Manual UNAM Intervención en Crisis

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Los efectos de vivir un desastre natural, en donde un gran número de personas perciben que su

vida está en riesgo, que tienen pérdidas económicas, habitacionales, y personales, entre otras,
puede llevar a un grupo de ellas a generar en el mediano y en largo plazo dificultades emocionales,
incrementar su consumo de sustancias, llegar a presentar síntomas de estrés agudo (EA), de estrés
postraumático (EPT), sintomatología depresiva y conductas asociadas al suicidio.

Pérdidas por el desastre:

Estas pérdidas se agravan cuando se trata de personas que ya se encuentran de por sí en alto
riesgo por su situación socioeconómica, que desde antes les brindaba pocas oportunidades de
desarrollo y movilidad social, y que, tras un desastre natural su condición ya de por sí en
desventaja, incluya mayores factores de riesgo para desarrollar un trastorno mental.

atender el malestar emocional resultado por la experiencia traumática, así como restablecer los
recursos individuales cognitivos y emocionales antes de la crisis, finalmente se a buscaron la
prevención entrenando en el desarrollo de conductas que afectan la salud de los individuos y su
capacidad de respuesta.

Identificar

Motivar

Referir

Trastornos invisibles asociados al consumo de sustancias

Nota, Habla, Actúa (APA, 2006)

Pregunta, persuade, refiere (Quinnett, 2007)

Entrevista motivacional: Preguntar si los síntomas son un problema, está preocupado por los
síntomas y explorar qué pasaría si sigue así, qué pasaría si te acompaño a buscar ayuda:
reconocimiento del problema, preocupación, intención de cambiar y optimismo.

Abrir la conversación para que pueda comenzar a pensar en buscar ayuda, toma tiempo, no
presionar

Suspicacia, atentos a conductas de distrés, cambios en el afecto, beber, dormir,

Al vivir un desastre natural es comprensible que una persona tenga dudas sobre su capacidad para
enfrentar los problemas, sienta que sus recursos son insuficientes para enfrentar la catástrofe, y
comience a sentir inseguridad. Asimismo, al ver que muchas otras personas logran salir adelante,
reconstruir sus casas y sus vidas, incorporarse a un nuevo empleo, o iniciar una nueva relación
amorosa, pueden sentir que las demás personas son más hábiles, y las víctimas pueden empezar a
desarrollar ideas sobre que los otros no se interesan por tus problemas, abandonan, traicionan.
Por último estos pensamientos distorsionados pueden cambiar la visión que tienen las personas
sobre el futuro. La ilusión de vivir que nos caracteriza los seres humanos, el optimismo que nos
hace salir a trabajar todos los días con la esperanza de aportarle algo nuestra comunidad, empieza
a ser reemplazado por el pesimismo, y la desesperanza.

Se sabe qué después de vivir un evento traumático, el 30% de los sobrevivientes generarán algún
síntoma de instrucción, ánimo negativo, o evitación, y en los casos de desastres naturales esta
cifra puede ser menor pues la comunidad en conjunto vive el evento y genera solidaridad (Fan,
Long, Zhou, Zheng y Liu, 2015).

atender las necesidades de los hombres, que desafortunadamente en el contexto mexicano siguen
siendo educados para desarrollar una gran habilidad para inhibir sus emociones, y que ante las
encuestas epidemiológicas nacionales siguen reportando menor sintomatología en los trastornos
del estado del ánimo, de la ansiedad, pero el consumo de alcohol sigue cubriendo el dolor, la
angustia, la pérdida.

una persona que se enfrenta a un sismo o a otro tipo de desastre natural, puede llegar a adquirir
desórdenes psiquiátricos a corto y largo plazo, y depende del grado de exposición que tenga la
persona con el evento, las experiencias previas que puedan tener y de algunos otros factores
relacionados con la respuesta que se pueda generar en el individuo.

recursos personales-materiales y otros recursos individuales, como mediatizadores en la expresión


y formas de manifestación del estrés. Dentro de estos, se pueden considerar el estilo conductual
propio (o personalidad), los procesos de afrontamiento, la prevalencia de determinadas
respuestas afectivas (afectividad positiva vs negativa), las actitudes ante la vida (optimismo vs
pesimismo), la fortaleza psicológica, resiliencia y un concepto relativamente reciente como es el
sentido de coherencia. En resumen, la respuesta inicial a los factores de estrés activa “los sistemas
de lucha o huida” y éstos a su vez la conducta individual que depende de las siguientes
características:

• Estilo Conductual o Personalidad.

• Capacidad de resiliencia.

• Formas efectivas o inefectivas de afrontamiento.

• Experiencias anteriores.

• Interpretación cognitiva del evento.

Algunos criterios para determinar que una expresión emocional y comportamental se están
convirtiendo en impactos psicológicos negativos, producto a la a exposición a eventos desastrosos,
son:

• Prolongación en el tiempo del estrés, aún cuan ya ha pasado el evento.

• Sufrimiento intenso.

• Complicaciones asociadas (por ejemplo, conductas e ideas suicidas).

• Afectación del funcionamiento social y cotidiano de la persona.

• Conocimiento y evaluación más detallada de la situación, en especial de las pérdidas.


• Se inicia un proceso lento y progresivo de recuperación.

• Miedo a la recidiva.

•Conductas agresivas contra autoridades e instituciones. Actos de rebeldía y/o delincuenciales.

la mayoría de estos síntomas constituyen una adaptación normal del cuerpo humano ante una
agresión externa de extrema gravedad y que su medicalización, en estas primeras fases, es un
error. Esto no significa que no existiría un grupo variable de personas en que los síntomas se
cronificarían, bien por el tipo de agresión y sus connotaciones, bien por la respuesta del medio (de
rechazo, estigmatización o aislamiento), pudiendo llegar a ser invalidantes.

Dentro de los factores a considerar para la afectación de la magnitud de un desastre se


encuentran: 1. Cuantificación de los daños en cuanto a pérdidas humanas. 2. Cuantificación de los
daños materiales. Edificios dañados y dinero requerido para reanudar las actividades de las
personas, reconstruir, etc.

3. Factor sorpresa. Lo inesperado del evento es un factor clave para determinar su magnitud. El
factor sorpresa es inherente a un terremoto y generalmente produce grandes catástrofes, ya que
no se puede predecir. 4. Prolongación del desastre. La catástrofe puede durar un tiempo corto o
extenderse por un tiempo considerable. Nunca se puede saber su duración ni los efectos de este
periodo. Algunos autores refieren que mientras más tiempo se alargue el evento, más se
desorganiza la personalidad del individuo y su familia; otros han encontrado que se puede
desarrollar un proceso de inoculación al desastre; otros por su parte, señalan que en eventos
como hambre o pobreza no se presenta el fenómeno de inoculación. 5. Experiencias anteriores.
La experiencia previa ante situaciones semejantes puede determinar el tipo de reacción que
puede manifestar un individuo y la población en general ante el desastre. 6. Mentalidad nacional.
Las reacciones de las personas varían según sea su idiosincrasia nacional. En nuestro país, se
observa una notable solidaridad, apoyo, unión, lo cual nos habla de una misma forma de afrontar
los siniestros generalmente en lo colectivo, más que en lo individual. 7. Edad de las personas
afectadas. No será el mismo impacto para los diferentes sectores de la población, la edad afecta
probablemente más a los niños. Ya que estos no cuentan con los recursos cognitivos ni
emocionales para procesar la experiencia, lo cual puede conducir a la manifestación posterior de
algún problema. Como se observaba en el ciclo vital de la familia, la adolescencia es un periodo
particularmente vulnerable ante situaciones externas. En el caso particular de los sismos, esta
población se ha comportado propositivamente, aceptando retos y manifestando mayor resistencia
al trabajo físico y probablemente emocional. 8. Nivel de salud mental individual. En eventos
catastróficos es común encontrar reacciones neuróticas y psicóticas en función del estado previo
de salud mental. Aquellos que padecían alguna afección sin ser atendida, o resuelta desde antes
del evento, tienden a manifestar dichas conductas en forma más acentuada (Contreras Gutiérrez
& Desatnik Miechimsky, 2010).

En México, el suicidio es la segunda causa de muerte (INEGI, 2016; 2017), tan solo en el año 2008
el 52% de las personas suicidas, pertenecían a edades de entre los 15 y 34 años, para el año 2009
INEGI marcó que el 51% de los suicidios se llevaban a cabo por personas de entre 15 y 25 años,
que para el año 2010, el promedio aumentó al 84% de suicidas de edades entre 15 y 25 años y
para el año 2012, de 5190 suicidios consumados: 4201 eran varones y 989 eran mujeres las que se
habían quitado la vida.

De acuerdo a la segregación de datos por sexo, las mujeres tienen una cifra más alta en cuanto a
intentos de suicidio, sin embargo, los varones van a la delantera en cuanto a los suicidios
consumados.

La pregunta relevante para hacer en ese momento es ¿cuál es tu preocupación más importante
en este momento? (Miller, 2006). Esta pregunta permite que la persona pueda ir recuperado su
sensación de agencia personal, de autonomía. Habrá quien solo desea hablar, quien necesita
hacer una lista de sus preocupaciones, bajar la angustia, encontrar un familiar, tomar decisiones,
etc. Dado las características del evento, es importante centrarse en las necesidades más
inmediatas y críticas que le atañen al consultante (op. cit.).

Otra pregunta importante es ¿Qué cosas has intentado hacer o has hecho? De entrada es
importante saber lo que la persona ya ha intentado, para evitar hacer algo que no ha funcionado

RESILIENCIA

Pero qué elementos se requieren para construir la resiliencia en los niños, ésta fue una pregunta
importante que Cyrulnik ha buscado develar a través de sus escritos (2003, 2005). Por principio el
autor señala, que las reacciones psicológicas de los niños dependen en gran medida del estado
emocional de los adultos que los rodean, de esa manera las crisis que pueden convertirse en
traumas, provienen de la asunción de la intersubjetividad (la relación entre el niño y sus padres).
Lo que perturba o calma al niño, es la forma como las figuras de su vínculo afectivo interpretan lo
ocurrido al expresar sus emociones. Los niños no pueden adaptarse a las circunstancias
cambiantes de su entorno al no entender con claridad lo que está ocurriendo.

Es necesario pensar un desastre para conseguir darle algún sentido, y es igualmente necesario
pasar a la acción afrontándolo, huyendo de él o metamorfoseándolo. Hay que comprender y
actuar para desencadenar un proceso de resiliencia. Cuando falta alguno de estos dos factores, la
resiliencia no se teje y el trastorno se instala (Cyrulnik, 2003, p.165).

En otras palabras la construcción que se hace de la realidad, explicándola y encontrándole sentido


y la conducta que se deriva de esta toma de conciencia forman la resiliencia.

Stefan Vanistendael y Jacques Lecomte (2002) han encontrado algunos recursos de la capacidad
llamada resiliencia, al observar que son niños que se enfrenta con buen ánimo a los peligros, los
riesgos y los propios temores; porque han podido establecer una relación fuerte con uno o varios
adultos que les han permitido desarrollar confianza, simpatía y comprensión mutua.

Estas personas pueden ser ambos padres, o uno de ellos, un miembro de la familia extensa, un
amigo de mayor edad, un maestro, etc.

Carol Ryff (1998) presenta un modelo de bienestar psicológico, en sustitución del término
eudaimonia, compuesto por seis dimensiones:
1- La aceptación. Entendida como sentirse bien y tener actitudes positivas consigo mismo. En este
sentido, se reconocen los mejores aspectos personales, a la vez que se hace conciencia de las
propias limitaciones. Es sentirse cómodo y a gusto siendo tal y como se es.

2- Relaciones positiva. Es mantener relaciones sociales con afecto, empatía, confianza, tener
amigos en quien se puede confiar. Entender y aceptar el dar y recibir de las relaciones.

3- Autonomía. Tiene que ver con la habilidad de sostener la propia individualidad en los diversos
contextos sociales. Es decir, mantener la independencia y autoridad personal, no ceder ante la
presión social y regular mejor su comportamiento.

4- Dominio del entorno. Es la capacidad de generar entornos favorables para satisfacer las
necesidades propias. Quienes tienen dominio del entorno poseen una mayor sensación de control
sobre el mundo y se consideran capaces de influir sobre el contexto que los rodea.

5- Propósito en la vida. Hace referencia a la habilidad de la persona para plantearse metas, definir
objetivos que le permitan dotar a su vida de sentido. Éste genera mayor bienestar si beneficia a
otros.

6- Crecimiento personal. Tiene que ver con el empeño que pone la persona en desarrollar sus
potencialidades, por seguir creciendo. Cambiando y mejorando para lograr utilizar al máximo las
capacidades.

Cuando se trata de una intervención ante un desastre o una emergencia, conocer cuál es él el
propósito de vida de una persona o aquellas cosas que dan sentido a su vida, permite explorar las
fortalezas de la persona y quizá también cómo estas se relacionan con su comunidad. En este
sentido, dado que la persona es quién elije libremente acudir al servicio psicológico que se ofrece
ante un desastre, se recomienda sacar el máximo provecho al tiempo que se tiene. De igual forma,
es importante recordar que todo el proceso inicia desde el primer encuentro.

En situaciones de desastre, enfocarse en promover la resiliencia de las personas o de la comunidad


no tiene que ver con excluir el dolor o la tristeza. No se trata de negar o bloquear las emociones de
malestar. Más bien se trata de permitir también que las persones y las comunidades utilicen los
recursos con los que cuenta. Un tema importante al trabajar en situaciones de desastres es hacer
preguntas que tengan que ver con el significado que la persona asigna al tema que la preocupa y
que la hace solicitar la atención psicológica

Hacer uso de las emociones positivas abre también el camino a la resiliencia, para Fredrickson
(2009) éstas son el corazón de la resiliencia. Sus investigaciones han encontrado que las
emociones positivas tienen efectos beneficiosos y duraderos, en la medida que prepara para
momentos futuros y difíciles.

La investigación de Fredrickson (2009) abarca diez emociones: alegría, gratitud, serenidad,

interés, esperanza, orgullo, diversión, inspiración, admiración y amor. En situaciones de desastre


es prudente permitir la expresión de la esperanza y el optimismo. La esperanza es una emoción
que surge ante las dificultades, promueve una mayor recuperación ante situaciones estresantes.

Estrategias para promover la resiliencia: pag 134


AUTOCUIDADO

De inicio, es importante desarrollar la habilidad de permanecer en calma, brindar apoyo y


3contención, sostener y acompañar a quien esta en crisis o necesita la ayuda. Acorde con la
situación, se recomienda solo participar durante un tiempo breve, salir de la zona de desastre,
descansar y recuperarse antes de poder regresar y nuevamente poder brinda ayuda de calidad.

Justo por todas estas características es que se vuelve trascendente que quien brinda la ayuda
cuente con un espacio que lo contenga y acoja. El espacio de la supervisión debe ser ese espacio.
Además de dotar de herramientas y asesoría que en ese momento se requiera para apoyar a
quienes están en crisis, debe ser un espacio de desahogo y apoyo. De igual forma, se vuelve de
suma importancia que se monitoree a quienes brindan cualquier ayuda, ya que la experiencia
muestra que suelen ocuparse tanto del bienestar de los demás que pueden llegar a poner en
riesgo su propia salud. Se necesita vigilar, tanto la alimentación como el descanso, de otra manera,
la calidad de la ayuda brindada puede decaer y en el peor de los casos, el psicólogo que está
prestando la ayuda puede llegar a convertirse en un problema y no en parte de la solución.

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