacidos en el horizonte de la ciencia moderna
respecto al modo precedente de pensar al hombre y la sociedad, la que
nos ha empujado a mostrar el malentendido que producen cuando se los
usa –como normalmente sucede– para comprender el pasado. Pero no se
trata solo de una mayor adecuación a las fuentes, dado que en Brunner
se puede reconocer un cuestionamiento de los conceptos modernos
que resulta estimulante para una interrogación radical –y por lo tanto

3 Me refiero al trabajo del grupo de investigación de Padua en torno a la historia de los


conceptos. Para una panorámica del trabajo realizado, puede consultarse Sul contributo
del gruppo di Padova alla storia concettuale, disponible en http://www.cirlpge.it/backend/
filesdownload/file/36.pdf, acceso el 31 de enero de 2018. La relevancia de Brunner para esta
línea de investigación histórico-conceptual ha sido señalada por Juan Sánchez Mandingorra.
La historia conceptual paduana. Antecedentes y desarrollo de una Historia conceptual como
filosofía política. Tesis doctoral, Valencia 2015.
4 En el número de Filosofia política que recoge las discusiones entre Pocock y Koselleck en
torno a la historia de los conceptos, se quiso presentar una práctica de la historia conceptual
interpretada en un sentido filosófico (ver Giuseppe Duso. “Storia concettuale come filosofia
politica”, Filosofia politica, Vol. 11, Nº 3, 1997, pp. 393-426). Existe traducción al español:
“Historia conceptual como filosofía política”, en Sandro Chignola y Giuseppe Duso. Historia
de los conceptos y filosofía política. Madrid, Biblioteca Nueva, 2009, pp. 159-196 (en
adelante HCFP). Este ensayo, que está presupuesto aquí, también se puede leer como una
argumentación acerca de por qué la defensa de Brunner contra la crítica que le hace Koselleck
está estrechamente ligada a un modo –considerado más riguroso y productivo– de ejercer la
historia conceptual. Para una confrontación crítica con el pensamiento de Koselleck en torno al
tema de la historia, véanse los trabajos de Chignola contenidos en HCFP.

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filosófica– de estos.5 Tal actitud de interrogación filosófica, que ha iner-


vado en el trabajo de historia conceptual, claramente no se deduce del
trabajo de Brunner, sino que precede a su encuentro y se cruza particu-
larmente con la conciencia crítica expresada en los trabajos que aparecen
en Nuevos caminos de la historia social y constitucional. La lección que nos
llega de Brunner es, por tanto, la consecuencia de un atravesamiento6 de
sus textos, de un diálogo con estos que va más allá de las intenciones que
el historiador austriaco pudo haber tenido en relación con su tiempo.
Por lo tanto, en la presente reflexión se pondrán en evidencia aquellos
puntos del trabajo sobre el Ganzes Haus que implican, para quien lee el
texto por primera vez, una mutación del modo de considerar el pasado
que se tenía precedentemente; una conversión tal que determina una
conciencia histórico-conceptual que resulta indispensable para la inves-
tigación. Por ello, es posible considerarlo como una verdadera y propia
introducción al trabajo de la historia de los conceptos. No se pretende,
por tanto, presentar aquí un análisis detallado del texto, sino, sobre todo,
un diálogo desde el punto de vista de quien ha rastreado en él un ins-
trumento precioso para su propia conciencia crítica y se confronta con
ello asumiendo su responsabilidad teórica en relación con la historia
conceptual y con su función en el presente.

2. La oeconómica antigua como disciplina ética

En este intento de encontrar en su trabajo, no tanto modelos para la


historia de los hechos históricos, sino, sobre todo, un movimiento de
pensamiento crítico frente a la modalidad difundida de hacer historia,
no se puede dejar de constatar que Brunner no comienza su exposición
presentando un modelo de la oeconómica antigua: más bien, la comienza
poniendo en cuestión la postura que normalmente se tiene en el mo-
mento en el cual se aborda una obra que se inserta en el contexto de la
oeconómica antigua europea. Cabe recordar, en efecto, que es la manera
de entender la actividad humana, tal como se inscribe en los términos
de la disciplina económica, lo que constituye el objeto de análisis de
Brunner, quien siempre tiene presente la relación entre los conceptos y

5 Con la expresión “conceptos modernos”, refiriéndome a las investigaciones realizadas, hablo


de algo limitado y determinado: esto es, aquellos conceptos fundamentales que nacieron en el
iusnaturalismo y que fueron difundidos en la época moderna en la ciencia y en el sentido común
para pensar al hombre, la sociedad y la obligación política.
6 Intruducimos este neologismo para trauducir el italiano atrevasamento, con el fin de preservar
el término técnico utilizado por el autor, quien lo utiliza con frecuencia para sintetizar la actitud
hermenéutica propia de la historia conceptual pensada como una nueva filosofía política [NdT].

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la realidad social y constitucional. Esto constituye justamente uno de los


aportes más relevantes de la bg alemana.
En el momento en el que se recurre a una obra como la Georgica cu-
riosa de Von Hohberg, se está inevitablemente condicionado por el sig-
nificado que tiene en el presente el término “economía”, incluso porque
la palabra que usamos, en un modo más o menos consciente, transmite
significados que se han sedimentado en este vocablo de uso común. Con
más razón si nos referimos a una obra de este tipo en el horizonte de
una historia de la economía. Como Brunner ha mostrado lúcidamente a
propósito del entrelazamiento que se viene estableciendo entre historia,
filosofía de la historia e historias especializadas,7 estas nacieron sobre la
base del modo en que se determinó la ciencia moderna. Son los eco-
nomistas, entonces, quienes hacen la historia de la economía, como los
constitucionalistas hacen la historia de las constituciones. En todo caso,
es sobre el concepto moderno de economía que se habla de la econo-
mía antigua o medieval,8 consideradas –en relación con un desarrollo
racional dado de la economía– como una especie de prehistoria en la que
una serie de elementos pertenecientes a esferas diversas todavía estaban
entrelazados y confundidos entre sí. Así, una obra que, más allá de la ac-
tividad económica y productiva, del cultivo del campo y de los viñedos,
de la cría del ganado, de la producción del vino y de la cerveza, también
se ocupa de las relaciones entre el padre y los miembros de la familia, de
las funciones de la esposa, de la vida religiosa, de veterinaria, de la caza y
la pesca, no puede ser interpretada más que como una obra confusa, en
la que los elementos propiamente económicos están mezclados con otros
de tipo ético, sociológico, pedagógico, religioso, médico y agrario. Es
significativo que Brunner recuerde la definición dada por un historiador
de la economía reciente, para quien, más allá de una obra de economía,
se trata de una doctrina de las costumbres.9
Esta atribución al ámbito de las costumbres por parte de la obra en
cuestión, incluso si entre las intenciones de su autor estaba indicar la
falta de una clara conciencia racional del hecho económico, nos ayuda
a acercarnos a una comprensión de las fuentes. Las costumbres tienen
de hecho muy poco que ver con la manera en la que la disciplina eco-
nómica, como las otras disciplinas, ha evolucionado y encontrado su
punto de asentamiento. Sin embargo, como intenta mostrar Brunner, la

7 Ver HCFP, especialmente § 5, pp. 173-178.


8 Ver GH, pp. 87 y 113-114.
9 Ver Edgar Salin. Geschichte der Volkswirtschaftslehre. Bern-Tübingen, A. Franske, [1929]
1951, p. 62. Existe traducción al español: Historia de la doctrina económica, Buenos Aires,
Atalaya, 1948.

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El Ganzes Haus de Brunner y la práctica de la historia conceptual

oeconómica antigua no se puede comprender si no se entiende qué es una


disciplina ética; por eso le es estructural la relación con las costumbres,
con el ethos, con el comportamiento del hombre en lo concreto de las
relaciones en las que se encuentra. Es en este ámbito ético que se colo-
can oeconómica y política, resultando imposible la determinación de eso
que en el mundo moderno se retiene como lo específico de aquellas dis-
ciplinas. En realidad, esta especificidad es posible precisamente gracias
a la abstracción, realizada por la ciencia moderna, de la producción y del
mercado, por una parte, y de las relaciones del poder, por otra.
Es importante tener presente que este horizonte de la ética se pone
antes de la separación moderna de la moral respecto de la economía y de
la política; es decir, antes de la separación de la esfera de la interioridad
subjetiva de aquella objetiva de las relaciones jurídico-políticas externas.
Por ello, las dos disciplinas éticas no pueden no ocuparse del problema
del buen comportamiento, del bien y de lo justo, más allá del dualismo
moderno del ser y deber ser,10 de aquel dualismo de las esferas interiores
y exteriores que, a partir del Leviatán, estarán en la base del modo mo-
derno de entender lo político mediante la forma jurídica. Entonces, la
presencia de temáticas diversas en una obra como la Georgica, presencia
que a los ojos del economista moderno es causada por el hecho de no
llegar a tener una claridad científica, en realidad depende de una rela-
ción entre el pensamiento y la realidad distinta.
Entonces, la conjunción de estos aspectos en la oeconomía antigua nos
remite, no tanto a una confusión de elementos que no habrían todavía
llegado a una claridad científica –como cree el economista moderno–,
sino más bien a una diversa relación entre el pensamiento y la realidad.

3. La política antigua y la democracia

El ámbito de la ética debe tenerse presente para comprender, como se


ha dicho, no solo la economía sino también la política antigua. También
aquí el razonamiento de Brunner tiene un objetivo crítico. Pensemos
cuántas veces el historiador especializado recurre a términos que trans-
miten, de manera más o menos consciente, conceptos modernos –indi-
viduo, igualdad, libertad, pueblo, sociedad, Estado, soberanía, legitimidad,
poder, por dar algunos ejemplos– en el momento en el que pretende
describir la realidad del pasado. Y ello concierne también a las fuen-
tes doctrinales, en la medida en que dichos términos son usados, por
ejemplo, para la traducción de los textos platónicos y aristotélicos, así

10 Ver GH, p. 104.

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como para desplegar el pensamiento contenido en estos. De este modo,


las fuentes son malinterpretadas además de simultáneamente juzgadas,
pues el horizonte presupuesto es el de la conceptualidad moderna, frente
a la cual la fuente manifiesta un déficit de racionalidad.
En este sentido, es sumamente relevante la breve referencia que hace
Brunner a la democracia. Se trata de un pasaje que tiene el riesgo de ser
obviado en la lectura, pero que en realidad tiene consecuencias decisivas.
Si se tiene presente que Brunner, junto con Conze y Koselleck, está en
el origen del proyecto del famoso Historisches Lexikon, el Geschichtliches
Grundbegriffe –que pretende ser un producto típico de la bg–,11 no pue-
de dejar de sorprender cuán diversa es su posición respecto de la que
emerge en la voz Demokratie del Lexikon, incluso de las páginas escritas
por Koselleck.12 Si se lee esta voz, compuesta por diferentes artículos, se
tiene la impresión de asistir a la narración de las mutaciones ocurridas
en la historia en relación con el concepto de democracia. Las diferencias
históricas parecen referir, así, a una misma cosa que asume su significa-
do sobre la base de la raíz etimológica que, conjugando el demos con el
kratos, debe entenderse mediante la expresión “poder del pueblo”. Aun
si el pueblo y la modalidad del poder están en distintos contextos deter-
minados de manera diversa, esta expresión comporta, no obstante, un
núcleo que permanece; si no fuera así, se trataría de cosas distintas e
incomparables entre sí. En el trabajo de Christian Meier, dedicado a la
antigüedad, se tiene efectivamente la impresión de que a pesar de que se
muestre la mayor limitación que tiene el demos frente a la totalidad de
los hombres de una ciudad, se trata siempre de una forma de legitima-
ción del poder político basada en quien lo posee.
El mismo ensayo de Koselleck, que busca mostrar la introducción
del concepto de democracia en el horizonte de la filosofía de la historia,
no parece manifestar una clara conciencia de la separación radical que
se produce en la época moderna frente a la democracia entendida como
forma de gobierno. Aun habiendo registrado el hecho de que en Kant las
formae regiminis –esto es, republicanismo y despotismo– son distintas de
las formas de la Herrschaft (formae imperii), no parece tener conciencia
del hecho que estas últimas ya no tienen nada que ver con la forma
de gobierno, sino que son modalidades de ejercicio del poder, con lo
cual ya implican el concepto moderno de soberanía. Por ello, Koselleck

11 Otto Brunner, Werner Conze y Reinhart Koselleck (eds.). Geschichtliche Grundbegriffe.


Historisches Lexikon zur politisch-sozialen Sprache in Deutschland. 8 Vols. Stuttgart, Klett-
Cotta, 1972-1997 (en adelante GG o Lexikon). En realidad, la mayor parte de las voces
contenidas en el léxico dependen de la perspectiva de sus autores, y muy a menudo el núcleo
crítico de la Begriffsgeschichte aparece atravesado o traicionado.
12 Ver Demokratie, GG, Vol. 1, pp. 821-899.

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El Ganzes Haus de Brunner y la práctica de la historia conceptual

encuentra en la crítica kantiana a la democracia una versión reforzada


de “la vieja máxima según la cual la democracia corre siempre el peligro
de incurrir en la involución hacia la tiranía”.13 La democracia tendría,
entonces, más allá de las diferencias históricamente determinables, un
núcleo de significado constante.14
Esto se conforma de acuerdo con el modo en que Koselleck entiende
la historia conceptual. Su objetivo, en efecto, fue rastrear la posibilidad
de comunicación entre los conceptos que habitan en nuestro lenguaje y
las fuentes antiguas. Pues lo que dice Aristóteles sobre la democracia,
aunque tenga una especificidad respecto a nuestro concepto, nos debe
aún decir algo: debe ser significativo para nosotros y colocarse en un
plano en el que sea posible una reconstrucción a la vez sincrónica y dia-
crónica, es decir, dar cuenta de la permanencia de significados verbales y
de estructuras, así como de su mutación.15 Pero de este modo, lo que no-
sotros entendemos por democracia en los griegos tiene el riesgo de llevar
consigo el aspecto formal que caracteriza al concepto moderno de poder,
y con ello también la acción políticamente eficaz de los individuos sobre
la base de su voluntad y una relación formal de mando-obediencia. Así,
para encontrar la posibilidad de la comunicación, se determina una hi-
postatización de la conceptualidad moderna, con el riesgo de caer en la
modalidad de aquella historia de las ideas que fue criticada de manera
explícita por el mismo Koselleck.
Bien distinto es el escenario abierto por el trabajo de Brunner. De
manera consecuente con lo que dice a propósito de la oeconómica de la
antigüedad, también la política, en cuanto disciplina ética, conlleva co-
mo principio unificador el gobierno. Por ello, la configuración de la polis
se determina por quien gobierna: monarquía, aristocracia y democracia
son, entonces, formas de gobierno de las cuales se puede hablar solo en
cuanto se presuponga que en la polis haya quien gobierna y quien sea
gobernado. Pero estos términos ya no tienen en el mundo moderno el
significado de formas de gobierno, por la simple razón de que la política
se piensa sobre la base de la negación de las relaciones de gobierno entre

13 Demokratie, p. 850 [trad. del italiano. NdT]. De este modo, Koselleck indica la apertura al
futuro y el mejoramiento que implica el concepto de republicanismo.
14 En realidad, en Kant es central el tema de la representación, que implica y problematiza a
la vez (de manera asimismo compleja) el nexo moderno entre soberanía-representación. Ver
sobre esto Giuseppe Duso. Idea di libertà e costituzione repubblicana nella filosofia politica di
Kant. Monza, Polimetrica, 2012, y de manera más sintética, Giuseppe Duso. “Génesis y lógica
de la representación política moderna”, en La representación política. Génesis y crisis de un
concepto. Buenos Aires, UNSAM EDITA, 2016, pp. 102-109 (“Representar la idea”).
15 Ver Reinhart Koselleck. “Historia conceptual e historia social”, en Futuro pasado. Para una
semántica del tiempo histórico. Barcelona, Paidós, [1979] 1993, pp. 105-126, particularmente
la p. 118.

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los hombres. Así, democracia –nos dice Brunner– llega a tener un signi-
ficado completamente distinto: ya no es “Herrschaft [yo diría gobierno]
sobre los hombres”, sino “administración de cosas”.16
En nuestras investigaciones hemos intentado mostrar cómo la demo-
cracia moderna se ha concebido solo al interior de un modo de pensar la
política que excluye a priori la relación de gobierno entre los hombres.
El mando político es atribuible solo al sujeto colectivo, a aquel pueblo
que se identifica con el conjunto de todos los individuos que lo com-
ponen y, por lo tanto, con los individuos que deben obedecer. Por ello
la génesis del mando político está finalmente –por medio del concepto
de representación como autorización– en aquellos que deberán obedecer:
en esto consiste la legitimación del poder. Esta es la lógica de la soberanía,
sobre cuya base se pensó la democracia moderna,17 la cual presupone
entonces la negación de la diferencia entre quien gobierna y quien es
gobernado, al interior de la cual se pensó anteriormente la democracia.18
Mientras la democracia como gobierno del demos es criticada por Aris-
tóteles, particularmente en su peor forma –aquella en la que los decretos
[psephismata] del pueblo pretenden ser leyes–,19 la moderna teoría de la
democracia conlleva como principio fundamental que la ley no pueda
ser más que el producto de la voluntad del pueblo. En efecto, democracia
viene a indicar la soberanía del pueblo, y entendiendo el pueblo como la
totalidad de los individuos, esta supone la identidad de quien expresa
el mando y de quien obedece. En la base de la soberanía está, entonces,
el concepto de la voluntad libre de los individuos, sobre cuya base puede

16 GH, p. 103. [En original: “no ‘dominio de los hombres’, sino ‘administración de cosas’”.
NdT].
17 Ver Giuseppe Duso (ed.). El contrato social en la filosofía política moderna. Valencia, Leserwelt,
1998, Este trabajo se encuentra en la base de las investigaciones histórico-conceptuales
sucesivas sobre soberanía, representación, constitución, revolución, sociedad, etc., y sobre los
clásicos de la política; siempre con una lectura distinta que no obedece a una historia de las
ideas, sino a la luz del nexo entre los conceptos y la realidad social concreta y constitucional.
Para la radical diferencia entre una concepción política que implica la categoría del gobierno y
el moderno concepto de poder, ver Giuseppe Duso. “Fine del governo e nascita del potere”, en
La logica del potere. Storia concettuale come filosofia politica. Milano, Polimetrica, 2007, pp.
83-122, ahora disponible en www.cirlpge.it.
18 Para la crítica del topos, que tiene por su lado una larga e ilustre tradición, de democracia
de los antiguos y democracia de los modernos, ver la introducción a Giuseppe Duso (ed.).
Oltre la democrazia. Un itinerario attraverso i classici. Roma, Carocci, 2004, pp. 9-29. Como se
verá más adelante en el presente trabajo, la comprensión del significado de aquello que dice
Aristóteles –en realidad críticamente– sobre la democracia, y de la relevancia del pensamiento
aristotélico es posible no sobre la base de un núcleo común que identifica a la democracia,
sino solo a través de la crítica de la modalidad moderna de entender el poder y la democracia.
19 Ver Giuseppe Duso. “Fine del governo…”, en particular la p. 89, y Claudio Pacchiani.
“Democrazia e costituzione. La lezione di Aristotele”, en Giuseppe Duso (ed.): Oltre la
democrazia…, pp. 55-76. Mientras el poder moderno (y la democracia) se basa en la
absolutización de la voluntad, ésta no tiene una función en lo que Aristóteles entiende por
nomos.

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nacer exclusivamente la soberanía (que es solo moderna).20 Se ha inten-


tado mostrar que dicha lógica de poder nace antes de la democracia, e
incluso antes de Rousseau: nace más bien con Hobbes, en la medida
en que el mando absoluto del soberano es pensable solo en cuanto este
es representante, y por tanto el pueblo se expresa a través de su voz. Si
se realiza un análisis del modo en el que en el Leviatán se instituye el
soberano, se puede verificar que este es el producto de un proceso ló-
gico, coherente, que parte del concepto de libertad y de la consiguiente
negación de una relación de gobierno entre los hombres; relación que es
entendida como esclavitud.21
A partir de estos trabajos sobre la génesis y la lógica de los concep-
tos modernos, es posible ofrecer una contribución a la comprensión de
aquella Trennung –ya desde Brunner atribuida a la irrupción de la con-
ceptualidad moderna– que impide plantear un plano conceptual común
en el cual se distingan lo antiguo y lo moderno. Pero es precisamente
sobre la base de la conciencia de esta ruptura que es posible conseguir
una comunicación muy diferente con las fuentes del pasado y entender
su relevancia para pensar el presente.

4. Disciplinas éticas y principio del gobierno

Las observaciones que hace Brunner sobre las disciplinas éticas y sobre
la larga duración de un esquema de pensamiento de tipo aristotélico
–dice dos mil años, lo cual puede parecer extraño para un historiador,
pero tiene sentido en clave histórico-conceptual– traen aparejadas una
serie de ventajas para nuestra comprensión. Antes que nada, como se ha
dicho, evidencia la implicación de las costumbres, tanto en el campo del
oikos como en el de la polis, además de la complejidad de las relaciones
presentes en la realidad, abstraídas por la ciencia moderna. Y también
la imposibilidad de basarse, para la comprensión del pasado, en la esci-
sión típicamente moderna de ser y deber ser;22 lo cual no implica, por
cierto, relegar las relaciones políticas al ámbito de una historia natural,
o fundarlas en la fuerza de las cosas o en su inmodificabilidad –inclu-
so gracias a un concepto como el de tradición, que en realidad es una

20 Ver Giuseppe Duso. “El poder y el nacimiento de los conceptos políticos modernos”, HCFP,
pp. 197-242, en particular las pp. 216-226.
21 Sobre el hecho de que la negación del gobierno sea el verdadero objetivo crítico de la
operación hobbesiana, y sobre la simultánea coherencia y aporeticidad de esta operación, ver
Giuseppe Duso. “La democrazia e il problema del governo”, Filosofia politica, Vol. 20, Nº 3,
2006, pp. 367-390, en particular las pp. 376-381.
22 Ver GH, p. 104.

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proyección moderna–,23 o bien al concepto de historia como circularidad


de la experiencia, como se verá más adelante. La ausencia del dualismo
del ser y deber ser no es nada más que el reconocimiento de la relevancia
de la virtud para la praxis, tal como es concebida al interior de las disci-
plinas éticas;24 una virtud que debe ser entendida no como un deber ser
moral, sino como la tensión hacia lo mejor ínsita en la naturaleza de la cosa,
tal como el ser afilado y cortante es la virtud del cuchillo.
Pero la adquisición más disruptiva –frente a la manera usual de hacer
historia del pensamiento político e incluso de aquella practicada por
Koselleck– que resulta del texto de Brunner es la conciencia de que las
disciplinas éticas encuentran su elemento organizativo en el principio
del gobierno, esto es, en la necesidad, para una realidad compleja y plu-
ral como lo es el oikos o la polis, pero también el alma (como se puede
observar en Platón), de una función de guía que trabaje en favor de su
unidad. Sobre la base de tal estructuralidad del principio del gobierno,
se puede comprender por qué Aristóteles considera que el hecho de
que haya gobierno [arché] es natural para la realidad plural de la polis, es
por doquier detectable, necesario e incluso deseable. O bien por qué la
dimensión horizontal de la cooperación y de la koinonía en Althusius,
a quien se hace referencia a menudo hoy en día, no es posible si no está
presente una función de gobierno.25
Un primer problema surge de la traducción de la expresión usada por
Brunner de Prinzip der Herrschaft, en tanto resuena en modo distinto
si la palabra Herrschaft se comprende como dominación, como señoría, o
bien, como sugiero, como gobierno en el significado antiguo del término,
adecuadamente expresado en la metáfora del timonel (gubernare navem
reipublicae), utilizada recurrentemente desde los griegos hasta poco an-
tes del nacimiento del poder moderno –justamente, dos mil años– pa-
ra expresar la función del mando político.26 Por ello, el esclarecimiento
conceptual debe superar la dificultad constituida por la palabra alemana
Herrschaft. Esta palabra es la que de hecho siempre se usa para expresar
el poder moderno, sobre cuya base se piensa la democracia, aquel poder
que se determina como relación formal de mando y obediencia, como
se puede notar a propósito de los tipos de poder [Typen der Herrschaft] de

23 Para la crítica de Brunner a Weber, ver la nota 47.


24 Ver GH, pp. 106-107.
25 Ver Giuseppe Duso. “Fine del governo…”, en particular las pp. 87 y 92.
26 En la medida en que tal principio corre el riesgo de ser identificado en Brunner con el
período medieval y feudal, manifiesta no obstante aspectos del señorío y la jerarquía. Con todo,
no cabe duda de que aquello que Brunner nos permite pensar es la categoría del gobierno,
independientemente del señorío y la jerarquía (ver más adelante el § 7).

82
El Ganzes Haus de Brunner y la práctica de la historia conceptual

los cuales habla Weber.27 Pero en la expresión brunneriana, el término es


usado para indicar el modo radicalmente distinto de entender la política
y el mando que caracteriza la larga tradición que llega hasta la moder-
nidad. También aquí se vuelve evidente el hecho de que la historia de
los conceptos no equivale a la historia de las palabras. La palabra Herr-
schaft continúa siendo la misma, pero en el mundo moderno expresa el
concepto nuevo de poder, y no la modificación histórica de un concepto que
permanece igual en la diferencia.28
Esta conciencia de la Trennung ofrece armas críticas formidables
frente a los modos comunes de hacer historia del pensamiento polí-
tico, de los cuales se puede mostrar tanto la mala interpretación de las
fuentes como su causa, la cual consiste en una aceptación acrítica de los
conceptos modernos, considerados como obvios y universales.29 De esta
manera se pudo configurar una historia del pensamiento político distin-
ta, en relación con la investigación de los clásicos.30 Esto sirvió, por dar
solamente algunos ejemplos, para comprender el arché de los griegos o
el imperium del medioevo, para sustraer a Marsilio de la alternativa en-
tre autoritarismo y democracia, para entender la relevancia de un autor
como Althusius –no identificable como un precursor de la soberanía
del pueblo rousseauniana–, para no rastrear en Maquiavelo la génesis
del modo moderno de pensar la política, para no leer a Spinoza con la

27 Remito a Giuseppe Duso. “El poder y el nacimiento…”, en particular las pp. 212-
216, y Giuseppe Duso. “Tipos del poder y forma política moderna en Max Weber”, en La
representación política…, pp. 127-152.
28 No parece tenerse plena conciencia de esto en la voz Herrschaft de los GG y en el modo en
el cual se hace referencia a los clásicos (ver la crítica contenida en Giuseppe Duso. “El poder y
el nacimiento…”, pp. 201-209). No es posible detenerse aquí en las características implicadas
en la categoría de gobierno y las diferencias radicales que conlleva frente al concepto moderno
de poder; distinciones que me parecen fundamentales para la comprensión de las fuentes,
pero también para pensar nuestra contemporaneidad. Por ello remito a Giuseppe Duso. “Fine
del governo…”, y a Giuseppe Duso. “El poder y el nacimiento…”, en particular las pp. 227-233.
29 Ejemplo de un planteamiento que, precisamente, en cuanto pretende confrontar dos modos
distintos de pensar la política –el denominado modelo aristotélico, que condiciona una larga
historia del pensamiento, y aquel del iusnaturalismo–, lo hace al interior del plano común
constituido por la concepción moderna del poder, es aquel ofrecido por Norberto Bobbio (ver
“Giusnaturalismo”, en Luigi Firpo (ed.): Storia delle idee politiche, economiche e sociali. Vol.
IV, Tomo 1. Torino, UTET, 1980, pp. 491-588). Una operación tal, que usa inconscientemente
la hipostasión del concepto moderno para confrontar lo antiguo y lo moderno, no solo
malinterpreta la fuente sino que la juzga a priori, pues pensar que en el modelo aristotélico la
obediencia absoluta al mando está justificada por la fuerza de las cosas y no por la voluntad
de los individuos (como ocurre en el modelo iusnaturalista) resulta carente de sentido racional,
inaceptable y, en consecuencia, inútil para nuestro pensamiento de la política (ver Giuseppe
Duso. “El poder y el nacimiento…”, pp. 209-212).
30 Ver Sul contributo del gruppo di Padova… Más allá de las monografías producidas, una
visión sintética de una historia del pensamiento político que se mueve sobre la base de una
conciencia histórico-conceptual se puede obtener de Giuseppe Duso. La logica del potere…
y de Giuseppe Duso (ed.). El poder. Para una Historia de la filosofía política moderna. México,
Siglo XXI, 2005.

83
Giuseppe Duso / Conceptos Históricos 4 (5): 72-98

lógica de la soberanía, ni a Montesquieu en el contexto del problema de


la división liberal del poder. Me parece decisivo, para las consecuencias
que esto implica en vista de un análisis crítico de la democracia y de las
constituciones contemporáneas, haber encontrado la génesis y la lógica
de la soberanía moderna en el proceso de legitimación del poder –en la
representación como proceso de autorización– que nace en el Leviatán
de Hobbes, y no en Bodin, como suele ser considerado. Asimismo, la
conciencia de la lógica de los conceptos modernos sirve igaulmente para
encontrar en muchos autores –modernos por su colocación temporal– la
problematización filosófica de aquel dispositivo de los conceptos modernos
que se halla difundido hasta nuestro presente. Por eso me parece jus-
tificada la afirmación de que este texto del historiador Brunner es con-
siderablemente más útil para la comprensión de la filosofía política (la
antigua, pero no únicamente), que mucha literatura secundaria que se
coloca en el ámbito de la historia de la filosofía.
Sin embargo, la utilidad del trabajo de Brunner no tiene que ver solo
con una comprensión más correcta de las fuentes. Si denuncia la inca-
pacidad de la historia de la economía para comprender la oeconómica de
la antigüedad, o de la historia constitucional hecha por constituciona-
listas sobre la base del concepto moderno de constitución formal para
entender la historia del medioevo, al mismo tiempo denuncia también
la incapacidad de las ciencias modernas de entender –sobre la base de la
abstracción que ha permitido su desarrollo– la realidad actual. La abs-
tracción de una sociedad de mercado y de la producción, de una sociedad
civil libre de lo político, que condiciona el modo de hacer historia de la
economía, no solo no permite comprender el pasado, sino que también
se considera reductiva en relación con la realidad contemporánea. Es
en esta dirección que va el intento de una nueva historia constitucional
y social, en la cual sociedad y constitución tienen un significado que no se
puede reducir a los conceptos modernos que connotan ambos términos.
Se ofrece entonces un intento de repensar la realidad presente, más allá
de las ciencias y los conceptos modernos.
Una pista para entender esta tarea se puede hallar ahí donde la histo-
ria social parece interesarse “en la construcción interna, en la estructura
de las asociaciones humanas”,31 a diferencia de la historia política que re-
fiere a la dimensión del poder: “El objeto de observación sigue siendo
el hombre, y se trata siempre de ‘política’”, agrega sin embargo Brunner,
“si se concede por una vez utilizar el término no solo en el significado,

31 Otto Brunner. “Il problema di una storia sociale europea”, en Per una nuova storia
costituzionale e sociale. Milano, Vita e Pensiero, [1968] 2000, pp. 21-50, aquí p. 23 [Traducido
del italiano. NdT].

84
El Ganzes Haus de Brunner y la práctica de la historia conceptual

propio de la edad moderna, de lucha por el poder, sino en un sentido


más amplio, vagamente aristotélico”.32 Desde nuestro punto de vista, la
expresión “vagamente aristotélico” significa la necesidad de la supera-
ción del horizonte de los conceptos modernos para pensar la política:
una superación para la que la lección de los griegos es sin duda útil, pero
que constituye una tarea irreductible a cualquier modelo antiguo presu-
puesto. Se mantiene el hecho de que, como se ha dicho, la conciencia
crítica en relación con la utilización de los conceptos modernos tiene
que ver con la comprensión no solo del pasado, sino también de la rea-
lidad contemporánea. El nexo entre historia conceptual e historia cons-
titucional resulta valioso en la medida en que indica la imposibilidad de
separar el elemento conceptual del concreto constitucional.

5. ¿Ciencia histórica o crítica a la relación historia-ciencia?

Ya me he referido en el pasado33 a la famosa crítica que le hace Kose-


lleck a Brunner, según la cual este tuvo la pretensión de reproducir las
fuentes en su objetividad, sin tener en cuenta el imprescindible punto de
vista del historiador que las interpreta y las debe traducir al lenguaje del
presente. Solo esta conciencia del trabajo de interpretación y traducción
del lenguaje de las fuentes volvería posible trazar las historias por medio
de la individuación, no solo de los elementos sincrónicos, sino también
de aquellos diacrónicos que caracterizan a los fenómenos históricos.34
Esta crítica, lejos de ser adecuada y convincente, remite a una modalidad
distinta de hacer historia del pasado, que resulta a su vez criticable. Si
nuestro estar en el presente es innegable –y esto es bien claro también en
Brunner–, y si, por lo tanto, es imposible no partir de los conceptos mo-
dernos, también es verdad que estos pueden o considerarse presupuestos
necesarios de nuestra comprensión de la realidad o, al contrario, ser inte-
rrogados críticamente. Ahora bien, solo esta interrogación crítica, en la
medida en que evidencia la génesis determinada de aquellos conceptos,
como su lógica y sus aporías, nos abre el camino para la comprensión
del horizonte de pensamiento que la fuente requiere para ser entendida.

32 Otto Brunner. “Il problema di una storia…”, p. 23 [Traducido del italiano. NdT]. Se puede
recordar a tal fin la perplejidad de Giovanni Sartori, cuando rastrea en Aristóteles una concepción
del hombre más que una concepción específicamente política (ver Giovanni Sartori. “Politica”,
en Elementi di teoria politica. Bologna, Il Mulino, 1987, pp. 257-284), presuponiendo así la
identificación de la política con el concepto moderno centrado en el poder.
33 Ver el § 7 de HCFP.
34 Ver Reinhart Koselleck. “Begriffsgeschichtliche Probleme der Verfassungsgeschichtsschrei­
bung”, en Werner Conze (ed.): Theorie der Geschichtswissenschaft und Praxis des Geschicht­
sun­terrichts. Stuttgart, Klett, 1972, pp. 10-28, en particular la p.13.

85
Giuseppe Duso / Conceptos Históricos 4 (5): 72-98

De tal modo se evita el cuadro historicista, en el que distintas épocas


se yuxtaponen entre sí. Se debe tener en cuenta que, en efecto, lejos
de entender la historia conceptual como una operación que consiste en
distinguir épocas diferentes, Brunner afirma que hay una sola época, la
moderna, la que llama la “época de las ideologías”.35
Al hacer una historia de épocas ya se parte del presupuesto, no pues-
to en cuestión, de la validez de los conceptos modernos. Es solo en el
momento en que la economía se comprende por medio de la lógica del
mercado y la producción, que es posible identificarla con la época mo-
derna, y es sobre esta base que se la diferencia de una época precedente
en la que los elementos del mercado están mezclados y confundidos
con otros que, en seguida, serán determinados en su especificidad por
distintas ciencias.36 Así, es solo sobre la base de la absolutización de la
teoría de la ciencia moderna que es posible pensar la historia y la histo-
ria de los conceptos como una diferenciación de épocas. Lo mismo se
puede decir también para la política. Es solo en el momento en el que la
política y la democracia se identifican con esa teoría, que consiste en la
fundamentación del poder legítimo, que es posible distinguir una época
precedente, la cual se entiende, por lo tanto, como aquella en la que
el poder tendría una justificación distinta de la moderna, constituida a
partir del consenso de los individuos libres.
En la identificación de épocas distintas, estas llegan a estar vinculadas
entre sí en un proceso histórico entendido como desarrollo.37 Así, una
perspectiva historicista muestra estar radicada en la absolutización de la
ciencia moderna. Es al interior de tal historicismo que se puede pensar
la autoconsistencia de las épocas en su verdad incuestionada y autosufi-
ciente; y en este cuadro, la época moderna parece constituir un progreso
definitivo frente al pasado. Pero así se corre el riesgo de identificar in-
cluso la realidad misma de la época moderna con la autocomprensión
inmediata de la sociedad, aquella que se constituye a partir del dispo-
sitivo de los conceptos modernos. La situación, en cambio, es distinta
si se muestra la incapacidad de dichos conceptos para comprender la
realidad, incluso aquella realidad que contribuyen a producir.38
La búsqueda de un plano común sobre el cual colocar la democra-
cia antigua y la moderna, de tal modo que las fuentes sean traducibles

35 Ver Otto Brunner. “La época de las ideologías: comienzo y fin”, en Nuevos caminos de la
historia…, pp. 59-86.
36 Ver GH, pp. 116-117.
37 Ver GH, pp. 117-118.
38 Ver Giuseppe Duso. “Pensar la política más allá de los conceptos modernos: historia de los
conceptos y filosofía política”, HCFP, pp. 351-375, y Giuseppe Duso. “Conceptos políticos y
realidad en la época moderna”, Historia y grafía, Año 22, Nº 44, 2015, pp. 17-46.

86
El Ganzes Haus de Brunner y la práctica de la historia conceptual

al lenguaje de nuestro presente, se dirige en el mismo sentido que el


intento más amplio de Koselleck de distinguir la historia antigua de la
historia moderna, con la filosofía de la historia que denota a esta últi-
ma. También en este caso la distinción es posible en la medida en que
los dos modos de entender la historia son puestos en el plano común,
determinado por las categorías temporales metahistóricas de pasado y
futuro. Es en relación con el modo distinto en el cual pasado y futuro se
entretejen entre sí, que es posible comparar y distinguir lo antiguo y lo
moderno. Mientras en el mundo moderno emerge una expectativa que
entrevé en el futuro lo nuevo, que se espera que sea mejor en tanto no es
reconducible a las experiencias pasadas, en el mundo antiguo el futuro
sería reconducido al pasado y a la constante reaparición de la experien-
cia. Por ello, en el famoso topos historia magistra vitae, la relevancia de
los ejemplos se basaría en el hecho de que el futuro se comprende sobre
la base del pasado, dentro de una sociedad que es inmóvil y cuya tempo-
ralidad tiene un movimiento circular, en el cual todo siempre regresa.39
Como efectivamente ha mostrado Biral,40 la formalidad que caracteriza
a las categorías de pasado y futuro logra anular el lugar central que tiene
la virtud en el modo antiguo para entender la praxis, que implica la in-
negabilidad del problema del bien y de lo justo. Solo es en este contexto
–el de la ética que está en el centro de la argumentación de Brunner en
gh– que los exempla41 tienen su significado y sus funciones. En cambio,
en cuanto se la reduce al horizonte de las categorías formales del tiempo,
la historia antigua resulta incomprendida y pierde para nosotros, los mo-
dernos, cualquier significado. La causa de esto reside en el hecho de que,
incluso en el intento teórico de Koselleck, las categorías metahistóricas
que permitirían identificar la diferencia entre las épocas, así como el
concepto conexo de sociedad, son derivadas de la racionalidad formal
que caracteriza a la conceptualidad moderna.
Koselleck quiere construir una ciencia histórica que logre aprehender
no solo la unicidad de los significados pasados, sino también sus posibi-
lidades estructurales que permiten nuestra representación histórica, y así,

39 Ver Reinhart Koselleck. “Historia magistra vitae”, en Futuro pasado…, pp. 41-66.
40 Ver Alessandro Biral. “Koselleck e la concezione della storia”. Originalmente publicado
en Filosofia politica, Vol. 1, Nº 2, 1987, pp. 431-436, y ahora en Alessandro Biral. Storia e
critica della filosofia politica moderna. Milano, FrancoAngeli, 1999, pp. 251-257. Pero para un
análisis crítico de la concepción koselleckiana de la historia, ver, sobre todo, los dos trabajos de
Sandro Chignola. “Los conceptos y la Historia (sobre el concepto de historia)” y “Temporalizar
la historia. Sobre la Historik de Reinhart Koselleck”, HCFP, pp. 243-278 y 279-302, los cuales
constantemente son tenidos en cuenta en el presente trabajo.
41 Un significado análogo de los exempla también se encontró en Kant, en quien emerge
una problematización filosófica de la conceptualidad moderna (ver Carolina Bruna Castro.
Pragmática, ejemplaridad e historia: una aproximación kantiana. Tesis doctoral, Madrid, 2014).

87
Giuseppe Duso / Conceptos Históricos 4 (5): 72-98

de algún modo, la “contemporaneidad de lo no contemporáneo”.42 Por


esto, “la historia conceptual abraza aquella zona de convergencia en la
que el pasado y sus conceptos entran en los conceptos modernos. Nece-
sita entonces de una teoría, sin la cual no es posible entender qué divide
y qué, en cambio, une el tiempo”.43 En este intento, Koselleck termina
por mantener los conceptos modernos como horizonte para la relación
con el pasado y como presupuestos de la verdad de nuestro pensamiento.
Brunner, en cambio, tiene la conciencia crítica de que la historia está
condicionada por las hipótesis de la ciencia moderna, y esta conciencia está
en la base de un modo distinto de aproximarse a las fuentes del pasado,
y de la posibilidad de distinguir la realidad social y política concreta en
la que estamos respecto del aparato teórico conceptual de las ciencias y
de la historia en él fundadas.44
Esta diferencia se puede comprender bien si se presta atención a las
distintas posturas que tienen los dos autores frente a los tipos ideales de
Max Weber. Koselleck se refiere a ellos como un ejemplo positivo, ya sea
para la noción de feudalismo, ya sea para su fundamento constituido por
los tipos de poder.45 Weber, con los tipos de legitimación del poder, pro-
duciría “un concepto científico lo suficientemente formal y general para
poder describir posibilidades constitucionales duraderas, pero también
cambiantes y entrelazadas, con tal de revelar la estructura de la ‘indivi-
dualidad’ histórica en ellas”.46 Los tipos ideales devienen, entonces, pun-
tos de referencia para el modo de entender la relación entre el trabajo
histórico, la necesidad para ello de la teoría y el plano de continuidad que
permite aprehender las diferencias. Brunner, en cambio, ve en los tipos
ideales (por ejemplo, en el feudalismo) generalizaciones que no alcanzan

42 Ver Reinhart Koselleck. “Historia conceptual e historia social…”, p. 123 [“simultaneidad de


lo anacrónico” en original. NdT].
43 [Trad. del it.: Reinhart Koselleck. “Storia dei concetti e storia sociale”, en Futuro passato. Per
una semantica dei tempi storici. Genova, CLUEB, (1979) 1986, p. 107. En español: “La historia
conceptual abarca aquella zona de convergencia en la que el pasado, junto con sus conceptos,
afecta a los conceptos actuales. Precisa pues de una teoría, pues sin ella no podría concebir
lo que hay de común y de diferente en el tiempo”. Reinhart Koselleck. “Historia conceptual e
historia social…”, p. 124. NdT].
44 Para este punto, que me parece decisivo, no puedo más que remitir a Otto Brunner.
“Pensamiento histórico de Occidente”, en Nuevos caminos de la historia…, pp. 31-58, y a las
consideraciones relativas contenidas en HCFP, § 5, pp. 173-178.
45 Ver Reinhart Koselleck. “Historia conceptual e historia social…”, p. 125. [“formas de
dominación” en original. NdT].
46 [Trad. del it.: Reinhart Koselleck. “Storia dei concetti e storia sociale…”, p. 109. En español:
“un concepto científico a partir de la reserva empírica de significados posibles que ya existía y
que era suficiente formal y universalmente para poder describir posibilidades de organización
a largo plazo y duraderas, así como también cambiantes y coincidentes que subdividen las
‘individualidades’ históricas según las estructuras que les son internas”. Reinhart Koselleck.
“Historia conceptual e historia social…”, p. 126. NdT].

88
El Ganzes Haus de Brunner y la práctica de la historia conceptual

a comprender lo específico a lo cual se refieren;47 sobre todo, muestra


cómo los diversos tipos del poder con los cuales Weber trata de capturar
el pasado –aunque, por cierto, con la conciencia de que se trata del punto
de vista subjetivo del investigador situado en el presente– no son más
que proyecciones del concepto moderno de poder.48 De tal manera, vuelve a
presentarse la situación teórica sobre la cual hemos puesto énfasis aquí,
señalándola como nuestro objetivo crítico; esto es, aquella historia de
los conceptos que identifica las diferencias gracias a un plano común
constituido por las hipostasiones de los conceptos modernos.49
Sin embargo, si una relación con el pasado condicionada por los con-
ceptos modernos no resulta rigurosa, es necesario intentar clarificar, por
una parte, cómo sería posible la relación con una fuente que es radi-
calmente distinta a la de la conceptualidad moderna, que se pone bajo
otro archivo, como diría Foucault, y, por otra, qué estructura lógica y
qué rol tendría la crítica de los conceptos modernos en relación con la
comprensión de nuestra realidad. Estos son los dos problemas que nos
quedan tras nuestro atrevesamiento del trabajo sobre la Ganzes Haus.

6. La contemporaneidad de lo no contemporáneo

Es precisamente la conciencia brunneriana de la Trennung la que nos


permite una comunicación con las fuentes distinta de aquella buscada por
Koselleck, justamente gracias al nexo entre historia de las fuentes del
pasado y crítica de los conceptos modernos, nexo que viene aceptado
y transformado en una historia conceptual que implica un movimien-
to de pensamiento filosófico.50 Para intentar esquematizar la operación
realizada, podemos identificar un primer paso en la conciencia de que
la lógica del dispositivo conceptual, que inaugura un nuevo modo de
pensar al hombre, la ciencia y la vida de la sociedad, nace sobre la base

47 Ver Otto Brunner. “‘Feudalismo’. Una contribución a la historia del concepto”, en Nuevos
caminos de la historia…, pp. 125-172; pero para la crítica a Weber, también GH, p. 120.
48 Ver Otto Brunner. “Osservazioni sui concetti di ‘dominio’ e di ‘legittimità’”, Filosofia politica,
Vol. 1, Nº 2, 1987, pp. 101-120. [En español: Otto Brunner. “Consideraciones acerca de los
conceptos de dominación y legitimidad”, Conceptos Históricos, Nº 1, 2015, pp. 136-159. NdT].
49 En torno al weberianismo de Koselleck, ver Sandro Chignola. “Aspectos de la recepción de
la Begriffsgeschichte en Italia”, HCFP, pp. 115-157, en particular las pp.115-130.
50 Un movimiento de pensamiento filosófico tal no se sostiene en el dualismo, sugerido
por la misma raíz etimológica del término crítica (ver las voces Kritik y Krise en los GG), que
caracteriza gran parte de las teorías críticas, sino que trabaja al interior de eso que critica para
hacer emerger las aporías y las imposiciones de un problema originario de pensamiento (ver
Giuseppe Duso. “Historia conceptual: ¿crítica o filosofía?”, en Faustino Oncina y José Manuel
Romero (eds.): La historia sedimentada en los conceptos. Estudios sobre historia conceptual y
crítica de la ideología. Albolote, Editorial Comares, 2016, pp. 29-48).

89
Giuseppe Duso / Conceptos Históricos 4 (5): 72-98

del intento de exorcizar aquella cuestión de la justicia –central en el modo


precedente de pensar la política– que, con su perturbante reaparición,
se juzga como un impedimento para un orden político estable. A este
efecto resultó necesaria una respuesta científica que, para ser válida para
todos, más allá de las opiniones diversas, no pudo ser más que caracte-
rizada por una racionalidad formal. Se trata del dispositivo conceptual
de la soberanía que, sobre la base de los conceptos de igualdad y liber-
tad, niega la legitimidad de una relación de gobierno entre los hombres,
y permite realizar un orden estable mediante un poder que es absoluto
en tanto está legitimado por todos. Así, la racionalidad de la política
moderna pretende dejar de lado la cuestión de la justicia y la diferen-
cia connatural a las relaciones de gobierno, es decir, aquel horizonte de
pensamiento de la política en cuyo interior se confrontaron por muchos
siglos las distintas doctrinas.
Un segundo paso consiste en exponer las consecuencias contradicto-
rias que tal dispositivo conceptual produce; y además, en la conciencia
de que tal respuesta científica (teórica), no solo pretende contradicto-
riamente exorcizar la única cuestión por la cual pudo surgir, sino que
no consigue evitar que esta reaparezca de manera perturbadora en la
experiencia histórica concreta. Del mismo modo, la relación de gobierno
resurge más allá del intento de borrarla mediante el concepto de poder
representativo.51 Por ello, gracias al trabajo histórico-conceptual, que se
sitúa no fuera o contra sino al interior de la conceptualidad moderna y
de la realidad que busca entender y determinar, resurge un problema
originario: aquel que se presentaba de modos muy distintos incluso en el
largo período que se homologa y reduce a época desde el punto de vista
de los conceptos modernos. Es este horizonte problemático, y no un
plano conceptual común, el que permite una relación con las fuentes del
pasado. De esta manera, no es una estructura inmutable de la sociedad
o un modelo antiguo –o de la vieja Europa– el que se afirma, sino un
problema que con modalidades distintas se presenta en la antigüedad,
en la modernidad y en nuestro presente.52 Por esto se ha dicho que solo
un movimiento de pensamiento filosófico permite hacer historia, de tal ma-
nera que se puedan comprender las fuentes con las cuales se tiene una
relación. Por esta vía parece posible una comunicación significativa con el

51 Ver Giuseppe Duso. “La democrazia e il problema del governo…”.


52 Téngase presente que el pensamiento filosófico mismo de Platón y Aristóteles puede ser
considerado expresivo del espíritu griego (como diría Hegel), solo en tanto no se identifica con
la existencia empírica de la sociedad griega ni con los modos entonces difundidos –las doxai–
de considerar al hombre y la comunidad. También en este caso, la filosofía hace emerger un
problema originario más allá de la realidad empírica y de la modalidad de autocomprensión de
la sociedad.

90
El Ganzes Haus de Brunner y la práctica de la historia conceptual

pasado, la cual en cambio termina siendo traicionada cuando se la busca


a través de un plano conceptual común o se asume un presupuesto de
tipo historicista de sucesiones de épocas y de desarrollo. Mientras en
aquellos intentos, como se ha dicho, el plano común es proporcionado,
aunque inconscientemente, por el contexto de los conceptos modernos,
acá, en una historia conceptual filosófica, en el sentido de una historia
conceptual más rigurosa y coherente con su contribución crítica, la co-
municación es posible mediante una interrogación que involucra a am-
bos contextos que se trata de confrontar entre sí. Así, el pensamiento
de los griegos –de Platón, de Aristóteles– debe abordarse de manera
distinta, no solo respecto a su liquidación como mero pasado, sino tam-
bién respecto al intento de actualización, lo cual, contrariamente a sus
intenciones, lleva al mismo resultado. En efecto, cuando se actualiza el
pensamiento antiguo, se asume el horizonte de los conceptos y de los
problemas modernos. Pienso, por ejemplo, en la actualización de Aris-
tóteles para pensar la ciudadanía hoy. Una operación semejante conlle-
va el mantenimiento indiscutido de algunos valores como la libertad
subjetiva, la autodeterminación de la voluntad, la reducción del mando
político a la voluntad libre de los individuos: todos elementos formales
que caracterizan la concepción política moderna. Estos elementos, con
los cuales se busca mostrar la actualidad de Aristóteles, son los mismos
que forzarían a identificar los límites del pensamiento antiguo frente al
desarrollo de la conceptualidad moderna, que atribuye a todos los indivi-
duos aquellas características que para Aristóteles podrían ser concebidas
solo por algunos, y no por los metecos, los esclavos y las mujeres. De este
modo, el atrevesamiento del pensamiento antiguo deviene inútil, pues
nos diría la misma cosa que nosotros, los modernos, ya habríamos entendi-
do, pero de manera racionalmente más rigurosa y cumplida.
En cambio, en la dirección filosófica que capta las aporías de los con-
ceptos modernos y su incapacidad para entender el presente y regular
racionalmente la praxis, la fuente antigua nos habla de un modo mucho
más relevante y sustancial. El pensamiento de Aristóteles y Platón de-
viene contemporáneo, y su atrevesamiento se vuelve relevante para pensar
nuestra contemporaneidad.53 Se puede hablar, así, de aquella contempo-
raneidad de lo no contemporáneo que Koselleck busca, en cambio, por me-
dio de un metalenguaje, de la cientificidad de la historia y de categorías
formales que permitan la reconstrucción en la historia de aspectos sin-
crónicos y diacrónicos. Contemporaneidad de lo no contemporáneo no tiene

53 Ver Giuseppe Duso. “Perché l’antico per pensare nel presente”, en Giulia Maria Labriola (ed.):
Filosofia, politica, diritto. Scritti in onore di Francesco De Sanctis. Napoli, Editoriale scientifica,
2014, pp. 51-76.

91
Giuseppe Duso / Conceptos Históricos 4 (5): 72-98

aquí el significado del resurgimiento de un tiempo antiguo. Se trata, más


bien, de una cuestión originaria que reaparece como innegable y que
debe ser pensada hoy en el concreto de nuestra experiencia, sin ningún
modelo presupuesto antiguo o moderno.
Aquí tenemos, entonces, un tercer paso al cual lleva un trabajo his-
tórico-conceptual focalizado en la emergencia de las aporías de los
conceptos modernos. Se trata de la nueva tarea de pensar la realidad
contemporánea con el problema que esta expone, se trate de nuestra
praxis o de la vida de la sociedad. Esto parece posible solo mediante un
acto de diferenciación –diría Voegelin– frente a la realidad empírica del
presente, y de refutación (en el sentido socrático del elenchos) de aquella
autocomprensión de la sociedad, basada en la legitimación democrática
del poder, que constituye el terreno común sobre el cual se dan hoy
las contraposiciones culturales y políticas. En suma, la consecuencia de
una historia conceptual, entendida filosóficamente, conlleva la tarea de
pensar lo contemporáneo a través y más allá de la modernidad que se
identifica con los conceptos devenidos doxa común. Y tal tarea no puede
encontrar soluciones ni en presuntos modelos antiguos, ni mucho me-
nos en la respuesta constituida por el dispositivo conceptual moderno.

7. Pensar el presente con Brunner, más allá de Brunner

La práctica de la historia conceptual, a la cual hacemos referencia aquí,


parte de las lecciones de Brunner, pero no está condicionada por su fi-
nalidad de crítica al mundo moderno ni por el carácter conservador que
pudo haber tenido su propuesta cultural-política.54 Un carácter conser-
vador puede tener una crítica al mundo moderno que asuma, contra esto,
lo antiguo como verdad, como indicación de una realidad inmutable.55
Pero es bien distinta la situación producida por una conciencia de las
aporías de los conceptos modernos que abre la necesidad de pensar la
justicia y el gobierno en nuestro presente. Como se ha dicho, es de los
conceptos modernos que parte nuestro pensar, el cual se ubica más allá
de ellos, y no antes que ellos. La comprensión de sus contradicciones

54 Esta relación con Brunner es análoga a la que hemos practicado con el pensamiento de
Carl Schmitt, que ha demostrado ser decisiva para una comprensión radical de los conceptos
modernos (así como, más allá de Schmitt, para la ostensión de sus aporías), pero que aun así
no se ha convertido en un presupuesto para nuestro pensamiento de la política que, por el
contrario, ha intentado establecer un horizonte de pensamiento (pensabilidad) que va más allá
de Schmitt y más allá de la forma política moderna. Ver Giuseppe Duso. “Pensar la democracia
más allá de las elecciones”, Conceptos Históricos, Nº 2, 2016, pp. 40-76.
55 En este caso se recae en el dualismo de la crítica que un movimiento de pensamiento pone
en cuestión (ver Giuseppe Duso. “Historia conceptual: ¿crítica o filosofía?…”).

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El Ganzes Haus de Brunner y la práctica de la historia conceptual

no tiene el simple significado de su negación, sino sobre todo de una


superación que solo es posible a partir de tal comprensión. Este tipo de
atravesamiento crítico de los conceptos modernos va más allá de la crí-
tica que les hace Brunner.
Se puede intentar esclarecer esto en relación a la categoría de gobier-
no, para cuya relevancia fue valiosa la lección de Brunner. Es mediante
esta categoría que se impone pensar la política del presente, más allá de
la soberanía. Para tal tarea, referirse a autores del pasado que no están
encerrados en la conceptualidad moderna (Platón, Aristóteles, Althu-
sius) resulta fructífero, pero eso no significa convertirlos en nuestros mo-
delos. La diferencia entre los hombres, en el contexto del pensamiento
de aquellos, conlleva jerarquía y la exclusión de muchos de la acción
política. Estas serían connaturales al principio del gobierno, si este fuera
identificado –y esto puede incluso suceder en Brunner– con el modo
en que se presenta en el medievo o en la oeconómica de la antigüedad
europea. Sin embargo, en un contexto en el que incluso el pensamiento
de la Europa de la antigüedad –así como los conceptos modernos– es
objeto de interrogación, el problema del gobierno se presenta más allá
de estos elementos. Para nosotros se trata de intentar pensar la función
política de la diferencia pasando por los conceptos de igualdad y libertad
y, al mismo tiempo, superando su absolutización que ha producido la
soberanía y sus aporías.
Como bien mostró Hegel, el principio de la libertad subjetiva tuvo una
fuerza tal que trastocó el mundo y abatió los tronos. No solo eso, sino
que se trata de un principio que una vez aparecido resulta lógicamente
innegable, en la medida en que denuncia la no universalidad de aquellos
universales que la particularidad de la conciencia subjetiva deja fuera de
sí. Su reconocimiento, no obstante, no conlleva aquella reducción de la
sociedad y la política al arbitrio de la voluntad subjetiva que caracteriza
la concepción moderna de la legitimidad del poder. Como se ha intenta-
do mostrar en las investigaciones que van de la génesis de la soberanía a
su cumplimiento en la democracia, tal concepción produce un resultado
contradictorio, esto es, la pérdida de la dimensión política del individuo
y su irrelevancia en las decisiones políticas. Para que este principio de
la libertad subjetiva sea realidad, es necesario pensar al individuo dentro
de las relaciones con los otros; la libertad de la voluntad no como ab-
soluta autodeterminación, sino como posibilidad de elección dentro de
un conjunto de condicionamientos que la simple voluntad del individuo
no puede eliminar. Y no se trata solo de la eliminación de limitaciones
materiales, sino también de la irreductibilidad de la libertad a aquella
autorreferencialidad de la voluntad que ha caracterizado al concepto
en el horizonte nihilístico de su génesis. La voluntad del individuo no

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puede no estar condicionada por la cuestión de la justicia, la cual no es


reductible a la opinión y la voluntad, sino que sobre todo se determina y
se reconoce en común, siempre de manera contingente, para la existencia
de la sociedad.56
El Prinzip der Herrschaft, tal como Brunner lo hace emerger en la an-
tigüedad, en el medioevo y en el feudalismo, puede manifestar un aspec-
to de señoría y de dominación, por cierto no en el sentido de la relación
formal del poder moderno, pero sí de una unidireccionalidad que no
implica el accionar político de quien es gobernado. En cambio, el pro-
blema del gobierno que se nos plantea más allá de los conceptos modernos,
en la medida en que pasa por el principio de libertad subjetiva, no puede
no implicar el accionar político de todos, aunque sea necesario superar,
a este fin, la imaginación, no solo ilusoria sino contradictoria, de que la
voluntad del individuo debería contar completamente para la política.57
Si pensar lo político por medio de la categoría del gobierno implica, a
partir de nuestra lectura de Brunner, la superación de aquella separación
entre la legitimación democrática del poder y los procesos económicos
colocados en la sociedad civil, tarea aún más difícil es hoy la determi-
nación de qué es gobierno y cuál sería el espacio de responsabilidad e
intervención subjetivas de los gobernantes y gobernados en una realidad
determinada por procesos que tienen carácter global. Son estos procesos
los que evidencian la irrealidad, incluso en la experiencia concreta, de
aquella pretensión de absoluta autodeterminación que caracteriza el nexo
entre la soberanía del pueblo y la representación política que se realiza a
través de las elecciones. No obstante, también en una situación compleja

56 El hecho de que a través de este pasaje por el principio de libertad (que conlleva la superación
del concepto moderno de libertad como aparece en el iusnaturalismo moderno) nos resulte
relevante el pensamiento hegeliano, muestra la diferencia con la lectura de Hegel realizada
por Brunner. Él considera de hecho al filósofo alemán como condicionado por la Revolución
francesa y por la Revolución Industrial, así como emblemático para el pasaje del principio de
gobierno al poder moderno (ver Otto Brunner. “‘Feudalismo’…”, p. 146 y ss.). De esto también
sería testimonio el hecho de que Hegel considerara las relaciones señoriales medievales y
feudales a la luz de la relación emblemática de la esclavitud. En realidad, en la misma página de
las Lecciones de filosofía de la historia, a la cual Brunner se refiere, se observa una conciencia
por parte de Hegel bien distinta del problema que caracteriza el principio de gobierno entre
el feudalismo y el mundo moderno. El principio de libertad subjetiva implica en Hegel la
superación de la modalidad feudal y estamental del gobierno, pero también de la función que
la libertad tuvo en la génesis de la soberanía por medio de una concepción de la política en la
que resultan relevantes las categorías de gobierno y de una pluralidad políticamente activa (para
una interpretación de Hegel como a la que aquí se hace referencia, ver Giuseppe Duso. Libertà
e costituzione in Hegel. Milano, FrancoAngeli, 2013, y “La società politica tra pluralità e governo:
la lezione di Hegel”, Filosofia politica, Vol. 30, Nº 1, 2016, pp. 37-58).
57 Por esto, proponer hoy la necesidad de una concepción democrática del gobierno es una
tarea nueva y compleja (ver Giuseppe Duso. “Buon governo e agire politico dei governati: un
nuovo modo di pensare la democrazia?”, Quaderni fiorentini per la storia del pensiero giuridico
moderno, Vol. XLV, 2016, pp. 619-650).

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El Ganzes Haus de Brunner y la práctica de la historia conceptual

y condicionada, sigue siendo la responsabilidad de las acciones políticas


de los gobernantes y gobernados lo que tenemos que pensar, so pena de
perder el problema político en cuanto tal.
Todo lo que ha sido planteado hasta ahora se orienta en la dirección
de la nueva tarea de repensar de manera distinta a aquella democracia
que ha sido concebida como punto final y realización de la forma política
moderna, y, por lo tanto, en el horizonte de la soberanía. Una tarea tal
para el historiador conceptual, precisamente porque ha conquistado un
horizonte más amplio que el de los conceptos modernos y ha valorizado
la lección de los antiguos, no puede ser referida a modelos o estructu-
ras del pasado; no puede tener un carácter conservador, en el cual corre
el riesgo de caer quien, por el contrario, mantiene el horizonte de los
conceptos modernos como presupuesto no problematizado para pensar
hoy la política.
La filosofía de la historia que se encuentra implícita en un pensa-
miento que considera el pensamiento antiguo como una anticipación
imperfecta de la política racional de los modernos –la cual culmina en
la democracia– y que pretende, por lo tanto, resolver los problemas del
presente en una dirección progresista –esto es, la que lleva a los concep-
tos y valores que han caracterizado el modo moderno de pensar la polí-
tica a su realización–, se muestra completamente condicionada, como ha
mostrado Brunner, por el concepto moderno de historia y por la ciencia
que constituye su base. De esta manera, permanece en un horizonte
teórico que no es interrogado críticamente. Este pensamiento carece
de la conciencia de que fueron precisamente los conceptos ligados a los
derechos individuales, igualdad y libertad, los que fundaron la lógica de
la soberanía moderna, y queda por ello prisionero de ella, obturándose
toda posibilidad de innovación. En cambio, una historia conceptual que
parta del atravesamiento de Brunner –sin quedar condicionada por sus
intenciones culturales y políticas– y haga emerger las aporías que se
manifiestan en los conceptos políticos modernos se enfrenta necesaria-
mente con un desafío: entender con otras categorías la realidad política
y pensar de un modo nuevo la democracia, con puntos de orientación
distintos a aquellos que hacen referencia a una libertad incondicionada
y un sujeto omnipotente. Por cierto, se trata de un desafío para el cual
no ayudan simples deducciones o construcciones teóricas: no hay el tipo
de garantía que se había creído encontrar en la racionalidad formal de
la lógica de la soberanía y de la legitimación democrática. Se trata de un
trabajo arriesgado. Sin embargo, este riesgo encuentra un suelo firme en
la conciencia de aquella despolitización del ciudadano, que no puede no
resultar aporética por el hecho mismo de que es resultado de un proceso
teórico que ha pretendido ver el punto de partida para pensar la política

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y el poder en el valor absoluto del sujeto individual. Esta tarea encuen-


tra, por otra parte, una dirección en la exigencia de pensar la idea de jus-
ticia más allá de cada una de sus reducciones teóricas y formales, y por lo
tanto al interior de la realidad concreta y contingente en la cual vivimos.

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El Ganzes Haus de Brunner y la práctica de la historia conceptual

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