Teatro - La Dama Meona

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TEATRO

LA DAMA MEONA
(PREMIO NACIONAL DE TEATRO, 1976)
JOSÉ MARTÍNEZ QUEIROLO
EN EL PROGRAMA

LAS DAMAS INTEGRANTES DE LA BENEMÉRITA SOCIEDAD DE BENEFICENCIA

Invitan a Uds. a la Sesión Solemne en homenaje póstumo a su digna Tesorera y noble amiga
María Fernanda Insuasti de Barriga

La Sesión tendrá lugar en el Salón de Actos del Colegio Nacional Guayaquil, a las 19h00 del día 28 de
noviembre de 1977.

La dama meona fue estrenada en el Salón de Actos del Colegio Nacional Guayaquil, el 28 de
noviembre de 1977, con el siguiente reparto integrado por alumnas del Colegio y actores invitados:

Hombre Lucho Mueckay


Mujer Miroslava Giler
Presidente Estela Benítez
Socia 1 Cecilia Caicedo
Animadora Mariola Mestanza
Alcalde Lucho Ordóñez
Gobernador Agustin Gago
Arzobispo Alfonso Cocuy

Cecilia Calle, Margarita Hernández, Patricia Montoya, Lupe Monge,


Socias: Elva Peña, Gladys Ramos y Olga Sarmiento.

Alina Álvarez, Sandra Alvarado, Maritza Benítez, Edith Bolaños,


Ligia Caicedo, Gioconda Contreras, Lupe García, Giselle Gutiérrez,
Coro de asilados: Lourdes Hidalgo, Ileana Icaza, Teresa Lavayen, Magdalena Macías,
Consuelo Suárez, Mónica Vergara y Cecilia Zambrano.
Vestuario: Alba De Ramírez y Adela Morán.

Luces: Irma Coronel, Ingrid Sotelo y Anna Escobar.


Maquillaje: Lola Ponce, Graciela de Menoscal y Cecilia Toral.

Decoración y utilería: Marjorie Carrasco, Nelly Cevallos, Ninfa García y Arcadio Crespo.
Puesta en escena: Manuel Paredes Zambrano y Gérard Raad Dibo

(En el escenario, mesa directiva integrada por el Gobernador Militar, el Alcalde, el Arzobispo, la
Presidenta de la Sociedad y demás miembros del Directorio...
La Presidenta toca un timbre de mesa...)

(Leyendo el programa.)
Animadora: Sesión Solemne Primero:
Himno Oficial de la Sociedad, interpretado en forma magistral por los alumnos del
Correccional...

LA DAMA MEONA, de José Martínez Queirolo Pá gina 1


(A alguien que no se ve.)

¡Celador! ¡Afloje a los del coro!


(Entran los integrantes del coro: las cabezas rapadas, los ojos tristes, lo cuerpos en
huesos y pellejo. Los integrantes de la mesa directiva se ponen de pie. Algunas
socias recorren la sala, clavando insignias entre los espectadores y reclamando, a
cambio, generosos y “voluntarios ” donativos.)
Himno a la Sociedad

¡Caridad es virtud que debemos practicar siempre en todo lugar!


En el aire, en el mar, en la tierra: ¡Caridad, caridad, caridad!

Nunca digas: “¡No tengo! ¡No puedo!” ¡Siempre hay algo que tú puedes dar! No te
finjas ni sordo ni ciego:
¡Caridad, caridad, caridad!

¡Si practicas la beneficencia con fervor y constancia, verás qué tranquila estará tu
conciencia! ¡Caridad, caridad, caridad!

Animadora: Segundo:
Ofrecimiento del Acto, por la Srta.
Caridad de los Ángeles Valencia, Presidenta Vitalicia de la Sociedad de Beneficencia
y Supervisora General de incubadoras, orfanatos, asilos, guarderías, hospitales,
refugios, dispensarios, casas de observación, correccionales...
(Sigue, pero sin voz.)
Coro: ¡Caridad de los Ángeles Valencia, debes tener muy negra la conciencia! De pie.

Presidenta: ¡Ilustres autoridades civiles, militares y eclesiásticas...!


Gobernados Militar, tú que mantienes entre los ciudadanos el orden general! ¡Heroico
oficial condecorado...!

(Sigue, pero sin voz.)

Coro: 1ª voz: ¡Heroico oficial condecorado


cuyas únicas guerras y batallas
siempre han sido libradas
contra el pueblo indefenso y desarmado!
Todos: ¡Valiente militar, te saludamos los que por ti,
ya huérfanos quedamos!

Presidenta: Alcalde Municipal, ¡tú que donaste, para servir la sopa, cuatro baldes; y a riesgo de
agotar el presupuesto...!
Coro: 1ª voz: ¡Y a riesgo de agotar el presupuesto, sin reparar en turbios negociados, donaste mil
cucharas de latón a quienes, con la mano, nos llevamos a la boca el podrido
menestrón!
Todos: ¡Gracias, señor Alcalde, por las cucharas y los cuatro baldes!

Presidenta: Monseñor Arzobispo,


¡tú que en aras del Amor y la Paz, todo lo aceptas y, desde el gran palacio
arzobispal...!

LA DAMA MEONA, de José Martínez Queirolo Pá gina 2


Coro 1ª VOZ:

¡Y, desde el gran palacio arzobispal, bendices, por igual, a los Caínes, los Judas y los
Gestas...!

2ª VOZ:

¡Porque no ayunas como San Francisco...!

3ª VOZ:
¡Por gordo y barrigón, buen Arzobispo...!
Todos ¡El cu… te pellizco! ¡Te pellizco!
Presidenta: Miembros del Directorio de la Sociedad que me honro en presidir...
Señoras...
Señores...
Víctima de la grave dolencia que afectaba su generoso corazón, muy
prematuramente ha perdido la existencia, nuestra gran Tesorera y noble amiga,
María Fernanda Insuasti de Barriga...

Tarea penosa, muy penosa para mí, la de tomar la palabra en esta Sesión Solemne
organizada en homenaje a quien, poco antes de rendir cuenta de sus actos ante el
Sumo Hacedor, rindió cuentas de su cargo ante nosotras, sin que faltara un solo
centavo...

Una socia exhibe enorme libro abierto.


Gobernador: ¡Correcto!
Alcalde: ¡Correctísimo!
Arzobispo: ¡Entre el Debe y el Haber, nada malo hay que temer!
Coro: 1ª voz: ¡En tiempo de honorables personajes
capaces de robarle hasta a su sombra,
María Fernanda, tu honradez asombra!
Todos: ¡Y, por lo tanto, no nos queda duda que fuiste muy honrada o muy cojuda!

Presidenta: Así pues, y contra mi costumbre, quiero abreviar mi intervención dando lectura a la
carta que, ya con calentura y en doloroso trance de agonía, me dirigió María…
(Leyendo:)

“Querida Cari:

A punto de partir al ignoto lugar del que ya no se vuelve, tomo la temblorosa pluma
para comunicarte que he redactado ya mi testamento y que, según el mismo, dejo el
producto de todos mis ahorros a la benemérita Sociedad que tú presides, a la misma
Sociedad que yo, si esto fuera posible, quisiera continuar perteneciendo, ¡Ay, Cari!,
en la otra vida...”
Coro: ¡Nos deja sus ahorros, su dinero!
1ª voz:
2ª voz: ¡Alegrémonos, que somos herederos!
Presidenta: “Dicho producto, redondeado en dólares, asciende a la cantidad de...”
(El llanto le impide continuar.)
Coro: ¡Continúa leyendo, Caridad!
¡Queremos conocer la cantidad!
Presidenta: (A los espectadores)
LA DAMA MEONA, de José Martínez Queirolo Pá gina 3
¡Uds. me tendrán que disculpar!
¡No puedo ver su letra, sin llorar!
Coro: ¡Continúa leyendo, Caridad!
¡Queremos conocer la cantidad!
Presidenta: ¡Nada tiene que ver la cantidad!
¡Lo que importa es el gesto, la intención...! Aunque no nos dejara ni un centavo, ella
ha justificado, con su gesto, el homenaje que hoy hemos querido rendir a su
memoria. ¡Nada más!
(Regresa a su puesto, entre un creciente murmullo de protesta)
Animadora: (A una señal de la Presidenta)
Tercero:
Minuto de silencio en memoria de doña María Fernanda Insuasti de Barriga…

(Los integrantes de la mesa directiva se ponen de pie. Transcurren unos


segundos de silencio absoluto.)
Hombre: (Entre los espectadores.)
¡Señorita Presidenta!
Socias: ¡Sliss! ¡Shss! ¡Shss!
Hombre: ¡Señorita!
Socia: ¡Y qué hombre para necio y para bruto!
¿No ve que no llegamos al minuto?
Hombre: ¡Señorita! ¡Exijo que me atienda!
Presidenta: ¡Caballero, por Dios! ¿Qué es lo que quiere?
Hombre: ¡Pues, tomar la palabra!
Socia: ¿Cómo dice?
Hombre: ¡Lo que escucha, señora! Quiero hablarles. ¡Tengo algo muy importante que decirles!
Gobernador: ¿Tiene que ser ahora?
Hombre: ¡Tiene que ser ahora! ¡Soy Barriga!
Presidenta: ¿Barriga? ¿Qué Barriga?
Hombre: ¡El esposo, señoras, el esposo que María Fernanda tuvo en vida!
Socias: ̶ ¡El viudo!
̶ ¡El viudo!...
̶ ¡Pero no está de luto, y no hace mucho que la pobre María murió!
̶ ¡Qué salvaje!
̶ ¡Ese hombre no la quiso! ¡Mira el traje que usa!
Presidenta: (Después de imponer silencio)
¡Pues bien, señor Barriga!
¡Tratándose de Ud.…!
Hombre: Poco antes de morir, mi pobre esposa donó a esta institución, el producto de todos
sus ahorros, según consta en la carta que Ud., hace un momento, no concluyó de
leer.
Presidenta: ¡Por la emoción, señor, por la emoción!
Hombre: ¡Y porque, según cree, en realidad,
Nada tiene que ver la cantidad!
Presidenta: ¡Lo que importa es el gesto, la intención…..!
Hombre: ¡Yo, en cambio, señoras y señores,
Sin dejarme dominar por la emoción,
Y porque creo, que con toda honestidad,
Que si tiene que ver la cantidad,
Les comunico aquí, en plena Sesión,
Que, redondeando en dólares,

LA DAMA MEONA, de José Martínez Queirolo Pá gina 4


El dinero que María Fernanda
Donó a la institución,
Ha llegado al millón!

Todos: ¡¿Al millón?!


Hombre: Y yo, precisamente, no vine a esta Sesión a escuchar lacrimógenos discursos,
ni a presenciar desbordes de emoción; ¡vine, tan sólo, para hacer entrega del
cheque por un millón de dólares, Girado a nombre de vuestra institución!
Animadora: (Rápida, obedeciendo a la Presidenta.)
Cuarto:
Entrega del cheque por un millón de dólares, girado a nombre de nuestra institución.
La entrega será efectuada por el señor.., el señor..
Hombre: ¡Espartaco Barriga!
Animadora: ¡Espartaco Barriga!
(Aplausos. El hombre sube, acompañado por la Mujer.
La Presidenta abandona la mesa directiva para recibirlos.)
Coro: (Inmovilizando a los demás)
¡Los huérfanos de todas las naciones,
por el millón cantamos de alegría!
¡Ahora las monjas nos pondrán calzones
y comeremos tres veces al día!
Hombre: (Por los aplausos.)

¡Gracias! Son ustedes muy amables.


Ante todo, permítanme presentarles a Nadia, mi acompañante..
Presidenta: (Besándola en las mejillas.)
¡Mucho gusto…! Encantada…
Perdón, señor Barriga..
La señorita… ¿es su hija?

(La mujer y el Hombre ríen.)


Hombre: ¿Mi hija?
¡No, por Dios!
Mujer: ¡No hay tanta diferencia de edad entre los dos!
Hombre: Confieso, aquí entre nos, que se trata, señoras, de mi amante
Presidenta: ¿De su amante…sobrina, Ahijada, hermana, prima….?
Hombre: No. ¡De mi amante, amante!
(Estallan rumores de escándalo en la sala. La Socia 1 da un alarido y se desmaya)
Socias: (A la desmayada)
¡Cuca, Cuca! ¡Reacciona!

¡Un médico! ¿Hay un médico en la sala?


¡Ese hombre es el único culpable!
¡Atreverse a subir del brazo de su amante!
Coro: ( Inmovilizando a los demás)
¡Amante viene de amor, y ser amante
No puede ser un acto vergonzoso,
pues muchos de nosotros somos hijos
de vuestros amantísimos esposos!
Socias: (A la mujer.)
¡Moza! ¡Querida! ¡Concubina! ¡Destructora de hogares! ¡Mesalina!

LA DAMA MEONA, de José Martínez Queirolo Pá gina 5


Presidenta: (Dando golpes de mazo.)
¡Orden en la Sesión!
¡Piensen en el millón!...

(Se hace el silencio)

Hombre: ¡Señoras y señores!


Nadia no ha venido a este lugar
A recibir vuestros insultos.
A ella y solo a ella se debe, en realidad, que hayamos acudido a esta Sesión, para
entregar el cheque del millón.
Porque yo no he tenido ni tengo prisa alguna.
Es más: ¡después de recibir vuestros insultos, ella estará de acuerdo conmigo en
esperar, para entregar el cheque, ocasión más oportuna!

(Bajan del escenario, dispuestos a marcharse)

Presidenta: ¡Señor Barriga, espere!


Arzobispo: ¿Quo vadis, criatura del Señor?
Alcalde: ¡Espere! ¡No se vaya!
Presidenta: ¡Hágalo regresar, mi General!

Gobernador: ¡Barriga y acompañante…! ¡Alt!


¡Media vuelta hacia aquí, de frente…! ¡Mar!
(La Mujer y el Hombre regresan. Aplausos al Gobernador)

Presidenta: ¡Gracias, mi General!...


Señor Espartaco Barriga, y usted, su amante amiga..
En nombre de la Sociedad que me honro en presidir, yo les quiero pedir disculpas y
explicar que, si hubo alguna ofensa, esta tuvo lugar porque hace poco tiempo,
¡Muy poco, sí señor!.,. que la pobre María Fernanda se murió.
Socias: ¡Medio mes!
¡Dos semanas!
Apenas quince días!
Hombre: ¡Ni uno solo, señoras, había transcurrido, cuando en brazos de Nadia me encontraba
metido!
Presidenta: ¡Pero, señor Barriga! ¡Tan pronto, cómo pudo...!
Hombre: ¡Muy sencillo, señora!
¡No me gusta ser viudo!
Arzobispo: ¡Hijo mío!
Hombre: ¡Papá!
Arzobispo: ¿Acaso, pudo más tu impulso de salir en pos de otra mujer, estando todavía, en la
capilla ardiente, el cuerpo de María?
Hombre: ¡Yo estaba más ardiente! ¡Y además...!
Presidenta: ¿Además?
Hombre: ¡En Nadia, yo sabía que encontraría la paz, el amor, la ternura, la dicha, la alegría...!
Mujer: (Conmovida)
¡Espartaco Barriga!
Hombre: ¡Oh, Nadia! ¡Nadia mía!
(Se confunden en un estrecho y prolongado abrazo. Rumores de escándalo en la
sala)

LA DAMA MEONA, de José Martínez Queirolo Pá gina 6


Socia 1: ¡Mirad cómo la mira!
¡Mirad cómo la toma tete a tete,
boca a boca, barriga con barriga,
y la lengua le mete y la somete!
Socias: ¡Es Cuca! ¡Cuca, la que se desmayó!
¡Ha reaccionado ya, gracias a Dios!
Socia 1: ¡Mirad, sí, mirad - Dios de la Ira cómo la monta, sí; cómo la estriba y ante nuestras
narices se la tira!
Presidenta: (A media voz.)
¡Cuca, por Dios! ¡Controla tu emoción! ¡Tenemos que aguantarlo hasta que entregue
el cheque del millón!
Socias: ¡Apoyo la moción!
¡Pues, yo también!
Socia 1: ¡Yo no!
Presidenta: ¡Aguanta, Cuca! ¡Aguanta por aquéllos que del cheque saldrán favorecidos!
Socia: ¡Piensa en los niños, Cuca! ¡Piensa en ellos!
Socia 1: ¡Si porque pienso en ellos es que quiero separar a este par de corrompidos que de
bajos instintos hacen gala, sin reparar que hay niños en la sala!
Coro: ¡Sigan nomás! Nosotros, los menores, vemos a los adultos haciendo cosas peores:
ejerciendo la guerra, el crimen, el rencor…
¿Por qué no hemos de verlos, señoras y señores, por qué no hemos de verlos
cuando hacen el amor?
Socia 1: ¡Compañeras!
Temblando, yo pregunto, ¡hasta cuándo, por el cheque que este hombre nos tiene
que entregar, tanto libertinaje debemos contemplar!
Arzobispo: ¡Hijo mío, por Dios!
Alcalde: ¡Tenga usted más respeto, por favor!
Gobernador: ¡Éste no es el momento ni el lugar!
¡Ey, señor!... ¡Basta ya!
Hombre: (Dejando a la Mujer)
¡Perdonen, sí, perdonen! ¡Es que estoy enamorado como nunca!
Voy olvidado del tiempo y del lugar; y, si causas de amor se pueden dar, ¡todos
ustedes tienen que saber que Nadia sí que es toda una mujer!
Presidenta: ¡Pero, señor Barriga!
¡Tratándose de mujer como Dios manda,
¿Acaso no lo fue María Fernanda?
Alcalde: ¡Una mujer tan linda y tan hermosa!
Hombre: ¡Bien parecida, sí, nadie lo niega!
Arzobispo: ¿Sólo bien parecida? ¡Era preciosa!
Gobernador: ¡Un tronco de mujer!
Arzobispo: ¡Desde soltera, desde que era una joven quinceañera, yo la admiraba, y no lo
disimulo!
Alcalde: ¡Qué rostro, qué ojos y qué boca!
Gobernador: ¡Y qué cuerpo, señores!
¡Y qué culo!
Presidenta: ¡Y no sólo su cuerpo! ¡Ella tenía el alma digna del cuerpo que exhibía! ¡Alma
hermosa, alma grande y generosa! Sin reparar en crueles sacrificios de dietas y
corpóreos ejercicios, ¡su cuerpo todo lo ofreció al servicio del Bienestar Social!...
Coro: ¡Ma-rí-a! ¡Ma-rí-a!
Presidenta: ¡Con suma gentileza, participó vestida y desvestida, en todos los concursos de
belleza organizados por nuestra Sociedad!...

LA DAMA MEONA, de José Martínez Queirolo Pá gina 7


Coro: ¡Ma-rí-a! ¡Ma-rí-a!
Presidenta:¡En forma merecida, triunfó por sus estéticas medidas, según pueden
confirmar, amablemente, nuestras autoridades que están aquí presentes!...
Gobernador: ¡Nosotros, sí, que actuando como jueces...!
Alcalde: ¡Como jueces honestos, imparciales!...
Arzobispo: ¡Ay, pudimos medirla tantas veces!
Coro: ¡Ma-rí-a! ¡Ma-rí-a!
Presidenta: Y Ud., señor Barriga, ¡que se casó con ese monumento!
Socia 1: ¡Ud., que sin nobleza ni fortuna, fue el esposo elegido por María
Socias: ¡Con el amor más ciego! ¡Cuando era pretendida, noche y día, por nobles millonarios
y banqueros.
Presidenta: Usted., señor Barriga, ¿cómo es posible, diga, que haya podido traicionarla en vida?
Socia 1: ¡Con esta otra mujer, cuyas medidas no pueden compararse, a simple vista, con las
que tuvo el cuerpo de María!
Mujer: ¡Basta! ¡Tienen razón!
Hombre: ¡No, Nadia! ¡No es posible!
Mujer:¡Soy fea! ¡Soy horrible!
Socia 1: ¡Es verdad!
Hombre: ¡No es verdad!
Mujer: ¡Mírame bien! ¡No soy reglamentaria! ¡No tengo las medidas necesarias! ¡Y este
cuerpo mortal no servirá jamás para la causa del Bienestar Social.
Coro: ¡Es verdad!
Hombre: ¡No es verdad!
Coro: ¡De sus tetas, jamás saldrá una escuela, ni de su culo, ay, un hospital!
Hombre: ¡Pero siempre serás la triunfadora en todos mis concursos de belleza, porque tú, para
mí, la más hermosa siempre serás, y esto es lo que interesa! Contigo soy feliz, Nadia
querida; en cambio, con María, con María...
Socia 1: ¿Qué ocurrió con María?
Hombre: (A Nadia)
Ella, querida, que ya desde soltera, cual Reina de Belleza se exhibía, de tan
acostumbrada como estaba a desnudarse en público, y a ser medida, amor, por
tantas varas, ¡cuando casó conmigo, sólo pudo aspirar a menudo a convertirme,
como consorte real, en un real y magnífico cornudo!
Socia 1: ¡Helo aquí! ¡Así es como, ya muerta, trata a la pobre compañera yerta! ¡Ya no solo se
trata de María! ¡Que ofende, yo diría, por igual, con extrema torpeza, a todas
nuestras reinas de belleza! (Avanzando hacia él:) ¡Atrevido! ¡Grosero!
¡Homosexual!...
Presidenta: ¡Cuca, por Dios! ¡Suaviza tu expresión! (Aparte.)
¡Este hombre no ha entregado, todavía, el cheque del millón!
Socias: Apoyo la moción! Pues, yo también!
Socia 1: ¡Yo no!
Coro: Aguanta, Cuca! ¡Aguanta por aquellos que del cheque, saldrán favorecidos!
1ª voz: ¡Los pobres!
2ª voz: ¡Los enfermos!
3ª voz: ¡Los tullidos!
Coro: ¡Aquellos, ay, que todo lo soportan, y que con ese cheque...!
Socia 1: ¡No me importan!
Socias: ¡Pero, Cuca! ¿Qué dice? ¡Desvaría!
Presidenta: ¡Hazlo por la memoria de María!
Socia 1: ¡Y dale con María! ¡Noche y día, me persigue ese nombre por doquier!¡No me la
nombren más! ¡Odio a María!

LA DAMA MEONA, de José Martínez Queirolo Pá gina 8


¡Odio, con toda mi alma, a esa mujer! (Pausa de asombro general)
¡Pues, sí! ¡Siempre la odié!
En cambio, amo a Barriga... ¡A él!
¡Siempre lo amé! (Avanzando hacia él.)
¡Espartaco, por Dios, mírame bien!
Si por no recordar, preguntas quién soy yo,
¡Respóndete tú mismo!
¡Rescata del olvido, del abismo, a esa niña pecosa,
tu vecina, la de la trenza endrina,
la del dedo en la boca,
la del moco perpetuo en la nariz;
que, prematuramente loca, Espartaco, por ti,
al pie de su ventana se empinaba para espiarte cuando te afeitabas!
¡Yo soy aquélla, sí, la que crecía para poder mirarte un poco más!
Vivía pendiente de tus barbas, y lloraba cuando, ¡ay!, al afeitarte te cortabas. ¡En tus
bigotes encontré mi cielo, soñé con tus patillas; pelo a pelo, te dediqué poemas y
canciones y también mis primeras menstruaciones!
Socias: ¡Eso es amor!
¡Romántico!
¡Sublime!
¡No ha terminado aún!
¡Déjenla que termine
Socia 1: ¡Más un día, Espartaco, en cruel antojo y sin poner las barbas al remojo, con otra te
casaste! Corte amargo de tu navaja cruel que, ¡oh, desconsuelo no me mató del todo
y. sin embargo, ¡la vida me dejó llena de pelos!
Socias: ¡Cuánta crueldad! ¡Lo escucho y no lo creo! ¡Pobre mujer! ¡Qué hombre para ingrato!
¡Es como si dijéramos: ¡Julieta sin Romeo! ¡María sin Efraín! ¡Cuca sin Espartaco!
Socia 1: Desde entonces, y siempre encaramada en percha con ventana, ¡qué consuelo!,
esperé que la muerte te dejara viudo, pero en mis brazos. Y la muerte, finalmente,
llegó; mas, hoy al verte viudo y con otra, deja que te diga en tus barbas, Espartaco
Barriga, que, por calva que pinten la ocasión, no voy a permitir, ¡no, santo cielo! que
otra vez, ay, sin agua ni jabón, ¡me afeites de tu vida, como un pelo!
Socias: ¡Tiene razón!
¡Qué no se lo permita!
¡Que impida que la historia se repita!
Socia 1: (Fuera de sí, avanzando hacia la Mujer.)

¡Y tú, so desgraciada, puta Nadia, cuyo nombre tan sólo me da rabia...!


(La ataca. Espartaco y algunas socias intervienen)
Presidenta: ¡Sepárenlas!
Socias: ¡La mata!
¡La disloca!
Arzobispo: ¡Hija mía, por Dios!
Socia: ¡Se ha vuelto loca!
Presidenta: ¡Que la saquen de aquí, que se la lleven!
Socia 1: ¡No me toquen!
¡Atrás! ¡Cómo se atreven!
(Mientras se la llevan:) ¡Espartaco Barriga!
¡Nadie podrá impedir que te lo diga!
¡Acostarme contigo es lo que quiero,
que a mí la caridad me importa un bledo!
(Desorden general)
LA DAMA MEONA, de José Martínez Queirolo Pá gina 9
Presidenta: (Dando golpes de mazo.)
¡Piensen en el millón!
¡Piensen en el millón!
(Orden.)
¡Mil disculpas a todos, gentilmente, pido por tan erótico incidente!
¡Señor Barriga
Hombre: ¡Diga!
Presidenta: ¿No cree usted que es tiempo de entregar el cheque que su esposa?...
Hombre: ¡No, señora!... ¡No sin antes, decirles la verdad!
Presidenta: ¿La verdad? ¿Qué verdad?
Hombre: ¡Cómo era, en realidad, María Fernanda, y el verdadero mal que padeció!
Presidenta: ¡Pero, señor! ¿Aquí?
Hombre: ¡Aquí, precisamente! ¡Porque aquí se ha ofendido injustamente, de palabra y de obra,
a la mujer que quiero y es todo para mí!
Presidenta: ¡Ya le pedí disculpas!
Hombre: ¡No bastan las disculpas!
¡Para que esto no vuelva a repetirse aquí ni en sitio alguno,
yo juzgo necesario y oportuno decirles que María...!
Presidenta: ¡Sabemos que la pobre padecía del corazón!
Hombre: ¡Pues, no
Socia: ¡Eso decía!
Hombre: ¡Sin embargo, señoras, les mentía!
Presidenta: ¿Mentirosa María?
Hombre: ¡Su verdadero mal la avergonzaba!
Y con cierta razón, pues se trataba de algo muy delicado, íntimo, personal algo
relacionado, señoras y señores, con ganas de orinar…
Presidenta: ¡Pero, señor Barriga…!
Hombre: Dicho vulgarmente, ganas de hacer pipí…

Nadia querida, di: ¿Orinas normalmente?


Mujer: ¡Por supuesto que sí!
Hombre: ¿Cuántas veces al día?
Mujer: Generalmente, tres; cuatro, cuando me como una Sandía.
Hombre: Presidenta ¿y usted?
Presidenta: Pues, yo… ¿Qué tiene eso que ver...?
Hombre: ¡Mucho, señora mía!
¡Deben saber ustedes que María sufrió y murió, sin duda, de incontinencia crónica y
aguda!
Gobernador: ¡Imposible!
Alcalde: ¡Increíble!
Arzobispo: ¡Realmente inconcebible!
Coro: ¡Nosotros, con el agua racionada,
sin leche, sin ropa, sin colada,
apenas si pegamos una meada!
Hombre: Pero, en cambio, María, ¡qué diluvio!

(A la Mujer, adelantando una silla.)

¡Querida! Si quieres ayudarme a demostrar…


(La Mujer se sienta y, adoptando actitud y gestos diferentes, se transforma en María
Fernanda)

LA DAMA MEONA, de José Martínez Queirolo Pá gina 10


Tratándose de una mujer como María Fernanda, era su enfermedad trágicamente
injusta.
¡Ella, precisamente, que, como Tesorera, tenía que asistir constantemente a todos
los conciertos, recitales y reuniones artístico-sociales, que vuestra sociedad
organizaba!
¡Y era precisamente en los conciertos…!
(Se coloca al frente del coro y agita una batuta imaginaria. Los integrantes del coro
sisean constantemente, siguiendo las indicaciones del improvisado director.)
¡Piano, pianísimo!
Al principio, la gana le surgía como un tímido y cálido arroyuelo, que al correr por su
interior le producía un agradable y tibio cosquilleo…
¡Allegro, man no tropo!
Un agradable y triste cosquilleo que la obligaba a sonreír sin prisa, con sonrisa de
lánguido deseo, enigmática, extraña, monalísica…
Pero luego - ¡forzando! -, aguas abajo, el arroyuelo aquel se convertía el torrente del
cauce desbordado que la hacía bailar sobre la silla…
¡Agitato da capo al fine…!
Que la hacía bailar sobre la silla…
Aplaudir antes de hora, ya sin paz,
Ya perdido el control de las rodillas,
In cadencia, sin ritmo, sin compás.
(A la Mujer.)
¿Molto forte?
Mujer: ¡Fortísimo!
Hombre: ¿Opus 13?
Mujer: ¡Opus porta!
Hombre: ¿Andantino?
Mujer: ¡Me orino!
(La Mujer huye desesperada, dispuesta a desaparecer por la primera puerta que
encuentre en su camino)
Hombre: Señoras, en honor a la verdad, ¿No recuerdan haberla visto así?
Socias: ¡Ahora que lo recuerdo…!
¡Siempre entraba y salía!
¡Nunca se estaba quieta en una silla!
¡Cómo era la encargada de recaudar el dinero en la taquilla!
Hombre: A veces, raras veces, insistía en que la acompañara; más, lo hacía solo para
obligarme a montar guardia al pie de los servicios para damas…
(Llamando ante una puerta imaginaria.)
¡María Fernanda! ¡Sal pronto de allí, que te has metido en el de caballeros!
(A la Mujer que sale)
¿Ya?
Mujer: (Muy aliviada)
¡Ya!
Hombre: (A alguien que no se ve.)
¡Usted disculpe, caballero!
Un caso de emergencia, sí, señor;
¡Y ciérrese la bragueta, por favor!
(La Mujer, siempre representando a María Fernanda, finge arreglarse para salir. El
Hombre a los espectadores:)
¡Si por lo menos, ella hubiera decidido permanecer en casa, no salir!
Mujer: (Dándole un rápido beso en la mejilla.) ¡Chao!
Hombre: ¡Pero María Fernanda! ¡Si acabas de llegar!
LA DAMA MEONA, de José Martínez Queirolo Pá gina 11
Mujer: Debo salir. ¡Lo siento!
Hombre: ! No salgas, amor mío! ¡Te lo ruego!
Mujer: ¿Y el banquete oficial para los hambrientos, la exposición a beneficio de los ciegos, el
concierto de gala por los sordos, la charla-conferencia por los mudos, y el desfile
de modas por los niños desnudos? (Se va)
Hombre: ¡Y se largaba, sí!
Tratándose, en realidad, de una mujer encargada de financiar todos los actos
culturales, artístico-sociales, que vuestra Sociedad organizaba, ¡prohibirle que no
asistiera a ellos, era como prohibirle que orinara! ¡Y, mientras tanto, yo!
(Arrullando a un niño imaginario)
“Duérmete, niñito, que tengo que hacer;
lavar tus pañales, sentarme a coser”
Presidenta: ¡Pero, señor Barriga! Trate de comprender…
¡Ella tenía otros hijos que atender!
Hombre: ¿Otros hijos? ¡Pues créame que estaba convencido que tuvo solo dos, y que estos
fueron los que tuvo conmigo!
Presidenta: ¡A los niños sin madre, me refiero!
¡A esas criaturas que un destino fiero, les negó todo aquello que María, con caridad
sublime, para ellos, tan oportunamente conseguía!
Coro: ¡Ropa vieja, juguetes de rechazo; leche con agua y arroz con gallinazo!
Presidenta: ¡Piense usted en las obras construidas, gracias a los esfuerzos de María!
Socias: ¡Asilos!
¡Guarderías!
¡Hospitales!
¡Casas de observación!
¡Correccionales!
Hombre: ¡Con eso creen ustedes según veo, las fallas del Sistema superadas!
Socias: ¡Peor es nada, Barriga, peor es nada!
Hombre: ¡Con eso creen Uds. Que salvada está la sociedad y, por lo tanto…!
Socias: ¡Peor es nada, Barriga, peor es nada!
Hombre: ¡Pues bien, mis señoras “peor es nada”!...
Gobernador: ¡Alto allí! ¡Aquí es cuando interfiero!
¡Como Gobernador, confesar quiero que estas damas, con espíritu fraterno, hacen
más que el mismísimo Gobierno!
(Aplausos)

Presidenta: ¡Gracias, mi General!


(Continuando, al Hombre)
En nuestras instituciones, según las estadísticas, ¡más de diez mil niños encuentran
alimento, albergue y protección!
Hombre: Mientras que, también según las estadísticas, ¡cien mil niños perecen anualmente de
hambre y consunción!
Socias: ¡Lo que pasa es que no nos alcanzamos!
¡Esta gran verdad, señor Barriga!
¡A pesar de todos nuestros esfuerzos, nuestra labor no puede…!
Hombre: ¡Ni lo podrá jamás!
¡Porque el número crece cada día!
¡El número de parias aguardando, de niños miserables aguardando, crece más,
porque el crimen continúa! Y aunque todas ustedes, para tranquilizar vuestras
conciencias, contribuyan a mantener las apariencias de bienestar social y de
progreso! El crimen continúa, continúa…!

LA DAMA MEONA, de José Martínez Queirolo Pá gina 12


Presidenta: (Muy pálida, temblando de indignación.)
¿A qué clase de crimen se refiere?
Hombre y (Cantando.)
mujer: ¡Al crimen de los negreros que se pasaban la vida, explotando a pobres seres de
cuyo sudor vivían!
Presidenta: ¡Pero nosotras!
¿Qué tenemos que ver nosotras?
Hombre y (Idem)
mujer:
¡Mujeres de los negreros
eran mujeres muy pías,
que entre lujos y dineros,
¡Ay, preocuparse solían
por la suerte de los negros
que sus maridos jodían,
jodían, como jodían!
Socias: ¡Protesto!
¡Esos dos nos ofenden, nos insultan!
¡Pero, Cari! ¿Por qué permites esto?
¡No solo nos ofenden a nosotras, sino también, con fines disolutos…!
¡A nuestros honorables y queridos maridos respectivos!
¡Pito!
¡Pato!
¡Peto!
¡Puto!
Presidenta: ¡Señor Barriga!
¡Nosotras, las solteras!
Socias: ¡Solteras o casadas!
¡Debe ser que todas, por igual, tenemos muy tranquila la conciencia!
¡Que practicamos la caridad con alegría!
¡Por el placer de dar solo dar!
Hombre: ¡Como la monja aquella que tenía!
Hombre y (Semicantando)
mujer: ¡Aquella monja tenía
en la cama una alcancía
con dinero que a los pobres
del lugar los destinaba!

¡Y, cada vez que la pobre


con un cura fornicaba,
ay, dentro de la alcancía
una moneda arrojaba!

Así pues, la monja aquella


fornicó con alegría;
pues, mientras más fornicaba,
al fornicar presentía!
¡Al fornicar presentía que el dinero de los pobres
en la alcancía crecía,
crecía, como crecía!
Presidenta: (Temblando de indignación)
¿Insinúa usted que alguna de nosotras…?

LA DAMA MEONA, de José Martínez Queirolo Pá gina 13


Socia: ¡Ese hombre nos ofende, compañeras!
Presidenta: ¡Mi General! ¿Oyó lo que nos dijo?
Gobernador: ¡Le exijo que abandone este lugar!
Presidenta: ¡Pero que le entregue el cheque antes de irse!
Socias: ¡El cheque! ¡El cheque! ¡El cheque!
Hombre: (Esgrimiéndole)
¡Helo aquí! ¡El cheque por dólares un millón,
dinero que debe reintegrarse
a los fondos de vuestra institución!
Socias: ¿Reintegrarse?
¿Ha dicho reintegrarse?
Hombre: ¡No es una donación!
¡En realidad se trata, señoras y señores, de una devolución!
Todos: ¡¿De una devolución?!
Presidenta: ¿Quiere decir, entonces, que el dinero?
Socias: (Con gestos significativos)
¡María Fernanda lo! ¡Lo! ¡Lo!

Hombre: ¡No!
¡Que se trata, más bien, de un caso justo de auto beneficencia, diría yo!
Del dinero obtenido en tantos actos que en beneficio organizó, que era justo, pensó,
guardar un poco en beneficio propio, ¡y lo guardó!
Socias: ¡Ya me lo suponía!
¡Qué mujer para pilla!
¡En todos los conciertos,
siempre falto dinero en la taquilla!
¡Tocaba a cuatro manos!
¡Que indecencia!
¡Era su verdadera incontinencia!
¡Si iba tantas veces al servicio,
fingiendo fuertes deseos de hacer aguas,
lo hacía en realidad para guardarse
el dinero de taquilla en las enaguas!
Hombre: ¡Señoras, por favor!
Coro: ¡Aquí son a presidio condenados los que roban por hambre, unos centavos!
¡Los que roban millones, sin embargo!
Hombre: ¡Basta! ¡No les permito!
Todos: ¡Ladrona! ¡Ladrona! ¡Ladrona!
Hombre: ¡Bastaaaa!
(Silencio absoluto.)
¿Quién más perjudicado que yo mismo?
¡Este millón, cuya existencia nadie conocía,
al fallecer mi esposa, pertenecer debía,
en legitima herencia, a sus hijos y a mí!

Pero, poco antes de su muerte,


enterada de mi amor por Nadia,
¡por venganza, tan solo por venganza!,
decidió devolverlo a vuestra institución,
haciéndoles creer que se trataba
de una muy generosa donación…

LA DAMA MEONA, de José Martínez Queirolo Pá gina 14


Todos: (En rumor creciente.)
¡Ladrona! ¡Ladrona!...
Hombre: Sin embargo, señoras, sin embargo,
tratándose de la madre de mis hijos,
¡bajo ningún concepto permitiré que se difame
el nombre de la mujer que fuera en vida
María Fernanda Insuasti de Barriga!
Todos: ¡Ladrona! ¡Ladrona!...
Mujer: ¡Eso no es conveniente para él,
ni tampoco, señoras, para ustedes!
Hombre: ¡Si trasciende, qué cosas se dirían!...
Mujer: ¡Que se trata de un antro de ladronas!...
Hombre: ¡Que todas, por igual, son unas meonas!
Mujer: ¡Y ya nadie dinero entregaría!
Hombre: ¡Ni un miserable dólar! ¡Ni un centavo!
Coro: ¡Pagaríamos el pato, al fin y al cabo, los huérfanos, los pobres indefensos, los parias,
los desnudos, los hambrientos!
Arzobispo: (De pie.)
¡Santa María Fernanda!
Todos: ¡Ora pro nobis!
Arzobispo: ¡Matrona veneranda!
Todos: ¡Ora pro nobis!
Arzobispo: ¡Sed de sapiencia!
Todos: ¡Ora pro nobis!
Arzobispo: ¡Flor de beneficencia!
Todos: ¡Ora pro nobis!
Arzobispo: ¡Pródiga en donaciones!
Todos: ¡Ora pro nobis!
Arzobispo: ¡Mártir de los riñones!

Todos: ¡Ora pro nobis!

Arzobispo: (Coreado por los demás, entre golpes de pecho.)


¡Mea mucho, mea sola, mea culpa!
¡Mea máxima culpa!
Hombre: (Extrayendo el cheque.)
¡Señorita Presidenta!
Animadora: (Rápida)
Cuarto:
Entrega del cheque por dólares un millón, girado a nombre de nuestra institución.
La entrega será efectuada por el señor, el señor...
Todos: ¡Espartaco Barriga!
Animadora: Espartaco Barriga...
(Aplausos. La entrega se efectúa.)
Animadora: Quinto:
Palabras de agradecimiento, por la Srta. Caridad de los Ángeles Valencia,
Presidenta Vitalicia de la Sociedad de Beneficencia.
Presidenta: ¡Señor Barriga!
¡A nombre de la Sociedad que tan dignamente presido, agradezco de corazón este
millón!...
¡Gracias a él, su esposa será siempre recordada, admirada y reverenciada, por las

LA DAMA MEONA, de José Martínez Queirolo Pá gina 15


generaciones presentes y futuras!

Gobernador: ¡Desde mañana mismo, uno de nuestros principales edificios su nombre con orgullo
ostentará!
Alcalde: ¡Y, dentro de muy poco, su figura en hermosa y simbólica escultura, perennizada en
bronce quedará!...
(Un pedestal colocado tras cortina de fondo, se va haciendo visible gracias al haz de
luz que crece sobre él)

Gobernador: ¡En el centro de artística pileta, y en la más concurrida plazoleta...!

(Una dama estatuaria asciende lentamente al pedestal, mientras el coro canta:)


Coro: ¡Aleluya! ¡Aleluya!...
Arzobispo: ¡En actitud de dar, su dulce oficio...!
Presidenta: ¡Y con los respectivos orificios para que, sin bajarse las enaguas, ni sentarse, señor,
en orinal, ella pueda seguir haciendo aguas, por una Eternidad!

(Chorritos multicolores surgen de entre las piernas de la estatua. Aplausos


estruendosos)
FIN

Lo que se dijo:
«..Al mensaje que habitualmente Martínez Queirolo desliza en su obra, tan rica en
virtudes literarias y teatrales, se une ahora una buena proporción de “malas palabras”
y situaciones que no constan seguramente en un manual de “buenas costumbres” y
que la “buena sociedad” decididamente no aprobaría. Pero, el teatro, el verdadero
teatro de todas las épocas, ha sido siempre conflictivo y el autor honesto no puede
sino reflejar los problemas del mundo en que vive, sin pretender, ni asegurar
ingenuamente que los está resolviendo desde la escena.
Las palabras, buenas o malas, están en la literatura desde hace siglos y, a los que se
aterran de un vocablo cualquiera, se los puede remitir a leer el Quijote, la Celestina o
a don Francisco de Quevedo, glorias eternas de la literatura castellana.»

LA DAMA MEONA, de José Martínez Queirolo Pá gina 16

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