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Cuento de Danny

En un pueblo cercano a Quito, los habitantes presencian una invasión extraterrestre mientras jugaban fútbol. Los alienígenas, de aspecto aterrador, someten a los pobladores y los llevan a experimentos médicos. Un joven muere de COVID-19 durante los experimentos, revelando que los alienígenas no son inmunes. Más adelante, los extraterrestres empiezan a morir también de coronavirus, por lo que deciden abandonar el planeta llevándose la enfermedad a otros mundos.

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Pepe Licto
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Cuento de Danny

En un pueblo cercano a Quito, los habitantes presencian una invasión extraterrestre mientras jugaban fútbol. Los alienígenas, de aspecto aterrador, someten a los pobladores y los llevan a experimentos médicos. Un joven muere de COVID-19 durante los experimentos, revelando que los alienígenas no son inmunes. Más adelante, los extraterrestres empiezan a morir también de coronavirus, por lo que deciden abandonar el planeta llevándose la enfermedad a otros mundos.

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Colección: Arte

Título original: Invasión extraterrestre en tiempos de


pandemia
Autora: Dra. Daniela Licto
Elaboración y diseño de portada: Pepe L.
Diagramación y armada: Soluciones Pepe L.
Editorial Chéster S.A.
Primera edición: junio de 2021
ISBN-2008-08A-TO
Quito – Ecuador
Esta es una edición con carácter educativo.
Dedicado a mi amada hija
que abandonó sus libros de
terror para leer este libro. Y
para mi padre, que me
inculcó el arte de escribir y
de soñar en grande.
D.L.

INVASIÓN EXTRATERRESTRE EN
TIEMPOS DE PANDEMIA
Dra. Daniela Licto
En un apacible pueblo cercano
al cráter del volcán Pichincha,
ocurrió un evento que hasta
ahora no hay explicación.
Pedro y su equipo de fútbol
preparaban la cancha donde jugarían más tarde,
unos colocaban la red en el arco, otros ponían cal
en líneas divisorias y unos cuantos recogían las
hojas caídas de los árboles. Unas cuantas señoras
ponían sus puestos para vender gaseosas, frituras,
tortillas de papa, papas con cuero, pinchos y otras
golosinas para los niños; siempre cuidando de no
estar cerca, para evitar
posibles contagios del este
mortal virus que nos ha
acecha desde hace más de
un año.
La tarde soleada, de pronto se oscureció, los perros
empezaron a aullar como cuando ven o sienten
algo sobrenatural, las
gallinas, apresuradas corrían
a sus nidos; todas las
personas murmuraban algo
entre dientes, creían que era
un eclipse solar; pero no era
nada de eso, era una nave extraterrestre de
enormes dimensiones, tenía la forma de un platillo
volador, como alguna vez habían visto en esas
películas en la televisión, tenía muchas luces de
colores diferentes, parecía un árbol de Navidad; al
comienzo no emitía ningún ruido, por eso no se
percataron de su presencia, pero luego surgió un
ruido ensordecedor, que los dejó paralizados y
desorientados, a muchos le provocó nauseas;
hasta los perros dejaron de aullar o es que con
tremebundo ruido opacó su aullido.
Juan Carlos, el más joven de los jugadores, una
vez que se recuperó del gran susto, corrió como
loco por el bosque de
eucaliptos; aunque tenía
miedo de lo que estaba
ocurriendo, tuvo tiempo
para observar de reojo las
bondades de la naturaleza,
los riachuelos con límpidas aguas tenían truchas
gordas y hermosas; los pájaros de múltiples colores
trinaban por todas partes; en el fondo de su
corazón algo le reconfortaba, tantos meses de
pandemia por el Covid-19 había servido de algo; las
personas dejaron de contaminar el ambiente, las
familias se unieron más, se cuidaban entre ellas,
cultivaban sus propios alimentos; todos en el
pueblo se conocían.
Por fin Juan Carlos salió de la sombra de la nave
extraterrestre, intentó llamar por teléfono, pero no
tuvo suerte, por alguna razón,
no había señal, solo se
escuchaba un ruido
desagradable, como el
zumbido de miles de avispas;
estaba perdido, no podía pedir
ayuda a nadie, entonces,
decidió volver con sus compañeros de juego y
sentir la protección de los suyos.
Mientras tanto, Pedro y sus amigos eran testigos de
un acontecimiento excepcional; la enorme nave en
forma de platillo volador quedó suspendida a unos
veinte metros del
suelo, de ella salieron
cientos de criaturas
humanoides, eran muy
altos y delgados, no
llevaban ropa, o es que
usaban algún traje que
se les adhería a sus flacuchentos cuerpos, en otras
circunstancias, estos seres darían risa; llevaban
cascos y unos extraños tanques en sus espaldas,
posiblemente con algún químico que les permitiera
respirar en este planeta; portaban unas armas
plateadas que disparaban luces y provocaban
grandes daños.
Las persona junto a sus mascotas fueron
conducidas al coliseo del pueblo; en fila india
pasaban entre dos columnas de soldados
extraterrestres, fuertemente armados; en menos de
media hora se habían convertido en esclavos de los
alienígenas; era la primera vez en catorce meses
que estaban apelotonados en un mismo lugar, unos
cuantos habían tenido tiempo para ponerse la
mascarilla otros salieron tal como estaban en sus
casas, aunque la mayoría de ellos habían sido
vacunados, había el riego por ciertos jóvenes que
venían de la ciudad para el encuentro de fútbol.
Un muchacho alto y fuerte, recién
llegado de la ciudad, fue la primera
víctima de los experimentos; lo
llevaron a una burbuja de cristal, le
pusieron unos aparatos en la cabeza y
el cuerpo, unos monitores reflejaban
con precisión todos los órganos
internos del pobre chico. Después de
unos cuantos minutos, los alienígenas se dieron
cuenta que el aire que los humanos respiraban no
era nocivo para ellos, así
que, decidieron quitarse los cascos, al comienzo,
sintieron un carraspeo en sus gargantas pero
pronto se acostumbraron al aire de la tierra.
Ya sin los cascos, cuál sería el horror de los
presentes, antes sus ojos desorbitados, las
extrañas criaturas, dejaron al descubierto sus
horrendos rostros; tenían una cabeza en forma de
huevo de gallina, dos ojos negros muy brillosos, sin
párpados, sin pestañas ni cejas, unos agujeros
diminutos, que sin duda era su nariz, una boca llena
de dientes afilados, como de las pirañas; de verlos,
eran para tener pesadillas por muchas noches.
Otras personas, de edades diferentes, fueron
llevadas a cápsulas independientes, y a
experimentos diferenciados; de pronto, el primer
muchacho que fue sometido al experimento, aquel
chico alto y fuerte de unos veinticinco de edad,
empezó a toser, se puso colorado como un tomate
bien maduro, abría la boca con desesperación,
pedía ayuda pues no podía respirar,
hasta que se quedó quieto con la
mirada perdida y sus músculos
tensados; los alienígenas miraban
con sorpresa este acontecimiento,
no entendían lo que estaba
ocurriendo, solo las personas que
miraban desde lejos, sabían que había muerto por
el covid-19. Los habitantes del pueblo desconocían
la identidad del joven, había llegado hace poco para
el encuentro de fútbol; inmediatamente se cubrían
boca y nariz con lo que tenían a la mano; el temor
se incrementó, no solo por la presencia de los
alienígenas sino también por miedo a morir con el
virus.
Pasaron unos días de continuos experimentos, la
salud de los habitantes del pueblo se iba
deteriorando, pues no comían, no bebían ni
dormían, solo esperaban el tiempo para morir; pero
de pronto, repentinamente, un extraterrestre cayó
súbitamente muerto,
luego otro, y otro, ya
parecían moscas en el
suelo, lo único que se
pudo ver es que llevaban
las delgadas manos sus
gargantas, como queriendo hacer un agujero en su
cuello para poder respirar; el resto de alienígenas
se pusieron de inmediato sus cascos y a la orden
de uno ellos, recogieron los cuerpos caídos de sus
compañeros, los subieron a su nave, luego de
hacer un tremendo ruido y un viento de huracán, el
platillo volador despegó de la tierra; la gente del
pueblo se sentía feliz, por fin se habían liberado.
Pobres alienígenas, no sabían que sus compañeros
habían muerto por el coronavirus y que los
sobrevivientes llevaban consigo esta enfermedad a
otros planetas, ahora el covid-19 no solo matará a
los habitantes de la Tierra, sino también a los
extraterrestres.
FIN
Daniela Licto
Nacida en Quito- Ecuador, es una escritora

reconocida por sus novelas, dirigidas especialmente

al público infantil y adolescente. Sus obras más

importantes son Tengo un hoyo en la media, Por

qué nací al último, No conozco a mi vecino, y su

más reciente producción Invasión extraterrestre en

tiempos de pandemia, entre otras. Actualmente vive

en alguna parte de Quito cuidando perros y gatos.

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