EL PAPEL DE LA LITERATURA
EN LA CONSTRUCCIÓN DE LA
MEMORIA CULTURAL:
TRES MODOS DE REPRESENTAR
LA GUERRA CIVIL Y
EL FRANQUISMO EN LA
NOVELA ESPAÑOLA ACTUAL
Elina Liikanen
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AGRADECIMIENTOS
Esta tesis es resultado de varios años de esfuerzo durante los cuales he recibido la ayuda de
muchas personas. Aprovecho estas líneas para expresar mi gratitud a todas ellas.
En primer lugar, quiero agradecer a mis directores de tesis, a Dr. Timo Riiho, a Dra.
Dolores Vilavedra y a Dr. Antonio Gil, su confianza en mi trabajo, su paciencia y todo el apoyo
que me han prestado durante los años que he tardado en llevar a término esta investigación. El
apoyo de Timo ha sido indispensable para conseguir la financiación que me ha permitido
dedicarme a la tesis a tiempo completo. A Dolores le agradezco su disponibilidad, la lectura casi
al instante de mis textos y sus acertadas sugerencias y correcciones. A todos los directores les
doy las gracias por la escritura de innumerables cartas de recomendación.
Agradezco el apoyo económico de varias instituciones finlandesas sin el que la realización
de esta tesis no hubiera sido posible: la Fundación Emil Aaltonen, la Fundación Ella y Georg
Ehrnrooth, la Fundación Otto A. Malm, el Departamento de Lenguas Modernas de la
Universidad de Helsinki y el grupo de investigación CoCoLaC. Asimismo, las becas de viaje
concedidas por el Canciller de la Universidad de Helsinki, el Departamento de Lenguas
Románicas y de Lenguas Modernas de la misma Universidad y el grupo de investigación
CoCoLaC me han permitido participar en numerosos congresos y seminarios internacionales, y
realizar estancias de investigación en el extranjero.
En los congresos y los seminarios en los que he participado durante los últimos casi diez
años, he conocido a varios investigadores cuyo trabajo me ha inspirado y guiado, y cuyos
comentarios sobre mi tesis en curso han resultado sumamente valiosos. Quisiera mencionar
especialmente a Catherine Orsini-Saillet, que de una forma u otra ha acompañado mi trabajo de
investigación desde el principio, y a los miembros del grupo de investigación y la red de
investigación internacional la Memoria Novelada. Los congresos y los seminarios organizados
por el grupo de la Memoria Novelada han supuesto para mí una oportunidad inmejorable para
aprender y discutir mi trabajo con especialistas de la literatura española sobre la guerra civil y el
franquismo. La profesora Catherine Orsini-Saillet ha sido además uno de los evaluadores
externos de esta tesis, junto con Sebastiaan Faber, cuyo trabajo admiro desde hace varios años.
Agradezco a ambos el tiempo que han tomado para leer y comentar el manuscrito de mi tesis.
Quiero dar las gracias a todos los profesores y al personal administrativo del área de
Lenguas Iberorrománicas en la Universidad de Helsinki. En especial, quiero mencionar a
Begoña Sanromán, que me incitó a emprender los estudios de doctorado; su apoyo, sus consejos
y su amistad me han animado a seguir trabajando incluso en los momentos más adversos. Quiero
expresar mi gratutud también a los profesores del Programa de Doctorado en Teoría de la
Literatura y Literatura Comparada de la Universidad de Santiago de Compostela, en especial a
María Ángeles Rodríguez Fontela, que me animó a publicar mi primer artículo.
Los años dedicados a los estudios de doctorado y la redacción de este trabajo habrían sido
mucho más arduos sin el apoyo y la amistad de mis compañeros de doctorado tanto en Santiago
de Compostela como en Helsinki. Un especial agradecimiento a Kenia Aubry, a Sandra
Casanova-Vizcaíno, a Ewa Stoch, así como a Anton Granvik, a Eeva Sippola, a Hanna Lantto, a
Iiris Rennicke, a Kimmo Kontturi, a Ignacio Maldován y a Aida Presilla. Varios de ellos me han
adelantado y han recibido el título de doctor ya hace mucho tiempo.
Sara Santamaría Colmenero es una de las personas que más me han alentado en el último
tramo de la tesis. Quiero agradecer las siempre estimulantes conversaciones, así como la
iniciativa de organizar juntas un taller en el Congreso de la Asociación de Historia
Contemporánea el año pasado.
Quiero expresar mi más profunda gratitud a Rosa María Rodríguez Porto por su
generosidad, por la perspicacia de sus comentarios y consejos sobre mi trabajo, y por el apoyo y
la ayuda que me ha brindado siempre.
Quiero dar las gracias a todos mis amigos, simplemente por estar ahí. Agradezco a mis
padres su apoyo incondicional y el hecho de haberme inculcado el hábito y el gusto por la
lectura. Por último, doy las gracias a Hanna y a Siiri por su paciencia y, ante todo, por darme
otras cosas que hacer y en las que pensar.
El papel de la literatura en la construcción de
la memoria cultural. Tres modos de
representar la Guerra Civil y el franquismo
en la novela española actual
RESUMEN
Esta tesis examina las representaciones de la Guerra Civil española y la dictadura franquista
en la novela española actual. Los autores, nacidos entre los años 1960 y 1975, pertenecen a la
tercera generación, la generación de “los nietos de la guerra”. Las obras analizadas fueron
publicadas entre los años 1997 y 2008 durante el llamado “boom de la memoria”. Se argumenta
en el presente trabajo que estas novelas funcionan en la cultura de la memoria española como
medios de memoria cultural, dado que contribuyen a producir, moldear y difundir diferentes
imágenes, versiones e interpretaciones del pasado violento del país.
A partir del análisis narratológico de diez obras, en esta tesis se propone que la novela
española actual de la tercera generación emplea tres modos principales de representar el pasado
reciente del país: el modo vivencial, el modo reconstructivo y el modo contestatario. Cada uno
de estos modos tiene sus propias implicaciones éticas y epistemológicas que afectan al tipo de
memoria cultural que producen las novelas.
PALABRAS CLAVE
memoria cultural, novela española, literatura de la memoria, Guerra Civil española,
dictadura franquista
ABSTRACT
This dissertation focuses on representations of the Spanish Civil War and the Franco
dictatorship in Spanish novels written by third-generation authors (born between 1960 and
1975). The novels were published between 1997 and 2008, during the so-called “memory
boom”. I argue that these novels function in Spanish memory culture as media of cultural
memory by producing, shaping and disseminating images, versions and interpretations of Spain’s
violent past.
Based on a narratological analysis of ten novels, I propose in this study that there are three
main modes of representing the past in third-generation Spanish novels on the Civil War and the
Franco dictatorship. I call these modes the experiential, the reconstructive and the dissenting
mode. Each mode has its own ethical and epistemological implications, which affect the kind of
cultural memory the novels produce.
KEYWORDS
cultural memory, Spanish literature, novel of memory, Spanish Civil War, Franco
dictatorship
TIIVISTELMÄ
Tämä väitöskirja tarkastelee Espanjan sisällissodan ja Francon diktatuurin representaatioita
nykyespanjalaisessa romaanissa. Romaanien kirjoittajat ovat syntyneet vuosina 1960–1975 ja
kuuluvat niin kutsuttuun sodan lastenlasten sukupolveen. Teokset on julkaistu niin kutsutun
muistibuumin aikana vuosina 1997–2008. Väitöskirjassa esitetään, että kyseisillä romaaneilla on
merkittäjä tehtävä espanjalaisessa muistikulttuurissa, sillä ne tuottavat, muokkaavat ja levittävät
menneisyyttä koskevia mielikuvia, kertomuksia ja tulkintoja.
Kymmenestä romaanista koostuvan aineiston narratologisen analyysin perusteella
väitöskirjassa esitetään, että espanjalaisessa nykyromaanissa esiintyy kolme menneisyyden
esittämisen päätyyppiä: kokemuksellinen, rekonstruktiivinen ja kyseenalaistava tyyppi. Kullakin
tyypillä on tietynlaisia eettisiä ja epistemologisia seurauksia, jotka vaikuttavat siihen, millaista
kulttuurista muistia romaanit tuottavat.
AVAINSANAT
kulttuurinen muisti, kaunokirjallisuus, espanjalainen romaani, Espanjan sisällissota,
Francon diktatuuri
LISTA DE PUBLICACIONES DERIVADAS DE LA TESIS
LIIKANEN, Elina (2015): “La novela como viaje al pasado. El modo vivencial de
representar la Guerra Civil y la dictadura franquista en la novela española actual”, en L.
Cecchini & H. L. Hansen (eds.), Conflictos de la memoria/Memoria de los conflictos.
Modelos narrativos de la memoria intergeneracional en España e Italia, Copenhague,
Museum Tusculanum Press, pp. 115-125.
LIIKANEN, Elina (2013): ”La herencia de una guerra perdida. La memoria
multidireccional en Los rojos de ultramar de Jordi Soler”. Olivar. Revista de literatura y
cultura españolas, vol. 14, 20, pp. 77-109.
LIIKANEN, Elina (2012): “Pasados imaginados: Políticas de la forma literaria en la
novela española sobre la guerra civil y el franquismo”, en H. L. Hansen & J. C. Cruz
Suárez (eds.), La memoria novelada. Hibridación de géneros y metaficción en la novela
española sobre la guerra civil y el franquismo, Bern, Peter Lang, pp. 43-53.
LIIKANEN, Elina (2010): “Mémoires du conflit, mémoires en conflit:
représentations de la guerre civile et du franquisme dans le roman espagnol actuel”.
Langues néo-latines, 354, pp. 45-64.
LIIKANEN, Elina (2009): “En busca de un discurso adecuado: El vano ayer de
Isaac Rosa”, en N. Fourtané & M. Guiraud (eds.), Les réélaborations de la mémoire
dans le monde luso-hispanophone. Volume I. Espagne et Portugal, Nancy, Presses
Universitaires de Nancy, pp. 389-402.
LIIKANEN, Elina (2009): “Dictador en el espejo: Llegada para mí la hora del
olvido de Tomás Val como retrato de Franco y su régimen”, en Anais do V Congresso
Brasileiro de Hispanistas [e] I Congresso Internacional da Associaçao Brasileira de
Hispanistas [CD-ROM], Belo Horizonte, Facultade de Letras da UFMG, pp. 692-699
[http://www.letras.ufmg.br/espanhol/Anais/anais_paginas_%20503-
1004/Dictador%20en%20el%20espejo.pdf].
LIIKANEN, Elina (2006): ”Novelar para recordar: La posmemoria de la Guerra
Civil y el franquismo en la novela española de la democracia. Cuatro casos”. Las actas
del Congreso Internacional La Guerra Civil Española 1936-1939. Madrid, 27-29 de
noviembre de 2006 [on-line]. UNED & Sociedad Estatal de Conmemoraciones
Culturales, Madrid [http://www.secc.es/media/docs/33_4_ LII_KANEN.pdf].
ÍNDICE
1 LA EXPLOSIÓN DE LA MEMORIA
En torno al cambio de milenio, España experimentó una “explosión de la memoria”,
esto es, el despertar de un nuevo interés público hacia el pasado conflictivo del país, la
guerra civil y la dictadura franquista, después de un periodo de relativo desinterés tras la
Transición. De pronto, diferentes memorias del pasado ganaron presencia en la sociedad
generando debates arduos sobre la interpretación de la guerra civil, la dictadura y la
Transición. Esta situación producida durante la primera década del siglo XXI puede
describirse como un conflicto de memorias, ya que en el país no existía (ni existe) un
acuerdo social ni político sobre cómo procesar el pasado reciente. Por un lado, los
grupos de izquierdas vinculados al movimiento por “la recuperación de la memoria
histórica” empezaron a exigir el reconocimiento de la víctimas de la guerra y del
franquismo, así como la apertura de las fosas comunes y el esclarecimiento de los
crímenes contra los derechos humanos cometidos durante la dictadura. Por otro lado,
diferentes grupos asociados con la derecha política se opusieron a estas iniciativas, que
en su opinión consistían en “remover el pasado” y solo servían para “abrir viejas
heridas”.
Como han indicado Paloma Aguilar Fernández (2004: 29) y Santos Juliá (2003: 23),
entre otros, uno de los factores que ha impulsado el reciente interés hacia el pasado es el
cambio generacional. Una gran parte de los escritores, cineastas, historiadores,
periodistas, políticos, activistas y ciudadanos que han tenido un papel importante como
generadores de discusión sobre el pasado en la esfera pública pertenecen a la tercera
generación, a la de “los nietos de la guerra”.1 Esta generación, nacida en los años sesenta
y principios de los setenta, y llegada a la edad adulta durante los años de la Transición o
después y, por lo tanto, sin apenas recuerdos personales sobre la dictadura, concibe el
pasado de forma diferente a la de sus mayores. Los nietos ya no comparten el miedo, la
culpabilidad ni el silencio que caracterizan la relación de las generaciones anteriores con
la guerra y la dictadura (Labanyi 2009: 24-25), ni se identifican con los relatos de
reconciliación y responsabilidad compartida que fueron la base de la Transición (Juliá
2003: 23).
En comparación con las generaciones mayores, los nietos se interesan menos por las
causas ideológicas o políticas de la guerra y mucho más por sus consecuencias, sobre
1
Para dar solo algunos ejemplos, podemos mencionar al expresidente del Gobierno José Luis
Rodríguez Zapatero, a los escritores Javier Cercas y Almudena Grandes, al artista Eugenio Merino, a los
periodistas y realizadores de documentales Montserrat Armengou y Ricard Belis, al historiador Javier
Rodrigo y a Emilio Silva, periodista y uno de los fundadores de la Asociación para la Recuperación de la
Memoria Histórica (ARMH).
1
ELINA LIIKANEN
todo por la implacable represión de los vencidos (Juliá 2003: 23). La tercera generación
reivindica, por un lado, el derecho a saber qué es lo que ocurrió, quién hizo qué y a
quién, pero, por otro lado, parece que la gran pregunta es qué significó vivir todo
aquello, o dicho de otro modo, cómo la experiencia de la represión marcó la vida de las
personas que la sufrieron. Este giro hacia la experiencia y el sufrimiento, así como el
lugar central otorgado a las víctimas es evidente en los discursos sobre el pasado
reciente,2 tanto en la producción cultural —en las novelas, las películas, los
documentales, el periodismo y en la historiografía— como en el campo de la política y
el derecho.3 Relacionado con esto, otro factor que ha influido de modo decisivo en el
reciente “boom de la memoria” es la inminente desaparición de las personas que
vivieron la guerra y los primeros tiempos de la dictadura. De hecho, parece que una gran
parte de la producción cultural sobre el pasado reciente se debe a la necesidad de las
generaciones más jóvenes de reunir, conservar y transmitir a través de distintos medios
la memoria viva de los últimos testigos y supervivientes.
En España, la literatura ha participado activamente en la lucha discursiva sobre el
sentido del pasado reciente. En el contexto actual de pugna de memorias, la novela sobre
la guerra civil no se escribe ni se lee como ficción pura (Faber 2008: 89), sino que los
autores a menudo reivindican la literatura como medio para dar a conocer historias
“olvidadas” o manipuladas por la historiografía franquista. Muchas novelas toman como
protagonistas personajes y grupos perseguidos por la dictadura procurando, de este
modo, restituir la dignidad de los vencidos, dar voz a los marginados de la historia y
transmitir sus memorias a las futuras generaciones. Por tanto, las obras asumen a
menudo una función moral y una voluntad testimonial, como indica Celia Fernández
Prieto (2005: 177). Para acentuar estas características, los novelistas suelen hacer
hincapié en el hecho de que sus obras, a pesar de pertenecer al género de ficción, están
basadas en un exhaustivo proceso de documentación y/o recogida de testimonios.
No obstante, a diferencia de la historia, la literatura no se ciñe a un criterio de
exactitud o de veracidad en su tratamiento de los datos, sino que se mueve en el terreno
de la verosimilitud, de la apariencia de lo verdadero. Además, los novelistas disponen
de un número prácticamente ilimitado de recursos narrativos y poéticos para cautivar al
lector y crear historias memorables. A través de distintos modos narrativos, la literatura
es capaz de crear la ilusión de un acceso ilimitado al pasado, pero también puede servir
como medio para reflexionar de forma crítica tanto sobre el pasado mismo como sobre
2
Ángel Loureiro (2008: 227) argumenta en su artículo que el movimiento para “la recuperación de la
memoria histórica” en España se debe a “a new sense of history as grievance”. Desde luego, el fenómeno
no se limita a España, sino que debe ser situado en un contexto internacional más amplio. Véase, por
ejemplo, LaCapra (2004).
3
En los últimos años, se ha producido un gran número de documentales en que se otorga la palabra a
las víctimas de la dictadura para que hablen de sus experiencias. Asimismo, se han publicado varias
compilaciones de testimonios y en las Universidades existen varios proyectos de memoria oral dedicados a
reunir relatos de las víctimas de la dictadura. De igual modo, se ha discutido mucho sobre la reparación
simbólica y material de las víctimas de la guerra y la dictadura en el Congreso, de lo cual es ilustrativo el
debate acerca de la Ley por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas en favor de
quienes padecieron persecución o violencia durante la Guerra Civil y la Dictadura, más conocida como
Ley de Memoria Histórica. En el campo de la ficción, numerosas obras literarias y cinematográficas tratan
temas relacionados con la represión y se basan muy a menudo en testimonios de supervivientes.
2
Introducción
3
ELINA LIIKANEN
discurso social y político paralelo para que la producción cultural tuviera difusión,
visibilidad e impacto real en la sociedad (Labanyi 2009: 26).4
4
Introducción
5
La última tendencia en los estudios de memoria cultural es el enfoque transcultural y transnacional,
aunque no se utilizan siempre estos términos. Por ejemplo, Daniel Levy y Natan Sznaider (2006) hablan
de memoria cosmopolita, mientras que Michael Rothberg (2009) ha introducido el término memoria
multidireccional, que se aplica en este estudio en el análisis de la novela Los rojos de ultramar de Jordi
Soler. Véase también Aleida Assmann (2010) y Erll (2011b).
5
ELINA LIIKANEN
el cine, los textos historiográficos, etc. La memoria cultural forma la base de las
identidades colectivas. Sin embargo, no se trata de una entidad estable, sino que implica
un continuo proceso de selección, construcción y elaboración, en la que participan
diferentes agentes e instituciones, como el Estado, la sociedad civil, los medios de
comunicación masivos, los artistas, las editoriales, etc. De hecho, cuando las historias
sobre un pasado compartido ya no se evocan, elaboran y circulan en una comunidad, se
mueren en términos culturales. Como señalan Erll y Rigney (2009a: 2), una forma de
mantener viva la memoria cultural es debatir sobre ella; de hecho, la memoria colectiva
se convierte a menudo en un ámbito de lucha cuando las distintas versiones del pasado
compiten por la hegemonía.
La literatura es uno de los numerosos medios que participan en la construcción de la
memoria cultural. Según Erll (2011a: 160-168), el medio de literatura tiene dos
funciones principales en el marco de la memoria cultural: sirve, por un lado, para
circular versiones de un pasado compartido a través del espacio y, por otro lado, para
almacenarlas a través del tiempo. En este estudio, analizaré las novelas españolas sobre
la guerra civil y el franquismo desde un enfoque sincrónico como medios de circulación,
aunque es posible que algunas de ellas perduren, adquieran un estatus canónico y sigan
sirviendo como puntos de referencia para la memoria colectiva también en un futuro más
lejano. Hay que destacar que la literatura, al igual que los demás medios, no es una
portadora neutral de versiones del pasado: como un medio de memoria que pertenece al
ámbito de la ficción, la literatura construye y configura distintas versiones del pasado de
acuerdo con sus propias características y limitaciones.
El método de investigación principal que se emplea en este trabajo es la narratología
cultural, desarrollado principalmente por Ansgar Nünning (2004, 2009) y Gabriele
Helms (2003), que consiste en aplicar categorías de la narratología clásica al análisis
contextual de la ficción narrativa. Como señala Erll, el análisis de las características
formales de los textos —tales como la voz narrativa, la focalización, la estructura
temporal y los personajes— permiten distinguir distintos modos de representar el pasado
en el medio de literatura, los cuales pueden influir en el tipo de memoria que retenemos
del pasado. La narratología cultural se fundamenta en la idea de que las técnicas
narrativas no son portadoras vacías de contenido, sino formas “semantizadas” que tienen
significado en sí mismos.
6
Véase, por ejemplo, Becerra Mayor (2012), Gómez López-Quiñones (2006), Luengo (2004),
Moreno Nuño (2006), Santamaría Colmenero (2013) y Schouten (2009).
7
Véase, por ejemplo, Álvarez Blanco y Dorca (2011); Champeau, Carcelén, Tyras y Valls (2011);
Cruz Suárez y González Martín (2013); Hansen & Cruz Suárez (2012; 2014); Macciucci, Pochat y Ennis
(2010); y Olaziregi (2011). Asimismo, se han publicado varias colecciones de artículos o actas de
6
Introducción
congresos en las que una parte de los artículos se centra en el análisis de la literatura de la memoria
española, mientras que otros analizan representaciones del pasado en otros medios o países. Véase, por
ejemplo, Cecchini y Hansen (2015); Fourtané y Guiraud (2009); Orsini-Saillet (2008); Resina (2000); y
Winter (2006).
8
El enfoque panorámico es menos habitual, pero véase, por ejemplo, Becerra Mayor (2012) y
Mainer (2006).
7
ELINA LIIKANEN
Como señala Faber (Faber 2014: 142), muchos investigadores que trabajamos sobre
el tema de la memoria histórica o las novelas que abordan el pasado violento de España
asumimos “un compromiso ético o social más o menos explícito, basado en alguna
forma de solidaridad con las víctimas”. En mi opinión, este compromiso no tiene por qué
resultar problemático. Sin embargo, en algunas ocasiones, la afinidad de los
investigadores con los objetivos de los grupos que luchan por el reconocimiento y los
derechos de las víctimas hace que los autores lleguen a asumir acríticamente ciertas
nociones o tópicos problemáticos como, por ejemplo, la existencia de un “pacto de
olvido” o “de silencio”. Por consiguiente, ya bien entrados los años 2000, algunos
investigadores siguen considerando que las novelas sobre el pasado violento de España
constituyen valiosos intentos de “romper el silencio”, aunque en ese momento el debate
sobre el tema de la memoria histórica se ha vuelto un fenómeno sobresaliente en
numerosos ámbitos de la esfera pública y las novelas sobre esta temática son más bien la
regla y no la excepción.
Otra característica problemática que se percibe en varios trabajos de análisis
literario o cultural es el hecho de que algunos investigadores procuren indagar en
fenómenos sociológicos, políticos o psicológicos (que tienen lugar en la realidad) a
través del análisis de representaciones literarias (esto es, ficticias) de estos fenómenos.
Sebastiaan Faber (2014: 138, 139-141) ha llamado la atención sobre este tipo de estudios
en un artículo reciente, en el que cita varios casos. Por ejemplo,
Es cierto que las novelas recientes que abordan el pasado violento y su huella en el
presente a menudo representan y discuten problemas y procesos reales, pero sin embargo
es fundamental distinguir el ámbito de la ficción del de la realidad; el arte no refleja la
realidad de modo neutral y, por consiguiente, las obras literarias no deben concebirse
como documentos de la realidad.
Otra tendencia notable, y potencialmente problemática, es la aplicación de
categorías y conceptos desarrollados en el ámbito de otras disciplinas, o para el análisis
de obras producidas en otros contextos, al análisis de las novelas españolas sobre el
pasado reciente. La enorme influencia de los estudios del Holocausto sobre el estudio de
la memoria cultural, y el peso que los conceptos procedentes del psicoanálisis han tenido
en este ámbito, han hecho que se utilicen a menudo nociones como trauma y
postmemoria al analizar los fenómenos memorísticos en España, incluyendo la literatura
sobre la guerra civil y el franquismo. Por ejemplo, algunos investigadores consideran
que la ausencia de un debate público sobre el pasado represivo español durante y
después de la Transición se debe a un trauma cultural, que persiste incluso hasta la
8
Introducción
tercera generación. Asimismo, algunos consideran que este trauma puede observarse en
el medio literatura, y que la literatura puede, por una parte, ayudar a superar dicho
trauma, pero, por otra parte, también puede conducir a los lectores a revivirlo,
profundizando así la supuesta herida psíquica colectiva. En mi opinión, la noción de
trauma cultural resulta problemática porque contribuye a patologizar a una serie de
personas y procesos históricos y políticos.9 Creo que resulta más productivo analizar
tanto la relación de la generación de los nietos con el pasado violento como los posibles
efectos de la literatura en términos políticos, sociales y afectivos antes que en términos
psíquicos. Francamente, me resulta difícil creer que el hecho de leer una novela (actual)
sobre la guerra civil o el franquismo pueda llegar a (re)traumatizar a una persona
equilibrada, sobre todo si esta no sufrió personalmente experiencias similares a las que
se narran en la obra en cuestión.10
Sin embargo, hay que destacar que la importación de conceptos de otros contextos o
de otras áreas de investigación no es necesariamente una tendencia negativa, sino que
también puede servir, y a menudo sirve, para enriquecer el análisis, como espero que
ocurra en el presente estudio. De hecho, el boom de la memoria en España —así como el
surgimiento de una cultura de la memoria (Huyssen 2000) a escala global— es un
fenómeno social, político y cultural tan complejo que es imposible llegar a entenderlo y
a explicarlo desde la perspectiva de una sola disciplina. En mi opinión, el diálogo
interdisciplinario es necesario y el préstamo de conceptos una práctica productiva,
siempre que se haga de modo cuidadoso, definiendo bien los términos y atendiendo a las
posibles diferencias entre los objetos de estudio y los contextos.
5 EL CORPUS
El corpus de este estudio consiste en diez novelas que abordan la guerra civil, el
franquismo y/o la huella de ese pasado en el presente, publicadas en España entre los
años 1997 y 2008, esto es, durante el “boom de la memoria”. Los autores de las obras
pertenecen a la llamada generación de los nietos de la guerra. Todos ellos han nacido
entre los años 1960 y 1975 y han alcanzado la edad adulta una vez establecida la
democracia. Uno de los autores, Jordi Soler, ha nacido fuera de España, concretamente
9
Aunque ciertas características de la memoria individual parecen funcionar de modo análogo en el
nivel de la cultura, Astrid Erll (2011a: 100-101) considera que es “completely misleading […] to apply the
entire conceptual logic of individual psychology to culture. […] In this regard, psychoanalytical concepts
in particular are as suggestive as they are potentially misleading. […] Denial and repression might well
make an organism sick, but not necessarily a society […] In particular, the poststructuralist-
psuchoanalytical metaphor of cultural trauma has more often elicited misunderstandings in the field than
yielded insights into processes of cultural memory. The notion of cultural trauma is, as Wulf Kansteiner
(2004) sums up in his critical survey of trauma research in philosophy, psychology and cultural studies, a
‘category mistake’, derived from a misleading metaphorization of concepts which describe mechanisms of
individual memory”.
10
Según Kansteiner (2004: 195), el concepto de trauma resulta poco adecuado para el análisis de los
efectos de las representaciones culturales de violencia. Para este fin, se necesitan nuevos conceptos: “Such
new concepts, which we could call ‘low density’, will help us better understand our emotional engagement
and investment in violence and let us map out the vast, uncharted psychological territory that lies between
the experience of extreme trauma on the one hand and the much more frequent encounter with
representations of violence on the other. With improved conceptual precision we can differentiate between
trauma and the culture of trauma, or, put differently, between trauma and entertainment”.
9
ELINA LIIKANEN
11
Sobre las representaciones de la guerra civil en la literatura gallega, catalana y vasca, véase, por
ejemplo, Vilavedra (2011a; 2011b; 2006), Pla (2011), Kortazar (2008) y Olaziregi (2015; 2009).
10
Introducción
11
PARTE I: LA NOVELA COMO
MEDIO DE MEMORIA
CULTURAL EN LA ESPAÑA
ACTUAL
1
Aunque tanto Erll como Jan y Aleida Assmann utilizan el término memoria cultural, hay que
enfatizar que estos autores lo conciben de una manera muy distinta. Los Assmann utilizan el término
cultura en un sentido limitado para referirse a la “alta” cultura, mientras que Erll la emplea en un sentido
antropológico, que también incluye las prácticas de vida diaria y la cultura popular. Para los Assmann, la
memoria cultural es una subclase de memoria colectiva, mientras que Erll los utiliza como sinónimos. Para
Erll (2011a: 6), la memoria cultural —o memoria en cultura, término que utiliza en su libro publicado en
2011— abarca “all forms of human remembering [that] take place within sociocultural contexts”. Otros
autores, como Jeffrey Olick y Joyce Robbins (1998) y Eviatar Zerubabel (1996) utilizan el término
memoria social en el mismo sentido. Para distinguir entre los distintos usos del término memoria cultural,
utilizaré mayúsculas (Memoria Cultural) al referirme a la conceptualización de los Assmann.
12
1 Literatura y memoria cultural
13
ELINA LIIKANEN
construye de sí mismo y con la que los miembros de este grupo se identifican (Erll
2011a: 109). Tanto la memoria como la identidad colectiva son, por tanto,
construcciones. Hay que señalar que las identidades y las memorias son también
plurales. Por un lado, en cada sociedad existen varios grupos socioculturales, que tienen
sus propias memorias e identidades colectivas (Erll 2011a: 110). Por otro lado, cada
individuo forma parte de varios grupos; por ejemplo, la familia, los colegas, la
generación, la parroquia y la nación pueden constituir un “nosotros” que los individuos
incorporan en su identidad y cuyos pasados consideran suyos (Assmann 2008b: 52). Las
identidades colectivas se construyen a través de prácticas y discursos compartidos, que
determinan los principios de inclusión y exclusión. En general, los grupos suelen
acentuar las diferencias externas (entre “nosotros” y los “otros”) y restar importancia a
las internas. Asimismo, tienden a rememorar aquellos aspectos del pasado compartido
que concuerdan con su autoimagen y sus intereses, y a enfatizar las continuidades para
destacar que el grupo sigue siendo el mismo a través de los tiempos, aunque los
individuos que forman parte de él cambian.
La identidad colectiva puede ser codificada de modo consciente, pero también
expresada de modo inconsciente (Erll 2011a: 111), ya que la pertenencia a un grupo
implica compartir un mismo marco social, esto es, “an implicit or explicit structure of
shared concerns, values, experiences, narratives” (Assmann 2008b: 51). Para formar
parte de un grupo social, el individuo tiene que asumir como propia la historia ese
grupo,5 cuyo alcance excede los límites de su propia vida (Assmann 2008b: 52). Como
señala Eviatar Zerubavel (1996: 290), “being social presupposes the ability to experience
events that happened to groups and communities to which we belong long before we
joined them as if they were part of our past”. Esta capacidad permite que los individuos
sientan orgullo, dolor o vergüenza con respecto a acontecimientos del pasado que le
ocurrieron a “su” grupo en un pasado lejano (1998: 123). El pasado no vivido
personalmente se convierte en memoria colectiva —esto es, en una versión
emocionalmente cargada de “nuestra historia”— a través de distintas formas de
participación colectiva (por ejemplo, conmemoraciones, ritos y manifestaciones) y
símbolos que provocan empatía e identificación. En los estados dictatoriales, la
participación colectiva suele ser forzada y la historia nacional se inculca por medio de
adoctrinamiento y propaganda, mientras que en los estados democráticos la memoria
colectiva suele circular a través de medios populares y discursos públicos (Assmann
2008b: 65).
Asimismo, la memoria está siempre relacionada con el olvido, por la sencilla razón
de que es imposible recordarlo todo: para guardar memoria de algo, es necesario olvidar
otras cosas. La memoria individual tiene una capacidad limitada por razones biológicas
y culturales,6 pero también las comunidades “olvidan” para dejar espacio a nueva
información, a nuevos desafíos e ideas (Assmann 2008b; Assmann 2008a). Como ya he
señalado, los grupos sociales retienen en la memoria colectiva aquellos aspectos del
5
Hobsbawn (1972: 3) mantiene que ser miembro de una comunidad significa formar una relación
con su pasado, aunque sea rechazándola.
6
La psicología y la ciencia cognitiva han señalado cómo los esquemas culturales guían nuestra
percepción y memoria (Erll 2011a: 82).
14
1 Literatura y memoria cultural
pasado que consideran dignos de memoria, relevantes para su identidad y/o útiles en el
presente, mientras que tienden a “olvidar” (silenciar, obviar, ignorar) aquellos aspectos
que han dejado de tener resonancia en el presente o podrían resultar de alguna manera
perjudiciales para la comunidad o su autoimagen.7 Según Aleida Assmann (2008a: 98),
podemos hablar de una forma activa de olvido cultural cuando los vestigios o los
artefactos culturales portadores de memoria son activamente destruidos, y de una forma
pasiva cuando el olvido cultural “is related to non-intentional acts such as losing, hiding,
dispersing, neglecting, abandoning, or leaving something behind”.
Sin embargo, este tipo de olvido no es necesariamente un estado permanente:
aunque las comunidades dejan de evocar y conmemorar aquello que no se considera
relevante en el presente y ciertos acontecimientos, personajes o narrativas del pasado
caen en el olvido, es posible que estos vuelvan a ser recordados más adelante cuando las
circunstancias del presente cambian. De hecho, Aleida Assmann (2008a) también
distingue entre dos formas de memoria cultural: la memoria activa, esto es, las versiones
del pasado que circulan en una comunidad en un determinado momento, y la memoria
pasiva, o sea, la memoria almacenada o archivada, fuera de uso activo, la que sin
embargo puede volver a ser rescatada y evocada en un momento posterior. Las
dinámicas de la memoria cultural consisten, según Aleida Assmann (2008a: 104-105),
precisamente en el movimiento de elementos del pasado entre la memoria activa y la
memoria pasiva.8
7
Aleida Assmann (2010: 9-11, 20) explica que el olvido, o el silencio sobre el pasado, se ha utilizado
históricamente como un recurso para superar conflictos, dado que la memoria de la violencia, injusticia o
sufrimiento tiende a generar más violencia. Aunque las sociedades no pueden erradicar la memoria
individual de sus miembros, pueden prohibir la articulación pública de resentimientos. Según la autora, las
políticas de olvido, sin embargo, solo pueden funcionar en una situación de poder simétrico, en los casos
en los que la agresión fue mutua y entre las dos partes del (antiguo) conflicto existe un acuerdo de
silenciar el pasado en el presente. En cambio, un silencio represivo solo sirve para prolongar relaciones de
poder opresivas y para proteger a los perpetradores a costa de las víctimas. Aleida (2010: 11) considera
que en España se produjo un silencio asimétrico sobre el pasado en la Transición, que solo fue roto por la
llamada Ley de Memoria Histórica en 2007. Según la autora, el caso español es un ejemplo del cambio
que se ha producido entre las décadas 1970 y 1990 en la manera en que las sociedades democráticas hacen
frente a los pasados traumáticos: las políticas del olvido han cedido paso a nuevas culturas del recuerdo.
8
Aleida Assmann (2008) utiliza el término canon para referirse a la memoria cultural activa,
mientras que denomina archivo a la forma pasiva. De acuerdo con su concepción de Memoria Cultural
(véase la nota 1), la autora restringe el término canon a los artefactos culturales que han adquirido un
estatus canónico en una comunidad, pero la división entre la forma activa y la forma pasiva de memoria
cultural puede resultar útil también si entendemos la memoria cultural en un sentido más amplio.
9
Se utiliza aquí el término medio de comunicación en un sentido muy amplio, que cubre tanto los
instrumentos de comunicación (habla oral, escritura, imágenes, sonidos), las tecnologías de mediación
(cine, imprenta, internet) como los productos mediáticos concretos (novelas, películas, páginas web).
15
ELINA LIIKANEN
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1 Literatura y memoria cultural
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ELINA LIIKANEN
10
Como señala Erll (2011a: 150), un acuerdo social restringe el acceso a lo imaginario al sistema
simbólico del arte. Aunque también los textos religiosos e historiográficos, por ejemplo, pueden contener
elementos imaginarios, solo en los textos literarios éstos son a la vez marcados y aceptados como
imaginarios.
18
1 Literatura y memoria cultural
están dispuestos a disfrutar de una buena historia (Rigney 2010: 347). 11 Además, la
ficción cuenta con el privilegio de poder representar la consciencia, esto es, de ofrecer al
lector la ilusión de tener acceso a la mente, a la experiencia y a los recuerdos de
diferentes personajes. De hecho, la llamada narratología natural, la rama de narratología
postestructuralista desarrollada principalmente por Monika Fludernik (1996), destaca
que el poder de la narrativa no reside únicamente en la trama y la coherencia que esta
proporciona, como argumentaba White, sino también —o ante todo— en la posibilidad
de participar virtualmente en la experiencia de otros que ofrece a los lectores (Rigney
2008: 85).
En su celebre libro Imagined Communities, Benedict Anderson (1983) llamó la
atención sobre el papel de los medios de comunicación en la creación de las
comunidades imaginadas extensas. El autor señaló el rol de las novelas que ayudaron a
los lectores a concebir una comunidad tan abstracta y amplia como la nación. Mientras
que Anderson examinó la función de las novelas en la creación de comunidad a través
del espacio, Ann Rigney (2008: 91-92), a su vez, señala que las novelas históricas
siguen hoy en día teniendo una función parecida en la creación de comunidad a través
del tiempo, dado que proporcionan a los lectores un espacio mental en el que estos
pueden participar virtualmente en la vida de los personajes del pasado.
Sin embargo, la autora subraya que esta capacidad de las novelas no se limita al
marco de la nación, sino que llama la atención sobre el hecho de que las novelas
históricas siempre han servido, y a menudo siguen sirviendo, para expandir marcos
sociales.12 Una de las funciones tradicionales de la novela histórica en el ámbito de la
memoria cultural consiste en “recuperar”, o sea, traer a la esfera pública y poner en
circulación experiencias históricas o aspectos del pasado que por alguna razón han
quedado fuera de las historias oficiales. Narrar la experiencia de, por ejemplo, grupos
marginados o víctimas del pasado de modo que los lectores puedan identificarse con
ellos contribuye potencialmente a extender la comunidad imaginada “hacia dentro”
(Rigney 2008: 88-89). Del mismo modo, las novelas pueden contribuir a formar vínculos
entre distintas comunidades de memoria debido a la relativa facilidad con la que los
textos literarios trascienden fronteras nacionales, culturales y lingüísticas (Rigney 2008:
92).
Una peculiaridad de la literatura, o del arte en general, es la capacidad de construir
versiones del pasado y mundos ficticios y a la vez reflexionar sobre este proceso de
11
La literatura se distingue de la historiografía también por su extraordinaria capacidad de
condensación y polivalencia. Como señala Erll (2011a: 145), muchas figuras y formas literarias como la
metáfora, el símbolo, la alegoría y la intertextualidad consisten en la superposición de varios campos
semánticos en muy poco espacio. La condensación es también una característica central de la memoria
cultural. De hecho, Pierre Nora (1996: 15) explica que los lugares de la memoria proporcionan la mayor
cantidad de significado en el menor número de signos posible. Debido a su complejidad semántica, tanto
las obras literarias como los lugares de la memoria pueden tener un significado diferente para distintas
personas y comunidades, y ambos requieren una recepción activa, o sea, necesitan ser interpretados (Erll
2011a: 146).
12
De hecho, Rigney (2008: 89) observa que en las novelas históricas recientes la familia está
sustituyendo a la nación como marco social privilegiado. Esta tendencia se observa también en las novelas
españolas actuales sobre la guerra civil y el franquismo, aunque hay que aclarar que en varias obras la
familia funciona, en realidad, como alegoría de la nación.
19
ELINA LIIKANEN
20
1 Literatura y memoria cultural
13
Green, Garst y Brock (2004: 164) y Bal, Bakker y Butterman (2011: 365) citan numerosos estudios
sobre el tema.
14
El término esquema hace referencia a los patrones y estructuras de pensamiento que organizan
nuestros conocimientos y suposiciones sobre objetos, personas, situaciones y fenómenos, así como sobre
las relaciones entre éstos. Los esquemas sirven para reducir la complejidad y guian tanto la percepción
como la memoria. Se adquieren a través de la socialización, por lo que son culturales y no universales
(Erll 2011a: 83).
21
ELINA LIIKANEN
15
En otro artículo, Erll (2006) ha distinguido entre seis modos de representar la Rebelión de la India
de 1857 entre los años 1857 y 2000: el modo experiencial, el monumental, el indirecto, el implícito, el
reflexivo, el desmitificante y el de olvido.
22
1 Literatura y memoria cultural
consideran relevantes para una comunidad de memoria se representen una y otra vez en
distintos medios. Erll y Rigney (2009: 4) utilizan el término remediación para referirse a
este proceso y acentúan que las remediaciones del pasado, en realidad, no remiten tanto
a los acontecimientos “originales” del pasado, sino más bien a las representaciones
anteriores que ya circulan en la cultura:
23
ELINA LIIKANEN
Literary representations […] differ no only as far as the “what” and the
“what for” of memory is concerned, that is, the particular story which is told
and the ideological functions this story seems to fulfil. They can also be
distinguished according to the “how” of literary memory, that is, the specific
formal characteristics which constitute different modes of cultural
remembering in the medium of literature. It is these formal features which are
visible to the literary historian, and can therefore be analysed. They provide us
with a “window” on the possible pre-forming constellations and refiguring
effects of literature in cultures of memory. (Erll 2006: 165)
25
ELINA LIIKANEN
producción y recepción (Nünning 2004: 357; Nünning 2009; Helms 2003: 11). Como
señala Ansgar Nünning (Nünning 2004: 356), este tipo de desarrollos en el campo de la
narratología han dirigido la atención de muchos investigadores hacia la cuestión de
cómo las formas narrativas contribuyen a nuestra comprensión de fenómenos como la
historia, el género o la subjetividad.
Una de las nuevas ramas de la narratología postclásica es la narratología cultural
desarrollada principalmente por Ansgar Nünning (2004; 2009) y Gabriele Helms (2003).
Nünning (2004: 365) define este enfoque como “an integrated approach that puts the
analytical tools provided by narratology to the service of a cultural analysis of narrative
fictions”, especialmente novelas. La narratología cultural estudia simultáneamente las
técnicas narrativas y su contexto de producción y recepción, y explora las maneras en las
que las cuestiones sociales, políticas, éticas y epistemológicas se articulan en las
representaciones narrativas (Nünning 2004: 359; Helms 2003: 11). Al igual que Astrid
Erll, Nünning y Helms no perciben las técnicas narrativas como meras características
estructurales del texto, sino como modos narrativos semantizados que participan en el
proceso de construcción cultural (Nünning 2004: 359).
Al igual que los estudios de la memoria colectiva, la narratología cultural
conceptualiza las formas narrativas como una fuerza cognitiva activa que participa en la
generación de actitudes, valores, ideologías y maneras de pensar, y parte de la idea de
que las novelas no solo reflejan la realidad social y cultural circundante, sino que
también la moldean (Nünning 2004: 356, 358; Helms 2003: 6). El hecho de concebir las
formas narrativas como construcciones sociales semantizadas implica que el análisis
narratológico de novelas puede proporcionar información sobre maneras de pensar,
visiones del mundo y modelos de realidad culturales. Como señala Helms (Helms 2003:
14), la narratología cultural “enables us to identify and understand cultural experiences
translated into, and meanings produced by, particular formal narrative practices”.
De modo similar a Erll, Ansgar Nünning (2004) ha utilizado la narratología cultural
como herramienta para elaborar una tipología de las nuevas formas de novela histórica.
Esta tipología se basa en características tanto formales como temáticas de las novelas,
así como en las interrelaciones entre los textos y su contexto cultural. En el presente
estudio, me baso en el modelo de análisis propuesto por Erll y Nünning, y utilizo
algunas categorías narratológicas como herramientas de análisis cultural de las novelas
actuales sobre el pasado reciente de España. Mi punto de partida es la hipótesis de que
las novelas en cuestión funcionan en la España contemporánea como medios de
memoria cultural, y mi objetivo es dilucidar cómo y con qué efectos estas obras orientan
y moldean la imaginación colectiva del pasado. Adoptando la idea de Astrid Erll, según
la que ciertas combinaciones de características formales dan lugar a diferentes modos de
representar el pasado, propongo en este trabajo que en las novelas recientes sobre la
guerra civil y el franquismo existen tres modos principales de representar el pasado, el
vivencial, el reconstructivo y el contestatario.16
16
He publicado dos trabajos preliminares sobre estos tres modos de representar el pasado (Liikanen
2012; Liikanen 2010).
26
2 EL CONTEXTO DE PRODUCCIÓN Y RECEPCIÓN DE LAS NOVELAS SOBRE EL PASADO
RECIENTE
1
Para más información sobre el contexto socio-político del llamado boom de la memoria en España,
véase, por ejemplo, Aguilar Fernández (2008); Bernecker y Brinkmann (2009); Colmeiro (2005); Jérez-
Ferrán y Amago (2010); Juliá (2006); Ranzato (2006); el dossier “Generaciones y memoria de la represión
franquista: un balance de los movimientos por la memoria” coordinado por Sergio Gálvez (2006; 2007),
publicado en la revista Hispania Nova; el número especial “The Politics of Memory in Contemporary
Spain” de Journal of Spanish Cultural Studies coordinado por Jo Labanyi (2008b); el número especial
“Spanish Memories: Images of a Contested Past” de la revista History and Memory coordinado por
Raanan Rein (2002).
2 Labanyi (2008a: 119) señala que el debate sobre la memoria histórica amainó casi inmediatamente
después de la aprobación de la llamada Ley de Memoria Histórica en 2007, y que el tema apenas se
discutió durante la campaña electoral de 2008. Asimismo, la autora mantiene que el número de novelas
sobre el pasado reciente ha disminuido. Zoé de Kerangat (2014), a su vez, afirma que las exhumaciones de
las fosas comunes prácticamente han parado desde el año 2011; el número de fosas exhumadas por la
ARMH parece confirmar este desarrollo: entre los años 2002 y 2009 la asociación exhumó entre 10 y 30
fosas anualmente, pero después el número ha disminuido, de modo que en 2010 el número de fosas fue 9;
en 2011, 6; y en 2012 la asociación exhumó solo 4 fosas (Anónimo).
27
ELINA LIIKANEN
3
Al igual que Wulf Kansteiner (2004), Astrid Erll (2011a: 101) opina que la noción de trauma
cultural es “a ‘category mistake’ derived from a misleading metaphorization of concepts which describe
mechanisms of individual memory”. Jo Labanyi (2009), a su vez, problematiza la aplicación de la teoría
del trauma al estudio del caso español llamando la atención sobre el hecho de que en España el silencio
sobre el pasado no fue, en general, resultado de un olvido traumático, sino una estrategia elegida por
muchos supervivientes por diferentes razones.
28
2 El contexto de producción y recepción…
argumenta Juliá, la guerra civil fue sin embargo evocada constantemente en las
discusiones políticas durante la Transición, pero siempre en un sentido aleccionador,
como algo que no debía repetirse jamás. Por consiguiente, el riesgo latente de la
repetición de la contienda favoreció la moderación política (Aguilar Fernández 2006:
281, 282-283).
La disposición de los actores políticos de echar al olvido el pasado se debía, ante
todo, al discurso de la reconciliación, predominante en España desde mediados de los
años sesenta, y en la lectura de la guerra civil como una tragedia colectiva, en la que
ambos bandos cometieron atrocidades injustificables (Aguilar Fernández 2006: 282-283;
Bernecker & Brinkmann 2009: 208, 211). Mientras que la idea de la culpabilidad
compartida explica el deseo de las principales fuerzas políticas de no utilizar la guerra
civil como arma en el debate político, según Aguilar Fernández la necesidad de evitar
menciones al pasado franquista, en cambio, nunca tuvo la misma aceptación por la
evidente razón de que tal acuerdo beneficiaba solo a una parte de las fuerzas políticas.4
Sin embargo, los políticos de la izquierda se abstuvieron de utilizar el pasado franquista
del adversario político como instrumento de lucha política hasta principios de los años
noventa (Aguilar Fernández 2006: 281, 306).
Resulta comprensible que, durante la Transición, los políticos quisieran soslayar los
aspectos más espinosos del pasado para evitar conflictos que podrían arriesgar el
incipiente desarrollo democrático. Sin embargo, resulta más difícil comprender la
escasez de debate público sobre el pasado de guerra y dictadura una vez establecida la
democracia. Como señala Jo Labanyi (2009: 26), tanto el gobierno del PSOE (1982–
1996) como el del PP (1996–2004) evitaron o, en el último caso, intentaron evitar el
debate público sobre el pasado franquista, aunque por diferentes motivos. En el caso del
PSOE, la intención se debía al deseo de los socialistas de romper con el pasado
dictatorial para crear una sociedad moderna y emancipada, mientras que al PP le
interesaba evitar una discusión sobre las responsabilidades históricas de la derecha
española. Además, según la autora, tanto los gobiernos de la izquierda como los de la
derecha coincidían en el empeño de promover los valores del consumismo neoliberal,
que solo se interesa por lo nuevo.5
Resulta evidente que la reticencia de los políticos a abordar los asuntos más
espinosos del pasado supuso un retraso en la adopción de medidas reparativas dirigidas a
4
Como explica Faber (2005: 209), “the negociations that led to the transition were conducted on
fundamentally unequal terms. By the time Fraco died in 1975, his followers had had almost forty years to
mourn their victims, exalt their heroes, and distort the historical record to their benefit”. Asimismo,
Bernecker y Brinkmann (2009: 221) mantienen que “la tesis de una culpa colectiva compartida a partes
iguales entre ambos bandos […] se reveló como una espada de doble filo para los vencidos […] [p]orque
[…] impedía no sólo un tardío ajuste de cuentas, sino también la aceptación del hecho de que la represión
política en la zona franquista había provocado muchas más víctimas. De tal manera, asesinatos políticos,
represión, exilio y trabajo forzoso, en una palabra, la historia del sufrimiento del bando republicano se
convirtió en una zona problemática del discurso público que casi nunca se pisaba.”
5 Jo Labanyi (2007: 94) sugiere que “the ‘pact of oblivion’ has become such a commonplace because
it allows the transition to be seen as a break with the past, masking—conveniently for both political Right
and Left—the fact that it was effected by politicians from within the former Francoist state apparatus. It
was crucial for the interested parties to see the transition as a break with the past, not only in order to
claim that Spain was freeing itself from nearly forty years of dictatorship, but also in order to claim that
the country was making a “leap into modernity […]”.
29
ELINA LIIKANEN
Aguilar Fernández (2006: 283, 298; 2008) recalca que, en su momento, la sociedad
española apoyó masivamente la moderación política de la Transición y compartía el
deseo de los políticos de soslayar cuestiones espinosas del pasado. Como un ejemplo que
confirma el respaldo de la ciudadanía, la autora señala que la Ley de Amnistía de 1977
—muy criticada posteriormente por conceder impunidad no solo a los presos políticos,
sino también a las autoridades y a los funcionarios franquistas— fue aprobada sin que se
produjeran manifestaciones en contra.6 Asimismo, las encuestas realizadas en 1975 y
1976 confirman que las prioridades de los españoles en los años de la Transición fueron
“la paz, la estabilidad y el orden, incluso por encima de la justicia, la libertad y la
democracia” (Aguilar Fernández 2006: 300). Estos valores pueden interpretarse, por lo
menos en parte, como consecuencia de la socialización franquista, que procuró inculcar
en los españoles (con aparente éxito) “el miedo al desorden, la desconfianza hacia
nuestra propia capacidad para afrontar problemas de forma civilizada, e incluso el temor
a las consecuencias de nuestra propia libertad” (Aguilar Fernández 2006: 300).
Durante la Transición y los quince o veinte años siguientes, pocas víctimas de la
guerra o de la dictadura (o sus familiares) recordaron públicamente sus vivencias, lo que
demuestra que la renuncia a pedir cuentas por el pasado fue asumido también por los
“verdaderos perdedores de la historia” (Bernecker & Brinkmann 2009: 237).7 Las
principales razones del silencio social sobre los aspectos más crudos del pasado son,
según Aguilar Fernández (2006: 303), por un lado, el miedo a la repetición de la guerra o
al retorno de la dictadura y, por otro lado, “un profundo sentimiento de la culpa tanto por
la brutalidad de la guerra como por la connivencia de una parte importante de los
españoles con la dictadura”.8 Como explica Ángela Cenarro (2002), la ausencia de
6
También Bernecker y Brinkmann (2009: 215) señalan que la Ley de Amnistía se aprobó sin que la
oposición le planteara grandes problemas.
7
Como mantienen Bernecker y Brinkmann (2009: 218), “parece que la lógica de la política de la
reconciliación implicara la renuncia no solo de la denuncia de los crímenes de la dictadura, sino también
de todo luto público de las víctimas y sus familiares”. Como señala Kerangat, se realizaron algunas
exhumaciones de las víctimas de la guerra civil y del franquismo ya durante la Transición, pero estos actos
se destacan por su carácter familiar y local. Los impulsores de las primeras exhumaciones evitaban
cualquier referencia política o ideológica y destacaban su deseo de devolver la dignidad de sus familiares
muertos a través de un entierro y una tumba decente.
8
Aguilar Fernández (2006: 314-315) señala también que, en algunos casos, se intentó olvidar el
pasado para evitar la tentación de venganza.
30
2 El contexto de producción y recepción…
31
ELINA LIIKANEN
9
En palabras de Bernecker y Brinkmann (2009: 264), el PP llegó a “actuar como fiel guardián del
legado franquista”, pero, como añade Faber (2005: 211), el partido también hizo “bold attempts to
appropriate the ‘liberal’ cultural heritage of the Second Republic”, patrocinando actos conmemorativos en
honor de escritores republicanos como García Lorca, Luis Cernuda y Max Aub.
32
2 El contexto de producción y recepción…
10
Se trata de la Ley 52/2007, de 26 de diciembre, por la que se reconocen y amplían derechos y se
establecen medidas en favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la
dictadura.
11
Al final, el tribunal Superior absolvió a Garzón una semana después de que éste fuese expulsado
de la carrera judicial tras haber sido inhabilitado a 11 años por las escuchas del caso Gürtel. El tribunal
consideró que Garzón erró al calificar los hechos como crímenes contra la humanidad pero que esos
errores no constituyeron delito de prevaricación del que fue acusado (Yoldi & Lázaro 27/2/2012).
33
ELINA LIIKANEN
12
Según Golob (2008: 128), en España no hubo justicia transicional, pero la Ley de Memoria
Histórica puede interpretarse como un paso hacia una cultura y políticas de justicia postransicional.
13
Según Loureiro (2008: 228), “the vindication of historical memory is not so much an issue of
information as it is of the politics and affects mobilized in the personal discovery of horrors that in good
measure were already in the public domain” [la cursiva es mía].
34
2 El contexto de producción y recepción…
estudios de la memoria, estudios literarios, etc.). Por tanto, el renovado interés hacia el
pasado violento es un fenómeno que abarca numerosos medios y varios sistemas
simbólicos.
35
ELINA LIIKANEN
memoria sea dominante en un periodo determinado de ninguna manera significa que esta
sea la única forma de recordar el pasado:
14
Con más exactitud, los protagonistas de la iniciativas ciudadanas pertenecen, según Bernecker y
Brinkmann (2009: 281), al grupo de los que nacieron entre los años 1955 y 1970.
15
Bernecker y Brinkmann (2009: 235) hablan de la “historización del pasado”, o del protegonismo
de la historiografía académica a mediados de los años ochenta: “Aunque en ese momento no faltaban
testigos de la época, la memoria dominante en 1986 no fue la de los recuerdos y de las experiencias
personales sino la de un conocimiento científico de hechos y causas. Se apostó por una forma de memoria
cercada en lo científico y despojada de las pasiones ideológica del pasado”
36
2 El contexto de producción y recepción…
It could be argued that the teleological view of history has been replaced
by a radically new sense of history that focuses more on the past that on the
future—a future that seems ideologically unpredictable and ecologically bound
for disaster. From the emphasis on progress, attention has switched to the
containment and reparation of the havoc wrecked by a history that is perceived
more as a threat than as progress. (Loureiro 2008: 231) 17
16
Sobre las causas políticas y sociales del surgimiento del boom de la memoria a escala mundial,
véase Huyssen (2000).
17
Sobre la nueva sensibilidad temporal, véase también Huyssen (2002: 29-40).
18
Sobre la nueva importancia de las víctimas en las discusiones sobre el pasado, véase por ejemplo
Wieviorka (2006) y Eliacheff & Lariviére (2009).
19
Sin embargo, cabe mencionar que Montse Armengou y Ricard Belis (2005) incluyeron en el título
de su libro sobre las fosas una referencia al Holocausto, aunque entre paréntesis. Más adelante, el
historiador británico Paul Preston (2012) asoció la represión franquista con el Holocausto —ya sin
interrogantes— en el título de su obra The Spanish Holocaust.
20
Véase Liikanen (2006).
37
ELINA LIIKANEN
para el estudio de las representaciones del Holocausto obvian.21 Como señala Faber
(Faber 2014: 149), en el caso del Holocausto existe un consenso generalizado sobre
quiénes fueron los verdugos y quiénes las víctimas, así como sobre el deber moral de
reconocer y recordar el sufrimiento de estas, mientras que en el caso español ambas
cuestiones siguen generando polémica.22
En el caso de España, los procesos de transición a la democracia en el Cono Sur,
especialmente el caso de Chile, tuvieron un impacto mucho mayor en el surgimiento de
una nueva cultura de memoria que los debates en torno al Holocausto. La influencia del
caso chileno se explica por el papel que el juez Baltazar Garzón tuvo en el arresto de
Augusto Pinochet en Londres en 1998. Como señala Labanyi (2009: 27), la intervención
de Garzón fue criticada en su momento porque se interpretó como un intento de
compensar la ausencia de medidas respecto al pasado represivo en España, pero en
realidad estas críticas sirvieron para llamar la atención sobre la represión franquista y la
impunidad de los funcionarios franquistas en España. Asimismo, el rol de Garzón
contribuyó a crear un vínculo entre España y el debate sobre las violaciones de los
derechos humanos en el Cono Sur. La comparación de los procesos postdictatoriales en
ambos lados del Atlántico fomentó una revisión crítica de la Transición española
provocando un debate en torno a la Ley de Amnistía y la ausencia de una comisión de
verdad y reconciliación (Labanyi 2009: 27). Asimismo, se empezó a utilizar en España
el término desaparecidos con referencia a las víctimas de la represión franquista. Como
argumenta Golob (2008: 134), en España ya existía una cultura de memoria —aunque
limitada a la esfera cultural— antes del cambio de milenio, pero la creación de la ARMH
en 2000 sirvió para conectarla con las tendencias globales.
21
Asimismo, Andreas Huyssen (2002: 21) recuerda que “mientras los discursos de la memoria en
cierto registro parecen ser globales, en el fondo siguen ligados a las historias naciones y estados
específicos […] el ámbito político de las prácticas de la memoria sigue siendo nacional, no posnacional o
global”.
22
Asimismo, Bernecker y Brinkmann (2009: 336) señalan que en España “se evitó una condena
demasiado explícita del pasado reciente, por lo que el rechazo de la dictadura hasta hoy no cuenta entre los
hechos asumidos de la cultura política”.
38
2 El contexto de producción y recepción…
23
Sobre este tema, véase, por ejemplo, Faber (2007). Como respuesta, Santos Juliá (2009a; 2009b)
escribió una carta dirigida a los directores de la revista en la que se publicó el artículo de Faber, así como
una réplica dirigida al propio Faber, a la que éste contestó (2009).
39
ELINA LIIKANEN
públicos sobre el legado del pasado reciente del país en numerosas ocasiones durante los
últimos quince años.
Los novelistas cuyas obras se discuten en este trabajo pertenecen a la generación de
los nietos, y en principio todos parecen compartir un compromiso ético con la memoria
de los vencidos de la guerra y las víctimas de la dictadura. Además, algunos de ellos se
han vinculado de modo explícito con las reclamaciones del movimiento de la
recuperación de la memoria histórica no solo a través de sus novelas o sus artículos
periodísticos, sino también por medio de la participación en diferentes iniciativas
ciudadanas. Asimismo, la mayoría de estos autores ha manifestado de modo explícito el
deseo de que sus obras sirvan para dar a conocer a un público amplio aspectos
“silenciados” o simplemente poco divulgados del pasado reciente. No obstante, se
perciben en sus obras también diferencias significativas en cuanto a la manera de
abordar el legado del pasado violento y respecto al mensaje político que transmiten. Las
semejanzas y las diferencias de las novelas del corpus se discutirán en detalle en el curso
de este trabajo; en este apartado, mi propósito es simplemente señalar algunas tendencias
generales que se perciben en la producción (y en la recepción) de las novelas actuales
sobre la guerra civil y el franquismo.
Según Faber (2011b: 102), la nueva novela de la guerra civil, que emerge en España
en torno al cambio de milenio, “es más activamente indagadora, más abiertamente
personal y más conscientemente ética que en ningún otro momento anterior desde el
final de la dictadura”. Al igual que en la esfera social, la figura del testigo cobra una
nueva importancia en las novelas, las que a menudo incorporan el diálogo
intergeneracional en la propia diégesis invitando así al lector a formar un vínculo
afectivo con los protagonistas del pasado. Como explica Faber (2011b: 103), las novelas
recientes tienden a representar las relaciones entre los hijos/los nietos de la guerra y
aquellos que la protagonizaron como afiliativas, esto es, basadas más “en la solidaridad,
la compasión y la identificación” que en las relaciones de parentesco. En otras palabras,
se observa en las novelas un compromiso voluntario con las víctimas del pasado, pero
esta dimensión ética suele concebirse casi exclusivamente en términos personales y
“desde un punto de vista individual, como un problema que afecta a las relaciones
personales entre las generaciones presentes y pasadas” (Faber 2011b: 102), eludiendo un
debate de carácter ideológico.
El énfasis en las víctimas del pasado y en las relaciones afectivas resultan
fácilmente en una sentimentalización o “ternurización” (Mainer 2006: 155) del discurso
literario sobre pasado, como han señalado muchos críticos. Frente a aquellos
investigadores que acentúan y celebran el compromiso ético de los novelistas, han
surgido otras voces que señalan el peligro de despolitizar, banalizar o simplificar en
exceso los acontecimientos del pasado y sustituir la reflexión crítica y el análisis político
de lo ocurrido por una sentimentalidad fácil.24 Asimismo, algunos investigadores se
refieren al fenómeno literario como “moda de la memoria” y llaman la atención sobre el
hecho de que el interés por el pasado reciente se ha convertido en una industria rentable
24
Entre los últimos, se incluyen, entre otros, Jo Labanyi (2007), José-Carlos Mainer (2006), David
Becerra (2012) y Ángel Loureiro (2008), aunque sus análisis se diferencian de modo significativo.
40
2 El contexto de producción y recepción…
que beneficia sobre todo a las editoriales, aunque faltan estudios que analicen este
aspecto en profundidad. Es de suponer que la demanda social de productos culturales
relacionados con la recuperación de la memoria histórica ha impulsado a muchos autores
a abordar la guerra civil y el franquismo, pero creo que en muchos casos también existe
un deseo sincero de reconocer la lucha y el sufrimiento de los vencidos y los
represaliados.
Asimismo, se percibe en las novelas recientes sobre el pasado cierta
homogeneización formal —por ejemplo, la frecuencia de las tramas detectivescas—, lo
que puede interpretarse, por un lado, como un síntoma de la “moda”, o sea, como
resultado del intento de maximizar las ventas a través de la aplicación de un “molde”
que ha resultado exitoso en ocasiones anteriores. Por otro lado, la falta de originalidad
literaria también puede entenderse como una consecuencia de la prioridad que algunos
novelistas dan al mensaje de su obra, aunque sea a costa de la calidad literaria.
La característica de la nueva novela sobre la guerra civil que más atención ha
recibido por parte de los investigadores es sin duda el hibridismo. Un gran número de
novelas publicadas en la década de 2000 emplea técnicas propias de la docuficción y
explora los límites entre la ficción y otros géneros no ficticios, como la historiografía y
el periodismo de investigación.25 La tendencia de utilizar elementos y estrategias
narrativas propias de los géneros de no ficción se debe, en general, al deseo de fomentar
la ilusión de autenticidad y veracidad de los textos, lo que se explica a su vez por el
empeño frecuente de revelar al público una realidad histórica supuestamente
desconocida.
En comparación con la literatura postdictatorial producida en el Cono Sur o en torno
al Holocausto, las novelas españolas se destacan por el predominio de planteamientos
realistas y la escacez de reflexiones en torno a la relevancia que debe otorgarse al
testimonio o la (im)posibilidad de representar el horror de la guerra u otras experiencias
extremas como la tortura. Como señala Raquel Macciucci (2010a: 36), el hecho de que
los autores españoles se preocupen más por buscar la verdad, dar a conocer lo silenciado
y recoger la experiencia de los testigos que por reflexionar sobre la forma más adecuada
de “narrar lo inenarrable” se debe, ante todo, a las particularidades del contexto histórico
y político español que hemos señalado más arriba: la larga duración de la dictadura, la
prolongación del silencio político y social hasta los años noventa y la inminente
desaparición de los últimos testigos de la guerra civil y los primeros años de la dictadura.
25
Sobre este tema, véase, por ejemplo, Tschilschke & Schmelzer (2010).
41
PARTE II: EL MODO
VIVENCIAL DE REPRESENTAR
EL PASADO1
1 INTRODUCCIÓN
Las novelas que considero representativas del modo vivencial se caracterizan por
representar el pasado como una experiencia vivida. En lugar de enfocar el proceso de
recordar y contar el pasado en el presente, como los otros dos modos, las novelas
vivenciales pretenden transportar al lector al pasado para hacerlo “compartir” la
experiencia subjetiva de los protagonistas que viven un momento histórico de interés, en
nuestro caso, la guerra civil española y/o la dictadura franquista. De esta manera, los
textos vivenciales convierten al lector en un testigo vicario de los hechos del pasado
representados en el texto. Para facilitar la inmersión del lector en el mundo narrado, las
obras procuran producir un fuerte efecto de realidad y crear un intenso vínculo afectivo
entre el lector y los protagonistas. Por consiguiente, las novelas vivenciales rechazan las
técnicas narrativas de la metaficción, típicas de los otros dos modos de representación, y
tienden a acentuar los aspectos emocionales y sensoriales de la narración. Generalmente,
en las novelas se describe vívidamente tanto el mundo interior de los personajes como el
entorno físico y sociocultural en el que se encuentran.
Desde el punto de vista formal, el modo vivencial resulta el más sencillo de los tres
modos propuestos en este trabajo. Para favorecer la sumersión del lector en las vivencias
de los protagonistas, las novelas vivenciales tienden a emplear técnicas narrativas
convencionales, propensas a pasar desapercibidas, lo que permite al lector dejarse llevar
por el relato. En general, las obras vivenciales resultan en lecturas amenas y accesibles al
gran público y, por tanto, pueden servir de vehículo para dar visibilidad a experiencias y
temas históricos anteriormente poco difundidos. Gracias al carácter afectivo de los
textos, el modo vivencial de representar el pasado puede resultar atractivo también para
lectores que no tengan especial predisposición hacia los temas relacionados con la guerra
civil o la dictadura, por lo que este modo de representación cuenta con gran potencial
para modificar la imaginación colectiva sobre el pasado reciente de España.
De modo didáctico, las novelas pueden contribuir a un mejor conocimiento y
comprensión de la historia y ofrecer nuevas interpretaciones o puntos de vista sobre los
acontecimientos. Dado que las novelas sitúan al lector en la piel del otro y ayudan a
franquear la distancia entre el pasado y el presente, el modo vivencial puede servir para
1
He publicado una versión preliminar de los resultados de esta parte de la tesis en un libro reciente
(Liikanen 2015).
42
Parte II: 1 Introducción
crear empatía y comprensión hacia formas ajenas de vivir, pensar y actuar. En el mejor
de los casos, las novelas vivenciales dan lugar a un tipo de memoria ejemplar (Todorov
2000a: 30-32) que no solo ilumina el pasado, sino que también puede servir como
modelo para entender situaciones nuevas con agentes diferentes. Según el filósofo
Tzvetan Todorov (2000a: 32), el uso ejemplar de la memoria, que consiste en abrir los
sucesos del pasado a la analogía y la generalización, es superior a otras formas de
reminiscencia tanto desde el punto de vista ético como desde el pragmático porque
“permite utilizar el pasado con vistas al presente, aprovechar las lecciones de las
injusticias sufridas para luchar contra las que se producen hoy día”.
A pesar del atractivo de las novelas y su potencial para promover comprensión y
conocimiento, el modo vivencial de representar el pasado también conlleva dos
asunciones problemáticas que quiero discutir brevemente. En primer lugar, las novelas
vivenciales parten de la suposición de que la vivencia del otro es accesible y puede ser
transmitida por medio de la narración. Sin embargo, Susan Sontag (2004) argumenta en
su libro Regarding the Pain of Others, en el que reflexiona sobre la representación de las
víctimas de la guerra, que la idea de poder compartir la experiencia del otro es mera
ilusión, un engaño. Según la autora, ninguna narrativa puede hacer justicia al dolor de
las víctimas de guerra y nosotros, los que no hemos vivido nada parecido, simplemente
no somos capaces de ponernos en su lugar: “We truly can’t imagine what it was like. We
can’t imagine how dreadful, how terrifying war is; and how normal it becomes. Can’t
understand, can’t imagine” (Sontag 2004: 113).
En realidad, Sontag medita sobre la fotografía de la guerra, pero sus reflexiones
pueden aplicarse también a las representaciones literarias y cinematográficas, como hace
Jo Labanyi (2007) en un artículo en el que analiza novelas y películas recientes sobre la
guerra civil española. Según esta autora, los textos que facilitan la identificación
empática del lector con las víctimas de la guerra y aspiran a una representación realista
del pasado corren el riesgo de producir en el lector una sensación de superioridad moral
por haber “compartido” momentáneamente el dolor de los protagonistas. En lugar de
promover una reflexión crítica sobre las causas políticas o sociales del sufrimiento, la
empatía con la víctima, en realidad, acentúa nuestra propia inocencia e impotencia y, por
tanto, contribuye a ocultar las posibles conexiones entre las injusticias del pasado y
nuestros privilegios actuales (Sontag 2004: 91-92).
En definitiva, tanto Sontag como Labanyi sugieren que la empatía con la víctima no
es, desde el punto de vista ético, la respuesta más adecuada ante las representaciones de
la guerra. Las autoras opinan que, en lugar de insistir en la ilusión de poder compartir la
vivencia ajena, los textos deberían más bien dificultar la identificación con los
personajes para que el lector pueda mantener una distancia emocional que le permita
reflexionar críticamente sobre lo representado. Al igual que Todorov, Sontag y Labanyi
también abogan por el “buen uso” de las memorias del pasado y prefieren el tipo de
narrativas que no se estancan en los sucesos de la historia, sino que permiten extraer de
ellas lecciones y principios de acción para el presente.
La segunda asunción problemática que las novelas vivenciales acarrean es la propia
idea de que el pasado es accesible y puede ser revisitado. En general, las obras
43
ELINA LIIKANEN
2
El término es de Antonio Gómez López-Quiñones (2006: 42).
3
Utilizo el término perspectiva en el sentido de la definición de Burkhard Niederhoff (2009: 384):
“Perspective in narrative may be defined as the way the representation of the story is influenced by the
position, personality and values of the narrator, the characters and, possibly, other more hypothetical
entities in the storyworld.”
44
2 CARTA BLANCA DE LORENZO SILVA
1
Antes de escribir Carta blanca, Silva había publicado dos libros sobre Marruecos. El primero, Del
Rif al Yebalá (2001b), es un libro de viajes en el que el autor también evoca escenas de la guerra colonial
y experiencias de su abuelo. El segundo, El nombre de los nuestros (2001a), es una novela ambientada en
la guerra del Rif.
45
ELINA LIIKANEN
En Carta blanca se percibe cierta tensión entre el afán de complacer los gustos del
gran público, por un lado, y el de homenajear a los hombres que lucharon en la guerra
del Rif (y la guerra civil), por otro lado. Las elecciones de un autor respecto al contenido
y la forma de su obra tienen siempre implicaciones éticas, pero estas cobran un peso
especial cuando se trata de representar acontecimientos extremadamente violentos:
¿Cómo evocar de modo adecuado la historia de dos conflictos tan sangrientos y
polémicos como la guerra del Rif y la guerra civil? ¿Cómo recordar de forma
responsable y respetuosa a las personas que lucharon en las guerras y narrar las vidas
afectadas por la violencia? En este capítulo, quiero indagar, ante todo, en la manera en
que los recursos narrativos empleados por el autor, supuestamente orientados a las
demandas de un público de masas, afectan a la visión del pasado que la obra transmite.
libro desarrolla también el tema de las consecuencias de la guerra del Rif para la vida
emocional de Faura, que se ha convertido en un ser solitario e incapacitado para el amor.
Si la primera parte del libro apela a los gustos del gran público con imágenes de extrema
violencia, la segunda recurre principalmente al sentimentalismo, aunque culmina en una
fuerte escena de sexo.
Los siete capítulos de la tercera parte se centran en la guerra civil, más
concretamente en la batalla de Badajoz en el verano de 1936. Faura, partidario de Azaña,
lucha en el bando republicano contra sus antiguos compañeros, el Ejército de África. A
pesar de ser consciente de la inferioridad de condiciones de las fuerzas republicanas, el
protagonista se entrega por completo al esfuerzo militar para compensar el hecho de
haber luchado y matado en la guerra del Rif por causas vergonzosas. Esta parte del libro
contiene numerosos diálogos (de tono pedagógico) entre Faura y su amigo Ramírez
sobre distintos aspectos de la guerra, pero ofrece al lector también vívidas escenas de
batalla y el clímax de la muerte heroica del protagonista.
Aparte de apelar al morbo y al sentimentalismo del lector con imágenes de violencia
y la historia de un amor imposible,2 la novela emplea también otros recursos más
discretos que la convierten en una lectura fluida y entretenida. Carta blanca cuenta con
una estructura clara y accesible, orientada a facilitar la lectura y a mantener el interés del
lector. En cuanto al ritmo de la narración, las tres partes del libro consisten en principio
en largas escenas, que podrían resultar monótonas si no estuviesen salpicadas de
descripciones, retrospecciones, diálogos, reflexiones del protagonista y otros textos
intercalados, que proporcionan cambios de ritmo y variación. Los materiales
intercalados pueden ser bastante extensos, sobre todo en el caso de las retrospecciones,
pero el lector no corre el riesgo de perder el hilo en ningún momento, ya que el narrador
suele indicar claramente el comienzo y el final de las anacronías. Asimismo, algunos
textos intercalados —por ejemplo, un cuento tradicional marroquí incluido en la primera
parte, un monólogo interior del protagonista en la segunda y el texto de una octavilla
franquista en la tercera—, están marcados con cursiva, lo que favorece la claridad.
La novela contiene también dos paratextos informativos, cuya función es, ante todo,
destacar la base histórica de lo narrado. En la advertencia inicial, el autor señala que el
presente libro es una obra de ficción, pero que “el autor se ha tomado algunas molestias
para procurar que nada de lo que aquí se refiere resulte demasiado fantasioso” (Silva
2005: 11).3 En los agradecimientos, situados al final del libro, el autor procede a detallar
las “molestias” que se ha tomado para documentarse. Por una parte, Silva nombra a
varias personas que le han regalado su testimonio o le han aportado información sobre
2
El propio título de la obra está relacionado con los temas de violencia y sexualidad. La expresión
“carta blanca” aparece en cada una de las tres partes de la obra. En la primera, el capitán de la compañía
de Faura da “carta blanca” (Silva 2005: 40) a los legionarios al permitir que éstos saqueen poblaciones
rifeñas. En la segunda parte, es Blanca quien utiliza la expresión al ofrecer su cuerpo desnudo a Faura para
indicar que éste puede hacer con ella lo que quiera (Silva 2005: 242). En la tercera parte, la expresión se
refiere a los “moros” de Franco, que “traen carta blanca” (Silva 2005: 309) y cometen todo tipo de
barbaridades en los pueblos tomados.
3
Asimismo, el novelista advierte al lector que “la realidad de la época en la que se sitúa la acción
conoció acontecimientos tan extremados como el que más pueda impresionar al lector en las páginas que
siguen” (Silva 2005: 11).
47
ELINA LIIKANEN
distintas cuestiones históricas y, por otra parte, también ofrece una breve bibliografía
para “aquel que quiera saber algo más sobre la realidad histórica, geográfica y humana
en la que se inspira este libro” (Silva 2005).
Faura considera la guerra una “barbarie cochambrosa y ruin” (Silva 2005: 29), en la
que la Legión emplea métodos de lucha ilegales e inhumanos. La ferocidad hacia el
enemigo cobra aún mayor fuerza después la batalla de Annual, cuando los legionarios
empiezan a encontrarse con cadáveres mutilados de sus compañeros. La Legión ataca
objetivos civiles y, en los campos de batalla, los soldados matan “con soltura” (Silva
2005: 41) a los heridos que el enemigo deja atrás. Asimismo, los oficiales toleran e
incluso animan a sus hombres a participar en razias nocturnas, aunque el pillaje y la
violencia hacia los civiles constituyen actos delictivos y chocan contra los principios del
Protectorado (Silva 2005: 40). Aparte de cometer abusos y crímenes de guerra contra el
enemigo, los grandes jefes del Tercio, Millán Astray y Franco —en la opinión del
protagonista, un “maníaco” (Silva 2005: 35) y un “enajenado” (Silva 2005: 35),
respectivamente—, tampoco valoran la vida de sus propios reclutas, que instruyen solo
para “mandarlos al matadero” (Silva 2005: 35).
No obstante, el rechazo que Faura siente hacia la guerra y la actuación de la Legión
es solo una actitud interior, que el protagonista nunca revela a los demás. En realidad,
Faura es conocido como un buen soldado y excelente tirador; es capaz de matar a
enemigos sin sentir remordimientos y tampoco se niega a participar en las razias
extraoficiales, que consisten en atacar y saquear a civiles. El narrador explica la
incongruencia entre los pensamientos y los actos del protagonista, así como su
impasibilidad ante la injusticia y la sangre derramada como efectos psicológicos de la
ruptura amorosa. Faura llega al Tercio en busca de la muerte después de que Blanca lo
ha abandonado, y su única aspiración consiste en hacer lo que le mandan y “anularse, no
ser más que una pieza anónima e invisible de aquella maquinaria de destrucción” (Silva
2005: 32). En otras palabras, el protagonista siente un profundo desapego hacia la vida,
lo que le permite no solo participar en una guerra que considera injusta sino también
“desentenderse del dolor ajeno” (Silva 2005: 219).
El protagonista es un caso excepcional entre los legionarios debido a su origen
social y formación universitaria. De hecho, la actitud de Faura hacia los demás
legionarios oscila entre la aversión y la compasión, una sensación de superioridad y una
renuente admiración. A menudo, Faura tacha a sus compañeros de “canallas” (Silva
2005: 217) o incluso de “escoria humana” (Silva 2005: 217) que disfruta matando y
torturando a los rifeños. Sin embargo, en otros momentos, el protagonista los ve como
“criaturas humanas rotas” (Silva 2005: 253), a los que la Legión proporciona una
sensación de fraternidad y pertenencia que no han hallado en ningún otro lugar. Esta
49
ELINA LIIKANEN
manera de representar a los legionarios a través de los ojos de Faura pone de manifiesto
el potencial manipulador de la focalización: aunque Faura actúa en la guerra
exactamente igual que sus compañeros, el lector se muestra con toda probabilidad más
comprensivo hacia el protagonista que hacia los demás legionarios simplemente porque
tiene acceso a su mundo interior.
En Carta blanca, los rifeños son representados casi exclusivamente desde el punto
de vista de los españoles. Son caracterizados o bien como combatientes salvajes, odiados
y al mismo tiempo admirados por su coraje, o bien como “moros amigos” (Silva 2005:
37), sujetos coloniales sumisos, pero poco fiables. En la novela, los marroquíes son el
objeto de la violencia indiscriminada de los legionarios. El largo episodio de la razia en
la primera parte de la novela describe con “tremendismo salvaje” (Echevarría
24/04/2004) violaciones y otros actos de crueldad contra los rifeños. En los capítulos
diez, once y doce, el narrador relata con especial detenimiento, casi con deleite, la
violación en grupo de dos rifeñas. Desde el punto vista narrativo, el pasaje de las
violaciones resulta interesante porque constituye una alteración tanto en la perspectiva
como en el estilo de la narración habituales.
La primera de las violaciones es el único momento en la novela en que un rifeño
focaliza un pasaje relativamente largo (un capítulo entero).4 La focalizadora es Munat,
una niña de trece o catorce años violada por cinco compañeros de Faura uno tras otro.
Curiosamente, el pasaje focalizado por Munat no describe la terrible experiencia de la
niña de modo realista conforme con el resto de la obra, sino de forma alegórica mediante
un cuento tradicional sobre una bestia de siete cabezas. Aunque el cambio en la
focalización está claramente destinado a conmover al lector y ofrecer un contrapunto a la
perspectiva de los legionarios, el cambio de estilo sin embargo produce un efecto
contrario, ya que permite al lector distanciarse de la situación y del dolor de la niña. Por
consiguiente, la incorporación momentánea del punto de vista de la niña solo sirve para
disimular la parcialidad de la perspectiva dominante.
La segunda violación se narra otra vez de modo realista y desde el punto de vista de
Faura. Sin embargo, el protagonista intenta ponerse en lugar de la mujer cuando esta es
violada por su compañero Klemper:
[A Faura] [l]e pareció, o quiso que le pareciera, que [la mujer] no sufría
demasiado. Que aguantaba como una parturienta el parto, con la diferencia de
que el esfuerzo a la que la sometía la cosa que tenía aquel hombre era
irrelevante comparado con el que implicaba la expulsión de una criatura […]
El dolor para ella podía ser, sería, sobrevivir aquello, tener que recordarlo y
saber lo que significaba frente los demás; pero […] el acto en sí, el zarandeo y
el tosco frenesí de aquella soldadesca que la sometía, parecía ser nada, una
pantomima ínfima y ridícula a la que no había que prestar ninguna atención.
(Silva 2005: 122)
4
En el capítulo cuatro de la primera parte, hay un pasaje en que focaliza un rifeño llamado Hamid. El
sargento Bermejo lo interroga para saber dónde viven los buyahis, la tribu a la que quiere atacar para
vengar la muerte de su hermano. En este caso, la focalización de Hamid sirve para poner de manifiesto la
ignorancia, la arrogancia y la mezquindad del sargento. Hamid, en cambio, solo quiere salir del paso y
proteger a los suyos y, por consiguiente, dice lo que intuye que Bermejo quiere oír. Siguiendo las
instrucciones (incorrectas) de Hamid, Bermejo y su pelotón atacan a una familia inocente, que ni siquiera
pertenece a los buyahis.
50
2 Carta blanca de Lorenzo Silva
[…] [Faura] pensó que Klemper cedía a un impulso que había tratado de
eludir, pero que finalmente aceptaba que no tenía sentido, allí donde estaba, y
manchado ya por su complicidad en la faena, seguir refaenando. Quién no
estaba hambriento de mujeres, llevando aquella vida de polvo y sudor y
asomada a la muerte un día sí y otro también. El miembro completamente
erecto de Klemper, que se exhibió sin pudor ante sus compañeros, le delató las
ganas, la recalcitrante hambre de vivir y hacer vivir que a despecho de todo lo
movía, como a cualquier otro animal del barro salido y a ser ceniza condenado.
(Silva 2005: 120-121)
5
Cuando Faura conduce a la mujer hacia el lugar en el que será violada, el narrador señala que “[e]l
legionario no podía saber, pero acertó por algún mecanismo de percepción inconsciente a intuir que a la
mujer, en aquel instante […], se le venían a la mente todas las pruebas que había tenido que superar hasta
allí; desde su empleo como bestia de carga […] hasta la boda arreglada por sus padres” (Silva 2005: 118).
Aparte de lo forzado que resulta este tipo de focalización, la agudeza de la intuición del protagonista
parece inverosímil, sobre todo porque unas páginas más tarde el narrador indica que los legionarios
“desconocían todo de los usos, el carácter y la mentalidad de aquella gente, cuya vida les habían dado el
derecho a destruir” (Silva 2005: 120). El narrador tampoco proporciona mucha información sobre los
rifeños. En algunas ocasiones, ofrece datos sobre las viviendas o las costumbres de la zona, pero
generalmente se trata de cuestiones triviales que sirven, sobre todo, para exotizar a la población local. El
narrador indica, por ejemplo, que la poligamia es una práctica habitual en la región (Silva 2005: 88) y que
los rifeños casados suelen depilarse la zona genital (Silva 2005: 120).
6
El narrador no solo margina a los rifeños, sino que también las mujeres son relegadas a un segundo
plano. Carta blanca retrata un mundo masculino, en el que las mujeres son reducidas a roles
estereotipados: las rifeñas ocupan el papel de objeto sexual; Blanca, el gran amor de Faura, es una mujer
apasionada, pero traicionera; la madre del protagonista aparece como una figura idealizada, abnegada, que
ama a su hijo de modo incondicional; Matilde, la esposa del protagonista, es una mujer sumisa de la que el
51
ELINA LIIKANEN
de la guerra para los marroquíes facilita, por consiguiente, que el lector sienta compasión
ante el sufrimiento y los tormentos interiores de Faura. En cambio, si la novela
yuxtapusiera las vivencias del protagonista con las de las víctimas de los legionarios, es
probable que el lector juzgaría los actos del protagonista con bastante más severidad.
De todas formas, la perspectiva de Faura no solo contribuye a exculpar a los
soldados rasos, sino que también resta responsabilidad a los mandos de la Legión, en
particular a Antonio Bermejo, sargento de su pelotón. Al llevar a su pelotón de razia,
Bermejo salta las reglas de la Legión, incluso las inoficiales, 7 y anima a sus hombres a
saquear, matar, violar y torturar a civiles inocentes en nombre de una venganza personal.
En disonancia con su habitual sentido crítico, el protagonista no condena ni siquiera
mentalmente los actos de su superior, sino que opta por disculparlos:
lector llega a saber muy poco; y Josefina, la novia de Faura en Badajoz, es una joven ingenua y necesitada
de protección. Las mujeres, con la excepción de Blanca, no tienen voz propia en la novela y, en vez de
figurar como focalizadoras, suelen ser objeto de focalización de Faura, quien las observa e interpreta.
7
Los hombres de Bermejo llevan armas de fuego, aunque está totalmente prohibido: las reglas no
escritas del Tercio establecían, según el narrador, que “[l]os legionarios bien podían jugarse sus vidas, […]
pero en modo alguno arriesgarse a perder un fusil que un día pudiera usar el enemigo” (Silva 2005: 40).
52
2 Carta blanca de Lorenzo Silva
[…] después de haber sacrificado tanto sin una buena razón, o incluso con
razones corrompidas, [Faura] sentía que se debía a sí mismo conocer el
sacrificio por defender aquello que su alma creía más limpio y más cabal, a
53
ELINA LIIKANEN
pesar de todo. Había luchado, había matado y se había hecho herir por causas
que ahora le avergonzaban. No podía sumar otra vergüenza. (Silva 2005: 287)
8
Los personajes mencionan artículos periodísticos de Gaziel (véase la siguiente nota) y de Manuel
Chavez Nogales, y el libro La barbarie organizada de Fermín Galán Rodríguez.
9
Gaziel fue el seudónimo utilizado por Agustí Calvet Pascual (1887-1964), escritor y periodista
catalán admirado por la burguesía liberal y democrática.
54
2 Carta blanca de Lorenzo Silva
políticas y sociales del conflicto. No obstante, Faura reconoce que los dos lados de la
guerra tienen objetivos y métodos diferentes: según él, Franco —al que tilda de
“carnicero impasible” (Silva 2005: 288)— es “el más cuco y el más fanático de todos”
(Silva 2005: 288) y los suyos son “más fríos y más metódicos” (Silva 2005: 283),
mientras que la “única fuerza” (Silva 2005: 287) del lado republicano es “la justicia”
(Silva 2005: 287).
Faura mismo se presenta como un republicano moderado, partidario de Azaña. A
pesar de lamentar las divisiones en el seno de su bando, él mismo muestra una actitud
abiertamente hostil y despreciativa hacia los revolucionarios, tanto anarquistas como
comunistas. La novela dramatiza la tensión entre las milicias y los militares de carrera
mediante una escena en que un miliciano comunista insulta a Ramírez, oficial del
Cuerpo de Carabineros, insinuando que este es un traidor. La situación se resuelve
gracias a la intervención de Faura, pero el incidente sirve de excusa para que el
protagonista airee su opinión sobre los comunistas:
10
Al contrario que en el caso de los crímenes cometidos por los legionarios, los asesinatos cometidos
por los comunistas se relatan con mucha brevedad y sin recurrir a imágenes de violencia.
55
ELINA LIIKANEN
De esta manera, Faura da a entender que los revolucionarios solo buscan ventaja
económica personal. Mediante esta acusación, el protagonista en realidad llega a
equipararlos con los sublevados que, en su opinión, se caracterizan también por buscar
su propio beneficio. Sintomáticamente, Ramírez no contradice o ni siquiera matiza la
opinión de su amigo, sino que la aprueba rotundamente. De este modo, la ausencia de
puntos de vista alternativos hace que la novela transmita una imagen muy negativa de
los grupos revolucionarios; una imagen que, en realidad, no se diferencia mucho de la
representación demonizadora de los comunistas propagada por el propio franquismo.
Aunque el protagonista pretende purgar en la guerra civil los errores que cometió en
África, el pasado legionario sigue afectando a su forma de actuar y juzgar los
acontecimientos. Mientras que Faura condena sin vacilar los crímenes de los comunistas,
no es capaz de juzgar de modo similar los actos de los legionarios, aunque estos ahora
formen parte del enemigo. En realidad, el protagonista siente empatía hacia sus antiguos
compañeros, por lo que no es capaz de condenar los abusos que estos cometen:
A otros les cabría explicar que [los legionarios] sólo eran criaturas
fanáticas y enajenadas, y que recibían lo que se merecían; pero eso nunca
podría ser Faura quien lo dijera. Había probado en carne propia, como ellos,
hasta dónde podían escapársele a uno las consecuencias de sus actos, y aún los
actos mismos. Y más allá de otras consideraciones, nunca iba a sentirse
autorizado a menospreciar a quienes lo daban todo, por más errores que
creyera poder imputarles. (Silva 2005: 334)
Cuando uno de los milicianos en una ocasión habla de “los delincuentes del Tercio y
[…] los salvajes de los moros” (Silva 2005: 313), Faura siente la necesidad de defender
a sus excompañeros y pronuncia en su mente un largo discurso apologético:
56
2 Carta blanca de Lorenzo Silva
11
Del mismo modo, el protagonista describe también a sí mismo como “un pobre títere” (Silva 2005:
314).
57
ELINA LIIKANEN
Haciendo resonar en la mente del lector los versos del famoso poema cernudiano
(“Recuérdalo tú y recuérdalo a otros”), el pasaje citado vuelve a insistir en la
12
La única referencia a las consecuencias es un epílogo de media página, en el que el narrador indica
que Ramírez y varios otros compañeros de Faura fueron fusilados el mismo día en que éste murió (Silva
2005: 341).
13
“Para Pablo, para que lo sepa y lo recuerde, y nunca tenga que vivir nada semejante” (Silva 2005:
7).
58
2 Carta blanca de Lorenzo Silva
importancia de recordar las experiencias del pasado para extraer de ellas una lección. No
obstante, estas alusiones son casos aislados y quedan un tanto desconectados del resto
del texto, que se centra en las peripecias de Faura.
En la advertencia inicial y en los agradecimientos finales de la novela, el autor
resalta la base real, histórica, de la novela, lo que sirve para dar un aire de autenticidad a
lo narrado. Asimismo, el autor ha expresado en varias ocasiones su deseo de divulgar la
verdadera historia (supuestamente olvidada o tergiversada por otros) de los españoles
que lucharon en la guerra del Rif. Sin embargo, como señala Echevarría (24/04/2004),
“[e]l tratamiento que [Carta blanca] hace tanto de la guerra de Marruecos como de la
Guerra Civil española apenas roza […] las consideraciones históricas y mucho menos
ideológicas”. En realidad, añade el crítico,
59
ELINA LIIKANEN
pudiera contar[l]e lo que no puedo” (Silva 2005: 255). No resulta del todo claro si Faura
es incapaz de articular verbalmente su experiencia de la guerra, al contrario de lo que
sugiere la forma elaborada de su monólogo, o si simplemente elige callar por miedo al
rechazo de Blanca.
En otras palabras, la novela representa de manera realista los acontecimientos de la
guerra, pero prescinde de la mímesis de la memoria.14 En lugar de llamar la atención
sobre los problemas del protagonista para recordar y verbalizar sus vivencias, la forma
del relato más bien contribuye a ocultarlos y, de esta forma, les resta importancia. La
habitual verbosidad del narrador y la fluidez de su discurso, por una parte, y la
elocuencia y coherencia del monólogo interior del propio protagonista, por otra parte,
permiten al lector pasar por alto el hecho de que Faura posiblemente sufra de un
trastorno de la memoria por causa de los hechos que vivió en África. La ausencia de la
mímesis de la memoria sin duda facilita la lectura de la obra, al mismo tiempo desvía la
atención del lector del efecto traumático de la violencia. Y en mi opinión, si la novela no
consigue transmitir las consecuencias devastadoras de la guerra para la psique del
protagonista, o las soslaya a propósito, la detallada descripción de las atrocidades de
guerra pierde su gravedad y la violencia se convierte en mero espectáculo para el
entretenimiento del lector.
14
El término mímesis de la memoria se refiere al “ensamble of narrative forms and aesthetic
techniques through which literary texts stage and reflect the workings of memory” (Neumann 2008: 334).
60
3 DIENTES DE LECHE DE IGNACIO MARTÍNEZ DE PISÓN
1
Santos Alonso considera que la novela forma parte de “una tendencia, asentada ya hace tiempo en
la narrativa española, cuyo objetivo no es otro que el de engrosar el número de lectores que sólo buscan en
la literatura el entretenimiento y la comodidad lectora mediante una fórmula tan simple como contar una
historia atractiva y actual con una escritura correcta y una estructura transparente” (Alonso 2008).
61
ELINA LIIKANEN
en 1964, año en que muere Isabel y en que Rafael descubre la existencia de la familia
italiana de su padre. Los cuatro capítulos de la segunda parte, que cubre los años de 1966
a 1983, se centran a su vez en la vida de la generación de los hijos y enfocan
especialmente la relación conflictiva entre los dos hijos mayores y su padre.
El epílogo se sitúa en el año 1987 y muestra, otra vez desde el punto de vista de
Juan, como la vida familiar de los Cameroni ha recobrado un equilibrio tras la resolución
de los conflictos relatados en la segunda parte del libro.
Por último, el libro contiene también una breve nota del autor, en la que este
menciona algunas fuentes escritas y orales que utilizó para escribir la novela.2
62
3 Dientes de leche de Ignacio Martínez de Pisón
italianos caídos en la guerra civil. Las mujeres vuelven rápidamente a Italia sin que se
sepa nada más de ellas, pero su visita desata un cataclismo familiar: los hijos de Raffaele
se enemistan con su padre y, como consecuencia, este experimenta un cambio radical y
empieza a arrepentirse de los errores que ha cometido. Con el ánimo de reparar sus
faltas, Raffaele decide volver a Italia y hacerse cargo de su primera familia. Aparte de
parecer bastante inverosímil, esta conversión repentina al final de la novela suscita
preguntas acerca de la respuesta de Giulia y Margherita: ¿Cómo acogen al marido y
padre que los abandonó hace más de cuarenta y cinco años? ¿Qué piensan cuando este
de repente decide volver para calmar la voz de su consciencia? Sin embargo, estas
preguntas quedan sin respuesta debido a la ausencia de focalización interna en el caso de
las italianas. Su mundo interior queda fuera del alcance del lector y, por tanto, la función
de Giulia y Margherita en la novela resulta puramente instrumental.
El narrador muestra siempre una actitud afectuosa, aunque en ocasiones irónica,
hacia los protagonistas. Se interesa sobre todo por lo emocional e indaga en las
relaciones personales y los sentimientos de los protagonistas4 con tal exhaustividad que,
en ocasiones, sus explicaciones resultan redundantes y privan al lector del placer de atar
cabos por sí mismo.5 No obstante, el narrador no se explaya de la misma manera al
referirse a las cuestiones políticas o históricas, sino que parece confiar más en el criterio
y los conocimientos históricos del lector que en su habilidad para interpretar el
comportamiento de los personajes. A la hora de retratar la postura política e ideológica
de los protagonistas, el narrador no juzga a nadie ni hace hincapié en su propia postura,
sino que se burla afecuosamente tanto de las convicciones fascistas de Raffaele como de
las ideas vagamente antifranquistas de Rafael.6
Aunque el narrador toma distancia de las opiniones políticas y las creencias
ideológicas de los personajes, la elección de los personajes focalizadores sin embargo
afecta a la visión que la novela proporciona del pasado. En principio, Dientes de leche
tiene múltiples focalizadores, que además representan a varias generaciones,
orientaciones políticas y formas de ser y pensar; esta diversidad permite que la novela
indague en diferentes formas de recordar, interpretar y valorar los hechos del pasado y
del presente, como argumentaré en el siguiente apartado. No obstante, todos los
focalizadores tienen un factor en común que irremediablemente influye en su punto de
4
“[E]scribo una literatura en la que trabajo con los sentimientos, cosa que hoy está muy
desprestigiada”, declara Martínez de Pisón en una entrevista y opina que “los novelistas actuales tienden a
intelectualizar demasiado” (Martí Gómez 2008). El autor aclara que sus novelas son “choques de
sentimientos […] En definitiva, lo que busco es que las situaciones expongan a los personajes a choques
de sentimientos” (Martí Gómez 08/06/2008).
5
Con las redundancias me refiero a pasajes como el que, en el tercer capítulo de la primera parte,
trata de la fijación de Isabel por los dientes de leche de sus hijos. El pasaje en cuestión ocupa unas diez
páginas a lo largo de los cuales se repite una misma idea una y otra vez variando solo lígeramente la forma
de expresarla.
6
El autor dice al respecto: “[…] todos [los personajes] tienen el mismo derecho a la piedad. Como
novelista, me siento obligado a buscar explicación a todo tipo de comportamientos, incluidos los más
abominables. A estos últimos no les busco justificación, pero creo que tampoco les puedo negar el derecho
a que alguien trate de explicarlos, a que alguien intente averiguar por qué han acabado haciendo esas cosas
abominables. Entender, por ejemplo, a un fascista como el de Dientes de leche o a un chivato como el de
El día de mañana no implica comprenderlo ni mucho menos exculparlo” (Valc 2013: 159-160)
63
ELINA LIIKANEN
vista: a pesar de los orígenes de Isabel y las opiniones políticas de Rafael, los Cameroni
como familia pertenecen a los vencedores de la guerra, dado que se benefician de la
dictadura tanto económica como socialmente gracias a la posición de Raffaele. Por
consiguiente, el hecho de limitar la focalización únicamente a los miembros de esta
familia significa que la experiencia de los vencidos y los represaliados por la dictadura
queda excluidos del relato, salvo un breve episodio sobre la detención de Modesto en el
primer capítulo.
7
El cainismo, la supuesta incapacidad de los españoles de convivir pacíficamente y de respetar al
adversario ideológico, es un mito persistente que Franco utilizó para dar legitimidad a la dictadura. Como
indican Paloma Aguilar Fernández (2008: 319-320) y Javier Rodrigo (2006: 19), entre otros, en la
Transición este mito acentuó el miedo a una nueva guerra civil, lo que a su vez contribuyó al carácter
consensual de la Transición. Más adelante en la novela, el personaje de tía Milagros expresa otro tópico
sobre la guerra —“¡[Q]ué malas son las guerras!, ¡en los dos lados se hicieron barbaridades!” (Martínez de
Pisón 2008: 300)—, prevaleciente a partir de los años sesenta, que equipara las atrocidades cometidas por
el bando sublevado con las que se cometieron en el lado republicano.
8
Aunque, en general, la ambientación está lograda, la novela contiene una escena que llama la
atención por su inverosimilitud. En el primer capítulo de la segunda parte, hay un pasaje situado en el año
1966 en el que el joven Alberto se acerca a Elisa, a la que en ese momento apenas conoce, y le pide un
favor: después de explicarle a la chica, que tiene diecisiete años, que su hermano deficiente se masturba
todas las noches, Alberto le suplica a ella que lo acompañe para llevar a Paquito a un burdel.
64
3 Dientes de leche de Ignacio Martínez de Pisón
De acuerdo con la idea del autor, el comportamiento de Raffaele se hace cada vez
más autoritario y causa conflictos tanto en su matrimonio como en su relación con los
hijos. De este modo, la novela proyecta fenómenos de carácter público y político sobre
la esfera privada y, hasta cierto punto, representa el sistema dictatorial a través de la vida
familiar de los Cameroni.9
A diferencia de su marido, Isabel es hija de una familia de izquierdas: su hermano
Modesto, fue fusilado por los falangistas por pertenecer a la CNT y su padre, un
partidario de Azaña también llamado Modesto, es detenido durante la guerra civil, pero
Raffaele —en aquel entonces, un pretendiente algo irritante de Isabel— utiliza sus
conexiones para liberarlo. El matrimionio con el italiano libra a la propia Isabel de las
represalias y supone para ella un ascenso social y económico, pero sin embargo el
pasado seguirá atormentándola durante décadas en forma de una terrible sensación de
“ser la víctima y al mismo tiempo […] culpable. Culpable de no ser lo suficiente
fascista, culpable de tener familiares que no eran lo suficientemente fascistas…”
(Martínez de Pisón 2008: 68), que su marido explota hábilmente. Sin embargo, en el
curso de los años, Isabel deja de ser una joven insegura que se apoya en su marido para
convertirse en una mujer madura y valiente, que ya no se deja manipular. Por tanto,
cuando Raffaele, en 1962, intenta intimidar a su mujer una vez más recurriendo a la
historia familiar de esta, Isabel se siente más frustrada que asustada --“¿Hasta cuándo
tendría que seguir avergonzándose de pertenecer a los vencidos? ¿Y cuántos años más
tendrían que pasar para que prescribiera su delito, un delito que ni siquiera había
cometido?” (Martínez de Pisón 2008: 163), se pregunta— y decide abandonar a su
marido, algo insólito y muy mal visto en la España de Franco.
Isabel se separa de su marido y consigue así reconquistar su independencia, pero la
figura autoritaria de Raffaele marca de modo más profundo y permanente a los hijos
mayores de la pareja, de los que cada uno sin embargo adopta una actitud muy diferente
9
En una entrevista, el autor explica cómo en la España franquista el autoritarismo no se limitó al
sistema político, sino que llegó a afectar a muchas esferas de la vida: “El autoritarismo […] condiciona
gravemente las relaciones humanas. […] Aquí, durante cuarenta años, el autoritarismo lo ejercía el
régimen franquista, pero no sólo él: cualquiera que tuviera algún subordinado a su cargo tendía a
reproducir los mismos esquemas de comportamiento que las autoridades. Las dictaduras están llenas de
dictadores de diferentes tamaños” (López 3/2008).
65
ELINA LIIKANEN
tanto hacia su padre como hacia la historia familiar de su madre. De adolescente, Rafael,
el primogénito, alardea de sus orígenes italianos y coquetea con el fascismo. No
obstante, su actitud cambia por completo cuando, durante un viaje a Italia, se encuentra
con Giulia y Margherita, la esposa e hija abandonadas por su padre, que creen que
Raffaele murió en la guerra. A partir de ese momento, Rafael corta toda relación con su
padre, renuncia a las ideas fascistas y se interesa por la familia de su madre. Isabel le
habla de los dos Modestos perseguidos por sus ideas políticas y de un falangista llamado
el Rubio, que fue el responsable de la detención de los dos parientes de Isabel y del
asesinato del menor. Después de la muerte de Isabel en 1964, Rafael desaparece de la
vida familiar y se involucra en la militancia antifranquista. Sin embargo, mantiene el
contacto con la familia italiana de su padre, con la que siente “haber contraido una deuda
personal” (Martínez de Pisón 2008: 280). Al igual que su madre, arrastra una sensación
de culpa por hechos ajenos a él.
Entre los años 1966 y 1975, Rafael participa en las actividades de varios grupos
antifranquistas, lo que otorga al narrador una oportunidad de señalar algunas
características de la oposición organizada. Las actividades suponen sin embargo una
decepción para Rafael, y la novela acentúa la ineficacia y las debilidades de la oposición
organizada. Por un lado, el narrador enfatiza factores relativos a la organización como la
falta de conexión entre los diferentes núcleos y las divergencias ideológicas dentro de
los grupos. Por otro lado, señala la “ingenuidad” (Martínez de Pisón 2008: 268) de los
miembros de la oposición, que se hace patente en la visión utópica del propio Rafael,
que
10
Rafael no se deja seducir por las palabras grandes de sus compañeros al contrario que su padre
Raffaele, que en su día se afilió a la causa fascista precisamente porque le atraía “el mundo de las grandes
palabras: heroísmo, futuro, civilización” (Martínez de Pisón 2008: 37).
66
3 Dientes de leche de Ignacio Martínez de Pisón
esas fechas— consideran que su lucha debe estar orientada hacia el futuro, no hacia el
pasado. Frustrado por la actitud de sus compañeros, Rafael decide actuar solo y planifica
dos operaciones de venganza: una contra su padre y otra contra el Rubio. La primera
consiste en traer a España a Giulia y a Margherita para poner en evidencia a Raffaele
ante sus amigos y su familia, mientras que en el caso de el Rubio, su objetivo es hacerlo
sentir indefenso y conocer “la experiencia de convivir con el miedo” (Martínez de Pisón
2008: 285) que este, años atrás, había hecho sufrir al abuelo Modesto. Sin embargo,
Rafael no recurre a la violencia física, sino que procura intimidar a su víctima entrando
en sus múltiples viviendas y negocios dejando alguna marca de su visita, pero sin revelar
su identidad o sus motivos.
En realidad, la decisión del personaje de abandonar el movimiento antifranquista y
actuar por su cuenta hace que la lucha de Rafael se traslade del terreno público al ámbito
de lo privado, lo que pone de manifiesto que, en el fondo, sus motivaciones para
participar en la lucha antifranquista han sido siempre personales, como sugiere también
el narrador:
Mientras que sus compañeros luchan para dar lugar a un cambio político que
beneficiaría a la sociedad entera, o por lo menos a amplios sectores de la misma, Rafael
se agarra a la memoria de los males sufridos por sus familiares y responde a la violencia
antigua con una nueva violencia, por muy simbólica que esta sea.
Mientras que el hijo mayor se rebela contra Raffaele y los valores que este
representa, el mediano adopta una postura sumisa y mantiene una relación estrecha, pero
cargada de tensiones, con su padre autoritario. Al casarse con Elisa, Alberto cree haberse
librado de la autoridad de su padre, pero en realidad Raffaele sigue ejerciendo una gran
influencia sobre él y su familia. Por ejemplo, Raffaele lleva a Juan al homenaje fascista a
los italianos caídos en la guerra civil todos los años, pero Alberto no se atreve a
impedirlo, aunque protesta de modo vehemente ante su mujer: “¡[e]sa guerra es suya!”,
grita, “¡No la de los demás, y mucho menos de mi hijo!” (Martínez de Pisón 2008: 30).
Como indica Elisa, en realidad Alberto le tiene miedo a Raffaele. Incapaz de romper el
vínculo poderoso que lo une a su padre, el hijo acaba trabajando en la empresa familiar
bajo las órdenes de Raffaele y, en lugar de asumir la responsabilidad sobre su propia
vida, se considera “rehén de su padre” (Martínez de Pisón 2008: 254) y lo acusa de
“haberle impuesto un destino” (Martínez de Pisón 2008: 254). Solo cuando se entrera de
la existencia de la familia italiana de Raffaele, a los 37 años, Alberto es finalmente capaz
de enfrentarse a su padre y librarse de su influencia.
Juan, el hijo de Alberto y Elisa, mantiene una relación cordial con su abuelo en la
infancia. Desde que el nieto tiene cuatro años, él y su abuelo asisten siempre juntos,
ambos vestidos de uniforme fascista, al acto de homenaje a los italianos caídos. La
ceremonia organizada en el Sacrario Militare Italiano constituye una ocasión especial
67
ELINA LIIKANEN
para ambos. Cada año, Raffaele le cuenta a Juan la historia de sus hazañas de guerra, que
el niño aprende de memoria, palabra por palabra. Durante varios años, el nieto se siente
orgulloso de su abuelo y fascinado por la solemnidad del acto, pero en la adolescencia su
actitud cambia. Por un lado, no quiere parecerse a los jóvenes falangistas españoles, que
también participan en el homenaje y entre los que se encuentra Moisés, un chico
“bravucón” (Martínez de Pisón 2008: 29) al que detesta. Por otro lado, su percepción del
acto cambia radicalmente. Como indica el narrador, “[l]a misma ceremonia que de niño
le había deslumbrado ahora le parecía siniestra, con esos falangistas exaltados y esas
banderas ofensivas y esos himnos perturbadores” (Martínez de Pisón 2008: 28). Por
consiguiente, a los catorce años, Juan se atreve finalmente a decir a Raffaele que no
volverá a asistir al homenaje.
De esta manera, Juan se enfrenta de modo directo a Raffaele y desafía su poder y, a
partir de ese momento, la figura autoritaria del abuelo deja de ejercer influencia sobre su
vida. Sin embargo, la determinación de Juan no causa una ruptura permanente en su
relación con el abuelo. Cuando Alberto, Elisa y Juan se enteran de la existencia de la
familia abandonada de Raffaele, a diferencia de su padre, Juan no siente rencor hacia su
abuelo, sino que se convierte, junto con Paquito, en el nexo de unión entre Raffaele y
Alberto, que dejan de relacionarse directamente. En otras palabras, a pesar de rechazar la
convicción ideológica de su abuelo, Juan es, sin embargo, capaz de mantener una
relación cordial con él. De este modo, la novela perfila la generación de los nietos de la
guerra como la primera generación libre de los lastres de la historia reciente, capaz de
distanciarse crítica y emocionalmente de los males del pasado.11
Aunque las causas y las consecuencias del conflicto generacional entre los
Cameroni se deducen fácilmente del texto, el narrador sin embargo ofrece al lector
explícitamente las claves para interpretarlo mediante los pensamientos de Elisa:
Los pensamientos de Elisa parecen también constituir la tesis del autor, dado que la
opinión del personaje coincide, punto por punto, con las ideas que el propio Martínez de
Pisón ha expresado en una entrevista. En primer lugar, el personaje/el autor mantiene
que la ideología (fascista) afecta al comportamiento del seguidor no solo en la política
sino también en la vida diaria; en segundo lugar, Elisa/Martínez de Pisón afirma que el
fascismo es la causa principal de la ruptura generacional tanto en la novela como lo fue
11
Esta interpretación coincide con la opinión del autor, que dice en una entrevista que la generación
de los nietos, en la que él mismo se incluye, ya puede “aspirar a la objetividad sin implicación emocional”
a la hora de representar la guerra civil porque existe un acuerdo tácito sobre el hecho de que “un bando era
legítimo y el otro era golpista” (Amela 29/02/2008).
68
3 Dientes de leche de Ignacio Martínez de Pisón
Los detalles con los que […] después aderezaría el episodio podían haber
formado parte de la realidad pero en todo caso no de sus recuerdos […] los
pormenores, todos ficticios pero no improbables, iban agregándose unos a
otros con naturalidad, y Raffaele no tenía la sensación de estar mintiendo
cuando contaba su historia a las madrinas de guerra […] (Martínez de Pisón
2008: 49)
En el hospital, Cameroni conoce a Isabel, su futura esposa, a la que engaña con sus
fabulaciones. Al principio, a Isabel le incomodan las atenciones de Raffaele, pero todo
cambia cuando los falangistas detienen a su padre, considerado desafecto al nuevo
régimen, y no le queda otra opción que recurrir a la ayuda del italiano. Para liberar a
12
En una entrevista con Ángeles López (3/2008), el autor compara la relación entre Juan y Raffaele
con la que tuvo él mismo con su abuelo: “abuelos como el de mi novela, aunque no fueran italianos sino
españoles, los hemos tenido muchos de mi generación. Por ejemplo, mi abuelo materno, al que estuve muy
unido en mi infancia, era carlista.”
69
ELINA LIIKANEN
Modesto, Raffaele solo necesita hacer una llamada teléfónica, pero en su imaginación,
que sigue los patrones narrativos propios de la épica, lo ocurrido se presenta como una
proeza en la que él mismo ocupa el papel del “héroe” que, “como en las narraciones
tradicionales”, tiene que cumplir una “misión […] encomendada por la mujer a la que
amaba” (Martínez de Pisón 2008: 69). Desde luego, Raffaele nunca revela a Isabel lo
fácil que le resultó liberar a Modesto. Después de la guerra, Cameroni se instala en
España y se casa con Isabel ocultándole el hecho de que ya tiene una familia en Italia.
Sin embargo, esta mentira empieza a pesarle después del nacimiento de Paquito, el tercer
hijo del matrimonio, ya que Raffaele se da cuenta mucho antes de que su esposa de que
el hijo es deficiente al igual que Margherita, la hija a la que abandonó en Italia. La
presencia de Paquito reaviva su culpabilidad y angustia, y Raffaele empieza a sentir
rechazo hacia su hijo, lo que causa tensiones en el matrimonio. Incapaz de confesar la
causa de su angustia, el comportamiento de Raffaele se hace cada vez más agresivo, por
lo que su relación con Isabel y los hijos empieza a deteriorarse.
Mientras que las mentiras y los secretos de Raffaele pasan factura en el entorno
familiar, en la vida pública se convierte en un próspero hombre de negocios. Después de
la guerra, se apodera del negocio del padre de Isabel —una fábrica de pastas llamada La
Confianza— y, gracias a la corrupción endémica y sus buenas relaciones con la gente
del régimen, la empresa crece y prospera aportando a los Cameroni un ascenso social y
económico.13 Fiel a su propensión a manipular los hechos e idealizarse a sí mismo, poco
a poco Raffaele convierte su trayectoria empresarial en un “relato casi épico” (Martínez
de Pisón 2008: 235), que le gusta recitar ante sus empleados “sin dejar en ningún
momento de ponderar las cualidades que aprecia […] en sí mismo: su afán de
superación, su olfato para los negocios, su capacidad de adaptación a los nuevos
tiempos” (Martínez de Pisón 2008: 235). Del mismo modo que el relato de las supuestas
hazañas de guerra, también esta narración exagera sus logros y sus características
personales positivas, mientras que oculta los aspectos prosaicos y vergonzosos del
pasado, sobre todo el hecho de que el éxito empresarial de La Confianza —como de
tantos otros negocios en la España de Franco— no habría sido posible sin la corrupción
y la protección del régimen.
Alberto, el hijo mediano de Raffaele, no comparte el carácter autoritario y
egocéntrico de su padre, pero muestra una tendencia parecida a reinventar pasajes de su
vida, si bien lo hace de forma menos consciente e interesada que su progenitor. Cuando
Alberto se entera de que su padre había tenido otra familia en Italia, siente que “el relato
de su vida familiar” (Martínez de Pisón 2008: 333) pierde toda su coherencia por basarse
en “una inmensa mentira” (Martínez de Pisón 2008: 333). Furioso y desubicado, Alberto
busca refugio en el pasado y vuelve en su memoria al periodo más feliz de su vida, que
abarca los dos años transcurridos entre la separación de sus padres y la muerte de su
13
Como excombatiente del bando nacional, Raffaele consigue establecer un acuerdo con un
falangista de la Jefatura local del Movimiento, que le facilita partidas de harina “distraídas” al control de
los inspectores a cambio de un cuarenta por ciento de los beneficios. Dado que la administración no solo le
proporciona la materia prima, sino que también le compra el producto final (Martínez de Pisón 2008: 120),
Cameroni tiene el negocio asegurado.
70
3 Dientes de leche de Ignacio Martínez de Pisón
Que entre las fotos de esa época no hubiera ninguna en la que apareciera
Rafael no desarmaba sus ensoñaciones. Aquellos dos años de felicidad serían
exactamente como él quisiera recordarlos, y de ellos estaba excluido su padre
pero no su hermano mayor. (Martínez de Pisón 2008: 354)
En el fondo, la forma en que Alberto concibe el pasado tiene sin embargo más en
común con la de su madre que con la de su padre. Tanto el hijo como la madre se
obsesionan con el paso del tiempo e intentan retener el pasado, que ambos asocian con la
felicidad perecedera de la vida familiar. Asimismo, para los dos la memoria del pasado
se materializa en objetos.
Cuando la relación entre Isabel y Raffaele empeora después del nacimiento de
Paquito, ella desarrolla un comportamiento compulsivo que, según el narrador, se debe a
su resistencia “a aceptar el paso del tiempo” (Martínez de Pisón 2008: 127) y “su miedo
a los cambios” (Martínez de Pisón 2008: 128). Sin embargo, el mayor símbolo del
aferramiento de Isabel a los felices años del pasado son los dientes de leche de sus hijos,
que para ella representan “todas las cosas bonitas que el tiempo y la vida obligaban a
dejar atrás” (Martínez de Pisón 2008: 125). Incapaz de desprenderse de ellos, Isabel los
guarda en unas cajitas, hasta que un día Raffaele los tira a propósito para provocar a su
mujer acentuando así el distanciamiento entre los cónyuges.
De modo parecido, en la mente de Alberto el paso del tiempo equivale “a una
desgracia lenta, pausada” (Martínez de Pisón 2008: 294). Se siente inmensamente feliz
con su mujer e hijo, pero al mismo tiempo la posibilidad de perder esa dicha le causa una
gran angustia. Para retener la “inesperada plenitud” (Martínez de Pisón 2008) de los
momentos mágicos que vive junto con su familia, Alberto recurre a la cámara de fotos,
aunque el resultado nunca es el deseado:
[…] luego veía las fotos y […] notaba que les faltaba justo aquello que
andaba buscando. Y no solo esas fotos no le ayudaban a revivir esos momentos
de felicidad sino que más bien vendrían a certificar su condición de
perecederos. Parecían decir: Sí, esa mañana en el parque o en los Pirineos
fuisteis felices, verdaderamente felices, pero ¿no te das cuenta de que esa
71
ELINA LIIKANEN
14
La afición por la fotografía proporciona al personaje una conexión con la historia familiar reciente
también de modo más concreto. Alberto establece un curioso ritual fotográfico con una tía de su madre:
cada dos o tres semanas, Alberto hace una serie de retratos a la tía Milagros, que se viste siempre con ropa
distinta, cada vez perteneciente a una época anterior. Mientras posa, la tía recuerda alguna de las ocasiones
en las que se ha vestido con la prenda en cuestión y, de este modo, Alberto y ella van “recorriendo a la
inversa las pequeñas efemérides de la historia familiar” (Martínez de Pisón 2008: 259).
72
3 Dientes de leche de Ignacio Martínez de Pisón
rellenaban el vacío de muchos otros momentos en que nadie les había fotografiado”
(Martínez de Pisón 2008: 17).
Aparte de las observaciones del propio Juan, el narrador llama la atención sobre
cómo la percepción del pasado muda con el tiempo y cómo, por consiguiente, también el
significado que la memoria asigna a las fotografías antiguas cambia. De pequeño, Juan
disfruta de la vistosa ceremonia de los homenajes y se siente orgulloso de compartir la
experiencia con su abuelo, un auténtico héroe de guerra, pero en la adolescencia el joven
empieza a sentirse incómodo en la celebración fascista y finalmente se niega a participar.
De adulto, Juan advierte en las fotos un nuevo matiz que indica un cambio sustancial en
su percepción de los hechos:
La imagen del nieto y del abuelo vestidos de fascistas tenía […] algo de
parodia, de una parodia involuntaria en la que un niño remeda la grandiosidad
de los gestos de un viejo y la reduce a lo que de verdad es, simple y hueca
afectación. Como en las parejas de payasos: el payaso tonto y el payaso listo,
que en realidad es tan tonto como el payaso tonto. (Martínez de Pisón 2008:
17)15
15
Estas líneas contienen, sin duda, una alusión a la foto que aparece en la portada del libro, en la que
se ve un niño, vestido de uniforme, haciendo un saludo fascista.
73
ELINA LIIKANEN
74
3 Dientes de leche de Ignacio Martínez de Pisón
homenaje después del programa oficial. Unas cuarenta o cincuenta personas, de las que
muchas llevan condecoraciones, insignias fascistas o camisas negras, participan en el
homenaje. Entre los asistentes hay también bastantes jóvenes, lo que alegra a Raffaele,
convencido de que “los ideales del Fascio seguían […] vivos entre las nuevas
generaciones, y sólo había que esperar que volviera a llegar su momento en el torbellino
de la Historia” (Martínez de Pisón 2008: 324).
No obstante, el optimismo de Raffaele no coincide con el mensaje que transmite la
obra en su conjunto. En lugar de a los neofalangistas, Dientes de leche elige como
representante de la generación de los nietos de la guerra a Juan que, una vez llegado a la
adolescencia, deja de asistir a los homenajes y se desvincula por completo del fascismo.
[…] aquel momento era bastante más importante para ellos de lo que él
podía suponer. Ellos estaban allí para convocar el pasado, un pasado en que
fueron jóvenes y felices, y en esa ceremonia privada Juan tenía que evitar
comportarse como un aguafiestas (Martínez de Pisón 2008: 377).
En efecto, Alberto, Elisa y Paquito salen en el filme y Juan ve cómo sus padres se
emocionan:
Lloraban por la juventud perdida y por el tiempo que había pasado desde
que se conocieron. Lloraban por el amor que se habían dado y el que seguirían
dándose en el futuro. Lloraban por los momentos buenos y los malos que
habían vivido juntos. Lloraban por ellos mismos, por los muchos recuerdos que
atesoraban. Lloraban también por su felicidad, y llorar así devolvía una parte
de la felicidad. (Martínez de Pisón 2008: 379)
Estas palabras sentimentales, junto con una observación jocosa de Paquito, cierran
la novela. De este modo, los recuerdos idealizados de Elisa y Alberto convierten el
pasado en una época dorada, en un paraíso perdido y pozo de nostalgia, de la que están
excluidos todos los elementos negativos, tanto los conflictos familiares como la realidad
de la dictadura. La memoria nostálgica constituye así “una ceremonia privada” en la que
75
ELINA LIIKANEN
Juan tiene que “evitar comportarse como un aguafiestas”. ¿Sugiere la novela, por tanto,
que la respuesta más adecuada ante las memorias nostálgicas e idealizadoras del pasado
—que proliferan no solo en la memoria individual sino también en la colectiva— sería
dejarlas florecer en lugar de intervenir y enfrentarlas con puntos de vista más críticos o
con datos que puedan resultar incómodos?16
El final se contrasta con el resto de la novela también en cuanto a la representación
del funcionamiento de la memoria autobiográfica. A lo largo de la obra, el narrador
llama la atención sobre cómo los personajes modifican sus recuerdos del pasado
numerosas veces, pero en el epílogo estas observaciones brillan por su ausencia. Aunque
las últimas páginas contienen un fragmento que llama la atención sobre la falibilidad de
la memoria, a diferencia de otras veces, se trata de unos detalles totalmente
intrascendentes: antes del comienzo de la película, Paquito, Elisa y Alberto entran en
una discusión al intentar recordar los objetos que cada uno había tenido que llevar —¿a
quién habían dado el bolso?, ¿quién había llevado el paraguas? ¿y quién había tenido el
bastón?
Si bien los problemas y las consecuencias del autoritarismo son resueltos en la
novela a nivel familiar, las cuestiones de relevancia pública, en cambio, simplemente se
desvanecen en la trama a lo largo de la novela. Mientras que la primera parte del libro
aborda temas como la guerra, la represión de los vencidos y la corrupción, en la segunda
parte este tipo de asuntos apenas se mencionan. Por ejemplo, la empresa de Modesto,
apoderado por Raffaele, crece y prospera gracias a la corrupción endémica de la
dictadura, como se revela en el capítulo dos de la primera parte, pero más adelante
ninguno de los personajes —tampoco el narrador— se preocupa por este hecho, que sin
embargo constituye el origen del bienestar material de las sucesivas generaciones de la
familia. A Alberto, cuando trabaja en la Confianza, le interesa solamente la
modernizacón de la fábrica, mientras que a Rafael le importa solo la traición que
Raffaele cometió al abandonar a su familia italiana. Asimismo, el tema de la represión
de los vencidos se da por resuelto en cuanto Rafael lleva a cabo su venganza particular
contra el Rubio.
La desaparición de los temas relacionados con la guerra y la dictadura hacia el final
de la novela contribuye a crear la sensación de que las barbaridades y las injusticias del
pasado están superadas, aunque más bien han sido dejadas a un lado. En una entrevista,
16
El autor ha señalado en dos artículos que esta escena está inspirada en un recuerdo de familia de su
amigo Félix Romeo, a quien agradece el préstamo en la nota del autor al final de la novela (Martínez de
Pisón 2011; Martínez de Pisón 22/05/2012). El padre de Félix y algunos amigos suyos participaron como
extras en el rodaje de Culpable para un delito y, muchos años después, el hijo fue junto con sus padres a
ver la película en la Filmoteca. Al ver la película, los padres lloraron, pero no tanto por nostalgia de la
juventud perdida ni por la felicidad de una larga vida compartida, como hacen Alberto y Elisa en la
novela, sino más bien por tristeza al reconocer en la pantalla a varios amigos suyos ya muertos. Antes de
escribir Dientes de leche, Martínez de Pisón ya había utilizado la misma escena en un relato titulado “Una
ceremonia privada”, pero quiso reescribirlo porque en el relato no consiguió, en su opinión, transmitir “la
intensidad del afecto que, después de tantos años, seguía uniendo a la pareja” (Martínez de Pisón
22/05/2012) que se ve en la pantalla después de muchos años de matrimonio. En su crítica de Dientes de
leche, Santos Alonso (2008) destaca la disonancia entre el prólogo, que califica de “una pequeña obra
maestra de narrativa breve”, y el epílogo, que se justifica en su opinión solo “por el deseo del autor de
concluir con un final pastelero y complaciente”. Sin embargo, Martínez de Pisón (22/05/2012) ha dicho
que no le importa que el final resulte “cursi”.
76
3 Dientes de leche de Ignacio Martínez de Pisón
Martínez de Pisón explica que su propósito fue reflejar en la novela “cómo aquella
España bárbara fue evolucionando poco a poco hasta llegar a un momento en que se
convirtió en una España muy parecida a cualquier otro país europeo” (Martí Gómez
08/06/2008). Efectivamente, la España en la que Juan se hace adulto a finales de los
ochenta es muy distinta de la España a la que llegó Raffaele durante la guerra civil, pero
lo que la novela omite son los factores que hicieron posible esta evolución. Si tomamos
en cuenta que Dientes de leche no representa la militancia antifranquista (ni la sociedad
civil en general) como un agente de cambio efectivo,17 la novela parece sugerir que la
evolución ocurrió por si sola, como si de un proceso natural se tratara o,
alternativamente, que el cambio se generó desde dentro del mismo régimen dictatorial.
El marco temporal de la novela resulta significativo en cuanto a la imagen optimista
que el final de la obra transmite. El epílogo se sitúa en 1987 y muestra una estampa de
familia feliz: Juan, el joven de la familia, acaba de empezar sus estudios, el matrimonio
de Alberto y Elisa vuelve a florecer, y Paquito se ha establecido en la casa de su
hermano y se mantiene en contacto con Raffaele mediante cartas que Juan le ayuda a
escribir. Las diferencias han sido superadas y el equilibrio ha sido establecido tanto
dentro de la familia como en el país, que tiene un gobierno democrático de izquierdas.
Históricamente, se trata de un periodo marcado por el optimismo, en el que la sociedad
española, orientada hacia el futuro y deseosa de dejar atrás el pasado, 18 se mostraba en
general satisfecha con la Transición. El movimiento por “la recuperación de la memoria
histórica”, que cuestionará la manera en que se llevó a cabo la transición a la
democracia, no emerge hasta mucho más tarde, hacia finales de los años noventa. Por
tanto, terminar la novela en el año 1987 permite al autor retener el optimismo de los
años ochenta y dejar fuera de la novela los problemas planteados, por ejemplo, por las
asociaciones de la memoria histórica.
Asimismo, la actitud del narrador de la novela es, en general, conciliadora. En
ocasiones, la voz del narrador adopta un tono burlón al referirse al comportamiento o los
ideales de los personajes —tanto de los fascistas como de los antifranquistas— con el fin
de marcar distancia, pero su actitud es, sin embargo, siempre comprensiva, nunca
sentenciosa o malintencionada. La mezcla de nostalgia y parodia, que caracteriza la
postura del narrador, se hace patente también en la portada de la novela, en la que hay,
debajo del título, una fotografía de un niño vestido de uniforme que levanta el brazo en
saludo fascista. Por un lado, el título hace referencia a la obsesión nostálgica de Isabel de
guardar los dientes de leche de sus hijos, que para ella “representaban todas las cosas
bonitas que el tiempo y la vida obligaban a dejar atrás” (Martínez de Pisón 2008: 125).
Por otro lado, la fotografía alude a los pensamientos de Juan que, al observar sus fotos
de infancia, se pregunta si existe alguna en la que se le ve de uniforme haciendo el
saludo romano. En el caso de que exista, Juan piensa que “en esa foto su imagen de niño
17
La descripción de la militancia antifranquista en la novela resulta bastante caricaturesca y no hace
justicia al papel importante que algunos grupos organizados, sobre todo el Partido Comunista, y la
sociedad civil tuvieron en la Transición, según muchos historiadores.
18
Como ha constatado el historiador Santos Juliá, uno de los más fervientes defensores de la
Transición, una vez conquistada la democracia, "pensar en Franco parecía una especie de masoquismo
vulgar" (Fernández Rubio 1992).
77
ELINA LIIKANEN
disfrazado parodiaría sin quererlo la adusta grandeza de […] todos los fascistas”
(Martínez de Pisón 2008: 24).
Como consecuencia de los procedimientos señalados más arriba, la novela en su
totalidad transmite una imagen bastante indulgente del pasado reciente de España.
Además, el libro presenta el pasado dictatorial como un periodo cerrado,
desconectándolo así del presente y de las preocupaciones actuales. Aunque el éxito de la
novela se debe en parte al boom de la memoria histórica en cuyo marco se inscribe,
Dientes de leche se diferencia de muchas otras novelas sobre el pasado reciente de
España en cuanto a la actitud que adopta ante la historia cercana. En lugar de “revelar”
injusticias del pasado y reivindicar la figura de las víctimas de la guerra o la dictadura,
como es habitual en las novelas sobre este periodo, el libro narra la historia de una
familia de vencedores que vivió tranquilamente durante la dictadura y puede recordar
ese tiempo con nostalgia. Además, la obra contiene muchos detalles de la vida cotidiana
de la época que seguramente resultan familiares a los lectores y, por tanto, contribuyen a
provocar en el receptor el mismo tipo de nostalgia que el visionado de la vieja película
produce en Alberto y Elisa. Mientras que las novelas de tono más miltante están a
menudo orientadas a causar en el lector indignación moral, que puede resultar en algún
tipo de acción, Dientes de leche parece perseguir más bien un efecto calmante, que invita
al lector a pasar página y dejar atrás los agravios del pasado.
78
4 CARTAS DESDE LA AUSENCIA DE EMMA RIVEROLA
79
ELINA LIIKANEN
1
Una nota de la autora a pie de página aclara que la versión de las cartas incluida en la novela se
corresponde con el duplicado guardado por el Servicio Exterior de Falange, que interceptaba todas las
cartas de los niños de Rusia y las censuraba antes de entregarlas a sus destinatarios (Riverola 2008: 192) .
2
No obstante, la novela contiene tres notas de la autora, dos de las cuales (Riverola 2008: 54, 62)
aportan información sobre algún personaje histórico y una (Riverola 2008: 192) que se refiere al
procedimiento a que las autoridades españolas sometían las cartas de los menores expatriados.
80
4 Cartas desde la ausencia de Emma Riverola
3
Por ejemplo, la carta en que el cónsul británico R. C. Stevens informa a Henry Chilton, embajador
de su país en España, sobre la destrucción de Guernica y opina que los vascos deberían rendirse (Riverola
2008: 53-55). Asimismo, se reproduce en la novela una circular del Ministerio del Interior de la República
que prohíbe a los periódicos toda crítica al gobierno de la URSS (Riverola 2008: 78) y se incluye también
el último parte de la guerra civil emitido por Franco el 1 de abril de 1939 (Riverola 2008: 98). Estos textos
se distinguen de las cartas ficticias por una tipografía distinta.
La novela incluye también una carta de Ernst Morisovich Gere o “Pedro”, Consejero del PSUC,
delegado de la Internacional Comunista y responsable de la NKVD en Cataluña durante la guerra civil
(Riverola 2008: 61-62). Esta carta está inspirada en un informe real de Gere, también fechada el 22 de
mayo de 1937, aunque es más breve y el contenido es más simple. La nota de la autora a pie de página
proporciona información sobre “Pedro” y da a entender que se trata de un documento histórico.
4
“Pedro” hace una segunda aparición en la novela como destinatario de una carta en que Salvador
denuncia a su antiguo amigo Jaume como “un peligroso activista del POUM” (Riverola 2008: 73). Otro
ejemplo de la mezcla de lo real y lo ficticio es la carta en que el Ministerio de Defensa Nacional informa a
Carmen de la muerte de Jaume (Riverola 2008: 95).
81
ELINA LIIKANEN
5
Según la autora, la decisión de no incluir cartas entre los años 1980 y 2005 fue “más emocional que
recional” (Korcheck 19/04/2009). Riverola dice que imaginó que “durante esos años […] mis personajes
irían tornándose más conformistas, viendo como los sueños iban desmoronándose sin que la historia
volviera a regalarles momento de ’efervescencia’ ideológica. Son 20 años callados, los 20 años del
desplome final del communismo” (Korcheck 19/04/2009).
82
4 Cartas desde la ausencia de Emma Riverola
todo en la correspondencia de Jaume, militante del POUM que escribe desde el frente, y
su hermano Ramon, políticamente más moderado, que sigue el desarrollo de la situación
en Barcelona. En cambio, las cartas cruzadas entre Carmen y Gloria permiten al lector
hacerse una idea de la vida en la retaguardia y asomarse a la experiencia de los vencidos
en la posguerra. Aunque prácticamente todos los personajes se identifican con el lado
republicano, la novela consigue sin embargo dar lugar a una visión crítica de este bando
gracias a dos factores: por un lado, la selección de acontecimientos, que llama la
atención sobre las traiciones y las divisiones internas en el lado republicano6 y, por el
otro, la capacidad analítica y la autorreflexividad de los personajes, que les permite
meditar con cierto distanciamiento sobre los errores de su bando, así como sobre su
propia actuación.
Al principio de la guerra, Jaume está lleno de entusiasmo, incluso eufórico, aunque
se marcha al frente contra la voluntad de su mujer, embarazada de siete meses. Decidido
a luchar por sus ideales, la justicia y la igualdad social, siente que está “cambiando el
curso de la historia” (Riverola 2008: 20) y “contribuyendo a forjar un nuevo mundo”
(Riverola 2008: 19). En sus primeras cartas, confía en que la guerra acabará en unas
semanas, pero su ánimo sigue firme meses después cuando ya es evidente que la guerra
no será tan breve y la vida en campaña ha revelado sus incomodidades.
Mientras, Ramon informa a su hermano de los avances de la revolución en
Barcelona: habla del proceso de colectivización, de la expropiación de bienes, de los
comedores populares, del libre acceso a los colegios, de los puños en alto y de los monos
azules de los milicianos, que llenan la ciudad. A pesar de los logros de la revolución,
Ramon tiene dudas crecientes, por ejemplo, sobre el derecho de arrebatar la propiedad a
los pequeños empresarios que han construido su negocio con trabajo honesto. Más
adelante, discute en sus cartas cuestiones como la decisión de la Generalitat de
militarizar las milicias —hecho que indigna a Jaume— y la creciente influencia de los
soviéticos. En mayo de 1937, Ramon transmite a Jaume la noticia del sangriento
enfrentamiento entre los anarquistas, apoyados por el POUM, y las fuerzas del Gobierno
aliado con el PSUC y el PC.
El enfrentamiento entre “los hermanos comunistas” (Riverola 2008: 60) en medio
de una guerra contra el fascismo entristece y decepciona a Jaume. “No, me niego a
creerlo” (Riverola 2008: 60), escribe a su hermano. No obstante, la situación se agrava
en Barcelona y pone en peligro a Jaume. Debido a la enemistad con Moscú, los
miembros del POUM son acusados de ser “agentes del fascismo” (Riverola 2008: 62) y,
después de las jornadas de mayo, el partido es ilegalizado y la división de Jaume
desmantelada. Él consigue escapar, pero su antiguo amigo Salvador, ahora miembro del
PSUC, lo denuncia y Jaume es encarcelado. Durante un año, Jaume transita entre la
cárcel Modelo, varias checas y un campo de trabajo, en los que es custodiado y torturado
salvajemente por sus antiguos compañeros de lucha. No obstante, en el agosto de 1938
6
Hans Lauge Hansen (2012: 90, 91) indica que “la representación de la violencia injustificada e
ilegal […] en el territorio republicano” es una de las maneras que se emplean habitualmente en las novelas
recientes para romper con el modelo dicotómico de los años ochenta y noventa que “representaba a los
republicanos como los buenos y las víctimas, y a los nacionales como malos y brutos”.
83
ELINA LIIKANEN
consigue escapar y vuelve al frente para seguir defendiendo la República hasta que
muere en un combate un mes más tarde.
En su última carta a Ramon desde el frente, el optimismo inicial de Jaume ha sido
sustituido por la decepción porque ha visto cómo sus compañeros de lucha, una vez en el
poder, simplemente reproducen las conductas del enemigo, en lugar de construir un
nuevo mundo más justo e igualitario:
A pesar de haber sido tratado como un traidor por los suyos, sigue utilizando el
pronombre “nosotros”, quizás porque tampoco él mismo ha conseguido estar a la altura
de sus propios ideales. En una carta anterior, Jaume cuenta a su hermano cómo llegó a
manchar sus ideas de sangre ya antes de la guerra: en 1935, participó en una acción de
GABOC,7 cuyo objetivo fue defender a unos trabajadores que estaban en huelga. Sin
embargo, los obreros fueron atacados por dos mercenarios —uno de los cuales fue
Salvador, que en ese momento aún era amigo y supuestamente también compañero
político de Jaume— y, en el tiroteo consiguiente, Jaume mató a un joven obrero.
“[D]esde que empezó la guerra debo de haber matado a decenas de hombres” confiesa
Jaume a su hermano, “algunos de ellos chavales no mayores que aquel. Pero de ninguna
de esas muertes no me he sentido responsible. Sólo de aquella. La que me convirtió, ante
mi propia conciencia, en un asesino” (Riverola 2008: 51). El día siguiente al tiroteo,
Jaume se encontró con Salvador, pero el remordimiento y la culpabilidad por la muerte
del joven lo hicieron callar sobre la traición de su antiguo amigo, y así se convirtió en su
“cómplice” (Riverola 2008: 51).
En su última misiva a Ramon, Jaume confiesa que las traiciones y los errores de los
suyos han hecho tambalear “su fe en el ser humano” (Riverola 2008: 94), pero al mismo
tiempo niega rotundamente que lo ocurrido haya quebrado sus convicciones:
7
Los GABOCs fueron los grupos de acción directa del BOC (Bloque Obrero y Campesino) y el
origen de las milicias del POUM, partido que nació en Barcelona en septiembre de 1935 como resultado
de la unificación de la Izquierda Comunista de España (ICE) con el Bloque Obrero y Campesino (BOC).
84
4 Cartas desde la ausencia de Emma Riverola
señaló en su última carta cómo la subida al poder afectó a los comunistas, Ramon ve
cómo el poder vuelve a cambiar de manos y pasa a las fuerzas franquistas después de la
guerra:
Los que antes eran los dueños de la calle y lucían orgullosos los símbolos
de su conquista, ahora miran al suelo y pasan lígeros de paso, tratando de
fundirse en la nada. Las víctimas de antes son los fanfarrones dueños de ahora
y perpetúan la espiral de injusticia que ellos sufrieron (Riverola 2008: 103).
Para Carmen, alejada del mundo de la política y de las ideologías, la guerra significa
únicamente muerte, destrucción y un dolor interminable. Mientras que ella se ve como
una de las innumerables víctimas inocentes de un conflicto al que se considera ajena,
Gloria en cambio reflexiona sobre cómo la guerra envuelve y compromete a todos:
85
ELINA LIIKANEN
[e]l recuerdo público del pasado sólo nos educa si nos pone personalmente
en cuestión y nos muestra que nosotros mismos (o aquellos con quienes nos
identificamos) no hemos sido siempre la encarnación del bien o de la fuerza.
4.5 La herencia
Aparte del discutir el papel de los comunistas en la guerra civil, Cartas desde la
ausencia plantea también el tema de los llamados niños de Rusia, cuya historia se narra
mediante la trayectoria de Andreu y Víctor, los hijos de Jaume y Carmen. En junio de
1937, Carmen y sus hijos se encuentran en Bilbao, que está a punto de caer ante los
ataques de los fascistas. La Cruz Roja Internacional se prepara para evacuar a los niños
de la ciudad y Carmen decide enviar a Andreu y a Víctor a la URSS para ponerlos a
salvo, creyendo que podría recuperarlos una vez terminada la guerra. Sin embargo, los
niños son retenidos por las autoridades soviéticas durante casi veinte años. Por
86
4 Cartas desde la ausencia de Emma Riverola
9
Una carta incluida en la novela cita palabras reales del escritor falangista Federico de Urrutia,
publicadas en 1952, que reflejan bien la actitud de las autoridades franquistas hacia los niños de Rusia:
“Es normal el olvido de la guerra [….], aún sigue pendiente un tema: los menores expatriados en 1937 que
lo fueron a la fuerza o engañados. Especial atención merecen los niños que fueron a Rusia, pues dada la
infrahumana educación recibida, ya habrán dejado de ser criaturas humanas, para convertirse en
desalmados entes sovietizados. Niños educados para el activismo e insensibilizados al cariño, que no
solamente han perdido la facultad de sentir afecto, sino que hasta han repudiado a sus padres con el más
soviético de los cinismos. Niños corrompidos por el comunismo […]” (Riverola 2008: 219).
87
ELINA LIIKANEN
10
En el monólogo, Andreu sin embargo reflexiona sobre cómo las circunstancias externas pueden
condicionar la trayectoria de una persona utilizando como ejemplo la historia de Ramón Mercader, el
asesino de Trotski, al que conoce en Cuba a principios de los años 1960. A pesar de ser un asesino
repudiado, Andreu lo considera un hombre “[s]ensible, educado, cariñoso” (Riverola 2008: 157) y dice
que puede vislumbrar en él “la víctima que siempre se esconde en los culpables, especialmente en los
verdugos a los que, en algún momento, se les enturbian las razones de sus actos” (Riverola 2008: 158). En
otras palabras, lo que sugiere Andreu es que Mercader, aun siendo culpable de su crimen, es hasta cierto
punto también una víctima de sus circunstancias vitales: de una madre fanática “que limitó su educación a
doctrina” (Riverola 2008: 158), de la ausencia de su padre, de la presión a la que lo sometía el partido, de
las promesas de los prohombres, etc. Aunque estos factores no justifican el delito, pueden sin embargo
ayudar a entender por qué Mercader llegó a hacer lo que hizo.
En el caso de Andreu, es evidente que las circunstacias externas influyen en sus decisiones, pero la
novela enfatiza la voluntad y el libre albedrío del personaje. Andreu no es mera víctima de las
circunstancias, sino un sujeto que toma decisiones, forja su propio camino y también carga con las
consecuencias de sus elecciones; como prueba de ello, su hermano Víctor, a pesar de haber vivido en las
mismas circunstancias, opta por una vida radicalmente diferente.
88
4 Cartas desde la ausencia de Emma Riverola
separa su mundo de aquel en que ha crecido su hija —al igual que la mayoría de los
lectores—, Andreu anticipa en su mente los prejuicios y las acusaciones de su hija, y el
tono de su discurso interior alterna entre una actitud defensiva, en ocasiones muy
agresiva, y el deseo de hacer inteligibles sus decisiones, su forma de pensar y sus
convicciones de antaño. Andreu supone que su hija es pacifista, a los que desprecia, y se
entretiene con la idea de presentarse ante ella como un defensor recalcitrante de las
viejas verdades: “Estar dispuesto a manchar tus manos de sangre, convertirte en un
asesino por liberar a miles de personas, ¡eso es solidaridad, eso es justicia!” (Riverola
2008: 156), exclama en su mente. En los recuerdos de juventud de Andreu se dibuja un
mundo en el que la violencia era inevitable, incluso deseable: la revolución exigía la
muerte de los opresores y los traidores, y para lograr el bien colectivo era necesario
superar “tu propia y mezquina moral” (Riverola 2008: 155):
89
ELINA LIIKANEN
fueron los únicos cómplices de la tiranía, sino que señala también a los comunistas de
los países del oeste de Europa. “[C]uidado, Paula,” quiere decirle a su hija,
no me culpes sólo a mí. Fui tan cómplice como todos los príncipes de
vuestros partidos comunistas que, sabiendo la verdad, continuaban cantando
las virtudes del paraíso soviético. Tan culpables como algunos de vuestros
reputados intelectuales que, rendidos a los halagos y a los viajes a Moscú […],
se sumaban a las loas. Ellos sabían. Pero cuando la verdad les explotaba ante
los ojos, tomaban un avión hacia París y allí pasaban los días, en tertulias de
café alabando al monstruo de pies de barro. Nosostros no teníamos ese billlete
a París. (Riverola 2008: 144)
Por otro lado, también recuerda el sacrificio del pueblo ruso en la Segunda Gurra
Mundial que, como señala a su hija, contribuyó a salvar las democracias del oeste:
90
4 Cartas desde la ausencia de Emma Riverola
11
Según Riverola, Cartas desde la ausencia requirió un largo proceso de documentación histórica:
aparte de entrevistar a personas que habían vivido la guerra y consultar memorias, también acudió al
archivo de Salamanca para tener acceso a la correspondencia interceptada de los niños de la guerra
(Domènech 24/04/2008).
91
ELINA LIIKANEN
de lucha podría ser viable en el siglo XXI, en un mundo posterior a los grandes relatos
como el comunismo?
Mediante el final abierto, la novela vincula, aunque sea de modo indirecto, las
luchas del pasado con los retos del presente. En lugar de presentar la historia como un
proceso evolutivo, Cartas desde la ausencia deja patente que las injusticias no han
desaparecido; simplemente, señala que las viejas formas de lucha han fallado, por lo que
es necesario buscar nuevas vías para convertir el mundo en un lugar mejor. Desde luego,
la novela habla de temas como la herencia de un pasado violento, los sueños rotos y las
rupturas en la transmisión de la memoria, pero no se estanca en el pasado y en las
experiencias dolorosas, sino que dirige la atención hacia el futuro. Además, este futuro
no está decidido de antemano, sino que se presenta abierto: lo que será depende de las
elecciones que tome Paula y que tomemos todos, incluido el propio lector.
92
5 CONCLUSIONES
Las tres novelas analizadas en este capítulo, Carta blanca, Dientes de leche y
Cartas desde la ausencia, que en mi clasificación pertenecen al modo vivencial de
representar el pasado, comparten una serie de características que dan lugar a una
experiencia de lectura parecida. Las tres obras reivindican la vivencia de personas
comunes afectadas por la guerra civil y emplean estrategias y técnicas narrativas que,
por un lado, facilitan la inmersión del lector en el mundo ficticio y, por el otro,
promueven la identificación de este con los protagonistas. Las novelas vivenciales
narran historias conmovedoras y cuentan con una estructura convencional que no exige
esfuerzos de parte del lector, sino que le permite dejarse llevar por la trama. De este
modo, los textos crean la ilusión de transportar al lector al pasado y, mediante la
identificación con los personajes, le proporcionan una oportunidad de “vivir”
acontecimientos y experiencias que de otro modo le serían inaccesibles.
Aparte del placer de sumergirse en un mundo distinto y “revivir” experiencias
ajenas, las novelas vivenciales también ofrecen al lector una posibilidad de aprender
sobre el pasado. De hecho, las tres obras analizadas enfocan una experiencia o un tema
histórico que ha recibido relativamente poca atención pública durante los años a pesar de
la intensidad del debate en torno a la memoria histórica: Carta blanca traza
continuidades entre la guerra del Rif y la guerra civil española, Dientes de leche
recuerda la participación de voluntarios mussolinianos en la guerra española y Cartas
desde la ausencia evoca la trayecoria de los niños de la guerra y habla de la historia del
comunismo en el siglo XX. Sin embargo, entre las tres novelas vivenciales hay también
diferencias, tanto de contenido como de forma, que afectan de forma decisiva a la
imagen del pasado y el tipo de memoria que las obras promueven. Aparte de enfocar
distintos experiencias y pasajes de la historia reciente mediante personajes muy
diferentes entre sí, las obras se diferencian también en cuanto al tratamiento del tiempo y
la perspectiva.
Las dos primeras obras, Carta Blanca y Dientes de leche, optan por un narrador
externo y una focalización interna para crear una fuerte identificación entre el lector y
los protagonistas. En ambas novelas, el narrador simpatiza con los protagonistas y se
interesa sobre todo por su vida interior, por lo que dedica relativamente poca atención al
contexto histórico y político en el que estos se encuentran. Dado que las novelas
enfatizan la vivencia de los protagonistas y el narrador no suele cuestionar su punto de
vista, son principalmente la visión y los valores de los personajes focalizadores los que
determinan la manera en que se representan los hechos del pasado en estas novelas. De
ahí surge la importancia de preguntar qué tipo de personajes focalizan en las novelas y si
su forma de concebir y valorar los hechos es digno de confianza, si contribuye a una
mejor comprensión del pasado y del presente o, en cambio, promueve una visión
partidista o interesada.
Como he procurado demostrar en mi análisis, en Carta blanca hay un solo
protagonista, un perpetrador de crímenes de guerra que procura justificar sus propios
actos y los de sus compañeros, mientras que el punto de vista de sus víctimas está
prácticamente excluido del texto. Más adelante, este protagonista se convierte en un
93
ELINA LIIKANEN
héroe de guerra y una víctima republicana de la guerra civil, aunque los pensamientos
del personaje anteriores a su muerte revelan que este, en realidad, decide morir por la
deuda que siente hacia sus antiguos compañeros legionarios. En principio, se presenta al
protagonista como una persona crítica y reflexiva, pero en realidad este no es capaz de
asumir su propia responsabilidad sobre los crímenes de guerra cometidos en Marruecos
y este hecho afecta gravemente a su visión de los dos conflictos. Dientes de leche, en
cambio, tiene muchos personajes focalizadores, pero la obra retrata la dictadura
franquista principlamente desde el punto de vista de sus beneficiarios omitiendo así la
perspectiva de aquellos que sufrieron discriminación y represión política. La visión del
pasado que la obra transmite es más plural y menos tendenciosa que en el caso de Carta
blanca, pero sin embargo Dientes de leche da lugar a una visión bastante indulgente —y
en ocasiones hasta nostálgica— del pasado dictatorial. Ademas, ambas novelas tienen
una voz narradora dominante, que explica los pensamientos de los personajes e
interpreta su actuación de modo tan exhaustivo que los textos dejan poco espacio para la
reflexión propia del lector.
Sin embargo, las dos novelas tienen una temporalidad muy distinta. Carta blanca
cubre un tiempo mínimo y el relato se centra en tres momentos separados cargados de
tensión (violencia, sexo y muerte). El relato enfoca los antecedentes de la guerra civil —
la guerra del Rif— y termina en la muerte del protagonista en 1936, en medio de la
guerra española, sin establecer una conexión explícita entre el pasado representado y el
presente del lector. El protagonista es un personaje traumatizado por las experiencias
que vivió en la guerra colonial, pero la novela omite este aspecto, por lo que las escenas
de violencia pierden su potencial ejemplar y se convierten en mero espectáculo para el
entretenimiento del lector.
En cambio, en Dientes de leche el tiempo narrado abarca cincuenta años y tres (o
incluso cuatro) generaciones y el relato enfoca lo cotidiano en lugar de acentuar lo épico.
Al contrario que Carta blanca, la trama comienza en la guerra civil y alcanza hasta los
años de la democracia. Aunque la novela no presta mucha atención a las políticas de la
dictadura, Dientes de leche examina cómo el autoritarismo penetra en el terreno de lo
cotidiano, afecta a las relaciones familiares interpersonales e intergeneraciones y discute
también el carácter mutable de la memoria personal y colectiva. Sin embargo, el final de
la novela encierra una visión quizás excesivamente optimista que representa el
autoritarismo como una cuestión superada y argumenta que la generación de los nietos
ya no está afectada por el legado de la guerra y de la dictadura. De este modo, la novela
invita al lector a dejar atrás las injusticias del pasado y volver la vista hacia el futuro.
Cartas desde la ausencia se diferencia de las otras novelas vivenciales por la
ausencia de una voz narradora, lo que permite que los personajes hablen por sí mismos.
En realidad, la novela no funciona como un “texto-ventana” completamente abierto al
pasado, sino que ofrece al lector cartas y documentos históricos, que necesitan ser
interpretados, contrastados y completados por la imaginación para construir una idea
coherente de los hechos del pasado. Aunque los monólogos aportan datos adicionales, la
novela coloca al lector en un rol más activo que las otras dos obras. A diferencia de
Carta blanca y Dientes de leche, los dos protagonistas de Cartas desde la ausencia son
militantes comunistas y casi todos los personajes simpatizan con el lado republicano. Sin
94
Parte II: 5 Conclusiones
embargo, el relato no idealiza este bando, dado que los protagonistas son capaces de
analizar críticamente los acontecimientos y, a diferencia del protagonista de Carta
blanca, no procuran justificarse, sino que admiten sus errores. Por consiguiente, la obra
consigue unir la emoción y una sensación de intimidad (consecuencia de la
correspondencia personal y los monólogos) con la reflexión de las responsabilidades
políticas y morales respecto a la violencia del pasado.
Cartas desde la ausencia cubre setenta años de historia, desde la guerra civil hasta
2006, y al igual que Dientes de leche, abarca tres generaciones de personajes. Ambas
obras llegan casi hasta el presente, pero el final de cada una contiene un mensaje muy
diferente. A diferencia de Dientes de leche, la novela de Riverola no supone que los
problemas del pasado han sido superados. Cartas desde la ausencia recuerda que las
desigualdades y las injusticias no han desaparecido, pero a la vez indica que hoy en día
las viejas formas de lucha contra ellas ya no son ni viables ni admisibles. Mediante el
final abierto, la obra incita al lector a imaginar nuevas formas de cambiar el mundo, que
estén libres de los viejos errores que mancillaron los sueños de las generaciones
anteriores. De este modo, la novela no se estanca en las injusticias históricas, sino que
utiliza las experiencias del pasado como exemplum para el presente.
95
PARTE III: EL MODO
RECONSTRUCTIVO DE
REPRESENTAR EL PASADO
1 INTRODUCCIÓN
Mientras que el modo vivencial se centra en la experiencia de los que vivieron los
acontecimientos del pasado, el modo reconstructivo, en cambio, enfoca la experiencia de
aquellos que intentan comprender ese pasado y a sus protagonistas desde el presente. En
las novelas reconstructivas hay siempre un narrador-protagonista que investiga un
enigma relacionado con la guerra civil o la dictadura con el objetivo de descubrir “lo que
realmente ocurrió”. Por tanto, la acción se sitúa siempre en dos tiempos diferentes y las
novelas tienen dos líneas narrativas: por un lado, están los acontecimientos del pasado y,
por el otro, está el proceso de investigación del narrador. Aunque el peso de la narración
cae generalmente en el presente, el pasado también cobra importancia porque de alguna
manera determina ese presente y se impone a la contemporaneidad de los personajes
(Luengo 2004: 50).1
El modo reconstructivo, que se ha popularizado en la narrativa española después de
la publicación de la exitosa novela Soldados de Salamina de Javier Cercas en 2001
(Martínez Rubio 2012c: 71, 73-74), es probablemente el modo de representación más
frecuente en la novela de la tercera generación sobre la guerra y la dictadura. 2 Gracias a
su estructura temporal, esta modalidad narrativa refleja la experiencia de la generación
de los autores (y de muchos lectores), cuyo conocimiento del pasado no se basa en la
vivencia y la memoria personales, sino en la historiografía y en relatos y recuerdos
ajenos (Gómez López-Quiñones 2006: 36). Desde el punto de vista narratológico, el
modo reconstructivo resulta más complejo que el vivencial. Esta modalidad se apropia
de elementos, técnicas y recursos de distintos géneros —por ejemplo, la novela negra, el
1
Por tanto, las obras reconstructivas pueden entenderse como “novelas de confrontación histórica”
(Luengo 2006: 51), denominación que Ana Luego (2006: 51) propone para “todas las novelas que ofrecen
un entendimiento del presente a partir del pasado y un replanteamiento de éste”.
2
Esta modalidad narrativa ha sido discutida por muchos investigadores bajo diferentes
denominaciones y definiciones más o menos coincidentes con la mía. Por un lado, José Martínez Rubio
(2012c), Sánchez Zapatero (2011) y Georges Tyras (2011), entre otros autores, han llamado la atención
sobre el frecuente uso de la trama de investigación como motor narrativo en las novelas recientes sobre el
pasado español. Por otro lado, autores como Sara Santamaría Colmenero y Ana Luengo han destacado la
convivencia del presente y el pasado en las novelas recientes. Mientras que Luengo habla de “novelas de
confrontación histórica” (vea la nota anterior), Santamaría Colmenero (2011: 463) define como novelas de
la memoria las obras recientes que tienen “por objeto no tanto novelar la guerra civil española sino su
recuerdo”.
96
Parte III: 1 Introducción
97
ELINA LIIKANEN
Otro rasgo característico del modo reconstructivo es el hecho de que las novelas dan
cuenta de la evolución personal y moral del narrador-protagonista, que se involucra cada
vez más con los acontecimientos del pasado. En el curso de la novela, la investigación
histórica del narrador-protagonista se convierte casi siempre en una búsqueda de las
propias raíces y de la identidad personal y/o colectiva. En casi todas las novelas
reconstructivas hay un personaje mayor, testigo o protagonista de los hechos del pasado,
generalmente representante del bando republicano, con quien el narrador-protagonista
llega a identificarse en términos tanto personales como políticos. Como consecuencia,
los acontecimientos del pasado adquieren un significado personal para el narrador, que
los asume como parte de su propia memoria, afirmando así su pertenencia a una
comunidad. De la misma manera que el narrador-protagonista hace suya la historia
recuperada, las novelas también invitan al lector a adoptar ese pasado como parte de su
memoria cultural y a formar un vínculo afiliativo con los vencidos de la guerra. 7 De este
modo, la investigación histórica del narrador-protagonista adquiere una dimensión moral
y las novelas constituyen una especie de homenaje a los republicanos y a las víctimas de
la guerra y la dictadura.
Las novelas reconstructivas hablan “del deseo de saber y de sus dificultades”
(Martínez Rubio 2012c) y cuentan con varias características que apelan a la sensibilidad
del lector contemporáneo. En primer lugar, la perspectiva de un narrador-protagonista
situado en el presente facilita la identificación del lector, y el suspense creado por la
trama detectivesca contribuye a atrapar y a mantener su atención. En segundo lugar, los
7
Como explica Sebastiaan Faber (2011: 102-103), en muchas novelas recientes sobre la guerra, las
relaciones entre la generación de los nietos con los que vivieron la contienda “se postulan no sólo como
filiativas —constituidas por la sangre, el parentesco, el destino—, sino sobre todo como afiliativas, esto
es, sujetas a un acto de asociación consciente, basadas menos en la genética que en la solidaridad, la
compasión y la identificación”.
98
Parte III: 1 Introducción
99
2 EL CORAZÓN HELADO DE ALMUDENA GRANDES
1
Según el número de ediciones e impresiones, El corazón helado ocupa el lugar noveno entre las
novelas españolas sobre la guerra civil publicadas entre 1989 y 2011 (Becerra Mayor 2012: 53-54). De las
novelas analizadas en este trabajo, únicamente Soldados de Salamina supera con sus 25 ediciones e
impresiones las 11 con las que cuenta la novela de Grandes. A diferencia de las otras obras del corpus, El
corazón helado tiene incluso sus propias páginas web, en las que el lector encuentra el árbol genealógico
de los protagonistas, fotografías y otros materiales relacionados con la novela.
2
Me llama la atención que dos autoras, Ana Zapata-Calle (2009) y Ana Corbalán (2011), catalogan
El corazón helado dentro de la categoría de metaficción historiográfica, concepto con el que Linda
Hutcheon (1988: 5) se refiere a una forma concreta de novela postmodernista, esto es, “those well-known
and popular novels which are both intensely self-reflexive and yet paradoxically also lay claim to
historical events and personages”.
100
2 El corazón helado de Almudena Grandes
3
En cuanto a este aspecto, mi lectura de la novela se diferencia de la de Irene Andrés Suárez (2011:
318), que considera que Álvaro lleva a cabo “una laboriosa y compleja investigación doble, casi policiaca”
y también compara su pesquisa con el trabajo de un detective.
101
ELINA LIIKANEN
4
La autora indica que el expolio de las propiedades de los Fernández narrado en su novela fue
inspirado en lo que le ocurrió a la familia García Lorca. Según cuenta la autora, Federico, el padre del
poeta, dejó sus tierras al cargo de un amigo al marcharse al exilio, pero éste se las estafó (Grandes 2007:
1233-1234; Castro 28/04/2007).
5
En la entrevista con Macciuci y Bonatto {{181 Macciuci,Raquel 2008/f: 129}}, Grandes describe a
Eugenio como “un ejemplo de cómo se podía conservar la dignidad” en la dictadura, inspirado en la figura
de Luis Felipe Vivanco. El personaje apoyó el golpe de estado, pero al ver las consecuencias del
franquismo, “asumió que se había equivocado y se fue a su casa”. En otra entrevista, la autora relaciona el
personaje de Eugenio con su propio abuelo materno, capitán de Ingenería, que se sumó al golpe de Estado:
“Una vez concluida la guerra, lo mandaron a Regiones Devastadas. Y estuvo allí un tiempo, pero un día,
sin que se supiera la razón, dimitió de su cargo, abandonó el ejército y se marchó a trabajar a la empresa
privada. Yo siempre he pensado que no pudo superar la corrupción que vio, la indecencia” (Castro
28/04/2007), cuenta Grandes.
102
2 El corazón helado de Almudena Grandes
como un ejemplar moral, ya que denuncia los crímenes de su padre y del régimen
franquista en general, y reivindica la tradición republicana, a la que la obra concede un
valor superior.
El corazón helado es una novela en el sentido más clásico del término. Es,
de principio a fin, una obra de ficción, y sin embargo no quiero ni puedo
advertir a sus lectores que cualquier semejanza de su argumento o sus
personajes con la realidad sea una mera coincidencia. Lo que ocurre es más
bien lo contrario. Los episodios más novelescos, más dramáticos e
inverosímiles de cuantos he narrado aquí, están inspirados en hechos reales.”
(Grandes 2007: 1230)
Por añadidura, como indican Irene Andrés Suárez (2011: 312) y Sara Santamaría
Colmenero (2013: 221), la novela adquiere por medio del anexo un carácter testimonial,
ya que la autora misma enfatiza su posición como testigo de lo ocurrido, o más
concretamente, “de lo que otros le han contado y lo que ella misma ha sido capaz de
investigar” (Santamaría Colmenero 2013: 221).8
Aunque El corazón helado comparte varias características con el modo vivencial, El
corazón helado se distingue de las obras vivenciales por una mayor complejidad en el
tratamiento del tiempo. La novela de Grandes se centra, por un lado, en los
acontecimientos que tienen lugar en la guerra civil y la posguerra, incluyendo el exilio
republicano y la segunda guerra mundial en la que lucharon muchos españoles, tanto
republicanos exiliados como falangistas de la División Azul. Por otro lado, la obra fija la
6
Aparte de las referencias a Machado —presentes tanto en el título de la novela y en los nombres de
las tres partes como en el cuerpo del texto—, la novela contiene también otras referencias y citas literarias.
Por ejemplo, en el capítulo trece de la segunda parte Álvaro lee y reflexiona sobre las Comedias bárbaras
de Valle Inclán y al descubrir la carta de despedida de su abuela (en el capítulo cinco de la segunda parte)
el narrador-protagonista evoca versos de Miguel Hernández. Sobre la influencia galdosiana y machadiana
en la obra, véase Santamaría Colmenero y Buckley (2008).
7
Santamaría Colmenero (2013: 219-220) llama la atención sobre la relación particular que muchas
novelas de la memoria, inclusive El corazón helado, mantienen respecto a la historiografía: por un lado,
los novelistas se apoyan en los estudios históricos, pero por el otro, mantienen que el pasado ha sido
ocultado o manipulado. Con sus obras, los autores pretenden oponerse a una supuesta “versión oficial” del
pasado, heredera del franquismo y formada en la transición y se apropian así de la tarea de divulgar a un
público amplio una versión “verdadera” de lo ocurrido.
8
“Los pozos de Arucas, en Gran Canaria, existen. Yo he estado allí de la mano de Pino Sosa, hija del
alcalde socialista que fue sepultado en vida […] Y he estado también en la plaza de tientas que sigue
existiendo en el sótano de Los Gabrieles, en la calle Echegaray […]” (Grandes 2007: 1230), afirma la
autora convirtiéndose así en un testigo vicario. En el apéndice, Grandes afirma y subraya la historicidad de
varios episodios narrados en la novela, pero también menciona dos casos en los que ha aprovechado su
libertad creativa para aumentar el dramatismo de la escena.
104
2 El corazón helado de Almudena Grandes
9
Gracias a estos procedimientos, la narración adquiere características propias de la memoria
comunicativa familiar: en el ámbito de la familia, ciertos episodios del pasado son evocados una y otra
vez, y a menudo por medio de las mismas expresiones o giros lingüísticos, hasta que éstos llegan a formar
parte de la identidad familiar, esto es, del relato compartido que contribuye a definir la familia como tal.
10
La misma frase, con una mínima variación en la forma, aparece, por ejemplo, en las páginas 173,
189 y 197.
105
ELINA LIIKANEN
106
2 El corazón helado de Almudena Grandes
no puedes ser como ellos, tú tienes que ser un hombre digno, bueno, valiente” (Grandes
2007: 402).11
Además, Álvaro se identifica con las ideas políticas de su antepasada hasta el punto
de que se adjudica la tarea de redimir (simbólicamente) a los republicanos: “tú, hoy, has
ganado la guerra, abuela” (Grandes 2007: 405), piensa el nieto cuando lee la carta.
Aunque Álvaro es consciente de que para Teresa “esta victoria póstuma, simbólica y
tardía” por medio de su nieto es “un triunfo inútil” (Grandes 2007: 405), para él no lo es:
“Teresa González Puerto […] había perdido una guerra pero jamás la razón, y por eso
merecía que yo venciera por ella” (Grandes 2007: 524), afirma el narrador-
protagonista.12 Después de haber leído la carta tres veces consecutivamente, Álvaro
acaba evocando los versos del poema “Elegía” de Miguel Hernández13: “[…] quiero
escarbar la tierra con los dientes, […] quiero apartar la tierra parte a parte, […] a
dentelladas secas y calientes, […] quiero minar la tierra hasta encontrarte, […] y besarte
la noble calavera, […] y desamordazarte, […] y regresarte […]” (Grandes 2007: 407).
De esta manera, el relato vuelve a hacer hincapié en el deseo del narrador-protagonista
de “desamordazar” y “regresar” a su abuela, o dicho de otro modo, expresa la voluntad
de Álvaro de dar voz a los republicanos y de recuperar sus valores y su proyecto político
para finalmente “ganar la guerra” que su abuela un día perdió.
Como indica Sebastiaan Faber (2011b: 105), la relación de Álvaro con su familia se
caracteriza por una tensión entre filiación, o los lazos constituidos por el parentesco, y
afiliación, entendida como una relación “basada menos en la genética que en la
solidaridad, la compasión y la identificación” (Faber 2011b: 103). Por una parte, el
descubrimiento de la traición de Julio a los Fernández Muñoz obliga a Álvaro a
replantearse sus lazos filiativos con el padre, al mismo tiempo que se afilia, mediante su
relación con Raquel, con las víctimas de este. Por otra parte, el descubrimiento de la
abuela republicana —de la que su padre, a su vez, se desafilió en su juventud— le
ayuda, en parte, a superar la crisis de identidad “porque le permite hacer un salto
generacional y armonizar sus relaciones filiativas con sus instintos afiliativos” (Faber
2011b: 106). Obligado a desafiliarse de su padre, Álvaro dirige su admiración hacia
Teresa, a la que describe ahora como “una mujer extraordinaria, más de lo que yo nunca
11
En el nivel personal, Álvaro se identifica también con su abuela por el adulterio que ésta comitió,
ya que él también mantiene una relación extramarital. De algún modo, este paralelismo con la trayectoria
de la abuela le sirve para exculparse, aunque su situación es completamente diferente de la de su abuela,
cuya actividad política su marido beato, autoritario y conservador intentó primero impedir y luego
estorbar. Como indica Sara Santamaría Colmenero (2013: 216), “la lealtad de Álvaro hacia su nuevo amor
y hacia su abuela republicana […] contrasta con la falta de lealtad a la que hasta ese momento había sido
su compañera.” Grandes enfatiza el papel del impulso amoroso (en lugar del de la razón) como el motor
que desencadena la decisión de Álvaro de conocer y enfrentarse al pasado familiar “y de esta forma resta
legitimidad a lo que esa acción significa, en última instancia, un cambio de postura frente al pasado y una
relectura de la transición” (Santamaría Colmenero 2013: 216), argumenta la autora.
12
Las palabras del narrador-protagonista hacen eco de la cita de Antonio Machado que cierra la
novela: “… para los estrategas, para los políticos, para los historiadores, todo está claro: hemos perdido la
guerra. Pero humanamente, no estoy tan seguro… Quizá la hemos ganado” (Grandes 2007: 1227).
13
“[Q]uiero escarbar la tierra con los dientes, […] quiero apartar la tierra parte a parte, […] a
dentelladas secas y calientes, […] quiero minar la tierra hasta encontrarte, […] y besarte la noble calavera,
[…] y desamordazarte, […] y regresarte […]”(Grandes 2007: 407).
107
ELINA LIIKANEN
llegaría a ser en mi vida” (Grandes 2007: 534) empleando así la misma expresión con la
que antes hacía referencia a su padre.14
Aunque la experiencia de Álvaro cobra protagonismo en la obra, también el
personaje de Raquel atraviesa una crisis personal e identitaria que le obliga a
replantearse tanto sus lazos filiativos como afiliativos. Desde pequeña, Raquel ha estado
muy unida a sus abuelos, especialmente a su abuelo Ignacio, con el que visita el
domicilio de los Carrión en 1977. Aunque la visita se mantiene viva en la memoria de
Raquel, ella no llega a entender el significado de la misma hasta muchos años más
adelante. La única explicación que su abuelo le da en el momento es que “para vivir aquí
[en España], hay cosas que es mejor no saber. Incluso no entender…” (Grandes 2007:
128). Solo once años más tarde, en 1988, Raquel consigue arrancarle una explicación
parcial: Ignacio le confiesa que Julio Carrión robó las propiedades de su familia, pero se
niega a entrar en detalles.
En 2004, Raquel se ve obligada a vender su piso a una empresa de Julio Carrión y le
pide a su abuela que le cuente finalmente toda la historia. Para convencerla, invoca los
mismos motivos que Álvaro: necesita conocer la historia de su familia “para saber quién
soy yo, y por qué me llamo como me llamo” (Grandes 2007: 1062). La abuela accede,
pero pide a cambio que Raquel no haga “nada raro” (Grandes 2007: 1063) con lo que
ella le cuente. Sin embargo, en contra del deseo explícito de sus abuelos, Raquel utiliza
la información para chantajear a Julio Carrión, aunque su plan de extorsión fracasa más
adelante por varias razones. En primer lugar, Julio Carrión muere y, en segundo lugar,
Raquel se enamora de su hijo Álvaro cuando finalmente entiende que este no se parece
en absoluto a su padre, sino que en realidad tiene más en común con el abuelo Ignacio,
al que Raquel siempre ha admirado. En tercer lugar, al final Raquel se da cuenta de que
el deseo de venganza y el plan de chantaje la están conviertiéndo en una persona ruin,
parecida al propio Julio Carrión, por lo que decide renunciar a su plan:
14
Aunque el narrador-protagonista condena rotundamente lo que su padre hizo a los Fernández
Muñoz y está resentido porque le “robó” a la abuela Teresa, al final Álvaro es, sin embargo, capaz de
reconciliarse, por lo menos en parte, con la memoria de su padre: “Había tenido que aprender a amar a
Raquel por encima del amor de mi padre y ahora tendría que aprender a seguir amando a mi padre al
margen de mi amor por Raquel y de mi propia voluntad. Y nada sería tan duro, nada tan difícil ni tan raro
como aceptar esa soledad nueva y más cruel, la conciencia de ese amor que no deseaba pero tampoco
podía dejar de sentir, por más que despreciara a aquel hombre, por más que me avergonzara de él, por más
que me humillaran su historia y su codicia. Yo no me merecía un hombre así, pero nunca iba a tener otro”
(Grandes 2007: 1116).
108
2 El corazón helado de Almudena Grandes
15
Además de los casos de Álvaro y Raquel, El corazón helado narra en el capítulo doce de la
segunda parte la historia de la reconstitución identitaria de Ignacio Fernández Salgado, padre de Raquel,
que en un viaje de estudios a España toma consciencia de sus raíces familiares.
109
ELINA LIIKANEN
democráticamente, por eso de que se intentó crear una democracia sin raíces
(Macciuci & Bonatto 2008: 135)
En consonancia con los supuestos del nuevo discurso republicano, la autora asocia
la Segunda República con la modernidad, el progreso y los valores democráticos, y
considera que este periodo debería restaurarse como el principal referente de la
democracia actual. Esta visión del pasado, el presente y el futuro de la nación española
promovida por el nuevo republicanismo se plasma de modo claro en El corazón helado,
como procuraré demostrar a continuación.
La representación del pasado reciente en la novela se apoya en gran medida en dos
tópicos: el de las dos Españas y en la idea de la Transición como un momento de
desmemoria u ocultación del pasado. El tópico de las dos Españas, que presenta la
división violenta y el enfrentamiento fratricida como características de la historia
contemporánea del país, es una idea persistente en el debate en torno a la identidad
nacional de España y tiene su origen en el regeneracionismo. De acuerdo con el nuevo
discurso republicano descrito por Santamaría, El corazón helado asocia
sistemáticamente la Segunda República con la modernidad y el progreso, y representa a
los republicanos como personas valientes, moralmente íntegras y coherentes con sus
ideas. En cambio, la novela identifica la dictadura franquista con el atraso y la retrata
como un periodo inmoral, que favoreció a personajes oportunistas y sin escrúpulos como
Julio Carrión.
En primer lugar, las dos Españas están representadas en El corazón helado por las
dos familias enfrentadas, los Carrión y los Fernández, pero la ruptura se produce
también en el interior de la familia Carrión:
En segundo lugar, la idea de la división violenta entre los españoles se repite en las
múltiples “historias españolas”, los pequeños relatos intercalados en el relato principal,
que narran de modo sintético historias trágicas de muchos personajes secundarios. A
primera vista, los relatos intercalados, que evocan horrores de la guerra y de la represión
franquista, parecen digresivos respecto al relato principal, ya bastante enrevesado en sí,
pero en realidad sirven para crear unidad de significado en el conjunto de la obra porque
lo que hacen es reiterar, y por tanto reforzar, el mensaje del relato principal.
La transición ocupa relativamente poco espacio diegético en la novela, pero resulta
sin embargo un momento clave para entender la visión que El corazón helado promueve
de la historia y el presente de la nación española. Ignacio Fernández Muñoz, el abuelo de
Raquel, vuelve a España en 1976 y el año siguiente visita a Julio Carrión para hacerle
saber que conserva las escrituras de los bienes que este robó a sus padres. Sin embargo,
110
2 El corazón helado de Almudena Grandes
Mediante la trayectoria de Álvaro y Raquel, la novela —al igual que la autora en sus
comentarios extraliterarios— enfatiza el papel de la generación de los nietos de la guerra
como motor de este cambio y también indaga en las tensiones que la reemergencia de las
memorias del pasado en la esfera pública ha causado entre las diferentes generaciones,
por un lado, y entre la izquierda y la derecha política, por el otro.
111
ELINA LIIKANEN
Desde luego, como explicita el personaje de Álvaro, las razones de unos y otros para
mantener el silecio fueron diferentes: mientras que sus padres callaron para protegerse a
sí mismos, los abuelos de Raquel querían proteger a su nieta y facilitar la integración de
esta en la sociedad, para favorecer así la convivencia pacífica de los españoles. Sin
embargo, señala Álvaro, el silencio tuvo “un solo resultado para los hijos, para los nietos
de todos” (Grandes 2007: 996): el desconocimiento del pasado nacional y de las propias
raíces.
Aunque Álvaro y Raquel emprenden una búsqueda paralela, los dos sin embargo
hacen un uso muy diferente de las memorias familiares “recuperadas”. Como ya he
señalado, el personaje de Raquel utiliza en principio la memoria familiar como una
excusa para chantajear a Julio Carrión y representa, por tanto, el uso interesado y
oportunista de las memorias del pasado. Raquel encuentra en el piso de sus abuelos las
pruebas del expolio de su familia y entiende que si su abuelo, víctima de la estafa, ocultó
la historia de sus descendientes por miedo, el estafador debe tener aún más motivos para
querer ocultar su delito. Lo que hace el personaje es presentarse en el despacho de Julio
Carrión con toda la documentación y amenazarlo con publicar un libro en el que
revelaría todos sus secretos sucios. Es consciente de que su amenaza es débil —ya no
habrá juicios y nadie le arrebatará a Carrión sus propiedades—, pero apuesta por el
“miedo antiguo, cuajado” (Grandes 2007: 1097) del viejo ladrón y acierta, incluso
demasiado bien, ya que Carrión sufre un ataque cardiaco inmediatamente después de la
visita de Raquel y muere poco después. La muerte del patriarca supone, sin embargo, un
problema para la ejecución del plan de chantaje, aún vigente, porque Raquel es
consciente de que los hijos de Carrión pertenecen a la misma generación que ella misma
y, por tanto, nunca la temerían. La publicación de un libro les supondría solo “una
molestia pasajera” (Grandes 2007: 1141).
En cambio, Álvaro emerge en la obra como un ejemplo moral respecto a los usos
del pasado. En lugar de perseguir intereses económicos como Raquel —o estatus social
como su amigo Fernando Cisneros, que utiliza la memoria de su abuelo para ligar— el
112
2 El corazón helado de Almudena Grandes
Quería hablar. Quería escuchar. Sólo eso, nada más que eso. Quería contar
en voz alta lo que nunca había contado a nadie y quería escuchar en voz alta las
palabras que nunca había escuchado […] Parecía muy poco pero era mucho,
porque había pasado el tiempo, y el silencio pactado para encubrir la verdad
había terminado por suplantarla. Ahora la verdad era aquel silencio sólido,
duro, imperturbable, la verdadera inexistencia de datos, de palabras, de
recuerdos, y los labios cerrados, y las consciencias mudas, y la exquisita
indolencia de la riqueza. Había pasado mucho tiempo, pero no demasiado,
porque nunca es demasiado (Grandes 2007: 1118-1119).
16
Curiosamente, Álvaro acepta que Clara tenga el derecho a no saber y a unirse “al clamoroso
silencio de millones de voces que habían elegido callar antes que ella, cerrar sus oídos al estruendo de un
silencio más ruidoso que cualquier grito” (Grandes 2007: 1206).
113
ELINA LIIKANEN
circunstancias tan terribles” (Grandes 2007: 1120) tiene el derecho a juzgar los actos del
padre.
El personaje de Álvaro, desde luego, defiende la posición contraria a la de sus
hermanos y esposa. Lo que propone es que para subsanar las deficiencias del presente —
causadas por el silencio impuesto por la dictadura, supuestamente perpetuado en la
transición—, es necesario conocer, hacer conocer y saber juzgar lo que ocurrió en el
pasado.17 Álvaro acaba pegándose con su hermano Rafa, pero la decepción más grande,
sin embargo, se le causa la reacción de su madre. En lugar de intentar justificarse o
mostrar arrepentimiento, la madre se muestra impasible y cínica: admite como
verdaderos los datos que Álvaro ha reunido, rellena algunas lagunas y, de este modo,
pretende dejar el asunto zanjado y seguir como si nada hubiera cambiado. Para Álvaro,
la frialdad de su madre le produce un shock y un rechazo total porque lo que ansiaba era
que ella mostrara señales de arrepentimiento:
[…] no me atrevía a pedirle que sufriera, y sin embargo eso era lo único
que mi madre habría podido hacer por mí, lo único que me habría consolado,
que me habría reconciliado con mi nombre y con mis apellidos, con mi pasado,
con el suyo, con aquel amor [hacia el padre] que no podía arrancar de mi
memoria. (Grandes 2007: 1216)
Aunque la frialdad de la madre hiela el corazón del hijo, al mismo tiempo este
enfrentamiento pone fin a la búsqueda y las dudas del narrador-protagonista y le permite
afirmarse en su nueva identidad, caracterizada por la afiliación con los valores
republicanos representados por su abuela. “[A]hora que ya sé lo que quería saber, quién
soy y quién voy a ser, no sufras, mamá, no se te ocurra sufrir ni un instante, porque yo
ya no sufriré por ti” (Grandes 2007: 1224), piensa el protagonista cuando se marcha, sin
despedirse, de la casa de su madre.
En este capítulo final de la novela, se advierte un claro deseo de dar validez general
al caso de la familia de Carrión y de subrayar la conexión de la historia ficticia de los
Carrión con la realidad de la sociedad española. Por medio de la voz del narrador-
protagonista, la novela insiste en que la historia de la familia de Álvaro es solo “una
historia española” entre “muchas, tantas y tan parecidas […] que de entrada siempre
parecen mentira y al final siempre han sido verdad” (Grandes 2007: 1225). De este
modo, la autora apela, aunque indirectamente, a la responsabilidad de la memoria del
propio lector. Como indica Santamaría (2013: 198, 200), Almudena Grandes reivindica
la función política de la literatura, por lo que aprecia, incluso por encima de la calidad de
las obras, su capacidad de alcanzar un público amplio y de conmover a los lectores con
el fin de disponerlos para la acción.
17
Mediante una metáfora de la óptica, Álvaro sugiere que la distancia, en realidad, es un factor que
beneficia la comprensión de lo ocurrido : “A menudo, la distancia ayuda a enfocar, mejora la percepción
de las formas […], y en la misma proporción, la proximidad puede representar un obstáculo para los ojos
poco entrenados, pero sólo aplicamos esta regla a las cosas, no podemos invocarla cuando hay personas
por medio, tantas personas con tanta tristeza a cuestas. Eso no puede ser […], es imposible, imposible, que
nosotros, que ya estamos tan lejos, percibamos con claridad lo que no vimos, lo que no vivimos […]”
(Grandes 2007: 1213).
114
2 El corazón helado de Almudena Grandes
18
Grandes concibe el realismo en oposición al experimentalismo de la vanguardia, que considera
producto de tendencias extranjeras, y sugiere que la producción literaria de su generación de escritores
sobre la memoria de la guerra civil podría constituir la base de una tradición literaria verdaderamente
española (Santamaría Colmenero 2013: 199).
115
ELINA LIIKANEN
incorporación de muchas voces y puntos de vista. Sin embargo, aunque la obra cuenta
con dos narradores, numerosos personajes y múltiples relatos intercalados, todos estos
apoyan una misma lectura del pasado en lugar de constituir voces divergentes y
versiones competitivas o conflictivas. En este sentido, El corazón helado se diferencia
de otras novelas reconstructivas, en las que el pasado aparece, hasta cierto punto, como
una reconstrucción subjetiva: el narrador-protagonista investiga sucesos del pasado y, a
partir del material que reúne, coteja y completa con la ayuda de su imaginación,
compone un relato que da cuenta de lo ocurrido. En estos relatos, el narrador descubre
siempre una verdad oculta(da), pero esta verdad no es exactamente la verdad de los
hechos, sino que se trata más bien de una verdad de carácter personal o moral. Aunque
los protagonistas suelen adquirir un conocimiento muy detallado del pasado, las novelas
reconstructivas, sin embargo, tienden a mantener una duda sobre lo ocurrido, insistiendo
así en el hecho de que el pasado es accesible en el presente solo por medio de huellas
fragmentarias y no siempre fiables.
En El corazón helado, en cambio, la situación es diferente. La pesquisa histórica del
narrador-protagonista tiene en esta obra un papel menor del que tiene en las otras
novelas reconstructivas que analizaré. A la manera de muchos textos vivenciales, El
corazón helado tiene un narrador externo que ofrece al lector un acceso supuestamente
directo al pasado y a la mente de sus protagonistas. De modo paralelo, el narrador-
protagonista de la novela no necesita conjeturar sobre los hechos y esforzarse para
componer la biografía de su padre, sino que recibe un relato completo y ya acabado de
su pasado familiar: aparte de los pocos datos que Álvaro averigua por su cuenta, Raquel
y su madre le cuentan el resto. Por consiguiente, en la novela no hay cabida para dudas
ni para relatos contradictorios sobre el pasado, sino se ofrece una sola versión de los
hechos, que se presenta como verdadera y correspondiente con la realidad.
116
3 MALA GENTE QUE CAMINA DE BENJAMÍN PRADO
1
La novela fue publicada por primera vez 2006, pero la citaré según la edición de bolsillo de 2007.
117
ELINA LIIKANEN
118
3 Mala gente que camina de Benjamín Prado
[u]n personaje de una novela no tiene que ser una persona, no tiene que
ser verdadero sino verosímil, que es distinto; y no tiene que ser una persona
sino un arquetipo, atesorar los modos de vida, las experiencias, las
expresiones, los acontecimientos que le ocurrieron a muchas personas, que han
vivido situaciones parecidas a la suya. (Blas Vives 2008)
2
Por ejemplo, el personaje de Marconi, uruguayo y dueño del restaurante favorito del narrador, sirve
para establecer una conexión entre la dictadura de Franco y las dictaduras latinoamericanas. El personaje
de Julián, conserje del instituto en el que trabaja el narrador es, en cambio, un personaje caricaturizado que
tiene un valor humorístico. Se le representa como un ser servil e ignorante, que tiende a “usar palabras
sonoras pero fuera de sitio” (Prado 2007: 17). Además, sufre de una extraña enfermedad, que lo hace
levantarse sonámbulo para comer cualquier cosa que halla, incluso detergente. Rodríguez Fischer (2006)
critica los chistes que se hacen en la novela a costa de la ignorancia del personaje de Julián y considera, en
general, que los personajes de Mala gente que camina son “insignificantes” y “costumbristas”.
3
“—¿Podemos tratarnos de tú? Es que me siento como si fuésemos personajes secundarios de una
novela de don Benito Pérez Galdós” (Prado 2007: 112), le pregunta el narrador a Natalia. En otra ocasión,
comenta sobre “el modo en que, a veces, todos nosotros comportamos como personajes de una ficción”
(353) y, en la página siguiente, confirma que “[a]sí somos, puro teatro” (Prado 2007: 354).
119
ELINA LIIKANEN
120
3 Mala gente que camina de Benjamín Prado
4
Según Paul Preston (2004), Mercedes Sanz-Bachiller “creía firmemente en los principios políticos
de su marido” Onésimo Redondo, aunque no comulgaba con el papel que la sociedad franquista asignaba a
la mujer y trabajaba para paliar la miseria de los vencidos por medio de Auxilio Social.
5
Mercedes Fórmica es otro personaje histórico que ocupó cargos importantes en la dictadura, pero al
que el narrador sin embargo evalúa de modo positivo comparándola con Serma: “no sólo eran las dos
abogadas, escritoras y militantes falangistas, sino que Formica también se comportó con cierta
ambigüedad: por un lado, […] luchó audazmente por que se reconocieran los derechos de las mujeres
separadas, que en la España de la posguerra eran vistas como desechos sociales; por otro, estuvo integrada
a fondo en la Sección Femenina --cuyas jefas, […] pregonaban todo lo contrario—, ocupó cargos de
importancia en el Sindicato Español Universitario (SEU) y fue directora de la revista Medina. ¿No sería
que ella y Dolores Serma decidieron meterse en la boca del lobo para luchar desde ahí contra él?” (Prado
2007: 230).
121
ELINA LIIKANEN
Dolores Serma también fue amiga de Carmen de Icaza, la nueva secretaria nacional
del Auxilio Social. La ayuda de este personaje fue decisiva para Serma ―gracias a
Carmen, consiguió averiguar el paradero del hijo de su hermana Julia—, pero el narrador
sin embargo no la libera de la responsabilidad, sino que considera que “es absolutamente
imposible que no supiera[…] lo que ocurría” (Prado 2007: 209) en la institución que
encabezaba.
Por último, hay que señalar el papel destacado que la novela reserva para el lector.
El narrador, autor ficticio de la obra, dirige su relato explícitamente a “los lectores”, a
los que apela continuamente para rogar paciencia, adelantar excitantes giros de la trama,
señalar estrategias narrativas, adivinar sus reacciones, etc. De este modo, el narrador
involucra al lector en la construcción del relato y, a la vez, lo convierte en un personaje
más del mismo asignándole el papel de narratario. Las apelaciones al lector también
contribuyen a establecer una relación de cercanía y confianza entre el narrador y el
lector, lo que a su vez facilita que el lector acepte y asimile la interpretación del pasado
que el narrador quiera transmitirle.
6
Como ocurre en las novelas-investigación en general, la investigación del narrador-protagonista ya
ha ocurrido en el momento de la narración, por lo que el lector en realidad no acompaña al narrador en el
proceso de indagación, sino que asiste a las conclusiones de su trabajo, al relato en el que éste ordena y
construye discursivamente su experiencia y los resultados de su pesquisa (Martínez Rubio 2012a).
122
3 Mala gente que camina de Benjamín Prado
Mala gente que camina procura mantener el suspense hasta el final de la novela por
medio de la dosificación de la información. Al contrario de lo que ocurre en El corazón
helado, en la que el lector llega a conocer los hechos del pasado antes de que el
narrador-protagonista, el narrador de la novela de Prado, consciente de sus lectores,
intenta mantener el misterio hasta el final. El desenlace se sitúa en el penúltimo capítulo,
en el que el narrador reúne, a la manera de los detectives de Agatha Christie, a los
personajes centrales del relato para revelarles los resultados de su investigación a la vez
que se los revela al lector, aunque este probablemente ya ha adivinado por lo menos una
parte de ellos (Tyras 2011: 358).
Aparte de las dos líneas temporales, el relato posee también múltiples niveles
narrativos, ya que el narrador comenta e inserta en su relato pasajes de la conferencia y
del libro que está escribiendo, los cuales a su vez contienen citas de otros textos.7
Asimismo, el narrador hace referecias a un sinfín de otros textos, en general reales
(menos las referencias a Serma y a los textos producidos por ella), los que comenta y de
los que también reproduce fragmentos. Como señala Tyras (2011: 361), esta estrategia
pone de manifiesto cómo el narrador teje su propio discurso a partir de otros discursos.
No obstante, el narrador no concede el mismo valor a todos los textos que cita en su
relato, sino que evoca algunos --los afínes al franquismo— solo para descalificarlos,
mientras que emplea otros ―los que considera fiables y veraces— como fuentes de
autoridad para legitimar su propio punto de vista. Gracias a estos procedimientos, las
fuentes de información forman parte de la propia diégesis, por lo que la novela no
contiene una bibliografía final.
En Mala gente que camina hay dos tendencias aparentemente contradictorias. Por
un lado, el autor hace un amplio uso de técnicas metaficticias y metanarrativas que
llaman la atención sobre el artificio y la naturaleza ficticia del texto. Por ejemplo, el
narrador, autor ficticio de la obra, se dirige constantemente al lector, le explica la génesis
de la obra, comenta el proceso de escritura y también señala algunas técnicas y
estrategias narrativas que emplea. Asimismo, la novela contiene referencias a la
teatralidad de algunas escenas y, en ocasiones, el narrador advierte cómo él mismo y
otros personajes se comportan “como si fuesen” personajes de ficción.8 Por otro lado, el
narrador hace hicapié en la veracidad de la historia (ficticia) que narra y en su empeño
7
Por ejemplo, en el siguiente pasaje, el narrador reproduce una parte de su ensayo, en la que habla
sobre la novela de Dolores Serma e incluye una cita de Ángel González: “«El episodio de Óxido
―escribí— en el que Gloria, tras escribirse en la piel algunas palabras de protesta, es detenida y llevada a
un cuartel donde a ella también le rapan el pelo al cero, le hacen beber aceite de ricino, la duchan con una
manguera y la desinfectan con azufre, seguramente antes de violarla, sin duda demuestra que Dolores
Serma conocía, por motivos obvios, lo que ocurría en las cárceles del Régimen […] El lugar que describía
Óxido, […] no era un mundo de ciencia-ficción, sino la pura realidad […] “Si temo / mis imaginaciones /
no es porque vengan de mi fantasía, / sino de la memoria […]”, escribe Ángel González.» Releí todo lo
que había escrito. No estaba mal […]”(Prado 2007: 332-333).
8
Asimismo, la novela tematiza la escritura: aparte del narrador, muchísimos personajes de la obra
son novelistas y escritores, y como profesor de literatura que es, el narrador llena su discurso con
constantes referencias literarias y discute cuestiones literarias. Además, el título de la obra hace referencia
a los versos de Antonio Machado y también los nombres de los personajes contienen referencias literarias:
el apellido Serma es un anagrama de Marsé (Tyras 2011: 360) y el supuesto marido de Serma y padre de
Carlos se llama Rainer Lisvano Mann, nombre que contiene una triple referencia literaria a Rainer Maria
Rilke, a Novalis y a Thomas Mann (Prado 2007: 320).
123
ELINA LIIKANEN
[…] la ficción queda asfixiada no por la realidad o por la historia, sino por
la información. Es abrumadora la descarga (a veces indiscriminada) de
información procedente de memorias, autobiografías, dietarios, diarios,
ensayos, etc., sobre la época reconstruida, información que se inserta a palo
seco y que lo mismo versa sobre temas verdaderamente pertinentes y centrales
como se expande a otros asuntos traídos al primer plano del relato de manera
un tanto forzada […] Todo esto, […] lejos de contribuir a recrear el telón de
fondo en que se desarrolló la tragedia de las hermanas Serma (un escenario,
por lo demás, bien conocido, documentado y novelado), contribuye a
desdibujarlo, al no centrarse en lo medular de su caso y desparramarse
aleatoriamente con largas y cansinas retahílas de datos (Rodríguez Fischer
2006).12
9
En una ocasión, el narrador insiste en la veracidad de su relato a la vez que alude a su carácter
“arquetípico” o ficticio: “[…] aquí está la historia de Dolores Serma. Espero que aunque ustedes ya saben
que es verídica puedan ver en ella, igual que yo, un arquetipo y una síntesis de aquellos tiempos
demoledores en los que cientos de miles de vivían acosados por un Estado criminal que las obligó a
mentir, a esconderse y a llevar disfraces para no parecer sospechosas” (Prado 2007: 445).
10
El narrador comenta en un momento de la novela que “es importante conocer la vida de los
escritores: a menudo, en ella están muchas de las respuestas que plantean sus libros” (Prado 2007: 223).
Su objetivo es convencer a Natalia de que necesita saber más sobre la vida de las hermanas Serma, pero
también puede leerse como un comentario autorreferencial.
11
“Nobody is perfect, como dijo el otro, y esta novela roza esa perfección rara en los tiempos de
desinterés general por la literatura responsable”, opinan Soldevila Durante y Lluch Prats (2006: 43).
Asimismo, Care Santos (26/5/2006) admira el compromiso social y político del autor, y alaba el estilo
“original, ágil, brillante” de la novela, así como la dosificación de la información y la construcción de los
personajes”.
12
En ocasiones, la cantidad de datos variopintos da la impresión de que el narrador no sabe distinguir
lo relevante de lo superfluo, lo que puede llevar al lector a cuestionar su competencia como investigador.
En cambio, otros autores consideran la abundancia de información histórica una ventaja. García Urbina
(2006) opina que, gracias a los datos, la novela se convierte en “una suerte de documento histórico” y
Tyras (2011: 357) la considera un “manual de información histórica de gran eficacia”, mientras que
124
3 Mala gente que camina de Benjamín Prado
Soldevila Durante y Lluch Prats (2006: 35) consideran que la obra de Prado, al igual que otras novelas
históricas recientes, consigue recuperar “pasajes ausentes en el discurso historiográfico hegemónico”.
13
En cuanto a los constantes diálogos entre el narrador y la madre, Javier Goñi (13/5/2006) los
considera “un recurso un tanto sonrojante —y poco literario— […] un fácil Deus ex machina, del que
abusa Prado.”
14
“No fue una rebelión militar, fue un exterminio: la guerra podría haber durado cinco meses, pero
duró tres años porque Franco quiso ir pueblo a pueblo, asesinando” (Berlanga 10/05/2009), afirma el
autor.
125
ELINA LIIKANEN
los personajes que con sus obras o palabras contribuyeron a establecer y a legitimar el
régimen franquista y a aquellos que, después de la dictadura, intentaron limpiar su
imagen y maquillaron sus biografías para presentarse como demócratas, mientras que
defiende y admira incondicionalmente a todos los defensores de la República, a las
víctimas del franquismo y a los que se oponían a la dictadura. El personaje de la madre
insiste en que “en [las guerras] nadie es inocente” pero, según la visión del narrador,
“[l]os inocentes son todos los que mandan al cementerio, a la cárcel o al exilio los
militares sediciosos y sus aliados” (Prado 2007: 78).15 En otra ocasión el narrador
exclama: “las cosas son sencillísimas: aquí hubo fascistas y demócratas. Nada más”
(Prado 2007: 78).
Benjamín Prado cuestiona el éxito de la Transición tanto en su novela como en sus
escritos periodísticos. En Mala gente que camina, el narrador-protagonista expresa su
postura de modo clarísimo en una conversación con Natalia: “yo creo que, en algunos
aspectos, la dictadura nunca se ha acabado del todo. Que en España hay aún demasiado
de aquélla” (Prado 2007: 123). El narrador concibe la Transición como un pacto
colectivo para olvidar el pasado y, al igual que el propio autor, hace una diferencia entre
“pasar página” y “arrancarla”, como considera que se ha hecho en España (Prado 2007:
283; Berlanga 10/05/2009; Blas Vives 2008):16
15
Además, el narrador está de acuerdo con el personaje uruguayo que opina que en todas las
dictaduras “los que siempre son iguales son las víctimas” (Prado 2007: 300): “primero los matan y
después los desprestigian” (Prado 2007: 300), resume el narrador.
16
El autor explica que hay “una diferencia muy grande en querer pasar las páginas de historia y
querer arrancarlas; son verbos distintos y significan cosas muy diferentes. Pasarlas está bien, no se puede
llegar a la democracia, no se puede avanzar ni transformar un drama en una situación normal si no pasas
las páginas de la historia, pero arrancarlas supone arrancar con ellas muchas cosas, arrancas mucho dolor,
mucho sufrimiento, y arrancas muchos derechos, los de las personas que por nada han sufrido el horror en
sus carnes, y eso es lo que no puede ser” (Blas Vives 2008).
17
El narrador comenta al respecto: “lo mismo que los montes, las paredes del cementerio municipal o
los muros de la iglesia, las mentes de nuestra familias también estaban llenas de metralla, ruinas y balas
sin estrellar que, por supuesto en la versión de los acontecimientos que a nosotros se nos contaba, habían
sido todas ellas disparadas por los rojos” (Prado 2007: 279).
126
3 Mala gente que camina de Benjamín Prado
Asimismo, Prado señala la falta de ayudas oficiales para esclarecer el destino de los
aproximadamente 30 000 niños robados a sus madres y entregados a familias afines al
régimen y hace referencia a la causa contra el franquismo iniciada por el juez Baltazar
Garzón, que la Audiencia Nacional hizo parar. “¿[C]ómo es posible”, se pregunta el
autor, que “aún hoy se dificulte o prohíba [la] investigación desde las alturas del estado
de derecho?” (Prado 16/1/2009),18 y de seguido contesta a su propia interrogante: “Tal
vez sea porque esas alturas siempre están cubiertas por la nieve incontestable de la
Transición, que con tanta eficacia decora, idealiza y cubre todo lo que está por debajo de
ella” (Prado 16/1/2009).
En Mala gente que camina, el narrador critica la Transición de modo directo en sus
conversaciones y escritos, pero la novela también plantea la cuestión de modo más sutil
(y literario) por medio de dos metáforas: la del óxido y la de la enfermedad. En primer
lugar, como observa Sara Santamaría Colmenero (2012: 61), la novela establece un
paralelismo entre las épocas de la dictadura y la Transición por medio de la metáfora de
la oxidación. Óxido es, por un lado, el nombre de la novela de Dolores Serma en la que
esta describe figuradamente su propia lucha para recuperar a su sobrino arrebatado a su
madre encarcelada y entregado a una familia afín a la dictadura. Por otro lado, la
herrumbre también marca los recuerdos del narrador de la época de la Transición y la
movida madrileña:
18
“¿[P]or qué le tienen tanto miedo los poderes públicos a los mismos a los que les tenían miedo en
el año 36?” (Blas Vives 2008), se pregunta el autor en otra entrevista.
.
127
ELINA LIIKANEN
país de las sombras, con sus ríos de alcohol, sus campos de amapolas y sus
madrugadas hechas de cristales azules. (Prado 2007: 346, la cursiva es mía)
En segundo lugar, los años de la Transición se evocan en la novela por medio del
personaje de Virginia, la exmujer del narrador, cuya trayectoria simboliza la de la joven
democracia española, como han observado varios autores (Santamaría Colmenero 2012:
62; Johnson 2010: 8; García Urbina 2006). El narrador y Virginia se conocieron a
principios de 1980 en uno de los locales emblemáticos de la movida madrileña y se
casaron unos años después. El narrador recuerda con cierta añoranza el principio de su
relación con Virginia y el ambiente de la movida, marcado por escapismo, deseo de
transgresión y desinterés hacia el pasado, que se produjo como reacción a una larga y
opresiva dictadura. Es significativo que los recuerdos del narrador de los años ochenta
apenas contienen referencias al contexto político del momento.19 Sin embargo, los
felices ochenta llegaron a un fin abrupto cuando Virginia se enganchó a la heroína y el
narrador, incapaz de ayudarla, se divorció de ella.
Veinte años después, Virginia sigue sufriendo las consecuencias de sus errores de
juventud. Aparte de causar el divorcio, el uso de la heroína también la sumió en graves
problemas económicos y le dejó como secuela la hepatitis, por lo que recibe un
tratamiento duro. Virginia recurre a su exmarido para reflotar su negocio, un restaurante
macrobiótico. La primera reacción del narrador es el rechazo: “Me dieron ganas de
preguntarle qué tenía yo que ver con sus asuntos y si conocía la diferencia entre ex
marido y botín de guerra” (Prado 2007: 104). La reaparición de Virgina en su vida le
incomoda no solo porque esta le pide dinero, sino también porque está intentando
entablar una relación más íntima con Natalia. Además, empieza a recordar
involuntariamente escenas desagradables y molestas de los últimos tiempos de su
matrimonio. Sin embargo, el narrador no es capaz de negar la ayuda a su ex pareja, hacia
la que sigue sintiendo un gran afecto:
19
Las únicas menciones brevísimas a la política se sitúan en medio de una larga lista de “imágenes
del pasado” que surgen de repente en la memoria del narrador cuando Virginia lo llama “Puma”, como en
los viejos tiempos: “la primera tarde en que nos dimos un beso […], las mil veces que salimos a la calle
Jardines abrazados y llenos de sueños químicos, […], la noche del 23-F, escuchando la radio en nuestra
primera casa, un piso de alquiler de la calle Atocha, el intento de golpe de Estado, y Virginia que sale una
y otra vez del baño cuando la llamé, escucha, escucha, han asaltado el Congreso, Virginia desnuda con un
cigarrillo de marijuana entre los dedos, […], o el día de la exposición de Andy Warhol […]” (Prado 2007:
287, la cursiva es mía).
128
3 Mala gente que camina de Benjamín Prado
van retomando su relación amorosa: “No digo que todo haya vuelto a ser lo que era en el
pasado porque las cosas rotas se arreglan pero no se resucitan, aunque vamos a esperar a
ver qué ocurre y a disfrutar mientras lo hacemos” (Prado 2007: 458), confiesa el
narrador en el último capítulo del libro.
Como señala Johnson (2010: 8-9), la capacidad de Virginia de curarse y la del
narrador de superar su rechazo inicial y prestarle ayuda a su exmujer constituye una
alegoría de las posibilidades de la lucha por “la recuperación de la memoria histórica”.
Lo que sugiere esta subtrama es que la recuperación es posible cuando exista una
voluntad explícita de encarar el pasado y buscar soluciones por muy inconveniente o
molesto que pueda resultar. Es significativo que el narrador no solo ayuda a Virginia
porque sigue albergando sentimientos hacia ella, sino también por un sentido de
responsabilidad: “¿Quizás es que, en el fondo, pensaba que todos sus infortunios habían
empezado entonces [cuando estaban casados] y, en consecuencia, yo era responsable, en
alguna medida, de ellos?” (Prado 2007: 107), dice el narrador y, en otro momento,
confiesa que “me gustaba ayudarla, tal vez porque era una oportunidad de hacer en esa
ocasión lo que no pude, no quise o no supe cuando Virginia se hundió en la ciénaga de la
heroína” (Prado 2007: 228).
La enfermedad de Virginia, la hepatitis C, es un mal grave, pero no fatal, como
apunta Johnsson (2010: 9), y, tras una larga lucha, Virginia consigue vencer la
enfermedad. La recuperación del personaje constituye una narrativa de restitución, que
en clave simbólica apunta la posibilidad de reparar la situación actual por medio de
acción deliberada. Al igual que Virginia “debe liberarse poco a poco de la inconsciencia
que casi la destruye y recuperar, con la ayuda de la medicina, las riendas de la vida […]
la joven democracia de España […] debe ahora también sacudirse el polvo del olvido y
aceptar la Historia que dejó en el camino”, explica García Urbina (2006). La cura que
Mala gente que camina propone para la democracia española “enferma” consiste en
desvelar, reconocer y dar a conocer los crímenes cometidos por la dictadura franquista y
supuestamente ocultados en la Transición.
Benjamín Prado cuenta en una entrevista que la idea inicial de Mala gente que
camina surgió después de que viera, en 2002, el documental Los niños perdidos del
franquismo de Montserrat Armengou (2002) sobre la apropiación de los hijos de las
presas republicanas. “Hasta ese momento yo no tenía el menor indicio de que esto
hubiera pasado” (Berlanga 10/05/2009), recuerda el autor y afirma que para él escribir la
novela fue una “obligación política […]: si puedo impedir que siga sin saberse, lo
escribo y se sabe” (Berlanga 10/05/2009).20 El novelista considera necesario divulgar el
conocimiento de lo sucedido porque, según él, “estos temas no están en los libros de
historia” (Berlanga 10/05/2009). Por esta razón, el autor tardó cuatro años en reunir la
información que presenta en la novela:
20
Aunque los motivos iniciales del narrador son más prosaicos —lo que persigue, en principio, es
impresionar a sus colegas con el descubrimiento de una autora olvidada de la posguerra—, poco a poco va
adquiriendo una responsabilidad social y al final también se siente “obligado” (Prado 2007: 91) a escribir
la novela.
129
ELINA LIIKANEN
“Yo me he dado cuenta de que los historiadores eso no lo van a hacer, por eso lo
tenemos que hacer los novelistas; no van a hablar de eso […]” (Blas Vives 2008), dice
Prado. En otras palabras, el autor se propone cubrir los vacíos de la historiografía por
medio de su novela, la que convierte así en una herramienta de divulgación de
conocimientos históricos. La abundancia de datos históricos que se percibe en el relato
se debe, seguramente, a este deseo de dar cuenta de lo ocurrido, de dejar constancia de
los crímenes perpetrados por la dictadura.
21
“Lo que tengo que hacer es contar la verdad” (84), contesta a la madre cuando esta lo acusa de
dejarse llevar por la cólera; “No es rencor, es afán de verdad. […] La verdad, mamá. Ya te lo he dicho, se
trata de establecer la verdad, y eso sólo se consigue haciendo antes el inventario de mentiras” (Prado 2007:
267-268), se justifica en otro momento.
130
3 Mala gente que camina de Benjamín Prado
como forma de establecer la verdad sobre el pasado frente a otros discursos, como la
historiografía” (Santamaría Colmenero 2012: 57), cuya voluntad de dar cuenta de lo
ocurrido el autor cuestiona, como he señalado más arriba. Por consiguiente, la mayoría
de las fuentes de información que el narrador cita en el curso de la novela son de
carácter testimonial o memorístico. Por un lado, entrevista a su madre, que vivió la
época, y a Natalia y a Carlos, nuera e hijo de Dolores Serma respectivamente; por otro
lado, se informa sobre la posguerra por medio de un gran número fuentes escritas, obras
memorísticas y testimoniales, y sobre la vida de Serma a través del estudio de los
documentos personales de esta: cartas, manuscritos, fotos, etc.
El narrador se considera a sí mismo “un investigador minucioso” y repite en varias
ocasiones que su único motivo es “contar la verdad” (Prado 2007: 84). En la novela, el
narrador da cuenta de las distintas fases y facetas de su investigación: cita las fuentes
que utiliza, reproduce sus conversaciones con otros personajes, describe el proceso de
escritura, expone sus hipótesis y explica cómo las va modificando cuando descubre
nuevos datos. Sin embargo, llama la atención que el texto apenas contiene reflexiones o
dudas sobre sus métodos de trabajo: el narrador no se interroga acerca de sus propias
prácticas y tampoco medita sobre los problemas que implica el uso del testimonio y del
recuerdo como fuentes históricas. Al analizar y juzgar la fiabilidad de las fuentes, no
sigue una metodología coherente, sino que emplea un criterio ambiguo y subjetivo que
refleja sus prejuicios.
En lugar de examinar y establecer la credibilidad de cada documento por separado
independientemente de la orientación política de su autor, el narrador suele confiar por
completo en las fuentes que concuerdan con su postura política e ideológica y su visión
de la historia, mientras que tiende a rechazar y a calificar de falsas todas aquellas que
representan una postura contraria a la suya. Estos prejuicios, que condicionan la
interpretación histórica del narrador, son seguramente una de las principales razones por
las que Rodríguez Fischer (2006) considera que Mala gente que camina da lugar a un
“tratamiento excesivamente sectario y partidista” del tema que aborda, por lo que resulta
“tan próximo en ocasiones al panfleto y al maniqueísmo”. En cambio, otros autores
consideran Mala gente que camina una novela polifónica o dialógica gracias a la
confluencia de muchas voces y discursos en el relato. Asimismo, el autor opina que
131
ELINA LIIKANEN
132
3 Mala gente que camina de Benjamín Prado
preguntas contienen una acusación velada. De seguido, la madre reprocha al hijo por su
insistencia o por su tono agresivo, pero generalmente admite que no conocía lo que el
hijo le acaba de señalar. Este reconocimiento de parcial ignorancia por parte de la madre
brinda al narrador la oportunidad de explicarse y, a la vez, de exhibir sus conocimientos
bibliográficos sobre la coyuntura histórica y política de la época, los que siempre
superan a los de la madre, limitados casi exclusivamente al ámbito del teatro (Sánchez
2012: 64). Asimismo, el habla coloquial de la madre, salpicada de refranes, contrasta con
el discurso más o menos académico de su hijo, lo que contribuye a restar credibilidad a
la primera.22
Como señala Sánchez (2012: 65, 68), las discusiones entre la madre y el hijo
invierten la tradicional escena de formación: no es el personaje mayor quien transmite
sus conocimientos al más joven, sino al revés, es el hijo el que informa e intenta educar a
su madre con el objetivo de “devolverle […] la perspectiva que le robó la dictadura”
(Prado 2007: 381). El narrador descalifica sistemáticamente los conocimientos y la
visión de la historia de su madre y, por tanto, presenta su perspectiva derivada de la
experiencia “como incompleta y sesgada“ (Sánchez 2012: 68). El narrador afirma que
admira a su madre por “su inteligencia, su memoria y su espíritu combativo” (Prado
2007: 76), pero la actitud que muestra hacia ella más bien roza la condescendencia: por
ejemplo, en la última página del libro, asegura que seguirá queriendo a su madre a pesar
de sus discrepancias, ya que “no se puede acusar a alguien de haber sido engañado”
(Prado 2007: 460).23
Aunque la madre acaba casi siempre admitiendo que los conocimientos del hijo son
superiores a los suyos, los interlocutores sin embargo nunca llegan a un acuerdo: la
información que proporciona el narrador no es suficiente para que la madre cambie de
idea. Por consiguiente, los debates no llegan a convertirse en verdaderos diálogos en los
que se buscaría el intercambio de ideas y el acercamiento de posturas, sino que quedan
en meros “enfrentamiento[s] de rutina en que las posiciones ocupadas están claras de
antemano” (Sánchez 2012: 73). De todas formas, el narrador es consciente de la
improductividad de sus conversaciones y, de hecho, considera la incapacidad de llegar a
un acuerdo como un rasgo típico de los debates sobre la guerra civil entre españoles de
diferentes creencias políticas, como muestra un comentario que hace en medio de una
discusión:
22
En ocasiones, como señala Sánchez {{249 Sánchez,Mariela 2012/f: 72}}, también se emplea el
estilo indirecto “por el cual se le ‘quita la palabra’ a la madre para traducir sus argumentos y dejar en claro
sus inconsistencias”. Por ejemplo, en un diálogo el narrador resume la intervención de su madre de la
manera siguiente: “Me volvió a contar la historia de cuando se llevaron a su padre para darle el paseo y lo
salvó en el último suspiro, junto a las tapias del cementerio donde lo iban a fusilar, un jefe del Partido
Socialista, viejo amigo suyo. ¿Es que acaso mi abuelo había hecho daño a alguien? ¿Es que merecía que lo
mataran? No había la manera de sacarla de allí, como a tantos millones de españoles, ni de hacer que
saltase de lo personal a lo general: es difícil ser analítico desde el miedo, razonable desde la pasión”
(Prado 2007: 160).
23 Dice el narrador sobre la madre: “La imagen que siempre he tenido de ella es la de una mujer
feliz, positiva y, sobre todo, perspicaz. Sigmund Freud decía que sólo existen dos maneras de ser feliz:
hacerse el idiota o serlo. Dado que mi madre jamás entraría en el segundo grupo, tengo que pensar que
pertenece al primero” (Prado 2007: 88-89).
133
ELINA LIIKANEN
Sánchez (2012: 69) sugiere que una de las funciones de las conversaciones entre el
hijo y la madre es la de interpelar al lector respecto a las versiones heredadas del pasado.
De hecho, los argumentos del hijo sirven para demostrar la falsedad de varios mitos
franquistas en torno a la guerra civil y sus consecuencias divulgados y repetidos en
España durante la dictadura. De todas maneras, la brusquedad con la que el narrador
destroza los argumentos de la madre sugiere que el libro no está dirigido a lectores que
piensen como esta, sino más bien a aquellos que están ya de antemano más o menos de
acuerdo con la postura representada por el hijo. Para este tipo de lectores, el texto
proporciona la satisfacción que supone identificarse con el personaje poseedor de los
conocimientos y la perspectiva presentados como superiores y verídicos, aunque es
cuestionable que el hecho de fomentar este tipo de actitudes pueda servir para avanzar,
en el terreno de la realidad, hacia una mayor comprensión mutua entre las distintas
partes del presente conflicto social y político en torno a la interpretación del pasado.
Asimismo, se percibe en las escenas de discusión una intención autorial de anticipar
y neutralizar críticas previsibles hacia la novela. El procedimiento es sencillo: el autor
sitúa las objeciones potenciales hacia la visión del pasado que la novela promueve en la
boca del personaje de la madre, cuyo punto de vista se desprestigia en la novela. Por
ejemplo, la madre critica en varias ocasiones la imagen estereotipada que el narrador
tiene de los españoles de su generación: “No cometas el error de pensar que aquí y en la
posguerra éramos todos iguales, […] ni que nos creímos a pie juntillas todo lo que nos
contaban. Ni los hombres ni las mujeres” (Prado 2007: 266). Asimismo, el personaje de
la madre reprocha muchas veces a su hijo por la tendencia de este al maniqueísmo: “¿No
eres demasiado duro? ¿No crees que hubo matices?” (Prado 2007: 124), le pregunta la
madre a su hijo, y le advierte que este no debería “ser simplista y dividir el mundo en
ángeles y demonios” (Prado 2007: 191)24. Además, la madre insiste en que el narrador
no debería dejarse “llevar por la cólera, que suele nublar la razón” (Prado 2007: 84) y
comenta que no le gustaría que este escribiese “un libro lleno de rencor” (Prado 2007:
267).25 El narrador, que parece inmune a cualquier duda sobre sus propias prácticas y
certezas, hace caso omiso a las objeciones de la madre sin detenerse a reflexionar sobre
ellas.
24
“[S]i lo reduces todo a una cuestión de ángeles y demonios no comprenderás nada. Las cosas no
son tan sencillas”, advierte el personaje de la madre también en otra ocasión (Prado 2007: 265).
25
De hecho, la crítica ha señalado estos defectos. Aparte de Rodríguez Fischer (2006), que no
aprueba “el tratamiento excesivamente sectario y partidista desde el que se cuenta” el pasado, también di
Benedetto opina que la novela cae en ocasiones en “la trampa de la novela de tesis”, y Javier Goñi
(13/5/2006) llama la atención sobre el tono encolerizado de la novela. Cuando le preguntan al autor en una
entrevista sobre las críricas que ha recibido la novela, éste comenta que “las peores reacciones las he
tenido de presuntos compañeros de viaje que, por motivos extraños, me consideran demasiado radical. No
sería yo, en cualquier caso”, se justifica Prado, “sino el personaje, que debe ser así para que la trama
funcione, pero hay gente que no sabe leer novelas y confunde las cosas” (Santos 26/5/2006).
134
3 Mala gente que camina de Benjamín Prado
Por otro lado, Carlos es de derechas y muestra una actitud contraria a “la
recuperación de la memoria”. Según la explicación de Natalia, su marido considera la
guerra civil una cuestión del pasado y tiene una visión positiva de la Transición, al
contrario que el narrador:
26
En el pasado, Carlos fue letrado de Las Cortes Generales, profesor de Derecho Constitucional en la
Universidad Complutense, trabajó en varias comisiones del Parlamento Europeo y, en el presente de la
narración, se dedica a la abogacía (Prado 2007: 306). En su infancia y primera juventud, cursó el
preparatorio en un colegio y el Bachillerato en uno alemán, y en la Universidad estudió Derecho y
Filología Francesa (Prado 2007: 218).
135
ELINA LIIKANEN
136
3 Mala gente que camina de Benjamín Prado
investigación: este apenas presta atención a las reacciones de Carlos ni se preocupa por
lo que este pueda sentir al conocer la verdad; lo que le interesa es mostrar la superioridad
de sus propios conocimientos y tener razón. Los últimos párrafos del capítulo en
cuestión persiguen claramente un efecto humorístico y procuran reforzar el vínculo del
lector con el protagonista, pero —leídos a contrapelo— también ponen de manifiesto la
frialdad y la falta de empatía del narrador hacia el personaje de Carlos:
27
Este radical cambio de fecha de nacimiento del personaje parece inverosímil, ya que Dolores
Serma consiguió la tutela de Carlos cuando éste tenía cinco o seis años.
28
En otro momento del libro, el narrador critica a los vencedores de la guerra civil por “un rasgo
típico” suyo que consiste en “justificarse acusando a la propia víctima de sus sufrimientos” (Prado 2007:
387). Aunque las dos situaciones quizás no sean equiparables, llama la atención que el narrador parece
considerar que Carlos de alguna forma merece el golpe que supone descubrir, a los sesenta y tantos años,
que uno no es quién siempre ha creído ser, que la persona a la que uno ha tomado por su madre no lo es y
que, además, esta persona le ha ocultado la verdad a propósito.
137
ELINA LIIKANEN
llevar por sus prejuicios, y encasilla y juzga ya de antemano a los que no piensan como
él.
Debido a la supresión casi completa de la experiencia y del punto de vista de Carlos
del relato, el lector no llega a conocer las consecuencias emocionales y psicológicas que
el robo de niños supuso para (una de) sus víctimas. Asimismo, la novela también
excluye la experiencia de la madre biológica de Carlos, otra víctima de la dictadura, que
perdió su salud mental después de que le secuestraron a su hijo y murió, sin volver a
verlo nunca, en una clínica psiquiátrica pocos años después de que su hermana la
consiguiera sacar de la prisión. En otras palabras, Mala gente que camina realza la
perspectiva y la historia del narrador-investigador a costa de la experiencia de las
víctimas, que queda relegada a un segundo plano, cuando no es directamente excluida
del relato.
29
No se puede decir que se trate de unas memorias, sino más bien de una serie de anotaciones del
tipo de las que uno haría una agenda” (Prado 2007: 403), aclara el narrador.
138
3 Mala gente que camina de Benjamín Prado
30
En el discurso del narrador, el antagonista por excelencia es Dionisio Ridruejo, que contribuyó al
golpe de Estado, alentó a los falangistas a la violencia y, durante los primeros años de la dictadura, ocupó
varias posiciones de poder y también luchó en la División Azul. Al narrador le parece indigno que, a pesar
de todo ello, la gente lo considere “un campeón de la democracia” (Prado 2007: 124) y que “todo el
mundo lo cit[e] como un modelo de valor y decencia, y no hay quién deje de recordarte lo mucho que
sufrió en la España fascista” (Prado 2007: 124). El narrador reconoce que “Ridruejo […] le plantó cara a
sus antiguos cómplices y llegaría a sentir repugnancia por la dictadura y acabó en la cárcel, lo deportaron,
se involucró en las revueltas universitarias del año 56 y hasta se enfrentó violentamente al marqués Luca
de Tena, en las páginas del ABC, para defender a José Bergamín” (Prado 2007: 126), pero considera que,
a pesar de todo, el personaje “se hizo demócrata sin dejar de ser falangista” (Prado 2007: 329) y “murió
siendo falangista” (Prado 2007: 453) y, por tanto, no merece la fama de “héroe de la resistencia
antifranquista [e] impulsor de nuestra democracia” (Prado 2007: 453) que tiene hoy en día.
31
“Yo no quiero escribir esto. No quiero que se sepa lo que voy a contar y sin embargo, por alguna
razón, aunque sólo sea esta vez, necesito hacerlo” (Prado 2007: 402) escribe Serma.
139
ELINA LIIKANEN
¿Quién era Dolores Serma? ¿Por qué su historia estaba hecha de tantas
mentiras e identidades inventadas? No sé qué pensarán ustedes, pero yo, a esas
alturas, ya daba por confirmadas las sospechas que tuve en cuanto leí Óxido: la
vida oficial de su autora, su militancia en la sección Femenina, su adscripción
ideológica a la Falange y, casi con total seguridad, su matrimonio con aquel
incierto conglomerado de Rilke, Novalis y Thomas Mann a quien llamó Rainer
Lisvano Mann, eran pura ficción, mientras que lo que había contado en su
novela era la verdad. Sólo restaba descubrir los pormenores de esa verdad.
(Prado 2007: 328)
A pesar del carácter literario y altamente simbólico de la obra de Serma y del hecho
de que la escritora se guardó de revelar a nadie su experiencia, el narrador considera
Óxido “un testimonio escrito” (Prado 2007: 389) y equipara a la novelista con los
autores de ficción y de obras testimoniales que “fueron capaces de entender que sólo si
contaban sus suplicios evitarían la completa inmunidad de los homicidas, en cuyos
nombres, gracias a su testimonio, gotea la sangre” (Prado 2007: 445).
Mediante su libro, el narrador se propone devolverle la palabra a Serma, que
considera un testigo cuya voz fue relegada (Santamaría Colmenero 2012: 60). Sin
embargo, como señala Santamaría Colmenero (2012: 64), la relación que el narrador
establece respecto al personaje es asimétrica, ya que en el relato del narrador apenas hay
sitio para las palabras propias de Serma. Aparte de unas pocas citas directas, el lector
32
En una tecera cita, Serma justifica su decisión de no llevar a Carlos a visitar a su madre biológica:
“¿Y qué iba a hacer?”, escribe Dolores, “El estado físico y mental de Julia, que aún estaba en Ventas, era
espantoso. Las condiciones en las que sobrevivía eran infernales y, según las noticias que me daban, tal
vez no durase mucho. ¿Cómo iba a sacar a aquel niño de una pesadilla para llevarlo a otra peor? ¿Qué
futuro iba a tener el pobre, estigmatizado como hijo de rojos y ex presidiarios?” (Prado 2007: 438).
140
3 Mala gente que camina de Benjamín Prado
solo tiene acceso a la voz del narrador, que interpreta y resume tanto la obra como la
vida de Serma desde su propia perspectiva y para sus propios fines. De ahí surge la
pregunta de ¿hasta qué punto el narrador (o el autor)33 simplemente atribuye su propia
motivación a Serma al dar por supuesto que esta “se obligó a contar su historia […] para
impedir que el horror quedase impune” (Prado 2007: 456)? ¿El motivo de Serma, al
escribir Óxido, fue denunciar el robo de niños, o escribió más bien “a modo de terapia”
(Prado 2007: 404) para aguantar el silencio que se veía obligada a mantener, como el
propio narrador da a entender en otro momento? En lugar de dar espacio a la perspectiva
del personaje-testigo en su relato, el narrador más bien “lo supedita y reduce a una mera
figura que le concede legitimidad” (Santamaría Colmenero 2012: 64).
En realidad, el narrador se equipara a sí mismo con la testigo-heroína de su relato.
Por una parte, el hecho de compartir el objetivo de Serma (desvelar la verdad oculta)
también convierte al propio narrador en una suerte de testigo-héroe de segundo grado.
Por otra parte, los dos personajes tienen que luchar contra un intento de silenciamiento.
Mientras que Serma tuvo que ocultar y disfrazar su denuncia por miedo a las represalias,
el narrador se enfrenta a la posible demanda de Carlos, que quiere impedir la publicación
de su libro. Aunque el narrador asume, de esta manera, el papel de una víctima/héroe
muy parecido al que atribuye a Serma, confía sin embargo en que su voz, al igual que la
de Serma, no será suprimida del todo, sino que llegará al público y permitirá a los
lectores conocer la verdadera historia de la posguerra:
Por medio de la voz del narrador, el texto también invita al lector a asumir el papel
de un testigo secundario de los hechos. En el curso de la obra, el narrador se dirige
continuamente a los lectores, lo que convierte la novela, según Tyras (2011: 362), “en
una especie de ágora que permite concebir la presencia del narrador y del lector en el
mismo espacio”. Por consiguiente, el lector, o los lectores en plural, se convierten en un
personaje más de la novela, al que el narrador “toma permanentemente por testigo de la
verdad de lo que está contando” (Tyras 2011: 363). Sin embargo, esta relación, al igual
que las que el narrador establece con respecto a otros personajes, no es simétrica, dado
33
La motivación que el narrador atribuye a Serma es, en realidad, la que empuja al propio autor de la
novela, que ha definido su libro como “una novela contra la impunidad y los falsos prestigios” (Ruiz
Mantilla 7/4/2006).
141
ELINA LIIKANEN
que mundo el narrativo se representa siempre desde la perspectiva del narrador, que no
solo supone, sino que prácticamente exige que los lectores compartan su punto de vista:
“estoy seguro de que la mayor parte de los lectores que me sigan hasta el fin de esta
novela que me he visto obligado a escribir, estarán de acuerdo conmigo. O eso, o no
tienen corazón” (Prado 2007: 91).
142
3 Mala gente que camina de Benjamín Prado
Era indiscutible que Dolores Serma tenía buena prosa, y desde luego,
nada en común con las retumbantes hipérboles de algunos narradores
orgánicos del franquismo. (Prado 2007: 139)
Sin embargo, resulta evidente que para el narrador el valor de la obra radica en su
calidad de testimonio sobre el robo de niños, mientras que los méritos literarios de Óxido
solo le sirven como pretexto para convencer a Carlos que le permita consultar los
documentos personales de Serma:34
—[…] hasta ahora [no] sabías que la literatura fue su gran vocación, y
no un simple pasatiempo. Ni que su novela podría llegar a ser considerada una
de las grandes obras de la posguerra. Eso lo cambia todo.
Estuve atento al impacto que le causaba [a Carlos] aquella exageración.
No vi gran cosa.
—Perfecto —dijo—, y hasta ahí ya sabes que cuentas con nuestro apoyo
y nuestra gratitud.
—Sí, pero el problema es el siguiente: estoy seguro de que Óxido
contiene algunas claves autobiográficas y necesito conocer algo más la vida de
Dolores y de su hermana, para comprobarlo. (Prado 2007: 315)
34
El narrador utiliza la misma estrategia también en las páginas 307-308 y 316-317.
35
La novela narra la historia de Gloria, que durante años busca angustiosamente a su hijo en las
calles de una ciudad fantasmagórica a pesar del acoso de las autoridades; según el narrador, las zanjas que
se van abriendo en la ciudad en la que se ambienta la novela son “un reflejo de las fosas comunes de
Franco” (Prado 2007: 143); en el relato reina la oscuridad “porque [en la posguerra] había continuos cortes
de luz; y si Gloria camina entre ‘árboles cortados’ y ‘chimeneas frías’ es porque se prohibió el gasoil para
las calefacciones’” (Prado 2007: 143); y las calles que parecen cambiar de nombre son simplemente el
reflejo del hecho de que “los vencedores sustituyeron los nombres de la ciudad de los vencidos” (Prado
2007: 143).
143
ELINA LIIKANEN
144
4 SOLDADOS DE SALAMINA DE JAVIER CERCAS
145
ELINA LIIKANEN
historia, en 1994, se halla en un estado depresivo por tres razones: su padre acaba de
morir, su mujer lo ha dejado y, además, se siente fracasado como novelista. Ese mismo
año Cercas, sin embargo, conoce la historia del fallido fusilamiento de Sánchez Mazas,
lo que lo saca de su abatimiento. Al cabo de un tiempo, Cercas se vuelca en la escritura
de un nuevo libro sobre la peripecia del falangista.
Por un lado, Soldados de Salamina narra los esfuerzos de Cercas por llevar a cabo
su libro y, por otro lado, da cuenta de su progresiva concienciación respecto a la guerra
civil. Al inicio del relato, el narrador ignora la historia del conflicto, que le parece “tan
remoto como la batalla de Salamina” (Cercas 2001: 43). De hecho, Cercas se sorprende
al darse cuenta de que algunos testigos de los hechos siguen vivos. Sin embargo, la
investigación histórica en torno a la biografía de Sánchez Mazas y el contacto con los
testigos y los protagonistas de la guerra, especialmente con Miralles, le hacen sentirse en
deuda. Al final, Cercas asume la tarea de contar en su libro la historia de Miralles y de
las demás víctimas o testigos de la guerra. De este modo, el narrador supera su bloqueo
creativo y se reafirma como escritor. Además, el narrador vuelve a tener una familia, ya
que Miralles se convierte en una figura paterna para él y su relación con su novia,
Conchi, adquiere mayor profundidad.
Cercas es el único narrador y el autor ficticio de la novela, por lo que su punto de
vista domina el mundo narrativo y condiciona también la visión del pasado que este
proporciona. Aunque el narrador procura legitimar su visión de la historia revelando sus
fuentes de información y sus métodos de trabajo, su perspectiva subjetiva y su
imaginación, sin embargo, influyen inevitablemente en la forma en la que interpreta las
fuentes y representa el pasado. El hecho de que el lector tenga acceso al mundo interior
del narrador y conozca sus motivos y sus circunstancias personales contribuye a que
aquel confíe en su juicio.
Casi todos los personajes de la novela están basados en personajes reales. Sin
embargo, los personajes adquieren poca profundidad y su rol en la novela suele ser
instrumental, con la excepción de Rafael Sánchez Mazas. A grandes rasgos, los
personajes pueden dividirse en dos gupos: por una parte, están los testigos, cuyos
recuerdos ayudan al narrador a reconstruir los hechos del pasado y, por otra parte, están
los ayudantes, que aportan al narrador ideas que le permiten avanzar en la investigación
o en el proyecto de libro. En algunos casos, los personajes cuentan con ambas funciones.
Aunque la perspectiva del narrador domina el mundo narrativo y este retrata los
personajes desde su punto de vista, el relato también contiene diálogos en los que se oye
la voz de varios personajes. Sin embargo, a menudo la voz de los personajes solo sirve
para reafirmar la perspectiva del narrador (Santamaría Colmenero 2013: 332);
únicamente en el caso de Miralles las palabras del personaje parecen entrar en
contradicción con el punto de vista del narrador.
Rafael Sánchez Mazas (1894–1966) fue escritor y miembro fundador de la Falange
y ejerció de ministro en el segundo gobierno franquista. Este personaje es el principal
objeto de investigación del narrador, al que le intriga el contraste entre la literatura
estetizante y las ideas políticas incendiarias de Sánchez Mazas. El objetivo inicial de
Cercas es escribir una biografía interpretativa de este personaje la que, por extensión,
también indague en “los motivos que indicaron al puñado de hombres cultos y refinados
146
4 Soldados de Salamina de Javier Cercas
que fundaron la Falange a lanzar al país a una furiosa orgía de sangre” (Cercas 2001:
143). El narrador rechaza la ideología del personaje, pero lo considera sin embargo un
buen escritor, que ha sufrido una injusticia al ser expulsado del canon de la literatura
española por razones políticas. Aunque Sánchez Mazas ocupó varios cargos durante el
franquismo, el narrador resta importancia a su actividad política y opta por representarlo
como un escritor y millonario decadente que se fue apartando de la vida pública después
de la guerra.
“Los amigos del bosque” —Daniel Angelats y los hermanos Pere y Joaquim
Figueras, oriundos de Cornellá de Terri— fueron los tres soldados republicanos
desertores que protegieron a Sánchez Mazas después del frustrado fusilamiento hasta la
llegada de las tropas de Franco. Pere, el mayor de los hermanos, se hizo muy amigo de
Sánchez Mazas durante los días que pasaron juntos. Pere es un lector ávido y miembro
de la Esquerra Republicana de Catalunya. Antes de marcharse, Sánche Mazas prometió a
sus nuevos amigos que escribiría un libro titulado Soldados de Salamina sobre su
peripecia con ellos.2 Asimismo, les dejó, a modo de salvoconducto, un documento en el
que relató brevemente lo que habían hecho para ayudarle. En el curso de su
investigación, el narrador entrevista a Daniel Angelats y a Joaquim Figueras, los dos
amigos del bosque que siguen vivos, así como a Jaume Figueras, hijo del tercero.
Asimismo, el narrador habla con Maria Ferré, hija de otra familia de Cornellá de Terri
que también auxilió al falangista.
Antoni Miralles es comunista y veterano de la guerra civil y de la segunda guerra
mundial. En la guerra española, Miralles fue soldado de Líster y combatió en el frente de
Madrid, en Belchite, en Teruel y en el Ebro. Después del fin del conflicto, cruzó la
frontera francesa y acabó en el campo de concentración de Argelès. Para salir de ahí, se
alistó en la Legión Extranjera francesa y lo enviaron al Maghreb. Al comenzar la
Segunda Guerra Mundial, se unió a las tropas de Leclerc, atravesó varios kilómetros de
desierto a pie y luchó contra italianos y alemanes en distintos países de África. Luego
fue enviado a Inglaterra para desembarcar en Normandía. Luchó contra los alemanes en
el suelo francés, entró en París entre los primeros y siguió combatiendo hasta llegar a
Alemania y Austria, donde finalmente pisó una mina después de ocho años de lucha
continua. El narrador-protagonista conoce la historia de Miralles gracias al personaje de
Bolaño, que lo conoció a finales de los años setenta cuando trabajaba en un cámping.
Cercas se siente fascinado por la trayectoria del personaje y decide buscarlo cuando se
da cuenta de que Miralles pudo estar en Santa María del Colell en las mismas fechas en
las que se produjo el fusilamiento de Sánchez Mazas. Al final Cercas lo localiza en un
hogar de ancianos francés. Aunque Miralles se niega a aceptar el papel de héroe que el
narrador quiere asignarle, su historia sin embargo permite al narrador completar su libro.
Los escritores Roberto Bolaño y Andrés Trapiello y el historiador Miquel Aguirre
son personajes que, cada uno a su manera, guían la investigación del narrador-
protagonista. El personaje de Miquel Aguirre informa a Cercas sobre el contexto
histórico del fusilamiento de Sánchez Mazas, le da indicaciones bibliográficas y lo pone
2
Parece que Sánchez Mazas realmente dijo que escribiría un libro sobre su fusilamiento y los amigos
del bosque, pero en vez de llamarlo Soldados de Salamina, iba a titularse Los amigos del bosque (Bueres:
2001).
147
ELINA LIIKANEN
en contacto con Jaume Figueras, María Ferré y los amigos del bosque. Asimismo,
Aguirre le recomienda a Cercas hablar con Andrés Trapiello, que ha investigado y
escrito sobre los escritores falangistas. Cercas se pone en contacto con Trapiello y este lo
aconseja y le recomienda lecturas. Mientras que Aguirre y Trapiello ayudan al narrador
en la investigación, Roberto Bolaño, escritor chileno exiliado en España, ocupa el papel
del principal “peón” literario. Por un lado, Bolaño le narra a Cercas la historia de
Miralles, lo que le ayudará a reorientar su libro, y también le proporciona a Cercas una
definición de héroe que este adopta. Por otro lado, el personaje de Bolaño nunca toma
muy en serio la obsesión del narrador de ceñirse a los hechos y personajes reales, sino
que elogia las ventajas de la imaginación. De este modo, Bolaño tematiza una de las
cuestiones centrales de la novela, esto es, la relación entre realidad y ficción.
Conchi es la novia del narrador-protagonista Cercas. Trabaja de pitonisa en la
televisión local y Cercas se avergüenza de ella por su aspecto y su comportamiento. El
personaje de Conchi asume una clara función humorística y sirve de contrapunto cómico
a la historia trágica ambientada en la Guerra Civil. Conchi es retratada como un
personaje “ignorante, […] vulgar y ordinaria” (Antón 2006),3 que sin embargo apoya
emocionalmente al narrador durante su proceso de investigación. Asimismo, Conchi es
el personaje que, desde el principio, reprocha al narrador “escribir sobre un facha, con la
cantidad de buenísimos escritores rojos que debe de haber por ahí” (Cercas 2001: 68).
Cuando Cercas finalmente se da cuenta de que necesita añadir a su relato real una
perspectiva republicana, Conchi lo ayuda a localizar a Miralles. Conchi es uno de los
pocos personajes totalmente ficticios de la novela.
3
Como argumenta Antón (2006), Conchi actúa, por tanto, “como un espejo que devuelve, aumentada
y fortalecida, la imagen del personaje masculino, por supuesto, principal”.
4
El título alude a la película Fat City de John Huston. Stockton es la ciudad en la que se ambienta la
película, “una ciudad atroz, donde no hay oportunidades para nadie, salvo para el fracaso” (Cercas 2001:
178). En la novela, Bolaño y Miralles vieron la película juntos y, después, Miralles le dijo al chileno que
los dos iban a “acabar igual [que el protagonista], fracasados y solos y medio sonados en una ciudad atroz”
(Cercas 2001: 179).
148
4 Soldados de Salamina de Javier Cercas
5
Entonces, “[…] Miralles dejaría de ser definitivamente un huérfano (y quizá yo también) y Conchi
sentiría una nostalgia terrible de un hijo (y quizá yo también)” (Cercas 2001: 206).
149
ELINA LIIKANEN
6
Steven Kellman (1980: 3) define la novela autogeneradora de la siguiente manera: “The self-
begetting novel, projects the illusion of art creating itself […] it is an account, usually first-person, of the
development of a character to the point at which he is able to take up his pen and compose the novel we
have just finished reading. Like an infinite recession of Chinese boxes, the self-begetting novel begins
where it ends.”
150
4 Soldados de Salamina de Javier Cercas
indefinición con respecto a la referencialidad del texto. Por un lado, la novela está
construida sobre una “retórica de la anti-ficcionalidad” (Gómez López-Quiñones 2006:
16, 55) pero, por otro lado, también se utilizan técnicas narrativas propias de la
metaficción, que llaman la atención sobre la naturaleza ficticia del texto. En el momento
de la publicación de Soldados de Salamina, esta combinación resultó novedosa para una
buena parte del público y dio lugar a algunas confusiones entre lectores (e incluso
críticos) incautos.7 Sin embargo, las técnicas que a principios de los 2000 aún resultaban
sorprendentes, se han popularizado más adelante en la novela de la memoria —en buena
medida gracias al éxito de Soldados de Salamina— y, por consiguiente, han perdido
parte de su efecto.8
En Soldados de Salamina hay dos elementos clave que pueden crear confusión
respecto a la referencialidad de la obra. En primer lugar, como ya se ha mencionado, el
narrador-protagonista de la obra se llama Javier Cercas al igual que el autor y, además,
se presenta como el autor del libro que el lector tiene en sus manos. Debido a esta
homonimia, Soldados de Salamina puede considerarse una obra de autoficción, forma
híbrida que Manuel Alberga (2000: 425) define como
En la autoficción, los datos biográficos se mezclan con otros ficticios de modo que
este tipo de relatos se sitúan en un “campo intermedio entre los dos grandes pactos
literarios, entre los relatos ‘verdaderos’ y los ‘ficticios’” (Alberca 2000: 426). Según
Alberga (2000: 427), uno de los rasgos distintivos de las obras de autoficción es
precisamente crear incertidumbre en el lector.
Aparte del nombre compartido, el relato contiene también otros elementos que
pueden encaminar al lector a identificar el narrador-protagonista con el autor real. Por un
lado, se reproduce en la novela (con cambios mínimos) un artículo periodístico,
supuestamente escrito por el narrador-protagonista, que el propio autor había publicado
anteriormente en el diario El País. Por otro lado, los títulos de las dos obras literarias que
7
Por ejemplo, Ruiz Vega (sin fecha) parece identificar el narrador con el autor y, por ejemplo,
regaña a Cercas por mofar en su libro al historiador Miquel Aguirre por su aspecto “cuando es fácil
deducir que sin su ayuda no hubiera podido escribir el libro” y porque es poco caritativo también con
Conchi, “su entonces compañera sentimental, a la que pone de boba intrascendente y obsesa sexual”. Con
respecto a Conchi, Ruiz Vega añade, entre paréntesis, que “hay que imaginar que para la hora de la
publicación de este libro ya habrían abandonado su relación, porque si no es motivo sobrado para
hacerlo.” El autor cita también el caso del periodista Arcadi Espada, que al parecer también cayó en la
trampa inicialmente, aunque es un lector mucho menos ingenuo que Ruiz Vega (Cercas 2005); sobre el
debate entre Cercas y Espada, véase Ruiz Martínez (2013). Cercas también cuenta que algunos lectores se
han sorprendido al ver a su padre vivo y que varias personas le han dado el pésame a su madre (Cercas &
Trueba 2003: 11).
8
“[L]os mecanismos desplegados por Soldados de Salamina resultan efectivos por inusitados, es
decir, por definirse frente a un corpus narrativo que no utiliza estas estrategias. En el momento en que
éstas pasasen a incorporarse a una mayoría significativa de narraciones, el efecto de extrañamiento se
diluiría y su lógico destino sería la pérdida de efectividad. Es decir, sería inevitable la defunción de unas
técnicas narrativas (que buscan alejar el relato de su propia literariedad) cuando éstas fuesen identificadas
de inmediato como estrategias literarias por una mayoría de lectores” (Gómez López-Quiñones 2006: 58).
151
ELINA LIIKANEN
9
De hecho, el autor reconoce que muchos de los acontecimientos narrados en la novela tuvieron
lugar realmente, aunque hayan sido modificados y literaturizados. Por ejemplo, el autor conoció la historia
del fusilamiento de Sánchez Mazas por su hijo Rafael Sánchez Ferlosio, aunque no fue en una entrevista.
Al igual que el narrador-protagonista, el autor recibió una carta del historiador Miquel Aguirre después de
haber publicado en El País el artículo “Un secreto esencial”, y fue éste quien le puso en contacto con
Jaume y Joaquim Figueras, Daniel Angelats y Maria Ferré. Asimismo, el escritor chileno Roberto Bolaño
fue amigo de Javier Cercas en la vida real y también la persona que le contó la historia de Miralles, a
quien había conocido en el Camping Estrella del Mar, al igual que en la novela. El personaje de Miralles
está basado en la biografía verdadera de un soldado republicano, aunque alterada en cuanto a algunos
detalles, pero el autor de la novela reconoce que, en la vida real, nunca intentó buscarlo (Cercas & Trueba
2003; Bueres 2001).
10
La inclusión del documento puede también funcionar al revés. El autor dice al respecto: “a pesar
de que hicimos una foto y la pusimos en el libro, mucha gente creyó que era falsa […] Y no, simplemente
la puse ahí porque en el libro se transcribe lo que está escrito en ella, y para demostrar que era real”
(Cercas & Trueba 2003: 68).
152
4 Soldados de Salamina de Javier Cercas
11
También el personaje de Miralles dice en una ocasión que “hay que ser un mentiroso redomado
para ser un buen novelista, ¿no?” (Cercas 2001: 174).
12
Cuando el narrador conoce la historia de Miralles, empieza a pensar cómo la escribiría: “[…]
imaginé un principio y un final, organicé episodios, inventé personajes, mentalmente escribí y reescribí
muchas frases” (Cercas 2001: 164). Estas palabras pueden leerse como un metacomentario sobre la
novela.
153
ELINA LIIKANEN
154
4 Soldados de Salamina de Javier Cercas
Nunca sabremos quién fue aquel miliciano que salvó la vida de Sánchez
Mazas, ni qué es lo que pasó por su mente cuando le miró a los ojos; nunca
sabremos qué se dijeron José y Manuel Machado ante las tumbas de su
hermano Antonio y de su madre. […] pero a veces me digo que, si
consiguiéramos desvelar uno de esos dos secretos paralelos, quizá rozaríamos
también un secreto mucho más esencial. (Cercas 2001: 26)
Descubrir el secreto que permite a los representantes de los dos bandos enfrentados
en la guerra acercarse o perdonarse la vida se convierte en el principal objetivo del
narrador. Sin embargo, este va más allá en su artículo al sugerir que el apoyo que
Antonio y Manuel Machado dieron a la República y a los sublevados, respectivamente,
no se debía a sus convicciones políticas, sino que fue fruto del azar: “[e]s razonable
suponer que, de haber estado en Madrid, Manuel hubiera sido fiel a la República; tal vez
sea ocioso preguntarse qué hubiera ocurrido si Antonio llega a estar en Burgos” (Cercas
2001: 25).
De modo parecido, el narrador equipara las historias de Sánchez Mazas y de
Miralles despolitizando a ambos personajes. En principio, el narrador considera a
155
ELINA LIIKANEN
Sánchez Mazas en gran medida responsable del estallido de la guerra civil debido a su
intenso labor como ideólogo y propagandista de la Falange:
[…] Sánchez Mazas, que estuvo siempre al lado de José Antonio, y desde
ese lugar de privilegio supo urdir una violenta poesía patriótica de sacrificio y
yugos y flechas y gritos de rigor que inflamó la imaginación de centenares de
miles de jóvenes y acabó mandándolos al matadero, es más responsable de la
victoria de las armas franquistas que todas las ineptas maniobras militares de
aquel general decimonónico que fue Francisco Franco (Cercas 2001: 51).16
Sin embargo, Cercas sostiene que Sánchez Mazas consideró la política “un oficio
indigno de caballeros” (Cercas 2001: 79) y la presenta como un “falso falangista” que,
en realidad, solo deseaba proteger los privilegios de su clase:
Quizá Sánchez Mazas no fue nunca más que un falso falangista que sólo
lo fue porque se sintió obligado a serlo, si es que todos los falangistas no
fueron falsos y obligados falangistas, porque en el fondo nunca acabaron de
creer del todo que su ideario fuera otra cosa que un expediente de urgencia en
tiempos de confusión, un instrumento destinado a conseguir que algo cambie
para que no cambie nada; quiero decir que, de no haber sido porque, como
muchos de sus camaradas, sintió que una amenaza real se cernía sobre el sueño
de beatitud burguesa de los suyos, Sánchez Mazas nunca se hubiera rebajado a
meterse en política. (Cercas 2001: 136)
16
En otra ocasión afirma que Sánchez Mazas trabajó “como casi nadie para que su país se
sumergiera en una salvaje orgía de sangre” (Cercas 2001: 51) y que “poca gente empeñó tanta inteligencia,
tanto esfuerzo y tanto talento como él para conseguir que en España estallara una guerra” (Cercas 2001:
83).
17
Según el narrador, los jóvenes falangistas sentían que eran el pelotón de soldados que, según las
palabras de Oswald Spengler, iba a salvar la civilización: “Sabían (o creían saber) que sus familias
dormían un inocente sueño de beatitud burguesa, ignorantes de que una ola de impiedad y de barbarie
igualitaria iba a despertarlas de golpe con un tremendo fragor de catástrofe. Sentían que su deber consistía
en preservar por la fuerza la civilización y evitar la catástrofe” (Cercas 2001: 86).
18
Llama la atención cómo esta caracterización se diferencia de la imagen difamatoria que Benjamín
Prado da del mismo personaje en Mala gente que camina.
156
4 Soldados de Salamina de Javier Cercas
los más sonrojantes ditirambos del tirano” (Cercas 2001: 134). No obstante, el narrador
destaca que Sánchez Mazas nunca se arrepintió de su pasado político ni intentó negarlo,
al contrario que muchos otros falangistas.
Después de la guerra, Sánchez Mazas fue el más antiguo falangista vivo y Franco lo
nombró ministro sin cartera en su gobierno, aunque al cabo de un año lo destituyó por
razones no del todo claras. El personaje también ocupó varios otros cargos en la
dictadura, pero el narrador los considera “subalternos o decorativos” (Cercas 2001: 134)
y retrata a Sánchez Mazas como un escritor que decidió apartarse de la vida pública para
dedicarse a la literatura, sobre todo después de que recibiera una herencia cuantiosa:
“desde que acabó la guerra hasta su muerte, quizá Sánchez Mazas no fue esencialmente
otra cosa que un millonario” (Cercas 2001: 138), afirma el narrador parafraseando a
Agustín de Foxá.19 En las últimas páginas de su “relato real” Cercas repite las dos ideas
paralelas que marcan su visión del personaje. En primer lugar, mantiene que Sánchez
Mazas nunca creyó en nada, “y menos que nada, en aquello que defendía o predicaba”
(Cercas 2001: 138) y, en segundo lugar, afirma que el falangista “[h]izo política, pero en
el fondo siempre la despreció” (Cercas 2001: 138).20
Resulta evidente que el narrador no comparte la ideología de Sánchez Mazas a la
que intenta restar importancia. Sin embargo, considera que Sánchez Mazas fue “un buen
escritor” (Cercas 2001: 22-23) o incluso “el mejor de los escritores de la Falange”
(Cercas 2001: 140) y que este ha sufrido una injusticia por haber sido excluido de la
historia de la literatura española por razones puramente políticas. En palabras de Andrés
Trapiello, Sánchez Mazas ganó la guerra pero perdió la historia de la literatura (Cercas
2001: 140). El propio narrador confiesa que en 1994, al escuchar por primera vez la
historia del fallido fusilamiento del falangista,
[…] no había leído una sola línea de Sánchez Mazas, y su nombre no era
para mí más que el nombre brumoso de uno más de los políticos y escritores
falangistas que los últimos años de la historia de España habían enterrado
aceleradamente, como si los enterradores temiesen que estuvieran del todo
muertos. (Cercas 2001: 21)
157
ELINA LIIKANEN
158
4 Soldados de Salamina de Javier Cercas
Bolaño, al que Cercas pregunta en una ocasión qué es lo que este entiende por héroe. El
chileno contesta:
El narrador hace suya la definición de Bolaño, que tiene dos aspectos significativos.
En primer lugar, define al héroe como alguien que no mata y, en segundo lugar, entiende
el heroísmo como una especie de instinto o un destino inevitable, que no depende de la
razón o de la reflexión y nada tiene que ver con la política o las convicciones morales.
Esta última idea diferencia Soldados de Salamina de muchas otras novelas de la guerra
civil, en las que los héroes se caracterizan habitualmente por un fuerte sentido de
moralidad y un compromiso político con los valores y las ideas de la República.
Miralles, que en la imaginación del narrador luchó durante años para derrotar el
fascismo, pero sin saber muy bien por qué, encaja perfectamente con la idea
despolitizada del heroísmo como un “instinto de la virtud”. Además, el narrador cree que
Miralles fue, o por lo menos pudo ser, el soldado que encontró a Sánchez Mazas después
del fallido fusilamiento y no lo mató. En su “relato real”, Cercas imagina que la mirada
del miliciano, cuando este mira al falangista antes de darse la vuelta,
159
ELINA LIIKANEN
una pareja e hijos. Miralles se queja del olvido y la falta de reconocimiento que han
sufrido sus amigos, así como los defensores de la República en general: “Nadie se
acuerda de ellos, ¿sabe? Nadie. Nadie se acuerda siquiera de por qué murieron, de por
qué no tuvieron mujer e hijos […]; nadie, y, menos que nadie, la gente por la que
pelearon” (Cercas 2001: 200-201).
El narrador se conmueve y retoma una idea que se repite varias veces en la novela,
esto es, que los muertos no se mueren del todo mientras alguien se acuerda de ellos:21
160
4 Soldados de Salamina de Javier Cercas
(Santamaría Colmenero 2013: 371, 377): por ejemplo, Cercas considera que Sánchez
Mazas fue, en el fondo, “un falso falangista”; Miralles, o el héroe al que persigue el
narrador, salvó al enemigo en una situación de guerra; y los amigos del bosque, a su vez,
fueron desertores.
Debido a la despolitización de los personajes, la guerra civil aparece en Soldados de
Salamina como “una locura colectiva” (Cercas 2001: 30) (como el personaje de Miquel
Aguirre, de formación historiador, describe los primeros días de la contienda en la
comarca de Banyoles), en la que los españoles acaban en un bando o en el otro por
casualidad y actúan según sus instintos.22 Asimismo, se repite en la novela la vieja idea
de que en la guerra civil todos fueron a la vez víctimas y culpables (Cifre Wibrow
2012b: 228). De acuerdo con esta visión apolítica de la contienda, la novela no exige
responsabilidades a nadie: lo que se exalta es la capacidad (irreflexiva) de perdonar al
enemigo. Además, la novela se cierra con la imagen sentimental de Miralles caminando
en el desierto “hacia delante, hacia delante, hacia delante, siempre hacia delante”
(Cercas 2001: 209) con la bandera “de la libertad”. Como señala Santamaría Colmenero
(2013: 358), también esta imagen transmite el mensaje de que “la heroicidad en el siglo
XXI consiste en caminar con la vista puesta en futuro, en no mirar atrás, en saber
perdonar, en ‘hacer la vista gorda’ ante un enemigo y, aparentemente, en renunciar a
‘hacer las cuentas’ sobre el pasado”.
Al contrario que varios otros novelistas que escriben sobre la guerra civil hoy en
día, Almudena Grandes y Benjamín Prado entre otros, Javier Cercas no reivindica en su
novela la tradición republicana ni propone la Segunda República como el referente para
la democracia actual. En cambio, procura crear una memoria inclusiva en la que tengan
cabida tanto los falangistas como los defensores de la República. Cercas coincide con
Grandes y Prado al identificar la Transición con el olvido del pasado, pero en su visión
las víctimas de ese olvido no son solo republicanas, sino también escritores falangistas
como Sánchez Mazas, que fueron excluidos del canon literario nacional por razones
políticas. Hacia el principio de la novela, el narrador-protagonista reflexiona sobre la
moda de vindicar a los escritores falangistas, que surgió entre algunos escritores
españoles en los años ochenta y, sobre todo, en los noventa. Cercas defiende la
nececidad de separar la literatura de la política y de juzgar la obra de un escritor en
términos puramente estéticos, al margen de su dimensión política (Briceño & Hoyos
2010: 604-605).23 En su opinión, el objetivo de los escritores actuales no es, en absoluto,
defender el falangismo, sino crear “una tradición propia” (Cercas 2001: 22) que incluya
a los escritores falangistas injustamente expulsados del canon en la democracia. 24 Este
22
Al igual que los demás personajes, Aguirre no se interesa por la política: “a mí me parece que un
país civilizado es aquel en que uno no tiene necesidad de perder el tiempo con la política” (Cercas 2001:
29).
23
Aparte de reivindicar la literatura de Sánchez Mazas, también considera que el libro de Pascual
Aguilar (otra persona que sobrevivió el fusilamiento en Colliure) Yo fui asesinado por los rojos “es muy
bueno” (Cercas 2001: 38), aunque puede interpretarse como un intento de justificar a los golpistas de
1981.
24
“Algunos ingenuos, como algunos guardianes de la ortodoxia de izquierdas, y también algunos
necios, denunciaron que vindicar a un escritor falangista era vindicar (o preparar el terreno para vindicar)
el falangismo. La verdad era exactamente la contraria: vindicar a un escritor falangista era sólo vindicar a
un escritor; o más exactamente: era vindicarse a sí mismos como escritores vindicando a un buen escritor.
161
ELINA LIIKANEN
deseo de construir un canon literario inclusivo, en el que figure también Sánchez Mazas,
muestra que el narrador comprende como propia la tradición literaria falangista.
Además de la despolitización de los personajes, la temporalidad del relato es otro
factor que facilita la equiparación de las dos partes de la guerra civil. Como señala Cifre
Wibrow (2012b: 228), el pasado evocado y el presente de la narración aparecen en la
novela como dos momentos aislados. Por un lado, el relato apenas contiene referencias a
la feroz represión de los vencidos en la larga posguerra española: evidentemente, resulta
más fácil mantener la idea de que en la guerra civil todos fueron víctimas y culpables a
la vez cuando se aparta la vista del carácter totalmente asimétrico de la violencia durante
el franquismo. Asimismo, el narrador apenas reflexiona sobre las políticas de la memoria
implementadas durante el franquismo y en la Transición y, por consiguiente, omite el
hecho de que las víctimas del lado franquista y los vencedores de la guerra fueron
reparados y homenajeados durante décadas por el régimen de Franco, mientras que los
republicanos y las víctimas de la represión se veían, en la mayoría de los casos,
obligados a ocultar su pasado durante la dictadura. Solo en las últimas décadas algunos
de ellos han recibido algún tipo de compensación tardía.
Según Briceño y Hoyos (2010: 615-7), Soldados de Salamina realiza una suerte de
“falsa exhumación”: en principio, el narrador rescata del olvido a varios personajes que
se sacrificaron, cada uno a su manera, por España. Sin embargo, al despolitizar y al
equiparar a estos personajes, el narrador los despoja de su especifidad y de su
responsabilidad histórica. Una vez recordados y reconciliados los personajes y resueltas
las tensiones, el pasado deja de contaminar el presente y puede, por tanto, ser dejado
atrás nuevamente. De hecho, en la últimas páginas del libro, el narrador imagina la
muerte y el entierro de Miralles. Gracias a esta muerte imaginaria, la guerra civil vuelve
a pertenecer al pasado brumoso y legendario, tan lejano como la batalla de Salamina, a
la que se refiere el título de la obra. Al presentar el pasado como algo concluido y
resuelto, la novela también exime al lector de la necesidad de adoptar un postura crítica
respecto al pasado o al presente de su país.
Quiero decir que esta moda surgió, en los mejores casos (de los peores no merece la pena hablar), de la
necesidad que todo escritor tiene de inventarse una tradición propia, de un cierto afán de provocación, de
la certidumbre problemática de que una cosa es la literatura y otra la vida y de que por tanto se puede ser
un buen escritor siendo una pésima persona (o una persona que apoya y fomenta causas pésimas), de la
convicción de que se estaba siendo literariamente injusto” (Cercas 2001: 22).
162
4 Soldados de Salamina de Javier Cercas
25
En otra ocasión, es el personaje de Aguirre el que hace referencia a la poca fiabilidad de la
memoria, o más exactamente, de las narraciones autobiográficas: “¿Has leído las memorias de Líster?”, le
pregunta al narrador, y continúa: “Se titulan Nuestra guerra, y están muy bien, aunque dicen una cantidad
tremenda de mentiras, como todas las memorias” (Cercas 2001: 33). Asimismo, el propio Miralles opina
que, de las memorias del pasado, “la mitad son mentiras involuntarias y la mitad voluntarias” (Cercas
2001: 170).
26
Por ejemplo, el narrador expresa sus dudas sobre la veracidad de algunos detalles de los recuerdos
de María Ferré (Cercas 2001: 106) y Angelats (Cercas 2001: 119), pero concluye que las versiones de
Ferré, Angelats y Joaquim Figueras “diferían, pero no eran contradictorias” (Cercas 2001: 71), sino que se
complementaban. Asimismo, indica que en los recuerdos de Bolaño sobre la trayectoria de Miralles hay
algunos errores, pero que “en la mayoría de sus pormenores, [son] fiel[es] a los hechos” (Cercas 2001:
153)
27
El narrador repite la misma idea también en las páginas 38-39, 41 y 42-43.
163
ELINA LIIKANEN
En otras palabras, el narrador no parece consciente del hecho de que los personajes
—al igual que una gran parte de los republicanos y sus descendientes en general— no
han podido compartir sus experiencias en la esfera pública o ni siquiera en el seno de la
familia. Durante la dictadura fue imposible por la censura y el miedo a la represión y,
después de la Transición, el pasado fue en gran medida “enterrado” para facilitar la
convivencia entre los españoles. En lugar de vincular el olvido del pasado con las
28
Por ejemplo, al ponerse en contacto con Miralles por teléfono, el narrador le pregunta a este
directamente si estuvo en Colell cuando tuvo lugar el fusilamiento de Sánchez Mazas. Como es
comprensible, Miralles se siente ofendido: “Nunca nadie me ha dado las gracias por dejarme la juventud
peleando por su mierda de país. Nadie. Ni una sola palabra. Ni un gesto. Ni una carta. Nada. Y ahora me
viene usted, sesenta años más tarde […] a preguntarme si participé en un fusilamiento. ¿Por qué no me
acusa directamente de asesinato?” (Cercas 2001: 175).
164
4 Soldados de Salamina de Javier Cercas
29
Asimismo, Pere Figueras le confiesa al narrador que nunca prestó atención cuando su padre
hablaba de su encuentro con Sánchez Mazas: “Entiéndalo […] Para mí era sólo una historia familiar. […]
Yo creo que nunca le hice mucho caso” (Cercas 2001: 53).
30
Al principio de la novela, después de publicar el artículo sobre la muerte de Antonio Machado y el
fusilamiento de Sánchez Mazas, recibe dos cartas de lectores enfadados. En una de ellas, un hombre
mayor se queja de la ausencia de cualquier gesto de agradecimiento hacia los que lucharon “por la
libertad” (Cercas 2001: 27) en la guerra civil. La carta termina con la exclamación: “¡Y una gran mierda
para la Transición!” (Cercas 2001: 27). En ese momento, el narrador apenas presta atención a la carta,
escrita con una “jerga inconfundible” (Cercas 2001: 27) pero, más adelante, cuando Miralles le habla de la
falta de reconocimiento hacia los que lucharon por la República, Cercas evoca en sus pensamientos las
palabras del viejo (Cercas 2001: 175). Esto puede interpretarse como un signo de que el narrador
finalmente comprende la decepción que las políticas de la memoria adoptadas en la Transición supusieron
para muchos veteranos republicanos y víctimas del franquismo.
165
ELINA LIIKANEN
Libia sin una motivación política clara se concibe ya antes del encuentro y se repite
prácticamente igual después de él.
En suma, da la impresión de que al narrador no le importa mucho si el Miralles de
carne y hueso se parece o no al personaje que él ha construido en su imaginación.
Tampoco le importa demasiado si Miralles fue o no el soldado que perdonó la vida del
jerarca fascista. Parece que el “relato real” es para el narrador solo un lema prescindible
y la recuperación de la memoria de los olvidados mero pretexto: lo que le importa
realmente es hallar una solución formal que le permita terminar su libro. La pieza que le
falta al libro es Miralles o, más exactamente, “alguien como Miralles” (Cercas 2001:
167), como dice el propio narrador. Al final, parece que el narrador sigue el consejo de
Bolaño y simplemente inventa, aprovechándose de la biografía de Miralles, “un héroe
patético […], perfecto por su virtud y pureza y […] su irresponsabilidad” (Luengo 2004:
251) que encaja con su visión apolítica y conciliatoria del pasado.
166
5 LOS ROJOS DE ULTRAMAR DE JORDI SOLER1
1
He publicado una versión preliminar de este capítulo en la revista Olivar (Liikanen 2013).
2
En cambio, Pablo Sánchez (2007: 163), que analiza la novela desde el punto de vista de las
relaciones literarias transatlánticas, argumenta que “desde la orilla americana la tentativa de Soler es
bastante excepcional (ya que, como miembro de una generación crecida y educada plenamente en México,
no pertenece estrictamente al colectivo de lo que llamaríamos exiliados)”. Sin embargo, Quijano Velasco
(2011) desmiente en parte este argumento al detectar muchas similitudes entre Los rojos de ultramar y Las
genealogías de Margo Glanz, otra novela mexicana escrita por una descendiente de exiliados.
167
ELINA LIIKANEN
168
5 Los rojos de ultramar de Jordi Soler
5.3 Autoficción
Al igual que otras novelas reconstructivas, Los rojos de ultramar emplea una serie
de estrategias que producen cierta indefinición con respecto a la referencialidad del
texto. La mezcla de datos autobiográficos e históricos con otros ficticios da lugar a un
pacto ambiguo que se conoce con el nombre de autoficción.
El narrador-protagonista de Los rojos de ultramar no revela su nombre, pero se
presenta como el nieto del personaje de Arcadi, cuyo apellido tampoco consta en la obra.
A pesar de esta indeterminación, los paratextos favorecen claramente una lectura
autobiográfica.3 Por un lado, la breve biografía del autor en la solapa del libro reza que
“Jordi Soler nació en La Portuguesa, una comunidad de republicanos catalanes situada
en la selva de Veracruz, en México”, lo que coincide con los datos que el narrador-
protagonista proporciona de su infancia. Asimismo, la contraportada de la obra informa
al lector que la fotografía de la cubierta es, en efecto, la “[f]otografía militar del abuelo
del autor”, hecho que también contribuye a reforzar la idea de que el personaje de Arcadi
es realmente el abuelo del autor, o por lo menos un trasunto ficticio de él, ya que la
contracubierta advierte que en la prosa “arrolladora” del autor “la frontera entre la
realidad y la ficción desaparece”. Por otro lado, también el propio texto del libro
contiene indicios de ficcionalización. Por ejemplo, la profesión del narrador-
protagonista, profesor de antroplogía de la UNAM, no coindice con la del autor.
El relato en sí contiene muchos datos verificables y personajes históricos, sobre todo
los pasajes relacionados con el exilio republicano, las condiciones de los refugiados en el
campo de Argelès-sur-Mer y la labor del embajador Luis Rodríguez. De hecho, el autor
(Soler 19/12/2005) ha publicado en 2003 en El País un reportaje sobre los esfuerzos de
Luis Rodríguez para ayudar a los republicanos españoles en general y al presidente
Manuel Azaña en particular. El contenido del artículo es casi idéntico a algunos pasajes
de la novela, publicada un año más adelante. Asimismo, Soler ha confirmado en varias
entrevistas y artículos que también las partes de la novela centradas en la biografía de
Arcadi y la historia familiar están basadas en la realidad, aunque han sufrido algunas
modificaciones al convertirse en un relato literario: “La memoria de mi abuelo es la mía
[y] este libro es la reconstrucción de su memoria”, aclara el autor, pero sigue: “Él me dio
las claves, pero a medida en que avanzaba, mis abuelos se convirtieron en personajes
3
Asimismo, el autor confirma en una entrevista que el narrador de la novela es él mismo (Azancot
22/06/2012).
169
ELINA LIIKANEN
4
En otra entrevista, Soler dice que la “novela está contaminada por la realidad, pero también es
cierto que, una vez que empezó a ser leída, empezó a contaminar a la realidad, al grado que ocho años
después de publicada me cuesta trabajo distinguir entre lo que pasó y lo que inventé” (Azancot
22/06/2012).
5
Además, el autor confiesa que de joven tuvo una relación difícil con su abuelo: “Admiré a mi
abuelo en la misma medida que lo odié. Poco a poco fue metamorfoseándose en el tipo de persona contra
la que luchó en España. ¡Acabó yendo a misa! Pero cuando conocí su historia empecé a comprenderle: un
trauma como el suyo se puede administrar de muchas maneras” (Obiols 24/11/2004).
6
“[N]o sé qué tanto jugó su voluntad en aquel proyecto [de atentado contra Franco], ni qué tanto se
dejó arrastrar por la voluntad de los otros, la misma duda que planea sobre aquel 11 de enero de 1937, el
día que empezó su guerra y la nuestra. Nunca he sabido qué tanto influyó la voluntad de su padre en la
suya, qué tanto creía Arcadi en la república: qué clase de rojo era” (Soler 2004: 204).
170
5 Los rojos de ultramar de Jordi Soler
imagina sus vivencias, sus sentimientos y sus pensamientos, pero a pesar de sus
esfuerzos, la duda no se resuelve nunca. De esta forma, la novela pone de manifiesto que
la historia reconstruida es irremediablemente inestable, elíptica e incompleta (Quijano
Velasco 2011: 45).
Como argumenta Mónica Quijano Velasco (2011: 41), en Los rojos de ultramar “no
se propone una relación directa (e ingenua) entre realidad y ficción”, pero las estrategias
narrativas de la obra incitan “al lector a establecer un vínculo referencial con el mundo
(y con ciertos acontecimientos históricos)”. Esto coincide seguramente con el propósito
del autor, dado que uno de los objetivos de la novela es dar a conocer la historia del
exilio republicano, que los jóvenes españoles ignoran según el narrador. Jordi Soler ha
planteado el tema de la ignorancia histórica de los españoles también en un artículo
periodístico en el que insiste en la necesidad de enseñar la historia reciente de España en
los colegios. El autor argumenta que el conocimiento del pasado es necesario para que
los jóvenes puedan comprender el presente. Según Soler (1/2/2008),
[…] quien ignora la Guerra Civil, no entiende del todo las claves de la
España contemporánea, le falta instrumental para comprender los debates en el
Parlamento, o las arengas de los obispos o, por tocar una preocupación
ciudadana rabiosamente actual, fenómenos como el de la inmigración.
7
Centrándose únicamente en la historia que le pertenece, el narrador-protagonista consigue sortear,
en parte, problemas éticos en torno a la apropiación de memorias ajenas. Al igual que el autor, el narrador
de la novela parece considerar que la historia de Arcadi es también suya, por lo que tiene el derecho de
escribir sobre ella, incluso en contra de la voluntad de su abuelo. En el primer capítulo de la novela, el
narrador cuenta que, para que Arcadi permitiera que él le grabara, tuvo que prometer que no usaría el
material hasta después de la muerte del abuelo; en el párrafo final de la novela, cuando el narrador le
comunica a Arcadi, poco antes de la muerte de este, su intención de hacer algo con las memorias de éste,
el abuelo solo le contesta “Mira que eres necio, nen” (Soler 2004: 235). En la vida real, el autor confiesa
que el abuelo le había prohibido utilizar sus memorias y que se enfadó cuando Soler reprodujo fragmentos
de éstas en un reportaje publicado en El País. “Apliqué la moral del novelista: escribe sobre lo que te
apetezca” (Mora 10/6/2005), dice Soler, pero añade que Francesc y él se reconciliaron pronto después. En
171
ELINA LIIKANEN
Arcadi llega a México en 1940, a los 19 años, arrastrando una guerra perdida y una
larga estancia en un campo de concentración, pero está dispuesto a rehacer su vida. El
joven catalán tiene varios oficios hasta que, en 1946, funda una plantación de café
llamada La Portuguesa en la región veracruzana junto con cuatro otros exiliados
catalanes. Cinco años más tarde, cuando la plantación se ha convertido en un negocio
próspero, los cinco amigos construyen cada uno su propia casa al lado del cafetal y se
instalan allí con sus respectivas familias. En el curso de los años, el negocio crece, los
catalanes tienen hijos y nietos mexicanos y van estableciendo vínculos afectivos con el
lugar y sus habitantes. A pesar de todo, nunca se arraigan del todo en su nuevo país, sino
que viven el exilio como una experiencia provisional, soñando siempre con la
posibilidad de volver a España.
A principios de los años cincuenta, cuando la dictadura de Franco es gradualmente
aceptada por las potencias occidentales como un gobierno normal y España es admitida
en varios organismos internacionales, “la gente de La Portuguesa seguía pensando que el
dictador estaba por caer” (194), afirma el narrador. El acontecimiento que finalmente
saca a los habitantes de La Portuguesa de sus ensoñaciones es la inclusión de España en
la ONU el 15 de diciembre de 1955. Ese mismo día, cuenta el narrador, surge entre los
catalanes desterrados la idea de que para volver a su país natal es necesario matar a
Franco. En lugar de celebrar la vida que se han labrado en México, los catalanes siguen
sintiéndose expulsados de su país y el plan de asesinato es su forma de recuperar la
sensación de tener “en sus manos el timón de su vida” (Soler 2004: 197):
Al principio, Arcadi y sus amigos tantean la posibilidad de unir sus fuerzas con la
comunidad de españoles exiliados instalada en la capital para llevar a cabo el atentado
contra Franco, pero abandonan pronto este plan. El proyecto vuelve a surgir en los años
1960 cuando los catalanes entran en contacto con la Izquierda Latinoamercicana,
movimiento que lleva años planificando el asesinato de Franco. Arcadi y sus amigos
deciden sumarse al proyecto, que sin embargo fracasa. Aparte de que los conspiradores
no consiguen ni siquiera herir al dictador, Arcadi pierde un brazo durante los
preparativos y, además, uno de sus amigos muere. Arcadi nunca revela a su familia que
participó en el complot, pero su nieto se entera de lo ocurrido por casualidad al
entrevistar a un antiguo amigo de Arcadi en Francia.
otra entrevista, en cambio, se ha defendido diciendo que “[u]no no da a un nieto escritor 120 páginas de
memorias mecanografiadas si en el fondo no quiere que escriba algo sobre ello” (Obiols 24/11/2004).
172
5 Los rojos de ultramar de Jordi Soler
[l]os dos mundos que convivían en esa mesa tenían como el único
referente común a Arcadi, que pertenecía a uno y a otro pero también se daba
cuenta de que eran mundos incompatibles, y él tenía muy claro a cuál
pertenecía entonces. Seguramente en aquella mesa había empezado a
formularse esa idea que otro, y no él, había peleado en la Guerra Civil. (Soler
2004: 210)
8
El autor ha sintetizado la dolorosa experiencia de su abuelo en otro lugar de modo siguiente: “el
exilio es mucho más que no estar en el sitio donde has nacido, y […] es mucho más que no poder regresar:
es no poder volver aunque vuelvas” (Masoliver Ródenas 14/11/2007).
173
ELINA LIIKANEN
2004: 228) irreversible que consistía en una progresiva pérdida de rasgos identitarios y
en un deseo de olvidar el pasado:
Como muestra la cita, el narrador, sin embargo, no limita esta diagnosis solo a su
abuelo, sino que sugiere que el mismo problema —el deseo de olvidar el pasado, con la
consiguiente pérdida de la propia identidad— afecta también a la sociedad española (y
francesa) en general.
La historia de Arcadi es una historia de derrota, exilio y desarraigo cultural. El
personaje nunca asume la condición permanente del exilio ni se adapta del todo a su
nuevo contexto vital. Como dice Sánchez, “[s]u hibridación es traumática y su identidad
nunca llega a conciliar positivamente las dos realidades que se han cruzado” (Sánchez
2007: 168). El narrador, en cambio, constituye un contrapunto a la figura de su abuelo.
Nacido y crecido en La Portuguesa, “una extraña comunidad de blancos que hablaban
catalán en medio de una selva que había sido territorio indígena desde hacía milenios”
(Soler 2004: 194), el nieto es, desde la primera infancia, portador de dos culturas (la
catalana y la mexicana) y de dos lenguas (el catalán y la variedad mexicana de
castellano). Como indica Quijano Velasco (2011: 59), la búsqueda del narrador puede,
por tanto, entenderse como un intento de comprender, asumir y, de este modo, superar
tanto la traumática historia familiar —la herencia de una guerra perdida— como su
propia condición cultural híbrida.
En su artículo “Geografías del recuerdo” Quijano Velasco (2011) analiza la relación
entre el espacio y la memoria en Los rojos de ultramar. El espacio es un elemento
narrativo que cobra especial importancia en la novela de Soler porque los lugares
geográficos constituyen en ella escenarios que le permiten al narrador construir su propia
identidad como descendiente de exiliados. Como señala la autora, los espacios
geográficos no son entidades neutras, sino representaciones simbólicas que la memoria
diaspórica de los exiliados resignifica y redefine constantemente.9 Para los habitantes
9
En su artículo “Diaspora and Nation”, Andreas Huyssen (2003: 152) define la memoria diaspórica
en oposición a la memoria nacional de la siguiente manera: “Diaspora, as opposed to nation in the
traditional sense, is based on geographic displacement, on migration, and on an absence which may be
lamented or celebrated. National memory presents itself as natural, authentic, coherent and homogenous.
Disporic memory in its traditional sense is by definition cut off, hybrid, displaced, split. This fact grounds
the affinity of diasporic memory to the structure of memory itself which is always based on temporal
displacement between the act of remembrance and the content of that which is remembered, an act of
recherche rather than recuperation. Of course, this will not prevent diasporic memories from mimicking
the identity fictions that energize nationhood. But structurally, disporic conscience comes closer to the
structures of memory than national memory does. National memory usually veils its Nachträglichkeit
174
5 Los rojos de ultramar de Jordi Soler
Además, los adultos nunca hablan de la guerra civil o de las razones del exilio en
casa. Sin embargo, la familia se distingue de los nativos de la región por medio de dos
elementos clave, la lengua y la gastronomía: los habitantes de La Portuguesa hablan
catalán entre sí y comen “fuet, butifarra, mongetes y panellets” (Soler 2004: 46). De
forma paralela, la comunidad circundante también marca la diferencia respecto a los
exiliados, a los que consideran extranjeros. El día de la independencia de México, cuenta
el narrador, los habitantes de La Portuguesa solían “permanecer encerrados en casa
porque los mexicanos de Galatea y sus alrededores tenían la costumbre de celebrar esa
[afterwardsness]. Diasporic memory in the vital as opposed to its reified sense remains critically aware of
it. This could and should be an advantage.”
10
Como señala Quijano Velasco (2011: 50-51), esta diferencia respecto a otras comunidades de
emigrantes sirve también la función de “mostrar que las identidades del exilio no son homogéneas, como
suelen presentarse cuando se definen con respecto al orden nacional de los lugares en donde se instauran”.
175
ELINA LIIKANEN
fiesta moliendo a palos a los españoles” (Soler 2004: 47). Identificados con los
colonizadores por la gente sencilla de Galatea, el pueblo más cercano, los exiliados
tienen que luchar para “quitarse de encima el fantasma de Hernán Cortés, y de sus
conquistadores despiadados” (Soler 2004: 45) sin nunca conseguirlo del todo.
Sin embargo, el narrador se identifica a sí mismo como mexicano. Alejándose de la
traidicional cortesía y gratitud de los exiliados hacia la sociedad de acogida, el narrador
crítica las estructuras coloniales que aún perduran en la sociedad mexicana, las cuales su
propia familia reproduce, a pesar de los frustrados intentos de Arcadi de romper “el
círculo perverso” (Soler 2004: 52) de desigualdad que marca las relaciones de la familia
con sus criados (Sánchez 2007: 167-168).
Barcelona constituye el segundo espacio central en Los rojos de ultramar. Esta
ciudad originaria, recordada por los exiliados e imaginada por los hijos e nietos nacidos
en México, forma un contrapunto mítico a la selva mexicana. Asimismo, Barcelona
constituye un lugar que permite a los habitantes de La Portuguesa legitimar su diferencia
y construir su particular identidad diaspórica (Quijano Velasco 2011: 53). Para el
narrador y su hermano, la ciudad de Barcelona constituye “un objeto de deseo” (Soler
2004: 66) algo irreal. Los niños intentan imaginar la urbe a partir de las diapositivas que
el abuelo proyecta en el salón los domingos. Sin embargo, Barcelona no es una ciudad
imaginaria solo para los nietos, sino que el propio Arcadi se da cuenta al volver a
Barcelona en 1977 que su ciudad natal, evocada con nostalgia durante décadas, se ha
convertido en un lugar desconocido. El desencuentro obliga a Arcadi a darse cuenta de
que la ciudad de sus recuerdos ha dejado de existir y que para él, al igual que para sus
nietos, “[…] Barcelona [era] una colección de filminas que desfilaba cada domingo por
la pared en la casa de la Portuguesa” (Soler 2004: 228).
El tercer espacio importante de la novela es Francia, país en el que Arcadi fue
recibido como un prisionero y no como un refugiado político. Su nieto, en cambio,
encuentra en Francia las claves necesarias para entender del todo lo que la experiencia
de exilio supuso para su abuelo. El narrador viaja a París para investigar el archivo del
embajador Rodríguez esperando hallar en él respuestas a las dudas que aún tiene sobre la
trayectoria de su abuelo. En la capital francesa le recibe el cónsul general de México,
que es también nieto de un español exiliado. El narrador se da cuenta de que comparte
con el cónsul “esa condición omnipresente de haber heredado una guerra perdida” (Soler
2004: 175), lo que irremediablemente influye en su forma de ver el mundo.11 En el
archivo, el narrador encuentra un documento en el que consta que Arcadi fue miembro
del Partido Comunista, al contrario de lo que había afirmado a su nieto. Debido a este
11
En 2002, cuando estaba escribiendo Los rojos de ultramar Soler visitó a su amigo Eduardo
Vázquez en Madrid y conoció a su tío, un anarquista vuelto del exilio mexicano al que también le faltaba
un brazo como a Arcadi. En un artículo, Vázquez dice que gracias a Soler comprendió “el significado
metafórico de aquella extremidad […]: la derrota dejó mancos a los exiliados; la mano que perdieron
Fernando y Arcadi nos falta a todos, hijos y nietos de aquella emigración forzada. El exilio aparece aquí
[en la novela] como lo que es: una forma de mutilación. La mano que nos falta se llama también España”
(Vázquez Martín 3/6/2005). En una entrevista, Soler hace referencia a la misma visita a Madrid y
confirma que “los nietos de la guerra también somos mutilados. Es como una metáfora: esa mano que les
faltaba era la España que nos faltaba a nosotros” (Mora 10/6/2005).
176
5 Los rojos de ultramar de Jordi Soler
dato, el narrador empieza a sospechar que hay una parte de la historia de Arcadi que él
desconoce.
Gracias al consejo del cónsul, el narrador decide visitar Argelès-sur-Mer. En
palabras del narrador, se trata de un “viaje de arqueología interior, una experiencia cuyos
hallazgos me ayudarían a obtener un mejor perfil de Arcadi y, consecuentemente, de mí
mismo” (Soler 2004: 176). El nieto es consciente de que su idea del lugar está basada en
un recuerdo transmitido y sabe que el encuentro con el lugar real puede decepcionarlo.
Argelès-sur-Mer se ha convertido en un lugar turístico y el narrador anda buscando en la
playa poblada de cámpings, clubes y negocios algún rastro de la estancia de los más de
cien mil republicanos españoles que la poblaron hace sesenta años:
[…] algo tenía que haber pegado a la arena, o a las rocas, o mezclado con
el agua, cualquier cosa que sirviera de nexo entre esa playa y la playa que
trabajaba en mí, un trozo de alambre, la huella de un spahi, las pisadas de la
rata que le mordía el cinturón a Arcadi, la vibración, el trasgo, el fantasma de
los miles de muertos que hubo. (Soler 2004: 181)
12
En otro pasaje de la novela, el narrador relaciona este viaje a Francia, realizado bajo el pretexto de
un viaje de negocios, con el comienzo del proceso de cambio vital de su abuelo: “Algo le pasó a Arcadi en
ese viaje porque a partir de entonces comenzó a convertirse en otra persona, tengo la sensación de que
aquello que me dijo en las cintas de La Portuguesa, de que su guerra había sido la guerra de otro, empezó a
operar desde que regresó de aquel viaje […] Después de aquel viaje, durante muchas noches, oí cómo
Arcadi lloraba en su habitación, con un llanto manso, bajito, atroz” (Soler 2004: 67).
177
ELINA LIIKANEN
13
El autor trabajó como agregado cultural en la Embajada de México en Dublín de 2000 a 2003.
Después, se mudó a Barcelona y reside actualmente en el mismo barrio en el que su familia vivió antes de
exiliarse (Soler sin fecha).
14
“Estoy casado con Alexandra, que es judía mexicana y francesa. Con nuestros hijos, Matías y Laia,
habla en francés; yo, en catalán y, cuando estamos todos juntos hablamos en castellano. Soy mexicano,
catalán y un poco irlandés” explica el autor en una entrevista (Mora 10/6/2005).
15
Véase la nota 9.
16
En su libro Multidirectional Memory, Michael Rothberg (2009) se propone la tarea de
reconceptualizar la memoria colectiva en contextos multiculturales y transnacionales a partir de una serie
de estudios de caso que ponen de manifiesto cómo diferentes memorias colectivas de violencia —la del
178
5 Los rojos de ultramar de Jordi Soler
179
ELINA LIIKANEN
Sin embargo, las diferencias entre los republicanos españoles y los recién llegados
se desvanecen pronto debido a la dureza de las condiciones en la playa. Al cabo de unos
meses, los presos se convierten en “una banda homogénea de hombres barbudos,
astrosos y esqueléticos” (Soler 2004: 86).
Asimismo, el narrador establece un paralelismo histórico entre los republicanos y
los sefarditas, dos grupos marcados por la persecución y el destierro:
180
5 Los rojos de ultramar de Jordi Soler
19
Aunque los patrones y los empleados vivían separados y tenían roles sociales desiguales, los
catalanes sin embargo “tenían la idea de que delegar todo el trabajo a los empleados, como era normal
hacer en la zona de Galatea, iba volviendo inútiles a los patrones y sobre todo los iba distanciando del
pulso de la casa y del negocio”, por lo que “[n]o había actividad en la plantación donde no estuviera
cuando menos uno de los cinco socios trabajando cuerpo a cuerpo con los empleados” (Soler 2004: 196).
Asimismo, Arcadi intentó, como dice Vázquez (3/6/2005), “emancipar de su ignorancia, incluso contra su
voluntad, al servicio doméstico y a su descendencia”. Curiosamente, cuando hubo una revuelta en la
plantación en 1961, Arcadi acabó en el mismo calabozo con el líder de los empleados y llegó a trabar una
amistad con éste. Este mismo trabajador fue el que puso a Arcadi y a sus socios en contacto con la
Izquierda Latinoamérica (Vázquez Martín 3/6/2005).
181
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182
5 Los rojos de ultramar de Jordi Soler
amenaza, sugiere que los españoles deberían considerarlos simplemente como “nuevos
españoles” con potencial de enriquecer la sociedad de acogida.20 En varios artículos,
Soler habla de la necesidad de revisar las duras leyes migratorias, que dificultan la
entrada de latinoamericanos en España. Advierte que, en la actualidad, el flujo
migratorio “llega al continente americano y se queda allí, ya no completa el trayecto de
regreso que lo pondría a […] producir sinergias que redundarían en el beneficio de las
dos orillas del mundo hispano” (Soler 29/6/2013). Soler sugiere que España debería
aprovechar la crisis para replantear el papel que ha jugado tradicionalmente en el mundo
hispánico y “empezar a contar, de verdad, con esos trescientos setenta y cinco millones
de potenciales aliados que tiene en Latinoamérica y que ya empiezan a ser más
prósperos y más ricos que ella” (Soler 29/6/2013). Formar “una causa común” con el
resto del mundo hispánico es, sin embargo, una tarea que requiere mucha diplomacia y
seriedad. El éxito del proyecto depende de la capacidad de los españoles de superar “la
mirada imperial”, pero también exige que los latinoamercanos finalmente entierren “el
cadáver de la conquista” (Soler 29/6/2013), advierte el autor.
De esta forma, Soler cuestiona la “concepción arcaica del país como un terruño
donde circulan exclusivamente nativos” (Soler 3/1/2010) tanto en Los rojos de ultramar
como en sus artículos periodísticos. El autor considera, citando a Borges, que las
naciones “no son otra cosa que actos de fe” (Soler 3/1/2010), meros relatos que se
construyen a partir de “un ramillete de variables” aleatorio:
[…] soy hijo de una familia barcelonesa que emigró a Veracruz, México,
donde ser catalán consistía en sumar un ramillete de variables tal como
llamarme Jordi, oír a Joan Manuel Serrat, seguir los resultados del Barça en el
periódico, cantar Sol solet y el Cargol treu banya, comer butifarras, beber un
horrible vino importado del penedés y hablar catalán, una lengua que, en
aquella selva mexicana donde nací, nos dotaba de un lustre exótico. (Soler
31/10/2010)
20
Soler prevé que al cabo de unos años, los hijos de inmigrantes latinoamericanos empezarán a
ocupar puestos de poder en España. En un artículo vaticina que “los hijos y nietos de los emigrantes
ecuatorianos, por citar un contingente numeroso, significativo y boyante, serán tan españoles como El
Quijote y en unos años empezarán a gobernar municipios y ciudades, y antes de que podamos comprobar
que efectivamente ‘las naciones no son otra cosa que actos de fe’, el presidente de España no será andaluz,
ni gallego, ni vasco, ni catalán; será ecuatoriano” (Soler 3/1/2010), y en otro asegura que “más pronto que
tarde, el alcalde de Barcelona y el presidente de la generalitat serán, por poner un ejemplo, hijos de
ecuatorianos” (Soler 31/10/2010).
183
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184
6 CONCLUSIONES
El modo reconstructivo de representar el pasado es el más homogéneo de los tres
modos propuestos en este trabajo. Como el análisis de las novelas ha demostrado, El
corazón helado, Soldados de Salamina, Mala gente que camina y Los rojos de ultramar
comparten muchas características formales y temáticas: todas tienen un narrador-
protagonista que investiga el pasado desde el presente y, al identificarse con una víctima
de la guerra o la dictadura, llega a replantearse su propia identidad. Además, las tres
últimas obras establecen un pacto de lectura ambiguo, que no es puramente ficcional,
pero tampoco completamente biográfico o referencial. Sin embargo, El corazón helado
se diferencia de las demás obras y constituye un caso límite entre los modos vivencial y
reconstructivo por dos motivos: en primer lugar, porque tiene, además del narrador-
protagonista, un narrador externo que proporciona al lector la ilusión de un acceso
directo al pasado y, en segundo lugar, por la ausencia de elementos metaficticios y
autorreferenciales. De todas formas, creo pertinente incluirla en la modalidad
reconstructiva porque la novela reúne dos de sus características definitorias, ya que
acentúa el plano temporal del presente como punto de partida para el conocimiento del
pasado y examina cómo el conocimiento del pasado contribuye a la construcción
identitaria de los dos protagonistas.
En general, las novelas reconstructivas proporcionan al lector relatos atractivos, ya
que la trama detectivesca crea suspense y las conmovedoras historias situadas en el
pasado permiten al lector atisbar un pasado marcado no solo por los horrores de la
guerra y los crímenes de la dictadura, sino también por idealismos, solidaridad y actos
heroicos. Además, casi todas las novelas cuentan con una subtrama amorosa en el plano
temporal del presente. No obstante, aparte de conmover y entretener al lector, las
novelas reconstructivas también proporcionan al público lector mucha información
factual sobre diferentes aspectos del pasado reciente. En comparación con el modo
vivencial, las novelas reconstructivas suelen prestar más atención al contexto histórico,
político y social de los hechos pretéritos. El narrador-protagonista de las obras investiga
siempre un caso concreto, pero para poder comprender la situación y los motivos de los
personajes involucrados en lo ocurrido, necesita entender toda una coyuntura histórica.
En el curso de la novela, el narrador-protagonista expone al lector el proceso de
investigación, las fuentes de información y todo el conocimiento acumulado; de esta
forma, las novelas ofrecen al lector herramientas para comprender tanto el contexto de
los acontecimientos como la experiencia de aquellos que los vivieron.
A diferencia de las novelas vivenciales, las reconstructivas no crean la ilusión de un
acceso directo al pasado (con la excepción de El corazón helado). En cambio, enfocan el
trabajo del narrador que intenta reconstruir lo ocurrido a partir de la información que le
proporcionan las diversas fuentes —testimonios y recuerdos de testigos y protagonistas,
libros de historia, memorias escritas, manuscritos, material de archivo, fotografías,
etc.— que consigue localizar. Las novelas exponen la búsqueda de información, el
proceso de interpretación y los esfuerzos del narrador por construir (y a menudo,
escribir) un relato que dé sentido al pasado. De este modo, los narradores interpretan el
pasado desde el presente, pero también entienden el presente a la luz del pasado, ya que
185
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186
Parte III: 6 Conclusiones
embargo no pretende llegar a conocer del todo los motivos de su abuelo, sino que la
duda sobre el grado de compromiso político de Arcadi con la República queda sin
respuesta. De este modo, el narrador se niega a convertir a Arcadi en un héroe o en una
víctima inocente, sino que retrata a un personaje dislocado y contradictorio, cuya vida
fue profundamente afectada por la guerra civil española y la dictadura franquista.
A pesar de las muchas coincidencias formales y temáticas, las cuatro novelas
reconstructivas promueven visiones políticamente diferentes del pasado y el presente
español. Las cuatro obras parten de la convicción de que el pasado reciente ha sido
olvidado o silenciado hasta el presente, por lo que las generaciones jóvenes desconocen
lo ocurrido durante la guerra y la dictadura, pero avanzan desde este punto de partida
compartido hacia diferentes direcciones. El corazón helado y Mala gente que camina
indagan en los motivos del supuesto silencio u ocultamiento del pasado, que consideran
producto de una transición de la dictadura a la democracia deficiente. Ambas obras
proponen que el silencio se debe, por un lado, al miedo de los vencidos y, por otro lado,
al deseo de los vencedores de protegerse a sí mismos y a sus privilegios. Ambas novelas
proporcionan una visión maniquea del pasado y tienden a representar a los republicanos
y las víctimas del franquismo como figuras ejemplares, mientras que descalifican a los
defensores y simpatizantes del franquismo. De este modo, tanto El corazón helado
como Mala gente que camina reivindican la tradición republicana y proponen la
Segunda República como el nuevo mito fundacional para la democracia española
actual.1
En lugar de destacar la enemistad y las diferencias entre las dos partes de la guerra
civil como hacen las novelas de Grandes y Prado, Soldados de Salamina intenta, en
cambio, equiparar a los representantes de los dos bandos buscando conexiones y creando
vínculos entre ellos. El autor despolitiza a los personajes para representar la guerra civil
como una locura colectiva en la que todos fueron de alguna manera culpables,
eximiendo así a los personajes de la responsabilidad histórica. Además, Soldados de
Salamina no representa a los republicanos como las únicas víctimas del olvido, sino que
propone que también los escritores falangistas han sufrido una injusticia porque han
sido, según el narrador-protagonista, eliminados de la historia de la literatura española
por razones políticas. En lugar de indagar en las políticas de la memoria, la novela de
Cercas más bien naturaliza el olvido y acentúa la necesidad de superar las divisiones
políticas del pasado. De este modo, Soldados de Salamina promueve el perdón, la
reconciliación y la orientación al futuro ajustándose así al llamado espíritu de la
Transición.
Tanto las novelas de Grandes y Prado por un lado como la de Cercas por otro lado
defienden una determinada postura en el debate enconado en torno de la memoria
historia que se ha producido en España en las últimas décadas. Aunque las novelas de
Prado y de Cercas emplean recursos propios de la metaficción historiográfica, no pueden
considerarse sin embargo ejemplares “plenos” de esta forma de literatura porque el
objetivo de las novelas no es tanto cuestionar interpretaciones de la historia dominantes,
1
Los títulos de ambas novelas hacen referencia a poemas de Antonio Machado, lo que puede leerse
como una respuesta a Javier Cercas, que en su novela cuestiona las convicciones políticas del poeta.
187
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sino persuadir al lector a aceptar una muy concreta, por lo que pueden considerarse, más
bien, una suerte de novelas de tesis postmodernas. En general, las novelas
reconstructivas no producen lecturas especialmente novedosas o sorprendentes del
pasado, sino que tienden, más bien, a reafirmar ideas preconcebidas, incluso simplistas,
y lugares comunes. Por ejemplo, casi todas las novelas reproducen el tópico de las dos
Españas y la novela de Cercas repite la idea de la guerra civil como una tragedia
colectiva en la que todos fueros culpables.
Sin embargo, Los rojos de ultramar, la única obra escrita fuera de España, escapa en
parte a estas tendencias. Mientras que El corazón helado y Mala gente que camina
defienden la legalidad y la tradición republicanas ante la popularidad de las ideas de los
revisionistas españoles que justifican el golpe de Estado del 18 de julio, Jordi Soler,
situado fuera del debate español, no necesita insistir en la legitimidad de la República,
sino que la da por supuesta. Aunque el narrador de Los rojos de ultramar investiga un
episodio histórico, el objetivo de la novela no es tanto revelar un pasado suprimido, sino
más bien evocar la experiencia de los republicanos exiliados para promover
comprensión y solidaridad también hacia otros grupos oprimidos y desterrados. De este
modo, la novela sitúa el pasado español en un marco transnacional y cultural más
amplio. En lugar de idealizar a los personajes republicanos, como hacen Grandes y
Prado, Soler indaga en los silencios, las contradicciones y las heridas del personaje de
Arcadi elaborando así un retrato más complejo de este. El autor utiliza recursos propios
de la ficción para convertir la historia de Arcadi en una lectura atractiva y conmovedora,
pero no para eludir la complejidad de los hechos reales, o para dotar al pasado de una
coherencia y de un sentido que no encuentra en el presente, como hace, por ejemplo,
Javier Cercas (Ruiz Martínez 2013: 148).
188
PARTE IV: EL MODO
CONTESTATARIO DE
REPRESENTAR EL PASADO
1 INTRODUCCIÓN
En esta parte de la tesis, analizaré, bajo la denominación de modo contestatario, un
conjunto de novelas que se caracterizan por rechazar, o por lo menos cuestionar, ciertas
características dominantes en la novela española actual sobre la guerra civil y el
franquismo. Sin embargo, el modo constestatario no es una modalidad narrativa tan
homogénea ni frecuente como los otros dos modos de representación propuestos en este
trabajo, sino que se basa en el análisis de tres novelas bastante heterogéneas desde el
punto de vista formal. Las novelas analizadas son: Llegada para mí la hora del olvido de
Tomás Val, El vano ayer y ¡Otra maldita novela sobre la guerra civil! de Isaac Rosa.
Mientras que la novela de Tomás Val, publicada antes de la masificación de las novelas
sobre la guerra civil y el franquismo en España, toma como punto de partida una
tradición literaria “ajena”, la novela del dictador latinoamericana, las novelas de Rosa,
publicadas en el apogeo de la “moda” de la memoria, se basan, en cambio, en la crítica
de sus pares, esto es, de las novelas españolas sobre el pasado reciente publicadas
durante las últimas décadas. A pesar de sus particularidades, que analizaré en detalle en
los siguientes capítulos, las tres obras sin embargo comparten una serie de características
que las diferencian de las novelas vivenciales y reconstrutivas, y que, en mi opinión,
justifican su inclusión en la misma categoría.
En primer lugar, las novelas contestatarias denuncian y condenan enfáticamente el
golpe de estado de 1936 y la dictadura franquista, al igual que la mayoría de las novelas
recientes sobre el pasado reciente. Sin embargo, el objetivo principal de las obras no es
dar a conocer al público lector un pasado supuestamente oculto o desconocido, como es
habitual en los modos vivencial y reconstructivo, sino que el interés se desplaza hacia el
papel que la literatura juega en la construcción de la memoria colectiva y la forma en la
que se representa la guerra civil y el franquismo en la literatura española actual.
En segundo lugar, las novelas contestatarias cuestionan el realismo como la mejor o
la única forma de representar el pasado reciente. Al contrario que las novelas vivenciales
y las reconstructivas, las obras contestatarias no insisten en la verosimilitud ni la
veracidad de lo narrado, sino que subrayan el carácter ficticio y construido de los relatos,
aunque de modo distinto. Por un lado, Tomás Val utiliza la sátira como medio de
denuncia, y construye un retrato deliberadamente inverosímil, pero reconocible (y, en mi
opinión, efectivo), de Francisco Franco y su gobierno. Por otro lado, las novelas de Rosa
189
ELINA LIIKANEN
190
2 LLEGADA PARA MÍ LA HORA DEL OLVIDO DE TOMÁS VAL
191
ELINA LIIKANEN
legado, y el yo narrado, un Franco más joven.1 El relato se centra sobre todo en las dos
primeras décadas de la dictadura, cuando el personaje de Franco aún tenía el poder
absoluto y controlaba el pasado, el presente y el futuro del país.
El Francisco Franco de la novela es un personaje relativamente complejo, que se
representa desde diferentes ángulos. En primer lugar, es retratado como un tirano
extremadamente cruel, soberbio y ansioso de poder, incapaz de sentir empatía hacia los
demás. Por tanto, los rasgos del personaje corresponden en gran parte con las
características típicas de los protagonistas de las novelas del dictador latinoamericanas,
que Jorge Castellanos y Miguel Martínez (1981: 94) resumen de la siguiente manera:2
1
En ocasiones, el narrador se refiere a su “yo” anterior utilizando la tercera persona del singular: “De
vez en cuando, […] el pequeño Francisco contemplaba […]” (Val 1997: 79), dice, o “[a] mis años, el
único deseo es el de retirarse a morir; entonces, pobre Franco, quería vivir” (Val 1997: 79).
2
Francisca Noguerol Jiménez (1992) propone una descripción parecida sobre los rasgos
emblemáticos de la figura del dictador en la literatura hispanoamericana, que he aplicado en un artículo
previo sobre la novela de Val (Liikanen 2009a).
3
Hay una pequeña diferencia entre el Franco de Val y la tercera característica de Castellanos y
Martínez: aunque el personaje de Franco desea concentrar todo el poder en sus manos, y en los primeros
años de la dictadura lo logra, Llegada para mí la hora del olvido, sin embargo, alude al crecimiento del
poder de los tecnócratas en la España franquista a partir de finales de los años cincuenta. El personaje de
Franco confiesa en la novela que no comprende el mundo actual en el que “España ha dejado de ser un
cuartel” (Val 1997) y observa que le han retirado “cada vez […] más parcelas de poder” (Val 1997: 123).
192
2 Llegada para mí la hora del olvido de Tomás Val
4
En un pasaje de la novela en la que el dictador piensa en la muerte y en el olvido que se acercan, y
escribe, dirigiéndose a su esposa: “Pero es imposible que tú y yo hablemos como hombre y mujer
asustados. […] No conozco tú vientre, no te he visto nunca desnuda, no he tocado tu piel secreta. Nuestro
escaso y patriótico amor fue de camisón y pijama y en el centro, como un preservativo infeccioso, el brazo
de la santa, magullándome, magullándote. ¿Cómo te voy a decir que tengo miedo?” (Val 1997: 99). En
otro pasaje, el dictador describe una reunión familiar: “Las comidas familiares siempre han sido una
impostura. Ella se mantiene hierática, cordial, fría; Nenuca —pobre muchacha a la que parió la Historia—
no logra encontrar su papel de hija, acaso porque yo nunca hallé el mío de padre, y se encuentra en un
estado entre la familiaridad y el recelo. No olvida que soy el Caudillo. El marqués lleva tiempo confiando
que ésta sea mi última comida […] sueña con la fabulosa herencia de Franco. Me trata de Excelencia. Mis
nietos son los más desorientados […] En sus textos escolares aparece el rostro de Francisco Franco; en sus
colegios, mi retrato preside sus aulas. […] Pero ellos no acaban de identificar mi imagen con la de ese
gobernante ubicuo; no pueden relacionar a este anciano achacoso, que derrama parte del contenido de la
cuchara al llevársela a la boca, con el general invicto que protagoniza la Historia en sus libros de
consulta.” (Val 1997: 193).
193
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194
2 Llegada para mí la hora del olvido de Tomás Val
dictador tiene miedo, dado que este conoce sus debilidades8 y también el único que está
fuera de su poder. El personaje de Carmen Polo funciona en la novela también como
una fuente de humor, dado que, en los diálogos, sus réplicas a Franco a menudo dejan a
este en evidencia.
El padre del dictador, Nicolás Franco, es el único español en la novela que se atreve
a alzar su voz en contra el tirano (Val 1997: 149) y el único (aparte de Carmen Polo) que
no le tiene miedo a este (Val 1997: 169). En cambio, Nicolás va “por las tabernas
difaminando, insultando, injuriando al Todopoderoso Caudillo” (Val 1997: 149). Sin
embargo, el hijo nunca deja de anhelar la aprobación, el afecto y la admiración de su
padre: “Toda mi vida fue un camino hacia ti, padre” (Val 1997: 149), escribe en sus
memorias.9 Después de la muerte de su padre, Franco lo amortaja “de glorioso héroe”
(Val 1997: 149) y lo entierra con los honores militares, pero a pesar de ello, el fantasma
de Nicolás Franco se une a los de las víctimas, que siguen a Franco en los pasillos del
palacio de El Pardo (Val 1997: 158). En suma, la figura paterna constituye en la novela
el mayor punto flaco del dictador y contribuye así a humanizar al personaje. Agustina
Aldana, la amante de Nicolás Franco, tiene un papel parecido en la novela. Al igual que
su compañero, Agustina no tiene miedo al tirano. Una vez muerto Nicolás Franco, el
dictador asesina a Agustina con sus propios manos porque teme la memoria de la mujer,
a la que echa la culpa de la separación de sus padres. Los demás miembros de la familia
del dictador —su madre, sus hermanos, su hija, su yerno, sus nietos— tienen una
presencia escasa en la novela.
En las páginas de la novela también aparecen, aunque la mayoría muy brevemente,
varios políticos, tanto españoles como extranjeros. El narrador-protagonista menciona,
entre otros, a Carrero Blanco, a Arias Navarro, a Serrano Suñer, al Rey Juan Carlos, a
Azaña, a Nixon, a Fidel Castro, a Hitler y a Goebbels; su actitud hacia estos personajes
oscila entre la indiferencia, la altivez y el desprecio. Mientras que a Franco solo le
interesa el poder, para sus ministros, “[l]a política […] es un negocio, [y] no una
religión” (Val 1997: 116) como para él. También se nombra en la novela a varios
militares, especialmente a los golpistas de 1936, a los que Franco querría tener a su lado
en lugar de a los políticos. Uno de los pasatiempos favoritos del dictador es humillar a
los políticos y a los militares del país: por ejemplo, ha establecido turnos entre los
oficiales para que le sirvan el desayuno (Val 1997: 25-26) y a veces se divierte
obligando a algún político “con cara de [futuro] presidente de Gobierno demócrata” (Val
1997: 116) a cantarle el Cara al sol.
En los pasillos de El Pardo, a Franco le sigue su más fiel compañía, una multitud de
fantasmas, muertos vivientes. Entre los difuntos están, por un lado, los generales
golpistas, que “están aguardando el momento más propicio para volver a la vida” (Val
1997: 77) y, por otro lado, todas las víctimas del dictador, sus “adversarios, enemigos,
8
“De ahí procede tu inmenso poder, Carmen Polo: has convivido con el héroe, con el Invicto, lo has
visto dormido, en zapatillas, enfermo, asustado; lo has tenido encima de tu vientre virgen, has
contemplado cómo engordaba y cómo sus cabellos sembraban la almohada” (Val 1997: 179).
9
“¿Qué más querías de mí?”, se pregunta Franco después de la muerte de su padre: “He llegado hasta
el cielo, padre; he entrado bajo palio en las catedrales, he mirado de frente a los dueños del mundo… He
sido amo de la vida y del muerte y nada te satisfizo. Hasta te inventé, te di una vida literaria en la que eras
héroe” (Val 1997: 149).
195
ELINA LIIKANEN
que no suplican perdón sino que se [l]e presentan como recordatorios de [su] tiranía”
(Val 1997: 69). El personaje de Franco se enorgullece de recordar los nombres de todas
sus víctimas y de mantenerlas vivas en su memoria cuando los demás las han olvidado;
estas, sin embargo, aguardan la muerte del dictador para que “sus nombres pued[a]n
aparecer en los escaparates del dictador, sus familias podrán llorarlos como a muertos
insepultos, los investigadores seguirán su rastro de traición” (Val 1997: 19). Mientras
que Franco siente cierta admiración o respeto hacia sus víctimas, hacia sus súbditos
vivos siente, en cambio, un profundo desprecio por la sumisión, la docilidad y la falta de
imaginación e iniciativa de estos. Únicamente los topos, los maquis y los terroristas,
estos últimos “adoradores de la muerte” (Val 1997: 232) como él mismo, se salvan de su
desdén.
Otro grupo de personajes que tiene una presencia significativa en la novela son los
literatos latinoamericanos y españoles. En especial, el narrador-protagonista hace
referencia a los principales novelistas del género de dictadores, a García Márquez, a Roa
Bastos, a Carpentier y a Asturias, pero también menciona a autores como Borges, García
Lorca, Unamuno, Vázquez Montalbán y Umbral. Estas referencias contribuyen a
reforzar uno de los temas centrales de la novela, esto es, el poder de la palabra y la
imaginación, al mismo tiempo que apuntan, de modo autorreflexivo, a la tradición
literaria de la que se nutre la propia novela. Además de los literatos, la novela también
contiene numerosas alusiones a historiadores, en especial a los extranjeros (se nombra
explícitamente a Payne, a Thomas, a Gibson y a Preston), así como a diferentes
interpretaciones del franquismo.
década de 1970) y, curiosamente, los años posteriores a la muerte del dictador. Los
recuerdos sobre los años cuarenta y cincuenta, décadas en las que el narrador estaba en
el cénit de su poder —o era un dios, como diría él mismo—, motivan reflexiones sobre
el ansia del poder, así como sobre la violencia y el terror como formas de gobierno. El
presente de la narración, en cambio, dirige la atención a la personalidad del dictador, ya
que la proximidad de la muerte lo incita a repasar su vida y obra, y de paso a revelar
algunos secretos íntimos. Las incursiones en el futuro posterior a la muerte del propio
narrador, que este conoce gracias a sus capacidades sobrehumanas, permite a su vez al
autor incluir en el relato una visión actual del franquismo, una visión propia del
momento de la escritura (y de la lectura) de la novela.
Llegada para mí la hora del olvido es una novela metaficticia que plantea varias
cuestiones literarias. Por un lado, el autor llama la atención sobre la tradición literaria
hispanoamericana de la que se nutre su obra, la novela del dictador. Aparte de construir
un protagonista muy semejante a los del género hispanoamericano, el autor de Llegada
para mí la hora del olvido también incluye en el relato referencias explícitas a autores y
obras pertenecientes a dicha tradición, así como algunos episodios que emulan el
realismo mágico.10 Por otro lado, la novela también alude a la tradición realista de la
literatura española, pero con el objetivo de criticarla; volveré sobre este tema más
adelante. Asimismo, Llegada para mí la hora del olvido aborda la cuestión de cómo la
literatura afecta a la imaginación del pasado: el narrador-protagonista es consciente del
poder de las palabras y teme que el editor utilice sus memorias para literaturizarlo, para
cambiarlo “cuando ya no esté” (Val 1997: 14), para convertirlo en “un dictador de
papel” (Val 1997: 13), “en un animal deforme y fabuloso” (Val 1997: 14).
La novela alude a menudo a su propio carácter ficticio, pero sugiere a la vez que en
ocasiones la realidad misma es tan grotesca que llega a superar la ficción. Este es el
caso, por ejemplo, cuando el personaje de Franco observa que los dictadores
sudamericanos que aparecen en los telediarios parecen “invenciones de novelistas de
izquierdas”(Val 1997: 109), o cuando este comenta que, después de la muerte novelesca
de Carrero Blanco, García Márquez tuvo que cambiar la muerte que había previsto para
el patriarca de su novela “para que no dijeran que copiaba a la realidad” (Val 1997: 199).
Llegada para mí la hora del olvido contiene también numerosos elementos
metanarrativos, ya que el narrador-protagonista comenta de cuando en cuando el proceso
de escritura y el contenido de sus memorias, así como algunas cuestiones formales,
sobre todo aquellas relacionadas con la temporalidad. En varias ocasiones, el narrador-
protagonista llama la atención sobre el hecho de que experimenta diferentes tiempos
simultáneamente: el pasado, el presente y el futuro se superponen y se confunden en su
mente (Val 1997: 172, 238). Por consiguiente, el narrador recela de la cronología, que
considera una “vulgaridad de los novelistas que piensan que las cosas, los sucesos,
vienen por sus pasos contados” (Val 1997: 47). De este modo, el narrador-protagonista
10
Por ejemplo, se narra la historia de un pueblo que Franco inunda bajo un pantano por la noche para
aniquilar a los maquis que se reúnen allí. Años más tarde, el Caudillo se entera de un rumor que dice que
las campanas de la iglesia del pueblo tañen por la noche bajo las aguas y decide vaciar el pantano. Resulta
que en el cementerio del pueblo aparecen setenta y tres nuevas tumbas —73 fue el número de los
habitantes muertos por la venganza de Franco— que no estuvieron allí el día de la inundación.
197
ELINA LIIKANEN
11
Según Antonio Linage Conde (2000), la novela da incluso “una visión más exacta de la historia de
ese pasado [franquista] que bastantes obras de apariencia historiográfica rigurosa que han deformado la
realidad por deficiencias metodológicas, carencia de datos o tratamiento inadecuado de los mismos”.
198
2 Llegada para mí la hora del olvido de Tomás Val
matar, encarcelar, endurecer la vida de mis súbditos” (Val 1997: 231). Para el dictador,
España es, esencialmente, “un país maldito, pecador, rebelde, al que solo la
exterminación puede regenerar (Val 1997: 135).
En segundo lugar, la novela enfoca las rudimentarias ideas políticas del dictador.
“Nunca quise ser dictador: quise ser Dios. Jamás pretendí hacer política, sino otorgar
doctrina” (Val 1997: 61), reflexiona el personaje, que revela también dos máximas
suyas: por un lado, opina que “[u]n país tiene que ser un cuartel para que funcione” (Val
1997: 90) y, por otro lado, sostiene que “[g]obernar, pese a lo que pueda parecer, es no
tomar medidas definitivas” (Val 1997: 187). Además, el Franco de Val, al igual que los
dictadores de la ficción latinomaericana, se caracteriza por una excesiva confianza en la
validez de su juicio, lo que le impide aceptar cualquier consejo y acarrea consecuencias
nefastas para la sociedad española:
los maestros repiten una y otra vez [las mismas palabras] hasta que los
niños […] creen que en un principio fui yo, Francisco Franco, surgido del caos,
de la nada, para aniquilar el caos y la nada. Y así debe ser y por eso mi nombre
tiene que ir unido a los Alejandro Magno, a los Felipe, a los Viriato, a los
Pelayo, a todos aquellos que componen el ayer y ordeno que se me compare a
ellos y salgan perdiendo y que los escolares conozcan mi edad y mi origen y
hasta mi rango, que sólo eleven la mirada a lo alto de las paredes y vean mi
cara, vean el perfil divinizado, y piensen que siempre estuve ahí y que estaré
para siempre jamás. (Val 1997: 9)
A los adultos, en cambio, “hay que arrancar la memoria como si fuera un cáncer
[…] hasta que crean y juren que empezaron a vivir cuando en Burgos se me declaró
Dios-Padre” (Val 1997: 9). Según el narrador-protagonista, lo que mantiene a los
dictadores en el poder no es una gran visión de futuro, como suele pensarse, sino la
“ayersofía” (Val 1997: 30), la capacidad de “amasar” o “dejar petrificarse” el pasado a
su gusto y su beneficio.
En ocasiones, la novela también parodia el discurso propagandístico de los medios
de comunicación franquistas, al tiempo que pone de manifiesto la falsedad del contenido
de los noticiarios y periódicos. En el capítulo nueve, por ejemplo, Franco escucha en su
propio despacho en El Pardo al locutor del NO-DO, que anuncia a los españoles que
199
ELINA LIIKANEN
“[en] estos momentos, el General Franco recibe a la junta directiva de los caballeros
Mutilados de Guerra de Salamanca, que […] agradecen a Su Excelencia los desvelos
padecidos por España y prosperidad que el Glorioso Alzamiento del 18 de julio ha
proporcionado al suelo patrio” (Val 1997: 181). En otro momento, el dictador desea
expresamente que la prensa anuncie “la catástrofe” (Val 1997: 152) de la División Azul
en Rusia. Sin embargo, su deseo no se cumple, sino que
Asimismo, el autor se burla de algunos lemas del franquismo, sobre todo de aquel
que reza que “España es una unidad de destino en lo universal”.12
En cuarto lugar, la novela se fija en la corrupción endémica de la dictadura.
Mientras que al personaje de Franco solo le interesa el poder, el dictador es sin embargo
consciente de que a sus ministros y a muchos otros suboriados les motivan, sobre todo,
los beneficios económicos que el cargo aporta:
12
Por ejemplo, en el capítulo cuatro Franco se prepara para un viaje a Andalucía y le dice a Carmen
Polo que no le meta en la maleta las mudas de invierno porque es verano. Ella le contesta: “—Tú ocúpate
del destino de España, que es una unidad en lo universal, y déjame a mí lo de tu ropa interior” (Val 1997:
90).
200
2 Llegada para mí la hora del olvido de Tomás Val
201
ELINA LIIKANEN
Dirán luego que la historia exige olvidar a Franco, y se abrirán las cárceles
y fronteras y archivos y volverán tantos y tantos, todos con la consigna olvido,
del perdón y la reconciliación. Y los que ayer fueron los amos se convertirán
en ciervos; y lo que hasta hace poco era merecedor de la muerte se convertirá
en mérito y yo seré un cadáver y todos exhibirán resistencias, oposiciones.
(Val 1997: 196)
202
2 Llegada para mí la hora del olvido de Tomás Val
13
El personaje de Franco conversa, incógnito, con un hombre que luchó en las filas republicanas:
“—¿Y por qué luchaba? —pregunté. […]
—Por qué luchaba, por qué luchaba —se encogió de hombros—. Porque no quedaban más cojones,
porque había que estar allí, que un día vinieron y nos llevaron al frente.
—¿Y los del otro bando?
—Pues lo mismo, que quitando a los jefes, a nadie se le había perdido allí nada.
Maldito país, que hace guerras sin conocer la razón, que va a la carnicería como carnero obediente”
(Val 1997: 121).
203
ELINA LIIKANEN
quiere publicar sus memorias, así como de todos aquellos que lo animan a escribirlas, ya
que percibe en sus palabras el “deseo de literaturizarme, de convertirme en un dictador
de papel, en un animal mitológico” (Val 1997: 13) como los tiranos de la ficción
latinoamericana. De este modo, el narrador-protagonista en realidad revela lo que el
autor de la novela se propone hacer con la figura de Franco: convertirlo en un personaje
literario “sujeto a las inflexibles normas de la novelística” (Val 1997: 120), en un
personaje que además se deslegitima a sí mismo.
Al igual que algunas otras novelas sobre el pasado de reciente de España (por
ejemplo, Soldados de Salamina), Llegada para mí la hora del olvido también aborda la
cuestión de cúal es la forma literaria más adecuada para representar el periodo histórico
en cuestión. Como he señalado más arriba, Tomás Val rechaza la búsqueda de la
verosimilitud y de la (ilusión de la) veracidad que caracterizan a los modos vivencial y
reconstructivo, y opta por un enfoque satírico y grotesco. Esta elección puede
interpretarse como una crítica implícita hacia las formas de representación habituales en
la novela española actual sobre la guerra civil y la dictadura. Sin embargo, Llegada para
mí la hora del olvido también contiene una crítica explícita del realismo (entendido, de
modo algo simplista, como un intento de reflejar la realidad “tal como es” o “tal como
era”): según el narrador-protagonista, los novelistas quedan siempre “lejos de la realidad
a fuerza de querer imitarla” (Val 1997: 88).
Por un lado, la novela alude a la imposibilidad de retratar la realidad en su totalidad
señalando la necesidad de elegir una perspectiva desde la que se aborda. Como dice el
personaje de Franco, los literatos son “condenados a tener que elegir una imagen de
entre las infinitas” (Val 1997: 48). Por otro lado, la novela reivindica la fuerza
emancipatoria de la imaginación frente al supuesto deseo de los escritores (del realismo)
de simplemente copiar o trasladar a lo escrito la realidad que les rodea. El narrador-
protagonista confiesa en sus memorias que la única fuerza que habría sido capaz de
poner en peligro su poder eran los sueños de sus súbditos. Alarmado por la fuerza de sus
propios sueños, el dictador tuvo miedo de la posibilidad de que los españoles “se
iniciaran en los senderos de la libertad gracias a ese método” (Val 1997: 232). Por
consiguiente, llegó a crear “un cuerpo especial de policía que rastreaba ensoñaciones”
(Val 1997: 233), pero para su alivio, y quizás también decepción, el dictador descubrió
que las fantasías de sus súbditos eran tan “vulgares, ingenuas, inofensivas” (Val 1997:
233) como sus pecados, incluso las de los artistas:
Durante muchos años, hasta hace poco tiempo, nadie soñó en España. Los
artistas, poetas, pintores y novelistas, para no dejar de serlo, tuvieron que
recurrir a describir sus vigilias, a transcribir la realidad, a desmenuzar la vida
diaria. Eso claro está entrañaba ciertos peligros, pero no me preocupaban.
¿Cómo llamaba a los escritores de esa época? ¿Generación de la berza? Sí, así
era. Después vinieron otros, más duros tal vez, más críticos, más
aparentemente rebeldes. ¿Pero qué me importaba que los obreros, maestros,
campesinos o estudiantes protagonizaran las novelas? Sólo temía a los sueños.
(Val 1997: 233-234)
204
2 Llegada para mí la hora del olvido de Tomás Val
205
3 EL VANO AYER DE ISAAC ROSA
206
3 El vano ayer de Isaac Rosa
narrador ensaya diferentes posibilidades, por lo que El vano ayer “presenta todo un
catálogo de técnicas narrativas, tonos, voces, géneros” (Rubio Pueyo 20/9/2008) y tipos
de texto. Poco a poco, el autor-narrador va esbozando unos personajes y una trama, que
consiste en la reconstrucción de los acontecimientos que dieron lugar a la expulsión del
país de un protagonista (el profesor Julio Denis) y a la desaparición del otro (el líder
estudiantil Andrés Sánchez) durante la agitación universitaria en los años sesenta con la
ayuda de testimonios y otros documentos. Sin embargo, las diversas fuentes
testimoniales y documentales aportan versiones divergentes e incluso contradictorias de
los acontecimientos, por lo que la historia queda inconclusa y fragmentada.
En segundo lugar, la novela contiene un exhaustivo discurso metanarrativo y
literario, dado que el autor-narrador interrumpe constantemente el discurso novelístico,
así como la inmersión del lector en el mundo narrado, para plantear sus ideas y dudas
sobre la construcción del relato y las diferentes posibilidades narrativas. Aparte de
indagar en la construcción de su propia novela, el autor-narrador analiza y critica
también otros discursos y productos culturales sobre el pasado reciente de España. De
este modo, El vano ayer reflexiona de modo más amplio sobre la representación del
pasado y sus mecanismos en la actualidad y plantea ante el lector dos grandes
cuestiones: por un lado, la cuestión de cómo se ha contado el pasado hasta hoy en día y,
por otro lado, cómo debería contarse para que la memoria no fuese “en vano” (Rosa
2004: 17), sino una herramienta “útil” (Rosa 2004: 17) para comprender tanto el pasado
como el presente de la sociedad española.
De los dos discursos que componen la novela, el metanarrativo y literario domina
claramente sobre el novelístico, dado que son las constantes irrupciones metaliterarias
del narrador, y no las peripecias de Denis y Sánchez, que se imponen como el hilo
conductor (Arena 2008: 3-4; Asurmendi 2009: 4). Sin embargo, los dos discursos están
íntimamente relacionados y comparten el objetivo de activar al lector, aunque en un
sentido distinto. Mientras que el discurso metanarrativo y literario incita al lector a
reflexionar sobre las prácticas y las políticas de la representación del pasado para
convertirlo en un ciudadano y un consumidor de productos culturales más crítico, la
fragmentación, las contradicciones y la inestabilidad del discurso novelístico, en cambio,
sirven para activar el propio proceso de lectura obligando al lector a ordenar los
acontecimientos, a elaborar sus propias hipótesis de lo ocurrido y a buscar sentido en el
aparente caos de diferentes materiales narrativos (Asurmendi 2009: 1; Macciucci 2010b:
239).
En cuanto a la temporalidad, la novela se centra en tres momentos históricos
principales. En primer lugar, la historia de Julio Denis y Andrés Sánchez se sitúa en el
tardofranquismo, más concretamente en el año 1965, fecha de la desaparición de
Sánchez y la expulsión del país de Denis. En segundo lugar, el relato también contiene
algunas incursiones en la guerra civil y en la primera posguerra, tiempo en el que
transcurrieron la infancia y la juventud de Denis. En tercer lugar, las voces del autor-
narrador y de los testigos se sitúan en un presente indefinido, pero cercano a la fecha de
publicación de la novela, dado que el texto contiene referencias a discursos y a sucesos
recientes, por ejemplo, a la condecoración del policía Melitón Manzanas en 2001
(Macciucci 2010b: 239).
207
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3.2.2 La intertextualidad
El vano ayer analiza y critica la representación de la guerra civil y la dictadura
franquista en las novelas españolas recientes y en algunos otros productos culturales
como series de televisión y películas. Por consiguiente, la novela contiene numerosas
alusiones a otros textos literarios y productos culturales, pero relativamente pocas
referencias a obras o a autores concretos. Por ejemplo, el autor-narrador se burla del
“afán de realidad” (Rosa 2004: 18) de muchos novelistas contemporáneos, pero la única
alusión a un autor concreto en cuanto a esta característica es la expresión “relato real”
(Rosa 2004: 19), que alude a Javier Cercas. En otra ocasión, el autor-narrador menciona
una “serie de televisión que ha culminado la corrupción de la memoria histórica
mediante su definitiva sustitución por una repugnante nostalgia” (Rosa 2004: 22), que no
puede ser otra que Cuéntame cómo pasó,2 pero en general las alusiones son aún menos
concretas. Por ejemplo, en un pasaje de la novela el autor-narrador resume los
principales esquemas argumentales de las novelas sobre la guerra civil y el franquismo
(Rosa 2004: 15-16):
2
Asimismo, el capítulo 32 de El vano ayer contiene “una irónica receta sobre cómo hacer una obra
de éxito valiéndose del arquetipo de los Episodios nacionales” (Macciucci 2010b: 243). Aparte de la
alusión a Pérez Galdós, en el mismo pasaje hay también una referencia a La ciudad de los prodigios de
Eduardo Mendoza (Rosa 2004: 213). Macciucci (2010b: 244-245) también advierte en la figura del
militante estudiantil una referencia intertextual a la Autobiografía de Federico Sánchez de Jorge Semprún.
3
El vano ayer contiene también otras alusiones a los tipos de trama habituales en los que el lector
puede identificar diferentes obras según sus conocimientos del género y sus lecturas anteriores. Por
ejemplo, en la siguiente cita puede reconocerse una referencia a Beatus Ille de Antonio Muñoz Molina —
novela en la que el lector descubre al final que el narrador es, en realidad, un personaje supuestamente
asesinado— o a la película La luz prodigiosa, donde reaparece el propio Federico García Lorca (Martín
Gijón 2012: 162): “Va siendo hora de espantar las últimas dudas, esas esperanzas que algunos mantienen
de una vuelta de tuerca final en la intriga, una sorpresa de dobles juegos, un André Sánchez envejecido
que reaparece treinta años después para contarnos su misteriosa peripecia de cambios de identidad e
infiltraciones” (Rosa 2004: 242).
4
Por ejemplo, en el esquema a) se ha detectado una alusión a Cielos de barro de Dulce Chacón
(Labrador Méndez 2011: 124); en el esquema b), a Malamemoria, la primera novela del propio Isaac Rosa
(Florenchie 2011a: 16); en el esquema d), a Beatus Ille de Antonio Muñoz Molina (Florenchie 2011a: 16);
y en el esquema f), a La larga marcha de Rafael Chirbes (Labrador Méndez 2011: 124) y a Si te dicen que
caí de Juan Marsé (Florenchie 2011a: 16).
208
3 El vano ayer de Isaac Rosa
5
En medio de un testimonio, el autor-narrador comenta, entre paréntesis: “y aquí el lector quizás
espera, desde el momento en que se ha mencionado el hogar del Auxilio Social, la habitual narración sobre
las condiciones de internamiento de los niños, la carestía total, el frío y el hambre, la bestialidad de los
curas y demás. Recomendamos, a cambio de omitir ese meandro descriptivo de indudable interés, la
lectura de la certera serie Paracuellos, de Carlos Giménez” (Rosa 2004: 97).
6
En su discurso de agradecimiento al recibir el premio Rómulo Gallegos, Isaac Rosa (4/8/2005) se
reconoce admirador de Julio Cortázar y hace referencia especialmente al Libro de Manuel como una obra
que une de manera lograda lo político con lo estético.
En una entrevista, se le pregunta a Isaac Rosa qué libros éste recomendaría para entender el
franquismo y, además de algunas novelas de Juan Goytisolo, el autor menciona las novelas Fea burguesía
de Miguel Espinosa y El paraíso perdido de Antonio Pérez Ramos, y las memorias de Carlos Castilla del
Pino tituladas Pretérito imperfecto (Rendueles 2004).
7
Asimismo, la novela contiene una carta escrita por el protagonista Julio Denis en la que éste se
ofrece como colaborador de las nuevas autoridades franquistas (Rosa 2004: 173-174). En realidad, esta
carta está basada en una carta similar escrita por José Camilo Cela durante la guerra civil, como indica el
autor en la adenda bibliográfica: “[d]e Camilo José Cela hemos plagiado una carta de 1938 poco conocida
por sus lectores” (Rosa 2004: 307).
209
ELINA LIIKANEN
los siguientes textos y autores: Cantar de mio Cid, Romance del prisionero, Historia
verdadera del Rey don Rodrigo de Miguel de Luna, Coplas por la muerte de su padre de
Jorge Manrique, Juan de la Encina, Sem Tob, el Arcipreste de Hita, las églogas
garcilasianas, las crónicas y Don Quijote (Rosa 2004: 307; Arena 2008: 9; Martínez
2008: 5).
210
3 El vano ayer de Isaac Rosa
9
Este apartado se basa en una publicación mía anterior (Liikanen 2009b).
10
Curiosamente, el uso del plural de la primera persona y de la tercera personal del singular se
extiende también a la adenda bibliográfica, en la que cabría esperar que el autor utilizase el “yo”
autobiográfico más habitual en este tipo de paratextos (Macciucci 2010b: 247-248).
211
ELINA LIIKANEN
11
En ocasiones, el plural de la primera persona también obliga al lector a identificarse con un
personaje. En el mismo capítulo veintiocho, hay un pasaje en la que el “nosotros” hace al lector ponerse
212
3 El vano ayer de Isaac Rosa
En cambio, la primera persona del singular aparece en el texto muy pocas veces. Sin
embargo, en el capítulo 34 el autor-narrador la utiliza puntualmente con el objetivo de
dar mayor fuerza a su argumentación al discutir una de las ideas centrales de la novela,
esto es, el rechazo de los “falsos argumentos conciliadores” (Rosa 2004: 249) que
procuran equiparar a los vencedores y a los vencidos de la guerra civil:
momentáneamente en la piel del estudiante perseguido en el momento en que éste, en medio de una lucha
de cuerpo a cuerpo, consigue arrancar la pistola de un policía herido y la apunta con el arma: “una pistola
pesa más de lo que aparenta, por el inesperado peso y por nuestros nervios tiembla cuando la
encañonamos contra el herido […]”. De hecho, en este pasaje el plural de la primera persona parece incluir
tanto al autor-narrador y al lector como al personaje, dado que el texto continúa: “en el trance definitivo
nos encontramos por última vez con la oportunidad de salvar la vida al policía herido” (Rosa 2004: 186).
Para fortalecer la identificación del lector con el personaje, el autor también utiliza momentáneamente la
segunda persona del singular: “corre ahora que estás a tiempo, no te detengas ni mires atrás hasta que
salgas del bosque y cruces un nuevo campo de cultivo […]” (Rosa 2004: 187). Para un análisis más
detallado sobre la deixis en este capítulo de la novela, véase Liikanen (2009b: 395-398).
12
En ocasiones, el autor-narrador llega a cambiar el rumbo de su relato supuestamente para
complacer a los lectores. Por ejemplo, en el capítulo veinticuatro el autor-narrador decide reconducir la
atención al protagonista Julio Denis y disipar ciertas confusiones debido al “mohín disconforme de
algunos lectores —y el abandono temprano de otros” (Rosa 2004:137). El verdadero objetivo de los giros
narrativos es, sin embargo, demostrar al lector los efectos que producen diferentes modalidades narrativas.
13
A esta categoría pertenecen también “un grupo de radicalizados lectores” (Rosa 2004: 189) que
exigen que el autor amplíe el relato hasta el presente y “un incontinente lector” (Rosa 2004: 190) que le
envía al autor un texto crítico sobre el cine español actual pidiendo que éste lo incluya en su novela.
14
También algunos narradores secundarios de la novela hacen referencia a los lectores y a sus
hábitos de lectura, aunque desde una perspectiva opuesta. Por ejemplo, en el capítulo treinta y siete un
narrador secundario —que ejerce en la obra el doble papel de testigo y lector crítico de la novela en
213
ELINA LIIKANEN
proyectado por el texto, es desde luego un lector “inquieto”, activo y exigente, que se
involucra en la lectura, acepta el papel de “un sugerente crítico” (Asurmendi 2009: 4)
del autor y participa en la construcción del relato comparando diferentes posibilidades
narrativas y reflexionando sobre las prácticas y políticas de la representación habituales
junto con el autor-narrador.
De hecho, Isaac Rosa explica en una entrevista que El vano ayer se ha interpretado
“como una novela que tiene que ver con la escritura”, mientras que él la concibe más
bien como “una novela sobre la forma en que se lee una novela, […] una novela que
tiene que ver con la forma en que nos relacionamos con los libros y con los autores”
(Valle Detry 2010). Según el autor, su objetivo es promover una lectura más exigente,
un “tipo de lectura que no hace concesiones a los autores”, y hacer que
[…] el lector después de haber leído El vano ayer u ¡Otra maldita novela
sobre la guerra civil! lo aplique en futuras lecturas, pero piense también en
lecturas anteriores, en cómo ha leído hasta ahora; que repiense la manera en
que lee, sus propias carencias y afinidades como lector (Valle Detry 2010).
Aparte de interpelar al lector empírico por medio del análisis de diferentes posturas
lectoras, El vano ayer también incluye en el texto voces de varios lectores de la novela
en marcha del autor-narrador. Volveré sobre estos personajes/narradores secundarios
más adelante.
marcha— acusa al autor-narrador por tomar a los lectores “por lerdos” (Rosa 2004: 266) o “carente[s] de
toda inteligencia” (Rosa 2004: 272). Preocupado por “los lectores incautos” (Rosa 2004: 268) a los que el
autor puede llegar a engañar con sus trampas y falsedades, este narrador secundario ofrece una versión
alternativa de los hechos.
214
3 El vano ayer de Isaac Rosa
descubierto por la policía; y, en tercer lugar, también es posible que Denis simplemente
fuera víctima de un error policial (Rosa 2004: 29). En lugar de elegir una de estas
posibilidades y crear una biografía y una trama coherentes, el autor-narrador juega con
diferentes posibilidades.
Los dos protagonistas de la novela son en realidad personajes ausentes,
desaparecidos, que no hablan en la novela, sino que son construidos por la voz y la
memoria de una multitud de otros personajes. Cada uno de estos personajes-testigo
(sobre los que volveré más adelante) da su propia versión de los protagonistas y de los
hechos en los que estos se vieron envueltos. Por consiguiente, la novela ofrece una
imagen cambiante y a menudo contradictoria de los protagonistas,15 lo que impide una
identificación (prolongada) del lector con ellos. Además, en muchas ocasiones el propio
autor-narrador presenta al lector diferentes biografías posibles de los protagonistas. Por
ejemplo, en el capítulo veintisiete (Rosa 2004: 172-181), el autor-narrador presenta, en
dos columnas paralelas, dos posibles relatos biográficos del profesor Denis, y en el
capítulo treinta y cuatro (Rosa 2004: 244-249), bosqueja cinco diferentes relatos sobre
los hechos que este pudo vivir en la guerra civil. Aunque el lector consiga, al final,
reconstruir un relato más o menos coherente y verosímil de los hechos a partir de los
materiales ofrecidos por los personajes-testigo y el autor-narrador, nunca llega a tener
una certeza absoluta sobre quién fue el profesor Denis, o Andrés Sánchez, y qué es lo
que les ocurrió finalmente.
Andrés Sánchez (también conocido como André por algunos), el joven líder
comunista desaparecido en medio de las revueltas universitarias de los años sesenta, es
un personaje que contrasta con la figura gris y retraída del profesor Denis. El personaje
de Sánchez, casi predestinado a convertirse en una figura heroica, permite al autor
cuestionar el maniqueísmo y la habitual construcción de héroes en la narrativa española
reciente. “Mucho cuidado con los héroes, con los luchadores de una sola pieza que ni
sombra proyectan bajo el sol; mucho cuidado con los héroes, especialmente si son
jóvenes” (Rosa 2004: 38), advierte el autor-narrador al introducir el personaje de
Sánchez en el relato:
Consciente de que en la vida real hay pocos héroes inmaculados, el narrador, sin
embargo, desmonta poco a poco las (supuestas) expectativas del lector basadas en la
repetición del tópico del joven héroe antifranquista en la narrativa española reciente.
Para este fin, el autor-narrador yuxtapone en el relato las voces de varios personajes-
15
Según María Victoria Martínez (2008: 3), “en cierto punto, el profesor Denis pasa de traidor
evidente a víctima de grave confusión, mientras que el heroísmo del joven militante estudiantil se
desfigura […] al caer […] bajo la sospecha de traición”.
215
ELINA LIIKANEN
testigo que aportan opiniones contradictorias sobre el personaje. Mientras que algunos lo
recuerdan como el colmo de las virtudes revolucionarias, en otros testimonios Andrés
aparece como un joven falso y arrogante que causó una cadena de detenciones debido a
su comportamiento irresponsable. La yuxtaposición explícita de las voces de los
“difamadores y aduladores” --los más habituales biógrafos y necrólogos de nuestro país”
(Rosa 2004: 52)— en el capítulo doce sirve para confirmar la tesis del autor-narrador
según la que los personajes maniqueos y estereotipados, sean estos “monstruos de la
bondad” o “del horror” (Rosa 2004: 52), solo contribuyen a crear una memoria
deformada. Como señala Raquel Macciucci (2010b: 253), la incorporación de diferentes
perspectivas
presente, sus recuerdos de los protagonistas y dan sus versiones sobre los
acontecimientos. El rol de estos personajes-testigo y narradores secundarios es
puramente instrumental, por lo que los datos que se dan sobre sus vidas suelen ser
mínimos. En algunos casos, son nombrados, pero a menudo solo se indica el tipo de
relación que mantuvieron con alguno de los protagonistas. En ocasiones, las voces se
mantienen completamente anónimas. Entre los testigos hay, por ejemplo, compañeros de
trabajo y exalumnos de Denis, un exiliado que condujo a Denis a una reunión en París, el
policía que detuvo a Denis y estuvo presente en las interrogaciones de Denis y de
Sánchez, un libertario torturado por la policía, un comunista del movimiento obrero, un
amigo de infancia de Andrés, así como varios compañeros y conocidos suyos. De este
modo, el autor-narrador otorga la voz tanto a los comunistas y a otras víctimas de la
represión franquista como a los policías encargados de torturarlos. Sin embargo, las
voces de unos y otros no tienen el mismo peso, dado que todas están sometidas a la voz
del autor-narrador, quien les concede o niega espacio y otorga o no legitimidad
(Macciucci 2010b: 245) según sus propios criterios. Asimismo, el autor-narrador emite a
veces juicios explícitos sobre la calidad de los testimonios (Macciucci 2010b: 248).
Aparte de los testigos, en El vano ayer intervienen también varios lectores que
critican la novela en marcha del autor-narrador y aconsejan a este. Por ejemplo, en el
capítulo doce un lector sugiere que André Sánchez fue quizás traicionado por su propia
gente, y sugiere que el autor debería optar por este argumento en lugar de la supuesta
delación de Denis o la hipótesis de error polical porque “[l]os lectores agradecerán antes
un desmadre policiaco, de infiltrados, agentes clandestinos, deslealtades y puñaladas
traseras” (Rosa 2004: 56). Más adelante, otra voz insiste en que el autor debería indagar
en la “probable connivencia [de Sánchez] con la policía, dado que “la novela saldría
ganando con una historia de infiltrados, antes que despeñarse por los barrancos del fácil
homenaje a los caídos, a los desaparecidos, con toda esa retórica sobre la poca memoria
de la sociedad y etcétera” (Rosa 2004: 64).
El crítico más duro es sin embargo un policía que ocupa en la novela el doble papel
de testigo (participó en la detención de Denis y estuvo presente en la interrogación de
este y en la de Sánchez) y lector de la novela en marcha. A este personaje le molesta que
la novela enfatice la brutalidad policial, a la que el autor ha dedicado, según los cálculos
del personaje, “un 44,7 % de las páginas” (Rosa 2004: 266). Asimismo, el personaje
acusa al autor de confundir a los lectores incluyendo en el texto “testimonios […]
increíblemente manipuladores” (Rosa 2004: 267). Curiosamente, este personaje es el
único que alude explícitamente al carácter ficticio de los testimonios, de los cuales
algunos son bastante verosímiles y pueden parecer auténticos. Por ejemplo, el policía
menciona
217
ELINA LIIKANEN
De este modo, la novela recuerda al lector, una vez más, el carácter ficticio de la
novela, y por extensión, de todas las novelas, en las que los personajes siempre dicen
solo aquello que los autores quieren que digan. Aunque otros relatores no denuncian
explícitamente el carácter ficticio de los testimonios, se detectan en varios de ellos
señales que lo indican. Por ejemplo, en el capítulo dieciocho el autor-narrador
interrumpe la voz del relator para señalar, entre paréntesis, que omite una parte del
testimonio para evitar la repetición de ciertos tópicos:
Yo llegué al hogar [del Auxilio social] con apenas tres años (y aquí el
lector quizás espera, desde el momento en que se ha mencionado el hogar del
Auxilio Social, la habitual narración sobre las condiciones de internamento de
los niños, la carestía total, el frío y el hambre, la bestialidad de los curas y
demás. Recomendamos, a cambio de omitir ese meandro descriptivo de
indudable interés, la lectura de la certera serie Paracuellos, de Carlos
Giménez). André llegó al internado pocos meses después que yo […] (Rosa
2004: 97)16
16
En la página 99 hay otra intervención parecida.
17
Véanse, por ejemplo, las páginas 108, 120, 165, 167-8, 170.
18
Asimismo, el poeta Ángel González hace en la novela un breve cameo como “el anciano poeta y
académico” (Rosa 2004) que da su testimonio sobre Andrés Sánchez. El autor aclara la identidad de este
personaje en la adenda bibliográfica: “Ángel Gonzalez aparece como figurante sin ser nombrado, y sin que
hayamos solicitado su permiso” (Rosa 2004: 307).
19
Sobre la trayectoria de Melitón Manzanas, véase por ejemplo Iglesias (28/1/2001).
218
3 El vano ayer de Isaac Rosa
documentos históricos, tanto auténticos como ficticios, así como numerosos capítulos y
pasajes que parodian distintos géneros literarios, estilos y tipos de texto. Por tanto, la
novela constituye un gran “collage de diferentes materiales” (Macciucci 2010b: 239).
En cuanto a los materiales históricos, El vano ayer incluye artículos periodísticos de
los años sesenta (varios en español y uno en francés), que se diferencian
tipográficamente del resto del texto, y algunos fragmentos que podrían ser editoriales de
la prensa franquista. Asimismo, se reproducen en la novela pasajes extraídos de otros
libros. En algunos casos, el autor-narrador cita la fuente de los materiales insertados en
la obra, pero en otros casos no; de hecho, parece que algunos de los materiales son
auténticos, mientras que otros son pura invención del autor. En la adenda bibliográfica,
el autor dice que “[l]os diarios ABC, Pueblo e Informaciones han aportado […] párrafos
antológicos” (Rosa 2004: 307), lo que da a entender que algunos de los textos
periodísticos son efectivamente reproducciones de textos históricos. En cambio, el
supuesto artículo periodístico escrito en francés “consta de varios errores lingüísticos
que prueban que no ha podido ser publicado en un periódico francés, sino que ha sido
[…] redactado por un hispanoparlante” (Florenchie 2011b).
La inclusión de los documentos de dudosa autenticidad cumple, en parte, la misma
función que los testimonios de los relatores, esto es, parodiar el “afán de realidad” de los
novelistas españoles contemporáneos que escriben sobre la guerra y la dictadura. De
hecho, en el capítulo diecinueve el autor-narrador “reconoce que no piensa escatimar
recursos ajenos a la ficción. Son demasiados meses de documentación y lecturas
obligadas como para permitir que ciertos tesoros, de imposible encaje narrativo, sean
sustraídos al interés del lector” (Rosa 2004: 102). A continuación, se reproducen en el
texto pasajes del libro Servicio especial. A las órdenes de Carrero Blanco (de Catellana
a El Aaiún) del coronel José Ignacio San Martín, jefe de los Servicios de Información de
la Presidencia del Gobierno de Carrero Blanco. En esta ocasión, se menciona la fuente
de la extensa cita tanto en el texto como en la adenda bibliográfica, lo que sí refuerza la
impresión de que se trata de un texto auténtico, como lo es en efecto.
En el modo reconstructivo, la función principal de los documentos insertados es
realzar la historicidad y reforzar la verosimilitud del texto. En El vano ayer, en cambio,
esta no es su única función, sino que la mezcla de documentos auténticos e inventados
también sirve para poner de manifiesto que la sola presencia de documentos no supone
una relación particular con la realidad (Carcelén 2001: 54).20 De hecho, lo que el autor
hace es crear un un mosaico en el que confluyen múltiples —y a menudo conflictivos—
puntos de vista sobre lo ocurrido (Hafter 2010: 213). De este modo, la novela a la vez
20
Si bien la crítica del “afán de realidad” afecta sobre todo a las novelas del tipo reconstructivo, El
vano ayer también critica elementos más propios del modo vivencial de representar el pasado al llamar la
atención sobre el “esfuerzo documental que nos permitirá graciosas ambientaciones, detallistas y exactas,
ese costumbrismo de época que a fuerza de imitar la realidad acaba por hacerla increíble, pormenorizando
descripciones callejeras, vestuario y atrezo, expresiones jergales, hábitos de ocio, ceremonias de cortejo,
marcas comerciales, carteleras teatrales, canciones más tatareadas en el hit parade ciudadano y etcétera y
etcétera; una inmersión agotadora, un viaje en el tiempo que nos devuelve a nuestro presente infectados de
nostalgia malsana y de felicidad por el progreso nacional, cualquier tiempo pasado fue mejor y vivimos en
el mejor de los mundos, a partes iguales” (Rosa 2004: 214). A continuación del pasaje citado, el narrador
explica y da ejemplos de cómo podría crear una narración de estas características por medio del personaje
de Julio Denis.
219
ELINA LIIKANEN
220
3 El vano ayer de Isaac Rosa
anterior), relata las hazañas del “General” que, en lugar de contra los moros, lucha
contra los “rojos”. Por medio de este procedimiento narrativo el autor parodia el discurso
de la cruzada sobre la que la dictadura quiso basar su legitimidad y, al mismo tiempo,
pone en evidencia la utilización de los héroes de gesta por la propaganda franquista para
exaltar la figura del dictador (Macciucci 2010b: 241; Martín Gijón 2012: 162).
El vano ayer también parodia un género popular mucho más reciente, el de las
novelas de quiosco, que adquirió gran popularidad en la posguerra, sobre todo entre los
años cuarenta y los sesenta. En la novela, el profesor Denis completa su exiguo sueldo
de profesor universitario escribiendo novelitas de detectives. El vano ayer contiene dos
capítulos (el treinta y uno y el treinta y tres) que imitan este género, aunque de forma
diferente, y un capítulo (el treinta) que indaga en las razones del éxito y las
características del género a través del retrato de Carlos López (también conocido como
“don Carlo de Lope” ), dueño de la editorial que publica las novelas escritas por Denis.
Don Carlo de Lope empezó su carrera de editor publicando catecismos, pero pasó
pronto a las novelas de quiosco, que resultaron mucho más rentables por varias razones.
Por un lado, la editorial disponía de cantidades de escritores necesitados dispuestos a
entregar una novela “cada semana o cada dos semanas” (Rosa 2004: 207) a cambio de
unas retribuciones miserables y, por otro lado, las novelas de quiosco eran un tipo de
literatura inofensiva, aceptada por las autoridades, que proporcionaba evasión y
entretenimiento a la población empobrecida. Como señala el capítulo treinta, se trata de
una literatura esquemática, que obligaba a los escritores a “escribir mal a consciencia,
limitar el propio lenguaje, desarrollar personajes planos, diálogos absurdos, situaciones
inverosímiles [y] ambientaciones acartonadas” (Rosa 2004: 206). A menudo, las
aventuras de los protagonistas, que solían tener nombres extranjeros, ocurrían en sitios
exóticos, por ejemplo, en ciudades tropicales “como Chin-Chin o Bora-Bora” (Rosa
2004: 206). “[L]o que el público demanda [son] aventuras, sólo eso, pura evasión.
Cuanto más simple, mejor” (Rosa 2004: 203), aconsejaba don Carlo de Lope a sus
escritores.
Inmediatamente después de iniciar al lector en las convenciones narrativas del
género de quiosco en el capítulo treinta, el autor-narrador inserta en la novela (en
cursiva) un supuesto extracto de una de las novelas de Denis, en el que se narra una
breve aventura de Guillermo Birón, detective creado por el profesor (Rosa 2004: 209-
210). En mi opinión, este pasaje puede considerarse un pastiche, esto es, una imitación
respetuosa del género de quiosco, mientras que en el capítulo treinta y tres el autor más
bien parodia este género. El capítulo treinta y tres narra un episodio de la vida del propio
Denis al estilo de las novelitas de quiosco, pero ironizando sobre las convenciones del
género. Por ejemplo, cuando el profesor Denis se emborracha, las calles de Madrid
empiezan a confundirse con las calles exóticas de la ciudad de Chin-Chin. Asimismo, la
figura de Denis se confunde con la de Guillermo Birón.
Al igual que las novelas de quiosco ofrecían a los españoles de la posguerra una
forma de evadirse de las miserias, la parodia del mismo género proporciona a los
lectores de El vano ayer un respiro al distraerlos momentáneamente de los temas
incómodos de la novela (tortura, desapariciones, etc.). El propio autor-narrador se refiere
a esto:
221
ELINA LIIKANEN
Mucho mejor así, ¿no es cierto? Siempre será más aceptable esta comedia
de arrojos seniles, equívocos, torpezas alcoholizadas, novelitas de quiosco,
parodias más o menos ingeniosas; podía haber transcurrido toda la novela por
este camino, podría continuarlo en adelante, no tendríamos que hacernos otras
preguntas […], no sigamos hablando de Andrés Sánchez, siempre será mejor
[…] dejar su desaparición en un libro mullido, no conocer los detalles de su
muerte […]; no saber tampoco qué sucedió con Marta […]; o qué le ocurrió
realmente al profesor Julio Denis […] (Rosa 2004: 242-244)
222
3 El vano ayer de Isaac Rosa
Sin embargo, también la modalidad realista y explícita tiene sus problemas. Por un
lado, la crudeza de las escenas de tortura pueden hacer que el lector decida abandonar la
lectura, como el autor-narrador indica en la cita anterior. Por otro lado, la voz narrativa
también llama la atención sobre la insuficiencia del lenguaje a la hora de representar el
sufrimiento ajeno: “no sirve de nada que intente transmitir el dolor que sentía, porque
223
ELINA LIIKANEN
[…] [s]e está jugando con el lector […] se le están poniendo trampas para
que se lo piense, para que esté consciente de sus propias flaquezas como lector.
El mensaje de alerta que [se] le está dando es el de: ‘Ten cuidado, ten cuidado
porque yo te estoy haciendo esto y te lo hace cualquier otro autor. Ten cuidado
cuando tú lees una novela, no es un gesto inocente, hay un autor con
confusiones, hay un autor con su propia forma de ver el mundo y que te va a
llevar por allí (Valle Detry 2010).
23
Este capítulo también critica la construcción de personajes idealizados “que resistan heroicamente
a las torturas” (Rosa 2004: 170), un mito creado, según el narrador-testigo, por “esos intelectuales que rara
vez sufrían torturas” (Rosa 2004: 170), por aquellos “que se estaban construyendo su pedigrí democrático
con un par de meses de cárcel, o con un breve destierro en un destino no demasiado incómodo, para luego,
ya en la democracia, poder decir bien alto que ellos eran la verdadera oposición a Franco, que ellos
trajeron la democracia, que ellos sufrieron la represión” (Rosa 2004: 171). Con el objetivo de desmentir
ese mito, los personajes de El vano ayer ponen de manifiesto la dificultad —o la imposibilidad— de
aguantar interrogaciones y tortura. Véanse, por ejemplo, las páginas 108, 119-130 y 165-169.
24
En una entrevista, Rosa dice al respecto: “Entre quienes no hemos vivido el franquismo hay una
insatisfacción —que tal vez no sea mayoritaria pero está muy extendida— sobre cómo nos han contado el
pasado, qué discurso del franquismo, qué memoria de aquel tiempo nos han contado” (Hoz 7/2005).
224
3 El vano ayer de Isaac Rosa
A pesar de analizar el pasado en sus novelas, Rosa enfatiza que escribe siempre en
función del presente, porque cree que “para comprender el tiempo que vivo es
fundamental conocer el tiempo del que ha surgido, donde están las raíces de nuestro
presente” (Hoz 7/2005). De hecho, El vano ayer no se estanca en el pasado dictatorial,
sino que se preocupa por conectar, de modo explícito, el pasado con el presente
señalando continuidades y huellas del franquismo que perviven en la actualidad. En el
capítulo veintinueve, aparece “un grupo de radicalizados lectores” (Rosa 2004: 189) que
exige al autor que introduzca en el relato
Mientras que estos personajes insisten en que en España sigue habiendo demasiados
casos de violencia policial, el autor-narrador niega irónicamente sus acusaciones:
225
ELINA LIIKANEN
26
“No es ya al franquismo a quien ahora pedimos cuentas” (Rosa 18/4/2010), escribe el autor en una
entrada de blog, “sino a esta democracia que ha aceptado asumir esas cuentas en vez de liquidarlas, y por
eso ahora le toca pagar las deudas”.
27
En una entrevista, el autor explica que últimamente se escribe mucho sobre la posguerra, pero el
periodo que le interesa a él es el tardofranquismo, mucho menos frecuentado en la ficción. En su opinión,
“escribir hoy sobre los años ’30, por mucha controversia que haya, no le molesta a nadie, no se hace
ningún daño” (Arjona 18/9/2008). En cambio, los años sesenta y setenta son “años muy molestos para
ciertas ideas que tenemos sobre nuestra democracia. […] [E]scribir sobre los años ’60 y ’70, escribir sobre
el comportamiento de ciertas personas, de ciertas empresas, de las complicidades que había en ciertas
esferas, es mucho más complicado” (Arjona 18/9/2008). El autor recomienda la novela La fea burguesía
de Miguel Espinosa “porque nos expone muy bien cómo se generan esas clases gozantes que sostienen al
último franquismo, la llamada clase media. Eso que va más allá del Franquismo sociológico y que es lo
que seguimos teniendo hoy como tejido social acrítico” (Arjona 18/9/2008).
226
3 El vano ayer de Isaac Rosa
olvidan) como para quienes no la conocieron (e ignoran) […] un análisis del periodo y
sus consecuencias más allá del pintoresquismo habitual” (Rosa 2004: 17).28
Al diferencia de la mayoría de las novelas analizadas en este trabajo, El vano ayer
se centra en la memoria pública en lugar de en la memoria privada, personal o familiar.
En el curso de la novela, el autor emplea numerosos mecanismos de extrañamiento que
dificultan la identificación del lector con los personajes e interrumpen su inmersión en el
mundo narrado. Asimismo, la ausencia de testimonios de los familiares y los seres
queridos de los protagonistas —todos ellos muertos o desaparecidos— contribuye a que
el autor consiga sortear “los escollos del sentimentalismo” (Macciucci 2010b: 257). En
lugar de profundizar en la memoria privada, familiar o sentimental, El vano ayer indaga
en la construcción de diferentes relatos y discursos sobre el pasado. Por medio del
análisis de las formas narrativas y las funciones de la literatura (y de otros productos
culturales para demostrar) Isaac Rosa procura demostrar al lector que, “cuando un autor
elige una versión o una posibilidad narrativa entre muchas, no lo hace de forma inocente,
sino con una intención que generalmente no transparenta al lector” (Rendueles 2004).
Por consiguiente, en El vano ayer el pasado no se irgue como un mito incuestionable,
sino como un relato o un discurso que puede y debe ser analizado, criticado y debatido
públicamente.29
28
El objetivo de la novela está en línea con los objetivos del llamado movimiento de recuperación de
la memoria histórica que el autor describe en un artículo de prensa: “Además de homenajes, este
movimiento pide rehabilitación, indemnizaciones, anulación de juicios. Además de poner nombre a las
víctimas, señala a los verdugos. Además de exigir memoria, demanda justicia. Y se niega a dar por cerrado
el pasado reciente, a considerarlo histórico e irrecuperable, impugnando el discurso construido en torno al
mismo, optando por reivindicar la experiencia republicana y cuestionar la hasta ahora sacralizada
transición española” (Rosa 6/7/2006).
29
Rosa (24/4/2010) expone esta idea muy claramente también en una entrada de blog titulado “La
sábana santa de la Transición” en la que describe el relato “oficial” sobre la Transición que durante años
tuvo “millones de fieles que lo admitían como algo sagrado”, pero que últimamente ha sido cuestionado
por muchos.
227
4 ¡OTRA MALDITA NOVELA SOBRE LA GUERRA CIVIL! DE ISAAC ROSA
228
4 ¡Otra maldita novela sobre la guerra civil! de Isaac Rosa
1
Un ejemplo del uso de la seguda persona: “La historia, como prefieres llamar a tu búsqueda actual
[…] comenzó meses atrás, en Madrid, aunque eso no hace falta que se lo cuentes al niño que a tu lado
mira el paisaje, con él bastan palabras sencillas, hablar de coches y motores […]. Pero la historia no, en
modo alguno le interesaría saber cómo se inició la búsqueda […] Ahora, desde el cansancio, lo recuerdas
todo […]” (Rosa 2007: 32). Un poco más adelante, el narrador pide que el personaje cuente el inicio de la
historia por sí mismo. Éste toma la palabra y relata lo que ocurrió en primera persona. El discurso del
personaje está marcado por el uso de comillas.
2
En el último capítulo de la novela, el narrador externo se identifica en una ocasión como Gonzalo
Mariñas, pero se trata probablemente de un descuido del autor, como señala la voz del lector infiltrado
(Rosa 2007: 439).
3
El narrador-protagonista explica en el capítulo II de la segunda parte que escribir las memorias de
otra persona en primera persona “te obliga a asumir como propios unos recuerdos ajenos, unas vivencias,
una historia sentimental e intelectual, una oscuridad de ciertos años que yo comparto de alguna forma.
Existía el peligro de que, en lugar de suponer y asumir los recuerdos, las vivencias y el bagaje personal de
Mariñas, acabase creando un extraño cuerpo híbrido en el que se mezclaran sin límites Mariñas y Santos,
mis recuerdos con los suyos, mi vida con la de él, mis miedos con los que él tuvo, la oscuridad de algunos
de mis años con la tiniebla personal de Mariñas. El riesgo se confirmó cuando completé las primeras
páginas” (Rosa 2007: 181).
4
El lector infiltrado critica a menudo la caracterización del habla de los personajes, especialmente la
de los personajes populares. A menudo, el autor busca un tono coloquial (sin conseguirlo demasiado bien),
pero los personajes suelen, sin embargo, adoptar de repente el tono y el léxico propios de la voz del
narrador.
5
Más adelante, el narrador vuelve a avisar al lector de la fusión de las voces: “[…] de nuevo, la
narración era tamizada al gusto de Santos, que la recordaría tiempo después no con las palabras exactas de
la anciana, sino con un discurso más complejo, la memoria no precisa de exactitudes […]” (Rosa 2007:
306).
229
ELINA LIIKANEN
la guerra civil! de La malamemoria. Se trata de una voz anónima que critica diferentes
aspectos de la primera obra de Isaac Rosa, tanto cuestiones formales como asuntos
históricos y políticos. Asimismo, esta voz se dirige (indirectamente) a los lectores
empíricos de la novela con el objetivo de promover hábitos de lectura más críticos.
Como señala Evelyn Hafter (2010: 220), este narrador extradiegético utiliza una
terminología específica y posee claramente un saber académico, “un bagaje teórico en
constante exposición”. El tono de este narrador es por lo general irónico o incluso
sarcástico.
Aunque la decisión de incluir en la novela una voz narrativa que la sabotea sea
“insólita”, como afirma Santiago Belausteguogoitia (2/3/2007), y las críticas que aquella
emita sean en su mayoría acertadas, la voz del lector infiltrado puede sin embargo
resultar cansada por su repetitividad. Los problemas que el lector infiltrado detecta en el
texto se repiten constantemente —por ejemplo, las expresiones cursis y los personajes
estereotipados—, por lo que se ve obligado a mencionarlos una y otra vez. En ¡Otra
maldita novela sobre la guerra civil! no se produce nunca un diálogo entre el autor y el
lector infiltrado, dado que las críticas del lector extradiegético son posteriores a la
publicación de La malamemoria. Por consiguiente, el autor no puede defenderse ni
corregir el texto tomando en cuenta las críticas (Valle Detry 2012: 27).
El narrador-protagonista Julián Santos es profesor de literatura en el bachillerato y
escritor fantasma. A pesar de profesar vagas ideas izquierdistas y admirar a los
libertarios (Rosa 2007: 60), Santos se dedica a escribir discursos, artículos y biografías
para personajes del régimen franquista. En La malamemoria, la viuda de Gonzalo
Mariñas contrata a Santos para escribir las memorias de su marido fallecido. El objetivo
de las memorias es blanquear el pasado de Mariñas, un político destacado que
evolucionó desde el franquismo hacia posturas reformistas, pero que se suicidó en 1976
a causa de una campaña de denigración (se le acusó de varios crímenes cometidos en la
posguerra, por ejemplo, del expolio de republicanos). Al investigar la biografía de
Mariñas, especialmente los años treinta y cuarenta, Santos empieza a recordar pasajes de
su propia infancia, que ha intentado olvidar. Poco a poco, se revela que Santos es hijo de
un sindicalista que se hizo maquis durante la guerra civil. Asimismo, el lector descubre
que en su infancia Santos hizo de enlace entre los maquis y la gente del pueblo y causó
(sin quererlo) la muerte de su padre y de otros guerrilleros. Por consiguiente, la
investigación de Santos en torno a la figura de Mariñas se combina con una indagación
en su propio pasado. En el curso de la novela, el personaje evoluciona política y
moralmente —al final, se niega a escribir las memorias exculpatorias de Mariñas— y va
tomando consciencia de la necesidad de enfrentarse al pasado tanto en el nivel individual
como colectivo. Además, como es habitual en las novelas reconstructivas, Santos
también encuentra un nuevo amor que le ayuda a llenar su vacío existencial anterior.
Gonzalo Mariñas es un personaje estereotipado que representa a todos aquellos que
apoyaron el golpe de Estado de 1936 y participaron en la represión posterior, pero
supieron evolucionar a tiempo para sumarse a la reforma democrática.6 Procedente de
6
Mariñas es un personaje estereotipado, pero como dice Cifre Wibrow (2012a: 175), aquello “no le
resta verosimilitud, sino que […], al contrario, refuerza su vinculación con un imaginario construido a
partir de imágenes prefabricadas, de tópicos y mitos”.
230
4 ¡Otra maldita novela sobre la guerra civil! de Isaac Rosa
una familia humilde, Mariñas heredó en los años treinta una pequeña fortuna de su padre
(que se había enriquecido repentinamente) y, convertido en un cacique de peor calado,
multiplicó sus propiedades en poco tiempo. En los años treinta, financió a los golpistas,
por lo que recibió más adelante muchos favores de las nuevas autoridades. Desde finales
de los años cincuenta evolucionó hacia posturas reformistas pero sin perder sus
contactos dentro del régimen. Convertido en un hábil político “capaz de quedar bien con
todos” (Rosa 2007: 62), Mariñas estaba a punto de ser nombrado ministro del gobierno
de transición democrática cuando una fuerte campaña de desprestigio destruyó su carrera
política e hizo que el personaje se suicidara (aunque Santos descubre luego que el
suicidio fue fingido y que en realidad Mariñas sigue vivo). Al indagar en la trayectoria
de Mariñas, Santos se da cuenta de que en su biografía hay una laguna de más de quince
años entre 1936 y mediados de los cincuenta. Sus investigaciones revelan que durante
esos años Mariñas cometió múltiples atrocidades, por ejemplo, hizo fusilar a todos los
hombres del pueblo de Alcahaz por razones personales. Como señala el lector infiltrado,
Mariñas es un personaje deshumanizado, estereotipado y maniqueo, un prototipo de
cacique y un “malo malísimo” (Rosa 2007: 133), carente por completo de cualidades
positivas.
El lector infiltrado se queja en numerosas ocasiones de que la mayoría de los
personajes de la novela, en especial los femeninos, son planos y estereotipados, meros
tipos funcionales sin profundidad psicológica.7 La viuda de Mariñas, por ejemplo,
corresponde al tipo de viuda rica y soberbia y su función principal en la novela es
proporcionar a Santos información sobre Mariñas. En cambio, Laura, la novia ocasional
de Santos, es una joven políticamente activa pero algo ingenua, a la que Santos “trata
con paternalismo, superioridad y condescendencia” (Rosa 2007: 102). Al igual que el
personaje de Conchi en Soldados de Salamina, este personaje femenino menor solo sirve
de contrapunto al personaje masculino principal para que este gane altura (Rosa 2007:
102). De hecho, Laura solo aparece en la novela en dos ocasiones: en la primera, discute
con Santos acerca del trabajo de este, que ella considera moralmente reprobable y, en la
segunda ocasión, solo aparece para que Santos la abandone por otra mujer. El personaje
de Ana, el nuevo amor de Santos, es una mujer atractiva e independiente que tiene un
“toque canalla” (Rosa 2007: 278) al igual que el propio Santos. Sin embargo, su papel en
la obra es convencional, ya que ejerce de “ángel redentor” para Santos ofreciéndole la
posibilidad de un nuevo comienzo una vez que el protagonista ha asumido y superado su
pasado. Amparo, la madre de Ana, que ejerce el papel de testigo en la novela, es en
cambio un personaje “vodevilesco” (Rosa 2007: 302): se le describe como una persona
mayor ya casi senil, pero sin embargo ella es capaz de recordar y narrar en detalle (con
la ayuda de Santos) las tragedias que ocurrieron en Alcahaz antes, durante e
inmediatamente después de la guerra civil.
7
En la novela hay también numerosos personajes masculinos secundarios cuya construcción el lector
infiltrado critica a menudo. Entre ellos se encuentran, por ejemplo, funcionarios que dormitan más que
trabajan, varios campesinos del sur estereotipados y animalizados, y un obrero idealizado (negativamente).
De hecho, uno de los objetos de crítica más habituales del lector infiltrado es la caracterización
“zoológica” de los personajes de baja extracción social. Asimismo, critica a menudo la caracterización del
habla de los personajes populares (o su ausencia), como se señala en la nota número 4.
231
ELINA LIIKANEN
Aparte de Amparo, en la novela hay también otros testigos que aportan a Santos
datos importantes sobre el pasado de Mariñas: Valentín Luque, un “viejo señorito
amanerado” (Rosa 2007: 141) que intenta defender a su amigo Mariñas; una monja que
revela a Santos la historia de la hermana de Mariñas; y el sobrino de Mariñas, hijo del
hermano “rojo” de este que fue fusilado durante la guerra civil sin que Mariñas
interviniese. Asimismo, la novela cuenta con dos personajes que narran su experiencia
de “topos” durante la dictadura. Sin embargo, la información que dan los topos no tiene
relevancia en cuanto a la investigación de Santos, sino que está claramente dirigida al
lector. Al igual que los personajes femeninos descritos más arriba, también estos
personajes-testigo resultan bastante esquemáticos y estereotipados.
8
Por ejemplo, “[…] de que sirve tanto conocimiento externo y tanta memoria esforzada si
desconocemos u olvidamos lo importante, lo que atañe a quienes nos rodean y a nosotros mismos” (Rosa
2007: 15, la cursiva es mía). Más adelante, el narrador pasa a utilizar la segunda persona del singular:
“[…] ¿qué ocurrió realmente en tu vida ya olvidada, en tu pasado más vergonzoso, en tu infancia […]
¿quienés son en verdad esas personas que tienes más cerca […]?” (Rosa 2007: 16, la cursiva es mía).
232
4 ¡Otra maldita novela sobre la guerra civil! de Isaac Rosa
externo, mientras que los capítulos VI, VIII, IX, que se ambientan en Madrid son
narrados por Santos. El capítulo IV combina ambas voces narrativas.9
El apéndice a la primera parte contiene, de acuerdo con su título, “Algunas
consideraciones sobre Gonzalo Mariñas”. En los cuatro capítulos del apéndice, Santos
entrevista a tres personas que le revelan datos novedosos sobre el oscuro pasado de
Gonzalo Mariñas. Los cuatro capítulos son narrados por Santos.
La segunda parte de la novela, titulada “Alcahaz”, se compone de cinco capítulos.
En los capítulos I, III y V, el narrador externo relata las experiencias de Santos en
Alcahaz, pueblo habitado por unas ancianas enloquecidas, mientras que en los capítulos
II y IV el propio Santos narra el anterior proceso de investigación y de escritura de las
memorias, que tuvo lugar en Madrid. El capítulo I contiene también un recuerdo de
infancia de Santos y, en los capítulos II y IV, se reproducen pasajes (rechazados) de las
memorias de Mariñas escritas por Santos.
La tercera parte, titulada “La malamemoria”, contiene cinco capítulos en los que
domina la voz del narrador externo. En los capítulos II y III, el narrador externo otorga
la voz momentáneamente a Amparo, antigua vecina de Alcahaz, cuya voz, sin embargo,
se mezcla con la de Santos. Esta parte de la novela narra la toma de consciencia de
Santos, que decide hacer saber y recordar a los habitantes de la comarca lo que ocurrió
en el pueblo de Alcahaz durante la guerra civil y después. Asimismo, esta parte contiene
una subtrama amorosa entre Santos y el personaje de Ana. Por último, el capítulo V de
esta parte se centra en el tema de los topos: aparte de una introducción histórica, el
capítulo contiene la reproducción de una entrevista que Santos hizo a un topo de su
pueblo de infancia y la historia de un topo que ha estado escondido en el pueblo de
Alcahaz durante cuarenta años.
El “Breve apéndice a la tercera parte”, titulada “La malamemoria de Santos”,
consiste en un solo capítulo ambientado en la infancia de Santos y narrado por el
narrador externo. Este capítulo revela cómo Santos causó, sin pretenderlo, la muerte de
su padre y otros maquis, y el encarcelamiento de su madre, que murió en la cárcel.
La cuarta parte, nombrada “Donde se relatan otros hechos que allí tuvieron lugar”,
consta de dos capítulos. La voz narrativa pertenece al narrador externo. El primer
capítulo narra cómo Santos y Ana llevan a las autoridades de la comarca y a tres
antiguas vecinas del pueblo a visitar Alcahaz. La segunda, en cambio, relata la
consumación de la relación amorosa entre Santos y Ana.
La quinta y última parte de la novela, titulada “Breve tragicomedia final”, se
compone de tres capítulos, en las que Santos vuelve a Madrid (cap. I), rompe con su
antigua novia (cap. II), visita a la viuda de Mariñas y descubre que Mariñas no está
muerto (cap. III). El capítulo III contiene un diálogo de carácter teatral entre Santos y
9
El narrador externo otorga la palabra a Santos de una forma curiosa: “¿Cómo lo relatarías [se refiere
al primer encuentro de Santos con la viuda de Mariñas] […] a otra persona, que a fecha de hoy todavía no
ha aparecido pero que lo hará pronto, y a la que seguramente le interesará tu historia, tu vida, todo? Prueba
a contarla, ahora […]” (Rosa 2007: 33), dice, y a continuación inserta en el texto, entre comillas, el
discurso directo del narrador-protagonista Santos (en primera persona). En los siguientes capítulos de la
primera parte en los que hable Santos, ya no hay introducción de parte del narrador externo, pero el relato
de Santos aparece sin embargo entre comillas. En el apéndice a la primera parte, las comillas desaparecen,
pero vuelven a aparecer en los capítulos de la segunda parte narrados por Santos.
233
ELINA LIIKANEN
Mariñas. Los tres capítulos son narrados por el narrador externo, el I y el III en segunda
persona y el II, en tercera.
En el epílogo (titulado “Casi un epílogo”), el narrador externo relata, empleando el
plural de la primera persona y la tercera persona del singular, cómo Santos,
transformado por la memoria recuperada, abadona Madrid y se dirige al sur “para
encontrar un nuevo territorio […] donde olvidar al fin” (Rosa 2007: 443) y empezar una
nueva vida.
Aparte de la advertencia inicial y el texto entero de La malamemoria, ¡Otra maldita
novela sobre la guerra civil! contiene también comentarios críticos del lector infiltrado
al final de cada capítulo, así como después de algunos epígrafes y títulos. Estos
comentarios metanarrativos y literarios están separados del discurso novelístico por tres
asteriscos y marcados por el uso de la cursiva. Aunque los blancos de la crítica y los
objetivos del metadiscurso son semejantes a los de El vano ayer, el mecanismo narrativo
es, sin embargo, opuesto. Mientras que El vano ayer presenta al lector una novela en
construcción que avanza por un camino u por otro según las críticas de los lectores o los
deseos del autor-narrador de ilustrar los efectos de determinadas opciones narrativas, en
¡Otra maldita novela sobre la guerra civil! la voz crítica comenta una obra acabada y,
por tanto, el discurso novelístico ya no puede modificarse. Sin embargo, ambas obras
emplean una estrategia parecida que consiste en alternar pasajes que favorecen la
inmersión del lector en el mundo diegético con otros de carácter metanarrativo y
literario, que rompen la ilusión mimética e incitan al lector a adoptar una actitud crítica y
analítica hacia el relato.
La malamemoria reúne las características propias del modo reconstructivo, aunque
cuenta con un narrador externo además del narrador-protagonista, al igual que El
corazón helado de Almudena Grandes. El lector infiltrado comenta al respecto:
Además, “la investigación toma forma de viaje […] que se acaba convirtiendo en
viaje interior, el descubrimiento que al final es de uno mismo […]” (Rosa 2007: 24). De
este modo, la primera novela de Rosa cuenta con todos los componentes característicos
del modo reconstructivo, incluyendo el identitario.
Como señala el narrador en la cita anterior, el momento presente desde el que se
investiga y narra el pasado se sitúa, a diferencia de las novelas reconstructivas analizadas
en este trabajo, al principio de la Transición, concretamente en el año 1977. En la novela
se representa ese momento histórico como uno dominado por una “desmemoria
colectiva” (Rosa 2007: 99). En cambio, los hechos objeto de investigación se sitúan
234
4 ¡Otra maldita novela sobre la guerra civil! de Isaac Rosa
principalmente en la guerra civil —el asesinato de los hombres del pueblo de Alcahaz
por los pistoleros de Mariñas tuvo lugar en agosto de 1936 (Rosa 2007: 169)—, aunque
el narrador-protagonista indaga también en la historia familiar de Mariñas anterior a la
guerra. La trayectoria de Mariñas se yuxtapone y se vincula con la infancia de Santos.
Los acontecimientos trágicos que marcaron la vida del narrador-protagonista también
tuvieron lugar durante la guerra civil: el padre de Santos estuvo en el maquis desde el
agosto de 1936 hasta su muerte a mediados de 1939 (Rosa 2007: 99).
En cambio, el discurso del lector extradiegético tiene otra temporalidad. La
malamemoria fue publicada originalmente en 1999, cuando el boom de la memoria en
las letras españolas era aún un fenómeno incipiente. En cambio, el lector infiltrado
comenta la obra a mediados de la década de 2000, en un momento en que la “moda” de
la memoria está alcanzando su apogeo.10 Esta ventaja temporal permite a la voz crítica
situar la obra en un contexto amplio y analizarla a la luz de las convenciones de un
subgénero novelístico ya establecido. Por medio de continuas alusiones intertextuales, y
algunas referencias directas, el lector extradiegético invita al lector empírico a buscar en
la obra de Rosa el reflejo de muchas otras novelas sobre el pasado reciente (Cifre
Wibrow 2012a: 182).
10
Como señala el propio narrador, entre los años 1990 y 1999 se publicaron en España 289 obras
literarias que incluían en su título la palabra “memoria”, mientras que en los cinco primeros años de la
década de 2000 la cifra correspondiente era ya 419 (Rosa 2007: 11).
11
Al criticar “cierta literatura sentimentalizada, muy frecuente en nuestra letras” (Rosa 2007), el
narrador dice de modo explícito: “mejor no damos nombres”, dice, “aunque es reconocible la influencia de
ciertos autores en estas páginas” (Rosa 2007: 413).
235
ELINA LIIKANEN
12
El autor de La malamemoria se ha inspirado probablemente en la novela de Rulfo, ya que también
la novela original contiene una referencia explícita a Pedro Páramo (Rosa 2007: 329).
236
4 ¡Otra maldita novela sobre la guerra civil! de Isaac Rosa
Llama la atención que la denuncia del “olvido” no incumbe solo a las generaciones
que vivieron la guerra civil, la dictadura o la transición, sino también a los que nacieron
después (y no tienen recuerdos personales de aquellos años), dado que el narrador
equipara el olvido con la ignorancia y el desinterés. Para acentuar el aspecto
generalizado y colectivo del fenómeno, el narrador utiliza pronombres colectivos como
“nadie” y, más adelante, “nosotros”. Además, la voz narrativa interpela directamente al
lector en algunos párrafos por medio del uso de la segunda persona del singular: “¿que
ocurrió realmente en tu vida ya olvidada, en tu pasado más vergonzoso […]?, ¿dónde
estuvieron tus padres en la última guerra […], cómo vivieron el hambre o la represión de
los años duros, fueron vencedores o vencidos […]?” (Rosa 2007: 16).
En el prólogo, el narrador distingue entre dos formas distintas de conocimiento del
pasado enfrentando “los saberes enciclopédicos […] datos, fechas, batallas pasadas,
definiciones, citas o versos” con la memoria “de lo vital” (Rosa 2007: 16), que “atañe a
quienes nos rodean y a nosotros mismos” (Rosa 2007: 15). Como señala Patricia Cifre
Wibrow (2012a: 172), esta distinción se asemeja a los conceptos de memoria cultural y
memoria comunicativa de Jan y Aleida Assmann.13 El narrador rechaza la primera forma
de memoria, el “conocimiento externo” (Rosa 2007: 15) del pasado y opta por la
segunda forma, por la memoria viva, comunicativa, que se centra en “lo elemental, lo
más cercano” (Rosa 2007: 15) y es, según el narrador, necesario para saber quiénes
somos y quiénes son las personas con las que compartimos nuestra vida. De este modo,
la voz narrativa se posiciona en contra de la historización de la memoria y acentúa la
necesidad del diálogo intergeneracional insistiendo en la necesidad de preguntar e
indagar en el pasado familiar y, por extenso, nacional (Cifre Wibrow 2012a: 172).
El narrador destaca en el prólogo que el olvido y el desinterés son actitudes fáciles y
cómodas, mientras que la memoria “es un esfuerzo no siempre agradable” (Rosa 2007:
17), pero imprescindible para el bienestar tanto individual como colectivo. El
silenciamiento del pasado no solo perjudica el autoconocimiento y las relaciones
familiares y de pareja, advierte el narrador, sino que también tiene efectos negativos en
el nivel colectivo, dado que favorece a los vencedores de la historia en perjuicio de los
vencidos y, por tanto, contribuye a perpetuar el orden social heredado del franquismo
(Cifre Wibrow 2012a: 173):
13
Los Assmann utilizan como punto de partida el término memoria colectiva procedente de Maurice
Halbwachs, pero lo dividen en dos modalidades, memoria comunicativa y Memoria Cultural. La memoria
comunicativa se basa en la comunicación diaria, mientras que la Memoria Cultural se transmite a través de
rituales y artefactos culturales. La memoria comunicativa consiste en la “historia vivida”, o sea, recuerdos
del pasado cercano que los individuos comparten con sus contemporáneos, y se transmite principalmente
de modo oral y cubre aproximadamente los últimos ochenta o cien años. La Memoria Cultural, en cambio,
es una memoria institucionalizada, que se refiere generalmente a acontecimientos de un pasado más lejano
que se consideran relevantes para la identidad de la comunidad actual. Los contenidos de Memoria
Cultural están fijados en medios relativamente estables, lo que permite su transmisión de una generación a
otra. Al contrario que la memoria comunicativa, la Memoria Cultural implica la existencia de instituciones
que se ocupan del almacenamiento de la memoria, y de especialistas encargados de interpretarla (Erll
2011a: 29-33; Erll 2003: 50; Assmann 2008: 110-112).
237
ELINA LIIKANEN
14
Como señala Cifre Wibrow (2012a: 177), el caso de Alcahaz pone de manifiesto el hecho de que
“no recordamos (ni olvidamos) solos”, sino que la memoria personal, incluso autobiográfica, depende
siempre de lo que Halbwachs denominó los marcos sociales de la memoria. En España, estos marcos de la
memoria fueron sin embargo rotos por la dictadura franquista, que procuró “anular los lugares de la
238
4 ¡Otra maldita novela sobre la guerra civil! de Isaac Rosa
Sin embargo, la memoria del pueblo no ha sido del todo reprimida, sino que se ha
convertido en una historia fantástica que los padres cuentan a sus hijos para asustarlos y
evitar que se alejen de casa solos. En esa historia, Alcahaz es un pueblo “habitado por
seres fantásticos, mitad mujer, mitad pájaro […] [a]trapadas para siempre en ese pueblo
que es una jaula para ellas, y el que se acerca queda atrapado” (Rosa 2007: 276).15
La deformación de la memoria de Alcahaz pone de manifiesto la incomunicación
entre la generación de los padres, que vivió la guerra civil y la posguerra, y la de sus
hijos (Cifre Wibrow 2012a: 178). La decisión de “olvidar”, o más bien, de silenciar las
atrocidades de la guerra y de la represión franquista seguramente facilitó la convivencia
en la posguerra, pero “a costa de privar a las generaciones siguientes de las claves
necesarias para comprender y comprenderse, desvinculándolas de una identidad familiar
y colectiva” (Cifre Wibrow 2012a: 179). Los personajes de Ana y Santos ilustran en la
novela las consecuencias de esa ruptura generacional: Ana apenas conoce a sus padres y
Santos, en su intento de olvidar la historia de su familia, ha vuelto la espalda a los
valores políticos e ideológicos de sus padres. En realidad, ambos han construido su
identidad a partir de la negación de lo próximo, asumiendo valores y referentes
culturales ajenos a los de su entorno familiar (Cifre Wibrow 2012a: 179).
Como argumenta Cifre Wibrow (2012a: 174), La malamemoria se diferencia de
muchas otras novelas recientes sobre la guerra civil debido a su conceptualización de la
memoria. En la novela de Rosa, el olvido no se presenta como un fenómeno natural,
consecuencia del paso del tiempo o el relevo generacional, sino que se trata de “un
olvido funcional […] que responde a causas concretas y tiene beneficiarios fácilmente
identificables” (Cifre Wibrow 2012a: 174). En el caso de Alcahaz, el principal promotor
y beneficiario de la aniquilación del pasado es Gonzalo Mariñas, a quien el
silenciamiento del pasado ha permitido reciclarse ideológicamente hasta convertirse en
ministrable para el gobierno de transición. No obstante, la novela también pone de
manifiesto que la legitimación democrática de los personajes provenientes del
franquismo como Mariñas requirió también “la colaboración de muchos otros agentes
sociales, […] como el propio Julián Santos” (Cifre Wibrow 2012a: 176), un escritor de
izquierdas que, sin embargo, ha puesto su talento al servicio del régimen y que se ha
dedicado a blanquear el pasado de antiguos fascistas o falangistas.
De hecho, La malamemoria acentúa la idea de que el silencio y el olvido del pasado
no hubiesen sido posibles sin la pervivencia de un franquismo sociológico y la
interiorización del discurso de la reconciliación. Incluso Laura, la novia izquierdista y
políticamente activa de Santos, que aborrece el trabajo de “negro” de su pareja, parece
haber asumido el discurso de “todos fuimos culpables”, que en realidad solo sirve para
diluir las responsabilidades políticas. El personaje es consciente de que la desmemoria
colectiva permite que los mismos de siempre sigan en el poder, pero al mismo tiempo,
insiste en la idea de la culpabilidad compartida:
239
ELINA LIIKANEN
Pero, ¿qué hacer contra eso [la desmemoria]? ¿Denunciarnos todos, los
unos a los otros? Si empezamos, no terminamos… ¿Quién no tiene algo que
ocultar? ¿Quién no tiene oscuridad en ciertos años de su vida? Es inevitable
que muchos, casi todos, en algún momento hayan sido colaboradores o
cómplices, cuando no verdugos. (Rosa 2007: 99)
some kind of coercion or the lack of adequate conditions for the memory’s
reception by others. What is tragic in the Spanish case is that the victims of
Francoist repression, and their relatives, have had to wait till the twenty-first
century — too late, in many cases — for suitable conditions to exist for their
stories. It seems clear that the reason for their previous silence for not, in the
majority of cases, a traumatic blocking for the memory but a lack of
interlocutors.
16
“—Me siento extraña… Después de tantos años apenas conocía a mi madre, su vida, su pasado. Y
lo que es peor: ni siquiera me había interesado, no había hecho nada por saber, no le había preguntado”
(Rosa 2007), le dice Ana a Santos, que la consuela diciendo que lo que le ocurre a ella es algo habitual:
“—No se preocupe, lo suyo no es una excepción, es algo común. Quiero decir que es algo muy extendido,
es lo normal: vivimos rodeados de completos deconocidos, incluso las personas que creemos más
cercanas” (Rosa 2007: 325).
240
4 ¡Otra maldita novela sobre la guerra civil! de Isaac Rosa
También Ana asume un compromiso con la memoria: “No podemos dejar que esto
se olvide, que pase el tiempo y ese pueblo desaparezca del todo y mueran los pocos que
lo recuerdan, y nadie más sepa nunca lo que ocurrió…” (Rosa 2007: 328), dice el
personaje porque entiende que lo contrario “permitiría la impunidad de los responsables”
(Rosa 2007: 328), tal como advierte el narrador en el prólogo.
Santos y Ana cumplen su compromiso y llevan a las autoridades de la comarca a
Alcahaz con el objetivo de que estos crean que el pueblo realmente existe y para que se
hagan cargo de las ancianas. Además, alentado por el relato de Amparo, el propio Santos
se atreve finalmente a afrontar su pasado y a contarle su historia a Ana, con quien inicia
una relación amorosa. Después, Santos se dirige a Madrid, donde descubre que el propio
Mariñas sigue vivo. Como es de esperar, Santos se niega a escribir sus memorias. Sin
embargo, parece que el protagonista ha asumido solo a medias su compromiso de luchar
contra el olvido y de dar a conocer la historia oculta, dado que en lugar de denunciar
públicamente la falsa muerte de Mariñas y los crímenes que este cometió durante la
guerra y la dictadura, Santos decide abandonar Madrid y poner rumbo al sur “para
encontrar un nuevo territorio, […] un vientre como espejo cálido donde adormecerse,
donde olvidar al fin, donde no saber, para vivir” (Rosa 2007: 443). Gracias a Santos, las
ancianas de Alcahaz reciben finalmente atención médica, pero el responsable del
asesinato de sus maridos y parientes queda, sin embargo, impune una vez más.
A pesar de las muchas debilidades que el lector infiltrado señala en el relato (sobre
las que hablaré con más detalle en el siguiente apartado), La malamemoria tiene el
mérito de cuestionar —tan temprano como en 1999— el discurso conciliador, así como
“uno de los mitos fundacionales de la joven democracia española: su concepción del
olvido como estrategia de contención unánimemente aceptada en nombre de una paz
social no alcanzable por otras vías” (Cifre Wibrow 2012a: 181). La malamemoria insiste
en la necesidad de un trabajo de memoria y de duelo, acentuando el hecho de que los
recuerdos reprimidos siguen lastrando a los individuos y a las comunidades hasta que
son propiamente procesados (Cifre Wibrow 2012a: 181).17 Aparte de otorgar un papel
importante a los testigos y los testimonios, la novela, sin embargo, evita la fetichización
de la memoria por dos vías. Por un lado, pone de manifiesto la fragilidad y la
mutabilidad de los recuerdos, así como la tendencia de las personas de construir una
17
El epígrafe que abre La malamemoria, una cita de Michel de Montaigne, insiste en esta idea:
“Nada graba tan fijamente en nuesta memoria alguna cosa que el deseo de olvidarla” (Rosa 2007: 13).
241
ELINA LIIKANEN
18
“Es fácil cambiar el recuerdo a voluntad. Primero engañas a los demás, y te acabas engañando a ti
mismo. Todo el mundo lo hace. El caso de Alcahaz, de esas mujeres, es un caso extremo. Pero todos lo
hacemos de alguna manera, como una forma menor de delirio: crearte una realidad o una memoria a tu
medida, y acabar negando cualquier otro” (Rosa 2007: 400), dice el personaje de Santos.
242
4 ¡Otra maldita novela sobre la guerra civil! de Isaac Rosa
autoanálisis y crítica que Isaac Rosa realiza en ¡Otra maldita novela sobre la guerra
civil!! se vuelca, como sugiere el propio título de la novela, también hacia otros textos.
En palabras de Cifre Wibrow (2012a: 182), “[l]o que era una novela sobre la guerra
civil muta así, al menos en parte y por momentos, en una novela sobre las novelas de la
guerra civil”.
Los principales problemas señalados por el narrador infiltrado pueden resumirse en
tres grupos. En primer lugar, el narrador critica la sentimentalización de los relatos sobre
la guerra civil, esto es, la “humanización” (Rosa 2007: 302) del conflicto en detrimento
de las causas políticas e ideológicas. Por ejemplo, en La malamemoria, los hombres de
Alcahaz no son asesinados por sus ideas políticas, sino en un acto de venganza personal.
De este modo, la novela reactiva la lectura cainita del conflicto y lo retrata en clave de
“hombres malos y hombres buenos” (Rosa 2007: 302), en lugar de representarlo como
un enfrentamiento “entre progreso y reacción, entre revolución y fascismo, entre
republicanos y franquistas” (Rosa 2007: 302).19 Como señala el narrador, el tópico de la
venganza es “una forma de exculpar, de rebajar responsabilidades, mediante la
disolución de la responsabilidad principal (la de Franco y los suyos) en una multitud de
pequeñas responsabilidades privadas” (Rosa 2007: 300), ya que oculta los motivos
ideológicos y los intereses económicos y de poder de los represores, así como la
existencia de una política de exterminio y de marginación por parte del bando
sublevado.20
En segundo lugar, el lector infiltrado critica el falso dialogismo o la
“contraargumentación fraudulenta” (Rosa 2007: 141-142, 158), que consiste en crear
una apariencia de objetividad presentando al lector una multitud de puntos de vista que,
sin embargo, han sido elegidos a propósito para reforzar una determinada idea. Por
ejemplo, en el apéndice a la primera parte de La malamemoria, el narrador presenta al
lector diferentes opiniones sobre Mariñas, pero en realidad todas ellas subrayan la idea
de la maldad de este personaje. Incluso las palabras supuestamente defensivas se
vuelven en contra de Mariñas, ya que “el personaje encargado de defenderlo [es] tan
culpable como el defendido” (Rosa 2007: 142). Además, el personaje defensor, Valentín
Luque, incurre en “el habitual discurso autodenigratorio, por el que el autor hace hablar
a un indeseable para que con sus propias palabras se retrate, se descalifique” (Rosa
2007: 142).
En tercer lugar, el narrador problematiza un tópico muy extendido en los relatos
recientes sobre la guerra civil y el franquismo: el de la amnesia colectiva. En lugar de
representar el olvido o el silencio sobre el pasado como una elección individual, como se
hace en La malamemoria, el narrador insiste en que habría que recordar que en España
19
Mariñas es un personaje cainita en un sentido muy literal porque al parecer no hizo nada para
evitar el fusilamiento de su hermano durante la guerra civil, aunque muy probablemente habría podido
salvarlo. El sobrino de Mariñas, hijo de su hermano fusilado, se refiere a su tío como “ese Caín” (Rosa
2007: 130).
20
La sentimentalización o humanización de la guerra se manifiesta también en la decisión del autor
de presentar al niño (Santos) como causante de la caída y muerte de los maquis entre los que se hallaba su
padre, “como si hiciera falta ese golpe de azar y candidez para que la guardia civil liquidase a un grupo de
guerrilleros (no necesitaron seguir a un niño travieso; se apoyaban más bien en chivatazos, traiciones,
emboscadas, confesiones bajo tortura, batidas de caza…)” (Rosa 2007: 378-379).
243
ELINA LIIKANEN
hubo, en realidad, una “política de olvido” (Rosa 2007: 318), o sea, “una voluntad de
olvido inducido” (Rosa 2007: 318) desde las instituciones. No elegimos el silencio, dice,
sino que “nos lo eligier[o]n” (Rosa 2007: 340). Además, el lector infiltrado sostiene que
la política de olvido servía a los intereses de un determinado grupo social. Citando a
Paloma Aguilar Fernández, el lector infiltrado explica que en los primeros años de la
Transición se produjo, en realidad, “una omnipresencia del recuerdo de la guerra civil,
pues interesaba a los muñidores del pacto que la memoria de la tragedia nacional actuase
como coacción para quienes abogaban por la ruptura” (Rosa 2007: 439). Por tanto,
argumenta, el problema no fue entonces, ni es ahora, la “cantidad” de la memoria, sino
más bien la “calidad” de la misma:
4.6 ¡Otra maldita novela sobre la guerra civil! frente a El vano ayer
A mi ver, los objetivos que el autor se propone en ¡Otra maldita novela sobre la
guerra! son muy parecidos a los de El vano ayer. Ambas obras llaman la atención sobre
el papel de la literatura en la construcción de la memoria sobre el pasado reciente de
España y procuran desnudar las convenciones narrativas y los mecanismos de
representación característicos de la literatura actual sobre la guerra civil y el franquismo
con el objetivo de concienciar al lector. Asimismo, las dos novelas se esfuerzan por
deconstruir mitos y discursos habituales que condicionan la visión del pasado. Sin
embargo, las obras difieren en cuanto a los procedimientos narrativos que se emplean
para alcanzar estos fines. Como ya he señalado más arriba, en El vano ayer el autor-
narrador modifica el relato continuamente para demostrar los efectos de diferentes
244
4 ¡Otra maldita novela sobre la guerra civil! de Isaac Rosa
245
5 CONCLUSIONES
Las tres novelas contestatarias analizadas en esta parte del trabajo comparten el
hecho de “andar a contracorriente”, de oponerse a las tendencias predominantes en la
novela española actual sobre la guerra civil y el franquismo. La principal característica
común del modo contestatario es el hecho de que las obras rechazan el realismo, la
búsqueda de verosimilitud, y la insistencia en la veracidad de lo narrado. En lugar de
sumergir al lector en un mundo narrativo previsible, situado en el pasado, y facilitar su
identificación con personajes idealizados, dignos de admiración, las novelas
contestatarias interpelan al lector de una forma u otra y le recuerdan constantemente que
lo narrado no es “lo que realmente ocurrió”, sino simplemente una historia imaginada y
construida por un autor en el presente. Por consiguiente, el objetivo de las novelas
contestatarias no es tanto revelar al lector un pasado desconocido u homenajear a los
vencidos de la historia, sino más bien reflexionar sobre cómo la literatura participa en el
proceso de construcción de la memoria cultural sobre el pasado reciente de España y
cómo las distintas formas narrativas afectan a la imaginación colectiva.
Sin embargo, las obras contestatarias se diferencian en cuanto a la estragia narrativa
adoptada por el autor. Mientras que Tomás Val parte del modelo de la novela del
dictador latinoamericana, explorando así un posible camino para representar la dictadura
que no ha sido seguido por otros novelistas españoles, el carácter contestatario de las
novelas de Isaac Rosa se basa en la deconstrucción de los moldes narrativos y las
interpretaciones del pasado habituales en las novelas españolas recientes sobre la guerra
civil y el franquismo. En parte, la diferencia se debe a la fecha de publicación de las
novelas: Llegada para mí la hora del olvido data de 1997, momento en que el número de
las novelas sobre el pasado reciente de España publicadas anualmente aún era
relativamente bajo, mientras que a mediados de los años 2000, cuando fueron publicadas
las novelas de Isaac Rosa, se puede hablar ya de la “saturación” de este tipo de novelas.
Al contrario que la mayoría de las novelas recientes, Llegada para mí la hora del
olvido reivindica el uso de la imaginación frente a una literatura sustentada en la
memoria. El autor rechaza explícitamente el realismo, y utiliza en cambio la sátira y el
humor negro para denunciar el totalitarismo y los abusos del poder de la dictadura. En su
novela, Tomás Val crea un Francisco Franco grotesco, a la vez terrorífico y ridículo, en
ocasiones también patético, y retrata el franquismo como un periodo dominado por la
miseria y un ambiente de violencia y miedo. El personaje de Franco es un protagonista
atípico, dado que no actúa de modo ejemplar ni está diseñado para inspirar en el lector ni
admiración ni afecto, como suele ocurrir en las novelas vivenciales y reconstructivas.
Además, también las víctimas del dictador, que ocupan en la novela un papel secundario,
resultan poco atractivas porque son representadas como seres sumisos, faltos de
iniciativa e imaginación. De este modo, el autor evita los escollos del sentimentalismo y
la nostalgia, y crea en cambio un relato que enfrenta al lector con la pregunta de cómo es
posible que la dictadura haya persistido durante casi cuarenta años, por qué los españoles
aceptaron, durante tanto tiempo, el gobierno de Franco.
Aunque el Franco de la novela comparte algunos rasgos y datos biográficos con el
dictador español, no es sin embargo un personaje históricamente verosímil: además de
246
Parte IV: 5 Conclusiones
247
ELINA LIIKANEN
En ¡Otra maldita novela de la guerra civil! Isaac Rosa utiliza la revisión crítica de
su primera novela La malamemoria como pretexto para señalar y discutir las debilidades
literarias e interpretativas del conjunto de las novelas sobre la guerra civil y el
franquismo publicadas en los últimos años. Al igual que en El vano ayer, la obra llama
la atención del lector sobre las prácticas de representación habituales y critica los
discursos conciliadores e indulgentes con el franquismo. Sin embargo, en ¡Otra maldita
novela de la guerra civil! el dispositivo crítico no se integra en el relato de la misma
forma que en El vano ayer, dado que los comentarios del “lector infiltrado” no afectan
en absoluto el desarrollo del relato principal. Por un lado, la relativa independencia de
los dos discursos permite diferentes lecturas de la obra, ya que el lector puede centrarse
en solo uno, pero por otro lado, también hace que el metadiscurso se vuelva repetitivo
porque el narrador se ve obligado a señalar los mismos problemas una y otra vez.
En ambas novelas suyas, Isaac Rosa llama la atención sobre la “saturación” de la
memoria en la España actual, pero insiste en que el problema no es tanto la cantidad de
los relatos sobre el pasado, sino su calidad. Consciente del papel que la literatura ocupa
en la fijación del discurso sobre el pasado, el autor se propone concienciar a los lectores
para que estos exijan a los novelistas una literatura de calidad —una literatura que no se
limite a repetir esquemas narrativos prefijados y tópicos históricos con la sola pretensión
de entretener al lector, sino que contribuya a la comprensión del pasado sin reducir su
complejidad—.
Aunque las novelas de Tomás Val e Isaac Rosa parten de una propuesta narrativa
muy diferente, la originalidad de su planteamiento en el contexto español sirve, sin
embargo, para poner de relieve el estancamiento y la uniformización del discurso
literario sobre la guerra civil y el franquismo. Por medio de la crítica de los moldes
narrativos y la desideologización de las novelas sobre el pasado reciente, en el caso de
Rosa, y mediante la exploración de un camino alternativo, en el caso de Val, las novelas
contestatarias ponen de manifiesto la necesidad de renovar el discurso literario sobre la
guerra civil y el franquismo para mantener el interés de los lectores. A pesar de criticar
la “saturación” de la memoria, el propio Isaac Rosa sin embargo insiste en que no es el
tema el que se ha agotado —opina que “todavía necesitamos buenas novelas sobre
aquellos años, especialmente del tardofranquismo y la transición”—, sino simplemente
la forma de abordarlo.
248
CONSIDERACIONES FINALES
En este estudio parto de la idea de que la novela española actual que aborda la
guerra civil, el franquismo y/o la huella de ese pasado en el presente funciona en España
como un medio de circulación de la memoria cultural. En otras palabras, argumento que
las novelas producen y difunden imágenes, versiones e interpretaciones del pasado
conflictivo del país, las cuales influyen en la imaginación colectiva. Como señala Astrid
Erll, el tipo de efecto que las novelas pueden tener sobre la memoria cultural depende
tanto de las características internas, formales y temáticas de las novelas como de la
manera en que estas interactúan con las representaciones anteriores y posteriores del
mismo pasado. Sin embargo, este efecto potencial solo puede realizarse si la recepción
de las obras es adecuada: para que el efecto de las novelas sea colectivo, es necesario
que las obras alcancen un amplio público y que la sociedad las considere relevantes para
la comprensión del pasado compartido. En España, el boom de la memoria surgido en
torno al cambio de milenio ha contribuido a aumentar el interés del público hacia las
representaciones literarias (y otros productos culturales) sobre el pasado. De hecho, una
gran mayoría de las novelas analizadas en el presente trabajo muestran una clara
vinculación con los debates contemporáneos sobre la interpretación del pasado, por lo
que pueden concebirse como intervenciones en la negociación colectiva sobre el sentido
del pasado violento en el presente.
Mi objetivo en este trabajo ha sido demostrar que en la novela española actual sobre
la guerra civil, el franquismo y/o la huella de ese pasado en el presente, escrita por
autores de la generación de los nietos, existen tres modos de representar dicho pasado,
los cuales tienen un efecto particular sobre el tipo de memoria cultural que generan. He
denominado estos tres modos de representación, que resultan de una determinada
combinación de formas narrativas, modo vivencial, modo reconstructivo y modo
contestatario. Esta tipología se basa en el análisis narratológico de diez novelas, un
número que considero suficientemente elevado para sacar conclusiones generalizables,
pero que aún permite realizar un análisis detallado de cada obra. La selección del corpus
se basa en un deseo de abarcar la variedad formal, temática y política de las novelas
sobre el pasado violento de España escritas por la generación de los nietos, pero el
número de obras publicadas en los últimos años es tan grande que la selección es, hasta
cierto punto, aleatoria. De todas formas, creo que los tres modos de representar el pasado
que propongo en este trabajo sobresaldrían también si el número de obras incluidas en el
corpus fuese mayor.
La novela es un medio que orienta la rememoración colectiva proporcionando a las
comunidades modelos para interpretar el pasado en una forma accesible y atractiva. El
249
ELINA LIIKANEN
propósito de la tipología propuesta en este estudio es, en primer lugar, demostrar que la
forma de las narraciones sobre el pasado no es neutral, inocente, sino que permite
construir y difundir diferentes tipos de memoria cultural. Por consiguiente, argumento
que el análisis formal de las representaciones del pasado permite estimar, y también
evaluar, sus potenciales efectos culturales. En segundo lugar, la tipología tiene también
un objetivo pragmático relacionado con la enseñanza, ya que aspira a volver más
abarcable la reciente tendencia de escribir sobre el pasado reciente de España, que puede
resultar abrumadora por la gran cantidad de obras publicadas en los últimos años. En
otras palabras, espero que los resultados de este estudio puedan servir de orientación, o
de objeto de debate, para estudiantes, profesores u otros lectores españoles y extranjeros
interesados por la amplia producción novelística sobre la guerra civil y el franquismo.
Asimismo, me gustaría que la tipología propuesta en este estudio sirviese para establecer
comparaciones entre literaturas surgidas en distintos países o en diferentes contextos
históricos, políticos y culturales para hacer frente a un pasado violento.
Los tres modos de representar el pasado en las obras del corpus se diferencian, en
primer lugar, en cuanto al nivel de narración y el plano temporal que acentúan, y los
aspectos del pasado o de su tratamiento que enfocan. El modo vivencial se centra en la
experiencia subjetiva de personajes comunes que vivieron la guerra civil y/o el
franquismo y, por tanto, acentúa el nivel diegético y el plano temporal del pasado. El
modo reconstructivo, en cambio, traslada la atención hacia el presente y el nivel
extradiegético, ya que las novelas pertenecientes a este modo tematizan el proceso de
investigación y reconstrucción de un acontecimiento o una serie de acontecimientos del
pasado en el presente. Asimismo, las novelas reconstructivas indagan en (las rupturas
de) la transmisión intergeneracional de recuerdos y acentúan el significado que el pasado
tiene para la identidad personal del narrador-investigador y, por extensión, para la
identidad colectiva de los españoles. También el modo contestatario enfoca el nivel
extradiegético y el plano temporal del presente, pero, a diferencia del modo
reconstructivo, indaga en la cuestión de cómo se representa el pasado en la literatura y
cómo las diferentes formas de representación influyen en nuestra comprensión del
pasado y en la imagen que retenemos de él.
Desde el punto de vista epistemológico, el modo vivencial resulta el más sencillo,
ya que se centra en la vivencia subjetiva del pasado en lugar de examinar la cuestión de
cómo se produce el conocimiento del pasado en el presente. El modo vivencial crea la
ilusión de un acceso directo al pasado y a la intimidad de los personajes, y procura
producir un fuerte vínculo emocional entre estos y el lector por medio de técnicas como
la focalización interna o el monólogo interno. De esta manera, el lector puede
“compartir” las experiencias de los personajes y se convierte en un testigo vicario de los
acontecimientos narrados. Dado que las novelas vivenciales representan el mundo desde
la perspectiva de unos personajes concretos, la visión del pasado que se produce depende
en gran medida de sus características personales, como la sinceridad, la postura política
o ideológica y la capacidad analítica y de autorreflexión. Al contrario de lo que podría
esperarse, las novelas vivenciales promueven empatía no solo hacia las víctimas de la
guerra o la represión franquista, sino también hacia vencedores y personajes
políticamente ambiguos. Dentro del modo vivencial hay también variación en cuanto a
250
Consideraciones finales
la relación que se establece entre los planos temporales del pasado y del presente.
Mientras que la novela de Lorenzo Silva se sitúa exclusivamente en el pasado, las obras
de Ignacio Martínez de Pisón y Emma Riverola alcanzan desde la guerra civil hasta el
presente democrático, aunque con implicaciones diferentes: mientras que Dientes de
leche retrata el pasado de guerra y de dictadura como un periodo superado, Cartas desde
la ausencia señala cómo las huellas del pasado violento perduran en el presente.
El modo reconstructivo de representar el pasado resulta más complejo desde el
punto de vista formal y epistemológico, dado que representa el pasado, tal como indica
su nombre, como una reconstrucción. En este tipo de novelas hay un narrador-
protagonista que investiga algún aspecto del pasado buscando, reuniendo e
interpretando testimonios y documentos históricos, a partir de los que construye un
relato más o menos coherente de lo ocurrido. Por un lado, las novelas reconstructivas
destacan la subjetividad del narrador-investigador y las circunstancias en las que este
lleva a cabo la pesquisa, pero, por otro lado, también acentúan la veracidad de lo
narrado, por ejemplo, insertando en el texto referencias bibliográficas reales. La
(aparente) sinceridad con el que narrador revela al lector su personalidad, sus motivos,
sus fuentes de información y sus métodos de trabajo hace que la subjetividad de su punto
de vista no disminuya la fiabilidad de su versión de los hechos, sino que más bien la
aumente. Sin embargo, en algunos casos el relato del narrador puede contener elementos
que permiten al lector cuestionar la visión que este proporciona del pasado. Asimismo,
varias novelas reconstructivas emplean recursos autoficticios y metaficticios, los cuales
contribuyen a problematizar y llamar la atención del lector sobre los límites porosos
entre realidad y arte, historia y ficción. No obstante, el uso de estos recursos no implica
que las obras renuncien a presentar una determinada interpretación del pasado como
correcta.
En el modo reconstructivo, los testimonios y demás materiales insertados en la
narración permiten al lector imaginar cómo fue (vivir) la guerra o la larga posguerra,
pero el papel que se le reserva es, ante todo, aquel del testigo del proceso de
investigación y reconstrucción de ese pasado por el narrador-protagonista. Por tanto, el
modo reconstructivo enfoca el presente, pero al mismo tiempo subraya que las claves
para entender ese presente se hallan en el pasado. En las novelas reconstructivas, la
investigación histórica del narrador se convierte siempre en una búsqueda de las señas
de identidad tanto personales como colectivas. Los conflictos del pasado y las biografías
ejemplares (y antiejemplares) que los narradores reconstruyen a partir de los diversos
materiales que rescatan del archivo les proporcionan puntos de referencia frente a los
que definirse y constituir una identidad. De hecho, el conocimiento del pasado tiene en
las novelas un poder transformador debido a su capacidad de dotar de sentido y de una
nueva sensación de plenitud la vida de los narradores. Desde luego, las vidas rescatadas
del olvido no solo sirven para orientar la existencia de los narradores, sino que se
proponen como fuentes de inspiración también para los lectores. Sin embargo, es ante
todo la figura del valiente narrador, que indaga en el pasado con el firme propósito de
desvelar lo silenciado a pesar de las dificultades y complicaciones que ello le supone, la
que se propone como modelo a seguir por el lector.
251
ELINA LIIKANEN
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Consideraciones finales
253
ELINA LIIKANEN
254
Consideraciones finales
sino que utilizan sus obras para promover una determinada visión del pasado y del
presente de España. La habitual emotividad de los relatos responde, a mi ver, a un deseo
de movilizar los afectos de los lectores a favor de una determinada causa o interpretación
del pasado. La inclusión de documentos, testimonios y referencias bibliográficas, a su
vez, subraya la conexión de las obras con la realidad a pesar de su estatus ficticio. Y por
último, la escasez de formas experimentales que podrían dificultar la lectura está
relacionada con la prioridad comunicativa de las novelas, con el deseo de los autores de
comunicar ideas, de difundir conocimientos o diferentes interpretaciones o versiones del
pasado, o de defender o criticar determinados posicionamientos. En cuanto a este
aspecto, la novela española se diferencia de la novela postdictatorial argentina o chilena,
en las que domina, según Raquel Macciucci (2010a: 36-37), una tendencia
antirrepresentativa o antirrealista, marcada por reñidas disputas acerca de la retórica más
apropiada para transmitir el horror y las experiencias traumáticas.
La proliferación y el éxito comercial de las novelas sobre el pasado violento de
España ha generado inquietudes sobre la mercantilización y la trivialización del tema.
Sin embargo, como señala Andreas Huyssen (2002: 25), la mercantilización no
necesariamente trivializa un hecho histórico. En realidad, en las sociedades
contemporáneas “[n]o existe un espacio puro, exterior a la cultura de la mercancía, por
mucho que deseemos que exista” (Huyssen 2002: 25), argumenta el autor. Aunque es
posible distinguir entre obras que tratan el pasado de una forma más o menos
responsable, tanto las obras de carácter más serio como las de entretenimiento funcionan
en el mismo espacio público, y ambas dependen del mercado editorial para llegar a los
lectores. Por tanto, en palabras de Huyssen (2002: 25), “es mucho lo que depende de las
estrategias específicas de la representación y mercantilización y del contexto en que
ambas son puestas en escena”.
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Esta tesis examina las representaciones de la Guerra Civil española y la dictadura franquista en la novela
española actual. Los autores, nacidos entre los años 1960 y 1975, pertenecen a la tercera generación, la
generación de “los nietos de la guerra”. Las obras analizadas fueron publicadas entre los años 1997 y 2008
durante el llamado “boom de la memoria”. Se argumenta en el presente trabajo que estas novelas
funcionan en la cultura de la memoria española como medios de memoria cultural, dado que contribuyen a
producir, moldear y difundir diferentes imágenes, versiones e interpretaciones del pasado violento del
país.
A partir del análisis narratológico de diez obras, en esta tesis se propone que la novela española actual de
la tercera generación emplea tres modos principales de representar el pasado reciente del país: el modo
vivencial, el modo reconstructivo y el modo contestatario. Cada uno de estos modos tiene sus propias
implicaciones éticas y epistemológicas que afectan al tipo de memoria cultural que producen las novelas.