Cuento Infantil Sobre La Amistad Pinpón
Cuento Infantil Sobre La Amistad Pinpón
Cuento Infantil Sobre La Amistad Pinpón
El cuento es transmitido en origen tanto por vía oral como escrita, aunque si
mucho nos retrotraemos en el tiempo, lo más común era por tradición oral.
Además, puede dar cuenta de hechos reales o fantásticos pero siempre partiendo
de la base de ser un acto de ficción, o mezcla de ficción con hechos reales y
personajes reales. Suele contener pocos personajes que participan en una sola
acción, y hay quienes opinan que un final sorpresivo es requisito indispensable de
este género. Su objetivo es despertar una reacción emocional impactante en el
lector. Aunque puede ser escrito en verso, generalmente se da en prosa. Se
realiza mediante la intervención de un narrador, y con preponderancia de la
narración sobre el monólogo, el diálogo, o la descripción.
El cuento, dice Cortázar, como en el boxeo, gana por knock out; mientras que la
novela gana por puntos. El cuento recrea situaciones. La novela recrea mundos y
[1]
personajes (su psicología y sus caracteres).
F) LA BELLA DURMIENTE.
I) EL VALOR DE COMPARTIR
P) EL CARACOLILLO GUSTAVILLO.
Había llegado por fin el gran día. Todos los animales del bosque se levantaron
temprano porque ¡era el día de la gran carrera de zapatillas! A las nueve ya
estaban todos reunidos junto al lago.
También estaba la jirafa, la más alta y hermosa del bosque. Pero era tan
presumida que no quería ser amiga de los demás animales.
Ja, ja, ja, ja, se reía de la tortuga que era tan bajita y tan lenta.
Jo, jo, jo, jo, se reía del rinoceronte que era tan gordo.
Je, je, je, je, se reía del elefante por su trompa tan larga.
El zorro llevaba unas zapatillas a rayas amarillas y rojas. La cebra, unas rosadas
con moños muy grandes. El mono llevaba unas zapatillas verdes con lunares
anaranjados.
La tortuga se puso unas zapatillas blancas como las nubes. Y cuando estaban a
punto de comenzar la carrera, la jirafa se puso a llorar desesperada.
Es que era tan alta, que ¡no podía atarse los cordones de sus zapatillas!
Y todos los animales se quedaron mirándola. Pero el zorro fue a hablar con ella y
le dijo:
- Tú te reías de los demás animales porque eran diferentes. Es cierto, todos
somos diferentes, pero todos tenemos algo bueno y todos podemos ser amigos y
ayudarnos cuando lo necesitamos.
Entonces la jirafa pidió perdón a todos por haberse reído de ellos. Y vinieron las
hormigas, que rápidamente treparon por sus zapatillas para atarle los cordones.
Y por fin se pusieron todos los animales en la línea de partida. En sus marcas,
preparados, listos, ¡YA!
Cuando terminó la carrera, todos festejaron porque habían ganado una nueva
amiga que además había aprendido lo que significaba la amistad.
Fin y colorín, colorón, si quieres tener muchos amigos, acéptalos como son.
CUENTO INFANTIL SOBRE LA COMPASIÓN
Daniel se reía dentro del auto por las gracias que hacía su hermano menor,
Carlos. Iban de paseo con sus padres al Lago Rosado. Allí irían a nadar en sus
tibias aguas y elevarían sus nuevas cometas.
- Cantemos esta canción, dijo mirando a los niños en el asiento de atrás. La mamá
comienzo a tararear una tonada. Pero Daniel miró por el vidrio trasero y vio
tendido sobre la carretera el cuerpo de un conejo.
- Bueno, está bien- dijo el padre dándose cuenta de su error. Y dando vuelta
recogieron al conejo herido.
Pero al reiniciar su viaje fueron detenidos un poco más adelante por una
radiopatrulla de la policía vial, que les informó de que una gran roca había caído
sobre la carretera por donde iban, cerrando el paso. Al enterarse de la
emergencia, todos ayuaron a los policías a retirar la roca.
Itzelina Bellas Chapas era una niña muy curiosa que se levantó temprano una
mañana con la firme intención de atrapar, para ella sola, todos los rayos del sol.
Una ardilla voladora que brincaba entre árbol y árbol le gritaba desde lo alto. ¿A
dónde vas, Itzelina?, y la niña respondió:
- Voy a la alta montaña, a pescar con mi malla de hilos todos los rayos del sol y
así tenerlos para mí solita.
- No seas mala, bella Itzelina - le dijo la ardilla- Deja algunos pocos para que me
iluminen el camino y yo pueda encontrar mi alimento. -
Siguió caminando Itzelina, pensando en los rayos del sol, cuando un inmenso
árbol le preguntó. ¿Por qué vas tan contenta, Itzelina?
- Voy a la alta montaña, a pescar con mi malla de hilos todos los rayos del sol y
así tenerlos para mí solita, y poder compartir algunos con mi amiga, la ardilla
voladora.
- También yo te pido que compartas conmigo un poco de sol, porque con sus
rayos seguiré creciendo, y más pajaritos podrán vivir en mis ramas.
- Claro que sí, amigo árbol, no estés triste. También guardaré unos rayos de sol
para ti.
Itzelina empezó a caminar más rápido, porque llegaba la hora en la que el sol se
levantaba y ella quería estar a tiempo para atrapar los primeros rayos que lanzara.
Pasaba por un corral cuando un gallo que estaba parado sobre la cerca le saludó.
- Voy a la alta montaña, a pescar con mi malla de hilos todos los rayos del sol y
así poder compartir algunos con mi amiga la ardilla voladora, para que encuentre
su alimento; y con mí amigo el árbol, para que siga creciendo y le dé hospedaje a
muchos pajaritos.
- Yo también te pido algunos rayos de sol para que pueda saber en las mañanas a
qué hora debo cantar para que los adultos lleguen temprano al trabajo y los niños
no vayan tarde a la escuela.
- Claro que sí, amigo gallo, también a ti te daré algunos rayos de sol – le contestó
Itzelina.
Itzelina siguió caminando, pensando en lo importante que eran los rayos del sol
para las ardillas y para los pájaros; para las plantas y para los hombres; para los
gallos y para los niños.
Entendió que si algo le sirve a todos, no es correcto que una persona lo quiera
guardar para ella solita, porque eso es egoísmo. Llegó a la alta montaña, dejó su
malla de hilos a un lado y se sentó a esperar al sol.
Ahí, sentadita y sin moverse, le dio los buenos días, viendo como lentamente los
árboles, los animales, las casas, los lagos y los niños se iluminaban y se llenaban
de colores gracias a los rayos del sol.
Tan sólo le faltaba un mes para cumplir los cinco años y pensaba que en su fiesta
no tendría ningún amigo. Sin embargo, en presencia de sus padres disimulaba,
sus papás andaban muy ilusionados con la casa que habían adquirido y ella no
quería "aguarles" la fiesta.
En la clase había veinte niños y estaban sentados por grupos de siete. Laura se
sentó en el grupo donde había seis. En dicho grupo estaba sentada María, que era
hija de su maestra y que casualmente vivía en su misma urbanización. Ricardo y
Jaime eran dos niños muy divertidos y habladores.
Estaba también Carmen, una niña de etnia gitana de ojos grande y tez morena,
pero la que más le llamó la atención era una niña de rasgos distintos de los de
todos. Era china y sus padres acababan de instalar un bazar frente al colegio, por
lo que llevaba poco tiempo residiendo en la ciudad. Se llamaba Yenay y todavía
no sabía hablar español. Laura, desde el primer momento, conectó con Yenay y
se entendían perfectamente sin palabras.
Había pasado un mes y Laura ya estaba mucho más alegre. Jugaba
constantemente en el recreo con los niños de su grupo y además se había
propuesto enseñarle su lengua a Yenay. Sus papás le había preparado una fiesta
de cumpleaños a la que habían acudido todos los niños sin faltar ninguno de los
de su grupo. También acudieron a dicha fiesta amiguitos antiguos, ya que la
distancia entre las dos ciudades era de apenas veinte kilómetros.
Laura disfrutó muchísimo. Se había dado cuenta de que seguía teniendo los
amigos de siempre y había conseguido otros nuevos con los que compartiría todos
sus juegos.
CUENTO INFANTIL SOBRE GENEROSIDAD
¡Hay un gusano en mi plato!, dijo Matías haciendo gestitos con la mano como para
ahuyentarlo. El gusano primero miró el plato, después miró a Matías y luego dijo:
Cuando se le pasó un poquito el miedo, Matías, que era muy curioso, se acercó a
observar muy bien a don Gusano.
- ¡Vaya! -pensó- No sólo es bastante extraño y bonitos sus colores, sino que
también tiene muchas patitas. Debe estar desorientado.
- Desorientado no, apenas un poco cegato –corrigió el gusano- pero en voz tan
bajita que nadie lo escuchó.
Sonrieron cada uno a su manera. Matías, entonces, trajo una hoja de lechuga, que
con mamá sacó de la heladera.
Lo cargó sobre ella y la llevó al jardín. Don Gusano sintió el airecito y fue feliz.
Pasito a paso el gusano se fue perdiendo entre las rosas con un buen bocado de
lechuga entre las mandíbulas.
FIN
LA BELLA DURMIENTE.
Hace muchos años, en un reino lejano, una reina dio a luz una hermosa niña. Para
la fiesta del bautizo, los reyes invitaron a todas las hadas del reino pero,
desgraciadamente, se olvidaron de invitar a la más malvada.
Al oír eso, un hada buena que estaba cerca, pronunció un encantamiento a fin de
mitigar la terrible condena: "Al pincharse en vez de morir, la muchacha
permanecerá dormida durante cien años y sólo el beso de un buen príncipe la
despertará."
Pero eso de nada sirvió. Al cumplir los dieciséis años, la princesa acudió a un
lugar desconocido del castillo y allí se encontró con una vieja sorda que estaba
hilando.
La princesa le pidió que le dejara probar. Y ocurrió lo que el hada mala había
previsto: la princesa se pinchó con el huso y cayó fulminada al suelo.
Y así lo hizo. La varita dorada del hada se alzó y trazó en el aire una espiral
mágica. Al instante todos los habitantes del castillo se durmieron.
Pero al término del siglo, un príncipe, que estaba de caza por allí, llegó hasta sus
alrededores. El animal herido, para salvarse de su perseguidor, no halló mejor
escondite que la espesura de los zarzales que rodeaban el castillo.
Durante mucho rato contempló aquel rostro sereno, lleno de paz y belleza; sintió
nacer en su corazón el amor que siempre había esperado en vano.
Al ver frente a sí al príncipe, murmuró: “¡Por fin habéis llegado! En mis sueños
acariciaba este momento tanto tiempo esperado". El encantamiento se había roto.
La princesa se levantó y tendió su mano al príncipe. En aquel momento todo el
castillo despertó. Todos se levantaron, mirándose sorprendidos y diciéndose qué
era lo que había sucedido.
Al darse cuenta, corrieron locos de alegría junto a la princesa, más hermosa y feliz
que nunca. Al cabo de unos días, el castillo, hasta entonces inmerso en el silencio,
se llenó de música y de alegres risas con motivo de la boda.
FIN
CUENTO SOBRE LA OBEDIENCIA.
Éste es el país de los cuentos. Hoy Micaela ha llegado hasta aquí buscando algo,
¿qué será?
- ¿Número 3?, pensé que aquí venían muchos niños y niñas de todo el mundo.
- Tienes razón, en realidad ese es mi número favorito, ji, ji, ji, se rió Brillo Dorado.
Es así como juntos emprendieron el viaje. Subieron sobre unas nubes que los
transportaron por el cielo y durante el trayecto adoptaban diversas formas, ¡eran
hermosas!
Luego bajaron cerca de un río con aguas cristalinas, treparon sobre una hoja de
eucalipto se dejaron llevar por las aguas hasta la próxima orilla, ¡Todo era muy
divertido! Al final del camino había un castillo muy pequeñito, y Brillo Dorado dijo:
- Aquí es, ya llegamos, yo puedo entrar porque soy pequeño, pero tú necesitas
pasar por la prueba de la humildad.
- No te preocupes, eres una buena niña. Todo saldrá bien. Entonces Micaela se
paró frente a la puerta del pequeño castillo y de pronto, como por arte de magia,
se hizo tan pequeña que pudo entrar fácilmente.
- Qué bueno, ya estamos adentro, -se alegró Micaela-, vamos a buscar al hada de
la Obediencia, amigo ratoncillo. En medio de un gran altar estaba el Hada, con
una sonrisa hermosa.
También ser obediente es ser como el agua que fluye, que corre hacia abajo y
llega al océano. El que es obediente tiene ventaja ante Dios, no es una tarea fácil
pero te ayudará mucho a escuchar y aceptar las opiniones de los demás.
FIN
CUENTO POR LA TOLERANCIA: EL OREJÓN
Era su segundo día de clase. Henry se sentó en el primer pupitre del aula, al lado
de la ventana, como le recomendó su mamá. La profesora entró en clase y les dijo
"buenos días". Hoy vamos a estudiar algunos animales. Comenzaremos con el
asno, ese animal tan útil a la humanidad, fuerte, de largas orejas, y...
- ¡Como Henry!, la interrumpió una voz que salía de atrás del salón.
- ¿Quién dijo eso?, preguntó la profesora, aunque sabía bien quién lo había dicho.
- Fue Quique, dijo una niña señalando a su lado a un pequeñín pecoso de cinco
años.
- Niños, niños, dijo Mily con voz enérgica y poniendo cara de enojo. No deben
burlarse de los demás. Eso no está bien y no lo voy a permitir en mi salón.
Un rato después una pelota de papel goleó la cabeza de Tomás. Al voltear no vio
quien se la había lanzado y nuevamente algunos se reían de él. Decidió no hacer
caso a las burlas y continuó mirando las láminas de animales que mostraba Mily.
Estaba muy triste pero no lloró. En el recreo Henry abrió su lonchera y comenzó a
comerse el delicioso bocadillo que su mamá le había preparado. Dos niños que
estaban cerca le gritaron:
- Orejón, oye orejón, no comas tanto que va a salirte cola como un asno, y
echaron a reír.
Otros niños a su alrededor lo miraron y tocando sus propias orejas, sonreían y
murmuraban. Henry entendió por primera vez, que de verdad había nacido con
sus orejas un poco más grandes. "Como su abuelo Manuel", le había oído decir a
su papá una vez.
De pronto se escucharon gritos desde el salón de música, del cual salía mucho
humo. Henry se acercó y vio a varios niños encerrados sin poder salir, pues algún
niño travieso había colocado un palo de escoba en los cerrojos.
A través de los vidrios se veían los rostros de los pequeños llorando, gritando y
muy asustados. Dentro algo se estaba quemando y las llamas crecían.
Los profesores no se habían dado cuenta del peligro, y ninguno de los niños se
atrevía a hacer nada. Henry, sin dudarlo un segundo, dejó su lonchera y corrió
hacia la puerta del salón y a pesar del humo y del calor que salía, agarró la escoba
que la trababa y la jaló con fuerza. Los niños salieron de prisa y todos se pusieron
a salvo.
Henry se quedó como un héroe. Todos elogiaron su valor. Los niños que se
habían burlado de él estaban apenados.
En casa, Henry contó todo lo sucedido a su familia, por lo que todos estaban
orgullosos de él. Al día siguiente, ningún niño se burló de Henry. Habían entendido
que los defectos físicos eran sólo aparentes, pero en cambio el valor de Henry al
salvar a sus compañeros era más valioso y digno de admirar.
FIN
EL VALOR DE COMPARTIR
- Pero, pero eres muy extraño, ¡llevas una piedra encima de tu cuerpo! –dijo
temblando la babosa.
- No, no es una piedra, se llama caparazón, es mi casa. Cuando tengo frío o llueve
mucho me escondo dentro y me siento mejor.
Los dos amigos se pusieron a buscar por todo el bosque y finalmente debajo de la
hojarasca encontraron un caparazón precioso, con una espiral dibujada, pero le
iba tan grande, que decidieron buscar otra.
Al cabo de un buen rato encontraron un pequeño caparazón, pero era tan menudo
que la babosa no cabía de ninguna de las maneras. Se puso tristísima y el pobre
Pedrito no sabía qué hacer para que parase de llorar.
Finalmente se le ocurrió una brillante idea:
- Pues claro que sí. Eres mi amiga. Se hizo de noche y los dos compañeros se
pusieron a dormir, el caracol se acurrucó al fondo del caparazón y la babosa cupo
perfectamente.
FIN
CUENTO SOBRE LA SINCERIDAD.
El puerco espín pidió disculpas y triste regresó a su casa. Los demás se quedaron
afligidos, menos Santilin, que estaba seguro de encontrar una solución.
- Esperen, ya vuelvo.
Le colocaron la gorra sobre el lomo y, de esta forma tan sencilla, taparon las púas
para que no los pinchara y así pudieran compartir los juegos.
Tan contentos estaban que, tomados de las manos, formaron una gran ronda y
cantaron felices.
FIN
CUENTO SOBRE EL AMOR FILIAL: DE SONRISA EN SONRISA
Una mañana, Patricia se despertó asustada por un sueño que había tenido. Soñó
que a todas las personas que conocía se les había borrado la sonrisa.
Estaba rodeada de gente muy triste, con caras alargadas, con el ceño fruncido,
con rostros llenos de amargura, cosa que no le agradó nada.
Hasta su mamá, que era muy alegre y siempre tenía un chiste para compartir, sólo
gritaba y mostraba mal humor.
Esto angustió mucho a Patricia, ya que siempre pensaba que la sonrisa era la
forma natural de comunicarse para entender al amigo, al hermano y a los padres.
Esto lo pensaba debido a que sus mejores ratos los había vivido cuando todos los
miembros de la familia se reían, y sabía lo importante que era ese pequeño gesto
para mantenerse unidos y comunicarse.
Patricia cada vez se sentía más sola e incomprendida, nadie reía a su alrededor e
incluso ella llegó a dejar de sonreír y comenzó a llorar, temiendo que nunca
volvería a ver feliz a nadie.
FIN
CUENTO SOBRE COOPERACIÓN Y AYUDA MUTUA: TOÑO Y LA SIRENA
Érase una vez dos niñas muy amigas llamadas Sara y Lucía. Se conocían desde
que eran muy pequeñas y compartían siempre todo la una con la otra.
Al llegar a casa, Sara le contó a su madre lo sucedido y su madre le hizo ver que
su amiga sólo había sido sincera con ella y no tenía que molestarse por ello.
Desde entonces, las dos amigas entendieron que la verdadera amistad se basa en
la sinceridad.
FIN
CUENTO INFANTIL SOBRE LA PERSEVERANCIA: UGA LA TORTUGA
¡Esto tiene que cambiar! se propuso un buen día, harta de que sus compañeros
del bosque le recriminaran por su poco esfuerzo al realizar sus tareas.
Y es que había optado por no intentar siquiera realizar actividades tan sencillas
como amontonar hojitas secas caídas de los árboles en otoño, o quitar piedrecitas
de camino hacia la charca donde chapoteaban los calurosos días de verano.
-¿Para qué preocuparme en hacer un trabajo que luego acaban haciendo mis
compañeros? Mejor es dedicarme a jugar y a descansar.
No todos los trabajos necesitan de obreros rápidos. Hay labores que requieren
tiempo y esfuerzo. Si no lo intentas nunca sabrás lo que eres capaz de hacer, y
siempre te quedarás con la duda de si lo hubieras logrados alguna vez.
Por ello, es mejor intentarlo y no conseguirlo que no probar y vivir con la duda. La
constancia y la perseverancia son buenas aliadas para conseguir lo que nos
proponemos; por ello yo te aconsejo que lo intentes. Hasta te puede sorprender de
lo que eres capaz.
FIN
Un cuento infantil para los niños que habla del valor de la solidaridad. Una bonita
manera de enseñar valores a los niños es a través de los cuentos y de sus
mensajes. Un cuento sobre la solidaridad. Hace frío
El invierno es un viejito que tiene una barba blanca, llena de escarcha que le
cuelga hasta el suelo. Donde camina deja un rastro de hielo que va tapando todo.
A veces trae más frío que de costumbre, como cuando sucedió esta historia:
Hacía tanto, pero tanto frío, que los árboles parecían arbolitos de Navidad
adornados con algodón. En uno de esos árboles vivían los Ardilla con sus cinco
hijitos.
Papá y mamá habían juntado muchas ramitas suaves, plumas y hojas para armar
un nido calientito para sus bebés, que nacerían en invierno.
Además, habían guardado tanta comida que podían pasar la temporada de frío
como a ellos les gustaba: durmiendo abrazaditos hasta que llegara la primavera.
Un día, la nieve caía en suaves copos que parecían maripositas blancas danzando
a la vez que se amontonaban sobre las ramas de los árboles y sobre el piso, y
todo el bosque parecía un gran cucurucho de helado de crema en medio del
silencio y la paz. ¡Brrrmmm!
Papá Ardilla abrió la puerta de su nido y vio el terror de sus vecinos. No quería que
sus hijitos se asustaran, así que volvió a cerrar y se puso a roncar.
Sus ronquidos eran más fuertes que el tronar de la máquina y sus bebés no
despertaron. Mamá Ardilla le preguntó, preocupada:
Pero Mamá Ardilla no podía quedarse tranquila sabiendo que sus vecinos tenían
dificultades. Insistió:
- Debemos ayudar a nuestros amigos: tenemos espacio y comida para compartir
con los que más lo necesiten. ¿Para qué vamos a guardar tanto, mientras ellos
pierden a sus familias por no tener nada?-
Papá Ardilla dejó de roncar; miró a sus hijitos durmiendo calientitos y a Mamá
Ardilla. Se paró en su cama de hojas y le dio un beso grande en la nariz a la dulce
Mamá Ardilla y ¡corrió a ayudar a sus vecinos!.
Los pajaritos cantaron felices: ahora tenían dónde guardar a sus pichoncitos,
protegidos de la nieve y del frío. Así, gracias a la ayuda de los Ardilla se salvaron
todas las familias de sus vecinos y vivieron contentos.
FIN
CUENTO SOBRE LA AMABILIDAD: DANIEL Y LAS PALABRAS
MÁGICAS
En una carta, su abuelo le dice que esas letras forman palabras amables que, si
las regalas a los demás, pueden conseguir que las personas hagan muchas
cosas: hacer reír al que está triste, llorar de alegría, entender cuando no
entendemos, abrir el corazón a los demás, enseñarnos a escuchar sin hablar.
Daniel juega muy contento en su habitación, monta y desmonta palabras sin
cesar.
Hay veces que las letras se unen solas para formar palabras fantásticas,
imaginarias, y es que Daniel es mágico, es un mago de las palabras.
Lleva unos días preparando un regalo muy especial para aquellos que más quiere.
Es muy divertido ver la cara de mamá cuando descubre por la mañana un buenos
días, preciosa debajo de la almohada; o cuando papá encuentra en su coche un te
quiero de color azul.
Sus palabras son amables y bonitas, cortas, largas, que suenan bien y hacen
sentir bien: gracias, te quiero, buenos días, por favor, lo siento, me gustas.
Daniel sabe que las palabras son poderosas y a él le gusta jugar con ellas y ver la
cara de felicidad de la gente cuando las oye.
Sabe bien que las palabras amables son mágicas, son como llaves que te abren la
puerta de los demás.
EL CARACOLILLO GUSTAVILLO
Gustavillo era un caracolillo que vivía feliz en el fondo del mar; se mecía al ritmo
de las corrientes marinas, reposaba en la arena, buscando algún rayo de sol y de
vez en cuando daba sus paseos.
Gustavillo se lo pensó dos veces y al final decidió ser, como un antepasado suyo
un cangrejo ermitaño.
Empezaron a vivir juntos el cangrejo dentro del caracol y al poco comenzaron los
problemas: el cangrejo se metía las pinzas en la nariz, hacía ruidos cuando comía,
no ayudaba en la limpieza...
Una mañana Gustavillo le dijo al cangrejo todo lo que no se debía hacer, con
paciencia , explicándole que:
Cuando volvió habló con Gustavillo y entre los dos juntitos hicieron una lista de las
cosas que, para estar juntos, debían hacer para que todo funcionara bien.
A partir de ese momento se acoplaron a convivir juntos y fueron muy, muy felices,
el cangrejo, daba a Gustavillo largos paseos y el caracolillo arropaba al cangrejo
cuando había marea.
FIN
TODOS SOMOS DIFERENTES
Cuenta una historia de que varios animales decidieron abrir una escuela en el
bosque. Se reunieron y empezaron a elegir las disciplinas que serian impartidas
durante el curso.
El conejo saltó desde arriba, y el golpe fue tan grande que se rompió las dos
piernas. No aprendió a volar, y además no pudo seguir corriendo como antes.
Al pájaro, que volaba y volaba como nadie, le obligaron a excavar agujeros como
a un topo, pero claro, no lo consiguió.
Por el inmenso esfuerzo que tubo que hacer, acabó rompiendo su pico y sus asas,
quedando muchos días sin poder volar. Todo por intentar hacer lo mismo que un
topo.
La misma situación fue vivida por un pez, por una ardilla y un perro que no
pudieron volar, saliendo todos heridos. Al final, la escuela tuvo que cerrar sus
puertas.
¿Y saben por qué? Porque los animales llegaron a la conclusión de que todos
somos diferentes. Cada uno tiene sus virtudes y también sus debilidades.
Un gato jamás ladrará como un perro, o nadará como un pez. No podemos obligar
a que los demás sean, piensen, y hagan algunas cosas como nosotros. Lo que
iremos conseguir con eso es que ellos sufran por no conseguir hacer algo de igual
manera que nosotros, y por no hacer lo que realmente les gustan.
Debemos respetar las opiniones de los demás, así como sus capacidades y
limitaciones. Si alguien es distinto a nosotros, no quiere decir que él sea mejor ni
peor que nosotros. Es apenas alguien diferente a quien debemos respetar.
FIN
Era una vez una tortuguita que se llamaba Ruby y que vivía con su mamá y sus
dos hermanitas tortugas. Un día, la mamá le dijo a Ruby que cuidara de sus
hermanitas porque ella iba al campo en busca de unas hojas frescas para comer.
Ruby le contestó que sí, que ella cuidaría de sus hermanas. Pero a lo lejos, Ruby,
la tortuguita, escuchó una música que le gustaba y se colocó una blusa de color
rojo, un sombrero, una falda amplia y se puso sus tacones para ir a bailar, porque
decía que le gustaba esa música que estaba sonando.
Cuando llegó al lugar de donde venía la música, se encontró que allí vivía un perro
que se llamaba Franklin, el cual le dijo que él tenía mucha hambre y que si ella no
había pasado por algún lugar adonde hubiera comida abundante.
La tortuguita tuvo mala suerte porque un señor que iba paseando por la calle la vio
y la metió en un saco, pero como el perro vio que Ruby la tortuguita estaba en
peligro, corrió muy deprisa y mordió en la nalga al señor.
Luego el señor soltó el saco y el perro Franklin ayudó a salir a Ruby, la tortuguita,
del saco, cuando de pronto vieron que la mamá de la tortuguita venía, llamándola,
junto con sus hermanitas.
FIN
Había un niño que tenía muy, pero que muy mal carácter. Un día, su padre le dio
una bolsa con clavos y le dijo que cada vez que perdiera la calma, que él clavase
un clavo en la cerca de detrás de la casa.
El primer día, el niño clavó 37 clavos en la cerca. Al día siguiente, menos, y así
con los días posteriores. Él niño se iba dando cuenta que era más fácil controlar
su genio y su mal carácter, que clavar los clavos en la cerca.
Finalmente llegó el día en que el niño no perdió la calma ni una sola vez y se lo
dijo a su padre que no tenía que clavar ni un clavo en la cerca. Él había
conseguido, por fin, controlar su mal temperamento.
Su padre, muy contento y satisfecho, sugirió entonces a su hijo que por cada día
que controlase su carácter, que sacase un clavo de la cerca.
Los días se pasaron y el niño pudo finalmente decir a su padre que ya había
sacado todos los clavos de la cerca. Entonces el padre llevó a su hijo, de la mano,
hasta la cerca de detrás de la casa y le dijo:
- Mira, hijo, has trabajo duro para clavar y quitar los clavos de esta cerca, pero
fíjate en todos los agujeros que quedaron en la cerca. Jamás será la misma.
Lo que quiero decir es que cuando dices o haces cosas con mal genio, enfado y
mal carácter, dejas una cicatriz, como estos agujeros en la cerca. Ya no importa
tanto que pidas perdón. La herida estará siempre allí. Y una herida física es igual
que una herida verbal.
Los amigos, así como los padres y toda la familia, son verdaderas joyas a quienes
hay que valorar. Ellos te sonríen y te animan a mejorar. Te escuchan, comparten
una palabra de aliento y siempre tienen su corazón abierto para recibirte.
Las palabras de su padre, así como la experiencia vivida con los clavos, hicieron
con que el niño reflexionase sobre las consecuencias de su carácter. Y colorín
colorado, este cuento se ha acabado.
FIN
Por ser diferente todos los animales lo miraban con desconfianza, y hasta con
temor. ¿Por qué era diferente? Cuando nació era totalmente de color blanco; sus
cejas, sus ojos, sus uñas, el pelaje, el hocico, todo era blanco. Hasta su mamá se
sorprendió al verlo.
Gaspar tenía dos hermanos que eran de color marrón, como todos lo burritos. Su
familia a pesar de todo, lo aceptó tal cual era. Gaspar era un burrito albino. A
medida que fue creciendo, él se daba cuenta que no era como los demás burros
que conocía. Entonces le preguntaba a su mamá por qué había nacido de ese
color. Su mamá le explicaba que el color no hace mejor ni peor a los seres, por
ello no debía sentirse preocupado.
Con estas palabras, Gaspar se sintió más tranquilo y feliz. Demostraba a cada
instante lo bondadoso que era. Amaba trotar alegremente entre flores, riendo y
cantando. Las margaritas al verlo pasar decían:
- ¡Parece una nube que se cayó del cielo, o mejor un copo de nieve cayendo sobre
el pastizal, o una bola de algodón gigante!
- ¿Y este de donde salió?, ¿Será contagioso, un burro color blanco?, ¿o será una
oveja disfrazada de burro?
- Burro, que pálido eres, deberías tomar sol para mejorar tu aspecto.
- Yo tomo luna, por eso soy blanco, me lo dijo un cisne que nadaba en la laguna,
respondió el burrito inocentemente.
- ¡Qué tonto eres! Jajaja, eso de tomar luna, es muy chistoso, jajaja, se burlaba el
astuto zorro.
Gaspar no entendía donde estaba el chiste, porque él se creyó eso de tomar luna.
Siguió su camino, pensando en lo que le había dicho el zorro. Entonces decidió
recostarse sobre la fresca hierba bajo el intenso sol de verano. Transcurrieron
unas horas en las cuales, Gaspar, se había quedado dormido.
- Que tonto eres, ¿crees que poniéndose al sol su pelaje cambiará de color?, se
burlaban.
Gaspar siguió su camino, y de repente encontró frente a sus ojos, un paisaje muy
bello que lo dejó atónito. Se encontró en su lugar, su mundo. Todo era blanco,
como él. Se metió más y más, y empezó a reír y reír. Estaba rodeado de jazmines,
por acá, por allá, más acá, mas allá, todo blanco y con un aroma embriagador.
- Gaspar, ¿Qué vienes a hacer por aquí?, le preguntaron los jazmines.
- Cuando te vimos de lejos supimos que eras vos. Oímos hablar de vos, los
gorriones y las mariposas nos contaron tu historia. No debes sentirte triste por tu
aspecto, míranos a nosotros, deberíamos sentirnos igual, y sin embargo tenemos
algo que nos identifica, que no se ve pero se siente, es el hermoso perfume que
emanamos, que es único y hace que todos los días nos visiten cientos de
mariposas y pájaros, tan bellos como nunca vimos.
Comparten todo el día con nosotros y no les importa si somos blancos o de otro
color. Tú también tienes algo que es más importante que tu color, que se percibe.
Es tu frescura, tu bondad y alegría. Cualidades que hacen que tengas muchos
amigos verdaderos. Debes aceptarte tal cual eres, para que te acepten los demás,
le animaron los jazmines.
Gaspar, recordó las palabras de su mamá. Desde ese día se aceptó como era, y
cosechó muchos más amigos que no lo miraban por su aspecto, sino por lo que
guardaba en su gran corazón.
FIN