La Doctrina de La Pena de Muerte PDF
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PLANTEAMIENTO DE LA CUESTIÓN
' Una primera versión de este trabajo fue leída en el "Seminario Fundamentos
de los Derechos Humanos”, organizado por la Universidad Gabriela Mistral,
Santiago, Chile, en el mes de junio de 2000. En la presente versión el texto ha sido
considerablemente ampliado, Quiero manifestar mi más sincero agradecimiento
a mi amigo y colega Prof. Antonio Amado por sus observaciones y precisiones,
que me han permitido enriquecer el texto.
127
Tiene indudablemente un sesgo demagógico, que “hipoteca”
completamente el significado y el sentido de la reflexión.
128 i
desgraciado, en tanto conserve en él un vislumbre de humanidad”2. Es
preciso, pues, entrar en este tema con una gran humildad
intelectual, aquella que brota solamente de la fidelidad a la
verdad objetiva en toda su riqueza y esplendor.
Z lbid.
" "La justicia produce la paz indirectamente, alejando lo que sería causa de desunión;
la caridad la produce directamente, en razón de lo que ella es en sí misma, es decir, un
principio de unión, _1/a que lo que ella es en sí misma, es decir, un principio de unión, ya
que la paz es precisamente la unión realizada en las potencias afectivas, o del deseo"
Suma de Teología, lla-llae, q. 29, a. 3.
129
cívica, de las virtudes políticas y del sentido del derecho y de la libertad,
_1/ de todo lo que hay de actividad, de prosperidad niaterial y de tesoros
espirituales, de sabiduría tradicional inconscientemente vivida, de
rectitud moral, de justicia, de amistad, de felicidad, de virtud y de
heroísmo, en la vida individual de los miembros de la comunidad, en
cuanto todo esto es comunicable, y se distribuye y es participado, en
cierta medida, por cada uno de los individuos, a_i/udándoles así a
perfeccionar su vida 3/ su libertad de persona. Todas estas cosas son las
que constituyen la buena vida humana de la multitud”4. A partir de
aquí se entiende, que el bien común o la buena vida humana de la
multitudñ, no puede ser solamente un conjunto de ventajas y
utilidades, sino sobre todo rectitud de vida.
Por otro lado, existe una doctrina, en este caso ética, sobre
los derechos humanos en general y sobre la pena de muerte en
particular. Por esta razón, es preciso distinguir cuando se está
frente a una, y cuando se está frente a la otra. Esta distinción no
siempre es fácil, sobre todo si se tiene en cuenta que en esta
”modemidad posmoderna", lo que prima es una crisis muy
profunda de la inteligencia, crisis por la cual atraviesa la sociedad
occidental en su conjunto.
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que sirve a éste de inspiración para la acción 'político-histórica'”".
Como ha señalado el filósofo polaco, Lezek Kolakowski, la
ideología es "la totalidad de las concepciones que sin/en a un
grupo social (a una clase, pero no sólo a ella) para organizar
aquellos valores que son, a la vez, la conciencia mistificada de los
intereses de ese grupo, y el reflejo de su actividad”7.
" P. Georges Cottier O. P., La mort des idéologies el l' espérance, Paris, Les
Editions du Cerf, 1970, p. 17-40.
7 Lezek Kolakowski El hombre sin alternativa Madrid, Alianza Editorial, 1970,
p. 25.
132
LA IDEOLOGÍA SOBRE LA PENA DE MUERTE
13-l
juristas, políticos, sacerdotes y ”moralistas” han creído ver en la
pena de muerte una flagrante transgresión a la dignidad inviolable
de la persona humana, es decir, una realidad intrínsecamente mala,
contraria por consiguiente a la le_1/ natural (ley que en la mayoría
de los casos desconocen).
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Esta apertura del entendimiento a la verdad, implica
primera y fundamentalmente salir del ámbito de lo opinable, lo que
los griegos llamaban, doxa, para entrar en el ámbito de las certezas
y argumentos, que es el campo propio de la razón, lo que los
griegos llamaban episteme o ciencia.
13@ H
Es preciso plantearlo ab initio, la doctrina ética de la pena
de muerte, como toda genuina doctrina ética, parte de ciertos
principios sobre los cuales descansa toda la reflexión ¿Cuáles son
estos principios? En primer lugar, que existe una naturaleza
humana, y que esta naturaleza humana es la misma en todos los
hombres. Por esto decimos que todos los hombres son
esencialmente iguales. En segundo lugar, asumimos que el
hombre es un ser dotado de entendimiento o que posee una
inteligencia racional, y en cuanto tal, actúa comprendiendo lo que
hace, y por tanto tiene el poder o la capacidad de determinarse a
sí mismo aquellos fines que persigue. Por otro lado, poseyendo
una naturaleza o estructura ontológica, el hombre tiene fines que
corresponden necesariamente a su constitución esencial y que son
los mismos para todos. Todos los pianos tienen por fin producir
sonidos musicales, en cuanto pianos; si ellos no producen esos
sonidos, deben ser afinados, o ya no sirven. Del mismo modo,
puesto que el hombre está dotado de entendimiento, y se
determina, a sí mismo, sus fines, a él le pertenece adecuarse a los
fines necesariamente exigidos por su naturaleza. Esto quiere decir
que existe, en virtud misma de la naturaleza humana, un orden o
una disposición que la razón humana puede descubrir, y según la
cual la voluntad humana debe actuar para estar en conformidad
con los fines esenciales y necesarios del ser humano. La ley
natural o ley no escrita, considerada en su aspecto ontológico, no
es otra cosa que esto, es decir, este orden o esta disposiciónlque la
. I"
razon humana tiene que descubrir .
'I Véase en general, Jacques Maritain, La loi Naturelle on loi non ücrite, Suisse,
Editions Universitaires Fribourg, Texte inédit, établi par Georges Brazzola, 1986.
4 I37
como contrario a la lei/ de Dios ”“. Y enseguida, citando al hebraísta
J.-J. Stamm, sostiene que el quinto mandamiento debería
expresarse de este modo: "no causarzis la muerte de un hombre de una
manera ilegal arbitraria _i/ contraria a la sociedad ". En efecto, el texto
biblico original emplea la palabra hebrea ”rasah", Si atendemos al
texto y al contexto, podemos establecer que la prohibición se
reducía a la muerte causada por una acción ilícita e injusta contra
la vida de un israelitam.
" Julius Kakarieka, "Ideas de San Agustin en torno al oficio militar”, Revista
Católica Internacional COMMUNIO de Lengua Hispana para America Latina,
Santiago, Universidad Gabriela Mistral, 1999, N" 2, p. 112.
ias '
que ha nuestro entender, ha sido establecida en lo fundamental
por Tomás de Aquino.
140 '
las circunstancias atenuantes, a condición que el interés general
no se oponga, es decir que no implique una alteración importante
del bien comun.
ll Véase el notable estudio del filósofo alemán Heinz Schmitz, "De l' ordre el de
I' invention de l' ordre”, Nova et Vetera Suisse, 1981, n" 3, p. 224-233.
1' Suma de Teología, la-llae, q. 21, a. 4.
l4l
objeción. Veamos primero la objeción, y luego la solución
propuesta por santo Tomás:
i 42 '
Como ha señalado magistralmente el profesor Kakarieka,
"la vida es, siii duda, el bien más precioso que poseenios. ¿Pero sii
perdida significa la iui.ierte definitiva? La muerte del ciierpo no involiicra
la del aluia. El alma es inmortal; nadie puede siipriinirla. Por esta razón,
no hay qiie atribiiirle a la vida terrena un valor desproporcionado; y en
menor iuedida, tener apego a otros bienes"Z7.
qiie par un acte /iiiiiiain. Le droit ii la vie dii iioii coupable deineiire absoliiment
inviolable, quel qiie piiisse etre l' interêt dii bien coiiiiiiiui ii se diibarrasser de lui". Cour
de Tliéologie Morale, o. c., p. 113 _i/ 114.
1" Julius Kakarieka, a. c. p. 115. Por eso pensamos que detrás de numerosos
planteamientos contrarios a la pena de muerte de esconde un iiinterialisiiio
antropológico, que no siempre es fácil detectar.
3* Niceto Blázquez, "La peiia de iiiiierte”, p. 414 Ai/ 415, eii, Comentario
Iiiterdiscipliiiar A La ”Evangeliuni Vitae”, obra dirigida por Ramón Lucas Lucas,
Pontificia Academia Para La Vida, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid,
l99(1.
143
Por otro lado, la siguiente afirmación del dorninico
español, "el Aquinate defendió académicamente la presunta legitimidad
de Ia pena de muerte”, está plagada de errores. En primer lugar, la
defensa de santo Tomás no es "académica" sino teológica y
filosófica, más precisamente ella se ubica en la perspectiva formal de
la ética política (perspectiva que el autor parece ignorar completamente).
En segundo lugar, el Aquino no pretende defender una "presunta
legitimidad” de la pena de muerte. Lo que él hace propiamente, es
manifestar con plena claridad la legitimidad tanto teológica como
ontológica de la misma.
' 1b1a.,p.41s.
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ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE EL MAGISTERIO
DE LA IGLESIA
ll' Tony Mifsud, Angel Kreiman, John Cobb, Luis Hevia, [uicio n la pena de
muerte. La voz de las I lesias "La pena de muerte mm pe›'spi'ciivn católica Santiago,
Ediciones Paulinas, junio de 1990, p. 10.
l' Denzinger, 425.
Í: Deuzinger 773.
145
supone, es la legitimidad de la aplicación de la pena de muerte de
manera justa por parte de la autoridad política.
` Q_z_., 1939
ll Citado por el P. Labourdette O. P., Cours de Thêologie..., o. c., p. 114.
ll Tony Mifsud, o. c., p. 12.
14@ '
En el número siguiente, completa la doctrina formulada en
el anterior: "si los medios incruentos bastan para defender las vidas
humanas contra el agresor y para proteger de él el orden público y la
seguridad de las personas, en tal caso la autoridad se limitaría a emplear
sólo esos medios, porque ellos corresponden mejor a las condiciones
concretas del bien común y son más conformes con la dignidad de la
persona liziii1a›1a"`V.
147
justicia penal que sea cada vez más conforme con la dignidad del hombre,
y por tanto, en ultimo termino, con el designio sobre el hombre y la
sociedad. En efecto, la pena que la sociedad impone 'tiene como primer
efecto el de compensar el desorden introducido por la falta' (Catecismo de
la Iglesia Católica, N" 2266). La autoridad pública debe reparar la
violación de los derechos personales y sociales mediante la imposición al
reo de una adeciiada expiación del crimen, coino condición para ser
readinitido al ejercicio de la propia libertad. De este modo la autoridad
alcanza también el objetivo de preservar el orden público y la seguridad
de las personas, no sin ofrecer al misnio reo un estimulo y una ayuda
para corregirse y enmendarse”“. Y en el párrafo posterior agrega: Es
evidente que, precisamente para conseguir todas estas finalidades, Ig
medida _1/ la calidad de la pena deben ser valoradas y decididas
atentamente, sin que se deba llegar a la inedida extrema de la eliminación
del reo salvo eii casos de absoluta necesidad, es decir, cuando la defensa
de la sociedad no sea posible de otro inodo. Hoy, sin embargo, gracias a la
organización cada vez mas adeciiada de la institución penal, estos casos
. , . . . ,, 2
soii ya iiiiiy raros, por no decir practicamente inexistentes J .
149
que llegar al extremo de matar al criminal. Sin embargo,
generalmente los que hacen valer estos argumentos, tienen
habitualmente la tendencia a cometer el error de intentar probar
que se trata de una pena contraria a la ley natural, o al menos,
cuando ellos no tienen una idea muy clara de lo que es esta ley (lo
que es bastante frecuente), a lo que llaman la dignidad de la
persona humana (noción que no siempre tienen clara). Esta
argumentación es mala, por consiguiente no debe ser utilizada”.
41.
Véase, Coiirs de Théologie Morale, o. c., p. 114 y 115.
'I Diario El Mercurio Cuerpo A, jueves 8 de junio de 2000, p. 2.
ibici.
Evaiigeliuiii Vitae, N" 53. Coiigi'egacióii para la Doctriiia de la Fe, liistriiccióii
Doiiiiiii Vitae, sobre el respeto de la vida liiiiiiaiia naciente i/ la digiiidad de la
procreacióii, Introducción, N" 5.
l5l
diferencia de este planteamiento magisterial, lo que encontramos
en las afirmaciones del jesuita chileno, es una homologación pura
y simple entra la vida humana inocente y la vida humana de un
culpable, él cual no ha cometido un delito cualquiera o menor, sino
un delito flagrante que compromete al bien común de la sociedad
política.
152
A MODO DE CONCLUSIÓN
153
en reglas sagradas de un juego trágicamente serio-, sino en un
conocimiento adulto de las más íntimas necesidades de la vida de la
liuinanidad, de las exigencias reales de la paz y el ainor y de las energías
iiiorales y espirituales del lionibre"`H. Por eso hemos insistido tanto,
en otra parte, que la verdadera renovación política que gran parte
de los ciudadanos clama y anhela, serafílosófica o no serán.
" ibid.
Si Rodrigo Ahumada Durán, "La política: ¿ciencia social o etica social? Noms para
un debate episteiiiológico", Revista Minerva Santiago, Volumen XVIII, N" 46, junio
2000, p. 90.
` Véase, Rodrigo Ahumada Durán, "Consideraciones sobre la pena de iiiiierte
desde iina perspectiva etica”, Revista Temas de Dereclio Santiago, Universidad
Gabriela Mistral, Año XI, N" l y 2, Enero-Diciembre, 1996.
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