1. En la posguerra, la industria cinematográfica de Hollywood prosperó pero luego enfrentó desafíos como investigaciones antimonopolio, la competencia de la televisión y audiencias de la Comisión de Actividades Antiestadounidenses.
2. Cineastas jóvenes como Robert Rossen y Elia Kazán comenzaron a abordar temas polémicos como la corrupción y el racismo en sus películas.
3. El género del cine negro se hizo popular, reflejando un pesimismo
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1. En la posguerra, la industria cinematográfica de Hollywood prosperó pero luego enfrentó desafíos como investigaciones antimonopolio, la competencia de la televisión y audiencias de la Comisión de Actividades Antiestadounidenses.
2. Cineastas jóvenes como Robert Rossen y Elia Kazán comenzaron a abordar temas polémicos como la corrupción y el racismo en sus películas.
3. El género del cine negro se hizo popular, reflejando un pesimismo
1. En la posguerra, la industria cinematográfica de Hollywood prosperó pero luego enfrentó desafíos como investigaciones antimonopolio, la competencia de la televisión y audiencias de la Comisión de Actividades Antiestadounidenses.
2. Cineastas jóvenes como Robert Rossen y Elia Kazán comenzaron a abordar temas polémicos como la corrupción y el racismo en sus películas.
3. El género del cine negro se hizo popular, reflejando un pesimismo
1. En la posguerra, la industria cinematográfica de Hollywood prosperó pero luego enfrentó desafíos como investigaciones antimonopolio, la competencia de la televisión y audiencias de la Comisión de Actividades Antiestadounidenses.
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Los años tormentosos de Hollywood
Al contrario que lo que supuso para Europa, el fin de la guerra abrió una época de prosperidad en América. En la industria cinematográfica la situación también era óptima. Se alcanzaría la suma de 425 películas en 1946 con la recaudación de 4.600 millones de dólares en taquilla. Esta atmosfera de prosperidad en Hollywood pronto comenzó a enrarecerse debido a las noticias provenientes de Washington, del departamento de Justicia nada menos. Desde los tiempos heroicos del nacimiento del cine, el cine había sido un campo e batalla entre los independientes y el cuasi monopolio de la MPPC, que acaparaba esta última a más del 75% de la producción total de películas, y el 100% de los noticiarios y publicidad. Los productores independientes, desde 1932 agrupados en la Motion Pictures Producers Association venían batallando contra la situación de cuasi monopolio que violaba flagrantemente la ley Sherman anti trust. Para 1949 y 1953, el Tribunal Superior de Justicia fallo en contra de las grandes empresas, desvinculando el negocio de la producción de el de la exhibición. Por otro lado, comenzó a tacar un enemigo más formidable aun, la televisión. Su era se había iniciado en 1946 cuando había en el país 11.000 aparatos. Para 1952 ya existían cerca de 21 millones. En muchos hogares, este aparato se convirtió en el centro del entretenimiento para toda la familia. La industria del cine comenzó a actuar, emitiendo en 1948 un bloqueo al alquiler de películas a la televisión con la esperanza de asfixiar a su contrincante. Sin embargo, esta batalla no empezaría de forma firme hasta 1952 con el lanzamiento de las macro pantallas y las superproducciones espectaculares. Al igual que sucedería en la gran crisis del 29, estos castores bélica de la que recién se salía supuso un revulsivo moral, conmocionando a la opinión pública. Se lanzará la película Los mejores años de nuestra vida (1946) que muestra el regreso de tres veteranos de guerra a su hogar. Oportunismo estudio psico-social de la época de la reconversión de la industria, no exento de concesiones sentimentales, era una llamada de atención al pueblo americano. Wyler es un prestigioso productor que no duda con películas como esta, mirara cara a cara a los problemas del país, pero será la nueva hornada de jóvenes productores, la llamada “generación perdida” será la que mejor los afrente. Robert Rossen se enfrentará a la corrupción que rodea el mundo del boxeo con Cuerpo y Alma tema que por su fotogenia y riqueza dramática atrajo a Mark Robinson otro joven director de origen canadiense, autor del Ídolo de barro (1949) protagonizada por Kirk Douglas. El tema de la corrupción instalado en muchos sectores públicos parece ser un tema de preocupación creciente en esta generación. En esta línea trabajará Rossen con su Político que narra la historia de un político de ideas generosas, vencido finalmente por la corrupción del medio ambiente en el que opera. Entre los nombres más destacados que produce esta generación se encuentra el canadiense Edward Dmytryk de padres ucranianos, que se lanzó al éxito con los Niños de Hitler (1942) y alcanzó su mejor momento con Encrucijada de Odios (1947) donde ponía el dedo en la llaga de un problema candente, el odio antisemita, mostrando el asesinato de un soldado judío desmovilizado. Es una autentico alegato, teniendo en cuenta que por estas fechas se hace plenamente patente la masacre judía en Europa, movida por los esbirros con un odio a los judíos similar al que se demuestra en la película. El tema del antisemitismo, arraigado plenamente en la sociedad americana tan vulnerable a los prejuicios raciales interesa también a Elia Kazán que lo aborda en la Barrera invisible. En este caso vemos por vez primera el abordaje del racismo negro en los Estados Unidos. Entre 1945 y 1950, se habían cometido al menos que se sepa, trece linchamientos contra hombres de color. Pero, muchos negros han perdido la vida con el uniforme estadounidense y comienza a abrirse paso la exigencia de que la igualdad de deberes corresponde a la igualdad de derechos. Por ello algunos films como Un rayo de sol o el Pozo de la angustia empiezan a mostrar con timidez este problema candente. Pero esta saludable e higiénica corriente de cine critico fue casi extirpada de raíz a causa del inicio en 1947 de la Comisión de Actividades Antiamericanas destinada a extirpar cualquier corriente filo comunista en américa en la industria del cine. Tengamos en cuenta que por estas fechas se están configurando ya los dos bloques antagónicos que protagonizarán la Guerra Fría. El senador Joseph McCarthy promoverá la angustia colectiva con su caza de brujas, que alcanzará a algunos de los intelectuales más brillantes del panorama cultural de la época y que, por supuesto, también implicará al mundo del cine. El productor J.L. Warner será interrogado para comprobar si había introducido propaganda comunista en sus películas, declaró que algunas películas tenían dobles sentidos o alusiones, que había que seguir ocho o diez cursos de jurisprudencia para comprender. Que el vicepresidente de la Warner no comprendiese el contenido de algunos de sus films era grave, pero no menos que Ayn Rand declarase que Song of Russia (1944) era propaganda comunista. En cualquier caso, se produjeron largas sesiones para definir que era exactamente “propaganda comunista”. Finalmente se calificó como tales aquellas que iban en contra de los ricos o los miembros del Congreso o que mostrasen a un soldado desmovilizado desengañado de su experiencia bélica. En aquel clima de pánico e histeria, el director Robert Rossen terminó huyendo a México, para volver poco después y delatar a algunos de sus antiguos camaradas. Dmytryk sería interrogado no pocas veces, admitiendo en la segunda de ellas que había formado parte del Partido Comunista Americano. Al cerrar las sesiones en 1951, el tribunal había condenado o marcado en una lista negra a unos trescientos nombres a los que se comprometió a no dar trabajo. No es de extrañar que en este clima, Charles Chaplin o Welles partieran a Europa. Estos últimos trabajarían juntos en lo que sería la última película de Chaplin en suelo americano, Monsieur Verdoux (1946) con argumento de Welles en el cual un asesino en serie, mata a doce mujeres para alimentar con su riqueza a sus hijos, en una crítica a la fragilidad de la moral que rige las relaciones humanas. En 1952, Chaplin rodará en suelo inglés Candilejas (1952) historia del payaso Calvero que se desarrolla entre los music hall londinenses antes de la Primera Guerra Mundial. Fruto de esta neurosis colectiva de estos años, es el tremendo auge del cine negro o policiaco. Algo tendrá que ver el incremento pavoroso de la delincuencia en estos años de posguerra, con un delito grave cada 15 segundos. John Huston fue el iniciador de este género con su Halcón Maltés (1941) interpretada por Humphrey Bogar, actor que haría de puntal de este género hasta los 50. Los productores se esconderían dentro de este género que, con su sórdida negrura, daba un reflejo pesimista de la realidad social. Humphrey Bogar prototipo del bad good boy triunfa sobre el gran Edward G. Robinson, el último gran gangter en Cayo Largo (1948) de John Huston. Este cien está marcadas por una quiebra del conformismo ético, dando a todos los personajes de un barniz de ambigüedad moral, quebrando en parte la lucha del bien contra el mal, estando presentes el subconsciente y traumas infantiles propios del psicoanálisis. Pabst había introducido el psicoanálisis en el cine en 1926, pero ahora contemplaremos una avalancha de conflictos psíquicos aderezada con conflictos violentos y erotismo. Montgomery lo había intentado al igual que Welles, con su obra La dama del Lago, producida íntegramente en cámara subjetiva, pero con el error evidente de que un punto de cámara no sustituirá las vivencias que definen la personalidad. El subjetivismo y el relativismo moral dominan este sórdido catálogo de historias psicoanalíticas criminales, que destrozan la imagen conformista e idealizada de la sociedad. La serie se afianzo con el rotundo éxito de Gilda (1946) de Vidor que trasponía al mundo del hampa el trastorno de Edipo. Elemento primordial de la película fue la figura, casi fetichista, de Rita Hayworth que se convertiría en el sex simbol de esta época. La moda de los films de “complejos” hizo furor y con clave psicoanalista. Anatole Litvak situó su Nido de víboras (1948) en un manicomio de mujeres, mientras que el genio del suspender, Alfred Hitcock jugaría a fondo con las bazas psicopáticas con La Soga, Extraños en un tren o Atormentada. De ellas destaca Extraños en un tren, dos personas aparentemente normales, que deciden intercambiarse los papeles de asesinos, para limpiarse de toda sospecha o incriminación. Los “grandes de anteguerra” a pesar de notables producciones como la Heredera de Wyler, comienzan a alejarse de la escena cinematográfica para interesarse más por la producción. Frank Capra dirigirá ¡Qué bello es vivir! Primera y única producción de la empresa Liberty Films. Sus huecos serán llenados por los nombres de la denominada “generación perdida”. John Huston sería una de las personalidades más sólidas de la nueva hornada. Debutaría con el Halcón Maltés de marcado cine negro, para proseguir con la búsqueda de la riqueza, el esfuerzo y el fracaso con El tesoro de Sierra Madre (1947) cuyos protagonistas mueren, mientras la riqueza es tragada por la tierra; el fracaso de los gangters en la Jungla de Asfalto o la desoladora frustración del pintor deforme Toulouse Lautrec en Moline Rouge (1953) o el prodigioso uso del Technicolor en La reina de África (1952) el único acorde optimista de su filmografía son algunas de las obras que caracterizan su producción. También Elia Kazán emigrado de Constantinopla a los cuatro años, será parte de esa generación marcada profundamente por la gran depresión. Kazán llegará al cine cuando ya se había consagrado como un productor teatral de primer orden. En su escuela dramática Actor´s Studio (1947) surgirán actores de la talla de Marlon Brando, James Dean o Paul Newman entre otros. Marlon Brando debutara con su Un tranvía llamado deseo (1951) con el que Kazán y Marlon ya han triunfado en Broadway. Con su siguiente producción, causaran autentico furor, en ¡Viva Zapata! Donde Kazán, tras ser depurado por la Comisión, expone de manera magistral algunas de las escenas más relevantes de la revolución, que corrompe a sus dirigentes cuando llegan al poder. Esta línea anti obrera continuara con su crítica a los sindicatos portuarios en La ley del silencio (1954). El pesimismo que protagoniza la postguerra, sobre la que planea la amenaza de la Guerra Fría o la guerra de Corea, marca profundamente la filmografía. En esta línea, el austríaco Fred Zinemann realiza la sombría trilogía sobre la herencia de la catástrofe bélica con Los ángeles perdidos, Hombres y Teresa. Sin embargo, su mayor éxito será Solo ante el peligro (1952) que muestra la plena madurez del western psicológico, a través de la moral del sheriff Gary Cooper desgarrado entre el dilema de cumplir su obligación o el instinto de conservación. Su compatriota Billy Wilder ofreció también una visión acida de la realidad en el Crepúsculo de los dioses (1950) desolador retablo del mundo del cine y de sus viejas glorias en el que incluyo el comentario en off y en primera persona de un cadáver y El gran carnaval donde cuenta los excesos de la prensa sensacionalista a través de la explotación de un desgraciado accidente en una cueva. Einstein trataría de llevar a la gran pantalla ese drama del joven humilde que ambiciona lo que está más allá de su alcance, perdiendo su novia la vida. Se trataría de La muerte de un viajante. Sin embargo, las condiciones de Hollywood no son las apropiadas para el nacimiento de un auténtico cine social, a semejanza del italiano, por lo que todo se resume a historias particularizadas. En estos años se habla del neo realismo americano que no es tal, pues solo aprovecha las fachadas de las casas y edificios de Nueva York para dar realidad a sus dramas urbanos. Un ejemplo de este abuso del callejero será La casa de la calle 92 (1945) que se rodará de forma casi paralela a Roma, ciudad abierta, que se rodará prácticamente desde el interior de una furgoneta dotada de espejos transparentes. Paralelamente, se aprecia por estos años la caída y desmantelamiento del cine documentalista de la escuela de Nueva York. Muchos de ellos habrán de huir de la persecución de la “caza de brujas”, solo resistirá el viejo Flaherty que rodará para la Standard Oil el bello documental Louisiana Story (1947) donde se introduce en mundo de las maquinas. En otros géneros si hay novedades. Tras el hongo de Hiroshima, la ciencia ficción empieza a demandar su propio espacio cinematográfico. Se abrirá con la producción Destino a la luna de Irving en 1950. Pronto la física recreativa se completa con el mensaje moral, advirtiendo al género humano de la idiotez de sus querellas a través de las amenazas cósmicas en Cohete K-1 o Ultimátum a la tierra (1951). En cuanto a la comedia musical, sufre una enérgica renovación tras deshacerse de ese complejo de inferioridad que el género tenia y que poco a poco se va desembarazando. Gran ayuda en este proceso tuvo en el Technicolor en Un día en Nueva York (1949) o sobre todo Cantando bajo la lluvia (1952) una de las cimas del género, gracias a Stanley Donen. Se trata de una deliciosa evocación de los difíciles años del nacimiento del cine sonoro. Será junto con Vicente Minelli en su Un americano en París (1951) los puntales de este género. También ha habido cambios en el género de los dibujos animados con la revolución copernicana introducida en el género por Stephen Bosustow. Dibujante a las órdenes de Walt Disney, fue despedido en 1941. Ni corto ni perezosos, formaría en los años siguientes la United Productions of America e impuso un estilo lineal de los dibujos animados o cartoons, con una revalorización de los gags y el color, junto con personajes muy llamativos y originales como son Mr. Magoo, imagen satírica del americano medio que cree vivir en el mejor de los mundos.