Amor Maternal
Amor Maternal
Amor Maternal
de August Strindberg
Personajes:
Una camarista.
Escena primera
sobre la bahía.
Hija: ¿Tengo que jugar contigo a las cartas en un día de verano tan hermoso como este?
Madre: ¡Vení para acá, deja de tomar sol; te vas a estropear el cutis!
Madre: Saber nadar o no, no importa ahora; lo que sabés es que no debés salir nunca sin tu mamá.
Hija: ¡Claro que lo sé! ¡No oigo otra cosa desde que tengo uso de razón!
Camarista: Eso es una prueba de que tienes una madre amorosa, que quiere el bien de su hija …
¡Eso es!
Madre: (Tiende la mano a la camarista) ¡Gracias!, ¡Gracias por tus palabras, Augusta! Lo que yo
fui, eso… Pero que fui una buena madre, puedo decirlo sin temor.
Hija: Sí…¡No vale la pena tampoco pedir permiso para ir a jugar al tenis!
Camarista: No hay que ser impertinente con mamá, niña; y cuando no se quiere dar a los padres la
alegría de compartir sus humildes divertimentos, me parece, por lo menos ofensivo, pretender ir a
Madre: ¿Otra vez te vas a portar así? Ocupate de algo útil y no estés ahí sin hacer nada. ¡Ya sos
Hija: Si ya soy una adulta, ¡por qué me tratas como a una niña?
Hija: Eso en todo caso no tendrías que reclamármelo, porque vos querés que yo sea así.
Madre: Elena, me parece que te estás volviendo demasiado rebelde últimamente. ¿Con qué gente te
estás viendo?
Madre: ¡Si en lugar de pelear, hicieras algo útil! Vení a leerme tus textos, por ejemplo.
Hija: El director me dijo que no tengo que leérselos a nadie, porque me malacostumbran.
Hija: Entonces, ¿por qué te portas así? ¿Y por qué es culpa mía, si vos hacés las cosas mal?
Camarista: ¡Estás diciendo que tu madre no tiene educación! ¡Me parece mentira viniendo de vos!
Hija: ¡Eso dice la tía, pero no es verdad! ¡Y cuando mi madre quiere enseñarme a la fuerza, tengo
que decir lo que pienso, si no, no me van a volver a contratar y nos quedamos en la calle!
Madre: ¡Era lo que nos faltaba! ¡Que nos dijeras que vivimos a tus expensas! Pero ¿vos sabés
lo que le debés a tu tía Augusta? ¿Sabés que fue ella la que se encargó de nosotras cuando el infame
de tu padre nos abandonó? Gracias a Augusta seguimos viviendo; y por eso tenés una deuda con
ella que nunca vas a poder pagar. ¿Sabés eso? (La muchacha se calla) ¿Lo sabés? ¡Respondé!
Camarista: ¡Calmate, Amelia! Los vecinos escuchan y van a hacer comentarios sobre nosotras, ya
La Madre: Es la tercera vez que te negás a salir con tu madre. (Reflexionando) Será
posible… Andá, Elena, dejanos solas, mientras yo hablo con la tía Augusta.
Escena segunda
Camarista: ¿Qué?
Madre: ¡Todo puede pasar! No creo que alguien fuera tan cruel para decírselo a la niña en la cara.
Yo tuve un sobrino que hasta los treinta y siete años no supo que su padre se había suicidado. Pero
la conducta de Elena cambió. Algo me huele mal. Hace ocho días sentí que mi compañía la
inquetaba cuando paseábamos juntas. Buscaba los caminos aislados; cuando encontrábamos a
alguien se hacía la distraída; estaba nerviosa. Callada, ausente, imposible sacarle una palabra; quería
Camarista: La ponía inquieta, si es que entiendo bien, tu compañía… ¡la compañía de su madre!
Madre: ¡Sí!
Madre: Sí, y lo que es peor: imaginate que no me presentó a sus amigas cuando las encontramos.
Camarista: ¿Sabés qué pienso? Que se encontró con alguien en especial, tal vez alguno de los que
llegaron aquí la semana pasada. Vamos a preguntar qué turistas han llegado últimamente.
Camarista: Puede ser; los sueños se cumplen algunas veces, yo lo sé…pero nunca los bellos
sueños.
Escena tercera
La hija saluda desde la galería. Entra Lisen. Viene en traje de tenis: vestida toda de blanco,
sombrero blanco.
Lisen: ¿Salieron?
Lisen: ¡Ay, Elena! ¿Entonces no vas a venir con nosotras? ¡Y yo que estaba tan contenta! ¡Si
Hija: ¡Y si vos supieras lo bien que me sentí contigo en estos últimos días... con las visitas a tu
casa... han sido preciosas, yo nunca había vivido en un ambiente tan pacifico y cariñoso! Te podés
imaginar lo bueno que fue para mí, que crecí en este lugarcito, en un mundo reducido donde las
personas, de una existencia dudosa y obscura, se movían alrededor mío cuchicheando, disputando,
burlándose. Sin tener nunca para mí una palabra amable, ni una caricia, siempre vigilándome, como
se los vigila a los presos…¡Pensar que es mi madre de la que estoy hablando así! ¡Y me hace un
Hija: No, pero paga por sus pecados. Dicen que uno se puede morir sin saber realmente lo que
fueron los padres con los que una vivió siempre. Es probable. ¡Y cuando los conocés no terminás de
Hija: Sí, cuando estaba en la pileta, hace tres días, escuché que alguien hablaba de mi madre. ¿Y
Hija: ¡Decían que mi madre había sido…una mujer de la mala vida… una prostituta! ¡Me cuesta
creerlo; no quiero creerlo, pero tengo el presentimiento de que es verdad; todo coincide…es creíble,
y me da vergüenza! Me da vergüenza pasear en la calle con ella; siento que la gente nos mira, que
los hombres nos hacen señas…¡Es horrible! Pero, ¿es verdad? ¿Vos creés que pueda ser verdad?
Hija: Sí, vos sabés, vos sabés algo, pero no querés decírmelo... pero yo te lo agradezco. ¡Igual soy
Lisen: Amiga, deja de pensar en eso, y vení con nosotras hoy; vas a conocer gente nueva y la vamos
a pasar muy bien. Mi padre regresó esta mañana, y quiere verte; le hablé de vos en mis cartas... y a
Hija: Vos tenés un padre; yo también tuve uno, cuando era pequeñita, pequeñita…
Lisen: Eso es tan difícil de saber… te voy a decir algo: si venís con nosotras hoy, también vas a
Lisen: Eso, que él está interesado en vos…, es decir, Gerardo y yo lo hemos interesado por vos, y
ya sabes que de un momento a otro nuestra suerte puede cambiar: una visita, una palabra dicha
Hija: ¡Imagínate, claro que quiero! Pero no puedo salir sin mamá.
La Hija: ¡No, no era necesario; solo me mandaba: decí esto, decí lo otro! Y yo lo decía.
Lisen: Solo vamos a salir unas horas, ¿te parece que eso la haría sentir tan mal?
Hija: No creo que me extrañe; cuando estoy en la casa siempre tiene algo que reprocharme. Pero no
Lisen: Escuchame, Elena, realmente tendrías que…pensar por vos misma… tener tus propias
edad suficiente para pensar por vos misma, si no podrías hacerte la vida imposible, y viviendo la
Hija: Nunca voy a poder. Estuve pegada a la falda de mi madre desde que soy una niña; jamás me
atreví a tener un pensamiento que no fuera el suyo, querer una cosa que no fuera su deseo. Sé bien
que esto me va a cohibir, que se me cierran ciertos caminos; pero es irremediable, no puedo hacer
Lisen: Pero no tenés relaciones, ¡no tienes amigos! No se puede vivir sola. Es necesario que tengas
Hija: ¡No, no sé! Nunca me atreví a pensar en esas cosas, y ningún hombre pudo fijarse en mí, mi
Hija: ¡A mí!
Lisen: Si, me pidió que te dijera sus intenciones; él quiere conocerte, visitarte.
Hija: ¡Acá! ¡No, eso no puede ser! ¿Pensás que yo quiero atravesarme en tu camino? ¿Creés que yo
sería capaz de sacarte de su corazón, a vos, tan bella, tan fina…? (Toma entre las suyas las manos
de Lisen) ¡Una mano como esta, y una muñeca así! Me quedé mirando tu pie, el otro día, en el
baño. (Se arrodilla delante de Lisen, que está sentada) Un pie de uñas perfectas, con los dedos
rosados y gorditos como los de la mano de un niño. (Besa el píe de Lisen) Sos una gran mujer, y
Hija: Yo debo ser tan buena como vos sos hermosa. Nosotras, cuando las vemos desde abajo
siempre pensamos eso… con esos rasgos claros, delicados, finos, donde la miseria no puso sus
Hija: ¡Sí, eso! Yo me parezco un poco a vos, como una hierba silvestre se parece a una orquídea;
por eso veo en vos a otra yo, mejor, algo que quisiera ser y que no seré nunca. Te cruzaste por mi
camino tan clara, tan blanca, como un ángel, estos últimos días de verano; después va a llegar el
otoño, y pasado mañana regresamos a la ciudad… Y después nos perdemos de vista… Y está bien
que no volvamos a vernos… Nunca vas a poder elevarme hasta vos, pero yo…, yo podría hacerte
rodar abajo y no quiero. No quiero cambiar esta imagen, quiero verte tan alto, tan alto y tan lejos,
que no pueda ver tus defectos. Así, adiós, Lisen, mi primera y única amiga…
Lisen: ¡No, basta! Elena, ¿Vos sabés quién soy yo? ¡Yo soy tu hermana!
Hija: ¡Que vos sos mi hermana, mi hermana menor! Pero ¿quién es entonces mi padre? Es capitán
de fragata porque el tuyo lo es… ¡qué tonta soy! Pero entonces, está casado, porque… ¿Es bueno
Lisen: ¡Qué sabes! Pero… ¿no estas contenta ahora de haber encontrado una hermana
Hija: ¡Sí, tan contenta que no sé qué decir! (Se besan) Pero ¡no puedo ser completamente feliz
porque no sé que va a pasar acá! ¿Qué va a decir mamá, y cómo va a ser nuestro encuentro con
papá?
Lisen: De tu madre yo me encargo… No creo que tarde en llegar…, y vos esperá hasta que todo
Hija: ¡Mi hermana! ¡Qué rara suena esta palabra, como la palabra padre, que nunca la pude
pronunciar!...
Lisen: Nada de palabras ahora, volvamos al tema. ¿Te parece que tu madre se va a negar si te
Hija: ¿Sin mamá? ¡Ella odia a tu… a mi padre de una manera, que no te imaginás!
Lisen: Pero ¡no tiene ninguna razón para odiarlo…, si vos sabés que el mundo está lleno de
mentiras y de ideas falsas! ¡Y de errores, lleno de errores! Mi padre siempre me cuenta de uno de
sus antiguos compañeros, que se hizo con él a la mar como aspirante de marina. Había sido robado
un reloj de oro del camarote de un oficial, y Dios sabe por qué, sospecharon del aspirante. Sus
compañeros se alejaban de él, y eso le angustiaba; llegó el punto en que era imposible el trato con
ellos; un día tuvo un duelo, y decidió irse. Dos años más tarde el ladrón fue descubierto: era un
marinero; pero nunca se reparo el daño del inocente porque siempre había sido un sospechoso; la
sospecha, aunque desmentida, ha pesado sobre toda su vida, y el apodo que le habían puesto le
quedó. Su mala reputación creció como crece una casa: se había apilado y amontonado, y cuando se
quiso demoler los cimientos falsos, la construcción permaneció suspendida en el aire como un
palacio de “Las mil y una noches”. Cosas así pueden pasar. Pero pasan aventuras más disparatadas
aún, como la de aquel guitarrista, al que se le llamaba “el incediario” porque le habían prendido
fuego a su casa, o la de un tal Anderson, llamado Andrés “el ladrón”, porque había sido víctima de
un robo famoso.
Hija: Lo ví muchas veces en mis sueños, sigo sin poder recordarlo… ¿No es bastante alto, con una
Hija: Y además… Esperá… ¿Ves este reloj? Junto a la cadena hay una pequeña brújula, y en la
porque siempre le daba miedo por mí; una vez que aquel hombre me tiró flores al escenario y mamá
Lisen: Seguro era él; y puedes estar segura de que sus ojos te vieron durante todos estos años
Hija: ¡Y me decís que lo voy a ver, que él quiere verme! Parece como salido de un cuento…
Lisen: ¡Basta de cuentos ahora! (Se oye un ruido) Escuchá… es tu madre. Hacé silencio, voy a
prender el fuego...
Hija: ¡Va a ser espantoso, lo siento en el corazón! ¿Por qué los hombres no podrán entenderse y
vivir en paz? ¡ Si por lo menos todo hubiera pasado! Si mi madre quisiera ser buena…, voy a
rogarle a Dios que la haga buena. Pero seguramente no puede, o no quiere, no sé por qué.
Lisen: Puede y quiere si vos lo creés; tené un poco de fe en la dicha y en tus propias fuerzas.
Hija: ¿En qué voy a poner mis fuerzas? ¿En no tener escrúpulos…? ¡No puedo! ¿Una
felicidad comprada al precio de las lágrimas ajenas…? Eso no puede durar demasiado.
Lisen: ¡Silencio!
Escena cuarta
Lisen: Señora…
Lisen: Su hija…
Madre: Sí, tengo una hija, a pesar de que soy soltera; hay muchas otras mujeres que las tienen y no
turistas.
Madre: Eso no es una respuesta. Elena, hija, ¿vas a aceptar una invitación que no se hizo para tu
madre?
Madre: ¡Si yo te dejo! ¿Todavía me corresponde a mí decidir por una jovencita? Vos le vas a decir
a esta señorita, por tu propia cuenta, lo que querés hacer. Si querés dejar a tu madre sola y
despreciada, mientras te divertís; o si querés que la gente pregunte por tu madre, y que vos tengas
que dar explicaciones como: “No estaba invitada por esto y lo de más allá”… Entonces, bien: ¡Pero
Lisen: Señorita, no juguemos con las palabras. Sé bien lo que piensa Elena y sé también que ella
contesta solo para agradarla. Si ama realmente a su hija como dice, debe desear lo mejor para ella,
Madre: Escuchame, jovencita, yo sé muy bien tu nombre y quién sos, aunque no haya tenido el
honor de ser presentada. Pero mucho me asombraría que tu juventud tuviera algo que enseñarle a mi
vejez.
Lisen: ¿Quién puede saberlo? Durante seis años, después de la muerte de mi madre, me encargué
de criar y educar a hermanos y hermanas que son más pequeños que yo. Y sé que hay seres que no
Lisen: Quiero decir esto: la invitación que le hago es una oportunidad para que su hija se
presente al mundo, que Elena haga valer su talento o para que entable relaciones con un joven de
buena posición…
Madre: ¡Ah, que precioso suena eso! ¿y qué pensás hacer conmigo?
Lisen: ¡No se trata de usted, sino de su hija! ¿No puede usted pensar en ella un solo instante
Madre: ¡Lo único que me faltaba! Mirá, al pensar en mí, pienso también en ella, porque Elena
Lisen: ¡Yo no creo en nada de eso! Ella está apegada a usted, porque la separó de los demás, y
Lisen: Que le arrancó la hija a su padre, cuando él se negó a casarse con usted porque lo había
Madre: ¡Elena, no creas ni una palabra de lo que dice! ¡Quién me iba a decir! ¡Una extraña
Lisen: Es imposible, si tengo que hablar bien de mi padre. Sin embargo, comprendo que todo esto
está llegando a su fin. Permítame, entonces, darle un consejo o dos: eche afuera a la alcahueta que
vive en esta casa bajo el nombre de “tía Augusta”, si no quiere que la reputación de su hija se pierda
completamente. ¡Ese fue el consejo número uno! ¡Después, ponga en orden todos los recibos
acreditando lo que le ha enviado mi padre para la educación de Elena, porque pronto se ajustaran
cuentas! ¡Ahí tiene el número dos! Y otro más: no se obstine en perseguirla por todas partes, y,
mucho menos, en el Teatro; de lo contrario, todo contrato será cancelado; y entonces, usted tendrá
que ir a vender sus favores como hasta ahora, que ha tratado de sacar alguna ganancia a costa del
Lisen: Sí, he venido a reparar…, a reparar el nombre de mi padre que era inocente, igual que “el
incendiario” al que le habían prendido fuego la casa. Vine también para redimirte, a vos que sos la
víctima de una mujer que no puede redimirse si no es yéndose a un rincón donde nadie la perturbe
¡Adiós!
Madre: No se vaya señorita, antes escúcheme una cosa. Usted había venido aquí, aparte de todos
Lisen: Sí, se iba encontrar con el director del Gran Teatro, que esta interesado en ella.
Madre: ¿Quién? ¡El director! ¡Pero por qué no me lo había dicho! Ah, bueno… Elena irá sola.
Lisen: ¡Bueno, por fin entra en razón! Elena, te está dando permiso para venir. ¿Escuchaste?
La hja: No, no puedo, mamá. No puedo abandonarte ahora que lo sé todo. ¡Nunca más voy a tener
Lisen: (A la madre) Usted ahora recoja lo que sembró… Y si un día un hombre llega a llevarse a su
hija, usted se va a quedar sola con su vejez y ahí va a tener tiempo de lamentar su imprudencia.
Hija: ¡Adiós!
Hija: ¡No puedo! Ni siquiera puedo darte las gracias por tus buenas intenciones, porque me hiciste
daño, mucho más de lo que te imaginas. Me quedé dormida al sol bajo los árboles y viniste a
Lisen: ¡Volvé a dormir, te voy a despertar con flores y canciones! Buenas noches… ¡Y que
duermas bien!
Escena quinta
Madre: ¡Un ángel de luz vestido de blanco! ¡Era un demonio, un demonio perfecto. ¡Y vos... qué
tonta que sos! ¿A qué vienen esas niñerías? ¡Ser delicada cuando la gente es tan grosera!
Hija: Pensar que me engañaste de esta forma; me impulsaste a decir mentiras contra mi padre
Madre: ¡Calláte! Tía Augusta es una mujer excelente con la que tenés muchas obligaciones.
Hija: Eso tampoco es verdad. Mi padre fue el que pagó por mi educación.
Madre: ¡Pero yo también tenía derecho a ese dinero, preciso vivir!... Sos despreciable, ¿sabés? ¡Y
estás buscando venganza! ¡No podés olvidarte de eso, es un detalle insignificante!... Acá tenemos
a Augusta. ¡Vení! ¡Nosotras tres, de una forma u otra, nos vamos a entretener como podamos.
Escena sexta
Hija: …¡Bueno, vamos a jugar a las cartas! ¡No puedo derribar esas murallas que te empecinaste en
levantar durante tantos años! ¡Vamos! (Se sienta en la mesa de juego y comienza a barajar)
Madre: Ah, bien… ¡Por fin, una muchacha que sabe lo que debe hacerse!
Telón