Crónicas de La Ultramodernidad

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 4

Crónicas de la Ultramodernidad.

(Marina, José Antonio. Crónicas de la Ultramodernidad; Anagrama; Barcelona, 2000)


José Antonio Marina

-Hay una cierta perplejidad en el ambiente, un generalizado no saber a qué


atenerse. ¿De dónde nos viene ese sentimiento? Nunca hemos tenido tanta
información al alcance de la mano.
Pero esta saturación de la informativa me proporciona más problemas que
claridades, porque resulta muy difícil reconocer lo que es relevante.
Nos rodea una permanente algarabía de voces, datos, opiniones que se enredan y
anulan. Etimológicamente, perplejo quiere decir “embrollado”, “enredado”. En
efecto, el mundo está hecho un lío. (p. 23)

-El mundo se globaliza y se nacionaliza simultáneamente. Hay un movimiento


contradictorio de fusión y de fisión. La economía se mundializa, los corazones se
nacionalizan, y las cabezas no saben lo que hacer. Crece el miedo a perder la
identidad, que tradicionalmente se había relacionado con el terruño, el lenguaje y
las tradiciones.
Los nacionalismos desentierran las viejas hachas de guerra y acabarán cortando
cabelleras. El derecho a la soberanía ampara muchas veces las violaciones de los
derechos humanos. (p. 24)

- Tan dramática imagen es representativa del mundo de hoy. Se dice con


demasiada insistencia que entramos en la sociedad de la información o del
conocimiento. Esto quiere decir que el saber va a tener importancia fundamental
en nuestra vida económica, social, privada, que estará irremediablemente dirigida
por una tecnología archisofisticada. Al mismo tiempo guardará todos los
conocimientos, todas las informaciones, toda la realidad, aunque sea en estado
virtual. (p. 28)

-En la sociedad de la información o del conocimiento el sistema es más importante


que el sujeto humano, que parece un anacronismo. Una tortuga en la época del
nanosegundo. Toda situación que disminuya el protagonismo del sujeto me parece
alarmante, y ésta también. Por eso, frente a esa sociedad de la información
platónica, lejana, inabarcable, virtual, quiero reivindicar su versión a escala humana:
la sociedad del aprendizaje. Sólo poseemos la información que hemos incorporado
a nuestra memoria, y que nos va a permitir comprender lo que pasa, someternos o
rebelarnos, aceptar o criticar. Aprender es condición indispensable para nuestra
autonomía personal. Si lo olvidamos, acabaremos pensados por la red, en vez de
pensarla nosotros mismos. (p. 30)

-Así, transformando todo en una información lingüísticamente computable, la


realidad entera puede integrarse en una red de ordenadores. Lo que está a punto
de olvidarse es que previamente se ha convertido la realidad en virtual. El mundo
de la acción política queda reducido a dar una opinión. El mundo de la autonomía,
a decir lo que se quiera. Pero todo esto es un gigantesco espejismo. La democracia
no es una comunidad de opiniones, sino una comunidad de voluntad y acción. La
realidad es algo más que información, que discurso, que habla. Vivir es actuar y no
sólo opinar. La autonomía personal no se constituye como sujeto que habla en un
mundo virtual, sino con un sujeto real, valiente y sabio, que actúa en un mundo
real. (p. 32)

-Las creencias son ideas que vivimos, a veces sin percatarnos de lo que hacemos
porque las confundimos con la textura misma de la realidad. Estamos en ellas. Son
el aire ideológico que respiramos: no lo vemos, no lo olemos, no lo tocamos, pero
mantiene continuamente nuestro metabolismo vital. Nos dominan con tal sutileza
que no nos damos cuenta de su dominación. El lenguaje, que es muy perspicaz,
habla de las “opiniones reinantes”. En efecto, nos dirigen con un poder implacable
(P. 36)

-A Ortega le interesaron mucho estas vigencias sociales. “Sus dos más acusados
caracteres”, escribió, “son éstos: 1) que la vigencia social, sea del origen que sea, no
se nos presenta como algo que depende de nuestra individual adhesión, sino que,
por el contrario, es indiferente a nuestra adhesión, está ahí, tenemos que contar
con ella y ejerce, por tanto, sobre nosotros su coacción, pues ya es coacción el
simple hecho de que, queramos o no, tengamos que contar con ella; 2) viceversa,
en todo momento podemos recurrir a ella como una instancia de poder en que
apoyarnos” (El hombre y la gente, Obras completas, VII, Alianza, Madrid, 1996, p.
266). (p. 37)

-La capacidad de habituación del ser humano es tan poderosa (y tan peligrosa) que
puede acabar aceptando como normal cualquier disparate que se repita muchas
veces. Por eso es tan necesaria una crítica de las creencias. (p. 37)

- Nos conviene también caer en la cuenta de que con nuestros comportamientos


estamos cooperando en conformar creencias que, acaso, luego nos repugnen.
(p. 38)
-El lenguaje, con su gran sabiduría, distingue entre “colaborador” y
“colaboracionista”. Ambos trabajan con otros para lograr una meta en común. La
diferencia está en que el colaboracionista colabora con el enemigo, con la mentira,
con la equivocidad, con proyectos que no deberían ser los suyos.
Me preocupa la facilidad con que podemos ser “colaboracionistas inconscientes”.
Todos nos quejamos de cosas a las que estamos ayudando a existir: la mala
televisión, los falsos prestigios, los fracasos familiares, la cultura de la adicción, la
sexualidad frívola, el despojo de la infancia, la violencia implícita o explícita, la
superficialidad en los debates, la impaciencia, la prisa, el desánimo, la blandura con
los culpables, las injustificables tolerancias. Somos víctimas de modas, costumbres,
creencias en cuya consolidación participamos sin saberlo. (p. 39)

-¿Pero cómo saber a qué creencias estoy prestando ayuda sin saberlo? Necesito
analizar las implicaciones de lo que hago. Los fenómenos sociales son un
precipitado de actos individuales, Resulta difícil separar lo privado de lo público.
Las conductas íntimas se basan en creencias que desbordan la intimidad, que
dirigen la evaluación de las costumbres, de las modas, el consumo, la aceptación o
el rechazo, la excusa o el ataque. (p. 39)

-Es un concepto que adquirió un especial significado tras las guerras de religión en
el XVII. Fue un sustituto tímido del concepto de “justicia”.
Es fácil aplaudir la tolerancia, más difícil practicarla y todavía más difícil explicarla.
En castellano, tolerar es soportar. ¿Se debe tolerar lo bueno? No. Lo bueno debe
aplaudirse, fomentarse. ¿Se debe tolerar lo malo? Tampoco. Lo malo hay que
combatirlo. Entonces, ¿qué se debe tolerar? (p. 40)
Propongo una definición objetiva, casi ingenieril, de la tolerancia: “Tolerancia es el
margen de variación que una solución admite sin dejar de ser solución” (los
múltiples caminos para llegar a una solución).
Hay problemas que admiten muy poca tolerancia, por ejemplo, los matemáticos, o
los que afectan a la dignidad humana. Otros, como los planteados por la
convivencia, permiten e incluso a veces exigen amplios márgenes. (p. 41)

-Oscilamos entre el fanatismo y el relativismo. Puestos en esa falaz alternativa, el


relativismo parece menos cruento porque favorece una tolerancia benevolente. Lo
malo es que también abre las tragaderas para admitir cualquier cosa. El relativismo,
antes o después, es reaccionario. Cuando todo es igualmente verdadero, acaba por
imponerse la fuerza como argumento más poderoso. En este asunto, como en
tantos otros, es preciso precisar, matizar y seleccionar las respuestas. (p. 48)
- La mayoría de las ideas que aceptamos las han pensado otros y corremos el
riesgo de tragarlas como píldoras, sin saber cuáles son sus principios activos. Una
vez dentro, se expanden y actúan de manera salutífera o venenosa, fuera ya de
nuestro control. Por eso, antes de zamparse una pastilla o una idea, debe revisarse
con cuidado su composición. (p. 48)

-Se ha extendido la idea de que el relativismo es un síntoma de progresismo


político, y que la equivalencia de todas las opiniones es el fundamento de la
democracia. Creencia absolutamente imbécil y contradictoria. Si todas las
opiniones valen lo mismo, las creencias de los antidemócratas son tan válidas
como las de los demócratas. (p. 49)

-Enroscarse en lo diferente no significa riqueza sino autismo y, si me apuran,


violencia. Si no hay otra posibilidad de trasladar los valores de un grupo a otro, si
es imposible entenderlos, evaluarlos, compararlos, justificarlos, lo que surge
irremediablemente es el enfrentamiento, no la riqueza, porque algunos de esos
grupos serán pacíficos, pero otros tendrán en su idiosincrasia el afán de poder.
(p.56)

-La búsqueda de la identidad tiene profundas motivaciones psicológicas e


ideológicas. (p. 44)

-La globalización, tal como se está produciendo, convierte al hombre en mero


agente económico, desarraigado, movido sólo por el interés. Es la universalidad del
mercado. Tamaña reducción despierta oposiciones muy fuertes en pensadores de
todas las culturas, que ven como única solución volver a la tradición y recuperar los
valores culturales propios. (p. 45)

-Históricamente la identidad se ha construido mediante el enfrentamiento.


Nosotros frente a ellos, lo que explica posiblemente la extremada crueldad de las
guerras identitarias. En ellas no se trata de salvar la vida, sino de salvar la identidad,
convertida así en un patrimonio mágico, dispensador de una supervivencia
simbólica. En estos conflictos se sigue un patrón monótonamente repetido; se
demoniza al contrario y después, si se puede, se le aniquila. Nada refuerza más la
identidad que el genocidio del otro. (p. 45)

También podría gustarte