Tesis 13 - Sacramentos de Iniciación Cristiana. Bautismo y Confirmacion
Tesis 13 - Sacramentos de Iniciación Cristiana. Bautismo y Confirmacion
Tesis 13 - Sacramentos de Iniciación Cristiana. Bautismo y Confirmacion
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Cfr. SANTO TOMÁS, In IV Sent., d.3, q.1, a.5, sol.2.
En efecto, en los que han sido regenerados no permanece nada que les impida entrar en el
Reino de Dios, ni el pecado de Adán, ni el pecado personal, ni las consecuencias del pecado,
la más grave de las cuales es la separación de Dios.
No obstante, en el bautizado permanecen ciertas consecuencias temporales del pecado,
como los sufrimientos, la enfermedad, la muerte o las fragilidades inherentes a la vida como
las debilidades de carácter, etc., así como una inclinación al pecado que la Tradición
llama concupiscencia, o metafóricamente fomes peccati: «La concupiscencia, dejada para el
combate, no puede dañar a los que no la consienten y la resisten con coraje por la gracia de
Jesucristo. Antes bien "el que legítimamente luche, será coronado" (2 Tm 2,5)» (Concilio de
Trento: DS 1515).
“Una criatura nueva”: El Bautismo no solamente purifica de todos los pecados, hace
también del neófito "una nueva creatura" (2 Co 5,17), un hijo adoptivo de Dios (cf Ga 4,5-7)
que ha sido hecho "partícipe de la naturaleza divina" (2 P 1,4), miembro de Cristo (cf 1 Co
6,15; 12,27), coheredero con Él (Rm 8,17) y templo del Espíritu Santo (cf 1 Co 6,19). La
Santísima Trinidad da al bautizado la gracia santificante, la gracia de la justificación que: Le
hace capaz de creer en Dios, de esperar en Él y de amarlo mediante las virtudes teologales;
le concede poder vivir y obrar bajo la moción del Espíritu Santo mediante los dones del
Espíritu Santo; le permite crecer en el bien mediante las virtudes morales. Así todo el
organismo de la vida sobrenatural del cristiano tiene su raíz en el Bautismo.
Incorporados a la Iglesia, Cuerpo de Cristo: El Bautismo hace de nosotros miembros del
Cuerpo de Cristo. "Por tanto somos miembros los unos de los otros" (Ef 4,25). El Bautismo
incorpora a la Iglesia. De las fuentes bautismales nace el único pueblo de Dios de la Nueva
Alianza que trasciende todos los límites naturales o humanos de las naciones, las culturas, las
razas y los sexos: "Porque en un solo Espíritu hemos sido todos bautizados, para no formar
más que un cuerpo" (1 Co 12,13).
Los bautizados vienen a ser "piedras vivas" para "edificación de un edificio espiritual, para un
sacerdocio santo" (1 P 2,5). Por el Bautismo participan del sacerdocio de Cristo, de su misión
profética y real, son "linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido, para
anunciar las alabanzas de aquel que os ha llamado de las tinieblas a su admirable luz" (1 P
2,9). El Bautismo hace participar en el sacerdocio común de los fieles.
Vínculo sacramental de la unidad de los cristianos: cristianos, e incluso con los que
todavía no están en plena comunión con la Iglesia católica: "Los que creen en Cristo y han
recibido válidamente el Bautismo están en una cierta comunión, aunque no perfecta, con la
Iglesia católica. Justificados por la fe en el Bautismo, se han incorporado a Cristo; por tanto,
con todo derecho se honran con el nombre de cristianos y son reconocidos con razón por los
hijos de la Iglesia católica como hermanos del Señor". "Por consiguiente, el bautismo
constituye un vínculo sacramental de unidad, vigente entre los que han sido regenerados por
él" (UR 22).
Sello espiritual indeleble: Incorporado a Cristo por el Bautismo, el bautizado es configurado
con Cristo (cf Rm8, 29). El Bautismo imprime en el cristiano un sello espiritual indeleble
(character) de su pertenencia a Cristo. Este sello no es borrado por ningún pecado, aunque el
pecado impida al Bautismo dar frutos de salvación.
El sello bautismal capacita y compromete a los cristianos a servir a Dios mediante una
participación viva en la santa Liturgia de la Iglesia y a ejercer su sacerdocio bautismal por el
testimonio de una vida santa y de una caridad eficaz (cf LG 10).
El "sello del Señor" (San Agustín, Epistula 98, 5), es el sello con que el Espíritu Santo nos ha
marcado "para el día de la redención" (Ef 4,30; cf Ef 1,13-14; 2 Co 1,21-22). "El Bautismo, en
efecto, es el sello de la vida eterna" (San Ireneo de Lyon). El fiel que "guarde el sello" hasta el
fin, es decir, que permanezca fiel a las exigencias de su Bautismo, podrá morir marcado con
"el signo de la fe" (Plegaria Eucarística I o Canon Romano), con la fe de su Bautismo, en la
espera de la visión bienaventurada de Dios consumación de la fe y en la esperanza de la
resurrección.
BAUTISMO SACRAMENTO DE LA FE