Colombia Vive en Cuatro Casas1
Colombia Vive en Cuatro Casas1
Colombia Vive en Cuatro Casas1
COLOMBIA VIVE
EN CUATRO CASAS
Historia personal
del barrio Blanquizal
2
INDICE
PRESENTACIÓN
Por Carlos Andrés Pérez Díaz
INTRODUCCIÓN
UBICACIÓN DE BLANQUIZAL
PRIMERA PARTE
LAS CASAS DE LA ESPERANZA
CAPÍTULO UNO
OLOR A CAMPO Y A LEÑA
1900 – 1940
CAPÍTULO DOS
TODOS VIENEN DE DONDE EL SOL SE ESCONDE
1940 – 1970
CAPÍTULO TRES
LAS RIENDAS EN LA MANO Y LOS ARRIEROS JUNTOS
1970 – 1980
SEGUNDA PARTE
LAS CASAS SIN SUEÑO
CAPÍTULO CUATRO
SE MULTIPLICAN LOS HAMBRIENTOS PERO NO LOS PANES
1980 – 1990
CAPÍTULO CINCO
VIDAS DE GRACIA Y DESGRACIA
1990 – 2000
CAPÍTULO SEIS
SÁLVESE QUIEN PUEDA
2000 – 2004
EPÍLOGO
NUNCA ES MÁS OSCURO QUE ANTES DE AMANECER
ANEXO UNO
INTEGRANTES DE LAS JUNTAS DE ACCIÓN COMUNAL
ANEXO DOS
MARCO DE REFERENCIA PEI CREADORES DEL FUTURO
ANEXO TRES
MARÍA MAGDALENA CARO RODRÍGUEZ SEGÚN AÍDA RAMÍREZ DE OSSA
4
PRESENTACIÓN
Magdalena Caro es una mujer alegre. Es una mujer fuerte. Ante la violencia, ante la
adversidad y ante la muerte es capaz de reírse de sí misma. Tal vez estos rasgos de su
personalidad encuentren explicación en su crecimiento en un barrio convulsionado en medio
de una disputa armada que nadie nombraba ni comprendía.
Blanquizal es un barrio de Medellín donde los niños brotan de las calles. Eso ahora. Porque
hubo una época donde brotaban las balas, y otra anterior donde brotaba agua y alegría. Es
un valle, en un costado del Valle de Aburrá, con una famosa quebrada que lo cruza y lo
asusta: La Iguaná. Carga ahora con el riesgo de desaparecer para abrir paso a lo que
llamamos en la cultura occidental progreso: una autopista que dé salida de la Carrera
Ochenta al nuevo Túnel de Occidente. Tiene clima templado, tres mil y pico de habitantes,
una historia que contar y una persona que se aventuró a escribirla.
Blanquizal tiene la secuencia histórica de los barrios de Medellín y de las ciudades capitales
de Colombia. Tierra, inicialmente en manos de familias adineradas de la ciudad, usada para
la siembra, la ganadería o el recreo, en una época donde todavía se cocina con leña,
predomina el verde en las ciudades y somos todavía un país campesino. Esta tierra se iba
dividiendo entre los herederos de un respetable patriarca, y luego entre los hijos de sus
herederos, convirtiendo las haciendas en fincas, las fincas en terrenos, y los terrenos en
lotes que eran vendidos a familias campesinas atraídas por la idea del progreso, en una
primera etapa de urbanización del país, durante las primeras cuatro décadas del siglo
pasado.
Luego, en esa época larga y dolorosa conocida por nosotros como “La Violencia”, cuando en
el inicio de la segunda mitad del siglo anterior el sol de la paz dejó de brillar, comenzaron su
éxodo masivo los habitantes del campo en busca de seguridad y refugio, tomando sus
ahorros y marchando a las ciudades. Este flujo de gente en principio numeroso, continuó
lento pero constante por el resto del siglo.
Cerca de los setentas hubo un respiro y el país se montó en la ilusión mundial de las
utopías. Los campesinos adaptados a la ciudad, y las nuevas generaciones nacidas en ella,
comenzaron su lucha por integrarse a las urbes de una manera ordenada y equitativa. Era la
época de los sueños de justicia, de la esperanza de construir un mundo igual para todos.
Una parte de esta sociedad embelezada por los movimientos revolucionarios externos
decidía alzarse en armas contra el estado, mientras otro sector comenzaba a abrirse paso
con nuevas ideas, una mochila llena de sed de justicia, y una conciencia de que esa
construcción debería ser colectiva, comunitaria. Líderes emprendedores tomaron en sus
manos las riendas de su comunidad y comenzaron a hacer gestión juntos con objetivos
concretos.
Sin embargo, estos sueños se estrellaron contra unas clases dirigentes que no fueron
capaces de encaminar el país en la vía del desarrollo. La mala planeación de las ciudades, la
incapacidad del estado para detener el éxodo del campo y la incapacidad de las ciudades
para asimilar a los nuevos habitantes, condujeron a una situación de miseria, abandono y
desarraigo. En la década de los ochenta se hacía evidente que una bomba social comenzaba
a gestarse en Colombia, y a dar pequeños y certeros estallidos.
En los años noventa se encuentran en los barrios marginales nuevas generaciones sin
esperanza, que comienzan a expresar su rabia y frustración en las peores formas que el ser
humano sabe y es capaz de hacer. Barrios que fueron tomados por la lucha insurgente que
5
venía a la ciudad en forma de milicias a poner orden. Un orden que los ciudadanos deseaban
y que el estado se había negado a proveer.
Al iniciar el nuevo milenio en Colombia se estaba dando una lucha territorial en las ciudades,
cuando los movimientos de autodefensa decidieron expulsar a los movimientos guerrilleros
de los territorios que dominaban en las urbes. Los habitantes de esos barrios anónimos en
las capitales del país, quedaron en medio del fuego cruzado entre los que estaban y los que
querían sacarlos, para quedar sometidos a otro patrón tal como en la antigüedad los pueblos
eran sometidos o entregados a nuevos príncipes.
Es, para retomar, la historia moderna de Colombia resumida en un solo barrio, en este solo
libro. Desde los inicios llenos de esperanza, pasando por los años oscuros, y dibujando un
futuro nuevo que nos permita superar la amargura.
Blanquizal ha vivido todo esto y más, y este libro es una prueba de ello. Hay aquí mucha
alegría, mucha pasión, muchas ironías y trágicas comedias. Es un barrio como cualquiera de
Medellín, pero al mismo tiempo es como ningún otro. Posee una diferencia fundamental: una
habitante suya, hija de las familias que lo colonizaron, decidió escribir su historia. Y eso lo
hace un lugar único: un lugar con una historia para ser leída, un lugar cuyo recuerdo no
morirá con el tiempo ni con la llegada del progreso.
Esperemos que este libro tenga el valor adicional de iniciar en el barrio una nueva cultura,
fomente la lectura en sus habitantes y produzca nuevos talentos que se arriesguen a escribir
no sólo la historia, sino también los sueños y esperanzas, las vidas ficticias y reales de esta
comunidad que sigue produciendo buenos ciudadanos.
Hay que decir, por último, que si nuevos líderes han de trabajar por este barrio y esta
ciudad, deben leer primero este libro para meditar mejor sus decisiones, y para actuar con
mayor celeridad ante los problemas sociales.
INTRODUCCIÓN
La idea de escribir el libro surgió en 1991, cuando era presidenta de la Junta de Acción
Comunal. En ese entonces, la Secretaría de Desarrollo Comunitario promovía el concurso “La
Historia de Mi Barrio”, impulsado desde 1986 por el director de esta entidad, el señor
Gilberto Arango. Empecé entonces a fantasear con este sueño, pero más que el deseo de
concursar, mi intención era dejar huellas, escribir la historia que se ha tejido en torno a la
comunidad de Blanquizal, como muestra de gratitud por los momentos tan felices que pasé
aquí en mi infancia.
Todo ser humano teje sus sueños. Gracias a Dios, en estos momentos, he podido cumplir
con las metas que me he propuesto: tengo dos hermosos hijos, Sebastián y Delsa; sembré
un árbol, es un guayacán y escogí el lugar que más me llena de alegría para plantarlo: el
colegio. Mi pobre árbol ha sufrido tres atentados por los niños que disfrutan sacando sus
raíces, pero pueden más las ganas de retoñar y ahí va en su desafío, con el cuidado de
Gabriel, el portero de la institución. Falta entonces, para completar, escribir un libro.
Finalmente hoy, después de 13 años, esta idea se pudo concretar, gracias a la complicidad
de la Corporación Educación Sin Fronteras, la empresa donde trabajo que está al frente de la
educación de mi comunidad.
Recuerdo que durante un mes, a todas las personas que encontré a mi paso les conté sobre
este gran sueño. Todos los habitantes serán protagonistas; este pueblo no será tan famoso
como Macondo, pero como mínimo sí tendremos una historia para recordar.
Al ser nativa del sector, por todos mis poros se respira un especial sentido de pertenencia
por esta comunidad, un amor profundo que me inspira a trabajar por ella, aquí al lado de
mis amigas de infancia (Marisol, Verónica, “Chela”, Ofir, Mariela, Marta, Gladis, Sandra) fue
creciendo la ilusión y vocación de ser maestra. Encontré así la mejor forma de ayudarle a mi
comunidad: educar para el desarrollo y el progreso.
¡Cómo no querer escribir la historia del barrio donde mis padres quisieron formar su familia!
El amor que ellos profesaron a estas tierras hizo que todos nosotros, sus hijos, nos
enamoráramos de este lugar; desde pequeños observamos el compromiso que asumieron
junto a los vecinos, luchando siempre por el progreso y beneficio del barrio. Ahora más que
nunca he entendido porqué me embargó la nostalgia y no pude contener mis lágrimas
cuando fui a La Alpujarra a investigar en los archivos de la Acción Comunal y vi la firma de
mi padre como tesorero de la primera Junta de Acción Comunal. Mis lágrimas no podían
contenerse aunque les ordenara parar porque apocaban mi lectura. Entendí porqué se me
eriza la piel al hablar de mi comunidad.
“El Hueco”, comúnmente llamado por todos los vecinos, está encerrado por montañas que
nos mantienen aislados o tal vez protegidos de la sociedad medellinense. Su posición
geográfica no nos permite ver el Valle de Aburrá, tímidamente se observa una parte de la
7
comuna nororiental. Ubicados a sólo 10 minutos del centro, durante mucho tiempo fuimos
aislados.
Después fuimos leyenda por haber vivido una pesadilla; aquí hemos crecido, soñado,
amado, llorado y desesperado, pero la ilusión de ver grande nuestro hogar ha hecho que el
corazón palpite cada vez más por el barrio y pensemos en un futuro mejor, añorando
siempre los momentos felices.
¡Blanquizal, “Hueco” querido! Aquí en tus tierras muchas familias han levantado a todos sus
hijos. Algo tendrás porque la mayoría, a pesar de las circunstancias y épocas difíciles, no te
hemos podido abandonar y aquel que se fue recuerda con nostalgia el calor de sus vecinos,
las pasiones y desamores que albergan este pequeño valle de La Iguaná.
Por eso también espero que este libro sea una herramienta de conocimiento, que aumente
nuestro sentido de pertenencia y haga que las nuevas generaciones, y las que estén
pasando, construyan sueños de esperanza y compromiso para hacer más grande esta
historia y no repetir sobre todo aquellas partes donde se desata una nube negra de tristeza
y dolor.
BLANQUIZAL
LLAMADO ASÍ POR LA BLANCA ARENILLA QUE FORMA SUS MONTAÑAS,
BLANCOS LOS CORAZONES QUE HABITAN ESTE LUGAR,
BLANCA LA ESPERANZA
Y BLANCA LA ILUSIÓN DE PROGRESAR.
8
UBICACIÓN DE BLANQUIZAL
Blanquizal está ubicado en el extremo noroccidente de Medellín. Limita por el norte con la
quebrada “La Iguaná”, famosa desde los comienzos de la ciudad por sus crecientes. Incluso
en una de ellas arrasó con el poblado de Robledo, ubicado en 1880 en el sector de Aná, hoy
barrio Los Colores. En esta época el poblado se vio en la obligación de ser trasladado a la
Loma del Cucaracho (ubicación actual), aquí se convirtió en corregimiento de Medellín, y hoy
es el barrio Robledo (que más adelante fue afectado por otras crecientes de la quebrada). El
nombre del afluente del río Medellín que lo recorre, al parecer hace referencia al hábitat
preferido de las Iguanas que durante muchos años adornaron sus piedras. Hoy observando
detalladamente se puede encontrar una que otra, pues su espacio se vio invadido por la
población.
La quebrada La Iguaná lo separa del barrio Fuente Clara, poblado desde hace 30 años. Antes
de la fundación de este barrio, las tierras pertenecían al señor Alfonso Zapata, dueño de la
marranera, ubicada en la parte alta de Fuente Clara, vecino más cercano del sector en sus
primeros años de historia.
Al sur, limitaba con la parte alta de Calasanz “Loma Hermosa”, con los terrenos de la familia
Escobar y la señora Matilde Vélez, residente en el barrio Robledo. Hoy en día el límite lo
establece la carretera que parte de la urbanización Colinas de Calasanz y lo une con el barrio
Olaya, sector de invasión, poblado hace 14 años.
Al occidente lo separa la cuchilla de la montaña del barrio Olaya, desde las torres de
energía, hasta encontrarse con el cruce de la quebrada La Iguaná y la desembocadura de la
quebrada La Puerta, sector Los Chorros, barrio El Porvenir.
Por el oriente antes el límite era sólo con “Las Brisas”, que hoy es el barrio El Pesebre. En los
últimos años, los límites quedaron señalados por las cuerdas de energía que pasan desde el
alto El Morro, cruzando por el sector de Alta Vista, los Mangos y Armerito, teniendo de
vecinos a Colinas de Calasanz y el sector de los Búcaros.
Pero aún hoy los límites siguen cambiando. Por ejemplo aún no se ubica dentro del territorio
del barrio a los recientes apartamentos de Mirador de Calasanz (que acogen a las personas
reubicadas de la zona de invasión de Vallejuelos), que aunque están en el radio de acción y
en terrenos considerados del barrio, subsiste el deseo de separarse en un barrio diferente.
De hecho actualmente son reconocidos así, inclusive cuentan con Acción Comunal propia.
PRIMERA PARTE
LOS AÑOS DE LA ESPERANZA
10
CAPÍTULO UNO
OLOR A CAMPO Y A LEÑA
1900 – 1940
Empezamos esta historia como empiezan todas, llenas de felicidad y tranquilidad. En este
paraje había campos que encantaban por la quebrada cristalina que arrullaba al pasar con
su susurro y era el punto de encuentro de muchas familias de barrios vecinos que
compartían un buen baño y un rico sancocho en las orillas.
Sus laderas estaban llenas de árboles frutales, recuerdan sus habitantes parajes bautizados
por ellos como: el mandarino, el algarrobo, los pomales, los mangos. También se cultivaba
café, plátano y yuca como donde viven todos los buenos paisas, agricultores y amantes de la
naturaleza. Toda esta belleza no podía pasar desapercibida, tal vez por eso en muchas
escrituras figura el nombre de un paraje de Robledo llamado “Loma Hermosa”, hoy parte
alta de Blanquizal. Sí, ¡Loma Hermosa tenía que ser!, porque era albergue de lechuzas,
búhos, ardillas y gran variedad de pájaros, naturaleza y vida. Los pocos pobladores que
habitaban el sector compartieron durante muchos años con esta naturaleza que luego se
convirtió en rastrojo, recordó así con nostalgia don José Hoyos a plenas doce del día, cuando
estábamos tomándonos una cerveza.
Este paisaje cautivó a una pareja de recién casados procedentes del corregimiento de
Palmitas: Alfonso Antonio Caro Ospina Y Blanca Elvia Rodríguez Acevedo. Con el capote
encima llegaron a Medellín en 1961, cuando esta ciudad crecía a pasos agigantados, la
misma que durante las últimas décadas se convirtió en una ciudad planeada y con sentido
de espacio público, con vocación de servicio ciudadano, con una industria activa y un estado
eficiente, ordenado, y orgulloso de los servicios públicos que presta para una urbe limpia,
hermosa, pacífica y trabajadora, con una realidad que incluía otros elementos. Pero aquella
primera visión atrajo a muchos campesinos, pasada ya la época de la violencia en los
campos.
Entre estos atraídos estaban mis padres, que se vinieron del campo con la ilusión de forjar
un futuro mejor para los hijos que planeaban tener. Don Alfonso, hoy comúnmente conocido
como “Fuiqui”, miró a Blanquizal desde los altos de la Carretera al Mar, se hizo el de la vista
gorda y pasó buscando un sector más central para terminar en el barrio El Corazón.
Al recordar su llegada al barrio, a “Fuiqui” lo invadió la risa porque se hizo el de rogar con el
terreno y cuando decidió comprar, el precio ya había aumentado. Mi abuelo Marcos le tuvo
que ayudar y lo compraron en compañía. Era un lote ubicado en la parte más plana del
sector. El sueño de tener casa propia se hizo realidad. Construyó un rancho de latas y poco
a poco fue trayendo los pedazos de adobe que conseguía y si era preciso al hombro los
cargaba, sin importar la distancia y la incomodidad. La arena era fácil de conseguir porque
sólo era recogerla de la quebrada, pero, ¿qué hizo que esta pareja se quedara y eligiera este
lugar para levantar su mayor tesoro, sus hijos? ¿A quiénes encontraron? ¿Qué encontraron?
FOTO 2.
LOS COLONOS FUNDADORES DE BLANQUIZAL
Sobre la fundación del barrio se puede hablar de la siguiente teoría: los primeros pobladores
ocuparon la parte alta de Blanquizal, lo que indica que estos terrenos pertenecían a colonos
habitantes de los sectores de la América y Calasanz. La construcción del puente Colombia,
que fue el primer puente construido sobre el río Medellín, en 1846, da opciones para que los
colonos empiecen a habitar la zona occidental del valle. Los pobladores de Blanquizal
recuerdan el nombre de una familia que nombran como “los Escobar”, encabezada por Juan
de la Cruz Escobar y su hijo Jorge, dueños de terrenos que limitaban con el barrio y toda
una loma (hoy deshabitada). Estas tierras pertenecen actualmente al señor Villegas Moreno
(parte de atrás de Blanquizal, arriba de las urbanizaciones de Calasania). Dentro de estos
predios estaba la arenillera, fuente de empleo para los vecinos porque de allí se sacaba
arena para la empresa Peldar. Los demás terrenos eran ocupados con mucho ganado. Los
Escobar ponían los animales al cuidado de una familia que les administraba la finca, entre
ellos Pedro Montoya. A los dueños se les veía de vez en cuando, montados en unos
hermosos caballos dándole vuelta a sus tierras, pero no sólo inspeccionaban su capital,
también venían a admirar las pocas pero bellas mujeres de Loma Hermosa. Fue tal la
inspección que no sólo produjeron ganancias con sus bienes, también dejaron un heredero:
Esteban. Su madre, Deyanira, tuvo que soportar la crítica social de esa época, el hecho
escandalizó a las personas de Blanquizal, pues no era bien visto ser madre soltera.
Los señores Escobar vivían en Calasanz, su hacienda era majestuosa: una casa grande con
tejas de barro, de amplios corredores y un portal, dándole la bienvenida a los visitantes, que
se asustaban con tanta imponencia; la familia Escobar era dueña de algunos terrenos de
Blanquizal pero no de toda la loma, lo que me hace suponer que otros colonos heredaron la
tierra de generación en generación. Los herederos vendieron fraccionadamente o dieron a la
servidumbre en pago de sus servicios. Lo cierto del caso es que el señor Raúl Cano de 68
años y su hermana María de Jesús de 64, blanquizaleños de pura sepa, defienden a capa y
espada su título de fundadores.
Los primeros pobladores fueron integrantes de su familia materna. Los Cano y Pulgarín,
mencionan también a la familia Araque y dicen que “lo demás es pura carreta”, que más
adelante llegaron otras familias, pero sus ancestros fueron los que primero poblaron el
sector. La señora Leuteria era parte de estas familias. Ella y sus ocho hermanos se
levantaron en Blanquizal; la viejita murió a sus 65 años y de este hecho hace ya 25, ¡y no
nos pudo aclarar este enredo! Pero en esa época yo apenas era una niña, ni siquiera
imaginaba estar en esta tarea, sólo pensaba en estar montada en los árboles comiendo
mango biche con sal. Pero lo que sí recuerdo era ir a la casa de doña Leuteria con carita de
yo no fui, a pedirle naranjas y mangos que cogía después de caer la tarde, esperando que
los palos se desacaloraran. Yo no entendía por qué nosotros no nos podíamos trepar a
cualquier hora. La razón la comprendí más adelante, cuando dimensioné la estrecha relación
12
de nuestros viejos con la naturaleza, el respeto y consideración que tenían hacia los seres
vivos, sensibles y susceptibles, por eso, a determinadas horas del día no se pueden tomar
los frutos de los árboles, en determinadas épocas del año no se pueden cultivar, abonar o
podar; tenía toda la razón aquella anciana de espalda encorvada, ojos claros, y pasos
tranquilos, que no dejaba su saco azul.
PRIMEROS POBLADORES
En este punto, es necesario que haga un paréntesis con la familia Velásquez. Aunque la
señora Marta Elena Velásquez tiene 81 años de estar en el sector, llegó un poco después de
la ubicación de los fundadores. La casa donde nació quedaba en los límites del sector, más
adelante sus padres decidieron comprar un predio en el barrio, y por eso no se podrían
considerar como fundadores pero sí incluirlos dentro de las primeras familias pobladoras.
Recuerdan su época de infancia los herederos de estas tierras como Raúl Cano Baena, María
Jesús Cano Pulgarín y Marta Elena Velásquez: “recordar es vivir y aquellos tiempos no
volverán”, decían con nostalgia al remontarse en el pasado.
Los hermanos Raúl y María Jesús, nombran a los abuelos maternos Gonzalo Cano y
Secundina Pulgarín. De esta pareja nacieron nueve hijos, entre ellos Leuteria, madre de los
entrevistados. Los hijos heredaron la mayor parte de tierras en Blanquizal. Los abuelos
paternos pertenecían a la familia Baena, quines compraron otra parte de tierras del barrio.
De la familia Baena nacieron cuatro hijos: Jesús (padre de Raúl y "Susa"), Juan, Carlos y
Abraham.
Jesús y Leuteria formaron una familia con tres hijos. Los hermanos Baena vendieron las
tierras y se fueron para la loma de Robledo al frente de la escuela Jorge Robledo. Sólo se
encuentran en el barrio Raúl y "Susa", que se quedaron en la tierra que los vio nacer y
crecer, sin pensar en abandonar su barrio. Tenemos entonces la fortuna de encontrar los
herederos del trono, retoños de la familia fundadora y rescatar con ellos las historias que
rodearon el nacer de una comunidad.
De la familia Araque, sólo tenemos el nombre del padre, el señor Antonio María, los demás
se marcharon de Blanquizal, y se ubicaron en el “Cucaracho”. Se les veía venir cuando
pastaban ganado, pero ya sin espacios para la ganadería no regresaron más al sector.
Llegó después la familia Velásquez Restrepo: conformada por la señora Ana Betzabeth y
Félix Antonio. Quienes le compraron al señor Nacianceno Espinosa, residente en Robledo.
Dejaron así de pagarle alquiler al señor Jesús Alarcón en la casa de los mangos, (cerca al
barrio Paraíso) y como pareja dieron vida a Félix Mariano, Julio César, Jesús Enrique,
Mercedes, Marielena (“Nena”). Esta última fue la única de ellos que se quedó en Blanquizal
con todos sus 8 hijos y su sobrina Marta Velásquez.
La Iguaná era cristalina, quedaba muy abajo y era difícil utilizar este recurso. Podían
pescarse grandes sardinas y truchas; cuando la quebrada estaba en sus días se crecía y
llegaba hasta donde hoy es el Colegio Blanquizal. Recordó doña “Nena” en su relato a
“Miguelito”, quien una tarde estaba sacando arena de la quebrada con su carreta halada por
un caballo, cuando de pronto la quebrada fue creciendo poco a poco y ella, al percatarse de
lo que estaba sucediendo, dio un grito de alerta para que se saliera, pero fue en vano, el
nivel del agua aumentó tanto que vieron cómo se arrastraban la carreta y el caballo
quebrada abajo. Sin perder la esperanza de su rescate se fue corriendo por toda la orilla y
preguntando a los espectadores de la creciente, si habían visto a un señor arrasado por la
corriente, éstos contestaban que sólo vieron la carreta y el caballo. Con gran desconsuelo
“Nena” se devolvió para el barrio a contarle a la esposa de “Miguelito” lo que había sucedido.
Vaya sorpresa la que se llevó porque... el señor estaba allí, sentado respirando fuertemente
contándole a su esposa lo sucedido. Él, al escuchar un grito, se percató del acontecimiento y
se agarró de una rama, y para su buena suerte tal0020vez, dice “Nena”, por ser tan devoto
de la Virgen del Carmen, una corriente lo lanzó a las orillas. Se salvó “Miguelito” de esta,
pero al año siguiente sí fue llamado a juicio por nuestro papá Dios, consumido por una
enfermedad.
CREENCIAS Y CELEBRACIONES
Los pobladores nativos fueron bautizados en Nuestra Señora de los Dolores, Parroquia de
Robledo. Madrugaban a misa de 4 a.m., debían atravesar La Iguaná saltando de peña en
peña o bajar por los cañaduzales que estaban en el sector Las Brisas, hoy barrio El Pesebre,
cruzando el puente colgante. ¡Qué puentecito! La fe era mucha porque cruzarlo era toda una
hazaña, el que no se atrevía tenía que irse por toda la „Mediagua‟, parte alta del Morro,
hasta la carrera 80 y subir a Robledo, todo en un ambiente de tranquilidad en medio de
pomales, cañaduzales, rastrojos o, dicho con más elegancia, árboles nativos. El Santo
Rosario no se podía dejar de rezar todas las noches antes de acostarse.
La Navidad la festejaba cada familia, en ese tiempo las novenas eran realizadas por el
alférez. En el diccionario se señala al alférez como oficial del ejército español, que sigue al
teniente en categoría, don Raúl lo describe como cada una de las personas que encargan
para hacer determinado día de la novena de Navidad. A él le correspondía cantar el noveno
día. Hacían natillas, buñuelos, no podía faltar la pólvora, la escondida del niño Jesús para
salir a buscarlo a punta de vela. Tampoco podía faltar el licor, preparaban un cóctel muy
especial del que tenían una receta casera: hervir sin agua ocho gaseosas „Lux Cola‟, „Carta
Roja‟ o „Limonada‟, junto a dos huevos y malta, todo se mezclaba con el molinillo, y se
agregaba esencia de menta y de vainilla, se empacaba con ocho días antes de consumir y
aquel cóctel que quedaba era garantía de borrachera fija, don Raúl casi monta un aljibe con
esta receta.
RECREACIÓN
Las tardes recreativas en Blanquizal se sorteaban entre hacer columpios sobre todo en el
algarrobo y recoger los mangos de los alrededores. Los niños jugaban con trompos, bolas
que eran corozos grandes, tejo, „pipo‟ y elevaban cometas.
14
FOTO 6.
VIVIENDAS Y DOTACIÓN DE ESPACIOS
Las casas del barrio eran construidas con bahareque, palos redondos amarrados con fique
sacado de la penca, y con mucha caña brava. Después fueron construidas en tapia. La gente
cocinaba en leña, con cazuelas de barro, cucharas de palo, asaban las arepas en callanas
(vasijas toscas para tostar maíz o trigo), servían la aguapanela en tazas de totumo. Las
camas eran hechas de troncos de pomos, cuatro estacas, con guascas de colchón, o esteras
siendo sus dueños más pudientes, tendidas con colchas de retazos hechas a mano por las
señoras. Vida linda pero contradictoria, de mucha pobreza y de gran abundancia en comida,
tranquilidad y paz pero también de mucho trabajo, ganándose un jornal por sólo 4 centavos
al día.
OCUPACIONES
Los padres se rebuscaban trabajando en algunas empresas que surgían en Medellín como la
Cervecería Tamayo, ubicada donde es hoy la Cuarta Brigada del Ejército. Muchos jóvenes
ayudaron a la construcción de la Carretera al Mar como alternativa de trabajo. La Iguaná era
la mayor fuente de sustento, de allí se sacaba arena, revoque, gravilla y piedras para las
construcciones, ¿Cuántas edificaciones de Medellín fueron hechas con los materiales de La
Iguaná y con la mano de obra de nuestros pobladores? Este oficio hizo crear la necesidad de
abrir un camino para que las volquetas entraran por estos materiales de playa. Los Escobar
ayudaron algunas veces a la apertura y adecuación de las vías porque a ellos también les
interesaba que sacaran la arenilla de estas montañas. “Nena” con gran tristeza señaló que
este oficio tal vez fue el que acabó con la vida de su papá, pues pasaba horas enteras
metido en esta agua. Otros pocos se dedicaron a sacar pequeños gramos de oro se les veía
con las bateas, la constancia en el oficio les permitía almacenar varios gramos que vendían
en las joyerías de Medellín y podían solucionar sus necesidades básicas.
De jóvenes trabajaban las mujeres en la trilladora de Robledo. Para esta década 1054
mujeres se ocupaban en la trilladora como mano de obra, cifra mayor que en cualquier otro
oficio entre 1934 y 1940. La mayoría eran mujeres menores de 30 años, solteras y sin
compromiso, porque después de casadas se dedicaban al hogar, esposo e hijos.
Cultivaron los terrenos de plátano, café, yuca y criaron animales domésticos, como cerdos,
gallinas y palomos. “La tierra vale por lo que se cultiva en ella”, sabiamente repite don Raúl
en su relato, entre otras cosas fue el que más vibró con cada recuerdo de aquella época, lo
narraba de tal forma que lo transportaba a uno a estos parajes.
EDUCACIÓN
Para estudiar había que ir hasta Robledo a la Escuela Jorge Robledo para los hombres y la
Mariscal Robledo para las niñas, pero a nuestros primeros pobladores la educación era lo
que menos les preocupaba y sus hijos desertaron muy temprano de estos recintos. Era
mejor quedarse en casa ayudando a los oficios y quehaceres domésticos. Alguien que
avanzó mucho para entonces en el estudio fue María Jesús, que hizo hasta tercero de
primaria; a “Nena” la espantó una profesora que frecuentemente la regañaba y maltrataba a
ella y a sus compañeros, y don Raúl asistió hasta el segundo grado de primaria. Algo que
sorprende es ver la claridad en sus letras y lo bien que escriben con letra pegada (cursiva)
que hoy en día ya no se enseña en las escuelas.
15
Los caminos que transitaban eran caminos reales, pasaban por debajo de mucha vegetación
esquivando las ramas; los linderos se señalaban con canalones o paredes de tapias para
impedir el paso del ganado y hacer respetar así las tierras.
LA PERPETUACIÓN DE LA EXISTENCIA
Al transcurrir los años, cada uno fue formando su familia: María Jesús se casó con Jorge
Rodríguez, abuelo de la suscrita, y esta señora pasó a ser mi abuela política. Pero no les
duró mucho tiempo la relación y sin descendencia hoy es una anciana sola al cuidado de una
hija de su sobrina Blanca, habita en la casa heredada por su madre en la parte alta de
Blanquizal, y de vez en cuando habla y canta algún disparate: “Como por sus pelotas
rayadas y/o Turrumbistumbis” y se toma la vida con mucho humor y gracia.
Raúl Cano se casó con Marta Vidal y repitió la historia de sus padres, sólo dio vida a tres
hijos, dos de ellos, Jhon Jairo y Saúl que viven en Blanquizal y Luz Dary en La Cuchilla,
Robledo, hoy cuenta con siete nietos, tiene su casa ubicada en la mejor vista del barrio
entre mangos, naranjas y jardín, al lado de su compañera Fabiola Caro (mi tía, hermana de
„Fuiqui‟). Todas las tardes mira el paisaje y por su cabeza pasan varios episodios, unos
alegres y otros tristes, su vida es tranquila. Aquel oficial de construcción que a muchos su
vida alegró haciendo realidad el sueño de tener una casa, hoy está satisfecho de sus logros,
descansa deleitando todas las tardes su vista con el paisaje que se transforma poco a poco.
“Nena”, que trabajaba en la trilladora de Robledo, una mañana yendo a su trabajo conoció a
Rafael Muñoz, un joven travieso de Santa Rosa de Osos que desde muy joven había
abandonado el hogar por miedo, ya que sus padrastros le sentenciaron una pela, quien se
vino a aventuriar a Medellín y se colocó como ayudante de la flota Robledo. Por esas
casualidades de la vida, todas las mañanas y tardes se encontraba con las miradas de
“Nena”, después no fueron casualidades sino encuentros premeditados. Flechó a su negra,
formaron un hogar del que nacieron 13 hijos, vivos 8, todos asistidos en la casa por una
partera que venía de Robledo. Con ninguno tuvo dificultad en el parto, ni siquiera con uno
de ellos que venía de pies y pudo haberse ahogado. En estas tierras se quedaron todos sus
hijos y nietos, la mayoría viven en casa de la abuela, acompañándola en su viudez porque
“Rafa” falleció hace 4 años.
LA GALLADA DE LA ÉPOCA
Mencionan amigos de la juventud: Amanda, Marta, Darío, Mariano, Oscar y Julio, estos de la
familia Velásquez; Teresa y Bernardo Pulgarín, Leonor García, Emilia Cano; en algunas
escrituras aparecen los nombres de Gabriela Álvarez de J., Valerio Betancur, Juan de la Cruz
Paniagua, Alfonso Quintero, Celia Pulgarín, María Inés Álvarez García, Eduardo Martínez,
16
Juan Manuel Monsalve, Dolores Restrepo, Jesús Pulgarín, Teresa Giraldo, Rafael Restrepo,
Carmen Álvarez.
Oscar Velásquez, sobrino de “Nena”, cultivó el amor por la música, actualmente dirige el
grupo musical del “Trío América”, vale la pena resaltarlo. En esta época en nuestra tierra
blanquizaleña se inspiran y nacen los sueños de este gran artista, de la familia Velásquez,
orgullo no sólo de sus paisanos y familiares porque el sentimiento se extiende por todo
Medellín y Colombia.
Otros barrios lo han buscado porque se pelean su procedencia, pero para no entrar en
discusión el artista dice ser de todas partes, del Coco, Belén, Alfonso López, pero lo único
cierto es que nació acá, en Blanquizal; su abuelo es Félix Velásquez („Fafa‟), su abuela
Betzabeth Restrepo y sus padres Mariano y Alejandrina; de abuelo y padre heredó el amor
por la música de cuerda, por su sangre corre esta pasión, pues desde pequeño los veía con
la guitarra al hombro, mientras atravesaban la acequia que pasaba por la parte alta de
Blanquizal (hoy es el barrio Olaya) y bajaban al barrio Las Margaritas, al sitio “La Ronda”
donde animaban las fiestas de este lugar. El verlos ensayar y acariciar las cuerdas de la
guitarra todas las tardes que hacían las prácticas fue impregnando a Óscar mágicamente por
esta pasión. Durante sus primeros trece años de infancia recorrió centímetro a centímetro
este barrio rodeado de un ambiente campestre y de naturaleza. Recuerda que para ir a
estudiar debía atravesar los caminos que conducían a Robledo, a la escuela Jorge Robledo;
en su mente guarda celosamente el recuerdo de su querido compañero “Lalo” de la familia
Burgos, fundadores reconocidos de ese barrio.
Un día partieron de este barrio porque los problemas familiares obligaron a su padre Mariano
a buscar otro sitio para el hogar y se ubicó en el barrio Alfonso López, pero Oscar aún
conserva las tradiciones inculcadas en su hogar pues cada año viene con su esposa y sus
tres hijas a las procesiones de Semana Santa, en la Parroquia de Nuestra Señora de los
Dolores en Robledo. Aprovecha además esta ocasión para el reencuentro con sus amigos de
infancia.
De este primer capítulo hace parte este artista, descendiente de los primeros pobladores.
En medio de estas familias y pocos amigos rodeados de una variedad natural y terrenos
extensos, pasa un capítulo de la historia de Blanquizal: fincas de familias humildes,
trabajadoras y honradas, pero por ser tan familiares y de poblamiento pequeño aún no se
17
CAPÍTULO DOS
TODOS VIENEN DE DONDE EL SOL SE ESCONDE
1940 – 1970
El señor Gabriel Vallejo, oriundo del municipio de Jericó, llegó a Medellín con sueños de
progreso, se instaló en pleno centro de la ciudad entre las calles de Cúcuta con Maturín, en
este cruce montó su taller de mecánica (oficio que desempeñaba), conformó su hogar con la
señora Odulia Taborda, a quien también le llamaba la atención la gasolina y los motores. Ella
trabajó al lado de su amado. La miraban extrañamente porque era raro en este tiempo (aún
en esta época) ver una mujer realizando este oficio, pero con la llegada de los hijos la mujer
debía dedicarse al cuidado de los pequeñuelos y lógicamente había que buscar un lugar
apropiado para instalar los nuevos integrantes; es así como llegaron a Blanquizal,
compraron una de las casas de la familia Araque, en medio de una montaña, ni tan arriba ni
tan abajo, el punto central, cerca de un nacimiento de agua, “El Caño”. De corredores
alrededor, un patio en medio de la casa grande, rodeada de mangos y vegetación, toda una
casa de campo, construida de tapia, de puertas azules, con aire puro y con mucho terreno
para poner los hijos a correr y caminar sin peligro alguno; además se podían tener ganado,
gallinas, marranos, todo lo que antes habían dejado atrás en su pueblo. Surtieron bien su
finca con muchos animales domésticos, pasando a ser los acomodados, los ostentosos de la
época.
En esta casona tuvieron sus 13 hijos, pero sólo se criaron siete (Edgar, Jairo, Gabriel, Rocío,
Iván, Consuelo, Gildardo) que heredaron el carácter de su padre: simpático, conversador,
amiguero, amante de las peleas de gallos, apostador por naturaleza y buen negociante, con
amigos en todas las esquinas de Medellín, aquel que cambió su oficio de mecánica por las
labores campesinas y la talabartería; con este personaje se inició otra etapa en el desarrollo
del barrio, su carisma atrajo a varias familias, que no sólo les encantó la calidez de “Uva”,
sino también el bello paisaje campestre de este sector. Actualmente sólo viven en el barrio
Iván el “Chino” y Consuelo, la descendencia de esta familia ya está en los bisnietos próximos
a la cuarta generación, después del par de viejos, “Uva y Yuya”.
Al otro extremo del barrio en 1947, unos años después llegó la señora Rosa, acompañada de
una gran comitiva: sus hermanos, Rafael, Marcelino, Antonio, Agustín, María Josefa,
Carmela, Anatilde; y sus hijos Carlina, Roque, Aurora, Gerardo y José. Dice este último que
su “mamá se vino para Medellín a buscar un mejor sobrevivir”, que inicialmente fue a
averiguar el precio de un terreno cerca de la iglesia de Emaus, pero al escuchar el precio a la
viejita le dio un desmayo. Encontró después un lugar acomodado a su bolsillo y
19
expectativas. La familia Hoyos compró primero la casa donde es hoy la finca, en la parte alta
del barrio, lindando con la familia Pulgarín; después vendieron esta propiedad y se ubicaron
donde viven actualmente, toda la loma que limita con los apartamentos de Mirador de
Calasanz, incluso el camino que lleva a sus casas es conocido como el sendero de „Los
Hoyos‟.
Esta familia se trajo de San Pedro su trasteo, acompañado con un gran deseo de lograr un
mejor “sobrevivir”. Pero no sólo esto se trajeron, vinieron cargados de mucha energía,
entusiasmo mezclado con un espíritu comunitario y un liderazgo natural; los hijos de la
viejita Rosa le dieron un cambio total a la vida del barrio, marcaron la moda luciendo en sus
cabezas unas pañoletas de colores vistosos que en ocasiones utilizaban como turbantes para
cargar una olla en la cabeza.
De este capítulo histórico no podemos pasar sin hacer un sentido homenaje póstumo a la
señora Aurora Hoyos, quien aparece registrada en la Secretaría Municipal de Desarrollo de la
Comunidad como la primera presidenta de la Junta de Acción Comunal de Blanquizal en
1976. Nadie le sobrepasó en ánimo, su energía era tanta que parecía dotada con batería
recargable. Sólo un cáncer apabulló sus ánimos y acabó con su vida, pero a nadie de la
época se le podrá olvidar esta admirable mujer.
Los hijos de Rosa, en etapa de buscar pareja, con ganas de cargar el costal del mercado a
los hombros y tener obligación, uno tras otro empezaron a buscar sus compañeras o
compañeros y la mayoría inició la construcción de casas alrededor de la casona de tapia,
propiedad de su madre. Gerardo y Fabiola, Carlina y Arturo, Aurora se quedó con sus hijos
(Jorge, Luis Eduardo y Luz Elena), Roque su hermano se casó con Carlina Barrera, la tía
Carmela se quedó solo con su hijo Carlos, la mayoría conformó familias con no menos de
cinco hijos y la generación ya va en los bisnietos. Las escrituras de sus predios figuran desde
el año 1947.
Actualmente sólo viven dos hijos de Rosa; Roque y José, este último aún es residente del
barrio. José Hoyos “Macaco” fue el entrevistado; cuando le pregunté la edad me respondió
que tiene “quince en cada pata”, pero ni teniendo cuatro le sumarían sus 87 años de edad.
Él se casó con María Mercedes Restrepo, oriunda de Frontino, con ella conformó una familia
de 7 hijos (Delio, Alberto, Jesús, Amado, Rosalía, Clemente y Valentín), pero tal parece que
la unión de José y María Mercedes no sólo selló un pacto de amor, también unió a un barrio
naciente en Medellín, Blanquizal con un municipio de Antioquia, Frontino.
Como un fenómeno de la época, tal como ocurre con nuestros compatriotas cuando sueñan
con viajar a Norteamérica, en busca de billete verde, ocurre con la población de Frontino que
vino a aventurarse a la vida citadina; se vinieron para “El Hueco” -aclaro que “El Hueco” es
Blanquizal y no me estoy refiriendo al “hueco” utilizado por los ilegales que cruzan en México
para el país de los sueños o pesadillas-, dependiendo de su suerte y destino. Tampoco se
encuentra billete verde pero sí mucho verde alrededor por los árboles. Hay cierto parecido,
pero es sólo producto de la casualidad, lo que sí es cierto es que los frontineños adquieren
visa de residentes blanquizaleños.
dos hijos del primer matrimonio y un hijo, Miguelito, resultado de esta nueva unión. Se
instalaron en estas tierras y nacieron los demás hijos (Teresa, Mercedes, Erminta, Marina,
María, Carlos y Jesús). Todos ellos se quedaron en Blanquizal y formaron sus familias,
excepto María que se fue a vivir a Robledo Palenque. La descendencia ya va en la
generación de los bisnietos. Esta pareja se quedó en Blanquizal y decidieron terminar sus
vidas juntas en el lugar que vio crecer a sus hijos.
Carmen, cuñada de José Hoyos, casada con Rafael Suaza. Dejaron a Frontino y se vinieron
para Blanquizal, le compraron un lote al señor Gabriel Vallejo, llegaron con sus dos únicos
hijos, Antonio y Fabio, jovencitos en busca de formar sus hogares. De esta familia viven las
viudas Georgina y Lucía, y sus hijos Andrea, Oscar, Graciela, Germán y María. Todos tienen
ya hijos; los nietos de aquella pareja que llegó a Blanquizal, igualmente se quedaron.
Rescatamos del viejo Rafael su espíritu comunitario y devoción por la Virgen del Carmen,
por algo se casó con Carmen.
„Galucho‟, vendiendo mercancía de pueblo en pueblo, llegó a Antioquia, vereda Tolusco. Allí
lo recibió una pareja de esposos, Tulia y Guillermo, quienes le brindaron el calor de su
hogar, a la vez que cumplían con un mandato del buen cristiano, dar posada al peregrino.
Pasada la época de la violencia, aún quedaban rezagos del conflicto político, al señor
Guillermo le advirtieron que su vida corría peligro por ser Liberal, que saliera antes de que lo
mataran. Ellos, sin preparar el viaje, en medio de angustia y la confusión que embarga a
todo aquel que es desplazado y tiene que abandonar sus tierras, el esfuerzo de muchas
luchas y su hogar, se ve de pronto a la intemperie. Pero lo que vale primero es la vida: no lo
pensaron dos veces. Volver a empezar una vida en un territorio extraño confunde, pero es
necesario. Se vinieron para Medellín a buscar este paraje de Robledo del que muchas veces
„Galucho‟ les habló, contaron con la ayuda de Celsa la hija mayor que desde antes se había
venido a trabajar en oficios domésticos a esta ciudad.
En un inicio, mientras establecían contacto con Miguel, pagaron en alquiler una pieza en el
centro de la ciudad en la calle Sucre, hasta que un día por esas cosas del destino se cruzó
Miguel Layos, les vendió un pedazo de sus tierras, construyeron una casa campestre y
empezaron una nueva vida al lado de su hijo Reinaldo, a quien le habían perdido el rastro
hacía 20 años. Pero nuevamente Medellín, pequeña en esa época, les permitió su
reencuentro no planeado. Celsa tuvo un hijo, Mario, de quien decían que un maleficio le
hacía sufrir trastornos mentales en determinadas épocas del año. Celsa dejó su hijo al
cuidado de la abuela y ella continuó trabajando y los venía a ver todos los fines de semana.
Terminó de completar la familia Ofir, otra nieta hija del mayor. Don Guillermo murió y se
quedó Tulia al cuidado de esta familia.
De Frontino llegó el señor Francisco Arias, arenero de oficio, con su esposa Rosa ayudado
por su hijo mayor Francisco, quien asumió desde joven la obligación de sus padres y
hermanos (Horacio, Sigifredo, Oswaldo, José, Anarita “Rocío”, Piedad, Ricardo, Wilfredo),
iniciaron pagando alquiler y luego consiguieron para comprarle al señor Gabriel Vallejo un
lote en el que construyeron una casa de adobe y en este paraje terminaron de levantar sus
hijos. Francisco Arias fue después el segundo presidente de la Acción Comunal y fue el
primero en conformar el comité de educación del barrio, tal vez por eso “Rocío” se inclinó a
formar la primera escuelita del barrio (más adelante resaltaré este hecho). Igualmente,
“Rocío” es la única que se ha quedado en el sector, ha sufrido la pérdida de su esposo y sus
dos hijos. Al preguntarle porqué continúa en el sector dice que acá está su casa, que ya no
es capaz de vivir con su familia, que a pesar de los ratos amargos que ha pasado ya no deja
este barrio. Su familia se trasladó para Robledo - Bello Horizonte y algunos hermanos se
fueron a Venezuela, pero ella se quedó en compañía de sus dos nietos.
Adivinen de qué municipio vinieron. Como cosa rara, de Frontino. El señor Juan, arenero de
oficio y su esposa Mariela con sus hijos (Rocío, Juan, Luis y Nelly), también iniciaron
pagando alquiler y luego compraron un pequeño lote a la orilla de la quebrada para estar
más cerca de su sitio de trabajo, muy pronto murió su esposa Mariela y dejó los hijos que
pasaron al cuidado de Rocío, la hermana mayor, quien debió abandonar sus estudios para
dedicarse, siendo aún niña, al cuidado de sus hermanitos. Rocío fue la primera que
entrevisté y la que más ánimo me dio para seguir con esta tarea, porque me hizo un
recuento detallado de las épocas de antaño en nuestro barrio.
Mis padres. Aquí nacemos todos, hecho que no se da en las otras familias pobladoras, pues
siempre traen el inicio de su descendencia y acá terminan de completar la labor. Aquí nacen
mis hermanos Luis Fernando, María Isabel, Ruth Morelia, Luis Alfonso, Francisco Javier, José
María y esta preciosa niña, María Magdalena. Me escribo de última pero en el orden de
nacimiento soy la penúltima; en la actualidad la mayoría vivimos cerca o en Blanquizal. Mis
papás trasladaron su residencia al otro lado, en Fuente Clara.
Mis padres le compraron un pequeño lote al señor Gabriel, a quien recuerda mi papá con
mucho cariño porque sin terminarle de pagar el lote, le hizo las escrituras. Le faltaba la
última cuota cuando el viejito se le acercó y le dijo: “Vamos a hacer los papeles que de
pronto falto de un momento a otro y le queda su casita enredada”, y así lo hicieron. A los
ocho días murió el viejo “Uva”; la otra parte de la casa se la compró después al señor Jesús
María Baena, casa que había heredado de su madre Tobón de Baena Rosaura; era una casa
de teja, adobe macizo, con cuatro habitaciones y un corredor delantero con un pedazo de
tierra; de esta propiedad sólo se conserva la primera parte que compraron, lo demás se lo
vendieron a la parroquia y allí se hizo la casa cural. Decían las escrituras lo siguiente: “Un
lote con sus edificaciones, situado en el paraje Blanquizal, fracción de Robledo de este
distrito de Medellín, y que linda: Por el frente o pie, con la quebrada La Iguaná; por un
costado con predios de Inés Tobón, y de la vendedora anterior por un amagamiento 1; por la
cabecera con un terreno de la vendedora anterior, terreno que vendió a Carlos Baena: Por
una chamba2 vieja; y por el costado con predio de herederos de Antonio María Araque”.
Inmueble sin dirección, el documento se registra en 11 de Mayo de 1973.
1
Amagamiento: Quebrada profunda.
2
Chamba: Zanja
23
Manuel animado por su familia, que ya vivía en Blanquizal y por dificultades en su tierra
Liborina, llegó al barrio y le compró a Octavio, su sobrino, una pequeña casa con un gran
patio donde podía tener sus vaquitas. Inició acá una nueva vida con su esposa Carola e hijos
(León, Gabriel, Manuel, Elena, Jorge y Elmer). A sus 78 años observa desde su nueva casa
en plena calle la vida del barrio, se le ve sentado allí todas las tardes y la gente dice que
siempre es el mismo, no le pasan los años, conforme lo conocieron así está. Este expolicía
cambió su oficio inicial por el de la construcción y se vino a batallar la vida en la ciudad, pero
estaba acompañado de su familia, padres, hermanos y sobrinos, la familia de la época con
más familiares: cinco familias Moreno de Frontino ya vivían en Blanquizal. Bonifacia y
Antonio, Gabriel y Marta, Antonio y Marina, Mercedes y Jesús, Manuel y Carola, más
adelante en los años 90 también llegó su hermano José, pero luego se trasladó a otro lugar.
Por algo esta familia conserva un gran sentido de pertenencia por el barrio, muestra de este
hecho es que Manuel “El Viejo”, Jesús (cuñado), José (hermano) y León han ocupado las
presidencias de la Acción Comunal.
Los Gómez (Joaquín y Guillermina) llegaron del barrio Castilla a pagar alquiler en la casa de
la finca, parte alta de Blanquizal; al preguntarle a Sonia cómo llegaron, ella suelta la
carcajada y dice que en una jaula y sin descargar se montó con sus hermanitos (Nelson,
Joaquín, Yolanda, Dione, Maryori, Jorge, Fabián) a trepar como micos en los palos a comer
mango biche, Sin dejar de reír dice que los palos estaban llenos y a los quince días estaban
pelados; no llegaron los Gómez, llegó la “roya” a acabar con los frutos del mango; después
le compraron a Carlos Baena y recuerda el precio: 40 pesos que casi no terminan de pagar.
A don Joaquín lo recuerdan porque montó un negocio en una carreta y en ella vendía
bananos pero los niños se le amontonaban, él se impacientaba y echaba la clientela, así el
negocio se quebró. También lo recordamos por el palo de mandarina que cuidaba mucho y
cuando se descuidaba, los niños (donde me incluyo) dejaban el árbol „pelao‟; inolvidable
también la voz de Guillermina que retumbaba por todo el barrio cuando regañaba a los hijos
o los llamaba, y no se olvidan tampoco las tardes de croché: ella sentada en el corredor de
su casa con un grupo de aprendices. Y cómo no recordar el cuidado al barrer los caminos y
corredores, todo debía estar en orden y limpio, hábitos todos adquiridos por sus hijas
quienes no sólo heredaron estas cualidades, también la talla, eran los pobladores más altos,
¡tremendas „varas3‟!
3
Vara: nombre dado popularmente a las personas de alta estatura.
24
Como dato para resaltar, las propiedades adquiridas eran vendidas por cuotas, esto
demuestra la gran confianza depositada por los vendedores en sus compradores.
Llegó Felicidad, no pesaba más de 40 kilos, con un rostro divino, con carita de muñeca,
acompañada de „Mincho‟, su compañero, que sólo venía de vez en cuando; ella se quedaba
al cuidado del ganado y su pequeño hijo adoptivo (sobrino); su casa, en las riberas de la
quebrada, estaba rodeada de café, palos de naranja y mango, con un establo al lado;
recuerdo que en una época trajeron muchas ovejas, verlas era todo un espectáculo, un
animal raro porque sólo estábamos acostumbrados a ver pastar las vacas y caballos. A
Felicidad todos la recordamos, su casa fue hospitalaria, allí se tejieron todos los sueños
comunitarios y servía también como casa cural, pues llegaban allí todos los sacerdotes, el
hermano Francisco venía cada ocho días a dar comunión a los enfermos y a realizar los
primeros viernes. Felicidad tenía una gran vocación de enfermera y médica veterinaria,
curaba a personas y animales domésticos, incluso hasta los rezaba (curación secreta que se
hace a través de oraciones). Benjamín, su compañero, se convirtió en un donador,
colaboraba con las actividades comunitarias, y donó en compañía de otros señores el Cristo
que aún está en la iglesia, al que sólo le han cambiado la cruz porque el comején la
deterioró y se le dio un retoque de pintura.
De “Felisa” (así le decía mi mamá) hay muchas cosa que recordar y contar. Con ella se
encontraba de todo: Atención médica, los amigos en reunión, trabajo, café, arepas
redondas, la sacristía, la camilla a cualquier hora de la noche para sacar los enfermos, agua,
lavadero, el forastero y el capellán; cómo olvidar todos esos detalles y prácticas de
filantropía. Tal vez su hospitalidad la llevó a convertirse en bebedora social y después no le
podía faltar un trago de aguardiente en su frasquito de Nescafé: si era preciso hacer algún
cambalache en las tiendas para llenarlo lo hacía, hasta que el médico se lo prohibió.
Ella vendió su casa en la que hicieron el segundo bloque del Colegio Arenys de Mar y se fue
al lado de sus sobrinas a Robledo (La Cuchilla) y terminó el fin de su existir. De ella guardo
grandes recuerdos y su máquina pequeña de moler café que decora mi sala y me
acompañará adonde me mude, porque es lo primero que empaco. En un artículo publicado
en el año 1993, cuando se hizo un reportaje sobre el barrio en las páginas de El Colombiano,
no podía faltar la redacción de un párrafo con este personaje, Felicidad, nombre al que le
hacía honor porque cuántas caras tristes transformó con su carisma y personalidad.
OTRAS FAMILIAS
Paniagua, Tejada (Simplicio y Mercedes; conservador a morir, por sus venas sólo corría
sangre azul), Alfonso Jaramillo, los Gutiérrez (Claudina y José “Pisón”), los Tamayo (Socorro
y Reinaldo, „Los Piperos‟, bebían todos los días), el señor Gregorio Hernández que vivía en la
casa donde salía „la mano peluda‟, espanto de leyendas de la infancia; los Henao (Libardo y
Alba), Jaramillo (Jesús y Felisa), la familia Beltrán, unos de los primeros pobladores de este
segundo capítulo (a la mamá María la recuerdan por su cabellera blanca que llegaba hasta el
piso) con sus hijos Ester, Ismenia, Aníbal y Aristóbulo, quienes trabajaban en la plaza
surtiendo y vendiendo frutas y su salida del barrio a trabajar era a la 1 o 2 de la mañana, la
familia Campo (Jesús y Leticia, “La India”), Carlos Alberto Arango y María del Carmen López
(„Los Frasquitos‟, porque el señor no soltaba su botellita de aguardiente), „Los Morochos‟
25
Leonor y Leonardo Zapata Meneses, “Muñeco” e Hilda, los Arredondo Ruiz (Luis y Rosmira),
los Ramírez (Doña María, Nora y Milciades), los Bedoya (Leonisa y Tiberio). Para 1966, el
barrio ya estaba poblado por estas familias, las que sólo enuncié, pero que hicieron parte del
proceso de desarrollo y crecimiento de la población; dentro de la comunidad no fue tan
notoria su participación en las organizaciones comunales como sí se resalta en las familias
anteriores de las que escribí; esporádicamente ellos participaban en la Acción Comunal a
través de un miembro de la familia, así lo demuestran las planchas comunales que reposan
en el archivo de la Alpujarra, aparecen sólo los nombramientos de Jaime Bedoya y Silvio
Tejada.
FRONTINO
Por ser el municipio de Frontino de donde se vinieron las familias de Blanquizal, me inquieté
por conocer sobre este municipio y la razón de la migración de sus habitantes, por eso
consulté la monografía de Frontino, escrita por Ramón Elejalde Arbeláez en 1986 y me
parece importante resaltar los siguientes datos:
Frontino está situado en las vertientes del río Atrato, hacia la parte occidental del
departamento de Antioquia, limita con los municipios de Cañas Gordas, Vigía del Fuerte,
Murindó, Dabeiba, Uramita, Urrao y Abriaquí, a 158 kilómetros de Medellín. El nombre de
Frontino tiene varias hipótesis, la primera parece ser por el vocablo que nos indica la
presencia de algunas manchas blancas en la frente de los caballos, micos y otros animales;
la segunda puede ser por la placa brillante que ostenta el cerro plateado en su parte
superior, o por el páramo de Frontino del distrito de Urrao; también dicen que fue traído por
los españoles, pero la que más resalta el pueblo es la primera hipótesis. Me pareció una
extraña coincidencia el nombre de estos dos lugares, en el nombre de Blanquizal también
aparece la palabra blanco, por las arenillas de sus montañas y en Frontino también por la
señal blanca en la frente de los animales, algo tenían que tener en común para atraerse
mutuamente.
“La migración se da por la mala distribución de las tierras, las difíciles condiciones en que se
encuentran los campesinos y los halagos en busca de un mejor nivel de vida, lo que ha
hecho que estos migren hacia la capital del departamento y a la región de Urabá”.
Otra de las causas principales de esta migración se describe en el libro Las Venas Abiertas
de América del historiador uruguayo Eduardo Galeano. “Esta vez en Colombia y durante 10
años entre 1948 y 1957, la guerra campesina abarcó los minifundios y los latifundios, los
26
desiertos y los sembradíos, los valles y las selvas y los páramos andinos, empujó el éxodo a
comunidades enteras...”
SENTIDO COMUNITARIO
Poblado el sector por estas familias y sus descendientes, ya se vio una comunidad que debía
pensar en mejorar las condiciones del sector, había una masiva participación comunitaria,
unos más, otros menos, pero todos ponían, los líderes comunales no tenían otro interés que
servirle a la comunidad y empezaron a florecer los sueños de progreso.
SERVICIOS PÚBLICOS
Las primeras décadas el barrio continúa sin energía. A luz de vela, lámparas de gasolina y
petróleo, más de un quemado se vio. Muestra de este hecho lo narra Luz Elena Pulgarín,
quien por irse un rato a escuchar música de cuerda donde sus vecinos que vivían a cuatro
cuadras, dejó encendida una vela para alumbrar su pequeño hijo, no se demoró mucho y a
su regreso la vela ya estaba quemando la punta de la cobija. Otro poquito más y la tragedia
se estaría contando en esta historia. Gracias a Dios no fue así, el instinto maternal es
preciso y efectivo. Los que en otra ocasión no se escaparon fueron mis hermanos, quedaron
bien marcados. Sólo se afectaron algunas partes del cuerpo, pero pasaron días en la clínica.
Menos mal no hay graves hechos que lamentar, pero muchos sustos se pasaron en
diferentes hogares del barrio para poder alumbrar en la oscuridad.
No sólo las velas quemaban, la corriente eléctrica también y era más rápida. El viejo
„Macaco‟ realizó dos intentos de traer la luz que podríamos llamar intentos de suicidio, pero
¡logró traerla! Aunque alumbrara más una vela que el bombillo. Al preguntarle por qué se
había arriesgado tanto, él respondió que no se quedaba sin ver su casa como la primera del
barrio en tener energía. José Hoyos no fue el único en tener los sustos con un corrientazo, a
Consuelo Vallejo y Rocío Arias también les pasó „cacho‟. Milagrosamente Consuelo se soltó
de una cuerda primaria que había pisado. Rocío, que estaba paralizada observando este
hecho, no se explica cómo lo logró. ¿Quién de estos pobladores no sufrió con el
contrabando? Todos recuerdan accidentes porque estas cuerdas se soltaban con frecuencia,
ya que los tramos de su recorrido eran distantes bien sea del Cruce, El Pesebre o El
Porvenir.
El primer contrabando intentaron colocarlo desde la casa que llamaban “La Favorita” en el
„Cruce‟ o „Místera‟ donde construyeron después el motel Tálamo, hoy „Best‟; ahí había un
transformador. Don José cada 8 días compraba 1 kilo de alambre y cuando tuvo un buen
metraje decidió hacer realidad su deseo, ver su casa iluminada; clavó varios postes. Ya tenía
todo fríamente calculado pero se le había olvidado un pequeño detalle: hacer el curso de
electricidad para enterarse que la luz se conducía a través de determinados objetos como
clavos, cobres y cañas verdes. José, inocente, cogió un gancho de cobre y lo puso en la
punta de la caña verde. Esta, cuando hizo contacto con la primaria, transportó la energía y a
don José se le quemaron las orejas y el pelo. Oliendo a cacho quemado, peliparado y con un
gran susto, se devolvió para la casa y desistió de la idea. Pero a los 8 días renació su deseo,
se fue nuevamente a recoger el alambre que había conseguido y cuando apenas recordaba
la sensación del corrientazo, decidió no darse por vencido y cambió el sitio de cogida. Ya no
sería en este transformador. Volteó para el Pesebre, bien acompañado para tener ayuda en
caso de peligro, con Libardo y Alfonso. Pusieron la escalera mientras estaba cayendo una
pequeña brisa y adivinen quién se arriesgó a montarse en el poste y coger el contrabando:
pues José.
27
Acueducto
Las servidumbres o pozos continuaban siendo utilizados. Eran conocidos como los pozos de
Los Hoyos, de Los Gómez, la Boca Toma, de Claudina y Mercedes Layos, del sendero de
Los Arredondo, de Los Bedoya, del charquito al pie de la quebrada, en fin, al menos agua
se veía, lo incómodo era transportarla en baldes hasta las casas. En ocasiones también se
utilizaba el agua de la quebrada La Iguaná y era común ver un grupo de lavanderas al lado
de los pozos o en fila para la quebrada y “Los Chorros”. Pero cuando llovía se tenían que ir
hasta atrás del Morro lindando con el “Coco”, tenían que madrugar más o menos a las tres
de la mañana para recoger el agua. Si iban después los pozos estaban vacíos.
Alcantarillado
Con más población, el monte ya no era una opción segura para las necesidades fisiológicas,
¡qué tal si en medio de una sentada bajo un árbol, concentrado en el asunto, se aparece un
transeúnte! Pensando en esta posibilidad, los servicios sanitarios se tecnificaron y empezó la
construcción de las letrinas: ya no más hojas de los árboles. Circulaba El Colombiano o había
bolsas de papel. Estas letrinas se rellenaban de boñiga o cal. Pasados algunos años,
nuevamente un grupo de vecinos se puso en la tarea de construir el alcantarillado, con
tubería de cemento, inician las excavaciones, pero los nacimientos que surtían el agua se
fueron poco a poco convirtiendo en el estanque para recibir las aguas negras y el agua
cristalina se volvió agua negra de cañería.
CREENCIAS
Los vecinos continuaban las romerías a Robledo o Emaús donde los recibía el Padre Bernal y
Alberto Mesa. Se iban de madrugada o a las siete de la noche con linterna en mano, no
importaba la hora con tal de escuchar la sagrada palabra. Incluso José Hoyos era el más
madrugador pero le espantaron la fe cuando los Padres metieron en la homilía del evangelio
28
el tinte político en contra de los liberales. Cuenta él que decían “Colombia encadenada por
los liberales”, no bautizaban un hijo de un liberal, tampoco recibían la limosna de los de
color rojo ¡cómo les parece! Recuerda como buen liberal la muerte de Gaitán y el asombro
de todo el pueblo.
Así, los habitantes empezaron a pensar en construir el templo y todos se unieron a la causa.
El señor Baena donó el terreno y los convites 4 no se hicieron esperar. El Padre Aguilar marcó
el lote y bendijo la primera piedra para dar inicio a la excavación. Don Raúl era el encargado
de darle el visto bueno a la construcción. Todos los fines de semana la comunidad se unía a
sacar materiales de la quebrada. Los otros materiales fueron conseguidos a punta de
festivales que Don Jesús promocionaba en las emisoras radiales locales: La Voz de las
Américas, La Voz de Antioquia y Radio Nutibara, mientras las empanadas no faltaban como
alternativa de financiación; los ingredientes eran recolectados de casa en casa y nadie se
quedaba sin colaborar. No había empanadas más ricas que las que hacían Carlina, Aurora,
Matilde y Luz, decían que eran “de tacón alto”. También se hicieron varias rifas y cada ocho
días, después de recibir la bendición del Padre, al terminar la eucaristía se ponían a trabajar,
incluso los días festivos. A pesar de todos los esfuerzos le hacía falta el techo al templo y fue
así como el Padre Hernán Molina, convaleciente por una enfermedad, sacó ánimos al ver el
trabajo incansable de esta comunidad y se comprometió a darle término a la construcción;
colocado el techo, pasado un mes, el Padre Molina murió cumpliendo la promesa de terminar
el templo y ver feliz a sus feligreses e incansables hormigas comunitarias.
En la memoria de los vecinos se encuentran grabados los nombres de los Padres Bernal,
Octavio Aguilar, Alberto Mesa y Hernán Molina. En esta época contábamos con Reina de las
Misiones, concurso en el que Yolanda Gómez representó al barrio y se trajo la corona en una
ceremonia que dicen fue todo un espectáculo. Pero no fue la única candidata a los reinados:
“Rocío” Arias (Ana Rita) a sus 17 años también participó en un reinado comunitario animada
y acompañada por los Hoyos, Gerardo y Aurora, que no podían faltar. Jovencitas bellas tenía
el barrio en pleno furor de su juventud.
VIVIENDAS
4
Convites: grupo de vecinos que se reúnen para trabajar por el bienestar común.
29
El Puente
Para comunicarse con el barrio Robledo y subir a la Carretera al Mar para ir a San Cristóbal,
tenían que saltar las piedras o pasar la quebrada amarrándose un lazo en la cintura y
tirándole la cuerda al compañero de la otra orilla para que lo sostuviera y no lo dejara
arrastrar por la corriente. Fue idea del señor Miguel Layos, quien sacó a flote su cualidad con
el manejo de la madera, hacer un puente colgante con la ayuda de los vecinos, el cual
ubicaron desde la esquina que coge la vía hacia „Los Chorros‟ para caer al lado de la casa de
Felicidad: ¡les quedó altico el puentecito! Le faltaban los pasamanos para brindar seguridad
y no faltaron los accidentes. Le tocó nada más y nada menos que a Luz Elena, ¡tan de
buenas que era!, pasar por el puente cargando a su pequeño hijo Juan de 8 meses y cuando
lo hacía perdió el equilibrio y cayó al vacío en un peñasco sufriendo algunas raspaduras, el
bebé cayó en un charquito: “no me explico cómo no le pasó nada después de esta caída;
debió ser gracias a mi devoción y fe por la virgen”, afirmó Luz.
Para evitar estos accidentes ubicaron el puente más abajo, donde está actualmente, con
unos palos que se trajo don Antonio Moreno desde San Pedro, pero la creciente los arrastró.
Intentaron nuevamente con unos rieles metálicos pero el poder de la creciente era tal que el
hierro no sirvió para nada. Siendo don Jesús el presidente del comité cívico los vecinos
fueron a su casa a plantearle la necesidad de construir el puente, había que buscar ayuda en
la Administración Municipal. Él se fue a realizar esta gestión y lo atendió el Doctor Mauricio
Duque, quien inmediatamente ordenó a un ingeniero de Obras Públicas visitar el barrio para
que constatara la necesidad; efectivamente así se hizo, pero les pusieron una condición para
la construcción del puente: debían sacar el material de playa de la quebrada y colaborar con
la mano de obra. Ellos aceptaron el reto y se pusieron en esta labor. Empezó la mayoría del
barrio a colaborar pero fueron desertando: Aurora era la primera que arrancaba y era la
única mujer que se le medía a meterse a la quebrada a sacar piedra, incluso le alcanzaba la
energía para preparar el fresco; la ilusión era hacer un puente que permitiera el paso
vehicular, por eso la base de sus columnas empiezan gruesas. El ingeniero al ver que la
colaboración comunitaria bajó dijo que lo iba a hacer peatonal y por eso sus columnas se
disminuyen en su terminal (al observarlo hoy detenidamente se puede constatar esta
apreciación).
Por fin llegó el día de vaciar la plancha. Don Aníbal, viendo que aún estaba fresco no
aguantó las ganas de cruzar por aquí, pero madrazos le sobraron y lo hicieron devolver.
Estaba dañando el trabajo de muchos fines de semana en el que él había colaborado poco, y
a regañadientes se tuvo que bajar y cruzar por la quebrada. ¡Puente listo! Vía libre que ha
soportado las más duras crecientes de La Iguaná quizás por la dedicación, la ilusión y
esfuerzo de las personas que ayudaron en su construcción.
Caminos
Los caminos seguían siendo de herradura o tierra, comunicaban a los vecinos con la
Carretera al Mar, la 80, Emaús y Robledo, cogían por la acequia construida por la tenería o
por el camino a „La Gallera‟ que más adelante se llamó de „La Guardería‟, porque salía a una
guardería de Bienestar Familiar en la cabecera del barrio La Cuchilla; también transitaban
una zona llamada „Las Pencas‟, que luego se llamó „El Camino del Cruce‟, para salir a la casa
del humorista Montecristo. Después tuvo el nombre del „Camino del Tálamo‟ por la
construcción de un motel, „El Camino del Calvario‟ porque allí se levantó un calvario por un
Tenería: Curtiduría, sitio o taller donde se curten y trabajan las pieles.
30
Para ir quebrada abajo se debía ir por un camino rodeado de peñas y plataneras y para
bajar a Emaús había que cruzar El Morro por la „Mediagua‟, al mencionar estos nombres los
habitantes sabían qué rumbo coger, eran caminos deshabitados pero cruzarlos no constituía
ningún peligro en esa época.
Sólo arrimaban hasta el barrio las volquetas por sus grandes llantas, venían a sacar el
material de playa. Ningún otro vehículo podía subir por la loma del Morro que, fuera de ser
muy pendiente, estaba en pésimas condiciones. Los enfermos eran sacados en camilla o con
costales a los caminos principales donde cruzaban vehículos, así que la sacada era todo un
sacrificio; igualmente cuando se moría alguien debían caminar media hora con ataúd al
hombro sin descansar: la creencia no lo permitía porque donde se descansaba se debía
levantar un calvario. Afortunadamente para esa época casi ninguna persona moría
asesinada.
Como buenos medellinenses, las plazas eran concurridas por los vecinos de Blanquizal. En la
plaza de Cisneros, comúnmente llamada “El Pedrero” en Guayaquil, iban a mercar y no
podían dejar de entrar a la carnicería “La Boina Roja” y “La Reina” porque encimaban partes
del ganado que nadie consumía, pero que nuestros habitantes no podían desaprovechar la
oportunidad de llevar. ¡Levantando toda esa chinchamenta era lógico!
Cogían el bus de Robledo señalado con el color blanco o el de San Cristóbal y después de la
bajada del paradero, en el “Descanso”, o el “Cruce”, debían sudar la gota amarga con costal
al hombro media hora para llegar a su querido hogar, rogando que no lloviera porque el
barrial en los caminos era un gran inconveniente.
LA PRIMERA TIENDA
El viejo “Uva”, de espíritu comerciante, se atrevió a montar una tienda, la primera del
barrio, por eso nadie olvida la vitrola donde sonaba la música a punta de manivela. Este
lugar se convirtió en sitio de encuentro de los caballeros donde descansaban jugando
dominó; entre los más grandes competentes estaba Aquileo, quien un día decidió bajar a
jugar una partida. Su esposa le reclamó porque se la pasaba pensando en ese juego y al
escuchar él respondió: “voy a ganarme unos pesos para comprar una marranita”. Dicho y
hecho, llegó tarde en la noche cargando en su camisa un montón de monedas que le
alcanzaron para comprar la marrana, la única que pudo tener.
Años después Milciades “El Negro” se aventuró en el negocio. Aquí los encuentros eran más
movidos, se reunían a tocar música de cuerda y a tomar traguito; entre borrachos no
faltaron las peleas pero sin nada que lamentar. En esa época los más bochincheros eran
Reinaldo („El Pipero‟), Carlos “Colmillo” y Jorge “El Cóndor Herido”. En una ocasión estos dos
últimos se pusieron a pelear con „El Cojo‟ Dilson, quien se atrevió a lanzar una ofensa
31
Después, el sitio para „fresquiar‟ era donde don Juan, el arenero. Estos eran los lugares que
recuerdan los caballeros como sus sitios de encuentro durante los fines de semana.
RECREACIÓN Y DEPORTE
Durante mucho tiempo el encuentro para la recreación y el deporte era generado por don
Gabriel, quien invitaba a sus amigos a las competencias con los caballitos. A falta de un
hipódromo estaba la acequia construida para llevar agua a la tenería. Cada jugador
seleccionaba un palo y al contar tres lo soltaban al agua, el primero en llegar a la meta
reclamaba las apuestas. Cada uno le hacía fuerza a su “palo-caballo”; en algunas
ocasiones osaron ventiarlos con sus sombreros, acción calificada como falta y trampa.
El viejo “Uva” armaba un toldillo para hacer las ventas a sus amigos y después en un
pedazo de manga jugaban fútbol. Los niños continúan con los columpios, el trompo, las
cometas, la picingaña, el escondidijo y no podía faltar el juego del balompié con la pelota
de números o “vejigas a las que se les salía la tripa” como les decían a los balones, con lo s
que jugaban descalzos. Los paseos los fines de semana continuaban a orillas de La Iguaná
o en „Los Chorros‟ de la quebrada la Colonia. Para los que se hacían adolescentes el juego
era pararse a esperar que asomara el primer paseo del día para gritarles “desafío” (jugar
un partido de fútbol); dice Miguel Layos, al recordar este episodio, que ahora uno dice
„desafío‟ y lo matan. Lógicamente tampoco podían faltar los chapuzones en las quebradas,
las montadas en los árboles y el buscar moras y mortiños de rastrojo en rastrojo.
En el centro de Medellín frecuentaban la Plaza, el bar Perro Negro, los billares Bristol y el
Imperio, iban a piscina a la calle Bolívar, en la piscina la Cascada donde debían pagar 25
centavos por la entrada, al teatro Medellín y al teatro el “Pulguero” al que no sólo había
que llevar insecticida sino también una buena „gallada‟ para no ser atracado.
EDUCACIÓN
La primera escuelita surgió de los sueños de Rocío Arias y “Rocío” Vallejo, dos jovencitas
que heredaron el carácter comunitario de sus progenitores. En una de las casas del viejo
“Uva” montaron la escuelita y allí les enseñaron a leer y escribir a los niños, entre ellos mi
hermano mayor Fernando y mi tío Aurelio, pero la escuelita se cerró porque no había
recursos para sostenerla, por lo que sus habitantes empezaron a soñar con una escuela en
el barrio para no tener que enviar los hijos hasta Robledo a las escuelas Mariscal y Jorge
Robledo, atravesando caminos y rastrojos. Afortunadamente, en esta época el sector era
sano y pacífico; tal vez por estas caminadas la deserción continuaba pero esta no era la
causa principal, pues los padres no animaban mucho para el estudio, sobre todo a las
mujeres, pues su decir era que el estudio no servía para nada. Pensamientos como estos
hicieron que muchos desertaran rápidamente de las aulas. La familia Layos fue la que más
persistió en los estudios entre las mujeres. Mercedes pudo avanzar en el bachillerato pero
Miguel, su hermano, conservó por mucho tiempo el título de ser el primero dentro de la
comunidad en terminar el bachillerato y entrar a la Universidad de Antioquia a la carrera de
Contaduría. Pero el dinero no alcanzaba para los estudios universitarios, razón por la cual se
retiró y terminó una tecnología en electricidad y electrónica en el Politécnico de la
Universidad de Antioquia. Los semestres de contaduría le sirvieron para trabajar en una
bodega de Guayaquil y sostener sus estudios técnicos; al terminar montó el primer taller de
electricidad y electrónica en Blanquizal.
32
SALUD
Las deficientes vías de penetración impedían que se prestara un servicio médico a tiempo. A
nadie le podía dar un infarto porque mientras lo sacaban al hombro, en camilla, sábana o
costal, se moría en el camino para ir hasta San Cristóbal al centro de salud No1, o al
Hospital San Vicente y la Clínica Luz Castro de Gutiérrez (en caso de parto). Por enfermedad
acudían a Robledo donde el Doctor Burgos. Otro médico muy mencionado y querido que no
sólo atendía las personas de Blanquizal sino de todo Medellín fue el Doctor Muñoz, tenía su
consultorio cerca de la plaza del Pedrero, en pleno centro de la ciudad.
CELEBRACIONES
La mayor celebración era el festejo en Navidad, no faltaban la natilla y los buñuelos, las
familias se enviaban muestras de casa en casa, terminaba uno comiéndose la natilla de los
vecinos y enviando la hecha a los demás. La pólvora tampoco podía faltar, hacían la vaca
loca; todos recuerdan a Gerardo como “el Mocho” porque perdió uno de sus dedos
intentando lanzar un volador. Escondían el niño Dios entre los rastrojos, una vez se lo
colgaron en la nuca a una vaca, nadie se atrevía a revisar estos animales por miedo a una
embestida, hasta que alguien se arriesgó y encontró el niño con unos buenos pesos. Los
vecinos estrenaban ropa para el 24 y el 31 de diciembre; en cada casa se hacía el árbol de
Navidad, el pesebre, las velitas el 8 de diciembre porque la creencia era que pasaba la
Virgen del Carmen bendiciendo y la casa que no estuviera iluminada se perdía de su
bendición. Las cadenetas con papel globo adornaban las salas y los corredores, se lanzaban
globos de papel que caían y su recogida era todo un acontecimiento y los más pudientes
mataban un marrano.
Al finalizar los años 60, ya se empezaron a conformar familias de los pobladores. Los Vallejo
eran los más galantes, los más “cotizones” según el decir de los pobladores; con ellos era
difícil competir pues la mayoría de las jovencitas se babeaban por ellos aunque los suegros
no los quisieran, como don Francisco Arias que no perdía oportunidad para darse golpes con
“Galo”, hijo de Gabriel Vallejo, porque pretendía a su hija “Rocío”; a don Francisco no le
gustaban los negros, pero se le olvidaban los gustos de su hija y finalmente terminaron
juntos los novios. A los jóvenes Vallejo era difícil ganarles la partida y fue así como León
desistió de la competencia y prefirió flechar a una de las hermanas Vallejo y se creó así la
familia Moreno Vallejo con León y Consuelo; este muchacho tampoco contaba con la
simpatía de su suegro Gabriel, pese a este disgusto no podía dejar su hija sin una gran
celebración: el padre hizo una fiestota con invitados de todos lados de Medellín, se
contrataron 10 taxis de la empresa Lincoln que llegaron hasta el centro del barrio: primera
vez que se vivía una fiesta de este estilo. El viejo Miguel no se podía quedar atrás y, cuando
su hija Mercedes se casó, también contrató una escalera de San Cristóbal que por su
tamaño no pudo ingresar hasta el centro del barrio.
constantes asedios del Padre sin cabeza, pues aparecía montado en un caballo. Nadie
atravesaba esta Mediagua a altas horas de la noche y el que se atrevía no pasaba sin dejar
erizar su cabello.
Otros dicen que era normal ver luces señalando un entierro. Había que ir acompañado en
números impares y donde se posaba la luz había que escarbar y lo encontrado se debía
repartir en partes iguales. Si alguien pensaba en sacar mayor ventaja, el tesoro se convertía
en ceniza. Otra aparición era el bulto (cada vez que se acercaba se hacía más grande),
además del ataúd o barbacoa que recorría entre luces los caminos oscuros. Varias leyendas
se tejieron en torno a estos fantasmas. Incluso se tenía un „caza fantasmas‟: era nada más y
nada menos que Gerardo Hoyos “El Duende”; cuentan que una vez en época de diciembre
se fue de noche a perseguir un globo por todo El Morro, de pronto el globo caía y cuando lo
iba a coger volvía y se elevaba, así lo llevó hasta la cañada del „Coco‟ y vio como el globo se
convirtió en bruja que soltó una carcajada y hasta le orinó el sombrero. Igual le pasó con la
lucecita que todas las noches bajaba por el barrio del frente, la perdió varias noches y
cuando se decidió ir a sacar el entierro detrás de la luz, encontró al vecino con una linterna
en la mano que tenía la costumbre de bajar todas las noches a la quebrada. ¿A qué? Dicen
que a hacer sus necesidades. Verdad o mentira, lo cierto del caso es que la oscuridad del
Morro y el rastrojo no dejaban de producir cierto escalofrío.
APODOS
Algunos de estos apodos son propios de personajes muy recordados en la época donde
todos los habitantes se encontraban en la plaza de Cisneros, Guayaquil o el Pedrero. Parece
que los habitantes encontraban cierto parecido con ellos y también nominaban así a sus
vecinos.
Dentro de los desastres naturales no podía faltar la crecida de la quebrada La Iguaná. Sobre
todo el tres de mayo, esta creciente arrasaba algún animal desprevenido que estaba a sus
orillas, el olor a lodo y su ruido al chocar las piedras estremecían a los habitantes, pero
cuando bajaba la ola creciente todos salían con pala al hombro para recoger el material
dejado y los niños miraban en las orillas y recogían los corronchos para hacer una fritanga
de pescao; en esta época se respetaba en la construcción el caudal natural de este afluente.
El señor José “Pinzón” se encontraba llenando una volqueta con arenilla y excavó tanto el
barranco en su base que no se percató que estaba dejando la montaña sin sostén. Ésta, al
quedar sin base, se vino encima y lo tapó; el intento por sacarlo fue en vano, cayó mucha
tierra encima y así Claudina se quedó viuda al cuidado de sus pequeños hijos. Otro episodio
fue el de una volqueta que vino por material de playa: ya salía con el viaje lleno y las
condiciones de la carretera hicieron que se devolviera. Un hijo de la pareja Henao de sólo 12
años se colgó en la parte de atrás de la volqueta y ésta al retroceder lo pisó y acabó con su
tierna vida. Se mencionaba también la muerte de dos hijos de los Paniagua que vivían cerca
de las torres de energía: cuando llovía los rayos caían en estas torres y dos de ellos
alcanzaron a los pequeños. Recuerdan también el infarto del volquetero Juan Pavón: dicen
que por salir acalorado de su cabina el contacto con el frío le produjo un derrame y ocasionó
su muerte. Y cómo olvidar la volteada de la volqueta de “Palero”, en la curva de las pencas.
Estos fueron los accidentes más mencionados de la época, en los que se perdieron vidas
humanas, la gran mayoría provocados por la naturaleza, nunca por la mano del hombre en
contra de sus semejantes. De forma violenta nadie moría, aunque no podían faltar los roba
gallinas, cualquier muchacho ocioso por ahí, pero en general todos continuaban viviendo en
una zona campestre de mucha tranquilidad y buena vecindad.
ESCÁNDALOS FAMOSOS
Las peleas diarias de los „Piperos‟ (pues todos los días bebían) el “Reino” y la “Reina” (así los
llamaban). En su castillo Socorro (la Reina) atraía a cuanto caballero cruzaba por ahí sin
importar su condición o estado civil, soltero, casado o viudo. Lo bueno era que Reinaldo (el
Reino), su esposo, no era celoso, sólo le preocupaba tener llena su botella de alcohol. Pero
las discusiones entre los borrachos no podían faltar y algún amague de pelea ocurría,
aunque al final no pasara nada. Las consecuencias se vieron después con la familia que
estaban levantando, pues los hijos heredaron el vicio de sus padres en otra época de menos
tolerancia entre los vecinos.
Otros escándalos que daban de qué hablar eran las escapadas de las muchachas que se
veían cruzar con sus parejos para “Los Chorros” con la toalla al hombro que les servía de
sábana para el „colchón verde‟; por ahí se ven jugando los frutos de estas pasiones.
Inolvidable, las enojadas de Simplicio, por sus venas corría sangre azul pero no de príncipe
real, era fiel seguidor de partido político Conservador. Escuchar el grito „¡Qué viva el partido
Liberal!‟ era mágico: él salía con el machete en la mano a desafiar al simpatizante del
partido liberal y ¡alcáncelo si puede! salía corriendo cancha abajo, al finalizar el susto a
soltar la carcajada por esta hazaña; como no había timbres en las puertas, el juego de “ring,
ring, corre, corre” cambió por el de “Simplicio alcánceme si es capaz”; al fin de cuentas
Simplicio jamás estrenó su machete, era bulla nada más.
Estos eran los eventos que concentraban la atención y el chismorreo en el barrio pero, más
que escándalos que aterrorizaban, eran eventos para reírse y gozar con las actuaciones de
los vecinos.
OCUPACIONES
Las mujeres se dedicaban al hogar, mientras los esposos salían a la plaza. Había
conductores, venteros, ayudantes y oficiales de construcción, areneros, toderos, agricultores
que cultivaron la tierra, dedicados a la cría de vacas, cerdos y cuidado de animales
domésticos. Otros se fueron vinculando a las empresas de Medellín y de Itagüí, la cual crecía
35
LÍDERES COMUNITARIOS
La familia Hoyos, entre ellos: Gerardo, Aurora, Carlina, Carmela y José, Libardo Rodríguez,
Aquileo Pulgarín y Luz Elena Ruiz, Jesús Castro, Antonio Moreno, Miguel Layos, Francisco
Arias, Alfonso Caro, Felicidad Betancur, Gabriel Vallejo; como ellos ningún otro grupo, pues
su espíritu comunitario, dedicación y amor al prójimo hizo que esta pequeña comunidad se
consolidara y empezara a pensar en el progreso y en la lucha conjunta para alcanzar el
bienestar de todos.
FOTO 8.
Este fue el Blanquizal de la época creciente, ya poblado, con predios legales adquiridos por
sucesiones, herencias, compras a contados con facilidades de pago; un Blanquizal ya con
sentido comunitario que empezó a soñar y construir nuevos espacios, un barrio que dio paso
a nuevas familias y alianzas, conservando sus creencias, cultos y raíces campesinas, un
Blanquizal que sólo acudió al centro de la ciudad a abastecerse de lo necesario, un
Blanquizal que vivió tranquilo sin darse cuenta de las grandes transformaciones que vivía la
ciudad, preocupado más de la vida cotidiana que de mirar el avance de la época en la
pintura, la poesía, el arte y la arquitectura manifestada en las grandes edificaciones que se
levantaban, un espacio de pequeñas fincas al cuidado del ganado y el cultivo, tan cerca
geográficamente pero tan lejos del progreso y la contaminación de la vida citadina.
36
CAPÍTULO TRES
LAS RIENDAS EN LA MANO Y LOS ARRIEROS JUNTOS
1970 – 1980
Ya estaban todos los que eran, se veía y vivía un ambiente comunitario, a punta de trabajo
comunal el barrio surgía. Reunidos en convites, los nuevos pobladores conformaron la junta
cívica que después pasó a la legalidad mediante la gestión de la personería jurídica de la
junta de acción comunal. Los espacios comunitarios eran necesarios para el encuentro
semanal. Con nuevos barrios alrededor, Blanquizal se convirtió en el centro deportivo y
religioso de esta cuenca, el deseo de progreso rondaba este sector que crecía al ritmo de los
barrios populares de Medellín, eso sí, sin olvidar las raíces y costumbres campesinas.
El sueño que habían iniciado las jovencitas de la época en la década pasada fue calando
entre los líderes comunitarios. En una de las visitas de las instituciones religiosas que
realizaban catequesis con los niños del sector llegaron unas Hermanas que vestían hábito
café, y que nadie recuerda a qué comunidad pertenecían, si a las Capuchinas o Franciscanas
ubicadas en el sector de la Pola, barrio Robledo. Había un templo construido que podía ser
aprovechado en la semana como centro educativo, las Hermanas gestionaron y pudieron
traer dos docentes. El más recordado -y debe ser así por su nombre y simpatía- es Ebodio.
Las religiosas dotaron el centro de pupitres que también podían ser usados para la
eucaristía, porque no había bancas para escuchar la misa y cada quien debía traer el
taburete de la casa y volver a cargarlo de regreso.
El salón lo dividieron en tres grupos de primero, segundo y tercer grado. Para complementar
esta labor no podían faltar las coladas con el pan, que eran suministrados por algunos
benefactores de esta obra. Cada familia debía colaborar mínimo durante una semana con la
preparación de la colada: siempre preguntábamos a quién le tocaba porque unas nos
gustaban más que las otras. Sonaba la campana del recreo, nos tomábamos la colada, y
listo, ¡a quemar energía!, teníamos toda una cancha abierta para jugar y regresar
nuevamente con el sonar de la campana para seguir haciendo planas de palitos, de bolitas y
leyendo en la cartilla de Coquito, repitiendo la oración y la canción de la vaca que compró
una flor porque estaba de muy buen humor. ¿Quién olvida estos bellos años?
Mi mamá casi no me consigue el cupo en la escuelita porque no tenía los cinco años. La
cercanía con la escuela y el prestar todos los días su sala y televisor para ver las lecciones
de la televisión educativa de INRAVISIÓN, hizo dudar a la monjita de la negativa hasta que
se convenció de recibirme como asistente; pero “a la asistente la tuvieron que matricular
pues aprendió a leer primero que todos los niños”, dice doña Luz que no puede olvidar este
suceso porque yo era una „pinguita‟ al lado de los demás niños ya con edad extra-escolar.
En mi escuela con mis compañeros todas las tardes nos sentábamos en la piedra a hacer las
planas. Todos vivíamos contentos con la escuela cerca de la casa porque nos ahorrábamos
las caminadas hasta Robledo, pero lo bueno no dura, no sé por qué las religiosas se
aburrieron y empezaron las intrigas. Pude hacer hasta segundo grado en mi escuelita porque
de un momento a otro, sin darnos explicación y sin entender las discusiones de los adultos,
se terminó nuestra escuela, las coladas, el pan, mi profesor y mis compañeros: ahora a
viajar hasta Robledo, ¡esa caminada!
Saliendo a medio día con pleno sol, casi no logro adaptarme a este nuevo ambiente que era
totalmente diferente, no había cancha, ya no estaban mis vecinos, porque era una escuela
37
sólo para niñas, los niños se repartieron para la Jorge Robledo y yo tenía que hacer una
caminada de media hora para llegar a almorzar, cuando en mi otra escuela era sino dar unos
pasos y ver a mamá con un vaso de leche fresquita. Ya mi leche la tenía que cargar en una
tetera y almacenada no sabía tan bueno. No había mucho por donde correr, todo era con
cemento, las salidas atemorizaban al ver tanto carro bajar y subir. Me costó tanto el cambio
que perdí tercero de primaria pero persistí en el intento, lo que no sucedió con mis
compañeros pues no terminaron la primaria o sólo alcanzaron a hacer sexto, porque
desertaron de las escuelas.
Estas propiedades fueron entregadas sin servicios públicos, sin senderos, sin parque, sin
placa polideportiva y sin escuela, pero estos vecinos empezaron a organizarse para la
consecución de estos espacios comunitarios; precisamente un día al salir en busca de agua
para los quehaceres domésticos (según relato publicado en El Colombiano el 27 marzo de
1987) “un brote cristalino del líquido en un lugar inesperado etiquetó al barrio para siempre
como Fuente Clara”, barrio que ha hecho historia por el empuje de su gente, donde se
conservan muchos valores y aires campesinos, con sólo una calle principal de la que se
desprenden innumerables senderos y donde la vista se recrea ante el paisaje verde que lo
rodea.
En marzo de 1983 se sentaron las primeras bases de la escuela con capacidad inicial para
300 niños de básica primaria. Muy pocos niños de Blanquizal se pudieron beneficiar de este
plantel porque primero se debía cubrir la demanda de los niños de este barrio. Los
integrantes de la Junta de Acción Comunal que dieron empuje a esta obra fueron Libia
Lescano Torres, Luz Marina Restrepo, Ramón Córdoba, Luis Fernando Sánchez, Lilian Henao
de Marulanda, María Ríos, Olga Ospina, Luis Eduardo Rojas, Jaime Herrera y Elda Sánchez.
Sus nombres salieron en un artículo publicado por El Colombiano en marzo 27 de 1987: “Un
barrio que le puso la pata a Medellín”. En varias ocasiones los líderes comunitarios a través
de los medios de comunicación le cuentan a Medellín de los progresos y adelantos de su
comunidad; el 5 de Noviembre de 1989 se publicó en El Colombiano otro articulo titulado:
“Aquí no se necesita dinero sino quien empuje”. Después en el periódico El Mundo el 1 de
abril de 2004 se dice que “Fuente Clara es el campo en la ciudad” y en este mismo año,
época en que se conmemoran los 30 años de fundación del barrio, expresaron los colonos
fundadores que “Fuente Clara es un brote de Tranquilidad” (El Colombiano, 18 de mayo de
2004).
38
La llegada del barrio Fuente Clara trajo grandes avances y progresos. Pronto les instalaron la
energía y así los contrabandos se podían coger de más cerca y aumentar la potencia del
cable, que ya soportaba la luz de los bombillos y la de un fogón. Poco a poco se iba
mejorando la calidad de vida: adiós fogones de petróleo y recogidas de leña.
No sólo esto sucedió, también se abrió una pequeña carretera por la que se vaciaron dos
rieles en cemento; así la entrada de los vehículos era menos tormentosa, en caso de una
emergencia se podía recortar el camino de llegada al barrio, pero el alcantarillado de esta
población caería sobre La Iguaná y su agua se fue contaminando cada vez más. “Unas por
otras” dirían los abuelos.
BARRIO EL PARAÍSO
Otro vecino cercano, con treinta años de fundación, es el barrio el Paraíso. Dice don
Guillermo Montoya Olaya que las familias más antiguas y fundadoras fueron los Parra y los
Acosta, propiamente el señor Héctor Acosta, luego llegaron los Paneso, la señora “Tina” y
Ramón, Alfonso Moncada “Cepillo” y la familia de Minta, a la que le dicen “La Mona” o “La
Pecosa”, quienes ocuparon las riberas de la quebrada La Iguaná. En la parte de encima, en
el sector de Los Búcaros, se construyó la casa del señor Alfonso Betancur.
Se inició la población con pequeñas fincas y parcelas pero después se fue poblando y
alrededor del camino se construyeron las casas. A partir de 1986 sufrió también un proceso
de invasión de un lado que llamaron Armerito (en los límites con Blanquizal) porque una
anciana llegó con un costal al hombro diciendo que era damnificada de Armero y le dejaron
coger un lote. Los demás, al ver esta cuestión, también llegaron a invadir, todos diciendo
que eran de Armero. La policía los desalojó en varias ocasiones hasta que decidieron
trasladar sus corotos para el rancho construido en madera, de lata o cartón y esta vez no los
desalojaron, se quedaron allí con tan buena suerte que a los tres años les colocaron agua,
luz, alcantarillado y teléfono; dice don Guillermo que no les tocó sufrir, lo cierto es que este
sector le dio más vida y forma de barrio a esta pequeña franja que ha sufrido pocas
transformaciones, que ni siquiera aparecía dentro de los presupuestos municipales. Afirmó
don Alfonso que era por cuestiones políticas que ya han sido superadas.
Esta ribera sólo tiene un sendero y al final se desprenden un par de caminos, son los vecinos
de la parte oriental. Muchas veces este paso, al que le decían “El Camino de Sapotieso”, fue
transitado por los habitantes de Blanquizal para salir a Robledo, la 80 o a Colpisos. Los
habitantes de este barrio han sufrido por ambos costados: por la franja de la parte superior
hay un alud de tierra que ya ha caído en varias casas (en el 2002 se derrumbó una piedra y
cayó encima de un pequeño que quedó sepultado), y al otro lado siempre sufren por las
constantes crecidas de La Iguaná.
39
Los líderes más representativos de la comunidad son José Parra, Octaviano Acosta, Alfonso
López y su esposa Fredesvinda, José Luis Ocampo, Luz Alba Hincapié, incluso el entrevistado
Guillermo y su señora. Como organizaciones comunitarias está la Acción Comunal que
cuenta con sede propia y donde en una época funcionó el grupo juvenil Arco Iris y un grupo
de artistas juveniles con música rap llamado Fortaleza Rap, muy recordado porque uno de
los integrantes al que le decían “Tito” falleció en un accidente de tránsito, pero aún algunos
jóvenes siguen contagiados de este ritmo.
También hay que mencionar, y no por su recuerdo grato, que durante muchos años los dos
barrios mantuvieron enfrentamientos violentos por la formación de bandas delincuenciales.
Ningún habitante podía cruzar las fronteras de su territorio, lo que dejó víctimas de parte y
parte, incluso en la tarjeta de invitación para participar en la celebración de las fiestas del
barrio del 15 al 30 de noviembre decía: “Han transcurrido muchos eventos tristes que nos
han hecho crecer en comunidad y otros muy alegres que día a día nos ayudan a continuar
unidos por un futuro mejor”. Estos son nuestros vecinos del barrio El Paraíso quienes en esta
época empiezan a limitar con nuestro barrio, porque los vecinos más próximos de ese lado
eran los del Pesebre pero en el intermedio inició una nueva comunidad.
LA TECNOLOGÍA
El primer televisor traído al barrio fue el de la familia Layos. Allá era el sitio de encuentro de
todos los niños, niñas y jóvenes que deseaban ver televisión: los programas de Topo Gigo,
Plaza Sésamo, Pinina y el Hombre Nuclear. Para poder entrar se debían comprar las cremas
a 20 centavos, de lo contrario nada de televisión; la opción era cargar el agua del pozo
cuando no se tenía la plata, todo se valía con tal de tener los 20 centavos, incluso recogían
chatarra para venderla y sumar así el dinero para la crema. Por eso no se llenaba la sala, de
no ser así aquello hubiera sido como un teatro Junín con toda la chinchamenta metida allí.
El segundo televisor lo consiguieron Los Caro y luego Los Gómez, así poco a poco todos
tenían su electrodoméstico en casa y la demanda en audiencia se repartía en las casas con
televisor, a ver Naturalia y el Noticiero de las Siete a blanco y negro, pero el asombro frente
a este aparato era tal que los colores eran lo que menos importaba.
El primer equipo de sonido lo compró Alfonso Caro. El día que lo trajo todos los vecinos
amanecieron inaugurándolo escuchando música mientras la vitrola del viejo Gabriel se iba
empolvando.
Dicen los archivos de la Acción Comunal lo siguiente: “La Junta de Acción Comunal de
Blanquizal envía oficio al Director General de Desarrollo Comunitario, Antonio Várela Torres,
en febrero 18 de 1976, y dirigida al gobernador, la representante legal Aurora Hoyos con CC
21.376.777 de Medellín, solicita aprobación de los estatutos, documentación que consta de
acta de constitución y los estatutos”.
Tal parece que ésta fue la última acción comunitaria bajo la dirección de esta líder, cuyos
ánimos decayeron por estar convaleciente de un cáncer, del cual finalmente murió; por tal
motivo no puedo terminar este capítulo sin resaltar el personaje de la época, la líder más
mencionada y recordada por todos.
40
Por las anteriores cualidades de su ser, le era fácil convocar a sus vecinos para que juntos
iniciaran la construcción de la capilla y el puente. No quedando contenta, inició la gestión
para conseguir la personería jurídica de la Acción Comunal a la que le corresponde el
numero 1346, a la vez que fue nombrada y merecedora del título como máxima Líder de la
junta directiva la presidenta de la Acción Comunal. Decía “que los niños y ancianos son muy
importantes”, y con ellos jugaba y cantaba constantemente. Indudablemente marca otro
ritmo histórico de esta comunidad y en aquellos que la conocieron permanecerá el recuerdo
imborrable de su tesón y empuje para sacar el barrio adelante.
El templo construido que sirvió de escuela unos años atrás, era el sitio ideal para realizar las
reuniones comunitarias pero con una salvedad, en él no se podía tomar aguardientico.
Aunque a Felicidad le encantaba, nadie podía profanar este recinto, porque se las tenía que
ver con ella. Era necesario pensar ya en un sitio para sus encuentros comunitarios, por eso
los líderes empezaron a construir la caseta de Acción Comunal en un terreno dado por el
municipio, a punta de empanadas, con el mismo ritmo, yendo los viernes de casa en casa a
pedir los ingredientes y luego llevando por todo el barrio la venta de empanadas de la Acción
Comunal. Todos sabían para qué eran y nadie se quedaba sin comprar, así se pudo hacer un
cuadro con tres tejas de eternit únicamente, sin puertas ni ventanas pero con un buen piso.
FOTO 9.
Aquileo presta la plata para comprar el amplificador
La Acción Comunal necesitaba realizar otras actividades para recolectar fondos. Basados en
la experiencia de otras comunidades, con un amplificador y el recurso humano más
importante, los locutores, los jóvenes Luis Eduardo Hoyos, hijo de Aurora (su habilidad para
hablar en público la había heredado de su madre), y Silvio Tejada, quienes tenían dotes de
comunicadores sociales y empezaron con las complacencias cada ocho días, pagando la
dedicatoria y canción que deseaban, dirigida a la madre, al padre, al enamorado, al amor
prohibido, al vecino por hacerle pasar un mal rato, como a Simplicio cuando le dedicaban el
“viejito de 80 años, ya no podés...” ¡que fue eso por Dios!, „Simpli‟ al escucharlo sacaba el
machete que nunca se atrevió a utilizar, desafiando a todo el barrio con éste y hacía quitar
41
el disco, eso era todo un goce; cada ocho días se escuchaban las Hermanitas Calle con „Las
Gaviotas‟, „Cruz del Olvido‟, „Para que los Libros‟, „La Cama Vacía‟, „Mi Canoita‟, „Los Lirios‟,
„La Cruz de Madera‟ etc. Así se fue abonando al préstamo para comprar el amplificador con
sus dos cornetas, que había costado $10.000 ¡un platal! Y se le daban poco a poco
empujones a la construcción de la sede comunal. También empezaron los bailes en esta
sede, los que sólo duraban hasta las 10 de la noche. Las jovencitas Ruth, Chava y Gloria
eran llamadas para que iniciaran el baile y la gente se animara. Llegaban los parejos, ¡qué
partidazos! De los caballeros eran los primeros en llegar Reinaldo, Perfecto y Carlos, y no
podían faltar estos “Piperos”.
Nosotros todavía muy pequeños, nos entrábamos por los laditos para pasar desapercibidos,
nos parábamos a mirar cómo se bailaba. Ya hecha la primera tarea nos dábamos una
bailadita, bien concentrados, de pronto, un tirón del pelo y nos sacaban los papás; para
evitar estos incidentes poníamos a uno como vigilante: “el campanero” para que alertara
ante cualquier presencia llamada “papás”, y cuando gritaban la palabra clave “ahí vienen”,
todos a volar por la ventana. Era injusto, los adultos pasaban bueno y lo mandaban a uno a
dormir, pero este espacio no era el nuestro y por eso nos organizaron otro tipo de festejos.
Para recordar también de este día, la subida a la vara de premio ¿Quién de los sardinos no
intentó treparse y alcanzar la recompensa? Todo el día intentaron, pero estaba tan
engrasada que no se avanzaba, hasta que llegó “Negocia”, Luisito, hijo de don Juan
Arboleda, quien sí se trepo con todas las ganas, llevó en su cintura un trapo y una bolsa de
cal y así fue trepando hasta que alcanzó el tan asediado premio, ganándose la fama de
trepador de varas de premio.
FOTO 10.
LA SEMANA SANTA
Con los nuevos vecinos del barrio Fuente Clara, los ánimos aumentaron para realizar otras
actividades y de forma conjunta. Nada más alentador que preparar la Semana Santa, que se
celebraba en la capilla con permiso de los Padres de Emaús por insistencia de los fieles;
42
inmediatamente Luz Elena, Vicencia, Gerardo, Julio Gaviria, Jesús Castro, Fernando Sánchez
(que no podía faltar), en compañía de otros vecinos, dieron paso a esta preparación. Al
principio por medio de las cornetas don Julio Gaviria, con su voz grave y agradable, con
mucha gallardía invitaba a los vecinos a prestar cortinas, manteles, materas de orquídeas y
otros implementos necesarios para la decoración del Santo Monumento, repartía las
estaciones del Viacrucis en grupos de vecinos, cada velón comprado para alumbrar el Santo
Sepulcro era mencionado por el altavoz, razón por la cual ninguna familia se podía quedar
atrás; el Viacrucis iniciaba en Fuente Clara y terminaba en la última casa de Blanquizal,
repartían las horas para hacer la guardia de honor, el Santo Sepulcro era y aún sigue siendo
ubicado en la pequeña capilla de Fuente Clara. Todo se planeaba cual fiesta de quince,
anualmente se perfeccionaba la preparación, incluso se consiguió la urna para transportar al
Cristo Crucificado, hicieron el colchón de la misma con una linda tela satinada de color
morado. Para recolectar estos fondos se debieron hacer muchos bazares y festivales
gastronómicos, todo mundo estaba a la espera de los deliciosos manjares que preparaba
doña Vicencia, de esta forma los lazos de amistad entre las comunidades de Fuente Clara y
Blanquizal se fueron fortaleciendo, vecinos unidos en una sola hermandad.
Cansados de jugar partidos de fútbol en recochas, esperar que asomara un paseo para pedir
un desafío y los encuentros esporádicos con los jóvenes amantes del deporte de los barrios
la Soledad, América, Pesebre, Paraíso, Robledo, ya era hora de pensar en brindarle a los
jóvenes espacios de sano esparcimiento y diversión. Sólo tenían un espacio a orillas de la
quebrada La Iguaná parecido más a un potrero al que le fijaban unos palos como portería,
donde se jugaba con un balón de vejiga, al que constantemente se le salía la tripa,
descalzos, porque los zapatos les estorbaban.
Llegó el día en que un grupo de amigos en cabeza del señor León Moreno, Enrique García
del barrio La Cuchilla, “Ñángara”, “Soquio”, “Moncho”, y otras personalidades del barrio El
Cucaracho, iniciaron la adecuación de este potrero. Lo primero que debían hacer era quitar
del medio una piedra de tamaño gigantesco que servía de tribuna. ¡Imagínense una cancha
de fútbol con la tribuna en el medio campo! Consiguieron dinamita y cada ocho días
martillaron hasta que llegó el día de la detonación. Después quedó el espacio libre, amplio y
más parecido a una cancha de fútbol. Rozaron cuanto rastrojo había alrededor y ya se pudo
organizar un campeonato en el que participaron todos los barrios vecinos.
El barrio se convertía todos los sábados y domingos en un espacio lleno de deportes, nuevos
amigos, nuevos romances, ventas de empanadas, de cerveza. Después del partido de fútbol
llegaba la diversión. A cualquier hora se podía salir del barrio, quebrada abajo o quebrada
arriba, sin ningún peligro. Dejamos de ser un barrio en el anonimato, de paseos
esporádicos, de sólo fincas, ganado, vacas y caballos, venta de huevos, gallinas y leche,
porque se abrió así otra fuente de empleo, los toldillos.
Los organizadores de estos campeonatos fueron: Silvio Tejada, Horacio Arias y León Moreno,
a estos personajes les debemos la época dorada del deporte en la comunidad. Silvio se fue a
vivir a otro barrio de la ciudad, Horacio murió de cuarenta y cinco años consumido por una
enfermedad mortal, y León paga una condena en la Cárcel de Máxima Seguridad en Itagüí.
43
Los líderes comunitarios también enfocaron sus esfuerzos en construir senderos y no tener
que seguir rodando por los caminos sin pavimentar, incluso colaboraron con la construcción
de los senderos de Fuente Clara, pues los blanquizaleños debían cruzar por estas tierras
para llegar a las vías principales. Se „formaletearon‟ para pavimentar 250 escalones,
tremendo ejercicio físico diario, a veces era preferible cruzar por los antiguos caminos en
travesía, no tan empinados en vez de subir tantas escalas. Los caminos antiguos se fueron
poco a poco tornando peligrosos por ser tan solitarios y se convirtieron en el refugio de
muchos malhechores y desquiciados mentales que esperaban la salida de las niñas de la
escuela para acosarlas o perseguirlas (hubo incluso algunas violaciones); lo peor era que ya
no se podía salir de madrugada, pues la oscuridad impedía ver el camino y más de un bulto
tropezaba con el transeúnte desprevenido, la modalidad de dejar personas asesinadas a la
intemperie de estos caminos solitarios cada vez se agudizaba más.
Se recuerda mucho, por el impacto que produjo, el caso de la señora Teresa Monsalve quien
en una ocasión venía por el camino de la guardería, que estremecía porque se debía pasar
una cañada que todos deseaban cruzar rápido para no ser víctima de alguna maldad. “Tere”
regresaba ya a su casa, a la que tenía urgencia de llegar, al baño más exactamente. La
pobre Teresa no se pudo controlar más y se desvió un poco del camino para agacharse en
un rastrojo y dar fin al tormento que le impedía seguir caminando. Cual fue su susto al ver
el cuerpo de un hombre mayor, moreno, de camisa azul que yacía amarrado sin vida en este
matorral, a Teresa el susto le hizo olvidar el motivo por el cual había desviado su camino,
despavorida avisó a los vecinos y se dio notificación a las autoridades. Nadie quería que le
pasara lo mismo que a Teresa y por eso seguían el camino derechito.
Empezamos así a ver episodios de crueldad en los alrededores de nuestro barrio. ¿Cuándo
habíamos visto a una persona muerta en la calle? Aparecían en los caminos, ahí tiradas, sin
doliente, a la intemperie; unos amarrados, otros con señales de tortura, incluso algunos
fueron sepultados en El Morro, pero eran fosas tan poco profundas que los gallinazos pronto
dejaban al descubierto los cuerpos. Todos los pobladores se dirigían a estos lugares,
abismados, aterrorizados, pálidos de ver tanta crueldad, los niños no entendían este hecho
pero estaban descubriendo otra realidad, en aquel mundo fuera de este espacio se tejían
cosas espantosas.
LOS CUATREROS
Las vacas y el ganado tenían amplios potreros para pastar, se recorrían todo El Morro y al
caer la noche había que ir a buscarlos generalmente porque un rico pasto había desviado su
atención y no llegaban al corral, pero la angustia de sus dueños crecía después de recorrer
44
todo el espacio, contar el ganado y ver que faltaban cabezas de ganado, contaban y
recontaban y hacía falta alguna, se dieron cuenta que los amigos de lo ajeno rondaban el
sector y para prevenir este robo hicieron corrales más cercanos, pero la desvergüenza y
sagacidad de estos pillos no tenían límites: una vez en pleno barrio, entraron en la noche
hasta el corral y despellejaron las vacas cargando toda su carne, solo dejaron el cuero, las
cabezas y las patas. Pero fue lo último que hicieron: los propietarios del ganado prefirieron
vender y cambiar de oficio que seguir alimentando la delincuencia, además los espacios para
pastar se volvían cada vez más pequeños por el crecimiento de la población. No más leche
fresca, cargada en cantinas y medida en frascos que indicaban los litros, requesón, suero y
cuajadas. Adiós “Pacha” querida, nuestra vaca negra, la enviaron para Yolombó a la finca de
mi tío, protegiendo este último recurso que durante muchos años brindó bienestar a nuestra
familia, sólo quedan los recuerdos y un pisón que me pegó en el pie derecho.
Los vecinos de Fuente Clara montaron sus tiendas, la que quedaba más abajo era la de
Leopoldo, también en Robledo se conseguían los víveres en la tienda de „José Rumba‟ y „Los
Monos‟; los carros de gaseosa entraban por los rieles de Fuente Clara, ya no se tenía que ir
hasta la Carretera al Mar por el refresco, al lado de Blanquizal se montaron otros
ventorrillos, el de Miguel Layos y la tienda del “Primo”, los Arias también montaron una
tiendecita, para que Francisco ya en su ocaso tuviera una base de sustento. Se crean así las
tiendas del barrio, aquel que tenía para el surtido no perdía la oportunidad de atender por la
ventanita.
Termina así otra década y otro capítulo de historia del barrio, el espacio campestre
conservado durante todo este medio siglo se vio invadido por una serie de hechos y cambios
que se vivían en torno al desarrollo de la ciudad, eso sí, la esencia de las personas que
habitaban el sector se seguía conservando.
5
Bellavista es una de las principales cárceles del Distrito Judicial de Medellín
45
SEGUNDA PARTE
LOS AÑOS SIN SUEÑO
46
CAPÍTULO CUATRO
SE MULTIPLICAN LOS HAMBIRENTOS PERO NO LOS PANES
1980 – 1990
Este nuevo capítulo marcó otro proceso histórico del barrio, ocurrieron grandes hechos que
le dieron un giro total al proceso de desarrollo que se venía viviendo. Inician esta época
otros líderes comunales con un espíritu incansable sediento del progreso porque aun faltaba
mucho por hacer, todos eran conscientes que sin tener unas vías de acceso bien organizadas
estaban cada vez mas alejados del desarrollo citadino, la escuela era otra necesidad básica,
los servicios públicos legales, en fin, anteriormente se había conseguido bastante pero el
progreso y bienestar del barrio aun era esquivo.
La Junta de Acción Comunal fue integrada por nuevos miembros que no pertenecían a las
familias pobladoras, pues sucedió que empezó a verse en Blanquizal el fenómeno de la
invasión.
Dan inicio a la invasión quienes habitaban en el barrio pagando alquiler y al ver terrenos
extensos y sin dueño, animados por los vecinos, empezaron a soñar con tener casa propia.
Otros que se lanzaron eran los colonos que vieron aquí la oportunidad de tener unos pesos
extras o pensaban en los familiares que no tenían propiedad. El rumor se fue regando y poco
a poco fueron llegando de los barrios de Medellín como Castilla, Manrique, Popular, Santo
Domingo, Robledo, Masaville entre otros. Por último las personas campesinas que venían del
occidente antioqueño (Uramita, Dabeiba, Peque, Cañas Gordas) vieron acá la oportunidad de
ubicarse en la ciudad, comprando estos lotes a un buen precio y dejar sus propiedades en
los pueblos, debido a la situación tan difícil que atravesaban los campesinos.
Llegaron los invasores y la policía los desalojó en varias ocasiones, dejando a la intemperie a
estas familias que ni colocando la bandera nacional en el techo se salvaron, supuestamente
porque un militar no puede bajar una bandera izada, pero ellos entendieron la manipulación
y rápidamente fueron tumbando los ranchos. Más se demoraban en dar vuelta las volquetas
con los materiales decomisados que la gente como hormigas en volver a invadir.
Adivinen quién se cansó de jugar al gato y al ratón. Los choques entre los colonos y los
invasores no se hicieron esperar: éstos habían llegado a formar escándalos y a acabar con la
tranquilidad que gozaba el barrio, incluso se dio el primer muerto de forma violenta a
puñaladas por un pedazo de corredor. Las disputas entre los colonos y los invasores
continuaban, el sector invadido lo pusieron “El Recreo” por la cantidad de niños que llegaron,
la cancha parecía el patio de recreo de una escuela, pero los colonos manifestaban que se
llamaba “El Recreo” porque esta gente se recreaba a punta de machetazos, empezando por
“Rosa Machete”.
47
Definitivamente los colonos de Blanquizal se negaban a aceptar a los vecinos del Recreo,
pero llegaron a la conclusión que uniendo fuerzas se podía alcanzar un mayor nivel de
progreso que estando en desunión. Menos mal se pensó desde el inicio así, de otra forma, el
desenlace pudo ser más cruel pero el espíritu comunitario primó sobre los intereses
personales; al inicio fue difícil aceptarlos como parte de nuestra comunidad pero poco a poco
crecieron los lazos de hermandad.
Soila Rosa Carvajal Viuda de Durango. Con 62 años recuerda que hace 29 llegó a Blanquizal
procedente de Frontino, el suegro le recomendó venirse para acá porque había mejor calidad
de vida, invadieron el lote en 1975, siendo una de las primeras familias invasoras. Es la
única de esa invasión que no vendió y que está aún en el sector. Encontraron sólo una
familia vecina, la del señor Juan, y construyeron su rancho de plásticos y cartón,
convencidos de lo que el suegro les había dicho. Pero no fue así: al transcurrir algunos años
su esposo murió asesinado por un vecino (el primer asesinato del barrio) dejándola viuda
con cinco hijos para levantar y ¡con todos pudo! (actualmente todos viven cerca a ella).
Encontró un barrio campestre en el que podía sembrar algunas plantas y tener unas
gallinitas, de rastrojos y mangas, (a las que venían con frecuencia paseos de olla a hacer
sancochos y a bañarse en Los Chorros), alumbrando con velas y surtiéndose de agua de una
pequeño nacimiento, al que le hicieron una cañuela para desviarlo de la quebrada; sus hijos
viajaban a la escuela de La Piedad pero por lo lejos que les quedaba, poco a poco fueron
desertando de ésta. Ha vivido todos los procesos de poblamiento del sector, incluso tuvo
dificultades por los linderos. Recuerda al señor Vicente, quien le tumbó el cercado donde
extendía la ropa y no contento con esto se la rompió toda. Además en varias ocasiones la
policía intentó desalojarlos pero al ver su rancho de construcción más vieja hasta con
contador de energía, no se lo podían tumbar y más de una vez se salvó de este desalojo.
Pudo construir su casa por la colaboración brindada por el Centro de Salud de Pilarica al que
frecuentemente iba para recibir atención y recuperación para su hija menor que nació
sordomuda.
La pareja Abelardo y Marta Elena llegó a Blanquizal del barrio Castilla el 18 de Agosto de
1978, hace 26 años le compraron el lote a Luz Elena Hoyos por $9.000. Ellos supieron de
estas ventas por medio de su sobrino Alberto que compró también un lote, mi „parcero‟
48
Abelardo (en paz descanse) llegó acá con su familia a construir su nuevo hogar, se
desempeñaba como contratista de construcciones civiles. Llegó acompañado de “Nena”,
quien después se desempeñó como Madre Comunitaria, y sus hijos Alejandro, Giovanni,
Sandra, Liliana y Mónica, quienes se quedaron en el barrio; ellos actualmente conforman sus
hogares colmando a “Nena” de nietos a sus 65 años de edad, cuando está próxima a
graduarse de bachiller en el Colegio Creadores del Futuro.
Maria Carlina Góez Gómez. Habitando en una casa ajena encontró en este barrio la
oportunidad de tener casa propia, en la que vive a sus 76 años. Un hijo le regaló el lote en
plena „Calle Caliente‟ o la única vía que se desprende de la principal. Llegó hace 26 años, de
los once hijos que tuvo se quedaron acá Francisco Javier, José León, Libardo Antonio,
Oswaldo, Jairo Antonio y Luz Marina. Los hermanos de Carlina vivían en el Pesebre y por eso
se percataron de las nuevas construcciones en Blanquizal. Pertenece a la Iglesia de la
Cruzada Cristiana, generalmente asistía a los cultos en Robledo. Recordó con especial cariño
a su vecina Leonilda, pues cuando estaba enferma ella siempre la asistió y nunca la
abandonó. Por estar en este sector vulnerable a todos los conflictos del barrio le ha tocado
presenciar diferentes eventos y para evitar inconvenientes prefiere estar en su casa en
compañía de los nietos. Dice ella que a veces la han hecho sufrir, sobre todo las más
grandecitas, pero ahora vive tranquila en compañía de los más pequeños, sus dos gallinitas,
un conejo y un gato.
Hace 25 años, Orlando se encontró casualmente con un hermano que desde hacía tiempo no
veía pues vivía en el barrio “Los Búcaros” cerca al Pesebre y Blanquizal, en la comuna
occidental opuesta a su residencia. Su hermano iba acompañado de un amigo, Ramón, que
intervino en la conversación para hacer un comentario muy a lugar: “¿dónde vive tu
hermano?” – “En Manrique pagando alquiler”, - “¡Hombe! Por qué no lo llevas a Blanquizal
que están cogiendo lotes de invasión”-, al escuchar esto Orlando paró la oreja e
inmediatamente concretó una cita con Ramón para inspeccionar el terreno. Acompañado el
sábado por un hermano que llegó de Urabá, subió por toda la quebrada, desde la 80 en
busca de “Moncho”, dio con su casa, lo encontró dormido porque trabajaba en celaduría pero
la solidaridad pudo más que el sueño, se levantó y subieron a Blanquizal, se estacionaron en
la tiendecita del “Primo”, allí se amañaron tomando cerveza y a la 1 a.m. ya el plan estaba
listo: Orlando se traería a su señora, Odulia, y sus 2 hijas, Emire y Eliana. Dicho y hecho, se
instaló al otro lado en la Playita, sector de Fuente Clara, al borde de la quebrada. Arriesgado
a que una creciente arrastrara con su ilusión construyó un rancho de tablas con teja de
cartón campesino y una carpa de carro, pero la zozobra con la quebrada no lo dejaba
dormir; su cuñado Alcides lo ánimo para que cambiara de terreno y le vendió un lote al otro
49
lado en Blanquizal por $4 que se bebieron el mismo día del negocio. Pero la suerte no lo
acompañaba: por las excavaciones de los vecinos en un invernal se le cayó medio rancho.
La única que no se dio cuenta de esto fue Odulia porque no la despertaba nadie;
afortunadamente el rancho no se desplomó del todo porque su esposa hubiese quedado
debajo. De allí se trasladaron al lado de la cancha, donde sí quedó bien ubicado, en un buen
terreno y en plena vía sin peligro alguno. Ya con casa segura se podía tener otros cuatro
hijos más (Edwin Alexander, Wilder Orlando, Fabián Adolfo y Laura). Hoy esta pareja de 58
y 55 años vive al lado de sus hijos y rodeada de 4 nietos. Orlando se deleita contando las
historias y hazañas de su estadía en el barrio; dice que en un comienzo participó integrando
el comité de trabajo pero al ver que las ayudas cogían “paticas” se desanimó, además “como
me tildan de revolucionario porque a todos les canto la tabla entonces es mejor vivir en paz
y mantenerme alejado de esos asuntos”.
Olga Cecilia de Tabares. Mujer de paso lento y sereno a sus 60 años; habitaba en el barrio
Fuente Clara pero hace 25 se pasó a vivir al barrio donde llegó acompañada de su esposo y
4 hijos. Le compraron un lote al señor Luis Ángel y acá en las orillas de la quebrada La
Iguaná construyeron un rancho inicialmente de madera, el que transformaron después en
ladrillos; recuerda su llegada a un Blanquizal tranquilo. Olga es testiga fiel de todas las
crecidas de la quebrada de la que es vecina y que tantas noches la ha puesto a trasnochar,
pero cuyas tragedias afortunadamente no ha sufrido porque el muro construido por el vecino
protege su casa también. Esta quebrada que cuando está tranquila arrulla el sueño de todos
los cercanos pobladores.
Graciela Rueda Acevedo. Llegó al barrio animada por su padre Emilio Rueda y su hermana
Rosalba, quienes le regalaron un lote; en éste construyó una modesta casa de adobe, llegó
con un hijo, la nuera y un nieto porque acá nació el otro, pero ellos ya se fueron, sólo vive
acompañada de la sobrina y los hijos de ésta. Cumplidos ya sus 72 años, recuerda cómo en
Cañas Gordas le habían dado permiso para hacer un rancho detrás de la inspección pero
luego la hicieron desalojar, por eso y obligada al no tener donde pasar la noche, se vino en
busca de la familia acá en Medellín; actualmente se dedica al hogar porque ya no le quedan
ánimos como los que tenía antes para sacar la olla y leña a la calle y montar su buen
menudo para vender la morcilla. Festejaba la Navidad haciendo la natilla y los buñuelos pero
al morir el padre esto se acabó. En el barrio ha podido vivir porque no se mete con nadie
pero recuerda con gran tristeza el asesinato de su hermana Rosalba a quien admiró por su
guapura, empuje y ánimo para realizar actividades.
Más se demoró en llegar que en estar pensando en cómo organizar esta comunidad para
sacar todas las obras que hacían falta. En este tiempo recuerden que los colonos estaban
celosos de su territorio y poder de los invasores, pero el par de esposos Restrepo Correa
poco a poco se fue ganando la confianza y simpatía de los antiguos pobladores, sobre todo
empatizaron con Gerardo Hoyos que a partir del momento se consideró amigo inseparable y
compañero de lucha comunitaria, incluso de su casa les facilitaron servicios de teléfono y
agua. Iniciaron integrando comités: oficialmente aparece José dentro del comité de deportes
en 1985 y para 1986 hasta 1988 “Adela” figuraba como presidenta de la Acción Comunal,
¿Quién en el barrio no los conoce o recuerda? Todos tienen algo qué decir y agradecer.
Cómo olvidar además las grandes rumbas decembrinas, todos dicen que eran las mejores en
la época que se pudo compartir en comunidad en un espacio familiar de sana diversión.
Adela empezó a posicionar el sector de la invasión como un sector que hacía parte de
Blanquizal y durante el tiempo de su mandato como primera dama sí que se vio progreso y
bienestar para esta parte de Blanquizal, logrando que los colonos empezaran a pensar en
comunidad.
“Adelita” y “Chepe” alguna vez se fueron del barrio, en el año 2002, pero añoraban cada día
el momento de su regreso. Hoy viven al lado de sus hermanos y cuñados. Todos llegaron
acá a habitar la manzana (más bien la loma) de los Restrepo y Correa; el patriarca Abelardo
acogió a toda su descendencia en el terreno dado en pago por cuidar las tierras del señor
Roberto Jairo.
Aquí tienen sus familias y hogares Ramiro de Jesús Correa y Elida Taborda, Jesús Alfonso
Correa y Alba Marina, Ana María Restrepo y Mario Uribe, Marta Restrepo y Fabio Valencia,
Rosa Restrepo y las hijas, Ricardo y su amada “Chava”, y cómo no mencionar al
desaparecido Miguel, el hermano travieso. En medio de palos de mangos y otros árboles se
desprende el sendero que conduce a cada una de estas familias.
La pareja de Gabriel y Berta llegó a un lote de invasión cedido por una vecina, Ana
Carmona; ellos vivían en la Cuchilla, barrio cerca de Blanquizal, en la salida que conduce a
Robledo; el lote lo había invadido el señor Carlos Patiño “Colmillos” y lo vendió a Ana.
Recuerda Berta que la fecha de su llegada fue exactamente el 20 de Septiembre de 1981.
Se encontraron con otras familias recién llegadas, algunas ubicadas en Calle Caliente y
encima de la carretera por El Morro, las que fueron tumbadas por las autoridades, pero
afortunadamente a ellos no los desalojaron. Su sector se fue poblando con “El Zarco”, los
Ocampo, Álvarez, Restrepos, Ruedas, los Arango. Gabriel, cuyo oficio era el de conductor,
tuvo la posibilidad de construir de una vez su casa de material. Cultivó café, yuca, plátano,
naranja, guanábana, maracuyá y caña brava, pequeñas cosechas a las que “sí que les sacó
gusto”. Esta familia llegó con sus 6 hijos (Adriana, Gladis, Jaime, Elizabeth, Olga, Estela) y
acá nacieron los dos últimos (Edwin y Leidy). Ahora tienen el doble contando los ocho
nietos. Seis de sus hijos viven en el barrio porque Gabriel y Gladis viven en San Javier. A
ellos sí que les ha tocado vivir de cerca la violencia, no directamente afectando algún
miembro de la familia, pero por ser Testigos de Jehová donde se reúnen frecuentemente en
asambleas y deben predicar semanalmente dando a conocer a sus semejantes las sagradas
escrituras, en sus constantes romerías les tocaba sufrir la angustia de estar en medio del
fuego cruzado, enfrentar en los caminos las balaceras constantes y las amenazas para que
no transitaran por ciertos barrios y senderos, pero dice doña Berta con voz firme “que el
único temor que tenemos es al de Jehová, por eso nunca nos pasó nada, ni siquiera un día
que en El Morro pensaron que éramos los contrarios y nos lanzaron una granada; bueno, el
no meternos con nadie también nos dio la posibilidad de no sufrir las secuelas de la
violencia”.
51
Berta, Madre Comunitaria6 hace ya 16 años, recordó las épocas maravillosas de Blanquizal,
donde los vecinos eran compartidos, alrededor de los campeonatos de fútbol; dice que
nunca ha querido dejar su casa, varias veces se ha interpuesto en negocios de venta que su
esposo ha propuesto. Acá vive bien, dedicada a los pequeños de su hogar comunitario7.
FAMILIAS DE URAMITA
Otra gran parte de inmigrantes del occidente antioqueño se vino para Blanquizal, esta vez
procedentes de Uramita, entre ellos las familias Restrepo, López, Graciano, y Rueda.
La familia del señor Jorge “Polla”, quien se ganó el título de mejor vecino y líder de aquella
época, Rafael quien madrugaba a silbar y a cantar, Nando “El manguero” (todavía se le ve
con su carrito de mangos), Carlos Orrego y doña Marta, reconocidos también por su espíritu
de liderazgo, Rogelio el de los colectivos, Alfonso “El brujo ye ye” a quien acudían de varias
partes de Medellín para hacer consultas sobre sus maleficios (parece que era buen „brujo‟
porque la clientela hacía fila), Alcides Ibarra y Cecilia, Factor, Solina, Ramón, Soila,
Salomón, Rocío “La Ronca”, Gabriela Tamayo, Rosmira Cifuentes, Rodrigo Calle y Cecilia
Puerta con su madre Leticia y sus hermanas, Reinel y Aurora, Don Mario y Amalia, Resfa,
Marina, Socorro y Gallego, sin dejar de lado a Margarita Maya, quien todos los vecinos
recuerdan por su liderazgo pero, eso sí, no la podían hacer enojar porque era insultada fija.
Ligia y Elías, los dueños de la heladería de „Calle Caliente‟ quienes montaron la primera
droguería donde no vendían con fórmula ni drogas para aliviar. Era droga para envenenar el
espíritu, que los jóvenes empezaron a consumir.
Las Empresas Públicas comenzaron a legalizar los servicios de Blanquizal antiguo en el año
1982, pues los contrabandos estaban impidiendo percibir una suma de dinero importante.
Colocaron inicialmente la luz, luego el agua y el alcantarillado y años después los teléfonos.
Cada vez se utilizaron menos los pozos y los tanques que quedaban cerca de los nacimientos
de agua. Se selló el alcantarillado construido años atrás por el grupo de vecinos, pero los
pobladores de la parte alta del barrio no pudieron gozar de estos servicios de agua y
alcantarillado, supuestamente porque la cuota de agua no alcanzaba este nivel, pues el
barrio era el último rincón de Medellín que recorría el agua que venía desde el tanque de
Villa Hermosa (¡El agua que subía venía de atravesar medio Medellín!). “Todo lo del pobre es
robado”, ni siquiera este servicio vital alcanzó para toda la comunidad, lo único que les
quedaba a los vecinos era el tanque dado por el INDERENA (ubicado en Fuente Clara). La
Junta de Acción Comunal, presidida por el señor Manuel Moreno gestionó recursos para
adecuarlo decentemente y se cambió la tubería por aleación galvanizada; para su
mantenimiento los usuarios debían pagar una cuota moderada y así garantizar el servicio.
No faltó quién se atrasara en este pago, o no colaboraba con el mantenimiento, ni pagaba,
ni tenía vergüenza.
6
Madre comunitaria: señora que cuida en su casa hijos de las casas vecinas, en un programa social de Bienestar Familiar .
7
Gladis, su segunda hija, se convierte en mi mejor amiga, terminamos juntas la primaria y el bachillerato. Con su impulso tuve la oportunidad
de ingresar a la Normal Nacional donde me formé como maestra para ponerme al servicio de mi comunidad.
52
Comunal los invitó a participar de la adecuación del tanque de Blanquizal, pero al concluir la
obra fueron despedidos con la siguiente frase: “ustedes son invasores y no tienen derecho a
surtir agua de este tanque”. Los contrabandos con la energía eran cogidos de aquellos
vecinos de Blanquizal antiguo que les permitieron tomar de aquí el contrabando hasta que
las Empresas Públicas cobraron el fraude. Al inicio sin alcantarillado construyeron letrinas
mientras se organizaban con los vecinos. Pero este sufrimiento por el agua se convirtió en
motivo de diversión y recreación, pues formaron entonces los paseos y era común ver un
grupo de vecinas con poncheras en la cabeza para lavar en „Los Chorros‟, llevaban el fiambre
y regresaban en la tarde con la ropa seca, después de chapucear en los pequeños charcos
de „Chorro Lindo‟, correr por aquellas mangas y hacer columpios en los árboles.
Había conseguido un empleo de fundidor, oficio que desempeñaba, cuenta Orlando Berrío;
con el primer sueldo compró unas hermosas zapatillas, llegó a su casa estrenando, no se
cambiaba por nadie. En la noche las guardó celosamente debajo de su cama y a eso de la
una de la mañana un rayo de luz lo despertó. ¿Sería el hada madrina? Al mirar bien observó
que el rancho no tenía la puerta, aquella cuyas bisagras y chapas eran de cabuya y él
amarraba en las noches. Lo primero que se le vino a la mente fueron sus zapatillas, las que
había guardado debajo de la cama pero que no encontró. Inmediatamente prendió la luz de
aquel débil bombillo. Al mirar la mesita de cocina vio que la olla de presión y el fogoncito
tampoco estaban, ¡Mija, mija nos robaron! pero Odulia seguía durmiendo, podía caerse la
casa y ni con eso despertaba. A al hacer bulla los vecinos se alarmaron y vieron la sombra
del ladrón con costal al hombro, quebrada abajo se fueron detrás de él con rufa 8 en mano y
por allá en un matorral lo pescaron: ¡voleo de machete! No saben si lo hirieron porque
estaba muy oscuro, lo cierto es que el tipo salió corriendo a mil y perdieron la pista, había
dejado en el camino su fogoncito y la olla de presión, pero sus hermosas zapatillas no las
pudo recuperar. “Era tanta la sirvengüenzada de este pillo que las ollas con comida se las
llevaba y a mitad del camino se daba la cena dejando las ollas como evidencia de aquella
melona”. Orlando para poder ir a trabajar tuvo que valerse de la solidaridad de su vecino
Jorge “Polla” que le dio un par de zapatos viejos. Colorín colorado, este cuento sin princesa y
zapatillas se ha acabado.
MATALLANA, EL BUENO
Con este título pensarán que se trata de algún párroco que ascendió a santo: pues no es así.
Pero para más de una familia fue el ángel de la guarda, cuando más necesitaban un
8
Rufa: machete
53
transporte para sacar un ser querido al hospital (recordarán todas las peripecias y sacrificios
para sacarlo hasta el transporte) acudir donde “Matallana” era la salvación.
Llegó a Fuente Clara con su esposa Marleny y allí nacieron sus hijos Gonzalo, Marleny,
Ángela y Fanny; oriundo vecino del barrio Robledo así que a Blanquizal mínimamente lo
había escuchado, además su padre tenía una volqueta y alguna vez había sacado material
de la playa. “Matallana” heredó el oficio de conducción y compró su camioncito blanco;
camión que ante cualquier urgencia médica se convertía en ambulancia, a cualquier hora de
la noche prestaba este servicio. En su carro “Matallana” recibió a más de un niño para darle
la bienvenida al mundo. Esta nobleza de hombre tenía que ser compadre de aquellas parejas
cuyos hijos vieron por primera vez el mundo desde su carro, y no faltó quien le colocara al
hijo de nombre Gonzalo. No le disgustaba que le arruinaran la cojinería pues decía que “el
nacimiento de un niño en mi carro es suerte”. Así más de uno le debe a “Matallana” un
favor. En la actualidad su carro está estacionado en toda la curva, cubierto por un plástico
negro, cargando óxido, al sol y al agua, tal vez “Matallana” lo va a dejar de monumento en
honor a su abnegada labor comunitaria. Como si fuera poco, “Matallana” estaba pendiente
del camino de la guardería, detrás de aquellos desquiciados que acosaban a las niñas. Al
escuchar la voz de alerta de alguna muchachita, salía como “corre caminos”, con el machete
en la mano. Con estos hechos lógicamente se ganó unos cuantos renglones de esta historia
y el corazón de todos aquellos que lo recordamos por su vocación de servicio.
FOTO 13.
ESPACIO PARA EL DEPORTE: SIGUE LA ÉPOCA DE ORO
Al tener la cancha de fútbol más cercana de esta cuenca no podían faltar los campeonatos.
Los presidentes de la Acción Comunal llevaron sus esfuerzos, recursos y atención a la
adecuación técnica de la cancha. En el gobierno del presidente Belisario Betancur se
consiguieron recursos para ampliarla por medio de Obras Públicas, con la colaboración del
ingeniero Mauricio Restrepo. Los barrios vecinos seguían trayendo sus equipos y aún más
cuando la cancha de Robledo había desaparecido porque fue comprada para un
parqueadero. Llegaron equipos representando a todos los barrios „Boca‟, de Blanquizal, no
de Argentina: „La 63‟ de Robledo Palenque en cabeza del médico Burgos y el odontólogo
Jaime Lopera; „La Magola‟ dirigido por los Barrera de Las Margaritas; El Pesebre traía dos
equipos con el patrocinio de los Paniaguas y el Ciego; „Restos del Mundo‟ de Blanquizal con
“Mer” en la portería (¡Qué arquerazo!), y no podía faltar la “Gurvia” o “Matasiete” (mi
hermano) que volaba de palo a palo; Fuente Clara con los equipos de “Garra” y Los
Valencia; Masavielle o comúnmente llamado “La Cuchilla” con su equipo “Real Borussia”;
Paraíso con el arquero Darío “Repollo”. Venían equipos de todos lados (llegaron a ser 16),
algunos patrocinados por empresas de confecciones y Medias Primavera.
FOTO 14.
LA PROBLEMÁTICA SOCIAL AUMENTÓ COMO LA POBLACIÓN
Año tras año, la población de Blanquizal iba creciendo y nuevos personajes integraban las
Acciones Comunales. Pero al crecer la población los problemas también crecieron, ya no
eran las familias que llevaban años en el sector, ni los hijos criados en estas tierras, todos
conocidos y reconocidos, estaba llegando otro tipo de población que compró a los primeros
invasores, pero muchos de ellos llegaron huyendo de sus sitios de origen por dificultades de
convivencia y seguridad, y así los problemas no se hicieron esperar: llegó la droga, el
bazuco, el perico, las cantinas, la prostitución, el robo y la delincuencia; como llegó gente
buena, con ganas de colaborar con el desarrollo del barrio, llegó otro tipo de gente a dañarlo
todo, contagiando a la población joven, hijos de colonos que se dejaron llevar por las
prácticas delincuenciales. El olor a campo fue tornándose en olor a fango y putrefacción, el
ambiente tranquilo se convirtió en incierto, contaminado de los vicios y placeres mundanos
de las urbes. El desarrollo del sector era lento, aislado del desarrollo de la ciudad. La
mayoría de los terrenos alrededor pertenecían al Municipio de Medellín quien no hacía
respetar estos predios.
La ciudad se llena cada vez más de asentamientos que agudizan los problemas de la
marginalidad. “Además de los problemas físicos originados por las migraciones, nos
enfrentamos a los de tipo cultural, no menos trascendentes, como son la ausencia de
tradición y puntos de identidad, de la que adolecen los nuevos pobladores, esto se evidencia
por la dificultad de adaptación y de integración a la ciudad y a su misma comunidad. Decía
también Eduardo Galeano, historiador uruguayo, que: „En la ciudad se multiplican los
hambrientos pero no los panes‟.”9.
La tiendecita del viejo Carlos Garro. El viejo Carlos compró un terreno al lado de la única
calle principal de la invasión, lo demás eran senderos peatonales, ubicó un „chuzo‟, donde se
reunían los vecinos a jugar dominó, cartas y a tomar fresco. Recuerdan la amabilidad del
viejo, masticando siempre su tabaco. Cuentan que se fue de Blanquizal donde fue nombrado
como presidente de la Acción Comunal, pero dejó su cargo al vicepresidente Manuel Moreno,
partió rumbo al barrio La Iguaná donde terminó su vida de una forma trágica: murió
asesinado por ser un líder comunal.
9
Monografía de Blanquizal en trabajo realizado por estudiantes de arquitectura de la Universidad Pontificia Bolivariana en
1992
55
La tienda del „Primo‟. El lugar que en alguna ocasión el viejo Gabriel Vallejo había
equipado como tienda volvió a tener vida. Rafael “El Primo” alquiló esta vieja casa y monto
aquí su „chuzo‟, un lugar para tomar cerveza y jugar naipes.
La heladería de Luis. Hijo de la señora Vicencia, vecinos del barrio Fuente Clara. Luis
construyó un salón al pie de uno de los senderos más transitados para salir a la Carretera al
Mar, era un sitio agradable donde se podía beber y bailar, también tuvo su auge y prestigio
pero después los problemas no se hicieron esperar y el lugar se cerró.
La heladería de Elías. En compañía de su señora Ligia montaron este negocio que inició
con muy buena acogida, otro lugar para compartir unos tragos y darse una bailadita.
Después se convirtió en expendio de drogas, y refugio de bandas delincuenciales.
Los antiguos colonos y los nuevos integrantes se reunían en estos sitios, compartían
cerveza, aguardiente o ron estilo pueblo, las botellas de cerveza decoraban las mesas. Los
jóvenes amantes de la parranda a quienes no les gustaban estas heladerías partían los fines
de semana rumbo a otros lugares cercanos a la zona, generalmente se dirigían a San
Cristóbal y Robledo en busca de diversión; en los parques de estos lugares se ubicaron los
bailaderos. Ellos frecuentaban estos sitios aunque el transporte sólo prestaba servicio hasta
las once de la noche. Muchas veces se tuvieron que quedar en el atrio de la iglesia
esperando el primer bus de la madrugada o arriesgarse a pie hasta llegar al barrio, cualquier
riesgo valía la pena con tal de desplegar toda la energía juvenil en la parranda.
TALENTOS
La música de cuerda ha inspirado a algunos habitantes del sector como Samuel Arias y
Ángel Muñoz Velásquez, quienes han conformado sus dúos o tríos y se dedican a deleitar
con las serenatas de aquellas que enamoran, incluso don Samuel que combina su pasión de
música con la cerrajería ha grabado algunas canciones de su autoría. Otros lo hacen por
afición y es común verlos desde este tiempo hasta hoy en las esquinas tomándose unos
tragos y deleitando con su música de cuerdas. Los “tiringuis tinguis” les dicen y suenan las
cuerdas de las guitarras con pura música del campo, la guasca de verdad verdad.
Por múltiples circunstancias el grupo no continuó, pero para los que quedaron creció la
necesidad de agruparse para unir fuerzas juveniles y hacer actos productivos en torno a esta
comunidad. Surgieron así los primeros grupos dirigidos y motivados por los seminaristas de
la Parroquia de Emaús, los misioneros de Yarumal, los cuales desarrollaron varias
actividades en torno a esta comunidad como preparaciones para recibir los santos
sacramentos, alfabetizaciones y orientación a los grupos juveniles, algunos de los cuales se
comentan a continuación.
FOTO 15.
EL GRUPO JUVENIL JUP
Juventud Unida para Progresar. Los chicos y chicas sanas de la comunidad, preferíamos
dedicar nuestra energía a pensar en los demás antes que en diversión, hacíamos parrandas
„zanahorias‟ con limonada, nada de licor ni cigarrillos, unión que permitió rescatar a muchos
jóvenes de aquellos vicios que estaba ofreciendo el crecimiento acelerado de la población.
RECREACIÓN
Todos los martes y jueves, patrocinados por bienestar familiar y dirigidos por María,
encargada de la guardería La Playita (ubicada al finalizar el camino que unía a Blanquizal con
el barrio Robledo), se enviaban 250 refrigerios para darle a los niños después de una tarde
recreativa; varias jóvenes voluntarias se unieron a esta causa que inicialmente fue
organizada por la joven Ruth Morelia Caro que integraba la Junta de Acción Comunal, pero
ella por sus estudios y un viaje a Bogotá delegó la misión a Ana Cecilia Vallejo y así durante
varios años se mantuvo en el programa a más de un niño a quien el refrigero le amortiguaba
el hambre o complementaba el paquete nutricional que le brindaba su familia.
ATRASO EN EL DESARROLLO
Las Acciones Comunales continuaron haciendo una fusión y un pacto para compartir el poder
entre antiguos y nuevos pobladores, pero en las últimas acciones comunales entre 1986 y
1989 los colonos sólo ocupaban una curul, los demás eran nuevos pobladores; lógicamente,
los problemas comunitarios de la invasión eran más evidentes, los nuevos pobladores
apenas llegaban, sin servicios, sin rumbo y sin un ordenamiento de ocupación, construían
sin ninguna especificación ni estudio del terreno, lo importante era tener un lugar que
pudiera convertirse en hogar, casa, albergue de la familia, aquel rancho de lata, cartón,
madera, cartón negro, que era la esperanza que despertó nuevamente sus sueños, mientras
tanto había que soportar incomodidades, permanecer sin servicios públicos, en un sector
apartado de la ciudad que apenas iniciaba su desarrollo sin transporte, parroquia, centros
educativos o de salud.
57
Tenía sólo 15 años, con la juventud a flor de piel, cuando llegó con su familia a Blanquizal,
hace 26; sus padres René de Jesús y Ana Rosa, llegaban de Venezuela, país donde vivieron
por 8 años en la época de la bonanza y del petróleo, cuando los colombianos podían ir a
disfrutar de las bondades del Bolívar. Por ser los que acababan de llegar y con bolívares, la
gente aprovechó este hecho y le vendieron así, en aquella época, uno de los terrenos más
caros de la invasión, lo compraron a Alberto por $80.000, pero dice Rosa que hasta barato,
porque allí construyeron y tienen casa todos sus hijos, hasta regaló la cola de abajo a
personas que en ese tiempo perdieron su casa con una de las crecidas de La Iguaná.
Carmen llegó también en compañía de sus hermanos Rafael, Jhon Freddy, René, Elkin y
Saúl, el menor. Esta jovencita de espíritu alegre con dotes de bailarina y poeta recorría las
calles de Blanquizal cuando todo era tranquilo y se podía jugar bate en la cancha sin peligro
alguno. Fue fácil hacer amigos aunque se aburría mucho porque no tenían el agua y había
que cargarla de donde Felicidad, pero sólo el agua para preparar los alimentos porque eran
mucha población para abastecer; para lavar se tenía que caminar hasta “Los Chorros”, pero
energía era lo que le sobraba; en las tardes le encantaba jugar con los niños, que cada vez
aumentaban más, ocupando los terrenos que se vendían a precios módicos, porque eran
producto de las invasiones. Josefita, la maestra jubilada, vio en esta joven la chispa para
convocar a los más pequeños y una tarde de domingo, recuerda Carmen, le propuso una
idea: congregar estos pequeños a falta de una escuela y enseñarles. Josefita se
comprometió a guiarla en su didáctica y pedagogía, Carmen no dudo un sólo momento y esa
misma semana la idea empezó a calarse; la convocatoria fue exitosa, por tanta demanda se
tenía que hacer grupos de 40 a 42 en dos jornadas, para salón se adecuaron las salas de las
casas de algún vecino que le hiciera el favor para ella poder albergar a los pequeños. Las
vecinas colaboradoras fueron Dioselina, “Adelita”, Rosa (la madre), la capilla, la caseta
comunal, Marina y así por vocación y voluntariado, rotando de casa en casa atendió durante
cinco años. ¿Cómo les parece esta entrega total y absoluta con los demás? Por algo eligió a
Josefita como su madrina de confirmación y matrimonio, dice Carmen que a ella le debe la
vocación y su amor por la educación.
Una tarde llegó el ángel de la guarda, Miguel Ángel Ospina, director de la Fundación
Pestalozzi, que en aquella época atendía comunidades desprotegidas en Manrique, La Cruz,
Niquitao, y Moravia, y quería extender su bondad a Blanquizal. Le propuso a Carmen
subsidiar este programa para que ella pudiera seguir atendiendo los pequeños; ya con ayuda
alquilaron una casa, la más grande, la de Jorge „Polla‟. Adecuaron el lugar, le enviaron
material y almuerzos que difícilmente olvidarán aquellos niños que buscaban refugio, cariño
y comida; la demanda era cada vez mayor y se extendió el programa para enseñar el primer
grado, aquel al que, con un examen que les hacía Rosalba, la directora de la Jorge Robledo,
(hija además de Josefita), vinculaba a los niños en los grados de 1º y 2º de primaria según
sus conocimientos.
vecinos como Fuente Clara, entre ellos Gabriel Valencia, cogieron un grupo de adultos para
enseñarles a leer y escribir.
Esta profesora cuenta divisando a Medellín que se ve desde la terraza de la casa en el barrio
el Diamante, toda esta historia que mezcla varios sentimientos de nostalgia y alegría; hoy
día está cuidando de Rosa, su madre enferma, sus hijos Juan David, Felipe y Sarita y en
compañía de su esposo Jhon Jairo, al que conoció cuando terminaba los estudios de
bachillerato. Todavía conserva su gran vocación de entrega y servicio hacia los más
pequeños. Y aquel kínder, el de sus sueños y sacrificios, fue cedido a la parroquia con la
condición de ponerlo al servicio de una labor educativa.
FOTO 16.
MADRES COMUNITARIAS
Este programa llegó como un alivio para las madres de familia que trabajaban, pues podían
dejar sus niños al cuidado de una Madre Comunitaria de 8 a.m. a 4 p.m. con la tranquilidad
que se le brindaría media mañana, almuerzo y algo y podía compartir con 13 niños más;
59
estas madres se dedicaron y se dedican cinco días de la semana al cuidado de los pequeños,
quienes cariñosamente les dicen abuelas; muchos de ellos en la actualidad ya son jóvenes
con familias constituidas, o sea que ya tienen bisnietos políticos, lo cual las llena de orgullo.
Berta Calle, una de las Madres Comunitarias de mayor trayectoria, habló de su experiencia
en este oficio y manifestó que es lo mejor que le ha sucedido en la vida por las continuas
capacitaciones, además por la oportunidad de culminar con sus estudios quedando en la
memoria la validación de su primaria, sus compañeros y docentes. Resaltó además la
colaboración y apoyo de un funcionario que estuvo bajo la dirección de Bienestar Familiar, el
señor Fabio Humberto, quien siempre fue el defensor del programa y no dejó que éste se
acabara.
Dentro de las Madres Comunitarias para resaltar por su capacidad de liderazgo y años de
servicio se puede mencionar a las señoras Berta Montoya, Rosalba Castañeda y Sandra
Ocampo.
A María Elpidia Correa de Restrepo, a pesar de que le gusta su nombre y manifiesta que es
muy bonito, pocas personas la reconocen con éste y prefieren llamarla “Adela”. Mujer de
espíritu emprendedor que llegó a Blanquizal con su esposo José, (ya se mencionó su llegada
al barrio), ahora con 49 años de edad y con séptimo de bachillerato, ha dejado grandes
huellas en los habitantes, vecinos y amigos; ocupó la presidencia de la Junta de Acción
Comunal de Blanquizal desde 1986 a 1999, dice que este barrio es todo para ella, su familia
y trabajo, pero refleja tristeza al preguntarle cómo sueña en el futuro a Blanquizal.
Responde con nostalgia que no tiene sueños porque ya se lo imagina: su barrio va a
desaparecer y se convertirá en un parque con amplias zonas verdes, con vías grandes que
darán salida al Occidente Antioqueño, y prestará utilidad al túnel construido en la montaña
de Boquerón para hacer más corto el viaje al cañón del Cuaca.
BLANQUIZAL SIN VÍAS, SIN ACUEDUCTO, SIN ALCANTARILLADO PERO CON REINA
10
Minuta: mercado.
60
Así decía la pancarta de presentación de la candidata, pero dicen que no permitieron que se
mostrara porque daba mala imagen del barrio y del evento.
En esta ocasión “Adelita” animó a Yaneth Guzmán, jovencita de ojos claros y piel blanca,
para que representara al barrio en el reinado de la comuna del sector de la Floresta; la
señorita Blanquizal obtuvo un puesto entre las cinco finalistas y no se trajo la corona pero sí
un gran premio. Con el dinero dado por la participación se empezó la compra de material
para hacer las cunetas de la vía principal, aquella que soñábamos ver pavimentada; con este
premio revivió la ilusión de una vía pero el dinero sólo alcanzó para el inicio de estas y el
trabajo quedó empezado. Al año siguiente se participó con la jovencita Ana Cecilia Vallejo,
nieta de “Uva” Gabriel Vallejo, hoy profesora del Colegio Arenys de Mar, pero esta vez la
competencia estuvo más reñida y no se logró llegar a la final pero para la comunidad ellas
eran las reinas.
CONSTRUCCIÓN DE LA CASETA
La que sólo tenía unos muros en obra negra y una ramada como techo, se convirtió en un
gran salón. La administración municipal estaba promoviendo un concurso de pesebres, al
ganador le daban un jugoso premio para realizar una obra comunitaria; “Adelita” con su
equipo de lucha animó a cada familia del sector para que hicieran la casa y hacer el pesebre
como el barrio, idea muy creativa; todos mandaron su casita hecha de cartón, con todas las
cuerdas de contrabando y con todos los detalles del barrio, lo que impactó al jurado
calificador sumado a un aviso en todo el frente del pesebre que decía “Bienvenido niño Jesús
pero con progreso”, frase con la que remataron al jurado y se ganó el concurso, el cual hizo
posible la construcción de la caseta de Acción Comunal, primera planta.
ATENCIÓN DE METROSALUD
Fue construido en 1987 con la ayuda de la dirigente política Piedad Córdoba, cuando apenas
iniciaba con sus pinitos en la política al lado del fallecido William Jaramillo. El parque fue
ubicado al lado de la caseta de Acción Comunal, pero a falta de mantenimiento poco a poco
fue desapareciendo y el espacio fue ocupado por viviendas.
RESTAURANTE COMUNITARIO
El programa fue impulsado en la administración del Alcalde William Jaramillo para dar
atención nutricional a las comunidades más desfavorecidas; fue entregado a la Acción
Comunal para que lo administrara. Con la cuota del almuerzo les daban bonificación a las
madres manipuladoras. Bajo la supervisión de la Secretaría de Bienestar Social se atendían
200 almuerzos que amortiguaban el hambre de los pequeños para que pudieran ir más
tranquilos a estudiar. Tiempo después se convirtió en fuente de conflicto entre las
manipuladoras y la comunidad en general, se desataron amenazas e intervinieron las
autoridades. Había mala administración y búsqueda de beneficios particulares, lo que
ocasionó el cierre del lugar. Aquella casita prefabricada ubicada en el centro del barrio, unas
61
veces de color verde otras de color rojo, se tuvo que desarmar y fue entregada al Colegio
Arenys de Mar para convertirse en restaurante escolar.
Con la ayuda de los políticos se siguió obteniendo beneficio para la comunidad. Esta vez se
pensó en comprar instrumentos para dar inicio a la banda musical para deleitar los oídos con
algo diferente a las constantes balaceras y dar otra opción de vida e inversión del tiempo
libre a los niños, niñas y jóvenes. “Adelita”, en compañía de su esposo José, dio inicio a esta
idea. Era común escuchar entre semana y los fines de semana los ensayos, al principio un
poco descoordinados, pero poco a poco se entrenaron melodías. A partir de la fecha la banda
le daba animación a las celebraciones de Semana Santa o fiestas parroquiales, también
sirvió para darle la bienvenida a personalidades de afuera y mostrarles la otra cara del
Blanquizal en la que no todos empuñaban armas: algunos jóvenes empuñaban instrumentos
musicales. Hoy de la banda sólo quedan unos cuantos instrumentos ya viejos y en desuso,
arrinconados en la sacristía de la parroquia esperando que alguien vuelva a revivir estas
melodías.
ESPÍRITU EMPRENDEDOR
La empresa más grande del sector en confección, con 4 personas de planta y 40 pilotos con
diferentes funciones está dirigida por “Adela”; después de dejar sus huellas como líder
comunitaria, buscó la superación personal y familiar, empezó a trabajar en una fábrica de
confesiones pero por su empuje y liderazgo fue ascendida rápidamente a supervisora y
luego con cursos realizados en el SENA se convirtió en diseñadora, dejó la fábrica e inició su
propio negocio en casa. Hoy le trabaja a varias empresas importantes de la ciudad. Aunque
ya no está dentro de grupos comunales sigue al servicio de la comunidad, generando
empleo a muchas familias del sector. Por todas estas razones es merecedora de un gran
reconocimiento como líder del sector, mujer emprendedora de empuje, ejemplo de
superación y admiración, que demuestra que cuando se quiere se puede.
Este anciano oriundo del municipio de Uramita se vino para el Blanquizal nuevo, aquel que
recién se levantaba, abandonando su antigua tierra y sus cultivos. Tras él se vinieron
algunos de sus hijos con los nietos. Para culminar su existir instaló una tienda, en plena
avenida de la única calle de la invasión, pero a su negocio pocos clientes arrimaban (sobre
todo los niños no iban) y así poco a poco llegó a la quiebra. ¿Saben por qué los niños no
iban a esta tienda? El miedo no los dejaba: lo primero que divisaban al llegar allí era un
ataúd de color madera que Don Emilio guardaba en el techo de la casa con el fin de estar
prevenido en el momento de la muerte y no tener que pagar los altos costos de los
funerales. Este detalle espantaba los clientes y atraía a los curiosos. Todas las noches Emilio
tenía la posibilidad de contemplar aquel cajón donde reposaría eternamente el día de su
muerte, que le llegó dulce y tranquilamente a los 94 años, tal vez por el desafío y la ofrenda
que le hacía.
Emilio era un hombre bastante precavido pero no se percató que otros depredadores no
podían darse el lujo de esperar porque el hambre los acosaba: los comejenes aprovecharon
primero y se consumieron toda la caja, obligándolo a comprar otro ataúd más fino,
resistente y un poco más moderno pero modesto, para seguir adornando el techo de la casa
y continuar esperando el día de su muerte. Lo último que se recuerda del viejo Emilio es que
a sus 93 años participó como patriarca de la comunidad en el lavatorio de los pies. Este
nuevo ataúd sí lo pudo utilizar.
62
EXPENDIOS DE DROGA
Surgen sitios para el baile y, por ahí derecho, la venta de bazuco y otras drogas que
entraban en furor; la marihuana, más común y mencionada, entró en segundo plano, y en
aquel Blanquizal donde los hijos enterraban a los padres empezó a verse la crueldad del ser
humano. Había que proteger “el negocio” y demostrar quién mandaba en el territorio, aquel
que osara tan sólo mirar una de sus mujeres ya era portador de una cruz en su espalda. Así
sucedió con dos hermanos que vinieron desde San Jerónimo a visitar sus familiares, dos
„sardinos‟ que sólo querían bailar y hacer amigos, sólo por atreverse a sacar a una de sus
mujeres a bailar, fueron víctimas de esta barbarie, llegando a la casa de sus familiares
quedaron sus cuerpos sin vida con tiros de gracia en su cabeza.
No faltaba fin de semana un muerto: al escuchar tiros había una nueva víctima. Iniciaron
con „Minchito‟, hijo de Felicidad Betancur, luego con „Otilio‟, hijo de Carlina Hoyos, luego con
Carlos „Chicle‟ de la familia Montoya, después „Goyo‟ y de ahí en adelante la lista iba
aumentando. A los victimarios se les conoció como „El Combo del Indio‟ y la calle de su
territorio era „Calle Caliente‟.
“El Indio”, aquel hombre de estatura mediana, cabello lacio, de apariencia normal, ayudado
por un combo hizo estremecer a toda la población del barrio y sectores vecinos. Llegó del
municipio de Uramita, donde también era reconocido por sus constantes riñas, escándalos y
peleas, acompañado de su familia: madre, hermanos, compañera e hijos, y por supuesto
con sus amigos oriundos de este municipio. Por razones que uno no alcanza a entender ni
imaginar, se inclinó por fomentar las prácticas delincuenciales cometiendo cuanto acto de
barbarie y atrocidad el ser humano alcanza a despertar, encontrando adeptos para realizar
fechorías. Los negocios eran asediados por esta banda y ¡cuidado con atreverse a decir o
insinuar algo! En la memoria de todos los habitantes quedará el recuerdo marcado para
siempre de los continuos atropellos de este grupo que durante 8 años azotó la población.
Durante la década de los 80 el seminario mayor San Pío, ubicado en la entrada de San
Cristóbal, venía atendiendo el sector cada ocho días pero ya se iba a instalar el párroco de
forma permanente. El Padre Raúl encontró una parroquia pobre con muchas necesidades y
con una problemática social grave que se desataba en una violencia sin tregua, las fuerzas
del bien debatiendo unos espacios. Lo primero que se debía ubicar era la casa cural, que
estuviera cerca de la capilla; mientras la ubicaban él se hospedó en algunas casas donde le
ofrecieron refugio. La noche que llegó se acostó pensando por dónde empezar ya que había
mucho que realizar: la casa cural, las bancas del templo, el arreglo y adecuación, sin un sólo
peso y ni modo de pensar en la limosna o pedir a la comunidad. La propiedad consistía en
un templo pequeño, despacho parroquial, y una sacristía que se convirtió después en Centro
Médico Eccehomo. Para la casa cural fue alquilada una propiedad de la familia Bedoya. El
Padre empatizó mucho con la gente por su gran carisma y vocación de servicio. En
diciembre del mismo año se celebraron los primeros bautizos, comuniones y matrimonios.
Ecce Homo fue el nombre elegido para la parroquia: “He aquí el hombre”. Representa la
imagen de Jesús sentado, torturado, maltratado, semejante a esta comunidad que estaba
siendo maltratada y torturada frecuentemente por actos delictivos. Tal como aquel Jesús
sentado era el panorama de Blanquizal, sin esperanza ni presencia de un organismo estatal
de control que hiciera respetar el más sagrado derecho, el de la vida. En lo primero que se
debía pensar era en las bancas de la iglesia y fue así como se organizó un reinado, donde la
autora participó y ganó la corona, aunque aún le debemos las bancas al Padre porque
político que las prometió jamás cumplió. Queda la foto y el recuerdo de aquel reinado y el
título de reina que muchos aún recuerdan.
Con la presencia de la parroquia se sintió un alivio, los ánimos de seguir luchando por el
progreso de esta comunidad revivieron, todos esperanzados en unirnos en la fe para
alcanzar los sueños.
FOTO 17.
LA QUEBRADA LA IGUANÁ
Esta quebrada ha hecho historia, ha marcando épocas en el barrio y otros lugares por los
que atraviesa. Es La Iguaná, afluente del río Medellín que nace en las estribaciones de la
repetidora del Padre Amaya (Altos de Boquerón), con una longitud de quince kilómetros y un
área mayor a los 20 kilómetros cuadrados, con 91 afluentes que aumentan su cauce. Esto,
sumado a la pluviosidad e insensibilidad de los habitantes de sus riberas, quienes no sólo
invadieron su espacio sino que además han saturado las aguas de desechos y basuras, hace
que en épocas de creciente se convierta en motivo de trasnocho de muchos de sus vecinos
para evitar ser arrasados por sus aguas.
La primera catástrofe que se registró data de 1880, cuando se ubicó el poblado de Ana,
donde arrasó el caserío y resultaron 7 personas muertas.
Dice El Mundo el miércoles 22 de Septiembre de 1999: “En 1961, una fuerte creciente
destruyó el puente que existía en aquel entonces sobre la carrera 70, dejando varias
víctimas y un gran número de ranchos destruidos. (…) Luego en 1970 se presentaron varias
crecidas que afectaron principalmente la parte alta de Robledo, el Pesebre y los tugurios
localizados en sus inmediaciones, con resultados de 2 muertos y cuantiosas pérdidas
materiales”. Esta situación alarmó a las autoridades quienes implementaron un sistema de
64
construcción de disipadores para reducir su fuerza, pero sólo se construyó en el sitio más
central, quedando de la carrera 80 hacia arriba el peligro inminente.
“En la década de los 80, en marzo de 1982 hubo un muerto y 600 damnificados, con
destrucción parcial y total de las viviendas. El nivel de las aguas subió 6 metros. En octubre
de 1986 dos niños resultaron muertos y 300 personas damnificadas; el desbordamiento
sucedió entre los altos de Blanquizal y el barrio La Iguaná”. A los periodistas de este artículo
se les olvidó mencionar que no sólo fueron dos niños, también fue su madre Gloria quien
había construido su casa de material en La Playita, sector de invasión, parte baja de Fuente
Clara.
El cuerpo del niño fue rescatado en el barrio El Pesebre, un cerco de alambre de púa impidió
que fuera arrasado más lejos. Pero los cuerpos de la madre y su pequeña fueron rescatados
en Barbosa, días después de la crecida. Los damnificados fueron albergados por un tiempo
en la escuela de Fuente Clara, donde dicen se presentó un aborto y el nacimiento de un
bebé; algunas familias pensaron en organizar una Corporación para comprar un lote y
reubicar su casa, grupo que se llamó “Vecinos Unidos”, pero el proyecto no se concluyó. Aún
siguen estas familias a orillas de la quebrada, con noches de intranquilidad cuando se
presenta la época de invierno. También en este tiempo se dio inicio al comité del Simpad,
Comité de Emergencias y un grupo de personas de todos los barrios azotados por estas
crecidas se prepararon con diferentes instituciones, entre ellas la Cruz Roja.
Otro hecho trágico que está en la memoria de los habitantes es el de las personas que se
ahogaron en estos charcos de La Iguaná cuando venían a los paseos; dicen que por
calambres, otros porque al lanzarse de una piedra tocaban el fondo y se golpeaban fuerte. El
más reciente fue a finales de los 90 cuando una pequeña niña de 5 años que era cuidada en
un hogar comunitario al otro lado del Porvenir se fue a jugar al solar de la casa que lindaba
con las orillas de la quebrada: en su juego resbaló a uno de estos charcos, su hermanito
pequeño intentó salvarla con sus gritos pero nadie lo escuchó, subió hasta la casa y al volver
con ayuda no la encontraron con vida.
UBICACIÓN DE DAMNIFICADOS
En septiembre de 1988 ocurre otra famosa creciente, que no dejó víctimas pero se convirtió
para Blanquizal en un momento histórico ingrato, cuando el gobierno decide instalar los
damnificados en albergues, uno de los cuales en Blanquizal, mientras organizaban viviendas
para las familias afectadas.
“Con la temporada invernal de 1988, muchas familias perdieron sus casas y tuvieron que ser
trasladadas a una serie de albergues ubicados en el Blanquizal, Castilla, Aranjuez, Palermo y
La Iguaná”, se lee en el periódico El Mundo de octubre 9 de 1989 con un título muy diciente
“FEROZ CUEVA DE NÁUFRAGOS: El Blanquizal es un barrio gris sobre tierra amarilla”.
65
Para completar la situación por la que se estaba pasando, el Municipio de Medellín agrega un
problema más: construir albergues provisionales para las personas que habían perdido todo
en la creciente de La Iguaná y en otros deslizamientos ocasionados por el invierno en
Villatina y Aranjuez, de la comuna nororiental. Fueron reubicadas en el terreno que tanto
habían cuidado los colonos, con el argumento de que eran provisionales, pero su estadía se
prolongó en el tiempo.
Llegaron jóvenes y, peor aún, niños, que se unieron a las bandas delincuenciales atraídos
como las abejas por el néctar de las flores, sin sensibilidad social, desorientados,
desubicados, cuando la vida en vez de ofrecerles otra oportunidad, al contrario, les quitaba
su hogar; ahora estaban allí tirados apiñados, se tenían que ganar el espacio y encontraron
la forma más fácil a través de la violencia y la fuerza brutal. El artículo citado señala que
“Con la oscuridad, el Blanquizal se convierte en el escenario de innumerables historias de
página roja: cuando se prenden los bailes salen a relucir las peleas cotidianas, los pequeños
y grandes conflictos de todos los días. En muchas ocasiones la policía ha tenido que
intervenir, ante la amenaza de que la generalización de estos antagonismos familiares se
convierta para ellos en otra tragedia para lamentar”.
“En los refugios provisionales creados por la Administración Municipal, la gente clama por
una solución definitiva a su problema de vivienda. Desde el año pasado cuando perdieron
sus casas por el invierno que azotó a la ciudad, están a la expectativa de que las promesas
se hagan realidad”, continúa el periódico. “En todo Medellín en 1988 se afectaron 525
familias por el invierno, de estas, 80 vinieron a ocupar el refugio de Blanquizal, mientras la
66
Pero no todo fue malo: se entablaron lazos de amistad de familias que aún se frecuentan y,
en otros casos, se formaron hogares con personas de la comunidad. En el corazón quedó el
recuerdo de muchas de estas familias, unos alegres y otros tristes, como el de aquella
anciana que no pudo ver realizado el sueño de volver a tener su casa, se la pasó de albergue
en albergue esperando la solución pero lo único que encontró fue la muerte junto a su hijo
menor, al que apodaban “Cuellar”: fueron encerrados y acribillados en uno de los baños del
albergue de Aranjuez, sólo por atreverse a compartir con una vecina el descontento por los
grupos ilegales que operaban en este sector.
A otros damnificados los vimos felices al recibir sus casas, la mayoría en el barrio Cádiz
inaugurado el 3 de diciembre de 1990. La alegría quedó registrada en la pagina 4B de El
Colombiano “Inaugurado Barrio Cádiz Para Damnificados: La nueva unidad residencial está
localizada en el kilómetro 1 de la Carretera al Mar, sector de Robledo y consta de 98
viviendas las cuales fueron adjudicadas a damnificados de diferentes emergencias ocurridas
en la ciudad”. No a todos los que estaban en el albergue de Blanquizal les dieron vivienda en
Cádiz, otros fueron reubicados en Limonar, otros llevados a albergues y otros se quedaron
con la ilusión porque su casa nunca llegó.
Ante la ausencia de los campeonatos y con el fin de darle vida a la cancha que sólo
levantaba el polvo de la arenilla que de vez en cuando el Inder enviaba para su adecuación y
mantenimiento, Alejandro Ocampo, técnico de Las Águilas, y Fernando Salazar, técnico del
Escorpión, agruparon damas que se le midieran al balompié. Su convocatoria fue exitosa,
aparecieron 4 grupos del sector e invitaron a otros del barrio Castilla y las Margaritas pero
nadie se imaginaba que estos “machos”... perdón, damas, tuvieran tanta experiencia en el
manejo del balón, eran estrellas del fútbol. Sin embargo frente a su talento deportivo los
equipos que apenas iniciaban no dieron marcha atrás y se le midieron al desafío pues la
intención era animar el barrio, se dio inicio a la organización de varios encuentros. El equipo
de Blanquizal era llamado Las Águilas, la portería estaba custodiada por Marta Rodríguez a
quien apodábamos “Satur”, por su estatura pequeña los goles le entraban fácilmente por la
altura pero por cualquier otro ángulo era difícil pues volaba de palo a palo; nada mal lo hacía
Yudi, que era la delantera, de lo delgada que era volaba al compás del viento; una que otra
veterana también lució sus piernas en estos encuentros. Durante algún tiempo estos
desafíos concentraron la atención de los pobladores pero poco a poco los equipos se
desintegraron y hasta aquí duraron los encuentros.
Gabriel Valencia vivía en la parte alta de Fuente Clara, heredó la profesión de los padres.
Este joven se puso durante varios años al servicio de esta comunidad convocando a los
pequeños a la escuela de fútbol, para dar vida a aquella cancha que no se volvió a utilizar,
después fue docente en Arenys de Mar y luego pasó al Ferrini, en la memoria de los
habitantes y algunos jóvenes está el recuerdo de su profesor de fútbol Gabriel, el que daba
vida a este espacio los sábados en la mañana.
Esfuerzos como estos son para resaltar en Blanquizal, siempre hubo quien deseara hacer
algo para sacar la comunidad adelante y otros que hicieron lo contrario.
SUCESOS TRISTES
El “Indio” y su banda. A la parte baja de Fuente Clara, en las horas de la noche, llegó la
banda del sector: la del “Indio”, con el objetivo de acabar con la vida de alias “El Mosco”
quien se encontraba durmiendo al lado de su hermano Diego, quien sólo tenía cinco años de
edad. Los delincuentes dispararon. Por la ventana de la casa entraron varias balas, una de
las cuales impactó el pecho y se alojó en la médula espinal del pequeño. El impacto afectó
sus extremidades superiores impidiéndole luego un desarrollo normal: hoy es un jovencito
que camina con mucha dificultad, que en su infancia no pudo correr o jugar fútbol porque
siempre tenía que estar apoyado en sus muletas; al preguntarle a la madre por el suceso,
pidió que colocaran que su pequeño hijo fue otra víctima más de la violencia tan cruda que
se vivió en el sector.
Pasión o vicio. Una mujer apodada “La Chena” construyó un rancho de madera cerca al
sector de los mangos, para dar albergue a su pequeño hijo que apenas gateaba. Durante la
noche compartió música y trago con unos amigos reconocidos por su consumo de vicio;
dicen que tarde en la noche abandonaron el lugar dejando bien a la mujer y su hijo. Al día
siguiente, siendo las once de la mañana, el llanto constante del pequeño no cesaba.
Intrigados los vecinos se fijaron en aquel rancho en larga espera para ver si alguien salía a
la puerta pero nadie aparecía, decididos a averiguar el motivo del llanto del niño levantaron
una tabla de aquel endeble rancho y ¡cual fue la sorpresa al ver al pequeño succionando un
seno de su madre! Uno, porque el otro se encontraba cubierto de sangre, y al parecer había
sido extraído; fuera de eso la mujer tenía un tubo de p.v.c. introducido por la vagina con un
largo de aproximadamente un metro, no se supo más del asunto y fue otro crimen más de
los miles que quedaron en la impunidad.
“Carnicero” o “Loco”. Algunas jovencitas del sector deseaban conformar un grupo de baile
moderno, similar a los de los programas que se transmitían en la televisión como Disco o
Rumba, cansadas ya de mirar el panorama de la violencia. Como esta era una buena causa
que había que apoyar se prestó la sede comunal para organizar un baile y poder adquirir
música y vestuario para el grupo, pero existía el riesgo que llegara la banda al baile.
Confiaron en que por ser una buena causa la suerte las acompañaría, y para prevenir habían
decidido cerrar temprano. Llegó el día del baile para recolectar fondos, todo marchaba bien,
pero cuando iban a cerrar llegaron por un “sardino” que había estado allí y quien al parecer
era del barrio vecino, lo que dio pie para convertirse en objetivo de guerra. Lo cogió uno de
ellos, lo llevó abrazado conversando amigablemente hasta llegar debajo del puente, y allí,
sin piedad, le propició de 30 a 40 puñaladas. „Carnicero‟, o „Loco‟, salió bañado en sangre
dejando a su víctima al lado de La Iguaná; al día siguiente se le vio por las calles transitando
como si nada, pero al arrimarse a una de las cafeterías donde se preparaba el almuerzo, al
ver el color de la carne cruda destilando sangre, sintió náuseas y vomitó, ¡cómo sería el
crimen cometido que su inconsciente reaccionó!
Los asesinatos eran cometidos con cualquier arma de fuego o arma blanca, las víctimas eran
impactadas varias veces dejando ver la crueldad de los malhechores.
Los animales también fueron víctimas de esta crueldad. Esta banda no tenía compasión por
nada ni por nadie, el poco ganado que quedaba en el sector constantemente era atacado,
ensayaban con ellos sus golpes, puñaladas e incluso calmaban su sed de terror tomándose
la leche. Los dueños ni modo de pronunciarse y salir a la defensa de su pequeño patrimonio,
porque les podía pasar como aquel anciano del sector de Los Chorros que en una ocasión se
68
negó a seguir sus caprichos, al día siguiente llegaron a su humilde vivienda lo amordazaron
y en su presencia sacrificaron al mejor marrano que tenía, al que cuidaba celosamente para
venderlo y ayudar al sustento de la familia; tremendo festín se dieron aquellos delincuentes,
afortunadamente no terminaron con la vida de su dueño. Contaban sus hazañas en medio
de sus borracheras, al negocio que llegaban tenían que ser atendidos, aquellos que
deseaban sentir reconocimiento y ser grandes por medio de las armas se unían a ellos para
hacer de esta banda algo grande y temido por todos.
Manifestaron los antiguos pobladores que lo más triste era que la mayoría de estos
delincuentes eran integrantes de las familias que en épocas pasadas lucharon por el
progreso y bienestar de todos, quienes unidos a los nuevos habitantes estaban destruyendo
lo que sus antepasados construyeron con sacrificio y amor.
“Gorravieja”, “El Loco”, “La Pava”, “Juvenal”, “Carcajada”, “El Indio”, “El poli”, “Cheo”,
“Willi”, “Carnicero”.
CAPÍTULO CINCO
VIDAS DE GRACIA Y DESGRACIA
1990 – 2000
Esta nueva década la podré contar con mayor propiedad porque empecé a ingresar en la
lista de líderes comunales, ocupando la presidencia de la Acción Comunal desde 1990 a
1993, en el año de 1991 inicie mi formación laboral al lado de las Madres Escolapias en el
Colegio Arenys de Mar, a la vez que adelantaba estudios profesionales en la Universidad de
Antioquia.
Cuenta la Madre Delsa Solis Rangel (primera directora del Colegio Arenys de Mar), cómo
fue la llegada de las Madres Escolapias al barrio, lo narra en el historial de la institución.
Esta comunidad con su carisma y servicio se atrevió a desafiar este ter ritorio que en
aquella época se mostraba árido y hostil:
“Los niños de 9 y 10 años fueron la prioridad, aquellos que no habían alcanzado cupo en
otra escuela o fueron excluidos por su proceso disciplinario. El 26 de febrero de 1990 se
inauguró el colegio al que inicialmente le colocaron el nombre de Paula Montal pero por
sugerencia de Secretaría de Educación se recomendó el cambio porque en Itagüí ya tenían
un colegio con este nombre, mediante un pequeño pero sentido homenaje con la banda del
barrio, dirigida por la presidenta de la Acción Comunal señora Elpidia Correa y la tuna del
Calasanz, se dio apertura oficial a la institución, en la que fueron matriculados 70 niños para
ser atendidos en una casa que se adecuó mientras se daba inicio a la nueva construcción,
las religiosas encargadas de atender estos grupos fueron las Madres Ángeles, Delsa y Sor
Blanca Mejía. El Colegio Calasanz Femenino se vinculó de alma, vida y corazón con la obra
donando material didáctico y uniformes, además las estudiantes de 11° realizaban su
programa de alfabetización durante dos veces a la semana para los niños mayores de 11
años, jóvenes y adultos”.
70
Por este histórico hecho es necesario precisar ¿Quién es esta comunidad? ¿Cómo surgió su
fundación? y ¿A quién se le ocurrió esta maravillosa idea?
FOTO 18.
PAULA MONTAL, UNA VIDA DE GRACIA (1799-1829)
“En Arenys de Mar (Barcelona), vivió su infancia y juventud. Villa costera, abierta al mar, allí
nació a la vida el 11 de octubre. Se formó en un ambiente familiar cristiano y muy sencillo.
Participó en la vida espiritual de la parroquia. Se destacó por su amor a la Virgen María.
Desde los 10 años conoció la dureza del trabajo para ayudar a su madre, viuda con cinco
hijos. Ella era la mayor. En este periodo, por su propia experiencia, constató que la niña, la
joven, la mujer, tenían escasas posibilidades de acceso a la educación, a la cultura..., y se
sintió llamada por Dios a realizar esta tarea”. La describe así la Madre Luisa Labarta Sch.
Paula Montal inspirada en los planteamientos de San José de Calasanz fundó la comunidad
religiosa Escolapia, cuyo nombre tiene como significado Escuelas Piadosas. De eso se
trataba, educar en beneficio de la mujer entendida en esa época como el pilar de las
familias. La congregación se fundamentó en la idea de “salvar a las familias enseñando a las
niñas el santo temor de Dios”. Hace 50 años llegaron a Colombia con su carisma educativo,
se instalaron en Bogotá y luego en Medellín ubicándose en el barrio Los Colores,
construyeron en esta ciudad el Colegio Calasanz Femenino y después el Colegio Paula Montal
en Itagüí.
Al siguiente año los grupos ascendieron al grado segundo y la construcción aumentaba, era
bien en serio la estadía de las Madres, pues empezaron la construcción de una casa para ser
ocupada permanentemente por 4 religiosas. Arenys de Mar, nombre sonoro y hermoso, no
está ubicado al lado del mar pero sí en las riberas de La Iguaná, a ver si ésta se calmaba un
poco y dejaba de hacer estragos. Efectivamente así fue, la quebrada desde ese entonces no
ha vuelto a crecer, en el periódico de El Mundo el miércoles 22 de septiembre de 1999
terminaron el artículo de “La Iguaná ya no asusta así (…) La Iguaná pasó de ser un
epicentro de historias trágicas a un lugar de conservación ambiental”.
Arenys de Mar ha estado bajo la dirección de las Madres Delsa Solís, Olga Montoya, Ángela
Montoya, Blanca Mejía Lancheros y actualmente Lucila Montoya. Han transcurrido 14 años
de servicio educativo en la comunidad, al principio sostenido con recursos de la comunidad
religiosa, y a partir de 1993 con el programa de cobertura departamental y después con la
71
municipal. No sólo trajeron un mensaje educativo en su vocación de servicio, día a día dan
pie para que la comunidad albergue grandes esperanzas.
MILICIAS
Llegaron a Blanquizal como Robin Hood, en la defensa de la población azotada por las
bandas delincuenciales, por lo que fueron recibidos con agrado, y por su toque misterioso
que llamaba la atención, pues cubrían sus rostros con pasamontañas donde sólo se dejaba al
descubierto los ojos, poco a poco se ganaron el remoquete de “Encapuchados” o “Care
Trapos”. Un día reunieron a toda la población en la cancha y presentaron su organización, su
apoyo al pueblo, sus reglas de convivencia. La gente cansada de los atropellos de las bandas
delincuenciales se mostró contenta, esperanzada en que de esta forma se solucionarían
todos los conflictos por los que se había atravesado.
El viejo León Moreno, aquel líder comunal que inició la época de oro en el deporte de
Blanquizal para que los jóvenes emplearan bien su tiempo libre, que promocionó el buen
nombre del barrio mediante la organización de los mejores campeonatos del sector, que
ocupó durante varios años la presidencia de la Junta de Acción Comunal, hombre reconocido
por su buen liderazgo, aquel que ayudó a que las personas que compraron terrenos de
invasión no fueran desalojados, de gran responsabilidad en el hogar, con cinco hijos, dos
varones (uno de ellos ya murió) y tres mujeres, empleado durante varios años en Sofasa,
sin vicio alguno más que el servicio a los demás, serio en sus acciones, amable y de fácil
empatía con los demás, cuenta cómo cambió su vida por su enlistamiento al grupo de las
Milicias Populares. “Sufrí un vuelco total. ¿Por qué? Por amor al barrio, por el destino y el
azar, por servicio, por protección o desengaño”. En marzo de 2004, cuando gozó del
beneficio con permiso de salida durante 78 horas por el buen comportamiento y conducta
que se observa cuando cumple su condena en la Cárcel de Máxima de Seguridad de Itagüí,
este hombre, vecino del barrio, se confesó.11 “Lo único que quiero es que todos se den
cuenta de mi historia, que empezó así...”
11
A algunos personajes mencionados por el señor León Moreno en su entrevista les ha sido cambiado el nombre por uno ficticio.
72
“El combo del “Indio” influyó a los pelaos de Blanquizal con armas, atracos y borracheras, y
comenzaron a tener problemas con “Boris”, quien era el jefe de la banda del Pesebre
acompañado de los Contreras y los Suaza (algunos de ellos aún viven). Eso fue en el 86,
año en que comenzaron las dificultades. Yo inicié a mediar el conflicto entre ellos; en los 90
llegan las Milicias Populares, su blanco principal fueron las bandas delincuenciales que desde
hacía varios años azotaban el sector. Apareció el señor Jhon Jairo Giraldo, “Pernicia”, “Peter”
o “El Gordo”, en el barrio las Margaritas acompañado de “Luisito”, “La Panza”, y “Matallana”
(delincuente antiguo del pesebre especializado en el robo de automotores).
“El Gordo”, “Pernicia” o “Peter” como se hacía llamar venía del E.L.N. A este grupo
guerrillero le compró unas cosas (armas y municiones) y se vino para Medellín a formar las
milicias, inicialmente llamados C.M.R (Comandos Milicianos Revolucionarios). Este grupo una
vez bajó al barrio a hacer inteligencia, la que hacían pasándose por vendedores de
mercancía; en cierta ocasión me abordaron por ser líder comunitario, me pidieron que les
hablara de los problemas del barrio, agregando además que ellos pertenecían a los C.M.R de
las Margaritas y me citaron a una reunión con otros vecinos o líderes comunitarios del
sector; la reunión se realizaría en el barrio Olaya frente a las Margaritas, concretamente en
una casita identificada por ellos como la “casita de fósforos”. Acudimos a la cita varios
líderes comunitarios, de esta reunión se sacaron cosas importantes, el clamor general fue la
presión a la que vivíamos sometidos por las bandas delincuenciales porque sus actos habían
pasado los límites, este comando miliciano se comprometió a extender su patrullaje por toda
la cuenca de La Iguaná y efectivamente así lo hizo. Nadie sabía quiénes eran, ni sabían que
era yo, ni mis vecinos del barrio, tampoco se imaginaban que yo hacia inteligencia para los
C.M.R y contrainteligencia para la SIJÍN, en ese entonces a cargo del coronel “Carrasco”.
Pasada la reunión le comenté al coronel los acuerdos a los que se había llegado con el grupo
miliciano, le suministré los datos y él me dijo que eran muy importantes, que si podía seguir
ahí infiltrado en el grupo miliciano y llevarles el juego. Yo acepté el reto: por la inteligencia
realizada capturaron a “Peter”, “El Gordo” o “Pernicia” en El Bosque, pues él era el
comandante de este grupo; con esta captura las milicias declinaron pero quedaron varios
simpatizantes de esta revolución y es cuando llegaron las Milicias de las FARC que surgieron
en el barrio de La Iguaná encabezadas por los alías “Diego”, “Iván”, y “Albeiro”. Por
contactos que ellos tenían me abordaron, y comenzó así otra etapa de los grupos milicianos.
Por este mismo tiempo comenzó a surgir la banda del Pesebre liderada por “Matallana”,
quien ya no integraba el grupo miliciano porque había matado a uno de sus compañeros, a
“Panza”. Los otros compañeros como “Peter” o “El gordo” (que ya había salido de la cárcel)
en compañía de “Luisito” quisieron tomar venganza en contra de “Matallana”, empezaron a
bajar por él en las noches acompañados de las Milicias Populares de la Quiebra. Éstos
73
atacaban constantemente la casa de “Matallana”, pero este pillo tenía respaldo del “Negro
Sabalat” que vivía en el barrio de La Cuchilla; “El Negro” trabajaba en seguridad y control y
apoyaba a “Matallana”, por lo que su persecución desató una guerra entre Blanquizal y El
Pesebre, porque ellos decían que era yo (“Leo”), apoyado por personas del barrio que eran
agentes de la policía, los que bajábamos por “Matallana” al Pesebre. Los continuos
encuentros entre estos dos barrios llevaron a que se cometiera cuanto acto delictivo se
atravesara como: atracos, vacunas en las vías de acceso, enfrentamientos y balaceras
constantes, hasta que yo hablé con los agentes de policía de La estación de Laureles,
comandados por el Capitán “Gómez” y el Cabo “Sierra” quienes comenzaron a apoyarnos,
bajando al Pesebre vestidos de civil y encapuchados o en la patrulla que también varias
veces fue atacada y otras veces bajaban las milicias; yo personalmente bajé varias veces
con autorización de la Sijín, así se realizaron varios operativos hasta que se acabó con el
combo del Pesebre. Pasado este episodio hablé con el Coronel y le dije que ya era tiempo de
terminar con el grupo de las Milicias, entonces programaron la captura de los comandantes
“Diego” y “Albeiro”, en el sector de Robledo aprovechando una ocasión donde salían de una
reunión en Blanquizal. En este operativo se decomisaron varias armas en La Iguaná y Aures,
además de algunos uniformes.
Con estos dos personajes detenidos, supuestamente quedaban tres en la dirección de las
milicias: “Iván”, “Montaño” y “El Viejo Leo”. Después de esta baja comenzaron a sacar los
insumos de dinamita que habían enterrado en la parte alta de Blanquizal, yo no podía
sacarlos todos de una vez porque levantaría sospechas, empecé entonces a sacarlos poco a
poco, los movía de un lugar a otro para poderlos entregar. A principios de 1994, de 120
hombres que integraban este comando en diferentes sectores de Medellín, quedaban sólo 10
integrantes porque unos habían muerto y otros estaban detenidos: este fue el fin de las
Milicias Bolivarianas. Quedaba un resto de dinamita enterrada y ya se había programado
para sacarla pero unas personas que habían visto movimientos sospechosos, en la noche
informaron al DAS de lo sucedido. Este organismo reaccionó y realizó un allanamiento,
acompañados de la Cuarta Brigada. En este operativo me capturaron con parte de mi
familia, la Sijín inmediatamente fue y habló de parte del Coronel, argumentaron que este
trabajo era realizado para él desde hacía ya 4 años, esta declaración nos dejó en libertad. El
día que me soltaron, fue el 5 de Octubre del 94, pero esa misma noche en la comuna
nororiental un grupo de encapuchados atacó las patrullas del DAS y del Ejército donde iba
una fiscal sin rostro de nombre “Carmencita”.
El 14 de octubre estando en las instalaciones del DAS hablando con el Doctor “Jairo”,
subdirector de este organismo, comentándole de mi captura y de los problemas anteriores,
me dijo que ya estaban enterados de quién era yo y que estaba en mi trabajo, que no había
problema de ninguna clase, por último me dijo: “¡Leo, discúlpenos, fue un error su captura!”
Justo en ese momento se encontraba en la oficina del DAS la fiscal sin rostro “Carmencita”
haciendo una diligencia. Cuando el señor subdirector del DAS me dijo “Leo”, la fiscal
reaccionó y se vino al frente y le dijo al director: “¿cómo se llama este señor?” Él le
respondió: Le decimos “Leo”, inmediatamente dijo: captúrelo que este fue el que nos atacó
hace 8 días en la comuna Nororiental, donde murieron dos señoras. Ella seguía insistiendo y
repetía varias veces al subdirector ¿Qué espera para capturarlo? ¡Captúrelo! este es alías
“Leo”; en su ofuscación la fiscal le decía al subdirector ¿Qué espera para capturarlo? ¿Qué
pasa que no lo coge? El señor subdirector me hizo un gesto indicándome que me fuera, yo le
hice caso y me fui para la casa, al rato me llamó y me dijo que la fiscal me había montado
una orden de captura en radicado 16.200 porque era alías “Leo” el hombre que los había
atacado en la comuna nororiental, me dijo que bajara nuevamente para que habláramos. Al
llegar a la oficina del DAS me mostró la orden de captura y yo desconcertado le pregunté
¿Qué hacemos? Él me respondió: “hay dos cosas que se pueden hacer, la primera es
presentarse y te meten 2 ó 3 días mientras investigan que no es usted y la segunda es
74
seguir trabajando, usted hace 8 días salió de la cárcel ¿para que va a volver allá?, váyase
para la Sijín, informe para que sepan qué hacer, de esta forma si lo captura el DAS o la
Policía ya sabrán su situación. Al ver que yo no me presenté frente a la orden de captura en
el DAS, la fiscal mandó orden de captura a reparto y para mi mala suerte me tocó el CTI con
los que no tenía ningún contacto.
Después de 5 meses se hizo efectiva la orden de captura por parte de este grupo, ya el DAS
había hablado con la doctora diciéndole quién era yo, que yo trabajaba para la Sijín, que yo
era “Leo” el bueno, no el que buscaban de la nororiental. Sin embargo, ella dijo que se debía
hacer efectiva la captura para poder anularla, cuando se efectuó la captura ella me llamó y
me dijo que estuviera tranquilo que ella iba a hacer lo posible para hacer las veces de
reconocimiento y dar la libertad. Con esta llamada quedé tranquilo pero definitivamente no
estaba pasando por un buen momento, pues en ese entonces hubo un homicidio en el sector
de Fuente Clara parte baja, yendo para el sector de Los Chorros, de un individuo llamado
“Juan María”, miliciano de Vallejuelos, asesinado por parte de alías “C y M”, y al llegar mi
libertad por parte de la fiscal anterior me dejaron nuevamente detenido por este homicidio,
ya que personas que yo creía amigas me habían denunciado como autor material. Y ese es
el homicidio que estoy pagando sin haberlo cometido, porque la señora “María”, su hijo
“Juan” y con “Carmen” fueron y juraron ante la fiscal que me habían visto asesinar a esta
persona, teniendo en cuenta que estos que me acusaron para la fecha del homicidio, el 13
de Febrero del 1995, no vivían ya en el barrio y se encontraban en la comuna Nororiental,
barrio El Popular, se habían ido hacía un año por problemas que tuvieron conmigo y se
valieron de esta situación para desquitarse de mí.
El problema radicó en lo siguiente: en el año 1994, a mediados de marzo fue muerta una
niña Adriana que estaba viviendo en la casa de la señora “María”. Yo entré en
contradicciones con esta familia, quien estaba averiguando quién había matado a Adriana
con la intención de incriminarme. Les dije que tenían que pagar por eso, que se iban o se
morían. Inmediatamente se fueron para el barrio Popular. Adriana fue sacada de la casa de
“María” por “Carmen” y “Patri” para irse a dar una vuelta por El Morro acompañados de “F,
C, M” y otros; ya en El Morro esta niña fue violada y asesinada por éstos. Luego le dijeron a
“María” que yo había sido, ellos empezaron a regar el rumor y yo me defendí y les dije a
estas personas que yo iba a resolver esta situación. Inmediatamente estos se fueron del
barrio. Como el señor “Juan María” fue muerto frente a la casa de “María”, los que
cometieron el crimen de Adriana se dieron cuenta que yo iba a salir de la cárcel y por medio
de uno de ellos “F” los mandó a que denunciaran este muerto y dijeran que había sido yo.
De esta forma se desquitarían porque los había hecho salir del barrio. Así lo hicieron: me
dieron condena de 44 años y 10 meses que la dictó un fiscal de tendencia izquierdista.
Hoy me encuentro detenido, ya he pagado 10 años, me siento contento de estar vivo, y „no
hay mal que por bien no venga‟, de estar afuera hubiese casado una guerra con los C.A.P
(Comandos Armados del Pueblo) que surgieron después y asesinaron a mi hijo: la última vez
que lo vi fue en su ataúd, me lo trajeron a la cárcel porque no pude asistir a su sepelio. Acá
detenido he enfrentado situaciones muy duras: en Bellavista tuve que convivir con las dos
personas que asesinaron mi hijo y entre todos servirnos, unas veces yo le serví a ellos y
otras veces ellos a mí; en Itagüí enfrenté problemas con las milicias, me tuvieron que
cambiar de patio porque una vez recibí la visita de un agente de la Cuarta Brigada, los
milicianos al enterarse de la situación intentaron agredirme. Me tuvieron que sacar del patio,
las milicias siempre creyeron que yo había estado de su lado, pero yo he sabido sortear
todas estas situaciones, he sufrido dos atentados, pero estoy vivo, hoy en día me encuentro
saliendo con permisos, contento de poder venir donde la gente que me vio crecer y me han
colaborado, a pesar de las situaciones siempre han estado conmigo aunque mi hogar se
acabó, mis hijos ya están grandes. Después de recuperar mi libertad desearía alejarme de
75
todos los problemas, estar en paz y tranquilo; lo único que deseo es terminar con todo mi
pasado y aclararle a la gente quién fui yo, ya no tengo esperanza, mi hogar se terminó,
¿Dónde voy a conseguir trabajo? pero me quedaré tranquilo después de que todos conozcan
mi versión y sepan quién fui yo y porqué ingresé al grupo de las milicias”.
Esta es lo que narra León Moreno, y dejamos al lector el juicio de qué tan cierta es la
historia que cuenta y la realidad de su arrepentimiento. Lo cierto del caso es que todos los
habitantes de Blanquizal recuerdan la época de las milicias que dominaron este territorio
durante 14 años: iniciaron supuestamente bajo “buenas causas”, pero en la medida que un
grupo se terminaba surgía una nueva organización, con integrantes que difícilmente sabían
el propósito de este grupo y los integraban sólo por sentir reconocimiento o por tener una
arma para amenazar y atemorizar. Poco a poco la presencia de las organizaciones del estado
que debían velar por la seguridad de los ciudadanos se fue desvaneciendo y nuestro barrio
estuvo a merced de este grupo que dependía de las intenciones de quien comandara: se
tejía una época de violencia, a veces cruda y a veces pasiva.
“Marcos”, “Robinsón” “Calentura”, “Fujimori”, “Culito”, “El Cucho o El Viejo”, “Barbas”, “El
Negro”, “Pájaro”, “Matallana” (el malo), “Fercho”, “Guillermo”, “El Ovejo”, “La Mona”,
“Sigifredo”, “Los Ratones”, “Pecas”, “Peluche”, “El zurdo”, Cada uno tuvo su época de
cacicazgo lleno de terror.
Para el año de 1990 se contaba con la presencia de la Estación de Policía de Laureles, donde
sus hombres estaban pendientes de la comunidad y velaban por la situación. También se
encontraba allí la agente de Policía Ruth Morelia Caro Rodríguez nativa y habitante del
sector, y como le dolía su gente y toda su familia estaba en la estación pendiente de
cualquier situación que ocurría en el barrio; la patrulla venía constantemente a pesar de las
pésimas condiciones de las vías. Los grupos armados al margen de la ley ya sabían quien
estaba en la patrulla y así los evitaban. En el Comando Metropolitano, la estación tenía
orden de no realizar patrullajes en este sector en horas de la noche porque era considerada
“zona roja”; si ocurría alguna llamada para notificar un “901” (asesinato) en la noche debían
dejarlo hasta el día siguiente para hacerle el levantamiento, decía el comandante que “el
muerto no se va a ir del sitio donde fue dejado”, y así permanecían estos cuerpos toda la
noche a la espera de su levantamiento. Entre los casos que le tocó atender a Ruth y a los
compañeros de la Estación (entre ellos Oliveros) se cuentan los siguientes:
disposición de la estación. Los muchachos comenzaban a llenar los espacios vacíos dejados
por las fuerzas del estado que debían defender la seguridad ciudadana.
En otra ocasión, a eso de las siete de la noche, los compañeros de Ruth la trajeron después
de terminada su jornada laboral. Inmediatamente fueron alertados por una vecina que salió
a decirles que se fueran rápido que los grupos de las milicias realizarían una limpieza social,
para acabar con los integrantes de la banda del “Indio”. Los agentes al conocer este hecho
salieron del sector, esa noche la comunidad llamó al comando a reportar dos asesinatos.
Otro de los casos atendidos fue por intermedio de la Policía de Menores; así se desarrolló
este suceso: Estedian Hoyos, trabajaba en las noches en un bar y dejaba sus hijos solos (en
una pieza que pagaba de alquiler, la que antes era una marranera), encerrados hasta el día
siguiente. Los niños se despertaron y al ver que su madre se demoraba, lloraban y gritaban
que tenían hambre, la policía vino, sacó los pequeños de este rancho y los llevaron a
Bienestar Familiar.
La estación de policía también realizó en este tiempo una brigada cívico policial, actividad
donde se congregaba toda la comunidad, pues traían mercados, médicos, peluqueros,
variedad de actos culturales y así durante un día los habitantes se sentían acogidos por las
fuerzas del estado. Esta brigada estuvo dirigida por el Capitán Álvaro León Acosta, quien
años después, cuando patrullaba en El Valle en helicóptero, fue derribado en una emboscada
guerrillera y fue secuestrado. Años después fue dejado en libertad en el desarrollo de un
intercambio humanitario.
Se recuerda también al cabo Murillo, que atendía todas las inquietudes de la comunidad, se
arriesgaba a capturar los delincuentes que tristemente tenía que dejar ir por falta de
pruebas y de personas que denunciaran los hechos. También ayudó a recuperar todos los
utensilios del restaurante comunitario que había sido desvalijado una noche, negándose a
salir del barrio hasta cumplir su misión.
El Ejército y sus Hombres de Acero instalaban su carpa de circo en la cancha, para dar un
rato de diversión a los habitantes, decían que era para hacer labor de inteligencia, lo cierto
del caso es que propició ratos de alegría a esta comunidad que pasaba poco a poco de ser
un campo tranquilo a un campo de batallas.
Esta era la presencia de las fuerzas militares la que se fue desvaneciendo, hasta llegar al
punto de no realizar ningún levantamiento en el sector, ni señales de la Policía y de vez en
77
cuando un patrullaje del ejército armados fuertemente con cargamento para la guerra, a
merced de los grupos ilegales quedó este barrio y todas las comunidades vecinas. Gracias a
Dios la justicia divina no abandona y fue así como llegó la parroquia.
PARROQUIA
Durante la dirección del Padre Romero se contaba con los siguientes grupos de apoyo en la
parroquia: Las Madres Escolapias, La Legión de María, Apostolado de Visita a los Enfermos,
Infancia Misionera y la catequesis orientada por los seminaristas de San Pío X, grupo de
acólitos, club de mayores San José, la Facultad de Arquitectura de la Universidad Pontificia
Bolivariana, Colegio los Sagrados Corazones ubicado en Robledo Palenque, quienes hacían
brigadas educativas y de salud mensualmente, el Colegio Calasanz Masculino colaboraba por
medio del grupo juvenil Almatá, la parroquia de San Pedro y San Pablo que donaba
mercados para las familias más necesitadas, el Instituto Nazareth encargado del Centro
Médico Ecce Hommo y además colaboraba con donaciones en dinero para ayudar a los
gastos de la parroquia.
El Padre Romero bautizó las calles de Blanquizal con nombres bíblicos, tal vez con la
intención de hacer exorcismos en aquellas calles y callejones en los que ocurría de todo,
escogió los siguientes nombres y en solemne ceremonia realizada en Diciembre de 1991
colocó la placa de cada calle: Eccehomo, Belén, Jerusalem, Betania, Nazaret, La Sagrada
Familia Jesús María Y José, Jordan, llamó Monte Carmelo al sector del Porvenir y Getsemaní
al barrio Fuente Clara.
El Padre Romero realizó un censo poblacional de las comunidades que atendía y el resultado
para ese año fue de: Hombres: 1.489, mujeres: 1.584, para un total de 3.073 y registró
otras comunidades religiosas como: Cruzada Estudiantil en El Porvenir con 35 personas,
testigos de Jehová en Blanquizal y El Porvenir (4 familias), Ejército de Salvación en el barrio
El Paraíso, con casa y consultorio médico, Evangélicos en El Morro y Altavista (3 familias).
La vida de la parroquia giraba en torno a todos estos grupos con una firme intención
pastoral, amortiguando los golpes recibidos por las muertes violentas, se realizaban las
78
celebraciones cotidianas donde siempre se congregaban todos los vecinos de los barrios
sobre todo en las celebraciones de Semana Santa, diciembre y las fiestas patronales.
En la historia del barrio se puede ver que han quedado en el corazón de los blanquizaleños
el recuerdo de dos Padres, el Padre Raúl porque fue el primer párroco y el Padre Romero
por su interés en la vida comunitaria y contacto permanente con las familias de la parroquia.
Continuó esta labor evangelizadora el Padre Oscar Hernán Tobón Campuzano. Aquí hay algo
paradójico que quiero resaltar, pues ya no sólo se enfrentaron el bien y el mal, se confrontó
una familia entre el bien y el mal. El Padre Oscar estaba bajo la dirección de los fieles
seguidores de la Iglesia católica, aliviando las angustias, intentando dar solución espiritual a
los problemas de los pobladores, predicando el cumplimiento de los Diez Mandamientos,
sobre todo el mandamiento del amor, el amor a la vida, el no matarás porque la vida es un
regalo divino, pero opuesto a esta filosofía y predicación se enfrentó a una dura batalla. Su
sobrino, un joven de apenas 16 años, llegó también al sector de Blanquizal trasladado del
barrio Santo Domingo como comandante del grupo armado, un joven sin ideales claros, pero
el poder de las armas lo hacía grande, acompañado por un grupo de jóvenes de su misma
edad y al que se sumaron otros chicos desorientados del sector.
Me imagino la angustia de aquel sacerdote frente a las actitudes de su sobrino, pues inició
otra etapa de violencia. En tan sólo dos meses habían batido el record de asesinatos en el
sector; víctimas de estas injusticias eran las mujeres y los ancianos, en uno de sus crímenes
cayó la gran líder comunitaria Rosalba Rueda sólo por atreverse a comentar la angustia que
sentían los pobladores del barrio asediados constantemente por estos integrantes de las
milicias; el problema cobró tal magnitud que tuvo que llegar otro grupo a poner en orden la
casa y entró a asesinar estos jóvenes, del Padre Oscar le tocó ver como en el territorio de su
parroquia se debatía una guerra propiciada por el sobrino, igualmente le tocó ver como
acabaron con su joven vida. Todos entendíamos que nadie es responsable de los actos de
los demás ni siquiera los padres con sus hijos, pero el dicho de que “siempre en una familia
hay una oveja negra” se confirmaba una vez más.
Continuó para el periodo de Mayo de 1995 a Septiembre de 1996 el Padre Próspero Restrepo
García; durante el año de su dirección pastoral conservó algunos grupos parroquiales,
incluso pensó en poner por horas durante algunos días de la semana una secretaria para
que le colaborara con las labores del despacho parroquial, entre los fieles se ofreció la
señora Luz Marina García, quien tenía experiencia en el oficio, lo hizo de una forma
desinteresada, sin embargo el Padre reconoció su labor con una bonificación pequeña, pues
la parroquia no contaba con muchos recursos. El Padre Próspero fue el encargado de hacer
el empalme de la parroquia a los Padres Basilianos, cuando llegaron el 16 de Septiembre de
1996.
Durante el año de 1993 el periódico El Colombiano asignó una página entera a contar la vida
de los barrios, su historia y personajes. En el mes de marzo el periodista Carlos Alberto
Giraldo M. visitó Blanquizal, recorrimos sus calles y hablamos de la situación actual del
barrio. Este es el segundo segmento de la entrevista de aquel artículo, que llegó un día a
Puerto Triunfo donde casualmente lo leyó Jorge Hoyos y le hizo poner los pelos de punta al
recordar la tierra donde su difunta madre, Aurora Hoyos, había hecho comunidad. Decía así:
Con un espíritu comunitario menguado por la violencia y la falta de innumerables obras que
no se hacen o permanecen inconclusas, la vida del barrio Blanquizal tiene grandes rasgos de
desesperanza.
Las palabras de Maria Magdalena Caro, presidenta de la Junta de Acción Comunal de este
sector, ubicado al occidente de Medellín, revelan el caos, la cercanía a los múltiples
problemas y carencias en que se desenvuelve la vida cotidiana del asentamiento donde ha
vivido por 23 años.
Los jóvenes pagan su cuota de sacrificio por las bajísimas condiciones económicas de las
familias que integran. Muchos niños se ven obligados a trabajar y a desertar del estudio,
para no dejar que los suyos pasen hambre.
Solos
“Reunir a los jóvenes siempre ha sido difícil. Es muy conflictivo que ellos aporten su vitalidad
en actividades comunes. Es complicado activar ese espíritu comunitario. Un buen número de
los “pelados” se ha dedicado a hacer cosas poco productivas: llegan hasta quinto de primaria
y no encuentran más qué hacer”.
Por ello los muchachos se dedican a sostener a sus familias. “Y lo que pasa es que los papás
tampoco pueden darles más. Es regla general: a los más pequeños también les toca. Aquí
no hay una persona que se ocupe en oficios diferentes a la albañilería, la carpintería o a
sacar arena de La Iguaná”.
La escuela de las Hermanas Escolapias tiene un nombre que suena como canto: Arenys de
Mar. Las religiosas empezaron hace tres años su labor de enseñanza en dos casitas. “Con el
esfuerzo de la comunidad y el de ellas sacamos adelante esta obra imprescindible para los
muchachos”.
Antes de que las hermanas llegaran a Blanquizal era normal, cada año, que cerca de 180
niños debieran quedarse en la calle, sin opción de aprender y de compartir experiencias en
un ambiente propicio y motivante. “Ahora los problemas son la desubicación y las
dificultades que tienen para adaptarse al ambiente y al proceso educativo. Claro, la falta de
cupos persiste”.
La crisis tiene filo de navaja: “los muchachos no saben qué hacer, qué rumbo tomar... y la
situación económica tan dura. Entraron en una violencia tenaz: al principio con los jóvenes
de otros barrios, luego entre ellos mismos. Eso generó una confrontación que hasta hoy se
vive”.
Hace seis años que no se realiza un campeonato de fútbol en esta parte del occidente de
Medellín.
“Estamos organizando uno. Hemos reclutado ocho equipos, pero con muchas dificultades:
tenemos que ofrecer garantías y pedir colaboración absoluta. La planeación de la actividad
resulta complicada por esas razones”.
El Municipio
La dotación de la escuela, la ampliación del local y las ayudas didácticas, son frutos del
rebusque de las Hermanas Escolapias. “Los maestros también los pagan ellas”.
Ese centro de educación representa un motivo de orgullo para la gente y las religiosas:
“empezó como primero de primaria y ahora los niños que iniciaron el proceso van en cuarto.
El año entrante tendremos el quinto”.
Con la pasada administración municipal se consiguieron algunas cosas. Una de ellas fue la
vía de acceso al barrio, que llevaba treinta años sin ser pavimentada. “Creíamos que, con
esa ruta, el transporte se iba a acercar. Pero no llegó ninguna empresa”.
“Aquí apenas hay dos callecitas. La principal, la carrera 92DD con la calle 57F, no está
pavimentada. Este año empezamos muy contentos el raspado del sendero, pero resultó
que la obra no estaba aprobada y todo se quedó en veremos”.
Tan sólo la mitad de Blanquizal cuenta con alcantarillado y acueducto. “Cuando las Empresas
Públicas tendieron las redes de ambos servicios sólo las instalaron a quienes están más al
oriente; es decir, más cerca de la ochenta. Las casas más viejas, que son las de arriba,
están fregadas. De hecho el caño por donde corren las aguas negras de ese sector, cruzan
por el frente de la escuela y por detrás de la iglesia del barrio”.
Y la salud
“El barrio cuenta con una baja asistencia en salud. Pero eso tiene sus razones: De un lado,
no se puede negar el servicio prestado por la Unidad de Servicio Familiar de salud, Unisaf,
de Metrosalud, pero de otro hay que observar los amplios intervalos que se tienen
establecidos para la visita de este grupo de médicos. Vienen de la Unidad Intermedia de San
Javier, pero cada 15 días. Atienden en la caseta comunal.
En otro sentido, sucede que la inseguridad que en este momento vive el barrio está a punto
de ocasionar que los funcionarios retiren el servicio para poner a salvo su integridad
personal. Hasta ahora no han comunicado ninguna decisión, pero cada vez, con tantas
tensiones, parece ser inminente que determinen irse”.
¿Niños?
Hace cerca de cuatro años, por efectos de un programa de recreación adelantado por la
administración de entonces, se construyó un parque infantil en Blanquizal, pero de éste no
quedan ni rastros.
Así se ve el panorama de Blanquizal: Está cubierto con el polvo que se levanta de sus calles
sin asfaltar, árido, sin el agua que no llegó a todos lados y más oscurecido aún por los
conflictos que surgen con limitadas esperanzas de salir adelante”.
Con este artículo se resume en buena parte la vida durante este inicio de los años 90.
GRUPOS JUVENILES
Una minoría de jóvenes no ingresó a las practicas delincuenciales y se dedicó a integrar los
diferentes grupos juveniles de la parroquia, encargados de las catequesis y de preparar
escenas para dramatizar en la época de Semana Santa, con uno que otro incidente, como la
ocasión en que Alejandro Ocampo hizo el papel de Judas, con un lazo se colgó en la portería
de la cancha, organizó el nudo de tal forma que no maltratara su cuello, lo ensayó en varias
ocasiones y el plan era perfecto, llegó el momento real de la escena, a plenas 7 de la noche,
Judas decidió suicidarse para acabar con el tormento de la traición, Alejandro que
representaba este personaje presionó su soga, y el nudo empezó a apretar su cuello
fuertemente evitando el paso del aire, la gente concentrada en la oración no se percató del
incidente y se alejó del lugar rumbo al templo; Alejandro, morado, sin poder respirar, se las
ingenió para desatar el nudo y salir de ésta, antes de que la soga lo aprisionara hasta
asfixiarlo, de lo contrario estaría contando una historia trágica de Semana Santa. Creo que
Alejandro no se volvió a apuntar para representar a Judas.
Generalmente los grupos juveniles eran dirigidos por un misionero del Seminario de San Pío
X. En esta época se contó con la colaboración de los jóvenes del Calasanz con su grupo
Almatá, otro nombre de grupo juvenil fue el de JUVENCAPRE, integrado por jóvenes de los
barrios circundantes.
Con la ilusión de tener unas vías de penetración pavimentadas para que entrara el progreso
con el transporte y se acabaran las caminadas interminables por los caminos peatonales,
dejar de sufrir para sacar un enfermo (se contaba con los rieles de Fuente Clara, pero estos
ya estaban en malas condiciones), dejar de cargar el costal al hombro y sentirnos parte de
la ciudad, animados por los líderes de la Acción Comunal, en ese momento la presidencia
bajo la dirección de la autora, empezamos a gestionar ante obras públicas. Lo primero que
nos dijeron era que para pavimentar, la comunidad debía hacer las cunetas de la vía
aproximadamente de un tramo de 3 kilómetros, Obras Públicas daba los materiales y la
comunidad la mano de obra, en el momento de terminar se procedería a la pavimentación.
Sin importar que en otros sectores de la ciudad el municipio colocara los empleados para
hacer las cunetas, nosotros sin dudarlo le dimos inicio a la obra.
82
Todos los domingos sagradamente se prendían los parlantes a las 7 de la mañana para
despertar y animar a la gente a participar en esta obra comunitaria; uno a uno desfilaban
con las palas y los picos al hombro, por el parlante mencionábamos el nombre de aquel
vecino que encaminaba a hacer este trabajo por la comunidad, entre los demás se hacía la
recolecta para el fresco y el sancocho. Esta labor siempre duró varios meses porque el
trayecto no era corto y en El Morro el sol calentaba fuertemente, se tenían que cargar los
materiales hasta la cima de la montaña para luego ir descolgando por el sector del Pesebre y
la Soledad, sin embargo, todos estos inconvenientes no hicieron desfallecer los ánimos.
Aún en los momentos de luto se continuó con el trabajo. Se recuerda mucho a don Gallego,
quien era el primero en salir con la pala al hombro: un día la intolerancia de su vecino y
amigo le arrebató la vida a punta de puñaladas, lo asesinó por un comentario que no valía la
pena como la mayoría de los asesinatos ocurridos, perdimos entonces un gran colaborador
pero había que seguir en honor a él. Este hecho de violencia acompañado de otros opacó en
varias ocasiones este trabajo comunitario, sin embargo el sueño por ver el progreso de
Blanquizal revivía las esperanzas. Cuando llegamos al alto del Pesebre solicitamos la
colaboración de la Acción Comunal de este barrio y el de La Soledad, de ambos barrios
recibimos apoyo y colaboración pues la obra también beneficiaría a parte de sus
comunidades. El dueño de la arenillera también se hizo presente, dio un aporte económico
que se le reconoció a los que más trabajaron. El excoronel del Ejército Héctor Cortés, dueño
de la finca de la parte alta de Blanquizal, constantemente hacía presencia brindándonos
colaboración económica para comprar el fresco y almuerzo a nuestros compatriotas
trabajadores; vale la pena resaltar la ayuda incansable de Gerardo Hoyos, Agustín Betancur,
Rosalba Rueda y Yaneth Hoyos que se encargaban de la constante hidratación de las
hormigas trabajadoras, éstos nunca faltaron a un convite comunitario en favor de la
construcción de las cunetas para la carretera. Era tanta la ilusión de tener la calle
pavimentada que por razones de la vida al señor Agustín Betancur le cayó una enfermedad y
perdió su lucidez, se perdía en el tiempo y el espacio, pero ya sus hijos sabían donde
buscarlo, con seguridad estaba en El Morro al pie de las cunetas, esta ilusión era la única
que guardaba celosamente en la memoria, finalmente y gracias a Dios se recuperó.
Después de grandes sacrificios y encuentros dominicales, todos pudimos ver las cunetas
terminadas. En Obras Públicas no lo creían, en un tiempo record terminamos y llegó el tan
anhelado día, la vía se llenó de máquinas, arenilla y asfalto, la pavimentación era increíble,
la satisfacción por ver el pueblo organizado como hormigas bajo una causa común rebosaba
el espíritu comunitario; en el periódico El Mundo de Junio 31 de 1991 se publicó un pequeño
fragmento en mención a esta gran hazaña: “con una inversión de 50 millones de pesos el
Municipio de Medellín pavimentó tres kilómetros de la vía de acceso al barrio Blanquizal:
Esta obra hace realidad un sueño de más de 30 años de una comunidad que tenía que hacer
un largo rodeo para llegar, pues estaba imposibilitada para contar con el servicio de buses o
de otros vehículos, por el difícil acceso al lugar: Ahora el problema ha quedado conjurado”.
Inauguramos esta pavimentada con una gran carrera de rodillos, el ganador fue el señor
Edilberto Franco, el carpintero, el mismo que fabricó un potente carro de rodillos y con su
sombrero mexicano tomó tanto impulso desde El Morro que cayó en la quebrada, apenas
vimos el chispero pero afortunadamente no se fracturó y fue el feliz ganador.
FOTO 19.
TRANSPORTE
83
La mayor motivación para ver la carretera pavimentada era la ilusión de tener transporte
público. Se inició entonces la gestión ante los despachos correspondientes. Esta vez no
encontramos respuestas favorables y oportunas, teniendo que hacer interminable antesala a
los gerentes de las transportadoras como Conducciones Palenque Robledal, Coonatra y
Tránsito Municipal, para que autorizaran la ampliación de la ruta de buses; en todas se
cerraban las posibilidades de prestar el servicio, nadie se atrevía a mandar su ruta a un
lugar asediado por delincuentes o temerosos de perder su estratificación porque eran rutas
de barrios muy centrales; lo cierto del caso es que ni esperanzas de transporte hasta que un
día Rosalba Rueda fue en busca de Rogelio Arango, un señor que había vivido en Blanquizal,
y tenía un chivero (camioneta de servicio particular) prestando el servicio para la comuna
nororiental, Rosalba dialogó con él y lo invitó a mirar la plaza de Blanquizal, efectivamente
se realizó la visita y decidió arriesgarse a prestar el servicio informal para esta zona. Rogelio
consiguió otros compañeros, Rigoberto Zapata Cadavid y su hermano, Eduardo el “Alemán”,
y “El Mono”, si habíamos hecho la carretera era para prestar el servicio de transporte.
Rosalba entonces convocó esa noche a la comunidad y les informó con su megáfono, aquel
que siempre cargaba, que madrugaran y abordaran el transporte: así fue, a las 4 de la
mañana se realizaba el primer viaje desde Blanquizal al centro. Al finalizar el año de 1991 se
contaba ya con siete chiveros que transportaban las personas de Blanquizal, Paraíso y
Búcaros, hasta en el capacete eran transportados, colgados de las llantas, con tal de no
caminar y darle utilidad a la calle que se pavimentó con sacrificio. Este transporte era
realmente una buena plaza y otros señores propietarios de vehículos deseaban integrar el
combo de transportadores, pero para ese entonces ya se tenía que dar una cuota por el
puesto, poco a poco se organizaron y formaron una precooperativa, PRECOOTRANSBLAN, y
se fue consolidando el servicio.
Este gremio ha vivido de cerca la violencia del sector, sus conductores se convirtieron en los
pobladores más vulnerables por estar constantemente en peligro, eran los más expuestos
por tener que atravesar otros barrios de conflicto con Blanquizal, sometidos así a la pérdida
de sus vehículos, uno de ellos fue incendiado en la parte alta del Pesebre. En otras ocasiones
era peor todavía porque fueron amenazados y asesinados, sufrieron constantes atracos, se
llevaron grandes sustos como el del conductor que hacía el primer turno de la madrugada y
tuvo que bajarse del colectivo para correr a una persona que yacía en medio de la calle,
asesinada, amordazada y con varios tiros de gracia, sufrieron también la angustia de ser
razoneros llevando declaraciones de guerra de un barrio a otro, estaban sometidos a las
imposiciones, reglas y caprichos de los grupos armados como el de sacar las víctimas de
asesinatos hasta El Morro, transportando en medio de balaceras y lo peor aún, tenían que
pagar económicamente su cuota de contribución a la violencia. En un principio la terminal se
ubicaba en Blanquizal al frente de la iglesia, pero los vecinos del Olaya vieron que tener
cuadradero era un buen negocio y fueron obligados a trasladarse a este barrio,
concretamente al sector del “Plan” como punto de terminal, donde actualmente se
encuentran.
84
Algunas familias, concretamente tres de la comunidad (Moreno, Caro y Gómez) con grandes
esfuerzos tuvieron o tienen aún su colectivo, el resto de las „divisas‟ se las llevan otras
personalidades de diferentes barrios de Medellín, los conductores más antiguos que han
vivido todo el proceso de la consolidación de la empresa son Rogelio y Rigo, la cooperativa
está bajo la dirección de la señora Luz Marina García, con 25 microbuses al servicio de este
sector. Es el único servicio de transporte con que cuentan los barrios Pesebre parte alta,
Búcaros, Paraíso, Blanquizal, Olaya; además, ofrece a los pobladores oportunidad de empleo
como conductores o lavando los carros.
La actividad que los congrega, como a todos los buenos conductores, es la fiesta de la
Virgen del Carmen el 16 de Julio, la que celebran con un desfile por todo el sector. No puede
faltar la eucaristía para después seguir con la parranda. Colaboran prestando su servicio a
personas que no tienen recursos económicos para transportarse: un sepelio o para asistir a
algún evento comunitario. Sus conductores son constantemente capacitados para prestar un
buen servicio; esta cooperativa es ejemplo de organización comunitaria fomentando así la
autogestión de empleo.
En tan sólo 15 minutos se llega al centro de la ciudad, finalmente se concreta otro aspecto
fundamental para el sector, seguramente hoy en día a los gerentes de las transportadoras a
las que acudimos en 1991 se deben lamentar por no haber brindado este servicio porque
buenos clientes sí somos y de una constancia sin igual.
ILUMINACIÓN DE LA CANCHA
La época de fama y gloria con los campeonatos deportivos de fútbol se vio interrumpida, el
deporte quedó relegado porque el fuego cruzado y las peleas con los barrios vecinos
impidieron recolectar un buen número de equipos participantes, sin embargo, en la época
del gobierno del Alcalde Omar Flórez (1991) en muchos sectores de Medellín se terminó la
oscuridad de estos campos, fue así como se dio paso a la instalación de las 6 lámparas; era
como ver el día en la noche, la cancha era cubierta por la oscuridad, ese día se prendieron
por primera vez las lámparas, se veía todo tan diferente como recobrando vida, no dudamos
en inaugurarlas con un partido de rodillones antiguos, héroes del balompié con personajes
principales como “Fuiqui”y Fidel Caro, “Matallana” (el bueno) y Fernando Valencia. Con
camilla incluida y equipo de primeros auxilios se jugó el primer partido en horas de la noche,
terminaron borrachos del cansancio y del licor consumido. Esta inauguración perdurará en
la memoria de los habitantes, porque en ese momento pudieron sentir nuevamente el calor
de la comunidad.
La Acción Comunal, de 1990 a 1994, estuvo conformada por estas dos mujeres en el
Comité de Obras, quienes fueron asesinadas en plena defensa de los ideales y en ejercicio
del servicio comunitario.
85
FOTO 20.
Rosalba Rueda. De espíritu alegre, podría decirse alborotado, tenía una energía
envidiable. Pasados ya sus 53 años la batería se mantenía cargada, volteaba para todos
lados, su familia fue una de las primeras en venir al sector de invasión procedentes del
municipio de Uramita, madre de 13 hijos, (Reinaldo, Marta, Rocío, Yolanda, Eudieli,
Alexander, Dálida, Arbey, Alonso al que le decían “Boleñillo”), dedicó su energía al servicio
de la comunidad, no sólo en esta última Acción Comunal. Mujer de corazón grande,
muchas personas recibieron albergue en su casa, muchas familias tienen casa porque ella
era la primera en mirar y organizar el terreno de la invasión, cuántos entierros se
realizaron por las recolectas que hacía de casa en casa y cuántas fórmulas dio a la gente,
la fontanera, ingeniera empírica, pintora, aquella que se le medía a todos los oficios y
tareas, nada le pesaba, por ser una gran líder estuvo de boca en boca con comentarios
buenos y otros no muy buenos pero a eso están sometidos todos los líderes comunales. En
1991 se hizo merecedora a la medalla de reconocimiento a la mejor líder comunitaria de la
comuna 13. Mérito otorgado por el Alcalde de Medellín Omar Flórez en solemne acto en el
Hotel Nutibara; bien merecido este reconocimiento que era poco para su señal de entrega
y sacrificio a esta comunidad.
Por prevención y rumores se fue una vez del barrio en 1994. Los grupos armados ya la
tenían en su lista sólo por manifestar su desacuerdo con las injusticias cometidas por ellos.
Un mes después regresó, no se aguantó tanto tiempo lejos de su familia, su hogar y su
comunidad, dijo clara y decididamente que “no le debía nada a nadie, que su conciencia
estaba tranquila”, llegó a la casa a las 6 de la mañana, de nada le sirvieron las súplicas de
su padre Don Emilio y de su hermana Graciela cuando le insistieron que se fuera, que no
se expusiera. Vino esa mañana, durmió un rato para descansar del viaje que había
realizado y salió en la tarde, fue a buscarme para que organizáramos la Junta de Acción
Comunal, la que íbamos a entregar por la presión de los grupos armados y por nuestra
prevención y seguridad, pero esa tarde no me encontró en la casa. En el momento de su
recorrido por el barrio esa tarde el ambiente se tornaba pesado, los buitres acechaban su
presa.
Gloria Yaneth Hoyos. Asesinada el 23 de Mayo de 1994, a sus 23 años. Cursó sus
estudios como todos nosotros en la época donde la escuela quedaba en Robledo, pero sólo
llegó hasta cuarto de primaria; alegre, extrovertida, simpática, amable, trabajadora, le
86
gustaban los niños y dedicarse al oficio del hogar; en sus ratos libres salía a realizar
trabajo comunitario. Experta en hacer diligencias, heredó el espíritu solidario de su tía
Aurora Hoyos y de Gerardo, su padre. Siendo las siete de la noche llegaron unos
encapuchados a la casa donde estaban reunidos viendo algún programa de televisión, y
preguntaron quién era Yaneth. Ella respondió que ella creyendo a lo mejor que le iban a
preguntar alguna cosa, pero sólo alcanzó a intentar ponerse de pie y en frente de su
familia fue asesinada, como siempre, por algún rumor o gesto que hizo incomodar a “los
dueños de la vida”. La incansable le decían porque aquel que ama su comunidad y trabaja
por ella siempre está disponible; en la época de la pavimentación de la carretera a esta
joven le sobraban energías para subir cuantas veces fuera necesario a aprovisionar de
agua o material a los vecinos que estaban en convite en pleno morro construyendo las
cunetas.
Durante la gestión de esta Acción Comunal también se logró conseguir un auxilio con la
entonces Consejera Presidencial, María Emma Mejía, quien visitó a Blanquizal y entregó un
auxilio para terminar el primer piso de la sede comunal y construir el segundo, el que hoy
sirve para el centro médico San Basilio, además se construyeron las graderías de la cancha
de fútbol. Todas estas obras fueron realizadas en compañía de un buen equipo de trabajo
incluidas las líderes asesinadas Rosalba y Yaneth, de Gildardo García “Lalo” y Nora Elena
Saldarriaga. La presión de los grupos armados y el temor de perder la vida apagaron esta
llama comunitaria, el sin sabor de una experiencia amarga con la muerte de las compañeras,
hizo cortar las alas y deseos de hacer de Blanquizal un barrio de progreso. Durante mucho
tiempo quedó grabado el sentimiento de rabia e impotencia frente a estos hechos en los que
todos teníamos que callar.
En medio de la violencia y tragedias del día a día el barrio había arrancado en otra etapa de
progreso con colegio, parroquia, carretera, pavimentación de senderos peatonales, ubicación
de piletas públicas para surtir de agua potable a algunas invasiones recientes como la de
Alta Vista, cancha iluminada y construcción de una placa polideportiva, ubicada detrás de
una portería de la cancha de fútbol, la cual fue necesario recortar, situación a la que algunos
se opusieron al inicio, pero que fue finalmente concertada para que las damas y otros
deportes tuvieran un espacio.
UN MILAGRO
“La fe te salvará Pedro” pronunció nuestro señor Jesucristo. Este testimonio de la Madre
Olga Montoya, religiosa de la Comunidad Escolapia, es una invitación a pensar en nuestra fe.
Testimonio sobre la curación de Natalia Andrea García Mora por intercesión de la Beata
Paula Montal. Blanquizal – Medellín.
El 19 de septiembre un día antes de que saliera del hospital, su madre Julia Ester García
Mora, una señora viuda de 33 años, con ocho hijos, y una situación económica muy
precaria, vino al Colegio Arenys de Mar y con gran angustia nos pidió que le
consiguiéramos una silla de ruedas para Natalia, puesto que los médicos le habían dicho
87
que debería tenerla, porque la niña quedaría sin poder caminar y que las posibilidades de
recuperación eran muy remotas, casi nulas, ya que dependían de una buena alimentación
y frecuente terapia, para que en un periodo de dos años, aproximadamente pudiera
caminar; condiciones que de antemano no podía cumplir porque la alimentación estaba
condicionada a lo que pudiera conseguir la señora en el día para comer ella y sus ocho
hijos, y la terapia le suponía grandes gastos al transportarla en el estado de invalidez que
se encontraba y pagar la terapia que le hacían en el hospital.
A Natalia le dieron de alta el día 20 de septiembre, fuimos a visitarla el día 22 para saludarla
y llevarle algo de alimento, puesto que la madre no estaba trabajando por la situación de
Natalia. Le contamos a la familia que en la comunidad estábamos haciendo la Oración a
nuestra fundadora la Beata Paula Montal y les invitamos para que también ellos acudieran a
su intercesión, les prometimos enviarle la oración esa misma tarde con un niño.
El día 24 volvimos a visitarla junto con M. Ester Turriago Sch.P. y unas alumnas del Calasanz
Femenino. La niña continuaba sin movimiento en su pierna derecha, la izquierda trataba de
forma muy leve de responder. Le dejamos la reliquia de la BEATA PAULA MONTAL e
insistimos en que continuaran la oración, a lo que la señora nos respondió que la estaban
haciendo desde que se la mandamos, poniendo como intención la pronta recuperación de
Natalia.
Teníamos la certeza de que una vez más nuestra Madre Fundadora se haría presente en su
“Segundo Arenys de Mar”. Mientras tanto estábamos gestionando la adquisición de la silla de
ruedas; inicialmente pensé en pedirla a los padres de familia del Colegio Calasanz, pero al
fin me decidí por la Institución de Nazareth (grupo que se dedica a brindar ayuda social a los
barrios marginales y que hacía muy poco había iniciado sus labores en el barrio Blanquizal);
ellas de inmediato asignaron una visitadora social para que constatara la urgencia del caso;
esto era el día 22 de septiembre. Como sólo venían los miércoles, el 29 llegó la visitadora
para constatar la necesidad de la silla de ruedas, la consiguieron pero no fue necesario
entregarla a la familia porque la recuperación se dio muy pronto: Natalia al poco tiempo
pudo ponerse de pie. A los quince días fue a la terapia y cuenta la mamá que los médicos
quedaron asombrados por la mejoría tan rápida, le dijeron que no era necesario que la
volviera a llevar puesto que con unas instrucciones podría ella aplicarle una terapia casera.
Gracias Beata Paula Montal por tu intercesión ante Dios, con este hecho que hoy
consideramos extraordinario, confirmamos lo que en el Credo repetimos con fe “Creo en la
Intercesión de los Santos...”
A partir de la fecha las Madres empezaron la gestión para presentar en Roma el testimonio y
todos los procedimientos requeridos para lograr la santificación de la Beata Paula Montal.
PADRES BASILIANOS
El 14 de junio de 1996, la antigua fecha de San Basilio, llegaron los Padres de esta
congregación a Blanquizal. Este día caía una tempestad que no les permitió ver el bello
paisaje verde que se conserva en algunos sectores del barrio. Venían en busca de una
parroquia en un sector popular, con posibilidades de vivir en casa propia; Medellín era la
segunda fundación de esta comunidad en Colombia, la primera fue en la ciudad de Cali.
Afortunadamente llegaron a Blanquizal. El Padre Roberto señaló frente a esta fundación lo
88
siguiente: “Fundar una segunda casa en Colombia significa seguir atendiendo al clamor de
los pobres. En Blanquizal existen posibilidades para la formación (de los Basilianos que
vendrán), para el futuro de la comunidad. Hay posibilidades de hacer todo lo que el carisma
sugiere. Tratar de acompañar a la gente, entender la situación y responder en la medida que
podamos”.
FOTO 21.
Grupo de catequesis
Ministros de la Palabra
Este grupo está integrado por “laicos debidamente formados en la evangelización, su trabajo
fundamental es hacer las lecturas bíblicas en las misas de la parroquia y sus sectores”
Ministros de la Eucaristía
“Uno de los trabajos fundamentales es asistir a los Padres en la eucaristía, asistir con la
sagrada comunión a los ancianos y enfermos que no pueden estar en la eucaristía los
domingos”, la conforman personas de la comunidad que bajo este ministerio demuestran su
filantropía.
Este venía funcionando desde el mandato del Padre Próspero en 1995, esta práctica ha
inclinado a algunos jóvenes que colaboran en la parroquia a seguir su formación en la
música; las eucaristías son animadas y llamativas con la participación de este grupo.
Con la motivación del Padre Francisco Serafín Mauricio, salvadoreño que en muchas
ocasiones intervino en la pacificación de los grupos armados para evitar los enfrentamientos
entre las bandas del Paraíso y Blanquizal, porque le desgarraba el alma ver que en Colombia
se sufría la misma situación de su país, el cual vivía también un conflicto armado que los
mantenía en la miseria.
El Padre Serafín, al ver la cantidad de jóvenes sin oportunidades laborales, con un fin
preventivo, bajo la formación cristiana y el estímulo para continuar sus estudios y la
generación de espacios de convivencia y paz, inició con la creación del taller, su labor era el
trabajo y pintura en madera; hoy día es un taller amplio, bien dotado, bajo la supervisión de
Rocío Caro Rúa, incluso ya han realizado exportaciones. En el pasado encuentro de
juventudes realizado en Canadá en el año 2002, las cruces que fueron dadas a 5000 jóvenes
de todo el mundo fueron talladas en el taller San Basilio Arte Joven; de pequeñas ideas se
construyen grandes sueños. El taller fue fundado en julio de 1998, con ocho jóvenes y dos
proyectos: Trabajos en madera y cerámica, se contaba con una calculadora y poca
herramienta. Pero con el entusiasmo y alegría de todos fue avanzando y ayudaron a
conseguir más herramientas.
El taller beneficia a la población joven, ya que con la comisión que reciben cada 15 días
pueden ayudarse con los estudios y colaborar en sus casas. Uno de los proyectos son los
cursos del Sena para los trabajadores del taller y la comunidad.
Otros Grupos
Se constituyeron grupos juveniles como O.L.J Y NUES. Los Padres Basilianos también tienen
un carisma educativo, de hecho en Cali tienen a cargo la dirección de un colegio: Nuestra
Señora de la Asunción, dirigido por el Padre Francisco Amico.
Los pequeños que normalmente tendrían en las calles su centro de formación, contaron con
El Mundo Al Revés que era un sitio de socialización, donde la cooperación, la amistad y el
compañerismo iban de la mano con los planes de vocales, canciones y tablas de multiplicar.
Era una escuela donde sus 70 alumnos no pagaban, las profesoras no tenían salario y no
había una sede concreta.
Este programa fue impulsado por Pedro, en ese entonces seminarista, y surgió frente a la
necesidad de una institución educativa que posibilitara la cobertura escolar de esta
población. En un artículo de El Colombiano, Pedro se expresó así del programa “Colombia, el
país del sagrado corazón de Jesús, donde cualquier cosa puede pasar y pasa. Además de la
violencia que nos desangra desde hace décadas, en los barrios populares, donde las
necesidades son tan numerosas como las casas que crecen en las faldas de las montañas, se
ven ejemplos de superación entre grandes y chicos, quienes en contra de sus limitaciones y
ante el día que se perfila gris, lo iluminan con una gran sonrisa”
90
Con este grupo de alfabetización se confirmaba que en Medellín existían grandes problemas
de cobertura y de inclusión en programas educativos, sobre todo de las comunidades
marginadas.
Grupo de Monaguillos
Surgió en 1998, “De la Mano con Jesús”, grupo parroquial encargado de servir en la
eucaristía y ritos religiosos.
Nació dentro de la comunidad en junio de 1999, las promotoras de salud durante un año
intentaron que se creara, pero sólo hasta que el Padre Roberto Seguín y Luz María Ramírez
apoyaron se dio inicio al proyecto. Su primer médico fue Carlos Mario Tobón, de la
Universidad de Antioquia, y las promotoras Verónica Velásquez, Ana María Restrepo,
Adriana Ramírez, Ángela Gaviria, Diana Rodríguez y Johana Valencia.
Sus principales funciones son disminuir las enfermedades prevenibles, tratar naturalmente
las enfermedades, lograr comportamientos saludables a nivel personal, ambiental, social y
comunitario. Tener niños y niñas más sanos y más inteligentes.
Beneficia a todas las personas del barrio y de otros barrios, niños y niñas menores de
cinco años preferiblemente en los programas de crecimiento y desarrollo, en la sala de
psicomotricidad que se está desarrollando.
Los proyectos del centro médico son: ampliar la sala de psicomotricidad a niños con
deficiencias o limitaciones, ampliar la cobertura de crecimiento y desarrollo, continuar el
laboratorio clínico a bajos precios y el programa de odontología preventiva.
Del médico Carlos Mario todos dicen que „es un amor‟, que cura las enfermedades físicas
porque descubre los síntomas en el alma, y con su voz alentadora reanima todo aquel que
acude al centro médico ante cualquier dolencia.
Tienda Comunitaria
Se inició el 19 de octubre del año 1999 por iniciativa del Pbro. Francisco Serafín Mauricio,
con la intención de ayudarle a la comunidad más desfavorecida vendiéndoles artículos de
la canasta familiar, útiles escolares y ropa a precios favorables
Actividades Parroquiales
91
Las Hermanas Marianitas hicieron una nueva fundación en el año de 1999, ubicaron su casa
en la parte alta de Fuente Clara y entraron a formar parte activa de la parroquia. Iniciaron
las Hermanas Verónica Aliaga, Maritza Rozas y Dianey Tavera. Hoy se les ve ir y venir con
su hábito café por todos los barrios que integran la parroquia ayudando a la población a
aumentar su fe y acompañándolos en su formación cristiana.
Con estos grupos parroquiales que se iniciaron con la llegada de los Padres Basilianos se
recolectó un ejército de fieles, personas de la comunidad entre niños, jóvenes y adultos que
se alinearon a la causa de la evangelización. Si mencionáramos cada uno de estos
personajes la lista sería larga pero todos en la comunidad son reconocidos por su trabajo,
dedicación y colaboración con la parroquia, no sólo son de Blanquizal, además hacen parte
personas de El Paraíso, Fuente Clara, Los Chorros, El Porvenir y Olaya. Sí se pueden
mencionar las personas empleadas de la parroquia: Luz Elena Vázquez, la eterna auxiliar de
la sacristía, Marina García y Astrid Yépez, las secretarias, Cesar Olaya, mensajero, Mercedes
López quien prepara los alimentos, Ángela Hincapié encargada de la tienda comunitaria,
Jhon Jairo Valencia “Pepe”, de servicios generales, Margarita Gonzáles quien organiza el
espacio para hacerlo más acogedor, Diana Ramírez encargada de las comunicaciones y los
Basilianos: el Padre Rafael Lopera, líder de la comunidad Basiliana que de vez en cuando
viene a acompañarnos, hace presencia en la época que más se necesita, en el tiempo de las
dificultades y al Padre Kevin Story que con su gran sonrisa ha acompañado la misión de esta
comunidad.
Nació en Detroit (Michigan) el 2 de Abril de 1940. Sus padres son de Malta. Los estudios los
empezó a realizar en Canadá en Biología y Química y para completar realizó una maestría en
Bioquímica. Ingresó a la comunidad de los Basilianos durante el bachillerato, inició la labor
de evangelización como sacerdote en los Estados Unidos, después en Canadá, finalmente lo
enviaron para Colombia porque la comunidad Basiliana estaba buscando un lugar ajustado a
la filosofía, misión y visión de la congregación.
Eligieron entonces la comunidad de Cali en el barrio Sanín, en límites con Agua Blanca, la
población más vulnerable de Cali, después deseaban formar otra sede en Medellín, el obispo
les recomendó Blanquizal, en buena hora llegaron no sólo para acompañar los feligreses
espiritualmente, también en su propio desarrollo, llevar vida y esperanza frente a las difíciles
condiciones de vida.
“El Padre Roberto es el corazón de la comunidad” dijo Adelita. “Es un gran líder” pronunció
Hermes Durango, actual presidente de la Junta de Acción Comunal. De entrega total y
absoluta, dedica las 24 horas del día a pensar en su parroquia, incluso sueña con ella pero
92
Con ayuda de la Junta de Acción Comunal del 2004 se renovó la personería jurídica ante la
Cámara de Comercio. De este grupo se admira la constancia en las reuniones (aunque a
veces se les vea dormitar en ellas), su deseo de realizar actividades grupales y reunirse a
compartir en las tardes. Lástima que no contaron con apoyo para realizar varias actividades,
sin embargo sigue vigente el grupo y con ánimos de seguir congregándose.
Esta institución viene funcionando desde 1988, nació en Robledo Palenque, llegó a
Blanquizal en 1997, como respuesta a la ola de violencia que imperaba en Medellín. En 1991
logró su personería jurídica, ubicaron una sede en el centro y empezó a desplegarse por la
comuna nororiental, centro-oriental y centro-occidental, en el sur y norte de Bello, fundaron
una liga deportiva propia y en el 2003 empezaron a construir una sede deportiva en Bello.
Su misión es compartir las verdades bíblicas de tal modo que la población las viva en su
experiencia diaria; para ello se sirve de trabajos comunitarios, principalmente en el área
deportiva, y así mejorar las condiciones de vida de la población en áreas como la moral, la
física y la económica. Atienden en Blanquizal y barrios vecinos a 1200 niños, niñas y
jóvenes, apoyados por la liga Colombo Holandesa. Con su ayuda ya se tiene la escuela de
árbitros, microempresas y están inscritos a la liga antioqueña de fútbol; en el año de 2004
instalaron una sede en el barrio, en la “Calle Caliente”, con un pequeño gimnasio y juegos
de mesa. Se destacan en la colaboración de este proyecto algunos jóvenes de Mirador de
93
Calasanz entre ellos: Carlos Alberto Mosquera, Deisy Henao, y Liliana Villegas, están bajo la
dirección de Duverney Rojas; además ofrecen servicio psicológico y una maestra para
refuerzos, con la colaboración del espacio en el Colegio Creadores del Futuro.
¡OTRA INVASIÓN!
Otro fenómeno de invasión sacudió al barrio, pero esta era arrasadora, la más grande de su
historia. En el periódico El Mundo del 8 abril de 1997, se publicó el siguiente artículo que nos
da una explicación de lo que aconteció en el barrio y sus alrededores.
Y ellos siguen construyendo, a pesar de que en la parte baja del terreno invadido, la policía
hizo un retén para confiscar madera y cualquier material que sirva para edificar ranchos.
La Secretaría de Gobierno señaló que es muy cruel que personas ajenas a los problemas que
se viven en Urabá, se aprovechen de esa situación y se pongan en el lugar de los que
sufren en carne propia las atrocidades de las zonas en conflicto. Por esa razón, estimaron los
funcionarios de la Secretaría que no se les puede dar ninguna oportunidad a personas que
trataron de instalarse allí, haciéndose pasar por desplazados y que esta misma semana
comenzará a desalojar todo el territorio invadido.
Más de 700 ranchos se han levantado en predios de los barrios Blanquizal y Altos del
Diamante, al occidente de Medellín y los invasores de estos terrenos continúan
parcelándolos para seguir edificando improvisadas viviendas. Aproximadamente 2.800
personas se encuentran ubicadas de forma ilegal en esos terrenos que son una parte
propiedad privada y otro de Corvide.
De esa gente, más del 90% son las personas de algunos barrios de Medellín que, llevadas
por un extraño rumor que decía que allí podían construir con permiso legal, se apoderaron
del lugar y se unieron a los 40 desplazados del Urabá antioqueño, Chocó y otros sectores de
Antioquia Betania, Andes, Nariño, Segovia, para hacerse a una vivienda.
Con cuaderno en mano, los invasores de otros sectores de Medellín se están repartiendo las
parcelaciones que ellos mismos miden y alegan que ni reuniéndose todos lograrían comprar
una vivienda de interés social de las que provee el Municipio”.
94
Dos días después, en Abril 10 de 1997 sale a luz pública este artículo de El Mundo, ya que
esta invasión fue desalojada.
Es otra de las instituciones de carácter religioso que hizo y hace presencia en el barrio, en su
portafolio de presentación se define así:
El proyecto se está desarrollando en una de las comunidades con más alto índice de pobreza
y de niños en alto riesgo, como es la comunidad del Barrio Blanquizal al noroccidente de la
capital antioqueña. Nuestro centro brinda a los niños un programa integral con la cobertura
en áreas específicas: arte, deportes, manualidades, educación cristiana. Durante el horario
de formación, los niños reciben un refrigerio y durante todo este tiempo se encuentran bajo
la supervisión y atención de una tutora especializada. El centro cuenta con un personal
altamente calificado, actualmente nuestra planta de personal consta de: un pastor, una
directora general, un especialista de proyecto, tres tutores titulares, dos tutores voluntarios,
una manipuladora de alimentos y adicionalmente contamos con los servicios de una sicóloga
profesional que en días específicos nos asesora en la orientación y evaluación sicológica,
tanto de los niños como de su núcleo familiar.
Nuestra misión: Es contribuir con la formación de los niños en alto riesgo para que tengan
influencia en el desarrollo integral de otras personas, que posean una convicción firme y
radical de la presencia de Dios en sus vidas y que construyan sus propias empresas o tengan
una mano de obra calificada
Este centro funciona en la comunidad desde 1999, atiende a 150 niños, pretende ampliar la
cobertura a unos 300. Dios haciendo presencia con el amor a estos niños del barrio, que
95
salen de sus colegios y ya tiene una alternativa para invertir el resto del tiempo, vivenciando
desde pequeños otras opciones de vida diferentes a las que da cada esquina del barrio.
EL BATALLÓN MILITAR
Por tradición y costumbre, en Blanquizal se rumbeaba todos los fines de semana; los
negocios eran abiertos desde el viernes hasta el domingo; lo que más se escuchaba era
música de despecho y vallenatos, ¿quién no se sabía los éxitos de Diomedes Díaz, como: Mi
Primera Cana, Al Final del Sendero, La Reina y también los éxitos de Darío Gómez y los
Cantores del Norte con sus “Corrillos Prohibidos?”
Lo más común en las calles de Blanquizal era ver una tienda en cada esquina o a menos
distancia, negocio que dio y da sustento a muchas familias; otros montaron sus heladerías,
la más frecuentada fue I‟karo, administrada por Hildebrando David y la “Chava”. También
estaba la tienda, la carnicería y el salón social Madrigales del señor Jaime Patiño (otra
víctima de la violencia) y el de la esquina de Reinel, aunque ha sido administrada por varias
personas, siempre en este lugar ha existido una tienda, el que lleva más tiempo con ella es
Albeiro “Orejas”. Cómo no mencionar la tienda de don Carlos Orrego en toda la esquina de
Calle Caliente, donde se encontraba hasta petróleo para desvararse en caso de la
interrupción de la luz eléctrica; la heladería de “Rafa” que después se convirtió en billares; la
heladería de Dioselina Londoño que funcionaba en lo que hoy en día es una panadería. Los
Vallejo, siguiendo la tradición de su padre Gabriel, montaron también su negocio, Edgar, su
hijo, construyó un salón para billares en plena avenida principal. Otro negocio muy conocido
(tienda, carnicería y depósito) era el de “Rigo” y el depósito de materiales de construcción,
negocio recordado porque su propietario, el señor Norberto, cayó por esas cosas del destino
en la cárcel y fue tan duro este proceso que lo llevó al suicidio; también estaba el rinconcito
de Samuel Arias, donde éste ponía las canciones que él componía e interpretaba. En estos
negocios los habitantes de Blanquizal ahogaban las penas en el licor y la música, los rayos
del sol sorprendían a estos fieles clientes y así se daban cuenta de que su gran noche había
terminado; a esperar otro fin de semana para repetir esta velada, pero la tranquilidad del
barrio hacía muchos años se venía acabando y por eso los dueños de estos locales eran
obligados a dar su cuota para la guerra. En medio de la violencia funcionaban hasta que ésta
fue de tanta magnitud que muchos de ellos cerraron y abandonaron esta actividad de
sustento.
96
A pesar de las adversidades, se inició la primera droguería (esta sí con droga de fórmulas
médicas). Se ubicó al frente de la placa polideportiva en la casa de Dioselina, pero de allí fue
trasladada a donde está actualmente en plena zona rosa de Blanquizal, al lado de la
parroquia, administrada por la familia Hincapié Miranda (Álvaro, Lucia, Astrid y Edison),
quienes se han ganado su plaza, por el cariño y la calidez en el trato, incluso algunos
prefieren preguntarles que sirve para x ó y síntoma porque es más efectivo que ir al médico.
Termina así otro capítulo de historia del barrio, tal vez el más sentido por el cambio de un
ambiente tranquilo a uno de intranquilidad, la violencia se encrudecía cada vez más, pero
también fue la época en la que varias instituciones se levantaron al servicio de la
comunidad. Dicen que después de la tempestad viene la calma, que “cuando la noche está
muy oscura es porque va a amanecer”, la mayoría de las familias del sector fueron tocadas
por un hecho trágico, los Vallejo perdieron varios de sus integrantes (“Galo”, Jairo,
“Gabrielito”, Robinsón); los Hoyos fueron tocados por la muerte de Yaneth, “Cheo”,
“Otilio”; Los Cano con la muerte de Enfrén, Los Velásquez con la muerte de Julio, Los
Moreno con la muerte de Dairon “La Liebre” y así cada una de estas familias fundadoras,
colonas, nuevas del Blanquizal creciente lloró un ser querido; la violencia cada vez era más
cruda, al sonar un disparo era una persona fija que caía, los enfrentamientos con los
barrios vecinos eran constantes, no había día que se respetara, incluso en Semana Santa,
en plena celebración del Jueves Santo las personas que asistieron a la liturgia se quedaron
en el piso de la iglesia varias horas mientras el enfrentamiento terminaba; todo forastero
era blanco fijo de investigación, de milagro salía del sector con vida, todo vendedor
ambulante era sospechoso, cualquier rumor mal pronunciado se convertía en la cruz,
ningún taxista lo traía hasta el barrio y con justa razón, pues cuando no lo atracaban era
obligado a transportar los cadáveres o hacer alguna carrera para una acción béli ca. El
barrio se descomponía y los corazones de las personas se estaban derrumbando.
A pesar de las condiciones, el deseo de cambiar hizo que las instituciones presentes
continuaran con su misión y además surgieron otras para dar esperanza y sentido
comunitario, una semilla se levantaba en el corazón del barrio frente a la cancha de fútbol,
la alternativa de solución a muchos problemas de los habitantes, pues en 1998 se dio inicio
a la construcción del Colegio Blanquizal, al fin después de toda la historia vivida, el Municipio
se iba a ser cargo del legado cultural más preciado de una población, “la educación”.
Pese a esta gran construcción, en un ambiente incierto se tejía otra etapa histórica;
pasemos entonces al siguiente capítulo.
97
CAPÍTULO SEIS
SÁLVESE QUIEN PUEDA
2000 – 2004
Barbarie es el nombre que le dieron los habitantes a esta época, por la tortura que vivieron
a principios de este nuevo siglo, del que decían sería el fin del mundo y que para los
habitantes del barrio casi lo fue.
Se produjo el mayor número de asesinatos; entre los hechos que más marcaron la población
por la crueldad están tres masacres, de jóvenes, niños y niñas entre los trece y diecisiete
años. Innumerables historias se podrían describir, pero ya bastante sensacionalismo se ha
creado alrededor de esta época de la comuna trece. Sin embargo, algunos relatos son
necesarios para que los hechos no se vuelvan a repetir.
Si bien la década anterior fue de sucesos violentos, esta nueva etapa, entre los años 2001 y
2003, es recordada como la más dura, donde se cometieron todos los actos de atropello en
contra de la dignidad y la vida humana. ¿Cuántas personas murieron por hechos
insignificantes? ¿Cuántos aplicaban la justicia con sus propias manos y se llenaban de
motivos? Ni unos ni otros tenían por qué haber muerto, la vida es un proceso natural que
naturalmente debe terminar. Mujeres viudas, mujeres lamentando la pérdida de sus hijos,
niños huérfanos, jóvenes apenas despertando a la vida que se enfrentaron a las torturas y a
ver cómo en segundos su vida se iba; cuando no se sufrían pérdidas por enfrentamientos
con las fuerzas militares, eran los grupos de las milicias ajusticiando a los “sapos”, infiltrados
o también el otro bando de las A.U.C que no perdía oportunidad.
Si por cosas del destino un familiar de los habitantes del barrio se unía a cualquier grupo, su
familia pagaba las consecuencias; esta violencia cruda tenía un objetivo claro: el dominio del
territorio que se disputaban las milicias populares con las autodefensas y el deseo de las
fuerzas militares por recuperar el orden de las zonas donde no había presencia de este
organismo; enfrentamientos que no respetaban edad, raza, credo, condición, “al contrario,
siempre pagando justos por pecadores”.
Éxodo masivo de la población, las calles que estaban llenas de niños se fueron despoblando,
después de las cinco de la tarde todos nos protegíamos en nuestras casas, y Blanquizal
parecía un pueblo fantasma pues estos enfrentamientos no tenían hora, día, o lugar fijos;
cuando menos se pensaba se producían, a veces la casa no servía de refugio porque las
débiles paredes eran perforadas por las balas, granadas o petardos. Solo reinaba el pánico,
no había tranquilidad, las personas que presenciamos estos actos permanecíamos atónitos,
desesperanzados, esperando ver un giro en esta historia, el fin de esta guerra sin tregua;
muchos no resistieron hasta el final, tuvieron que abandonar forzosamente el lugar, bien
pudo, ser por amenazas o por no ver tanta crueldad, el estrés no se hizo esperar y las
clínicas de reposo se fueron llenando. La comuna trece estaba en la mira del estado, ya la
guerra había traspasado todos los límites, el mundo ponía sus miradas en este sector, los
noticieros estaban llenos de situaciones que se presentaban día a día en esta comuna.
El P.P.P.
Este proyecto se dio gracias a la sugerencia de Luz María Ramírez y Bibiana María Gómez.
Los principales aportes de la biblioteca en materiales los hicieron algunas familias del barrio,
otros aportes fueron realizados por la colaboración comunitaria y donaciones privadas.
Dentro de algunos voluntarios podemos mencionar a Ana Lucía Urán y Beatriz Elena Arias.
Fue así como el 8 de mayo de 2000 la Biblioteca abrió sus puertas al público con un
promedio de asistencia de 150 personas a la semana, entre niños y jóvenes. Más adelante
recibió el nombre de Biblioteca Aldemar Rodríguez Carvajal, en memoria de un acompañante
de la parroquia La Asunción de la ciudad de Cali, quien fue catequista y trabajó con los
presos políticos. Su muerte ocurrió en una masacre en abril de 1992 en Semana Santa, y en
su diario personal escribió que uno de sus grandes anhelos era fundar una escuela o jardín
antes de morir. Si bien el lugar no es un jardín está prestando un servicio educativo,
además funciona en el sitio que alguna vez fue destinado para el jardín de la profesora
Carmen pero por falta de recursos fue cedido a la parroquia, de alguna forma el sueño de
este joven se hizo realidad.
Ahora, la Biblioteca cuenta con un computador, un pequeño salón virtual y un buen material
para consultar.
Cursos de manualidades
Estos cursos iniciaron en el año 2001, para que las personas de la comunidad parroquial
tuvieran empleado su tiempo libre, realizando actividades productivas, aprovechando sus
talentos y potencialidades. Esta actividad benefició a niños, jóvenes y adultos. Por medio
de Javier Reyes Reyes, un postulante de la Comunidad Basiliana, llegó una corporación
artística llamada Nefesh, quienes empezaron enseñando teatro, música, danzas y
manualidades.
El Padre intentó reunir algunos jóvenes del sector para que se inclinaran a realizar obras
de beneficio a la comunidad y no ingresaran a la lista de las milicias o grupos
delincuenciales, es así como se veían por todo el barrio y barrios vecinos los jóvenes
“escobitas” haciendo el aseo de las calles, las personas colaboraban con la causa dándoles
fresco o ayudas monetarias, el Padre les daba el almuerzo y se encargaba de los
suministros para implementos de trabajo, pero el proyecto fracasó. Algunos de estos
jóvenes eran consumidores de droga y pudo más este flagelo que las buenas intenciones
del Padre. No demoraron en ingresar a las listas de los grupos armados al margen de la
ley, dejaron de empuñar las escobas y cogieron las armas, lo que para algunos se convirtió
en el final de su vida.
99
Durante las administraciones de las Acciones Comunales del señor Edilberto López y Carlos
Mario López se dio gestión e inicio a la construcción del Colegio Barrio Blanquizal, siendo el
Secretario de Educación el educador Libardo Álvarez. Pero la lucha de la apertura se dio
durante la administración de la siguiente Acción Comunal.
FOTO 22.
BLANQUIZAL ESTRENARÁ COLEGIO
Con este nuevo colegio, más niños y jóvenes de Blanquizal y los barrios aledaños tendrán
cupo educativo a partir de enero. Lo que sí tiene contentos a los habitantes de los barrios
mencionados, y a otros del sector, es la posibilidad de que en enero próximo empiece a
funcionar el colegio que actualmente construye el Municipio en el centro de Blanquizal.
“Para esta obra se invirtieron $1.500 millones. Tendrá cuarenta aulas y se espera que en
febrero estén funcionando las primeras 20. Será una buena solución para los problemas de
educación de este sector, que tiene unos 6.000 habitantes en total”, calcularon los dos
dirigentes comunales. La construcción se inició hace dos años, estuvo interrumpida un
tiempo y en agosto pasado se reactivaron las obras. Por el ritmo que se ve la cosa pinta
bien para su culminación. Incluso ya hay 800 muchachos inscritos solicitando cupo.
Con este proyecto se tejieron grandes sueños, después de años de angustiada búsqueda
de puesto para los hijos en los colegios aledaños con poca capacidad para cubrir la
demanda. El Municipio de Medellín inició esta obra, un gran colegio para 1600 niños y
jóvenes de grado preescolar al grado once, con 16 aulas, sala de informática, dos
laboratorios para física y química, restaurante escolar, sala de docentes, biblioteca, tienda,
auditorio con capacidad para 300 personas y área administrativa. Con la terminación y
apertura del Colegio la historia de la comunidad de Blanquizal se dividía en dos; nació una
nueva esperanza para el desarrollo y la prosperidad. El colegio, pasó a ser el epicentro del
barrio, donde sería atendida la mayoría de los niños y jóvenes del sector.
Efectivamente, todos tenían la esperanza que en enero los niños iniciarían clase en su
nuevo colegio pero no fue así, esta historia apenas comenzaba; pasó enero y de la
apertura del colegio nada. Pasó febrero y ni esperanzas. Llegó marzo y ya mirábamos con
escepticismo la posibilidad que estos 800 chicos iniciaran clase. Los líderes comunales en
cabeza del Señor Alejandro Ocampo presidente ad-hoc de la Junta de Acción Comunal,
Margarita Vanegas y la suscrita, iniciamos un movimiento pacífico, organizamos a toda la
comunidad, congregada en la caseta comunal. Se había trazado un plan: para el día
siguiente nos iríamos con todos los niños, niñas y jóvenes para el edificio Atlas, sede de la
Secretaría de Educación Municipal, a exigir la apertura del colegio. Efectivamente todos
cumplieron la cita y alrededor de 700 personas nos volcamos a este edificio con un
objetivo claro: no nos moveríamos de allí hasta que nos dieran una respuesta clara con la
consigna a viva voz “QUEREMOS ESTUDIAR”; algunos padres de familia tomaron el
100
megáfono y exigían la pronta apertura del colegio, la puerta principal fue sellada y ningún
funcionario podía salir del edificio; además se bloqueó la vía El Palo, impidiendo el paso
vehicular; incluso un joven que manejaba una camioneta arremetió en contra de la
multitud alcanzando a una pequeña, afortunadamente no hubo traumas o lesiones pero
casi nos daña la protesta, la policía intervino y detuvo a este joven. Las personas que
trabajaban en el sector en un gesto de solidaridad nos dieron sus almuerzos y leche para
hidratar los niños, el noticiero de Teleantioquia pudo captar estas imágenes.
Afortunadamente la solución fue dada el mismo día, pero con una respuesta no muy
alentadora que fue aceptada por la comisión de negociación: 500 niños estudiarían en la
jornada de la tarde en Arenys de Mar y otros 500 serían transportados al Colegio Corferrini
en el parque de Robledo durante un mes, mientras terminaban el Colegio de Blanquizal.
Parece que la historia termina aquí ¿verdad?, pero cómo les parece que no fue así. Pasó el
mes de mayo y de la entrega del colegio nada, la comunidad se sentía engañada, no se
había cumplido lo prometido, hasta que un día los estudiantes devolvieron los buses
vacíos, no se fueron al parque de Robledo, se quedaron en su colegio; los padres de
familia pidieron a los trabajadores que salieran del espacio y se adecuaron algunos salones
para que los estudiantes recibieran clase, incluso en el piso; para la seguridad de éstos se
colocaron unos pasamanos con teleras de madera y así llegaron los medios de
comunicación. De nuestro colegio no nos moveríamos, no era justo que la entrega se
dilatara y los niños fueran trasladados a otro sector teniendo este hermoso “elefante
blanco” construido en la comunidad, así fue registrada esta otra manifestación pacífica. El
periódico El Tiempo publicó el 14 de Mayo de 2001 en la página 1-7 este artículo:
Las madres de 500 menores de Blanquizal aceptaron el sábado pasado las razones por las
cuales éstos deberán seguir recibiendo sus clases en otro sector de la ciudad durante un
mes más. El barrio fue a principios del año el sector con mayor déficit de cobertura
educativa de Medellín y hoy la Secretaría de Educación de Medellín (Edúcame) y líderes
comunitarios coinciden en que el problema quedó superado por el momento, pues la
llegada diaria de desplazados a esta área hace que las necesidades educativas crezcan.
los niños al Ferrini, aduciendo las dificultades propias del desplazamiento y una supuesta
discriminación de sus compañeritos de otros lugares de la ciudad.
“Ellos dicen que allá los miran y les dicen “desplazados del Perú”, además usted sabe que
uno se siente bien es en la casa de uno”, comenta la presidenta de la Acción Comunal,
Margarita Vanegas.
Por eso la misma comunidad había acondicionado apoyos de madera rústica a lo largo de
las escalas y un cerramiento similar alrededor de un nuevo colegio construido en el
corazón de Blanquizal para que el Ferrini trasladara a los alumnos hasta allí de manera
provisional, mientras se instalan los pasamanos y una malla de seguridad.
Los trabajos cuestan $ 17.800.000 (diecisiete millones ochocientos mil pesos), que en una
reunión con los líderes comunales el jueves pasado el Secretario de Educación, Enri que
Batista, se comprometió a dar, a condición de que le dieran un mes de espera para la
entrega del colegio.
Las madres se resistieron a dar el plazo pero en un encuentro dentro del mismo barrio el
sábado pasado aceptaron. Batista convenció a unos 150 asistentes acerca de las
responsabilidades penales y civiles en las que incurriría en caso de algún accidente por no
tener las condiciones de seguridad requeridas.
Según el acuerdo, el 11 abrirán el colegio y mientras tanto los niños seguirán en la sede
del Ferrini de Robledo. De acuerdo con el funcionario, no habrá problema para la dotación
porque ésta se incluyó dentro del contrato con el Ferrini. El nuevo plantel cuenta con 17
aulas, laboratorios, biblioteca y áreas administrativas. En él se invirtieron cerca de 1.300
millones de pesos y es uno de los mejores de la ciudad.
“El doctor Batista dijo muy claro que él tenía palabra y que cumplía con lo acordado”, dijo
la presidenta de la Acción Comunal. Al no quedar un documento escrito, los asistentes
guardan con celo la voz del funcionario en una grabación.
Todos los noticieros y periódicos de la ciudad se solidarizaron con la causa y así fueron
registrando el desenlace de la apertura de nuestro colegio. Para Mayo 15 de 2001 se
publicó este otro artículo, en el periódico El Colombiano página 5 D: “Estudiantes De
Blanquizal Quieren Su Sede. Durante un día, la semana pasada, los alumnos recibieron
clases en el piso en el inconcluso colegio. Todos piden que cuanto antes se finalice la obra
y le sea entregada”.
dos meses dotó con mobiliario nuevo a la institución, con la entidad de Corferrini se
cubrieron las expectativas educativas, su inversión por atender a los estudiantes no tenía
reparo alguno, por eso se ganó el aprecio de toda la comunidad, incluso se dio inicio a la
educación de adultos con jornadas sabatinas, subsidiada por esta entidad.
No se puede pasar esta reseña histórica sin mencionar la calidad humana y de servicio del
señor Gerente de Corferrini, Álvaro Rendón, quien en compañía de su gran equipo
administrativo siempre veló para que a la sección de Blanquizal no le faltara nada de la
estructura organizativa de esta empresa. En muy poco tiempo demostraron su vocación y
entrega a las comunidades menos favorecidas, incluso el médico Rendón personalmente
dirigió una brigada de salud de revisión completa a todos nuestros pequeños, facilitándoles
además gafas a aquellos niños que las requerían; de otro lado cada ocho días no faltaban
los mercados para 2 familias necesitadas; no dudaron en poner al servicio de los
estudiantes paquetes de módulos y en básica primaria, docentes de inglés, tecnología e
informática. Nunca nos sentimos relegados o mal atendidos, dotaron inmediatamente la
sala de informática con 15 computadores; con todo este esfuerzo es pequeño el expresar
el sentido de gratitud de esta comunidad, fueron los primeros en extender la mano al
proyecto educativo y apuntarle al mismo con calidad. A Corferrini y todo el personal de
apoyo, nuestro corazón, nunca olvidaremos que fueron el pilar de inicio de la institución.
Por recibir a todo tipo de estudiantes sin importar su historial, hoja de vida u observador,
sólo las ganas de estudiar, los estudiantes fueron acreedores del estigma “colbalijas”,
apodo que no perduró porque el colegio estaba marcando otro ritmo histórico, la época de
la oportunidad y de demostrar que cuando se quiere cambiar se puede. Este suceso alentó
a los padres de familia por tener ya cerca un colegio donde educar los hijos, pero el
siguiente hecho reconfortó el espíritu y el alma de toda la comunidad creyente.
En la actualidad hay algo importante para resaltar: un escritor europeo solicitó a Roma, al
entonces Santo Padre Juan Pablo II, permiso para escribir un libro sobre los diez milagros
más sorprendentes de la iglesia, lo inexplicable, para sorpresa de todos, es que el Santo
Papa le dijo que el de Nataly era uno de esos diez milagros, y en esas está el escritor,
investigando para publicar estos hechos.
COMIENZA LA BARBARIE
La primera masacre tocó a uno de los miembros de la familia Velásquez, Johan. Nieto de
“Nena” Velásquez (fundadora), hijo de Horacio y Mery, fue asesinado en compañía de otros
103
jóvenes en el barrio Olaya. Era un jovencito inteligente, noble y serio (cualidades que me
constan porque le enseñé en sus primeros años escolares). Murió sólo por encontrarse en el
lugar equivocado, justo a la hora en que el Ejército realizaba un operativo en el barrio Olaya,
pues fue alcanzado por una bala. Al lado de él murieron otros dos muchachos conocidos,
pues habían estudiado en el Colegio Blanquizal, los hermanos Gallo (Wilson y Carlos Mario);
hasta ese día llegaron los sueños de estos jóvenes. Esta noticia le dio la vuelta a Medellín,
en una publicación realizada por el periódico El Colombiano el día 10 de junio de 2002
titulada: “Denuncian asesinato de 11 jóvenes”. Otros subtítulos del artículo: “buenos
muchachos”, “Alcaldía atendió reclamo comunitario”. Una de las declaraciones dice: “No
queremos que nos den dinero para pagarnos la muerte de los muchachos, sólo queremos
que se sepa qué pasó porque eran muchachos buenos y los presentaron como guerrilleros:
No queremos que nadie más sufra por este dolor”.
En Diciembre del año 2001 la administración del colegio fue sacada a licitación, dentro del
programa de ampliación de cobertura educativa, para la firma de un contrato de cinco
años. Tres instituciones se presentaron a concurso: Corferrini, Comfenalco y CESF
(Corporación Educación Sin Fronteras). En enero dieron la respuesta de la entidad
ganadora, que para sorpresa de la comunidad no fue Corferrini, el cual había quedado
fuera del concurso porque faltó en el paquete la firma de la contadora, que era un
requisito fundamental; como entidad contratante quedó Educación Sin Fronteras. La
incertidumbre frente a esta nueva corporación reinaba en el ambiente, pero los resultados
hoy demostrados dan muestra de la calidad corporativa. Esta es una breve reseña histórica
de esta entidad (tomada del Manual del Empleado) que lleva tres años en la dirección de la
educación de nuestra comunidad.
En el año 2001, con el ingreso de una nueva junta Directiva y la ampliación de la licencia
para su Colegio Creadores del Futuro, la corporación inicia una nueva etapa en su historia,
administrando tres establecimientos del Municipio de Medellín en educación prees colar,
primaria, secundaria y media académica y técnica, atendiendo una población de 4.500
estudiantes donde se incluye la educación para niños, jóvenes y adultos. En el año 2003
apoya al SENA en el programa Jóvenes en Acción, capacitando a 200 jóvenes en oficios
semicalificados, y para el 2004, a raíz del éxito de su trabajo, ejecuta proyectos en
emprendimiento, educación para el trabajo y bachillerato técnico. En 2005 obtiene licencia
para su Escuela Técnica Sin Fronteras, que ofrece programas técnicos a un año en la
ciudad.
104
En el inicio de su labor en nuestro colegio, inicio que fue difícil como todo comienzo,
estuvieron los señores Álvaro Muñoz, Agustín Bedoya, Agustín Jaraba, Rubén Darío Tobón
y las señoras Marta González y Marta Pérez. Actualmente está bajo la dirección del señor
Carlos Andrés Pérez y la señora Claudia Yaneth Serna, con la colaboración de los
coordinadores de gestión: Rubén Darío Tobón, Cesar Augusto Villa y José Restrepo y los
coordinadores de proyectos Jorge Mario Londoño y Juan Guillermo Jiménez, quienes con el
apoyo del personal administrativo, de servicios generales y docentes hemos hecho méritos
para ocupar uno de los primeros puestos como institución educativa mejor calificada para
prestar el servicio.
Hermoso nombre que alentaba a continuar. Sí, “Creadores de Futuro” es lo que reclamaba
esta comunidad, un futuro lleno de paz y progreso, un futuro con caminos de luz, con
nuevos proyectos de vida, con mucha ilusión por progresar, un futuro que marcara otras
historias.
Pero, para construir futuro se debía atravesar por situaciones difíciles y en este comienzo
se afrontaron momentos duros. En el año 2002 el colegio se vio afectado por factores
externos, producto de la problemática social comunitaria, constantemente se daba clase en
medio de enfrentamientos, expuestos al fuego cruzado, incluso en esta cruda ola de
violencia fallecieron ocho de nuestros estudiantes en condiciones trágicas; pese a la
situación nunca desistimos de la labor encomendada, la institución siempre estuvo con las
puertas abiertas; igualmente se vivieron momentos de felicidad y uno de ellos fue la
primera promoción del grado once, con un total de 22 alumnos egresados, los primeros
jóvenes que se graduaban en un establecimiento de la comunidad.
Durante los años 2002 y 2003 se transportaron algunos estudiantes desde el barrio
Vallejuelos para que se fueran adaptando a la institución, pues próximamente serían
reubicados en la construcción que se levantaba en la parte alta de Blanquizal: la
urbanización de Mirador de Calasanz.
Internet de Empresas Publicas de Medellín. Inolvidable esta inauguración que sale en una
página de El Colombiano el día 24 de Julio, pues fue muy hermosa y en ella todos los
estudiantes con claveles blancos en sus manos entonaron la canción “Enciende una vela
por Colombia”, decoramos la fachada de la institución con una pancarta grande alusiva a la
frase de Tolstoi con la que le dimos a la administración las gracias por esta bella obra:
“Sólo hay una manera de felicidad, vivir para los demás”. A más de uno se le erizó la piel
incluyendo a mi padre “Fuiqui” que no pudo contener las lágrimas al verme en frente de
toda la comunidad agradeciéndole al señor alcalde por esta hermosa obra. El Alcalde no
podía dejar su discurso inferior a esta inauguración y sentido de gratitud y fue por eso que
le brindó a la comunidad su ayuda y apoyo, prometiendo la iniciación de escuelas de
música y la adecuación de la cancha.
Lo que más llama la atención del colegio es que en tan poco tiempo que lleva de
funcionamiento se ha observado el gran sentido de pertenencia que tienen los estudiantes
hacia la institución, acompañado de la calidad humana que brindan sus profesores,
quienes con gran espíritu de entrega tejen poco a poco en los estudiantes una firme red de
valores esenciales para la convivencia social.
En medio del levantamiento de esta institución educativa, la vida del barrio giraba en un
ambiente tenso, y surgen así estas historias tristes, tal vez las más tristes por las que
atravesó la comunidad.
SEGUNDA MASACRE
La que tocó la vida del barrio y la de la institución educativa, pues los jóvenes masacrados
estudiaban en nuestro colegio.
Sandra Flórez. Joven de 18 años que había perdido a su madre (Oliva), a su padre y
hermano (Nelson) en hechos violentos ocurridos en Blanquizal; se recuperaba de estos
sucesos, vivía sola al lado de su pequeña hija de apenas 1 año, quería tener un triunfo en la
vida: ser bachiller. Constantemente con sus compañeros del grado 11º hablaba de tan
anhelado día, “Dulce” era llamada por todos, apodo que surgió por su rostro dulce y porque
en Abril había hecho el papel de Dulcinea en acto cultural alusivo al día del idioma. ¡Oh
Dulcinea al lado de don Quijote! Su boletín valorativo demostraba el esmero y tesón por
querer hacer las cosas bien, pero una circunstancia hizo que fuera blanco de la crueldad: el
padre de su pequeña era del bando contrario. Pese a esta hecho Sandra continuaba su vida
normal, de madre y estudiante, viviendo en la casa que con sacrificio había construido su
mamá, en este pequeño patrimonio Sandra disfrutaba del día a día, ella no quería
abandonar el barrio donde había crecido a pesar de las circunstancias trágicas que rodeaban
su temprana vida, porque acá estaba lo que la madre le había dejado, además estaban sus
vecinos y amigos y sobretodo deseaba terminar con el estudio de secundaria para seguir
preparando un futuro mejor a su pequeña hija para que su historia no se repitiera, esto no
lo entendieron los que mataron sus ilusiones y acabaron con su vida.
Octaviano Acosta. Joven próximo a cumplir sus 14 años, estudiaba en el grado séptimo,
tenía chispa e inquietud, con buen sentido del humor y jocosidad que mantenía su
comportamiento aceptable. Su familia había abandonado la casa en el barrio El Paraíso,
donde realmente se vivía un infierno por dificultades y enfrentamientos constantes que se
daban entre las milicias y los paramilitares; su padre Octaviano es un hombre de espíritu
comunitario, amante de su barrio y su gente, que se vio obligado a abandonar el barrio para
106
proteger la vida de su familia; se mudaron para el barrio La Pola, desde este lugar viajaba
Octaviano al colegio, la meta de este joven era sacar y mejorar el comportamiento para
trasladarse a otra institución más cerca de su residencia y así vivir tranquilo y en paz al lado
de sus padres, objetivo que estaba cumpliendo porque mejoraba día a día, sin embargo el
tiempo no le alcanzó y también fue víctima de esta barbarie.
Un día después de regresar de vacaciones escolares de mitad del año, la docente Gloria
López en la sala de profesores dirigió la oración del grupo docente, aquella que animaría el
inicio de un nuevo semestre, pues la situación de violencia y constantes balaceras requerían
de un espíritu fuerte y pronunció entonces estas palabras: “Señor, que nuestros estudiantes
lleguen todos y completicos”; ese día así fue, a todos los recibimos, no faltaba ninguno ¡qué
alegría! Pero el 17 de Julio, al salir de la institución, cuando Octaviano esperaba la buseta
para ir a su casa lo interceptaron y fue conducido por el sendero de Los Chorros. Aquel que
vio no dijo nada porque esa tarde todo transcurrió normalmente.
Siendo aproximadamente las diez de la noche de este mismo día, un grupo de encapuchados
armados llegaron a las casas de Sara, Sandra, Nataly y Andrea (otra joven de la comunidad)
y en presencia de las familias fueron sacadas y conducidas por la vía principal hasta llegar a
la parte alta del barrio. La gente escuchó los gritos y los lamentos, sobre todo de aquellas
jóvenes madres que aclamaron por sus hijos. Dicen que las llevaron a estrujones y del pelo,
frente a la mirada impotente de los vecinos y habitantes del sector. Toda la noche estas
familias permanecieron en vela y con las expectativas que nunca se pierden: que las jóvenes
regresaran vivas. El padre de Octaviano llamó temprano al colegio a preguntar por su hijo,
que no había regresado el día anterior, ya lo habían buscado por todas partes, y nos dijo:
“por favor, búsquemelo que yo no puedo ir por allá, apenas sepa algo nos llama”.
Siendo las nueve de la mañana del día 18 la noticia corrió por todo el barrio, las jovencitas
fueron encontradas en el barrio La Pradera con tiros de gracia en la cabeza y, peor aún, con
señales de tortura. El joven, aún niño, el menor de la familia Acosta, Octaviano, fue
encontrado muerto en el sector del Oasis en el barrio Las Margaritas, sin cuadernos, sin
identificación, sin aquella cadena que siempre guardaba igual que su reloj. ¡Ay!... Día de luto
y dolor. Las personas que cometieron esta masacre intentaron calmar a la comunidad
justificando este acto, pero nada es válido frente a esta barbarie, la impotencia de no decir
nada y de no poder pronunciar nada por estas injusticias es un arma silenciosa que poco a
poco estaba acabando con la tranquilidad y las ilusiones de esta comunidad.
107
Recuperándonos de este duro golpe, la vida del colegio continuaba siempre con la esperanza
de que las cosas mejoraran. Varios días la orientadora escolar, Rocío Naar, trabajó con los
compañeros de clase de los jóvenes caídos en la masacre anterior, sin embargo, su recuerdo
salpicaba en algunas ocasiones: lágrimas, tristeza y dolor cayendo en las hojas de
cuadernos y libros que hacían interrumpir clase para terminar en un profundo sentimiento
de duelo.
El dos de Noviembre a las cinco de la mañana recibí en la casa una llamada que
inmediatamente me alarmó, era Teresa Gómez, coordinadora de convivencia, compañera de
lucha y sostenimiento por sacar el proyecto educativo del Colegio Creadores del Futuro
adelante, quien con la voz entrecortada me dijo “Magda, mataron a Jonatan Noreña, nuestro
fiel colaborador”, (joven entusiasta que acompañaba en la organización de todas las
actividades del colegio) continuó diciendo... “y creo que son más estudiantes los muertos”,
medio contesté “¿Dónde, por qué, qué pasó?”. A lo que responde, “En el barrio Santa Cruz
en una fiesta a la que fueron invitados por Paula Arias, la secretaria auxiliar del colegio”,
concluyó diciendo: “y también estaban unas docentes” ¿Qué? A una noticia trágica se
sumaba la responsabilidad y el sentimiento de culpa, imaginen la reacción sin saber qué
camino coger y a quién llamar o acudir para que nos orientara, transcurrida una hora ya
pudimos esclarecer los hechos y el pensamiento.
Desde hacía varios días los jóvenes del colegio de diferentes grados, en compañía de la
secretaria y 3 docentes, organizaron una fiesta de disfraces en el barrio Santa Cruz donde
vivía Paula, lógicamente la intención era compartir un rato en un espacio fuera del barrio y
distraer un poco las tensiones por las que atravesaba la comunidad y la comuna trece, pues
con el toque de queda impuesto en la operación Orión y los constantes enfrentamientos
entre milicias y paramilitares, no había espacios seguros y las posibilidades de rumba y
diversión eran improbables, pero se les olvidó dimensionar el peligro al que se exponían,
porque eran jóvenes sanos, jamás se percataron de que en Santa Cruz operaban bandos de
los paramilitares y que en Blanquizal se hospedaba el enemigo, como “el que nada debe
nada teme” , según dice la frase, se confiaron en esto y sólo pensaron en la diversión sin
imaginar que estaban en la boca del lobo y bien feroz.
Cuentan que llegaron al lugar y aquellos que no conocían, se estremecieron en estas calles
empinadas y estrechas, incluso algunos habitantes del sector los alarmaron y les
preguntaron para dónde iban, que mejor se devolvieran para sus casas, pero al entrar en el
calor de la rumba, estas advertencias se olvidaron y se fueron distensionando, sin pensar
que ya eran blanco de investigación. Un celular que una profesora había prestado a Wilmar,
detonó un pequeño acaloramiento porque se había desaparecido. Uno de nuestros jóvenes
en tono poco amigable empezó a lanzar comentarios como ¡qué aparezca el celular!
¡Ustedes no saben de dónde somos! Esta expresión aumentó más las sospechas sobre estos
11 jóvenes y varios ojos recayeron en estos indefensos, así que las personas de Santa Cruz
empezaron a indagar de dónde eran y el nerviosismo de ellos agudizó la situación: se dieron
cuenta del lío en que estaban.
Sin embargo, la rumba continuaba. En medio de la tensión dicen que escucharon al jefe de
la banda delincuente decir “Dejémoslos que gocen estos... la última vez”; trascurrida la
noche, a eso de las dos de la madrugada, se convidaron todos para salir de este barrio y
llegar a Blanquizal pasado ya el toque de queda. Dicen que le insistieron a los 4 compañeros
que se vinieran ya pero ellos se quedaron porque estaban pasando muy bueno; Jonatan y
Luis Carlos estaban „encarretados‟ con dos „sardinas‟ y Juan Diego era el parejo de Paula, la
secretaria, “Omitar” era su lazarillo, aquel fiel amigo que no se les despegaba, por eso no se
108
vinieron con la „gallada‟ y se quedaron. Los tres primeros, Jonatan Noreña Riaza, Luis Carlos
Alzate y Juan Diego Restrepo eran estudiantes del Colegio Creadores del Futuro, el último,
Omar Tejada, de Arenys del Mar. Los demás jóvenes: Wilmar Ocampo, Jorge Gómez, Jhon
Freddy Cano, Andrés Saldarriaga y Felipe Guerra alcanzaron a salir de Santa Cruz y llegaron
al barrio en la madrugada, terminada la fiesta. Los cuatro jovencitos que se quedaron se
fueron a dormir a la casa de Paula; estando ya acostados, a la puerta de la casa llegaron
unos individuos fuertemente armados pidiendo que la abrieran, ingresaron así por ellos, los
sacaron en pantalonetas, descalzos, lanzándoles insultos y, sin saber por qué, fueron
conducidos a una calle: ser del barrio Blanquizal era un delito. Cuenta la gente de este
sector que los sardinos suplicaron y lloraban por su inocencia, pero estas explicaciones ante
la ceguera del odio y el rencor no valieron nada, uno a uno fueron masacrados sin cumplir
siquiera los 18 años de edad.
Diego y Luis Carlos los fines de semana practicaban el fútbol, tenían un talento sin igual,
pues se decía que pronto ingresarían a las ligas inferiores del Deportivo Independiente
Medellín; Jonatan era el utilero, a todo acto del colegio se metía y organizaba, su última
presentación la realizó en el primer Expo-proyectos con la obra de Evita Perón, había bailado
al lado de Eliana como todo un argentino experto en tango, también en compañía de otros
dos compañeros (Bladimir y Oveb) y la complicidad de la profesora de Español, Gloria López,
empezaron con la idea de tener una biblioteca en el colegio, ya habían recolectado algunos
libros y habían hecho una estantería con madera rústica. Hoy no está con nosotros para ver
la biblioteca que lleva su nombre: Biblioteca Comunitaria Jonatan Noreña Riaza.
Está todavía en el recuerdo las romerías de cuatro velorios, el silencio, el dolor de sus
padres, el llanto de sus amigos, la impotencia nuestra, los sentimientos de culpa y
responsabilidad de todos. Sin embargo estos hechos trágicos son los que nos hacen
permanecer aquí, esperanzados en que estas escenas jamás se vuelvan a repetir, por eso
nos quedamos y para eso trabajamos. ¡Blanquizal levántate!, no te dejes aplastar por la
miseria, la barbarie, los problemas sociales, esto hay que cambiarlo, esto tiene que acabar.
En medio de esta barbarie surgía el colegio, que a pesar de todo revivía los sueños de la
comunidad, funcionaba diariamente en medio de constantes balaceras que afortunadamente
no cobraron más víctimas de nuestros estudiantes pero sí de la comunidad. Los niños
también pusieron la cuota, estaban jugando en Calle Caliente y al atardecer de un día
cotidiano se produjo una balacera en la que un niño fue impactado produciendo su muerte
inmediata, el hijo del reciclador quien para pasar su amarga pena le toco pedir de casa en
casa para el entierro de su pequeño; lo mismo sucedió con aquel joven de la Universidad
Nacional que sentado en la cafetería de ésta recibió un impacto de aquel fusil
supuestamente disparado desde El Morro de Blanquizal que perdió su rumbo y halló en el
cuerpo de él un lugar para amortiguar su disparo. El pánico se apoderó de la población,
cayendo la tarde todo mundo debía estar en casa protegido de las balaceras pero a veces
estar allí tampoco era seguro, como el caso de Arturo, un hijo de Carlina Hoyos, que estaba
al pie de la ventana y en una balacera entró una bala e impactó su cabeza.
REUBICACIÓN DE VALLEJUELOS
En medio de este enfrentamiento la comunidad se disponía a recibir otro suceso y eran los
nuevos vecinos del barrio Vallejuelos que se reubicarían en Blanquizal, esta vez no lo
hicieron por medio de la invasión, lucharon para lograr que el gobierno les asignara un
espacio digno para vivir y albergar a su familia. El traslado se realizó en dos etapas y
finalmente se dio la inauguración. El señor Alcalde Luis Pérez vino, pero con una gran
comitiva de escoltas; la situación de la Comuna 13 no daba para más.
109
Desde 1997, cuando llegaron a Vallejuelos, estas familias empezaron a organizarse con el
anhelo de tener casa propia; este testimonio fue dado a conocer el 10 de noviembre del
2002 en el periódico El Colombiano, cuando fueron reubicados en el sector de nuestro
barrio.
Formado en la parte alta de Robledo, desde las riberas de la quebrada La Iguaná hasta
marcar límite con la Carretera al Mar, el barrio Vallejuelos nació hace ocho años a partir del
desplazamiento masivo de familias de las regiones del Nordeste y Urabá y del departamento
del Chocó.
Bajo la tutela de un comité comunitario con una estructura organizativa que todos acatan y
respetan como autoridad máxima (formado por líderes de nueve sectores), la pobreza de
este asentamiento de 8.000 personas está aferrada a un proceso de reubicación que ya
trasladó a 224 familias en la urbanización Mirador de Calasanz.
La batalla más dura de ganar, se queja Claribel, ha sido la del empleo, porque “al
desplazado no hay quién lo recomiende ni tiene experiencia laboral”.
Es una miguita
Desde su visión de orientador y acompañante del proyecto, el Padre Félix Jurado admite que
hoy se vive un momento difícil por el conflicto, aunque la organización comunitaria continúa
fuerte y se mantiene neutral.
El sacerdote Roberto Seguín, párroco de Blanquizal, se duele que el Estado es muy ausente
en el sector y que sólo hace dos años empezó a funcionar un colegio oficial, porque el único
plantel que hubo en doce años era el de las Madres Escolapias.
Reclama que para una población de diez mil habitantes no existe un centro de urgencias,
pues sólo opera un centro médico en la parroquia de lunes a viernes. “No hay presencia de
Metrosalud hace seis años”, dice, tras advertir que por el conflicto la gente no se puede
desplazar hasta San Cristóbal.
responder con imaginación. Un taller de jóvenes elaboró 225.000 cruces que se enviaron a
la Jornada Mundial de la Juventud en Canadá.
“Estoy feliz y matada, ese día no se qué me va a dar, porque ese va a ser mi castillo”,
exclama Beatriz Gómez, conocida en el barrio como “Piojito”, ante la expectativa de su
traslado en la próxima etapa a los edificios de Calasanz. Espantada de Segovia por la
violencia y habitante hace ochos años de Vallejuelos, cuenta que “me ha tocado recibir
bolillazos, pero es satisfactoria la recompensa”.
En alegoría a la plenitud que le causa recibir un techo propio y seguro, “piojito” anota que
“me va tocar en el octavo piso y ahí voy a estar más cerquita del cielo”.
La alegría de tener casa propia contra la preocupación de no disponer de empleo para pagar
las obligaciones económicas que ser propietario implica; el alivio de tener un lugar a salvo
de la lluvia, los deslizamientos y los incendios, frente a la carencia de espacios para la
recreación y el desarrollo comunitario; la satisfacción de haber logrado ser oídos a punta de
lucha comunitaria, en contraste con la incertidumbre por habitantes de Vallejuelos que aún
no tienen respuesta concreta sobre su casa propia.
Se llegó a la culminación de la segunda etapa del Mirador de Calasanz que en julio albergará
288 familias. Junto con las 224 que se trasladaron a la primera etapa, en mayo del año
pasado, suman 512, y restan otras 521, de las 1.033 prometidas.
En este proceso, que se inició en 1998, pese a que algunos de los que ya residen en el lugar
se quejan por las altas cuentas de servicios, el cobro del predial, la falta de un centro de
salud cercano y de espacios de reunión comunitaria.
El terror se apoderó de todos los habitantes, los paramilitares estaban cerca, poco a poco
encerraban el territorio de los grupos milicianos; la comuna trece estaba recuperándose por
la Operación Orión pero aún no llegaban las acciones militares al barrio, por ser el rincón del
sector sería el último en recuperar. La población en el medio y ¡ay del que tuviera vínculos
con paramilitares!, varias víctimas fueron blanco por esa razón, ¿qué culpa tienen la mamá,
hermanos, tíos, si uno de los miembros de la familia hacía parte de estos grupos?, esto no lo
entendieron los contrarios y asesinaron los miembros de estas familias sin importar la
111
condición y explicación, incluso las casas eran ocupadas por ellos y algunas fueron
destruidas, se contaron 10 casas en esta situación. Éxodo masivo, pánico completo, la
violencia rebosaba los límites, jóvenes desubicados sin rumbo eran utilizados para realizar
estas fechorías.
ESTADO DE IMPOTENCIA
¿Qué se siente al ver un ser humano como carne de cañón? ¿Qué se siente cuando se
cruzan las miradas de la víctima y el observador desprevenido, aquel que paralizado del
pánico, impotente, sin poder hacer nada, se cruzaba frente a frente con la súplica, con la
mirada de aquel que sin pronunciar una sola palabra, en el rostro del sacrificado se reflejaba
la rogativa de “ayúdeme por favor, me van a matar”?
A cualquier hora del día desfilaban con la persona o las personas de diferentes edades y
sexos, conducidos a empujones, esposados y rodeados de buitres armados y rabiosos; había
que sacarlos del barrio porque la policía no les hacía el levantamiento dentro del barrio,
camino de la muerte, cuando ya estaban cerca de una vía principal como la Carretera al Mar,
eran dejados sus cuerpos sin vida, sólo se escuchaban los disparos, inmediatamente en la
mente se reflejaba el rostro de aquella persona que había pasado por el frente y que no
pudo ser auxiliada, tal vez alguna había rezado un padrenuestro pero otros del susto hasta
la oración olvidaron, ¿con qué derecho y bajo qué causa que valiera más que la vida de los
semejantes? Otros se negaron a caminar y eran muertos en el lugar, pero ya se tenía todo
previsto y fríamente calculado: aquel taxista que se encontraba cerca era interceptado y
obligado a sacar el cuerpo del sector y “cuidado sapo con abrir la boca”. Los nervios tenían a
este grupo de milicias alerta frente a cualquier amenaza, el imperio de 14 años se estaba
derrumbando. Increíble tanto tiempo sin presencia de las fuerzas de orden público
gubernamental, hasta dónde llegó el olvido e indiferencia de nuestros gobernantes, durante
este tiempo, ¿cuántas vidas humanas se sacrificaron?, imposible hacer la cuenta; el Padre
Roberto celebró una misa para todas las víctimas de la violencia y la lista era interminable.
Los grupos paramilitares llamados Bloque Cacique Nutibara y Bloque Metro poco a poco se
apoderaron del sector. Pensamos que ese día sería el final de todo ¿cómo iba a ser aquel
enfrentamiento? Afortunadamente no hubo confrontación: ingresaron al sector de un
momento a otro y ya los antiguos “caciques” se habían ido. En el Área Metropolitana la
comuna trece era recuperada por la policía y el ejército, a partir del momento se ve la
presencia constante de ellos, día a día e incluso durante la noche, lo que da cierta
tranquilidad a los habitantes, aunque los problemas que generan la violencia tienen otras
raíces y no podemos hablar de un territorio pacífico hasta no hablar de igualdad en
condiciones sociales; tampoco podemos desconocer el hecho que aún operan grupos al
margen de la ley, sería como tapar el sol con un dedo y terminar una historia desconociendo
hechos y hacerla pasar como un cuento de hadas donde los finales son felices; esperamos sí
como amantes de nuestra tierra y barrio, generar procesos que nos lleven a tomar otro
rumbo histórico, aprovechando este cambio crucial, la meta es responsabilidad de todos y
todas, gobierno y habitantes, nuestra generación no tiene que volver a vivir estos episodios,
la historia debe tomar otro rumbo.
propia pero era también un riesgo, claro que en el sector de Vallejuelos la situación no era
mejor que la de Blanquizal; sin embargo este era otro territorio y las tragedias no se
hicieron esperar.
La historia de Cristian contada por la profesora de sus primeros años escolares, Diana
Giraldo.
Cristian Andrés Palacios Mosquera. Pequeño de apenas cinco años, nacido el 9 de junio en
Medellín, sus padres se llaman Nubia Palacios y Nelson Enrique Martínez. El pequeño vive
actualmente con su mamá, padrastro y sus 4 hermanos. Vivía en el barrio Vallejuelos, pero
después su familia resultó beneficiada con el plan de vivienda que la Alcaldía de Medellín
adjudicó para aquellas familias que habían perdido su casa en el incendio, la casa fue
asignada en la urbanización “Mirador de Calasanz”. Estando allí, Cristian empezó a estudiar
en el Colegio Creadores del Futuro en el grado preescolar. El niño se mostraba un poco
tímido, sin embargo le gustaba participar de juegos con sus amigos más conocidos. Poco a
poco se fue adaptando al ambiente escolar, creando relaciones más estrechas con otros
niños y profesora, su hobbie favorito era cantar y bailar, sus trabajos escolares eran con
trazos imprecisos y pocas veces le gustaba terminar lo que empezaba.
Era un niño “normal”, al igual que sus compañeros de clase. En el mes de agosto del año
2002 se celebraba el día de la antioqueñidad en el colegio; desafortunadamente, ese día
hubo en el barrio un enfrentamiento de los grupos armados, interrumpiendo el evento que
se llevaba a cabo y haciendo que toda la tarde los estudiantes pasaran encerrados.
Al otro día Cristian se levantó muy temprano, salió de su casa y se encontró algo en el piso,
el no sabía qué era y empezó a jugar con el objeto, de un momento a otro se escuchó una
explosión, era un petardo. Fue cuando Cristian perdió su mano derecha, su ojo derecho
también resultó afectado, pero sin ser de gravedad como lo de su mano.
A causa del incidente le decía a su madre: “Mamá, ¿la mano cuándo me va a crecer?”
Pasado un mes Cristian regresó al colegio con un poco de temor, sus compañeros le hicieron
una bienvenida con abrazos y aplausos, su proceso de escritura se vio afectado y por ello
retomó el grado preescolar. Su mamá adquirió el alto compromiso de llevarlo
cumplidamente a tratamiento psicológico, al cual asistía dos veces al mes.
Al siguiente año escolar, el niño demostró mucha independencia, se relacionaba bien con sus
compañeros, se vestía sólo, no le gustaba que le ayudaran y expresaba: “déjame solo que
yo soy capaz”. Se trabajó mucho con él labores de ensartado y amarrado, obteniendo logros
muy grandes, pues él fue capaz de amarrar solo sus zapatos. Actualmente Cristian se
desenvuelve igual que un niño de su edad, escala algunos muros del colegio sin temor a
caerse, le encanta bailar, cantar, participar de dramas; su proceso de escritura con la mano
izquierda es lento pero avanza. Hoy en día Cristian cursa grado primero, es capaz de
transcribir pequeños escritos aunque se cansa fácilmente. Sigue siendo alegre, amistoso y
servicial. Se aflige cuando le preguntan acerca de su mano.
Otros hechos han tocado a las familias que poblaron esta urbanización, como el caso de la
señora Mercedes Restrepo, quien no se explica cómo está viva después de que una bala
impactó su cabeza, entrando por la ventana de su apartamento en una tarde de
enfrentamientos. Pero no corrió con la misma suerte aquella señora que estaba ganándose
unos pesos lavando los apartamentos, una tarde de regreso a Vallejuelos fue interceptada y
asesinada. Cuatro líderes comunales corrieron con esta misma suerte.
113
Y ni qué decir del problema cultural entre el paisa y el chocoano, el negro al que le gusta la
parranda y el bullicio, con la mezcla del paisa menos parrandero y poco amante del
„sucunduco‟. Ramada es una especie de rancho donde se va a bailar. En este proceso de
adaptación se tiene la colaboración de Pastoral Social en cabeza de Luz María Ramírez y un
programa de la Universidad Pontificia Bolivariana dirigido por la sicóloga Esmeralda
Hincapié; estas dos instituciones hacen presencia en el sector con programas sociales,
intentando solucionar algunas dificultades de convivencia y en esas están.
Se notan también los efectos del encuentro de dos comunidades, Vallejuelos y Blanquizal, ya
no se escucha constantemente el vallenato, los jóvenes prefieren algo más movido y han
optado por el reguetton, sus rumbas son de partys de reguetton, se pueden celebrar los
cumpleaños y jugar con los vecinos amigo secreto para hacer una rumba de amanecida;
muchos de los que se habían ido han regresado, han vuelto los sancochos con los vecinos y
las „tomaítas‟ de cerveza en la acera de las casas, los negocios que animan con música de
cuerda en vivo, aquella que como buenos paisas no podemos olvidar ni dejar de cantar y
escuchar.
Recordemos nuevamente que el señor Alcalde Luis Pérez vino a inaugurar el Colegio
Creadores del Futuro, en víspera de culminar su mandato en Junio de 2003; conmovido con
la canción que entonaron los estudiantes prometió la escuela de música, programa
impulsado en su gobierno para llevar a los barrios o comunas de Medellín otras opciones de
invertir el tiempo libre; es un programa social, la intención no es generar en la ciudad
grandes músicos sino niños, niñas y jóvenes con una alta sensibilidad social, que le canten a
la vida y empuñen en sus manos instrumentos musicales. Un grupo de ellos viajó a Europa
con ayuda del Maestro Fernando Botero, debutaron con un concierto estremecedor,
sensación parecida a la que sentimos el día en que el nuevo Alcalde Sergio Fajardo entregó
a nuestros pequeños los instrumentos musicales, ¿Cuándo un niño de la comunidad podía
tener en las manos un oboe, fagot, trombón, saxofón, clarinete, tuba, barítono, corno,
flistorno, trompeta, entre otros... y más aún hacerlo sonar?
Actualmente esta escuela cuenta con el apoyo de varios docentes en diferentes áreas de
este bello arte, está bajo la dirección general de Juan Guillermo Ocampo, Freddy Noreña,
Ana Lucía Valdés, Diego García, director de la sede en Blanquizal, y Elizabeth Calle, vecina
de la comunidad, en función de secretaria; hacemos así parte de las 26 escuelas de música
de Medellín.
La Fundación Educadora Infantil Carla Cristina es una ONG sin ánimo de lucro, creada por
la educadora Solina Gallego en 1963 con la intención de brindar educación preescolar a
niños de la ciudad de Medellín.
Se inició con un jardín infantil en el barrio Belén y ahora cuenta con 16 centros educativos,
bajo la gerencia de la señora Adriana Londoño Sierra, quien en compañía de un selecto
grupo de profesionales desarrolla un excelente trabajo. Entre este equipo podemos
mencionar a la Coordinadora de Proyectos, Alicia Silva, quien dio marcha al proyecto del
preescolar en Blanquizal, y Sara Lucia Puerta Zapata, actual directora de esta sede. Por la
gran demanda en cupos del sector y la no cobertura de las instituciones educativas de
Blanquizal este centro educativo vio la necesidad de brindar cobertura; además, la fundación
Carla Cristina venía atendiendo el sector de Vallejuelos, pero éstos al ser trasladados y
reubicados en el sector de Blanquizal se trajeron la mayoría de los infantes que eran
atendidos, así llegaron y alquilaron la mejor casa del sector, la de la señora Flor Gómez
(Nuera de Gabriel Vallejo “Uva”), adecuaron el espacio y dieron inicio a su labor en abril del
2004, con La misión de contribuir al desarrollo integral de los niños en edad preescolar de
las comunidades más desprotegidas de Medellín y el departamento de Antioquia, utilizando
como estrategia fundamental la educación y con ella la formación en valores para hacer de
ellos seres útiles a la sociedad.
Actualmente atienden 105 niños en los niveles de párvulos y transición, con la ayuda de tres
docentes y una señora de servicios generales. Las funciones de la institución son: brindar
educación, complemento en salud, trabajo comunitario; beneficiar a la población infantil de
4 años en adelante específicamente en edad preescolar. Los proyectos que se tienen al
servicio de la comunidad son: la escuela de padres, complemento nutricional y brigadas de
salud.
COMUNIDADES RELIGIOSAS
Desde hace dos años se habla del proyecto que cruza al barrio, la carretera que conduce al
Túnel de Occidente. “Por eso Blanquizal está congelado” dice Ever Julio Velásquez, nuestro
representante a la JAL (Juntas Administradoras Locales) de la comuna trece, quien hace
ocho años vive en Blanquizal. Oriundo del municipio de El Bagre, aunque su acento es
costeño, dice que a mucho honor es antioqueño porque El Bagre es de Antioquia. Se
amañó en el barrio y acá vive con su esposa e hijos; hay que resaltar su gestión y
liderazgo porque en la historia de Blanquizal es el único que ha ocupado un lugar en la JAL
(y no cualquier lugar), pues actualmente es el presidente de este organismo participativo,
ayudando no sólo al barrio donde vive sino también a la comuna.
Con el objetivo de darle a Medellín una salida rápida a occidente, mejorando el acceso al
túnel Gómez Martínez, se plantea como una opción atravesar una vía por el medio de los
barrios Blanquizal, Fuente Clara (parte baja), El Paraíso, El Pesebre y El Jardín para bajar
por toda la cuenca de La Iguaná. Parece ser un hecho, y esto explicaría por qué a estos
barrios de asentamientos tan antiguos no les han dado prioridad para legalizar las casas.
El proyecto está trazado pero la Administración Municipal mantiene en vilo a esta
población.
Hay conformada una organización para la cuenca de La Iguaná liderada por el dirigente
comunal, amante de su barrio Paraíso, el señor José Parra. Esta organización, en compañía
del área Metropolitana, ya ha realizado programas de sensibilización con el medio
ambiente a través de las instituciones educativas, ha adelantado un censo poblacional de
las familias candidatas a reubicar y han realizado varias reuniones para la legalización de
predios; actualmente adelantan un programa de regularización urbanística y legalización
predial. La comunidad permanece tímida y a la expectativa, sin estar segura si será un
hecho. Razón tiene “Adelita” en soñar con un Blanquizal trazado por un gran parque
ecológico, ¿será esa fecha el fin de la historia del barrio? ¿Para dónde vamos? ¿“Nena”
Velásquez, Susa y Raúl Cano, fundadores de Blanquizal, tendrán que abandonar la tierra
de sus padres y su tierra natal? Ellos fueron los primeros que entraron en el censo.
Este hecho ocurrió en una de las primeras casas construidas por los antiguos pobladores, la
casona de los Vallejo de la que sólo quedaban las paredes de tapia. Ésta se convirtió en sitio
de terror, pues en el 2004 fue excavada allí una fosa común, donde se hallaron dos cuerpos
de hombres que fueron masacrados en este lugar y para no despertar sospechas fueron
116
cubiertos con bultos de cal y así ahuyentar a los gallinazos. Pero por información dada a las
autoridades la Fiscalía sacó estos cuerpos del lugar, dieron reconocimiento a los mismos y
fueron llevados para que sus familiares los sepultaran en campo santo.
Pasa así otro capítulo de vida barrial, el que inició con violencia y construcción del colegio,
con la presencia de las fuerzas del Estado, con nuevos vecinos y urbanizaciones alrededor,
un barrio que palpita cada vez más con ansias de progreso.
117
EPÍLOGO
NUNCA ES MÁS OSCURO QUE ANTES DE AMANECER
“Aunque encerrada entre montañas que la hacen visible desde cualquier rincón del valle,
Medellín es para nosotros mismos una desconocida. En convenio con la secretaría de Cultura
Ciudadana desde esta edición presentamos Ciudad Abierta: historias, fotografías,
descubrimientos que abren las puertas a esos pequeños mundos que la habitan y están al
margen”.
Ramón Pineda describe así a Blanquizal: “En un rincón de la comuna trece, a orillas de La
Iguaná y en medio de árboles frutales queda Blanquizal, uno de los barrios más
sorprendentes de Medellín. No se ve desde ninguna parte del río. No se ve porque tal vez
sea uno de los únicos barrios de Medellín que está detrás de las montañas y para llegar
hasta allí hay que subir y después bajar. Se llegó por la 80, cerca del Centro Comercial
Mediterráneo, pasando por Calasanz y subiendo hasta la urbanización Calasania, para
después descender en medio de montañas de areneras. La vía es solitaria y parece que se
estuviera llegando a un pueblo. Se baja y se baja hasta llegar al pequeño valle donde está el
centro del barrio”.
El 23 de diciembre el niño Dios le dio un regalo a Blanquizal, tuvimos la grata visita del
señor Alcalde Sergio Fajardo Valderrama, que en compañía de la gerente del Inder, Alicia
Eugenia Vargas, y el Concejal Jesús Aníbal Echeverri, hicieron presencia para devolverle a
Blanquizal su más preciado legado deportivo: la cancha. A la vez ofrecieron a la comunidad
el programa de Escuelas Populares del Deporte, donde se albergará un buen número de
niños, niñas y jóvenes del sector alrededor de las prácticas deportivas de fútbol y porrismo,
por eso este día toda la comunidad le dijo al niño Jesús “ven a nuestras almas ven, no
tardes tanto”.
Madres Comunitarias, con varias iglesias cristianas entre ellas Alianza Cristiana y Dios es
Amor, con el surgimiento de los negocios que cada vez son más surtidos y brindan variedad
de productos y así no tener que ir hasta el centro de la ciudad, misceláneas, alquiler de
películas en D.V.D, dos droguerías, varias peluquerías y barberías, depósitos de materiales,
tiendas, panaderías, incluso una casa de chances, estudios fotográficos, consultorio
odontológico privado, Centro Médico San Basilio, ludoteca, tres bibliotecas (dos de los
colegios y una parroquial), con el taller San Basilio, con una parroquia comprometida con
todos los procesos comunitarios, con billares, no podían faltar los sitios de servicio de
llamadas a celular “minuto a $500”, con microempresas de confecciones y de arepas, con las
tradicionales fritangas en las esquinas y los encuentros los fines de semana en las heladerías
y sitios de diversión, con el grupo juvenil Omega y los de la Eterna Primavera; alrededor de
todos estos lugares gira la vida de este Blanquizal.
Un Blanquizal que poco a poco se recupera de las heridas de la guerra, ahora se puede
dormir tranquilo sin escuchar balaceras, transitar por los barrios vecinos sin temor a ser
víctima de un encuentro, pero aún hace falta mucho más, el panorama sigue siendo
desalentador, en el anexo dos en cifras se pueden ver muchos datos y apreciaciones, sobre
todo de nuestra juventud que se enfrentó al flagelo de las drogas, al sexo a temprana edad,
al desempleo, a la falta de oportunidades lo que poco a poco va ocasionando los problemas
por los que se ha padecido.
Quiero mi barrio, mis vecinos, mi gente, quiero un lugar que brinde muchas oportunidades a
la nueva generación, un sitio acogedor que no pierda sus raíces y su ambiente campestre
pero que vaya a la par con el progreso de la ciudad, una comunidad que brinde ejemplos de
superación, de respeto y convivencia, un lugar donde no haya sitio y rincón para los actos
de maldad, una comunidad que esté colaborando con el surgimiento del país. Un Blanquizal
haciendo honor a su nombre, blanco como símbolo de paz, lleno de espíritu y progreso.
FOTO 23.
119
ANEXO UNO
INTEGRANTES DE LAS JUNTAS DE ACCIÓN COMUNAL
Esta historia no puede terminar sin mencionar los personajes que nos han representado ante
las administraciones municipales, los que dedicaron una parte de su vida, luchando para
conseguir beneficios comunitarios.
Año 1979
Año 1980
Año 1981
Año 1982
120
Año 1983
Año 1984
Año 1985
Año 1986
Año 1990
Año 1994
Estas acciones comunales no tenían comités de educación, salud, Juvenil, Tercera Edad,
Empresas, Finanzas, Ambiental, Cultural, Acueducto, tal vez no había quienes los integraran
o simplemente no se veía la necesidad latente.
ANEXO DOS
MARCO DE REFERENCIA
PEI CREADORES DE FUTURO BLANQUIZAL
El contenido del presente documento hace parte del „Diagnóstico general. Documento 1 base
Blanquizal. Colegio Creadores del Futuro‟, en complemento con el „Proyecto de Democracia‟
para el Colegio Creadores del Futuro del Barrio Blanquizal. Cualquier dato o cifra que se
mencione se desprende de los mismos, a excepción de aquellas informaciones que
específicamente se identifique la fuente de su origen. Documento construido por Marta Ligia
Gómez de la Corporación Comunicando Sentidos, que acompañó la construcción del Proyecto
Educativo Institucional del colegio.
Transformaciones de la comunidad12
Como una población de origen diverso, la de Blanquizal reflejó toda esa mezcla de
costumbres, usos y razas en su crecimiento y desarrollo. Además, al ser una población en
situación de cambio, voluntario o repentino y forzado, no tiene lo suficientemente claros sus
referentes de identidad social y cultural, lo cual, sumado al bajo nivel educativo que
predominó desde su fundación, hizo más difícil la creación de lazos y referentes de cohesión
social lo suficientemente fuertes como para arrastrar consigo los destinos de un barrio
entero.
Organización Espacial:
La organización de los espacios en la estructura física del barrio responde a los procesos
irregulares de urbanización y a las condiciones físicas del terreno, así como a la
disponibilidad de recursos económicos para la construcción de vivienda por parte de sus
habitantes.
El barrio Blanquizal está ocupado por 425 viviendas registradas, que agrupan a 446 hogares,
lo que genera una densidad de 152 personas por cada una de las 10,96 hectáreas de
extensión del barrio sobre las laderas del noroccidente de la ciudad13.
Lo anterior muestra indudablemente que hay hogares que no cuentan con la constitución
usual de núcleo familiar al encontrar un número mayor de familias constituidas al de
unidades de vivienda disponibles.
12
Con información extraída de:
Diagnóstico general. Documento1 base Blanquizal. Colegio Creadores de Futuro.
INSTITUTO POPULAR DE CAPACITACIÓN. Conflicto armado interno y sectores sociales en Medellín. Conflicto Urbano
y Derechos Humanos en Medellín. Balance desde diferentes sectores sociales – 2002. Primera Edición Medellín. 207
p.
TELLEZ Ardila, Astrid Mireya. Las Milicias populares. Otra expresión de la violencia social en Colombia. Medellín:
Rodríguez Quito Editores, 1995. 126 p.
13
ALCALDÍA DE MEDELLLÍN. SECRETARÍA DE PLANEACIÓN MUNICIPAL DE MEDELLÍN. Anuario Estadístico
Metropolitano. Medellín, 2002.
125
Esto igualmente sugiere que hay una situación de ocupación del espacio relativa, pues la
proporción de viviendas y familias no es regular, si en principio se establece que la
disponibilidad de espacio será de 131 metros cuadrados para cada habitante del sector.
Medio ambiente
POBLACIÓN
Es decir que el impedimento para que se ocupe de forma adecuada y equitativa un espacio
que es suficiente para la cantidad de pobladores se requiere que los habitantes del sector
cuenten con las posibilidades de equilibrar la proporción entre viviendas y familias en la
zona, situación cuya respuesta depende de las condiciones sociales y económicas
predominantes en el sector en el que el censo de viviendas está compuesto por 425
unidades habitacionales registradas, de las que 191 (44,9%) son de estrato 1; mientras de
las 234 restantes (55,1%) son de estrato 2.
Lo anterior no cuenta las viviendas que no han sido registradas por no contar con ninguna
instalación eléctrica y/o estar construidas en materiales no convencionales.
De sus habitantes, una porción que corresponde al 43,6% del total son hombres, mientras
que le restante 56,7% son mujeres; lo que quiere decir que hay 725 hombres y 938
mujeres.14
Escolaridad
El 21,4% del total de la población del barrio son niños y jóvenes en edad escolar hasta los
15 años de edad. De ellos, el 9,5% están matriculados en educación preescolar; el 65,1% lo
están en educación básica primaria; el 20,3% está en niveles de educación básica
secundaria y un 4% en media vocacional.
Es necesario aclarar que no todos los estudiantes acuden a centros educativos del sector ni
que todos los niños en edad escolar están estudiando, de esto no existe un registro
completo discriminado por barrio, pues la mayoría de los registros del gobierno sólo recogen
la información de los niños incluidos en el sistema educativo.
14
ALCALDÍA DE MEDELLLÍN. SECRETARÍA DE PLANEACIÓN MUNICIPAL DE MEDELLÍN. Anuario estadístico
Metropolitano. Medellín, 2002.
126
Procedencia
En lo que toca a la parte demográfica, la mayoría de los pobladores está entre los 15 y los
44 años de edad y de acuerdo a las cifras del Municipio de Medellín las proporciones se
distribuyen así:15
BARRIO: 1302 BLANQUIZAL
Crecimiento de la población
Las familias en el barrio Blanquizal son numerosas, pues en promedio tienen entre 3 a 6
hijos, esto a pesar de que existe una tasa de fecundidad baja, que para la ciudad indica que
sólo el 17% de los niños nace con vida y para Profamilia es apenas el 2,8%.
En lo que se refiere a la tasa de crecimiento poblacional la proporción es del 8,8% del total
de la población del barrio, que, de acuerdo a la población actual significa que cada año el
barrio tiene 149 habitantes más, sin tener en cuenta los márgenes de mortalidad en la zona.
La familia
15
ALCALDÍA DE MEDELLLÍN. SECRETARÍA DE PLANEACIÓN MUNICIPAL DE MEDELLÍN. Anuario estadístico
Metropolitano. Medellín, 2002.
127
Como se mencionó, la composición familiar que predomina en los habitantes del barrio
Blanquizal es numerosa y en la cual son frecuentes los casos de madres cabeza de familia y
un promedio de entre 3 y 6 hijos. Con mucha frecuencia, la figura paterna está ausente, lo
que demuestra un grave vacío en lo que se refiere a referentes o modelos de identificación y
cohesión para el núcleo familiar, así como de figuras de autoridad, que por lo general están
sujetas al horario de trabajo de los padres o de la madre, quien asume el sostenimiento
familiar.
La unión entre sí de familias disueltas es también una situación usual, así como los
esquemas de unión libre u otros cuyos vínculos sólo se establecen a partir de las relaciones
amorosas o de gratificación sexual.
Presencia Institucional
EDUCACIÓN Y CULTURA
La situación de violencia ha exigido de forma constate una sintonía de la labor educativa con
la experiencia de la vida comunitaria y en familia de los estudiantes para reforzar conceptos
de convivencia y tolerancia, debilitados por el entorno.
Este complejo entorno para la prestación del servicio educativo ha propiciado una percepción
hacia las labores educativas en la que predomina el desgano y el escepticismo frente a las
posibilidades de oportunidades al terminar los estudios, de ello son evidencia los altos
índices de retención y repitencia.
16
ALCALDÍA DE MEDELLLÍN. SECRETARÍA DE PLANEACIÓN MUNICIPAL DE MEDELLÍN. Anuario estadístico
Metropolitano. Medellín, 2002.
128
Se estima que los niveles de educación son bajos, principalmente entre la población adulta
que, con la necesidad de ser parte del sistema productivo ejerce las labores pertinentes para
el sostenimiento del hogar apenas logran terminar los estudios básicos.
Cultura
Los espacios para la cultura en el barrio son limitados y están sujetos a la labor que se
adelante desde la parroquia o los colegios, a través del cuerpo docente y la mayoría de
actividades apunta al estímulo y desarrollo de habilidades manuales y para el desempeño de
oficios varios.
De otro lado están los grupos de participación vocacional extracurricular de los colegios, que
incluyen grupos de música y danzas. Entre estos grupos se destacan el taller de carpintería
San Basilio, el Grupo Juvenil Monaguillos y el grupo de la tercera edad „Eterna Primavera‟.
SALUD
En la zona de influencia del barrio Blanquizal existen 2 centros de salud que proporcionan
atención de segundo nivel que incluye consulta externa en servicios de medicina general y
odontología, pequeñas cirugías y atención de urgencias.
No obstante, los centros de salud de Las Margaritas y Robledo, pueden resultar insuficientes
por la gran zona de influencia que abarcan, porque además el barrio se encuentra aislado
del resto de la zona que por distribución política del mapa de la ciudad le corresponde, por
territorios pertenecientes a la Comuna 12, concretamente, la parte alta del barrio Calasanz y
en esta zona la densidad poblacional es más alta que la de la Comuna 13 pues es de 235
habitantes por cada una de 398 hectáreas que la componen. Adicional a esto, hay que
considerar que la zona es de alta demanda en atención en salud y en emergencias, sobre
todo por los fenómenos de violencia y los desastres naturales que se presentan.
Morbilidad
Las principales causas de enfermedad entre la población del barrio obedecen a condiciones
insalubres de vivienda, sujetas a la cobertura de los servicios públicos domiciliarios, así
como a los índices de desnutrición; por eso son frecuentes los casos de enfermedades
gastro-intestinales y de infecciones y brotes en la piel.
Índices de mortalidad
La principal causa de muerte es sin duda la violencia. Blanquizal desde hace varios años es
escenario de masacres y asesinatos selectivos como parte de la disputa entre grupos
armados ilegales, muertes que se prolongaron por la lucha territorial entre grupos de
autodefensa. En 1999, las muertes violentas fueron 164, la más alta en la zona 4.
Las muertes por agresiones afectan a la población desde los 10 años de edad y a partir de
los 15 años son la principal causa de muerte. En los rangos menores, las muertes se
producen en su mayoría por malformaciones congénitas y afecciones que van desde el
periodo perinatal y se replican en otros casos presentándose en fallas isquémicas del
corazón, lo que tiene mucho que ver con el ambiente bajo el cual crecen los fetos en el
vientre de su madre19.
Salud oral
Una causa importante de consulta son las enfermedades estructurales de la dentadura y sus
sistemas de soporte, en muchos casos por accidentes de tránsito o similares. Esta atención y
los demás tipos de consultas odontológicas se proveen en los centros de salud que trabajan
con la población del sector, además de las campañas de salud oral y educación en higiene
oral que impulsan los centros de salud de la zona en cooperación con los centros educativos
como se programó para el resto de la ciudad20.
Alimentación y nutrición
Dentro de las causas de morbilidad se relaciona con un 19,7% de las consultas en los
centros de salud de influencia del barrio Blanquizal, pues las deficiencias de nutrición se
manifiestan en „afecciones con síntomas y estados morbosos no definidos‟21, y el diagnóstico
por dolencias relacionadas con falta de nutrición en la mayoría de los casos sólo puede
hacerse cuando las consecuencias son irreversibles y en otros casos cuando ya se ha
producido la muerte del paciente.
Las acciones para la solución de esta problemática se adelantan mediante la acción de los
restaurantes escolares instalados en los centros educativos, principalmente.
VIVIENDA
Características de las viviendas
Dado el proceso regular de poblamiento en los inicios de historia del barrio de la zona, las
características de las viviendas campestres pequeñas parcelas con cultivo pero el segundo
poblamiento irregular da a la vivienda características predominante de su construcción con
materiales no convencionales.
La legalización de la totalidad de los terrenos ocupados en el barrio es aún un asunto
pendiente para la comunidad, así como la conexión legal de muchas instalaciones de energía
existentes en la zona, en la cual, al igual que en otros sectores de condiciones sociales
similares, las viviendas no siguen patrones de forma, tamaño o distribución y varían de
acuerdo al presupuesto, a las necesidades, y a los planes que con ellas se tengan a futuro.
19
Ibíd.
20
Ibíd.
21
Ibíd.
130
DEPORTE Y RECREACIÓN
Actividades deportivas
Los espacios para la realización de actividades deportivas son muy pocos, lo que ha llevado
a calificar de crítica la descompensación que existe entre le número de habitantes y la
cantidad de espacios disponibles, lo cual ha llevado a la toma de espacios públicos para la
realización de actividades deportivas como los juegos callejeros y deportes como el fútbol y
otros de conjunto. El único espacio deportivo es la cancha de fútbol y la placa polideportiva
pero que sólo se utiliza para la práctica del fútbol y microfútbol, además se encuentran en
condiciones precarias pues no se les ha realizado mantenimiento o mejoras. El llamado es a
incrementar la práctica deportiva en otras disciplinas que posibiliten la participación de las
mujeres y la variedad deportiva.
ASPECTOS ECONÓMICOS
Desempleo
Como espejo de la tendencia que se generaliza en la ciudad, Blanquizal hace parte del 30%
de desempleo que afecta a la Comuna 13, y del 62% de la población que está subempleada,
recibiendo menos de un salario mínimo.
Es por eso que las iniciativas de recreación y cultura en la zona buscan ser a la vez fuente
de ocupación o de formación para el empleo.
El ingreso mensual en un 83.3% de las familias es inferior a un salario mínimo al mes, sólo
un 16.7% recibe entre uno y dos salarios mínimos mensuales. 22 Esto quiere decir que la
gran mayoría de las familias, teniendo en cuenta que se trata de grupos numerosos apenas
si alcanza a cubrir las necesidades más básicas y puede ser indicador de una gran evasión
del pago de servicios públicos, entre otros fenómenos.
Esta situación obliga entonces a que todos los miembros del núcleo familiar sean aportantes,
lo que estimula fenómenos de trabajo infantil, deserción escolar, ausencia de las figuras
paternas en la crianza de los hijos. Esta situación influye en la formación del esquema
familiar tradicional, desde familias con una sola cabeza, familias con la figura paterna
22
Cifras de la Gobernación de Antioquia, en un estudio contratado por la Universidad de Antioquia.
131
INFRAESTRUCTURA
Los precarios niveles de ingreso familiar hacen pensar que la cobertura en servicios públicos
es deficiente o que el nivel de fraudes, evasión o no pago es alto. En lo que se refiere a
servicio de agua potable y alcantarillado, las causas de morbilidad hacen pensar que las
condiciones insalubres que enferman a la población se relacionan directamente con la
carencia de los servicios públicos domiciliarios y la ausencia de servicios de recolección de
basura en la totalidad del territorio del barrio.
La cobertura de servicios públicos del barrio está representada por las viviendas registradas
de la siguiente forma:
Pocas son las acciones comunales que han terminado sus periodos sin sufrir la renuncia de
los miembros dejando sólo al presidente de la Junta de Acción Comunal, la comunidad
tampoco ha entendido que la Acción Comunal son todos los habitantes del barrio, delegando
todo a los miembros de la junta directiva los que constantemente son sometidos a la crítica
y al desconocimiento de los esfuerzos en pro del bien común.
132
Los habitantes se han dedicado a la crítica poco constructiva dejando de ejercer funciones
de veeduría o demandando irregularidades a las autoridades competentes, sumado a la
apatía para participar en estas organizaciones, esto lo demuestra al confrontar el número de
participantes en una asamblea (datos encontrados en el archivo de desarrollo de la
comunidad) a la que acuden menos de la mitad inscritos como socios, a la hora de la
elección sólo participan entre 90 socios, la más alta participación fue la última asamblea en
Junio de 2004 que sobrepasó el número a 120 personas votantes, un número pequeño
teniendo en cuenta la cantidad de habitantes con posibilidades de participación. La intención
de los actuales líderes es reactivar la participación, credibilidad, unión de los diferentes
líderes, lograr que los jóvenes se integren a esta institución y adelantar proyectos de
desarrollo comunitario”.
133
ANEXO TRES
MARÍA MAGDALENA CARO RODRÍGUEZ SEGÚN AIDA RAMÍREZ DE OSSA
Para escribir sobre María Magdalena tendría que mojar mi pluma en la tinta de las más finas
y hermosas flores y luego secarla en polvo de estrellas y luceros y aún así mis palabras se
quedarían cortas para describir esta maravillosa mujer salida de las blancas arenas de su
amado Blanquizal.
No podría dejar de lado a la hija, hermana, esposa, madre, familiar y amiga. En estos
aspectos igual es extraordinaria, nadie más maternal que ella, María Magdalena siempre
protege los suyos, gira en torno a ellos, adora a su mamá Elvia, siente devoción y
admiración por la sensibilidad de su papá Alfonso (de él heredó la suya), siempre ha sido la
compañera de vida de su esposo Mauricio, ama a sus hijos, les enseña que la honradez, el
amor al prójimo, la equidad y la solidaridad son fundamentales para poder disfrutar de una
convivencia armónica, tranquila y feliz. Como amiga es la lealtad personificada, ella conoce
el verdadero sentido y valor de la amistad, para ella tienen una cuantía ilimitada, los
hermanos la vida nos los impone, los amigos se pueden escoger y salen del corazón.
Magdalena es de esas mujeres que no pasan desapercibidas porque dejan huella, es como
un cometa con su halo luminoso. Porque es mágica, es como un hada buena que todo lo
transforma con su encanto. A quién no contagia con su alegría, con su risa que estalla como
mil bengalas iluminando el firmamento de aquellos a quienes la noche oscura les sonríe, es
inevitable evitar una carcajada sonora frente a sus disparatadas intervenciones, bien
134
calculadas por ella, cuando de humor se trata ella es la campeona, no tiene comparación, no
tiene rival.
Tampoco su terquedad tiene comparación. Cuando una idea la ronda no la abandona hasta
salirse con la suya y generalmente, la razón la acompaña, aunque en contadas ocasiones
(gracias a Dios) le es adversa y cuando esto sucede lo siente realmente y es bien evidente.
Por otro lado, su vitalidad es arrolladora, asombrosa, esta mujer es incansable su capacidad
de trabajo y movimiento no tienen límites, puede someterse a largas y duras jornadas de
trabajo y actividad y no denotar el menor rastro de cansancio, su personalidad y espíritu
continúan serenos, tranquilos, apacibles sin el menor resquebrajamiento de su fuerza vital.
Esta gran capacidad de la cual ella es la afortunada dueña, la única poseedora, en ocasiones
le hace olvidar que todos no cuentan con ese don excepcional.
Lo único que queda por anexar es que para conocer los ángeles, los seres de luz no es
necesario ir al cielo, Dios en su infinita bondad puso varios de ellos aquí en la tierra, María
Magdalena es uno.
135
AGRADECIMIENTOS
A mi familia que siempre me ha apoyado y ha creído en mí, a mis padres Elvia y Alfonso, por
lo que soy y seré, a mis hermanos, sobre todo a “Chava”, Ruth y Alfonso que me animaron
en este proceso, ellos fueron los que más detalles me aportaron para escribir esta historia,
en el instante que se me ocurría una pregunta, acudía a ellos para resolverla y poco a poco
se fueron contagiando con la idea del libro.
A mis hijos Delsa y Sebastián porque durante varios meses los privé de sus salidas por estar
pegada del computador, por eso hicieron un brindis con limonada el día que les dije
“¡terminé!”.
A las personas que me recibieron en las casas con cariño y una atención sin igualar: Rocío
Arboleda, “Rocío” Arias, Luz Elena Pulgarín, Reinaldo y Selsa, Raúl Cano, Jesús Castro y
Mercedes Moreno, Maria Jesús Cano, María Elena Velásquez, Oscar Velásquez, Consuelo
Vallejo, José Hoyos, Manuel Moreno, Marta Elena Álvarez, Alejandro Ocampo, Berta
Montoya, Gabriel Calle, Elpidia Correa (“Adelita”), León Moreno, que dedicó una mañana de
su tiempo de libertad para compartir conmigo su historia, a Soila Durango, Carlina Goéz,
Graciela Rueda, Olga Tabares, a la Madre Lucila Montoya, Padre Roberto Seguín, a las
secretarias, Marina García, Doris Benítez, Duberney Rojas, las docentes de la escuela Dios
es Amor, Sara Lucia Puerta, médico Carlos Mario Tobón, la profe Maribel Aguirre, Yamile
Guisao y Paula Pulgarin y algunos estudiantes de noveno que me colaboraron con las
últimas entrevistas, a Sandra Acevedo y Yohana Moreno que me ayudaron a digitar cuando
mis manos estaban cansadas, a Aída Ramírez por animarme en este proceso y ayudarme en
la investigación y sobre todo porque quiere mucho a Blanquizal.
A todos aquellos que llamé a solicitar información y que con gusto me la dieron.
En fin fueron muchas personas que tuvieron que ver con la posibilidad de hacer esta
recopilación histórica.
Cómo no mencionar al equipo coordinador del colegio Creadores del Futuro a: Claudia
Yaneth Serna Mayorga, Jorge Mario Londoño, Juan Guillermo Jiménez, Marinela Román,
Rocío Nahar, Teresa Gómez, John Jairo Osorio, María Teresa Gaviria y equipo de docentes
del establecimiento, que me ayudan a construir sueños.