SEQUERA MEZA Imágenes Discursivas de La Identidad Mexicana en Altamirano, Sierra y Reyes

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JOSÉ ANTONIO SEQUERA MEZA

Imágenes discursivas de la identidad


mexicana en Altamirano,
Sierra y Reyes

CUADERNOS UNIVERSITARIOS
JOSÉ ANTONIO SEQUERA MEZA

Imágenes discursivas de la identidad


mexicana en Altamirano,
Sierra y Reyes

UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE BAJA CALIFORNIA SUR


Catalogación: Biblioteca Central de la UABCS

809
S479i Sequera Meza, José Antonio.
Imágenes discursivas de la identidad mexicana en
Altamirano, Sierra y Reyes / José Antonio Sequera Meza--
México : UABCS, 2013.
40P p. ; 23 cm. -- (Cuadernos Universitarios)

IBSN: 978-607-7777-34-2

1.Identidad en la literatura 2.Crítica literaria. 3.Literatu-


ra mexicana I. t.

D.R. © J. ANTONIO SEQUERA MEZA


D.R. © UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE BAJA
Í CALIFORNIA SUR,
CARRETERA AL SUR KM 5.5, LA PAZ, B.C.S.

Primera edición, 2013

ISBN: 978-607-7777-34-2

Reservados todos los derechos. Ninguna parte de este libro puede ser
reproducida, archivada o transmitida, en cualquier sistema —electrónico,
mecánico, de fotorreproducción, de almacenamiento en memoria o cual-
quier otro—, sin hacerse acreedor a las sanciones establecidas en las leyes,
salvo con el permiso escrito del titular del copyright. Las características
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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE BAJA
CALIFORNIA SUR

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Rector

DR. DANTE ARTURO SALGADO GONZÁLEZ


Secretario Académico

DR. JOSÉ URCIAGA GARCÍA


Secretario de Administración y Finanzas

M.C. MAGDA DINORAH VALDEZ CESEÑA


Directora de Difusión Cultural y Extensión Universitaria

LIC. LUIS CHIHUAHUA LUJÁN


Jefe del Departamento Editorial

COMITÉ EDITORIAL
DE SERIE DIDÁCTICA

Editor general
M.C. Aurora Rebolledo López

Editores
M.C. Raúl Alonso Carranza Acevedo
Biól. Luis Herrera Gil
Dra. Rossana Almada Alatorre
Para Abraham, imposible sin ti
Para Syn, principio motriz
Introducción

Tres letrados viajeros constituyen el objeto de estudio


de este trabajo: Ignacio Manuel Altamirano (1834-
1893), Justo Sierra (1848-1912) y Alfonso Reyes (1889-
1959). Entre ellos media una distancia temporal que
se acorta si tenemos en cuenta las ideas y perspecti-
vas que tienen en común.
Altamirano, Sierra y Reyes convergen en la tradi-
ción del pensamiento ilustrado y liberal mexicano cuyo
proceso va del siglo XIX a la primera mitad del XX.
Justamente esa línea de continuidad que se perfila entre
los tres escritores que aquí nos ocupan ha motivado, en
lo esencial, la realización de nuestra investigación, que
podría proyectarse en el futuro hacia estudios en torno
a la tradición del pensamiento ilustrado mexicano.
Aunque bajo diversas circunstancias históricas,
Altamirano, Sierra y Reyes abordaron, desde pers-
pectivas semejantes, cuestiones relativas a la nación
mexicana, al papel del intelectual, a la función de la
10 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

literatura y a la emancipación intelectual de México


y de América Latina. Asimismo, recurren a motivos
idénticos como puede ser el del viaje, interpretado en
su valor educativo y cognoscitivo, como también en
un sentido histórico cultural que trasciende al indivi-
duo: el viaje examina en los orígenes, en las raíces y
en el destino de una nación. Esa búsqueda de una
identidad mexicana y su expresión signa a varias
generaciones de mexicanos entre los que se cuentan
como protagonistas. Coinciden, además, en señalar a
Grecia como punto de partida de un viaje cultural
cuyo destino vendría a ser América.
Con la intelectualidad del siglo XIX-XX,
Altamirano, Sierra y Reyes comparten el mismo es-
fuerzo por llevar a cabo la labor mesiánica de educar
a las futuras generaciones en el afán de contribuir al
progreso y modernización de la república. Para ellos,
la educación deviene en el instrumento fundamental
para el desarrollo de la nación.
La línea de continuidad anteriormente apunta-
da, que consideramos evidente, entre distintas gene-
raciones de intelectuales mexicanos no ha sido, sin
embargo, suficientemente estudiada, razón que ha
incentivado nuestro trabajo. El examen de la tradi-
ción ilustrada, o al menos de algunos de sus más
insignes letrados, resulta necesario puesto que permi-
te valorar los caminos trazados por la inteligencia
mexicana en sus intentos por definir su identidad.
La labor indagatoria llevada a cabo por pensa-
dores como Altamirano, Sierra y Reyes no sólo contri-
buyó a la definición del intelectual, sino también de
los perfiles culturales de la sociedad mexicana y a la
constitución de sentidos afirmativos de la nación.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 11
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

Una de las razones para estudiar los discursos


del periodo de la Reforma se debe, principalmente, a
que los intelectuales anteriores a esta etapa se ocupa-
ron de asuntos nacionales más urgentes, y que reque-
rían de su concentración: la defensa militar del país
fue uno de ellos. Por otro lado, la derrota de los
conservadores —tanto al instaurar las leyes de la
Reforma, como en la expulsión de los franceses—
define y delimita la tarea de los intelectuales liberales
de la Reforma: deslindar el rol de la cultura mexicana
en el mundo.
Otra de las razones principales para escoger los
periodos históricos de la Reforma y la primera parte
del siglo XX es que muchos historiadores mexicanos
consideran que el inicio de la historia moderna mexi-
cana se circunscribe de 1867 a 1911, entre ellos
Daniel Cosío Villegas. Durante este periodo del siglo
XIX, y principios del XX, los intelectuales buscan
construir una nación con los ideales de autonomía,
libertad, democracia, soberanía popular, civilización,
progreso; todas ellas expresiones de un pensamiento
ilustrado. Para ello crearon instituciones y leyes, con
el fin de extender la Ilustración a un, cada vez mayor,
número de mexicanos. Desde nuestro punto de vista,
la extensión de esto es Alfonso Reyes.
Así, los letrados liberales de la Reforma y del
porfiriato trabajaron en propuestas sociales, econó-
micas y políticas con el propósito de lograr una
hegemonía ideológica, que si bien permitió un creci-
miento heterogéneo, avanzaron en un liberalismo
que integraba a todas las partes, y permitió el ansiado
“orden” del porfiriato.
12 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

El liberalismo (de la Reforma) y el positivismo


(del porfiriato) fueron las filosofías del Estado; éstas
rigieron la educación, ambas convivieron en los dife-
rentes ámbitos institucionales, sobre todo poniendo
acento en la consolidación de las leyes. Así, es impor-
tante mencionar que la ideología liberal-positivista
remarcó el énfasis en el orden; sin embargo, el pro-
yecto orden del Estado surge por el ideal constante-
mente buscado a partir de la Ilustración mexicana,
que se enfrenta, en la Reforma, a un México que tiene
sus raíces en el viejo modelo colonial.
Los intelectuales de la Reforma asumen la res-
ponsabilidad de los rumbos de la nación y dan una
vuelta de tuerca a la utopía de una República Ilustra-
da. Lo mismo sucede con el grupo del Ateneo (1908),
estos intelectuales están a punto de asumir su respon-
sabilidad histórica, un ejemplo de ello es Vasconcelos
y su proyecto educativo. Sin embargo, históricamen-
te, el ideal ateneísta se ve interrumpido por la Revo-
lución mexicana; a partir de ella, el grupo se disgre-
gará y no volverá a tener la cohesión pre-revolucio-
naria. Pero, en su base siempre impulsaron un obje-
tivo clave: la cultura humanística como parte del
cosmopolitismo al cual tendría que llegar México
(América), pues tenían como meta la construcción de
un nuevo México que tomase conciencia de su situa-
ción y de su papel en el mundo.
Aunque menos políticos, los ateneístas propo-
nen una revisión ideológica de la revolución no en su
base, sino en sus ideales. Desde mi punto de vista,
coexistía en ellos la ideología del liberalismo y de la
Ilustración. Su meta principal siempre estuvo ligada
a la educación, ya que los ateneístas veían en ella el
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 13
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

proceso en el que se inscribía la conformación del


Estado mexicano moderno.
La condición por la cual Ignacio Manuel Altami-
rano fue seleccionado para este trabajo se basó en
primer lugar, por su representatividad dentro de la
línea generacional con más tradición. Altamirano
influenció decisivamente a las generaciones futuras.
De la misma manera, Altamirano puntualizó las
grandes tareas nacionales en el ámbito de la educa-
ción y de la cultura, encomiendas que las futuras
generaciones aceptaron y desarrollaron al máximo.
Se debe reconocer que en el ámbito de una historia del
suceder generacional existe un “salto” de Altamirano
a Reyes: Justo Sierra. Este último también desarrolló
el mismo pensamiento identitario. Sierra fue un dis-
cípulo aventajado de Altamirano, en cuyo pensa-
miento pudo encontrar los principios fundamentales
para el desarrollo de su magisterio, legado que supo
enaltecer y del que es deudor Alfonso Reyes. Por esta
razón, y en aras de analizar no un proceso, sino las
instancias polares de una continuidad, no sin hacer
constar que en un estudio diacrónico del pensamien-
to mexicano, resultaría inexcusable excluir a Justo
Sierra. Sierra es un puente entre el México del siglo
XIX y el del siglo XX. Su titánica labor comprende el
dejar las bases del sistema educativo nacional. Impul-
sor, además, de la soberanía nacional a través de la
formación de intelectuales y científicos nacionales.
Ya en el inicio del siglo XX, Alfonso Reyes fue
uno de los intelectuales que mantuvo un análisis
constante del México de su tiempo; su propuesta
básica radicó en integrarlo al mundo europeo. Por
supuesto, en la generación del Ateneo sus miembros
14 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

tienen la misma formación cultural, la misma base de


reflexión, la misma tarea; pueden diferir sus estilos,
más no el fondo de sus propuestas intelectuales. En
este sentido, la selección de Alfonso Reyes se basa en
su representatividad, porque él reflexionó, escribió y
defendió las principales tareas del proyecto de los
ateneístas para llevarlo a su más alto grado.
La poligrafía de Alfonso Reyes le permitió desarro-
llar ampliamente lo esbozado por los intelectuales mexi-
canos anteriores a él. La identidad, la memoria históri-
ca, la literatura, los griegos, la nación, el carácter de la
tradición: España y Europa, América. Reyes retoma
todas éstas y las desarrolla en sus obras completas como
una totalidad orgánica. Pese a lo anterior, en el ámbito
de la cultura mexicana, Alfonso Reyes es poco estudia-
do, por lo que ha quedado sólo como figura representa-
tiva de la intelectualidad mexicana. Principalmente,
por esto último, se hace necesario su estudio para
revalorar su significación en la cultura mexicana.
Este trabajo tiene el propósito principal de con-
frontar a Ignacio Manuel Altamirano, Justo Sierra y
a Alfonso Reyes a partir de cuatro aspectos funda-
mentales: la importancia del motivo del viaje; estudio
y reflexión en torno a la cultura griega; la representa-
ción de la nación y sus proyectos nacionalistas; en
estrecha relación con este último, la problemática de
la lengua y la literatura nacional, asuntos que ocupa-
ron la reflexión de los tres escritores. La finalidad no
es otra que constatar, sobre todo, sus puntos de
contacto, así como también los matices que los dife-
rencian, sin dejar de atender aquellos rasgos que los
identifican con la tradición del pensamiento ilustra-
do mexicano.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 15
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

En relación con el tópico del viaje interesa ana-


lizar cómo cada uno de los escritores aborda el senti-
do del viaje para el intelectual mexicano, el viaje
como metáfora del conocimiento y la cultura, y la
definición de los límites entre lo nacional y lo univer-
sal (occidental).
El estudio del tema de la cultura griega en
Altamirano, Sierra y Reyes ha perseguido el examen
del lugar concedido al paradigma cultural greco-
latino por los tres, a partir de la importancia del
conocimiento de la cultura griega en el proyecto
educacional, y del valor del origen griego en las
estrategias de legitimación de la cultura nacional
mexicana.
En cuanto a la valoración del concepto de na-
ción en el discurso de los dos pensadores, se han
tomado en cuenta los términos en que se prefigura la
nación en sus discursos respectivos; así como las
representaciones, imágenes y relatos de la nación.
Por último, con el estudio comparativo del lugar
que ocupa la lengua, y las reflexiones acerca de la
literatura nacional en la obra de Altamirano, Sierra y
Reyes, se ha pretendido precisar qué funciones se le
atribuye a la literatura en la expresión de la identidad
nacional.
Para el estudio comparativo de los sistemas de
pensamiento de estos autores se consideró pertinente
partir de aquellos núcleos temáticos que constituye-
ran verdaderos campos de sentido tanto en Reyes, en
Sierra, como en Altamirano, y que propiciaran una
comprensión general de los presupuestos ideoestéticos
básicos en los tres sistemas. La interpretación de
textos que se llevó a cabo no podía desconocer, por
16 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

otra parte, que se trata de escritores inscritos en una


tradición de maestros, en la cual se cuentan varias
generaciones.
De la constante histórica del discurso de la iden-
tidad se fortalece un concepto adjunto: la tradición,
que para este trabajo inicia con la herencia de la
Ilustración. El punto de partida fue la guerra de
independencia de 1810, en donde los intelectuales
(que se ha llamado generación de transición) plan-
tearon no sólo la separación económica, sino la eman-
cipación intelectual. Por las características de la des-
avenencia con la metrópoli, los letrados de ese mo-
mento histórico propusieron la búsqueda de un mo-
delo cultural, social, opuesto al hispánico, lo cual
implicó una ruptura mayor: el ocultamiento de la
tradición colonial porque esta última lo representa-
ba. El modelo cultural en el cual se fijaron fue la
Ilustración. La fundación de la Ilustración se convir-
tió en tradición al ser una constante en los discursos
de los escritores que sucedieron a la generación de
transición.
Como se lee, otro concepto clave en el trabajo es
el de generación1 porque para que el discurso de la

1. La postura de las generaciones se basa en Ortega y Gasset, “La idea


de las generaciones”, Obras Completas, Tomo 3; Ortega y Gasset
define a la generación como un determinado grupo social con
perspectivas desarrolladas por coetáneos que comparten una
misma circunstancia histórico-social; la generación se convierte en
el grupo de referencia que proporciona una imagen particular que
puede servir de marco orientador, sobre todo, porque el grupo de
referencia existe en la sociedad y en la historia y no se les puede
considerar aisladamente, así las generaciones son variantes en la
vida histórica de las relaciones sociales.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 17
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

identidad alcance historicidad y se convierta en una


tradición, es necesario que los grupos sociales discu-
tan, argumenten, consoliden proyectos culturales y
sociales en diálogo con sus predecesores y anticipen
el futuro. Una propuesta de este trabajo es la división
—polémica— de los intelectuales mexicanos en gene-
raciones. Señalaremos seis generaciones: la primera
como la generación de transición,2 ésta fue un grupo
que se convirtió en un punto de referencia y de marco
orientador para el desarrollo de las ideas posteriores.
La generación de transición rescata, principalmente,
el núcleo de ideas de la Ilustración y anexa una más:
la necesaria definición y conceptualización de quién
es el mexicano. Así la identidad se integró en los
documentos de los letrados mexicanos. La escritura
de la generación de la transición es un espacio en
donde se debate, se polemiza, se expone sobre el
quiénes somos, qué hacemos, qué país queremos, en
este sentido, son los iniciadores de esta búsqueda.

2. He denominado “Generación de la transición” al grupo de intelec-


tuales que elaboran una propuesta ideoestética a partir del movi-
miento independentista mexicano de 1810. A éste pertenecen:
Andrés Quintana Roo, J.J. Fernández de Lizardi, Teresa de Mier,
entre otros; quienes fundan la poesía patriótica, la novela mexica-
na, el ensayo, y la Constitución de 1824, respectivamente. Esta
generación se sobrepone a la irrupción del movimiento armado de
1810 y elabora una búsqueda del carácter del ser mexicano, El
Periquillo Sarniento es una clara expresión de lo anterior; este grupo
transita de la Colonia a la República, de un neoclasicismo europeo
a un neoclasicismo americano, de una dependencia en todos los
niveles a una independencia, de una concepción patrimonial a una
liberal, de la censura a la libertad de prensa; cambios finalmente que
reestructuraron la sociedad del México independentista, en esta
transformación, este grupo sostuvo un equilibrio entre las diferen-
tes formas de pensar.
18 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

Centraron su importancia en los cuatro conceptos


trabajados: viaje, griegos, nación y literatura.
Le sigue en un orden cronológico, la “Genera-
ción de la Academia”, porque es en este momento
cuando se “pulen” los primeros maestros de maes-
tros: Ignacio Ramírez (reconocido por Altamirano
como su maestro), Rodríguez Galván, Manuel Payno,
Guillermo Prieto (amigo de Altamirano), Fernando
Calderón, Carpio, Joaquín Pesado.
A la tercera, después de la Independencia, se
denominó la “Generación de la Reforma”,3 en donde
tal vez se consolida la tradición liberal, pues el triunfo
de los liberales permite afianzar al Estado mexicano,
y reunir los más diversos discursos en una sola línea
de búsqueda. A ella pertenece Ignacio Manuel Altami-
rano (como vimos, la influencia de Altamirano como
maestro es amplia, pero su más logrado discípulo fue
Justo Sierra), Riva Palacio, Francisco Pimentel, Fran-
cisco Zarco.4
Una cuarta, la “Generación del Renacimiento”,5
es de suma importancia puesto que es la que coincide
en el ámbito de la revista El Renacimiento, dirigida por
Altamirano. Esta generación es clave porque conlle-

3. Anteriormente se había fundado el Liceo Hidalgo, por Francisco


Zarco (1851). Sin embargo, no se sostiene durante mucho tiempo,
y su propuesta sólo viene a ser un eco de la Academia de Letrán.
4. Esta generación y la anterior se reunirán bajo el proyecto de La
Reforma de 1857, y la mayoría se integrará al proyecto liberal.
5. Ignacio Manuel Altamirano, en 1870, también funda lo que se
conocerá como la continuación del Liceo Hidalgo. Aunque el límite
que veo en éste es que a las reuniones sólo asistían fraternos al
maestro Altamirano, mientras que en la revista escribían plumas
diversas.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 19
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

va el punto de reunión de diversas posturas del


intelectual mexicano, además de que coincide con
una separación entre el intelectual político y el crea-
dor libre. Aparecen los primeros poetas fuera de los
ámbitos del poder: Antonio Plaza, Manuel Acuña;
también es punto de coincidencia, entre el poeta
clásico, el poeta romántico y el poeta modernista:
Justo Sierra, de suma importancia para la continui-
dad de la tradición, quien se forma bajo el resguardo
del maestro Altamirano. Sierra es la figura clave para
el entendimiento de la etapa porfirista, y del Ateneo
de la Juventud; fue el principal promotor de una
nueva educación en México.
Una quinta generación resulta la llamada
“Modernista-realista”. Es en la modernista —con un
aparente desapego hacia lo social y lo político—,
donde se busca una estética propia (lo cual, desde
nuestro punto de vista, también se convierte en esa
búsqueda de identidad). Mientras que la línea realis-
ta investiga a través de la crítica social respuestas a lo
establecido, al quiénes somos. Las exploraciones
ficcionales de Rabasa, Othón, López-Portillo y Rojas,
Nájera, y Díaz Mirón muestran realidades sociales,
políticas, económicas e ideológicas que estaban ocul-
tas por el régimen.
Por último, una generación que se ha llamado
“Generación de la Revolución Cultural”,6 la del Ate-

6. He denominado a la generación del Ateneo como la de la Revolución


Cultural porque todos sus integrantes mantuvieron una postura en
contra de la guerra, de las armas; consideraron necesaria una
revolución, mas sólo en el orden de la cultura, de la educación.
Finalmente, por esto último, sus contribuciones al México post-
20 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

neo de la Juventud (1908) mantuvo como respuesta al


positivismo de Spencer y de Comte un punto de
encuentro humanista. Sus integrantes más renom-
brados fueron Alfonso Reyes, José Vasconcelos, An-
tonio Caso, Pedro Henríquez Ureña, Martín Luis
Guzmán, Julio Torri, Ricardo Gómez Robelo, Jesús T.
Acevedo, Enrique González Martínez.
A través de estas seis generaciones del siglo XIX
y principios del XX se establece la tradición de bús-
queda de la identidad mexicana que mediará entre lo
literario, lo social, y lo ideológico. Ignacio Manuel
Altamirano, Justo Sierra y Alfonso Reyes represen-
tan intelectuales cumbres de sumo interés para esta-
blecer relaciones entre sus textos.

revolucionario se idearon con base en una modificación cultural


total. Para elaborar sus contribuciones culturales, esta generación
equilibró pasado y presente de los rasgos de la identidad mexicana.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 21
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

Capítulo I
Ignacio Manuel Altamirano,
el primer viajero

Ignacio Manuel Altamirano, escritor mexicano del


XIX, impulsó una literatura nacional que describiera
los paisajes, las costumbres, las geografías, propias
de la tierra y del mexicano. La literatura liberal
mexicana desarrolló su ideología y el carácter de
identidad que pretendía responder a las preguntas:
¿Quiénes somos, cuál es el origen del mexicano, y
cuál su forma de pensar?

El viaje como experiencia de retorno:


entre revoluciones y reformas
El siglo XIX en Hispanoamérica se inicia con los
movimientos de independencia, con ellos se gestan
los discursos de la nación moderna. En los procesos
de conformación de las naciones, los ideales de la
Revolución Francesa y el campo cognitivo de la Ilus-
tración fueron fuente de inspiración de modelos ideo-
22 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

lógicos para la elaboración de los discursos naciona-


les en Latinoamérica.
En México, a partir de 1820, diversas regiones
políticas y económicas se enfrentaron por el control
sociopolítico del país; estas fuerzas crearon movi-
mientos segregacionistas, diferencias en las regiones,
mientras que el discurso nacional luchó por conte-
nerlos en un solo Estado. Los estados federados re-
presentaban grupos sociales que, muchas de las ve-
ces, deseaban separarse de la nación o de la región.7
A través de la crónica, el escritor —nativo o no
de la región— pretende describir los cuadros de
costumbres que integran a los diversos actores de la
nación: se refieren las similitudes y las diferencias de
los pueblos que conforman a México. El intelectual
mexicano completó los discursos nacionales a partir
del conocimiento de las diversas regiones del país.
Estas narraciones son llamadas “escritura de viaje”
porque el explorador mexicano no sólo relata lo que
acontece en el periplo, sino también realiza minucio-
sas descripciones humboldtianas8 en donde se repre-
senta la geografía humana: los límites, la extensión, el
aspecto, la longitud-latitud, el clima, los ríos, la agri-
cultura, los animales, el comercio, la industria, la
población y los habitantes, la historia. 9

7. El caso extremo fue el Estado de Texas. Pero también hubo el intento


de anexión de Chiapas a Guatemala, la cual se separó de México en 1823,
así como el intento de separación de Yucatán, en los años de 1838-1840.
8. El prestigio de Alejandro Von Humboldt originó la proliferación de
las excursiones científicas del tipo de las que habían surgido con la
Ilustración. El arte y la ciencia se hermanaban en las publicaciones
de los viajes.
9. Manuel Payno, escritor mexicano (1820-1894) agrega otro tópico:
el movimiento intelectual.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 23
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

Éstos son los tópicos de la primera escritura de


viaje que se realiza en México por los intelectuales
con un objetivo obvio: conocer al mexicano en sí
mismo por sus límites, sus recursos, sus riquezas
geográficas y humanas. Es un encuentro del viajero
mexicano con su identidad interior, lo que algunos
autores llamarán el “alma nacional”.
En el proceso de reconocimiento territorial, el
viaje —como experiencia física—proporciona a los
intelectuales no sólo información sobre los lugares y
los recursos naturales, sino sobre sus propias fronte-
ras culturales, sociales y políticas. En este sentido, la
escritura de viajes contribuye a la redefinición del
México, esencialmente, con la visión no científica de
la naturaleza y las posibles relaciones de ésta con sus
habitantes.
La exploración física llega al límite fronterizo en
donde necesariamente el viajero se encuentra, se en-
frenta —estar cara a cara— con otros modos culturales,
que ya no están dentro de sus límites geográficos o
humanos sino más bien fuera de su cultura, de su
lengua y de su historia. El viajero mexicano aprende
que, a partir de las diferencias también, se muestran los
rasgos propios de su cultura; así, el viaje a Europa o a los
EUA se proyecta como la búsqueda de conocimiento a
partir de las semejanzas y diferencias con el otro.
En contraposición con los viajeros turistas, están
los viajeros intelectuales que ven en el viaje la necesi-
dad de aprender, de asimilar la cultura occidental, de
explorar sólo por curiosidad y por conocimiento,
vieja costumbre renacentista. A fin de cuentas, como
menciona Altamirano, el viaje es “ese deseo de loco-
moción, tan natural en el hombre.” (Altamirano OC
24 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

1882: 215). Es decir, inherente a él es la exploración,


la búsqueda de conocimiento científico, de progreso
material y espiritual.
El principio del viaje al extranjero tenía como
finalidad importar ideales que permitieran terminar
con la “barbarie” mexicana. Ésta era la meta de las
elites aculturadas occidentalmente (en un principio,
los modelos fueron Francia, Inglaterra, y los Estados
Unidos. Fray Servando Teresa de Mier, por ejemplo,
estuvo en el Estado de Filadelfia, en Francia, y en
Inglaterra, e intentó importar esas ideas para Méxi-
co) las cuales reconocen la necesidad de unificar, en
teoría, 10 a los distintos grupos que forman parte de la
República. Así pues, se buscan modelos que permitan
ordenar, disciplinar el “caos” del México “bárbaro”
con la finalidad de ser modernizado. Desde la pers-
pectiva de los intelectuales mexicanos, Occidente
representa el conocimiento, el desarrollo tecnológico
y la cuna de las ideas filosóficas. Ésta es la tarea
primordial que enfrentan los intelectuales durante el
siglo XIX. ¿Cómo apropiarse de estos paradigmas y
adaptarlos a las realidades de los estados emancipa-
dos? Los escritos de viaje contribuyeron en este pro-
ceso al describir y reflexionar sobre, en primer lugar,
la alteridad, el otro desarrollado y civilizado; en
segundo lugar, sobre los signos de la modernidad
plasmados en las ciudades europeas, resultado de la
civilización. Aunque es poca la información que en

1 0 . Se nombra como proceso teórico porque no responde a la realidad


de los distintos grupos indígenas que, aunque hay un intento de
escucharlos, se hace desde una distancia; desde el “verdadero
conocimiento” europeo.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 25
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

1882 se tiene en México sobre los viajes a Europa:


“Pero si escasa es nuestra literatura de viajes por lo
que respecta al interior del país, sus productos son
rarísimos en lo que se refiere a los viajes en el extran-
jero.” (Altamirano OC XIII: 230)
El deseo de los intelectuales como Altamirano es
que se viaje hacia Europa para apropiarse de los
discursos de progreso y civilización. Con esa adqui-
sición de valores ideológicos, los intelectuales mexi-
canos comienzan a formar su propio modelo cultural
e ideológico con el afán de ingresar a la modernidad.
Se debería viajar al extranjero para importar los
modelos de las ciudades y las formas de vida de los
países desarrollados con la esperanza de cubrir esos
vacíos en la Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos, sobre todo, porque las leyes y las
reformas no se aplicaban a la realidad mexicana. Sin
embargo, en las circunstancias histórico-sociales del
México post-independentista no fue fácil la práctica
de la Constitución ya que la sociedad mexicana de su
momento no estaba preparada para ello. Así, impor-
tar estas formas de vida permitiría la legitimación de
las nuevas estructuras de poder, la creación de insti-
tuciones 11 en la construcción de la nación moderna;
sólo el discurso Ilustrado de la razón haría posible el
proyecto modernizador. Entonces, la ciudad de Méxi-
co representaba el receptáculo de las fuentes cultura-
les europeas a partir de las cuales sería posible cons-
truir una sociedad civilizada; para lograr esta meta
era necesario someter el territorio “salvaje” a las

1 1 . Las instituciones heredadas de la colonia se integran como nacio-


nales, como es el caso de las jurídicas.
26 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

normas emanadas de las ciudades; la educación era


una de estas medidas (Rama 1984: 16).
Ante la antítesis entre ciudad/campo, escritu-
ra/oralidad, prevalece una jerarquización social
que se manifiesta por el dominio de la escritura, ésta
garantizó el poder de la ciudad sobre el campo, la
escritura sobre la oralidad. Tanto ciudad como es-
critura fueron los lenguajes simbólicos que normaron
la vida de las comunidades de inicios del siglo XIX a
través de leyes que instituyeron “el orden”: testimo-
nio de la ciudad letrada. 12 Con ello, los letrados
estratificaron la sociedad mexicana con base en el
poder heredado de la colonia; así, la ciudad y la
escritura colonial, aún después de la independen-
cia, imperan como parte de la búsqueda del espíritu
del pueblo, 13 que es la representación de la nación,

1 2 . Ángel Rama, (1984) La ciudad Letrada, examina el origen de las


ciudades en América Latina y hace una distinción entre la ciudad
física, producto de la planeación de los conquistadores, y la ciudad
letrada resultado del orden de los signos que representaban funcio-
nes culturales de las estructuras del poder a cargo de los grupos
letrados que representaban una minoría. La oposición entre la
ciudad letrada y la ciudad real es que “La ciudad letrada quiere
ser fija e intemporal como los signos, en oposición constante a la
ciudad real que sólo existe en la historia y se pliega a las transfor-
maciones de la sociedad” (Rama 1984: 55). Es decir, la ciudad
letrada se definía a sí misma por el manejo de esa lengua minoritaria
que los letrados defendían y procuraban mantener. El uso de la
lengua escrita sobre la oral le permitió organizar leyes, clasificacio-
nes y distribuciones jerárquicas.
1 3 . Para Guerra tanto el “pueblo” como la “nación” son ficciones
creadas por las elites criollistas para legitimarse en el poder. Antes
de los movimientos de independencia no existía el pueblo, la
sociedad estaba conformada por comunidades campesinas y sus
autoridades tradicionales, la iglesia era el instrumento del poder
real. Entonces quién conforma el “pueblo” teórico, son los que han
adquirido un baño de cultura moderna, los “elegidos”, las elites
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 27
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

de la identidad del mexicano. Así, los ciudadanos


debían ser educados, instruidos, en la lengua espa-
ñola americana la cual funcionaría como sistema de
comunicación. Simón Rodríguez escribe al respecto:
“Nada importa tanto que el tener pueblo: formarlo
debe ser la única ocupación de los que se apersonan
por la causa social.” (Rodríguez citado por Rama
1984: 62).
Por supuesto, lo que señala Rama es, para la
mayoría de los países de América Latina una cons-
tante: serán los letrados quienes dominen el ámbito
social, político, económico. Pero en México, ante la
imposibilidad de la masificación de las letras (uto-
pía propuesta por los intelectuales) tres estrategias
clásicas se integran para cultivar al pueblo: el tea-
tro, la oratoria, y la declamación. Es decir, repre-
sentaciones orales de la escritura, misma que tam-
bién se difundía a través de un gran aliado: el
periódico.

Renacer en la escritura:
el periódico y su fundamento
El papel que desempeñó la imprenta fue primordial
para la formación de la nueva elite mexicana. Desde
la fundación del Diario de México (1808), hasta los
periódicos como El Iris, o los semanarios, o los del

ilustradas, las que “piensan” y se piensan como la “voz de la


nación”. Están también los insurrectos, aquellos que han mostrado
con la acción armada que son el pueblo que actúa. Son éstos los
actores reales del poder político moderno, el “pueblo” real, aquel
para quien se hacen las constituciones.” (Guerra 2001: 333).
28 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

“Pensador mexicano”,14 las publicaciones estable-


cían un debate constante con los intelectuales ilustra-
dos de Europa, o con las nuevas tendencias de pensa-
miento; su objetivo principal era ilustrar al pueblo,
de hecho una de las primeras manifestaciones de la
Ilustración en México fue la aparición de gacetas.15
Así, los periódicos mexicanos de inicios de siglo XIX
se caracterizan por crear una imagen costumbrista
del sitio en donde publicaron, por su deseo de educar
al pueblo, por la apertura de espacios de discusión
para la identidad nacional, el pasado y el presente
mexicano, y de 1820 a 1825 —aproximadamente—
discutieron en torno a los héroes de la independencia
nacional.
El periodismo, entre el periodo de la emancipa-
ción y la consolidación de los estados nacionales, se
afianza como el medio básico de distribución de la
escritura. La escritura es para el intelectual la orde-
nadora del sentido, de una vida pública racionaliza-
da. Por lo tanto, el periódico era el lugar donde se
debatía la cultura que hacía una diferencia entre la
“civilización” y la “barbarie”. Es donde se formaliza
la visión utópica de lo que “debería ser” la polis, la
vida pública en vías de racionalización (Rama
1984:92-93).
Dos discursos se conjuntan, la idealización de la
sociedad mexicana y la producción (discusión, plan-

1 4 . Fernández de Lizardi fundó los siguiente periódicos: El Pensador


Mexicano (1812) Alacenas de frioleras (1815), Caxoncito de alacenas
(1816), El conductor eléctrico (1822), Amigo de la paz y de la patria
(1822), Correo semanario de México (1825).
1 5 . Las gacetas tuvieron una corta vida, sin embargo, fueron la base
para los diarios, los periódicos y los semanarios de siglo XIX.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 29
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

teamiento, proposición) de la imagen de la naciona-


lidad, lo que Benedict Anderson, llama una “comu-
nidad imaginada”. El autor enfatiza, en la historia de
la construcción del sujeto nacional y de su identidad,
la importancia de la escritura para la regulación y
delimitación del espacio nacional. Así, el periódico
participa en la producción de un público que será la
base de las imágenes de la nación emergente, al
convertirse en el medio que permitió la extensión del
orden racionalizado hasta las zonas subordinadas a
la “barbarie”, pues se debía transformar al “bárbaro”
en lector; se tenía que someter su oralidad a la ley de
la escritura que es uno de los proyectos ligados a la
voluntad de ordenar y generar el espacio nacional.
Esto convierte al periodismo en un mecanismo peda-
gógico fundamental para la formación de la ciudada-
nía. ¿Entonces, cómo incorporar al analfabeta a la
escritura? Esta situación la salva la aparición de un
mediador quien lee el periódico para la comunidad
analfabeta, y gracias a este intermediario la escritura
será capaz de extender su dominio más allá del
reducido mundo del público urbano (Rama 1984:94),
que en México son representadas por las ciudades
más importantes.
La extensión del dominio también se intenta por
parte del escritor; comienzan los viajes al interior del
país, mitad por las condiciones personales del litera-
to, mitad por la necesidad del gobierno de mandar
gente preparada a esos lugares. Estos escritores en-
vían la escritura de ese viaje a los periódicos: cróni-
cas, monografías, cartas personales, escritos políti-
cos, cuentos del lugar, recopilaciones de leyendas del
lugar, todo lo que pareciere interesar al lector ilustra-
30 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

do o no. Todo lo que integra al mexicano. En estos


escritos se habla de similitudes y diferencias, de iden-
tidad. Altamirano da cuenta de este aspecto:

En el interior, habría sido utilísima para hacer-


nos conocer nuestra propia geografía. Sabido es
que en esta materia enseñan más los libros de
viajes que los libros metódicos que se contienen
datos, aunque precisos, áridos para la imagina-
ción, difíciles para la memoria. (Altamirano OC
XII: 228) (1882)

El periódico descubre el valor comercial de las


memorias de los viajeros y explota esa posibilidad.
Ignacio Manuel Altamirano es heredero de esta tra-
dición de periódicos; él mismo funda tres: El Federa-
lista, La Tribuna, La República; la revista El Renaci-
miento, con cincuenta y tres números publicados; él
tiene plena conciencia ilustrada respecto al periódi-
co: “[...] el hecho es que entretanto llega el día de la
igualdad universal y mientras haya un círculo redu-
cido de inteligencias superiores a las masas, la nove-
la, como la canción popular, como el periodismo,
como la tribuna, serán vínculo de unión con ellas,[...]”
(Altamirano OC XII:55) (1868)
Éste será el tipo de defensa que Altamirano
utilizará para el periódico y su consolidación; éste
permite la masificación de ideas, pensamientos, cul-
tura, e información necesaria para el pueblo. Además
su producción es barata. Ve, pues, en el periódico la
forma de encuentro entre el intelectual y las masas.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 31
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

La desilusión del viajero


Altamirano cuenta con una amplia trayectoria de
viajes, inusual en el hombre mexicano medio de su
tiempo, comparada con los mejores viajeros intelec-
tuales contemporáneos en México. Realiza los si-
guientes viajes: el viaje en el interior de la República,
de Guerrero a Toluca, a México (para sus estudios);
los viajes a través de la República Mexicana en defen-
sa contra los franceses; el viaje hacia el exterior, va a
Europa en el año de 1889, allí muere en 1893. Su
constante viaje a través de la historia y de la literatu-
ra: ve en los viajeros, en especial en los ilustrados,
como aquellos que se encuentran con el progreso. Se
expresa así de la historia:

La historia antigua de México es una mina in-


agotable. Los sabios extranjeros dirigen miradas
llenas de interés, los viajeros ilustres visitan a
porfía las grandiosas minas de Yucatán, de Pa-
lenque y de Puebla, con la misma curiosidad con
que visitan las de Egipto, de la India y de
Pompeya. (Altamirano OC XII: 34) “Revistas lite-
rarias de México”

La historia, pues, es un tesoro que debe buscarse,


debe emprenderse un viaje para tal fin; los historia-
dores están al mismo nivel que los viajeros ilustres: en
ambos impera la curiosidad. El deseo de Altamirano
es que el viajero visite los monumentos arquitectóni-
cos prehispánicos que están al mismo nivel de las
civilizaciones antiguas.
La travesía es conceptuada desde diferentes
perspectivas por Altamirano, quien percibe diversas
32 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

aplicaciones en las ideas del viaje. Una de ellas, la


presenta como desarrollo, como idea de meta, de
llegar a un puerto: el ansiado progreso.

Los mexicanos viajan poco, y los que viajan no


escriben ni publican sus impresiones [...] nos es
desfavorable una comparación relativa con los
Estados Unidos de América, cuyos hijos recorren
a bandadas todas las partes del mundo en busca
de negocios o de distracción. (Altamirano OC
XIII: 215) (1882)

Altamirano precisa, además, que el poco movi-


miento viajero de los mexicanos se debe, esencialmen-
te, a los trescientos años de colonia, ya que “nuestra”
tradición es el viaje:

Y aquí hay que considerar un fenómeno digno de


atención, por extraordinario. Lo que puede lla-
marse la sociedad mexicana moderna, es hija de
dos razas esencialmente móviles y atrevidas,
muy dadas a los viajes y apasionadas de las
aventuras, como fueron la raza española del siglo
XVI y la raza azteca. (Altamirano OC XIII: 216)
“Introducción al viaje” (1882)

La herencia se lleva al extremo racial, como si el


elemento del viaje fuese parte de la propia genética, y
por la mezcla de razas, el mexicano, para Altamirano,
debería tender al viaje, a la aventura. Su propuesta es
que con la Independencia se dé, paulatinamente, el
movimiento viajero mexicano para que a través de una
“literatura de viajes” se conozca el mundo cultural. Esta
literatura debe semejarse a la de Humboldt: describir la
belleza del paisaje en reunión con la cultura, la raza, la
política y la sociedad; Humboldt es, para Altamirano, el
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 33
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

primero de los viajeros que ha logrado esta estética:


“Después de Humboldt hay mil viajeros y aún viajeras,
que han escrito sobre México, unos apasionados como
el de Lovestern o el de madama Calderón.” (Altamirano
OC XIII: 229) “Introducción al viaje” (1882)
Es Humboldt quien, además de la fineza de su
pluma, escribe objetivamente de México, de los más
diversos ambientes: “El barón de Humboldt, fue el
primero que reveló a Europa civilizada las miserias y
las grandezas de nuestra vida minera.” (Altamirano
OC XIII : 242) “Prólogo a Las minas y los mineros de
Pedro Castera” (1887)
La influencia de Humboldt en los intelectuales
del siglo XIX es definitiva en muchos sentidos. A
partir de él, los escritores esbozarán monografías
geográficas y humanas sobre el territorio. Además, el
ilustrado Humboldt presentó en sus escritos un Méxi-
co que se muestra ante los ojos europeos como una
ciudad civilizada, como un país en progreso. Los
escritores mexicanos del siglo XIX tuvieron gran res-
peto hacia Humboldt, no sólo por los elogios que
dedicó al país: “Ciudad de los palacios”, expresión
que dedicó a la ciudad de México; sino porque tam-
bién se integró al movimiento independentista mexi-
cano y americano, lo que impulsó, aún más, el apre-
cio de los americanos hacia él.
Humboldt, y las posteriores expediciones euro-
peas,16 desarrollaron la necesidad de las sociedades

1 6 . Aunque bien es cierto, coincidentemente con Mary L. Pratt, los


europeos y norteamericanos en realidad tienen intereses
expansionistas, sus expediciones son para conocer las materias
primas de América Latina, y consecuentemente explotarlas.
34 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

científicas de Geografía, que tenían para Altamirano


un objetivo muy claro: explorarse a sí mismos, a
través de los relatos de los viajeros conocer “nuevos
descubrimientos y con dibujos e ilustraciones de toda
especie, dando a conocer monumentos antes ignora-
dos, nuevas plantas, habitantes de regiones poco
exploradas” (Altamirano OC XIV 1883:53). El inte-
lectual reconoce que el europeo adquiere una gran
ventaja política, económica y cultural al explorar la
geografía humana de México. Por ello, Altamirano
insiste en buscar ese reconocerse a sí mismo para
crear una visión propia:

Así pues, descartaremos también de las novelas


de costumbres algunas que el americano Maine
Reid, que tiene pretensiones de imitar a Cooper,
y que ha pintado a los mexicanos de un modo que
ni ellos mismos se conocen. (Altamirano OC XII:
53) “Revistas literarias de México”

Altamirano responde a la visión que tienen los


americanos sobre el mexicano, en un libro en donde
inclusive su maestro Ignacio Ramírez ha participado:
Los mexicanos pintados por sí mismos. Éste es el llama-
do que Altamirano hace para su literatura de viajes:
una escritura en donde las costumbres, las socieda-
des, los paisajes reflejen algo del mexicano.
La geografía física y humana, entonces, es otra
manera de escribir el espacio de México. Se convierte
en un artificio de los intelectuales liberales para reco-
nocer las fronteras:17 geográficas, sociales, culturales,

1 7 . Los liberales fueron los que impulsaron la ley de deslinde en 1857.


IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 35
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

políticas y económicas. En este sentido, la estética del


paisaje, ya sea en la descripción o en la obra pictórica,
ingresa a la literatura de viaje. No sólo recupera la
tradición impuesta por Humboldt, sino supera al maes-
tro. Este viaje interior se encuentra representado en
Clemencia: “[...] Guadalajara por su belleza, por su
situación topográfica, por su antigua importancia en
tiempo de los virreyes, la que no ha disminuido en
tiempos de la república.” (Altamirano OC III: 170)
(1869)
Es la invitación postal a Guadalajara, que por la
situación política en la cual se desarrolla la novela —la
invasión francesa— sólo es para los mexicanos, o los
amigos de los mexicanos: “la curiosidad más grande a
los viajeros mexicanos que la ven por primera vez”
(Altamirano OC III: 171), ya que Guadalajara, dice
Altamirano es el “centro agrícola”, “comercial” de la
región occidental de México. Para más certeza: “según
datos estadísticos recientes” (Altamirano OC III: 171) la
población tiende a disminuir. La presentación no termi-
na ahí, continúa con sus hombres valerosos, sus hermo-
sas mujeres; la franja de desierto, siempre finalizando
en un oasis. Sus ríos, sus sierras: “En la cadena de la
Sierra Madre que atraviesa serpenteando el estado de
Jalisco, y cuyos ramales toman los nombres de Sierra de
Mascota, Sierra de Alicia y el del más al norte el de
Sierra del Nayarit.” (Altamirano OC III: 171)
La geografía es humana y física, integrada a la
novela, para que la fruición lectora sea capaz de
asimilar el conocimiento que se vierte sobre Guadala-
jara. El narrador sabe que abusa de la libertad de
mezclar el conocimiento con la ficción: “Perdonen
ustedes mi afición a describir, y no la juzguen tan
36 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

censurable mientras ella sirva para dar a conocer las


bellezas de mi patria, tan ignoradas todavía.”
(Altamirano OC III: 174)
El otro viaje, la aventura hacia el exterior, es la
vuelta a Europa. Es un retorno porque Altamirano,
en la madurez de su vida, confronta a la Europa real
con la Europa leída. En primeros momentos encuen-
tra a una Europa desinteresada o poco conocedora de
la realidad americana. Sin embargo, entre su puesto
diplomático, 18 los viajes al interior de Europa, la
diabetes que lo llevará a la muerte, sus escritos, el
maestro elaboró la novela El Zarco, y esbozó Atenea.
Ambas novelas son una presentación, ante la
sociedad europea, de las condiciones de la geografía
y de la inteligencia en México. 19 Esto lo expresa
Altamirano en El Zarco 20 ya que es una tarjeta postal
de las bellezas, la moral, el desarrollo, las riquezas, la
política, de México. Estas descripciones son obliga-
das para el maestro Altamirano porque Europa es
ignorante de la realidad mexicana:

Los literatos parisienses son encantadores. Co-


mienzo a conocerlos, a tratarlos. Nos quieren
mucho, pero nos ignoran mucho, y se sorprenden
cuando les hablo de nuestro movimiento litera-

1 8 . Una de las pocas maneras que tiene el intelectual mexicano para


viajar a Europa es la carrera diplomática. Esta relación entre viaje
y diplomacia es realmente interesante de estudiar sobre todo
porque señala los nexos entre los intelectuales y el poder político.
1 9 . Aunque se debe señalar que en el caso de la novela Atenea las
referencias hacia América Latina, sobre todo a Sudamérica son
constantes.
2 0 . Principalmente esta novela porque es la que el maestro termina;
Atenea, insisto, quedó inconclusa.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 37
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

rio. Pero nos ignoran más en España. (Altamirano


OC XXII: 56) “Carta dirigida a Joaquín Cassasus”
(1890)

La desilusión de Altamirano fue inmediata ante


el desconocimiento de Europa sobre América, sobre
todo, porque él creía que Europa tenía los ojos pues-
tos en la realidad mexicana; el desencanto del maes-
tro radica esencialmente en que él busca una expe-
riencia cultural auténtica, un diálogo verdadero; se
encuentra con que él tiene que describir, y re-escribir
el mundo mexicano. El Zarco sirve muy bien a estos
propósitos. Altamirano presenta con El Zarco una
literatura de viajes para el europeo. Una invitación a
conocernos aunque esto sólo sea a través de la litera-
tura. Desde el principio intenta describir a los perso-
najes en sus características físicas, raciales, así como
morales. Aunque no justifica la violencia del periodo,
establece claramente que las condiciones políticas y
sociales del país han permitido erradicar ese proble-
ma; sin embargo, con Benito Juárez (quien aparece
como personaje histórico) en la presidencia de la
República esto tendería a cambiar. Asimismo,
Altamirano explica cómo la geografía da una identi-
dad al mexicano.
En toda novela, el espacio desempeña un papel
importante, en El Zarco, el ámbito “Yautepec” es
metonímico del México que Altamirano quiere repre-
sentar; lo que en ese terreno suceda pasará en la
República. Por supuesto, el narrador conoce de la
ignorancia que priva en Europa y presenta así este
territorio: “tal es la exuberancia con que se dan,
agrupándose”, “de Cuernavaca”, “empinada sierra
38 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

de Tepoztlán”, “pueblo mitad oriental, mitad ameri-


cano”; precisa diciendo que es “semejante al de todos
los de las tierras calientes de la república” (Altamirano
2000:09-10). Para mayor información para el lector
europeo:
“En lo político y administrativo Yautepec, desde
que pertenece al estado de México, fue elevándose de
un rango subalterno y dependiente de Cuernavaca
[...] el río y los árboles son un tesoro [...] se compone
de razas mestizas.” (Altamirano 2000: 14)
El paisaje se somete a casi todas las condiciones
que predominan en la comunidad de Yautepec: polí-
tica, raza, belleza, administración; que permiten a
Altamirano no sólo presentar a México, sino su pro-
pio espacio de infancia. En este sentido, Altamirano
se reinventa un lugar idílico, la perspectiva no dista
mucho de la imaginería de los primeros cronistas, “los
árboles son un tesoro”.
Así, la re-invención de la geografía se establece
por la distancia que comunica el viaje, el contacto con
el otro, el espejo de los europeos. En donde Altamirano
encuentra, eso es cierto, la ciudad letrada europea y
la confronta con su pasado bárbaro que debía ser
civilizado. Este sentimiento en Ignacio Manuel Altami-
rano se muestra cuando el personaje de Atenea,
reflexiona y habla sobre sí: “Esto era impertinente de
mi parte; lo sé, pero no estuvo en mi mano impedirlo.
Había algo del salvaje americano en mi actitud.”
(Altamirano OC IV: 268)
En esta última novela, Altamirano, en circuns-
tancias de narrador-viajero, muestra con la escritura
de viaje, cómo se participa al mismo nivel de la
construcción del discurso de la sociedad civilizada;
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 39
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

es decir, el personaje se “sabe” comportar, pese a su


actitud de “salvaje americano” a la altura de cual-
quier europeo. Con ello, el narrador pretende ense-
ñar también a aquel otro viajero americano-mexica-
no que lea la novela, para que sepa cómo desenvol-
verse en las ciudades modernas europeas. Así como
también reflexionar sobre el lugar que ahora ocupan
las naciones americanas en la distribución económi-
ca y territorial, así como cultural.
Altamirano quiere consolidar la visión de domi-
nio de la civilización en todos sus ámbitos: ciudad/
campo. El maestro desea que el proyecto de la Ilustra-
ción cubra ambos espacios, esto implicaba llevar la
conciencia de la ciudad al campo, la civilización al
campo: búsqueda de un pastor culto; civilizar el
campo o naturalizar la ciudad. Que en El Zarco se
establece claramente cuando ingresa el espacio de la
ciudad de México, representado prototípicamente
por dos personajes “históricos”, Don Benito Juárez y
Martín Sánchez Chagollán. Éstos tienen el objetivo
de “limpiar” la zona de la tierra caliente de bandole-
ros, para poner “orden”, en la misma. El pastor
civilizado es Nicolás.
Aunque es cierto, que la novela Atenea se en-
cuentra inconclusa, en donde el proyecto estético del
maestro no se consolidó, y que el personaje femenino
vale por la revelación de la importancia en la sensibi-
lidad romántica (Sol 1997:205); también es cierto que
el planteamiento es la apertura de un diálogo, desde
mi punto de vista, entre la inteligencia mexicana (o
americana, el maestro ya no hace precisamente la
diferencia) representada por el personaje, llamémos-
le Altamirano y, la inteligencia europea representada
40 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

por el personaje llamado Atenea, juego no causal en


donde sólo cabe la posibilidad de Palas Atenea, diosa
de la sabiduría, para algunos, de la inteligencia.
Independientemente de la novela inconclusa,
Altamirano presenta el posible destino de México si
sigue el camino de la civilización. Ese futuro está en
la ciudad moderna europea, él como viajero provee
la descripción de las ciudades civilizadas y sus habi-
tantes, que son el ejemplo a seguir. Además, su
reflexión sobre el amor lleva esencialmente a pensar
que su propuesta era la revisión de éste como resulta-
do del conocimiento, de la razón. En esta reflexión,
Altamirano compara el mundo americano con el
europeo estableciendo la diferencia en una constante
dualidad que se deberá resolver en la medida de
que las naciones americanas modernas alcancen su
mayoría de edad: barbarie/civilización, ignorancia/
conocimiento, oralidad/ escritura; amor/ razón,
hacia donde el viajero debe emprender su travesía.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 41
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

El palimpsesto griego
en Ignacio Manuel Altamirano

Creo que el primer viaje cultural que los mexicanos


emprendieron fue la búsqueda de las raíces ancestrales.
El criollo se imagina parte de una raza mestiza, cuyas
bases serían: la raza prehispánica,21 en especial la
mexica. La otra, ante la ausencia de España se presen-
ta como única alternativa de tradición: el mundo
grecolatino. De la primera se heredará la sangre del
guerrero, el arrojo, la tonalidad del color de la piel; de
la segunda, la reunión entre dos grandes culturas que
darán pie a la formación de la República independien-
te. Sin embargo, a la postre, sobre todo con la victoria
política de los liberales y la separación de Roma cató-
lica, los intelectuales como Altamirano optaron por la

2 1 . Aunque claramente se debe señalar que la idealización del criollo


por este origen va enfocada a la elite de los gobernantes de la
sociedad azteca; y no al indígena real, con el que convivía en el año
de 1810.
42 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

“pureza” de Grecia. ¿Qué buscaban en Grecia? Las


raíces occidentales de la tradición mexicana, es decir,
la negación del mundo indígena y la aceptación del
mundo europeo; esto como respuesta a quién es y de
dónde viene el mexicano. La vuelta a Grecia clásica
tuvo un principio lógico: Grecia era fundadora del
primer estado democrático, Atenas, el ideal buscado
por los intelectuales mexicanos del XIX. Asimismo,
Grecia cimienta las bases de la filosofía occidental que
sustentará el desarrollo del pensamiento científico,
además de las bases para la educación en las letras y
las artes. Los intelectuales mexicanos deseaban, pues,
ser parte de ese origen, para serlo de la modernidad y
del progreso.
En este capítulo, se responderá al porqué del
deseo de encontrar en Grecia las respuestas a las
propias características mexicanas. Éste es el primer
regreso a lo que se conocerá como tradición. Por lo
cual, verán en la cultura griega las primeras bases para
la constitución de las escuelas en México ya que en
Grecia encontrarán los fundamentos para el desarro-
llo de la cultura mexicana. La escuela griega proveerá
de cultura, política, poética, filosofía, formas de hacer
y de ver el mundo. Así, la propuesta es que Grecia
puede muy bien integrarse al mundo moderno, y el
mundo moderno puede integrarse a Grecia, es el inte-
lectual quien desempeña un papel preponderante para
hacer posible esto. Una de las formas en cómo Grecia
se integra a la cultura mexicana es para Altamirano la
copia que se debe hacer de su epopeya, feliz unión
entre el canto y la nación. Se notará, en este sentido,
que Altamirano no analiza la cultura mexicana, salvo
en uno que otro caso; pues se muestra interesado en la
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 43
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

cultura sudamericana, allí es donde el maestro en-


cuentra una epopeya nacional digna de imitarse, y
semejante a la de los griegos. Éste es un cambio de
perspectiva interesante en el discurso de Altamirano
ya que muestra que observaba los fenómenos cultura-
les desde una perspectiva cosmopolita, y no tan nacio-
nalista como se podría presuponer. El capítulo finaliza
con el análisis de la novela Atenea, en donde se encon-
trará que Altamirano visualiza el encuentro, mestiza-
je, entre mundos y culturas como la única alternativa
para el desarrollo de la razón humana.

Los griegos en la tradición


Este viaje cultural de vuelta a Grecia dura todo el
siglo XIX. El intelectual indaga el reflejo de los griegos
en su mundo, político, social, artístico, científico: la
escritura sobre ese primer manuscrito borrado. De
hecho, Béjar menciona que ese ambiente griego se
respiraba circa 1900: “Para Rodó, América Latina
tenía como misión ser la representante, en el nuevo
mundo, de las mejores tradiciones y valores de la
cultura grecorromana”. (Béjar 1990: 60)
La idealización del modelo griego fue total, se
adhería a todos los órdenes, sobre todo cuando la
sociedad mexicana ingresa en una crisis identitaria
que es consecuencia de la Independencia, o de sus
constantes luchas internas por el control y el poder.
Los griegos permitirían a la conformación del
intelectual mexicano amplias libertades, y conceptos
para su idealización; no se había corrompido en
términos religiosos, como el catolicismo romano; era
44 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

una sociedad con amplio margen de tolerancia. Asi-


mismo, idealmente, era una sociedad en donde el
“ciudadano” podía tomar decisiones. Amén de un
pueblo en amplio desarrollo, que pese a su carácter
politeísta, desarrolló un uso de la razón que permitirá
a Ramírez expresar: “No hay Dios, los seres de la
naturaleza se sostienen por sí mismos.” (Altamirano
OC XIII: 111)
Además, en casi todos los discursos de los inte-
lectuales entran los elementos griegos como orna-
mentaciones naturales de los mismos: liras, cantos,
himnos, epopeyas, son lo que acompañan las diserta-
ciones; esa sensación de una Grecia que pertenece al
intelectual mexicano: “[...] nosotros que adoramos los
recuerdos clásicos de Grecia y Roma [...]” (Altamirano
OC XII: 37) “Revistas literarias de México”

Así preguntará triste viajero.


Fúnebre voz responderá tan sólo:
¿Qué es de Roma y Atenas? (Clásicos XIX y XX: 64)

Esta Grecia y Roma de Altamirano no sólo es parte


de la letra muerta, sino está presente en la memoria, ésta
es la que consolida el pasado de los mexicanos. La
cultura grecorromana también pertenece al país, sobre
todo porque se es parte de: “[...] la leyenda fabulosa y
exclusivamente sensual de la antigua Grecia [...]”
(Altamirano OC XII: 39)
Altamirano estructura el conocimiento sobre Gre-
cia como un acto íntimo, genealógico, efectuado de
recuerdo a recuerdo, de oído a oído. Se conoce Grecia
porque es parte del folclore mexicano “la leyenda fabu-
losa”; porque, además, es el modelo ideal que cualquier
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 45
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

país culto debe alcanzar: “[...] siguiendo su camino (el


Renacimiento) aunque buscando a través de nuevas
formas la pureza del ideal deseado, del ideal eterno, del
ideal helénico”. (Altamirano OC XIV 1874: 110)
No sólo porque los intelectuales eran “Admira-
dores nosotros de la antigüedad clásica” (Altamirano
OC XII: 40), sino porque ese ideal se ha mantenido
intacto, ha sido la base de la civilización occidental.
Altamirano también previó que era necesario el estu-
dio de los helenos, y siempre tiene una frase positiva
para ellos, sobre todo, porque eran pocos los investi-
gadores:

[...] la deliciosa traducción de los idilios de Bion


de Esmirna, hecha por “Ipandro Acaico” (el pa-
dre Montes de Oca) helenista de primer orden y
miembro de los Árcades de Roma. (Altamirano
OC XIII: 12) “Apertura del periódico El Renaci-
miento” (1869)

Altamirano, como la mayoría de los intelectuales


del siglo XIX, tenía como modelo a la cultura helénica.
En cuanto a esta última, se encuentran dos momentos
especialmente importantes en Altamirano, los escritos
que se han ordenado bajo el título de Escritos de
literatura y arte, y la novela póstuma e inconclusa,
Atenea. Ambos escritos son la base del análisis de
Altamirano y su relación con los griegos.

Los griegos y cultura


Altamirano verá siempre a la cultura griega como
una escritura en palimpsesto, tal vez con modalida-
des de la latina, pero
46 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

[...] no hubo escuela de pintura propiamente ro-


mana, después de la introducción del arte griego
en Roma, y que sólo por transacción podría
admitirse la denominación de pintura grecorro-
mana para aquella pintura que no hacía más que
imitar la de los griegos. (Altamirano OC XIV: 244)
“La revista artística” (1884)

En la descripción de un ideal, la pureza no puede


tener imperfecciones. Por ello, la escritura de Altamirano
enaltece el carácter del prototipo para cualquier arte ya
que los griegos no “imitaron” a ninguna cultura:

En su juventud y aún en su edad madura, los


gimnasios, los liceos y las academias, como en las
repúblicas de la antigua Grecia, la escuela ele-
mental, la escuela superior y las universidades,
como en Suiza, en los Estados Unidos, en Francia
y en México. (Altamirano OC I: 394) “Discurso de
la instrucción primaria, gratuita y laica” (1882)

Altamirano presenta a los griegos como el motor


de la civilización moderna. En este caso, atribuye el
desarrollo griego a la educación de su juventud. Así,
para el maestro, educación, ilustración y progreso de
un pueblo van necesariamente unidos. Para él, pues,
es forzoso afirmar que la cultura mexicana tiene su
base en la educación, que no sólo es la imitación de
otros modelos, sino que busca en su propia escuela:

[...] hacen que la escuela que fundó Ramírez en el


instituto de Toluca, tengan gran semejanza con
las escuelas griegas de la antigüedad o con las
escuelas de la Reforma en el siglo XVI. (Altamirano
OC XIII: 127) “Biografía de Ignacio Ramírez.”
(1889)
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 47
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

Para Altamirano, el respeto por la cultura


grecolatina se basa no sólo en lecturas, sino en la
aplicación de sus preceptos. Esto es lo que permitirá a
América Latina la reinvención de lo heredado. Estas
bases consentirán fundar una escuela que contenga
los elementos de la etapa griega clásica, mezclada con
nuestra cultura mexicana para cultivar todos los basa-
mentos griegos en las artes y en la escritura: para el
maestro Altamirano, el primer sentido poético de La
Ilíada es clave para el entendimiento de la poética
mexicana de su siglo:

Ahora bien: echemos una mirada retrospectiva, y


de Homero a nuestra época no nos encontrare-
mos un solo momento sublime de la literatura que
no esté fundado sobre una de estas bases o sobre
todas, porque es casi indispensable que vayan
unidas. (Altamirano OC Tomo IX: 119) “Cartas
sentimentales” (1872)

Pero no sólo son las pasiones que se han copiado


de los griegos, sino son también sus normas. Las reglas
son claves no porque los estados modernos occidenta-
les las sigan, sino porque ellas permiten el ingreso,
desde la tradición griega, del desarrollo de la cultura
mexicana. El maestro ve en los griegos los fundamen-
tos de la crítica literaria: “[...] La unidad, precepto
clásico que Aristóteles estableció, deduciéndolo de la
belleza del gran poema helénico, [...]” (Altamirano OC
XIII: 86) “Guillermo Prieto” (1883).
La norma, entonces, no sólo es para los que
quieran seguir los preceptos aristotélicos, sino es
general para el mundo occidental; así lo entiende al
menos Altamirano, quien mira la conjunción entre lo
48 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

moderno y lo griego como algo natural y único,


consecuencia uno del otro: “Los griegos y Shakespeare,
es decir, los que han traducido al teatro el carácter del
hombre con mayor verdad, [...]” (Altamirano OC
VIII: 36) “Crónicas” (1870).
Ésta es la mejor expresión de integración del
intelectual mexicano en la cultura occidental del
siglo XIX; basa su conocimiento en las raíces de lo
griego y lo relaciona con las tradiciones clásicas, y
con su mundo contemporáneo. Evidentemente, el
escritor mexicano se encuentra, siempre en ese filo,
entre seguir la tradición que se ha creado y la moder-
nidad de los escritos de los intelectuales del XIX.
Tener el pensamiento, los ojos, en todo:

No negamos la utilidad de estudiar todos (sic) las


escuelas literarias del mundo civilizado; sería-
mos incapaces de este desatino, nosotros adora-
mos los recuerdos clásicos de Grecia y de Roma,
nosotros que meditamos sobre los libros de Dante
y de Shakespeare, que admiramos la escuela ale-
mana y que desearíamos ser dignos de hablar la
lengua de Cervantes y de Fray Luis de León.
(Altamirano OC Tomo XII: 37) “Revistas litera-
rias de México”

El “nosotros” corresponde a los mexicanos que


deseen ser ilustrados en todo el sentido de la palabra,
la tarea del estudioso es acuciosa: Grecia y Roma,
Italia, Inglaterra, Alemania, España (aunque España
sólo por dos grandes, y no por su literatura del siglo
XIX), deben ser parte de esa misma adoración que
Altamirano siente por impulsar el desarrollo de lo
que él llama “la bella literatura”. Por supuesto, siem-
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 49
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

pre reverenciando el origen: “Hay que atravesar des-


pués los venerables salones en que se ostentan los
maravillosos modelos del arte griego.” (Altamirano
OC XIV 1874: 119) “Impresiones de un aficionado”
El amor y la admiración por la cultura y la
educación de los griegos es tanta, y se vuelve tan
recurrente en Altamirano, que se convierte en una
forma de vida para el escritor, hasta fantasear con
esa posibilidad:

Además me asedian cariñosamente mis discípu-


los como a un filósofo griego, y doy mis lecciones
conversando como un haragán, ya en las som-
brías avenidas de la Alameda, ya en las calles, ya
en mi gabinete. (Altamirano OC XXI: 377)

La imagen de Altamirano en esa tesitura, tal vez


irónica, representa el valor que para los griegos y
para la cultura ilustrada tenía el conocimiento: la
enseñanza de los jóvenes. Es decir, Altamirano siente
que el trabajo del intelectual debe finalizar en la
enseñanza misma, el conocimiento no puede quedar
estancado por ocupaciones burocráticas o cotidia-
nas; así el que sabe, el ilustrado, debe enseñar en las
condiciones que sean porque es responsabilidad de él
trasmitir su conocimiento en tanto que éste represen-
ta el desarrollo de la cultura.

Los griegos y la nación


Realmente la cultura griega impregnó la ideología
desarrollada en el siglo por el intelectual mexicano;
todo parece enfocarse desde esa cultura: su arte, su
50 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

filosofía, su ciencia, sus costumbres,22 su educación y


su política.
La utopía, porque los intelectuales —pese a las
condiciones difíciles del país— mantienen el optimis-
mo, se pretende realizable. América es vista como el
nuevo mundo en donde todo es posible, hasta la
sociedad perfecta.23 El sistema de gobierno deseado
es el griego: la democracia, pero el sistema de gobier-
no implantado tiene su base en la república romana.
Así la justifica Altamirano:

Si examinamos la historia de Grecia, encontra-


mos que en las repúblicas los gobernantes sólo
ejercían el poder un breve tiempo. Si nos fijamos
en Roma, encontramos que en los tiempos gran-
diosos de la República los cónsules sólo duraban
seis meses en sus altas funciones. (Altamirano
OC Tomo XVIII: 66)

2 2 . El intelectual del XIX siempre anhela las costumbres griegas, y


desea su aplicación en los usos mexicanos. Otras veces, al describir
los hábitos de los mexicanos, ve en ellos rasgos de las costumbres
griegas.
2 3 . El proyecto humanista de Don Andrés Bello no sólo aportó la
cultura griega en su carácter de literatura; sino, al igual que
Altamirano, intenta reacondicionar el modelo griego, la utopía
griega (habría de recordar que es Grecia, según Alfonso Reyes, en
donde nace la utopía occidental), a la patria americana como
fundación de una nueva civilización. Este modelo que surge desde
esta concepción evoca un nuevo humanismo, un humanismo ilus-
trado en donde el intelectual americano elabore un pensamiento,
una expresión y una crítica propia. Este nuevo humanismo del XIX
plantea que la cultura grecolatina no sólo es un adorno artístico,
sino parte fundamental en la formación, moral, cultural, social, de
los pueblos hispanoamericanos; con ello, no sólo se buscaba el
desarrollo de la intelectualidad, sino también una cultura con una
amplia acción social a través de la cual se logrará la universalidad
del pensamiento americano.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 51
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

En la defensa de la nación mexicana, el discurso


se imbrica de lo literario a lo real; de La Ilíada a la
invasión francesa a México. Bien para formar la
“epopeya” mexicana, pero más para encontrar la
semejanza en la identidad.

Pues bien: lo que ha hecho el jefe de los Habsburgos


con aquél que ha decapitado a su hermano, ha
sido dirigirse a él respetuosamente, pidiéndole
como el rey de Illión a Aquiles el cuerpo ensan-
grentado del Héctor de las monarquías.”
(Altamirano OC VII: 31) “Revista de la quincena”
(1867).

En la cita anterior no se puede dejar de lado la


excelente transportación de discursos que Altamirano
elabora: dos realidades extrapoladas, la guerra re-
presentada en La Ilíada y la guerra de México contra
los franceses. Al relacionarse comparten nombres: el
Héctor de las monarquías es Maximiliano; Aquiles24
es el país de México representado por Benito Juárez;
el rey Illión es el jefe de los Habsburgos, representan-
do a Napoleón III. La comparación entre dos mundos
diferentes, el pasado glorioso de Grecia y la realidad
mexicana no es más que ese deseo de recrear un
pasado; Altamirano lo narra, moldea y reconstruye;
lo integra a su presente para proyectar una imagen
futura. Inmerso siempre en su contexto histórico:
defender a la patria, la Helena, es la visualización
femenina de la patria, que se construye.

2 4 . Por supuesto, existen diversos Aquiles en la perspectiva de


Altamirano, y los relaciona con los momentos históricos: “Con las
hazañas de Morelos, el Aquiles de la Independencia mexicana.”
(Altamirano OC XII 1870: 225).
52 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

A partir de los discursos de defensa del país (1862),


siempre constantes, y de la más amplia diversidad,
Altamirano vislumbra el juego de las naciones podero-
sas con tendencias imperialistas hacia México y Améri-
ca Latina.25 Su disertación de geografía limitada sólo al
nacionalismo mexicano, se extiende a América Latina,
con un punto de unión clave que no es la geografía sino:
“¡Es la poesía de Grecia con toda la gracia virginal de la
América!” (Altamirano OC XII 1870: 193), los cantos, la
“epopeya” de los pueblos —esencialmente sudamerica-
nos—; la tradición grecorromana es la que puede man-
tener unida a la América Latina ante los embates de los
deseos imperialistas:

Tendiendo cada día más y más a la eterna y


serena belleza helénica, como el objeto esencial,
como el único ideal de perfeccionamiento, puede
sin embargo revestir nuevas formas, si vale ex-
presarme así, y asumir un carácter nacional que
nos pertenezca o al menos que pertenezca a la
América. (Altamirano OC XIV 1874: 110)

También escudriña las semejanzas con el otro


latinoamericano, encuentra el mismo origen, la mis-
ma búsqueda en el ideal, el mismo lugar geográfico
que no es el espacio físico en donde los intelectuales
y políticos deben encontrar la América; sino es un
lugar de coincidencia para la tradición greco-roma-
na, donde también los latinoamericanos han desarro-
llado su propio canto, este lugar es el Olimpo:

2 5 . En estos discursos son las primeras veces en que Altamirano


cambia de perspectiva con respecto a América.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 53
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

A la sazón que ostentaban con soberana majes-


tad en el exceso Olimpo de la América del Sur,
donde veían a sus pies una hermosa falange de
inspirados cantores. (Altamirano OC XII : 212)
“Los poetas de la Academia de Letrán” (1870)

Este sentimiento de reunión con la América se


manifiesta en Atenea, de manera explosiva. La con-
frontación que Altamirano tendrá no será México
versus Europa, sino Europa versus América. El maes-
tro, en sus últimos años, procura un encuentro geo-
gráfico mayor que abriría, ampliamente, las fronte-
ras nacionales para ingresar al desarrollo, al progre-
so occidental.

La inconclusa: Atenea
A dos años de su muerte, en 1891, Ignacio Manuel
Altamirano plantea, por vez primera en un escrito26 el
nombre de su próxima novela, y asienta: “mis descrip-
ciones de Atenea, que había yo hecho sólo para la lectura
de los viajes. ¿Se acuerda usted de Atenea?” (Altamirano
OC XXII: 89). No hay otra referencia directa, más que la
inconclusa novela en sí. Pero de ese bosquejo se puede
afirmar que el escritor proponía un enfrentamiento
entre la inteligencia americana y la europea.
Para ese momento, el pensamiento de Altamira-
no ha tomado una perspectiva diferente en donde se
notan claramente dos Altamiranos distanciados,
aquel que en México elogia a la cultura occidental
moderna; el otro, en Europa, desde nuestro punto de

2 6 . “Carta a Francisco”. Fechada el 2 de marzo de 1891.


54 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

vista, desilusionado, no de la modernidad en sí, sino


del estado de la Ilustración de los pueblos europeos
y que él imaginó en un nivel más alto.
Atenea se presenta ya no “sólo para la lectura de
los viajes” (Altamirano OC XXII: 89), sino más allá de
una literatura de viajes, que él se había propuesto
impulsar. Tal vez porque el personaje encuentra una
Venecia igual que cualquier ciudad europea, igual que
cualquier otro sitio en el mundo. Ante ese tedio, surge
la escritura, la reflexión, la teoría, que versará, inicial-
mente, sobre el amor. Un diálogo, que si bien tiene un
tinte pasional, enfrentaría dos posiciones intelectua-
les: la de Atenea y la del personaje. El maestro sólo
presentó la primera opinión que era la suya, no logró
desarrollar ninguna escritura de Atenea. Sin embargo,
como se ha mencionado, ese esbozo es importante
para el desarrollo del trabajo: la importancia de los
griegos como fundadores de la cultura occidental, y la
integración de los americanos a través de esta visión.
La unificación que, entre Europa y América, bus-
ca Altamirano se organiza a través del personaje
Atenea.27 El nombre mismo se solidifica en la tradición
greco-occidental, aunque la protagonista ha nacido en
Venecia, su madre es americana, de Argentina; ade-
más, Atenea habla muy bien español. De la madre
aprende el fondo del carácter americano: “la dulzura
inefable de las vírgenes indias, con cierta fiereza salva-
je que les da el aire de leonas cuando las agita la
pasión” (Altamirano OC XXI: 262). Pero Atenea tiene

2 7 . El nombre mismo de la protagonista no disimula la visión román-


tica en la usanza de nombrar sus novelas con nombres femeninos:
Clemencia, Antonia, Julia, Beatriz.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 55
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

también atributos que son acordes con el nombre: la


inteligencia, la curiosidad, el conocimiento; Altamirano
escribe: “un abismo de pasión y de inteligencia”
(Altamirano OC IV: 270); sobre todo, “Es realmente la
severa Palas Atenea, la bella diosa de cuello blanco y
erguido que nunca se ha doblegado” (Altamirano OC
IV: 264). Todas estas son cualidades naturales que
Altamirano debe resaltar como parte del carácter
americano. La inteligencia debe educarse:

[...] pero su padre, desde que era muy pequeña, la


envió a educarse en Londres y en París, hasta que
ya formada la hizo volver al seno de su familia.
[...] De modo que ahí tenéis una mujer enteramen-
te europea por su educación; pero, en quien domi-
na, según mis observaciones, el fondo del carác-
ter americano. (Altamirano OC IV: 262)

El “pero” inicial y el intermedio (sobre todo este


último) señalan perfectamente la dualidad con la que
pretendía el maestro trabajar: la oposición entre
América y Europa. América representa la naturale-
za inhóspita, el carácter indomable, la belleza exóti-
ca, los recursos naturales; Europa es el arquetipo de
la educación moderna, del desarrollo, y de potencia-
lidad personificada por Inglaterra y Francia. De suma
importancia es ahora señalar que la concepción geo-
gráfica del maestro (curiosamente como buen geó-
grafo parece engañarse) ha cambiado: ya no es el
maestro regionalista, el mexicano en Europa, sino el
“americano”, el mexicano casi “compatriota” de una
Argentina. La perspectiva es muy adecuada con los
tiempos en donde la visión panamericana se confor-
maría, al menos dentro de los límites Latinoamerica-
56 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

nos, como las uniones regionales para el progreso de


toda América.
¿Atenea, 28 como símbolo de Grecia, es el punto
de reunión de los americanos? Altamirano encuentra
en toda América la representación de la diosa en
algún rasgo antiguo, bello e inhóspito de América. El
personaje Atenea, es el producto perfecto del mesti-
zaje para el desarrollo de la cultura moderna, es la
american —en sangre— con ansia de conocer, con
curiosidad, con ideas propias; a la vez, la europea,
con una Ilustración completa.
Pese al esbozo de novela, el maestro también ha
señalado simbólicamente en el personaje Atenea la
representación de las razas; sostenidas éstas en una
dualidad estética curiosa, la “belleza” de la raza
americana en reunión con la europea: lo blanco en
conjunción con lo “moreno”:

“Blanca y morena, como nuestras morenas de


América, con un cutis de raso en que la sangre se
colora y se transparenta como a través de un
pétalo. [...] el cuello erguido y poderoso como el de
Palas, y las manos y el antebrazo como de marfil.”
(Altamirano OC IV: 269-70)

No es propiamente la búsqueda de belleza feme-


nina que los europeos y los americanos de ese mo-
mento deseaban; sino que es una perspectiva muy
propia de Altamirano. Sobre todo, la antítesis blan-
co/moreno sobresale en la cita, ya que no es propia de
las descripciones anteriores del maestro, en donde

2 8 . Me aventuraré un poco más allá; en un juego vocálico con la letra


A, el maestro pretendería conjuntar Atenea-Grecia; América.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 57
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

cada personaje mantiene su propio “color” de raza;


así, el indígena es moreno, “bronce”; el criollo es
blanco. Atenea, al ser producto del mestizaje, adquiere
esa reunión particular, desde el pétalo de una rosa
hasta la blancura del marfil.
Pero esta oposición entre Europa y América, que
a veces se conjunta en Atenea, se ve también, en
oposición con el propio personaje masculino, quien
además de la reflexión sobre el amor, analiza —y
contrasta— constantemente la situación entre estos
dos espacios geográficos, en los cuales él ha viajado.

[...] por los amores tormentosos de América o por


las selvas vírgenes de que ella oía hablar frecuen-
temente ¡Cómo excitaba su curiosidad nuestra
república, guerrera y salvaje! ¡Cómo le encantaba
nuestra naturaleza! ¡Cómo deseaba conocer las
maravillas de los Estados Unidos del Norte! Pero
¡Cómo la interesaba también el carácter de nues-
tros pueblos primitivos! Ella enteramente euro-
pea, no podía ocultar su sangre americana, y se
deleitaba pensando en la América como en una
leyenda en cuyas brumas luminosas se perdía su
alma en infantil meditación. (Altamirano OC IV:
270-71)

En Atenea, Altamirano percibe ese ambiente en


donde América es vista como: tormentas, selvas vír-
genes, guerreros salvajes, pueblos primitivos; con-
ceptos todos que iluminan la imaginación infantil
que el europeo se tiene sobre América. En medio de la
cita, Altamirano señala la capacidad a la cual pue-
den los bárbaros llegar, “las maravillas de los Estados
Unidos del Norte”.
58 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

En el discurso de Altamirano se esboza ya no la


contrapartida entre civilización y barbarie; al contra-
rio, presenta el poco conocimiento que tienen los
europeos sobre América. No es la europea una civili-
zación completa, para Altamirano. Así, a la parcial ??
Europa, le hace falta el matiz americano —aún con
su barbarie. Por supuesto, Altamirano describe la
“barbarie” americana en la obra Atenea, y la mexica-
na en El Zarco, como parte fundamental del carácter
americano que necesita la civilización occidental.
Altamirano defenderá la siguiente postura: el
transplante que la cultura occidental europea ha
realizado en América rendirá mejores frutos que la
tierra de donde proviene. De esta forma, puntualiza
que en esta desilusión, el campo recreado por Alta-
mirano es un lugar “bárbaro”, pero del cual se puede
aprender algunos aspectos de vida; sobre todo, la
lucha por la civilidad. En este sentido, Altamirano
cree, al igual que Sarmiento, que la solución consiste
en llevar la civilización de las ciudades al campo.
Pero agrega que ambos deben tener un mutuo apren-
dizaje, para provecho de los dos.
Este balance también proviene de su estancia en
Europa, y del contrapeso de lo que él ha considerado
civilización. Ve en Europa los mismos palacios, los
mismos ruidos, los mismos ritmos que en América; y
descubre a un campesino europeo tan ignorante como
el americano; el europeo que no tiene el aseo adecua-
do, a las personas despreocupadas por la instrucción.
Desde esta perspectiva, ve que la ventaja del campesi-
no americano radica en los deseos por educarse y
superarse en su ilustración. Europa ha caído en el
desgano; y al ignorar América, desconoce una de las
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 59
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

vetas más importantes de su desarrollo cultural. Para


el Altamirano en Europa, ésta ya no es el “ideal” de
civilización que él esperaba encontrar. Sobre todo,
pone de manifiesto que la intelectualidad europea está
ensimismada, sólo sabe de ella y para ella; no es una
comunidad que haya volteado los ojos hacia América.
Ahora bien, también habría de considerar que
Altamirano no revela, al menos en México, un Méxi-
co bárbaro: la ignorancia es lo que produce la barba-
rie; en América un descendiente de europeo puede
ser bárbaro: el personaje “el Zarco” es ejemplo de ello.
Así mismo, piensa que es el mestizo quien tiene esas
fuerzas para robustecerse a través de la instrucción,
el protagonista Nicolás es el mestizo que desarrollará
su cultura.
Altamirano asume construir en el lector una
Europa diferente a la de las descripciones comunes, y
establecer una oposición entre la verdadera belleza
europea: Atenea-Europa, más que sus columnas, o
sus pórticos, o sus palacios; asimismo, diferenciarse
él de los turistas: “Yo hablo con muchos americanos
que pasan por aquí, pero se van pronto o preguntan
mucho, y nuestras conversaciones tienen que ser el
complemento de sus Guías. 29 Yo deseo hablar de
América.” (Altamirano OC IV: 271)
Se busca una experiencia cultural completa en-
tre Atenea-Europa y Narrador-América; no sólo la
momentánea experiencia del viaje del turista. El tér-
mino de primitivo retoma un nuevo significado a
través de Atenea; América es la tierra del futuro en

2 9 . Las cursivas son del texto.


60 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

donde se puede “sembrar”, a partir de los sentimien-


tos, una nueva civilización; o una nueva forma de
civilización occidental, Atenea habla:

Yo creía que en nuestro siglo no existía ya eso,


sino en la imaginación de los poetas. Pero voso-
tros los americanos tenéis cosas nuevas; sois
primitivos, es preciso conoceros para creer en
sentimientos que han desaparecido de nuestro
viejo suelo en Europa agotado por la civilización.
(Altamirano OC IV: 275)

Ese es el intercambio que Altamirano estuvo espe-


rando de Europa: un conocimiento mutuo. Si una
ciudad no establece un diálogo con el visitante, por más
hermosa que sea —como Venecia—, se caerá en tedio:

Encuentro que esta ciudad es como cualquier otra


de las de Europa. Sólo tiene diverso el ruido de las
calles. Por lo demás, igual bullicio, iguales exi-
gencias de la vida social. Y es que para los ana-
coretas de la religión y del fastidio, sólo convie-
nen los desiertos. (Altamirano OC IV: 278)

Aquí ingresa la temática del amor en la novela


Atenea. Porque a partir del diálogo entre los dos perso-
najes: “Su voz era dulcísima y melodiosa, con ese
acento suave veneciano que parece hijo del silencio de
la ciudad, del rumor de las góndolas, del suspiro del
viento entre los palacios.” (Altamirano OC IV: 278)
La simbiosis entre la ciudad, Atenea y el amor es
perfecta; el narrador descreído de los sentimientos
amorosos establece un cordial diálogo con Atenea (a
petición de ésta) para reflexionar acerca de los senti-
mientos.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 61
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

Creo que el tema del amor, como idealización o


como forma racional de establecer los sentimientos es,
en efecto, el hilo conductor de la novela; sin embargo,
el maestro no “escribió” la respuesta de Atenea al
personaje narrador. Pero se puede proyectar que el
amor es la base del equilibrio entre dos comunidades
diferentes, entre dos personalidades opuestas; susten-
to, también, de desarrollo del espíritu humano. Un
dato hace pensar en esto: establece un cordial diálogo
con el personaje femenino, Atenea, a través de cartas,
en las cuales no comunica, sino pretende discutir,
“¡Qué singular capricho! Discutir conmigo acerca del
amor” (Altamirano OC IV: 280). El que el maestro
haya usado el género epistolar para desarrollar sus
ideas presenta a un escritor íntimo preocupado por lo
que tiene que plasmar y lo que ha escrito. No creo que
sea un diálogo con otro, necesariamente, sino con los
opuestos: juventud y vejez —a punto de la elección de
morir—. Entre lo que encaraba y lo que enfrenta
ahora: “¿Qué cosa es el amor ideal, Atenea? Si es un
amor que nace y se desarrolla en el cerebro, todo amor
es ideal.” (Altamirano OC IV: 281)
Altamirano idealizó muchas cosas en su vida: la
república, las leyes, la tolerancia entre los pueblos, la
democracia, los griegos (su permanente amor), los
hombres, Europa. Todo ha estado en él, todo lo ha
construido él, este viajero que se ha enfrentado a
tantas batallas cuenta con una desilusión: cuando él
muera, morirán sus idealizaciones.
Creo que como símbolo, Atenea personifica a la
inteligencia europea con la cual él deseaba establecer
contacto, diálogo, reflexión, y como buen viajero, en
la comunicación establecer ese lazo espiritual: “Hacía
62 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

diez minutos que hablábamos y ya viajábamos juntos


en alas del espíritu por los espacios celestes.”
(Altamirano OC IV: 270)
Esa es parte de la desilusión del viajero, no
encontró en Europa el diálogo; ni el conocimiento que
él esperaba sobre América (y que tantas veces elogió
desde su tribuna periodística). Encuentra que “El
amor vive en Europa, como donde quiera...”
(Altamirano OC III: 275), porque todo amor se cons-
truye en la razón.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 63
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

Los sentimientos
de la nación

Durante el gobierno de la Reforma, los intelectuales


empiezan a plantear el concepto de pertenencia del
ciudadano a una entidad: México. A través de una
identidad nacional, los intelectuales se apoyan en las
instituciones que el Estado propone: la escuela, la
patria, los héroes, la raza, las fiestas cívicas y religio-
sas. De esa forma, el ciudadano se va apropiando de
los valores de la cultura e idiosincrasia mediante la
educación escolar, los discursos y fiestas oficiales. En
cada uno de estos espacios se simboliza a la nación
mediante el himno, la bandera nacional, el discurso
por la patria, el elogio al héroe caído, etcétera. De
todas las áreas, la escuela es la más importante, pues
es ahí donde se inculcan los demás valores: “La
escuela es fundamento de la República” (Altamirano
OC IX: 29), escribe Altamirano. Es, además, guía en
la elaboración de discursos sobre la formación, com-
posición y definición de la nación; por otra parte,
64 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

sostiene el ingreso de México a la civilización a través


de la formación de una ciudad letrada (Rama 1984:91-
92). Los literatos reinterpretan las contribuciones
populares, dan cabida al sentimiento nacional, reto-
man las expresiones colectivas para valorarlas como
parte de la identidad de la nación mexicana.

La nación, la región, la patria


La patria como un todo: geografía, economía, cultu-
ra, o bien, como civilización, no tenía un carácter
unitario hacia 1870, que es cuando se habla de res-
taurar la República; para ello, no sólo intervienen los
liberales, sino también los conservadores, echando
mano de todo tipo de recurso, esencialmente: los
discursos, la poesía cívica, el romance, las canciones,
los himnos, los manifiestos, las proclamaciones, la
oratoria, en fin, la literatura en general. Los escritores
explícitamente “usan” su producción literaria para
exponer sus ideas sociales, morales, políticas; para
definir la identidad del mexicano en el siglo XIX; en
realidad, el concepto de patria colinda entre lo afec-
tivo —el amor a la tierra natal— y una idealización
apegada al compromiso político liberal o conserva-
dor. En el concepto “patria” media la región, el lla-
mado terruño, que es tanto un principio de familia,
de “lengua” y de alma, como también el reconoci-
miento de las diversas sociedades políticas, económi-
cas, sociales, geográficas, que los intereses han im-
puesto para su consolidación. Por supuesto, esta
tolerancia hacia la comarca se plantea a partir de las
diversas pugnas regionales que establecieron movi-
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 65
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

mientos separatistas en la formación de la República


Mexicana. Algunos fructificaron, Texas, Guatemala;
otros no, Yucatán, Chiapas.A este reconocimiento de
la región dentro de la nación se añade la declaración
de los intelectuales en un México multi-nacional que
necesitaba integrarse en cultura y en política. Esto se
puede ver claramente en los cambios de discursos de
los intelectuales de la Arcadia mexicana, en donde
los límites fronterizos de tres conceptos se redefinen:
Reino, Patria y Nación. 30 En ese sentido, el comienzo
por delimitar a la región americana se vuelve impor-
tante para el independentista —quien debe, por el
lado económico y político— tener en claro sus domi-
nios. El concepto de nación se apega al principio de
nacimiento del individuo mexicano ¿Cuál es tu na-
ción? Es una pregunta que significa en donde se ha
nacido. Así, nación se liga a la geografía, mientras
que la patria al aspecto espiritual del Estado, en casi
todos los ámbitos de la escritura subsiste esta defini-
ción.
En todo caso, los intelectuales recurrieron al
concepto de patria como el más apegado a su pro-
puesta poética; aunque bien es cierto, ambos concep-
tos, patria y nación, son claves para la formación de
la identidad mexicana.31 A la vez, son parte de las

3 0 . Es precisamente para esta generación de ilustrados de transición,


entre la Colonia y la Independencia, que el término se sitúa en
medio: Morelos, por ejemplo, utiliza una frase “soy siervo de la
nación”, reuniendo dos mundos: siervo como parte de la Colonia,
del reino España; nación, como lo moderno.
3 1 . Los conceptos no estaban aislados. Por ejemplo, el Himno Nacional
Mexicano, no es sólo parte de un momento (la década de 1850), sino
que corresponde a esa búsqueda de la identidad escrita y de
66 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

necesidades del escritor en el proceso de conforma-


ción de su propia perspectiva social e ideológica de
patria; por ejemplo, Altamirano escribió en algunos
casos desde esta noción, usándola además como con-
trapartida al conservador Comonfort, quien fue con-
siderado un traidor por los liberales. Uno de los pocos
poemas en donde Altamirano utiliza el concepto
“patria” es en “Comonfort en Veracruz”: “¡Cuán cara/
te va a costar tu infame apostasía/ que el seno de la
patria desgarrara!” (Altamirano Tomo VI: 178)32
El principio de la idea de regionalización emerge
cuando la patria se une al concepto de nación por
nacimiento, con la consecuencia lógica de la tierra,
del territorio físico al cual se debe el ciudadano
mexicano. En la literatura, tuvo su acercamiento a
partir de los primeros escritos americanos, en donde
se describe la belleza y la exuberancia de las tierras,
como menciona Antonio Cándido.

La idea de patria se vinculaba estrechamente a la


de la naturaleza y en parte extraía de ella su

memoria. Un ejemplo de esto es la elaboración de poesías-himnos


que semejan, en mucho, el Himno Nacional Mexicano; el ejemplo
es de Navarrete (1808): “Mil veces retembló la madre tierra,/Y
bañada en la sangre de inocentes” (Aguilar L. 1986:1). Son palabras
que no cambian de signos, ni durante la insurgencia, ni durante la
Reforma, aún están ahí: “Y retiemble en su centro la tierra”, “Tus
campiñas con sangre se rieguen,/sobre sangre se estampe su pie”.
(Clásicos 1984: 81-82).
3 2 . Y es, en términos generales, una palabra que durante el siglo XIX
en México se apropia de un sentido literario. Desde los poemas de
los insurgentes hasta el poema “Suave Patria”, de Ramón López-
Velarde. Punto que pudiera ser parte de otra investigación más
amplia.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 67
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

justificación. Ambas conducían a una literatura


que compensaba el retraso material y la debili-
dad de las instituciones por la súper-valoración
de los aspectos “regionales”, haciendo del exotis-
mo un motivo de optimismo social. (Fernández
1972:336) “Literatura y Subdesarrollo”, Antonio
Cándido.

La patria es una descripción de la tierra en


donde el escritor ha nacido, la cual está contenida
dentro de sus propios límites. Por ejemplo, para los
extranjeros, es el principio que explica el valor del
“suelo americano”, de las “selvas vírgenes”. Pero más
que un mero nacionalismo, o regionalismo a ultranza,
es la búsqueda de autonomía, de autenticidad. Desde
la óptica de Altamirano, México se encuentra en la
paradoja del rechazo hacia lo que había asimilado
del progreso europeo. Por lo cual, retornó el encuen-
tro con lo regional, con lo autóctono, en busca de ese
ser nacional, o “color local” para que representara las
costumbres, la naturaleza (aún antes del romanticis-
mo), para mostrar el carácter exótico (producto mis-
mo del coloniaje), lo que se reivindica como una
forma de personalidad mexicana.
Esa búsqueda de la expresión forma parte im-
portante de una motivación más alta: la herencia
española, de la que los intelectuales no se separan
debido a la liga de la lengua. Luego, el intelectual
buscará tener una esencia americana: “América debe
pues buscar sola su camino, y sola encontrar su
expresión”. (Campra 1987:20)
68 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

El tipo de mexicano
Desde los inicios del movimiento armado de 1810, en
una de las primeras búsquedas identitarias, los inte-
lectuales rompen con todo lo colonial español y fun-
dan una utópica descendencia a partir de la elite
guerrera y sacerdotal de los aztecas. La generación
de la Reforma encuentra un mejor argumento: el
mestizaje. A partir de éste, justifica su ingreso a la
civilización. Así, el maestro Altamirano analizará
que la opción para el desarrollo, para el progreso de
la humanidad, no está en las “razas puras”, sino en el
mestizaje como el nuestro: “los pueblos de raza, pur
sang han necesitado de la emigración” (Altamirano
OC XVIII: 370), para su supervivencia, y en estos
éxodos, necesariamente, se han entrecruzado.
En la literatura de Ignacio Manuel Altamirano
queda clara su preocupación por ciertos elementos
de raza, vinculados con el color de la piel, la forma del
cráneo y la complexión. Dos novelas que presentan
esto, Clemencia y El Zarco,33 narran estas ideas. Aquí,
Altamirano las establece en oposiciones binarias:
español-europeo occidental versus indígena-mesti-
zo. En Clemencia:

La una era blanca y rubia como una inglesa. La


otra morena y pálida como una española. Los
ojos azules de Isabel inspiraban una afección
pura y tierna. Los ojos negros de Clemencia
hacían estremecer de deleite. (Alatamirano OC
III: 184)

3 3 . De Atenea, ya se ha presentado este aspecto.


IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 69
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

Los Hombres:

[...] Flores era seductor; su fisonomía era tan


varonil como bella; tenía grandes ojos azules,
grandes bigotes rubios, era hercúleo, bien y te-
nía fama de valiente. [...] Enrique era el tipo
completo de lion parisiense en su más elegante
expresión. (Altamirano OC III: 163)

Valle era un muchacho de veinticinco años como


Flores, pero de cuerpo raquítico y endeble; more-
no, pero tampoco de ese moreno agradable de los
españoles, ni de ese moreno oscuro de los mesti-
zos, sino de ese color pálido y enfermizo [...]
Tenía ojos pardos y regulares, nariz un poco
aguileña, bigote pequeño y negro, v cabellos
lacios, oscuros y cortos, manos flacas y trémulas,
(Altamirano OC III: 164)

En El Zarco:

La una como de veinte años, blanca, con esa


blancura un poco pálida de las tierras calientes,
de ojos oscuros y vivaces [...] corte ligeramente
aguileño de su nariz, [...] Diríase que era una
aristócrata disfrazada y oculta en aquel huerto
de tierra caliente. (Altamirano OC IV: 101)

La otra joven tendría dieciocho años; era morena;


con el tono suave y delicado de las criollas que se
alejan del tipo español, sin confundirse con el
indio, que denuncia a la hija humilde del pueblo.
Pero en sus ojos grandes, y también oscuros [...]
en su cuello inclinado, en su cuerpo frágil y que
parecía enfermizo. (Altamirano OC IV: 101)
70 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

Los Hombres:

[...] era un joven trigueño, con el tipo indígena


bien marcado, pero de cuerpo alto y esbelto, de
formas hercúleas, bien proporcionado, y cuya
fisonomía inteligente y benévola, predisponía
desde luego en su favor. Sus ojos negros y dulces,
su nariz aguileña, su boca grande, provista de
una dentadura blanca y brillante, [...] Se conocía
que era un indio, pero no un indio abyecto y
servil, sino un hombre culto, ennoblecido por el
trabajo. (Altamirano OC IV: 110)

Él era joven, no tenía mala figura: su color blanco


impuro, a sus ojos de ese color azul claro que el
vulgo llama zarco, sus cabellos de un rubio páli-
do y su cuerpo esbelto y vigoroso, le daban una
apariencia ventajosa. (Altamirano OC IV: 132)

A través de sus personajes, Altamirano desea


caracterizar dos Méxicos esenciales y en constante
oposición: el México indígena-mestizo (que él mismo
representaba) y el México blanco. Dichos personajes
tipos salen airosos de las pruebas axiológicas que el
autor mismo les impone, las cuales se aplican a todos
los personajes, pero con el matiz de las obras de
Altamirano, los mexicanos indígenas-mestizos resul-
tarán los triunfadores. De esa forma, cobran otra
importancia las descripciones físicas de los persona-
jes. Fernando Valle y Nicolás comparten el color
moreno de la piel, la nariz aguileña, los ojos oscuros;
ambos, uno indio y el otro mestizo, con un gran amor
a la patria, de buenos sentimientos y buen comporta-
miento, trabajadores y tenaces. Por su parte, Clemen-
cia y Pilar se relacionan en cuanto a belleza se refiere,
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 71
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

son morenas, de ojos negros; de excelentes sentimien-


tos para el hombre que aman.
El Zarco y Enrique Flores comparten los ojos
azules, los cabellos rubios, la piel blanca y la “fama”
de valientes. Comparten, además, la conquista de
mujeres y la vida fácil. Aunque uno es bandolero, y
el otro traidor a la patria. Se puede decir que los dos
dañan a la nación.
Altamirano, siendo él mismo un indígena des-
cribe en la novela, “Se conocía que era un indio, pero
no un indio abyecto y servil”, “sin confundirse con el
indio”, “criollas que se alejan del tipo español”
(Altamirano OC IV:130-3), lo que nos señala que
presiente el dominio de una nueva raza en formación
desde la colonia: la mestiza. Sus descripciones me-
dian entre el indígena “sin confundirse con él” y los
tipos que se “alejan” del español, por lo cual vemos
que éstos son los dos Méxicos opuestos que él visualiza.
Es, pues, la raza mestiza la deseada por Altamirano.

El grito del corazón


Tres conmemoraciones ocupan una constante re-
flexión en Altamirano, cada momento repetido anual-
mente34 vale un escrito: el carnaval, la fiesta de Guada-
lupe y el 16 de septiembre. 35 Estas fiestas eran obser-
vadas por Altamirano porque entrañaban movimien-
tos sociales fuera de lo ordenado por el aparato

3 4 . La repetición anual es lo que consolida la tradición.


3 5 . Altamirano era un gran escritor cívico. También se ocupó de la
fiesta del 5 de mayo, de la Promulgación de las Leyes de Reforma,
entre otras.
72 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

gubernamental. La más incomprensible de esas fies-


tas, para él, es el carnaval, sobre todo, porque impli-
caba la liberación de los “placeres” más sublimes o
más perversos. De cualquier modo, siempre intenta
investigar su origen, justificar su desfogue carnal.
Constantemente comprendían, para él, signos de
una nacionalidad que se encontraba en formación. Y
que, obviamente, provenían del mestizaje ya cimen-
tado en la cultura mexicana como la tradición secu-
lar: la máscara,36 el ruido, las saturnales antiguas, el
carnaval es el signo de encuentro entre los mexicanos
en donde, a través de la máscara o de la careta, el rico
puede pasar por pobre y viceversa:

¡El carnaval! La locura autorizada por una tradi-


ción secular y sagrada. Hela aquí, pues, con sus
máscaras, con su ruido, con sus promesas de
placer [...] La careta servía para dos cosas: para
decir verdad a cualquiera, a imitación de lo que
se hacía en las saturnales antiguas o para entre-
garse a las aventuras ilícitas. (Altamirano OC
VIII: 111-113) “El carnaval” (1870)

Una de las fiestas más significativas para Alta-


mirano es la fiesta de la Virgen de Guadalupe,37 aun-

3 6 . El tema de la máscara será analizado por Samuel Ramos, Octavio


Paz. Aunque Altamirano sólo realiza una aproximación a través
de la historia, sí le interesa el fenómeno como signo de lo mexicano.
3 7 . Montero señala: “3. Su resignificación histórica dada a través de la
Virgen de Guadalupe (la religiosidad mexicana) al ser asumida
ésta como símbolo de la insurgencia por los fundadores de la patria.
Todo esto lo llevó a reconocer como parte del verdadero carácter
mexicano más un sentimiento “guadalupista” enraizado en lo
cotidiano, que un pensamiento religioso apegado a la doctrina;
visto el primero como un lado positivo, instructivo, en tanto
elemento de unificación nacional” (Montero 2002: 55-6).
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 73
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

que este festejo se encuentra en el ámbito religioso,


Altamirano no puede sustraerse de la fuerza social que
la Virgen impone. En un ensayo dedicado a ella
(Altamirano OC V), el maestro explica el ritual de la
peregrinación, y en ese análisis presupone los porqués
a partir de las instituciones sociales: la literatura, la
historia, la moral, la política y la religión. Indepen-
dientemente de su no catolicismo, elabora un ensayo
bellísimo en donde, sin faltar el respeto a los profesos
de la fe en la Virgen, analiza su historia y lo integra
como parte del discurso nacional. La primera identifi-
cación es la del indígena:

A estos cantares pertenece quizás una especie de


cuarteta náhuatl aconsonantada, que he oído
cantar en mi juventud a indios celebrando la
fiesta de Guadalupe. Dice así: Ytzintla ce
tepetantli/ Campa xochitl mohuapana/
Oniquitac ce ixpocatl/ No yolotzin quitilana:
Que traduzco literalmente: Al pie de aquella co-
lina/ Donde la flor creció/ He contemplado una
virgen/ Que atrajo mi corazón. (Altamirano OC
V: 172) “La fiesta de Guadalupe”.

El indígena se integra al participar con su lengua


y la capacidad poética de éste, ennoblecida en el
rango de la métrica española; a la raza indígena de
Altamirano es a la que la virgen se le aparece, no a un
blanco, ni a un mestizo, sino a un indio. Además, la
historia que Altamirano señala puntualiza que la
construcción del templo de la Virgen de Guadalupe
fue erigido sobre el templo de una diosa azteca. Qué
mejor explicación para el fervor que causó en los
indios la Virgen, quien, además, cuenta con una
particularidad opuesta a las demás vírgenes: es mo-
74 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

rena. Pero en el mestizaje debe ingresar el otro ele-


mento, el español: “He aquí lo que dice el famoso
Covarrubias en su Tesoro de la lengua española:
Guadalupe, unos dicen que vale como río de los lobos
a lupo, otros de los altamo que en latín se llama
Lupiros.” (Altamirano OC V: 151) “La fiesta de
Guadalupe” (1870)
Es el origen del nombre español. Es la proceden-
cia, también, de lo católico-español. Ahora bien, en
este sincretismo, la Virgen de Guadalupe desempeñó
un rol importante en la guerra de Independencia,
sobre todo porque:

Es también patente, que ésta no fue el atractivo


para las masas, sino vino a ser el símbolo de la
nacionalidad que surgía. Nació del pueblo, y no
del caudillo, pero desde luego se identificó con el
odio a la dominación extranjera. (Altamirano OC
V: 273) “La fiesta de Guadalupe” (1870).

A partir de este momento, Altamirano elabora un


discurso en donde sitúa a la Virgen como parte de ese
movimiento social, lo que la simboliza en cada mo-
mento crucial de la construcción de la nacionalidad: el
bastión en la guerra de Independencia, el lugar en la
defensa del 5 de mayo —el fuerte de Guadalupe—.
Altamirano cierra su ensayo de manera tajante:

El día en que no se adore a la Virgen del Tepeyac


en esta tierra, es seguro que habrá desaparecido,
no sólo la nacionalidad mexicana, sino hasta el
recuerdo de los moradores del México actual.
(Altamirano OC V: 241) “La fiesta de Guadalupe”
(1870)
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 75
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

El 16 de septiembre representó para los liberales


del siglo XIX el triunfo más decisivo en la búsqueda de
la conformación de la nación mexicana. A partir de
esa fecha, se marca el parteaguas entre el mestizo y el
español. Pese a la seriedad que les imponían el orden
cívico, el pueblo y las masas, encuentran una concep-
ción muy propia de esos días de fiesta nacional. Así,
las fiestas empezarán a tomar un matiz entre lo
popular y lo que la elite desea. El 16 de septiembre
será el día del grito del pueblo, e inicio de la escritura
de esa fecha conmemorativa. Altamirano se asombra
con la tradición popular que se impuso. Luego, lo
popular forma parte del ser nacional: patriótico y
revolucionario: “A todo esto, llama el pueblo desde
hace tiempo el grito, en memoria del glorioso grito de
independencia dado en Dolores por el inmortal Hi-
dalgo”. (Altamirano OC VIII: 444) (1870)
Altamirano entiende que el grito se encuentra
apegado a la forma de ser del mexicano, sobre todo
desde su surgimiento como nación independiente. Como
si el gritar se hubiera marcado como acto de rebeldía en
contra de la nación que dominaba México; como si la
exclamación fuese también parte de ese nacimiento
como nación; como forma de liberarse de la censura: el
mexicano grita y en ello está su naturaleza:

Expresiones muy largas, compendiadas con el


pueblo, para su grito de combate en: “Viva La
Virgen de Guadalupe; mueran los gachupines”,
su amor y su odio, su bandera y su enemigo.
(Altamirano OC II: 225) “Biografía de Don Miguel
Hidalgo y Costilla”.
76 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

Asimismo, comprende el valor simbólico que la


cultura popular le ha establecido al grito. Lo asemeja
a los nuevos momentos que la nación estaba vivien-
do; es decir, ese mismo acto de reacción violenta en el
mexicano, para Altamirano, debe provocarse en to-
dos los ámbitos en donde haya dependencia econó-
mica, social, cultural: “Aquí en México, señorita,
todavía no nos hemos atrevido a dar el ‘grito de
Dolores’ en todas las materias. Todavía recibimos de
la ex metrópoli preceptos comerciales.” (Altamirano
OC XIII: 64) “Carta a una poetisa” (1872)
La Independencia, pues, sólo cubrió un margen
de posibilidades: políticas y económicas. Bien sabía
Altamirano que todavía manteníamos otros tipos de
adhesiones de las cuales el mejor espíritu de la Repú-
blica tendría que liberarse.

Los héroes y los dioses


Desde la perspectiva de Altamirano, una nación,
para que se considerase como tal, debería mantener
un orden, un constante progreso, una educación, un
proyecto futuro. Ante todo, debería sostener un pa-
sado glorioso. Por ello necesitaba —al igual que los
griegos— las epopeyas de sus héroes. 38
A partir de esa premisa, el siglo XIX es ideal, ya
que existe una constante lucha armada contra los
enemigos de la nación, internos y externos. Por tanto,

3 8 . Por ello, el México del siglo XIX fue el máximo ejemplo de héroes
actuales y pasados; no hay en México, propiamente, un héroe
colonial.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 77
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

los héroes y la epopeya se comienzan a conformar.


Los héroes son de dos tipos: los representantes del
pasado prehispánico, esencialmente, del centro del
país: los aztecas; los otros, los héroes que lucharon en
la guerra de Independencia.
Así, con esta sucesión de acontecimientos en el
país fue desarrollándose el sentimiento patrio, el cual
fue difundido a partir de los héroes forjadores de la
nación mexicana —por lo menos sobreviven en la
literatura dedicada a los vencedores.39 Tanto los libe-
rales del movimiento de Reforma, como los conserva-
dores, fomentan el espíritu de alabanza hacia los
héroes de la guerra de Independencia (los héroes del
pasado fueron más “naturales”). Dichos héroes mexi-
canos exploran los orígenes de nuestra identidad, a la
vez que ayudan a consolidar un pasado remoto, y los
ideales que se construyen para el futuro. Así, los
hombres de esas épocas y en sus circunstancias, se
adjetivan, según la perspectiva liberal, dependiendo
del bando que se ocupan.

El audaz y mañoso aventurero de Medellín, al


frente de una horda sedienta de oro y de pillaje,
incitado por los vasallos descontentos del débil
y afeminado Moctezuma, invade el imperio de
éste y se apodera, por traición, de su persona.
(Altamirano OC I: 41-42) “Independencia y
Reforma”.

3 9 . Como bien señala Montero: “A nivel del imaginario liberal y


romántico, los símbolos más importantes del primer tipo fueron
aquellos que permitirán la afirmación del concepto de soberanía
nacional, a saber la figura de los llamados “padres” o “fundadores”
de la patria- Hidalgo, Morelos [...]” (Montero 2002:62).
78 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

El prototipo del héroe del pasado, sin epopeya,


es Cuauhtémoc.40 La presencia ideológica como sig-
no del rasgo ancestral del invencible que cae con la
cara al sol, del que es el Calibán indomable, prosigue
todo el siglo XIX.41 Magistralmente, Altamirano cons-
truye la idealización de ese hombre, comparándolo
con Aquiles:

El héroe fue completo. Aquiles el de la Ilíada, hijo


de la fábula, tenía el talón vulnerable física y
moralmente. Cuauhtémoc, más glorioso que el
héroe homérico, porque como hijo de la realidad
humana, tenía el cuerpo todo vulnerable.
(Altamirano OC II: 348)

Sobre todo porque lo presenta como parte de la


realidad humana, Altamirano logra un ser humano
capaz de comprometerse hasta la muerte con los
ideales de la patria. Según la perspectiva de los
liberales a la patria debía dársele todo, incluyendo la
vida misma.

Ése es el momento en que surgen los héroes, y


Cuauhtémoc se alzó entonces, tan grandioso, tan
único, que eclipsó a todos los héroes antiguos, y
dominó con su figura aquel cuadro aterrador.
Morir por la patria: ése fue el lema desde entonces
[...]. (Altamirano OC II: 348) “Cuauhtémoc” (1887)

4 0 . Uno de los poetas iniciadores de esta tradición es Rodríguez Galván


con el poema “la Profecía de Guatimoc”; escrito para festejar las
fiestas de Independencia de 1839; y este poema se toma como obra
maestra del romanticismo en México.
4 1 . A partir de esta reflexión, podría realizarse una buena investigación
documental acerca de qué poetas han dedicado su pluma a escribir
sobre Cuauhtémoc, sobre todo en el siglo XIX, hasta el poema de
López Velarde “Suave Patria” (1921).
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 79
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

“Éste es el cáliz patriótico, 42 de hecho, la frase


“La patria es primero”, del adalid Vicente Guerrero,
condensa lo que Ignacio Manuel Altamirano ha ela-
borado en su discurso. Los héroes, pues, son aquellos
que defienden con su vida la patria. En este elogio de
los héroes se construye, en primer lugar, una imagen
divinizada de sus atributos, que puede resultar, a la
postre de los años, equivocada; por ejemplo, el verso
“Del guerrero inmortal de Zempoala/ te defiende la
espada terrible” (Clásicos 1985: 80) del Himno Nacio-
nal Mexicano se refiere a Santa Anna, quien después
será considerado traidor a la patria.
En la naciente república, faltan poetas que can-
ten las victorias de los héroes. Para Altamirano, es
necesario encontrar al Homero mexicano, aquel que
sepa reunir poesía y patria, para crear así una con-
ciencia cívica.

Sólo en México se han visto con desdén nuestros


recuerdos patrióticos; y si exceptúa usted a Mo-
reno (poeta de Puebla) a Lejarza (poeta de
Michoacán; a nuestros Rodríguez Galván, el ge-

4 2 . Los liberales tuvieron que idear el concepto de patria, la noción por


quién o por qué morir o vivir. Los héroes estimados son aquellos que
anteponen su propia vida para salvar los ideales de lo que se
comienza a conformar: “La patria, porque es ella la que debe
levantarse primero ante nuestros ojos, como en nuestro corazón,
como cualquier motivo noble o grandioso, en todo tiempo, pero
especialmente en medio de estas solemnidades con que celebramos
las conquistas de la civilización en nuestro país. La patria debe ser
el único y principal objeto de nuestras aspiraciones de bienestar; es
a ella a la que deben dirigirse nuestros afanes, es por ella por quien
solamente son dulces nuestras esperanzas. Ella lo justifica y
engrandece todo. Sin ella sería inútil, sería peligroso, sería triste y
desconsolador hasta el porvenir que pudiera ofrecernos el progreso
material”. (Altamirano OC I: 435).
80 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

neral Díaz (padre de Díaz Covarrubias), todos


los demás han preferido pedir a la historia ex-
tranjera sus héroes. Imitando o traduciendo a los
poetas de otro país. (Altamirano OC XII: 54)

Son pocos los poetas que dedican sus loas a los


“recuerdos patrióticos”. Esto tiene más relación con los
modelos de escritura que la cultura mexicana importó
en un primer momento y no con la ausencia de los
acontecimientos históricos. Ahora bien, es claro que
Altamirano deseaba una epopeya singular, liberal y
reformista que sirviera de modelo educacional para las
futuras generaciones. Para él, los poetas, al igual que
los héroes, deben sacrificar todo por la patria:

Los poetas que conservaban la epopeya antigua


en los cantares de la tradición, o que pudieron
crear la nueva de su lucha infortunada, los sacer-
dotes guardianes de la religión y de la historia,
los viejos sabios, maestros de la juventud y orá-
culos del pueblo, murieron esgrimiendo su maca-
na empapada con sangre en las calles de México,
y combatiendo por su patria. (Altamirano OC
XIII: 273) “Prólogo al romancero nacional de
Guillermo Prieto” (1885)

Los poetas y los libertadores no son divinidades,


para Altamirano, operan como “sublimes ministros”
de la nacionalidad. Él siempre toma como referencia el
mundo antiguo, en donde estos personajes eran inter-
pretados como divinidades, entremezclando el amor
patrio con el fervor religioso (Sol 1997: 104).
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 81
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

La Ilustración, la patria
y la educación
Al final del siglo XVIII se viven una serie de eventua-
lidades en muchas partes del hemisferio occidental,
las que pueden atribuirse —directa o indirectamen-
te— al florecimiento de las ideas conocidas como la
Ilustración. Tales concepciones, reflejo de las necesi-
dades y tensiones de una sociedad cambiante, se
basan en el nuevo conocimiento científico del siglo
XVII, que engendró una nueva fe en la razón y en el
progreso. Por un lado, esto llevó a un rechazo de la
autoridad y a una afirmación de los Derechos del
Hombre, expresados en la famosa declaración de
Rousseau: “El hombre nace libre”.43
En América, la Ilustración fue vista como la ma-
nera viable de enfrentar problemas de orden económi-
co, político y social. Ante los ojos de los intelectuales
ilustrados de México, la patria y el reino no tenían las
mismas oportunidades que la metrópoli. Fue la Ilustra-
ción la que fundamentó el primer espíritu nacionalista
de México. Sus intelectuales, sus luchadores, se esfor-
zaron por integrar las ideas de los pensadores euro-
peos del siglo XVIII al naciente país. Se creerá en el
progreso y se tendrá fe en el desarrollo científico de la
época, que es servirse de la razón. Indudablemente, en

4 3 . Las nuevas ideas fueron una inspiración para los monarcas, que,
al terminar el siglo XVII, empezaron a concentrar el poder en sus
propias manos y a gobernar mediante agentes burocráticos nom-
brados por ellos. Sin embargo, estas actividades centralizadoras
encontraron resistencia en todos aquellos que tenían intereses
creados en el antiguo régimen, iglesias, gremios y corporaciones y,
sobre todo, la aristocracia.
82 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

la mayoría de los países la Ilustración busca a través de


la educación, para superar sus problemas, encontrar
el tan anhelado progreso. Rousseau en Francia, Feijoo
en España, Fernández de Lizardi en México; Andrés
Bello concibe a la Ilustración como el instrumento
conceptual para manifestar la independencia cultural
de Hispanoamérica. A partir de ella sugiere la eman-
cipación política, y sobre todo, cultural (mental). Esta
última, era fundamental dentro del programa porque
implicaba el surgimiento de una ideología propia, a
través de un discurso, que a la vez fuera la expresión
de la realidad.
Así, educar fue esencial para Andrés Bello porque
esa transmisión educativa repercutía en la construcción
de las naciones americanas; además, este proyecto,
necesariamente debería incluir la literatura como parte
de la edificación de la nación; mediante la instrucción,
la patria debería consolidar los valores morales, filosó-
ficos, de la nueva América. Por supuesto, se enseña
para homogenizar y conciliar el espacio utópico. En ese
primer momento la Ilustración en América Latina es
vista por el intelectual de la siguiente manera:

En la época que llamamos de la conciencia amena


de retraso, el escritor participaba de la ideología
de la Ilustración, según la cual la instrucción trae
automáticamente todos los beneficios que permi-
ten la humanización del hombre y del progreso
de la sociedad. (Fernández 1972:340) “Literatura
y Subdesarrollo”, Antonio Cándido.

En el fondo, el más caro anhelo de los intelectuales


mexicanos era formar la conciencia de los nuevos ciu-
dadanos, esto es, individuos concretos que construyan
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 83
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

una nueva sociedad para integrarse como ciudadanos


con derechos políticos, así como obligaciones sociales.
Altamirano conoce el valor de la educación, de la
enseñanza, para alcanzar las metas deseadas por la
república. Por ello, dedica tanto tiempo a fundar socie-
dades, escuelas, academias, aunque más bien su funda-
mento era clásico:

He aquí, de esta manera dando el impulso más


eficaz a la Ilustración en México, creando prime-
ramente la enseñanza, y luego la discusión, pri-
mero la escuela y luego la academia, conforme al
espíritu práctico que ese gran escritor francés del
siglo pasado, Voltaire. (Altamirano OC I: 213) “La
Academia de Ciencias y Literatura” (1870)

El concepto que tendrá Altamirano de Ilustra-


ción será de cultura, donde todo es bienvenido para
él, siempre y cuando las intenciones sean las de
educar al pueblo, a las masas. Con referencia a los
primeros mensajeros de la Ilustración se guiará por
los frailes, “héroes de la civilización”; esto último es
de suma importancia para los intelectuales del movi-
miento de la Reforma en México porque se busca
civilización, asegurar la civilización occidental:

Estos frailes si no son santos para nosotros, sí son


los primeros amigos de los indios, los mensajeros
de la Ilustración, los héroes verdaderos de la
civilización latinoamericana. (Altamirano OC V:
29) “El Señor del Sacromonte” (1880)

Todo lo que asegure civilización, Ilustración, será


bienvenido por Altamirano porque su deseo es cons-
truir una patria civilizada para que el ciudadano tenga
84 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

la libertad, la igualdad y la fraternidad, valores tan


ansiados desde la Independencia. El medio más próxi-
mo para la educación de un pueblo es la literatura:

Gran escritor fue el que dijo: “Que la literatura es


la expresión, el termómetro verdadero del estado
de la civilización de un pueblo”. Sin duda, podría
añadirse que también ella retrata al vivo las pa-
siones, las amarguras y las esperanzas de una
generación. (Altamirano OC XIV: 159 44)

Altamirano creyó sistemáticamente en la ins-


trucción; su visión fue social, un poco adelantada al
México de ese siglo porque su posición era integrar la
nación de manera completa al desarrollo tecnológi-
co, social, económico de la Europa de esa época,
mientras que la elite convenía sólo en acercarse polí-
tica y económicamente (más esto último) creyendo
que los otros beneficios vendrían como consecuencia
de esta asimilación.
Un factor con el que se enfrentó Altamirano fue
la gran población analfabeta. Como buen ilustrado,
combatió el analfabetismo puesto que sabía que era
importante colaborar en la formación de una nación
instruida y civilizada. Y liberales como él, considera-
ron el desarrollo de la Ilustración como un método de
pensamiento y no un sistema rígido. Sin embargo,
para llegar al conocimiento se requería de un pueblo
alfabeta, sobre todo para obtener un mejor impacto en
el plano social de los postulados de su filosofía, pues de
no ser así, las ventajas serían sólo para unos cuantos;

4 4 . Del prólogo a Flores del destierro de José Rivera y Río.


IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 85
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

eso fue precisamente lo que ocurrió. La alfabetización


y la educación son dos procesos que se hallan en el
desarrollo del país. No puede haber progreso sin algu-
no de estos dos. Esto lo sabe Altamirano, quien los ve
como procesos imbricados y, por lo tanto, importantes
para su proyecto de nación.

El pueblo necesita instruirse, instruido será rey.


Ignorante se hallaría siempre bajo una vergonzo-
sa tutela, y aquellas castas privilegiadas bajo
cuya férula ha gemido por tantos años, volverían
a parecer siempre dominadoras [...] Las masas
quedarán siempre apartadas del banquete de la
soberanía y gemirán bajo el yugo del libro como
han gemido en otro tiempo bajo el yugo del fana-
tismo religioso o del poder militar. (Altamirano
OC I: 206) “La educación popular” (1870)

Durante la Reforma, la nación instruida y civiliza-


da tendrá en 1870 un espacio para la discusión de ideas,
de propuestas educativas, literarias. En ese ámbito, la
lucha personal de Altamirano será integrar al México
intelectual en uno solo. Después de la crisis y de las
secuelas que se deja tras de sí a causa de la intervención
francesa (como cualquier injerencia extranjera) se debe
comenzar un nuevo aprendizaje de sí mismos, lo cual es
un volver, en los términos del viaje, a nacer, un volver
a formar. Se busca renacer de las cenizas.

Los modelos
El modelo fundamental para los mexicanos indepen-
dentistas fue la cultura greco-latina. Sin embargo, este
modelo occidental sólo ingresa en el ámbito del origen
86 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

y de la base cultural. Lo que México necesitaba era


entrar en el orden del desarrollo contemporáneo de los
países de avanzada del siglo XIX. Esos modelos son dos
en México: Estados Unidos de Norteamérica y Francia.
Este último país es el más respetado en el ámbito
intelectual en la América hispánica del siglo XIX:

En el caso numéricamente dominante de los paí-


ses de habla española y portuguesa, el proceso de
autonomía consistió, en buena parte, en transfe-
rir la dependencia, de manera que otras literatu-
ras europeas no metropolitanas, sobre todo la
francesa, fueron volviéndose el modelo a partir
del siglo XIX, lo que además ocurría también en
las antiguas metrópolis. Actualmente, es necesa-
rio tener en cuenta la literatura norteamericana,
que constituye un nuevo foco de atracción”.
(Fernández 1972:344) “Literatura y subdesarro-
llo, Antonio Cándido.

Aunque esta importación de la que habla Anto-


nio Cándido trajo consigo (después de agotada la
exploración de modelos) la reafirmación del carácter
nacional de las literaturas, la búsqueda de la expre-
sión americana, en este caso, mexicana. Sin embargo,
el seguimiento de los modelos se dará en dos formas:
el político cultural, en el cual, el modelo político que
el Estado mexicano siguió afecta el orden cultural,
impregnando a este último de la postura del país o
nación que se ha seguido. Como segunda forma, el
modelo cultural imperante en el mundo occidental,
no sólo en el orden de la literatura, sino en todos.
Como sistema de referencia, el parteaguas de
1810 —el inicio independentista en México— mues-
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 87
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

tra la separación (inicialmente política) con la tradi-


ción española. Sin embargo, en esa ruptura se debe
reconocer que se heredan los siguientes modelos: el
grecolatino y el barroco español. En este proceso de
transición hay dos influencias importantes: la Ilus-
tración francesa y el neoclasicismo español.
México se relacionó con los países desarrollados
más desde una perspectiva política que cultural. Por
supuesto, la continuidad de su relación dependió mu-
cho de las invasiones que la nueva república sufría. Este
tipo de relaciones conforman, poco a poco, los para-
digmas para los intelectuales mexicanos; es decir, los
escritores buscan, a la vez que un reflejo natural, una
idealización realizada.
Los primeros importadores de modelos cultura-
les, sociales y políticos son los propios viajeros mexi-
canos, quienes conocen Europa, describen sus mara-
villas y adelantos; por ejemplo, a través de Fray
Servando Teresa de Mier y otros, el intelectual mexi-
cano ve en Europa, en Inglaterra y en Francia, el
futuro; el modo de ser más adecuado para el desarro-
llo humano. Al volver los ojos a América, ésta, en
lugar de ser una utopía realizada, es el lugar del
desencanto. Una manera lógica es rechazar el pasa-
do buscando modelos europeos progresistas.

España

Pese al terrible rompimiento con España provocado


por la Independencia, la intelectualidad mexicana
no dejó de ver a Europa a través de España misma.
Esta dependencia cultural estaba marcada, princi-
88 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

palmente, por la falta de recursos técnicos (como las


imprentas) o por la falta de medios (traductores
capacitados). España continuó siendo el modelo ta-
miz de Europa:

el Monte en Cuba, como José Joaquín Pesado


(1801-1861) en México, representa la decisión
patricia de someter a moldes tradicionales, con-
servadores, reaccionarios, los nuevos impul-
sos de raíz popular que surgen explosivamente
con el romanticismo. (Fernández 1972:402) “Li-
teratura y Sociedad”, José Antonio Portuondo.

Como lo mencionaba anteriormente Altamira-


no, faltaba dar el grito de Dolores en muchos espa-
cios; se dependía de España, esencialmente de los
libros, ya que las editoriales mexicanas no obtenían
los recursos suficientes; la misma censura española
(el mantener durante la colonia un estricto control de
la imprenta) fortaleció esta dependencia aún más. La
opción que encontró la intelectualidad mexicana fue
el periódico; pero sin duda, éste tuvo sus limitaciones
en el desarrollo de las ideas. El otro impedimento fue
que eran pocos los lectores; una minoría era la letra-
da, resultando más barato importar libros que editar-
los: “Los escritores criollos usaban los modelos euro-
peos, las formas francesas o inglesas, pero les falta-
ban los estímulos sociales para que dichos modelos se
llenaran del contenido señalado por esa edad cultu-
ral”. (Fernández 1972:376) “Situación del Escritor”,
José Guilherme M.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 89
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

La separación de los intelectuales mexicanos con


España no fue tangencial, sino que se respeta la tradi-
ción española en muchos sentidos: la lengua, la reli-
gión, las instituciones, los símbolos producto de la
colonia como la Virgen de Guadalupe. Algunos mexi-
canos y algunos latinoamericanos aún considerarán la
posibilidad del mejoramiento a partir de lo español.
Esto se nota claramente cuando se propone que la
lengua sea precisamente el español para que sea la
forma más rápida de homologar, educacionalmente, a
la población, como manera de ingresar a Europa a
través de España. Aunque Altamirano, por su parte,
cuestiona el modelo de lengua española, y propone
una nueva alternativa a la misma: “¿qué podrá esperar
México el día en que estos indígenas abandonados por
la población que habla español, aprenda y conozca el
idioma inglés?”. (Altamirano OC XV: 219) “Instruc-
ción Pública (1882)”
De alguna manera, Altamirano siempre vio en
la lengua castellana el lastre que unía, irremediable-
mente a España, al atraso que ésta tenía en ese
momento. Por ello, propone el aprendizaje de la
lengua inglesa.

Francia

Francia ha sido, significativamente, una gran in-


fluencia para los intelectuales mexicanos. Desde la
ilustración hasta nuestros días; y desde el germen de
la misma guerra de Independencia hasta el movi-
miento modernista.
90 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

No es sólo un modelo a imitar en lo literario,


también es un modelo cultural en todos los sentidos,45
el prototipo del cual aprender; sobre todo, porque este
país era el centro militar, político, cultural de Europa:
España leía a los franceses, el intelectual mexicano a
través de ellos. Los poetas franceses estudiados en el
siglo XIX fueron: Pierre de Béranger (1780-1857);
Alphonse de Lamartine (1790-1869); Casimir
Delavigne (1793-1843); Alfred de Vigny (1797-1863);
Víctor Hugo (1802-1885). En algunos casos, poetas no
franceses como Byron, Heine, Poe, se conocieron en
México a través de Francia. (Blanco 1977:35-49)
El término “afrancesado” es un concepto que se
ha construido en el ambiente cultural mexicano, y que
ha ido desde un aspecto significativamente positivo: lo
que imita las tendencias —sobre todo, arquitectóni-
cas— de Francia; hasta el “afrancesado”, como aquel
que imita a la cultura francesa, en menoscabo de la
mexicana: el término colonial es malinchismo.
Altamirano por razones más políticas —la invasión de
Francia a México en 1862—46 mantiene una postura

4 5 . La moda, por ejemplo, la vestimenta enriqueció la usanza mexica-


na a través de una mano francesa, quien pone los últimos toques
al mexicanísimo traje charro: lujosos arreos, bordados de realce,
botones de oro y plata, y la chaqueta negra de paño inglés, es la corte
de Maximiliano, quien lo usaba de esta manera. Como otro ejemplo,
el término mariachi proviene del francés marriage; la palabra
produjo un cambio de sentido cuando las personas solicitaban una
banda musical para el acompañamiento de la celebración del
matrimonio; la gente queriendo hablar el francés pronunciaba
mariachi; la acepción primaria se olvidó, y la banda musical fue
llamada como la gente le nombró.
4 6 . Aunque históricamente, la primera tendencia de invasión a México
por parte de los franceses fue en 1838 con la llamada “guerra de
los pasteles”. Sin embargo, esa vez, Francia se retira con el compro-
miso de pago.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 91
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

violenta contra Francia. Clemencia es un ejemplo de


ello; pero al ir a Europa, Altamirano escribe:

Los literatos parisienses son encantadores. Co-


mienzo a conocerlos, a tratarlos. Nos quieren
mucho, pero nos ignoran mucho, y se sorprende
cuando les hablo de nuestro movimiento litera-
rio. Pero nos ignoran más en España y digan los
que dijeren, nos quieren allí menos, nos conside-
ran inferiores y cada español se considera muy
competente para juzgar nuestras cosas. (Alta-
mirano OC XXII: 56)

Al final de su vida, Altamirano ya no guarda


rencor por la invasión francesa, o el dominio español
de la Colonia. Se enfoca en aclarar que Europa desco-
noce mucho de América. Para él era de suma impor-
tancia que México tuviese un lugar en la mente del
intelectual europeo, ya que eso simbolizaría el ingre-
so del país a la cultura moderna europea y a la
modernidad.

Los vecinos: Estados Unidos


de Norteamérica

La relación con el modelo angloamericano ha sido,


desde tiempos de la colonia, un límite más entre los
pueblos latinoamericanos y el anglo-americano. A
partir del siglo XIX, los intelectuales liberales encuen-
tran en Norteamérica un modelo a seguir, elogian al
hermano mayor, a la nueva industria, al progreso. La
crónica del maestro Ignacio Ramírez es ilustrativa de
esta alabanza. Sin embargo, a partir de la anexión de
92 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

Texas, en 1836, sobreviene un recelo en algunos de los


escritores mexicanos, quienes lo expresan, como en
los versos de Rodríguez Galván: “Y por Texas avan-
za/ el invasor astuto” (Clásicos 1984: 68), sin embar-
go, la invasión que cambia el paradigma del modelo
es la de 1846:

La invasión estadounidense no había sido propi-


cia, en absoluto, a la causa liberal. Primero, por la
imposibilidad militar de triunfar contra ella, en-
vuelto como estaba el país en la discordia civil y
la indiferencia nacional. Segundo, porque, para
el liberalismo mexicano, la guerra norteamerica-
na fue con un aliado querido. Elogiado hasta la
veneración, postulado sin medida como un ejem-
plo a seguir. En 1848, para los liberales, el modelo
de nación propuesto se volvió de pronto el ejérci-
to invasor. (Aguilar 1993: 5)

El elogio por el desarrollo de los Estados Unidos se


centrará, principalmente, en la industria, en el comer-
cio —así como en el afán por la aventura y el viaje—, en
sus instituciones, como las jurídicas, las democráticas.
Para Altamirano, su escuela. Quedará Estados Unidos,
digámoslo así, excluido en el orden de la cultura.

La grandeza de los Estados Unidos, hoy impo-


nente ante la Europa y el mundo, y que será mayor
cada día, más que en sus adelantos materiales,
en el poder de su marina, en la riqueza de sus
leyes, consiste en la instrucción de sus ciudada-
nos que siendo igual, con insignificantes excep-
ciones, les permite ser aptos a todos para el ejer-
cicio de las funciones administrativas, y no con-
siente la elevación de una clase, ni de una perso-
na más allá del nivel republicano. (Altamirano
OC IX: 38).
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 93
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

El maestro Altamirano no se ocupa mucho de


Estados Unidos. 47 Lo que elogia de este país es lo que
se escucha desde Europa (específicamente en Atenea)
con respecto a que es una nueva nación donde se
progresa. Este elogio por el progreso de los Estados
Unidos, pero recelo por el empuje imperialista e
invasor se muestra en casi toda América Latina,
especialmente en Argentina, Cuba, Puerto Rico. José
Martí, quien ya ha tenido su experiencia mexicana
percibe la figura de los Estados Unidos como una
nueva “Roma americana”:

En el fiel de América están las Antillas, que serían,


si esclavas, pontón de la guerra de una república
imperial contra el mundo celoso y superior que se
prepara ya a negarle el poder, —mero fortín de la
Roma americana; —y si libres, — y dignas de serlo
en el orden de la libertad equitativa y trabajado-
ra— serían en el continente la garantía de equili-
brio, la de la independencia para la América espa-
ñola aún amenazada,(Martí 1975: 41.42).

Ambos escritores conocen de los intereses


imperialistas de los Estados Unidos por las constan-
tes invasiones, oficiales o furtivas, por su declarato-
ria en la Doctrina Monroe (1823); en Altamirano,
para equilibrar el peso de la balanza era necesaria la

4 7 . Aunque bien es cierto: “Fueron Prieto y Altamirano nuevamente los


que, con el impulso del programa liberal y ecos románticos,
demarcaron mejor la imagen de lo foráneo desde una perspectiva
nacionalista, al diferenciar la admiración lógica hacia los países
como Estados Unidos –por sus logros sociopolíticos y económicos
y sus avances tecnológicos innegables– del culto servil y la copia
ciega de su cultura, provocado por una implícita visión autodenigra-
toria.” (Montero 2002:5).
94 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

búsqueda de una Europa humanista, la ve en Alema-


nia, y en la reunión de toda América Latina como una
sola.

Los lejanos: Alemania

El modelo de la Alemania y su influencia en la litera-


tura y en la cultura mexicana nos parece poco estudia-
do; sin embargo, es muy claro que después del término
de la invasión francesa en México (1867), la mira de la
elite mexicana estuvo puesta en Alemania. Existe una
desconfianza y recelo ante los Estados Unidos de
Norteamérica, Francia, España —por razones conoci-
das—. Es Altamirano quien, desde su periódico El
Renacimiento, declara: “Los franceses traducen; los
alemanes piensan y crean. Las ciencias naturales, la
literatura, la crítica, hoy están resplandeciendo en
Alemania”. (Citado por Martínez 1955: 166)
Muchos aspectos de la vida en México se vieron
envueltos por las nuevas relaciones con Alemania.

México, por mil razones debía al imperio alemán


una manifestación de amistad cordial, y hoy la
lleva a cabo, enviando a la corte de Prusia a un
representante que lleva encargo de ofrecer a la
nación honrada y generosa, los votos más since-
ros por su prosperidad, que hace el pueblo de
Hidalgo y de Morelos. (Altamirano OC XVIII:
349) “Relaciones Diplomáticas con Alemania”
(1874)

Para Altamirano, este momento es clave en la


historia de México. Él cree en ese nuevo modelo
europeo a seguir, e incitará a sus discípulos a traducir
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 95
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

literatura germánica; él mismo leerá a Hoffmann,


Goethe, y se aproxima a un romanticismo alemán
tardío.
Clemencia presenta esa nueva actitud hacia el
mundo occidental contemporáneo, hacia Alemania.
El capítulo uno se titula: “Dos citas de los cuentos de
Hoffmann”. En la novela, surgen las referencias acer-
ca de la cultura alemana: “Era una colección de
melodías alemanas” (Altamirano OC III: 208); “[...]
ambas le señalaron una magnífica pieza alemana
sobre piezas de sonámbula” (Altamirano OC III:
220); “En el salón se había colocado ese pretty german
toy, como lo llama Carlos Dickens [...] con entero
arreglo al estilo alemán” (Altamirano OC III: 246). En
El Renacimiento, como esquema general de las revistas
de la época, se publican partituras alemanas. En fin,
de alguna manera, el desarrollo tecnológico que se
deseó fue el seguimiento de la potencia naciente.
A la muerte de Altamirano e involucrado en la
política de Porfirio Díaz, Justo Sierra seguirá la obra de
su maestro: los kindergarden son importaciones de la
época, así como la distribución de las materias en la
primaria, ya que Justo Sierra envió a un grupo de
maestros a estudiar a Alemania los métodos que la
escuela aplicaba. En su discurso inaugural de la Univer-
sidad Nacional en 1910, significativamente comienza:

Dos conspicuos adoradores de la fuerza tras-


mutada en derecho, el autor del Imperio Germánico
y el autor de la Vida Estrenua; el que la concebía
como instrumento de dominación, como el agen-
te superior de lo que Nietzsche llama la voluntad
de potencia. (Gaos 1993: 726)
96 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

No sólo fue a ese nivel, sino también hubo un


apego en términos militares y políticos; sobre todo,
porque México no podía comprar para su defensa
armas a antiguos enemigos: ni a Francia, ni a España,
ni a su vecino del norte. Bélgica, Suiza, y ante todo
Prusia, fueron los suministros de la República Mexi-
cana durante el porfiriato: la usanza de los uniformes
militares es alemana.
En este entendimiento, muchos mantienen que
es con el modernismo que América Latina comienza
a forjar un espíritu, más que seguir un modelo, de
conciencia propia; los límites son poco claros, y en
México podría haber tantos modernismos como poe-
tas regionales. Lo cierto es que se inicia la búsqueda
de una expresión distintiva.

La clemencia de la nación
Clemencia no es únicamente un relato de guerra, o una
narración amorosa, más bien, plantea el problema
esencial de la formación del espíritu nacional. Los
conservadores monárquicos no consideraban a Espa-
ña como modelo, puesto que se encontraba sumida en
un atraso considerable en comparación con el resto de
Europa. De hecho, España, más que ayudar a los
conservadores, enardecía los ánimos tanto de liberales
como de muchos conservadores. En cuanto a los Esta-
dos Unidos, ellos tenían su propia guerra civil, además
de que la intervención estadounidense de 1846 tenía
los ánimos encendidos en su contra. Por consiguiente,
los conservadores monárquicos consideran que el in-
greso del país a la modernidad puede darse a través de
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 97
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

la anexión a la Francia de ese momento, por lo que lo


ven como el modelo visible. El país no sólo se encontra-
ba dividido en lo político (liberales versus conservado-
res), también en sus valores, en sus bases ideológicas,
en lo racial. Fue la intervención francesa la que provo-
có el clímax de la crisis de identidad en México, desde
su Independencia.
La novela Clemencia es el espacio de lucha entre
los mismos mexicanos divididos desde la Indepen-
dencia en dos bandos: los conservadores y los libera-
les. La lucha en contra de la intervención francesa es
sólo ocasión para presentar la lucha interna entre dos
ideologías, así como entre dos Méxicos: el mestizo y el
criollo. En medio de estos dos hermanos se sitúa
Clemencia, la protagonista que desempeña el rol de
mujer y del más noble espíritu patrio.
Estos dos Méxicos se encuentran representados
por los personajes Fernando Valle y Enrique Flores.
Fernando Valle: cuerpo raquítico y endeble,
moreno, color pálido enfermizo, ojos pardos, nariz
aguileña, bigote pequeño y negro; metódico, antipá-
tico, solitario, económico, repulsivo; de origen fami-
liar desconocido. 48
Por cada adjetivo dispuesto para Fernando Va-
lle, encuentra uno opuesto en Enrique Flores: hercú-
leo, gallardo, blanco,49 buen mozo, grandes ojos azu-
les, grandes bigotes rubios; jugador, elegante, amis-

4 8 . Para Gomáriz: “En Fernando se establece el contraste entre la


realidad del interior y la apariencia del exterior del sujeto, entre lo
bueno y lo bello, que sólo en ciertas ocasiones se combina de manera
ideal (42)”. (Gomáriz REV 2001:48).
4 9 . Aunque Altamirano no señala el color de piel, se ha inferido por los
“rubios bigotes”.
98 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

toso y bien querido, generoso; con familia de magní-


fica posición.
Estos adjetivos desempeñarán el papel de con-
frontación de dos tipos de mexicanos: uno, mestizo,
valiente, héroe, y por añadidura, poco atractivo; el
otro, blanco, cobarde, traidor, atractivo. El mestizo es
quien tiene en la novela los más altos valores; el otro,
sólo ve a la guerra como un medio para la escalada
social; “grandes bigotes rubios”, marcándose la usan-
za del bigote en Maximiliano.

Es por esto que dicho sector, con sus rasgos de


conservadurismo ideológico, fue figura común
en la literatura costumbrista de tono satírico, en
la que aparece bajo los esterotipos de catrín o de
catrina, el pollo o la polla, el lion o la liona, carac-
terizados por su vanidad, [...], y, sobre todo, in-
movilidad social, imitación desenfrenada de los
modelos foráneos, y por un individualismo ilimi-
tado, causa frecuente de sus conductas
antipatrióticas. (Montero 2002:45)

Pero estos dos Méxicos personificados también


encuentran su eco en dos geografías mexicanas:
Guadalajara, sitio en donde transcurre la novela, y
Puebla, con la que se compara.
Guadalajara50 es para los liberales el último bas-
tión de defensa de la patria y sus ideales, en sí misma

5 0 . Gomáriz establece que: “La descripción de Guadalajara es una


alegoría cultural y política, pues como sugiere W.J.T. Mitchell, el
paisaje tiene un carácter semiótico, en tanto que es un medio de
expresión a través del cual se codifican valores y contenidos
culturales, así como los procesos de formación de identidad social
y subjetiva” (Gomáriz REV 2001:56). En la novela Clemencia este
valor semiótico está construido por la forma en que Altamirano
establece un eje de contrarios entre Guadalajara y Puebla.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 99
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

esa tierra lleva la fama de procrear hombres valientes


que la consolidan. Guadalajara se abre al progreso de
México, sostiene un pensamiento liberal.51 Guadala-
jara, según la adjetiva Altamirano, 52 es “reina de
occidente”, “ciudad superior a todas las de la repúbli-
ca”, “tierra de hombres valientes”, “mujeres hermo-
sas”, “hija predilecta del trueno y de la tempestad”;
Guadalajara es “afectuosa”, “benefactora”, “virtuo-
sa”, “franca”, “risueña”; bella moralmente: “lugar en
donde la civilización ha entrado sin sus falaces arreos
de codicia y egoísmo”.
La otra geografía mexicana en la novela es Pue-
bla. Ésta es sólo utilizada por el narrador para con-
traponerla a Guadalajara como antítesis. Puebla es,
para el maestro, “mojigata”, no oriental, ciudad con
“odio”, “insultante”, “fanática religiosa”, “en Puebla
invitan al forastero a visitar iglesias”, “agua bendita
y rezan con él un vía crucis”. El sentimiento descrito
hacia la ciudad de Puebla también se encarna en sus
habitantes:

¿Saben ustedes, lectores, cómo acostumbran las


poblanitas comenzar el viaje a México en los
trenes de ferrocarril? Pues señor: entran y se
arrodillan como para rezar un vía crucis, se enco-
miendan a su divina majestad y se entregan en
alas del vapor, como si dijéramos en alas del
diablo. (Altamirano OC VIII: 75)

5 1 . Guadalajara se convirtió, a la postre, en el prototipo del mexicano,


y de su cultura; con varias exportaciones: el tequila, el mariachi, la
charrería, entre otras cosas.
5 2 . Todas las citas que a continuación se presentan son de los capítulos
V y VI de Clemencia.
100 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

En la ironía de Altamirano, los poblanos —habi-


tantes de Puebla— son ridiculizados al extremo, como
gente que no entiende el progreso, y que cree que el
desarrollo tecnológico es producto del demonio; es
decir, para el maestro —como para muchos liberales—
la religión católica había llegado al límite del fanatis-
mo religioso, a su vez que detenía el progreso.
El tema es la oposición entre la progresista
Guadalajara y la fanática Puebla, como geografías
mexicanas en lucha en la misma novela; aunque la
región en donde el narrador se centra es en Guadala-
jara y la zona occidental de México.53
Significativamente, otra oposición intentada por
Altamirano es entre el personaje Clemencia versus el
personaje Isabel; sin embargo, esta última se diluye
en la trama de la novela. La rivalidad amorosa que
Altamirano estaba elaborando, se transforma en una
tríada amorosa en donde los personajes masculinos
se opondrán en el corazón de Clemencia. La femini-
dad como vórtice en una situación de crisis, conviene
en el centro mismo de la oposición de fuerzas: Fer-
nando Valle versus Enrique Flores.
En ese sentido, el narrador plasma la guerra de
intervención francesa como un momento álgido en
donde la identidad mexicana es un espejeo constante
de las apariencias (físicas, morales, políticas) que
pueden engañar. Lo que está en duda es quién es
mexicano y quién da su vida por la patria. De Fernan-

5 3 . Se debe señalar que esta visión de Altamirano por Puebla, tal vez
se deba a la construcción de la ciudad misma, ya que Puebla fue
construida espacialmente, fuera de todo centro ceremonial
prehispánico; por tanto, fuera de todo mestizaje.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 101
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

do Valle se dice: “No era, pues, un patriota, sino un


ambicioso, un malvado encubierto”, “tiene más as-
pecto de traidor que de héroe; él medita algo”
(Altamirano OC III: 166-67). El juego de las aparien-
cias tendrá su culminación con la vida de Fernando
Valle, quien finalizará como héroe, patriota; Fernan-
do Valle ha dado la vida por la patria, por el amor.
Por la patria ha dejado, inclusive, su familia, quienes
resultan ser acaudalados de la región de Veracruz.
Es decir, Valle ha renegado de todo, con tal de servir
a los ideales que se ha impuesto. Conociendo la
historia de este personaje, el narrador revela otra
postura: “El joven estaba hermoso, heroicamente her-
moso”. (Altamirano OC III: 308)
La novela tiene que definir quién es el traidor y
quién el héroe a partir de sus conductas morales, y las
que se tienen para con la patria. He aquí donde el
maestro Altamirano arroja otro ingrediente: el amor
por la patria. Para él, los amantes que van en contra de
la patria deben pagarlo con la vida, independiente-
mente de los motivos. Mientras que a Flores le ha
salvado la mitad de la fortuna de la familia de Clemen-
cia (consiguiendo un indulto tardío), a Valle le cuesta
la vida: “Así pues, para colmo de dolor, la familia del
señor R [...] volvía a recobrar la mitad de su fortuna
comprometida para salvar a Flores, a costa de la vida
del infeliz Fernando Valle”. (Altamirano OC III: 300)
Altamirano utiliza el espacio narrativo para ex-
poner sus ideas sobre la patria. La novela es el medio
para enseñar al lector los valores ideológicos de los
liberales, además de la moral que un buen patriota
debe tener. Como han señalado los críticos más cerca-
nos a Altamirano, su literatura aspira a lo nacional, y
102 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

desde la perspectiva de este trabajo, una literatura que


defina lo que es nacional. Con Clemencia, Altamirano
señala a la sociedad que el concepto “clemencia” ya ha
sido usado para el perdón de compatriotas. Si bien la
novela tomó forma durante la ocupación francesa, la
elaboración en Altamirano llevaba más tiempo; es
precisamente el perdón del hermano el que debe con-
siderarse. La amnistía sólo cubre el requisito legal para
la petición, y no señala ninguna falta. Altamirano
desea otra cosa, que, al menos en el orden moral, el
culpable de traición a la patria pague con su vida. Éste
es el germen de la novela: el discurso de Altamirano
ante el Congreso de la Unión el 10 de julio de 1861,
titulado “Contra la amnistía”; con este discurso
Altamirano se gana el elogio en la cámara de diputa-
dos y el apoyo de ambas fracciones:

[...] que reconozco en ellos un excelente corazón lleno


de sensibilidad y de clemencia, pero entiendo que
ellos se han equivocado al creer que debía la nación
perdonar a sus enemigos con la misma facilidad que
estos señores por su carácter generoso perdonan
a los suyos. (Altamirano OC I: 53)

El citado discurso de Altamirano señala que el


perdón de los enemigos internos de la patria es muy
costoso para la misma, ya que, más que perder un
ciudadano traidor, muchas de las veces se pierde un
ciudadano responsable. A través de una metáfora
antropomórfica, la patria toma cuerpo, siendo capaz
de sentir y tomar decisiones, tiene corazón y otorga
perdón a sus enemigos. La ironía del maestro nueva-
mente surge: “un excelente corazón lleno de sensibi-
lidad”, convierte a los traidores solicitantes en los que
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 103
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

no comprendieron a la patria. Singularmente, en el


citado discurso como en Clemencia, los enemigos son
internos, por lo cual, para Altamirano, no se puede
olvidar, asentar las cosas en la amnesia, en la amnis-
tía, porque es un mal que corroe por dentro: “[...] sería
inoportuno, porque la clemencia, como todas las
virtudes tienen su hora. Fuera de ella no produce
ningún buen resultado”. (Altamirano OC I: 57)
La hora a la que se refiere Altamirano es el
momento justo en que el “traidor” debe anteponer la
patria a sus intereses. La hora de Flores es quedar libre,
pese a la traición. La hora de Valle es morir, porque no
sólo ha traicionado al ejército, sino a la patria.
Otra lucha se establece como tríada en Clemen-
cia: el amor como eje, el amor a las pasiones y el amor
a la patria. Las pasiones parecen (ése también es un
engaño de la narración) dominar el relato. Sin embar-
go, para Fernando Valle, las pasiones se subordinan
al amor a la patria: “La bandera de la patria tenía
entonces para él un símbolo más que el de idolatrar:
el de su amor”. (Altamirano OC III: 233). Mientras
que el hedonista de Flores desea:

El patriotismo tiene sus móviles de diferentes


especies; para unos es cuestión de temperamen-
to; para otros es la simple gloria, ese otro platonis-
mo de los tontos; para mí es la ambición. Yo
quiero subir. (Altamirano OC III: 194)54

5 4 . La temática del amor platónico y su confrontación la explora


Altamirano en esta novela y en Atenea. En una primera lectura, es
una preocupación de Altamirano. En esta discusión es sobre las
condiciones de amor a la patria; Flores es un realista, y Valle, un
platónico. En Atenea, el narrador que presuponemos como Altamirano
es realista, y Atenea es platónica.
104 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

Es, en este sentido, que la patria, la nación, en


cualquiera de los discursos (el parlamentario y/o la
novela), adquieren un carácter antropomórfico. La
nación, la patria, pueden tener sentimientos y perdo-
nar a sus enemigos. La lucha amorosa por Clemencia
es una lucha que simbólicamente está manifestando
la de la patria. Clemencia es la patria misma: quien
puede otorgar su amor, pero que también puede errar
en su juicio sobre uno de sus amorosos amantes; se le
puede, momentáneamente, seducir, comprar, utili-
zar. Pero reconocerá siempre el mayor sacrificio,
entre el amor pasional y el amor al ideal, que es la
patria: “Un militar no se pertenece, su vida es de la
patria, y arriesgarla en otra cosa que en su defensa, es
traicionar a sus banderas”. (Altamirano OC III: 253)
Desde esta perspectiva, Clemencia encarna a la
patria como una mujer que pone a prueba las virtu-
des de los personajes: su moralidad, su valentía, su
fraternidad, su patriotismo, su amor. Es también el
cuestionamiento sobre la lucha interna en los mexica-
nos: Flores contra Valle confrontando simbólicamen-
te, a los conservadores contra los liberales, a los
franceses contra los mexicanos, los traidores en con-
tra de los buenos mexicanos. Como también se ha
visto, las razas también se enfrentan en esta oposi-
ción: Valle/mestizo; Flores/blanco. En medio de la
guerra, del amor, se encuentra Clemencia, un perso-
naje que delimitará su campo de acción entre una y
otra opción, pero eso parte de la misma clemencia
que pide Altamirano en su discurso: “La clemencia en
teoría es bellísima, lo confieso, pero en la práctica nos
ha sido siempre fatal”. (Altamirano OC I: 57)
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 105
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

Es fatal para el teniente Valle. Éste paga con la


muerte traicionar a la patria, pero obtiene, a cambio,
el amor final de Clemencia, quien se esfuerza por
salvar su vida, la vida de un valiente, de un héroe
moderno y mexicano.
Esta búsqueda de la heroicidad en las obras de
Altamirano es constante, aunque debemos señalar
un cambio: el héroe es un hombre mexicano que
puede ser cualquiera.55 El que tenga el valor, la inte-
gridad, el amor a la patria, no importando su condi-
ción social, su aspecto —su apariencia—, su grado en
el ejército, etcétera. Como único requisito es dar la
vida por la patria.
Finalmente, la representación de Clemencia
como la patria es, desde la perspectiva del trabajo,
señalada por el discurso en contra de la amnistía,
además del escrito “La fiesta de Guadalupe” (1870),
en donde analiza el valor de la fiesta. La redacción de
este ensayo crítico, demuestra (en la coincidencia
temporal con la novela Clemencia) que la elaboración
de la novela se basó en estas dos fuentes del escritor.
En el ensayo de la Virgen de Guadalupe, Altamirano
rescata la historia: “mostraré mi clemencia amorosa,
y la compasión que tengo de los naturales”
(Altamirano OC V: 125). Altamirano logra reunir el
sentido materno de la religiosidad: “No estoy aquí yo,
que soy tu Madre” (Altamirano OC V: 132). Por
supuesto, la virgen reúne la mejor cualidad para
Altamirano: es mestiza, es también la Tonantzin

5 5 . Por supuesto, para la trama y el desarrollo lógico de la misma, es


indispensable que Fernando Valle provenga de una familia con
bienes materiales.
106 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

(nuestra madre) de los indígenas. Pero además, la


confirma en su identidad: “Virgen india”, “Virgen
mexicana”, le llama. Ésta es la relación más cercana
con Clemencia, el maestro termina con una cuarteta:
“Las morenas me agradan/ Desde que supe/ Que es
morena la Virgen/ De Guadalupe”. La referencia
hacia la piel morena de Clemencia es una constante
en la novela; Altamirano enaltece a Clemencia, aún
más, al encauzar a su personaje hacia un monasterio,
por lo cual permanece virgen, como la guadalupana.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 107
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

Lengua y literatura

La escritura en el México post-independiente (1821)


retoma el sueño Ilustrado de civilizar. En este proceso
de avanzada, los letrados mexicanos 56 desempeña-
ron el papel de formular los documentos que perfila-
rían al hombre mexicano civilizado, así como las
normas que lo regirían, la Constitución Mexicana de
1824 y la de 1857 son parte de esta evolución.
Por supuesto, en el México del siglo XIX las
luchas internas de carácter político-militar no permi-
tieron que se avanzase en el campo de la cultura. Por
ello, al encontrar la estabilidad social —hacia 1867—
la idea de un México civilizado y culto, así como en
vías de progreso, se convierte en el ideal de los
intelectuales. Y como menciona Montero, a partir de
la llamada República restaurada:

5 6 . Aunque los letrados en el siglo XIX desempeñaron papeles entre la


pluma y la espada; es decir, a la vez que formaban parte de la elite
cultural, también lo eran de la elite político militar.
108 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

El hecho cierto es que en México, a la altura de la


séptima década decimonónica, los escritores y
escritoras de mayor oficio partían ya de un mis-
mo referente espacial e histórico a la hora de
“narrar” la nación y sus sujetos; es decir, por ese
entonces dicha entidad que fue primero una uto-
pía política, era ya una imagen consolidada por
el discurso literario, aunque por supuesto no sólo
por éste. (Montero 2002:48).

En este momento histórico, el proyecto ideológico


de los liberales toma cuerpo, y plantea el “progreso” de
la “bella literatura” que semeje el de la nación. Los
intelectuales mexicanos, encabezados por Ramírez,
Prieto, y Altamirano, desarrollan la concepción de una
nación letrada, ilustrada. Así la “bella” literatura será el
pilar para educar al pueblo, para enseñar los valores
nacionales: geográficos, históricos e ideológicos.

La literatura liberal
Para los liberales mexicanos, la independencia no fue
culminante. Decidirán reformar el país, y este reorde-
namiento se lleva en todos los niveles: se dictan
nuevas leyes, las de la Reforma, y la Constitución de
1857, se lucha por la patria en 1862; se procura un
positivismo —al menos en Altamirano— razonador y
revolucionario, así como progresista.
Al consolidar la nación —como Estado y geo-
grafía—57 el proyecto liberal busca una nueva utopía:

57. Desde 1860-1870 la geografía mexicana mantiene casi las mismas


características territoriales, y hasta el año 2000, mantuvo una clara
postura liberal (con sus diversos matices, dependiendo de la época).
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 109
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

una revolución en el alma del mexicano. 58 La pro-


puesta de los intelectuales fue desde continuar con el
español, previendo en un futuro la independencia
idiomática, hasta la aceptación de otra lengua ex-
tranjera. La lógica de la propuesta liberal no sólo se
basa en una independencia total del europeo español
—España en ese momento histórico se hallaba en un
enorme atraso tecnológico— sino también en el en-
cuentro con una expresión propia, que representara
al espíritu de la nación mexicana, ya que los intelec-
tuales sentían que mientras se hablase y escribiese en
español, habría una pregunta obligada: “¿tenemos
una literatura nacional? Y en caso afirmativo ¿esta
literatura debe diferenciarse radicalmente de la lite-
ratura española?” (Altamirano OC XIII: 266)
Hasta esta pregunta, Altamirano no siente la
diferencia con lo otro, con el otro, de quien ha here-
dado la lengua. Adjetivarla como nacional, como
mexicana, construye el ser, 59 ya que el intelectual
define, a través de la literatura, el “tipo” mexicano.
Esto significó un nuevo límite cultural en su esencia:
el no mexicano, el otro. El afrontar el carácter extran-
jero y lo “extraño” de la lengua española, manifiesta,
también, una necesidad viajera de explorarse a sí
mismos. Lo cual trae consigo, en un primer término,
un fuerte espíritu nacionalista; pero también, forjar
desde dentro del país, la imagen y la expresión mexi-
cana. Para el proyecto liberal es claro que la literatu-
ra —a través de los periódicos como el medio para

5 8 . El movimiento intelectual en México busca un humanismo integral.


5 9 . Durante el siglo XX, en diferentes foros y con diferentes matices, aún
los intelectuales se lo preguntaban.
110 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

masificarla— situaría a la nación en un estado de


progreso y de civilización (como conceptos de la
Ilustración) nivelándose con respecto a Europa. Esta
es la primera emergencia: ser y escribir literatura
porque ella definirá no sólo el espíritu mexicano (su
primera preocupación), sino colocará a México en el
mundo civilizado: “que la literatura es la expresión, el
termómetro verdadero del estado de la civilización
de un pueblo.” (Altamirano OC XIII 1868: 159) “Pró-
logo a Flores del destierro de José Riera” (1868)
Casi todos los intelectuales de la época reconocen
este aspecto: la literatura civilizará; sin embargo, la
mayoría no invierte en la edición de libros, sino en la
impresión de periódicos.60 Con esta solución, el senti-
miento fue el de: “El objeto a que aspiramos al fundar
El Renacimiento, que fue el de impulsar el progreso de
la bella literatura en México [...]” (Altamirano OC XIII:
18) “Despedida de El Renacimiento” (1869).
Indudablemente, progreso y civilización, a tra-
vés de la bella literatura, implicaban entrar de lleno
en el orden de los países desarrollados en ese momen-
to; aunque son, desde nuestro punto de vista, concep-

6 0 . El nuevo régimen liberal intentó el retiro de los letrados de la


tradicional tarea de administrar los Estados y obligaba a los
escritores a profesionalizarse. Este proceso explica al periódico
como el medio más urbanizador de la época. Así, el periódico, que
antes había cristalizado la voluntad racionalizada en una función
estatal, cambia su tendencia al distanciarse de la vida pública,
aunque no deja de ser ideológico ni de asumir posiciones políticas
(Rama 1984: 94-95). La prensa debía reformular sus funciones ya
no sólo como un dispositivo de la centralización y limitación
nacional ligada a lo político-estatal (96-97). Desde la perspectiva
del trabajo se debe señalar que El Renacimiento de Altamirano
buscaba no hacer la diferencia entre los escritores de tendencia
conservadora y/o liberal.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 111
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

tos de la Ilustración. Ya cuando Altamirano asimila el


discurso positivista del progreso a su propio discurso
—participa de él—, no es el Altamirano lleno de
esperanzas del primer momento, del intelectual ilus-
trado que cree que la razón solucionará los proble-
mas, es un Altamirano maduro, político, y sobre
todo, asimilado a la elite social-cultural de la época,
e intenta inscribir el trabajo literario a la modernidad
científica progresista que el discurso de Barreda 61
propuso el 16 de septiembre de 1867 (Quirarte 1970).

Es bien notorio que en nuestra naciente literatura,


apenas hay cultivados algunos géneros de los
muchos que constituyen una literatura
nacional.[...]Hace poco más de medio siglo que
México se separó de España, formando una nación
independiente y libre, y asumiendo un carácter
propio, ... territorio, por las cualidades de su clima,
por la diversidad de la raza, de sus pobladores y la
singularidad de las costumbres de éstos, se habían
distinguido por una fisonomía peculiar desde el
siglo XVI en que fue conocida por el mundo civili-
zado: (Altamirano OC XIII: 236) “Prólogo a Las
minas y los mineros de Pedro Castera” (1887)

La inmediatez en la literatura mexicana cobra un


sentido primario para el escritor que desea narrar las
características de ese ser nacional: cultural o geográfi-
co. El paisaje —al igual que en el viajero Humboldt—
revela al escritor los simbolismos y los puntos de

6 1 . Si bien, la exclusión del humanismo no es tajante en el discurso de


Barreda, ya que incluye la instrucción –al estilo del liberal mexica-
no– sí hay una tendencia lógica a reducir el valor del conocimiento
a su aspecto instrumental.
112 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

reunión de esa fisonomía “peculiar”; en las descripcio-


nes del paisaje se revaloran y reconocen territorios,
climas, razas, gentes, tradiciones. El deseo de los escri-
tores es que sus descripciones sean conocidas en el
mundo civilizado. El género que considera más ade-
cuado para estos propósitos:

...es en el género descriptivo, género difícil y que


algunos desdeñan por la sencilla razón de que no
pueden manejarlo, pero que da a la poesía un
carácter local, nacional, que debe ser nuestra
gran propensión” (Altamirano OC XIII: 176) “Pró-
logo a los Versos de Ramón Rodríguez R. (1875)

La defensa del género descriptivo refleja la pre-


ocupación de Altamirano por la posible desaparición
de esta técnica frente a la aparición de las nuevas
tendencias literarias. Así mismo, se palpa el deseo de
que el género reúna todas las regiones de México, ya
que Altamirano conoce muy bien los “diferentes” ca-
racteres regionales, y su intento es integrarlos en una
sola identidad. El género descriptivo, pues, no sólo se
orienta al carácter testimonial, sino que generaliza y
puntualiza el contexto histórico-social del mexicano.
Esta literatura, con carácter nacional, no debe imitar
otros modelos que no sean propios de la fisonomía
cultural de México. Por ende, si no refleja un carácter
local, el paisaje forzará la descripción falseándola.

Es una imitación feliz de algunas leyendas euro-


peas, pero francamente aún así no ha logrado
usted dar color local a su composición, cuyo
asunto coloca usted, parte en Palestina, y parte en
Francia, países que no conocemos usted ni yo
sino geográficamente, y por el relato de viajeros
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 113
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

mentirosos como la mayor parte de ellos.


(Altamirano OC XIII: 51) “Carta a una poetisa”

Por esta buscada fisonomía en la literatura na-


cional Altamirano se ve a sí mismo como:
En efecto, soy uno de los apóstoles de la literatura
nacional, y a mucha honra tengo contarme en el
grupo que acaudillado por el Pensador está for-
mado por pocos, entre los cuales se encuentra
usted en uno de los primeros lugares. Este grupo
ha hecho escuela ya como usted dice, y más tarde,
un poco más tarde, varios se disputarán el honor
de haber pertenecido a él, como diría Ignacio
Ramírez. Me quedo, pues, mexicano, y no quiero
ser otra cosa. (Altamirano OC XXII: 153) “Carta
a Francisco Sosa” (1891)

Aunque parezca soberbio, debo decirlo así: Alta-


mirano sabe que ha realizado un trabajo interesante
durante su vida productiva y creativa en la literatura. Él
está consciente de su “propio papel rector —en tanto
escritor y político— con respecto a la modelación de la
nacionalidad,” (Montero 2002:38); sabe, además, que
es parte de esa tradición literario mexicana, a la cual él
ha aportado algo, y puede colocarse al lado de Fernández
de Lizardi,62, 63 —en el sentido ilustrado—, por ser un
6 2 . Blanco sostiene que el carácter de la literatura disimula el peso de
la ideología liberal. No se ha ahondado en el tema porque el linde
con lo ideológico podría desviar el contenido de la identidad y de
la estética. (Véase Blanco 1977).
6 3 . Cito a José Gomáriz: “Con estas coordenadas socio-históricas es
natural que Altamirano mencione El Periquillo Sarniento (1816), de
José Joaquín Fernández de Lizardi (1776-1827), como la primera
novela nacional en México (43), pues “desciende a las masas del
pueblo infeliz, y compadece su miseria y le consuela en sus pesares,
haciéndole entrever una esperanza de mejor suerte.” (41-42)
(Gomáriz REV 2001: 42).
114 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

escritor, por dedicar su vida a impulsar la Ilustra-


ción a través de las revistas o los periódicos. Señala
la procedencia de sus ideas a través de su maestro
Ignacio Ramírez, se antepone en ese grupo como parte
de los fundadores de la escuela —como decía Voltaire,
“primero la escuela, después la academia”—. Como
buen mexicano, pensaba que la literatura antes de
buscar ser otra cosa, debe ser mexicana, como el grupo
que la impulsó.

La lengua
La interesante postura que Altamirano tuvo frente a
la lengua española es contrastante; a veces, apoyán-
dola; y otras, intentando un cambio de lengua que se
nos antoja imposible. No niega la tradición española
en asuntos de lengua, tampoco la viabilidad de ésta
para el ingreso a Europa; sin embargo, sí analiza
varios elementos para la valoración de la actualidad
y validez de la lengua española en México. Me permi-
to una digresión: cuando Altamirano propone el
aprendizaje, estudio y uso de otra lengua extranjera
moderna —esencialmente la alemana o la inglesa—
se basa en su propia experiencia personal, él domina-
ba la lengua náhuatl como lengua materna; el espa-
ñol, en sus primeros estudios; por lo que se puede leer,
dominaba el inglés, el francés (hablaba, leía y tradu-
cía); por último, hablaba y leía alemán. Es decir, la
lengua no era un obstáculo para el aprendizaje, y
obviamente él era ejemplo de ello. Así, cuando
Altamirano se enfrenta a la tradición de la lengua
española percibe que España no ha establecido un
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 115
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

diálogo intelectual posterior a la guerra de indepen-


dencia. Por supuesto, se sostuvo un vínculo comer-
cial, pero no ilustrado. Encuentra que España ha
dejado, desde hace mucho tiempo, de ser una poten-
cia, ya no se diga imperialista, sino moral y cultural:
tanto para América como para Europa; España, para
Altamirano, se encontraba en el atraso. Así, el espa-
ñol es útil para Altamirano sólo con una finalidad:

Para que se vea cuán urgente y cuán trascenden-


tal es la enseñanza del español en nuestra Repú-
blica a fin de realizar la verdadera unificación
del pueblo que hasta aquí no ha sido más que
teórica, [...] (Altamirano OC XV: 206) “Instruc-
ción pública, generalización del idioma castella-
no” (1882)

El español es el que abre la posibilidad de la


unificación, Altamirano sabe lo que ha costado incor-
porar al país, política y geográficamente. Conoce,
también, lo frágil que resulta la restauración de la
república en un México que son muchos, en realidad.
Interpreta que esta lasitud está en el límite, en la
escritura —“teórica” le llama—, sólo solventada por la
definición de constitución, y de República Mexicana.
También es claro que el llamado a la unificación que
Altamirano clama es por “el otro México”, el indígena.
Por supuesto, a partir de ese abandono en el que se ha
tenido a la raza indígena, Altamirano vislumbra una
posibilidad mayúscula:

Ya no tendrá necesidad de emplear otra lengua


que la de nuestros vecinos para enseñar sus
dogmas e iniciar a estas razas aletargadas, en
116 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

todos los principios de la cultura moderna.


(Altamirano OC XV: 219) “Instrucción pública”
(1882)

Son dos motivos para analizar en la cita de


Altamirano: el español como se ha mencionado, no
integrará a México al progreso. Más que el uso o no de
lo castizo, el problema está fundamentalmente en
eso: la cultura moderna, ya no la civilización pasada,
no tiene los ojos puestos en el español, sino en lo
anglo-germánico. Hacia allá debe dirigirse la cultura
moderna en México, progresar no es sólo tecnificarse,
sino asimilar la cultura a partir de la lengua. Altami-
rano parece decir, desde su carácter de políglota, que
la lengua española sólo es “para hablar con Dios”,64
como señala ese viejo adagio, y que las lenguas pro-
gresistas son el alemán y el inglés. Aunque al final de
su vida, Altamirano optó más por el alemán.

“Sus universidades son los faros de la ciencia,


sus libros son rayos de luz, sus sabios son los
maestros en todo. Y ¿Así descuidamos el estudio
del alemán, cuando al contrario, debía enseñarse
este idioma de preferencia a los demás extranje-
ros que se hablan hoy?” (Martínez 1955: 166)

Lo alemán, de hecho, impregnó muchos haberes


de la cultura mexicana; en la cultura alemana
Altamirano encontró, una nueva Ilustración, una
modernidad culta.

6 4 . Dámaso Alonso integra esta nota como presidente de la Real


Academia. El comentario, así lo señala él, es de El César.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 117
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

La tradición
La cultura de Altamirano también le permite ver que
detrás de la lengua española está la tradición.
Altamirano tenía, pues, los ojos puestos en todos
lados: en el pasado prehispánico, en la herencia espa-
ñola de la colonia —la tradición—, y el renacimiento
del espíritu mexicano. En lo prehispánico, creo que
Altamirano supone un pasado ancestral que perma-
nece medianamente en los indígenas del siglo XIX, que
sin embargo, poco filtra a la actualidad, porque no ha
permanecido puro:

Por lo demás, aquella raza pura y sacerdotal de


México habla el Náhuatl. Más castizo más ele-
gante, que se habló jamás en el imperio de los
montezumas y conserva usos y costumbres pri-
vadas de la gran Tenochtitlan. (Altamirano OC
V: 40) “La semana santa de mi pueblo” (1880)

En ese sentido, ante la desaparición de la elite


cultural de Tenochtitlán, Altamirano nota un vacío en
la producción intelectual-artística de los indígenas.
No sólo la herencia de la escritura es poca, sino que el
pensamiento indígena no se desarrolló después de la
conquista. Esta afirmación requiere una explicación
para diferenciar entre el contexto mexicano actual y el
de Altamirano. Así, para la identidad literaria mexica-
na presente las muestras de literatura nahuatl son
esenciales. Pero para este trabajo se debe explicar que
el mundo nahoa tiene dos momentos claves en la
incorporación en el imaginario identitario de la socie-
dad mexicana; el primero, es en el México post-inde-
pendiente, cuando los intelectuales buscan un contra-
118 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

peso ideológico para el mundo español, lo encuentran


al idealizar y reorganizar el mundo prehispánico a
partir de recuperar documentos de los colonizadores,
y en gran medida de los miembros de la Compañía de
Jesús, quienes estudiaron los textos recuperados de la
antigua Tenochtitlán (cultura prehispánica en donde
se centra la labor de recopilación). En ese México, post-
independiente se encuentra un mundo nahoa
occidentalizado, Cuauhtémoc y Moctezuma son pin-
tados y/o descritos usando vestidos a la usanza de los
griegos o romanos. En este primer momento, aún no
existe estudio sobre la poesía nahoa, y son contadas las
traducciones de ella —refiriendo desde la colonia—.
Por supuesto, se reconoce la labor de los recopiladores,
sobre todo del fraile Bernardino de Sahagún.
El segundo momento es la etapa post revolucio-
naria, a partir de los años de 1920, los intelectuales
mexicanos vuelven sus ojos hacia la cultura prehis-
pánica con base en un nacionalismo a ultranza.
Fragmentos de este programa nacionalista se cimien-
tan en la recuperación del pasado indígena como
parte fundamental de la identidad del mexicano. No
sólo se estudia de manera ardua todos los aspectos de
la cultura indígena nahoa, sino que se comienzan los
estudios en muchísimas culturas mexicanas. Así mis-
mo, la pintura apoya ampliamente dicho evento ya
que estimula el imaginario colectivo y lo plasma en
murales como parte inherente del mexicano.
Es en el siglo XX, y con base en la corriente
indigenista, que las investigaciones, recopilaciones y
traducciones, se realizan en forma sistemática y “cien-
tífica”. Ángel María Garibay K. publica, en 1953, la
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 119
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

más amplia recopilación Historia de la literatura náhuatl,


en dos tomos. Son cinco siglos que la literatura náhuatl
ha permanecido soterrada.
Así pues, para Altamirano, la literatura indíge-
na no existía en lo absoluto por ello considera que el
náhuatl fue un pueblo sin la memoria escrita de la
civilización occidental: “Los mexica, pues, no pudie-
ron ni trasmitirnos su poesía heroica antigua, ni
legarnos como un canto de muerte poesía ninguna
posterior a la conquista.” (Altamirano OC XIII: 273)
“Prólogo a El Romancero Nacional de Guillermo Prie-
to” (1885).
Los indígenas creativos, intelectuales del siglo
XIX, asimilaron la cultura del criollo y del mestizo,
para poder interpretar su realidad. Pese a que Altami-
rano es representante directo de una etnia indígena
de México, en su descripción de los naturales en las
crónicas o en los testimonios de viaje se muestran más
como una raza atrasada, el escritor se lamenta por
ese pueblo que suele llamar semi-bárbaro y con un
gran atraso socio-cultural. Aunque en El Zarco el
indígena mestizo conviene en ser el modelo de la
utopía de Altamirano; sin embargo, el indígena sólo
logrará elevar su posición social en tanto que se
integre al modelo occidental de modernización. Por
ello, la lengua española sería un buen punto de
encuentro para ese objetivo ya que vendría a unificar
tres mundos: el criollo, el mestizo, el indígena.

[...] podemos tener y tenemos de hecho una litera-


tura nacional, y que para ello no necesitamos de
que se diferencie radicalmente de la literatura
española, puesto que la lengua que sirve de base
a ambas es la misma. Basta las modificaciones
120 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

que se han impuesto a la lengua española que se


habla en México, los modismos de la lengua que
habla el pueblo indígena, los millones de voca-
blos de toda especie que han subsistido en el
modo común de hablar a sus equivalentes espa-
ñoles haciéndolos olvidar para siempre; la sino-
nimia local, [...] para que nuestra literatura tenga
una sinonimia peculiar, independiente, autonó-
mica, como la tienen todas la literaturas que se
han formado en el fondo de las lenguas latinas[...]
(Altamirano OC XIII: 267) “Prólogo a El Romance-
ro Nacional de Guillermo Prieto”(1885)

La tolerancia de los mundos, a partir de la lengua,


es singular en Altamirano. La base de la lengua espa-
ñola, en el criollo, las modificaciones son del mestizo,
los modismos, del indígena. A través de esa reunión de
caracteres en la lengua Altamirano propone una len-
gua mestiza que sostenga una literatura mexicana
independiente. Aquí y así es como, para Altamirano,
se puede construir una literatura independiente —que
tanto anheló el maestro—. Sin tener los estudios
lingüísticos contemporáneos se aproxima mucho a
esperar un cambio diacrónico, como sucedió en el
mundo latino. El cambio diacrónico es paulatino, no es
revolucionario o radical como en un principio hubiese
querido Altamirano; tolera las semejanzas —con la
esperanza de la transformación en el tiempo— con la
versificación española y con su métrica:

Nuestro poeta consideró que, a semejanza del


pueblo español, nuestro pueblo que habla la
misma lengua, gusta más de la versificación lla-
na y fácil del romance octosílabo, que de las
intrincadas combinaciones de otros metros, y que
más bien que torturase la memoria recordando el
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 121
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

consonante, prefiere saborear la armonía del aso-


nante como hija de su idioma. (Altamirano OC
XIII: 297) “Prólogo a El Romancero Nacional de
Guillermo Prieto” (1885)

La peculiaridad mexicana en el romancero de


Prieto es que se basa en el octosílabo español, pero con
una “asonancia” particular, mexicana. Altamirano se
propone encontrar el espíritu de la lengua nacional, la
cual debe tener características locales, regionales y
nacionales, para poder diferenciarla de la española.

Pero el poeta quiere hablar de la lengua de Méxi-


co, y lo singular del caso es que los mexicanos
leen sus versos como él quiere, y el ritmo y la
cadencia suenan bien. (Altamirano OC XIII: 213)
“Prólogo a Pasionarias de Manuel M. Flores”
(1882).

El trabajo del poeta es encontrar un punto en


donde la lengua española se distinga, por su realiza-
ción, como expresión mexicana. Donde la lengua
encuentre un “ritmo”, una “cadencia”, un tono,65 un
sentimiento que le sea propio; donde el lector parti-
cipe de ese gusto, de esa identidad. Esté arraigado a
la región: “[...]porque el sentimiento que da vida a sus
fábulas es esencialmente mexicano; retrata al tipo y
hasta, pudiéramos decir, la época moderna de Méxi-
co.” (Altamirano OC XII: 100) “Ignacio Rodríguez
Galván” (1885)
Esto señala una congruencia total en el pensa-
miento del maestro Altamirano: busca una literatura

6 5 . La mayoría de los escritos posteriores indicarán la búsqueda del


tono en la poesía mexicana.
122 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

nacional que consolide la idea de una suficiencia


política, cultural y moral de México, la tan ansiada
soberanía nacional. Una literatura que fortaleciera la
imagen de lo nacional como una figura homogénea,
progresista e idealizada. En cuanto al carácter uni-
forme, esta literatura serviría para reunir a las diver-
sas regiones de México; en lo progresista, ayudaría a
desarrollar la educación en México; en lo idealizado,
aquella capaz de agrupar a los mexicanos bajo el
hábito de una nación, y de sus símbolos. Así como la
representación de sus costumbres en la propia comu-
nidad mexicana, hasta en sus sentimientos y en sus
más básicas tradiciones; el ejemplo lo ve en la poesía
sudamericana, la cual: “[...] ha llenado un vacío que
existía en la poesía patria, en nuestra historia y en
nuestros sentimientos, y ha creado la epopeya nacio-
nal en una de sus varias formas.”66 (Altamirano OC
XIII: 262) Altamirano supone que para encontrar esa
particularidad americana se tendría que seguir los
pasos de la poesía sudamericana porque ellos han
deconstruido la lengua española a partir de la ruptu-
ra de las reglas para plasmar un pensamiento propio.

[...] comprenderían que los poetas sudamerica-


nos han roto adrede las ligaduras de las reglas
para crearse una lengua propia en qué expresar
sus pensamientos, en qué dar nombre y cabida a
los objetos de su país; la lengua debe reflejar la

6 6 . La referencia sobre la poesía sudamericana no precisa nombres de


autores. La evocación viene por la lectura de algunos de estos
poemas en las tertulias literarias que él organizaba. Cabe también
mencionar que la época nos indica que Altamirano estaba conso-
lidando una visión más americana; que en Atenea explora.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 123
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

naturaleza, el espíritu y las costumbres de un


pueblo, y la lengua española castiza era ya pe-
queña para reflejar la naturaleza, el espíritu y las
costumbres de los pueblos americanos.

Los pueblos americanos tuvieron su lengua, des-


pués tuvieron sus libertades y sus instituciones
políticas, luego tuvieron su literatura. Asumie-
ron su derecho en materia de nacionalidad y
pudieron asumirla en materia de idioma.
(Altamirano OC XIII: 210-11) “Prólogo a
Pasionarias de Manuel M. Flores” (1882)

La cita anterior puede muy bien resumirse en lo


siguiente: la lengua como la representación de los
pueblos, de sus costumbres, de sus pensamientos, de
sus sentimientos, de su naturaleza; la lengua como la
libertad para nombrar el mundo americano, el cual
tendría que ser nombrado por ellos mismos.

Lengua y tradición: el esbozo liberal

La institución del liberalismo, como tradición y como


representación, se funda en la concepción de la idea
universal del ciudadano: el concepto, a grandes ras-
gos, especifica que todos los hombres nacen, y crecen
con las mismas condiciones y son iguales en las
circunstancias. El ciudadano es el designio idealiza-
do en la República de 1857.
Se crea, pues, un nuevo objetivo. En los altos
ideales de los republicanos liberales del México de 1857
está el de llevar este esquema de libertad, de igualdad,
a todo México. Sin embargo, existe un problema esen-
cial: México es multiétnico, multiforme, es, por así
124 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

decirlo, muchos Méxicos. El esquema de la igualdad es


difícil de llevar a cabo. Así mismo, la diferencia también
es étnica; lo es culturalmente, en México sólo un porcen-
taje concentrado había estudiado a niveles universita-
rios. Ante esto último, los intelectuales liberales propu-
sieron una tarea avasalladora: homogeneizar la cultura
a partir de la lengua española.
Con este primer balance, los liberales determina-
ron un aspecto importantísimo para el entendimiento
de la formación ideológica-cultural del mexicano: la
educación que se recibiría no sería en otra lengua más
que la española (esto quitaría de golpe otras lenguas,
incluyendo las indígenas); debemos recordar que es la
elite —tanto conservadora como liberal— la que de-
fiende esta postura. El proyecto liberal veía que la
lengua aportaba lo siguiente: la ventaja de obtener la
tecnología europea a través de España. Por lo tanto, el
español, sería lo que acercaría a México a Europa. Así
se señala en el programa liberal:

[...] y en el orden de la cultura las libertades de


credo y prensa, el exterminio de lo indígena, la
educación que daría “a todo México un tesoro
nacional común” y el nacionalismo en las letras
y en las artes. (HGM: 909)

Indudablemente, personalidades intelectuales


como Altamirano se encontraban inmersas dentro de
ese proyecto, además con la firme convicción de
llevarlo a cabo, no sólo en el discurso, sino en la
acción (en la praxis) a través de la literatura. La vida
cultural en el México de los 1850 a los 1870
(acentuándose a finales y mediados de los 70) se
circunscribió en la búsqueda de la unificación de un
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 125
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

ideal estético de lo propio, de lo nacional. En la


literatura fue Altamirano quien propuso que ésta
debería basarse en los principios liberales: el respeto
a su base original que era representada por la inde-
pendencia de 1810. Abordar el paisaje de toda la
geografía nacional. Y finalmente, una literatura liga-
da al futuro de la nación, es decir, entendida como
parte del Estado.
La propuesta de Altamirano no sólo va a ser
aceptar el español por el español,67 sino que va a
adecuarlo a las necesidades del país. Él ve claramente
que una poesía como la de Prieto logra desarrollar esa
propuesta, dejando de lado la ilusión indígena:

[...] pues Prieto, lo mismo que todos ha evitado de


propósito hacer penetrar a su musa en el mundo
sombrío y melancólico de la raza indígena, aisla-
da de ellos por una lengua y, a su parecer, alejada
de la poesía por la miseria. (Altamirano OC XII:
241) “Revista literaria y bibliográfica” (1883)

Desde nuestro punto de vista, la perspectiva


liberal crea, no sólo la primera de las segregaciones
raciales, sino funda una de las primeras fronteras
culturales. La visión de los liberales se dirige al exter-
minio del otro-interno: lo indígena,. 68, 69 Nótese cómo

6 7 . La lengua española, así como el catolicismo, vienen a reforzar la


identidad de México. No se le acaba del todo, sobre todo, por
oposición, después del `48, a la cultura anglo: inglesa y protestante
que tanto había elogiado el movimiento liberal antes de esa fecha.
6 8 . Lo curioso es como Altamirano, “indio de cepa pura”, fortalece un
proyecto como el liberal.
6 9 . También el proyecto liberal sigue los propósitos de Europa.
126 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

en la cita de Altamirano se habla de todos, del aisla-


miento del indígena debido a su lengua; del aisla-
miento entre ellos: los otros. Al poseer una concep-
ción homogénea del sujeto nacional, los escritores
decimonónicos optaron por el perfil lingüístico único
que le ofrecía la lengua española; así, los indígenas
permanecieron analfabetas y fuera del legado cultu-
ral europeo. Por supuesto, la apertura hacia la plura-
lidad lingüística que el nahoa y otras lenguas indíge-
nas ofrecían permaneció como modos coloquiales,
mexicanismos, parte del costumbrismo, y en el mejor
de los casos, en un nivel pintoresco.
Los límites de esta escritura liberal son sencillos:
el proyecto de educación en la lengua española, una
literatura nacional (con una visión nacionalista en
las letras y artes), la búsqueda de la igualdad cultural
con Europa y con los centros culturales del momen-
to.70 Como menciona José Luis Martínez:

Los escritores entendían entonces la literatura


como un medio de comunicar emociones placen-
teras a los lectores medios, procurando, al mismo
tiempo, fortalecer sus creencias religiosas o am-
pliar “sin lágrimas” sus conocimientos cultura-
les. (Martínez 1955: 149).

El proyecto de cultura liberal al definir al sujeto


nacional, al mexicano, intenta explicar, además, al
foráneo: al extranjero. Desde el punto de vista nacio-
nalista, por ello, el extranjero viene a ser un personaje
importante en la producción literaria del siglo XIX.

7 0 . Aunque esta búsqueda de cosmopolitismo se va a crear hasta la


entrada del porfiriato.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 127
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

Este nacionalismo intenta fortalecer el efecto de sobe-


ranía e identidad nacional. Así, en términos cultura-
les, los modelos importados son filtrados por un
tamiz nacionalista, buscando siempre, ese carácter
mexicano o regional. En donde lo mexicano “[...]
implicaba no sólo límites espaciales, sino una demar-
cación temporal y simbólica, así como un conjunto de
rasgos identificados como propios.” (Montero 2002:
54). Aunque el modelo buscado e idealizado de los
liberales fue el prototipo helénico:

Tendiendo cada día más y más a la eterna y


serena belleza helénica, como el objeto esencial,
como el único ideal de perfeccionamiento, puede
sin embargo, revestir nuevas formas, si vale ex-
presarse así, y asumir un carácter nacional que
nos pertenezca o al menos que pertenezca a la
América. (Altamirano OC XIV: 110) “Melesio
Morales” (1869)

El proyecto cultural de los liberales, entonces,


contrasta las diferencias de los modelos europeos mo-
dernos y los recubre con nuevas formas hacia la perte-
nencia de una voz propia. Al establecer esta diferen-
cia, el intelectual formaliza fronteras culturales con las
otras culturas; una de las primeras fronteras que
Altamirano delimita fue la de Estados Unidos:

Así pues, descartaremos las novelas de costum-


bres algunas del americano Maine Reid, que tiene
algunas pretensiones de imitar a Cooper, y que
ha pintado a los mexicanos de un modo que ni
ellos mismos se conocen. (Altamirano XII: 52-53)
“Revistas literarias de México”
128 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

La anterior afirmación de Altamirano no gozaría


de ningún eco de no ser por el sentido que toman sus
escritos críticos para formar las barreras geopolíticas
de los liberales. La generación de la Reforma es la que
sufre las consecuencias de la invasión americana de
1846, generación que ve con desconfianza al vecino
país. Esto implicará que Norteamérica no será más un
modelo en lo cultural; ellos son los que menos tendrían
que “pintarnos” porque su visión es errónea, y porque
describen lo que culturalmente no les pertenece.
La otra frontera cultural es con Francia, una
frontera que sólo es pretendida por la generación de
la Reforma, la que recuerda la invasión francesa de
los años 60:

En fin, el progreso de las letras en México no


puede ser más favorable, y damos por ello gracias
al cielo, que nos permite una ocasión de vindicar
a nuestra querida patria de la acusación de bar-
barie que con que han pretendido infamarla los
escritores franceses, que con su rabioso despecho
quieren deturpar el noble pueblo a quien no
pudieron vencer los ejércitos de su nación.
(Altamirano OC XIII: 14) “Introducción a El Re-
nacimiento” (1869)

Si bien El Renacimiento se propone como el perió-


dico de la reunión de los bandos opositores en Méxi-
co; la defensa de la patria tiene como campo de
batalla el terreno intelectual. No existe peor ofensa
para el mexicano ilustrado que el concepto de barba-
rie; El Renacimiento, pues, debe ser un frente ante esos
nuevos ataques. Por supuesto, en la década de 1860
en México, Francia era el prototipo del extranjero,
por la invasión militar a México (1862-1864); al serlo
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 129
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

todo el discurso nacionalista se enfocó en oponer los


símbolos nacionales: el escudo, la bandera, el himno,
a la influencia de extranjero francés.
Aunque la confrontación intelectual se establece
en el terreno de las ideas y no del modelo literario
francés, Víctor Hugo será alabado no sólo por su
actitud contra Napoleón III (lo cual lo elevó al rango
de héroe entre los mexicanos), sino también por la
forma, el ritmo, y la estructura métrica de su poesía.
Así, es sobre la base de “atraso” intelectual que se
establece la defensa del mexicano:

Por eso las críticas de Altamirano en sus Crónicas


contra las influencias corruptoras del gusto y de
la moral vertidas de Francia y contra los nacio-
nales que tenían como único criterio de autori-
dad la opinión extranjera. Por eso también las
frecuentes sátiras sobre los franceses que inclu-
yera Prieto en su Musa callejera (Montero 2002:51)

La frontera más obvia es con España, y se esta-


blece en dos momentos, el primero es la presencia de
la necesidad de independencia cultural:

Así es, que basta a nuestra juventud que hayan


llegado a nuestras librerías las obras de don
Fulano de Tal cualquiera, impresas en Madrid y
recomendadas por un aviso de periódico, para
que las consideremos desde luego como cosa
sobrenatural y digna de leerse y de imitar-
se.(Altamirano OC XIII: 64) “Carta a una poetisa
(1872)”

Altamirano ve con desánimo que la literatura


mexicana no encuentra un reflejo en sus compatriotas,
sobre todo, porque la juventud está leyendo literatura
130 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

española, y Altamirano sabe que se está aprendiendo


valores que no son parte de los símbolos del mexicano
y de la literatura nacionalista que él impulsó.
La otra es una urgencia por desarrollar una
“lengua” española con carácter mexicano71 (o ameri-
cano); aunque no lo aluda directamente, Altamirano
espera que con el tiempo, la lengua mexicana sea un
dialecto de la española.
Como se ha mencionado, el único momento en el
que Altamirano define su concepción de lengua fue
durante una tertulia literaria, de la cual, ninguno de
los participantes llevó una bitácora de lo acontecido.
Así, realmente sería muy impreciso trabajar en térmi-
nos de una definición de lo que para Altamirano
significa lengua o dialecto. Lo que se sostiene es que
él definió el concepto de lengua desde una perspecti-
va política cultural y social.
En su momento histórico, Altamirano recupera
la discusión en torno a la lengua; reflexión que se
centraba alrededor del uso o no de la lengua española
como lengua oficial. Esta discusión tuvo diversos
momentos históricos, y que desde nuestro punto de
vista, inició en 1820 con el México independentista, y
terminó en 1870 cuando se acepta la creación de las
Academias Americanas de la Lengua, y culminó con
la sesión de la Academia Mexicana de la Lengua que

7 1 . Al separar inicialmente la lengua española de la mexicana, le


procura a ésta última un carácter dialectal propio. Sin embargo, en
sus escritos él sigue la norma española, sus modificaciones a la
lengua se basan en el aspecto léxico-solamente, nunca presentó
modificaciones estructurales, sintácticas, o morfológicas.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 131
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

se celebró hasta el 11 de septiembre de 1875.72 Esta


discusión tenía tres vertientes: la primera fue el no
uso de la lengua española porque ella implicaba el
dominio de los españoles, de hecho, los intelectuales
tenían presentes los motivos sobre los cuales se impu-
so la lengua en el nuevo mundo:

[...] y respondiendo por mi dixo que después que


vuestra Alteza metiesse debaxo de su iugo mu-
chos pueblos bárbaros y naciones de peregrinas
lenguas, y con el vencimiento aquellos tenían
necessidad de recebir las leies quel vencedor
pone al vencido, y con ellas nuestra lengua, en-
tonces, por esta mi arte, podría venir en el cono-
cimiento della. (Nebrija 1492:5)

Al no usar la lengua española, los intelectuales


reaccionaron con una propuesta: la importación de
una lengua extrajera europea, sobre todo, que permi-
tiera dejar el yugo del vencedor, a la vez que integrarse
a la modernidad de Europa. Altamirano estaba de
acuerdo con ésta.
En esta propuesta se encontraba una segunda
variante: desarrollar una lengua indígena, esencial-
mente, el nahoa. Este proyecto tenía como finalidad
desplegar un mundo lingüístico aparte, separarse
totalmente de la noción de España, e independizarse
totalmente. No fructificó por la ausencia de alfabeto,
y de tradición escrita en lengua nahoa.

7 2 . Los miembros fundadores de la Academia Mexicana de la Lengua


fueron: Sebastián Lerdo de Tejada, Juan Bautista Ornaedea, José
María de Bassoco, Alejandro Arango y Escandón, Casimiro del
Collado, Manuel Moreno y José, Joaquín Cardoso, Joaquín Granija
Icazbalceta y José Sebastián Segura.
132 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

Tercero, la aceptación de la lengua española como


política para facilitar la integración del país en térmi-
nos educativos, tecnológicos, y de recursos; por otro
lado, se reconoció que la lengua española daba una
unidad política, social, económica a las regiones del
país. Esta unidad mexicana, por supuesto, era suma-
mente deseada ya que durante esos años el país se
convulsionaba constantemente entre luchas internas e
invasiones extranjeras.
Así, la discusión en la que participa Altamirano
se basa en el sentimiento de dependencia con la
antigua metrópoli, e incita la pregunta sobre nuestra
propia entidad, sobre nuestro propio ser. La pregun-
ta ¿Existe la literatura mexicana?, corresponde al
valor que le damos al existir como entidades con valor
propio, o la independencia de nuestro pensamiento
respecto de la forma de razonar del otro.
Es en la poesía popular de Guillermo Prieto73 que
el maestro encuentra este principio; él utilizó recursos
en donde el verso de arte menor, con su carácter
popular, “pinta” a los tipos mexicanos, utiliza el habla
de México de la clase baja, así Prieto construye un
nuevo romance, en donde el pueblo renovará el verso.

Prieto, a pesar de todo, es un poeta admirable.


Aquel a pesar de todo que caía irónico y cargado
de conceptos de los labios de bronce del gran
pensador, significaba el desorden de las ideas,
desorden que muchas de las veces es combinado
adrede, es la falta prosódica, falta venial en quien
conoce las reglas, pero que las rompe porque le

7 3 . A quien después por componendas políticas no le habla.


IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 133
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

estorban para remontarse, como un águila rompe


sus ligaduras para elevarse a la región de las
nubes; es el uso de la poesía, de un lenguaje nuevo
y pintoresco, copiado del natural pero que se
había reputado hasta aquí bajo y propio sólo del
populacho, como si la poesía no tuviese el privi-
legio de aquel rey de la fábula que convertía en
oro todo lo que miraba, o como si la poesía clásica
en sus orígenes no hubiese ido a buscar en los
sentimientos y en el lenguaje del pueblo sus
reglas e inspiraciones.

Por último, aquel a pesar de todo no significa la


censura de Ramírez sino las acusaciones, las
envidias ruines y estúpidas, la crítica senil de los
gramáticos, la murmuración imbécil de los impo-
tentes y hasta la pasión insensata de los políticos
para quienes un adversario no puede ser jamás
un buen literato[...] (Altamirano OC XIII: 82)
“Guillermo Prieto” (1881)

Si bien la larga cita recoge una de las preocupa-


ciones esenciales de Altamirano, también expone un
tema importante: el criollismo versus el casticismo
académico; que en México, desgraciadamente no
brinda su máxima expresión polémica, como lo fue en
Sudamérica: Andrés Bello versus Sarmiento. Pero
tanto Andrés Bello como Manuel Altamirano acepta-
ron —desde diversas circunstancias— la adhesión al
proyecto de lengua española. Evidentemente, en Don
Andrés Bello se puede encontrar la propuesta más
radical dentro de ese vínculo: la reformulación de las
normas académicas venidas de España para
adecuarlas a la realidad americana. En Don Andrés
Bello esto formaba parte de la independencia cultu-
ral. La postura de Don Andrés Bello desató la polémi-
134 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

ca de 1842 en Sudamérica, especialmente en Chile,


esta discusión en términos generales trajo consigo el
rechazo a la normatividad y el purismo lingüístico, el
principio de una literatura como expresión de una
sociedad hispanoamericana.
Los intelectuales vieron en su propuesta que al
“americanizar” desde la lengua se elaboraba una
literatura con expresión propia. A los moldes litera-
rios importados de Europa se incorporaban los
modismos americanos, y el llamado “color local”,
elementos de donde provenía la originalidad de la
expresión americana. En todo caso, ambos acepta-
ban que lo que seguía era un acto de independencia
intelectual, mediante la creación de americanismos:

Además se impidió a nuestra poesía dar el carác-


ter nacional, que más que nada imprime el patrio-
tismo, como se ve de una manera indudable en los
cantos sudamericanos, los cuales si son inteli-
gibles para los que hablan la lengua española, de
los que se distingue por un sello especial de
americanismos que se revelan hasta en las enor-
mes palabras (Altamirano OC XII: 212) “De la
poesía épica a la poesía lírica en 1870”

La lengua, entonces, debería dar muestras de


independencia a través de un medio, la literatura. Es,
en este sentido, que la literatura en el siglo XIX, más
que literatura misma, intentó ser pensamiento mexi-
cano; es decir, los escritores, como Altamirano, utili-
zaron recursos como la descripción de paisajes, de
costumbres, de geografías, para señalar a la mismidad
o al otro su existencia. La literatura respondió al
quiénes somos, al cómo somos, a cuál es nuestro
origen, cuál es, sobre todo, nuestra forma de pensar.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 135
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

Todo lo necesario para que el otro nos identificara


como parte integrante del mundo civilizado, del
mundo occidental.
En ese responder y ubicarse, literariamente, fren-
te al otro, los escritores consolidan más una literatura
que desea ser nacional. Altamirano muestra su apre-
cio a los recursos estilísticos como los que Prieto o los
sudamericanos emplearon; es decir, en la medida de
transformar su lengua a partir de las modificaciones
del pueblo mismo, del habla popular, es una de las
formas que Altamirano encuentra para responder
finalmente al cómo somos a través de una expresión
mexicana muy propia, para cimentar así, la identi-
dad sociocultural del mexicano.
Finalmente, para el maestro el punto de en-
cuentro entre el nacionalismo literario, la patria como
símbolo, y la expresión mexicana —la lengua como
representación— es la poesía. Ella debe ser la que
exprese los valores más altos de la patria mexicana.
Para el goce, además de la enseñanza, de esas gene-
raciones y de las futuras.
Capítulo II
El aprendiz de viajero

“Esto de los viajes resulta un chorrillo de oro.”


Viaje a Europa. 1900-1901
Justo Sierra

Después del período de La Reforma, en la consolida-


ción de la República (1970), la generación a la que
pertenece Justo Sierra Méndez (1848-1912) propuso
su propio esquema de solución a los problemas nacio-
nales; si bien, la honrosa tarea de la defensa de la
patria apenas la vivieron, y durante la Restauración
de la República eran guiados por sus mentores: los
maestros de maestros. Los años de paz del porfiriato
serán propicios para el objetivo de consolidar las
tareas de la patria: la educación, las leyes, el progre-
so, la ciencia.
Así pues, en este marco debemos entender la poca
movilidad viajera de Justo Sierra: su trabajo se basó en
consolidar un proyecto de educación y leyes para
México. Por supuesto, durante sus viajes no deja de
escribir las reflexiones, aunque el más intenso es el
primero, a los Estados Unidos, como lo menciona:
138 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

Esta insatisfacción y estos estímulos producidos


por el viaje a tierra yankee deben ser tomados en
cuenta para mejor entender la exaltación de las
páginas inspiradas poco después en el viaje por
Europa latina. ( Sierra OC I:137)

Pero más que el encuentro con la tierra yankee,


Sierra anhela estar en otra tierra; aquella que ha
confrontado durante toda su vida lectora, aquella en
la que ha formado su espíritu de historiador, de
poeta, de estadista: Europa. Todo el discurso ante la
tierra de los “primos”, pasa por el tamiz de la cultura
europea.

El viaje del progreso


Circa los 1900, los intelectuales mexicanos decidie-
ron tomar la bandera del progreso como parte de sus
reformas, como forma de integrarse al mundo con-
temporáneo. Se integraron al vértigo de su velocidad.
La añorada palabra progreso es una realidad; no sólo
por la aceptación y por el estudio de la filosofía
positivista, sino porque se palpa un avance económi-
co importante. Sierra será el más insidioso crítico del
sistema: integrará a la máquina de positivismo, el
estudio del espíritu humano, su poesía estará marca-
da sobre la esperanza de ese porvenir:

Y qué más desear; nauta atrevido,


entre el futuro y tú la muerte sobra;
[...]
se ha sentido volar en el espacio;
(Sierra OC I:335)
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 139
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

El futuro está frente a ellos, es parte de lo que esa


generación sentirá: el atrevimiento del navegante es
compartir la creación, lo que implica la madurez en la
toma de conciencia del rumbo que debe llevar la
humanidad. El nauta necesita un medio para el viaje,
éste lo proporciona el tren. México, ingresa al progreso
y al desarrollo: los pintores José María Velasco, Luis
Coto y Casimiro Castro, proponen al ferrocarril desde
esta perspectiva, simbolizando la máquina que lleva el
progreso a todos los rincones de México. En sus cua-
dros o litografías, el tren irrumpe sobre el paisaje
mexicano: una pequeña estela de humo se ve sobre el
horizonte. Todos, pues, están pendientes del rumbo y
de los sinuosos caminos del tren: “La vía férrea de
Veracruz a México corre de levante a poniente.” (Justo
Sierra OC III, 49).74 Así mismo, pues, para todo viajero
es necesario otro elemento, la memoria, el recuerdo
mismo del viaje, que se necesita para llevar la bitácora,
que para Justo Sierra es tan preciada: “Registrando un
cuaderno pomposamente intitulado ‘Álbum de via-
je’,” (Sierra OC II: 436).75 Porque en efecto, el viaje
provocará un sinfín de emociones en Sierra, será una
experiencia llena de impresiones y en la cual siempre
hay que llevar todas las posibilidades. Porque en un
viaje se encuentra uno no sólo con los otros, sino con
el habitus de los mismos:

¡Ah¡ infeliz de aquel que emprenda este viaje


atenido a las “latas” de carne salada y de frijoles
blancos del buffet; morirá de fastidio y de inopia;

7 4 . El texto se encuentra en el escrito, “Metlac” (Crítica). 1869.


7 5 . El texto se localiza en el escrito, “La fiebre amarilla” (Cuentos
románticos). 1895.
140 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

porque aquellos manjares son de una cruel mo-


notonía y porque media libra de ternera conser-
vada cuesta tanto como una vaca lechera. La
amable previsión de las señoras, nuestras com-
pañeras de viaje, nos libró de este fin dramático
y prosaico, y ante las cestas y paquetes de tenta-
doras provisiones[...]. (Sierra OC VI: 16)

Se nota que el viajante debe llevar notas de todo


lo que acontece en el periplo. En la cita anterior, éste
se encuentra con los sabores, con la comida, ante la
cual no sabe cómo reaccionar, por los costos de la
misma. Sobre todo, frente a “las compañeras de via-
je”, que salvan los días con su comida de origen.
Pero, Justo Sierra conceptúa el viaje contrario a
su sentido motriz, para él implica una actitud mental,
una perspectiva que pone en un estado propicio.

La escuela que el señor Olavarría defiende con


tan generoso calor, podrá servir ‘para divertirnos
durante el viaje’; pero no para ponernos en estado
de viajar. (Justo Sierra OC III:84) “Filosofía de un
drama español (Crítica)”. 1870.

Para un intelectual como Justo Sierra, la casuali-


dad no existe fuera del orden. El viaje debe programar-
se, corresponder a una estricta disposición de los
recursos y de los materiales, por ello escribe:

Viajar es su método; no hay región del pensa-


miento de donde no haya amarrado su barca; la
flora ideal de las literaturas antiguas y modernas
le han dado todos sus perfumes, le han mostrado
todos sus colores, lo han visto pasar sobre sus
cálices llenos de miel, seguido de un enjambre de
almas zumbadoras, y si no ha tenido tiempo para
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 141
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

analizar y disecar, sí lo ha visto, lo ha sentido y


lo ha aspirado todo. (Justo Sierra OC III:385) “El
maestro Altamirano” (Crítica) 1889.

La cita es sumamente importante porque en la


descripción que realiza de su maestro Altamirano,
resume su propia concepción de viaje: la actitud del
viaje radica en el pensamiento; esa es la premisa
fundamental. Las literaturas, los escritos, son las geo-
grafías que el letrado debe recorrer ampliamente. La
escritura como inteligencia es el inicio de la aventura,
en el momento histórico, representada por la ciencia
como finalidad; sin embargo, Sierra da una vuelta de
tuerca a este presupuesto: “¿Será que la ciencia del
hombre es un mundo que viaja en busca de Dios?”
(Justo Sierra OC V, 454) “Inauguración de la Univer-
sidad Nacional”. 1910.
La fe de Justo Sierra se funda en tres elementos: la
educación, la ciencia y el camino inevitable de estas
dos hacia la divinidad. La travesía científica siempre
debe tener como objetivo a Dios; para él, el último
motivo de la existencia del hombre. Cada nuevo des-
cubrimiento, cada aplicación reciente, cada paso acre-
ditado es un avance, en términos científicos, irreme-
diable para consolidar el espíritu del hombre:

Pues bien, todos los descubrimientos, inconta-


bles ya, que en ese viaje ha logrado la ciencia; las
aplicaciones y modalidades de la energía eléctri-
ca que se va convirtiendo a los ojos del filósofo en
una suerte de alma del universo [...] (Justo Sierra
OC V:454) Inauguración de la Universidad Na-
cional. 1910.
142 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

La fe del maestro no es ciega ante los avances de


la ciencia, con sus aplicaciones a la vida cotidiana.
Sobre todo, con aquellas en donde habrá de recono-
cerse la ayuda que brinda a la rama humanística. En
el caso de la cita, la ganancia del filósofo ante una
buena lectura en la oscuridad. La nave sea la ciencia
o la filosofía, está construida por la educación, como
recuerda de las enseñanzas del maestro Altamirano:

Su enseñanza prodigada a manos llenas (oro


regado; pero quizás no desperdiciado), ha sido
colosal; nunca reglas, siempre ejemplos; los clá-
sicos griegos, los latinos, los españoles, conoci-
dos, comprendidos a fondo, eran la quilla, las
velas y el timón de la nave en que nos ha condu-
cido en un viaje perpetuo hacia lo ideal. (Justo
Sierra OC III, 384-385) “El maestro Altamirano
(Crítica). 1889”.

Los preceptos del maestro Altamirano son bási-


cos porque es a partir de él que Justo Sierra aprende
a proyectar sus propio viaje, y aprende a redactar su
propia bitácora. Es un camino que ya, de antemano,
Sierra ha ganado. Fundamentalmente, el objetivo es
el ideal que se obtendrá con base en nuestra tradi-
ción. Los clásicos griegos, latinos y españoles.

Humboldt en revisión

Diversas circunstancias rodean la formación de la


personalidad de Justo Sierra Méndez: su licenciatura
en abogacía, sus dotes de maestro en la historia, su
gusto por la literatura, lo erigen como uno de los
intelectuales mexicanos mejor preparados de finales
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 143
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

del siglo XIX. Su gusto por Humboldt se basa en que


éste describe las ideas de principios del siglo XIX en
México, y presenta desde otras circunstancias, el
medio que rodeaba al México de ese entonces. Sierra
ya no cae en la tentación de sólo admirar al alemán,
sino en establecer sus razones:

[...]allá muy lejos sobre un fondo rayado por la


azul transparencia de los lagos, ¿has visto dibu-
jarse el contorno amarillento de la ciudad que el
adulador Alejandro de Humboldt llamó de los
palacios? Perdona estas descripciones, ¡tengo
tan presente el espectáculo, lo vi todo tan bello…!
De la ciudad parten las calzadas bordadas de
árboles y entre las varillas de este regio abanico
tienden los potreros sus húmedos y verdes lien-
zos, que no se pierden y se quiebran en los doble-
ces de la llanura, en los lomeríos que el maguey
eriza, o renacen en planicies suaves en donde el
maíz amarillea y que los grupos de árboles fruta-
les manchan de oasis oscuros y perfumados.
(Sierra OC II: 394) “La novela de un colegial”
(Cuentos románticos). 1895.

El personaje se enfrenta al valle de México, y de la


misma manera, que Alejandro Von Humboldt, describe
la escena. No obstante de adjetivar como adulador a
Humboldt, el personaje mismo refiere su propio mundo
humboldtiano: si el intelectual alemán llegó a la región
más transparente del aire; a través de su escrito, Sierra
ve la transparencia en los lagos. Presenta su propia
ciudad de los palacios, se la apropia más. Inserta la
naturaleza: no faltan los árboles frutales, la producción
de lo dulce; el ganado representado por los potreros,
finalmente, lo autóctono representado por el maíz; éste
último colorea el acontecimiento de amarillo.
144 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

En este último sentido de la producción, es pre-


sentada por Sierra con otra opinión sobre un pensa-
miento del alemán: “Humboldt, al referir la extirpa-
ción de las vides mexicanas, circunstancias que mo-
tivó la primera idea formal de emancipación,” (Sierra
OC IV:351)
Aunque a la distancia, Sierra antepone diversos
factores para la guerra de independencia. Para él
importante porque la construcción de una nación se
establece desde ese principio. De hecho, por los mo-
vimientos sociales que vislumbró, sólo dos cobran
importancia: la guerra de independencia y la Refor-
ma. Por supuesto, una etapa histórica sobresaliente
es el Juarismo, y la intervención napoleónica:

Napoleón creía, no sin razón desde un punto de


vista, que México era un país rico en extremo
(Humboldt había divulgado en el público ilustra-
do de Europa este concepto, cierto físicamente
considerado, absolutamente inexacto bajo el as-
pecto económico). (Sierra OC XIII:354)

Con la referencia, Sierra pone en un equilibrio


la interpretación que Europa tiene de México a través
de la lectura de Humboldt. En efecto, Sierra conside-
ra el factor del flujo de capitales que en el México de
principios de siglo XIX no se establecía aún. Son
pocas las referencias a Humboldt, no pasarán de
cinco o diez en toda su obra. Esta última es de suma
importancia porque así Sierra propone su discurso: el
análisis es la lectura que provoca un texto como el de
Humboldt en la codiciosa Europa. Como Altamirano,
Sierra entiende a Humboldt como un poeta y un
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 145
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

viajero que describe las bellezas mexicanas, y le otor-


ga el mismo tratamiento cuando refiere:

Poetas y viajeros han descrito maravillados los


paisajes de nuestras serranías, en que la realidad
está por encima del ensueño, y las metáforas más
audaces y pintorescas son incoloras traduccio-
nes de los aspectos de la naturaleza. (Justo Sierra
OC IX: 136) “México social y político” (Ensayos y
artículos). 1889.

La realidad de México está más allá de lo que se


describe, sea por quien sea. Para Sierra, México reba-
sa las cualidades que se le puedan anteponer: cual-
quier retrato es incoloro. Aunque para él es claro que
los viajeros y los poetas contribuyen en mucho a la
visión que se tiene de México. El viaje de la nación no
se detiene ahí, sino que se encuentra en la travesía, en
constante construcción.

Las impresiones del nauta

Una las maneras con las que cuenta Sierra para


llamar la atención de sus lectores es la referencia del
sentimiento que causa en él la presencia de lo otro, de
lo extranjero que se le antepone, se le fija en la
imaginación. Este primer balance es, un atisbo, un
acercamiento a lo desconocido porque de algún modo
el viaje siempre proyecta las expectativas propias:

El Juicio Final que deja tan fríos a los viajeros,


porque la impresión es de una gran cosa borrada
—de la que se destacan al cabo grupos de figuras
enérgicamente pintadas y una que otra figura
146 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

soberana. (Justo Sierra OC XIV: 171)De Italia


(Segunda Parte: Viaje a Europa. 1900-1901). 1901.

Por supuesto, la cita tiene como referencia la


pintura, porque es, a partir de ella, que parece trabajar
Justo Sierra. La pintura del Juicio final se enfrenta a la
concepción de Sierra quien da su valoración al lector
al presentarla como borrada. Sierra viaja en dos senti-
dos: el recuerdo de lo leído, de lo visto a través de la
mente, de la memoria y de la construcción de estos
mundos, y el enfrentamiento de lo anterior con la
realidad.

Frente a algunos aspectos de la civilización hu-


mana, un poeta así dotado debe ser un caso
interesantísimo, me decía yo, al comenzar la lec-
tura de los apuntes de Rubén en su viaje por Italia
y París; y me dispuse, no a viajar con el poeta, sino
a viajar por dentro de las impresiones del poeta.
(Justo Sierra OC III, 457) “Prólogo a Peregrinacio-
nes de Rubén Darío” (Crítica). 1901.

El ensueño y el viaje ya son parte de la forma de


percibir el mundo por parte Sierra. Hacia 1901, ya
conoce Italia, y ya conoce Francia. Nadie le puede
contar. Lo que él quiere es saber las impresiones de un
poeta como Rubén Darío. Lo que le otorga ventajas
en las mismas impresiones porque conforma y rees-
tructura lo que él ha visto y lo que ha leído. Viajar es
una manera de construir. Aunque, por supuesto, a
veces compara:

De repente parece Madrid una ciudad de provin-


cia en Francia, de repente tiene un relámpago de
París, suele ser inferior a México acá y acullá,
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 147
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

tiene muchas cosas superiores, más arte, más


sociabilidad, más cultura. (Justo Sierra OC XIV:
137) De España (Segunda Parte: Viaje a Europa.
1900-1901). 1900.

La comparación no puede estar lejos de la bitá-


cora del viajero, ya que necesita, en mucho, dar a
entender al lector con lo que se enfrenta. Lo parecido
no es lo mismo, es cierto, pero son las semejanzas las
que más gusta comparar en sus viajes; es decir, en la
cita anterior, lo madrileño con la meseta de México.
De alguna manera, el viajero recurre a esta estrategia
narrativa, Altamirano también la elaboró al escribir
sobre España, aunque Sierra es más equilibrado,
establece puntos a favor de México, y puntos a favor
de Madrid. No sólo en España o Europa realiza estas
comparaciones, sino también en EUA:

Nueva Orleáns es un Veracruz inflado con car-


bón de piedra —1ª impresión, pero muy grande,
con edificios de 8 pisos con mucho fierro en las
casas y las calles, un movimiento de tranvías que
acaba por fatigar y unos pámpanos —lee
pómpanos— y unas papabotes deliciosas. (Justo
Sierra OC XIV: 49) “A su esposa”. Viaje a los
Estados Unidos (Primera Parte. 1867-1900). 1895.

Con la referencia, el autor nos señala el flujo


constante de intercambios culturales. Sociales, políti-
cos, entre la región de Veracruz y de Nueva Orleáns.
Además, añade el distintivo del color negro —de la
raza— a ese sur de los EUA. Así mismo, puntualiza
el aspecto latino-francés en reunión con el latino
español.
148 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

Justo Sierra: un viajero culto


por los Estados Unidos de Norteamérica

En la tradición de los viajeros mexicanos del siglo


XIX, el escritor que más se atreve al viaje en los libros;
en lo virtual, es, precisamente, Justo Sierra Méndez;
su trabajo político en el gabinete de Porfirio Díaz no
le facilitaba la ausencia del país; sin embargo, en su
vida aventura tres viajes al extranjero que dejan una
huella profunda en su pensamiento: uno a los EUA y
otros dos a Europa. De los viajes manda crónicas que
son publicadas en diversos periódicos de México. Del
que nos interesa hablar esta vez es del libro titulado:
En tierra yankee. Notas a todo vapor.
Con el pretexto de una invitación de su tío
materno Don Pedro G. Méndez, a quien dedica el
libro, Justo Sierra asume la postura del intelectual
mexicano viajero. Ya para 1895, el intelectual mexi-
cano había comprendido que la forma de integrarse
al mundo contemporáneo y a su modernidad era el
viaje, y a través de éste, importar ideas, tecnología,
modernidades de los países de avanzada con la espe-
ranza de integrarlas al país. Los viajeros e intelectua-
les mexicanos se deslindan de los turistas ya que su
finalidad no es la de pasearse por las ciudades con el
propósito del divertimento o de la simple ocasión;
todo lo contrario a éstos, los viajeros intelectuales
desean una experiencia cultural en todos los senti-
dos. Necesitan comprender a la nación desarrollada
y los motivos de su desarrollo, pero sobre todo, en
especial el más íntimo deseo del intelectual: la civili-
zación, entendida como la ilustración liberal y la
modernidad con su progreso.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 149
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

Edith Salgado menciona en su tesis que los pri-


meros autores que tocaron el tema del viaje a los
Estados Unidos fueron: Lorenzo de Zavala (1788-
1836); le sigue José Fernando Ramírez (1804-1871)
en su libro México durante su guerra con Estados Uni-
dos; después Luis de la Rosa (1804-1856) quien publi-
có en 1849 Impresiones de un viaje de México a Was-
hington en octubre y noviembre de 1848. El mismo
padre de Sierra, Justo Sierra O'Reilly (1814-1861)
publica en cuatro volúmenes, en 1851, Impresiones y
recuerdos de un viaje a los Estados Unidos y Canadá en
donde alterna memorias, relatos históricos y viven-
cias conjugadas con observaciones y análisis propios
de los libros de viajes. Guillermo Prieto (1818-1897)
escribió un extenso libro de tres tomos que tituló Viaje
a los Estados Unidos (1877-1878). Felipe Santiago
Gutiérrez (1824-1904) publicó en dos volúmenes Via-
je por México, los Estados Unidos, Europa y Sudamérica
(1882-1883).
Pero, por otro lado, no sólo es una necesidad el
viaje hacia EUA, también lo es por el sólo ímpetu del
viaje mismo: Altamirano, maestro de maestros, y
maestro de Justo Sierra, había viajado a Europa en el
año de 1880, y mandaba sus crónicas de viaje. Ma-
nuel Payno había elaborado sus Crónicas de viaje en
los años de 1841. Es decir, los intelectuales mexicanos
aprendieron de sí mismos a relatar historias de sus
viajes para conocer su propio interior o la identidad
del otro. Como lo hemos señalado, la influencia de
Humboldt fue decisiva para la querencia de esta
forma tan peculiar de narración, sobre todo porque
Humboldt resaltó la belleza y las cualidades de los
países latinoamericanos.
150 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

Así pues, Justo Sierra pertenece a la generación


de finales del siglo XIX, en donde la búsqueda de un
modelo a seguir se convierte en una de las primeras
razones para el viaje. El atractivo de Francia es
singular: por un lado, la guerra de intervención es
reciente —apenas han pasado 20 años—, pero por
otro, es el modelo literario para la versificación de los
modernistas. Los Estados Unidos refrendan el nuevo
paradigma de desarrollo, sin embargo, la guerra del
1847, aunque lejana, aún se encuentra presente en la
memoria histórica de los intelectuales. España se
halla en plena decadencia, y todavía se tiene presente
la guerra de independencia. Y finalmente, por razo-
nes de relaciones internacionales, la política del régi-
men de Porfirio Díaz se había encaminado hacia un
nuevo modelo, el alemán.
Éste es el contexto del periplo de Justo Sierra, su
viaje va de finales de septiembre a principios de
noviembre de 1895. Desde el principio, transita con
el espíritu libre e indagador del romántico, desde él
muestra grandes ánimos del viaje, un enorme deseo
—como él dirá— de entrever a los norteamericanos.
El libro, En tierra yankee. Notas a todo vapor está
dividido en apartados que Sierra titula tomando
como referencia el lugar o la reflexión que en ese
momento hace. “De Buena Vista al Bravo”. “Del
Bravo al Mississipi”. “New Orleans”. “A New York
por Atlanta”. “La ciudad Imperio”. “In Excelsis”.
“Por abajo”. “La vita Buona”. “De paseo Bowery”.
“Colón-Cervantes”. “Washington”. “El Capitolio”.
“Por Baltimore”. “Arte”. “Arte ¿Arte?” “Niágara”.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 151
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

“De Niágara a Chicago”. “Carne”. “Ruinas”. “La pos-


trer jornada”. Como menciona Salgado:

Estos subtítulos muestran una visión de los espa-


cios como resultado de impresiones analizadas
por el hombre-escritor, el hombre-historiador,
que busca, más que conocer, comprender en dón-
de radica la fuerza de una nación joven que, en
poco tiempo, logró integrarse en el mundo moder-
no del desarrollo y la productividad. (Salgado
2003:34)

Pero también el mismo título recuerda una divi-


sión reciente: separa a través del adjetivo yankee
ciertas porciones de tierra, y con ello establece, tam-
bién a los vencedores de la guerra de secesión estado-
unidense;76 a la vez de asumir, a través de una bella
imagen, una escritura moderna: una escritura a todo
vapor como las locomotoras en las cuales él viaja,
una vista muy rápida de ese desarrollo y modernidad
(esta última trae inherente la velocidad).
En este vertiginoso entrever, Justo Sierra ve lo
que pasa en este mundo moderno. El subtítulo que
más llama la atención es “la ciudad imperio” porque
en él describe —y vaticina— el poderío de los EUA a
través de la economía, del movimiento de capitales, y
de su capacidad para integrar diferentes caracteres.
En esto, Justo Sierra crea un discurso que argumenta
su propio asombro frente a los EUA como potencia,
a la vez que toma una postura: como intelectual,
como estadista, con respecto a los Estados Unidos, y

7 6 . Tema sobre el cual reflexiona constantemente y que no podremos


abordar en esta exposición.
152 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

señala su posibilidad de influencia como modelo de


desarrollo económico; sin embargo, no como para-
digma de integración cultural. Esto se ejemplifica
más claramente en los subtítulos: “Arte. Arte, ¿Arte?”,
y “Carne”; en donde Justo Sierra defiende, desde un
discurso identitario, su posición frente al otro estado-
unidense en dos aspectos que son esenciales: el esté-
tico, y la comida. En ambos puntos se muestra irre-
conciliable.
Sin embargo, este tipo de descripción —como lo
mencioné anteriormente— nos remite al influjo de
Humboldt sobre el género de literatura de viajes; este
tipo de descripción no buscaba oponer caracteres
sino ante todo comparar, desde el buen gusto, desde
una visión estética, regiones similares u opuestas,
pero unidas por un lazo histórico, social, político,
económico. Así, el entrever de Don Justo Sierra repro-
duce el placer de la contemplación de lo opuesto, de
la otredad, se asume que el viajero experimenta esa
lucha de sensaciones.
Pero veamos en los ejemplos este entrever de
Don Justo Sierra: “Es de una serenidad sublime; toda
la estatua viene de Grecia;” (:69)
Frente a la estatua de la libertad, logra esta frase
que trae consigo una comparación entre dos elemen-
tos que parecerían antagónicos a los intelectuales
mexicanos: lo moderno estadounidense y lo griego,
así logra darle sentido clásico y civilizador a la ciudad
de Nueva York. Así mismo, recuerda el origen de la
belleza: lo grecolatino, con ello muestra la referencia
del origen de la estatua, que fue regalada por un país
de origen latino: Francia.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 153
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

Pero en esta ciudad llamada imperio se estable-


cen los contrastes de los que hablamos anteriormente:

[...] ya una sucesión sombría de columnatas ro-


manas, ya de pórticos griegos, ya de pilastras
góticas, ora de basalto, ora de pórfido, de granito
o mármol; pero todo obscuro, todo silencioso,
todo triste. —Broadway— me dijo mi compañero
de carruaje, un mexicano germano, aclimatado
en Nueva York-. Broadway! una de las primeras
arterias mercantiles del mundo, ¿este es
Broadway? (literalmente; “vía ancha”).” P. 53

Las sensaciones pasan del asombro luminoso a


los más diversos contrastes: lo romano, lo griego, lo
gótico, en diversos materiales: basalto, mármol,
pórfido, granito; asombra la variedad, pero Justo
Sierra señala la falta de un elemento, la alegría. Con
una imagen formada de tres elementos, pensados
para las tres culturas, señala la ausencia de luz, de
ruido, de alegría, el ambiente es fúnebre.
Si bien lo anterior es una descripción poco alen-
tadora, momentos después, narrará, desde otra pos-
tura, a la ciudad:

Y así es como se han puesto de moda en New


York y en toda la unión, estas casas que los
americanos llaman con cierto orgullo “rasca
nubes”, sky-scrapers. Pronto estas torres serán,
de acero, o de vidrio, o de aluminio, y subirán
(hay una en construcción de veinticinco pisos y
otra de treinta y dos en proyecto para el Sun,
popular periódico de aquí), a 140 metros. Su-
pongo que habrá que tener entonces encendida
la luz eléctrica todo el día en las calles de esta
Babilonia. P. 60
154 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

Por supuesto, en este estilo que vamos conocien-


do de Justo Sierra, ya vemos que intenta asimilar los
materiales de lo que está compuesto esta moderni-
dad, la ciudad imperio. Ahora trata del acero, del
vidrio, del aluminio (otra vez tres); por supuesto, los
materiales son de suma importancia porque dan el
valor de la construcción y asumen también los costos;
a la vez que representan la tecnología que están
trabajando. 140 metros eran un proeza para los años
circa el 1990, pero lo eran más para una construcción
de vidrio en México-impensable. Finalmente, el con-
traste al final de la cita muestra una oposición signi-
ficativa: el narrador ve la ciudad desde una perspec-
tiva apocalíptica, a la vez que señala el inicio de la
decadencia del imperio, como le sucedió a Roma,
precisamente la llamada por Juan nueva Babilonia es
Roma. Con lo anterior Don Justo Sierra muestra el
dominio que tiene de la Biblia y de la tradición
católica. Si bien, la tecnología hace ascender a la
cultura norteamericana, deben tener luz en las
obscuridades, en lo que dejan abajo. Por supuesto, no
sólo señala una Babilonia, sino varias, aunque no dice
cuáles son, se puede pensar muy bien en las socieda-
des industrializadas que en su afán de desarrollo
vertical olvidan a Dios y al hombre. Pero, sobre todo,
las comparaciones no son una crítica, sino una forma
de asimilar representaciones diferentes; lo igual en lo
estadounidense se semeja a lo mexicano:

Es un encanto esta iglesia de San Patricio, la


catedral católica, viuda en aquellos días de su
Arzobispo, que estaba en México coronando a
nuestra Señora de Guadalupe y sirviendo de
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 155
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

corista en la apoteosis de Juan Diego, personaje


tan real, gracias el poder creador de la imagina-
ción del pueblo, el supremo poeta anónimo, como
el Guillermo Tell de los suizos. A éste y a aquél los
inventaron los monjes; pero éste, a Juan Diego, en
la actitud en que querían los misioneros eternizar
a la raza conquistada, protegida por la reina de
los cielos, que convirtió la tilma indígena en una
égida fulgurante capaz de embotar todas las
codicias y avideces de los encomenderos, y de
rodillas ante los frailes sus bienhechores. (:56)

Lo que llama la atención de la cita es que no


puede Justo Sierra sustraerse de su propio catolicis-
mo, de sus raíces y lo sabe; así lo externa. Pero,
además muestra que las relaciones entre los países
van más allá de las fronteras políticas, existe otra
frontera: la religión, y en este caso, entre el arzobispo
de San Patricio, y la basílica no existen los límites, se
puede oficiar tanto en México como en EUA. Tam-
bién ejemplifica que la iglesia católica ha inventado
sus propios héroes, mitos que han subsistido a las
diferentes conquistas. Guillermo Tell y Juan Diego,
pese a pertenecer a diferentes culturas cuentan con
una misma base católica. Pero él no se queda con su
propio habitus, sino busca más allá, en un afán de
conocimiento:

[...]aquí estaba la antitesis, luego la poesía; y sí,


aquí estaba la poesía; ésta es Trinity Church,
como si dijéramos la catedral protestante de New
York. Me pareció mucho menos bonita que San
Patricio; aquellas naves espléndidas, aquellos
“vitrales” inmensos regalados por los ricos irlan-
deses, aquel “altar mayor”, que me hizo tan agra-
dable impresión y del que ya no me acuerdo, no
156 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

pueden compararse a este interior de la Trinidad.


(:61)

En la atmósfera de religiosidad, Justo Sierra


otorga el valor de contrario a la iglesia de la Trinidad;
no mejor, ni peor, sólo diferente de lo que son sus
gustos. Prevalece el gusto del católico mexicano, pero
él en su punto medio sabe que el comentario es muy
subjetivo, “me pareció”, acentúa la ecuanimidad.
La admiración por el desarrollo se muestra en
otros ámbitos, uno en especial llamará la atención de
Justo Sierra: la educación.

Aquí en la escuela primaria superior o high school,


lo mismo que en el kindergarden (esa deliciosa
institución frebeliana por la que tienen pasión
aquí y que entre nosotros apenas ha podido pros-
perar, por la viejísima preocupación del alfabeto
y los palotes) y en toda la enseñanza, como en la
sociedad entera, predomina, reina, triunfa la
mujer. (:83)

No es de extrañar que en su gestión frente a la


antigua Secretaría de Justicia e Instrucción Pública y
Bellas Artes (1905-1911), impulsara, con más ahínco,
la creación de los estudios superiores, la universidad
y la escuela de Altos Estudios; de la misma manera,
que destinó recursos para capacitar en Alemania a
mujeres como Rosaura Zapata, e implementar los
kindergarten en México. Es decir, Justo Sierra era un
impulsor nato del sistema educativo mexicano por-
que pronosticó que sólo a través de la educación se
desarrollan los países. Progreso que afecta todos los
ámbitos:
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 157
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

[...] no hay que olvidar que Baltimore, fundada


por lord católico, es una de las capitales del
catolicismo en los países angloamericanos. Vi-
mos la casa de la ciudad, notable edificio muni-
cipal, y por desgracia no vimos ni el instituto
Peabody ni el Hospital Hopkins, uno de los pri-
meros del mundo, ¡ay! Ni la Universidad que
lleva este mismo gran nombre de Hopkins, vene-
rado por cuantos amen el progreso intelectual.
(:133)

La búsqueda de Justo Sierra es el progreso inte-


lectual, las escuelas superiores, las universidades, los
institutos, los parlamentos, los municipios. Es un
viajero intelectual insaciable en su deseo por entre-
ver todo lo que conformó a los EUA.

“[...] todo progreso canta para mí el canto


de la Sirena.”
(Justo Sierra OC XIV, 350)

El cielo de la Grecia visto


por Justo Sierra
Para Justo Sierra, el mundo griego debe verse a través
de los ojos de la historia, y sobre todo, por su influen-
cia en la consolidación de la civilización moderna. De
los griegos se debe aprender la ciencia, el arte, la
tecnología, la propia lengua. Incluyendo, también, la
democracia. Para Sierra, como para Altamirano, la
cultura griega debe estudiarse porque son parte de
las raíces mexicanas. De hecho, para un literato como
Sierra, se nace con ese aire griego: “Yo nací irónico;
158 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

desgraciadamente, también nací poeta. [...] y en nada


estuvo que estallara yo en una carcajada homérica;”
(Justo Sierra OC: 568) Confesiones de un pianista
(Cuentos románticos). 1895.

Y como poeta, también lo recordará siempre:


“alta cima del triunfo, en sus afanes,
con el empuje audaz con que escalaban
el cielo de la Grecia los titanes.”
(Sierra OC : 396)

Grecia no es sólo un recuerdo, es un punto de


apoyo cultural que está presente en la obra de Sierra,
su aparición en los escritos no es sólo un elemento
decorativo —parte del estilo modernista— sino se
confronta con el ideal. Por ello, en este estudio se
recurrirá a la mayoría de sus textos en donde Sierra
rescate la tradición de los griegos.

La memoria de la belleza griega

La perspectiva griega de Sierra tiene su base en todo


lo cotidiano. En el gran espectro que está a su alrede-
dor. Sus comentarios en donde se aduna lo griego con
esta cotidianeidad pueden darse en cualquier cir-
cunstancia:

—Me hablas en griego. ¡Yo qué he de sospechar!


Cuando vine hace poco, por cierto que ahí dejé mi
pistola (Dolores se estremece), tenía yo algún temor,
es verdad; [...] (Sierra OC II: 59) Piedad. 1865.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 159
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

La ironía, si aceptamos su gusto por serlo, es que


no utiliza la frase más común: “me hablas en chino”,
sino utiliza una expresión que representa una refe-
rencia más cercana a nuestro mundo occidental. A la
vez, está tan lejos. Sólo unos cuantos tienen acceso a
la lengua griega. La lengua griega será entendida sólo
por algunos de los estudiosos, de hecho, el maestro
Sierra, alaba a quienes se han dedicado a la tarea de
la traducción de esa lengua:

El señor Montesdeoca puede no ser un poeta,


pero ha contribuido con sus correctas versiones
de los clásicos helenos a familiarizar con algu-
nas bellezas de primer orden a muchos que ni las
sospechaban; en esta clase de tareas tiene tam-
bién su excelente hoja de servicios nuestro vene-
rable amigo el señor Segura [...] (Justo Sierra OC
III: 372) La Academia correspondiente (Crítica).
1884.

Dos intelectuales, sobresale la ironía, no tan bue-


nos poetas que se han dedicado a la labor, no menos
pesada, de la traducción de las obras griegas. Estas
traducciones han presentado ya su mundo propio, sus
metáforas que refrescan y se reflejan en la cotidianidad,
en donde se encuentra la tradición, en el ornamento
que se combina:

Sobre una mesa, ídolos mexicanos, copas de mala-


quita, máscaras de ónix encontradas en Pompeya,
ejemplares griegos de mármol y de alabastro,
lámparas de distintas formas y materias, platos
de Bernardo de Palissy, y en medio de todo eso, un
jarrón de porcelana de Sèvres, en el que venían a
beber agua los pájaros.”(Sierra OC II: 221) El
ángel del porvenir. 1868.
160 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

Los ornamentos se encuentran en el mismo


nivel descriptivo de la narración: es decir, equivalen
a la misma belleza, y no elementos que se contrapo-
nen: los ídolos mexicanos cohabitan con las máscaras
griegas, de las cuales, además, el autor señala su
fabricación en ónix, un material típico en la artesanía
mexicana. Por supuesto, se encuentran en el mismo
nivel los platos de Palissy, la porcelana de Sèvres,
Francia. Son elementos de un cosmopolitismo, sí,
pero también de la integración de lo antiguo con lo
moderno; de lo nacional con lo griego y con lo extran-
jero. Se está ahí.
Si la modernidad ha aceptado lo griego; ello
puede explicarse porque los poetas serán los narra-
dores de la historia de la humanidad. Son los poetas
los que integran la narración histórica, aquellos capa-
ces de cantarla.

La historia de los poetas es la de los grandes


pasos de la humanidad. Los cantos de Hesíodo
inician al hombre en los goces sagrados del tra-
bajo; Homero les hace amar la lucha para que han
sido destinados, y amar la gloria, brillante ilu-
sión de ultratumba que hace marchar sin tregua
hacia adelante. Esquilo, ese condensador supre-
mo de todos los dolores y de todas las esperanzas
del género humano, ese creador de insólita po-
tencia, con sus manos de titán llega a modelar el
embrión del porvenir. (Justo Sierra OC III: 55) Los
poetas (Crítica). 1869.

Tres son los elementos en los que Sierra está


fijándose: el primero, es el trabajo, los trabajos y los
días, la elaboración del trabajo, ello es porque es la
base, para él, de progreso material, tanto en lo indivi-
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 161
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

dual como en los términos de nación. El segundo, la


producción del canto homérico, que es canto de la
batalla, de los héroes que son capaces de forjarse en la
adversidad, la nación misma está envuelta en ese
mismo canto. El tercero es la contemplación, debemos
aclarar que Sierra era un asiduo lector de teatro. Por
ello, la presencia de Esquilo, de su importancia con que
aquí lo trata. Por supuesto, el develamiento de los
defectos humanos es un tema vital, que el teatro griego
supo explorar.
La Grecia, pues, no queda sólo en ese entramado
de belleza, de cotidianidad y de presentación históri-
ca por parte de los poetas. Para un Sierra, armador y
admirador de la historia, es básico que los griegos
representan el puntal, el origen de la formación de
Occidente, y de México, como ramal de ese occidente
español.
Grecia es el punto intermedio entre un Medio
Oriente (punto geográfico en el que Sierra se encuen-
tra profundamente interesado por su intensidad reli-
giosa), así siempre lo demuestra en sus referencias:

Huyó a aquel tiempo lejano en que, sin que el


mundo lo sintiera, unas cuantas palabras senci-
llas y una dolorosa y oscura muerte cambiaban el
itinerario de la edad antigua y hacían que la
corriente del paganismo se bifurcara en un mon-
tículo de la Palestina, yendo una a perderse en la
soledad del desierto como los ríos del África, y
entrando la otra en el cauce profundo en que la
civilización helénica se convirtió en la civiliza-
ción humana. (Justo Sierra OC: 527) El velo del
templo (Cuentos románticos). 1895.
162 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

La imagen es trabajada por Sierra, también con


otros historiadores, en donde la civilización humana es
vista como un río, un afluente, que lleva rumbo, que
tiene corrientes, cauces, y encuentros con otros afluen-
tes en donde se genera otra posibilidad histórica. A la
vez, en la cita, presenta los puntos geográficos a partir
de los cuales, desde su punto de vista, se generó la
civilización humana: Palestina, África, y la Grecia, que
son señalados como parte de una edad antigua.
Esta manera de señalar los espacios, a la vez, que
indican la parte por el todo, se ve claramente en esta
próxima cita:

[...]sangrienta selección operada por los siglos,


una porción de la humanidad que en las orillas del
Mediterráneo encendió un faro, cuya luz deshizo
la tiniebla del espíritu, Atenas; para tomar con-
ciencia de sí misma la humanidad, comprimida
entre el Mediterráneo y el Atlántico, entró por
grupos sucesivos dentro de la irradiación de aquel
luminar incomparable. De todo esto viene lo que se
llama Europa [...] (Sierra OC VII: 370)

La cita muestra cómo Europa se ha olvidado de su


origen. Sierra remarca la tragedia de Europa para llegar
a ser lo que es circa 1900; recurre al mito de la caverna
platónica: Atenas como el faro a partir del cual se
ingresa a la civilización. Para él, existe una toma de
conciencia y esto es parte de la conformación no de un
solo grupo, sino de varios y diversos grupos, que con esa
base, han decidido el progreso de Europa y del mundo
occidental. Europa, pues, no tendría que olvidar su
origen, porque además: “Y la Grecia era la naturaleza,
era la verdad de la forma, era la esplendente realidad
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 163
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

del arte. La Grecia era lo bello.” (Justo Sierra OC III: 228)


El centenario de Miguel Ángel (Crítica). 1875.
No hay momento en el que Grecia deje de irradiar
esa fuerza porque ella es una fuerza en sí, además, bella,
natural; el modelo del renacimiento, no pudo tener otra
fuente que la Grecia misma, el mundo helénico, final-
mente.

La invención helénica: la cultura

La belleza griega irradia en todas las direcciones, por


ello, es parte de la formación del mundo occidental.
No fue una cultura que sólo dejó huella en su rol de
la historia, sino que afectó las artes plásticas, la
literatura, la música, la arquitectura, la matemática,
la ciencia, la medicina, la filosofía, historia, etc. Pero
sobre todo, dejaron los primeros rasgos escritos de la
historia universal, además de su propia concepción
de mundo:

Una vez revelada la divina armonía del arte


griego, la tierra dejó escapar de su seno los gigan-
tes que habían de ser los sacerdotes de la divini-
dad nueva. Se estremeció el orbe de alegría con el
calor que habían conservado los labios de un
pueblo, y el ósculo helénico fecundó el porvenir.
(Justo Sierra OC III: 228) El centenario de Miguel
Ángel (Crítica). 1875.

El arte griego fue una representación simbólica


que sobrevivió al tiempo y el renacimiento tuvo a bien
rescatar. Por supuesto, el beso griego fue capaz de
trasplantarse a través de los siglos porque represen-
taba la naturaleza divina, y porque permanecó laten-
164 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

te. Sierra es alguien que en su transcurso por Europa,


busca los detalles que le hagan sentir la permanencia
de esa cultura a la cual el pertenece. Busca a Grecia
en las minucias porque sabe que ahí se encuentra: “El
busto de Homero, que pasa por el modelo supremo de
los bustos, me maravilló como busto de anciano
ciego;” (Justo Sierra OC XIV: 183) De Italia (Segunda
Parte: Viaje a Europa. 1900-1901). 1901.
La prominencia que le establece al busto de
Homero es la relevante. Él se fija en el detalle, se limita
a la precisión y a la belleza, se maravilla ante el busto
por la proporciones; pero, no ante lo que representa
sólo como busto, porque:

Plásticamente esas figuras son divinas; pero la


divinidad les viene de que son soberanamente
humanas; es la misma explicación del antropo-
morfismo helénico; a fuerza de embeber de sere-
nidad, de belleza, de pensamiento, una figura
humana, la deban una expresión, un verbo divi-
no. (Sierra OC VI:296).

El arte griego es capaz de representar al hombre


con características divinas, con elementos que sobre-
pasan las propias capacidades; se funde, pues, con la
esencia del humano; el artista conoce la misma divini-
dad que radica en el hombre, su serenidad, su belleza
(que también puede explicarse por la razón áurea), su
expresión, finalmente, que la concretizan en sí mismo.
El arte, y no sólo la filosofía, representa una forma de
acceso para el entendimiento de la razón humana.
Pero en términos de cultura, no sólo heredamos
el arte, sino que una transformación paulatina de las
más finas culturas. Ese río que contaba con afluente
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 165
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

que los unía a sí mismo, no buscaba la transformación


completa, sino la asimilación de sus elementos.

Adorable instante en el perenne curso del tiempo,


fué aquel, señores, en que el genio jónico, hecho
de libertad y de luz, transformó la exuberante
flora de las civilizaciones orientales, en la miel de
la cultura griega, que ha bastado para endulzar
y perfumar veinticinco siglos de la historia hu-
mana. (Justo Sierra OC IX: 117) “La lucha por la
electricidad” (Ensayos y artículos). 1886.

Sierra refiere que en la planicie de Atenas se


fundaron la libertad, la democracia para ser más preci-
so, y la luz, representada por el progreso del hombre
mismo. Pero ello no podía ser sólo para conformar la
cultura occidental; la libertad y la luz griega necesita-
ron de otra cultura: la oriental. Es partir de la transfor-
mación de la riqueza de la oriental que se endulza y
perfuma la historia de Occidente. Ese instante no sólo
será representado por Alejandro Magno, sino por los
constantes flujos migratorios entre las regiones.
El influjo de la cultura griega es tal que la moder-
nidad de Europa misma ahí tiene su simiente.

[...] que momentos antes de la gran revolución de


1789, tenía ya la Francia una poesía lírica bastan-
temente grande para confundir a quienes opinan
que nuestra época es prosaica. Con efecto, la
poesía lírica alcanzó por entonces tal alteza, que
sólo la Grecia Antigua puede proporcionar ejem-
plos de elevación tamaña. (Justo Sierra OC III:
274) Literatura extranjera contemporánea (Críti-
ca). 1878.
166 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

Pese a los siglos, a la lejanía, el instante precioso se


repite en Francia, y en toda Europa, en todo lo que toque
Grecia. Es decir, el genio jónico es capaz de transformar el
mundo. Genera nuevas evoluciones constantemente, 1789,
es una prueba de ello. No sólo con referencia a la circuns-
tancia política, sino también a literatura propia. La litera-
tura épica de los griegos siempre será un soporte para los
momentos cruciales de la historia europea o latinoameri-
cana. La literatura griega no sólo creaba el mundo ficcional
alterno, sino con ello creaba una religión, una historia que
le era propia. La literatura representaba la sociedad en
todos sus ámbitos: era un mundo integral:

Así el griego creaba por medio de la poesía su


religión y su historia. Esta primera poesía se
llamó épica; y su tipo, la Ilíada, no ha sido des-
pués ni siquiera igualado. (Justo Sierra OC IX:
217) Historia antigua (Elementos de historia gene-
ral). 1888.

La poesía griega se convierte en el centro de


razas y desarrollo del espíritu de la cultura griega.
Con ello, se ve que no existe posibilidad para que una
civilización se desarrolle sin el aspecto humanístico.
Por ello, como menciona:

Volvieron a florecer, por entonces, los estudios


helénicos, si bien a través de un vidrio que los
desnaturalizaba, de manera que el alumno de
nuestras Universidades actuales, incapaz toda-
vía de hacer una correcta traducción del griego,
comprende el espíritu de aquella literatura mejor
que lo comprendían los eruditos de la última
mitad del siglo pasado. (Justo Sierra OC III: 274)
Literatura extranjera contemporánea (Crítica).
1878.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 167
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

Los estudios sobre los griegos son de vital impor-


tancia para el desarrollo de la historia contemporá-
nea, al estudiarlos se trae consigo una mejor compren-
sión y aprehensión del espíritu de aquella civilización.
Sierra se refiere a vivir lo griego, a tener la absoluta
certeza de dónde se proviene como occidental y cuál es
el rol histórico que toca desempeñar. Sobre todo, por-
que cuando él analiza históricamente el proceso de
creación de la república griega observa que ellos reali-
zaron mucho con, realmente, pocos elementos:

Eran los helenos, o pastores o labradores o mari-


nos; levantaron muchas ciudades, y cada ciudad
era independiente de las otras, y todos eran li-
bres, es decir, que no estaban sometidos a la
voluntad de un hombre, como los del Oriente,
bajo gobiernos que se llaman despóticos, sino
que obedecían a las leyes, que es lo que se llama
ser libres. La libertad así entendida es, desde
entonces, un carácter distintivo de los pueblos
civilizados; los que no viven en la libertad o no se
encaminan hacia ella, no progresan; los pueblos
así, vegetan y mueren. (Justo Sierra OC IX: 210)
Historia antigua (Elementos de historia general).
1888.

Una de las primeras lecciones que Sierra estable-


ce como base o fundamento de la influencia griega en
la inteligencia mexicana es que se basaron en la bús-
queda de la libertad; en la democracia. La gran lección
histórica para el maestro es que los pueblos que no son
capaces de dirigirse a esa posibilidad no progresan.
Por supuesto, para un intelectual como Sierra, el régi-
men porfirista debió ser una cadena que se tuvo que
soportar. Pero también sabía que si bien el régimen no
168 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

era perfecto, permitía la paz; la precisada paz para el


desarrollo y el progreso de la nación. Pero, el avance de
los griegos no fue perfecto, para llegar a ser lo que
culturalmente fueron, implicó puntos de reunión en-
tre diversas culturas:

[...] así los egipcios, v. gr., tuvieron por herederos


a los fenicios, a los helenos; éstos a los romanos,
y los romanos a nosotros, y como todo el conjunto
de pueblos en que nos hemos ocupado forma una
humanidad, resulta que si muchos pueblos han
pasado, la humanidad ha ido avanzando en
cada uno de ellos ... (Justo Sierra OC IX: 287) Edad
Contemporánea (Elementos de historia general).
1888.

La amalgama de pueblos que han pasado a con-


formar el pensamiento griego y occidental se entiende
desde el concepto que impulsaban los liberales del
siglo XIX, y del cual Sierra era ferviente promotor: la
migración. Su curso de historia no deja de recapitular
el proceso de migración como fenómeno cultural de lo
e que el entenderá como “progreso” de los pueblos que
lo conforman.

Algunos ven en los zapotecas y los mixtecos, sus


congéneres, la misma familia de los maya-
quichés; otros los suponen nahoas de la primera
inmigración, proto-nahoas, como había proto-
helenos o pelasgos[...] (Justo Sierra OC XII: 38)
Civilizaciones aborígenes. II (Las civilizaciones
aborígenes y la Conquista). 1900.

De hecho, la cita, tan peculiar en el estilo de Justo


Sierra, acerca y compara dos procesos históricos-socia-
les de dos pueblos: los nahoas y los helenos. Al adjetivar
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 169
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

estas dos culturas como “proto”, las coloca en el mismo


nivel de desarrollo cultural. Amén de compararlas en
dos paralelos: el mismo desarrollo histórico que tiene
occidente lo tuvo, lo pudieron tener:

[...] llevó a Escisión, hijo de Eneas, a violar a las


emita Cartago sobre las cenizas de Dido (emigra-
ción al África), a Hernán Cortés a tener hijos de
la Malinche (nación mexicana), (emigración a
América), y a los presidiarios ingleses a
moralizarse en Botany-Bay (Emigración a Aus-
tralia). (Sierra OC IV: 294)

Por supuesto, el podría abre la posibilidad con-


dicional. En efecto, Sierra no se ciega ante un fenóme-
no plausible, lo que también ha aprendido de la
historia; en especial, de la historia de los griegos:

[...] y cuando los romanos conquistaron el Asia,


el idioma corriente era el griego: tal había sido la
obra fundada por Alejandro: hacer de la civiliza-
ción oriental y de la helénica una sola, pero en
que la segunda predominó por ser superior. (Jus-
to Sierra OC IX: 216) Historia antigua (Elementos
de historia general). 1888.

El dominio necesario de una de las vertientes


culturales; de hecho, el comprenderá que el dominio
de los romanos fue militar y territorial, pero los
aspectos culturales son heredados de Grecia. La len-
gua es el primer proceso cultural que se impregna en
la migración, en la colonización o en la conquista de
los territorios, de ahí, todos las demás transformacio-
nes sociales toman forma.
170 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

Por eso se dice que los griegos son los autores de


la civilización humana; por eso, todos los que
quieren enseñarse a pensar correctamente, o a
expresarse bien, por medio de la palabra hablada
o escrita, o a traducir una idea en el mármol o en
el bronce, tienen que recurrir a esas fuentes. Por
eso son los supremos educadores o pedagogos de
la humanidad. (Justo Sierra OC IX: 219) Historia
antigua (Elementos de historia general). 1888.

Éste es el pensamiento más preciso y que puede


resumir lo que Sierra piensa de los griegos como
partícipes de la formación de la civilización humana.
La oración primera coincide con muchos de los inte-
lectuales de su época, con personalidades intelectua-
les anteriores a él (Altamirano es uno de ellos); y
literatos como Alfonso Reyes llevarán al máximo esta
expresión. El pulir de las ideas en el mármol o en el
bronce es una imagen, por demás, hermosa, donde
los materiales indican la máxima expresión de lo
griego. Un maestro como lo es Sierra no puede dejar
de lado el matiz pedagógico de los griegos.

Nuestra Grecia

Como lo hemos planteado en el trabajo, Grecia es un


punto nodal para nuestros intelectuales formados en
el siglo XIX. Grecia es un todo que tiene que imitarse;
un parangón. Sólo a partir de Grecia, y de su ejemplo,
es que puede entenderse el mundo nacional. De
hecho, la repetición histórica, se le presenta a Sierra
como una posibilidad de explicación plausible, me-
diante la cual se revela la formación del Estado y del
espíritu nacional:
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 171
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

Este fenómeno, que se reproduce periódicamente


en la creación, la historia lo repite para cada
pueblo. Nosotros lo sabemos; hemos pasado por
ese invierno: hemos dormido en esa tumba; he-
mos tenido en pleno siglo XIX, después de Was-
hington y la Democracia, después de Hidalgo y la
Independencia, nuestra pequeña Edad Media,
rápida, mezquina y devota, que sólo ha servido
para contrastar con la altura de los hombres de la
generación de Morelos y Bravo, griegos incultos
de nuestras montañas, que si no eran capaces de
disertar en el Pórtico, eran dignos de morir en las
Termópilas; y esta pequeña época gótica,
exhumada del pasado colonial, poco después de
1821, cubría al país como la mortaja glacial del
invierno. (Justo Sierra OC V: 15-16) A la memoria
de Miguel Lerdo de Tejada. 1874.

Debemos notar que Sierra ve el progreso y el


desarrollo de la nación como un proceso histórico que es
comparable con la matriz de la civilización occidental:
Grecia. Los mismos estadounidenses han sufrido el
proceso. Todo pueblo que se precie de alcanzar un ideal
pasará, casi irremediablemente, por una edad oscura.
Obviamente, Sierra se centra en América, como una
rama occidental única. Esta etapa oscura, que en Méxi-
co se representa por la colonia y por la etapa post-
guerra de la independencia, desde 1821 hasta 1857,
hasta La Reforma. Pero antes de este proceso, en Méxi-
co, hubo personajes como Morelos y Bravo que, por sus
ideales, eran, para Sierra, griegos incultos capaces de
consumar el ideal patrio de libertad.
Este periodo glacial, este hielo, esta etapa oscu-
ra se divide en los dos periodos señalados, sobre todo,
porque en la Colonia, al grupo de los mestizos:
172 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

[...]les atemorizaban los tribunales, tenían un


temor profundo al enredo ya notable de la legis-
lación; era un laberinto en que cualquiera podía
dejar la libertad y, sobre todo, la hacienda, si no
tenía una Ariadna conocedora del hilo conduc-
tor. (Justo Sierra OC XII: 125) El Crecimiento
Social. Siglos XVI y XVII (El periodo colonial y la
Independencia). 1900.

Ese laberinto que era la burocracia del imperio


español, oscurecía los procesos de avance de las
personas deseosas de “progreso”. En la colonia, el
mestizo tuvo que aprender a moverse en su propio
laberinto, debía conocer las claves sobre las cuales se
movía esa sociedad, sus propias reglas. La guerra de
independencia es, en este sentido, un nuevo inicio:
una turba que deseaba encontrar la salida del mismo.
Grecia es el irremediable modelo para la formación
del espíritu nacional, y para la comparación de las
grandiosas almas de nuestros héroes. Los momentos
históricos se repiten, sólo cambian los nombres, pero la
grandiosidad de los actos está presente siempre:

¿Qué pluma sería capaz de referir los mil hechos


gloriosos de aquel día para siempre memorable,
en que la victoria fue para el vencedor, pero la
gloria para el vencido? Rasgos dignos de los
heroicos tiempos de Grecia y de Roma tuvieron
lugar aquel día. (Justo Sierra OC IX: 43) El aniver-
sario de Churubusco (Ensayos y artículos). 1874.

Ante la intervención norteamericana, ante un


país desmembrado, un país en formación, un país que
pasaba una etapa oscura (su propia edad media); la
intervención norteamericana se convierte, para Sie-
rra, en el punto de referencia de mayor defensa del
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 173
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

país; un momento histórico que sólo puede ser compa-


rado, por supuesto, con el sabor de una derrota griega.
Ganaron, es cierto, pero a partir de ese momento, la
patria comenzó a cobrar sentido nacional. Un punto
de reunión vital para que la futura generación de la
Reforma, diez años después, propusiera el camino de
la formación de la Nación. Por supuesto, al ser Grecia
un parangón, la frase es precisa: “Además, nacimos y
crecimos con la espada de Damocles colgada sobre
nuestra cabeza[...]” (Sierra OC XIII: 23)
El peligro es constante para la formación del
Estado Mexicano. Nuestro crecimiento, nuestra inde-
pendencia, siempre han estado rodeados por los más
peligrosos intereses. Sierra, con esta expresión, resu-
me: la colonia, las intervenciones extranjeras (la nor-
teamericana y la francesa), las intervenciones pensa-
das (la inglesa y la española). México deseó la toma del
poder, y por supuesto, no considero los diversos facto-
res que ello implicaría. Por eso, para él, es tan impor-
tante la época posterior a la intervención francesa; ya
que diversos factores fueron los fundamentales: desde
el fusilamiento de Maximiliano, que simbolizó la muerte
de cualquier extranjero que desease intervenir en
México, hasta la formación de las nuevas relaciones
internacionales durante el periodo de Porfirio Díaz.
Pero siempre México es un país, que durante
todo ese tiempo, tiene la espada de Damocles sobre su
cabeza:

¿Hay posibilidad de llegar a este resultado mien-


tras el país se ocupe eternamente, como Penélope,
de deshacer en una noche de revolución lo que se
hace en un día de paz? (Sierra OC IV: 228)
174 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

Las constantes revoluciones internas también son


el otro factor interno, éste, de formación de peligros.
La imagen es bella: un país que deshace lo que se
construyó en sólo una noche de revolución.

Ese adorable instante griego

La presencia de lo griego es una constante que Sierra se


preocupa por mostrar en casi todos sus escritos. La
representación griega será, muchas de las veces, no sólo
el elemento decorativo de la casa, sino será la muestra
del avance de la sociedad; de la cultura y de la civiliza-
ción de la misma. Todo encuentro con lo griego, en la
ciudad o en el campo, en el espacio abierto o en el
espacio cerrado, es muestra de ese apego a lo clásico y
a lo urbano:

Pocas casas hay en la capital que adunen, como


la del señor Schiafino, la elegancia arquitectóni-
ca de los griegos y el confort de una habitación
inglesa. (Sierra OC II: 77) “Conversaciones del
domingo”. 1868.

Por supuesto, ya no basta la elegancia griega, en


encuentro con la perfección de la razón áurea de la
arquitectura de ese estilo, sino que ese estilo antiguo,
encuentre asilo en una modernidad que plantea des-
truirlo todo. Pero, además, parece que una parte de la
naturaleza de Occidente no es nuestra, esa muestra
de desesperanza:

Nuestro siglo no posee el mismo fatalismo que la


antigüedad; el fatus griego tuvo un platillo de la
balanza para Agamenón y otro para Ulises. De-
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 175
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

bió, el uno, encontrar el puñal en la mano de


Clitemnestra; el otro, el amor en los castos labios
de Penélope. Entonces podía el hombre virtuoso
esperar la felicidad: hoy no; el mundo está entero
en el lado de la balanza que inclina al dolor; el
otro platillo se ha perdido en lo desconocido [...]
(Justo Sierra OC III, 113) María (Crítica). 1871.

El mundo, para Sierra, se acerca al spleen finise-


cular, pero además, no tiene ese drama álgido que es
parte de lo griego. En el siglo XIX, siglo de Sierra, las
personas no pueden esperar la felicidad plena. De todos
modos, es un siglo y una modernidad que es capaz de
imitar lo griego desde diferentes perspectivas, ya lo dice
con respecto a la democracia estadounidense:

For whites, para blancos, nada más; y es que toda


democracia necesita esclavos, o abajo, como la de
Atenas, o arriba, como la francesa; los de arriba
son caros, se llaman diputados, son el gobierno.
(Sierra OC VI: 26)

La crítica es como la copiada democracia helé-


nica tiene sus tamices en un sistema como el estado-
unidense que, en ese momento, intenta reflejar su
perfeccionismo como sistema. Justificada o no, por la
presencia de democracia selectiva, también en Gre-
cia, Atenas; y en Francia, la republicana; eso sucede
a los ojos de Sierra cuando observa una sociedad
como la de los EUA, a la que México pretende imitar.
Pero, por supuesto, Sierra, observa que en esa socie-
dad, el gusto por lo griego va en aumento, y en una
parte de su viaje por este país anota:
176 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

Estos yankees se pagan unos gustos capaces de


hacer estremecer de envidia, en sus tumbas aca-
démicas, a todos los puercos de la piara de Epicuro
de Grecia y Roma, entre quienes descollaba el
poeta favorito de los antiguos magistrados de las
antiguas supremas cortes de justicia, el Venusino,
como se le llamaba siempre al gotoso y divino
Horacio. (Sierra OC VI: 81)

Dos motivos se pueden deducir de la cita: uno es


que el ingreso de lo griego en las decoraciones de las
tumbas académicas de los norteamericanos muestra
el deseo de esa sociedad por ingresar al más alto
espíritu de la base fundacional de la sociedad con-
temporánea, y a partir de ahí legitimarse. Dos, como
consecuencia de lo anterior, el mundo griego, en esa
sociedad, es sólo una apariencia, no tiene alma. Aun-
que dentro de las cosas que posee, se atribuyen la
Estatua de la Libertad, que al mirarla, Sierra escribe:
“Es de una serenidad sublime; toda la estatua viene
de Grecia;” (Sierra OC VI: 69)
Desde su punto de vista, todo tiene su origen en
Grecia, por ello es necesario el conocimiento del
griego, como lengua y como cultura. Sierra lo plantea
de la siguiente forma:

Y cierto; el conocimiento y la práctica del latín no


habían sido parte en los siglos medios, ni a impe-
dir ninguna decadencia, ni a trazar uno solo de
sus derroteros al pensamiento humano, ni a ilu-
minar ante él un solo segmento de los horizontes
del porvenir; y así como el contacto con Grecia
produjo la literatura latina superior, la creó, pue-
de decirse, el contacto por los griegos, por inter-
posición de los árabes, primero, y directamente
luego, marcó el fin del período medieval, con esa
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 177
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

espléndida transfiguración del verbo y del espí-


ritu humano que se llama el Renacimiento. Pero
el griego no estaba en nuestras tradiciones esco-
lares americanas; sólo el latín y, con raras excep-
ciones, el latín inferior, el que servía para enten-
der los libros litúrgicos de la Iglesia o,[...] (Justo
Sierra OC V, 136-137) Organización de la ense-
ñanza pública. 1891.

En el trabajo educacional de Sierra se ve la necesi-


dad de plantear el griego en la base de la estructura del
pensamiento y de la formación del nuevo estudiante; si
bien, reconoce que el estudio del latín es clave en este
desarrollo, también propone que el mayor entendimien-
to de la cultura latina se establece sólo a partir de conocer
la griega, ya que la literatura latina, por poner el ejemplo,
es pieza fundamental en el desarrollo de esa literatura.
Lo cierto es que la literatura latina, en su vertien-
te en América, se encuentra también en ese instante
de modernidad donde es necesaria la recuperación
de sus raíces; por supuesto, el instante griego es
hermoso, pero debe recuperarse constantemente para
que su fuente no se agote.

El océano del ser

Si bien los griegos son fundamentales para Sierra, él


mismo reconoce que desconoce mucho de ellos. Sus
acercamientos son base fundamental y no en las obras
completas de ellos. Siempre se le recordará por frases
como: “hay que leer a los griegos, a Shakespeare..”,77 la

7 7 . Es una frase común atribuida a Justo Sierra.


178 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

tradición y el presente; lo clásico y lo moderno. Para ello,


es fundamental el contacto de dos culturas; la griega y la
latina, sin la primera, no se puede explicar la segunda:

Pero los griegos, y sus hijos intelectuales los


latinos, no vieron de la naturaleza más que la
sonrisa o las lágrimas; seducidos por sus cantos
de sirena, amaron su belleza y sus horrores subli-
mes, entrevieron quizás sus temerosos misterios;
mas no supieron hallar la clave para descifrarlos;
apréciales una decoración espléndida, ante la
cual entonaban Teócrito y Virgilio sus dulces
serenatas, más melodiosas que las del ruiseñor,
o prorrumpía en himnos soberbios o en desespe-
rados reclamos la lira varonil de Lucrecia. De la
naturaleza sólo conocieron al hombre, sólo en él
se fijaron, sólo en la noche del espíritu osaron
penetrar y en las balanzas de oro de la razón
pesar y aquilatar los sentimientos y las ideas; por
eso fundaron la filosofía, por eso urdieron méto-
dos sutiles como los intangibles tejidos de Aracné,
por eso idearon sistemas en que hacían caber la
naturaleza entera, como una gota de agua, en que
se refleja el paisaje, dentro del cáliz de una flor;
y aquellos sistemas eran obras de arte, simétricos
y armónicos como los templos de mármol, y sus
autores tomaban por la naturaleza, su propio
espíritu, esa gota de agua en el océano del ser.
(Justo Sierra OC IX, 117-118) La lucha por la
electricidad (Ensayos y artículos). 1886.

Dos procesos son analizados en la larga cita, uno


es el proceso de invasión y de migración de los latinos
hacia oriente; con el cual se crea una amalgama de
cultura, que ya no es propiamente latina, pero tampoco
totalmente griega. La seducción de Grecia es grande. Lo
otro, cómo los latinos vieron y analizaron la cultura
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 179
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

griega, en qué elementos se fijaron para poder desarro-


llar la propia. Por supuesto, la belleza y el desarrollo de
ambas culturas, considera Sierra, se debe, principal-
mente, a sus propuestas filosóficas. Fundamentalmen-
te, su propuesta de análisis es que la base latina se
dividió, a partir de lo griego, en dos ramas:

Los romanos consolidaron la civilización griega


en Oriente, manteniendo la paz, y la propagaron
en Occidente; de modo que en el mundo antiguo
llegó a haber una sola civilización: la griega, y
dos idiomas: el griego en Oriente y el latín en
Occidente. (Justo Sierra OC IX, 230) Historia an-
tigua (Elementos de historia general). 1888.

De esa manera, es fácil entender a Oriente y a


Occidente como dos formas separadas, como dos
entidades diferentes. Con la misma base, sí, pero con
diferencias sustanciales. Los romanos son, para Sie-
rra, grandes emigrantes, que en cada paso han deja-
do algo de sí, y por tanto, de la cultura griega, ya que,
como leímos más arriba, los romanos son hijos inte-
lectuales de los griegos. Sierra comprende que la
migración es sumamente fundamental para el forta-
lecimiento de ideas, los cambios de rumbos, pero
sobre todo, para la solidificación de la cultura y de la
civilización tal como él la entiende en el XIX.

Si a uno le diera en tomar en serio una de esas


brillantes paradojas del articulista ¿cómo le po-
dría retorcer sus hechos históricos? ¡Qué nos
habla usted de Roma! Ese es un fenómeno inmen-
so de asimilación, es una inmigración de todos
los pueblos dentro del imperio y la emigración
del espíritu romano a todos los pueblos. César, el
hombre-Roma, el que debía abrir el muro sagrado
180 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

del imperio a todas la naciones, como Rómulo


abrió el de la ciudad a todos los bandidos, ese
derrotó a Pompeyo, a un enemigo de la inmigra-
ción, con legiones de galos. Iberos, germanos,
griegos, egipcios, asiáticos, esos eran los roma-
nos; por eso el soplo poderosamente humano de
Roma anima aún la civilización moderna. (Sierra
OC IV: 294)

Sobre todo, porque los mexicanos, desde su pun-


to de vista, son una entidad cultural que es deriva-
ción de la latina. Por supuesto, con el tamiz cultural
de la española. Sierra lo justifica así:

Gran acto de España éste, que junta en torno suyo


a los renuevos del tronco añejo, y que prueba que los
períodos de decadencia latina no son, desde que
Roma trasmutó la cultura helénica en civilización
humana, sino momentos de transformación, de
donde surgen elementos de vida nueva. Cada vez
que tras un eclipse vuelve a toda su luz el alma
latina, resulta un faro que marca nuevos derroteros
y más amplios a la solidaridad universal. (Justo
Sierra OC V, 278-279) España y América. 1900.

Justo Sierra escribe en contra de lo que han llama-


do decadencia latina. Menciona que no puede haber
tal, y que cada formación nueva, cada transforma-
ción, cada metamorfosis de la cultura latina la fortale-
ce plenamente, además, en ese proceso, lo latino seña-
la siempre la luz, el camino hacia donde seguir en la
marcha de la solidaridad mundial. Finalmente, para
Sierra es importante este proceso porque, la América
tiene su sangre de España, de Roma, de Grecia (por
supuesto, de su mundo indígena); sangre, ésta, que
fortalece ambos espíritus.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 181
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

A Sierra lo impulsaba el estar en todos lados;


sabía que labor del intelectual latinoamericano debe-
ría estar tanto en la formación dentro de la tradición
clásica, como en la modernidad; con la carga de
recuperar, también, la tradición en otras lenguas, al
menos en los otros mundo que Occidente ha desarro-
llado.
El predicador de la patria

Sierra fue un liberal profundamente religioso, fiel


hasta la muerte a sus principios morales, y a sus
creencias religiosas. Dividía esa fe entre el progreso
de la nación mexicana y su ferviente amor cristiano,
apegado siempre al catolicismo. De hecho, no se
pueden concebir su apostolado educativo, y su mi-
sión liberal política, sin esta devoción. Bien cita,
Agustín Yañez:

La forma oratoria que para predicar el evangelio


de la educación inicia este discurso, se halla
matizada con frases, paráfrasis, reminiscencias
y alusiones religiosas, que transmutan el fervor
laico hacia la ciencia y la patria, superiores obje-
tos de la predicación. (Sierra OC I:78)

Como se leerá en este capítulo, la conformación


de la patria mexicana sólo se puede comprender a
través de esta simbiosis entre el discurso en el poder
184 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

y el discurso de la religión (independientemente de


que él será un defensor de la separación entre Iglesia
y Estado).
Por otro lado, Sierra ve, él dice que entrevé, la
situación de México en el mundo. Comprende las rela-
ciones internacionales como una forma de presión para
establecer alianzas, guerras, divisiones geopolíticas. Sabe
que México —y cualquier nación del mundo— se en-
cuentra inmerso en decisiones internacionales.
Por ello, para él es claro que el mexicano debe
confrontar y aceptar su nacionalidad y sus rasgos; sus
fiestas y sus celebraciones, así como también, conocer sus
raíces. La latinidad será una de las propuestas que Sierra
establecerá como punto de partida para la nacionalidad
mexicana. Sin ella, sería difícil describir la misma.

La patria en el mundo

Formado por la generación de la Reforma y por los


liberales de la República Restaurada; vivió, en carne
propia, la intervención francesa, Sierra no puede ser
más que un patriota. Su momento histórico, que pode-
mos señalar desde sus primeros escritos 1870 a 1912,
será crucial para entender su fervor patrio: su obra
estuvo inmersa en el porfiriato, no por ello dejó de
tener valía y valentía.
Su cuestionado acercamiento con el poder de
Porfirio Díaz es justificable cuando vemos la totali-
dad de su obra, el compromiso que como persona
tenía con la patria, siempre tendrá esa responsabili-
dad porque para él:
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 185
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

[...] mi alma estaba llena de lágrimas, de indigna-


ción y de impaciencia; una llamarada de patrio-
tismo (yo no tenía otra madre que mi patria) me
hacía crecer. (Sierra OC II: 414-415) La novela de
un colegial (Cuentos románticos). 1895.

La cita es una de las pocas en donde se concep-


túa la patria como madre: con esta imagen Sierra
revierte el proceso imaginario de la tierra americana.
La expresión fomenta la femineidad del suelo en
donde se ha nacido, donde se tiene nación, nacimien-
to; la tierra es la madre, que en este caso particular,
también alimenta; así, la tierra es origen y nos iden-
tifica. Por supuesto, para Europa, la tierra mexicana,
en general la americana, era la mujer que había de
conquistarse, de mancillarse, de domesticarse.
Sierra, por supuesto, desarrolla al filo de las
identidades, el discurso de acercamiento de la patria,
con sentimiento juvenil o senil, al progreso europeo:

La religión de la patria basta a la escuela; puede


no bastar y de hecho no basta al hombre; pero a
la escuela sí. Nosotros somos, no por espíritu
sectario, no por bandería política, sino constitu-
cionalmente y por patriotismo y por moralidad,
nosotros somos laicos, laica es nuestra ley y laico
nuestro espíritu; los mismos que hinchan la voz
para predicaros odios de razas alzan un gran
clamor contra la escuela sin Dios. Cristianamente
esto es una blasfemia, porque Dios está en todas
partes... (Sierra OC V: 442) “Conquista de la pa-
tria por la educación”. 1910.

La patria debe constituir su propio dogma: la


educación. Si hemos mentado a un Sierra predicador,
con esta cita los situamos en el equilibrio perfecto.
186 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

Sierra, por supuesto, sabe, conoce y defiende las


ventajas de la constitución del 1857; por ello, su
predicación, para con la patria, se enfocará a la
educación, porque es la única capaz de traernos el
progreso: “[...] la máquina dejó escapar un agudo
silbido, se izó la bandera nacional, y el tren partió a
las seis.” (Justo Sierra OC III, 313) “De México a
Toluca” (Crítica). 1882.
Todos los elementos de la modernidad se le
presentan como una opción para el desarrollo de la
nación, de la patria; pero es la educación la que hará
posible el crecimiento de la misma. En el sentido de la
cita, máquina (ferrocarril) y la patria mexicana tie-
nen un desarrollo, un camino que proseguir:

Y aquel rumor ilimitado se concretaba, se volvía


una armonía divina en una palabra sola, en esta
palabra de concordia, de porvenir y de paz: ¡Re-
pública! La fórmula de la verdad social estaba
encontrada. (Justo Sierra OC: 534) María
Antonieta (Cuentos románticos). 1895.

El primer camino para consolidar el desarrollo de


la patria es respetar su principio de República. Por éste
se ha luchado desde 1810, es un concepto que de 1810
a 1867 (Sierra lo llamará edad obscura) ha sufrido
altibajos: dos invasiones armadas, otras tantas tenta-
tivas, pérdidas de territorio nacional, dos imperios, y
el cuasi imperio de Antonio López de Santa Anna; la
República y su restauración son de vital importancia
porque permitirán el desarrollo pacífico de la nación.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 187
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

Por supuesto, para Sierra, la mayoría de edad


del mexicano llegó con el periodo de consolidación de
la Reforma de 1957.

Desde el momento en que sonó la hora de nuestra


mayor edad, no podemos dejar a los extranjeros
el privilegio de juzgarnos, declarándonos inca-
paces de exponer a nuestros conciudadanos las
múltiples cuestiones en que la sociedad europea
suceden a tropel. (Sierra OC IV: 367)

Con la cita anterior, Sierra, al igual que su


maestro Altamirano, cimienta la hora de la madurez,
la hora del despertad de México, la hora de la toma de
conciencia como pueblo, y como nación. Declaración
de la autonomía que señala, también y por qué no, la
decadencia de Europa, y sus vendados ojos ante sus
propios problemas. Pero es también Europa quien es
señalada como el punto de partida de los problemas
del México indiano, ya que es ella quien:

¿Quién fué el primero, cuál fue la serpiente que


tentó a nuestra pobre patria, a esta Eva indiana
perdida en las sombras salvajes de su paraíso,
diciéndole: eres rica? (Sierra OC IV:339)

La riqueza, para Sierra no es parte de la natura-


leza, sino de la industria y del progreso, del saber
aprovechar al límite los recursos naturales. Precisa-
mente, en la apertura que México realizó en aquella
época, las grandes inversiones europeas y norteame-
ricanas daban sus frutos para los mismos capitales
financieros, con una mínima ganancia para el gobier-
no. No había una repartición más justa, y la ganancia
de la mano de obra era mínima. La riqueza, pues,
188 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

interviene como la voz demoníaca, la serpiente, que


pone en predicamento a la conciencia y, por ello,
pierde su pequeño paraíso. Por supuesto, a Sierra le
debemos más que esta expresión combinada entre la
patria y la religión:

¿Qué templo y qué religión eran esos? La patria.


Esa es tu creación imperecedera en nosotros. Esa
es una creación, porque la creación es el amor, y
ese amor nos lo infundiste hasta lo más profundo
de nuestro ser. Otros lo han sentido y nos lo han
enseñado. (Sierra OC V: 166) Oración fúnebre a
Ignacio Manuel Altamirano. 1893.

La patria se sostiene por los cimientos de quienes


la forjaron. La patria es el conjunto de dogmas que la
conforman: una religión en toda la expresión de la
palabra, así mismo, es un templo porque guarda lo
sagrado; cada individuo y sociedad debe impulsar el
desarrollo y construcción de la patria, por eso la
patria tiene padres fundadores e hijos ilustres que la
desarrollan.
En la formación, que en este caso no es sólo
temporal, ha requerido de muchas circunstancias,
pero sobre todo de concepciones:

Distingamos entre los vocablos nacionalidad y


nación o patria, y, aunque sean las definiciones
un poco convencionales, admitamos que una
nacionalidad es un organismo que se integra y se
diferencia conjuntamente adquiriendo caracte-
res cada vez más específicos; o en otros términos,
una nacionalidad es un ser vivo en que operan en
plena actividad los factores de raza, medio, reli-
gión, lengua y costumbres para hacerlo cada vez
más coherente y darle una individualidad com-
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 189
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

pleta o, lo que es lo mismo, convertirlo en persona


moral. Y admitamos que una nación es una na-
cionalidad en el momento en que el fenómeno de
la vida personal e independiente se verifica. Si no
fuera por el miedo de sentar plaza de pedante,
diría que una nacionalidad es el fenómeno polí-
tico en su aspecto biológico, y una nación es el
mismo hecho en su aspecto psicológico. (Sierra
OC IX: 192) “Cortés no es el padre de la patria”
(Ensayos y artículos). 1894.

Lo que la nación mexicana tiene es un proceso de


gestación de la nacionalidad; en la cual, algunos as-
pectos son los mismos, otros se encuentran en pleno
desarrollo. Pero lo que sí tiene, esa es la etapa del
despertad americano al cual se refiere Sierra, es una
nación, una patria, un sentimiento, una ideología. Por
esta idea, por esta formación es la que se ha luchado
durante todo el siglo XIX. Un ideal para todo aquel que
habita la misma geografía mexicana.

Esto prueba que crecieron lentamente, por el


aislamiento sistemático de las dos razas; era la
nacionalidad mexicana, que había de convertir-
se en nación, aglutinándose al núcleo mestizo,
como decían los virreyes; mexicano, como noso-
tros repetimos. (Sierra OC XII: 98)Organización
Social (El periodo colonial y la Independencia).
1900.

La nacionalidad se conforma lentamente en


México: el mestizo es el producto de la unión entre las
dos razas. El mestizo conformará el nuevo núcleo
social en desarrollo, es el conjunto que podrá agluti-
nar los ideales de ambas culturas. La idea de Sierra va
más allá, su promoción directa por la inmigración al
190 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

país, sobre todo, de países europeos, propone un


mestizaje más amplio, no sólo al interior del país, sino
intercultural.

[...] él (Ramírez Fuenteleal) inauguró la casi nun-


ca interrumpida era de paz en que se formó len-
tamente la nacionalidad mexicana. (Justo Sierra
OC XII: 87) Los Pacificadores (El periodo colonial
y la Independencia). 1900.

La paz, la añorada paz del porfiriato, es tiempo


propicio para Sierra; la inversión extranjera encuen-
tra las puertas abiertas en México para este tiempo de
mestizaje. Porque México, encerrado en sí mismo y
en su colonia, no había tenido una formación precisa,
y describe, el trabajo de embarazo y de parto de la
madre patria así:

No, la nación mexicana no tenía trescientos años


de vida, sino de laboriosa y deficiente gestación:
en los once años de la lucha había venido a la luz,
como nacen las naciones, al adquirir conciencia
de sí mismas [...] (Justo Sierra OC XII: 173) El
Imperio. 1821-1823 (La República. Primera Parte:
La Anarquía: 1825-1848). 1900.

Por supuesto, el desarrollo de esa primera parte,


no sólo para los historiadores como Sierra, sino casi
para todos los intelectuales del periodo de la Refor-
ma, la primera etapa de México fue desastrosa, de
1825 al 1848, la llamó la anarquía. Fue una etapa de
muchos conflictos internos; sobre todo, muchas divi-
siones internas, por ello era importante conformar
una idea de nación. Para Sierra este momento fue:
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 191
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

Aquel día, en aquel momento inolvidable, la ima-


gen se precisó luminosa y pura en las almas;
todos, en todas partes, nos sentimos irrevocable-
mente mexicanos; una religión, una bandera,
emergían del polvo y el humo de la batalla; esa
creación del espíritu que se llama una nación, esa
personalidad forjada con razas, con lenguas, con
climas, con intereses distintos, engendrada en la
historia por el alma social, se había condensado
para siempre en aquel instante —como en la
masa cósmica solicitada por contrarias fuerzas
rompe el equilibrio un accidente externo y la
nébula se condensa en mundo, y el mundo en
vida y pensamiento? [...] (Sierra OC V, 149) Apo-
teosis de Zaragoza. 1891.

Finalmente, el sentimiento patrio encuentra su


más sólida defensa en la base social que la protege: la
reunión de elementos diversos en la batalla del cinco
de mayo en contra de los franceses, formuló el punto
de reunión para la formación del discurso de la
identidad mexicana. En una zona ultraconservadora,
como lo era Puebla de los Ángeles, que ofrece el
terreno y lucha al lado de los más firmes liberales.
También se lucha al lado, por ejemplo, de los indíge-
nas de Zacapoaxtla. Todo ello, hace sentir, con firme-
za, que la nación ha despertado.

El tipo del mexicano

El tipo mexicano, su tipo físico, se conforma, esa es la


gestación a la que se refiere Sierra. Aunque ve que el
tipo ya tiene ciertas características que lo representan
como tal. Pero tampoco se compromete a uno solo. Él
sabe que la idea del mexicano es:
192 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

No era blanca: su tez era pálida como la hoja del


jazmín; rara vez nacarada sus mejillas un trans-
parente y suavísimo rosado, muy semejante a eso
que se llama oriente en las perlas. (Sierra OC II:
229) El ángel del porvenir. 1868.

Por supuesto, en la cita nos encontramos la firme


referencia a su modernismo: su referencia oriental y su
mezcla con lo exótico. Deja en claro, que el personaje
no es blanco, pero que cuenta con el rasgo de la palidez
de la hoja del jazmín. Es una de las pocas descripcio-
nes de lo que Sierra considera el tipo mexicano.

Carmen era hija de uno de esos hombres que por


no sé qué aire indefinible, pero inconfundible,
indican que no son mexicanos, sino de España o
de La Habana o de la América del Sur. (Sierra OC
II: 400) “La novela de un colegial” (Cuentos román-
ticos). 1895.

Este pueblo tiene su propia conformación física,


ya es fácilmente distinguible de los de su propia raíz
latina, se distinguen de los cubanos, de los españolas
y de los sudamericanos. Pero, sobre todo:

Los mexicanos somos los hijos de los dos pueblos


y de las dos razas; nacimos de la conquista;
nuestras raíces están en la tierra que habitaron
los pueblos aborígenes y en el suelo español. Este
hecho domina toda nuestra historia; a él debemos
nuestra alma. (Sierra OC XII: 56) “La Conquista”
(Las civilizaciones aborígenes y la Conquista). 1900

Esta especial conformación se debe a la mezcla


de estos dos pueblos, el pueblo español y el pueblo
mexica; de ahí surge, la cultura y la sociedad a la que
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 193
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

en su actualidad se refiere Sierra. El alma del mexica-


no es más propicia para definirlo; lo exterior está en
constante elaboración, y lo interior logra definirlo.
Aunque él presenta el inicio de esa alma a través del
desarrollo de la idea o de la formación de lo latino.

México ha sido, quizá por los elementos latinos


de su sangre, un país de intuiciones. Adivinó, en
medio de la pléyade, aquella modesta frente ple-
gada por la meditación y levantada por las altas
aspiraciones. (Sierra OC IX: 24) Miguel Lerdo de
Tejada (Ensayos y artículos). 1874.

Lo latino, la latinidad, será la bandera de Justo


Sierra. Entendible desde muchos aspectos, su forma-
ción jurídica, las cimentaciones institucionales del
porfiriato; a partir de lo latino se justifican una serie de
proyectos: la inmigración es el primero de ellos, la
inclusión, plena, de la República mexicana en el con-
cierto europeo, la búsqueda de occidentalización. Pero
sobre todo:

No hay una raza latina, porque no hay razas


puras, ni sé si las hubo nunca, ni los latinos han
sido los progenitores de los europeos occiduos,
ni de los latinos de la América; pero hay un grupo
latino, obra del espíritu de los clásicos aquieta-
dores del mundo antiguo, difundido en sus hijos
y sus nietos; pero hay un modo especial a los
latinos de sentir lo bello y de amar lo bueno,
ecuación personal de un gran grupo humano que
es lo que llamamos un ideal; y este ideal crece y
se agiganta: ayer lo formó nuestra historia, luego
lo adivinó nuestro instinto, en el porvenir lo
definirá nuestra voluntad. (Sierra OC V, 248)
“Influencia de Portugal en la civilización”. 1898.
194 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

En el sentido de la piel, no hay una raza pura, es


lo que señala Justo Sierra, sino en los términos de
cultura. Ahí es donde se forjan los mundos: es lo que
él llama grupo latino en contrapartida de los otros
grupos, y distinguen en toda su obra uno en especial:
el grupo germánico. De hecho, podemos considerar
que Sierra divide Europa en dos grupos, el germánico
y el latino. De aquí que pueda considerar la diferen-
cia entre los EUA y México de la siguiente forma:

El espíritu dominante en el libro es profunda-


mente, íbamos a decir, exageradamente mexica-
no; este mexicanismo es eminentemente latino,
como era natural, como era justo. De aquí un odio
altivo hacia todo cuanto a yankee trasciende des-
de los primeros años de nuestra existencia nacio-
nal, de aquí la patética relación de las tristes
campañas del 47 y 48. (Sierra OC IX: 186) “México
a través de los siglos” (Ensayos y artículos). 1889.

Aunque sólo una fracción de los conservadores y,


algunos pocos liberales, son los que se oponen a los
EUA, Sierra engloba a todos en contra de ese país.
Pero, además, es uno de los primeros intelectuales que
explica la relación entre ambos países, y se atreve a
mostrar un sentimiento negativo; aunque como he-
mos visto en el primer apartado, cuando Sierra viaja a
EUA, no lo plantea como odio, sino como diferencia.
Para este momento histórico, 1882, México se integra
al concierto mundial y recibe influencia de los demás,
en este proceso Sierra propone el espíritu latino:
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 195
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

Ahora que los hombres de estos países, y con


otras aspiraciones vienen a mezclarse en nues-
tros negocios domésticos, no es el momento opor-
tuno de perder lo que precisamente marca nues-
tro carácter latino y nuestro carácter nacional.
Estas aspiraciones, estas aptitudes artísticas, son
propias del carácter mexicano[...] (Sierra OC V:
94) Defensa de la Escuela de Bellas Artes y del
Conservatorio de Música. 1882.

Lo mexicano está mezclado con lo latino. Lo latino


es el alma de lo mexicano, una raíz que se muestra en
cada espacio del mexicano: en su comida, en sus costum-
bres, en sus instituciones, en su religión y en sus institu-
ciones. Éstas, ya lo decíamos, son de suma importancia
para Sierra, abogado de formación, le otorga un valor
incalculable. Una de las supremas formaciones es el
resguardo de la ley, que para él es latina:

Nuestra ley fundamental, hecha por hombres de


raza latina, que creen que una cosa es cierta y
realizable desde el punto que es lógica; que tien-
den a idealizar bruscamente y por la violencia
cualquier ideal, que pasan en un día del dominio
de los absoluto a lo relativo, sin transición, sin
matices y queriendo obligar a los pueblos a prac-
ticar lo que resulta verdad en la región de la razón
pura. (Sierra OC IV: 144)

La razón elemental que guarda Sierra con la ley,


es el establecimiento del orden, su resguardo, tan
importante para el porfiriato porque le permite el
desarrollo, y la paz interna para alcanzar el bienestar.
196 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

Entre Guadalupes te veas

Si bien, para Sierra, la virgen de Guadalupe no mere-


ce un estudio completo, como en el análisis de Ignacio
Manuel Altamirano, sí se detiene a reflexionar sobre
ese proceso en particular. Aunque sólo lo establece
como comentarios alternos a la fiesta, como si la fiesta
fuese sólo un punto de encuentro popular.

Lo primero que tuvo lugar esta semana, digno de


referiros, fue la fiesta de la Virgen de Guadalupe.
En las noches del 11 y del 12 fue celebrada, según
la antigua costumbre, por los vecinos del callejón
de la Alcaicería, con templetes, y músicas, y cohe-
tes, y buñuelos, y vendimias, y toritos. (Sierra OC
III: 119) Trinitarias (Crítica). 1871.

La crónica no va más allá de esa muestra de lo


que acontece, porque él sabe, también, que la cultura
popular impregna todos los ambitos: “Todos ustedes
conocen estas diversiones, que son de las más popu-
lares entre nosotros [...]” (Sierra OC III: 119) Trinitarias
(Crítica)1871.
No sólo son populares por el pueblo, sino también
por el conocimiento que se tiene de ellas; de hecho, Sierra
se da el gusto de ironizar cuando describe el siguiente
cuadro:

Por supuesto que en la fiesta de la Villa no falta-


ron ni sus ebrios ni sus pleitistas, ni sus escanda-
losos… ¡Bah, faltaría algo a la fiesta, si no hubiera
eso! Por la noche, como el número de las Lupes es
muy crecido, hubo bailes y tertulias por todas
partes, luces, gasas, perfumes, lágrimas, prome-
sas, cunas de esperanzas y esperanzas de sepul-
cro. (Justo Sierra OC III: 120).
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 197
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

Como menciona Altamirano en su análisis de la


virgen de Guadalupe, la fiesta es capaz de reunir desde
lo más bajo de la escala social hasta a él mismo, quien
realiza la crónica en el periódico. Es, la fiesta de Guadalupe,
un acontecimiento social que reúne a México. La fiesta es
así, la fiesta del mexicano se llena de esos elementos, que
le permite como narrador, sentirse libre en la redacción
del texto. La fiesta provoca otro acontecimiento social:

Después de la fiesta de Guadalupe ha habido un


acontecimiento que ha ensanchado nuestra alma,
porque tenemos la firme convicción de que lo que
necesita el país es escuelas y no soldados; y que
el día en que existan escuelas en cada barrio, en
cada calle, en cada pueblo, en cada encrucijada,
habremos resuelto el problema de nuestro porve-
nir a favor de la felicidad y del verdadero engran-
decimiento. (Sierra OC III: 120-121) Trinitarias
(Crítica). 1871.

El apego de la figura religiosa a los acontecimientos


sociales, la necesidad de que después de la fiesta sobrevie-
ne el pensamiento sobre la patria, las necesidades de la
misma representan el valor que la guadalupana otorga a
México; si bien, Sierra se deja llevar por el proceso de la
fiesta, por el jolgorio, los bailes y las tertulias, no deja de
lado, que el verdadero compromiso es con la patria y con
la educación. Su crítica se acentúa cuando señala:

Viva la religión. Viva Nuestra Madre Santísima


de Guadalupe. Viva la América. Muera el mal
gobierno. Exclamaciones, o sin sentido concreto,
o exclusivamente religiosas. (Sierra OC IX: 107)
El día de la patria (Ensayos y artículos). 1883.
198 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

Ya se ha hecho notar, más arriba, el profundo


afecto religioso de Sierra; sin embargo, esto no nubla
la separación explícita entre gobierno e iglesia; para
Sierra, un vigoroso defensor de la reforma del 57,
tiene que haber una separación entre una y otra;
entre la imagen y el gobierno. Indudablemente, su
saber histórico, también le permite reconocer que la
imagen de la virgen de Guadalupe desempeñó un rol
importante en la formación de la identidad mexica-
na, sobre todo, en la guerra de independencia:

Y entre aquéllos protegiendo al indio y éstos


rebelándolo, había un hilo escondido durante
tres siglos; el cura Hidalgo encontró el símbolo
gráfico de esta unión: la Virgen de Guadalupe.
(Sierra OC IX: 109) El día de la patria (Ensayos y
artículos). 1883.

Tres siglos de conformación permiten que la


figura de la virgen de Guadalupe se yerga sobre todas
las condiciones sociales y accedan a que el pueblo de
México busque su independencia. El cura Hidalgo
(más adelante hablaremos sobre la opinión de Sierra
sobre este personaje histórico) supo perfectamente
que la virgen de Guadalupe era un símbolo capaz de
reunir los más diversos intereses y las más diversas
capas sociales de México. Dos fechas se reúnen en
términos de fiesta y de celebración: la representación
de la virgen, el 12 de diciembre, y el 16 de septiembre:

Borrar esta fecha de nuestros anales sería la


impiedad mayor que registrase la historia huma-
na; millares y millares de hombres muertos en los
cadalsos y en los campos de batalla desde el 16 de
septiembre de 1810, se levantarían de la tierra
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 199
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

para reescribirla en nuestra frente. (Sierra OC IX,


110) El día de la patria (Ensayos y artículos). 1883.

El 16 de septiembre es una fecha que es clave


para el entendimiento y el nacimiento de la patria. No
se puede olvidar fecha tan importante. No sólo por
los muertos, sino porque representa el cambio de
circunstancia social, de estatus en la vida del país,
por el cual lucharon los miles de mexicanos. Por
supuesto, el proceso de gestación y de lucha, para
Sierra, perduró hasta el año de 1857.

[...] decretó que el 16 de septiembre, aniversario


del primer grito de la libertad en el pueblo de
Dolores, sería en adelante una festividad nacio-
nal. Desde entonces jamás ha dejado de serlo.
(Sierra OC IX: 107) El día de la patria (Ensayos y
artículos). 1883.

Un grito que todos han respetado si son conserva-


dores o son liberales. Es el grito un punto de reunión
entre los mexicanos, una lucha representada como un
grito inicial, un primer grito, señala Sierra, de Liber-
tad: una expresión violenta que expresa los trescientos
años de contención. Sierra apunta que jamás ha deja-
do de ser una fiesta patria, con ello, señala la impor-
tancia de la fiesta ya que Iturbide, Santa Anna e
inclusive Maximiliano de Hansburgo, han festejado
dicha fiesta. Esta significación no escapa de Sierra:

He aquí (como dice la Biblia) que la frialdad de las


fiestas nacionales en la capital de la República,
pasó para mí desapercibida, porque me encon-
traba muy lejos de ella y en una sociedad cordial
y simpática.
200 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

Lo único notable que sin duda tuvo lugar en la


noche del 16, me encontró ya en México y en
disposición de disfrutar del breve pero escogido
encanto que brindaba. (Sierra OC II: 190) Conver-
saciones del domingo. 1868.

La patria impregna los más recónditos espacios


del alma de Justo Sierra; la patria es la madre, la
patria es la Biblia, la patria es el disfrute.

Tres hombres: Cortés, Hidalgo y Juárez

—Sí, pero es un indio…


—Pues porque es un indio —contestó el porvenir.
(Sierra OC XIII: 238)

La búsqueda de la libertad y de la misma identidad


son procesos que se encuentran arraigados en el
pensamiento de los intelectuales mexicanos. Son los
hombres y su trabajo los que rendirán su fruto, los
que se despuntarán como héroes de México. Obvia-
mente, dependiendo de las circunstancias y del gru-
po en el poder, los héroes cambian, sin embargo, en
México, Sierra señala tres personajes claves: Cortés,
Hidalgo y Juárez. Éstos simbolizan, también, puntos
claves de la evolución política del pueblo mexicano,
como señala Agustín Yañez:

La opinión, sin embargo, es dada con el exquisito


tacto que anuncia ya la serenidad próxima a
iluminar las páginas de la Evolución política del
pueblo mexicano. Quizá hubo quienes esperasen
desahogos contra el conquistador; empero, Sie-
rra lo califica “fundador de la nacionalidad”, en
tanto Hidalgo le merece título de “padre de la
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 201
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

patria”; y añade que no sabe si habrá rezagados


que nieguen el supremo beneficio de la conquis-
ta, reconociendo, como reconoce, lo cruel e impío
de sus medios, por lo cual es en cien veces más
grande Cuauhtémoc que Cortés. El alegato es de
singular importancia para el estudio de la evolu-
ción historiográfica de don Justo. “Prólogo” de
Agustín Yañez. (Sierra OC I:128)

Por supuesto, el punto de partida de Sierra es


clarificar el valor de los hombres en su punto medio,
una circunstancia de equilibrio entre la historia y los
sentimientos. El valor de Cortés se mide en relación
con su trabajo en la conquista, a él, escribe Sierra, se le
debe la nacionalidad, es decir, la raza (acepta a la
Malinche o a doña Marina) mestiza, la geografía, la
cultura. Con la aceptación de Cortés en ese ámbito, en
esa relación de los hechos, Sierra, acepta los trescien-
tos años de colonia, y señala:

[...] Hernán Cortés fue, como la personalidad


capital de la Conquista, el fundador de la nacio-
nalidad; Hidalgo, como la personalidad capital
de la Independencia, es el Padre de la patria.
(Justo Sierra OC IX: 192) Cortés no es el padre de
la patria (Ensayos y artículos). 1894.

La sutileza de Sierra radica en poner un límite


histórico a una vieja rencilla: la nación mexicana
como efecto de la conquista directa de los españoles,
o la nación mexicana como fruto mestizo de la guerra
de independencia de 1810. Éste era el debate que se
daba en los periódicos nacionales de la época. La
defensa de Cortés era la defensa de un origen mexi-
cano, netamente español; dicho origen, además no
aceptaba, por ninguna circunstancia el mestizaje.
202 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

Los primeros intentos de establecer el linaje de la


patria se manifestaban en las primeras fiestas
nacionales —aquellas celebradas durante las
guerras de la independencia. Las fiestas de la
independencia derivaban aspectos de su estruc-
tura de las fiestas coloniales, pero su contenido
ideológico fue notablemente distinto de el de las
fiestas coloniales que en general celebraban la
iglesia católica, la corona española y la conquis-
ta. (Earle, 2005:4).

Por supuesto, corresponde a Justo Sierra enar-


bolar la crítica más asidua y más equilibrada del
momento histórico ya que por su propia inclinación
hacia el mundo occidental, como hemos leído, su
declaración de un mundo mexicano propiamente
latino —con lo que dejó de lado las reivindicaciones
amerindias— proponer, decíamos, un equilibrio en-
tre las dos fuerzas, y declara la fundación de la
nacionalidad en uno, y al padre de la patria a otro.
No da la razón a ninguno de los dos bandos, deja de
lado aquella discusión del origen mexica.
De la misma manera, si Sierra considera al pasa-
do colonial caso cerrado, y a la guerra de indepen-
dencia, un hecho consumado; para él, como genera-
ción y como intelectual, ve en la generación que lo
formó, el paradigma a seguir:

Nosotros, que formamos parte de una generación


educada en los momentos en que la defensa de la
Constitución tomaba proporciones épicas de la
lucha por la independencia nacional, y por el
advenimiento de las ideas que sirven de base a la
sociedad moderna, heredamos de nuestros pa-
dres cierto exaltado entusiasmo por el código de
57. (Sierra OC IV: 205-206).
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 203
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

Justo Sierra, junto con otros intelectuales, entre


los que podemos incluir a Emilio Rabasa, fueron
críticos de la constitución del 57, pero no por ello
dejaron de defenderla en sus principios básicos: una
república democrática (más, dirá Sierra, que los EUA),
salvaguarda de las garantías individuales, separa-
ción de la Iglesia y el Estado, educación laica. Ese es
el cierto exaltado entusiasmo, ya que Sierra sabe que
la carta de 1857 es un ideal y que no corresponde a
las realidades del pueblo mexicano de su momento.
Pero ahí estaban esos nombres:

De la tragedia al fin la hora terrible


sonó: el naufragio su mortal aliento
infundió al mar, y hundíase en las olas
la nave: en ese lúgubre momento
Ortega apareció: la lucha entonces,
verbo en Ocampo, en Lerdo razón fría,
en Degollado fe, y en Juárez bronce,
recibió un soplo heroico de poesía.
(Sierra, OC I: 396)

Es la generación del 57, un compuesto de parti-


cularidades y de intelectuales que forjaron la patria
misma. A estos héroes, ya no padres o tutores de la
patria, sino hombres de trabajo, hombres que repre-
sentan al pueblo mismo porque son el pueblo mismo,
se les debe la poesía patriótica, el canto de la memo-
ria. Aunque también la prosa:

Y la imprudencia indecible de vincular los bienes


terrenales a los espirituales había hecho de la
revolución un cataclismo, y de una victoria polí-
tica una catástrofe religiosa y un estimulante
204 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

para que el grupo reformista joven, que tenía su


Rousseau en Ocampo, su Diderot en Ignacio
Ramírez, su Danton en Altamirano y su Tirteo en
Guillermo Prieto, acometiese la empresa de des-
catolizar al pueblo. (Sierra OC XII: 305) La Guerra
de Tres Años. 1858-1860 (La República. Segunda
Parte: La Reforma). 1900.

El alcance de la cita es extraodinario porque


propone algo muy sencillo: se ha logrado, con la
generación del 57 la verdadera revolución social. Circa
1900, debemos recordar, el porfirato está a diez años
de su declive, muchas voces, para entonces, reclaman
otra evolución, otra vuelta de tuerca al sistema —sobre
todo la constitución del 57—. Con la cita, pues, com-
para la revolución del 57 con la revolución francesa.
Incluye, además, el sobrenombre de Tirteo para Prieto
en relación con Tirteo de Esparta, con lo que refiere los
cantos populares, y la defensa del espacio patrio por
sobre todas las cosas. Finalmente, en esa generación
destaca Benito Juárez; Sierra redacta su obra magna
con Juárez, su obra y su tiempo; otra vez, con esta obra,
Sierra, lucha contracorriente nuevamente y pone pun-
to final a la discusión del valor histórico de Juárez. El
libro es, pues, una magnífica respuesta a los de Fran-
cisco Bulnes: El verdadero Juárez y la verdad sobre la
intervención y el imperio y Juárez y las revoluciones de
Ayutla y de Reforma. Con el rescate de la obra y el
tiempo de Juárez, Sierra recupera la visión de un
Juárez ante las circunstancias adversas:

[...] los folletos antinapoleónicos de Víctor Hugo


y de cuanta obra revolucionaria podía pescar,
asistí a algunas conferencias de hombres perfec-
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 205
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

tamente probos y liberales que dieron su adhe-


sión al imperio, en virtud de este razonamiento
que de repetir cien veces: la república no puede
restablecerse contra el empeño del emperador
francés resuelto “evidentemente” a apurar en
México todos sus recursos hasta lograr la pacifi-
cación; el gobierno legal de Juárez va a acabar o
ha acabado, sin substitución constitucional po-
sible; Juárez para sobreponerse a los franceses,
necesitará venir en los bagajes de cien mil ameri-
canos; la independencia del país, que es antes
que la república, tiene, pues, dos amenazas su-
premas: el imperio sostenido por los franceses; la
república restaurada por los americanos. Tene-
mos, pues, el deber de ayudar a quien trate de
impedir estos dos peligros. Lo que habían habla-
do con Maximiliano (podía yo citar nombres, lo
haré en mis memorias) afirmaban que el príncipe
les había comunicado confidencialmente este
programa: si el partido liberal me ayuda, prome-
to, en primer lugar, y esto de acuerdo con las
miras de Napoleón, consolidar la obra reformis-
ta, con o sin el asentimiento de la Iglesia. En
segundo lugar, hacer inútil por medio de la paz,
no sólo impuesta, sino aceptada y por medio del
divorcio con el partido “mocho”, que nos atraerá
a los liberales militantes, la permanencia de los
franceses en México; obtenida así esta indepen-
dencia, yo doy a ustedes (decía Maximiliano) mi
palabra de honor de que me considero un jefe
Provisional y de transición en la nación mexica-
na, que, una vez consolidada nuestra indepen-
dencia en ambos sentidos, hemos de llamar al
pueblo a una consulta libre, enteramente libre, y
si se pronuncia por la república, entregaré el
gobierno a quien elija; lo natural es que sea a
Juárez. (Sierra OC VII: 173)
206 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

Lo natural era Juárez porque la comparación


entre Maximiliano y Juárez es que ambos tienen un
programa liberal, cambian las circunstancias y los
modos de operación finalmente, pero el objetivo es el
mismo. Por supuesto, Juárez es el personaje que se
presenta como occidentalizado, el título de abogacía,
el ejercicio del poder. En esos términos, Juárez adop-
ta la cultura occidental, por lo cual renuncia a un
origen cultural: aprende español, matemáticas, juris-
prudencia. Pero sobre todo, Juárez representa la
reivindicación del glorioso pasado indígena, obvia-
mente, con el tamiz europeo; esta mezcla es la ideal
para Sierra, porque además, Juárez fue el líder de esa
pléyade de gigantes: “[...] todos los esfuerzos se suma-
ron en la autoridad de Juárez; Juárez fue el autor de
la Reforma.” (Sierra OC XIII: 187)
Como lo hemos leído en el apartado de Altami-
rano, la gesta juarista tiene un valor preponderante
ya que los valores se suman al respeto de la naciona-
lidad, y de la historia mexicana; en El Zarco la figura
de Juárez resalta por esa firmeza del bronce. El dicho
popular “lo que el viento a Juárez” la representa.

[...] su impasible figura se destaca en el horizonte


matinal de la Reforma, como un dedo de granito
escribiendo la profecía de muerte en medio de la
orgía lúgubre de la reacción. (Sierra OC IX: 22)
Juárez (Ensayos y artículos). 1872.

Juárez es, pues, la figura clave para el desarrollo


del país como estado, y para el encauzamiento del
mismo en la tendencia que lo marcará por más de un
siglo: el liberalismo mexicano.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 207
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

El progreso y la escuela

Para que haya una verdadera patria debe haber


progreso, para el progreso son necesarias las escue-
las. La búsqueda de la escuela, un lucha de los
liberales del siglo XIX, tiene un representante empe-
cinado en Justo Sierra Méndez; casi es un encargo
personal demostrar que la escuela es necesaria ante el
gasto militar, o ante el derroche. De hecho, el proyec-
to de la Universidad Nacional Autónoma de México
es una encomienda que él lleva a cuesta, hasta su
último término. Pero ante todo, construir escuelas es
construir patria, ya que:

“Sin la escuela… todo cuanto se ha hecho por el


progreso material y económico resultaría un de-
sastre para la autonomía nacional. Así veo las
cosas; así son.” Citado por Yañez en (Sierra OC
I: 163).

Determinado a fundar la escuela, Sierra, lleva a


cabo, a gran escala, el proyecto liberal de su maestro
Altamirano, y de otros pensadores de la época —como
Gabino Barreda—. El ansiado proyecto se realiza pre-
cariamente, pero sobre todo, con la firme convicción
de encontrar, para todos los mexicanos, una educa-
ción común, ésta es la que él llama la tarea suprema de
la patria: “[...] y la necesidad de encontrar en una
educación común la forma de esa unificación supre-
ma de la patria [...] (Sierra OC V: 450) Inauguración
de la Universidad Nacional. 1910.
La idea de la educación común es desarrollada por
liberales como contrapartida de la idea religiosa de
educación, que también forma una comunidad. Sin
208 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

embargo, la educación religiosa, sigue sus propios obje-


tivos, y no las ideas de progreso, de ciencia, de orden, de
Estado, que la propuesta liberal. Así lo consta Sierra:

Progreso intelectual, porque la instrucción pú-


blica ha sido el constante objeto de sus afanes;
por dondequiera que ha pasado el gobernador,
ha brotado una escuela, un plantel en donde la
familia liberal va educando la reserva del porve-
nir. (Sierra OC III: 109) A vuelo de pájaro (Crítica).
1871.

Esa formación del mexicano es la que interesa a


Sierra; una formación en donde la familia liberal mexi-
cana cimiente sus bases de desarrollo. Estar unidos,
tener un mismo objetivo educativo permitirá el desarro-
llo como nación, como patria. Eso le interesa. Por su-
puesto, Sierra no escapa de la influencia de los modelos
a seguir, y en cuanto a educación, él sigue, admira, e
intenta dos modelos: el alemán, y el norteamericano,
aunque en este último repara en su circunstancia técni-
ca, es decir, alejado de las humanidades.

[...] sin embargo, el pánico echa por tierra todas


las precauciones. Aquí en la escuela primaria
superior o high school, lo mismo que en el kinder-
garten (esa deliciosa institución frebeliana por la
que tienen pasión aquí y que entre nosotros ape-
nas ha podido prosperar, por la viejísima preocu-
pación del alfabeto y los palotes) y en toda la
enseñanza, como en la sociedad entera, predomi-
na, reina, triunfa la mujer. (Sierra OC VI: 83)

Para que la familia liberal se desarrolle en todo


su esplendor, para Sierra, es necesario que la mujer
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 209
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

ocupe un lugar de importancia en la formación de las


nuevas generaciones. Él toma de referencia los EEUU,
sin embargo, es una idea que constantemente está
planteando y plasmando en sus escritos: la mujer
debe ocupar un lugar preponderante en la formación
de los nuevos mexicanos; alrededor de los 1900, él
manda una comisión educativa a formarse en EEUU
y Alemania para que se implante el sistema de Kinder-
garten en México.

La educación sí; la educación representa el es-


fuerzo más eficaz que puede hacer una sociedad
para salvar a la muchedumbre femenil que nau-
fraga en los lúgubres siniestros de la vida. La
educación moral que despierta por medio de la
sugestión dentro del vicioso innato una persona-
lidad apta para el bien, que se arresta a modificar
la fatalidad hereditaria, que ha reemplazado en
el mundo moderno al hado ciego de los antiguos;
la educación moral que aprovecha un átomo de
bondad en nuestro interior para convertirlo en
un mundo, constituye un recurso supremo. Pero
digamos la verdad entera: esa educación debe ser
religiosa, o no será. (Sierra OC V: 210) Problemas
sociológicos de México. 1895.

Finalmente, para el desarrollo de la patria es


necesario incluir a la mujer, desde su punto de vista,
para la mujer debe incluirse una formación religiosa.
Sierra no desarrolla este punto, pero su adelanto es el
de considerar un papel preponderante para la misma
en su proyecto educativo.
210 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

El concierto de las naciones

Sierra es uno de los intelectuales mexicanos más


preocupados por la relación que, con el exterior, el
Estado se ha permitido entablar; sabe que la orquesta
mundial está en movimiento, por lo que es necesario
que México encuentre su lugar en el mismo para no
perecer en el intento. Pese a que no viajó mucho,
físicamente, envió viajeros en su lugar; los envió a
educarse para traer noticias a México, nuevas tecno-
logías, nuevos progresos. Pero ante todo para refor-
zar la identidad propia: él entiende muy bien que el
discurso de la identidad no es sin el otro, cuando viaja
a EUA, como señala Agustín Yañez:

Interesa destacar, lo primero, el constante afán


que podría llamarse de situación patriótica en el
ámbito comprensivo de la experiencia extranjera
y, en este caso, dentro de un rectificador neurál-
gico para un sensibilidad mexicana, como es el
encuentro con Estados Unidos. (Sierra OC I: 133).

No podemos negar, como se ha analizado en el


apartado de la bitácora del viajero, que la admiración
de Sierra por la tecnología, por el progreso de los EUA,
así como su sistema de organización social: se maravilla
ante la inclusión de la mujer en su escalón laboral.
Como lo hemos mencionado más arriba, entreve a los
norteamericanos porque lleva su propio paladar latino
a la circunstancia de esa nueva potencia:

El hondo sentido de la independencia hispano-


americana, el carácter egregio de la familia lati-
na, la transformación del monroísmo como “égi-
da del derecho contra la fuerza”, ya no de lucha
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 211
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

entre continentes; los nuevos métodos de la vida


internacional, el urgente implantamiento del ar-
bitraje obligatorio entre los pueblos, la posición
de México en la vanguardia geográfica, junto a
sus poderosos vecinos, constituyen los principa-
les puntos de ese discurso. (V -277), autocriticado
en el Epistolario (XIV - 155 y 156).Prólogo de
Agustín Yañez en (Sierra OC I: 148).

Yañez establece uno de los primordiales puntos


en la obra de Sierra, su preocupación geopolítica, y su
excelente ubicación en el mapa de las naciones. Cada
uno de sus textos, podríamos incluir su poesía, están
pensados desde esta perspectiva. Así mismo, desde
su postura de historiador, sabe que los imperios se
forman y se consolidan, así como se extienden, sabe,
pues, que cada pueblo que surge como potencia (y es
un siglo XIX, XX en donde muchos países desean ser)
quiere formar parte de ese concierto mundial. Tam-
bién sabe que las potencias se distribuyen el mundo,
sus geografías y sus culturas, esto lo ha aprendido
México de la manera más difícil: vivió las invasiones
y las mutilaciones. De todo lo anterior está consciente
Sierra, pero sobre todo de:

Ahora bien, toda alianza internacional se celebra


contra alguien Alianza, ¡ oh! imposible. ¿Imposi-
ble? Está llegando al gobierno en Francia y Ale-
mania la generación que nació al día siguiente de
la guerra; una generación más y la transforma-
ción de sentimientos se habrá verificado en Fran-
cia; podría dudarse de esto si quien tuviese que
olvidarse no fuera un pueblo latino. (Sierra OC
VII: 173).
212 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

Para Sierra, el mundo que le toca vivir a México


es difícil en ese sentido: acontecen las luchas militares
por la nueva división política del mundo. Prevé una
confrontación de caracteres entre lo latino y lo ger-
mánico (de la que ya hemos hablado un poco), pero
también una lucha en donde Alemania, que ha llega-
do tarde a la repartición de las geografías, desea más
territorios. Prevé, Sierra, de alguna manera, la guerra
de 1914. Curiosamente, guarda razón en algo: las
pujantes generaciones de jóvenes, tanto de Francia
como de Alemania, han olvidado los costos de la
guerra, y empujan el violento mundo hacia ese fin.
Esta contraposición entre mundos y caracteres la
distingue hasta en sus más profundos niveles:

La afición de estos pueblos de origen germánico


a la música que, al través de los sentidos, busca
el alma, es clásica; los latinos nos contentamos
con una conmoción nerviosa producida por la
melodía; (Sierra OC VI: 88)

En ello, Sierra determina que lo mejor será per-


manecer lo más unido a los lazos sanguíneos: las
hermanas repúblicas de Latinoamérica serán las pri-
meras en esa reunión:

Las repúblicas latinoamericanas hermanas nues-


tras, van saliendo difícilmente del estado de equi-
librio inestable en que nuestra falta de prepara-
ción en la práctica de las instituciones libres nos
colocó en el período subsecuente a la lucha de
emancipación. (Sierra OC VII: 139).

Sutilmente Sierra analiza que el retraso de las


hermanas repúblicas es el mismo, no sólo por el lazo de
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 213
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

unión, sino por la dependencia que la colonia marcó


con las mismas. Esa hermandad, esa consaguinidad es
defendida por Sierra ante cualquier atisbo de opinión
contraria,

El libro de Guyot comienza demostrando que no


hay “raza latina” y trae a colación para demostrar
su tesis las opiniones de antropologistas y
etnologistas de nota. No necesitaba tanto a fe; su
tesis es perfectamente cierta y empuja puertas
abiertas el conspicuo economista. ¿Y qué? Por-
que en el grupo que se llama latino en España y
América no hay parentesco de consanguinidad,
¿no lo hay psicológico? ¿La lengua, la educación,
la fe religiosa, no son ideas, no son fuerzas, no
son factores mentales de primer orden que deter-
minan la personalidad moral de una porción de
la especie humana, capaz de diferenciarla de las
otras porciones? (Sierra OC VII: 38).

La pregunta de Sierra encierra su propia respues-


ta; todo eso compartimos con los países latinoamerica-
nos; y son las más importante fuerzas que ingresan en
los factores que determinan la cultura de los pueblos; se
comparte con los latinoamericanos la lengua, la fe
religiosa, católica netamente, y la educación latina. A
esta consaguinidad se le suma, por supuesto, España:

¡Ah! madre España, tu gran sombra está presente


en toda nuestra historia; a ti debimos la civiliza-
ción, a ti que en pos del conquistador nos man-
daste al misionero; a ti debimos la independen-
cia, a ti que de la sombra del virrey hiciste surgir
al tribuno, a ti debemos nuestros errores, nues-
tros crímenes, nuestras virtudes... (Sierra OC IX:
109) El día de la patria (Ensayos y artículos). 1883.
214 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

Como analizaremos en los tiempos de Sierra,


para los momentos de Sierra es importante, la perma-
nencia de los lazos “familiares”, y dejar en el olvido
las viejas rencillas. Reconocer a España como madre,
es integrarse, desde esta perspectiva familiar, en el
árbol de Occidente.

Es verdad que tenemos el deber de mantener vivo


en nuestro corazón el recuerdo de la madre Espa-
ña; es verdad, como ha dicho el primer orador de
la raza latina, que antes de que los recuerdos de
la España desaparecieran de la América, sería
necesario que los dos océanos se reunieran sobre
la cresta de los Andes. (Sierra OC V: 103) La
deuda inglesa. 1884.

La madre patria está en las circunstancias más


diversas, son más los encuentros que los desencuen-
tros. Una nación que debe los sentimientos más con-
tradictorios en Justo Sierra, es sin duda, Francia; para
él es el paradigma del desarrollo latino occidental, es
la cúspide de la literatura, su modelo modernista se
inspira en el francés. Muchos de los estudiosos que
Sierra estudia son de origen francés; es pues, toda
una escuela la que hay detrás de ese amor, y esa
relación de odio; por supuesto, siempre justificaba la
intervención a partir de la carta de Victor Hugo, en
donde él señalaba que la guerra la hacía el imperio no
el pueblo francés. Por ejemplo a la memoria de M. T.
Thiers dedica el siguiente poema:

¡Oh! Francia, ayer vivías de esperanza,


tornóse el sueño realidad: avanza.
Allá va el buque entre las crespas olas,
lleva el dócil timón piloto experto,
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 215
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

en cuya frente pensativa y grave


brilla la fe en el rumbo y en el puerto:
mas se para de súbito la nave…
¡Un hombre al mar!...
(Sierra OC I: 383) “Francia”.

No deja de sorprender el equilibrio que Sierra


cuenta para no ofender, pero también dejar clara su
postura respecto a la más cara de las ofensas hacia
México: la intervención francesa. Sin embargo, no
fue culpa toda de Francia, sino también de la parte
que corresponde a México: el mal de su sangre.

Una nación que encubre el mal de su sangre con


las más extrañas caretas, que para no dejar salir
a su tez las pústulas envenenadas toma medica-
mentos imposibles; una nación llena por otra
parte de atractivos y de encantos, se enamoró de
nuestra sociedad, y le tendió una mano llagada,
que se llamó la intervención francesa. (Sierra OC
II: 212) El ángel del porvenir. 1868.

Estos escritos de juventud permanecerán en la


memoria de siempre de Justo Sierra. Pero la mirada es
de incomprensión, no por la intervención misma,
sino porque una parte de los mexicanos permitió la
invasión. De alguien que es líder moral de la persona:

“¡Los franceses!” ¡Yo los aborrecía; los había


amado tanto! El alma de Francia se había disemi-
nado átomo por átomo en nuestras almas y aque-
lla guerra en que nos mataban, nos humillaban,
nos despreciaban sin piedad, me parecía un cri-
men nefando, como si una madre matara a su hijo
en la cuna.” (Sierra OC II: 414) La novela de un
colegial (Cuentos románticos). 1895.
216 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

Incomprensiblemente, el proceso de la interven-


ción tiene como consecuencia que los ideales de una
nación: los fundamentos de la revolución francesa, se
cimienten cada vez más en la juventud que le toca el
desarrollo de la intervención francesa. El maltrato
hacia México, a través de la intervención francesa,
provoca que esa generación fundamente, con base en
la constitución francesa, un modelo propio de libera-
lismo mexicano. Finalmente, esto es, pues, la conse-
cuencia benéfica del proceso sufrido con Maximiliano.
“Resultado: la generación a que yo pertenecía se adhi-
rió más y más a la Revolución francesa, a medida que
aborrecía más la intervención.” (Sierra OC V: 252).
Por supuesto, una nación que Sierra, y casi todo
el porfiriato veía con desconfianza eran los Estados
Unidos. Desde el territorio mutilado en 1847, la anexión
de Texas en 1836; la relación con el país sin nombre, es
constantemente conflictiva; sin embargo, es, también,
una relación de admiración, y de constante influencia:
“El mecanismo americano, copiado por la Constitu-
ción de 57, es distinto.” (Sierra OC IV: 197).
La defensa de la Constitución del 57, que tanto
es admirada por Sierra, se basa en que los intelectua-
les mexicanos han trabajado una constitución que
contiene elementos diversos dentro de su elabora-
ción: elementos latinos, germánicos, y con respeto a
su propia tradición en leyes. Si bien, la estructura ha
sido copiada, no la esencia ni el espíritu de la ley,
pero, Sierra, sigue proponiendo:

Admiro al pueblo cuyo centro de gravedad políti-


ca es el Capitolio; su grandeza me abruma, y me
impacienta, y me irrita a veces. Pero no soy de los
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 217
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

que se pasan la vida arrodillados ante él, ni de los


que siguen alborozados, con pasitos de pigmeo,
los pasos de este gigante, que, en otro tiempo, fué
el ogro de nuestra historia, como los niños a los
Hércules de circo. Pertenezco a un pueblo débil,
que puede perdonar, pero que no debe olvidar la
espantosa injusticia cometida con él hace medio
siglo; y quiero, como mi patria, tener ante los
Estados Unidos, obra pasmosa de la naturaleza y
de la suerte, la resignación orgullosa y muda que
nos ha permitido hacernos dignamente dueños de
nuestros destinos. Y no niego mi admiración, pero
procuro explicármela; mi cabeza se inclina, pero
no permanece inclinada; luego se yergue más para
ver mejor. (Sierra OC VI: 99).

En estas palabras, que provienen del viaje que


efectuó a los Estados Unidos, Sierra otorga una lección
de historia: la humildad para reconocer la grandeza del
otro en su más amplio aspecto, saber que esa grandeza
es la que se envidia del otro. Justo Sierra mantiene el
orgullo patrio, sabe que no puede permanecer postrado
frente al gigante; reconoce que su patria es débil, y que
no puede olvidar, debe mantener presente en su memo-
ria la pérdida del territorio; y frente a la merma de
Texas, él mismo presenta su opinión:

Al anochecer llegamos a Houston; ésta es una


ciudad en forma. ¡Houston! ¡qué melancólicos
recuerdos! Esta ciudad lleva el nombre de nues-
tro vencedor en Texas; es decir, del vencedor de
Santa Anna. Estas páginas de nuestra historia no
pueden recorrerse sin que venga a la boca un
sabor de ceniza y de muerte. La gran figura del
federalista Zavala surgió ante mí, del libro con-
sagrado por mi padre a su memoria. * No, no fué
un traidor el primer vicepresidente de Texas; la
218 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

patria apenas tomaba forma en el caos, aún se


subalternaba esta noción, en las conciencias
nuevas, a determinada forma política. No, Zavala
no fue traidor; había nacido en Yucatán; pues
bien, sólo para los dos extremos del país, para
Yucatán y Texas, el pacto federal habla sido un
hecho y no una ficción[...] (Sierra OC VI: 27-8)

Dos generaciones se juntan en este momento: el


padre de Justo Sierra y él; cada quien con sus opinio-
nes. Ambas se contraponen a la historia general de
México. Zavala, para la mayoría de los intelectuales
del siglo XIX, era un traidor. Dos apuntes extraordi-
narios asoman en Sierra: la república era un caos, y
se creía en el incipiente federalismo. Anota Sierra el
origen Yucateco de Zavala, punto geográfico que en
un momento también pidió la separación de México;
tierra que comparte, por lindes geográficos, puntos
de encuentros culturales, sociales, económicos, con
Campeche, lugar de nacimiento de Justo Sierra. Pero
regresemos al modelo de los Estados Unidos:

La suprema corte mexicana se ha encontrado


facultada no sólo en el asentamiento de la nación,
como en la federación vecina, no sólo en el espí-
ritu de la Constitución que ha servido a la nuestra
de modelo. (Sierra OC IV: 21-22)

Reconocer el modelo en las leyes, es también,


reconocer los adelantos, o las formas por las que esa
región ha progresado. Anteriormente, Justo Sierra ha-
bló del azar para la conformación de esa nación. Tam-
bién ve, pues, que debe su éxito a la inmigración diversa:
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 219
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

El pueblo de los Estados Unidos no ha necesitado


de formular una teoría cosmopolita, como lo ha-
bía dejado de hacerlo un pueblo de origen latino,
para practicarla con amplitud, con ese acierto
peculiar de la gran raza práctica a la que pertene-
ce. Los latinoamericanos hemos preconizado ese
dogma al abrir nuestras playas a la inmigración
cosmopolita, y hemos comprendido temprano
que nuestra salud injería a la transfusión en
nuestras venas de la sangre viril de otras razas.
(Sierra OC IV: 353)

Sierra será un promotor de la inmigración extran-


jera a México. De hecho, el porfiriato abrirá sus puertas
a los más diversos inmigrantes, aunque no hubo inmi-
gración masiva como en Argentina. Los Estados Unidos
fueron consolidados por los inmigrantes. La inmigra-
ción será el tema fundamental para esa apertura.

Lo que deseamos de veras los mexicanos en todo


esto, es que nuestros primos no tengan ni la
oportunidad ni la necesidad de convertirse en
potencia guerrera: agricultores, comerciantes, in-
dustriales, éstos son los vecinos que nos convie-
nen, no los rough riders de Mr. Roosevelt. (Sierra
OC VII: 20)

Para un pensamiento universal como el de Sierra,


los seres humanos están divididos por la geografía,
mantienen parentescos lejanos y cercanos. La ironía
de los primos superpone dos relatos, el apellido O´relly
de su padre, quien tenía lazos sanguíneos —según
Sierra Méndez— con el presidente Grant. Así mismo,
los recuerdos del padre de las ciudades americanas,
Baltimore, era una de ellas. Por otro lado, la familia de
Sierra, había tenido propiedades en la zona norte, en
220 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

Nuevo México. Es decir, la permanencia de lazos se


superpone en Sierra de tal manera que se deja abierta
la posibilidad de la suerte para el desarrollo del impe-
rio naciente.
Pero sobre todo se tiene diferencias con los nor-
teamericanos: son otra cultura: “Este pueblo tiene su
modo especial de concebir el arte; hasta ahora es una
concepción eminentemente industrial y utilitaria; ci-
fra su vanidad en lo enorme y su ideal en lo confor-
table;” (Sierra OC VI: 88).
Atribuye esta diferencia a la rama familiar de los
estadounidenses: lo germánico. Ese será el otro país
en el cual Sierra se fijará, aunque en realidad, casi
todo el porfiriato: Alemania, será un motivo de com-
paración. Sierra, un poco atrás, esperando una reac-
ción propia de ese grupo.

La música de los germanos es más “psíquica”,


¿me permiten ustedes el vocablo? Eso proviene de
que el germano es, por excelencia, el animal me-
tafísico nace con unos anteojos que se empeñan
en ver “más allá”. (Sierra OC VI: 88)

Lo germano comienza a interesarle, sabe que de


ahí proviene mucha de la filosofía que fundamenta
un nuevo orden. Pero también sabe que las diferen-
cias entre lo latino y lo germánico pueden terminar en
una guerra, ya que tienen una larga historia de
enfrentamientos constantes.

La raza latina ha caído ya dos veces, las dos el


cristianismo la ha levantado; tendrá aún su ter-
cera caída y el cristianismo la levantará. El impe-
rio fundado por César cayó bajo la lanza de los
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 221
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

tártaros; las bombardas de Mahomet derrumba-


ron el imperio de Constantino. ¿Quién echará
abajo el imperio fundado por Bonaparte? ¿Y sa-
béis cómo se llama el imperio del vencedor de
Austerlitz? Se llama civilización latina. La salva-
ción vendrá del norte. (Sierra OC II: 198-199) El
ángel del porvenir. 1868.

Si bien no confiere un poder netamente bélico a


los germanos, si conoce de su circunstancias y de su
lucha por repartirse el mundo bajo un nuevo orden,
una nueva geografía que los incluya como potencia.

El equilibrio europeo está roto, como tiene que


suceder con todo lo que es facticio; una teoría
alemana, puesta en práctica con un millón de bayo-
netas, ha venido a echar por tierra las sabias Cons-
tituciones de los Metternich y los Taleeryrand.
(Sierra OC IV: 38).

Por supuesto, la consecuencia es esa ruptura que


nada bueno trae al equilibrio europeo. El escrito se
adelanta unos dieciochos años antes de la primera
guerra mundial. Si bien no conferimos a Sierra el don
de vidente, si de buen analista del concierto que las
naciones en desarrollo, y su irremediable propuesta
de repartición de las geografías.

El catecismo de la patria

La propuesta textual más evidente de la conjun-


ción entre un estado laico y una formación católica, la
establece, Justo Sierra, en un pequeño texto —contra-
rio a su enorme producción— que se titula: “El catecis-
mo de la patria”. Es un texto, que, desde su principio,
222 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

deja en claro, la postura que él espera del nuevo


mexicano: la construcción sólida del credo patrio. La
patria es pues, esa otra esencia de fe, que el mexicano
debe aprender a respetar y amar, desde lo sólido,
desde lo medular.
Se anteponen varias circunstancias al texto: la
capacidad de ver detrás del Estado Mexicano de
finales del siglo XIX, un estado doctrinario, y un
estado capaz de tener una doctrina sólida, como
plataforma de concienciar al individuo mexicano. De
la misma manera, educar en esos principios para que
el individuo tenga un mayor conocimiento de lo que
le rodea. Este conocimiento, indudablemente, cons-
truye el imaginario en donde se conocen los apóstoles
de la nación, y los puntos que conforman ese credo:
la constitución mexicana de 1857. Así, pues, con este
breve catecismo de México, Sierra pretende educar
en los fundamentos de lo que se profesa.
El catecismo que expone, es un catecismo básico
de los elementos que rodean a la construcción del
imaginario patrio; su presentación se consolida des-
de la perspectiva de lo infantil, pero es para todos los
que ignoran los preceptos, con ello busca consolidar
el recuerdo moral en el ciudadano.
Como principio de catequesis, el texto se divide
en una introducción y cinco partes, cada parte se
aboca a una parte histórica específica, que desde el
punto de vista de la catequesis, representa un funda-
mento. El texto inicia con una pregunta abierta, que
otra voz narrativa contestará firmemente. El carácter
de duda es porque el catecismo establece ese recuerdo
y punto de reunión entre el estado y el ciudadano. La
misma patria es el credo.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 223
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

El primer gran acercamiento de logro en la re-


dacción es que Sierra, a partir del uso del nosotros,
logra integrar una identidad general en los mexicanos.
No plantea una división entre los mismos, sino una
comunión con los otros “nos-otros”, la suma, pues de
esa geografía. En ese sentido geografía, el mutilado
cuerpo de los mexicanos se recuerda, y antepone un
bosquejo general de los límites físicos, los términos
corpóreos.
Por supuesto, como todo catecismo, tiene pre-
ceptos que seguir; el primero, es el trabajo, que es
donde está la virtud moral del pueblo, y sobre todo la
riqueza del mismo. El trabajo por sí mismo no genera
utilidades, sino: “el suelo produce lo necesario para
vivir y más de lo necesario para vender y comerciar,
de donde viene la riqueza”. (Sierra, Cate, 393).
La continuación de las dudas, también parte del
discurso del catecismo es discernir sobre la doctrina,
en este caso sobre el conocimiento que se tiene del
país, del terruño, en términos generales, pero tam-
bién, resulta para consolidar la fe en los individuos,
no sólo se debe profesar, también se debe tener juicio
sobre la nación.

¿Todo mexicano debe conocerla?


Sí, porque el primer deber de todo mexicano es
amar a la patria, y la patria se compone del suelo
que nacimos, de todos los hijos de ese suelo en que
nacimos, de todos los hijos de ese suelo que viven
ahora y de todos los mexicanos que han muerto;
por consiguiente, para amarla es preciso cono-
cerla y saber su historia, es decir, lo que ha
luchado y sufrido por nosotros (Sierra 395).
224 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

La base de ese conocimiento, para Don Justo, es


la historia misma. La que se convierte en el dogma
religioso a seguir. Que enseña las condiciones por las
que el mexicano se encuentra en esas circunstancias y
por qué. “El catecismo de la patria” tiene el sesgo
propicio para la construcción de un discurso de la
identidad que antepone, nuevamente, la imagen del
indígena azteca: “de buenas costumbres, trabajado-
res, sobrios, es decir, que bebían poco pulque, y tenían
sus familias que vivían contentas. Muy industriosos
[...]” ( Sierra :398). Es una imagen idílica que represen-
ta al buen, sino salvaje, americano civilizado. A la vez
que presenta, desde el carácter, a los antípodas de
estos últimos: “[...] Hernando Cortés y que quería ser
muy rico y tener mucho poder, que es lo que se llama
ser ambicioso, y que además era valiente y pensaba
mucho” (Sierra 398). Esa suma de cualidades y de
defectos que se contraponen representan, también, el
choque de culturas que serán determinantes en la
construcción de la nación; al imponerse los españoles,
les atribuye la ambición, que no cesará ni con la iglesia:
“los arzobispos de México tenían mucho poder, como
que por todas partes construían los indios, de balde,
iglesias y conventos” (Sierra 402); después señala que
el clero era dueño de más de la tercera parte de la
riqueza del país.
En el apartado de la Independencia, el catecis-
mo nombra a los apóstoles: Hidalgo como el padre de
la patria; Morelos, el mestizo, quien logró formalizar
el Congreso de Chilpancingo y declarar la indepen-
dencia de España; Sierra lo llama, “el primer servi-
dor”. Guerrero, junto con Iturbide, dieron fin al pro-
ceso de guerra de independencia. Sobre esta base de
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 225
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

héroes se basa la primera de los héroes de la patria.


Vendrán otras batallas: intestinas, por ser internas; e
invasiones del exterior. Las internas las caracteriza
porque: “el pueblo mexicano no estaba educado para
la libertad” (Sierra 412); las externas por las ambicio-
nes de los países extranjeros: “los americanos o
yankees, como únicamente les nombraba el pueblo,
se metieron por la fuerza a nuestro territorio, que es
lo que se llama invasión, y empezó la guerra.” (Sierra
413).
El ministerio espiritual
de la educación

Si para Sierra la patria era un deber, la educación era


un trabajo supremo. Eso lo sostuvo como parte de su
discurso de principio a fin. Tuvo, casi siempre, como
soporte la historia, que demostraba que sólo los pue-
blos civilizados progresaban (para usar un verbo ade-
cuado); también a la educación que recibió de sus
maestros más próximos: la generación de la Reforma,
y sobre todo, Ignacio Manuel Altamirano. A quien
reconocía como el forjador de su generación:

[...] tu enseñanza está en la conversación infinita,


maravillosa de vida y de luz, que has sostenido
día a día con dos generaciones de almas jóvenes.
Nosotros, buenos o malos, grandes o pequeños;
nosotros, poetas, profesores, periodistas, drama-
turgos, oradores, escritores, nosotros somos tu
obra. (Justo Sierra OC V, 165) “Oración fúnebre a
Ignacio Manuel Altamirano”. 1893.
228 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

Las valoraciones que se puedan realizar de las


personas, buenas o malas, son producto de Ignacio
Manuel Altamirano. Pero, además, lo que juzga es la
capacidad de dar: Manuel Altamirano, se ve a sí
mismo, como maestro de la generación. No se molesta
en las reacciones, sino en simplemente otorgar lo que
sabe. Esto lo aprende, muy bien, Sierra, y el proyecto
educativo, lo defiende a capa y espada, aún ante los
más acérrimos opositores a su proyecto:

[...] el concepto de Ud. es insostenible; la educa-


ción es el servicio nacional de mayor importan-
cia: es el supremo. No es comparable ni bajo su
aspecto moral, ni bajo su aspecto nacional, con
ningún otro, como no sea quizás al de la defensa
de la Patria por el ejército. (Justo Sierra OC XIV:
358) “A José Ives Limantour” (Tercera Parte. 1902-
1912). 1907.

Para Justo Sierra no se puede comparar el ejer-


cicio educativo con otra tarea burocrática, desde lo
fundamental en el proyecto nacional: el kindergarten,
o el jardín de niños, la escuela básica o primaria,
desarrolla el trabajo de las normales para la forma-
ción de los profesores (tarea que había iniciado el
maestro Ignacio Manuel Altamirano), la escuela de
altos estudios, la Universidad Autónoma de México.
Por eso, Yañez comenta:

Su angustia por la educación era de signo patrió-


tico. Ya investido de responsabilidad política
vuelve a repetir audazmente su antigua idea de
que frente a los amagos del imperialismo norte-
americano y a la invasión del capitalismo extran-
jero, México no tiene otra esperanza que la edu-
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 229
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

cación; así lo dice con cierta ruda franqueza,


nada menos que a Limantour, en la memorable
carta del 31 de diciembre de 1907: “los ferrocarri-
les, las fábricas, los empréstitos y la futura inmi-
gración, y el actual comercio, todo nos liga y nos
subordina en gran parte al extranjero.” (Sierra OC
I: 163).

La correspondencia entre Limantour y Sierra,


aunque diplomática, muestra oposición entre el pen-
samiento de un tecnócrata y un pensador social.
Mientras uno propone la inversión en la educación
para, en un futuro, sortear de mejor manera las
finanzas y la inversión, el otro, Limantour, propone
una generación de riqueza en el aquí y ahora, sin el
gasto social. En ese adelanto, como señala Yañez,
Sierra ve:

El axioma de la paz como condición del progreso


se mantiene incólume, inquebrantable, reiterado
a lo largo de todos estos artículos, atentado por
los frutos de seis años. Pero también se mantiene
la obsesión por “el mejoramiento intelectual, la
espiritualización del pueblo por medio de la
instrucción y de la educación, que no sólo lo arma
[...]” ( Sierra OC I:97)

Es al ejército y a la educación que Sierra enfoca


la salvaguarda de la patria. El primero guarda la paz
necesaria para el progreso de la nación. En la paz
florecen las artes, dice el dicho, y así lo pensaba
Sierra. Propone una religión que tenga como enfoque
la humanidad, el cristianismo desde el más puro
enfoque. La educación sería parte de ese trabajo.
230 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

“Los intentos del señor Montes van más allá de lo


que se temía”, declara el primero de los artículos, que
analiza la exposición del proyecto, y aun cuando ésta
es en su mayor parte una historia de la educación
mexicana con enjuiciamientos generales en que por
primera vez varía la interpretación histórica oficial
en puntos como el virreinato, Sierra pasa esto por
alto, seguramente a causa de profesar igual criterio,
como lo demuestra la carta —ya citada— que dirigió
a Altamirano el 9 de octubre anterior, donde habla de
“nuestro profundo respeto al pasado, al revoluciona-
rio y al de más allá, al pasado católico y feudal de la
civilización”, en tanto califica el odio al pasado como
“llaga secreta de los partidos revolucionarios, fuente
de intolerancia y error” ( Sierra OC I:87).
Su catolicismo, cristianismo para muchos, desa-
rrolla esa empatía con el pasado colonial, sin embar-
go, no deja de reconocer los problemas que esos
trescientos años trajeron consigo. Por supuesto, en su
propuesta, invitó al clero a trabajar desde su propia
esfera al desarrollo de una ética moral del mexicano.

De las ideas trabajadas durante un cuarto de


siglo, bien corrido, la que primero aparece, y no
podría ser de otra manera, es la que define y
orienta la jornada como una empresa nacional de
educación y no simplemente de instrucción. (Sie-
rra OC I:154)

Para Sierra, el Estado mexicano, pues, debería


ser un promotor de la educación, y no un instructor;
es decir, no sólo se necesitaba gente para trabajar,
para maquilar, sino para pensar. Para ello proponía,
siempre, que el trabajo del Estado era el ser continua-
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 231
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

dor de la obra educativa de los padres, porque la


educación que se propone es integral: incluye lo
moral y lo cívico. Reconoce que si la educación se
queda en cierto nivel, esto será causa de:

La industria sin la Ilustración es un instrumento


de hacer esclavos. Las naciones pueden cifrar su
fuerza material en la industria, en la agricultura,
en la minería, en lo que se quiera[...] (Sierra OC IV:
332)

La anterior cita es importante para nuestro traba-


jo, porque es una de las raras ocasiones en las que el
autor retoma la palabra Ilustración como concepto
que remite, unido al de educación, a los deseos de un
pueblo, libre, igual, fraterno y civilizado. Ese es el
concepto que propone Sierra. Por supuesto, a diferen-
cia de las potencias desarrolladas económicamente
que proponen que los otros sean, y muchas de las veces
ellos mismos, instruidos. Mientras que el instruido es
enseñado sólo en una disciplina o rama de conoci-
miento, el ilustrado es enseñado y culto. La industria
requiere personal instruida en la fábrica, mientras que
el Estado requiere al ilustrado.

¿Y cómo lograr tamaña empresa? Procurando


con todos nuestros conatos equilibrar estos re-
sultados de lo que se ha llamado invasión pací-
fica, con la contrainvasión de los intereses euro-
peos, de manera que estas fuerzas se equilibren y
nosotros podamos gobernarlas; mas para gober-
narlas es preciso fortificarnos, procurando con-
solidar nuestra unidad nacional por medio de la
educación pública. (Justo Sierra OC IX: 115) “De-
claraciones” (Ensayos y artículos). 1886.
232 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

La educación es lo que proporcionará el saber y


además la libertad para poder equilibrar las fuerzas
extranjeras. En el saber está la unidad que es capaz de
enfrentar a los intereses extranjeros; el saber da, ade-
más, la independencia, que en este caso, es una depen-
dencia tecnológica. Por ello, el discurso de Sierra, hasta
el día de inaugurar la Universidad será un discurso de:

Por sí sola esta lista, con otros nombres de pensio-


nados que no figuran en el Epistolario —Diego
Rivera y Manuel M. Ponce, por ejemplo—, acredi-
tarían lo patrióticamente saludable del empeño,
cuya finalidad era “nacionalizar la ciencia”,
“mexicanizar el saber”, “recurriendo a toda fuen-
te de cultura, brote de donde brotare”, según la
última y suprema expresión del pensamiento, el
día de inaugurar la Universidad (V -448).” (Sierra
OC I:163).

Es su primer trabajo como patriota, es el trabajo


que se debe fortalecer para formar la patria. Mexica-
nizar, nacionalizar, el saber representa la forma de
liberarnos de las dependencias tecnológicas, y por
tanto, económicas de los países extranjeros.

Otra forma de capitalización es la educación; es


convertir los capitales intelectuales inertes en las
manos muertas de la ignorancia, en capitales
activos y productores. ¿Cuál es el estado de esta
movilización del capital intelectual en México?
(Justo Sierra OC IX: 147) “México social y políti-
co” (Ensayos y artículos). 1889.

Ésta es la discusión que Sierra tiene con el otro


México, el México comandado por Limantour. Mien-
tras el proyecto de Sierra es a futuro, como todo buen
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 233
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

maestro es visionario, el proyecto del otro México es


en el presente. Por ello, la resistencia al proyecto de
Sierra, no sólo proviene del extranjero, sino también
del interior del gobierno, pero:

Día a día renovada, original e intacta día con día,


celosamente defendida contra las asechanzas de
la incomprensión, de la calumnia, del tedio, de la
rutina, es la emoción el secreto que convierte los
escasos diez años del ministerio espiritual del
maestro Sierra en el más fecundo período de la
educación mexicana. Porque la Sutra era una
emoción contagiosa, que reduplicaba el esfuerzo
de las almas, el rendimiento de los trabajos. (Sie-
rra OC I:155)

El empeño de Sierra está presente aún en la


educación mexicana; para Sierra el proyecto educa-
tivo fue un ministerio personal, en el cual tenía que
defender su postura. Yañez escribe bien cuando men-
ciona que fue una Sutra emocional: eso es lo que
mantuvo el espíritu educativo de ese México. Ya que,
finalmente, el pueblo entiende la propuesta de Sierra,
que puede resumirse en la siguiente cita:

Los pueblos más civilizados son aquellos en que


hay más escuelas y más niños que sepan leer y
escribir; más ferrocarriles, para que las personas
y las mercancías puedan ir con mayor rapidez,
comodidad y baratura, de un lugar a otro; más
fábricas que den de comer y permitan el ahorro a
mayor número de obreros; más campos cultiva-
dos, etc., y más museos, academias, bibliotecas,
teatros. (Justo Sierra OC IX: 199) “Noción de la
historia” (Elementos de historia general). 1888.
234 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

Todo está en el centro de la educación, o mejor


escrito, el punto nodal de todo es la educación, ella es
el centro sobre el cual giraran las demás actividades
económicas. Esto lo aprende de las grandes poten-
cias; sabe que la educación es clave para el desarrollo
de los pueblos. De ellos, también conoce otra lección:

[...] la necesidad de hacer del héroe el centro de la


instrucción histórica primaria. Estas máximas
están en práctica ya en Europa y los Estados
Unidos [...] (Justo Sierra OC IX: 197) “A los profe-
sores” (Elementos de historia general). 1888.

Por supuesto, Sierra es uno de los promotores


máximos de la generación de la Reforma, y entiende
que la conformación de héroes nacionales, y su ense-
ñanza en la primaria fundamenta el espíritu
identitario y nacional. Pero no sólo es por seguir a las
naciones en desarrollo, sino también porque impera
la necesidad de conformar un ideario de identifica-
ción, e históricamente, los conservadores y los libera-
les están de acuerdo en los héroes nacionales, pese a
las pequeñas diferencias.

Admitimos que la enseñanza histórica tenga para


los niños un fin moral y cívico; pero con esta
reserva: que no se pierda de vista que no es lícito
falsear los sucesos para darles un carácter moral
(que pocas veces tienen), y que este punto de vista
se subordine a este otro: la historia es la narración
de las vicisitudes y del progreso de la humani-
dad. (Justo Sierra OC IX: 198) “A los profesores”
(Elementos de historia general). 1888.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 235
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

Si se desea un hombre íntegro, en todos los senti-


dos, éste debe ser educado con la imagen del líder, éste
es el primer sentido de la enseñanza del héroe. La
finalidad de ello es que la narración del héroe sea la
detonadora del análisis del progreso de la humanidad.
Finalmente, en términos de educación, Sierra ve un
horizonte en la educación estética:

La educación estética del pueblo, elemento de


regeneración cuya importancia hasta hoy empie-
za a comprenderse, encuentra obstáculos casi
insorteables en la vitalidad creciente de organis-
mos destinados a solicitar lo que hay de más
inferior en la sed de goce que nos domina [...]
(Justo Sierra OC XIV: 261) A Carlos J. Meneses
(Tercera Parte. 1902-1912). 1903.

La educación estética es parte de esa forma


integral de educar, no sólo para Sierra, sino para casi
todos los intelectuales del XIX. Por supuesto, los
obstáculos a los cuales se enfrentaba, están presentes,
y siempre lo estarán, serán parte del trabajo educati-
vo de Sierra. En ese desarrollo educativo, la literatura
desempeña un rol importante en Sierra:

La poesía es una perenne revelación de Dios en


la humanidad. Los helenos la llamaban “Crea-
ción”. Los latinos apellidaban a los ministros de
ese culto inmortal de lo bello, “vates”, adivinos, y
cuenta la tradición que la pitonisa Phenomoé fué
la primera que en el arrebato de la inspiración
profética, prorrumpió en esa música del pensa-
miento que se llamó “verso”. (Justo Sierra OC III:
54) “Los poetas” (Crítica). 1869.
236 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

El apego que siempre tuvo Justo Sierra a la poesía


nunca lo abandonó, fue un impulsor de ella, en todos
los niveles; la literatura mexicana encontró en él uno
de los más críticos lectores. Muchas de las veces fungió
como orador en los funerales de sus maestros y amigos.
Como crítico de la literatura nacional se preguntó,
igual que se lo había cuestionado Altamirano, si la
literatura nacional existía, aunque le proporciona a la
pregunta un sesgo interesante:

Pero llegamos aquí a un punto capital. No existe


entre nosotros una literatura dramática. ¿Por qué
no existe? (Justo Sierra OC III: 100) “La literatura
en México y otras cosas” (Crítica). 1871.

Por supuesto, realmente él habla de una literatu-


ra nacional dramática que, en efecto, no existe, en
términos de números: de actores y de creadores; se
debe tomar en cuenta, que el teatro era el gran medio
de difusión de arte. Por supuesto, las producciones
más representativas, y las que contaban con mejor
calidad, eran traídas del extranjero. Sobre todo, por-
que no había inversión en ese rubro.

¿Cuál es el elemento esencial para la formación


de una literatura dramática mexicana? El estímu-
lo. ¿Y a quién le toca estimular? Al público ante
todo, después al gobierno. (Justo Sierra OC III:
100) “La literatura en México y otras cosas” (Crí-
tica). 1871.

Ese es el problema como lo señala Justo Sierra: el


mayor obstáculo para Sierra es que no se tiene, uno,
la cultura para apoyar a la producción mexicana, y
dos, los dineros. Nótese que Sierra antepone el públi-
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 237
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

co al gobierno; no es responsabilidad de este último,


estimular directamente porque no se desea un teatro
de Estado. En otro sitio, Sierra, escribe bien sobre este
punto: “¡Bienaventurados los que tienen dollars, por-
que J. de ellos es el reino del arte!” (Sierra OC VII: 45).
De cualquier manera, siempre se encuentra una
insistencia en las representaciones teatrales mexicanas
porque en ellas se puede encontrar un modelo válido
de representación de la cultura popular, se puede
combinar lo regional con la alta cultura:

En nuestra tierra natal, los dramas sobrios y


profundos de Cisneros, los poéticos y ardientes
ensayos de Aldana, entre una gran cantidad de
nobles tentativas, marcan muy alto el nivel que
ha alcanzado en Yucatán la corriente literaria,
cuya fuente se identifica con una memoria por
nosotros adorada, y que aún hoy y por entre
innumerables obstáculos marcha más imponen-
te a cada instante, bajo el decidido amparo de un
gobierno lleno de inteligencia y de ardor juvenil
por el bien y prosperidad del Estado. (Justo Sierra
OC III: 101) La literatura en México y otras cosas
(Crítica). 1871.

Sin embargo, finalmente, la situación de la lite-


ratura dramática es difícil, ya sea por los actores o por
las compañías de teatro que tienen dificultad en la
inversión ya que al representar obras nacionales o de
autores mexicanos ven mermadas sus ganancias.

El hecho es que en el día, nadie, nadie hace caso


de la literatura nacional bajo ningún aspecto. Y
con razón los directores de compañías dramáti-
cas, exceptuando quizá a Eduardo González,
esquivan el dar a la escena piezas de autores
238 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

mexicanos. (Justo Sierra OC III: 100) La literatura


en México y otras cosas (Crítica). 1871.

En efecto, en su época nadie hace caso de la


literatura bajo ningún aspecto. Justo Sierra en 1881
refiere un caso particular para la industria del libro
en México: no existen los empresarios en fomentar la
industria de ningún tipo, o mejor dicho, la industria
para mexicanos y por mexicanos, o extranjeros con
cimientos en México; industria en el orden, por su-
puesto, de la cultura. Sierra pone el dedo en la llaga:
la industria del libro deja ganancias, pero nadie
quiere encargarse del asunto:

De ahí el estado que lamentamos: la literatura no


tiene a su disposición el instrumento que le exige
la refinada cultura de la sociedad moderna; el de
la belleza de la edición, aliada con su baratura.
Un libro mal impreso entre nosotros cuesta mu-
cho más que un bellísimo libro en Francia, en
Inglaterra y aun en España.
Y como estos libros no encuentran obstáculos en
el arancel para entrar al país, nos inundan lite-
ralmente en un mar de ediciones baratas y mag-
níficas, con las que intentan competir los editores
mexicanos.
He aquí una industria condenada al estanca-
miento, si no a la muerte, ¡y qué industria! La del
libro, artículo de primera necesidad en el orden
intelectual y moral. (Sierra OC IV: 329).

La lamentación de Sierra es válida y se acerca a


la lamentación de un lector, en primera instancia, y
a la de alguien que sabe que no se está estimulando la
inversión por el orden de la independencia intelec-
tual, y moral, sobre todo. Él insiste que se lee, y que se
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 239
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

podría otorgar “[...] al público lector con impresiones


hechas en papel nacional.” (Justo Sierra OC V: 72)
“La industria papelera”. 1881. Es claro, pues, que la
defensa de Sierra, por independizarse, en todos los
ámbitos, es anhelada.
La patria es la que se encuentra presente en el
discurso de Sierra: La patria es el deber supremo, y la
literatura también debe subordinarse a esa misión. Al
igual que su maestro Altamirano, y la mayoría de los
intelectuales liberales del XIX; debe pues, trabajarse
sobre la epopeya nacional, que piensa de manera
muy particular:

Decidíos, por último, a contar en dramas la epo-


peya de nuestros abuelos, de los heroicos aborí-
genes de nuestras montañas, nuestros bosques y
nuestros vergeles. Devanaos los sesos para hacer
de cada indígena un Garcerán, haced, a riesgo de
parecer inverosímiles hasta no más, haced ha-
blar y moverse a esa noble raza envilecida por la
servidumbre y por la ignorancia, que ha visto
pasar ante ella doce generaciones de opresores,
silenciosa e inmóvil; dad el color local a vuestras
composiciones… y el teatro, estallando en una
carcajada homérica, os mandará a todos los dia-
blos, a vosotros y a los heroicos aborígenes de
nuestras montañas. (Justo Sierra OC III: 102) “La
literatura en México y otras cosas” (Crítica). 1871.

Es la lucha entre la realidad y lo que se plantea en


la literatura; en contra de la imagen idílica del indíge-
na pastor e inteligente, que dominaba una parte de la
literatura, se encuentra la realidad; el realismo y el
modernismo comparten un tiempo, el tiempo histórico
del porfiriato. Éste es un pasado en donde la crítica fue
240 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

constante; en este apartado Justo Sierra deja claro que


ese pasado indígena es remoto, inexistente, tanto ra-
cial, como culturalmente. Por supuesto, lo que interesa
a Sierra es que el poeta cante:

[...] sino las tradiciones inmortales de nuestras


luchas, de la guerra de la insurgencia, de la santa
contienda civil que produjo la Reforma, de ese
épico ayer que se llama la segunda independen-
cia. Cantad, poetas, no la danza habanera, ni en
versos más o menos armoniosos, los viles refina-
mientos de una lascivia platónica, de que se hace
alarde nada más que por el prurito de pasar por
libertino; cantad al amor, pero al amor sublime
del alma; y cantad la historia política de nuestra
patria, aun cuando vuestros himnos os marquen
un puesto en uno de los partidos en que se divide
nuestra sociedad. (Justo Sierra OC III: 104) “La
literatura en México y otras cosas” (Crítica). 1871.

Estos himnos a la patria son los que fortalecerán


la imagen del héroe, desde el punto de vista pedagógi-
co, y remarca la memoria patria, la memoria identitaria
de la insurgencia, de la reforma, de la historia patria,
porque a partir de ahí es en donde forja la unión del
pueblo, aunque sea de un partido completamente
diferente: la diferencia política la une la patria. Porque
la patria escucha: “… ¡oh! patria, atranca tus oídos…
se ríe de los dramas tomados a nuestra grandiosa
epopeya nacional.” (Justo Sierra OC III: 102) “La lite-
ratura en México y otras cosas” (Crítica). 1871.
Esta epopeya nacional está unida, irremedia-
blemente, al calor de la cultura latinoamericana, que
ha encontrado un solo canto para entonarse, la liber-
tad en la expresión poética:
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 241
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

[...] la gran poesía americana, cuyos primeros


vagidos se anuncian con tanta robustez, en Cuba,
en las Américas del Sur y acaso en México. (Justo
Sierra OC XIV, 19) “A su hermano Santiago”
(Primera Parte. 1867-1900). 1868.

Por supuesto, este anuncio de Sierra, recupera la


importancia que ha tenido tal independencia en
Sudamérica y en Cuba; en la primera, ve que la
deconstrucción del lenguaje ha sido positiva, ha ge-
nerado una nueva libertad. Pero es el canto hacia la
patria lo que creará un nuevo lenguaje, un lenguaje
crítico en la literatura nacional:

[...] imitad [...] a Olmedo, el cantor de la libertad


americana; a Hugo, el poeta redentor de las injus-
ticias sociales; así formaréis, así estáis formando
bellas páginas a la literatura nacional. (Justo
Sierra OC III: 104) “La literatura en México y otras
cosas” (Crítica). 1871.

La propuesta de formar parte de la literatura


nacional, a partir de la consolidación de la llamada
epopeya nacional, fue la propuesta de toda una genera-
ción de escritores:

Cuando venciendo mi timidez, que hacía sonreír


a Altamirano, hablé con él, me sentí otro, y me
detengo un momento en recordar este estado de
mi ánimo, porque ha sido el de muchos de voso-
tros, amigos míos, en circunstancias análogas;
estoy seguro de ello. Mi nombre trajo a su prodi-
giosa memoria el de mi padre, me habló de él, me
entusiasmó, me cautivó, me hizo suyo… lo soy
todavía. Al día siguiente me llevó a una ‘velada
literaria’ en la casa del señor Payno. ¿Qué hom-
bres había allí? La nobleza, la alta nobleza de las
242 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

letras patrias: Prieto me llamó su hijo con olímpi-


ca ternura; Ramírez me dió un consejo o una
broma; Payno brindó conmigo; Riva Palacio me
habló del porvenir; Gonzaga Ortiz me informó de
mis aficiones literarias en un tono un poco “mar-
qués”, es cierto, nuestro siempre llorado don
Anselmo de la Portilla, me comunicó instantá-
neamente su fervor por el ideal y por el arte. (Justo
Sierra OC III: 384) “El maestro Altamirano” (Crí-
tica). 1889.

Éstos son los hombres y los nombres que rodean


la conformación de la República restaurada, son los
hombres que forjan las letras y a, a la vez, la patria,
están situados en todos lados, en todos los ambientes
y ámbitos; y su trabajo es claro: educar a las nuevas
generaciones. Son los padres putativos de Sierra, en
la ausencia de él, en el recuerdo, en la “olímpica
ternura”; cada uno tiene una visión y un trabajo, es
cierto, pero pese a la diferencia, sostienen un objetivo
común: la patria.

Anoche fué mi debut en aquel areópago. Allí


estaban Ramírez (Nigromante) con todo el sar-
casmo de Voltaire, con toda la dialéctica de
Proudhon y con una finura de gusto, peculiar a
él, allí Prieto, cuyos versos, cuya voz palpitan
como su corazón volcánico, allí Alcaraz el de las
endechas preñadas de sentimentalismo y que si
no fuera tan gordo y bien comido, haría pensar en
Hegessippe Moreau, Lafragua, que clasifica cada
verso, cada destello, como si fueran diamantes de
una joyería inmensa, allí Payno, que ha encontra-
do en la vida dos sonidos que causan éxtasis, el
de los versos y el del oro, allí Altamirano, ese
muchacho de gran corazón y cuyos ojos chispo-
rrotean como una hoguera, admirable poeta;
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 243
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

Arias, ese Lope de Vega flojo, Vicente Riva Pala-


cio, que me encarga para ti muchas gracias por tu
cuarteta que le leí. (Justo Sierra OC XIV: 18) “A su
hermano Santiago” (Primera Parte. 1867-1900).
1868.

Pléyade de intelectuales, pues, que encuentra


parangón entre los más sabios. Algunos han sobrevi-
vido a la memoria, algunos otros no. Pero lo impor-
tante es observar, cómo, en esencia, la literatura
mexicana cuenta con los mejores hombres y los más
preparados; están a la altura de cualquiera en Euro-
pa, y se encuentran bien preparados.
Uno de los mejores prólogos que Sierra preparó,
fue el de Gutiérrez Nájera; como parte de su genera-
ción Sierra sintió el deber de impulsar a su genera-
ción, y defender su postura estética, frente al regiona-
lismo exacerbado, que en ese fin de siglo, aún tenía
pujanza:

¡Y el francesismo! En un estudio, demasiado


rápido e incompleto, por insuficientemente in-
formado, de nuestra literatura nacional en los
tres primeros cuartos de este siglo, pero así y todo,
el más acertado y de mayor alcance de cuantos
sobre el mismo tema se han escrito, el señor
Menéndez y Pelayo reprocha a los novísimos
poetas mexicanos su devoción, que él llama
hiperbólicamente superstición, por la literatura
francesa del cuño más reciente. (Justo Sierra OC
III: 405) Prólogo a las poesías de Manuel Gutiérrez
Nájera (Crítica). 1896.

Manuel Gutiérrez Nájera es un poeta, y eso


habría que defenderse, en todo el sentido de la pala-
bra. Y un poeta mexicano, sobre todo, que nunca dejó
244 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

de pensar en México, y en el canto a la epopeya


nacional. Sierra, en su descripción posterior, nos
habla de su raza, de su precocidad, su catolicismo:

Si hubo un poeta de raza y de medio, fué Gutiérrez


Nájera seguramente; tenía en la sangre el germen
y respiraba la atmósfera apropiada a su desarro-
llo precoz. La sociedad católica en México que,
muertos Carpio y Pesado, no veía despuntar nin-
gún sucesor de aquellos grandes salmistas en su
horizonte, porque Arango y Segura eran acriso-
lados versificadores más bien como resultado de
una cultura literaria selecta y superior, que por
temperamento y genio; la sociedad católica que
atravesaba una crisis aguda de descomposición
y recompensación a consecuencia del triunfo
definitivo del liberalismo, miró en Gutiérrez
Nájera a su niño sublime, como dijo Cha-
teaubriand de Hugo, y esperó verle tremolar, al
son de incomparables himnos, los vexilla regis de
la religión y del arte. (Justo Sierra OC III: 404)
Prólogo a las poesías de Manuel Gutiérrez Nájera
(Crítica). 1896.

Como Sierra mismo lo menciona: Gutiérrez


Nájera logra reconformar una tradición casi perdida
en México: la poesía religiosa; sin embargo, esa re-
composición poética no es declarada, sino subyace en
su poesía: no podría ser directa por el triunfo del
liberalismo. Pero, Nájera, retoma esa veta para explo-
tarla y explorarla desde una perspectiva diferente, y
con ello, recupera a personalidades como Pesado,
Carpio.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 245
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

Capítulo III
El último argonauta:
Alfonso Reyes

Alfonso Reyes representa la cúspide de los intelectua-


les formados en la tradición de la Ilustración mexica-
na, fuente primaria durante el siglo XIX, su labor
culta fue una vuelta a la tradición, una lectura de los
letrados ilustrados de México de finales del siglo
XVIII y del siglo XIX. La escritura de Reyes no se
centra sólo en proponer una respuesta a las preocu-
paciones nacionales, sino que en el marco de lo
universal, de lo internacional, inserta la tradición
mexicana (no como respuesta antitética, sino en el
encuentro de coincidencias) en lo cosmopolita.
Así, Reyes propone un marco occidental común
para los habitantes de América Latina y de Europa:
la cultura grecorromana: Reyes profundiza en la
cultura helénica y ve en ella el origen de la cultura
occidental-universal.
Una de las maneras de percibir el conocimiento
se traza en el viaje. Para Reyes el intelectual debe
246 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

viajar por curiosidad, por las ansias de entender su


mundo. El viaje enlaza tres tipos de experiencias: los
griegos, que para Reyes fundamentan el viajar filosó-
ficamente en la indagación por el conocimiento mis-
mo. El viajero Humboldt, quien para Reyes funda las
exploraciones de los viajes modernos, realiza la mejor
combinación entre el viaje científico y las descripcio-
nes estéticas al plasmar en sus escritos la materia a
través de la cual se viaja. Además, Humboldt permi-
tió el redescubrimiento social e histórico de la Nueva
España. Por último, el viaje mental que, para Reyes,
es encontrar el conocimiento por sí mismo, viaje que
debe procurar, sobre todo, el intelectual a quien le
corresponde la fundación de la utopía.

Tránsito de ida: concepción


del viaje en Reyes

Los pensadores mexicanos del siglo XIX se iniciaron en la


posibilidad del viaje asimilándolo como una alternativa
viable para el aprendizaje de nuevas formas. Su viaje
acontecía, principalmente, hacia el interior —conocerse
a sí mismos— en su geografía y en sus riquezas, pero,
sobre todo, el “viaje” más deseado lo representó la vuelta
a Europa y a su cultura. Un nuevo género se propone:
“literatura de viaje”, ésta como el principio motriz de los
intelectuales mexicanos por adquirir conocimiento euro-
peo de manera directa, ya que el viajero relata lo que
observa tanto de Europa como de América. La literatura
de viajes es el medio para emprender la odisea, tanto en
lo placentero como en lo educativo: su enfoque es
cognoscitivo.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 247
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

Por supuesto, en Reyes, como en muchos otros


intelectuales de la época, acontece un hecho irreme-
diable: la revolución que provoca la salida del país y
consecuentemente el viaje. En el caso particular de
Reyes acaece la violenta muerte de su padre. 78 A
partir de este viaje (1913), Reyes sintetiza e interpreta
la tradición de los viajeros mexicanos: Payno, Heredia,
Ignacio Ramírez, Ignacio Manuel Altamirano, Justo
Sierra. 79 Integra la práctica del viaje como parte
inherente en la labor del intelectual mexicano, latino-
americano y cosmopolita.
Reyes analiza el carácter de sus viajes y asume la
postura de viajero. Su propia definición navega entre
el Odiseo geográfico, casi científico, y el Eneas nebu-
loso, equívoco, enigmático.80 Su postura al concep-
tuar el viaje será la de equilibrio entre esas dos
fortalezas en el hombre: el viaje por la ciencia y el
viaje por la poesía. Ese equilibrio (palabra que por
demás gustaba escribir) le lleva a confesar:

[...] pertenezco a la familia de Odiseo, a la familia


de los que andan por entre peripecias suspirando
por el retorno. Simbólicamente, puedo decir que

7 8 . El padre de Reyes muere el 13 de febrero de 1913 en lo que será


conocido como la “Decena trágica”, cuando Victoriano Huerta
traiciona a Madero, el cual es aprehendido y asesinado. La muerte
del General Bernardo Reyes para muchos intelectuales lo levantó
como héroe, para otros como traidor. El acontecimiento histórico
trajo pesadumbre a Alfonso Reyes, quien siempre llevó en la
memoria esta muerte.
7 9 . Justo Sierra no fue un gran viajero físico, sino mental. Sólo viajó a
Europa (a conocer Grecia) una vez en su vida, y otra a EUA, este
último más en misión diplomática. De ambos viajes realizó bellí-
simas crónicas.
8 0 . Confróntese, Reyes OC III, EPO.
248 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

he pasado la mitad de mi vida contemplando el


mar. El mar ha cobrado para mí un sentido mís-
tico. (Reyes OC VIII: 163) “Juegos florales de
Mazatlán”, 1940.

Desde su éxodo a Europa, Reyes se figura como


viajero, su travesía semeja la del hombre del siglo
XIX, a caballo entre el avance tecnológico y la rapi-
dez, comodidad de los viajes en el siglo XX.
Pero Reyes no se conformará con la experiencia
fenomenológica del viaje mismo, es decir, él concep-
túa el viaje no sólo por su condición personal, sino
porque ve que el hombre se ha planteado la vida
como una travesía que enfrenta a los viajeros con la
otredad en la cual aprenden y aprehenden otras
formas de conocimiento: un desarrollo histórico. La
búsqueda del viajero sirve, sustancialmente, para
encontrar el sentido de la vida, no sólo el conocimien-
to: “Filosofía comienza por ser curiosidad en general,
y hasta curiosidad de viajero: Solón, según Herodoto,
viajaba por filosofía, en busca de las maravillas del
mundo.” (Reyes OC XIII: 17) LCEA, 1941.
Los griegos81 no sólo indagaron por su naturale-
za científica, sino que deseaban conocer las bases del
conocimiento peregrino: “Y en aquellos días, viajar
era el medio por excelencia para conocer el pensa-
miento extranjero (SS155)” (Reyes OC XIII: 31) LCEA,
1941. Los viajeros griegos para Reyes establecen los
primeros puentes en el pensamiento occidental, traen
consigo noticias, información, ciencia, desarrollo,

8 1 . Aunque el apartado especial sobre los griegos se presenta a


continuación de este capítulo, se vuelve necesario la relación que
Reyes expuso entre el viajero griego y el contemporáneo.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 249
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

referencias que no sólo sirven en su momento, sino


también en la actualidad: “Por referencias del viajero
Ion de Quíos, se sabe que el joven Sócrates comenzó
sus estudios [...]” (Reyes OC XIII: 92) LCEA, 1941. La
base del conocimiento parte de la curiosidad latente
en todo ser humano, así la filosofía, límite primero,
señalará ese camino: “Y la mayoría de los filósofos
apenas roza ligeramente la poesía, en su viaje de
descubrimiento hacia la substancia universal” (Reyes
OC XIII: 160) LCEA, 1941
Porque para Reyes, los viajeros fundan en su
filosofía los objetivos del viaje por el conocimiento
mismo, la curiosidad enlazada a otros momentos que
se relacionan con la manera de cómo narrar las
experiencias del viaje, cómo establecer la bitácora: el
método del conocimiento. Doble objetivo, mientras se
entrelazan los datos y las referencias, se construye un
sistema de reflexión que permitirá a los otros viajeros
un método de estudio, un procedimiento para llevar
a cabo su narración. Así, para Reyes importa la
referencia del viaje porque no sólo se transporta la
raza humana en su aventura, sino el fundamento de
toda prospección de la raza humana, lo que servirá a
las futuras generaciones de viajeros pensadores, de
seres humanos o de, inclusive, civilizaciones: “Aristó-
teles limitó sus viajes al área Egea. La obra geográfica
que se le atribuyó es apócrifa. Pero en su sistema
filosófico situó conceptualmente el lugar de la geo-
grafía.” (Reyes OC XVIII: 334) GMA 1958. No impor-
ta que ya desde Aristóteles se realice el viaje físico a
través del mundo real, sino que el intelectual tenga en
cuenta el viaje como parte de sí, como un sistema de
referencias en el pensamiento: se viaja mentalmente.
250 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

El viajero para ello debe tener un objetivo, o los


objetivos claros, sobre todo para el cumplimiento de
la bitácora:

Así, entre los argonautas, Homero, los genealo-


gistas y los logógrafos, se van creando una histo-
ria y una geografía míticas con retazos de reali-
dad [...] Así fue descubierta América. Y así la
antigüedad fue completando su carta del mundo
(Reyes OC XVII: 69) LH, 1941.

Todo ingresa en las posibilidades del viajero


cuando se ha creado una organización en donde las
realidades mentales de la curiosidad desbordan las
posibilidades de la ciencia a las cuales se circunscriben.
En Última Tule Reyes escribe sobre Waldo Frank, y
reflexiona sobre su poesía. Lo ilustrativo de este
ensayo radica en que Reyes encuentra en la obra
poética de Frank un “Sentido del viaje” (que es como
se llama el apartado). En el escrito conceptúa el viaje
como la fantasía de los humanistas, de los poetas y de
los navegantes (antes del descubrimiento) como pro-
yecto de un futuro heredado. Termina al decir: “Y
éste es, en efecto, el sentido del viaje espiritual de
Waldo Frank” (Reyes OC XI: 138) UT, 1942. El viaje-
ro, pues, busca más allá de la razón, más allá de los
límites de la tierra, el viajero se define como el intelec-
tual que busca construir la utopía.
Aunque la metáfora en Reyes no se detendrá en
ese ámbito, sino englobará desde lo personal hasta lo
mental o lo social: la raza humana se encuentra en un
viaje en el cual se necesita tolerancia intelectual entre
uno y otro. Entendimientos de las formas culturales
para integrarnos en lo general. Así:
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 251
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

Nuestro viaje por el mundo, aunque cuando sea,


físicamente, una serie de partidas y contraparti-
das geográficas, es —moralmente entendido—
una suma constante, una línea en movimiento que
cada vez enlaza entre sus mallas nuevos afectos,
nuevos pueblos, nuevas nociones del mundo.
Vamos a través de reinos y repúblicas, tejiendo el
cordón de miel evangélico. Somos, como la vieja
Celestina, aunque en un sentido mucho más no-
ble, ‘zurcidores de voluntades’ [...] a crear conti-
nuidad (Reyes OC VIII: 156) VV, 1930.

Los embajadores, los viajeros, los intelectuales


tienen ese trabajo, crear vasos comunicantes entre las
diferentes identidades que sostienen siempre al otro,
al que se visita o al que se recibe. La continuación es
necesaria para el nuevo mundo, pero la continuidad
debe ser planteada como un tejido en donde lo nuevo
se integra, sin violencia, a lo que ya está.

Punto de reunión, Humboldt:


viajero moderno

Humboldt está presente en la tradición mexicana


porque es un hombre de quien se ocuparon los inte-
lectuales del siglo XIX y principios del XX; su vasta
cultura renacentista-universal permanece porque ha
enseñado a los mexicanos la manera de alcanzar
sabiduría a través del viaje.
En 1959, a seis meses antes de su muerte, Reyes
prepara y sustenta en el Palacio de Bellas Artes de
México, una conferencia titulada: “ALEJANDRO DE
HUMBOLDT (1769-1859)”. Dicha conferencia re-
presenta, también, un elogio al viaje como medio
252 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

para el conocimiento. Reyes expone los diferentes


modos del viaje, escribiendo: “El Barón de Humboldt
comienza pues su ‘viaje terrestre’ como al amparo de
un mito adornado con los encantos artísticos del
poema.” (Reyes OC XXI: 463).
Pero el periplo multiplica concepciones, en él in-
gresa la lectura con sus marcos de referencias: “Goethe
ha viajado por España en persona de Guillermo de
Humboldt, digamos que también viajó por América en
la persona de Alejandro” (Reyes OC XXI: 463). El viaje,
pues, posibilita virtualmente, a través de lo que describe
el autor, la intromisión del lector en la otra realidad, a
la cual no se puede asistir físicamente. El conocimiento
no sólo se adquiere de manera directa y por la experien-
cia, sino que se lee. A través de la lectura se genera una
respuesta: “él mismo —propia proyección de Goethe
hacia nuestra América—” (Reyes OC XXI: 464). Goethe
simboliza a la parte del intelectual europeo que emite su
propia idea sobre América.
Reyes explora formas de lecturas para establecer
una concepción propia, por ejemplo, a través de los
textos “clásicos” que relatan las crónicas de la con-
quista de Tenochtitlán, perfecciona la noción que el
europeo se representaba sobre América.82 A través de
los libros es como se forma una imagen acerca del otro
(europeo o americano), aunque en Humboldt se debe
reconocer el arrojo, como buen hijo de Ulises: “Pero
pronto se sintió atraído por el mar, tentación cons-
tante de los hijos de Ulises, los exploradores condena-

8 2 . Esta reformulación la trabajará en el libro Visión de Anáhuac, cuyo


análisis finalizará este apartado.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 253
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

dos a soñar en las lejanías.” (Reyes OC XXI: 466). No


obstante, Humboldt pertenece a la modernidad que
ha llamado cada vez más a los viajeros a dar el salto
hacia otras latitudes, geográficas o mentales. E inde-
pendientemente del valor mostrado por el viaje mis-
mo, el alemán Alejandro cuenta además con la Ilus-
tración que le acompaña a América:

[...] lo está esperando ya su gran destino de via-


jero, de viajero según la gran escuela de Cook,
Bougainville y La Condamine, pero que poseyese
a su vez algunos chispazos de ciencia a lo Buffon,
de sensibilidad a lo Rousseau y a lo Bernardin de
Saint-Pierre. (Reyes OC XXI: 467)

Tres cosas se requieren para ser viajero contem-


poráneo: la valentía, la ciencia y la sensibilidad.
Humboldt sintetiza toda la Ilustración, a la vez que la
moderniza en sus discursos; además, con un sesgo de
ironía, Reyes menciona que Humboldt puso a prueba
los modelos científicos manejados por los enciclope-
distas. En efecto, a partir del trabajo de Humboldt se
apreció a América de manera diferente. No sólo se
consideraron las selvas, sino también el desarrollo
científico, tecnológico; por ejemplo, Humboldt cues-
tionó las tesis de los ilustrados franceses quienes
consideraban que los animales americanos eran sub-
especies. Así, Humboldt, pues, combinó ideología,
experimentación y grandes dosis de erudición, en la
descripción de América.
Por esto mismo, mediante el discurso de Humboldt,
los viajeros intelectuales mexicanos se replantearon la
posición de América frente a España; el discurso
humboldtiano sirvió tanto para los americanos, como
254 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

para los europeos no españoles. A partir de Humboldt,


la América y la Nueva España se afirman como enti-
dades socialmente complejas, furiosas (independien-
tes), sublimes (naturaleza). Ahí está el cosmos que
Reyes ve en el viajero Humboldt, ya que a través de su
análisis histórico, social, ideológico, estético, el escritor
alemán pone en duda la visión que Europa tiene sobre
América. Lo que invita, siempre, al europeo a visitar
América, por supuesto, cuando además, “La pasión
por los viajes es, por lo demás, característica de su
época” (Reyes OC XXI: 463).
Con el mismo ímpetu, Humboldt se inició en su
carrera científica a través de Georges Forster y Sir
Joseph Banks, los naturalistas que habían participado
en la empresa de Cook. Forster conceptuó el viaje
como una experiencia científica en la cual se debía
combinar objetividad e imaginación con el fin de
producir un relato que propusiese un equilibrio entre
la información científica y las impresiones estéticas.
Por ejemplo, en A Voyage Round the World, publicado
en Londres en 1777, se lleva a cabo dicha combinación.
Propuesta que Reyes resalta al decir de Humboldt:

Es filósofo a la manera del griego, que viaja para


aprender y consulta siempre el panorama de los
pueblos y las costumbres. Es científico a la mane-
ra de los enciclopedistas, que ya empezaban a
desaparecer. (Reyes OC XXI: 471)

Este sesgo momentáneo en Reyes, de admira-


ción, de sobrecogimiento, de asombro por la obra de
Humboldt atañe al ansia viajera, presente en él mismo:
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 255
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

Y hay, en efecto, hombres de tal suerte


estructurados que no soportan el confinamiento
en un solo rincón del orbe o de la inteligencia.
Quiere ir a Egipto, al cercano Oriente, a donde
fuere; quiere “viajar como cosa en sí”. (Reyes OC
XXI: 467)

En esta última cita, Reyes siente el apego que ha


tenido hacia el viajero Humboldt. Él se refiere a que los
hombres tienen la capacidad, como él a sus setenta
años, de volver los ojos hacia su propio viaje y recono-
cer que el ser humano no ha sido “estructurado” para
confinarse a una sola tierra o a una sola materia; él
también es enciclopedista. El sentido del viaje no
encuentra doblez en la naturaleza de ciertos hombres.

El Anáhuac desde Madrid

El viajero al transportarse usa un camino que utiliza-


rá para llegar a un fin. Éste le da distancia de su
propia reflexión. Lo primero que aporta el viaje: la
perspectiva desde donde se objetiva el fenómeno.
Visión de Anáhuac se encuentra en esta perspec-
tiva, compromete muchos caminos, muchos viajes: el
histórico, el social-literario, el cultural, el ideológico;
es muestra de una breve e inicial “bitácora” de viaje
que responde a la visión que los otros tienen de uno
y/o a su vez a la de uno mismo.
Alfonso Reyes cuando inicia la escritura de Vi-
sión de Anáhuac ha tomado distancia de sí mismo
como mexicano. Separación a la que se puede atri-
buir gran parte de su concepción de viajero —real y
virtual—, que lo enfrenta al único medio de respues-
ta: la escritura. El análisis de Alfonso Reyes se divide
256 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

en una línea temporal en donde se reúnen diversos


tiempos: el tiempo de la escritura del ensayo, en el
cual México se presenta vuelto a la barbarie: la revo-
lución que destruye la fachada de orden y progreso
que Porfirio Díaz había impulsado a nivel mundial.
Paradójicamente, Díaz expresa al inicio de la revolu-
ción: “Ya se soltó la yeguada, ahora a ver quién la
junta”.83 Si bien para Reyes la revolución es un acto
irresoluble, en su análisis encuentra que la raíz de esa
violencia radica en el espíritu del mestizaje mexica-
no. La revolución busca, asimismo, el alma nacional.
El tiempo de la realización, éste se enmarca en la
conquista de México. Relato narrado por los “conquis-
tadores mismos”. Por supuesto, los conquistadores
poseen la permanencia de la escritura (irónicamente
Reyes utiliza este elemento para presentar la conquis-
ta). Con la ausencia de escritura, Reyes señala la
mudez del prehispánico en todos los ámbitos cultura-
les. Reyes utiliza el relato de los cronistas: militares y
religiosos, para “revivir” en el lector europeo —espe-
cialmente el español— su propia visión de México: la
visión de Anáhuac. Con el uso de la preposición “de”
propone que el valle de Anáhuac será la materia a
tratar. A la vez, Reyes sabe que no puede mirar más
que desde el Anáhuac, su México. Para él no existe
otra posibilidad cultural, su pensamiento primogénito
es así: Anáhuac. En este sentido, el libro de Visión de
Anáhuac se anuncia como una presentación de México
y sus habitantes: así es el mexicano, ahí está.

8 3 . Dicho que se atribuye a Porfirio Díaz y que representa la barbarie


del pueblo mexicano.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 257
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

El viajero lector europeo americano se transporta


a través del relato de Alfonso Reyes. El primer tránsito
inicia con la transposición de fechas, Visión de Anáhuac
(1519),84 firmado al final del texto como Madrid 1915.
Este juego lingüístico en donde los números se cruzan
(los mismos números, diferentes tiempos) de manera
exquisita; 1519 representa el inicio del relato para
terminar en la temporalidad de 1915: viaje histórico.
Lo que representa una misma realidad confundida en
la ficción (de la historia o de la literatura misma). Esta
articulación deja entrever el anverso y el reverso de
Anáhuac; de esta manera Reyes toma distancia, la
necesaria para todo viajero, alejar lo real de la ficción.
Así, con esta acción lúdica se logra decantar la
postura teórica, moral o cultural representada en la
escritura del ensayo. Asimismo, logra la observación
de lo concreto: España y Anáhuac, o España viendo
Anáhuac: origen común.
La otra de las divisiones temporales que Reyes
usó fue la numeración con las siglas romanas: desde
el punto de vista del trabajo, esto señala una etapa
temporal que se analizará con mayor profundidad.
Reyes incluye al lector a través de los epígrafes,
especialmente en el primero, que sorprende porque la
cita85 tiene la doble repercusión de situar al lector en

8 4 . Se debe notar que el nombre completo del libro es éste: Visión de


Anáhuac (1519). Así es registrado por Alfonso Reyes, y así perma-
nece en las futuras ediciones, al menos en las notas bibliográficas.
8 5 . Así mismo, Reyes situó una perspectiva novedosa de México para
este inicio de mestizaje cultural. La novela de Fuentes tendrá esas
repercusiones, e intentará ese mismo sincretismo que Reyes plas-
mó, a través de Ixca Cienfuegos; nombre indígena, apellido espa-
ñol. Sincretismo que nos habla de la noción identitaria.
258 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

el lugar establecido por su perspectiva. En segundo


lugar, Alfonso Reyes la deja sin el nombre para que el
lector viaje, nada más ni nada menos, por el ensayo.
El viajero lector se transporta a través de un espacio
temporal dinámico entre el aquí (Madrid 1915) y el
allá (Anáhuac 1519).
Redactó una primera versión del epígrafe en su
conferencia ateneísta Paisaje de la literatura mexicana en
el siglo XIX (“Caminante, has llegado a la región más
transparente del aire”). El texto quedó finalmente
como: “Viajero: has llegado a la región más transpa-
rente del aire”. Dos características especiales se ad-
vierten de inmediato. Primero, que Reyes no recurrió
a ninguna frase redactada sino que él mismo la conci-
bió. En segundo lugar, pulcramente describe el escena-
rio natural de Tenochtitlán. El epígrafe funciona como
introducción, como hilo conductor y como conclusión.
En el epígrafe ensayado por Reyes en 1908, o en
la edición de 1910, el término “caminante” marca la
diferencia en la concepción del viaje, a partir de la
experiencia misma de la travesía a Europa. Ya para el
año de 1914-15 el viajero Reyes se aparta de la materia
que es su patria.
La vuelta a los periodos en los cuales Reyes
revalora la visión de México se compone de cuatro
apartados capitulados con dígitos romanos: I, II, III,
IV. Cada número resumirá cada siglo desde la con-
quista, no en un orden cronológico, sino en un equi-
librio presente que reinterpreta el pasado y su espe-
ranzada prospectiva. El primero (I) revisa el presen-
te, una visión desde afuera. Ya en Europa el viajero ve
cómo se abre “la última zanja” (Reyes VdA II: 15), los
desastres de la guerra y la irrupción del espanto
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 259
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

social, definición y representación de la revolución.


Cuatro siglos se embelesan en este punto, desde
Netzahualcóyotl hasta Porfirio Díaz, desde la poesía
hasta la guerra. El segundo (II), ingresa totalmente en
el pasado, antepone a Bernal Díaz del Castillo, para
que nos guíe. El tercero (III) presenta la tercera época,
el siglo XIX; el epígrafe signado por “El Nigromante”,
Ignacio Ramírez quien representa el maestro de maes-
tros de la generación de la Reforma —como también
de todos los intelectuales del siglo XIX—. “El Nigro-
mante” impulsó el estudio y el aprendizaje de las
lenguas indígenas. En el cuarto y último (IV), escribe
un párrafo completo en donde la apología conjunta
lo que se espera: el deseo de reunión futura. Se abre
este espacio con una cita de Bunyan, quien represen-
ta al mundo sajón; Reyes abre y cierra el apartado con
citas de dos poetas de lengua inglesa, el otro es Keats.
Los cuatro espacios temporales de los capítulos
cuentan con un hilo de voces que se analizarán
independientemente. Lo significativo en esta
estructuración discursiva radica en que Reyes en-
frentará dos concepciones del mundo a través de
espacios temporales diferentes.

I: El espanto social

Reyes inicia Visión de Anáhuac con la frase: “Viajero: has


llegado a la región más transparente del aire”, la cual ya
había ensayado —reitero— hacia 1910 ó 1911 como:
“Caminante: has llegado a la región más propicia para el
vagar libre del espíritu. Caminante: has llegado a la
región más transparente del aire.” (Reyes OC I: 198).
260 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

Esta frase prueba dos caminos: uno, interno


hacia dentro de la obra reyesina y del que se ha
hablado en el párrafo de arriba; el externo que tiene
dos valores: una primera referencia obligada a
Humboldt,86 quien inspira la frase por su libro Ensa-
yo político sobre el reino de la Nueva España, en donde
propone una nueva perspectiva del Anáhuac. El
análisis alfonsino retoma las voces que han procla-
mado la belleza del paisaje de México. Para esta
frase, Robb propone que la referencia humboldtiana
se debe a que “Reyes toma estos dos detalles de la
‘reverberación de los rayos solares’ y lo ‘enrarecido
del aire’ (‘l´air raréfié) —despojados de su ropaje
científico—; los combina, sintetiza y subjetiviza.”
(Robb 1997: 1002) Humboldt está presente en la
cultura mexicana:

El Ensayo político sobre la Nueva España es base de


nuestra literatura sociológica, obra de populari-
zación única en su tiempo, indispensable para
quien desee entender a nuestros países; y es
inexplicable que España parezca haber olvidado
por algún tiempo este documento expresivo y
fehaciente de su propia reivindicación histórica.
(Reyes OC XXI: 472).87

El libro Visión de Anáhuac parte de Humboldt


como hombre “clásico y universal” (Reyes OC II

8 6 . Con este epígrafe se discutió ampliamente sobre la autoría del


texto; la mayoría de las voces la atribuían a Von Humboldt.
8 7 . Conferencia que Reyes dicta en la celebración oficial del Primer
Centenario de la muerte de Alejandro de Humboldt en el palacio
de Bellas Artes en México, fechada 6-V-1959, unos meses antes de
su muerte.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 261
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

VdA:16), para el análisis de la cultura hispánica en


México: la española y la mexica de lo que se germina-
rá el mestizaje cultural mexicano. Humboldt retoma-
rá, también, la “envidiable hora del asombro” (Reyes
OC II VdA:17) en 1519, en donde dos razas se en-
cuentran; significativamente, para Alfonso Reyes, el
momento histórico social de 1519 es un instante de
coincidencias azarosas para ambas razas, que en un
punto de la reunión se aceptan sin violencia, sin
intereses, sin odios: la curiosidad lo domina todo.
Con ello se revaloriza, de manera científica-poética,
el Anáhuac, lo que da un nuevo valor ante el mundo
occidental. Como menciona el mismo Reyes:

Alejandro contemplaba la que no pudo menos


que llamar “Ciudad de los Palacios”, con arroba-
miento semejante al de los Conquistadores cuan-
do por primera vez se asomaron al valle de
Anáhuac y a la ciudad de Tenochtitlan. (Reyes
OC XXI: 468).

En la segunda referencia, Reyes cambia el sus-


tantivo inicial “caminante” por “viajero”, término
significativo en la “era de los descubrimientos” (Reyes
OC II VdA: 13), en donde la transportación ya no es
sólo por las vías ordinarias, por el movimiento físico
del hombre, sino se requiere de algo más: el arrojo que
implica la navegación. La historia, dice: “se desborda
del cauce clásico” porque para el mundo occidental
América no existía: ni su naturaleza, ni su gente, ni su
civilización.
Aquí entra la segunda referencia reconocida
desde un principio: “Así nosotros, como los griegos”
y señala un momento anterior a la cita del caminante
262 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

que tiene el reflujo de la épica griega —dice Reyes—


e imita el “tono” de lo antiguo. Además de esa evoca-
ción marcada por el epitafio griego, de los cuales
Reyes gustaba, por ejemplo el tono del epitafio de
Midas: “He de decir al viajero que aquí reposa Midas”
(Reyes OC XIII: 164) LCEA, 1941.
Reyes fija una nueva manera de enmarcar el
fenómeno: la pintura y la etnografía. Es decir, los
“ojos” de Europa ven a América desde la perspectiva
de los relatos, y de lo que de ella se ha “pintado”. Las
pinturas fundan una visión, que ha variado según “la
elegancia del tiempo”, desde ese 1519 a 1915. Cuan-
do Reyes fecha, 1915, se propone como un nuevo
cronista que integra los elementos contemporáneos y
pasados que conoce. La tradición hispánica: Ruiz de
Alarcón, Netzahualcóyotl, Luis de Velasco, Porfirio
Díaz; o de otra tradición: Stevenson, Giovanni
Battista, Adrián Boot, Humboldt. Así, el primer apar-
tado se estructura como una reminiscencia de los
cuatro tiempos que desea evocar. Estos tiempos88 los
señala por la separación entre los párrafos del primer
apartado, que son cinco, sin embargo, con el quinto
menciona un nuevo recuento, una recapitulación
que señala la fundación, la síntesis del Anáhuac.
Reyes tiene presente el recuento temporal de los
aztecas, “el quinto sol”, que simboliza el fin (azteca)
y el inicio (mestizo).

8 8 . Luis Leal en “La Visión de Anáhuac de Alfonso Reyes. Tema y


estructura” propone que la división estructura una sonata en la
obra misma, y que “ha sido utilizada con gran maestría para dar
expresión al tema y sus variantes, el tema de la emoción del ser
humano ante el paisaje”. (Robb 1996: 768).
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 263
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

Dos motivos presenta América: los discursos


etnográficos y la pintura de civilizaciones. En los
primeros, América asombra por su paisaje, materia
de las descripciones de los viajeros. Pero sobre todo,
los textos que se releen proyectan su propia perspec-
tiva. El paisaje se desborda del cauce clásico, la
naturaleza no es creída por el hombre europeo, “las
estampas,” escribe Reyes, provocan el ensoñamiento
de ese lector. Las estampas lo llevan a la segunda
evocación personal representadas por los paréntesis
o los guiones, “—constante cuidado de los hijos de
Ulises” (Reyes OC II VdA: 13). Pero los ojos que “fijan
el carácter” de América son de los historiadores. Así,
no es la literatura la que establece el carácter de
América, sino los historiadores que narran por pri-
mera vez su naturaleza.
En esta parte del texto, el lector Reyes integra al
lector en la estampa presentándole de manera directa
el Anáhuac: “Deténganse aquí nuestros ojos: he aquí
un nuevo arte de naturaleza” (Reyes OC II VdA: 14).
El tema sobresale por la descripción del Anáhuac
a través de su naturaleza: cuando Reyes comienza a
describir, “La mazorca de Ceres” (Reyes OC II VdA:14)
expresa el sincretismo del mestizaje propuesto en la
Visión de Anáhuac: el elemento maíz unido a una
divinidad griega. Pero, las diferencias en la naturaleza
es que la de Anáhuac es terriblemente seca y espinosa.
El lector Reyes se atreve a enunciar más comentarios
en la búsqueda de una imagen que el lector europeo
pueda comprender: “—imagen de tímido puerco es-
pín—” (Reyes OC II VdA: 14); “—semejanza del can-
delabro—,” (Reyes OC II VdA:14).
264 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

La tercera parte aborda la temática de la deseca-


ción del valle. El límite se impulsa a un nuevo orden:
el Anáhuac ha sido devastado por tres razas: 89 la
indígena, la colonial, y la del porfiriato (la del mesti-
zo), precisión histórico social del libro ya que sitúa al
presidente Porfirio Díaz como el prototipo mestizo,
representante de la raza de México.
Pero, por ese centro, el Valle de México, corre un
torrente de aguas vengativas. Para Reyes, la paz augusta
se interrumpe por “el espanto social”, la revolución,
último punto donde Reyes se detiene. La descripción va
más allá y la voz narrativa presenta un Anáhuac
siempre convulso, que no encuentra comparación, des-
pués la humana, porque ese valle es metafísico.
Del tema de la naturaleza, los ojos del narrador
vuelven al viajero americano, que ha ido a Europa, el

8 9 . Desde mi perspectiva –y en estos momentos en que me replanteo


la idea– comparto el criterio racial de Reyes en el sentido de que él
basa lo racial en lo cultural. Así, al ser el mexicano una raza de
síntesis humana representa el verdadero saldo histórico; es decir,
el americano se ha puesto en movimiento y en él obra la síntesis
como compensación a su llegada tarde a la civilización occidental.
Ahora bien, para Reyes el concepto de raza no se basa en la
coloración de la piel, o en sus formas físicas; sino su propuesta de
raza radica en la formación de pensamientos culturales –en los
análisis históricos que él realiza ha concluido que éstos se han
construido a través de los siglos– y son tan heterogéneos como las
civilizaciones que han poblado la tierra, siendo cada representación
de las evoluciones una muestra particular de ese pensamiento. En
el caso de Occidente, todos los países pueden tener un pensamiento
cultural-social diferente, pero conservan una misma base: la cul-
tura grecolatina. Así, para Reyes, el concepto raza en América
presupone las cualidades de un pensamiento mestizo. Este mes-
tizaje cultural, encuentro entre dos razas –la europea y la ameri-
cana–, supone la última manifestación (la última Tule) de la
civilización occidental.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 265
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

lector, ahora, participa del texto. El lector Reyes se


personifica, habla de sí mismo, de su naturaleza, de
su mundo, porque encuentra que América no ha sido
leída por el europeo: Cortés, Díaz del Castillo,
Humboldt. Ante el desconocimiento el viajero se
encuentra condenado a responder intermitentemen-
te a las interrogantes, a dar noticias, todavía de
México, y de su cultura simbolizada por su naturale-
za. El narrador decide cambiar de postura, de pers-
pectiva e integrar a partir de lo “nuestro” (finalizará
el ensayo con este planteamiento) tanto las igualda-
des como las discrepancias entre dos culturas, éstas
las presenta a partir de su geografía: “una Castilla
americana más alta que la de ellos” (Reyes OC II VdA:
15). Reyes plantea al europeo que el Anáhuac posee
diferencias, una naturaleza más armoniosa, una geo-
grafía más alta, menos agria, “un valle metafísico”.
Reyes presenta una Castilla90 duplicada, la española
y la americana. Intercambia cualidades —las dos
comparten la sequedad— entre las dos resulta para el
lector europeo un modelo comparativo más cercano
a su realidad.
Reyes centra la imagen prototípica de lo mexicano:
el valle de Anáhuac. Se sitúa en otro momento clave
para el desarrollo de su visión: la víspera de la indepen-
dencia, puntualizada por un verso de Fray Manuel de

9 0 . Por supuesto, en el sentido histórico Reyes señala la importancia


que la región de Castilla desempeñó durante la conquista, y
durante la colonia española; sobre todo, como propone Fernando
García de Cortázar: los castellanos tienen como gran proyecto en
común América. Y América era de la corona de Castilla, sólo en el
siglo XVIII se le va a permitir a la Corona de Aragón comerciar con
América.
266 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

Navarrete (1768-1809), el libro del barón de Humboldt


(su viaje a México fue en 1803). Ambos escritores
resaltan un rasgo del lugar: su transparencia.
En la última parte, la narración se recapitula con
una mayor tranquilidad. Todo el conjunto de siglos
puede resumirse en el momento histórico de 1519,
espacio temporal donde se produce “la hora del
asombro”(Reyes OC II VdA: 17). Asombro que efecti-
vamente se manifiesta a través de:

Este asombro se manifiesta, estilísticamente, a


través de hipérboles, adjetivos, superlativos e
imágenes que subrayan la grandeza del espectá-
culo. Las hipérboles, como es natural, subrayan
el hechizo que la civilización de los indígenas
ejerce sobre el observador recién llegado; en oca-
siones, nuestro autor inserta alguna reflexión
crítica sobre la exageración de estas descripcio-
nes como en aquella narración en la que se cuenta
como ‘discurren por ella [la plaza mayor] diaria-
mente —quiere [Cortés] hacernos creer— sesenta
mil hombres cuando menos’. A través de las
numerosas comparaciones con elementos que
resultan tan familiares para la Europa de aquel
entonces y en las que el aspecto mexicano se
revela, siempre, como superior, se percibe el asom-
bro de los protagonistas del relato: ‘esta plaza
principal está rodeada de portales, y es igual a dos
de Salamanca[...] (Houvenaghel 2003: 11).

II: La construcción de los textos

Este momento únicamente puede relatarse a partir de


la sensación fenomenológica del estar ahí. Para tal
efecto, Reyes utiliza los textos de otros que estuvieron
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 267
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

en ese acontecimiento histórico, con ello logra que el


texto se caracterice por su polifonía, ya que cuenta
con un narrador que organiza la historia en un
argumento y compone también las otras voces en el
discurso. El narrador Reyes sirve de centro a todas las
relaciones y referencias textuales. Si bien la polifonía
como categoría teórica bajtiniana ingresa perfecta-
mente en el análisis del libro de Reyes, también se
observa que Reyes postula su propio método, que se
puede resumir con sus propias palabras:

En rigor no debe citarse sino de memoria, como


quieren las Musas; suprímanse, si es preciso, las
comillas, con lo que se salva el compromiso de la
cita exacta. De mí diré que sólo siendo indispen-
sables las uso, porque han comenzado a avergon-
zarme: son el signo de lo no incorporado, de lo
yuxtapuesto, de lo que no sabemos [...] Citar de
memoria sería prenda, la menos, de que sólo
usamos de lo propio, de lo ya asimilado. (Reyes
OC III: 164) EC, “Ensayos”, 1910-20.91

Como ya se ha escrito, Reyes pretende una reva-


lorización sobre el Anáhuac (México en un tiempo-
espacio mítico) no a partir de lo que él exponga, sino
mediante lo que han escrito los europeos mismos. La
intertextualidad del ensayo se basa en cómo el europeo
ha formado una visión asombrosa de América a través
de lecturas tan diversas y disímiles, que Reyes se

9 1 . La observación de Reyes es de suma importancia y dice: “Este libro


contiene páginas escritas en México desde 1910, en París desde
1914 y en Madrid, de 1915 a la fecha de su publicación más o
menos.” (Reyes OC III: 82). Éste es precisamente el momento
cuando Reyes ha escrito ya la Visión de Anáhuac, se encuentra
elaborándola, es decir, integra su “teoría” al texto mismo.
268 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

apresta a revelar. El epígrafe de Bernal Díaz lo de-


muestra: América sólo puede compararse con la ma-
gia, con otra realidad. Por supuesto, el cronista recurre
a sus propias lecturas, a sus propias referencias, las
encontradas y las no, “el libro de Amadís... No sé como
lo cuente” (Reyes OC II VdA:18).
Múltiples voces históricas ayudan a construir el
relato: Bernal Díaz del Castillo, Hernán Cortés,
Gómara, Alejandro Von Humboldt, además del narra-
dor Alfonso Reyes. Tres voces se ubican desde 1519,
una de 1804, la del narrador de 1910-1915. Estas cinco
voces estructuran y representan también los cinco
segmentos (movimientos) a través de los cuales Reyes
construyó este segundo apartado.
La descripción del texto conjuga todas estas
voces. Reyes selecciona la estampa en donde se narra
de lo general a lo particular, de una visualización
desde lo alto de una de sus cordilleras hasta los
hombres mismos, los cuales desde esa altura, y con
esos atavíos parecen unos “delicados juguetes” (Re-
yes OC II VdA:19). Primera visión que todos tienen
del Anáhuac. La descripción de la ciudad deja paso
a la raza misma, que apenas se asoma, tiene un “gesto
de agradar” (Reyes OC II VdA:19), una voz no alta,
con una lengua diferente que dominan a la perfec-
ción. Aquí, Reyes señala la primera diferencia que
heredará la futura raza mestiza: el tono de voz
comparado con la suavidad de aguamiel, esta dife-
rencia fonética queda como los dulces chasquidos, “se
habla en secreto” (Reyes OC II VdA:18). Este tono de
voz heredado no es alto y esto será una característica
que el español mexicano heredará hasta un nivel
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 269
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

estético.92 Precisamente, en este segmento, la voz del


narrador apenas atreve el susurrante comentario,
“—comunicándoles su calidad y finura—” (Reyes
OC II VdA:19).
El siguiente segmento contrasta: el narrador defi-
ne toda una cultura a partir de los lugares importantes
para el indígena: los templos, el mercado y el palacio.
A la vez, define el número “tres” como símbolo de la
cultura indígena en contrapartida del número “cua-
tro”, para el español. Así, el tres simboliza la cultura
indígena, “la triple unidad se multiplica”, la triple
alianza Tenochtítlan, Texcoco, Tlacopan; Bernal cita,
por ejemplo, “Tres indios hay en la ciudad de México
—escribe—...” (Reyes OC II VdA:23)… se adelantaban
con tres reverencias: Señor —mi señor— mi gran
señor” (Reyes OC II VdA:25). Como número multipli-
cado: “Cuidan de ellas trescientos hombres” (Reyes
OC II VdA:26). Reyes supone que este simbolismo ha
ingresado temporalmente en el México actual, como
un destino irremediablemente cósmico, ya se ha refe-
rido al número tres como las tres razas, los treinta años
de paz augusta. Por supuesto, la estructura en cuatro
segmentos de Visión de Anáhuac representa este análi-
sis de la cultura mexicana que Reyes propone como
una suerte de herencia numérica: el número tres con
su continuación lógica, el número cuatro, de la cultura
española. 93

9 2 . Es precisamente la generación del Ateneo que comienza y plantea


la propuesta estética de una poesía mexicana con un tono “crepus-
cular” bajo.
9 3 . El análisis del cuatro lo he dejado para el apartado que le corres-
ponde.
270 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

Las voces acercan lo que puede ser cierto. Reyes


escoge redescribir, puntualmente, los tres sitios sim-
bólicos; comienza por el templo ya que para los
tiempos de Humboldt y de Reyes, lo único que queda
de la religión de los aztecas es la ostentación de la
piedra, las gigantescas moles, las pirámides. Mien-
tras que en 1519, en la hora del asombro, esas piedras
hacían retroceder al soldado cristiano porque sus
calaveras señalaban el sacrificio humano.
Cortés relata el segundo punto de reunión, el
mercado. Desde aquí el torbellino polifónico se evi-
dencia y continúa hasta terminar el apartado donde
los únicos momentos claramente definidos del narra-
dor sobresalen con las expresiones entre guiones.
Todo el texto semeja el discurso de Cortés, paráfrasis
que a la vez es Humboldt, Cortés, Reyes, juego poli-
fónico en donde el narrador ha seleccionado lo que
los dos primeros escriben, por supuesto, media su
propia interpretación de las lecturas.
El mercado constituye el comercio, la capacidad
de ese pueblo para administrarse económicamente,
sorprende el volumen de las riquezas que existen en
esta tierra. El conquistador se asombra de los tesoros
y verá en ellos el medio para convencer a la corona de
la pertinencia de la inversión en la conquista. Todo se
puede imaginar en el mercado porque no se sabe si en
el recuento las abundancias son imaginación de Cor-
tés: “—nos quiere hacer creer— sesenta mil hombres”
(Reyes OC II VdA:20) nos dice el narrador, de la otra
narración; “Allí venden —dice Cortés— joyas de oro
y plata, de plomo, de latón, de cobre de estaño [...]”
(Reyes OC II VdA:20), en estas expresiones el narra-
dor Reyes no sólo pone en duda lo que Cortés escribió,
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 271
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

sino refiere una fórmula: así está escrito por el mismo


europeo. Aunque por el estilo bien se sabe que es
Reyes: “Entre las vasijas morenas se pierden los senos
de la vendedora. Sus brazos corren por entre el barro
como en su elemento nativo: forman asas a los jarro-
nes y culebrean por los cuellos rojizos” (Reyes OC II
VdA:22).
Cita que describe el color de la raza indígena con
la cual el conquistador se encuentra, y que ninguna de
las voces había hecho referencia, lo que cobrará im-
portancia en el último instante del buscado mestizaje.
Para observar la técnica de inclusión de los
testimonios, Reyes no sólo cita de memoria, sino que
se ha apropiado del significado del texto de Gómara,94
la cita respeta el texto, pero a la vez se inserta en ella:
“‘Lo más lindo de la plaza —declara Gómara— está
en las obras de oro y pluma, de que contrahacen
cualquier cosa y color’” (Reyes OC II VdA:23). En esa
vertiginosa enumeración de cosas nuevas, el narra-
dor utiliza las voces, el zumbar y el ruido de la plaza,
sonidos a los que refiere Bernal, y que desbordan la
imagen en “un mareo de sentidos, como un sueño de
Breughel,” (Reyes OC II VdA:22). El último punto de
este apartado es el emperador Moctezuma, quien
representa el poder político, que en toda su majestad
sólo puede compararse con el occidental rey Midas.
Reyes utiliza otra estrategia narrativa, la inclusión de
citas más directas, intercaladas unas como texto apar-
te, las otras ingresan al orden de lo narrado.

9 4 . El sentido de esta técnica es una declaración de Reyes: Gómara


escribió sobre Nueva España a través de lo que otros le declararon
haber visto.
272 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

Moctezuma “vestíase todos los días cuatro mane-


ras de vestiduras, todas nuevas, y nunca más se
las vestía otra vez. Todos los señores que entra-
ban en su casa, no entraban calzados” y cuando
comparecían ante él, se mantenían humillados,
la cabeza baja y sin mirarle a la cara. “Ciertos
señores —añade Cortés— reprendían a los espa-
ñoles, diciendo que cuando hablaban conmigo
estaban exentos, mirándome a la cara[...]” (Reyes
OC II VdA:25)

La situación narrativa es dialógica, Reyes narra-


dor y Cortés. El narrador disimula una reunión entre
Moctezuma y Cortés, en donde la visión del último
perfila al emperador azteca. Esta forma de presentarlo
nos acerca al personaje, al ser el narrador presencial
quien nos describe la situación en el palacio.
La polifonía del momento en la hora del asombro,
queda a un lado; ese momento histórico fue único e
irrepetible. Después vienen las guerras, la devastación
que ya nos había anticipado.95

III: Los nuevos magos

La voz del narrador vuelve a sí misma (deja el vértigo), a


la interpretación y a la guía. En este tercer apartado decide
hablarnos en dos momentos: una introducción al tema de
la flor en la naturaleza y en la vida indígena, en América
y en México. Un segundo momento, en un segmento
separado, del valor de flor en la poesía prehispánica.

9 5 . Reyes adelanta con la presentación de estos tres puntos (el templo,


el mercado y lo político) el análisis fundamental de procederes
propios del mexicano, que generaciones futuras de escritores
integrarán como suyas.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 273
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

Pero la referencia a la cuantía de la flor en la vida


indígena prehispánica se establece en otro momento
histórico, el siglo XIX. Reyes abre este apartado con una
cita de “El Nigromante”, Ignacio Ramírez, quien formó
parte de la primera generación que defendió la recons-
trucción de la lengua indígena como parte del progra-
ma liberal. Alfonso Reyes centra la herencia de la
cultura prehispánica en la simbolización de la flor. En
el manejo del presente se ilustra cómo la flor permanece
en la cultura mexicana, está en fondo, en la piel, en las
vasijas de barro, lo que la olla fastuosamente luce. Sin
embargo, otra flor está perdida, la flor de la poesía, por
lo cual categóricamente escribe:

Hay que lamentar como irremediable la pérdida


de la poesía indígena mexicana. Podrá la erudi-
ción descubrir aislados ejemplares de ella o pro-
bar la relativa fidelidad con que algunos otros
fueron romanceados por los misioneros españo-
les; pero nada de eso, por muy importante que sea
compensará nunca la pérdida de la poesía indí-
gena como fenómeno general y social. (Reyes OC
II VdA:29)96

En la introducción al segundo segmento, el na-


rrador se pregunta de manera tajante, ¿Entonces,
qué busca en una poesía perdida? La respuesta: no
sólo la poesía como producto ideológico, “general y
social”, sino también los elementos de la memoria de

9 6 . En los años que seguirán, sobre todo posrevolucionarios, los


intelectuales mexicanos se dedicarán a compilar poesía indígena
mexicana. El trabajo más amplio es de José María Garibay, con tres
tomos de ésta, libros publicados a mediados de la década de los
treinta.
274 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

un pueblo, los rastros que han quedado de él en el


otro pueblo, el mestizo. Por eso señala las tres razas,
que son casi las tres civilizaciones: una perdida, la
otra española, una última, en formación, la del Méxi-
co contemporáneo, la del mestizaje. En la poesía
nahoa este proceso de formación se clarifica al ver
que los poemas nahoas fueron romanceados por los
españoles. Por este motivo, la llamada “la flor de la
poesía” queda como una temática que no es propia-
mente Europa, ni indígena; por otro lado, adopta la
cultura de la lengua del conquistador por lo que su
ritmo, métrica, no son indígenas, comienza a formar-
se la mexicana, la poesía mestiza.
Desde este sentido de tradición, Reyes delimita
perfectamente bien: del pasado de Netzahualcóyolt
hasta Luis de Velasco (1564), de éste a Porfirio Díaz
(Reyes OC II VdA: 15). Esta tradición mexicana se
sustenta sólo en la civilización occidental. En esto
Reyes es tajante: la cultura mexica sólo es representa-
da por un “alarde de piedras”, plenamente es “un
pasado absoluto”. En este sentido, la cultura prehispá-
nica náhuatl (no precisa si también en las diversas
culturas americanas) contribuyó al mestizaje cultu-
ral de México sólo asimilándose en sus formas, en sus
pensamientos, en sus representaciones, ya que el
hierro se impuso al barro, el alfabeto a la escritura
pictográfica. Para Reyes, el alfabeto simboliza —en
su nivel más básico— a la civilización. De la “escritu-
ra” prehispánica sólo quedaron muestras de códices,
los cuales no se leen directamente, sino a través de
estudiosos que reinterpretan sus signos.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 275
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

Alfonso Reyes propone, entonces, que la labor


del rey poeta Netzahualcóyotl, que ha sobrevivido
gracias a los recopiladores españoles, es parte de la
tradición occidental. Para la historia y la poesía
prehispánica, este trabajo tuvo dos tamices, el prime-
ro, la recopilación de la poesía y de la historia —en un
primer momento, realizada directamente por el cro-
nista con una traducción directa del nahoa al espa-
ñol—; un segundo, la enseñanza del español a indí-
genas, quienes también traducen los códices o las
recopilaciones. Sobre esta base, el pensamiento de
Reyes ve a Netzahualcóyotl insertado en la tradición
de la escritura hispánica; es decir, en el tamiz, lo que
Netzahualcóyolt representó desde el punto de vista
nahoa, ya es un pensamiento mestizo, un pensamien-
to que tiene su base en lo hispánico, en lo occidental.
Por supuesto, Netzahualcóyotl es la reescritura de
España en América, Ruiz de Alarcón representa la de
América en España; Luis de Velasco, la representa-
ción del poder de España en América; Porfirio Díaz,
la simbolización (para el momento histórico de Re-
yes) de cómo ejerce el poder el mestizo, último ele-
mento que devastará su valle metafísico.
Así, de los trescientos años de colonia sólo per-
manece una triste referencia: “que poco hay de co-
mún entre el organismo virreinal y la prodigiosa
ficción política” (Reyes OC II VdA:14). Es decir,
Reyes percibe todos los años anteriores como periodo
de formación de lo mexicano, el siglo XIX, con los
liberales (como Ignacio Ramírez) y los conservadores
(como Joaquín Pesado). Ramírez, reitero, propone el
estudio de la lengua indígena; Pesado traduce algu-
nos poemas indígenas, “[...] aquella colección de
276 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

Aztecas en que Pesado parafrasea poemas indígenas


[...]” (Reyes OC II VdA: 30).
Reyes interpreta el poema “Ninoyolnonotza” y co-
menta un poema del ciclo de Quetzalcóatl. En su análisis
busca integrar la huella del pensamiento occidental en la
poesía indígena mexicana, y escribe: “La parte final
decae sensiblemente, y es quizá aquella en que el misio-
nero español puso más la mano” (Reyes OC II VdA:32).
Aunque no sólo es lo español, sino también es la
integración de los ritos, “Anuncianlas ya los ritos
dionisíacos [...] y perduran todavía en el sacrificio de
la misa.” (Reyes OC II VdA:32). La presencia de las
flores, que en un principio parecía verse como origi-
naria de la cultura prehispánica se presenta como
una imagen que “evocan en el lector la figura de
Sulamita en pos del amado” (Reyes OC II VdA:32), es
decir, propiamente en la tradición judeo occidental.
En el otro poema, el análisis se centra en el tema
del héroe desarrollado por todas las culturas occiden-
tales, por sus mitos semejantes: Perséfone, 97 Adonis,
Tamuz, sólo se señala una sola diferencia, en el culto
mexica el héroe tal vez nunca resucite. Las compara-
ciones de Reyes se extrapolan a otras regiones: “este
nuevo Arturo” (Reyes OC II VdA:33) donde muestra
cómo el guerrero señala su identidad mexica: “e
impidiendo la dominación del bárbaro azteca, habría
transformado la historia mexicana” (Reyes OC II
VdA:33); pero el mexicano se funde con esa antigua
raza lacrimosa y solemne, obsesionada con la flor.

9 7 . Perséfone, la hija primaveral de Démeter, fue secuestrada cuando


recogía flores en los campos.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 277
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

IV: El progreso del peregrino

Reyes estructura Visión de Anáhuac en cuatro aparta-


dos, al dividirla así, cobra un significado especial
cuando se entiende que el libro propone una reunión
de intereses y valores culturales de los más diversos.
En ese sentido, este cuarto apartado, no cierra el
libro, no pone punto final, sino más bien concluye un
ciclo, e inicia otro (el quinto sol, regeneración), es
parte de ese México en construcción: “Cuatro veces el
Conquistador Anónimo intentó recorrer los palacios
de Moctezuma: cuatro veces renunció, fatigado” (Re-
yes OC II VdA:27). Pese al punto final, no se termina
nada, al contrario, la eternidad en los goces invita al
conjunto de España y de Europa —realza Reyes—
(pese a las historias en conflicto) el “nosotros” se une.
Presente que debe unir e integrar tanto a España
como a México en el progreso peregrino para inser-
tarlas en otra tradición: la inglesa, que se encuentra
en todo su apogeo para los años de 1915.
La escritura diplomática de Reyes disimula la
ocupación del puerto de Veracruz en 1914 por el
ejército norteamericano. Al igual que Altamirano,
Sierra, Martí, Reyes antepone Europa como punto
para equilibrar el fiel de la balanza. Keats y Bunyan,
dos poetas ingleses, representan el sutil contrapeso;
simbolizando con ello que es en la cultura (y no en las
armas o en el progreso sin humanismo) donde se
encuentra el punto de reunión para la humanidad.
Este presente continuo lo expone en un sólo párrafo,
lo que simboliza la unión a través del pronombre
nosotros —incluidas otras culturas—, la reiteración
del verbo “unir” a lo largo del párrafo, y reforzándolo
278 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

por la reciprocidad del “nos”. La fusión de culturas se


encuentra tanto en América como en España, en el
esfuerzo, en la comunidad, en la búsqueda de ese
instante en donde “El choque de sensibilidad con el
mismo mundo que labra, engendra un alma en co-
mún” (Reyes OC II VdA:34). Alma universal que
debe buscarse a través de un pensamiento conver-
gente para ingresar a la modernidad con la poesía:
“No renunciaremos —oh Keats— a ningún objeto de
belleza, engendrador de eternos goces” (Reyes OC II
VdA:34). La polifonía textual conjunta ese nosotros,
en donde se incluye, gracias al narrador, a Keats, a
Bunyan, el signo de la búsqueda del sincretismo
cultural que Reyes ve en Anáhuac, en América como
principio valioso para la integración de la humani-
dad en una sola. Por supuesto, Visión de Anáhuac
señala que por más divergentes que sean los caracte-
res culturales se debe estar en esa hora del asombro
para poder integrarse como tales, ver en las diferen-
cias las igualdades. Desde este principio, el libro
construye también la visión que los españoles y Euro-
pa han tenido de México, pero a la vez, la visión que
un mexicano tiene de sí mismo. Una cultura no debe
renunciar a conocer a otra, como el Conquistador
Anónimo renunció al palacio de Moctezuma.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 279
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

Reyes en el Olimpo

“Yo debo de haber sido griego en otra vida.”


Alfonso Reyes. Marginalia: 460

Alfonso Reyes fue un helenista completo como lo


evidencian sus obras en torno a la temática griega:
Crítica de la Edad Ateniense; La Antigua Retórica; Reli-
gión Griega; Mitología Griega; Los Héroes; Junta de
Sombras; Estudios Helénicos; El Triángulo Egeo; La
Jornada Aquea; Geógrafos del Mundo Antiguo; Algo más
sobre los Historiadores Alejandrinos; Los Poemas
Homéricos; La Ilíada; La Afición de Grecia; Rescoldos de
Grecia; La Filosofía Helenística.
Para la generación de Alfonso Reyes (significa-
tivamente llamada “El Ateneo de la Juventud”) Grecia
dejó de ser un palimpsesto para convertirse en el mode-
lo “heredado”, “a seguir”, “analizado”, integrado como
parte de nuestra cultura occidental; el paradigma que
podía dar la vuelta de tuerca a la deshumanización en
la que había caído el positivismo mexicano, aún más, la
misma modernidad. Los ateneístas veían el arquetipo
griego como la base de nuestra herencia occidental.
280 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

En este trabajo se sostiene que, al final de su vida,


los griegos recobran importancia porque él no encuen-
tra la resonancia griega en los jóvenes intelectuales
mexicanos de los cuarenta y cincuenta. Para el mundo
europeo, Grecia es una vuelta de tuerca a la recupera-
ción de sus más básicos valores. Para América y para
México, Grecia es la tradición occidental que represen-
ta la occidentalización de la utopía americana; es
decir, se presenta como la opción moderna del desa-
rrollo de las bases culturales de Grecia.

La totalidad griega: ser griego


El estudio que Reyes dedicó a los griegos fue íntegro:
religión, costumbres, educación, viajes, anecdotario,
reflexión, patria, guerra, textos, traducciones, orato-
ria, discursos; imposible abarcarlos todos en este
breve capítulo. Lo cierto es que Reyes reconstruyó el
Olimpo para la tradición, insisto, mexicana, america-
na y universal.
La pasión por Atenas clásica fue grupal en el
Ateneo de la Juventud, pero el desarrollo de las ideas
griegas por sí mismas, la exploración de sus nuevos
horizontes aplicados a la cultura moderna, así como
estar al tanto de los nuevos estudios helenistas, úni-
camente fue efectuado por Alfonso Reyes.
Alfonso Reyes acredita dos momentos claves en
su estudio sobre los griegos: el primero, corresponde
a la etapa del Ateneo de la Juventud; un segundo
momento, desde mi punto de vista, inicia con el libro
de Crítica de la Edad Ateniense (1941) y llega hasta el
final de sus días. Estos dos periodos son importantes
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 281
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

para el trabajo ya que a la distancia temporal parecie-


ra que sólo fue de 1908 a 1914 el tiempo en el que los
ateneístas se dedicaron a los griegos. Pero, en el caso
de Reyes esta afición por Grecia continuó; él siempre
estuvo pendiente de lo que se hablaba y se escribía
sobre ella.98 Entre estos dos periodos, entre el Ateneo
y Crítica, Reyes se dedica a México: el libro de Cues-
tiones Estéticas se conjunta con el libro de Capítulos de
Literatura Mexicana; la pasión por Grecia se iguala a la
de México. En este sentido, detrás de cada palabra
dedicada a Grecia está un punto de encuentro con
México. 99
Creo que una de las razones de peso por las
cuales Reyes recomienza en la década de los 40 su
trabajo sobre Grecia se debe al “olvido” en el que los
intelectuales mexicanos tienen los estudios sobre ella.100
Desde mi punto de vista, Reyes desea enseñar a los
jóvenes su predilección por los griegos, mostrar las

9 8 . De hecho, Ifigenia cruel, para muchos el más alto poema de Reyes,


se publica en 1924.
9 9 . Fina García Marruz distingue tres Grecias en Reyes: “La primera es
un poco la Grecia bucólica del modernismo, cabalga en los alejandrinos
rubenianos (…) La segunda es la Grecia trágica, la de la catarsis
personal de su Ifigenia cruel, y la tercera la pudiéramos llamar, con
alguna licencia, la Grecia cristianizada, en cuanto en ella los dioses
parecen encarnar en la vida diaria, y hasta sentarse a compartir
comidas eucarísticas: es la Grecia de su “Ceres casera” y de su
“Homero en Cuernavaca”. (Rangel 1996 Vol IV: 136); en el estudio
se coincide con García Marruz con una pequeña digresión, son dos
etapas de ardua dedicación a los estudios griegos; mientras Ifigenia
cruel es esa catarsis personal que desemboca en un inolvidable
poema.
1 0 0 . Los estudios sobre Grecia se mantienen en los claustros de las
universidades, pero pocas veces extienden su radio de influencia
a la sociedad.
282 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

cualidades de un sitio tan especial como Atenas que


en algún momento le llevó a escribir, “Creo firmemen-
te que toda villa es Atenas, siquiera a ratos” (Reyes
OC I: 161) C.E. “Horas áticas de la ciudad” (1910).
Esto que escribió hacia 1910 será la constante que le
lleve a recordar treinta años después:

Desde 1906 cuando menos los temas helénicos


andan en mis poemas. Y en el mismo año de 1908
en que creo haber escrito “La evocación de la
lluvia”, el afán por desentrañar la continuidad
pagana que corre del mito antiguo al cristiano
nos llevó a celebrar una íntima fiesta literaria la
noche de navidad, fecha coincidente con la que se
ha atribuido al nacimiento de Dionisos. ( Reyes
OC XIV: 130) LEL. “El Revés de un párrafo” (1940).

La entrega de Reyes sería para siempre, porque


considerará la cultura helénica como la fuente de la
esencia del mundo occidental, surgido a partir del
sincretismo. El trabajo de Reyes es una reconstrucción
de las fuentes griegas para interpretar su transcendencia
en el mundo moderno: Grecia no sólo dibujó al hombre,
lo determinó desde su espíritu. Al recordar la tragedia
griega, Reyes ve cómo a través de ella se dibuja el
material de lo humano, se superpone la base del proto-
tipo griego:

Pienso que la tragedia helénica es más universal


que humana y que sólo tiene de humano lo que
necesariamente ha de tener siendo humanos los
elementos que la integran, siendo formas huma-
nas los elementos de expresión de que se vale el
poeta trágico. (Reyes OC I : 44) C.E. “Las tres
Electras del teatro ateniense” (1910).
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 283
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

Éste es el principio de universalidad buscado


por Alfonso Reyes; el ser humano que tenga ese
carácter universal, en donde las fronteras sólo dibu-
jen las divisiones de materia, de cultura, de los respe-
tables modos de ser de cada uno, de cada comunidad
y de cada lengua, con sus propias valoraciones, sus
propios significados. Por supuesto, aquí cabe la pre-
gunta, ¿Por qué Grecia? Porque Grecia es la fuente, a
la vez, la utopía. Ésta no sólo como realización de
gobierno (democracia), sino como la búsqueda espi-
ritual del hombre, el humanismo más puro se encon-
trará en Grecia. De esta forma, no se puede escribir
sobre ningún influjo específico de Grecia, su cultura
es permanente, es parte de la formación del hombre
como principio básico de su educación, Grecia reúne:
ciencia, amor, filosofía, literatura, arte; pero sobre
todo: “En los días de la libertad griega, ser griego
significaba ser ciudadano de determinado cantón
helénico. Después de Alejandro, ser griego significa
poseer la cultura helénica.” (Reyes OC XX: 305) LFH
“La transición”.
Alejandro es quien extiende la visión helénica —a
través de sus conquistas—. Reyes cree que ese es el
helenismo que ha llegado hasta la América moderna,
legándonos no sólo la antigüedad como unidad históri-
ca, ni la unidad del llamado mundo occidental, sino
también la pertenencia a una patria cultural, ya que es
la antigüedad griega la que une a los pueblos de Europa
y de América, pese a sus diferencias raciales y naciona-
les. El inconfundible rasgo de lo occidental, que no es
parte de la geografía, ni de la raza, sino de la cultura
heredada. América es tan occidental como Europa
por su herencia: Grecia. No hay duda en Reyes, todos
284 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

los occidentales, después de Alejandro, son griegos.


El mundo griego equilibra, dispone, representa ese
núcleo que todavía impresiona e irradia su espíritu.
El hombre organiza sus estructuras del mundo a
partir del mundo griego, en sus categorías más ínti-
mas e ínfimas. Es decir, Grecia no sólo es un recuerdo
o una moda para Reyes; Grecia está en la filosofía, en
la historia, en la metodología de las ciencias, en la
arquitectura, en fin, en la búsqueda del equilibrio
entre el hombre y su entorno.

Si tal cultura no tuviese la importancia que tiene


como fundamento de la nuestra y como savia que
nos alimenta todavía —al punto que, en cierto
sentido, seguimos pensando y hablando en grie-
go—, su solo aire de desfile bien organizado y
conforme con las necesidades de la mente basta-
ría a explicar la atracción que ejerce sobre noso-
tros. (Reyes OC XVII: 309) JdS. “Aspectos de la
lírica arcaica” (1944).

Por supuesto, esta Grecia que en Reyes se en-


cuentra dibujada, planeada, utópica, se ha mezclado
con las cualidades de la ensoñación latina. México
hereda una Grecia que dialoga con otras culturas,
sobre todo, con Roma, y con lo judeo-cristiano. 101 El
legado griego 102 no sólo es su arquitectura o sus

1 0 1 . Desde el punto de vista de este trabajo, una de las líneas de estudio


que Reyes no logra profundizar es el judaísmo como filosofía en
constante relación con la filosofía griega. En este sentido, Reyes
apenas vislumbra posibilidades en esa conexión; en este trabajo,
sólo queda la sugerencia para futuras investigaciones.
1 0 2 . Significativamente, Reyes mantiene el espíritu griego idealizado
en todas sus formas; así, pese a estar en Europa no viaja a Grecia.
“Sin embargo, por lo que a Grecia toca no desembocó nunca en una
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 285
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

estatuas o su espacio, sino la herencia de su pensa-


miento plasmado en sus escritos. El valor de la heren-
cia griega radicó en la designación consciente de su
cultura, organizándola para la educación y difusión
de la misma, y constituyendo parte inherente de la
formación humana. Así, Grecia trasmitió para la
posteridad sus conocimientos. Por supuesto, el pen-
samiento permaneció gracias al interés de los latinos
(esa fue la conquista de Grecia) por el trofeo cultural
que representó Grecia.

Tras la ruina de Grecia, Roma cayó bajo la mágica


influencia de la cultura helénica. Los libros grie-
gos se derramaron en Roma a montones, prime-
ramente en calidad de botín. También se trasla-
daron a Roma algunos traficantes griegos de
libros. (Reyes OC XX: 381) LyLelA “Editores roma-
nos” (1952).

Lo que arriba con la escritura es la cultura, es la


permanencia del pensamiento que, sutilmente, con-
quistará a Roma, como menciona Reyes: “El vencedor
absorberá las virtudes del enemigo muerto como
sucedió entre Grecia y Roma, cumpliéndose así la
pintoresca superstición del salvaje” (Reyes OC XI:
172) TYO “Discurso por Virgilio” (1937). Pero esta
lección, no sólo es para Roma, lo es para los demás
pueblos que tienen intenciones imperialistas. Al fi-
nal, dice Reyes, la cultura, el pensamiento coherente

actitud de indiferencia ante las circunstancias y vicisitudes del


modelo. No ocultaba su profunda nostalgia de aquello que,
siéndole familiar, desconocían de hecho sus sentidos. Si se abstu-
vo del viaje físico, fue porque temía la decepción.” (Robb Vol III
1996: 675) García Terrés, “Nueva junta de sombras”.
286 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

y constructivo triunfarán sobre la soberbia de los


pueblos imperialistas.
En ese mundo griego, finalmente, se encuentran
las más diversas esencias, el hombre únicamente
debe acercarse a ellas: “No hay que tener miedo a la
erudición. Hay que contemplar la Antigüedad con
ojos vivos y alma de hombres, si queremos recoger el
provecho de la poesía.” (Reyes OC XVII: 254) JdS. “La
estrategia del gaucho Aquiles” (1945).
Cuando Reyes aconseja no tener miedo a la eru-
dición proyecta ya la cada vez más fuerte tendencia a
una tecnología sin humanismo; y asume como contra-
partida al espíritu de la máquina, los ojos vivos, el
alma, sobre todo, la poesía.

El aire que se respira:


la cultura griega
En un momento anterior de este apartado se señalan
dos puntos claves en la escritura de Reyes, muy apega-
dos al espíritu griego. Reyes ve la necesidad de proveer
una nueva relectura de los griegos sobre todo ante el
desaliento de la modernidad occidental (que ha olvida-
do a los griegos). Reyes se propone, desde nuestro punto
de vista, alimentar a las nuevas generaciones con ese
espíritu103 que a él lo invadió desde temprana edad.
Para ello, tenía que dar respuesta y caracterizar el valor

1 0 3 . Una manera especial de Reyes al escribir sobre Grecia es: “Aquí


palpita Grecia con la gracia de su libertad, que es como debe
palpitar, y no encasillada en capítulos de un ascetismo académico
[...]” (Rangel Vol II 1996:145) Vitier, “Junta de sombras”.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 287
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

de los griegos en los momentos de la propia actualidad


que se vivía, no sólo en México y en América, sino en el
mundo entero. Luego, lo que para el maestro era obvio
para los demás no, era necesario una pregunta básica:

¿Para qué ocuparse de Grecia? No es de actuali-


dad. Tampoco lo es el aire que se respira. Porque
sucede que todavía pensamos, hablamos y obra-
mos en griego —sepámoslo o no—, aunque con
frecuentes faltas de lógica, de sintaxis y de con-
ducta. Es decir, como los mismos griegos. (Reyes
OC XX: 35) RdG “El mundo espiritual de los
griegos” (1966).104

Como respuesta Reyes señala que los griegos no


pueden ser una moda, sino un encuentro con el espí-
ritu del hombre mismo. Aunque se desconozca esa
cultura, no existe argumento para dejarla a un lado
porque nuestros actos son guiados por la razón, que es
griega. La contribución griega ha sido un influjo de
elección, buscado por América: concretamente con-
vertido en propósito e ideal histórico. Ante la decaden-
cia del Occidente europeo es válido ocuparse de Grecia
porque es el modelo inspirador, el que promueve
nuevos efectos espirituales en cualquier cultura. No
puede ser tema de moda aquella fuerza capaz de
renovar el imperio romano (bizantino), el Renacimien-
to europeo, el humanismo del XVII y XIX, la utopía
americana. En esos términos, la reunión entre el hom-
bre moderno y la tradición griega se hereda a través de
la cultura:

1 0 4 . El texto fue publicado póstumamente, como la fecha lo señala,


hasta 1966.
288 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

Pero si por cultura entendemos el descubrimien-


to y valoración de la persona humana, tal como
ha llegado a enraizar en la civilización occiden-
tal, al punto de asumir la solidez de evidencia
ética, entonces para nosotros no habrá más cul-
tura que la inventada por Grecia, y luego propa-
gada por Roma y por el Cristianismo. Somos
pueblos helenocéntricos. A su vez, la cultura
helénica es antropocéntrica. La obra por excelen-
cia del genio griego es el hombre. (Reyes OC XVII:
309) JdS. “De cómo Grecia construyó al hombre”
(1943).

Reyes también demuestra que no todo es pasión


por el estudio de Grecia, sino que debe estudiarse
porque Grecia representa el embrión —dirá después—
del elemento de la persona, vista como ciudadano; el
individuo adquiere un valor inédito en la sociedad.
Grecia enseña la libertad al individuo, la tolerancia a
las diversas formas de gobierno. Además, escribe su
ética, su propuesta para el cumplimiento de los mo-
delos de gobierno, y de las formas de comportamien-
to del individuo en la sociedad. Por supuesto, Grecia
no impone su manera, ella ha dejado el razonamiento
para llegar a tales conclusiones, no es la imposición
de la fuerza, sino la fuerza de la razón es quien guía.
A través de Roma y del cristianismo, nos llega la
virtud de Grecia, porque:

Grecia está en el origen de nuestra vida, nuestro


pensamiento, nuestra arquitectura lingüística,
nuestros hábitos. Grecia es el embrión, pero un
embrión que presenta dos singularidades casi
increíbles [...] Y sucede que Grecia, en el orden
filosófico y artístico, sigue siendo un término
ejemplar [...] Y sucede que Grecia es ya una rosa
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 289
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

de los vientos, una estrella náutica, un centro de


rumbos definidos. (Reyes OC XVIII: 23) EH “Pre-
sentación de Grecia” (1949).

En Grecia se origina la integridad, además conti-


núa creciendo, incrementándose en la cultura huma-
na que basa su centro en el pensamiento griego, ejem-
plo en todos los ámbitos. No hay arte o rama del
conocimiento que se desarrolle sin tener la base griega,
el método es griego en su umbral, y éste ha definido el
rumbo, como lo menciona Reyes del hombre y el
espíritu humano, de Grecia parte todo: “La literatura
griega, y por consecuencia la europea, comienza por
Homero.” (Reyes OC XVII: 241) JdS. “Prólogo a Bérard”
(1945); continúa su desarrollo precisamente porque la
cultura moderna se ha ocupado de explicar sus temas,
como decíamos anteriormente, Grecia se encuentra en
dondequiera:

Hay que rescatar la verdadera figura de la Grecia


prehistórica por entre una maraña de confusio-
nes y de rutinas escolares. Hay que abandonar la
manía de echarnos fuera de Grecia para entender
a Grecia. (Reyes OC XVII: 277) JdS. “La aurora de
la investigación” (1944)

La erudición que emana de Grecia debe anali-


zarse, estudiarse, criticarse, ya que a través de la
interpretación de su cultura se comprenderá, como
reflejo, el ser mexicano. Esta cultura occidental está
en México, en América, porque la estructura históri-
co-social proviene de ahí, sobre todo, se tiende a
buscar a la “Grecia, la auténtica Grecia que amamos”
(Reyes OC XVI: 190) RG (1964), que fundamenta la
civilización por sus fuertes valores morales, éticos,
290 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

sociales, políticos, que permitirán seguir en esa explo-


ración del espíritu humano.
Es la crítica griega fuente de todo desarrollo,
tanto tecnológico como filosófico, su sistema crítico
permite el avance del hombre en todos sus aspectos ya
que Grecia buscó la libertad —tanto en el individuo,
como en la sociedad— a través de la crítica, que
implica la toma del libre albedrío para eximir moral-
mente al individuo de la subordinación al Estado: “Sea
esto dicho sin incurrir en la querella de Perrault y
Boileau sobre los antiguos y los modernos. De toda
suerte, la crítica nos vino de Grecia.” (Reyes OC XIII:
29) LCEA. (1941).
La cultura y la educación moderna se basan en la
griega porque su organización, su estructura, por más
que los edificios se hayan modificado, cuentan con los
mismos elementos constructivos que los griegos:

Cultura y educación son funciones concomitan-


tes. La Educación en la Edad Ateniense se inspiró
en la filosofía política y tenía por fin esencial
construir ciudadanos pero se la confiaba sobre
todo a la iniciativa particular, ya en los grados
elementales del gimnasio, ya en las enseñanzas
superiores, que hoy llamaríamos universitarias,
de filósofos y sofistas. (Reyes OC XX: 189) LFH
“La transición”.

El principio moral se conoció por Grecia, éste es


importante porque permite el desarrollo del hombre
con sus propias reglas y condiciones sociales; este
sistema establece las condiciones para que el hombre
acepte que es parte integrante de la formación de su
destino:
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 291
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

Los antiguos griegos, creadores del mundo cul-


tural y moral en que todavía vivimos, llamaban
aidós a este sentimiento de la propia dignidad; y
le llamaban némesis al sentimiento de justa indig-
nación ante las indignidades ajenas (y no a la
venganza como suele decirse). Estos dos princi-
pios del aidós y la némesis son el fundamento
exterior de las sociedades. (Reyes OC XX: 492)
CM “Lección V” (1944).

Inclusive para la cultura popular Grecia es, fi-


nalmente, ese aire que respiramos todos:

Es chiste de la conversación decir que quien no se


casa se arrepentirá de vivir soltero, y el que se
casa, de vivir casado. Nadie se atreverá a buscar
aquí un contacto con la cultura griega. Sin em-
bargo, ese chiste lo decía ya Sócrates, según tes-
timonio de Diógenes Laercio. La humanidad con-
vive y se mezcla hace muchos siglos. (Reyes OC
XIV: 59) LEL. (1941).

Grecia es la risa, Grecia está en la nimiedad; con


ello Reyes demuestra que no sólo es alta cultura: la
Grecia se posee. La cultura moderna popular cuenta
con esos rasgos que son propios tanto en unos como en
otros. Muchas de las veces son situaciones que Reyes
utiliza para hacer más comprensible la actualidad de
Grecia, pero también es llevar a mínima expresión toda
la herencia griega.

Los griegos y la nación


Reyes se forma en el periodo de la “paz augusta” del
porfiriato. Momento histórico en el que coexisten dos
movimientos claves en México: los escritores modernis-
292 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

tas y los realistas, ambos deseaban que México se


integrara a la intelectualidad mundial. Los modernis-
tas desde su poesía105 y los realistas desde una fuerte
narrativa crítica. Para esos momentos históricos, la
nación parecía estar definida en sus más profundas
entrañas, se buscaba integrarse a ese mundo contem-
poráneo.
Este trabajo sostiene que una de las maneras
cómo se completa el intelectual mexicano al mundo
occidental es mediante el pensamiento griego; el estu-
dio de esta cultura toma fuerza con los ilustrados
mexicanos y es una herencia que desarrollan durante
el siglo XIX. El legado alcanza su máxima expresión
con el grupo de los ateneístas (1908-1913), y en
Alfonso Reyes encuentra su mejor discípulo, quien
analiza su propia tradición:

“La batalla aconteció en el mes Broedromión, no


desconocido en la poesía mexicana” Reyes con-
tinúa con una nota a pie de página: “S. Díaz
Mirón “Broedromión” en Poesías, New Cork,
Beston and Co., 1895, pp 83-4. Los magníficos
tercetos pintan un triunfo griego, sin la menor
referencia a las amazonas.” (Reyes OC XVI: 295)
RG (1964).

Es Justo Sierra quien tiene la conciencia histórica


de heredar el mensaje griego a las nuevas generacio-
nes a través de las instituciones: la Escuela de Altos
Estudios, la Universidad; así como alentar a los jóve-

1 0 5 . El modernismo no fue sólo un movimiento poético, también


incluía narraciones; sin embargo, los escritores son mejor conoci-
dos por su poesía.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 293
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

nes ateneístas a desarrollar su propio programa helé-


nico. Justo Sierra, pues, desempeña un papel impor-
tante en esa conservación de los ideales ilustrados.
Como menciona Legrás:

Pese a que los ateneístas se consideran a sí mis-


mos la antípoda del sistema cultural del
porfiriato, sus primeros pasos en el mundo de la
cultura fueron facilitados y apoyados por Justo
Sierra, uno de los funcionarios más influyentes
de la administración porfirista por quien los
ateneístas profesaron verdadera veneración. Sie-
rra, a su vez, tal vez vio en los jóvenes ateneístas
la posibilidad de una transición más o menos
pacífica y controlada del aparato intelectual en
México. (Legrás 2003:4).

Para Reyes, el antecedente no sólo está en Justo


Sierra, sino también en los intelectuales de la Refor-
ma: Ramírez, Altamirano, Prieto,106 quienes aconse-
jaron las lecturas para las nuevas generaciones. So-
bre todo, aquellas en donde había una reunión entre
el pensamiento griego y la cultura patria:

Ante estas evocaciones, viene a nuestra mente el


fiero lamento de Ignacio Ramírez, en un instante
de exasperación nacional: “Y si la civilización
nos traicionara, no vacilaríamos en sacrificarla,
refugiándonos entonces en esa frontera hospita-
laria para todos los perseguidos, donde nos en-
tregaríamos todas las noches a la danza frenéti-
ca, inspiradora de las cabelleras.” (Discurso en la
alameda de México, 16 de septiembre de 1861.)

1 0 6 . No sólo como viajeros en la geografía, sino también como viajeros


en el pensamiento.
294 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

Tal es el grito dionisíaco en boca de un mexicano.


(Reyes OC XVI: 176) RG (1964)

La relación entre Ignacio Ramírez y el grito


dionisiaco no es casual, ya que el primero fue un
iniciador del estudio del pensamiento griego. El maes-
tro de maestros, como es conocido, planteaba, ade-
más, un regreso a ese humanismo clásico. Antepongo
la visión que Reyes tiene sobre Ignacio Ramírez por-
que se ha sostenido la siguiente idea:

[...] planean un frustrado ciclo de conferencias


sobre la antigüedad griega. Al principio la idea
los convoca y entusiasma; bien pronto sin embar-
go se dan cuenta que sin un conocimiento de la
antigüedad griega de primera mano el proyecto
estaba más allá de sus posibilidades. Los
ateneístas terminaron conformándose con una
fiesta pagana en honor a Dionisios en la navidad
de 1908 y con una velada inolvidable de lectura
de El banquete de Platón en el estudio del ingenie-
ro Acevedo. ( Legrás REV 2003: 39).

Este trabajo propone lo contrario: los ateneístas


recuperan el pensamiento griego como parte funda-
mental de la herencia intelectual que obtienen de sus
maestros mexicanos.107 Y en efecto, proyectan estudiar-
lo para consolidarlo como parte de la cultura mexicana.
Además, bien es cierto que no se había visto un
helenista tan completo como Reyes. Él trabaja a los

1 0 7 . No se descarta el arielismo, sin embargo, creo que es parte de esa


historia social compartida por América; es decir, coinciden en un
momento histórico la tradición de Argentina y de México, que
supongo parte de las coincidencias en toda América Latina.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 295
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

griegos de manera intensa, desde 1906108 —según sus


palabras— el tema le ocupa, es decir cuando Reyes
apenas tenía 16 ó 17 años; era demasiado joven como
para poseer un conocimiento de la antigüedad griega
de primera mano, sin embargo, este joven proyectó su
vida desde la perspectiva del estudio helénico. Las
etapas que marcó como helenista son: el Ateneo (1906-
1913), Ifigenia cruel (1924), Crítica de la edad ateniense
(1941), a partir de esta fecha Reyes se dedica casi por
completo al pensamiento griego hasta su muerte.
En este sentido, se debe recalcar que al regresar
Alfonso Reyes siente que la ciudad ha perdido el
“aire metafísico”. Los jóvenes intelectuales formulan
rupturas sin el conocimiento de la tradición griega.
Este desprendimiento de Grecia, obliga a Reyes a re-
enseñarla.
Los estudios de Reyes sobre los griegos se en-
cuentran separados de sus estudios sobre la cultura
mexicana o americana; sin embargo, siempre se en-
cuentran referencias enlazadas en uno y otro senti-
do, ya cuando es mexicana hacia los griegos, ya
cuando es de los griegos hacia México. Sobre todo en
el México post-revolucionario en donde ve una desin-
tegración de la ciudad (letrada-civilizada); en donde

108. Como se ha mencionado, quien guía a estos jóvenes en la búsqueda


de la tradición griega es Justo Sierra, de quien Vasconcelos recuerda
el siguiente consejo: “Lean ustedes a Platón, a Dante a Shakespeare
y después vuelvan a leer a Platón, a Dante y a Shakespeare.” (Carballo
1956: 18); como el lector ha apreciado, este consejo es idéntico a una
cita de Altamirano: “Los griegos y Shakespeare, es decir, los que han
traducido…,” citado el segundo apartado de Altamirano, página 18
de este trabajo.
296 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

el individuo estaba “libre” del orden de la ciudad-


Estado. En esto, para él, la “ilusión” de la revolución,
de la utopía social, debería encontrarse en la ruptura
de las formas de pensar. Así, siempre intentó recon-
ciliar lo viejo —lo griego— con el nuevo contexto
revolucionario —mexicano— para que el ciudadano
pudiese asumir un orden moral que le permitiera
construir la utopía americana desde cualquier punto
de sus circunstancias post-revolucionarias, y no sólo
en la lucha física, que significó la lucha por el poder.
El momento post-revolucionario mexicano represen-
tó para Reyes el mejor espacio temporal para integrar
la Grecia Clásica, la cultura occidental, a México y
América, ya que la primera consecuencia del movi-
miento fue la reestructuración de la base histórica-
social.
Pero el momento post-revolucionario mexicano
desarrolló la idea de un origen culturalmente mestizo
entre la cultura prehispánica y la cultura europea,
mientras para Reyes la cultura mexicana posee la
base occidental griega, a la cual se han asimilado la
náhuatl, la española, la méxico-americana. Así, el
mestizaje radica en el ámbito cultural, y no racial.
Pero respecto a la cultura prehispánica guardará un
utópico punto mítico de relación entre los griegos y
los aztecas: “Como se hizo para Orestes o para Netza-
hualcóyotl, prefirió guarecerlo contra los desmanes
del usurpador alejándolo del palacio.” (Reyes OC
XVII: 45) LH (1965).
Aquí se cotejan dos mitos antiguos: el griego y el
náhuatl, ambos están en la misma balanza, con un
detalle nimio, es primero Orestes, y de manera expli-
cativa e integrando al lector mexicano en el sistema
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 297
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

comparativo, un mito comprensible (como el de


Netzahualcóyotl que es bandera de la tradición de los
liberales mexicanos) que permita desarrollar una
imagen de lo que pudo pasar en Grecia. En este
sentido, las condiciones se equipararán.

Los griegos tenían del Oriente la misma idea que


tenían de América los descubridores, quienes
esperaban encontrar a cada paso los portentosos
países de Eldorado y las Amazonas. (Reyes OC
XVII: 360) JdS. “Fastos de maratón” (1939).

Los griegos no sólo quedan en los nombres de las


regiones o de los ríos, sino inmersos en la cultura que
se ha difundido en América. Para la “inteligencia”
americana, Occidente ha llegado con los griegos, pero
sobre todo, a partir de la cultura grecorromana, el
tamiz inevitable que tuvo que ver con el desarrollo de
la cultura hispánica para que “la Ilíada se fragüe —¡ y
aun la Eneida!” (Reyes OC X: 409) Homero en Cuernavaca
(1948-1951): una como ramificación de la otra. Ambas
son los antecedentes más antiguos y los más míticos:

Ahora bien, constaba por las más autorizadas tra-


diciones que el pueblo azteca debería entregar al-
gún día la tierra a unos hombres blancos —acaso
descendientes del civilizador Quetzatcóalt— quie-
nes vendrían de donde nace el sol y que eran los
verdaderos amos de todos aquellos vastos domi-
nios. (Eterna fábula del Retorno de los Heraclidas)
(Reyes OC XXI: 451) ACT “Moctezuma y la ‘Eneida
mexicana’” (1957).

Reyes perfila esa misma formación mítica en


donde los orígenes mexicanos son confusos, más por
un carácter de recuerdo remoto, que por ser ciertas.
298 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

Con el verbo “constaba”, Reyes elabora un discurso


encaminado a comprometerse con la cultura mexica-
na; pero sobre todo, deslinda el origen azteca al
señalar la posibilidad a través del “vendrían” y com-
para ese origen con otros mitos: el retorno de los
Heraclidas, La Eneida (que en este caso es mexicana).
Grecia, Roma y México tienen los mismos valores
porque son occidentales, su fuente es la proveniente
de ese mestizaje propio de las culturas antiguas: “Lo
que nos importa en último análisis —ya lo hemos
dicho— es la compenetración final, el fuerte hibridis-
mo de que ha de brotar la Grecia Clásica.” (Reyes OC
XVIII: 301) LJA “Las cuatro acayas” (1944).
Reyes siempre correlaciona el mundo moderno,
con los griegos, y con la cultura mexicana —prehis-
pánica y colonial, observa que la cultura mexicana (la
americana incluida) al igual que la griega es el resul-
tado de la conjunción de diversos valores: el mestiza-
je cultural. En el caso de la mexicana los valores
reunidos son: griegos, latinos, españoles e indígenas
americanos. Mezcla de esos primeros mestizajes, ra-
ciales y culturales, el español heredero de su propia
mezcla mediterránea (Roma, Grecia, España, Ara-
bia…), con las razas indígenas de México. Aunque
para Reyes, en la profundidad de los aspectos huma-
nos, la cultura helénica es la primera referencia cul-
tural. En cuanto a la integración cultural de los
indígenas Reyes plantea que ese mestizaje cultural se
encuentra en el desarrollo histórico social, ya que lo
ve como una cultura simétrica a la griega y por lo
tanto con las mismas bases: “El supuesto derecho de
los amos anteriores es tema socorrido: se lo alegó en
la conquista de Roma por Eneas, y en la conquista de
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 299
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

México por los Hijos del Sol.” (Reyes OC XVIII: 169)


EH “Dos comunicaciones”.
Lo que une a ambas culturas no es el contacto,
sino el principio universal de la formación de la
imagen del hombre por el hombre mismo, quien
puede crearla por su poder cognoscitivo. Pero cual-
quier momento puede ser comparable, a esa “Eneida
mexicana”, como la llama Reyes.

En el libro VII de la Eneida, el héroe llega hasta la


desembocadura del Tíber y se acerca a los domi-
nios del rey Latino, como Cortés se acercó a los de
Moctezuma. Latino, como Moctezuma, era un
monarca imbuido de religión y que consultaba
sus decisiones con los oráculos y los augurios.
(Reyes OC XI: 178) TYO “Apéndice sobre Virgilio
y América (1937).

Este es el nivel de cotejo referido en el trabajo y


que Reyes aplica para reinterpretar cualquier aspec-
to de la cultura mexicana como parte de la cultura
griega; así, en la lectura, Reyes está examinando lo
siguiente: el héroe es Cortés, el rey latino es Mocte-
zuma; ambos —tanto latinos como aztecas— coinci-
den en lo primigenio: deciden destinos a partir de los
presagios. De esta manera, Reyes nos señala el estado
embrionario en ambas culturas; por supuesto, la
herencia griega se fortalece por la permanencia de su
pensamiento a través de la escritura, mientras que la
cultura náhuatl es un alarde de piedra.
Los puntos comparativos entre la cultura griega
y la cultura mexicana se enlazan, también, cuando
Reyes considera que las correspondencias pueden
continuar en ese mismo sentido: “La nación se reduce
300 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

a las proporciones del coche en que Juárez peregrina-


ba, salvando las formas del Estado. Juárez —Eneas:
Juárez, el hombre que sale del incendio”. (Reyes OC
IX: 52) NS “México en una nuez” (1930).
La imagen que Reyes trasmite es la siguiente: el
héroe (un indígena americano) lleva consigo, a través
del territorio nacional, la fundación de la República.
No importa el exilio al cual se ve sometido, sino como
Eneas, en cualquier parte que él se encuentre, también
estará el Estado, la República. La heroicidad de Juárez
radica en llevar a cuestas la nación, como en el mito de
Eneas sucede. Pero no sólo es la comparación entre
personajes (de una memoria novelada) sino la relación
entre el desarrollo histórico de México y el de los
griegos. Para los intelectuales liberales del XIX, Juárez
encarna el prototipo de héroe, estadista, griego; por
ello, (independientemente del hecho histórico real)
Juárez representa el mejor ejemplo de occidentaliza-
ción mexicana: es un indígena con una cultura euro-
pea completa. Para Alfonso Reyes, Juárez es el mejor
ejemplo del empuje del indígena: Juárez representa el
campo y la ciudad; la personificación de que la ciudad
puede ir al campo, al fin, que la barbarie puede ser
civilizada. Juárez cumple con todas las características,
además, del héroe: el pastor que cuida ovejas, la tarea
de estudiar, la misión de salvar la patria.
Sin embargo, no es un héroe producto del “des-
tino”, sino es un hombre práctico, lo demuestra al
llevar a cuestas la simbolización de la patria, al
fusilar a Maximiliano, al proponer la leyes de la
Reforma, e incautar los bienes eclesiásticos. Es un
estadista griego porque en cada asunto Juárez actúa
impasiblemente, desde un análisis crítico.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 301
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

Así mismo, fue un presidente que, con un espí-


ritu liberal, luchó por la homogenización de la socie-
dad mexicana. Por supuesto, al igual que toda la clase
dirigente e intelectual de la época, Juárez deseaba la
occidentalización de México. Se perfila como el mejor
representante en este sentido: “Soy un indio, te digo,
apenas sé leer y escribir, sólo tengo la voluntad”,
dicho de Benito Juárez. Esta voluntad es la que desea-
ba en todos los indígenas, que ellos, al igual que él, se
superasen a través del mismo medio: voluntad.
Juárez, paradójicamente a lo que podrían espe-
rar las comunidades indígenas, propuso leyes iguales
para todos los mexicanos y todas las etnias; estas
leyes no respetaron los usos y costumbres de los
indígenas, ni sus territorios. Podría pensarse —algu-
nos antijuaristas lo escribirán después— que Juárez
actuó en contra del indígena, sin embargo, su proyec-
to se basó en reformular la sociedad mexicana a
través de la cultura europea. Por esto último, mencio-
namos que es un indígena occidentalizado.
Esta occidentalización —reitero— está integra-
da a todos los aspectos de la vida cultural mexicana.
Tanto es así que si alguien deseara escribir una elegía
sobre algún héroe nacional prehispánico, este poema
tendría el mismo sentido épico que el de Homero:

(Recuérdese que el poema de Homero es unos


cuatro siglos posterior a los episodios que narra:
lo que sería en nuestros días un poema sobre
Cuauhtémoc y Cortés escrito por algún homérida
o alguna homérida mexicanos) (Reyes OC XVII:
156) LH. (1965).
302 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

Necesariamente, pues, quien narre la actividad


de los héroes nacionales rememorará la perspectiva
épica de Homero; con esto Reyes sutilmente les re-
cuerda a las escuelas nacionalistas y regionalistas de
México (que en los años cuarenta y cincuenta se
empecinaron en cantar la épica nacional resaltando
el carácter de los héroes109) que su regionalismo está
fundado, irónicamente, en la tradición occidental.

Merecerán un culto público, es cierto, pero mu-


cho más que un culto de creencia, un culto de
ceremonia cívica, como cuando hoy acudimos a
cumplir un turno de guardia ante la columna de
la independencia. (Reyes OC XVII: 280) JdS. “La
aurora de la investigación” (1944).

Los sujetos héroes cambian, como se transforma


el escenario; sin embargo, los rodea el mismo sentido
de la heroicidad, tanto a los griegos como a los
nacionales, modernos o pasados. Queda un vestigio
nimio como clave para ver el desarrollo del origen
olvidado: los griegos que siempre son, en cualquiera
de sus aspectos, la vuelta a la semilla.

Rey es Homero en la literatura


Reyes representa a un helenista de primer orden para
ese México de los años cuarenta y cincuenta. La
mayoría de sus escritos fuertes se encuentra en esa

1 0 9 . Se ha señalado la influencia del héroe Cuauhtémoc en la poesía


mexicana; el último gran esteta fue López Velarde, sin embargo,
sus seguidores continuaron elaborando este tipo de propuesta,
que es hacia donde se dirige la crítica de Reyes.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 303
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

etapa, salvo, por supuesto, Ifigenia Cruel, (1924). Su


trabajo se centra, a partir de 1947, en lo que él consi-
dera el arquetipo de los ideales helénicos: Homero, La
Ilíada y La Odisea (aunque su trabajo se agrupa en la
primera obra, La Ilíada); fundamentalmente esta deci-
sión se basa en lo siguiente: “Todos sabemos que los
poemas homéricos son el primer repertorio de las
virtudes occidentales o características de nuestra civi-
lización.” (Reyes OC XIX: 342) LAdG “Negruras y
lejanías de Homero” (1954).
Esa primera compilación funda los valores de
nuestra civilización, la base de la construcción cultu-
ral occidental (a lo que se ha aludido). Por supuesto,
para Reyes fue demasiado tentador investigar ambas
posibilidades para mantener el equilibrio del espíritu.
Su exploración se enfocaba en ver qué tanto de
nosotros es griego: “Los ideales homéricos son un
inventario de valores para nuestra civilización, hasta
por su simplificación extrema y por su ausencia de
complicaciones y motivaciones enfermizas.” (Reyes
OC XVII: 125) LH. (1965).
El valor de la crítica es lo que se ha aprendido del
mundo helénico; Reyes entiende que ésta dará la
libertad, pero que debe mantener un equilibrio entre
la entrega total (su amor por Grecia) y la crítica. Con
esta armonía él ve claramente los valores heredados
de Grecia: la moral, la libertad del individuo, la
utopía realizable. Este principio de escritura en los
griegos es lo que Reyes admira: una literatura que no
pretendía más que permanecer en la memoria, lo que
admite la siguiente afirmación:
304 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

Homero ha inspirado a las literaturas en el mejor


sentido. Más que provocar imitaciones académi-
cas, ha provocado creaciones nuevas, que parten
de él y hasta transportan su espíritu a otras
épocas y a otros pueblos. (Reyes OC XVII: 132) LH.
(1965).

Esta declaración de Reyes es la que permite el


análisis de Homero en Cuernavaca110 (HeC) Desde mi
punto de vista, el poemario plantea tópicos vitales en
la literatura de Reyes: el poema homérico, la traduc-
ción de los mismos, su teoría literaria, su persona, el
hombre, finalmente la herencia griega, que en este
caso repercute en una nueva creación: HeC: un
poemario en donde no sólo está presente lo griego,
sino que es una reflexión acerca de cómo un mestizo
culto mexicano lee, interpreta y traduce a Homero
desde esa perspectiva mexicana. 111 HeC es una
personalísima forma de reintegrar el pensamiento, la
poesía y los elementos culturales de la Grecia clásica
de Homero.
Toda la elaboración de HeC tiene como esencia
la traducción de La Ilíada que Reyes trabajaba en ese
momento; sobre esta base, Reyes plantea los proble-

1 1 0 . Subrayaré que el poemario fue publicado como libro, (1948, la


primera parte; 1951, la segunda). Así mismo, me referiré a éste
utilizando la siguiente abreviatura subrayada HeC, para facilitar
la lectura.
1 1 1 . De acuerdo con Anderson Enrique, Reyes escribía: “Además de
sus ensayos-ensayos y de sus ensayos-poemas hay ensayos-
cuentos (“Fortunas de Apolodoro de Tiro, Retratos reales e imagi-
narios) y cuentos-ensayos (…)” (Robb Vol IV 1996: 566) “Teoría y
práctica…” Desde mi punto de vista, HeC se escribe como un
poema-ensayo en donde el autor reflexiona sobre lo mexicano, lo
griego, la literatura, el hombre.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 305
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

mas de interpretación del texto asociados a su tra-


ducción. Sobre estos personalísimos razonamientos,
Reyes se pregunta sobre la pertinencia de llevar a la
modernidad el texto.
La traducción de La Ilíada también se lleva a
cabo en momentos de post-guerra, en donde se en-
cuentra el sentimiento del retorno a las preguntas
básicas en el hombre. Reyes ve una civilización ago-
tada, un desencuentro humanista, una pérdida de
humanismo, una necedad totalitarista, lucha entre
pueblos con deseos imperialistas, y un sentimiento de
privación de equilibrio. Por supuesto, HeC, más que
reflejar, concentra la perspectiva de Reyes sobre los
valores humanos enseñados en La Ilíada, de los cuales
el hombre ha aprendido tan poco. HeC, pues, repre-
senta esa “Ilíada” moderna (sea mexicana, america-
na, mundial).
Un primer acercamiento a HeC invita a detener-
nos en la disposición triádica del poemario, las tres
etapas en las que el texto se traza: éstas equivalen a esa
simetría “caprichosa” del mismo Reyes. Sin embargo,
ese antojo suyo es explicable a partir de su gusto por el
equilibrio y el orden en casi todos los aspectos de su
vida. Esta geometría triádica se establece desde los
principios de su escritura: Las tres Electras (1910) se
llama un texto del entonces novel escritor.
El poemario HeC se organiza en tres fases, desde
su propio origen. En la edición de las obras completas
(que en este caso es la que interesa porque es la que
Reyes mismo ha organizado) se ha editado el texto
con un breve prólogo. En esta publicación, el poemario
es colocado dentro de una tercera etapa; las dos
primeras corresponden a la división llamada Tres
306 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

poemas, la primera sección se titula: 1. Minuta (1917-


1931); la segunda sección: 2. Romances del río de enero
(1932); y la tercera: 3. Homero en Cuernavaca (1948-
1951); el título mismo, como se muestra, indica tres
años de producción para el poemario completo, es
cierto, con sus diferentes azares (una edición primera
de quince sonetos, una revisión y la colocación de los
otros quince), que van desde el año de 1948 al año de
1951. Esta edición completa incluye una treintena de
poemas, como si el tres se multiplicase por diez, de los
quince “se me fueron ocurriendo los otros quince”
(Reyes OC X HeC: 403), estos últimos con la fecha de
elaboración de abril mayo de 1951, ocurrencias de
Reyes que dificultan explicar lo arbitrario del orden
deseado.
En el prólogo,112 Reyes explica las consideracio-
nes que se le deben tener: “Este recreo en varias voces
—prosaico, burlesco y sentimental—” (Reyes OC X
HeC: 403), son tres voces las que dominan el texto; tres
los pronombres personales en el texto: yo, nosotros, él.
En el mismo tenor de la triada, en el poemario
resalta un epígrafe sutil: “Je veux lire en trois jours
l´Iliade d´Homère”, el cual proviene del poeta francés
Ronsard, quien desde la perspectiva renacentista
propuso una relectura poética de Homero en su libro
Los amores de Casandra.113

1 1 2 . Conviene destacar un dato: el poemario se signa, “México, 17 de


mayo de 1951”, que personaliza el asunto homérico ya que la fecha
es el cumpleaños de Alfonso Reyes.
1 1 3 . Un estudio comparativo entre ambos poetas, y respectivos poemarios
HeC y Los amores de Casandra podría fructificar mucho, ya que los
dos autores son helenistas y parten de la misma intención: redes-
cubrir a Homero, desde su mismo espacio y tiempo.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 307
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

En esa línea vertical, que es la poesía, divide con


números romanos cada una de estas etapas del desa-
rrollo del poemario: “I. A Cuernavaca”, primer poe-
ma; “II. De Agamennón”, poema decimoprimero;
“III. Una metáfora”, poema vigésimo primero.
Reyes ha seguido La Ilíada, en etapas enlazadas
en triadas; desde este punto de vista se pueden enfo-
car tres etapas de su vida, o tres problemas vitales
que él tuvo que enfrentar. La Ilíada es la pauta: diez
años en la misma, diez años de regreso (La Odisea), a
la vez que Alfonso Reyes sólo traduce diez cantos de
la primera. En Reyes, son tres jornadas, de diez años,
que pueden relacionarse con sus tres estadías, diga-
mos, importantes: España (1914-1924), Sudamérica
(1927-1937), México (1938-1948). 114 Estas fechas son
claves para Alfonso Reyes, sobre todo a partir de
1913 —la muerte del padre, a quien le dedica el
soneto 28 de HeC—, pero es marcada la estadía, no de
Europa en sí misma, sino de España en donde se
vislumbra su mayor influencia: una vuelta a la tradi-
ción, “Un tiempo al Mío Cid consagré mis afanes/
para volcar en prosa sus versos y su esencia” (HeC
S28:418). Las demás fechas, Sudamérica y México
caen por sí mismas en el azaroso orden reyístico.115
¿Qué es lo que busca Reyes con el poemario? La
mejor respuesta está en él mismo, en 1911 escribió:

1 1 4 . Por supuesto, en estas etapas no consideramos tres años en


Francia, y los días de viajes. Las referencias a Francia son dos; el
epígrafe de Ronsard, y un comentario sobre M. Mireaux.
1 1 5 . En el libro Repaso poético (1906-1958) Reyes organiza de una
manera parecida las mismas fechas: 1: 1906-1913; 2: 1913-1924;
3: 1925-1937; 4:1938-1958. Aunque en el trabajo no se toma la
primera etapa.
308 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

“Pero Pagaza, con ese arte contemporáneo de todos


los tiempos, a partir de Grecia y Roma, se nutre de
visiones clásicas y las sobrepone a lo actual.” (Reyes
OC I: 267) CLM. “Joaquín Arcadio Pagaza” (1911).
Desde el punto de vista de Reyes, se necesita una
nueva valoración de la Grecia Clásica, robustecerla
ante los problemas de la modernidad, ante el olvido
de los hombres al creerla ya asimilada.
Ésta que se llama revitalización griega es presen-
tada por Reyes a partir de su carácter más humano,
más esencial, más personal, porque en el poemario se
manifiestan los sentimientos de la persona que es
Alfonso, el que tiene esas tres voces: prosaicas, irónicas
y sentimentales. En donde el carácter de Reyes sobre-
sale desde un Yo, que presenta las perspectivas direc-
tas de varios asuntos, que no son meramente literarios,
sino preocupaciones globales: la guerra entre los hom-
bres, el poder, etc. En este sentido, se distinguen 15
sonetos en donde el “Yo” (Reyes) sobresale, y cuatro
sonetos en donde el “nosotros” prevalce. En los demás
los personajes hablan o se relata su historia.
Mientras Reyes trabaja en la traducción de La
Ilíada, escribe el texto HeC. Así ambos textos se en-
cuentran íntimamente relacionados, no existe uno
sin el otro. Sostengo que HeC más que un deleite es un
trazo en donde Reyes se pregunta cómo integrar La
Ilíada a su modernidad mexicana. Traducir, enton-
ces, no es sólo encontrarle el significado a las pala-
bras, sino encontrarle el sentido dentro de una refe-
rencia cultural mexicana. En este descanso, el “dulce
retiro” que es Cuernavaca, Reyes se lleva la traduc-
ción; con él va Homero y el problema de presentar
como actuales los temas de los griegos.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 309
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

La traducción es, sin duda, cosa desconcertante


y, a poco apurar, da muestras de una multiplici-
dad o variabilidad psicológica comparable a las
elasticidades del volatinero que ejecuta con el
cuerpo lo que parece en principio, un logro impo-
sible. (Reyes OC VIII: 122) DVV “La guirnalda
española de Jean Camp”, 1947.

Precisamente, en esos años, Reyes trabaja en el


equilibrio de dar a las palabras la certeza de la
traducción. El primer enfrentamiento que tiene de
manera real con el trabajo de traducir es ese carácter
de adivinanza de los sentidos de las palabras griegas,
“No leo la lengua de Homero; la descifro apenas.
<< Aunque entiendo poco griego >> —como dice
Góngora en su romance—, un poco más entiendo de
Grecia” (Reyes OC XIX 1949: 91) LIdH “Prólogo”. Por
supuesto, unido a la problematización de la traduc-
ción surge el problema semántico (preocupación a la
que Reyes dedicó buena parte de su obra teórica).
El asunto de la traducción es básico para Reyes
porque le permite visualizar los pocos entendimientos
que la sociedad moderna tiene sobre la Grecia Clásica.
¿Cómo señalar, por ejemplo, a Helena como motivo de
Troya? La guerra por una mujer. Nada más justifica-
ble que el comprensible amor: “El amor no conoce
victoria / que disfrutar la dicha transitoria, / ¡Y arda
Troya después no lo deploro!” (Reyes OC X HeC: 411);
pero el amor es la palabra que lo acredita en este caso,
y en otros, todo. El amor es, por así decirlo, lo primero
que tendríamos que comprender del mundo aqueo.
El autor sabe que su traducción no alcanza el
conjunto de conocimientos que le permitirían acertar
en las acciones de los griegos para relacionarlas con
310 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

su vida política, científica, doméstica, con su cultura


en general; es lo que él llama “deletreo”. Por ello
conviene en otro concepto: “la exégesis”, ya que la
interpretación no es directa, sino corresponde al
mundo de quien está traduciendo el texto. Principio
que le permite la comparación entre la vida del
entonces griego y de la actualidad. Precisamente, un
hombre mexicano contemporáneo que traduce La
Ilíada es Alfonso Reyes en HeC. Un hombre ante la
guerra, ante su conocimiento, ante México y el mun-
do, ante su cultura, con sus propias preocupaciones
personales. Éste es el “yo” en HeC que explica cómo
interpretó a Homero al traducir su obra para México.
En tal sentido, los poemas “Los Exégetas” 116
(poema 6), y los dos siguientes, “2”, y “Materialismo
Histórico”, precisan ampliamente el esbozo, discu-
sión, propuesta en los que Reyes proyectará el
poemario de Homero en Cuernavaca, como un centro
de reunión entre dos mundos diferentes: el mexicano
representado por Cuernavaca, y el griego simboliza-
do por Homero. Incluye, también, la fusión temporal
representada por la traducción de La Ilíada de Homero.
En el soneto 6, Alfonso Reyes expone que se ha
juzgado a Homero no sólo desde la métrica, sino
desde la modernidad en donde se pierde, para Reyes-
poeta, la antigüedad clásica, “como peca el moderno
desatino” (Reyes OC X HeC S6v4). Porque si La Ilíada
no cuenta con un lugar en la actualidad, Grecia
tampoco. Grecia es el “embrión” de este presente.

1 1 6 . Mantengo, por supuesto, la ortografía del poema en la edición de


las obras completas; revisada por Alfonso Reyes.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 311
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

Precisamente, y sin caer del balancín, Reyes se atribu-


ye como traductor la cualidad de exégeta, y con ello
la crítica: por supuesto, en la narración de circuns-
tancias, la antigüedad y lo moderno, la crítica es lo
que permite vislumbrar la trayectoria espiritual de
las letras iniciadas por Homero: “Esta crítica, que por
ahora prefiero llamar la exégesis,” (Reyes OC XIV:
112) LEL “Aristarco o anatomía de la crítica” (1941).
En la traducción está presente ese mundo mexicano
contemporáneo, ese pasado inmediato, ese pasado mexi-
cano, con ello Reyes revisa las similitudes, las diferencias:
“De modo que la Ilíada, según Monsieur Mireaux” (Reyes
OC X HeC Soneto 7 v1), en donde compara su interpre-
tación con la de un francés. El enfrentamiento e interpre-
tación de La Ilíada puede ser diverso y responde a las
diferentes lecturas comunes con las que el libro se en-
cuentra. Mireaux, francés con otro marco cultural opina
sobre la obra, y en ello se encuentra una perspectiva,
“según”. Cada quien puede tener una visión sobre el
mismo acto, “Y añado por mi cuenta: Tersites padeció/
a nombre de la tropa, según claro se ve” (Reyes OC X HeC
Soneto 7 v7-8). Porque en esto de las vistas de un objeto,
de una interpretación ingresan diversos órdenes, entran
en todas la posibilidades de la lectura de inclusive nues-
tra propia tradición:

“[...] muchacho no te encumbres, que toda afecta-


ción es mala”, y el sensato la juzga con desdén.
También a Don Quijote le han hecho sinrazón
(Reyes OC X HeC Soneto 7v9-11).117

1 1 7 . Lo que juzga Reyes recuerda el libro de Ortega y Gasset Medita-


ciones del Quijote; la cita es precisamente del Quijote, 2º parte,
Capítulo XXVI.
312 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

A toda lectura se le pueden buscar “mil trazas”


(Reyes OC X HeC Soneto 7 v12); en ese sentido,
cualquier mecanismo se puede probar para poder
realizar, elaborar, trabajar en la poesía, y reinterpretar
el momento histórico social. Éste es el diálogo
intertextual que plantea el autor: Don Quijote, la
tradición española está en el mismo nivel que La
Ilíada. En la lectura y en la traducción surgen las
referencias culturales del autor.
El tercer soneto, “Materialismo histórico” (Reyes
OC X HeC soneto 8) es la búsqueda más fuerte de la
poesía en Reyes, la interpretación del poema de
Homero. Por supuesto, en este último respiro antes de
ingresar totalmente a su interpretación señala el
único camino válido para él: “la ruta vertical, la
poesía” (Reyes OC X HeC Soneto 8, v14). La poesía
como método dialéctico, que es capaz de manifestar
la ideas en una más amplia realidad.
Pero no sólo es la traducción lo que ocupa a
Reyes, sino es todo el umbral (para intentar ser con-
gruente con su propuesta teórica) de las intenciones
estéticas. Lo que mueve al texto a ser literatura es ese
principio motriz en el poeta, tan sencillo como: “4.
Respecto a la forma, sin intención estética no hay
literatura;” (Reyes OC XIV: 83) LEL 1941 “Apolo o de
la literatura”.
Son las mil trazas las que impulsarán a Reyes a
realizar la proeza de la traducción, además de colo-
carse la máscara de Homero, sus intenciones son
claras cuando señala que puede “probar que este
soneto nace de la intención/de abatir a un coloso
hiriéndolo en la sien” (Reyes OC X HeC Soneto 7,
v13). La ansiada expresión estética es cómo compa-
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 313
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

rar dos obras: La Ilíada y HeC. Ambas producciones


emergen de una intención estética, la de Reyes que
pretende derrocar al coloso que es la obra de Homero:

La literatura posee un valor semántico o de signi-


ficado y un valor formal o de expresiones
lingüísticas. El común denominador en ambos
valores está en la intención. La intención semán-
tica se refiere al suceder ficticio; la intención
formal se refiere a la expresión estética. (Reyes
OC XIV: 82) LEL 1941. “Apolo o de la literatura”.

La reflexión lleva a Reyes a mostrar el perímetro


de la intencionalidad estética, 118 la relación en el
poema con la intención de Homero, de su suceder
ficticio; y también su aplicación a la intención formal,
en cuánto se aproxima la expresión del “arguto
alejandrino” (Reyes OC X HeC Soneto 7 v1) a la del
poema homérico. Todas las preocupaciones se vacían
en el fondo de Homero en Cuernavaca. De dos formas,
tanto en la española como la griega, surge el otro
sentido: cómo aplicarlas a la modernidad:

Partiendo en dos a Homero


fue tan impío ni ha pecado tanto
como peca el moderno desatino
(Reyes OC X HeC Soneto 6. v2-4).

1 1 8 . Por supuesto la aplicación teórica desplegada en su libro Deslinde


se nota con claridad. Lasser resume el concepto de intencionalidad
como: “(…) es el hecho íntimo, decisivo, que precede a otros; es ese
estado del espíritu, esa predisposición que va imprimir su carác-
ter, su color, su nota, al orden científico o literario”. (Rangel Vol.
II 1996: 366) “Las ideas literarias de Alfonso Reyes”. Precisamen-
te, busca imprimir un carácter propio, un color, una nota a La
Ilíada. Y él conoce que por su propia identidad sólo puede
imprimirle el carácter, el color, la nota de un mexicano.
314 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

Desde esa perspectiva es que surgen los personajes


griegos, explicados para el lector. Precisamente, el poe-
ma 9 es la relectura de La Ilíada; los poemas, “Genealogías
troyanas”, “Entreacto”, presentan las características del
mundo aqueo a la modernidad. El primer soneto, con un
rasgo prosaico dice: “le salió mujeriego y vano y sin
escrúpulo” (Reyes OC X HeC Soneto 9 v12); es decir, no
es otra cosa que un problema de faldas, de arrogancia y
de valores —sean troyanos, aqueos o modernos.
Del poema 11 al poema 19, Reyes se ocupa de
caracterizar a los personajes en sus más prontas pasio-
nes, acercando al lector a su propia interpretación tex-
tual. “II. De Agamenón”: la guerra y la fatalidad motivo
preocupante en ese mundo de post guerra que Reyes
sufrió. “Menelao y la sombra”: la ironía. “Dice Hera”: el
clímax del poema. “Paris”: la arrogancia. “De Helena”: la
pasión. “Paris-Alejandro”: rivalidad. “El llanto de
Briseida”: desamor. “Hera”: poder. “Héctor”: héroe.
En esta aproximación a la lectura, se muestra una
interrogación directa que llevará a su límite la posibilidad
del texto homérico, y del texto de Reyes: “Y tú, lector, ¿no
acudes, por muy sutil que seas. En pos de una esperanza
o de un embeleco?” (Reyes OC X HeC Soneto 12 v13-4).
La pregunta es de una resonancia extrema: no
sólo se interroga al lector directo de Homero en
Cuernavaca, sino también al lector de La Ilíada, y con
ese mismo sentimiento se ve a Reyes como lector en
un franco texto polifónico,119 preguntándose lo mis-

1 1 9 . Aunque la polifonía se definió por Bajtín en los límites de la prosa,


el uso que Reyes establece en los textos de las diferentes voces
narrativas señalan esta característica, que por demás, debe estu-
diarse en la escritura reyística.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 315
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

mo; en ese sentido, la intertextualidad aparece, el


texto no sólo es su propia referencia, sino las demás
relaciones.
Es decir, no sólo es un problema de lectura para
Reyes, sino también es síntoma de la tradición, que él
muestra como insertada en su propia lectura, traduc-
ción e interpretación del texto de Homero. Los textos y
los autores que acompañan la “paráfrasis” de Reyes
son: Don Quijote (Reyes OC X HeC Soneto 7); El Mío Cid
(Reyes OC X HeC Soneto 28); Alarcón, P. Henríquez,
Castro Leal, Ermilio Abreu (Reyes OC X HeC soneto 22),
Manrique (Reyes OC X HeC soneto 25); Los amores de
Cassandra, Ronsard (epígrafe); Pónticas, “A Mesalino”,
Ovidio (epílogo). Amén de algunos dichos populares
que Reyes suma a los poemas. Todo circunda la crea-
ción del poemario Homero en Cuernavaca. Son las lectu-
ras de la tradición, de la propia cultura, las que permi-
ten abrevar en los poemas, con o sin color local, con
características personales o ajenas, con mundo o sin
mundo, pero sobre todo (se reitera) con intención esté-
tica. Porque, “De todo poema, a la fuerza, resulta un
testimonio histórico, en el sentido más amplio de la
palabra, a causa de lo que alguna vez se ha llamado <<el
mínimo de realidad>>, el residuo de la realidad que
ocurre necesariamente” (Robb 1997: 207).
La tradición se convierte en ese pedazo de reali-
dad a partir del cual Reyes puede traducir los poemas
homéricos. Los héroes más representativos de la tra-
dición literaria hispánica son evocados en el poemario:
el Mío Cid, Don Quijote, además de la evocación
paterna; están todos en ese mismo momento, en ese
mismo lugar que es la lectura.
316 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

En cuanto se ingrese al tema de la nación se


analizará con mayor detalle la filiación que Reyes mues-
tra con respecto a la patria, con respecto a su “terruño”.
En HeC Reyes dice que la Grecia clásica es parte de
nuestra herencia occidental, se ha establecido un punto
medio y recíproco con la cultura helénica, sólo se nece-
sita traducir los más lejanos y cercanos sentimientos.
Pero la liga con lo clásico está: “[...] y exclama, casiicomo
el mexicano: Los dioses no dan juntas las virtudes”
(Reyes OC X HeC Soneto 23 v13-4)
Por supuesto, el mexicano es Alarcón, pero a la
vez, este personaje se convierte en la posibilidad
prototípica de los demás; de los que así se consideren.
Porque Alarcón es “nuestro”, porque ha sido el discreto
—particularidad de la cortesía que Reyes atribuía a las
buenas costumbres mexicanas. Evidentemente, México
también se encuentra en esa referencia toponímica que
es Cuernavaca, “el dulce retiro”; en donde por demás
sitúa a Homero, haciéndolo parte de la cultura mexica-
na —al igual que Alarcón. Por último, en este juego de
relaciones griegas y mexicanas, Reyes asume el riesgo
de insertar esos elementos prosaicos, irónicos,120 que
son parte del mismo carácter de lo mexicano. “Guerrero
de opereta y de chiripa” (Reyes OC X HeC soneto 14 v9),
“Soy sin ti como ave sin alpiste” (Reyes OC X HeC soneto
17v3); con estos dos versos, Reyes desnuda el carácter
épico y sombrío de los personajes ya que a través de la
ironía los presenta como parte de ese mundo contempo-
ráneo. En la ironía, en la risa que es “la propia salud del

1 2 0 . “Por eso sabía perfectamente que su Grecia, su Ifigenia, su Iliada,


eran espejos deformantes, parodias críticas del humanismo que
él usaba con tanto respeto como humor.” (Rodríguez: 1982:8).
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 317
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

corazón” (Reyes OC X HeC soneto 18v14) se encuentra


la otra lectura de La Ilíada, ya no tan seria.
Los diez últimos poemas son avasalladoramente
personalísimos. Lo sentimental invade las páginas; el soneto
28 se aproxima al poema “9 de febrero de 1913”. Este
profundo sentimiento de Reyes explora en línea vertical el
mundo en guerra: desde Alejandro a los otros capitanes;
desde el Mío Cid al padre semejando a Rodrigo. En este
soneto se lamenta la pérdida del padre por las causas
militares, Reyes sólo alcanza a retratar —en esa evocación
que el poema de Homero provoca— “las imágenes de su
virtud guerrera” (Reyes OC X HeC soneto 28 v14). Porque
el llanto y el sufrimiento siempre es uno, tanto para los
helenos, como para los europeos, como los latinos, como
para los mexicanos; siempre que corra sangre habrá ese
llorar, que como escribe Reyes: “A siglos de distancia la
sangre es siempre una” (Reyes OC X HeC soneto 28v9).
Al final del texto se encuentra una cita de Ovidio
que cierra el texto de manera dramática: “Lengua, site,
non est ultra narrabile quidquam”; cuya traducción se
ha localizado como: “¡Calla, lengua! No se puede
contar nada más”121 (Ovidio 1992:414). Cita con la
cual Reyes cierra el ámbito de lo sentimental, además
de colocar un punto final al mundo heleno; abriendo
paso al mundo latino y con ello a la Eneida america-
na. No se puede contar nada más porque en ello es
posible la visión de la desilusión (ya al final de sus
días) de Reyes ante el mundo de la post-guerra. Como
Ovidio, Reyes se encuentra en una melancolía, que

1 2 1 . En nuestra traducción encontramos este texto numerado como 60,


Reyes lo tiene como 61; dicho texto corresponde al libro de
Pónticas, la epístola dirigida “A Mesalino”.
318 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

parece provenir de la desilusión del mundo, del que


decide exiliarse. Los griegos, pues, y los poemas
homéricos son el punto de equilibrio al que Reyes
espera que la humanidad, los europeos, los latinoa-
mericanos, los mexicanos arriben.

“Perdóname: como náufrago le tengo miedo


a todo mar”
Ovidio. Pónticas. “A Mesalino” 2, 125.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 319
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

La última patria

El pensamiento de Reyes se desarrolló en dos vertien-


tes que confluían en una misma tendencia: la univer-
salidad de la razón. La primera de esas directrices es
el progreso del pensamiento ilustrado en México, esta
fuente siempre estuvo presente en Reyes como parte
de la tradición intelectual heredada por sus maestros
—el más prominente: Justo Sierra. La otra, el cosmo-
politismo del porfiriato, que encontró un cauce en
México para los más diversos intercambios europeos,
fuesen culturales, materiales o tecnológicos. El inte-
lectual mexicano se integró a esta importación.

Los orígenes de la patria


Durante el siglo XIX, el romanticismo liberal funda-
mentó la cultura indígena y la colonial como antece-
dente de la nacionalidad mexicana. El planteamiento
político cultural de los liberales de la época de la
320 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

Reforma, y de la República restaurada fue recons-


truir esta continuidad mítica: ser parte del mundo
prehispánico. La idealización de la cultura prehis-
pánica tiene como finalidad reconciliar —al menos
culturalmente— pugnas sociales, políticas y raciales.
Así, los liberales se imponen con un nuevo matiz de
mexicanos: indígenas y mestizos, conformándose el
imaginario cultural; sin embargo, para Reyes la cul-
tura prehispánica conviene en: “No tenemos una
representación moral del mundo precortesiano, sino
sólo una visión fragmentaria, sin más valor que el que
inspira la curiosidad, la arqueología: un pasado abso-
luto.” (Reyes OC XI: 174) TyO “Discurso por Virgilio”.
Ese alarde de piedra que para Reyes se represen-
ta en los rescoldos de la cultura azteca mexicana,
tiene sin embargo sólo “últimos reductos” en la cultu-
ra mexicana: lo que los indígenas enmascararon bajo
el cristianismo. La moral es base de la civilización y al
no heredar ni siquiera esa representación de los valo-
res de la cultura prehispánica, ese pasado es sólo
ruinas. La cultura indígena queda fuera de la asimi-
lación de la cultura mexicana por la ausencia total o
parcial de un sistema de aprendizaje y de escritura:
no existe la inteligencia indígena americana que se
contraponga a la europea; el mestizo, en su caso el
indígena, aprende a través de la visión europea.

Nuestros indígenas disimularon por mucho tiem-


po —y lo hacen todavía en sus últimos reductos. Su
sensibilidad cósmica, su imaginación mitológica y
aun algunas prácticas de sus religiones autóctonas,
bajo los ropajes del simbolismo cristiano importa-
do con la conquista. (Reyes OC IX: 131) NyS “El
derecho público en el Antiguo México” (1938).
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 321
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

Parte de lo que conforma la expresión de ese


espíritu mexicano se encuentra en el disimulo de lo
enterrado por los indígenas, ya que para ocultar sus
signos los reforzarán a la manera occidental: sus dioses,
su magia, sus danzas, su tecnología. Así, cuando el
mexicano plantea la independencia cultural recurre a
estas formas enterradas, lo que le da voz propia frente
a Europa. Por supuesto, esta independencia cultural,
para Reyes, ya no reclama necesariamente lo autóctono
o lo regional per se, sino se integra de manera natural al
mundo moderno como voz de México, pero sin su base
moral: sólo es parte del paisaje.
Sin el menoscabo del “amor a la patria” la pro-
puesta de Reyes es el surgimiento de un estilo que sea
híbrido en todos los sentidos: la mezcla permite las
nuevas formas, en esa reunión de dos razas, señaladas
por él, en un punto de diálogo: 1519, en donde la
dominación del indígena americano tuvo como conse-
cuencia que los vestigios se asentarán dentro de nues-
tra propia mitología como parte del panorama que
corresponde al amor patrio, naturaleza que no se
cuestiona, sino se ama. Los imaginarios creados sim-
bolizan un punto de reunión en la vida cotidiana del
mexicano, aún antes de Reyes:

[...] el amor a la patria, nuestra naturaleza, brava,


fragosa, como la encontraron los mitológicos
caballeros de la piel de tigre y de los penachos
multicolores y agitados, nuestra naturaleza, he-
cha símbolo y sello y concreción de nuestra uni-
dad en el grupo dramático del águila y de la
serpiente. (Reyes OC I: 196) “El paisaje en la
literatura mexicana del siglo XIX” (1911).
322 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

Se plantea la representación de la mezcla que es el


espíritu mexicano. El nuevo ser, mestizo, resulta de la
conjugación de dos emblemas disímiles: el águila y la
serpiente. Estos elementos del blasón mexicano (que
tiene su origen en un mito azteca) representan el carác-
ter en lucha —ya ha iniciado la revolución— para ver
qué rasgo domina. El nuevo ser se forja de la cópula
entre el águila y la serpiente;122 cuatro son los nuevos
seres, uno el resultado: los indios olvidados por la
sumisión implicada por su estatus; los españoles en la
cúpula determinando los intereses de sus reinos; los
criollos que son y no participan de los beneficios totales,
de entre ellos, los mestizos.123
Pero en este origen, México se explica a partir del
mestizaje entre los españoles y los indígenas (con la
consabida mezcla entre las diferentes razas). En ello, el
ente cultural no sólo se determina o se limita a México,
que comparte con la América Latina el mismo destino.
América Latina es totalmente mestiza, sustancia
heterogénea que está en todas: espíritu buscado con
ímpetu por Reyes.124 Este nuevo ser, si bien tiene carac-
terísticas físicas diferentes, debe ante todo poseer un
espíritu, un principio cultural básico compartido por
México con gran sincronía:

1 2 2 . El tema será aplicado posteriormente en la literatura mexicana:


Martín Luis Guzmán, otro trasterrado a España en los años 20,
escribió en 1928 la novela El águila y la serpiente.
1 2 3 . “Entretanto, sorprendentemente, los indios abajo, los españoles
arriba y en medio los criollos señoriales y soberbios y los mestizos
astutos y sutiles, se engendra el nuevo ser de una patria.” (Reyes
OC IX: 44) NyS “México en una nuez” (1929).
1 2 4 . “Por mi raza hablará el espíritu” es el lema de la Universidad
Nacional Autónoma de México, que resume la propuesta de
Vasconcelos, pero también la de la generación de Reyes, el Ateneo
de la Juventud.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 323
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

La laboriosa entraña de América va poco a poco


mezclando esta sustancia heterogénea y hoy por
hoy, existe ya una humanidad americana carac-
terística, existe un espíritu americano. (Reyes OC
XI: 82) UT “Notas sobre la inteligencia america-
na” (1941).

Reyes escribe de entrañas porque la visión de Amé-


rica es materna; América representa la matriz de ese
nuevo ser. Ante el suelo acabado de Europa, por las
guerras mundiales, la tecnología deshumanizada de Esta-
dos Unidos; América Latina conviene en ser el nuevo
punto de partida en donde, más que un asunto racial, está:

De la raza dijimos ya lo bastante y casi da enojo


insistir. Para América no hay más raza que la
raza humana.
Es innegable que las diferencias de la lengua
establecen hiatos; innegable que cada lengua se
funda en una metafísica o representación del
mundo. (Reyes OC XI: 268) TyO “Posición de
América” (1942).

A Reyes le preocupa la posición de América por-


que no es una cuestión étnica, sino de inteligencia, la
última Tule se copa de esperanza, pero el intelectual
debe sostenerla en el papel. En ese proceso de construir
la nación, el letrado reordena el mundo, su realidad; a
partir del discurso mismo, proyecta en él, el futuro para
América: el desarrollo productivo, cultural y social de
América conviene en la medida de dimensionarlos en
otra dirección y en un futuro próximo: la utopía.
Así, América albergó dos Américas, la del letra-
do, que marchaba hacia la utopía; la otra, la bárbara,
que liquidaba a la primera. Este sentimiento perdura
324 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

todo el siglo XIX en los intelectuales, el americano


estudia, viaja y practica a Europa desde su más
básica educación, es occidental. A la vez, y en ello
está la formación de la nación, se debe reconocer que
se es mestizo, que se es una síntesis, el “verdadero
saldo histórico” —dirá Reyes.
Este proyecto utopista del espacio cultural hispa-
noamericano prioriza la capacidad creadora del inte-
lectual americano, lo que explica, en gran medida,
cómo se construyó un mensaje apriorístico del futuro.
En este sentido, “La Última Tule” de Alfonso Reyes,
“Alocución a la poesía” de Don Andrés Bello, “Atenea”
de Ignacio Manuel Altamirano, muestran la dimensión
utópica de América; a través de una elocuente poética, el
topos anhelado cobra vitalidad. Así lo nuclear de la
posición de América ante el violento caos en Occidente es
la representación cultural del mundo que establece con la
lengua. A partir de ésta América será capaz de,

En el campo de la cultura, todo hibridismo acaba


en fecundidad, por mucho que de un momento
perturbe los hábitos establecidos. Es la ley del
espíritu. Más aún: es el destino de la vida. Polibio,
que viajó por Alejandría en el siglo II, distingue
tres grupos de población: el egipcio o indígena, el
mercenario —numerosa masa militar de griegos
y macedones sobre todo, que han comenzado a
ser postergados por el monarca, aunque Polibio
no estima esta causa de su oscurecimiento— y el
propiamente alejandrino, producto de la mezcla,
que considera sin ambages el mejor de
todos.(Reyes OC XX: 175) LFH.

América representa el más nítido hibridismo,


Reyes la considera la mejor utopía de todas. Pero,
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 325
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

específicamente América Latina (ya que los Estados


Unidos no permitieron con ellos el hibridismo, la
mezcla). Para demostrar la valía del mestizaje plan-
tea los ejemplos de la historia en donde el hibridismo
no es la decadencia, sino un mejoramiento en la
propuesta cultural, no racial. Es decir, Reyes defien-
de el mestizaje cultural ante el creciente resurgimien-
to del discurso de la supremacía de la raza aria en los
años 40 (tanto en Alemania como en EUA).
Reyes plantea que la independencia intelectual es
la base para que su América desarrolle una propuesta
propia, que desde su punto de vista se percibe desde,

Cincuenta años después de la conquista españo-


la, es decir, a primera generación encontramos ya
en México un modo de ser americano: bajo las
influencias del nuevo ambiente, la nueva instala-
ción económica, los roces con la sensibilidad del
indio y el instinto de propiedad que nace de la
ocupación anterior. (Reyes OC XI: 83) UT “Notas
sobre la inteligencia americana” (1941).

También señala a una América en formación, que


aún no alcanza la mayoría de edad; esto no es limitante
para América, sino una invitación para los pueblos
europeos a unirse a la utopía americana: ver a la
América como los americanos la ven; porque ante las
posibilidades teóricas de Europa, América plantea una
divergencia: la posibilidad de un nuevo ser que lleve al
máximo de expresión el plano de la cultura heredado de
Occidente en donde no reine la violencia, y el individuo
recicle la libertad griega con su nuevo contexto.
América fundó, en este sentido, un nuevo mes-
tizaje, una lucha entre dos razas que no tenían rela-
326 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

ción ninguna. Por ello, los pueblos latinoamericanos


tienen ese punto de reunión que los realiza en un solo
ser, los hace sentirse parte de lo mismo: inicio de todo
despertar americano, para el cual Rodó, según Reyes,
planteó la alternativa:

[...] mi México pareció —para las conciencias


de los jóvenes— un don inmediato que los cie-
los le habían hecho a la tierra, un país brotado
de súbito entre dos mares y dos ríos: sin deudas
con el ayer ni compromisos con el mañana. Se
nos disimulaba el sentido de las experiencias
del pasado, y no se nos dejaba aprender el
provechoso temor del provenir. Toda noticia de
nuestra verdadera posición en el mundo se
consideraba indiscreta. [...] A él, en un desper-
tar de conciencia, debemos algunos la noción
exacta de la fraternidad americana.” (Reyes OC
III: 134) EC “8. Rodó (Una página a mis amigos
cubanos).”

Esa fraternidad se establece en el lazo más pro-


fundo que existe: el espíritu humano. Entonces, los
sentidos unilaterales de México constan en la com-
prensión de la totalidad del espíritu americano para
entender lo que sucede en el terruño, la inmediatez:
América Latina tiene coincidencias históricas y socia-
les. Lo histórico y lo social no son producto de un
intercambio material, sino van más allá como parte de
la unidad americana: “[...] este comienzo de solidari-
dad no ha sido efecto del comercio ni de la política,
sino de la poesía, es decir: del espíritu” (Reyes OC XI:
65) UT “En el día americano” (1941).
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 327
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

El despertar americano 125 que se propone está


vinculado al espíritu por lo que forzosamente, quie-
nes deben guiar el trabajo son los poetas, por supues-
to, porque en ello ve que la formación histórica de
América contiene una unidad interna que es produc-
to de una necesidad vital: cuando América elabora
poesía, también fabrica ciencia. Así, si es el alma lo
que nos une, son los poetas (asumiéndose él en esta
postura) los armadores de la armonía: “Somos los
poetas —es decir: las fuerzas desinteresadas del Espí-
ritu— quienes están devolviendo su coherencia y
unidad a Toda-la-América.” (Reyes OC VIII: 158)
DVV “A Ronald de Carvalho” (1922).
Por supuesto, la América tiene la misión de
encontrarse, porque en esa afinidad de sentimientos,
la misma concordancia de espíritus, las temáticas,
políticas, sociales, económicas, incluyendo sus pro-
pios sueños, se encuentran irremediablemente uni-
dos por la lengua española:

América, como se ha dicho de Virgilio, tiene “don


de lágrimas”. En la temática de la poesía ameri-
cana —la gota de miel, el destierro y el regreso, los
murmullos del bosque o “soledad sonora,[...]”
(Reyes OC IX: 236) LTylD “El llanto de América”
(1940).

1 2 5 . Esta hora americana “(…) llegará si sabemos aguardarla con plena


conciencia y humildad. Si comprendemos que las civilizaciones no
se producen en el aislamiento, porque su ley es la intercomunicación
y la continuidad. Si de acuerdo con esta ley, sabemos aprovechar
la fusión de razas y de culturas que en este momento se está
realizando en la tierra.” (Rangel Vol II 1996: 351) Olguín, “La
filosofía social de Alfonso Reyes”.
328 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

En ese sentido, el trabajo de la inteligencia ame-


ricana con su sensibilidad es el de comparar, en su
mínimo impulso interior, las semejanzas más que las
diferencias. Esto es, América Latina comparte un
destino anterior al descubrimiento, siendo en parte
española, un poco latina, en el fondo griega. Estos
elementos de la tradición han fundamentado el ca-
rácter y el peculiar espíritu de los americanos; éstos
deben estudiarlo porque representan la creación de
la identidad de su pueblo; el poeta no es sólo una
individualidad, sino una cultura integral; su presente
es en la medida de su pasado. La comparación no se
realiza sobre la raza —“último reducto de pigmenta-
ción”— sino se coteja la cultura, entendida como el
cruce de tradiciones que conjuntan a la América
Latina consigo misma, o mejor dicho, la enfrentan a
sí misma en un mosaico diferente, pero con una base
en muchas semejanzas.
Las tradiciones son las que, en el fondo, mantie-
nen unida la autenticidad del espíritu latinoamerica-
no. Muchas son las formas, pero un solo contenido.

La autenticidad de este carácter homogéneo y su


última garantía de éxito nos la da el hecho de que
tal comunidad internacional funciona desde
mucho antes que se le haya dado forma
institucional. (Reyes OC XI: 266) TyO “Posición
de América” (1942).

América se ha mantenido como utopía; y como


todo ideal, su fuerza está en ella misma. Hacia 1942,
a 450 años de su descubrimiento por los europeos,
América no se ha dado cuenta que el mejor acerca-
miento a la utopía es buscar en sus propias venas
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 329
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

históricas, es compararse entre sí: “El mexicano des-


cubre mejor su destino cuando se le compara con el
del Amazonas o con el platense, que cuando se le
compara con el alemán o con el inglés.” (Reyes OC
VIII: 55) DVV “Sobre el folklore” (1929).
Reyes plantea con ello la necesidad de encontrar
la identidad, no a través de la otredad, sino a través
de la América misma, con la brújula para descubrir
su posición en el mundo; no en el presente inmediato.
Es interesante observar que el escritor propone el
discurso de la otredad en Latinoamérica para mejor
comprensión del nacional. Hasta ese momento, el
intelectual había insistido en definirse a él mismo por
sí mismo. Si bien en América Latina no existe el
opuesto porque está el mestizaje, el intelectual debe-
rá tomar su posición en el mundo para poder estable-
cer la comparación: “Quiero decir que hemos comen-
zado apenas a compararnos unos con otros, y que de
semejante comparación ha de nacer un conocimiento
más exacto del propio ser nacional.” (Reyes OC IX:
28) NyS “Palabras sobre la nación Argentina” (1929).
La búsqueda del ser nacional, de los nacionalis-
mos latinoamericanos no se centra en los límites
geográficos de cualquier nación latinoamericana,
tampoco al exterior, no es Europa quien la definirá,
son las propias naciones latinoamericanas. El ser
nacional, mexicano o argentino o colombiano, o cu-
bano, se detalla sólo a partir de la comprensión de lo
“otro” latinoamericano: Reyes no ve a México, Ar-
gentina, Colombia, Cuba, como partes aisladas de su
América Latina. Él advierte una totalidad congruen-
te en sus relaciones económicas, políticas y sociales
que comparten un espíritu propio, una poesía pro-
330 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

pia; América con un vasto cuerpo en formación para


alcanzar la tan ansiada mayoría de edad. Así, la
única patria es la civilización.

Las fiestas de la nación


El “propio ser nacional” —como lo llamó Reyes— tuvo
un lugar primordial en su pensamiento. Él escribía a
caballo entre lo nacional y lo extranjero, pero siempre
con pluma fuente universal. El paisaje será parte de
esa reflexión, pero también el espíritu para ser parte
integral del mundo; la fe que éste tiene para el movi-
miento de su propia conciencia.
En el punto de reunión que no habla de la distinción
entre uno y otro, Reyes reconoce que la fe se encuentra
interiorizada como elemento mestizo: Reyes analiza el
mito de la virgen de Guadalupe como un componente
importante en la cultura mexicana, porque ésta —como
icono— también recupera el sentido arquetípico de otros
mitos que tenían otros pueblos: los griegos y los romanos:

Entre nosotros, lo primero equivaldría a exami-


nar las devociones anuales en la basílica de
Guadalupe y, confiriendo los documentos y la
crítica de la materia, restablecer los rasgos de la
tradición (folklórica y canónica) y el milagro
concebido a Juan Diego. (Reyes OC XVIII: 99) EH.

Para Reyes, la solidez de la figura de la virgen de


Guadalupe corresponde a esa fe cíclica en donde el
sentir popular encuentra respuesta para que el mun-
do se mueva. En un sentido primario, la Guadalupana
es el punto de reunión de la fe de los pueblos latinoa-
mericanos:
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 331
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

Respecto a los elementos no religiosos que se


mezclan en estas magnas celebraciones, hay que
percatarse de que para nada empañan su valor
místico. Recuérdese que lo propio acontece en
nuestra fiestas consagradas al Señor de Chalma
o a la Virgen de Guadalupe. (Reyes OC XVI: 307)
RG.

El mundo americano siempre es comparado con


lo otro. La virgen de Guadalupe cuenta con el mismo
valor que los otros rituales, en donde se mezclan
caracteres que no son propios de la religión, pero esto
es común en casi todos los que el autor ha leído.
México, aún en lo místico se parece a los demás
pueblos, aquí no hay variaciones. Por supuesto, me-
rece toda la atención porque es parte de ese disimulo
indígena, parte de esa mezcla, parte de esa arqueolo-
gía: además, simboliza el relativismo moral de una
sociedad apenas en formación.
Otra de las fiestas que, indispensablemente, ocu-
paron el pensamiento de Reyes fue la del 15 de
septiembre. La postura que toma hacia la fiesta na-
cional es una reinvidicación entre lo que se hace por
el amor a la patria, y lo que el Estado mexicano
impone como necesario: una ideología a través de la
fiesta como el fundamento de la patria:

En nuestra literatura nacional —particularmen-


te me contraigo aquí a la novela— el color local
y la imitación de la vida han producido un resul-
tado funesto a todas luces; no hallaréis, o la
hallaréis difícilmente, novela nacional en donde
no se describa esta festividad, la más cruda de
todas: un 15 de septiembre en la noche. (Reyes OC
I: 156) “La noche del quince de septiembre y la
novelística nacional” (1909).
332 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

La crítica de Reyes puntualiza cómo esta festivi-


dad nacional se ha convertido en un mero artificio
dentro de la literatura nacional. Un discurso vacío
que es forzado a ingresar en el paisaje de la novela
costumbrista. Este es el tipo de nacionalismo al cual
Reyes tuvo siempre aversión, un nacionalismo que no
analiza el trasfondo histórico-social del aconteci-
miento que se describe. Al filo de la revolución mexi-
cana, el juicio de Reyes es revelador: la festividad del
15 de septiembre se ha convertido en una represen-
tación teatral o novelística que no tiene nada que ver
con los ideales de la misma. Como buen crítico, Reyes
reafirma que el punto crucial en la literatura mexica-
na es que se ha insistido en establecer el “color local”,
“el nacionalismo”, “la particularidad”, o el “rasgo
mexicano”; lo que para la literatura termina por ser
funesto:

Nosotros, como los atenienses, tenemos a orgullo


el celebrar con discursos y poesías, año por año,
los aniversarios de las hazañas patrióticas; para
lo cual, dicho sea de paso, contamos con un
inagotable caudal de oradores y poetas, que,
como forzados a quienes por turno van tocando
la prueba, no pueden menos de considerar la
fiesta nacional como un compromiso amargo.
(Reyes OC I: 156) “La noche del quince de sep-
tiembre y la novelística nacional” (1909).

Patria sin sentimiento no es patria; el escenario


social o político en donde los poetas amargan sus
cantos no habla de un amor patrio. Es decir, que se ha
sacrificado uno de los más altos valores. La poesía
con una finalidad utilitaria; la ideología, para Reyes,
no conlleva la violación del orden estético; y sobre
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 333
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

todo, del orden amoroso: la patria debe quererse por


sí misma, como la aman los atenienses.

Los héroes y los dioses

Un pensamiento como el de Reyes no se queda sólo en


la aceptación de los fenómenos por sí mismos; nece-
sariamente profundiza en los ambientes que le pre-
ocupaban, sobre todo, en los rituales sociales en los
que se identifica el mexicano con su tiempo: “El culto
a la tumba del héroe supone que éste, en cierto modo,
está vivo y presente, y es accesible a la ira y al
apaciguamiento.” (Reyes OC XVIII: 119) EH.
Su análisis siempre se apega a uno de los prime-
ros sentidos heroicos: el helénico. En lo personal, él
está muy unido al sentido de los héroes militares,
sobre todo por la influencia del padre, aún más por la
trágica muerte del mismo en 1913. Así, en él existe
una reflexión constante sobre la formación de ese
imaginario del cual escribe: “El héroe, antepasado
místico, será una deidad local, amparo de su ciudad
o región [...] La escala cultural conduce de la familia
al Estado, y del Estado al cielo”. (Reyes OC XVI:83)
RG. Nada más claro: la construcción del héroe para
el hombre es la construcción de los ideales del Estado,
sobre los cuales este último fincará sus más preciados
y caros anhelos. Sobre la construcción de la idealiza-
ción del héroe que no sólo representa, metonímica-
mente, al Estado, sino a la lucha y al pueblo. México
imagina diferentes y diversas ideas de héroe porque
no ha precisado el carácter del mismo, o bien el canto
de su epopeya: “Es aquí cuando se levanta Cuauhté-
334 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

moc, tal como lo admiramos en el bronce, verdadera


contrafigura del relajado Moctezuma.” (Reyes OC
XXI: 456) ACT “Moctezuma y la “Eneida mexicana”
(1957).
La tendencia es la admiración hacia el fuerte y
aguerrido Cuauhtémoc,126 con esta figura no sólo se
finca el carácter y la fortaleza de la ideología liberal,
sino también ese aspecto metálico del bronce que
refleja el carácter de nuestro mestizaje, y de nuestro
propio valor: “la raza de bronce”. Cuauhtémoc per-
sonifica ese primer sentido para señalar la figura en
la cual la patria puede fijar sus ejemplos; los héroes
representan, en ese sentido, a las mayorías, en pensa-
miento, en luchas, en formas, en oposiciones y en
concordancias.

La Ilustración y la patria
Para un pensamiento como el de Reyes, no sólo es la
base jurídica y política la que fundamenta la patria,
sino un valor más alto: la educación. Preocupación
constante de los intelectuales mexicanos del siglo
XIX, en Reyes encuentra un eco similar la educación
para las masas, conviene con Vasconcelos: “las escue-
las sobre las escuelas”, busca que el pueblo mexicano
obtenga la más alta calidad de educación porque a
través de ésta los beneficios serían más para la mayo-
ría; así mismo, se podría alcanzar como pueblo, al fin,
la mayoría de edad, que el proyecto de la Ilustración

1 2 6 . La primera estatua inaugurada de Cuauhtémoc fue la de 1885,


en bronce, y en la ciudad de México.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 335
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

deseaba. No es exagerado hablar de este programa en


Alfonso Reyes, ya que como menciona Olguín:

La filosofía social de Alfonso Reyes es esencial-


mente una filosofía de la cultura orientada hacia
Hispanoamérica. Animada por un ideal cosmo-
polita y humanitario semejante al de la Ilustración
o el Enciclopedismo, esta filosofía aspira ante todo
a encontrar la fórmula capaz de elevar Hispano-
américa a un plano cultural universal, pero sin
abandonar los valores humanos fundamentales
de su tradición hispánica y latina. (Rangel Vol II
1996:336) “La filosofía social de Alfonso Reyes”.

Así pues, educación e ilustración desempeñan


un papel importante en la conformación de la patria
porque la educación forma ciudadanos, es decir,
congéneres que compartirán las mismas prioridades
jurídicas, sociales, económicas, asuntos por demás
importantes para Reyes en un México que, como él lo
ve, es multicultural. México, América Latina, deben
ser ilustradas para ocupar el lugar que le corresponde
ante la aridez de Europa: “[...] la función educativa es
en ella predominante; es decir, la preservación de los
caudales que llamamos cultura.” (Reyes OC XIV:
112) LEL “Aristarco o anatomía de la crítica” (1941).
La base educativa se encuentra, para Reyes, en
Grecia, no hay otra opción de aprendizaje: La cultura
ha llegado, a través de los siglos, mediante el apren-
dizaje de la crítica, es decir, como buen ateneísta,
Reyes sabe que el positivismo en la escuela y en la
educación ha creado una negación de la reflexión
crítica. Para él, ésta conlleva a la emancipación del
individuo. Así, Reyes vuelve a los griegos para la
enseñanza ya que fueron los primeros que,
336 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

La educación en la Edad Ateniense se inspiró en


la filosofía política y tenía por fin esencial cons-
truir ciudadanos. Pero se la confiaba sobre todo
a la iniciativa particular, ya en los grados ele-
mentales del gimnasio, ya en las enseñanzas
superiores, que hoy llamaríamos universitarias,
de filósofos y sofistas. (Reyes OC XX: 189) LFH.

El fundamento primordial de la patria se edifica


a través de la imagen que los ciudadanos tienen de
ésta. El ideal es el pensamiento helénico, pero sobre
todo, la estructura que el griego tenía, el ciudadano
era educado en dos niveles: el primario y el universi-
tario (según se llamaría hoy). Así, el espíritu de la
educación es formar al intelectual del futuro, al que
conforme un espíritu de estudio, razón y paz social:

Sobre el primer motivo tiene que trabajar un plan


de educación que abarque todos los grados de la
enseñanza y la prédica; que use todos los medios
lícitos de la disciplina, de la difusión de las ideas,
del entrenamiento práctico, y que se refiera a
todas las edades del hombre. Que la poesía de la
paz absorba gradualmente toda la sustancia de
la poesía de la guerra. (Reyes OC XI: 224) TyO
“Doctrina de la paz” (1932).

La educación, pues, debe llegar al último fin que


la compone: la paz. Sobre todo, entrenando en la
disciplina, en las ideas, en la poesía misma. Los
poetas son quienes deben resolver sobre la hora ame-
ricana porque son los enriquecedores de la nueva
cultura que subyace en ella. Así, se institucionaliza la
academia, ésta disciplinará, dirigirá al nuevo ciuda-
dano en ese despertar americano:
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 337
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

Pero no creo que nos arrastre necesariamente


hasta impedir lo que hemos llamado la madurez
americana. Al contrario ¡Hay que decirse y repe-
tirse que ha llegado el momento! ¡Ahora o nunca!
(Reyes OC XI: 115) UT “Paul Valery contempla
América” (1941).

América sólo podrá asumir su responsabilidad


histórica en tanto sea un pueblo ilustrado porque así
podrá sobrellevar no sólo sus propias idealizaciones
sino parte del bagaje cultural que lleva todo pueblo,
es decir, América debe asumir su hora tomando la
estafeta de los beneficios universales de la cultura.
Pero de cierto modo, para Reyes, ya no sólo es México
quien debe despertar de su letargo, sino es propia-
mente la extensión americana como prolongación de
lo universal, para ello: “En cierto modo, la catástrofe
europea ha venido a ser un aviso providencial que
nos despierta de la infancia.” (Reyes OC XI: 114) UT
“Paul Valery contempla América” (1941).
No sólo es a causa de la guerra que Europa
resulta incapaz de asumir los destinos del hombre,
sino también ese suelo culturalmente agotado, en
donde ya no fertiliza ningún nuevo pensamiento. La
llamada hora americana propone renovar el más alto
valor en el hombre: la razón. Con ello se defiende el
espíritu que la hace valer como parte de la herencia
occidental; América tiene su hora porque ha conser-
vado con mayor ahínco el espíritu grecolatino: “Méxi-
co, mantenedor constante del espíritu latino, no debe
permanecer indiferente. No quede, pues, lugar a
dudas. Se trata de un acto de latinidad.” (Reyes OC
XI: 157) TyO “Discurso por Virgilio”.
338 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

Desde nuestro punto de vista, la defensa de la


latinidad en México y en América Latina cobra im-
portancia en los años 40 porque refleja el pilar de la
cultura representada en las instituciones hispanas,
así como el carácter de su herencia cultural, lo griego
a través de lo latino, lo latino en España, ésta en la
formación de América; y por supuesto, América es la
mezcla de todo lo anterior. Reyes se da a la tarea de
redefinir en el ámbito de la patria la herencia cultural
prehispánica. Así, para este receptor, que presupo-
nemos nacionalista, dirige la pregunta: “¿Usted cree
en las tradiciones aztecas? ¿O les llama así a los
monumentos arqueológicos? Porque de aquella ve-
tusta civilización sólo hemos heredado las piedras.”
(Reyes OC VIII: 62) DVV “México en América” (1929).
No existe para Reyes la tradición azteca; ese
pasado absoluto, ese alarde de piedra, fue una civili-
zación, pero que no tuvo la opción de repetirse en las
generaciones de mexicanos. Por ello, es necesario que
el latín —como tradición e ilustración— se fortalezca
en América Latina, para lo cual es necesario:

“Quiero el latín para las izquierdas,127 porque no


veo la ventaja de dejar hacer las conquistas ya
alcanzadas. Y quiero las Humanidades como el
vehículo natural para todo lo autóctono.
Lo autóctono, en otro sentido más concreto y más
conscientemente aprehensible es, en nuestra
América, un enorme yacimiento de materia pri-
ma, de objetos, formas, colores y sonidos que
necesitan ser incorporados y disueltos en el flui-

1 2 7 . En otro lado dirá: “La derecha es realista; la izquierda es utopista.


“(Reyes OC XI: 253) TyO “Esta hora del mundo” (1939).
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 339
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

do de una cultura, a la que comuniquen su con-


dimento de abigarrada y gustosa especiería. (Re-
yes OC XI: 161) TyO “Discurso por Virgilio”.

Ésta es la vuelta al sentido de la educación desea-


da por Alfonso Reyes, un latín que sea para todos; un
latín que esté lleno de esa utopía de América en donde
todo se puede renombrar, porque América Latina es
ese yacimiento de materia prima cultural —social— en
donde la utopía de la izquierda podría educar con
mayor equidad a los habitantes de América Latina.

Del terruño a la patria, al mundo


A partir del viaje que realiza en 1913, Alfonso Reyes
toma la distancia de México que le provee una pers-
pectiva: social, política, sentimental. Como viajero ya
no regresará a la misma patria; desde esa separación
criticará los problemas y los aciertos de la República
Mexicana. Su visión se contrapondrá, muchas de las
veces, a los intelectuales que desarrollaron en México
un nacionalismo. Reyes no se divide, esclarece: “No
me ciega el amor al terruño; no me ciega la relación
sentimental con una comarca a la que están vincula-
dos mis más caros recuerdos filiales [...]” (Reyes OC
VIII: 178) DVV “Los regiomontanos” 1943. Pero, ante
todo, para el cosmopolitismo de Reyes, la crítica, como
forma de conocimiento, como base fundamental de la
cultura, debe sobreponerse al límite geográfico y amo-
roso: “Este era un grande viajero, y su consejo—
“cuando andes de viaje, no pierdas el tiempo en recor-
dar la patria que te has dejado atrás”—todavía es
válido.” (Reyes OC XVIII: 75) EH.
340 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

Es precisamente este tipo de anotaciones que


fueron interpretadas por los nacionalistas mexicanos
como el desapego de Reyes por la patria; sin embargo,
lo que él buscaba era el sentido primario de la misma,
sus límites, sus colindancias, sus orígenes, sus tradi-
ciones. Como crítico, pues, vio la totalidad, así como
las particularidades de su objeto: México inserto en
América. Al ser una entidad sólo marcada geográ-
ficamente por el designo de la historia, América para
Reyes parte de la comparación entre sí para observar
la continuidad de su cauce histórico.

Va siendo tiempo de que nos preguntemos qué


significa nuestra América. Todos sabemos que es
un injerto de vigor español de la mejor época,
trasplantado a otra geografía y encauzado por
otras venas. (Reyes OC IX: 29) NyS “Palabras
sobre la nación Argentina” (1929).

Los orígenes, a veces orgullosos, a veces tímidos,


son un fragmento de esa América que él llama “nues-
tra”; no sólo porque se habla español, sino porque se
comparte una cultura en toda la extensión de la
palabra:

El equilibrio en marcha que significa una con-


ciencia nacional es difícil de definir aún para
naciones de muy larga elaboración sociológica.
Mucho más para naciones como las nuestras. ¡Y
considere que, en América, bien puede México
estar satisfecho de ser la cuna más antigua. (Re-
yes OC XI: 122.3) UT “Paul Valery contempla
América” (1941).
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 341
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

¿Pero, qué es la patria? La patria está en todos


lados para Reyes, la patria es el más alto deber al que
todo ciudadano se debe. Puede ser América, Europa,
África o Asia, puede ser cualquiera: “La patria es el
universo. La contracción y limitación del cínico es
expansión en el estoico” (Reyes OC XX: 256) LFH;
según se utilice el concepto. Para Reyes la búsqueda
de la patria se situaba en el plano de la cultura, de la
civilización, y en este sentido, de la verdad relativizada;
eso que llama equilibrio, por supuesto, entre saber y
hacer. Así, Reyes definirá el concepto “patria” asumi-
do desde la perspectiva de lo universal:

La patria es el campo natural donde ejercitamos


todos nuestros actos morales en bien de la socie-
dad y de la especie. Se ha dicho que quien ignora
la historia patria es extranjero en su tierra. Puede
añadirse que quien ignora el deber patrio es
extranjero en la humanidad [...] (Reyes OC XX:
500) LCM “Lección IX” (1944).

La base de toda civilización es la moral, si el ser


humano no respeta los preceptos básicos de convi-
vencia con su sociedad: no hace el bien, ni para él, ni
para la sociedad, ni para la especie, se es extranjero.
En ese sentido, aquel que no se comporte dentro de su
sistema de normas encauzadas por el Estado no
establecerá compromiso con su propia humanidad,
Por ello, su insistencia en la no violencia. Por supues-
to, aúna al concepto de práctica moral en la patria al
ejercicio de la memoria, quien sea ignorante en estos
dos campos será desterrado necesariamente de la
sociedad en donde convive. La particularidad del
pensamiento de Reyes engarza con lo anterior, tanto
342 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

la perspectiva de lo nacional, como la de lo universal.


Para puntualizar esto que parecería extraviar los dos
conceptos, Reyes en La Cartilla Moral señala que no
existe semejanza entre el Estado y la patria, ambos
son diferentes en sus bases y finalidades:

La nación, la patria, no se confunden del todo con


el Estado. El Estado Mexicano, desde la indepen-
dencia, ha cambiado varias veces de forma o
constitución. Y siempre ha sido la misma patria.
El respeto a la patria va acompañado de este
sentimiento que todos llevamos en nuestros cora-
zones y se llama patriotismo: amor a nuestro
país, deseo de mejorarlo, confianza en sus futu-
ros destinos. (Reyes OC XX: 499) LCM “Lección
IX” (1944).

Reyes hace halago de diplomacia al separar el


Estado, los medios, el poder, de algo que él considera
más sublime: la patria. Sobre todo, define a la política
como aquella que no ha permitido que los pueblos
americanos alcancen la mayoría de edad. La política
mexicana ha sido tan inmadura que, sea por desco-
nocimiento o sea por infantilismo, ha caído en apre-
ciaciones erróneas tales como:

Acontecía en esto algo parecido a lo que aconte-


ció con la ortografía de la palabra “ México” , que
los liberales tendieron a escribirla con “x”, mien-
tras los conservadores tendieron a escribirla con
“j”, por más que aquella ortografía es mucho más
tradicionalista que ésta. (Reyes OC IX: 52) LTylD
“Los peces y la sociología matemática” (1942).

La distancia del Reyes viajero no sólo se aprecia


con respecto a la opinión de México, sino en ese
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 343
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

reencuentro que tiene con América, como la última


Tule, o el último reducto de esperanza para la huma-
nidad. Para él, América escudriña sobre sus entrañas
la universalidad. En esa comparación se encuentran
valores que suponen la universalidad de los mismos
y de la cultura en la cual se hallan inmersos. Lo
nacional no niega lo universal, y viceversa; sobre
todo porque son inseparables tanto en la obra del
espíritu como en el quehacer del hombre. En palabras
de Reyes:

La primera pregunta se reducía a saber si existe


ya en México una verdadera conciencia nacio-
nal. Lo cierto es que la filosofía rompe lanza para
averiguar si existe un ente nacional. Si entramos
hasta el subsuelo del problema, el problema des-
aparece en la homogeneidad de la raza humana.
(Reyes OC XI: 122) UT “Paul Valery contempla
América” (1941).

No es que Reyes haya rehuido a la pregunta, sino


que más bien encuentra otra respuesta: la reunión
total de América Latina en una sola formación. En
esta conjetura encuentra el valor real de la conciencia
nacional del mexicano, o del argentino, o del colom-
biano: lo que metodológicamente llamó la compara-
ción entre los pueblos americanos. Buscar la homoge-
neidad es encontrar que América es la patria total del
último espíritu latino: la esperanza de Reyes. En la
formación de ese nuevo mundo, de esa nueva utopía,
se requiere de responsabilidad histórica. Mientras eso
no corresponda a la realidad de América, no dejará
esta última de ser la utopía:
344 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

[...] comienza a definirse a los ojos de la humani-


dad como posible campo donde realizar una
justicia más igual, una libertad mejor entendida
entre los hombres, una soñada república, una
Utopía. (Reyes OC XI: 58) UT “El presagio de
América” (1941).

América, pues, ha llegado, para los tiempos de


Reyes, a su hora; en la que debe ser responsable de
su valor histórico, de su riqueza cultural, social y
económica. El señalamiento de la hora precisa no se
obliga a los apuros de la historia, sino al momento
justo del ingreso en la cultura occidental; sobre
todo, a los tiempos aciagos que Europa atraviesa en
el momento de la escritura del texto, “El presagio de
América” (1941); ahora bien, este tiempo también
tiene un límite que le es propio, en donde América
puede continuar como ideal, o plantearse como
realidad: “La declinación de nuestra América es
segura como la de un astro. Empezó siendo un ideal
y sigue siendo un ideal. América es una utopía.”
(Reyes OC XI: 60) UT “El presagio de América”
(1941). Para Leopoldo Zea el acto de emancipación
es la toma de conciencia de la dependencia, ya sea
de Europa o de los Estados Unidos. Zea propone, a
diez años del “Presagio”, una filosofía que se com-
prometa con la responsabilidad histórica de no de-
pender más que de sí misma. Esa toma de conciencia
es también un deslinde de lo que nos corresponde
del pasado europeo, en este caso él lo llama el
instrumental; en el cual, el filósofo debe adaptar a
las circunstancias latinoamericanas. En esa toma de
conciencia, pues, se tiene que revalorizar el porqué
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 345
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

del fracaso o la incapacidad del latinoamericano al


importar las ideas ajenas e implantarlas en suelo
americano: “Nos empeñamos en realizar lo que no es
nuestro, y al no lograrlo nos sentimos impotentes,
incapaces” (Zea 1972: 59).
Finalmente, la reunión de factores diversos en
América, ese mestizaje en todos los ámbitos, abre la
posibilidad de integrar un nuevo sentido de búsque-
da, de equilibrio racional frente a una Europa en
guerra, América se presenta como la alternativa na-
tural para el desarrollo de la cultura. Europa ya no
podrá olvidar, para Reyes, las fronteras entre los
países, mientras que “La cultura americana es la
única que podrá ignorar, en principio, las murallas
nacionales y étnicas.” (Reyes OC XI: 62) UT “El
presagio de América” (1941).
En otra vuelta de tuerca al estilo de Reyes,
replantea a América como concepto universal bus-
cado del mismo modo que el nacional: el mestizaje
México-americano permite salvaguardar el princi-
pio roto en Europa: la tolerancia entre los pueblos,
entre las culturas y entre los hombres. Los america-
nos deben, entonces, buscar la patria de su cultura
en lo latino como el sustento de los valores cultura-
les. Si el proyecto bolivariano era integrar a Améri-
ca en una totalidad geográfica, el proyecto de Reyes
es integrarla en su otro valor: la inteligencia, para
que, a través de ella, los intelectuales puedan discer-
nir sobre sus diversos valores, para retomar la hora
americana.
346 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

El azar en México en una nuez128,129


El estilo de la concreción será la base para desarrollar
uno de los mejores ensayos históricos, políticos, socia-
les, e identitarios de México; ergo, del mexicano, de la
“sustancia” que es: México en una nuez (Meun) imposi-
ble mejor resumen histórico130 desde lo prehispánico
azteca hasta los años de 1930. Para entender por qué
optó por sintetizar cuatro siglos de historia, leamos lo
que escribió sobre la sucinta escritura:

Uno de los secretos de bien escribir es la econo-


mía; dejarse llevar de la velocidad adquirida, uno
de los peligros mayores. Olvidar un poco es in-
dispensable a la historia; reducir el lastre, al libre
nado y a la recta navegación. (Reyes OC XXII: 549)
M “94. Don Polimates”.

1 2 8 . Rangel aporta una posibilidad de por qué Reyes tituló el ensayo


de esta manera: “Aquí, entre nosotros, vienen al recuerdo aquellos
pregones de la infancia también presentes a nuestro Alfonso; la
¡noooogada de nuez! Que intentaba llevar hasta el fondo del patio
y el traspatio regiomontanos el sabor del dulce quemado y el
excitante amargor de la nuez;” (Rangel 1996 Vol III: 459) “Evo-
cación de Alfonso Reyes”. Espero que el lector también encuentre
la relación entre ese lugar que fue el terruño para Reyes, Monterrey;
la patria mexicana que para él tenía ese amargor. Finalmente,
México como ese fruto, esa semilla envuelta en cáscara dura.
1 2 9 . A la par de la investigación es posible otra interpretación: “in a
nutshell”, “en una nuez”, es una expresión en lengua inglesa que
tiene el siguiente sentido: “en resumen”, “en conclusión”. Esta
locución se usa para cuando se ha hablado desde diferentes
puntos de vista, y llega el momento de realizar la relatoría sobre
lo dicho. Otra vez surgiría la ironía en Reyes: todo México en una
conclusión. Por supuesto, en esta posibilidad queda la duda de
por qué Reyes usa una expresión traducida de la lengua inglesa.
1 3 0 . Cabe mencionar que el concepto histórico no debe leerse desde una
perspectiva historiográfica; sino desde un punto de vista social,
político literario de lo que Alfonso Reyes, desde una particularidad,
condensa diversos elementos para explicar el pasado mexicano.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 347
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

Reyes concretiza la historia de México para reeva-


luar (“reducir el lastre”) al país frente a las situaciones
adversas descritas en el ensayo, es decir, resalta de
México las características que subyacen en el espíritu
humano que se comparte con los mundos hispánicos.
Es, después de todo, una composición comparativa
en donde Reyes expresa los puntos de enlace, cuáles
son esas partes de la tradición que se convierten en lo
hispánico, latino, entre las repúblicas americanas
con respecto a España, a Europa, a Occidente mismo.
El conocimiento histórico de un pueblo, cuando ha
alcanzado su madurez, es la comparación con otros
sean diversos o iguales en sus condiciones para apren-
der de las diferencias o las proporciones de cada
historia. Este instrumento comparativo usado en el
texto indica que el escritor se vuelve sobre lo hispano-
americano, en relación con el otro. Por ello al encau-
zar la historia a través de la memoria, la ve desde otra
perspectiva, por ejemplo, desde el punto de vista
conservador. Así, los segmentos que Reyes “recuer-
da” narrar (en contra de los que “olvida”) plantean la
patria como parte de la civilización, mejor aún, de la
moderna civilización mexicana. Todo pasado se con-
vierte en inmediato en la medida de manifiesto.
¿Cómo explicar el espíritu mexicano? Reyes se-
lecciona lo que para él son los momentos más repre-
sentativos en la formación del alma nacional. La
narración México en una nuez (Meun) se expone para
diversos interlocutores culturales: para los mexica-
nos, para los brasileños, para los argentinos, y para
los españoles (amén del envío universal que resulta
de todo escrito de Reyes). Reyes elabora el discurso
entre México y Río de Janeiro (1932); este discurso se
348 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

lee, además, en Buenos Aires en el festival de Amigos


de la República Española en 1937.
No es casual que Reyes elabore el texto en 1932
—durante su estancia en Brasil; esto se debe al llama-
do que él realiza para que los ríos históricos de
América se comparen y se entiendan desde su propio
marco. Este es el primer valor del escrito porque
permite —en esa concreción— que el latinoamerica-
no entienda el desarrollo de su nación en la medida
de compararla con la de México. En segundo lugar,
una búsqueda de encuentros entre los hispanoameri-
canos. No es casual que se explique el carácter repu-
blicano de América, y lea el discurso en pro de los
filiales a la República Española. En tercer lugar, como
parte de la elaboración del texto, Reyes pregunta
abiertamente al otro: al lector intercultural. Cuestiona-
mientos directos que representan, además, los por-
qués de la conveniencia de recapitular —proceso
inacabado— la formación del espíritu mexicano, la-
tinoamericano, hispano-americano. El texto cobra
vital importancia porque en la comparación como
método, México es colocado como ejemplo histórico.
A diez años de pasada la revolución mexicana, Reyes
propone un aprendizaje de esa historia, que desgra-
ciadamente para él, se repetirá en Hispanoamérica:
la violencia no cesará en tanto exista crisis moral en
las polis hispanas; el texto, pues, se convierte en una
búsqueda de la dimensión política de la existencia
civil, ya que propone la institucionalización de la
revolución, como un paso más hacia la civilización,
que es la última patria.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 349
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

El texto México en una nuez, se divide en ochos


segmentos, numerados con romanos; la partición
sólo es significativa porque representa el corte dia-
crónico que el propio Reyes prefiere, estos ocho seg-
mentos encarnan puntos históricos nodales.
La perspectiva, desde este sentido, se contiene
en frases cortas, adjetivadas o en aposición que com-
plementan o caracterizan, no sólo el tiempo de la
historia, sino los personajes históricos; así como tam-
bién, los azares en la diacronía de la formación de la
patria. Este estilo que adopta Reyes para la descrip-
ción explora, en imágenes extraordinarias, las carac-
terísticas de los actores históricos, concretizando con
un adjetivo, verbo, sustantivo, o frase en aposición,
una totalidad.
I. 131 Nada deja, eso es cierto, al azar, Reyes
redacta México en una nuez elaborando un balance de
la cultura azteca. Sólo el primer párrafo se dedica
completamente a ellos, esto es debido a la postura del
mismo Reyes ante la consideración de ese “pasado
absoluto”, de esa herencia de sólo piedras; en ese
mismo párrafo deduce que los aztecas se habían
rodeado de “civilizaciones vetustas” (Reyes OC IX
Meun: 42); Esas civilizaciones no las entendían los
nativos. La moral forma la civilización, y a través de
ella, la entendemos en su contenido total. Para Reyes,
el significado de la moralidad será la clave para el
desarrollo de todo pueblo civilizado; de hecho, colo-
cará en inferioridad de desarrollo a los pueblos indí-

1 3 1 . El presente análisis seguirá el orden cronológico del texto y su


separación con números romanos.
350 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

genas americanos desde la perspectiva moral, ya que


para él: “La civilización se hace de moral y de políti-
ca” (Reyes OC IX Meun: 42); dos asuntos en los cuales
el europeo, esencialmente, la “Gran mente política”
(Reyes OC IX Meun: 43) de Cortés juega extraordina-
riamente bien: los ardides del mañoso español no son
entendidos por el pueblo azteca porque éste aún se
rige con otro sistema, más atrasado que el europeo
renacentista: los augurios y los dioses. En este senti-
do, el estatuto histórico de la cultura prehispánica no
cuenta con un auto-reconocimiento posterior, no hay
ciudadanía prehispánica, y por tanto, no existe su
moral, ni su política. Aunque también señala como
característica de atraso: la falta de metalurgia, la
esclavitud, las ofrendas a los dioses, la ausencia de un
sistema de escritura perpetuo.

Su colisión contra los hombres que venían de Euro-


pa, vestidos de hierro, armados con pólvora y balas
y cañones, montados a caballo y sostenidos por
Cristo, fue el choque del jarro contra el caldero. El
jarro podía ser muy fino y hermoso, pero era el más
quebradizo. (Reyes OC IX Meun: 42).

Reyes explora la metonímica imagen del jarro


igual a indígena azteca; caldero igual a español, en la
cual el choque de las dos culturas terminará con lo
hermoso del jarro. El jarro, además, puntualiza el
color moreno de los indígenas aztecas: amén de su
maquillaje ritual de la cara: lo hermoso no podía
durar frente a las heridas del hierro guerrero y del
religioso. Poseían, pues, los aztecas otro orden: “El
don del arte, como el don del amor, es otro orden libre
y sagrado de la vida.” (Reyes OC IX Meun: 42).
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 351
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

En ese sentido, el amor que el indígena azteca


guardaba a sus dioses en sus rituales influyó en la
decisión de respetarle la vida al que se llamaba (bajo
un doblez) “Embajador”. Pero también, Reyes da cuen-
ta de que el artificio funcionó porque era parte de la
memoria histórica del pueblo azteca: la superstición
sirve de amparo a la gran mente política, triunfando
ante el “asustadizo” Emperador Moctezuma. Sin em-
bargo, esto no sólo ha sucedido en México, también
sucedió en Italia, como recuerda Reyes: “[...] que así se
portó ante él como el Rey Latino, en la Eneida, a la
llegada de Eneas, el hombre de los destinos” (Reyes OC
IX Meun: 43).
Es decir, en la misma proporción, la historia de
Roma se compara con la historia de México, con lo
que Reyes proyecta una posibilidad: el futuro de
México es semejante al de Roma, al de Occidente.
Reyes consuma la victoria de los europeos; la con-
quista es ensimismada, los indios mismos conquistan
el Imperio Azteca. Cabe su pregunta: “¿Unos cente-
nares de hombres y unas docenas de caballos logra-
ron tamaña victoria?” (Reyes OC IX Meun: 43). Evi-
dentemente no se plantean otros azares del destino,
en donde intervienen fuerzas que van más allá del
entendimiento: cielo y tierra, como en La Eneida éstos
fincan el destino de una raza de barro. El mismo
cuestionamiento es válido para todas las naciones de
Latinoamérica: no sólo porque numéricamente se era
superior, sino porque toda América sucumbió ante el
europeo teniendo un destino semejante.
II. La segunda etapa segmentada por Reyes
corresponde a la gestación de dos elementos que
darán el matiz al nuevo material que se funde del
352 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

caldero y del barro. Los dos son fundamentales en la


conformación del espíritu mexicano: la iglesia y el
mestizaje.
La iglesia cimienta muchas de nuestras fuerzas
internas en América Latina. Reyes simplemente de-
duce cosas ante la violencia del conquistador “codi-
cioso”, el indígena se ve protegido por la iglesia. En
este primer momento, se refuerza la jerarquía social,
y se restringen los intercambios entre las clases. La
iglesia surge con el misional encargo de sujetar moral
y políticamente, mediante la salvación del alma, lo
que llevó a excluir la ciudadanía. La iglesia comienza
para Reyes a poseerlo todo: las almas de los indios,
con el catequismo y el bautismo; las tierras de los
indios protegidas por una iglesia depositaria más allá
de las generaciones de los hombres: “Cada vez se
siente la necesidad de no tolerar que nazca un Estado
dentro del Estado.” (Reyes OC IX Meun: 44).
No hay razón para la expulsión de los jesuitas;
nos dice Reyes: “Carlos III se distrae”: la inmensidad de
reino no deja ver al monarca que intenta quitar la paja
del vecino, y no ve la viga de su ojo. En esta búsqueda
de perfección espiritual se perfila la integración social
del mestizo; el cuerpo jesuita fundamentó los primeros
discursos nacionalistas, dejó la proposición de una
América utópica realizable. Son tres siglos en los que
el imperio español sólo recibe las riquezas de América,
no presta atención a las necesidades de la misma y al
surgimiento de una nueva forma: “Durante tres siglos
las razas se mezclan como pueden, y la Colonia se
gobierna y mantiene por un milagro de respeto a la
idea monárquica y por sumisión religiosa a las catego-
rías de Estado.” (Reyes OC IX Meun: 44).
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 353
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

Es, precisamente, un milagro porque España no


tiene conciencia de su imperio; la podrá tener del
reino, pero no de todo su poderío y la posibilidad de
lo que esto significa, España no desarrolla una fuerza
industrial, sólo la “espiritual”; no expande su poderío
naval como subrepticiamente otras naciones lo ha-
rán; no cuenta con un ejército propiamente america-
no para defender sus territorios: ese es el milagro que
se opera. Nuevamente, Reyes no haya otra explica-
ción más que la del azar.
Ese nuevo ser, los mestizos, “astutos y sutiles”,
comienzan a sentirse parte de la tierra; éstos lucha-
rán, junto con los caudillos liberales, para la emanci-
pación de la Nueva España. O ellos, nos dice Reyes,
o la iglesia, ante “tantos eclesiásticos de aldea”. De
esta nueva lucha de fuerzas surgirán dos grupos en
constante oposición en el siglo XIX: los liberales y los
conservadores. La utopía jesuita de un estado divino,
o la búsqueda del Estado civil de los liberales, aquí la
nación toma su primera fuerza al ser una política de
Estado, cualquiera que ésta sea: conservadora o libe-
ral, para Reyes, sólo faltará la integración moral para
lograr la civilización.
III. Otra vez las fuerzas de lo maravilloso se
suceden en México: ante la victoria fácil, Miguel
Hidalgo y Costilla se detiene en el Cerro de las Cru-
ces, abajo está la ciudad de México, pero “A la majes-
tad de la Historia no siempre conviene el que los
grandes conflictos encuentren soluciones fáciles” (Re-
yes OC IX Meun: 45). El pueblo de Dolores conviene
como parte mítica del inicio de la Independencia
mexicana; de hecho, con cierto tono “serio”, Reyes
recuerda que se le tiene como una representación
354 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

utópica dentro de nuestra historia. El acto se consu-


ma cíclicamente cada noche del 15 de septiembre de
donde se recuerda: “del hecho humilde y memorable”
(Reyes OC IX Meun: 45) con la misma campana con la
que el cura Hidalgo dio “la alerta al corazón de la
patria” (Reyes OC IX Meun: 45); en este sentido surge
la crítica:

Las escenas de regocijo y fiesta que entonces se


desarrollan, en medio de la gritería y las ilumina-
ciones nocturnas, son uno de los rasgos más
pintorescos de la vida popular mexicana, y han
tentado a todos nuestros novelistas de costum-
bres. (Reyes OC IX Meun: 45)132

La atracción es grande. El acto repetido anual-


mente no significa porque ha perdido toda fuerza
moral, todo sentido.
Las peripecias azarosas, instrumentos del ejérci-
to, terminan con dos posibilidades heroicas: la del cura
Hidalgo y la obra de Iturbide. El primero representa al
primer padre de la patria, una insistencia de los libe-
rales, “caudillo popular”; el segundo, “—criollo aristó-
crata—” semejanza y deseo de los conservadores”. Sin
embargo, los valores morales en los que insistirá Reyes
comienzan a realizar su labor: ante el “efímero impe-
rio” de Iturbide, sin un deseo popular de nadie, Hidal-
go surge como el mártir de ese movimiento.

1 3 2 . Reyes no podrá olvidar que al escribir sobre la historia de México;


él guarda la oración del 9 de febrero, y un recuerdo personal en los
mismos espacios que describe. “frente al Palacio Nacional, sobrio
y majestuoso edificio revestido de dolor y de historia.” (Reyes OC
IX Meun: 45); dolor e historia, a la vez que particular, lo es para
México total.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 355
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

Pero no hay nada escrito para esa Majestad que


es la Historia; el sentido primario de la primera
revolución (1810) se diluye. Los ideales, entre las
luchas intestinas por el control del poder, se pierden
cada vez más. Ese nuevo ser, simbolizado por el
águila y la serpiente, lucha ensimismado ya no por los
ideales: libertad, democracia, igualdad; sino por el
control político-económico de los territorios. Los dos
seres en lucha interna representan a los liberales y
conservadores. Los conservadores, la sociedad crio-
lla, es la que se retira de la lucha (en el cerro de la
cruces) porque la rebelión “popular” amenazó su
estatus, su orgullo étnico, su hegemonía social. Hi-
dalgo no sólo retrocede militarmente, sino también
socialmente; la masa popular se contiene 100 años
para buscar nuevamente sus ideales. En 1821 vence
el espíritu criollo que institucionaliza su rebelión:
primer momento de la lucha entre el águila y la
serpiente. Así, la nación, a través de una metáfora
antropomórfica, son las “entrañas del pueblo” (Reyes
OC IX Meun: 46), lo que se “derramaba por todo el
cuerpo de la nación” (Reyes OC IX Meun: 46). Se
representa el dolor —el costo— social e histórico de
las luchas internas. Es decir, para Reyes, la Indepen-
dencia no cumplió con lo que había prometido y su
consecuencia fue cien años después, una revolución
intensa (1910), en el cual no se pudo detener al
mestizo, a la masa. Ese volver a los ideales básicos: la
justicia social, el reparto de tierras, la raza india y su
integración a la civilidad, la defensa de la soberanía
nacional. Problemas que tienen su base en la ausencia
de un proyecto educativo fuerte, que lleve el latín a
las izquierdas, a las masas, al pueblo.
356 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

IV. En esta segmentación, Reyes se ocupa de la


visión del otro: a través de puntualizar el carácter
español en la Colonia. Escribe lo que considera de la
Independencia, el valor que tuvo España para reco-
nocer en un primer momento y con ciertas excepcio-
nes, las independencias americanas. El error de Espa-
ña no fue el compartir las faltas filosóficas del mo-
mento histórico, sino:

[...] España nunca tuvo fuerzas para sujetar su


poderío colonial; en que no supo explotar
cuerdamente, con buena ciencia de mercader, a
sus colonias, sino que se enloqueció fantástica-
mente con ellas, se entregó a ellas, se fue hacia
ellas desangrándose visiblemente. (Reyes OC IX
Meun: 47).

La fortaleza de España está en que, con pie de


gigante, no aplastó a las naciones americanas, más
bien las mantuvo, así como lo hizo con los mercena-
rios piratas de otros países. España, con ese pie de
gigante, defendió al indio e intentó salvaguardar las
propiedades comunales de los pueblos indígenas.
Mantuvo la tradición latina de las leyes, las que
hicieron posible la Independencia mexicana, y las
americanas. Pero los independentistas lucharon, para
Reyes, más en contra de un “pasado” que de un
“Estado”. Porque como menciona Houvenaghel, “Así
las cosas, España e Hispanoamérica no se conciben
como dos territorios enfrentados por intereses opues-
tos, sino que, por el contrario, aparecen hermanados
en su afán de renovación y en su voluntad por
modernizarse y este empeño, entiende Reyes, culmi-
nará, en el caso de España, con el nacimiento de la
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 357
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

República, mientras que, en los países americanos, se


alcanzará con la emancipación y el nacimiento de las
diferentes Repúblicas.” (Houvenaghel 2002b: 6)
Es decir, la nueva clase forma su propio estado,
su propio modo de valorarse, de verse desde la pers-
pectiva dentro de las leyes latinas. Con la Indepen-
dencia, el hispanoamericano, comienza a educarse,
duro aprendizaje, en sostener la moral y la política
como parte indisoluble de su propia civilidad. Por
último, Reyes señala en una línea la semejanza con el
otro: “De modo que las independencias americanas y
la Instauración de la República en España son dos
tiempos paralelos de la misma evolución histórica.”
(Reyes OC IX Meun: 45).
España no es la oposición en sí, España es parte
de la misma corriente que subyace en los hispano-
americanos: lo latino; se debe, pues, el sentimiento de
la igualdad y de la “varonil fraternidad” a España.
Éste es un momento clave en el discurso de Reyes
porque ingresa en el orden de la comparación histó-
rica entre los pueblos hispanoamericanos: sus coinci-
dencias temporales no son casualidades, sino proce-
sos que se comparten por la pertenencia a una misma
herencia, memoria de pueblo. La España de 1932, en
un momento cúspide de su historia lucha por la
misma utopía americana: la República, ya instalada
en América Latina.
V. El primer momento americano no fue propi-
cio porque simplemente, para Reyes, no se había
alcanzado la mayoría de edad para probar los place-
res de una filosofía para adultos: los derechos del
hombre y la formación de la constitución liberal.
Pregunta Reyes al lector: “¿Destetarías a un niño con
358 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

ajenjo?” (Reyes OC IX Meun: 48); América fue el


infante que lo probó, eso representó caer en el vértigo
de no alcanzar el ideal de cosas deseadas: lo imposi-
ble; además, ante un pueblo no educado en ninguna
de sus formas cívicas (la educación debe formar
ciudadanos, los mexicanos no habían tenido una
educación que fuese sólida). Nadie estaba prepara-
do: ni el pueblo, ni el indígena, ni la administración
de poderes, ni los caudillos.
En ese México, con ese licor representado por el
poder, todo es confusión: Iturbide emperador, las
ideas “importadas” no se entienden; pero sobre todo,
en el vaivén político entre los liberales y los conserva-
dores; surge el mal de todo movimiento militar: los
caudillos, metonímicamente los representa por las
botas. El gigante es sustituido por el propio pie de
criollo o mestizo militar; éste se antepone a obtener el
poder por el poder.
Para una mente como la de Reyes, es un gasto
inútil de tiempo y posición, pero que permitió, de
cierta manera, fortalecer el cuerpo de la patria:

Como fuere, el duelo de liberales y conservadores


va creando un ritmo de vaivén que cada vez se
parece más a un latido, a una circulación cohe-
rente, a la respiración de un ser ya diferenciado,
ya en proceso de organización. (Reyes OC IX
Meun: 49)

Pese a ello, la patria toma forma: el cuerpo se


organiza, se administra, respira, sufrirá invasiones
(1836, anexión de Texas a USA; 1838, la guerra de los
pasteles; 1846-1847, la perdida de la mitad del territo-
rio nacional; 1880-1890, diversas invasiones furtivas
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 359
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

de norteamericanos; 1914, ocupación del ejército ame-


ricano del puerto de Veracruz), crisis, mutilaciones,
pero el centro permanecerá, el centro que es ese valle
metafísico.
VI. Nuestra política comete pecados, imperdo-
nables, como el de los conservadores que invitan a la
fundación del imperio de Maximiliano. Surge lo ma-
ravilloso. Nuevamente el embrujo americano, la so-
ñada América, la utopía ahora para los franceses:
todos desean poseer ese licor que es América. Los
pecados se deben a las invasiones, a la falta de
administración, a los peligros que representan los
liberales en el poder, el cuerpo de la nación sufre de
cualquier manera: “Los malos humores se van al
torrente de la sangre y hacen daño por todas partes.
Pero a veces —y así sucedió entonces— logra el
cuerpo eliminarlos e irlos expulsando.” (Reyes OC IX
Meun: 49). Reyes dice veladamente que la América es
deseada por los imperios, incluyendo, por supuesto,
el naciente imperio norteamericano. Estos invasores
son los “malos humores” que la patria ha expulsado.
Reyes por su calidad de diplomático y en este mo-
mento Embajador de México. No puede escribir di-
rectamente, busca la cortesía y, en el lector, la memo-
ria histórica, para señalar los intereses no latinos.
La buena fe participa pero es, de todos modos,
un retroceso. Esto significa que se pierde la autono-
mía del pueblo mexicano. El final ya se sabe, pero
Reyes deja la narración en una continuidad muy
propia “y así sucedió entonces” representándose como
un narrador directo de lo fabulado. Los conservado-
res “cómplices del invasor” (Reyes OC IX Meun: 50) no
pueden sostener el otro valor de la civilización: la
360 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

moral. Mientras, los liberales señalan el camino, el


único posible para “la representación genuina y con-
gruente de la nación” (Reyes OC IX Meun: 50). Con
los liberales surgen de lleno las razas que no habían
tenido representación en la patria: la mestiza, la
astuta y callada; a la par de la indígena; con ellas,
“[...] se calienta y modela definitivamente el metal de
la patria hasta entonces mezclado e informe” (Reyes
OC IX Meun: 50).
La raza ya no es sólo de hierro o de barro, la
mezcla da una nueva forma que es la representativa:
el bronce. En este segundo momento, con un segundo
padre, Benito Juárez, que se alcanza un movimiento
nacional que define la política y la moral de México
desde el siglo XIX hasta nuestros días.133
Reyes defiende a Juárez ante una parcial censura
del movimiento político mexicano a finales de los años
veinte, ya que al triunfo de la revolución los intelectua-
les intentaron fundamentarla como un movimiento
sin antecedentes, una revolución total y completa. La
figura de Juárez se cuestiona para poder establecer a
los nuevos padres, a los nuevos héroes de la patria que
surgieron de la revolución misma. La censura no fun-
cionó. Juárez, como bien dice Reyes:

Pero escatimo que los apasionados, aunque es-


tán muy en su terreno cuando lamentan la direc-
ción que Juárez imprimió al movimiento nacio-
nal, se extralimitan —y por aquí niegan la evi-
dencia— cuando olvidan que el camino abierto

1 3 3 . Se debe señalar que el grupo “conservador”, como algunos teóri-


cos políticos han llamado al Partido Acción Nacional, obtuvo la
presidencia de la República Mexicana en el año 2000.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 361
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

por Juárez era, en sus circunstancias el único que


se ofrecía a la salvación de México. (Reyes OC IX
Meun: 50).

Los argumentos que en esos años dieron los


opositores a Juárez no rindieron frutos porque la
historia no se forma de los “hubiera”. Finalmente,
Juárez logró su objetivo: salvó a la patria. La etapa
juarista, sobre todo, de la República restaurada, fue
un parteaguas para la historia social-política de Méxi-
co: libera al Estado de la iglesia, y sus bienes muertos.
Y surge un gobierno nacional que logra articular al
país en uno solo.
VII. Ante el vértigo, ante la lucha intestina, ante
el cuestionamiento de las figuras históricas, ante eso
se tiene que volver a recapitular; detenerse ante lo
que el narrador ha olvidado, lo que ha puesto para el
juicio de la historia. En México, como en América
Latina, el proceso de conformación de las naciones
ha sido la búsqueda de la autonomía.
El recuerdo de la patria, en su propia historia,
en su propio modo de ser, es representado por Reyes
como un río; metáfora, por demás, dialéctica. La
patria misma no tiene más que instantes precisos de
decisión sobre una u otra cosa. El siglo XIX, en el
recuerdo de Reyes se busca la parte divina, se pregun-
ta: “¿qué tendría que ver con la Nueva España?”
Lo adversativo es parte importante del azaroso
destino en la formación de la patria; pero las peligro-
sas novedades del liberalismo francés han invadido
el fervor de la nación. La búsqueda de las reivindica-
ciones sociales se establece, aunque un instante (por
un respiro) Iturbide retoma el sueño y se nombra
362 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

emperador.134 Pero, nos dice Reyes, el río ha fincado


su curso: la República, ese deseo marca dos afluentes
en lucha: los liberales y los conservadores: “Y empie-
za a crecer la República, entre el vaivén, el tira y
afloja de los que insisten en la tradición por un lado,
y los que insisten en la esperanza, por el otro.” (Reyes
OC IX Meun: 52)
La metáfora antropomórfica nos evoca una na-
ción a punto de dar a luz, el río se va gestando, el
nuevo ser acuoso, todavía fetal, en el proceso de
formación de la nueva nación, un hombre resulta ser
el segundo padre de la patria. Él es el encargado de
proyectar el nuevo cauce de ese río: la civilización:
“Ahora ya no es la naturaleza ciega: ahora es la
inteligencia humana. De la frente de Benito Juárez
salta la imagen alada de la República.” (Reyes OC IX
Meun: 52) Pero Reyes sabe que la figura de Juárez no
sólo es representativa para México, sino que su pen-
samiento llegó a toda América Latina. Como mencio-
na Roberto Fernández: “Pero México había sido la
tierra gloriosa no sólo de Hidalgo y Morelos, sino
también de Juárez, en quien el alma humana tomó el
temple, y con ello le alimentaba la esperanza a Martí.
Todo parece serle ocasión para evocar la figura su-
prema de la Reforma. Al hablar de “México en 1882”,
recordará a “aquel indio egregio y soberano que
sentará a los ojos de los hombres al lado de Bolívar,
don Benito Juárez, en quien el alma humana tomó el
temple y el brillo del bronce.” (Fernández 1995: 70).

1 3 4 . Un efecto embriagador del poder ejercido en México, no tocado por


Reyes, es el de Antonio López de Santa Anna, quien en su último
periodo (1853 a 1855) gobernó con el título de “Alteza Serenísima”.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 363
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

Se reforma México en su totalidad, los liberales


vencen completamente, triunfa el pensamiento de
una nación unida. Finalmente, como lo señala Reyes,
la gestación ha tenido un feliz alumbramiento: del
pensamiento de los liberales (la frente) se condensa la
efigie de la república; ahora ella misma puede extra-
viarse en ese río de la historia; pero las Leyes de la
Reforma y la Constitución del 57 serán la base para
cualquier modificación, para cualquier añadidura.
Porque, “por lo demás, Hidalgo, Morelos, Juárez,
tienen todavía mucha faena por delante. No se han
quitado todavía las botas de campaña.” (Reyes OC IX
Meun: 53).
Con este cierre, Reyes señala que la Revolución
mexicana de 1910 es parte del mismo movimiento
liberal mexicano; aún la misma Revolución no ha
cumplido las propuestas de la Independencia, de las
Leyes de Reforma, ni de la modificación de la Cons-
titución del 1857 (ahora Constitución del 1917); por
ello los caudillos siguen en campaña.
VIII. Reyes ha dedicado sus mejores palabras a
la etapa del porfiriato; sutilmente, bajo la escritura,
se convierte en defensor (esto le traerá muchos ene-
migos de las filas de la Revolución) de las virtudes de
la época. En cierto sentido— y recordando sus pala-
bras— la Revolución del mexicano parece hacerse
más en contra del pasado que del Estado. Esta vez, en
contra de Porfirio Díaz.
Por supuesto, no por la defensa de la etapa deja
de ser un crítico de la historia mexicana. El porfiriato
señala para Reyes una etapa en la que la paz permite
la restauración real de la patria: “bálsamo adormece-
dor para las heridas de la Patria” (Reyes OC IX Meun:
364 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

53). Conciliación de los múltiples intereses en México,


revisados por la voluntad del dictador que ama en
demasía a su patria. El porfiriato logra dotar de histo-
ria oficial a México, crea la mayor parte de los rituales
cívicos; es heredero preciso del México anterior a la
Colonia; crea así, el presente como suma del pasado.
Pero, sobre todo, consolida un sistema central de
gobierno, ramificado en sus intereses regionales lo que
estabiliza al país frente al mercado mundial.
La paz se mantiene con ciertos dogmas: la paz
pese a la sangre y a la fuerza; la atención a lo práctico,
a lo inmediato, lo extranjero como revisor de la
presencia mexicana. Reyes señala que “es la teoría
centrípeta, y no centrífuga de la patria”, (Reyes OC
IX Meun: 53). El liberalismo es el nuevo modelo que
surge, ahí es donde la patria comienza a buscarse, se
considera a sí misma como terminada por dentro;
ahora se busca afuera, con un modelo que le es
propio; sin embargo, se aleja de su centro, se le
distancia: la educación y el pueblo.
Ante los ojos de los positivistas, de los extranjeros,
la patria luce sus mejores galas; los científicos levanta-
rán sus palacios y serán la clase privilegiada; los
extranjeros disfrutan de mano de obra barata, de
mercado, y de materia prima: el costo es muy alto, se
crea una distancia entre clases difícilmente superables,
la pauta para la Revolución. Los extranjeros, ligados a
la oligarquía, provocan el férreo nacionalismo post-
revolucionario que tenía de fondo un discurso político
y una sensible conciencia colectiva, forma una historia
patria, un orgullo intelectual, y ante cualquier injeren-
cia extrajera, el discurso nacionalista se antepone:
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 365
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

(Aquel desperezo del nacionalismo, a la hora de


la revolución, nacionalismo que hasta tomaba
aires agresivos por momentos, se explica, en par-
te, como una reacción contra esta mitología del
Extranjero) (Reyes OC IX Meun: 54).

La dictadura se aburguesa. El caudillo no crea


una educación política, el pueblo se deja dirigir por
una sola mentalidad que lo guía hasta los extremos.
El Estado es una totalidad que toma forma en el
cuerpo del dictador: “‘Me duele Tlaxcala’ —dice—, y
se lleva la mano a alguna región de la cabeza. Y una
hora después, como traído por los aires, el goberna-
dor de Tlaxcala está temblando frente a él.” (Reyes
OC IX Meun: 54).
El poder no sólo está en unas cuantas manos,
está en una sola mano,135 en un solo cuerpo, de “talla
gigantesca”, pero con la ausencia del pueblo; el capi-
tal puede dominar la carne, pero no el espíritu. En
este punto del ensayo, Reyes analiza las dimensiones
que el poder toma en Hispanoamérica, el cual puede
crecer sin medida si no se tiene esa educación política
(la otra parte medular de la civilización). Es también
un mensaje para el pueblo español: sin esa educación
política es posible la dictadura en España —como lo
fue. Así, México ya tenía su propia alma, que sólo
había titubeado por el gran deseo de paz. Sin embar-
go, comienza a reclamar sus derechos: “El tiempo
hizo su obra” (Reyes OC IX Meun: 54), no sólo es la
vejez del caudillo, sino es la soledad, el aislamiento en

1 3 5 . Ha lugar otra vez, para lo fantástico, para el desborde del límite


de la razón.
366 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

“Un muro de cristal lo separa ya de las cosas, un


abismo de tiempo, una dimensión matemática impo-
sible de burlar”. (Reyes OC IX Meun: 55).
El error político no fue sólo la falta de educación
cívica, sino un problema mayor, ante todo el poder; el
dictador olvida preparar a un sucesor para que lo
releve, “los malos hábitos de la dictadura” (Reyes OC
IX Meun: 55); por un vislumbre amoroso hacia la
patria, Porfirio Díaz renuncia, entre obligado y aca-
bado, para terminar la iniciada Revolución; otro azar
imposible comienza la obra de la Revolución.
Ya aparecen, nos cuenta Reyes, los diversos y más
variados intereses, generales, caudillos que conforman
la nueva clase política de México. Esta clase será predo-
minantemente mestiza, que caerá víctima del engaño
del poder. La Revolución para Reyes es una búsqueda
en el espíritu social de México, la patria retorna con “el
malestar del hombre que despierta después de un largo
sueño” (Reyes OC IX Meun: 55). Se regresa a las mismas
preguntas de los tiempos de la Independencia, de las
leyes de la Reforma, resurge, acabada la Revolución,
una nueva esperanza con un matiz socialista (el mexi-
cano vuelve a constituirse —Constitución de 1917). El
proyecto educativo, el buscado por Reyes y por el grupo
del Ateneo de la Juventud, es impulsado por Vasconcelos
con una fuerza apostólica: “Será, en la historia, el mayor
honor de México.” (Reyes OC IX Meun: 56) Aunque este
honor es el esperado durante todo el siglo XIX por los
intelectuales, quienes entre la defensa de la patria y la
búsqueda de un proyecto modernizador “adecuado”,
no tuvieron tiempo para fundar tantas escuelas. Aun-
que de algún modo ayudó al proyecto de Vasconcelos la
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 367
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

creación de las escuelas normales a fines de 1870.136 Así


como la continuidad que estableció Justo Sierra de estos
proyectos. Reyes sabe que la formalización de la escuela
institucionalizará —política y moralmente— al pueblo
mexicano.
Dos puntos toman importancia al final de este
texto de Reyes, dos son las preguntas: “¿De suerte que
todo esto teníamos en casa y no lo sabíamos? Pero
¿habremos sabido de veras aprovechar nuestro teso-
ro?” (Reyes OC IX Meun: 56). Para Reyes, el mexicano
comienza, en esos años, recién a escarbar en su propia
sustancia, en su propia identidad (que aquí él llama
nacionalismo). La postrevolución le proporciona a
México la oportunidad de reencontrarse consigo mis-
mo. Reencuentro en el cual tiene que descubrir sus
propias cualidades para integrarse de mejor manera a
sí mismo y al mundo contemporáneo. La pregunta de
Reyes se proyecta hacia el futuro.
En el segundo punto, “Ha llegado la hora de
compadecerlos a nuestro turno” (Reyes OC IX Meun:
56), Reyes llama a la hora del despertar de México, la
hora de tomar conciencia de sí mismo; la hora de
descubrir las posibilidades del tiempo del mexicano. Es
tiempo de enfrentar el instante de la mayoría de edad:
un llamado a la independencia de la inteligencia.

1 3 6 . Uno de los fundadores de las normales en México fue Ignacio


Manuel Altamirano.
La literatura en el paisaje

Para Alfonso Reyes en el ámbito de la cultura y de la


civilización, México ya poseía un modelo que podía
integrarse a la modernidad cultural europea. Los
intelectuales mexicanos —americanos— debían en-
contrar un modo de expresión propio. En los albores
de las reuniones del Ateneo de la Juventud éste fue el
principio motriz de muchos estudios. Indudablemen-
te, hacia la época de los treinta, Reyes propone una
América que ya ha encontrado su palabra para to-
mar su lugar en el mundo moderno occidental.
Lo anterior no le impidió revisar las influencias
que México ha tenido en el ámbito de la cultura y de
la civilización, sean debido a invasiones culturales o
sociales. En este sentido, la propia vida de Reyes
habla de un mundo en donde el cosmopolitismo está
presente: estudia en un colegio particular francés,
por ejemplo; tiene trato continuo con alemanes, sobre
370 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

todo por la influencia del padre, quien era militar, y


la milicia de ese momento estaba apegada al desarro-
llo de los armamentos prusianos.
Asimismo, en términos culturales, Alfonso Re-
yes defiende la idea de una cultura mexicana total-
mente occidental; esta propuesta le resulta en acérri-
mos enemigos mexicanos, sobre todo, los nacionalis-
tas post-revolucionarios quienes utilizan el rescate de
las fuentes indígenas para fundamentar la cultura y
la civilización mexicana. Sin embargo, la pluma de
Reyes siempre fue más fina:

La raza indígena asombra un instante al mundo


y desaparece. Su grande epopeya, como un río
subterráneo corre bajo los siglos de la domina-
ción española, fertiliza sordamente los acarreos
de la nueva sangre ibérica, y reaparece en nues-
tros días, dando a nuestra política contemporá-
nea un sello inconfundible: la incorporación del
indio a los plenos beneficios de la vida civilizada
es nuestra más alta incumbencia nacional. (Re-
yes OC XXI: 456) ACT ” Moctezuma y la “Eneida
mexicana” 1957.

El pensamiento de Reyes respecto a la influencia


de la cultura prehispánica en cuanto a su cultura y
civilización es claro al señalar que sólo aparece un
“instante”. El motivo de tal reflexión se debe a que el
proyecto nacionalista surgido de la Revolución esta-
blece un papel preponderante de la cultura indígena
prehispánica, oficializándola en sus discursos. Final-
mente, Reyes señala que el indígena actual es el que
debe integrarse a la vida civilizada (con esto quiere
decir, a la vida civilizada occidental), lo marca como
prioridad nacional porque conoce el olvido en el cual
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 371
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

se ha tenido al indígena en la vida social, política y


económica de México.137
Reyes opta —tal vez por su experiencia de viaje-
ro— por analizar el crisol de tradiciones que subyacen
en la cultura mexicana. Dicho fundidor está com-
puesto por la tradición española y la indígena, pero
éstas han formado la mestiza; y en esta reunión de
tradiciones había de recuperar diversas herencias
como la latina:

[...] ¿qué sentido tiene hablar de latín, de latini-


dad y de latinismo? Toda solución de elementos
necesita un vehículo. Nuestras aguas —hemos
dicho— son latinas. De aquí partimos. Desde
aquí esperamos. Aquí será el centro de nuestras
exploraciones. Éste es el punto de referencia.”
(Reyes OC XI: 161) TyO “Discurso por Virgilio”.

El espíritu latino ha generado las ideas america-


nas, a través del vínculo de la lengua, ya que ésta
aporta al mundo americano una misma visión, una
forma común para expresar el pensamiento y el
sentir. La lengua es el centro que desarrolla el pensa-
miento latinoamericano, y representa sus institucio-
nes, sus tradiciones y costumbres. La inteligencia
americana debe aprender a situarse desde ahí para
comprenderse a sí misma. Este retorno a la tradición
latina obliga al intelectual americano a resolver sus
problemas desde Occidente mismo, para intentar
hacerlo de manera independiente.

1 3 7 . El llamado de Reyes en ese momento no tuvo “eco” en el ámbito


político de México. El indígena siguió en la marginación y en el
olvido, tan es así que en 1994 estalla en Chiapas, una revolución
indígena llamada revolución zapatista.
372 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

La concepción de la tradición hispanoamericana


que sostiene Reyes incluye también los valores
humanos fundamentales de la cultura latina,
trasmitidos por España. Son estos valores, y no
los de la cultura indígena, dice el ensayista de
Discurso por Virgilio, los que forman el verdade-
ro núcleo de la nuestra. (Rangel Vol. II 1996: 353-
4) Olguín, “La filosofía social de Alfonso Reyes”.

Por ello, Reyes insiste en el principio de educa-


ción donde el latín sea para las izquierdas porque es
a través de la lengua que América no olvidará su
herencia: la cultura y la civilización. En lo anterior, el
autor busca el ansiado equilibrio entre las distintas
fuerzas que conforman la cultura, ya que América
optó por el perfeccionamiento espiritual y por una
conciencia propiamente occidental: las leyes son lati-
nas, es decir, lo que ha dado sentido y unidad al
espíritu latinoamericano es esa cultura grecolatina.
Ahora bien, este espíritu sólo ha permeado a las
derechas, a los grupos privilegiados, a las elites.
Reyes encuentra en lo hispano el primer férreo pilar
de resistencia de la cultura latina: “Pero hay otra
América: la que resiste y mantiene con estoicismo, y
casi en completa soledad, las tradiciones de la vida
española.” (Reyes OC VIII: 140) DVV “Palabras en el
Ateneo” (1922).
Esa resistencia de la cultura española en la otra
América persiste en esa parte del espíritu latino a
través de la propia lengua, en la religión, y en las
costumbres. Por lo que esa “casi en completa soledad”
es sólo una apariencia que no refleja la realidad: las
tradiciones españolas se encuentran presentes, aun-
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 373
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

que tal vez modificadas, mestizas, en la cultura mexi-


cana, americana.

[...] tales romances, que a veces tienen remotas


bases históricas produjeron hijos en América.
Nuestras luchas de independencia y nuestra vi-
cisitudes civiles desarrollaron caudillaje y ban-
dolerismo, cuyas hazañas canta el corrido. (Re-
yes OC XIV: 70) LEL (1941).

El corrido mexicano es hijo directo del romance


español; representa, también, el punto de unión entre
esos ámbitos culturales en los que el mestizo se realiza
mediante la herencia española. El corrido es, pues, el
mejor ejemplo de esa tradición española que resiste, a
la vez que establece un rasgo característico del México
actual. El romance es producto de una mezcla feliz que
en su forma representa a España, pero en contenido a
México, que reproduce a los héroes del pueblo, canta
sus hazañas. Pero, España es más que esa tradición
oral: “Pero confía en mí si yo me he aproximado a
España, es porque quiero encontrar en la América
hispana por el camino real de la historia.” (Reyes OC
XI: 141) UT “Paul Valery contempla América” (1941).
Este es el sentimiento que priva en Reyes: el
pensamiento de la compenetración con la cultura
española; aquél que en la mirada del otro, desea
encontrarse a sí mismo. En la historia de España está
nuestro reflejo como pueblo mexicano e hispano.
Reflejo que es parte del espejo que el intelectual
desea: “La ventana abierta hacia América, españoles
—aconsejaba yo alguna vez—, y americanos: la ven-
tana abierta hacia España.” (Reyes OC VIII: 139)
DVV “Palabras en el Ateneo” (1922).
374 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

La reconciliación con España es necesaria para


entender las costumbres, la literatura, la cultura, el
pensamiento que se ha desarrollado en México como
hispanoamericano.

La posición de Reyes frente a España es muy


semejante a la que en nuestro siglo representa
Blanco-Fombona o Vasconcelos: aprecio y exal-
tación de la obra civilizadora de España sin
disimular sus defectos y limitaciones; exhorta-
ción a la reconciliación y olvido de viejas renci-
llas; insistencia en la necesidad de resguardar
los valores fundamentales de la tradición como
condición de avance en la cultura. (Rangel 1996
Vol. II: 352) Olguín “La filosofía social de Alfonso
Reyes”.

Sin embargo, también se debe tener en claro


otros afluentes del mismo río, otros desarrollos del
pensamiento. Reyes, también en este caso, solicita la
aceptación del pueblo francés, diferenciando el Esta-
do Francés de ese momento y el pueblo francés:

Hubo un día en que México sufrió desmanes e


invasiones, no del pueblo francés, sino de los
ejércitos profesionales al servicio de las ambicio-
nes imperiales de Europa (Reyes OC IX: 418)
LTylD “2. Francia para nosotros” (1944).

Por supuesto, en realidad Reyes debió de tener


presente la carta que Víctor Hugo escribió para Méxi-
co durante la invasión francesa en 1863:

Habitantes de Puebla: Tenéis razón en creerme


con vosotros. No os hace la guerra Francia, es el
imperio. Estoy con vosotros, vosotros y yo com-
batimos contra el imperio. Vosotros en vuestra
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 375
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

patria, yo en el destierro. “Luchad, combatid, sed


terribles y, si creéis que mi nombre os puede servir
de algo, aprovechadle, apuntad a ese hombre a la
cabeza con el proyectil de la libertad.” “Valientes
hombres de México resistid.” La república está
con vosotros y hace odiar sobre vuestras cabezas
la bandera de América con sus estrellas. Espe-
rad. Vuestra heroica resistencia se apoya en el
derecho y tiene a favor la certidumbre de la justi-
cia. El atentado contra la República Mexicana,
continúa el atentado contra la República France-
sa. Una emboscada, completa la otra. El imperio
fracasará en esa tentativa infame así lo creo, y
vosotros venceréis. Pero ya venzáis o ya seáis
vencidos, la Francia continuará siendo vuestra
hermana, hermana de vuestra gloria y vuestro
infortunio, y yo ya que apeláis a mi nombre os
repito que estoy con vosotros, si sois vencedores;
os ofrezco mi fraternidad de ciudadano, si sois
vencidos, mi fraternidad de proscrito. VICTOR
HUGO. 138

En ese cruce de relaciones latinas, Francia no sólo


afectó en el espíritu de sus letras a América Latina, sino
también a España: “Pero España, y la América hispana
que tanto deben a las letras de Francia,” (Reyes OC III:
392) AD “By products de la paz.” 1919. Es decir, la
influencia no sólo fue hacia el ámbito latinoamericano,
sino hacia Europa misma, a España reforzando de esta
manera los lazos mutuos:

“El grande espíritu de Francia educó el pensa-


miento de las nacientes repúblicas americanas,
guiándolas en sus primeros pasos por el camino

1 3 8 . Documento que se encuentra sobre una de las paredes de la Casa


de la Cultura en la ciudad de Puebla, lugar del sitio del 5 de mayo.
376 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

democrático; inspiró su nueva cultura, penetró


su filosofía y sus campañas de educación liberal;
produjo la aparición de nuestras literaturas ya
emancipadas, en el inolvidable desperezo del
Modernismo. (Reyes OC IX: 418) LTylD “2. Fran-
cia para nosotros” (1944).

Reyes bien señala el momento de inicio del peso


de las letras francesas. Los puntos donde ha sido vital
para el desarrollo de la misma: la democracia, la
cultura, el liberalismo, la literatura y el modernismo.
Francia es esto, pero además, también guarda, Reyes
lo sabe, el espíritu latino. El término de América
Latina es propuesto por el intelectual francés Michael
Chevalier, quien planteó hacia 1836 una propuesta
de latinidad de América. Ese espíritu latino fortalece
la cultura americana. Curiosamente, Reyes etiqueta
al modernismo como desperezo, por supuesto, el
concepto se explica porque para Reyes dicho movi-
miento llegó cuando América Latina no alcanzaba la
mayoría de edad.139 Es decir, el modernismo fueron
los primeros balbuceos en esa búsqueda de expresión
propia que sólo se declarará cuando la inteligencia
americana despierte. 140
Estados Unidos a finales del siglo XIX propone
un modelo de integración para América, la llamará
panamericanismo. Sin embargo, los intelectuales

1 3 9 . Esto señala una perspectiva desde donde no se ha estudiado al


modernismo, perspectiva que requiere de un estudio específico.
1 4 0 . Aunque como menciona Borges, el modernismo “[...] más allá de
su nombre un tanto ridículo (el presente es la única forma en que
se da lo real y nadie vivió en el pasado y vivirá en el porvenir) el
modernismo sintió que su heredad era cuanto habían soñado los
siglos [...]” (Robb 1996 Vol. III: 282) Borges, “Alfonso Reyes”.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 377
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

mexicanos siempre mantuvieron recelo del ofreci-


miento de los Estados Unidos; Alfonso Reyes no es la
excepción, sobre todo porque detrás de la propuesta
de Estados Unidos sólo prevé una integración comer-
cial y de manufactura para el naciente imperio. La
cultura queda fuera del ámbito de la propuesta; con
esto último, es con lo que no está de acuerdo Reyes,
así no detiene la vista en los Estados Unidos, sino en
Europa. Desde allá ve la totalidad de América. Tanto
es así que en Reyes se puede encontrar un estilo de
mucha reserva cuando se refiere al tema de los EUA:

[...] cuando en el norte se habla de panamerica-


nismo—desprendiendo la palabra de todas sus
incoherencias oficiales y generalizando como
noción pura— debe tenerse muy en cuenta que tal
armonía reconoce profundamente la homogenei-
dad iberoamericana; la cual, siendo tan vasta en
sus ensanches acaba por desbordar hasta las
fronteras étnicas que parecían más infranquea-
bles.” (Reyes OC XI: 110) UT “Paul Valery con-
templa América” (1941).

Bien es cierto, en los años treinta, ante el inminen-


te avance económico de los Estados Unidos se fortale-
cen las reuniones panamericanas iniciadas en 1889.141
Reyes está presente en 1933 en Montevideo, y en la de
1936, en Argentina, en las cuales se distingue perfec-
tamente que la reunión dicta el concepto de lo

1 4 1 . La Primera Conferencia Internacional Americana se realiza en


Washington, D.C. Se siguen diez reuniones con diverso carácter:
1901, México; 1906, Río de Janeiro; 1910, Buenos Aires; 1923,
Santiago de Chile; 1928, La Habana; 1933, Montevideo; 1936,
Buenos Aires; 1938, Lima; 1940, La Habana, reunión de SRE;
1945, México, conferencias por la paz; 1948, Bogotá, OEA.
378 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

panamericano como rectificación de lo iberoamerica-


no. Reyes siempre señala la contraparte, lo pana-
mericano debe englobarse por lo ibero. Distingue aún
más al llamar a los Estados Unidos como el “norte”; así
establece que el sur es lo iberoamericano; es decir,
incluye a Portugal como parte del proyecto, amén de
que con esa referencia, también insiste en la inclusión
de la tradición de la península en su totalidad como
parte del respeto a las naciones. Finalmente, señala un
aspecto básico para el entendimiento de los pueblos en
frontera: América Latina y Estados Unidos deben
eliminar no sólo las divisiones culturales, sociales y
políticas, deben romper, ante todo, las étnicas. Reyes
también conoce que el proyecto norteamericano espe-
ra una asimilación paulatina de emigrante a su modo
de vida. Así, la opción es Europa porque ha estado más
dispuesta a integrar de cualquier forma a América:

La esperanza de que la especie europea se


fecundice con el injerto de lo autóctono america-
no (caso México). El arte clásico fue siempre un
resultado de injerto [...] Europa [...] siga sobrevi-
viendo en América (Reyes OC XI: 104) UT “Paul
Valery contempla América” 1941.

Para Reyes, América Latina había encontrado


su modo de expresión, sólo restaba que se comprome-
tiera a formular la utopía como una realidad históri-
ca; esto a través de una sociedad crítica, en cuyo seno
se reformaría moral y culturalmente el individuo:

[...] al nervio del sentimiento autóctono e hispa-


no-latino, robustecido por todos los nuevos ele-
mentos y nuevas técnicas aprendidas en otras
tradiciones, complementados con las técnicas
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 379
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

que resultan de la investigación de nuestro pro-


pio suelo. (Reyes OC XI: 124) UT “Paul Valery
contempla América” (1941).

Tiene que, finalmente, aprender a convivir consigo


misma, formarse de lo que ha heredado de otros, cono-
ciendo su historia —a propia y la ajena— los encuen-
tros y los desencuentros entre esos dos actores: Europa
y América latina. Esto es, el sentido es fundamentar un
modelo histórico proveniente del pasado —a través de
un sentido crítico— como proceso de renovación de la
cultura occidental.

El tono crepuscular en la literatura


mexicana
En la época post-revolucionaria el pensamiento mexi-
cano se centró en un vértigo nacionalista que no daba
paso a expresiones literarias extranjeras; la posición
de Reyes fue la de buscar un equilibrio entre la
postura nacionalista y su visión cosmopolita.
El Estado mexicano desempeña un papel impor-
tante en ese ámbito al ser el único mecenas dispuesto
a colaborar con el arte y con la literatura. En su
entendimiento nacionalista, el arte se convierte en
una causa de Estado. En este momento de discusión
se encuentran dos bandos: el grupo de los Contempo-
ráneos, y el grupo de los estridentistas; en medio de
ambos, Alfonso Reyes, a quien el espíritu viajero le
había llevado a formular una postura mucho más
cosmopolita, pero a quien su sentido crítico y su amor
a la patria le indicaban que México debería encon-
trarse con su alma nacional: “Jaime Torres Bodet ha
380 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

dicho por eso que el problema del paisaje se ahoga y


se confunde en otro problema mayor: el problema de
la literatura nacional. Y quien dice literatura dice
expresión íntegra del alma de un pueblo.” (Reyes OC
VIII: 106) DVV “Tres reinos de México” (1946).

Es en las respuestas a estas interrogantes donde


puede discutirse uno de los problemas más inte-
resantes que la revolución suscitó en el campo de
lo literario: el que se refiere al debate entre la
creación de una literatura de signo nacionalista
abocada a edificar la auténtica nacionalidad a
partir del corte impuesto por la Revolución y una
literatura que optaba por la naturaleza misma de
sus intereses, sus temas, sus procedimientos, por
contener, criticar y reflejar la nacionalidad sin
convertirla en un propósito temático, estilístico e
ideológico privilegiado por la historia inmedia-
ta. (Blancarte 1994:385) Sheridan Guillermo,
“Entre a casa y la calle [...]”.

Desde una perspectiva crítica, precisa la distin-


ción entre lo que es la literatura y el paisaje en la
literatura mexicana (tema ensayado por él desde
1910) y como dos cosas totalmente contrarias una de
la otra. Sin embargo, el problema esencial es que la
literatura mexicana apenas comienza a despertar, a
desarrollar los sentidos propios, a escribir de manera
adulta, es decir, que la literatura mexicana mientras
no encuentre una expresión propia no podrá repre-
sentarse a través de ninguna descripción porque no
perfilará a ningún pueblo. Pero más que un problema
de acercamiento a la literatura o de nacionalismo o de
cosmopolitismo, Reyes entiende que el problema es
estético, cómo integrar el paisaje a una voz propia.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 381
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

Nuevos signos, de mucho color y carácter, van ya


impresionando la placa fotográfica: las constela-
ciones de nuestro cielo empiezan a convertirse en
elementos propios de la poesía.” (Reyes OC I: 217)
“El paisaje en la literatura mexicana del siglo
XIX” (1911).

Mientras el nacionalismo pretende una literatura


estática con el fin de preservar en un cuadro, en sus
propios cuadros de costumbres, circunstancias espacio-
temporales únicas; la literatura de Reyes142 habla, desde
sus inicios de integrar los más diversos elementos que se
puedan contener, proviniesen de donde fuera, tan re-
gional sería Góngora, como universal a la vez.143
En ese sentido, el enriquecimiento al cual está
abierto Reyes es mundial, no se constriñe a un sólo
ámbito que es la región o la geografía o al terruño,
sino a todo lo que aporte nuevos elementos a la
expresión nacional. En donde el carácter del naci-
miento se ve como un mero accidente geográfico que,
además, puede compartirse: 144 “Si no pertenece a

142. En Reyes, la universalidad formaba parte de su propio espíritu: “Así


le llamó Federico de Onís: “americano europeo y universal”. No tanto
por esta frase de Onís, sino por la vasta incursión helénica, y por abrir
ventanas y sondeos al mundo, cierto suburbio de la inconformidad
ha reprochado a Reyes “falta de mexicanismo”.” (Rangel 1996 Vol.
II 296) Ese es el carácter criticado por los nacionalistas.
1 4 3 . El propio carácter de Reyes es como menciona Carballo: “Alfonso
Reyes ha tenido, desde su iniciación en las letras, una profunda
e inalterable conciencia de mexicanidad; los aires extranjeros, tan
disímiles y prolongados, no empequeñecieron sino acrecentaron
su nacionalidad” (Rangel 1996 Vol. II: 246) “La x en la frente”.
144. José María Heredia, como menciona José Emilio Pacheco: “Nacido en
Santiago de Cuba pero también inseparable de nuestra historia
literaria por su presencia y actividad teórica” (La poesía 1985: IV); él
es también un hombre, como Fernández de Lizardi, de transición, entre
la Colonia española y la Independencia; de hecho, él es independentista.
382 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

México por nacimiento, nos pertenece por nacionali-


zación, cuando no también por haber consagrado a
México uno de sus mejores poemas. Es José María
Heredia [...]” (Reyes OC I: 234) “El paisaje en la
literatura mexicana del siglo XIX” (1911).
El concepto de nación en la literatura mexicana
conlleva un sentido ideológico, en cual para una
nación como México —o para las naciones latinoa-
mericanas, en plena formación— la realidad y el
espacio desempeñan un papel importante porque
circunscriben lo que apenas se está aprehendiendo;
así, México, se cerró a su propia geografía, su cultura
y su literatura, como un modo de defensa ante las
intervenciones del extranjero. De aquí la pregunta
constante que el intelectual mexicano debe contestar,
Reyes no es la excepción, ¿poseemos o no literatura
nacional?: “A la eterna cuestión propuesta por todos
nuestros críticos, respecto a si poseemos o no literatu-
ra nacional, la Musa de Guillermo Prieto contesta al
menos con una afirmación algo tímida.” (Reyes OC I:
239) “El paisaje en la literatura mexicana del siglo
XIX” (1911).
Reyes propone el estudio y la revisión de lo que
los intelectuales y escritores mexicanos han llamado
literatura nacional; este estudio verá a la literatura
hispánica como la representación máxima de la
cultura latina, y cómo esa unión que se ha articula-
do en la historia a las circunstancias, a las tradicio-
nes, y a la geografía de México. Es decir, realizar un
balance de la propia propuesta estética de los litera-
tos mexicanos. Sobre todo, se insistirá en ese en-
cuentro con la expresión propia que señala el des-
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 383
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

pertar mexicano en las letras. Eso es lo buscado por


Reyes, una revisión no sólo histórica, sino que tam-
bién comprenda una estética propia, que es la que
dará el lugar a la literatura nacional en el mundo de
las letras. Por ello, la cortedad de la musa de Prieto
no pudo brindar más de lo deseado: “Sé que pocos
aceptarán mi opinión desnuda y sin demostraciones
como aquí la ofrezco, ya que pesa, para contrariarla,
la noción de que Prieto hizo sobre todo arte nacio-
nal.” (Reyes OC I: 245) “El paisaje en la literatura
mexicana del siglo XIX” (1911).
Es decir, Prieto sólo ha imitado lo que ha visto
alrededor de él; ha copiado las escenas del pueblo, el
sonido del pueblo, y no ha creado una estética
identitaria propia del pueblo mexicano. Tan es así
que, los textos de Prieto, sólo representan a los tipos
mexicanos de la época en la cual su literatura se
circunscribe. Pero, para los momentos en los cuales
Reyes plantea esta tesis, se defiende ese carácter
regional de la literatura hasta en la escritura misma.
En el momento de la post-revolución ya ha aceptado
la validez de la enseñanza y la educación a partir de
la lengua española, pero, en ella se plantea otra
lucha, la de encontrar su propia expresión.

La palabra México ¿Debe escribirse con x o con j?


El comité Directivo de la Campaña Nacionalista
—institución de carácter exclusivamente econó-
mico— recibe una descabellada iniciativa para
no cursar en el Correo las piezas postales en que
la palabra México se escriba con j, y esto por
razón de nacionalismo. (Reyes OC VIII: 261) AL
“La interrogación nacional” (1922).
384 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

Reyes responde, pues, que más que un naciona-


lismo la postura del Estado es chauvinista, 145 ya que
desea encontrar de cualquier manera un rasgo, un
signo identitario, señal de su propio reflejo. Sin em-
bargo, en los argumentos académicos Reyes estable-
ce, dejando de lado el amor al terruño, la pasión
política la razón:

Ya se sabe que, en el siglo de la conquista, la x


española tenía todavía el sonido de sh, aunque
por bivalencia fonética, tenía ya también el de j.
El sonido sh aparecía en la palabra indígena que
los españoles quisieron imitar con su grafía. Y la
voz de México, montada en la corriente de la x, fue
arrastrada en la evolución de este fonema. Así
vino, con el tiempo a decirse “México”. (Reyes OC
VIII: 261) AL “La interrogación nacional” (1922).

Pero la crítica de Reyes no es una cuestión amo-


rosa, es la cruz que pacta llevar, como identidad de
todo buen mexicano, en la frente misma: seña de
identidad que lo caracteriza; así la crítica de Reyes se
enfoca en la intolerancia del medio político mexicano
a no poseer una apertura, una permisión a la discu-
sión académica:

Y con todo le tengo apego a mi x como a una


reliquia histórica, como a un discreto santo-y-
seña en que reconozco a los míos, a los de mi
tierra, igual que en el dejo o en el acento, o en el
uso de tal o cual término o manera dialectal que

1 4 5 . Hacia inicios los años veinte, la entonces Secretaría de Relaciones


Exteriores de México, envió un boletín a todas sus embajadas
estableciendo como nombre oficial “República Mexicana”, con X
y no con J.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 385
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

me resucitan toda mi infancia. (Reyes OC VIII:


262) AL “La interrogación nacional” (1922).

Reyes procura una literatura en donde lo nacional


no desborde lo pasional. Una es la realidad de México,
otra es la representada; otra, el papel que los escritores
y los intelectuales deben tener frente a la literatura y a
la sociedad, ya que es a ellos a quienes Reyes confiere el
valor de establecer la independencia de la razón a
través de la mayoría de edad.146

La lengua latina en México


Reyes clama por el conocimiento heredado de la cultura
occidental griega: ésta es la base, pero también reconoce
el sentido latino de nuestra lengua. Ese latín pasado por
el filtro de la cultura española; latín que ha encontrado
una manera especial de significar en América:

146. La propuesta de Don Andrés Bello fructificó en el sentido de buscar


una literatura americana, antes que americanizada, ya que propone
que el americano es capaz de construir una obra literaria, de la cual
surja una literatura americana. Este matiz implicaba el despertar de
la misma conciencia que en el poema “Alocución a la poesía”, Bello
reclama:“Divina Poesía/tú de la soledad habitadora,/a consultar
tus cantos enseñada/con el silencio de la selva umbría,/tú a quien
la verde gruta fue morada,/y el eco de los montes compañía,/tiempo
es que dejes ya la culta Europa,/que tu nativa rustiquez desama,/
dirijas el vuelo a donde te abre/el mundo de Colón su grande escena”.
El poema es un adelanto a la discusión sobre una literatura “nacio-
nal” porque apunta las posibilidades de temas americanos: los
trabajos del campo, el mundo indígena, la luchas de independencia.
La poesía americana que propone Bello, desde el punto de vista de
esta comparación, es semejante a la propuesta de Altamirano y de
Alfonso Reyes: América reúne las características para que la labor
poética de la “Divina Poesía” continúe la tradición; sobre todo,
porque en ese terreno la culta Europa ha sido agotada.
386 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

[...] tenemos la suerte de que la lengua de Virgilio


esté en el origen de nuestra lengua, y que cada
palabra suya incite como en su centro y por el
cordón del ombligo cada una de las palabras
nuestras, aumentando así su peso de significa-
ción, su eficacia comunicativa, sus calorías de
alimento espiritual. (Reyes OC XI: 165) TyO “Dis-
curso por Virgilio”.

Reyes clarifica que cada palabra provista de


esas fuentes refuerza el carácter de lo latinoamerica-
no, de la América que habla y escribe en español. En
esa resonancia nosotros reencontramos las palabras
latinas para volver a nombrarlas. En esto, él es muy
específico:

Sólo declaro al comenzar que considero un privi-


legio hablar en español y entender el mundo en
español: lengua de síntesis y de integración his-
tórica, donde se han juntado felizmente las for-
mas de la razón occidental y la fluidez del mundo
oriental. (Reyes OC XI: 312) TyO “Posición de
América” (1942).

El síntoma de la declaración es la toma de postu-


ra y de posición, no sólo de Reyes, sino de América,
el lugar desde donde se reclaman los elementos here-
dados que le corresponden. El español es la vía por
donde América Latina puede encontrar su camino
porque es una lengua surgida del más centrado
hibridismo, que conjuga dos opuestos: Occidente en
la lengua latina, Oriente por los ochos siglos de
estancia de los árabes en España. Es la lengua espa-
ñola la traductora, por demás, del mundo que lo
rodea; en ésta acaecen las formas de su pensamiento:
ya no hay otro modelo forjado para Reyes. En este
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 387
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

sentido, opina que también se presenta la lengua


griega. El español, por otro lado, ha logrado en los
términos modernos integrar históricamente casi todo
un continente. Por eso habla de:

[...] cada grado de dignidad que conquista de la


lengua española es un nuevo grado de incorpora-
ción que logra la nueva vida española: cuando una
nación busca su alma, la defensa e ilustración de su
lengua [...] la campaña para purificar reivindicar
su habla, es como la clave simbólica [...] hacia la
fijación del carácter propio y nativo. (Reyes OC III:
422) RReI “Antonio de Nebrija” (1920).

La integración es la que busca Reyes al concep-


tuar la lengua española. El punto de reunión entre la
tradición de la lengua: su sincretismo, su historia, su
propio modo de ver el mundo, y los regionalismos
emergen de manera muy natural a través de la vasta
geografía de la lengua española. En esa junta es donde
los regionalismos cobran forma: fijan su propio carác-
ter a través de la dignificación de la lengua. Si se le
defiende, se le purifica, cada pueblo latino-americano
encontrará de manera muy natural su propio camino.
Reyes se centra en ratificar el valor histórico de
la lengua española porque a partir de ella es cómo
América se dará cuenta del valor de su cultura. No
son sólo los especialistas los que deben estudiarla:

No somos una lengua muerta para entreteni-


miento de especialistas [...] Nuestra lengua y
nuestra cultura están en marcha y en ellas van
trasportadas algunas cimientes del porvenir.”
(Reyes OC XI: 134) UT “Paul Valery contempla
América” (1941).
388 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

La defensa de la lengua es necesaria porque ella es


la expresión principal de la cultura hispanoamericana.
La lengua es la que representa el pasado, el origen propio
de América Latina, la que señala el presente, a partir de
la cual será necesario tomar conciencia del despertar
americano, así también, la cultura americana puede
tomar una conciencia respecto a su propio destino:

Pues, salvo ocasionales consultas, nadie ha


aprendido en los aménguales a hablar y a escri-
bir, correcta ni incorrectamente, su propia len-
gua, como nadie —según la feliz metáfora de
Américo Castro —aprendió a andar en bicicleta
leyendo tratados de mecánica. (Reyes OC XI: 317)
TyO “Discurso por la lengua” (1943).

La ironía: ni estudiándola se pueden predecir los


caminos de la lengua; es decir, aún con el tratado de
gramática no existe otra posibilidad dentro del siste-
ma de la lengua que aprenderla escribiéndola,
leyéndola, modificándola, usándola.
En la literatura, el reflejo de la lengua cobra otro
valor: el estético; sin embargo, también éste resulta
producto de ese mismo mestizaje cultural y étnico, de
ahí la importancia del resguardo. Lo que se perpetúa
en la tradición de la lengua es ese bagaje que puede
historiarse, dice:

Y nosotros, a quien un raro destino hizo brotar de


una mezcla tan maravillosa de sangres y que nos
historiamos al par con dos opulentas tradicio-
nes, la española y la indígena, conservamos y
perpetuamos, junto con el tesoro de nuestro len-
guaje castellano [...] (Reyes OC I: 196 ) “El paisaje
en la literatura mexicana del siglo XIX” (1911).
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 389
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

Ambas culturas se conjuntan en la mezcla mexi-


cana; de la misma manera que conservan la tradición
frente a las otras tradiciones, a la vez que modifican la
suya propia, sean opuestas o no. Es decir, en el sentido
más amplio, la lengua es una institución que permite
el diálogo con otras culturas, sociedades, gobiernos.
Es ese tesoro que tendrán enfrente el que acabará
por delimitar y definir las características de la expre-
sión americana, tan válida y tan cierta como la de
otros. No sólo es el carácter de lo regional: su hábitat,
su paisajismo, sino la muestra que en el interior de
cada escritor existe la lengua como conductora de sus
apreciaciones sobre la realidad de su sociedad.

Manuel José Othón, la percepción directa de


nuestra tierra y de nuestro cielo entrará por fin,
engalanada con los atavíos clásicos y con todas
las más nobles evocaciones, pero sin alterarse ni
desvirtuarse, en el grave molde de la tradición
española, enriqueciéndola y dotándola con nue-
vos tesoros. (Reyes OC I: 219) “El paisaje en la
literatura mexicana del siglo XIX” (1911).

Anteriormente, se desarrolló el carácter propio


y nativo de la literatura mexicana, sólo puede verse a
través de la lengua porque es ella la que nombra las
cosas. El poeta, para Reyes, se convierte en el medio,
en el punto en donde las cosas comienzan a tomar su
real forma, o al menos la forma más significativa para
una identidad. Cuando Reyes asevera que no es hasta
Othón cuando la percepción de la tierra y del cielo
mexicano entrará en las más nobles evocaciones,
señala el duro y largo trayecto de la lengua española
para elaborar la mismísima visión mexicana.
390 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

Sobre todo por la ausencia de modelos, el pensa-


miento de Reyes es claro: el respeto a la tradición
española, la modificación de la lengua a partir del
estudio de la lengua española, pero sobre todo, una
literatura que:

En las nuevas literaturas americanas es bien


perceptible un empeño de autoctonismo que
merece todo nuestro respeto, sobre todo cuando
no se queda en el fácil rasgo del color local, sino
que procura echar la sonda hasta el seno de las
realidades psicológicas. (Reyes OC XI: 88) UT
“Notas sobre la inteligencia americana” (1941).

Este sentido se adelanta al llamado “color local”,


forma de conceptuar el paisaje que no aclara el térmi-
no estético. No sólo es la necesidad de la escritura
estética, sino también aquella que procure llegar a la
realidad en el ser humano, no autóctono, sino en “el
seno de las realidades psicológicas”; interés de Reyes
porque a partir de esta muestra, de esta sonda se
encontrarán los modos de pensar del pueblo latino-
americano, los diversos pensamientos que conforman
América, es más, los diversos caracteres identitarios
que un individuo asume de un pueblo, o nación, o
continente. La búsqueda de una literatura nacional o
regional o autóctona debe buscar, también, esa alma.
Reyes mostraba una congruencia de vida, de
espíritu, de pensamiento. Su mismo sentimiento de
universalidad buscado para la nación se refleja en la
literatura:

Aquí de la razón pura de la poesía y de la razón


práctica del episodio; aquí del cosmopolitismo
lírico a un extremo y del mexicanismo anecdótico
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 391
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

al otro; aquí del arte deshumanizado y del arte


que otra vez huele a hombre; aquí del universalis-
mo y del nacionalismo en la letras ¿Quién vence-
rá a quién? Ninguno, naturalmente. (Reyes OC
VIII: 264) AL “La interrogación nacional” (1922).

Si para Reyes no hay límites, fronteras, entre los


hombres de conocimiento, de razón, mucho menos en
el arte y en la literatura. Desde su punto de vista crítico,
la literatura es un medio que puede surgir en lo particu-
lar, en lo regional (digamos), y alcanzar las más altas
esferas del pensamiento y de la fruición en la universa-
lidad. Reyes sabe distinguir que los azares que la obra
literaria sortea son muchos: tiempo, lectores, crítica,
momentos históricos; para él, Góngora puede ser tan
regional y tan universal como lo es Sor Juana Inés de la
Cruz. Nadie puede vencer, pues, en ese ámbito, ni el
universalismo ni el regionalismo en las artes, mucho
menos en la literatura. Por supuesto, en nuestro ámbito,
el latinoamericano, los usos de la lengua remiten siem-
pre a las usanzas del español en la península, para
Reyes es viceversa: la universalidad de la lengua lleva a:
“Nada importa que los temas elegidos, que las alusiones
y las referencias contenidas en los versos (como en
Andrés Bello), sean regionales o locales: la interpreta-
ción, el estilo, la inspiración misma, son españoles; [...]”
(Reyes OC I: 266) “Apuntes varios” (1911).
Ésta es la concepción de Reyes de la literatura
latinoamericana, y por tanto, mexicana; las culturas
latinas que no pueden escapar del molde que es la
lengua española, y al ser parte de la lengua se es parte
de la misma cultura con todo lo que ello implica. Así,
la interpretación, que no es sino otra manera de ver
el mundo a través de la lengua, el estilo, las formas
392 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

que se contienen, no existe otra manera de decir las


cosas: la inspiración representa el estímulo creador
del genio literario. Por tanto, lo regional para los
latinoamericanos debe basarse en lo estético:

Las modas literarias cambian, los hijos de Amé-


rica empiezan de pronto a concertar con la tradi-
ción el ritmo de una poesía propia y de mayor
originalidad. (Reyes OC I: 215) “El paisaje en la
literatura mexicana del siglo XIX” (1911).

Por ello, Reyes no tiene modelos para México,


para América, porque deben buscar la expresión
americana como punto crucial en el desarrollo de
su poesía y de su pensamiento. La voz propia debe
ser total para que América encuentre su mayoría
de edad y su propio lugar en el mundo; esto es un
escrutinio de búsqueda de la originalidad como
manera de encontrarse consigo mismo en el mun-
do de las ideas. La posición de América, como
Reyes le llama, lleva consigo la tradición de la
lengua latina en la que tanto se insistirá; esta
tradición es una fundación de las bases latinas
con una nueva línea en América, heredera de una
nueva poesía. El pensamiento en Reyes, en este
sentido, es dialéctico, no se establece uno sin el
otro: nacionalismo sin cosmopolitismo; 147 tradi-

1 4 7 . Olguín define el cosmopolitanismo de Reyes como: “El cosmopo-


litanismo, a su vez, representa el esfuerzo de la inteligencia por
unificar espiritualmente al hombre; hacer triunfar el principio de
la unidad fundamental del género humano contra la iniquidades
racistas o clasistas; establecer la paz y la buena voluntad interna-
cionales; distribuir equitativamente los bienes materiales y espi-
rituales de la cultura; (…)” (Rangel Vol. II 1996: 339) “La filosofía
social de Alfonso Reyes”.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 393
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

ción sin modernidad; 148 regionalismo sin mundo;


literatura propia sin literatura ajena. Las modas
van y vienen, lo que no se pierde es la propia voz:
“Paisaje, Arqueología Mexicana y Arte Colonial
Mexicano integran el presente álbum, como tres
fases indispensables del proceso. La época moder-
na es cosmopolita y anodina; es decir, es neutra y
sin expresión nacional” (Reyes OC VIII: 108) DVV
“Tres reinos de México” (1946).
Se arriba a un punto, para Reyes, México —si bien
sigue en camino a consolidar su mayoría de edad— se
dispone a integrar sus formas tradicionales:

[...] he discurrido preguntarme cómo los poetas


mexicanos del siglo XIX han entendido y han
interpretado la naturaleza, cómo, según las va-
rias influencias de la cultura europea o las pro-
pias vicisitudes, han ido modificando la descrip-
ción de nuestro paisaje que es lo más nuestro que
tenemos. (Reyes OC I: 196) “El paisaje en la
literatura mexicana del siglo XIX” (1911).

En la cita anterior, el resumen de Reyes sobre la


poesía mexicana precisa lo siguiente: la interpretación
de la naturaleza americana corresponde más al poeta
ya que el define —aún en el asombro— lo que es
aprensible para él y para los demás. Asimismo, México
seguirá modelos poéticos mientras no alcance su propia

1 4 8 . Olguín escribe de esta integración: “Esto no quiere decir que


debamos ser retrógrados ni conservadores sistemáticos. Se trata
no de traducir el presente en el pasado, sino el pasado en el
presente; reconocer que en la cultura, como en la naturaleza, los
fenómenos se orientan en una línea recta de derivación.” (Rangel
Vol. II 1996: 339) “La filosofía social de Alfonso Reyes”.
394 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

voz, su tono y su ritmo. Sin embargo, estos influjos se


modifican desde una perspectiva conveniente, no son
elementos directos, sino asimilaciones a manera de la
cultura mexicana. Por supuesto, la ciencia no logra
reconstruir el paisaje de México: es la poesía, la modifi-
cadora de sus elementos, de su interior. Es decir, en este
momento, el paisaje para Reyes no es un elemento ajeno
a la identidad del mexicano, está en él mismo, en la
medida de describirlo. El único detalle son los excesos
de ese paisajismo apegado al nacionalismo:

Frecuentemente los novelistas sacrifican el arte en


aras del color local. Lo que no pasaría si, conven-
cidos de que la vida y la naturaleza también imitan
al arte, según afirman Oscar Wilde, no se empeña-
sen en invertir siempre el sentido de la imitación.
(Reyes OC I: 156) “La noche del quince de septiem-
bre y la novelística nacional” (1909).

Este paisajismo no aborda la ecuación de la


descripción: la naturaleza es igual a arte, porque
contiene un elemento que tanto critica Reyes, el color
local. En la literatura mexicana el llamado “color
local” es un concepto en sí mismo, los escritores del
siglo XIX en el afán de poseer una literatura propia
describieron la realidad tal y como a ellos les parecía.
Para Reyes 149 esta creencia desvió el sentido de lo

1 4 9 . Alfonso Reyes responde tiempo después con su teoría literaria;


como puntualiza Morales: “b. Como sólo cuando el suceder ima-
ginario se encarna, se objetiva, en una adecuada expresión estética
tenemos literatura, (…)” (Willis Vol. III 1996: 265) “Alfonso Reyes
y la teoría literaria”. La imitación no es buscada, sólo se “copia”
del modelo que parece ser la realidad, además de no encontrar esa
expresión estética que nos daría una voz propia, y que es la
búsqueda de Reyes, de Henríquez Ureña.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 395
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

artístico y de lo literario ya que el artista forzó lo


poético en esa búsqueda y sólo retrató la inmediatez,
lo más cercano a él, particularizando en extremo el
sentido de lo estético. De esta manera, la literatura
que se escribió no desarrolló un gusto en el público, y
la consecuencia fue: “Por eso lo más original de la
poesía americana es, en primer lugar, la poesía des-
criptiva, y en segundo lugar, la poesía política.”
(Reyes OC I: 197) “El paisaje en la literatura mexica-
na del siglo XIX” (1911); (Reyes citando a Marcelino
Menéndez Pelayo).
Éstos son los desvíos de los siglos anteriores, el
uso de la literatura como modo de protesta social;
como forma de educación directa; como detonador
y sensor de las condiciones sociales de México. En la
fusión entre la política y la poesía, esta última ha
perdido su rumbo primario. Sin embargo, el trabajo
de los poetas ha tomado curso para buscar en Amé-
rica y en su lengua,

“[...] y finalmente, por el hecho innegable de que


la conciencia americana está trabajada por cierto
afán hacia una nueva expresión, un nuevo sentir
y un nuevo hacer, que correspondan mejor a las
realidades de la vida en el nuevo Mundo (Reyes
OC VIII: 3041) AL “Los ojos de Europa” (1922).

Para encontrar, de todos modos, el sentimiento


de integración al mundo que le era necesario a la
poesía mexicana, América no deja de ser la utopía en
donde lo nuevo tiene cabida. En donde lo nuevo no es
lo novedoso sino la mejor manera de integrarse a las
realidades occidentales contemporáneas, por supues-
396 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

to, como se ha mencionado, en un ir y venir entre


Europa y América: 150 “Lo tercero, el presente, la
América de la independencia que aporta su palabra
propia” (Reyes OC XI: 104) UT “Paul Valery contem-
pla América” (1941).
Por lo cual, la poesía mexicana y la latinoameri-
cana ha tenido que recuperar de nuevo su rumbo
hacia su propia voz, su propio tono crepuscular:
inicio de la nueva inteligencia mexicana-americana.
La poesía como realización de la utopía americana.

1 5 0 . Por ello, “Reyes representa esa función con contornos personalísimos


y con una ejemplificadota libertad de formas. Su moderno huma-
nismo no es ninguna postura convencional. Busca el entronque de
la cultura occidental con la realidad operante del Nuevo Mundo,
con las relaciones que de un modo singular vinculan acá el hombre
de la tierra, a la sociedad y la historia de nuestro continente.”
(Rangel Vol. I 1996: 553) Soto, “Alfonso Reyes y la experiencia
literaria”.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 397
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

Capítulo IV
Los puntos de encuentro
de la tradición

Los puntos de encuentro, que el lector haya apreciado


a través del trabajo, entre Ignacio Manuel Altamirano,
Justo Sierra y Alfonso Reyes no son fortuitos, sino
forman parte de una tradición intelectual-estética pro-
pia entre los escritores mexicanos del siglo XIX.151
Circunstancias diversas, estilos diferentes, ríos históri-
cos paralelos, pero con preocupaciones claves de lo
que ellos consideraron el desarrollo cultural de México
en todos sus ámbitos.
Ellos practican el ensayo como fundamento para
la exposición de sus ideas, las cuales si bien forman la
parte subjetiva del individuo creador, indagan en los
deseos de ese incipiente pensamiento del intelectual
mexicano. Mientras Altamirano es un ensayista cos-

1 5 1 . Considero a Alfonso Reyes a caballo entre el siglo XIX y el XX


porque su formación básica e intelectual estuvo a cargo de los
maestros.
398 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

tumbrista porque moraliza a partir del análisis del


estado de la sociedad mexicana de su presente; Justo
Sierra redefine, desde su concepción histórica, el
lugar de México en el orden internacional; Alfonso
Reyes busca, a través de sus ensayos, el principio
moral motriz de la sociedad mexicana de su tiempo:
los tres se preguntan sobre el alma nacional mexicana
—sea como pertenencia o como expresión. Aunque
no pretenden estudiar ontológicamente al mexicano,
sí mantienen una postura de análisis noético sobre
este carácter. Su estudio se centra en aceptar la
herencia greco-latina y humanista como parte de ese
mestizaje cultural; estudiar la cultura mexicana en
sus expresiones más diversas y representativas, pero
siempre situándola en Occidente.
Desde el punto de vista racial: la raza de bronce,
hasta el encuentro con el “alma” nacional, los escritos
de los intelectuales son catalizadores de ese ambiente
en donde el Estado mexicano necesita definir el rasgo
de su ciudadano: J.J. Fernádez de Lizardi con su libro
El Periquillo sarniento; Ignacio Ramírez en su ensayo,
Los mexicanos pintados; Guillermo Prieto con sus “Cua-
dros de costumbres”; Manuel Payno con sus ”Cos-
tumbres mexicanas”; Juan de Dios Peza con Hogar y
patria; Samuel Ramos El perfil del hombre y la cultura
en México; Octavio Paz, El laberinto de la soledad; hasta
Carlos Fuentes con su libro El espejo enterrado (1992).
La escritura permanece en el ámbito de la definición
del ser mexicano, es el espacio del deber ser en donde
los escritores conceptúan el espíritu mexicano. Parti-
cularmente, Altamirano, Sierra y Reyes concentran
su estudio en la patria, en Grecia y en la literatura
valorando con ello los puntos esenciales de la discu-
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 399
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

sión sobre el carácter mexicano con una escritura que


se proyecta hacia el futuro, es decir, Sierra, Reyes y
Altamirano sintetizarán el pensamiento de los maes-
tros para proyectarlo en el camino de los futuros
intelectuales: sus escritos son un legado prospectivo,
y no para su presente.
Las discrepancias son las más destacadas; sin
embargo, los puntos de vista contrarios sobre un
mismo tema o asunto significan que la discusión de
éstos se lleva de generación tras generación. Por
ejemplo, Altamirano opina sobre Alarcón:

Ni el haber nacido en México nos da el derecho


para reclamarlo, como una gloria nuestra, porque
si es verdad que nació aquí, estando el país bajo la
dominación española y por consiguiente, siendo
España, también es cierto que desde su más tierna
juventud se fue a España con sus padres; que eran
españoles; que en España floreció su ingenio, que
ahí paso toda su vida, que allí escribió toda su
obra[...]. (Altamirano OC XXI: 442)

La generación de Alfonso Reyes (Henríquez


Ureña cuenta con un ensayo sobre la mexicanidad en
Alarcón) busca justificar a Alarcón como parte de la
expresión americana, por tanto mexicana; Sierra con-
siderará que la etapa de la colonia fue una etapa
oscura, plena edad media de México. En Altamirano,
la geografía es la justificación para su nacionalismo,
mediante ella el escritor del XIX recrea sus propios
límites geográficos y culturales. Necesario es el arrai-
go en todos los niveles en el tiempo de Altamirano ya
que a partir de su nación, los ciudadanos se veían
comprometidos con la patria, y no eran simplemente
400 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

cazadores de fortuna, que se llevaban todas las rique-


zas a Europa. De hecho, el proyecto liberal en el que
trabajaba Altamirano invita a los europeos a desarro-
llar su industria en México, así como se invita al
mestizaje racial y cultural. Como continuador de esta
tradición, Sierra verá en el extranjero una etapa más:
un inversionista que puede progresar junto con el
país, en el ámbito de mezcla de culturas y tradiciones.
Para la generación de Alfonso Reyes la búsqueda se
realiza en los términos de una expresión propia, no
importa el sitio de nacimiento, sino la asimilación
cultural del escritor a su tradición y al mundo con-
temporáneo.
Cabe una digresión conclusiva: el concepto de
raza es polémico para la generación de la revolución
cultural; en primer término, porque contrapone dos
posturas: la visión nacionalista de la raza, y la visión
cosmopolita. Éstas dos perspectivas construidas tie-
nen dos representantes, Justo Sierra (más apegado a
la idea racial de Ignacio Manuel Altamirano) y Al-
fonso Reyes, respectivamente; sin embargo para este
trabajo la diferencia sólo es de enfoque temporal.
Me explico: después de la Revolución mexicana,
los intelectuales discuten sobre la concepción de la
identidad mexicana, desde los primeros momentos se
encontraron dos vertientes: la nacionalista y la cos-
mopolita. La primera, se consolidó de manera espe-
cial en el gusto tanto de los letrados, artistas, como de
los políticos; sobre todo, porque el nacionalismo in-
tentó representar a la clase social que había sostenido
la Revolución: el campesino, y éste como emblema del
mestizo. La corriente nacionalista, pues, desarrolló
una concepción ideoestética sobre el origen del mes-
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 401
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

tizo, se buscó esto último en las raíces indígenas, se


simbolizó en obras literarias, en los grandes murales;
se comenzaron los estudios —a gran escala— de las
culturas prehispánicas. En este ambiente post-revo-
lucionario, México consolida algunas de las ideas
liberales del siglo XIX, sobre todo, logra homogenizar
una concepción del origen mexicano.
La contrapartida de lo anterior fue la búsqueda
del cosmopolitismo; aunque en su base éste no preten-
día ser una oposición, los nacionalistas atacaron esta
postura como antipatriótica, malinchista (término que
significa venderse al extranjero, y despreciar lo nacio-
nal, proviene del nombre de la Malintzin —para los
indígenas—, Malinche —para los mestizos—, Doña
Marina —para los españoles).
En este ambiente, subsisten dos visiones del con-
cepto de raza: la de Vasconcelos —como continuador
del trabajo de Justo Sierra— y la de Alfonso Reyes. La
primera tuvo el mérito de ser una de las propuestas
más estudiadas en el ámbito intelectual post-revolu-
cionario. Vasconcelos fundó instituciones que subsis-
ten hasta nuestros días, la Secretaría de Educación
Pública, y junto con Justo Sierra, la Universidad
Nacional Autónoma de México, esta última tiene
como lema “Por mi raza hablará el espíritu”. La
propuesta de Vasconcelos es bien recibida por los
nacionalistas porque propone una raza, de la cual el
mexicano desciende, con una fortaleza que será pro-
bada en un futuro próximo. Sin embargo, el concepto
de Vasconcelos (a partir del de Sierra), al igual que el
de Reyes, no se finca en un nacionalismo a ultranza,
sino en la conjunción con otras culturas. Cuando
Vasconcelos mira la reunión de Latinoamérica, los
402 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

nacionalistas se separan de su concepción. Vascon-


celos tendrá, para el concepto de identidad del mexi-
cano, una expresión que señalará su alejamiento con
las concepciones post-revolucionarias: “El mexicano
es irredimible”.
Para puntualizar la diferencia entre la concep-
ción de Vasconcelos con la de Reyes, es que este
último proyecta la búsqueda de la identidad del
mexicano en el pasado, un pasado que abarca desde
la antigua Grecia, Roma, lo hispano, hasta su mo-
mento. Tanto para Sierra como para Reyes es funda-
mental el momento histórico que ha tocado vivir a la
raza mexicana porque es tiempo de retomar los cau-
ces de la historia con base en su pasado.
Para continuar el enfoque de la transmisión
cultural entre Altamirano, Sierra y Reyes cabe seña-
lar que esta relación se puede ver con mayor claridad
en las instituciones en que fundaron sus trabajos, una
de ellas es el Ateneo (1908) que apoya en su funda-
ción Sierra, y en el cual se forma Reyes. El Ateneo
forma parte de la tradición que en el siglo XIX se
cultivó, como nos menciona Altamirano:

Tal es la historia de esas veladas literarias que


están siendo cada vez más interesantes, que es-
tán llamadas a influir poderosamente en el pro-
greso de la literatura nacional, por tanto tiempo
decaída y olvidada, y que renuevan para nuestra
generación los días dorados de la academia de
Letrán y del Ateneo. (Altamirano OC VII: 39).

La Academia de Letrán y del Ateneo discutían las


mismas intenciones primordiales del Ateneo de la Ju-
ventud: elevar la alta cultura y las bellas artes. Al mismo
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 403
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

tiempo, con el nombre, forma parte del auto reconoci-


miento de la inteligencia mexicana (incluiría a la Amé-
rica en su repetición de los ateneos). En ese sentido,
tanto en Altamirano, en Sierra y en Reyes, se proponen
un vuelco de cultura en la constitución del ateneo como
lugar de identificación y de pertenencia con Occidente.
Los tres coincidían en lecturas mexicanas, si bien
es cierto que para el siglo XIX y principios del veinte, no
eran muchas las ediciones mexicanas, resulta intere-
sante la postura ante la igualdad de los comentarios.
Los tres reconocen que el intelectual mexicano debe
crecer en ambos sentidos; leer a los compatriotas, a los
latinoamericanos, mientras se lee a los europeos. Otra
vez son ellos quienes sintetizan ese ambiente de oposi-
ción excesiva: por un lado, quienes sólo desean una
literatura mexicana, escrita por nacionales; y quienes
en el extremo, desarrollan la teoría del color local. A ésta
se le opone la corriente que sólo considera literatura lo
que se escribe en Europa.152 Ellos estimulan la creación
y la lectura de ambas posturas, por ejemplo, el padre
Teresa de Mier fue comentado ampliamente por ellos:
“Y ahí comenzó la serie de extrañas y variadas aventu-
ras que han hecho del padre Mier, un personaje
romancesco y heroico” (Altamirano OC V: 202); para
Reyes, además, Teresa de Mier era su paisano:

Otro ejemplo nos lo da la violenta adopción del


federalismo norteamericano, que provocó aquel

1 5 2 . Durante el porfiriato los realistas representan una postura más


nacionalista que los modernistas con una tendencia más ligada a
la europea. En la época post-revolucionaria, durante los años
20´s, los Contemporáneos son acusados de cosmopolitas por los
estridentistas, quienes pugnaban por una literatura nacional.
404 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

famoso “discurso de las profecías” de Fray


Servando quien encontraba esta innovación del
todo ajena a los inveterados hábitos nacionales.
Lo propio ha sucedido —todos lo saben— con
muchas otras veleidades que ha atravesado la
vida americana. (Reyes OC XI 119) UT “X. Ciencia
social y deber social.” (1940).

Su coincidencia es más que la reunión histórica.


Ambos saben que sin las “noticias” de Fray Servando la
génesis de la nacionalidad mexicana sería indescifrable.
Además, que con él, el Estado mexicano obtiene un
ideólogo independentista a la altura de los europeos.
Fray Servando reivindica la “originalidad” (Altamirano)
de América; “nuestra mayor edad” (Justo Sierra), o la
“posición” (Reyes) de la misma. Justo Sierra presenta un
punto medio entre Altamirano y Reyes:

Tan erudito auque en su erudición resulta a veces


indigesta, tan inteligente, que aunque falta con
frecuencia a su inteligencia el lastre juicio; de un
carácter templado, aunque sin serenidad, este
personaje es el protagonista por todo extremo
interesante y singular de una historia cómico-
trágica que parece obra de un novelador de ima-
ginación exaltada ( Sierra OC VI: 130-31).

Son los puntos de convergencia153 en los que este


estudio se ha basado porque reafirma el sentido de la

1 5 3 . Otro punto de concomitancia y de reflexión es la pérdida de los


individuos a través de un acto: el suicidio. Los dos –aunque con
diferente aparato teórico y vistas del fenómeno– llegan a conclu-
siones semejantes: el acto no es aislado del entorno social; repre-
senta más que una enfermedad de tipo mental en un solo indivi-
duo, un acto en el que la sociedad se ve reflejada: el suicida es un
ser sensible a algún elemento dañino de la misma.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 405
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

tradición mexicana entre los intelectuales. Lecturas


mutuas, pensamientos convergentes, nociones iden-
titarias, que se han heredado a través de las genera-
ciones.
Estas ideas se desarrollan como puntos de unión
entre las generaciones de Altamirano, de Sierra y la de
Reyes, en términos generales, desde el punto de vista
del trabajo se reúnen cuatro generaciones: la que
enseña a Altamirano, la de Ignacio Ramírez; la inter-
media entre Altamirano y Reyes: la de Justo Sierra, que
dirige la del Ateneo. No es casual, pues, que a los
representantes de estas generaciones se les llame: “maes-
tros”, de hecho con el título de “maestros de maestros”
porque son, para la tradición intelectual mexicana, los
primeros que educan a los mexicanos a ser parte de
una identidad. A lo largo de la tradición intelectual
mexicana la Ilustración guarda el mismo sentido del
siglo XVIII. El punto crucial para el desarrollo del
programa ilustrado en los intelectuales mexicanos
será el deseo motriz de alcanzar la ansiada “mayoría
de edad”, ya que de no ser así siempre se dependerá de
la dirección del otro: el europeo. Es, pues, que los tres
instarán al escritor mexicano (americano) a la inde-
pendencia intelectual. En el caso de Altamirano se
llamará “independencia”, “grito de Dolores”; en Sie-
rra, “Progreso”; en el caso de Reyes, este sentido será
el de la “hora americana”, “el despertar americano”,
“la última Tule”.
La otra preocupación ilustrada en estos ejem-
plos del intelectual del siglo XIX, principios del XX, es
la formación de un individuo libre —moral e intelec-
tualmente; sin embargo, el atraso de las instituciones
mexicanas (la educación y la justicia social) no ha-
406 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

cían factible ese ciudadano que la nación necesitaba:


no es posible la utopía fragmentada, que implique la
separación del individuo de su “misión” política-
social; alientan el reconocimiento moral del indivi-
duo y la civilización —a través de los textos— para
encontrar el ideal político: igualdad, fraternidad,
libertad. Reconocen como primera necesidad la edu-
cación del mexicano para la instrumentación del
proyecto social. La educación para el pueblo es el
deseo de Altamirano, en Sierra es un ministerio, el
“latín para la izquierda”, escribe Alfonso Reyes.
Aunado al concepto de educación, la escuela
propuesta por los intelectuales mexicanos fue desa-
rrollar el sentido de pertenencia a la nación, uniendo
la identidad personal y multi-racial de México en una
sola: la “universalidad moral” de la Ilustración para
establecer un solo cuerpo para la nación. Para Altami-
rano, su tiempo es donde la patria toma forma; para
Reyes, la civilización occidental se reconstruirá en
América. Coinciden en la propuesta de integrar la
nueva realidad mexicana-americana, con sus pro-
pios perfiles, al mundo europeo.
Como habrá leído el lector, el trabajo se desarrolló
en cuatro temas de importancia: los viajes, los griegos,
la nación, la literatura y las artes; como se habrá visto,
los temas son valiosos para el desarrollo de nuestra
concepción intelectual mexicana y americana.
I. El viaje fue fundamental para la comprensión
del mundo por parte de los intelectuales mexicanos del
siglo XIX, éste en dos sentidos: el real, el viaje a Europa;
por otro lado, el virtual, el entendimiento del mundo a
través de la literatura. El aprendizaje del viaje tuvo un
mentor europeo: Alejandro Von Humboldt, quien con
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 407
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

su recorrido por América se encuentra con una tierra


llena de prodigios (motivo importante para los intelec-
tuales latinoamericanos), y de esperanza en la creación
de nuevas instituciones.154 Él describe la belleza de la
naturaleza americana: sus cuadros de costumbres, su
historia, sus paisajes; relacionándola con la descripción
científica. En este sentido, Humboldt, para los intelec-
tuales americanos, es una guía de cómo realizar su
propio descubrimiento interior, sobre todo, porque su
viaje estuvo a caballo entre los incipientes movimientos
de independencias americanas y el viejo régimen colo-
nial. La semilla que Humboldt sembró tuvo su fruto en
los independentistas y perduró durante todo el siglo
XIX, y continuó en Alfonso Reyes,155, 156 sobre todo
porque previó que el intelectual americano debería

1 5 4 . Este trabajo abre la puerta para el análisis de una comparación


histórico-social entre los escritores americanos del XIX ya que
cuando las personalidades de intelectuales americanos se enfren-
tan a la independencia de España consideran que la filosofía de
la Ilustración será la clave para el desarrollo social, político y
económico de las sociedades americanas. Esto último es claro en
la postura de don Andrés Bello, desde su formación clásica
modifica las condiciones de su América: la naturaleza americana
encuentra una personificación viva en los textos de los neoclásicos.
Así mismo, Bello propone una épica de la emancipación, la cual
trae consigo, una poesía de compromiso: el carácter nacional, el
indianismo, es parte de ese romanticismo de Hispanoamérica.
“Alocución a la poesía” (1823), desde el punto de vista del trabajo,
es un poema que da la bienvenida a una nueva América, una
utopía. Se puede considerar que no oculta la intención del autor:
proponer el proyecto de la Ilustración para la cultura americana.
1 5 5 . Hacia 1959, escribe y dicta una conferencia sobre Humboldt.
1 5 6 . Por otra parte, el apellido Humboldt resonará en América con otra
influencia, el hermano Wilhelm Von Humboldt trabajará sobre el
helenismo, sobre la pedagogía y sobre el lenguaje. Así, su propues-
ta educativa no dista mucho de Altamirano y Reyes: el mundo
griego como formación cultural y moral.
408 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

independizarse de España para lograr articular una


reflexión individual y dinámica de su sociedad.
Por supuesto, la escritura de Alejandro Von Hum-
boldt construye una imagen dinámica de la naturale-
za; estilo que conviene a la escritura regionalista,
costumbrista del siglo XIX. Las descripciones humbol-
dtianas dan esa impresión de ubicuidad, el lector
puede percibir su mundo a partir de comparaciones y
diferencias. La descripción del paisaje americano in-
tenta contener todos los textos de los viajeros.
El viaje, pues, se presenta como la opción no
sólo de placer, sino como la necesidad de obtención
de conocimiento a través suyo. El americano requiere
descubrir su propio espacio geográfico y su propio
mundo cultural y social, así como también conocer a
Europa para compensar el “atraso” en el desarrollo
económico, tecnológico y cultural. El viaje es ese
deseo de “locomoción”, de movimiento para que —en
esa misma imagen— la patria alcance a Europa. Pero
este arribar a Europa no sólo busca su Ilustración,
sino también la identidad interior del mexicano. En
esa paradoja, el viajero encuentra dos: la raíz de lo
greco-latino, y la reunión de una América Latina
puesta en el mismo camino de confluencias. Por esto,
en el trabajo, los escritos oscilan entre las denomina-
ciones mexicana, americana, latinoamericana, ibero-
americana, hispanoamericana (los dos últimos con-
ceptos son usados sólo por Reyes), como sinónimos
que representan a una América Latina total con las
mismas necesidades históricas.
En sus escritos, la presencia del viaje se establece
desde el principio. Por supuesto, en Altamirano, las
lecturas fueron la fuente principal para los motivos del
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 409
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

viaje; de hecho, él es quien propone un género especia-


lizado en la “literatura de viajes”. Altamirano transitó
hacia Europa cuando tenía 54 años de edad157 y a los
cuatro años de estancia en Europa, muere. Sierra es un
asiduo lector de Europa, su anhelo es vivirla; logra tres
viajes: uno a los Estados Unidos, en donde se enfrenta
a la otredad; y dos a la Europa Latina, en donde
reconoce el origen. Muere en Madrid, España. Mien-
tras que Reyes viaja a Europa a los 24 años de edad,
allá se queda por diez años, y establece un contacto
constante con la intelectualidad europea.
Si bien son tres viajes en panoramas históricos
opuestos, también es cierto que los tres obtienen la
misma experiencia intelectual: en primer lugar, nece-
sariamente elaboran libros para presentar a México
como un país civilizado. Altamirano prepara y re-
dacta El Zarco (episodios de la vida mexicana en 1861-
1863); Europa Latina (1910) es la bitácora del viaje a
Europa de Justo Sierra; Alfonso Reyes escribe Visión
de Anáhuac (1521). Para los fines del trabajo no es
curioso que los libros se facturen en España, sino que
eso representa la necesidad de los intelectuales como
Justo Sierra, Alfonso Reyes e Ignacio Manuel Altami-
rano de presentar su México, el mundo que el otro,
pese a su dominio, no logra recordar o no gusta
recordar: aquel mundo americano que no pueden
reconocer los europeos. En el caso de Sierra, se visu-
liza a través de su maestro:

1 5 7 . Precisamente, el 13 de junio de 1889 Altamirano comienza el viaje


hacia Europa, a días del nacimiento de Alfonso Reyes 17 de mayo
de 1889.
410 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

Llevaba, cuando fui allí, en diciembre de nove-


cientos, el reflejo de una mala impresión: a
Altamirano le había sido profundamente antipá-
tica; llegó, enfermó, partió sacudiendo el polvo
de sus zapatos. De París me escribió todo esto, y
a pesar de mis noticias y de mis amigos catalanes,
no lo podía olvidar. Entré en Barcelona en el
carruaje de un excelente hotel situado en lo mejor
de la Rambla ( Sierra OC VI: 219).

De la misma manera, y con estilos diferentes, en


el caso de Altamirano y Reyes, se proponen esa
presentación de México, para el mundo europeo en
general; partiendo de España, porque ahí está preci-
samente la tradición. Tanto El Zarco como Visión de
Anáhuac proponen una descripción (que se puede
llamar humboldtiana) en la cual se presenta a México
desde una perspectiva geográfica humana, a la vez,
de redactarla con belleza. En ambos textos se recons-
truye el contacto entre la raíz mexicana y la tradición
europea-occidental, en el libro de Reyes se pone más
énfasis en la tradición española.
De hecho, en los libros se muestra el mismo
sentido de preocupación, sobre la forma de presentar
a México: Reyes se asombra ante las preguntas de los
europeos “El viajero americano está condenado a que
los europeos le pregunten si hay en América muchos
árboles” (Reyes OC II: 15) VdA (1915); mientras, la
descripción utilizada por Altamirano se encuentra
llena del mismo elemento de árboles, cómo mostrando
al europeo el tipo de arboledas de México.

De un pueblo mitad oriental y mitad americano.


Oriental porque los árboles que forman ese bos-
que de que hemos hablado son naranjos y limo-
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 411
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

neros, grandes, frondosos, cargados siempre de


azahares que embalsaman la atmósfera con sus
aromas embriagadores. Naranjos y limoneros
por dondequiera, con extraña profusión. Diríase
que allí estos árboles son el producto espontáneo
de la tierra. (Altamirano 2000:9).

Su dominio por los espacios geográficos: la geogra-


fía física y humana explica el entendimiento de su
espíritu viajero. Reyes tuvo la oportunidad de realizar
más viajes y comparar más mundo que Altamirano y
Sierra, pero su perspectiva de América como una uni-
dad se establece desde Europa; en el caso de Reyes se
refuerza por la estancia de diez años en Sudamérica, y
Altamirano y Sierra ven desde Europa a una América
total; ellos desarrollarán un análisis jerárquico de la
situación social cultural de América y la contraponen
con la europea de su momento; de este cotejo parte su
evaluación histórica de los valores americanos.158
Para finalizar este punto de reunión de los via-
jeros intelectuales mexicanos, el eje de equilibrio en
las diversas generaciones es la continua referencia en
sus escritos, del gran navegante: Odiseo o Ulises: “De
donde su monarca, odisea, resulta ser el explorador,
el aventurero por antonomasia.” (Reyes OC XVII:
181) LH. (1965). Lo que en Sierra tendrá una repre-
sentación menos afortunada:

1 5 8 . La hora americana, la última Tule, la utopía, la zona tórrida de


Andrés Bello, son propuestas como construcciones alternativas,
en donde la dinámica sea con doble dirección: América y Europa,
Europa y América. Para los intelectuales americanos América es
una realidad cultural provista de sus propias aspiraciones. Éstas
como la síntesis que han producido un acervo propio, por tanto,
una expresión cultural y humana.
412 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

Nuestro siglo no posee el mismo fatalismo que en


la antigüedad; el fatus griego tuvo un platillo de
la balanza para Agamenón y otro para Ulises.
Debió, el uno, encontrar el puñal en la mano de
Clitemnestra; el otro, el amor en los castos labios
de Penélope. Entonces podía el hombre virtuoso
esperar la felicidad; hoy no, el mundo está entero
en el lado de la balanza que se inclina al dolor
[...](Sierra OC III: 113).

Este seguimiento del viaje no es casual si se


piensa que los deseos de estos intelectuales eran
descubrir nuevos mundos, establecer el movimiento
que es natural del conocimiento, de la cultura. Final-
mente, el viaje representa la raíz de árbol de la
cultura; la patria es ese tronco que finca su desarrollo,
ese viaje a esa nuez, a ese fruto que se puede desarro-
llar en su máxima esperanza. Es ese viaje hasta arriba
que propone el desarrollo de la América: crecimiento
que dará la madurez del continente.
II. Las generaciones de intelectuales mexicanos
heredan los estudios sobre la cultura helénica (así
como su paso por la latina) ya que entienden que
Grecia contó con una situación especial en el mundo
occidental, y que pese a la distancia histórica, México
continúa con la herencia griega porque tiene un
idéntico desarrollo de posibilidades culturales. Este
arraigo en la tradición helénica y grecorromana re-
presentó una base política y moral para el nuevo
mundo americano, que se abría a partir de sus inde-
pendencias; Grecia es una fuente de constante revo-
lución moral. Ante la decadencia de Europa, la Eneida
americana era necesaria porque era el testimonio
vivo de Grecia y de Roma, simbolizadas en América
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 413
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

Latina. La pureza de Grecia y las leyes de Roma


fueron el punto de partida para iniciar la utopía
americana.159 Reyes analiza el problema de esta he-
rencia, que él siente como suya:

[...] entre nosotros, los escritores de la Reforma, en


su grave preocupación y en su sacrificio por la
patria, estaban dotados para entender a Grecia.
Después hubo algunos “picos de oro” que nos
presentaron a Grecia como un almacén de
retóricos adornajos, o ya como una imagen de la
vida galante, en que todo era beber, cantar y
danzar y lo demás que por sabido se calla. (Reyes
OC XX: 35) RdG “El mundo espiritual de los
griegos” (1966).

Un helenista como Reyes analiza esta herencia


que recibió de los hombres de la Reforma (entre ellos
Altamirano y Sierra) a los que le reclama la ausencia
de la formalización de los estudios, pero esto signi-
fica que la propia generación del Ateneo de la Juven-
tud encontró la respuesta en su memoria histórica
ante la deshumanización del positivismo: “Pero nues-
tros hombres de la Reforma, que en su empeño por
edificar una patria estaban más cerca de los griegos,
hubieran podido calar mucho más hondo en la anti-
güedad clásica.” (Reyes OC XVI: 20) RG (1964).

1 5 9 . Otro orden se presentaba como posible en Grecia: la tradición


científica. El origen de la ciencia occidental se rastrea hasta la
antigüedad clásica, con una ventaja indudable para los liberales
del siglo XIX, una ciencia separada del carácter religioso que la
Edad Media sujetó al cristianismo. La Grecia de Reyes se repre-
sentaba, en ese carácter científico, como contemporánea a la
sociedad del siglo XX con los mismos problemas, en donde los
excesos de la razón tanto en Grecia como en la Europa del sigo XX
han llevado a la civilización al límite de la agonía.
414 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

Los hombres de la Reforma y del porfiriato no


tuvieron tiempos más constantes, pacíficos, para el
estudio de los griegos; se encontraban edificando la
patria, encontrándole sentido al nuevo ser, defen-
diéndola, constituyéndola, es entendible, pues, la
poca formación. Fueron los hombres de la Reforma y
del porfiriato que, desde 1867, desde el inicio de la
República restaurada, le dan nombre de “Atenas de
México” a la ciudad de Saltillo, Coahuila; así como en
1880, establecen el nombre de “Atenas veracruzana”
a la ciudad de Xalapa, Veracruz. Estos intelectuales
observan cómo en la América Latina finisecular del
XIX, el nombre de “Atenas” se repite en Argentina,
Colombia, Chile, Cuba; la Atenas y sus ateneos repre-
sentan la integración del ideal y de la modernidad en
un mismo orden: la utopía realizable en una sociedad
mexicana en crisis, ante la violencia en el siglo XIX
mexicano, el ideal griego es un paradigma unificado
que permite integrar los avances de la modernidad, la
emigración masiva, la expansión de la ciudad, y las
transformaciones sociales-políticas de la propia iden-
tidad. Esta integración del pensamiento griego a la
identidad y a la modernidad es pilar fundamental
para la transmisión cultural entre los intelectuales
mexicanos. Cabe señalar como ejemplo a Pedro
Henríquez Ureña, uno de los más prestigiados maes-
tros de América durante el siglo XX, quien asume así
la experiencia heleno-mexicana:

En 1907 tomaron nuevos rumbos mis gustos in-


telectuales. La literatura moderna era la que yo
prefería; la antigua la leía por deber, y rara vez
llegué a saborearla. [...] y le pedí (se refiere al
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 415
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

padre) que me enviara una colección de obras


clásicas fundamentales y algunas de crítica: los
poemas homéricos, los hesiódicos, Esquilo,
Sófocles, Eurípides, los poemas bucólicos en las
traducciones de Leconte de Lisle; Platón [...] La
lectura de Platón y el libro de Walter Pater sobre
la filosofía platónica me convirtieron definitiva-
mente al helenismo. Como mis amigos (Gómez
Robelo, Acevedo, Alfonso Reyes) eran ya lectores
asiduos de los griegos, mi helenismo encontró
ambiente, y pronto ideó Acevedo una serie de
conferencias sobre temas griegos[...] (Roggiano
1988:76).

Para este trabajo, ésta es una diferencia funda-


mental entre el discurso de los griegos en América
Latina160 y el discurso de los mexicanos: para los
primeros sólo es un deber; para los segundos, la
construcción del pensamiento sobre el quién se es.
Pero siempre hay una guía en el principio de
reunión con la tradición griega: Homero es la base de
la literatura universal, y es el enlace entre los escrito-
res mexicanos y americanos: “Pero la lira de los
Homeros sudamericanos nos inspira admiración, nos
arrebata, nos parece sublime.” (Altamirano OC XII
1870: 210). Para Sierra:

¿Qué pluma sería capaz de referir los mil hechos


gloriosos de aquel día para siempre memorable,

1 6 0 . El Ariel de Rodó más que una búsqueda de los griegos, es una


invocación a que la juventud retome las riendas de la transforma-
ción de América, ante el decadentismo europeo, y genere de
manera colectiva una civilización americana. Por supuesto, este
punto puede ser ampliamente rebatido; sin embargo, este trabajo
concluye es que la transmisión cultural en los intelectuales mexi-
canos fue diferente a la de los latinoamericanos.
416 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

en que la victoria fue para el vencedor, pero la


gloria para el vencido? Rasgos dignos de los
heroicos tiempos de Grecia y de Roma tuvieron
lugar aquel día. ( Sierra OC IX: 43).

En Altamirano y Sierra, la búsqueda del espíritu


griego se basa en la imitación, en la inspiración que
los pueblos latinoamericanos traen consigo; junto
con ello, el sentido de su epopeya nacional, para la
cual Altamirano y Sierra proponen el canto propio de
la patria, y que (en esto existe una extrema coinciden-
cia con Reyes) sólo se refleja en los griegos. En ese
ámbito, los griegos representan el ideal para el inte-
lectual mexicano del XIX, sobre todo, a partir de 1867
con el triunfo total de los liberales, los letrados pro-
yectan e idealizan el “deber ser” del Estado mexicano
desde una perspectiva grecorromana. En parte el
estudio de los griegos es línea directa de la Ilustra-
ción. En cualquier momento, para los intelectuales
mexicanos, los griegos simbolizarán esa pureza en las
artes y en la literatura que se debe seguir, en donde se
debe tener la mirada puesta. Así Altamirano:

Ahora bien: echemos una mirada retrospectiva, y


de Homero a nuestra época no nos encontrare-
mos un solo momento sublime de la literatura que
no esté fundando sobre una de estas bases o sobre
todas, porque es casi indispensable que vayan
unidas. El hombre de sentimientos y de inteligen-
cia que se inspira y que canta, por esa inspiración
constante que tiene el alma al bien y la verdad,
debe cantar impulsado por una de esas pasiones.
(Altamirano OC IX: 119) “Cartas sentimentales.
Cuarta carta. A Rafael Zayas”
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 417
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

Para Reyes, el sentido de los griegos reside en que


representan la base de nuestra cultura occidental.
Reyes profundiza en el pensamiento helénico, pero no
sólo busca la imitación del modelo, sino estudiarlo
para entender su repercusión en la cultura mexicana.
El movimiento de los griegos para los intelectuales
mexicanos del XIX es vital: la tradición y la moderni-
dad, sin la herencia occidental no podría pensarse la
cultura, la sociedad y el desarrollo científico del XIX:
como se ha mencionado ven a Grecia como una cultu-
ra dinámica, en acción continúa, imperecedera ya que
Grecia simboliza el punto de referencia de la vida de
los hombres en civilidad: su cultura se funda en prin-
cipios morales nunca antes vistos, y continuados en
Occidente. Por ello, la importancia de los griegos se
basará en la fundación de las bases para el desarrollo
de la modernidad occidental. Para los tres autores
recuperar a los griegos en todos sus ámbitos simboliza-
ba un encuentro espiritual, moral y político que el
mundo de la colonia había dejado vacío.
Así pues, escriben con la misma pasión sobre
Grecia, su análisis no sólo se basa en apreciaciones
generales, sino bien saben de dónde proviene la tra-
dición que es necesaria estudiar: “Roma era para el
pueblo católico, lo que Jerusalem para el pueblo
judío, lo que Delfos para el antiguo pueblo griego.”
(Altamirano OC VIII: 350) AL.
En tres frases Altamirano logra implicar la tradi-
ción que engloba lo mexicano: la latina, la judeo
cristiana, y la griega —pensamiento muy cercano a
Sierra—; herencia que Reyes analizará ampliamente
(con la nota especifica que la influencia del judaísmo
en nuestra cultura es un tema que en él sólo tuvo visos
418 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

aproximados): “Y cuando el helenismo de Oriente se


derrumbe, el espíritu de la antigua sabiduría volará
hacia Roma. En aquellas fases que se humillan, Roma
rendía acatamiento a la eterna cultura helénica.”
(Reyes OC XX: 259) LFH “La transición”.
Independientemente del estilo, la escritura de
Alfonso Reyes, de Sierra y de Altamirano contienen
las mismas precisiones de análisis, los mismos objetos
de estudio, la misma secuencia lógica de razona-
miento de un mundo central en las ideas: el griego, lo
latino, incluido en la cultura mexicana, que permite
al intelectual mexicano integrarse a los fundadores
del sentido occidental: filosofía, cultura, sociedad,
política, ciencia.
III. Tema central en ambos escritores es la nación
mexicana, pese a los diferentes estilos, el lector sólo
encontrará una diferencia: el discurso de Altamirano
es mucho más nacionalista que el de Sierra y el de
Reyes. Desde el punto de vista del trabajo esto es
explicable por las etapas de intervención extranjera
que la generación de la Reforma rechazó con la fuerza
de la violencia: la norteamericana y la francesa. Sierra
iniciará el punto de equilibrio entre la postura nacio-
nalista y el cosmopolitismo. Él sabe que México nece-
sita abrir sus puertas al capital extranjero y a la
tecnología, pero también reconoce que las ambiciones
imperialistas están distribuyéndose el mundo, y que
México debe tener una participación activa.

[...] la mayoría de la población francesa e italiana,


de la holandesa, en la Gran Bretaña, la totalidad
de la península ibérica, etc. En Asia, África y
Australia, el contingente católico es insignifican-
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 419
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

te, como lo es el del cristianismo en general; en


América impera casi sin rivales en las comarcas
latinas y disputa el predominio a los Estados
Unidos y al Canadá. (Sierra OC VII: 222).

Mientras, para Reyes el mejor punto de reunión


era la búsqueda de un cosmopolitismo que respetase
a las naciones como individualidades; ve en su época
un cuarto intento, teniendo el antecedente de:

El tercer intento de cosmopolitismo, en el siglo


XVIII, es clásico y filosófico. Brota del afina-
miento cultural y se establece como un común
denominador sobre la lengua francesa, que su-
cede al griego y al latín entre los letrados del
mundo:— Las luces, la Enciclopedia, y la Ra-
zón, que ya es soberana, y muy pronto —cuando
se crea diosa— comenzará a cortar cabezas.
(Reyes OC XI: 161) TyO “Atenea política”.

Pero, en este momento sólo basta precisar que la


búsqueda del alma nacional es aportada por los tres. Sus
puntos en común radican en el análisis de los elementos
que reunían al pueblo latino con el “cosmopolitismo”, así
si en Altamirano y Sierra existe una confrontación inicial
con Francia y España, en realidad también acepta —al
igual que Reyes— que se necesita integrarse a la cultura
europea. Esta unión también se establece en la iglesia,
pese a la distancia que ambos escritores tienen con ella,
por ejemplo ambos estudian con detenimiento la tradi-
ción de la virgen de Guadalupe: “También nuestros
hechiceros indígenas comenzaron por seguir adorando
a la Tonantzin bajo el disfraz de la Virgen de Guadalupe,
y ya sus hijos adoraron a ésta.” (Reyes OC XVII: 280) JdS.
“La aurora de la investigación” (1945).
420 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

El sentido de reunión que la fiesta de la Virgen de


Guadalupe establece entre los diferentes estratos so-
ciales en el México colonial, e independiente, da pie a
la conclusión, en ambos, de que no sólo es el elemento
religioso, sino una fuerza más simbólica que une,
identifica, señala al mexicano a través de la virgen:

En fracciones locales mezquinas y turbulentas


pero tratándose de la virgen de Guadalupe, todos
estos partidos están acordes y en último extremo,
en los casos desesperados, el culto a la virgen
mexicana, es el único vínculo que los une.
(Altamirano OC V: 118) “La fiesta de Guadalupe”

La redacción de Altamirano es de sorpresa y el


asombro ante cómo instantáneamente, al menos el
cuerpo de la nacionalidad, cobra reunión en el símbo-
lo de la Guadalupe; los tres se refieren al símbolo de
la Guadalupe, no a la iglesia católica; además, en
ambos, el análisis del fenómeno guadalupano existe
como referencia histórica que representa el sincretismo
de la fusión: Tonantzin-Guadalupe: indígena-espa-
ñol. Reyes adelanta un poco más la mezcla, preser-
vando siempre el carácter nacional de México:

Atenea es una, y lo mismo las demás deidades,


por absorción de los elementos desperdigados o
por radiaciones de virtudes; al modo que son la
misma persona, en Sevilla, el Jesús del Gran
Poder y el Cachorro, y Nuestra Señora de
Copacabana en el Perú y la Guadalupana del
Tepeyac. (Reyes OC XVI: 56) RG.

Estas reuniones religiosas representan una más


alta: la latinidad, la cual establece el mismo sentido de
la virgen para Sevilla, para el Perú (creo que se inclui-
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 421
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

ría el Brasil como consecuencia de la bahía de


Copacabana), para México como muestras del pensa-
miento en confluencia que Reyes tenía sobre la latini-
dad en Hispanoamérica. El discurso de la Virgen de
Guadalupe de Altamirano, las menciones de Reyes (se
incluiría Fray Servando), representan a esos hombres
de letras que intentan corporizar la nación a través de
sus símbolos para imponer su soberanía. La hegemo-
nía liberal comprendió que la secularización y la mo-
dernidad de la nación tendrían como base un discurso
nacionalista de construcción nacional. Altamirano
también escribió, desde su perspectiva de viajero por
Europa, sobre la confluencia de una América Latina
total. En este sentido, la asimilación se define al inte-
grar el propio perfil histórico de México (en donde la
identidad se convierte en un permanente devenir his-
tórico). En Atenea propone ese punto de reunión cultu-
ral; ve cómo América Latina podrá defenderse ante la
avanzada de Europa o de los Estados Unidos de
Norteamérica. Para Sierra, lo latino se fundamenta en
la serie de semejanzas y de relaciones que, como pueblo
latino, se han mantenido durante siglos a través de las
instituciones:

El libro de Guyot comienza demostrando que no


hay “raza latina” y trae a colación para demostrar
su tesis las opiniones de antropologistas y
etnologistas de nota. No necesitaba tanto a fe; su
tesis es perfectamente cierta y empuja puertas
abiertas el conspicuo economista. ¿Y qué? Por-
que en el grupo que se llama latino en España y
América no hay parentesco de consanguinidad,
¿no lo hay psicológico? ¿La lengua, la educación,
la fe religiosa, no son ideas, no son fuerzas, no
422 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

son factores mentales de primer orden que deter-


minan la personalidad moral de una porción (la
especie humana), capaz de diferenciarla de las
otras porciones? (Sierra OC VII: 38).

En palabras de Reyes: “Cuando la invasión


napoleónica en México, todo el continente se agitó de
modo espontáneo y se sintió afectado en su ser conjun-
to.” (Reyes OC XI: 266) TyO “Posición de América” 1942.
Es importante tener una postura frente a Europa,
esto lo entienden los intelectuales mexicanos. Aunque
tendrán diferentes vías para proponer su “visión” o su
“posición” ante la América deseada frente a Europa. Si
bien, en ambos casos, se mantiene el equilibrio entre las
diversas posturas: un nacionalismo abierto al cosmo-
politismo, ante el agotado suelo de Europa. En ello,
América Latina es una sola. La propuesta de los tres
escritores atañe al mestizaje, en Altamirano, el mesti-
zaje es cultural y racial; en Sierra, es la apertura
cultural y racial del extranjero; en Reyes, es cultural. El
hibridismo es la fuente de los grandes desarrollos
intelectuales, se basan en el caso de Grecia y Roma,
esencialmente. Para los tres, la cultura mexicana ya ha
desarrollado una forma racial propia, la que se ha
mencionado anteriormente como la raza de bronce.
Ante todo lo que plantea Altamirano, América se
presenta como la opción de desarrollo en todos los
ámbitos porque: “Pero vosotros los americanos tenéis
cosas nuevas; sois primitivos, es preciso conoceros
para creer en sentimientos que han desaparecido de
nuestro viejo suelo en Europa agotado por la civiliza-
ción.” (Altamirano OC IV: 275).
Sierra, Reyes y Altamirano trabajan con la fina-
lidad de que Europa reconozca la mayoría de edad de
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 423
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

la intelectualidad americana, la “hora americana” es


lograr la unidad cultural.161 Para ello, los tres estable-
cen como fundamental el papel de los intelectuales en
esta nueva conformación y postura:

Y ahora yo digo ante el tribunal de pensadores


internacionales que me escucha. Reconocemos el
derecho a la ciudadanía universal que ya hemos
conquistado. Hemos alcanzado la mayoría de
edad. (Reyes OC XI: 90) UT “Notas sobre la inte-
ligencia americana” 1941.

En esta declaración Reyes muestra la avanzada


latinoamericana justo cuando Europa ha perdido total-
mente el equilibrio y se ha lanzado a la segunda guerra
mundial; aquí Reyes proclama la hora americana, y la
poesía como el único medio para ello. A través de ella,
el pueblo americano se liberará en una sola totalidad.
La poesía es la liberación para ambos escritores porque
implica el conocimiento de todos sus ámbitos, y así
mismo, el develamiento del espíritu latinoamericano,
último bastión de la utopía en el mundo.
IV. Altamirano promulga el sentido de la latinidad
de México, “esta gran República latina”, lo llama. Además,
pese a que su respuesta es de ruptura frente a la lengua
española, también sabe y respeta esta tradición porque a
partir de ella América Latina encontrará su expresión. Al
igual que Reyes, dará un lugar importante a los poetas, a
la poesía en la restauración de la República:

“Afortunadamente en México, como en todas las


repúblicas antiguas y modernas está muy lejos de

1 6 1 . El proyecto bolivariano proponía la unidad política.


424 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

realizarse la utopía de Platón que con todo y creer


que la poesía era una influencia magnética que
descendía de los dioses a los poetas, desterraba
a éstos de su república ideal para que no corrom-
pieran las costumbres con la dulzura de sus
cantos. (Altamirano OC VII: 37).

Los tres buscan que la lengua encuentre la ex-


presión nacional, porque todo pueblo debe tener su
“voz”, su modo de expresar sus deseos y propuestas;
para Altamirano esto era urgente y necesario por las
constantes amenazas del extranjero; para Sierra, ya
se había encontrado en la augusta paz del porfiriato,
en su modernismo y en su realismo; para Reyes, era
encontrar la expresión nacional a partir de la tradi-
ción latina para poder insertarse en el mundo occi-
dental moderno.
Esta búsqueda de “voz”, de expresión nacional,
no es sólo privativa del romanticismo latinoamerica-
no —como movimiento literario— sino abarca un
amplio marco temporal del XIX con los primeros
románticos como Heredia, hasta principios del XX;
en este sentido, la idealización romántica de la natu-
raleza se utilizó, desde el punto de vista estético, para
describir costumbres, geografías, que plasmasen las
cualidades de las regiones mexicanas; por ello, a las
descripciones se agregan, casi siempre, un análisis de
comportamiento de la gente. Pero lo anterior fue
haciéndose en la medida del conocimiento de las
regiones, por eso, Altamirano propone al intelectual
viajero, aquel que vaya y describa ampliamente los
usos, prácticas y tradiciones de los pueblos.
El romanticismo y su procedimiento de trascrip-
ción del habla popular fue un artificio que permitió
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 425
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

definir la representación identitaria del mexicano.


Ahora bien: este procedimiento también tiene otra
fuente que no es propiamente la de la corriente román-
tica: Fernández de Lizardi describe el habla coloquial
de una prisión en El Periquillo; Prieto al escribir su
romancero; Altamirano con la novela El Zarco, la cual,
tiene un trasfondo costumbrista. De hecho, se podría
mencionar que la novela realista mexicana utiliza el
habla popular para describir ambientes populares.
Esta continuidad se debe, principalmente, a que
en México hubo una convivencia entre dos corrientes
literarias (que en otro ámbito habría supuesto una
lucha ideológica): el neoclasicismo y el romanticismo.
El singular punto de reunión de este pensamiento se
presenta en que los tres consideran a la tradición indíge-
na fuera de la tradición occidental: “Los mexica, pues, no
pudieron ni trasmitirnos su poesía heroica antigua, ni
legarnos como un canto de muerte poesía ninguna pos-
terior a la conquista.” (Altamirano OC XIII 1885: 273).
Lo que en Reyes será el pasado absoluto, la
ausencia de esa tradición por la falta, simple y llana-
mente, de escritura; y por tanto, de pensamiento
persistente a los siglos.

Sobre este primer estrato, el estrato indígena,


caerá más tarde el baño de otra civilización,
acarreada por los conquistadores hispanos. Tam-
bién la empujaba un intento religioso. La cruz
cristiana se alzará entonces sobre las ruinas del
templo azteca. Y poco a poco, sobre el mismo
suelo natural, se transformará el aspecto de ese
otro segundo suelo humano que se llama civiliza-
ción. (Reyes OC VIII: 107-8) DVV “Tres reinos de
México” (1946).
426 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

Desde el punto de vista del trabajo, se sostiene


que tanto para Ignacio Manuel Altamirano, como
para Justo Sierra, como para Alfonso Reyes la literatu-
ra náhuatl no es parte de la identidad literaria mexica-
na; ya que para estos autores no sólo es el principio de
la letra, sino son los valores que una civilización
enseña a sus ciudadanos los que la fortalecen. Así,
sostengo, pues, que la literatura náhuatl es parte del
imaginario identitario de la sociedad mexicana; sin
embargo, este proceso de identidad inicia, apenas, en
el pleno siglo XX, a partir del triunfo de la revolución
mexicana.
En Reyes se muestra más claramente la búsqueda
de la tradición en la lengua española; sus estudios
sobre Góngora, en general, toda su etapa española lo
muestra, sobre todo porque los aportes a la represen-
tación de la identidad cultural mexicana no distan
mucho entre ambos autores. El mestizo —cultural y
racial— se presenta como la alternativa de desarrollo
de México; la hora americana sólo se consolidará a
través de una expresión autóctona (para Altamirano),
autonomía (para Sierra), propia (para Reyes), ésta
representa la libertad que da la autonomía de la mayo-
ría de edad. La integración de la cultura helénica —de
la cultura latina— al mundo mexicano, su formación
y su fundamento de esa característica occidental.
Pero la base más fuerte del aporte es la institu-
ción de un Estado Mexicano liberal, laico, en donde el
ciudadano aspira a encontrarse consigo mismo, y es
responsable de su persona y de su nación: unidad y
democracia son las aspiraciones de ambos en esa
utopía de un México del nuevo mundo.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 427
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

El lector, tal vez, encontró en este trabajo mu-


chas posibilidades de estudio a partir de las temáti-
cas de estos escritores mexicanos. Por supuesto, ha-
brá otras posibilidades de reunión porque correspon-
den a lo que en el desarrollo del trabajo se ha llamado
herencia, tradición, memoria identitaria.
En este sentido, sólo basta revisar la mención y la
opinión que Reyes tiene sobre Ignacio Manuel
Altamirano para encontrar no sólo una posibilidad de
influencia hacia él, sino encontrar un radio de acción
amplio que en este trabajo se ha llamado tradición e
identidad, una de las menciones es la siguiente:

Ignacio M. Altamirano, uno de los “maestros”


por antonomasia de las letras mexicanas, indíge-
na puro que trajo a nuestra tierra cierta “métrica
decimal del gusto”, a la francesa anterior al lla-
mado modernismo, liberal, liberal denodado a la
política y defensor de la patria contra las huestes
extranjeras de Napoleón III “(Reyes OC IX: 122)
NyS” Los literatos en el servicio exterior de Méxi-
co 1929.

Cita que para el trabajo es valiosa por lo siguiente:


la fundación de ese espíritu liberal del siglo XIX esta-
bleció un lazo único entre los intelectuales mexicanos;
esa estrecha unión no sólo fue en el sentido político,
sino en algo más permanente: una tradición intelec-
tual heredada de maestro a discípulo a lo largo de todo
el siglo anterior, en donde el maestro de maestros fue
Ignacio Ramírez, siguió como maestro Ignacio Manuel
Altamirano, quien instruyó a Justo Sierra, quien fue el
maestro de la generación del Ateneo de la Juventud en
donde se forjó el pensamiento de Alfonso Reyes.
428 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

Con este trabajo se asiste al encuentro de una


tradición. Asimismo, a una revalorización de lo que
fue el siglo XIX y XX mexicano desde el punto de vista
de la formación intelectual; con una pregunta indis-
pensable ¿por qué Reyes, pese a su sólida formación,
no es considerado maestro?
Aquí se sostiene que después del movimiento
revolucionario, los intelectuales jóvenes de ese Méxi-
co intentan reelaborar desde su propia concepción de
tradición su discurso de identidad; esto representó
un rompimiento con la continuidad de los maestros.
Ahora bien, la mayoría de ellos, por causas de la
misma revolución se encuentran en el exilio (Reyes en
España); los jóvenes intelectuales están prácticamen-
te solos, sobre todo, cuando los maestros se dedican
a tareas más urgentes, el Ministerio de Educación en
el caso de Vasconcelos. Si bien permanece un discur-
so liberal, éste es más bien político, y el discurso
integrado a él, el ilustrado, desde el punto de vista del
trabajo, decae a partir de la ausencia de Vasconcelos
del Ministerio de Educación.
Bien es cierto que Alfonso Reyes a su regreso del
servicio diplomático funda con otros intelectuales la
llamada “La Casa de España”, que será al año el
Colegio de México; a través de él busca en su esencia
de institución la formación de intelectuales mexica-
nos capaces de enfrentar la llamada por él, “hora
americana”. También es cierto el hecho de que el
proyecto correspondía a buscar una ventana abierta
entre España y México, España como puerta de Euro-
pa. Por esto último, la función diplomática de Alfon-
so Reyes fue clave para este proceso, independiente-
mente de la coyuntura política.
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 429
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

Ahora bien, de este trabajo educativo pocos


serán los intelectuales que profundizarán y extende-
rán los puntos de estudio de Alfonso Reyes. Entre los
pocos cabe mencionar a Leopoldo Zea. Aunque éste
se centró en desarrollar la idea de un despertar
americano, de una toma de conciencia americana. El
discurso de Zea y su reunión con Reyes es analizable
desde esta perspectiva; pero a la vez, no contiene los
otros intereses de Alfonso Reyes, como por ejemplo,
los griegos. Desde el punto de vista del trabajo, esto se
debe a que Zea se formó más con Gaos, desde una
orientación filosófica, que con Alfonso Reyes.
Finalmente, la perspectiva que otorga la distan-
cia temporal permite ver que en México la lectura de
Reyes y de Sierra ha quedado a la sombra de su propia
figura; es decir, es un discurso poco estudiado.
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Índice

Introducción .................................................................... 9

Capítulo I
Ignacio Manuel Altamirano,
el primer viajero .............................................................. 21
El viaje como experiencia de retorno:
entre revoluciones y reformas .......................... 21
Renacer en la escritura: el periódico
y su fundamento ................................................. 27
La desilusión del viajero .................................. 31

El palimpsesto griego en Ignacio Manuel


Altamirano ....................................................................... 41
Los griegos en la tradición ............................... 43
Los griegos y cultura ......................................... 45
Los griegos y la nación ..................................... 53
La inconclusa: Atenea ....................................... 57
488 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

Los sentimientos de la nación ...................................... 63


La nación, la región, la patria, la nación ....... 64
El tipo de mexicano ........................................... 68
El grito del corazón ............................................ 71
Los héroes y los dioses ...................................... 76
La Ilustración, la patria y la educación ....... 81
Los modelos ......................................................... 85
España .................................................... 87
Francia .................................................... 89
Los vecinos: Estados Unidos
de Norteamérica ..................................... 91
Los lejanos: Alemania .......................... 94
La clemencia de la nación ................................ 96

Lengua y literatura ......................................................... 107


La literatura liberal ............................................ 108
La lengua ............................................................. 114
La tradición ......................................................... 117
Lengua y tradición:
el esbozo liberal ..................................... 123

Capítulo II
El aprendiz de viajero .................................................... 137
El viaje del progreso .......................................... 138
Humboldt en revisión ........................................ 142
Las impresiones del nauta ............................... 145
Justo Sierra: un viajero culto por los
Estados Unidos de Norteamérica ................... 148

El cielo de la Grecia visto por Justo Sierra ................. 157


La memoria de la belleza griega ...................... 158
La invención helénica: la cultura ................... 163
Nuestra Grecia .................................................... 170
Ese adorable instante griego ............................ 174
El océano del ser ................................................. 177
IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 489
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

El predicador de la patria ............................................. 183


La patria en el mundo ....................................... 184
El tipo del mexicano .......................................... 191
Entre Guadalupes te veas ................................. 196
Tres hombres: Cortés, Hidalgo y Juárez ........ 200
El progreso y la escuela ..................................... 207
El concierto de las naciones ............................. 210
El catecismo de la patria ................................... 221

El ministerio de la educación ....................................... 227

Capítulo III
El último argonauta: Alfonso Reyes ........................... 245
Tránsito de ida:
concepción del viaje en Reyes ......................... 246
Punto de reunión, Humboldt:
viajero moderno .................................................. 251
El Anáhuac desde Madrid ............................... 255
I: El espanto social ............................... 258
II: La construcción de los textos .......... 266
III: Los nuevos magos ........................... 272
IV: El progreso del peregrino. .............. 277

Reyes en el Olimpo ......................................................... 279


La totalidad griega: ser griego ......................... 280
El aire que se respira: la cultura griega ......... 286
Los griegos y la nación ..................................... 291
Rey es Homero en la literatura ........................ 302

La última patria .............................................................. 319


Los orígenes del origen ..................................... 319
Las fiestas de la nación ..................................... 330
Los héroes y los dioses ......................... 333
La Ilustración y la patria .................................. 334
Del terruño a la patria, al mundo ................... 339
El azar en México en una nuez ....................... 346
490 J OSÉ ANTONIO SEQUERA M EZA

La literatura en el paisaje .............................................. 369


El tono crepuscular en la literatura
mexicana. ............................................................. 379
La lengua latina en México .............................. 385

Capítulo IV
Los puntos de encuentro ............................................... 397

Bibliografía ...................................................................... 431


IMÁGENES DISCURSIVAS DE LA IDENTIDAD MEXICANA 491
EN A LTAMIRANO , S IERRA Y R EYES

Se terminó la impresión de Imágenes discursivas de la


identidad mexicana en Altamirano, Sierra y Reyes, en
abril de 2013 en el Taller de Artes Gráficas de la
UABCS, carretera al sur, km 5.5, C.P. 23080. La
composición tipográfica se hizo en Book Antiqua
de 14, 11, 10 y 8 puntos. El tiro, sobre papel cultu-
ral ahuesado de 45 kg, es de quinientos ejemplares,
más sobrantes para reposición. El cuidado de la
edición estuvo a cargo de Keith Ross. Impresión:
Amado Flores.

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