Apuntes Historia de La Música 3
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Apuntes Historia de La Música 3
Javier Jurado
TEMA 1. POSTROMANTICISMO
Audiciones
Aunque no existe acuerdo en la clasificación de los períodos del Romanticismo, adoptaremos aquí
la nomenclatura de Machlis1 al referirse a los compositores nacidos en las décadas de 1860 y 1870,
que alcanzaron la madurez artística en los inicios del siglo XX. A pesar de la generalización del
término “tardorromanticismo” para este período, lo evitaremos aquí por llevar a confusión con los
compositores del Romanticismo tardío, período que podemos situar entre 1850 y 1910, siendo el del
postromanticismo de entre 1870 y 1950.
La música del período supone tanto una continuidad desde el Romanticismo como una rebelión ante
la herencia romántica recibida. Por ello, no se trata tan solo de una continuidad sino de una época de
transición, que enlaza con las nuevas visiones del XX. Como continuación del movimiento
romántico, hunde sus raíces en el ámbito musical y cultural germánico, si bien posee implicaciones
en la música francesa y en algunos nacionalistas de las primeras décadas del XX.
Dadas las personales características de sus compositores, en este tema haremos la división de
apartados por autores.
1. Gustav Mahler
Gustav Mahler (1860-1911) nació en Bohemia en un medio muy humilde. Sus cualidades musicales
lo llevaron a estudiar piano con seis años y entrar en el Conservatorio de Viena con quince; tres
años más tarde ingresaría en la universidad de dicha ciudad, donde pudo estudiar con Bruckner y
abrazar las teorías wagnerianas. Con tan solo veinte años se hizo cargo de la dirección de una
opereta de poca categoría, accediendo posteriormente a la Ópera Real de Budapest, a trabajar en
Hamburgo (donde conoció a su discípulo y gran colaborador Bruno Walter) y a la Ópera de Viena.
En ésta, desarrolló una importante labor pedagógica dando a conocer al público las grandes obras de
Wagner, Mozart, Weber y otros autores germánicos.
Sus ocupaciones laborales le impedían componer con facilidad, por lo que se denominaba a sí
mismo sommerkomponist (compositor de verano). Las continuas críticas a sus obras, más las
intrigas de la orquesta (máxime al tratarse de un compositor judío), no empañaron su carrera triunfal
como director de orquesta, faceta en la que sí contó con la admiración de su público. Tras la muerte
de una de sus hijas, aceptó el puesto de director en el afamado Metropolitan Opera House de New
York, donde se estableció en 1908, aunque volvía a Viena para componer al acabar la temporada;
en esos períodos remató tanto su 9ª sinfonía como el ciclo de lieder La canción de la tierra. Tras
una fuerte temporada de conciertos, falleció en Viena de la afección cardíaca que padecía.
Mahler fue un compositor de transición, en el que recayó la herencia de la tradición romántica
(Berlioz, Liszt, Wagner, Bruckner…). Experimentador infatigable, expandió la sinfonía y el lied
orquestal hasta su punto de disolución final. Se anticipó a una nueva era y se convirtió en influencia
primordial para los compositores vieneses ulteriores, como Schönberg, Berg y Webern, entre otros.
Maestro de la orquestación, su herencia se detecta en otros muchos, como en Shostakovich,
Prokofiev, Honegger y Britten.
Las características del pensamiento musical de Mahler son:
Misticismo: “Lo mejor de la música no se encuentra en las notas”.
Unidad arte-sentimiento: “En reposo soy incapaz de componer”.
Importancia del acto creativo: “Componer una sinfonía es crear un mundo”.
Presencia de temas recurrentes, tanto en las letras de sus lieder como en las sinfonías:
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Josep Machlis. Introducción a la música contemporánea. Buenos Aires: Marymar (1975).
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- La naturaleza, a través de rememorar las trompas de caza o el canto del cuco (como en el
inicio del primer movimiento de la 1ª sinfonía, onde también se aprecia la sonoridad popular
y la influencia del tratamiento de la forma sonata de Bruckner).
- El folclore, a través de la canción y la danza típica de Austria y Bohemia, como se puede
detectar en sus sinfonías, en las que incluye un movimiento de carácter danzado.
- El aspecto lírico, tanto en la elección de los poetas para sus lieder como en los textos de las
sinfonías en las que interviene la voz (2ª, 3ª, 4ª, 8ª).
- El destino y la soledad del ser humano, que se manifiesta sobretodo en las letras de algunos
lieder, como en las Canciones de un caminante. El propio Mahler se hace eco de esta idea
con su frase “Soy tres veces apátrida: como nativo de Bohemia en Austria, como austríaco
en Alemania y como judío en el mundo entero”.
- La muerte, a través de la resignación y la marcha fúnebre, como en el 3º movimiento de la
primera sinfonía, Titán, donde el tradicional Frère Jacques, paradigma del canon infantil, ha
sido transformado al modo menor, otorgando las primeras entraas a instrumentos de tesitura
grave; temas de resonancia popular e, incluso, judía, se suceden y superponen, incidiendo en
la sensación de tristeza.
- La fe en Dios y el amor del ser humano, en la segunda sinfonía, Resurrección, y en la
octava, De los mil.
En lo que respecta a sus composiciones, Mahler buscó toda la vida la síntesis entre la sinfonía y el
lied, de forma que en sus sinfonías siempre se encuentra el melodismo del lied y, al contrario,
algunos de sus ciclos de lieder (como La canción de la tierra) son, en realidad, una inmensa
sinfonía con voces solistas. Las imágenes e ideas literarias desempeñan un enorme papel en su
imaginación musical.
Para entender los lieder de Mahler debemos tener en cuenta estas peculiaridades:
- Estuvo muy influido por Hugo Wolf y por la obra de Wagner.
- Su armonía es rica, cromática y cargada de emoción, si bien es el más diatónico de los
postwagnerianos.
- La riqueza de acompañamiento orquestal es destacada; trata la orquesta polifónicamente y
por secciones, de forma cristalina y transparente, reservando la plenitud del tutti para el
culmen de la obra.
- Todos sus lieder están cargados de un fuerte pesimismo en sus textos.
En cuanto a sus ciclos, destacan:
- Lieder eines fahrenden Gesellen (“Canciones de un caminante”), sobre textos del propio
Mahler, ciclo emparentado con los románticos (de hecho, la temática es similar al
Winterreise de Schubert). Mantiene relación con la 1ª sinfonía, ya que el primer tema del
segundo lied se empleó como tema del primer movimiento de la sinfonía; el verso final del
cuarto en el tercer movimiento.
- Des Knaben Wunderhorn (que se podría traducir como “La trompa maravillosa del joven”),
sobre una colección de poesías populares reunidas por Brentano.
- Kindertotenlieder (“Canciones de los niños muertos” o “Canciones para la muerte de los
niños”), selección de cinco poemas de Rückert, quien los concibió tras la muerte de dos de
sus hijos; la armonía postwagneriana se asienta sobre una instrumentación cristalina y
polifónica, con dosis de contrapunto. Su hija María moriría pocos años después de
componerla, por lo que adquirió un nuevo sentido para Mahler.
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- Das Lied von der Erde (La canción de la Tierra), obra formada por seis fragmentos que
toman la forma de pequeño ciclo, sobre textos anónimos chinos traducidos al alemán. Su
peculiar estructura la acercan a otro tipo de composiciones sinfónicas. Precisa de dos voces
solistas (una grave y otra aguda; siguiendo la estética de Mahler, tenor y contralto sería
idóneo) más acompañamiento orquestal.
Audición de Das Trinklied von Jammer der Erde (“Brindis de la miseria terrenal”) de Das lied
von der Erde (“La canción de la tierra”), de G. Mahler
El lied es para tenor y orquesta. El texto comienza diciendo:
Ahora centellea el vino en la áurea copa
Pero no bebáis aún; antes os cantaré una canción
Dejad que la canción de la tristeza
Resuene con risas en vuestras almas...
El apasionado comienzo de las trompas saltando de 4ª ayuda a establecer la tonalidad:
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Strauss heredó la orquesta de Berlioz, Liszt y Wagner, en el momento en que la orquesta iba a
convertirse en un enorme conjunto virtuoso, liderando esa transformación.
Sus características son:
- Ritmo tenso, casi furioso. Los efectos dramáticos lo hacen un maestro de la conmoción y la
sorpresa.
- Melodías vivas rítmicamente, nerviosas y tensas, con temas llenos de saltos.
- Armonía postwagneriana, pero abierta a los efectos politonales habituales posteriormente.
- Orquestación: todos los instrumentos participan por igual, incluso aquellos que, con
anterioridad, se habían limitado a sostener al resto. Abandonó la tradición de componer
dentro del carácter de los instrumentos, de manera que explotó las posibilidades sonoras de
cada uno de ellos, desde los efectos a las tesituras extremas.
- La textura tiende a un efecto de “maraña”, donde las diferentes líneas melódicas se
entrecruzan y mezclan.
- En general, todo lo que ayuda a aumentar la tensión dramática
Su preferencia se decanta hacia el poema sinfónico, como mezcla de relato e imagen a través de la
música. En ellos se hacen patentes sus características, además de presentar efectos sonoros que
inciden en lo literario (máquina de cencerros, truenos, chocar de cacerolas, balido de ovejas…).
Deseaba que la música fuera tan gráfica que pudiera describir una cuchara colocada dentro de un
vaso.
Como ilustración de lo hasta aquí dicho, escucharemos los dos primeros números de la Sinfonía
Alpina.
A pesar de la importante contribución al género del poema sinfónico (Las alegres travesuras de Till
Eulenspiegel, Así habló Zaratustra, Sinfonía doméstica, Don Quijote…), Strauss es más conocido
hoy día por sus óperas, especialmente por Salomé y Elektra, en donde Strauss explora las oscuras
cavernas del alma, centrándose en la lujuria y la venganza respectivamente; con ello, se aproxima al
gusto por lo horrible que, tras la 1ª Guerra Mundial, ocuparía las tierras germánicas con la llegada
del expresionismo.
Además de su destacada contribución a la música de cámara (no en vano fue presidente de la
Reichmusikkamer durante el III Reich), es hoy reconocido por su importante contribución al género
del lied. Strauss se caracteriza por, desde unos supuestos estéticos marcadamente diferentes,
enriquecer el desarrollo de los diversos lieder con nuevos timbres. A pesar de que la importancia de
este compositor en el discurso general de la historia de la música se hizo patente cultivando otros
géneros, la relevancia del lied en su catálogo de obras ha sido resaltada en innumerables ocasiones,
apareciendo en diferentes coyunturas críticas de la misma, desde las piezas más ingenuas de
juventud hasta las más exaltadas canciones para voz y orquesta del final de su vida.
Los primeros lieder los compuso en gran parte para su tía Johanna Pschorr, que era una buena
mezzosoprano y que los cantaba en las veladas musicales familiares. Muchas de estas obras se han
perdido, aunque las que perduraron muestran a un joven compositor que se asentaba firmemente en
el lied tradicional de principios del siglo XIX.
4. Jean Sibelius
El compositor Jean Sibelius (1865-1957) creció en un ambiente familiar favorable a la música, por
lo que estudió violín y, más tarde, leyes. Tras viajes de juventud a Berlín y Viena, en los que
experimentó la influencia de los compositores románticos, participó en el movimiento patriótico
finlandés contra la represión zarista, por lo que en gran medida es considerado como nacionalista.
Fruto de esa influencia compuso sus poemas sinfónicos Kalevala (sobre el poema épico homónimo)
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y Finlandia, obra de gran influencia cultural en su país [este en 1899, año que tomaremos como
referencia de otras muchas obras del cuatrimestre], así como la Suite Karelia.
En lo que se refiere a sus características musicales, cabe resaltar su ritmo incisivo, que le lleva a
explotar las posibilidades de la percusión. La melodía se basa en el canto local, con repetición de
fragmentos y ostinatti, favorecidos por una dinámica de crescendos largos y lentos; focalizada
alrededor de un centro tonal recurrente, le otorga cierto sentido primitivo. La armonía, basada en lo
académico, destaca por una curiosa manera de unir acordes tras pausas. La orquestación parte del
uso de terceras, registros graves, y disposición de acordes en los metales
En sus siete sinfonías resulta sobrio y poco descriptivo, siendo las primeras románticas y las últimas
pertenecientes al período que estudiamos.
Cultivó todos los géneros, excepto la ópera. En general, resulta muy del gusto del público, como
demuestra la permanencia en el repertorio del Concierto para violín, Finlandia y el popular Vals
triste.
5. Alexander Scriabin
Alexander Scriabin (1872-1915) ha pagado duramente el ser una figura de transición. Aunque hace
años fue reivindicado como uno de los grandes, hoy en día casi ha desaparecido de las salas de
concierto. Sin embargo, representó una tendencia progresista de la música rusa a inicios del XX,
con importante influencia en el devenir de la nueva música.
Nació en Moscú, en el seno de una familia aristocrática; asistió al conservatorio junto a su gran
amigo Sergei Rachmaninov (autor también destacado de esta corriente, como demuestran sus
sinfonías y conciertos para piano). Al llamar la atención del famoso editor ruso Belaiev, éste le
organizó una serie de conciertos por Europa, donde dio a conocer su música. A la vuelta a Moscú,
se convirtió en el precursor de los importantes cambios que se dieron lugar en la transición del siglo
XIX al XX, como compositor y desde su puesto de profesor de piano en el conservatorio de Moscú.
Retirado de la docencia por un mecenas a inicios del XX, se dedicó a su faceta como concertista,
visitando incluso los Estados Unidos.
A finales de la década de 1900, abrazó la teosofía y el misticismo, tenencias que enmarcó en dos
grandes poemas sinfónicos: el Poema del éxtasis y Prometeo. El poema del fuego (en esta última
habría un “órgano de color” que proyectaría colores sincronizados con la música, aunque nunca se
llegó a realizar).
Durante la 1ª Guerra Mundial participó en conciertos de ayuda para las tropas. En uno de ellos se le
formó un absceso en un labio que remató en septicemia, con la consiguiente muerte del compositor.
Scriabin es un miniaturista heredero de Liszt y Chopin, como demuestran sus mazurcas, nocturnos,
impromptu... Es en el campo de la armonía donde más llamativo resulta, evolucionando del acorde
de 3ª al formado por 4ª, empleando la politonalidad y la atonalidad.
Partiendo de la 4ª, ideó el “acorde místico” (do-fa#-sib-mi-la-re) presente en el Prometeo. Este
acorde, ordenado por 3ª, daría lugar a do-mi-(sol)-sib-re-fa#-la, que actuaría como una V13ª, pero
que posee función de I (naturalmente, se trata de música atonal). Partiendo de esta ordenación, se
obtendría el elemento melódico, es decir, do-re-mi-fa#-(sol)-la-sib-do, que se aproxima, por una
parte, a la escala acústica y, por otro, a una escala octatónica presente en el folclore ruso y que sería
empleada, entre otros, por Rimsky-Korsakov en su último período.
Como segundo elemento estructural, Scriabin aisla el segmento superior de esta ordenación por
terceras, es decir, sib-re-fa#-la, claramente atonal.
La unidad en el tratamiento de melodía y armonía lo emparenta con otras corrientes que se estaban
dando en una Europa que buscaba nuevas vías de expresión, tales como el Impresionismo.
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A pesar de estas innovaciones, en este último período de su música sigue asumiendo las formas de
sonata. La diferenciación entre áreas tonales, característica de la forma, no existe en esta música
atonal, por lo que recurre a cambios de textura.
En su composición, además de lo antedicho, destacan sus tres sinfonías, el Concierto para piano y
diez sonatas para piano (siendo las cinco primeras completamente postrománticas). De entre ellas,
correspondiente a esta última época, destacamos la sonata nº 7, “Misa blanca”.
6. Postrománticos franceses
A pesar de tratarse de un movimiento claramente germánico, la influencia wagneriana se conservó
viva en Francia por obra de un grupo de compositores discípulos de César Franck. El más
importante de todos ellos, Vincent D’Indy (1851-1931) ejerció influencia en la música francesa en
el período postromántico. Fue uno de los fundadores y, posteriormente, director, de la Schola
Cantorum de París.
D’Indy trató de aclimatar la tradición germánica a Francia, y no sólo en el aspecto wagneriano sino
también considerando el sinfonismo beethoveniano y la polifonía de Bach. Dentro de esta corriente
citaremos como compositor más destacado a Paul Dukas (1865-1935), mundialmente reconocido
por su L’Apprenti sorcier (“El aprendiz de brujo”), sobre Goethe.
A pesar de su más que destacada contribución a la historia de la música, poco reconocimiento ha
obtenido (por el momento), el gallego (posteriormente hispano-argentino) Andrés Gaos. De entre
sus obras más conocidas destaca la Impresión nocturna, además de su poema sinfónico “Granada”,
dos sinfonías (la segunda, “En las montañas de Galicia”, con tintes nacionalistas), y la suite
“Hispánicas”, para piano.
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Tema 2. Historia de la música III – Conservatorio Superior de Música de Vigo – Prof. Dr. Javier Jurado
1. Sobre lo nuevo
TEMA 2: Los elementos 2. El fin del Romanticismo
3. Elementos de la música del XX:
de la Música en el XX a) Melodía
b) Armonía
c) Tonalidad
Audiciones
d) Ritmo
e) Textura
f) Orquestación
g) Forma
a) Melodía
• “Corsé”: necesidad liberación, asimetrías en C, melodía
b) Armonía infinita, expresividad. Ej.PatéticaTchaikovsky
Textura Orquestación
• Def
Evolución: empaste...
Generalidades • Tipos “Los compositores utilizaban los instrumentos para hacer que sonaran tal y
• Textura en el pasado como eran. La mezcla de los timbres con el fin de que produjeran un
nuevo resultado fue mérito suyo” (A.Copland)
W: doblar, sonidos largos en metales, * orq e compos es orquestador
• Apartarse del XIX y aligerar la T Otros de transición al XX: Strauss, Mahler...
(“volver a Bach”) XX:
• Contrapunto sobre poliarmonía Acentuar timbres individuales
TEMA 3: EL IMPRESIONISMO
Audiciones
1. INTRODUCCIÓN: MARCO ARTÍSTICO.
Uno de los aspectos destacados al tratar del Impresionismo es su situación en un marco histórico
concreto. Tras el pensamiento romántico de “universalidad”, que dirigió en gran medida las obras
hacia el gran público, se abre paso en la segunda mitad del siglo XIX un sentido de exquisitez, de
refinamiento, enfocado hacia un público refinado y culto. Se trata de toda una rebelión contra el
gusto burgués, y que necesita nuevas vías de expresión. La evolución en el pensamiento poético,
pictórico y musical, encontrará en París su nuevo centro, apoyando la idea de reacción francesa
contra la supremacía alemana, dentro del mundo artístico.
La influencia de las otras artes en la música es importante y característica, no sólo porque el
nombre de la corriente musical deriva del que se aplica a la corriente pictórica (“Impresionismo”),
sino incluso por los efectos que sobre el arte musical tiene la poesía simbolista, por lo que quizás
fuese más afortunado emplear el término de simbolismo musical que el del impresionismo. Este
último nombre deriva del cuadro de Monet Impresión: sol naciente, que, utilizado de manera
despectiva por un conocido crítico, dio nombre a la corriente artística al ser asumido por sus
seguidores. El cuadro de Monet conoció el rechazo de los salones de exposición, más
conservadores, así como lo conocieron las sucesivas exposiciones organizadas por los propios
pintores. Finalmente, las obras impresionistas fueron reconocidas, debido al triunfo que obtuvieron
más allá de las fronteras francesas.
Se pueden resumir las características del nuevo lenguaje pictórico en una búsqueda de la luz, el
uso de colores puros colocados a puntilladas sobre el lienzo, la existencia de líneas difuminadas, y
un gusto por la naturaleza y los temas cotidianos frente a la heroica pintura romántica. La más
destacada de ellas es la búsqueda de la luz, lo que provocará un interesante estudio de sombras
coloreadas, lejana a la tradicional concepción del claroscuro, al interés por pintar al aire libre más
que dentro de un estudio, y a la plasmación de un mismo objeto considerando diferentes
exposiciones a la luz [serie de La Catedral de Rouen, de Monet].
El mismo término de impresionista sería aplicado, con idéntico sentido peyorativo, a la música
del joven Debussy por determinados academicistas ligados al círculo del Conservatorio de París,
quedando establecida en lo musical la misma etiqueta que sirvió a lo pictórico. Sin embargo, el
término no le pareció afortunado ni siquiera al propio Debussy, que se refería constantemente a “lo
que algunos idiotas llaman impresionismo, un término del que se abusa en general y especialmente
los críticos”.
Además de la influencia de los pintores, como Manet (su precursor con el cuadro Almuerzo en la
hierba), Monet, Pissarro, Degas o Renoir, los músicos impresionistas mantuvieron gran relación con
la corriente literaria simbolista. Entre los más destacados habría que señalar a los poetas Baudelaire
(que abre la corriente con su obra Las flores del mal [texto completo], Verlaine y Mallarmé. Sobre
todos ellos ejerció una gran influencia el crítico, poeta y escritor norteamericano Edgard Allan Poe
(1809-1849). Esta influencia no obtuvo frutos tan solo en la poesía (en los temas y la elección del
lenguaje), sino que es observable también musicalmente, al ser conocido el proyecto de Claude
Debussy de musicar la universalmente conocida obra de Poe La caída de la casa Usher, idea que no
llegó a plasmar finalmente [texto completo].
En cuanto a las características de la literatura simbolista señalaremos la exquisitez del lenguaje y
la elección de las palabras por su sonoridad y no sólo por su significado, las temáticas y el
dramatismo. Dada la sensibilidad inherente a todo compositor, las nuevas corrientes estéticas debían
influir sobre ellos, especialmente por lo cercano de las artes, lo que explica la sensación de
refinamiento de la música impresionista, su carácter expresivo y elegante y su enorme sensualidad.
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2. CARACTERÍSTICAS MUSICALES.
2.1 Modalidad
La aparición del Impresionismo coincide temporalmente con la búsqueda de nuevos sistemas de
organización melódica y armónica, tras los excesos tonales de las corrientes precedentes. Para
luchar contra la penetración de las características de la música wagneriana, varios compositores
(Saint-Saëns, Chabrier, Fauré) crearon la Societé Nationale de Musique. Por otra parte, hacia final
de siglo se funda la Schola Cantorum de París, ocupada en la recuperación del gregoriano y de las
fórmulas polifónicas renacentistas. Finalmente, coincide con las investigaciones de Solesmes sobre
el canto gregoriano y su recuperación.
Los deseos de huir de la dicotomía mayor-menor obligaron a los impresionistas a situarse en el
plano de una armonía predominantemente modal, con atención a fórmulas antiguas y aplicación en
sus procesos melódicos de los antiguos modos.
Dentro de esta armonía modal hay que señalar la importancia concedida a los intervalos que
duplican el valor de los armónicos naturales, como la octava, la cuarta, y la quinta. Esta concepción
choca frontalmente con la consideración anterior de los intervalos más empleados de tercera y
sexta.
El movimiento paralelo y más concretamente referido a estos intervalos de cuarta, quinta y
octava, dio lugar a una concepción similar al organum medieval, tal y como se puede observar en el
preludio de Debussy La catedral sumergida:
En relación a esta misma idea de armonía modal se presenta la utilización de una nota pedal, o
punto de pedal, que ya había sido usada ampliamente por los músicos románticos, aunque en esta
ocasión su función no sea de sostén, sino todo lo contrario, creando un efecto de bruma sonora que
enmascara el despliegue de sucesivos acordes. El pedal puede producirse en el bajo o en cualquier
voz y ser de diferentes tipos:
- Armónico, en cadencias y como reforzamiento buscando las disonancias, como en el ejemplo
anterior de La Catedral sumergida.
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- Melódico, sobre una línea melódica siempre a la misma altura, como en Syrinx:
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2.3 La pentafonía
Tal y como su nombre indica, se trata de una escala formada por cinco sonidos, y la pertinente
repetición a la octava; existe una gran cantidad de tipos distintos de escalas pentatónicas, tanto en
tipos como en disposición. En términos generales podemos dividirlas en dos grandes grupos: las
anhemipentatónicas (esto es, sin semitonos), parapentatónicas o, en general, pentatónicas, y las
hemipentatónicas, o sea, con semitonos. En las disposiciones que se muestran sin semitonos
tampoco existe una dirección armónica clara; es más, se puede considerar que no existen
consonancias ni disonancias en el interior de estas escalas. Se trata de un sistema enormemente
antiguo, que posee importantes muestras en el folclore mundial, tanto en el Lejano Oriente como en
el Este europeo, aunque también hay ejemplos en otras zonas de nuestro continente.
El tipo de escala pentatónica utilizado habitualmente por Claude Debussy y los impresionistas es
la que resulta al accionar las teclas negras del piano (en distancias de tono-tercera menor-tono-tono,
o lo que es igual, do - re - fa - sol - la). La idea estética que sugiere la pentafonía para Debussy es
doble: por una parte representa un carácter oriental, tal y como sucede en Pagodas (en el
tratamiento de las voces dobladas):
Por otra parte sugiere una idea de sencillez, de simple ingenuidad, en La niña de los cabellos de
lino:
2.4 Armonía
La sucesión de acordes posee las mismas características que pueda tener en la música anterior la
línea melódica. Si hasta ese momento se consideraba el movimiento independiente de cada voz, la
creación y resolución de tensiones de cada una, lo que daba lugar a un acorde en el marco de la
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quinta y octava (tal y como se expresó en el apartado referente a la modalidad) se consideran como
posibles intervalos menos usuales (segundas, séptimas e incluso novenas).
Este movimiento paralelo (mixtura) puede ser:
- Real: movimiento paralelo del acorde. Aunque poco habitual, podemos encontrarlo en uno de
los Nocturnos, Nuages (Nubes).
- Tonal: conducción paralela se produce considerando las notas del sistema empleado, como
en el caso del Preludio La catedral sumergida.
- Atonal: cambio de tríadas mayores y menores rápidamente.
- Modulante: se modifica el principio, sin que se perciba por el oyente
- De encuadre: no se realiza al completo, como en Doctor Gradus ad Parnasum.
- De slendro: introduciendo escalas de cinco o seis sonidos, como en La niña de los cabellos
de lino.
- De mixturas: superponiendo dos posibilidades de las tratadas, como en Claro de luna
[estudiar sólo las cuatro subrayadas].
2.6 La tonalidad
Debido a esa independencia del acorde, la resolución de las tensiones originadas por el
movimiento de las voces que lo conforman no es necesaria. El aumento de la importancia de la
disonancia, y el sentido estético de crear una impresión en el oyente, provoca una nueva concepción
en la definición de disonancia, resultante por otra parte de su evolución desde el Romanticismo (a
partir de las ideas de armonía cromática, no sólo desde Wagner sino también en Chopin, aunque con
fines distintos). La ordenación de los elementos disonantes da lugar a una nueva música.
A partir de esta explicación, es lógico pensar la importancia que cobra la cadencia: no se trata ya
de una resolución definitiva, sino de un punto de reposo que contiene la sensación de descansar en
un acorde menos disonante que el anterior; es decir, que un acorde de novena podría ser resuelto en
uno de séptima mayor, como demuestra el acorde disonante que sirve de cadencia final al Preludio
Lo que vio el templo del oeste:
La nueva concepción tonal llevó a Claude Debussy a utilizar en sus composiciones un gran
número de acordes escapados, así como de disonantes sin resolución aparente. Un acorde escapado
puede definirse como perteneciente a una tonalidad extraña, que no aparece preparado ni resuelve
(por supuesto que no se trata en ningún caso de un proceso modulante; simplemente es una
pincelada sonora sobre otra tonalidad principal, muestra clara de color impresionista en el marco del
proceso de disolución tonal que el arte compositivo experimenta desde las últimas décadas del siglo
XIX: la emancipación de la disonancia.
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El siguiente ejemplo muestra ese empleo de acordes escapados. Se trata de General Lavine-
eccentric, del segundo libro de Preludios:
Todas las ideas hasta aquí expuestas contribuyen a desarrollar una bruma sonora que, como en la
pintura, ayuda a difuminar la percepción de la obra.
2.7 Orquestación
El paralelismo de la música impresionista con la pintura es evidente en el uso de la orquestación.
Los colores puros plasmados con técnica puntillista sobre el lienzo, que obligan a una composición
global realizada por el propio espectador, tienen su paralelo musical. Los colores son expresados a
partir de la utilización tímbrica de los instrumentos. Interesa ante todo una sonoridad velada, por lo
que los instrumentos se presentan en sus tesituras menos habituales: la flauta y los clarinetes
abandonan sus habituales registros medios para ser escritos en los más graves e inusuales; los
violines tienden hacia los agudos y los metales son difuminados con el uso de sordina.
A todo ello se añaden elementos de percusión, mayoritariamente empleados en fórmulas difusas,
con baquetas forradas para contribuir a esa concepción velada de la obra orquestal. Contribuyen a
ese efecto de difuminar la celesta, el arpa, y pequeñas pinceladas que proporciona el uso
momentáneo de la percusión más brillante (triángulos, campanas, platillos...).
La relación pictórica es más que notable. El oyente se enfrenta a un conjunto de sonoridades que
el oyente debe mezclar. Es habitual el uso de armónicos y de glissandos, así como del trémolo,
principalmente en las cuerdas.
2.8 Melodía
La melodía de la música impresionista tiende a un fluir de manera continua; el ritmo suele ser
poco claro, siguiendo el principio de Debussy de escapar de la “tiranía de la barra de compás”.
Lejos de la concepción romántica de frases largas, Debussy prefiere inclinarse hacia un tipo de frase
más breve y desdibujada, que suele repetirse con diferentes sonoridades. La utilización de motivos
repetidos da lugar a una sensación de mosaico, de fragmentación, cuyo máximo ejemplo son los
Arabescos.
Por otro lado, y debido a la nueva concepción de la tonalidad, disminuye la importancia de las
cadencias a la hora de concretar las frases, por lo que es más que corriente encontrar superposición
de motivos, semifrases y frases, favoreciendo un fluir constante de música con grandes
posibilidades expresivas y de ensoñación, en el marco del pensamiento estético de toda la corriente
artística, en sus facetas literaria, plástica o musical.
2.9 Forma
La característica más relevante sobre los aspectos formales en el Impresionismo es precisamente
su desapego. Este rechazo a la estructura y al uso de tipos formales tiene una motivación doble: en
primer lugar el planteamiento de antítesis de la música romántica, especialmente referida a las
técnicas empleadas por los románticos alemanes; en segundo lugar, el abandono de la herencia de
los clásicos.
A este hecho contribuye el concepto armónico de los impresionistas. Al evitar las cadencias se
escapa de una concepción tradicional de estructura fundamentada en secciones, frases y períodos,
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Apuntes del Tema 3. Historia de la música III – Conservatorio Superior de Música de Vigo – Prof. Dr. Javier Jurado
con lo que esa sensación de bruma sonora creada y considerada ideal aumenta considerablemente.
La rebelión contra todo lo que suena alemán no solo se manifiesta en el rechazo a la forma, sino
también en el desprecio al drama wagneriano. Las ausencias de grandes formas hacen difícil una
concepción amplia de la obra a través del tiempo, con lo que la tendencia hacia las miniaturas
aumenta considerablemente.
Sin embargo, el genio de Debussy se nos muestra una vez más en todo su esplendor al considerar
las tres sonatas finales. Algunos estudiosos ven aquí una evolución hacia el Neoclasicismo,
mientras que para otros no es sino la muestra de la supremacía (o la necesidad) de la forma, de una
cierta manera de organizar los contenidos musicales en la composición. No falta quien piensa que
estas tres composiciones son muestra del carácter del autor para mostrar su genialidad, incluso en
obras sujetas a una forma no considerada por él.
2.10 Influencias
a) Antecedentes
Si tratamos la evolución de la música francesa desde los inicios del siglo XIX, encontraremos
una lógica evolución en el pensamiento musical. No se puede hablar de ruptura en ningún
momento, pero sí de diferentes opciones, si bien todas ellas están cortadas por un principio de
elegancia y refinamiento inherente al carácter francés. Analizando la progresión Saint-Saëns, Fauré,
Debussy y Ravel, observaremos que existen contactos entre ellos, y muchos (a pesar de las críticas
entre unos y otros, inherentes al trabajo en cualquier profesión).
De hecho, Debussy no fue tan perseguido como en principio podríamos pensar, y que algunos
pretenden alimentar a través de la narración de anécdotas más o menos fiables. La consideración de
sus profesores sobre él fue realmente buena, a pesar de que la imaginación y cierta preferencia por
las desventuras asociadas a los grandes hagan pensar a veces que pasó una época desdichada en el
Conservatorio (es evidente que si todo eso fuera cierto, el joven Claude jamás hubiera obtenido su
titulación musical). Este hecho, unido a la continuidad aunque con la pertinente evolución, del
pensamiento musical francés desde el Romanticismo, han llevado a afirmar a algunos que el
Impresionismo resulta de la lógica evolución del Romanticismo a lo largo de todo el siglo XIX, que
adquiere características propias debido a los principios fundamentales del carácter y de la música
francesa.
Los antecedentes musicales del Impresionismo se encuentran en la música del “Grupo de los
cinco” rusos, en los músicos del Barroco francés, especialmente en Rameau y Couperin, y en los
principios de la armonía cromática.
b) Consecuencias
Las técnicas de Debussy, referidas tanto a la orquestación como a la armonía, tuvieron una
enorme repercusión, aunque no una continuación directa. Prácticamente todos los compositores del
XX han caído bajo su influencia en algún momento, pero no se puede hablar de continuidad, ni
siquiera entre los músicos franceses más allegados. Entre los compositores en los que es más
evidente su influencia destacan Bloch, Schreker y Ottorino Respighi. Pero rasgos más o menos
sobresalientes de su música se pueden encontrar en Falla, Ravel, Reger, Stravinsky, Bartók, Berg,
Hindemith y Messiaen.
3. CLAUDE DEBUSSY
3.1 Vida
[Leer con atención, especialmente aquello que se refiera a posibles influencias musicales].
Claude Debussy nació en 1862 en Saint-Germain-en-Laye. A pesar de una costumbre inicial del
joven, al escribir su apellido como “de Bussy”, no existe ningún tipo de ortografía (y ni siquiera
remoto origen) nobiliaria. Los Debussy eran de origen campesino, y emigraron durante la primera
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mitad del siglo XVIII. Su padre sirvió en la infantería de marina durante siete años, montando
posteriormente un negocio de venta de lozas, en el que se arruinó. Por esta razón la familia se
trasladó a Clichy donde residía la abuela materna del compositor, estableciéndose posteriormente en
París. Al declararse la Comuna de París, el padre participó activamente en ella, motivo por el que
fue encarcelado durante cuatro años.
La relación más importante que tuvo el Debussy niño fue con sus padrinos: su tía le impartió las
primeras lecciones de piano; su compañero, padrino del compositor, era hermano del tutor del
pintor Gauguin. Quizás se pueda explicar así la afición a la pintura que desde joven animó a
Debussy.
Las primeras clases importantes de piano que recibió le fueron impartidas por Mauté de
Fleurville, y se debieron a una casualidad, debida a la amistad que el padre del compositor contrajo
con el hijo de esta pianista en la prisión, tras su participación en la Comuna. Esta profesora,
supuesta alumna de Chopin, lo preparó para su ingreso en el conservatorio de París en tan solo un
año, lo que dice mucho de las cualidades interpretativas del joven.
De sus clases en el conservatorio se puede comentar mucho, aunque en principio basta con
nombrar los excelentes profesores que tuvo. Estudió piano con Marmontel, y solfeo con Lavignac.
Los estudios de armonía, realizados con Durand, le ocasionaron algún problema debido a la visión
excesivamente académica de este profesor, que sin embargo contó con la admiración del joven
compositor tal y como se demuestra por la dedicatoria, del Trío en sol. Además, estudió
acompañamiento con Augusto Bazille y composición con Ernest Guiraud (conviene señalar también
que asistió a algunas clases de órgano con César Franck). Todos ellos hicieron comentarios
elogiosos del joven, a excepción de Durand, quien admitía sus posibilidades musicales, aunque lo
consideraba poco constante.
Los problemas que se asegura que tuvo Claude Debussy en el conservatorio son más una leyenda
que una realidad, tras la afirmación inicial de sus profesores de que “este joven o es un genio o está
loco”. Es evidente que cualquier artista que apunta como ariete de una nueva corriente estética no
tendrá el apoyo de los académicos; pero si realmente el compositor hubiera tenido tantos problemas,
hubiera abandonado los estudios, o ni siquiera habría obtenido el título en el centro de estudios
parisino, famoso por su academicismo. Muestra de estos es el conocido diálogo que mantuvo con
uno de sus profesores; tras preguntarle cuáles eran las reglas que seguía, el joven respondió:
“ninguna, sólo mi propio placer”, obteniendo la lacónica respuesta: “eso está muy bien, suponiendo
que sea usted un genio”.
Su trabajo inicial lo obtuvo a partir de las recomendaciones de su profesor de piano, Marmontel,
quien lo consideraba un músico con gran porvenir; sin embargo, el joven compositor no mostraba
interés por la interpretación, sino más bien por la lectura de todo tipo de obras, para lo que mostraba
una enorme facilidad, reconocida por el propio Lavignac. A pesar de esto ganó varios premios de
interpretación en el Conservatorio, hasta que dejó de asistir a clases de piano, orientándose sus
preferencias por otros derroteros.
Desde el punto de vista profesional, y con la ya mencionada ayuda de Marmontel, fue contratado
por la Señora Pelouze-Wilson, gran aficionada a la música e intérprete para la que Debussy tocaba
en sus largas noches de insomnio, así como acompañando su interpretación en trío con uno de sus
hijos. Su labor más conocida como profesor de piano fue la realizada bajo las órdenes de Nadezhda
von Meck, mecenas de Tchaikovsky; además de las clases a sus hijos y de la interpretación de
música de cámara y de piano a cuatro manos, esta relación le posibilitó viajar, ampliando su
horizonte cultural, y asistir a importantes conciertos de obras de autores que influyeron
poderosamente en él.
En 1883 obtuvo el segundo lugar en el Premio Roma con su obra El gladiador, aunque se dio por
satisfecho al ganar el primer premio su amigo Vidal, pianista acompañante en la Sociedad Coral
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Concordia dirigida por Charles Gounod. Al año siguiente obtuvo el primer premio con la cantata El
hijo pródigo. Como se sabrá, el Premio Roma consistía en una estancia de seis años en la villa
Médicis, en Roma. Sin embargo, los problemas de relación con el resto de sus compañeros en la
villa (quienes lo apodaron “El príncipe de las tinieblas”) y su añoranza de París precipitaron su
vuelta, transcurridos apenas tres años desde su llegada.
El retorno a la vida familiar no fue sencillo: los problemas económicos de la familia, agravados
por el despido del padre, y la costumbre de dilapidar el dinero ganado por el joven compositor,
aumentaron los roces domésticos, empujándolo a una vida nocturna en la que frecuentó el local El
gato negro, en donde trabó amistad con Eric Satie.
En 1888 empieza su afición por Richard Wagner, peregrinando a los conciertos de Bayreuth,
aunque al año siguiente se produjo su desencanto. La amistad con Satie data de 1891. En 1893
obtuvo un gran éxito con La doncella elegida abandonando la casa de sus padres y saboreando las
primeras mieles del éxito. Poco después su obra orquestal Preludio a la siesta de un fauno, sobre el
poema de Mallarmé, tuvo una más que excepcional acogida.
Desde 1894 Claude Debussy buscó la posibilidad de estrenar su ópera Pelleas et Melisande, que
finalmente debutó en la Opera Cómica en 1902. El papel de Melisande fue otorgado a la soprano
Mary Garden, con el disgusto consiguiente del libretista Maeterlinck, quien pretendía que cantase
su propia esposa. Realmente su preocupación iba por otros derroteros: ante una música tan
novedosa y elaborada, su libreto pasaba a un segundo plano. Tras el estreno se produce la
consagración definitiva de Debussy y la aparición de un gran número de imitadores, más o menos
afortunados, a los que se refirió el compositor en alguna ocasión de manera burlona: “los
debussystas me están matando”.
Desde el punto de vista personal, las relaciones de Claude Debussy fueron muy variadas. Tras
unos años más azarosos, contrajo matrimonio con Rosalie Texier en 1899. Su relación con Emma
Bardac, esposa de un conocido banquero, provocó el intento de suicidio de Rosalie y un doble
divorcio. Para la hija nacida de esta unión compuso su obra El rincón de los niños.
El cáncer que tiempo atrás padecía se agravó durante los años de la Gran Guerra falleciendo, sin
poder ver liberado su amado París, en 1918. Durante su sepelio, un bombardeo estremeció las
calles.
3.2 Obra
Todas las características de la música impresionista están presentes en la obra de Claude
Debussy, por lo que su repetición se hace innecesaria.
a) Música pianística
En la música pianística es donde se nos muestra más genial el compositor. Su importancia e
influencia durante el siglo XX solo es comparable a la que tuvo Chopin en el XIX. Las obras
iniciales, en búsqueda de un estilo propio, son, sin embargo, las más conocidas: Arabesco, Petit
Suite, y La isla alegre. También importante en el repertorio actual es la Suite Bergamasque, que
incluye la obra probablemente más popular que escribió, Claro de luna.
En un paralelismo con la pintura impresionista se encuentran las pianísticas Jardines bajo la
lluvia y Reflejos en el agua. Una obra característica a la hora de evaluar la influencia y
consideración que mostró hacia los antiguos maestros franceses es el Homenaje a Rameau.
Importantes también son sus Estudios dedicados a Chopin, la obra inspirada en su hija El rincón de
los niños y sus dos libros de Preludios, compuestos de doce obras cada uno, que poseen un lenguaje
claro y simple.
b) Música de cámara
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En cuanto a la música de cámara es tan rica como variada. Su Cuarteto de cuerda en sol menor
se estructura en cuatro movimientos, tal y como ordenan los cánones clásicos: allegro, scherzo,
andante y final. De éstos, tres son de tipo cíclico, tal y como prefería Franck, y derivan del primer
tema del primer movimiento, que sigue la forma sonata, aunque introduce pasajes intermedios de
gran importancia.
A pesar del rechazo a la forma clásica propia de los impresionistas, Claude Debussy compuso
tres sonatas, concretamente para cello y piano; flauta, viola y arpa; y violín y piano. En el momento
de su muerte estaba considerando una cuarta, concretamente para oboe, trompa y clave.
Probablemente suponen más un acercamiento a las ideas del neoclasicismo naciente que un retorno
a las ideas románticas.
c) Música orquestal
En cuanto a las obras orquestales, su Preludio a la siesta de un fauno es perfectamente
impresionista. Lo más característico de la obra es la exposición, en cuatro veces consecutivas, del
tema del fauno en la flauta, sometido a diferentes tratamientos (a solo, con una armonía incipiente,
la tercera vez con su armonía propia, y la cuarta con modificaciones de tipo rítmico); el tema de la
flauta, de gran belleza y complejidad, al ser emitido en un solo golpe de aire, es enormemente
popular y efectista. Esta obra es una de las más consideradas por parte del gran público, y era de las
preferidas del amigo del compositor, Maurice Ravel (incluso se cuenta que la citó al ser preguntado
sobre la música que preferiría que sonase en su propio funeral).
Igualmente conocidos son sus tres nocturnos Nubes, Fiestas y Sirenas. La obra fue inicialmente
concebida como Tres escenas al crepúsculo que dieron lugar a estos Nocturnos para orquesta y coro
de mujeres. Adquieren, en el sentido de sensaciones y de impresiones, un alto grado de calidad.
Las dos obras orquestales más conocidas son El mar e Iberia. La primera es definida por el
compositor como Tres bocetos sinfónicos. Iberia consta de tres movimientos; pensada para gran
orquesta, se inspira en la España que Debussy no conoció (sólo pasó la frontera una vez, para pasar
la tarde en San Sebastián), y que representa el misterio, lo exuberante, de gran atractivo para el
artista.
d) Música vocal
Continuando la tradición lírica francesa compuso importantes canciones, desmarcándose de la
tradición alemana del lied, imperante en Europa. Las más conocidas son Cinco poemas de
Baudelaire, aunque aún mantengan un lenguaje similar al wagneriano. Es también necesario citar
las Arietas olvidadas (en las que se pueden encontrar algunas de las técnicas que empleará en el
futuro de su producción, en una tesitura vocal que dificulta enormemente su interpretación) y
Fiestas galantes.
e) Música coral y obras dramáticas
La doncella elegida, pieza lírica para solista y coro, muestra rasgos claros de la influencia
wagneriana; recordemos que se trata aún de una obra temprana, escrita a la vuelta de un viaje a
Bayreuth. La dramática El martirio de San Sebastián no obtuvo el éxito esperado, a pesar del
cuidado texto de D’Anunnzio. La obra se estructura en cinco actos, y en ella explota al máximo las
posibilidades de la armonía modal, propias del Impresionismo, en un marco de misterioso
misticismo de gran efecto.
En cuanto a su ópera, Pelléas et Mélisande, calificada por Debussy como “viejo y triste cuento
de los bosques”, es tan característica de su producción como cabría esperar; lo revolucionario de su
planteamiento provocó el enfrentamiento entre los academicistas y sus partidarios (comentarios
despectivos de Saint-Saëns, prohibición del profesorado del Conservatorio a sus alumnos, en el
sentido de que no fueran a ver la obra, críticas, etc.). La obra acabaría siendo, en pocos días, un
completo éxito. La existencia de cuatro motivos asociados con cada personaje se encuentra, sin
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embargo, alejada de la concepción del leimotiv wagneriano, ya que los temas no se imponen, sino
que se insertan en el conjunto de la orquesta.
Además de esto, podemos señalar su interés por el ballet, que se hace patente a partir de la
petición de Diaghilev de realizar una coreografía sobre el Preludio a la siesta de un fauno. La obra
más importante en este sentido es Juegos sin olvidar como curiosidad el ballet infantil La caja de
los juguetes.
4. MAURICE RAVEL
4.1 Vida
Maurice Ravel nació en San Juan de Luz en 1875, aunque al poco tiempo de nacer su familia se
trasladó a París. Su padre era un ingeniero de minas que de joven quiso ser músico, por lo que el
ambiente familiar fue enormemente positivo e influyó en el compositor durante toda su vida: se
mantuvo soltero y muy unido a sus padres. Ingresó en el conservatorio de París con catorce años y
permaneció otros dieciséis estudiando en él, tiempo desusadamente largo para lo que era habitual en
la mayor parte de los compositores.
Tal y como hiciera Claude Debussy, Ravel se presentó al Premio Roma en varias ocasiones,
aunque sin éxito. Tras cuatro intentos, que significaron otros tantos fracasos, decidió abandonar,
pero en el último caso se produjo una impugnación y un escándalo posterior que provocó la
dimisión del director del Conservatorio, presidente del Tribunal que otorgaba el Premio. El nuevo
director del centro fue Gabriel Fauré, profesor y amigo de Ravel. El compositor francés guardó
cierto rencor a su país por las circunstancias del Premio Roma durante toda su vida, rechazando con
posterioridad la concesión de la Orden de la Legión de Honor.
En el estilo musical de Ravel se aprecia la influencia de Mallarmé y los poetas simbolistas, del
arte impresionista y el grupo de Los Apaches, de los cinco rusos, así como de los compositores
Debussy, Rameau, y Chopin.
Durante la I Guerra Mundial se hizo cargo de un transporte. Su obra Le tombeau de Couperin es
un homenaje a los clavecinistas franceses del siglo XVIII, así como a los compañeros fallecidos
durante la contienda.
En 1928 se trasladó a los Estados Unidos de América para realizar una gira. Durante los años 30
sufrió una parálisis progresiva, por lo que se vio afectado por una depresión que le impedía
componer. En esta época era frecuente encontrarlo de noche en los clubs, fumando (era un gran
fumador) y escuchando jazz. Finalmente optó por operarse en 1937, muriendo durante la
intervención.
4.2 Obra
a) El estilo
Para muchos, Ravel es un postimpresionista. A pesar de partir del arte de Debussy, retoma la
forma como una manera de organizar el discurso musical. Enormemente lógico, compone de
manera elegante, con gran atención al detalle y al acabado, siendo la máxima expresión del
refinamiento francés, caracterizado por el orden, sin exageración ni excesivo adorno.
A pesar de tratarse, mayoritariamente, de un compositor Neoclásico, no es posible negar en sus
orígenes la influencia del Impresionismo. Considerando el problema actual de periodización de la
historia de la música, no es de extrañar que aparezca aquí, dado que la evolución natural de la
música en Francia nos llevará desde el Impresionismo al Neoclasicismo.
Una de los aspectos que más sorprende en la música de Ravel es la permanencia de un estilo
propio a lo largo de toda su etapa creativa. No es posible clasificar sus obras por períodos, ni
siquiera correspondientes a los que cualquier ser humano atraviesa: juventud, madurez y vejez. En
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muchos casos, las obras de elaboración compleja y que significan en algún sentido ideas musicales
avanzadas, son cronológicamente anteriores a otras aparentemente más simples.
Este hecho es apreciable en toda su producción, pero más que evidente en la ingenua Mi madre
la oca, contemporánea del complejo Gaspard de la nuit. El compositor prima la sensación estética,
el sentido de la obra, sobre las características musicales debidas a un aprendizaje (o
perfeccionamiento) progresivo. Por todo lo expuesto no se puede hablar tan fácilmente de períodos
compositivos, tal y como se consideran para otros compositores, al tratar a Maurice Ravel.
A pesar de ello es habitual considerar tres períodos (para otros investigadores serían cuatro) en
su producción: el primero de tipo académico, influido por las enseñanzas que había recibido en el
conservatorio, y con influencias impresionistas, pero en el que ya se aprecia su enorme poder
creativo. Obras de este período son la Pavana para una infanta difunta, Shéhérazade, Juegos de
agua, o el Minuet antique.
El segundo corresponde al abandono del centro de estudios parisino y al escándalo suscitado por
la no concesión del Premio Roma; musicalmente está presidido por un melodismo subrayado por
una concepción armónica muy amplia, y por la presencia de elementos virtuosísticos. Las obras más
sobresalientes de esta fase son los Valses nobles y sentimentales, Gaspard de la nuit y La hora
española. También aparece en esta época su interés por las obras de carácter ingenuo, como Mi
madre la oca.
El tercero se sitúa al rematar la guerra mundial, y se puede considerar que es el de las grandes
obras: La Valse, Daphnis et Chloé, El niño y los sortilegios... La melodía se desprende de todo
aquello que le resulta superfluo, en busca de una sencillez casi descarnada. El ejemplo más evidente
de esa búsqueda de simplicidad en la línea es el Bolero.
La obra de Ravel es compleja, no por lo difícil sino por lo minucioso de su elaboración; pero
ante todo es enormemente variada. El elemento en común en todas sus obras es la elegancia,
conseguida a través de un amplio abanico de posibilidades, que se extiende desde la sencillez más
sobria al artificio armónico, contrapuntístico o rítmico. Se vale de todo tipo de tratamiento para
conseguir esa sensación de refinamiento depurado: la forma en la Sonatina o en su Cuarteto en fa, y
en contrapartida la ausencia de ella en el Bolero; el virtuosismo instrumental en el Gaspard de la
nuit y la sencillez de ejecución de la Pavana para una infanta difunta; la presencia de los elementos
neoclásicos en Le tombeau de Couperin o en el Concierto en sol, frente a la influencia destacada del
jazz de las obras de los últimos años de su vida.
Entre los elementos utilizados normalmente en sus obras señalaremos acordes de paso;
modulaciones seguidas y a tonos alejados; empleo de cromatismos; intervalos de segunda, séptimas
y novenas paralelas; uso frecuente del pedal; acordes de onceava y treceava; apoyaturas y notas de
paso sin resolver, que dan lugar a acordes que funcionan autónomamente (su preferido en este tipo
es el acorde de séptima disminuida con la apoyatura de la séptima sin resolver, lo que da como
resultado la presencia simultánea de la séptima sin alterar, esto es, de sensible en el acorde y de
subtónica como apoyatura).
El melodismo da lugar a líneas amplias, y en bastantes casos a un tratamiento más
contrapuntístico que armónico; el interés por el tratamiento del contrapunto ya se encuentra en el
primer período, pero resulta evidente en algunos momentos de La hora española, alcanzando en la
fuga a tres de Le tombeau de Couperin su momento cumbre (este movimiento no fue orquestado).
En la orquestación alcanza momentos sublimes, debido tanto a sus conocimientos como a su
facilidad, sin olvidar que era precisamente una de sus pasiones.
b) Música pianística
La obra pianística de Ravel es importante, aunque no tanto como la de Debussy. En sus obras
podemos encontrar características impresionistas (Espejos), ritmos claramente españoles
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(Habanera), música modal (Menuet antique), influencias clásicas (Le tombeau de Couperin) y un
tratamiento armónico importante (Valses nobles y sentimentales). También se pueden nombrar la
Pavana para una infanta difunta y su Gaspard de la nuit, de sonoridad pictórica.
Como obra concebida originalmente para piano a cuatro manos, y orquestada con posterioridad
podemos citar Mi madre la oca, cuento establece cinco movimientos.
Trato aparte merecen sus dos conciertos, tanto el brillante Concierto en sol como el Concierto
para la mano izquierda en re. El tratamiento del instrumento es más concertante, y la orquesta no se
dispone como un mero acompañante del solista. En el Concierto para la mano izquierda, concebido
a petición del pianista manco Paul Wittgenstein, combina elementos de gran dramatismo con otros
claramente jazzísticos.
c) Música de cámara
Las obras de este tipo están influidas por Fauré. Destaca la rapsodia de concierto Tzigane
(Gitana) para violín y piano, que recoge los sonidos propiamente zíngaros del instrumento, en una
obra de excepcional complejidad interpretativa para el solista.
d) Música orquestal
Lo más reconocido por el gran público es, sin lugar a dudas, su obra orquestal. Ravel era un
excelente orquestador, y una de sus grandes aficiones consistía precisamente en orquestar sus obras
o las de los compositores por él admirados. Orquestó cuatro de las seis danzas de Le tombeau de
Couperin, así como Mi madre la oca, Menuet antique y Shéhérazade. Además orquestó obras de
Rimsky, Debussy, Satie, Schumann (Carnaval), Chabrier, y Mussorgsky (Cuadros para una
exposición).
La primera importante es su Rapsodia Española. Enormemente aplaudidas y de repertorio
habitual son Dafnis y Cloe, el poema coreográfico La valse y el Bolero, pieza basada en un efecto
de crescendo, apoyado por la repetición rítmica de una misma idea, con una orquestación muy
brillante.
Ravel opone grupos instrumentales a partir del timbre, obteniendo como resultado una
orquestación compleja, heredera de Berlioz, pero a la vez diáfana y ligera, todo lo contrario de los
románticos alemanes. Emplea los recursos habituales de los impresionistas, pero no para difuminar
el resultado, sino en aras de un mayor colorido, en un efecto claramente pictórico.
Desgraciadamente, y a pesar de sus ideas iniciales, nunca llegaría a escribir su proyectado Tratado
de Orquestación.
e) Música vocal
La primera obra de interés en este campo son las Historias naturales, escritas a partir de textos
de Renard, y que versan sobre la vida animal, tratadas desde un punto de vista humorístico. La
influencia de Mallarmé es apreciable en la obra Tres poemas de Mallarmé para voz, piano, dos
flautas, dos clarinetes y cuarteto de cuerdas, en los que se puede comprobar el interés suscitado por
el Pierrot Lunaire de Schönberg, autor que conoció a través de Stravinsky. Su interés por lo exótico
es comprobable en sus Canciones de Madagascar para voz, flauta, cello y piano.
Como ejemplo de canciones acompañadas de orquesta se puede señalar Shéhérazade, sobre Tres
poemas para voz y orquesta sobre textos de Klingsor, según la definió el propio compositor.
Posteriormente sería adaptada para voz y piano.
f) Música coral y obras dramáticas.
La hora española es una pequeña ópera cómica basada en un argumento divertido: las
infidelidades de la joven esposa del viejo relojero. El niño y los sortilegios es otra obra, también en
un acto, sobre un texto de Colette.
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g) Ravel y Debussy
Los rasgos principales de la música de Ravel están, en general, acordes con lo expresado al
principio del tema, aunque su música es muy diferente de la de Debussy. En primer lugar, las líneas
melódicas no están tan desdibujadas, sino que son amplias y perfiladas claramente; su armonía es
funcional, y más académica, y su concepción rítmica mucho más fuerte, sin olvidar una afinidad
con las ideas formales clásicas heredadas por los románticos, a pesar de poseer un mayor concepto
de la disonancia que Debussy. Su tratamiento contrapuntístico poco o nada tiene que ver con el
armónico de Debussy.
Ravel no se sintió tan atraído por la escala de tonos, y aunque usa los modos éstos no tienen la
función que les otorgó Debussy en el sentido de evitar la tonalidad. Ravel no sólo admite, sino que
parte del uso de los conceptos tonales clásicos, aunque ampliados por un amplio tratamiento de la
disonancia.
También existen importantes afinidades entre Ravel y Debussy. Ambos se sentían igualmente
atraídos por lo exótico, los rusos (todo el grupo de los cinco, y más concretamente Mussorgsky para
Debussy, y Rimsky para Ravel), y los procedimientos de la música medieval, así como por la
pentafonía.
Resulta curioso su interés por lo español, que se manifiesta tanto en la producción musical de
Ravel (Bolero, La hora española) como en la de Debussy (Iberia).
En ambos se encuentran la atracción por la naturaleza, los ritmos de danza, la pasión por los
clavecinistas franceses del siglo XVIII (Ravel compuso Le tombeau de Couperin, Debussy el
Homenaje a Rameau), los virtuosos del teclado del XIX (Liszt era el preferido de Ravel, y Chopin
el de Debussy, aunque los dos se sintieran atraídos por Chopin). Tuvieron amigos e influencias
musicales comunes (Falla, Stravinsky, Satie...), así como literarias (Mallarmé, Verlaine, Poe,
Baudelaire...), y pictóricas (todos los impresionistas, aunque Debussy prefiriera a Manet, Pisarro o
Monet, y Ravel a Cézanne y Van Gogh).
Ambos eran amigos, se admiraban mutuamente; los dos eran perfeccionistas y poseían un
espíritu crítico y autocrítico exacerbado.
5. OTROS IMPRESIONISTAS.
Muchos autores han compartido, total o parcialmente, las características del estilo impresionista;
entre ellos se puede destacar a Paul Dukas, Albert Roussel (este más neoclásico) y a los españoles
Isaac Albéniz y Manuel de Falla. Además ha influido en autores como Stravinsky, Puccini, Sibelius,
Bartòk y otros.
5.1 Frederick Delius
Frederick Delius (1862-1934) nació en Bradford, Yorkshire. Su padre poseía un negocio de
lanas, y se opuso en todo momento a la afición musical de su hijo. Por esta razón el joven emigró a
Florida, trabajando en el negocio de la plantación de naranjas. La influencia que sobre él ejercieron
los cantos espirituales de los negros de las plantaciones fue decisiva.
Considerando insuficiente su formación musical se trasladó a Leipzig. Instalado en París, el
recuerdo de una mujer de color le hizo volver a Florida, regresando al poco tiempo. Durante toda su
vida contó con el apoyo de su esposa Jelka, cuyo amor y abnegación fueron tan grandes que falleció
dias después que su marido. La parálisis progresiva de éste le impidió seguir componiendo, por lo
que se vio en la necesidad de dictarle su obra a su alumno y primer biógrafo Erik Fenby. Frederick
Delius ha tenido un enorme peso en la música de su Inglaterra natal.
El pensamiento romántico es patente en Delius, pese a su adscripción impresionista, que se debe
a la inclusión en sus obras de escalas modales, el movimiento en bloque de los acordes, la
preferencia por una estructura en mosaico sobre las frases largas propias del romanticismo y la
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preferencia hacia formas libres más que hacia las clásicas. Además de esto, Delius se emplea en una
armonía cromática de gran expresividad y efecto, y compone bajo la influencia de los títulos
pictóricos de sus obras.
Pero a pesar de todas estas coincidencias, Delius no puede negar la influencia del Romanticismo
en su orquestación plena y brillante, con un uso magistral de los metales. Es cierto que existen
similitudes con el llamado “músico francés”, pero se tratan de coincidencias y no de un auténtico
seguimiento.
La música coral asume un papel destacado en la producción de Delius, como corresponde a su
tradición británica. Además de las Canciones de Adiós para coro, destaca la obra Sea Drift, para
barítono solo, coro y orquesta, de bastas proporciones. En cuanto a las obras orquestales señalar
como las más importantes el nocturno Paris: el canto de una gran ciudad y La feria de Brigg (sobre
una música popular inglesa). Su ópera de mayor éxito fue Romeo y Julieta aldeanos, cuyo libreto
fue adaptado por su esposa. Además escribió canciones, música de cámara, música para piano y
conciertos.
5.2 Ottorino Respighi
Ottorino Respighi (1879-1936) es uno de los más grandes compositores impresionistas no
franceses. Compuso óperas, ballets, conciertos, música de cámara y orquestal, y canciones. Pero sus
obras más conocidas son los Poemas Sinfónicos Las fuentes de Roma, Pinos de Roma y Fiestas
romanas. En ellos se aprecia la influencia de Debussy y la completa orquestación de Richard
Strauss.
5.3 Otros compositores
Paul Dukas (1865-1935) se encuentra ligado a la Schola Cantorum de Vincent D’Indy. Su única
ópera, Ariadna y Barbazul contiene rasgos wagnerianos y propiamente impresionistas, razón por la
que puede ser incluido en este apartado.
Eric Satie comenzó también como impresionista con sus Gymnopedie, Gnossiennes, y
Sarabandes. Posteriormente evolucionó hacia el neoclasicismo, manteniendo una postura muy
crítica contra el impresionismo y su viejo amigo Claude Debussy.
[Los numerosos ejemplos de obra que ilustran el estilo de los compositores del tema no entran
como audiciones. Aportan datos por si queréis escuchar más música para el futuro, nada más.]
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Apuntes del Tema 4. Historia de la música III – Conservatorio Superior de Música de Vigo – Prof. Dr. Javier Jurado
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Apuntes del Tema 4. Historia de la música III – Conservatorio Superior de Música de Vigo – Prof. Dr. Javier Jurado
Término aplicado a una corriente en la música, en relación con las tendencias afines de las artes
plásticas, que pretende la expresión inmediata del acontecer anímico en la música. Hay, por así
decir, un expresionismo refinado que para la realización de sus objetivos se sirve de medios
extremos; como por ejemplo podemos citar el Poema del Éxtasis, de Skriabin; hay también un
expresionismo primitivo que busca la expresión inmediata sin intermediarios o con medios
subjetivos; como ejemplo podemos citar las Piezas de piano op. 11 y op. 19, de Schoenberg
(Das Neue Lexikon, Albert Einstein, 1926, trad. de García Laborda, 2000, p. 166).
Desde el punto de vista del lenguaje musical, destaca su derivación del cromatismo wagneriano,
evitando largamente cadencias, repeticiones, frases simétricas y cualquier referencia a modelos
previos desde el punto de vista formal.
La necesidad de mantener la tensión musical de manera permanente en el oyente obliga a la
adopción de un sistema en el que no existen momentos de relajación. Dado que el viejo sistema
tonal no está capacitado para producir esa sensación en el público (ya que necesita un continuo
proceso de tensión-distensión) se hacía necesario buscar otros medios expresivos. La atonalidad es
el recurso inicial, además del más sencillo que emplea la música expresionista.
Las características del expresionismo son las siguientes:
- En cuanto al ritmo, se produce simultaneidad de estratos rítmicos. La métrica y rítmica son
independientes del compás. El impulso rítmico viene dado por grandes bloques en ostinato y
con cierto carácter percusivo.
- La melodía es libre, sin seguir la lógica armónica, compuesta de grandes saltos
frecuentemente en forma de dientes de sierra (o sea, con línea melódica zigzagueante). Se
abandona el desarrollo temático propio de la música tonal. La unidad de las obras se
consigue mediante el uso de motivos y pequeñas células. Se llega a la saturación de la prosa
musical wagneriana. Fragmentación melódica. Empleo y revalorización de la disonancia:
“Los sonidos disonantes aparecen más tarde entre los armónicos, razón por la cual el oído
está menos familiarizado con ellos. Las disonancias son sólo las consonancias remotas”.
- Nuevo concepto de armonía, que niega las leyes tradicionales. Las doce notas de la escala
cromática se consideran iguales y se pueden relacionar libremente; no considera unas más
importantes que otras. Por ello, no existe ninguna tónica, sino que todas lo son en cada
momento. El concepto de consonancia no tiene ningún sentido al referirnos a la música
atonal, con lo que la libertad compositiva es mucho mayor. Saturación del cromatismo
wagneriano. Acordes de múltiples sonidos sin organización funcional.
- La necesidad de mantener la tensión musical de manera permanente en el oyente, obliga a la
adopción de un sistema en el que no existan momentos de relajación. Dado que el viejo
sistema tonal no está capacitado para producir ese tipo de sensación en el público, ya que
necesita de un proceso continuo de tensión-distensión (o si se prefiere, de tensión-
resolución), se hacía necesario buscar otros medios expresivos (en el marco de situación de
exploración de nuevas posibilidades propio de finales del XIX e inicios de XX). La
atonalidad es el recurso inicial, además del más sencillo, que emplea la música expresionista.
- Desde este punto de vista, el término atonal no parece tener sentido, siendo mucho más
clarificador y concreto referirnos a un sistema pantonal que, por otra parte, era la
denominación preferida por Schoenberg (al que molestaba tanto el término atonalidad como
a Debussy el de impresionismo). Por otra parte, la existencia de un centro tonal da lugar a la
distinción entre consonancias y disonancias, a la necesidad de una tensión y de una
resolución fundamentada en el orden de aparición de los primeros armónicos naturales. Ese
concepto de consonancia no tendría ningún sentido al referirnos a la música atonal, con lo
que la libertad compositiva obtenida al emplear este procedimiento es mucho mayor.
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Considero que la expresión atonal carece de sentido. Atonal sólo puede significar que
algo no corresponde a la naturaleza del sonido. Una obra musical siempre será
necesariamente tonal, en la medida en que existe una relación de sonido a sonido.
- La disonancia presentada de manera constante provoca cansancio en el oyente, al no ser
posible fundamentarse en nada (armonía, cadencias…) para proporcionar algún tipo de
estructura (la forma sí viene dada por una secuencia de frases, de cadencias, de intervalos en
el seno de la tonalidad o modalidad...). Por esa razón, la atonalidad conlleva inicialmente la
creación de obras de pequeña extensión (es decir, que pronto cae en el miniaturismo).
- La textura más utilizada es la contrapuntística. Considerando las anteriores características,
podemos confirmar la aparición de una nueva textura que llamaremos “contrapunto
disonante”. Formaciones y texturas camerísticas. Transparencia en la instrumentación (frente
a las masas de timbre homogéneo de la música del siglo XIX).
- La explotación del timbre de los instrumentos se concreta en el concepto de “melodía de
timbres”. Preferencia por el color y el timbre cambiantes
- La música no se somete a ninguna forma. El interés por desvincularse de los esquemas
tradicionales del pasado lleva a los compositores a titular muchas de sus obras como
“piezas”.
La falta de lógica tonal en la melodía, la no relación entre melodía y armonía, hace que esta
música tenga cierto carácter de fatiga, dolor y tensión. Las consecuencias para el compositor no se
hicieron esperar y, a partir de aquí, se comienza a asistir al divorcio entre creador y público. El
propio Schoenberg afirmó:
Hay relativamente poca gente capaz de entender, de una manera puramente musical, lo que
tiene que decir la música. Esta clase de oyentes instruidos, probablemente jamás hayan sido
muy numerosos, pero ello no impide que el artista cree solo para ellos. El gran arte presupone la
mente alerta del público instruido.
Las obras más características de este período son las Tres piezas para piano, la lírica Erwartung
y la obra cumbre del Expresionismo, Pierrot Lunaire.
3. EL DODECAFONISMO
El dodecafonismo va a surgir de esa necesidad de asumir un orden y una forma proporcionando
una base sobre la que puedan establecerse composiciones mayores. Una vez finalizada la I Guerra
Mundial a comienzos de la década de los años 20 del siglo XX se inician dos movimientos que son
de alguna manera continuación de los anteriores (Atonalismo e Impresionismo), denominados
Dodecafonismo y Neoclasicismo.
En esa época, la ciudad de Viena disputa a París la primacía como directora de la actividad
cultural. Allí se dan las revoluciones de pintores como Kandinsky y Kokoschka, el arquitecto Loos,
el escritor Kafka y el psicoanalista Freud; se crea entre ellos un círculo donde se ponen en común
muchas ideas revolucionarias.
El dodecafonismo surge de la necesidad de asumir sobre lo atonal (pantonal) un orden y una
forma que revista la idea musical y que actúe proporcionando la base sobre la que pueda moverse
con mayor desarrollo, alcanzando proporciones mayores: “Siempre me preocupó el deseo de basar
conscientemente la estructura de mi música en una idea unificadora”. Por ello, el dodecafonismo es
la cumbre del pensamiento musical de Arnold Schoenberg y el punto de partida de la vanguardia
musical durante el siglo XX. El método proporciona coherencia a la obra, sin tener que recurrir al
tratamiento tradicional de la armonía y la tonalidad.
Se basa en la constitución de una serie, que debe cumplir unas premisas:
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- Ha de estar formada por las doce notas de la escala cromática, presentadas como mínimo y
como máximo una vez.
- La sucesión de grados no puede dar lugar jamás a una tonalidad, es decir, que no se debe
poder reconocer ningún tipo de atracción entre los distintos grados que conforman la serie.
Una vez constituida la serie original básica, la obra musical puede considerarse terminada, lo
que le hizo expresar a Leibowitz que el dodecafonismo era “el mayor acto creador posible”.
- Al componer, se aplican a la serie los tradicionales procesos contrapuntísticos de la música
europea, usuales durante el Renacimiento y el Barroco: además de la lectura directa de la
serie, ésta se puede interpretar como retrogradación (R, leída de derecha a izquierda),
inversión (I, convirtiendo los intervalos ascendentes en descendentes y viceversa), o la
inversión retrogradada (RI).
El sistema dodecafónico fue concebido para explorar musicalmente el total cromático de los
doce semitonos temperados. De esta forma, una serie dodecafónica contiene siempre los doce
semitonos dispuestos en el orden determinado por el compositor, formando entre sí intervalos
específicos que aportarán a esta serie sus características musicales más importantes, y que definirán
el ambiente sonoro armónico y melódico de la obra a la que sirve de base. Uno de los factores más
importantes de la música dodecafónica es la necesidad de seguir el orden de los sonidos que
contiene la serie, sin omitir ninguno, hasta que todos sean oídos (en las obras de los compositores
que utilizaron este sistema a veces aparecen excepciones a esta regla).
Tomemos como ejemplo la serie utilizada por Schoenberg en el Quinteto de viento op. 26.
Habitualmente, cada elemento de la serie se clasifica con un número de orden para así facilitar su
identificación en la partitura. Aunque existen varios métodos para numerar los elementos de la
serie, utilizaremos el modelo teórico más divulgado, que considera el primer elemento de la serie
como el de su origen, asignándole el número 0 (cero), y que sigue así sucesivamente hasta llegar al
último elemento de la serie, al que le corresponderá el número 11.
Veamos cómo utiliza Schoenberg esta serie en la línea melódica de la flauta, en el inicio del
primer movimiento de este quinteto: las notas se suceden siguiendo exactamente el orden de la serie
y puede comprobarse que la pausa del cuarto compás aparece entre los seis primeros y los seis
últimos sonidos de la serie, quedando así dividida en dos grupos de seis notas (hexacordes).
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En el sistema dodecafónico, las notas y los intervalos enarmónicos dejan de ser necesarios al no
aplicarse ya el concepto teórico de tonalidad. Así pues, cada nota deberá ser representada por su
versión más sencilla; por ejemplo, el siguiente grupo de notas
B) La retrógrada
Visto que la estructura de una serie dodecafónica depende del orden en que se presentan sus
elementos, otra operación que se le puede aplicar es el movimiento retrógrado de sus elementos. El
primer elemento (0) pasará a ser el último (11), el segundo (1) se convertirá en el penúltimo (10), el
tercero (2) será el antepenúltimo (9), etc.
La versión retrógrada se indica mediante la letra R, y el índice de transposición que se le aplica
deberá coincidir con el índice de la versión original que le corresponde; así pues, la retrógrada de
O0 será R0; la retrógrada de O1 será R1; la retrógrada de O2 será R2, etc. El ejemplo siguiente ilustra
estas operaciones:
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C) La inversión
La inversión es una operación que actúa sobre los intervalos que separan cada elemento de la
serie, de forma que a cada uno le corresponderá otro idéntico pero de sentido contrario. Tomando
como ejemplo una sucesión de cuatro notas (do, re, la bemol, si bemol), los intervalos que
encontramos entre cada elemento son los siguientes:
- do – re (2ª mayor ascendente).
- re – la bemol (5ª menor ascendente).
- la bemol – si bemol (2ª mayor ascendente).
D) La retrógrada de la inversión
La retrógrada de la inversión (marcada RI) es una combinación de las dos operaciones
anteriores. Si invertimos una versión original O0 obtendremos la versión I0; si retrogradamos esta
versión I0 obtendremos una versión RI0 de la serie, tal como muestra el ejemplo. La serie utilizada
es la serie de las Variaciones para Orquesta op. 30 de Webern.
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Al igual que las veces anteriores, la retrógrada de la inversión de O1 será RI1; la retrógrada de la
inversión de O2 será RI2, etc.
La serie también puede utilizarse para la creación de acordes, que contienen varios sonidos de
aquella, y que ayudarán a crear un ambiente armónico determinado por sus características
intervalares. El siguiente ejemplo pertenece a los compases 28 a 32 de la Pieza para Piano op. 33a
de Schoenberg, al cual corresponde la serie siguiente:
En la partitura se indican las versiones de la serie que se utilizan para la formación de los
acordes, así como la correspondiente ordenación de sus elementos. En los compases 29 (mano
izquierda) y 30 (mano derecha) puede comprobarse que, aunque el sistema dodecafónico no prevea
la alteración del orden de las notas de la serie, los compositores ocasionalmente lo hacen. Las
razones para ello normalmente están relacionadas con el ambiente armónico de la obra o, a veces,
existen motivos de carácter expresivo o de organización de frases que motivan dicha alteración.
En el caso de este ejemplo, compruébese que la versión O7, en el compás 29, tiene sus notas 6 y
7 con el orden cambiado; la versión I0 en el compás 30 repite dos veces las notas 8 a 11. En otros
casos el compositor cambia el orden de los dos hexacordes de la serie empezando con el segundo
hexacorde (notas 6 a 11) y presentando después el primer hexacorde (notas 0 a 5) o incluso, en
ocasiones, presentándolos simultáneamente.
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La segunda variación de las Variaciones para Piano op. 27 de Webern es otro ejemplo muy
interesante. Esta variación es un canon a dos partes por inversión, a la distancia rítmica de una
corchea y se caracteriza, auditivamente, por la cohesión sonora y por un contorno musical basado
en la contracción y expansión de los intervalos simétricamente dispuestos en torno a una nota
central, el la.
La serie que da origen a esta obra es la siguiente:
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Esta variación puede reducirse a un contrapunto nota por nota. Las siguientes muestran las
versiones utilizadas y la correspondiente ordenación de sus elementos.
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De su aislamiento inicial dentro del mundo de la música, pasó a contar con el apoyo de Gustav
Mahler, que aunque no comprendía del todo su música era capaz de vislumbrar el genio que había
en él. Son conocidas las declaraciones que le hizo sobre este asunto a su esposa Alma: “No
comprendo su música, pero soy demasiado viejo y puede que esté equivocado”. No nos deja de
sorprender el sentido de sus palabras, ya que la diferencia de edad entre Mahler (1860-1911) y
Schoenberg (1874-1951) no es muy grande; sin embargo, debemos tener en cuenta que el primero
es el último de los grandes románticos, mientras el segundo es el primero de los vanguardistas.
Estamos ante dos genios, responsables respectivamente de cerrar una época y de abrir otra. Por otra
parte una diferencia de catorce años en la transición entre los siglos XIX y XX es demasiado
tiempo, si pensamos en todos los planteamientos artísticos y las innovaciones del pensamiento que
el paso de un siglo al otro supone.
Schoenberg encontró otro importantísimo apoyo en la amistad del pintor Wassily Kandinsky,
genio de la abstracción. Según consta en las cartas que ambos artistas se escribieron, parece ser que
el inicio de su relación se debió a la admiración que la obra Tres piezas para piano op. 11 despertó
en el pintor. La inicial correspondencia epistolar con el compositor culminó en una estrecha
amistad, a la que contribuyeron por igual la situación común de vanguardia y revolución personal
de ambos autores, cada uno en su campo, además de la afición musical de Kandinsky (tal y como se
puede apreciar en muchos de sus cuadros) y del hecho de que Schoenberg era pintor aficionado. Las
Tres piezas para piano influyeron de tal manera en Kandinsky que fueron plasmadas en su obra
Impresión 3: Concierto.
El éxito le llegó a Arnold Schoenberg en 1913, con sus Gurrelieder, en la que sigue el modelo de
gran agrupación empleado por Mahler en la Sinfonía 8, “de los mil”. En el estreno, y ante los
insistentes aplausos de un público que le había negado un mínimo reconocimiento durante años, el
compositor salió a saludar a escena, pero no al público, sino que de espaldas a éste agradeció a la
orquesta y al director la interpretación de su obra.
La I Guerra Mundial significó una detención significativa del período creativo de Schoenberg.
Finalizada ésta, y con ocasión de su 50 aniversario, se le homenajeó en Viena. El acto de homenaje
incluyó la ejecución de su obra Paz en la tierra en el Teatro de la Ópera, además de la publicación
de un libro con los comentarios que sus alumnos y otras personalidades destacadas realizaron de sus
obras, así como con escritos propios. Ese mismo año fue nombrado Profesor de Composición en la
Academia de las Artes de Berlín, todo un hecho histórico, al ser la primera vez que se consideraba
para ello a un artista no academicista.
La llegada de los nacional socialistas al poder en 1933 le hizo abrazar de nuevo el hebraísmo tras
su inicial postura católico-judía. Huido a los EE.UU. de América en ese mismo año, se nacionalizó
norteamericano en 1940. Desde su llegada a este país ejerció la docencia, primero en la Universidad
de Boston, luego en la de California del Sur y, posteriormente, en Los Ángeles.
La música de Arnold Schoenberg puede ordenarse en cuatro períodos, enormemente
diferenciados:
a) Primer período: postwagneriano.
Parte de un romanticismo postwagneriano en el que se puede apreciar la influencia de los más
grandes autores vieneses. Schoenberg, que tuvo una formación esencialmente autodidacta, usó
como punto de referencia para el desarrollo de su propia personalidad creativa la obra de una
selección de compositores “canónicos” de los siglos XVIII y XIX: fundamentalmente, Wagner
(particularmente, la ópera Tristán e Isolda), Bach, Mozart, Beethoven (sobre todo el de la Grosse
Fugue op. 133, la 3ª y la 9ª sinfonías y la sonata Hammerklavier) y Brahms. Realizó una personal
síntesis entre el cromatismo wagneriano, el contrapunto de Bach y las innovaciones formales de
Beethoven y Brahms, a partir de la cual construyó su propio mundo sonoro.
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Los cuartetos de cuerda de Beethoven inspirarán al padre del dodecafonismo en una tendencia
camerística, que justifica la pasión que por este género mostraron los autores de la Segunda Escuela
de Viena. De igual forma se pueden apreciar las influencias del lirismo de los lieder de Hugo Wolf,
y el tratamiento del piano de Brahms.
Desde el punto de vista de la orquestación, Schoenberg continúa la línea de Anton Bruckner y
Gustav Mahler, con pinceladas claramente wagnerianas. Los op. 2 y 3 son canciones, con el
tradicional estilo lírico postwagneriano, cuyo máximo representante es Wolf. Obra importantísima
de este período es su sexteto de cuerda Noche transfigurada op. 4 (1899). El op. 5 es el Poema
Sinfónico Pelleas et Melisande, sobre la obra de Maeterlinck; la ópera homónima de Debussy es de
la misma época, aunque la de este último continúa las tendencias sinfónicas postrománticas de
Mahler o Richard Strauss. [No es preciso conocer todos los opus, sino tan solo algunos ejemplos].
El op. 6 está integrado por ocho canciones. Tal y como es característico en esta Escuela, el
tratamiento de la voz es de tipo instrumental, con intervalos amplios de difícil entonación, por lo
que los cantantes han de estar enormemente habituados a esta corriente. El op. 7 continúa la
tendencia sobre el interés camerístico ya mencionado, al tratarse del Cuarteto nº 1, en re menor.
En este cuarteto ya se observa el principio de “variación desarrollada”, es decir, la continua
evolución y transformación del material temático presentado con vistas a evitar las repeticiones
idénticas. Unido a este principio encontramos el de “prosa musical”, como una forma de desplegar
recursos sonoros sin tener que recurrir a los principios de simetría producidos por la repetición de
elementos, sean frases, semifrases o motivos, o bien por la presencia de unidades de extensión
determinada (por ejemplo, de ocho compases).
La atención a la composición para pequeñas agrupaciones de cuerda dio lugar a la Primera
Sinfonía de Cámara para quince instrumentos op. 9, a la que siguió el Cuarteto nº 2, en fa# menor.
La concepción camerística será inherente a toda la Escuela, acuñando para todo el XX la idea de
“sinfonía de cámara”.
La obra cumbre del primer período son los Gurrelieder, a partir de las poesías del escritor danés
Peter Jacobsen, que tratan sobre la vida del rey Waldemar IV. Las dimensiones de la ejecución son
impresionantes, con ciento cuarenta instrumentistas en la orquesta, cuatro coros (tres de hombres a
cuatro voces y uno mixto a ocho) y cinco solistas.
Audición. A. Schoenberg Verklärte Nacht op. 4
Verklärte Nacht (Noche transfigurada, 1899), originalmente escrita para sexteto de cuerda y
adaptada posteriormente a orquesta de cuerdas por el autor, es considerada su primera obra de
referencia y forma parte de un grupo de obras en las que se evidencian de diversas maneras las
influencias antes mencionadas: los GurreLieder (primera versión de 1901), el poema sinfónico
Pelleas und Melisande (1903), el Primer cuarteto op. 7 (1904-5) y la Sinfonía de cámara op. 9
(1906).
Para su composición, Schoenberg se inspiró en el poema homónimo de Richard Dehmel, uno de
los más importantes poetas alemanes de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Su poesía
fue utilizada por diversos compositores (Richard Strauss, Webern, Reger y Weill, además de
Schoenberg) y escandalizó debido a sus referencias explícitas al sexo y al erotismo. Schoenberg
retiró el poema del libro Weib und Welt (1896). Por tanto, se trata de trasladar la música
programática al espíritu puro de la música de cámara.
La partitura se puede dividir en cinco secciones, que coinciden con la estructura del poema en el
que se basa. La primera, la tercera y la quinta son breves narraciones de carácter impersonal que
describen el paseo nocturno e iluminado por la luna de un hombre y una mujer. La segunda sección
corresponde con el monólogo de la mujer, que confiesa que está embarazada de otro hombre; tras
encontrar el amor, la culpa la atormenta pero, por otra parte, la maternidad se ha convertido en la
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forma de dar sentido a su vida. La cuarta sección coincide con la respuesta del hombre, que criará al
hijo como si fuera suyo; la naturaleza le ha convencido de que, a pesar de las convenciones, el amor
que siente el uno por el otro hará que parezca como si el niño que va a nacer fuera hijo de ambos. El
frío ambiente nocturno que había dominado la pieza deja paso al claro de luna que, finalmente,
brilla de forma esperanzadora; ambos se abrazan en la noche transfigurada.
La combinación del programa poético y de una formación instrumental de cámara es uno de los
primeros elementos originales de la obra, tal como fue notado en la época de su estreno. La
importancia que tenía para Schoenberg el primer aspecto a efectos de recepción se demuestra en el
hecho de que, en diversas ocasiones, se preocupase por divulgarlo. El programa fue repartido entre
los críticos el día del estreno y el compositor llegó a explicar en unas notas de programa el
significado poético de algunos de los temas principales de la obra, relacionándolos con momentos
determinados del poema.
La obra entronca también en la tradición de música de cámara de la que Brahms había sido el
último exponente. La referencia a este compositor, admirado por Schoenberg, se puede ver no sólo
en la formación instrumental elegida, sino en los propios problemas formales planteados en la
pieza. En primer lugar, desde el punto de vista temático, es evidente la profusión del material, que
forma una densa red motívica, sustentada en un arrojado plan armónico. El propio compositor llegó
a poner en evidencia sus interrelaciones a posteriori, en un documento que data de su estancia en
Barcelona en 1932. El principal problema planteado por la obra fue el de dar coherencia – temática
y armónica – a una obra en forma libre y de gran formato sin utilizar ninguna estructura de carácter
periódico típica del estilo tonal.
La sonoridad romántica no se abandona en ningún momento de la obra, a través de la dulzura de
las cuerdas en los agudos, su oscura resonancia en los graves y los colores intermedios. Otros
recursos que nos remiten a dicho período son el trémolo en grave, el violín solista sobre la armonía,
imitaciones entre instrumentos que sugieren diálogos amorosos, si bien apunta un mayor interés por
el contrapunto que sus precedentes. El tratamiento extendido del material contrasta con la economía
de medios empleada por el compositor posteriormente. A pesar de que formalmente parta de
Wagner, la sonoridad es claramente vienesa, si bien ciertos giros armónicos recuerdan a Liszt
(mismo la cadencia en re mayor del final de la obra).
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(flautín), clarinete (clarinete bajo), violín (viola), cello y piano. Con sus Cuatro canciones para voz
y orquesta op. 22 de 1914 se cierra esta segunda época compositiva.
Audición: A. Schoenberg Audición con partitura Tres piezas para piano op. 11
Drei klavierstücke (Tres Piezas para piano, 1909) es muestra de una evolución en el estilo de
Schoenberg. Corresponden al período atonal, al que llega el compositor tras los excesos precedentes
sobre la armonía tradicional de autores como Wagner, Mahler y Richard Strauss, así como del
propio estilo de Schoenberg en su período postwagneriano. El progresivo corte con lo anterior
podría estar influido por los acontecimientos personales que el compositor atravesó en estos años
(al abandonarlo su esposa Mathilde para escapar con el pintor Richard Gerstl, quien se suicidó
cuando Mathilde volvió con su marido), además de los debidos a la incomprensión que, en el
ámbito profesional, sentía como compositor. Sin duda, la dramática experiencia personal vivida con
su amigo Gerstl inspiró su Erwartung.
Drei klavierstücke continúa la tradición de piezas para piano heredadas de los autores románticos
germánicos, al igual que el lied y el cuarteto para cuerdas, géneros habituales en la Segunda Escuela
de Viena. A pesar de estar escritas en forma sonata, no existe repetición ni desarrollo motívico,
además de rechazar la noción armónica tradicional basada en la bipolarización tónica-dominante y
el equilibrio cadencial.
El número uno parte de un sistema compositivo habitual, aunque no único, en los procedimientos
atonales. Se basa en la creación de una célula interválica básica, o célula germinal que, por
desarrollo, va dando lugar a diferentes elementos de la forma.
Antes de nada, conviene comentar lo que supone la propia concepción de intervalo para el
compositor. En la armonía tradicional un acorde puede invertirse sin que esto suponga grandes
cambios en su sonoridad. Un acorde de do mayor está integrado por una tercera mayor y una quinta
justa sobre la fundamental (o, si se prefiere, de tercera mayor y tercera menor sucesivas); en el caso
del acorde de do menor, la naturaleza de las terceras aparece invertida (tercera menor seguida de
tercera mayor). Por tanto, ambos acordes están constituidos sobre la base de la alternancia de las
terceras antedicha (mayor-menor o menor-mayor). La inversión se produce cuando una de las notas
que integran la tríada aparece en el bajo en lugar de la fundamental.
Si llevásemos esta consideración a lo horizontal el resultado no sería muy diferente. Todo
movimiento melódico sobre esos grados crea en el oyente la sensación de relación entre ellos,
aunque no vayan seguidos (o sea, que el movimiento do - mi - sol crea relaciones interválicas entre
do - mi y do - sol, además de entre mi - sol).
Para esta obra concreta, la célula germinal está integrada por las distancias de tono y medio
descendente seguido de semitono descendente. De la relación de esos intervalos entre sí y por
desarrollo motívico, nace el resto del tema.
El inicio de la obra es:
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Los tres primeros compases sirven de introducción, presentándose en el cuarto el primer tema.
Schoenberg respeta la estructura de la sonata como marco de actuación y herencia del pasado, si
bien la forma no se basa en la habitual idea de tónica como estabilidad, dominante como tensión y
subdominante como contraste, al no existir tonalidad en la obra. Los tres números que constituyen
el opus 11 son sonatas en un único movimiento.
El tema A de la sonata se constituye por repetición, tres veces (cp. 4-8) de la estructura del cp. 4,
ya comentada. El puente (cp. 9-11) aprovecha intervalos ya presentados en el desarrollo motívico
de la célula interválica básica, con una sonoridad muy similar a la de la introducción, a pesar de la
diferencia que supone la naturaleza de los intervalos empleados (recordad el ejemplo del orden de
los grados de la tríada).
El nuevo elemento temático B, contrastante con lo anterior (cp. 12) se elabora sobre
superposiciones de intervalos de 4ª, si bien el punto de apoyo inicial se basa, como no, en la célula
germinal (transportada a mib, mib - do - si). La sucesión de cuartas de diferente índole incluye una
tríada aumentada (sol# - do - mi), que será elemento importante del desarrollo, más la
cromatización de algunos de los grados que dan lugar al tema B. La exposición remata sobre una
coda que resulta de la reordenación de los intervalos de la célula germinal en la mano izquierda
mientras la derecha produce los armónicos sobre las notas de A (tercera mayor, tercera menor,
semitono, como la - do# - mi - fa).
El desarrollo (cp. 19-52) se basa en los elementos melódicos ya presentados a lo largo de la
exposición, con gran atención al elemento rítmico; las escasas apariciones del tema B son
sustituidas por las de la tríada aumentada que contiene (o su arpegio). Los juegos de textura son
evidentes, con gran atención al contrapunto. La recapitulación es abreviada, de manera que sólo cita
los elementos de mayor relevancia presentes en el tema. De hecho, B ha sido sustituido por un
acorde placado al final.
Audición: A. Schoenberg Pierrot Lunaire (nº 8, Die Nacht)
Pierrot Lunaire, música para veintiún poemas del simbolista belga Albert Giraud traducidos al
alemán. Dividida en tres partes de siete poemas cada una, esta obra fue compuesta para recitadora
femenina y cinco ejecutantes (de ocho instrumentos): flauta, clarinete, violín, violoncello y piano,
alternando los tres primeros con flautín, clarinete bajo y viola, respectivamente. Obra atonal y de
gran relevancia dentro del expresionismo alemán, compuesta en 1912, está escrita en ritmos libres y
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La serie aparece linealmente tres veces en violonchelos, más una última en los violines mientras
los cellos interpretan un contrapunto; la armonía de trompas, maderas y contrabajos (apoyada por el
arpa) deriva, lógicamente, de la serie.
El tema se basa en la serie original, O0. Importante elemento es también su transposición en sol,
una sexta mayor o diez semitonos más arriba. Así, horizontalmente aparece los siguientes
elementos: O0 - RI10 - R0 - I10, es decir, los cuatro tratamientos básicos de la serie.
Rítmicamente, las presentaciones se basan en tres motivos rítmicos, 1 - 2 - 3, separados por
silencios. Estos motivos poseen significado estructural en la obra, de manera que son siempre
respetados (si bien en la cuarta, I10, el motivo 1 aparece invertido, el 2 transformado, el 3 invertido y
prolongadas sus dos últimas notas).
Desde el punto de vista armónico, el motivo 1, integrado por cinco notas, ha sido armonizado
por otras cinco; de hecho, cada motivo es armonizado por el mismo número de notas que lo integra,
respectivamente, cinco, cuatro y tres. La armonización se basa en la serie, siguiendo el orden I 10 -
R0 - RI10 - O0. Así, la relación entre melodía y armonía (dimensión horizontal y vertical) es
coincidente; la relación entre ellas respecto del empleo de la serie será:
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La llegada de los nazis al poder lo sumió en una gran tristeza, además de por lo personal por la
prohibición del III Reich de que las obras de los compositores de la Segunda Escuela de Viena
fueran representadas. Una vez que finalizó su Concierto para violín, y retirado al campo para
rematar su ópera Lulú, la picadura de un insecto le provocó una infección y la consiguiente
septicemia, falleciendo por esta causa.
La característica más destacada de la música de Alban Berg, y que lo diferencia del resto de
compositores de la Segunda Escuela de Viena, es la presencia de elementos tonales dentro de la
composición dodecafónica. Se puede considerar que es el autor más asequible de toda la Escuela
para el gran público, tal y como demuestra el éxito de su ópera Wozzeck.
El ritmo en Berg responde a su idea de ritmo constructivo, es decir, que existen esquemas
rítmicos propios de todo un movimiento, que contribuyen a otorgar coherencia a la obra. La
melodía de las obras de Berg se basa en el uso de las cuartas como consonancia, y de las séptimas
como tensión, con lo que el proceso melódico está asegurado, incluso en el interior de la serie. La
forma musical preferida del maestro hace referencia a las ideas propias de la escuela, con
predilección hacia las formas clásicas. No hay nada de nuevo que añadir a su concepto de la
orquestación, que cumple las características habituales de los modelos expresionistas.
La música de Alban Berg deriva de los últimos neorrománticos, y por supuesto de la influencia
de Arnold Schoenberg. Su atracción por los efectos dramáticos explica la presencia de un gran
número de indicaciones literarias, típicas del Poema Sinfónico romántico. La influencia de Mahler
es notable. Su pensamiento sobre los argumentos está en perfecta consonancia con el de Richard
Strauss, tal y como se puede comprender analizando el de Wozzeck. Debido a la influencia de
Schoenberg domina el concepto de serie dodecafónica y el uso del contrapunto.
En cuanto a sus obras más importantes, su producción se inicia con la Sonata para piano op. 1
en si menor, de tendencia postwagneriana. Sus Cuatro canciones op. 2, se sitúan entre un
romanticismo mahleriano y el Expresionismo. El rechazo hacia la tonalidad se percibe claramente a
partir de su Cuarteto para cuerdas op. 3. En las Cinco canciones para voz y orquesta, sobre letras
que aparecían en las postales de la serie Altenberg, abraza el concepto serial, más concretamente en
la quinta canción; curiosamente, resulta ser cronológicamente el primer compositor que usó este
método, incluso antes que Schoenberg. Tanto las Cuatro piezas para clarinete y piano op. 5, como
las Tres piezas para orquesta op. 6, están dedicadas a su maestro, muestra de la influencia que
ejerció sobre él.
El Concierto de cámara para violín, piano, y trece instrumentos de viento, fue una obra dedicada
a Schoenberg con motivo de su cincuenta aniversario, en 1924. Curiosamente, la serie se establece a
partir de los nombres de los compositores de la Escuela de Viena. La Suite lírica posee un
tratamiento camerístico, extrapolando las características naturales del cuarteto de cuerda a toda una
orquesta de cámara.
Lulú es su ópera dodecafónica inacabada, ya que tan solo hay dos actos escritos. Sin embargo,
hay que reconocer que no es ni mucho menos una obra incompleta. Su obra dodecafónica más
presente en el repertorio es el Concierto para violín.
Audición: A. Berg Vídeo Wozzeck, acto III, escena 4
La obra más conocida de Alban Berg es su ópera expresionista Wozzeck, originalmente Woyzeck,
aunque un error de edición hizo que apareciera mal escrito el nombre desde el primer momento.
Berg no lo corrigió, ya que Wozzeck tenía más sonoridad musical. La obra, basada en una tragedia
de George Büchner, fue dedicada a Alma Mahler, por haber costeado la edición de la reducción
para voz y piano.
La estructura de la ópera se basa en tres actos y cinco escenas en cada acto. El primer acto es la
presentación de los personajes, en cinco escenas, cada una de las cuales representa a un personaje:
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el capitán, en forma de suite; Andrés, una rapsodia basada en canto con claras alusiones vocales;
María, con una nana; el doctor con una passacaglia; y el tambor mayor con un rondó; la obra se
inicia con la llamada inicial que el Capitán realiza a Wozzeck.
El argumento es relativamente sencillo. Wozzeck es un soldado casado con María, y padre de un
niño. En un momento de debilidad ella lo engaña con el tambor mayor del regimiento, que luego se
vanagloria en público de ello. Wozzeck la asesina, y al intentar lavarse la sangre en la laguna, se
ahoga.
Además del capitán, el tambor mayor y el propio Wozzeck, en la obra aparecen otros personajes
de tipo secundario, a excepción de la soprano que representa el papel de esposa. El segundo acto
adquiere las características de una sinfonía en cinco movimientos, ordenados desde un allegro en
forma de sonata, fantasía y fuga, largo, scherzo con trío, y rondó. El tercer acto, desenlace, es
mucho más libre. La primera escena es un desarrollo a partir de un tema, y trata de los
remordimientos de María. La segunda se basa en un ostinato, sobre la nota si, que provoca una gran
tensión: es el momento del asesinato. La tercera escena enormemente rítmica, narra el momento en
que Wozzeck es descubierto en la taberna por las manchas de sangre en su ropa y manos; la cuarta
escena parte de un acorde de seis notas, durante el cual Wozzeck se suicida. La última escena es
una invención a partir de un perpetuum mobile, con el niño como protagonista (mientras se propaga
la noticia de la muerte de sus padres, el niño juega).
La escena 4 del acto III se desarrolla en la laguna iluminada por la luz de la luna. Wozzeck está
obsesionado con la idea de que el cuchillo con el que mató a María lo delatará cuando encuentren el
cadáver; por eso, regresa al escenario del crimen y lo tira al agua, pero teme no haberlo arrojado lo
suficientemente lejos y corre a por él; en su locura y búsqueda, se introduce cada vez más en el
agua hasta desaparecer en ella. Entran en escena el Doctor y el Capitán; el primero cree haber oído
un gemido, mientras el Capitán lo insta a alejarse de allí.
La música es una invención sobre un único acorde, seguido de un interludio orquestal sobre una
tonalidad. Esto es una muestra del quehacer del compositor sobre la estructura, con vistas a otorgar
coherencia a toda una obra. A pesar del cuidado con el que Berg aclaró los detalles estructurales, le
satisfizo la reacción del público que los ignoró, al afirmar que nadie, por mucho que conociese las
formas empleadas en la obra, prestaría atención a dichas fórmulas sino a las complejas
implicaciones sociales de la ópera, que transcienden del destino personal de Wozzeck.
La línea melódica utilizada en la ópera describe con sensibilidad personajes y situaciones,
recorriendo una gran variedad de estilos vocales: declamación libre, melodía, declamación rítmica,
pasajes hablados y el sprechstimme. Para vincular la música con algunos personajes recurre al
leimotiv wagneriano. Emplea canciones de carácter popular, lo que proporciona un contraste con el
ambiente atonal restante (especialmente interesante en la escena 5 del acto III, cuando los niños
cantan antes de comunicarle al pequeño la muerte de su madre).
Armónicamente, la mayor parte de la obra se encuentra en el terreno de la atonalidad, si bien
anticipa algunos procedimientos propios del dodecafonismo y no duda en recurrir a la tonalidad en
ciertos pasajes. Para otorgar unidad estructural a la obra remata los tres actos con el mismo acorde
(que asumiría el carácter de una especie de tónica o fundamental, a pesar de la atonalidad usada).
La orquesta en su conjunto se emplea en los interludios, mientras utiliza grupos instrumentales
más pequeños en las escenas, fiel al principio de sinfonía de cámara propio de la Escuela.
Significativo de su empleo es la danza en la taberna (escena 3 del acto III), con una pequeña
orquesta en escena (violines más agudos de lo normal, guitarra, clarinete en do, acordeón, y tuba)
que se opone a la orquesta general de la ópera; un piano desafinado acompaña la desenfrenada
polca con que se inicia la escena. En la última escena, también se acompaña el juego del niño con
clarinete, tambor, xilófono y cuerdas en pianísimo.
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Según Nietzsche, la Carmen de Bizet señala al mundo “la trágica ironía que constituye la esencia
del amor”. Wozzeck añade a esto la torturada alucinación de un mundo en el que perseguidores y
perseguidos mezclan sus papeles de víctimas a cada instante. Una obra que sólo puede tener su
origen en la Europa central del Expresionismo.
4.3 Anton Webern
Anton von Webern nació en 1883 y falleció en 1945. Era hijo de un ingeniero de minas, y de
origen noble, aunque hacia el final de su vida dejó de emplear el característico von. Compositor y
doctor en Musicología por la Universidad de Viena, Webern estudió con Schoenberg en el período
comprendido entre 1904 y 1910. En 1906 regresará a la Universidad para enseñar. Sin embargo, la
labor docente no es de su gusto, al ser un hombre que prefiere la intimidad.
La anexión de Austria al III Reich significó la destrucción y prohibición de que sus obras fueran
interpretadas, así como una férrea vigilancia académica, llegando sus clases a estar prohibidas.
Debido a esto, y al miedo que tenía a los frecuentes bombardeos, escapó de Austria estableciéndose
en Salzburgo. El 15 de septiembre de 1945, una vez finalizada la guerra, Webern salió de noche al
jardín de su casa para fumar, siendo abatido por un soldado; las oscuras circunstancias de su muerte
nunca fueron del todo desveladas, aunque podría haber sido confundido con su yerno.
Si Arnold Schoenberg es el creador del dodecafonismo, y Alban Berg el compositor más
conservador de la escuela, Anton Webern es, sin embargo, el más radical. No emplea la habitual
repetición de la exposición inicial, con lo que sus obras son de muy reducidas proporciones:
Schoenberg gustaba llamarlas “melodías en una respiración”. Como ejemplo basta señalar que, en
sus Cinco piezas para orquesta, la de mayor duración apenas llega a un minuto.
El sonido de las obras de Webern es enormemente característico, y personal. Los instrumentos
son empleados en sus tesituras extremas y en ocasiones usa combinaciones instrumentales poco
usuales. Es habitual que toquen muy poco, dando lugar a una sensación de mosaico que mantiene
una melodía de timbres llevada a su extremo. A este concepto contribuye un tratamiento dinámico
de gran variedad, máxime si tenemos en cuenta la longitud de las obras; las variaciones de
intensidad son tan grandes que en algunos momentos la música resulta casi un susurro.
Este concepto de melodía de timbres es fundamental en su estética. Hasta el momento, melodía y
timbre han marchado conjunta e inseparablemente, pero ¿qué ocurriría si los distintos motivos, o
incluso notas, de una melodía fuesen interpretados por instrumentos diferentes? ¿Se perdería su
sentido? Para responder a esta cuestión partiremos del Ricercar de Das musikalische opfer (La
Ofrenda Musical) de J.S. Bach y escucharemos la orquestación realizada por Webern.
La música de Webern presenta pocos diseños rítmicos, lo que proporciona un aspecto de
volatilidad, como si la música estuviera flotando. Las notas más importantes aparecen en los
tiempos débiles y el esquema rítmico de la frase resulta prácticamente indescifrable.
El fluir melódico se basa en el tratamiento del intervalo. Abundan los de tercera mayor y menor,
así como las séptimas mayores y las novenas menores. Se puede afirmar, sin temor a equivocarnos,
que estos intervalos son los más característicos de toda la obra de Webern.
Su interés por el dodecafonismo se inicia con Tres piezas populares sacras, para voz, clarinete,
clarinete bajo, y violín. Su uso del contrapunto alcanza las mayores complejidades de toda la
Escuela, llegando a procesos que habían sido característicos de la música medieval europea. Entre
sus obras más conocidas destacan La luz de los ojos op. 26, y las Variaciones para orquesta op. 30.
Su producción es muy reducida.
La música de Webern es, indudablemente, una música para conocedores del dodecafonismo. Lo
intrincado de sus procedimientos alejan sus obras del gran público, lo que se encuentra en
consonancia con los principios estéticos sobre el Arte declarados por Schoenberg. De esta manera
Webern franquea la entrada del serialismo integral en la segunda mitad del siglo XX.
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Que, como se puede observar, responde a una organización en tres tetracordios (organización
preferida de Webern a la hora de organizar, internamente, la serie). El primero responde al motivo
Bach, siendo el segundo su propia inversión (I5), al que sucede su transposición (O8). Fiel al
principio de economía de medios, se puede observar que la inversión (I9) es equivalente a su
retrogradación (R0): G - Ab - F - Gb - D - C# - E - D# - B - C - A - Bb.
El movimiento intermedio de los tres que componen el cuarteto parte de la I3. Naturalmente,
resulta difícil mantener el término Original para la serie de partida, ya que en este movimiento la
serie empleada no coincide con la de los otros dos. Webern considera que todas las series son
igualmente importantes y les dedica idéntica atención, por lo que un término más adecuado podría
ser el de P (primigenia).
Visto así, el primer violín presenta la serie P0 de este movimiento que, como hemos visto,
corresponde a la I3 del cuarteto. Dado que los tetracordios que integran la serie primigenia del
cuarteto están interrelacionados, los del segundo movimiento también establecen una estrecha red
de relaciones entre sí.
Considerando este segundo movimiento, la serie P0 aparece al principio a cargo del violín 1º, la
R4 en el violín 2º, P4 en la viola y R0 en el cello.
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Apuntes del Tema 4. Historia de la música III – Conservatorio Superior de Música de Vigo – Prof. Dr. Javier Jurado
La primera sección (cp. 1-18) ilustra el tratamiento empleado (cabe recordar que las formas R
son idénticas a las formas I, por lo que las P lo son a las RI):
- Violín 1º: P0 - P4 - P8
- Violín 2º: R4 - R0 - R8
- Viola: P4 - P8 - P0
- Violonchelo: R0 - R8 - R4
, de manera que las entradas de las series se producen a distancia de cuatro semitonos (dos
tonos), lo que da lugar a una distancia de quinta aumentada (intervalo preferido por Webern, al
encontrarse bastante alejado de lo tonal).
Pero un análisis detallado pone en evidencia que cada tratamiento de la serie tiene en común con
el siguiente el último tetracordio; es decir, que el último tetracordio de cada serie es el primero del
siguiente.
Las cuatro series siguen un canon rítmico a distancia de negra. Algunas notas de la serie
(especialmente de las retrógradas) han sido sustituidas por un silencio, si bien no es poco habitual
que suenen en un instrumento diferente. Finalmente, cabe destacar que los pizzicati están también
ligados a las series, en la primera presentación de ellas, lo que ayuda a estructurar el movimiento.
La segunda sección (cp. 19-36) presenta un tempo más rapido y con diferente articulación. La
distribución de las series es nueva. La tercera sección se relaciona con la primera, otorgándole a la
estructura una forma ABA’, habitual en el género.
4.4 Luigi Dallapiccola
El compositor y pianista italiano Luigi Dallapiccola (1904-1975) nació en un pequeño pueblo
que en los principios de siglo formaba parte de Austria, por lo que estuvo inicialmente influido por
la música alemana postromántica. Desde 1930 se especializó en la interpretación de música de
cámara contemporánea, tarea que simultaneó con la composición. Recibió su formación musical en
el Conservatorio de Florencia, en donde posteriormente trabajó como profesor de piano
Enmarcado en la tradicional concepción lírica italiana, los inicios compositivos de Dallapiccola
se plasmaron en obras líricas y corales, aunque pronto derivó hacia un planteamiento dodecafonista.
Sin embargo, su interés no deriva de Schoenberg, sino de los discípulos de este Alban Berg y Anton
Webern. Es probable que incidiera en su interés las condiciones de su nacimiento, al poder unificar
la lírica italiana con las nuevas corrientes vienesas.
La clasificación estricta de Dallapiccola como compositor exclusivamente dodecafónico no está
exenta de riesgos. Es cierto que sabe apartarse de las técnicas de la serie cuando no le conducen al
resultado apetecido, pero esta misma idea se puede encontrar en Schoenberg. Pero Dallapiccola
resulta heredero de las formas típicamente italianas, y su concepción se encuentra por ello alejada
del Expresionismo del que resulta la Escuela de Viena. Cuando los procesos contrapuntísticos se
transforman en mera excusa de organización formal, sabe apartarse de ellos, buscando una
expresividad mayor; en ello no puede negar su carácter latino.
El tratamiento lírico de las obras vocales es delicioso, y no resulta abrupto, demostrando así su
cercanía a los géneros vocales del Renacimiento y el Barroco italiano. A pesar de emplear técnicas
compositivas más cercanas a Webern, los resultados son completamente diferentes. En su textura
contrapuntística es frecuente encontrar motivos rítmicos repetidos, siguiendo un estilo imitativo
propio de la polifonía del XVI, pero aplicando las técnicas dodecafónicas.
La influencia del pasado italiano es evidente en el tratamiento de la estructura musical. Las
formas preferidas de Dallapiccola son anteriores a las usuales en el XVIII, y se fundamentan más en
la suite de danzas que en la forma sonata.
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5. PENSAMIENTO MUSICAL
5.1 Arnold Schoenberg
Arnold Schoenberg es el inventor de la dodecafonía. Su pensamiento y personalidad, agravados
por las circunstancias personales que atravesó, hicieron de su pensamiento un enorme ir y venir de
ideas, con continuas modificaciones, pero dejando entrever en todo momento el enorme genio que
había en él.
En 1912 publicó su libro Relación con el texto en el que establece un concepto plenamente
formalista: “la música debe oírse en términos musicales exclusivamente”.
Su popular Tratado de armonía fue escrito en 1911. Está dedicado a la memoria de Gustav
Mahler, fallecido ese mismo año. Se trata realmente de un libro de composición, en el que
Schoenberg analiza los procesos armónicos clásicos uno por uno, para dar un giro hacia la segunda
mitad de la obra con vistas a explicar su teoría musical compositiva. Considera que la composición
es un método basado en los armónicos naturales y en el temperamento (sistema temperado). Para
Schoenberg, consonancia (armonías más simples) y disonancia (armonías más complejas) no eran
principios antagónicos: ambas se diferenciaban sólo en la medida en que se derivan de los
armónicos más cercanos o más alejados de la nota fundamental. Éste es el fundamento físico del
concepto de emancipación de la disonancia que, además, implica la total autonomía de cualquier
agregado de sonidos formando un acorde y, por lo tanto, el debilitamiento del papel de la
disonancia entendida, de forma lata, como función de dominante asociado al cromatismo.
En Criterios de valoración de la música de 1927, manifiesta que “la música lleva un mensaje
profético que anuncia una forma de vida más elevada hacia la que camina la humanidad”.
En Composición con doce notas adopta una postura de misticismo con el pensamiento de que el
acto de creación y el creador siguen un modelo divino. En este libro se encuentra la que,
indudablemente, es la frase más conocida de Schoenberg: “si es arte no es para todos, y si es para
todos no es arte”. Corresponde al período dodecafónico, ya que fue escrito en 1941. Considera las
técnicas compositivas como consecuencia de la evolución de la música a través de la historia, en un
proceso de conquista de los armónicos más alejados de la serie natural. Esta idea se resume en la
frase “el sistema tonal clásico ni es eterno ni encierra mayor miseria que el desarrollo humano que
conduce a su propia disolución”.
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Apuntes del Tema 5. Historia de la música III – Conservatorio Superior de Música de Vigo – Prof. Dr. Javier Jurado
TEMA 5. EL NEOCLASICISMO
Audiciones
Al rematar la Primera Guerra Mundial (1918) se produce una especie de “llamada al orden”,
consecuencia del dramatismo de la contienda y de la necesidad de encontrar esquemas estrictos; en
el ámbito de la música, el neoclasicismo se identifica con la obra de un grupo de compositores que
en el período de entreguerras, revivieron el uso de formas simétricas y de procesos temáticos
claramente perceptibles de estilos precedentes como rechazo a los excesos del último romanticismo
y como anti-expresionismo. El neoclasicismo parte de la recuperación de los valores que los
músicos del período clásico poseían, es decir, atención por la melodía, ritmo atractivo, armonías
biensonantes… así como por del rechazo a los lenguajes de vanguardia.
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Apuntes del Tema 5. Historia de la música III – Conservatorio Superior de Música de Vigo – Prof. Dr. Javier Jurado
música turbinas, dínamos, engranajes, locomotoras (Pacific 231, de Honegger). También buscaron
fuentes en la ciudad, en cabarets o locales de diversión (El buey sobre el tejado, de Milhaud), en
calles y otros paisajes urbanos.
d) Deporte y ballet
Tras la Guerra Mundial, surgen los “Locos años veinte”, en los que los valores espirituales dan
lugar a los físicos. La espiritualidad es sustituida por el movimiento. El culto al cuerpo, a través de
los deportes y el atletismo, se identifican con las ganas de vivir, la resistencia y la tenacidad. Este
hecho justifica tanto la popularidad del ballet como la aparición de obras basadas en deportes
(Rugby, de Honegger).
e) Humor y sátira
Si el Romanticismo consideró la música como manifestación de inspiración, los compositores
del XX se inclinaron hacia la sátira, el humor o la ironía, empleando la disonancia para ilustrar
efectos humorísticos cacofónicos (como Embriones disecados, de Satie). La idea es recrear el ideal
de música cortesana de los siglos XVII y XVIII, obras que estuvieran bien organizadas,
entretuviesen y gustasen. Pero, por otra parte, el humor y la sátira son muestras de la amargura de la
época que les tocó vivir.
f) Influencia del jazz
En la década de los veinte, el lenguaje del jazz comenzó a llamar la atención de los compositores
de música académica, atraídos por una nueva concepción rítmica basada en la síncopa y el
contratiempo. A la vez, la influencia del primitivismo también se hizo notar. El carácter camerístico
del jazz resultaba enormemente apropiado para compositores que explotaban los timbres, máxime al
prescindir estas formaciones de la cuerda, más expresiva y subjetiva y, por tanto, contraria al interés
por lo objetivo de la escuela (además de ser una música esencialmente urbana). Otros elementos de
interés eran la ambigüedad mayor-menor, el empleo de motivos de cuatro compases o el interés por
la percusión. Como ejemplos, podemos destacar Parade de Satie, Ragtime para once instrumentos
y el Piano Rag Music de Stravinsky.
2.2 Características musicales
En lo que se refiere a las características musicales, resaltamos:
a) La simplificación del ritmo y del compás da lugar a una medida más metronómica. Por otra
parte, ajustarse a un ritmo tan firme posibilita emplear figuraciones rítmicas más rebuscadas.
Aparecen frecuentemente ritmos de danzas barrocas.
b) Al contrario de los románticos, usan una melodía instrumental constituida por intervalos más
amplios, así como por un registro más extenso.
c) Armónicamente, se aleja del cromatismo de la era postwagneriana. Su música se basa en las
siete notas de la escala diatónica, aunque las utiliza con mucha mayor libertad de lo que
jamás se había hecho. A menudo se utiliza la expresión pandiatonismo, para indicar la nueva
libertad con que se combinan armónica y contrapuntísticamente las siete notas, en contraste
con la gran profusión de sostenidos y bemoles de la música de comienzos del siglo XX. El
empleo de dichas notas, aplicado a la tonalidad de do mayor, da como resultado el concepto
de “música blanca”.
d) Textura lineal transparente. El estilo neoclásico halló su medio de expresión en un ágil
contrapunto disonante marcado por su claridad e impulsado por flexibles ritmos motores.
e) Resurrección de las formas absolutas: la sinfonía, el concierto, la sonata y los diversos tipos
de música de cámara tuvieron una importancia mucho mayor que la que había tenido durante
las dos primeras décadas del siglo XX. Igualmente significativo fue el retorno a las formas de
la era preclásica, como la suite, el divertimento, la toccata, el concerto grosso, la fuga, etc.
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Apuntes del Tema 5. Historia de la música III – Conservatorio Superior de Música de Vigo – Prof. Dr. Javier Jurado
de “la vida cotidiana”. Quieren una droga, un “estupefaciente”. La música no valdría mucho si
se redujese a semejante fin. Cuando la gente haya aprendido a amar la música por la música
misma, cuando escuche con otros oídos, su goce será de un orden mucho más elevado y
poderoso, y podrá juzgarla en un plano superior y comprender su valor intrínseco.
La idea última y definitiva de Stravinsky es llegar al equilibrio entre libertad y limitación, entre
libertad y necesidad de orden y disciplina (supuestamente ubicadas en la tradición musical de
occidente), es decir, de unas reglas que regulan la composición musical:
Cuanto más limito mi campo de acción y cuanto más me inhibo con obstáculos, tanto mayor
es mi libertad, Cuantas más restricciones me impongo, tanto más se libera mi mente de sus
grilletes.
3. ESCUELAS
El neoclasicismo es, probablemente, el movimiento artístico que más adeptos tuvo entre los
compositores del siglo XX, por lo que tuvo importantes consecuencias en toda Europa y América.
- En Francia inspiró la música del Grupo de los Seis.
- En España, la denominada Generación del 27.
- En Alemania, el movimiento conocido como Gebrauchsmusik.
- En América, a varios compositores independientes.
- En la URSS, a numerosos compositores de la revolución.
Uno de los compositores que más se identifican con el neoclasicismo es Igor Stravinski, autor
que utiliza diferentes estilos compositivos a lo largo de su vida. Además de él, hay que resaltar las
aportaciones de algunos otros destacados, como Béla Bartók.
3.1 Satie y el Grupo de los Seis
Las aportaciones de los impresionistas alejaron al compositor del público, por ello, Jean Cocteau
escribió: “Ya tenemos suficientes nubes, olas, acuarios, espíritus marinos y escenas nocturnas. Lo
que necesitamos es una música que surja de la tierra, una música de cada día” (Le Cop et l´Arlequin
1918). Esta música debía ser sencilla, y su referente inmediato no serían las salas de concierto, sino
la música de circo, music-hall, café-concierto y del jazz.
a) Satie
Erik Satie (1866-1925) será uno de los compositores que se rebela contra esta situación, a pesar
de su interés temprano por el Impresionismo. En esas obras iniciales se detecta ya su orientación
hacia una música sencilla, basada en motivos cortos y repetitivos, modificados en base a diferentes
procedimientos: Sarabandes (1887), Gymnopédies (1888) y Gnossiennes (1889-91). Evita el
desarrollo temático y se decanta hacia la economía de medios.
Satie se inspira en la música medieval, especialmente en el canto gregoriano (de hecho,
perteneció a la Orden de los Rosacruces). La melodía y el contrapunto ocupan un lugar
predominante sobre una estructura en mosaico mientras la armonía, algo disonante, se manifiesta
con movimientos bruscos y sin respeto a las normas académicas. En otras obras se detecta la
influencia de las músicas populares, del music-hall y el circo, además de las grandes dosis de humor
que se detectan bien en sus indicaciones (“como un ruiseñor con dolor de cabeza”) o en el nombre
de sus obras (Tres piezas en forma de pera”).
En su producción destaca su ballet Parade (para los Ballets rusos de Diághilev, con decorados de
Picasso), que lo convirtió en admirado por los jóvenes compositores Francis Poulenc, Darius
Milhaud, Arthur Honegger (los tres más destacados), Germaine Tailleferre, Georges Auric y Louis
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Durey; este grupo se conoció como Les six. El escritor Jean Cocteau fue el responsable de definir la
estética del grupo aunque, en realidad, prevalece el estilo de cada compositor sobre el del grupo.
Audición de Trois Gnossiennes, nº 2, avec ètonnement, de E. Satie
Integrante de las Trois Gnossiennes, compuesta en 1890.
Fiel principio de liberarse de la tiranía de la barra de compás, no presenta (en este caso) línea
divisoria ni compás. La música fluye como si de canto gregoriano se tratase, con pasajes
ornamentales similares a melismas. Tiende a lo modal, partiendo del modo dórico y con
cromatización de grados que proporciona sonoridades de otros modos (lidio en C) o bien de escalas
defectivas. En el tratamiento armónico se detecta movimiento paralelo, séptimas mayores, novenas,
etc.
En relación a la forma, se observa la composición en mosaico: toma un motivo rítmico en la
mano derecha y lo mantiene durante toda la obra, al igual que obra de forma aproximada en la mano
izquierda. La estructura global es del tipo A (a-a’) – B (b-b’) – C (c-c’) – B (b-b’) – A (a-a’).
Destacan las indicaciones interpretativas, fieles a la estética de Satie: “con asombro”, “con gran
amabilidad” (B), “más íntimamente”, “sin orgullo”, etc.
b) Poulenc
El compositor parisino Francis Poulenc (1899-1963) comenzó sus estudios de piano siendo niño,
de la mano de su madre. Su padre era un empresario químico que profesó un catolicismo practicante
y devoto; la diversa herencia de sus progenitores, lejos de entrar en conflicto en la joven mente del
compositor, le proporcionó una fuerza y energía sin precedentes, reforzada por la temprana muerte
de ambos. Dada la oposición de su padre a que asistiera al conservatorio de forma regular, desde
1914 fue alumno del afamado pianista español Ricardo Viñes, quien le hace entrar en contacto con
los compositores y pensadores de su época. Asiduo de las salas de concierto conoció la música de
Stravinsky, que asumió como modelo a lo largo de su vida; con la ayuda de Stravinsky podría
publicar su primer grupo de obras. Poco después, recibe clases de armonía de Koechlin, admirado
maestro aunque no reconocido compositor, quien a su vez habría estudiado con Massenet y Fauré.
De esta manera, Poulenc recibe la herencia de los grandes melodistas franceses, si bien puede
considerarse como un músico completamente autodidacta en lo que se refiere a la composición: una
característica que hace su obra perfectamente reconocible.
Poulenc se mantuvo fiel a los principios del Grupo de los Seis de manera más constante y firme
que el resto de sus compañeros. Su reconocimiento no tardó en llegar, y lo hizo en forma de ballet
encargo de Sergei Diághilev para sus ballets rusos de Montecarlo: Les Biches. A partir de 1930,
afectado por la muerte de un amigo, el recuerdo latente de la fe de su padre aflora en el compositor,
lo que le llevó a ser uno de los autores más destacados del XX en composición religiosa.
El estilo de Francis Poulenc puede definirse como neoclásico y francés, si bien posee
características propias y definitorias en su concepción melódica sobre armonías claramente
diatónicas, la simplicidad, la fuerza y definición rítmica, todo ello bajo el colorista prisma de los
juegos tímbricos de las combinaciones instrumentales, dado su dominio de la música de cámara.
Influido por Stravinsky y Satie, no le interesa el formalismo intelectual del primero ni la crítica
sarcástica del segundo, siendo mucho más refinado; en su tratamiento melódico se detecta la
herencia de los compositores franceses, en una línea descendente desde los grandes operistas
(especialmente Massenet) y Saint-Säens, hasta Fauré. Amante de lo francés, de los ritmos latinos,
del jazz y el vodevil, la constante presencia de la música de los clásicos (especialmente Mozart y un
Schubert transmitido por su madre) proporciona a su música una claridad y estructura inigualables.
Su dominio de la canción le hizo ser gran conocedor de la poesía de su tiempo (Apollinaire,
Éluard, Max Jacob, Fombeure), siguiendo la tradición del género de Fauré, Debussy y Ravel. Su
música para piano es amplia y diversa, tal y como la música de salón del XX posibilita; también
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muestra dominio sobre la música de cámara, con predilección francesa por los instrumentos de
viento madera. En el terreno que hoy nos ocupa, destacó en el género escénico tanto en el ballet
como en la ópera. El crítico Claude Rostand definió a Poulenc como “mitad hereje, mitad monje”;
un autor capaz de llevarnos de la intrascendencia de Banalités hasta la profunda gravedad de sus
Diálogos de Carmelitas.
Audición de La Voix humaine, de F. Poulenc Libreto
[Aunque está toda la obra en el listado de audiciones, sólo es obligatorio reconocer los tres
primeros números; a pesar de esto, os recomiendo su escucha tras leer estas notas y con el libreto
delante.]
Quizás el término “ópera” no sea tan apropiado para La Voix humaine como el de “tragedia
lírica”. La original teatral fue escrita por Jean Cocteau en 1930, siendo estrenada en 1932, con gran
éxito, por la actriz belga Berthe Bovy en la Comédie Française. Su fama fue tal que Roberto
Rossellini la convertiría en cortometraje, protagonizado por Anna Magnani, en 1948. La pieza de
Poulenc, compuesta en 1958, fue estrenada al año siguiente en la Opéra-Comique de París, con el
propio Cocteau como director de escena y realizador de los decorados, y la cantante Denise Duval,
quien repetiría actuación en 1960 en el Carnegie Hall de Nueva York y en gran parte de Europa.
La idea del argumento es recurrente: una mujer es abandonada por su amante para casarse con
otra. Sin embargo, la manera de desarrollarla es completamente novedosa, al presentar la historia
como un monólogo de ella conversando por teléfono con su amor, lo que propicia situaciones
equívocas (cruces de línea y cortes de llamada desde la centralita, con supuesta intervención de la
operadora, dada la imperfección de las comunicaciones de la época), silencios correspondientes a
las también supuestas respuestas de él (perfectamente cubiertos por la orquesta), y una sencilla y
sobria (sin perder efectividad), a la vez que actual, puesta en escena. Los cambios de estado de
ánimo de la protagonista a lo largo de la obra posibilitan un tratamiento de la pasión humana que
resulta cercano y evidente para el público, siendo perceptible el paso a través de los melancólicos
recuerdos, hasta la desesperación y la angustia, llegando al final con el desesperado grito de ella
ante la despedida inminente: Je t’aime.
Ante un tema semejante sería sencillo caer en un lirismo fácil e injustificado, pero Poulenc sabe
tratarlo de forma mucho más acorde con nuestro tiempo. Sin renunciar a su capacidad lírica, cubre
los silencios de la cantante con diálogos orquestales, de manera tal que no pierde el discurso lírico
en ningún momento. El dominio de la prosodia rítmica y de los recursos vocales es manifiesto. A
pesar del entretejido de melodías orquestales, es la línea vocal la que adquiere todo el protagonismo
(incluso en los momentos de silencio), transmitiendo al público una carga emocional
completamente real. Incluso la constante repetición de fragmentos melódicos o armónicos, propia
de los compositores franceses de todos los tiempos, lejos de estorbar la apreciación melódica ayuda
a otorgarle una sensación de línea continua.
Estos ingredientes se ven aumentados por las indicaciones diseminadas a lo largo de la partitura,
acordes con el estado anímico de la cantante: lent, mais angoissé (lento, pero angustiado), très agité
(muy agitado), doucement voluptueux, très calme (dulcemente voluptuoso, muy tranquilo), comme
un cri (como un grito), au comble de l’affolement (en el paroxismo de la locura), tendre et câlin
(tierno y zalamero), en s’efforçant de paraitre calme (esforzándose por parecer tranquila), très
sensuel et lyrique (muy sensual y lírico), au comble de la passion (en el paroxismo de la pasión)…
Las notas para la interpretación musical de Poulenc no dejan lugar a dudas:
La parte (única) de voz humana debe ser interpretada por una mujer joven y elegante. No se
trata de una mujer madura abandonada por su amante. – Corresponde a la intérprete establecer
las longitudes reales de las pausas, muy importantes en esta partitura. El director de orquesta
deberá tomar sus decisiones al respecto, previamente, con la cantante. – Todos los fragmentos
sin acompañamiento son en un tiempo bastante libre, en función de la puesta en escena. Es
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c) Honegger
El compositor suizo Arthur Honegger (1892-1955) nació en el seno de una familia aficionada a
la música, lo que le lleva a conocer a los grandes autores germánicos (especialmente Bach, lo que
justifica su tratamiento del contrapunto, además de Beethoven, Wagner y Strauss); su educación
luterana lo decantará hacia el interés por los temas bíblicos, así como por la música vocal. Las
primeras composiciones muestran su deseo de compaginar sus grandes aficiones con la música: las
máquinas (que proporcionarán subtítulo a su primer “Movimiento Sinfónico: Pacific 231”) y los
deportes (segundo “Movimiento sinfónico: Rugby”). Matriculado en el conservatorio de París,
frecuenta el grupo de compositores Nouveaux Jeunes, presentado oficialmente en 1917, en el que
incluirían Tailleferre, Auric, Durey, y el que sería su gran compañero y amigo, Milhaud (grupo que
se ampliaría con Poulenc dando lugar a Los Seis). Honegger negó siempre la existencia de unos
principios estéticos (y estilísticos) comunes en este grupo, en el que cada uno marcó siempre sus
propias tendencias.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Honegger compuso su 2ª Sinfonía (para cuerdas) e,
inmediatamente finalizada la contienda, la 3ª (“Litúrgica”), aún muy influida por los horrores de la
guerra. Tras la 4ª, emprendió una nueva gira por Estados Unidos que fue interrumpida por una
dolencia cardiaca, salvándose milagrosamente de morir gracias a su excelente forma física. En los
ocho años de enfermedad, aún tuvo fuerzas para componer su 5ª sinfonía (di tre re, “de los tres
res”), y su Cantata de Navidad, compaginando la composición con su labor docente en la École
Normale de Musique de París.
Audición de la Sinfonía nº 4, Deliciae Basilienses, de A. Honegger
La música de Arthur Honegger representa, como su origen suizo, un puente entre la tradición
germánica y la francesa; este hecho se manifiesta en su predilección por el empleo de estructuras
sólidas (preferentemente manifestadas en su música de cámara y sinfónica a través de las formas de
sonata), la asimilación de temáticas extramusicales en consonancia con el Poema Sinfónico (si bien
justificado por el autor bajo prismas de música pura, no con ánimo descriptivo), y por el interés por
el contrapunto (siguiendo el modelo de Bach). Sus melodías, amplias y fluidas, no se relacionan con
la fragmentación motívica habitual en sus contemporáneos franceses, siendo muestra de la herencia
romántica, actualizada según su amplia formación, lo que le aseguró el reconocimiento del público.
Su textura es elaborada, con tendencia al tratamiento de líneas melódicas, o acordes en ocasiones,
superpuestas. Al igual que en su vida personal como atleta, su música es vigorosa y está concebida,
en ocasiones, para interpretaciones al aire libre.
Su pensamiento lo aleja del resto de Les Six, evitando la experimentación y considerando la
música ligada al público, “accesible para la mayoría de oyentes”, pero interesante a la vez, con
vistas a despertar la atención del aficionado, y no sólo del músico. Sin embargo, la claridad de las
líneas y el interés por la forma lo relacionan con el Neoclasicismo habitual en el París de su época.
Su fuerte temperamento encontró en las obras escénicas el medio idóneo para expandir su genio;
son numerosas sus aportaciones al género, sea en forma de óperas, música incidental (incluso
música para películas cinematográficas), y oratorios corales, considerados por el autor en ocasiones
como “música de escena para un drama”.
La sinfonía nº 4, Deliciae Basilienses, escrita y estrenada en 1946, hace honor a su sobrenombre.
A la profundidad sobria y sombría de las tres sinfonías precedentes sucede, ahora, un canto a lo
apacible de la existencia, en consonancia con el espíritu de los clásicos vieneses. Invitado en casa
de unos amigos, la tranquilidad de su estancia y el sentimiento de paz tras el final de la Segunda
Guerra Mundial marcan la composición de cada nota.
Con ocasión del XX aniversario de la Orquesta de Cámara de Basilea (para la que habría escrito
Bartòk, diez años antes, su Música para cuerda, percusión y celesta), Honegger decide componerle
una obra. Son varios los motivos que le impulsan a ello: su sentimiento hacia su país de origen, la
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situación fronteriza de la ciudad (entre Alemania y Francia), los homenajes que con ocasión de su
quincuagésimo aniversario se habían sucedido en Suiza y Francia, la amistad que mantenía con el
director de la orquesta, Paul Sacher (para el que ya compuso la sinfonía “para cuerdas”), la acogida
que la ciudad dispensó al estreno de su Juana de Arco… Es evidente que, para el compositor, no se
trataba de una obra más, al comentar en su gira estadounidense de 1947: “He compuesto cuatro
sinfonías; es suficiente” (si bien aún saldría de su pluma la que es, sin duda, su sinfonía maestra).
A pesar de los rasgos estilísticos que la diferencian de las anteriores, la 4ª mantiene con ellas una
serie de características comunes: compuesta en tres movimientos, respeta la forma sonata, con
recapitulaciones más cortas; la economía de medios está, una vez más, presente, si bien amplía la
orquesta desde las precedentes; como el resto, no es larga (su duración apenas excede los 25
minutos). Sin embargo, a lo sombrío sucede lo luminoso y, a lo complejo, lo simple; con una
estructura bien definida, el tratamiento lineal de las texturas, con atención a las líneas melódicas (en
las que, incluso, cita dos canciones populares).
El primer movimiento, Lento y misterioso - Allegro, “expresa de forma precisa un estado del
alma” (Honegger) que, ante la posibilidad de escapar de las condiciones de vida impuestas a través
de unas vacaciones con sus amigos “refuerza en el compositor las ansias de de creación”. Está
integrado por cinco temas de diferente carácter, mostrados desde el principio y que son tratados
imperceptiblemente a lo largo de la forma. Abriendo el movimiento sobre un ambiente que crea una
gran expectación y lo envuelve de misterio, los dos primeros temas, de carácter pastoral y cantabile,
dan entrada a un tercero sincopado y vigoroso; el cuarto cobra rápidamente protagonismo sobre los
demás, desembocando el la coda en la última idea. La superposición de temas otorga al movimiento
un carácter claramente polifónico. En la recapitulación son transformados y abreviados,
conduciendo hacia una cadencia calma, lenta como el principio del movimiento.
El segundo movimiento, Larghetto, “se basa en la vieja canción popular de Basilea Z´Basek an
mi´m Rhyn, citada en su forma original e ingenua al final del movimiento” (Honegger). Se abre el
movimiento sobre el motivo ostinato de los bajos, en forma de pasacaglia, que da paso a un tema
más calmo sobre notas tenidas en los bajos. Finalmente, la canción original es citada sobre el
pasacaglia del inicio. La disolución progresiva de las sonoridades relaciona este movimiento con el
anterior.
Según el autor, “el final es una construcción polifónica algo compleja, aunque el espectador no
debe preocuparse por ello” (se observa aquí, una vez más, el principio de música asequible, pero de
interés para el melómano). “La forma posee carácter de rondó, pasacaglia y fuga”. De hecho, los
temas que constituyen este movimiento se suceden de forma libre, intercalándose entre ellos como
estribillo un tema de carácter danzado y vivo, interpretado por la flauta; a su vez, el inicio de los
bajos recuerda el tratamiento de pasacaglia del segundo movimiento. Entre todo ello surge el
motivo de la canción de carnaval Basler Morgenstreich (en un ambiente ya evocado desde el inicio
por el tratamiento buslesco del fagot, al que ahora se suman las maderas), al que sucede el pasaje
lento de los bajos. El movimiento, y la sinfonía, remata de forma sencilla, “como una nube de polvo
que escapa”.
d) Milhaud
Con la frase inicial de su autobiografía, “Soy francés de Provenza, de religión judía”, Darius
Milhaud (1892-1974) define la doble herencia de provenir de una familia acaudalada y de larga
tradición francesa. Hijo de padres músicos aficionados, entró en el conservatorio de París, ciudad
que le descubrió nuevos paisajes musicales. Su inclinación por el teatro lo llevó a explotar
grandemente el género y sus músicas, de la mano de su amigo el poeta Paul Claudel; nombrado éste
diplomático en Brasil, Milhaud lo acompañaría en calidad de secretario; la influencia de géneros,
ritmos y melodías brasileñas se puede sentir en su música. De vuelta a París frecuentó los círculos
artísticos más importantes de su época. Tras la Segunda Guerra Mundial se estableció en los
Estados Unidos como profesor universitario, retornando a París en 1947, como profesor de
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Aparentemente, se trata de citas, como si ninguna de ellas pudiera ser plenamente desarrollada,
interrumpidas por la irrupción del tema que actúa como estribillo. Las melodías citadas provienen
de material folclórico brasileño reelaborado en mayor o menor (o ninguna) medida.
Desde el punto de vista rítmico, la música es métricamente regular, en la que las síncopas de la
música popular en la que está basada apena sufren modificación. La célula corchea con puntillo,
semicorchea – dos corcheas (ritmo de habanera) le otorga una estabilidad y coherencia a lo largo de
toda la audición, al igual que la característica de corchea, dos semicorcheas, repetida.
Armónicamente, la obra es tonal pero con un tratamiento amplio, llegando a la politonalidad en
varias ocasiones. El recurso habitual es tratar una tonalidad principal (en la que coinciden los bajos)
con otra simultánea diferente, de manera que a lo tradicional se superpone una visión más moderna,
sin perder la sensación de tonal en ningún momento. La textura es lineal y ligera, en el que el
contrapunto melódico es siempre de fácil escucha, evitando el empleo de acordes potentes.
La orquestación es sobria, neoclásica, con timbres característicos, reconocibles y definidos, en la
que destaca el diálogo entre instrumentos. El orgánico es de 2 flautas, 2 oboes, 2 clarinetes, 1 fagot,
2 trompas, 2 trompetas, 1 trombón, percusión y cuerda.
e) Ravel
Aunque ya tratado en el tema del Impresionismo, Maurice Ravel (1875-1937) se aproximó
también al Neoclasicismo, evidente en Le tombeau de Couperin, la Sonata para violín y piano,
Bolero y Menuet antique, entre otras muchas.
Audición del Menuet de Le tombeau de Couperin, de M. Ravel
La obra está compuesta al estilo del primitivo Tombeau francés, en homenaje a los compañeros
muertos durante la Primera Guerra Mundial. El original pianístico (1914-1917) fue orquestado por
el propio Ravel en 1919.
Refleja el interés de los neoclásicos por las formas al tratarse de un minué de sonata. La primera
sección, en sol jónico, comienza por un tema principal (A) que repite. La armonía, muestra de su
pasado impresionista, presenta numerosas disonancias añadidas, y proporciona cierta sensación de
semicadencia al rematar en si. El episodio derivado presenta sonoridad arcaica, con una armonía
más simple; la recapitulación incompleta de A da paso a la repetición del episodio.
La segunda sección, Trío, asume el principio formal clásico del cambio de modo para esta
sección, que se presenta en sol dórico, al igual que asume el de la cuadratura; es interpretado por
tres instrumentos (flauta, clarinete y fagot, y clarinete, trompas y trompetas en su repetición), quizás
herencia preclásica. Los pedales le dan sensación de estabilidad, y son de dos tipos, de octava y
quinta (combinación habitual en el compositor) en violonchelos y contrabajos. La armonización
tipo coral (nota contra nota), la sonoridad modal y el movimiento paralelo le otorgan un carácter
oscuro y arcaico. El episodio derivado, en progresión dinámica, muestra la cuadratura de cuatro
compases habitual en los neoclásicos, así como una armonía progresivamente más rica. Al igual que
en la primera sección, se recapitula el tema del Trío.
La tercera sección del minué de sonata actúa de reexposición, aunque con la salvedad de que se
superpone al tema de la primera sección el del trío en mayor, proporcionando una sonoridad más
plena, en la que la disonancia se justifica por el tratamiento temático. La recapitulación del episodio
da paso a una coda en la que la dinámica alcanza el clímax, relajando la tensión en unos pocos
compases de juegos tímbricos, que remata en la cadencia auténtica conclusiva; en ella, el acorde de
dominante 11ª resuelve en tónica 7ª mayor 9ª, herencia impresionista que confirma, una vez más, la
relación entre ambas corrientes.
3.2 Alemania y la Gebrauchsmusik
Tras la Primera Guerra Mundial floreció el llamado espíritu de la liberal República de Weimar,
muy favorable a la Gebrauchsmusik (que se puede traducir como Música utilitaria), en la que
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interesa el uso práctico de la música y su aplicación a nuevos medios (fonógrafo, radio, cine…).
Los compositores más destacados de la corriente fueron Paul Hindemith, Kurt Weill y Carl Orff.
a) Hindemith
La música de Paul Hindemith (1895-1963) se caracteriza por el tratamiento de la melodía,
influida por la canción alemana de la Edad Media, con presencia de cuartas y quintas; es discursiva
y ornamental en ocasiones y, en otras, vigorosa y de gran presencia. El ritmo es acentuado (como
corresponde a la música germánica), pero menos tenso que en Stravinsky o Bartók.
Su armonía parte del contrapunto disonante, con los doce sonidos alrededor de un centro tonal,
esto es, una tonalidad claramente establecida; a pesar del tratamiento de la disonancia, emplea los
acordes perfectos mayores como puntos de reposo, lo que le otorga cierta serenidad en las
cadencias. En ocasiones, la sonoridad modal le otorga relación con la música antigua.
La textura tiende al contrapunto, sobre ritmos mecánicos que recuerdan al barroco. El
neoclasicismo le hace manejar la orquesta subordinada a la forma (al igual que Stravinsky y
Bartók).
Audición de la fuga tertia en Fa, del Ludus tonalis de P. Hindemith
Ludus tonalis, 25 piezas para piano, de 1942, está constituida por un preludio, doce fugas (una en
cada tonalidad), once interludios que separan las fugas y un postludio, que resulta ser la inversión
retrógrada del preludio.
Interludios y fugas se disponen alrededor de todas las tonalidades posibles (en el Clave bien
temperado de Bach cada pareja de preludio y fuga está en cada una de las veinticuatro tonalidades
mayores y menores, mientras que el Ludus Tonalis sigue la ordenación de la llamada Serie 1, propia
de Hindemith, y que relaciona los sonidos con el carácter consonante que, partiendo de la nota “do”,
se encontrarían supuestamente en la serie de los armónicos naturales: do, sol, fa...).
En la fuga son observables:
- La entrada a solo para fijar el movimiento del sujeto.
- La utilización de recursos contrapuntísticos (retrogradación a partir del compás 30).
- Las notas de la tríada de “fa” mayor, que destacan claramente en los dos primeros compases,
afirmándose así con rotundidad la tonalidad principal de la obra.
- El empleo de las doce notas de la escala cromática alrededor del centro tonal de fa; de hecho,
el sujeto presenta once de ellas (falta la sensible).
- La retrogradación del cp. 30 explica los intervalos empleados al inicio, así como la síncopa
(que, tras la retrogradación, se convierte en el final de la obra).
- La primera exposición corresponde a los compases 1-19. La fuga es a tres voces (para
Hindemith, las precisas para el contrapunto), con sujeto en el soprano, respuesta en el bajo y
nuevamente sujeto en el tenor. Una vez claras las tres entradas de la exposición, se puede
aclarar al alumnado que la respuesta no se produce sobre la dominante (como ocurría en el
Barroco), sino sobre el VI mayor.
- A la primera exposición sigue un episodio en los compases 19-23, que da paso a la segunda
exposición (compás 23) en la que es de destacar la aparición de la respuesta en inversión.
- A partir del segundo tiempo del compás 30 se produce una retrogradación de la fuga hasta
ahora desarrollada.
- El análisis del sujeto permite observar la presencia en su constitución de intervalos de tercera
y cuarta, que definen un movimiento de fa-la-sol-do-sib-mib; a partir de éste, se produce uno
descendente de semitono, semitono, tercera mayor, que se repite tres veces a distancia
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ascendente de tercera menor. Con esto se asegura la presentación de la mayor parte de notas
de la escala cromática.
- De esta manera los intervalos empleados son de segunda (importante en la constitución
melódica en la historia de la música), tercera (que dan lugar a los acordes básicos) y cuarta
(presente en la tradición alemana).
b) Otros compositores
Compositor destacado de la corriente es el judío Kurt Weill (1900-1950); partiendo de los
postrománticos, pronto evolucionó hacia otras corrientes, considerando la atonalidad y el
Neoclasicismo. Para él, la ópera es el medio más útil para aproximar la música a la sociedad, lo que
justifica su simplificación dramática y musical así como su colaboración con el dramaturgo Bertolt
Brecht; su primer trabajo de importancia fue el musical Die Dreigroschenoper (“La ópera de los
tres peniques”), que parte del modelo de La ópera del mendigo del inglés John Gay, de 1728, con la
que se oponían al opulento modelo de Haendel. Emigrado a Estados Unidos, desarrollaría una
importante carrera en el teatro musical de Broadway.
Carl Orff (1895-1982) también abrazó esta corriente, buscando inspiración en los temas de la
antigüedad y la Edad Media. Destaca la cantata escénica Carmina Burana, arreglo de canciones de
los Goliardos de los siglos XIII y XIV encontradas en el monasterio benedictino de Benediktbeuern.
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La forma global incluye textos declamados, sobre melodías sencillas que se repiten con
acompañamiento de ostinatti y percusión.
3.3 URSS
Lo más destacable de esta corriente es el hecho de que el compositor debía actuar bajo el control
estatal, a través de su portavoz, Pravda, con vistas a llegar a la gran masa de proletarios. Para ello,
se incide en la forma musical, si bien con esto los soviets caían en la gran contradicción de educar
con música de origen burgués (la de los salones de la transición XVIII-XIX) a trabajadores, bajo el
paraguas de una gran revolución comunista. Entre sus compositores más destacados citaremos a
Sergei Prokofiev y Dimitri Shostakovich.
a) Prokofiev
La obra de Sergei Prokofiev (1891-1953) se divide en dos partes: una clásica y otra progresista.
Su faceta clásica se origina su Concierto para piano Nº 1 op.10 (1912), donde la economía formal y
de textura, el ritmo incisivo en un sólo movimiento en el que las secciones temáticas alternan con
brillantes episodios compuestos en forma de toccata, anticipando muchas de las características
estilísticas propias del movimiento neoclásico de los años 20.
Esta actitud tomó cuerpo de una forma más clara en su famosa Sinfonía Clásica en re mayor
(escuchamos el cuarto movimiento), en la que realizó referencias explícitas al estilo del siglo XVIII,
especialmente al de Haydn, anticipándose incluso al Octeto de Stravinsky. Prokofiev se burla
durante toda la sinfonía cariñosamente de los principios del estilo altamente convencional de
Haydn, deformándola por medio de inesperados y repentinos cambios dinámicos, armónicos y
rítmicos. Sobre la obra, el autor comentó:
Me obsesioné con la idea de componer una sinfonía en el estilo de Haydn... Si Haydn viviera
hoy, pensaba yo, hubiera conservado su forma de escribir al mismo tiempo que incorporaba
algo nuevo. Tal sinfonía es la que me propuse escribir, una sinfonía al estilo clásico. Por fin le
di el título de Sinfonía clásica, primero porque era lo más fácil, después con la intención de
irritar a los filisteos y además con la secreta esperanza de triunfar al final, si la sinfonía se
llegaba a presentar realmente como “clásica”.
Prokofiev abandonó la Unión Soviética para trasladarse a Estados Unidos y después a París,
ejerciendo su estilo un claro cambio que fue adquiriendo progresivamente un carácter más
disonante, situándose en una línea de mayor complejidad tanto formal como textural, dentro de un
ambiente tonal considerablemente más ambiguo. De esta época destacan sus óperas El amor de las
tres naranjas op.33 (1919) y El ángel de fuego op.37 (1927).
En la última etapa de su vida Prokofiev retornó nuevamente hacia una mayor claridad y
simplicidad en su música, destacando en este periodo obras como la suite orquestal El teniente Kijé,
el ballet Romeo y Julieta op.64, el cuento musical Pedro y el lobo, gran número de música para
películas entre las que destaca Alexander Nevsky y óperas de las cuales la más ambiciosa es Guerra
y Paz.
b) Shostakovich
Dmitri Dmitrievich Shostakovich (1906–1975), comenzó de manera temprana sus estudios
musicales, destacando desde niño como un pianista excepcional. Alumno de Glazunov, pronto
sobresalió como compositor con su Sinfonía nº 1, en fa menor, compuesta con tan solo 19 años de
edad. Su falta de apego político al régimen comunista le valió varias denuncias de Pravda; la
primera de ellas, en 1936, tuvo como consecuencia la retirada de su Lady Macbeth de cartel por ser
tachada de formalista y decadente (hay quien afirma que la denuncia partió del mismo Stalin); su
trágica 4ª sinfonía, del mismo año, no llegaría a ser estrenada hasta 1961, por miedo a posibles
represalias contra él o su familia, en un momento en que la URSS exportaba música de carácter más
alegre, muestra propagandística de la supuesta felicidad de la población. Sin embargo, su 5ª sinfonía
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sería muy bien acogida por el régimen, lo que le valió cierto reconocimiento y la plaza de profesor
de composición en el conservatorio (1937).
Al atacar la Alemania nazi la URSS en 1941, Shostakovich permaneció en su ciudad natal,
donde comenzaría la composición de su 7ª sinfonía, “Leningrado”, rematada tras ser evacuado. La
obra, enviada en microfilm a Estados Unidos para ser estrenada, gozó por parte de los aliados de la
consideración de símbolo de la resistencia del pueblo contra el invasor lo que, unido a una
instrumentación grandiosa y al respeto a las formas clásicas, le valió un triunfo clamoroso; el propio
Bartók citaría un tema del primer movimiento en el cuarto, Intermedio-Interrotto, de su Concierto
para Orquesta (1945).
En 1948 Shostakovich y Prokofiev serían condenados por desviaciones formalistas,
prohibiéndose su música; sin embargo, al año siguiente formaría parte de una embajada cultural a
los Estados Unidos, lo que sugiere la turbulencia de la vida del compositor, sometido tanto a los
caprichos como a las fluctuaciones del régimen. Tras la muerte de Stalin afrontaría la composición
de su 10ª sinfonía, que contiene el famoso “tema Shostakovich”, forma de criptograma musical
derivado de las iniciales del nombre y apellido del autor, considerando el alemán (D. SCH, es decir,
D-Es-C-H, como re-mi bemol-do-si), al igual que ya habían usado Bach (si bemol-la-do-si natural)
y Schumann (en el Carnaval opus 9). Este motivo es fácilmente detectable en obras posteriores del
compositor.
En 1958 se vio afectado por la poliomielitis y, posteriormente, por el cáncer de pulmón (era un
gran fumador), con el añadido de problemas de índole cardíaca; a consecuencia de ello el autor se
refugió en sí mismo, dando lugar hasta su muerte a músicas sombrías y oscuras, muy criticadas en
su época. Los dos conciertos para violonchelo pertenecen a este período.
Sabedores del reconocimiento que Shostakovich tuvo en la URSS parece difícil entender que
viviera sometido a una continua presión. “Diputado del Soviet Supremo”, “Artista del pueblo de la
URSS”, “Héroe del Trabajo Socialista”, laureado con todos los premios imaginables… en la Unión
Soviética estalinista estuvo, en varias ocasiones, a un paso de la muerte; hasta el final de su vida
dependió de burócratas incultos, insolentes y crueles que con frecuencia le chantajearon
abiertamente (citando palabras de su hijo Maxim). Con una concepción tan intelectual y formal
sobre la composición musical, no es de extrañar que su obra siga triunfando en nuestra época.
El estilo de Dmitri Shostakovich es exclusivamente personal, y recibe varias y muy diversas
influencias: en la orquestación, muy especialmente desde la 4ª sinfonía, se puede observar su interés
por el postromanticismo de Mahler, pero sin apartarse de la tradición musical rusa heredada de la
escuela de San Petersburgo, y muy concretamente de Modest Mussorgsky (del que orquestaría el
Boris Godunov). Sintió interés por la música de Bach, como se puede observar en sus 24 Preludios
y fugas para piano, en el más puro estilo de El clave bien temperado. En sus últimos cuartetos de
cuerda se aprecia la huella de Beethoven, así como de Alban Berg en el empleo de citas, de Rossini
en el tratamiento de los temas en la 9ª sinfonía, de Igor Stravinsky en la adopción del formalismo
musical del XX… incluso experimentó con el dodecafonismo en el Duodécimo cuarteto.
Perteneciente al grupo de los sinfonistas soviéticos incluidos por los estudiosos en el
Neoclasicismo, sus múltiples influencias le llevaron a crear un estilo propio, en el que además de
con los tipos formales en el marco de la tonalidad experimentó, incluso, con la atonalidad y la
politonalidad. Su música es vigorosa, con gran atención al componente rítmico e inclusión de
elementos grotescos muy definitorios, todo ello revestido de un tratamiento de los timbres
inigualable, que se manifiesta en una orquestación variada y colorista.
En su obra destacan las quince sinfonías, además de una excelente y numerosa producción
camerística (entre la que se encuentran quince cuartetos de cuerda), para voz con acompañamiento,
piano solista, varias óperas, seis conciertos, y música para cine, sin olvidar sus preludios y fugas
para piano, un nuevo ‘volver a Bach’ en el seno del contrapunto disonante.
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Además de la sinfonía, género en el que el compositor ruso resulta más popular, Shostakovich
compuso seis conciertos, distribuidos en dos series para piano, violín y violonchelo, siendo de entre
ellos el más conocido el Concierto nº 1 para violín.
Audición del concierto para violonchelo nº 2, de D. Shostakovich
Los dos conciertos para cello y orquesta fueron compuestos para su amigo, el gran instrumentista
Mstislav Rostropovich que, en el período de mayor apertura internacional que siguió a la muerte de
Stalin en 1953, comenzaba a crearse una excelente reputación en Occidente. A pesar de su relación
personal con el compositor y de haber colaborado con él en numerosas ocasiones, Rostropovich no
se atrevía a solicitarle a Shostakovich un concierto para su instrumento, lo que no fue obstáculo
para que éste, adivinando el interés de su amigo, le dedicase el Concierto para violonchelo y
orquesta nº 1 en Mi bemol, op. 107 en julio de 1959, y el segundo concierto, que escucharemos esta
noche, siete años más tarde. Aunque no tan habitual en los programas como su precedente, el
interés de Mstislav Rostropovich por esta obra es indudable, ya que la grabó en cuatro ocasiones e
interpretó habitualmente.
El segundo concierto para violonchelo y orquesta es, sin duda, el concierto en que Shostakovich
se acerca más a la vanguardia, partiendo de la experimentación y la búsqueda de formas y
combinaciones tímbricas poco usuales; así, resulta ser claro exponente de una estética basada en el
interés por una música pura bajo el prisma de concepción intelectual, alejada de las anteriores
apreciaciones, más subjetivas, del fenómeno musical. Fue estrenado por Rostropovich junto a la
Orquesta Sinfónica Estatal de la URSS en el Conservatorio de Moscú el 25 de septiembre de 1966,
en el marco de un concierto homenaje con ocasión del 60 aniversario de Shostakovich. Esa misma
mañana, el Comité Central le otorgó el título de ‘Héroe del Trabajo Socialista’, siendo el primer
compositor que recibía dicha mención.
Existen diversas explicaciones sobre el sistema de organización musical utilizado por
Shostakovich en este concierto, aunque todo apunta al empleo de un sistema bitonal sobre las doce
notas de la escala cromática, con diferentes tónicas empleadas simultáneamente (como resultado de
la estructura bitonal) o bien de forma consecutiva (como el resultado de un proceso de modulación
continua). Las tonalidades se enlazan siguiendo intervalos de segunda menor, cuarta aumentada y
octava disminuida.
El concierto se abre con un Largo, que se inicia con un intervalo de semitono descendente, que
conformará todo el movimiento. El entre dubitativo y doloroso pasaje del solista aparece dialogante
con las líneas melódicas onduladas de los instrumentos de tesituras graves, a los que pronto se van
uniendo otros instrumentos en una textura polifónica, respondiendo a la concepción de contrapunto
disonante propia del siglo XX. La sonoridad así creada relaciona el Largo con la Música para
cuerda, percusión y celesta de Béla Bartók (1936), correspondencia puesta de manifiesto por la
posterior entrada del xilófono. El tratamiento del grupo es concertante, empleando al violonchelo de
diversas formas, desde la tradicional solística hasta su inclusión en el grupo, como un participante
más del tutti o bien combinando su lírico timbre en grupos diversos, con los que empasta o
contrasta, pasando incluso por meros apoyos armónicos; a todo ello hay que sumar un número
elevado de efectos, que explotan las posibilidades del instrumento y exigen del intérprete una
enorme capacidad técnica (pizzicatti, tesituras extremas, dobles cuerdas…). Los cambios de función
son bruscos, lo que redunda en la idea general de desesperanza que impera en todo el movimiento.
Aunque la aparición de pasajes más líricos parece aportar cierta luz al sombrío ambiente del
movimiento, finalmente no pueden abstraerse de él, rematando en un pianissimo.
El segundo movimiento, Scherzo-Allegretto, posee el vigor rítmico característico de
Shostakovich. Se inicia con el solo del cello, al que se suman las maderas progresivamente y,
posteriormente, la cuerda. La pegadiza melodía, entre burlona y sarcástica, es muestra de lo
grotesco, característico también del compositor. La rítmica figuración militar es remarcada por la
participación de la percusión, sobre la repetición incesante del tema por parte de la orquesta,
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explotando diversas combinaciones tímbricas hasta enlazar sobre el redoble de la caja con el tercer
movimiento, Finale-Allegretto.
La tensión acumulada por el empleo de la percusión y la entrada sobre ella del solista, se
disuelve en un pasaje de enorme lirismo con la flauta destacando sobre las sonoridades graves del
violonchelo. La recuperación del sentido de marcha gracias a la percusión, se diluye en pasajes de
ensoñación. La influencia de Mahler es manifiesta: atención al ritmo y a los instrumentos de
percusión, empleo de la orquesta en secciones, explotación de las combinaciones tímbricas, melodía
de arco extenso… a la vez que los remates sobre los trinos recuerdan a los clásicos. Entre
humorístico y grotesco, este movimiento presenta momentos de gran lirismo, seguidos por otros de
turbulencia, empleando una concepción tonal aún más amplia que en los precedentes. El remate,
sorpresivo, se produce en una nota tenida sobre la que xilófono y percusión desarrollan un motivo
de marcha, que cesa dejando por unos instantes al cello solo, en un crescendo que se corta
repentinamente, dejando en el oyente una sensación de insatisfacción, de no resolución, acorde con
el sentido global de la obra.
3.4. Italia
La tendencia neoclásica en Italia está integrada por los compositores de la Generazione dell´80:
Casella, Malipiero, Resphigi o Pizzetti. Como antecedente es preciso nombrar a Ferrucio Busoni,
que desarrolló su trabajo en Alemania; a pesar del interés que despertó en él la Segunda Escuela
deViena, Busoni sería uno de los precursores del Neoclasicismo, coincidente temporalmente con el
Neoclasicismo francés.
Dentro de la Generazione dell´80 citamos a Alfredo Casella (1883-1947), que empleó texturas
contrapuntísticas siguiendo a Bach, Vivaldi y Scarlatti. Gian Francesco Malipiero (1882-1973)
secundó los esfuerzos de Casella por revivir las tradiciones del barroco italiano, editando las obras
completas de Monteverdi y Vivaldi, lo que dejó huella en su música; además, en sus obras se
presenta la influencia de las sonoridades antiguas, incluido el canto gregoriano. Vittorio Rieti
(1898-1994) representa el sector de la música italiana moderna orientado hacia el Neoclasicismo
francés con gran influencia de Stravinsky (de hecho, colaboró con Diághilev). Ildebrando Pizzetti
(1880-1968) intentó renovar la ópera apartándose del modelo decimonónico italiano, volviendo la
vista hacia Monteverdi.
3.5 Igor Stravinsky
El compositor ruso Igor Stravinsky (1882-1971) nació cerca de San Petersburgo, en un entorno
de gran ambiente musical, al ser su padre primer bajo en la Ópera Imperial, y su madre cantora y
pianista aficionada. Tercero de cuatro hermanos, comenzó estudios de piano a los nueve años; sin
embargo, su familia deseaba que estudiase leyes en la universidad, por lo que no ingresó en el
conservatorio pese a sus deseos. Al fallecer su padre comenzó a estudiar a nivel privado con
Rimsky-Korsakov, con quien tuvo contacto al tener como compañero a uno de los hijos del
compositor. Sus primeras composiciones estaban revestidas de la riqueza orquestal de su maestro, y
llenos del enorme vigor rítmico propio de Stravinsky, por lo que recibió el encargo de Sergei
Diághilev (director de los Ballets Rusos), de realizar la música para L´Oiseau de feu (El pájaro de
fuego), estrenada en París en 1910 y que le valió el primer reconocimiento del público. A este
seguiría los obtenidos con Petrushka y Le Sacre du printemps (La consagración de la primavera),
cuyo estreno fue un auténtico escándalo por la división de opiniones que generó, si bien sería
saludada un año después como una de las obras maestras de la llamada “nueva música”. Vídeo 1-2-3
Al estallar la Primera Guerra Mundial se estableció en Suiza, viéndose obligado a adaptar su
lenguaje a una mayor economía de medios, no sólo por la desaparición del modelo de lujo parisino
que inspiraban los ballets de Diaghilev, sino por la escasez de buenos intérpretes y de la asistencia a
los conciertos por parte del público. Sus conjuntos instrumentales se tornan más reducidos, y
emplea material folclórico, si bien no existen menciones específicas a obras concretas, sino a
sonoridades, ritmos y temáticas. Tras la revolución rusa, Stravinsky rompe con su país natal,
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instalándose en Francia a partir de 1920; la lucha que toda su vida mantuvo entre el nacionalismo
propio de Rimsky y el europeísmo al que tendía se manifiesta en el tratamiento melódico de
sonoridad popular rusa que empleó, reflejo de los sonidos de su infancia (tal y como recoge en su
Crónicas de mi vida). Sin embargo, no volvería nunca a su patria, excepto una visita de tres
semanas realizada en 1962. Invitado como conferenciante en Harvard en 1939, al desencadenarse la
2ª Guerra Mundial decide establecerse en Estados Unidos, nacionalizándose norteamericano en
1945.
Sería imposible resumir en unas pocas líneas lo que ha significado la obra de Stravinsky para la
historia de la música, y no sólo por su cantidad y calidad, sino porque el autor experimentó con
todas las corrientes existentes a lo largo del llamado “siglo de los ismos”. Partiendo de la escuela
nacionalista rusa, se observa un trabajo desde el folclore, plasmado en la sonoridad de las canciones
y las danzas, con pinceladas del Impresionismo de su admirado Debussy (El pájaro de fuego,
Petrushka, La consagración de la primavera, La historia de un soldado…) El alejamiento de este
período inicial se produce paulatinamente, incorporando elementos claramente latinos, salpicados
de relación con el pasado (en Pulcinella, con la colaboración de Pablo Picasso), pero sin olvidar la
tradición rusa (El zorro, Las bodas), y la influencia del jazz (Ragtime para once instrumentos,
Piano-Rag music).
El período netamente neoclásico se inicia con las Sinfonías para instrumentos de viento (1920),
y la Sonata para piano, donde comienza a asumir un lenguaje neobarroco ya entrevisto en el
Pulcinella. Este “regreso a Bach” no implica, sin embargo, romper con el pasado romántico, como
demuestra su Capricho, ni con el Nacionalismo ruso (en su ópera bufa Mavra, sobre Pushkin). En
todo caso, quizás Neobarroco sería un término más preciso para referirse a esa habitual oposición
de grupos orquestales, heredera del concerto grosso.
Su período clásico se establece con el Oedipus Rex (1927), sobre la traducción al latín de la
adaptación francesa de Cocteau. El empleo del latín como lengua ritual, que non entorpece el fluir
de la música pura se puede encontrar igualmente en su Sinfonía de los Salmos, sin duda la obra más
destacada de su madurez. Ya en los Estados Unidos, continuó componiendo bajo otras influencias,
mostrando una enorme capacidad de adaptación al medio con Ebony-Concerto, donde la influencia
del jazz es más que una excusa a la hora de explotar combinaciones tímbricas y las posibilidades del
clarinete, Orfeo, y la Misa.
Cuando el compositor parecía tener todo de su mano, y ya con más de setenta años de edad,
sorprendió a sus seguidores incorporando los modelos seriales propios de la 2ª Escuela de Viena.
Sin embargo, la constitución de sus series incorporan numerosos elementos tonales (Treno:
Lamentaciones del profeta Jeremías).
A partir de 1967 su salud se deterioró, lo que repercutió grandemente en su trabajo cotidiano,
falleciendo en Nueva York poco antes de cumplir 89 años.
Quizás la característica más evidente de la música de Stravinsky sea el tratamiento del ritmo, lo
que justifica sus éxitos en el campo del ballet. Grupos de diferentes valores en cada pulsación,
desplazamiento de acentos, ritmos irregulares, utilización de síncopas… son recursos habituales en
su música. Desde el punto de vista melódico, prefiere las melodías extensas y bien delimitadas a las
fragmentaciones habituales de sus contemporáneos parisinos. Sin embargo, sí emplea habitualmente
fragmentos melódicos que se repiten como ostinatti, con modificaciones rítmicas y de acentuación.
En su tratamiento armónico, Stravinsky se manifiesta contra el cromatismo de los
postrománticos, encontrando en la tonalidad su lenguaje natural; aun así, su punto de vista es
amplio, al considerar el empleo de diversas posibilidades (escalas folclóricas, poliacordes,
politonalidad…) alrededor de un centro tonal muy claro, fácilmente detectable en las cadencias. Su
concepción de la textura es muestra de la atracción que siente ante el lenguaje lineal y la polifonía,
en el marco del “contrapunto disonante” propio del XX. Las estructuras se basan en el principio
barroco de expansión, y no en el más clásico de reelaboración temática
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