Psicologia de La Musica. 2015
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Resumen
Abstract
of future teachers and performers, and noting the still limited impact of this discipline in
general and the minimal attention devoted to the treatment of stage fright, an essential
issue for music students and professionals, in the curricula of Spanish conservatoires.
Este trabajo trata de mostrar el largo viaje de la Psicología de la Música desde finales del
siglo XIX hasta la actualidad, en su lucha constante por superar los interminables
obstáculos que se ha ido encontrando, algunos de los cuales permanecen todavía hoy,
sobre todo en el contexto español.
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Las críticas hacia la Psicología de la Música como área de conocimiento no han faltado,
refiriéndose a ella más bien como una colección de tópicos libremente relacionados que
una disciplina coherente, con algún marco conceptual o empírico integrado (Hargreaves,
1986, p.1), sin una estructura conceptual sólida que marque la prioridad de la
investigación (Swanwick, 1991, p.24), en parte por el poco apoyo institucional recibido.
Afortunadamente en las últimas décadas se han producido importantes cambios de
perspectiva en la disciplina que se tratarán en los apartados finales de este trabajo. El
mismo concepto de Psicología de la Música ha ido ampliando su significado, llegando a
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Como podemos constatar, la complejidad del fenómeno musical hace que se puede
contemplar casi desde cualquier ámbito relacionado con la psicología, abarcando ámbitos
de intervención e investigación desde la neurología hasta la psicología social (Hargreaves,
1986, p.3) que se resumen por su parte en la tabla 2.
Pocos años más tarde, Thaddeus L. Bolton (1865-1948) presentó un estudio más
ambicioso en 1895. Considerada como la primera tesis sobre Educación Musical, lo cierto
es que su relación con la psicología es muy directa, partiendo de que Bolton presentó
dicho estudio para su doctorado en psicología (Humphreys, 1990). Esta tesis fue dirigida
1
Stumpf ha pasado a la historia como el padre de la Psicología de la Gestalt, diseñando unas simples
pruebas de exploración sensorial (diferenciar acordes, diferenciar altura entre dos notas) semejantes a
las que todavía hoy se aplican en los Conservatorios en las pruebas de acceso, y sin embargo su figura no
es tan conocida. Para profundizar en la figura de Stumpf véase Reisenzein & Schoenpflug (1992) y Pastor,
Sprung, Sprung & Tortosa (1999).
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por Stanley Hall (1844-1924), alumno de Wundt en Leipzig. Hall consiguió el primer
doctorado en psicología en los EE.UU. (1878), fundó uno de los primeros laboratorios
psicológicos en 1883, la Revista Americana de Psicología (American Journal of
Psychology) y la Asociación Americana de Psicología (APA). La tesis de Bolton llevó
por título “Ritmo”, y en ella se analizan las reacciones de 30 sujetos en edad escolar a
diferentes sonidos, de intensidades, duración y acentuación distintas, producidos por un
teléfono eléctrico. Los resultados de este trabajo fueron muy influyentes, sin embargo
Bolton no continuó en esta línea de investigaciones. Por ello, la distinción de “padre de
la Psicología de la Música” recayó posteriormente en Carl E. Seashore (1866-1949), título
que compartiría con James L. Mursell (1893-1965).
El siglo XX trae consigo una proliferación de pruebas estandarizadas que tratan de medir
la aptitud musical desde distintos puntos de vista. Las primeras escalas que aparecieron
se limitaban a medir la capacidad para discriminar tonos, intensidad, timbre, duración,
memoria rítmica, memoria tonal, sin ningún aprendizaje previo y en un contexto no
musical. Así, la aptitud musical se entendía limitada al grado de discriminación sensorial
de origen más bien innato de los sujetos. Después, poco a poco se fueron introduciendo
pruebas de discriminación armónica, melódica y de memoria rítmica en contextos
musicales.
La batería de Seashore está considerada la primera prueba de gran relevancia que midió
aptitudes musicales, cuya edición original se publicó en 1919. Seashore comenzó a
confeccionar su test antes de la Primera Guerra Mundial continuando su obra después, y
colaborando en la selección de individuos para la detección “acústica” de submarinos
(Del Río, 1996, p.202). Esta primera edición se publicó para la selección y orientación en
música. Sus seis subescalas originales son: intensidad, ritmo, tono, tiempo, consonancias
y memoria tonal. Su laboratorio de la universidad de Iowa se convirtió en el principal
centro de psicología musical.
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Es indudable que el trabajo de Seashore en este campo no surge de manera aislada, sino
que, como buen psicólogo experimental, recoge los hallazgos obtenidos hasta entonces
en cuanto a la “sensación”. Entre los factores que culminaron con la batería de Seashore
destacan la especulación acerca de la sensación y percepción durante los siglos anteriores,
la teoría evolucionista de Darwin y la figura de Francis Galton como pionero en las
pruebas psicométricas en general.
Las críticas posteriores a las pruebas de Seashore han sido considerables, tanto desde el
punto de vista psicométrico como desde el propio planteamiento de partida. Tengamos en
cuenta que los elementos que conforman el lenguaje musical (tono, ritmo, timbre,
intensidad) son todos partes integrantes del conjunto musical. Independientemente de que
puedan aislarse, la experiencia musical se da gracias a la integración, y aquí radica la
principal limitación del método atomista utilizado por Seashore (Morán, 2009).
TESTS DE EJECUCIÓN
TESTS DE APTITUDES
(ACHIEVEMENT TESTS)
3. Tests de ejecución
Por un lado, Seashore defendió el talento musical como una cualidad innata, donde el
talento musical es un conjunto de capacidades separadas e independientes entre sí,
utilizando para su demostración paralelismos psicofísicos, relacionando características de
la onda sonora con sensaciones psicológicas. A esta teoría la autodenominó teoría de los
específicos. Esta concepción innata de la habilidad musical es la que llevó a Seashore a
no contemplar una psicología del desarrollo musical: no admitía dicho desarrollo (Zenatti,
1991, p.59). La existencia de niños prodigio y de idiots savants2 implica algún tipo de
explicación biológica de la precocidad, así como otro de los argumentos más esgrimidos
por los partidarios del polo de la herencia: los estudios genealógicos, y entre ellos el más
famoso, el de la familia Bach (Hargreaves, 1986, p.26).
En general los detractores de la postura innatista constatan cómo otras actividades podrían
ser igualmente heredables (practicar un deporte…) y sin embargo no los son, o que el
talento musical aparece en niños que provienen de familias no musicales (Gardner, 1973).
Por otra parte, el éxito de algunos preescolares sometidos a entrenamientos instrumentales
concretos, como el método Suzuki, demuestra que la estimulación ambiental intensa
también puede dar lugar a la precocidad (Hargreaves, 1991, p.30). Todavía hoy el debate
sigue abierto (Hodges, 1996, pp. 29-68), aunque generalmente se acepta que el carácter
está en función tanto del organismo como del ambiente, prevaleciendo la
2
Los “idiotas sabios” son débiles mentales que demuestran ser prodigios en alguna destreza o aptitud
muy limitada, pero que a la vez tienen escasa comprensión de esa habilidad. En el resto de facetas de su
inteligencia y conducta poseen las mismas limitaciones que los demás deficientes mentales. Para
profundizar en este síndrome véase Treffert (1988) y Pring, Hermelin, &, Heavey (1995). Otro trastorno
relacionado sería el Síndrome de Williams, que combina déficits genéticos con habilidades
extraordinarios, usualmente musicales.
3
La Psicología de la Gestalt tuvo en sus inicios escaso interés en la vertiente musical. Las generaciones
posteriores sí que participaron del desarrollo de la Psicología de la música, desde Leonard Meyer y Robert
Frances hasta Diana Deutsch, W.J. Dowling y Albert Bregman (Gjerdingen, 2008, pp.967-969).
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Volviendo al hilo histórico, tras los tests de Seashore y las múltiples escalas de
habilidades musicales de los años 20-30, progresivamente fueron apareciendo muchas
otras pruebas que valoran el rendimiento musical, como el test tipificado de inteligencia
musical de Wing (1942), el test de aptitud musical de Drake (1934-57), Diagnostic Test
of achievement in music (Kotick & Torgerson, 1950), el Kwalwasser Music talent test
(1953), test de Gaston (1942-57), test de Bentley (1966) y el Snyder Kunth Music
Achievement test (SKMAT, 1968). Las pruebas diseñadas por Edwin Gordon, en
particular el Musical Aptitude Profile (1965) tuvieron una gran aceptación e impacto en
el entorno americano, con decisivas implicaciones a nivel de la educación musical
(Cutietta, 1991, p.76).
Pero si existe una constante en estas pruebas psicométricas que intentan medir
aptitudes musicales ha sido la dificultad en formular definiciones precisas de los rasgos a
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Como síntesis de esta segunda fase, podemos concluir que el prolífico desarrollo de
pruebas psicométricas en la psicología como disciplina general tuvo su reflejo en el
ámbito de las habilidades musicales, hasta constituir probablemente el área más extensa
de la Psicología de la Música. En cada una de ellas subyace una determinada concepción
de lo que se entiende por aptitud musical, aspecto ante el cual no existe un criterio
unánime pero de una importancia tan decisiva en el proceso de enseñanza-aprendizaje
como para llegar a condicionar las interpretaciones de los profesores (Reynolds & Hyun,
2004).
Los estudios psicométricos en esta etapa continuaron, aunque a partir de los años 60 se
produce un declive de esta área, en parte por la aparición del desarrollo neopiagetiano
(Lacárcel, 1995, p.43). Las escalas más relevantes surgidas en esta etapa son el Test de
Vaughan (1977), el Test de Webster (1979) y el Test de Gorder (1980). Desde la
perspectiva conductista Greer propone su Diseño para el aprendizaje musical (1980), un
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Destacar el esfuerzo de Wing en la comprobación de validez de su escala, que hace que se considere por
algunos autores el mejor test para la valoración de las capacidades musicales (Adrián y Augusto, 1994,
p.71).
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Pero además de esta inercia conductista y psicométrica, el último tercio del siglo XX
supone un giro decisivo en el desarrollo de las ciencias. En la psicología en general el
paradigma cognitivo va desplazando al conductista a lo largo de la década de los 60.
Existen multitud de antecedentes que van dibujando la psicología cognitiva, si bien existe
cierto acuerdo en citar la obra de Neisser con ese mismo nombre (Cognitive Psychology,
1967) como el referente más directo. El impacto de este paradigma tiene un efecto
decisivo en el ámbito musical, y desde la década de los 80 la expresión “Psicología de la
Música” va siendo progresivamente sustituida por la de “cognición musical”, en
referencia al procesamiento de la información musical por la mente humana. Este cambio
expande el enfoque interdisciplinar y generaliza el uso de diversas tecnologías entre las
que se incluyen modelos computacionales de sistemas dinámicos, redes neurales,
registros de patrones neuronales de sistemas auditivos de animales e imágenes asistidas
del funcionamiento del cerebro humano (Gjerdingen, 2008, pp.976-7)5.
5
Es relevante el nombre adoptado por una de las Sociedades internacionales acerca de la Psicología de la
Música: European Society for the Cognitive Sciencies of Music (ESCOM).
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Bajo el nombre de “Proyecto cero” se llevaron a cabo varios subproyectos que responden
a los diversos campos de conocimiento, entre los que destacan dos, Project Spectrum y
Arts Propel, con múltiples propuestas de evaluación en el ámbito artístico (Hargreaves,
Galton & Robinson, 1991, p.184), y estudios experimentales tanto de carácter transversal
como longitudinal6. En general el cognitivismo emergente trató de elaborar modelos
psicopedagógicos que proporcionaran una actividad musical estimulante. Siguiendo los
principios cognitivos, el niño ha de desarrollar y ejercitar su comportamiento y relación
con la música de una manera progresiva y adaptada al estadio en que se halla, a sus
estructuras cognitivas, respetando las características y diferencias individuales. De esta
forma el enfoque cognitivo considera la música como una más de las diversas actividades
para pensar que puede realizar el niño: pensar con sonidos (Lacárcel, 1995, p.24). De esta
forma surgen los primeros modelos de desarrollo artistico-musical con Parsons,
Hargreaves, Moog, Swanwick, y con ellos se afianza la psicología evolutiva en el área
músical. Por otra parte, autores como Deutsch o Sloboda fueron describiendo los procesos
gestálticos implicados en la percepción musical (Swanwick, 1991, p.37).
6
Para ampliar conocimientos acerca de la formación y desarrollo del Proyecto Cero en palabras del propio
Gardner véase Hernández y Sancho (1997).
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Por último destacar la base de datos específicamente musical denominada “CAIRSS for
music”(Computer-Assisted Information Retrieval Service System) que nació en 1969.
Está realizada por el Instituto para la Investigación musical, que forma parte de la
SRPMME (Society for Research in Psychology of Music Education) con sede en
7
En relación a las obras más recientes en este sentido destacamos Hodges & Sebald (2011), Hallam, Cross
& Haut (2011) y Forde Thompson (2014).
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En este sentido resulta llamativo que a pesar del impulso que supuso el Proyecto cero y
todas las nuevas líneas de investigación abiertas, el paradigma cognitivo-evolutivo no
haya tenido una influencia directa en la práctica de la enseñanza musical. Como subraya
Hargreaves (1986), “ni la aproximación psicológica cognitiva en general ni los modelos
de procesamiento de la información en particular han tenido ninguna influencia directa
sobre la práctica de la educación” (p.227), afirmación que todavía casi tres décadas
después, en nuestra opinión, sigue vigente.
Ante este hecho caben múltiples explicaciones. Por un lado existe una gran resistencia al
cambio en la enseñanza impartida en los conservatorios, históricamente individualista y
8
Para un listado exhaustivo de publicaciones y recursos acerca de la Psicología de la Música a nivel
internacional, véase Hodges (1996). Para consultar un reciente análisis bibliométrico de 44 revistas
musicales online a nivel internacional véase Bansal (2014).
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basada en la figura del “maestro” como modelo supremo, donde el arte de interpretar se
aprende generación tras generación casi de forma exclusiva a través del modelado, mejor
cuanto mayor sea la filiación del maestro con uno de los instrumentistas legendarios o su
escuela9, todo ello dentro de un competitivo sistema socio cultural (Kingsbury, 1988). De
esta forma, dado que el profesor de conservatorio se considera artista antes que docente,
no es de extrañar que las metodologías y pedagogías musicales (al igual que la psicología)
sean consideradas como una amenaza al individualismo distintivo de la tradición
pedagógica en la interpretación instrumental (Vicente y Aróstegui, 2003).
La concepción que tienen los profesores acerca de la habilidad musical resulta esencial.
El contacto directo con la realidad docente en los conservatorios suele confirmar lo que
constatan diversos estudios: una buena parte de profesores entienden imprescindible la
existencia de un don natural especial, un talento natural, para la práctica musical
instrumental (Davis, 1994, cit. en Hallam, 2006, p.427). En este sentido Sloboda y
Davidson (1998) constatan una psicología popular sobre las dotes musicales que tiende a
atribuir el alto nivel conseguido en una actuación al “talento”, entendido como capacidad
9
Muy ilustrativa la anécdota que narra Botstein, al impartir un seminario sobre interpretación en un
importante Conservatorio americano: “El primer alumno, un pianista, escogió una Balada de Chopin.
Cuando se le preguntó por la frase inicial, sus elecciones acerca de articulación y tempo, el alumno no
tenía ninguna explicación excepto la de recurrir a la autoridad de su profesor, quien no sólo era famoso
sino que era el discípulo del discípulo del discípulo que había estudiado con Karol Mikuli y Julian Fontana,
copistas de Chopin” (Botsein, 2000, pp.330-331).
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genética innata, sin embargo “no hay nada en la naturaleza de las destrezas técnicas ni
expresivas que imponga esta interpretación” (p.83). También está muy extendida la
relación directa entre práctica (estudio) y resultado interpretativo, aunque las evidencias
científicas son dispares. De hecho los factores sociales como el apoyo parental, la
personalidad del profesor y la interacción con los compañeros han mostrado un mayor
poder predictivo que la cantidad de tiempo de estudio para alcanzar un alto nivel de
interpretación musical (Moore, Burland & Davidson, 2003, cit en Hallam, 2006, p.427).
Por tanto resulta de especial importancia que los profesores de música sean conscientes
de la profunda relación entre Psicología de la Música y educación musical. Para ello es
imprescindible introducir el contenido esencial de la Psicología de la Música en el
currículum formativo de todos los estudiantes de música, ya sea con perfil de director de
orquesta, profesor o instrumentista en cualquier nivel de edad (Hodges, 2003, p.40).
Resulta especialmente llamativa la falta de formación en los profesionales de la música
en una de las áreas centrales de un arte eminentemente escénico, es decir, dirigido al
público: el afrontamiento del miedo escénico. La oferta de contenidos de este tipo en los
Conservatorios se reduce a materias optativas que aparecen y desaparecen en el
currículum, y en la mayoría de casos a conferencias, talleres o seminarios de algunos
meses de duración, que sólo están relacionados de manera tangencial con el tratamiento
del miedo escénico, como el yoga, técnicas de relajación y corporales en general y la
técnica Alexander en particular, que sí tiene un lugar en el curriculum de muchas
universidades y conservatorios en todo el mundo Leão, 1998, p.40).
Así pues, los cambios necesarios en la educación musical van mucho más allá de
modificaciones en los planes de estudios. La práctica docente en los Conservatorios
todavía debería replantearse, para evitar seguir siendo en su mayoría“finger factories”
(Subotnik, 2004) o “virtuoso factories” Bomberger (2001), con un énfasis desmedido en
la formación instrumental sin el apoyo tan decisivo de disciplinas humanísticas como la
psicología. Coincidimos con Sloboda cuando afirma que “si nuestro enfoque es solamente
sobre el curriculum e ignoramos los objetivos más importantes en los que se basa el
10
Mientras no parecen existir estudios recientes sobre su consumo, la mayoría de músicos especialmente
de orquestas son conscientes de la alta prevalencia de uso de beta bloqueantes en los músicos para
afrontar la ansiedad en la interpretación (Engelke. & Ewell, 2011).
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Tal vez sea el momento de que materias como la musicología, etnomusicología y la propia
psicología de la interpretación, además de objeto de seminarios y ocupar páginas de
revistas especializadas, formen parte del día a día en las clases de los conservatorios, que
estas aulas se conviertan en intercambio de experiencias acerca del proceso de estudio de
las obras, del afrontamiento de las dificultades y ansiedad ante las interpretaciones en
público o en determinadas clases, de manera que los propios estudiantes puedan hacer
contribuciones significativas a estos debates. De lo contrario, como señala Parakilas
(2009) tal vez estemos enseñando a nuestros alumnos simplemente a seguir nuestro
ejemplo y obedecer nuestras instrucciones, “y esto no es educarles” (p.299). En definitiva,
el mundo de la interpretación musical necesita de la psicología, y en los Conservatorios,
todavía hoy, escasea.
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