Reseña
Reseña
El concepto de desarrollo
Es importante esclarecer en lo posible el concepto de desarrollo, para lo cual
podemos partir provisoriamente de una definición propuesta por Flavell y Wohlwill
(1969), quienes asumen el desarrollo como el cambio a lo largo del tiempo,
cambio que supone mirar diferencias en la conducta, diferencias que se dan
en momentos sucesivos.
El modelo mecanicista
Se sugiere en primera instancia abordar el modelo mecanicista como contrapuesto
al organicista, ya que de esta manera se realiza un abordaje más acorde con las
herramientas analíticas utilizadas sobre los modelos y las teorías específicas; es decir, se logra así
percibir tanto semejanzas como diferencias entre dichos modelos
a la hora de abordar el concepto de desarrollo que pretenden modelar, y entre
las teorías que se interpretan en dichos modelos (Marchesi, Carretero y Palacios,
1983; Overton y Reese, 1973).
El modelo organicista
El modelo organicista concibe al individuo como un organismo biológico, que tiene
características como ser activo y autoorganizador de sus procesos, cuyo comportamiento
es observable; pero el estudio de sus respuestas no se reduce a un
análisis de carácter funcional; se considera, además, que en cierta medida se pueden
establecer predicciones sobre los procesos que ocurrirán, no sólo con base
en las proyecciones estadísticas sobre contingencias, sino también en inferencias
lógicas derivadas de la explicitación teórica de los aspectos estructurales y dinámicos
del modelo elegido.
El modelo computacional
Después del auge de la computación electrónica, en la que al comienzo se llamó al
computador “cerebro electrónico”, los modelos mecanicista y organicista se complementaron
con la analogía inversa del cerebro como computador. El programa
de Inteligencia Artificial, ahora llamado “duro” (“hard AI ”), consideraba que era
suficiente modelar a la persona humana como un robot, una máquina dotada de
un computador con alta potencia de procesamiento y de almacenamento de información
digitalizada, o como un organismo con un supercomputador “húmedo”
instalado en el cráneo.
El neoconductismo, el interconductismo
y el postneoconductismo de Bandura empezaron a refinar sus modelos
hasta acercarse a los modelos organísmicos pospiagetianos y a los modelos cognitivistas
mucho más allá de lo que los fundadores del AEC hubieran considerado
posible y tolerable.
Este modelo
asume que las etapas en las que se observa el mayor alcance de las acciones
adaptativas para la persona están altamente influenciadas por la maduración,
pero considerada en estrecha interdependencia con el medio. Se da igual importancia
a los aspectos denominados extrapsicológicos e intrapsicológicos
(respectivamente, sociedad y cultura) y al de la construcción de lo individual
(maduración).
En primera instancia está una posición que presupone que el desarrollo es siempre
un requisito previo para el aprendizaje; que se necesita que maduren las funciones
mentales para lograr aprender algo; es decir, que el aprendizaje es un proceso
que no influye en el desarrollo, sino que éste se convierte en la base para que
el niño pueda lograr cualquier tipo de aprendizaje.
Siempre el
término “maduración” hará referencia a procesos biológicos (Gesell y Amatruda,
1946), y sobre el desarrollo anatomofisiológico es mucho más fácil llegar a acuerdos
entre los investigadores. Por eso no se cuestionan ni el desarrollo neurológico,
ni el osteomuscular, ni el motor ni el sexual.
Por otro lado, el ser humano necesariamente es un ser social; vive la vida en
una imbricada relación con otros y, por tal razón, es indudable que existen componentes
sociales e individuales en él que “parecieran condiciones contradictorias
de la existencia” (Maturana y Varela, 1986). Lo genético no necesariamente determina
lo humano, pero lo social funda lo humanizante en lo biológico; es decir,
a través del contexto y las vivencias culturales que tiene el ser humano, el componente
biológico entra a formar parte de su constitución como ser humano.
Por ello, mencionar la teoría que Vygotsky aportó sobre la zona de desarrollo
próximo o proximal permite observar cómo el medio o el contexto que rodea al
ser humano es dinámico y genera que éste se vuelva sensible a los procesos de
aprendizaje y que el niño desarrolle actitudes o destrezas específicas de acuerdo a
las exigencias que le impone la cultura en la que se encuentre; incluso se observa
que el proceso mismo de resolver problemas se vincula con las características del
medio (Rogoff, 1982; Vygotsky, 1978).