Paper No 7
Paper No 7
Existe en todos los seres humanos un instinto de conservación que nos ayuda a protegernos. Este surge en
nosotros cuando estamos en situaciones límites que atentan contra nuestra supervivencia.
En la vida humana, acontecen situaciones en donde este mismo instinto no es capaz de protegernos del
sufrimiento y del dolor, se hace inevitable el no sufrir, por ejemplo: los dolores físicos y los fracasos
personales y de toda índole. Es aquí donde el ser humano experimenta la impotencia y el deseo de
renunciar al sufrimiento y al dolor, surgiendo las preguntas clásicas: ¿por qué a mí? ¿Por qué Señor, este
sufrimiento?. Henri Nouwen alude que para sanar nuestras heridas es necesario: “dejar de lado muchas
preguntas…pues se cree que la respuesta a estas preguntas te traerá el solaz. Pero, en el mejor de los
casos, te ofrecerán un cierto distanciamiento de tu propio dolor. Debes abandonar la idea de la
necesidad de controlar tu propio dolor, y tener confianza en el poder de curación de tu corazón.
Es evidente, que vivimos en una cultura donde el dolor y el sufrimiento es visto como una maldición, una
desgracia, un castigo de Dios para el hombre y la mujer, en este sentido nos dice Myriam Campbell y
Fernando Ferreiro: el dolor es asociado inmediatamente a experiencias negativas, como a la parte mala
de la vida, y se asume como algo que no tiene mayor explicación” … El sufrimiento y el dolor no cabe
en nuestra mentalidad. Todo esto a causa de que se nos ha formado con la mentalidad triunfalista:
“estamos tan obsesionados con el logro, los éxitos, la comodidad y otros objetivos actuales discutibles,
que no se educa para ese otro esfuerzo, tan inestimable y sano para el desarrollo humano, que supone
aprender a resistir los intentos fallidos, las frustraciones, los fracasos que, a pesar de todo, suceden
incluso planificando esfuerzos con sutileza y esmero”. De alguna manera se nos forma para ganar o
triunfar, pero no se nos forma para darle un sentido a nuestro sufrimiento. En cambio, como nos dice
Myriam Campbell y Fernando Ferreiro “el conocer nuestro dolor y aceptarlo es conocernos. Esto lleva
al cambio y al crecimiento en libertad…no hay evento humano que acerque más, que las dinámicas que
se producen en el ámbito del dolor donde el amor toma su lugar sanador. El dolor llama al amor a
través de la compasión” …
Una manera de ayudar a nuestros acompañados a encontrar a Dios cuando se experimenta el dolor físico
y/o fracaso podría ser:
1. Ayudarle a asumir el dolor como parte de nuestra vida, haciendo del dolor como diría alguien: un
mal necesario de crecimiento humano y espiritual. En palabras de Henri Nouwen que su dolor se
convierta en el dolor de la humanidad. No sólo en su dolor: “tu dolor es tu forma concreta de
participar en el dolor de toda la humanidad”. Que el acompañado tenga conciencia de su dolor,
no sólo racionalmente, sino que también pase por el corazón, por los sentimientos: “Comprender
tus heridas sólo puede ser sanante cuando esta comprensión se ponga al servicio de tu corazón”.
Es necesario que el acompañado se reconcilie con este dolor. Como dice Henri Nouwen “es
necesario que la persona piense en su herida como lo haría un niño al que ha herido un amigo…
cuando el niño experimenta el abrazo consolador del padre o de la madre, el niño puede
aguantar el dolor, puede volver a ser amigo, perdonar y reconstruir la amistad…sé amable
contigo y deja que tu corazón sea un padre amoroso cuando vives con tus heridas”.
2. Que intente verbalizar su dolor, aunque le duela, le será de buen provecho hablarlo.
3. Es necesario que el acompañado viva a su ritmo y sin imposiciones las etapas de su duelo, que se
permita experimentar la tristeza, la pena, el dolor y también el llanto. Que no reprima sus
sentimientos: “la expresión de las emociones produce alivio, en especial al compartir estos con el
que acompaña o está cerca”.
4. Reformular con el acompañado la imagen de Dios desde el dolor y el sufrimiento, para llegarle a
encontrar como un Dios que se nos revela también en el sufrimiento del ser humano, y se
manifiesta como compañero de camino. Puede ser oportuno trabajar con el acompañado algunos
textos en los cuales vemos reflejado la compañía de Dios hacia el ser humano: El pueblo de Israel
cuando sufría la esclavitud de Egipto, el pueblo de Israel en el desierto, Jesús en el Huerto de
Getsemaní, el sufrimiento de Cristo en la cruz, la historia de Job, etc. Junto a estos aspectos
bíblicos, hay que ayudar al acompañado a reconocer el sufrimiento y el dolor no como un castigo
de Dios, sino desde los retos y los desafíos que como seres humanos experimentamos en el
mundo. Pero que es posible superarlos y darle sentido en nuestras vidas.
5. Una vez hecho este camino con el acompañado, este será capaz de reconocer que el vivir el dolor
desde la clave de la fe en Jesucristo, le ha ayudado a resituarse y encontrar un sentido más
profundo para su vida. Le ha dado un sentido a su dolor, y esto lo ha encontrado al hacer camino
de acoger el dolor y permitir que de él brote vida nueva y al descubrir que la vida es un proceso de
hacerse, de hacernos a nosotros mismos. Es un fluir constante en el que navegamos, con
momentos de dicha y de desdicha, con risas y con llantos, con éxitos y fracasos.