Lacan Discurso Clausura 1968
Lacan Discurso Clausura 1968
Lacan Discurso Clausura 1968
Jacques Lacan
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En castellano en el original. (N.T.) RAE: de plano. 1. loc. adv. Enteramente, clara y mani-
fiestamente.2. loc. adv. Dicho de incidir el sol o cualquier foco de luz potente: De lleno,
perpendicularmente. El sol daba de plano sobre las murallas.3. loc. adv. Der. Dicho de
aceptar una resolución judicial: Sin trámites.
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los lastres, uno de los fardos más pesados de arrastrar y que en muchos ca-
sos imponen al análisis un límite estricto. Quiero decir que los psicoanálisis
llamados didácticos son de vez en cuando hay que decirlo, del orden de lo
limitado, no quiero decir del fracaso porque incluso eso se presta también a
la ambigüedad; hay en el análisis como en lo que es fundamentalmente el
acto mismo, pero es el acto psicoanalítico el que nos lo descubre, algo am-
biguo que hace que por supuesto se podría decir que más valdría en algunos
casos que se pudiese calificar un psicoanálisis, y especialmente didáctico,
de fracaso más bien que de éxito. Pero que haya un límite, que haya un
momento en que del sujeto en ese tipo de psicoanálisis no se pueda sacar
más nada, que no se pueda más hacerle dar otro paso más, es cierto que es
en la negligencia, en la negligencia profunda en que se está de lo que cons-
tituyen para él no solamente esta actividad que se llama psicoterapia de ins-
piración analítica o no, también mil otras prácticas de las que el psicodrama
es ciertamente el lugar más eminente en cuanto a esas clases de efectos y
podría, él, por ejemplo, ser fácilmente apartado del campo.
Sobre el tema de las psicoterapias de inspiración analítica algo debería po-
der formularse, algo que permita al analista dosificar y al mismo tiempo, en
algunos giros del psicoanálisis didáctico moderar de acuerdo con el tema
(sujet), la incidencia de esta práctica paralela. Nosotros no estamos en eso,
¿y por qué? Porque el modo en el cual podrían ser instituidas esas precau-
ciones, no es susceptible actualmente de ser formulado de modo unívoco
para todos los psicoanalistas, en la medida en que debido a una iniciación
desigual en algunos recovecos teóricos, no se puede decir que se puedan
hacer intervenir reglas precisas, de una forma claramente localizada, en un
nivel parejo para todos.
La presencia, vuelvo a eso y viene al caso decirlo, del psicoanalista como
tal, con todas las cuestiones que plantea llamar al psicoanalista o a un psi-
coanalista, lo cual ciertamente no es lo mismo, está ahí de algún modo de-
jada en blanco y en estado de vacuola, en el centro de todo lo que hizo a
nuestros debates. Estaba claro que era imposible, en cualquier momento,
formular otra cosa que esto, estaba supuesto que de esta función del analista
dependía el carácter más o menos autorizable de tal o cual práctica psicote-
rapéutica a titulo de psicoanalítica. Al respecto, la fórmula que yo experi-
menté en un artículo antiguo, de hará unos quince años, el que destaqué re-
cién, guarda desgraciadamente toda su actualidad, a saber, que si no se pue-
de decir que no se hayan dado luego algunos pasos en el plano teórico de lo
que es y debe ser la función del psicoanalista, es claro sin embargo que las
cosas no han entrado aún en la institución.
Es esto lo que en un texto que representa el armazón de lo que comuniqué
en Roma y no sin intención en ese lugar, texto que publiqué en el primer
número de esta revista que, gracias a Dios, logré sacar antes del bendito
mes de mayo, porque en su tumulto es claro que toda su estructura y su sen-
tido habrían sido de algún modo distorsionados —entonces en Scilicet hablé
hasta cierto punto de un fracaso. Es cierto que seguramente algo se juega al-
rededor de la duplicidad que constituye la función del psicoanalista y la del
enseñante. Si resulta que ustedes particularmente pueden ponerlo en evi-
dencia a mi nivel, es seguramente que en eso, desde hace mucho, no me
rehusé a asumir la antinomia, pero estarían equivocados en creer que el
mismo problema no se plantea y no se planteará un día u otro a nivel de ca-
da uno de ustedes. Como lo subrayó muy bien esta mañana, por ejemplo
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Es allí, al corazón del problema, que somos llevados en este congreso como
lo fuimos también en el último, en el que evoqué ayer mientras que Maud
Mannoni no estaba, a saber el congreso que ella por si sola supo reunir el
año último, la conjunción en un solo nudo de las relaciones del sujeto de
nuestra época con esos tres términos: primero el niño, el niño del cual se
supone que en nuestra sociedad entró finalmente en la plenitud de sus dere-
chos, cada uno sabe que el paraíso es para los niños vivir en nuestra época,
cada uno sabe de que precauciones los rodeamos los queridos bonitos, hay
también tales precauciones, atenciones, devociones, que es necesario a su
respecto levantar un ejército entero de asistentes sociales, psicoterapeutas y
de C.R.S. 2 para alcanzar el fin de las consecuencias de esta educación; y
además el psicótico, porque por supuesto, no es por azar que lo encontra-
mos forzosamente en el mismo rincón; y finalmente la función de la institu-
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La C.R.S : Compagnie Républicaine de Sécurité.
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ción sobre la cual se puede decir que aquí es sobre lo cual hemos quedado
con más hambre. Es que en verdad, la unión no está hecha de otro modo
que por la práctica en ciertas instituciones, por la puesta en juego de un es-
tatuto subjetivo efectivamente conquistado por tal o cual y por algunos y no
forzosamente por el vecino. Por qué no está hecho todavía y bien es cierto
que hay en eso razones que consisten en la institución psicoanalítica misma
y que el psicoanálisis es responsable de esta hiancia. Y es por lo cual yo de-
seo que en el corazón de nuestra Escuela vengan trabajadores de los que no
deseo especialmente que sean analistas, pero en fin que estén aun bastante
frescos, no demasiado inmunizados por la práctica misma del análisis, co-
ntra una visión estructural de los problemas.
Nassif, que está allá, que vino a presentar ante ustedes un trabajo que ha
podido sin duda parecer a tal o cual de entre ustedes un poco largo, me pa-
rece, lo subrayé esta mañana, que justamente ese discurso tiende a buscar, a
manifestar de un modo preciso en tal nivel de la historia justamente del psi-
coanálisis, un modelo que conviene, que muestra justamente que cada mo-
mento tiene su estructura, que el niño no es una forma laxa del adulto, que
la hipnosis no es por supuesto una forma laxa del psicoanálisis. Si se produ-
jo algo que hizo salir al psicoanálisis de la hipnosis, eso es quizás simple-
mente algo que a fin de cuentas puede escribirse en el pizarrón, inscribién-
dose allí de un modo tan formalizado como tal o cual axioma o teorema en
la teoría de conjuntos, mostrando que es por un pequeño cambio, una pe-
queña báscula entre dos términos, por un uso del principio de dualidad, el
cual impone, para que una fórmula sea válida o más exactamente deducible
de otra, cierto número de cambios de signos que van completamente a lo
largo de la fórmula y de lo cual ninguno podría ser omitido para que la fór-
mula permanezca válida. El pasaje de la hipnosis al psicoanálisis, se trata de
algo tan estrictamente definible como formalmente manipulable.
Cuando hayamos llegado a la formalización suficiente, habremos ganado un
poquito. Solamente ¡he ahí! El problema es el mismo para nosotros y para
los matemáticos. Los matemáticos gozan del milagro de que no saben de
qué son el juguete. No saben ni por qué ni como progresan los desbarajustes
matemáticos. Sin embargo eso se produce e incluso no se ha detenido desde
exactamente Eudoxio y Euclides también por supuesto, y Arquímedes. Eso
no se ha detenido. No saben por qué continúa, por qué no se detiene. O por
qué la matemática esta casi tan completamente renovada desde el tiempo en
que yo era un niñito, como ha podido serlo en el XVII mo siglo por ejemplo,
o sea entre el antes y el después del cálculo integral. Y los que tratan de
abarcar la cosa estrechamente, no llegan a formular nada de nada; ni la me-
nor posibilidad de captar dónde está el tema (sujet) del progreso matemáti-
co.
Es por eso que nosotros tendríamos que tomar el ejemplo de allí. Sería ne-
cesario que el psicoanalista tenga en cuenta que en la medida en que está
implicado en esta función de muchas dimensiones que es primero la que
tiene con este acto insensato que lo hace funcionar como psicoanalista,
también aquella que hace y que tiene siempre que hacer con ese más uno
(plus un) que, cosa extraña, aun hace problema para algunos entre ustedes,
aunque mostré dónde puede residir su encarnación de una manera perma-
nente. Cuando ustedes sean dos psicoanalistas habrá siempre un tercero,
cuando sean tres habrá siempre un cuarto, cuando sean cuatro habrá siem-
pre un quinto. En tanto psicoanalistas no pueden evitar este error de cálculo.
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