PDF Hermosos Invisibles
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Antología Wayuu
Agradecimientos ....................................................................................... 7
Introducción ............................................................................................... 9
Advertencia ................................................................................................ 43
Antonio J. López
Los dolores de una raza .................................................................. 67
Nemesio Montiel
E’iruukuuirua. Linajes .................................................................... 95
Los a’lau’laa y compadres wayuu ................................................ 115
Sergio Kohen
Atpanaa pone a suplicar al yolüja ................................................. 135
Michel Perrin
El viaje al más allá. Eurídice guajira ............................................. 141
Juan Pushaina
Poemas .............................................................................................. 331
Hilario Chacín
Asiraa. Risas ..................................................................................... 401
Atala Uriana
Poemas ............................................................................................. 419
Entrevistas
Miguel Ángel López Hernández .................................................. 423
Vicenta Siosi ..................................................................................... 433
Juan Pushaina (con José Ángel Fernández Silva) .......................... 439
José Ángel Fernández Silva ........................................................... 447
Estercilia Simanca Pushaina .......................................................... 455
Olga Redondo .................................................................................. 465
Livio y Eduardo Suárez .................................................................. 471
Atala Uriana ..................................................................................... 483
Consideraciones preliminares
Esta antología propone que las artes verbales wayuu conforman una
literatura emergente comparable a las de otros pueblos amerindios, cual
la literatura pan-maya, la mapuche, quechua, náhuatl, purépecha y tantas
otras que han experimentado un auge notable a partir de la década de 1970
aproximadamente. Sólo se puede usar con propiedad el término de “lite-
ratura emergente” si se toma en cuenta que estas literaturas surgen desde
un acervo milenario de artes verbales y expresivas nativas parcialmente
asordinado por la colonialidad anterior y posterior a las independencias
nacionales, pero que este acervo siempre estuvo activo y que más bien entra
en fase expansiva e irrumpe en el escenario global con la misma actualidad
que el resto de la literatura mundial contemporánea. La literatura wayuu
se inscribe definitivamente como tema académico que rebasa los estudios
antropológicos y se posiciona como objeto de estudio crítico-literario gracias
a aportaciones como el libro pionero de Gabriel Ferrer y Yolanda Rodríguez,
Etnoliteratura wayuu: estudios críticos y selección de textos (Barranquilla: Fon-
do de Publicaciones de la Universidad del Atlántico, 1998). Miguel Rocha
Vivas ha contribuido a la reciente internacionalización de los escritores
wayuu y de otras etnias de Colombia en el marco del resurgimiento ame-
rindio de las últimas décadas, con aportaciones como el ensayo, Palabras
mayores, palabras vivas, la antología El sol babea jugo de piña y conferencias
pronunciadas en universidades de Estados Unidos, Chile, México, Ecuador,
Canadá y varios países de Europa.1
1
Publicado en Bogotá (Fundación Giberto Alzate Avendaño, 2010 y Taurus, 2012), este ensayo
obtuvo el Premio Nacional de Investigación en Literatura de la Ciudad de Bogotá en 2009.
Miguel Rocha antologó la literatura wayuu y de otras etnias colombianas en El sol babea jugo de
piña. Antología de las literaturas indígenas del Atlántico, el Pacífico y la Serranía del Perijá (Bogotá:
Ministerio de Cultura – Biblioteca Básica de los Pueblos Indígenas de Colombia Vol. 3, 2010).
10 Introducción
2
Heterónimo literario de Miguel Ángel López Hernández.
3
Gordon Brotherston propone que el enorme acervo gráfico y oral amerindio constituye un
“libro del cuarto mundo.” Este autor defiende un concepto amplio de la escritura, basado
parcialmente en Jacques Derrida, para incluir todo tipo de inscripciones o composiciones
gráficas y orales; ver La América indígena en su literatura: los Libros del Cuarto mundo. Trad. Teresa
Ortega Guerrero y Mónica Utrilla. (México: Fondo de Cultura Económica, 1997. 69 y siguientes).
Antología Wayuu 11
4
Cf. Juan Moreno Blanco, La cepa de las palabras. Ensayo sobre la relación del universo imaginario
wayuu y la obra literaria de Gabriel García Márquez (Cali: Universidad del Valle, 2002); Eduardo
Zalamea, Cuatro años a bordo de mí mismo (Diario de los 5 sentidos) (Bogotá: Casa Editorial El
Tiempo, 2003); Laura Restrepo, Leopardo al sol (Bogotá: Norma, 1993).
5
Empleo el concepto de era imaginaria elaborado por José Lezama Lima: ámbito histórico de
acción y creación orientado por poderosas imágenes poéticas. Cf. José Lezama Lima, Las eras
imaginarias (Madrid: Fundamentos, 1971).
6
“A lo largo del período colonial y el republicano hasta mediados del siglo XX, hablar de
‘guajiro’ era equivalente a indígena, a wayuu, pero [...] actualmente el apelativo ‘guajiro’
tiene otras connotaciones: se refiere al habitante del departamento de La Guajira, sea indio,
mestizo, mulato o blanco”. Giangina Orsini Aarón, Poligamia y contrabando: nociones de legalidad
y legitimidad en la frontera guajira, siglo xx (Bogotá: Observatorio del Caribe Colombiano/
Universidad de los Andes-CESO-Ediciones Uniandes, 2007): xx. He escuchado a muchos
wayuu usar todavía el apelativo “guajiro” significando su etnia indígena; en Venezuela todavía
este uso es generalizado.
7
Para un análisis que considera éstas y otras trayectorias posibles ver José R. Oliver, “Reflexiones
sobre los posibles orígenes del wayuu (guajiro)”, en Gerardo Ardilla C. (ed.), La Guajira. De la
memoria al porvenir: una visión antropológica (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1990.
96 y 101).
12 Introducción
8
Giangina Orsini Aragón explica y refiere más bibliografía en la página 6 de la obra citada.
9
Cf. José Polo Acuña, “Territorios indígenas y estatales en la península de la Guajira (1830-
1850)”, en José Polo Acuña y Sergio Paolo Solano (eds.), Historia social del Caribe colombiano.
Territorios indígenas, trabajadores, cultura, memoria e historia (Medellín: Universidad de Cartagena
y La Carreta Editores, 2011. 46).
10
Cifras proporcionadas por el DANE (Colombia, 2005) y el INE (Venezuela, 2001).
Antología Wayuu 13
12
El autor wayuu Ramón Paz Ipuana coloca una significativa nota bajo su relato “Origen y
nombres de las tribus guajiras”: “Creen los guajiros que el patrimonio cultural, no sólo fue
difundido por tradición oral, sino que fue esculpido en piedras, y que debido a fenómenos
telúricos desaparecieron. Naturalmente, esto no pasa de ser una mera suposición, pero que
despierta cierto interés” (199). En efecto, la creencia despierta interés porque intuye que un
patrimonio establecido y reproducido a lo largo de las eras, con sus evidentes transformaciones,
de alguna manera es una escritura objetivamente grabada en el sentido de la tierra misma, que,
de hecho también se transforma y borra las escrituras que la significan.
Antología Wayuu 15
13
Baso en este texto algunos de los conceptos aquí desarrollados.
16 Introducción
A mi juicio, el aserto de Latour, muy útil para relativizar los usos del concepto de modernidad
14
en términos antropológicos, también puede verse desde una perspectiva más amplia si se
concibe que la modernidad es históricamente inmanente al desarrollo histórico del capitalismo,
enraizada a las contradicciones de éste y a la dinámica de su potencial abolición histórica.
Los aspectos contradictorios de la modernidad, contienen entonces la dinámica de su propia
abolición, por lo que no se trata de ser o no ser moderno, sino de actuar en la dinámica
contradictoria hacia la abolición de la totalidad en la cual estas contradicciones funcionan. Ver
Moishe Postone, Tiempo, trabajo y dominación social: una reinterpretación de la teoría crítica de Marx.
Antología Wayuu 17
15
Ver referencia anterior a Gordon Brotherston.
20 Introducción
afirmar que el 96% de las personas que se identifican como wayuu también
reportan que el wayuunaiki es su lengua materna. Aproximadamente una
tercera parte de los wayuu son bilingües. El mayor grado de monolingüis-
mo en wayuunaiki se verifica en la Alta Guajira, al norte de la península,
con un 71.8%, lo que se corresponde con la baja densidad y precariedad
de vías de rodaje que convierten esa región semidesértica en un paraje
relativamente remoto y limita el contacto con los hablantes de español.16
El uso del español es obviamente más intenso en las escuelas, donde un
55% habla preferentemente en español, un 25% lo hace en wayuunaiki y
español (bilingües) y un 12% lo hace sólo en wayuunaiki.17 Esto es dentro
de las escuelas. Pero dado que la tasa de escolaridad es baja, el 61% de la
población no lee ni escribe en español.18 Ello quiere decir que los géneros
de la literatura wayuu con mayor ámbito lingüístico para la recepción
potencial dentro de la etnia son los jayeechi y los cuentos tradicionales,
puesto que se trata de composiciones orales reproducidas ordinariamente
en wayuunaiki. Los cantares jayeechis rara vez se reproducen en español y
sólo excepcionalmente se escriben.19 Los cuentos proceden de la tradición
oral, aunque se han publicado importantes colecciones. No pocos cuentos
reelaboran el material narrativo de los jayeechis. Sin embargo, el uso de
ambas formas experimenta una aguda disminución y no están alcanzando
el ámbito mayoritario de hablantes monolingües y bilingües del wayuunaiki
que les correspondería. Miguel Ángel Ramírez Ipuana, autor de un extenso
estudio sobre el jayeechi pondera que éste se encuentra en “peligro de ex-
tinción” dado que la cantidad de jóvenes practicantes del género se podía
contar con los dedos de la mano en las regiones estudiadas por él (Ramírez
42). El etnógrafo Michel Perrin, uno de los estudiosos que más relatos
wayuu ha grabado, transcrito y traducido para publicación, ya lamentaba,
en la década de 1970,20 que sólo personas muy mayores eran narradores
de cuentos y que percibía un marcado desinterés por los mismos entre la
juventud (El camino 261-65). Cualquier observador percibe que el espacio
16
Cf. Francisco Justo Pérez van Leenden, Wayuunaiki: estado, sociedad y contacto (Maracaibo:
Editorial de la Universidad de Zulia, 1998, 34); Maitena Etxebarría Aróstegui, “La comunidad
de habla wayuunaiki” (Universidad del País Vasco, Departamento de Lingüística y Estudios
Vascos) <http://www.lllf.uam.es/ clg8/actas/pdf/paperCLG33.pdf>. 21 enero 2013.
17
Cf. Maitena Etxebarría Aróstegui, obra citada.
18
Fuente: Ministerio de Cultura, 2010. Cartografía de la Diversidad. Base en el Censo DANE
2005.
19
El legendario cantor Sergio Kohen, compone versiones paralelas en español de algunos
jayeechis suyos, las cuales recita en actos públicos y en la radio, y distribuye para la venta en
discos compactos (cd), mas no las escribe.
20
Le chemin des indiens morts, mythes et symboles goajiro de Michel Perrin. Es la primera versión en
libro de las importantes investigaciones realizadas en las décadas de 1960 y 1970.
Antología Wayuu 21
abandonado por las formas orales tradicionales está siendo ocupado por
los contenidos audiovisuales de los medios electrónicos, especialmente la
música popular de la sociedad no-wayuu o arijuna. Es decir, que no es la
literatura escrita (alfabética) la que ocupa el espacio perdido por la litera-
tura oral, sino los medios electrónicos. La producción escrita de los nuevos
autores wayuu tiene un ámbito de proyección potencial limitado al 39% de
la población alfabetizada de la etnia, también ocupado progresivamente
por los medios electrónicos. Son señales de una transformación avasalla-
dora de la esfera comunicativa que acompaña cambios socioeconómicos
impactantes. Hasta entrado el siglo veinte la gran mayoría de los wayuu
estaban vinculados a su propia economía tradicional, que incluía el pas-
toreo, la horticultura, la pesca, el comercio (y contrabando), la recolección
y la caza, estas dos últimas muy residuales. Pero durante el siglo veinte
y veintiuno ha habido un gradual desplazamiento a la economía asala-
riada de la sociedad no wayuu o arijuna, que incluye alguna agricultura
intensiva, importante minería, y el comercio-contrabando incrementado
en la Guajira y zonas aledañas,21 todo lo cual ha conllevado migración y
cambios en la propia sociedad wayuu, que de una estructura matrilineal
y matrilocal centrada en la madre y el tío materno y basada en el prestigio
de la poligamia multiterritorial, se está desplazando a la familia nuclear
centrada en el padre (Picón 161-76). Las respuestas que la literatura oral
wayuu da a estos procesos fueron consignados por Michel Perrin ya en la
década de 1970.22 Tal es el contexto lingüístico-demográfico en el que se
produce la literatura que ocupa esta antología.
21
El comercio y contrabando (metodológicamente inseparables) han constituido históricamente
una actividad de frontera que entrelaza en lo social, lo familiar y lo cultural a wayuus, mestizos
y arijunas (no wayuus). Cf. Giangina Orsini Aarón, obra citada; José Polo Acuña, Etnicidad,
conflicto social y cultura fronteriza en la Guajira (1700-1850) (Bogotá: Universidad de los Andes/
Cartagena de Indias y Observatorio del Caribe Colombiano, 2005); Eduardo Barrera Monroy,
Mestizaje comercio y resistencia. La Guajira durante la segunda mitad del siglo XVIII (Bogotá: Instituto
Colombiano de Antropología e Historia - ICANH, 2000).
22
Lugar ya citado.
23
Anaa Akua’ipa: Proyecto Educativo de la Nación Wayuu. Obtenido en http://64.76.190.173
archivos/Anaa_Akuaipa.pdf.
22 Introducción
24
Al respecto se puede consultar el libro de Miguel Ángel Jusayú, Achi’ki. Relatos guajiros
(Caracas: Universidad Católica Andrés Bello - Instituto de Investigaciones Históricas - Centro
de Lenguas Indígenas, 1986).
25
Miguel Ángel Jusayú, “Historia de Pilar,” en Miguel Ángel Jusayú, Takü’jala. Lo que he contado
(Caracas: Universidad Católica Andrés Bello - Centro de Lenguas Indígenas, 1989), 47.
Antología Wayuu 23
26
Cf. Michel Perrin, El camino de los indios muertos, ya citado; Le chemin des indiens morts, ya citado;
Johannes Wilbert y Karin Simoneau, con Michel Perrin, Folk Literature of the Goajiro Indians, 2
vols. (Los Angeles: University of California - UCLA Latin American Center Publications, 1986).
27
Ramón Paz Ipuana, Mitos, leyendas y cuentos guajiros, ya citado.
24 Introducción
que se asumen como uno u otro tipo de cuerpo (danta, pájaro, calor, hormi-
ga... árbol) según el tipo de relación que entablen con otras entidades. Las
permutaciones corporales son muchas veces reversibles a voluntad, otras
veces son involuntarias, y/o aparentemente no reversibles, impuestas por
entidades más poderosas, cuando, como castigo, al wayuu flojo le meten
un palo por el ano y lo tornan en zorro, o cuando, como castigo por su vicio
de comer carne descompuesta, un wayuu avaro se torna en zamuro. Se
trata de seres supervitales propios de ese espacio anterior narrado, no son
divinidades al estilo del Olimpo griego ni mucho menos son comparables
a la divinidad sentada en el trono celeste judeocristiano o a su contraparte
infernal. Estos seres supervitales se sitúan más allá del bien y el mal, no
necesariamente son benevolentes ni malevolentes, pues depende del efecto,
a veces generoso, a veces cruel, que tengan sus afectos y acciones sobre los
demás seres, incluido entre ellos, como uno más, el wayuu. Maleiwa puede
beneficiar a los wayuu en ciertas circunstancias, como cuando los crea y les
reparte los nombres de los clanes, pero en otras es un antropófago que se
quiere comer a un joven wayuu o condena a todas las mujeres wayuu a no
tener nunca donde sentarse, sólo por haber despreciado usar las sillas que
les regaló en una ocasión. Igual, Juyá dispendia la lluvia con generosidad
de acuerdo a su cuerpo-lluvia y su afecto de llover, pero otras veces rapta
vírgenes wayuu sin consideración alguna, de acuerdo a su cuerpo-hombre
y su afecto de copular. Entidades de menos envergadura realizan acciones
menos impactantes pero divertidas, como cuando Molokonona (el morro-
coy o tortuga), emplea su cuerpo-tortuga para hacer travesuras la vez que
actúa como wayuu y usa su caparazón como capa para que lo carguen
dentro de ella a una fiesta, o cuando usa su caparazón convertido en capa
para esconder a Nema y rescatarla del cautiverio entre los yoluja. Igual,
Jaguar es un hombre atractivo desde cierta perspectiva para las vírgenes o
majayuras que seduce, pero es un felino devorador desde otra perspectiva.
Hasta cierto punto se puede decir que lo que se transforma usualmente son
las perspectivas con los cuerpos, como si fueran una misma cosa, pues el
repertorio de cuerpos es también un repertorio de perspectivas cambian-
tes. Dependiendo de con quien se relacione, un personaje es wayuu, pero
en otra relación se produce otra perspectiva y es zorro, fuego, o mapurite
(zorrillo). Igual cuentan con sus propios repertorios de cuerpos-perspectivas
los yoluja, espectros de los muertos, o los wanuluu, emisarios de Pulowi
y otras entidades afiliadas al “mundo otro” de Pulowi, el ser supervital
correspondiente a lo femenino, ligado a la transición entre vida y muerte,
lo subterráneo, lo submarino, femenino, montañoso y selvático (Perrin
154-164). Pulowi protagoniza pocos relatos de Paz Ipuana o Jusayú, pero
Antología Wayuu 27
está muy presente en los de Perrin, como veremos más adelante. Quién sí
protagoniza bastantes relatos de Paz Ipuana es Juyá, el ser supervital que
es la lluvia (152 y otras), quien como todos los personajes supervitales de
este elenco narrativo, es también, a su manera, un wayuu, es decir, que
independientemente de sus poderes extraordinarios y de que él es la lluvia,
tiene su vida cotidiana con sus esposas, hijas, yernos, cuñados y mantiene
haciendas con ganado, cosechas, rancherías y sirvientes, y bebe y se divier-
te con sus amigos como corresponde a un wayuu rico. Esta cotidianidad
común y ordinaria de los seres supervitales denota un pensamiento que
se resiste a concederles trascendencia y los considera parte de un cosmos
en que lo social y lo natural son indivorciables, no porque sean la misma
cosa, sino porque se vinculan irremisiblemente gracias a la propia relación
diferencial cambiante y evasiva que los constituye.
28
Se señala la “alteración”, el “volverse otro” del sujeto o personaje como una constante en la
literatura indígena, en Roberto Viereck, “Oralidad, escritura y traducción” 18. En términos
antropológicos, la obra entera de Eduardo Viveiros de Castro gira en torno al complejo
pensamiento del otro, es decir, de la alteridad, en las sociedades amazónicas. Ver su magistral
ensayo The Inconstancy of the Indian Soul.
28 Introducción
29
Cito la sinopsis que la colección Folk Literature of the Guajiro Indians coloca al final de cada relato;
traduzco la cita del inglés.
30
Es la relación, posibilitada por la distancia y la diferencia, la que determina en gran medida las
cualidades de los entes que se relacionan, pues esa relación instaura la perspectiva, el modo de
ser de cada ente para el otro. Sobre el pensamiento “relacional” amerindio y sus tangencias con
el postestructuralismo de Gilles Deleuze, ver Eduardo Viveiros de Castro, Metafísicas caníbales.
Líneas de antropología postestructural (105 y otras). Sobre el “relacionismo” deleuziano: François
Zourabichvili, Deleuze. Une philosophie de l’evenement (23 y otras).
Antología Wayuu 29
Perrin llama a los wayuu “guajiros,” según el español contemporáneo de Venezuela, país
31
[...]. Terminado el acto [...] se encontró solo. Había copulado con la sombra de
su amada. Había satisfecho sus ansias con la imagen espectral de una mujer que
había muerto tiempo atrás devorada por un wanuluu. Mas, cuando se percató
de su error y de su lamentable estado, vio con horror que había derramado
su semen sobre la tierra. [...] Vio con estupor que aquella emisión viscosa se
transformaba en una mariposa blanca que lentamente remontó las alturas hasta
perderse en los ámbitos inaccesibles de los espacios infinitos. Súbitamente se
operó en los ojos de Ulépala una transformación inverosímil. Se vio de pronto
perdido en una extensión desértica y vacía, desolada y triste. (99)
32
La sociedad wayuu ha sido, históricamente, al menos a partir del desarrollo del pastoreo en
los siglos xvi y xvii, una sociedad de clases con claro dominio de las familias y personajes de
mayor riqueza sobre los más pobres, y con relaciones internas de explotación servil. Una forma
de esclavitud interna, es decir, de wayuu esclavo de wayuu, perduró hasta mediados del siglo
xx. Ver François Picon, obra citada (104-107), y Giangina Orsini Aarón, obra citada (9). Tener
en cuenta que se usa el término “esclavitud” por conveniencia, pero no se trata de la misma
institución de esclavitud establecida por españoles y criollos.
32 Introducción
Así se cierra el mundo guajiro. Los dos seres míticos, Juyá y Pulowi que
asumen un cierto número de oposiciones fundamentales aparentemente
incompatibles se unen en una pareja legítima. Bajo este ángulo lo que estaba
en oposición se vuelve más bien complementario. Y esta complementariedad
se expresa de varias maneras. Se trata a veces de alternancia, de supremacía
sucesiva de uno o el otro de los principio opuestos [...]. Puede tratarse de
una coexistencia siempre amenazante y precaria. De ello, la pareja guajira es
una ilustración: aunque casados, el hombre y la mujer guajiros son enemigos
potenciales porque pertenecen a grupos [clanes] con intereses frecuentemente
contradictorios. Por último, esta complementariedad puede expresarse como
una lucha incesante. (172)
Ver documental El niño Shua (Patricia Ortega, Venezuela, 2007) donde Jusayú, más que leer
34
sus cuentos a un público de niños escolares, los recita de memoria como un narrador oral de
oficio, desplegando todo su arte de la elocución dramática y la vocalización de onomatopeyas
de tal manera que le confiere a la composición una densidad semiótica inaccesible en el texto
alfabético.
Antología Wayuu 35
35
La sociedad wayuu ha desarrollado un sistema de derecho que rige en su territorio, cuyo
principio no es el castigo, sino la compensación de daños. Cf. Weildler Guerra Curvelo, La
disputa y la palabra. La ley en la sociedad wayuu (Bogotá: Ministerio de Cultura, 2002). Ver selección
del texto incluida en esta antología.
Antología Wayuu 37
ción. Alude apenas a que el guajiro David se casa sucesivamente con dos
hijas de Agustina (si bien lo hace tras la muerte en embarazo de la prime-
ra), en aparente ejercicio del derecho de sororidad, derivado a su vez del
principio de poliginia. Algo similar se menciona de pasada con respecto a
Aurelio y sus anteriores uniones con tres hermanas wayuu. La historiadora
Giangina Orsini Aarón refiere cómo la poliginia, con sus corolarios de so-
roridad y levirato, se entrelaza con el llamado contrabando para articular
relaciones de mestizaje que, a diferencia del mestizaje experimentado por
otras sociedades indígenas, no erosiona ni menoscaba el ámbito de inje-
rencia del mundo indígena, sino que lo extiende hacia la sociedad general
guajira hasta el punto que los mestizos y demás sectores étnicos guajiros
practican también la poliginia y el contrabando como maneras legitimas
de asociarse y crear redes socioeconómicas desde la colonia hasta el día de
hoy (Orsini 18). Podríamos añadir, con perdón de Antonio Gramsci, que
la sociedad wayuu practica, en su zona guajira de influencia, una suerte
de contra-hegemonía que pasa sólo subrepticiamente por el estado y el
estamento político.
36
La palabra “pago usada en la Guajira suele confundir, pero no significa que el matrimonio sea una com-
praventa. Lo que llaman pago es una prestación de indemnización preventiva.
38 Introducción
Otro relato de Siosi, “No he vuelto a escuchar los pájaros del mundo”,
asume una perspectiva y una distancia aún más críticas con respecto al
matrimonio tradicional. Para la bella jovencita entregada por sus padres
según el modo tradicional al “pagador” de una dote, el matrimonio es una
condena al asco sexual, el maltrato, la miseria y la aniquilación física y es-
piritual. Cada hijo parido bajo esas condiciones supone el deterioro físico y
moral de la madre, quien se siente aplastada por “mil espíritus mugiendo
leyes antiguas” y “las sombras de los muertos exigiendo el cumplimiento
de la ley nupcial” (Siosi 112).
principios del siglo veinte. Es una época donde todavía prima sin obstáculos
el ethos guerrero de este pueblo de origen amazónico: todavía se celebran
las vistosas carreras de caballos, los multitudinarios potlatch con abundancia
aturdidora de asados y libaciones alcohólicas, las enardecidas batallas de
dulce venganza encabezadas por jefes guerreros ofendidos, donde se toman
a saco poblaciones enteras, se capturan cientos de prisioneros y se reparten
decenas de mujeres como botín, culminando con la venta del sobrante de los
cautivos de guerra como esclavos en el puerto de Castilletes y otros puntos.
El narrador toma cierta distancia crítica con respecto a las matanzas, y la
venta de los cautivos y cautivas, pero parece adjudicar este tipo de actos,
más que a la responsabilidad individual de los actores, a lo que llama “la
herencia fatal de la sangre indómita del ancestral caribe que todo wayuu
lleva en sus venas” y al “crimen de la raza” (41). López aborda sin remilgos
el tema de la esclavitud practicada por los jefes de poderosos clanes wayuu
que organizan razzia contra clanes pobres para secuestrar hombres, mujeres
y niños y venderlos como esclavos a las haciendas venezolanas del sur del
lago Maracaibo. Esto ocurre en pleno auge petrolero en el siglo veinte. El
capítulo VIII describe en detalle cómo se trasladan los esclavos mancornados
a través del desierto y se los amontona en las bodegas de barcos destinados
a Venezuela. Muestra a militares colombianos y venezolanos participantes
en la trata discutir el precio de las mujeres a base de su edad y fertilidad
para más tarde enredarse en discusiones sobre las ideas y virtudes de los
partidos republicanos y la democracia sin reparar en que acaban de cerrar
un negocio de compra-venta de indios esclavos en pleno siglo veinte. Es
de admirar la franqueza con que este escritor wayuu presenta uno de
los capítulos más problemáticos en la historia de su pueblo: la forma en
que una clase dominante indígena no sólo esclavizó a coterráneos de su
propia etnia, sino que los vendió al extranjero, hasta bien entrado el siglo
veinte. Los eventos narrados permiten colegir cómo la violencia interclanil
contribuye a acentuar las diferencias de clase en la sociedad wayuu, con
el resultado de que los wayuu perdedores en estos enfrentamientos van a
parar como esclavos en las haciendas guajiras o venezolanas, mientras no
pocos vencedores se convierten en empresarios agrícolas vinculados a las
clases propietarias mestizas y blancas, y al mercado internacional. El relato
también deja traslucir cómo el estado manipula la violencia interclanil en
lugar de disuadirla. El abordaje sincero del tema por parte de Antonio J.
López, y también por Nemesio Montiel, otro cronista incluido en esta anto-
logía, muestra una honradez y madurez intelectual que a veces se echa de
menos en los círculos indigenistas académicos que al presentar en nombre
del indígena una visión idealizada obvian la complejidad y riqueza de una
40 Introducción
Otro tanto hace Miguel Ángel López Hernández, aunque con voca-
ción de bardo popular. Su nombre se multiplica en dos heterónimos: Vito
Apüshana y Malohe, siendo el primero la persona fundante de su particular
repertorio poético. Contrabandeo sueños con arijunas posiblemente funda,
como diría Lezama Lima, la era imaginaria de la literatura wayuu. Según
anuncia el título, el personaje-autor creado por la obra misma, Vito Apüs-
hana, acude a contrabandear sueños al escenario letrado, simulando cumplir
con las reglas y requisitos de admisión que impone la ciudad letrada, para
mejor transgredir el coto cerrado de la literatura convencional y establecer
un intercambio abierto de bienes ideados y soñados. Vito Apüshana persi-
gue abrir “vericuetos” de contrabando,38 no de asimilación ni integración,
37
Cf. José Ángel Fernández Silva, Nünüiki ka’ikai/Lenguaje del sol (Caracas: Monte Ávila/El
Perro y la Rana, 2006); y también Jayeechiirua jee Ojutuuirua Sümüinjatü ü Eiikaa Mma/Cantos de
pagamento a la Madre Tierra (Caracas: El Perro y la Rana, 2007).
38
Tomar en cuenta que el llamado contrabando es comercio perfectamente legítimo en los
códigos del pueblo wayuu y de gran parte de la sociedad mestiza y blanca guajira que ha
asimilado dichos códigos. Cf. Giangina Orsini Aarón, obra citada.
Antología Wayuu 41
con ese coto restringido que suele presentarse como la única literatura
posible. En este gesto de apertura del rapsoda wayuu radica su apuesta
a la universalidad de los intercambios humanos. Su objetivo es entrar y
salir de la ciudad letrada para ofrecer regalos y recibirlos, al tiempo que
mantiene su residencia en la tierra de dimensiones inconmensurables de
lo visible y lo invisible, recreada día a día en la cosmopraxis amerindia.
Con ello, este habitante del ámbito wayuu reconoce que la tradición de la
literatura convencional, en su alcance mundial, posee delicias y bondades
muy preciadas, entre ellas, la capacidad de recibir con júbilo lo que el
pueblo wayuu ofrece y de reciprocar con recursos creativos invaluables.
39
Cf. Vito Apüshana, Contrabandeo sueños con alijunas cercanos (Riohacha: Secretaría de Asuntos
Indígenas, 1992); Malohe (Miguel Ángel López Hernández), Encuentros en los senderos de Abya
Yala (Bogotá: Travesías, 2009) y Vito Apüshana, Shiinalu’uirua shiirua ataa/En las hondonadas
maternas de la piel (Bogotá: Ministerio de Cultura - Biblioteca Básica de los Pueblos Indígenas de
Colombia Vol. 5, 2010).
Advertencia
1
Aquí presentamos una selección tomada del libro de Weildler Guerra Curbelo, La disputa y la
palabra. La ley en la sociedad wayuu (Bogotá: Ministerio de Cultura, 2002), que obtuviera el Premio
Nacional de Cultura 2001 en Colombia (Nota del editor).
2
El ave denominada Utta por los Wayuu probablemente corresponde al Hypenelus ruficollis, el
cual tiene círculos de color en el pecho semejantes a un collar. Perrin sugiere que puede tratarse
del Hypnelus bicinatus (251. Todas las notas son del autor si no se indica otra cosa).
46 Weildler Guerra Curvelo
Utta no pedía collares por todo tipo de pago, sólo lo hacía en los casos o hechos
de la carne (eirukuu), cuando por lo general pedía dos ensartas de collares de
tu’umá3 y además otros tipos de collares como aquellos llamados karuneeta
y kurulasha. Pedía también otro tipo de collar antiguo llamado wouwouyaa
unos collares llamados aliitasii y waliruinyaa. Esto era lo que pedía Utta por
los hechos de la carne. De los collares tu’uma sólo se pedían dos, pero de los
demás se podían pedir más de dos. Cuando Utta era enviado para el arreglo
de este tipo de casos, el palo que llevaba en sus manos era de pali’isepai y era
más bien grueso.
–Ah… si te han mandado debes hacerlo bien, la palabra debe ser llevada de
una manera recta, en una sola dirección, no debe ocasionar otro problema, ya
que la palabra siempre debe ser bien llevada, por eso esperamos que lo hagas
bien, ya que te han mandado hacia nosotros por ser un hombre serio y correcto.
Cuando le entregaban las cosas resultantes del pago, Utta reunía4 a todos los
familiares, niños, jóvenes, adultos, absolutamente todos; si por casualidad
alguien faltaba, se le esperaba.
Los collares no eran recibidos hasta que todos estuvieran reunidos, pues
Utta recibía en sus manos los collares delante de todos y allí a todos les pedía
opinión: a las mujeres, a los jóvenes varones y a los adultos, a ver si estaban
de acuerdo o no; qué les parecía, si les gustaba.
–Ah… decía Utta– eso era lo que yo quería saber, aquí saco estos collares
delante de ustedes para entregárselos.
Comienza a ponérselos uno encima del otro. Luego se los quita y continúa
diciendo:
–Ah… Bueno, aquí están los collares, todos entran en mi cuello, entonces que
se acerque quien los reciba, alguien que vaya a saber de estos collares.
3
Cuentas arqueológicas muy valoradas entre los wayuu.
4
El narrador utiliza la expresión Akolochijünüsü, reunir.
Antología Wayuu 47
–Yo soy la persona que tiene que saber de ellos– dijo la abuela del herido.
–Aquí están los collares, yo te los contaré: aquí están dos collares de tu’umá,
un collar de corales, un collar de karuneeta, un collar de walirüinyaa, y un collar
muy fino llamado wouwouyaa, también te entrego un collar de aliitasii. Bueno,
ésta es la forma como se hacen los pagos, claro que existen otras cosas de me-
nor valor, como el oro, ese oro pequeño, pero los mejores son estos que les he
mostrado; con ellos se paga la carne; bueno, reciban ustedes esto.
Y continuó:
Así sucedía anteriormente, ya que Utta será un buen palabrero. (Contado por
el pütchipü’ü, Sarakaana Püshaina).
5
El erajirawaa es una afirmación ritual del acuerdo entre las partes. Hace posible que los
miembros de las familias anteriormente enfrentadas se encuentren en los caminos, pues sus
relaciones sociales han sido reestablecidas.
6
Chicha ácida.
7
Chicha de auyama.
8
Acción de verse.
48 Weildler Guerra Curvelo
9
Probablemente un préstamo del español “mico” o “maco”.
10
El término Püsichi, con el sentido de intermediario tradicional en las disputas Wayuu, se
encuentra registrado por Celedón (1878) en su célebre Gramática y vocabulario de la lengua guajira.
Antología Wayuu 49
La historia de Maako para que quedara registrada de esa manera, fue así:
–¿Por qué te portas como un niño? ¿Por qué no eres una persona recta si eres
un hombre rico? Si a nosotros nos pasa algo es por tu culpa, por andar con el
desorden en el baile.
De pronto movió la mano y se encontró con una cola, aunque él antes no tenía
cola puesto que era un Wayuu, pero la cola se le apareció de pronto por las
palabras que la perdiz dijo porque le molestó la necedad de Maako, quien dijo:
De allí resultó la cola de Maako. Por tal razón, aunque ellos eran palabreros,
nunca fueron como Utta. (Narrado por el pütchipü’ü Sarakaana Püshaina)
11
Baile tradicional (Nota del editor).
50 Weildler Guerra Curvelo
percibirse como una amenaza para el bando contrario, como solía hacerlo
el arrogante Choochoo. Finalmente, aún el persuasivo y prestigioso Utta
puede perder su reputación si llega a caer en las tentaciones de la lujuria.
Clases de palabreros
12
Chi pütchipü’ü eekai anashin, a’atapüshi asakinnaa. ¿Jera wasülüjainjatüka pümüin taaraa? Münüshi.
Achunta müshija’a nia tü keieekalü naa’in. Kapüleesü tü aashajawaaka, aikalaashii waya süpülamüinjo’u
Wayuu waima, sülatirüin wanaimüin kasa mojüsu süka sütchin so’u. Weikajaapa wane pütchi, oulaka
müle waashajaapa, süchikijee wounüin awachinnüsü wankeeta eejanale waya jouotüin, o’yotünüsü
wuin sa’ü woouchikanain, tüya nnojotsü anain kapülesü, tüya achunta’iree wane kasa mojusu wamüin.
Nnojotsü tamülajüin tü kasa asülüjünaka tamüin sa’u wane pütchi, nnojoishi taya achuntüin wane
kojuchi’iyaa, naaja’a sükua’ipa nütuma chira Wayuu aluwataakai, müshi taya, aashajiraashi naya
¡anakaja’a anale wasülüjain númüin chia Wayuu, müshii joo’o! Aka anain joo’o jujua’ipa neruin,
taapaija’a tü nasülüjeka tamüin”.
Antología Wayuu 55
Utta usaba un bastón del pali’isepai que utilizaba para concentrarse y compe-
netrarse con la tierra donde dibujaba la representación de sus pensamientos
[…] El verdadero palabrero siempre llevará un palo de pali’isepai. (Sarakaana
Püshaina)
14
Marca clanil.
Antología Wayuu 57
El pali’isepai se usa para calmar a los locos o personas sin juicio, aquéllas que
tratan de sublevarse y no dejan que se le dé ningún consejo. El atachenka lo
usa el palabrero como defensa, por si se encuentra con personas irrespetuosas:
entonces lo usa para partirles los huesos si es necesario. Finalmente, todos
sirven para espantar a los perros que salen a nuestra llegada. (Müritchon
Epieyuu, palabrero de matrimonio.)15
El escenario de la conciliación
15
“Tu pali’isepaikat anasü süpüla eimalaa jaa’in Wayuu ekai mamainain, tü Wayuu ekai awoolojoin
süpülamüin wane pütchi, tu Wayuu nnojotka achianein. Tü attachenkakalü nülü’ujain chi pütichipü’ükai
süpülamüin Wayuu, eekai erülüin wayumüin süshanajaajiatü shiimüshe ma’aka shirüle Wayuu; joolu’u
süpüshua tü waraaratka anasü süpüla a’atajawaa erü eekai süjuitüin wapülamüin wantapa sünain
eikajawaa wane pütchi”.
58 Weildler Guerra Curvelo
16
El término sutujuna proviene de las varas utilizadas en la construcción de las viviendas Wayuu.
Antología Wayuu 59
Durante un arreglo tradicional por las heridas causadas en accidente de tránsito a un hombre
17
Wayuu en 1995, en el vecindario Wayuu de Las Delicias, Riohacha, un oyente, Armando Pulido,
miembro del clan Uliana, al escuchar el valor de la compensación solicitada, esbozó una sonrisa
que expresaba su desacuerdo con el monto; esta señal fue percibida por los asistentes al pütchi
e indignó al palabrero reclamante. Por este agravio, el oyente debió entregar cien mil pesos
colombianos al grupo familiar querellante.
60 Weildler Guerra Curvelo
18
En consecuencia, la noción de que existen unas altas normas sociales que deben ser observadas
influirá en la morfología y sintaxis de un discurso. Esto se aprecia en sus efectos a través de la
frontera entre el comportamiento verbal y no verbal (Walrod 109).
19
Palabras del pütchipü’ü Isidro Epinayuu del vecindario indígena de la Ceibita en Riohacha.
Antología Wayuu 61
20
Tü kasachikika eweetüsü wapüleerua jalapünaa yaa, kaünuu müshija’a wayaa. ¿Jarat tü eirukuu
nnojotkalü ama’ana kasachiki maa’ulu yaa?
Aitarü tü wuchiikalürua kaünüüsü
Ka’üüüsü tü wuika eereje’e keemain jia,
¿Nnojotsüjasa’a wuchii eeka shiküin wui?
Tü wuchiichoniikalü aitairü maüsin nnojotsü kaünüin
¿nnojtsü eein wane ekakalü jiia?
Joolu’u wayakana naa Wayuukana nnojoishi waya natakana akua’ipa aitairü nnojolüm weküin tü
waünüükaliü suka wai
Jaapa tanükei antüshi taya pipialu’umüin sülükee wane mma wattasü, Süchiimajeee, amikai taya
ashakatüin pipialu’u jümaa nnojoluin kasain taya pünuanin, nnjoishi taya püpüshin, antüshi taya
püma’manüin shi’re kache’ein pia sümünin tanüiki süchirua wane anaa akua’ipa.”
Antología Wayuu 63
La mención de las normas morales que hacen encomio de la vida, la libertad y la paz
Para el hombre quisquilloso toda ofensa, por leve que sea, es grave y pue-
de llevar a la guerra. Para el hombre manso toda falta, aunque sea grave y
dolorosa, puede ser conciliada.22 (Isidro, Chamuuna Epinayuu, palabrero de
consejos y disputas menores)
21
Literalmente Cabeza de Cascabel. Es un prestigioso hombre Wayuu con amplia experiencia en
situaciones de conflicto vividas por su propio grupo familiar extenso. Reside en las cercanías
del Cerro de la Teta. Maa’alaküshi ha actuado en varias ocasiones como pütche’ejechi.
22
Kapülee akua’ipachi wane wayyuu ekai katkaaralin, nümojuja akua’ipalü süpüshua tü kasa aitairü
eekai mojusüin un’unira aku’ipalu süchiirua wane kasachiki. Nüpüla wane Wayuu eekai anamiain eesü
süpüla anaatüna süpüshua tü kasakalu aitarü airu’uluin ma’i shia”
64 Weildler Guerra Curvelo
Dime ¿Cómo sueñas? ¿Acaso te dicen en sueños: pelea con esa persona? Si
sueñas mal lo tienes que evitar. La vida es una mujer de quince años. Cómprate
una buena mula. Busca una mujer joven. ¿Acaso no tienes hijos, no tienes mujer,
no tienes sobrinos que tendrán que crecer y andar por los caminos? Piensa
en ellos. Llora pues, ahora delante de mí, para llorar yo también. (Palabras
del pütchipü’ü Ángel Maya Uliana, tratando de convencer al jefe de un grupo
familiar ofensor de la conveniencia de otorgar una compensación)
23
La expresión “jutatesü wopukat wapüleerua” puede traducirse como “tener abiertos los
caminos”, y se utiliza para simbolizar la decisión de un grupo familiar Wayuu de entregar una
compensación material para obtener la paz.
Antología Wayuu 65
libre: el hombre belicoso ve la tierra reducirse a sus pies. (Ismael Pana, consejos
a un hombre que no quiere pagar sino pelear)
La invitación a la riqueza
24
Kama’anashi pia joolü wane paa’a ¿jamüsü nnojotka süpüla piamain shia püma’ana?
Kapülasü paa’in kama’anaa piama shiki ama
¿jamüsü nnojotka jüpüla ee’in püma’ana pienchi shikii?
Eesü polo shikii annerü sa’aka pümülüin
¿jamüsü nnojotka anin jüpula piamain shikii poloomüin püma’ana?
Pajapülü’usüsa pukua’ipa naa türa wahiraaa, naa türa ana akua’ipa”
66 Weildler Guerra Curvelo
25
“Watta saali kasa wainraka katüle wo’u ma’aka outüle waya amülouishii
¿keerüñeere pia wane jierü eekai makayurchoin?, eesü süpüla püma’anain
aitaichi laülain pia,
aneerü pümülejale’erü atoutapüna süka pajapü
Aitaichi shukulain pia, naajerüja’a sukua’ipa pütuma,
Anaa püsiipüyuu, anaa pümüleyuu
Püchjaa wane anaa wane kamülünee napüleerua
Aitaichi piain washirüin pümüiwa
Eesü püpüshi eekai mojuin
Soto paa’in naya”.
Antonio J. López
1
Reproducimos aquí íntegramente los capítulos III-VIII, de Antonio J. López, Los dolores de una
raza. Novela histórica de la vida real contemporánea del indio guajiro (Maracaibo: s/ed., 1960).
2
Se mantiene en pie la particular transcripción de las palabras del wayuunaiki que realiza
Antonio J. López. También se mantiene parcialmente su particular manera de enfatizar ciertas
palabras mediante el uso de mayúsculas. Hacemos excepción en algunos pasajes en que el
empleo de mayúsculas es tan profuso que derrota la función de enfatizar ciertos vocablos.
En esos pasajes se mantienen las mayúsculas sólo en los vocablos que más destacan según el
sentido del texto. El texto original coloca el signo de interrogación o exclamación solo al final
de la frase. (Las siguientes notas al calce del texto pertenecen al editor.)
68 Antonio J. López
todo las económicas, que las estimaba en muy poco– a favor de la parte
contraria. Tales eran los recuerdos que arrancaban del pecho de aquellos
hombres fogueados los gritos del dolor!
–Ya están despachados todos los veloriantes, de presa y bebida –le dijo
Rubén a su tío. Como se trata de un caso de asesinato –le contestó el caci-
que– tenemos que alterar las reglas establecidas para la muerte natural, es
preciso hacer hoy mismo el entierro para ocuparnos mañana en otras cosas.
Dos mil indios bebieron para despedir al hermoso muerto. En una ex-
planada frente al cementerio pusieron una botella de tiro al blanco; Joúner
la voló del primer disparo, pusieron otra, la voló Rubén –y otra y otra, hasta
disparar quinientos tiros en honor a la memoria del yacente.
La guerra
–Ahí están mis bienes, mis rebaños y todo cuanto me pertenezca –re-
plicó Joúner colérico en contra de la Ley fatal de la Tribu, que creía injuriar
su honor, cohibiéndole en la defensa personal de su padre; –que en buena
hora los tomen los que se crean con derecho a mi sangre, que mi dignidad
de hombre me obliga a morir con mi padre.
–Soy yo y tus hermanos a los únicos que la Ley autoriza para reclamar
tu sangre –contestó Santanawa, tío de Joúner y padre de Warralhlamath.
–Anda a morir al lado de tu padre, vengad la sangre de mi hijo y quedaréis
exonerado de los gravámenes de la Ley.
–Vienen cuatro hombres montados de a caballo del lado del sur –dijo
uno de los espectadores. Todos se volvieron para aquel lado. –El que viene
adelante es el cacique Ipuana Cayantouway y el que le sigue es Jonjurria,
su sobrino –dijo Joúner, reconociéndolos. A los otros no los conocía, pero
sus vistosas mantas y ricas cabalgaduras denunciaban en ellos su alto rango
y la dignidad de su misión. Se desmontaron, amarraron sus bestias en los
bramaderos y tomaron asiento al frente de Talhlua; después del saludo
acostumbrado y de algunos cortos preámbulos, el más anciano de los cuatro,
Antología Wayuu 71
Dos gruesas gotas de lágrimas rodaron por las mejillas sombrías del
venerable anciano Walhliraltn y luego, dirigiéndose a su sobrino Joúmu-
na en tono balbuciente le dijo: “Ya habéis oído lo que se ha dictaminado
en tu contra? Tu muerte. Piden tu cabeza y desprecian mis haciendas. Mi
dignidad me impide entregarte. Prepárese la gente para que en campo
abierto reciban la invasión de Talhlua que ya viene. Quinientos hombres
de combate amanecerán al rayar el alba rodeándonos la ranchería. Yo no
huiré, moriré tranquilo ya que así tu lo has querido. Que se internen las
mujeres y los niños hacia los montes”.
El combate
–Pasa revista –le ordenó Talhlua a su sobrino Rubén– para ver con
cuantos combatientes podemos contar. Rubén y Joúner salieron en segui-
Antología Wayuu 75
Más que lealtad era una pasión amorosa lo que lo movía, estaba loca-
mente enamorado de Jiwolhlua, y este amor ardiente lo llevaba hasta el
sacrificio de su vida y la de su gente. El amor es el poderoso resorte que
mueve con más facilidad las energías del hombre.
Entre los Guajiros, además del Oulhlacuy que predice las cosas del
futuro, existe el Lania, especie de Talismán para amparar al individuo del
enemigo y de cualquier género de peligro procedente de las manos del hom-
bre o de las fuerzas naturales. Es un pedacito de madera tallado en forma
de una capsulita, bendito y conservado por los indios de la antigüedad,
del tamaño de la uña del dedo, empolvado con un colorante rojo que se
llama entre ellos “paliíse” y que el civilizado le ha dado el nombre de Bija.
Proviene ese polvo de un vegetal medicinal de raras propiedades curati-
vas y alimenticias. Se le da a los niños recién nacidos mientras no puedan
ingerir la leche materna –como alimento sintético hervido–, lo mismo que
a los enfermos muy debilitados. También es secante y germicida poderoso
para llagas o heridas infecciosas internas o externas.
El indio Guajiro, como todos los pueblos del planeta, tiene también
sus agüeros y supersticiones, que en el fondo no es otra cosa que la fe
religiosa de que se arma el hombre civilizado contra todo el peligro. Esa
fe es la brújula de orientación en su peregrinar constante espiritual, que
vigorizándole poderosamente la voluntad lo capacita para llevar a cabo
las más arduas empresas. Ese engaño voluntario que el hombre se hace
a sí mismo, mentida ilusión que él conviene en traducirse como verdad,
ha sido siempre su poderosa “COTA DE MALLA” en los combates y su
estimulante sugestivo para avanzar a través de todos los obstáculos.
–Con éstos que hemos traído –significó Joúner a su padre –y los que
rendimos en el combate, tenemos ochenta prisioneros, entre hombres,
mujeres y niños.
Joúner salió con dos heridas leves, una entre cuero y carne, por el brazo
izquierdo y otra por una pierna; Rubén con una leve también por debajo de
la tetilla derecha. Cawalhlouhle salió con dos costillas magulladas. Entre
los Ipuanas de Jimaay hubo un muerto de baja ralea y dos heridos. Dos
esclavos murieron del contingente de los Ulhlianas de Santanawa y tres
heridos leves. El resto de muertos y heridos correspondió a la gente de Tal-
helua, entre quienes al igual que los Pushainas también hubo ochenta bajas.
Joúmuna fue víctima del odio, más desgraciado que culpable. El odio
iracundo, una enfermedad congénita de la naturaleza humana; nadie ha
podido sustraerse a su maligno influjo; grandes y pequeños indistintamente
han sido los hombres juguetes miserables de esa pasión terrible. El odio
judaico, personificado en Ananás y Caifás, llevó a la cruz del Calvario a
merecer la más afrentosa de las muertes al más puro de los hombres. Los
magnates de la Judea creyéndose ofendidos en su amor propio y perjudi-
cados en sus intereses creados con la propagación de la sacrosanta Doctrina
de Jesús, atacaron inmisericorde al sublime Apóstol, escarneciéndole con
la infamante saliva del sayón creían equivocadamente que cortaban el hilo
vital del ideal Cristiano; enceguecidos por el odio aseguraban que matan-
do a un hombre perecería con él la idea que a pesar de toda la iracundia
humana ha sobrevivido veinte siglos en toda la redondez de la tierra. Así,
todos los que odian caminan ciegos al abismo de la perdición y del crimen.
dispersa por los cuatro vientos del mundo paga eternamente el tributo de
su ODIO maldito.3
3
Estas lamentables parrafadas antisemitas muestran hasta qué punto Antonio J. López reproduce
acríticamente ideologías nacionalistas que fueron moneda común en América Latina durante
la primera mitad del siglo veinte. Notar cómo el concepto de “raza”, escrito en mayúsculas, se
incrusta en este pasaje antisemita de tal manera que nos recuerda las ideas de la “raza cósmica”
del autor mexicano, José de Vasconcelos.
84 Antonio J. López
El pueblo que creía desquitarse y resarcir las pérdidas con el oro de las
compañías se vio muy pronto defraudado en sus vanas esperanzas. Detrás
de los petroleros venían las empresas automoviliarias a recoger el dinero
y remesarlo al mercado de su origen. Al campesino zuliano –después de
todo– solo le quedó la fiebre automovilística que lo sustrajo de los campos
productivos a manejar el automóvil de la urbe.
El festín macabro
4
Monedas, dinero, originalmente onza de oro.
Antología Wayuu 87
Luis mandó a llamar una india de la casta Ulhliana, con la cual tenía
buena amistad, que vivía bastante retirada de su vecindad, para no dar lugar
a sospechas. –Aquí tienes hija –le dijo, poniéndole en la mano un hermoso
collar de oro y corales y doscientos bolívares en dinero efectivo –y contarás
a tu regreso, después de cumplida la comisión, con algo más que te encime.
Manda a cargar en unos burros esas garrafas de ron y vete a Walhletpa, a
la ranchería de los indios de la casta Ulhlewana, prodigándoles fiada esa
bebida a condición de que te la paguen en cabras de cría cuando llegue el
invierno y cuando hayan aceptado el negocio, después que estén hartos
y borrachos todos, mandarás entonces, con el mayor sigilo al peón que tú
lleves, que debe ser persona de tu confianza, que también le retribuiremos
bien, para que venga a avisar que los ratones están metidos en la ratonera.
–Descuida todo, que quedaréis satisfecho de mi comisión –arguyó la india
aceptando incondicionalmente la empresa macabra. Se marchó en seguida,
llegó a la ranchería de su destino, lo hizo todo como se le indicó y los indios
Ulhlewana, como moscas hambrientas en un panal se amontonaron sobre
las garrafas a beber hasta emborracharse, aprovechando la liberalidad del
largo plazo. Cuando estaban todos dormidos, vencidos por la deprimente
88 Antonio J. López
–Lástima que se quemaron con la pólvora estos seis mil bolívares –la-
mentó Luis al contemplar los muertos que yacían tendidos sobre la arena.
–Aseguren bien a los prisioneros –añadió, arrimándose a la cuadrilla que
se ocupaba en amarrarlos –y mancuérnenlos un hombre con una mujer y
los niños con varón y hembra a fin de dificultarles la carrera en caso de que
se les antoje fugarse; miren que esa mercancía tiene muy buena demanda
y alto precio.
–Aquí le traigo Coronel –le dijo Luis –un bonito surtido de la mercancía
que ustedes buscan con tanto interés, los tiene al escoger: cuarenta hom-
bres, sesenta mujeres y ochenta niños de diferente sexo y edad. –General
Fernández, en dónde se ha armado de tanta mercancía? –Coronel, le voy
a contar lo que ha pasado: nuestras leyes son seguramente más duras que
las de ustedes porque es el medio-ambiente quien las impone. Ustedes,
los arijunas o civilizados tienen sus poblaciones concentradas en puntos
dados, en donde cada esquina de la calle la cuida un policía para prevenir
los crímenes o aprehender al delincuente, con tribunales especiales para
juzgarlo o castigarlo conforme a la sanción de sus códigos. Nosotros no
tenemos nada de eso; para imponer la moralidad y el orden social tenemos
que valernos de Leyes rigurosas al parecer, pero buenas para nuestro medio.
Un indio de esta familia Ulhlewana asesinó a uno de mis sobrinos y se fugó
Antología Wayuu 89
para Venezuela. Ellos son de baja clase y nosotros somos de alta categoría;
un muerto nuestro vale por un millar de los de ellos. Nuestro deber era
arruinarles sus haciendas y darles muerte a todos, pero ya que ustedes les
dan un valor económico les conmutamos la pena capital vendiéndoselos
por dineros. Dígame ahora, coronel, si procedemos bien o mal?
–Anda a llamar a Falcón para las mujeres y el resto de los niños –le
significó Luis a uno de sus servidores. Este salió en seguida y al poco rato se
presentó el agente de EL CHAO. –Aquí le tengo sesenta mujeres y cuarenta
niños –le dijo el general Fernández, haciéndolos formar a todos en línea
como los soldados en una revista. –Hay aquí 15 que no me sirven –objetó
Falcón, distinguiendo las mujeres que pasaban de treinta y cinco años. –
Pero mujeres como esas que tú rechazas son relativamente jóvenes –replicó
el coronel Troncoso, que aún se hallaba presente. –Sí, pero para el fin que
las deseamos son viejas porque la Hacienda las necesita para la fecundi-
dad, –refunfuñó Falcón. Luis, terciando en el debate, añadió –las mujeres
indias son fecundas y productivas hasta los cuarenta y cinco años, todo lo
contrario de las arijunas o civilizadas que a esa edad de treinta años ya son
unos forros resecos que no largan aceite. –Bueno general, para negociar
las sesenta hagamos una rebaja, dejándolas a cuatrocientos bolívares y los
cuarenta niños, unos con otros, a trescientos bolívares; en total, treinta y
90 Antonio J. López
seis mil bolívares. –Aquí los tienes general –dijo Falcón, arrojando el mon-
tón de morocotas sobre un pañuelo grande en el suelo. –Queda cerrado el
negocio –contestó Luis, procediendo a recoger y contar el dinero.
–Ahora tienes que llevarnos esta gente hasta el puerto, general –dijeron
los dos comisionistas al tiempo. –Y el corregidor no nos pondrá inconve-
niente? –replicó Luis. –Ya eso lo tenemos perfectamente arreglado con él,
a veinticinco bolívares por cabeza. –Si eso es así, vamos –dijo Luis.
–Siga de largo con la gente –le dijo a Luis –que yo voy a inteligenciarme
con el Corregidor.
–Vamos capitán, a embarcar esta gente de una vez, para que a bordo
reposen sin peligro. A qué horas zarparán los barcos? –A las 11 de la noche,
coronel –contestó el capitán. –Entonces todo queda a su cargo, desde luego.
–Sí, pero es mejor que no se vayan sino cuando toda la gente esté abordo,
encerrada en las bodegas, bajo candado, porque son muchos y tiene uno
que precaverse de una posible sublevación –objetó el Capitán. –Vayan des-
Antología Wayuu 91
–La historia los desmiente, –contestó Báez –las guerras civiles colom-
bianas han sido siempre promovidas por el fanatismo de los nombres que
las supersticiones han enarbolado como bandera de combate. Cuando a
un hombre o un reducido grupo de hombres representativos se les han
antojado perseguir un propósito, cazar una particular conveniencia, con
la sonoridad de su verbo sugestivo han seducido a las masas inconscientes
y conducido al sacrifico de la inmolación infructuosa de las revoluciones.
Ustedes, coronel Troncoso, perdóneme que tenga que decírselo en sus
propias barbas, pero lo hago a título de amigo y en el vivo entusiasmo de
la camaradería de los palitos, nunca han sido los apóstoles del pretendido
ideal, ni fueron al combate como soldados de una causa justa, sino como
lebreles de caza de intereses bastardos. Ustedes consumaron el sacrifico de
sus vidas, renunciando a los que más amaban por defender los intereses
y las ambiciones de una casta que se le antojó perpetuarse en el poder,
considerándolo como patrimonio exclusivo de su propiedad. Y no es que
yo sea apasionado, coronel ni que sea amigo o admirador del Partido
Liberal, no, lo digo porque es la purísima verdad; ambos partidos han
sido víctimas de una enfermedad fatal: la voracidad del mando. Más de
una centuria de pugnacidad cruel por el predominio del poder público
demuestra tristemente la intransigencia de los dos partidos y los señala
como idénticamente vaciados en un mismo molde ideológico. Porque qué
consiguieron después del obstinado batallar de hermanos contra herma-
nos? Al través de una lucha encarnizada de tres años alcanzaron alguna
conquista plausible? Serenado el Cielo de la Patria Colombiana, disipado
el humo de los combates, arruinada la República, cavado el cimiento de
la DEMOCRACIA, injuriado el noble ideal de Patria que soñaron los li-
bertadores, qué les quedó, digo, a uno u otro Partido? Solo les advino un
déspota a ocupar el Sillón del que antes azotaba sus espaldas con el látigo
implacable de sus esbirros; un omnipotente autócrata cien veces peor que
su antecesor; que pisoteando con cruel descaro la CONSTITUCIÓN y las
Leyes de la República erigió el Cadalso y condujo a él a plena luz meridia-
na en urbe capitalina, sin fórmula de juicio, a los mismos ciudadanos que
le sirvieron de pedestal para alcanzar la omnipotencia de la fuerza bruta
de que abusaba. Y llevando el cinismo hasta lo inconcebible, hizo lo peor
aún, convirtió el Erario de la Nación en propiedad particular. Los cueros
de res recogidos en todos lo municipios del país como contribución por el
concepto de degüello, exportados para Inglaterra con la doble inicial del
nombre del déspota “R.R.”, figuraban como “rentas reorganizadas” en
Antología Wayuu 93
Basta bachiller, deje tranquilo al Coronel –dijo Luis –por que sea lo que
fuese, con todo lo que habéis dicho, Colombia es un país libre, puesto que
lo que estamos ejecutando aquí no habríamos podido hacerlo en el nuestro
porque allá la libertad está limitada por la Ley, mientras que aquí el hombre
puede hacer y deshacer a su libre albedrío todo cuanto se le antoje, sin más
limitación que la que le marque su fuerza.
1
Selección del libro de Nemesio Montiel Fernández Ja’yaliyu, E’iruukuuirua (Linajes), Maracaibo:
Rectoría Universidad del Zulia, 2001. Las notas al calce de este texto pertenecen al editor.
96 Nemesio Montiel
Más curiosidad generaba entre los jóvenes todo lo que les contaban a
través de intérpretes sobre los pueblos alíjuna, los viajes por alta mar y los
placeres en tierras lejanas. Para ellos era un sueño y fueron alimentando
la ilusión de conocer la grandeza que había del otro lado del mar. Con
la anuencia de los A’laülaa, algunos de estos muchachos se atrevieron a
surcar los mares con mareos, vómitos y diarreas hasta llegar a Maracaibo,
donde recibieron el impacto de las piraguas y las casas amontonadas en
la orilla del lago. Se resistieron a salir de la embarcación asombrados con
el movimiento de personas, la cantidad de goletas, bergantines y vapores
que se concentraban en el puerto para transportar café y otros productos.
Fue una novedad única. Cuando lograron bajarlos de la embarcación, su
sorpresa fue mayor al tener frente a ellos las casas alemanas con mercan-
cías y frutos. Al ser llevados a la Plaza de la Concordia o Plaza Bolívar, se
quedaron anonadados observando a las mujeres y hombres que andaban
en coches y lechuzas, las damas vestidas con batas hasta el tobillo y ca-
misón de muselina, zapatos de dril blanco y pañuelos blancos bordados
con soles y los hombres, con camisas y pantalones blancos y sombreros de
fieltro o pajilla. Por las noches, conocieron las lámparas de kerosene y las
Antología Wayuu 97
Todas las noches, los jóvenes se reunían con los viajeros para que les
contaran lo que vieron y conocieron. Los invitaban a otras rancherías para
explicar cómo vivían los alíjuna y lo que comían.
Rosana, no dijo nada, solo se limitó a esconder su cabeza entre sus dos
manos y pegarse al palo que sostenía los hilos para un chinchorro que se
empezaba a tejer.
Rosana, joven y hermosa, estaba ilusionada con el paso que había tomado
y solo pensaba en la felicidad con el hombre del cual se había enamorado.
Ana María, su madre, con los años encima pero sabia como una matrona
de su estirpe, la había preparado para enfrentar el mundo de las mujeres
que se casan.
esta familia. Tus hijos jugarán pronto con los míos. Te diré que Margarita
está embarazada y se siente contenta y yo la acompaño en su alegría.
Por el lado de los Ja’yaliyuu, los hijos de Juan también buscaron sus
compañeras. Aleutaa tomó por esposa a Ineés Delia Ja’yaliyuu y luego
con Antonita Apüshana, Aconuushi con Chinca Ja’yaliyuu, Ke’iimashi con
Catalina Epieyuu y Perucho con Ana Ipuana.
Los hijos de Dolores, hermana de Juan: María Rosa con Wasashi, Ana
María con Jolosü Ja’yaliyuu y Concha con José Epinayuu.
La otra hermana de Juan, Isabel, tuvo dos nupcias. Su hijo José se casó
simultáneamente con Altagracia y Josefita Uliana. El Chioku con varias y
Clotilde quedó soltera.
Cuando buscó a su mamá, fue ella quien comenzó a hablar y dijo: –Es
bueno que ayudes a todos los familiares, amigos y vecinos cuando tienen
problemas para que mantengamos las buenas relaciones. Una vaca que tu les
des, eso hace reproducir los rebaños porque estás haciendo el bien y ayudas
a solucionar un problema. Recuerdo, que a través de la indemnización son
muchos los problemas que se han resuelto sin necesidad de la violencia.
Nicolás dijo: –Así es. Esa es una buena costumbre entre nosotros y que
tenemos que cumplir. Recuerda que mi tío me decía que así tuviéramos
muchos animales, cuando ocurría un problema y había que indemnizar,
teníamos que recoger entre parientes y amigos porque si no se hacía, ellos
se disgustaban y al tocarles a ellos no venían a solicitar la colaboración
porque no los habían tomado en cuenta.
Ana María dijo: –Anoche soñé con tu tío que se quejaba en una hamaca
y estaba rodeado de miembros de la familia a quienes no se les ha hecho
segundo velorio. Después del invierno, tenemos que hacer el desentierro de
todos y revisaremos antes si tu tío ya está seco para llorarlos juntos. Zoila
murió pensando en el desentierro de su marido y sí lo hacemos pronto,
ella se sentirá bien, dijo con la tristeza en el rostro y con la mirada perdida
hacia la puesta del sol que se ocultaba detrás de los cardonales.
Al tercer día del velorio, que se caracterizó por el diálogo entre las ca-
bezas de familias, llegó la grata noticia de que Rosana, hermana de Nicolás
y compañera de Mo’uwala, había dado a luz un robusto niño. Enterado
Nicolás, dijo a los presentes que como homenaje a Chaano’ushi, se llamaría
igual que él: José de la Rosa Fernández.
Llegó el momento del entierro. Una tarde de brisa y con nubes viajeras,
daban la sensación de que esperaban por Chaano’ushi para acompañarlo
hacia Jepira. Las cabezas de familia que siempre lo acompañaron, evocaron
su memoria y sabiduría para llegar a acuerdos importantes. Se fortaleció
la integración social y étnica. Varios alíjuna que asistieron admiraron la
unidad que se demostraba y el respeto que se tiene por los muertos.
Juan le dijo: –Espero que eso sea cierto, porque la familia entera está
preocupada. Quedaríamos mal ante otras familias si hacemos eso. Cuídate
mucho de esa gente. Tú eres el hombre fuerte y respetado.
104 Nemesio Montiel
o–o–o
2
Los kusina o cocina constituían un reducto de la población originaria wayuu y otras etnias
vecinas que no se adaptaron a la sociedad pastoril desarrollada desde finales del siglo xvi y
durante el xvii. Los kusina aparentemente continuaron dedicándose principalmente a la
horticultura, cacería y recolección, y además depredaban a las demás poblaciones de la región,
agrupando en su seno a individuos y familias desprendidos de los clanes y linajes establecidos
a partir de la transformación pastoril.
Antología Wayuu 105
3
Sobre los palabreros, ver el texto de Weildler Guerra y la entrevista a Eduardo Suárez en esta
antología.
106 Nemesio Montiel
Tal como se había acordado, los viejos se quedaron y los cinco jóvenes
fueron llevados a una piragua y cambiados por aguardiente, municiones
y morocotas. El retorno fue hacia la casa de Chioku en Mo’yojooin, donde
decidieron dejar todo para evitar las furias de Nicolás y Juan en Makalo’u
y Wuinkua, respectivamente.
conjeturas sobre el interés que tenían los alíjuna para llevárselos al otro lado
del mar. Al final coincidieron en que era para usarlos como trabajadores.
Mientras tanto, Nicolás y Juan, tuvieron que esperar que sus repre-
sentados pasaran unos cuantos días de borrachera para reprimirlos por
la acción realizada sin la debida autorización. Ambos coincidieron que lo
hecho era un desprestigio para las familias y que dejaba muy mal el honor
que siempre mantuvieron como linajes sanos y de trabajo. Para los par-
ticipantes en el ataque quedó totalmente prohibido volver a relacionarse
con los alíjuna que llegaban a la playa y que ellos, Nicolás y Juan, irían a
conversar con estos señores, una vez que regresaran, para que se retiraran
de esa costa que era su zona de pesca, que los alíjuna los estaban perjudi-
cando y que les pedirían que se fuesen para otras playas. Si no lo hacían,
seguro que iban a tener problemas graves con ellos. Nunca fue posible
localizarlos porque después de cometer las fechorías los más conocidos se
quedaban un tiempo en Maracaibo o enviaban a otros para continuar con
el negocio. Eludían conversar con las cabezas de familias que se oponían
al tráfico y de manera solapada obtenían el respaldo de unos pocos que
veían la posibilidad de un buen negocio.
Juanchito le repuso: –Púikalaa sulú süikaa, aná paín (Siéntate con con-
fianza en ese chinchorro), –y enseguida añadió: –Teníamos tiempo que no
te veíamos por aquí. Siempre haces falta en las reuniones.
Waiwa, golpeado por las palabras del anciano, dijo: –Es triste y grave
lo que nos acabas de explicar, pero dime si los A’laülaa están de acuerdo
con eso.
4
Los enfrentamientos entre clanes en ocasiones alimentan el tráfico de esclavos por cuanto
los prisioneros de estos choques son vendidos a los comerciantes que acuden a las costas a
comprar seres humanos para venderlos como mano de obra a los hacendados del sur del lago
de Maracaibo. Algunos enfrentamientos se realizan con cualquier excusa, expresamente para
“cazar” a miembros del plan atacado con el propósito de venderlos. La crónica de Antonio J.
López describe en detalle aspectos de esta práctica. Ver selección incluida en esta antología.
Antología Wayuu 111
de Ríohacha andan detrás de ellos, pero se dice que también los controlan.
Hay otros que son como los sobrinos de ustedes, que lo que quieren es
ayudar a los wayuu.
Muchas familias, cuyos animales habían sido robados por los kusina, los
amenazaron y asaltaron más de una vez, para hacer efectiva la devolución.
José Dolores González Apüshana (Wunúpata), cuando sabía que los kusina
tenían buenos animales, los asaltaba con saldo de muertos y heridos. Muchas
madrugadas fueron utilizadas para que los kusina amanecieran rodeados
por todas partes a fin de obligarlos a regresar animales de varios linajes.
Las noticias sobre estas situaciones corrían por todas partes. Los con-
flictos familiares no paraban los negocios de subsistencia. Por ese mismo
año, se desató una guerra, como otras tantas, en el cerro de la Teta, entre
Epieyuu y Uliana, asunto que fue solucionado por el Toolo con el apoyo
de otros hombres preocupados, deseosos de mantener la paz.
1
Selección tomada del libro de Nemesio Montiel Fernández Ja’yaliyuu, Los A’laulaa y compadres
wayuu. Maracaibo: Rectoría Universidad del Zulia, 2006.
116 Nemesio Montiel
Vicente, en parranda con sus familiares, se olvidó ese día del negocio de
los aguacates, se dedicó a cultivar la solidaridad hablando de las reservas
frente a posibles problemas. Y que había que armarse muy bien. Comprar
armas en Maicao y tenerlas dispuestas ante cualquier eventualidad en un
escenario fronterizo tenso.
A medio trago les decía: –Muchas familias se han venido de todas par-
tes de La Guajira para estos lados de la frontera y hay competencia en el
negocio. Ya existen los delincuentes colombo-venezolanos. Ahora tenemos
que hacernos respetar enseñando los dientes: antes teníamos las armas
bien escondidas, solo las sacábamos para hacer las competencias de tiro
al blanco en los velorios o cuando lamentablemente surgía un problema
entre familias. Coño, ahora, nos están obligando a cargar los revólveres
cacha afuera y los rifles en las camionetas. Esto se está poniendo feo, no
respetan a las familias y a sus jefes.
Antología Wayuu 117
–Bueno pariente, cuenta con eso, para dentro de 15 días todos vienen
en su caja, nuevecitos.
–Walee –(amigo), dijo Pistola, –todo marcha bien. Tengo toda la expe-
riencia de mi padre. Lo ayudé mucho en todas partes, ahora me toca hacer
mi propia vida, como lo están haciendo Alejandro y Timoshenco y todos
los demás hermanos. Trabajo con la mercancía de Aruba para Maicao. No
somos contrabandistas, estamos aprovechando la decisión del Presidente
López sobre el puerto. Del puerto para acá es asunto nuestro. Ahí funcionan
los billetes con todo el mundo.
Pistola explicó: –Es un negocio, a pesar del puerto libre, ellos nos con-
trolan la entrada a Puerto López y tenemos que pasarles mucho dinero, se
amparan en que el mar no es libre y es de soberanía del gobierno colom-
biano. La base Naval de Santa María tiene cinco civiles que negocian con
todos los que tienen barcos. Nosotros les pagamos y ellos, cuando nos toca
llegar, desvían los guardacostas o los dejan en sus bases. Lo cierto es que
los tenemos controlados a punta de billetes.
–Wayuu, wayuu uno, como está la sabana? Anáshin jayá (Están bien).
pecial ponen las condiciones para hablar del negocio de aguacates. –Bueno
Chente, –dijo Teobaldo –te tengo la mejor producción de año y te puedes
llevar todos los camiones que quieras, igual para tus familiares. Te llevamos
la carga hasta Maicao y de allí la trasladas en camiones venezolanos. El
precio por camión será de 15.000 pesos.
Vicente, libreta en mano, dijo: –Muy bien, ganas tú y gano yo, cada uno
pensó como podíamos llegar a un entendimiento y tú lo has dicho. De una
vez, mañana me llevo cinco camiones.
coronao. Quédate con tus mujeres. Ahora, decime como hacéis para tener
dos hermanas en la misma casa. –Eleazar, saboreando un trago, expresó:
–Déjame tranquilo con mis mujeres, yo me las arreglo, mal estáis vos que
no saliste a tu padre. –Después de comer y practicar el tiro al blanco, se
despidieron. Vicente vivía bien, tenía su buena casa de bloques y madera,
alternaba su chinchorro de doble cara con una cama de madera adquirida
en Colombia. Su esposa Zenaida, nativa de Los Hermanitos, ya le había
dado cuatro hijos. Vicente Segundo, el mayor, a sus doce años, ya seguía
los pasos de su padre. Estaba estudiando primaria en Paraguaipoa, pero
ayudaba a su progenitor en los ratos libres.
–Antüsü piá kumaare ¿Ya llegaste comadre? –le dijo Zenaida. –Vicente
mandó a matar dos carneros y te envié una pierna, otra para Rina y también
a Freda, la mujer de Capirón.
La piache rompió el silencio y dijo: –Te quitas todo y miras siempre hacia
el mar. Te sientas sobre esta piedra. Empieza a pensar en tus antepasados.
Olvídate de tus negocios y cree en que el seyu (espíritu protector) que me
bajará ahora te va a ayudar.
Nadie decía nada, esperando la sorpresiva voz del jefe, quien después
de larga espera dijo:
Antología Wayuu 125
–Los wayuu tenemos la ventaja de que los primeros que nos trajeron a
la madre tierra dejaron sus fuerzas y energías que nunca mueren; es como
el viento, siempre están con nosotros y viven con los a’lanía (talismanes
y amuletos). Avisan cuando nos viene algo y es sobre todo con el sueño.
Cuando eso se cumple, también tenemos que poner de nuestra parte y
cuidarnos. Conmigo han tenido muchos sueños malos, todo lo que me
podía pasar fue regresado o desviado.
Una sacudida del chinchorro del Toolo lo despertó, sabía que ya era el
aviso. Vicente se le acercó como un cuerpo guiado. Sin palabra alguna, se
fueron al médano. La difícil subida se sentía como suaves pastos verdes que
remojaban los pies. El olor dulce a irua (aceituna) con la acogedora sensa-
ción de los frutos del poló (guayacán), se combinan con el de la Kasápanai,
para crear un ambiente acogedor para un encuentro entre vivos y muertos.
–Naa A’laülaayuukanu motsamüin wama’a (Están los viejos del pasado con
nosotros, un momento) –dijo el Toolo. –Se encuentran los Ja’yaliyuu y los
Uliana. Sólo quiero que escuches. Esto tendría que hacértelo el Chioku o el
126 Nemesio Montiel
Eriiyoushi, quienes son Ja’yaliyuu como tú, pero sus recientes muertes me
obligan a hacerlo como aliado de tu familia y sobre todo, como tu padre.
Sharechon creció con nosotros, era unos cuatro años mayor que Tolo,
Machetsü, Parruta y que yo. Jugábamos en el jagüey a ese juego que a todos
los niños nos gusta cuando estamos nadando, “Kaliina”. Cuando íbamos
a pastorear, siempre nos llenaba las horas con sus hermosas melodías de
wawai. En nuestras jornadas de pastoreo nos daba nombres de guerreros
wayuu, nos decía que sólo de esa manera tendríamos valor y coraje cuando
estuviéramos solos y nos defendiéramos de animales salvajes. Sharechon
nos enseñó a ver en la profundidad de la oscuridad y a ver las imágenes de
los cuentos de la abuela Marriarat. El tiempo nos ha pasado, ahora vuelvo,
nuestra prima Tamaiwaa ya es toda una majayut; ella cuando pequeña di-
bujaba las rutas de los sueños y cada noche nos presentaba viejos ancestros
que llegaban a su chinchorro para presagiarle los cuidados de nuestro clan.
Ella nunca pidió que se le acercaran estos espíritus de nuestros antepasados;
creo que sus sueños eran un instrumento para proteger a nuestras familias
de la guerra que luego de varios años se desató con los Ulewanayu, en que
por culpa de una pasión vimos caer a nuestro Tío Kalaira, que significa
Tigre. Así le pusieron por nombre al Tío Kalaira, porque cuando nació tenía
unas rayas en su rostro y era todo velludo en su espalda.
dormir cerca de la huerta, ni mucho menos ver a los perros pelearse. Nuestro
Alaüla Kalaira llegaba de visitar a su hermana Kashita, que por esos días
estaba enferma, aunque la oütsüü Salamina decía que era un Yoluja que
vino a reclamarla porque estaba enamorado de ella. Y es que la tía Kashita
era hermosa, había heredado los genes del primer Van Grienken, navegador
pirata que llegó a nuestros mares intercambiando armas de fuego, caballos,
por perlas que extraían nuestros antepasados del fondo del mar.
Sharechon en ese lapso de tiempo había ido a buscar una cabra recién
nacida que estaba perdida, y había tardado, además se encontró con unos
amigos vecinos de Jalala. Al llegar a casa se topó con el suceso y el dolor
de todos.
Antología Wayuu 129
A los dos días los Ishoinayuu devolvían a la mujer que días antes se
había desposado. La ira se apoderó de los Ulewanayu y éstos enviaron a
un Putchipüi para que llevara la palabra a los Lipuanayu, para que estos
pagaran la falta de jactarse de haber burlado la virginidad de la novia.
Resulta que Shirachon, la mujer desposada y devuelta por los Ishoinayuu
por no ser virgen, ya cuando Mutsia Lipuanayu la pretendió en lo escon-
dido, había tenido también unos encuentros pasionales con dos primos de
su clan, lo que motivaba el despecho del muchacho. El Tio Kalaira, como
autoridad moral y jefe familiar de los Lipuanayu, reconoció la falta del
muchacho, compensado a la familia Ulewanayu por el dolor y la pena.
Después de la compensación y cuando de nuevo reinaba la paz entre los
clanes, Mutsia, en sus borracheras seguía hablando de aquel hecho de
Shirrachon. Los Ishoinayuu, mientras tanto, idearon matar a Mutsia. Al
130 Ramiro Epieyú Morales
más extraña, sin figura, nunca he visto algo igual, no logro describirla”. Se
sentó, pidió yotchi y de un solo trago bebió media botella. A los segundos
su voz fue cambiando, parecía un trueno de esos que te dan miedo y te
echas las puntas de tu chinchorro encima intentando protegerte. Luego
pronunció una palabra, creo que escuché: “Kerariat”. Todos nos miramos,
recuerdo que mi prima Tamaiwa me abrazó tan duro que solté lágrimas.
Los espíritus siguieron hablando, pero ya la noche se había robado varias
horas y quedamos dormidos en el miedo.
¿En verdad era Kerariat? Si, se había dibujado la figura del viento en
su cuerpo. Esa misma noche Sharechon tomó varios litros de yotchi para
olvidarse de los miedos, del viento, de las ranas y sapos que celebraban la
llegada de la lluvia. Salamina la oütsü nos contó en la noche que Kerariat
tomaba la figura de camaleón y de iguana, se enamoraba del olor del yotchi,
de un buen jayeechi, de la oscuridad y de los odios de los hombres. Era un
espía en el día, y de noche cuando los hombres pisan su umbral, empren-
de una lucha, persigue a su víctima en forma de luz, luego aparece como
hombre debajo de un frondoso árbol: allí el hombre tiene que vencerlo
para continuar con vida, para que no viva de nuevo tiene que quemarlo. El
hombre que no vence a Kerariat queda embarazado y a los tres días muere
pariendo lagartijas e iguanas.
Los días han pasado, la soledad es espesa como el lodo del jagüey, se
siente el tiempo detenido, la tarde no quiere salir. Sharechon sólo aparece
en los sueños de la abuela Marriarat, “siempre está corriendo, y debajo de
un árbol de trupillo, hay un hermoso caballo que relincha azorado, en la
cercanía de la sabana se oscurece y luego se pierde.” No sabemos el signi-
ficado del sueño; la Oütsü Salamina no ha venido.
La noche del segundo velorio de nuestro tío Kalaira, los vecinos vie-
ron una extraña luz que venía del norte, que luego se fue apagando y se
escondió en la oscuridad de los matorrales. En el velorio toda la familia
y allegados compartíamos la noche, que por cierto estaba harapienta, con
pedazos de nubes negras que tapaban su claridad. Con el paso de la noche
fuimos sorprendidos por el llanto de alguien. La bulla venía de la vieja
huerta del tío Kalaira. Salimos a ver y había unos cactus rasgados, tenían
la carne verde fresca y pequeñas manchas de sangre. Rondamos varios
minutos. Al final de la cerca de la huerta pedazos de ropas hacían una
trilla. Alumbramos hacia el camino y parecía que llevaran arrastrando a
alguien. Las huellas se perdían hacía el lodo del jagüey. El viento venteaba
y traía a veces olores añejos, a veces podridos. El miedo nos congelaba las
articulaciones y los sentidos.
Vocabulario:
Joutai: viento.
Toushi: abuela.
Yoluja: espíritu de los muertos.
Alaula: tío materno.
Jepira: lugar donde van las almas wayuu, también conocido como
Cabo de la Vela.
Oütsü: mujer curadora e interpretadora de sueños.
Aipa ’a: la noche joven.
Sawa ’i: la noche oscura y mala.
Yotchi: bebida alcohólica tradicional.
Kerariat: espíritu que aparece de noche como luz roja con figura de
dragón y de día como iguana.
Ulewanayu: clan wayuu que se extinguió en la década de los 50, su
ancestro totémico es el lagarto.
Ishoinayu: clan wayuu que se extinguió a mediados de los 70, su an-
cestro totémico es el saltamontes.
Sergio Kohen
Llegó a oídos del yolüja2 que el señor conejo (Atpanaa) era muy hábil.
¡Era un ser muy hábil! Entonces el yolüja sintió mucha curiosidad, y mucha
envidia de que Atpanaa fuera tan hábil y dijo:
–Yo tengo que saber qué tan hábil es Atpanaa, o si es más hábil que
yo… Yo tengo que demostrarle que soy más hábil que él, más fuerte.
–Amigo.
1
Este tipo de composición, el jayeechi, es estrictamente oral y se recita exclusivamente en lengua
wayuunaiki. Presentamos aquí una transcripción de un jayeechi cantado por el legendario
rapsoda de la Alta Guajira, Sergio Kohen y compilado por Miguel Rocha Vivas (ver bibliografía)
y sus estudiantes, traducido al castellano por Eliana Palacio. No pocos jayeechis han sido
transcritos, traducidos y reelaborados a manera de cuentos, como es el caso de algunos textos
de Ramón Paz Ipuana y Miguel Ángel Jusayú compilados en esta antología (Nota del editor).
2
El yolüja es un personaje perteneciente al mundo otro, que según el pensamiento wayuu,
acompaña, en paralelo, al mundo ordinario. El yolüja reside en el mundo de los muertos pero
incursiona ocasionalmente en el mundo de los vivos con diversos propósitos (Nota del editor).
136 Sergio Kohen
Y el conejo respondió:
–¡Qué hombre tan fuerte! ¡Qué ser tan fuerte! Destruyó ese árbol de
un solo golpe.
El yolüja dijo:
–Tenemos que hacer otra cosa para que me quede claro que tú eres más
hábil, fuerte y poderoso que yo.
El yolüja le dijo que lanzaran piedra, a ver quién lanzaba más lejos la
piedra. Atpanaa preguntó:
–¡Pero no puede ser que tú seas más fuerte y más hábil que yo!
El yolüja dijo que tenían que hacer otra prueba, así que practicaran el
tiro de la flecha…. Y quedaron para el día siguiente nuevamente. Y así fue,
al día siguiente llegó el señor conejo con una flecha. El yolüja hizo la flecha
de un árbol muy fuerte. Bueno, al día siguiente fue y se encontró con el
señor conejo y le instó a que lanzara. Y Atpanaa le dijo al yolüja que lanzara
primero. Así que el yolüja lanzó en dirección recta hacia el horizonte, y la
flecha cayó en las montañas. Y cuando le tocó el turno a Atpanaa, Atpanaa
apuntó hacia el cielo… Atpanaa no hallaba qué hacer. Atpanaa no tenía
una estrategia. Entonces él consiguió una: que iba a lanzar para arriba.
El yolüja le dijo al conejo que tenía que lanzar en la dirección en la que él
había lanzado la flecha. Y Atpanaa, astuto como siempre, respondió que
iba a lanzar adonde Dios:
Antología Wayuu 139
–Pero, ¿cómo vas a hacer eso, cómo nos vas a matar a todos?
Y el yolüja suplicaba:
Y Atpanaa decía que sí, que sí. Entonces el yolüja no se quería morir. Y
se rindió dándose por vencido. Le reconoció a Atpanaa:
–Tú eres más hábil que yo, ¡pero no mates a Dios ni nos mates a todos!
1
Texto tomado de Michel Perrin, El camino de los indios muertos. Mitos y símbolos guajiros (Caracas:
Monte Ávila, 1980). Todas las notas al calce de este texto son del autor.
142 Michel Perrin
Continuaron su camino. . .
Al alba,
habían llegado cerca de una montaña.
Era allí donde la mujer habitaba.
Antes de llegar a la cima,
atravesaron un terreno movedizo y cenagoso.2
En la noche,
cuando su mujer quería compartir el lecho,
ella suspendía una hamaca.
2
Mma mokomokosü: “Una tierra en la cual uno se hunde y se ahoga irremediablemente” (de
omokin, “écume”).
144 Michel Perrin
En seguida de ello,
los jóvenes se acercaban a ella,
la abrazaban.
La besaban en la boca. . .
Hacia el mediodía,
ella le trajo un gran melón.
Antología Wayuu 145
Al alba,
el guajiro encontró una mesa,
cubierta de toda clase de alimentos preparados.
Le parecía que habían llegado allí solos,
sin que nadie los hubiese cocinado.
Se le mostró la mesa.
Y se le dijo que sirviera,
pero él prefirió comer solo,
solo en su casa.
Por el contrario,
su mujer se dirigió a la mesa. . .
Perdido,
durante una luna entera,4 caminó.
Cada mañana,
Las vacas lecheras de Juya venían a su encuentro.
Por la tarde, de regreso,
pasaban de nuevo delante de él.
Una de ellas era muy vieja.
Tenía muchísima leche,
y se quedaba atrás.
3
Lluvia es el primer sentido de la palabra guajira juya.
4
Wanee Kashi: un mes lunar.
Antología Wayuu 147
Un día,
aquél atrapó la cola de la vaca vieja.
Así llegó donde Juya.
–¡Vamos, siéntate!
–¡Si debo morir, moriré!
El guajiro se sentó contra su voluntad.
El banco se enrolló en seguida. . .
5
Tulu: pequeño banco de forma alargada, hecho de una sola pieza de madera, generalmente
zoomórfica, sobre el cual se sienta el chaman guajiro durante la curación. Hoy día, cuando
son figurativos, los tulu representan casi siempre equinos (caballo o mula). Ciertos guajiros
aseguran que los tulu en otro tiempo podían tener la forma de animales temidos, tales como el
jaguar o la boa, pero esta afirmación es controvertida.
6
En este libro se nombra “corzo” al animal llamado en Venezuela “venado matacán” o “venado
locho”.
7
Indios guajiros que no conocen la cría y viven exclusivamente de la caza, de la recolección y de
la horticultura. En el siglo pasado, había todavía muchos kusina, principalmente en un macizo
situado al sudeste de la península, hacia Cojoro, llamado “montaña de los kusina”. Algunos
consideraban a los kusina (o “cosinas”) como “salvajes y feroces”. Kusina es a veces también el
nombre con el cual los guajiros llaman a los indios no guajiros, por oposición a los alijuna, los
blancos, y a los wayuu, los guajiros.
148 Michel Perrin
8
La vestimenta usual del hombre guajiro consiste en un taparrabo (wusi, o aichee) sostenido por
un largo cinturón de lana tejida (si’ira) al cual se le fijan unas borlas (si’irapana) y pequeños
bolsillos tejidos a crochet (riuula o susu) en los cuales deposita los objetos menudos. La finura
y la riqueza de colores de los cinturones está considerada por algunos como una marca de la
posición social de aquél que la lleva.
Hoy día, desde el momento que sale del perímetro de su casa, el hombre guajiro viste una camisa
de tipo europeo (kamiisa, del español “camisa”) y lleva a menudo un sombrero (woma) pero los
ricos recubren su taparrabo con una especie de vestimenta (ashe’in palajana, o ashe’inpala). Ésta,
que cae hasta las rodillas, es confeccionada con una pieza grande de tela industrial enrollada
alrededor del cuerpo y sostenida a la cintura. En otro tiempo los ricos llevaban una amplia caja
de lana (sheewe) tejida por las mujeres.
9
Oulakawaa o einawaa (ainawaa), literalmente: “arrojar mutuamente”, designa un juego de
destreza practicado entre parejas masculinas. La regla consiste en tocar primero a la pareja con
objetos vegetales preparados de antemano, tales como trozos de cardones columnares (yosü
o kayuusi), de yoshuushula (cactácea) de ciertas lianas (waleerü) o fragmentos de tubérculos de
jourai (especie de yuca de flores blancas llamadas “escorzonera” en el español de Venezuela:
Craniolaria annua). Este juego es a menudo prescrito por los chamanes al final de una curación,
según dicen los votos de sus espíritus. A veces es jugado espontáneamente por aquellos que se
hacen un reto, en el curso de cualquier reunión.
Antología Wayuu 149
–¿Tienes melones?
–¡Allí hay! dijo Juya.
–¡Quiero comer!
“¿Qué irá a hacer con los pequeños alijuna?”10
se preguntaba Juya.
El guajiro buscó por todas partes,
pero no vio más que a los alijuna.
–He visto sólo a los alijuna.
–¡Son ellos, anda a buscarlos!
El guajiro regresó con los melones.
10
Alijuna designa al “extranjero”, pero únicamente cuando se trata de un blanco o un representante
no indio de la sociedad occidental.
Antología Wayuu 151
¡pero tú no te muevas!
No te ocurrirá nada.
Pero, ¡cuidado!
no vayas a pasear allí donde se encuentra mi esposa.
Pülasü tiá:
ella tiene poderes sobrenaturales. Su casa está cerca de aquí,
en esta dirección.
Delante, hay una gran enramada.
No te acerques,
pues es allí donde vive ella.
–Su esposa era Pulowi.
Püloui nierüin Juya, münüshii:
Pulowi es la esposa de Juya, dicen los guajiros–.
Juya se alejó.
Iba a hacer llover, en algún lugar sobre la tierra.
El guajiro lo vio partir,
con sus botellas.
–Juya lleva siempre consigo botellas,
para meter la sangre de los hombres.
11
Entre los guajiros, los llantos rituales (ayalaja) acompañan la ceremonia fúnebre, que se trate
del primero o del segundo entierro. Pero se practica igualmente en situaciones excepcionales,
por ejemplo, el regreso inesperado de un pariente o de un allegado que viene de correr grandes
peligros o al que se le creía desaparecido, como es el caso aquí.
154 Michel Perrin
Ala’ala y Juyá1
En los tiempos oscuros del pasado, cuando las cosas del mundo no
habían alcanzado la plenitud de hoy: sucedió que ALA’ALA,2 el Araguato,
Señor de ilustre señorío, era el personaje más respetado que hasta entonces
moraba sobre la Tierra. Era riquísimo, dueño de muchos bienes y renom-
brada estirpe, que según se cree dio origen a la tribu de los SAPUANAS;
vivía ALA’ALA en las serranías de MEEKOLOU, cerca de los dominios de
JUYA, su cuñado, quien a su vez no gozaba de mucha nombradía a pesar
de su ilustre descendencia. La razón de aquella aparente inferioridad, era
porque ALA’ALA había heredado de ARRALIATÚ’U WARRATTUY, el
dominio de las nubes, y las armas potentes que le correspondían a JUYÁ.
ALA’ALA era celosísimo por sus armas, tanto que al Trueno lo llegó a
esconder en su garganta para convertirlo en su propia voz, al Rayo jamás
lo soltaba de su mano, y en las noches cuando dormía escondíalo en su
cuerpo para que nadie lo tocase. La humanidad para entonces sufría la más
cruel de las ignominias. Y si todos lo respetaban, era más por temor que por
virtud. Era una especie de ogro que no permitía que nadie se le acercara;
ni mucho menos dirigirle una palabra suplicante en demanda de un favor.
Todos los UCHÍI temblaban ante él, y nadie era capaz de hostilizarlo.
El gran jefe, podía permitirse todas las mujeres que quisiera, porque
no admitía reproches ni reclamos en ningún momento. Sin embargo, JUYÁ
1
Se respeta el particular énfasis que el autor le imprime a los nombres tomados del wayuunaiki al
transcribirlos en mayúsculas (Nota del editor). Todas las notas que siguen al calce de este texto
son del autor.
2
Versión suministrada en idioma guajiro, por José Antonio González, 55 años de edad. Tribu
IPUANA. Natural de Yosipa –Guajira venezolana.
156 Ramón Paz Ipuana
–Bueno! Aceptaré. Pero que sea la última vez, cuñado. Sabréis que
no admito pedigüeños en mi casa, ni aun tratándose de vos. ¿Entendido?
Llenó JUYÁ su múcura de agua con una nube que flotaba sobre el cerro
de MEEKOLOU, y luego se encaminó a casa, donde su familia ansiosa le
aguardaba.
JUYÁ era pródigo como su propio nombre; y así distribuyó entre sus
vecinos los UCHÍI, parte de su NAINÑA. Es decir, de su agua.
Aquella agua duró todo el verano. Y con ella regó parte de su sembrado
hasta la llegada del invierno. Para aquel entonces, las lluvias del invierno
eran distribuidas por ALA’ALA cada seis lunas.
158 Ramón Paz Ipuana
Las cosas en el mundo cada día iban de mal en peor. Las gentes morían
de sed, los animales se extinguían, las plantas se secaban, y en la tierra sólo
imperaba la desolación y el hambre. Si las cosas continuaban en tal forma,
todo acabaría con la dictadura de ALA’ALA, dueño absoluto de la tierra
y único señor del mundo.
Por su parte JUYÁ mandó a levantar una Gran Enramada, donde hol-
gadamente pudieran caber todos los invitados. Mandó a clavar horcones
160 Ramón Paz Ipuana
La razón por la cual los enviados iban desarmados era para evitar
sospechas por parte de ALA’ALA.
Los enviados caminaron por espacio de tres soles, hasta que llegaron
a MEEKOLOU donde vivía ALA’ALA.
Y continuó:
Y prosiguió:
–Buena es vuestra palabra; mejor aún si fuera miel para las moscas; pero
al punto me duermo escuchando vuestra labia…Id de vuelta, y decidle a
mi cuñado JUYÁ que agradezco su lisonja; pero no quiero sus regias diver-
siones, que más fácil es oír el estornudo de un mosquito, que yo asistir a
su fiesta. Dicho esto, despidió a los comisionados sin mayores protocolos.
162 Ramón Paz Ipuana
–NO puedo creer, amigo JAKAALIWA, que vos, con esa elocuencia
que te gastas, no hayas podido convencer a mi cuñado. ¿Dónde está esa
pretendida persuasión por la que tanto se os aclama? No habéis tenido el
vuelo ingenioso ni el alcance de un UTTA; la astucia de un WALÍRÚ (zorro),
ni la sagacidad de un ATPANAA (conejo). Los demás que os acompañaron
no han sido más que unos boquiabiertas que sólo saben comerse las uñas;
timoratos! que les tiembla el corazón como a pájaro azorado; que en vez de
hiel tienen todo en el hígado, que en vez de brío tienen frío en las taparas.
Después de una jornada de tres días, llegaron a presencia del Gran Jefe.
Pero ALA’ALA, que era muy dado a cortar la palabra de sus interlo-
cutores, se apresuró a decir:
–Escuchadme amigo…
–JUYÁ OS INVITA.
–No quisiera dañar con mi venablo a IRRAMA de los grandes ojos, que
de tantos honores me ha colmado. Decidme, mi cuñada hermosa: ¿De qué
otras cosas podré disfrutar en vuestra fiesta?
SIMIT, respondió:
Antología Wayuu 165
–La avidez del varón, es solazarse en las dulzuras que le brindan las
muchachas en la flor de sus edades. Considerad mi delicadeza de mujer
entregada a vuestro viril sosiego.
Entre tanto, JUYÁ recibía a sus invitados a la fiesta. Todos los personajes
con su legión de honor, y su chusma de sirvientes: las aves, los reptiles, los
insectos, los carnívoros salvajes; y todos los animales que en el principio
del mundo fueron gentes, llegaron con sus grandes comitivas para reunirse
en la gran hondonada de WALE’ECHI.
–Ya viene ALA’ALA disparando sus armas contra el viento. Todo nos
hace presentir peligro, cuando ese despiadado se emborracha y pierde sus
controles. Es capaz de hacer matanza entre nosotros.
Pero JUYÁ los convenció diciendo que todo era signo de alegría.
De este modo, todos los vientos asistieron. Menos los que moran en
los cuatro costados del mundo, menos los que vienen de arriba y los que
vienen de abajo.
–Sí!… Una delicia de maricas! Se dice que un hombre, tras haber defe-
cado su excremento creyó haber parido. Y cuando vio su mojón después
del parto, no sabía si el hijo era hembra, o era macho. Entonces yo le dije:
Si el mojón es largo, es varón, pero si es aplastado, es hembra. Ah! sí…
respondió el muy virote: es varón, es varón porque cuando estaba naciendo
me hacía cosquillas el fondillo.
UTTA y ALA’ALA, se retaron para ver cuál de los dos era más agudo
para los chistes. Pero UTTA se lo ganó en el duelo. Cuentan que UTTA
preguntó a su contrincante:
–ALA’ALA, respondió:
–Pues no. Morir encalcado sin haber pisado nunca una gallina, estando
entre gallinas, –repuso UTTA.
–TAITAITARALU!… TAITAITARALU!..
–WASIN WASIN!…
–PUICHERULÚ!… PUICHERULÚ!…
Todos los UCHÍI bebieron y bailaron: las aves, los reptiles, los insectos,
los mamíferos salvajes, etc.
Esa noche ALA’ALA acabó con la IMÉMA de todos los frutos silvestres.
Cuatro veces diez tinajas se tomó, y apenas si se sintió vivaz.
ALA’ALA pasaba los días y las noches sin dormir, con el arma apri-
sionada entre sus piernas.
SIMIT, no tuvo más remedio que recurrir a la miel de las abejas. Lle-
gada la segunda noche, ALA’ALA volvió a pedir IMEMA. Y trajéronle
un SHO’OLO de miel de TO’ORONKA, y tomósela a pecho como un
Antología Wayuu 173
Esa misma noche acabó con toda la miel de las abejas, que SIMIT le
había preparado.
JUYÁ, respondió:
–Ésta es la bebida que revive mis bríos, me dará vigor para cabalgar
esta noche bajo la luna clara, sobre potranca nueva.
Referíase a SIMIT.
ALA’ALA volvió a pedir más bebida. Y SIMIT le sirvió esta vez la más
fuerte de las bebidas fermentadas: le dio MALEEYAMA’A, miel de matajey.
–Soy poderoso, las cosas viven por mí, soy quien les doy vida. Más,
algún día venceré a todos los hijos de SAIINÑ PALÁA, el Corazón del Mar.
Me sentaré junto a nuestro abuelo ARRALIATU’U WARRATTUY, el Cielo
Resplandeciente, El Cielo Luminoso…
tierras polvorientas no dan frutos; sus lágrimas se han secado para siem-
pre. El viento quema nuestras siembras, la sed nos atormenta y el hambre
nos aflige. Mi hijita ATTIÉE, la llevaré conmigo para que desparrame su
belleza sobre los montes y sembradíos de otras partes. Es penoso trabajar
sobre estos cerros tan pelados y tan bajos, donde sólo abundan las piedras
y las tunas, donde todo es resolana y sequedad.
–Amigo: Vos que todo lo véis desde lo alto, y a cada paso vencéis la
lejanía de los espacios, ayudadme a buscar el miserable ladrón que ha
robado mis armas.
–¿Habéis visto pasar el ladrón que robó mis armas? Y los caminos
(WOPU), respondieron:
–Para nosotros no hay prófugos, los que ruedan por nuestras sendas
son iguales porque a todos servimos por igual. Los seis caminos del mun-
do tienen muchos brazos, y por cualquiera se va y por cualquiera se llega.
Además, no reparamos quién es el que pasa y el que no pasa.
La tierra contestó:
178 Ramón Paz Ipuana
–Vos que sois incansable viajero: ¿No habéis encontrado a vuestro paso
el malvado que robó mis armas?
WAYAKATANA era veloz como el brío de los mares. Y así galopó por
las llanuras abiertas; remontó las serranías, bajó las hondonadas, cruzó los
montes y vadeó los caños.
–¡Apresuremos el paso!
Cuando ALA’ALA llegó a este sitio, no quedóle más remedio que bajar de
su montura y andar a pie, para reventar los bejucos que le cerraban el paso.
Desde entonces las dantas quedaron con el hocico negro. Como ALA’ALA
no pudiera sujetarse del tremendo empellón, también cayó al MENA
amortiguando la caída con la palma de sus manos, las cuales le quedaron
negras para siempre, lo mismo que la planta de sus pies.
gieron hacia el lugar donde vivían los padres de la joven, los cuales ya no
pertenecían a este mundo.
Cuando hubieron llegado, todos los antepasados y familiares que ha-
bían muerto estaban congregados aguardando su regreso. Y cuando ellos
llegaron… Los familiares de la muchacha saludaron con efusión al flamante
cónyuge invitado. Y enseguida se dispuso que preparasen comida.
Los amantes colgaron sus chinchorros, y se ofrecieron las caricias. Pero
en aquel instante la muchacha se levantó y dijo:
–Aguardadme unos momentos mientras hago mis necesidades inme-
diatas…
Entonces ella, avanzando algunos pasos desapareció en las sombras
para no volver.
Y al amanecer, ULÉPALA se vio que estaba tendido en medio de las
tinajas de un viejo cementerio.
Fue tan grande su tristeza y su amargura, que en el acto quiso morir. Mas
él no se alejó del cementerio, sino que permaneció llorando y pensando en
la desaparición de su dulce amada. Allí trascurrió un día y una noche. Otro
día y otra noche. Mas a la tercera noche los espíritus de los antepasados y
parientes de su novia que vivían en JEPÍRA, vinieron en gran tumulto e
hiciéronle compañía y le confortaron.
A la mañana siguiente, los espíritus de ultratumba volvieron a sus cuevas
y dijeron a la joven uno a uno, primero hablaron los hermanos ya difuntos:
–Hermana, ¿por qué hacéis sufrir tanto a nuestro cuñado? ¿Por qué no
le confortáis el ánimo haciéndole compañía? ¡Pobre cuñado! Lo hemos visto
llorar amargamente sin que a su espíritu se avenga un mínimo consuelo.
Luego hablaron sus tíos:
–¿Os place ver sufrir a nuestro yerno? ¿Por qué no le prodigáis los
amores que merece?
Después hablaron sus abuelas:
–Nieta, andad y consolad a vuestro marido. Recordad con qué amor
os espera.
Después que todos los espíritus hubieron hablado, ella sintió tristeza
en su corazón y se dispuso a hacerlo venir a sus mansiones.
ULÉPALA lloraba y lloraba, apoyado sobre una botijuela, cuando de
pronto… vio venir a lo lejos una figura de mujer montada sobre un asno
profusamente enjaezado y con todos los atuendos de una mujer rica.
El joven, algo confuso, enjugó sus lágrimas y pensó sí se trataría de su
bella mujer. Mas la distancia aun hacía irreconocible a la persona, hasta
que ya un poco más cerca, vio con sorpresa que sí era su mujer.
Cuando la dama se detuvo y se apeó de la montura, él, ansioso y con-
tento, corrió y la estrechó en sus brazos, exclamando:
186 Ramón Paz Ipuana
–¡Amada mía! ¡Amor mío! ¡Has vuelto! Qué dulce momento para mi
corazón y mi alma transida de penas.
Y en el acto: la besó, la apretó y la sintió. Y así creyó darse cuenta que su
dulce amada no estaba muerta, sino viva. Que no era espíritu, ni espectro
ni fantasma vaporoso, sino aliento perfumado de carne y hueso.
Y ella, zafando sus provisiones de la enjalma, dijo:
–Amado mío, aquí os traigo UUJOLÜ y algunas presas de carne, para
que bebáis y comáis. Tal vez habéis creído que vengo del trasmundo donde
vagan las sombras olvidadas. No, Amor mío. Sólo me ausenté unos mo-
mentos a ver mis predios, y a darme cuenta de mis padres, quienes desde
hace tantos días también deseaban verme. Pero ya no os preocupéis. Aquí
estoy de nuevo a vuestro lado. Compartiré con vos las alegrías que siempre
hemos compartido. Estos serán nuestros momentos más felices. Desde ahora
me dedicaré a borrar vuestras penas y a colmar de alegrías vuestra vida.
ULÉPALA, al escuchar aquellas palabras tan dulces, se sintió arrebatado,
y estrechó y besó más a su amada:
–Amor mío, siempre os pensaba. Pero ahora os sirvo. Estoy consagrado
a vos y os adoro. Viviremos felices en mi tierra y tendremos numerosa prole.
Cuando ULÉPALA decía esto, la joven recién llegada, replicó:
–Amado mío, lamento pediros que aquí sobre este suelo no me consa-
gréis vuestro amor. Si en verdad me amáis, aceptad mis requerimientos. Os
he venido a buscar para que estéis a mi lado en la tierra de mis padres. Allí
seréis feliz junto a mí como yo puedo serlo en esta misma tierra junto a vos.
ULÉPALA, dado el amor tan grande que sentía por su amada, aceptó. Y
juntos aquella noche se fueron a pernoctar a casa de sus propios familiares.
Cuando llegaron a la casa de ULÉPALA, toda la familia de éste sintió
alegría, y hubo fiesta en honor a su retorno aquella noche. Luego la joven
colgó su chinchorro en sitio aparte para disfrutar las delicias del amor.
Entonces, cuando ambos estaban juntos y entrelazados cuerpo a cuerpo,
él la propuso para que copulara, pero ella se negó diciendo:
–Amado mío, podéis hacer conmigo todas las caricias deseadas, pero
no puedo entregaros mi cuerpo para la cópula. No, eso no. Me niego por
el momento. Esperad a que lleguemos al lugar convenido. Por ahora, para
abreviar nuestra ida, disponed que sacrifiquen un cabrito de dos meses, que
hagan de él un TULÚJASHI para que nos sirva de avío en nuestro viaje.
Haced que ello se prepare esta misma noche, en cuanto que prontamente
y antes de la madrugada nos habremos de marchar.
ULÉPALA, acatando las palabras de su amada, mandó a sacrificar el
cabrito. Y ya dispuesto, hizo aprovisionarse de UUJOLÜ, leche cuajada y
demás vituallas requeridas para un largo viaje. A la media noche, cuando
Antología Wayuu 187
Andando por aquellas soledades sin saber qué hacer, vio de pronto
sobre la arena un tropel de innumerables huellas como de ganado en pie
que trashumaba de Sur a Norte.
Aquella pista, enfilada en una misma dirección, indújole a pensar que
algo de vida rastreaba por aquellas soledades, y se dijo:
–Quisiera la fortuna que estas huellas de ganado me conduzcan hacia
un lugar insospechado. No importa la distancia que tenga que vencer. Las
seguiré sin descanso hasta encontrar su punto de llegada.
Y siguió tras la pista del rebaño enorme.
Andando y andando, llegó al atardecer hasta un lugar misterioso, de
verdes pastizales y de fresco ambiente. Un aire de frescura perfumaba la
campiña. Los nublados eran perennes. Había llegado sin saberlo a las tie-
Antología Wayuu 191
rras donde JUYÁ solía veranear. Allí en los alrededores había manantiales,
arboledas, corrales, vallados y un sinfín de cosas que hacían pensar en la
presencia de un riquísimo estanciero.
Pero lo más curioso era que todo tenía un aspecto descomunal ante sus
ojos. Cuando tales cosas observaba, he aquí que los moradores de aquel
lugar se sorprendieron al ver la figura extraña del recién llegado, que se
paseaba por las talanqueras observando el ganado. Y se dijeron sorprendidos:
–¿Qué? ¿Qué ven nuestros ojos? Jamás hemos visto esa figura extraña.
Y… corrieron alarmados, y… participaron a JUYÁ:
–Padre, nuestros ojos han visto algo raro en las talanqueras de vuestros
corrales. Un bicho raro se pasea de un lado a otro sin que podamos saber
de qué se trata.
Entonces, JUYÁ, personalmente se dirigió hacia las talanqueras, y vio
con sorpresa que se trataba de un hombre. Aproximándose al desconocido
le inquirió:
–¿Quién sois vos, que sin permiso mío os habéis atrevido a trasponer
vuestras plantas sobre mis dominios? Contestad: ¿De dónde sois, de dónde
venís y qué buscáis?
ULÉPALA, todo tembloroso y con grande miedo respondió:
–Perdonadme Señor, que haya venido a tus dominios sin saber el riesgo
a que me expongo. Yo vengo de lejos. He olvidado mis vivencias anteriores.
No tengo conexión con mi pasado y estoy como sustraído de toda realidad.
Sólo sé que vengo desde muy lejos, sin saber hacia dónde voy. Cuando me
hube extraviado en el desierto, vi de pronto las huellas de vuestro rebaño
y siguiéndolas me dije: “Hacia un lugar me han de conducir estas huellas
de ganado, las seguiré”. Por eso, Señor, no ha sido otra cosa mi intención,
sino la de querer sobrevivir al infortunio que amarga mi suerte. Os supli-
co Señor, por la memoria de mis padres, que tengáis piedad de mí. Hace
poco fui engañado por una mujer a quien yo amo y la infeliz me ha hecho
padecer los peores sufrimientos dejándome abandonado en el desierto.
Entonces, JUYÁ, suavizando su gesto, respondió:
–No debiste aceptar los requerimientos viles de aquella mujer infortu-
nada cuya larga espera hizo madurar en vos aquel deseo insatisfecho. Pero
no importa, olvidad sus pasos, su rostro, sus palabras y todos sus actos,
porque desde ahora seréis mi huésped.
Dicho aquello, JUYÁ llevó al joven hasta una enorme enramada.
Y las criadas de JUYÁ trajéronle un banco de madera para que se sentara.
Pero qué sorpresa la de ULÉPALA, tan pronto se fue a sentar en el banco,
éste se transformó en un enorme jabalí furioso. El joven, sorprendido ante
aquel percance saltó intempestivamente del lomo del jabalí. Mas JUYÁ se
reía –NIMI’I JA AKACHI –Jugaba con él.
192 Ramón Paz Ipuana
–Hijo Mío, quiero que me busquéis en el monte una buena presa. Hoy
deseo comer venado. Andad al monte más cercano, y allí los veréis en sus
aguajes.
Dicho aquello, ULÉPALA tomó sus flechas y partió hacia el lugar in-
dicado. Mas en el paraje no habían venados, sino un grupo de jóvenes con
TOLOMAS y empenachados casquetes en sus cabezas. Los jóvenes eran
inquietos, listos y muy nerviosos. Sus movimientos eran ágiles, y muy
recelosos al andar. Caminaban con elegancia.
Cuando ULÉPALA se acercó a ellos, les exigió que le indicara el camino
que debía seguir para obtener una buena cacería de venados.
Los jóvenes, con mucha suspicacia eludieron aquella pregunta y no
dieron ninguna información.
ULÉPALA, ante aquella indiferencia, regresó a casa, y dijo a JUYÁ:
–Padre, No conseguí los venados. Recorrí sus comederos, velé los ses-
teaderos, aceché en sus aguajes, pero todo fue inútil. Sólo vi unos jóvenes
elegantes que parecían chancearse, mas cuando me vieron se llenaron
de sospechas y nada me informaron sobre los lugares que frecuentan los
venados. Por eso he vuelto.
Entonces JUYÁ, díjole con ironía:
–Sois tan hábil e ingenioso, que habéis cumplido perfectamente mis
palabras. Sois un joven sorprendente tal como esos que habéis visto. Inclu-
sive, tenéis un corazón tan frágil, que un acto de bondad tan desmedido es
siempre agradecido por vuestra panza. ¡Vaya una candidez! Andad, id de
nuevo, emplead el SIWA’ARRAI y flechad al joven más hermoso del grupo.
Mas, cuando hayáis hecho esto veréis con sorpresa que habéis muerto al
venado más hermoso de la manada.
Dicho aquello, ULÉPALA, sin perder tiempo, templó el arco y disparó
la flecha que atravesó en el acto el corazón del joven. Y… cuando se des-
plomó sin vida se trasformó en venado, al igual que todos los del grupo
quienes se desparramaron a toda carrera por los montes.
Desde entonces fueron los venados y matacanes, animales silvestres
de cacería.
Concluido aquel trabajo, desde entonces ULÉPALA comenzó a inter-
pretar los difíciles mandatos de JUYÁ cuyas órdenes confusas envolvían
siempre complicadas paradojas, para probar el ingenio y la audacia de su
protegido. Y así, cuando mandábalo JUYÁ de cacería, ya sabía a qué ate-
nerse. No vacilaba, y de seguidas disparaba su flecha sin la menor lástima
en su pecho. Y aprendió a cazar perdices, palomas, codornices, guachara-
cas, paujíes, jabalíes, báquiros, cachicamos, cuáqueros y picures, que para
entonces parecían personas a su vista; pero que al ser flechadas enseguida
se transformaban en animales de cacería.
198 Ramón Paz Ipuana
Aprendió a lidiar las caballerías: enlazar, domar, jinetear. Supo los oficios
de arrear y pastorear. Aprendió a tejer sogas de cuero crudo, de cerdas,
de fibras. A confeccionar bozales, jáquimas, sillas de montar. Aprendió a
cantar JAYEECHIS, a tocar instrumentos musicales. Aprendió a cultivar las
plantas y a recolectar la miel silvestre. En su ánimo se operó un profundo
cambio de conducta: fue alegre, vivaz, emprendedor y bondadoso. Y JUYÁ
sentíase feliz con su huésped; y le brindó confianza y le adoptó como hijo.
Todas las tardes, ULÉPALA cantaba sobre las colinas calvas los JA-
YEECHIS de su numen. Siempre oíanlo desgranar en la TROMPA sonidos
armoniosos que hablaban de amores y recuerdos.
Un día, cuando la calma imperaba en toda su extensión, vio en los
horizontes del Nordeste una tenue polvareda que se desplazaba veloz
como un travieso torbellino (remolino). La pequeña polvareda, a medida
que avanzaba iba creciendo como grandes tolvaneras sobre la superficie
yerma del desierto. Y venía veloz, las arenas se arremolinaban batidas por
un viento vertiginoso y tenaz. Todas las cosas tuvieron que afianzarse para
no ser voladas al paso de aquel incontrolable viento. Pero a medida que
se acercaba la nubosa polvareda, vio ULÉPALA con asombro que eran los
pasos de un fogoso corcel cuyo jinete era todo un Gran Señor.
El caballo que montaba era hermoso y blanco. Sus bridas eran relucientes
como el oro, en la montura de nácar parecían converger todos los colores
del espectro luminoso. Y JUYÁ, ante aquella intempestiva llegada, dejó su
reposo y salió a recibir al recién llegado.
–¡Ah!... mi cuñado, ¿habéis llegado?
–¡Si! –Respondió el hombre.
Y… tras una pausa…
–¿Qué nuevas me traéis cuñado? Me admira el veros por mis predios en
alegres correrías, cosa que muy poco hacéis a menos que algo importante
os lo impulse.
–Es cierto, cuñado. He venido a celebrar los días que alegran el cora-
zón de mis súbditos allá en la tierra. Pero como no he tenido con quién
celebrar mis alegrías, vengo para que vos, mi cuñado, me acompañéis a
libar unos tragos.
Y diciendo esto: sacó una calabaza que contenía ron y se la entregó a
JUYÁ para que escanciara.
Entonces JUYÁ comenzó a beber con su cuñado, quien era nada menos
que MALEIWA, el Gran Señor de los Señores, padre de los cielos y la tierra.
Los dos genios se chanceaban con soltura, delicadeza y tino. Y… Estan-
do en lo más álgido de las conversaciones, he aquí que ULÉPALA después
de tocar su TALIRAY bajó de las colinas con rumbo a su aposento. Pero en
Antología Wayuu 199
vuestro hijo. Pero como formador de todos los principios admirables, debo
ser justo y magnánimo. Pero en vos, no reconozco esa virtud; en cuanto
lanzáis amenazas infundadas contra mí, como el de poner en peligro
nuestro afecto. Cuñado: no declino mi proposición. Quiero a ese joven. Su
presencia ha despertado en mí una fruición tan grande, que sería capaz
de todo por llevármelo.
Y contestole JUYÁ:
–Si vuestro propósito inmediato fue beber conmigo: ¿Por qué ahora
se os antoja pedir a mi hijo, como si se tratase de una muchacha a quien
se la pide en casamiento?
Y al oír aquello, MALEIWA se vino abajo tras una explosiva carcajada.
ULÉPALA observaba los movimientos de aquellos inmortales perso-
najes, sin entender nada de lo que hablaban. ULÉPALA se mostraba sor-
prendido, y admiraba los gestos varoniles de aquel misterioso personaje.
Y cuando hubieron departido largo rato: MALEIWA dijo a JUYÁ:
–Cuñado, venid conmigo a mi casa para obsequiaros un banquete
como desagravio a mis palabras. Deseo olvidar mi propuesta. No quiero
ver vuestro ánimo sumido en profundas aflicciones. Quiero tomar con vos,
cuñado. Venid.
Entonces JUYÁ, complacido ante aquellas palabras, mandó a ensillar
su mejor mula, y se marchó con MALEIWA hacia un lugar desconocido
y lejano.
Y cuando hubieron llegado a los dominios de MALEIWA, éste mandó
a preparar un rico banquete. Mandó a extraer aguardiente de los frutos
silvestres. Hizo que colgaran los mejores chinchorros. Hizo invitar a las
más exquisitas majayuras y a los más renombrados tocadores, bailadores,
cantadores y cuentistas, para que amenizaran la fiesta en honor a JUYÁ.
Mientras tanto, ULÉPALA estaba en casa, inocente de todo cuanto se
tramaba en pos de su persona. Y… Cantaba feliz, cuando de improviso se
llegó hasta él una vieja que le dijo:
–Qué lástima me da oír los cantares de un joven tan bueno como vos
y que pronto ya no volveremos a ver entre nosotros…
–¿Cómo es eso? –inquirió ULÉPALA sorprendido.
–Sí, hijo mío. Nada sabéis de todas las cosas que se tejen en torno a
vuestra vida. Tristezas tengo al presentir que tendréis un fin funesto. Aquel
personaje que ayer pasó por aquí, os quiere comer en un opíparo banquete.
Más JUYÁ se resiste. Él no quiere entregaros a ese cruento sacrificio. El
personaje, por lo visto, es poderoso y habita en otras tierras. Pues bien,
esa es vuestra suerte hijo mío. Ese personaje os quiere comer, por eso, os
he alertado para que toméis las precauciones debidas, no sea que a fuerza
de razones insistentes, JUYAÁ se convenza y os entregue.
Antología Wayuu 201
Y así recorrimos las profundidades del mar, y así pasamos por las tinieblas
de arriba, y así pasamos por las gargantas de la tierra, hasta que por fin
llegamos a la superficie de los campos.
Y cuando la vieja me quitó la venda que cubría mis ojos, vi con sorpresa
que me encontraba en mi propia tierra de donde antes había partido.
Y me dijo la vieja antes de volverse:
–Hijo mío, sabed que os he salvado, sin saber el castigo que me espera.
Pero eso será imposible si vos mismo no me delatáis. Oíd bien: guardad mi
secreto, no digáis a nadie de dónde habéis venido y dónde habéis estado
en los días anteriores. Procurad que transcurran dos ciclos invernales, para
que reveléis los percances de vuestra vida, mientras estuvisteis ausente. Si
antes de esta fecha indicada cometéis la imprudencia de contar vuestra his-
toria, os perderéis para siempre. Obrad con tino. Sed prudente en vuestras
actuaciones y expresiones. No cometáis ninguna indiscreción aun cuando
la insistencia os halague con provocativas tentaciones.
Y yo respondí:
–Está bien, abuela. Os guardaré el secreto en lo más profundo de mi
alma…
Y terminando de pronunciar estas palabras, ULÉPALA cayó de muerte
herido de un certero flechazo en la garganta, que le disparó MALEIWA.
La misma suerte corrió su amigo y la mujer de su amigo, quienes vo-
mitaron sangre, y murieron en el acto.
Más, cuando MALEIWA, cargó con el cuerpo inerte de ULÉPALA, he
aquí que se le apareció JUYÁ, y le dijo:
–¡Oh! Cuñado, si habéis muerto a mi hijo, os suplico que me déis su co-
razón para conservarlo en mi poder. Así me ahorráis de grandes amarguras
y de no poca hostilidad hacia vos. Entonces MALEIWA, cuando extrajo el
cálido corazón de ULÉPALA, éste se transformó en un hermoso cardenal
que trepó de rama en rama anunciando con su canto y su presencia la
proximidad de las lluvias.
Desde entonces los guajiros dicen que, ISHO el cardenal es hijo de
JUYÁ, que siempre anuncia su llegada en los días invernales.
…AKA ULÉPALA NÜKETTALEJE’E SKALIA TÜ SUMAKAT ALALAÜ
LAAKAT NUMÜIN SPÜLA NÜKTÜJAIN NUKUWA’AIPA, NAPOISHIJE
AMULOULIN NUÜUMA MALEIWA.
…Si ULÉPALA hubiese cumplido con el tiempo que le asignó la vieja
para contar su historia, MALEIWA nunca le hubiera dado muerte.
Pero así tenía que suceder.
La leyenda de Waleker1
Cuentan los viejos guajiros, que un día de primavera cuando los pájaros
cantaron de alegría anunciando las primeras lluvias; cuando los suspiros
florecieron y se llenaron de perfume los caminos, un joven salió de cacería
por los montes del ISÁSHII, donde sólo impera la soledad y el miedo:
Aquel joven era un cazador valiente, como esos que llevan en el pulso
la prueba de su valor y en el cuerpo las huellas de sus heridas.
Dicen los ancianos que cuando aquel joven nació, una estrella se des-
prendió del cielo e iluminó la noche. Y los augures vaticinaron al recién
nacido grandes sorpresas en su vida.
1
Versión suministrada por Josefina Conzales Ipuana, natural de Jarara,. Guajira Central.
208 Ramón Paz Ipuana
Al dar un paso más, volvió a sentir la tierna vocecita. Esta vez, aguzó
el oído, contuvo la respiración, acomodó la flecha sobre el arco y esperó
que se repitiera el extraño rumor.
Muchas cosas pensó el joven en aquel instante: creyó que fuesen las
ramas del boscaje rozándose entre sí. Y hasta pensó que fuese un WANU-
LUU en forma de pájaro que trataba de asustarlo.
–No véis que estoy jugando con mis amigas. –Respondió. El joven,
entonces la abrumó de preguntas:
Ella decía:
–No temáis, señor, que mis amiguitas no os harán daño, ellas son muy
bondadosas y tan pronto caliente el sol se irán a sus casitas.
El joven respondió:
–No sé quién sois. Tan pronto creo que sois una criatura de verdad,
como un WANULUU en forma humana.
–No. No soy WANULUU; soy tan humana como vos, y prueba de ello
es que, si dudáis de mí, llevadme y dejadme donde os mejor parezca. Yo
soy una triste huérfana que no tengo familia. A mi madrecita la devoró
un KALAIRA y mis hermanitas perecieron todas. Yo siento el temor de la
soledad porque nadie se conduele de mí. Éstas, mis amigas me acompañan
en el día, mientras que en las noches, el frío aliento de los bosques llena
de lágrimas mis ojos.
IRUNÚU (Estrella que cae), se llamaba el joven, así lo pusieron los au-
gures por haber nacido la noche en que una estrella se desprendió del cielo.
IRUNÚU era el único varón, era el sostén de la casa, vivía con sus tres
hermanas, a quienes cuidaba y defendía.
Aquel día le dieron de comer las sobras en una concha de icotea. Pasó la
tarde, vino la noche, pero su protector no llegaba de sus largas incursiones.
Luego dirigiéndose a sus hermanas que lo miraban con desdén, les dijo:
–Hermano, cumplimos todo cuanto nos dijisteis; pero esa niña es una
descuidada. Sólo gusta revolcarse en el suelo y jugar con arena y con hor-
migas. Ayer rompió vuestra IITA con sus pies y de rabia no comió. Anoche
ensució vuestro chinchorro de excrementos y a escondidas lo quemó. Cuando
nos levantamos, la encontramos durmiendo en las cenizas; la bañamos en
el acto, le cambiamos el traje, y después se revolcó en la arena mofándose
de nosotras. Volvemos a deciros que es incorregible.
–Hija mía, ¿Por qué lo habéis hecho? Portaos bien con vuestras tías.
Aquel día no le dieron comida sino huesos para que royera, y el lavado
de las ollas para que bebiera.
La doncella llevose los dedos a la boca y sacó del cerco de sus dientes
un hilo tan fino y centelleante que parecía una hebra de luz. Con aquel
hilo trazó la vaporosa urdimbre y con hábiles manos comenzó a enhebrar
las tramas de su tejido.
Las mujeres, sorprendidas de ver aquel tejido tan extraño, con visos
de serpientes enrolladas, no se atrevieron tocarlo por temor que fuese un
WANULUU. Pero la curiosidad venció al temor.
–¿A qué viene que mi niña tenga los pies hinchados, las manos aveji-
gadas y el cuerpo enflaquecido? ¿No la bañasteis, no le disteis de comer?
¿La habéis torturado acaso? Piojosa, enflaquecida, mugrienta, la encuentro
como siempre.
–Hermano, ayer tejimos para vos este chinchorro, como prueba del
afecto que os tenemos. Toda la noche trabajamos para tenerlo listo y podáis
descansar en él, después de vuestras largas caminatas.
Así hablaron las impostoras haciendo creer que ellas habían tejido
aquel chinchorro.
–No se nos tranquilizará el ánimo hasta no ver con nuestros ojos quién
hizo ese chinchorro, quién lo trajo y cómo vino. Esta noche velaremos juntas.
–No, –repuso la que primero habló. –La lumbre ahuyentará las cosas
y no podremos ver nada a sus reflejos. Es preciso estar en silencio y en
completa oscuridad.
Cuando las formas de las cosas desaparecieron en las sombras, las muje-
res se juntaron a velar. A WOKOLOONAT la mandaron a dormir temprano.
Hizo una manta color de cielo con encajes de filigrana (AANALÁA), una
ruana de felpa, un SHE’BE enlistado de tintes espectrales, una faja ancha de
KANÁS de diferentes tonos y decorada con líneas zigzagueantes (SI’IRA),
un amplio cinturón de figuras geométricas, armoniosamente acabadas en
borlas multicolores. (ATULUUSHI SUMAA SALIÜU), un lienzo satinado
llamado AICHÉE (guayuco), una bolsita rojinegra terminada en borla uni-
color, para usarla como bolsillo en la parte lateral del muslo (WO’LUÚ),
un pañolón, un gorro a manera de bonete con topes de MOLONO, un
TOLOOMA profuso.
Ellas decían:
–No podemos saber cómo pudo ocurrir todo esto sin darnos cuenta.
Todo fue culpa del sueño que nubló nuestros ojos. Pero no importa, la
próxima noche volveremos a velar para descubrir el misterio.
–Siempre diremos a nuestro hermano que todas estas prendas las teji-
mos para él, y se llenará de gozo.
218 Ramón Paz Ipuana
–Soñé que había ido a JEPIRA, caminando sobre una vara tendida a
través del mar agitado. Cuando llegué, los espíritus reconocieron en mi
olor que yo había profanado sus dominios sin antes haber pasado por la
muerte; luego me encerraron en una cueva para que no envenenara con
mi hedor los antros del JEPIRA.
La otra, dijo:
–Yo, –dijo la tercera, volaba y volaba en las tinieblas, cuando una luz
me encegueció los ojos.
Otro motivo para sus juegos inocentes fue el agua de las lluvias retenida
en los caminos, encharcada en los pozones.
–¿Qué hacéis aquí, mi niñita cara sucia? ¿Por qué habéis venido a jugar
tan lejos de nuestra casa?
–He aquí la nueva indumentaria que tejimos para vos, hermano. Son
trajes que merece lucir un hombre rico. He aquí vuestra manta color de
añil, la cobija, la ruana, el SHE’BE, el AICHÉE, el cinturón, el bonete, el
TOLOOMA y demás cosas. Sois el hombre más afortunado de cuantos
hay; por tener hermanas laboriosas. Ninguna mujer hará lo que nosotras
hacemos para vos. –IRUNÚU aceptó complacido aquellos regalos sorpren-
dentes, después de un titubeo en el cual creyó que aún estaba soñando.
Pero todo pasó cuando se midió los trajes que lo hacían el más imponente
de los hombres.
–¿Cómo pueden mis hermanas hacer un tejido sin HUSO, sin telar,
sin algodón, sin hilos y sin agujas? No veo en este rancho instrumentos de
tejer. ¿Cómo pueden trabajar de noche sin que el sueño las agote? ¿Cómo
220 Ramón Paz Ipuana
pueden tejer sin lumbre, sin claridad de luna? ¿Cómo pueden saber un arte
sin norma, sin principio ni destreza? No comprendo, mis hermanas: o son
un prodigio, o unas impostoras que pretenden engañarme. Esta tarde no
iré a mi acostumbrada cacería. Simularé mi partida, y me esconderé en el
monte hasta que llegue la noche. Tengo que saber cuál es el misterio que
las anima, cuál es el afán que las impulsa.
Entre tanto, cada una de las tres mujeres cavilaban para dar con el
secreto de los tejidos que supuestamente habían elaborado.
–Tengo un plan que no falla –dijo una. Esta noche me acostaré con un
brazo tendido fuera del chinchorro, ataré de mi muñeca una piedra que
sostendré en la mano, y tan pronto empiece a dormitar la piedra caerá y
enseguida despertaré.
La otra dijo:
La tercera dijo:
–Yo estaré sentada todo el tiempo. Ataré mis cabellos con un cordel
desde una vara de la enramada; tan pronto empiece a cabecear despertaré
con el brusco jalonazo que me dé.
UYAALIWA era un anciano que tenía los ojos tan chiquitos que pa-
recían dos pulguitas; por esta razón siempre andaba cabizbajo. Y tal vez,
Antología Wayuu 221
Y continuó diciendo:
Esto dijo IRUNÚU a sus hermanas, fingiendo ir más allá de los sitios
que siempre frecuentaba.
–Lo que nuestro hermano espera de esa cara de boñinga, es que sea
señorita para hacerla su mujer. No es otra cosa las caricias que le da y las
ternezas que le prodiga. Ahora quiere que se la cuidemos. Sin duda; nuestro
hermano está loco.
Poco a poco del fondo de las sombras fue emergiendo una figura blan-
quecina como la de un fantasma. Aquella figura vaporosa fue iluminando
el recinto hasta que todo quedó completamente claro.
Sus ojos brillaban como dos luceros. Eran bellos, como dos paraparas
encendidas sobre el fondo de una blanca nube. Su cabellera undosa caía
sobre la espalda como una cascada de azabache. Sus labios purpurinos,
su tez de leche y sus vestiduras blancas le daban un aspecto imponente.
Así tejió la doncella con hábil maestría los más hermosos encajes, los
más finos bordados, los más preciosos caireles, los más variados tejidos
hasta entonces desconocidos por los WAYÚU.
Y continuó:
–La culpa fue del vejete que nos engañó con sus flores malolientes.
Ahora nos hiede la boca a orines de mapurite.
A poco llegaron las otras, con los presentes que supuestamente habían
tejido aquella noche.
Las hermanas no pudieron curarse del mal aliento y del sudor a chinche
que transpiraban.
Y decían ellas:
–Hemos venido para que nos acompañéis esta noche. Nuestro herma-
no se halla ausente y tenemos miedo de dormir solas. Estas noches algo
extraño ronda nuestra casa y tememos que sean los YOLUJAA. Llevado
consigo vuestro huso y todo el algodón que podáis hilar; agradeceremos
altamente vuestra compañía, abuelita.
No había sido otra cosa el sueño que habían tenido; habitarían en los
sitios más lúgubres de JEPIRA, vivirían en las cuevas más hediondas, se
alimentarían de sangre como sus parientes los vampiros y estarían conde-
nadas a vivir colgadas de sus pies en medio de la oscuridad.
230 Ramón Paz Ipuana
Entre tanto, IRUNÚU, creía realmente que había llegado al velorio del
amigo muerto; pero estaba en la MANSION DE LOS ESPIRITUS (SUU-
MAIN YOLUJÁA).
Allí estaban presentes todas las enfermedades y las pestes que ceñudas
lo miraban.
Y continuó:
–Tejí para vos todos los ornamentos de que os preciáis ahora, pero
vos no cumplisteis vuestra palabra de guardar el secreto de mi vida; os
lo habéis revelado a los malos Espíritus que habitan en JEPIRA. Os digo:
vos estáis tocado por los Malos Espíritus y habéis hecho un pacto con ellos
para entregarme dentro de dos noches. Pero desde ahora me perderéis para
siempre, así como habéis perdido a vuestras hermanas, que por su maldad
han sido convertidas en murciélagos.
232 Ramón Paz Ipuana
WALEKER lloró porque sentía afecto hacia aquel joven que tanto amaba.
IRUNÚU la acarició con sus ojos y el fuego del amor le quemó su corazón.
IRUNÚU la persiguió.
La noche agonizaba tras la augusta claridad del alba que precede las
mañanas.
Cada vez, las voces de IRUNÚU se hacían más débiles y más apagadas.
Lloraba inconsolablemente. Sus lágrimas enceguecieron sus ojos.
IRUNÚU, tras ella casi desfallecía. De pronto la vio que trepaba sobre
un árbol. Y sin perder tiempo subió por ella.
Antología Wayuu 233
Un día mandó a sembrar tanto maíz que casi era imposible calcular
su inmensidad.
–Este año pasaremos un verano sin hambrunas, puesto que las cosechas
están muy buenas.
1
La narración de este cuento fue en WAITAPA’A. Región de la BAJA Guajira. SIBOTTA es un
anciano honorable de ese poblado. Pertenece a la Tribu SAPUANA y es padre Nominal del
Compilador. El anciano no habla castellano ni tampoco lo entiende. No tiene contacto con
personas civilizadas.
236 Ramón Paz Ipuana
Y repitió:
–Esta mazorca, de una cuarta de largo (medida desde la punta del dedo
gordo a la punta del meñique) por una anillada de grueso, contiene una
hilera de cinco veces diez granos cada una. De suerte que, si la anillada
tiene diez hileras la mazorca contiene un total de QUINIENTOS granos.
Es decir, esta misma mazorca desgranada, molida y aumentada con agua
da un rendimiento de media caldera de mazamorra. Mas la mazamorra
espesa añadiéndole CINCO totumas de agua; rendiría el doble y se obten-
dría una botisjuela de UUJOLU’ de CUATRO veces DIEZ totumas. Ahora,
si el contenido de una totuma es de VEINTE sorbos, alcanzaría para tomar
OCHOCIENTOS sorbos en DIEZ días, a razón de CUATRO totumas diarias
distribuidas así:
–Joven, vos tenéis un corazón de piedra. ¿Cómo podéis sentiros tan feliz
en medio de estas aflixiones que estamos padeciendo? Tenemos: miseria,
hambre, calamidad…
Y ellos callaban…
–¡Piedad, Señora! Piedad por nuestras vidas. Fue ATPANAA quien nos
autorizó Señora, él nos obligó a comer.
–Amigo nuestro, esa bruja nos está acabando. Gran parte de nuestra
gente está impedida. ¿Qué podemos hacer para contener este grosero ensa-
ñamiento contra nosotros? Momento vendrá en que habrá de liquidarnos
a todos, incluso a vos.
–¡Ah!… ¿Con que eso dijo…? Ya verá la muy sinvergüenza cómo se capa
un conejo. Pero antes… Aprovechad, comed bastante maíz, asad mazorcas,
haced sancochos, habilitad todas vuestras ollas, colmad vuestras choilas.
Que ya la decisión está tomada y la guerra declarada. Mañana volveré
temprano y nos enfrentaremos a Ella.
tentas dentro de aquel recipiente. Y así recolectó cien veces cien avispas
INSHEINSET.
Os vengo a invitar para que vayáis conmigo a unas fiestas en las cuales
habrá alegres diversiones.
Y llegada la mañana, LIJONTA vio que sus maizales habían sido des-
trozados. Y sacando su machete, llena de furia gritó:
Desde entonces LIJONTA nunca más volvió por las tierra guajiras.
Pero MALEIWA, que poco antes había oído los gritos de LIJONTA al ser
atacada por las avispas, descorrió las cortinas del horizonte, y vio que los
WAYÚU celebraban su triunfo repartiéndose el maíz que antes cuidaban.
246 Ramón Paz Ipuana
Por otra parte, ATPANAA quedó sin cola, cuando estuvo a punto de
ser vencido por LIJONTA.
Según dicen, había una vez un hombre rico. Había estado bebiendo
en una casa ajena, algo distante de la suya como hacia allá.2 Se dirigió a
su casa en medio de la borrachera e iba a caballo. Pues bien, le anocheció
al hombre por el camino y cabeceaba encima de su cabalgadura. Se bajó
después y se echó a dormir en la orilla del camino.
1
Miguel Ángel Jusayú publicó sus colecciones de cuentos en formato bilingüe wayuunaiki-
español. Aquí sólo incluimos la versión en español. Ver bibliografía. Jusayú usa “waiú” en
lugar de “wayuu”.
2
Miguel Ángel Jusayú, a diferencia de Ramón Paz Ipuana, opta por una reproducción
más directa del discurso oral. El lector deberá tener esto en cuenta ante las repeticiones e
indicaciones propias de la oralidad. Nota del editor. Las siguientes notas al pie de página son
del autor.
3
Manta en las mujeres es la conocida batola; en los hombres es un paño largo y ancho que se
ciñen en varias vueltas los guajiros ricos entre la cintura y las rodillas.
4
Epe’yüi es una especie de pantera o tigre que en el relato toma un aire antropomórfico. Esta
pantera aparece siempre como envidiosa de los hombres afortunados y de las mujeres bellas.
248 Miguel Ángel Jusayú
Pues bien, como no era nada lento el caballo, al fin de hombre rico,
apenas le amagaba el epe’yüi galopaba velozmente hacia el occidente. “Tüt,
tüt, tüt” –sonaban los pasos del caballo.
5
A partir de aquí en el texto guajiro el epe’yüi va en femenino, como algo más vago e
indeterminado.
Antología Wayuu 249
Pues bien, por otra parte, seguramente por allá se iba acercando mucha
gente armada. Se habían dispersado para rastrear las huellas del epe’yüi. Ya
habían encontrado de paso el vestido del borracho y su arma, y también su
silla. Pues bien, desfilaron las personas que buscaban un epe’yüi. Y lo encon-
traron en medio de una maleza muy espesa, donde entonces lo mataron.
Relato de unos esclavos que se escaparon
Según dicen, había una vez unos hombres que habían sido llevados
lejos. Los había engañado un hombre muy malo. Los sacó de su tierra a
un lugar desconocido para ellos. “Primos, vamos conmigo. Vamos a bus-
car trabajo a otra parte. Yo conozco donde nos pueden dar algún trabajo
bueno. Ustedes estarán muy bien. A la vuelta estarán gordos. Comerán lo
que les apetezca. Y además ganarán mucho dinero” –les decía él. “Sí, será
mejor que hagamos así. Nos iremos, ya que no hay otro remedio, a trabajar
porque de verdad hay mucha hambre aquí en nuestra tierra” –dijeron los
hombres. Y ellos se fueron; según cuentan, eran seis.
Ahora bien, más tarde por allá para donde los llevaron, los vendió sin
que se diesen cuenta, el que los había convidado antes. Fueron vendidos
a un hombre y él los tuvo como esclavos. Aunque trabajaban mucho, su-
frían mucho. El pago era irrisorio; no era suficiente lo que les retribuían.
Les trataban mal; les hacían trabajar siempre, no les permitían descansar
ni un momento. Si ellos sentían pereza, los azotaban como a un burro flojo
o perezoso.
Pues, bien, los hombres se alistaron sin que nadie lo advirtiese. Fueron
guardando algo para su avío, cosas como: plátano, queso, yuca, panela,
cafecito, sal y tabaco para fumar durante el viaje. Y se escaparon. Llevaron
consigo hacha, machete, tapara, y fósforos y lo que utilizarían para cocer
la comida.
acabó el avío. Estaban cansados, estaban sin fuerza, estaban muy asustados
porque ya no tenían qué comer. “Miren que nosotros no vamos a llegar
nunca. Nos moriremos de hambre aquí en medio de la maleza”– decían.
Y díganme el enfermo, ése sí estaba muy afligido. “Atiéndanme, primos,
tengan compasión de mí; ayúdenme a caminar. Cuidado con dejarme de
paso vivo. Sería preferible que me matasen, para no sufrir tanto” –decía
su palabra.
Pues bien, un día más tarde, los hombres llegaron a donde unas matas
de guáimaro cargadas de frutos que estaban además maduros. ¡Tenían ya
tantas ganas de comer! Se pusieron a recoger inmediatamente del suelo,
chupaban la cáscara, reunían las semillas para cocerlas más adelante.
Pues bien, una noche vieron brillar una luz a lo lejos. La vieron tenue
desde arriba. Se alegraron mucho de haber visto la luz. “Vamos a llegar por
fin a nuestra tierra. Apenas amanezca iremos directamente a ella” –dijeron.
Y así lo hicieron, apenas les amaneció, se bajaron y se fueron directamente
hacia donde habían visto brillar la luz.
Pues bien, algún tiempo después, llegaron los hombres cuando el sol
estaba muy abajo a donde una casa que a ellos les parecía muy buena. La
casa era grande, estaba situada en medio de unos sembrados y había una
gran enramada junto a ella. A lo mejor era casa de gente rica. Pues bien ¡qué
alegres estaban los esclavos! Se dirigieron en hilera todos a la enramada.
Finalmente se pararon debajo de ella. “Hemos tenido buena suerte. Ahora
ya sabemos que vamos a vivir” –dijeron. Pero a ellos les parecía que no
había nadie dentro de la casa. Estaba cerrada; no había huellas o rastros por
debajo de la enramada. No había ningún animal (doméstico) moviéndose
por los alrededores de la casa.
A todo esto, según dicen, la casa a la que habían llegado era precisamente
la casa de Juya’. Y la luz que habían estado viendo antes encendida, era su
luz. “¿Qué será lo que me pasa que siento un cosquilleo muy grande?” –dijo
la mujer de Juya’. Ella se encontraba en el interior de la casa con él y con
una esclava de ella. “Sal, ve a ver qué me ha provocado el cosquilleo” –le
254 Miguel Ángel Jusayú
Pues bien, luego más tarde, se sentó Juya’ en medio de ellos. A los ojos
de los hombres, el Juya’ era un hombre alto, grueso, gordo, de piel clara, y
de rostro grave. “Nietos míos, cuéntenme sus andanzas. ¿De dónde vienen?
¿Qué les ha pasado allí de dónde vienen?” –les dijo Juya’ a los hombres.
“Pues bien, nosotros venimos de allá de donde un hombre rico para el que
estábamos trabajando, pero él nos ha hecho sufrir mucho. No nos dejaba
descansar; además nos estaba siempre azotando y nos hemos escapado
Antología Wayuu 255
de él; y por ese motivo andamos ahora así como estamos” –dijeron los
hombres. “Sí, pobres de ustedes nietos míos. Voy a llevarlos allá a donde
van” –les dijo Juya’ a ellos. “En realidad, ¿a dónde quieren ustedes irse
desde aquí? –les dijo a los hombres. “Sí, llévanos de nuevo a allá de don-
de hemos venido” –dijeron. No acertaron a formular: “queremos ir lejos;
queremos ir a nuestras casas para librarnos de los azotes”. “Sí, duerman
pues, yo les llevaré a ustedes. No se les ocurra decir: «nosotros hemos sido
traslados por nuestro abuelo Juyá’», no importa que les pregunten, ustedes
van a decir: «no nos ha pasado nada; simplemente nos hemos extraviado».
Si ustedes llegan a contar algo de mí, les he de hacer algo”: –les dijo Juya’
antes de dormir.
Pues bien, el hombre corrió a avisarle al rico tras haber azotado a los
muertos. “Pero bueno, ¿qué es lo que les pasa? Vamos a verlos” –dijo luego
al que le había avisado. Como aquello no era ninguna mentira, encontraron
a los hombres muertos en el suelo debajo de sus chinchorros. Y entonces el
rico se puso furioso porque ya estaban muertos sus esclavos. “¿Qué les ha
pasado a mis esclavos que están así? ¿Quién los ha matado?” –dijo.
Pues bien, después de todo eso, se oían los comentarios que hacían
los otros peones. Se le contó al rico lo que les había pasado a los hombres.
“¡Caramba! ¡Conque mis esclavos no fueron víctimas de gente! ¡Con que
fue Juya’ el que me los saboteó!’ –dijo resignado entonces, ya que ya nada
podía hacer por sus esclavos.
Ni era vaca ni era caballo
1
kul’matamaana, lugar de las sonrisas.
258 Miguel Ángel Jusayú
do por ahí la leche de animales ajenos” –me decía mi padre cerca de las
ovejas. Él me encarecía las ovejas, ellas son traviesas cuando uno las tiene
como animales de cría, no son como las cabras. Si se las descuida un poco
se echan a perder; se extravían de pronto; algunas veces vuelven a la casa;
otras veces duermen fuera, en el campo; otras veces se dispersan; otras
veces se ligan o mezclan con ovejas ajenas y de ahí se las comen. Pero las
cabras, cuando se las cría, no necesitan tantos cuidados. El único trabajo
que dan las cabras es abrirles tempranito el corral después del ordeño
y recogerlas en el corral cuando ya se está poniendo el sol y ya están de
regreso del campo.
Pues bien, las ovejas me fueron entregadas cierta tarde. Las colocaron
cerca del rancho, debajo de un cují. Yo estaba muy alegre con ellas, estaba
pasmado de admiración. No quería apartarme de ellas, a la hora de comer
me llevaba junto a ellas la comida. Por aquellos días no habíamos tenido
ovejas, lo que habíamos tenido en abundancia eran las cabras.
Estaba siempre en el campo con las ovejas. Solía hacerlas llegar a la casa
a mediodía; yo las agrupaba debajo de unas matas de dividive donde ellas
rumiaban. Me daban de comer a mí en cuanto llegaba. Descansaba un rato
para ir de nuevo al monte con las ovejas. Después de eso las volvía a traer
cuando ya el sol estaba para ponerse y de una vez las metía en el corral.
Nosotros en nuestra casa, había veces que hacíamos una sola comida.
Y en otras ocasiones comíamos hasta tres veces al día. A veces se pasaba
hambre en casa; y otras veces había comida abundante. Solíamos beber
leche de cabra hervida a la mañanita y al anochecer. A veces tomábamos
2
No era callejero, porque no había calles y no me alejaba nunca de casa.
Antología Wayuu 259
Cada vez que andaba por el camino, no sentía tanto miedo. La presencia
de las ovejas me libraba del miedo. Me preocupaba constantemente de que
3
Leche hervida con maíz, millo o bagazo de yuca, es siempre algo espesa.
4
Las flechas que se emplean sobre todo para cazar palomas, de noche, tienen la puna en forma
de cruz.
5
Masa cocida de maíz, sin envoltura, y de forma alargada y chata.
260 Miguel Ángel Jusayú
Pues bien, ¡qué bien le iba a mi rebaño! No sufría hambre, las lluvias
caían a su tiempo; se multiplicaba mucho, tenía buenos carneros, castrados,
no era frecuente que se perdiese algún miembro del rebaño. No se comía
mucha oveja; se sacrificaba mucho más las cabras. Las sacrificaban para el
consumo de la casa, se las daban como regalo a algún visitante, se vendían,
y finalmente eran un aporte cuando se hacía alguna colecta.
Yo era siempre muy alabado por la gente que me veía pastoreando las
ovejas. “¡Qué diligente es el hijo de él!” –se decía de mi padre aunque él
no se enteraba y pronunciaban su nombre. Había personas que lo decían.
Había unos familiares de mi padre, que sumaron ovejas a mi rebaño. Ha-
bían hablado antes con mi padre, sumaron ovejas a mi rebaño porque veían
que yo era muy diligente. Después fui muy apreciado por el cuidado de
sus ovejas. Me regalaban algo así como un sombrerito, la camisita o si no
comida. Si en alguna oportunidad pasaba por sus casas con hambre, “ahí
está ése, denle de comer” –me decían.
Pues bien, habían transcurrido unos cuantos años y las ovejas se habían
multiplicado. Yo sufría cada vez que las llevaba al campo. No podía con-
trolarlas. No me hacían ya caso, se dispersaban alejándose de mi presencia.
Pues bien, yo me esforzaba corriendo y gritando tras ellas, no hacían caso.
Yo daba carreras furioso entre la maleza. Además me encolerizaba contra
las ovejas, les caía a pedradas, les daba leñazos y otras veces les daba
puntapiés. Yo sufría corriendo de un lugar para otro: me tropezaba con los
palos, me mancaba los pies, me rasguñaba con las espinas. A veces lloraba
por eso; otras veces aguantaba.
Pues bien, ya por fin, estaba harto de las ovejas. No me sentía ya como
cuando empecé a pastorear. La tristeza poco a poco se iba apoderando de
mí por encontrarme solo siempre en el campo. Unicamente de noche y
para dormir me permitían estar en casa, y también al mediodía un ratico
para comer algo.
tuvo por fin que llegar un momento en que me sintiese muy disgustado ya
que desgraciadamente había crecido y me había desarrollado en el campo
y además nadie me acompañaba a pastorear. ¿Qué era lo que yo podía
divertirme andando? ¿Qué era lo que podía servirme de diversión en el
monte? No había un muchacho con quien conversar; no había un muchacho
con quien bromear mientras estaba pastando las ovejas. Lo único que veía
todos los días eran los cujíes, los dividives, los cardonales, los tuneros, y
machorros, culebras e iguanas. Lo único que escuchaba era el canto de las
aves por encima de los árboles y la voz de los animales del rebaño. Voces a
las que ni siquiera les entendía el significado, como para que me pudiesen
alegrar. Si me encontraba algún que otro día con muchachos en el monte,
si eran mayores, yo los esquivaba y me ocultaba de ellos. Se metían con-
migo. Me daban coscorrones; me amagaban con las flechas o si no con un
palo. Pero si veía alguno de mi tamaño sí hablaba y jugaba un rato con él.
6
Un palo un poco más grueso que el de la escoba, que llevan arrastrando colgado del cuello y así
queda la huella en la arena.
7
El narrador señala algo presente y ahí sitúa la acción de la narración.
262 Miguel Ángel Jusayú
pastoreando las ovejas. Ellas pastaban bajo un cujizal. Eso era ya en la tarde;
y a mí se me ocurrió ponerme a jugar mientras ellas pastaban. Yo me había
sentado en el suelo a fabricar un ranchito. Le ponía por pared barro, por
techo corteza de palo, alrededor tenía todo limpio y despejado. La casa a mí
me parecía muy bonita, me resultaba muy atractiva su misma hermosura,
parecía una casita de verdad. No me había olvidado de las ovejas, de todas
maneras yo a cada rato las miraba, estaban por allí agrupadas cerca de mí.
Pues bien, seguramente se escapó de repente una de las ovejas nuevas sin
que yo lo advirtiese. Yo me hallaba jugando debajo de un cují; yo estaba
tan tranquilo jugando con mi casita. Pues bien, seguramente apareció por
allá viniendo hacia mí mi padre, había estado trabajando8 como por allá.
No me di cuenta para nada de que llegaba; me asustó cuando me golpeó
con su pala, caí seguidamente al suelo perdiendo momentáneamente el
conocimiento. Me había golpeado con la misma pala que había utilizado
antes en el trabajo; veía mi sangre chorreando. ¡Quién sabe de dónde
me salía la sangre! No acababa de explicármelo. A mí me parecía que mi
carne no me dolía, seguramente porque todavía era muy muchacho. El
me dijo un montón de cosas; amagaba con darme. “¡Con que tú eres así!
¡Con que no estás tú pendiente de las ovejas como yo creía! ¡Con que te la
pasas jugando prescindiendo de ellas!” –me decía. “¿Dónde está la oveja
nueva?” –me preguntó. “Ahí está” –le dije con mucho miedo. En realidad
ella se había ido hacía mucho tiempo, se había separado mucho antes de
las demás. Después yo me dirigí a la casa. En medio de lloros conduje las
ovejas a la casa; e inmediatamente en cuanto llegué las metí en el corral.
8
El narrador ha señalado con la mano o la cabeza hacia allá, aunque en este caso el hombre se
acerca hacia acá, hacia el narrador y los oyentes.
Antología Wayuu 263
9
La huella del palo colgado al cuello.
10
Interjección en guajiro.
264 Miguel Ángel Jusayú
11
El mma’rrüla es el mismo yolu’já que se hace presente por su olor muy característico, parecido
a la orina del mapurite.
12
Cotiza rajadedos, de tres huecos en la suela, que están unidos por tres cuerdas.
Antología Wayuu 265
13
El shoolo’kí es una totuma de boca estrecha como el jarro, a diferencia de la totuma ordinaria
que es de boca ancha como la escudilla.
266 Miguel Ángel Jusayú
14
Para el guajiro el azul del cielo es un techo sólido sostenido por alguien o algo.
15
Sin camisa pero con guayuco.
Antología Wayuu 267
Pues bien, después, topé con algunas personas que llevaban cabras;
que llevaban cargas de cuero de chivo y gallinas; eran personas que iban a
vender a donde los ali’junas. “Niño, ¿para dónde vas? ¿de quién eres hijo?”
–me dijeron ellos. “Vengo solamente de ahí hacia acá, soy una persona
extraviada. No sé para dónde voy a ir” –les dije a ellos. “¡Qué desdichado
eres! toma, come de nuestro avío, ¿tendrás hambre?” –me dijeron entonces.
“Has de saber que nosotros vamos a vender nuestros animales a donde los
ali’junas; vamos, vente mejor con nosotros” –me dijeron las personas. “¿Y por
qué no?” –les dije. Y yo me fui y yo también participé en arrear las cabras.
Pues bien, al otro día, tenía los pies llenos de ampollas, yo no daba para
caminar; porque como se sabe yo andaba descalzo. “Móntate aquí” –me
dijeron y me subieron a un burro.
Y ahora yo no soy capaz de bajarme por nada del camión al que antes le
tuve miedo.
Y se acabó esto.
Relato de una muchacha de la que se enamoró una hormiga macho
Pues bien, ocurrió que cierto día la muchacha se sintió incitada o mo-
vida, porque también ella quería participar en la recolección. “Déjeme ir a
recoger pülá, mamacita. Puede ser que yo traiga aunque sea un poquito”
–dijo. Al principio no la quisieron dejar ir; no la querían mandar al monte
para que no se extraviase, para que no cometiesen algún abuso con ella.
1
El pueblo guajiro, como pueblo ganadero, ha conocido con frecuencia la trashumancia.
270 Miguel Ángel Jusayú
“Vete pues, entonces; aunque vas a volver sin carga” –le dijo por fin la
madre. Pues bien, ella se fue con las mujeres recolectoras de pülá. Estaba
muy contenta cuando se fue, y llevaba una bolsa.
“Mamá, tú que me decías que iba a volver sin nada, y aquí traigo
mucho pülá –dijo la muchacha al llegar. La madre se alegró mucho con
ella. “Ahora sí que voy a comer de lo recogido por mi hija. La niña estaba
cansada; se acostó en su chinchorro y se durmió un rato. Ahora bien, en su
sueño se encontraba con que estaba donde había hallado el pülá. Se había
tropezado con un joven delgado, de piel negra, tratable, que conversaba
con ella. Le mostraba dónde estaba amontonado el pülá. “Aquí está mi
cosecha, prima. Te lo voy a dar a ti, me he compadecido de ti. Y será para
ti si vienes todos los días a buscarla” –le decía a ella. No contó su sueño al
despertarse. Seguramente no era ella la persona que creyese en los sueños.
“¿Qué significará? Así serán los sueños de la gente” –pensaba.
La joven salía siempre con las otras personas. Era abundante el pülá que
traía cada vez. Las otras traían de a poquito; soportaban inútilmente el sol.
Se hablaba de la muchacha sin que ella se diese cuenta. A causa del pülá
le tenían ojeriza. “Pero bueno, ¿cómo lo consigue? ¡Ella sí que tiene maña
para eso! ¡Sí que tiene buena vista para encontrar!” –se decía. Pero aquello
no se movía por sí sólo, sino que había algo misterioso que lo acomodaba
para que así sucediese.
giendo pülá. Por todo eso ella resultó más tarde un partido muy solicitado
por los hombres. La deseaban porque se la veía muy buena recolectora.
El hombre joven no puede ver nada sin encapricharse. Al principio se
hablaba a cada rato de ella a sus espaldas. “¡Esa muchacha sí rebusca y
recoge! ¡Qué bueno sería que ella fuese nuestra mujer!2 ¿Qué pasaría si la
comprásemos?” –se decía.
Pues bien, cuando ya ella tenía tiempo de estar en poder del marido,
“¿por qué no empieza de una vez a recolectar la recolectora?” –se decía;
ya que nunca se suele hablar bien de los nuevos parientes políticos. Pues
bien, se fue entonces la mujer al monte con las que iban a recoger pülá.
Pues bien, entonces no encontró nada de pülá, no había nada. Ella hacía el
esfuerzo de buscarlo donde antes solía estar amontonado, y cuanta cosa
veía en el suelo la removía y sacudía. No encontraba nada y regresaba sin
carga. “¿Dónde está ahora el pülá de ésta?” –le fue dicho a ella al llegar.
“¡Qué va, de eso ni rastro! Me he cansado en balde, a lo mejor ya se ha
agotado” –dijo la joven. Después de esto la mujer hizo varios viajes al
monte con el interés del pülá. No lo hallaba; siempre llegaba sin nada, ella
se entristecía con aquéllo.
La mujer quería dejarlo por la repentina escasez del pülá. Pues bien,
ella decidió más tarde separarse de la gente. Decía: “Caramba, ¿será por-
que ando acompañada? ¿Qué pasaría si me fuese sola?” Y desde entonces
empezó a ir sola. Llevaba agua; recorría y recorría mirando los lugares
apartados. Se movía por los lugares de siempre; no tenía miedo de perderse.
2
Es costumbre trocar con el vecino comida, prendas, vestidos y pequeños bienes. El guajiro
mira mucho en la mujer su diligencia y laboriosidad y qué utilidad le puede reportar a él el
trabajo de la mujer. Es un modo de hablar propio del guajiro, aunque la mujer es de uno solo,
consideran que su trabajo y el aporte o riqueza que ella supone pertenece a toda la familia o
clan.
272 Miguel Ángel Jusayú
“Caramba aquí nos encontramos, niño” –le dijo ella a él. “Pues sí,
aquí nos encontramos” –respondió. Se detuvo rápidamente frente a ella.
“¡Caramba, por fin te veo! Sábete que estoy furioso con tus fechorías” –le
dijo a la vez que la tragaba con la mirada. “¡Caramba pues! pero, ¿qué es
lo que te pasa conmigo? Creo que tienes ganas de bromear conmigo. O si
no es que tú estás loco” –le dijo a él riéndose. “No estoy loco, antes eras
mi adorada. Yo te quise mucho. Ahora te tengo rabia porque a despecho
mío de pronto has tomado marido” –le dijo a la mujer. “Tú está diciendo
mentiras. Yo nunca he sido tu amada, yo no te conozco; y además tú no
Antología Wayuu 273
me conoces” –le dijo ella al joven. “Bien, voy a explicártelo todo” –le dijo.
“Yo soy del que eran las cosechas de pülá que tú recogías. No lo tenía yo
destinado para cualquiera. Yo te lo daba sólo a ti por tratarse de mi amada.
Ahora ya no tengo nada que ver contigo; aunque te vea morir de hambre”
–le dijo a la joven.
3
La piache puede ver el pasado, el futuro y el por qué de los hechos.
274 Miguel Ángel Jusayú
pasado? ¿Qué sueles ver por el monte? ¿Con que tienes un admirador?
¿Por qué no dijiste: ‘yo ya estoy destinada para alguien’, cuando fuiste
comprada para mi hijo?” –le dijo a ella.
“Pero si yo no suelo ver nada por el monte. Lo que había eran las hor-
migas, las cuales no son personas como para que se enamoren de mí. Y sí
se topó conmigo un hombre de piel negra, que habló conmigo un rato, el
cual no me dijo nada que tuviese especial significado” –le dijo a la suegra.
Y se acabó esto.
Takü’jala. Lo que he contado (1989)
La historia de Pilar1
Los wayúu se quedaban admirados con ellos, se les solía brindar buen
trato y eran bien atendidos. Se les tenía buen cariño, y se les daba lo que
pedían. Se les brindaba comida, y a donde quiera que llegaban les pres-
taban chinchorro. En cambio al wayúu se le trataba con consideración si
1
El relato que sigue está inspirado en una canción muy popular entre los guajiros de la parte
oriental, que solían cantarla cuando estaban bebiendo. Aquí se le ha dado forma de relato y se
han añadido algunos párrafos, sobre todo al principio y al fin.
2
Parte oriental de la Guajira, que corresponde en este caso a las cercanías de Castilletes, Puerto
Estrella y Puerto López.
3
Pala de deshierbar típica de la Guajira, que no se debe confundir con la que en España se usa en
la construcción; esta última se llama en Maracaibo canalete y se emplea en las obras.
4
Hechas con cuentas.
5
Quizás frijoles, topochos, yuca, coco jojoto, pero todo en pequeña cantidad para el consumo
doméstico o para poco tiempo.
6
El legendario dividive de la región de Maracaibo empleado en la curtiembre.
276 Miguel Ángel Jusayú
7
Llevarlo, arrearlo, recogerlo, etcétera.
8
Guajirización de Eliseo.
9
Con frecuencia el guajiro, además del nombre tomado del castellano en el bautizo, tiene otro
nombre familiar típicamente guajiro.
10
El guajiro pertenece al clan (carne) que se transmite por vía uterina.
Antología Wayuu 277
11
Los waiú no se perfuman. Él la tienta con los perfumes que usan los ali’junas.
12
Los rayos solares y el humo hacen que la gente huela mal.
13
Va a trabajar, para prepararles un buen futuro a sus hijos.
14
En la Guajira no existían carreteras y todavía hoy el camión, principal vehículo de transporte,
va haciendo camino.
15
El camino recorrido en este caso es la vía clásica, que rodea el golfo de Venezuela (Castilletes,
Cojoro, Sichipés) para ir a dar en el río Limón.
16
La confusión de demostrativos, se debe a que el narrador señala con la mano y a veces trae el
mundo de la narración al mundo presente a los oyentes.
278 Miguel Ángel Jusayú
trecho breve. Y era que ella nunca había viajado en camión, pues había sido
siempre una mujer muy casera. Y en todo caso cuando ella viajaba para
alguna parte, lo hacía en burro.
Pues bien, el hombre alcanzó al camión como hacia allá,17 veía la polva-
reda del camión delante de él. Echó a galopar el caballo tras el camión y a
la vez iba gritando, “Pilar kohu,18 ¿para dónde vas tú?” –decía en su grito.
Y (los del camión) vieron que se les venía. “¡Caramba! mira, compadre,
que ahí viene el pedazo de wayúu detrás de nosotros, tengamos cuidado
con que no nos vaya a disparar. Acelere hacia adelante, que su pedazo de
caballo se quedará extenuado por ahí no más” –le dijo Pilar al ali’juna.
Pues bien, llegó entonces el waiú a la orilla del agua.23 Los ali’junas
encargados del barco corrieron al encuentro de él, y vociferaban hacia él. Le
mostraban el camino por donde había venido; espantaban la cabalgadura
17
El narrador les señala con un gesto a los oyentes, como si el sitio estuviese a la vista.
18
Kohu es la onomatopeya del grito.
19
En la perspectiva guajira. En castellano se dice al revés.
20
Wûin es toda agua dulce, de cualquier extensión, corriente o no. En este caso se trata del rio
Limón. Wûin se contrapone a palá mar.
21
Literalmente de boca ancha. En guajiro se compara la extensión del rio Limón, en realidad una
ría, con la boca.
22
La antigua barquilla, anterior a los trasbordadores metálicos (ferry boat), que hubo antes del
puente.
23
Rio Limón.
Antología Wayuu 279
24
Se entiende mareada.
25
Alguna de las islas que quedan enfrente de Maracaibo. No se trata de la isla de Toas o Zapara,
280 Miguel Ángel Jusayú
nosotros te llevaríamos hasta allá” –le fue dicho a él. Pues bien, pusieron
para él sobre una mesa con comida envenenada.26 “Ven para acá compadre,
aquí está tu comida. Ahora desensillaremos esa tu cabalgadura; por ahí
se le buscará hierba ala’ma para que coma” –le fue dicho. “Pues bien, yo
no quiero comer, compadre; ella, mi mujer, es a quien yo tengo muchas
ganas de ver. Y, en cuanto a mi cabalgadura, no va ser desensillada; ahí
va a permanecer con la silla puesta” –dijo él. Ahora bien, por su parte, el
ali’juna, que él andaba buscando tan desesperadamente, estaba ahí mismo
escondido con Pilar dentro de la casa; ya que la casa de los ali’junas tiene
muchos compartimientos.
Pues bien, al otro día, andaba él caminando por la orilla del agua; vio
de repente un tronco tirado en el suelo. Lo contempló un buen rato. “¡Pero
bueno, si aquí hay un tronco!” –dijo. Lo arrastró hasta el agua. Se acostó
abrazado al palo, se aferró a él y fue dirigiéndose hacia el pueblo de los
ali’junas; y fue remando con uno de los brazos. Se fue alejando poco a poco.
Y no le pasó nada, fue todo el rato derecho,32 pero le anocheció.
32
No se desvió y no tropezó con algún animal.
33
Óulaká, adivinar, es lo que hace el óulaküi o adivinador, que utiliza el tizón para adivinar y es
oficio distinto del piache. Algunos son muy certeros y exactos, como el del cuento.
34
Literalmente lugar misterioso; en este caso personaje mítico causante de la muerte.
282 Miguel Ángel Jusayú
35
A los parientes de Pilar en la misma Guajira, ellos cobraron en el matrimonio y en la mentalidad
guajira son solidarios y responsables juntamente con ella.
36
Si Pilar no se hubiese ido, el wayúu, su marido, no se hubiese ido detrás y no hubiese encontrado
la muerte. Para el guajiro no existe el Estado presidiendo el orden jurídico y monopolizador
de la violencia. El orden jurídico y las responsabilidades y la relación de causa y efecto y la
restitución del equilibrio del orden social y jurídico es distinto que entre los occidentales.
Antología Wayuu 283
Fue así, según dicen, la historia de una waiú jovencita y bonita oriunda
de Wûinpumüin.
Y eso es todo.
Vicenta Siosi Pino
Vio David Cotes salir de uno de los ranchos una indígena bellísima. A
su paso erguido la manta larga dejaba un camino limpio. Varias jóvenes
con el torso descubierto la ayudaron a montarse en un caballo.
–Ya no cabe otro chivo en el corral y no hay chozas para tanto sirviente
¿qué más quieres? –se quejaba el extranjero.
Atraídos por la belleza de las jóvenes muchos las solicitaron para es-
posas, pero ninguno poseía el patrimonio exigido.
–El tributo deberá ser mayor del ofrecido por mí, es la ley –sentenciaba
la madre.
David creyó que era broma y hasta le envió para contentarla doce frascos
con perfume de azahar, pero la orden no se levantó. Varias veces intentó
ver a sus hijas, pero cinco indígenas que vigilaban no se lo permitieron,
tres veces tuvo que arrastrarse como culebra para evitar los tiros de fusil
y meterse sudando en el río huyendo de los perros.
David las vio a lo lejos. Marchaban altivas. Sus caras pintadas de mas-
hukaa impedían ver su expresión.
–Los chivos del indio Briasco son incontables –le había dicho una car-
bonera que encontró en el camino.
Josefa Antonia tenía la piel pegada a los huesos y los ojos inmensamente
tristes. A los dos días alumbró un niño. Esa misma noche con la sangre de
la placenta aún fresca entre sus muslos, cuando los mechones del patio
se apagaron se arrastró bajo los chinchorros de sus hermanas y con las
últimas fuerzas de su existencia huyó para nunca más volver. Briasco no
quiso recibir como manda la costumbre los bienes entregados sino que se
llevó a Carmita y dejó al recién nacido con Agustina. A los nueve meses
volvió con la joven a punto de dar a luz. Carmita había perdido el habla.
Para caminar debían moverla entre dos.
En los cinco días del velorio Agustina cubrió su cabeza con una manta
de mil colores. Su llanto lastimero se escuchó más allá del desierto y sólo
cuando se ocultó para siempre la mortaja en el suelo resquebrado se des-
arropó.
Agustina se quedó con sus nietos. León, como llamaron al varón, era
tremendamente curioso. Vicentica la niña, bella y enfermiza crecía entre
los untos wayuu traídos del Cabo de la Vela y los baños esotéricos de los
piaches inmortales.
Antología Wayuu 289
La nueva pareja levantó sus ranchos muy cerca del río. Construyeron un
alambique y un corral. Vicentica con la terquedad de un niño plantó olivos
y dividivi para protegerse de los ventarrones y en un acto de ociosidad
sembró en la culata de la casa trinitarias que nunca crecieron.
En la hora del almuerzo cerraban las puertas para evitar que la tierra
ensuciara sus comidas, en las tardes cuando cesaban los remolinos de arena
y los rebaños volvían a sus corrales, Vicentica en la sombra que proyecta-
ban sus ranchos se rendía al exótico placer de matarle con los dientes los
piojos a sus sirvientas.
290 Vicenta Siosi Pino
–Son las jawaapi y las contras de los Uriana reclamando venganza –le
dijo una indígena que llegó vendiendo leña.
–El que se mete con él, se mete conmigo y mis hijos y mi familia del
Cabo de la Vela. Vuelvo a Pachomana y voy a vivir tranquila.
Después con suma ternura los consolaba. Ellos la adoraban. Los ma-
triculó en el orfelinato y luego en un colegio de Riohacha.
–Van a encontrar gente distinta, pero ustedes son mejores porque son
wayuu.
292 Vicenta Siosi Pino
Panchomana había crecido. Sus hijos tomaron las riendas de los negocios,
ampliaron el alambique y contrataron mulas para cargar el tabaco y la seda.
Carmen se casó con un arijuna del sur de la Guajira, le correspondieron las
joyas de su mamá. Rebeca con un policía boyacense que aprendió a hablar
wayuunaiki y de tanto estudiar botánica se convirtió en el médico del
pueblo. A Chongo lo contrataron los curas como chofer. Aurelio heredó el
alambique y a los veinte años se convirtió en el hombre que más mujeres
ha tenido en la historia de Panchomana. De una familia wayuu fue mari-
do de tres hermanas. Con cada una tuvo un hijo, se estableció cuando se
comprometió con Josefa Pino, su prima, hija de un venezolano que se había
casado en la iglesia con ella.
La casa donde llegué era grande, con sillas altas; sentada en el sofá,
mis pies no alcanzaban a tocar el suelo. Sentí un mareo cuando miré el mar
por la ventana. Desde ese día, lo tuve siempre frente a mí. Los días aquí
no me gustan. Ya no llevo la manta, la señora me dio otra ropa y guardó
los collares en el jarrón blanco que está sobre la vitrina de la cocina. Aún
espero a mamá; cuando me dejó, dijo que volvería pronto y que no llorara.
Me engañó, volvieron las lluvias y no viene a buscarme. “Indiecita”, me
llaman, sin saber que soy princesa y mi papá el cacique de la ranchería.
–Duerme un ratito.
Creo que me quiere. No tengo tiempo para descansar. Cógeme esto, alza
aquello, diga señora, a la orden, gracias, despídase, lava la ropa, plánchala,
se pasan el día mandándome.
de mi ropa. “Cómo podré pagarle a Olar esta alegría, puede ser con los co-
llares, pero están tan altos, en el jarrón blanco sobre la vitrina de la cocina”.
Mamá llegó a los dos días del accidente. Fui feliz. Corrí y me abracé
a sus piernas.
Hablaron más, pero no entendía las palabras. Luego mamá salió, sin
intención de llevarme. Corrí por la cocina y atravesé el patio, me arrastré
por el boquete por donde sale el perro y di justo con el burro en que había
llegado mamá. Rápidamente subí al animal y como un ovillo me metí en
el mochilón de mercar. A los pocos minutos, sentí que el bruto se movía y
ya no quise ni respirar.
hablar nos entendimos. Corrimos al río y nos bañamos hasta que los ojos
enrojecieron por el agua. Motsas llevaba guayuco y unas wairrina raídas
por el uso. Su piel curtida brillaba entre las tunas. Le confesé que dormía
en una cama de la cual me caía sin faltar cada noche.
Por la tarde recogimos los chivos, les quitamos las tunas que traían
prendidas. Trepé en el corral y ordeñé la chiva parida. Después volvimos a
bañarnos; Motsas hizo piruetas en el agua y salimos cuando los mosquitos
nos acosaron. El cansancio ganó en la noche. ¡Soñé estar en la ranchería!
Miré bien por donde caminaba y la seguí. Era difícil alcanzarla porque
montada en el asno ganaba distancias, pero pronto apareció el camino co-
nocido. Antes de cruzar el río la llamé a gritos, enojada se apeó del animal
y me zarandeó.
Mamá se fue y no salí hasta cuando supuse iba lejos. En las vacacio-
nes de mediados de año, Flor me obligó a ir a la ranchería, distante diez
kilómetros de la cuidad. Motsas es un hombre ya, sacrifica chivos y vende
la carne en el mercado de Riohacha. Mi abuela está ciega y no da para
pararse sola. Cuando llegué, todos me miraban como algo extraño. Todos
han cambiado, excepto el paisaje inquebrantable del desierto.
La primera noche no pude dormir por los zancudos y me caí del chin-
chorro. Añoro la luz eléctrica y los programas de televisión. Me aburro
demasiado y no me gusta bañarme en el río, veo el agua demasiada sucia.
Sólo duré una semana.
En cada asueto voy unas días y cada vez demoro menos. Cuando me
encuentro con algún familiar en el mercado me escondo para no saludarlo.
Ni yo misma me explico este desafecto a mi raza. En la mañana vi a mamá
con unos sacos de carbón de madera y no me atreví a llegar donde estaba.
No soy feliz en la ranchería, mucho me he acostumbrado a la cuidad, pero
tampoco ella me acepta. Los rasgos de la tribu me delatan. En cualquier
fiesta soy la indiecita. Tengo confusión de sentimientos. Creo mía esta casa
ajena y de mi Guajira indomable ni recuerdos tengo ya.
1
El encierro ritual de la joven cuando experimenta su primer menstruo es practicado por varias
sociedades amerindias, entre ellos los wayuu. Ver entrevista a Olga Redondo en esta antología
(Nota del editor).
300 Vicenta Siosi Pino
Como esa noche fueron todas las noches y hasta los días se convirtie-
ron en noche. Allá adentro quería huir, ir donde mamá, pero mil espíritus
mugiendo leyes antiguas se sentaban frente a mí.
Cuando el bebé tuvo una lluvia yo había perdido un diente del frente
y cuando el bebé tuvo dos lluvias llegó otro nacido y yo ya no soy yo. Y
otra vez el hambre y otra vez sentada en la casa de la salida de la ciudad.
Un día la arijuna me dijo por Dios mujer no paras más y yo no sabía cómo
no parir más, pero no contesté nada, nunca le decía nada.
Murió mi abuela y en su velorio vi a las primas aún sin casarse, con sus
dientes completos, con sus mantas nuevas. Ellas que nadie llamó bonitas,
boniticas estaban con otros jóvenes sonriendo a pesar del duelo.
ya estaba muy viejo para hablar con el papel (escribir) y tampoco el papel
quería hablar con él (leer). Hoy que él ya no está y siento que tengo muchas
cosas por hacer, quiero celebrarles el cumpleaños a todos los Pushainas y
a todos los wayuu nacidos el 31 de diciembre.
Aquel mes de octubre fue como los octubres anteriores que llegaron
ellos a nuestra ranchería, llegaron con la mañanita y con las últimas lluvias.
Mis primas y yo buscábamos y recogíamos leña para quemarla y hacer con
ella el carbón que después iríamos a vender. Los sentimos llegar en caravanas
de carros. Así como cuando nosotros vamos a comprar maíz al mercado
de Uribia o cuando vamos a cobrar una ofensa. La diferencia es que ellos
llegaron en unos carros que parecían de cristal, todos nuevos y lujosos, a
los que les llaman burbujas; y nosotros vamos en el camión viejo de mi tío,
en la parte de atrás, de pie y apiñados como las vacas, moviéndonos de un
lado para el otro, porque el camino está dañado y el puente que hicieron el
año pasado sólo sirvió por dos meses. Ahora nos toca bajarnos para que el
camión pueda pasar sin peso el arroyo y así evitar que se quede atollado;
pero cuando llega el invierno el camión se queda en el Paraíso, nuestra
ranchería, porque el arroyo crece y se lo puede llevar.
Han traído, para mi abuela y mi abuelo, café –el que trae una muñequita
pintada sobre una hoja–, sacos de maíz, juguetes para nosotros y ¡cuatro
llantas para el camión de mi tío! Ellos parecían no escuchar las quejas de mi
tío. Se le acercaban y decían que esta vez las cosas eran diferentes porque
el que estaba de candidato no era el papá sino el hijo.
Antología Wayuu 305
–¿Y mi clan?
II
Aquel mes de octubre fue como los octubres anteriores que llegaron
ellos a nuestra ranchería. Nosotros seguíamos en nuestros oficios de buscar
y recoger la leña, mamá y mis tías tejiendo chinchorros para vender, papá
estaba de visita en su ranchería, mis tíos arreglando el matrimonio de mi
hermana mayor Yotchón con un sobrino del viejo Mapua, y mis primos
pastoreando los chivos y las ovejas. Esa vez llevaron unos papeles gran-
dotes que tenían la imagen de ese hombre que se llamaba “Candidato”.
Ellos tienen nombres extraños, por lo que nada de raro tendrá que ese señor
se llamara así. También llegó el Candidato, abrazando a todo el mundo
y dando besitos a las mujeres, hasta aquellas que ya tenían marido. ¿No
saben ellos que está prohibido tocar a las mujeres comprometidas y aun
a las doncellas que no lo están? Se sabía el nombre de mi tío Tanko, el de
mis primos, el de Toushi y Tatuushi, era como si nos conociera desde hace
tiempo. Pero cuando Toushi fue llevada hasta el hospital de Uribia y de
ahí a Riohacha, mi primo Alfonso López, aprovechando que estábamos
en Riohacha, fue hasta su casa a pedir ayuda porque la enfermedad de
Toushi era costosa, el señor Candidato ya no se acordaba de él y estaba
rodeado de hombres que no dejaban que nadie se le acercara. Creo que el
señor Candidato tenía problemas, porque los hombres que lo acompañaban
estaban armados hasta los dientes.
Recuerdo que ese beso me robó el sueño por muchas lunas. Ese mo-
mento se repetía en mi mente una y otra vez mientras trataba de dormir
en mi chinchorro. Quería que el señor Candidato regresara y me besara
nuevamente, pero no lo hizo. Ni siquiera me miró cuando fuimos a su
casa grande.
III
Aquel mes de octubre fue como los octubres anteriores que llegaron ellos
a nuestra ranchería. Regresaban en sus carros de cristal. Esa vez llegaron
más temprano, el sol aún no salía. Toda mi familia estaba preparada para
ir a Uribia. Ese día ellos lo llamaban el “día de las elecciones”. Yo también
quería ir, por eso me monté en el camión de mi tío; mientras que Toushi
y Tatuushi lo hicieron en el del señor Candidato, se fueron en el carro de
cristal. Al llegar a Uribia escuché que uno de ellos le decía a otro:
Y aquel le contestó:
–Dales gaseosa roja con un pan de caña. Al indio le gusta todo lo que
sea de color rojo –y así lo hizo. Desde ese momento ellos me empezaron
a caer mal.
Toda mi familia hizo una larga fila junto con otras gentes que venían
de otras rancherías, para recibir una tarjetita plástica que ellos llamaban
“cédula”. Eran las mismas que ellos se habían llevado una semana antes de
las “elecciones”. Ese día me enteré que mi tío Tanko Pushaina se llamaba
308 Estercilia Simanca Pushaina
Le pregunté a uno de ellos qué debía hacer para tener una cédula y me
dijo que eso era fácil, que buscara mi partida de bautismo y que él después
me llevaría a un lugar que se llama Registraduría Nacional del Estado Civil,
la cual aún existe. Y así lo hice. Cuando terminaron las lluvias me dirigí
a Uribia y fui a la iglesia donde me habían bautizado. Por el nombre de
mis padrinos y la fecha que me decía mi madrina dieron con mi partida
de bautismo. Recuerdo que el padre dijo que mi padrino había bautizado
cerca de cien chinitos ese mismo día. Y allí estaba, me bautizaron el 5 de
septiembre de 1970 y mi fecha de nacimiento 31 de diciembre de 1965, que
yo no era hija de Karouna Pushaina ni de Colenshi Jusayú, sino de Maria
Santa Pushaina con Domingo Santo Jusayú, y que yo no me llamaba Co-
leima Pushaina, sino Faride Abuchaibe; que todos los chinitos bautizados
ese día se llamaban Faride y Eduardo Abuchaibe. Ahora entiendo por qué
todos me dicen la Turca. ¿Sabe padrino que tiene usted un colegio en Uribia
a donde ni siquiera van ahijados a estudiar?
IV
Recuerdo que la mujer que estaba sentada detrás del escritorio era la
que nos preguntaba cómo nos llamábamos. Me dijo que yo estaba muy
bichecita para sacar cédula, pero igual todos los que fuimos ese día salimos
con comprobante en mano. Todos teníamos dieciocho años, y habíamos
nacido el 31 de diciembre.
–¿Nombre?
310 Estercilia Simanca Pushaina
–Coleima Pushaina.
–No, se me perdió.
Hoy, cuando mis hijos, que sí van a la escuela, me preguntan por qué
no sé firmar, yo sólo les puedo decir que la escuela quedaba muy lejos y
que tenía que buscar y recoger la leña. A ti te puedo decir que hace días
intenté arrancar tu imagen que está detrás de la puerta, la que cuando
nadie me ve, yo la miro y la miro y siento que su imagen, que tú, lo haces
también, le sonrió y hasta me da pena encontrar tus ojos con los míos; pero
no, para qué hacerlo, lo haría así como mamá ha arrancado tu imagen y la
imagen de otros candidatos, si quitando tu imagen de la puerta, también
la estuviera arrancando de mi corazón.
El encierro de una pequeña doncella (2006)1
Era de madrugada, las estrellas decían que podían ser las cinco. Es-
taba sentada en una gran piedra y el agua tibia del cocimiento de hojas
y bruscos del monte apacigua el frío de la madrugada que le penetraba
hasta los huesos. Su madre la bañaba de la cabeza a los pies. La restregaba
con hojas y le sacaba los residuos que le quedaban después del frote con
el agua verde del cocimiento. Su madre no dejaba de echarle agua con la
totuma hasta no acabar la última gota:
–Ya está –decía Ketchón al terminar de bañar a su hija.
Iiwa era conducida por su madre al interior del rancho envuelta en una
sábana. Sentada en una butaca ella misma se secaba, pasaba sus manos sobre
su cabeza para sentir esa sensación de estar tocando un retoño de tuna con
espinas tiernas. “Parezco un erizo”, pensaba. Antes de mi encierro tenía
mis cabellos por la cintura. Siempre desee cortarlos, como las profesoras
alijunas que llegan a Uribia a dar clases en el internado donde yo estudiaba,
con sus caritas rosaditas y sus cintitas de colores en la cabeza; pero nunca
dejármelo tan corto, como me lo dejó mamá.
“La culpa de todo la tuvo la vieja Yotchón, quien decía que me lo cor-
taran hasta el pegue del cuero ‘Moocholokalü ekii (bien cortico)’”, decía cada
vez que mamá cortaba un mechón de mis cabellos.
Yo sentía el sonido de la tijera haciendo desastres en mi cabeza y hasta
tuve miedo de que mamá me volara una oreja. Era como si estuviera cortán-
1
El encierro ritual de la joven cuando experimenta su primer menstruo es practicado por varias
sociedades amerindias, entre ellos los wayuu. Ver entrevista a Olga Redondo en esta antología
(Nota del editor).
312 Estercilia Simanca Pushaina
dole la lana a un ovejo, para que mamá Pitoria, mi abuela, hiciera con ella
una mochila. Luego era un frío en mi cuello y mi cabeza la sentía liviana.
Sólo hasta ese día pude ver, o más bien recordar, lo grandes que tengo las
orejas. En el internado nunca me quise recoger el cabello porque no me
gustaba que me las vieran y por mucho que las usé porque así también se
notarían mis grandes orejas. Ahora están a la vista de mamá y de las Viejas
Yotchón y Jierrantá. Es por eso que uso este pañolón: no tanto para ocultar
lo que le han hecho a mis cabellos, sino para ocultar mis enormes orejas. La
vieja Yotchón no hace otra cosa que decirme juche’e puliikü, “oreja de burro”.
–¡Irasü taya! Estoy simple, estoy simple. ¡No he comido nada con azúcar
ni sal en este encierro, es por eso que estoy tan pálida y flaca! –terminaba
llorando la pequeña doncella que aún no comprendía por qué la habían
encerrado.
Durante todo este tiempo he visto por las rendijas de la puerta cómo mis
tíos han construido un telar en la enramada del rancho donde me encuentro,
y cómo han colocado sábanas alrededor de la enramada para ocultarme de
las miradas de la gente. Antes de que hicieran el telar, las viejas Yotchón y
Jierrantá me enseñaban a tejer mochilas, pero debo confesar que mis manos
no son como las de la doncella desconocida de la leyenda de Waleket, la
leyenda de la araña, de donde dicen los viejos que los wayuu aprendimos
a tejer. Aun no aprendo lo más sencillo y las puntadas se me enredan. Si
de mi progreso en el tejido dependiera mi salida de este encierro, creo que
me quedaría encerrada de por vida.
Después supe que mi tata había traído más hilo para tejer y un saco de
maíz para que prepararan la chicha. Pero esta vez me tocaba moler el maíz,
picar la leña y prender el fogón. ¿Por qué me tocaba hacer esto, si siempre
hemos tenido sirvientes que lo hagan? Recordé a Karrawa, nuestra sirvien-
ta, y pedí a mamá que mandaran por ella, pero se negó. “Tú tienes que
aprender”, fue lo único que me dijo. A tanto darle vueltas a la manivela de
Molino. Yo nunca había preparado la chicha, sólo la endulzaba a mi gusto y
me la tomaba. Nunca había picado leña; a veces iba al monte a acompañar
a Karrawa cuando ella la buscaba y nunca había prendido el fogón porque
siempre me fastidió el fogaje en la preparación de los alimentos cuando
Karrawa o mamá lo hacían. Nunca quise tomar chicha mascá porque me
daba asco. Es que eso de mascar uno la chicha y escupirla en una totuma
para que otro se la tome nunca pareció agradarme, y ahora resulta que
tengo que mascar chicha para unos invitados de mi tío Shankarit.
Para ese tiempo aún no conozco los motivos que me llevaron a este
encierro, lo único que me da vueltas en la cabeza, como el sonido de la
campana en el internado, es si volveré a estudiar. Ya casi se acaban las va-
caciones y no he escuchado a mamá hablar de los preparativos para partir
a Uribia. En esta época del año siempre viajamos a Maiko’u a comprar todo
lo necesario para nuestra estancia en el internado. Recuerdo que mamá nos
compraba a Jayarra (mi Hermana menor) y a mí jabón chino, porque ese
duraba más que los otros, champú de romero para nuestros cabellos negros
y telas de algodón para nuestras mantas. Nuestro baúl de madera se llenaba
con las nuevas cosas y se hacía necesario arrastrarlo por su peso. Al abrirlo
desprendía una fragancia de sándalo y romero que nos caracterizaba a la
mayoría de las internas. Jayarra, mi hermana, era la encargada de llevar las
llaves del baúl en la cadenita que siempre portaba en el cuello, porque yo
era muy olvidadiza. Hasta que en una madrugada, cuando venía de regreso
del baño fue asaltada por otras internas que le arrancaron de un zarpazo
la cadenita con la llave de nuestro baúl y fue retenida en el baño mientras
las otras lo saqueaban. Jayarra, por la oscuridad, no pudo saber quiénes
eran; en realidad nunca lo supimos, todas las internas usaban jabón chino
y champú de romero, todas olían a sándal y a romero. De aquí en adelante
yo llevaría las llaves amarradas a la cadera, junto con la aseguranza de
piedra coralina. A nosotras nunca nos volvieron a saquear el baúl, pero a
otras internas sí. Ahí no se sabía quiénes eran las que tomaban las cosas,
lo que se sabía era que había muchos niños que eran enviados a los inter-
nados porque en sus rancherías no había nada que comer, y sólo llegaban
al internado con lo que tenían puesto. Sé que en Nazaret también hay otro
internado indígena al cual llegan las madres y les ruegan a los misioneros
capuchinos que se queden con sus niños “Porque en la ranchería no hay
314 Estercilia Simanca Pushaina
comida, no hay agua en el jagüey, y las cabras no dan leche y allá sólo se
morirían de hambre”, les dicen.
Una noche, mientras miraba la luna por un hueco que había en el techo
del rancho, pensó en Jimaai y recordó su aventura por Maiko’u y el collar
que él le había regalado y que su madre le quitó al momento del encierro.
“Me pregunto si me recordará. Si habrá pasado por nuestra ranchería ¿Por
qué no lo escucho cantar, ni lo siento cuando viene de regreso de pastorear?
¿Habrá preguntado por mí? ¿Sabrá de mi encierro? Y…si lo sabe, ¿quién
se lo dijo? ¿Por qué no ha intentado acercarse? ¿O es que ya no extrañaría
mi presencia en vacaciones? ¿Ni se extrañaría al ver a Jayarra irse sola al
internado?”
“Otra luna –siguió pensando–. Ya con ésta son ciento cincuenta lunas,
y aún no termina este encierro. Cómo quisiera verme en el espejo, saber
cómo he quedado después de que mi mamá me cortara el cabello. Apenas
puedo ver mi sombra durante el día, y sí: me ha crecido un poco, pero no
lo suficiente para cubrir mis orejas”.
Así fue transcurriendo el tiempo y el encierro de Iiwa era cada vez más
satisfactorio para su madre y sus institutrices, las viejas Yotchón y Jierrantá,
quienes se disputaban las virtudes artesanales de Iiwa diciendo cada una
que la pequeña doncella había aprendido gracias a la rigurosidad que cada
una imprimía a sus clases.
Su piel era cada vez más tersa y menos cobriza, sus cabellos negros y
vírgenes habían crecido logrando ocultar sus orejas. Su nueva figura del-
gada había dejado atrás a la niña gordita de cara de luna, para darle paso
a la majayut, la señorita que había despertado en el encierro.
Iiwa escuchaba atenta a las indicaciones dadas por su madre y por sus
viejas institutrices. Tomaba los brebajes preparados por la vieja Jierrantá
sin chistar. La vieja Yotchón, al ver el nuevo comportamiento de Iiwa dejó
de llamarla juche’e puliikü –oreja de burro– y empezó a tratarla con respeto
y más cariño. Su madre, en tiempos de luna nueva cortaba las puntas del
cabello de Iiwa para que le creciera más rápido.
Al día siguiente Jimaai se marchó con sus hermanos mayores a las serra-
nías de Perijá. Al tercer año de su encierro la familia de Iiwa, los Juusayuu
2
Yonna: baile de la cultura wayuu. Tu’uma: piedra semipreciosa, de gran valor para los wayuu.
Wararat: árbol que crece en la península de La Guajira, de característica recta y flexible.
“Mandar la palabra”: cobrar una ofensa. Iiwa-Kashí: nombre compuesto, significa “Luna de
primavera”. Fimaai: se utiliza como nombre propio, significa “joven (doce-catorce años)”.
Marakariita: Margarita. Pitoria: Victoria. Jagüey: lugar donde toman agua los animales (cabras,
chivos). Ipapüle: ranchería ubicada en la frontera con Venezuela, en el Municipio de Maicao; su
nombre traduce “Lugar de piedras”. Ichichon: ranchería indígena wayuu, traduce salecita.
Antología Wayuu 317
Mis tíos paternos fueron invitados a la yonna de Iiwa y sé por ellos que
fue maravilloso. Todos me decían que Iiwa había crecido. Estaba delgada
y su piel era blanca. Cuando bailaba la yonna parecía tener los pies en el
aire. Sus mantas eran nuevas y de seda. Regaló a los invitados especiales
mochilas y chinchorros que ella misma había tejido en sus tres años de
encierro y entre los invitados especiales estaba Memeeya, la artesana de
Nazaret que Iiwa había visto alguna vez en Uribia y cuyos tejidos se ase-
mejaban a los que ella había visto y aprendido en sus sueños con Waleket.
Ella, al recibir el obsequio de Iiwa-Kashí o Luna de primavera, regresó al
internado de Uribia tres años después, al terminar su encierro. Regresó
cuando nosotras nos preparábamos para el grado de bachilleres norma-
listas, pero en ese año Jayarra, su hermana menor, no regresó. Sé que les
pudo parecer riguroso el encierro de Iiwa-Kashí, pero a mí me hubiera
gustado pasar por el encierro. Pese a que mi padre es wayuu, el ser hija
de una alijuna –no wayuu– no me hizo merecedora de tal privilegio. El
ser indígena wayuu a Iiwa-kashí la enorgullece, pero haber pasado por el
encierro la hace especial.
¿Cuál ruta? Yo nunca supe a dónde iría; lo que ahora sé con certeza es
que por mucho que limpiaran mis caminos, me iba con los pies descalzos,
no importaba que las espinas me hincaran. Pero nunca seguí el camino,
sólo las señales, lo prohibido, aquello que decía “No apto para menores
de edad”, o aquello que estaba prohibido tocar por mamá, como el libro
de hojas viejas con olor a baúl de abuela, sólo porque en su título estaba la
palabra “desalmada”. Pero, a los siete años qué vas a entender del viento
de la desgracia, de Ulises y de la candidez.
eran los libros, pues a mi papá no le gustaba leer. Pero, él sabía de todo;
veía “El mundo al instante” y eso fue suficiente para darme todas las res-
puestas que de niña quise saber.
Yo no sigo el camino, sigo las señales, que a la larga también son “otros
caminos”, como la vez que me dijeron que yo nací 145 años después de
escrita la última proclama del Libertador Simón Bolívar. Mi bautizo fue en
la Catedral de Santa Marta, ciudad donde murió El Libertador y me gradué
de abogada un 24 de julio –día de su natalicio– en la Universidad Simón
Bolívar de Barranquilla. Esas efemérides me hacen tener más coincidencias
con El Libertador que el mismo Hugo Chávez Frías e, incluso, con todo
aquél que se llame socialista.
Otra señal fue el 31 de diciembre. Este día no significa el fin del año, sino
el cumpleaños de todos los wayuu y fue una mentira que de tanto decirla,
se convirtió en realidad. Por mi manifiesto, me vi un día de mayo en un
Simposio de Literatura Indígena con todos los Migueles de mi buenaventura
(Rocha, López y Cocom Pech) y mi camino, el que mis padres y abuelos
limpiaban para que las espinas no hincaran mis pies, lo fui desviando por
seguir otra señal, pues todos eran poetas menos yo. Mis personajes, a los
que les doy mi voz, mantienen una lucha contra el Estado, mientras que los
de ellos se reencuentran con la luna, la madre tierra, la lluvia y con el sol.
A los doce años descubrí que todos tenemos una Úrsula Iguarán en casa
y desde entonces y para siempre, veré en mi madre y en mi gran madre,
Mamá Victoria, la mujer que lucha para que su estirpe no se extinga, así
estén condenados a cien años de soledad y no vuelvan a tener una segunda
oportunidad sobre la faz de la tierra. A ver en mi padre a un José Arcadio
Buendía y en mis hermanos varones, a Aurelianos Segundos y José Arca-
dios Segundos, queriendo ser yo la bella Remedios, deseando vivir en un
mundo para mí sola, porque éste que habito no me comprende.
sido los que me han dado la fuerza creadora de Manifiesta no saber firmar,
Nacido: 31 de diciembre, De dónde son las princesas, Daño emergente y lucro
cesante y el Encierro de una pequeña doncella.
Este último trabajo me representa como el venado que camina hoy por
el territorio de los antepasados Dakotas y mañana por cualquier sendero
de Abya Yala. Si hubiera pasado por el hermoso ritual del encierro, segu-
ramente mi voz y mis letras fueran otras. Hubiera aprendido a quedarme
callada cuando correspondiera, porque nosotros no sabemos pedir perdón
como los blancos cuando ofendemos. Nosotros compensamos (pagamos)
por cada ofensa causada y cobramos por las recibidas.
Siento que me desvié a tiempo de ese camino llamado Abya Yala, por-
que cuando los escucho hablar de pureza, de lengua madre, de escribientes
y hablantes, no sólo siento que se aíslan, sino que también me llevan con
ellos, cuando yo he concebido que mi literatura es para el mundo, no sólo
para los wayuu. Es el único camino que debo seguir para conquistarlo,
para colonizarlo con mi literatura, con mis creaciones, para que el mito del
conquistador conquistado sea una realidad cuando todos hablen y cuenten
Manifiesta no saber firmar. Se trata de revertir el proceso, ir de lo escrito a lo
oral. Entonces el mundo será Latinoamérica celebrando el cumpleaños a
todos los Wayuu nacidos el 31 de diciembre.
Soy venado
(Fragmento de novela inédita)
DONCELLAS
FÁTIMA
DONCELLAS
Entonces las doncellas entonaban los acordes del himno nacional “Gloria
al bravo pueblo que el yugo lanzó, la ley respetando, la virtud y honor”...
No, no, y no. Ustedes son colombianas qué pasa, no han logrado aprender
el himno de aquí “¡Oh, gloria inmarcesible! ¡Oh, júbilo inmortal! ¡En surcos
de dolores el bien germina ya!”... Entonaba enfurecida una de las misioneras
capuchinas, su acento italiano le daba un matiz diferente a los acordes del
himno que sonaba en la vitrola traída desde Italia. –Mejor enséñanos el himno
de Italia seño, ¿Cómo es Italia?–, preguntaban las doncellas. Fratelli d’Italia,
L’Italia s’è desta, Dell’elmo di Scipio, S’è cinta la testa. Dov’è la Vittoria?... La
única señal que llegaba a la Alta Guajira era la de Venezuela, y sigue siendo
así. La palabra inmarcesible era tan difícil de pronunciar, se les enredaba
la lengua, para que no se les olvidara se imaginaban a una mujer llamada
Gloria en el mar. Gloria está en los dos himnos, en el de Colombia y Vene-
zuela, Gloria era entonces la mujer de Simón Bolívar, en un himno Gloria
está brava y en el otro está en el mar, concluían las doncellas. Las doncellas
fueron traídas al internado de Nazareth a estudiar. Maritza Cohen, la más
pequeña de las doncellas, aprendió a hablar italiano y castellano, porque
según ella eran dos idiomas que se hablaban igual, pero con diferentes
personas. El italiano sólo se hablaba con la gente blanca de ojos azules. De
madrugada escuchaba los camiones bajar del puerto, pensaba en Jimay,
a escondidas salía de la habitación de paredes de cemento y a tientas sin
tropezar con ningún chinchorro, pegada a la reja, Maritza apretaba los
barrotes, cerraba sus ojos y lloraba. El ruido de los camiones subiendo y
bajando de Puerto López, hacía más larga la estancia en el internado, aquí
todo comenzaba desde las cinco de la mañana. En un mismo baño todas
se bañaban, las grandes ayudaban a las más pequeñas, el olor del jabón
chino invadía la habitación, un jabón color rosa pálido, con perfume de
sándalo daba un toque místico a ese ritual diario del baño, un ritual corto
pero exquisito, donde las doncellas jabonadas contaban sus sueños, de la
misma manera como lo hacían en sus casas, alrededor del fogón mientras
sus mayores las escuchaban, ahora eran ellas mismas quienes se escuchan
e interpretan sus sueños. Había un sueño que se había vuelto recurrente
en la más pequeña, Maritza soñaba con un perro negro, más grande que
326 Estercilia Simanca Pushaina
los perros que ella había conocido, su hocico en el sueño era muy frío y su
color negro brillaba en la oscuridad, era un perro que de noche se podía
ver azul, lo veía caminar cerca de New York, dejaba sus huellas de perro
grande, ella lo veía pasar mientras estaba montada en la copa de un árbol de
trupillo, así como le enseñó Jimay, para poder ver las luces de los camiones
bajando de Puerto López. Nuevamente sin tropezar con los chinchorros
de la habitación a tientas lograba llegar hasta el baño y a esa hora de la
madrugada Maritza se bañaba con agua fría para espantar el mal sueño.
Era un sueño tan recurrente que varias veces fue sorprendida por las
hermanas capuchinas y le diagnosticaron sonambulismo. –La pobre tiene
un trastorno del sueño, es una sonámbula perfecta, es como si de veras
estuviera despierta– comentaban. Pero Maritza no era sonámbula, ella se
bañaba con agua fría apenas se despertaba para espantar al perro negro
que a esa hora deambulaba en el territorio de sus sueños.
JIMAY
Eran las tres de la tarde cuando el joven Jimay trataba de quitarse una
espina que tenía en la palma de la mano, precisamente en la línea de la
vida, como dirían los gitanos. Se hincó mientras trepaba al árbol de trupillo,
su contextura delgada y su bajo peso le permitía subirse hasta la copa, ahí
se quedaba horas enteras por orden de sus mayores, desde allí vigilaba el
tráfico terrestre, el que bajaba y subía, su atención debía estar enfocada
a los extranjeros, y alertar la presencia de ellos en los caminos. Antes del
nacimiento de Jimay, los extranjeros no se atrevieron a pasar por el desierto
ni aventurarse por los intrincados laberintos de La Guajira, guiados por
mestizos producto de amores clandestinos de los extranjeros con las hijas
de los nuestros, heredando el sigilo y la memoria fotográfica de sus ances-
tros, eran los guías de aquellos. Desde arriba Jimay también vigilaba a las
doncellas, así conoció a Maritza Cohen, la doncella de siete lluvias tratando
de clavetear un triple de madera en un árbol seco de trupillo. Desde que
Jimay vio a Maritza le dijo a sus padres que ella era a quien quería por
esposa –Apenas tienes diez lluvias y ya quieres una doncella– se reían sus
padres. La enseñaría a treparse en los trupillos, a sacarse las espinas, a correr
entre la escasa vegetación de Isashi para que los extranjeros no pudieran
verla, esperaría su encierro y su salida, la esperaría siempre.
Antología Wayuu 327
FÁTIMA
El sonido de las cornalinas en la piel, el color del oro rojo, los diseños
momposinos en nuestras orejas, un saludo palestino tan cercano cuando
dicen “Somos baisanos de la misma buebla”, una moneda de otro pueblo
sin embargo tan nuestra, un árbol de cacaito sin hojas esperando reverdecer
en una nueva bonanza. Loly, la wayuu más bella del mundo, escucha desde
su balcón cómo la brisa de la tarde arrastra la basura, piensa en Taiwan.
Hace días no veo a Loly, la última vez la vi fue en su casa, estaba tratando
de tejer, había mandado por una artesana de Ipapure para aprender ese
oficio, la trama de la araña era tan esquiva que a Loly se le enredaban los
hilos, “Vuelve a empezar” decía la artesana, yo me senté a su lado tomé
unos hilos y una aguja, ahí las dos comenzábamos desde el ombligo del
mundo, o quizás desde el centro del universo el tambor de una mochila.
Nunca las terminamos y todos esos hilos junto con las mochilas nunca
terminadas fueron a parar en el último cuarto. La artesana de nombre
desconocido nos miraba y se reía, sus únicas palabras para nosotras eran:
“Vuelve a empezar” y otra vez jalamos los hilos y estos se descosieron tan
fácilmente así como se desmoronan las casitas de arena que hacíamos con
nuestros pies. Recuerdo esa tarde como una fotografía donde dos ado-
lescentes tratan cada una de tejer una mochila, sentadas en el piso, nos
reíamos de la forma como agarramos las agujas, en un balcón al lado de
una artesana desconocida, Loly hizo un silencio como tratando de escuchar
los murmullos de la brisa que a esa hora llegaban hasta al balcón, –Toda la
basura de Asia está rodando por la “catorce”, quiero conocer Taiwan– Hoy
vine a verla para regresar de nuevo al mundo, últimamente me he sentido
en medio del océano, lejana, perdida, en el colegio se han dado cuenta de
mi cambio de ánimo, todo me asalta, Quizás sea ese amor pandémico, ese
amor del cuerpo que me atrae, puede intoxicar pero no me importa, lo
busco y cuando estoy a escasos pasos me devuelvo por la misma ruta que
caminé con tanta seguridad, me vuelvo torpe, siento que todos saben que
voy a buscar besos no pedidos. Quienes me conocen saben lo fácil que
pierdo el control, el orden de las cosas, me vuelvo tan obvia perdiéndome
en un mundo de fantasías del que me sustrae la realidad abruptamente.
Duele, fustiga, lastima, desilusiona, sobre todo cuando todos creen que
puedo tener al hombre que yo quiera, cuando no es así, y quien me gusta
sólo puede conocer mis besos cuando se los robo o cuando permito que él
lo haga, en el chinchorro que me regaló mi mamá, cuando en ese techo de
zinc caen esas gruesas gotas de lluvia haciendo un ruido de diluvio que me
irrita pero que a él le gusta, entonces olvido el ruido de las gotas de lluvia
328 Estercilia Simanca Pushaina
sobre el techo de zinc y deseo que llueva fuerte y el camino hacia al Puerto
se convierta en fango, los camiones se atollan bajo esa lluvia torrencial para
que no se vaya. Sé que me merezco sus besos, sus caricias, su sexo, todo de
él, pero esto no es de merecer sino de derechos. Aquí en este balcón me doy
cuenta de lo sola que estoy y que quizás en alguna parte del mundo, o de
esta casi isla llamada La Guajira está quien me ama antes de conocerme.
Hoy Loly no está, se fue para Taiwan.
DONCELLAS
Hoy bautizarán a todas las doncellas, desde hoy serán católicas, apos-
tólicas y romanas, dejarán de ser criaturas para ser hijas de Dios, quizás
el agua bendita le quite lo sonámbula a la más pequeña de todas. Hace
una semana están en preparativos, les cortaron el cabello y se probaron
los vestidos de encajes usados que mandaron las señoritas italianas como
donación. Parecían muñecas de porcelana, su tono de piel cobriza ya no era
el mismo, sus pasos de venados eran ahora marchas lentas enmarcados en
un orden de filas, encabezados por una religiosa que las llamaba bambinas
o señorinas. Muchas de las doncellas ya habían pasado por el encierro, y
estar en el internado era una continuación del mismo, pero esta vez era un
encierro colectivo donde todas soñaban con la luna cada mes, y ésta les haría
sangrar de nuevo, pero ya no estaba la madre, ni la tía, ni la abuela, sólo ellas.
Las grandes pendientes de la primera menstruación de las más pequeñas,
para cortarles el cabello y darle los brebajes que ellas traigan consigo en el
baúl, a prohibirles tomar leche de vaca, comida salada y pisar el suelo con
los pies descalzos. Karrawua, la sirvienta del internado era la encargada
de traerles las Jawapias de la Makuira, a escondidas de los misioneros y así
mientras preparaba los alimentos cocinaba las plantas recogidas. Ella usaba
un pañuelo rojo el cual extendía en el suelo mientras recolectaba las plantas
y así nunca le faltaban los ingredientes para prepararles a las doncellas
los brebajes que necesitarían en su primera menstruación. La partida de
bautismo contenía sus nuevos nombres, ahora Siruma se llamaba Isabel,
Mawui se llamaba Catalina, Iiwa Kashí se llamaba Adelaida, y la fecha
de nacimiento de todas: 31 de diciembre. Karawua quien tampoco estaba
bautizada y ya pasaba de las sesenta lluvias también ingresó en las filas
de las bambinas, le pusieron Antonia y también nacida el 31 de diciembre.
Las doncellas no tenían edad pero sí fecha de nacimiento. Maritza, quien
siguió conservando su nombre, miraba hacia el techo de la capilla, buscaba
al espíritu santo.
Antología Wayuu 329
FÁTIMA
El zamuro
Ecólogo
aapushana
ataviado
de oscuro
she’i.
Puntual
presencia
solidaria
en los velorios
wayuu.
El cascabel
…a la memoria de Eloisa Uraliyu
Prevenido piache
wayuu uraliyuu
exento de frivolidades
e inmune
a los estragos del insomnio.
Provisto de cadenciosa maraca
en sombreado consultorio
se encuentra siempre presto
a medicar
una piadosa eutanasia.
1
Juan Pushaina es el nombre literario de Leoncio Pocaterra (Nota del editor).
332 Juan Pushaina
Jepirachii
…a Vito Apüshana
Madrugador
con arreos de nubes
y rebaños de dóciles luceros
en camino a los colgaderos
del Calancala.
Ojalá
que a la vuelta
dejes amadrinada
una de tus reses
derrotada en Aleema’saain
para hacerle desangre
en pago de mandas
que ablande la arcilla
para modelar renuevos
que van a sembrar
con los primeros gallos
un perpetuo amanecer.
El tigre
…al clan Uliana
Prófugo Uliana
de la ley wayuu,
guapo y con
diagnóstico
de alcoholismo agudo,
trajeado con un camuflado
de “marines,”
es adicto a dietas
aliadas de la artritis
y el colesterol,
sestea apertrechado
en la Serranía de Guama
con filosa veintena de navajas
Antología Wayuu 333
y armas automáticas
negociadas en Portete.
El alcaraván
…a la memoria del profesor Ricardo Samper
Tenor
Sapuana
trepado
sobre
elegantes rodillas
exhibidas
bajo su gris
atavío
de etiqueta
para conciertos
nocturnos
en tachonadas
sabanas wayuu.
El mapurite
…a la memoria del profesor Ramón Paz
Fino
y perfumado
coterráneo
wayuu.
Libertino
y elegante
protagonista
de los cuentos
de Ramón Paz.2
2
Ver cuentos de Ramón Paz Ipuana en esta antología.
334 Juan Pushaina
Los galápagos
…al poeta Jorge Gutiérrez Montero
Palafitos
paraujanos
que flotan
buscando
asentamientos
en los manglares
de Venezuela.
Las cotizas
…a Carola Montiel
Mascoticas
silenciosas
que apacentan
bajo
la sombra
de nuestras
fatigas.
El chivo
...al profesor Artemio C.
Necio
y apasionado Casanova
castellano
juglar
de exquisitas
noticias guisadas
o en brasas
y cófrade
de los conquistadores
de América.
Antología Wayuu 335
La luciérnaga
…a la profesora Dilia Flores
Sobre el tapiz
de la noche wayuu
sutiles danzarinas
con vivos braseritos
entraman
cintas de luz
coreografía de sabanas
que en la sequía
de mis sueños
anuncian
la bendición de las lluvias.
La península
…a la mamá del profesor Miguel Ángel Jusayú
Azul Caribe,
fondeadero
del cosmorama wayuu
en el tapiz continental,
apliqué amerindio
bordado de orillas
y serranías,
poblado de ombligos
nordestes,
nubes transhumantes
y sedientos cardones.
José Ángel Fernández Silva Wuliana
Takaa’ulainchon
Mi Cabrito
1
José Ángel Fernández suele componer cada poema a manera de un díptico en wayuunaiki y
español, con el resultado de que estas versiones no necesariamente deben considerarse como
traducciones, sea del wayuunaiki al español o viceversa, sino como piezas inseparables de un
solo poema en el que no hay lengua “original” ni lengua “terminal,” sino un devenir entre dos
lenguas (Nota del editor).
338 José Ángel Fernández Silva
Nünüiki Ka’ikai
Chünü’ü
Sü’itane’e juya
yala’ane’e na’ato’u chünü’ükai;
sujutu’une’e ipa ajülüjüshiirua
shiinalu’u manaliirua chünü’ütüsükalüirua.
Colibrí
Que llueva
allí junto al colibrí,
que caigan piedras cornelinas
en el fondo
de los colores brillantes.
Na Wüchiikana
Los Pájaros
Ku’lamia
Doncella
Su’upunaa Ka’i
Rostro Solar
Pülowui
Encanto
Eii Mmaa
Madre Tierra
1
Tributo u ofrenda realizada por la mayoría de los pueblos indígenas a la tierra como retribución
por cobijarlos en su seno y darles alimentos. Todas las notas son del autor.
2
Kogui: pueblo indígena que habita en la Sierra Nevada de Santa Marta, Colombia. Ellos
consideran a todos los que depredan la naturaleza como “hermanitos menores”.
3
Yajé: alucinógeno utilizado por algunos pueblos indígenas de América.
4
Fenómeno meteorológico provocado por la presencia de gas metano en los pantanos de la
Ciénaga de Aguas Blancas y Aguas Negras en el municipio Catatumbo del Estado Zulia,
Venezuela.
5
Espíritus que según la creencia wayuu pueden causar enfermedades y hasta la muerte.
6
Piedras antiguas utilizadas por los wayuu como ornamento personal en el cuello, las cuales
igualmente sirven como pago de indemnización y como primera entrega de la dote matrimonial.
Antología Wayuu 343
Shi’irairua Taliraaikaa
7
Personaje hipermasculino de de la mitología wayuu, esposo de Mma y de Pulowui, proveedor
de las buenas lluvias.
8
Es la tierra, considerada por los wayuu como su madre.
9
Aguardiente blanco fabricado artesanalmente por los wayuu.
344 José Ángel Fernández Silva
10
Espíritu que encarna una danza ancestral wayuu que se realizaba en honor a Juya, Mma y
Ma’leiwa. Un juego-teatro-danza donde se expresa la totalidad del imaginario social wayuu.
11
Médano ubicado en la península de La Guajira venezolana, al norte del Estado Zulia. Según la
mitología wayuu, allí fueron devoradas por una enorme serpiente dos señoritas, hijas de Juya.
Éste vengó a sus hijas fragmentando al médano y dando muerte a la serpiente.
12
Personaje mitológico cuyo cuerpo longitudinal camina al revés.
13
Personaje mitológico felino que solo consume el corazón de su presa.
Antología Wayuu 345
Suumain Tü Lapükalüirua
Na wuchii ee’iraliilkanairua
ountuusü nachiki suumain tü lapükalüirua
süka jayeechichennuu su’utpünaajatü alapajaa.
Na wuchii ee’iraliikanairua kepiashii
kachetüin sünain sütüna wunu’ulia
eere yüü’üyütüülin noo’u
eere tü wunu’upananakalüirua sünaajüin sümüralu’u
müin aka niwiirakaa joutai tü: Juu, juu...
Shiirunnakaa ajapüü nnojotsü süpülajatüin akotchiraa wane’ewai
shimemera juya
nnojotsü shia akotchijiajatüin nu’wuira ka’ikaiya’asa
eirunnusu ajapüükaa ko’uutajanaitpa tepchi jo’uuyuu süka.
ainkashaanain ma’in saa’in tü kepiakalüirua eere tü kamüshe’ewaakaa.
El árbol frondoso
Süpüshi Wuchiirua
Linaje De Pájaros
Sümocho mmakaa
Ombligo de la Tierra
14
Clan wayuu perteneciente al tótem de los felinos (gato, tigre, león).
Antología Wayuu 349
Yo estuve muerto,
muerto de sed,
muerto de risa,
muerto de sueños,
muerto por fantoche,
muerto por los muertos.
Yo resucité por la palabra.
Yo resucité por Ma’leiwa.
Por Ma’leiwa, yo estuve muerto.
Ahora estoy vivo por Ma’leiwa
en el seno de la madre tierra
presto para recorrer el camino infinito de los wayuu vivos.
Mi hermano Cantalicio
me contó:
“Mi papá no ha muerto,
se incorporó al Río Padre”.
Y la doncella bari dijo:
“El Relámpago del Catatumbo
parpadea para alumbrar el sendero perenne”.
Apaalaairua jee jayeechiirua nümüinjatü chi Uuchi Laülaakai
Dones y cantos al Cerro Mayor (2013)1
1. Invierno
Llora el alcaraván,
la sabana se alegra,
comienza a llover el invierno.
1. Juyapü
A’yalajüshi kaarai,
atalatalaasü jutaishiikaa,
o’ttusu sünain e’itaa juyakaa.
2. Despedida de la primavera
2. Süpütaaya iiwakaa
1
Incluimos selecciones del poemario inédito ganador del Premio Continental Canto de América
2013 otorgado en México por la Asociación de Escritores en Lenguas Indígenas. El lingüista José
Álvarez colaboró en la revisión de las traducciones (Nota del editor).
352 José Ángel Fernández Silva
3. La verdad
3. Tü shiimüinkaa
4. Honguitos tiernos
4. Paipaichennii
5. Sueño de anciano
5. Nü’lapüin laülaakai
6. Pagamento vital
2
En lengua náhuatl “muralla”. Esta y las notas que siguen son del autor.
3
En lengua náhuatl “casa de Dios”.
354 José Ángel Fernández Silva
7. Canto arcano
7. Jayeechi anujuluushi
8. Amigo mío
8. Tatünajutu
4
Mujer danzante y cantora que encarna el alma de un rito dancístico invernal y nocturno que
se ejecuta en una extensa pista rectangular con parejas fijas. Cada miembro de estas parejas es
llamado en wayuunaiki ajülüwaa.
Antología Wayuu 355
¡Aa, tatünajutaa!
To’tta anainrü jayeechikaa tü ma’yaa:
Ale’ejeechi pia mmapa’amüin noo’u wanee ama kasuutai,
püshe’inru’uin pia wanee pooincho kasuutolu,
anain shiyoluju pünain pukuwoma kasuutolu,
pulumajeerü tü akaliaa sükalu’ujatükaa ka’i
jee ale’ejeechi pia,
tatünajutaa,
juyain e’itüsü pia.
Ale’ejeechi pia mmapa’amüin noo’u wanee ama kasuutai…
9. Casa de alcaraván
9. Kaaraipia
5
Topónimo de población wayuu ubicada en la Guajira colombiana. Palabra compuesta por
kaarai “alcaraván” y epiaa “casa de alguien”.
356 José Ángel Fernández Silva
6
Serranía ubicada en el corregimiento de Nazareth, Alta Guajira colombiana. Es Parque Nacional.
En su seno se aprecian una serie de paisajes encantadores como la piedra de Wolunkaa, que
explica el origen del wayuu. Según el mito, cuando un cazador flechó la vagina dentada de una
mujer, empezaron a multiplicarse los wayuu.
7
Mujer wayuu que, según el mito primigenio, tenía la vagina dentada.
8
Personaje portentoso e hipermasculino de la cosmovisión wayuu. Esposo de Pulowui. Es
asociado con las lluvias invernales y primaverales.
358 José Ángel Fernández Silva
14. Mi árbol
50. Cují
50. Aipia
51. Serpiente
Entramos al monte,
abuelo le pide permiso para entrar
con el tabaco,
saluda a la serpiente;
le dejó un canto.
51. Wüi
52. Dancemos
Cuando se va el sol
y se asoma la luna,
dancemos.
362 José Ángel Fernández Silva
52. Wayonnaja
Nu’unapa ka’ikai
jee shii’iyalaapa kashikaa,
wayonnaja.
53. Sendero
Cruzamos el sendero
celado por Pulowui,
allí se oculta el sol.
53. Wopu
54. Niño
54. Jintüi
55. Eiichira
57. Algodón
57. Maawüi
58. Penacho
58. Karatsa
59. Jalianayaa
60. Nube
60. Siruma
Wayuu
(Gente)
Wayuu
1
Publicado bajo el heterónimo de Vito Apüshana. Incluimos la totalidad de los poemas de esta
colección publicados originalmente. Traducciones al wayuunaiki de José Ángel Fernández
Silva Wuliana.
2
Preservamos el particular énfasis en negritas otorgado en el mecanoscrito a algunas palabras en
wayuunaiki.
368 Miguel Ángel López Hernández
Jierü
(Mujer)
Mi mujer, la tarde.
Mi madre, la noche.
Mi abuela, el sueño.
Jierü
A Mma, la Tierra
Culturas
E’raa
(Visión)
Ipa
(Piedra)
Ipa
Alaüla
(Tío Materno)
Chimale
Alijuna
(Persona no wayuu)
No sé si comprendió
que pülowi estaba
en nuestro oculto temor de verla.
372 Miguel Ángel López Hernández
Waruta
(Caracol)
Lapü-Irama
(sueño-venado)
Hay un chinchorro,
entre el sueño del wayuu y
el sueño propio de Mma –la tierra–
Locura diaria
Juyaa-Kasipüloin
(Lluvia - arco iris)
Al salir kasipüloin…
ya he recibido de Juya (Aquel que llueve):
un animal y una planta…
entonces he de descubrir
una trocha oculta… y
una mujer señorita, entre chichorros,
se mete en mis ojos.
II
III
Seguimos en silencio
el adiós de Juya:
el anciano Kaaraisa
escucha los colores de kasipüloin… y
así llega al color invisible del sueño.
374 Miguel Ángel López Hernández
Marara
El anciano Marara,
de los Uliana de Taloa,
nos visitó de paso y habló
de las traviesas escondidas
de ka’i –el sol-
en palaa -la mar-.
Majayulü
(Señorita)
Ayer, en la tardecita,
me enamoré de los ojos
de una mujer señorita.
Aleker
(Araña)
Jierü-Shotii
(Mujer – Lechuza)
Ru’umaa
Kaarai
(Alcaraván)
He visto el alcaraván
mirándome de igual a igual:
ha descubierto mi acecho a su intimidad…
ha descubierto mi deseo de correr en su mundo.
Wopü
(Camino)
En la cueva de Pülashiruu
hay un nido de saberes antiguos, que he de alimentar.
Wopü
Kataa-o’u
(Vida)
Kataa-o’u
antüin
jünain Iiwa jümaa Juyo’u (...)
eesü tü lapükat
antire’erüin waya
nama na waamakakana.
Juyapü
(Tiempo de Lluvias Abundantes)
Juyapü
Woumain
(Nuestra Tierra)
Woumain
Püntapa woumainru’umüin
eemerajeechi pia juupuna jeemiouse
wojutümaajatüka watuma.
Püntapa woumainru’umüin
paapajeeru wamüralu’uya jünain
jipijana tü mojuui kamairuka.
Pastores
Somos pastores
Somos los hombres que viven en el mundo de las sendas.
Nosotros, también, apacentamos,
También regresamos a un redil… y nos amamantan.
Y somos leche del sueño, carne de la fiesta… sangre del adiós.
Aquí, en nuestro entorno,
la vida nos pastorea.
Arüleejüliirua
Arüleejülii waya
Waya wayuu kepiakana wopulu’uwai.
Ekajitshii wayakanaya’asa,
ale’ejüshii waya sulu’umüin wane paüya’asa… Je
achujeennüüshii waya.
Je süchira waya tü lapükaa, süsala tü mi’irakaa… Süsha tü
Apütawaakaa.
Ya’yaa wa’ato’upünaa,
sürüleejüin waya tü kataakaa o’u.
1
Publicado originalmente bajo el heterónimo de Vito Apüshana. Traducciones al wayuunaiki de
José Ángel Fernández Silva Wuliana.
382 Miguel Ángel López Hernández
Waraitaa Karouyamüin
Walatshi
Walatshi
Calma II
Maituui II
Jierü-mma
Jierü-mma
Danza y nacimiento
2
Juya (Nota del autor).
Antología Wayuu 385
Fiesta
Mi’ira
Hombre-mujer
Toolo-jierü
Mar
Palaa
Miedo aliijuna
Sümüshe’e alijuna
Raíces
Apüshii namaiwajana
Vivir-morir
Kataa o’u-outaa
Viaje-sueño II
Waraitaa-lapu II
De un alaüla de Alemasahua
“Ya naciste…
y naciste hijo de gente. De los fundadores de trochas del cerro de Epitsü
Y puedes irte y puedes no volver,
Pero siempre estarás ahí… junto al árbol mokooshira
que circunda tu cementerio;
ahí pertenece tu sombra y tu descanso.
Ya naciste
y tal vez puedes irte y no volver, pero siempre estarás aquí,
siempre serás nombrado en la música del sawawa…
Ya naciste
y naciste hijo de gente, de los pastores silbadores de Alemasahua.
“Jemeichipa pia…
Jemeichipa pia süchoin wayuu, nachoin pia na palajanaajanakana e’itaain
wopu Epitsümüin.
Eeichipa pia süpüla pu’unüin je nnojoireein püle’ejüin,
Yaleechipaja’a pia weinshi yala, na’ato’u chi wunu’u Mokooshirakai
pejekai sünain pa’amuuyuushi
yala’a yala shia eere puyoluju je peemeraaya.
Jemeeichipa pia
ja’itaichi pia o’unüin je male’ejüinreein,
ayateechia pia yaain yaya weinshi
ayateechia pia achuntunüin anülia sawawa’iralu’u…
Alemasahuaje’ewoliikana,
nnojolü püshapaje’erüin puwui shi’itaain tüawuichikanain waakaa,
aka, nakuwana a’laülaa kama’ainnakana shia kanainka joolu’u tü
jeketaa pukuwa.
Nnojoi püshapajaain sünain antaa, yaaichipa pia ya’yaa… Süchon wayuu,
süchon shira tü e’itüsükaa juya”
Encuentros en los senderos de Abya Yala (2009)1
(Selección)
Taloulumana
1
Premio Casa de las Américas, 2000. Publicado bajo el nombre propio del autor, Miguel Ángel
López Hernández.
392 Miguel Ángel López Hernández
Maluayan
Luego vino el sueño y las voces de los muertos nos hablaron de encontrar
las huellas
de los primeros caminantes de la Tierra en los pasos sudorosos de hoy;
nos hablaron de escuchar la leve música contenida
en las quejas que soltamos en el sendero.
Ipapulee
Palabra 2
Palabra 5
Sueños
En los confines de la
noche sueño
vivo entre sueños.
Vivo y duermo en los
rincones de los sueños
de mis ancestros.
Arcoiris
Dice mi madre:
“ojuitusu Kasipoluinka”
ha salido el arcoíris
arrojado desde las entrañas
de la boa gigante “Sarulu Poula”.
Huellas
A mi bello internado1
1
La Institución Etnoeducativa Internado Indígena de Nazareth (corregimiento de la Alta
Guajira, Colombia), también conocida como el Internado, fue fundada en 1911 por sacerdotes
capuchinos italianos. El Internado es muy respetado en la comunidad y recordado con cariño
por muchos wayuu educados en él (Nota del editor).
Antología Wayuu 397
Tejiendo sueños
En el telar de la noche
se tejen mis sueños, la misma noche
se encarga de fermentarlos.
Con su transparencia reconstruyo el
pasado e interpreto el presente.
Andanzas
Presentimiento
Ya rayaba la noche,
el humo del tabaco
se levantaba en espirales
dibujando figuras efímeras.
La Piache2 clamó:
Nuestra tierra posee una
riqueza incalculable,
a ella vendrá mucha gente
y nuestra sangre será derramada
y sin tierra que nos amamante
quedaremos.
Outsü o chamán. En la sociedad wayuu la mayoría de los chamanes son mujeres (Nota del
2
editor).
398 Livio Suárez Urariyuu
Nimi’ra Juya
El ojo de la noche
no sale de su asombro.
Las noches cálidas se
tornan heladas y solitarias.
El jolgorio y las voces se
apagaron, el golpe
fue aplastante.
Cataclismo
Absurda idea la de
asentarse en la sociedad
depredadora para absorber
palabras hediondas y
humillantes.
3
Elaborada festividad de carácter musical-teatral-narrativo con amplia participación de la
comunidad, que resume la cosmovisión wayuu y conllevaba en otras épocas rituales de
apareamiento erótico. La prédica cristiana disuadió la celebración de este evento. Ha caído en
desuso hasta prácticamente desaparecer, según lamenta el autor (Nota del editor).
Antología Wayuu 399
Pulouwi
Tununuu, Tununuu…
retumba el eco de su voz,
ella está alegre.
Wayuuchon
Wayuuchon,
Chi yuttakai a’wala,
chi mütsiiakai o’u.
Nnojot ma’in pi’yalajüin,
saaperüle’e pi’ira koju
cha una’apüjee.
Wayuuchon,
nnojot ma’in pi’yalajüin,
okolojeet taya
una’apüjee yosu,
müsüja’a jaipai eekai jakütüin.
¡Jintüichon anachonkai!
nnojot ma’in pi’yalajüin,
Ta’imajeechi pia
wanaa sümaa putunkuin.
Wayuuchon
Wayuuchon,2
de cabellos lacios,
de ojos negros.
No llores más,
que el oso malo
te escucha
allá en el monte.
1
Poemas bilingües para la educación intercultural de niños wayuu.
2
Wayuu significa persona, gente y “-chon” es sufijo diminutivo.
402 Hilario Chacín
Wayuuchon,
no llores más,
te traeré del monte
iguarayas rojas,
y cerezas maduras.
¡Niño lindo!
No llores más,
que yo velaré
tus sueños.
Tachime’ese
Tachime’ese Jo’uuche’echon
asüshi ashe’ejuushi,
sulu’u wanee iita oorotaliaa.
Achookojooshi, kawachirachonshi
kaa’ulachonkai.
Eepünaale nuchookojooin
ni’yotirüin su’uujain
toushu Pouraaria.
Taka’ulainchon amulo’ulaashi
o’unushi sulu’u mulo’uin niya
E’rüishi wayumuin,
nainka aa’inchi taya
süka nu’uwa makalü saa’in kachuweera.
Mi maute
Mi maute chiquitico
bebe leche
en una totuma de oro.
Salta, corre ligerito
el cabrito.
Cuando brinca
Antología Wayuu 403
derrama la chicha
de mi abuela Paulaalia.
Mi cabrito crece,
se va haciendo un hombrecito.
Es rebelde
y me asusta con
sus cuernos de bronce.
Pipichon awatüikai
Pipichon awatüikai
¿Jalashikai pia?
_¡Ma’aka püntüle joolu’uchonkana’aya!,
tasülüjeechi amüin pia
tü kasa kamalainkalü ma’in pümüin
wanee kuluulu wüitüsü.
Pipichon awatüikai,
¡Jalaichi yaamüin yaa!
_Ma’aka püntülee joolu’uchonkana’aya
taapeechi aüüin wanee mojuui kapanoulesü
eeinjachire kashukuin pia,
je wanee pipi jierü
pi’mi’ijaainjatkalü amaa
süpüla ka’ikalü süpüshua’aya.
Periquito volador
Periquito volador,
¿tú donde estás?
Si vienes ahora mismo,
te daré un regalito,
lo que te gusta más,
un trajecito verde.
404 Hilario Chacín
Periquito volador,
¡vente para acá!
Si vienes ahora mismo
te daré un árbol frondoso
donde anidar,
y una periquita linda
con quien jugar
todos los días.
Shukulaa
Nnojotsü aliichajüin,
je shi’rüin tü shuli’walakalüirua.
Atunkusu je atunkusu
japüitta’aleesüja’a
taya pütuma
shii shukulaa
asho’ulaasücheje’e taya puulia.
La pereza
de un bostezo,
nieta de un chinchorro
que se cuelga
bajo la enramada.
No sales a ordeñar,
ni a ver las estrellas.
Solo duermes y duermes.
¡Qué pena contigo,
Madre Pereza,
por eso me aparto de ti.
Süchikaa makomiita
Rio Limón
llanto de pescadores.
¡Oh río de acero!
Hondo río Limón,
de manglares rojos,
de palafitos de enea.
Lejano, lejano
rio amado,
llévame a través del puente
a conocer y ser amiga
de los encantos.
Chaamaa
La Chama
Jintüi makuiraje’ewai
El niño de la Macuira
(retahila)
Niño en la Macuira,
faja en el niño,
mochila en la faja,
contra en la mochila,
poder en la contra,
voluntad en el poder.
408 Hilario Chacín
Numajala yosu
Tamüsü tü jo’uttaikalü:
pu’unapa püküjapa tanüiki
namüin tepichikana namaa jima’aliikana,
Sulu’u mma aluwataanakalü alu’u
natuma waneejena.
Talatapü’üsü laakaa
shi’rüin waima tepichi emi’jüin shiroku
¿Jamüshiiche ma’in nayüülajaka taya?
Le dije a la brisa:
Id y llevadle mi mensaje
a los niños y jóvenes
de esta tierra irredenta.
Han dejado de jugar con mis brazos.
Han dejado de comer mis frutos.
Han dejado de lavar sus cabellos con mi corazón.
Tatapa’a
Mi cuerpo
Püloui
Püloui ka’walapa’asü,
püloui merüinjeesalü tooloyuu,
püloui kojouttaisesü,
püloui süshi palaa.
El encanto
Washitshaana tatuushi
Mi abuelo es rico
Ma’leiwa
Ma’leiwa1
me hizo tan hermoso,
así como la primavera
que embellece a mi tierra
chispeando de magias
la lindeza en sus ojos
bajo el rocío de su amor.
Me hizo tan terrible,
así como el desierto
que flamea en su existir
bajo la ardiente mirada del Sol.
Me hizo lleno de misterio,
así como Pulowui2
que habita
en las profundidades del mar,
así como la estrella Fugaz
que sólo un instante
brilla en el Firmamento.
Ma’leiwa dejó en mí
una sabiduría y una ley única
que no es enferma ni sucia.
Me hizo agradable,
así como el frescor de jepirachii3
que visita mi tierra
en todas las tardes.
1
Personaje supervital o portentoso de la cosmovisión wayuu, que por influencia cristiana se usa
a veces como equivalente autóctono del Dios creador (Nota del editor).
2
Contraparte hiperfemenina de Juya (Nota del editor).
3
Colaborador de Ma’leiwa (Nota del autor).
412 Rafael Mercado Epieyú
Y he sido
el más robado,
el más discriminando;
si dudas tú,
pregúntale a Wensh.4
4
El tiempo (Nota del autor).
Carlos Daniel Prieto
Juya
Juya
Amulialawaa
Súplicas
Putchi kakaliairü
Voz ancestral
Ziruma’a
Noche de Yonna
Putchi
Tanuiki
Tanüiki atüküluja´aleesia
sütoütajee tü sumaiwajatükaa
makatüsü nulüü chi wopü kakalirakai
chi mapüsaichickai sunainjee tia.
Mi palabra
Pai’pai
Su´upunaachon mma
onjulaaka nupüleerua ka´i
aapiraaka numüin chi kashi salitkai
makalaka wunu´usii miasüsitsü
aapakai pümüin
süsamala nünüiki
sa´akapünaa shiyorolo
a´ipiarua jo´uyuu
suchonyuukana ja´yuumuin.
Rostro Wayuu
Carita de tierra
que huyes del sol
y te ofreces cual sedienta flor
al hermoso hombre luna.
Quien te deja escurrir su fresca palabra
entre el rumor de tiernos cujíes
hijos del amanecer.
Antología Wayuu 421
Jokooche´e
Tawala jokooche´e
aapirakai juyapü
Lagarto
Hermano lagarto
heraldo del invierno,
y del padre creador.
Los primeros siete años fueron ese mundo, ese mundo de… no sé
como definirlo, de “dos mundos”, de la cultura “anfibia” de estar dentro
Antología Wayuu 425
Sí, cuando llegamos a Riohacha sí sentí eso, sentí que ahora había una
familia nuclear, porque allá donde estábamos tenía una familia extensa,
la abuela, el abuelo, los tíos, los hijos de los tíos que eran también tíos
segundos y tíos con autoridad. Entonces todo era una red en la cual uno
hacía parte de la familia extensa, que conectaba a uno, pero siento que eso
se rompe, se revienta un poco al llegar a la ciudad de Riohacha. Primero
nos circunscribimos a un barrio, y eso es importante; el concepto de barrio
urbano era distinto al de la ranchería, y allí empecé el mundo del colegio
y con él todo ese universo de la lectura, de los libros, de la tv, la radio (ésta
un poco más protagónica), y otro tipo de juegos. Claramente yo podría
definir que a partir de los ocho años se inicia otro período distinto para mí.
JDW: Das la impresión de que eso no fue conflictivo para ti, sino más
bien natural...
conflictos y como se debe salir, por lo que también hay un curso natural.
No es cuestión de tenerle miedo a los conflictos, sino de tener la sabiduría
de evitarlos, y si no se pueden evitar, de cómo tratarlos. Muchos conflictos
se evitaban, aunque había momentos que estos se daban. Son conflictos
interclaniles, que así como se originan, así también se resuelven, y cuando
se resuelve un conflicto se logra una paz duradera por muchos años. Bueno,
en las zonas de frontera, todavía sigue ahí mucho conflicto.
MALH: Yo creo que el viaje en realidad fue una diáspora casi. Por causa
de un conflicto unos parientes pelean y se matan entre sí. Luego aparece
el abuelo en medio del asunto para tratar de resolverlo, pero es muerto
también, y ahí se agudiza más el conflicto, se multiplican los muertos. En-
tonces las dos familias extensas se tuercen, toman rumbos diferentes, unos
se mudan para allá y otros se mudan para acá. En el caso de los López se
reparten en los alrededores, Maicao, Riohacha y la provincia ahí cerca. A
mí me tocó huir con la familia de mi papá y nos vinimos para Riohacha
para evitar proximidad con una de las familias en conflicto; sólo para evitar,
pues ya se había llegado a un estado de no agresión basado en el hecho de
que se habían dado muertos de un lado y del otro. Toda vez que la balanza
estaba equilibrada no se esperaba proseguir con la guerra, pero de todos
modos era necesario hacer algo concreto para evitarla y sellar el pacto de
no agresión. Se presentaron entonces los palabreros, que logran interve-
nir, decir ya no más, hablar con las distintas cabezas de familia y llegar a
un arreglo definitivo de no agresión, aunque siempre el ambiente queda
caldeado. Entonces para evitar eso, se asume la estrategia de aislamiento.
Con esa familia tengo entendido que no hubo más contacto y luego vino
la decisión de enviarnos a estudiar para evitar que los varones entren en
el conflicto y alejarlos de ese ambiente muy tenso de hostilidad interclanil.
Y en esa búsqueda lo que se piensa en mi familia es que la educación es
la solución, como si se dijeran: “alejamos a los varones de cualquier idea
de entrar a matarse otra vez por motivo de venganza.” Yo pienso que eso
motivó mucho que se hiciera el proyecto de viaje a la ciudad de Medellín,
y ahí en Medellín el afán de estudiar y ser profesionales. Esto de ser pro-
fesional es para mí una especie de ícono occidental.
428 Entrevista - Miguel Ángel López Hernández
Por repasar un poco, puedo resumir que ese período de hasta los 7 años
fue de contacto con la familia extensa –cultura wayuu y monte, y también
poblaciones pequeñas como Maicao–. Mi vida transcurrió en el área de
Carraipia, que es un poblado de intersección muy cerca de una carretera
nacional. Ese pequeño poblado recogía todas las líneas de trabajo de las
comunidades indígenas de los alrededores, la gente se reunía en Carraipia
para intercambiar sus mercancías. Luego de los siete u ocho años ya es
Riohacha y ya es el acercamiento con otro tipo de vida urbana, y después,
desde los trece años es la metrópolis, Medellín. No me había dado cuenta
que cada transición comprendía un período de edad también especial. La
escritura no la vi sino como una serie de respuestas a unas interrogantes,
porque al irme dando unas respuestas yo solo por mi cuenta, sentía que
era como una energía que había que guardar, y que a pesar que estábamos
entre familia, entre hermanos, no era suficiente compartirla con ellos, yo
necesitaba una interlocución mas amplia. Y este proceso en la ciudad se
extendió por un duro y largo período de diez años.
MALH: Si, ahí alcancé hasta los 22. Vino el asunto de la universidad a la
cual tratas de moverte. Había una Universidad que se llamaba la Autónoma,
que era privada, pero muy popular. Yo tengo una hermana que me sigue,
Karen, quien escogió la carrera de sociología. Ella llevaba a la casa libros y
se ponía a leerlos y a hablar de ellos con uno. Así ella me influyó llamán-
dome la atención sobre textos que yo no conocía y luego la acompañé a la
Antología Wayuu 429
JDW: Cuando dices que buscabas conocer otra cultura, ¿te refieres a una
cultura otra que la destinada en ese viaje a la ciudad y los libros? Suena como
si esa cultura otra fuera en verdad la que te llamaba a un regreso, a volver
a una escena que paradójicamente es otra precisamente porque te llama,
te reclama como propia desde los libros a los que el viaje te ha conducido.
pretender conformarme con eso, yo tuve que buscar la academia, tuve que
ir a la universidad y buscar a las profesoras wayuu, a los docentes de la
lingüística para poder entender que en cada palabra está la vida misma, y
poder ubicar la palabra corazón en el órgano mismo, y en la figura meta-
fórica de la cultura. El wayuunaiki comenzó a ser muy importante, con él
hice la transición de lo intimista, de lo individual, a una escritura de con-
ciencia plural, colectiva. Supe que ahí en ese nosotros sí hay un rostro de
responsabilidad, es un yo que está ligado a una suerte colectiva, no a una
suerte única del individuo. No fue una revelación súbita, no, fue ganada
poco a poco. Es un proceso, es un trabajo. Es un trabajo que se realiza hacia
adentro con la comunidad, que lo entiende de otra manera, pero también
es una poesía que va a entenderse fuera de la comunidad, es un trabajo
que se entiende como un artificio para ayudar a la comunidad, pero es el
artificio como elemento del encuentro entre lo de afuera y lo de adentro.
JDW: ¿Es lo que tú dices en el poema que distingue el rol del jayeechi-
majachi?
VS: Yo creo que escribo desde los wayuu, porque el mundo que yo
conozco es el de los wayuu, las historias que yo conozco son de los wayuu,
mis amigos son wayuu, mi familia, todo. Hay un cuento que se llama “No
he vuelto a escuchar los pájaros”, es la historia de una niña muy hermosa y
joven que la casan con un anciano wayuu, y la vida de ella cambia radical-
mente. Bueno, pues esa anécdota la conozco por los wayuu. Por ejemplo,
mi papá tuvo siete mujeres, tal como lo permite la costumbre wayuu, y
su última esposa, Margarita Uriana era muy jovencita; mi papá anciano le
llevaba unos 57 años de diferencia. Margarita era menor que yo, una niña
de 14 años. Ella lloraba y huía para su casa, pero la mamá la volvía a traer,
y ella lloraba y se iba, y la mamá la volvía a traer, y por fin se acostumbró
con mi papá. Ella me inspira el cuento “No he vuelto a escuchar los pája-
ros”. Conozco mucha gente con experiencias parecidas; es una costumbre
que los papás escojan los maridos o las esposas de sus hijos.1
1
La sociedad wayuu practica y valora sobre todo la poliginia matrilocal dispersa, es decir el lazo
conyugal del hombre con múltiples mujeres que mantienen residencia en diferentes lugares,
preferiblemente con la familia materna de ellas. La selección de la pareja y los términos del
casamiento se negocian con el tío materno y otros parientes de la línea materna. Cuando se
habla de “pagar” por la esposa o “comprarla”, se hace referencia a la dote que el pretendiente
debe comprometer y entregar a los parientes maternos de la novia y que se preserva para asistir
a la mujer en casos estipulados de necesidad, como viudez o abandono por el marido. La vida
urbana y las transformaciones socioeconómicas y culturales explican la disminución notable de
estas prácticas en décadas recientes.
Antología Wayuu 435
hay las que no estudian, muchas, que no tienen opción. Hay mucho wayuu
en la ciudad, mucho wayuu urbanizado que ya no acepta eso, pero hay
cantidad que lo acepta, sobre todo en la zona rural.
VS: Lo que pasa es que el hombre puede tener las mujeres que quiera si
es que tiene para comprarlas y mantenerlas. Por lo que, como no hay tanto
hombre con plata o bienes para comprar mujeres, no ocurre en muchos casos.
Pero claro que sí existe, la poligamia la practican en su mayoría hombres
mayores, con plata, por el prestigio. Hay hombres jóvenes wayuu muy
tradicionales que lo harían, pero igual no pueden porque no tienen plata.
VS: Muy bien, porque existe una riqueza de mitos, de leyendas entre
los wayuu, que hacen parte de la tradición oral y es patrimonio de todo
el mundo. Y estos cuentos, así diferentes, de nuevas autoras, como estos
míos y los de Estercilia Simanca, se integran muy bien a esa tradición, la
tradición los recibe. Hay muchas narradoras del lado colombiano y del
lado venezolano.
JDW: Veo que sus cuentos coinciden con los de Estercilia Simanca,
aunque son de estilo diferente, en ir directo a la experiencia contemporánea
del wayuu, sin pasar por la mitología ni los temas tradicionales orales.
VS: Usted leyó “La señora iguana”. Es un cuento para niños, es un cuen-
to que yo llamo real, en la antología de Miguel Rocha también se incluye.
Es exactamente la descripción de la ranchería de mi mamá, ocurre en ese
escenario y aparece el pájaro utta, que es parte de la mitología wayuu. Pero
bueno es sólo una mención. A mí me sorprendió conocer el pájaro utta en
la vida real, porque tiene mucho significado para nosotros los wayuu y no
es tan común verlo. Cuando yo lo conocí me sorprendí. Así es que aparece
la mitología en mis cuentos.
VS: Muchos dicen que escribo para adultos, porque a ellos les gusta. Yo
escribo para todos, como he dicho. Yo sí tengo una cosa clara en mi mente,
sobre lo que me motiva a escribir: yo viví mucha discriminación, muchísima
cuando nosotros llegamos aquí a la zona urbana a estudiar. Con esos valores
tan grandes que tenemos, con esa cultura tan rica, con ese carácter que nos
gastamos, yo me preguntaba por qué esta discriminación? Y yo llegué a la
conclusión que es porque la gente no nos conoce. Yo estuve dando una clase
Antología Wayuu 437
VS: Sí, hay un clima. En el caso nuestro fue importante que la Consti-
tución de 1991 reconoció a Colombia como país multiétnico y pluricultural.
Después del 91 sentimos que no éramos ciudadanos de quinta en este país,
y a partir de ahí algunos intelectuales aquí en la Guajira se interesaron por
hacer cosas. En seguida, en el año 92, entre las primeras ordenanzas del
primer gobernador popular estuvo nombrar a un Secretario de Asuntos
Indígenas que es un indígena de aquí, y le dice a él vamos a declarar que el
wayuunaiki es una lengua oficial. Ése es el primer acto legislativo que hace
el gobernador. El dijo “esta ordenanza no va a venir sola”. “Vamos hacer
que la Guajira sea bilingüe”, dice la ordenanza, que se enseñe wayuunaiki
en las escuelas. Hace apenas cinco años que se está enseñando wayuunaiki
en los colegios como resultado de la ordenanza. Desde entonces crece todo
lo wayuu en la Guajira.
Juan Pushaina (con José Ángel Fernández Silva)
Maracaibo, Venezuela
Juan Duchesne Winter: ¿Se considera usted como uno de los escritores
fundadores de la Literatura Wayuu?
He oído a una tía, la madre del señor Melino Fernández, esa era abuela
tía mía, porque era tía de papá y ella echó un cuento. Yo no sé por qué Lucía
no lo escribió. Ella me lo echó a mí y la verdad me pareció un cuento tan
interesante, voy a tratar de narrárselo a ustedes ahora de forma muy somera:
1
En la Guajira se le dice “piache” al chamán. Sobra decir que la voz “chamán”, que nos llega
de la lengua tungus a través del ruso, casi no se usa popularmente en Suramérica. Ver Mircea
Eliade, El chamanismo y las técnicas arcaicas del éxtasis, estudio que privilegió la experiencia
chamánica de los pueblos siberianos y centroasiáticos y contribuyó a extender el uso de dicho
término a otras experiencias similares de las más diversas regiones (Nota del editor).
442 Entrevista - Juan Pushaina (con José Ángel Fernández Silva)
que le traían. Él hacía eso cuando necesitaba indagar sobre robos, sobre la
suerte, sobre los destinos, y él se soñó en la madrugada, luego salió y habló
entre la familia: “Bueno, me acaba de hablar el espíritu que defiende a los
reptiles y a las lagartijas. Dice que ese muchacho está endeudado con ellos,
que tiene una deuda con el ambiente, con la naturaleza, que él maltrata
a unos animales tan inofensivos, que cómo es posible eso”. Quiere decir
que el muchacho merecía ese castigo, pues hasta derramamiento de sangre
hubo. Y entonces el piache dio una recomendación: que se debía hacer una
yonna. Se empezó a dar el toque del tambor durante todas las noches, y una
vez que una gente iba como de Cojoro a Castillete, en ese rumbo, oyeron el
toque del tambor y llegaron a una casa a pedir agua, y preguntaron: “Ajá
y ese toque de tambor qué es”. En la casa le respondieron: “Ese toque de
tambor es una manera de resarcir el daño que un jovencito le hizo a las
lagartijas, total que se va a hacer una fiesta de tambor de tres días donde
va a haber baile y se van a comer muchos animales”.
JP: Esas son anécdotas que yo te conté a ti. Resulta que yo nací cerca
de ahí, él [José Ángel] es vecino mío, y él y yo somos wayuu de los méda-
nos, porque en la Guajira hay el wayuu de las rocas, de las piedras, y hay
gente que nació cerca del mar, como decir Riohacha, Manaure, el Cabo de
la Vela, esos son wayuu del mar y de la arena, se les dice palaanchi, que
así les dice Weildler Guerra, el antropólogo wayuu. José y yo nacimos en
esa gran formación de arena que el golfo creó desde el río Limón hasta el
Caño de Nema, que levantó unos bancos inmensos de arena, y resulta que
esos bancos de arena guardan agua y los abuelos de nosotros que llegaron a
esa zona de la Alta Guajira, lo sabían y decían que debajo de la arena había
una generosa cantidad de agua, no mucha, pero una generosa cantidad
para sostener la población que iba llegando, y esa era agua dulce, era un
reservorio de agua dulce que a manera de esponja las arenas guardaban ahí.
Bueno, entonces se fomentó el cultivo del coco, el coco es un vegetal exótico
propio de la India, de esos litorales del Océano Índico, y las corrientes los
fueron trasladando hasta que llegaron a las costas de América. Germinaron,
alguien vio los frutos, los encontró en unos pozos a la orilla del mar, los
abrió, vio el agua y la probó que era exquisita, que era generosa, que era
una agua muy buena. Por lo que el coco para nosotros los de América es un
Antología Wayuu 443
visitante, él es un turista que llegó para quedarse con nosotros. Nosotros ahí
nos dimos cuenta que nuestros vecinos de Sinamaica sembraron coco con
agua de médano, así las familias empezamos a sembrar y el coco prosperó,
hicimos cocales. Había aquí en Venezuela demanda por el aceite del coco
y para nosotros fue una fuente de economía. Hoy el coco se lo ha acusado
como a un criminal, porque supuestamente tiene mucho colesterol, dicen
los dietistas. Pero a mí me parece que está bien consumir un plato de chivo
en coco, o un lebranche salpreso en coco de vez en cuando, que es muy
sabroso, rico. Bueno, en Cartagena de Indias comen mucho coco. Hubo
una vez un cartagenero que venía muy apurado y cogió un bus para Santa
Martha, y él quería comerse algo así como un pastelito, no sé en Colombia
ustedes como lo llaman, iba a pedir un café con leche y se equivocó y dijo
deme uno con leche de coco. También dicen que Kid Pambelé, cuando se
preparaba para ir a boxear al Japón, un tipo que estuvo aquí le dijo: “Mira,
yo he estado meditando muchísimo porque en el Japón noquean a la gen-
te muy fácilmente”. El tipo le aconsejó: “Cuando vayas para el Japón no
vayas comer la comida de allí, nada de esos bichos ni agua ni nada que te
brinden”, porque a los venezolanos los noqueaban, aquí eran campeones,
pero allá en Japón los noqueaban. Entonces Pambelé se dijo, “eso es muy
fácil, me llevo a mi hermana”, y fue al mercado, se compró dos manos de
lisa, compró coco, compró verduras, llevó agua, y cuando llegó a Japón,
al hotel, no probó el agua de allí para nada, y la hermana cocinó la comida
de él, le dio lebranche en coco y al otro día a la hora de la pelea sacó al
japonés por las cuerdas. Yo creo que esa es una historia bastante Caribe,
relacionada con la negritud de Pambelé.
JAFS: Con los relatos que tienen mucha riqueza poética, que son relatos
de tradición oral, no solamente se versionan, sino que primero se recopilan.
La persona que relata oralmente le imprime un orden que mantiene el orden
propio wayuu, y luego el resultado se pule de tal manera que eso quede en
una obra acabada, apropiada para la escritura y se le da una autoría para
rematar, esa es la virtud de Miguel Ángel.
dad y basta con recopilarlo y pulirlo. Un buen día seguro que él empezó
a soñar, empezó a reflexionar ante el contacto con los niños a quienes les
narraba los cuentos en visitas a las escuelas donde lo invitaban. Él se hizo
también famoso, muy reconocido, tuvo entrevistas, y entonces se sentó a
escribir a partir de sus sueños, es decir, hay inéditos suyos. Si usted escucha
la manera en que él leía sus obras, en el documental dedicado a él, El niño
Shua, destaca una de las cosas mas impresionantes de su literatura, que son
las transformaciones continuas de la imaginación, ésa es su contribución
original y personal.
JAFS: Para los wayuu, eso es una contradicción. Por eso, no vaya a
tomar al pie de la letra lo que voy a decir: para los wayuu que están en el
proceso de la interculturalidad, que están conscientes que hay un puente
y que ese puente es la lengua castellana, es un desafío seguir escribiendo,
produciendo libros, pero ese desafío se convierte en doble desafío cuando
uno lo experimenta en el ámbito bilingüe de la etnoeducación intercultural
que se requiere sostener para que la cultura y la lengua prevalezcan. Aho-
ra estamos enfrascados en el proyecto de traducir Cien Años de Soledad al
wayuunaiki, y ese desafío está sobre los lomos de la lengua wayuu, porque
es la lengua binacional, es la lengua más promocionada entre las lenguas
indígenas de la región, que incluye procesos de estandarización inminente,
a pesar de que carecemos de una academia de wayuunaiki, que carecemos
de una cantera de educadores bien formados. Hay que estar dispuestos a
todo eso, a asumir el bilingüismo, el trilingüismo, el multilingüismo, para
que la lengua prevalezca.
JDW: Juan... ¿qué opina usted del esfuerzo de escribir, imprimir las
obras en wayuunaiki vertido al alfabeto latino?
446 Entrevista - Juan Pushaina (con José Ángel Fernández Silva)
A mí me parece que hay que halagar a los que no saben leer y a los flojos
hay que halagarlos con la oralidad, por eso en la televisión, en la radio se
les debe leer cuentos en wayuunaiki a los guajiros a una hora especial, la
hora wayuu y entonces contar historias, fábulas, recitar poesía en guajiro.
2
El gentilicio indígena “guajiro”, aplicable a la lengua de ese grupo, es de amplio uso en el
español colombiano y venezolano desde la época colonial y todavía se usa mucho en la región,
mayormente en Venezuela. El término “wayuu” es de adopción posterior y a la par con su
introducción se tiende a denominar como “guajiro” todo lo que provenga del departamento de
la Guajira, sea o no de origen indígena (Nota del editor).
José Ángel Fernández Silva
Maracaibo, Venezuela
José Ángel Fernández Silva: Amigo, leo, para comenzar, este poema,
es que es muy Caribe, uno de mis candidatos para la antología, se titula
“Curamia, Curriupuu”, que traduce “Doncella Lacustre”.1
Doncella lacustre
Doncella lacustre
Doncella del alma mía
Doncella lacustre
Extiéndeme tus manos
Desde la inmensidad de ese puente
Doncella danzarina
Bajo el cielo matinal
Extiéndeme tu mirada
Y apura tus pasos al sol de los senos
Así se espantarán los fantasmas del día
Como crustáceos entre raíces de mangle
Dios, a través de un sueño
Te envía este coro celestial
Hoy te despertarás
1
Fernández Silva lee el poema en wayuunaiki primero y luego en español.
448 Entrevista - José Ángel Fernández Silva
2
Hace lectura de otro poema.
Antología Wayuu 449
[...]
3
Se detiene la grabación atendiendo a su solicitud.
452 Entrevista - José Ángel Fernández Silva
Sí, porque se lo digo a ustedes, porque se lo dije ayer: “Hasta Dios tie-
ne trampa”. Uno de los grandes por muchos años será Miguel Ángel Jusa-
yú. Él murió de una manera repentina, se dice que murió a media noche,
que se resbaló de una escalera. Averigüé también si estaría embriagado o
no, y la versión que me dan es que no estaba embriagado en ese momento.
Eso sí, él bebía, cuando bebía se perdía, se endiablaba. Entonces yo digo
para qué los escritores vamos a vivir así, es más, me provoca una cerveza
ahoritica. ¿Alguien me da una cerveza?
[Se le da la cerveza]
Resulta que Jusayú creó, inventó una ortografía con asesoría lingüís-
tica, cuya particularidad dista de la aprobada por el Ministerio de Edu-
cación. La ortografía aprobada por el Ministerio de Educación no lleva
acento, se maneja con el criterio lingüístico de que si la primera sílaba es
liviana, la segunda es tónica, etc. Resulta que entre la lingüística y el de-
recho hay una diferencia, la lingüística da cuenta del comportamiento de
las lenguas, de la dinámica de las lenguas, pero el derecho emite juicio de
valor. Eso no lo podemos hacer en la lingüística, lo que podemos hacer es
que antes, durante y después del proceso de aprendizaje, si se consideran
dos o más modelos, no pueden ser escogidos todos por igual, hay que es-
coger uno, uno de ellos tiene que ser el más adecuado aunque todos sean
científicamente correctos. No voy a caer en discusiones bizantinas, hay
que reconocer que la ortografía de Jusayú, que se designa con las siglas
MAJ es tan válida, tan rigurosa y tan científica como el ALIV (Alfabeto
de Lenguas Indígenas de Venezuela, oficial del Departamento de Educa-
ción), sólo que esta otra es más adecuada, eficaz y oportuna en el contexto
de Venezuela y sus otras lenguas indígenas.
o-o-o
1
Se le llama ranchería al complejo de edificaciones que conforma una o más viviendas wayuu
típicas de la zona rural. Los wayuu no forman aldeas, sino complejos familiares de viviendas
dispersas, cuya elaboración varía según el nivel de ingresos de cada familia. Las rancherías se
ubican en territorios correspondientes ancestralmente a la familia clanil.
2
Se le llama la Bonanza Marimbera al boom (o burbuja) del cultivo y exportación de marihuana
organizado por la mafia estadounidense en departamentos de la costa Caribe colombiana,
como la propia Guajira. Este boom económico, eventualmente desastroso para la economía y
sociedad regional, se extendió de 1976 a 1985.
Antología Wayuu 457
3
Dado que la sociedad wayuu es todavía matrilineal y matrifocal, basta ser hijo de una mujer
wayuu para ser considerado como wayuu, independientemente del origen del padre. Es el caso
de la autora.
4
Talaigua, pueblo en el Departamento de Bolívar, Colombia, perteneciente a la costa Caribe de
dicho país, región caracterizada por su significativa población afrodescendiente.
458 Entrevista - Estercilia Simanca Pushaina
5
Sobre el cuento “Manifiesta no saber firmar, nacido: 31 de diciembre”, ver la introducción a esta
entrevista.
6
En wayuunaiki se le dice “alijuna” o “arijuna” (la “r” simple intervocálica es intercambiable por
“l”) a quien no es wayuu y se restringe a veces a quien no es indígena. La expresión es también
muy usada en el español de la Guajira.
Antología Wayuu 459
7
Publicado por primera vez en Barranquilla, 2003.
8
El encierro es un ritual de pasaje de la pubertad femenina que se práctica con variantes por
varios pueblos amerindios de Norte y Sur América. En el caso wayuu se concibe que este
ritual tiene el efecto de fortalecer el carácter de la mujer. Ver entrevista a Olga Redondo, en esta
antología.
460 Entrevista - Estercilia Simanca Pushaina
le decía que no, que ese no era su nombre, porque él sabía lo que era un
raspahierro, y él decía es “Rapaier”. Ahorita, el 29 de julio en Bogotá van
a hacer el lanzamiento del documental Nacimos el 31 de diciembre, dirigido
por Priscila Padilla, basado en el cuento.
Pero nunca lo asumí como una misión, sólo dije voy a mandar este
cuento para que lo conozcan, a ver que dicen, y ahorita mandé uno a un
concurso de la “Cueva” aquí en Barranquilla, que se llama “Danzará la
luna”. Cuando mis abuelos veían que la luna estaba así, nimbada con este
círculo en el exterior, era que la luna estaba danzando, y eso significa que
un wayuu rico se va a morir. “La luna está danzando, va morir un wayuu
rico”, eso decían los abuelos. Mi cuento se basa en esa expresión. Otra
cosa que también decían, cuando se les requería un pago imposible, era
“yo no tengo con que pagar, pero si me toca quitarme los collares9 que ten-
go en mi garganta, que son mis venas, pago”. Así decía mi tía: “los únicos
collares que tengo son las venas de mi garganta”. A mí se me ocurrió decir
a mi manera “danzará la luna”, que es como una especie de liberación que
me gustó. Ahí doy pequeñas luces de lo que puede ser la muerte para el
wayuu, a dónde va uno, qué pasa si la luna danza...
ESP: Sí, pero espero escribir mi propia novela, que aunque es difícil
ya la empecé. Se llama Soy venado, porque las mujeres wayuu cuando no
pasan por el encierro, se las considera como venados. Los venados no se
dejan agarrar, son rebeldes y son eternamente infantiles. Es una forma de
discriminar a una mujer que no pasó por el encierro. Se les dice “es un ve-
nado” a mujeres percibidas como coquetas, rebeldes, que no les importa
nada. Ésa es la razón del título.
9
Los collares y prendas similares, además del ganado, son un medio común de pago en la
sociedad wayuu.
Antología Wayuu 461
10
Se refiere a Miguel Ángel López Hernández (Vito Apüshana) y Vicenta Siosi, escritores wayuu
contemporáneos de ella, también residentes en Riohacha.
11
Majayura es la jovencita casadera, “en edad de merecer”.
462 Entrevista - Estercilia Simanca Pushaina
Olga Redondo: Si, yo fui encerrada. Pero antes de contar eso quiero
hablar de mi papá, pues él es muy importante en la definición de mi carác-
ter, que se fortaleció con el encierro. Mi papá era mestizo, pero a mi papá
lo raptó desde muy pequeño su papá, que era alijuna, y él se crió en un
pueblo. Mi padre sólo pudo tener acceso a su madre después de los 18 años
y eso porque él se escapó, porque supo que la mujer que tenía mi abuelo
no era la mamá de él, aunque el físico de él no tenía rasgos wayuu y él al
principio estaba creído que la señora que lo había criado era la mamá de él.
Pero usted sabe que en los pueblos alguien que lo conozca a uno le puede
decir ciertas cosas que uno no sabía de su pasado.
Mi papá fue buen navegante, porque mi abuelo también lo fue, por las
islas de Aruba, Curazao, Panamá también. Yo creo que en el baúl de mi
mamá, que ya falleció, todavía existe el pasaporte de mi papá.
1
El encierro ritual de la joven cuando experimenta su primer menstruo es practicado por varias
comunidades amerindias, entre ellos los wayuu. Ver el cuento de Estercilia Simanca, “Encierro
de una pequeña doncella”, en esta antología.
466 Entrevista - Olga Redondo
2
Olga Redondo estuvo recostada en su chinchorro durante la entrevista, pues estaba
convaleciendo de un accidente automovilístico.
468 Entrevista - Olga Redondo
nuevo, todo, todo nuevo, porque hasta el cabello, porque a uno le cortan
el cabello, se lo cortan mochito, mochito, mochito.
OR: Ese encierro puede durar de tres meses a tres años. Mi hermana
que estuvo aquí, duró tres años encerrada. Yo duré menos, porque estaba
más aculturada, estaba estudiando. Yo me desarrollé saliendo de las vaca-
ciones, como en noviembre, y salí como a comienzos de febrero; no duré
porque tenía que estudiar.
OR: Los consejos que le dan a uno es que ya a partir de ese momento
la niña que jugaba con la muñeca de barro, la wayunkerra, debe dejársela a
otras niñas, que ya no va a andar corriendo como las peladitas, ya no va a
andar detrás jugando con los primitos, que ya es una mujer apta para casarse,
que tiene que ser muy centrada en sus cosas. También le recuerdan mucho
a uno que va a llegar a ser adulto, que también va a ser madre, que uno
también va a llegar a ser abuela, que tenga mucho juicio, que no le preste
atención al silbido del joven, que aunque el joven le silbe a la muchacha
recién desarrollada, es decir a la majayura porque la quiere enamorar, no
le haga caso. Si usted va a buscar agua, acompáñese de alguien mayor o
llévese un niño pequeño, no vaya sola, no le preste atención a ninguno. Si
a usted alguien la trata de enamorar, dígale “hable con mi mamá y mi tío
(materno) primero, sólo así lo puedo aceptar”. Muchos consejos nos dan,
como que ahí nos enseñan a madurar muy rápidamente. Nos asignan
responsabilidades, que a ti te toca atender esto y lo otro. Uno recién salido
del encierro no atiende visitas, ni sale para que todo el mundo lo vea a
uno, sino que es poco a poco, es como el niño que va dando sus primeros
pasos, poco a poco, poco a poco, hasta que uno se deja ver, ya como que
uno pierde la pena, porque uno recién salido le da pena que alguien lo vea
Antología Wayuu 469
JDW: ¿Qué lleva a que los padres decidan que el encierro termina.
OR: Las muchachas que no vivieron el encierro, a ellas les llaman vi-
gama, que es el venado. Usted sabe que el venado es arisco de estar en la
montaña. Pues así las llaman. ¿Qué pasa con esas muchachas? Que si de
pronto las aconsejan no es lo mismo, no prestan atención, no aprenden, no
es como el consejo que vive la que estuvo encerrada, por eso dicen son es
ariscas, que son brinconas, se van al monte.
Livio y Eduardo Suárez
Serranía de la Makuira, Alta Guajira, Colombia
Con respecto a la poesía, creo que estoy haciendo poesía desde que
nací, desde el vientre de mi querida madre y porque mi padre es un sabio
de la palabra, y además porque me rodea un mundo de poesía en cada ár-
bol que crece, en las flores, en el mundo wayuu. Lo que hago es solamente
plasmar en unas hojas de papel lo que ya está escrito a mi alrededor, es
decir, la poesía natural, por ejemplo, de los pájaros que están cantando.
LS: En mi obra hay de todo, para todos los gustos y el que se quiera
deleitar más, que visite aquí mi Nazareth en la Makuira... Les leo algunos
versos preferidos...
Tejiendo sueños
En el telar de la noche
Se tejen mis sueños, la misma noche
se encarga de fermentarlos.
Con su transparencia reconstruyo
el pasado e interpreto el presente...
CU: ¿Cómo ves el futuro de la literatura wayuu?
LS: La poesía wayuu está sobre la piel de cada ser humano, está la-
tente todo el tiempo, está en la cascada en la Makuira. Sólo falta que ven-
ga gente y empiece a brotar la poesía que está en todas partes. Ahorita
mismo hay personas que se dedican a la poesía, pero no reciben apoyo
de los que han escalado mucho en ese mundo de las letras. Ellos ya no se
acuerdan de sus hermanos y creo hay que trabajar conjuntamente para
que la poesía indigenista o del wayuu o de cualquier otro, esté a la altura
de toda la poesía del mundo.
LS: Que nos sentemos juntos debajo de una enramada, para compar-
tir lo nuestro y defender lo nuestro.
474 Entrevista - Livio y Eduardo Suárez
LS: Bueno, las puestas de escena que realizamos parten de los mi-
tos, cuentos y leyendas de la tradición oral de la nación wayuu. En cada
presentación llevamos todos esos mitos y cuentos, que ya existen en la
cultura oral pero casi en las penumbras y a través del teatro tratamos de
realzarlos, darles más visibilidad y compartirlos con la niñez y los abue-
los. Éste es nuestro trabajo teatral. También el teatro nace como la poesía
en el chinchorro, sin haber entrado en ninguna escuela de formación. Ésta
es la universidad “El Chinchorro,” la que me ha dado todo y gracias a mis
padres.
JAFS: Livio, como maestro, como escritor, un juicio sobre cómo ves el
movimiento literario joven, emergente en la nación wayuu...
LS: Estoy de acuerdo en un 100%, hay que fortalecerlo, partir del jo-
ven wayuu y que esa llama se propague, que se siga incentivando el fue-
go, porque si no la avivamos, esa candela se apaga.
o-o-o
476 Entrevista - Livio y Eduardo Suárez
Eduardo Suárez
Serranía de la Makuira, Alta Guajira, Colombia.
Entrevistan: José Ángel Fernández Silva y Constanza Ussa1
José Ángel Fernández Silva inicia la conversación, en wayuunaiki,
con la autoridad tradicional Eduardo Suárez. Le pregunta si lleva mucho
tiempo desempeñando su oficio de palabrero.
Le conté que mi suegro hirió a una persona con su arma y que tocaba
indemnizarlo:
–Está bien, será así –dijo el primo–. –Está bien, hermanito, mi primo,
que hayas llegado a pedir la solidaridad.
1
Eduardo Suárez es hablante monolingüe de wayuunaiki. La entrevista se realiza mediante
traducción simultánea del escritor y lingüista José Ángel Fernández Silva.
Antología Wayuu 477
Después soñé con José Romero, quien me reclamó por qué me ha-
bía desprendido del bastón, que eso no podía hacerlo y además preguntó
quién me lo había quitado, que eso no podía ocurrir así, porque el bastón
no es un bastón cualquiera, sino el talismán de Suárez y por lo tanto, me
dijo:
–No –le dije–, –tú no puedes hacer eso sobrina, no puedes hacer ni
decir eso, yo tengo mi enramada, estarás aquí en mi enramada, quienes
estarán escondidos serán los que nos vendrán a visitar.
–Bueno, eso vamos a conversarlo –le dije–. Juan de Dios Iguarán fue el
palabrero que llegó, el que enviaron para acá a conversar conmigo.
Antología Wayuu 479
–He aquí, primo, lo alegado por la otra parte: ellos exigen 15 collares
ensartados de oro, 300 cabras y 50 cabezas de ganado.
–¿Cómo han de decirme eso –le contesté–. –¿Cómo tú has de decir eso,
exigirme esas cantidades, si la muerte del niño fue un accidente? Es como
si yo me montase en tu carro y más adelante me accidentase. Eso, como
dicen los arijuna, sería un accidente.
Entonces él se fue hacia allá, tardó como una o dos horas, volvió y yo
le dije lo que dije anteriormente, pero le pedí que esperara. Tardé porque
mandé a buscar a la mamá del muchacho y a un hermano también. En-
tonces me dijo:
–Ellos me dicen que les tienen que dar para la gasolina del carro, que
se les dé el transporte y también dinero para la comida y bebida de las
personas que están allá escuchando con los familiares.
tarde, pero ellos insistían que lo que querían era el camión, además de
lo establecido ya. Hice un esfuerzo grande para no entregar el camión, a
pesar de que insistieron. El carro no se les entregó. Yo le dije a mi contra-
parte, al otro palabrero:
CU: ¿Cuáles son los casos mas difíciles para un palabrero, los de ho-
micidio, los de robo, los de disputas claniles...?
CU: Permita que le pregunte otra vez: ¿El papel de palabrero se da por
tradición, se hereda, su papá fue palabrero, o se aprender a ser palabrero?
ES: No, nada... nací para eso. Todo mundo me dice: “¿Te enseñó tu
papá, te enseñó tu tío?” Pero no, nadie me enseño, nací con eso, para ser
palabrero. Yo tengo el coraje. Eso es así no más, una vaina muy especial.
Antología Wayuu 481
ES: Si, sí, a través del sueño llegan los ancestros y me piden algo, por
ejemplo, generalmente un ovejo negro o rojo, que ha de sacrificarse y con-
sumirse, en pos de que la fuerza de la palabra sea recta y poderosa para
alcanzar los arreglos. He aquí un caso sencillo:
Ese cobro fue por una persona que golpearon, que quedó herido. Le
hice el cobro a la otra parte y el de la otra parte me dijo:
turistas y extraños, pero hoy han tenido la experiencia de estar allí y la han
conocido con la autorización de nuestra familia. Lo digo con el orgullo y
con el peso de la autoridad. Eso debe impregnarse y quedar grabado en
nuestros corazones y en nuestra cabeza, como un símbolo de respeto, de
consideración y de bienvenida.
Atala Uriana
Maracaibo, Venezuela
AU: Sí, hay razones poéticas y literarias para escoger ese nombre. Mi
padre escribió un poema con ese título cuando yo era niñita, le puso mú-
sica y me lo dedicó.
Atala
Mi linda muchachita de hoy
De fina belleza y perfil
De tus ojitos lucero de abril
Tus brazos quisiera sentir
Atala, florecita celestial
De la llanura marabina
A ti princesita de índica reina
Depósito en diminuta criatura
A mi lado sutil como ofrenda
A tu beldad por vía maternal
Al poeta por siempre en su lira
Serás su inspiración
Además, yo le pregunté lo de mi nombre a mi madre, porque yo soy
la mayor, y ella me dijo que se debe a que cuando ella era joven, a su casa
llegó un poeta y ella se enamoró de él, que se llamaba Arturo Tello.
[Lee el cuento:]
Wayunkeera
–¿Quién ella?
–Sí, con ella juegan las alijunas, ellas son como tus Wayunkeera.
– ¡Ah! Wayunkeera-muñeca.
– Sí, Palaasip.
– ¿Quieres una?
– Sí, maestra.
486 Entrevista - Atala Uriana
Se siente muy contenta por el gran amor que le tienen sus Wayunkee-
ra, pero de pronto observa que Alitasip, su linda flor del taparo no ha ha-
blado, no le trajo ningún obsequio. Entonces se le acerca y le ve saliendo
unas lágrimas que ruedan como globitos trasparentes y le pregunta:
–Se la regalo.
JDW: ¡Gracias por el cuento! ¿Cree que una niña indígena rechazaría
una muñeca por ese motivo o es más bien que el cuento trata de dar una
lección pedagógica de “descolonización”?
AU: Bueno, son esas cosas. Cuando en los años sesenta se usaban esas
cosas de moda del chico ye-ye y la chica go-go, que eran la moda de los
cuadros con los círculos, con los colores amarillo, uva, naranja, esa mezcla
de colores, esos colores propios de nosotros... y ahí sí no decían, “como los
colores que usan los wayuu, o los yukpa”, no, nadie reconocía eso, pero sí
se los ponían, cuando nosotros los usábamos desde hace tiempo. Lo digo
y la gente se echa a reír: “eso es cierto lo que dice la camarada” –dicen...
porque hasta cuándo, hasta cuándo uno se tiene que seguir avergonzan-
do. Cuando a una pareja le nacía un niño con ojos azules, eso era lo máxi-
mo: “¿Y de quién sacó esos ojos azules?” –decían y empezaban a sacar la
genealogía, que si mi abuela era alemana, la otra no sé que francesa. Pero
si les nacía uno que fuera aindiadito, nadie decía “es que yo tengo descen-
dencia de un indio de la Guajira, o yo tengo un antepasado indio de no sé
que parte, Tairona, de Santa Marta; nadie, pero nadie decía eso. También
si le nace morenito, nadie dice que es descendiente de un rey por allá del
África, pero ya se está dejando eso, hay más conciencia.
AU: Por ahí hay una fotocopiadora. Les quiero leer un poema que
escribí para el Encuentro del Libro, dice así:
Yo quiero un libro que hable por mí
Que diga lo que yo pienso, lo que yo sueño
Lo que yo canto y lo que yo pinto
Yo quiero un libro que llegue a todos
A propios y a extraños
Jóvenes y ancianos, mujeres y niños
Yo quiero un libro que no sólo llegue
Sino que lo pueda hojear, tocar, oler
Paladear en cada frase
Yo quiero un libro de muchos colores
De letras grandes y de letras chiquitas, rojas y amarillitas
Yo quiero un libro que esté en todas partes
Que esté al alcance de una mano, de mi hermano
De muchas manos
Yo quiero un libro que viaje en el tiempo
En el mío y en el tuyo también
De una isla a la otra, de un bohío a una ranchería
Yo quiero un libro
En cada cardón de la Guajira
En los llanos y en las altas montañas
Donde jueguen con sus hojas
Yo quiero un libro que sea mío
Pero también tuyo y de mucha gente
Yo quiero un libro donde yo te vea
Donde tu me leas aquí, allá y mas allá
Que cruce fronteras y manos aladas
Yo quiero un libro
Donde aparezca una mujer con su hijo
Y diga mi mamá, o la mamá de (...)
Pero no mamás sin saber de quien
Yo quiero un libro
Donde sepa de mis abuelos
Y mis nietos sepan de mi familia
Yo quiero un libro que siempre me entere
De mis anhelos para acariciarlo con mi propias manos
490 Entrevista - Atala Uriana
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