15 Oraciones STBrigida

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 9

Las 15 oraciones de Santa Brígida ‐ Oportunidades de Salvación

segura

Las 15 oraciones de Santa Brígida


No pierda esta oportunidad de salvación. Quien hará estas oración cada día durante un año,
sin interrupción (si falta un día tiene que empezar de nuevo), conocerá el día de su muerte 15
días ante y habrá la gracia segura de su salvación y más...
“Si ha vivido haciendo su propia voluntad durante toda su vida y está para
morir al día siguiente, prolongaré su existencia.”
Santa Brígida rezó por mucho tiempo para conocer cuántos golpes recibió nuestro Señor durante su terrible
pasión. En recompensa a su paciencia, el Señor se le apareció un día y le dijo:
"Yo recibí 5475 golpes en mi cuerpo. Si tú deseas honrarlos en alguna manera, recita 15
Padrenuestros y 15 Avemarías con las siguientes oraciones por un año completo, las
cuales Yo mismo te enseñaré. Cuando se termine el año, habrás honrado cada una de
mis heridas."

Las magníficas promesas


1. Cualquiera que recite estas oraciones, obtendrá el grado máximo de perfección.
2. Quince días antes de su muerte, tendrá un conocimiento perfecto de todos sus pecados y una
contrición profunda de ellos.
3. Quince días antes de su muerte, le daré mi precioso cuerpo a fin de que escape el hambre eterna; le
daré a beber mi preciosa sangre para que no permanezca sediento eternamente.
4. Libraré del purgatorio a 15 almas de su familia.
5. Quince almas de su familia serán confirmadas y preservadas en gracia.
6. Quince pecadores de su familia se convertirán.
7. Haz de saber que cualquiera que haya vivido en estado de pecado mortal por 30 años; pero recita o
tiene la intención de recitar estas oraciones devotamente, Yo, el Señor, le perdonaré todos sus
pecados.
8. Si ha vivido haciendo su propia voluntad durante toda su vida y está para morir al día siguiente,
prolongaré su existencia.
9. Obtendrá todo lo que pida a Dios y a la Santísima Virgen.
10. En cualquier parte donde se estén diciendo las oraciones, o donde se digan, Dios estará presenté
por su gracia.
11. Todo aquél que enseñe estas oraciones a los demás, ganará incalculables méritos y su gloria será
mayor en el cielo.
12. Por cada vez que se recite estas oraciones, se ganarán 100 días de indulgencia.
13. Su alma será liberada de la muerte eterna.
14. Gozará de la promesa de que será contado entre los bienaventurados de cielo.
15. Lo defenderé contra las tentaciones del mal.
16. Preservaré y guardaré sus cinco sentidos.
17. Lo preservaré de una muerte repentina.
18. Yo colocaré mi cruz victoriosa ante él para que venza a los enemigos de su alma.
19. Antes de su muerte vendré con mi amada Madre.
20. Recibiré muy complacido su alma y lo conduciré a los gozos eternos. Y habiéndolo llevado allí, le daré
a beber de la fuente de mi divinidad.
IMPORTANTE: Rezar todas las oraciones, todos los días, sin faltar un día durante un año, cada día las 15
oraciones
Para que se cumplan las promesas, se deben rezar las 15 oraciones (las quince oraciones) todos los días durante un año completo.
No se debe faltar. Si faltase por alguna vez, se perderán los PRIVILEGIOS (aunque vayan terminando el mes doce, ¿se saltaron un
día? ¡No sirve! Tienen tiempo, en caso de olvido, después de las 12:00 de la noche, hasta la madrugada, antes del alba). Se
debería empezar de nuevo otra vez rezando las oraciones diariamente por el año entero. Durante el año completo se rezan 5475
oraciones. Se debe rezar con devoción, concentrando en las palabras que se pronuncian. Las oraciones se rezan mentalmente, es

Las 15 oraciones de Santa Brígida: 1


de 6
Las 15 oraciones de Santa Brígida ‐ Oportunidades de Salvación
segura
decir se van leyendo. Se rezan en forma individual; no son para ser rezadas en comunidad, cada persona las debe rezar por
separado.
El papa Pío IX declaró conocimiento de estas oraciones. De esta manera, el Sumo Pontífice admitió la autenticidad de esta
plegaria para el bien de las almas; y firmó la aprobación el día 31 de mayo de 1862.

Las 15 oraciones de Santa Brígida: 2


de 6
Primera Oración
O Jesucristo! ¡Sois la eterna dulzura de todos los que Os aman; la alegría que sobrepasa toda gozo y
deseo; la salvación y esperanza de todos los pecadores! Habéis manifestado no tener mayor deseo que el
de permanecer en medio de los hombres, en la tierra. Los amáis hasta el punto de asumir la naturaleza
humana, en la plenitud de los tiempos, por amor a ellos. Acordaos de todos los sufrimientos que
habéis soportado desde el instante de Vuestra Sagrada Pasión; así como fue decretado y ordenado
desde toda la eternidad, según el plan divino. Acordaos, O Señor, que durante la última cena con
Vuestros discípulos les habéis lavado los pies; y después, les distéis Vuestro Sacratísimo Cuerpo, y Vuestra
Sangre Preciosísima. Luego, confortándolos con dulzura, les anunciasteis Vuestra próxima Pasión. Acordaos
de la tristeza y amargura que habéis experimentado en Vuestra alma, como Vos mismo lo afirmasteis,
diciendo: "Mi alma está triste hasta la muerte. Acordaos de todos los temores, las angustias y los
dolores que habéis soportado, en Vuestro Sagrado Cuerpo, antes del suplicio de la crucifixión. Después de
haber orado tres veces, todo bañado de sudor sangriento, fuisteis traicionado por Vuestro discípulo, Judas;
apresado por los habitantes de una nación que habíais escogido y enaltecido. Fuisteis acusado por falsos
testigos e injustamente juzgado por tres jueces; todo lo cual sucedió en la flor de Vuestra madurez, y en
la solemne estación pascual. Acordaos que fuisteis despojado de Vuestra propia vestidura, y revestido con
manto de irrisión. Os cubrieron los Ojos y la Cara infligiendo bofetadas. Después, coronándoos de
espinas, pusieron en Vuestras manos una caña. Finalmente, fuisteis atado a la columna, desgarrado con
azotes, y agobiado de oprobios y ultrajes. En memoria de todas estas penas y dolores que habéis soportado
antes de Vuestra Pasión en la Cruz, concededme antes de morir, una contrición verdadera, una confesión
sincera y completa, adecuada satisfacción; y la remisión de todos mis pecados. Amén. ~ Padre
Nuestro ‐ Ave Maria.

Segunda Oración
¡O Jesús! la verdadera libertad de los ángeles, y paraíso de delicias! Acordaos del horror y la tristeza que
fuisteis oprimido, cuando Vuestros enemigos como leones furiosos, Os rodearon con miles de injurias:
salivazos, bofetadas, laceraciones, arañazos y otros suplicios inauditos. Os atormentaron a su antojo. En
consideración de estos tormentos y a las palabras injuriosas, Os suplico, ¡O mi Salvador, y Redentor! que
me libréis de todos mis enemigos visibles e invisibles y que, bajo Vuestra protección, hagáis que yo
alcance la perfección de la salvación eterna. Amén. ~ Padre Nuestro ‐ Ave Maria.

Tercera Oración
¡O Jesús! Creador del Cielo y de la Tierra, al que nada puede contener ni limitar! Vos abarcáis todo;
todo es sostenido bajo Vuestra amorosa potestad. Acordaos del dolor muy amargo que sufristeis cuando
los judíos, con gruesos clavos cuadrados, golpe a golpe, clavaron Vuestras Sagradas Manos y Pies a la Cruz.
Y no viéndoos en un estado suficientemente lamentable para satisfacer su furor, agrandaron Vuestras
Llagas, agregando dolor sobre dolor. Con indescriptible crueldad, extendieron Vuestro Cuerpo en la Cruz. Y
con jalones y estirones violentos, en toda dirección, dislocaron Vuestros Huesos. O Jesús, en memoria de
este santo dolor que habéis soportado con tanto amor en la Cruz, Os suplico concederme la gracia de
temeros y amaros. Amen. ~ Padre Nuestro ‐ Ave Maria.

Cuarta Oración
¡O Jesús, Médico Celestial, elevado en la Cruz para curar nuestras llagas con las Vuestras! Acordaos
que las contusiones y los desfallecimientos que habéis sufrido en todos Vuestros Miembros; y que fueron
distendidos a tal grado, que no ha habido dolor semejante al Vuestro. Desde la cima de la cabeza
hasta la planta de los pies, ninguna parte de Vuestro Cuerpo estaba exenta de tormentos. Sin
embargo, olvidando todos Vuestros sufrimientos, no dejasteis de pedir por Vuestros enemigos, a
Vuestro Padre Celestial, diciéndole: "Padre, perdónalos no saben lo que hacen." Por esta
inmensa misericordia, y en memoria de estos sufrimientos, Os hago esta súplica: conceded que el
recuerdo de Vuestra muy amarga Pasión, nos alcance una perfecta contrición, y la remisión de todos
nuestros pecados. Amén. ~ Padre Nuestro ‐ Ave Maria.
Quinta Oración
¡O Jesús, Espejo de Resplandor Eterno! Acordaos de la tristeza aguda que habéis sentido al
contemplar con anticipación, las almas que habían de condenarse. A la luz de Vuestra Divinidad,
habéis vislumbrado la predestinación de aquellos que se salvarían, mediante los méritos de Vuestra
Sagrada Pasión. Simultáneamente habéis contemplado tristemente la inmensa multitud de réprobos que
serían condenados por sus pecados; y Os habéis quejado amargamente de esos desesperados, perdidos y
desgraciados pecadores. Por este abismo de la compasión y piedad, y principalmente por la bondad que
demostrasteis hacia el buen ladrón, diciéndole: "Hoy estarás conmigo en el Paraíso.", hago esta
súplica, Dulce Jesús. Os pido que a la hora de mi muerte tengáis misericordia de mí. Amén. ~ Padre
Nuestro ‐ Ave Maria.

Sexta Oración
¡O Jesús, Rey infinitamente amado y deseado! Acordaos del dolor que habéis sufrido, cuando, desnudo y
como un criminal común y corriente, fuisteis clavado y elevado en la Cruz. También, fuisteis abandonado
de todos Vuestros parientes y amigos con la excepción de Vuestra muy amada Madre. En Vuestra agonía,
Ella permaneció fiel junto a Vos; luego, la encomendasteis a Vuestro fiel discípulo, Juan, diciendo a
María: "¡Mujer, he aquí a tu hijo!" Y a Juan: "¡He aquí a tu Madre!" Os suplico, O mi Salvador,
por la espada de dolor que entonces traspasó el alma de Vuestra Santísima Madre, que tengáis
compasión de mí. Y en todas mis aflicciones y tribulaciones, tanto corporales como espirituales, ten
piedad de mí. Asistidme en todas mis pruebas, y especialmente en la hora de mi muerte. Amén. ~ Padre
Nuestro ‐ Ave Maria.

Séptima Oración
¡O Jesús, inagotable Fuente de compasión, ten compasión de mí! En un profundo gesto de amor, habéis
exclamado en la Cruz: "¡Tengo sed!" Era sed por la salvación del género humano. ¡O mi Salvador! Os
ruego que inflaméis nuestros corazones con el deseo de dirigirnos hacia la perfección, en todas nuestras
obras. Extinguid en nosotros la concupiscencia carnal y el ardor de los apetitos mundanos. Amén. ~
Padre Nuestro ‐ Ave Maria.

Octava Oración
¡O Jesús, Dulzura de los corazones y Deleite de espíritu! Por el vinagre y la hiel amarga que habéis
probado en la Cruz, por amor a nosotros, oíd nuestros ruegos. Concedednos la gracia de recibir
dignamente Vuestro Sacratísimo Cuerpo y Sangre Preciosísima durante nuestra vida, y también a la
hora de la muerte para servir de remedio y consuelo a nuestras almas. Amén. ~ Padre Nuestro ‐ Ave
Maria.

Novena Oración
¡O Jesús, Virtud Real y Gozo de alma! Acordaos de dolor que habéis sentido, sumergido en un océano de
amargura, al acercarse la muerte. Insultado y ultrajado por los judíos, clamasteis en alta voz que habíais
sido abandonado por Vuestro Padre Celestial, diciéndole: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?" Por esta angustia, Os suplico, O mi Salvador, que no me abandonéis en los terrores y
dolores de mi muerte. Amén.
~ Padre Nuestro ‐ Ave Maria.

Décima Oración
¡O Jesús, Principio y Fin de todas las cosas, Sois la Vida y la Virtud plena! Acordaos que por causa nuestra
fuisteis sumergido en un abismo de penas, sufriendo dolor desde la planta de los Pies hasta la cima de
la Cabeza. En consideración a la enormidad de Vuestras Llagas, enseñadme a guardar, por puro amor
a Vos, todos Vuestros Mandamientos; cuyo camino de Vuestra Ley Divina es amplio a agradable para
aquellos que Os aman. Amén.
~ Padre Nuestro ‐ Ave Maria.
Undécima Oración
¡O Jesús! ¡Abismo muy profundo de Misericordia! En memoria de la Llagas que penetraron hasta la
médula de Vuestros Huesos y Entrañas, para atraerme hacia Vos, presento esta súplica. Yo, miserable
pecador, profundamente sumergido en mis ofensas, pido que me apartéis del pecado. Ocultadme de
Vuestro Rostro tan justamente irritado contra mí. Escondedme en los huecos de Vuestras Llagas hasta que
Vuestra cólera y justísima indignación hayan cesado. Amén. ~ Padre Nuestro ‐ Ave Maria.

Duodécima Oración
¡O Jesús, Espejo de la Verdad, Sello de la Unidad, y Vínculo de la Caridad! Acordaos de la multitud de
Llagas con que fuisteis herido, desde la Cabeza hasta los Pies. Esas Llagas fueron laceradas y enrojecidas,
O dulce Jesús, por la efusión de Vuestra adorable Sangre. ¡Oh, qué dolor tan grande y repleto habéis
sufrido por amor a nosotros, en Vuestra Carne virginal! ¡Dulcísimo Jesús! ¿Qué hubo de hacer por nosotros
que no habéis hecho? Nada falta.
¡Todo lo habéis cumplido! ¡O amable y adorable Jesús! Por el fiel recuerdo de Vuestra Pasión, que el
Fruto meritorio de Vuestros sufrimientos sea renovado en mi alma. Y que en mi corazón, Vuestro Amor
aumente cada día hasta que llegue a contemplaros en la eternidad. ¡O Amabilísimo Jesús! Vos sois el
Tesoro de toda alegría y dicha verdadera, que Os pido concederme en el Cielo. Amén. ~ Padre
Nuestro ‐ Ave Maria.

Décima‐Tercera Oración
¡O Jesús, fuerte León, Rey inmortal e invencible! Acordaos de inmenso dolor que habéis sufrido cuando,
agotadas todas Vuestras fuerzas, tanto morales como físicas, inclinasteis la Cabeza y dijisteis: "Todo está
consumado." Por esta angustia y dolor, Os suplico, Señor Jesús, que tengáis piedad de mí en la hora de
mi muerte cuando mi mente estará tremendamente perturbada y mi alma sumergida en angustia.
Amén.
~ Padre Nuestro ‐ Ave Maria.

Décima‐Cuarta Oración
¡O Jesús, único Hijo del Padre Celestial, esplendor y semejanza de Su Esencia! Acordaos de la sencilla y
humilde recomendación que hicisteis de Vuestra Alma, a Vuestro Padre Eterno, diciéndole: "¡Padre,
en Tus Manos encomiendo Mi Espíritu!" Desgarrado Vuestro Cuerpo, destrozado Vuestro Corazón,
y abiertas la Entrañas de Vuestra misericordia para redimirnos, habéis expirado. Por Vuestra Preciosa
Muerte, Os suplico, O Rey de los santos, confortadme. Socorredme para resistir al demonio, la carne y al
mundo. A fin de que, estando muerto al mundo, viva yo solamente para Vos. Y a la hora de mi muerte,
recibid mi alma peregrina y desterrada que regresa a Vos. Amén. ~ Padre Nuestro ‐ Ave Maria.

Décima‐Quinta Oración
¡O Jesús, verdadera y fecunda Vid! Acordaos de la abundante efusión de Sangre que tan generosamente
habéis derramado de Vuestro Sagrado Cuerpo. Vuestra preciosa Sangre fue derramada como el jugo de la
uva bajo el lagar. De Vuestro Costado perforado por un soldado, con la lanza, ha brotado Sangre y agua,
hasta no quedar en Vuestro Cuerpo gota alguna. Finalmente, como un haz de mirra, elevado a lo alto de la
Cruz, la muy fina y delicada Carne Vuestra fue destrozado; la Substancia de Vuestro Cuerpo fue
marchitada; y disecada la médula de Vuestros Huesos. Por esta amarga Pasión, y por la efusión de Vuestra
preciosa Sangre, Os suplico, O dulcísimo Jesús, que recibáis mi alma, cuando y esté sufriendo en la
agonía de mi muerte. Amén. ~ Padre Nuestro ‐ Ave Maria.
Vida de Santa
Santa Brígida – Año 1373 ‐ Dios quiera enviar a su Iglesia
Brígida
muchas Brígidas, que con sus oraciones y sus buenos ejemplos y
palabras logren enfervorizar tuvo la dicha de nacer en una familia que tenía como herencia de
por Cristo a muchas sus antepasados una gran religiosidad. Sus abuelos y bisabuelos
personas más. Cristo murió fueron en peregrinación hasta Jerusalén y sus padres se
por mí. ¿Y yo, qué haré por confesaban y comulgaban todos los viernes, y como eran de la
Él? familia de los gobernantes de Suecia, y tenían muchas
posesiones, empleaban sus riquezas en construir iglesias y
Brígida significa: Fuerte y conventos y en ayudar a cuanto pobre encontraban. Su padre era
brillante. Esta santa mujer gobernador de la principal provincia de Suecia.

Brígida nació en Upsala (Suecia), en 1303. De niña su mayor gusto


era oír a la mamá leer las vidas de los Santos. Cuando apenas tenía seis años ya tuvo su primera
revelación. Se le apareció la Santísima. Virgen a invitarla a llevar una vida santa, totalmente del
agrado de Dios. En adelante las apariciones celestiales serán frecuentísimas en su vida, hasta tal
punto que ella llegó a creer que se trataba de alucinaciones o falsas imaginaciones. Pero
consultó con el sacerdote más sabio y famoso de Suecia, y él, después de estudiar
detenidamente su caso, le dijo que podía seguir creyendo en esto, pues eran mensajes
celestiales.

Cuando tenía 13 años asistió a un sermón de cuaresma, predicado por un famoso misionero. Y
este santo sacerdote habló tan emocionantemente acerca de la Pasión y Muerte de Jesucristo,
que Brígida quedó totalmente entusiasmada por nuestro Redentor. En adelante su devoción
preferida será la de Jesucristo Crucificado.

Un día rezando con todo fervor delante de un crucifijo muy chorreante de sangre, le dijo a Nuestro
Señor:
‐ ¿Quién te puso así? ‐ y oyó que Cristo le decía: "Los que desprecian mi amor". "Los que no le
dan importancia al amor que yo les he tenido". Desde ese día se propuso hacer que todos los
que trataran con ella amaran más a Jesucristo.

Su padre la casó con Ulf, hijo de otro gobernante. Tuvieron un matrimonio feliz que duró 28 años.
Sus hijos fueron 8, cuatro varones y cuatro mujeres. Una de sus hijas fue Santa Catalina de
Suecia. Un hijo fue religioso. Otros dos se portaron muy bien, y Carlos fue un pícaro que la hizo
sufrir toda la vida. Sólo a la hora en que él se iba a morir logró la santa con sus oraciones que él
se arrepintiera y pidiera perdón de sus pecados a Dios. Dos de sus hijas se hicieron religiosas,
y otra fue "la oveja negra de la familia", que con sus aventuras nada santas martirizó a la
buena mamá.

Fue pues una familia como muchas otras: con gente muy buena y gente que hace sufrir. Brígida
era la dama principal de las que colaboraban con el rey y la reina de Suecia. Pero en el palacio se
dio cuenta de que se gastaba mucho dinero en lujos y comilonas y se explotaba al pueblo. Quiso
llamar la atención a los reyes, pero estos no le hicieron caso. Entonces pidió permiso y se fue con
su esposo en peregrinación
a Santiago de Compostela en España. En el viaje enfermó Ulf gravemente. Brígida oró por él
y en un sueño se le apareció San Dionisio a decirle que se le concedía la curación, con tal de que
se dedicara a una vida santa. El marido curó y entró de religioso cisterciense y unos años después
murió santamente en el convento.

En una visión oyó que Jesús Crucificado le decía: "Yo en la vida sufrí pobreza, y tú tienes
demasiados lujos y comodidades". Desde ese día Brígida dejó todos sus vestidos elegantes y
empezó a vestir como la gente pobre. Ya nunca más durmió en camas muy cómodas, sino
siempre sobre duras tablas. Y fue repartiendo todos los bienes entre los pobres de manera
que ella llegó a ser también muy pobre.

Con su hija Santa Catalina de Suecia se fue a Roma y en esa ciudad permaneció 14 años,
dedicada a la oración, a visitar y ayudar enfermos, a visitar como peregrina orante muchos
santuarios, y a dictar sus revelaciones que están contenidas en ocho tomos (Sufrió muy
fuertes tentaciones de orgullo y sensualidad). Desde Roma escribió a muchas autoridades civiles
y eclesiásticas y al mismo Sumo Pontífice (que en ese tiempo vivía en Avignon, Francia)
corrigiendo muchos errores y repartiendo consejos sumamente provechosos. Sus avisos
sirvieron enormemente para mejorar las costumbres y disminuir los vicios.

Por inspiración del cielo fundó la Comunidad de San Salvador. El principal convento estaba en la
capital de Suecia y tenía 60 monjas. Ese convento se convirtió en el centro literario más
importante de su nación en esos tiempos. Con el tiempo llegó a tener 70 conventos de monjas
en toda Europa.

Se fue a visitar los santos lugares donde vivió, predicó y murió Nuestro Señor Jesucristo, y allá
recibió continuas revelaciones acerca de cómo fue la vida de Jesús. Las escribió en uno de
los tomos de sus revelaciones, y son muy interesantes. En Tierra Santa parecía vivir en
éxtasis todos los días.

Al volver de Jerusalén se sintió muy débil y el 23 de julio de 1373, a la edad de 70 años


murió en Roma con gran fama de santidad. A los 18 años de haber muerto, fue declarada santa
por el Sumo Pontífice. Sus revelaciones eran tan estimadas en su tiempo, que los sacerdotes las
leían a los fieles en las misas.

También podría gustarte