Clase La Oración

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(Las 12 Piedras Fundamentales Clase 3A)

La oración, primera parte:


PRINCIPIOS Y APLICACIÓN

SECCIÓN 1: PRINCIPIOS DE LA ORACIÓN: ALABANZA, PETICIÓN, PRESTAR


ATENCIÓN.

Demos comienzo a nuestro estudio sobre la oración sopesando nuestra relación con el Señor. La oración no es un
rito. La posición de tu cuerpo no tiene mayor importancia. Lo que cuenta es la posición de tu corazón. Cuando
hablamos de la oración, nos referimos al vínculo y la comunicación que estableces con el Señor, y los que Él establece
con contigo.

Nuestro constante Compañero


Dios envió a Jesús al mundo para que fuera nuestro Salvador. Él es el Hijo de Dios. Además, Dios envió a Jesús al
mundo para que por medio de Él, pudiéramos forjar una relación con el Creador. El concepto de Dios es demasiado
grande, demasiado infinito para que lo podamos entender. No sabemos qué aspecto tiene. Nos cuesta visualizarlo
porque se trata de un ente demasiado vasto.
Pero sí que podemos pensar en Jesús. Podemos comprender y visualizarlo porque Él cobró forma humana y vivió
aquí en la Tierra.
Jesús vino para salvarnos por la eternidad, y también vino para ser nuestro compañero a lo largo de la vida. Puedes
verlo como un Compañero constante que siempre está a tu lado y a Quien puedes acudir en busca de consejos y
consuelo.
A continuación reproducimos una pequeña anécdota acerca de esto:

 «Manuel, soy Yo, Jesús».


Se cuenta que cierto cura se empezó a preocupar de un viejo mendigo que todos los días a las doce del mediodía
entraba a la iglesia y a los pocos minutos volvía a salir. ¿Qué intenciones podía tener? Decidió informar al portero y le
pidió que la próxima vez interrogara al anciano. Al fin y al cabo, en la iglesia había bastantes objetos de valor.
Vengo a rezar respondió el anciano al portero cuando este lo interrogó.
Hombre, no me tome el pelo. Usted nunca se queda en la iglesia el tiempo necesario para rezar.
Lo que pasa continuó el andrajoso anciano es que no sé hacer una oración larga, pero todos los días a las
doce vengo y digo: «Hola, Jesús, soy Manuel». Espero un rato y luego me voy. Es una oracioncita nomás, pero yo creo
que Él me escucha.
Poco tiempo después, cuando Manuel sufrió un accidente y fue hospitalizado, ejerció una estupenda influencia en
los enfermos de su sala. Los pacientes quejumbrosos se volvieron alegres y con frecuencia se escuchaban risas en la
sala.
Manuel le dijo un día la enfermera que lo atendía, todos dicen que a usted se debe el cambio que ha ocurrido
en la sala. Dicen que usted siempre está contento.
Sí enfermera, es verdad. ¿Y cómo no voy a estar contento? Es mi Visitante, que todos los días viene a alegrarme
la vida.
¿Su visitante? preguntó la enfermera confundida.
En los días de visitas siempre notaba que no había nadie en la silla del pobre Manuel, pues era un viejito solitario
que no tenía familiares.
¿Su visitante? Pero, ¿cuándo viene?
Todos los días respondió Manuel, al tiempo que se le iluminaba la mirada. Todos los días a las doce del
mediodía Él viene y se pone a los pies de mi cama. Lo miro; y Él a Su vez me mira sonriente y me dice:
Hola Manuel, soy Yo, Jesús.

Orar consiste en alabar, pedir y prestar atención.


Ya hemos visto que la oración constituye nuestro vínculo con el Señor. El captar bien estos tres principios de la
oración profundiza nuestra relación con el Señor: 1) alabanza, 2) petición, 3) prestar atención. Ya hablaremos más
en detalle de ellos en las próximas clases, pero sucintamente podemos decir lo siguiente:

Alabanza
El Señor instruye repetidas veces a lo largo de Su Palabra en el sentido de que deberías venir ante Su presencia con
acción de gracias y entrar en Sus atrios con alabanza. ¡Agradece y alaba al Señor! Prodíguele la alabanza y el honor
que se merece
Salmo 100:4. Entrad por Sus puertas con acción de gracias, por Sus atrios con alabanza; alabadle, bendecid Su nombre.

Petición

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Después de agradecer al Señor lo que ya haya hecho por ti y lo que ya ti haya concedido, puedes orar por lo que
todavía te hace falta. Él nos insta a presentarle nuestras peticiones:
Juan 16:24b. Pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido.

Prestar atención
La oración no es un monólogo en el que te limitas a pedirle favores al Señor, sino un diálogo. Consiste en tener
comunión con el Señor y conversar con Él. Muchas personas conversan con el Señor pero en realidad se trata de un
monólogo. Le hablan y le dicen todo lo que quieren, pero nunca le dan ocasión a Él de decirles algo. Eso sí, esperan que
apruebe sus peticiones. Tal vez esperan hasta el final mismo para oír eso. Después de presentarle una larga lista, esperan
que él la apruebe.
¡No debería ser así! Tu relación con el Señor también entraña que le escuches. Orar no consiste solamente en decir
lo que quieres, sino más que nada en dejar que Dios te diga lo que Él quiere, esperar en quietud y confianza hasta que te
responda. Si tomas tiempo para escuchar a Dios, Él se tomará tiempo para resolver tus entuertos.
Marcos 4:2-3. Les decía en Su doctrina: «Oíd».
Marcos 7:14b. Les dijo: «Oídme todos, y entended».

Concentrarse y visualizar a Jesús


Juan 4:24. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.
Cuando oras, conviene pensar en el Señor y visualizarlo si puedes.
Es recomendable cerrar los ojos. No es que sea indispensable cerrarlos para rezar, ni siquiera tiene uno que inclinar
la cabeza, pero normalmente, ayuda. El hecho de cerrar los ojos te aísla de todo lo que pueda resultar una distracción y
te abre los ojos internos de la mente y el corazón, permitiéndote así concentrarte en Jesús.
Procura hacer a un lado todo lo demás, cualquier pensamiento que te distraiga. Si haces un esfuerzo por concentrarte
en el Señor, será menos probable que pienses en otras cosas o te distraigas al rezar, pues estarás pensando en Jesús.
Isaías escribió:
Isaías 26:3. Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en Ti persevera, pues en Ti ha confiado.
No se puede pensar en varias cosas a la vez. Puede que haya unas cuantas cosas merodeando en la periferia de tu
atención, pero tu concentración solo puede aplicarse a una sola cosa a la vez. Al orar, el centro de tu atención debe ser
el Señor.

Jesús sentado en la silla


Se cuenta de un viejo escocés que se hallaba muy enfermo. El pastor de su iglesia vino a verlo. Al sentarse en una silla junto a
la cama del hombre, notó que al otro lado de la cama había otra silla, ubicada de tal manera que daba la impresión de que alguien
más lo había visitado antes.
—Qué bien, Donald —dijo el pastor—, veo que no soy el primero que viene a visitarlo.
El escocés lo miró un tanto sorprendido, ante lo cual el pastor señaló la silla.
—Ah —dijo el enfermo—, déjeme explicarle lo de la silla. Hace muchos años me resultaba imposible orar. Muchas veces
estaba tan cansado, que me quedaba dormido de rodillas. Y si conseguía mantenerme despierto, no lograba concentrarme en la
oración. Tanto me preocupaba la situación, que un día decidí conversarlo con mi pastor. Me dijo que no hacía falta que me
arrodillara. "Siéntate", me dijo, "pon una silla frente a ti, e imagínate que Jesús está sentado en ella, y háblale como hablarías con
cualquier amigo".
El escocés agregó:
—Lo vengo haciendo desde entonces. Ahora ya sabe por qué está ahí esa silla.
Una semana después, la hija del anciano escocés llamó a la puerta del pastor. La hicieron pasar al estudio, y al aparecer el
pastor ella casi no pudo contenerse.
—Mi padre murió por la noche —dijo sollozando—, no me imaginaba que su muerte estuviera tan cercana. Me había ido a
descansar un rato, en vista de que parecía dormir plácidamente, y al volver lo encontré en la misma posición en que lo había
dejado, sólo que tenía la mano sobre la silla que había junto a su cama. ¿Comprende usted? —preguntó la hija.
—Sí —respondió el pastor—, comprendo perfectamente.

SECCIÓN 2: 12 PASOS PARA ORAR CON EFICACIA

¡La oración da resultado! Enseguida algunos testimonios de cómo responde Dios a las oraciones.

Testimonios de cómo responde Dios a la oración

Testimonios de curación
De Manuel: «Una noche, hablábamos de Jesús a una chica muy amiga nuestra que nos visita con frecuencia y a quien le
encanta la Palabra de Dios. Había traído a una amiga suya para que le testificáramos. El Señor nos indicó que le habláramos de la
curación y la importancia de la oración. Al regresar a casa vieron que el bebito de la aquella chica estaba enfermo y tenía una
fiebre muy alta. Ambas rezaron por el bebé y el Señor hizo el milagro de sanarlo allí mismo delante de sus ojos. Demás está decir
que aquello convenció a las dos chicas de que vale la pena poner nuestra confianza en el Señor».
De Nigel: «Un amigo peluquero, al comienzo se mostró bastante frío ante nuestro mensaje y nuestra obra. Oramos que el
Señor lo transformara. Al cabo de un tiempo fuimos a visitarlo y lo encontramos llorando. Nos contó que había contraído cáncer a
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la garganta. Le testificamos y aceptó a Jesús como Salvador. Oramos concretamente por su curación y nos dijo que sentía que el
Señor lo había tocado. Cuando lo volvimos a visitar al cabo de unos días, los médicos no le habían encontrado nada anormal.
Actualmente, persevera en el estudio de la Palabra».
De Alison: «Un día recibí una llamada telefónica de mi hermana que me pedía desesperadamente que fuera a rezar por su
bebita de apenas dos semanas, que estaba en el hospital muriéndose de bronconeumonía. Los médicos dijeron que era
demasiado tarde, que se trataba de un caso terminal y que la niña moriría sin remedio. Mis padres y mi cuñado eran ateos
declarados en aquella época, así que les expliqué que mis oraciones no salvarían a la niña si ellos no se enmendaban con Dios y
oraban con fervor para que ocurriera un milagro. Le dije a mi cuñado que tal vez el Señor quería demostrarle que sí existía y que
lo amaba, y que si oraba de todo corazón, Dios podría sanar a su hija enseguida. Por fin, sintió que necesitaba mucho del Señor,
así que se humilló y rogó a Dios para que obrara un milagro. Al día siguiente, los médicos le iban a hacer unos exámenes para
determinar con más precisión cuál era el estado de la niña. Así que oramos en concreto que cuando los facultativos hicieran los
exámenes, descubrieran que la niña se había sanado del todo. ¡Y eso fue lo que sucedió! ¡Ni más ni menos! ¡Al día siguiente la
bebita estaba completamente sana sin que hubiera una explicación clínica posible! ¡Fue un milagro! Después de aquello, mi
cuñado empezó a dar testimonio ante todos sus amigos y compañeros de trabajo de que Dios sí existe y le salvó la vida a su hija».

¡Transformado!
Emma y Corrie (Rusia):
Fuimos a visitar a una amiga nuestra, pero no se encontraba. En cambio, estaba Olga, su mejor amiga. Al darse cuenta de
que éramos los cristianos de los que su amiga le había hablado, Olga comenzó a hacernos preguntas acerca de Dios y si Él era
capaz de proteger a Sus hijos. Nos contó que su marido se había dado a la bebida y que por momentos parecía casi sicótico.
Aquel esposo tierno y amoroso se convertía en un monstruo violento. Para colmo de males, ella había encontrado un arma en la
casa que no sabía de dónde había salido. Añadió: «Estoy tan desesperada que estoy dispuesta a intentar lo que sea»..
Le hablamos a Olga de la eficacia de la oración y de lo había hecho por nosotras. Luego le aconsejamos que se sincerase con
su esposo y le dijese cómo se sentía. Rezamos con ella y le aseguramos que el Señor era capaz de transformar a su marido y su
situación.
Cuando nos volvimos a encontrar con ella un par de días después, nos echó los brazos al cuello y nos abrazó profusamente.
Nos contó que había seguido nuestro consejo, le había dicho a su esposo cómo se sentía y había escuchado lo que él tenía que
decirle. A consecuencia de ello, había dejado de beber y su relación había mejorado de un modo ostensible. Le contó a su marido
que habíamos orado con ella. Los dos reconocen que fue el Señor Quien transformó sus vidas. Ahora quieren aprender más
acerca de Dios, de la Biblia y de la oración.

Examinemos ahora 12 pasos fundamentales para que nuestras oraciones tengan la debida eficacia.

1. Adoptar una actitud de agradecimiento y alabanza.


 Principio clave: ¡Complácelo alabándolo!
Antes de empezar a enumerar todas las cosas que te gustaría que Dios hiciera por ti, tómate un rato para alabarlo y
agradecerle todo lo que ya hecho por ti.
Filipenses 4:6. Sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.
(En la próxima clase ahondaremos más en el principio de la alabanza.)

2. Comenzar con un corazón limpio.


 Principio clave: «Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio» (Salmo 51:10).
Para poder tener fe en que el Señor responderá a tus plegarias hay que estar seguro de que las cuentas están claras
entre tú y Él.
1 Juan 3:20-22. Si nuestro corazón nos reprende, mayor que nuestro corazón es Dios, y Él sabe todas las cosas. Amados, si
nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios; cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de Él, porque
guardamos Sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de Él.
Salmo 32:5. Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones al Señor; y Tú perdonaste
la maldad de mi pecado. Selah
Si has obrado mal, lo que tienes que hacer para enmendarte es admitir tu culpabilidad, pedir al Señor que te perdone
y comprometerte a rectificar el asunto o reconciliarte con los afectados. Una vez cumplido eso, el Señor es presto a
perdonarte y a escuchar y responder a tus oraciones.
1 Juan 1:9. Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.
Dios no nos exige perfección. Solamente nos pide que pongamos nuestra voluntad de Su lado; que con todo el
corazón pongamos el máximo de nuestro empeño. Oremos como David de antaño:
Salmo 51:10. Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí.
Salmo 139:23. Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos.

3. Orar para que se haga la voluntad de Dios


 Principio clave: Valga la redundancia, pero la clave para conocer la voluntad de Dios es tener la voluntad para
cumplir Su voluntad.
Cuando te esfuerzas al máximo por complacer al Señor, a Él le complace concederte los deseos de tu corazón.
Salmo 37:4. Deléitate asimismo en el Señor, y Él te concederá los deseos de tu corazón.
1 Juan 5:14-15. Esta es la confianza que tenemos en Él, que si pedimos alguna cosa conforme a Su voluntad, Él nos oye. Y si
sabemos que Él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho.

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4. Anteponer las necesidades de los demás a las nuestras.
 Principio clave: Primero Jesús; luego los demás, y el último yo.
Dios espera que recemos por los demás y no solo por nosotros mismos.
Job 42:10. Quitó el Señor la aflicción de Job, cuando él hubo orado por sus amigos; y aumentó al doble todas las cosas que
habían sido de Job.
1 Tesalonicenses 1:2. Damos siempre gracias a Dios por todos vosotros, haciendo memoria de vosotros en nuestras
oraciones.
Salmo 41:1. Bienaventurado el que piensa en el pobre; en el día malo lo librará el Señor.
(En la próxima clase hablaremos más del deber que tenemos de orar por los demás.)

5. Ser concretos.
 Principio clave: Ser concretos en la oración garantiza que obtengamos respuestas concretas.
Jesús quiere que seamos concretos en nuestras peticiones. Él nos pregunta:
Juan 15:7. «¿Qué queréis que haga por vosotros?»
Las oraciones concretas obtienen respuestas concretas. Las plegarias elevadas en forma vaga y generalizada
normalmente son indicativas de una de tres cosas: O no estás demasiado preocupado por el asunto; o no sabes qué es lo
que quieres que el Señor haga; o, por último, no tienes fe en que sea capaz de hacerlo. De modo que te conviene ser tan
claro y concreto como si estuvieras firmando un cheque a cobrar en el Banco del Cielo. Llénalo con la cantidad exacta
que quieres, hazlo a tu nombre o del de otra persona que lo necesite, ponle fecha y será tuyo.
En los negocios que llevamos a cabo con otras personas solemos ser muy concretos, sobre todo si se trata de un
asunto importante que entraña una transacción monetaria. Somos muy cuidadosos de entender bien lo que pactamos.
Afirmamos que estamos «haciendo un trato» o «cerrando un trato» con una persona. Ello significa que en algún
momento estampamos nuestra rúbrica en la línea punteada y de forma muy concreta y con gran prudencia, cerramos el
trato. En nuestros tratos con Dios, tenemos que ser igual de concretos. Hay un momento en que firmamos —por así
decirlo— debajo de Sus promesas, tomamos a pie juntillas Su Palabra y cerramos el trato.

6. Poner todo el corazón.


 Principio clave: Ni la extensión ni el número de tus plegarias revisten importancia. Lo que cuenta es la fe con que
las elevas.
Es cierto que Dios sabe de qué tienes necesidad aun antes de que le pidas, pero de todos modos, espera que ores,
pues eso demuestra que dependes de Él, que lo necesitas. Le complace que declares concretamente que tienes fe en que
responderá a tus oraciones.
Dios quiere que demuestres interés y ores por las cosas. Y cuando se trata de algo grave o importante, Él quiere que
le pidas asistencia con toda seriedad. Si te despabilas, Él hará lo propio.
Jeremías 29:13. Me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón.

7. Ejercitar tu fe.
 Principio clave: Cuando la fe va al mercado, siempre lleva consigo una cesta.
¿En qué consiste la fe? En tomarle la Palabra a Dios. Consiste en creer que cumplirá lo prometido. Si tienes fe, poco
importa si la lógica o la razón no apuntan en la dirección de lo que quieres; sabes que se cumplirá porque Dios lo
prometió, ya sea que tu mente humana lo entienda o no.
Cuanto mayor es tu fe en la capacidad del Señor para responder a tus oraciones, mayores son las respuestas que
obtienes. Los dos ejemplos opuestos a los que hacemos referencia a continuación ilustran muy bien este principio: Al
acudir dos ciegos a Jesús para que les devolviese la vista, Él les preguntó si creían que era capaz de hacerlo. Al
responderle que sí, Él les dijo que «conforme a su fe» les sería hecho, y procedió a sanarlos.
Mateo 9:27-30. Pasando Jesús de allí, le siguieron dos ciegos, dando voces y diciendo: «¡Ten misericordia de nosotros, Hijo
de David!» Y llegado a la casa, vinieron a Él los ciegos; y Jesús les dijo: «¿Creéis que puedo hacer esto?» Ellos dijeron:
«Sí, Señor». Entonces les tocó los ojos, diciendo: «Conforme a vuestra fe os sea hecho». Y los ojos de ellos fueron abiertos.
Sin embargo, en otro caso leemos que en cierta ciudad no hizo muchos milagros a causa de la incredulidad de la
gente.
Mateo 13:58. Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos.
Así pues, queda bastante claro que la respuesta divina a tus oraciones está supeditada a la medida de tu fe.
¿Cómo se fortalece el músculo de la fe? Se nutre con la Palabra de Dios y se ejercita a diario por medio de la
oración.

 El que obtiene cosas de Dios demuestra su fe con sus acciones.


Santiago 2:17–18, 26. (17) Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. (18) Pero alguno dirá: «Tú tienes fe, y
yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras»... (26) Porque como el cuerpo sin
espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta.
¿Qué es una fe muerta? Es una fe inactiva. Es una fe inoperante. La fe auténtica no es pasiva; actúa según lo que
cree. Una persona creyente pone su fe en acción. Una vez que le ha pedido algo a Dios, actúa como si ya lo poseyese.
Cuando toma a Dios al pie de la letra en cuanto a alguna de Sus promesas, considera que esas palabras se han
convertido en obras, y actúa exactamente como si lo que pidió ya fuese suyo —que por fe ya lo es—, aunque sus
sentidos naturales le nieguen a cada paso del camino lo que esa fe ha reclamado como propio.
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En la Biblia se ilustra este principio en el caso de los leprosos a quienes Jesús les dice que se presenten ante el
sacerdote como condición para ser sanados. La Escritura dice:
Lucas 17:14. Mientras iban, fueron sanados.
Mientras iban —es decir, al traducir su fe en acciones—, Dios hizo lo que querían. Si empeñamos una voluntad
creyente, Dios honra ese paso haciendo lo que le pedimos. Tomemos en cuenta el caso del hombre de la mano seca.
Mateo 12:10, 13. (10) He aquí había allí uno que tenía seca una mano; [...] (13) Entonces dijo a aquel hombre: «Extiende tu
mano». Y él la extendió, y le fue restaurada sana como la otra.
El sitial de la fe es la voluntad. Queda claro que Dios espera que traduzcamos nuestra fe en obras.

8. Orar en el nombre de Jesús.


 Principio clave: ¡El nombre de Jesús tiene poder!
Al venir a la Tierra a morir por nuestros pecados, Jesús se convirtió en nuestro mediador ante Dios, el Padre. La
Biblia nos dice:
1 Timoteo 2:5. Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre.
Nos aproximamos a Dios por medio de Jesús.
Juan 14:6. Jesús le dijo: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al Padre, sino por Mí».
Sabemos que eso se aplica a la Salvación. Sin embargo, también es válido para la oración. Jesús les dijo en
reiteradas ocasiones a Sus discípulos que orasen en Su nombre:
Juan 14:13–14. Todo lo que pidiereis al Padre en Mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo
pidiereis en Mi nombre, Yo lo haré.
Juan 16:23b–24. Todo cuanto pidiereis al Padre en Mi nombre, os lo dará. Hasta ahora nada habéis pedido en Mi nombre;
pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido.

9. Invocar la Palabra de Dios.


 Principio clave: Cuando se ora conviene citar versículos e interpelar a Dios para que cumpla Sus promesas.
Dios tiene una bodega de tesoros inigualables y riquezas inagotables; todo lo que pudieras pedir o imaginar. En Su
Palabra te lo promete todo.
2 Pedro 1:4. Nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la
naturaleza divina.
Lo único que tienes que hacer es reclamar o reivindicar esas promesas.
La Palabra de Dios es un contrato al que Él se ha ceñido. El primer paso es familiarizarse con los términos del
contrato. Eso se hace leyendo Su Palabra. Luego, cuando oras, Él quiere que le exijas que cumpla esos términos. Al
recordarle Sus promesas demuestras que tienes fe en lo que ha dicho, que crees que es capaz de hacer lo que le pides y
que, en efecto, lo hará.
Naturalmente, el contrato también contiene cláusulas que debes cumplir. Muchas de las promesas divinas son
condicionales.
1 Juan 3:22. Y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de Él, porque guardamos Sus mandamientos, y hacemos las
cosas que son agradables delante de Él.
Para poder reclamar aquella promesa de que nos daría «cualquiera cosa que pidiéremos», debemos hacer todo lo
posible por guardar Sus mandamientos y complacerlo. Al cumplir con tu parte del trato tienes todo el derecho de
reclamar lo que Su Palabra te otorga.
Conviene memorizar unos cuantos versículos clave que puedas invocar cuando oras. En tu momento de necesidad te
fortalecerá muchísimo la fe. Además de los versículos que hayas memorizado, también puedes invocar Escrituras
simplemente leyéndolas.

10. No dar lugar a las dudas.


 Principio clave: Se debe orar ¡con fe!
Santiago 1:6-8. Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada
por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor. El hombre
de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos.
Es importante negarnos a dar lugar a pensamientos que contradigan la Palabra.
Se dice que hay dos tipos de cristianos: los que oran y realmente esperan que suceda algo; y los que rezan sin
esperar que ocurra nada. ¡Hay que aceptar que Dios ya respondió antes de ver siquiera la respuesta!
Marcos 11:24. Todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá.
Al orar, ¡es imprescindible tener fe! Es increíble la cantidad de personas que, después de haberle pedido a Dios que
les diera algo, también esperan que Él lo reciba por ellas. Queremos que, sin esfuerzo alguno de nuestra parte, Dios
descienda y nos lo deposite en las faldas. Él lo hará, pero con ciertas condiciones, que son: «Creed que lo recibiréis, y
os vendrá».

11. Darlo por hecho.

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 Principio clave: «Estar firme en la fe» (1 Corintios 16:13).
Toda oración que esté en consonancia con la voluntad de Dios y que sea conforme a lo que Él quiere y sabe que es
mejor para todos los afectados, será respondida —desde la perspectiva divina— antes de que se la haya concluido
siquiera.
Isaías 65:24. Y antes que clamen, responderé Yo; mientras aún hablan, Yo habré oído.
Puede que no nos responda exactamente conforme a nuestras expectativas, o que no veamos la respuesta enseguida,
pero Dios habrá dado inicio al proceso para que esa oración sea respondida en el momento que considere más oportuno,
siempre y cuando armonice con Su voluntad. De modo que una vez que le hayas presentado tu petición al Señor, es hora
de afirmarte en la fe. Debes confiar en que la respuesta está en camino y creer que si has cumplido con tu parte del trato,
el Señor hará lo propio, aunque a veces demore un poco. ¡Tienes que darlo por hecho!
(En la próxima clase ahondaremos más en el tema de las respuestas demoradas o inesperadas.)

12. Dar gracias a Dios por la respuesta.


 Principio clave: Lo que obtenemos por medio de la oración debemos lucirlo con alabanzas.
Es igual de importante concluir tus oraciones con alabanza y acción de gracias como lo es comenzarlas de esa
misma forma.
Así como somos concretos con Dios a la hora de pedirle cosas, debemos ser igual de concretos a la hora de
agradecerle lo que nos ha concedido. Debemos manifestar la misma medida de entusiasmo al agradecerle que la de
fervor al plantearle nuestras peticiones.
Si realmente crees que Dios ha oído y respondido tu oración, no tienes que esperar a verla plasmada; se lo agradeces
por fe.

Sinopsis de los 12 pasos


1. Adoptar una actitud de agradecimiento y de alabanza.
2. Comenzar con un corazón limpio.
3. Orar para que se haga la voluntad de Dios.
4. Anteponer las necesidades de los demás a las tuyas.
5. Ser concreto.
6. Poner todo el corazón.
7. Ejercitar la fe.
8. Orar en el nombre de Jesús.
9. Invocar la Palabra de Dios.
10. No dar lugar a las dudas.
11. Darlo por hecho.
12. Dar gracias a Dios por la respuesta.

Nota:
Hay otros aspectos de la oración los cuales no hemos tenido mucho tiempo para estudiarlos, tales como: respuestas
atrasadas, clases de oración, como establecer buenos hábitos de oración, más alabanza, escuchar al Señor, y mucho
más. Estos temas los abordaremos en la siguiente clase.

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