LA GRANDEZA TRÁGICA de BOLÍVAR. Carlos Ochoa Martinez - NTC ... Edición D-V

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LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

Autor: Carlos Ochoa Martínez


[email protected]

Primera edición impresa: Agosto 2019


Bogotá, Colombia
Con el apoyo de la Sociedad Bolivariana de Colombia
https://www.bolivarianadecolombia.org/inicio
https://www.facebook.com/bolivarianacolombia/
.
ISBN: 978-958-48-6950-0
Diagramación y Artes Finales:
Luz Nelly Garzón Pulido
Derechos Reservados
Primera
NTC ... edición digital-virtual
en 4 nubes,
con acceso público y gratuito.

Esta edición se publica gracias


al generoso aporte del texto
por el autor y con su expresa autorización.
Cali, Colombia. Enero 6 de 2021

Información y detalles:
https://ntc-simon-bolivar.blogspot.com/2020/05/la-grandeza-tragica-de-bolivar-carlos.html

https://ntc-simon-bolivar.blogspot.com/2021/01/
[email protected]
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

A mi esposa,
quien soportó con mucho amor,
largas soledades por culpa de mis libros.

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CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

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LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

A Oscar Londoño Pineda y a


Herney Victoria Lozano,
cómplices en el diario vivir.
Hermanos en el sentir y en el pensar.

A Yolanda Quintero Alzate y a


José Alvear Sanín,
por su apoyo y perenne voz de aliento.

A Vicente Pérez Silva,


el amigo, el contertulio, el maestro.

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CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

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LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

PRÓLOGO

La grandeza trágica de Bolívar

Ningún título más apropiado que el escogido por el autor,


Carlos Ochoa Martínez, para bautizar su obra La grandeza
trágica de Bolívar. Dos palabras que compendian el discurrir
de la vida de un hombre que fue grande, grande en el pleno
sentido que entraña la condición de la grandeza. “Título de
gran honor, –conforme lo registra el viejo y siempre nuevo
Tesoro de la lengua castellana–, que sobrepasa los demás títulos
de condes, duques y marqueses, y tiene grandes
preeminencias…”. Y, además, puntualiza que “de grande se
dijo grandeza, hecho heroico”. Dos palabras que hermanan
la encarnación y el símbolo de la grandeza y la tragedia; dos
temas que, lisa y llanamente, condensan la tragedia de una
vida realmente grandiosa y, no pocas veces, trágica.

Bolívar, un grande hombre, consubstanciado con la


tragedia. Otro Prometeo, encadenado a la misma tragedia,
con “cadenas indestructibles”. Si de acuerdo con la famosa
definición aristotélica, la tragedia es la representación de una
acción heroica, completa y de una cierta magnitud…, la tragedia
vivida y padecida por Bolívar, no es otra que la atada a su

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CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

actuación heroica. En otra voz, simple y paladina, Bolívar un


héroe, todo entero, entregado con el ímpetu de su fuerza
interior irresistible a la causa de nuestra Independencia, de
nuestra liberación del sometimiento del gobierno español.

Se impone recordar y reconocer que, además de un héroe,


Bolívar fue un soldado de la guerra, un gobernante, un
estadista, un internacionalista, un visionario, un arquitecto
de naciones, un avasallador de voluntades. En fin, un hombre
a quien se le otorgó el título de Libertador, e igualmente, el de
revolucionario. Conviene no olvidar que, el controvertido
biógrafo de Bolívar, José Rafael Sañudo, de manera tajante,
lo considera el primer revolucionario de su tiempo, a fuer de
reconocerle expresamente la arrogancia, impetuosidad,
constancia y buen talante, de que dio muestras en el duro y, a
veces, desapacible trasegar de su vida. Pero, ante todo, en
todo y sobre todo humano.

De todo esto y de mucho más nos vamos a enterar en


las páginas de este libro que, nuestro amigo Carlos Ochoa
Martínez, ha tenido la deferencia de poner en mis manos, con
la petición de que le escriba un prólogo. Gustosamente, lo
hago, no para corresponder al sentido semántico de la palabra
“prólogo”, sino al contrario para expresarle mi franca
manifestación, no propiamente de exaltación, ni aclaración o
reparo alguno, sino del más sincero reconocimiento, por la
culminación de una labor llevada a cabo con tanto esfuerzo y
dedicación.

Con el interés que implica una obra de semejante


naturaleza y dimensión, he disfrutado de estas páginas, propias
de un entusiasta y convencido bolivariano que, desde muy

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LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

temprana edad, enfiló sus inquietudes históricas, hacia la vida


grandiosa y trágica del libertador. De aquí el fruto de un sueño
largamente acariciado.

Una obra, en la cual nos es dado apreciar y valorar sus


largas y detenidas lecturas; la seriedad de sus reflexiones e
investigaciones. Y de otra parte, la minuciosidad y cuidado
con que adelanta y describe los episodios históricos. En una
palabra, una obra que corresponde plenamente a su devoción
intelectual de bolivariano integral.

Para darle cierto realce a esta cometido, que no ha tenido


otra finalidad que la de estampar las virtudes y merecimientos
de una obra, no resisto la tentación de allegar dos testimonios,
ahora quizás ignorados y olvidados que, de manera fehaciente
nos acercan, aún más, a la personalidad del Libertador.

A. Brown, un desconocido autor de la maravillosa obra


La madona de los patriotas (la sacrificada Policarpa
Salavarrieta), relato elaborado alrededor de episodios de las guerras
de Independencia de Colombia y Venezuela, de reciente aparición,
del cual desprendemos estas expresiones:

En Simón Bolívar parecía haberse encarnado el alma


de la patria. Sucesivamente victorioso y vencido,
había conocido la embriaguez de los triunfos más
resplandecientes y las angustias de los fugitivos
acosados. Ni la prosperidad ni la adversidad habían
ablandado o ulcerado su naturaleza leal, generosa y
orgullosa. En Caracas, donde había entrado dos veces
como vencedor, todo un pueblo entusiasta y agradecido
lo había aclamado, otorgándole el glorioso título de

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CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

Libertador. Algunas semanas más tarde, huía casi


solo para salvar su cabeza, por la cual se había
ofrecido una recompensa, refugiándose en albergues
disputados a las fieras y alimentándose de raíces.
Pero la buena o la mala fortuna no cegó ni abatió a
Bolívar. Supo permanecer él mismo, sin perder de
vista la meta que perseguía con ardor, es decir, la
destrucción del poder español en el Nuevo Mundo,
la liberación de sus compatriotas, la fundación de
jóvenes estados en lugar de colonias caducas, la
regeneración de una población embrutecida por los
rigores de un despotismo sin freno… Su fisonomía
llevaba la marca de un sufrimiento indefinible…

Y el otro, un palpitante testimonio del sabio Manuel


Uribe Angel, escrito pocos años después de la muerte de
Bolívar:
Bolívar, Libertador, era grande hombre. Al emprender
nuestra emancipación, midió la fuerza de resistencia
que debía hallar con sus brazos de titán; el negocio le
pareció sencillo y lo llevó a cima con grande
inteligencia y con heroísmo nuevo en la historia.
Cuando vio que era preciso dejar la tarea de soldado,
de revolucionario y de héroe para ejercer la
magistratura civil en un pueblo republicano ó
destinado a serlo, no supo lo que hacía. Bolívar,
Libertador y guerrero, era un coloso: Bolívar,
republicano, era un visionario…
Bolívar, sobretodo aparece por cima de ese torbellino
de acontecimientos. Era preciso un hombre de bronce

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LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

para pasar con tanta rapidez por nuestras montañas,


desde el cabo de la Vela hasta el Desaguadero; un
hombre que como por milagro, se hallara casi a un
mismo tiempo en todas partes, que asistiera a todas
la batallas, redactara proclamas, atendiera a la
diplomacia, creara recursos, formara hombres con
una frase, recompensara con una mirada, organizara
Congresos, creara otros pueblos, impusiera su
voluntad de hierro a la voluntad agria de Maza,
Padilla, Córdoba, Infante, Juan Gómez, y tantos
otros; vigilara a Santander y a Páez, desconfiara de
Flórez e hiciera todo esto y más de un modo casi
simultáneo. Bolívar era ese hombre, y quien tal hace,
no es otra cosa que un genio…
***
Al comienzo de estas líneas, consideramos a Bolívar, otro
Prometeo encadenado a la tragedia. De manera coincidente,
cuando el Libertador emprende el camino de la insondable
eternidad a orillas del mar del Atlántico, el Prometeo
encadenado de la remota leyenda, su desaparición también
ocurre al lado del mar, según se refiere:
Mientras tanto, rugen a sus pies las olas del mar
tocando unas con otras, gime el líquido abismo, y de
los oscuros reinos de la muerte viene un tremendo
bramido…

Esto ocurrió en el lejano ayer, y este “tremendo


bramido”, que ya se pierde en las sombras del tiempo, ahora
resuena entre el rumor incesante de las olas: ¡He sido víctima
de mis perseguidores… Y bajo tranquilo al sepulcro!

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CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

***

A Carlos Ochoa Martínez, un apasionado y estudioso


de la vida de Bolívar, al final de tamaño emprendimiento, es
justo tributarle, ya lo hemos dicho, el reconocimiento y el
aplauso que merece. Nos entrega una obra que, desde luego,
acrecienta, y no de cualquier manera, el mundo bibliográfico
bolivariano; y cuya publicación, en buena hora, coincide con
la conmemoración bicentenaria de nuestra Independencia del
ignominioso yugo español, lograda luego de la batalla del
Puente de Boyacá, el 7 de agosto de 1819.

VICENTE PÉREZ SILVA


Bogotá, 10 de Junio del año 2019.

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LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

INTRODUCCIÓN

No cabe la más pequeña duda que Bolívar murió


tuberculoso. Y que muchos otros males coadyuvaron a llevarlo
a la tumba, los que padeció desde muy temprano, es innegable,
pero otra cosa es que el Genio de América haya fallecido
únicamente por esta sola razón, no obstante el dictamen médico
final.

Sin embargo, a pesar de que el 17 de diciembre de 1830


sus ojos se cerraron para siempre, el Grande Hombre estaba
muerto en vida desde mucho tiempo atrás. Extenuado por la
crudeza de las campañas libertarias y las consiguientes
privaciones, llegó un momento en el que ya no daba más
físicamente. La falta de fuerzas para un hombre de su edad,
conociendo que la patria necesitaba de él más que nunca, más
cuando sus sueños poco a poco se iban desvaneciendo, lo fueron
llevando a una etapa de profunda tristeza ante la impotencia
para actuar como sólo él sabía hacerlo. Y lo invade el desaliento
al verse reducido a la soledad fruto del abandono de amigos y
compañeros que no hacía mucho tiempo portaban sus banderas

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CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

de libertad, y que una vez lograda, empuñaron las de la ambición


buscando ser los señores de sus pequeñas patrias, sus
gobernantes, dando al traste con su sueño de unión de unos
pueblos ya libres, para ser una sola nación grande, soberana,
poderosa, bajo los colores de una sola bandera.

La incomprensión de esos grandes hombres que lo fueron


al lado suyo, fueron desertando, y vinieron entonces los hondos
y desgarradores desengaños políticos y afectivos. Las injusticias,
el odio, el desdeño de sus enemigos; la envidia, la ambición, la
ingratitud, el desprecio, la calumnia y persecución de sus propios
conciudadanos, lo llevaron a morirse de dolor y de tristeza frente
al amplio mar caribe colombiano, cuando hasta su propia patria
le negó un pedazo de tierra para morir en ella.

Bien dijo don José Martí, que “Bolívar murió de pesar en el


corazón, más que del mal en el cuerpo”.

***

La escritura de este libro tuvo su origen hace mucho


tiempo. Desde mi primera infancia tuve por el Héroe gran
admiración. Admiración que fue alimentada por mi padre quien
me contaba en la noches, al borde de la cama, antes de dormir,
las enormes hazañas de Bolívar y su ejército, mal alimentado y
mal vestido, buscando siempre darnos la libertad soñada y
prometida.

Mi padre, quien fue un lector silencioso, seguramente leía


y se preparaba para las noches de historia, antes de dormirme,

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LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

con las que indudablemente despertó alta devoción y gusto por


la materia.

Guillermo Eduardo Martínez, hermano de mi madre,


escritor e historiador reconocido, me inició en su estudio y en
el amor por los libros. Fue él, quien aportó la cuota inicial de lo
que hoy es mi biblioteca, lugar de mi casa en el que mejor me
siento, porque es allí en donde encuentro, indiscutiblemente,
la más encantadora compañía y protección.

Ya en mis primeros años de colegio, se iniciaba, no sé si


formando parte de los programas del Ministerio o por iniciativa
de los directores del Colegio Salesiano, de Tuluá, un curso de
Cátedra Bolivariana, tal vez mal diseñado o encomendado a
profesores, que poca huella y motivación dejaron entre sus
alumnos acerca del Padre de la Patria.

Recuerdo bien que por esa época ocurrió el Bogotazo, año


de 1948, mi padre, de regreso de uno de sus frecuentes viajes a
Cali, me llevó de regalo un libro maravilloso, que aún conservo
como un tesoro, “Bolívar – Caballero de la gloria y de la libertad”, del
insigne escritor alemán, biógrafo consagrado, historiador, Emil
Ludwig. Libro que me ubicó, de verdad, en la ruta del estudio
del Libertador. Años más adelante, exactamente, el 14 de julio
de 1954, con sobria dedicatoria, el tío Guillermo me llevó de
regalo un hermoso libro, que igualmente conservo, titulado
“Anecdotario del Libertador”, en el que su autor, el profesor Juan
Manuel Saldarriaga, antioqueño, nos muestra a Bolívar en todo
lo que fue. Como bien lo dice el prologuista, doctor Fernando
Gómez Martínez: “como creyente, como héroe, como militar, como

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CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

legislador, pensador y poeta. Aquí está en sus virtudes y en sus vicios, <grande
en la gloria y en el infortunio> de esa carrera fulgurante que subyugó la admiración
y el afecto de los pueblos. Aquí está con su recia personalidad que domina a los
espíritus más recios. Aquí en sus largas correrías, en sus horas de peligro o de
placer, en la intimidad de la vida y en la esplendidez de su gesta”. Y así, fueron
llegando a mis manos, libros, folletos, revistas y artículos de
prensa sobre el Libertador, que fueron engrandeciendo con
firmeza la enorme admiración por el Grande Hombre
Americano.

Como fue siempre mi costumbre en mi vida de estudiante


en Medellín, todos los domingos en la mañana llegaba hasta el
Parque Bolívar para asistir a la misa en la Catedral Metroplitana
y disfrutar del concierto de la banda municipal dirigida por el
Maestro Joseph Matza, comprando previamente el periódico El
Colombiano. Después del concierto venía el almuerzo, y
justamente, un domingo, el 1o. de Mayo de 1960, mientras me
servían el almuerzo en el mismo restaurante de siempre,
encontré que el Suplemento Dominical “El Colombiano Literario”,
estaba dedicado al Valle del Cauca, precisamente como un
homenaje en el cincuentenario de su creación como Departa-
mento. Y entre los diferentes artículos allí consignados, descubrí
un bello artículo escrito por el también tulueño, importante
jurista y prominente intelectual, el doctor Luis Enrique Romero
Soto. El título, “Alegría y tristeza de BOLÍVAR”. Este escrito, magistral,
me conmovió profundamente y me dio con el tiempo, el tema y
me puso en la tónica de escribir sobre el Genio de América. Y el
tema no era y no fue otro que “la trágica grandeza de Bolívar”.
Entonces, después de más de medio siglo de haber leído este

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LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

maravilloso artículo de mi coterráneo el doctor Romero Soto,


tomé la decisión de sentarme y cumplir con mi cometido. Han
corrido los días después de ello, y creo haber encontrado con
acierto el título para este esfuerzo, que no he dudado en llamar:
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR.

La grandeza, como tal, es una condición sublime de


ciertos seres humanos, es una condición inestimable que hace
que estos sean diferentes como que son bien diversas sus
manifestaciones.

Hay grandeza en aquellos seres buenos que se entregan


de lleno, hasta su muerte, a la caridad silenciosa para mitigar el
dolor de los desvalidos. Hay grandeza también en los que movidos
por la pasión y apegados a sus convicciones se han atrevido a
intentar cambiar la historia del mundo en beneficio de la
humanidad.

La hay también en aquellos hombres de ciencia que


entregan su vida para con sus hallazgos aliviar la de sus
semejantes. Y la hay también en quienes luchan con denuedo
en devolver o conquistar la libertad para aquellos que han vivido
subyugados por la injusticia y la mezquindad, convirtiéndose
en héroes y figuras de leyenda.

Pero la máxima expresión de la grandeza es aquella, sin


duda, la grandeza trágica de los perseguidos, de los incom-
prendidos, de los envilecidos, de los difamados, de los
calumniados, de los traicionados. En suma, la grandeza trágica

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CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

de los mártires, sumidos al final en una inmensa y profunda


tristeza.

El doctor Romero Soto, dice “pero antes de ser tristes, todos los
héroes fueron alegres. La alegría es una etapa necesaria de la suprema tristeza.
Antes del fracaso final, todos los héroes se entregaron con júbilo a la creación.
Cuando se levantaron contra el destino, esto es, contra lo rutinario de la
condición humana, un divino entusiasmo los impulsaba a las alturas. Crear
produce alegría. Casi pudiera decirse, que el crear es una de las formas de la
alegría. Se vive entonces armonicamente. Lo que se piensa se convierte en
obras. Hay equilibrio entre el ser interior y el ambiente porque a la fuerza
creadora corresponde la obra creada. A veces ésta pasa los límites de lo real y
se convierte en delirio. La mente cradora exulta entoces. Rompe, en un ímpetu
visionario, los lindes del tiempo y del espacio y mira, cara a cara, el infinito.
Pero después viene el fracaso. El desajuste entre la fuerza creadora y la obra.
Aquella no produce más. Esta comienza a estremecerse, a romperse y a caer
con estrépito. Entonces llega la tristeza...”

“La primera de esas épocas es de alegría, de creación; la segunda de


tristeza. La primera es la grandeza eufórica. La segunda, la grandeza trágica”.

En Bolívar, como en todos los grandes hombres, su lucha


fue contra el destino. Ese destino que no permite salirse de la
linea, que no admite se atente contra el equilibrio instaurado.
Pero el destino cobra, de alguna manera, temprano o tarde, el
desafío a realizar cambios, el pretender alterar los ezquemas
establecidos.

Y el destino de Bolívar se manifiesta de manera clara y


contundente en las etapas que marcaron su vida. La de dicha y

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LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

de gozo de su juventud atrevida y creativa, enmarcada entre


1812 y 1825. Esta es sin duda, la etapa alegre de la vida del
Libertador, plena de victorias y gloria por doquier. Entre 1826
y 1830, la vida del Grande Hombre se torna amarga, incom-
prensible y definitiva; se rompe entonces el equilibrio de la etapa
anterior, se ve anenazada su gloria y le invade una tremenda
tristeza, la misma tristeza que lo exalta. “Es la tristeza la que lo hace
grande”. “Es lo terrible de su destino”. “Es la desproporción de lo que anheló y
de lo que hizo con lo que a la postre consiguió”, dice Romero Soto. Aflora,
pues, en esta etapa, con mucho dolor, la GRANDEZA TRÁGICA
del Padre de la Patria, cuyo nombre he adoptado para titular
esta obra.

***

«Grande en el pensamiento, grande en la acción,


grande en la gloria, grande en el infortunio;
grande para magnificar la parte impura que
cabe en el alma de los grandes, y grande
para sobrellevar, en el abandono y en la muerte
la trágica expiación de la grandeza».

JOSÉ ENRIQUE RODÓ

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CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

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LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

CAPITULO
APITULO
PRIMERO
PRIMERO

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CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

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LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

La Campaña del Sur


Termina el año 1825, y con él termina la etapa alegre de
la vida del Libertador. Una etapa plena de victorias y de gloria
por doquier, como lo afirmo en la Introducción de este libro.
Así mismo, expreso, que entre 1826 y 1830, la vida del Grande
Hombre se torna amarga, incomprensible y definitiva.

Al iniciarse el 1826, Bolívar se encuentra en el Perú. Había


llegado a Lima el 10 de febrero, después de visitar con gran
éxito las provincias del Sur, en donde es recibido en medio de
demostraciones de reconocimiento y afecto desbordantes,
iniciando el desfile montando el Palomo Blanco y vistiendo el
majestuoso uniforme que le había sido obsequiado durante su
apoteósica gira, tejido y bordado en oro.

Es conveniente recordar, como antecedente de lo hasta


este momento sucedido, que Bolívar es nombrado por el
Congreso de Cúcuta, el 7 de septiembre de 1821 Presidente
de Colombia y el general Santander, Vicepresidente. Como se
encontraba en Venezuela, en tal momento, en Maracaibo, viaja
hasta Villa del Rosario de Cúcuta en donde el 2 octubre presta
el juramento como Presidente y en consecuencia toma posesión
de su cargo. La situación que se vivía en el Ecuador en esos días

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CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

era bien difícil, lo cual informa el Presidente al Congreso,


manifestándole la necesidad de marchar hacia el sur para
organizar la expulsión de los opresores quienes detentaban
con crueldad el poder español, y, el 9 de octubre, el Congreso
expide la Ley que le concede al Libertador Presidente el permiso
para dirigir la guerra en todo el territorio; sale en esa misma
fecha de Cúcuta para emprender la Campaña del Ecuador, llega
a Bogotá a mediados de noviembre, marcha hacia Popayán el
14 de diciembre, y dejando las riendas del gobierno en manos
del Vicepresidente Santander, a quien el 29 de diciembre, desde
Zumbique, envía instrucciones para que tome las medidas
conducentes con el fin de conservar la paz en todo el territorio
mientras se realiza la campaña del sur. El 1º. de enero de 1822,
hace su arribo a Cali, habiendo seguido la vía Neiva, La Plata,
Páramo de las Moras, desde donde envió una bellísima proclama
anunciándoles su pronta libertad a todos los habitantes del sur,
al abrir la campaña en forma, desde Popayán, que comienza en
el mes de marzo.

Cabe anotar, como un hecho de tener en cuenta, que


José María Obando, quien había militado en las filas realistas
hasta pocos días antes, por dificultades con el comandante de
las fuerzas del Rey, el coronel español Basilio García, decidió
desertar de la guerrilla realista y conocidas las razones por
Bolívar, este estuvo de acuerdo en su llegada a las filas patriotas,
ingresando a ellas con el grado de teniente coronel.

Ya en las inmediaciones de Pasto se encuentran ubicadas


las fuerzas de ambos bandos, al frente de las cuales se encuentra

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LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

el general Bolívar de los patriotas y el coronel Basilio García, de


las tropas fieles al Rey, en el sitio conocido con los nombres de
Bomboná o Cariaco, en las faldas de volcán Galeras. Fue una
batalla sangrienta, con pérdidas enormes para los contendientes,
en la cual no hubo vencedor. Bolívar, con muchos muertos entre
los suyos, quedó dominando el propio campo de batalla y García
la ciudad de Pasto, en iguales circunstancias.

Bolívar, envía un ultimátum al coronel García, ofreciéndole


una honrosa capitulación, quien conociendo el triunfo del
mariscal de Ayacucho en el campo de Pichincha sobre su jefe el
general español Melchor Aymerich, el 24 de mayo, la acepta
entregando su espada en señal de rendición. Bolívar la devolvió
como un gesto de honor y alto reconocimiento.

La batalla de Pichincha, como anotamos, fue uno de los


grandes triunfos del ejército patriota al mando de del general
Antonio José de Sucre, con la cual se obtiene la libertad del
Ecuador.

El general Bolívar, habiendo cumplido su promesa de


libertar al Ecuador consideró terminada la campaña del Sur,
como lo dice Cornelio Hispano en su libro Historia Secreta de
Bolívar:

... formó por un instante el proyecto de regresar a Bogotá,


renunciar a la Presidencia y retirarse a la casa de sus padres,
en los valles de Aragua. Su genio, sin embargo, le arrastraba
a mayores empresas y el porvenir aún le guardaba nuevos

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CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

mirtos, nuevos lauros: los más radiantes y resonantes de su


carrera.

Difíciles momentos vivió el Libertador después de la batalla


de Pichincha, como que en Pasto fueron más que indiferentes,
hostiles, pero superada esta situación, decide continuar al
Ecuador para consolidar los logros alcanzados. Y llega a Quito
el 16 de junio de 1822, en donde es recibido en medio de las
más efusivas aclamaciones y desbordante alegría. Justamente,
en esta memorable ocasión conoció a doña Manuelita Sáenz,
quien a partir de este momento, sigue al héroe en su jornada
victoriosa por el Sur. En los siguientes días se suceden diferentes
hechos relevantes, como son el ascenso de Sucre a general de
División, nombrándolo, así mismo jefe civil y militar del nuevo
departamento del Sur de Colombia; la adhesión de la
municipalidad de Quito a Colombia; la iniciación de contactos
con San Martín, ofreciendo la colaboración del ejército de
Colombia, si fuere necesario, especialmente en el Perú, y
sobremanera, por el caso Guayaquil, como que Bolívar veía de
suma importancia su incorporación a Colombia.

Bolívar consideró oportuno viajar a Guayaquil para


cimentar en forma definitiva su integración a Colombia, no
dejando cabo suelto, y emprendió en consecuencia el camino
hacia el importante puerto sobre el Pacífico. Camino de
Guayaquil, al pasar por el Chimborazo, sintió una fuerte emoción
por el admirable espectáculo, y el 5 de julio, decide subir aquella
cima majestuosa, solo y a pie. Sobrecogido, después de
experimentar extrañas sensaciones, escribe Mi Delirio sobre el

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LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

Chimborazo, indiscutible pieza literaria de alto valor, un auténtico


poema. El único poema del Libertador.

Llega Bolívar a Guayaquil en la noche del 11 de julio, y


encuentra los ánimos bastante caldeados. Las ideas encontradas
de los diferentes grupos presagiaban no llegar a un acuerdo en
breve tiempo. Bolívar, por supuesto, buscaba la unión de
Guayaquil a Colombia, los partidarios del Perú pretendían lo
mismo y no eran pocos los que buscaban conservar su
autonomía. La gran mayoría de los miembros del Ayuntamiento
estuvieron de acuerdo en la incorporación de la provincia a
Colombia, y Bolívar, en ejercicio de sus funciones y deberes
constitucionales, mediante Decreto del 13 de Julio de 1822,
declara la provincia bajo la protección de Colombia, quedando
enarbolada desde este mismo día la bandera colombiana. El 31
de julio reunido el Colegio Electoral de Guayaquil aprobó su
incorporación a Colombia y el 4 de agosto siguiente quedó en
firme su constitución como departamento. De esta manera, una
vez promulgada la unión de las provincias del Sur a la Gran
Colombia, va tomando forma la idea de una gran nación con los
territorios de Venezuela, la Nueva Granada y el Ecuador.

Encuentro Bolívar – San Martín

En virtud de los contactos que ya se venían adelantando


para una entrevista con el general José de San Martín, éste
aparece de un momento a otro en Guayaquil a bordo de la
goleta Macedonia el día 25 de julio de 1822. El Protector del

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CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

Perú es recibido por Bolívar y la ciudad con los honores


correspondientes y demostraciones de reconocimiento y afecto
con un gran banquete en su honor, para al siguiente día tener
varias conferencias en privado, durante las cuales seguramente
se sacrificaron puntos de vista, conociendo cada cual su posición
del momento y buscando, por supuesto, una solución eficiente
y definitiva. Se deduce, porque nunca hubo declaración alguna
de las partes, que este fue un auténtico pacto de caballeros que
les enaltece por igual. San Martín, hombre calmado, tal vez escaso
de ambición y conociendo el temperamento de Bolívar y
midiendo la ventajosa posición de éste en el histórico momento,
declina su aspiración personal y se retira con decoro y con
prudencia como una demostración de su grandeza, en aras de
la propia causa americana.

El 27 se abrazan y se despiden para siempre los dos


grandes hombres. San Martín deja al Libertador Presidente el
espacio para actuar libremente, y se embarca de nuevo con
destino a Lima, para luego, apartándose del escenario de la
guerra, establecerse en Europa y muere en Francia, en Boulogne
Sur Mer.

Bolívar y el Perú

Después de todos estos acontecimientos, Bolívar


permanece un largo tiempo en el Ecuador, y como consecuencia
de la grave situación que vive el Perú en este momento, por la
arremetida del Virrey por reconquistar y cubrir de nuevo los

28
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

espacios perdidos y ante el retiro del San Martín del teatro


político y militar y la caótica situación del gobierno peruano,
Bolívar es llamado con urgencia para que él mismo en persona
fuera quien continuara “la obra de la libertad americana”. El
Libertador se compromete con el Perú de enviar tropas
colombianas, y envía en diferentes momentos dos expediciones
entre marzo y abril de 1823 y ordena al general Sucre viajar al
Perú en misión diplomática, elaborar el plan y programar la
campaña sobre el propio terreno. A finales del mismo mes el
Presidente José de la Riva Agüero envía delegados especiales a
Guayaquil para convencer a Bolívar que viaje para dirigir la
guerra en el Perú. Bolívar en tanto había solicitado el permiso
al congreso colombiano para poder desplazarse a territorio
peruano, pues como Presidente constitucional le estaba
prohibido salir sin la autorización solicitada, y una vez obtiene
respuesta positiva de Colombia, sale de Guayaquil el 7 de agosto
de 1823 a bordo del bergantín Chimborazo con destino al
puerto el Callao, llega a éste el 1º. de septiembre, es objeto de
un apoteósico recibimiento en Lima, en donde, al siguiente día,
el Congreso Constituyente lo inviste de todos los poderes e
inicia conjuntamente con el general Sucre la campaña de
restauración política del Perú. En consecuencia, dirige al
Congreso un enérgico y vibrante mensaje el 13 de septiembre
con la promesa de liberar al Perú del dominio español. El
Congreso lo nombra entonces dictador, con todos los poderes
para ejercer el gobierno con toda la autoridad necesaria. Aquí,
apartes del texto expedido por el Legislativo mediante el cual
lo nombra dictador:

29
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

El Congreso del Perú, considerando ...que sólo un poder


dictatorial depositado en una mano fuerte, capaz de hacer
la guerra, cual corresponde a la tenaz obstinación de los
enemigos de nuestra independencia, puede llenar los
ardientes votos de la representación nacional... la Suprema
autoridad política y militar de la República queda concentrada
en el Libertador Simón Bolívar.

Con ello, el Perú, agradecido por atender su llamado,


entrega toda su confianza en Bolívar y deposita en él toda su
esperanza. Así pues, contra su voluntad asume el encargo para
remediar el tremendo caos político e impedir la anarquía. Cabe
anotar, que en el ejercicio de la dictadura, fue siempre
magnánimo, severo y justo. Nunca actuó como opresor.

Como bien lo dice en forma sucinta don Cornelio Hispano:

... lo que viene después el mundo entero lo sabe: la épica


hazaña de Junín, el sol de Ayacucho, la libertad del Perú y de
la América austral, la creación de Bolivia y los soberbios días
consulares del Libertador y Padre de la Patria.

Inicia entonces Bolívar los preparativos de la campaña


que habría de llevarlo a la independencia definitiva del Perú.
Necesita armas, recursos, soldados. La situación es bien difícil, y
decide pedir ayuda a Santander, sin la seguridad de una respuesta
positiva. Le solicita 14.000 hombres y dos millones de pesos
que el Presidente encargado de Colombia desestima su
importancia y le responde con un ofrecimiento apenas de 4.000
hombres, que el Libertador acepta ante la urgencia, con visible
indignación, lo cual aumenta sus diferencias con Santander.
Enorme responsabilidad inquieta a Bolívar. Él es la esperanza

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LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

de estos pueblos de hacer realidad sus sueños de libertad, y no


siendo inferior a esa responsabilidad, y consciente de que no
hay alternativa: la gloria o la muerte, emprende una de las más
difíciles empresas por la libertad de América, como es la
Campaña Libertadora del Perú.

Pativilca

Difícil, porque además del caos que vive el Perú con dos
presidentes, José de la Riva Agüero y José Bernardo Torre Tagle,
divididos por grandes diferencias político administrativas, el
Libertador cae profundamente enfermo víctima de una fiebre
que lo somete a la cama por varios días, en Pativilca, un pequeño
pueblo de la costa. Llega a este lugar bastante enfermo, según lo
manifiesta su propio secretario José de Espinar, más aún, cuando
se rehusa tomar los medicamentos recetados, salvo algunos
purgantes ligeros que en nada muestran una reacción positiva.

El célebre escritor e historiador venezolano, doctor Tomás


Polanco Alcántara, en su libro: Simón Bolívar: Ensayo de una
interpretación biográfica a través de sus documentos, escribe:

En sus propias cartas advierte que está especialmente mal.


Sería efecto de la marcha por las sierras. Irritación interna,
reumatismo, fiebre, mal de orina, vómitos, cólicos. Se cansa
al menos esfuerzo. Se cree acabado y viejo. De vez en cuando,
en momentos de crisis, hasta delira. El 4 de enero, muy débil,
se notaba algo despejado, pero presentaba vómitos y
decaimiento. Parecía más grave la falta de régimen que la
misma enfermedad, pues negaba a acatar el tratamiento, a

31
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

pesar de la actitud de sus ayudantes y secretarios. Así sigue


el 7 de enero. El 9 no ha mejorado. El 11 aún está débil pero
algo mejor. El 14 todavía se considera enfermo. El 16 todavía
persiste la debilidad y el cansancio. El 26 insiste en notar la
languidez que le ha dejado la enfermedad. Al final de enero
ya está francamente mejor y no menciona de nuevo la
enfermedad, pero sigue en Pativilca.

El historiador don José Manuel Restrepo cuenta, como


un hecho anecdótico ya bien conocido, que don Joaquín
Mosquera, quien fuera Presidente de Colombia en 1830,
hermano de don Tomás Cipriano Mosquera, éste varias veces
Presidente, le comentó el año 1854, que en enero de 1824,
había llegado hasta Trujillo en busca del Libertador después de
cumplir misión diplomática ante los gobiernos de Buenos Aires
y Chile, y al no encontrarlo, de regreso a Lima en barco, tocando
la nave las costas de Pativilca, conoció que Bolívar se encontraba
allí en grave estado de salud. Decidió entonces visitarlo.Y este es
el relato de don Joaquín sobre su visita:

... Encontré al Libertador ya sin riesgo de muerte del tabardillo,


que había hecho crisis: pero tan flaco y extenuado que me
causó su aspecto muy acerva pena. Estaba sentado en una
pobre silla de vaqueta, recostado contra la pared de un
pequeño huerto, atada la cabeza con un pañuelo blanco y
sus pantalones de jin, que me dejaban ver sus rodillas
puntiagudas, sus piernas descarnadas, su voz hueca y débil
y su semblante cadavérico. Tuve que hacer un grande
esfuerzo para no largar mis lágrimas y no dejarle conocer mi
pena y mi cuidado por su vida... Con el corazón oprimido,
temiendo la ruina de nuestro ejército, le pregunté: ¿Y qué
piensa hacer Usted ahora? Entonces, avivando sus ojos
huecos, y con tono decidido, me contestó: “¡T ¡T r i u n f a r!
r!”.
Esta respuesta inesperada produjo en mi alma sorpresa,

32
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

admiración y esperanzas porque vi que, aunque el cuerpo


del héroe estaba aniquilado, su alma conservaba todo el vigor
y elevación que lo hacían tan superior en los grandes peligros.

En el libro Bolívar visto por los Colombianos, publicación de


cuatro volúmenes acerca de los escritos hechos por colombianos
en homenaje a Simón Bolívar, el Libertador, patrocinada por el
gobierno venezolano durante la Presidencia de Luis Herrera
Campins, trabajo de selección a cargo del investigador histórico
Humberto Cáceres, encontramos en el Tomo IV de dicha obra,
págs. 58-59, del propio don Joaquín Mosquera, que completa el
relato así:

En seguida le hice esta otra pregunta: ¿Y qué hace usted


para triunfar?

Entonces, cono tono sereno y de confianza, me dijo:

... Luego que recupere mis fuerzas, me iré a Trujillo. Si los


españoles bajan de la cordillera, infaliblemente los derroto
con la caballería; si no bajan, dentro de tres meses subiré a
la cordillera y los derrotaré.

Más tarde, a mi llegada a Bogotá, supe cómo el Libertador


cumplió su pronóstico subiendo a la cordillera y derrotando a
los españoles en Junín.

Recordé entonces aquellas notables palabras que dijo a


Sucre en Lima, cuando Riva Agüero levantó el estandarte de la
guerra civil: Usted es el hombre de la guerra, y yo soy el hombre de
las dificultades.

Y así continúa el relato de don Joaquín:

33
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

El día de mi partida montó en una mula mansa que tenía y


salió a dejarme a la entrada del desierto de Guarmey, para
hacer un poco de ejercicio. Como mi equipaje se había
atrasado, suspendí mi marcha, y el Libertador, que estaba
muy débil, se apeó y acostó sobre un capote de barragán, y
su edecán, Julián Santa María, permaneció en pie, oyéndonos
conversar sobre la situación triste del Perú, que me encargaba
descubrir a Santander. Según Ud., sabe, para atravesar este
desierto de arena se prefiere de noche; eran, pues, las seis
de la tarde, y el sol entraba y salía de Pacífico, y me daba no
sé qué idea triste, que era el sol del Perú que se despedía de
nosotros. El silencio majestuoso del océano, la vista del
desierto que iba yo a atravesar, la soledad de aquellas costas
y el aullido de los lobos marinos oprimían mi espíritu al dejar
a mis compatriotas en una empresa tan ardua en que
arriesgábamos al héroe y a nuestro ejército. Al llegar mi
equipaje, me dijo el Libertador, tendido todavía en el suelo:
«Diga Usted allá, a nuestros compatriotas, cómo me deja Ud.,
moribundo en esta playa inhóspita, teniendo que pelear a
brazo partido para conquistar la independencia del Perú y la
seguridad de Colombia».

La situación que vivía el Perú en estos momentos era


desesperante. El presidente Torre Tagle, en cambio de acordar
un armisticio con los españoles como le había solicitado Bolívar,
con su propio Ministro de Guerra, Juan de Berindoaga, le
traicionó y las conversaciones dieron como resultado el cambio
de bandera. Torre Tagle, formando ya parte de las fuerzas
españolas invita a todos los peruanos a unírsele para combatir
a Bolívar, el mayor monstruo que ha existido sobre la tierra y enemigo
de todo hombre honrado. El Libertador, ya recuperado, después
de Pativilca toma camino de Trujillo para dirigir personalmente
la reacción militar. El panorama es bien complicado, pues a
comienzos de febrero, el día 4, cunde la noticia de la insurrección

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LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

de regimientos peruanos y argentinos del fuerte de El Callao,


fruto de la desmoralización por falta de pago y la desatención
por parte del gobierno de Lima.Toma medidas fuertes en todos
los órdenes para evitar que el enemigo aprovechara bienes y
descontentos. Así, dispuso la libertad de los esclavos que
ingresaran al ejército libertador e inutilizó los buques que se
encontraban en el puerto, buscando que fueran utilizados por
el enemigo para impedir la llegada de refuerzos que debían de
llegar de Colombia.Y, a todas estas, Santander desoía los pedidos
clamorosos de Bolívar de hombres y dinero. Bien le dice a
Santander cuáles son sus necesidades y le repite:

... estoy resuelto a no dejar perder a Colombia en mis manos


y mucho menos a librarla por segunda vez. Obra semejante
no es para repetirla. Estoy pronto a dar una batalla a los
españoles para terminar la guerra en América, pero no más...

En cada una de sus cartas, a Santander y a sus amigos,


Bolívar dejaba entrever su decisión de seguir luchando hasta
alcanzar el triunfo final, pero también dejaba ver su cansancio,
su falta de fuerzas, su desaliento, y su deseo de renunciar para
luego retirarse. La falta de apoyo del Vicepresidente Santander
venía ampliando sus diferencias con él, más aún, cuando el propio
Santander le dice, en respuesta a los pedidos de ayuda, que:

... no se sienta obligado por ninguna ley a enviar esas tropas...


y, aunque lleno de sentimientos con usted, no por eso dejaré
de ser eternamente su admirador, su panegirista y su amigo.

Cabe anotar, que el cruce epistolar entre Santander y el


Libertador, entre el Secretario de éste, don José D. Espinar y el

35
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

Secretario de Guerra de Colombia, don Pedro Briceño Méndez,


desató toda clase de reacciones, quejas y justificaciones, y
Santander informa entonces al Congreso de Colombia lo que
estaba sucediendo en el Perú y sus implicaciones en la seguridad
de Colombia. Es conveniente recordar, que el Congreso del
Perú, ante las circunstancias catastróficas por las que pasaba el
país, confirió la suprema autoridad política y militar de la Republica
al Libertador hasta donde ella fuera posible por la salvación de la
misma República. Había suspendido al Presidente en todas sus
funciones e igualmente suspendió la vigencia de la Constitución
en cuanto fuere incompatible con la autoridad necesaria
conferida al Libertador.

Ante el conocimiento de estos hechos, el 17 de mayo el


Vicepresidente Santander envía una nota al Congreso en la que
plantea que en virtud de haber aceptado el Libertador ejercer
el Poder Supremo dictatorial que le había conferido y encargado
en Congreso del Perú, era necesario estudiar varias situaciones
que él consideraba gravísimas y que las sometía a la decisión del
Congreso.

En consecuencia, el historiador venezolano don Tomás


Polanco Alcántara, resume las cuestiones que Santander
presentaba para estudio y decisión del Congreso, en este sentido:

¿Había cesado Bolívar en el ejercicio de las facultades


extraordinarias que le confirió el Congreso colombiano?

¿Podría el Libertador desde el Perú dictar órdenes que debían


ser cumplidas en Colombia?

36
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

¿Debían ser reconocidos los grados conferidos por Bolívar a


los militares colombianos que se encontraban en el Perú?

Habiendo recibido el Congreso el mismo 17 de mayo los


documentos enviados por Santander, fueron sometidos a estudio,
y después de los diferentes debates sobre el tema, el Congreso
dictó una ley, que, con fecha 28 de julio de 1824 derogaba las
facultades extraordinarias conferidas al Presidente de la
República en campaña, el 9 de octubre de 1821.

Como es de suponer, Bolívar estaba en otro cuento.


Dedicado a dirigir personalmente la campaña militar muy
seriamente, con todo el conocimiento real de la situación y con
la experiencia adquirida después una larga e incansable actividad
militar, bien poco era lo que conocía de lo que estaba sucediendo
en Bogotá, o parece, que si estuviera enterado cabalmente, le
daba poca importancia. Así, pues, fiel al compromiso adquirido
con el pueblo del Perú una vez investido como dictador, actitud
que desempeñó con discreción y prudencia, obsesionado con
el tema de la libertad organizó la campaña no dejando
absolutamente nada al azar, sin descuidar el manejo y la
organización de las finanzas, parte muy importante para
garantizar el éxito de la campaña misma.

Junín abre el camino

Todo estaba previsto. Su apoyo, indudablemente, era Sucre.


Las órdenes se sucedían después del estudio minucioso de los
movimientos del adversario. Los realistas estaban al mando del

37
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

Mariscal de Campo José de Canterac y de Manuel Valdés. Fueron


dos meses largos de travesías terribles, entre arengas y proclamas
que el Libertador dirigía a sus tropas. Y el 6 de agosto, Bolívar
obligó a Canterac a presentar la batalla que éste trató de eludir.
Esta comenzó a eso de las 5 de la tarde en las llanuras de Junín,
y, antes de las 7 de la noche los ejércitos realistas habían sufrido
una tremenda derrota. Si bien es cierto que con la victoria en
Junín cambiaba el panorama y el camino a seguir, cuando Bolívar
se alistaba para continuar a Lima se enteró de la determinación
del Congreso de Colombia, cuya ley fue expedida días antes de
la batalla de Junín, lo que impelía al Libertador a tomar decisiones
de inmediato. Ello obligaba, como consecuencia, a dejar el mando
del ejército delegando en Sucre esta responsabilidad. Debía
entonces separarse del Poder Público, y por supuesto, del
comando de las tropas colombianas en el Sur. Se veía muy clara
la actitud envidiosa de los enemigos de Bolívar en Bogotá. Claro
está, que el Libertador mantenía su calidad de dictador del Perú,
y como tal, debía continuar su labor de restaurar y organizar el
Estado. Su compromiso aún no había terminado.

Independientemente del cumplimiento de ese com-


promiso, las noticias llegadas de Bogotá producen en el grande
hombre, indudablemente, un inmenso dolor, las cuales transmite
de inmediato a su amigo Sucre en carta del 24 de octubre de
1824, generando una emotiva reacción entre los jefes del ejército,
quienes se muestran solidarios con el Libertador y le manifiestan
su disgusto y la incomodidad en lo que toca con ellos por la Ley
expedida el 28 de julio reciente, injusta por demás en lo
referente a sus grados y a sus ascensos, considerando que por

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LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

todo ello, era más culpable el Ejecutivo que el mismo Congreso


al expedir dicha Ley, y le solicitan a Bolívar que le haga saber al
Congreso de su inconformidad.Todos sabían que la intervención
del Vicepresidente para lograr la aprobación de la Ley en mención
no tenía otro objetivo diferente, que el de impedir un posible
ascenso de Sucre. De todas maneras, ello trajo como
consecuencia la unión del ejército y su total respaldo a Bolívar.

Sucre, en carta desde Pichigua del 10 de noviembre de


1824, así se lo manifiesta a Bolívar:

Creo que Usted sabe bien que no he aspirado ni he pretendido


ningún ascenso; mi deseo ha sido servir a la Patria...

Bolívar, entre tanto, con una aparente indiferencia,


continúa su labor en la organización integral del Perú en todos
los órdenes con la colaboración de militares y civiles
comprometidos en la causa, sobresaliendo entre todos José
Sánchez Carrión, quien coadyuva para que la administración a
cargo del general Bolívar, en lugar de ser un sistema de orden
militar, se oriente por el establecimiento del orden civil,
organizando como nunca la administración de justicia y la
seguridad pública. Organizó igualmente la agricultura, favo-
reciendo a los indígenas, fomentó la minería y reorganizó el
correo. Creo la Universidad de Trujillo y se abrieron escuelas y
colegios.

Participó en la realización de cambios importantes en la


Hacienda Pública y en la imposición de medidas extraordinarias
en el manejo de la economía castrense. En resumidas cuentas,

39
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

su intervención fue fundamental para que, en lugar de actuar


como una dictadura, en el gobierno de Bolívar, como bien lo
dijo Sánchez Carrión ante el Congreso en febrero de 1825, se
respetarán las leyes y se implementarán estas como en el mejor
gobierno civil, que él mismo contribuyó a crear. Por todo ello, el
Congreso, el 18 de febrero de 1825 declaró que: por sus servicios
distinguidos a la causa de la libertad, se le consideraba: Benemérito
de la Patria en grado “heroico y eminente”. De este ilustre peruano,
Bolívar expresó: Tiene talento, probidad y un patriotismo sin límites.
A los 39 años de edad, siendo Ministro de Relaciones Exteriores,
falleció el 2 de junio de 1825.

Después de toda la referida reacción entre militares y


amigos adeptos al Libertador una vez conocida, estudiada y
analizada completamente la Ley del 28 de julio, y de Bolívar
estar dedicado con mucho juicio y responsabilidad al ejercicio
del poder dictatorial en el Perú, Santander, tal vez arrepentido
por su actitud mezquina con él y envidiosa con Sucre, replegado
en sus sentimientos, empieza a enviar una serie de cartas al
Libertador plenas de disculpas, justificaciones y mentiras,
asumiendo una increíble posición amistosa, fechadas el 6 de
agosto y el 6 de septiembre de 1824.

Bolívar recibe la correspondencia y parece no importarle


ni el remitente ni su contenido. Guarda silencio, pero es
indudable que debe herirle profundamente el engaño, la mentira
y la traición.

El tiempo fue corriendo, y así pasaron los meses de agosto,


septiembre y octubre. Es de suponer el grado de inquietud y
de preocupación de Santander.

40
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

Bolívar reacciona, y el 10 de noviembre escribe a


Santander una extensa carta, respetuosa pero precisa en el
señalamiento de sus razones por no haberlo hecho antes. Le
manifiesta lo adolorido que se siente separado de todo lo
colombiano; solamente le queda la escarapela y el corazón. Y le
pide que su renuncia a la Presidencia, que le fue enviada con
anterioridad, sea presentada de nuevo al Congreso, pues no
desea someter una nueva a fin de que nadie crea que es efecto de
resentimiento por la bondad con que me ha tratado la sabiduría del
Senado a instancia de mi querido amigo el Poder Ejecutivo...

Congreso Anfictiónico

Sigue avanzando el tiempo y se siente próxima la batalla


siguiente. Mientras tanto, Bolívar convoca al Primer Congreso
Panamericano en memorable Circular de 7 de diciembre de
1824.

Después de regresar triunfalmente a Lima y dos días antes


de librarse la Batalla de Ayacucho en donde Sucre vence en
forma definitiva al ejército del rey, mediante circular invita a
los gobiernos de las Repúblicas de Colombia, Méjico, Río de
la Plata, Chile y Guatemala. En ella expone su pensamiento
integracionista americano haciendo eco de su idea planteada
en la Carta de Jamaica y ofrece como Sede para su reali-
zación la Ciudad de Panamá, llamado también Congreso
Anfictiónico, el cual se efectuó en dicha ciudad entre el 22
de junio y el 18 de julio de 1826.

Indiscutiblemente, los dos grandes ideales de Bolívar fueron


la libertad y la unidad de América. Es bien claro que toda su
actividad de guerrero indómito estaba centrada, primera-

41
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

mente, en libertar todos estos territorios del yugo español,


para luego, estos escenarios, unos más pequeños que otros,
completamente libres y competitivos entre sí, formaran una
“patria grande”, una confederación de naciones indepen-
dientes y libres, con el firme compromiso de su recíproca
defensa y colaboración para su desarrollo individual y
colectivo. Retoma de esta manera la idea planteada en la
Carta de Jamaica en 1815 de «pretender formar de todo el
Nuevo Mundo una sola nación», escrita cuando Bolívar tenía
32 años, documento político en el que analiza el proceso
histórico pasado y expone una visión sobre el futuro de las
naciones recientemente libertadas.

Sobre el particular, el ilustre escritor e historiador valle-


caucano, doctor Santiago Jiménez Arrechea, en su libro
“Bolívar y la Confederación Americana” hace el siguiente
análisis y comentario: «Indudablemente el ideal del Libertador
fue prematuro, si bien profético, no para la América sino para
el mundo entero. Su proyecto había sido pretendido en Europa
por el Gobierno de Lisboa con fines análogos, especialmente
con el de oponer una liga de naciones a los planes de la
Santa Alianza, y para esta liga se contaba con Bolívar como
“el más valioso apoyo”, según el texto de las instrucciones
de aquel Gobierno a su agente en Washington el 1822.

... La Sociedad de Naciones no es una concepción nueva. Ya


Bolívar la había proclamado y fue él quien primero invitara a
formarla en interés de principios sanos y justos, altruistas y
jurídicos, que en el día de hoy ha reconocido el Derecho
Internacional Público como necesidades de primer orden para
el equilibrio, no solamente de los estados, sino también de
los continentes. Bolívar sabía que los estados deben ante-
poner los deberes de moral a los abusos que ponen en
práctica en sus relaciones; tal vez al perfeccionar sus estudios
en Europa comprendió que el equilibrio político de los estados
era igual a la alianza y que en tratándose de pueblos débiles
dicha alianza debía tener los caracteres de una confede-

42
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

ración, es decir, de un solo organismo sub-nacional para la


defensa común y con una misma dirección; y tal vez anhelaba
ver perfeccionado su ideal con la institución del Congreso de
Panamá tal como lo tuvieron los griegos en sus reuniones en
sus reuniones de Corinto cuando discutían sobre la paz y la
guerra. Así lo expuso en su célebre documento llamado la
Carta de Jamaica.

El ideal de Bolívar es, imperecedero, tiene manifestaciones


prácticas en la política panamericana, se ha extendido a la
política del Viejo Continente, ha sido acogido por pensadores
y estadistas de alto relieve, y el orbe entero reconoce en
Bolívar al precursor de la Sociedad de Naciones.

Ayacucho, sella la libertad de América

Recordemos que la famosa Ley del 28 de julio de 1824


dejaba sin vigencia alguna la Ley del 9 de octubre de 1821,
mediante la cual el Presidente de la República, Bolívar, quedaba
investido de facultades extraordinarias para gobernar las
provincias del sur y dirigir personalmente el ejército colombiano
dentro o fuera del territorio nacional por el tiempo que fuere
necesario. Pues bien, en virtud de esta nueva Ley, el Libertador,
quien se encontraba fuera del país, quedaba impedido, sin
autorización alguna para ello, pues había perdido las facultades
extraordinarias de las que estaba investido y relevado del mando
del ejército colombiano.

Por esta razón, y ante la inminencia de la confrontación,


Bolívar delega en Sucre la continuidad y la dirección de la
campaña, y en carta del 26 de noviembre le da las instrucciones

43
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

generales y la orden de realizar el combate, el cual tiene lugar el


9 de diciembre, en el campo de Ayacucho.

En la mañana de este glorioso día, con la ausencia física de


Bolívar, cerebro y líder, y con Sucre como director y ejecutor, le
celebra la acción militar de la Campaña Libertadora del Perú
en la pampa de Ayacucho en la que se libera de manera definitiva
a dicha nación, y se sella la independencia americana.

Cabe anotar que Sucre, ante la derrota de los realistas y


la presencia de Canterac quien ofrece capitular, en el propio
campo de batalla le concede, generosamente, las más amplias
capitulaciones, y allí mismo, asciende a Córdova a General de
División.

El 18 de diciembre se conoce en Lima la noticia del triunfo


de Sucre en Ayacucho, lo cual hace estallar de alegría a toda la
población y se programan varios eventos en homenaje a Sucre,
Córdova, José de la Mar, Agustín Gamarra, y otros. Así mismo,
el Congreso del Perú, consecuente con el triunfo, decretó
honores y recompensas, las cuales no fueron aceptadas, y amplió
las facultades dictatoriales para el Libertador.

Bolívar, agradecido y en reconocimiento por la labor


desarrollada por Sucre, escribe en su homenaje un Resumen
sucinto de la vida del General Sucre, en el que destaca, según lo
dice Tomás Polanco Alcántara:

... su eficiencia, espíritu de disciplina, talento, magnanimidad,


cortesía, genio negociador. La batalla de Ayacucho, dice

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LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

–Bolívar en su memoria sobre Sucre– es la cumbre de la


gloria americana y la obra del General Sucre. La disposición
de ella ha sido perfecta y su ejecución divina. Maniobras
hábiles y prontas desbarataron en una hora a los vencedores
de catorce años y a un enemigo perfectamente constituido y
hábilmente mandado... Ayacucho, semejante a Waterloo, que
decidió el destino de Europa, ha fijado la suerte de las
naciones americanas... El General Sucre es el padre de
Ayacucho, es el redentor de los hijos del Sol...

Según lo dice textualmente el historiador venezolano


Tomás Polanco Alcántara, Bolívar, para culminar su
reconocimiento al General Sucre:

Haciendo uso de sus facultades extraordinarias asciende a


Sucre al grado de Gran Mariscal. El grado de Gran Mariscal,
por Decreto del Congreso Constituyente, dictado el 11 de
abril de 1823, era el último grado de la escala militar en el
ejército peruano y equivalente al grado español de Capitán
General. El Congreso Peruano, al reunirse, no solamente
ratificó ese grado, sino que le dio una nueva forma: Sucre
sería reconocido en adelante con el dictado de “Gran Mariscal
de Ayacucho” por la memorable victoria obtenida en el campo
de este nombre.

Es claro que el grado que Bolívar le otorga a Sucre en


virtud de sus facultades corresponde a la escala militar en el
ejército peruano. Esta decisión no tenía nada que ver, por
supuesto, con el establecido para estos casos dentro del ejército
colombiano, y mucho menos con lo establecido por el Congreso
Colombiano, a instancias de Santander, en la Ley del 28 de julio
de 1824.

De esta actuación, el Libertador informó a Santander y le


solicitó que en Colombia se le diese el grado correspondiente

45
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

inmediato, lo cual fue atendido oportunamente, siendo ascendido


a General en Jefe, comunicándole a Bolívar tal evento en carta
del 14 de febrero de 1825.

Siendo consecuente con la nueva situación, después de


Ayacucho, y de acuerdo con la posición que había expuesto,
tanto al Congreso de Colombia como al Congreso del Perú de
retirarse de la vida pública cuando ya no hubiese enemigos en
América, el 21 de diciembre de 1824, Bolívar emite una Proclama
en la cual ordena al Congreso del Perú se reúna el 10 de febrero
de 1825 para devolverle l suprema autoridad que le había
confiado un año atrás.

El 22 del mismo mes, justamente al día siguiente, envía


una breve carta al Presidente del Senado de Colombia,
presentando su renuncia como Presidente de Colombia. El día
8 de febrero de 1825 se reunió el Congreso Colombiano en
pleno y después de leerse su carta se guardó prolongado silencio,
el cual se rompió mediante atronadores aplausos de aclamación
para el Libertador y para el Congreso.

De igual manera, el Congreso Constituyente del Perú re


reunió en la fecha señalada del 10 de febrero de 1825,
precisamente al cumplirse un año de habérsele concedido a
Bolívar la dictadura del Perú. El Presidente de la Corporación
no aceptó su dimisión del mando dictatorial. Ante su negativa,
el Congreso acordó prorrogar el mandato hasta el siguiente
año, aceptando Bolívar bajo la condición de eliminar la palabra
dictador.

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LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

En tales circunstancias el Libertador era el Presidente de


Colombia y a la vez, Dictador o Gobernante del Perú.

Entre tanto, el Mariscal de Ayacucho, siguiendo órdenes


de Bolívar continuó su tarea de terminar con los problemas
que venían presentando aquellos aún levantados en armas,
tomando el Puerto de El Callao el 1º. de abril al mando del
general Pedro Antonio de Olañeta, quien murió en la contienda,
y desaparece así el último baluarte español.

Se inicia entonces una nueva etapa en la vida de las


naciones libertadas y por supuesto de sus protagonistas. Sucre
ya se encuentra en La Paz desde el 20 de febrero de 1825. El
estado de las cosas es bien diferente en cada una de ellas, y
Bolívar, con una situación definida y con el apoyo requerido,
aparentemente, se apresta para iniciar una correría por la Sierra
y el Alto Perú, sin descuidar, por supuesto, lo que estaba
sucediendo en Venezuela y Bogotá. Es así, cómo se cruzan cartas
entre Santander y Bolívar, por demás respetuosas, en las cuales
el Libertador dice las cosas con una claridad absoluta y Santander
las contesta arguyendo sus disculpas como fruto de malos
entendidos, pero en donde siempre imperó su amor y gratitud
por el Libertador y entrega a la causa libertadora.

El tono epistolar de cada uno, es bien diferente. Si no, al


leerlas, se pueden sacar fácilmente las conclusiones. Veamos
unos apartes. Bolívar, en carta del 9 de febrero de 1825, le
escribe a Santander:

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CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

... estoy cansado de servir y de tener mi espíritu en


contracción continua... Usted no puede imaginarse el deseo
que tengo de descansar... Ya me canso de todo y con una
facilidad extraordinaria... Usted es el héroe de la adminis-
tración americana... es un prodigio que un gobierno flamante
sea eminentemente libre y eminentemente correcto y además
eminentemente fuerte... Es una gloria que dos de mis amigos
y segundos hayan salido dos prodigios... La gloria usted y la
de Sucre son inmensas... Yo soy el hombre de las dificultades,
usted el hombre de las leyes y Sucre el hombre de la guerra.
Creo que cada uno debe estar contento con su lote y
Colombia con los tres.

Santander, seguramente convencido que el Libertador


después de Ayacucho debía sentirse un poco más descansado
de los ajetreos de la guerra, y sintiéndose respaldado por sus
amigos guerreros iba a tener más tiempo para pensar en los
problemas de Bogotá y que actuaría en consecuencia, no vaciló
en escribirle a Bolívar una de esas cartas para ir suavizando
alguna posible reacción, preparando el terreno para lo que veía
venir. Y un poco antes de Bolívar le escribiera, él lo hace el día 6,
tres días antes, y le dice:

... jamás he estado disgustado con usted, pues mi amor y


gratitud, son mil millones de veces superiores a cuanto motivo
de sentimiento pudiera usted darme involuntariamente.

1824 fue para el Libertador un año de triunfos, de grandes


emociones y celebraciones. Así lo fue también de dolores
inmensos, de grandes amarguras ocasionadas por las calumnias
por una parte de sus eternos enemigos, y de otra, por las envidias
que afloraron entre quienes se mostraron como amigos, en los
que él había depositado toda su confianza como sus subalternos

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LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

en la dirección de los gobiernos de Colombia y Venezuela, que


no soportaban la gloria alcanzada en medio de tantos sacrificios,
con inteligencia y genialidad.

Viaje a las Provincias del Sur

El 10 de abril de 1825 Bolívar inicia su viaje a la Sierra y al


Alto Perú, en donde con ahínco solicitaban su presencia. En
cada parte es esperado en medio de desbordado entusiasmo,
ovaciones delirantes para poderle expresar sus agradecimientos,
y tributarle toda clase de obsequios.

No es menester describir en detalle la llegada del


Libertador a todas las poblaciones por las que iba pasando, en
las cuales todo era demostraciones de amor, de delirio, de
desenfrenada emoción. Cornelio Hispano dice: Ese viaje fue una
verdadera marcha triunfal. Cuentan que fue por estos días en los
que Bolívar escribía con desenfreno a todos sus amigos saturado
de un inmenso regocijo, pronunciaba discursos y asistía a toda
clase de celebraciones que se ofrecían en su honor, sin descuidar
las comunicaciones con Caracas, Lima y Bogotá. Con razón don
Tomás Polanco Alcántara dice: Es la etapa, en conjunto, más feliz
de su vida.

Mucho antes de llegar a Arequipa, el pueblo entero y el


gobierno local le esperaban con toda clase de presentes.
Cornelio Hispano nos dice:

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CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

... salieron a recibirle a muchas leguas de la ciudad, llevándole


un magnífico caballo, espléndidamente enjaezado: los
estribos, el bocado, el pretal y los adornos de la silla y de las
bridas eran de oro macizo.

Es célebre el episodio de la llegada de Bolívar a Pucará,


un pueblo boliviano puramente indígena cercano al lago de
Titicaca el 17 de junio, cuyo cura párroco, el doctor José Domingo
Choquehuanca, de ascendencia igualmente indígena, le recibió
con una elocuente oración por doquier famosa, que termina:

Habéis fundado cinco Repúblicas que, en el inmenso


desarrollo a que están llamadas, elevará, vuestra estatua a
donde ninguna ha llegado. Con los siglos crecerá vuestra gloria,
como crece la sombra cuando el sol declina.

Siguiendo su correría triunfal entra el Libertador al Cuzco,


la capital sagrada del imperio de los Incas, el 25 de junio, en
donde la multitud enloquecida le ofrece toda clase de vivas, las
casas adornadas con guirnaldas de laureles, calles tapizadas de
flores, campanas al vuelo y salvas de artillería ensordecían el
ambiente, ceremonias religiosas. El historiador Rafael Bernal
Jiménez, en su libro Ruta de Bolívar, nos dice:

La municipalidad le entrega solemnemente las llaves de la


ciudad en oro puro como emblema de señorío sobre los
patrios lares, y de la mano de sus hermosas mujeres le ofrece
una corona de oro, no ya de laurel natural que se marchita,
sino de oro bruñido, con hojas filigranadas de laurel simbólico,
engastada de perlas y diamantes.

Y quien continúa ahora el recuento de esta hermosa


historia es don Cornelio Hispano en la Historia Secreta de Bolívar:

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LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

Al colocarle la corona en las sienes, el Libertador se la quitó


y la puso en las de Sucre, el héroe de Ayacucho. Sucre la
envió luego al Congreso de Colombia, como obsequio del
Ejército Libertador, manifestando en su nota remisoria, “que
creía que aquella joya correspondía únicamente a los
Representantes del pueblo de Colombia que le habían enviado
al Perú para vengar los ultrajes inferidos a los antiguos hijos
del Sol”. El Senado de la República acordó, en 1826, aceptar
la joya, y la destinó al Museo Nacional de Colombia.

Esta joya de incalculable valor histórico, llamada la Corona


del Cuzco, puede admirarse en el Museo Nacional de nuestro
País.

Encontrándose el Libertador en Cuzco, el poeta José


Joaquín de Olmedo le hace llegar su poema La Victoria de Junín,
Canto a Bolívar, epopeya lírica que Bolívar lee y comenta en
sendas cartas en junio y julio siguientes, haciendo gala de sus
dotes literarias, que llevan al autor del poema a revisarlo y hacer
algunas enmiendas que indudablemente lo embellecen. Estas
dos cartas han merecido de estudiosos el que hayan calificado a
Bolívar de haber sido un verdadero crítico literario.

El 16 de mayo de 1825, desde Arequipa, Bolívar emite un


decreto mediante el cual se declara la Independencia del Alto
Perú, que comprende los departamentos de La Paz, Santacruz,
Potosí, Chuquisaca, Cochabamba y Oruro.Y cuando el Libertador
se encontraba en su gira triunfal por dicho territorio, el 6 de
agosto de 1825, el Congreso reunido en Chuquisaca, convocado
por el general Sucre, ratifica el decreto de 16 de mayo del
mismo año de Arequipa, eliminando las pretensiones que sobre

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CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

esos territorios tenían Buenos Aires y Lima. Se les dio entonces


el nombre de República de Bolívar y por capital se designó a
Chuquisaca con el nombre de Sucre.

El paso del Libertador por toda esta región recién


declarada Estado Independiente quedó marcado porque
constituyó una auténtica revolución social en todos los órdenes.
Organizó como él solo sabía hacerlo, la administración, mejoró
los caminos ya abiertos y abrió nuevos, arregló hospitales y se
crearon nuevos centros de salud, fundó escuelas y colegios por
doquier. Se inició, indudablemente, una etapa de progreso
indiscutible.

Después de casi un mes de continuos festejos de todo


orden en Cuzco, Bolívar continuando su gira se dirige a La Paz
pasando El Desaguadero, el 17 de julio, ciudad binacional dividida
por el río que lleva su mismo nombre entre Bolivia y Perú. En
la actualidad un puente binacional une los dos lados fronterizos.
Llega el 18 de agosto a La Paz que lo recibe en medio de inmenso
alboroto, música de la región, repique continuado de campanas
y las calles debidamente arregladas con festones y flores. Lo
colmaron de ofrendas, entre ellas una aurea corona con
incrustaciones de diamantes que el Libertador coloca en las
sienes del general Córdova como premio a su heroísmo, la cual
se conserva en Rionegro, su ciudad natal. Así mismo, fue
proclamado “Padre de la Patria” y “Fundador y Protector de Bolivia”.

Una delegación de representantes del gobierno de


Argentina viaja a El Potosí para unirse al júbilo por la victoria y
presentarle el solemne saludo en nombre de sus respectivos

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LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

países. Bolívar hace su entrada a El Potosí el día 5 de octubre de


1825 en medio de vivas y aclamaciones fruto de la más
desbordante alegría; el 7 llegaron los ministros argentinos Alvear
y Vélez, y el día 26 del mismo mes, todas las banderas americanas
ondean en el mismo cerro del Potosí, como muestra
presuntuosa de ser naciones libres. En medio de todas las
banderas, en compañía del general Guillermo Miller, prefecto
del departamento de El Potosí y del Mariscal Antonio José de
Sucre, el Libertador exclama:

... De pie sobre esta mole de plata que se llama Potosí, yo


estimo en nada esta opulencia cuando la comparo con la
gloria de haber traído victorioso el estandarte de la libertad
desde las playas ardientes del Orinoco, para fijarlo aquí, en
el pico de esta montaña, cuyo seno es el asombro y la envidia
del universo.

Constitución Boliviana

Establecido por algún tiempo en Chuquisaca, dedica su


mayor tiempo a escribir la controvertida Constitución Boliviana
que el propio Congreso le había solicitado le presentase para
su estudio en la sesión del 20 de agosto, que fuese hija de sus
luces, experiencia y amor a la libertad. Lo complicado de este
compromiso del Libertador con el encargo del Congreso es
que esta constitución debía aplicarse en un país recién
constituido, que debía ser confeccionada, como evidentemente
lo fue, con la mejor buena fe, destinada a evitar la anarquía y
concebida para estructurar los territorios de la nueva República.
El proyecto, una vez terminado, fue conocido en Lima el 12 de

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CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

mayo de 1826 y luego enviado a Chuquisaca. El 25 de mayo, de


acuerdo al compromiso de Bolívar con el Congreso, lo entrega al
mismo para su estudio con el discurso respectivo, a manera de
sustentación y defensa del mismo. El estudio y discusión del proyecto
se inicia el 12 de julio; el 28 de octubre el general Sucre es elegido
entonces primer Presidente de la naciente República y el 19 de
noviembre se sanciona la nueva Constitución.

Bolivia tenía entonces en vigencia su Constitución vitalicia,


la misma que el Libertador presentaría, con las debidas
modificaciones al Congreso del Perú. Pero como el Congreso
había sido suspendido, no hubo estudio ni debates sobre el
mismo, pero tampoco fue sometido a consulta popular alguna.
Fue propuesto, en consecuencia, a la aprobación de los 58
Colegios Electorales de la República. El primero en aprobarlo
fue el Colegio Electoral de Lima y posteriormente, los colegios
electorales de las demás provincias lo fueron aprobando
sucesivamente. Fue así entonces cómo la Constitución fue
aprobada en forma unánime bajo la condición de que Bolívar
fuera el primer presidente vitalicio, el Consejo de Gobierno del
Perú declaró el 30 de noviembre, cuando Bolívar ya no se
encontraba en el Perú, que La Constitución Vitalicia era la Ley
Fundamental del Perú y S.E. el Libertador Simón Bolívar el Presidente
Vitalicio de la República. Seguidamente esta fue juramentada en
el Perú y en Bolivia, casi simultáneamente, y se promulgó en
Lima, con mucha publicidad y alboroto justamente cuando se
celebraba el segundo aniversario de la batalla de Ayacucho, el 9
de diciembre de 1826. Cuentan los historiadores, que dicha
celebración fue deslucida, en medio de la indiferencia y el rechazo

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LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

popular, y el descontento fue creciendo, hasta el punto, que su


duración no pasó de los dos meses, pues en el Perú, a comienzos
de 1827, por diversas razones, reunido el Cabildo de Lima dejó
sin vigencia la Constitución Vitalicia restaurando la Constitución
de 1823 mientras se imponía más adelante, en 1828, por parte
de un Congreso Constituyente la nueva Constitución Política
de la Nación.

No sobra comentar, que las mayores reacciones contra la


Constitución Vitalicia, tanto en Bolivia y el Perú, fueron las partes
relacionadas con la Presidencia vitalicia. Si bien es cierto que
Bolívar siempre rechazó la monarquía, era bien difícil entender,
que estos pueblos, libres ya, no pudieran ejercer mediante el
voto popular, el derecho de elegir sus propios dirigentes, esencia
indiscutible de los principios republicanos y democráticos. Y,
cuando el Libertador, en algún momento pensó en implantar
dicha Constitución en Colombia, ello fue interpretado por la
oposición como una imposición tiránica. Nadie pone en duda la
buena fe del Libertador, pero en Colombia, año de 1828, la
oposición fue contundente e infranqueable. Y esto constituyó,
indudablemente, un fuerte golpe en su salud anímica y marcó
el comienzo del resquebrajamiento y extinción de su sueño y
unidad de la Gran Colombia, a pesar de lo que él mismo le
expresaba en carta a Santander a comienzos de 1826, refi-
riéndose así al proyecto de constitución de Bolivia:

Abraza los intereses de todos los partidos, da una estabilidad


firme al gobierno, unida a una gran energía, y conserva ilesos
los principios que hemos proclamado de libertad e igualdad.

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CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

Después de la visita al Potosí, disgregadas la diversas


comitivas y del retorno a su sede de la legación argentina, decide
regresar a Lima, saliendo de La Plata el 6 de enero de 1826 y en
Arica se embarca el 22 de enero siguiente el bergantín de guerra
El Chimborazo, llegando a Lima el 7 al atardecer.

No cabe duda, que durante estos días de travesía por el


Pacífico el Libertador dedicó tiempo para repasar en las noches
las tareas que le esperaban en los días siguientes, como el abrir
las sesiones del Congreso de Perú, en el cual encontraría
incómodas sorpresas, la presentación al mismo del texto de la
Constitución Boliviana, la preparación del Congreso de Panamá,
y el tratamiento del diferentes problemas que ya imaginaba se
estaban presentando en Bogotá y en Caracas. Eran tareas bien
difíciles las que tendría que afrontar con suma inteligencia y
oportunidad.

El recibimiento en Lima fue apoteósico en medio de música,


pólvora y repique de campanas, con banderas al viento y calles
tapizadas de flores, como bien lo merecía el Libertador después
de su recorrido triunfal por las tierras del sur, y como lo
comento al comienzo del libro:

... iniciando el desfile montando el Palomo Blanco y vistiendo


el majestuoso uniforme que le había sido obsequiado durante
su apoteósica gira, tejido y bordado en oro.

Y, ya acomodado de nuevo en la quinta de La Magdalena,


que lo fue también de San Martín, da rienda suelta al disfrute
de todos los placeres que le ofrece la vida, desde donde gobierna

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LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

sin restricciones, con todos los poderes. El Palacio de La


Magdalena, desde cuando llegó Bolívar por primera vez el 1º.
de septiembre de 1823, se convirtió además de su residencia
en el centro más importante de la lucha por la independencia.
Era el centro de todas las actividades de gobierno, en donde se
celebraban desde consejos de guerra, reuniones de carácter
diplomático hasta las más elegantes y alegres fiestas. Tres años y
dos días esta fue la residencia del Libertador desde su llegada al
Perú, hasta cuando tomó la decisión de regresar a Colombia.

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LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

CAPITULO
APITULO
SEGUNDO

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LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

Regreso a Colombia
“La Gran Jornada”
Con mucho pesar, embarcándose en El Callao en la nave
Congreso, el 4 de septiembre de 1826, inicia su viaje de retorno
conocido como “La Gran Jornada”. Bolívar al salir del Perú se
despide con una muy sentida proclama y deja al frente del
gobierno el Consejo de Regencia, presidido por el general de
brigada boliviano Andrés Santa Cruz, a quien el Congreso
peruano le concedió el rango de Gran Mariscal del Perú, único
militar boliviano en ostentar este honor, y quien gobernó al
Perú entre 1826 y 1827. El día 12 ya se encuentra en Guayaquil
continuando su viaje el 18 por Riobamba con destino Quito a
donde llega el 28 del mismo mes.

Es conveniente saber que mientras Bolívar se encontraba


en el Perú se sucedieron ciertos acontecimientos entre los
militares y el gobierno civil de Venezuela, lo cual fue aprovechado
por los enemigos del Libertador en su contra mediante
calumnias. El Intendente de Venezuela y la municipalidad de
Caracas, por su parte, elevaron quejas ante el Congreso de
Colombia y su Presidente encargado, el general Santander, contra
el general José Antonio Páez, quien en el momento era el
Comandante General del Departamento de Venezuela. Recibida

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CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

la acusación por parte del Senado de Colombia, fue admitida


por 15 votos contra 6, quedando suspendido en sus funciones
y con la obligación de presentarse ante la corporación para
responder por los actos imputados de ordenar por la fuerza el
cumplimiento de un decreto sobre servicio militar obligatorio, según
Rafael Bernal Medina en el mencionado libro. Páez, tal vez
influenciado por algunos viejos enemigos del Libertador
desobedeció la orden del Senado colombiano de presentarse
para exponer los descargos respectivos y envalentonado con el
clima de inconformidad que reinaba en el Departamento,
convoca una Asamblea Constituyente de Venezuela, lo cual era
supremamente grave dada la delicada situación general que se
estaba viviendo. Aseguran algunos tratadistas que Santander
actuó con mucha prudencia para evitar un conflicto mayor
tratando de que Páez aceptara los errores en que se estaba
incurriendo y que aceptara colocarse dentro de la ley.

A todas estas, Bolívar continúa su ruta hacia Bogotá


saliendo de Quito el 5 de octubre vía Tulcán, Túquerres, llega a
Pasto el día 13. Sigue camino hacia Popayán por Ventaquemada,
Timbío, a donde llega el 23. Luego de un conveniente descanso
retoma el camino por La Plata, Neiva, La Mesa, arribando a Bogotá
el martes 14 de noviembre de 1826. Recordemos que el
Libertador había salido de Bogotá el 13 de diciembre de 1821
para dirigir la campaña del sur, regresando justamente a los 5
años 11 meses. Demasiado tiempo ausente. Incuestionablemente
esto permitió ahondar el abismo entre las dos figuras del
gobierno central, y facilitó que el Vicepresidente se acomodara

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LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

en su posición de mandatario y organizara bien las fuerzas de la


oposición. Su entrada a Bogotá, con un frío recibimiento,
pancartas y vivas a la Constitución, le anunció que el ambiente
estaba preparado para grandes sinsabores. Su llegada a la casa
de gobierno, a pesar de los vivas y exclamaciones de júbilo, fue
austera. Bien lo había dicho un poco antes:

Yo no quiero presidir los funerales de Colombia... Mientras


que el pueblo quiere asirse de mí, como por instinto, ustedes
procuran enajenarlo de mi persona. Está bien, ustedes
salvarán la patria como la Constitución y las leyes que han
reducido a Colombia a la imagen del palacio de Satanás que
arde por todos sus lados. Que el día de mi entrada a Bogotá
sepamos quién se encarga del destino de la República. Usted
o yo.

No obstante esta severa admonición, con nombre propio,


la multitud le aclamó a su paso con entusiasmo y el Congreso lo
respaldó plenamente.

A pesar de todos los problemas que Bolívar encuentra


en Bogotá, conocidos desde muchos días atrás, como todas las
trabas que el general Santander ponía al Libertador día a día en
todo sentido, su prioridad era viajar lo más rápido a Venezuela
para atender sus obligaciones de conjurar la grotesca actitud
de Páez que amenazaba la unidad grancolombiana al declararse
en abierta rebeldía contra el gobierno de Bogotá, sede
indiscutible de todos los poderes públicos. Salvadas las
dificultades, sale al fin de Bogotá hacia Venezuela, 11 días después,
el 25 de noviembre, quedando nuevamente al frente del

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CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

gobierno el general Santander, quien dispone las medidas


pertinentes para cada caso, de ser necesarias.

Bolívar en Venezuela

El Libertador encuentra a su paso toda clase de quejas y


reclamos que le inquietan y maltratan su corazón, además de la
desafiante actitud del general Páez quien desconocía su autoridad,
en una proclama con la que fue recibido, en la cual se dice que
el Libertador llegaba apenas con el carácter de ciudadano ilustre,
para aportarles su experiencia y su sabiduría y ayudarlos con
sus consejos.

Joaquín Posada Gutiérrez escribe:

El Libertador se irritó sobremanera con la lectura de este


documento, en que terminantemente se desconocía su
autoridad, y escribió al general Páez una larga y bellísima
carta.

Yo me estremezco (dice Bolívar) cuando pienso, y siempre


estoy pensando, en la horrorosa calamidad que amaga a
Colombia. Veo destruida nuestra obra, y las maldiciones de
los siglos caer sobre nuestras cabezas como autores
perversos de tan lamentables mutaciones.

La proclama de usted (continua el Libertador) dice que vengo


como ciudadano. ¿Y qué podré yo hacer como ciudadano?
¿Cómo podré yo apartarme de los deberes de magistrado?
¿Quién ha disuelto a Colombia con respecto a mí, y con
respecto a las leyes? El voto nacional ha sido uno solo:
Reformas y Bolívar. Nadie me ha recusado; nadie me ha

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LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

degradado: ¿quién, pues, me arrancará las riendas del


mando? ¿Los amigos de usted? ¿Usted mismo? La infamia
sería mil veces más grande por la ingratitud que por la traición.

Esta carta la acompañaba un decreto que había


expedido en Maracaibo, en el que declara que los
departamentos de Maturín, Venezuela, Orinoco y Zulia
quedaban sujetos a sus órdenes inmediatas y exclusivas, y
mandaba que cesaran en todos los puntos las hostilidades
entre los partidos.

Quedó, así, restablecida la autoridad del Libertador con


demostraciones de apoyo en todas partes, en la tropa y en
general en todo el territorio, mientras la autoridad del general
Páez se vio reducida a la ciudad de Valencia con un escaso
respaldo militar.

Empezaba el año de 1827, y a pesar de lo anterior, como


la situación era bien complicada no obstante la aparente calma,
Bolívar considera que no quedaban más que dos caminos: la
conciliación o la guerra civil. En tal virtud, con fecha 1º. de enero
expide un decreto en el que otorgaba una amnistía total, que
por supuesto, generó toda clase de interpretaciones y reacciones.
En esencia, las cosas quedaban como si nada hubiera sucedido.
El general Páez continuaba detentando el poder civil y militar
en el departamento de Venezuela y el general Mariño (el
revolucionario), en el departamento de Maturín. Casi que como
condición, se exigía que notificado el decreto, se le debía
reconocer su autoridad como Presidente de la República.

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CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

El general Joaquín Posada Gutiérrez en sus Memorias


Histórico Políticas comenta este hecho:

El Libertador no tenía necesidad de hacer tantas concesiones


para ser obedecido: el general Páez estaba ya en impotencia
de resistirle, y se había sometido con sólo que se le prometiera
el olvido de lo pasado, y se le tratara personalmente con las
consideraciones que en realidad merecía por su empleo militar
y por sus servicios distinguidos en la guerra de independencia;
pero el Libertador tenía la vista fija en Bogotá, y no pensaba
sino en prepararse para hacer frente a su mayor enemigo.
Este fue el verdadero motivo de que apresurara a cortar la
revolución de Venezuela, de la manera que le pareció que no
se renovaría, y que la paz quedaría, bajo su autoridad,
asegurada en los eventos que temía surgieran en los
departamentos del centro de la República.

Recibido que fue en Valencia dicho decreto, se apresuró


el general Páez a expedir otro diciendo quedar sometido a
aquel y reconocida en consecuencia la autoridad del Libertador
como Presidente de la República; y todos se sometieron sin
contradicción, lo que causó al Libertador tal alborozo que lo
manifestó en una proclama entusiasta, patriótica en su objeto,
pero llegando hasta la hipérbole, llamando al general Páez el
“salvador de la Patria”.

Desde el Cuartel General de Puerto Cabello, con fecha 3


de enero el Libertador Presidente nos entrega esta Proclama
dirigida a todos los Colombianos:

El orden y la Ley han reintegrado su reino celestial en todos


los ángulos de la república. La asquerosa y sanguinaria
serpiente de la discordia huye espantada del Iris de Colombia.

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LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

Ya no hay más enemigos domésticos: abrazos, ósculos,


lágrimas de gozo, los gritos de una alegría delirante llenan el
corazón de la patria. Hoy es el triunfo de la paz.

Granadinos: Vuestros hermanos de Venezuela son los


mismos de siempre: conciudadanos, compañeros de las
armas, hijos e la misma suerte: hermanos en Cúcuta,
Niquitao, Tinaquillo, Bárbula...; y en los congresos de Guayana,
Cúcuta y Bogotá; todos hermanos en los campos de la gloria,
en los consejos de la sabiduría.

Venezolanos, apureños, maturineros: cesó el dominio del mal.


Uno de vosotros os trae un bosque de olivos para que
celebremos a su sombra la fiesta de la libertad, dela paz y de
la gloria. Ahoguemos en los abismos del tiempo el año 26;
que mil siglos lo alejen de nosotros y que se pierda para
siempre en las más remotas tinieblas. Yo no he sabido lo
que ha pasado.

Colombianos: olvidad lo que sepáis de los días de dolor y que


su recuerdo lo borre el silencio.

La unidad de la Gran Colombia, no cabe duda, temporal-


mente estaba a salvo. Conociendo los protagonistas, era muy
fácil pronosticar los acontecimientos futuros. El costo, incon-
mensurable, como lo fue la ruptura definitiva, aunque aún no
declarada con Santander. Las interpretaciones de los enemigos
de Bolívar desataron una furiosa oposición, sobretodo porque
el poder civil se sintió maltratado y desprestigiado. Recordemos
que el viaje a su patria tenía como objeto sofocar la revuelta y
rescatar el orden amenazado con la desobediencia de Páez.
Pero esto no fue así, porque las medidas tomadas por el
Libertador frente al general llanero denotaron debilidad y fueron
tenidas como una demostración de respaldo para él y como un

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CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

triunfo de Venezuela sobre la Nueva Granada. La actitud de


Bolívar, indiscutiblemente, fue una clara desautorización para
Santander y para el Congreso de Bogotá. Es claro que el
recibimiento de júbilo y de alegría que le tributa Caracas a su
hijo envanece a Bolívar y que la presencia a su lado de Páez no
es bien vista por sus enemigos, más aún, cuando el Libertador
haciendo gala de su desprendimiento, en un acto simbólico le
regala a su coterráneo su espada, la misma que le acompañó en
todas sus batallas, lo cual mereció del general llanero estas
palabras:

En mis manos esta espada nunca será otra cosa que la


espada de Bolívar. Su voluntad la dirigirá, mi mano la
sostendrá. En mi mano está la espada de Bolívar. Por él iré
con ella hasta la eternidad.

La posteridad se ha encargado de demostrar con el tiempo,


la mentira, la traición y lo que puede la ambición.

El día 4 de enero de 1827, el Libertador se había


encontrado con Páez en un lugar cercano a Valencia, en donde
se abrazaron cordialmente, y el 10, entran juntos a Caracas, en
donde al recibir de manos de la niña María de la Paz Caraballo
Rubí, unas ofrendas, en el mismo acto, las arrojó al pueblo,
diciendo las siguientes palabras:

Caraqueños!

Dos coronas me presenta un ángel: esta de flores representa


los derechos de los colombianos: esta corona corresponde
al pueblo.

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LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

Esta otra es de laureles, corresponde al ejército libertador:


Todos habéis sido soldados del ejército: todos sois
libertadores: esta corona es vuestra». (A. L. Guzmán - Datos
Históricos I, 146).

En el mismo acto, cuenta Vicente Lecuna en Papeles de


Bolívar (1917):

Cuando Bolívar subió (a la tribuna), bajo palio, y como divisara


a la negra Hipólita (esclava que fue su ama de leche y a quien
llamaba su madre en su correspondencia) entre la multitud,
abandonó su puesto y se arrojó en brazos de la negra, quien
lloraba de placer.

Pasadas las festividades de recibimiento, Bolívar se dedicó


seguidamente a enterarse de la situación en todo el territorio
nacional ocupándose de las siguientes actividades:

- Organizar los diferentes ramos de la Administración


del Departamento de Venezuela, restableciendo el antiguo
impuesto de la alcabala.
- Fijar los aranceles para la aduana.
- Crear los consejos de guerra permanentes que debían
juzgar a los desertores.
- Establecer para la Universidad de Caracas estatutos y
rentas.

Simultáneamente en Bogotá se sucedían otras manifes-


taciones. El proceder del Libertador era objeto de toda clase
de calificativos y censura, y a todo esto se sumaba el conocimiento

69
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

y estudio de la Constitución Boliviana con presidente vitalicio y


nombramiento de sucesor por parte de sus opositores. Esto
era inaceptable en Colombia. El proyecto de confederación con
Bolivia y Perú no tenía sentido. La crítica permanente sobre su
conducta frente a Páez concediéndole la amnistía fue siempre
vista como una actitud de parcialidad en contra del Congreso y
del Gobierno de Bogotá. Los militares exaltados adeptos a
Santander renuevan una y otra vez, públicamente, su juramento
a la Carta de Cúcuta creando un ambiente general muy difícil
de moderar. La oposición crecía y así mismo nacían medios de
comunicación adversos a Bolívar: La Gaceta, El Conductor, El
Granadino y otras publicaciones que ataques y calumnias contra
el Libertador, orientados por Florentino González, Francisco
Soto y Vicente Azuero. A todo esto se aunaba el derrocamiento
del gobierno que Bolívar había instalado en el Perú mediante el
Consejo de Regencia presidido por el Mariscal Andrés Santa
Cruz, como consecuencia de la rebelión del ejército colombiano
acantonado en Lima y capitaneado por el coronel José
Bustamante, nacido en El Socorro, el 26 de enero. Apresando el
general venezolano Jacinto Lara Meléndez, Jefe del ejército,
circunstancia esta que aprovecha don Manuel Lorenzo Vidaurre,
Presidente de la Corte Suprema de Justicia, quien convoca a un
Cabildo que se reúne el día 27. Ese mismo día, se conocen dos
Proclamas del Comandante General José Bustamante y el día
28, una Proclama del Mariscal Andrés Santa Cruz da cuenta de
haber sido llamado para hacerse cargo provisionalmente del
gobierno. Con estos acontecimientos se sellaba la era de Bolívar
en el Perú y se convocaría a un Congreso Constituyente para
dar una nueva Constitución y elegir Presidente de la República.

70
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

Es imaginable, que el conocimiento de estos hechos, debieron


colmar de inmensa tristeza al Libertador al ver cómo sin su
presencia se iba frustrando poco a poco su sueño de unidad
americana. Algunos tratadistas atribuyen esta sublevación a una
soterrada orientación de Santander. Otros, a que los enemigos
peruanos de Bolívar buscaban restablecer a los dirigentes
peruanos en sus posiciones expulsando del país las fuerzas adictas
al Libertador. Entre tanto, en Bogotá, la noticia y el conocimiento
de la expulsión del general Lara y sus oficiales produjo reacciones
encontradas, reacciones que fueron respaldadas por el vice-
presidente con campanas al vuelo y manifestaciones de contento,
interpretándolas como pérdida de autoridad y de apoyo a
Bolívar por parte del ejército colombiano del sur y de respaldo
a la Constitución de Cúcuta.

Sobre el particular, desde Chuquisaca escribía el Gran


Mariscal de Ayacucho al General Santander, lo que sigue, con
fecha 10 de julio de 1827:

Los aplausos que los papeles ministeriales de Bogotá dan a


la conducta de Bustamante en Lima, muestran cuántos
progresos hace el espíritu de partido. Ya estos elogiadores
estarán humillados bajo el peso de su vergüenza, sabiendo
que aquel mal colombiano no ha tenido ningún noble en sus
procederes... La nota del Secretario de Guerra a Bustamante
aprobando la insurrección, es el fallo de la muerte de
Colombia. No más disciplina, no más tropas, no más
defensores de la patria. A la gloria del ejército libertador va a
suceder el brigandaje y la disolución. (O´Leary, Tomo I de
Documentos).

71
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

Todas estas razones producían en Bolívar indudablemente


un quebranto emocional, que aunados al cansancio físico después
del desgaste natural por la Gran Jornada desde Lima hasta
Caracas, le llevaron para presentar una vez más, por cuarta vez,
en esta ocasión desde Caracas, su renuncia de la Presidencia al
Congreso de forma irrevocable.

5º. Congreso Colombiano

En ausencia del Libertador, se instala en forma irregular


el Quinto Congreso Colombiano el 2 de mayo de 1827 en la
ciudad de Tunja, y continúan sus sesiones en Bogotá, el día 12.

Después de arduos debates, en síntesis, estas fueron las


principales conclusiones del Congreso:

- La Ley 4 de junio de 1827: “Olvido a todos los sucesos


políticos ocurridos desde el 27 de abril de 1826 en adelante,
absolviendo a sus autores”.

- No aceptar la renuncia del Libertador. (El resultado


dela votación fue 50 contra 24).

- No aceptar la renuncia del vicepresidente Santander.


(El resultado fue 74 contra 24).

- Determinar que el Poder Ejecutivo no pode hacer uso


de sus facultades extraordinarias sin consentimiento del
Congreso.

72
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

- Restablecer el orden político al estado que tenía antes


de la rebelión del general Páez.

- Convocar a una Convención Nacional para reformar


la Constitución, conformada por Diputados de las Provincias
de Colombia, la cual debía reunirse en la ciudad de Ocaña el día
2 de marzo de 1828. Se expidió en consecuencia la Ley 7 de
agosto de 1827. (Se reformaría la Carta expedida en Cúcuta en
1821, la cual sólo podía ser modificada legalmente, una vez
transcurridos 10 años).

- Instituir el Reglamento respectivo para la elección de


Diputados.

Se deduce del resultado de las votaciones, que tanto el


Libertador como el vicepresidente, quienes habían sido
reelegidos por la libre voluntad de los pueblos, debían continuar
al frente de sus responsabilidades y de sus destinos, aún a costa
de enormes sacrificios y diversos puntos de vista. La votación
sobre la continuidad del Libertador era una muestra inequívoca
del prestigio perdido entre la clase dirigente del país, así como
la del vicepresidente que mostraba la favorabilidad a la
administración ejecutiva presidida por él durante largos años.
Las diferencias estaban marcadas. Ya no existía entre ellos la
amistad de otros tiempos, pero ambos estaban conminados por
la voluntad ciudadana a respetar las leyes y a trabajar con todo
el entusiasmo por la unidad nacional.

De regreso de Venezuela llega a Cartagena el 10 de julio


en donde es recibido con muestras de reconocimiento y alegría

73
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

popular. Los sinsabores por el conocimiento de lo que estaba


sucediendo en Bogotá, colocándosele como un tirano, como un
ambicioso, aún por parte desde la misma casa de gobierno, le
maltratan, le acongojan. El 28 de julio sale de Cartagena
despidiéndose con estas palabras: “Si Caracas me dio la vida,
vosotros me disteis gloria; con vosotros empecé la libertad de
Colombia”.

Durante el recorrido hacia la Capital, Bolívar fue recibiendo


información de lo que iba sucediéndose en Bogotá, de lo que se
pretendía en Guayaquil buscándose ratificar legalmente la
presencia del general La Mar, de la revolución que se preparaba
para separar la antigua Nueva Granada de Colombia, y de la
reducción del pie de fuerza por parte del Congreso, solicitado
por el vicepresidente, a pesar de los desórdenes que se venían
presentando en diversas partes del país.

El Libertador toca el 20 de agosto en Ocaña y el 28 en


Bucaramanga, y llega a Bogotá el 10 de septiembre dirigiéndose
de inmediato a la iglesia de Santo Domingo en donde estaba
reunido el Congreso; toma posesión de su cargo de Presidente
y jura ante él defender y sostener la Carta de la República. El
Congreso, en sesiones extraordinarias, aprueba lo ejecutado
por el Libertador durante la dirección de Páez en su carácter
de jefe superior, civil y militar en los departamentos del norte.Y,
a comienzos de 1828, dice José Rafael Sañudo en sus Estudios
sobre la vida de Bolívar:

... habían aparecido por los llanos de Caracas, algunas


partidas de realistas; lo que dióle (al Libertador) coyuntura,

74
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

para el 19 de febrero de 1828 declararse en uso de sus


facultades extraordinarias.

La situación así lo exigía, y el 20 expide un decreto por


medio del cual quedaban en estado de sitio los departamentos
de Maturín, Venezuela, Orinoco y Zulia, decreto que más adelante
(el 13 de marzo) se hizo extensivo a toda la República, quedando
por fuera de esta determinación Ocaña, como que allí habría
de reunirse la Gran Convención.

El Libertador ante la situación que se presentaba en las


provincias del norte, consideró necesario desplazarse hasta
Venezuela, y en uso de las facultades extraordinarias que le
concedía el artículo 128 de la Constitución, se declaró en ejercicio
del Poder Ejecutivo en todo el territorio nacional. Y, como el
general Santander asistiría a la Convención en su calidad de
diputado estaba inhabilitado para ejercer sus funciones de
vicepresidente. En virtud de tenerse que ausentar, para garantizar
el control del orden público en todo el territorio, tomó todas
las medidas pertinentes dejando además al Consejo de Ministros
la responsabilidad de atender todas las situaciones que se fueren
presentando.

Al respecto, dice el general Posada Gutiérrez, que Bolívar


antes de su viaje:

... expidió, como medida extraordinaria, un decreto


prescribiendo los trámites y fórmulas según los cuales debían
ser juzgados breve y sumariamente los reos de los delitos de
traición y conspiración.

75
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

Y Posada Gutiérrez continúa:

Contra este decreto se levantó el grito porque era dictado


por el Libertador; Santander tomaba medidas semejantes
sin causar alarma; el doctor Azuero podía aconsejar otras
peores, con aplauso. Esta ha sido siempre la doctrina del
partido liberal: cuanto él haga, hasta llegar al crimen, es lícito
y loable; lo que haga su adversario, aunque sea imprescindible
y regular, es malo y exige ocurrir “al santo derecho de
insurrección” con todas las terribles consecuencias que él
arrastra. Y esto lo prueba la historia de todas las épocas, y
más la horrible de los nunca vistos sucesos y hechos recientes.

La preocupante situación en la provincias del norte no


daban mucha espera y el Libertador emprende su viaje saliendo
de Bogotá el 16 de marzo. A mitad del camino, en Cúcuta, Bolívar
recibe las buenas noticias de que los problemas en Venezuela
han sido controlados por Páez y los oficiales bajo su dirección
extirpando todo brote de insubordinación y rebeldía realista
aprehendiendo y castigando a sus visibles cabezas. La respuesta
del general Páez a las necesidades de la República fue eficaz y le
dio tranquilidad al Libertador, quien tenía otros frentes de
preocupación y que atender de forma simultánea.

Convención de Ocaña

Como es bien sabido, la Gran Convención debía reunirse


en la ciudad de Ocaña el 2 de marzo, pero por diferentes
razones no asistieron oportunamente algunos diputados. En las
elecciones, en el centro del país, los adeptos a Santander

76
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

obtuvieron la mayoría igual que en otros lugares de la Nueva


Granada. En tales circunstancias, los santanderistas, primeros
en llegar a Ocaña, bajo la dirección de Francisco Soto, se
organizaron en tal forma, que, incidieron en la calificación de las
elecciones objetando la representación (credenciales) de algunos
diputados bolivianos, quedando los partidarios del federalismo
en franca mayoría frente a los bolivianos, quienes estaban por
un gobierno fuerte y unitario.

A todas estas, para moderar el ambiente previo a la


iniciación de actividades de la Convención, en el norte de
Colombia, propiamente en Cartagena, surge un incidente de
poca monta que pudo tener consecuencias graves dado el caso
de los protagonistas: el general Mariano Montilla, de origen
venezolano y el general de la marina (almirante) José Padilla,
granadino. Siempre existió entre ellos diferencias no resueltas
oportunamente. Diferencias fáciles de auscultar, como el general
Posada Gutiérrez bien lo expone:

El general Montilla era blanco, el general Padilla era pardo. El


general Montilla era boliviano, el general Padilla, por
consiguiente, era santanderista... El general Montilla era
ilustrado, el general Padilla era ignorante... Debían, pues, ser
rivales, no habiendo de común entre ellos sino que ambos
eran generales de división, antiguos y beneméritos servidores,
y valientes como lo eran todos los colombianos de aquella
época. Pero esto mismo hacía que el general Padilla
pretendiera en Cartagena la supremacía de que gozaba el
general Montilla, lo que era su sueño dorado, como lo ha
sido de otros menos dignos que lo han logrado por medios
más criminales.

77
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

Bolívar, quien se encontraba en inmediaciones de Cúcuta


y habiendo detenido su viaje a Venezuela ante la situación allí
resuelta y conocidos los acontecimientos de Cartagena entre
los generales Montilla y Padilla, para resolver lo más conveniente
en cada caso, cundo ello fuere necesario, determinó quedarse
en un punto equidistante fijando Bucaramanga como el más
adecuado. El haber fijado su residencia temporal en Bucaramanga
no fue bien visto por sus enemigos quienes conceptuaron que
esto era intencional para influir en el desarrollo de la convención
estando cerca de Ocaña.

El Libertador había escrito al Intendente de Venezuela el


1º. de abril desde Bucaramanga:

... el favorable estado de Venezuela y el último acontecimiento


de Cartagena, me ha obligado a detenerme aquí
(Bucaramanga) diez o doce días, para que los mismos
acontecimientos me indiquen la ruta que debo tomar: si
Ocaña, Cúcuta o Bogotá.

Comenta Posada Gutiérrez sobre el particular:

Queda, pues, probado, de la manera más concluyente, cuanto


he dicho sobre el objeto del viaje de Bolívar y de los motivos
de su suspensión, y de su detención en Bucaramanga. Y
probado esto, queda probado que los que han supuesto otra
cosa, y aún lo suponen, fueron y son calumniadores.

La situación del momento era bien confusa y el gran sueño


de Bolívar por una patria grande, se diluía irremisiblemente.
Esto lo martirizaba, sin vislumbrar en lo más mínimo todo lo
que estaba por venir.

78
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

Después de un mes largo de retraso, el 9 de abril, con


solamente 64 diputados de los 108 electos en todo el territorio
de la República, se instala la Convención en el templo de San
Francisco de la ciudad de Ocaña de acuerdo con lo ordenado
en la Ley 7 de agosto de 1827, pequeña ciudad con cerca de
2.500 habitantes en ese entonces, con el único objeto de
reformar la Constitución de 1821 expedida en Cúcuta, la cual
se desarrolla dentro de los mismos lineamientos de lo que fue
el Congreso de Angostura (febrero de 1819). En un ambiente
de esta naturaleza afloran de nuevo, en forma abierta, las
diferencias entre centralistas (bolivianos) y federalistas
(santanderistas), situación que se agudiza, pues Santander
renuncia a sus funciones de vicepresidente y asiste en
consecuencia en su calidad de diputado; en cambio, a Bolívar,
siendo el Presidente no se le permite su participación.

Con dos fuerzas opuestas se inicia la Gran Convención.


Santander, de un lado lidera el partido que enarbola con
vehemencia las ideas federalistas y José María del Castillo y Rada
encabeza a los bolivianos, identificados como el parido centralista.
Y en ardua confrontación, la elección favorece al doctor del
Castillo como Presidente y como Vicepresidente es elegido el
diputado por Caracas, doctor Andrés Navarte. Como Secretario
fue seleccionado el irreductible santanderista Luis Vargas Tejada.

Así las cosas, la Convención quedó dividida en dos bandos


extremadamente antagónicos. El de Bolívar, centralista y
partidario de un ejecutivo fuerte, y el de Santander, sus
opositores radicales, que buscaban debilitar el ejecutivo mediante

79
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

toda clase de argucias. Bolívar, en su condición de Libertador-


Presidente, presenta a la Convención un mensaje conciliador
que suponía un cambio de régimen, un presidencial sólido con
un gobierno firme, poderoso y justo. Como de esperar,
Santander y sus adictos, los federalistas, asumieron una posición
beligerante, ya que sus planes eran bien diferentes. El ambiente
que se vivía en el seno de la Convención era muy difícil. Al
respecto los historiadores Baralt y Díaz comentan:

Con opiniones y principios tan opuestos era imposible que


estos dos partidos se acordasen entre sí del modo íntimo y
franco que exige el deliberar en los arduos y delicados
negocios de interés público. Así fue que el cuerpo, objeto de
tantos anhelos, se vio convertido en un campo de batalla,
en donde cada uno, ya que no lograse el triunfo de su causa,
se contentaba con frustrar del suyo a los contrarios.

Conviene anotar aquí, que una comisión cuya cabeza


visible era el doctor Vicente Azuero, fue encargada de redactar
un proyecto de constitución, y otra comisión, presidida por el
doctor José María del Castillo y Rada, igualmente fue encargada
de elaborar otro proyecto. La presentación y el estudio de cada
proyecto constituyeron la más encarnizada discusión, sin que
ello condujera a parte alguna. Loa rechazos de lado y lado
suscitaron toda suerte de insultos y de agravios.

Al respecto, el general Joaquín Posada Gutiérrez dice:

La discusión se agrió hasta llegar al ultraje... Los diputados


bolivianos eran insultados: todas sus indicaciones se
imputaban a malos motivos; se les ridiculizaba cuando
llamaban en apoyo de sus doctrinas la opinión general de los

80
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

colombianos...; el general Santander con el tono imperioso


que el hábito del mando le había hecho contraer, les gritaba
en términos que llegó a intimidarlos.

Viéndose, oprimidos, y que se les negaba en la discusión


lo que tenían de derecho como diputados, ya con infracción
voluntaria del reglamento, ya con intrigas, ya con arterías...,
manifestaron haber resuelto separarse de la Convención y
regresar a sus domicilios, para dar cuenta a sus comitentes de
los motivos que los obligaban a dar un paso de tamaña
trascendencia.

Bolívar, que permanecía en Bucaramanga, al conocer la


real situación que se vivía en Ocaña y previendo que este era el
comienzo del fin de su gran sueño, no dudó en preparar su
retiro definitivo. Sus seguidores quisieron llevarlo a la Convención
buscando con su presencia algún acercamiento y posible
reconciliación con Santander. Esta tentativa no tuvo acogida,
habiéndose frustrado lo deseado.

Los diputados bolivianos al sentirse oprimidos y ultrajados


y oprimidos decidieron finalmente retirarse de la Convención.
Fue así cómo el 10 de julio, dos meses después de iniciadas las
deliberaciones de la Convención, 21 diputados tomaron la
decisión de separarse, y como era de esperarse, el santanderismo
reinante, culpó al Libertador de tal acontecimiento, declarando
que su influencia en esta determinación había sido determinante.
Con este hecho, definitivamente, se protocolizó la disolución de
la Convención de Ocaña y se inició la desintegración de la Gran
Colombia.

81
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

Triste fin, el de la Convención de Ocaña que no fue otra


cosa que una confrontación entre las ideas de los generales
Bolívar y Santander, expresadas básicamente en proyectos sobre
temas tan polémicos como centralismo y federalismo. Su objetivo
principal era el de cambiar sustancialmente la Constitución de
Cúcuta, la cual no se podía reformar antes de diez años. La
consecuencia inmediata fue la de dejar a la República sin jefe de
gobierno, completamente acéfala. El clima era propicio para la
desmembración definitiva de los países que conformaban la Gran
Colombia, como en realidad a la postre, así aconteció:

Si es bien cierto que fue durante el desarrollo de la Gran


Convención en donde quedó en firme el final de la amistad
entre los dos grandes hombres, conviene retrocer en el tiempo
un poco más de un año, para conocer cuando ésta
realmente se rompió en definitiva.

Bolívar, dedicó siempre al culto de la amistad con Santander


la más absoluta devoción, con una sencillez y sinceridad propia
de un grande hombre, como lo demostró en todas las
acciones de su preclara vida. Debe recordarse cuando decía:
“El general Bolívar y el general Santander se conocieron en
el campo de batalla, y unidos emprendieron desde entonces
todos los trabajos militares y de inteligencia en bien de la
Patria. Casanare, Cartagena, Bogotá, y luego la campaña de
Nueva Granada en el 1819, y más adelante Boyacá, y
entonces la libertad ondeaba por toda la República, gracias
a la acción mancomunada de estos dos titanes. Podría hasta
pensarse que Bolívar solo no hubiera alcanzado su obra
libertadora. Y así lo pensó y lo manifestó a los cuatro vientos.
Eran, a no dudarlo, íntimos amigos, que caminaban en la
misma dirección con los mismos objetivos. El reconocimiento
del Libertador hacia su amigo, lo divulgó en infinitas
ocasiones”. En 1825, desde Lima, no fue corto en palabras

82
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

cuando le decía: “... cuanto más considero el gobierno de


Usted, más me confirmo en la idea de que Usted es el héroe
de la administración americana. Es un prodigio... este gigante
es Usted”. Luego, volvería a decirle con emoción y
convencimiento: “Nadie lo quiere, nadie lo aplaude más que
yo por sentimiento y por raciocinio”.

Pero con el correr de los días, en escasos dos años, fueron


muchas las circunstancias que llevaron a un mal final a esta
amistad que pareciera interminable. Y este final, tendría
consecuencias políticas e institucionales catastróficas para
la República e infinitos dolores y padecimientos para el
Libertador. Bien se nota su corazón estrujado cuando escribe
desde Caracas el general Urdaneta el 14 de Febrero de 1827:
“Santander es un pérfido, según se ve por la carta que ha
escrito a Usted, y yo no puedo seguir más con él”. Y el 16 del
mismo mes dice el Libertador al general Soublette: “Ya no
pudiendo soportar más la pérfida ingratitud de Santander, le
he escrito hoy que no me escriba más porque no quiero
responderle ni darle el título de amigo. Ingrato mil veces!!!”

Sabemos que en estos momentos el Libertador era el


Presidente y el general Santander el Vicepresidente, y que
los diversos sucesos previos a esta determinación de Bolívar
se presentaron una vez regresó del Perú.

Bolívar Dictador

Bolívar por su parte, igualmente desconcertado y


adolorido sale de Bucaramanga con destino Bogotá el día 9
llegando al Socorro el 11. Mientras tanto en Bogotá, sus amigos
adelantándose y previendo acontecimientos como consecuencia
lógica de la falta de autoridad en el país, dirigidos por el
Intendente Gobernador de Cundinamarca, general Pedro

83
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

Alcántara Herrán, expidió una proclama con fecha 13 de junio


de 1828, en la cual enumera los grandes peligros que enfrenta
la República en el momento y después del fracaso de la Gran
Convención, y convoca a toda la comunidad capitalina a una
junta popular para deliberar sobre lo que más convenga de
acuerdo con las circunstancias, para ese mismo día a las dos de
la tarde en la sede de la Secretaría de Hacienda de Bogotá.
Como consecuencia de dicha reunión se elaboró la respectiva
acta, la cual se resume en los siguientes, según el general Posada
Gutiérrez:

1º. - Acordar como protesta no obedecer los actos que


emanaran de la Convención de Ocaña;
2º.- Revocar los poderes conferidos a los diputados electos
por la Provincia de Bogotá; y
3º.- Que el Libertador Presidente se encargara del mando
supremo de la República con plenitud de facultades en todos
los ramos.

Seguidamente el general Pedro Alcántara Herrán, ese


mismo día en la tarde, sometió dicha Acta a estudio y
consideración del Consejo de Ministros, la cual fue aprobada
por lo mismo adicionando al final el siguiente razonamiento:

El consejo, al emitir su opinión, ha tenido presente la gravedad


e importancia de la materia, y aunque sin tener órdenes ni
instrucciones del Poder Ejecutivo, para un caso tan
inesperado e imprevisto, no ha dudado de tomar sobre sí la
responsabilidad de aprobar el acta de esta capital. Los
motivos que han influido en el consejo para adoptar

84
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

semejante resolución, han sido los más puros y han emanado


principalmente del íntimo convencimiento en que se hallan
sus miembros, de que no hay otro remedio capaz de salvar
la patria sino el de constituir un Gobierno fuerte y enérgico,
ejercido por Su Excelencia el Libertador. Los miembros del
consejo esperan que su resolución, aunque de tamaña
trascendencia, no será desaprobada por el Libertador, o que
por lo menos merecerá su indulgencia.

Recordemos que el Libertador había salido de Bucara-


manga el día 9 de junio, por supuesto antes de la disolución de
la Convención, y dos días después, había llegado al Socorro. Fue
precisamente aquí en donde recibe la noticia de su disolución y
también la nota con el Acta de la Junta Popular celebrada en
Bogotá el 13 de junio, debidamente aprobada por el Consejo
de Ministros. Es bueno comentar que dicha Acta fue acogida en
el resto del país siendo respaldada por todos los pueblos de la
República.Y, del Socorro, aceptando el Libertador el mando que
le ofrecía la voluntad del pueblo, en comentarios que escribía el
16 de junio, decía que esta determinación no era acertada, que
por el contrario, la encontraba perjudicial en sumo grado para
el país. Pero clausurada la Convención, el Libertador consideró
que no era posible seguir gobernando de acuerdo con la
Constitución de Cúcuta por circunstancias de gravedad notoria
y de procedimiento antagónico con las ideas expuestas y
defendidas por sus partidarios en la Convención. Y, no quedando
otra alternativa, aceptando en un todo el contenido el Acta del
13 de junio, optó por el camino de la dictadura, como lo anunció
a todos los colombianos en la Proclama de 27 de agosto de
1828, la que finaliza de esta manera:

85
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

... Yo en fin, no retendré la autoridad suprema sino hasta el


día que me mandéis devolverla, y si antes no disponéis otra
cosa, convocaré dentro de un año la representación legal.

Colombianos! No os diré nada de libertad, porque si cumplo


mis promesas, seréis más que libres, seréis respetados;
además, bajo la dictadura ¿quién puede hablar de libertad?
¡Compadezcámonos mutuamente del pueblo que obedece y
del hombre que manda solo!

El 24 de junio el Libertador hizo su entrada a Bogotá en


medio de una manifestación popular sin precedentes, bajo arcos
triunfales de flores y en medio de toda clase de aclamaciones y
júbilo ciudadano. De inmediato, después de los discursos de
rigor en el acto político, dirigidos al Consejo de Gobierno, a la
Corte Superior de Justicia, al Intendente del Departamento, al
Jefe Político del Cantón, al Comandante del Departamento y al
Rector de la Universidad, se encargó del gobierno supremo
con la plenitud de poderes, quedando de esta manera sus-
pendido el régimen constitucional.

Los adeptos a Bolívar actuaron muy rápido antes y


después del resultado de la Gran Convención; además, la
presencia del Libertador en Bogotá fue muy oportuna para
controlar brotes de anarquía que fueran a desembocar en una
guerra civil. Sin vigencia ya la Constitución de 1821, el 27 del
mismo mes, en virtud del vacío constitucional que empezaba a
vivir la República, se dio a conocer, mediante alocución, el Decreto
Orgánico que le permitía al Libertador Presidente gobernar
con poderes omnímodos, instrumento que debía servir como
ley constitucional hasta que una nueva convención constituyente

86
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

expidiera una nueva constitución en 1830, y que mientras tanto,


como una constitución de emergencia, le iba indiscutiblemente
a limitar en el ejercicio de sus poderes.

Todos estos acontecimientos debieron coger por sorpresa


a muchos de los santanderistas quienes no reaccionaron de
inmediato. Solamente, después de la llegada de Santander
empezaron a organizarse, quedando a la expectativa de los actos
del nuevo gobierno, en el ánimo de restablecer el gobierno
constitucional destruyendo el gobierno dictatorial. Y, uno de los
primeros actos, de los más controvertidos, fue el de suprimir la
vicepresidencia, enviando a Santander como Embajador o
Ministro Plenipotenciario ante el gobierno de los Estados Unidos,
quien acepto, llevando como secretario de la Misión a don Luis
Vargas Tejada, con la aquiescencia del Libertador. Fueron como
esta, varias las disposiciones de la dictadura, unas aceptadas y
otras, por supuesto, rechazadas por la oposición, aunque todas
fueron dictadas conservando las garantías constitucionales.

La aceptación general inicial, la calma y la tranquilidad


logradas con las medidas adoptadas por el gobierno fueron
cediendo terreno, y en poco tiempo el ambiente se torna hostil
para el Libertador. La voluntad general, influenciada por la
oligarquía está ya en su contra hasta el punto de hacerlo decir:
No saben cuan desgraciado me siento al hacer este papel de dictador
que la salud de mi patria me obliga a asumir.

Sentimientos muy hondos de ingratitud y desengaño


sacudían ya las fibras más internas del aguerrido general. No
era para menos. La situación del momento de este año de 1828,

87
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

era bien complicada, extremadamente difícil, y su gran sueño


por una patria grande, amable, en donde reinara un régimen
político fuerte y estable que garantizara la estabilidad política y
el orden social y asegurara igualmente la libertad y la igualdad
como fundamentos básicos de los derechos humanos, se diluía
irremediablemente.

88
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

CAPITULO
APITULO
TERCER
TERCERO
CERO

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CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

90
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

TRAGEDIA DE UNA VIDA GRANDIOSA

Hay un momento en la vida de los hombres en el que


todo se viene al suelo, en el que todo se derrumba y, a veces, sin
darse cuenta de cuándo empieza todo. En otras, se es consciente
de la tragedia y se tiene que seguir luchando contra ella hasta el
final de los días.

Los hechos se suceden uno tras otro, y se va rompiendo


el equilibrio y comienza todo a desmoronarse, y claro,
sobreviene la zozobra, la desazón, y es cuando se empiezan a
cometer errores, y Bolívar, con todo, no estuvo exento de estos
embates del destino.

Son incontables los acontecimientos, que desde muy


temprano fueron taladrando el corazón de Bolívar.

Siendo aún muy niño Simón José Antonio de la Santísima


Trinidad Bolívar, cuando apenas contaba tres años, fallece su
padre el coronel Juan Vicente Bolívar, el 19 de enero de 1786, y
muere su madre, doña María Concepción Palacios y Blanco, el
6 de julio de 1792, cuando cumplía los nueve años. Es de suponer
el tremendo dolor de ausencia que invadía al pequeño Simón,
carente a tan temprana edad de todo aquello que ofrece un

91
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

hogar cristiano de afecto y ternura, de dirección y disciplina


para los hijos pequeños cuando ya faltan sus padres.

A la muerte de su madre, Simón, niño de nueve años, va a


vivir con su abuelo materno, don Feliciano Palacios, su tutor,
quien fallece tiempo después, quedando entonces bajo la
protección de su tío don Carlos Palacios, quien decide que el
joven debe prepararse para la vida y le envía a España para
continuar allí sus estudios.

Después de ires y venires en España, en la casa del


Marqués de Ustáriz, ilustre caraqueño quien fue su amigo y
protector, hombre culto, rico, instruido e influyente, conoce a
una joven distinguida, bellísima y delicada, doña María Teresa
Rodríguez del Toro, huérfana también de madre, de 19 años,
dos años mayor que él, con quien quiso casarse pronto, pero
con sólo 17 años tuvo la natural oposición. Pasado un tiempo,
después de algunos viajes por Europa, aproximadamente
durante un año, y ya con el consentimiento de la familia, regresa
a Madrid en donde contrae matrimonio el 26 de mayo de 1802.

Llega la feliz pareja al puerto de la Guaira el 12 de julio de


1802 y después de permanecer algunos días en Caracas, Simón
decide trasladarse y radicarse en su hacienda de San Mateo y
atender los negocios familiares propios de su nuevo estado.

Parece que durante el viaje hacia la hacienda, un mosquito


hizo a doña María Teresa víctima del virus de la etiología, conocido
como Fiebre Amarilla, o de otro igualmente mortal, portador

92
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

del hemoparásito de la enfermedad llamada Malaria.


Infortunadamente, el 22 de enero de 1803, 241 días después
de haber contraído matrimonio, fallece, dejando a Simón sumido
en la más profunda desolación, tomando como consecuencia la
decisión de jamás volverse a casar, la que cumplió cabalmente.

Don Simón Rodríguez, su amigo y maestro, bien describe


al Bolívar en ese momento crucial de su vida:

Quedó viudo cuando tenía veinte años, y parecía que ya


hubiera vivido lo que la vida le ofrece a los mortales: riqueza
y pobreza, amor y odio, gozo y sufrimiento.

Después de este tercer golpe del destino, agobiado y triste,


viaja de nuevo a Europa. Después de visitar al padre de María
Teresa en Madrid, pasa a Francia y asiste a la coronación de
Napoleón en medio de la mayor decepción por su espíritu
democrático. Vive una vida de estudio y sociedad un poco
desordenada. Conoce a Bonpland y al Barón Humbolt. Recorre
buena parte de Europa en compañía de su maestro Simón
Rodríguez y en Roma, en el Monte Sacro, jura no dar reposo a
su brazo hasta lograr la independencia de su patria del dominio
español.

De allí, Bolívar se dirige a Londres, París, Holanda, Alemania.


De regreso a Venezuela, visita algunas ciudades importantes de
Norte América, llegando solo a Caracas con alguna buena
cantidad de libros, para seguir luego a San Mateo con la intención
de dedicarse ahora sí a la agricultura y la administración de
todas las propiedades familiares. Allí, sin descuidar sus actividades

93
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

agropecuarias, lee asiduamente y va sembrando entonces,


discretamente, sus ideas libertarias y democráticas.

Se aprovecha entonces del fervor revolucionario que se


vive ya en toda América, y el 19 de abril de 1810, estalla la
revolución en Venezuela, a la cual se une Bolívar, habiendo sido
nombrado por la Junta Revolucionaria para viajar en misión
diplomática a Inglaterra. Regresa de nuevo a Venezuela en
compañía del ilustre militar venezolano, el general Francisco
Miranda, en diciembre de 1810, quien es encargado por el
Congreso como Jefe de las Tropas, y nombra igualmente a Bolívar
como su asistente. El 2 de marzo de 1811 la Junta Revolucionaria
reúne el Primer Congreso para organizar el país, con la
intervención de Miranda y Bolívar, y el día 5 de julio de 1811, el
Congreso Soberano declara la libertad absoluta de Venezuela.

Comienza aquí, entonces, la vida militar y guerrera de


Bolívar, después del famoso terremoto en Venezuela, con el grado
de Coronel.

Con la declaratoria de independencia no se dejó esperar


la reacción de los españoles, quienes al mando del Comandante
Domingo Monteverde iniciaron la avanzada contra los patriotas,
y el 5 de julio de 1812, el Castillo de Puerto Cabello, cuya defensa
había sido encomendada al Coronel Bolívar, cae en poder de
los españoles y de los sublevados como consecuencia de la
traición del Teniente venezolano Francisco Fernández Vinoni.
Con esta derrota y la toma de Caracas, tenemos el primer
fracaso militar de Bolívar, fruto igualmente de la primera traición

94
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

de la que había sido objeto, que finalmente tuvo como resultado


la caída de la primera República de Venezuela.

Con esta derrota, y herido en su amor propio, inaugura


el Coronel Bolívar su vida militar por la causa de la libertad de
su patria, la que afronta con entereza y energía sobreponiéndose
y sacando fuerzas de su propia convicción para continuar
adelante en la difícil tarea de cumplir con su juramento.

Desalentado por los resultados, el general Miranda decide


capitular y el 31 de julio sus mismos compatriotas, indignados,
le apresan en la Guaira y lo entregan al enemigo, quienes le
envían a España en donde muere en la cárcel de la Carraca, en
el puerto sureño de Cádiz, el 14 de julio de 1816. Cabe anotar,
que Bolívar nunca estuvo de acuerdo con la capitulación del
Precursor Miranda, pero es indudable que al conocer de su
muerte, a pesar de ciertas diferencias y encuentros con él en la
última etapa de su vida guerrera, debió acongojarse en grado
sumo, pues siempre le admiró y respetó por su trayectoria,
como el más grande hijo de Venezuela hasta ese momento.

El Libertador, con la ayuda de Francisco Iturbe, logra un


pasaporte concedido por Monteverde y sale desde La Guaira
hacia el destierro, rumbo a Curazao, en donde después de
muchas peripecias y vendiendo algunos de sus haberes, compra
un pequeño barco en el que llega a Cartagena el 14 de noviembre
de 1812.

95
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

Su llegada a territorio de la Nueva Granada marca el


comienzo de la reconquista de su patria Venezuela, con cuatro
maravillosos documentos que salen de su pluma que muestra
ya madurez y serenidad en el tratamiento de cada tema y una
meta muy definida; siendo el más importante y conocido como
el Manifiesto de Cartagena: Memoria dirigida a los ciudadanos de
la Nueva Granada por un Caraqueño, en el cual dice sin ambages,
que la Nueva Granada, para salvarse a sí misma, necesitaba primero
salvar a Venezuela a cuya suerte estaba unida. Y así mismo expone,
en su arranque ideológico, la necesidad de instaurar un tipo de
gobierno Centralista, por considerar que un sistema federal
sería complicado y débil, para conservar el orden social en época
difíciles.

Todo el planteamiento expuesto para la reconquista de


su patria encuentra el apoyo del Precursor Antonio Nariño,
presidente de Cundinamarca y el de Camilo Torres, presidente
del Congreso de Tunja.

Consecuente con esto, don Manuel Rodríguez Torices,


gobernador de Cartagena, lo nombra el 1º. de diciembre para
ocupar y guardar el puesto de Barranca (Calamar), al lado
izquierdo del río Magdalena. Y, actuando por su propia cuenta, y
desatendiendo la impuesta disciplina militar con la aceptación
posterior de Rodríguez Torices, inicia diversos ataques
estratégicos en El Banco, Mompós, Tenerife, Tamalameque y
ocupa Ocaña, venciendo al coronel Ramón Correa el 14 de
febrero de 1813, y toma a la ciudad de Cúcuta el 28. En virtud
de esta actitud, el Congreso de la Nueva Granada lo asciende a

96
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

General y lo declara Ciudadano de la Nueva Granada, recibiendo


además la autorización para continuar su campaña hacia
Venezuela y algunos auxilios; siguiendo hacia Caracas por San
Cristóbal, toma a Mérida, y en Trujillo lanza su famoso Decreto
de Guerra a Muerte, ocupa Barinas y Valencia, y llega a Caracas el
7 de agosto de 1813, en medio del júbilo de todos los habitantes,
después de haber librado en escasos tres meses seis batallas y
obtenido contundentes triunfos. Esto mereció que el célebre
escritor argentino, Bartolomé Mitre escribiera: Nunca con menos
se hizo más en tan vasto espacio y en tan breve tiempo.

Bien se dice que unas son de cal y otras son de arena, y tal
vez para reconciliarse con su suerte anterior, libre Caracas,
decide reconquistar Puerto Cabello después de un año de
haberlo perdido, ahora en poder de Monteverde, y a corta
distancia del Puerto, se libra la batalla de Bárbula en la que
Bolívar derrota al adversario el 30 de septiembre de 1813,
pero pierde al coronel Atanasio Girardot; al recibir un balazo
en la frente, Bolívar ordena llevar su corazón en una urna hasta
la capital, como el Héroe de Bárbula y el primer héroe de la
patria. Duro golpe este para Bolívar, la pérdida de tan
pundonoroso oficial, quien al lado de otros no menos gallardos
soldados granadinos estaban luchando por la libertad de
Venezuela, como Hermógenes Maza, Francisco de Paula Vélez,
Antonio Ricaurte, Joaquín París y otros valientes guerreros, con
quienes llega Bolívar después de Bárbula a Caracas, la que le
brinda la más calurosa bienvenida y en donde la comunidad le
llama “Padre de la Patria” y el Cabildo lo nombra “Capitán General
de los Ejércitos de Venezuela” y le da el nombre de “Libertador”,

97
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

quien a la edad de 30 años, ostenta el más bello y noble título


con el que pueda designársele, refrendado por todos los pueblos
de la tierra desde entonces hasta hoy día, siempre con todos
los honores.

Vienen batallas, una tras otra, Las Trincheras, en donde


derrota a Monteverde, Barquisimeto, Vigirina y Araure, regresa
a Caracas y la Asamblea Popular lo nombra Presidente con
todos los poderes para que pueda organizar el país de acuerdo
a sus necesidades. Y, haciendo uso de sus omnímodas facultades
hace fusilar a todos los prisioneros de Caracas. Nuevo triunfo
de los patriotas en La Victoria, y el 25 de marzo de 1814, Bolívar
se enfrenta al despiadado y sanguinario José Tomás Boves en la
hacienda de San Mateo en una de las más duras batallas, en la
que se llena de gloria el capitán Antonio Ricaurte, al hacer
explotar la pólvora de los patriotas que se encontraba en la
casa cuya custodia le había sido encomendada, después de
ordenar a todos sus soldados evacuar el lugar que ya había sido
ocupado por los realistas, quienes huyen despavoridos. Otro
gran dolor experimenta el Libertador con la muerte de este
nuevo héroe colombiano, que ofrenda su vida por la libertad
de Venezuela.

Pero llega la derrota. Esta se sucede en La Puerta, y aun


así, vencido, se dirige a Caracas sabiendo que esta se encuentra
amenazada por Boves y Rosete, para dirigir la evacuación de la
capital, triste y lamentable, conocida como la Emigración del año
14, siendo derrotado una vez más en la batalla de Aragua el 17
de agosto de 1814.

98
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

Afligido y derrotado, pero no vencido, se dirige de nuevo


a Cartagena, arribando al puerto colombiano el 25 de
septiembre de 1814, y luego se encamina a Tunja, sitio de reunión
del Congreso. En Pamplona se le une el brigadier general
venezolano Rafael Urdaneta.

Apesadumbrado hace presencia en Tunja en donde es


recibido con todo el respeto y consideración por el Gobierno
y por el Presidente del Congreso, don Camilo Torres, ante
quienes expone lo que fue su campaña, pidiendo que fueran
examinados y juzgados todos sus actos, y obtiene todo el
respaldo y apoyo para continuar en la lucha.

El Congreso asciende a Bolívar al grado de Capitán General


de los Ejércitos de la Nueva Granada y le pide seguir a Santafé
para someter al dictador de Cundinamarca Manuel de Bernardo
Álvarez, quien no aceptó formar parte de los Estados Federales;
lo cual se logra en escasos tres días, entrando y tomando a
Bogotá el 12 de diciembre de 1814, aunque el Libertador no
estuviera de acuerdo con el federalismo, como que siempre
fue partidario del centralismo. Ingresa Cundinamarca a la
Federación, y el Congreso y el Gobierno Federal, que venían
operando y despachando desde Tunja, se trasladaron a Bogotá
el 23 de enero de 1815.

Obedeciendo órdenes del Congreso, y ante la inminencia


de ataques realistas en varios sitios de la Nueva Granada, viaja a
la costa norte para liberar a Santa Marta, pero el general Manuel
del Castillo y Rada jefe de las fuerzas en Cartagena no le dio la

99
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

ayuda requerida y necesaria, precipitando así el abandono de


Bolívar de la gestión ante la invasión de Morillo. Luego se
embarca con algunos compañeros oficiales con destino a Jamaica
el 8 de mayo de 1815.

Nuevamente Bolívar en el exilio. Inmenso dolor le causa


el tener que abandonar el país y verse solo en su lucha por su
independencia y su libertad. En Jamaica despliega una intensa
actividad buscando apoyo por todas partes. Y, justamente allí,
fruto de sus soledades, de un estudio sereno y un análisis maduro
de la situación, el 6 de septiembre de 1815 escribe La Carta de
Jamaica, uno de los documentos políticos y sociales más
importantes en su momento histórico, cuyos planteamientos, a
pesar de los años, siguen aún vigentes. Ella nos muestra un Bolívar
netamente anticolonial, convencido de una auténtica identidad
latinoamericana que obligaba a pensar en diseños
constitucionales propios para estas tierras y a conformar en
consecuencia una fuerte integración entre ellas.

Envuelto en sus sueños independistas, no ceja un instante


en su lucha por alcanzarlos; los ve cercanos; no hay tiempo para
el descanso. Bien sabe que sus enemigos, conocedores de su
indomable coraje siempre están alerta esperando el momento
oportuno para despejar el camino. Y, un nuevo intento de
asesinarlo se sucede el 10 de diciembre de 1815. Conocido
como el negro Pío, quien fuera esclavo suyo, habiendo sido
sobornado, ingresa a la habitación del Libertador y apuñala en
su hamaca a José Félix Amestoy, amigo de Bolívar y Oficial
miembro de su Guardia de Honor, quien allí se había quedado

100
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

a dormir aquella noche. El asesino es ahorcado en la Plaza Pública


de Kingston el 23 de ese mismo mes.

De regreso a Cartagena, en alta mar, los tripulantes de un


buque corsario le informan que Cartagena había sido tomada
por Morillo, torciendo en consecuencia su rumbo hacia Haití, y
llega a Puerto Príncipe el 31 de diciembre de 1815. Allí, es
recibido con entusiasmo por Alejandro Petión, su presidente,
quien le presta apoyo a cambio de que diera libertad a los
esclavos. Y, después de su Expedición de los Cayos, nombra a Luis
Brión Almirante; bordea las pequeñas Antillas y llega a la Isla de
Margarita el 3 de mayo de 1816 en donde le espera Juan Bautista
Arismendi y seguidamente toma a Carúpano. Proclama por
tercera vez la República y cumple su promesa a Petión
decretando la libertad absoluta de los esclavos.

Dificultades por problemas surgidos internamente entre


sus oficiales, por avaricia desmedida y comprobada envidia, le
obligan regresar a Haití, en donde de nuevo su amigo el
Presidente Petión le brinda ayuda. Sus amigos, desde Margarita
le solicitan regresar, llegando nuevamente a la Isla el 28 de
diciembre del mismo año. Entra a Venezuela por Barcelona y
establece su sede o cuartel general en Angostura, el 17 de julio
de 1817, sitio estratégico en todos los órdenes, y desde allí
integra y organiza el gobierno e implanta los poderes públicos,
garantizando con ello el imperio de la ley y la justicia. Desde
Angostura empieza luego a dirigir su campaña.

Entre tanto, Morillo, después de dejar pacificada toda la


Nueva Granada, se dirige a Venezuela saliendo de Santafé el 16

101
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

de noviembre de 1816, pues Bolívar ya daba su lucha por la


independencia en su país, en donde Santander, Córdova y otros
oficiales granadinos, que habían huido por Casanare, ya estaban
luchando al lado de Bolívar.

Un alto oficial, el general Manuel Carlos Piar, quien se


opuso siempre a la autoridad de Bolívar y ajustarse a sus
órdenes, fue sometido a juicio y condenado por un Consejo de
Guerra, y fusilado el 16 de octubre de 1817, frenándose en
esta forma todo tipo de sediciones y ocasionándole a Bolívar,
como el mismo lo expresó, inmenso dolor en su corazón.

Poco a poco los indisciplinados oficiales del ejército patriota


fueron declinando sus ambiciones, y sometidos a las órdenes
del Libertador, libraron batallas a su lado contra Morillo, en
Guayana, el Centro y Apure, en algunas con resultados positivos.

Los designios divinos estaban trazados. Muchas veces


Bolívar estuvo en peligro de muerte, saliendo ileso en todos.
Tales, en el Rincón de los Toros (16 de abril de 1816); en
Casacoima (22 de agosto de 1816); en Quiamare, lugar cerca a
Barcelona, Venezuela, (23 de marzo de 1827); en la Fiesta de
Máscaras en el Teatro Coliseo (10 de agosto de 1828). Y llega la
Legión Británica, entre quienes se cuentan Daniel Florencio
O´Leary, Jaime Rook, Belford Wilson, Gustavo Hippsley y otros
destacados oficiales.

Varias fueron las batallas que el ejército patriota tuvo que


librar con los uniformados de Morillo, alternándose triunfos
con derrotas a partir de este momento. El 31 de enero de

102
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

1818, Bolívar y Páez se conocen en Payara, en un lugar conocido


como Cañafístolo, y de común acuerdo, unidas sus fuerzas,
triunfan contra Morillo en Calabozo, a orillas del Guárico, primer
encuentro con el Pacificador, el 12 de febrero de 1818. Y, en su
deseo de avanzar día a día, decreta la libre navegación por el Río
Orinoco, anuncia la libertad de los granadinos, unifica el sistema
monetario, funda el Correo del Orinoco entregando su dirección
a Francisco Antonio Zea. Designa a Francisco de Paula Santander
como Comandante de las Tropas en Casanare, para ir
preparando desde ese momento la campaña de la Nueva
Granada, y convoca el Congreso de Angostura, que se reúne el
15 de febrero de 1819, durante el cual pronuncia su famoso
Discurso de Angostura, en el cual sintetiza su pensamiento político.
Es elegido Presidente de la República y Francisco Antonio Zea
Vicepresidente. Como Jefe militar ratificado por el Congreso,
se dirige por el Orinoco hasta las riberas del Apure y Arauca. El
20 de mayo de 1819 establece su centro de operaciones en
Mantecal. Desde allí y con el concierto de José Antonio Páez,
obtiene el éxito en las Queseras del Medio y empieza a preparar
su camino hacia la Nueva Granada, iniciándose la Campaña
Libertadora. Convoca entonces, un una pequeña localidad
conocida como la Aldea de Setenta, a su cuerpo de oficiales el 23
de mayo de 1819, a quienes expone el plan de su campaña, que
no era otro que el de cruzar los llanos orientales, sobrepasar la
cordillera oriental, conocedores de las tremendas dificultades
climáticas y la irregular topografía y tomar por sorpresa a los
realistas de la Nueva Granada. Todo se inicia el 26 de Mayo
saliendo de Mantecal en medio de torrenciales aguaceros. Pasan
el río Arauca el 4 de junio y llegan a Tame el 11 en donde se
encuentran con Santander y el 22 entran a Pore.

103
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

El ascenso a los Andes es indescriptible por el sufrimiento


sin fin para todos los integrantes del ejército, en el cual muchos
perecieron por las inclemencias del tiempo y el escarpado
camino, cuyos desfiladeros constituían un peligro constante. El
frío, la fatiga y la lluvia constante no fueron impedimento para
continuar adelante. Bolívar, no mostró un solo instante desaliento
alguno. Todo lo contario, mediante una hermosa proclama en
Paya, anuncia a los granadinos que un ejército venezolano con
participación de soldados extranjeros y colombianos, Santander,
entre otros, marchan decididos a libertarlos, después de
derrotar a tropas realistas el 27 de junio en Paya, a pesar de las
adversas circunstancias. Y así, después de varios encuentros
menores con los adversarios, el 25 de julio de 1819, se libra
una verdadera batalla, la Batalla del Pantano de Vargas, en donde
fue definitiva la intervención de Juan José Rondón, llanero de
29 años, quien al mando de catorce lanceros y ante el pedido
de Bolívar: Coronel, salve usted la Patria, dieron buena cuenta del
adversario a las órdenes de Barreiro, quien se retiró a Paipa en
medio de la noche y de la lluvia. Esta victoria, que pudo ser más
cruenta, llenó de fortaleza e incrementó la moral del ejército
libertador, como una ración de entusiasmo que habría de
motivarles para los siguientes días, como que ya se acercaban
acontecimientos muy importantes y definitivos para la Nueva
Granada. Bolívar, pone en marcha la estrategia del triunfo; el 5
de agosto entra y toma Tunja, en donde se establece para
recuperar su gente, mediante víveres, vestido y techo para
descansar. Corta las comunicaciones entre sí del enemigo, estudia
las posiciones y elabora el plan correcto para dar la batalla en el
momento preciso. El 7 de agosto, desde el Alto de San Lázaro,

104
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

en inmediaciones de Tunja, divisa la ubicación del adversario y


ordena los movimientos necesarios para neutralizar al enemigo.
El encuentro de los dos ejércitos se dio ese mismo día a las dos
de la tarde en el sitio en donde se encuentra el Puente de
Boyacá, obligando el ejército patriota a dar batalla a los realistas,
y después de dos horas, el triunfo del ejército libertador fue
contundente. Barreiro, el jefe español, en la huida cae prisionero
de un joven campesino de 17 años, Pedro Pascasio Martínez, y
es fusilado el 11 de octubre por orden del general Santander,
con 38 oficiales realistas. Una vez conocida la noticia de la derrota
en el Puente de Boyacá por el Virrey Sámano, huye de inmediato
con destino a Cartagena.

Luego de la batalla, el Libertador pasa revista de los presos


en Ventaquemada y reconoce entre ellos al oficial venezolano
Francisco Fernández Vinoni, quien fue el traidor de Puerto
Cabello en 1812, condenándolo a la horca.

En tanto, el virrey Sámano, desconcertado al conocer la


derrota, huye en la noche del 9 hacia Cartagena y Bolívar entra
a Santafé al día siguiente, el 10, tomando las riendas del poder
de inmediato moviendo sus principales hombres hacia los
lugares que dieran tranquilidad después de la victoria, constituye
un gobierno provisional para garantizar el orden en la capital,
designa a Santander Vicepresidente y nombra gober-nadores
en las provincias, continuando él como jefe único en ambos
lados, Venezuela y la Nueva Granada.

Bien dice el historiador don Rafael Bernal Jiménez en su


maravilloso libro Ruta de Bolívar:

105
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

¡Termina aquí y para siempre la dominación española que


había durado 327 años desde el descubrimiento de
América!... ¡Se opera con este nuevo orden un cambio político
fundamental. El 20 de julio de 1810 se inicia la Época de la
Independencia. El 7 de agosto de 1819, la Época de la
República. Se estabiliza la vida independiente de la nación
colombiana en pleno goce de su soberanía y libertad!

Después de todo el ajetreo administrativo, dejando todo


en orden y en manos de Santander emprende camino hacia
Venezuela, pues Morillo acosaba las fuerzas patriotas en
Angostura a cargo del Vicepresidente Zea, y debía hacer
presencia allí para no perder nada de lo conseguido.

Saliendo de Pamplona, camino de Angostura, recibe la


dolorosa noticia de la muerte repentina de uno de sus mejores
oficiales, su amigo el general Anzoátegui, ocurrida el 15 de
noviembre; sin duda alguna, uno de sus más fieles soldados, lo
cual le aflige y le colma plenamente de congoja, acontecimiento
que le obliga a nombrar en su reemplazo al coronel Bartolomé
Salom.

Allí, en Angostura, su presencia acaba con un movimiento


de exaltados amigos de Santiago Mariño y Juan Bautista Arismendi
que habían logrado que Francisco Antonio Zea renunciara a la
Vicepresidencia.

El pueblo lo recibe el 11 de diciembre y el 14 el Congreso


se reúne solemnemente, ante el cual el Libertador rinde el
informe de su gestión libertadora en forma por demás elocuente,
y recibe la más unánime aprobación a todos sus proyectos,

106
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

expresando además su permanente deseo e ilusión de que


Venezuela y la Nueva Granada integren para siempre una sola
nación bajo un mismo gobierno. El 17 de diciembre de 1819 se
aprueba la Ley Fundamental de la República de Colombia por
absoluta unanimidad de votos, convocándose para el 1º. de enero
de 1821, en la Villa del Rosario de Cúcuta, un Congreso General
de la nueva República para expedir la Constitución de Colombia,
y se decretara el Escudo de Armas y el Pabellón de la República.
Esta sesión por todo lo allí sucedido ha sido catalogada de
histórica y memorable. Al finalizar dicha sesión, con todos los
miembros del Congreso de pie, su Presidente, Francisco Antonio
Zea, proclama y declara emocionado: La República de Colombia
queda constituida. ¡Viva la República de Colombia!

Este gran triunfo de Bolívar era un paso más en la


realización de su sueño dorado, como era la unión de Venezuela
y la Nueva Granada en una sola República, y justamente con el
nombre glorioso de República de Colombia. El Congreso
nombra Presidente de la República, por primera vez, a Bolívar y
a Zea Vicepresidente. Vicepresidente de Venezuela a Juan
Germán Roscio y Vicepresidente de Cundinamarca a Santander.
Así mismo, el 6 de enero de 1820, el Congreso expide un
Decreto, mediante el cual le confirma el título de Libertador
“como una propiedad de gloria”.

Después de creada la República de Colombia y clausuradas


las sesiones del Congreso, Bolívar sale de Angostura el 24 de
diciembre de 1819 con destino Bogotá para proclamar en la
sede del gobierno central la creación de la República, a donde

107
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

llega el 4 de marzo de 1820, cuando la celebración ya se había


realizado el 13 de febrero, con gran solemnidad. Desde allí, lanza
una sobria y elocuente proclama el día 8 de dicho mes
reconociendo la carta fundamental de Colombia, e iniciando
luego una intensa actividad por todo el país. Viaja de nuevo a
Venezuela, visita todo el nororiente y parte de la costa corte,
avivando así con su presencia el sentimiento patrio y tomando
las medidas conducentes para preservar el orden y la
tranquilidad en todo el territorio nacional, pues bien conocía el
Libertador que los realistas aún luchaban en Venezuela, como
que Morillo se encontraba allí, a pesar de la resistencia de Páez
y otros patriotas. Igual situación se vivía por los lados de Cúcuta
con Miguel de La Torre y otro tanto pasaba en el sur y en Quito
con Aymerich. Pero la autoridad de Bolívar y la estrategia
desplegada por todos sus hombres, mantuvieron la unidad y el
orden apagando todos los brotes de reconquista española.

En medio de todo este constante movimiento de Bolívar


y las tropas libertadoras, recibe la noticia de que España, con
Fernando VII a la cabeza, prepara una gran expedición de más
de 20.000 soldados de infantería y 3000 de caballería. En Cádiz,
se embarcan el 1º. de enero de 1820, con el fin de respaldar a
Morillo y retomar el poder de la reciente República de Colombia,
es decir, Venezuela, Cundinamarca y Quito. Esta noticia,
preocupante desde todo punto de vista, deja en breve tiempo
de causar alarma, pues simultáneamente revienta en España la
insurrección de Rafael del Riego y Núñez, quien secundado
por el coronel Antonio Quiroga y por Antonio Muñoz, toman
preso al oficial Félix María Callejas general en jefe del gobierno

108
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

español, proclaman la constitución de 1812 y se hacen dueños


de la situación, ocasionando, por supuesto, el fracaso rotundo
de la poderosa expedición hacia Colombia. Morillo en Colombia
y Aymerich en Ecuador, quedan sin piso y respaldo, recibiendo
el primero órdenes del nuevo gobierno de la península de buscar
un acercamiento con Bolívar y presentarle una propuesta de
armisticio, firmándose éste en Trujillo el 26 de noviembre de
1820, mediante el cual se suspendían todas las hostilidades por
seis meses y se establecían reglas de humanización de la guerra.
Y el 27 del mismo mes de noviembre, por solicitud del mismo
Morillo, se entrevistan en Santa Ana los dos generales, en donde
le es ofrecido al Libertador un sobrio banquete, intercambian
ideas y se despiden para siempre en la mañana del día 28,
acordando construir un monumento como recuerdo de la
histórica y cordial entrevista. Y, a mediados del mes siguiente,
diciembre de 1820, regresa Morillo a España quedando al mando
de las fuerzas realistas el general Miguel de La Torre.

El 5 de enero de 1821 Bolívar regresa a Bogotá, y


justamente en Maracaibo proclama su independencia, casi
simultáneamente, lo cual hace que tenga que retornar a
Venezuela, pues el general Urdaneta viaja hasta allí para apoyar
y garantizar su independencia, lo cual, rompe por supuesto el
armisticio en aras de garantizar la paz y el dominio por la fuerza,
acordándose la reanudación de hostilidades a partir del 28 de
abril después de la protesta del general de La Torre.

Se reanuda entonces la guerra y Bolívar mueve sus fuerzas


inteligentemente y a escasa distancia de Valencia, en la llanura
llamada de Carabobo, el general de La Torre aguarda a las tropas
patriotas el 24 de junio de 1821, las que al cabo de una hora

109
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

dan buena cuenta del ejército realista, asegurando con ello la


libertad para siempre de Venezuela.

El Congreso constituyente de la Gran Colombia se hallaba


reunido en la Villa del Rosario de Cúcuta, desde el 6 de mayo,
como lo había dispuesto el Congreso de Angostura. Sus actos
más relevantes, fueron indudablemente la sanción de la Ley
Fundamental de Angostura y la Constitución de la República de
Colombia.

El Congreso había elegido como su presidente al doctor


Félix de Restrepo y vicepresidente al venezolano Fernando
Peñalver. Confirmó a don Antonio Nariño Vicepresidente de la
República, quien había sido nombrado interinamente por Bolívar,
pero este renunció, pues su propuesta de un gobierno
federalista había sido derrotada por la propuesta de un sistema
unitario y centralista. Fueron bastantes y muy importantes las
leyes aprobadas por este Congreso. Se crearon el escudo y la
bandera nacionales.

El 7 de septiembre de 1821 se elige presidente de la


República de la Gran Colombia al Libertador Bolívar y
vicepresidente al general Santander; el 2 de octubre toma
posesión de la Presidencia, pronuncia un corto y vibrante
discurso; el 9 el Congreso expide la Ley que le concede al
Libertador Presidente permiso para dirigir la guerra en todo el
territorio nacional, y el 14 de diciembre sale hacia Popayán con
destino El Ecuador, para emprender la Campaña en el Sur,
quedando el poder en manos del Vicepresidente Santander. En

110
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

la parte primera de este libro referimos todos los porme-nores


de esta jornada que le mantendría mucho tiempo ausente de la
Sede del Gobierno Central.

Vale anotar que, en la medida del tiempo en la que crecía


el prestigio del libertador, en la misma proporción aumentaban
las envidias, los celos y aún los odios. Y entonces, llegan los
momentos de las traiciones, y las conspiraciones, parece que
orquestadas en la sombra por el general Santander, siempre
valido de disculpas y razones para oponerse a los programas
del Libertador mediante argumentaciones expuestas por sí o
por sus áulicos u hombres de confianza, dentro de los cuales
siempre sobresalían Francisco Soto, Vicente Azuero y Diego
Fernando Gómez. En este sentido fue apreciable su actuación
durante el desarrollo del Congreso de Cúcuta. La primera
víctima fue el general Antonio Nariño, Vicepresidente de la
República en ese momento. Su proyecto de constitución política
fue completamente derrotado por ser amigo y hombre de
confianza de Bolívar. Santander sale elegido Vicepresidente y
Nariño es acusado de toda clase delitos y de absurdos cargos e
inhabilidades. Hasta fue citado a retos a duelo por todos los
amigos de Santander, quienes no desfallecieron en las calumnias,
hasta postrarlo inmisericordemente y verlo ausente de la vida
pública. Don Guillermo Hernández de Alba, decano de la
Academia Colombiana de Historia y Cronista de la ciudad de
Bogotá, escribe:

Esta ignominia le brinda la oportunidad, en mayo de 1823,


de pronunciar ante la Cámara Alta para la cual fue elegido,
una de las más elocuentes y contundentes oraciones

111
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

escuchadas en el Congreso de Colombia, en la cual desde la


primera hasta la última frase constituyen tremendo estigma
para quienes pretendieron humillarlo y escarnecerlo.

Fallece el Precursor de la Independencia Nacional, nuestro


Antonio Nariño, el hijo más ilustre de la ciudad de Bogotá, el 13
de diciembre de 1823, en la apacible Villa de Leyva, en circunstancias
dignas de su grandeza.

De todo ello fue víctima don Antonio Nariño, por la única


y punible razón de ser gran amigo y uno de los hombres de
entera confianza del Libertador.

Hemos dicho que la primera etapa de la vida de Bolívar,


aquella que va desde 1812 hasta 1825, fue una etapa gloriosa,
plena de victorias, llena de alegría y de creación. No obstante,
vemos que a cada paso salta la envidia y aflora la ambición que
se traduce en la calumnia y viene entonces la traición, la venganza,
fruto de las más bajas pasiones humanas. Bien es sabido que
detrás de cada hombre grande hay un traidor, siempre al acecho.
En nuestro caso, el colombiano, mirando las cosas
desprevenidamente, si bien pensamos que Bolívar y Santander
se movían por un mismo ideal, el de la libertad, las grandes
diferencias políticas los situaron desde muy temprano en lados
opuestos. Bolívar preconizó la idea de institucionalizar una gran
nación organizada desde el centro, y por ella luchó evitando
que la anarquía acabara con lo obtenido. Santander, al contrario,
concebía una nación federalista. Desde ese momento, en el
Congreso de Cúcuta, en el mes de mayo de 1821, se empezaron

112
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

a ver las diferencias y conociéndose entonces, cómo era el


proceder de cada uno.

Bolívar fue descubriendo con el tiempo en quienes podía


confiar, quienes eran los traidores, y aunque siempre estuvo
atento al proceder de todos aquellos que le rodeaban, en no
pocos casos tuvo dolorosas y desagradables sorpresas.

El escritor venezolano castro chavista, Hugo Cabezas, dice


con sobrada razón que: La traición no es sólo un problema moral,
sino un problema ético. Quien traiciona pierde lo más hermoso y
grande que tiene todo ser humano: la Dignidad.

Y Bolívar fue víctima de toda clase de traiciones; no escapó


a la traición de muchos en quienes confió ciegamente. Fue objeto
de la traición política, fruto de la envidia y de la ambición. Y fue
objeto de la traición personal, hija de las malas entrañas y de la
más innoble deslealtad. Esto lo llevó, seguramente, a sufrir
inmensamente, con el más acendrado estoicismo, pero a todos
perdonó con infinito amor cristiano. Su vida, analizada despreve-
nidamente, es sin duda la vida de un hombre trascendental. En
su discurrir, le tocó hacerle frente a mil acontecimientos
imprevistos, en medio de vacilaciones y contratiempos que
siempre supo sortear con una clara inteligencia, midiendo, hasta
donde le era posible, sus consecuencias. Si bien es cierto,
decíamos antes, que los resultados de sus actuaciones casi nunca
lo cogieron de sorpresa, el proceder de ciertos personajes en
quienes confió y que siempre consideró sus amigos, como que
luchaban por una misma causa y enarbolaban las mismas

113
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

banderas, en ocasiones le tomaron de improviso, y por supuesto,


llenaron de amargura su corazón.

Fue así cómo, en la medida en que su espada iba


rompiendo las ataduras con España, estos supuestos amigos de
la causa libertadora iban mostrando sus garras e iban
apareciendo supuestos líderes ineptos y pequeños jefes a
quienes les movía únicamente la ambición de tomar cada uno
una porción de poder. Por eso Bolívar casi nunca se apeó de su
caballo, en un constante ir y venir obligado siempre a estar
sofocando levantamientos y revueltas, movimientos separatistas,
extinguiendo brotes de desintegración y anarquía, buscando
siempre conservar la unión sobre los postulados que preconizó
y defendió con decisión y entereza, de orden, justicia, libertad e
igualdad.

Si bien es cierto que Bolívar fue objeto de diversos


atentados desde los comienzos de su temprana actividad en
procura de la libertad de su patria, primero, y luego de la Nueva
Granada, tales los ocurridos en Carúpano, en Venezuela, en 1814;
en Jamaica en 1815; en 1816 en Casacoima, en 1818 en el
Rincón de los Toros, y otros más, fue a partir de 1826, cuando
su vida, indudablemente, se convirtió en un insoportable pur-
gatorio, por múltiples razones.

Veamos entonces, cómo fueron surgiendo desde


comienzos de su agitada vida de militar, divergencias internas
entre sus propios oficiales, aún los más cercanos en ese entonces,
como Santiago Mariño y Juan Bautista Arismendi, José Francisco
Bermúdez, su tío político José Félix Rivas, su pariente y gran

114
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

militar, Manuel Carlos Piar y otros no menos relevantes;


divergencias que se fueron convirtiendo en enemistades casi
irreconciliables en algunos casos, y en otros, en alianzas en contra
de la autoridad de Bolívar, cuya defección mereció el castigo
supremo, como lo fue para el general Piar.

Recordemos que Bolívar había sido nombrado, en


septiembre de 1821, Presidente de Colombia por el Congreso
de Cúcuta y una vez posesionado el 2 de octubre en la Villa del
Rosario, el mismo Congreso mediante Ley del 9 de octubre del
mismo año, lo autoriza viajar al Ecuador para liberarlo del poder
español que le oprimía con crueldad, hacia donde se dirige
tomando el camino de Popayán el 14 de diciembre. Santander,
en tanto, elegido Vicepresidente, queda al mando del Ejecutivo.
Pero como la situación en el sur de Colombia era aún muy
complicada por el acoso de la guerrilla, al llegar Bolívar a Cali,
dirige una hermosísima proclama a los caucanos y a los pastusos,
y por extensión a los ecuatorianos, prometiéndoles su próxima
libertad.

Vienen entonces las batallas de Bomboná el 7 de abril de


1822, y la batalla de Pichincha, con triunfo contundente sobre el
ejército del Rey; el 24 de mayo, al mando del general Antonio José
de Sucre, mediante la cual se sella la libertad del Ecuador.

Consideró el Libertador regresar a Bogotá una vez


sofocados los asedios de las guerrillas en el sur del país y después
de libertar al Ecuador, pero en su afán de consolidar los triunfos
alcanzados toma la decisión de continuar hasta Quito, en donde

115
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

es recibido en medio de desbordante júbilo el 16 de junio de


1822; ocasión en la que conoce a doña Manuela Sáenz. Resuelve
avanzar a Guayaquil buscando consolidar la integración de todo
el Ecuador a Colombia, y en su camino pasa por el Chimborazo,
sube caminando a su cima impresionante sin compañía alguna,
escribe su único poema Mi delirio sobre el Chimborazo. Continúa
su viaje y llega a Guayaquil el 11 de julio, en donde no es bien
recibido. Luego de conversar con los diferentes grupos, en medio
de toda clase de desacuerdos y aprovechando el apoyo del
Colegio Electoral de la ciudad, haciendo valer su condición de
Presidente, mediante Decreto del 13 de julio, anexa todo el
territorio ecuatoriano a la Gran Colombia.

El 25 de julio, a bordo de la goleta Macedonia, sorpresiva-


mente aparece en Guayaquil el general José de San Martín quien
es recibido con los debidos honores por el Libertador. El 26
tienen ambos varias conferencias en privado, y el 27 se despiden
los dos generales zarpando de nuevo el general argentino con
destino a la capital peruana.

La grave situación política que vive el Perú, nación que


desde 1811 trató de independizarse de la bota española, lo
intenta de nuevo en 1812, luego en 1814 y en 1815, sin que
ninguna insurrección emancipadora presentada durante esos
años, tuviera éxito. Hasta que en 1821 el general San Martín
llega al Perú y proclama su independencia en forma por demás
solemne. Pero al retirarse definitivamente después de la
entrevista con Bolívar en Guayaquil, el pueblo peruano y su
gobierno le pidieron al general Bolívar que fuera él

116
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

personalmente a dirigir la guerra, país en completo desorden,


con dos presidentes y dos congresos enfrentados; de una parte
José de la Riva Agüero y de la otra José Bernardo Torre Tagle,
con la perspectiva además de que el Virrey, apostado en la sierra,
preparaba sus fuerzas para reconquistar las posiciones perdidas.

El Libertador, quien había solicitado permiso al Congreso


de Colombia para salir del país hacia el Perú, una vez recibe la
debida autorización, sale de Guayaquil el 7 de agosto de 1823,
llega a El Callao el 1º. de septiembre, sigue a Lima en donde es
recibido con gran alboroto y el Congreso lo nombra dictador,
con todos los poderes, iniciando entonces la campaña libertadora
del Perú en medio de muchas dificultades, pues hacen falta armas,
no hay dinero y tampoco hay hombres para conformar un
ejército. Es aquí precisamente cuando empieza su calvario el
Libertador, pues solicita ayuda a Santander: 14.000 hombres y
dos millones de pesos, y como respuesta recibe 4.000 hombres
apenas, que recibe ante la apremiante situación.

Santander siempre estuvo en desacuerdo con la actuación


de Bolívar en el Perú y esperó la oportunidad para golpearle
demostrando su oposición con pretextos de legalidad,
impidiendo de todas las formas que éste obtuviera los resultados
pretendidos, que no eran otros, al fin de cuentas, que la defensa
misma del territorio colombiano. Qué muestra más fehaciente
de infamia, de mezquindad y de cobardía.

Recordemos que en carta suya al Libertador de 1º. de


mayo de 1824 le dice:

117
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

Yo soy gobernante de Colombia y no del Perú: las leyes que


me han dado para regirme y gobernar la república, nada
tienen que ver con el Perú, y su naturaleza no ha cambiado
porque el Presidente de Colombia esté mandando un ejército
en ajeno territorio.

Es bueno también recordar que Bolívar actuaba en el


Perú en virtud de las facultades extraordinarias para gobernar
las provincias del sur y dirigir el ejército colombiano que le
fueron concedidas por la Ley de 9 de octubre de 1821.

Consecuente con lo expresado al Libertador en la carta


antes mencionada, el 17 de ese mismo mes, el Vicepresidente
Santander envió al Congreso una serie de documentos para su
estudio y tomar una decisión sobre su actuación como
Presidente de Colombia y a su vez como dictador en el Perú.
En consecuencia, el Congreso aprueba una Ley el 28 de julio
del 1824, mediante la cual deroga las facultades extraordinarias
conferidas.

Golpe artero del Congreso colombiano, fruto inequívoco


de la intriga y la insidia del Vicepresidente Santander con el
Libertador.

Dos meses después, el 6 de agosto, en las horas de la


tarde, en tan solo dos horas, en los llanos de Junín, Bolívar derrota
a los realistas al mando del Mariscal de Campo José de Canterac.
Pero al conocer la nueva Ley que le despoja de todas las
facultades, Bolívar delega en Sucre el mando del ejército y se
separa del Poder Público, continuando en su calidad de dictador
del Perú, al frente de la dirección del Estado.

118
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

Los días corren y mientras organiza el país, el general


Sucre, siguiendo la estrategia trazada por el Libertador, se
encuentra con las fuerzas del Rey el 9 de diciembre de 1824,
librando la gran Batalla de Ayacucho, en donde José María
Córdova es el gran héroe de la misma, siendo ascendido a
General de División en el propio campo de batalla.

Se cierra el año de 1824, que no obstante las dificultades,


traiciones y enfermedades padecidas, fue un año de grandes
logros y celebraciones.

En abril de 1825 inicia el viaje a las Provincias del Sur en


las que es recibido con demostraciones de emoción y
agradecimiento, correría ésta catalogada por Cornelio Hispano
como una verdadera marcha triunfal. Pasa por Arequipa y en
Pucará, Choquehuanca le recibe con la elocuente oración
universalmente conocida. A su arribo al Cuzco es diademado
con hojas de oro filigranadas de laurel simbólico, engastada de
perlas y diamantes, corona que Bolívar se quita y la pone en las
sienes de Sucre, el gran triunfador de la jornada de Ayacucho.
Allí mismo, recibe del poeta José Joaquín Olmedo su poema La
Victoria de Junín, Canto a Bolívar.

En mayo de 1825, desde Arequipa declara la independencia


del Alto Perú y en agosto de ese mismo año, el Congreso reunido
en Chuquisaca, ratifica el Decreto de Independencia de Arequipa,
dándosele a todo este territorio el nombre de República de
Bolívar y a su capital el nombre de Sucre.

Se inicia entonces para la nueva nación una verdadera


revolución social, una auténtica etapa de progreso en todos los
órdenes.

119
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

Sigue a La Paz, a donde llega el 18 de agosto y es recibido


en medio del tremendo alborozo y también es coronado con
una joya que Bolívar pone en las sienes del general Córdova
como premio y reconocimiento a su heroísmo.

Allí le proclaman Padre de la Patria y Protector de Bolivia. El


5 de octubre llega a El Potosí entre vítores y aclamaciones; el 26
sube al cerro en medio de todas las banderas americanas como
muestra presuntuosa de haber construido naciones libres y
pronuncia su ya conocido y bellísimo discurso.

De regreso a Lima, demora unos días en Sucre, antigua


Chuquisaca, y allí vierte y sintetiza su pensamiento político y
gubernativo en un documento que será la Constitución Boliviana.

Al hablar de la Constitución Boliviana, debemos recordar


que Bolívar fue un auténtico demócrata; un político, sin mucho
éxito en este plano; pero un asombroso clarividente de la época.
Bolívar. Indudablemente fue un genio como militar, pero
paralelamente en el desarrollo de su actividad como tal, es sujeto
de una exuberante personalidad. Bien dice el escritor e
historiador peruano, doctor Jorge Andújar Moreno:

En ésta, coexisten otras facetas tan ricas o más que las que
exhibe en el plano de las armas. Una de ellas es en el campo
de las letras como escritor, y otra como legislador, en especial
como constitucionalista. En el plano moral destaca también
como hombre inmaculadamente honrado y noble.

Decíamos antes que Bolívar fue un asombroso clarividente.


El Libertador fue consciente de las posibles consecuencias de

120
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

su gesta, y no tuvo inconveniente en exponer sus presen-


timientos y sus temores, en forma cruda. Su pensamiento político
es bien claro, el cual se fue asentando gradualmente. Primero
en la Carta de Jamaica, en 1815, es clara su visión y son claros
también sus ideales. En ella analiza la situación de cada país de
América de una manera escueta y simple. Así mismo, no duda
en manifestar su deseo de ver a la América como la más grande
nación del mundo, un pueblo sujeto a una misma raíz cultural y
destino elevándose por encima de los nacionalismos, nos dice así
mismo Jorge Andújar Moreno.

Luego surge el Bolívar constitucionalista. Qué grande


hombre nos tocó, en todos los sentidos, con un pensamiento
político más alto y definido y con unos ideales más ciertos y
asombrosos.

Llega 1819, y en el Congreso de Angostura busca el equi-


librio y el orden político. Su famoso Discurso, sin duda alguna,
es una de sus grandes piezas políticas. Fue todo un alarde de
erudición política e histórica. Es, a todas luces, la esencia del
pensamiento bolivariano.

En 1826, en Sucre (Chuquisaca), de regreso a Lima escribe


la Constitución Boliviana, en donde se desborda su madurez
política y se aprecia la experiencia y los conocimientos adquiridos
durante tantos años vividos. En ella concentra su pensamiento
político, consciente de que América necesitaba un estatuto que
estuviera de acuerdo con circunstancias especiales que vivía en
ese momento, ajeno a cualquier tipo de constituciones foráneas,

121
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

inapropiadas unas y retrógradas otras. Leyes propias, que


constituyeran un serio proyecto constitucional, en el que el
historiador Mario Sánchez-Barba, configuraba tres campos
políticos:

En el campo de las libertades, la abolición de las castas, la


esclavitud; respondiendo al deseo igualitario, el Poder
Electoral era una vía para conseguir el equilibrio social. Y el
campo más importante y decisivo, era la creación de un Poder
Presidencial.

Al respecto, Frank David Bedoya Muñoz dice:

En realidad el proyecto constitucional de Bolívar era bastante


lúcido, original y defensor de lo público, pero sus contempo-
ráneos sólo se fijaron en el aspecto más polémico. La
Constitución contemplaba para el Poder Ejecutivo una
Presidencia Vitalicia con derecho a elegir su sucesor. Hasta
ahí llegó el amor al Libertador. En adelante, todos le
reclamarían que eso era simplemente una monarquía.

Este fue el punto negro que marcó el fracaso del proyecto


constitucional, sobre el cual el propio Bolívar decía:

Yo no encuentro otro remedio que el de la Constitución


Boliviana: en ella se encuentra reunido por encanto la libertad
más completa del pueblo con la energía más fuerte en el
poder ejecutivo. ... el código boliviano es el resumen de mis
ideas, y yo lo ofrezco a Colombia como a toda América.

Es muy importante tener presente, como bien lo anota


Indalecio Liévano Aguirre, que:

Para Bolívar, la solución del problema político de América


residía en construir, después del gran drama de la guerra de

122
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

independencia, las instituciones que pudieran representar


adecuadamente los dos grandes principios que el pueblo
español institucionalizó en la Monarquía y el Cabildo: el Bien
Público y la Libertad individual. La Constitución Boliviana, a
diferencia de las inspiradas totalmente en la Revolución
Francesa, es un intento original y profundo de incorporar, en
nuevas instituciones jurídicas, estos dos elementos básicos
de la vida social.

Ahora bien, esos dos grandes principios, en la estructura


de su Constitución, serían el resultado del armonioso funcio-
namiento de las tres instituciones que integraban el sistema
vertebral de la misma, anotados antes por el escritor Sánchez-
Barba.

Desafortunadamente, unos no entendieron y otros no


quisieron entender, por razones obvias. Estos la llamaron insólita,
atrevida, desconcertante. El historiador Armando Gómez
Latorre dice que:

... insólita porque se trataba de un estatuto fundamental


muy controvertido en sus planteamientos ideológicos abso-
lutistas y absorbentes; atrevida porque rompía el esquema
político constitucional imperante, tanto en su parte dogmática
como en su parte orgánica; y desconcertante porque
consagraba un régimen autocrático y personalista.

Finalmente, por unas razones o por otras, este proyecto


fracasó y el Libertador, sin duda con mucho pesar, terminó
admitiendo que lo más prudente y conveniente era guardarlo.

Emil Ludwig, en su libro Caballero de la Gloria y de la Libertad


dice que:

123
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

... cuando se multiplicaron los motines, cuando el Perú,


deseoso de descartar cualquiera posibilidad de presidentes
vitalicios pidió la abolición de la Constitución Boliviana, Bolívar
lanzó algunos meses después este patético grito: “Nada me
importa la Constitución Boliviana. Si no la quieren, que la
quemen”.

Triste final de este proyecto, confeccionado indiscuti-


blemente con la mejor buena fe; estatuto que rigió fugazmente
en Bolivia y Perú. Igualmente fue objeto de rechazo enérgico
en la Gran Colombia, explicable, porque todos acá esperaban
la muerte de Bolívar para llegar al Poder, y el escollo con la
Constitución Boliviana en vigencia no era otro que el sucesor
del Libertador sería el propio Sucre. No es difícil deducir que
el primer aspirante era el propio Santander.Y ello fue así. Gilette
Saurat, la famosa historiadora francesa en su maravilloso libro
Simón Bolívar, El Libertador, aparecido a finales del pasado siglo,
destaca la figura inmensa del “grande hombre”, con acierto
incontrastable que:
Con la muerte de Bolívar acabó el tiempo de los héroes, y
comenzó el tiempo de los asesinos. Santander regresó del
destierro para presidir al fin solo los destinos de una república
que repudiaría hasta el nombre de Colombia para tomar el
de Nueva Granada. José Hilario López se instalará, también,
con la frente en alto en el solio del primer magistrado del
país, y lo mismo José María Obando. Desde entonces la vida
política tendrá el semblante de esos hombres, estrechez,
demagogia, crueldad. Bajo etiquetas diferentes, sus
herederos ocuparán por turnos el proscenio. Se darán golpes
de pecho en nombre de la patria –de ellos ésta no recibirá
grandeza alguna– y del pueblo que sólo conocerá la
ignorancia, la miseria y la servidumbre. Así se preparará el
soporte de una estirpe de tiranos que abandonarán el
continente a la explotación económica del extranjero.

124
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

Bien lo sustenta Bedoya Muñoz así: ... esta ha sido nuestra


historia desde 1830 hasta hoy. Efectivamente, vivimos todavía el
tiempo de los asesinos; recuerdan el asesinato de Rafael Uribe Uribe,
el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán?.Y yo agrego, no olvidemos los
crímenes de Luis Carlos Galán Sarmiento y de Álvaro Gómez
Hurtado. Y se pregunta Bedoya Muñoz, con asombro, ¿saben
cuántos asesinatos políticos se han dado en Colombia desde la
muerte de Bolívar hasta hoy?

Y todo, todo este desastre hasta nuestros días, porque a


pesar de la perenne presencia de Bolívar en los campos de la
eternidad, se hizo caso omiso de su ideal político, porque le
dimos la espalda a su inalterable principio de unidad. Olvidamos
sus ruegos, ese clamor que aún retumba con estridencia en los
oídos de todas las generaciones de su América amada hasta el
final de los siglos: Os ruego que permanezcáis unidos, para que no
seáis los asesinos de la patria y vuestros propios verdugos.

Hemos sido malos alumnos, porque nunca aprendimos


las lecciones de nuestro padre Bolívar. Sus enseñanzas siguen
latentes. El acaecer diario nos enrostra el olvido a que sometimos
su maravilloso legado político que no dudamos en sintetizar:
República, unidad y libertad.

***

Después de su gloriosa gira por los territorios del sur,


decide emprender el camino de regreso dejando al Mariscal
Sucre en la Presidencia de Bolivia y entra a Lima el 10 de febrero

125
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

de 1826 a lomo de su famoso Palomo Blanco luciendo el


espléndido uniforme tejido y bordado en oro por las damas de
la ciudad capital de los Incas.

El recibimiento por parte de la comunidad limeña fue


fastuoso al son de música marcial y en medio de luces y del
ensordecedor ruido de la pólvora, recorriendo majestuo-
samente las calles tapizadas de flores. Todo ello fue una locura
colectiva como el más sincero reconocimiento y homenaje que
se le ofrecía al Padre de la Patria.

Momento sublime éste en la vida del Libertador. Disfrutaba


indudablemente de las mieles del triunfo y del poder luego de
Junín y Ayacucho. Se encontraba, pues, en la cima de su grandeza
y de su gloria, hasta el punto que el propio Bartolomé Mitre, el
distante y gran escritor argentino, llegó a decir que ... era el
árbitro de los destinos del Continente Americano.

Y, desde la Quinta de La Magdalena, antigua casa que fue


residencia del Protector San Martín, gobierna sin ninguna
restricción, con todos los poderes. Aplica desde allí todas sus
experiencias en beneficio de la educación, imponiendo el orden,
la organización del trabajo, la paz, el respeto a la ley y a la
autoridad.

En la carpeta de tareas a realizar, casi de forma inmediata


y simultánea, el Libertador tenía muchas cosas que debieron
quitarle muchas horas de sueño.

126
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

Recordemos que en Lima el 7 de diciembre de 1824


Bolívar convoca un Congreso para hacer realidad su sueño de
unir los pueblos independizados de la corona española, consti-
tuyendo una federación de Estados americanos capaces de
defender y garantizar la independencia conquistada. El Congreso
debía reunirse en la ciudad de Panamá el día 22 de junio de
1826, es decir, estaba próximo a reunirse, y ya Bolívar, a co-
mienzos de ese año, había dicho que este Congreso estaba
destinado a formar la Liga más vasta y más fuerte sobre la tierra. La
Santa Alianza será inferior en poder a esta Confederación.

Pero, todo fue un tremendo fracaso. El error fue el haber


confiado sus sueños a Santander, quien actuó abierta y también
soterradamente contra el triunfo del mismo. Pues éste, sin
consultarlo, y en su condición de Vicepresidente, invitó al
Congreso a los Estados Unidos contrariando el pensamiento y
la voluntad de Bolívar, quien los consideraba como un enemigo
potencial, pues los veía como socios de la Santa Alianza.

No obstante ello, Bolívar confía nuevamente en Santander,


y le comenta ingenuamente, en carta del 7 de mayo de 1826, la
posibilidad de conformar una Confederación con Perú y Bolivia,
de fácil consecución. Viene en consecuencia la jugada sucia de
este para impedirla, quien se enfrenta con visos de legalidad a
Páez, lo cual precipita el regreso del Libertador en busca de
preservar la unidad y la concordia de la Gran Colombia.

Sin embargo, Bolívar sigue soñando en sus planes de


integración continental. Pero hay que defender a toda costa la

127
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

realidad del momento, como es la existencia de la Gran


Colombia. Luego se pensará en el desarrollo de la Confederación
de los Andes. El momento exige defender lo conseguido, lo ya
constituido. Las noticias de los varios sucesos de agosto en
Venezuela y Colombia exigen el regreso del Libertador como
que él es el Presidente titular y el único componedor de la
situación, del conflicto surgido entre Caracas y Bogotá.

El 1º. de septiembre de 1826 se celebraba el tercer


aniversario de la llegada de Bolívar, y en medio de los homenajes
y de la celebración, anuncia su retiro y regreso a Colombia. Fue
así, como el 4 de septiembre, tres días después, inicia el viaje
Lima, Callao, Guayaquil, Quito, Popayán, Bogotá, llegando a
Caracas el 2 de enero de 1827, conocido viaje y comentado
atrás como La Gran Jornada.

Su llegada a Bogotá tuvo un desapasible recibimiento. Era


el presagio de los duros días por venir, de acuerdos y
componendas para tratar de conservar una unión precaria-
mente unida. El descontento era general, tanto en Bogotá como
en la propia Venezuela, descontento que se apreció desde un
principio, cuando se aprobó la Constitución de Cúcuta el 30 de
agosto de 1821, cuyo Congreso ratificó la Ley Fundamental de
Colombia de 1819 (Angostura). Desde ese mismo momento
arranca la inconformidad, más en Venezuela que en la Nueva
Granada, descontento apoyado en varias y poderosas razones
que no esperaban sino una coyuntura, por insignificante que
fuera, para entrar en acción y mostrar que la unión no era
sólida, y que el vínculo era más frágil que nunca, mantenido más
por necesidad y por el ajetreo político de la guerra del sur.

128
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

La situación del momento a la llegada de Bolívar a Bogotá,


5 años 11 meses después de haber salido para dirigir la campaña
del sur, era bien alarmante. Inquietante lo era igualmente para
Santander, pues después de tanto tiempo ausente, todos pedían
de forma unánime que el Libertador regresara a tomar de una
vez por todas las riendas del poder. El mismo Vicepresidente, a
pesar de los incidentes ocurridos en Venezuela protagonizados
por Páez y manejados con prudencia y apego a las leyes por él,
le daba mucha importancia y, por qué no decirlo también, por
cierto intrínseco temor por el retorno del Presidente. Ello se
deduce de la lectura de la carta que le escribiera a Bolívar el 8
de octubre de 1827 cuando éste se encontraba aún en su viaje
de regreso.

Además, ante la inminencia de su llegada, en esa misma


carta le presiona chantajeándolo, ofreciéndole apoyo al Código
Boliviano, siempre y cuando el Presidente sostenga la Cons-
titución en el Congreso a la luz del Artículo 119 de la misma.
Bien se interpreta en la lectura de dicha carta, que en caso
contrario, en el de acelerar la convocatoria de la Gran Convención
para reformar las instituciones, le anuncio a Usted, desde ahora,
que no hay unión colombiana, y que se trabajará por restablecer la
República de Nueva Granada de 1815. En esto piensan hombres de
influencia, y yo soy de la opinión de que “más vale solos que mal
acompañados”.

Es cierto que de acuerdo con la Constitución vigente,


ésta sólo podía reformarse hasta 1831, pero la insolencia del
Vicepresidente ya venía haciéndose insoportable desde días atrás,

129
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

cuando en carta anterior, de fecha 19 de julio, le proponía un


convenio, sobre el cual comenta Indalecio Liévano Aguirre de la
siguiente manera:

... decidió proponerle a Bolívar un arreglo por el cual él se


comprometía a defender las grandes líneas de la Constitución
Boliviana, siempre que el Libertador, al regresar a Colombia,
no se encargara del mando y partiera a resolver el problema
de Venezuela en forma compatible con el prestigio del
gobierno legalmente constituido.

Es que textualmente le decía a Bolívar en su carta:

Respecto a la venida de Usted, permítame que le diga mi


opinión: Usted no debiera venir al Gobierno, porque este
Gobierno, rodeado de tantas leyes, amarradas las manos, y
envuelto en mil dificultades, expondría a Usted a muchos
disgustos y le granjearía enemigos. Uno vez que uno solo de
ellos tuviera la osadía para levantar la voz, toda su fuerza
moral recibirá un golpe terrible, y sin esa fuerza ¡adiós
Colombia, orden y gloria!

La posición de Bolívar fue puesta de manifiesto en su


carta de respuesta a Santander escrita desde Pasto el 15 de
octubre, en donde muestra su talante de gobernante, de no
someterse a convenios y su voluntad de imponer su poder y
autoridad. Esta razón bastó para que el Vicepresidente asumiera
así mismo su posición firme y dura, y se convirtiera, como lo
dice Liévano Aguirre:

... en un problema, para buscar que el Libertador le tuviera


forzosamente en cuenta. Su partido, compuesto de abogados
y estudiantes principalmente, y la mayoría de la prensa de
Bogotá abrieron fuego contra el Libertador, lo acusaron de

130
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

aspirarse a coronarse y no faltaron diarios en los cuales se


hiciera abiertamente la apología del tiranicidio.

Informado Bolívar sobre todos los acontecimientos en


Bogotá, inconforme con todo ello, le escribe a Santander desde
Popayán:

Mientras que el pueblo quiere asirse a mí, como por instinto,


ustedes procuran enajenarlo de mi persona con las
necedades de la Gaceta y de los oficios insultantes a los que
ponen su confianza en mí... Si usted y su administración se
atreven a continuar la marcha de la República bajo la
dirección de sus leyes, desde ahora renuncio al mando para
siempre en Colombia, a fin de que lo conserven los que saben
hacer este milagro. Consulte usted bien esta materia con
esos señores, para que el día de mi entrada a Bogotá
sepamos quién se encarga del destino de la República, si
usted o yo.

Sorprendido el Vicepresidente con esta respuesta del


Libertador, decide salir a recibirle antes de su entrada a Bogotá
para tratar de apaciguar los ánimos en un escenario diferente a
la Capital. El encuentro se sucede en Tocaima, en donde
Santander aplicó toda su sagacidad ante la posición erguida del
Libertador. Fruto de ello, sacrificando algunos puntos de vista
no relevantes y tratando los dos de evitar un rompimiento
abrupto, nada conveniente en esos momentos, se llegó a un
convenio conocido como el Acuerdo de Tocaima, en el que todos
salieron gananciosos, inclusive el mismo Páez, quien aunque no
estaba presente, obtenía la posibilidad de las reformas
constitucionales solicitadas, antes del término establecido en la
Carta vigente, es decir, antes de 1831, sometiéndose a las reglas

131
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

de juego establecidas para la reforma de las misma, y claro está,


resignando su actitud rebelde frente al Gobierno Central y al
Congreso.

Después de la reunión y elaborado el citado Acuerdo,


Santander regresa apresuradamente a Bogotá y el Libertador
hace su arribo a la Capital el 14 de noviembre de 1826 entrando
por Fontibón, en donde pudo apreciar un recibimiento bastante
indiferente, que mostraba el ambiente favorable alrededor del
Vicepresidente Santander. No era para menos. Durante el lapso
de esos cinco años de ausencia, indiscutiblemente demasiados,
el Vicepresidente los supo aprovechar muy bien para poner a
la mayor parte a su favor.

Bolívar ya en Bogotá, asume de nuevo la presidencia, pone


en orden los asuntos más urgentes y prepara el viaje hacia
Venezuela en donde con mucha inteligencia tendrá que manejar
la confusa situación que se vive allí, primero por las diferencias
entre el poder militar ejercido por el general Páez y el poder
civil, el cual había acusado a Páez ante el Congreso de Colombia
por haberse extralimitado en sus funciones al haber reclutado
a la fuerza jóvenes en Caracas para el servicio militar, quien le
suspendió en sus funciones y le ordenó presentarse en Bogotá
para rendir sus descargos, citación que desatiende declarándose
en franca rebeldía contra los Poderes centrales y convoca
además una Asamblea Constituyente en Venezuela. Delicada
situación que le tocaba sortear al Libertador, quien se dirige
hacia Venezuela saliendo de Bogotá el 25 de noviembre de 1826,
quedando en consecuencia el Vicepresidente de nuevo al frente
del gobierno.

132
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

La unidad de la Gran Colombia había entrado ya en una


etapa de franca desintegración, pues la desafiante actitud de
Páez de no obedecer órdenes de Bogotá, con el respaldo de
algunas ciudades de Venezuela, como Valencia, lo llevaron a
enfrentarse al propio Libertador, desconociendo su autoridad
lanzando una Proclama en la que solamente le reconocía el
carácter de simple ciudadano. La situación era muy complicada,
pues la unidad era bien precaria, primero que todo, porque allí
nunca hubo plena aceptación de que la capital y el centro de
todos los poderes fuera Bogotá, quedando Caracas ocupando
un posición secundaria y las autoridades venezolanas a una simple
condición subalterna, lo cual no guardaba relación con la realidad
histórica. Esto desató una inconformidad general que se fue
extendiendo lentamente, y con el apoyo de los grupos
oligárquicos se fue alimentando una idea separatista que por
alguna parte tenía que aflorar.

El desacato de Páez, el apoyo de Valencia, de los grupos


oligárquicos, la asesoría de don Miguel Peña, las viejas diferencias
entre Páez y Santander, la acerva actitud de los enemigos de la
Constitución, llevaron a Bolívar a la conclusión de realizar un
convenio amistoso, aplacar los ánimos de sus coterráneos y salvar
la unidad colombiana.

El Presidente había llegado desde Cúcuta tomando la vía


de Maracaibo el 31 de diciembre a Puerto Cabello y emite el
1º. de enero de 1827 el Decreto de Amnistía, preparando el
terreno para el diálogo con Páez. El 4 de enero se encuentra
con el “centauro llanero”, se abrazan y a las 5 de la tarde llegan

133
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

juntos a Valencia. Allí el Libertador entrega al general Páez dos


caballos que le había prometido. El 10 de enero de 1827, entran
ambos generales a Caracas, y la ciudad recibe al Libertador
como en los viejos tiempos, plena de alegría y grandes
demostraciones de entusiasmo. Era la última vez que Bolívar
visitaba a su ciudad natal, en donde permaneció durante seis
meses, salvando temporalmente la endeble unidad gran-
colombiana mediante una negociación diplomática, que tuvo una
oposición despiadada y consecuencias funestas en sus relaciones
con el poder civil, sobremanera en Bogotá, en donde Santander
y sus amigos calificaron dicha gestión como una traición y una
vuelta de espalda a la legalidad, a los convenios y a la Constitución.

Sometido Páez y con aparente calma en Venezuela, Bolívar


decide presentar desde Caracas renuncia de la Presidencia de
la República al Congreso de 1827 instalado en mayo del mismo
año, el cual conoció las renuncias de Bolívar y Santander, quien
igualmente la había presentado, no las aceptó y aprobó todos
los actos del Libertador en Venezuela, quien arriba a Bogotá el
10 de septiembre y toma posesión ante el Congreso reunido
en el Templo de Santo Domingo.

La situación y el ambiente en la Capital estaba bastante


enrarecido, pues la oposición se había declarado en todos los
campos levantándose en forma insolente y cruel, orientada, por
supuesto, por el Vicepresidente Santander y con el apoyo pleno
de sus áulicos quienes no desaprovechaban oportunidad para
la calumnia y denigrar implacablemente en los periódicos que
habían aparecido en la ciudad.

134
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

El Congreso convoca el 3 de agosto para marzo del año


siguiente de 1828 la Gran Convención, contraviniendo la misma
Constitución vigente, con el objetivo mayor de reformarla,
objetivo que se convertiría en la razón mayor de todas las
controversias y desencuentros, dictándose el 27 del mismo mes
el reglamento electoral.

Esta convocatoria tuvo como era de esperar la oposición


de Santander, quien no desperdiciaba ninguna oportunidad para
contrariar las ideas del Libertador y de sus adeptos, como había
ya sucedido con la convocatoria al Congreso Anfictiónico de
Panamá cuando el Vicepresidente invitó a los Estados Unidos
contraviniendo las invitaciones redactadas por el mismo Bolívar,
lo cual marcó la iniciación del distanciamiento definitivo entre
ambos personajes y el cruce de cartas con explicaciones de
una parte y reproches de la otra.

A toda esta inconformidad, Bolívar veía que la guerra que


se desataba contra su Constitución Boliviana por parte de todos
los amigos del Vicepresidente a través de los diferentes periódicos
que circulaban en la Capital, le harían muy amargos los días
venideros, al igual por el proyecto de confederación con Bolivia
y Perú. A todo esto, los militares adeptos a Santander, y con su
apoyo, publicaban reiteradamente su juramento a la Constitución
de Cúcuta, lo cual mantiene un ambiente peligroso y difícil de
moderar. Todo esto constituía, por supuesto, el comienzo del
final.

Al tiempo se suceden ciertos hechos en el Perú que


debieron maltratar y colmar de inmensa tristeza al Libertador,

135
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

como lo fue el derrocamiento del gobierno que había instalado


mediante el Consejo de Regencia presidido por el Mariscal
Andrés de Santa Cruz, como consecuencia de la rebelión del
coronel socorrano José Bustamante que sellaba definitivamente
la era de Bolívar en el Perú con la expulsión del general Lara y
de todas las fuerzas adictas al Libertador, situación ésta que fue
respaldada y aplaudida por el propio Vicepresidente con
campanas al vuelo y comprobadas manifestaciones de alegría. El
conocimiento de todos estos acontecimientos iba frustrando
poco a poco su sueño de unidad americana.Vale la pena repetir
la transcripción de unos párrafos de la carta, que sobre estos
hechos escribiera desde Chuquisaca el Gran Mariscal de
Ayacucho al general Santander el 10 de julio de 1827:

Los aplausos que los papeles ministeriales de Bogotá dan a


la conducta de Bustamante en Lima, muestras cuántos
progresos hace el espíritu de partido. Ya estos elogiadores
estarán humillados bajo el peso de la vergüenza, sabiendo
que aquel mal colombiano no ha tenido ningún noble actuar
en sus procederes... La nota del Secretario de Guerra a
Bustamante aprobando la insurrección, es el fallo de la
muerte de Colombia. No más disciplina, no más tropas, no
más defensores de la patria. A la gloria del ejército libertador
va a suceder el brigandaje y la disolución. (O´Leary, Tomo I
de Documentos).

Este constante atravesarse de Santander a la voluntad de


Bolívar, lo mortificaba y lo indisponía.Y el momento y el objetivo
de la Gran Convención, le era propicio.Allí se medirían las fuerzas
santanderistas y bolivaristas: anarquía o dictadura. El camino a
seguir no era otro que la reforma de la Constitución de Cúcuta
de 1821.

136
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

La fecha acordada inicialmente era el 2 de marzo de 1828


pero la Convención se instala un mes después, el 9 de abril, con
una mayoría de santanderistas comprobada, lo cual presagiaba
la agitación y el resultado de la contienda.

Manuel V. Magallanes, en su Historia Política de Venezuela,


dice:

Los santaderistas vienen con la disposición de oponerse a


Bolívar, de desacreditarlo, de obligarlo a descender del
gobierno, y para ello toman como bandera el federalismo.
Los bolivarianos llegan desorganizados, confiados en el
prestigio del Libertador, defendiendo el centralismo porque
consideran que sin un gobierno vigoroso y fuerte la República
se perderá dentro de la anarquía.

Las estrategias están definidas: el Libertador es un atento


espectador a distancia prudente, ubicado en un lugar intermedio,
Bucaramanga, a expensas del correo y de los emisarios que
iban y venían con noticias y órdenes. Santander asiste a la
Convención en su calidad de diputado, y desde el seno de ella
maneja sus fuerzas.

El recinto de la Convención, Templo de San Francisco en


la ciudad de Ocaña, se convirtió en un campo de batalla verbal
donde las mayorías santanderistas vejaron e insultaron de todas
las formas a los bolivarianos, haciendo del Libertador el objeto
de toda calumnia, llegando casi hasta la agresión física, lo cual da
al traste con la Convención, y por supuesto, con este nuevo
intento por mantener la unidad colombiana. En consecuencia,
el 10 de junio de 1828, 21 diputados bolivarianos, en desacuerdo

137
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

con la idea federalista de la mayoría, abandonan el recinto,


imposibilitándose seguir deliberando por contar ya con menos
de 55 miembros, como lo ordenaba el artículo 84 del reglamento
de la Convención, y se disuelve la Asamblea sin llegar a ningún
acuerdo.

A todas estas, el Libertador, sumido en la más absoluta


tristeza, no dudó en preparar su retiro definitivo. Sale de
Bucaramanga el 9 de junio, un día antes de la disolución de la
Gran Convención y llega el 11 al Socorro, donde le alcanza la
noticia de su disolución.

Después de este triste final de la Convención de Ocaña,


los enemigos de Bolívar se aglutinan y ponen en ejecución todo
tipo de ataques utilizando los diferentes medios escritos que
circulan en la Capital. Incuestionablemente este era ya el fin del
gran sueño del Libertador, la Gran Colombia.

138
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

CAPITULO
APITULO
CUAR
CUARTO
ART

139
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

140
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

La Noche Septembrina

Cuenta en sus Memorias don Florentino González, que:


Algunos republicanos reflexionábamos sobre todas estas
circunstancias en el almacén del señor Wenceslao Zuláibar,
el día y al mismo tiempo que, con grande aparato militar, se
publicaba el decreto de arreglo provisorio.

No olvidemos que este documento no es otro que el


Decreto Orgánico de la Dictadura, al que tanto temían los
seguidores de Santander. Las razones las explica González así:

Recordamos también todos los sucesos escandalosos que


habían precedido a este acto que pretendía legalizar la
usurpación, e indignados al considerar los medios criminales
con que se había privado a Colombia del gobierno
constitucional y de la libertad; y espantados con el porvenir
que se nos esperaba bajo el mando de un Dictador sostenido
solamente por una soldadesca inmoral y mercenaria,
resolvimos acometer la empresa peligrosa de destruir la
Dictadura y restablecer el gobierno constitucional.

Continúa don Florentino González en sus Memorias con


las siguientes confesiones:

Formóse, en consecuencia, en aquel mismo día, una junta


revolucionaria secreta, y en la sesión que tuvo aquella misma

141
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

noche, se decidió que la dirección de la revolución se


encargase a una comisión de siete personas, que serían el
núcleo de las afiliaciones sucesivas que debían hacerse de
las personas que se comprometiesen a obrar, y el centro de
donde partirían todas las órdenes para las operaciones. Fui
nombrado miembro de esta comisión con los señores coronel
Ramón N. Guerra, Mariano Escovar, Juan Nepomuceno
Vargas, Wenceslao Zuláibar, Luis Vargas Tejada y doctor Juan
Francisco Arganil.

El general Francisco de Paula Santander era vicepresidente


constitucional de Colombia; y aunque Bolívar, por sí y ante sí,
lo había declarado cesante, todos reconocíamos en él el
depositario del poder legal, que se encargaría del gobierno
de Colombia, si era destruido el régimen dictatorío.

Como era de esperarse, el golpe se dio, y se dio a


destiempo, como que estaba programado para el día 28 de
octubre, día de San Simón, fecha en que se celebraba el
onomástico del Libertador. Era el 25 de septiembre, precisamente
dos días antes de cumplirse un mes de expedido el Decreto
Orgánico de la Dictadura, en reunión de oficiales y en medio
de licor, en las horas de la tarde, el capitán Benedicto Triana,
hace un comentario dejando entrever ciertos acontecimientos,
que pone en alerta a los presentes y se precipita la ejecución
del atentado para esa misma noche.

Aunque todo lo habían tenido bien planeado, los hechos


de esa tarde obligaron a los conspiradores a actuar con rapidez,
y presos de terror sacando valor del mismo terror, decidieron
dar el golpe esa noche. Fue así cómo dirigidos por Pedro Carujo,
oficial venezolano, a las doce de la noche, el comando de los
doce conjurados se dirigió al Palacio de San Carlos desde la

142
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

casa de Luis Vargas Tejada, donde habían tenido su última reunión,


quienes exaltados a los gritos de Viva la Constitución de Cúcuta,
Viva la libertad, Muera el Tirano, en compañía de veinticinco
soldados, ingresaron al Palacio y atropellando la guardia, con la
consigna de capturar al Libertador, vivo o muerto, fueron
abriéndose paso violentamente. Fue así cómo el francés Agustín
Horment de un sablazo dio muerte al centinela, hiriéndose
también al teniente Andrés Ibarra. El propio Pedro Carujo dio
muerte a su amigo el coronel Guillermo Fergusson, edecán del
Libertador. Mientras tanto, Bolívar, atendiendo las súplicas de
Manuela, salta por la ventana que da sobre la calle 10 y corre a
refugiarse bajo el puente del Carmen en el río San Agustín.
Doña Manuela Sáenz, abre la puerta de la alcoba y enfrenta al
grupo con coraje y les manifiesta que el general se encuentra
en la Sala del Consejo. Al verificar que en realidad no se
encontraba allí, y que se había fugado por la ventana, aún abierta,
desisten de su intento al comprobar que la conspiración había
fracasado, y que ya todo era inútil, decidiendo dividirse y coger
cada uno por su lado, buscando huir o esconderse de la mejor
forma posible, pues la suerte por venir era fácil de predecir.
Bien dijo Vargas Tejada al final: Pensemos en el cadalso y
familiaricémonos con él. Recordemos que el general José
Prudencio Padilla se encontraba preso por hechos de insubor-
dinación contra el general Mariano Montilla en Cartagena, siendo
este Intendente, justamente cuando se instalaba la Gran
Convención en Ocaña, habiendo sido traído hasta Bogotá. Allí
detenido, algunos de los conspiradores la misma noche del
atentado fueron hasta el cuartel para liberarlo, asesinando a su
carcelero el coronel José Bolívar, en la pretensión que el general

143
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

se uniera a la revuelta contando que con el éxito de los


sediciosos, liderara las tropas rebeldes y aunara al movimiento
estudiantes descontentos. Conocido el fracaso de los conjurados,
Padilla por sus propios medios y voluntad regresó a su celda.

Bolívar, quien se había encontrado con su criado en la


calle después de saltar por la ventana, de nombre Trinidad,
continuaba escondido bajo el puente en donde permaneció
por espacio de tres horas. Y, cuando amanecía, en medio de las
detonaciones de cañones y disparos entre el Batallón Vargas y
el de Artillería, se impuso el primero, el cual respaldaba al
gobierno, sale de su escondite después de que su criado
investigara que quienes pasaban cerca eran conocidos
gobiernistas y al oír los gritos de ¡Viva el Libertador!, se dirige a la
Plaza Mayor en donde se encuentra con Urdaneta y demás
militares leales, entre ellos el propio Santander, y monta allí en
el caballo del general Ramón Espina, se abraza de alegría con los
oficiales allí presentes en medio aclamaciones de júbilo de toda
la soldadesca y amigos llegando a palacio pasadas las cuatro de
la mañana en donde le espera plena de emoción Manuela y
toda la servidumbre. Al abrazarla, le dice: “Tú eres la Libertadora
del Libertador”.

Ya en la madrugada reunido con el Presidente del Consejo


de Ministros, don José María del Castillo y Rada, el Libertador
tomó algunas determinaciones, no tan definitivas, pues hasta
ese momento estaba muy inclinado a la clemencia. En el fondo
de su corazón la intención era indultarlos a todos. No entendía
el por qué sus enemigos políticos, para lograr sus propósitos,
tenían que tomar el camino del crimen. Su deseo, como reacción

144
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

inmediata, según se lo manifestó al doctor Castillo y Rada, era el


de renunciar al poder y viajar al exterior. Pero, claro, conocido
el pensamiento del Libertador por el Consejo de Ministros,
estos no estuvieron de acuerdo, y se dio vía libre a la aplicación
de las medidas pertinentes.

El pensamiento general, estudiados los recientes ante-


cedentes de la Gran Convención, la permanente exposición de
las ideas en los periódicos de la oposición contrarias a todas
luces con las del partido de gobierno, la actitud frente al Estatuto
Orgánico y la eliminación de la Vicepresidencia, que había creado
un clima de incertidumbre y antipatía muy incómodo, era de
que detrás de todo esto existía una figura visible, que no era
otra que la del general Santander, posición que él nunca
desmintió u ocultó, y de la que siempre hizo gala en todas partes.
Lo que siempre negó, fue su conocimiento y participación en
los hechos de la noche del 25 de septiembre, no obstante su
estrecha amistad con la mayor parte de los conjurados y con el
propio coronel Ramón N. Guerra, jefe del estado mayor del
departamento de Cundinamarca, que como lo dice el general
Posada Gutiérrez, era el hombre de toda su confianza, y quien
estaba por demás enterado y comprometido en la ejecución
que debía darse esa noche según lo había resuelto a última
hora la junta revolucionaria, como que el mismo coronel Guerra
fue quien dio a conocer los comentarios del capitán Triana que
sobre el complot debía realizarse en breve días, y quien debía
firmar ese mismo día en la noche las órdenes militares redactadas
por el coronel Carujo, y que inexplicablemente nunca apareció
para firmarlas.

145
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

Mientras el Libertador era objeto del respaldo unánime


de todos los rincones de la República, se hicieron acopio del
resultado de las investigaciones adelantadas sobre los
acontecimientos y todos los implicados, para obtener el control
necesario en todo el territorio nacional y neutralizar nuevos
brotes de violencia, refrenar los ánimos contrarios al gobierno
y buscar la estabilidad del gobierno y la confianza en el mismo,
el Libertador Presidente, el 29 de septiembre expide un Decreto
por medio del cual nombra al general Rafael Urdaneta, quien
venía actuando como ministro secretario de Estado en el
despacho de guerra, como comandante general del departa-
mento de Cundinamarca con retención del ministerio de guerra.
En la misma fecha, un nuevo Decreto sustituye interinamente
al general Urdaneta del ministerio de Guerra, nombrando en
dicho cargo al general José María Córdova, para que el general
Urdaneta pueda dedicarse exclusivamente a los graves asuntos
de su cargo como comandante general del departamento de
Cundinamarca. Y fue así cómo, impuesto el general Urdaneta
de su encargo por el nuevo Decreto, y el general Córdova en el
ministerio de Guerra, enterados de las intenciones de Bolívar
de indultar a los conjurados, fueron en bloque ante él en
compañía de otros connotados oficiales para convencerle de
que lo correcto era aplicar la ley, por dura que esta fuera, pues
la situación así lo exigía. Ello fortalecería el gobierno y le daría
respetabilidad y confianza para actuar en otros frentes, pues en
el sur, el Perú invadía territorio colombiano buscando anexar
provincias ecuatorianas; España era una amenaza latente en las
Antillas y Venezuela, con Páez al mando no constituía seguridad
alguna para conservar la unidad y el apoyo al gobierno de Bogotá.

146
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

En consecuencia, se aplicó la ley. Fruto de ello, fueron todos


juzgados militarmente, y catorce de los conjurados fueron
condenados a muerte, otros fueron condenados a presidio,
destierro, confinamiento y a prestar servicios en el ejército. En
cuanto al general Santander, cuya sentencia de muerte fue
pronunciada el 7 de noviembre de 1828, y considerada por el
Consejo de Ministros como justa, el mismo Consejo proponía la
conmutación de la pena de muerte por privación de empleo y
expulsión del territorio de la República, propuesta impulsada por
el doctor José María del Castillo y Rada, el doctor José Manuel
Restrepo y el general José María Córdova, y que finalmente fue
acogida por el Libertador Presidente, mostrando con ello una
vez más su grandeza de alma ante aquel quien no era otro que
la cabeza de la oposición y de la conjuración de septiembre. Y,
de haber sido exitoso el complot, él hubiera sido, naturalmente,
quien ocupara el palacio de gobierno, aunque Santander, en su
testamento, escrito por el mismo, dijera:

Aquí declaro, con igual solemnidad, que no dirigí, ni estimulé,


ni favorecí la conjuración del 25 de septiembre de 1828
contra Bolívar; he sufrido inocentemente por este suceso, y,
lejos de protegerlo, hice cuanto pude por disuadir el proyecto
de revolución a la única persona que me indicó estarse
tramando el proyecto. Nunca odié personalmente a Bolívar.

Condenado a salir desterrado de la nación, con otros


presos que debían cumplir pena semejante, fue detenido y
confinado en el Castillo de Bocachica por algún tiempo, y luego
trasladado a una fragata de guerra para conducirlo más tarde a
Puerto Cabello, desde donde seguiría poco después con destino
a Europa.

147
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

De este nefasto episodio, bien lo dice Cornelio Hispano


en el Libro de Oro de Bolívar, el Libertador jamás se restableció de
la honda y dolorosa impresión que le causaron los puñales de
septiembre. Desde aquel día llevó en su corazón la saeta envenenada
que debía conducirlo al sepulcro.

Conviene recordar que en la larga e interminable noche del


crimen, la noche de los asesinos, de los traidores, de los
septembrinos, estos fueron conducidos por un joven de
escasos 26 años, de buena presencia, quien tenía un alma
negra y un corazón lleno de odio, Pedro Carujo, español nacido
en Barcelona, aunque varios historiadores aseguran que era
venezolano, sobrino de Anzoátegui, y por un francés, Agustín
Horment, quien al decir del historiador venezolano, Paul Verna,
soñaba en ser la reencarnación de Robespierre, de Marat y
Dantón.

Carujo, ya se había distinguido en la filas del general Bermúdez


cuando este atacó a Caracas en 1821, y con Manrique se
detaca una vez más por su valentía en la toma de Maracaibo
en 1823, comenta el mismo escritor venezolano Verna. Era
pues un oficial conocido, con alguna trayectoria, de quien
dice Indalecio Liévano Aguirre que “sólo su notoria falta de
escrúpulos y su hinchada vanidad lo indujeron a creer que
Bolívar era responsable de que no se le hubiera otorgado
todavía el despacho de general de Colombia”. Se deduce
entonces, que guardaba un infundado rencor contra Bolívar,
que posiblemente lo impulsó a actuar de tal manera.
Larrazabal lo califica como “hombre de malas entrañas”, y
Gil Fortoul dice de él que era “loco de atar”.

Recordemos, pues, que fue Carujo quien dirigió la operación


de asalto al Palacio de San Carlos, y fue él el primero en
llegar a la puerta del aposento privado del Libertador, para
ser él quien le diera muerte y así tener ese gran honor, y al no
lograrlo, asesinó de forma alevosa y cobarde a quien fuera

148
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

su gran amigo, edecán del Libertador, el coronel inglés


Fergusson, quien había intervenido a su favor días antes para
que fuera elevado al grado de teniente coronel. El hecho fue
muy simple, pero contundente; Fergusson, quien se
encontraba desarmado, al encontrarse con su amigo, en esos
confusos momentos, le gritó: “¿Qué hay Carujo?” La
respuesta, según la versión del general Joaquín Posada
Gutiérrez en sus Memorias Histórico Políticas, fue: “un tiro
de pistola, disparado por el mismo Carujo, que le atravezó el
corazón dejándole muerto instataneamente”. Qué negra
ingratitud hacia su amigo, la que se confirmaría más adelante
con su actitud frente al Libertador.

Es bien sabido que Bolívar, en la misma mañana del siguiente


día a la nefanda noche anterior del 25, tuvo la intención
decidida de perdonar a todos los conjurados, a todos los
culpables, según se lo manifestó a su Ministro José María
del Castillo Rada, Presidente del Consejo de Ministros. Pero
cuando se decantaron los ánimos y las emociones, y se
analizaron con serenidad los hechos, los militares adeptos al
Libertador, ante su ya proverbial generosidad y benevolencia,
se opusieron de manera contundente a esa primera idea del
Padre de la Patria, considerando que ello sería, sin lugar a
dudas, funesto para la propia existencia de la república, del
gobierno y del ejercito. Mal antecedente se crearía, en un
gobierno fuerte, tildado Bolívar de ser un tirano. Entonces,
catorce de los conjurados fueron juzgados y ejecutados, pero
en forma incomprensible, Carujo, quien era el mayor
responsable de todos, logró escapar de la muerte. Se
asegura, que luego del atentado, el sacerdote franciscano
Tomás Sánchez Mora le mantuvo oculto, y que desde su
amparo escribió varias cartas al Libertador suplicándole que
le perdonara la vida, comprometiéndose a contar
minuciosamente todos los antecedentes de la conspiración,
diciéndole que él sabía que era “clemente, generoso y
filósofo”, terminando cada una de cartas en los siguientes
términos: “Dios guarde la interesante vida de V. E., que tanto
importa conservar...”.

149
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

En definitiva le fue perdonada la vida, cumpliendo el gobierno


de esta manera su compromiso de enviárle a prisión en
Puerto Cabello, dejando a los bogotanos una nota de
despedida en los siguientes términos: “Es necesario deciros
aquí en obsequio de la imparcialidad del gobierno, que yo he
sido indultado de la pena capital... La nagnanimidad y
clemencia del Libertador ha confundido tanto mi espíritu y
mis ideas que ya no me es posible expresarme cual lo haría
en época muy diferente”.

Pero el desagradecimiento, y al decir del historiador


Larrazábal, su condición de ser un “hombre de malas entra-
ñas», se manifestó una vez más cuando desde su prisión,
dice Paul Verna, dirige un memorial al Congreso Constituyente
de Venezuela el 10 de Mayo de 1830, poniendo al desnudo
toda su alevosía, presentándose como un benemérito
ciudadano, víctima de la dictadura. Y al hombre que le salvó
la vida, a su benefactor, lo llama «el genio del mal, el más
funesto de los mortales, el malvado autor único de males
infinitos que cual criminal cobarde huyo por una ventana
excusada, el más inicuo de todos los tiranos”.

No se sabe si Bolívar tuvo conocimiento de estos y siguientes


detalles de las actuaciones de Carujo, pues enemigos del
Libertador abogaron por Carujo ante el gobierno de Venezuela
en nombre de “los derechos extinguidos y usurpados por el
dictador”. Sin embargo Páez, a través de su Ministro Miguel
Peña, le dio como respuesta, la expulsión de Venezuela. Claro
que en una serie de contradicciones, Carujo se vio favorecido,
pues el Congreso determinó, el 25 de Junio de 1830, según
lo cuenta Paul Verna, “que todos los conjurados comprome-
tidos en el atentado del 25 de septiembre de 1828 y presos
en Venezuela, fueran puestos en libertad”.

Sale entonces Carujo de prisión, y por supuesto continúa su


carrera de odio y de venganza, pasando a Rio Hacha para
luchar contra el gobierno de Urdaneta, en donde el Coronel

150
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

Blanco le rechaza rotundamente, teniendo que regresar a


territorio venezolano refugiándose en Maracaibo. Paul Verna
finaliza el recorrido por la vida de Carujo así: “Reaparece cinco
años más tarde cuando los Reformistas lo hacen general e
inician un golpe contra el Presidente Vargas. Increíble, pero
quien vengó la memoria del Libertador, insultada por Carujo,
no fue ninguno de los más entrañables amigos de Bolívar
quienes ahora hicieron una causa común con el desalmado
septembrista. Lo fue el propio Páez cuando atacó a los
Reformistas en Puerto Cabello. Carujo muy herido cayó
prisionero. Era dicimebre de 1835. Entonces Páez, con su
estilo peculiar de actuar, entregó al moribundo criminal a sus
soldados para que lo condujeran a Valencia: Díganle a la gente
de Valencia que allí les mando mi aguinaldito”.

Triste y merecido final el de este hombre quien indudable-


mente murió en su ley.

No sobra, entonces, recordar quiénes fueron algunos de esos


catorce personajes, parte de ellos representantes de lo más
granado de la sociedad de la Nueva Granada y de los militares
más sobresalientes del momento.

Encontramos, entonces, a don Mariano Ospina Rodríguez,


quien había nacido en Guasca (Cundinamarca) y estudiado
jurisprudencia en el Colegio de San Bartolomé. Después de
haber tomado parte en los hechos del 25 de Septiembre,
cuenta el doctor Laureano Gómez en su libro El Final de la
Grandeza
Grandeza, que “Florentino Gónzalez fue en su compañía
hasta la esquina de la Casa de Moneda. Allí se separaron.
González tenía lista una mula en la que salió de la ciudad
apresuradamente y no paró hasta dar en Charalá, donde fue
apresado el 7 de octubre siguiente.

Mariano Ospina se asiló en una casa de la calle 15, entonces


llamada calle de los Carneros, donde le acometió una grave
enfermedad. Repuesto de ella y sintiéndose poco seguro,

151
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

una negra esclava lo sacó envuelto en un colchón a otra


casa donde pudo verse con su amigo Anselmo Pineda –el
después famoso coronel coleccionista de publicaciones–
quien lo llevó como arriero suyo hasta Rionegro, en Antioquia,
donde se colocó como concertado, en la hacienda de Aldana.
Mas, como despertase sospechas por su cultura, a pesar de
todo su disimulo, pasó a Santa Rosa de Osos donde vivió en
casa de una hermana de su compañero de conspiración
Wenceslao Zuláibar, esposa de Estanislao Barrientos, donde
trabajó como jardinero. Descubierto nuevamente por la
familia, casóse con la señorita Marcelina Barrientos, su
primera esposa. Cuando se publicó el indulto por delitos
políticos, Ospina Rodríguez acogióse a él dejando el incógnito
y fijó en Antioquia su habitual residencia.

Allí, en Antioquia, de asiento y sin problema alguno, colaboró


con varios de sus gobernantes. Posteriormente Presidente
de la Confederación Granadina entre 1857 y 1861. Con don
José Eusebio Caro escribió el ideario del Partido Conservador,
partido político, afecto desde sus comienzos al pensamiento
político del Libertador. Murió Ospina Rodríguez en Medellín
el 11 de enero de 1885, ciudad en donde reposan sus
cenizas”.

Otro de los personajes y figura de la época fue el renombrado


Luis Vargas Tejada, nacido en Villa de Leyva. Poeta y escritor
de artículos políticos, orador elocuente, intelectual de primer
orden y uno de los principales opositores al régimen
bolivariano. Era conocido, pues participó como diputado en
la Convención de Ocaña. Había sido escogido por Santander
como Secretario de la legación colombiana ante el gobierno
de los Estados Unidos. El 27 de Septiembre, salió huyendo
de Bogotá por la vía de Fusagasugá, tomando luego el camino
al Meta, logrando esconderse durante 14 meses en la “Cueva
de la Resignación”, y el 8 de diciembre de 1829, acompañado
de un peón, buscando bajar por el Orinoco para pasar a
Venezuela, llega al caudaloso río Pajarito, en donde tratando

152
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

de cruzarlo, una ola grande lo arrebató de su caballo


llevándoselo la corriente. No olvidemos que fue en su casa
en donde se efectuó la última reunión en la nefanda noche
septembrina.

Juan Miguel Acevedo, hijo del Tribuno del Pueblo, era primo
de Vargas Tejada y cuñado de Diego Fernando Gómez, había
nacido en Bogotá. Era un joven de apenas 20 años. Acosado
ante el peligro de ser aprehendido, tomó la vía de Fusagasugá
y llegó el 26 en la noche a la hacienda “El Chocho” de
propiedad de su cuñado Diego Fernando Gómez, a donde
llegó igualmente, el sábado 27, Vargas Tejada su primo, en
horas del medio día. Como la situación era bastante
comprometedora para Gómez y su familia, los dos fugitivos
decidieron abandonar la hacienda “El Chocho”, dirigiéndose
al monte donde permanecieron diez o doce días, separándose
luego cerca a Sibaté. Ya conocemos el triste final de Vargas
Tejada. Juan Miguel fue condenado a la pena de muerte
confiscándosele sus bienes en favor del Estado, sentencia
firmada por el general Urdaneta el 10 de noviembre de 1828,
pero el Libertador Presidente, al día siguiente, 11 de
noviembre, le conmuta la pena de muerte y confiscción de
bienes por la de ser destinado al servicio militar por ocho
años, en clase de soldado raso sin opción de ningún ascenso.
Tres días después fue remitido a Cartagena y luego enviado
a Venezuela para que en los cuerpos de su ejército cumpliera
su condena.

Nueva campaña en el Sur

Destrozado y no repuesto físicamente del todo, emprende


camino hacia el sur para hacerse cargo de la campaña, pues ya
Colombia y Perú se baten en los campos de batalla. La
historiadora Pilar Moreno de Ángel, en su biografía del héroe de

153
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

Ayacucho, comenta que Bolívar viaja amargado y con el dolor de


sentirse traicionado por su amigo fiel e incondicional, el General
Córdova, como que:

... viejos resentimientos y envidias albergados por largo tiempo


en Manuela Sáenz y en el General Rafael Urdaneta, se
combinaron para sembrar ante el Libertador la duda sobre
la conducta y la actividad que hubiera tenido el héroe de
Ayacucho en relación con la conspiración de septiembre. “De
la calumnia algo queda”. Las consecuencias filosóficas de
este viejo aforismo comenzaron entonces a cernirse sobre
la vida y el futuro del general José María Córdova. Esa duda
empezó a abrir la brecha que debería separar al final a los
dos grandes hombres y que seguramente cambió la historia
de Colombia. Córdova se enteró de que su amigo el Libertador
ya no tenía plena confianza en él. La sombra de la duda
estaba en el horizonte de su amistad. Un drama íntimo con
una profunda crisis al fondo principió a gestarse en José María
Córdova.

Finalizando el mes de noviembre, el Libertador recibe


noticias del Coronel Tomás Cipriano Mosquera informándole
que los coroneles José María Obando y José Hilario López se
habían levantado en armas contra la autoridad del Libertador
Presidente pronunciándose contra la dictadura y proclamando
la vigencia de la Constitución de Cúcuta (1821) como la carta
fundamental que debería servir para regir el país. Como
consecuencia de ello, el general Córdova es destinado a
trasladarse de inmediato al sur para encargarse personalmente
de la dirección de la campaña del Cauca, pues la situación allí
era bien complicada en donde el Intendente era el propio
coronel Mosquera, quien sufre aparatosa derrota el 20 de
noviembre en La Ladera, lugar elevado cercano a Popayán,

154
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

ciudad que había sido tomada por Obando. Mosquera huye


abandonando su puesto, actitud que, al encontrase en La Plata
el 12 de diciembre con el héroe de Ayacucho, éste le enrostra
de inmediato la derrota, el huir cobardemente y la manera cómo
había conducido la operación frente el coronel Obando. Dice
la historiadora Pilar Moreno de Ángel:

El payanés se sintió herido en lo más profundo de su ser y la


enemistad rayana en el odio que allí surgió entre los dos
personajes habría de tener fatales consecuencias para la
república, para la familia y para la persona de Córdova. Este
encuentro de La Plata, de apariencia intrascendente, bien
puede considerarse como un momento crucial en el destino
de Córdova.

El Libertador llega a Popayán el 23 de enero de 1829


para continuar hacia el Ecuador, encontrando recuperada la
plaza y en vía de restablecimiento la situación y control de los
rebeldes en toda la provincia. El 29, el Libertador y el general
Córdova se encuentran y sostienen una larga conferencia,
durante la cual el héroe de Ayacucho le manifiesta cordialmente
a Bolívar no estar de acuerdo con su actitud dictatorial de
gobierno y le solicita, muy respetuosamente, que abandone este
sistema de gobierno y llega hasta insinuarle que se retire de la
vida pública. Que haga un pacto con los rebeldes con el fin de
franquear el paso a las tropas oficiales que deben seguir al sur a
combatir con los invasores peruanos. Pilar Moreno de Ángel,
sobre este hecho, comenta:

Es importante destacar que en este momento principiaron


a separarse Bolívar y Córdova. Éste que hasta entonces había
sentido por el Libertador una admiración casi reverente,

155
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

principió a evaluar las consecuencias políticas de la dictadura


y, siendo un demócrata integral, calculó que la disolución de
la Gran Colombia era inevitable a la muerte de Bolívar. Ya se
notaba que cada uno de los héroes y de los líderes de la
gesta emancipadora se matriculaban como granadinos, como
venezolanos o como ecuatorianos. Las razones que habían
logrado unir a los tres grupos socio-económicos casi que
habían desaparecido y la dictadura servía de tizón para
completar la ruptura.

Bolívar y Córdova firman un tratado con López y Obando,


pues éstos al conocer que el Mariscal Sucre el 27 de febrero en
el Portete de Tarqui había derrotado a los peruanos, ya no
tendrían el apoyo de estos. Queda entonces libre el camino
hacia el sur, llegando Bolívar el 8 de marzo a Pasto, siguiendo
dos días después hacia Quito, en donde el 16 de Abril, el General
Córdova, cumpliendo su llamado se entrevista con él, una de
sus últimas entrevistas, durante la cual el Libertador le obsequia
el caballo al Héroe de Ayacucho como una demostración clara
de su afecto y de inextinguible amistad por él. Recordemos con
Cornelio Hispano en su libro Historia Secreta de Bolívar, que
después de Ayacucho, La Paz agradecida, ofreció al Libertador
una corona de oro y piedras preciosas, la misma que Bolívar,
con sus propias manos colocó sobre la cabeza de Córdova.
Recordemos, igualmente, que a pesar de ya encontrarse
Córdova en rebelión contra Bolívar, éste desde Guayaquil le
escribe el 20 de julio de 1829: Sean cual fueren los sentimientos
que en Usted queden, nunca dejaré de amarlo como lo he hecho
hasta ahora con la más pura sinceridad.

Después de este encuentro de los dos Generales en Quito,


quizás el último, el General Córdova queda al mando de la

156
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

División en Pasto, Obando como comandante militar de la


Provincia y Mosquera como Jefe de Estado Mayor.

El odio de Mosquera hacia Córdova crecía día a día.


Mosquera, orgulloso por su origen y Córdova por el desprecio
y humillación con que le trataba, hicieron irredimibles entre
ellos las buenas relaciones tan necesarias para la salud de la
República. Fue ello tan definitivo y de unas consecuencias tales,
cuenta Pilar Moreno de Ángel que:

Años después Tomás Cipriano de Mosquera cegaría


alevemente, sentados como prisioneros en un banquillo en
Cartago, las vidas de Salvador Córdova (hermano del héroe
de Ayacucho) y Manuel Antonio Jaramillo (cuñado). El destino
había colocado a Mosquera como un elemento fatídico que
se interpuso y cambió la trayectoria vital de la familia Córdova
Muñoz.

El Libertador había ordenado vigilar permanentemente


al General Córdova, pues había indicios ciertos de sus
movimientos tendientes a favorecer una reacción que
degeneraría en una rebelión, pues las noticias que llegaban de
Popayán eran las de que estaba fraguándose una conspiración.

En este ir y venir de diferentes comunicaciones con


noticias ciertas y la mayor parte fruto del odio y de la envidia, el
Libertador, indiferente a todo ello, comenta también el biógrafo
del héroe de Ayacucho, Roberto Botero Saldarriaga:

... firma el 13 de Julio de 1829 un Decreto encargando al


general Córdova del Ministerio de Estado en el Departamento
de Marina en reemplazo del General de División Carlos

157
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

Soublette, quien cumplía misión importante en ese momento


en Venezuela.

Al presentarse en Popayán el Coronel Escolástico Andrade a


posesionarse de la Comandancia General del Cauca, el
General Córdova le hizo entrega de aquel puesto. Separado
del mando del ejército y sin cargo oficial alguno, considerose
desligado de todo compromiso con el gobierno dictatorial,
adquirió la conciencia de su completa independencia.

El 21 de agosto salió de la ciudad de Popayán y tomando


la vía del Valle del Cauca se dirigió a la Provincia de Antioquia
con el fin de visitar a su familia y pasar luego a Bogotá.

Pilar Moreno de Ángel escribe:

Recorrió el Valle del Cauca que le causó gran admiración y lo


llevó a decir: “¡Qué hermoso es el Valle que he andado! ¡Es lo
más bello que conozco de América!” Iba acompañado de su
edecán Francisco Giraldo, quien había sido ascendido a
Capitán efectivo por Bolívar, mediante decreto expedido en
Quito el 23 de marzo de 1929. Hicieron escala en Cali, Palmira,
Buga y llegaron finalmente a Cartago.

Estos largos días de camino sirvieron al joven General para


meditar sobre el sistema de Gobierno, que le gustaba cada
vez menos, y sobre la revolución como única salida ante su
conflicto. Salió de Cartago y tomó la vía de Anserma, Riosucio,
Marmato y llegó a Rionegro el 7 de Septiembre.

Córdova en Rionegro - Levantamiento

El héroe de Ayacucho llegó a Rionegro en las horas de la


tarde, cumpliendo sus 30 años de edad, justamente celebrándose

158
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

ese día la fiesta en honor de Nuestra Señora del Rosario de


Arma y del baile que se ofrecía esa misma noche con motivo
del matrimonio de los hijos de viejos amigos de la familia. En
ambas reuniones hubo los brindis de rigor tomando el General
parte en ellos, manifestando abiertamente su férrea posición
frente a la dictadura y sobre el sistema monárquico que ya se
abría paso en las altas esferas oficiales para instaurarse en
Colombia, con el convencimiento del apoyo del Libertador a
estas ideas.

Diferentes hechos se sucedieron en los días siguientes


como consecuencia de las espontáneas intervenciones del
General durante las fiestas en la noche de su llegada a Rionegro,
durante los cuales, como era natural, participaron su hermano
el Coronel Salvador Córdova, Comandante militar de la Provincia
y su cuñado, Manuel Antonio Jaramillo, Gobernador de Antioquia.

Parientes y amigos del General José María buscaron


hacerle entrar en razón, pero los acontecimientos de la noche
del 7 de septiembre en Rionegro pronto se conocieron en
Bogotá, y claro, se prendieron las alarmas en las altas esferas del
gobierno. Al siguiente día, Córdova se reunió con amigos y
prestantes hombres públicos de la región, comunicándoles su
inconformidad con al gobierno dictatorial del Presidente
Libertador Bolívar y la posible instauración de una monarquía,
lo cual a todas luces era inaceptable. Debería, entonces exigirse
la restauración de la Constitución de Cúcuta de una manera
vehemente, llegando inclusive hasta la fuerza para lograrlo. Los
asistentes a dicha reunión calmaron al General Córdova,

159
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

atendiendo a las contundentes razones y a sus juiciosas


observaciones, desistiendo éste de un levantamiento armado.

En Bogotá, las cosas se tornan muy difíciles para Córdova,


pues el General Rafael Urdaneta, quien dominaba la situación
dentro del Consejo de Ministros, tramaba con todos sus militares
y amigos de la causa dictatorial, atajar cualquier tipo de acción
de Córdova, consecuente con los Manifiestos y Proclamas que
de su autoría circulaban libremente ya por todo el territorio. El
11 de septiembre, en las horas de la madrugada, le informan al
General que un Capitán Herrera estaba a las puertas de la
ciudad con órdenes del Coronel Francisco Urdaneta, de
nacionalidad uruguayo, de apresarlo y llevarlo a Medellín. Este,
sin lugar a dudas, fue el detonante que lanzó al héroe de
Ayacucho fuera de su cama y prepararse con una juventud
entusiasta pero inexperta al toque marcial de generala, a esperar
en las calles del pueblo a quienes iban a apresarlo para llevarlo
ante el Coronel Urdaneta.

El día 12, el Coronel Francisco y el general Urdaneta y


Córdova, entran a Medellín. Urdaneta viaja a Bogotá con la ayuda
de Córdova. Se firmaba con esta actitud la declaratoria del
precipitado levantamiento del General, lanzándose en
consecuencia en una aventura bélica de funestas consecuencias,
fruto de una provocación infame y cobarde del Coronel
Urdaneta con el beneplácito del Consejo de Ministros manejado
a su antojo por el General Rafael Urdaneta, quien ya había dado
muestras de su encono contra Córdova, y aprovechando las
órdenes del Libertador antes de su viaje al sur a comienzos del

160
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

1829, ordenó al Comandante Jefe de Operaciones, General de


Brigada Daniel Florencio O´Leary ponerse al frente de la
Columna de Occidente. Dice Roberto Botero Saldarriaga, que
así mismo:

El General Urdaneta comunicó y ordenó a (General Mariano)


Montilla, Comandante en Cartagena, le hiciera mover una
fuerte columna de tropas al mando del Comandante Gregorio
María Urreta sobre el norte de la Provincia de Antioquia. De
Popayán hizo marchar al Coronel (Escolástico) Andrade
(Comandante General del Cauca) con varios batallones sobre
el sur de la misma Provincia. Así Córdova iba a ser atacado
simultáneamente por tres fuertes expediciones: oriente, sur
y norte del territorio que dominaba.

Lo relatado por el connotado biógrafo de Córdova da a


entender a las claras que el General Urdaneta estaba decidido
a acabar con el levantamiento del Héroe de Ayacucho, costare
lo que costare. Además, el Libertador estaba apenas regresando
del sur y la situación en Venezuela era por demás muy difícil.

Los negociadores, de lado y lado, vieron frustradas sus


gestiones. Sobre todo las de su amigo el Coronel José Manuel
Montoya quien se reunió con el General Córdova llevando
comunicación escrita del General Urdaneta y una suya personal,
sin resultado alguno, pues las exigencias de Córdova, nunca
fueron posibles de doblegar, las cuales se podrían resumir en
volver al régimen constitucional, aplicando leal y honradamente la
Constitución de Cúcuta. En consecuencia, el Coronel Montoya,
desde Rionegro y con fecha 15 de Octubre de 1829, dirige al
General Córdova la siguiente nota:

161
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

Al señor General José María Córdova – Señor General: No


estando en la esfera de las facultades que me ha conferido
el General Comandante en Jefe de las operaciones sobre
Antioquia entrar en una negociación cuyas bases sean el
establecimiento de la Constitución de Cúcuta, condición sin
la cual US., no se prestará a transacción alguna, según su
nota, US., debe mirar como terminada mi comisión y la suerte
de US., librada a los azares de la guerra. – Dios guarde a
US., José Manuel Montoya.

La decisión estaba tomada, y desde días antes. En su primer


encuentro, el Coronel Montoya, conociendo la situación de las
partes, le dijo a Córdova en forma cordial pero convincente:

– Dadas las fuerzas y recursos del Gobierno Nacional, es


imposible vencer, mi General. – Sí... pero no es imposible
morir. le respondió Córdova con su acostumbrada altivez.

Seguidamente, el General entrega la última comunicación


a su hermano Salvador, con las debidas instrucciones, la cual
termina así: “Vencer o morir”. Se confirma en ella “la firme resolución
de batirse hasta triunfar o morir”, escribe Roberto Botero
Saldarriaga.

Desde la madrugada del día 17, ya Córdova se encontraba


en pleno campo de batalla, cerca de la Capilla y del caserío de
Santuario. Las fuerzas del General O´Leary, llegadas a la altura,
muy superiores, estaban listas para el combate a eso de las
once del día, y cuenta el biógrafo Botero, que cuando el General
O´Leary, rodeado de tres de sus oficiales, se dejó ver sobre sus
líneas de combate, intimidándolo le dijo: – ¡Córdova, entrégate: no
sacrifiques a esos pobres reclutas! El General, con voz sonora y

162
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

fuerte y que sellaba su irrevocable resolución, le contestó: –


¡Córdova no se entrega a un vil extranjero, mercenario y asalariado:
primero sucumbe!

La batalla fue cruenta, en la cual, por supuesto, se hizo


patente el coraje de Córdova y sus inexpertos soldados y la
superioridad del ejercito al mando de O´Leary. El joven héroe
de Ayacucho recibió el impacto de dos proyectiles, uno en el
hombro izquierdo y otro en el muslo, lo cual le obligó a dirigirse
a una casa pequeña en el marco de la plaza de Santuario,
convertida desde entonces en hospital, a la cual llegó, también
herido, el teniente Francisco Giraldo. Llega hasta este lamentable
escenario el militar gobiernista Coronel Carlos Castelli y se
cerciora del estado en que se encuentran los allí heridos, y al
salir de ahí, le da cuenta de ello y del estado en que se encuentran
Córdova y los derrotados y bravos soldados granadinos al
General O´Leary, quien de inmediato le ordena fría y
despiadadamente: ¡Mátelo usted! El Coronel Castelli, aterrado,
se niega a cumplir la orden llegando en ese momento el segundo
comandante de caballería, el irlandés Ruperto Hand, quien con
el calor del combate y lleno de ira al ser derribado de su
cabalgadura, recibe la orden de O´Leary de acabar con la vida
del General Córdova. De inmediato entra éste a la casa hospital,
pregunta quién es Córdova y al ubicarlo, descarga fieramente
su sable una y otra vez sobre la postrada e inmóvil humanidad
del héroe de Ayacucho, quien desangrado muere sin haber
opuesto la más mínima resistencia, esperando a que llegara
O´Leary a quien había solicitado llamar.

163
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

Este es el lamentable y triste fin del Héroe de Ayacucho,


perpetrado por mentes y manos extranjeras, quienes en asocio
de otros ilustres miembros del gobierno y del Consejo de
Ministros, magnificaron su posición frente a la Dictadura del
Libertador y a la idea de entronizar el proyecto de monarquía
que venía abriéndose paso sin el convencimiento cierto por
parte de Bolívar, como que el 22 de noviembre de 1829, él
mismo dio pie atrás desistiendo públicamente de tal idea
postergando su presentación para la consideración del Congreso
Admirable, a reunirse en enero del siguiente año.

Si bien es cierto que todos quienes debían y tenían que


informar de este cruento suceso al Libertador lo hicieron en
medio de justificaciones de su brutal proceder y responsabilidad,
todos, sin excepción, tuvieron en sus vidas un desenlace fatal.
No obstante todas las razones que le dieron a Bolívar para
haber terminado con “justicia” con la vida del General Córdova,
el Libertador indudablemente sufrió en silencio un desgarrador
e inmenso dolor, que él, como ninguno otro hombre, supo
guardar y llevar hasta su tumba, sin demostrarlo.

Bolívar había conocido de todos estos dolorosos hechos


en su regreso a Bogotá durante ese difícil año de 1829, y como
bien lo anota el doctor José Herney Victoria Lozano, prestante
miembro del Centro de Historia de Tuluá en el Boletín No. 38
correspondiente al mes de diciembre de 2013, el Libertador
bastante mermado físicamente, torció su acostumbrada ruta
Popayán, Neiva, La Plata para regresar a Bogotá, y lo hizo por el
centro, pasando por Tuluá el 27 de diciembre(1), en donde

164
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

(1) El historiador Guillermo E. Martínez M., en su libro “Tuluá - Historia y


Geografía”, escrito con Joaquín Paredes Cruz, (1956), relata el paso del Libertador por
dicha ciudad de la siguiente manera:

EL LIBERTADOR EN TULUÁ

El 27 de diciembre de 1829 salió Bolívar de la ciudad de Buga con dirección a Cartago.


En las últimas horas de la mañana llegó a la Villa de Tuluá acompañado de muy
selecta comitiva y de algunos tulueños que habían salido a recibirlo a San Padro.

El acompañamiento de Bolívar estaba compuesto por su Secretario el Capitán Itúrbide


y su Edecán, por varios vecinos de las poblaciones de Cali, Palmira, Buga y por los
tulueños, Dr. José María Lozano y V., don Francisco Lozano, don Agustín González,
don Pedro José Lozano, don Joaquín de Llanos, Capitán de Infantería don Joaquín de
Victoria y otros distinguidos personajes de la época.

La Villa de San Bartolomé había sido engalanada con arcos y vistosos festones desde
las vísperas. Las “tribunas”, la Cárcel Pública, y la casa de los esposos Tejada estaban
adornadas con bellos cortinajes y la silueta de las más bellas mujeres se destacaba
por entre los tiestos de clavellinas y geranios que, pendientes de los aleros, daban
brillo y belleza a los viejos balcones coloniales.

El Padre de la Patria pasaría la noche en Tuluá y sería recibido en casa de los esposos
Agustín González y María Jesús Tejada.

Desde las primeras horas de la madrugada grupos de jinetes iban y venían en sus
briosos corceles luciendo amplios zamarros. La multitud, ansiosa de conocer al Padre
y Libertador, se apretujaba en la plaza. Todo era regocijo y animación en el pueblo. A
las once de la mañana llegó el Libertador. El entonces Alcalde de la Villa, Sr. Pedro
José Lozano, le hizo entrega de la ciudad con un corto discurso. Bolívar respondió
elocuentemente al tribuno tulueño en breves frases.

Terminados los discursos protocolarios, se reunió el Cabildo con asistencia del


Libertador y la comitiva se dirigió a casa de los esposos González-Tejada. Un gran
banquete se le tenía preparado al Padre de la Patria.

A la una de la tarde se presentaron los esclavos de doña Brígida López, de don Miguel
y don José Joaquín Llanos, de don Patricio Lozano, y entregaron a Libertador sus
cartas de libertad. Vestían blusa de muselina blanca, llamada en la época “blusa de
golas”, faldón de bayeta prensado en la cintura con numerosas alforzas. Cubríanse la
cabeza con una mantilla de paño negro, etc.

165
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

Ante el Libertador, tímidas y vergonzosas, también agradecidas y llenas de alegría,


desfilaron las esclavas María Ángela López, María Josefa Ruiz, hermana de María
Antonia la heroína de San Juanito, Asunción y Rosalía Llanos, Celedonia Tolón y otras.

Presentaron sus Cartas de Libertad, certificado que las acreditaba como “libres de
pila”. Estos esclavos se denominaban “colombianos”. María Ángela López, solía decir
con orgullo: “Yo fui colombiana de doña Brígida López”.

Terminada la romería de los esclavos que fueron presentados como libres y de los que
fueron libertados por el Padre, se dirigieron de casa de Agustín González a la de la
señora Clemencia Lozano, bailando manta, ruma y bunde, bailes zapateados y
cantando coplas de las cuales sólo ha quedado esta estrofa como recuerdo
imperecedero de esa época:

“Dale la mano a la conga,


Ay! qué conga, ay! qué conga!
Nació el divino Jesú,
Qué hacemo con eto ahoa;
Pue buquemo otra dama
Que pueda hacé de señoa”.

O también:

“Que se va la rumbadora
Rumbarme quiero,
que se va, que se va...”

Y cogidos de la mano iban los esclavos colombianos, Juancho, Bernardino, Ramona


y María Ángela López, bailando rumbas y bundes al son de flautas y triángulos y
levantando en alto su carta de libertad.

Terminada la ceremonia de los esclavos, Bolívar salió en compañía de las más selectas
damas al baile de gala que se le tenía ofrecido en el salón de la esquina de la casa de
las Tribunas en el piso alto. Allí exhibieron su belleza las nobles matronas doña
Clemencia Lozano, doña Ana Josefa Potes, doña María Jesús Tejada y otras de
esclarecido linaje.

Concluido el baile se quemaron algunos cohetes, se echaron al vuelo las campanas


de la iglesia, se dieron vivas al Padre Libertador y el entusiasmo se prolongó hasta
bien entrada la noche. Al amanecer del día 28, Bolívar salió con rumbo a Cartago.
Asidas a su cabalgadura, al trote largo de la bestia, iban dos agradecidas mujeres,
valerosas y patriotas, que se habían distinguido en San Juanito como ágiles lanceras:
Rita Cruz, conocida con el sobrenombre “la guila” y Mariquita Ramos, alias “la chana”.

166
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

pernoctó y en donde fue objeto de gran recibimiento y festejos


en la noche, continuando al siguiente día hacia Cartago, a donde
llegó también el Coronel Salvador Córdova, hermano del
asesinado General y su cuñado Manuel Antonio Jaramillo, quienes
se habían salvado milagrosamente en Santuario, y allí tuvieron
oportunidad de conversar largamente con el Libertador, quien,
dice el General Posada Gutiérrez:

...le abrió los brazos estrechándolo en ellos con afecto


paternal, deplorando el desgraciado fin de su glorioso
hermano, y concediéndole no sólo una amplia amnistía para
él, sino también para su cuñado Jaramillo y para los pocos
que no habían sido comprendidos por el General O´Leary.
Además, eximió a la Provincia de Antioquia de la contribución
de cincuenta mil pesos que se le había impuesto.

El Coronel hizo entrega al Libertador de una sentidísima


carta con todos los pormenores de la actuación suya en el
levantamiento de General, su hermano, sin que faltare detalle
alguno que despejaba sin lugar a dudas, la responsabilidad de
quiénes y de cómo le pusieron fin a la gloriosa vida del Héroe
de Ayacucho.

Doce años después, en la plaza principal de la misma ciudad


de Cartago, cuenta Pilar Moreno de Ángel, Tomás Cipriano de
Mosquera cegaría alevemente, sentados como prisioneros en un
banquillo, las vidas de Salvador Córdova y Manuel Antonio Jaramillo.

Es necesario conocer, que por diferentes razones, como


el levantamiento del General Córdova en Antioquia, la guerra
con el Perú, los rechazos constantes y violentos a la política de

167
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

Bolívar y la ausencia prolongada de éste, crearon un ambiente


propicio y abrieron el camino de la revolución que se inició en
Caracas, en la cual se presumía actuaba a la sombra el General
José Antonio Páez, quien albergaba toda clase de ambiciones,
como más adelante lo confirmaron los hechos mismos.

Separación de Venezuela

Así las cosas, en la patria de Bolívar empezaban a pasar


cosas muy graves, sobre las cuales Roberto Botero Saldarriaga,
biógrafo de Córdova, escribe:

El 17 de noviembre de ese mismo año de 1829, en la ciudad


de Valencia, una Junta de las más altas autoridades de
Venezuela acordaba el siguiente programa político, que sería
llevado a la práctica inmediatamente, y que prueba hasta la
evidencia que sólo en la Nueva Granada se procedía a la
eliminación sangrienta de los que buscaban la solución al
problema político implantando firmemente las instituciones
democráticas, por las cuales se había luchado durante
catorce años haciendo toda clase de inmensos sacrificios. El
General Páez, el General Soublette y el doctor Miguel Peña
presidieron aquella reunión y firmaron las siguientes bases:

Primera.- Separación absoluta de Venezuela, como entidad


política, de la Nueva Granada.

Segunda.- Desconocimiento de toda autoridad del General


Bolívar y su proscripción del territorio de la República de
Venezuela.

Tercera.- Proclamación de Páez como primer Presidente de


la República de Venezuela.

168
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

Esta revolución no fue debelada por medio de las armas,


ni sus jefes cayeron bajo el fijo del machete mercenario, y ella
concluyó con la existencia de la Gran Colombia, ¡sus promotores
eran venezolanos!

El Libertador avanza hacia Bogotá con el alma destrozada


por todos estos acontecimientos. Y llega el año de 1830, y con
él, llega también Bolívar a la Capital el 15 de enero. Quién sabe
que traía el General en su cabeza, qué torbellino de ideas y de
inquietudes, pues bien sabía de las enormes expectativas que
todos tenían, el angustioso ambiente que reinaba en la ciudad,
como que todos, absolutamente todos, conocían la crucial
situación del momento. Para unos, una tenue luz de esperanza
iluminaba el tortuoso camino a recorrer durante este 1830.
Para otros, el camino estaría lleno de catástrofes, problemas y
conflictos. Año bien difícil este, pues el Presidente llegaba a
instalar el Congreso Constituyente que él mismo había
convocado para reunirse en los primeros días de enero, y que
quiso llamarlo “Admirable” por la calidad y prestancia de los
representantes que a él debían concurrir. Bolívar, mejor que
nadie, sabía que al instalarse aflorarían todo tipo de dificultades
que habría que manejar con suma inteligencia, como que la
unidad entre cundinamarqueses, venezolanos y quiteños era ya
nada sólida. El sueño del Libertador, ya no era más que un sueño.

Las fricciones eran permanentes y los rumores separa-


tistas crecían, y la única esperanza era la de que de dicho
congreso surgiera como solución a los conflictos una norma de
gobierno que lograra conservar la unidad y la grandeza de la
patria, y salvar entonces a la República de su total desintegración.

169
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

Bien difícil parecía conciliar aquellas insidias personales,


odios y rencores entre caudillos, entre militares y civiles, sin
duda fruto también de ambiciones y venganzas. Pero había que
intentarlo buscando una nueva legislación, a cuyo amparo
renaciera la buena voluntad entre los tres pueblos, la Gran
Colombia.

Asistirían a este Congreso Constituyente delegados de


los distintos territorios, debidamente acreditados, y en tal
circunstancia, así lo haría, en representación del Ecuador, el
Mariscal Francisco José de Sucre, quien venía de dar buena
cuenta de los peruanos en la batalla del Portete de Tarqui, razón
por demás tenida en cuenta para haber sido elegido Presidente
del Congreso.

Congreso Admirable

Instala el Libertador Presidente el Congreso bajo la


Presidencia del General Sucre el 20 de enero, en el que
pronuncia un emotivo discurso no ahorrándose elogios para
su coterráneo, el noble, leal y mejor amigo, el gran Mariscal.
Dice Armando Barona Mesa en su libro El Magnicidio de Sucre –
Juicio de Responsabilidad Penal, que:

... luego, con humildad republicana, salió hacia palacio y dejó


a los congresistas instalados y deliberando. Ante esa augusta
Corporación había cesado en las funciones de dictador que
antes, por sí y ante sí, se había arrogado en el entendido de
que, como Cincinato, podía sortear la dificultades de una

170
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

gran crisis política ejerciendo el poder omnímodamente para


luego retornar a la normalidad y a la sencillez del ciudadano
común y corriente.

Pero Bolívar ya no era el mismo. Joaquín Posada Gutiérrez,


en sus Memorias Histórico-Políticas, cuenta que el aspecto que
presentaba el día que hizo su última entrada a la Capital era el
siguiente:

Pálido, extenuado; sus ojos tan brillantes y expresivos en sus


bellos días, ya apagados; su voz honda, apenas perceptible,
los perfiles de su rostro, todo en fin, anunciaba en él,
excitando una vehemente simpatía, la próxima disolución del
cuerpo, y el cercano principio de la vida inmortal.

Durante la sesión del Congreso se distribuyó impresa


una proclama, en la que ratifica su determinación de retirarse
de la dirección del poder y de su carrera política y la sinceridad
y responsabilidad con la que ha actuado al frente de los destinos
de la Patria.

Aquí, algunos apartes:

¡Conciudadanos! Hoy he dejado de mandaros. Veinte años


ha que os he servido en calidad de soldado y magistrado. En
este largo período hemos reconquistado la patria, libertado
tres repúblicas, conjurado muchas guerras civiles, y cuatro
veces he devuelto al pueblo su omnipotencia, reuniendo
espontáneamente cuatro congresos constituyentes. A
vuestras virtudes, valor y patriotismo se deben estos servicios;
a mi gloria de haberos dirigido.

... Temiendo que se me considere como un obstáculo para


asentar la República sobre la verdadera base de su felicidad,

171
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

yo mismo me he precipitado de la alta magistratura a que


vuestra bondad me había elevado.

... ¡Compatriotas! Escuchad mi última voz: al terminar mi


carrera política, a nombre de Colombia os pido, os ruego que
permanezcáis unidos para que no seáis los asesinos de la
patria y vuestros propios verdugos.

Bogotá, enero 20 de 1830.


Bolívar

El texto completo de esta proclama muestra en toda su


dimensión al grande hombre que fue el Libertador, su
encumbrada inteligencia, su asombrosa visión del futuro de la
patria, su abnegación y su inmensa generosidad y despren-
dimiento al entregar el poder en beneficio y la salud de Colombia
al propio Congreso, al igual que el final de su carrera militar y
política. Es, sin la menor duda, el retrato fiel del Genio de
América.

Mientras el Congreso admitía su renuncia, el Libertador


encarga del Poder Ejecutivo al General Domingo Caicedo, quien
hasta ese momento se venía desempeñando como Presidente
del Consejo de Ministros. Preside la elección del Presidente del
Congreso, la que recayó en el Gran Mariscal de Ayacucho. Como
Vicepresidente fue elegido el doctor José María Esteves, a la
sazón obispo de Santa Marta, y como secretario fue designado
el señor Simón Burgos.

Seguidamente, después de pronunciar un breve discurso


en el cual expresaba la confianza que tenía de que el Congreso
que acababa de instalarse, sancionara una Constitución que

172
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

estuviera de acuerdo con las necesidades del país, manifestando


también su enorme satisfacción porque la Corporación había
nombrado para presidirla al “más digno General de Colombia”,
elogio éste, que aunque justo, bien merecido y salido de lo más
hondo de su corazón, provocó recelos entre los militares
presentes, en manera especial en el General Rafael Urdaneta,
se retira a la Quita de Fucha, de propiedad de la familia del
General Domingo Caicedo, para tomar el descanso que su alma
y su cuerpo necesitan. La Quinta de Fucha, –dice Cornelio
Hispano en El Libro de Oro de Bolívar– quedaba en sitio opuesto
al de la célebre “Quinta de Bolívar”, en los parajes más pintorescos
de la sabana inmediata a Bogotá, sobre las vegas de los agrestes
riachuelos de “Fucha y Tunjuelo”, entre frondosos nogales, alisos,
sauces y eucaliptos. Allí suscribió el héroe su testamento político,
como puede considerarse esa preciosa carta que allí meditó y escribió,
casi a las puertas de la tumba, el 6 de marzo de 1830, dirigida a
Fernández Madrid, ministro de Colombia en Londres, su gran amigo
y confidente.

Había pensado remitir a usted los documentos de mi vida


pública, pero he sabido por el coronel Wilson que el general,
su padre, tiene la obra en diez y seis volúmenes, y que puede
usted pedírselos prestados para poder responder a las
calumnias que están prodigando contra mí.

No vacile usted en negar positivamente todo hecho contrario


a lo que usted conoce de mi carácter.

Primero. Nunca he intentado establecer la monarquía en


Colombia, ni aun la Constitución boliviana; tampoco fui yo
quien lo hizo en el Perú; el pueblo y los ministros los hicieron
expontáneamente. Sobre esto lea usted el manifiesto de

173
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

Pando, de aquel tiempo, y este es un... que no ocultaría nada


por favorecerme.

Segundo. Todo lo que sea pérfido, doble o falso, que se me


atribuya, es completamente calumnioso. Lo que he hecho y
dicho ha sido con solemnidad y sin disimulo alguno.

Tercero. Niegue usted redondamente todo acto cruel contra


ercero.
los patriotas, y si lo fui alguna vez contra los españoles, fue
por represalia.

Cuarto. Niegue usted todo acto interesado de mi parte, y


puede afirmar sin rebozo que he sido magnánimo con la mayor
parte de mis enemigos.

Quinto. Asegure usted que no he dado un paso en la guerra,


de prudencia o de razón, que se pueda atribuir a cobardía. El
cálculo ha dirigido mis operaciones en esta parte y aún más
la audacia. El hecho de Ocumare es la cosa más extraor-
dinaria del mundo: fui engañado a la vez por un edecán del
general Mariño, que era un pérfido, y por los marinos
extranjeros, que cometieron el acto más infame del mundo,
dejándome entre mis enemigos en una playa desierta. Iba a
darme un pistoletazo, cuando uno de ellos, Mr. Bidau, volvió
del mar en un bote y me tomó para salvarme...

No volveré a tomar el mando, porque ya me es insoportable.


No se dirá que he abandonado la patria, siendo ella la que
me ha renegado del modo más escandaloso y criminal que
se ha visto. Yo no soy tan virtuoso como Foción, pero mis
servicios me igualan con él, y, sin embargo de que no me
creo tan desgraciado con aquél, algo se parece la ingratitud
de nuestros conciudadanos.

El célebre escritor e historiador, Cornelio Hispano,


comenta este histórico documento así:

174
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

¡Admirable carta! Toda su vida pública está sintetizada en


estas pocas líneas: su amor por la libertad; su franqueza y la
lealtad a su conciencia y a su inteligencia en todo tiempo y
en toda circunstancia; su magnanimidad; su desinterés
reconocido por sus más encarnizados enemigos, realistas y
patriotas; su valor a toda prueba; su aversión al mando, y el
celo por su reputación y por su gloria. El hecho es que mi
situación se está haciendo cada día más crítica, sin tener
esperanza siquiera de poder vivir fuera de mi país de otro
modo que de mendigo.

Esa queja conmovedora es el más bello elogio de un


hombre que habiendo fundado cinco naciones, abandonado el
patrimonio de sus padres, veía en perspectiva la miseria como
premio a su vejez. No vacile usted en negar todo hecho contrario a
lo que usted conoce de mi carácter. ¡Cuánto vale esta frase para el
historiador imparcial! ¿Cuántos héroes de la humanidad
hubieran podido pronunciarla, con tal energía, en las puertas
del sepulcro, como un reto a sus enemigos? La envidia y el odio
se enseñaron en su vida, porque, según él mismo lo dijo:

Nadie es grande impunemente; nadie se escapa, al


levantarse, de las mordidas de la envidia. Consolémonos,
pues, con estas frases de crueles desengaños para el mérito.

El doctor José Fernández Madrid, cartagenero, murió en


Inglaterra el 28 de junio de 1830 estando en el servicio
diplomático a donde había sido enviado en 1827 como
Ministro Extraordinario y Plenipotenciario.

Entre el 20 de enero y el 1º. de mayo, Bolívar y sus


permanentes y fieles acompañantes tuvieron un ingente
peregrinar entre la Quinta de Fucha y Bogotá. El 20 de enero

175
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

se instaló el Congreso y el 1º. de mayo cesan sus funciones


como Presidente, como que en sobrio mensaje al congreso,
días antes, el 27 de abril, había solicitado en forma emocionada
y respetuosa que lo dejaran partir, pues su determinación de
ausentarse ya estaba tomada, por conveniencia y salud para
Colombia. Bien sabido estaba que ello facilitaría una mejor
comprensión entre Caracas y Bogotá.

Durante este lapso de tiempo sucedieron muchas cosas,


pues en el desarrollo del trabajo del congreso, conociéndose
que en Venezuela desde noviembre de 1829, cuando las primeras
asambleas populares de Valencia y Caracas a gritos expresaban
la voluntad de legalizar la separación definitiva de Venezuela de
la Gran Colombia y el 13 de enero José Antonio Páez había
decretado la separación, el Libertador solicitó al Congreso
autorización para entrevistarse con Páez en Mérida y buscar
alguna solución a la crisis. El Congreso no autorizó dicha solicitud,
como que el mismo Bolívar, en la convocatoria al Congreso el
24 de diciembre de 1828 estableció que: ... las funciones y poderes
de los diputados que lo compongan serán únicamente acordar una
Constitución permanente de Colombia, que sea conforme a las luces
del siglo, lo mismo que a los hábitos y necesidades de sus habitantes
y elegir los altos funcionarios que sean absolutamente precisos para
su establecimiento, y esta no era en consecuencia, la misión para
la que fue convocado el Congreso. Pero dada la importancia de
esta gestión, el Congreso determinó integrar una comisión,
conformada por el General Antonio José de Sucre, Presidente
de la Institución, el Dr. José María Esteves,Vicepresidente, Obispo
de Santa Marta, y el Sr. Juan García del Río, para que viajara a

176
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

Venezuela y con la misión enviada desde Caracas tratara el


problema de la separación y presentara las bases que el
Congreso adoptará para la nueva Constitución. La misión una
vez ingresó a territorio venezolano fue detenida en La Grita
por orden terminante del gobierno de Venezuela, teniendo que
regresar a la Villa del Rosario de Cúcuta, en donde se realizaron
las reuniones. En ellas se presentó y manifestó el deseo del
Congreso de mantener la integración y elaborar la nueva
Constitución que establecería como régimen el republicano con
gobierno alternativo y estructura centralista.

Bolívar, decíamos antes, pidió encarecidamente al


Congreso y a todos y cada uno de sus integrantes que su nombre
no fuera tenido en cuenta para la reelección, y presentó su
carta de despedida en un sobrio y corto mensaje el 27 de abril,
expresando su decisión de:

... separarme para siempre del país que me dio la vida, para
que mi permanencia en Colombia no sea un impedimento a
la felicidad de mis conciudadanos.

Venezuela ha pretextado, para efectuar su separación, miras


de ambición de mi parte; luego alegará que mi reelección es
un obstáculo a la reconciliación, y al fin la República tendría
que sufrir un desmembramiento o una guerra civil.

Y termina diciendo:

Os ruego, conciudadanos, que acojáis este mensaje como


una prueba de mi más ardiente patriotismo y del amor que
siempre he profesado a los colombianos.

177
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

Una vez estudiado y discutido el mensaje del Libertador,


se confeccionó, discutió y aprobó unánimemente la respuesta,
apreciable en todo sentido y adecuada a las circunstancias, con
fecha 30 de abril de 1830, la cual finaliza con estas sentidas
palabras de agradecimiento:

Sea cual fuere, señor, la suerte que la Providencia prepare a


la nación y a vos mismo, el Congreso espera que todo
colombiano, sensible al honor y amante de la gloria de su
patria, os mirará con el respeto y consideración debidos a
los servicios que habéis hecho a la causa de América, y cuidará
de que, conservándose siempre el brillo de vuestro nombre,
pase a la posteridad, cual conviene al fundador de la
independencia de Colombia.

Seguidamente, hubo las reuniones del caso buscando un


acuerdo sobre los candidatos a elegir como presidente y
vicepresidente de la República. Joaquín Posada Gutiérrez dice:

El Libertador fue el primero que indicó para la presidencia al


señor Joaquín Mosquera, quien había sido siempre su amigo
personal, y aceptándolo el partido liberal por su conducta
moderada en la Convención de Ocaña, era de esperar que
fuera el mediador entre los partidos.

El 4 de mayo, en un tercer escrutinio resultó electo


Presidente don Joaquín Mosquera y Acto seguido fue elegido
Vicepresidente, en primer escrutinio, el general Domingo
Caicedo.

Mientras tanto, en Venezuela, el 6 de mayo, se instalaba en


Valencia el Congreso Constituyente de Venezuela, iniciándose
entonces la época más oscura y amarga del proceso republicano,

178
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

caracterizada por la implacable persecución contra Bolívar, al


amparo de José Antonio Páez, quien declaró la autonomía de
Venezuela. Y como era de esperarse, el 22 de septiembre, ese
mismo Congreso sancionó la Constitución Venezolana de 1830,
consumándose la separación de la Gran Colombia.

Y como estaba previsto, en el sur, el 13 de mayo, en Quito,


se declaró también la separación de la Gran Colombia,
conformándose de esta forma la República del Ecuador.

En Venezuela, un tiempo después de la instalación del


Congreso, en Valencia, el tema en discusión consistía en el
tratamiento de las futuras relaciones con Colombia. Estas estaban
siempre condicionadas, y sobre el particular, se presentaron
diversas proposiciones, entre el 22 y el 28 de mayo.

Adelante comentamos cómo le fue comunicada al


Libertador esta noticia, dentro de la mayor infamia por sus
enemigos, que desgarró su corazón en mil pedazos. Y como si
esto fuera poco, el 21 del mismo mes de mayo, el mismo
Congreso aprobó que no siendo de justicia que permanecieran
encarcelados aquellos ciudadanos que pretendieron liberar a
la República de la opresión a que estaba sometida, es decir, que
todas las personas, todos los asesinos comprometidos en el
atentado del 25 de septiembre de 1828, debían ser puestos
inmediatamente en libertad.

179
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

180
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

CAPITULO
APITULO
QUINTO

181
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

182
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

Comentarios sobre la Gesta


Libertadora y sus consecuencias

Bolívar siempre fue consciente de que el proceso


revolucionario en la forma, como él lo inició, dirigió y sostuvo
hasta el final de su azarosa vida, si bien estaba conduciendo a la
independencia de España, como era su objetivo, también llevaba
a un abismo de atraso, a un estancamiento total, cuando menos,
a una previsible inestabilidad y despotismo. Esto martirizaba al
Libertador constantemente, y su lucha fue desmedida para
neutralizar los efectos de esa revolución que él alentó con
denuedo y entusiasmo, propios de su ya conocida personalidad.

El rumbo del proceso, entendía bien el Libertador, que


llevaba indefectiblemente al desorden, a la anarquía como fruto
de las condiciones morales del pueblo, de su precaria educación
hasta ese momento, de sus vicios y de sus relajadas costumbres;
sólo podría controlarse, en la mayoría de los casos, siendo un
tirano, un déspota. Por ello es apreciable la constante en su
pensamiento político de centralizar el mando frente a los desafíos
de la anarquía y la disolución social, en el convencimiento sincero,

183
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

eso sí, de asegurar la centralización del poder político sobre la


base de una república legitimada. Eso le llevó a decir: . . . solamente
un hábil despotismo puede regir a América. Era que él estaba
consciente de las consecuencias de su gesta histórica. Por ello, al
final de la carta enviada desde Guanare, con fecha el 24 de
mayo de 1821, al doctor Pedro Gual, le dice: Persuádase Ud.,
Gual, que estamos sobre un abismo, más bien sobre un volcán
pronto a hacer su explosión.Yo temo más la paz que la guerra... Él
siempre veía en sus hazañas guerreras consecuencias funestas,
preocupantes amenazas de anarquía en unos casos, y en otros,
que los grupos sociales altos, no estaban lo suficientemente
preparados para gobernar después de los logros militares, y
ello constituía, indudablemente un peligro mayor en una sociedad
profundamente desigual por múltiples razones. Era entonces
indispensable prever, casi simultáneamente, la creación de un orden
político estable y libre en términos de la posterior existencia interna
de los pueblos independizados, dice el historiador Aníbal Romero.

El movimiento de emancipación de España no tuvo otro


objetivo que el rompimiento total con todas las ataduras o nexos
que estos pueblos tenían con su pasado. La necesidad de
liberarse de todo tipo de sujeción, de maltrato y opresión, los
llevó a una contienda sin par, para lograr la independencia, sin
estar preparados para el cambio y construir en consecuencia
los medios para conservar lo alcanzado, en medio del orden y
las instituciones que se establecieran para encausar el progreso
dentro del respeto de los derechos y deberes ciudadanos. Pero
no, el odio y la animadversión a todo lo que tuviera que ver con
el inmediato pasado colonial y la fija idea de la conquista del

184
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

poder político y la reivindicación social, no trajo otra cosa que


anarquía, despotismo, brotes de rebelión internos, pasiones,
envidias y enfrentamiento entre líderes y por supuesto atraso
en el desarrollo social. Conseguida la independencia, Bolívar
quiso que todos conocieran el verdadero sentido de la libertad;
luchó y sufrió por ello sin resultado alguno. Por ello dijo: Mis
ideas están en oposición con las inclinaciones del pueblo. Siempre
buscó instaurar la libertad dentro del orden, pero como bien
dice el historiador Aníbal Romero:

Bolívar conquistó la independencia o liberación, mas no pudo


consolidar la libertad en cuanto ésta atañe, de un lado, a la
protección de una esfera de derechos inalienables para los
individuos, y de otro lado a la limitación y separación de los
poderes del gobierno.

Bolívar comprende como ningún otro este complejo


fenómeno socio-jurídico y político, y se dio a la tarea, bien difícil,
de establecer los nuevos ordenamientos jurídico-positivos para
los estados recién libertados. Pero los legisladores, improvisados
tal vez, creyeron viable, o les resultaba más cómodo el copiar
constituciones y leyes de otros Estados con más experiencia o
más desarrollados política, económica y socialmente. Dice el
historiador venezolano Hermann Petzold Pernía:

Con ello, dichos legisladores olvidaron las condiciones


políticas, económicas, étnicas, culturales, sociales e incluso
ecológicas de sus respectivos países. ... pensaron que para
regular eficazmente la vida política y jurídica de sus
correspondientes naciones bastaba únicamente con las
normas jurídicas nacionales; ... creyeron que nuestros
nacientes Estados serían democráticos y gozarían de

185
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

regímenes plenamente constitucionales si tenían


constituciones para garantizarlo; que los derechos humanos
serían respetados si eran constitucionalmente reconocidos,
y que la vida económico-social de cada uno de nuestros países
sería efectivamente regulada por leyes importadas de
legislaciones extranjeras.

Por ello, el contenido de estas Cartas, no fue otra cosa


que una mampara que ocultaba la realidad política, económica
y social de cada Estado, razones que obligaron constantemente
a su cambio o modificación por su precaria eficiencia e inocua
aplicación.

Bolívar, quien sí comprendía bien este fenómeno, lo trata


con una claridad meridiana e incontrastable en su discurso
pronunciado ante el Congreso de Angostura, el 15 de febrero
de 1819, día de su instalación, así:

¿No sería muy difícil aplicar a España el Código de Libertad


política, civil y religiosa de Inglaterra? Pues aún es más difícil
adaptar en Venezuela las Leyes del Norte de América. ¿No
dice el Espíritu de las Leyes que éstas deben ser propias
para el Pueblo que se hacen? ¿Qué es una gran casualidad
que las de una Nación puedan convenir a otra? ¿Qué las
Leyes deben ser relativas a lo físico del país, al clima, a la
calidad del terreno, a su situación, a su extensión, al género
de vida de los Pueblos?, ¿referirse al grado de Libertad que
la Constitución puede sufrir, a la Religión de sus habitantes,
a sus inclinaciones, a sus riquezas, a su número, a su
comercio, a sus costumbres, a sus modales? ¡¡¡He aquí el
Código que debíamos consultar, y no el de Washington!!!

Como es bien claro que su discurso tiene un gran


fundamento en la obra de Montesquieu: Del Espíritu de las Leyes,

186
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

transcribimos algunos apartes, especialmente aquellos que


tienen relación con el tema propuesto:

La ley, en general, es la razón humana en cuanto gobierna a


todos los pueblos de la tierra; las leyes políticas y civiles de
cada nación no deben ser más que los casos particulares a
los que se aplica la razón humana. Por ello, dichas leyes deben
ser adecuadas al pueblo para el que fueron dictadas, de tal
manera que sólo por una gran casualidad las de una nación
pueden convenir a otra.

Es preciso que las mencionadas leyes se adapten a la


naturaleza y al principio del gobierno establecido, o que se
quiera establecer, bien para formarlo, como hacen las leyes
políticas, o bien para mantenerlo, como hacen las leyes
civiles.

Deben adaptarse a los caracteres físicos del país, al clima


helado, caluroso o templado, a la calidad del terreno, a su
situación, a su tamaño, al género de vida de los pueblos según
sean labradores, cazadores o pastores. Deben adaptarse al
grado de libertad que permita la constitución, a la religión de
los habitantes, a sus inclinaciones, a su riqueza, a su número,
a su comercio, a sus costumbres y a sus maneras.

Finalmente, las leyes tienen relaciones entre sí; con sus


orígenes, con el objeto del legislador y con el orden de las
cosas sobre las que se legisla.(1)

En carta que desde San Carlos dirige Bolívar a Santander


el 13 de junio de 1821 en relación con ciertas actitudes de

(1)
Montesquieu: Del Espíritu de las Leyes.

187
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

varios integrantes del Congreso de Cúcuta, reafirma su


pensamiento de la siguiente manera:

Por aquí se sabe poco del Congreso de Cúcuta: se dice que


muchos en Cundinamarca quieren federación; pero me
consuela con que ni Ud., ni Nariño, ni Zea, ni yo, ni Páez, ni
otras muchas autoridades venerables que tiene el ejército
libertador gustan de semejante delirio. Por fin, por fin, han
de hacer tanto los letrados, que se proscriban de la de la
República de Colombia, como hizo Platón con los poetas en
la suya. Esos señores piensan que la voluntad del pueblo es
la opinión de ellos, sin saber que en Colombia el pueblo está
en el ejército, porque realmente está, y porque ha
conquistado este pueblo de mano de los tiranos; porque
además es el pueblo que quiere, el pueblo que obra y el
pueblo que puede; todo lo demás es gente que vejeta con
más o menos malignidad, o con más o menos patriotismo...
Piensan esos caballeros que Colombia está cubierta de
lanudos, arropados en las chimeneas de Bogotá, Tunja o
Pamplona. No han echado sus miradas sobre los caribes del
Orinoco, sobre los pastores del Apure, sobre los marineros
de Maracaibo, sobre los bogas del Magdalena, sobre los
bandidos del Patía, sobre los indómitos pastusos, sobre los
guajibos de Casanare...

¿No le parece a Ud., mi querido Santander, que esos


legisladores más ignorantes que malos, y más presuntuosos
que ambiciosos, nos van a conducir a la anarquía, y después
a la tiranía, siempre a la ruina? Yo lo creo así, y estoy cierto
de ello. De suerte, que si no son los llaneros los que completan
nuestro exterminio, serán los suaves filósofos de la legitimada
Colombia.

No todos estuvieron de acuerdo con el Libertador, ni


siquiera cuando estaba en pleno apogeo de su poder político.
Las cosas siguieron su rumbo, ignorando el clamor y sus llamadas

188
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

de atención. Su influencia era ninguna. Todo seguía igual y no se


torcía el rumbo. Indefectiblemente se iba al despeñadero. Bien
lo dijo en varias ocasiones: El peligro que amenaza a Colombia
me tiene muy inquieto. Convencido de ello, regresando a Bogotá,
desde Cuenca con fecha 27 de octubre de 1822, le escribe al
general Santander, y una vez más le confiesa:

Créame Ud.: pocas veces he tenido tantas inquietudes como


ahora; constantemente estoy sin dormir, procurando adivinar
a dónde irá a estrellarse la nave de Colombia, cuyo timón yo
manejo a presencia de la posteridad. Me duele mucho que
después de tantas penas nuestra obra se nos desbarate
entre las manos: pasaremos por unos miserables políticos y
administradores, gozando ya de una reputación militar.

Por todo ello, Bolívar, después de libertar pueblos y darles


a conocer su nueva condición de ser libres, se dedica con tesón
a la enorme tarea de organizar el mundo que ha libertado. Es
allí, precisamente, cuando empieza a ver la posibilidad de hacer
realidad su sueño, de ver una patria grande que albergue toda
clase de razas y de pueblos de diverso origen, y de ser él, el
conductor que los lleve a todos al término de felicidad tantas
veces pensado, lo invade de orgullo y de satisfacción en aras de
su anhelada gloria.

Pero como bien lo afirma Rufino Blanco Fombona en su


libro El Pensamiento de Bolívar:

La gran tragedia del Libertador fue ver los ideales de toda su


vida desconocidos y calumniados. Vio triunfar a los mediocres
y a los traidores. Vio levantarse contra él las parroquias, e
imponerse los hombres y las patrias chicos.

189
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

Su drama fue uno de los más tristes que la historia conoce:


¡Fue el grande hombre sin gran pueblo!.

Qué pesadumbre. Un momento de felicidad embriagó a


Bolívar cuando realizó su primer gran sueño: la libertad de los
pueblos sometidos al poder colonial. Su segundo sueño: la unidad
de los pueblos en libertad, se derrumba cuando pone todo su
empeño en organizarlos para que unidos formen una gran
nación que marque el equilibrio debido en el Continente
Americano.

Pudo más la envidia, la traición, el odio, la deslealtad, la


ingratitud y las malas entrañas de muchos de quienes le rodearon
en medio de adulaciones, zalamerías y alabanzas. En consecuencia,
todo se vino al suelo, porque además, esos pueblos que surgen
de ese movimiento histórico de emancipación, estaban muy lejos
de acomodarse al ideal soñado de Bolívar. Por ello, él, consciente
del resultado de todos sus esfuerzos que avisoró desde siempre,
cuando se instaló el Congreso Admirable a comienzos de 1830,
el 20 de enero de 1830, encontramos que expresa con gran
sentimiento:

Conciudadanos!

Séame permitido felicitaros por la reunión del congreso, que


a nombre de la nación va a desempeñar los sublimes deberes
de legislador.

Ardua y grande es la obra de constituir un pueblo que sale de


la opresión por medio de la anarquía y de la guerra civil, sin
estar preparado previamente para recibir la saludable

190
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

reforma a que aspiraba. Pero las lecciones de la historia, los


ejemplos del viejo y nuevo mundo, la experiencia de veinte
años de revolución, han de serviros como otros tantos fanales
colocados en medio de las tinieblas de lo futuro; y yo me
lisonjeo que vuestra sabiduría se elevará hasta el punto de
poder dominar con fortaleza las pasiones de algunos, y la
ignorancia de la multitud; consultando, cuando es debido, a
la razón ilustrada de los hombres sensatos, cuyos votos
respetables son un precioso auxilio para resolver las
cuestiones de la alta política. Por lo demás hallaréis también
consejos importantes que seguir en la naturaleza misma de
nuestro país, que comprende las regiones elevadas de los
Andes y las abrasadas riberas del Orinoco... Mucho os dirá
nuestra historia, y mucho nuestras necesidades: pero todavía
serán más persuasivos los gritos de nuestros dolores...

Conciudadanos! Me ruborizo al decirlo: la independencia es


el único bien que hemos adquirido, a costa de los demás.

Vemos en estas sus palabras, las últimas que él dirige al


Congreso de Colombia, la gran desilusión que le asiste. Ya no
vislumbra con certeza ninguna esperanza en el futuro. En una
de sus cartas lo dice con tristeza, que los únicos culpables de la
situación de la patria son los malos gobernantes, las diferencias de
los partidos y las irrefrenables ambiciones de poder.

Y bien, el tiempo se acaba, ya no hay expectativas, ya no


hay fuerzas. Y él bien lo sabe, que donde él no se encuentre, el
mundo se viene abajo.

Seguramente, en sus amargas e interminables noches lo


pensó muchas veces. Su sueño grandioso, el de una alianza de
repúblicas hermanas, libres bajo el auspicio de la magnanimidad

191
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

del brazo libertador del Padre de la Patria, conscientes de su


hermandad y de su interés común, se derrumba por la acción
ambiciosa de quienes cuyo ideal era el de las patrias pequeñas, las
patrias chicas, en donde cada uno pudiera gobernar a sus anchas.
No es acaso la presencia en sus territorios de La Mar en el
Perú, Flores en el Ecuador, Páez en Venezuela y Santander en la
Nueva Granada?

Rufino Blanco Fombona remata este aserto: Todo esto


constituyó el gran fracaso del sueño de Bolívar.

Para terminar, nada más maravilloso que acudir a las


palabras que escribe sobre el Libertador el célebre político y
escritor payanés Francisco José Urrutia y Olano:

Bolívar, el Libertador de cinco Repúblicas, creador de


Colombia, la República por él soñada grande entre las
grandes, la República cuya frente acarician dos Océanos, cuya
planta lame con su caudal el Amazonas, cuya garganta ciñen,
como collar espléndido de esmeraldas, los bosques vírgenes
del Istmo; Bolívar que si en Boyacá es capitán incomparable,
es en las sublimes cargas de Junín nuevo Aquiles, digno del
canto épico del Homero Americano; Bolívar estadista al par
que guerrero, previsor como valeroso, más grande en sus
concepciones de gobierno, que en sus planes infalibles de
militar; Bolívar, el peregrino de un ideal que, no alcanzado,
produce en su alma nostalgias infinitas, delirios y tristezas
tan grandes, que han entristecido un siglo de la edad de un
Continente; Bolívar, el semidiós herido que en sus últimas
palabras de moribundo nos deja un reproche final que no
puede apagar todavía el mar Caribe, con su eterno, con su
gigante grito.

192
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

CAPITULO
APITULO
SEXTO

193
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

194
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

Último viaje del Libertador

Bolívar deseaba salir cuanto antes de Bogotá después


de clausurado el Congreso Admirable, lo cual fue imposible
por la falta total de recursos. Se fijó entonces el día 8 de mayo.

Cornelio Hispano en La Historia Secreta de Bolívar, ya


mencionada, escribe:

Salió el Libertador de Bogotá, para no volver más. Se


acercaban las supremas melancolías, el ruido de las
aclamaciones había cesado, y el resplandor de los triunfos
parecía extinguirse. Bogotá, que tantas veces echó a vuelo
sus campanas para recibirlo bajo palmas de oro, y tantas
veces lo coronó de rosas, lo dejaba salir ahora en silencio,
sobre una mula, camino de Guaduas.

Armando Barona Mesa comenta que una de las cosas


que más lamentó Sucre, por haber viajado a Venezuela en
representación del Congreso, en un intento de hacer entrar en
razón a Páez en orden a preservar la integridad de Colombia,
fue el no haberlo visto cuando partió de esa Bogotá sombría, bajo
la niebla helada, recorriendo sus calles solitarias, no obstante lo
cual, a su paso y desde las bocacalles le gritaban, con irrespeto soez,
Longaniza, apodo bellaco que él no había oído jamás.

195
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

Con fecha 8 de mayo de 1830, Bolívar recibió antes de


llegar a Honda la última carta que el Mariscal le escribiera, lo
cual da una idea cierta que el Libertador sí salió de Bogotá ese
mismo día muy temprano con destino a la costa norte. Aquí,
algunos apartes de esta expresiva y dolorosa carta:

Cuando he ido a su casa para acompañarlo, ya se había


marchado. Acaso esto es un bien, pues me he evitado el
dolor de la más penosa despedida. Ahora mismo, comprimido
el corazón, no sé qué decir a Usted. Mas no son palabras las
que puedan explicar los sentimientos de mi alma respecto a
Usted; Usted los conoce, pues me conoce desde hace mucho
tiempo, y sabe que no es su poder, sino su amistad lo que
me ha inspirado el más tierno afecto a su persona. Lo
conservaré, cualquiera que sea la suerte que nos quepa, y
me lisonjeo de que Usted me conservará siempre el afecto
que me ha dispensado. Sabré en todas las circunstancias
merecerlo. Adiós, mi querido General: reciba Usted por gaje
de mi amistad las lágrimas que este momento me hace verter
la ausencia de Usted. Sea feliz en todas partes y en todas
partes cuente con los servicios y con la gratitud de su más
fiel y apasionado amigo.

El sentimiento que muestra, el último mensaje del Gran


Mariscal a Bolívar, no era gratuito, porque era un sentimiento
recíproco, si no, recordemos lo que Perú De La Croix en su
Diario de Bucaramanga escribe el domingo 11 de Mayo de 1828,
en La Casona, o Casa de Bolívar, en donde el Libertador se
encontraba hospedado al tiempo que sesionaba la Convención
Ocaña a la cual él no asistió:

Toda la tarde, después de la comida, y hasta las nueve de la


noche, dimos un largo paseo a caballo, y luego estuvimos en
tertulia donde el cura con el Libertador.

196
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

Vuelto a casa S. E., habló de nuevo del General Sucre, y


nos hizo el retrato siguiente del presidente de Bolivia:
Sucre es caballero en todo; es la cabeza mejor organizada
de Colombia; es metódico; capaz de las más altas
concepciones; es el mejor general de la República, y el primer
hombre de Estado. Sus ideas son excelentes y fijas; su
moralidad, ejemplar; grande y fuerte su alma. Sabe persuadir
y conducir a los hombres; los sabe juzgar... A todo esto añadiré
que el Gran Mariscal de Ayacucho es valiente entre los
valientes, leal entre los leales, amigo de las leyes y no del
despotismo, partidario del orden, enemigo de la anarquía, y,
finalmente, un verdadero liberal.

Y, el notable historiador Arcadio Quintero Peña comenta:


Conmovedora fue la despedida; multitudes de personajes y
de amigos le acompañaron hasta lejos de la ciudad. Lo que
pasara en aquella grande alma, Dios lo sabe. Los colombianos
lo verían de regreso a su ciudad capital quince años después,
guardando mágica apostura en el bronce inmortal de Tenerani,
para amarlo y admirarlo siempre como a un semidiós.

En medio del dolor y amargura de esta salida con destino


último Europa, conviene recordar que prominentes ciudadanos
ecuatorianos, cuenta el General Posada Gutiérrez, después de
conocerse además la determinación de Venezuela de que el
Libertador no pudiese volver al país donde vio la luz primera, le
rogaban que eligiese al Ecuador por residencia. He aquí el texto
de la invitación firmada por ciudadanos quiteños recibida por
Bolívar días antes de emprender su viaje hacía la costa norte
colombiana:
Venga vuestra excelencia a vivir en nuestros corazones y a
recibir los homenajes de gratitud y respeto que se deben al

197
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

genio de la América, al Libertador de un mundo. Venga vuestra


excelencia a enjugar las lágrimas de los sensibles hijos del
Ecuador y a deplorar con ellos los males de la patria. Venga
vuestra excelencia, en fin, a tomar asiento en la cima del
Chimborazo, a donde no llegan los tiros de la maledicencia, y
a donde ningún mortal sino Bolívar puede respirar con gloria
inefable.

Esta tierna invitación, a no dudarlo, le debió servir de


gran consuelo y animación, pero la resolución ya estaba tomada.

Bolívar, salió de Bogotá sin despedirse de Manuela, su gran


amor, pero al siguiente día le envió una carta en la que le decía:

Mi amor: Tengo el gusto de decirte que voy muy bien y lleno


de pena por tu aflicción y la mía por nuestra separación. Amor
mío, mucho te amo, pero más te amaré si tienes ahora más
que nunca mucho juicio. Cuidado con lo que haces, pues si
no, nos pierdes a ambos perdiéndote tú. Soy siempre tu más
fiel amante. Bolívar.

Esta era otra gran pena que se sumaba a las otras ya


muchas que el Libertador cargaba en las grandes alforjas de sus
amarguras.

En Guaduas pernoctó, y el General Joaquín Posada


Gutiérrez, a la sazón Gobernador y Jefe Militar de Honda, se
anticipó al viaje del Libertador llegando un día antes que él,
habiéndole preparado un recibimiento a su altura, que alentara
un poco y le animara a seguir su camino, con expontáneas
demostraciones de agradecimiento y de afecto, que bien
necesitaba en esos momentos de abrumadora amargura, más

198
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

aún, en la más desconcertante escasez de recursos, cuando hasta


tuvo que entregar en la Casa de la Moneda su vajilla de plata
para reunir los pesos necesarios que le permitieran sufragar
en parte los gastos del viaje a Cartagena, desde donde pensaba
embarcarse con destino a Europa.

Conviene recordar que el Congreso de Colombia el 23


de Julio de 1823 concedió al Libertador una pensión de
$30.000.oo anuales durante toda su vida, a partir del día en
que terminasen sus funciones de Presidente, disposición que
tendría efecto cualquiera que fuera el lugar de su residencia. Y,
ahora, al cesar dichas funciones, el Congreso Admirable, con
fecha 9 de mayo, ratificó, por toda la vida, dicha pensión.

Fue pues de gran alivio conocer, saliendo de Honda, esta


noticia, pues le inquietaba en grado sumo el sólo pensar llegar a
verse en la indigencia en suelo extraño –como que su idea era
la de radicarse en Europa–, después de haber entregado a la
causa de la independencia toda la fortuna que había heredado
de sus mayores. Esta situación venía mortificando en silencio a
Bolívar, sufrimiento que se sumaba a los ya tantos que laceraban
sin piedad su corazón, día y noche.

El General Posada Gutiérrez se había encargado, como


bien lo cuenta en su obra Memorias Histórico Políticas, de
preparar la continuidad de su viaje por el río en champanes
adecuados para hacer el viaje del ilustre pasajero lo más
llevadero, dadas las circunstancias de su estado de salud, con un
grupo de experimentados bogas, como que en aquel entonces
no existían vapores.

199
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

El Libertador había salido muy temprano con toda su


gente el 16 de mayo con destino a Cartagena, y así se fue
desarrollando el viaje en medio de ilusiones y no pocas
expectativas. Los champanes, rumbo a Mompox, llegan a
Barranca, en donde el Libertador pasa una noche terrible pues
hubo de pernoctar allí esperando que llegaran los animales que
debían llevarle a él y a sus acompañantes. El 25 de mayo llegan a
Turbaco y permanecen allí hasta el 24 de Junio de 1830, fecha
en que el grupo llega a Cartagena, en donde al Libertador le
espera su gran amigo y Jefe Militar de la ciudad, el General
Mariano Montilla, quien le brindó un gran recibimiento y le
colmó de atenciones, hospedándolo en la Casa del Marqués de
Valdehoyos.

Pocos días permaneció en la propia ciudad de Cartagena,


pues pasó luego a una casa campestre conocida como la quinta
Quisquella de propiedad de Mr. Kinsella, posiblemente Kingsellar,
según Eduardo Lemaitre, junto a la Popa, saliendo de Cartagena,
“casa situada, según la tradición, en la calle denominada Camino
Arriba”, nos cuenta el médico historiador Rafael Ignacio
Bermúdez Bolaño, nacido en el Cerro de San Antonio (Depar-
tamento del Magdalena), autor del maravilloso libro Verdades
sobre la muerte del Libertador, “en la intersección con la vía que
conduce a Manga por el puente Jiménez”.

Decíamos, el General Montilla había preparado una gran


recepción para el ilustre visitante, en donde fue recibido con
manifestaciones de afecto y gritos de “Viva El Libertador”. Dos
días después, se hicieron presentes en la casa donde se

200
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

encontraba, lo más granado de la sociedad cartagenera, las


autoridades civiles y militares, el Comandante General y su
Estado Mayor y el Prefecto del Departamento, quien pronunció
un cordial y respetuoso saludo a nombre de todos los presentes
y del Departamento, al cual contestó el Libertador con el
siguiente discurso, su último discurso, bastante desconocido por
cierto, casi inédito, documento de mucha monta y significación,
como bien lo afirma el historiador Gustavo Vargas Martínez:

Con la mayor satisfacción recibo la expresión de los generosos


sentimientos con que os habéis dignado honrarme a nombre
de los habitantes de esta capital, cuyos oficiales públicos y
las principales autoridades veis reunidos en este recinto. He
llegado, señores, a esta hermosa ciudad como un viajero que
solo tiene el tiempo necesario para negociar la continuación
de su viaje. Al separarme de un país que he servido en cuanto
dependía de mí, no ignoro que aún hemos comenzado a llenar
los deberes que él nos impone, y que hoy su tranquilidad, su
prosperidad y su felicidad debería ser el asunto de nuestros
trabajos, a fin de que los heróicos sacrificios consagrados a
su independencia no fueran consumados en vano. De
consiguiente, muy lisonjero me sería, aun el poder,
permanecer entre vosotros y dar yo el primer ejemplo de
obediencia a las autoridades legítimamente constituidas,
único medio de mantener el buen orden, de consolidar la
libertad y asegurar la felicidad pública. Pero, señores, se me
acusan miras ambiciosas que aún lejos de mi corazón, sin
embargo de les dan crédito. Valiéndose de este pretexto se
organizó un partido que mantiene al pueblo de Colombia en
una continua agitación. Según el estado actual de las cosas,
permaneciendo yo más tiempo en esta República mi presencia
ofrecerá nuevos pretextos para continuar los desórdenes que
existen ya. Esta es, señores, mi opinión, mi conciencia me lo
dicta.

201
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

Todas las revoluciones, todos los excesos se me han atribuido,


y tal vez si no hubiera habido convulsiones, la sospecha
hubiera alarmado a aquellos que temían mi influencia y me
suponen ambición. Empero el tiempo pondrá al Gobierno de
Colombia sobre bases sólidas: Ésta no temerá ser amenazada
por un solo hombre, ni tampoco estará sujeta a ser
desgarrada por las facciones. Entonces, sin duda, se
terminará mi ausencia, regresando al seno de una patria de
la que no puedo separarme, sin un vivo dolor, y gozaré de los
beneficios que procura la libertad, teniendo la gloria de ser
súbdito de un gobierno constituido por nosotros mismos. Por
grande que sea este sacrificio, de mi parte lo hago para
felicidad de mi país, y si con esto se asegura su tranquilidad
me creeré bastante pagado de mis penas.

El mismo historiador, médico Rafael Ignacio Bermúdez


Bolaño comenta:

Este discurso fue publicado en el Periódico El Sol, de México,


el 3 de septiembre de 1830 y dado a conocer en Colombia
por un escrito de Gustavo Vargas Martínez.

Fue publicado igualmente en la Revista Credencial-Historia,


en la edición No. 30 de Junio de 1992, de donde es tomada esta
información.

El Congreso Admirable había terminado sus actividades


clausurando sus sesiones el 11 de mayo, quedando marcada la
disolución de la Gran Colombia, pues Venezuela se había
constituido como independiente y en el sur el movimiento
separatista cumplía su cometido proclamando al fin su
separación.

202
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

Último viaje de Sucre – Asesinato

Bolívar había salido de Bogotá dos o tres días antes con


destino Honda, en medio de un cuadro lamentable que no se
compadecía con el ilustre hombre que emprendía su viaje sin
retorno. Y el 15 de mismo mes, con escasos ocho días de
diferencia, igual emprendía su viaje, sin retorno, también, el Gran
Mariscal de Ayacucho. Extraña similitud la del viaje con destinos
marcados la de estas dos almas gemelas, después del deber
cumplido pero llevando en sus corazones el desgarro fruto de
la ingratitud, de la ambición y del odio de los habitantes de una
tierra que dejaban libre, pero que se habían dejado arrastrar
por incontables pasiones insanas.

El doctor Armando Barona Mesa, en el mencionado libro


El Magnicidio de Sucre, describe de la siguiente manera cómo
fue su salida de la ciudad capital:

Entre las brumas de una mañana muy fría, el 15 de Mayo de


1830, salió el pequeño cortejo de una Bogotá adormilada.
Lloviznaba. Las gotas de la lluvia caían como alfileres sobre
los rostros y las manos. Una recua de mulas iba a la
retaguardia portando el equipaje definitivo de quien aspiraba
a quedarse para siempre en su lejano destino, entregado a
las delicias del hogar, la esposa tierna, la pequeña hija, las
labores del campo y los recuerdos, algunos gloriosos, otros
de frustrantes desengaños.

A la cabeza montaba, de civil, con sombrero, el brazo y la


mano derecha inválidos, un hombre aun joven, alto, delgado,
de perfil romano, con majestad en los movimientos
acompasados, blanca tez y sin ostentación alguna. Era el Gran

203
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

Mariscal Antonio José de Sucre, que así emprendía el viaje


de regreso a Quito donde se había casado con la Marquesa
de Solanda, doña Mariana Carcelén Larrea y con la cual tenía
una hija muy pequeña, Teresita. El deber con la patria le había
impedido dedicar el tiempo apropiado a la esposa y a la prole.
Tenía afán, casi desesperación por llegar.

El camino lo había hecho antes muchas veces, algunas solo,


otras con el ejército libertador. La jornada era dura, la cresta
de Los Andes arisca, empinada, sembrada de precipicios y
de selvas. La víspera, cuando fue a despedirse del vicepre-
sidente encargado del poder ejecutivo, General Domingo
Caicedo, su gran amigo, éste le había casi suplicado que no
tomada el camino de Pasto sino el de Buenaventura. Sabía
que hervían las pasiones y que Sucre, desaparecido del
gobierno el Libertador, era el imán de todas las miradas
feroces de los enemigos. Y de todos los odios. Porque veían
en él al sucesor leal. Y porque de Sucre podría decirse lo que
tal vez se dijo de Pericles: “que le servían de defecto sus
virtudes”. Y la virtud, más que reconocimiento y admiración,
suscita recelos y enemigos.

Como Cervantes, prácticamente había perdido un brazo


heroicamente en Chuquisaca, siendo presidente de Bolivia,
en un motín organizado por peruanos y argentinos, en el que
también, con intrepidez y coraje, el Gran Mariscal enfrentó
solo a los conjurados.

El brazo, pues, lo perdió al movimiento. El brazo derecho,


precisamente, con el que podía blandir el sable como un tigre
de Bengala o disparar certero la pistola. O sea que gobernaba
las bridas con la mano izquierda y quedaba prácticamente
indefenso ante cualquier ataque sorpresivo.

Salió de Bogotá casi sin testigos. La pequeña ciudad aún no


se despertaba, pero los conjurados sabían el itinerario y las
horas de cada jornada. Había una red de comunicaciones

204
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

tupida y eficaz que mantenía al día en las informaciones a


todos los que habían estado comprometidos en el atentado
de la noche septembrina contra Bolívar y seguían con la misma
vesania alimentando su furia contra él y sus allegados.

Acompañaban a Sucre un hacendado ecuatoriano que había


estado con él en el Congreso Admirable, de nombre José
Andrés García Tréllez. Era su amigo. Dos muleros encargados
de la recua y dos sargentos llamados Lorenzo Caicedo y
Francisco Colmenares. Poca custodia para el hombre que
había esculpido su nombre en Ayacucho, que había sido
Presidente por cuatro años de la nueva república de Bolivia,
y el que hacía pocos meses había impuesto su genio por
encima de la superioridad numérica de los peruanos
agresores en Tarqui.

Pero en realidad Sucre había declinado una escolta mayor,


seguramente porque carecía de recursos para financiar una
marcha de mayores dimensiones. Y, no obstante las
advertencias y el crujir de dientes que oía a sus espaldas,
marchó con el alma desbordante porque cada hora que
pasara en adelante lo acercaba a sus seres queridos. Él que
ya no tenía más familia que su esposa y su hija, porque todos
los demás miembros se los había engullido la ferocidad de la
guerra.

A todas estas, los liberales habían asumido el poder en


todas las formas y en todas partes, y las noticias del viajero hacia
el sur iban y venían, mediante postas que se movían dentro de
la más estricta y controlada programación. Los enemigos del
Mariscal abundaban por doquier, buscando siempre detenerlo
como el más digno sucesor del Libertador. Cabe aquí recordar
la hábil jugada de sus enemigos durante el desarrollo del
Congreso, pues cuando se discutía el estatuto constitucional,
fue aprobada una moción que establecía que la edad mínima

205
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

de los presidentes de Colombia debía ser la de cuarenta años,


causa ésta por la cual fue descartado Sucre como el sucesor de
Bolívar, pues apenas contaba con treinta y siete años. Los amigos
del Libertador y del Mariscal eran la mayoría, pero ya no había
nada que hacer. Mañosa jugada de los antiguos amigos de Bolívar
y de Sucre que de esta manera vengaron las valientes
intervenciones de Sucre en las sesiones iniciales del Congreso
Admirable, en las que los enfrentó con decisión y argumentos
incontrastables.

Los enemigos de Sucre se veían en todo lugar, y por lo


tanto, el peligro estaba en todas partes. El Mariscal no era bien
visto por su coterráneo Juan José Flores, quien había liderado
un movimiento separatista en los territorios del Sur (Azuay,
Quito y Guayaquil) de los cuales era su Prefecto General, casi
inmediatamente se clausuraba el Congreso Admirable,
declarándose independientes de Colombia, lo cual dio más
adelante como resultado la formación del nuevo Estado que se
llamó desde entonces El Ecuador. Flores veía en consecuencia,
con mucha preocupación la llegada de Sucre al Sur, pues ello
podía dar al traste con sus proyectos separatistas, y es de
suponer que trataría de impedirlo a toda costa.

El general Sucre heredó del Libertador buena cantidad


de enemigos por la simple y llana razón de que veían en él su
legítimo sucesor. Recordemos a aquellos que en un momento
apoyaban al Bolívar dictador, hasta el Congreso Admirable, con
el General Rafael Urdaneta a la cabeza, Castillo y Rada, Vergara
y otros no menos peligrosos y mañosos, que le dieron la espalda

206
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

porque las circunstancias del momento no eran propicias a sus


intereses.

El caso de los generales José Hilario López y José María


Obando, es bien difícil de tratar, pues desde tiempo atrás la
desconfianza en el proceder de ambos por parte del Libertador
era muy conocida. Recordemos que cuando se realizaba la
Convención de Ocaña, Bolívar, quien no asistió a pesar de ser el
Presidente, se quedó en Bucaramanga hospedado en La Casona
durante largos días en compañía de su amigo y confidente Luis
Peru de Lacroix, empleado del Estado Mayor, que llevaba diario o
apuntes especialmente de la vida pública y privada del Libertador,
manuscritos que una vez corregidos, fueron bautizados con el nombre
de “Diario de Bucaramanga”, lo dice en la Introducción del mismo
el historiador y escritor Cornelio Hispano.

Pues bien, en las notas del Diario de De Lacroix, corres-


pondiente al día 14 de Mayo (1828), en conversación con el
Coronel O´Leary, quien había llegado el día anterior de Ocaña,
encontramos:
El Libertador amaneció bueno, y al momento de sentarnos a
la mesa para almorzar, me dijo: “Ya ve usted, coronel, que
sin el emético del doctor me he puesto bueno; y si lo hubiera
tomado, quizá estaría ahora con los humores revueltos y con
calentura”.

S.E., hizo nuevas preguntas al coronel O´Leary sobre


Ocaña, y éste, contestándole, llegó a hablar del coronel Hilario
López, diputado a la Convención por la Provincia de Popayán,
designándolo como uno de los principales y más ardientes
satélites del general Santander.

207
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

López, dijo entonces S.E., es malvado, es un hombre sin


delicadeza y sin honor, es un fanfarrón ridículo, lleno de viento
y vanidad. Lo poco que ha leído, lo poco que sabe, le hace
creer que es muy superior a los demás; sin talento, como sin
espíritu militar, sin valor y sin conocimiento de la guerra. Todo
su saber consiste en el engaño, la perfidia o la mala fe. En
una palabra, es un canalla.

El coronel O´Leary hizo la siguiente pregunta al


Libertador:

– ¿Y qué será entonces, señor, su grande amigo, el coronel


José María Obando? – Más malo que López, peor si es posible.
Es un asesino, con más valor que el otro; un bandolero audaz
y cruel; un verdugo asqueroso, un tigre feroz, no saciado
todavía con toda la sangre colombiana que ha derramado.
Por último, son dos forajidos que deshonran el ejército a que
pertenecen y las insignias que llevan; dos monstruos que
preparan nuevos días de luto y de sangre a Colombia en
compañía con su digno amigo, el obispo de Popayán.

Triste concepto el del Libertador sobre estos dos


generales colombianos. Profecía certera y lamentable sobre
hechos futuros que tendrían su origen en la mente de estos
seres malvados y tenebrosos.

Itinerario del viaje y gravedad de Bolívar

Dos pasquines, voceros del más acendrado odio contra


Bolívar y Sucre circulaban en Bogotá por aquella época, que
como dice Armando Barona Mesa, “azuzaban y envenenaban el
ambiente”; eran El Patriota y El Demócrata. Conviene, de todas

208
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

maneras, como prueba irrefutable de lo dicho, transcribir lo


que se escribió en El Demócrata el 1º. de Junio, cuando ya el
General Sucre llevaba quince días de camino con destino el sur
del país, no sin antes dejar presente, que el contenido de este
artículo era el fruto de las determinaciones de los integrantes
del “club”, que funcionaba en la Plaza de Bolívar de hoy en día.
Lo dice Armando Barona Mesa así:

Y en ese club se acordó la muerte de Sucre. Le habían hecho


“inteligencia”, le colocaron espías y las noticias volaron por
los cuatro costados de una patria adolorida por tantos
horrores. Eran conspiradores en nombre de la libertad. Y en
nombre de ella creían que el crimen les estaba permitido.

Continúa Armando Barona Mesa con el comentario que


uno de los asistentes a dicho “Club” hace según lo cuenta el
historiador venezolano Juan Manuel Cova Cabello:

El bogotano don Genaro Santamaría fue uno de los asistentes


al famoso “Club” instalado en la casa de don Pancho
Montoya, y concurrió a la sesión donde se decretó el
asesinato de Sucre y refería que, adoptada esa medida, se
comunicó a Obando para suprimirlo si iba por Pasto; al General
Murgueitio, si iba por Buenaventura y al General Tomás
Herrera si iba por Panamá... El mismo señor Santamaría
agregaba, que él fue el primero que salió de la casa, y al
llegar a la puerta, vio al General Sucre paseándose en el
atrio de la catedral con los brazos cruzados; que eso lo había
impresionado mucho, pues le parecía que era un espectro
que le aparecía, habiéndose, momentos antes, decretado
su muerte...

Veamos, ahora sí, el texto del artículo publicado en El


Demócrata el 1º. de junio de 1830:

209
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

Acabamos de ver con asombro, por cartas que hemos recibido


en el correo del Sur, que el General José de Sucre, ha salido
de Bogotá ejecutando fielmente las órdenes de su amo,
cuando no para elevarlo otra vez, a lo menos para su propia
exaltación sobre las ruinas de nuestro gobierno. Antes de
salir del Departamento de Cundinamarca empieza a marchar
su huella con ese humor pestífero, corrompido y ponzoñoso
de la disociación. Cual otro Leocadio lleva el proditorio intento
de minar la autoridad del Gobierno en su cuna, ridiculizándolo
aún de su misma generosidad. Bien conocíamos su
desenfrenada ambición después de haberlo visto gober-
nando a Bolivia con poder inviolable; y bien previmos el objeto
de su marcha acelerada, cuando dijimos en nuestro número
anterior, hablando de las últimas perfidias de Bolívar, que
éste había movido todos los resortes, para revolucionar el
Sur de la República...

Va haciendo alarde de su profundo saber, fundado en que


no se le permitió entrar a Venezuela, temiendo el influjo de
sus talentos. Se lisonjea de observar una política doble y
deslumbradora. Afirma que los liberales y el pueblo de Bogotá
es lo más risible, lo más ridículo que ha visto, que son
entusiastas de boca, y nada más... En fin, osa decir,
denunciando sus aleves intentos, que si todos los pueblos
son así, está seguro de cantar victoria en todos ellos...

Y terminaba la nota con estas terribles palabras:

... Pueda ser que Obando, haga con Sucre, lo que no hicimos
con Bolívar, y por lo cual el gobierno está tildado de débil, y
nosotros todos y el gobierno mismo, carecemos de
seguridad...

Bien lo dice el mencionado historiador y abogado penalista


doctor Armando Barona Mesa:

210
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

Con estas dos pruebas que los abogados penalistas


denominamos indicios graves, se puede colegir que el crimen
posterior era el resultado de la conjura que había trascendido
los espacios misteriosos de la sombra.

Es sabido que el Mariscal no oyó ningún consejo de amigos


y conocedores de los peligros que correría al tomar la vía que
definitivamente tomó. Había otras rutas, por supuesto, pero
mucho más demoradas para llegar al destino al que ansiaba
llegar cuanto antes para estrechar a su esposa y a su adorada
hijita. Prefirió entonces tomar la ruta Neiva–Popayán–Pasto,
corriendo los riesgos que todos conocían, y que ya la prensa
antes mencionada, anunciaba descaradamente. Llega la pequeña
caravana a Neiva y el General Sucre se hospeda en la casa del
Coronel José Hilario López, inexplicablemente. Algunos
historiadores comentan que Sucre y López tuvieron entonces
varias conversaciones sobre cuestiones políticas que no fueron
muy cordiales, pues los altercados fueron de tono serio y fuerte,
y hubo quienes se atrevieron a comentar tal situación como un
grave antecedente de los hechos lamentables que habrían de
sucederse en los días venideros. Dice Barona Mesa que el
historiador Luis Martínez Delgado escribe, que con fecha 19 de
mayo el Coronel López escribe al vicepresidente de la República,
General Domingo Caicedo, quien ejercía la Presidencia, una carta
denigrante de su ilustre huésped:

Diré a Usted –escribió López– que el General Sucre es un


tunante completo. Para mí, Sucre no es más sino un
fantasma, que desaparecerá con sólo echarlo al más alto
desprecio; él ha sido mirado con telescopio, y yo que he tenido
ocasión y noticias de discernirlo, lo veo con una óptica exacta.

211
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

Tiene la necedad de hacerse creer el más solemne caballero,


no siendo, en mi juicio sino el más brigand superchero.

No obstante todos los problemas que se le van pre-


sentando día a día, el Mariscal sigue su ruta con destino Popayán.
Y, una vez allí, se hospeda en la casa del sus amigos Tomás Cipriano
Mosquera y don Joaquín, quien está en camino a tomar posesión
de la Presidencia de la República, como que había sido elegido
para tal posición por el Congreso Admirable.

Continúa el camino la pequeña caravana en fila india, pues


el camino en la medida que se avanza se torna más difícil, y por
supuesto, los peligros aumentan. Aún en el momento de salir
de Popayán, no faltaron los consejos para que torciera el rumbo
siguiendo por el Valle del Cauca, hacia Buenaventura y llegar a
Guayaquil, con una mayor tranquilidad, aunque los peligros
acechaban a Sucre por todos lados.Todos temían por la vida del
Gran Mariscal, especialmente recorriendo el tramo entre
Popayán y Pasto, trayecto colmado de malhechores en donde la
topografía se prestaba para toda clase de fechorías.

Siguiendo el relato de Armando Barona Mesa, y tomando


como base lo escrito por el gran historiador colombiano nacido
en Panamá en el siglo XIX, Juan Bautista Pérez y Soto en su
libro El crimen de Berruecos, aún Sucre en casa de los Mosquera,
el sacerdote padre Manuel José Mosquera recibe una carta de José
Hilario López para que le sea entregada por éste al General José
María Obando, cosa que hace puntualmente. Unos días después de
que Sucre continuara su viaje hacia Pasto, el presbítero Mosquera
recibía contestación de Obando en estos términos exactos: “He
recibido tu carta, te la aprecio. Sucre no pasará de aquí...”.

212
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

Este epistolario, sin comentario alguno. Bien calibrado tenía


Bolívar al sacerdote Mosquera, como miembro integrante de la
trilogía con López y con Obando, para referirse sobre ellos,
como lo hizo al General O´Leary en la Casona, el 14 de mayo
de 1828, según lo refiere De La Croix en su Diario de Bucara-
manga.

Para rematar este pasaje y continuar con la ruta de Sucre,


Barona Mesa dice:

Vale la pena anotar que, hacia el año cuarenta y tres de ese


siglo XIX, este presbítero había llegado a ser el arzobispo
primado de la Nueva Granada, y fue famosa su frase: “En
Bogotá andan sueltos los asesinos de Sucre”. Pero nunca
dijo públicamente quiénes eran.

Y mientras en Libertador se encontraba en Cartagena,


empeorando de sus dolencias y soñando aún con viajar a Europa
vía Jamaica, el General Antonio José de Sucre, soñaba también
con llegar pronto al lado de sus queridas mujeres, la Marquesa
de Solanda, su esposa, y Teresita, su pequeña hija. Fue así entonces,
cómo él y su comitiva, continuaron su camino con destino a la
ciudad de Pasto.

Pero dejemos que sea el General Joaquín Posada


Gutiérrez, quien con la autoridad de conocer a todos los
protagonistas y quien mejor que nadie conocía también los
antecedentes inmediatos de lo que estaba sucediendo en el
ámbito nacional en ese momento, según su versión, nos relate
en los apartes que seguidamente transcribimos, cómo sucedieron

213
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

los hechos lamentables que dieron al traste con la vida del


Mariscal de Ayacucho:

En la tarde del dos de Junio (1830), el General Sucre con el


señor García Tréllez, sus dos asistentes, un criado del señor
García, y dos arrieros que conducían cuatro cargas de
equipaje, llegaron al Salto de Mayo, a la casa de José Eraso,
especie de tambo pajizo cercado, donde dormían amos,
criados, pasajeros, hombres y mujeres, sanos y enfermos, y
algunos animales domésticos; y en aquella pocilga pernoctó
inquieto el General Sucre con sus compañeros. Y así tenía
que ser, porque en tres leguas a la redonda ningún viajero
podía encontrar un techo hospitalario donde descansar un
rato, y situada esta zuhurda al borde del mismo despeñadero
por donde se baja al puente del río Mayo, en un punto preciso,
inevitable, todo el que iba de Popayán a Pasto, o viceversa,
tenía que tocar con Eraso, y siendo de tarde, forzoso era
pedirle un rincón, y una barbacoa para pasar la noche.
Hombre de baja extracción, indio de instintos salvajes,
avezado al crimen, antiguo guerrillero realista de los
conmilitones del General Obando, presentado a la república
a fines de 1827, rodeado de deser tores y soldados
licenciados del ejército todos armados, calificado de salteador
de caminos; era Eraso en aquel sombrío despoblado una
amenaza para los pasajeros, que temiendo ser robados o
asesinados, compraban su seguridad con regalos ya
espontáneos, ya solicitados. Su aspecto siniestro, el de su
mujer, que montaba a caballo a horcajadas como hombre,
con sable ceñido y pistolas cargadas en pistoleras de cuero
de tigre; el de sus compañeros, que llamaba los jornaleros,
negros o indios, sucios, de tosco semblante y torvo mirar;
todo inspiraba en aquella forzada pascana un terror que
quitaba el sueño al hombre más fatigado. Y ese Eraso era
teniente coronel y comandante de las milicias de aquellos
contornos, que se llamaban “la línea de Mayo”, nombrado,
sostenido y mimado por el General Obando.

214
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

El General Sucre fue pródigo en obsequios con aquella gente,


y dando gracias a Dios de haber amanecido con vida, se puso
en marcha con su pequeña comitiva en la mañana del tres
dejando a Eraso en su casa, aparentemente tranquilo y
satisfecho. A las diez de la mañana llegó Sucre a La Venta,
caserío pajizo situado a poca distancia de la boca de la
montaña de Berruecos, a tres leguas del Salto de Mayo, y
encontrando allí a Eraso, le dijo en extremo sorprendido:
“Usted debe ser brujo, pues habiéndole dejado en su casa y
no habiéndome usted pasado en el camino, le encuentro
ahora delante de mí”. Las respuestas entrecortadas y
ambiguas de Eraso, lejos de tranquilizarle aumentaron la
inquietud que le causó la vista de aquel hombre allí, sin saber
cómo ni por donde se le adelantara.

Sucre, desconcertado, hizo alto, pidiendo albergue en la mejor


casucha del villorrio, el que le fue concedido.

Pocas horas después se presentó allí el también comandante


Juan Gregorio Sarria, como Eraso hombre más que vulgar,
su antiguo compañero en las guerrillas realistas del tiempo
de guerra de la independencia, de más confianza que el
mismo Eraso para el General Obando, a cuyo influjo debía
ser comandante de caballería en 1830, no siendo más que
alférez de milicias en las guerrillas españolas en 1823
cuando se pasó.

Sarria fue el azote de la comarca de Timbío, Paispamba,


caseríos inmediatos, y haciendas hasta Popayán, antes como
realista y después en las guerras civiles.

Este era el entorno humano que rodeaba a Sucre. La


situación no era para estar tranquilo, lo cual obligó al General a
tomar las debidas precauciones y estar permanentemente en
guardia con todos sus acompañantes y armas a disposición, como

215
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

que debían pasar esa noche en ese sitio, La Venta, para continuar
muy temprano al siguiente día.

Y fue así cómo al amanecer del día 4 de junio, un poco


más tranquilos, los integrantes de la pequeña caravana
emprendieron la marcha.

Continúa así su relato el General Posada Gutiérrez:

Delante los arrieros con Francisco Colmenares, uno de sus


asistentes; seguían a estos el señor García Tréllez y su criado,
y tras ellos inmediatamente el General y su otro asistente
Lorenzo Caicedo. A poco más de media legua de camino del
punto de donde habían partido, en una angostura barrealosa
y difícil (sitio denominado “La Jacoba”), sale del enmarañado
laberinto de corpulentos árboles y espinosas malezas un tiro
de fusil. ¡Ay! ¡balazo! Exclama el General Sucre, y no habían
acabado sus labios de pronunciar esta su última palabra,
cuando parten tres tiros más de un lado y otro del lóbrego
sendero, y el inmaculado gran Mariscal de Ayacucho, a los
treinta y siete años de edad, cae atravesado el corazón, sobre
el hondo lodazal de aquel oscuro, tenebroso y solitario bosque,
escogido por mano oculta con fría y premeditada traición,
sin odio, sin idea de venganza, y sólo por miras políticas, porque
estas pasiones en nuestra América hacen de nosotros, antes
tan mansos y benévolos, un pueblo de caribes.

El señor García, los criados y arrieros que iban por delante, a


la detonación de los aleves tiros y al oír la exclamación de la
víctima, creyéndose atacados por ladrones, picaron
aterrados, al trote largo, y a poca distancia les alcanzó, herido
y sin jinete el mulo que montaba el General. Con esto no les
quedó duda que el crimen se había consumado, y continuaron
su marcha tan aceleradamente cuanto el mal camino lo
permitía.

216
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

Caicedo, que seguía el último, se había atrasado a poca


distancia, y oyendo los tiros corrió hasta el lugar donde
encontró el cadáver de su señor, a quien amaba, y vio
agazapados a los cuatro asesinos con fusiles o carabinas, y
uno de ellos con sable ceñido; por lo que espantado volvió
riendas hacia La Venta. Los asesinos le gritaron dos veces,
“¡Párate Caicedo, no es contigo, párate!” lo que asustándole
aún más, le hizo picar cuanto le permitía el lodazal de aquel
infernal camino, y llegando anhelante a La Venta dio parte a
gritos de la horrenda catástrofe. Eran las diez de la mañana.
Temblante y consternado hizo diligencia para buscar quien lo
acompañase a enterrar el cadáver, y no pudo conseguirlo: el
miedo lo impedía.

El Hno. Luis Gonzaga (Pacífico Coral), del Instituto de los


Hermanos de las Escuelas Cristinas, en su obra Efemérides
Colombianas, publicado en el año de 1920, comenta el asesinato
del Mariscal así:

Crimen nefando ejecutado por el Coronel Apolinar Morillo y


Andrés Rodríguez, Juan del Cuzco (indio de las Alpujarras) y
Juan Gregorio Rodríguez. Estos cuatro individuos fueron los
instrumentos para ejecutar ese nefando crimen; pero ¿quién
lo ordenó? ¿quiénes son los responsables? Fueron acusados
los Generales José María Obando, Juan José Flórez y José
Hilario López. La historia no ha dado el fallo sobre ello. El
tiempo lo dirá.

J. M. Quijano Otero dice:

Se sabe el lugar en donde se reunió la Junta de exaltados


que ordenó el crimen; quién llevó la orden; quienes la
ejecutaron; y en secreto pronuncian aún los ancianos, aunque
con miedo, los nombres de los miembros de la Junta
responsable de aquel crimen... ¡Ochenta y cuatro años han

217
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

pasado ya! ¿Quién será el Caín que hizo derramar la sangre


de ese inocente Abel?

Siguiendo el relato del General Posada Gutiérrez,


recuerda:

En la tarde del mismo día llegó a La Venta un pasajero que


venía de Pasto, y dijo haber encontrado el cadáver, que le
había sacado el reloj, el que entregó al criado Caicedo, y
aseguró que en todo el tránsito no había visto un solo
hombre, sino a los compañeros del General, que habían
seguido adelante...

Al siguiente día, sabiéndose que no había gente en la


montaña, se animaron el señor Patiño, Caicedo y otros a ir al
lugar de la catástrofe, y encontrando el cadáver lo
reconocieron. Tenía tres heridas mortales, y no le habían
robado la bolsa en que llevaba algunas monedas de oro, ni
nada de su vestido, lo que demostró más a las claras que el
asesinato no se había cometido para robarle, y que se tuvo
cuidado en que esto apareciera así.

Hay allí cerca un pequeño espacio desmontado que llaman


la Capilla, sin haber capilla, en donde lo enterraron, poniendo
sobre la sepultura una tosca cruz de madera.

Los despojos del Gran Mariscal quedan allí escondidos


en la maraña de la selva verde oscura, cubiertos por los árboles
añosos de la centenaria jungla. Termina aquí la vida gloriosa del
gran General, vida que fue un continuo luchar por la justicia, el
honor y la libertad. Vale la pena recordar aquellas palabras del
Libertador refiriéndose a su coterráneo en 1825, después de
las batallas de Junín y Ayacucho:

218
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

Es el Padre de Ayacucho; es el redentor de los hijos del Sol;


es el que ha roto las cadenas con que Pizarro envolvió el
Imperio de los Incas. La posteridad representará a Sucre con
un pie en el Pichincha y otro en el Potosí, llevando en sus
manos la cuna de Manco Capac y contemplando las cadenas
del Perú rotas por su espada.

Como bien sabemos, el Libertador se encontraba por


estas fechas en Cartagena. Y cuenta el nombrado Armando
Barona Mesa, que:

...el 30 de julio, encontrándose en la casa de La Popa, a eso


de las nueve de la noche llegan a la casa dos coches con el
General Mariano Montilla, don Juan de Dios Amador y otros
amigos. Bolívar sale a recibirlos afablemente. Pero nota algo
extraño en la mirada de Montilla. –¿Qué ocurre General?,
interroga inquieto. –“Excelencia”, contesta Montilla, que sabe
que va a descargar un fardo aplastante sobre la débil
humanidad del héroe –Han asesinado a Sucre antes de Pasto.
Fue una emboscada en un sitio tenebroso llamado Berruecos.
Bolívar se llevó ambas manos a la cabeza. –¡Imposible!, ese
es el crimen de Caín, que vuelve a matar a Abel. Y se
desplomó. Entró callado a la estancia. Su dolor era tan grande
que sólo el silencio y la soledad podrían mitigarlo.
Amablemente pidió a los visitantes, sus amigos, que le
dejaran solo, y antes de que se retirasen exclamó: Tenía el
presentimiento de que si viajaba por tierra lo asesinaría
Obando.

Se enclaustró en su alcoba, y debieron pasar por su cabeza


los recuerdos de aquellos días de gloria, empezando por aquella
ocasión en que el Libertador tuvo la oportunidad de conocer
al joven Antonio José de Sucre como bien lo cuenta el Maestro
Germán Arciniegas en su libro BOLÍVAR El Hombre de la Gloria,
cuando un poco después de la Batalla de Boyacá, de camino a

219
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

Venezuela que aún se encontraba en poder de los realistas, se


entrevista en Barinas con Páez durante la cual le hace un relato
de las proezas cumplidas, y

... bajando el Orinoco, cruza una flechera que lleva izada


bandera de general.

– ¿Qué general sube? – pregunta Bolívar.

– El general Sucre, Excelencia.

– ¿Sucre? No hay tal general. Hágale usted señas para que


venga a tierra.

Las dos flecheras se dirigen a la playa, y Bolívar ve por vez


primera a este hermoso soldado de veinticinco años, que
hace su presentación con un breve relato de su carrera.

– Nunca he pensado Excelencia, en tener mi rango sin vuestra


aprobación.

Cuando Bolívar se despide del “general” Sucre, ya lo lleva en


el corazón, pero está lejos de pensar que con el tiempo será
el más amado de sus soldados y el más fiel de sus amigos.

Es fácil deducir, que Bolívar, una vez en la soledad de su


cuarto, haya desenvuelto la madeja de recuerdos en su duro
trajinar por un mismo ideal, que haya desplegado el ovillo de su
existencia recorriendo los mismos caminos, teniendo siempre
a su lado el apoyo y el sincero consejo de su coterráneo, el
mejor de sus amigos, el más noble, el más leal.

Él siempre estuvo presto a reconocer públicamente todos


los merecimientos, la rectitud, el respeto, el valor, la inteligencia,

220
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

la prudencia, la lealtad, el decoro que distinguieron perenne-


mente a ese maravilloso ser humano que fue Antonio José de
Sucre, a quien quiso más que a un hermano, verdaderamente,
como a un hijo.

Es de suponer que el Libertador recordó en aquellos


momentos de inmenso dolor y abatimiento, todos aquellos actos
de su vida que fueron comunes con el gran Mariscal. Así, no
debió pasar por alto el recuerdo de un hecho que una vez más
ponía en evidencia el reconocimiento expontáneo, su amor por
él y su desprendimiento proverbial, cuando en 1825, en el Perú,
de camino hacia el sur, en la antigua capital del imperio inca,
según los tratadistas, las damas de la ciudad, como muestra de
agradecimiento ofrecieron un homenaje al Libertador con
mucha pompa y brillo, lo mismo en el Cuzco que en Arequipa.Y
encontramos en la crónica de la Gaceta Colombiana, que Bolívar
fue coronado “después de una resistencia generosa ... con una
guirnalda cívica de oro matizada en perlas y brillantes...” Y, en
una edición de julio de 1883, el Papel Periódico Ilustrado,
encontramos que ... el Libertador la quitó de sus sienes y
adornó con ella las del Gran Mariscal de Ayacucho, juzgando
que era él quien la merecía.

El vil asesinato del Mariscal constituyó, a no dudarlo, la


final estocada que habría de abatirlo en forma brutal, y con ello,
sus enemigos, estaban reafirmando su abierta intención de
truncar la continuidad del proyecto del Libertador. Si bien ya
no poseía el entusiasmo de otros días ni las fuerzas necesarias
para buscarlo, este acontecimiento, lo acercaba, irremedia-
blemente al final.

221
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

Es pues innegable que a partir del recibo de la noticia de


su muerte fue cuando empezó a agravarse su mal, y su estado
de salud y de ánimo decayó notablemente, entrando con sobrada
razón en una tremenda depresión. Su prematura vejez muestra
una lamentable imagen del Libertador sumido en la más
profunda tristeza, ya sin fuerzas y sin deseos de vivir, presa del
más absoluto dolor moral.

No obstante, le escribe sentidas palabras a la viuda del


Mariscal:

No concibo, señora, hasta dónde llegará la presión penosa


que debe haber causado a Usted esta pérdida tan irreparable
como sencilla; únicamente me atrevo a juzgar por mí mismo
lo que pasará por una esposa que lo ha perdido todo de un
golpe y del modo más bárbaro. Todo nuestro consuelo, si es
que hay alguno, se funda el los torrentes de lágrimas que
Colombia entera y la mitad de la América deben a tan heroico
bienhechor.

Así mismo escribió varias cartas, algunas de respuesta, en


medio de la amargura que le embargaba, dejando siempre ver
su convicción de que los autores de tan execrable crimen no
eran otros diferentes a “estos dos monstruos”, cuando se refiere
a López y Obando. En carta al general Juan José Flores, al final
de la misma, no vacila al comentar: Yo pienso que la mira de este
crimen ha sido privar a la patria de un sucesor mío.

A todos estos hechos, se sumaron otros no menos


dolorosos para el gran hombre que empezaba a ver cómo su
vida se consumía en medio de las penas y las espinas que

222
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

punzaban sin misericordia su noble corazón. El presidente


Joaquín Mosquera, elegido por el Congreso Admirable para
dicho cargo el 4 de Mayo y posesionado el 13 del mismo mes,
empezaba a mostrar su debilidad en el ejercicio del mismo, y
una de las mas elocuentes demostraciones de ello fue el
nombramiento de don Vicente Azuero como Secretario del
Interior, quien desde el momento de tomar posesión de su
cargo inició toda clase de injurias y ataques contra Bolívar.
Azuero, santanderista de tiempo completo, recientemente
regresado al país del destierro en Jamaica por la supuesta
participación en los acontecimientos del 25 de Septiembre, no
dudó, sin autorización del Presidente, en hacerle llegar al
Libertador la determinación del Congreso de Venezuela, remitida
al Congreso Admirable por su mismo Presidente, el cubano
señor Francisco Javier Yáñez, comentándole en la respectiva nota
remisoria:

... para que V.E. quede informado de esta notable


circunstancia, por lo que puede influir en dicha nación, y por
la trascendencia que tenga en la gloria de V.E., determinación
que en sus apartes mas relevantes decía: ... Venezuela, a
quien una serie de males de todo género ha enseñado a ser
prudente, que ve en el general Simón Bolívar el origen de
todos ellos, y que tiembla al considerar el riesgo que ha corrido
de ser para siempre su patrimonio, protesta que no tendrán
aquellas (la relaciones con Venezuela), mientras éste
permanezca en el territorio de Colombia, declarándolo así el
soberano congreso en sesión del día 28 de Mayo. Estos son
los sentimientos del pueblo venezolano, y de orden de sus
representantes lo manifiesto a Vuestra Excelencia para que
se sirva ponerlo en conocimiento de la respetable Asamblea
a cuya cabeza se encuentra.

223
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

No sobra anotar que el historiador Gustavo Arboleda


trae en su Historia Contemporánea de Colombia, tomo I, página
45, un brevísimo comentario sobre cómo el Congreso de
Venezuela determinó que Venezuela no entrase en conver-
saciones con el gobierno de Bogotá mientras el Libertador
estuviese en territorio de la Nueva Granada. Así mismo, Pombo
y Guerra en Constituciones de Colombia, en su edición de 1892,
página 181, hacen el comentario sobre tal acontecimiento, de la
siguiente forma:

El congreso convocado por Páez se instaló en Valencia el 6


de Mayo, y después de decretar la expulsión de Bolívar del
territorio de Colombia se dio a discutir la separación de
Venezuela del resto de la República.

Así, cuando Bolívar se ausentó de Bogotá, enfermo, triste,


abrumado por el desengaño y el odio de sus émulos, con el fin
de expatriarse para siempre, la Nueva Granada le daba las
expre-siones de agradecimiento y le mandaba entregar de por
vida la pensión que le había concedido el Congreso de 1823;
Ecuador le llamaba para que pasara allí tranquilo sus últimos
días, y Venezuela, su cuna, donde pasó su infancia, pedía su
ostracismo perpetuo.

Don Vicente Azuero, hizo publicar la nota completa en


los periódicos enemigos desde siempre de Bolívar, El Demócrata
y La Aurora, así mismo en La Gaceta de Colombia. Nada más indigno,
muestra inequívoca de la venganza más rastrera. Indudable que
esto constituyó la afrenta más terrible recibida por el grande
hombre, el pago más infame, inicuo y malvado a tanta nobleza,

224
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

desprendimiento y generosidad. Y todo esto con la complacencia


del Presidente, señor Mosquera. Bien lo manifestó el Libertador
más adelante cuando dijo:

Este es un hecho atroz del que el señor Mosquera no se


vindicará nunca; aseguro que es el suceso que me ha
afectado más en toda mi vida.

El general Tomás Cipriano, hermano del propio Presidente,


una vez conoció el incidente, comentó que:

... fue un acto de debilidad de su hermano, que debió destituir


a Azuero y declarar que el Presidente de Colombia no se podía
prestar a hacer la notificación de un acto indigno de la Junta
revolucionaria de Valencia que se llamaba Congreso de
Venezuela.

Como otras de las desacertadas decisiones del señor


Mosquera está el nombramiento del general De Rieux en el
Ministerio de Guerra y el del doctor Francisco Soto como
Procurador General de la Nación, fanáticos y reconocidos
enemigos del Libertador. Nunca se puso en duda la capacidad y
el conocimiento de los funcionarios nombrados para tales
posiciones, pero los momentos que vivía la nación hacía
inconveniente esta decisión del Ejecutivo, pues ello constituía,
sin duda alguna, gran afrenta a los partidarios de Bolívar,
creciendo odios y el descontento general y los ánimos
separatistas se fueron haciendo realidad, desde la Convención
de Ocaña, llegándose a extremos insospechados que dieron al
traste con la tolerancia debida, la unidad de la nación y con el
sueño del Libertador.

225
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

Los días transcurrieron en medio de la más absoluta


desolación, agobiado por la ingratitud y la actitud despiadada de
sus propios paisanos, quienes le negaban, como ya está claro,
hasta un pedazo de la tierra que le vio nacer para terminar allí
su peregrinar por este mundo, mientras en el centro de país
los sucesos no terminaban, con actuaciones confusas del Batallón
Callao, de reconocida fidelidad a Bolívar y del Batallón Boyacá,
santaderista, que ante actuaciones débiles y desafortunadas del
Presidente Mosquera y del Vicepresidente Caicedo, pues se
turnaron el poder por demás en forma irresponsable, termi-
naron en enfrentamiento sangriento en inmediaciones de
Fontibón, sitio cercano a Bogotá denominado “El Cerrito del
Santuario”, en el que las fuerzas gobiernistas del Batallón Boyacá
sufrieron una aplastante derrota por parte de los integrantes
del Batallón Callao, resultando de esto la caída humillante del
régimen legal. El 5 de septiembre de 1830, Mosquera y Caicedo
y la mayor parte de sus inmediatos colaboradores renuncian,
encargándose provisionalmente al General Urdaneta del poder
ejecutivo, lo cual originó diversos pronunciamientos en favor
del Libertador para que regresara a tomar el poder, lo cual
Bolívar rechazó enfática pero elegantemente, prometiendo una
vez más servir a Colombia como soldado y como ciudadano.
Dice el célebre historiador Gerhard Masur después de estos
acontecimientos:

Sus amigos lo abrumaron con cartas: los embajadores de


Inglaterra, Estados Unidos y Brasil declararon públicamente
que sólo el Libertador podía salvar a Colombia. En Cartagena,
los líderes militares y políticos designaron a Bolívar Jefe del
ejército. Se le prometió una libertad completa para tomar

226
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

todas las medidas necesarias a fin de mantener el orden en


la República. Pero Bolívar resistió la tentación. Dijo que estaba
todavía dispuesto a servir a su país, pero que el movimiento
espasmódico a su favor no constituía una base para su
regreso a la presidencia. Toda esa acción estaba marcada
con el estigma de la anarquía, contra la que había luchado
siempre. Urdaneta, que ahora lo instaba a regresar, se había
opuesto a que continuase en el poder apenas unos cinco
meses antes. Bolívar no esperaba que surgiese nada
constructivo de estos levantamientos ni para él ni para la
República. Estoy viejo, enfermo, cansado, desengañado,
afligido, calumniado y mal pagado. Créanme que nunca he
mirado con buenos ojos los levantamientos y que durante
estos últimos días me he arrepentido hasta de los que
emprendimos contra los españoles. Todos mis razonamientos
llegan a la misma conclusión: no tengo esperanzas de salvar
a la patria. Este sentimiento, o mejor dicho, esta convicción,
ahoga mis deseos y me sume en la desesperación. Soy de la
opinión que todo está perdido para siempre... Si sólo se
tratase de hacer un sacrificio, aunque fuese de mi felicidad,
de mi vida o de mi honor, créanme que no vacilaría. Pero
estoy convencido de que ese sacrificio sería inútil, pues el
cambio del mundo excede el poder de un hombre, y como
soy incapaz de hacer la felicidad de mi país, me niego a
gobernarlo. Además, los tiranos de mi patria me han
expulsado y proscrito, de modo que no tengo patria a quien
ofrecer sacrificios...

El mismo Gerhard Masur agrega:

Por primera vez en su vida, Bolívar está definitivamente


resignado. Nada tenía significado: todo era inútil. Quizá todo
el movimiento emancipador había sido prematuro. Algunas
veces su aflicción lo llevaba a exagerar, como cuando dijo
que le pesaba haber emprendido la liberación de Sudamérica.
Miranda había muerto en una prisión española; San Martín
estaba en el exilio; Sucre yacía asesinado; y él mismo en

227
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

esta costa ardiente y estéril, estaba proscrito y a la espera


de la muerte. ¿De qué habían servido veinte años de guerra
y revolución? “Hemos arado en el mar”, fue su amarga
conclusión.

El doctor Rafael Ignacio Bermúdez Bolaño en su citado


libro Verdades sobre la muerte del Libertador, comenta que Bolívar:

...salió de Cartagena al final de septiembre rumbo a Santa


Marta por el camino de Tierra Adentro, por la vía de Soledad
a Barranquilla. Bolívar se encontraba desesperado, pues se
sentía ya muy enfermo, sin fuerzas, y vilipendiado en forma
cruel por sus enemigos, acosado por todos los flancos. No
tenía reposo, y un fuerte desasosiego se apoderaba de él
intermitentemente.

El 2 de Octubre escribe al General Urdaneta desde


Turbaco diciéndole:

Dentro de dos días me iré para Santa Marta con la mira de


visitar aquel país, que no lo he visto nunca y por ver si
desengaño a algunos que influyen demasiado en mi opinión.
Aún me lleva otro fin y es el de mi salud; pues dicen que hay
climas templados cerca de la Sierra Nevada que se parecen
al de Ocaña.

Pero antes de emprender el viaje hizo empacar de la


mejor forma todo su archivo personal haciendole entrega al
señor Juan Bautista Pavageau, de origen francés dedicado al
comercio y radicado en Cartagena, en donde gozaba de gran
prestigio como persona seria y responsable; de lo cual dio
muestras ciertas tiempo más adelante. El archivo debía ser
entregado en París de acuerdo con indicaciones precisas del

228
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

propio Libertador. Y, en constancia, el propio Pavageau entregó


el respectivo recibo:

Cartagena 28 de Septiembre de 1830. A S. E., el General


Bolívar. He recibido de S. E., El Libertador, diez baúles
conteniendo papeles varios de su pertenencia, para ser
depositados en París en manos seguras según las
instrucciones de S. E. Firma: Juan Pavageau.

Dice al respecto el médico Rafael Ignacio Bermúdez


Bolaño:

Poco tiempo después, el 10 de Diciembre, al hacer su


testamento en Santa Marta, El Libertador ordenó que
aquellos papales fueran quemados, pero el señor Pavageau,
al tener noticia en Jamaica del fallecimiento de aquel, le
entregó los papeles a D. Juan de Francisco Martín, quien
había sido nombrado por Bolívar como uno de sus albaceas
testamentarios y se hallaba a la sazón en Kingston, dicho
señor con buen juicio, se abstuvo de incinerar aquel archivo
tan precioso, con lo que salvó ese tesoro histórico para la
posteridad.

El estado de salud del General fue empeorando día a día,


hasta el punto que se tuvo que cancelar momentáneamente el
viaje a Santa Marta, y aprovechando la intermediación del Señor
Pavageau para que el médico Próspero Reverand le examinara,
se le trasladó a Soledad, lugar cercano a Barranquilla, el 4 de
Octubre por invitación de don Pedro Juan Visbal, lugar sobre el
cual escribe el Médico Bermúdez Bolaño: La había construido
(Visbal) como regencia española para el recaudo de tributos, siendo
el Recaudador de Impuestos. Actualmente se llama “La Casa de
Bolívar” y se conserva preservando los detalles de su primitiva

229
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

construcción y fue declarada Monumento Nacional, según


Decreto No. 390 de 1970, durante la Presidencia del Dr. Carlos
Lleras Restrepo.

En Soledad, el Libertador dio rienda suelta a su actividad


epistolar, pues escribió una veintena de cartas, varias de ellas a
su coterráneo Rafael Urdaneta, al frente del Ejecutivo, en las
que le daba cuenta de su lamentable estado de salud. En una de
sus cartas le decía:
Mi debilidad ha llegado a tal extremo que el menor airecito
me constipa y tengo que estar cubierto de lana de la cabeza
a los pies. Mi bilis se ha convertido en atrabilis... Todo esto
mi querido general, me imposibilita de volver al gobierno, o
más bien de cumplir lo que había prometido a los pueblos de
ayudarlos con todas mis fuerzas, pues no tengo ninguna que
emplear ni esperanza de recobrarlas, (por ello) tengo la pena
de asegurarle que, no pudiendo servir más, he resuelto
decididamente tratar sólo de cuidar mi salud, o más bien mi
esqueleto viviente.

El 27 de Octubre, sintiéndose muy mal le escribe al


general Mariano Montilla, su gran amigo, quien siempre estaba
atento a sus cambios de salud:
Necesito con mucha urgencia de un médico y de ponerme en
curación formal para no salir tan pronto de este mundo...

Nuevamente le ve el doctor Gastelbondo, quien ya le había


examinado recién llegado a Soledad, como que era el único
médico que se conseguía por esos lados, y sobre el particular,
en nueva carta al General Urdaneta fechada el 31 de Octubre,
le comenta:

230
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

Mi salud se ha deteriorado que realmente he llegado a creer


que moriría; con este motivo tuve que llamar al médico del
lugar para ver si me hacía algún remedio, aunque no tengo la
menor confianza en su capacidad y voluntad; pero el pobre
me ha levantado de la cama dándome una fuerza ficticia,
pero dejando las cosas como estaban, porque no hay buen
medicamento para quien no lo toma, pues esta es mi mayor
enfermedad y lo peor es que es irremediable, porque prefiero
la muerte a las medicinas: ni aún la coacción del dolor me
persuade pues le tengo una repugnancia que no puedo
vencer.

El general Mariano Montilla no ahorró esfuerzos para


trasladar al general Bolívar hasta Santa Marta, dando resultados
positivos, como que se recibió, –cuenta el médico Bermúdez
Bolaño–, una carta de don Joaquín de Mier ofreciendo su ayuda
y poniendo a sus órdenes la Quinta de San Pedro, gesto que
Bolívar agradeció con alguna reserva por su nacionalidad
española y especialmente porque Santa Marta siempre fue fiel
al Rey Fernando VII, pero una segunda carta de don Joaquín de
Mier enviándole alguna cosas que no se conseguían ni en
Barranquilla ni en Soledad como vinos, víveres, cerveza y libros,
decidieron que el Libertador aceptara la cordial invitación y
escribió la siguiente carta:

Soledad, 17 de octubre de 1830.

Señor Joaquín de Mier:

Mi estimado amigo y señor:


He tenido el placer de recibir la bondadosa carta de Ud., en
la cual se sirve ofrecerme su casa de campo y honrarme con
las expresiones afectuosas de su benevolencia. Reciba Ud.,
Señor, las gracias más expresivas de mi parte.

231
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

No me había adelantado a escribirle a Ud., antes, por no


tener el placer de conocerle, pero el General Montilla, a quien
le encargué, lo mismo que al Coronel Adlercreutz, de hablar
con Ud., sobre su casa de verano, le habrán dicho cuál era
mi deseo de molestar a Ud., lo menos que me fuera posible
y los motivos que me animaban de usar de esa franqueza.

Yo pienso seguir pronto para esa ciudad y desde luego, acepto


la oferta de Ud., aunque sea por unos pocos días.

Entre tanto, reciba Ud., las expresiones de mi consideración


y aprecio.

Simón Bolívar

De igual manera, no escatimó en sus cartas de aconsejar


a Urdaneta para que su paso temporal por el gobierno no
estuviera desprovisto de prudencia, y que cada una de sus
actuaciones se distinguieran por estar siempre ajustadas a la
constitución, empezando por realizar elecciones e instalar el
congreso, como única forma posible de salir honrosamente del
encargo de estar al frente del Ejecutivo temporalmente. Su
enfermedad no le sustraía del interés por el destino de la patria,
que conocía que era bien incierto en esos momentos, y dada su
perspicacia, conocimiento de los protagonistas y su sentido
político, no desaprovechaba su correspondencia fluida al general
Urdaneta para aconsejarle y comentarle en consecuencia sus
impresiones.

El 6 de Noviembre, en una nueva carta le escribe:

Mi mal se va complicando y mi flaqueza es tal que hoy mismo


me he dado una caída formidable, cayendo de mis propios
pies sin saber cómo y medio muerto.

232
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

Al siguiente día, el 7 en la mañana, es trasladado


nuevamente a Barranquilla, llegando a la casa del Sr. Bartolomé
Molinares en la llamada Calle Ancha, contigua a la Iglesia de San
Nicolás, en donde permaneció hasta cuando se embarcó con
destino a Santa Marta.

Y en una nueva carta, de las últimas que le escribió a su


coterraneo, escrita el 16 de Noviembre, le hacía algunas consi-
deraciones al General Urdaneta, fruto tal vez de sus largas
meditaciones en las que se nota cierto grado de arrepentimiento:

...mejor es una buena composición que mil pleitos ganados;


yo lo he visto palpablemente, como dicen: el no habernos
compuesto con Santander nos ha perdido a todos.

Y era bien cierto, que las muchas diferencias que mantenía


Urdaneta con miembros de la oposición, aún con altos dignatarios
del alto gobierno, como el general Justo Briceño, entre otros,
impedían el normal funcionamiento del mismo.

Últimos días – San Pedro Alejandrino

Los días transcurrían, en los cuales los únicos cambios


que se apreciaban eran el abatimiento progresivo del Libertador
y el empeoramiento de su salud. Las controladas visitas, le daban
ratos de esparcimiento con tertulias con algunos militares amigos,
ciertas personas importantes de la vida política y con el médico
que controlaba el estado crítico de su enfermedad, doctor
Gastelbondo. Este le aconsejó, dado el progreso de su mal,

233
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

cambiar de ambiente lo más pronto posible. El 23 de noviembre,


el Libertador le escribe al General Mariano Montilla:

Mis males van de peor en peor, ya no puedo con mi vida, la


flaqueza puede llegar a más. El médico me ha dicho que pida
un buque para ir a Santa Marta o Cartagena pues no
respondo de mi vida dentro de poco.

Era pues el momento propicio para iniciar los prepa-


rativos para su traslado a Santa Marta, pues don Joaquín De
Mier ya le esperaba y el propio Bolívar había aceptado días
atrás su invitación. Fue así cómo en la tarde del día 28 de
noviembre el General Bolívar fue llevado a Sabanilla, en donde
el Bergantín Manuel le esperaba, enviado por el mismo señor
De Mier, para llevarlo a Santa Marta.

El 26 de noviembre en una muy lacónica carta le decía a


Urdaneta:

Estoy casi todo el día en la cama por la debilidad, el apetito


se disminuye y la tos o irritación del pecho va de peor en
peor.

De suerte, que nada restaba por hacer, que llevarle a Santa


Marta cuanto antes mejor. En Sabanilla se encontraba también
la Goleta U.S.S. Grampus nave de guerra norte-americana al
mando del Capitán Isaac Mayo llevando a bordo al Assistant
Surgeon George McNiht quienes escoltaron al Bergantín
Manuel hasta Santa Marta, a donde llegaron el 1º. de diciembre,
a las 7 de la noche, en tan lamentable estado, que no pudiéndose
tener en pie, tuvo que ser bajado del barco en una silla, después

234
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

del saludo de bienvenida del propio dueño del barco don


Joaquín de Mier y de algunas autoridades del lugar. Una vez en
tierra, se acordó llevarlo a un sitio en donde le pudiera examinar
el médico del lugar, el francés Alejandro Próspero Reverend,
quien gozaba de buen prestigio y era propietario de una farmacia
ubicada en la Calle de la Cárcel No. 11, nos dice en su libro el
médico e historiador Rafael Ignacio Bermúdez, hasta donde llegó
Monseñor José María Estévez para informarle que el Libertador
ya se encontraba en Santa Marta y que le habían hospedado en
la Casa de la Aduana, en donde le tenían preparada temporal-
mente una habitación. El viaje por mar no le hizo mucho bien,
antes por el contrario, le produjo mucho vómito, llegando muy
débil y deshidratado. El doctor José Ignacio Méndez, en su libro
El Ocaso de Bolívar comenta que su aspecto era deplorable:

... Lívido, descarnado, con la pupila apagada, esa pupila que


fulguró en Junín, parecía una cadáver salido de la fosa.

Hasta allí se desplazó el médico Reverend, quien después


de un completo examen del paciente entregó un primer Boletín:

Le encontré en el estado siguiente: cuerpo muy flaco y


extenuado; el semblante adolorido y una inquietud de ánimo
constante... Las frecuentes impresiones del paciente indican
padecimientos morales. La enfermedad de S.E., me parece
ser de las más graves y mi primera opinión fue que tenía los
pulmones dañados; no hubo tiempo de preparar un método
formal; solamente se le dieron unas cucharadas de un elixir
pectoral compuesto en Barranquilla.

Los días transcurrían muy lentamente, en medio de una


angustia indescriptible por una respiración difícil, entrecortada,

235
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

casi sin pasar alimentos y sin recibir los medicamentos por los
que siempre conservó total repugnancia. Conversaba con el
doctor Reverend constantemente sobre todos los temas. Fue
su gran contertulio durante esos penosos días. Bien conocida
es la colección de documentos que el doctor Reverend publicó
en 1866 en Francia, que tituló La última enfermedad, los últimos
momentos y los funerales de Simón Bolívar, Libertador de Colombia
y del Perú. Pues bien, allí consignó algunas de las cortas conver-
saciones que sostuvo con el Libertador, como estas, ya en la
Quinta de San Pedro Alejandrino:

Un día, que estábamos solos, de repente me preguntó: –¿Y


usted qué vino a buscar a estas tierras? –La Libertad. –¿Y
usted la encontró? –Sí, mi General. –Usted es más afortunado
que yo, pues todavía no la he encontrado... Con todo, añadió
en tono animado: –Vuélvase usted a su bella Francia en
donde ya está flameando la gloriosa bandera tricolor... En
otra ocasión en que yo estaba leyendo unos periódicos, me
dijo el Libertador: –¿Qué está usted leyendo? –Noticias de
Francia mi General. –¿Le agradaría a usted ir a Francia? –De
todo corazón. –Pues bien, póngame usted bueno, doctor e
iremos juntos a Francia. Es un bello país, que, además de la
tranquilidad que tanto necesita mi espíritu, me ofrece
muchas comodidades propias para que descanse de esta
vida de soldado que llevo hace tanto tiempo...

Esta charla, la comenta Juan Francisco Pazos Varela en su


libro Así era Bolívar, diciendo que todo ello sucedía cuando:

Ya la muerte vigilaba incesante a su presa; ya sus horas


estaban contadas matemáticamente; en el reloj del tiempo,
muy poco faltaba para el momento fatal, en que se hundiera
en el océano, ese astro que no volverá a presentarse, igual,
en el cielo de América.

236
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

Pero recordemos que Bolívar estaba temporalmente en


la Casa de la Aduana en Santa Marta, en donde tenía el médico
Réverend todas las facilidades para prestarle la atención del
caso y suministrarle los medicamentos adecuados, y que don
Joaquín de Mier, muy galantemente le había ofrecido su casa
campestre, en las cercanías a la ciudad, ofrecimiento que el
Libertador había aceptado gustoso. El médico, después de ver el
desarrollo de la enfermedad, el día 5, llegó a la conclusión que
su distinguido paciente sufría de una tuberculosis pulmonar
que había llegado al último grado, no teniendo ya remedio alguno.
Se decidió en consecuencia, preparar el traslado del enfermo a
la Quinta San Pedro Alejandrino, buscando un ambiente más
sosegado y fresco, con la intención de seguir más adelante hacia
la Sierra Nevada de acuerdo con la reacción que presentara en
los días siguientes. Como estaba programado, el día 6 salió la
comitiva acompañando al Libertador desde la Casa de la Aduana
hasta la Hacienda o Quinta de San Pedro Alejandrino,
acomodándolo en una amplia habitación con poco mobiliario,
el escasamente necesario para sus pocos implementos
personales, lencería y medicamentos, con ventanas de cuatro
naves para la mejor ventilación según las horas del día. En el
Boletín No. 7, a la hora de las 8 de la noche, el doctor A. P.
Reverend consignó:

S. E. pasó buena noche y el día contento, alabando mucho la


mudanza y el hallarse en el campo. Es el mejor día que ha
tenido.

El día 8 de Diciembre, mostró una ligera mejoría, hasta el


punto de tener ánimo para escribirle al Ministro Vergara:

237
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

Mis males afortunadamente han calmado un poco y esto ha


sido bastante para hacerme variar de dictamen, pues había
pensado hasta irme a Jamaica a curarme.

No obstante cierta sensación de bienestar, la enfermedad


siguió su curso fatal. Con frecuencia se le escapaban ciertas
exclamaciones, algunas incoherentes, sumido en la profunda
fiebre. Cuentan que se le oía decir:
¡Muchachos, vámonos! ¡Esta gente no nos quiere en esta
tierra! ¡Lleven mi equipaje a bordo de la fragata!

Como consecuencia de todo esto, el médico le recomendó


prepararse espiritualmente con la mayor serenidad y calma.
Fue así cómo el 10 de diciembre, en la mañana, el ilustrísimo
José María Estévez, Obispo de Santa Marta, visitó al Libertador
y le aconsejó confesarse y hacer testamento. Si bien es cierto
que muchos historiadores tienen sobre este punto muchas
versiones, el profesor y connotado historiador Julio César García,
quien fuera Rector de la Universidad “La Gran Colombia”, en
carta que le dirige al también historiador y profesor Juan Manuel
Saldarriaga Betancur, en el año 1953, confirma que Bolívar se
confesó con Monseñor José María Estévez, y comenta:

Monseñor Nicolás Eugenio Navarro, arzobispo titular de


Cárpathos, dean de la catedral de Caracas y uno de los más
ilustres historiadores venezolanos, publicó en 1930 el libro:
La Cristiana Muerte del Libertador, en el cual presentó los
testimonios del doctor Alejandro Próspero Reverend, de don
Fernando Bolívar, sobrino del Padre de la Patria, del coronel
Miguel Sagarzazu y del Pbro. José María Arenas, cura del
Sagrario de la catedral de Santa Marta, todos contestes en
cuanto a la confesión de Bolívar...

238
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

El 17 de Diciembre de 1952 leyó el mismo ilustre prelado


e historiador por la Radiodifusora Nacional de Venezuela una
conferencia sobre el mismo asunto, en la cual dio a conocer el
informe del Cónsul británico en Cartagena, Edwards Watts,
fechado el 27 de Diciembre de 1830 y publicado en el Public
Record Office de Londres, en el cual se lee:

Habiéndose hecho cada día más visible el desgaste de salud


del Libertador, sus amigos pensaron que era su deber para
con él, para consigo mismo, para con la República y para con
el mundo en general advertir a su Excelencia del peligro en
que se hallaba. El Obispo de Santa Marta fue considerado
por ellos como la persona más a propósito para hacerle esta
delicada pero necesaria advertencia, y él se encargó de muy
buen grado del penoso oficio. El 10 de diciembre fue, pues,
el Libertador de Colombia impuesto por el obispo del estado
crítico de su salud, tremendo anuncio que S E. recibió con
tranquilidad y resignación y en seguida se aprestó
debidamente para su trance final. Como cristiano se conformó
a todas las prácticas prescritas por su religión, recibió los
santos sacramentos y de todo corazón perdonó a sus
perseguidores y difamadores que le llevaban prematuramente
al sepulcro.

Los días, pasaban inmisericordemente, y todos veían cómo


se acercaba el día fatal. El tiempo había que aprovecharlo, y tal
vez el Libertador, consciente de ello, cuenta Fabio Puyo en su
libro Muy cerca de Bolívar lo siguiente:

Cuando, a pesar de su inicial rechazo, fue consciente de lo


que se avecinaba, otorgó ante el escribano público de Santa
Marta don José Catalino Noguera, su testamento. Declaró
que los únicos bienes que le quedaban eran las tierras y las
minas de Aroa, las cuales dividió en tres partes iguales, las

239
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

dos primeras para sus hermanas María Antonia y Juana, y la


tercera para los hijos naturales de su fallecido hermano Juan
Vicente. A su fiel mayordomo, José Palacios, le legó la suma
de 8.000 pesos, en remuneración a sus constantes servicios.
La espada que Sucre le regaló después de Ayacucho se la
dejó a la viuda de este, la Marquesa de Solanda, pronto
señora de Barriga. Entre sus escasas pertenencias quedó
sin destino la medalla que Jorge Washington Curtis le hizo
llegar en nombre de su padre y de la que tanto se ufanaba.

Ese día, 10 de diciembre, fue un día memorable, histórico,


profuso en acontecimientos. Ese mismo día, dictó al mismo
escribano público el más bello y conmovedor de todos sus
documentos, su Última Proclama:

A los pueblos de Colombia: Colombianos! habéis presenciado


mis esfuerzos para plantear la libertad, donde reinaba antes
la tiranía. He trabajado con desinterés, abandonado mi
fortuna y aun mi tranquilidad. Me separé del mando, cuando
me persuadí que desconfiabais de mi desprendimiento. Mis
enemigos abusaron de vuestra credulidad, y hollaron lo que
me es más sagrado: mi reputación y mi amor a la libertad.
He sido víctima de mis perseguidores que me han conducido
a las puertas del sepulcro. Yo los perdono.

Al desaparecer de en medio de vosotros, mi cariño me dice


que debo hacer la manifestación de mis últimos deseos. No
aspiro a otra gloria que a la consolidación de Colombia. Todos
debéis trabajar por el bien inestimable de la unión; los
pueblos obedeciendo al actual gobierno para libertarse de la
anarquía; los ministros del Santuario, dirigiendo sus oraciones
al cielo, y los militares empleando su espada en defender las
garantías sociales. Colombianos: Mis últimos votos son por
la felicidad de la patria. Si mi muerte contribuye para que
cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo
al sepulcro.

240
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

Una vez terminado de dictar el documento y leído por


parte de su amanuense, haciendo un gran esfuerzo se incorpora
en su lecho y con mano temblorosa pone al pie del mismo su
nombre: Simón Bolívar.

Consecuente con el bellísimo y maravilloso texto de su


proclama, el 11 de Diciembre, como para no ahorrar ni un solo
esfuerzo en su empeño por lograr la unión, le dirige una carta
al General Justo Briceño, tal vez la última que escribiera el
Libertador, en la que le manifiesta:

En los últimos momentos de mi vida le escribo ésta para


rogarle, como la única prueba que le resta por darme de su
afecto y consideración, que se reconcilie de buena fe con el
General Urdaneta y que se reúna en torno del actual gobierno
para sostenerlo. Mi corazón me asegura que no me negará
este último honor. Sólo sacrificando nuestros sentimientos
personales podemos proteger a nuestros amigos y a Colombia
de los horrores de la anarquía.

Qué grandeza, qué unidad de criterio, qué corazón más


grande, pleno de amor, que aún muriendo, muestra sin ambages
su entrega por la causa que lo impulsó a actuar toda su vida,
desprovista siempre de todo egoísmo, de toda ambición.

Decíamos que ese 10 de diciembre fue un día memorable,


pleno de acontecimientos. Así lo comprueba el doctor J. P.
Reverend cuando escribe en su Diario de lo ocurrido ese mismo
día por la noche:

Por más tiempo que viva nunca se me olvidará lo solemne y


patético de lo que presencié. El cura de la aldea de Mamatoco

241
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

cerca de San Pedro, acompañado de sus acólitos y unos


pobres indígenas, vino de noche a pie, llevando el viático a
SIMÓN BOLÍVAR. ¡Qué contraste! ¡Un humilde sacerdote y de
casta ínfima a quien realzaba sólo su carácter de ministro de
Dios, sin séquito ni aparatos pomposos propios de las
ceremonias de la Iglesia, llegarse con los consuelos de la
religión al primer hombre de Sur América, al ilustre
LIBERTADOR y fundador de Colombia! ¡Qué lección para
confundir las vanidades de este mundo! Estábamos todos
los circunstantes impresionados por la gravedad de tan
imponente acto. Acabada la ceremonia religiosa, luego se
puso el escribano notario Catalino Noguera en medio del
círculo formado por los generales Mariano Montilla, José María
Carreño, Laurencio Silva; militares de alto rango; los Sres.
Joaquín de Mier, Manuel Ujueta, y varias personas de
responsabilidad para leer la alocución dirigida por Bolívar a
los colombianos. Apenas pudo llegar a la mitad, su conmoción
no le permitió continuar, y le fue preciso ceder el puesto al
Dr. Manuel Recuero, a la sazón auditor de guerra, quien pudo
concluir la lectura; pero al acabar de pronunciar las últimas
palabras “Yo bajaré tranquilo al sepulcro”, fue cuando Bolívar
desde su butaca en donde estaba sentado, dijo con voz ronca:
“Sí, al sepulcro... es lo que me han proporcionado mis
conciudadanos... pero les perdono. ¡Ojalá yo pudiera llevar
conmigo el consuelo de que permanezcan unidos”. Al oír estas
palabras que parecían salir de la tumba, se me cubrió el
corazón, al ver la consternación pintada en el rostro de los
circunstantes a cuyos ojos se asomaban las lágrimas, tuve
que apartarme del círculo para ocultar las mías, que no me
habían arrancado otros cuadros más patéticos.

Escasa una semana de vida le quedaba al Padre de la Patria,


abandonado y olvidado de quienes fueron sus amigos, en la
seguridad de que cuantos lo recordaban, era con odio y con lo
regocijo por la proximidad de verse liberados de su incómoda
presencia y de su influencia. Solamente veía cruzar en su alcoba

242
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

a aquellos acompañantes, casi todos militares fieles, tristes por


la inminencia del infausto suceso, esperando el momento, sin
una mano femenina que le prodigara una caricia, y lo ayudara a
mitigar con voces suaves de cariño ese tremendo dolor del
desengaño, de la traición, de la ingratitud y del olvido. Que secara
de sus sienes ese sudor frío, comienzo ya de una muerte que se
avecinaba sin clemencia, sin afanes, haciendo más larga su espera.
San Pedro ALejandrino, hermoso escenario para eventos
románticos, se había convertido en el mejor sitio que podía
encontrar el Libertador para despedirse de este mundo, lugar
apacible para el más horrido momento del ser humano,
sembrado de tamarindos cuya sombra mitigaba levemente la
temperatura del mediodía y en donde el mar azotaba
rítmicamente con su oleaje la cercana playa, recordando que
estaba presto para el embarque e iniciar el tramo final del
recorrido.

Durante su corta permanencia en la Quinta del Señor


Mier, el día de los grandes acontecimientos, decíamos antes, fue
pues el 10 de diciembre. A partir de entonces, su salud siempre
fue en detrimento día a día. El avance de su mal nunca tuvo
receso. En el Boletín No. 14, correspondiente al 11 de diciembre,
y en los siguientes, hasta el Boletín No. 32, del 17 de diciembre
a las siete de la mañana, el doctor Reverend, deja la constancia
de que el mal es incontenible a pesar de todos los esfuerzos
realizados en un intenso y continuo tratamiento. Los únicos
remedios que se le suministran son los fortificantes. Fiebre
intensa, tos constante y seca, el pecho muy tupido, hipo casi
permanente, desvarío frecuente, con voz ronca, pulso casi

243
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

siempre deprimido, respiración estertorosa. El único alimento


que puede pasar es sagú, algunas veces con vino. Solamente los
estimulantes y fortificantes le sostienen la vida y las fuerzas vitales
cada vez son más escasas. El Boletín No. 33, el último, firmado
por el doctor Reverend, dice textualmente:

Desde las ocho hasta la una del día que ha fallecido su S. E.


el Libertador, todos los síntomas han señalado más y más la
proximidad de la muerte. Respiración anhelosa, pulso apenas
sensible, cara hipocrática, supresión total de orines, etc. A
las doce empezó el ronquido y a la una en punto expiró el
excelentísimo Señor Libertador, después de una agonía larga
pero tranquila.

El mismo médico Reverend refiere que:

... cuando conocí que la hora fatal se iba aproximando, me


senté en la cabecera teniendo en mi mano la del Libertador,
que ya no hablaba sino de un modo confuso. Sus facciones
expresaban una perfecta serenidad; ningún dolor o seña de
padecimiento se reflejaban sobre su noble rostro. Cuando
advertí que ya su respiración se ponía estertorosa, el pulso
trémulo, casi insensible y que la muerte era inminente, me
asomé a la puerta del aposento, y llamando a los generales,
edecanes y a los demás que componían el séquito de Bolívar:
–Señores, exclamé: si queréis presenciar los últimos
momentos y postrer aliento del Libertador, ya es tiempo.–
Inmediatamente fue rodeado el lecho del ilustrísimo enfermo,
y a pocos minutos exhaló su último suspiro el ilustre campeón
de la libertad sudamericana, cuya defunción cubrió de luto a
su patria, tan bien pintado cuando en su proclama el General
Ignacio Luque exclamaba: ¡Ya murió el sol de Colombia!

Horas después del fallecimiento del Libertador, su cadáver


es trasladado a un cuarto cercano, el cual convertido en morgue,

244
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

es preparado para el embalsamamiento que practica el propio


doctor Reverend, quien realmente era de profesión farmaceuta,
con avanzados conocimientos en medicina. “Lámparas de aceite,
agua, paños de lino, algodón egipcio, marmitas, jofainas y jarras de
porcelana”, organizan para el trabajo próximo a realizar. De otro
lado, “cuchillos propios para el oficio, tijeras de plata, escalpelos
debidamente afilados, jeringas de vidrios, agujas e hilo de cáñamo”.
Y finalmente, para neutralizar el hedor natural de las secreciones,
“ricino y hojas de espliego y romero, arden en el pebetero”. En
frascos con letras doradas de lee, “aceite de trementina, lavanda,
romero, espíritu de vino y vinagre aromático”. Terminada la
ceremonia de embalsamamiento por parte del profesor
Reverend, el ambiente que reina en el aposento y en las salas
vecinas es purificado con sahumerios de incienso y lavanda. Casi
de inmediato, el cadáver embalsamado que había sido colocado
en un catafalco, es trasladado de la Quinta de San Pedro
Alejandrino a la Casa la Aduana, sitio al cual había llegado a
Santa Marta antes de su último viaje, que no fue otro, con el
mismo trayecto, el día 6 del mismo mes de diciembre, al lugar
en donde habría de fallecer. Allí, tres días permaneció el féretro
del ilustre Padre de la Patria, en donde recibió el silencioso
homenaje de los habitantes del lugar y de los fieles militares
que le acompañaron hasta sus últimos momentos.

Antes de terminar la tarde del 20 de Diciembre, el pueblo


le dio el último adiós al celebrarse las honras fúnebres, llevando
su cuerpo hasta la Catedral de Santa Marta y depositándolo en
una bóveda que fue cedida gracias a la generosidad de la familia
Díaz-Granados. El M.D. Rafael Ignacio Bermúdez, en su ya

245
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

comentado libro Verdades sobre la muerte del Libertador, comenta


sobre este acto:

Aún cuando no había mucha tropa en Santa Marta, el traslado


se realizó con un bonito desfile militar presidiendo la
procesión los caballos del Libertador cubiertos con cobertores
negros que llevaban inscritas las iniciales S.E. A continuación
iban un Sargento Mayor, detrás un Coronel y el primer
Comandante de la plaza, todos a caballo con espadas en
mano y una compañía del batallón Pichincha y por último, el
cadáver del Libertador bien arreglado con sus atuendos
militares, llevada la urna por dos Generales, dos Coroneles y
dos primeros Comandantes. Detrás seguían el Comandante
de Armas del puerto con su séquito de la guardia de honor
de Bolívar con otra compañía del Batallón Pichincha
enarbolando banderas enlutadas y armas a la funerala. Desde
el morro los cañones no dejaban de disparar cada cinco
minutos. Todo el trayecto del recorrido desde la Aduana se
realizó bajo un silencio fúnebre acompañado suavemente por
la música sórdida de los cuerpos militares, el tañido de las
campanas y el canto triste de los sacerdotes.

Ha muerto, el Libertador, y hemos quedado huérfanos


todos, absolutamente todos, los de entonces, aún aquellos que
disfrutaron la ausencia eterna que empezaba, los que han sufrido
con dolor, también desde entonces, y los de ahora, sin
comprenderlo, porque el Padre de la Patria se fue a llorar los
desengaños mismos que le llevaron a la tumba aumentando el
caudal del inmenso mar, cuyos murmullos no lograron ahogar
los ronquidos de héroe ya vencido al medio día de ese luctuoso
17 de Diciembre de 1830, dejándonos como única herencia
cierta la Libertad, que tristemente no hemos sabido exaltar,
defender y conservar como es debido.

246
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

El Parricidio

En los últimos años de su vida fue sometido inmiseri-


cordemente a un olvido voluntario por parte de sus adversarios;
fue ignorado políticamente por quienes veían en él el freno a
todos sus desmanes, fundamentando su actitud en la calumnia
y en la conveniencia de empequeñecer su grandeza.

Pero ya muerto Bolívar, desaparecido el peligro para


quienes detentaban el poder, es lamentable, y así lo registra la
historia, en la década siguiente a su desaparición, y un poco más,
continuó olvidado voluntariamente, sobre todo en su tierra.
Allí, solamente al cabo de los dos meses se conoció la noticia de
su muerte, de la muerte del más grande de sus hijos, guardándose
impunemente el más vergonzoso silencio sobre su memoria,
como si fuera la del más insignificante desaparecido. Doce años
corrieron inexplicablemente, después de su muerte, para que
se sucediera la traslación de sus restos a Caracas en Noviembre
de 1842.

El doctor Bohórquez Bolaño cuenta que:

... en 1834 un fuerte terremoto sacudió a Santa Marta lo


que ocasionó que la tumba sufriera graves fisuras. El Sr.,
Manuel Ujueta Bisais, gran amigo de Bolívar, se encuentra a
su regreso con el espectáculo de ver el ataúd asomado entre
las ruinas cubierto por piedras y escombros; consigue exhumar
los restos y llevarlos a su casa donde los conserva hasta que
la bóveda de los Díaz-Granados sea reparada y cuando esto
sucede los coloca en el mismo sitio.

247
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

Continúa el citado Bohórquez Bolaño:

Posteriormente en el año de 1839 el General Joaquín


Anastasio Márquez considera que el sepulcro del Libertador
debe estar en un lugar más digno de la misma Catedral y por
ello lo hace construir en la nave central, bajo la cúpula frente
al presbiterio, en donde finalmente son trasladados los restos
cubriendo la fosa con una loza y un epitafio que el mismo
General Márquez hizo grabar: “Bolívar Libertador de Colombia
y Perú y fundador de Bolivia, dedícale este pequeño tributo
un oficial del Batallón de Rifles de la Guardia. – J. A.
MÁRQUEZ”, lo cual quedó certificado por el escribano público
del número y del juzgado de Hacienda de la Provincia
Francisco J. Osuna, quien lo firmó el 26 de Julio de 1839.

Los restos del Padre de la Patria permanecieron durante


doce años en Colombia en la Catedral de Santa Marta, ya que
fueron devueltos a Caracas en un evento por demás solemne,
realizándose el acto de exhumación de sus restos venerables el
20 de Noviembre de 1842. Cabe anotar, que el notable escritor
e historiador venezolano, Carmelo Fernández, quien formó
parte de la Comisión Especial que recibió los restos del
Libertador, describió en forma magistral este acontecimiento,
con todos sus detalles y pormenores.

Entre tanto, en Colombia, la desaparición de Bolívar dio


la oportunidad a sus enemigos y contradictores de experimentar
una inmensa satisfacción, que puede interpretarse como un
triunfo, por supuesto triste, lamentable. Ellos, todos, a la sombra
del General Santander, desplegaron una intensa actividad
gubernamental, pero no lo suficientemente contundente como
para cortar de un tajo y para siempre el recuerdo del Libertador.

248
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

No por mucho tiempo pudieron tener en el olvido al Padre de


la Patria. Los bolivarianos ausentes después de la muerte de
Bolívar y aquellos que sumidos en el dolor y en la impotencia
para mantener vivo su pensamiento, volvieron a unirse al retorno
de los primeros y conformaron decididamente con los segundos,
un movimiento que habría de convertirse en el partido
conservador.

Simultáneamente con Venezuela, como si las dos naciones


se hubieran puesto de acuerdo para ello, al cabo de una década
larga, se inicia una decidida acción, en cada lugar, para reivindicar
la figura ilustre del Genio de América. El reconocimiento, aunque
un poco tarde, de todo lo que representó, significaba en ese
momento y significaría por siempre el solo nombre de Bolívar,
empezó a mostrarse por toda parte con actos de desagravio y
de recordación afectuosa.

Es curioso que quienes ser encargaron de que el


Libertador, desde de comienzos del luctuoso año de 1830
empezara a vivir en el más tremendo ostracismo, como que
quisieron borrarlo plenamente del escenario político tanto en
Venezuela como en Colombia, y se iniciara por más de una
década a partir de su muerte la proscripción de su memoria y
por supuesto de su pensamiento político –conociéndose esta
época como la del parricidio–, fueran los mismos, de rescatar
de ese olvido voluntario del pueblo venezolano, y darle, al cabo
de doce años, cumplimiento al deseo del más preclaro de sus
hijos, de que sus cenizas reposaran en la tierra misma que le vio
nacer.Así lo pedía el Padre de la Patria en su famoso testamento
que firmara apenas siete días antes de su fallecimiento.

249
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

Uno de ellos fue el mismo José Antonio Páez, aquel que


impidió el ingreso a Venezuela del Mariscal Sucre, Presidente
del Congreso Admirable y del Vicepresidente del mismo, José
María Estévez, Obispo de Santa Marta, quienes viajaron en
Comisión para tratar de llegar a acuerdos con el Gobierno de
Caracas, en el ánimo de conservar la integridad de la Gran
Colombia, sueño dorado del Libertador, presentando las bases
sobre las cuales el Congreso adoptara una nueva Constitución.
Venezuela se negó rotundamente a sostener conversa-ciones y
llegar a convenios mientras el Libertador permaneciera en
territorio colombiano. Todo estaba trazado. El movimiento
desintegrador, dirigido en Venezuela por el General Páez y en
Colombia, directa e indirectamente por Santander, darían al fin
con su cometido, contribuyendo con ello, indefectiblemente,
acercarlo más a la tumba.

Fue el mismo General Páez, aquel que mientras se


celebraba el Congreso Admirable en Bogotá, dictaba en marzo
una proclama plena de mentiras y de atroces calumnias contra
Bolívar, con el único propósito de convertirlo en el objeto de la
animadversión y el odio del pueblo venezolano, quien, increí-
blemente, iniciara todos los trámites tendientes a la repatriación
de sus restos mortales, contando con la aquiescencia del
Gobierno de Colombia y la aceptación y colaboración de las
autoridades de la ciudad de Santa Marta, para que su traslado a
territorio venezolano se realizara con todos los honores propios
del Padre de la Patria.

Quizá el remordimiento llevó al general Páez y a todos


sus áulicos a cambiar de opinión después de la muerte política

250
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

y física del Libertador para tratar de restablecer su memoria


histórica, en este su segundo gobierno, ordenándose la
repatriación de sus restos mortales en medio de toda clase de
honores. Todo esto ocurría en el año de 1842. Inexplicable
comportamiento, impelido quién sabe por qué sentimiento,
después de como nos lo explica el investigador histórico y
veterano periodista venezolano Eleazar Díaz Rangel, Director
del diario Últimas Noticias, ganador del Premio Nacional de
Periodismo en su país, que un mes después de la muerte de Simón
Bolívar en Santa Marta, el general Rafael Urdaneta, encargado del
Ejecutivo de la Gran Colombia, le escribió al general José Antonio
Páez, jefe del Departamento de Venezuela, comunicándole del
fallecimiento en una carta que terminaba: “Así es de esperar que
los venezolanos, y V. E. el primero, honren y veneren su
memoria”. Nadie atendió su exhorto.

Y continúa su apunte el periodista venezolano, publicado


el 17 de diciembre de 2010, como sigue:

La carta la leyó Páez a comienzos de febrero de 1831. La


noticia trascendió a un periódico de Tomás Lander, que
apenas publicó una mezquina nota el 5 de febrero, cuando
se enteraron en Caracas, y semanas después se conoció la
carta de Urdaneta en la Gaceta de Venezuela, el mismo diario
que el 31 de enero, cuando no se conocía de su muerte,
había publicado una nota donde se “informaba” que Bolívar
estaba “gravemente enfermo de un chancro en el ano y una
tisis que lo ha redivivo a una debilidad extrema.” ¡Eso lo decía
el diario oficial!!

No eran de extrañar esa y otras notas y comentarios


publicados en la prensa de la época, al servicio de Páez y de

251
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

conductas antibolivarianas. La opinión pública estaba


orientada por esos medios contra el Libertador y al lado de
Páez. Semanas antes el Congreso Constituyente de Valencia,
lo había proscrito del territorio nacional.

Completa su comentario el notable periodista:

Hacia Europa, la noticia la comunicó el coronel Belford Wilson


desde Santa Marta; había sido edecán de Bolívar, y le escribió
el 22 de diciembre al capitán de navío de la Blanca, Fraquehar,
quien había sido enviado para socorrer a Bolívar y que recién
había llegado a puerto.

El lunes 21 de febrero apareció la noticia en los más


importantes diarios franceses, tomada de la prensa inglesa
que recibió antes la luctuosa noticia. Journal du Commerce
publicó un extenso artículo: “¡Dichoso hombre, sin embargo,
porque habiendo sido grande en la tierra, y en su tiempo el
más poderoso de su país, permaneció hijo obediente de la
Libertad!“ Le Courrier Français: “Se concederá sin duda a
ese gran hombre la primera de las glorias, la del patriotismo,
la de haberse inmolado por la prosperidad y el
engrandecimiento de su país”. Le Tribune: “A la vuelta de
pocos años se fijará su carácter público y moral en su
verdadero punto de vista, y su reputación sobre firmes e
inmutables bases,” y un mes después lo hizo Le Figaro. El
Gobierno de Chile decretó el 13 de abril duelo por ocho días;
el de Bolivia celebró funerales el 31 de mayo y ordenó que
“todo empleado público llevará luto por el término
de dos meses”
meses”. El de Buenos Aires celebró «pomposas
exequias fúnebres,» y emitió decreto de duelo.

Mientras en otros países los Gobiernos y la prensa rindieron


honores a Bolívar en ocasión en que conocieron de su
muerte, de Venezuela se le había expulsado, y la prensa
denigraba de su obra, y durante años ni se habló del
Libertador.

252
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

Bien dice el historiador y escritor venezolano Luis


Fernando Castillo Herrera, del Instituto Pedagógico de su país,
que:

...la prensa de la época tuvo una actitud mezquina, las notas


no trascendieron, y pasado el año, algunas localidades aún
no recibían la noticia de la muerte del Padre de la Patria.
Esto se debe a la actitud antibolivariana que había adoptado
el gobierno del recién nombrado Presidente, el general José
Antonio Páez, hecho con el cual se daba inicio al parricidio
que sufriría la memoria del Libertador por un espacio mayor
a los diez años.

Es cierto, pues, que los “años fatales” de Bolívar no fueron


los cuatro o cinco últimos de su vida, porque estos se
prolongaron en el tiempo. El ostracismo a que fue sometida su
memoria después de su muerte por quienes fueron sus
adversarios políticos, continuó durante este tiempo como política
de estado, como que la élite dominante en su afán por crear su
propio culto y engrandecer sus gestas propias, prefirieron ocultar la
grandeza de Bolívar y hacerla resurgir en momentos necesarios y
convenientes, dice igualmente Castillo Herrera.

Este período se distinguió, continúa Castillo Herrera,

... por el más vergonzoso silencio; poco se escribió sobre el


gran hombre. Nulos los monumentos erigidos, pues
tardíamente aparece el primer monumento en honor al Padre
de la Patria, en una fecha tan lejana como el año de 1852. A
pesar que en los Decretos del 29 de abril de 1842 y del 12
de mayo del mismo año el Estado prometía la construcción
de un monumento a Bolívar, encargado al italiano Pietro
Tenerani, este, debido a múltiples desórdenes adminis-

253
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

trativos, se instalaría sólo diez años después de la repatriación


de los restos del Libertador, erigiéndose el monumento en el
panteón de la familia Bolívar.

Posteriormente en 1869, fue inaugurada una estatua en


bronce, en esta ocasión en la plaza mayor de Ciudad Bolívar;
Juan Bautista Dalla Costa, Presidente del Estado Guayana y
las donaciones de los principales habitantes, permitían que
el 28 de octubre de 1869 se instalara la estatua en honor
del Libertador.

En este sentido, permaneció prácticamente olvidado entre


1830 a1840; la repatriación de sus restos mortales desde
Santa Marta lo hacían visible al pueblo venezolano una vez
más, pero, la ausencia de una política estatuaria impidió que
se le rindiera un merecido homenaje con un monumento digo
de su grandeza; sólo la llegada al poder de Antonio Guzmán
Blanco, haría resurgir la figura de Bolívar.

Repatriación

El Congreso de Venezuela resuelve en abril de 1842


rendirle toda clase de homenajes y ordena entonces la
repatriación de los restos mortales del más ilustre de sus hijos
que se encontraban en la ciudad de Santa Marta, ciudad que
nunca se negó a entregarlos. Fue así, cómo el Presidente
venezolano conformó una comisión para recibir solemnemente
los restos, integrada por los señores José María Vargas, José María
Carreño, Mariano Ustáriz y don Manuel Cipriano Sánchez.
Simultáneamente el gobierno venezolano cruzó invitaciones a
varios gobiernos amigos para participar en los diversos actos
de repatriación de los restos del Grande Hombre Americano,

254
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

los que se llevarían a cabo el día 20 de noviembre, habiendo


obtenido respuestas positivas para asistir a tan conmovedor
suceso. Ese día, al terminar la tarde, la Comisión Colombiana y
la Comisión Venezolana se reunieron en compañía de todas las
autoridades eclesiásticas, civiles y militares en la Catedral, en
donde el Obispo dio la orden de iniciación del acto de
exhumación, escuchándose tres cañonazos al momento de
remover la pesada losa.

En presencia del Dr. Alejandro Prospero Reverend y don


Manuel Ujueta, quienes habían presenciado los funerales de
su Excelencia, se develó la urna. El Dr. Reverend examinó el
cuerpo y confirmó que era aquel que él mismo había
examinado y autopsiado en 1830.

Y continúa el relato el doctor Castillo Herrera:

El pueblo presente no pudo mantener el protocolo y en


segundos ya habían rodeado el féretro para observar por
única vez los restos del Libertador.

El gobierno de Nueva Granada solicitó la urna que


preservaba el corazón del Libertador y el resto de sus entrañas,
petición que fué aceptada. Realizados los últimos actos, la
comisión se enrumbó el 22 de noviembre de 1842 hacia
Venezuela, con los restos mortales de Simón Bolívar custodiados
por varios buques.

Es así cómo en diciembre de ese mismo año, Bolívar regresa


a su tierra natal en medio de los más altos honores.

255
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

En la Descripción de los honores fúnebres consagrados a los


restos del Libertador Simón Bolívar, del historiador Fermín Toro,
venezolano, leemos:

Luego de que los venerados despojos del Libertador, dentro


de la lujosa urna construida en Bogotá por costas del gobierno
colombiano fueran embarcados en Santa Marta en la goleta
venezolana Constitución, esta enrumbó hacia puerto
venezolano escoltada por un convoy de buques de guerra
integrados por la corbeta francesa Circé y los bergantines
Caracas (venezolano), Albatros (inglés), Venus (holandés) y
Santa Cruz (danés).

El conjunto naval llega a Puerto venezolano de La Guaira,


en la tarde del día 13 de diciembre, donde permaneció atracado
hasta entrada la noche, disparando cañonazos cada cinco
minutos, cuando fueron depositados los restos en el templo
parroquial hasta el día 16. Luego empezó su peregrinar en
solemne procesión con destino a Caracas, a donde llegó a las 5
de la tarde de ese mismo día, en medio del alboroto emocionado
de la gente que esperaba con ansiedad los restos del Padre de
la Patria.

El cofre que guardaba los restos del general Bolívar fue


llevado en hombros por los representantes más distinguidos
de la sociedad caraqueña hasta la capilla de la Trinidad, en donde
quedaría bajo guardia hasta el siguiente día 17 de diciembre,
fecha en que se cumplían 12 años de su deceso, y desde donde
serían trasladados con igual solemnidad hasta el Templo de San
Francisco, el cual estaba engalanado, como lo describe don Fermín
Toro:

256
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

Todo este espacio estaba elegantemente adornado. Grandes


estandartes de terciopelo morado con franjas de oro y en
medio el busto del Libertador coronado de laureles rodeaban
la plazuela del templo, cuya fachada colgada de negro estaba
hermosamente decorada con laureles y palmas plateadas.
Entre estandarte y estandarte soberbias trípodes doradas
cargando urnas ardientes, alternaban con elegancia columnas
dóricas que sostenían cada una dos grandes pabellones, de
un lado el de Venezuela y del otro el de una República amiga.
En medio de los pabellones el gorro frigio se veía levantado
en una alta pica, de la cual pendían negros crespones que
caían flotando sobre un escudo que llevaba en letras de oro
el nombre de Bolívar.

El general José Antonio Páez, Presidente del país en su


segunda administración, encabezó el cortejo fúnebre con el
cofre hasta el Templo de San Francisco, seguido del gabinete
ministerial y de los altos jerarcas de la Iglesia Católica, oficiales
del ejército y altos dignatarios de la administración
gubernamental, desde la capilla de La Trinidad, seguidos por
una multitud indescriptible, en silencio respetuoso por la
calles adornadas con arcos y balcones enlutados. El cofre fue
llevado en hombros por los generales y altos oficiales hasta
depositarla en el sitio destinado en el interior del Templo. Y
ya en las horas del mediodía se celebró la solemne eucaristía
y el oficio de difuntos a cargo del arzobispo de Caracas en
medio de interpretaciones de música barroca, seguido de la
lectura de piezas fúnebres a cargo de distinguidos oradores.
Permanecieron los restos del Libertador en el Templo de
San Francisco hasta el 23 de diciembre, día en que fueron
trasladados a la Catedral.

257
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

Dice nuevamente don Fermín Toro, el ilustre historiador


venezolano, sobre este último acto:

El 23 a las nueve de la mañana comenzó la ceremonia de


traslación del templo de San Francisco al de la Catedral,
donde debían reposar para siempre los restos del Libertador,
según su propia voluntad, al lado de los de sus antepasados
y de los de su esposa. La solemnidad fue la misma que la del
17, el mismo acompañamiento, el mismo esplendor. Seis
antiguos edecanes del Libertador, los Sres. Bernardo Herrera,
Marcelino Plaza, Diego y Andrés Ibarra, Miguel Arismendi y
Julián, tomaron en hombros la urna y la colocaron en el carro.

El 23 de diciembre de 1842, doce años después de su


fallecimiento, el “Genio de América”, el “Hombre de las
Dificultades”, el “Alfarero de Repúblicas”, el “Caballero de la
Gloria y de la Libertad”, el “Libertador”, el “Padre de la Patria”,
se da cumplimiento al punto décimo de su Testamento:

Es mi voluntad, que después de mi fallecimiento mis restos


sean depositados en la ciudad de Caracas, mi ciudad natal.

Con las siguientes palabras, el presidente, general José


Antonio Páez, pone punto final a los actos de repatriación de
los restos del más ilustre de todos los venezolanos:

Queda cumplido ya, señores, el último y tierno deseo del Hijo


ilustre de Venezuela; queda ejecutado así el mandato del
Congreso de la Nación; quedan satisfechos nuestros
ardientes votos. Los restos venerados del Gran Bolívar han
sido colocados por nuestra mano en el sepulcro de sus padres
convertido de hoy más en el altar que recibirá las ofrendas
de nuestro amor, de nuestra admiración, de nuestra eterna
gratitud...

258
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

CAPITULO
APITULO
SÉPTIMO

259
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

260
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

Definitivamente, El Libertador fue un auténtico mártir.


Así lo afirmo en la introducción de estas páginas: “la máxima
expresión de la grandeza es aquella, sin duda alguna, la grandeza
trágica de los perseguidos, de los incomprendidos, de los
envilecidos, de los difamados, de los calumniados, de los
traicionados. En suma, la grandeza trágica de los mártires,
sumidos al final en una inmensa y profunda tristeza”.

Desde un principio hemos dicho que la vida de Bolívar


está enmarcada en dos épocas, dos épocas claramente definidas,
la de dicha y de gozo de su juventud atrevida y creativa, aquella
que arranca en 1812 y va hasta 1826. Esta, indudablemente, es
la etapa alegre, la etapa plena de victorias y gloria por doquier. A
mediados de 1826, en el mes de septiembre, habiendo llegado
a Lima a comienzos de ese mismo año, luego de su correría
triunfal por las provincias del sur, decide retornar a Colombia e
inicia la llamada la Gran Jornada embarcándose en El Callao el 4
de septiembre en la nave Congreso. Bien explicadas en los
capítulos anteriores son las razones que le movieron a regresar
después de cinco años y once meses de ausencia, tiempo
demasiado largo, como que llega a Bogotá el 14 de noviembre
de 1826, tiempo durante el cual el Vicepresidente Santander
aprovechó para afianzarse en su posición de mandatario y
organizar a su amaño las fuerzas de la oposición. En el transcurso

261
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

del viaje, Bolívar debió vislumbrar las tragedias por venir y a


darse cuenta que la primera etapa de su vida empezaba a
oscurecerse. Debió presentir que negros nubarrones se
avecinaban y que empezaba a derrumbarse su obra. Es aquí,
justamente, cuando empieza a medir las consecuencias de su
larga ausencia y a sentir que va perdiendo el equilibrio de la
etapa anterior y que todos sus sueños pueden llegar a diluirse
sin remedio.

Justamente, en estos momentos, es cuando aflora el


comienzo de la segunda etapa, la etapa final de su gloriosa Vida,
que se torna amarga y definitiva y ve amenazados su sueño y su
gloria, y le embargará, a no dudarlo, una inmensa tristeza.
Comienza, aquí, la que no hemos dudado en llamar, la etapa de
su Grandeza Trágica, ese 14 de noviembre de 1826, con el
recibimiento frío y distante conque fue recibido en Bogotá, a la
cabeza Vicepresidente Santander.

La presencia de Bolívar ante el movimiento revolucionario


independista, con su visión certera, su empuje y optimismo, su
asombrosa inteligencia, cuando después de analizar el pasado y
el presente de su América elabora en la Carta de Jamaica, el
anteproyecto de su libertad, garantiza el éxito del mismo y se
lanza entonces sin descanso, contra viento y marea, en procura
de ella, de su libertad.

Nunca le arredraron los múltiples tropiezos que iba


encontrando a lo largo del camino, como que estuvo a punto
de morir asesinado en seis ocasiones. 1816 y 1817 fueron años

262
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

terribles, pero no desmayó. Los españoles estaban por todas


partes, y hasta sus propios oficiales, agotados unos y otros que
fueron perdiendo la fe, llegaron hasta la insubordinación, la que
fué gracias a su inteligencia, a su don de mando, a su enorme
capacidad de persuasión y a su firme e imperturbable convicción,
las fue neutralizando una a una.

Llega 1819 y en este año empieza el éxito de la Campaña


Libertadora en Boyacá y termina en Ayacucho, pleno de gloria,
coronado de triunfos y agobiado de dicha hasta el delirio,
paseándose orgulloso por los suntuosos salones de La Magdalena
y por sus bellos y perfumados jardines. Momento sublime éste
en la vida del Libertador en el que disfrutaba de las mieles del
triunfo y del poder, como que se encontraba en la cima de la
grandeza y de su gloria.

No obstante el recibimiento frío de la Capital ese 14 de


noviembre, el Congreso la recibió con respeto, y lo respaldó
plenamente, y conoció por boca del propio Libertador su
intención de seguir hacia Venezuela, pues la prioridad era la de
atender la situación surgida allí por una intervención de Páez
que tuvo consecuencias por desacato con el Gobierno Central
de la Nueva Granada, lo cual amenazaba la unidad
grancolombiana. Así las cosas, Bolívar sale con destino a Venezuela
el 25 de noviembre, quedando el general Santander de nuevo
al frente del Ejecutivo. Esta visita a su tierra nativa, la última, la
inicia con el corazón destrozado, pues Páez lo recibe con una
proclama en la que desconoce su autoridad y en la que informa
que su visita tiene apenas el carácter de ciudadano ilustre que

263
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

llega para aportarles su experiencia y ayudarles con sus consejos.


Esto, por supuesto, aparte de la irritación que le causa, le llena
de inmensa tristeza. Y empieza su visita en medio del cruce de
cartas y proclamas entre los dos generales, quedando resta-
blecida la autoridad del Libertador en todo el territorio y la del
general Páez reducida a la ciudad de Valencia. No obstante que
la situación era de aparente calma, lo sucedido en su patria era
un campanazo de alerta, que le instaba a actuar con demasiada
prudencia. Considerando entonces que no quedaban sino dos
caminos, la conciliación o la guerra civil, el 1º. de enero de 1827
expidió un decreto en el que otorgaba una amnistía total,
mediante el cual las cosas quedaban como si nada hubiere
sucedido. Esta actitud, por supuesto desató toda clase de
interpretaciones y reacciones, especialmente en la Nueva
Granada, en donde Santander desató tremenda oposición
manifestando debilidad en la actuación del Libertador,
permitiendo el maltrato al poder civil con sede en Bogotá,
tomándolo como un triunfo de Venezuela sobre la Nueva
Granada.

Cada acontecimiento y la escalada de insultos y calumnias


de la oposición incrementan sin piedad su quebranto emocional,
los que sumados a su agotamiento físico por el constante ir y
venir de la guerra, le llevan a presentar una vez más, por cuarta
ocasión, desde Caracas, la renuncia de la Presidencia de la
República ante el Congreso de 1827 (5º Congreso Colombiano).

El Congreso no acepta las renuncias de Bolívar Presidente,


ni la de Santander Vicepresidente y convoca a una Convención

264
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

Nacional para reformar la Constitución, la cual debía reunirse


en Ocaña el 2 de marzo de 1828, con el objeto de reformar la
Carta expedida en Cúcuta en 1821.

Se reúne la Convención de Ocaña, no en la fecha antes


señaladas, estipulada en la Ley 7 de agosto de 1827 expedida
durante el 5º. Congreso Colombiano que la convocaba, sino el
9 de abril de 1828, en el templo de San Francisco de la ciudad
de Ocaña, con el único objeto de reformar la Constitución de
1821, con asistencia únicamente de 64 diputados de los 108
electos, con una mayoría estimable de los adeptos a Santander,
quien había renunciado a sus funciones de Vicepresidente para
asistir en su calidad de diputado, no así Bolívar, quien establece
su residencia temporal en Bucaramanga. La Convención que se
inició con dos fuerzas opuestas claramente definidas, las ideas
federalistas lideradas por los santanderistas que buscaban
debilitar el ejecutivo mediante toda clase de argucias, y la de
bolivianos, identificados como el partido centralista, partidario
de un régimen presidencial sólido con un gobierno firme,
poderoso y justo. Bandos extremadamente antagónicos, que
convirtieron el recinto en un deplorable campo en donde toda
clase de insultos y de agravios iban y venían. El resultado no
podía ser otro que el de la protocolización de la separación de
los dos bandos, y que, ante la actitud intimidatoria del propio
Santander y sus adeptos, los bolivianos decidieron retirarse de
la Convención, disolviéndose el 10 de julio e iniciándose en
consecuencia la desintegración de la Gran Colombia.

Los resultados deplorables de la Gran Convención causan


en el Padre de la Patria desconcierto e inmenso dolor, resultados

265
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

que ya había previsto, habiendo iniciado su retorno a Bogotá el


día anterior, es decir, el 9 de julio. Allí sus amigos, con el general
Pedro Alcántara Herrán a la cabeza, convocan a la comunidad
capitalina a una junta popular, de la cual se elabora el Acta
respectiva, la cual, sometida a estudio y consideración del Consejo
de Ministros fue aprobada, resultando de todo esto, que no
habiendo otro remedio capaz de salvar la patria se constituyera
un Gobierno fuerte y enérgico ejercido por su Excelencia el
Libertador. Desde el Socorro, el 16 de junio, Bolívar acepta el
mando que le ofrecía la voluntad del pueblo. El 24 entra el
Libertador a Bogotá y se encarga del gobierno supremo con la
plenitud de poderes, dejando sin vigencia desde ese mismo
momento la Constitución de 1821. El 27 de agosto, ante el vacío
constitucional que ya vivía la República, se dio a conocer el
Decreto Orgánico que le permitía al Libertador Presidente
gobernar con poderes omnímodos, como una constitución de
emergencia, hasta que una nueva convención constituyente
expidiera una nueva constitución. Es decir, fue el comienzo de
la dictadura.

Todo esto, por la rapidez con que actuaron los bolivianos,


sin duda, cogió por sorpresa a Santander y a todos sus adeptos,
pero una vez éste llegó a Bogotá empezó a organizar sus fuerzas
con la consigna de restablecer el gobierno constitucional y
destruir la dictadura.

Bolívar, en uno de sus primeros actos de gobierno


suprimió la vicepresidencia y nombró a Santander Ministro
Plenipontenciario ante el gobierno de los Estados Unidos, quien

266
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

decidió llevar, con la aceptación superior como secretario, a


Luis Vargas Tejada. Pero con el correr de los días el ambiente se
fue enrareciendo y se tornó hostil para el Libertador, obligándole
a decir: No saben cuan desgraciado me siento al hacer este papel
de dictador que la salud de mi patria me obliga a asumir.

Después de la lamentable disolución de la Gran Con-


vención, no sólo por la forma en que ella terminó, sino porque
la reforma de la Constitución de Cúcuta, para lo cual fue
convocada, no se dio.A su regreso a Bogotá, casi obligado, asume
pues la dictadura ese 27 de agosto de 1828.

Pero la oposición, no dormía. Con Santander como cabeza


a la sombra, y más aún, con la supresión del cargo de
Vicepresidente, crearon una junta revolucionaria para acabar
con la dictadura, por supuesto eliminando al Libertador. Las
reuniones se realizaban en diferentes sitios para no llamar la
atención, hasta que, después de varios intentos, el atentado fue
anticipado para el 25 de septiembre, cuyo desarrollo ya es bien
conocido.

Para terminar el comentario sobre este terrible episodio,


recordemos lo que bien dice Cornelio Hispano en El Libro de
Oro de Bolívar:
El Libertador jamás se restableció de la honda y dolorosa
impresión que le causaron los puñales de septiembre. Desde
aquel día llevó en su corazón la saeta envenenada que debía
conducirlo al sepulcro.

Sentimientos muy hondos de ingratitud y desengaño


sacudían las fibras más íntimas del Grande Hombre. Pero la

267
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

cadena de sufrimientos, aún no estaba por terminar. La


incomprensible actitud de los redimidos después del triunfo
en el Portete de Tarqui, laceró una vez más su corazón.

Después del atentado del 25 de septiembre, el Libertador


fue víctima de una crisis aguda, y destrozado y enfermo salió de
Bogotá para tomar unos días de reposo en la localidad cercana
de Chía, el 18 de noviembre. Hasta allí fueron a visitarlo sus
amigos, entre ellos el general José María Córdova por asuntos
personales y de familia. Igualmente llegó hasta el lugar en que se
encontraba, el capitán Vicente Gutiérrez de Piñeres quien llevaba
el mensaje que desde Popayán le enviaba el coronel Tomás
Cipriano de Mosquera, Intendente del Departamento del Cauca,
con la desagradable noticia, cuenta la historiadora Pilar Moreno
de Ángel, de que los coroneles José María Obando y José Hilario
López se habían levantado en armas contra la autoridad de Bolívar,
proclamando la vigencia de la Constitución de Cúcuta. Ya habían
derrotado las fuerzas gubernamentales acantonadas en Popayán.

Sorpresa amarga para el Libertador, quien suspende su


descanso, regresa a Bogotá, designa al general Urdaneta Ministro
de Guerra y al general Córdova lo envía al Cauca al frente de
los granaderos montados, acantonados en Bogotá.

La situación en el Cauca era extremadamente difícil. El


26 de noviembre de 1828 Córdova sale con destino a Neiva.
Obando y López habían derrotado a Mosquera, quien había
huido a Popayán. El 1º. de diciembre llega Córdova a Neiva y el
12 se entrevista en La Plata con Mosquera, de cuyo encuentro

268
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

surge una tremenda e irreconciliable enemistad. El 23 de enero


de 1829 llega Bolívar a Popayán y el 29 tiene con Córdova una
larga entrevista, quien después de los informes del caso, le pide
a Libertador que abandone el camino de la dictadura y que se
retire de la vida pública, en forma por demás afectuosa y
respetuosa. Como es menester, procuran un convenio con López
y con Obando para despejar el camino hacia el sur para que las
tropas del gobierno puedan continuar y desalojar a los peruanos
de territorio colombiano. El 27 de febrero el Mariscal Sucre
derrota a los peruanos en el Portete de Tarqui, y firmado el
convenio con los coroneles sublevados, continúan su ruta. El 8
están en Pasto y el 16 de abril vuelven los dos generales a
encontrase en Quito, última vez en que se veían estos dos
grandes hombres. Mosquera fue nombrado Jefe de Estado
Mayor y Córdova Comandante General del Departamento del
Cauca. A todas estas, el Libertador ya estaba bien enterado de
reuniones y conversaciones del general Córdova con grupos
liberales, y había ordenado casi a todos sus inmediatos vigilancia
de todos los movimientos del General Córdova, comunicaciones
que el propio Córdova conoció, lo que le llevó, desde Popayán,
a enviarle carta respetuosa al Libertador el 21 de junio de 1829
en la cual le solicita autorice su retiro después de 14 años de
servicio activo, en virtud de que deberes particulares demandan
su atención. Bolívar, al conocer la solicitud de Córdova, lo nombra
Ministro de Estado en el Departamento de Marina, en reemplazo
del general Carlos Soublette. Por supuesto la decisión del retiro
activo del ejército libertador ya estaba tomada, pues nunca estuvo
de acuerdo con el cambio de pensamiento político del gobierno,
ni con la idea de implantar una monarquía, hasta el punto de

269
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

que su inconformidad podría llevarlo a tomar la determinación


de rebelarse.

Después de entregar el cargo de Comandante General


del Cauca al Coronel Escolástico Andrade, Córdova parte de
Popayán el 21 de agosto con destino a la Provincia de Antioquia,
atravesando maravillado el Valle del Cauca por sus bellos paisajes,
toma la vía Cartago Riosucio y llega a Rionegro el 7 de septiembre,
día en que cumplía sus 30 años de edad. Relatamos estos
episodios del último tiempo que estuvo Córdova al lado de
Bolívar como uno de los héroes y de los líderes de la gesta
emancipadora, recordando también cómo después de Ayacucho,
Bolívar, con sus propias manos, colocó sobre las sienes de
Córdova la corona de oro y piedras preciosas que La Paz,
agradecida, ofrecía al Libertador. Recordemos también, que en
su última entrevista, el 16 de abril, en Quito, el Libertador le
obsequia su caballo como una demostración de afecto y de
imperecedera amistad. Recordemos así mismo, que Córdova,
desde Guayaquil, el 20 de julio, de regreso ya a Colombia, le
escribe una expresiva nota al Libertador, plena de todo cariño:
Sean cual fueren los sentimientos que en Usted queden, nunca dejaré
de amarlo como lo he hecho hasta ahora con la más pura sinceridad.

Vienen entonces todos los acontecimientos que se


sucedieron después de su llegada a Rionegro, los cuales están
relatados atrás en el capítulo de La Nueva Campaña del Sur,
hasta el lamentable y triste fin del Héroe de Ayacucho, que
indudablemente, por las razones mismas que le llevaron al
levantamiento hasta su desenlace fatal, causaron, como es de

270
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

suponer, el más grande dolor en su corazón y la más profunda


tristeza.

Definitivamente, 1829 fue un año extremadamente difícil,


para Colombia y sobre manera para el Libertador, en todo
sentido. Pero 1830, fue de verdad, un año terrible, para el
Libertador, para Colombia y para el mundo. Bolívar había iniciado
su viaje de regreso a Bogotá, abatido por el trágico final del
amigo y Héroe de Ayacucho y por el hecho mismo de su
levantamiento, siguiendo la misma ruta tomada por Córdova,
hasta Cartago, y llega a Bogotá el 15 de enero e instala el
Congreso Admirable el 20 del mismo mes, acontecimiento
precedido de un ambiente poco propicio para el entendimiento
y acuerdos para lo que estaba convocado el Cuerpo Consti-
tuyente, ambiente auspiciado por Páez en Venezuela, Flórez en
el Ecuador y Santander en Colombia, quienes luchaban
subrepticiamente por la desmembración definitiva de la Gran
Colombia. En Congreso elige al general Sucre Presidente del
mismo,Vicepresidente al Obispo de Santa Marta, Dr. José María
Esteves y Secretario al Señor Simón Burgos. Bolívar pronuncia
un breve discurso en el que demuestra su generosidad y
grandeza al hacer entrega del poder en beneficio de la salud de
Colombia y la esperanza de que de su recinto surja una
Constitución que esté de acuerdo con las necesidades de la
Patria.

Enfatiza el Libertador la conveniencia de la separación de


su cargo cuando expresa:

271
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

Libradme, os ruego, del baldón que me espera si continúo


ocupando un destino que nunca podrá alejar de sí el vituperio
de la ambición. Creedme: un nuevo magistrado es ya
indispensable para la República. El pueblo quiere saber si
dejaré alguna vez de mandarlo. Los estados americanos me
consideran con cierta inquietud, que puede atraer algún día
a Colombia males semejantes a los de la guerra del Perú. En
Europa mismo no faltan quienes teman que yo desacredite
con mi conducta la hermosa causa de la libertad.

Y adelante continúa:

Disponed de la presidencia que respetuosamente abdico en


vuestras manos. Desde hoy no soy más que un ciudadano
armado para defender la patria y obedecer al gobierno;
cesaron mis funciones públicas para siempre. Os hago formal
y solemne entrega de la autoridad suprema, que los sufragios
nacionales me habían conferido.

Y así finaliza su mensaje:

Conciudadanos! Me ruborizo al decirlo: la independencia es


el único bien que hemos adquirido a costa de los demás.
Pero ella nos abre la puerta para conquistarlos bajo vuestros
soberanos auspicios, con todo el esplendor de la gloria y de
la libertad.

¿Habéis visto un desprendimiento mayor? Mayor abne-


gación, amor y respeto por la República y sus instituciones?
Bien se refleja en sus palabras el dolor, cuando en la proclama
que circuló impresa durante la instalación del Congreso, dice:

Colombianos: he sido víctima de sospechas ignominiosas, sin


que haya podido defender la pureza de mis principios. Los
mismos que aspiran al mando supremo se han empeñado

272
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

en arrancarme de vuestros corazones, atribuyéndome sus


propios sentimientos, haciéndome parecer autor de
proyectos que ellos han concebido, representándome, en fin,
con aspiración a una corona que ellos me han ofrecido más
de una vez, y que yo he rechazado con la indignación del más
fiero republicano. Nunca, nunca, os lo juro, ha manchado mi
mente la ambición de un reino que mis enemigos han forjado
artificiosamente para perderme en vuestra opinión.

Concluye esta proclama, con un grito desgarrador, con


una súplica adolorida, cuando dice:

Compatriotas: Escuchad mi última voz al terminar mi carrera


política; a nombre de Colombia os pido, os ruego que
permanezcáis unidos, para que no seáis los asesinos de la
Patria y vuestros propios verdugos.

Conmovedora esta última petición del Padre de la Patria


para evitar caer en la anarquía, que como bien lo había dicho: ...
os ahogaréis en el océano de la anarquía, dejando por herencia a
vuestros hijos el crimen, la sangre y la muerte.

Pero en el recinto del congreso la situación era bien


confusa, fruto de las intrigas, de las calumnias, de los odios y de
todos los sentimientos que afloran en tales circunstancias. Y,
buscando llegar a un acuerdo con Venezuela, Bolívar, en un último
intento de conservar la unión propone entrevistarse con Páez,
pero el Congreso no lo autoriza, y nombra una comisión
integrada por el general Sucre, el Obispo de Santa Marta, Dr.
Esteves y el Sr. Juan García del Río, quienes viajaron a Venezuela
con la misión específica de presentar las bases que el Congreso
adoptara para la nueva Constitución. El Gobierno Venezolano

273
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

impidió a la Comisión cruzar la frontera. De La Grita, regresa la


Comisión a la Villa del Rosario de Cúcuta para continuar las
reuniones del Congreso. Páez y Santander, quienes dirigían el
movimiento desintegrador de la Gran Colombia, cada uno por
su lado, no daban tregua para derrumbar definitivamente el
sueño del Libertador, para quien cada suceso era una puñalada
más a su destrozado corazón.

El 27 de abril Bolívar presenta al Congreso su carta de


despedida, para que como él mismo lo dice: su permanencia en
Colombia no sea un impedimento a la felicidad de sus conciuda-
danos, cuya respuesta se da el 30 del mismo mes con sentidas
palabras de agradecimiento.

Es elegido Presidente de la República don Joaquín


Mosquera, sugerido por el propio Bolívar, y Vicepresidente el
general Domingo Caicedo.

Año oscuro este de 1830. Año terrible.

Venezuela instaura la más implacable persecución contra


el Libertador al instalarse en Valencia el Congreso Constituyente
el 6 de mayo, todo preparado y dirigido por José Antonio Páez,
Congreso que determinó que Venezuela no entrase en
conversaciones con el gobierno de Bogotá mientras el Libertador
estuviese en territorio de la Nueva Granada. Noticia esta que al
conocerla Bolívar, manifestara: ... aseguro que es el suceso que me
ha afectado más en toda mi vida. ¿Qué pudo sentir el Grande
Hombre ante semejante afrenta recibida de la propia tierra

274
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

que lo vio nacer, como el pago más miserable, infame y malvado


a tanta nobleza, desprendimiento y generosidad?

El 13 de mayo, en Quito, se declara la separación de la


Gran Colombia, consagrándose desde entonces la República
del Ecuador. Al frente de ella estaba otro de sus ambiciosos y
traicioneros compañeros de armas, el general Juan José Flores.
Otro inmenso dolor, inimaginable.

Sale el Libertador de Bogotá, el 8 de mayo, agobiado,


desolado, enfermo y triste, para nunca más volver, sin despedirse
del amor de su vida, y del amigo leal y fiel, el general Sucre.
¿Puede imaginarse, amigo lector, la enorme pena que invadía al
Grande Hombre de América? Al día siguiente le escribió a
Manuela, y al llegar a Honda, el día 13 en la tarde, encuentra
carta del Mariscal. Tuvo un recibimiento pleno de cariño y
agradecimiento con un constante «Viva El Libertador».

En Honda comienza por el río Magdalena en último viaje


de Bolívar hacia Cartagena. Salió el 14 de mayo y llega a Mompox
el 19, cómodamente en su champán, continúa su viaje el 21 y
arriba a Turbaco el 25, desde donde le escribe su última carta a
su amigo el Mariscal, en la que le manifiesta, entre tristeza y
emoción: ... he recibido mil testimonios de parte de los pueblos. Allí
permanece por espacio de un mes. El 24 se desplaza a Cartagena.
Mes y medio duró el viaje del Libertador, tiempo durante el
cual escribió permanentemente y estuvo atento al acontecer
tanto en Bogotá, como en Caracas y en Quito, por noticias que
recibía casi a diario, en medio de una tremenda agitación

275
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

espiritual, pues las noticias le generan toda clase de sobresaltos,


como el alzamiento del Batallón del Callao, y de las actuaciones
confusas del Batallón Boyacá, las inesperadas intervenciones de
Manuela, los cambios políticos en Bogotá como la renuncia del
Presidente Mosquera y la toma del gobierno por el general
Urdaneta. En fin, los acontecimientos en los países libertados
son de permanente conocimiento e inquietud por parte del
Libertador.

Pero faltaba algo para conmover todas las fibras del


Grande Hombre de América. El 30 de julio, entrada la noche, a
la casa de La Popa, en Cartagena, en donde se encontraba el
Libertador, llega el general Mariano Montilla en compañía de
ilustres acompañantes. Quienes allí, a pesar de la prudencia
necesaria, asestan sobre la pobre humanidad del Héroe el golpe
más tremendo con la noticia del asesinato del Gran Mariscal de
Ayacucho, en la vía a Pasto. ¡Imposible!, ese es el crimen de Caín,
que vuelve a matar a Abel.

El miserable asesinato del general Sucre, fue a no dudarlo,


la estocada final que recibiera el Padre de la Patria y que lo
acercaba definitivamente a la tumba, como que desde este
momento, para emporar su mal, entra en una tremenda
depresión y se acentúa su prematura vejez sumido en la más
insondable tristeza. Escribe una bellísima carta a la esposa de
Sucre, Mariana de Carcelén en Quito, y otra a su paisano, el
general Juan José Flores, igualmente en Quito, a quien le expresa:
Yo pienso que la mira de este crimen ha sido privar a la patria de su
sucesor mío.

276
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

Pasa de Barranquilla a Soledad, desde donde escribe cartas


por doquier, y el frecuente balance que hacía de su obra, sin
duda, le llenaba de congoja, pues siempre estuvo inconforme
sobre los logros obtenidos, y siempre también fue pesimista
con los resultados finales de su obra. No de otra manera, Bolívar
se ha constituido en un “héroe trágico”.

Más de una vez comentó que a pesar de haber mandado


veinte años, los frutos obtenidos, los resultados positivos fueron
pocos, y el futuro que veía para las naciones independizadas,
era por demás bien incierto. Después de severos análisis y al
final de su carrera y de su siclo vital, no dudaba en declarar que
estos pueblos americanos eran ingobernables, que lo mejor tal
vez, era emigrar, pues estos países, más adelante habrían de
caer en manos de la multitud desenfrenada para después pasar
a manos de tiranuelos de todos los colores y razas. No dudó en
expresar, salido de los más hondo de su corazón, con profundo
pesar, con inmenso dolor: Dichosos los que mueran antes de ver
el desenlace final de este sangriento drama.

En todas sus cartas deja ver la desazón, la inconformidad.


Todas están impregnadas de cansancio, de agotamiento, de
frustración, de desengaño.

En el ocaso amargo de su vida, decía desde Turbaco, que


sólo dos seres le quedaban. Su adorable amiga, su amable loca, y
el único amigo a quien amaba, el amigo fuerte, el amigo fiel en
todas las circunstancias, el Gran Mariscal de Ayacucho, en cuyo
hombro se apoyó llorando el Libertador en Quito, después de
la batalla de Tarqui.

277
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

Es la imagen del hombre envejecido que revela la soledad


y transmite su tristeza. Se desahogaba escribiendo casi a diario
a sus amigos, oficiales, a quienes fueron sus ministros, sus
compañeros de campaña, sus edecanes, y a otros en quienes
poco confiaba.

Escribía incesantemente, desde siempre, en todas las


circunstancias de la vida, lo cual ha permitido reconstruir un
poco su pensamiento y lo que sentía en cada situación.
Recordemos, apenas, que al doctor José María del Castillo en
carta que le escribe desde Riobamba el 1º. de junio de 1829,
con gran decepción le confiensa:

... Desengáñese Ud., y desengáñese Colombia de que yo no


vuelvo a mandar más. Este partido lo he abrazado muchos
años ha, mas la gratitud de los pueblos me encadenaba a su
servicio; pero los asesinos, los ingratos, los maldicientes y
los traidores, han rebosado la medida de mi sufrimiento. No
hay día, no hay hora, en que estos abominables no me hagan
beber la hez de la calumnia... No, amigo, no seré más mártir;
y aunque mucho me cuesta abandonar a mis amigos, me es
imposible soportar el escarnio de todos los liberales del
mundo, que prefieren los crímenes de la anarquía al bienestar
del reposo. Me han llamado tirano, y los hijos de nuestra
capital han tratado de castigarme como tal. Por otra parte, a
mí nadie me quiere en la Nueva Granada, y casi todos los
militares me detestan. Un centenar de hombres de bien me
juzga necesario para la conservación de la República,
considerándome, más bien como un mal necesario que como
un bien positivo. Esto es lo cierto, lo evidente, lo infalible.
¿Por qué he de hacer yo servicios a quien no los ha de
agradecer?... ¿Por qué me he de sacrificar por pueblos
enemigos, que ha sido preciso obligar por la fuerza a defender
sus derechos, y es preciso también la fuerza para que hagan

278
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

su deber? En semejantes países no puede levantarse un


Libertador, sino un tirano... Yo autorizo a Usted para que haga
uso de estas ideas como tenga por conveniente, en la
inteligencia de que no las mudaré por nada...

Esto pensaba Bolívar año y medio antes de su hora final.


Él, desde el comienzo de su gesta se dio buena cuenta de las
consecuencias de la revolución que inició con tanto entusiasmo
y decisión. Este anhelo constituyó siempre su gran preocupación,
y por esto mismo su convicción de buscar centralizar el poder
político sobre una sólida base, sobre una república legalmente
constituida. Sólo una mano dura, sólo el rejo de un tirano podría
evitar que se desbordase el efecto de esa misma revolución,
que no era otro que la anarquía política y social.

La mano dura que el desarrollo y la disciplina de la guerra


exigían, expresión y práctica del centralismo que siempre
defendió, se fue haciendo patente y fue tomando forma. Fueron
apareciendo entonces formas semi-dictatoriales.Así vemos cómo
llega en 1826 la propuesta de la Presidencia Vitalicia y la selección
del sucesor, así como la del Senado Hereditario y el Poder Moral.
Todo esto no era otra cosa que la desesperación y la gran preo-
cupación a que lo llevaba el análisis de que el proceso de eman-
cipación, que si bien lo condujo a la independencia de España, lo
condujo también, inexorablemente, a situaciones inesperadas
de atraso, de debilidad y de inestabilidad política a todos los
pueblos recientemente independizados. La angustia que lo
embargaba ante la amenaza inminente de la anarquía y la
disolución social, lo llevaba a la convicción de que sólo siendo un
tirano, un dictador, un déspota, podría gobernarse bien a Colombia,
y esto no lo dejaba dormir.

279
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

En eso consistió su lucha: desplegar todos los esfuerzos,


físicos, políticos e intelectuales tendientes a dejar a los pueblos
liberados formas constitucionales que les permitieran el desen-
volvimiento normal de su civilización y su cultura, que les evitasen
caer en la anarquía. Pero pudieron más las envidias, las intrigas,
los caciquismos, las ambiciones, que condujeron luego a la
ingratitud, a la traición, a la calumnia, al odio, y, por consiguiente
todo esto produjo en el Libertador sentimientos muy hondos
de dolor y desengaño, como que, quienes a la postre triunfaron
sobre él, fueron sus propios hermanos, los mismos a quienes
había liberado del yugo español y de la esclavitud, y que ahora
eran sus jueces. En esos momentos finales de su vida, ya sin
fuerzas, en medio de la más absoluta impotencia, abatido por el
más terrible fracaso y sin más esperanzas que las de no esperar
ya nada, sólo, la de alcanzar también para su alma la eterna
libertad, –supremo instante de su tragedia–, se encuentra
tendido y agonizante en las playas de nuestro mar caribe,
llevando hacia la eternidad en su infinita tristeza, el sello
indiscutible de su grandeza.

280
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

BIBLIOGRAFÍA

BOLÍVAR - CABALLERO DE LA GLORIA Y DE LA LIBERTAD - Emil Ludwig - Argentina


BOLÍVAR - CARTAGENA 1812 - SANTA MARTA 1830 - Academia Colombiana de
Historia - Colombia
DOCUMENTOS PARA LA HISTORIA DE LA VIDA PÚBLICA DEL LIBERTADOR -
José Félix Blanco - Ramón Azpúrua - Venezuela
SIMÓN BOLÍVAR - MÁS ALLÁ DEL MITO - Guillermo Ruiz Rivas - Colombia
LA VIDA HERÓICA DEL LIBERTADOR - Lucio Díez de Medina - Venezuela
BOLÍVAR - COMO HÉROE TRÁGICO - Aníbal Romero - Venezuela
EL OCASO DE BOLÍVAR - José Ignacio Méndez - Colombia
MUY CERCA DE BOLÍVAR - Fabio Puyo Vasco - Colombia
SIMÓN BOLÍVAR Y LAS GUERRAS DE LA INDEPENDENCIA AMERICANA - Wolfram
Dietrich - Chile
BOLÍVAR Y LA CONFEDERACIÓN AMERICANA - Santiago Jiménez Arrechea -
Colombia
LECCIONES DE HISTORIA DE COLOMBIA - Arcadio Quintero Peña - Colombia
RUTA DE BOLÍVAR - Rafael Bernal Medina - Colombia
EL LIBRO DE ORO DE BOLÍVAR - Cornelio Hispano - Colombia
HISTORIA SECRETA DE BOLIVAR - Cornelio Hispano - Colombia
COLOMBIA EN LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA - Cornelio Hispano -
Colombia
DIARIO DE BUCARAMANGA - Luis Perú de Lacroix - Colombia

281
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

COLOMBIA - ITINERARIO Y ESPÍRITU DE LA INDEPENDENCIA - Germán Arciniegas


- Colombia
BOLÍVAR - Salvador de Madariaga - España
BOLÍVAR - EL HOMBRE DE LA GLORIA - Germán Arcniegas - Colombia

PROCLAMAS Y DISCURSOS DEL LIBERTADOR - Vicente Lecuna - Venezuela


BOLÍVAR EN LA LIBERTAD - Luis Alva Castro - Perú
BOLÍVAR - Jules Mancini - Colombia

DICCIONARIO DE EMOCIONES - Bernardo Arias Trujillo - Colombia


MEMORIAS HISTÓRICO POLÍTICAS - Joaquín Posada Gutiérrez - Colombia
SIMÓN BOLÍVAR - Alfonso Rumazo González - España

BOLÍVAR Y LAS REPÚBLICAS DEL SUR - Daniel F. O’Leary - España


SIMÓN BOLÍVAR - Gerhard Masur - Colombia
EL LIBERTADOR - Augusto Mijares - Venezuela
MI SIMÓN BOLÍVAR - Fernando González - Colombia

SANTANDER - Fernando González - Colombia


ENSAYOS HISTÓRICOS - Bartolomé Mitre - Argentina
JOSÉ MARÍA CÓRDOVA - Pilar Moreno de Ángel - Colombia

GENERAL JOSÉ MARÍA CÓRDOVA - R. Botero Saldarriaga - Colombia


EL MAGNICIDIO DE SUCRE - Armando Barona Mesa - Colombia
MANUELA SÁENZ - LA LIBERTADORA DEL LIBERTADOR - Alfonso Rumazo
González - España

MEMORIAS - Florentino González - Colombia


MEMORIAS - José Hilario López - Colombia
ESTUDIOS SOBRE LA VIDA DE BOLÍVAR - José Rafael Sañudo - Colombia

SIMÓN BOLÍVAR: ENSAYO DE UNA INTERPRETACIÓN BIOGRÁFICA

282
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

A TRAVÉS DE SUS DOCUMENTOS - Tomás Polanco Alcántara - Venezuela


BOLÍVAR - Indalecio Liévano Aguirre - Colombia
VERDADES SOBRE LA MUERTE DEL LIBERTADOR - Rafael Ignacio Bermúdez
Bolaño M.D. - Colombia
EL FINAL DE LA GRANDEZA - Laureano Gómez - Colombia
EL DÍA QUE BOLÍVAR... - Paul Verna - Venezuela
BOLÍVAR Y LA ORDENACIÓN DE LOS PODERES PÚBLICOS
EN LOS ESTADOS EMANCIPADOS - Hermann Petzold Pernía - Venezuela
BOLÍVAR PASO A PASO - Emiliano Londoño Botero - Pbro. - Colombia

283
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

284
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

ÍNDICE

DEDICATORIA

AGRADECIMIENTOS

PRÓLOGO............................................................................ 7

INTRODUCCIÓN............................................................. 13

CAPÍTULO PRIMERO 21
La Campaña del Sur..................................................... 23
Encuentro Bolívar – San Martín.............................. 27
Bolívar y el Perú........................................................... 28
Pativilca............................................................................ 31
Junín abre el camino................................................... 37
Congreso Anfictiónico................................................ 41
Ayacucho sella la libertad de América................... 43
Viaje a las Provincias del Sur..................................... 49
Constitución Boliviana............................................... 53

285
CARLOS OCHOA MARTÍNEZ

CAPÍTILO SEGUNDO 59
Regreso a Colombia – “La Gran Jornada”........ 61
Bolívar en Venezuela................................................ 64
5º. Congreso Colombiano..................................... 72
Convención de Ocaña............................................ 76
Bolívar Dictador........................................................ 83

CAPÍTULO TERCERO 89
Tragedia de una vida grandiosa........................... 91

CAPÍTULO CUARTO 139


La noche septembrina........................................... 141
Nueva campaña en el Sur..................................... 153
Córdova en Rionegro – Levantamiento........... 158
Separación de Venezuela....................................... 168
Congreso Admirable.............................................. 170

CAPÍTULO QUINTO 181


Comentario sobre la Gesta Libertadora
y sus consecuencias............................................... 183

286
LA GRANDEZA TRÁGICA DE BOLÍVAR

CAPÍTULO SEXTO 192


Último viaje del Libertador................................... 195
Último viaje de Sucre – Asesinato....................... 203
Itinerario del viaje y gravedad de Bolívar.......... 208
Últimos días – San Pedro Alejandrino............... 233
17 de diciembre de 1830:
Muerte del Libertador............................................ 239
El Parricidio................................................................ 247
Repatriación............................................................... 254

CAPÍTULO SÉPTIMO 259

Bibliografía.................................................................. 281

287
C arlos Ochoa Martínez
Nació en Tuluá, Valle del
Cauca, Colombia, en 1936.

Realizó sus estudios de


primaria y parte de los
secundarios en el Colegio
Salesiano San Juan
Bosco ( 1 ) de la misma
ciudad. Bachiller y
Abogado de
la Universidad de
Medellín de la
capital de Antioquia.

Desde sus primeros años de universidad escribía ya


esporádicamente en «El Colombiano», en donde tuvo
la acogida y orientación del doctor Fernando Gómez
Martínez y de otros periodistas y escritores como
Abelardo Londoño Marín, José Mejía y Mejía y el
inolvidable Jorge Robledo Ortiz.

Fue fundador y codirector, en el vespertino «HOY», de


Medellín, dirigido por el ideólogo, político y escritor,
Manuel Ospina Vásquez, de una Separata política
semanal que se denominó «Derechas», con Oscar Ospina
Peláez y William Alzate Mejía, al lado de los avezados
periodistas y escritores Juan Roca Lemus «Rubayata» y
Gilberto Gallego Rojas «Tito».

Prestando sus servicios a la empresa textil «Tejicondor»,


siendo aún estudiante, fundó y dirigió su revista, de
circulación interna en su primera época, gozando luego
de enorme prestigio entre todas las empresas del ramo
por su contenido e impecable presentación.

A finales de 1961 llegó a Bogotá a la Dirección de Personal


de la Federación Nacional de Cafeteros, pasando a ocupar
importante posición en la Jefatura de Crédito Público
del Ministerio de Hacienda y luego a la Gerencia
Financiera de la Corporación Autónoma Regional de la
Sabana de Bogotá, «CAR», sin descuidar su afición por la
investigación y escribiendo ocasionalmente en «El
Siglo», con el auspicio de su coterráneo José Hugo
Ochoa. De aquí en adelante permaneció en el exterior
trabajando con empresas colombianas como Editorial
Bedout y Carvajal & Cía.
Después de permanecer fuera del país algunos años,
regresó primero a Cali radicándose posteriormente en la
capital del país, donde por un espacio mayor a los veinte
años estuvo al frente de la Dirección Ejecutiva del Gremio
de la Publicidad Exterior, fundando en la década de los
ochenta una revista que se llamó «Actualidad
Publicitaria», órgano de todos los medios publicitarios, la
cual mereció siempre los mejores elogios. Alternó sus
actividades con la docencia como profesor en la
Universidad Central y en la Universidad Jorge Tadeo
Lozano.

Últimamente, actúa como Consultor especializado en las


áreas del «espacio público» y «cultura ciudadana».

Es miembro del «Centro de Historia de Tuluá» ( 1 ) ,


de la «Academia de Historia del Valle del
Cauca» ( 1 ) y de la Sociedad Bolivariana de
Colombia.

Ha publicado los libros «Guillermo E. Martínez


M. - Su Vida y su Obra»* ; «Heriberto Gil
Martínez»; «Voces de mi ciudad»**; «Guillermo E.
Martínez Núñez - Primer Historiador de
Tuluá»***. Próximos a aparecer: «Recuerdos de
Juventud»; «Guillermo E. Martínez M. - Prosa Suelta y
edición facsimilar de sus mejores poemas» y «Salesianos
en Tuluá».

E-mail del autor: [email protected]

Facebook del autor:

https://www.facebook.com/carlos.ochoamartinez.75

* http://ntc-libros-de-
poesia.blogspot.com/2012_03_11_archive.html

** http://ntc-ediciones-
virtuales.blogspot.com/2012_03_08_archive.html

*** http://ntc-narrativa.blogspot.com/2017_03_12_archive.html

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