ISAIAS
ISAIAS
El profeta Isaías experimenta un momento difícil en su vida, ha muerto el rey Uzías (amigo y
familiar) y con él probablemente la bonanza del reinado. El profeta enfrenta un tiempo de
incertidumbre y ansiedad. Ante esta situación decide ir al templo y allí tiene un encuentro con
Dios, donde es llamado y transformando por el poder de Dios. Hay ciertos momentos en la vida
dónde sólo una experiencia con Dios nos alienta a seguir adelante, esto le sucedió al profeta
Isaías… Ante la misericordia de Dios, nuestro corazón debe responder dispuesto (“Heme aquí,
envíame a mí”, Isaías 6:8). No era tiempo de entristecerse, ni caer en depresión por la ausencia del
rey, era tiempo de ir y hacer la voluntad de Dios. Era el tiempo de cumplir con la comisión divina,
Isaías debía ir y profetizar, ir y declarar la Palabra de Dios. De hecho Isaías significa “Jehová es
salvación”, Dios lo había llamado a servirle como profeta, y el Señor lo ministra y lo envía.
En capítulos 1-5 Isaías usa palabras fuertes para describir la maldad de Judá. Describe el pueblo de
Judá como si fuera un niño rebelde (1:2) diciendo “¡Oh gente pecadora, pueblo cargado de
maldad, generación de malignos, hijos depravados! Dejaron á Jehová, provocaron á ira al Santo de
Israel, tornáronse atrás” (1:4). Dice que la ciudad que una vez fue fiel se ha convertido en ramera
(1:21). Habla de un viñador (Dios) que plantó una viña (Judá) con vides selectas, esperando que
rindiera uvas, pero “llevó uvas silvestres” (5:1-2).
la obra de Isaías en capítulos 1-5, denunciando el pecado de Judá y avisando del juicio venidero,
fue necesaria para preparar a Isaías para el asombro que experimenta en capítulo 6. A lo largo de
cinco capítulos, ha apuntado con un dedo juicioso hacia sus compatriotas de Judá. En capítulo 6,
en presencia de la santidad de Yahvé, de repente reconoce su propia falta de santidad. Por fin se le
ocurre que no solo habita entre gente de labios inmundos, pero que también él es uno de ellos –
que sus labios también están inmundos
“En el año que murió el rey Uzzías” (v. 1a). Uzzías (conocido como Azarías en 2 Reyes 15) fue uno
de lo mejores reyes de Judá – el mejor después de Salomón. Comenzó a reinar a la edad de 16
años. Reinó 52 años e “hizo lo recto en los ojos de Jehová” (2 Crónicas 26:3-4). Dirigió un gran
ejército, derrotó los Filisteos, y recolectó tributos de los Ammonitas. Construyó torres y revivió la
agricultura. “Mas cuando fue fortificado, su corazón se enalteció hasta corromperse” (2 Crónicas
26:16). Al final de su vida, trató de usurpar poderes sacerdotales, y Dios le afligió con la lepra (2
Crónicas 26:20).
“vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime” (v. 1b). En el año de la muerte de un gran
rey, Isaías tuvo el privilegio de ver a un rey celestial aún más grande, sentado en un trono en el
templo – seguramente en el Sagrado de los Sagrados del templo de Jerusalén. El trono era “alto y
sublime” – apropiado para un Dios de esta naturaleza.
y sus faldas henchían el templo” (v. 1c). Este detalle transmite lo maravillado que está Isaías en
presencia de Yahvé. Le parece que la falda de Yahvé llena el templo. Se siente demasiado pequeño
para ver más allá de la falda de Yahvé.
“cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, y con dos cubrían sus pies, y con dos
volaban” (v. 2b). Como se anota en versículo 1b, la gente no solía ser permitida ver a Dios y
permanecer con vida. Los serafines cubren sus rostros para protegerles. “Cubrían sus pies” es
seguramente otra manera de decir ‘cubrir su desnudez.’
“Y el uno al otro daba voces” (v. 3a). Esto sugiere un coro antifonal en que un coro canta una
frase desde una parte del santuario y otro coro canta la respuesta desde otra parte. Imagínese
varios coros de voces perfectas, situados alrededor de un templo de acústica perfecta, cantando
antifonalmente. Cada sonido vendría de una nueva dirección, complementando la canción
anterior en lugar de copiarla. El efecto sería bello – más allá de nuestra comprensión.
“diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos: toda la tierra está llena de su gloria” (v.
3b). La lengua hebrea utiliza la repetición para enfatizar, y esta repetición en tres partes refleja el
epítome de la santidad. El autor del libro de Apocalipsis utiliza esta misma imagen y formula tres
veces sagrada (Apocalipsis 4:8).
Estas palabras son cantadas por el coro de serafines – un himno de alabanza – un tributo a la
santidad y gloria de Dios. La santidad de Dios forma parte inherente de su ser. Gloria es la
manifestación visible de su magnifica presencia. Santidad y gloria suelen ir juntas cuando se
describe a Dios en el Antiguo Testamento.
“Y los quiciales de las puestas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se hinchió
de humo” (v. 4). Los serafines cantan tan alto que hacen temblar las puertas del templo. El templo
también está lleno del humo del incienso (Éxodo 25:6, 29; 30:1, 7, 27, etcétera) y de sacrificios
quemados. El humo y el sacudir de las puertas recuerdan al encuentro de Moisés con Yahvé en el
Monte de Sinaí (Éxodo 19:18).
5Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; que siendo hombre inmundo de labios, y habitando en
medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos.
6Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar
con unas tenazas: 7Y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es
quitada tu culpa, y limpio tu pecado.
“Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; que siendo hombre inmundo de labios, y habitando
en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los
ejércitos” (v. 5). Isaías habla, confesando su culpabilidad. Como se anota arriba, a lo largo de cinco
capítulos se ha quejado de su nación pecaminosa y de su gente. Con lenguaje gráfico ha descrito
su culpabilidad y el juicio que debe anticipar. Ahora, en presencia del Altísimo, está sobrellevado
por su propia culpabilidad. En presencia de la santidad de Yahvé, le asombra su propia falta de
santidad. Ve que, igual que los otros ciudadanos de Judá, también él es culpable – también él
merece el mismo juicio.
Para tener una idea de cómo se sentía Isaías, imagine como se sentiría Usted en presencia de un
santo actual – una persona como Madre Teresa. En presencia de santidad, la mayoría de nosotros
nos sentimos vacíos en comparación. Su santidad acentúa nuestra falta de santidad. Ahora
multiplique ese sentimiento por mil, y empezará a comprender el estado de Isaías. Para ver el
impacto completo, multiplíquelo por infinito.
“labios inmundos” parece una frase antigua. No solo son los labios de Isaías los que están
inmundos, sino su persona completa. ¿Por qué ha de hablar de labios inmundos? Jesús nos da una
pista cuando dice, “porque de la abundancia del corazón habla la boca” (Mateo 12:34) y “Mas lo
que sale de la boca, del corazón sale” (Mateo 15:18). La cosa es que labios inmundos (una
inmundicia secundaria) expresan lo que está en un corazón inmundo (la raíz de la inmundicia). Los
labios inmundos de Isaías expresan lo que está en su corazón inmundo, igual que los labios
inmundos del pueblo de Judá (sobre el cual Isaías ha pronunciado su juicio) expresan lo que hay en
sus corazones inmundos. Solo es cuando Isaías se encuentra ante la santidad de Yahvé que
reconoce su propia inmundicia.
“han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos” (v. 5b). Ver “al Rey, Jehová de los ejércitos,” es
morir. Isaías debe pensar que está a punto de morir ahí mismo.
“Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del
altar con unas tenazas” (v. 6). Aunque dice que Yahvé mandó al serafín hacer esto, está claro que
el serafín cumple la voluntad de Dios.
Un carbón encendido podría venir del altar de incienso o del altar de sacrificios, pero es más
probable que venga del altar de sacrificios en vista de su conexión a la limpieza de pecados.
Sacrificios en el templo incluyen perdón por la sangre de un sacrificio, haciendo posible el perdón
de los pecados.
“Y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y
limpio tu pecado” (v. 7). El serafín toca los labios de Isaías con el carbón encendido, quemando la
iniquidad de sus labios y su corazón. El que no era santo ahora es santificado. El que no merecía
estar en presencia de Dios, por la gracia de Dios, ahora merece.
8Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién nos irá? Entonces respondí yo:
Heme aquí, envíame á mí.
Isaías habló, confesando su culpabilidad. Ahora Dios habla, dirigiéndose a su concejo celestial (el
serafín y cualquier otro ser angélico que pueda estar presente). “La sala del trono de Dios es la sala
de póliza del gobierno mundial. Hay negocio que llevar a cabo. Hay creación que manejar. Hay
mensajes que enviar” (Bruggemann, 59-60)
Dios pregunta, “¿A quién enviaré, y quién nos irá?” Isaías es solo un transeúnte que oye la
pregunta de Dios. Dios no dice adonde ha de ir el enviado ni lo que ha de hacer – tampoco le pide
a Isaías que se ofrezca.
“Heme aquí, envíame á mí.” Isaías, sobrellevado por la emoción del momento – agradecido de ser
limpiado y aún más agradecido de estar vivo – ofrece ser el enviado de Dios, aunque no sabe
adonde Yahvé le enviará ni qué le pedirá hacer. Es decir, Isaías le escribe a Dios un cheque en
blanco, ofreciendo ir adonde sea y hacer lo que sea. Esto es inusual en las historias de la llamada
de Dios en el Antiguo Testamento, donde la gente a menudo expresa objeción a su llamada (Éxodo
3:11; 4:10; Jueces 6:15; Jeremías 1:6).
Pero algo como la respuesta de Isaías todavía ocurre hoy cuando una persona de fe se
compromete al servicio de Dios. Cuando se hace un compromiso de este tipo la persona no puede
decir, “serviré a Dios siempre que lo pueda hacer desde aquí” – o “con gusto serviré a Dios de esta
manera pero no de esa manera.” El compromiso debe ser servir a Dios, y la persona que se
compromete solo puede preguntarse adonde le llevará Dios.
VERSÍCULOS 9-13 estos versículos representan a Dios como alguien decidido a condenar.
Habiendo llegado a su veredicto, Dios no quiere que nada – ni siquiera el arrepentimiento –
interfiera con el juicio que pronto declarará. Eso choca con nuestra idea de amar a Dios.
No obstante, los dos pasajes van juntos. Versículos 1-8 hablan del mensajero, mientras que
versículos 9-13 hablan del mensaje. El mensaje es pésimo, pero tiene un cambio esperanzador al
final. Todo ha de ser destruido y destruido de nuevo. Parece que no hay vida que pueda sobrevivir
de los escombros dos veces quemados, pero vida nacerá – una semilla sagrada – un gran rayo de
esperanza de luz verde que crecerá de los escombros. Un remanente sobrevivirá para llevar a cabo
el plan de Yahvé.
La idea de un remanente aparece a través del Antiguo Testamento. Típicamente, Dios juzga los
pecadores, dejando que muchos mueran – a veces rápidamente como en el gran diluvio (Génesis
7), y otras veces más despacio, como en el trayecto a la Tierra Prometida. En cada caso, Dios deja
la esperanza de un remanente fiel que sobrevive y lleva a cabo su obra. En este libro, Isaías a
menudo expresa la esperanza de un remanente (10:19-22; 11:11, 16; 28:5; 37:4, 31; 46:3). La idea
de un remanente continúa en el Nuevo Testamento (Mateo 7:14; Romanos 9:27-29; 11:2-5, 7;
Apocalipsis 12:17).
“Engruesa el corazón de este pueblo” se contrasta con “entienda con su corazón”; los hombres no
son sensibles espiritualmente porque sus corazones están fijos en la abundancia mundana.
“Agrava sus oídos” se contrasta con “y oiga con sus oídos”, y “ciega sus ojos” se compara con “no
sea que vea con sus ojos”. Los ojos, oídos y corazones del pueblo se cerrarán a causa de su
preocupación constante en los asuntos mundanos.
En el versículo 11 Isaías pregunta en cuanto al plazo de tiempo que pasaría antes de que su
mensaje fuera entendido:[20] “Y yo dije: ¿Hasta cuándo, Señor? Y respondió él: Hasta que las
ciudades estén asoladas y sin habitantes, y no haya hombre en las casas, y la tierra quede
desierta”. Un significado alternativo para este versículo es “el profeta se pregunta hasta cuándo
serán los hombres así; el Señor responde: Hasta que los hombres dejen de existir” [21]—
Continuando con el versículo 12, llega a ser evidente que ambos versículos anteriores hacen
referencia a la dispersión de Israel: “hasta que Jehová haya echado lejos a los hombres y haya
multiplicado los lugares abandonados en medio de la tierra”. El Libro de Mormón registra “…
porque habrá gran desolación en medio de la tierra.”.[22] El mensaje de Isaías no sería entendido
hasta después de la destrucción y la dispersión de Israel.
El versículo 13 se refiere al recogimiento subsiguiente de Israel: “Pues aún quedará en ella una
décima parte, y volverá, aunque será consumida como el terebinto y como la encina, de los cuales
en la tala queda el tronco; así el tronco de ella será la simiente santa”. El Libro de Mormón
presenta: “Mas todavía quedará una décima parte, y volverá, y será consumida; como el terebinto
y como la encina que guardan en sí su substancia cuando echan sus hojas; así la santa semilla será
su substancia”.[23] La palabra hebrea traducida como “consumida” significa “quemar, consumir,
encender, encenderse”.[24]
Así como el tronco o tocón de un árbol que es talado o quemado presenta nuevo crecimiento, un
orden nuevo y justo surgiría después de la dispersión y destrucción. Isaías implica este mismo
significado luego, en el capítulo 11: “Y saldrá una vara del tronco de Isaí, y un vástago retoñará de
sus raíces”.[25] La vara se refiere específicamente a Cristo, que era un descendente de Isaí, padre
del rey David, por medio de José, el esposo de María; y también por medio de María Su madre,
que era del mismo linaje.[26]
Cuando Judá fue llevada al cautiverio en Babilonia, alrededor del 90 por ciento de los habitantes
de la tierra fueron muertos, con la restante décima parte siendo llevada al cautiverio o
permaneciendo en la tierra como vigilantes bajo la regla asiriana. [27]