Diego Moreira La Escobilla Del Estadio Del Espejo!10!2020 CERR
Diego Moreira La Escobilla Del Estadio Del Espejo!10!2020 CERR
Diego Moreira La Escobilla Del Estadio Del Espejo!10!2020 CERR
Diego Moreira1
1 Moreira, D. (2016) “La escobilla del estadio del espejo: Marx un precursor”. En Ética
y quehacer del analista con niños y adolescentes. Ed. Letra Viva. Texto actualizado.
2 Un espíritu que sólo corresponde a una Europa cristiana y moderna.
filosofía en 'filosofar' y el que desempeña también un papel análogo al que desempeña
el yo-deseo en el sistema hegeliano. Para confrontar los dos sistemas son, pues, ante
todo esos dos conceptos análogos y sin embargo diferentes del yo los que deberían
confrontarse" (Roudinesco, 1994, p. 163).
3
4 En este mismo Congreso de Marienbad, Lacan presentó un texto, cuya exposición, que
incluía la construcción llamada "del estadio del espejo", fue interrumpida deliberadamente por
E. Jones [presidente de la Sociedad Psicoanalítica de Londres]. La armonía estaba rota y Lacan
se retiró sin entregar el texto para la memoria del Congreso. Parte de esa conferencia se publicó
en el artículo de la Encyclopédie Française, “La familia” [1938]. Hacia 1946, en “Acerca de la
causalidad psíquica”, Lacan considera que se trata de una «fase», más bien que estadio,
fundamental para acceder a la relación en la cuál se constituye el yo. En 1949, Lacan presenta
una comunicación al 16° Congreso Internacional de Psicoanálisis en Zurich: “El estadio del
espejo como formador de la función del yo [Je] tal como se nos revela en la experiencia
psicoanalítica”. Luego de haber aparecido en la Revue Francaise de Psychanalyse, y resumido
en el International Journal of Psychoanalysis, fue incluido en los Escritos (1966).
5 Lacan recurre al "test del espejo", descrito en 1931 por Henri Wallon. Aunque Lacan le
atribuye el trabajo a Baldwin en los Escritos 1.
AFI)6-7. Se trata de una concepción del yo que genera una ruptura con una interpretación
adaptativa de la Ego Psychology. El estadio del espejo es considerado como un drama
cuya presión interna “se precipita de la insuficiencia a la anticipación; y que para el
sujeto, presa de la ilusión de la identificación espacial, maquina las fantasías que se
sucederán desde una imagen fragmentada del cuerpo hasta una forma que llamaremos
ortopédica de su totalidad, y a la armadura por fin asumida de una identidad
enajenante” (Lacan, 1966, p. 90). Su estructura distingue todo el “desarrollo”
anímico8-9.
Dicho de otra forma, el estadio del espejo implica una identificación, un acto del
pensar que incluye la transformación en el sujeto cuando admite una imagen. Así, el yo
[moi] se constituye como la imagen del espejo, pero en su estructura invertida.
Por otra parte, cobra valor la agresividad, que ocupa su lugar sobre el otro y
procura imponerse.
Es notorio que la fase del espejo concluya con el drama de celos por el que se
conforma un objeto tercero, que implica una identificación (“Acerca de la causalidad
psíquica”). Considero que la matriz del sentimiento de sí emerge del transitivismo cuya
marca siempre llevará. El sentimiento de tener un único cuerpo se enlaza al despertar de
los celos.
Es notorio que la voz, al igual que el deseo, derivan o transitan del cuerpo de la
madre al niño y viceversa. En tanto la voz de la madre se puede separar, el pequeño la
puede introyectar, hacerla propia y reelaborarla mediante sus gorgeos y balbuceos.
Aquí agrego: “Este acontecimiento puede producirse, como es sabido desde los
trabajos de Baldwin, desde la edad de seis meses, y su repetición ha atraído con
frecuencia nuestra meditación ante el espectáculo impresionante de un lactante ante el
espejo, que no tiene todavía dominio de la marcha, ni siquiera de la postura en pie, pero
que, a pesar del estorbo de algún sostén humano o artificial (lo que solemos llamar unas
andaderas), supera en un jubiloso ajetreo las trabas de ese apoyo para suspender su
actitud en una postura más o menos inclinada, y conseguir, para fijarlo, un aspecto
instantáneo de la imagen.
Hacia 1953 Lacan, pone énfasis sobre la función del significante. Ubica al Ideal
del yo en lo simbólico y no en la dimensión de la imago. De manera que lo simbólico
determina lo imaginario, el Ideal del yo determina el Yo ideal.
Así, en una nota al pie de página del Tomo 1, del El Capital, se lee una
memorable e imprescindible frase: “En cierto modo, con el hombre sucede lo mismo
que con la mercancía. Como no viene al mundo con un espejo en la mano, ni tampoco
afirmando, como el filósofo fichtiano, ‘yo soy yo’, el hombre se ve reflejado primero
sólo en otro hombre. Tan sólo a través de la relación con el hombre Pablo como igual
suyo, el hombre Pedro se relaciona consigo mismo como hombre. Pero con ello
también el hombre Pablo, de pies a cabeza, en su corporeidad paulina, cuenta para
Pedro como la forma en que se manifiesta el genus [género] hombre” (Marx, 2002, El
Capital, Libro primero, Cap. I, Mercancía y dinero, nota 27).
“No hay hecho más que por el hecho de que el parl'étre lo diga. No hay otros hechos
que aquellos que el parl'étre reconoce como tales diciéndolos. No hay hechos más que
de artificios” Lacan, 1975/7610.
Me he ocupado del lazo del sujeto con su cuerpo y el yo, siguiendo un singular
itinerario, la tesis propuesta por Lacan desde El estadio del espejo hasta James Joyce:
"El hombre adora su imagen". Así, consideré el estadio del espejo y el jubiloso ajetreo
del sujeto ante la imagen especular que lo sustrae de la fragmentación. Y ahora accedo
con Joyce “esta adoración es la única relación que el parlêtre tiene con su cuerpo”
(Conferencia II).
En Lacan (1975/76) se lee: “Él adora su cuerpo. Lo adora porque cree que lo
tiene. En realidad, no lo tiene, pero su cuerpo es su única consistencia - mental, por
supuesto”.
Aquí, la pregunta por el ser habitado por el lenguaje debe ser planteada: en el
Seminario 20: Aún, Lacan (1972/73) propone el término "parlêtre". Un neologismo
francés, que implica la articulación de dos significantes, "parler" (hablar) y "etre" (ser),
traducido como "habla-ser" o "hablanser”, en tanto el ser se constituye por el habla.
Parlêtre nombra al inconsciente: “Ello habla de él, y ahí es donde él se aprehende".
En el nudo del Joyce adolescente, hay un lapsus, un fallo, que opera como una
excepción a la afirmación que el hombre adora su imagen. Este fallo implica que uno de
los aros, el imaginario, quede desanudado. Estableciendo el desapego que el adolescente
tiene con su cuerpo. Un cuerpo ligado al afecto. Cuando se pierde el matiz afectivo al
cuerpo se lo deja caer.
Aquí, se requiere entre las condiciones del hablan ser, que las dimensiones que
habita, lo real, lo simbólico y lo imaginario, se anuden.
Se corrige el defecto del nudo mediante una escritura singular, críptica, que
implica el itinerario del artista, letra de gozo, que procura acotar el sentido de la lengua
inglesa. Así, Joyce el escritor del enigma por excelencia, se constituye en Padre de su
propio Nombre.
Así, Lacan nos dice que el Sinthome “está en el lugar mismo en el que el falla,
donde hay una especie de lapsus del mismo” (17 de febrero de 1976). La tétrada, el
nudo de cuatro implica el fracaso del nudo de tres.
Entonces, el sinthome enlaza las tres dimensiones y cifra el gozo del adolescente
Joyce.
Ante la necesidad de su Ego, le llega una escritura críptica, ilegible y sin sentido,
incluso habla de sí mismo como un libro. Así se construye y de manera incesante, un
sinthome que lo anuda.