Teatro - La Dama Meona
Teatro - La Dama Meona
Teatro - La Dama Meona
LA DAMA MEONA
(PREMIO NACIONAL DE TEATRO, 1976)
JOSÉ MARTÍNEZ QUEIROLO
EN EL PROGRAMA
Invitan a Uds. a la Sesión Solemne en homenaje póstumo a su digna Tesorera y noble amiga
María Fernanda Insuasti de Barriga
La Sesión tendrá lugar en el Salón de Actos del Colegio Nacional Guayaquil, a las 19h00 del día 28 de
noviembre de 1977.
La dama meona fue estrenada en el Salón de Actos del Colegio Nacional Guayaquil, el 28 de
noviembre de 1977, con el siguiente reparto integrado por alumnas del Colegio y actores invitados:
Decoración y utilería: Marjorie Carrasco, Nelly Cevallos, Ninfa García y Arcadio Crespo.
Puesta en escena: Manuel Paredes Zambrano y Gérard Raad Dibo
(En el escenario, mesa directiva integrada por el Gobernador Militar, el Alcalde, el Arzobispo, la
Presidenta de la Sociedad y demás miembros del Directorio...
La Presidenta toca un timbre de mesa...)
(Leyendo el programa.)
Animadora: Sesión Solemne Primero:
Himno Oficial de la Sociedad, interpretado en forma magistral por los alumnos del
Correccional...
Nunca digas: “¡No tengo! ¡No puedo!” ¡Siempre hay algo que tú puedes dar! No te
finjas ni sordo ni ciego:
¡Caridad, caridad, caridad!
¡Si practicas la beneficencia con fervor y constancia, verás qué tranquila estará tu
conciencia! ¡Caridad, caridad, caridad!
Animadora: Segundo:
Ofrecimiento del Acto, por la Srta.
Caridad de los Ángeles Valencia, Presidenta Vitalicia de la Sociedad de Beneficencia
y Supervisora General de incubadoras, orfanatos, asilos, guarderías, hospitales,
refugios, dispensarios, casas de observación, correccionales...
(Sigue, pero sin voz.)
Coro: ¡Caridad de los Ángeles Valencia, debes tener muy negra la conciencia! De pie.
Presidenta: Alcalde Municipal, ¡tú que donaste, para servir la sopa, cuatro baldes; y a riesgo de
agotar el presupuesto...!
Coro: 1ª voz: ¡Y a riesgo de agotar el presupuesto, sin reparar en turbios negociados, donaste mil
cucharas de latón a quienes, con la mano, nos llevamos a la boca el podrido
menestrón!
Todos: ¡Gracias, señor Alcalde, por las cucharas y los cuatro baldes!
¡Y, desde el gran palacio arzobispal, bendices, por igual, a los Caínes, los Judas y los
Gestas...!
2ª VOZ:
3ª VOZ:
¡Por gordo y barrigón, buen Arzobispo...!
Todos ¡El cu… te pellizco! ¡Te pellizco!
Presidenta: Miembros del Directorio de la Sociedad que me honro en presidir...
Señoras...
Señores...
Víctima de la grave dolencia que afectaba su generoso corazón, muy
prematuramente ha perdido la existencia, nuestra gran Tesorera y noble amiga,
María Fernanda Insuasti de Barriga...
Tarea penosa, muy penosa para mí, la de tomar la palabra en esta Sesión Solemne
organizada en homenaje a quien, poco antes de rendir cuenta de sus actos ante el
Sumo Hacedor, rindió cuentas de su cargo ante nosotras, sin que faltara un solo
centavo...
Presidenta: Así pues, y contra mi costumbre, quiero abreviar mi intervención dando lectura a la
carta que, ya con calentura y en doloroso trance de agonía, me dirigió María…
(Leyendo:)
“Querida Cari:
A punto de partir al ignoto lugar del que ya no se vuelve, tomo la temblorosa pluma
para comunicarte que he redactado ya mi testamento y que, según el mismo, dejo el
producto de todos mis ahorros a la benemérita Sociedad que tú presides, a la misma
Sociedad que yo, si esto fuera posible, quisiera continuar perteneciendo, ¡Ay, Cari!,
en la otra vida...”
Coro: ¡Nos deja sus ahorros, su dinero!
1ª voz:
2ª voz: ¡Alegrémonos, que somos herederos!
Presidenta: “Dicho producto, redondeado en dólares, asciende a la cantidad de...”
(El llanto le impide continuar.)
Coro: ¡Continúa leyendo, Caridad!
¡Queremos conocer la cantidad!
Presidenta: (A los espectadores)
LA DAMA MEONA, de José Martínez Queirolo Pá gina 3
¡Uds. me tendrán que disculpar!
¡No puedo ver su letra, sin llorar!
Coro: ¡Continúa leyendo, Caridad!
¡Queremos conocer la cantidad!
Presidenta: ¡Nada tiene que ver la cantidad!
¡Lo que importa es el gesto, la intención...! Aunque no nos dejara ni un centavo, ella
ha justificado, con su gesto, el homenaje que hoy hemos querido rendir a su
memoria. ¡Nada más!
(Regresa a su puesto, entre un creciente murmullo de protesta)
Animadora: (A una señal de la Presidenta)
Tercero:
Minuto de silencio en memoria de doña María Fernanda Insuasti de Barriga…
Hombre: ¡No!
¡Que se trata, más bien, de un caso justo de auto beneficencia, diría yo!
Del dinero obtenido en tantos actos que en beneficio organizó, que era justo, pensó,
guardar un poco en beneficio propio, ¡y lo guardó!
Socias: ¡Ya me lo suponía!
¡Qué mujer para pilla!
¡En todos los conciertos,
siempre falto dinero en la taquilla!
¡Tocaba a cuatro manos!
¡Que indecencia!
¡Era su verdadera incontinencia!
¡Si iba tantas veces al servicio,
fingiendo fuertes deseos de hacer aguas,
lo hacía en realidad para guardarse
el dinero de taquilla en las enaguas!
Hombre: ¡Señoras, por favor!
Coro: ¡Aquí son a presidio condenados los que roban por hambre, unos centavos!
¡Los que roban millones, sin embargo!
Hombre: ¡Basta! ¡No les permito!
Todos: ¡Ladrona! ¡Ladrona! ¡Ladrona!
Hombre: ¡Bastaaaa!
(Silencio absoluto.)
¿Quién más perjudicado que yo mismo?
¡Este millón, cuya existencia nadie conocía,
al fallecer mi esposa, pertenecer debía,
en legitima herencia, a sus hijos y a mí!
Gobernador: ¡Desde mañana mismo, uno de nuestros principales edificios su nombre con orgullo
ostentará!
Alcalde: ¡Y, dentro de muy poco, su figura en hermosa y simbólica escultura, perennizada en
bronce quedará!...
(Un pedestal colocado tras cortina de fondo, se va haciendo visible gracias al haz de
luz que crece sobre él)
Lo que se dijo:
«..Al mensaje que habitualmente Martínez Queirolo desliza en su obra, tan rica en
virtudes literarias y teatrales, se une ahora una buena proporción de “malas palabras”
y situaciones que no constan seguramente en un manual de “buenas costumbres” y
que la “buena sociedad” decididamente no aprobaría. Pero, el teatro, el verdadero
teatro de todas las épocas, ha sido siempre conflictivo y el autor honesto no puede
sino reflejar los problemas del mundo en que vive, sin pretender, ni asegurar
ingenuamente que los está resolviendo desde la escena.
Las palabras, buenas o malas, están en la literatura desde hace siglos y, a los que se
aterran de un vocablo cualquiera, se los puede remitir a leer el Quijote, la Celestina o
a don Francisco de Quevedo, glorias eternas de la literatura castellana.»