Oraciones de Santa Brigida

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107 16 24 de nov.… 236,4 K

LAS QUINCE ORACIONES DE


SANTA BRÍGIDA (versión compl…
ta)
LAS Un AñoORACIONES DE SANTA BRÍGIDA
QUINCE
(versión completa)

Un Año

Las quince gotitas diarias de la Sangre de Je-


sús que destruirán la dura coraza de tu alma

Los invitamos a que nos acompañen, rezando


estas oraciones durante un año completo, se
puede comenzar en cualquier día del año. Nos
daría mucha alegría saber quienes han co-
menzado (ya se han comunicado varias per-
sonas ¿y usted no nos acompaña?). El mail
está al final. Que Dios los bendiga.

Santa Brígida recibió dos juegos de oraciones


de Nuestro Señor Jesucristo y otro juego de
Nuestra Madre la Santísima Inmaculada Vir-
gen María. Uno de los juegos de Nuestro Se-
ñor los rezamos durante un año (oraciones
que están aquí), mientras que el otro lo reza-
mos por doce años (ver link al final). De
Nuestra Madre recibió la devoción diaria a
sus Siete Dolores. Nuestro Señor y la Santísi-
ma Virgen prometieron tanto a través de San-
ta Brígida de Suecia a las almas que recen es-
tas oraciones, que debemos lograr que se
vuelvan mucho más conocidas. Para ello les
solicitamos que las divulguen entre familiares
y amigos.

Oración
Santa Brígida, te rogamos nos alcances del
Señor, la perseverancia diaria para rezar es-
tas oraciones por las Santas Llagas de Jesu-
cristo. Tráenos de su Divina Misericordia el
privilegio de meditarlas y su aprovechamien-
to espiritual. Intercede ante el Señor para que
disfrutemos con gozo de las promesas que
contienen, por mediación de Nuestra Santísi-
ma Madre. Amén.

¿Cómo copiar las oraciones?


Es muy simple, en "Edición" - "seleccionar
todo" luego copiar al "Block de Notas", selec-
cionar todo nuevamente (en el Block de No-
tas) y copiar al Procesador de Textos (Word,
etc.), luego imprima. Si lo prefieren, solicíte-
nos una copia en archivo Word o también la
puede bajar del siguiente link:

Para que se cumplan las promesas, se deben


rezar las 15 oraciones (las quince oraciones
todos los días) durante un año completo. No
se debe faltar. Si faltase por alguna vez, se
perderán los PRIVILEGIOS (aunque vayan ter-
minando el mes doce, ¿se saltaron un día?
¡No sirve! Tienen tiempo, en caso de olvido,
después de las 12:00 de la noche, hasta la
madrugada, antes del alba). Se debería em-
pezar de nuevo otra vez rezando las oracio-
nes diariamente por el año entero. Suponien-
do que durante el año completo se rezan
5480 oraciones. Se debe rezar con devoción,
concentrando en las palabras que se pronun-
cian. Las oraciones se rezan mentalmente, es
decir se van leyendo. Se rezan en forma indi-
vidual; no son para ser rezadas en comuni-
dad, cada persona las debe rezar por separa-
do.
El papa Pio IX declaró conocimiento de estas
oraciones. De esta manera, el Sumo Pontífice
admitió la autenticidad de esta plegaria para
el bien de las almas; y firmó la aprobación el
día 31 de mayo de 1862.
Esta declaración del Santo Padre Pío IX fue
confirmada con actos tangibles y concretos.
Las promesas ya se han realizado a favor de
todas las personas que han rezado estas ora-
ciones. Además, se han producido numero-
sos hechos sobrenaturales. Por este medio,
Dios se ha dignado dar a conocer la rigurosa
veracidad de estas oraciones y promesas.
Los que visitan la Iglesia de San Pablo en
Roma todavía pueden contemplar el Crucifijo
Milagroso, colocado arriba del Sagrario, se
encuentra en la Capilla del Santísimo Sacra-
mento. Este Crucifijo Milagroso fue esculpido
por Pierre Cavallini. Es el mismo crucifijo ante
cual estuvo arrodillada Santa Brígida cuando
recibió estas 15 Oraciones del mismo Nuestro
Señor.

Por mucho tiempo, Santa Brígida había


deseado saber cuántos latigazos había reci-
bido Nuestro Señor en Su Pasión. Cierto día
se le apareció Jesucristo, diciéndole: “Recibí
en Mi Cuerpo cinco mil, cuatrocientos ochen-
ta latigazos; son 5.480 azotes (recordemos
que fueron sesenta los verdugos quienes lo
azotaron, quienes se iban relevando, Pilato
había prometido dejarlo libre después del
castigo y los judíos sobornaron a los verdu-
gos para que resultara muerto, pero Jesús no
moría y seguían azotándolo y azotándolo, por
ello se explica la cantidad de azotes que reci-
bió y se podrán dar cuenta en las condiciones
deplorables en que llevó la Cruz). Si queréis
honrarlos en verdad, con alguna veneración,
decid 15 veces el Padre Nuestro; también 15
veces el Ave María, con las siguientes oracio-
nes, durante un año completo. Al terminar el
año, habréis venerado cada una de Mis Lla-
gas”. (Nuestro Señor mismo le dictó las ora-
ciones a la santa.)

Nota: Posteriormente se le agregó el Gloria (a


la Santísima Trinidad)

LAS PROMESAS

El Crucificado prometió a Santa Brígida los


siguientes privilegios, con la condición de
que ella fuera fiel a la diaria recitación del Ofi-
cio Divino. Y se garantizaban también a todo
aquel que diga las oraciones devotamente
cada día por el espacio de un año, las siguien-
tes promesas:

1.- Cualquiera que recite estas oraciones, ob-


tendrá el grado máximo de perfección.

2.- Quince días antes de su muerte, tendrá un


conocimiento perfecto de todos sus pecados
y una contrición profunda de ellos.

3.- Quince días antes de su muerte le daré mi


precioso cuerpo a fin de que escape del ham-
bre eterna; le daré a beber de mi preciosa
sangre para que no permanezca sediento
eternamente.

4.- Libraré del purgatorio a 15 miembros de


su familia (algunas pueden ser del pasado,
otras del presente y también del futuro)

5.- Quince miembros de su familia serán con-


firmados y preservados en gracia. (lo mismo)

6.- Quince miembros de su familia se conver-


tirán. (lo mismo)

7.- Cualquiera que haya vivido en estado de


pecado mortal por 30 años, pero si recita o
tiene la intención de recitar estas oraciones
devotamente, Yo, el Señor le perdonaré todos
sus pecados.

8.- Si ha vivido haciendo su propia voluntad


durante toda su vida y está por morir (sin que
la persona tenga el conocimiento que está
por morir próximamente), prolongaré su exis-
tencia para que se confiese bien (confesión
de vida)

9.- Obtendrá todo lo que pida a Dios y a la


Santísima Virgen.

10.- En cualquier parte donde esté diciendo


las oraciones, o donde se digan, Dios estará
presente con su gracia.

11.- Todo aquel que enseñe estas oraciones a


los demás, ganará incalculables méritos y su
gloria será mayor en el cielo.

12.- Por cada vez que se reciten estas oracio-


nes, se ganarán 100 días de indulgencia.

13.- Será liberado de la muerte eterna. (no se


condenará)

14.- Goza de la promesa de que será contado


entre los bienaventurados del cielo.

15.- Lo defenderé contra las tentaciones del


mal.

16.- Preservaré y guardaré sus cinco senti-


dos.

17.- Lo preservaré de una muerte repentina.

18.- Yo colocaré mi cruz victoriosa ante él


para que venza a sus enemigos. (Satanás y
sus huestes)

19.- Antes de su muerte vendré con mi amada


Madre, la Santísima Virgen Inmaculada.

20.- Lo recibiré muy complacido y lo conduci-


ré a los gozos eternos. Y habiéndolo llevado
allí, le daré de beber de la fuente de mi divini-
dad ; cosa que no haré con los que no hayan
recitado Mis oraciones.
21.- Se le asegura que será colocado junto al
Supremo Coro de los Santo Ángeles.

ALGO IMPORTANTE ANTES DE COMENZAR


Les aconsejamos que soliciten ayuda a vues-
tros parientes que se encuentran en el purga-
torio, pues ellos están muy interesados en
que ustedes perseveren. Deben saber que el
demonio estará siempre tratando de que fra-
casen. Cuidado con dejarlo para la noche,
cuidado con la noche, a veces es imposible
por los acontecimientos del día, pero traten
de evitarlo todas las veces que puedan. Nos
sucedió varias veces, sentados y vestidos
pero ya muy entrada la noche, nos quedába-
mos dormidos en cada Avemaría, despertá-
bamos y en la siguiente oración; lo mismo:
tardamos tres veces el tiempo acostumbrado.
En otras ocasiones, nos ayudó bastante
cuando por el cansancio del día y por haberlo
dejado para la noche, al sentir venir el sueño,
con el dedo pulgar hacer la señal de la cruz,
adelante, izquierda y derecha (en nuestra
frente), se quita el sueños por algunos minu-
tos pero luego vuelve. Esto hay que repetirlo
sin dejar de rezar las oraciones, toda vez que
se necesite.
Pero queremos contarles que al final lo logra-
mos. ¡Ustedes también pueden!

ORACIONES

Para empezar, invoquemos al Dulce Huésped


de nuestras almas.

Señal de la Cruz.
Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus
fieles y enciende en ellos el fuego eterno de
tu amor. Envía Señor tu Espíritu y todo será
creado y se renovará la faz de la tierra.
Oremos:
Oh Dios, que instruiste los corazones de tus
fieles con la luz de tu Espíritu Santo, concé-
denos que animados y guiados por este mis-
mo Espíritu, aprendamos a obrar rectamente
siempre y gocemos de la dulzura del bien de
sus divinos consuelos. Por Cristo nuestro Se-
ñor. Así sea.
Un Credo al Sagrado Corazón de Jesús, ha-
ciendo un acto de Fe.

PRIMERA ORACIÓN

¡Oh Jesús mío! ¡Oh eterna dulzura para los


que te amamos! ¡Oh gozo supremo que su-
pera todo gozo y deseo! ¡Oh salvación y es-
peranza nuestra! Infinitas pruebas nos has
dado de que tu mayor deseo es estar siempre
con nosotros; y fue este sublime deseo, ¡Oh
bendito amor! El que te llevó a asumir la natu-
raleza humana. ¡Oh Verbo Encarnado!, re-
cuerda aquella Santa Pasión que abrazaste
por nosotros, para cumplir con el divino plan
de reconciliación de Dios con su criatura. Re-
cuerda Señor tu última cena, cuando rodeado
de tus discípulos, y después de haberles la-
vado los pies, les diste tu precioso cuerpo y
sangre. Recuerda también cuando tuviste
que consolarlos al anunciarles tu ya próxima
Pasión.

Fue en el huerto de los Olivos, ¡Oh Señor!,


donde se escenificaron los peores momentos
de tu Sagrada Pasión: porque fuiste invadido
por la más infinita de las tristezas y por la más
dolorosa de las amarguras, y que te llevaron a
exclamar todo lleno de horror y de angustia:
"¡Mi alma está triste hasta la muerte!"... Tres
horas duró tu agonía en aquel jardín; y todo el
miedo, angustia y dolor que padeciste allí,
¡fueron tan grandes!, que te causó sudar san-
gre copiosamente. Aquello escapaba a toda
descripción, hasta tal punto que sufriste más
allí que en el resto de tu Pasión, porque ante
tus divinos ojos desfilaron aquellas terribles
visiones de los pecados que se cometieron
desde Adán y Eva hasta aquellos mismos ins-
tantes, y los pecados que se estaban come-
tiendo en aquellos momentos por toda la faz
de la tierra, y los que se cometerían en el fu-
turo, ¡siglos enteros!, ¡hasta la consumación
de los tiempos!

Pero, ¡Oh amor que todo lo vence! A pesar de


tu temor humano, así contestaste a tu Padre:
"¡No se haga mi voluntad, sino la tuya!" E in-
mediatamente, tu Padre envió aquel precioso
Ángel para confortarte... Tres veces oraste, y
al final llegó tu discípulo traidor, Judas.
¡Cuánto te dolió aquello!

Fuiste arrestado por el pueblo de aquella na-


ción que Tú mismo habías escogido y exalta-
do. Tres jueces te juzgaron, falsos testigos te
acusaron, cometiendo el acto más injusto de
la historia de la humanidad, ¡condenando a
muerte a su Autor y Redentor! ¡A aquél que
venía a regalarnos la vida eterna!

Y te despojaron de tus vestiduras y te cubrie-


ron los ojos... e inmediatamente aquellos sol-
dados romanos comenzaron a abofetearte, y
llenarte de salivazos, y golpes llovieron con-
tra tu delicado cuerpo. Y te retaban a que les
dijeras quién era el que te lo hacía. De repen-
te, aquella corona de espinas te la incrusta-
ron mutilando tu cabeza de mala manera;
¡rompiendo carne, venas y nervios! Para con-
templar la mofa a tu condición de Rey, te die-
ron un cetro: una vulgar caña que colocaron
en tus sagradas manos.

¡Oh sublime enamorado de nuestras almas!,


recuerda también cuando te ataron a la co-
lumna. ¡Cómo te flageló aquella gente!... No
quedó lugar alguno en tu maravilloso cuerpo
que no quedara destrozado bajo los golpes
de los látigos. Otro cuerpo humano hubiese
muerto con menos golpes... La escena era te-
rrible: ¡huesos y costillas podían verse!
¡Cuánta furia desatada contra el Hombre-
Dios!

Oh Jesús mío, en memoria de aquellos crue-


les tormentos que padeciste por nosotros an-
tes de la crucifixión, concédenos antes de
morir un verdadero arrepentimiento de nues-
tros pecados, que podamos satisfacer por
ellos, que hagamos una santa confesión, te
recibamos en la Santísima Eucaristía, y así,
alimentada nuestra alma, podamos volar ha-
cia Ti.

Así sea.

(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)

SEGUNDA ORACIÓN

¡Oh salud y alimento de mi alma, libertad ver-


dadera de ángeles y santos!, ¡Paraíso de deli-
cias! Recuerda el horror y la tristeza que su-
friste camino al lugar donde te aguardaba una
cruz, cuatro clavos y los verdugos cuando
toda aquella turba se apretujaba a tu paso, y
te golpeaba e insultaba impunemente, ha-
ciéndote víctima de las más espantosas
crueldades. Pero más te dolía la ingratitud de
ellos, que los golpes que te infligían, pues era
precisamente por ellos y por todo el género
humano, que llevabas aquella Cruz sobre tus
hombros destrozados.

Por todos aquellos tormentos y ultrajes, y por


las blasfemias proferidas en contra de Ti, te
rogamos, ¡Oh dueño de nuestra alma! que nos
libres de nuestros enemigos, visibles e invisi-
bles, y que bajo tu protección logremos tal
perfección y santidad, que merezcamos en-
trar contigo en tu Reino.

Así sea.

(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)

TERCERA ORACIÓN

¡Oh dueño de nuestra existencia! Tú que sien-


do el Creador del Universo, del Cielo y de la
Tierra, de ángeles y hombres, a quien nada
puede abarcar ni limitar y que todo lo envuel-
ves y sostienes con tu amoroso poder, sin
embargo, te dejaste matar por tu obra maes-
tra, el hombre, para justificarlo ante Ti mis-
mo.

Recuerda cada dolor sufrido, cada tormento


soportado por nuestro amor, cuando los ju-
díos con enormes clavos taladraron tus sa-
gradas manos y pies. ¡Que espantosa escena
se produjo cuando con indescriptible cruel-
dad, tu cuerpo tuvo que ser estirado sobre la
Cruz para que tus manos y pies llegaran hasta
los agujeros previamente abiertos en el ma-
dero! ¡Con cuánta furia agrandaron aquellas
heridas! ¡Cómo agregaron dolor al dolor,
cuando tuvieron que estirar tus sagrados
miembros violentamente en todas direccio-
nes! ¡Oh Varón de dolores!

Recuerda cuando tus músculos y tendones


eran estirados sin misericordia, y tus venas
se rompían, y tu piel virginal se desgarraba
horriblemente, y tus huesos eran dislocados.

¡Oh Cordero Divino! en memoria de todo lo


ocurrido en la colina del Gólgota, te rogamos
nos concedas la gracia de amarte y honrarte
cada día más y más.

Así sea.

(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)

CUARTA ORACIÓN

¡Oh divino mártir de amor! ¡Oh médico celes-


tial que te dejaste suspender en la Cruz para
que por tus heridas las nuestras fueron cura-
das! Recuerda cada una de aquellas heridas y
la tremenda debilidad de tus miembros, que
fueron distendidos hasta tal punto que jamás
ha habido dolor semejante al tuyo. Desde la
cabeza a los pies eras todo llaga, todo dolor,
todo sufrías; eras una masa rota y sanguino-
lenta, y aún así llegaste, para sorpresa de tus
verdugos, a suplicar a tu Padre, eterno per-
dón para ellos diciéndole: ¡Padre, perdónalos
porque no saben lo que hacen!

¡Oh Cristo bendito! En memoria de esta gran


misericordia que tuviste, que muy bien pudis-
te lanzar a todo aquel mundo malvado a los
abismos infernales con un solo acto de tu po-
derosa voluntad, por aquella tan grande mi-
sericordia que superó a tu justicia divina,
concédenos una contrición perfecta y la re-
misión total de nuestros pecados, desde el
primero hasta el último, y que jamás volva-
mos a ofenderte.

Así sea.

(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)

QUINTA ORACIÓN

¡Oh Jesús, Oh esplendor de la eternidad! Re-


cuerda cuando contemplaste en la Luz de tu
Divinidad, las almas de los predestinados que
serían rescatados por los méritos de tu Sa-
grada Pasión, también viste aquella tremenda
multitud que sería condenada por sus peca-
dos. ¡Cuánto te quejaste por ellos! Te compa-
deciste, oh buen Jesús, hasta de aquellos ré-
probos, de aquellos desafortunados pecado-
res que no se lavarían con tu sangre, ni se ali-
mentarían con tu Carne Eucarística.

Por tu infinita compasión y piedad, y acor-


dándote de tu promesa al buen ladrón arre-
pentido, al decirle que aquel mismo día esta-
ría contigo en el Paraíso, ¡Oh salud y alimento
de nuestra alma! muéstranos esta misma mi-
sericordia en la hora de nuestra muerte.

Así sea.

(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)

SEXTA ORACIÓN

¡Oh Rey muy amado y deseado por mi cora-


zón ¡ acordaos del dolor que sufriste, cuando
desnudo y como un criminal común y corrien-
te, fuiste clavado y elevado en la Cruz. Cómo
te dolió el ver que tus familiares y amigos de-
sertaran. Pero allí estaba tu muy amada Ma-
dre y tu discípulo Juan, que permanecieron
contigo hasta tu último suspiro. No importan-
do que su naturaleza humana, desmayando
estaba, y para colmo de tu inmenso amor por
nosotros, nos hiciste aquel precioso regalo:
¡nos diste a María como Madre! ¡Cuánto te
debemos Salvador nuestro, por este sublime
regalo! Sólo tuviste que decir a María: “¡Mu-
jer, he aquí a tu hijo!” y a Juan: “!He aquí a tu
Madre!”

¡Te suplicamos, oh Rey de la Gloria! por la es-


pada de dolor que entonces atravesó el alma
de tu Santísima e Inmaculada Madre, que te
compadezcas de nosotros en todas nuestras
aflicciones y tribulaciones tanto corporal
como espiritual, y que nos asistas en cada
prueba, especialmente en la hora de nuestra
muerte.

Así sea.

(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)

SÉPTIMA ORACIÓN

¡Oh Rey de Reyes! ¡Fuente de compasión que


jamás se agota! Recuerda cuando sentiste
aquella tremenda sed por las almas y que te
llevó a exclamar desde la Cruz: "¡Tengo Sed!"
Sí, no solamente tenías sed física, sino sed
insaciable por la salvación de la raza humana.

Por este gesto de amor por nosotros, te roga-


mos, oh prisionero de nuestro amor, que in-
flames nuestros corazones con el deseo de
tender siempre hacia la perfección en todos
nuestros actos, que extingas en nosotros la
concupiscencia de la carne y los deseos de
placeres mundanos.

Así sea

(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)

OCTAVA ORACIÓN

¡Oh constante dulzura nuestra! ¡Oh deleite


diario de nuestro espíritu! Por el sabor tan
amargo de aquella hiel y vinagre que te dieron
a probar en lugar de agua, para aplacar tu sed
física, te suplicamos que aplaques nuestra
sed por tu vivificadora sangre, y nuestra
hambre por tu Redentora Carne, ahora y
siempre, y que no nos falte en la hora de
nuestra muerte.

Así sea.

(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)

NOVENA ORACIÓN

¡Oh Jesús, Virtud Real y gozo del alma!


Acuérdate del dolor que sentiste, sumergido
en un océano de amargura, al acercarse la
muerte. Insultado y ultrajado por tus verdu-
gos, clamaste en alta voz que habías sido
abandonado por Tu Padre Celestial, diciéndo-
le: “Dios mío, Dios mío, ¿Porqué me has aban-
donado?” Por aquella angustia que padeciste
en aquellos momentos finales de tu Pasión, te
rogamos oh nuestro Salvador que no nos
abandones en los terrores y dolores de nues-
tra muerte.

Así sea.

(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)

DÉCIMA ORACIÓN

¡Oh Jesús, que eres principio y fin de todo lo


creado , Virtud, Luz y Verdad! Acuérdate que
por causa nuestra fuiste sumergido en un
abismo de penas; sufriendo dolor en todo tu
Santísimo Cuerpo: En consideración a la
enormidad de tanta llaga que te hicimos los
hombres; enséñanos a guardar por puro amor
a Ti, todos tus Mandamientos; cuyo camino
de Tu Ley Divina es amplio y agradable, para
aquellos que te aman.

Así sea.

(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)

UNDÉCIMA ORACIÓN

¡Oh Jesús mío!, abismo insondable de miseri-


cordia, te rogamos en memoria de tus heri-
das, las cuales penetraron hasta la médula de
tus huesos y hasta lo más profundo de tu ser,
¡que nos apartes para siempre del pecado!
¡que no te ofendamos más! Reconocemos
con bochorno que somos unos miserables
pecadores y que te hemos ofendido ¡tantas
veces! Que tememos que tu divina justicia
nos condene.

No obstante, acudimos presurosos a tu mise-


ricordia infinita, para que nos escondas ur-
gentemente en tus preciosas LLagas, y así,
ocultados de tu indignado Rostro, pueda tu
amante Corazón una vez más, lavar nuestras
culpas con tu Sangre liberadora. De esa for-
ma Redentor nuestro, tu enojo e indignación
cesarán de inmediato. ¡Gracias Señor!

Así sea.

(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)

DUODÉCIMA ORACIÓN

¡Oh Jesús, eterna verdad, símbolo de la per-


fecta caridad y de la unidad! Te suplicamos
que te acuerdes de aquella multitud de lace-
raciones, de aquellas horribles heridas que te
hicimos la humanidad pecadora que querías
salvar. Estabas hecho un guiñapo humano,
enrojecido por tu propia sangre. ¡Que inmen-
so e intenso dolor padeciste en tu Carne Vir-
ginal por amor a nosotros! ¡Oh dulzura infini-
ta!, ¿qué pudiste hacer, que ya no hayas he-
cho por nosotros? Nada falta. Todo lo has
cumplido

Ayúdanos, Oh Señor, a tener siempre presen-


te ante los ojos de nuestro espíritu, un fiel re-
cuerdo de tu Pasión, para que el fruto de tus
sufrimientos se vea continuamente renova-
dos en nuestra alma, y para que tu amor se
agrande en cada momento más y más en
nuestro corazón, hasta que llegue aquel feliz
día en que te veamos en el cielo, y ser uno
contigo, que eres el tesoro y suma total de
todo gozo y bondad.

Así sea.

(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)

DÉCIMA TERCERA ORACIÓN

¡Oh dulce consuelo de nuestra alma, maravi-


lloso liberador, Rey inmortal e invencible! Re-
cuerda cuando inclinando tu adorable cabe-
za, toda desfigurada por los golpes, la sangre
y el polvo del camino, exclamaste: "Todo está
consumado"... Toda tu fuerza mental y física
se agotaron completamente.

Por este Gran Sacrificio y por las angustias y


tormentos que padeciste antes de morir, te
rogamos, oh buen Jesús, que tengas miseri-
cordia de nosotros en la hora de nuestra
muerte, cuando nuestra mente esté tremen-
damente perturbada; y nuestra alma sumer-
gida en inquietudes y angustias. Que no te-
mamos nada, que te tengamos a Ti a nuestro
lado y dentro de nuestro ser.

Así sea.

(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)

DÉCIMA CUARTA ORACIÓN

¡Oh doliente Jesús, oh incomprensible Se-


gunda Persona de la Trinidad, esplendor y fi-
gura de su esencia! Recuerda cuando con
gran voz entregaste tu alma a Tu Padre Celes-
tial diciéndole: "¡Padre, en tus manos enco-
miendo mi espíritu!" Tu cuerpo estaba despe-
dazado, y tu corazón destrozado, pero tus
entrañas de misericordia quedaron abiertas
para redimirlos! Así expiraste , oh amor infini-
to...

Por tu Dolorosa Muerte; te suplicamos, Oh


Rey de Santos y Arcángeles, que nos confor-
tes y nos ayudes a resistir al mundo con sus
errores, a Satanás con sus pérfidas, y a la
carne con sus vicios, para que así, muertos a
los enemigos de nuestras almas, vivamos so-
lamente para Ti. Por eso te rogamos, Oh Dul-
ce Redentor y Salvador, que a la hora de
nuestra muerte recibas nuestras pobres al-
mas desterradas que regresan a Ti.

Así sea.

(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)

DÉCIMA QUINTA ORACIÓN

¡Oh vencedor de la muerte! ¡Vid verdadera y


fructífera! Recuerda a aquel torrente de san-
gre que brotó de cada parte de tu Bendito
Cuerpo, igual que la uva exprimida en el lagar.
Desde el lugar de la flagelación y a través de
las calles de Jerusalén, por toda aquella vía
dolorosa, hasta la colina sagrada, tu Sangre
derramada escribía las bellas páginas de la
historia del Corazón que más nos ama...¡El
tuyo! Recuerda como la tierra agradecida,
pero a la vez espantada, recibía tu preciosa
Sangre. toda la naturaleza; de horror tembla-
ba y los Cielos se estremecían, los Ángeles y
hasta los demonios se sorprendían ante
¡aquella increíble escena! ¡Todo un Dios mo-
ría! ¿Qué era aquello? ¿Qué sucedía? Aquel
primer Viernes Santo, oh Jesús ¡Abrías el cie-
lo para la humanidad pecadora!
Por tres largas horas tu Cuerpo colgó de la
Cruz. Presentabas un aspecto doliente, tris-
te, todoespañol
Inicio
lleno deIniciar
dolor, Tu Sangre Más
… Registro
aún manan-
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