Tesis 13 - Sacramentos de Iniciación Cristiana. Bautismo y Confirmacion

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SEMINARIO MAYOR LOS SAGRADOS CORAZONES

ALVEIRO GÓMEZ MUTIS SÍNTESIS TEOLÓGICA DOGMÁTICA


IV TEOLOGÍA PBRO. BERNABÉ ECHEVERRY
SACRAMENTOS DE INICIACIÓN CRISTIANA: BAUTISMO Y CONFIRMACIÓN
FUNDAMENTOS BÍBLICOS
De entre las numerosas prefiguraciones veterotestamentarias del bautismo, se destacan el
diluvio universal, la travesía del mar Rojo, y la circuncisión, por encontrarse explícitamente
mencionadas en el Nuevo Testamento aludiendo a este sacramento (cfr. 1P 3,20-21; 1Co
10,1; Col 2,11-12). Con el Bautista el rito del agua, aun sin eficacia salvadora, se une a la
preparación doctrinal, a la conversión y al deseo de la gracia, pilares del futuro catecumenado.
Jesús es bautizado en las aguas del Jordán al inicio de su ministerio público (cfr. Mt 3,13-17),
no por necesidad, sino por solidaridad redentora. En esa ocasión, queda definitivamente
indicada el agua como elemento material del signo sacramental. Se abren además los cielos,
desciende el Espíritu en forma de paloma y la voz de Dios Padre confirma la filiación divina de
Cristo: acontecimientos que revelan en la Cabeza de la futura Iglesia lo que se realizará luego
sacramentalmente en sus miembros. Más adelante tiene lugar el encuentro con Nicodemo,
durante el cual Jesús afirma el vínculo pneumatológico que existe entre el agua bautismal y la
salvación, de donde sigue su necesidad: «el que no nazca de agua y de Espíritu no puede
entrar en el Reino de Dios» (Jn 3,5). El misterio pascual confiere al bautismo su valor salvífico;
Jesús, en efecto, «había hablado ya de su pasión que iba a sufrir en Jerusalén como de un
"Bautismo" con que debía ser bautizado (Mc 10,38; cfr. Lc 12,50). La sangre y el agua que
brotaron del costado traspasado de Jesús crucificado (cfr. Jn 19,34) son figuras del Bautismo
y de la Eucaristía, sacramentos de la vida nueva» (Catecismo, 1225). Antes de subir a los
cielos, el Señor dice a los apóstoles: «Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes
bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a
guardar todo lo que yo os he mandado» (Mt 28,19-20). Este mandato es fielmente seguido a
partir de Pentecostés y señala el objetivo primario de la evangelización, que sigue siendo
actual. Comentando estos textos, dice Santo Tomás de Aquino que la institución del bautismo
fue múltiple: respecto a la materia, en el bautismo de Cristo; su necesidad fue afirmada en Jn
3,5; 2 su uso comenzó cuando Jesús envió a sus discípulos a predicar y bautizar; su eficacia
proviene de la pasión; su difusión fue impuesta en Mt 28, 19. 1
2. Efectos del bautismo
Los distintos efectos del Bautismo son significados por los elementos sensibles del rito
sacramental. La inmersión en el agua evoca los simbolismos de la muerte y de la purificación,
pero también los de la regeneración y de la renovación. Los dos efectos principales, por tanto,
son la purificación de los pecados y el nuevo nacimiento en el Espíritu Santo
(cf Hch 2,38; Jn 3,5).
Para la remisión de los pecados: Por el Bautismo, todos los pecados son perdonados, el
pecado original y todos los pecados personales así como todas las penas del pecado (cf DS
1316).

1
Cfr. SANTO TOMÁS, In IV Sent., d.3, q.1, a.5, sol.2.
En efecto, en los que han sido regenerados no permanece nada que les impida entrar en el
Reino de Dios, ni el pecado de Adán, ni el pecado personal, ni las consecuencias del pecado,
la más grave de las cuales es la separación de Dios.
No obstante, en el bautizado permanecen ciertas consecuencias temporales del pecado,
como los sufrimientos, la enfermedad, la muerte o las fragilidades inherentes a la vida como
las debilidades de carácter, etc., así como una inclinación al pecado que la Tradición
llama concupiscencia, o metafóricamente fomes peccati: «La concupiscencia, dejada para el
combate, no puede dañar a los que no la consienten y la resisten con coraje por la gracia de
Jesucristo. Antes bien "el que legítimamente luche, será coronado" (2 Tm 2,5)» (Concilio de
Trento: DS 1515).
“Una criatura nueva”: El Bautismo no solamente purifica de todos los pecados, hace
también del neófito "una nueva creatura" (2 Co 5,17), un hijo adoptivo de Dios (cf Ga 4,5-7)
que ha sido hecho "partícipe de la naturaleza divina" (2 P 1,4), miembro de Cristo (cf 1 Co
6,15; 12,27), coheredero con Él (Rm 8,17) y templo del Espíritu Santo (cf 1 Co 6,19). La
Santísima Trinidad da al bautizado la gracia santificante, la gracia de la justificación que: Le
hace capaz de creer en Dios, de esperar en Él y de amarlo mediante las virtudes teologales;
le concede poder vivir y obrar bajo la moción del Espíritu Santo mediante los dones del
Espíritu Santo; le permite crecer en el bien mediante las virtudes morales. Así todo el
organismo de la vida sobrenatural del cristiano tiene su raíz en el Bautismo.
Incorporados a la Iglesia, Cuerpo de Cristo: El Bautismo hace de nosotros miembros del
Cuerpo de Cristo. "Por tanto somos miembros los unos de los otros" (Ef 4,25). El Bautismo
incorpora a la Iglesia. De las fuentes bautismales nace el único pueblo de Dios de la Nueva
Alianza que trasciende todos los límites naturales o humanos de las naciones, las culturas, las
razas y los sexos: "Porque en un solo Espíritu hemos sido todos bautizados, para no formar
más que un cuerpo" (1 Co 12,13).
Los bautizados vienen a ser "piedras vivas" para "edificación de un edificio espiritual, para un
sacerdocio santo" (1 P 2,5). Por el Bautismo participan del sacerdocio de Cristo, de su misión
profética y real, son "linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido, para
anunciar las alabanzas de aquel que os ha llamado de las tinieblas a su admirable luz" (1 P
2,9). El Bautismo hace participar en el sacerdocio común de los fieles.
Vínculo sacramental de la unidad de los cristianos: cristianos, e incluso con los que
todavía no están en plena comunión con la Iglesia católica: "Los que creen en Cristo y han
recibido válidamente el Bautismo están en una cierta comunión, aunque no perfecta, con la
Iglesia católica. Justificados por la fe en el Bautismo, se han incorporado a Cristo; por tanto,
con todo derecho se honran con el nombre de cristianos y son reconocidos con razón por los
hijos de la Iglesia católica como hermanos del Señor". "Por consiguiente, el bautismo
constituye un vínculo sacramental de unidad, vigente entre los que han sido regenerados por
él" (UR 22).
Sello espiritual indeleble: Incorporado a Cristo por el Bautismo, el bautizado es configurado
con Cristo (cf Rm8, 29). El Bautismo imprime en el cristiano un sello espiritual indeleble
(character) de su pertenencia a Cristo. Este sello no es borrado por ningún pecado, aunque el
pecado impida al Bautismo dar frutos de salvación.
El sello bautismal capacita y compromete a los cristianos a servir a Dios mediante una
participación viva en la santa Liturgia de la Iglesia y a ejercer su sacerdocio bautismal por el
testimonio de una vida santa y de una caridad eficaz (cf LG 10).
El "sello del Señor" (San Agustín, Epistula 98, 5), es el sello con que el Espíritu Santo nos ha
marcado "para el día de la redención" (Ef 4,30; cf Ef 1,13-14; 2 Co 1,21-22). "El Bautismo, en
efecto, es el sello de la vida eterna" (San Ireneo de Lyon). El fiel que "guarde el sello" hasta el
fin, es decir, que permanezca fiel a las exigencias de su Bautismo, podrá morir marcado con
"el signo de la fe" (Plegaria Eucarística I o Canon Romano), con la fe de su Bautismo, en la
espera de la visión bienaventurada de Dios consumación de la fe y en la esperanza de la
resurrección.
BAUTISMO SACRAMENTO DE LA FE

El Bautismo es el sacramento de la fe (cf Mc 16,16). Pero la fe tiene necesidad de la


comunidad de creyentes. Sólo en la fe de la Iglesia puede creer cada uno de los fieles. La fe
que se requiere para el Bautismo no es una fe perfecta y madura, sino un comienzo que está
llamado a desarrollarse. Al catecúmeno o a su padrino se le pregunta: "¿Qué pides a la Iglesia
de Dios?" y él responde: "¡La fe!".
En todos los bautizados, niños o adultos, la fe debe crecer después del Bautismo. Por eso, la
Iglesia celebra cada año en la vigilia pascual la renovación de las promesas del Bautismo. La
preparación al Bautismo sólo conduce al umbral de la vida nueva. El Bautismo es la fuente de
la vida nueva en Cristo, de la cual brota toda la vida cristiana.
Para que la gracia bautismal pueda desarrollarse es importante la ayuda de los padres. Ese
es también el papel del padrino o de la madrina, que deben ser creyentes sólidos, capaces y
prestos a ayudar al nuevo bautizado, niño o adulto, en su camino de la vida cristiana (cf CIC
can. 872-874). Su tarea es una verdadera función eclesial (officium; cf SC 67). Toda la
comunidad eclesial participa de la responsabilidad de desarrollar y guardar la gracia recibida
en el Bautismo.
4. EL SACRAMENTO DE LA CONFIRMACIÓN EN LA VIDA CRISTIANA
El sacramento de la confirmación es el sacramento con el que nos confirma en la Fe recibida
en el bautismo, por medio de la unción del crisma echa en la frente, con la formula
correspondiente. Es el sacramento con el que confiere a los bautizados gracia del Espíritu
Santo y fortaleza para creer firmemente y profesar la Fe intrépidamente. Por eso se le llama
confirmación, por que confirma. En el bautismo recibimos la gracia, y en ella el ser cristianos.
En la confirmación se nos da gracia para ser buenos y perfectos cristianos a pesar de las
dificultades que para ello se presenten en la vida. Tiene varios nombres: confirmación, por lo
que hemos dicho; crisma por la materia con que se da; imposición de manos, por el modo
como se aplica esta materia; perfección, por dar fuerza para ella. El modo más usado en un
principio era imposición de manos.
La Confirmación en la Economía de la salvación
 En el Antiguo Testamento, los profetas anunciaron que el Espíritu del Señor reposaría sobre
el Mesías esperado (cf. Is 11,2) para realizar su misión salvífica (cf Lc 4,16-22; Is61,1). El
descenso del Espíritu Santo sobre Jesús en su Bautismo por Juan fue el signo de que Él era
el que debía venir, el Mesías, el Hijo de Dios (Mt 3,13-17; Jn 1,33- 34). Habiendo sido
concedido por obra del Espíritu Santo, toda su vida y toda su misión se realizan en una
comunión total con el Espíritu Santo que el Padre le da "sin medida" (Jn 3,34).
Ahora bien, esta plenitud del Espíritu no debía permanecer únicamente en el Mesías, sino que
debía ser comunicada a todo el pueblo mesiánico (cf Ez 36,25-27; Jl 3,1-2). En repetidas
ocasiones Cristo prometió esta efusión del Espíritu (cf Lc 12,12; Jn 3,5-8; 7,37-39; 16,7-
15; Hch 1,8), promesa que realizó primero el día de Pascua (Jn 20,22) y luego, de manera
más manifiesta el día de Pentecostés (cf Hch 2,1-4). Llenos del Espíritu Santo, los Apóstoles
comienzan a proclamar "las maravillas de Dios" (Hch 2,11) y Pedro declara que esta efusión
del Espíritu es el signo de los tiempos mesiánicos (cf Hch 2, 17-18). Los que creyeron en la
predicación apostólica y se hicieron bautizar, recibieron a su vez el don del Espíritu Santo
(cf Hch 2,38).
"Desde aquel tiempo, los Apóstoles, en cumplimiento de la voluntad de Cristo, comunicaban a
los neófitos, mediante la imposición de las manos, el don del Espíritu Santo, destinado a
completar la gracia del Bautismo (cf Hch 8,15-17; 19,5-6). Esto explica por qué en la carta a
los Hebreos se recuerda, entre los primeros elementos de la formación cristiana, la doctrina
del Bautismo y de la la imposición de las manos (cf Hb 6,2). Es esta imposición de las manos
la que ha sido con toda razón considerada por la tradición católica como el primitivo origen del
sacramento de la Confirmación, el cual perpetúa, en cierto modo, en la Iglesia, la gracia de
Pentecostés" (Pablo VI, Const. apost. Divinae consortium naturae).
Muy pronto, para mejor significar el don del Espíritu Santo, se añadió a la imposición de las
manos una unción con óleo perfumado (crisma). Esta unción ilustra el nombre de "cristiano"
que significa "ungido" y que tiene su origen en el nombre de Cristo, al que "Dios ungió con el
Espíritu Santo" (Hch 10,38). Y este rito de la unción existe hasta nuestros días tanto en
Oriente como en Occidente. Por eso, en Oriente se llama a este sacramento crismación,
unción con el crisma, o myron, que significa "crisma". En Occidente el nombre
de Confirmación sugiere que este sacramento al mismo tiempo confirma el Bautismo y
robustece la gracia bautismal.
Los efectos de la Confirmación
De la celebración se deduce que el efecto del sacramento de la Confirmación es la efusión
especial del Espíritu Santo, como fue concedida en otro tiempo a los Apóstoles el día de
Pentecostés. Por este hecho, la Confirmación confiere crecimiento y profundidad a la gracia
bautismal: nos introduce más profundamente en la filiación divina que nos hace decir "Abbá,
Padre" (Rm 8,15). Nos une más firmemente a Cristo; aumenta en nosotros los dones del
Espíritu Santo;hace más perfecto nuestro vínculo con la Iglesia (cf LG 11);nos concede una
fuerza especial del Espíritu Santo para difundir y defender la fe mediante la palabra y las
obras como verdaderos testigos de Cristo, para confesar valientemente el nombre de Cristo y
para no sentir jamás vergüenza de la cruz (cf DS 1319; LG 11,12):
La Confirmación, como el Bautismo del que es la plenitud, sólo se da una vez. La
Confirmación, en efecto, imprime en el alma una marca espiritual indeleble, el "carácter" (cf
DS 1609), que es el signo de que Jesucristo ha marcado al cristiano con el sello de su Espíritu
revistiéndolo de la fuerza de lo alto para que sea su testigo (cf Lc 24,48-49).
MINISTRO: El ministro ordinario es el obispo y el extraordinario el presbítero dotado de
facultad, bien por derecho común o por concesión peculiar de la autoridad competente.
El candidato a la Confirmación: Que ya ha alcanzado el uso de razón debe profesar la fe,
estar en estado de gracia, tener la intención de recibir el sacramento y estar preparado para
asumir su papel de discípulo y de testigo de Cristo, en la comunidad eclesial y en los asuntos
temporales.

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