Ritual Politico y Emblematica Novohispan
Ritual Politico y Emblematica Novohispan
Ritual Politico y Emblematica Novohispan
Facultad de Filosofía
Siglo XVIII
Directora de tesis:
Codirector de tesis:
Septiembre, 2017
Resumen
I
Abstract
This thesis studies the heroic representations of the viceroy of the New Spain
during his triumphal entry to Mexico City; we studied receptions made between
1722 and 1785, as well as the emblems used in the triumphal arches that the
Cabildo of Mexico City arranged for such events. We demonstrate that the
heroic representations of the viceroys, despite having been given in a period of
political and ideological changes arisen from the illustrated movement,
continued showing strong links with the baroque period, of which they were
inheritors, principally regarding the concept of the Christian prince.
II
Dedicatoria
A Ludin,
III
IV
Agradecimientos
Son muchos los nombres que deberían aparecer como muestra de gratitud,
aunque sé que varios no aparecen en estas líneas, debo decir que su
compañía, amistad y consejo de alguna forma me han acompañado en la
realización de esta tesis.
En primer lugar debo agradecer a la Coordinación de la Maestría en
Estudios Históricos, en la que se me permitió crecer académica y
personalmente. Dentro de esta maestría, a mis profesores que a lo largo de los
cursos y seminarios me guiaron y dieron acertados observaciones a mi trabajo.
A mi directora de tesis, la Dra. Lourdes Somohano; mis lectoras la Dra. Cecilia
Landa y la Dra. Patricia Pérez.
Igualmente externo mi reconocimiento al Dr. Arnulfo Herrera por haber
accedido a ser mi codirector de tesis, por sus consejos y su amistad; la Dra.
Isabel Terán, a quien debo en parte mi interés por el periodo virreinal, por
haberme sugerido un estudio de la emblemática heroica en arcos triunfales y
del mismo modo por sus comentarios oportunos.
Agradezco por supuesto al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología
(CONACyT) por el apoyo brindado al permitirme estudiar como becario durante
los dos años que duró el programa de maestría que he cursado.
A mis compañeros y amigos de generación: Marcela Gaona y Ezequiel,
Marcela Arellano, Cécile, Mónica, Berenice, Abel y Eglee, Franki y Lili, Lizbeth
y Héctor; todos han jugado un papel fundamental en estos dos años dentro y
fuera de la facultad. Mi más sincero cariño y aprecio para todos.
Quiero retribuir de alguna manera la labor de Verónica Gachuzo en la
Coordinación de la Maestría en Estudios Históricos y de Mónica Yáñez en la
Jefatura de Investigación y Posgrado, quienes se desempeñan con
inalcanzable vocación. A todos, gracias.
V
VI
Índice general
Introducción ..................................................................................................... 1
2.1 El modelo barroco en las primeras décadas del siglo XVIII ....... 85
VIII
Índice de figuras
IX
Figura 22. Joaquín Velázquez de León, Malacate, siglo XVIII. Tinta y acuarela
sobre papel. Acervo Histórico del Palacio de Minería, Facultad de
Ingeniería, UNAM. ............................................................................... 157
Figura 23. Gerónimo Antonio Gil, Escudo de la Real Academia de San Carlos
de la Nueva España, ca. 1781. ........................................................... 158
Figura 24. Francisco de Goya, Gaspar Melchor de Jovellanos, 1798, Museo
del Prado, Madrid. ............................................................................... 161
Figura 25. Ramón Torres, Matías de Gálvez, 1783, Museo de América. .... 162
X
Índice de tablas
XI
RITUAL
POLÍTICO Y
EMBLEMÁTICA
NOVOHISPANA
Representaciones
del héroe en la
entrada triunfal
virreinal.
Siglo XVIII
Arco de triunfo para la entrada de Felipe V en Madrid,
Biblioteca Nacional de España.
¿Qué poseen los reyes que no posean también los
simples particulares, si no es el ceremonial, el perpetuo
ceremonial? Y ¿qué eres tú, ídolo del ceremonial, qué
clase de dios eres, que sufres más los dolores mortales
de tus adoradores? ¿Dónde están tus rentas? ¿Dónde
tus provechos? ¡Oh ceremonial! ¡Muéstrame lo que
vales! ¿Qué tienes que te hace digno de adoración?
¿Hay en ti otra cosa que una situación, una condición,
una forma que crean en los otros hombres el respeto y
el temor?
1 Fernández Arenas, José (coord.), Arte efímero y espacio estético, Anthropos, España,
1988, p. 10.
1
Frente a lo anterior, son interesantes las variaciones en cómo se llevó a
cabo esta representación de lo heroico, en virtud de los cambios ideológicos y
culturales que supuso el siglo XVIII en el territorio hispánico. El periodo en el
cual se enfoca esta investigación comprende una etapa de crisis para este tipo
de eventos que, junto con honras fúnebres y juras reales, constituían una forma
de afianzamiento del dominio de la Corona hispánica. Como factores de esta
crisis se puede mencionar la llegada de las ideas ilustradas, la estética
neoclásica y la implementación de las reformas borbónicas. Dado el fin
propagandístico que tenían estas festividades y el arraigo que tuvieron por
tradición, se realizaron constantemente durante la mayor parte del virreinato.2
2 Este trance en el ceremonial barroco de la entrada triunfal como fiesta de glorificación del
monarca tuvo lugar, para el caso hispánico, justo antes del nacimiento de lo que Víctor Mínguez
llama “héroe moderno”, surgido a partir de la Revolución Francesa, figura que de alguna forma
simbolizó la caída de la monarquía absoluta al democratizar el título de héroe con el que se
reconoció a ciudadanos y patriotas. Mínguez, Víctor, “Héroes clásicos y reyes héroes en el
Antiguo Régimen”, en Manuel Chust, Víctor Mínguez (eds.), La construcción del héroe en
España y México (1789-1847), El Colegio de Michoacán, Universidad Autónoma Metropolitana
– Unidad Iztapalapa, Publicaciones de la Universitat de Valencia, Universidad Veracruzana,
Valencia, 2003, p.51. Ver también en la misma obra: Vovelle, Michel, “La Revolución Francesa:
¿matriz de la heroización moderna?”, pp. 19-30.
3 El emblema comúnmente se concibe formado por tres partes (emblema triplex), el mote o
inscriptio, la imagen o pictura y el epigrama o suscriptio, que lo explica.
2
personajes de la tradición clásica como Hércules o Ulises –aunque existe
variedad de héroes y dioses a los que se recurría para tal fin– gracias la
atribución de virtudes como la fortaleza, la astucia o la justicia. Estas
manifestaciones no estuvieron exentas de la influencia que sobre ellas ejercía
el contexto político y cultural en el cual eran creadas, por lo que la emblemática
ideada para las entradas triunfales que se estudian en este trabajo manifiesta
características particulares del siglo XVIII, así como preocupaciones políticas
concernientes al momento que se vivía dentro de los dominios hispánicos,
como lo son el cambio de casa reinante o el paso de un pensamiento simbólico
barroco a uno ilustrado. Tales fenómenos enmarcan a las entradas triunfales
en el siglo XVIII en la Nueva España.
3
En cuanto a la historiografía sobre los recibimientos virreinales y los arcos
triunfales novohispanos, estos han sido un objeto de estudio atendido con
mayor frecuencia por investigaciones artísticas y literarias, de las cuales se
desprende una amplia bibliografía encabezada sobre todo por los trabajos de
Francisco de la Maza4 y José Miguel Morales Folguera.5 Sobresalen también
las obras escritas o coordinadas por Víctor Mínguez, quien se ha dedicado
ampliamente al estudio de las artes visuales españolas, la emblemática y su
relación con el poder.6 Tributarias de estos trabajos, las investigaciones de
Juan Chiva Beltrán son clave para comprender la celebraciones triunfales en
Nueva España, están sus publicaciones en el programa de doctorado en la
Universitat Jaume I: Entradas virreinales en la Nueva España: evolución de un
ceremonial hasta su crisis (1789-1821), así como la tesis doctoral “Entradas
triunfales en México. Arte, ceremonia y poder del final de la colonia al Segundo
Imperio (1808-1867)”, además de la publicación El triunfo del virrey. Glorias
novohispanas: origen, apogeo y ocaso de la entrada virreinal. Chiva Beltrán
ofrece en sus trabajos un interesante panorama en torno a los triunfos desde
el periodo novohispano hasta la etapa independiente de la nación mexicana.
4 Maza, Francisco de la, La mitología clásica en el arte colonial de México, UNAM, México,
1968.
5 Morales Folguera, José Miguel, Cultura simbólica y arte efímero en la Nueva España,
Consejería de Cultura y Medio Ambiente, España, 1991.
6 Entre una amplia bibliografía, sobresalen para los fines de este trabajo: Los reyes distantes:
imágenes del poder en el México virreinal, Universitat Jaume I, Valencia, 1995; Los reyes
solares: iconografía astral de la monarquía hispánica, Universitat Jaume I, Valencia, 2001; La
fiesta barroca. Los virreinatos americanos (1560-1808), triunfos barrocos, volumen segundo,
(Mínguez et al.), Publicaciones de la Universitat Jaume I, Universidad de las Palmas de las
palmas de Gran Canaria, Castello de la Plana, Las Palmas, 2012.
4
de los mecanismos más usados para la glorificación de príncipes y altos
prelados eclesiásticos.
7 León Mariscal, Beatriz Berndt, “Discursos del poder en un nuevo dominio: el trayecto del
virrey marqués de las Amarillas de Veracruz a Puebla, las fiestas de entrada y el ceremonial
político”, en Relaciones. Estudios de Historia y Sociedad, no. 101, vol. XXV, Invierno 2015, pp.
227-259.
8 García Panes, Diego, Diario particular del camino que sigue un virrey de México. Desde su
llegada a Veracruz hasta su entrada pública en la capital (…), 1793, Ministerio de Obras
Públicas, Transportes y Medio Ambiente, Madrid, 1994.
9 Montes González, Francisco, “Prometheo, undique clariori: el arco catedralicio para el
recibimiento del virrey marqués de Casafuerte en México”, en Rafael García Mahiques y Vicent
F. Zuriaga Senent (eds.), Imagen y Cultura. La interpretación de las imágenes como historia
cultural, (vol. II), Biblioteca Valenciana, Valencia, 2008, pp. 1133-1145.
5
que se abordan los preparativos de estas estructuras, como los concursos y
contratos previos; al respecto señala el hallazgo de un documento inédito en
el Archivo Histórico del Arzobispado de México que brinda información sobre
la organización previa al recibimiento de este virrey por el cabildo de la Catedral
Metropolitana: Remate convocado para la construcción del arco catedralicio a
la llegada del virrey Marqués de Casafuerte.10
Hispanistas.
15 Ibídem, p. 330-331.
16 Mínguez, Víctor, loc. cit., p. 51
17 Ídem.
18 Ibídem, pp. 52-53.
7
jefe supremo de su armada, gobernaba solo y esta era una responsabilidad no
compartida. El otro tipo de héroe distingue a los servidores más próximos del
monarca que por algún mérito militar o civil recibieron cierto tipo de
enaltecimiento artístico en alguna pintura o ceremonia, estos últimos vinieron
a ser los “semihéroes” del rey: gobernadores, condes, duques, entre otros.19
Para el caso de los virreyes, Mínguez los señala como alter ego del rey,
aunque no los identifica en alguna de las dos categorías heroicas antes
mencionadas que, cabe añadir, convivían muchas veces en un mismo sujeto,
pues en su mayoría estos personajes ostentaron títulos nobiliarios a la vez que
llegaron a tener importantes cargos militares por los que se les elogiaba
durante su entrada triunfal a la Ciudad de México.
Por otro lado, Rodríguez Moya pone sobre la mesa un aspecto clave para
la comprensión de estas manifestaciones, pues hace una breve reflexión sobre
la discusión surgida luego de la publicación de El príncipe de Nicolás
19 Ibídem, p. 67-68.
20 Rodríguez Moya, Inmaculada, “Odiseo en la Nueva España. Las virtudes políticas y heroicas
del virrey en la decoración de tres arcos triunfales”, en José Pascual Buxó (ed.), Reflexión y
espectáculo en la América virreinal, UNAM, México, 2007, pp. 231-258.
8
Maquiavelo, obra que influyó profundamente dentro de la teoría política
hispánica, lo que la hace imprescindible, a decir de la autora, para entender el
pensamiento político durante los siglos XVII y XVIII. De manera particular para
los arcos triunfales estudiados en su trabajo, se destaca el uso de la imagen
de Ulises como ejemplo que buscaba inculcar la virtud de la astucia (junto a
otras como la sabiduría o el valor), cualidad criticada constantemente por
tratadistas españoles, pues era ésta una de las principales características que
Maquiavelo describía en su obra. Por estos motivos, para la autora y otros
estudiosos de la emblemática hispánica, la utilización de este héroe en
particular resulta interesante dentro de las manifestaciones españolas de arte
efímero.
que tiene la expresión connotativa, tanto plástica como en los rituales con los que se expresa
el ordo iuris. En todo caso no ve en la imagen una simple expresión subsidiaria de la cultura
jurídica, sino central, tanto que la mayor parte de los arqueólogos del derecho sostienen la
necesidad de cotejar este tipo de lenguaje con el de las leyes e instituciones, generalmente
explicadas entre dos vías de configuración de los espacios ordenado por el derecho.” Ibídem,
p. 1389.
25 Ibídem, p. 1387
10
relacionados con la tradición emblemática y su conexión con el Estado en la
Nueva España merecen ser retomados. Ante esto, una de las principales
razones para realizar el presente estudio fue ver las entradas públicas de los
virreyes y la creación de sus arcos triunfales como la manifestación de ideas
políticas mostradas en ceremonias e imágenes simbólicas que sirvieron para
materializar el concepto del héroe como el modelo al que debía aspirar todo
buen gobernante. Cabe añadir también que el estudio de figuras heroicas ha
sido estudiado sobre todo a partir de personajes que participaron en el
movimiento independentista o a lo largo de los diferentes procesos históricos
del siglo XIX mexicano, mientras que, por el contrario, son pocos aún los
estudios que traten asuntos como la heroicidad y su representación en Nueva
España antes de 1810. Por lo que esta tesis busca proponer una reflexión
acerca de la heroificación de los virreyes en ceremonias de lealtad durante el
siglo XVIII y en las que, dada la ausencia del rey, se recurría a al aparato
simbólico –ceremonial o artístico– que buscaba mostrarlos como reflejo del
monarca.
11
novohispanos en el momento en el que se dio su creación, con el fin de tratar
de explicar las representaciones heroicas usadas en los programaras
iconográficos a la luz de los distintos procesos culturales propios de este
periodo, y ver por medio de cada uno de estos puntos la construcción de un
ideal de gobierno dieciochesco.
a otro.” Bajo esta definición, Gennep admite además que las ceremonias en las que se lleva a
cabo el tránsito bajo un umbral constituyen una parte importante del rito de paso. Según la
clasificación del autor, son tres los tipos y las fases de estos ritos: 1) ritos de separación, como
funerales y despedidas; 2) ritos de margen, entre ellos las ceremonias de iniciación, el
embarazo y el noviazgo, y 3) ritos de agregación, como el bautismo y el matrimonio; por su
parte las fases de un rito de paso son: a) fase preliminar, constituye la separación o purificación;
b) fase liminar, el estado de tránsito entre un mundo o un estado y otro, y c) fase postliminar,
después del paso constituye la parte de incorporación o adquisición del estatus por el que se
realiza el rito de paso. Tanto los ritos de paso como sus fases son susceptibles de combinarse
o desdoblarse y, a decir de Gennep, no se dan de igual forma y bajo el mismo esquema en
todas las sociedades. Añade también que el paso a través de una puerta se realiza como parte
de un rito de margen, es decir, supone la separación de un estado anterior para asumir uno
nuevo. La propuesta de Gennep señala la naturaleza “mágica” del paso por la puerta como un
punto clave en el ingreso a una sociedad con una dinámica específica. Gennep, Arnold van,
Los ritos de paso, Alianza, España, 2008, pp. 25 y 37.
30 Muir, Edward, Fiesta y rito en la Europa moderna, Ed. Complutense, España, 2001, p. 301.
31 Ibídem, p. 287.
32 Ibídem, p. XVI.
33 Ídem.
14
entronizaciones o ritos que presentan a alguien de forma pública. 34 Al
distinguir estos eventos como una forma de mostrar y asumir por parte de las
autoridades “lo que se debe ser” es posible admitir en ellos una forma
discursiva que manifestara al personaje central de esta celebración el modelo
de lo que se concebía como el ideal de gobierno. Uno de los medios más
socorridos fue el uso de símbolos y alegorías bastante populares el contexto
del virreinato, representaciones, en el sentido que Roger Chartier da al término.
En vista de lo anterior, son tres elementos los se retomaron sobre la
representación puesto que se entretejen dentro de la dinámica de la entrada
triunfal virreinal y muy en específico de la producción simbólica usada en estos
rituales. Primero se consideró la representación como exhibición de una
ausencia; en este sentido la ausencia del rey se veía subsanada por medio de
un “representante”, es decir el virrey, quien se convertía en la encarnación del
poder real en América. De lo anterior y en segundo término, se entiende que
los elogios que originalmente se dirigían al rey se trasladaron a la figura
vicerregia en la exaltación tanto de su persona como del poder le era conferido,
todo ello por medio del discurso del ritual y la emblemática. Por último, dentro
de la teatralidad del ritual, lo que esta emblemática buscaba manifestar era el
“deber ser” del virrey mediante la utilización de la antigüedad clásica y de
gestas propias, con el fin de mostrarle lo que se esperaba durante su mandato.
Lo expuesto constituye las líneas centrales de esta investigación: la
conformación y desarrollo de un ritual para el que ponía en práctica una serie
de mecanismos de representación en el cual sus participantes debían ser
partícipes de la dinámica que buscaba reproducir en el momento festivo. La
entrada triunfal en la Nueva España, con todas sus implicaciones artísticas y
simbólicas, constituye uno de los ejemplos más claros de los métodos de
exaltación del poder por medio de lo festivo y la rigurosidad de la ceremonia,
pues ésta ponía en juego a diferentes participantes del cuerpo de gobierno
34 Ibídem p. XVII.
15
novohispano para ratificar la lealtad de los habitantes de estas tierras frente al
dominio del monarca.
16
Capítulo I. El ritual político
17
El presente capítulo tiene como objetivo principal explicar de qué forma se
constituyó el ritual político del recorrido del virrey desde su llegada a Veracruz
hasta su entrada triunfal a la Ciudad de México y ver en él una manera por
medio de la cual se heroizaba al virrey recibido a la vez que la corona española
buscaba afianzar su dominio en un territorio en donde el rey estaba ausente.
Para ello se presenta una explicación de la entrada triunfal novohispana en
relación con el estudio de los rituales, para luego ver que aunque dichos
eventos se realizaron sistemáticamente para poner de manifiesto el poder
regio, sufrieron una serie de cambios a lo largo del siglo XVIII.
Las entradas triunfales virreinales han sido un tema tratado, sobre todo, a
partir del aspecto artístico que proveen tanto las descripciones de dichos
eventos como los elementos relacionados con los arcos triunfales erigidos para
la ocasión: emblemas, poemas, escultura y arquitectura efímeras. Un gran
número de investigaciones enfocadas en su valor artístico dan cuenta de ello
y constituyen un acervo bibliográfico obligado para comprender su
funcionamiento e importancia a partir de la literatura y la historia del arte. Lo
anterior no deja de lado que básicamente el acto con el cual se recibía a un
virrey era un conjunto ceremonial formado por varios elementos a partir de los
cuales el personaje central se presentaba para ratificar el poder del rey en sus
territorios, confirmaba su estatus y el de las personas que lo acompañaban, su
entrada pública estaba marcada por el paso a través de una puerta como parte
del final de su recorrido, mismo que reproducía también el orden social y
jerárquico del aparato de gobierno virreinal y en cierta forma recreaba la
entrada de Hernán Cortés durante la conquista de Tenochtitlán. Si bien estos
puntos son una simplificación de un acto complejo, permiten tener una base a
partir de la cual es posible abordar el significado de los mismos en un tiempo
y un contexto determinados.
18
1 Los rites de passage y la política ritualizada
Hay que añadir, sin embargo, que tales momentos y aparatos simbólicos,
como lo son el arco, el paso a través de éste y el desfile triunfal, fueron
heredados de una práctica surgida en la antigua Roma y que encontró uno de
sus momentos cumbre en el Renacimiento europeo. El triunfo de los virreyes
novohispanos se configuraba, en efecto, como una imitación de las
celebraciones realizadas en honor de importantes militares y jefes de estado
en el Viejo Continente, desde los triunfos romanos en los cuales el participante
era equiparado con Júpiter y se erigían diversas estructuras efímeras que con
el tiempo se tornaron en arcos triunfales de piedra (¡Error! La autoreferencia
al marcador no es válida.); pasando por el periodo medieval cuando los
recibimientos que las ciudades y villas hacían para sus reyes y príncipes se
veían enmarcados en muestras de lealtad por parte de los súbditos y el respeto
de los privilegios locales jurado por el señor que era recibido. Tal reproducción
en la Nueva España respondía a la relación arte-poder que, desde la
antigüedad, dio cabida a la proliferación de manifestaciones encargadas de
35 Gennep, Arnold van. Los ritos de paso. Alianza. 2008, p. 25, ver también, pp. 37-38.
19
mostrar a emperadores y reyes como la máxima expresión de la autoridad y
como un elemento central en el orden social, pues al estar la Nueva España
tan alejada de sus reyes, la figura del virrey en tanto personificación del
monarca fue objeto de estas muestras de lealtad a la Corona.36
36 Chiva Beltrán, Juan. El triunfo del virrey, Glorias novohispanas: origen, apogeo y ocaso de
la entrada virreinal, Universitat Jaume I, Valencia, 2012, p. 16 y 76.
37 Ibídem, p. 46.
38 Ibídem, p. 47.
20
personaje celebrado, sino que se expandía hacia alcances tales según su
importancia como ritos políticos y como momentos de instauración del poder.
La cúspide de las entradas triunfales hispánicas se ha señalado entre los siglos
XVI y XVII, especialmente durante el imperio de Carlos I y el reinado de Felipe
II, debido a la importancia que distintas manifestaciones visuales, como la
pintura y el grabado, adquirieron a fin de hacer propaganda a favor de la
monarquía. En este momento muchos los arcos triunfales hechos con madera
y telas dieron pie a la construcción de
arcos monumentales que buscaban dar
constancia permanente de la importancia
del acontecimiento que rememoraban,
tales son los casos del arco de Santa
María de Burgos construido en 1536 en
conmemoración de la entrada de Carlos I,
y la Puerta Real o de los Golones en
Sevilla que conmemora la visita de Felipe
II en 1570.39 Mediante la construcción de
estos monumentos se buscaba dejar un
testimonio que garantizara la lealtad de
las élites dirigentes, de funcionarios, Figura 2. Arco de los Italianos, Jornadas de
Felipe III en Lisboa, 1619.
soldados y súbditos.40
39 Bonet Correa, Antonio, Fiesta, poder y arquitectura, Ediciones AKAL, 1990, p. 16.
40 Mínguez, Víctor. “Imágenes jeroglíficas para un imperio en fiesta”. Relaciones. Estudios de
Historia y Sociedad, XXX (119). 2009: 81–112, p. 82.
21
de lugares específicos para la realización de las entradas públicas. El uso de
estructuras efímeras con el fin de simular los arcos triunfales antiguos no fue
la excepción, así como la teatralización de las celebraciones por parte de las
élites que buscaban mostrar un orden que debía ser mantenido.
Durante el siglo XV y al calor del debate sobre el origen del concepto de ritual
que devino gracias a la Reforma luterana, se perfilaron dos posturas acerca de
las visiones sobre el quehacer de los ritos, la llamada “teoría de la presencia”
frente a la “teoría de la representación”. La primera declara que los rituales
tienen la cualidad de promulgar y hacer que algo sea real, hacen que por medio
del ritual el cuerpo de algo o alguien se presente, sea Cristo en la Eucaristía o
el rey en un recorrido triunfal por la ciudad.41 En contraposición, la “teoría de
la representación” no se basa en la naturaleza del acto como presencia, sino
en su cualidad para comunicar significados, para representar; la Eucaristía, por
ejemplo, no era la transubstanciación del pan y el vino en el cuerpo y sangre
de Cristo que se daba a los fieles de forma real, sino el recordatorio de su
sacrificio, y la coronación de un rey que asumía el cargo representaba de forma
ritual lo que pasaba desde el momento en el que su antecesor moría.42
41 Muir, Edward, Fiesta y rito en la Europa moderna. Ed. Complutense. 2001, pp. XX–XXI.
42 Ibídem, p. P. XXI–XXII.
43 Ibídem, p. XXII.
22
muy prolongada. La estrategia de propaganda fue el uso de la imagen del rey
y sus símbolos dentro de la vida pública, fiestas y ceremonias reales como
juras y honras fúnebres.44 Para el contexto de la monarquía hispánica se ha
señalado el reinado de la casa de Habsburgo en el siglo XVI, especialmente
con Carlos I, como la época de mayor florecimiento de esta “cultura de la
imagen”, misma que fue trasladada al Nuevo Mundo.45
44 Rodríguez Moya, Inmaculada. La mirada del virrey: iconografía del poder en la Nueva
España. Universitat Jaume I. 2003, p. 83 y ss.
45 Mínguez, Víctor, Los reyes distantes: imágenes del poder en el México virreinal, Universitat
Jaume I, Castelló de la Plana, 1995, p. 16.
46 Rubio Mañé, Jorge Ignacio, El virreinato I, orígenes y jurisdicciones, dinámica social de los
virreyes, FCE, UNAM, México, 1983, pp. 18-19.
47 Los virreinatos de Nueva Granda y Río de la Plata datan del siglo XVIII. Chiva Beltrán,
Juan, op. cit., pp. 75–76.
48 Rubio Mañé, Jorge Ignacio, op. cit., pp. 17–22.
23
Persona, y tengan el gobierno superior, hagan y administren justicia
igualmente a todos nuestros súbditos y vasallos, y entiendan en todo
lo que conviene al sosiego, quietud, ennoblecimiento y pacificación de
aquellas provincias, como por leyes de este título y Recopilación se
dispone y ordena.49
Los dos principales modelos para la entrada triunfal novohispana han sido
propuestos a partir de las entradas de fray García Guerra como arzobispo de
México en 1611 y la de Diego López de Pacheco Cabrera y Bobadilla, marqués
49 RLRI, Libro III, Título III, Ley i. Las cursivas son mías.
50 Mínguez, Víctor, op. cit., p. 31.
51 Ídem.
52 Ibídem, p. 32.
24
de Villena, en 1640, como virrey. Aunque estos no fueron los primeros
recibimientos que se hicieron de personalidades de este rango, su importancia
reside en que las ceremonias dispuestas para uno y otro personaje significaron
la apropiación de los espacios que en adelante se usarían durante las entradas
triunfales de virreyes por lo menos hasta el siglo XVIII.53
Con información más detallada, José Ignacio Rubio Mañé indica que para
el recibimiento del virrey Gastón de Peralta, marqués de Falces, en 1566, se
disponía ya de un hospedaje en el pueblo de Guadalupe. Según lo registrado
en las Actas de Cabildo, no se había hecho mención de este lugar para tal
evento, por lo que se lo sugiere como la primera vez que se utilizó para
hospedar al virrey. Por otro lado, para el cambio de mando el pueblo de
Otumba aparece por primera vez durante la llegada de Lorenzo Suárez de
Mendoza, conde de la Coruña, en 1580, quien fue recibido en este lugar por
su predecesor el virrey Martín Enríquez de Almansa. Rubio Mañé agrega que
53 Morales Folguera, José Miguel, Cultura simbólica y arte efímero en la Nueva España, Junta
de Andalucía, Sevilla. 1992, pp. 95-153, citado por Chiva Beltrán, Juan, op. cit., pp. 79–80.
54 Chiva Beltrán, Juan, op. cit., p. 79.
25
este sitio pudo ser elegido debido a la victoria que obtuvo ahí Cortés, antes del
asalto definitivo a Tenochtitlán.55
58 Salvador González, José María. Efímeras efemérides: fiestas cívicas y arte efímero en la
Venezuela de los siglos XVII-XIX. Universidad Católica Andrés Bello. Venezuela. 2001, pp. 32–
34.
59 Un estudio y la relación en diálogo que narra este viaje se puede consultar en: Gan
Giménez, Pedro, “La jornada de Felipe III a Portugal (1619), Chronica Nova, 19 (1991), pp.
407-431.
60 Rubio Mañé, Jorge Ignacio, op. cit., pp. 3–4.
61.Ibídem, p. 120.
27
mil” 62 , promulgada por Felipe II en 1573 y vigente en el reinado de sus
sucesores.63 Como su título lo dice, esta ley autorizaba el gasto de doce y
ocho mil pesos para Perú y México respectivamente en los recibimientos de
sus virreyes, no permitía además que se excediera de estas cantidades por
ningún motivo, so pena de que se cobrara al librador el uso de una cantidad
mayor.
De la Villa Rica de la Vera Cruz, Cortés pasó a Cempoala, pueblo que para
entonces ya era su aliado, la comitiva siguió hasta un punto próximo a la actual
Xalapa, allí fueron bien recibidos por órdenes de Moctezuma.71 Siguieron por
lo la zona montañosa que tuvo por paradas una localización anterior de la
actual Coatepec, Xichochimalco, cercana a la actual Xico y luego Ixguacan. El
sitio más relevante en este viaje, antes de la capital del dominio Mexica, fue
71 Los datos sobre la Conquista se han tomado de varia bibliografía especializada en ese
tema como: Thomas, Hugh, La conquista de México: el encuentro entre dos mundos, el choque
de dos imperios, Planeta, Madrid, 2009; Guzmán, Eulalia, Una visión crítica de la conquista de
México-Tenochtitlan, UNAM, Instituto de Investigaciones Antropológicas, México, 1989; Cortés,
Hernán. Cartas de Relación. Porrúa (“Sepan Cuantos...” Núm. 7). México. 2013.
31
Tlaxcala, pueblo que en un inicio combatió la llegada de los españoles, pero
luego de ser derrotados en varias ocasiones decidieron recibirlos. La entrada
de los expedicionarios se dio el 18 de septiembre y fueron recibidos por los
caciques principales y sacerdotes. Aquí Cortés logró tener una buena relación
con el consejo que gobernaba la ciudad y especialmente con Maxixcatzin y
Xicotencatl el Viejo.
por su parte, no alcanzaba los sesenta mil en toda su intendencia. Cfr. Quintero Saravia,
Gonzalo M., Bernardo de Gálvez y América a finales del siglo XVIII, tesis doctoral, Facultad de
Geografía e Historia, Departamento de Historia de América I, Universidad Complutense de
Madrid, 2015, p. 647.
75 García Panes, Diego. Diario particular del camino que sigue un virrey de México desde su
llegada a Veracruz hasta su entrada pública en la capital, Ministerio de Obras Públicas,
Transportes y Medio Ambiente, Madrid, 1994, pp. 96–100.
76 Cuadriello, Jaime, Las glorias de la república de Tlaxcala: o la conciencia como imagen
sublime, UNAM, México, 2004, p. 126.
33
que se otorgaban sólo a una capital virreinal." 77 En Puebla era el punto en el
que el Cabildo de la Ciudad de México tenía su primer contacto con el virrey a
través de los comisarios que eran enviados a dar el "besamano"
correspondiente, una forma discreta para que los organizadores de la entrada
triunfal en México tuvieran una idea de la magnitud del evento.
77 Hirschberg, Julia, “La fundación de Puebla de los Ángeles: Mito y realidad”, Historia
Mexicana, 28 (2), 1978, pp. 185-223, p. 218.
34
Luego de la experiencia en Cholula, Cortés había determinado ir a
Tenochtitlán no en son de paz, sino como enemigo, así pues se dirigió a la
capital del señorío mexica entre los dos volcanes, Popocatépetl e Iztaccíhuatl,
a través del actual Paso de Cortés. Aunque Cortés no hizo escala en
Huejotzingo, los principales de este pueblo le dieron su apoyo. El paso de los
virreyes por este lugar bien podría verse desde esta perspectiva o quizá estuvo
determinado también por la importancia posterior de Huejotzingo en labor
evangelizadora, pues es en este lugar en donde se fundó uno de los primero
conventos franciscanos, el de San Miguel.78
Al tener este panorama, puede verse que la entrada triunfal del virrey
pretendía ser no sólo un evento de fiesta; visto desde la perspectiva de las
autoridades virreinales, se trataba de reafirmar un orden tanto político como
religioso.79 Este evento simbolizaba la victoria reiterada de la corona española
y la renovación de los votos de respeto y obediencia por parte de los territorios
conquistados. El realizar el triunfo a la manera romana significaba honrar a los
virreyes antes de ejercer sus cargos, puesto que como nuevos enviados del
rey reconquistaban el imperio mexica, así el mito histórico se escenificaba con
la entrada triunfal de la monarquía española para rememorar tanto la conquista
espiritual como por las armas.
80 El uso del pliego de providencia data de finales del siglo XVII, aunque se generalizó
mayormente hacia el XVIII. Su funcionamiento a grandes rasgos era el siguiente: el rey, por
consejo del Despacho Universal de Indias, escribía de puño y letra los nombres de tres
posibles sucesores al puesto de virrey, gobernador y capitán general de la Nueva España en
tres títulos numerados cuyos espacios para el nombre estaban en blanco y que eran
redactados por la Secretaría de la Vía Reservada. Estos títulos se cerraban con el sello real a
fin de que el contenido fuera secreto. Se escribían tres nombres para que dado el caso en que
el primero hubiera muerto o no pudiera ocupar el cargo, lo hiciera el segundo o en su defecto
el tercero. Estos sobres se enviaban a la Real Audiencia de México para ser resguardados.
Cuando moría el virrey en función, el Real Acuerdo abría el sobre correspondiente y se
nombraba a un virrey interino que podía ser destinado como propietario posteriormente o
gobernaba en tanto se enviaba a otro virrey. Real Díaz, José Joaquín y Heredia Herrera,
Antonia M., “Martín de Mayorga (1779-1783)”, en José Antonio Calderón Quijano (ed.), Los
virreyes de la Nueva España en el reinado de Carlos III, Tomo II, Escuela de Estudios Hispano-
americanos, Sevilla, 1967, pp. 18-20.
81 Ibídem, pp. 30-31.
82 Ibídem, p. 26.
83 Rodríguez del Valle, María y Conejo Diez de la Cortina, Ángeles “Matías de Gálvez (1783-
37
2.2 Significación ritual y política del triunfo virreinal en el siglo
XVIII
No hay que dejar de lado que para las autoridades este evento no era
únicamente una fiesta cuyos fines fueron la diversión y la alegría. Dado que la
entrada triunfal se configuraba como una reproducción de los modelos
europeos del rito, la entrada de un virrey significaba para los funcionarios que
la organizaban y que participaban de ella una forma de manifestar el orden
político, moral y religioso dentro del que asumían un papel propio. 85 También
significó en este contexto una forma en la cual se podía mantener el orden
social pues fungía como una válvula de escape frente a la monótona vida
diaria. En palabras de Bonet Correa, la fiesta en el contexto de la monarquía
era una
87 Vestido o uniforme que usaban las cuadrillas de caballeros en los festejos públicos.
88 Ruquoi, Adeline, “De los reyes que no son taumaturgos: los fundamentos de la realeza en
España”, en Relaciones. Estudios de Historia y Sociedad, No. 51, 1995, pp. 163-186, p. 73;
39
El lugar para la entrega del bastón sufrió una modificación para la llegada
de Antonio María de Bucareli, en 1771, pues fue cambiado al poblado de San
Cristóbal Ecatepec por petición de su antecesor el marqués de Croix, Carlos
Francisco de Croix. Juan Chiva Beltrán dice que esta variación se produjo por
un conflicto entre ambos virreyes, pues Croix no deseaba trasladarse de la
capital a Otumba, mientras que Bucareli pretendía seguir el ceremonial
acostumbrado, por lo que la solución fue hacer el cambio de mando en San
Cristóbal Ecatepec, debido a su proximidad con México.89 Por otro lado, se
indica también que el cambio se debió a que el virrey de Croix “trataba de poner
en orden los asuntos pendientes”90, razón por la que demoraría en ir hasta
Otumba. Lo cierto es que a partir de esta modificación los siguientes traspasos
de poder entre los virreyes se realizaron en el mencionado San Cristóbal.
Cárdenas Gutiérrez, Salvador, “Las insignias reales en el ritual público de la ciudad de México:
disciplina legal (siglos XVI-XVIII)”, en Ars Iuris, No. 26, 2001, p. 55.
89 Chiva Beltrán, Juan, op. cit., p. 210.
90 Diaz-Trechuelo Spinola, María de Lourdes et al., “Don Antonio María de Bucareli y Ursúa
(1771-1779)”, en José Antonio Calderón Quijano (ed.), op. cit., Tomo I, p. 392.
91 AGN, Reales Cédulas, libro 59, Exp. 40; y Reales Cédulas duplicadas, tomo 104, ff. 465-9,
40
Preocupaba igualmente al rey los incidentes que sucedían en el camino entre
Chapultepec y México:
(…) haciéndome presentes al mismo tiempo los graves daños que se siguen
al común, causa cristiana y pública (…), por haber contiguo a él un bosque
muy fragoso, con extraviadas sendas, multitud de árboles y lugares ocultos,
y que siendo tanta gente que ocurre de ambo sexos con el motivo de los toros
que se lidian y demás fiestas que se practican, son muchos los pecados que
se cometen y no menos las pendencias, heridas y desgracias que suceden,
creciendo éstas mediante a que como se va de madrugada desde México a
Chapultepec, se hace preciso transitar por una calzada muy estrecha, con
diferentes zanjas a los lados, caen en ellas hombres, forlones y caballos,
sucediendo lo propio a la vuelta a su casa, que hacen por la noche, lo que es
irremediable por el mucho concurso de personas, como consta todo lo
expresado de los testimonios que presentaba [la Audiencia] (…).92
Si bien esta cédula se emitió en 1739, ya desde 1734 las festividades como
corridas de toros que se dedicaron al virrey interino tras la muerte del marqués
de Casafuerte, el arzobispo de México Juan Antonio Vizarrón y Eguiarreta,
tuvieron lugar en la Plaza del Volador, a un costado del Palacio Virreinal. Con
el siguiente virrey propietario que fue Pedro de Castro y Figueroa, Duque de la
Conquista, se cumplió esto e igualmente el paso de la villa de Guadalupe a la
Ciudad de México, sin hacer residencia en Chapultepec, el 17 de julio de
1740.93
citado por Rubio Mañé, José Ignacio, op. cit., pp. 183-186.
92 Rubio Mañé, José Ignacio, op. cit., p. 184.
93 Ibídem, p. 187.
41
colocada en un lugar preferente, rodeado de oidores, alcaldes y el fiscal más
antiguo en el cargo. Frente al sello real que era llevado por el canciller, se daba
lectura solemne a los nombramientos y se realizaba el juramento sobre las
Sagradas Escrituras.94
94 Ibídem, pp. 161-162; Pópulo Antolín Espino, María del, “El virrey marqués de Cruillas
(1760-1766)” en José Antonio Calderón Quijano (ed.), op. cit., Tomo I, p. 18; ver en la misma
obra Navarro García, Luis, “El virrey marqués de Croix (1766-1771)”, p. 174, y Diaz-Trechuelo
Spinola, María de Lourdes et al., loc. cit., p. 394; así como Real Díaz, José Joaquín y Heredia
Herrera, Antonia M., loc. cit., p. 33,
95 En uso del sello real se implementó para los reinos americanos a partir de la orden que
aparece en las Leyes Nuevas de 1542. CIE, I, Lib. II, f. 9, “Capítulo de las Leyes Nuevas que
manda a las Audiencias de las Indias libren provisiones que despacharen con título y sello”.
96 RLRI, Libro II, Título XX, Ley i.
97 Cárdenas Gutiérrez, Salvador, “Las insignias reales en el ritual público de la ciudad de
México: disciplina legal (siglos XVI-XVIII)”, en Ars Iuris, No. 26, 2001, p. 75.
42
Audiencia de México, la entrega solemne del sello se hizo el 9 de octubre de
1760, éste fue presentado en una pequeña caja circular que lo contenía, al
igual que la Real Cédula que ordenaba su cambio. Con todos los presentes de
pie, el canciller Francisco Lorenzo de Rada entró con una bandeja de plata
sobre la que estaba el sello de Frenando VI cubierto con un paño verde; una
vez sentados los integrantes del Real Acuerdo, se dio lectura a la Cédula y el
canciller hizo el juramento de resguardar el nuevo sello que fue escoltado por
los alabarderos hasta la Cancillería. Por su parte, el sello de Fernando VI fue
fundido en la Casa de Moneda.98 Lo anterior da cuenta de la importancia de
las insignias reales en la vida política novohispana. Junto al sello, los guiones
y armas reales eran elementos centrales de la ritualidad frente a los que el
mismo virrey, así fuese el lugarteniente del rey, debía subordinarse en el plano
simbólico y ceremonial.99
Una vez que se entregaban las llaves y se hacían los juramentos daba
inicio el desfile triunfal, para éste se ponían dos bandas al caballo en el que
entraba el nuevo gobernante, una de ellas, la del lado derecho, la sostenía el
106 Actas Antiguas de Cabildo, Libros 38 (al 42), abrazando desde el 1° de enero de 1698
hasta el 21 de Diciembre de 1705, México, Imprenta del comercio de Juan R. Velasco, 1911,
pp. 297-298. Actas Antiguas de Cabildo, Libros 43 al 47, comprendiendo desde el 1° de enero
de 1706 á 22 de diciembre de 1713, México, Impr. Particular, G. Oropeza Velasco, 1911, pp.
40-41.
107 Chiva Beltrán, op. cit., p. 104.
108 Ídem.
109 Actas Antiguas de Cabildo, Libros 38 (al 42)…, pp. 297-298. Actas Antiguas de Cabildo,
Libros 43 al 47…, pp. 40-41.
45
corregidor, mientras que la del izquierdo el regidor más antiguo en funciones.110
En seguida la Real Audiencia, entre otros tribunales que formaban parte del
acompañamiento, entraban por delante del nuevo virrey en su recorrido hasta
la catedral en donde ya se le esperaba con el palio hecho especialmente para
esta ocasión, mismo que rechazaba en cumplimiento de lo establecido en las
Leyes de Indias para estos casos, además de otro arco que cubría la fachada
por la que el virrey entraba en el recinto previa explicación de sus elementos
simbólicos que, al igual que el anterior, estaban destinados al elogio de su
persona y su carrera y para desearle un feliz gobierno. Por último dentro de la
catedral se realizaban los oficios religiosos correspondientes y se entonaba el
solemne Te Deum.111
110 Actas Antiguas de Cabildo, Libros 38 (al 42)…... p. 297-298; Actas Antiguas de Cabildo,
Libros 43 al 47…, p. 40-41
111 Chiva Beltrán, Juan, op. cit., p. 106.
112 Muir, Edward, op. cit., p. XVIII.
46
menciona lo ocurrido en las entradas del virrey Antonio María de Bucareli en
1771 y Matías de Gálvez en 1784, polémicas que desembocaron en una Real
Cédula que cesaba la realización de los triunfos virreinales. Según escribe la
autora, el ceremonial de la entrada pública se había realizado conforme se
describió anteriormente, con el virrey acompañado del corregidor y el regidor
decano durante el desfile triunfal; sin embargo en 1771 el oidor decano de la
Audiencia, Domingo Valcárcel, lo modificó quedándose junto al virrey, lo que
provocó la molestia y reclamo del regidor decano. En la entrada dispuesta para
Matías de Gálvez, el regente de la Audiencia, Vicente Herrera Rivero, buscó,
según el precedente de Valcárcel, quedarse al lado del virrey durante el
juramento, la entrega de llaves y el paseo público; ante esto, el corregidor y
regidor decano hicieron que por la fuerza el regente tomara su lugar durante
este evento, no obstante que Gálvez se oponía a tal acción hacia el
funcionario.113
113 La Audiencia de México al rey, en México a 26 de mayo de 1784. AGI, México, 1132.
Citado por Rodríguez del Valle, María y Conejo Diez de la Cortina, Ángeles, “Matías de Gálvez
(1783-1784)”, en José Antonio Calderón Quijano (ed.), op. cit., Tomo II, p. 236.
47
el arco en la ceremonia de la jura, pero nada refería acerca de que debían
acompañar al virrey en su paseo hasta la catedral.114
114 El Ayuntamiento de México a don José de Gálvez, Sala Capitular de México 6 de mayo
1784. AGI, México 1512. Ibídem, pp. 236-237.
115 La Audiencia de México al rey, México 2 de febrero 1785. AGI, México 1132. Ibídem, pp.
237-238.
116 Ibídem, p. 238.
48
frente al arco triunfal y si se les negaba esto, pedían ser disculpados de asistir
al paseo público.117
117 Ídem.
118 El Consejo de Indias en sala 1ª a 12 de enero de 1785. AGI, México 1133. Ídem.
119 Quintero Saravia, Gonzalo M., Bernardo de Gálvez y América a finales del siglo XVIII,
tesis doctoral, Facultad de Geografía e Historia, Departamento de Historia de América I,
Universidad Complutense de Madrid, 2015, p. 648. De esta manera se hizo también para
Matías de Gálvez, quien tomó posesión como interino el 29 de abril de 1783 y el 14 de agosto
fue nombrado propietario del cargo, para hacer su entrada triunfal hasta el 8 de febrero de
1784; caso particular fue el de Martín de Mayorga, virrey interino desde 1779 a 1783, debido
a la situación de guerra que atravesaba España en ese momento contra Gran Bretaña, por lo
que se complicaba el envío o nombramiento de un virrey propietario, de forma que su periodo
lo ejerció en interinato y no hay registro de que se le haya dedicado entrada triunfal.
120 Galbis Díez, Ma. del Carmen, “Bernado de Gálvez (1785-1786)”, en José Antonio
Calderón Quijano (ed.), op. cit., Tomo II, p. 333.
49
importante según la disposición real dada en la Cédula del 14 de marzo de
1785, en la que se mandaba que los virreyes hicieran sólo una entrada
ceremonial a la ciudad, la primera, ofrecida por la Real Audiencia.121 Salvador
Cárdenas detalla las tres principales razones expuestas en esta cédula: “1)
Porque esa costumbre resultaba abusiva, ya que era contra legem, 2) porque
se producía ‘trastorno de todas las funciones públicas de servicio y de gobierno
de tribunales y de familias’; 3) por lo gravosa que resultaba, además de la suma
molestia a los virreyes”.122 Igualmente menciona el autor que esta Cédula fue
ratificada por el Real Acuerdo de México el 25 de junio de ese mismo año 123,
ocho días después de la llegada del conde de Gálvez a la capital virreinal.
121 Real Cédula a la Audiencia, 14 de marzo 1785, AGI, México 1785, citada por Galbis Díez,
Ma. del Carmen, loc. cit., p. 333; Copia de Real Cédula, El Pardo, 14 marzo 1785. AGI, México
1815, citada por Flores Moscoso, Ángeles, “Protocolo del Cabildo secular en los actos públicos
en el siglo XVIII”, en Los Cabildos andaluces y americanos. Su historia y organización actual.
Actas de las X Jornadas de Andalucía y América, Sevilla, 1992, pp. 457-482, p. 464.
122 AGN, Correspondencia de virreyes, vol. 282, No. 92, f, 27 f. visto en Cárdenas Gutiérrez,
Salvador, “‘Ius Triumphandi’: La primera entrada de los virreyes, una institución del derecho
público en Nueva España”, en Actas del XV Congreso del Instituto Internacional de Historia del
Derecho Indiano, Tomo II, Diputación de Córdoba, Universidad de Córdoba, España, 2005, p.
1392.
123 Idem.
124 El Sol Triunfante. Aclamación de las proezas y honores políticos y militares del Excmo.
Señor D. Bernardo de Galves, conde de Galves. Caballero pensionado de la Real y distinguida
Orden de Carlos III. Comendador de Bolaños en la de Calatrava, Theniente General de los
Reales Exercitos. Virrey, Gobernador y Capitán General de esta Nueva España etc. etc. etc.
Dedicada a la Excma. Señora Doña Felecitias de Maxan Condeza de Galves, y Virreyna de
Nueva España et. etc., edición facsimilar, Frente de Afirmación Hispanista, México, 1990.
50
querella surgida durante la entrada de Matías de Gálvez, el hecho de que este
virrey llegara como interino, así como el acatamiento a la cédula que buscaba
dar fin a estas celebraciones, constituyen el cúmulo de causas de que el arco
de los hermanos Larrañaga no se construyera.
El nuevo conjunto de ideas ilustradas con las que se impulsó la política del
reinado de Carlos III, cuya manifestación y sello particular más visible se halla
en el reformismo borbónico y su preocupación constante por la situación fiscal
de la Nueva España, así como el interés por el gobierno eficaz que manifiesta
la Real Cédula cuando menciona que la entrada triunfal era un problema para
“las funciones públicas de servicio y de gobierno de tribunales y de familias”,
bien podrían ser las principales razones por la que tal arco quedó sólo como
un proyecto.125 Hay que señalar igualmente que la tradición del arco triunfal
volvió a verse en 1789, ya durante el reinado de Carlos IV, con uno de los
sucesores del conde de Gálvez, el II conde de Revillagigedo, Juan Vicente de
Güemes Pacheco de Padilla Horcasitas y Aguayo, quien a su llegada a la
capital fue recibido en Santo Domingo con un arco triunfal sufragado por el
Ayuntamiento126; así mismo en 1794 se honró a otro virrey con una de estas
máquinas festivas, en este caso a Miguel José de la Grúa Talamanca, marqués
de Branquiforte, pero esta vez en Puebla con la imagen de Julio César. 127
125 Con esto tiene mayor sustento la hipótesis dada por Isabel Terán Elizondo sobre los
motivos por los que el arco de los Larrañaga no se construyó, principalmente en lo que
concierne al cambio ideológico dado en esta época, “de la escolástica a un pensamiento más
cercano a las ideas ilustradas”. Terán Elizondo, María Isabel, “El arco triunfal en El Sol
Triunfante… de los hermanos Larrañaga” en Herón Pérez Martínez, Bárbara Skinfill Nogal
(eds.), Creación, función y recepción de la emblemática, El Colegio de Michoacán, México,
2012, p. 318.
126 Chiva Beltrán, Juan, op. cit., p. 234.
127 Ibídem, p. 241-243.
51
buscaba legitimar a un rey ausente mediante la instauración de una memoria
histórica que fundía elementos propios de la Conquista de Tenochtitlán y el
Anáhuac, sobre todo en el viaje del virrey a su llegada a Veracruz, con una
tradición enraizada en la Antigüedad romana, la Edad Media y el Renacimiento,
esto en los recibimientos en ciudades y pueblos más importantes, ya durante
la Conquista como Tlaxcala, o durante el desarrollo del virreinato en el caso de
Puebla. En cierta medida, los virreyes México se confirmaban como
triunfadores y herederos tanto de virtudes heroicas como de responsabilidades
frente a la corona, mismas que lo guiarían en el puesto que estaba por
desempeñar.
55
En este capítulo tienen cabida dos cuestiones a partir de las cuales se ha
perfilado el estudio de la teoría política hispánica durante el reinado de la casa
de Austria; la primera de ellas es la publicación en 1513 de El príncipe de
Nicolás Maquiavelo y con ello la conceptualización de lo que es conocido como
“razón de Estado”; la segunda cuestión corresponde a la expansión y
hegemonía de la monarquía a partir del siglo XVI, misma que comenzó con el
descubrimiento del Nuevo Mundo y la subsecuente posesión de nuevos reinos
ultramarinos. Es importante tener presentes estos dos puntos puesto que en
torno a ellos giró la concepción de un ideario político con rasgos bajo los
cuales se buscó definirlo y comunicarlo como fuerza de empuje frente a las
ideas que Maquiavelo manifestaba en su obra, mismas que a lo largo del siglo
XVI y hasta la segunda mitad del siglo XVII recibieron severas críticas por
parte de autores españoles debido a que ponían en tela de juicio el papel
central de la moral y la religión en el ejercicio del poder dentro del llamado
Estado moderno.
56
se enfoca en un periodo que ha sido visto como un momento de declive para
esta cultura simbólica, sobre todo a partir de los años cuarenta del siglo XVIII.
En este capítulo el florentino explica que todo príncipe debía ser capaz de
adaptarse a dos formas de combate: por las leyes y por la fuerza, la de los
hombres y la de las bestias, respectivamente, y mediante una interesante
lectura de la mitología clásica en la cual menciona al centauro Quirón como
educador de Aquiles y otros príncipes antiguos, añade que para mantenerse
en el poder el príncipe debía tener ambas naturalezas, la del hombre y la de
la bestia, al igual que el centauro. Por lo anterior, agrega que es propio del
gobernante comportarse como zorro y como león, el primero para reconocer
las trampas y el segundo para ahuyentar a los lobos, es decir, a los hombres
que no cumplan los juramentos hechos. Bajo esta idea, asevera que no es
obligación del príncipe observar la fe jurada en momentos en los que dicho
juramento no vaya de acuerdo con sus intereses o cuando la situación
implique la desaparición de las razones por las cuales hizo tal juramento.136
Así también, indica que el príncipe debe saber cómo engañar, cómo fingir
que posee las virtudes necesarias para gobernar y hacer creer que todo
aquello que hace, aunque sea por medio de la manipulación y la astucia, tiene
un objetivo loable: “No es preciso que un príncipe posea todas las virtudes
citadas, pero es indispensable que aparente poseerlas. (…) Está bien
mostrarse piadoso, fiel, humano, recto y religioso, y así mismo serlo
efectivamente; pero se debe estar dispuesto a irse al otro extremo si ello fuera
necesario.”137
Julio Juan Ruiz menciona algunos puntos que deben detallarse acerca de
la recepción de esta obra dentro del territorio español; el primero de ellos es
el hecho de que haya estado prohibida por la Inquisición, por lo que se debe
tener presente la independencia de este organismo español con respecto a la
Inquisición romana. En Roma tal libro se prohibió en 1558, de acuerdo con el
Índice de Pablo IV, mientras que en España esto no sucedió hasta 1583, de
138 Ruiz, Julio Juan, “Nicolás Maquiavelo en el pensamiento político del Siglo de Oro
español”, Revista de Estudios Histórico-Jurídicos [Sección Historia del Pensamiento Político],
XXXV, 2013, pp. 771-781, pp. 772-773.
139 Ibídem, pp. 772-773.
140 Ibídem, p. 772.
141 Gracián, Baltazar, op. cit., p. 20.
142 Ibídem, 20-21; Ruiz, Julio Juan, art. cit., p. 772.
60
A pesar de estas cuestiones, dentro de la monarquía surgieron corrientes
políticas que en suma proponían el conocimiento de la razón de Estado y el
ejercicio del poder como medio a través del cual era posible acrecentar y
glorificar la fe cristiana, claramente se trataba de una visión opuesta a la que
se leía en El príncipe. Estas ideas encontraron en el rey Fernando el Católico
un modelo de príncipe cristiano143, como es posible verlo en la mencionada
obra de Gracián, El político..., o en Perfecta Razón de Estado deducida de los
hechos de el Señor Rey Don Fernando el Catholico… de Juan Blázquez
Mayoralgo, publicado en 1646. Obras de este tipo buscaron contrarrestar el
ideal maquiavélico de un príncipe que era producto de una llamada “falsa” o
“mala” razón de Estado.
143 Se ha mencionado también que para El Príncipe Maquiavelo se inspiró en gran medida
en la figura y las acciones de Fernando de Aragón, sin embargo esta propuesta se ha
cuestionado recientemente por autores como Miguel Saralegui, quien atribuye tal exaltación
al orgullo nacional español que queda deslumbrado por ver en una de las obras más
importantes de la literatura universal a un personaje central de la historia patria, lo que ha
causado diferentes lecturas sobre la presencia del monarca en esta obra. Ver Saralegui,
Miguel, “El príncipe afortunado: Fernando el Católico en la obra de Maquiavelo”, en Ma. Idoya
Zorroza (ed.), Virtudes políticas en el Siglo de Oro, Ediciones Universidad de Navarra, Navarra,
2013, pp. 29-48.
144 Cárdenas Gutiérrez, Salvador, art. cit., p. 65.
61
de todo quehacer de gobierno dentro de lo que se llegó a denominar una
“República Cristiana”.145
Con una clara línea teológica, el eticismo propugna los valores morales
cristianos como ejes rectores de la política, entre sus principales
representantes se encuentran Pedro Rivadeneyra con su obra Tratado de la
religión y las virtudes que debe tener el príncipe cristiano, contra lo que Nicolás
Maquiavelo y los políticos de este tiempo enseñan (1555) y Francisco de
Quevedo, Política de Dios, gobierno de Cristo, tiranía de Satanás (1626). En
estos casos se propone la subordinación de toda actividad política a la religión,
es decir, que el papel instrumental se trasladaba esta vez hacia la razón de
Estado, lo cual dio como resultado una teoría en la que en lugar de ser la fe
un medio por el cual se pretendía acrecentar el señorío, la fe misma, su
defensa, expansión y glorificación, se constituía como el objetivo del
conocimiento y puesta en práctica de la experiencia de gobierno que se regía
por las leyes divinas.147 Desde esta perspectiva la religión y la voluntad de
Dios se consideraron como los pilares de la conservación de todo reino.
145 Viejo Yharrassarry, Julián, “Razón de estado católica y monarquía hispánica”, Revista de
Estudios Políticos, Núm. 104, pp. 233-244, p. 234.
146 Gracián, Baltazar, op. cit., pp. 17-18.
147 Viejo Yharrassarry, Julián, art. cit., p. 236.
62
se optó por recuperar a Cornelio Tácito, historiador romano del siglo II d. C.,
quien veía en los acontecimientos históricos formas de enfrentar hechos
políticos. Se han mencionado como uno de los principales autores dentro de
esta línea a Baltazar Álamos de Barrientos, autor de Tácito Español illustrado
con aforismos (1614).148
150 Saavedra Fajardo, Diego de, Idea de un príncipe político christiano representada en cien
empresas dedicada al Príncipe de las Españas Nuestro Señor..., en Mónaco a 1 de marzo de
1640, en Milán a 20 de abril de 1642.
151 Mendo, Andrés, Príncipe perfecto y ministros ajustados, documentos políticos y morales
en emblemas..., en Leon de Francia a costa de Horacio Boissat y George Remeus. Año 1662,
p. La obra de Mendo es en realidad una selección y traducción personal de los Emblemata
regio polítcia de Juan de Solorzano Pereira, publicada en Madrid en 1653.
152 Cárdenas Gutiérrez, Salvador, art. cit., p. 67.
64
discurso enfocado a la orientación de acciones racionales, sino como una
forma de saber ligada al carácter intrínseco y anímico que tenían el
comportamiento y las actitudes que se buscaban promover en el receptor
cortesano, es decir, las virtudes morales que estaban ligadas a vínculos
personales, fidelidades políticas, a deberes, deseos y obligaciones. 153 En
conjunto, redes vigentes a lo largo de los siglos XVI al XVIII y por sobre las
cuales se sobreponía la figura del rey como máximo representante de Dios en
la tierra y como salvaguarda del orden social.154
153 Ídem.
154 Elliot, John H. España y el mundo de ultramar (1500-1800). Taurus, España, 2009, p.
231-232.
155 Skinner, Quentin, op. cit. p. 10.
65
conservación de una república156; el secreto formaba parte indispensable de
la conservación del poder puesto que su ruptura significaba la frustración de
planes del príncipe. El mantenimiento de aquel dependía en gran medida de
ministros, de su prudencia política, sagacidad e inteligencia en el manejo de
temas y asuntos sensibles y también de su capacidad para informarse y de
conocer las intenciones de sus enemigos. Se trataba de una suerte de juego
de ocultación y disimulo en el que estos funcionarios operaban como manos,
ojos y oídos del rey.157
Otra de las razones por las que se buscaba mantener en secreto los
saberes del Estado fue el recelo con que se trató la obra Tácito descubierta
156 Salvador Cárdenas Gutiérrez señala para esta idea la definición que Arnold Clapmarius
hace de la razón de Estado, éste dice que los arcana imperii son oculta et abstrusae artes
republicae constituendae atque conservandae (ocultas y secretas técnicas de una república
que debe ser constituida y conservada). Cárdenas Gutiérrez, art. cit., p. 68. Ver también
Balsemão Pires, Edmundo. A individuação da sociedade moderna: investigações semânticas
sobre a diferenciação da sociedade moderna. Imprensa da Universidade de Coimbra. Portugal,
2011, p. 383.
157 Navarro Bonilla, Diego, “Emblemas o Empresas literarias y su dimensión política”, en
Emblemata, No. 20-21, 2014-2015, pp. 331-349, pp. 338-3340.
158 Ibídem, p. 121.
159 Elliott explica cómo la cohesión de la monarquía se lograba también gracias a aspectos
militares, políticos, económicos, sociales y culturales. Propone no exagerar la dicotomía
“centro-periferia” dadas las relaciones constantes entre los habitantes de la península con
aquellos que estaban en otros territorios pertenecientes a la Corona, sobre todo a partir del
intercambio comercial y las cartas. Elliott, John H., op. cit., pp. 235-237.
66
hacia 1499 y que posteriormente tuvo gran popularidad dentro de los tratados
políticos españoles. Si bien se ha mencionado que la obra de este personaje
fue traducida y publicada en 1614 por Baltasar Álamos de Barrientos160, previo
a su translación a la lengua castellana hubo una serie de discusiones sobre si
era conveniente su difusión, sobre todo en lo que respecta a las primeras
críticas que recibió durante lo que Tierno Galván denomina la “primera
Contrarreforma”, que se extiende durante el siglo XVI, es decir, la primer
centuria posterior a su hallazgo, y cuyos intereses se centraban más en lo
moral y religioso, asuntos en torno a los cuales versaban las principales
razones para no traducirlo.161 Por estos motivos no fue hasta ya entrado el
siglo XVII cuando se tuvieron las primeras traducciones autorizadas del autor
clásico. Lo anterior no quiere decir que la obra del Tácito no fuera leída
previamente, sino que su lectura se encontraba restringida a quienes tenían
dominio de la lengua latina.162
Con todo, antes de su traducción, una forma indirecta por la cual la obra
del clásico se conoció en castellano fue a través de las obras de Justo Lipsio
y, con mayor relevancia para este trabajo, gracias al libro de emblemas de
Andrea Alciato, Emblematum Liber, obra en la que el autor incluyó sentencias
de Tácito y que fue traducida por primera vez en rimas castellanas y publicada
en 1540163 por Bernardino de Daza.164 La presencia de la obra emblemática
de Alciato es importante puesto que la forma visual por medio de la cual éste
presentaba las enseñanzas morales pronto fue adoptada por otros autores en
Europa y, por supuesto, dentro del territorio español, lo que dio como resultado
160 Antes que Álamos de Barrientos, el portugués Sueyro ya había traducido la obra del
clásico al castellano, sin embargo la de aquel resulta especial puesto que es la primera
traducción comentada, con lo que se inicia una corriente teórica importante para estudio del
tacitismo en el Siglo de Oro español. Tierno Galván, Enrique. “El tacitismo en el Siglo de Oro
español”, en Escritos (1950-1960), Tecnos, Madrid, 1971, pp. 931-932
161 Ídem.
162 La lectura de Tácito en latín no se encontraba sancionada por la Iglesia y su obra latina
no estaba dentro del índice de libros prohibidos, de ahí que personajes como Arias Montano
pudieran tener acceso al mismo dando como resultado lo que Tierno Galván llama su
“recepción humanista”, misma que considera como preparatoria para la recepción en
castellano que se daría con las traducciones posteriores. Ibidem, p. 895-896.
163 Los emblemas de Alciato traducido en rimas Españolas. Añadidos de figuras y de nuevos
Emblemas en la tercera parte de la obra. Dirigido al Illustre S. Juan Vazquez de Molina. En
Lyon por Guillelmo Rovillo. 1540.
164 Tierno Galván, Enrique, loc. cit., p. 896.
67
la proliferación de un género discursivo 165 que empató con los intereses
monárquicos. Aquí tienen cabida las obras escritas y publicadas con
dedicatorias o bajo el patronazgo de personajes políticos, los casos de
Saavedra Fajardo y Solorzano Pereira, que dedicaron sus obras emblemáticas
al príncipe Baltazar Carlos y al rey Felipe IV, respectivamente, y aún antes
como fue el caso del duque de Lerma, valido de Felipe III a finales del siglo
XVI y principios del siglo XVII, a quien Hernando de Soto166 y Sebastián de
Covarrubias167 dedicaron sendos libros de emblemas morales.168
De las obras de este tipo se destaca la forma en la cual las ideas políticas
fueron adaptadas a un conjunto de representaciones capaces de ser
comunicadas, “descifradas” e interiorizadas por el lector al que se destinaban,
puesto que el elemento icónico-textual no es gratuito en lo que se refiere a la
enseñanza de la razón de Estado, dado que se buscaba la implantación de
valores morales de una forma amena. La modalidad visual como parte de este
discurso tiene una relación estrecha con la naturaleza sentenciosa que debía
tener la enseñanza de una forma de gobierno cristiana. La obra de Baltazar
Gracián en El político Don Fernando el Católico manifiesta dicha técnica;
aunque el autor no utiliza emblemas de forma visual ni descriptiva, es posible
deducir ciertas metáforas a manera de imágenes que ilustran y refuerzan los
165 Al respecto del emblema de Alciato con sus tres elementos (inscriptio, pictura y
subscriptio), son interesantes las reflexiones de David Graham, quien señala la falta de una
nomenclatura y morfología uniformes para las diferentes manifestaciones emblemáticas
durante los siglos XVI y XVII, pues además del nombre de “emblema” también se usaban el
de empresa, jeroglífico, enigma, divisa, fábula, entre otros para referirse a objetos semejantes.
Las observaciones de Graham están dirigidas al afán por parte de estudiosos actuales por ver
en el emblema triplex de Alciato el prototipo de la producción simbólica, idea con la que se
dejaban fuera de esta categoría muchas manifestaciones que, por contar con más o con
menos partes de las consideradas “canónicas” del emblema, eran vistas como no “perfectas”.
Frente a esto, el autor propone una forma de ver y estudiar la emblemática no en cuanto a
sus características formales o estructurales, sino a partir de cualidades o funciones en cuanto
que los emblemas, en su conjunto de texto-imagen, expresan ideas. Ver: Graham, David,
“Fuentes, formas y funciones emblemáticas. Historia, morfología y lectura”, En Herón Pérez
Martínez, Bárbara Skinfill Nogal (eds.), Creación, función y recepción del emblemática, El
Colegio de Michoacán, México, 2012, pp. 29-57.
166 Soto, Hernando de, Emblemas moralizadas (…) dirigidas a don Francisco Gómez de
Sandoval, Duque de Lerma (…), En Madrid por los herederos de Juan Íñiguez de Lequerica,
1599.
167 Covarrubias y Orozco, Sebastián de. Emblemas morales. En Madrid, por Luis Sánchez,
año de 1610.
168 Rodríguez de la Flor, Fernando, Mundo simbólico. Poética, política y teúrgia en el Barroco
hispano, Akal, Madrid, 2012, p. 122.
68
saberes que buscaba transmitir a Francisco María Carrafa, duque de Nochera,
personaje al que dedicó su obra.
La frase: “De una heroica educación sale un heroico rey” parece ser el
mote, mientras que la imagen del mismo se conforma por la referencia al
águila, que en este contexto es considerada soberana de las aves y
representante de Júpiter, cuya legitimidad se basa en su capacidad para volar
cerca del sol y mirarlo de frente. Finalmente, la explicación se haya en la
sentencia moral que debe ser aprehendida por el lector: “Críese un príncipe
mirando siempre al lucimiento, a los brillantes rayos de la virtud y el honor”, en
donde los dos elementos anteriores se conjugan para dejar ver la enseñanza
que subyace al leer en conjunto las partes del enunciado. Como muestra de
que esta idea formaba parte del corpus iconográfico y argumentativo de la
época se puede mencionar el emblema setenta y nueve de Sebastián de
Covarrubias, quien exponía treinta años antes que Gracián y casi bajo los
mismos términos la idea de una vida contemplativa en sus Emblemas morales:
el emblema 79 con la imagen de un águila enseñando a sus polluelos a volar
a los rayos del sol (Figura 3), con el mote Tu mihi solus eris170, explicado con
la siguiente octava:
Título Imagen
71
XXXIII, Siempre el mismo (A
mostrar un mismo semblante en
ambas fortunas)
72
De forma general y basadas en autoridades como Alfonso el Sabio y
Tácito, estas empresas ofrecen la idea de que en el príncipe se depositaba
una autoridad que lo acredita como vicario de Dios, razón por la que le eran
requeridas cualidades y virtudes que mostraran al pueblo el lugar que cada
uno tenía en una república cristiana, esto incluía una imagen paterna y
benévola junto a otra severa y estricta, ambas destinadas a mantener la paz y
la majestad con la que se ganaba el respeto de los súbditos.
Junto a estas empresas que manifiestan de alguna forma los deberes del
rey hacia los súbditos, se tiene la del león que duerme con los ojos abiertos
(empresa XLV). Esta empresa busca significar la vigilancia del príncipe en los
asuntos que lo mantienen como soberano y también la astucia necesaria para
engañar a sus émulos. El lema de esta empresa invita al rey a no asegurarse
en su posición: Non maiestate securus179, por lo que le era necesario echar
mano de otros medios, entre ellos la disimulación, que aunque eran más
aconsejables en los ministros que en el rey, cabía su uso en momentos de
necesidad. Lo anterior da pie también a una advertencia sobre la vida de la
corte, en donde se debía tener precaución de las reverencias y lisonjas que,
en el juicio de Saavedra Fajardo, constituían más bien fingimientos y
asechanzas: “Todos velan por vencerle con el ingenio, no pudiendo con la
fuerza.”180
182 Mora, Agustín de, El Sol eclipsado antes de llegar al zenid. Real pyra que encendió a la
apagada luz del Rey N. S. D. Carlos II. El Ex. Sr. D. Joseph Sarmiento Valledares, Conde de
Moctezuma Virrey de esta Nueva España etc. En la Sancta Yglesia Cathedral Metropolitana
de la Ciudad de Mexico… Que lo consagran a la Catholica Mtad. Del Rey N. S. D. Philipo V.
Por el Alferez Agustin de Mora, Theniente de Escribano de Camara, y Real Acuerdo, a cuyo
cuidado encargaron los Señores Comissarios de la execucion immedita de sus disposiciones.
183 [Vigila todo el orbe]
184 [No hay quien se esconda]
185 [El que reina y vigila]
77
Este ha sido un somero ejemplo del cúmulo de ideas con las que se
construyó un discurso emblemático que pretendía enseñar la mejor forma de
mantener un Estado y de representar al perfecto gobernante. La naturaleza
didáctica de estas obras se proyectó en ceremonias y rituales que estaban
destinados a los intereses políticos, ya que si bien el Barroco se sirvió de lo
novedoso y atrayente en las artes, bajo formas que agradan a los sentidos se
buscó instaurar máximas tradicionales.186
186 Maravall, José Antonio, La cultura del barroco. Análisis de una estructura histórica, Ariel,
España, 1975, p. 453.
78
1.2.2 Representaciones heroicas de la realeza
Víctor Mínguez destaca de entre las imágenes del primero de los Austrias
españoles la escultura en bronce llamada Carlos V y el Furor (Figura 9), obra
de Leone y Pompeo Leoni, en la que el monarca se ve con armadura romana,
lanza y espada en sendas manos, erguido sobre una figura que se halla en el
suelo con una antorcha en su mano, encadenada y desesperada. Los artistas
buscaron mostrar en su conjunto las victorias del emperador, además de que
quisieron hacer la referencia heroica aún más evidente al dotar a la escultura
187 Para el caso concreto de las representaciones heroicas de los reyes hispánicos, conviene
ver el trabajo de Víctor Mínguez: “Héroes clásicos y reyes héroes en el Antiguo Régimen”, en
Manuel Chust, Víctor Mínguez (eds.), La construcción del héroe en España y México (1789-
1847), El Colegio de Michoacán, Universidad Autónoma Metropolitana – Unidad Iztapalapa,
Publicaciones de la Universitat de Valencia, Universidad Veracruzana, Valencia, 2003.
188 Ibídem, p.54.
79
de Carlos I de una armadura que se puede retirar a fin de dejarlo desnudo,
con lo que se asemeja a las esculturas de dioses y héroes mitológicos.189
193 Cárdenas Gutiérrez, Salvador, “La imagen de Felipe V en las festividades de las
corporaciones novohispanas (1700-1712)”, en Herón Pérez Martínez, Bárbara Skinfill Nogal
(eds.), Creación, función y recepción de la emblemática, El Colegio de Michoacán, México,
2012, p. 299-300.
81
que se comparó al rey con la imagen del león y el sol, primero por el valor y la
furia en la guerra, mientras que el sol por el brillo de sus victorias, además de
que el astro simbolizaba la continuidad dinástica que era capaz de vencer a la
misma muerte. 194 Del mismo modo en la festividad de la Real y Pontificia
Universidad de México en 1711, en la que el programa iconográfico aplaudía
los logros militares del nuevo rey sobre sus opositores, se mostró también a
sus mayores como modelos de gobierno, por lo que apareció la imagen del
mismo Luis XIV como ejemplo de sabiduría y prudencia.195
Otras muestras de lealtad de las que habla Cárdenas Gutiérrez fueron las
realizadas por la Catedral de México en una serie de fiestas que incluyeron
procesiones, misas y fuegos artificiales. La descripción de la fiesta representa
a Felipe V como un “Hércules Borbónico”196, además de que se describe una
enorme figura construida en el interior del templo con la imagen de un “Católico
Apolo” y la letra “Viva Philipo V”. Sin embargo, lo que pudo haber causado más
impresión fue un Júpiter de madera, yeso y cartón, construido en el cementerio
y atrio de la Catedral, al rededor del cual hubo castillos pirotécnicos que
buscaron asemejar la rebelión de los titanes, cuyos fuegos eran repelidos por
el fingido dios olímpico que se encontraba en medio de todo este aparato.197
194 Argüello, Manuel de, Acción de gracias, a la Soberana reina del Cielo, María SS. De
Guadalupe en su magnífico templo, con que solemnizó el Real Acuerdo de esta Corte, en
virtud de Real Orden, las victorias que consiguió personalmente, la Majestad del Rey Nuestro
Señor Don Philippo V en Viruega y Villaviciosa, los días 8 y 11 de diciembre del año de 1710…,
México, Viuda de Miguel de Ribera en el Empedradillo, 1711.
195 La relación de estas fiestas corrieron a cargo del profesor de la universidad Baltasar
Alcocer y Sariñana, Festivo triduo, debida aclamación a los gloriosos triunfos de las Católicas
Armas de nuestro invicto Rey de las Españas, del Monarca Supremo de las Indias, el Señor
don Felipe V… debidamente vencedor en los campos de Villaviciosa contra la opuesta liga,
que celebró la Mexicana Atenas con su rector y claustro…, México, Herederos de Juan Joseph
Guillemo Carrascoso, 1712.
196 El conjunto de documentos que dan cuneta de estas fiestas incluye una explicación del
polígrafo novohispano Juan Ignacio de Castorena y Ursúa con el nombre Razones de lealtad,
Cláusulas de finesa en elogio de las hazañas que en los diez años del reinado del Católico
Monarca Philipo V el Animoso, Rey de las Españas y de las Indias, ha celebrado la Sta. Iglesia
Cathedral de México… s. a. ed. El volumen total que, como indica Salvador Cárdenas, se
encuentra en el Fondo Americano José Toribio Medina de la Biblioteca Nacional de Chile lleva
por título: México plausible, con la Triunfal demostración de la Santa Iglesia Metropolitana, en
acción de gracias por la victoria del muy Alto, muy magnífico y muy poderoso Monarca Philipo
V, nuestro Rey y Señor, conseguida en los campos de Birhuega y Villaviciosa. Solemnizada
el día 12 de julio de 1711… México, Herederos de Juan Joseph Guillermo Carrascoso, s. a.
ed.
197 Para un estudio detallado sobre estas celebraciones y las representaciones de Felipe V
en la Nueva España tras ocupar el trono español se recomienda ver el trabajo citado de
Salvador Cárdenas: “La imagen de Felipe V en las festividades de las corporaciones
82
Por otro lado, la llegada de los virreyes como vicarios del monarca y como
realeza próxima en la Nueva España incentivaba igualmente la creación de
iconografías heroicas con las que también se elogiaban sus hazañas y
linajes.198 A lo largo del virreinato se ven desfilar por los lienzos de los arcos
triunfales levantados para recibir a estos funcionarios las imágenes de
Prometeo, Aquiles, Perseo, Ulises, Eneas y Hércules, generales romanos
como Maximino y Julio César, por mencionar sólo algunos, todos semidioses
o héroes antiguos, ya que las figuras divinas de mayor rango estaban
reservadas a la realeza, como Apolo o Júpiter, frecuentemente usados en los
arcos novohispanos para representar al rey.199
novohispanas (1700-1712)”.
198 Mínguez, Víctor, Los reyes distantes, pp. 32-33.
199 No obstante, Mínguez agrega que hubo casos en los que el virrey llegó a ser mostrado
como alguno de los dioses olímpicos: Al octavo duque de Albuquerque, Francisco Fernández
de la Cueva, se le comparó con Marte en 1653; en 1680, Neptuno para el virrey Tomás Antonio
de la Cerda, marqués de la Laguna; el virrey José Sarmiento Valledares, conde de Moctezuma
con Apolo en 1696, el mismo Júpiter para Juan Francisco de Lyva, conde de Baños en 1660
y en 1702 a Francisco Fernández de la Cueva, décimo duque de Albuquerque. Ibídem, p. 34.
200 Mínguez, Víctor, “1747-1808: agonía emblemática. El ocaso de la cultura simbólica en la
fiesta novohispana”, en Esplendor y ocaso de la cultura simbólica, Herón Pérez Martínez,
Bárbara Skinfill Nogal (eds), El Colegio de Michoacán, CONACYT, México, 2002, pp. 303-315,
p. 304.
83
de los Naturales del convento de San Francisco de la Ciudad de México, cuya
relación llamada Túmulo Imperial... fue publicada en 1560 por Francisco
Cervantes de Salazar.201
203 Velázquez de León, Joaquín, Arcos de triunfo, Introducción por Roberto Moreno,
Suplemento al boletín del Instituto de Investigaciones Bibliográficas 5, UNAM, México, 1978,
p. 14.
204 Triumphal pompa en que la nobilissima Ciudad de México dispuso a la entrada, del Exmo.
Señor Don Juan Antonio Vasquez de Acuña, marqués de Casafuerte, del Orden de Santiago;
COmendador de su Majestad en el de Guerra, General de los Reales Exercitos: Governador
de Muscina, en el Reyno de Sicilia; comandante general de Mallorca, Virrey Governador, y
Capitán General de esta Nueva España, y presidente de la Real Audiencia de México, Con
Licenca en México: por Joseph Bernardo de Hogal, en la Calle de la Acequia, Año 1722.
205 Herrejón Peredo, Carlos, Del sermón al discurso cívico: México, 1760-1834, El Colegio
de Michoacán, México, 2003, pp. 50 y 58.
85
que el estilo arquitectónico no se diferenciaba de otros anteriores, como el que
se hizo para el virrey Antonio de la Cerda en 1680 bajo la autoría de Carlos de
Sigüenza y Góngora (Figura 11), que se componía por tres cuerpos
horizontales y tres calles de manera vertical, además de los tres órdenes
arquitectónicos obligatorios para estas construcciones: jónico, corintio y
compuesto; estilo utilizado también en el que sor Juana Inés de la Cruz
describe para el mismo virrey, su famoso Neptuno Alegórico; así como en el
único testimonio visual de estas festividades, la pintura titulada Portada erigida
en la catedral de Puebla para la entrada del virrey Marqués de las Amarillas
(ca. 1756), atribuida al pintor José Joaquín Magón, y que plasma el arco
triunfal dedicado en 1755 por la catedral de Puebla a Agustín de Ahumada y
Villalón, marqués de las Amarillas.
Figura 11. Reconstrucción del arco triunfal Theatro de virtudes políticas... de Carlos de Sigüenza y
Góngora.206
206 Imagen tomada de Helena Von Kügelgen, “La línea prehispánica. Carlos de Sigüenza y
Góngora y su Theatro de Virtudes Políticas que constituyen a un Príncipe”, en Destiempos,
Dossier: Virreinatos, Mariel Reinoso, Lillian von del Walde (eds.), Núm. 14, México, marzo-
abril 2008.
86
estructuras o el estilo arquitectónico de sus partes, es posible decir que se
trata de un arco barroco también en cuanto a la utilización constante de una
única representación alegórica por medio de la cual se buscó honrar al
gobernante.
213 Bravo Arriaga, María Dolores, “El ojo como espejo-reflejo de las virtudes de un príncipe”,
en Herón Pérez Martínez, Bárbara Skinfill Nogal (eds.), Creación, función y recepción de la
emblemática, El Colegio de Michoacán, México, 2012, pp. 281-294, p. 287.
214 Ibídem, p. 285-286.
215 Se trata de un contraejemplo en donde la pérdida de los ojos que sufre este personaje
indica la debilidad de ánimo, lo cual debe evitar el nuevo gobernante.
89
que debía ser lince de cuya vista no se oculten los minerales preciosos de la
tierra.
94
papel de estas obras en el contexto novohispano, dentro del cual la fiesta y la
ceremonia ritual como muestra del orden y reafirmación de poder dieron
significado a este tipo de manifestaciones.
95
96
Capítulo III. Los héroes en la emblemática de los
arcos triunfales novohispanos
97
La importancia de los arcos triunfales estuvo marcada por su simbolismo ritual
y político durante las entradas de los virreyes a la Ciudad de México. En estas
estructuras efímeras las autoridades locales trataron de mostrar al virrey el
papel que asumían como parte de la monarquía católica y de un aparato
gubernamental que debía ver siempre por los intereses del rey de ambas
Españas. La ceremonia, como se ha visto al inicio de esta investigación,
desplegaba ante los ojos del pueblo novohispano el orden social que pretendía
ser reinstaurado repetidas veces mediante la teatralidad y el boato
característico de estas ocasiones. La ausencia física del rey propició no sólo
la creación de los virreinatos americanos, también trajo a la Nueva España la
proliferación de imágenes: águilas, orbes, soles... insignias reales y símbolos
con los que se buscó subsanar dicha ausencia.
224 Mínguez, Víctor, Los reyes distantes. Imágenes del poder en el México virreinal,
Publicaciones de la Universidad Jaume I, Castelló de la Plana, 1995, p. 32
98
construir para las entradas públicas de estos funcionarios, lo anterior aclara el
hecho de que todo elogio dirigido al virrey era también una forma de honrar la
autoridad real y sus virtudes. De ello parte la representación del virrey como
alguno de los héroes utilizados en los lienzos emblemáticos, tales son en los
casos que aquí se presentan: Ulises, el mismo Hércules, Julio César, el
emperador romano Maximino y la antigua familia romana de los Vespasianos;
la imagen de estos personajes sirvió además para engrandecer los méritos
propios de los virreyes que combatieron en las guerras libradas por España
frente a otras potencias, como Gran Bretaña.
En los arcos triunfales que han sido considerados para esta investigación
aparecen constantemente emblemas que indican la relación de
representatividad existente entre el monarca y el virrey; a fin de facilitar su
explicación, los más significativos se pueden clasificar, según la temática, en
tres grupos, aunque tal división no es tajante: los hay que manifiestan
simbólicamente la idea astronómica de la monarquía, en donde se equipara al
rey con el sol; otros con tema mitológico muestran alguna fábula o personaje
tomado de la tradición clásica grecolatina; y por último los que en un plano
artístico representan el evento en el cual son usados y toman la imagen de un
emperador o militar destacado de la antigua Roma participando en alguna de
las acciones que se llevaban a cabo en el recibimiento virreinal, como la
entrega de llaves o el paso por el arco triunfal.
226 Mínguez, Victor, Los reyes solares: iconografía astral de la monarquía hispánica,
Universitat Jaume I, Valencia, 2001, p. 52.
100
zodiaco de una esfera armilar que descansa sobre una mesa, el mote: Sic
regat rex solum ut sol regit polum227 (Figura 12), la explicación se enfoca en
la capacidad que debe tener el príncipe de gobernar con prudencia, retirando
los vicios de sus reinos poco a poco y no de golpe, tal como el sol se desplaza
en el cielo y rige el movimiento de los demás astros de manera pausada.
No hay príncipe tan prudente, y tan sabio, que con su ciencia lo pueda
alcanzar todo, ni tan solícito y trabajador que todo lo pueda obrar por sí solo.
Esta flaqueza humana obligó a formar consejos y tribunales, y a criar
presidentes, gobernadores y virreyes, en los cuales estuviese la autoridad y
el poder de príncipe.229
Con esta intención, los funcionarios del rey aparecen representados por la luna
y los astros, quienes no brillan con luz propia, sino con la luz que les brinda el
auténtico astro rey, pues ellos, en ausencia de aquel durante la noche, quedan
como vigilantes de sus deberes e intereses.
227 [Así rige el sol el cielo y así ha de gobernar el rey el suelo] Traducción de Andrés Mendo.
Solorzano Pereira, Juan de, Emblemata centum, regio politica, Cum Privilegio in Typographia
Domin. Garciae Morras, Madrid, 1653, p. 320.
228 [A la luz del sol]
229 Saavedra Fajardo, Diego de, Idea de un príncipe político christiano representada en cien
empresas dedicada al Príncipe de las Españas Nuestro Señor..., en Mónaco a 1 de marzo de
1640, en Milán a 20 de abril de 1642, p. 337.
101
Para los arcos triunfales novohispanos, la significación de los emblemas
que confirmaban a los virreyes como auténticos delegados del rey partía del
mismo hecho de que el monarca estaba ausente y se presentaba, sin
embargo, a través de sus funcionarios, lo que daba como resultado la metáfora
de un sol que iluminaba con sus rayos a todos sus súbditos por más alejados
que estuviesen.230 Una de estas imágenes aparece en el arco dedicado al
grande de España Pedro Cebrián y Agustín, conde de Fuenclara, en 1742, en
el que se tomó como modelo de virtudes a Julio Vero Maximino (173-238 d.
C.), militar y emperador romano.231 El autor, Cayetano Cabrera, refiere que
en una de las pilastras se representó un sol y un lucero sobre las cabezas de
Maximino y uno de sus compañeros, el mote del emblema fue Primo de lumine
clarus232 con su octava:
Este caso tiene una marcada relación con la tradición emblemática, pues
Ganímedes aparece ya en el Emblematum liber (1531) de Alciato bajo el mote
In Deo laetandum 246 (Figura 14), y se continuó utilizando para mostrar en
variadas ocasiones los resultados de una vida virtuosa tanto en lo religioso
como en lo político. El mito se halla también entre los Emblemas morales
(1604) de Juan de Horozco y Covarrubias: el emblema XXV se explica en el
mismo sentido en el que lo había presentado Alciato: un joven que es
levantado hacia cielo sobre un águila (Figura 15). Los versos de Hrozco y
Covarrubias no pueden ser más claros:
Figura 15. Ganímedes en el emblema XXV, en Juan de Horozco y Covarrubias, Emblemas morales,
1604.
249 Se trata de la segunda impresión de la obra, hecha en 1680 por el nieto del autor llamado,
al igual que su bisabuelo, Francisco de Borja. La primera impresión es de 1581, sin embargo
la que aquí se cita contiene la segunda parte de las empresas, misma que no aparece en su
primer versión ya que entonces habían quedaron manuscritas “para dar a la estampa”, según
se lee en la dedicatoria hecha a Carlos II. Borja, Juan, Empresas morales, en Bruselas por
Francisco Foppens, mercader de libros, 1680.
250 [En lo más alto]
251 Ibídem, p. 210.
107
Con ambas referencias, se pude ver que el emblema dedicado al virrey
marqués de Casafuerte es una especie de hipérbole del hombre virtuoso
manifestado en la imagen del César; por una parte se significan los logros
propios del virrey al servicio de la Corona, especialmente en lo militar, por los
cuales se eleva a una alta dignidad, como el águila al colocar su nido hasta la
cumbre de la montaña, luego viene la distinción regia como alter ego del
monarca en la Nueva España, que lo remonta aún más en honor y valía, tal
como Ganimedes al ser raptado por Júpiter.
252 Mínguez, Víctor, “Héroes clásicos y reyes héroes en el Antiguo Régimen”, en Manuel
Chust, Víctor Mínguez (eds.), La construcción del héroe en España y México (1789-1847), El
Colegio de Michoacán, Universidad Autónoma Metropolitana – Unidad Iztapalapa,
Publicaciones de la Universitat de Valencia, Universidad Veracruzana, Valencia, 2003, pp. 55-
57.
108
marqués de Cruillas en 1761.253 En el primero de ellos el héroe recibe un
mundo que Atlas coloca sobre sus hombros, mientras éste sostiene otra esfera
sobre su mano derecha. La metáfora no tiene mayor dificultad, pues Atlas
simboliza al rey Carlos III, quien confía el peso del Nuevo Mundo al marqués
de Cruillas. El título del emblema es Sustulit et meruit 254 y lo explican los
siguientes versos:
253 Velázquez de León, Joaquín, Ilustración de las pinturas del arco de triunfo, que para la
entrada pública y solemne del Excmô Señor don Joachin de Montserrat Ciurana Cruilias
Crespi de Valdadura (…) erigió esta Nobilísima e Imperial Ciudad de México el día 25 de Enero
de 1761, quien la dedica a la Excma. Señora Doña María Josefa de Acuña Vasquez Coronado
Prado Alencastre y la Cueva Portocarreto Cisneros y Briseño, marquesa de Cruillas, etc., con
licencia en la Imprenta de la Biblioteca Mexicana, dicho año.
254 [Lo ganó y sostuvo]
255 Velázquez de León, Joaquín, Ilustración de las pinturas del arco de triunfo.., p. 54.
256 [Hay límites ciertos]
257 Íbidem, p. 62.
109
efímeros. El momento en el cual esta empresa carolina aparece con los dos
mundos es justamente durante el reinado de Carlos II que inicia en 1666, dicha
forma siguió vigente durante el de la casa de Borbón por lo menos hasta
Carlos IV (Figura 17).258
Figura 17. Francisco de Herrera el joven, Atlas cargando dos orbes y medallón con Carlos II y Mariana
de Austria, 1668.
258 Cfr. Rodríguez Moya, Inmaculada, “Dos son uno. Los orbes en el discurso iconográfico
de la unión entre España y América (1808-1821)”, en SEMATA, Ciencias Sociais e
Humanidades, ISSN 1137-9669, 2012, vol. 24, pp. 269-289, p. 279.
110
dado la Conquista de varios territorios americanos durante el imperio de Carlos
I:
Pero llegó finalmente el tiempo en que dos veces desmentida esta Fábula
premiase la Providencia Divina el Católico celo de nuestros Monarcas con el
descubrimiento y Conquista de esta vastísima parte del mundo, en que se
extendiesen el Santo Evangelio y transportasen la verdadera y pura Religión,
ya estrechada a tan cortos límites por la Herejía del otro Continente.259
Y añade:
259 Velázquez de León, Joaquín, Ilustración de las pinturas del arco de triunfo.., p. 61.
260 Ídem.
261 González, María del Refugio, Ordenanzas de la minería de la Nueva España formadas y
propuestas por su Real Tribunal, México, UNAM-Instituto de Investigaciones Jurídicas, 1996.
111
llaves de la ciudad, el mote dice Altis sacrabitur aris262 y se colocó el siguiente
soneto:
Por otro lado, en el emblema principal para una de las caras en arco del
conde de Fuenclara y bajo el mote Panduntur, et ostia cordis270, se mostró al
emperador Maximino haciendo su entrada triunfal a una ciudad que se ve en
Los emblemas que tienen como tema la entrada a la ciudad crean una
metáfora en la cual el virrey se veía transformado en el personaje con el cual
se buscaba honrarlo, por ello el autor del arco con que fue recibido el marqués
de Casafuerte dice: “En el principal cuadro de la portada de la calle de Santo
Domingo se pintó, en el retrato de su Ex., a César a caballo (...)”272, en tal
sentido, quien era recibido durante la entrada pública, restringida al momento
ritual del ingreso por el arco, era el general romano del cual se tomaban las
271 [Después de varias desventuras y un sinnúmero de peligros al cruzar el puente, tras ser
herido Cesar [Julio César Germánico] por multitud de hombres en el furioso fuego; entra por
el gélido Rin en el que yace la gran Germania, más que menos merecedor de ovaciones. En
todo el Océano que ocupa la Nueva España, entrarás, feliz compañero, sobre las pantanosas
aguas de las que surge México, lo harás a la vista de todos, por las puertas que van hacia el
triunfo, hacia donde cabalgas y al que te viste animado desde la infancia. ¿Quién llega
ardiente a nuestras costas? ¿Acaso, Príncipe, incendias las ciudades a las que llegas? ¡Me
engaño! Ésta es invención del travieso Amor que te muestra su fuego. Acércate que México
también abre las puertas del ardoroso corazón y te ofrece alegre sus fuegos festivos.] Cabrera
Quintero, Cayetano, op. cit., f. 245 r – 245 v.
272 Triunphal Pompa En que la nobilíssima Ciudad De México Dispuso a la entrada del Exmo.
Señor Don Juan Antonio Vázquez de Acuña. marqués de Casafuerte..., pp. XVIII. Las cursivas
son mías.
114
prendas y virtudes; el virrey, por su parte, dejaba de ser un funcionario más y
su investidura se volvía la muestra de los méritos reflejados del héroe y las
expectativas novohispanas.
273 Velázquez de León, Joaquín, Ilustración de las pinturas del arco de triunfo, que para la
entrada pública y solemne del Excmô Señor don Joachin de Montserrat Ciurana Cruilias
Crespi de Valdadura… en Arcos de triunfo, Suplemento al boletín del Instituto de
Investigaciones Bibliográficas, México, UNAM, 1978, p. 44-45.
274 Cárdenas Gutiérrez, Salvador, “Emblemática jurídica y política en la Nueva España
(1558-1760)”, Tesis, Facultad de Derecho, Universidad de Navarra, 2000, pp. 322-323.
115
Si se sigue el discurso del mismo autor, éste destaca que las acciones de
los héroes son susceptible de representarse en emblemas, pero no se refiere
en sí a los personajes, sino a las virtudes que éstos simbolizan, por esto
señala: “(...) porque el primer intento es alabar héroe; pero la verdadera
alabanza la merece solamente la virtud, y como esta es hábito intelectual no
puede hacerla sensible la pintura, sino materializando los actos que le
tocan.”275 Así pues, se usaron las gestas más destacables de los diferentes
personajes heroicos para ser mostradas en los emblemas y lienzos colocados
en los arcos triunfales. Entre las virtudes que se manifestaron por medio de
estas estructuras se encuentran la justicia, templanza, prudencia, y la
fortaleza276; que aunque aparecían bajo la forma de un Hércules o Ulises, en
un plano conceptual construían la imagen del príncipe cristiano, pues aquellas
imágenes emblemáticas se concebían sólo como el medio por el cual se podía
mostrar la virtud que pretendía comunicarse. Fue bajo dichos términos que los
arcos triunfales novohispanos adquirieron el carácter de espejos de príncipes
que, apegándose en ocasiones al modelo de las narraciones históricas de la
que subyacía alguna enseñanza moral, proponían los emblemas como
máximas de gobierno y a la vez como celebración de los méritos ya
alcanzados por el virrey en turno.
Como reflejo de un monarca devoto, el virrey debía poseer las virtudes que lo
mostraran como un gobernante piadoso y a la vez defensor de cristiandad. La
fe y el favor divino se encuentran manifiestos en los emblemas dedicados a
los virreyes y muestran que durante el siglo XVIII el papel del virrey como
defensor frente a los enemigos de la cristiandad quedó significado gracias a la
participación que algunos de ellos tuvieron las diferentes campañas y guerras,
especialmente contra Gran Bretaña.
275 Velázquez de León, Joaquín, Ilustración de las pinturas del arco de triunfo…, p. 45.
276 Cárdenas Gutiérrez, Salvador, op. cit., p. 325.
116
de la Conquista, en 1740277, y a Carlos Francisco de Croix, marqués de Croix,
de 1766278, ambos descritos por Cayetano Cabrera y Quintero. La figura del
virrey se vio representada en estas máquinas festivas por Ulises y
Constantino, respectivamente. Para el primer caso, el autor se valió del hecho
infortunado de que el navío en el que el virrey se transportaba hubiera sido
cautivo por naves británicas, de quienes logró librarse, según el autor, gracias
a su devoción y a la voluntad de Dios. De esta manera la figura de Ulises
resultó en lo sumo apropiada para significar las adversidades que tuvo que
pasar el virrey en altamar antes de llegar a la Nueva España, por esta razón
se celebraba su llegada a Veracruz con el lienzo principal, que representó un
carro triunfal con forma de navío llegando a un puerto y a bordo el virrey en la
imagen de Ulises.279
Por otro lado, Cabrera Quintero tomó el apellido del marqués de Criux para
desarrollar el tema del arco que fue dedicado este virrey, pues en él se
relaciona constantemente el nombre Croix con “Cruz”, refiriendo a la visión
que tuvo Constantino antes de ganar la batalla de Puente Milvio en 312 d. C.,
hecho que significó el triunfo del cristianismo en el Imperio Romano. En los
doce emblemas de este arco las virtudes que debía manifestar el virrey se
hicieron visibles en las acciones del emperador; sobresalen el primero y el
último de ellos, en aquel se usó como imagen el pasaje central de la victoria
de Constantino: un campamento en donde éste se halla mirando al sol con
una cruz en el centro y la frase In hoc signo vinces280, el soneto que lo explica
indica la relación entre el emperador y el virrey, aquel por abrazar la fe cristiana
gracias a la visión milagrosa de la cruz, y éste porque recibió el cristianismo
285 En su obra de 1680 Manuel de Fara y Sousa hace el siguiente juicio: “El monasterio de
Chelas cerca de Lisboa de la orden de S. Domingo, notoriamente usurpado después por la
primera de que tuvo hábito el mismo santo (…) fue primero Casa de los Caballeros de Malta;
y primera Iglesia de los Mártires S. Félix y Adriano, que imperando Dioclesiano padecieron.
Dicen algunos que primero fue templo de Vestales; y otros que allí estuvo Aquiles: cosas
ridículas. Hízose convento de Religiosos Dominicos el año 1223 y después de Monjas de la
misma orden; y ahora son Canónigas Agustinas.” De Fara y Sousa, Manuel, Europa
portuguesa, segunda edición correta, ilustrada, y añadida en tantos lugares, y con tales
ventajas, que es labor nueva, Tomo III dedícala Antonio Craesbeek de Mello al Serenísimo
Príncipe Don Pedro, Regente y Gobernador de Portugal, etc., Lisboa, Con las licencias
necesarias, y privilegio Real, A costa d´Antonio Craesbeeck de Mello Impressor de S. Alteza.
Año de 1680, p. 219.
286 Pueblo celtíbero.
287 Velázquez de León, Joaquín, Explicación de los adornos simbólicos i poeticos, p. 9.
288 Ídem.
119
que pudieran cruzar un río cercano; agradecido por el gesto piadoso del
conde, el sacerdote profetizó la grandeza de dinastía de Habsburgo. Esta
anécdota dio pie a la creación de un ritual que fue adoptado por los diversos
reyes de la rama española de esta casa real, desde Carlos I hasta Carlos II,
quienes al encontrase con el sacramento durante algún paseo, a similitud del
gesto del conde Rodolfo I, cedían sus monturas y lo acompañaban hasta su
destino, fuera el templo o la casa de un enfermo.289
medio de la imagen de
289 Sobre este episodio y su trascendencia en el arte y la emblemática al servicio del poder
en la monarquía española véase Mínguez, Víctor, “La monarquía humillada. Un estudio sobre
las imágenes del poder y el poder de las imágenes”, en Relaciones. Estudios de Historia y
Sociedad, No. 77, Vol. XX, 1999, 125-148.
290 León Soarez, Miguel, Officio del Príncipe Christiano del Cardenal Roberto Bellarmino y
Avisos utiles para el gobierno Politico Militar y Domestico en tres libros, Traducido de Latin en
Castellano por M. León Soarez, Madrid, 1624.
120
Ulises en el arco triunfal, para que a manera de propaganda se convencieran
de tener en él a un verdadero modelo de piedad.
Dentro del corpus elegido para esta investigación, y a pesar de que esta virtud
era altamente recomendable para un príncipe, sólo dos son los arcos en los
que se hace clara referencia emblemática a la justicia, el de Antonio María de
Bucareli y el de Bernardo de Gálvez. Ambos virreyes contaban con una
destacada carrera militar y política, el primero en las campañas desarrolladas
en Italia durante el reinado de Felipe V, además del gobierno de la isla de
Cuba, desde donde se trasladó para tomar posesión del cargo de virrey de la
Nueva España; Gálves tuvo participación en el proceso independentista de las
colonias inglesas, así como la recuperación de territorios en la Florida para la
Corona española en 1781.
El arco que se construyó para recibir al virrey Bucareli buscó significar las
principales virtudes que a su parecer caracterizaban a este virrey: la
prudencia, el valor, la constancia, moderación, piedad y la grandeza de
ánimo. 303 En el emblema que representa lo que el autor llama la “justicia
heroica”, se pintó al Ulises durante su regreso a Ítaca en donde premia a sus
sirvientes fieles y castiga a los pretendientes de su esposa Penélope, el mote
de este emblema fue tomado de Virgilio: Discite justitiam304, con el siguiente
verso:
La justicia heroica
303 Velázquez de León, Joaquín, Explicación de los adornos simbólicos i poeticos..., pp. 123.
304 [Imparte la justicia]
305 Ibídem, p. 134.
124
esta “justicia heroica” mencionada por el autor del arco, se relaciona con una
de las cualidades del príncipe propuesto por Saavedra Fajardo en su empresa
veintitrés: Premium virtutis, cuya enseñanza es que el rey justo castiga los
delitos, pero también premia y galardona las virtudes y las buenas acciones.306
306 Saavedra Fajardo, Diego de, op. cit., p. 156. Véase la explicación de esta empresa en el
cuadro núm. 1.
307 [Perdonar a los sometidos]
308 Larrañaga, op. cit., p. 64.
309 Ferrer de Valdecebro, Andrés, Govierno general, moral, y político: hallado en las fieras, y
125
Figura 19. “Propiedades del león”, en Andrés Ferrer de Valdecebro, Govierno general, moral, y político:
hallado en las fieras, y animales sylvestres..., 1696.
animales sylvestres. Sacado de sus naturales virtudes, y propiedades. Con particular tabla
para sermones varios de tiempo, y de Santos (...). Se consagra a la Emperatriz de Cielo, y
Tierra, la Virgen de la Buena Suerte. Con licencia: en Barcelona, en Casa de Cormellas, por
Thomas Loriente Impressor, Año 1696, p. 7. Las cursivas son mías.
310 Larrañaga, Bruno Francisco y José Rafael, op. cit. p. 64.
126
mando y como virtud política la templanza, en la décima que se compuso para
este lienzo reaparece el tema del león y los ejércitos británicos rendidos, en
palabras de los autores, por quienes sintió compasión Gálvez gracias a que
supo controlar la ira de la batalla. Para el emblema se describe una bala
dirigida a la parte de un castillo que queda sin derrumbar, con el mote también
de Virgilio Super ardua venit311, la décima es la siguiente:
La templanza heroica
La fortaleza, por otro lado, es una de las virtudes que aparecen de forma
frecuente en los arcos triunfales que se han revisado en este trabajo, se puede
ver en el arco dedicado al conde de Fuenclara en 1742 bajo el mote E Claro
Fonte317 y mostrada por el emperador romano Maximino tomando sudor en
unas copas; para el marqués de Cruillas en 1761 se representó la batalla de
Placencia, lienzo principal de la fachada norte de esta máquina festiva, mismo
que celebraba las hazañas del virrey por sus servicios militares en las
campañas de Italia y Sicilia entre 1745 y 1746. Sus méritos le valieron ser
comparado con Hércules en algunos emblemas usados durante su entrada
triunfal, así como en el epigrama con el que se explica el lienzo referido:
La fortaleza heroica
Siente el impío Jaian fieron inhumano,
La inmortal pena, que aunque tarda alcanza:
Pues del Griego sagaz la fuerte mano
El ojo le apagó y aun la esperanza
De ver jamás el día. Brama y en vano,
Trastorna la montaña en su venganza.
Ni teme Ulises ya, que es muy diversa
Sin luz la saña, y sin razón la fuerza.322
323 Rodríguez Moya, Inmaculada, “Odiseo en la Nueva España. Las virtudes políticas y
heroicas del virrey en la decoración de tres arcos triunfales”, en José Pascual Buxó (ed.),
Reflexión y espectáculo en la América virreinal, UNAM, México, 2007, pp. 249-250.
324 [Sin corromperlo]
325 Cabrera Quintero, Cayetano, Julio Maximino, verdadero, f. 241 v.
130
cinxit326, cuyo epigrama en latín refiere a la idea de la madurez y la juventud
bajo la serpiente que en esta ocasión conjuga dos significados, por un lado la
eternidad al representarse con la forma de corona, lo que bien podría ser un
uróboros327, y un pasaje del evangelio de san Mateo “sed pues prudentes
como serpientes.”328
Con este emblema el autor quiso, por una parte, mostrar los resultados de una
vida recta, a la vez que ponía como ejemplo y elogiaba la carrera militar del
virrey, misma que para entonces le había granjeado la confianza real por la
que fue enviado como gobernante de la Nueva España:
De entre los autores que han sido identificados con el tacitismo está Juan
Blázquez Mayoralgo, peninsular originario de Cáceres que fungió como
Contador de la Real Hacienda de Veracruz y que publicó en la Nueva España
una obra llamada Perfecta Razón de Estado deducida de los hechos del Señor
Rey Don Fernando el Católico, quinto de este nombre en Castilla y segundo
en Aragón, contra los políticos ateístas.333 A imitación de la obra de Baltazar
Gracián, El político don Fernando el Católico, Blázquez Mayoralgo utiliza la
historia biográfica para mostrar sus ideas con respecto a la labor de un
príncipe; sobre esto Salvador Cárdenas advierte dos intenciones en la obra de
Blázquez Mayoralgo, por un lado enaltecer la figura del rey Fernando al narrar
332 Cárdenas, Gutiérrez, Salvador, “Los orígenes históricos de la ciencia política moderna en
el México del siglo XVII: el tacitista Juan Blázquez Mayoralgo”, en Ars Iuris, Núm. 15,
Universidad Panamericana, 1996, pp. 17-18.
333 Blázquez Mayoralgo, Juan, Perfecta Razón de Estado deducida de los hechos del Señor
Rey Don Fernando el Católico, quinto de este nombre en Castilla y segundo en Aragón, contra
los políticos ateístas, en México por Francisco Robledo impresor del Secreto del Santo Oficio,
en el año de 1646.
132
sus acciones militares, a la vez que busca comunicar experiencias que
posteriormente puedan ser utilizadas en la dirección de un Estado.334
341 Se trata de un equilibrio entre la recta ratio factibilium (correcta razón de las cosas que
se hacen) y la recta ratio agibilium (correcta razón en las cosas que se eligen). Cárdenas
Gutiérrez, art. cit., pp. 35-37.
342 Velázquez de León, Joaquín, Explicación de los adornos simbólicos i poeticos, p. 132.
343 Blázquez Mayoralgo, Juan, Perfecta razón de estado..., citado en Cárdenas Gutiérrez...,
p. 31.
344 [-No se fija- en los peligros ni en los disparos]
136
Aprenden la nueva ciencia
Porque con inteligencia
Nos enseñan sus despojos
Que ya se miran arrojos
Dictados por la prudencia.345
El emblema busca así mostrar que guiado por esta virtud, Gálvez se decidió a
realizar varias de sus acciones más heroicas durante sus intervenciones en la
Florida, a orillas del río Mississippi y en la toma de la Bahía de Panzacola,
acción ésta última a la que parece aludir el emblema. Debido a esta hazaña,
por Real Cédula del 12 de noviembre de 1781, Carlos III añadió al escudo de
armas de Bernardo de Gálvez la imagen de un bergantín con la letra “Yo solo”,
a la vez que lo nombró primer Gobernador y Capitán general de la Florida
Occidental.346
345 Larrañaga, Bruno Francisco y José Rafael, op. cit., pp. 63.64.
346 El cargo como gobernador y capitán general le fue dado con la facultad de elegir y
despedir a sus funcionarios él mismo y sin consultar al rey, además, según la misma cédula,
se le concedió un sueldo de diez mil pesos al año sólo durante el lapso en el que se prolongara
la guerra con Gran Bretaña, mismo que se pagaría de las Reales Cajas y Tesorería. BDH,
Reales Cédulas del nombramiento de primer Capitán General en la Luisiana. Adición del
Bergantín El Galvestown, y de una flor de Lis en el escudo de sus armas y del título de Castilla
al S. Conde de Gálvez; con una certificación que califica su procedimiento con los Ingleses en
Panzacola; y una explicación autorizada del escudo de sus armas, y del de su padre y tíos.
Año de 1783, f. 12 v.
347 BDH, Reales Cédulas del nombramiento de primer Capitán General en la Luisiana.
Adición del Bergantín El Galvestown, y de una flor de Lis en el escudo de sus armas y del
título de Castilla al S. Conde de Gálvez; con una certificación que califica su procedimiento
con los Ingleses en Panzacola; y una explicación autorizada del escudo de sus armas, y del
de su padre y tíos. Año de 1783, f. 9 r-v.
137
En este conflicto [el de que los oficiales no quisieran entrar a la bahía] os
resolvisteis a una acción tan arriesgada como precisa, heroica y laudable en
aquella situación, cual fue la de entraros solo en el Puerto; y reservado de
todo vuestra determinación os embarcasteis sin Oficial, Doméstico, ni Criado
alguno a las dos de la tarde del día diez y ocho del mismo Marzo en el
Bergantín Galvestown, y haciéndoos saludar y arbolar la insignia de vuestro
grado, mandasteis que largase vela y marease por el Canal para el Puerto,
y así lo ejecutó sufriendo el fuego continuo del expresado Castillo de las
Barrancas, que no hizo daño a dicho Buque, ni a los de una Lancha
Cañonera y una Galeota que os siguieron a alguna distancia.348
La Real Cédula, que conocían los autores349, dio pie a la consideración como
héroe que se aprecia a lo largo de todo el arco triunfal que le fue de dicado al
conde de Gálvez por los Larrañaga, pues el arco en su conjunto se constituye
como un elogio a su carrera militar en la península y en América, muy en
especial, a su participación en la guerra contra Gran Bretaña, hecho que, como
se ha visto, le dio mayor honor.
348 Ibídem, f. 9 v.
349 Al final de la relación del arco refieren los Larrañaga lo siguiente: “Por lo cual para
autorizar esta pequeña y humilde aclamación se han fundado las expresiones, como en el
Texto, en la Real Cédula que recomienda, y premia con mayor munificencia que el Magno
Alejandro al más insigne y Solo Efestión Excmo. Señor D. Bernardo Gálvez, etc. etc.”
Larrañaga, op. cit., pp. 93-94.
350 [Va Apolo en su celestial curso, y con sus rayos todo lo ilumina]
138
proveen los autores sin abandonar el tono grandilocuente que prevalece en
estas ocasiones:
351 [Oh Vencedor, gran Sol, brillas tanto en la tierra como en el mar] Larrañaga, op. cit., pp.
7-8.
352 Real Díaz, José Joaquín y Heredia Herrera, Antonia M., “Martín de Mayorga (1779-1783)”,
en Los virreyes de la Nueva España en el reinado de Carlos III, Tomo II, pp. 13-14.
139
donde se buscaba enseñar actitudes cortesanas sacadas de un contexto
bélico, como lo fue la vida del rey Fernando de Aragón. En la mayoría de los
arcos que se presentan en esta investigación se podría intuir la misma
disyuntiva: la obtención de máximas de gobierno sacadas de las hazañas en
la guerra en las que habían participado la mayoría de los virreyes; aunque en
términos prácticos, ambas actividades, la guerra y la vida en la corte, hacían
necesarias casi las mismas cualidades en un príncipe del Estado moderno:
“equilibrio de intereses, salidas ingeniosas, transacciones y pactos, lenguaje y
disimulación.”353
Son tres las líneas que se exponen aquí al respecto de los elementos que
distinguen a la emblemática creada en este periodo de cambios en la Nueva
357 Flores Cano, Enrique y Menegus, Margarita, “La época de las reformas borbónicas y el
crecimiento económico (1750-1808)”, en Historia General de México, El Colegio de México,
México, 2000, p. 366.
142
España: una de ellas es el ya mencionado ascenso social de un sector que no
formaban parte de la nobleza, lo que desembocaba en el elogio de los méritos
propios; otro es la tendencia a elegir militares experimentados para ocupar el
cargo de virreyes, cuyas acciones quedaban plasmadas en los arcos triunfales
a manera de elogio personal por sus servicios a la Corona. Por último la
aparición de temas americanos que diferían de los acostumbrados en el
periodo barroco, esto quiere decir, el cambio de alegorías y símbolos por
situaciones concretas de la realidad novohispana.
Fue hasta que Carlos III subió al trono cuando se consolido este cambio
en la burocracia española y su influencia en las decisiones que habría de
tomar el rey, el mejor ejemplo lo provee José de Gálvez. Este personaje, clave
para el momento reformador de la Nueva España, provenía de una ilustre
aunque no muy afortunada familia andaluza, estudió derecho en la
Universidad de Salamanca gracias a fray Gaspar de Molina y Oviedo, obispo
358 Céspedes del Castillo, Guillermo, La América hispánica (1492-1898), Marcial Pons,
Barcelona, 2009, pp. 328-329.
359 Santos Arrebola, Soledad, “José de Gálvez: La proyección de un ministro ilustrado en
Málaga”, en Transatlantic Studies Network, Revista de Estudios Internacionales, No. 2, julio-
diciembre 2016, pp. 1-2.
143
de Málaga y también Presidente y Gobernador del Consejo Supremo de
Castilla; Gálvez fue abogado de los Reales Consejos gracias a Molina y
Oviedo, fue Visitador General de la Nueva España entre 1765 y 1771 y se
desempeñó como Ministro de Indias desde 1775.
364 Ripa describe a la Nobleza de la siguiente forma: “Mujer de edad madura y rostro algo
robusto, bien dispuesta de cuerpo. Ha de ir honestamente revestida de negro y llevando en la
mano dos coronas, siendo de oro una y de plata la otra. (…) En cuanto al traje negro, bien
conviene a los nobles, para mostrar que sin necesidad de especial esplendor de los vestidos
pueden ser por sí mismos ilustres y preclaros. Por último, de las dos coronas, simboliza una
de ellas las cualidades del alma y la otra las del cuerpo, que forman juntamente reunidas la
verdadera nobleza.” Cesare Ripa, Iconología, Tomo II, Prólogo de Adita Allo Moreno,
Traducción del italiano: Juan Barja y Yago Barja, Traducción de latín y griego: Rosa Ma. Mariño
Sánchez-Elvira y Fernando García Romero, Akal, Madrid, 2007 (1996), p. 133.
365 [En los reyes se alaba el mérito propio]
146
Por un lado, se tiene que en los motivos en los arcos triunfales que
pertenecían al momento previo del reinado de Carlos III siguen apareciendo
comparaciones mitológicas y alegóricas para exponer valores militares. Es el
caso del arco dedicado al virrey marqués de Casafuerte en 1722, en éste se
recurrió a la imagen de Julio César para mostrar en todos los emblemas las
virtudes del virrey. En dos de ellos, colocados a los costados de los lienzos
principales en la fachada que daba a la plaza de Santo Domingo, aparecía
primero César arrebatando el estandarte a uno de sus enemigos a quien dio
muerte en batalla, bajo el mote Haud Caessar, haud nihil366, la octava que
expone el sentido de tal emblema dice lo siguiente:
370 Velázquez de León, Joaquín, Ilustración de las pinturas del arco de triunfo…, p. 52.
371 Ibídem, p. 54-55.
148
espíritus, más alientos que cuantos desmayos pudiera causar la falta de
sangre.” La comparación con Hércules sigue presente dentro de la explicación
de estos lienzos, para este caso se utiliza el pasaje de la muerte del héroe
griego: “Encendió también la [indignación] de Alcides la perfidia del Centauro
Neso, y la túnica de Deyanira; pero éste, agitado de un infernal furor, como
una fiera se arrojó a las llamas voraces, última hazaña de la barbaridad de los
Gentiles.”372 Además del poema latino que explican el conjunto:
372 Ídem, p. 62. El episodio narra cómo Hércules se inflama por una túnica que su esposa
Deyanira le da como regalo. La prenda estaba impregnada con la sangre del centauro Neso,
quien antes de morir la engaña al decirle que su sangre untada en la tela serviría como filtro
amoroso. Al verse afligido por las llamas, el héroe decide morir en una pira a la que se lanza
sin temor; ante la escena, Zeus envía a Atenea para que tome a Hércules y sea llevado al
Olimpo a fin de que reciba el premio de la inmortalidad y a la diosa Hebe como esposa.
373 [En tanto el Héroe, excitado de ira, pelea lastimado y sobrelleva las horrendas batallas
con las venas nutridas de veneno; así arde también Alcides en la masacre furiosa, mas el
Nuestro venció ensangrentado, mientras que aquel pereció.]
374 El que en los ejércitos tenía el cargo de alojar la tropa de caballería y arreglar su servicio.
Diaz-Trechuelo Spinola, María de Lourdes et al., “Don Antonio María de Bucareli y Ursúa
(1771-1779)”, en Los virreyes de la Nueva España en el reinado de Carlos III, Tomo I,
Dirección y estudio preliminar de José Antonio Calderón Quijano, Escuela de Estudios
Hispano-americanos, Sevilla, 1967, p. 390.
149
Del grande Bucareli en nada yerra,
Que los que el Griego halló campos felices
Cobrarlos supo el Español Ulises375
Al igual que el caso del marqués de Cruillas, aunque se recurre a un pasaje
específico de la experiencia de Bucareli, se sigue aplicando la comparación
con algún héroe mítico, Ulises, de quien Velázquez de León brinda una
explicación sobre cómo en Portugal este personaje había encontrado los
campos Elíseos.376
Un uso distintivo de las hazañas bélicas son las que aparecen en el arco
que el mismo Velázquez de León ideo para Matías de Gálvez en 1784 por
encargo del Cabildo de México. Se puede decir que en este caso se abandona
todo simbolismo o equiparación mitológica, ya en forma de motes o poemas,
junto a los lienzos que elogian los méritos militares del virrey. Es así que el
principal de ellos en la fachada norte de este arco representó la toma de la Isla
de Roatán, perteneciente a Honduras, ocurrida entre el 16 y 17 de marzo de
1782 y en la cual se logró la rendición del ejército británico, razón por la que
Matías de Gálvez, que ejercía el cargo de Mariscal de Campo, fue ascendido
a Teniente General de los Reales Ejércitos.377 El lienzo sé vio acompañado
únicamente por un letrero que indica el suceso referido: “El ataque y la toma
de Roatán”.378
375 Velázquez de León, Joaquín, Explicación de los adornos simbólicos i poeticos…, p. 124.
376 Para hacer esta aseveración Velázquez de León se basa en las Lusiadas, poema épico
de Luis de Camoens, cuya edición portuguesa en España fue comentada por Manuel de Fara
y Sousa: Camoens, Luis, Lusiadas (…) Comentadas por Manuel de Fara i Sousa, Primero i
segundo tomo, en Madrid, por Ioan Sánchez, a costa de Pedro Coello, 1639, Cant. VIII, Est.
3.
377 BOE-GCH, “Suplemento a la Gaceta de Madrid”, Gaceta de Madrid, No. 54, 5 de julio de
1782, pp. 545-564, p. 559.
378 Velázquez de León, Joaquín, La estirpe vespasiana…, pp. 154-155.
150
Castillo de Omoa recuperado”; el siguiente muestra el lago de Nicaragua y el
río San Juan bloqueado por soldados españoles y a lo lejos embarcaciones
inglesas en fuga, su letra: “El Lago de Nicaragua defendido”; por último, un
mar con embarcaciones huyendo, que busca representar las batallas en
Honduras: “La Costa de Honduras libertada”.379
Vista I
Vista II
Durante el siglo XVIII hubo también cambios en la forma en la que los autores
representaron las necesidades y las acciones de los gobernantes en América
y Nueva España. En el siglo XVII y aún a principios del XVIII el uso símbolos
en arcos triunfales como el águila fue común para representar a la Ciudad de
México o el territorio novohispano. Lo anterior se puede apreciar en el arco
que la Catedral Metropolitana dedicó al marqués de Casafuerte en 1722, en el
que las acciones y el mito de Prometeo fueron elegidos para significar las
virtudes del virrey. 392 En éste aparece un emblema que muestra al héroe
atado a un peñasco mientras un águila le come las entrañas, bajo el mote
Semperque renacens393 y la siguiente octava:
391 Terán Elizondo, María Isabel, “El arco triunfal en El Sol Triunfante… de los hermanos
Larrañaga”, en Herón Pérez Martínez, Bárbara Skinfill Nogal (eds.), Creación, función y
recepción de la emblemática, El Colegio de Michoacán, México, 2012, p. 331.
392 La imagen de Prometeo ya había sido utilizada para el recibimiento de otro virrey, Luis
Enrique de Guzmán, conde de Alba de Liste, en 1650; En un trabajo sobre el arco catedralicio
dedicado al marqués de Casafuerte, Francisco Montes González menciona algunas
similitudes en la comparación del héroe con las virtudes que debía tener cada virrey. Ver:
Montes González, Francisco, “‘Prometheo undique clariori’. El arco catedralicio para el
recibimiento del virrey marqués de Casafuerte”, en Rafael García Mahíquez y Vicent Francesc
Zuriaga Senent (eds.), Imagen y cultura. La interpretación de las imágenes como historia
cultural, vol. II, Generalitat Valenciana, Universitat de Valencia, Universidad de Granada,
Valencia, 2008, pp. 1133-1145.
393 [El que renace eternamente]
394 Prometeo alegórico que la Insigne Iglesia Metropolitana de México dispuso en su entrada
153
Aunque este episodio se caracteriza por ser de especial dramatismo ya que
ser devorado día tras día es el castigo que Zeus impuso a Prometeo, aplicado
a este virrey significa la entrega y sacrificio que debía tener con los territorios
novohispanos representados por el águila, misma que lejos de causar la
muerte daba, en cambio, una vida renovada.
Otro caso que muestra la necesidad del territorio ultramarino por ser
defendido ante amenazas externas se aprecia en los arcos catedralicios de
Pedro de Castro Figueroa, duque de la Conquista, y Pedro Cebrián y Agustín,
conde de Fuenclara, en 1740 y 1742 respectivamente. Para ambos virreyes
se utilizó el mismo arco triunfal ideado por Cayetano Cabrera en el que la
imagen heroica correspondía a la de Ulises. En el lienzo de uno de los
intercolumnios se figuró a Penélope tejiendo y rodeada de pretendientes, el
mote: Uni servatur Ulyssi 395 , el emblema equiparaba entonces a la Nueva
España con la esposa del héroe homérico, quien espera ser defendida por el
virrey de pretendientes británicos, cuya presencia en mares americanos tenía
en alerta constante a las autoridades novohispanas debido a la Guerra de
Asiento (1739-1748). En la descripción que se recitó a ambos virreyes a su
paso por el arco se menciona:
(…)
Pero ella que los engaña,
a expelerlos, y abrigarse,
arbitro en tejer emplearse
Tela, que no fue de Araña:
y esto hasta lograr su maña
que en Vos, Señor, disfrazado
Ulises, acompañado
de Telémaco, asistido
de Minerva, oía el gemido
de Inglés, que la ha galanteado.396
En cuanto a hazañas en América, nuevamente el que se dedicó a Matías
de Gálvez dejó de lado los elementos simbólicos para mostrar las acciones
al Exceentísimo Señor don Juan Antonio Vázquez de Acuña, marqués de Cassafuerte…, por
Joseph Bernardo del Hogal, México, 1722, p. XII.
395 [Solo a Ulises se reserva]
396 Cabrera Quintero, Cayetano, “Descripción, y Representación Panegírica…” ff., 190 r-v;
Cabrera Quintero, Cayetano, Nuevo Ulises, delineado según el original del Grande Homero,
en las Tablas de la Odisea; y expendido en el arco triumphal, que la Primada Nueva España
Santa Iglesia de México erigió en sus puertas al Ingresso del Excelentísimo Sr. S. Pedro
Cebrián Agustín, conde de Fuen-clara, Hogal, México, 1743, ff., 238r, 238v
154
políticas del virrey. De esta forma se representaron algunos de los beneficios
que había tenido Guatemala durante el gobierno que ejerció en su audiencia
desde 1779 hasta ser enviado a Nueva España, como el lienzo principal de la
fachada sur donde se pintó la Nueva Guatemala con su acueducto, esto para
reconocer su labor en el traslado de los vecinos de la antigua ciudad que
desde 1773 había sido destruida por un terremoto397, el título fue: “La Nueva
Guatemala y su Aqüeducto” (sic).398
(…) las lomas áridas de Nochiztongo, y en ellas nuestro Gran Canal artificial
por donde se extravía el pernicioso Río de Quautitlán, que en otros tiempos
ha causado a esta Capital tantas aflicciones. Se ve también el pequeño
Pueblo de Huehuetoca, las Lagunas de Zumpango y Ecatepec, y a lo lejos
el gran Lago de México y Tezcoco, y todo esto significa el anhelo y particular
estudio que Su Exa. ha manifestado por la necesaria conservación e
importantísimo progreso de obras tan grandes (…). (sic)400
Otro alude a la iniciativa por mejorar el empedrado de las calles de la
ciudad, por lo que se pintó la calle de San Francisco401 con el letrero “El Suelo
de México fundamentado y mejorado”.402 Igualmente, en otro de los tableros
se pintó “el sitio y el exterior de algunas minas: esto es sus galeras, oficinas y
máquinas (…); y en otra parte a su Exc. publicando y distribuyendo los códigos
de sus nuevas leyes”, con la leyenda: “La minería opulenta y arreglada”.403 El
397 Rodríguez del Valle, María y Conejo Diez de la Cortina, Ángeles, “Matías de Gálvez
(1783-1784)”, en Los virreyes de la Nueva España en el reinado de Carlos III, op. cit., Tomo
II, p.228.
398 Velázquez de León, Joaquín, La estirpe vespasiana…, pp. 157-158.
399 Rodríguez del Valle, María y Conejo Diez de la Cortina, Ángeles, loc. cit., pp. 233-235.
400 Velázquez de León, Joaquín, La estirpe vespasiana…, p. 158. Las cursivas son del autor.
401 Hoy calle Francisco I. Madero en el Centro Histórico de la Ciudad de México.
402 Ibídem, pp. 158-159.
403 Ibídem, pp. 159-160.
155
motivo de éste hace referencia a la entrada en vigor de las nuevas Ordenanzas
de minería que se implementaron en la Nueva España desde 1783, mismas
que fueron apoyadas por el nuevo virrey Gálvez y con las cuales se buscaba
disminuir las quejas por el mal manejo de esta actividad, así como la formación
de un grupo de mineros cuya organización se asemejara a la del Consulado
de Comerciantes y la fundación de un colegio de metalurgia.
Figura 21. Joaquín Velázquez de León, Perspectiva de la machina con que juegan 4 pares de fuelles
que dan soplo a los 4 hornos de fundición, 1773. AGN, México.404
404 Imagen tomada de: Flores Cair, Eduardo, “La ilusión de la minería novohispana: Los
límites entre la reforma y el progreso (1760-1821)”, en 20-10 Historia, GM Editores, México,
2012.
156
para la economía en el periodo de reformismo borbónico (Figura 21 y Figura
22).
Figura 22. Joaquín Velázquez de León, Malacate, siglo XVIII. Tinta y acuarela sobre papel. Acervo
Histórico del Palacio de Minería, Facultad de Ingeniería, UNAM. 405
Figura 23. Gerónimo Antonio Gil, Escudo de la Real Academia de San Carlos de la Nueva España, ca.
1781.
407 Rodríguez del Valle, María; Conejo Diez de la Cortina, Ángeles, loc. cit., p. 285.
408 Velázquez de León, Joaquín, La estirpe vespasiana…, p. 161.
158
Previamente, el mismo Velázquez de León había formado parte de la
Junta Preparatoria que desde el 6 de abril de 1782 fue aprobada por el virrey
antecesor de Matías de Gálvez, Martín de Mayorga, para el establecimiento
de una escuela o academia de las tres nobles artes: arquitectura, pintura y
escultura, comité en el que figuraban también Juan Lucas Lassaga, el
matemático José Joaquín Bartolache, el grabador de la Casa de Moneda
Jerónimo Antonio Gil como director general y el virrey Mayorga, protector nato.
Carlos III aprobó la creación de la institución bajo el nombre de Academia de
San Carlos de Nueva España por real cédula del 25 de diciembre de 1783 409,
cuando Matías de Gálvez ya ejercía como virrey, por lo que en su explicación
Velázquez de León señala que antes de esta fecha, al poco tiempo de haber
llegado Gálvez a México, el virrey se había declarado “Protector en nombre
del Rey, de las nuevas Escuelas de las tres Nobles Artes, y Presidente de la
Real Junta preparatoria que pretende erigirlas en Academia.” 410 De esta
forma, la referencia a esta acción en el arco triunfal funge como
agradecimiento por impulsar acciones en beneficio de la vida cultural ilustrada
del virreinato, pues recuérdese que la entrada triunfal de este virrey se realizó
en febrero de 1784, cuando la creación de la academia ya había sido
aprobada.
409 Real Díaz, José Joaquín, Heredia Herrera, Antonia M., “Martín de Mayorga (1779-1783)”,
en Los virreyes de la Nueva España en el reinado de Carlos III, op. cit., Tomo II, p. 218-220.
410 Velázquez de León, Joaquín, La estirpe vespasiana…, p. 161.
411 Chiva Beltrán, Juan, El triunfo del virrey, Glorias novohispanas: origen, apogeo y ocaso
de la entrada virreinal, Universitat Jaume I, Castelló de la Plana, 2012 p. 212.
159
Pueblo que lo admira y obedece.”412 La imagen que se buscaba mostrar era
pues la del virrey sin vestigio alguno de aquella imagen hiperbolizada del héroe
mítico, por lo menos en este lienzo, ya que se sigue utilizando la comparación
con Ulises en el plano poético y en los demás emblemas de este arco.
412 Velázquez de León, Joaquín, Explicación de los adornos simbólicos i poeticos…, p. 122.
413 [Bienaventurado aquel que, desocupado de negocios, vigila día y noche con cuidado
paterno el no abandonar los asuntos propios para gobernar el Nuevo Mundo. He aquí que con
paz y salud esta Nación tiene esplendor y aplaude al Príncipe Justo, que, entre todos, escala
con derecho las más altas Luces igual que las preces] Velázquez de León, Joaquín, Ilustración
de las pinturas del arco de triunfo…, p 57.
414 [Que no tiene asegurada la majestad] Ver tabla 1 en el segundo capítulo.
415 Chiva Beltrán, Juan, op. cit., p. 212.
160
algunos documentos que señalan su labor como gobernante, sobresalen dos
legajos con sendas leyendas: “Correspondencia confidencial” y
“Correspondencia de corte”, un pliego enrollado sobre la estantería con una
nota que dice “Plano del Bosque de Chapultepec” y una leyenda que se
despliega sobre el escritorio a un costado del virrey donde el pintor detalla sus
cargos, así como la referencia a su labor en la fundación de la Academia de
San Carlos. Las representaciones de los virreyes Cruillas y Bucareli, aunque
anteriores, bien pudieron haber sido semejantes a la de Gálvez, si se les
considera manifestaciones visuales de un mismo fenómeno cultural que fue la
Ilustración.
Figura 24. Francisco de Goya, Gaspar Melchor de Jovellanos, 1798, Museo del Prado, Madrid.
161
para los sermones novohispanos de mediados del siglo XVIII. Con todo, son
abundantes aún los vestigios de la tradición barroca con las ideas que dieron
pie a la representación del príncipe justiciero y sabio que debía guiar sus
virtudes siempre con la prudencia para mantener el orden político del Estado,
es decir, el territorio que le era encomendado para gobernar.
Así mismo aparece el poder coercitivo no sólo hacia los súbditos que
actúen en contra de la majestad real, sino también contra los enemigos del
poder regio. Este último aspecto dio pie al surgimiento de imágenes que
proponían el enaltecimiento de las gestas heroicas propias de los virreyes en
batallas y campañas militares, sin embargo es de destacar que ya no se
mostraron de la manera tradicional, esto es, cifradas en algún emblema. Se
entiende entonces que el papel del arco triunfal para la segunda mitad del siglo
XVIII era hacer recomendable al virrey a modo de héroe enalteciendo sus
acciones, como lo menciona Joaquín Velázquez de León en la descripción del
arco dedicado al marqués de Cruillas en 1760, dice además el autor que los
162
pueblos “(…) sólo podrán percibir sus acciones proponiéndoselas historiadas,
o haciéndolas (como vulgarmente dicen) de vulto: porque presentárselas de
otra manera , es lo mismo, que darles a leer las historias egipcias por
jeroglíficos.”416 Esto explica el auge que tuvo la realización de arcos en los
que el virrey aparecía ya como protagonista de sus propios méritos; aunque
se seguía acompañado además de elementos simbólicos que eran aún
utilizados en este tipo de festejos para anunciar la felicidad que esperaban
tener con la llegada de un nuevo gobernante al hacer su entrada triunfal a la
Ciudad de México.
416 Velázquez de León, Joaquín, Ilustración de las pinturas del arco de triunfo…, p. 45.
163
164
Comentarios finales
165
Cabe recordar que el objeto central de esta investigación fue realizar una
explicación de las representaciones heroicas usadas en ceremonias y
programas emblemáticos dedicados a distintos virreyes novohispanos que
hicieron su entrada triunfal a la Ciudad de México durante el siglo XVIII, lo
anterior con el fin de delinear el ideal de buen gobernante vigente en este
periodo a partir de elementos que en la práctica de estos triunfos se
encontraban en estrecha relación: el ritual y la emblemática.
A pesar de que a lo largo del siglo XVIII se modificó la ritualidad del viaje
cortesiano, al virrey se le recibía en la Ciudad de México con todo el aparato
festivo y simbólico que mostraba el deber ser de un gobernante en los
diferentes arcos triunfales con los que se trabajó en esta investigación. Es
importante resaltar la forma en la que se manifestó en la Nueva España de
este siglo el ideal de gobierno cimentado en las ideas políticas del barroco,
puesto que el virrey representaba la majestad real. Se pudo ver una suerte de
traslape entre la representación simbólica tradicional del orden político junto a
167
la introducción de imágenes que, aunque mantenían en cierta medida el
concepto del perfecto príncipe del siglo XVII, se distanciaban de aquel en
cuanto a la representación heroica basada en el emblema barroco, al mismo
tiempo que mostraba el contexto inmediato de los territorios hispánicos,
especialmente en lo que respecta a los conflictos bélicos.
Hay que destacar, sin embargo, los rasgos que se agregaron a estas
imágenes tradicionales, pues igualmente se pudieron ver otras
particularidades en la representación del virrey-héroe, como fueron la
importancia y exaltación de los méritos propios antes que de la nobleza, así
mismo el protagonismo que fue ganando la imagen del virrey militar y sus
hazañas en diferentes guerras y campañas, aspecto mayormente marcado
168
con los virreyes del periodo de Carlos III, dados los enfrentamientos que
durante este reinado tuvo España con la Gran Bretaña. Esto se puede
observar en los arcos erigidos sobre todo desde 1760 con Joaquín de
Monserrat, marqués de Cruillas, pasando igualmente por Bucareli en 1771 y
Matías de Gálvez en 1784; además el caso particular del arco descrito por los
hermanos Larrañaga para Bernardo de Gálvez, en donde la representación
simbólica de los honores militares de este virrey se combinan con lienzos que
exponen sus victorias contra los enemigos británicos.
170
Abreviaturas
Fuentes consultadas
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del italiano: Juan Barja y Yago Barja, Traducción de latín y griego: Rosa
Ma. Mariño Sánchez-Elvira y Fernando García Romero, Akal, Madrid,
2007 (1996).
173
Ferrer de Valdecebro, Andrés, Govierno general, moral, y político: hallado en
las fieras, y animales sylvestres. Sacado de sus naturales virtudes, y
propiedades. Con particular tabla para sermones varios de tiempo, y de
Santos (...). Se consagra a la Emperatriz de Cielo, y Tierra, la Virgen de
la Buena Suerte. Con licencia: en Barcelona, en Casa de Cormellas,
por Thomas Loriente Impressor, Año 1696.
Solorzano Pereira, Juan de, Emblemata centum, regio politica, Cum Privilegio
in Typographia Domin. Garciae Morras, Madrid, 1653.
174
Con las licencias necesarias, y privilegio Real, A costa d´Antonio
Craesbeeck de Mello Impressor de S. Alteza. Año de 1680.
Vera, Juan Antonio de, Fernando o Sevilla restaurada poema heroico escrito
con los versos de la Gerusalemme Libertada del insigne Torquato
Tasso ofrecido a la Majestad de Filippo IV, el Grande, Monarca de
España, Emperador de las Indias..., en Milán, por Henrico Estefano,
año de 1632.
175
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