Concepcion Cabrera - A Mis Sacerdotes Parte 4
Concepcion Cabrera - A Mis Sacerdotes Parte 4
Concepcion Cabrera - A Mis Sacerdotes Parte 4
“En las misas tengo mis más dolorosos calvarios cuando la celebran
sacerdotes indignos que se ceban en hacerme Víctima de sí mismos. No
les basta el que Yo, espontáneamente, en el curso de los siglos, me
sacrifique para aplacar a la Divina Justicia, para soterrar el nivel que
salve a las almas, entre tantos pecados e ingratitudes.
No les basta mi vida de sacrificio en los altares, de holocausto constante
que se quema en su favor, mi papel de Víctima, repito, consumada por
el eterno amor al hombre; sino que añaden cínicamente,
maliciosamente, descaradamente, ¡cuántos de mis sacerdotes!, leña
para el sacrificio, puñales para despedazarme, más veneno, si pudieran,
con el que al retarme a Mí se emponzoñan ellos.
Hay sacerdotes con esta negrura; ¡porque apenas he dejado ver el velo
que cubre tanta corrupción en lo que debiera ser nieve, ser blancura,
pureza, luz! ¡Oh si comprendieran ellos el don de Dios, las riquezas
inmortales que en sus manos pongo, los tesoros de mi Iglesia, que ni
debieran tocar los que no son limpios! ¡Lloro estas falacias, este
desorden, estas ingratitudes sin nombre!
¡Lloro la condenación de tantas almas que me deben más que la vida,
porque en cada Misa les doy la vida y mi Vida; reproduzco en ellos la
encarnación mística, mi Pasión y mi Muerte. Y ¿éste es el pago que
recibo?
Sufro mística, pero realmente, primero por el amor a mi Padre, por la
ofensa al ultrajar al Amor que es el Espíritu Santo, a la Divinidad (una
Conmigo el Verbo) pisoteada y despreciada. Sufro en todos los visos o
matices que he enumerado.
Sufro en María y por María; sufro por las almas que arrastran esta
corriente de sacrilegios, porque denigran mi Iglesia, Esposa inmaculada
del Cordero y esposa purísima de todo sacerdote, por el lodo con que la
manchan y la quieren manchar, deshonrándola, y por los ultrajes que
ella, la Iglesia amada, recibe en sus ministros.
Sufro también, y ¡cuánto!, por el mismo indigno sacerdote que a tanto
se atreve, y que me costó una Redención con toda mi Sangre en el
Calvario, y que desperdicia, y otra redención con toda mi Sangre,
también en el altar, que clama, que grita al cielo, en vez de
misericordia, ¡infierno!
Y tal es la inmensa ternura de mi Corazón que quisiera repetir mil
Pasiones en su favor y que repito mil Calvarios en las Misas que
quisieran también fueran en su favor, pero que les sirven, a mi pesar,
de mayor castigo, para más reprobación, para mayor infierno.
Porque un solo sacrilegio, enfría, quita la fe, ciega y mata el alma.
Pues tantos sacrilegios en un alma de sacerdote ¿Qué será? Porque si
está en pecado, cada acto sacramental que ejerza, son nuevos pecados
mortales que comete, eslabones de pesada cadena que lo aherrojan con
Satanás.
Por este hecho del sacrilegio, pierden la fe, y ¡cuántos! Se entibian en
mi servicio, les es insoportable la suavidad de mi yugo, y se arrojan al
lodo, creyendo apagar sus remordimientos con una vida que no es la
suya, la que juraron seguir en sus ordenación.
Son estos descarríos, los vicios de muchas clases, en muchas formas,
que Satanás les brinda, haciéndolos suyos; y otro dolor, ¡entre tantos!,
pareciendo a la faz del mundo, míos. Esta hipocresía satánica me lacera
el alma ¿por qué? Porque Satanás con diabólico sarcasmo se mofa
entonces de mi Poder, de mis Atributos, de mi Pasión, de mi Iglesia y de
mi Sangre y triunfa, ¡cuántas veces arrebata, para siempre de mis
brazos y de mi Corazón, lo que es mío!
Y esa hipocresía Yo la cubro por la dignidad de mi Iglesia, y en silencio
sufro los infames procederes de mis sacerdotes: Yo las disimulo ante las
miradas humanas y me sonrojo ante mi Padre.