Calacuerda 4

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¡CALACUERDA!

Publicación de estudios históricos militares de la SHM

Año 1 – N.°4 – Octubre-Noviembre 2020

1820 - Bicentenario del paso a la inmortalidad del Gral. Manuel Belgrano - 2020

EN ESTE NÚMERO:
Instrumental topográfico romano

El Batallón de Voluntarios del Río de la Plata


en 1808

La aviación estratégica soviética entre


1945 y 1964

Figuras: miliciano de la Artillería Provincial de


Buenos Aires en 1807

La caballería de línea en las Provincias Unidas


1810-1820

Uniforme y estandarte del Escuadrón


de Húsares de Pueyrredón, 1807

La Guerra de Troya (II): Geografía, guerreros,


armas y tácticas

El Éxodo Misionero de 1817


1
NUESTRA PORTADA

Ilustra nuestra portada una soberbia obra de Gabriel Popolizio, gran colaborador y activo integrante de la SHM; la misma re-
crea a un soldado de la compañía de cazadores del Regimiento N.°6 de Infantería, también conocido como “de Pardos”, por formar
con tropa negra. Esta unidad tuvo su origen en el viejo Tercio de Naturales, Pardos y Morenos, de la gesta de 1807. Pasados esos días,
la reforma de 1809 del último virrey del Río de la Plata, Baltasar Hidalgo de Cisneros, lo reorganiza como batallón de milicias provin-
ciales, con 2 compañías de granaderos y 7 de fusileros. Apenas pasado un año, las medidas de la Junta de Gobierno pasaran a e levarlo
a regimiento, como al resto de la infantería de Buenos Aires, sólo que, sin numeración y continuando la denominación de Castas. En
junio de 1810 le son retiradas las compañías de Naturales (indígenas), quedando la unidad formada únicamente con tropa negra. Pron-
tamente entrará en servicio, siendo enviado a la banda Oriental, donde estará en activo durante los primeros años de la Revolución,
asistiendo al sitio de Montevideo; allí se destacaría en la batalla del Cerrito, el último día de 1812. Durante ese mismo año, a la par de
la creación de un sexto regimiento de infantería en el Ejército Auxiliar del Perú a principios de 1811, el de Castas comienza a ser
nombrado como el 6.° de Pardos. Tras la caída de la plaza es enviado como refuerzo al golpeado Ejército Auxiliar, en octubre de 1814,
donde arriba con menos de 300 plazas, al mando del teniente coronel Francisco Zelada. Actuó la unidad en la fallida campaña de 1815
al Alto Perú, que depararía en la derrota de Wiluma o Sipe-Sipe; al regreso a campo propio, las bajas sufridas motivarían la disolución
del cuerpo y el pase de sus restos a otras unidades. Volviendo a la ilustración, muestra ésta a un cazador con el uniforme decretado el
29 de marzo de 1814, sumamente sobrio y práctico: chaqueta de paño azul con adornos encarnados, botones de latón amarillo, centro
azul o, como en esta ocasión, de brin blanco; botines de paño o brin, zapatos. Completa el equipo correajes de ante, morral de lona y
tal vez una correa para un chifle o cantimplora. La gorra de suela, protegida por un forro negro de tela encerada o brin, que deja ver,
sin embargo, el pompón verde que lo identifica como tropa ligera. Es probable que llevara sardinetas amarillas por fuera de las botas.

Bibliografía
Luqui Lagleyze, J. M.; Historia y Campañas del Ejército Realista. Tomo I 1810-1820, Fund. Mater Dei, Rosario, 1997.

Fernández Rivas, J.; Uniformes del Ejército Argentino 1810-1820, All-Cop Ed., Buenos Aires, 1972.

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Equipo Editorial EDITORIAL

Año 1 – Número 4 - 2020 Continuamos en esta magna tarea que es la de difundir la frondosa
historia militar nacional y foránea; tan vasto es el tema que, sin embar-
go, decidimos ampliar aún más el panorama investigativo, de manera
Dirección y Redacción
de no agotar al lector con un foco demasiado redundante en lo “local”:
Diego Argañaráz sabemos que aún hay una enormidad que dilucidar, pero consideramos
que no amerita apresurarse cuando hay materias de sobrado interés,
que bien valen poner la mira en otras latitudes y temporalidades.
Consejo de Edición Por ello, encontraran en este número un abultado informe
Marcelo Molina sobre un tema apasionante, maridaje de mito y suceso histórico, como
Leonardo Diego Muñoz (SHM Córdoba) lo fue la Guerra de Troya. Posterior en espacio temporal, pero dentro
Miguel Escalante Galain de los que la ciencia histórica ha categorizado como “Antigüedad”,
Diego Alejandro Núñez veremos un artículo sobre los instrumentos con los que los romanos
Alejandro Millán Seeber llevaron a cabo sus proezas ingenieriles.
Volviendo al siglo XIX por estos lares, una serie de recons-
trucciones de uniformes del período de la intervención británica en el
Plata y posterior, serán, creemos, de sumo agrado para Uds. También
Colaboradores
se delinea en otro artículo, una reseña de la organización y tácticas de
Carlos Piñero la caballería argentina durante las guerras por la emancipación, objeto
Alejandro Canaval de estudio que se da la mano con las hazañas de Andrés Guacurarí,
Rodrigo Galeano personaje necesario de rescatar para el gran panteón patriótico.
Oscar Turchi Hache (SHM Córdoba) Por último, acercándonos a nuestra contemporaneidad, vere-
Daniel Castiglione mos algunos de los aspectos sobresalientes de la aviación estratégica
Gabriel Popolizio de la Unión Soviética, cuando el mundo vivía en la bipolaridad y el
Cristián Fernández terror a una hecatombe nuclear.
Roberto Ávila Como cierre, los últimos serán los primeros, por lo que la
magnífica obra de G. Popolizio se anticipa como disparador para un
Mariano De Nucci
futuro artículo sobre la infantería de las Provincias Unidas, en esos
aciagos años de batallar por el continente.

Miembros Honorarios de la SHM


Alberto del Pino Menck
Terry Hooker
John Fletcher

3
Mail: [email protected]
ÍNDICE
Octubre-Noviembre 2020

Editorial
3 Ejércitos
38 Caballería veterana en el Río de la
Tecnología Militar Plata 1810-1820
5 Instrumental topográfico romano Diego Argañaráz
Carlos Antonio Piñero
Uniformes
Uniformes 51 Escuadrón de Húsares de
12 Batallón de Voluntarios del Río de la Pueyrredón 1807
Plata 1808 Rodrigo Galeano-D.Argañaráz
Rodrigo Galeano-Diego Argañaráz
Batallas y Campañas
Ejércitos 53 La Guerra de Troya (II).Geografía,
15 Martillo Rojo. Aviación estratégica guerreros, armas y tácticas
soviética en los inicios de la Guerra Marcelo Molina
Fría 1945-1964
Diego Argañaráz Personalidades
70 Andresito Guacurarí y el Éxodo
Juegos de Guerra y Modelismo Misionero
35 Milicias de Artillería Provincial Juan Manuel Sureda
1806-1807
Diego Nuñez-D. Argañaráz

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Mundo Antiguo

Instrumental topográfico romano


Recopilación por Carlos A. Piñero

Roma, además de conquistadora fue civilizadora y constructora, por ende, en este artículo haremos
una sucinta reseña del instrumental utilizado por estos antiguos agrimensores. Los romanos se preocuparon de
contar con la infraestructura necesaria para facilitar el movimiento de sus fuerzas militares, además de agilizar
el acceso a determinadas regiones, vitales para su explotación económica.
Los caminos, puentes, murallas y otras construcciones de esa índole, lo que hoy llamaríamos ingenie-
ría civil, estuvieron estrechamente relacionados a su función castrense. El afán con que los romanos realizaron
estas construcciones, la importancia que tenían para sus objetivos, lo podemos ver hoy como un legado de la
pervivencia de muchas de estas ruinas arqueológicas, en toda la cuenca del Mediterráneo.

Instrumental
Para poder entender el proceso y definir una orientación castrense hay que repasar brevemente la ins-
trumentación disponible por parte de los agrimensores militares, estudiar su precisión y características, permi-
tir hipótesis y estimar el error cometido a la hora de establecer una orientación.

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Groma
Es el instrumento básico de los agrimensores, del cual se deriva su nombre alternativo (gromatici). La
groma es un instrumento mencionado a menudo en las fuentes clásica ("Corpus Agrimensorum"), denominado
en ocasiones como ferramentum. Se trata de un instrumento relativamente simple, formado por una cruz de
brazos perpendiculares, de cuyos extremos cuelgan plomadas (perpendicula). Dicha escuadra estaba unida a
un brazo por un perno que permite rotarla. El brazo, a su vez, se sostiene a la altura de los ojos mediante un
pie vertical terminado en punta, posiblemente en un trípode. Tenía como objetivo el realizar alineaciones en
ángulo recto. De herencia etrusca, probablemente como el gnomon (reloj de sol), relacionando la groma con
los puntos cardinales. Las evidencias arqueológicas, así como representaciones iconográficas (tal la lápida
sepulcral de AebutiusFaustus, o la estela de Nicostratus, hallada en Pompeya) sobre la groma han permitido
reconstruirla fácilmente, realizándose incluso estudios de arqueología experimental, existen varias representa-
ciones iconográficas. Esta última presenta una groma montada junto con un conjunto de jalones y cuerdas de
medición. Ambas representaciones tienen el problema de mostrar una groma cuyo pie está centrado con el
núcleo de la escuadra, lo que dificulta la alineación visual de las plomadas. Lo que ha permitido una recons-
trucción fiable de la groma fue el hallazgo de un ejemplar prácticamente completo durante las excavaciones
de Pompeya, donde se encontró el taller de un agrimensor llamado Varus, con un gran número de instrumen-
tos propios de su oficio. La groma pompeyana conserva parte del soporte para el pie desplazado respecto el
eje, lo que da lugar a la interpretación moderna de la groma.

Arriba: Instrumental romano, a la izquierda dioptra, a la derecha groma y en el extremo superior derecho, corobate.

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Por sus características, la precisión de la groma no puede ser muy elevada, su precisión angular de-
pende directamente de la calidad constructiva de la escuadra, es decir, de lo bien alineados que estén sus dos
brazos. Tanto la groma de Pompeya como la de Pfunz (otro hallazgo, en Alemania) tienen los brazos hechos
de metal, con posibles marcos o recubrimientos adicionales de madera. Una estructura así sería difícil de cali-
brar correctamente y, probablemente, se degradaría fácilmente con el uso (brazos torcidos por impactos, desa-
lineamiento de la estructura en el punto central, etc.). Se suponen ciertos problemas de estabilidad durante el
uso de la groma; según los estudios de los hallazgos, el peso de la escuadra sería de (4,81kg) lo cualcombaría
progresivamente el mástil.

Arriba:Groma reconstruida a partir de los hallazgos arqueológicos en Pompeya.

Las medidas precisas de la gromapompeyana presentan, además, importantes desalineaciones en los


brazos de metal debido a la corrosión. Es un instrumento muy afectado por la acción de agentes externos,
especialmente del viento. Las plomadas se encuentran sin cubrir, lo que reduce mucho la precisión lograda
con la más mínima brisa;esto ha sido confirmado mediante arqueología experimental. Por todo ello se debe
saber que la groma es un instrumento de baja precisión, y que es fruto de la tradición agrimensora. Otros ins-

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trumentos como (la dioptra o escuadra de agrimensor) permiten realizar las mismas actividades de forma más
fiable. Se deben tener en cuenta las limitaciones del instrumento. Allí donde se requiriesen grandes precisio-
nes, los agrimensores romanos se verían obligados a suplirla a la hora de sus mediciones con varias operacio-
nes desde todos los puntos, para reducir el error mediante la repetición y pequeños reajustes. La groma se
complementaba con otros instrumentos auxiliares.

La dioptra
Los astrónomos griegos utilizaban la dioptra para medir las posiciones de las estrellas. Tanto Euclides
como Gémino nombran la dioptra en sus trabajos astronómicos. En la época de Ptolomeo, en el siglo II, era un
instrumento astronómico considerado como obsoleto, habiendo sido sustituida por la esfera armilar. Es una
versión más exacta de la groma.
Un libro entero acerca de la construcción y el estudio de uso de la dioptra se le atribuye a Herón de
Alejandría, que fue "uno de los ingenieros más ingeniosos de la historia antigua y un gran sabio de las mate-
máticas aplicadas". La dioptra puede haber sido lo suficientemente sofisticada, por ejemplo, como para cons-
truir un túnel a través de una montaña entre dos puntos opuestos. Se especula que pudo haber sido utilizada
para construir el túnel de Eupalino. Llamado "uno de los mayores logros de la ingeniería de la antigüedad," se
trata de un túnel de 1.036 metros (4.000 pies) de largo, excavado en la isla griega de Samos a través del monte
Castro, en el siglo VI a. C., durante el gobierno del tirano Polícrates. También era usada para la construcción
de acueductos, calzadas romanas, etc. Era más sofisticado que la groma y podía ser utilizada para calcular los
ángulos y los gradientes, así como las distancias. Rotando una barra de observación alrededor de una mesa
central, el agrimensor podía calcular los ángulos y las distancias con respecto a un objeto secundario. Una
serie de pequeños niveles de agua que el instrumento llevaba unidos ayudaban al agrimensor a mantener la
dioptra perfectamente nivelada.

La escuadra de agrimensor
Es un instrumento, consistente en un cilindro de metal ranurado verticalmente a intervalos regulares,
de forma que cada pareja de ranuras se sitúa en el mismo plano. Los diferentes planos visuales se encuentran
separados angularmente por 90 o 45 grados. Este tipo de instrumentos se utilizaría de forma análoga a una
groma, realizando alineaciones para diversos ángulos. Este instrumento se documentó en una villa galo-
romana del s. III d.C. y, dado su buen estado de conservación, se ha logrado incluso medir su precisión angu-
lar. Las pínulas, o ranuras están excepcionalmente bien alineadas, con desviaciones angulares de hasta 0,4
grados.

La decempeda o pértica
Era una vara de madera simple que se usaba para medir distancias. Cada varilla graduada medía 10
pies romanos (3 metros) en total. Dos varillas se utilizaban para la medición de las longitudes mayores, con
cada varilla girada hacia abajo, una después de la otra.

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Arriba: Construcción de una vía romana; el proceso conllevaba primero, en caso de que fuera necesario, la desforestación de la zona
donde estaba proyectada la vía; luego se allanaba el terreno para que presentara una superficie firme. Luego se pasaba a la delimita-
ción de la anchura de la calzada, a través de la construcción de bordillo a todo lo largo de la misma. Se pasaba entonces a la cimenta-
ción, que consistía con la aplicación del statumen: piedra en bruto para crear una capa resistente que soportar el peso que pasaría
sobre la vía; con esto se evitaba que la misma sufriera daños que ameritaran su reparación con frecuencia. Sobre el statumen se
colocaban capas intermedias (rudus y nucleus), primero un relleno de arena o grava, con un grosor que disminuía a medida que las
capas ascendían. Luego de cada relleno, el terreno se apisonaba. La última capa, era la de rodadura o pavimentun, construida con
cantos rodados, apisonados y mezclados con arenas; también se utilizaban otros materiales que, en conjunto, buscaban permitir la
circulación suave de rodados. En las calzadas de mayor importancia, las vías se adoquinaban con piedras talladas de forma irregular.

El odómetro
Para la medición de distancias mayores, particularmente para los caminos que se planificaban o los ya
existentes, los agrimensores romanos usaban un instrumento llamado odómetro. Este dispositivo con ruedas
era colocado en la parte lateral de un carro. Cuando el carro se empujaba a lo largo, un engranaje unido a la
rueda del odómetro dejaba caer una piedra en un recipiente después de la finalización de cada milla romana.
Este dispositivo se utilizaba comúnmente para calcular la distancia entre las ciudades, dejando un hito perma-
nente colocado después de cada milla.

Unidades de medida
La unidad básica de medida de distancia, y de la que se basan todas las demás, es el pie romano y ha
sido investigada desde el Renacimiento. En España el gramático Elio Antonio de Lebrija (1444-1532) hizo

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pintar en la entrada de la Biblioteca de la Universidad de Salamanca, para que sirviese de patrón, un pie ro-
mano obtenido de las mediciones que efectuó en el estadio de Mérida y en la Vía de la Plata entre dos milia-
rios, con una medida de 0,2957 metros.

El sistema romano de medidas de longitud contaba con las siguientes unidades:

Actusvorsus, o surco de 24 pasos, 35,489 m o 120 pies.


Cubitusoulna, semejante al codo, que equivalía a 6 palmos, a 44,355 cm o a 3/2 pies.
Digitus, o dedo, que equivale a 18,481 mm o a 1/16 pies.
Gradus, que equivalía a 40 dígitos, 10 palmos, es decir, 73,925 cm o 5/2 pies. Es una medida semejante al
paso de épocas posteriores.
Leugaoleuca es una antigua medida itinerario de la Galia y que se encuentra grabada hasta en Germania en las
piedras miliarias. Equivalía a 1.500 pasos romanos = 2,22 km.
Milliapassus, que dio origen a la milla; su nombre viene de que son 1.000 pasos, es decir, 1.478,5 m o 5.000
pies.
Palmipes, o palmo-pie, que equivalía a 20 dedos o a 5 palmos, es decir, 36,9625 cm o 5/4 pies.
Palmus, en realidad no está relacionado con el palmo (que sería la medida entre los extremos de los dedos
pulgar y meñique con la mano extendida), sino más bien con el coto castellano, que es el ancho de la palma de
la mano cerrada sin el dedo pulgar, y equivalía a 4 dedos, 7,3925 cm o 1/4 pies.

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Passus, en realidad sería un doble paso y era la distancia entre dos apoyos del mismo pie mientras se camina.
Equivalía a 2 grados, 20 palmos, 5 pies o 1,4785 m.
Decempeda o pértica, equivalente a 10 pies, 2,957 m, 2 pasos, 4 grados u 8 palmipes.
Peso pie, que comprende 16 dígitos o 4 palmos, es decir, 29,57 cm. El arquetipo de pie romano está deposita-
do en el templo de Juno Moneta.
Stadium, o estadio, que comprende 125 pasos, es decir, 184,81 m.

Para medidas de longitud se utilizaba la pértica o el actusvorsus. El actusvorsus cuadrado, multiplica-


do por dos, daba el iugerum.

Unidad romana Nombre en latín Pies Equivalencia metros Millas

Pie romano pes, pedis (plural) 1 0,2962 m 1/5.000

Paso simple gradus 2,5 0,7405 m 1/2.000

Paso doble passus 5 1,481 m 1/1.000

Estadio romano stadium 625 185,125 m 1/8

Milla romana miliapassuum 5.000 1.481 m 1

Legua romana leuga 15.000 4.443 m 3

Bibliografía
Dilke, O. A. W.; The Roman land surveyor: an introduction to the agrimensores, Ed. Davis & Charles, 1971.

Ball Platner, S. A.; Topographical Dictionary of Anciente Rome, Oxforr University Press, Londres, 1929.

Aportes del Sr. Hugo vonZeschau a la SHM.

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Uniformes

Batallón de Voluntarios del Río de la Plata


1808
Rodrigo Galeano-textos D. Argañaráz

12
Luego de las jornadas de 1807, a pesar del tratado que aseguró la evacuación de Montevideo por las
tropas británicas y, así, la disolución de la amenaza extranjera, el estado de la cuestión en Europa no avizoraba
horizontes pacíficos para la región. Dada la situación, se consideraba necesario mantener la fuerza militar
levantada para afrontar al invasor; no obstante, la pobreza del erario movió a Liniers a realizar recortes en los
gastos y, en julio de 1807, se tomaba la resolución de mantener el prest sólo a la Legión de Patricios y al Es-
cuadrón de Húsares de Pueyrredón: el resto permanecería, pero sin el goce del sueldo.
Otra medida, considerada necesaria para no a sufrir la contingencia de ver a Montevideo nuevamente
en manos enemigas, fue reforzar la plaza con más tropas. Así, en la misma Junta de Guerra que decidiera lo
anterior, se estableció en su artículo tercero: “Que de todos los cuerpos voluntarios se forme uno, compuesto
por diez compañías, con ochenta plazas cada una, con la denominación de Voluntarios del Río de la Plata,
para ir a guarnecer la plaza de Montevideo durante la guerra.” Se determinaba, complementariamente, que
la soldada sería de $ 12 mensuales para la tropa, $ 13 para los cabos 2.°, $ 14 para los cabos 1.°, $ 16 los sar-
gentos 2.° y $ 18 los sargentos 1.°.
Además, la comisaría haría entrega de un vestuario cuya duración debía ser por veinticuatro meses;
este vestuario es el recreado en la lámina que abre el artículo: como tal, vemos ya la influencia de los unifor-
mes que se impondrían en el período 1809-1810, alejados ya de la sobria simpleza de los cuerpos voluntarios
de las jornadas de 1807. El traje del cuerpo constaría, para fusileros y granaderos, de casaca corta azul con
divisa blanca, vueltas y vivos encarnados, botón amarillo, centro blanco; aparece en la infantería porteña el
uso de chacós, morriones o, como propiamente se denominaron en Argentina hasta mediados del siglo XIX,
“gorras de suela”, inspiradas, tal vez, en los stovepipe de las tropas británicas. Los granaderos, como era co-
mún, llevaban gorras de piel con manga encarnada y, probablemente, adornada ésta a más de los vivos, con el
escudo de la ciudad. Completan el equipo correajes de ante y mochila de cuero de chivo. El oficial superior
lleva el mismo traje, con lógica mejor construcción y calidad de paño; lleva las divisas de grado hispanas, en
uso en el Plata hasta la modificación de 1813: esto es, para el teniente coronel, de dos galones del color del
botón por dentro de las vueltas. Según Louis de Beaufort, el traje de diario o cuartel de la tropa era chaqueta y
calzón de brin blanco, botón amarillo, con gorra de manga azul con vuelta blanca y vivos y borla encarnada.
Como dato curioso, al menos dos compañías fueron armadas con fusiles franceses Charleville
Mod.1777, estando en Montevideo. A finales de 1808 había arribado desde Europa un bergatín, la Consola-
teur, con un cargamento de armas y equipos que, acosado por naves británicas, se vio obligado a embarrancar
en la costa, siendo luego incendiado. Sólo se pudieron recuperar, del armamento, menos de 300 fusiles de los
cuales un tercio estaban muy dañados o necesitaban reparación. De ellos, 120 se entregaron al cuerpo, como
comunicaba el gobernador de la plaza, Francisco Xavier de Elío a Liniers, en septiembre de ese año.

13
Fusil Charleville Mod.1777

Bibliografía
Beverina, J.; El Virreinato de las Provincias del Río de la Plata. Su organización militar, Círculo Militar, Buenos Aires,
1992.

Demaría, R. M.; Historia de las armas de fuego en la Argentina 1530-1852, Ed. Cabargon Buenos Aires, 1972.

Villegas, A., de Beaufort, L.; Los uniformes militares usados en el Río de la Plata (1702-1810), Biblioteca de Mayo,
Tomo XIX, Senado de la Nación, Buenos Aires, 1964.

14
Ejércitos

Martillo Rojo
Aviación estratégica soviética en los inicios de la“Guerra Fría”
1945-1964
por Diego Argañaráz

Introducción
Este trabajo busca servir de disparador para los interesados en el período del fenecido mundo bipolar.
Desde el fin de la segunda “Gran Guerra”, los diversos Estados del globo se vieron forzados, directa o indirec-
tamente a plegarse a uno de los bandos, conformados por el bloque occidental o capitalista, y el bloque socia-
lista y Oriental. Ambas potencias pasaron casi medio siglo en un clima de enfrentamiento indirecto, por lo
menos públicamente, pero que más de una vez puso al mundo en vilo por el peligro de una guerra nuclear. De
las vías de proyección de ese poder, se acotará aquí a la aviación estratégica soviética, enmarcada en la fase
inicial de la “Guerra Fría”.

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El por qué de esa periodización es funcional a analizar la visión de la URSS ante el nuevo equilibrio
de poder en el mundo post-1945, terminado el estudio con la caída de Primer Secretario del PC, Nikita
Jrushchov, dado que, en su tiempo como líder de la URSS, se daría un cambio en la política geoestratégica
que moldearía a la aviación estratégica a futuro.

Las Fuerzas Aéreas Militares


Por sus siglas en ruso, VVS, en realidad la URSS no contaba con “una” fuerza aérea con mando unifi-
cado, sino que, para inicios del período en estudio, el componente aéreo militar formaba con dos armas aéreas
(aparte del componente aeronaval): las Fuerzas de Defensa Aérea (PVO), a cargo de la fuerza de interceptores;
y las citadas VVS, subdivididas en la Aviación Frontal (FA), encargada del apoyo táctico al ejército; la Avia-
ción Estratégica (DA), con los bombarderos pesados; y la Aviación Militar de Transporte (VTA).
En cuanto a su organización, en 1942 se crearon los Ejército Aéreos, con el objetivo de servir de apo-
yo a un comandante de Frente particular; cada ejército comprendía un número de divisiones, por lo general
con un rol específico y no multipropósito. Cada división estaba constituida por de 3 a 4 regimientos, cada uno
con 50 aparatos de un único tipo. Con el paso del tiempo y los nuevos desarrollos tecnológicos (perfecciona-
miento de los misiles superficie-aire, aparición de los misiles intercontinentales) irían desglosándose otros
organismos en la VVS, para cubrir esos servicios.
Aquí se hará una reseña de la aviación estratégica en los inicios de la conformación del mundo bipo-
lar, surgidos de las cenizas de la segunda gran conflagración global.

La aviación estratégica
Tras desaparecer en los tumultos de la guerra civil rusa, la promisoria aviación estratégica rusa fue
restablecida a principios de la década de 1930, con aparatos modernos como el cuatrimotor Túpolev TB-3 y,
en 1940, el Petliakov Pe-8. No obstante, los soviéticos no se habían dedicado a delinear el empleo táctico
acorde para estos aparatos y, el estallido de la guerra y la confusión reinante, tampoco ayudó a ese objetivo.
Habiéndose constituido sólo 2 regimientos de bombarderos pesados, éstos fueron malgastados en ataques
diurnos contra objetivos tácticos, frente a una Luftwaffe aún en excelente estado.
La urgente necesidad de aviones de apoyo táctico y de caza, para apoyar a las fuerzas terrestres y fre-
nar a la aviación alemana, así como para reemplazar a los perdidos desde junio de 1941, motivó que la indus-
tria aeronáutica soviética se abocara a la fabricación de cazas, aviones de ataque a tierra y bombarderos lige-
ros, dejando de lado a los bombarderos pesados. A pesar de esto, en 1942 se creó el arma estratégica como
servicio independiente, aunque limitada a los Pe-8 y los bimotores Ilusshyn Il-4, que continuaron llevando a
cabo misiones estratégicas y tácticas.

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Arriba: el Petliakov Pe-8 tenía una tripulación de 11 hombres y un radio de acción de 1.600 km, con 1.000 kg de bombas; para distan-
cias más cortas podía llevar un máximo de 4.000 kg. Ya casi obsoleto como bombardero para finales de la Segunda Guerra Mundial,
continuó prestando servicio en otras funciones, como banco de pruebas en el desarrollo de motores, en misiones de enlace, etc.

En tanto, para 1944 los masivos bombardeos llevados a cabo por la aviación aliada contra Alemania
llevaron al Comité Estatal para la Defensa (GKO, por sus siglas en ruso) a ordenar el desarrollo de un bom-
bardero pesado, de largo alcance y alta velocidad. Ese mismo año, paradójicamente, el servicio de bombarde-
ros pesados fue integrado al 18.° Ejército Aéreo, perdiendo su carácter independiente. Para finales de la gue-
rra, la URSS sólo contaba en su fuerza aérea con bombarderos medios bimotores (incluso algunos B-25 Mit-
chell, gracias al programa de Préstamo y Arriendo estadounidense), claramente insuficiente como medio de
proyección estratégica en el nuevo orden mundial que se configuraba: el final del conflicto trajo una rápida
delineación de nuevas fronteras político-ideológicas, que configurarían el globo por casi medio siglo.

Planificación central
La metodología de investigación y desarrollo en la industria aeronáutica soviética se regía, lógicamen-
te, según los parámetros verticalistas de la economía planificada soviética. En concreto, el Ministerio de In-
dustria de Aviación (MAP, por sus siglas en ruso) tenía a su cargo una serie de departamentos u oficinas de
construcción experimental (OKB, por sus siglas en ruso) que, a pesar de su nombre, sólo estaban abocados al
diseño. La investigación estaba a cargo de dos entidades centralizadas separadas, el Instituto Estatal Central de
Aerodinámica e Hidrodinámica (TsAGI), y el Instituto Central de Motores de Aviación (TsIAM). El curso de
la propuesta para un nuevo aparato seguía el siguiente curso: un organismo estatal, como el Consejo de Minis-
tros de la URSS (CMCCCP) emitía las directivas para un nuevo aparato con determinadas características ge-
nerales; el MAP, luego, delegaba en varios OKB el diseño de un proyecto. Sobre la marcha, a estos parámetros
generales se sumaban los requerimientos específicos de la VVS.
Una vez que determinado proyecto era aprobado por una comisión, el MAP autorizaba la construcción
de un modelo a escala real que, tras otra ronda de inspección oficial, podía llegar a aprobase la construcción
de un prototipo en alguna de las Fábricas Estatales de Aviación (GAZ)1. Era necesaria la coordinación entre

1
Algunos pocos OKB de renombre, como el OKB-156 encabezado por de Andréi Nikoláyevich Túpolev, tenían la infra-
estructura necesaria para llegar a construir prototipos, pero eran la excepción.

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las oficinas de diseño y los institutos encargados del desarrollo de motores y las soluciones de ingeniería aso-
ciadas, lo que a menudo traía no pequeñas complicaciones.
En este curso de acción intervenían varios factores que podían llevar al fracaso de un proyecto, no
siendo menores los conflictos de intereses entre determinadas OKB, con menor o mayor cercanía a los círculos
de decisión estatal. Esto último podía ir en ambos sentidos: un proyecto prometedor, pero que se encontrara
con la oposición de un reconocido director de OKB, de algún funcionario estatal o, incluso, de los mandos de
la VVS, podía quedar en la mesa de diseño o con el prototipo destinado a desguace; mientras que, de la misma
forma, un avión de mediano rendimiento podía recibir el espaldarazo de algún allegado al poder.

El B-29 “rojo”
Durante la guerra, como se mencionó antes, Estados Unidos se había negado a entregar bombarderos
pesados a la Unión Soviética como parte del sistema de préstamo y arriendo. Con el fin del conflicto, Stalin
consideraba la carencia de un bombardero de largo alcance como una grave falencia para la URSS, en el con-
texto de la creciente oposición con los estadounidenses. De allí que la iniciativa de la GKO (ver más arriba) en
1944, recibió la más alta prioridad, con los OKB de Myasishchev y de Túpolev presentando sus diseños en
1945 (el segundo trabajaba en un proyecto de bombardero de largo alcance desde finales de 1943). No obstan-
te, un suceso exógeno cambiaría el curso de la historia.
A finales de 1944, cinco ejemplares de B-29 Superfortress, el bombardero estratégico más moderno
de la fuerza aérea norteamericana, realizaron aterrizajes de emergencia en territorio soviético, en la región de
Vladivostok, tras recibir daños en sus corridas de bombardeo sobre Japón. Todos los aparatos fueron interna-
dos (los tripulantes fueron repatriados) y Stalin en persona ordenó que se procediera a la copia del aparato.
De todos los B-29, tres pudieron ser restaurados a condiciones de vuelo2, siendo enviados a Moscú, al
OKB-156, a cargo del ingeniero A. N. Túpolev; mientras uno de los aviones pasaba por un estrecho análisis
en un centro de investigación de vuelo, otro pasó por un proceso de ingeniería inversa, examinando hasta el
último remache del aparato. Un tercero se mantuvo en reserva, por si el primero sufría un accidente. Uno de
los principales problemas que se avizoraba era la cuestión de la motorización; no obstante, ocurrió que el mo-
tor a pistón enfriado por aire Shvetsov Ash-73TK era similar en prestaciones al original Wright R-3350, lo
que despejó la necesidad de copiarlo. A finales de junio de 1945, el Comisariado del Pueblo para la Industria
Pesada (NKAP) ordenó iniciar la producción de los primeros aparatos de pre-serie, denominados entonces B-
4, en Kazan con Túpolev aún como ingeniero jefe.
En 1946, de la mano de la nueva política, fue restablecida el arma aérea estratégica como servicio in-
dependiente, con la creación de la Aviación de Largo Alcance (DA). Eran momentos de creciente hostilidad
entre ambos bloques, en particular por la crisis que se gestaba con respecto al futuro de la Alemania ocupada;
Stalin deseaba que el nuevo rol internacional contara con la apoyatura necesaria para ser un rival creíble frente

2Un cuarto no pudo ser recuperado, y el quinto fue devuelto a Estados Unidos que, por otra parte, consideraban que los
soviéticos eran demasiado “atrasados” como para hacer algo con ellos.

18
a Estados Unidos. De allí, la búsqueda de saltar escalones, copiando primero al B-29 y, luego, a la bomba
atómica estadounidenses.

Arriba: Túpolev Tu-4, el primer bombardero de largo alcance realmente moderno de la VVS; con una velocidad máxima de 558 km/h
a 10.000 metros, y un alcance de 5.100 km con de 2.000 kg de bombas (máximo 8.000 kg de bombas), su empleo estratégico estaba
limitado Europa.

En tanto, tras dos intensísimos años de duro trabajo, en mayo de 1947 un B-4 realizaba su primer vue-
lo y, en octubre de ese año con la designación oficial de Tu-4, se ordenó su entrada en producción, con los
primeros aparatos de serie entrando en servicio activo en 1948 (estaría en producción hasta 1952, con casi 900
ejemplares construidos). Comenzó entonces un riguroso trabajo, pero ahora para las tripulaciones de los nue-
vos bombarderos: a pesar de tratarse de una copia del modelo estadounidense con menor rendimiento en algu-
nos parámetros, se trataba de un aparato de última generación para su época y para los estándares soviéticos.
Coadyuvó, además, a que los analistas debieran enfocarse en desarrollar nuevos parámetros para la guerra
estratégica, a la vez que abrió el camino al diseño de nuevas aeronaves.

“How I learned to stop worring and love the Bomb” 3


En 1941, las investigaciones soviéticas sobre tecnología nuclear, con antecedentes desde la década de
1920, fueron clasificadas como de alto secreto y puestas a cargo, como jefe político, del temible Lavrenti Be-
ria4. Para finales del a guerra, éste azuzaba a los científicos a producir en el menor tiempo posible un arma
nuclear que fuera idéntica a la empleada por Estados Unidos en Hiroshima, a pesar de que éstos habían descu-
biertos mejoras aplicables al arma. En 1946 había entrado en funcionamiento el primer reactor nuclear ruso,
funcional a obtener la materia prima para concretar la bomba.

3Títulodel film de 1964 “Dr. Strangelove or How I learned to stop worring and love the Bomb”, Dir. Stanley Kubrick.
4Lavrenti Pávlovich Beria (1899-1953), dirigente comunista y miembro de politburó del Comité Central del Partido Co-
munista de la Unión Soviética, se hizo renombrado por encabezar desde 1938 el Comisariado del Pueblo para Asuntos
Internos, más conocido como NKVD, encargado de las peores represiones del estalinismo.

19
Finalmente, en agosto de 1949 se probaba con éxito el primer artefacto nuclear soviético, la bomba
RDS-1, con una potencia de 22 kilotones, en un sitio de pruebas al noroeste de la entonces República Socialis-
ta Soviética de Kazajastán, en Asia. Si bien la noticia asombró al mundo, en realidad la manía persecutoria de
Beria había llevado a que el objetivo del proyecto quedara acotado en conseguir una explosión atómica, sin
planificar la continuación del desarrollo de futuros artefactos. De manera que, por un lado, el logró acercaba a
la URSS al campo de la guerra estratégica, pero, por otro, quedaba seriamente limitada por la carencia de ar-
mas adicionales. En comparación,
para 1947 Estados Unidos contaba
con una treintena de B-29 modifi-
cados para arrojar bombas nuclea-
res. Beria, más preocupado por
aprovechar el éxito del proyecto
para afianzar su posición en el
Kremlin, desatendió las recomen-
daciones de los científicos del pro-
grama, con lo que pasarían otros

Arriba: Réplica del tipo de los primeros artefactos nucleares desarrollados por la
dos años hasta que esta barrera
Unión Soviética; fueron fundamentales los trabajos del equipo científico, así como pudiera ser franqueada y seguir
el aporte del servicio de inteligencia, que pudo acceder a datos vitales de los pro-
yectos atómicos estadounidense y británico.
avanzando en el proyecto.

La Aviación de Largo Alcance


A pesar de que la nueva aviación estratégica carecía de un arsenal nuclear, la entrada en servicio del
Tu-4 fue preparando los recursos humanos y materiales. La Aviación de Largo Alcance se reorganizó a prin-
cipios de 1949 en tres ejércitos aéreos: el 50.° con cuartel general en Smolensk, el 43.° en Vinnitsa y el 65.°
en Jabárovsk. La primera mitad de la década de 1950 fue incrementando el entrenamiento de sus pilotos y
avizorando las dificultades inherentes a los vuelos de larga duración, así como desarrollando capacidades para
extender el alcance de sus aeronaves a través de la introducción del repostaje en vuelo.
No obstante el avance que significó el Tu-4, carecía de la capacidad para alcanzar Estados Unidos con
perspectivas de volver a suelo patrio; esto era una clara desventaja frente a sus homólogos norteamericanos,
en particular al nuevo Convair B-36 Pacemaker, que había entrado en servicio en el Comando Aéreo Estraté-
gico (SAC, por sus siglas en inglés) en 1948: pese a las críticas que generó el nuevo aparato (tanto pos su fia-
bilidad como, no menos, por su elevadísimo costo), las USAF había logrado la capacidad de realizar misiones
en territorio soviético desde bases en Estados Unidos, y volver. Frente a esto, la URSS no tenía respuesta efec-
tiva, lo que alentó el desarrollo de aeronaves que pudieran cumplir ese cometido, aún más dado que el pro-
grama nuclear había logrado salir del atolladero y, en septiembre de 1951, se probaba el segundo artefacto
nuclear, esta vez de diseño local (denominado RDS-2 y con una potencia de 38 kilotones). Hasta ese momen-
to, estas pruebas se realizaban desde montajes fijos, pero en octubre de ese año un Tu-4 especialmente modifi-

20
cado arrojaba la primera bomba de explosión aérea, la RDS-3. Se trató de todo un salto adelante para la pro-
yección estratégica soviética, dado que ahora contaban con un tipo de artefacto nuclear realmente efectivo, por
lo que rápidamente comenzó su producción en masa. Un efecto colateral fue que, conscientes de su retraso
con respecto a los estadounidenses, los soviéticos comenzaron a realizar rápidos progresos en el desarrollo en
el armamento termonuclear.
No obstante, quedaba la paradoja: se contaba finalmente con las “atómicas”, pero no con una aeronave
capaz de llevarlas a su objetivo.

Nuevos desarrollos
La necesidad de alcanzar Estados Unidos y dar a la aviación estratégica en sentido real motivó que,
los proyectos para el diseño de un bombardero intercontinental, se aceleraran. La duda estaba en el tipo de
motorización que estos futuros aparatos debían llevar: si bien los turborreactores parecían cada vez más con-
fiables, para 1950 aún había dudas sobre si podrían equipar a aparatos pesados. No obstante, el estallido de la
guerra de Corea vendría a confirmar que los bombarderos a pistón habían quedado obsoletos: entre el 22 y el
24 de octubre de 1951, al menos cinco B-29 fueron derribados por “voluntarios” soviéticos montados en sus

Arriba.: Túpolev Tu-95; el prototipo original estuvo listo en 1952, realizando su vuelo inaugural a finales de ese
año. Trágicamente, en 1953 resultaría destruido en un accidente que motivó que el MAP desviara la fábrica
asignada para su producción a la manufactura de su competidor, el M-4. Túpolev trabajó contra reloj para evitar
la cancelación del proyecto, logrando poner el segundo prototipo en vuelo en 1955. Con nuevos motores, el
aparato resultante, el Tu-95M, se transformó en la versión de producción estándar en 1956, con un alcance de
15.000 km. Esto le daba un radio de acción que le posibilitaba llegar a objetivos en el NO de EEUU, pero para
cubrir todo el territorio estadounidense, debía transitar por las inhóspitas bases árticas. Para remediar esto, a
finales de los cincuenta se dotó a los bombarderos con una sonda de repostaje en vuelo (variante Tu-95KD);
estos mismos aparatos estaban especializados en el lanzamiento de los enormes misiles cruceros Raduga Kh-20.

21
MiG-15. El conflicto, así como otros escenarios de crisis, avivaron el clima de confrontación en ambas poten-
cias; tanto el Kremlin como Washington creían que no se llegaría a la mitad de la década sin que desatara la
tercera guerra mundial.
Los OKB de Túpolev y Myasishchev tomaron a su cargo la competencia por suplir a la VVS de un
bombardero de largo alcance. El primero trabajó sobre la base de un proyecto anterior, de 1948, iniciado ante
las carencias del Tu-4; el problema era complicado, ya que era necesario equilibrar el tipo de motorización, el
tamaño del aparato, la velocidad, el techo de servicio y, fundamental, el alcance, parámetro en donde debía
tener un radio de acción mínimo de 5.000-6.000 kilómetros. A pesar de las presiones de los mandos aeronáu-
ticos e industriales, se decidió equipar al aparato con unos nuevos turbohélices, desarrollados por el OKB de
Kuznetzov, que le daban suficiente empuje para lograr una velocidad máxima de más de 900 km/h y, más
importante, un alcance máximo de 15.000 kilómetros. Este apartado era clave, ya que el competidor del Tu-
95, el Myasischev M-4, un cuatrimotor a reacción atractivo y moderno, no cumplía con los requerimientos de
la VVS: con la misma carga de guerra que el aparato de Túpolev, alrededor de 5.000 kg, apenas era medio
centenar de kilómetros por hora más rápido, pero su alcance se reducía enormemente. Incluso en condiciones
ideales (a velocidad crucero a techo máximo) no contaba con el radio de acción suficiente para ir y volver a un
objetivo en Estados Unidos.

Arriba: Myashchev M-4; la aparición de este bombardero sorprendió y previno al bloque occidental, sin embargo, su
entrada en producción tuvo mucho que ver con el accidentado programa del Tu-95. Con los primeros aparatos en la
cadena de montaje en 1954, ya era notorio que no cumpliría con los requerimientos de la VVS para un bombardero
intercontinental y el CMCCCP ordenó ese mismo año el desarrollo de una conversión de M-4 a aviones cisterna,
programa que recién estuvo listo para 1958. En tanto, para el Kremlin era claro que, aún con la entrada en servicio de
este aparato y la del Tu-95, seguían careciendo de un avión comparable al estadounidense B-52. Dado ello, el OKB
Myashchev desarrolló un nuevo modelo, el M-4 3M, con nuevos motores, modificaciones en el fuselaje, nueva avió-
nica, etc. Se fabricaron un total de 85 aparatos hasta 1960, cuando cesó su producción.

22
Para ambos OKB la situación se tornó dificultoso, con accidentes, problemas en los diseños y opinio-
nes a favor o en contra del gobierno y la industria, pero la necesidad de los bombarderos pudo más: aun cono-
ciendo el rendimiento insatisfactorio del M-4, en 1954 se autorizó su producción en serie, antes que la del Tu-
95. Sin embargo, al mismo tiempo, desde el gobierno se ordenó el desarrollo de versiones cisternas de los
bombarderos M-4 y Tu-165, para repostar en vuelo a los primeros y posibilitar así realizar misiones estratégi-
cas. En tanto, recién en 1956, con el inicio de la producción de Tu-95 la DA tendría finalmente un bombardero
capaz de alcanzar sus blancos y regresar a suelo propio.

Planificación estratégica
Con la activación de los primeros regimientos de bombardeo pesados, surgieron las limitaciones de
infraestructura para el manejo de estos enormes aparatos: sencillamente los soviéticos carecían de bases que
pudieran acomodar a los nuevos aparatos, con todo su equipamiento asociado. En 1955 sólo se contaban con
seis bases para el normal funcionamiento de las unidades, algunas adaptadas a toda prisa para sus nuevos
huéspedes:

Engels-2; modificada a principios de los cincuenta, cuando se construyó una pista de concreto de 3 km. En
diciembre de 1954 se estableció allí la 201.° División de Aviación de Bombarderos Pesados; los primeros
Myasishchev M-4 arribaron en febrero de 1955.

Semipalitinsk; en 1957 se creó allí la 79.° División de Aviación de Bombarderos Pesados. Operaron M-4 y
Tu-95.

Dyagilevo; capaz de operar con los nuevos bombarderos, sirvió además como centro de entrenamiento para la
DA.

Pryluky; operaban allí, desde 1950, los Tu-4 del 9.°Rgto. de Guardias de Largo Alcance y, a partir de 1955,
se lo reequipó con bombarderos de medio alcance Tu-16.

Mozdok; a partir de 1961 sirvió de asiento para el 182.°Rgto. de Aviación de Bombarderos Pesados, equipa-
dos con Tu-95.

5
El Tu-16 era un bombardero de medio alcance, resultado de los requerimientos de la VVS por un aparato más rápido que
el Tu-4 y, por lo tanto, a reacción, pero con la misma carga de bombas y con el alcance suficiente para amenazar objeti-
vos estratégicos en Europa, así como para atacar a los portaviones estadounidenses y el tráfico mercante en el Atlántico.

23
Voroshilov; una importante base de la fuerza aeronaval soviética para la proyección de poder en el Pacífico,
también albergó al 444.°Rgto. de Aviación de Bombarderos Pesados. A partir de 1951 operó con Tu-4, para
pasar a finales de la década a equiparse con Tu-16.

Arriba: En rojo y en recuadro, mapa de la Unión Soviética con la ubicación aproximada de las principales bases capaces de operar con
los nuevos bombarderos Tu-95 y M-4, en 1955. Estas bases eran las que contaban con pistas de un mínimo de 3.000 m de longitud y
100 m de ancho; también se señala la base de Belaya, fundamental para la estrategia de disuasión con respecto a la RPCh, tras el
enfriamiento de las relaciones a partir de 1956. En azul, las bases “de etapa” árticas; bajo la supervisión del Grupo de Control Ártico
(OGA, por sus siglas en ruso), estos aeródromos carecían a menudo de las instalaciones necesarias para el funcionamiento sostenido
de los grandes bombarderos, además de las terribles condiciones climáticas.

Cercana a Irkutsk, se hallaba la base aérea de Belaya; si bien no estaba adaptada en un principio para
operar los nuevos bombarderos, la base fue fundamental para la proyección del poder soviético con respecto a
China, aún más tras el distanciamiento entre ambos países a partir de mediados de los cincuenta. Estacionado
allí servía el 225.°Rgto. de Aviación de Bombarderos Pesados, equipado con Tu-4 entre 1956 y 1958. En un
principio sin pavimentar, a partir de su reequipamiento con Tu-16 en 1958, la pista principal pasó a ser de
concreto y la base sirvió de elemento de disuasión nuclear contra la República Popular China.
Los pilotos de estos bombarderos estaban entre la elite de las VVS; eran entrenados en los variados as-
pectos concernientes a las operaciones de largo alcance, en particular a partir de finales de los cincuenta en las
operaciones de repostaje aéreo, así como las operaciones de combate propias: excepto el Tu-95, ningún otro
avión podía llegar a suelo estadounidense sin reabastecimiento. Los objetivos en Estados Unidos eran centros

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de mando, comunicaciones, bases estratégicas, centros industriales, etc.; Lo cierto es que, a pesar de contar
con las “herramientas” para llevar a cabo su trabajo, la DA no cumplía los estándares que se le exigían; el
mejor avión de que disponían era en realidad el polifacético bombardero medio, el Tu-16: este le daba una
cobertura estratégica que abrazaba Europa y Asia, así como amenazar las vías marítimas atlánticas, vitales
para la OTAN en caso de sostener un conflicto largo. En tanto, para el ataque intercontinental los M-4 y 3M
eran de una utilidad marginal, dependiendo del reabastecimiento en vuelo, problema que no sufría el Tu-95;
para allanar soluciones a este problema, se activaron bases aéreas en el Círculo Polar Ártico, de manera de
acortar las distancias a los objetivos. Se trataba de aeródromos provisorios, para recarga de combustible, pero
que padecían de falta de infraestructura, pobre soporte logístico y un clima terrible, lo que restaba mucha efi-
cacia a las mismas. Además, su utilidad dependía de que existiera un tiempo de preaviso considerable (hipoté-
ticamente, el deterioro de una crisis inter-bloques), que posibilitara enviar a los equipos correspondientes (tri-
pulación de tierra, controladores aéreos, sistemas radar, etc.) a esas inhóspitas bases; incluso, cumplidos esos
parámetros, los Myasishchev necesitarían de ser recargados de combustible allí y en vuelo para cubrir toda la
extensión de Estados Unidos en un vuelo ida y vuelta. Los Tu-16, también con reabastecimiento desde las
bases en el Ártico podían llegar a Alaska, Canadá y la región noroeste estadounidense. El Tu-95 tenía la capa-
cidad de alcanzar el noroeste de Estados Unidos de ida y vuelta desde sus bases, pero con una carga militar de
10.000 kilogramos (misiles cruceros o bombas de caída libre), debían hacer una etapa previa en los aeródro-
mos polares para lograr una mayor cobertura de los blancos norteamericanos.

Arriba: Cuadro comparativo de los principales bombarderos soviéticos de largo alcance; no obstante el título, aparecen en el cuadro
los Tu-16 y Tu-22, aviones de alcance intermedio, en particular el Tu-22, pleno de dificultades en sus inicios operacionales. Quedan
expresados en el primer ítem el radio de alcance sin reabastecimiento, mientras que en segundo lugar figuran sus velocidades expre-
sadas en nudos.

Para principios de los sesenta se hallaban en servicio, en sus diversas variantes, un centenar de M-4,
entre setenta y ochenta Tu-95 y más de novecientos Tu-16. En caso de llevar a cabo un ataque estratégico,
inicialmente se comprometerían alrededor de 400 aeronaves, un tercio de ellos de reabastecimiento (en su

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mayoría Tu-16), desde las bases árticas; los restantes aparatos estarían divididos por mitades: los de medio
alcance llevarían ataques contra blancos hasta el noroeste de Estados Unidos, mientras que el resto (M-4 y Tu-
95) se encargarían de los objetivos más lejanos. Para aumentar la efectividad y supervivencia de sus aerona-
ves, los soviéticos, pioneros en el desarrollo de misiles crucero, comenzaron a equipar a sus bombarderos con
tales ingenios: el primero en entrar en servicio a principios de los cincuenta fue el KS-1 Komet, poco más que
una especie de MiG-15 no tripulado; originalmente pensado como arma antibuque, también tuvo su versión de
ataque a tierra. Durante la segunda mitad de los cincuenta entró en desarrollo el misil Kh-20, un ingenio de 15
metros de largo, capaz de alcanzar una velocidad de más de 2.000 km/h y con un alcance máximo de 600 ki-
lómetros; con una cabeza de guerra termonuclear de 300 kilotones, entró en servicio en 1960, equipando al
Tu-95K, una versión especializada para el transporte de estos misiles, de los que se llegó a contar por esos
años con 65 aparatos; el gran tamaño del Kh-20 impidió adosárselo a los M-4. El siguiente desarrollo en este
campo (también fruto de un misil antibuque) fue el Kh-22, un proyectil con un alcance similar al anterior,
pero con una velocidad de 5.000 km/h y con una cabeza de guerra nuclear (la versión Kh-22PSI) de entre 100
y 350 kilotones. A pesar de estos adelantos, era claro que aún se necesitaba penetrar profundamente en territo-
rio enemigo, en el momento justo en que las capacidades de las defensas aéreas estaban dando el salto tecno-
lógico (y mortífero) de sumar los misiles superficie-aire a interceptores cada vez con mejores capacidades.

Izq.: Túpolev Tu-16, uno de los bombarderos


más elegantes, exitosos y multifacéticos de la
URSS; pensado para objetivos estratégicos en
Europa, Asia y el Atlántico (los grupos de
portaaviones de la US Navy), su célula albergó
un amplio arco de versiones. El programa se
inició en 1948, cuando se buscaba un urgente
reemplazo para los Tu-4; en 1952 hizo su
primer vuelo y entró en servicio ese mismo
año. Fue adoptado tanto por la VVS como por
la fuerza aérea de la marina (AV-MF). Se lo
adaptó como portador de misiles crucero,
reconocimiento, guerra electrónica y, funda-
mental para la DA, cisterna.

No obstante, un punto fundamental fue que, ni aún en los momentos más álgidos de este período, hu-
bo un estado de preparación comprable al SAC estadounidense: allí existían tripulaciones en estado de alerta
permanente, y las 24 horas había un número de aviones en vuelo con armamento nuclear, prestos para atacar a
la primera orden. En la VVS, la DA sólo contaba con las tripulaciones normales de vuelo, sin un apresto supe-
rior a tiempos de paz; incluso no todos los tripulantes estaban entrenados para operar en las bases árticas.

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Bombarderos o misiles
A mediados de la década de los cincuenta, la Unión Soviética había alcanzado el desarrollo del arma-
mento termonuclear, con un dispositivo detonado en 1953 con una potencia de 400 kilotones y, dos años des-
pués, con la explosión termonuclear más grande probada hasta entonces por los soviéticos, con un artefacto de
1,6 megatones. Junto con estos desarrollos, se estaba avanzando gradual, pero constantemente, en el campo de
los proyectiles dirigidos. Al mismo tiempo, el bienio 1956-1957 fue sumamente importante para el futuro
desarrollo de la aviación militar soviética en todos sus elementos: se percibía que, ante los avances estadouni-
denses, era necesario tanto una modernización como la recepción de nuevos tipos de aeronaves que cubrieran
esa brecha. Adicionalmente, era preocupante que varios de los nuevos aparatos que estaban entrando en servi-
cio, no cumplieran los requisitos básicos de la VVS.

Arriba: Modelo a escala de una de las muchas variantes englobadas en el programa “Avión 106” de Túpolev, para un bombardero
estratégico supersónico (fte.: USSR Aviation&SpaceCollectables, en ussr-airspace.com). Esta variante, la 106A, contaría como planta
motriz cuatro turborreactores Tumansky R-15B-300 y su armamento ofensivo sería un misil crucero Kh-22, semi encajado en la parte
ventral; no contaba con armamento defensivo.

En la DA esto implicó poner sus esperanzas en una serie de proyectos que implicaban obtener un
bombardero supersónico de largo alcance, con la capacidad de lanzar bombas de caída libre, pero, principal-
mente, como plataformas para el lanzamiento de misiles crucero termonucleares. Los OKB de Túpolev y de
Myasischev eran los más prometedores: el primero con lo que no era más que una versión muy modificada del
confiable Tu-16, capaz de alcanzar una velocidad máxima de 1.700-1.800 km/h a altitud óptima, transportar
dos misiles Kh-20, un radio de al menos 5.800 kilómetros y un techo de 15.000 metros. El diseño de Myasi-
schev era un concepto totalmente nuevo, con una velocidad estimada en 2.500 km/h, un techo de 15.000 me-
tros y con la capacidad de llevar dos de los nuevos misiles Kh-22 y uno del futuro X-44, con 3.000 kilómetros
de alcance. Junto a estos diseños, éstos OKB estaban enfrascados en múltiples programas, muchos de los cua-
les no pasaron del tablero de dibujo, pero que implicaban distintas alternativas que satisficieran las demandas
de la VVS.
Un concepto interesante (investigado también por la USAF), propuesto por el OKB Tsybin, fue el de
los “bombarderos compuestos”: implicaba un bombardero de largo alcance, supersónico, que transportaría

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otro avión de ataque, monoplaza, armado a su vez con un misil crucero o una bomba de caída libre nucleares.
La idea era que el primero realizara la travesía más extensa de la misión, liberando a la aeronave portada a
distancia óptima del objetivo; luego, sin haber consumido combustible, éste último no tendría problemas en
regresar a su base. La idea fue variando a que el bombardero llevara directamente un misil crucero y no un
aparato tripulado. No obstante, estos proyectos y los antes citados tuvieron un abrupto fin, a consecuencia de
nuevas políticas, maridadas con nuevos desarrollos tecnológicos.

Arriba: El Myasishchev M-50A, escoltado por sendos MiG-21, en el desfile aéreo de Tushino para el Día de la Aviación Soviética, en
mayo de 1961. Las pretensiones sobre este aparato fueron cada vez más extravagantes, hasta ser capaz de una velocidad crucero de
1.700 km/h, sin perder autonomía y con una carrera de despegue de apenas 3.000 metros. Tras innumerables idas y vueltas, se
aprobó la construcción de dos prototipos, pero surgieron más problemas por el bajo rendimiento de la planta motriz seleccionada. El
M-50 realizó su vuelo inaugural en octubre de 1959, aunque se decidió que sirviera como banco de pruebas para una versión mejo-
rada (el M-52) que, en 1960, quedó en la nada ante el cierre del programa. No obstante, el gobierno decidió mostrar el aparato en el
desfile aéreo de Tushino, cuando no sólo la aeronave había estado abandonada por casi un año, sino que el mismo OKB que lo dise-
ñara había sido disuelto. Se necesitó un intenso trabajo para ponerlo en condición de vuelo nuevamente. Luego de esa presentación,
se transformó en una pieza de museo.

Líder del politburó como Primer Secretario del Comité Central del Partido, Nikita Jrushchov percibió
que era necesaria cierta apertura en la rigidez del sistema soviético, en clave ante los nuevos tiempos que se
percibían en el aire. Pasado el temor a un inminente conflicto directo contra Estados Unidos, se propuso acotar
los problemas económicos que estaban surgiendo, y el medio que parecía más sencillo para controlar el gasto
era en el entramado militar-industrial. A partir del exitoso lanzamiento del primer misil balístico en agosto de

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1957 (tras dos lanzamientos fallidos en la primera mitad ese año), para Jrushchov la solución que parecía más
lógica, en cuanto al arma aérea táctica y estratégica, era redirigir el presupuesto a estos nuevos sistemas de
armas. Tanto los misiles crucero para el teatro de operaciones europeo y asiático, como los misiles balísticos
con alcance intercontinental para disuadir a Estados Unidos, parecían un medio por el cual ahorrar en aviones,
personal e infraestructura.

Arriba: Modelo a escala (fte.: USSR Aviation&SpaceCollectables, en ussr-airspace.com) del hidroavión supersónico estratégico Bartini
A-57. El concepto de un hidroavión estratégico surgió del diseñador aeronáutico ítalo-soviético Roberto Bartini, a principios de los
cincuenta: el tipo propio del aparato le posibilitaría amerizar en cualquier rincón de los vastos océanos, ser reabastecido de combus-
tible por un submarino, despegar y sortear las defensas antiaéreas enemigas gracias a su velocidad supersónica. El ataque se llevaría
a cabo con bombas de caída libre o misiles nucleares, para lo que contaba con una bahía de bombas o, para misiones de largo alcan-
ce, llevaría sobre el fuselaje un avión supersónico RS, diseñado por el OKB de Pavel Tsybin. Esta era la idea del “bombardero com-
puesto”: un sistema de armas que pondría cualquier blanco del globo al alcance de la aviación estratégica; el RS (uno de varios mo-
delos de Tsybin) tendría una velocidad máxima de aproximadamente 2.500 km/h, con un alcance a techo óptimo (20.000-25.000
metros) de 5.000-7.000 kilómetros. Iría armado con una bomba nuclear RDS-4 (la primera bomba de producción soviética, conocida
como “Artefacto 244N”) de caída libre. El A-57 en sí, tendría una velocidad máxima de 2.500 km/h, un techo de 18.000 metros y un
alcance de 14.000 kilómetros. El proyecto fue cancelado en 1960, ante el desarrollo de los misiles balísticos.

Esto ocurría en el preciso momento, como se dijo antes, en que había una fuerte puja por renovar el
parque aéreo en la VVS, pero también se sumaba a otros proyectos en curso de la Defensa, como los submari-
nos nucleares, misiles superficie-superficie, etc. En 1959, finalmente, se logró un misil intercontinental efecti-
vo, con un alcance de más de 10.000 kilómetros 6, lo que dio el empujón final para que Jrushchov se decidiera
por un fuerte recorte de presupuesto, que afectó a los programas en curso para dotar, tanto a la aviación estra-
tégica, como a la táctica con nuevos aparatos. El argumento era que, por un menor presupuesto relativo, se
podía lograr la misma disuasión, aunque no se tuvo en cuenta la mayor flexibilidad que ofrecían las aeronaves.
Ya en 1956 había entrado en servicio activo el primer misil balístico de medio alcance, heredero de las V-2
alemanas, con un alcance de casi dos mil kilómetros, pero que tenía un período de preparación de dos horas.

6Se trató del R-7 Semiorka, que entró en servicio en 1962, con una cabeza de guerra de 3 megatones. En realidad, el
proyectil fue un fiasco: carente de precisión, extremadamente costoso y de peligroso mantenimiento, dado su inestable
combustible líquido. No obstante, su éxito se dio en el marco civil: fue el vector utilizado para poner en órbita al famoso
satélite Sputnik; continuaría en esas tareas hasta principios del nuevo milenio.

29
Por lo tanto, se hizo un tajante recorte presupuestario en el arma aérea: programas en diverso estado
de desarrollo fueron cancelados, así como fueron cerrados oficinas de diseño y disueltas unidades militares.
También, más importante, significó un cambio en la estrategia con respecto a que arma tendría a futuro el
factor de disuasión contra Estados Unidos. Fue un grave retroceso para los ambiciosos programas de la VVS,
como se dijo, no sólo en el servicio estratégico, sino en el táctico.

La DA hacia el fin de la era Jrushchov


En 1960 la Aviación de Largo Alcance pasó por un proceso de reorganización, con el fin de ganar
mayor independencia y operatividad, a medida que se iban sumando más aparatos al parque de la VVS, a la
vez que adecuaba a hombres e infraestructuras al uso del armamento atómico. Se crearon los 2.°, 6.° y 8.°
Cuerpos Aéreos Independientes de Bombarderos Pesados, a partir de los anteriores ejércitos aéreos. Al mismo
tiempo, acorde con la nueva política, parte de las instalaciones y hombres de los extintos ejércitos fueron tras-
ladados a la Fuerza Estratégica de Cohetes (RVSN), servicio a cargo de la operación de los nuevos misiles
balísticos que estaban entrando en servicio.

Arriba: Bombardero estratégico supersónico portamisiles Túpolev Tu-135; un decreto del CMCCCPde octubre de 1960 ordenaba al
OKB de Túpolev estudiar el diseño de un bombardero de largo alcance, capaz de transportar misiles crucero y con opción a fungir
como avión de reconocimiento estratégico. El resultado fue el “Avión 135”, propuesta en la que se barajaron al menos tres variantes.
Esta es la versión 135A; con una longitud de 45 metros y una envergadura de 28 metros, estaría equipado con cuatro turbofán Kuz-
netsov NK-6 y tendría un radio de acción de 3.900 kilómetros volando a 2.500 km/h, con un techo de 22.000 metros. Se esperaba
que pudiera atacar blancos estratégicos terrestres, sino también navales, en particular grupos de portaaviones, submarinos de misi-
les balísticos y convoyes, para lo que contaría con misiles cruceros de 500 km de alcance, torpedos y cargas de profundidad. También
se esperaba que fuera capaz de operar desde pistas no preparadas. Para cumplir todas estas misiones estaría equipado con lo último
que tecnología soviética pudiera ofrecer en aviónica: radar de búsqueda aire-aire, aire-tierra, de navegación, ECM, controles de
vuelo automatizados, etc., los cuales, en realidad, acrecentaban enormemente los costos. El proyecto fue abandonado a mediados
de los sesenta.

No obstante, la capacidad de despliegue rápido de las fuerzas militares estadounidenses, en particular


durante la crisis de Berlín de 1960-19617, motivó a Jrushchev a reconocer la necesidad de contar con un bom-
bardero estratégico que, a su vez, pudiera amenazar blancos tácticos o sea, los temidos grupos de portaaviones
de la US Navy. Un instituto de investigación aeronáutica en Moscú estableció los requerimientos que debía

7Como ejemplo, el 3.°Rgto. de Caballería Acorazada del US Army, con 2.700 plazas y más de un centenar de tanques,
arribó a Alemania a mediados de noviembre de 1961, desde sus bases en Estados Unidos, luego de ordenársele partir a
finales de octubre de ese año. Estuvo listo para el servicio a finales de ese noviembre.

30
cumplir la nueva aeronave: capacidad de ataque marítimo, carga militar de misiles crucero con un alcance de
500 kilómetros, velocidad máxima de 3.700 km/h, alcance de 6.000 kilómetros a techo óptimo a 3.400 km/h, y
con la posibilidad de operar desde pistas no preparadas. Era un proyecto sumamente ambicioso y fue conside-
rado como prioritario por la VVS. No obstante, los OKB a cargo, Túpolev y Sujoi, se vieron acosados por los
problemas de desarrollar una aeronave de alta tecnología con múltiples desafíos de diseño, y no menos con los
constantes cambios en los requerimientos de los mandos aéreos: a la tarea secundaria como avión “espía”, se
le sumó que tuviera capacidad para reconocimiento marítimo y guerra anti-submarina, o que pudiera intercep-
tar los puentes aéreos entre Estados Unidos y Europa, por lo que debía sumar más aviónica acorde y misiles
aire-aire. Lo cierto es que el programa fue languideciendo y el único prototipo de Sujoi realizó su prueba de
vuelo diez años después, cuando las prioridades ya habían cambiado.

Izq.: Mapa de la CIA sobre el alcance de los


misiles balísticos soviéticos instalados en
Cuba. Fácilmente se observa la ventaja que
obtendría la URSS en cuanto a poder de di-
suasión frente a EEUU: era la “solución” para
las carencias operativas de la Aviación de
Largo Alcance, a la vez que un puntal para
contrarrestar los misiles instalados en Turquía
por los norteamericanos. Moscú planeaba
instalar dos tipos de misiles balísticos: 24
vectores R-12 de alcance medio (2.000 km o
1.200 millas naúticas) y 16 de alcance inter-
medio R-14 (4.000 km/2.200 mn).

Un corte de la verdadera situación de las fuerzas estratégicas soviéticas puede hacerse focalizando la
crisis de los misiles cubanos. A pesar de las maneras algo “rudas” de Jrushchov con respecto a la política in-
ternacional, los sucesos muestran claramente que, en ese período, la Unión Soviética no era comparable en
efectivos ni efectividad a los Estados Unidos; la clave era el factor de disuasión. El Kremlin había optado en
dejar recaer ese elemento en las nuevas wunderwaffe representadas por los misiles balísticos, pero lo cierto es
que carecía de la capacidad de presentar una amenaza real a todo el territorio estadounidense: su fuerza de
bombarderos necesitaba de repostaje en vuelo para ello y contaba sólo con poco menos de medio centenar de
misiles balísticos intercontinentales, muy dificultosos de operar8. La respuesta entonces, ante la amenaza de
intervención norteamericana en Cuba (Bahía de Cochinos) y la instalación de misiles nucleares en Turquía,

8
Se necesitaban más de 10 horas de preparativos para montar el misil, el cual no podía pasar más de una hora de alerta,
dado que los inestables combustibles líquidos del cohete podían corroer el cuerpo del proyectil y desatar una catástrofe.

31
fue remediar esas carencias presentando a Washington un factor real de disuasión: instalar misiles de interme-
dio y medio alcance en Cuba, más fiables y con cobertura por tres cuartos del territorio norteamericano.
Afortunadamente para el mundo, primó la cordura y se evitó una confrontación que, a todos visos por
el planteamiento estratégico de ambas potencias, hubiera sido de carácter nuclear.

Conclusiones
En el marco del enfrentamiento entre bloques, el acercamiento estratégico de ambas potencias estuvo
estrechamente relacionada con la forma en cómo se habían conducido durante la Segunda Guerra Mundial.
Para Estados Unidos, la misma lejanía del teatro de operaciones era una salvaguarda para su sociedad civil y
su complejo industrial-militar. A su vez, la supervivencia de una Gran Bretaña independiente sirvió como
trampolín (o portaviones “natural”) para atacar la Europa nazi; el temprano uso de bombarderos de largo al-
cance, junto con a la adhesión del alto mando de la USAF a las teorías del bombardeo estratégico, moldeó la
implantación del uso del poder aéreo como medio de destruir la infraestructura y la voluntad de lucha enemiga
(por más que, en realidad, no tuvo los resultados esperados, ni en Europa ni el Pacífico). Este pensamiento
estratégico continuó tras el fin del conflicto, de una manera tal que, virtualmente, los generales del arma aérea
no consideraban otro escenario para un conflicto futuro que no fuera uno de guerra total nuclear. De allí la
puja por obtener cada vez más bombarderos, llegando a contar para finales de los cincuenta, con más de 1.500
aparatos (de largo y medio alcance) capaces de realizar ataques nucleares; con el desarrollo de los misiles
balísticos intercontinentales, el equilibrio comenzó a cambiar.
La Unión Soviética había sido actor y, en no poca medida, protagonista de la derrota de Alemania en
Europa oriental en particular y en la guerra en general. No obstante, también su población y territorio se vio
asolado por la topadora germana, que implementó allí sus políticas de limpieza étnica. Como resultado, el
Kremlin se vio asumiendo una nueva posición como potencia global, pero con la región occidental del país en
un estado de ruina total. El esfuerzo de la Unión Soviética para solventar su carácter de potencia fue casi simi-
lar al realizado durante la Segunda Guerra, en particular a partir del “calentamiento” del conflicto ideológico
luego del discurso del presidente Truman de 19479. La sucesión de crisis en el ámbito europeo y su resolución
insatisfactoria para Stalin, llevó a éste a considerar que un enfrentamiento directo con Estados Unidos era más
que probable, conduciendolo a alentar el desarrollo de las fuerzas tácticas y estratégicas propias. Sin embargo,
los soviéticos carecían de una base desde dónde implementar el desarrollo de la aviación estratégica: el único
avión de largo alcance, como se dijo, había sido diseñado en los treinta y con ese mismo terminaron el conflic-
to. Se puede establecer un paralelismo entre las necesidades alemanas de finales de la guerra, y las soviéticas
al terminar esta, en cuanto a la urgencia de contar con un aparato capaz de atacar a extremo alcance; se proba-
ron muchos diseños en una carrera a contrarreloj.

9Esto se dio en llamar la “Doctrina Truman”, cuando Washington estableció unos parámetros tajantes en cuanto a qué
diferenciaba, según la percepción estadounidense, a un bando del otro.

32
La puesta en servicio del Tu-4 fue sólo un parche, aunque coadyuvó al entrenamiento de la DA en su
nueva misión. Recién con la aparición del Tu-95 se pudo contar con un aparato realmente de alcance intercon-
tinental, aunque aún sin la posibilidad de alcanzar todos los objetivos, a no ser de ser reabastecido en vuelo o
haciendo una parada logística en alguna inhóspita base en la Rusia ártica. En el mismo período en que el SAC
ponía en servicio el nuevo B-52 Stratofortress, en 1955, lo propio hacía el Tu-95 y el M-4 en la VVS; sin em-
bargo, para inicios de los sesenta, la USAF contaba con más de 700 de estos aparatos, mientras que los sovié-
ticos habían fabricado 98 Tu-95, 35 M-4 (transformados en aviones cisterna a partir de 1958) y 85 M-4 3M
(cesó su producción en 1960), sin contar que el avión norteamericano tenía la capacidad de penetrar en lo
profundo del territorio soviético, mientras que sus homólogos “rojos” no.
Con la caída de Jrushchov en 1964 se amplió, en cierta medida, la libertad de los OKB especializados
en el diseño de bombarderos pesados, y se plantearon programas realmente ambiciosos. No obstante, el cam-
bio en la política estratégica durante su liderazgo, así como los
desarrollos en el marco de los misiles balísticos, motivaron que
el esfuerzo por obtener un factor disuasorio pasara a estos sis-
temas de armas, que verían un incremento exponencial a partir
de finales de los sesenta, llegando a contar para 1970 con alre-
dedor de 1.500 vectores, frente a los 30-40 de 1962.
A partir de allí, la DA continuaría con su misión, aun-
que desdibujada por la primacía de la RVSN; los inmensos Tú-
polev y Myasishchev se dedicarían al reabastecimiento en vue-
lo, reconocimiento marítimo y la guerra electrónica, integrados
muchos en la fuerza aeronaval. Los nuevos aparatos que surgi-
rían en la segunda mitad de los sesenta, en particular el efectivo
Tu-22 M de alas variables, tendrían como objetivo el cubrir las
vías de acceso marítimo en el Atlántico, ante una posible con-

Arriba: NikitaJrushchov (1894-1971), líder de la flagración en Europa. Los blancos en Estados Unidos serían el
URSS como Premier del PC entre 1953 y 1964, coto de caza exclusivo del terrible poder de los misiles balísti-
tuvo reparos hacia la utilidad de la aviación
estratégica, en particular tras el desarrollo de los cos.
misiles balísticos a finales de los cincuenta.

Bibliografía
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Carter, D.; The U.S. Military Response to the 1960-1962 Berlin Crisis, US Army Center of Military History, s.f.

33
Freedman, L.; The Cold War, Cassell& Co., Londres, 2001.

Gordon, Y.; Soviet/Russian Aircraft Weapons since World War Two, Midland Pu., Hinckley, 2004.

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Texas, 2002.

Internet
Roegies, P.; “Russian Long Range Aviation Forces”, enAviation photography Digest,
https://aviationphotodigest.com,visita 2020.

34
Juegos de Guerra y Modelismo

Milicias de Artillería Provincial


1806-1807
Diego Nuñez-textos D. Argañaráz

35
Presentamos aquí esta excelente figura, escala 1/24, autoría de Jorge Fernando Manes Marzano a par-
tir de partes sueltas de originales de Roume, y presente en la colección particular de Diego Nuñez. Es el per-
sonaje retratado un soldado de las Milicias Provinciales de Artillería, de Buenos Aires. Veremos, entonces,
una breve reseña histórica de dicho cuerpo.
Por Real Instrucción para la formación de Cuerpos de Milicias Provinciales de 1764, el entonces go-
bernador de la provincia de Buenos Aires, Capitán General Pedro de Cevallos, creaba en 1765 la Compañía de
Artillería Provincial, fuerte de 2 tenientes, 2 alféreces, 4 sargentos, 8 cabos y 88 soldados. Formada en su tota-
lidad por milicianos, su instrucción estaba a cargo de los veteranos del Real Cuerpo de Artillería.
No obstante, en 1790 el Inspector General Antonio Olaguer Feliú, en informe al virrey, plantea una
reorganización de las milicias en las que, respecto a la unidad que nos atañe, se solicita el servicio de una
asamblea10 de 2 sargentos y 4 cabos. La propuesta no fue llevada a cabo.
Recién en 1801, con el Reglamento para las Milicias disciplinadas de Infantería y Caballería del Vi-
rreinato de Buenos Aires aprobado por Carlos IV, se reorganizaban las compañías de milicias de artillería con
capitán, teniente 1.°, teniente 2.°, 3 subtenientes y 150 artilleros; quedaba establecido que sus plazas debían
ser de españoles americanos y con el “gobierno, instrucción y arreglo” a cargo de los sargentos, cabos y tam-
bores dependientes del Real Cuerpo de Artillería. Por otra Real Orden de 1804, las compañías en todo el vi-
rreinato (once) fueron reducidas en número y plazas, quedando la de la capital con 4 cabos 1.°, 8 cabos 2.° y
88 artilleros 2.°, continuando su instrucción a cargo de veteranos del Real Cuerpo.
Nuevamente, en 1805, fueron aumentadas dichas compañías en número y cantidad, situación que no
afectó a la unidad capitalina, dado que ya contaba, en teoría, con la organización necesaria. Así establecida
enfrentaría los graves sucesos de 1807, en principio al mando de José María Pizarro como comandante del
Real Cuerpo. Se batirían con honor, junto a otras fuerzas homólogas, creadas al calor del momento y que nue-
vamente rendirían al invasor como en 1806.
Volviendo a la figura, representa el uniforme llevado por la unidad, según el reglamento para la arti-
llería de milicias, impuesto por Real Orden del 6 de noviembre de 1805: este variaba el traje, por otra parte
igual al del Real Cuerpo, en lo correspondiente al cuello, que pasaría a ser azul, mientras que los veteranos lo
llevarían encarnado. Sin embargó, según la Colección del Carril (acuarelas anónimas contemporáneas a los
episodios de la intervención británica) las milicias provinciales de artillería llevaban aún el collarín encarnado
con las granadas amarillas. El resto del traje sigue las ordenanzas: casaca corta azul con divisa encarnada,
solapas negras, sardinetas y cabos oro, calzón azul y botas.
Este barbado artillero luce coleta de rigor, y está equipado con cuchara para cargar rematada con es-
ponja, evidentemente para una pieza de grueso calibre, mientras que en bandolera lleva el estuche de cuero
para el portafuego.

10Se denominaba “Asamblea” al cuadro de oficiales, suboficiales y tropa veteranos, encargados de la instrucción de las
milicias.

36
Bibliografía
Beverina, J.; El Virreinato de las Provincias del Río de la Plata. Su organización militar, Círculo Militar, Buenos Aires,
1992.

Villegas, A., de Beaufort, L.; Los uniformes militares usados en el Río de la Plata (1702-1810), Biblioteca de Mayo,
Tomo XIX, Senado de la Nación, Buenos Aires, 1964.

Williams Álzaga, E.; Iconografía de los Uniformes Militares. Invasiones Inglesas 1807, Emecé, Buenos Aires, 1967.

37
Ejércitos

Caballería veterana en el Río de la Plata 1810-1820


Organización y tácticas
Diego Argañaráz

Soldado del Rgto. de Húsares de la Patria c.1810-1812 (por G. Roux)

Organización
El primer organigrama con que contó el gobierno revolucionario fue el Plan de Milicias de 1801 1,
elaborado dos años antes por el entonces subinspector general marqués de Sobre Monte. Por este se establecía
que la organización de las fuerzas de caballería de milicia en regimientos de 2 a 4 escuadrones y en compañías
sueltas; los regimientos formaban con una plana mayor que, en el caso de las unidades con 4 escuadrones,
debían estar constituidas por 1 coronel, 1 teniente coronel, 2 comandantes de escuadrón, todos milicianos,
mientras que el cuadro veterano era 1 sargento mayor, 2 ayudantes mayores y 4 trompetas. Los regimientos de
2 escuadrones contarían con una plana mayor de 1 sargento mayor, 1 ayudante mayor y 2 trompetas veteranos,

1Su título era “Reglamento para las Milicias disciplinadas de Infantería y Caballería del Virreynato de Buenos Aires,
aprobado por S. M., y mandado observar inviolablemente”.

38
REGLAMENTO PARA REGIMIENTOS DE CABALLERÍA-20 DIC. 1811

1 coronel
1 teniente coronel
1 sargento mayor
Plana Mayor 2 ayudantes mayores
1 capellán
1 cirujano
1 comandante
1 capitán
1 teniente
1 subteniente
Compañía
3 sargentos
8 cabos
1 trompa o tambor (el último para Dragones)
59 soldados

y 2 comandantes milicianos. En tanto, en las compañías el cuadro veterano formaría con 1 capitán, 1 teniente,
1 alférez milicianos, 2 sargentos (uno veterano y otro miliciano), 3 cabos 1.° (uno y dos respectivamente), 3 o
4 carabineros y entre 42 y 89 de tropa, dependiendo la unidad2.
Posteriormente, antecediendo a los sucesos de mayo de 1810, en septiembre de 1809 el virrey Cisne-
ros llevó a cabo una reorganización de las fuerzas voluntarias surgidas en el clímax de las invasiones inglesas.
A partir de ello el entonces Esc. de Húsares del Rey (el antiguo de Pueyrredón) quedó como única unidad de
voluntarios de caballería, con una plana mayor de 1 comandante, 1 sargento mayor, 1 ayudante y 1 porta-
guión, con la fuerza 150 hombres distribuidos en 3 compañías 3; las compañías se dividían en mitades y cuar-
tos. Con esta contaría en un principio la revolución y sería la base para la formación de posteriores cuerpos.
Producida la remoción del poder español, la Junta de gobierno se abocó a la organización de sus fuer-
zas militares, máxime con vistas a la expansión ideológica del movimiento a través de la fuerza militar hacia
el Interior. Para ello se conformó una fuerza expedicionaria (el futuro Ejército Auxiliar del Perú) en que el
componente montado lo constituyó una compañía de Húsares de la Patria con 50 plazas, otra del Fijo de Dra-
gones, también con 50 plazas, y un centenar de Blandengues. En junio de 1810, los Blandengues que queda-
ban en Buenos Aires fueron reorganizados y pasaron a denominarse Rgto. de Caballería de la Patria, con 3
escuadrones de a 3 compañías. A fines de ese año, en noviembre, la Junta resolvió finalmente disolver los
antiguos cuerpos veteranos españoles de infantería y dragones. En el Ejército Auxiliar esto significó la fusión
de los elementos de Blandengues y Dragones que habían acompañado la expedición en un nuevo cuerpo: el
Rgto. de Dragones Ligeros del Perú, que se constituyó enero de 1811.
Continuaban por entonces en uso las ordenanzas de Carlos III, pero el 20 de diciembre de 1811 se es-
tableció un reglamento para los regimientos de caballería, sin distinguir entre las especialidades (húsares, dra-
gones, caballería de línea). Con el nuevo reglamento se buscaba homogeneizar los diversos cuerpos que se
crearan a futuro, sobre la base de regimientos de 4 escuadrones de 3 compañías cada uno. Este organigrama
daba un total para el regimiento, sin contar la plana mayor, de 48 oficiales, 132 suboficiales, 12 músicos

2
Beverina, J.; El Virreinato de las Provincias del Río de la Plata. Su organización militar, Círculo Militar, Bs. As.,
1992, pp. 313-314.
3Íbid. , p. 352.

39
Arriba, de izq. a der.: soldado, trompa y capitán, este último de parada, del Rgto. de Dragones de la Nación c.1817 (por el autor,
según AGN Sala X-39-10 y apuntes de L. de Beaufort). El oficial lleva alamares y vivos en cordoncillo de seda azul; para destacar,
la particularidad del cubrecabezas: una especie de colbac, denominado en las fuentes como “sombrero francés” o “sombrero
francés de castor”. Este cuerpo integró el Ejército Auxiliar del Perú desde 1816 hasta la disolución de ese ejército en 1820.

40
(trompas para la caballería y tambores para los dragones, dado el tradicional papel de infantería montada de
los últimos) y 708 de tropa. Lógicamente, estos eran números ideales, lejos de las circunstancias de las cam-
pañas o de hallar los reclutas necesarios, además de las propias ideas con que contaran los comandantes.
En tanto, en el teatro de operaciones Oriental, se había comenzado a organizar desde mayo de 1811 un
cuerpo de caballería en las fuerzas que sitiaban Montevideo al mando del Brig.Gral. Rondeau. Estos se orga-
nizaron según la ordenanza ya citada de diciembre de ese año, con la denominación de Dragones de la Patria.
El 26 de noviembre el gobierno dispuso que cesara la existencia de los Húsares de la Patria, y que su restos
pasaran al nuevo regimiento; estas disposiciones recién tuvieron curso a fines del año siguiente, en septiembre
de 1812, cuando Belgrano las ejecutó fundiendo a los Dragones Ligeros y los Húsares de la Patria para consti-
tuir los escuadrones 1.° y 2.° de los Dragones de la Patria. No obstante, esta medida no tuvo un curso claro, ya
que los Dragones Ligeros no resultaron disueltos del todo y, en la Banda Oriental, los Dragones de la Patria se
formaron al completo con sus 4 escuadrones, numerados del 1.° al 4.°.
En Buenos Aires, en marzo de 1812, se autorizó al entonces Tcnl. San Martín la creación del cuerpo
de Granaderos a Caballo, inicialmente un escuadrón que fue aumentado a regimiento, finalizándose su organi-
zación entre 1812-1813. La primera plana mayor, de marzo del año XII, constaba de 1 comandante de escua-
drón, 1 sargento mayor, 1 ayudante, 1 porta estandarte, 1 capellán, 1 trompa de órdenes, 1 sillero (talabartero)
y 1 herrador; cada una de las dos compañías con que contaba la unidad formaba con 1 capitán, 2 tenientes, 1
alférez, 1 sargento 1.°, 3 sargentos 2.°, 1 trompa, 4 cabos 1.°, 4 cabos 2.°, 70 soldados montados y 6 soldados
desmontados 4. De esto se desprende que San Martín no siguió la ordenanza establecida en 1811; y para di-
ciembre de 1813, con el regimiento a 4 escuadrones, estos formaban con 2 compañías cada uno. Para esa fe-
cha la unidad contaba con una plana mayor de 1 coronel, 1 teniente coronel, 1 sargento mayor, 4 comandantes
de escuadrón, 4 ayudantes mayores, 4 porta estandartes, 1 capellán, 1 cirujano, 1 trompa de órdenes, 1 sillero
y 4 herradores. El resto de la fuerza era de 32 oficiales, 96 suboficiales, 16 trompas y 616 soldados.
En 1812 y 1813 el Ejército Auxiliar del Perú, al mando del Brig.Gral. Belgrano, había dado sus mayo-
res glorias a las Provincias Unidas; con cierta tranquilidad, su comandante, antes de reiniciar la campaña, uni-
ficó en marzo de 1813 los elementos de caballería veterana en un solo regimiento, que denominó de Caballe-
ría de Línea del Perú, al mando entonces del Cnl. Diego González Balcarce.

Arriba: Sable de caballería ligera Mod.1796 británico, del tipo usado en el Río de la Plata.

4 Mittelbach, F. E.; San Martín organizador militar, Dunken, Bs. As., 1998, p. 149.

41
REGLAMENTO PARA ESCUADRONESDE CABALLERÍA-1814

1 teniente coronel
1 sargento mayor
1 ayudante mayor
Plana Mayor
1 portaestandarte
1 trompa de órdenes
1 sillero
1 capitán
2 tenientes
1 alférez
5 sargentos
Compañía
12 cabos
2 trompas
80 soldados
1 herrador

Es para esta época que en Buenos Aires comienzan a aparecer cuerpos de lúcida apariencia, influen-
ciados por las modas europeas de las guerras napoleónicas; así entre 1814 y 1815 surgen los Húsares de la
Guardia (luego Húsares de la Unión) y los Guías de Caballería, vestidos a todo lujo, en particular los últimos,
que hacían la escolta del Supremo Director, primera unidad creada específicamente para esa tarea. En no-
viembre de 1814 se adoptó un nuevo organigrama para las fuerzas de caballería de línea; este especificaba la
fuerza con que debían contar los escuadrones con una plana mayor y dos compañías. Esto hacía un total de 12
jefes y oficiales y 202 de clases y tropa. La falta de mención a la unidad regimiento pudiera significar la ten-
dencia a considerar al escuadrón como la unidad táctica básica. No obstante, para mediados de 1815, el Rgto.
de Húsares de la Unión estaba organizado en 4 escuadrones de a 2 compañías, cada una con 4 oficiales y 88
soldados.
En tanto, en el teatro Noroeste, los desastres de Vilcapugio y Ayohuma habían aniquilado al Ejército
del Alto Perú, que debió pasar forzosamente a la defensiva en territorio propio. De la caballería sólo restaban
los Dragones del Perú 5 con menos de 200 hombres. Para esta época se les habían sumado los escuadrones 1.°
y 2.° de Granaderos a Caballo, arribados allí en diciembre de 1813 junto con el nuevo comandante en jefe, el
ahora Cnl.My. San Martín, que se posesionó de su cargo en enero de 1814. Con estas fuerzas, el siguiente
comandante, el Brig.Gral. Rondeau llevaría adelante la última campaña al Alto Perú en 1815, en donde los
Granaderos formarían los dos escuadrones mencionados y, los Dragones del Perú, con otros tantos, todavía al
mando del Cnl. Diego Balcarce.
Mientras sus camaradas se dirigían a cumplir su destino en Sipe-Sipe, los escuadrones 3.° y 4.° de
Granaderos partían en julio con destino a Mendoza, donde San Martín organizaba el Ejército de los Andes. De
vuelta en el Alto Perú, tras la derrota de Wiluma o Sipe-Sipe, el ejército bordeó la completa disolución, por lo
que hubo que enviar refuerzos desde Buenos Aires. En enero de 1816 partieron hacia el norte los escuadrones
1.° y 2.° de Dragones de la Patria, quedando el resto en la capital para afrontar el conflicto contra los partida-
rios artiguistas del Litoral, en tanto en abril partían a su vez los 2 escuadrones de Granaderos a Caballo, con
destino a Mendoza para sumarse al resto del regimiento. Con Belgrano nuevamente al frente del Ejército Au-

5 El Rgto. de Caballería de Línea del Perú había tomado esa denominación en abril de 1814.

42
xiliar del Perú, en la reorganización consiguiente se formaron 2 nuevas unidades de caballería: los escuadro-
nes antes citados de Dragones de la Patria se fundieron con los Dragones del Perú en septiembre de 1816,
formando el Rgto. de Dragones de la Nación con 4 escuadrones, quedando la unidad con la fuerza de 38 jefes
y oficiales, 29 suboficiales, 8 trompas y 344 soldados, al mando del Cnl. Cornelio Zelaya. Por otro lado, el
Tcnl. Gregorio Aráoz de Lamadrid formó el Esc. de Húsares de Tucumán, con 2 compañías; en abril del año
siguiente se crearía un segundo escuadrón.
En Buenos Aires, para servir de base de apoyo a las milicias a cargo de la custodia de la frontera con
el indígena, se vuelven a crear en diciembre de 1816 los Blandengues; su fuerza debía estar compuesta por
una plana mayor y 4 escuadrones de a 2 compañías, más un complemento de 2 piezas de artillería volante.
Enmarcado en la conformación del Ejército de los Andes, se creó en 1816 un 5.° Esc. de Granaderos a
Caballo que, sin embargo, nunca formó parte orgánica del regimiento, sino que actuó como escolta del general
San Martín. Ya en Chile, a medidos de 1817 servirían de base para la formación del Esc. de Cazadores a Ca-
ballo de la Escolta del General; en enero de 1818 se le sumaría un segundo escuadrón.
En Buenos Aires, por esas fechas (mayo) se
volvieron a crear los escuadrones faltantes de los
Dragones de la Patria, por lo que el cuerpo nueva-
mente estuvo al completo.

Der.: soldado del Rgto. de Granaderos a Caballo,


c.1812 (por G. Roux); en su vestuario de parada,
este hombre de tropa lleva una panoplia comple-
ta que hubiera, en realidad, dificultado su buen
desempeño en combate. San Martín, ante la
carencia de armamentos, equipó al escuadrón
provisorio que actuaría en San Lorenzo de mane-
ra tal que, la primera fila llevara lanza y pistola,
mientras la segunda, sable y carabina. A pesar de
las ventajas del arma de asta en manos entrena-
das, cuando tuvo oportunidad, el Libertador
aprovisionó a sus hombres con armas de fuego y
sables o espadas.

43
Arriba: Carga contemporánea del Rgto. de Granaderos a Caballo Gral. San Martín; aquí se aprecia una de las mayores dificul-
tades de un cuerpo de caballería al ataque: el mantenimiento de la formación en línea. No obstante, San Martín aconsejaba a
sus oficiales lanzarse al ataque a rienda suelta y espoleando a los caballos, dado que consideraba que cualquier intento por
mantener la línea sólo haría perder ímpetu a la carga.

Volviendo al Ejército de los Andes, en los preparativos para la expedición al Perú, los Granaderos a
Caballo dejaron su 4.° Esc. operando en Chile (que en noviembre de 1820 sería incorporado al ejército chi-
leno); de manera que éstos se embarcaron con 3 escuadrones y los Cazadores con 2. El 20 de agosto de 1820,
en el desembarco en Paracas, los primeros formaron con 30 jefes y oficiales y 391 de clases y tropa, mientras
que los Cazadores contaron con 22 jefes y oficiales y 261 de clases y tropa. Para la ocupación de Lima, en
julio de 1821, estos números se habían disminuido a 350 y 250 respectivamente; a poco, los últimos pasaron a
denominarse Húsares de la Escolta del General, previo a su integración en el nuevo ejército peruano indepen-
diente, para formar parte de los Húsares de la Legión Peruana de la Guardia.
El último cuerpo de caballería del Ejército de los Andes, los Granaderos a Caballo, contaban para ju-
nio de 1822 una fuerza de 609 plazas, pronto malogrados por el fracaso de las campañas contra los realistas en
el Sur para, finalmente, recibir el golpe final con la sublevación de El Callao en febrero de 1824, con la cual
cesó la existencia del regimiento, a no ser por unas pocas fuerzas que se mantuvieron leales y que conforma-
ron una compañía, que actuó hasta el fin de las campañas por la Independencia en el Perú.
En Buenos Aires, inmersa en la guerra civil contra los caudillos del Litoral, las fuerzas de caballería
de su guarnición consistían de los Dragones de la Patria y los Húsares de la Unión; a partir de estos últimos se
creó, a fines de septiembre de 1819, el Rgto. N.1.° de Lanceros al mando del Cnl. Domingo Sáenz. Este cuer-
po debía contar con una plana mayor y una fuerza de 2 escuadrones de a 2 compañías; sin embargo, tuvo una

44
existencia muy corta, ya que a poco estalló la crisis del año veinte que causó la caída del Directorio, por lo que
la unidad fue disuelta.

Tácticas
La unidad básica era el regimiento, aunque pocas veces los cuerpos pudieron contar con su fuerza al
completo, su tamaño y organización interna podían varias según las circunstancias; de allí que para 1814, en la
reorganización de la estructura de la caballería, se contemplara al escuadrón como unidad táctica básica. Lógi-
camente se tuvieron al principio, como guía, las ordenanzas españolas: la Junta recurrió a revalidar las Reales
Ordenanzas de Carlos III, de donde se tomaron elementos para la instrucción de oficiales, clases y tropa; lue-
go, con el arribo de oficiales profesionales desde Europa se tuvo en cuenta los criterios organizativos de los
ejércitos napoleónicos.
Las unidades utilizaban dos formaciones básicas, columna o línea; la primera se utilizaba, por lo gene-
ral, para el movimiento mientras que, la segunda, para librar un ataque o enfrentarlo. En línea, un escuadrón
de 2 compañías formaba con dos filas con una tercera compuesta por suboficiales y oficiales subalternos, en-
cargados de mantener el orden de la segunda fila y evitar que cualquier hombre volviera caras, a menos que
estuviera herido; en orden cerrado un caballo ocupaba 1 metro de frente por 2 de profundidad, y la segunda
fila se colocaría a 1 metro por detrás de la primera, con la tercera a su vez a otro metro de su retaguardia. Este
tipo de formación, con un escuadrón de 150 hombres, daría un frente de 75 metros por 8 metros de profundi-
dad. Con una línea en orden abierto, la segunda fila se colocaba a la distancia de 1 o 2 largos de caballo de la
retaguardia de la primera, o sea 2 o 4 metros, con lo que la profundidad pasaba a 10-14 metros.; la ubicación
del comandante sería al frente de la formación, al centro dentro de la línea o adelantado 1 metro a esta, con su
trompa de órdenes al lado, y otros oficiales y suboficiales (no los de la tercera fila que cerraba la formación) a
los flancos, con la misión de mantener el orden de las filas durante el movimiento. Una variante de la línea era
línea paralela 6: todo el regimiento desplegado en línea de batalla; se utilizaba cuando la línea enemiga era muy
extensa, para envolver alguno de sus flancos o para tratar de figurar mayor fuerza que la real. Un regimiento
de 4 escuadrones, con intervalos de aproximadamente 15 metros entre los mismos, presentaría un frente de
345 metros; una ventaja adicional de esta formación era su poca profundidad, que la hacía menos vulnerable a
la artillería.
En la formación de columna había más variantes según el objetivo o fin de la misma. Para atacar a una
masa de infantería que no estuviera formada en cuadro se recomendaba la formación de columna por escalo-
nes7: cada escuadrón escalonado hacia atrás a izquierda o derecha del primer escuadrón; el primero atraía los
fuego del enemigo, haciendo que gastaran su primera andanada, sin dejar tiempo a la recarga de las armas
antes del choque del segundo escalón. La distancia entre escalones quedaba a consideración del comandante, y
se medía por el frente de una compañía; así, una columna de escalones a la derecha por cuarto de distancia

6Cdo. en Jefe del Ejército; Reseña Histórica y Orgánica del Ejército Argentino, Tomo 1, Circ. Militar, Bs. As., 1972, pp.
432-433.
7 Ibíd.

45
significaba una formación escalonada hacia la derecha, con cada escuadrón (supuesto de 75 metros de frente)
separado de su inmediato por una veintena de metros.
En columna de escuadrones, estos formaban en columna, separados por una distancia de un cuarto,
una mitad, un entero o un doble de su frente; se utilizaba para atacar cuadros de infantería, preferentemente
los ángulos del mismo. La idea era ofrecer el menor blanco posible para las salvas de fusilería; en caso de que
el escuadrón de primera línea fuera rechazado, debía retroceder por los flancos de la columna para reagruparse
a retaguardia. Este tipo de ataque era efectivo en tanto el cuadro enemigo hubiera sido castigado por la artille-
ría propia o sus soldados fueran bisoños; caso contrario, con la infantería a pie firme y sin haber sufrido un
castigo considerable o tratándose de tropa profesional era virtualmente imposible que la caballería, por sí sola,
destruyera un cuadro de esas características.
La formación de columna también se utilizaba para las marchas; estas podían ser por columnas de
escuadrón, compañía, mitades, etc. Para transitar por caminos o a la vera de estos cuando se acompañaba a
otras fuerzas, la columna solía tener un frente de 4 a 6 soldados, con una profundidad (nuevamente para un
escuadrón de 150 plazas) de poco más de un centenar de metros, lo que significaba para un regimiento al
completo una extensión de cinco cuadras.
En caso de recibir una carga de caballería enemiga, las ordenanzas españolas recomendaban esperar a
pie firme hasta que los contrarios estuvieran a distancia de tiro de carabina, para escopetearlos y lanzar enton-
ces una contracarga. En cambio, San Martín opinaba lo contrario:

“La caballería no debe en ningún caso ni circunstancia esperar el ataque parada; porque en este caso aunque
fuese superior, su derrota será inevitable. Cuando un cuerpo de caballería ataca a otro, el atacado debe reci-
birlo al gran galope”8

Afortunadamente para la caballería independentista, su contraria realista, al menos en el teatro No-


roeste y Oeste, no estuvo a la altura de las circunstancias, sufriendo casi siempre bajo los sables de los patrio-
tas.
Las órdenes se comunicaban de los oficiales a la tropa por medio de los toques de los instrumentos,
sean cornetas, trompetas o tambores, estos últimos utilizados por los dragones hasta mediados de la década de
1810. Según Mitre, en la batalla de Tucumán, al recibir la orden de cargar por Belgrano, el comandante de los
Dragones Ligeros, Balcarce, retransmitió la orden a través de sus tambores.
San Martín redactó un pequeño manual a la creación del primer escuadrón de Granaderos, donde ver-
tía estos conceptos para el entendimiento de sus oficiales en la cuestión de la transmisión de órdenes:

“Las voces de mando deben darse por los oficiales y sargentos en un tono firme, alto y claro. Todo oficial debe
acostumbrarse a mandar aun los cuerpos más pequeños con toda la fuerza de su voz. La exactitud de su ejecu-

8Pasquali, P.; San Martín. La fuerza de la misión y la soledad de la gloria, Plantea, Bs. As., 2000, p. 113.

46
ción y confianza en el soldado serán en proporción del tono firme, decidido y debido con que el oficial en cada
grado da sus órdenes.”9

En un ataque, según las ordenanzas españolas, cuando el comandante juzgaba que su fuerza se hallaba
a la distancia adecuada para lanzar la carga en sí, ordenaba: Escuadrones para atacar, Saque espada (o sable),
Al trote, Marche, sucesivamente, esta última orden dada con el toque del trompa de órdenes para ser repetido
por los trompas de compañías. Ya al trote, al hallarse a 150 pasos del enemigo, el comandante ordenaba a su
trompa tocar Galope y, cuando la distancia era de sólo 40-50 pasos, A degüello, cuando el galope se alargaba,
los soldados se elevaban sobre sus estribos con el arma blanca hacia delante o, en el caso de los lanceros, ni-
velaban las mismas en paralelo con el suelo; la segunda fila, de ir armada con sables, los cruzaba sobre su
cabeza en actitud de dar un golpe de tajo. Lograda la derrota del enemigo, se tocaba Llamada para reagrupar
la tropa, usando los estandartes como punto de reunión. Haciendo referencia a lo que era considerado como la
“nueva táctica francesa” por sus contemporáneos, en el
manual de San Martín de 1812 se proponía lo siguiente,
junto con unas consideraciones generales sobre la tarea
principal de la caballería:

“Cuando el Jefe de escuadrón o regimiento dispusiese el ata-


que del enemigo dará la voz de Escuadrón de frente, guía a la
derecha: a la de marchen se moverá el todo, inclinando la
vista hacia el costado nombrado. Luego seguirán las voces de
trote, galope, y a la distancia de setenta pasos del cuerpo que
se va a atacar, se gritará a degüello; cuya voz será repetida
con la mayor fuerza por todos los oficiales del escuadrón.
Toda la gran fuerza de la caballería está más en la ofensiva
que en la defensiva, por consiguiente su objeto principal es el
ataque. Todas las maniobras que haga un cuerpo de caballería
no tienen otro objeto que colocarlo en situación más ventajosa
para atacar al enemigo.”10

Arriba: Soldado, Rgto. de Dragones de la Patria c.1817


(por J. H. Fernández Rivas).

9 Pasquali, P.; op. cit., p. 112.


10Íbid., p. 113.

47
Arriba: Carga de los Cazadores a Caballo, Batalla de Maipú, detalle, por P. Subercaseaux; enfrentada a la infantería, la caballería
podía resultar vencedora cuando aquella estuviera ya a punto de desfallecer o se tratara de tropa bisoña. Ante un cuadro for-
mado por profesionales con espíritu de combate era difícil que los montados se impusieran, como comprobarían los argentinos
durante la guerra contra el Brasil diez años más tarde.

Estos toques y órdenes orales eran acompañadas por señas con el arma blanca: por ejemplo, la voz de
Trote se articulaba con llevar el sable varias veces verticalmente sobre la cabeza; y A degüello, haciendo un
molinete con el sable por sobre la cabeza. La mayor dificultad en todo ataque estribaba en lograr mantener el
orden y alineamiento de los escuadrones y compañías, sin embargo. Mientras unos abogaban por ese ordena-
miento, San Martín, en su trabajo ya citado, opinaba lo contrario como medio para lograr el mayor poder de
choque de la caballería:

“Cualquier tentativa de cerrar hileras al tiempo de atacar aumentaría los intervalos de los escuadrones, impe-
diría el movimiento libre del caballo, que nunca necesita de más libertad que cuando corre al escape y cada
tropiezo a derecha e izquierda disminuye sus esfuerzos.
En el movimiento del choque el caballo debe ir sin sujeción en el freno y animado en cuanto se pueda con la es-
puela; el jinete se apoyará sobre los estribos y echará el cuerpo hacia adelante”11

11 Ibíd.

48
Arriba (de izq. a der.): Soldados en uniforme de parada del Rgto. de Húsares de la Guardia c.1814; y de los Guías de la
Escolta del Supremo Director c.1815 (por J. Balaguer). Para mediados de la década de 1810 aumentó la influencia de
las modas militares europeas, en particular las francesas, traídas por las tropas expedicionarias españolas.

Otro gran problema era evitar que la tropa, con el frenesí de la victoria, se lanzara indisciplinadamente
a la persecución del enemigo, corriendo el peligro de sufrir un contraste en caso de chocar con fuerzas organi-
zadas, de allí que siempre se recomendara, cuando fuera posible, mantener una reserva, tanto para el caso
citado como, en caso de derrota propia, tener una base sobre la cual asegurar la retirada. En la acción de Rio-
bamba, previa a la batalla de Pichincha durante la campaña de Quito, un escuadrón de Granaderos a Caballo,
al mando del entonces capitán Juan Lavalle, se lanzó contra una fuerza superior de caballería realista la que,
sin embargo su peso cuantitativo, rehusó el combate, yendo a refugiarse en una masa propia de infantería;

49
Lavalle, viendo la imposibilidad de continuar el ataque contra fuerzas tan superiores, logró contener a los
hombres y fue retrocediendo en orden hacía sus propias fuerzas. Viendo esto, los realistas se envalentonaron y
trataron de atacarle, pero en perfecto orden Lavalle ordenó volver caras a su escuadrón y, con el apoyo de
otros escuadrones de caballería venezolanos, volvió a cargar contra sus enemigos, sableándolos y haciéndolos
huir en desbandada.
Otra actividad vital de la caballería, tradicionalmente la especialidad de la ligera, era la exploración
avanzada: se recomendaba que la fuerza de reconocimiento se organizara con una mitad en piquetes de explo-
ración y la otra mitad en reserva, a una distancia que le permitiera a la última acudir en ayuda de los primeros.
Como era de esperarse, para lograr llevar adelante estas complicadas evoluciones era necesario no só-
lo que la tropa comprendiera lo que se esperaba de ellas, sino que reinara la disciplina y el cabal entendimien-
to entre oficiales y soldados, elementos que estuvieron ausentes en la caballería de los primeros ejércitos inde-
pendentistas. El general Paz tenía una muy pobre opinión de las fuerzas montadas en las que sirvió en el Ejér-
cito del Alto Perú:

“ mi regimiento [los Dragones del Perú, en Vilcapugio], mutilado como he dicho, hizo lo que podía esperarse de
su capacidad en su clase de muy mala, de una detestable caballería. Además de que ni oficiales ni soldados co-
nocíamos nuestra arma, y que ignorábamos en qué consiste su poder, su fuerza y el modo de emplearla”12

Recién con el arribo de oficiales profesionales como San Martín y Alvear la caballería comenzó a ac-
tuar de manera efectiva, más que por una supuesta renovación en las tácticas, por la consciente y rígida apli-
cación de las mismas. San Martín verdaderamente creó una escuela de conducción y muchos de los que sirvie-
ron en los Granaderos a Caballo tendrían luego extensas carreras militares. Uno de los puntos más controver-
tidos de San Martín fue la creación, al interior del cuerpo de oficiales, de una suerte de institución secreta por
la que estos se juzgaban mutuamente en cuestiones relacionadas al “honor”. Su objetivo era fomentar el espíri-
tu de cuerpo en su regimiento y alentar la superación por competencia entre sus oficiales; sin embargo, tuvo
como contrapartida forjar en los subalternos de menor jerarquía y antigüedad un aire de petulancia y altanería
que provocaba fricciones con sus camaradas de otras unidades, como también atestiguó Paz durante el servi-
cio de los Granaderos en el Alto Perú.

Bibliografía
Argañaráz, L. D.; Caballería veterana de las Provincias Unidas 1810-1820. Organización, tácticas y uniformes (inédi-
to).

12 PAZ, J.M.; Memorias póstumas, vol. I, Emecé, Bs. As., 2000, p. 110.

50
Uniformes

Escuadrón de Húsares de Pueyrredón 1807


Rodrigo Galeano-textos D.Argañaráz

51
Santiago de Liniers, Comandante de Armas de la capital, comunicaba al virrey Sobre Monte el 4 de sep-
tiembre de 1806 tener “casi coordinados tres escuadrones de voluntarios, cuyos individuos han servido todos en
la Reconquista, quienes de por sí se obligan a uniformarse y a mantener caballos a pesebre”; en la misma comu-
nicación establecía que cada escuadrón formaría con 120 plazas, con uniformes “a la húsar” y armados de sable y
pistola. Estos tres escuadrones actuarían de forma independiente entre sí, aunque quedarían encuadrados en un
solo cuerpo, que en abril de 1807 se denominaría “Cuerpo de Húsares por el Rey y por la Patria Voluntarios”.
En un principio, cada unidad fue conocida por el nombre del comandante que lo encabezaba, en el caso
de la lámina que ilustra este artículo, Juan Martín de Pueyrredón (los otros eran Lucas Vivas y Pedro Ramón Nú-
ñez). Este último, a mediados de agosto de 1806, citó en su domicilio a conocidos y amistades cercanas, con la
intención de formar un cuerpo militar de caballería que fuera modelo; Pueyrredón y los suyos tenían una mani-
fiesta intención autonomista, alentada por los sucesos de la Reconquista. El 21 de septiembre de 1806, se bendijo
el estandarte del escuadrón en Luján, dado que la unidad se amparó bajo la imagen de la Virgen del citado santua-
rio. Pocos días después, Pueyrredón formaba al escuadrón al completo en la plaza de Buenos Aires, uniformados
a su costa; en octubre, la unidad era fuerte de 200 plazas.
El uniforme elegido por su comandante era al estilo referido de húsares, de amplia difusión en la moda
militar contemporánea; consta de gorra de suela o morrión, chaqueta con alamares, calzón y botas, todo primoro-
samente galoneado con cordonadura plata. La tropa llevaba un traje similar, aunque más humilde en su calidad y
con los adornos en trencilla blanca de lana. Se han conservado láminas de época del cuerpo, en los que se puede
estimar que, dado las condiciones descentralizadas de producción de las prendas, hubo diferencias menores en los
uniformes, incluso entre los oficiales. Contamos para dilucidar un tanto los materiales necesarios para la confec-
ción de un uniforme tal, con las cuentas elevadas por la fabricación de prendas de uno de los escuadrones herma-
nos del de Pueyrredón, el de Húsares de Núñez. En él podemos ver que para un traje de tropa se necesitaban 2 ½
varas (una “vara de Burgos” equivaldría a aproximadamente 80 cm) de paño para chaqueta y pantalón, 1 vara de
paño para chaleco, 5 varas de caserillo (un tipo de tela ligera) para forros, 20 varas de trencilla de lana para ador-
nos de chaqueta y pantalón, 5 docenas de botones. El costo total de la hechura del uniforme era de 7 pesos, más la
gorra o morrión, que valía casi lo mismo que todo el traje: 5 pesos. El cuerpo se destacaría en las acciones de la
Defensa y, pasado el tumulto, sería el único cuerpo voluntario de caballería mantenido en servicio hasta 1810.

Bibliografía
Beverina, J.; El Virreinato de las Provincias del Río de la Plata. Su organización militar, Círculo Militar, Buenos Aires,
1992.

Roberts, C.; Las invasiones inglesas, Emecé, Buenos Aires, 2000.

Villegas, A., de Beaufort, L.; Los uniformes militares usados en el Río de la Plata (1702-1810), Biblioteca de Mayo,
Tomo XIX, Senado de la Nación, Buenos Aires, 1964.

52
Campañas y Batallas

La Guerra de Troya (II)


Geografía, guerreros, armas y tácticas
Marcelo Molina

Polemos
El escenario del mundo micénico era montañoso, lo es hoy, pleno de anfractuosidades, costas recorta-
das a uno y otro lado del Mar Egeo, y numerosísimas islas escarpadas. Un territorio de no más de400.000
kilómetros cuadrados cuya tercera parte la constituye el mar.
A mediados del s. XVI a.C., durante la Edad del Bronce Antiguo, se produjo una catástrofe geológica
y, luego, ambiental en la región (que ha sido registrada claramente en la isla de Thera-Santorini) en el Egeo
sur y el Mar de Creta. Territorios costeros sumergidos, terraplenados, e islas hundidas o arrasadas por el fe-
nómeno telúrico, afectaron gravemente a la cultura minoica. 1

1
Semejante cataclismo permitió alimentar a Platón el mito de la Atlántida, y fundamentarlo en su diálogo “Critias”.

53
Las tribus indoeuropeas de aqueos, jonios y eolios (los helenos), habían llegado a la actual Grecia
continental poco después del cataclismo, conquistando o absorbiendo a los primitivos pueblos mediterráneos,
durante la temprana Edad del Bronce2. No fue una única migración, sino que fueron varias. Seguramente un
clan seguía a otro, cierto que atravesaban un territorio montañoso cortado por desfiladeros y precipicios como
el balcánico.Los aqueos ocuparon el Peloponeso, Tesalia y se expandieron por todas las costas del
Egeo,siendo su centro principal Micenas. El poder minoico cretense, gravemente afectado, les dejó islas y
territorios a su alcance3.
En todo este gran territorio quebrado, la extensión de tierras cultivables era exigua; en una población
en aumento, el pillaje era la manera de obtener alimento, además de botín y prestigio para los señores guerre-
ros ante su comunidad y las de los vecinos. Los asaltos de los llamados “Pueblos del Mar” sobre el litoral
egipcio y de las ciudades del Próximo Oriente, durante el s. XII a.C., parecen haber contado entre sus contin-
gentes a muchos guerreros “griegos” 4.

Arriba: Fragmento de jarra del 1600 al 1450 a C., mostrando a un guerrero con
lanza y daga golpeando el interior de un hoplon o escudo (Tumba de Dromola-
xia, Museo de Larnaka,Archeological Review).

2
Estos movimientos de pueblos no fueron hechos de una vez, se habrían producido a lo largo de muchos años, tal vez
décadas y en pequeñas oleadas clánicas de algunos pocos centenares de personas.
3
Podríamos decir que la situación geopolítica se consolidó para mediados del s. XV a.C., con la llegada de los dorios. La
última de las tribus griegas en arribar a la península, la que, siendo más pequeña, poseía el “arte” de fundir el hierro y
tener al caballo como elemento guerrero: eran jinetes. Las nuevas y más poderosas armas les dieron un lugar preeminente
en el mundo griego.
4
Sobre el origen, tanto como de la integración de los Pueblos del Mar, existen muy pocos datos históricos y menos, ar-
queológicos, aportados por algunas menciones de los faraones Merenptah y Ramses III; también en algunas cartas de
Ugarit. Una de las hipótesis más aceptadas, es la de un cambio climático durante la Edad del Bronce final que produjo un
pronunciado aumento de la temperatura, y el derretimiento de los glaciares con las consecuencias de la desaparición o
huida de animales de carne, trigo de invierno, inundaciones. El fenómeno afectó a numerosos pueblos que buscaron en el
pillaje de tierras ricas una salida a la crisis. Un resultado curioso es que incluso los primitivos troyanos pudieron haber
participado de este movimiento de pillaje migratorio y ¡sobre tierras “griegas”! Así, el posterior ataque a la Tróade, ha-
bría sido una respuesta histórica a la agresión sufrida por generaciones anteriores.

54
¿Cómo eran los micénicos?
La idealización romántica del conflicto aqueo-troyano, expresado en numerosas películas y aún en las
reconstrucciones, hechas en base a datos arqueológicos5, de imágenes que ilustran escenas bélicas, muestran
poderosos guerreros, imponentes en su aspecto físico y también verdaderos hombrones como Ajax. Pero los
testimonios de pretéritos esqueletos muestran que eran hombres con una talla media a baja, inferior a la actual.
Excavaciones realizadas en el Peloponeso, en la década de 1960, sacaron a la luz restos de guerreros de entre
1,60 y 1,66 metros de estatura y eran de espartanos, pueblo famoso por su apostura.
Asimismo, los guerreros micénicos llevaban una existencia dura que los fortalecía. Habitaban un terri-
torio poco amable donde merodeaban fieras, como los leones, y donde el alimento era escaso y poco variado:
pan, algunas legumbres, vegetales, pocas frutas, miel, vino. La carne era el alimento preferente, pero no la
bovina, considerada exquisita y propia de los dioses, y que se les ofrecía en ceremonias en las que se sacrifi-
caba al animal: se lo asaba, considerando que con el humo producido por carne y grasa, al elevarse, se satisfa-
cía a las entidades divinas; los participantes consumían el resto. Pero estos sacrificios eran ocasionales 6.

Arriba: Escena religiosa que puede ambientarse entre el 1500 y el 1400 a C., en Cnosos, pero que fue
generalizada en el mundo aqueo. Antes de emprender cualquier acción guerrera los aqueos invocaban
a los dioses con sacrificios propiciatorios. El wanax, la figura central ricamente ataviada, preside la
ceremonia, secundada por su guardia. Las sacerdotisas vuelcan el aceite sagrado que será quemado.
Abajo, a la derecha, la testa del toro sacrificado (por G.Rava, en OspreyWarrior 153).

El jabalí proveía la necesidad carnívora; obtenerlo implicaba un gran esfuerzo en el que la inteligen-
cia, la agilidad y la resistencia física eran las herramientas básicas. La cotidianeidad se interrelacionaba con la
hostilidad: que la jabalina, lanza liviana utilizada para la cacería, se transformara en arma de guerra, indica la
estrecha interrelación entre búsqueda del alimento y lucha. Además de por su carne, las bestias eran muy es-

5
Helena de Troya (1956); El caballo de Troya (1961); La ira de Aquiles (1962); la más recienteTroya (2003)
6
La hecatombe era un sacrificio mayúsculo de cien reses, exigido para que se volvieran propicias circunstancias muy
graves y amenazantes que debían afrontar. El sacrificio de animales, que podían ser también cabras, reemplazó el primi-
tivo, que se hacía ofreciendo seres humanos. Recordemos el sacrificio que hizo Agamenón de su hija Ifigenia para propi-
ciar a Artemisa y que esta liberara a los vientos, que homero describe en la Illíada.

55
timadas por sus colmillos, adorno preferido para cubrir los cascos y demostración de la valentía y fuerza de
sus dueños.

Izquierda: Este anillo llamado TheBattle in theglen (“La


batalla en la cañada”) de Micenas y c 1600 a C., muestra un
combate entre guerreros que luchan mano a mano, uno
tiene una espada y el otro, probable ganador, lo amenaza
con unadaga; más allá, otro se protege con un escudo en
forma de torre. Puede que la figura central, preeminente,
haga alusión de un mito olvidado en el que un héroe po-
bremente armado prevalece sobre sus adversarios (Museo
Arqueológico Nacional, Atenas).

No sólo se cazaba a los jabalíes, los leones acechaban los hatos de ganado y era imprescindible su
eliminación. Cazar leones era una tarea de conjunto, en tanto que a los cerdos salvajes podía conseguirlos un
hombre o un joven solamente. También se cazaban ciervos, pero considerados divinos por la belleza de su
forma, el mortal podía hacerse pasible de un castigo divino, como sucediera con Agamenón.

Arriba: “La caza del león”; imagen reconstruida sobre la daga grabada, hallada en la tumba IV de Micenas, del s. XV a.C.
La caza era considerada desde muy antiguo como un gran ejercicio preparatorio para la guerra. Aquí vemos cuatro gue-
rreros micénicos atacando a un león que ha herido a un compañero. Lanzas y flechas contra la enorme bestia, otras
huyen. Todos los hombres llevan escudo en forma “de ocho” y “de torre”. El escudo del caído le fue arrancado y muestra
desgarros: no ha sido suficiente defensa. El líder, como se ve en la tumba 8 en Dendra, lleva un protector de hombro y
protección del torso de material ligero, no de bronce, como se ve también en una tumba etrusca en Italia, aunque de un
período posterior. Los arcos usados en el área del Egeo, eran simples y compuestos. Siendo los primeros, varas de simple
curvatura, de madera, muy posiblemente haya. Los compuestos, construidos en dos partes podían ser doble convexos o
de doble concavidad y algunos, los más poderosos, con cuernos de carnero, como dice Homero del arco de Ulises, en la
Illíada y testimoniados en Knossos (por G. Rava, en Bronze Age Greek Warrior 1600-1100 BC, OspreyWarrior 153).

56
No es menor detalle que fuera común la costumbre de andar descalzos desde niños. No sólo aquellos
de rango inferior, ya que marchar así fortalecía pantorrillas y muslos y acostumbraba a la molestia física y,
aún, al dolor. Además deambular sobre territorio rocoso descalzo, adaptaba el pié al suelo, se afirmaba, cosa
que no podía conseguirse con suelas lisas.
El promedio de vida difícilmente superara los treinta años; la pugna permanente en la vida diaria hizo
de los micénicos un pueblo feroz y despiadado, aún entre las diversas tribus del mismo origen, y con pueblos
vecinos o extranjeros. Muchas muertes jóvenes debidas a refriegas más o menos permanentes, suponían un
precario equilibrio demográfico con los nacidos y mantenían a las poblaciones en un muy lento crecimien-
to.Aun así, la guerra estaba regulada para que no alcanzara al exterminio mutuo. Un medio fue la lucha entre
los campeones7de dos comunidades rivales.

Arriba: Escaramuza entre guerreros armados con puñales de bronce y escudos, y un jabali-
nero, que estaría siendo amenazado o condenado. La escena se ubica entre el 1600 y el
1500 a C. (por McBride, en TheMycenaeans 1650-1100 BC, Osprey Elite 130).

De acuerdo al registro arqueológico, todavía insuficiente, durante toda la Edad del Bronce se produje-
ron dos grandes conflictos: las repetidas incursiones de los Pueblos del Mar y la Guerra de Troya. Ambos
acontecimientos se dieron durante el 1300 y el 1200 a.C. Entre los Pueblos del Mar se contaban contingentes

7
Hasta la Edad Media, el combate previo entre campeonessolía ser lo usual, tanto que siquiera se hace mención del mis-
mo en las crónicas. Pero, al contrario a los duelos de los de la Edad del Bronce, no determinaban el resultado del enfren-
tamiento.

57
aqueos, en el segundo, los aqueos eran uno de los protagonistas: dos grandes conflictos en algo más de un
siglo. Si estimamos que, desde el comienzo de la Edad del Bronce, hasta el final de la Edad Oscura, cuando
reaparece la escritura y se lo ubica a Homero, transcurrieron unos nueve siglos, decimos que se sucedieron
unas 27 o 28 generaciones 8. Sin embargo, aquellos dos grandes conflictos fueron efectivos y esporádicos du-
rante solo tres generaciones. El más largo fue el de los Pueblos del Mar, donde los aqueos era solo una por-
ción menor, tal vez unos centenares. En el conflicto troyano, aunque mucho más breve en duración, debieron
de haber participado varios miles de hombres.
Elregistro arqueológico, por el contrario, testimonia una Edad del Bronce pródiga en hechos sanguina-
rios en toda su extensión, más allá de los dos grandes conflictos.Si no hay rastros de otros acontecimientos
bélicos, a la vez se han recogido reliquias pintadas en cerámica y muros, grabados en anillos, restos de arma-
mento, fragmentos de armaduras, escudo, grebas, con motivos guerreros, debemos deducir que la guerra estu-
vo latente en todoel período, pero focalizada en numerosísimos conflictos menores e implacables en los que se
enfrentaban un puñado o algunas decenas de hombres.

La Guerra de Troya
Homero atribuye diez años de guerra, pero no debemos entender que fue continua en todos esos años,
como permite creer la Illíada, sino que habrá sido una sucesión de incursiones, desembarcos y “retornos al
hogar”, en determinadas épocas del año, como en el invierno, de renovados grupos numerosos de guerreros.
Muy pocos habrían permanecido en las proximidades de la ciudad, vigilantes y guarecidos en campamentos
fortificados.Homero cuenta, gala de magnificencia, de los “mil barcos”, lo que daría una fuerza de entre 20 y
30 mil guerreros o más, número de hombres imposible de sostener dados los recursos de la época y posibili-
dades de avituallamiento.
En el sitio final de Troya tienen que haber participado unos pocos miles de guerreros. Cuando la
Tróade ya era un país devastado y también los territorios aliados de los dánaos, hasta suprimir de manera total
el abastecimiento de la ciudad, entonces y solo entonces, mediante el engaño o la fuerza la asaltaron y destru-
yeron.Podemos decir que un escenario exigente moldeó el devenir de estos proto griegos, los micénicos.
Sabemos que los micénicos del BronceTardíovivían agrupados en pequeños reinos independientes 9,
recelosos y en alerta por sus vecinos. Los motivos eran el cuatrerismo y el secuestro de mujeres, o de jóvenes
para ser esclavizados por el “derecho” de guerra. Un golpe de mano exitoso sobre una comarca exigía represa-
lias y los castigados, a su vez, planeaban venganza que exigiría, en su momento, desquite. Un conflicto inter-
minable con más semejanza a una lucha territorial de pandillas que a una guerra propiamente dicha.

8
Los demógrafos históricos han considerado que una generación durante las edades pasadas era de unos treinta años.
9
Una cultura palaciega particular fue desarrollándose en estos reinos, muy diferente a la de los faraones o hititas.

58
Arriba: Escaramuza entre un diestro pilio , que porta casco tachonado y daga, y arcadios,
todos vistiendo un simple kitón. Es un fresco del palacio de Pylos, del 1300 a.C.; fue inter-
pretado por el arqueólogo Yalouris, con la acción teniendo lugar cerca de Phella (Museo
Nacional Arqueológico de Atenas).

Ante una alarma, decenas de guerreros, miembros de un mismo clan, acudían al llamado de su rey; es-
te y los de rango superior, los hombres libres, iban provistos de escudos en “forma de ocho” o cascarudos, y
en “forma de torre”, además de lanzas y espadas. Estos grandes escudos protegían de las flechas, dardos y
pedradas, pero eran poco convenientes para el combate mano a mano, ya que no siendo pesados, eran incó-
modos debido a su tamaño, y sería preciso de una gran destreza para manipularlo y a la vez usar de la lanza.
Estos señores llevaban armaduras del tipo de Dendra, o segmentadas, y cascos de bronce o cubiertos por lámi-
nas de colmillos de jabalí. Algunas de estas armaduras protegían hasta el cuello y los muslos, pero quedaban
al descubierto rodillas y pantorrillas. Un enemigo hábil podía herir con facilidad estas partes. Las grebas fue-
ron una solución; muchas eran finamente grabadas, de acuerdo a la posición social de su dueño.

Izquierda: En la imagen vemos la panoplia completa de los guerreros aqueos durante


la Edad del Bronce medio, c. 1500 a.C. Fue compuesta con las reliquias de la tumba 12
de Dendra y fragmentos de Lineal B de Cnosos, Pilos y Tirinto. Esta armadura de Den-
dra es, hasta ahora, la única hallada casi completa y ha dado el nombre genérico a la
tipología. Diversos restos en otras locaciones muestran que era de uso general en el
Mediterráneo Oriental y Oriente Medio, entre la clase alta.
El guerrero lleva la armadura completa, grebas y un casco de colmillos de jabalí em-
plumado vistosamente. No está claro cómo se colocaban las plumas, si de frente, o
una sola de ellas adelantada. El casco cónico de bronce de la parte superior tiene
carrilleras y cubrenuca, y se adorna con una larga cola presumiblemente de cerdas de
caballo; a su derecha uno más simple de láminas de colmillo cosidas a la protección
de cuero interior y delgadas carrilleras. Los escudos de torre y ocho son los típicos de
la época. El guerrero blande una espada delgada, aguzada y larga de unos 60cm. Las
espadas, vainas y dagas son de Micenas, Cnosos, Dendra y Argos; las puntas de lanza
son de Micenas, Creta y Vaphio, en Laconia. Las ropas consistían en una túnica que
llegaba hasta los muslos y una especie de falda, todas de lino teñido. El despiece de la
armadura muestra que podía usarse también sin los cubre hombros. El guerrero va
descalzo, uso que fue muy común hasta los tiempos clásicos, pero vemos que tam-
bién podían calzar una especie de botines decorados o simples(por G. Rava, Archeolo-
gical Review From Cambridge).

59
Los seguían otros guerreros de menor rango,muñidos también de los grandes escudos, cascos, a pecho
descubierto, sin las costosas armaduras.

Arriba: Fragmento de un fresco que muestra un guerrero de la


Edad del Bronce tardío, blandiendo una lanza y sólo protegido por
un escudo redondo y grebas. No lleva armadura, lo que supondría
premura en enfrentar a un enemigo inesperado(Department of
Classics, University of Cincinnati).

Una acción heroica o atrevida de estos segundones contra un enemigo, podía proporcionarle el precia-
do botín que los arreos guerreros del enemigo muerto.

60
Pág. anterior: En esta imagen vemos otra panoplia que muestra guerreros micénicos del s. XIII a.C. El primero es un
guerrero tebano de los llamados epikoi, o épicos, denominación para aquellos que luchaban en solitario al frente, o
que ejecutaban acciones muy arriesgadas, reconstruido su aspecto con datos de tumbas tebanas y con el Lineal B de
Cnosos. Lleva una coraza de peto y espaldar, cubre hombros, y casco de bronce liso con carrilleras. En la cintura, dos
anchos cinturones de cuero que podían ser hasta seis, protegían el vientre; un escudo, mucho más pequeño y mane-
jable que los anteriores de tipo torre u ocho, de madera pintada y refuerzos de bronce con umbo central puntiagudo,
debajo se lo ve de perfil; grebas ornamentadas y botines pintados de influencia oriental; lleva la espada con vaina
finamente decorada y una daga adosada a la misma vaina, uso que Homero le describe a Agamenón; blande un hacha
de hoja hueca que puede ser laminada.
Los cascos aqueos, que ya no llevan decoración de colmillos de jabalí, son, de izquierda a derecha, uno de bronce
rígido de dos partes, la inferior tachonada para darle más firmeza a la “blandura” del bronce, cubre nariz y carrilleras;
el central superior es un casco de bronce tachonado, con cubrenuca y carrileras, reforzado con bandas, también de
bronce, suela u otro material, pintadas como decoración y cresta central. El central inferior es un casco de tiara, posi-
blemente de anchas bandas de bronce soldadas con decoración y cresta circular. El del extremo derecho es un casco,
posiblemente de cuero, reforzado con tachones de bronce, cubrenuca y carrilleras, con cresta.
El segundo guerrero es uno estilizado de la famosa “Vaso de los Guerreros”, crátera hallada por Sliechmann, que le ha
dado nombre. Lleva casco cornado, con carrilleras, adornado con cola de caballo y cubre su vistoso kitón con un simple
coselete frontal y espaldar, compuesta por placas de suela cosidas a una piel flexible; las simples grebas se ajustan al
lino que protege del roce; botines tachonados también de influencia oriental. La amenazante lanza es una jabalina de
la que cuelga una pequeña bolsa con hechizos para nunca errar al blanco (por G. Rava, enBronze Age Greek Warrior
1600-1100, Opsrey Warrior 153).

Con ellos iban grupos de honderos, jabalineros y arqueros, la “infantería ligera” de entonces, consti-
tuida por campesinos llamados a pelear. Es curioso que, si bien el uso de la jabalina era generalizado por las
razones que ya comentamos, no se la consideraba apropiada para que combatieran los señores. Es posible que
el embarazoso movimiento que posibilitaban las armaduras Dendra y los grandes escudos, hiciera imposible
su lanzamiento. En cambio los jabalineros llevaban cuatro o cinco, multiplicando el poder ofensivo. También
el empleo del arco, por razones similares, era desusado entre los señores micénicos.

Izquierda: Hondero y arquero micénicos, tropas ligeras de


los s. XVI-XV a.C.; ubicuos auxiliares de los guerreros fuer-
temente armados que constituían el núcleo principal en las
batallas. Mercenarios nubios, en la Edad del Bronce tem-
prano, aparecen con frecuencia. Entonces los faraones
egipcios se habían impuesto sobre Nubia, facilitándose el
contacto con el mundo egeo. No son mencionados por
Homero ¿Habrían desaparecido cuando la Guerra de Troya,
de haberse ubicado ésta en el Bronce tardío? Es posible.
Homero no sabría de su existencia. En la actualidad se la
conoce por los testimonios arqueológicos (por porMcBride,
en TheMycenaeans 1650-1100 BC, Osprey Elite 130).

61
Durante el Bronce Medio la guerra era aristocrática, reservada para aquellos que podían costearse un
equipo bélico, y los conflictos eran defensivos, comarcanos. Hemos visto que se vivía en un estado constante
de violencia, podríamos decir “social” por una escasa porción de tierra fértil, ganado o venganzas clánicas:
una pugna latente, fechorías de una población campesina diseminada en fincas y aldeas.
La guerra ofensiva, la gran guerra, tuvo desarrollo en el Bronce Tardío o Reciente. Durante este tiem-
po, Micenas surge como la ciudad más importante, de acuerdo a los testimonios arqueológicos. Capital del
mayor reino independiente de los argivos y tanto, que su nombre le ha dado denominación a todo el período.
Su prestigio, evidenciado por la magnitud de sus ruinas, perduraba en tiempos de Homero como para fuera la
capital de Agamenón. Micenas era pequeña para nuestra mirada, se extendía por pocas hectáreas rodeadas de
poderosos muros. No era una ciudad de población numerosa: sólo la habitaban el rey, sus palaciegos y algunos
servidores. Era un lugar de protección para los campesinos y artesanos del reino cuando se temía un ataque.
Como lo ha sido la misma Troya.

La evolución de las tácticas guerreras


Estuvo en consonancia con los movimientos de pueblos que se produjeron a mediados de la Edad del
Bronce, y al aumento de la población10. Los Pueblos del Mar merodeaban por todo el Egeo y sus fracasos en
el rico Egipto hizo que probaran fortuna en Creta y las otras islas helenas.

Derecha: La “Batalla del Mar” ha sido


llamada la imagen de este fresco de
Akrotiri, en la isla de Thera del 1500 a.C.
Los guerreros nativos armados con lanzas
y provistos de escudos “en forma de
torre” forrados con cueros negros, ma-
rrones, grises y amarillos, con diversos
cascos decorados marchan hacia las cos-
tas, mientras unos muchachos arrean el
ganado para alejarlo de un contingente
saqueador de los Pueblos del Mar (Museo
Prehistórico de Thera).

10
Ya hemos dicho que el crecimiento poblacional era lento, pero en una medio ambiente que siempre estaba al límite de
sus posibilidades, la más ligera variación positiva implicaba una crisis. Los griegos de arcaicos consideraban que solo
podía tenerse una existencia adecuada cuando una polis (ciudad más campo) no sobrepasaba los cinco mil habitantes.

62
El requerimiento de hombres aumentaba y fue necesario de una guardia regular y permanente.Pero en-
tonces, los reclutados, no llevarían el mismo atuendo bélico anterior, tan costoso, que llevaban lo señores, sino
que se diseñó, podríamos decir, uno más ligero, práctico y más rápido de construir. Que, además, era más
adecuado para los otrora “infantes ligeros”, tan ágiles y dispuestos para un combate dinámico.La incorpora-
ción de más hombres en condición guerrera llevó también a una progresiva exigencia de estos de participación
política. Fue status belli un antecedente de la democracia en la Antigua Grecia.

Arriba: El famoso “Vaso de los guerreros”, que tantos datos ha dado a los arqueólogos y estudio-
sos. Este vaso ceremonial muestra guerreros marchando en campaña. Llevan lanzas, las cargan
sobre el hombro los más, escudos recortados, cascos cornados o de erizo, coseletes, grebas.
Toda la circunferencia del vaso está pintada con el mismo tema(Museo Arqueológico Nacional,
Atenas).

En batalla11, los guerreros señoriales y los segundones, formaban un núcleo central que era la fuerza
de choque principal y definitiva. Los “infantes ligeros” hostilizaban al enemigo buscando aferrarlo en un pun-
to dado, hasta que el grueso de los guerreros chocaba para desbaratarlo. Un esquema que se mantuvo a lo lar-
go de las edades futuras.El choque entre guerreros armados de manera similar debía ser muy prolongado y
lento: una verdadera topada de los escudos y desvío de las lanzas, una y otra vez, buscando un espacio para
clavar la moharra. El combate se estancaba. Tarea ímproba y no siempre posible hasta que alguno de los dos,
se cansara y descuidara su guardia. Durante varios siglos fueron estos duelos la característica principal y casi
única de la lid, culminando en una tregua tácita.
Ha sido por obra de los segundones que se produjo una transformación decisiva. Muy ligeros de pro-
tección, se movían con agilidad y presteza, dejaron de lado la lanza como arma decisiva: la espada puntuda y
fina, semejante a un largo puñal, y aún la daga, adquirieron importancia fundamental. Contra hombres pesa-
damente armados y lentos, una hoja podía encontrar una brecha para herir. Se ve en los testimonios como

11
Utilizamos el término batalla con fines ilustrativos pues no hay un dato arqueológico o histórico que atestigüe sobre
ninguna batalla.

63
podían volcar el “en forma de ocho” o el “en forma de torre” hacía si, descubriendo gargantas, axilas y en
armaduras cerradas hasta el cuello, los ojos eran un buen blanco.
Si bien las pesadas armaduras y los grandes escudos continuaron en uso de los señores, fue más por
razones de prestigio social, que de real valor militar. Se había desechado la pesada utilidad en manos de rápi-
dos movimientos y largas y delgadas espadas romboidales. Los hombres empezaron a protegerse con corazas
frontales y espaldares de cuero laminado en bronce unidas por cintas de cuero; cargaban escudo recortados,
que apoyados en el muslo o en la parte superior de las grebas, con firmeza, daban solidez al ataque o a la de-
fensa.

Arriba, izq.:La imagen, ubicada c. 1500 a.C., muestra en este combate, cómo la agilidad y destreza de un espadachín podía
vulnerar guerreros mejor armado y protegidos con grandes escudos. Der.: La escena, c. 1250-1200 a.C., muestra a dos guerre-
ros micénicos tardíos que han ultimado a un pilio (Pilia, en el Ática). Ambos guerreros llevan armaduras de sola protección
frontal y espaldar; grebas y tocados sin adornos de láminas de colmillo; los escudos recortados son de trama de mimbre u
otras delgadas tiras de madera, forrados en cuero; los kitones o pollerines, de cuero tachonado; no se ven ni espadas ni dagas.
Todo indica ligereza y agilidad, aptitudes que prevalecieron sobre las pesadas maniobras propias de la impedimenta de los
guerreros micénicos tempranos (por A. McBride, en The Mycenaeans, Osprey Elite 130).

Izq.: Fragmento de un fresco de la Cnosos micénica de entre el 1450 y el 1400


a.C., llamado “El capitán de los negros”, en el siglo pasado. Muestra a quien
parece ser un jabalinero griego liderando a mercenarios africanos. Todos por-
tan estas lanzas livianas, lo que indica que son auxiliares y visten kitones amari-
llo naranja con ribetes negros. Dato histórico curioso: una visión racista, muy
propia del siglo pasado, considera que si el “capitán” tiene piel cobriza, menos
oscura que sus liderados, “necesariamente” debía ser su jefe. Pero, como el
fresco está incompleto no se puede asegurar que no hubiere otros guerreros,
también cobrizos, como simples guerreros, liderados por uno de piel más blan-
ca. Aunque el clima cálido y soleado de la región, durante gran parte del año,
tostaba la piel de los hombres. Los africanos serían nubios, con quienes los
egipcios tenían relación desde más de un milenio antes (Museo Asmoleo).

64
Arriba, los cascos forrados con láminas de colmillos, fueron perdiéndose, fuere porque sus dueños
eran enterrados o inhumados con ellos, o porque el cambio climático de la última glaciación y el aumento de
la temperatura, en una región tórrida como era la cuenca del Egeo, los hiciera incómodos, o porque, simple-
mente, se extinguieron los jabalíes por su continua cacería.Estos hermosos cascos fueron suplantados por li-
vianos tocados de tiara: fajas circulares soldadas entre sí y emplumadas. Muchos otros cascos llevaban plu-
mas. Dichos tocados perdían mucho en aspecto guerrero. Un ejemplo es el de la derecha, unos tocados guerre-
ros en tiara del 1300-1200 a.C., hallados en tumbas micénicas tardías. Eran cilindros de bronce o madera y se
emplumaban.

Las reliquias

Arriba, a la izquierda, panoplia de una tumba micénica del 1600 a.C. En las hojas de espada se obser-
van argollas de anclaje para la empuñadura. Sitio de Karo (Librería de Roma). Las espadas halladas muestran
la inexistencia de guardamontes que protegieran la mano. Esto indica que, en los combates singulares, difícil-
mente chocaran las hojas. La esgrima era desconocida, prefiriéndose el puntazo al tajo. A la derecha, puntas
de lanza, espadas, dagas, rodilleras decoradas con pequeñas argollas para sujetarlas a la pierna. Sitio
deEnkomi, 1200 a.C. (Museo Británico).

65
A la izquierda, puntas de lanzas del 1500-1200 a.C., sitio de Palaia Epidauro (Museo Nauplion). En el
centro, puntas de flechas micénicas de diferentes sitios de Grecia, son de piedra y obsidiana, 2150-1500 a.C.
Luego, los guerreros ricos las harían de bronce. Puede observarse desde arriba hacia abajo la destreza crecien-
te en la ejecución(Museo Arqueológico Nacional, Atenas).

A la izquierda, dagas micénicas de 1400-1100 a.C., hechas en una sola pieza; pueden haber tenido
mango de madera o hueso(Colección particular). Al centro, hachas aqueas de los s. XIII-XII a.C.;la primera,
de doble hoja, es del tipo común y se halla en el Museo Iraklion de Messara. La central,de hoja hueca, muestra
una curiosa forma de creciente, laminada y con tres grandes anillos, tanto para encavarse como para aligerar el
peso de la hoja. El trozo de cerámica muestra a un guerrero blandiendo un hacha similar. Con estos testimo-
nios se valida la hazaña de Ulises de pasar una flecha por los anillos de doce hachas(Museo Arqueológico
Nacional, Atenas). A la derecha, escudo “en forma de ocho”. Este es un antiguo ex voto del 1600 a.C. de la
tumba VI en Micenas. Estos escudos solo se encuentran para la función religiosa o decorativa.

66
A la izquierda, casco de colmillos de jabalí. Usado en buena parte de la Edad del Bronce medio, las
piezas de colmillo fueron encontradas en una tumba micénica del 1300 a.C. Fue reconstruido basándose en
cerámica y placas de bronce(Museo Nacional Arqueológico de Atenas). Al centro, casco hallado en Kolonna,
Egina c.1900-1600 a.C. Las láminas de colmillo están puestas de manera vertical, al contrario de la lo usual
que era coserlos de manera horizontal. Es el único, hallado hasta ahora, de esta forma y uno de los más anti-
guos en el “continente” griego, testimonio de una poderosa élite militar. A la derecha, armadura hallada en
Dendra, de ahí la denominación común para este tipo de armadura. Es del 1500 a.C. Esta es la única encontra-
da hasta ahora, pero se acepta que era común entre los guerreros micénicos de clase alta que llegaban a la
batalla montados en carros (Princeton University Press). Delgadas planchuelas de cobre o de alguna especie
de suela, cubrirían un gambesón o jubón del que no hay rastros, indispensable para que no lastimaran la piel
del guerrero. Pesada e incómoda, dificultaba los movimientos para luchar sobre el suelo, de ahí que su dueño
combatiera desde un carro armado con lanza. La ventaja que daba ir sobre un carro, “blindado” y lanceando
desde lejos al adversario, no se vería como una gran hazaña aunque fuera protagonizada por un señor. Pero
eran tiempos brutales en los que el honor era desconocido, o al menos, valorado de otra manera.
Los carros eran utilizados por los micénicos para el transporte hasta el campo de batalla de reyes y
otros nobles, también para arrollar al enemigo, pero en campos quebrados como los de la región no les era
posible lanzarse en masa a riesgo de quebrarse en zanjas y honduras12. La caja era liviana para que fuera ve-
loz, generalmente de mimbre entretejido, pero muy débiles. En el mundo micénico no abundaban los caballos,
eran escasos, caros13 y llevaba tiempo entrenarlos para atarlos a una vara y obedecer riendas.

12
La famosa batalla de Kadesh pudo desarrollarse en una extensa planicie de países de extensas llanuras en las que podían
desplegarse centenares.
13
Los troyanos poseían grandes manadas de caballos, de ahí el mote de “dánaos, criadores de caballos” con los nombra
Homero. Eran una de las causas de la riqueza troyana.

67
A la izquierda, crátera con la imagen de un guerrero sobre un carro de cuatro ruedas, hallada en
Voudeni, c. 1100 a.C. El guerrero lleva espada, un casco crestado y un escudo recortado (Museo Arqueológi-
co de Patra).A la derecha, lápida sepulcral de una tumba del 1600 a.C., en la ciudadela de Micenas. Es una de
las primeras descripciones artísticas de carros guerreros. Desde la caja del carro se trata de lancear a un espa-
dero enemigo (Museo Arqueológico Nacional, Atenas).

La imagen de arriba fue reconstruida basada en reliquias de tumbas de Acaya, que señalan la aparición
de una elite, rica y sofisticada, la que provista de armaduras y cascos de fino repujado y armamento exquisito
(claramente en la figura central), llegaba al combate conduciendo veloces carros de cuatro ruedas tirados por
dos caballos; Portes-Kephalovryson, del 1200 a.C. También el remero (a la derecha) exhibe holgura como lo
demuestra su coselete y el tahalí que tiene cosidos adornos de plata, del que pende una daga de elegante factu-
ra. Todos calzan botines y grebas (por G. Rava, en Bronze Age Greek Warrior 1600-1100 BC, Osprey Warrior
153).

68
Adenda
En cuanto a las acciones navales, no hubo batallas marítimas en la Edad del Bronce: las naves eran
transportes y no plataformas guerreras. De poca longitud y pocos remeros, no tenían empuje para hendir a
otras naves y salir ilesas. Si hubo combates y abordajes, además de desembarcos para el saqueo y el pillaje.
El mundo micénico, violento y cruel, fue “dulcificado” por la mirada romántica y heroica que le atri-
buyó Homero que, por otro lado, es sumamente gráfico en la descripción de las heridas producidas por las
armas. La visión decimonónica, tras el filtro homérico, hizo sí aceptable para la posteridad la violencia, cu-
bierta por la valentía y lo épico.

Bibliografía

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Cullen, T.; Aegean Prehistory, Arqueologic Institute of Boston, EEUU, 2001.

D’Amato, S., G. Rava, BronzeAgeGreekWarior 1600-1100 BC, OspreyWarrior153, Gran Bretaña, 2011.

Homero;Illíada, Ed. Aguilar, Madrid, 1956.

Graves, R.;La Guerra de Troya, Ed. El Aleph, Buenos Aires, 1962.

Gruric, N., Mc Bride, Angus;TheMyceaneans c 1650-1100 BC,OspreyElite 130, Gran Bretaña. 2005.

69
Personalidades

Andrés Guacurarí y el Éxodo Misionero


Juan Manuel Sureda

Arriba: Monumento a Andrés Guacurarí, Santo Tomé, Misiones.

Antecedentes
Los padres de la Compañía de Jesús fundaron hacia el año 1610, la reducción de Loreto y San Ignacio
Mini, al norte del río lguazú, en la región del Guayrá. Pero luego, ante los ataques de las bandeiras paulistas,
las doctrinas fueron trasladadas alrededor de 1632, al actual territorio de la Provincia de Misiones, donde sub-
sistieron hasta que debieron ser abandonadas en 1817, por decisión de las autoridades de los Cabildos respec-
tivos de los Pueblos ante los reiterados y sangrientos ataques de los paraguayos, gobernados por Gaspar Ro-
dríguez de Francia. Que lo hacían en coordinación con los ataques de los portugueses, comandados por Fran-
cisco Das Chagas Santosha, ha sido documentado suficientemente por autores de la seriedad y solvencia co-
mo Jorge Francisco Machón, donde queda expresada por parte del Brigadeiro Chagas su sorpresa por lo san-
guinario de los ataque de los paraguayos a los Guaraníes misioneros en sus Pueblos. Cómo serían de violentas
para que el apodado “Atila del río Uruguay” quedara asombrado de tanta violencia desatada contra estos Pue-
blos.

70
En cuanto a la explotación económica citaremos que en el Guairá, estos pueblos presentaban la sínte-
sis de dos desarrollos complementarios: Loreto, con su especialidad ganadera, ampliada por nuevos pastizales
y San Ignacio con su producción agrícola de algodón y cereales. El ganado vacuno era una novedad en el
Guayrá, donde los españoles de Villa Rica sólo habían logrado criar caballos, cerdos, ovejas y cabras. La
difusión del ganado vacuno y caballar sirvió para la expansión e integración económica. A medida que fueron
existiendo las condiciones apropiadas los misioneros fueron creando estancias para cada pueblo.

Arriba: Localización de las Misiones jesuíticas, primera mitad del s. XVIII, en los actuales territorios de
Paraguay, Argentina y Brasil.

De las trece reducciones fundadas en la región del Guayrá, solo lograron salvarse Loreto y San Igna-
cio Mini, gracias a la protección del padre Antonio Ruiz de Montoya, quién decidió evacuar estos pueblos y
conducir el primer éxodo, logrando desembarcar en Misiones, donde iniciaron la nueva fundación conservan-
do los antiguos nombres. Asentados sobre la margen izquierda del arroyo Yabebiry, cerca de su desembocadu-
ra con el río Paraná, decidieron que era el lugar para el nuevo asentamiento de Nuestra Señora de Loreto. Una
legua al norte, en la margen derecha del Yabebiry se refundó San Ignacio Miní. Hacia 1633, el padre Ruiz de
Montoya encargó a un escultor italiano una imagen de la Virgen de Loreto. La misma fue traída al Río de la
Plata y recibida en el puerto de Buenos Aires por una gran cantidad de canoas de peregrinos de la reducción
de Loreto, que hablan partido desde Misiones. La trasladaron por el río Paraná hasta el nuevo asentamiento de
Loreto, donde participaron varios miles en la ceremonia de instalación de la imagen de la Virgen de Loreto en
la Reducción (esta impresionante escultura es la que actualmente se venera en la Parroquia de Nuestra Señora
de Loreto).

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En 1768, por la Real Pragmática de Carlos III del año anterior, las Reducciones fueron abandonadas-
por los jesuitas que, apresados y engrillados, fueron extrañados a los más diversos rincones del mundo en
situación de castigo, tan severo como injusto, lo que a la postre derivaría en severas pérdidas para la corona
española. Dejaron así a las poblaciones de Guaraníes misioneros sin sus sacerdotes y por ello sin sus principa-
les guías en todo lo concerniente a las relaciones con el resto del mundo colonial externo a las Reducciones.
La primera consecuencia de una importante pérdida territorial se verifica en 1801, a raíz de la guerra
con Portugal, cuando la antigua Provincia de Misiones perdió los Siete Pueblos del oriente del río Uruguay,
con sus Iglesias, capillas, estancias, caleras, ganado, platería, tallas, ornamentos y campanas de Iglesia,
etc.,que pasaron a dominio de Portugal, por desidia del entonces Virrey del Pino, que no reclamó la devolu-
ción de los territorios, una vez finalizado el conflicto llamado “la guerra de las naranjas”, como así lo estable-
cía el respectivo tratado de paz del breve conflicto peninsular, pero con graves derivaciones coloniales.

El período previo a la Revolución de Mayo


Intentando volver atrás con las nefastas consecuencias de dejar prácticamente abandonados a los Gua-
raníes misionerosa expensas de la voracidad de Asunción y Buenos Aires, el Rey Carlos IV crea la Goberna-
ción de Misiones con fecha 17 de mayo de 1803, con expresa independencia de los gobiernos mencionados,
enviando al poco tiempo como gobernador a Santiago de Liniers y Bremond para el cumplimiento de tan deli-
cada misión. La jurisdicción que involucraba la nueva Gobernación de Misiones constaba de treinta Doctrinas
(asimiladas luego a treinta Pueblos), ubicadas éstas, geográficamente, en la actualidad ocho en los departa-
mentos de Misiones e Itapúa en el Paraguay; once en la actual Provincia de Misiones y cuatro en la actual
provincia de Corrientes en Argentina; siete Pueblos en Rio Grande do Sul, Brasil. Entre los que la gobernaron,
se destaca el español peninsular Bernardo de Velazco y, ya hacia 1809-1810, el español nicaragüense Tomás
de Rocamora, el primer Gobernador en adherir el 18 de junio de 1810 a la Revolución de Mayo.
Es conocida la presencia del General Manuel Belgrano en la región por comandar la Expedición Auxi-
liadora al Paraguay en 1810-1811 a pedido del Gobernador Rocamora, por los ataques de los paraguayos y el
peligro permanente de los portugueses. Es bueno recordar que el Cabildo Extraordinario de Candelaria, del 8
de julio de 1810, donde sesionaron cabildantes de Pueblos de ambas márgenes el Paraná, avala y ratifica la
decisión de Rocamora en cuanto a la adhesión de Misiones a la causa de Mayo.
Ello provocaría la ira del Gobernador de Asunción Bernardo de Velazco, quien no adhirió a la Junta
de Buenos Aires y permaneció dependiente del Consejo de Regencia de España. Como represalia a Misiones,
Velazco organizó una expedición militar contra los Guaraníes misioneros, atacando los Pueblos de ambas
márgenes del Paraná y llegando hasta Concepción de la Sierra, confiscando pólvora, armas y todo lo que pudo
entre lo que se destacaron 2.000 cabezas de ganado “por ser propiedad del Rey”, llevándose todo el botín a
Asunción.

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La guerra
Entre 1812 y 1819, los quince pueblos del actual territorio argentino sufrieron el saqueo y la destruc-
ción por paraguayos y portugueses, en el marco de una lucha que el artiguismo, conducido especialmente por
el Comandante General Andrés Guacurarí y Artigas(que resistirá valientemente estos embates hasta que caer
prisionero de las fuerzas portuguesas el 24 de junio de 1819).En enero de 1817, el Brigadier Francisco Chagas
dos Santos cruza el rio Uruguay, después de ocupar y destruir La Cruz y Yapeyú, enviando parte de su tropa
al norte con el fin de completar el saqueo y la destrucción de los restantes pueblos misioneros de la banda
occidental del Uruguay. Al mismo tiempo, esta situación fue aprovechada por Rodríguez de Francia para ata-
car a los Guaraníes misioneros de Candelaria y de los pueblos de la costa oriental del Paraná, ya que los de la
banda occidental estaban en custodia del Paraguay.

El Éxodo
Andrés Guacurarí y Artigas, Comandante General de Misiones, en una compleja y delicada maniobra
de auxilio de los Pueblos ante la maniobra de Chagas, se fue retirando con la gente, primeramente hacia el sur
al campamento del Miriñay para, luego, rodeando la laguna Iberá, dirigirse al norte, continuando la protección
y buscando mejorar la defensa, así como una oportunidad propicia para una batalla decisiva. Se sucedieron
varias acciones, como la que libró Vicente Tiraparé en el Paso del Aguapey(cerca del actual Alvear) frente a
las superiores fuerzas de Chagas, protegiendo la retirada del “Comandante Andresito”, como también se lo
llamaba, en su retirada.

Arriba: Mapa de la campaña de 1817 (Cantero, Oscar Daniel; Ignacio Mbaibe, Comandante de Candelaria,
en misionestienehistoria.com.ar).

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La Cruz y Yapeyú fueron destruidas en 1817 por los portugueses; entretanto un lugarteniente de Cha-
gas, el teniente Carvalho, superó las líneas de la guardia correntina de Caá-Catí sin mayores inconvenientes y
atacó por sorpresa a Ignacio Mbaibé que, procedente de Candelaria, intentaba reunirse con Andresito. El ata-
que se produce en febrero en la Guardia de Ibiratingay, la última de Misiones antes de pasar el río Santa Lu-
cía, límite con Corrientes. Mbaibé es derrotado sufriendo graves bajas, debiendo huir hacia el sur, hacia Co-
rrientes, buscando primero refugio en la mencionada Guardia de Santa Lucía, para luego dirigirse hasta Itatí a
pesar de la oposición de los correntinos, que le exigían que se detuviera en Itáibaté. Correspondencia que lo
documenta prueba la connivencia entre los hermanos Esquivel de Caá-Catí (familia prominente de esa locali-
dad, cuyo uno de sus miembros, Bernabé, sería soldado de Lavalle, Paz y Joaquín Madariaga) con portugueses
y paraguayos para no auxiliar a los Guaraníes misioneros, adheridos al artiguismo. En ese marco se producía
simultáneamente el “Éxodo Misionero” de los Pueblos del Paraná hacia el sur; éste se efectuó con la protec-
ción de setenta milicianos, que fueron seleccionados y entrenados porque no se podía distraer a la tropa que
combatía en esos momentos contra los portugueses.
Ante el retiro de Ignacio Mbaibé y su posterior derrota en Ibiratingay, el comandante paraguayo Cas-
tro se asentó en Candelaria, desde donde procedió a tomar Santa Ana, Loreto, San Ignacio, Corpus y las guar-
dias hasta la Tranqueras de Loreto. Previamente, y dando muestras de una sabiduría innata, los Guaraníes
misioneros, conducidos por el Corregidor del Cabildo de Corpus Christi, Don Blas Chapay, inician el citado
éxodo: marcharían por las noches para ocultarse de sus enemigos en los montes durante el día, conducidos por
baqueanos aliados en cada zona que cruzaban, con todos sus enseres, elementos de culto como tallas e imáge-
nes (entre las que se destaca la italiana Virgen de Loreto), misales, incensarios, piras bautismales, etc., ele-
mentos de labranza, animales de cría y cuanto pudieron salvar de las tropelías de losatacantes paraguayos. El
número de integrantes del éxodo está estimado por Jorge Francisco Machón en unas 1.700 familias, en su
mayoría mujeres y niños, ya que los hombres integraban las fuerzas de combate.
Las familias abandonaron sus Pueblos para llegar a Yatebú Loma entre los últimos días de agosto y
los primeros de setiembre, donde se asentarían primeramente los provenientes de la anterior Loreto, mientras
que un grupo más heterogéneo continuaría hasta la Estancia San Miguel Trinidad, importante estancia jesuíti-
ca, ubicada a unos pocos kilómetros del lugar, en una pronunciada loma. Los primeros, al poco tiempo se
mudarían de Yatebú Loma hasta el asentamiento definitivo donde se halla hoy Loreto, actual Provincia de
Corrientes que, por entonces, se hallaba en la zona sur de la Provincia de Misiones, antes del río Santa Lucía,
al igual que San Miguel Trinidad. Allí funcionarían los últimos Cabildos Guaraníes Misioneros hasta muchos
años después, cuando ya anexados a la Provincia de Corrientes, dejarán de existir por disposición del gober-
nador correntino Pedro Ferré, a partir de 1 de enero de 1835.
En tanto, luego de mucho andar y vivaquear con su tropa, el Comandante Andrés Guacurarí asestará
un duro golpe al Brigadier Chagas el 2 de julio de 1817, en la fiera batalla de Apóstoles, donde los guaraníes
misioneros levantaran bandera encarnada, que en la heráldica de la guerra significaba que no se tomarán pri-
sioneros. En el marco de un día lluvioso y frío, hacia las dos de la tarde resultó herido Chagas, lo que determi-
nará a la postre el abandono por su parte del escenario de la contienda. A finales de ese año, con la toma y

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recuperación de las guarniciones de la costa del río Uruguay, quedará para siempre sellada la frontera este de
la futura Argentina, hasta donde los valientes defensores lograron instalarla en el río Uruguay. Otros capítulos
se escribirían luchando por los territorios al oriente del río de los Pájaros, pero ya no podría torcerse las con-
secuencias de aquel descuido del Virrey Del Pino, a pesar de la sangre de los Guaraníes misioneros comanda-
dos por Andresito, Pantaleón Sotelo, Francisco Javier Sity, Perú Cuty o, más adelante, el mismo Fructuoso
Rivera con su marcha al sur con los Siete Pueblos en 1827.

No es el motivo de este trabajo hacer una exhaustiva descripción de los bienes celosamente guardados,
trasladados y preservados por los Guaranies misioneros que hoy se encuentran principalmente en Loreto, pero si
debemos consignar brevemente que, en la Iglesia, se halla la inmensa talla de la Virgen de Loreto confeccionada
primorosamente; la Virgen de La Candelaria se halla actualmente en una Capilla propia a cargo de la familia
Umbert. Muchas otras tallas como las de San Miguel Arcángel y San Carlos se encuentran en el Museo local de
Loreto, como así una multiplicidad de tallas en casas y estancias de la zona. La otra posibilidad es la visita en el
lugar donde nos permitimos recomendar al Profesor Miguel Ojeda como instructor y guía histórico social de la
ciudad de Loreto, en la Provincia de Corrientes y a partir de allí efectuar la necesaria visita a San Miguel Trini-
dad y otros reservorios de gran valor histórico y religioso.

Bibliografía
Trabajo original del Sr. Juan Manuel Sureda, 2010.

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La caída de Buenos Aires ante la nimia expedición británica de 1806, en comparación con
crecida población porteña, demostró la ineficacia de las milicias regladas hispánicas, sea por falta de
instrucción, armas o dirección. Además, la posterior derrota de aquella, dejó claro el nervio de los
criollos de ambas bandas del Plata en la defensa de la urbe. El Cabildo porteño asumió la tarea de
reforzar el sentimiento recién descubierto y, en asamblea, el 14 de agosto se decidió formar una Junta
de Guerra que estudiara la mejor manera de preparar a la ciudad para el casi seguro arribo de una se-
gunda expedición enemiga.
Las milicias, dadas a cumplir, según la ordenanza, un papel de mero apoyo a los veteranos, se
trastocaron entonces en protagonistas de la fuerza armada capitalina: doce batallones o “Tercios” se
formaron, entre españoles americanos y europeos. El entusiasmo “aldeano” motivó que no se siguiera
la reglamentación de 1801, último reglamento sobre el rubro; cada unidad formó con las compañías
que se lograron integrar y armar.
En la infantería, por los americanos fueron el Cuerpo o Legión de Patricios (de a 3 batallo-
nes), el Batallón de Arribeños (denominado por acta de la Junta de Guerra de marzo de 1807 como
“Batallón de americanos forasteros voluntarios de Infantería”), el Batallón de Naturales, Pardos y
Morenos de Infantería y la Compañía de Granaderos de Infantería. En tanto, por los europeos, se con-
formaron el Cuerpo de Gallegos, el Tercio de Andaluces, el Tercio de Catalanes (o Miñones), el Tercio
de Vizcaínos (con el agregado de una Compañía de Cazadores Correntinos) y el Tercio de Montañeses
( o “Cantabros de la Amistad”).
Algunos de estos cuerpos son reflejados en la soberbia lámina de Jorge Fernández Rivas, ilu-
minada por Rodrigo Galeano (tras un proceso de limpieza de la imagen). A pesar de una primera ca-
racterización acerca de la originalidad del vestuario, los uniformes confeccionados (y saldados en
muchas oportunidades por sus comandantes) seguían los lineamientos de los trajes militares españoles
del período; claramente se nota la preponderancia del azul con divisa roja, en alguna de sus tonalida-
des, grana o encarnado. Por otro lado, la característica “galera” (que utilizando términos de época sería
“sombrero redondo”) tampoco fue una invención de estos lares: ya en 1805 comenzó a llevarse en
España por las tropas ligeras y de milicias, con penacho sobre la izquierda, donde el ala también se
llevaba levantada y sujeta por cucarda. Se puede decir, en general, que el estilo adoptado por la mayo-
ría de los voluntarios fue el de tropas ligeras, con chaquetas o casaquillas, galera y, en vez de botines,
medias botas de cuero.

Bibliografía
Beverina, J.; El Virreinato de las Provincias del Río de la Plata. Su organización militar, Circ. Militar,
Buenos Aires, 1992.

Sonntag, G., Fernández Rivas, J.; La Expedición Británica de 1806-7 al Río de la Plata. Según el
diario del Tte. John Bent, Libros de Hispanoamérica, Buenos Aires, 1987.

Villegas, A., de Beaufort, L.; “Los uniformes militares usados en el Río de la Plata (1702-1810)”, en
Biblioteca de Mayo, vol. 19, Senado de la Nación, Buenos Aires, 1964.

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Cuerpos de Milicias Voluntarias de Infantería de Buenos Aires
1806-1807
(por J. Fernández Rivas)

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